Intervenciones de la literatura en el paisaje del humedal. en Lázaro Gabriel Lagóstena Barrios (ed.), Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética, Edit. Tréveris, Cádiz 2015, pp. 149-186. ISBN 978-84-942800-2-3 (9/6). ARTÍCULO

June 16, 2017 | Autor: M. Morales Sánchez | Categoría: Paisaje, Literatura Y Paisaje, Retórica cultural
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Descripción

QUI LACUS AQUAE STAGNA PALUDES SUNT... ESTUDIOS HISTÓRICOS SOBRE HUMEDALES EN LA BÉTICA

LÁZARO GABRIEL LAGÓSTENA BARRIOS (ED.)

CÁDIZ 2015

EDITA Seminario Agustín de Horozco de Estudios Económicos de Historia Antigua y Medieval. [email protected] PRIMERA EDICIÓN © De los textos: sus autores. © De las fotografías, mapas e ilustraciones: sus autores o instituciones propietarias, excepto cuando estén bajo una Licencia de documentación libre de GNU o Creative Commons. EDITOR Lázaro Gabriel Lagóstena Barrios SECRETARÍA TÉCNICA María del Mar Castro García TRATAMIENTO CARTOGRÁFICO Ángel D. Bastos Zarandieta Enrique J. Ruiz Pilares I.S.B.N. 978-84-942800-2-3 Depósito Legal: Imprime: Editorial Tréveris S.L. Tirada de ejemplares: 300 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

PAI-HUM-240-PATRIMONIO HISTÓRICO DE ANDALUCÍA EN LA ANTIGÜEDAD ÁREA DE HISTORIA ANTIGUA DEPARTAMENTO DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y FILOSOFÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS Avda. Gómez Ulla s/n, 11003 Cádiz, ESPAÑA. UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Esta edición ha sido financiada en el marco del Proyecto de Investigación del Plan Estatal del MINECO: HAR2012-36008. Riparia: conceptualización histórica y cultural, función territorial y aprovechamiento de los humedales en la Bética romana COMITÉ CIENTÍFICO: Dr. D. FRANCISCO JAVIER LOMAS SALMONTE, Catedrático de Historia Antigua (UCA) Dr. D. JOAQUÍN RODRÍGUEZ-VIDAL, Catedrático de Geomorfología (UHU) Dr. D. JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO, Catedrático de Teoría de la Literatura (UCA) Dr. D. RAFAEL SÁNCHEZ SAUS, Catedrático de Historia Medieval (UCA) Dr. D. MOHAMED MEOUAK, Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos (UCA)

ÍNDICE ELLA HERMON, Préface.

I

MARÍA JUANA LÓPEZ MEDINA, Lagos y humedales

1

en época romana: algunas reflexiones a partir del Digesto. JOSÉ LUIS CAÑIZAR PALACIOS, Aproximación

29

histórica al concepto latino de los humedales: la terminología usada en las fuentes escritas. LÁZARO GABRIEL LAGÓSTENA BARRIOS, Laguna

61

Seca (Puerto Real, Cádiz). ¿un caso de bonificación de tierras en Baetica? ALEJANDRO FORNELL MUÑOZ, Aproximación al

91

uso de los humedales de la campiña jiennense en época romana. EMILIO MARTÍN GUTIÉRREZ, El aprovechamiento de humedales y marismas en el término de Cádiz: segunda mitad del siglo XIII.

121

MARÍA ISABEL MORALES SÁNCHEZ, Intervenciones

149

de la literatura en el paisaje del humedal. JENNY PÉREZ MARRERO, ISABEL CARDIEL,

Propuesta

metodológica

BESTUÉ para

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la

obtención del mapa de humedales de la Ulterior Baetica. MARÍA

DEL

MAR CASTRO GARCÍA, ESPERANZA

215

MATA ALMONTE, La articulación del espacio de la Laguna de la Janda y el estuario del Río Barbate en la Antigüedad. DANIEL

MARTÍN-ARROYO

SÁNCHEZ,

PEDRO

TRAPERO FERNÁNDEZ, La explotación romana de la vegetación riparia y el análisis espacial de la ocupación rural.

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INTERVENCIONES DE LA LITERATURA EN EL PAISAJE DEL HUMEDAL

MARÍA ISABEL MORALES SÁNCHEZ 1 RESUMEN

Este trabajo tiene como objeto evidenciar el valor de la literatura como fuente para el estudio y la interpretación del paisaje, ciñéndonos al contexto de los humedales y cómo se configuran algunas de sus representaciones literarias. Nos situamos desde una perspectiva que aúna, desde el punto de vista teórico, los elementos que configuran el discurso artístico –en este caso el literario- con la explicación y especificación de su componente cultural. En este contexto y entendiendo que la literatura no sólo asume prácticas culturales sino que las genera, nuestra perspectiva subraya la importancia de la misma como medio para “experimentar” y “leer” de manera transversal –pues entronca no sólo con otras artes sino también con el pensamiento, la historiografía, la tecnología o la ciencia- el territorio y sus formas de manifestación histórica, estética o filosófica.

PALABRAS CLAVE: lectura e interpretación, paisaje y literatura,

intertextualidad.

ABSTRACT

This study aims to give evidence of the importance of literature as a source for the study and interpretation of the landscape. This time we will adhere to the context of the wetlands and how some of their literary representations are configured. The settlement will be a perspective, from a theoretical point of view, that combines the elements configuring the artistic discourse -in this case with the explanation and specification of its cultural component. In this context and understanding that literature does not only assume cultural practices but it generates them, our perspective outlines the importance of literature itself as a mean to “experiment” and “read” in a transversal manner as it is related not only with other arts but as well with thoughts, historiography, technology or science – the territory and their forms of historic, aesthetic or philosophical manifestations.

KEY WORDS: reading and interpretation, landscape and literature, intertextuality

1

Universidad de Cádiz, Facultad de Filosofía y Letras. [email protected]

M.I. MORALES SÁNCHEZ, “Intervenciones de la literatura en el paisaje del humedal”, Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética, Cádiz 2015, 149-185.

M.I. MORALES “La laguna está rodeada de una muralla gigantesca de rocas grises y verdosas, donde anidan las águilas y los buitres. Las gentes de la sierra en aquellos tiempos no osaban acercarse a la laguna ni aun en los días claros. Los viajeros que, como usted, visitan hoy estos lugares, han hecho que se les pierda el miedo” La tierra de Alvargonzález (1912) Antonio Machado 2

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Nuestro acercamiento parte de la propia noción de paisaje como espacio geográfico transformado o interpretado culturalmente, para abordar cómo mediante un juego formal y conceptual, la literatura escribe, reescribe, interpreta, sobreinterpreta, inventa o reinventa la realidad, construyendo discursos culturales que son asimilados posteriormente por el acervo cultural 3. Como hecho artístico, comunicativo y dialógico que es, los textos literarios constituyen un discurso que no sólo reproduce los parámetros vigentes en el contexto de un momento determinado, sino que crea y genera tendencias, estilos y actitudes. El título no es, por tanto, casual y hemos elegido intervención en el sentido de “tomar parte”, “interceder” e, incluso, de “interposición” o “afectación”, para marcar el hecho de cómo la literatura puede interactuar sobre el espacio no sólo como intérprete del mismo y, por tanto, reinterpretando paisajes ya Publicado por primera vez en la revista Mundial de París, el 9 de enero de 1912. Madrid, Alianza editorial. 3 Bajo el nombre de Retórica Cultural y a partir de los presupuestos planteados por la semiótica de la cultura articulada desde Lotman en los años 60 del pasado siglo, esta perspectiva de análisis incide en la consideración de cualquier discurso como práctica cultural. Dicha perspectiva ha sido desarrollada en los últimos años desde el proyecto Retcult FFI2010-15160. 2

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constituidos, sino también como generadora de paisajes no existentes. A ello sumamos un aspecto más afirmando que no sólo lee y crea paisajes sino que también los transforma. En este sentido, es un hecho fácilmente constatable la posibilidad de configurar una historia de los paisajes sólo a través de la realidad literaria, sea cual fuere el origen inicial de su constitución a partir de un territorio determinado. El caso, por ejemplo, de paisajes derivados del uso industrial o de los avances tecnológicos (la almadraba, las minas, el puerto, la vitivinicultura, el ferrocarril…) tienen en la representación literaria parte de su concepción y apreciación socio-cultural. Hay, por tanto, una incidencia recíproca entre paisajes que inspiran o respiran en la obra y obras que configuran paisajes inexistentes que posteriormente son asumidos. Para todo ello, abordaremos en primer lugar el propio concepto de paisaje, con el fin de analizar cómo se materializa en las construcciones literarias, para pasar posteriormente a mostrar cómo se configuran diversos paisajes de interior vinculados al humedal y a las lagunas. 1. Paisaje y literatura Partimos del presupuesto de que la naturaleza por sí misma no es ni amable, ni hostil, porque su realidad viene marcada por las fuerzas físicas o por las reacciones químicas que han permitido su formación y evolución a partir de innumerables combinaciones. Si nos fijamos bien, la “bondad”, “dureza” o “crueldad” de la misma derivan de adjetivos que la sitúan con relación al individuo y las diversas interpretaciones de la misma. El hombre canaliza, desvía, delimita, redirige, interviene en el territorio, en un intento por controlar o hacer previsibles los movimientos naturales para su utilidad y aprovechamiento o, simplemente con fines estéticos o espirituales. En este último caso, es la verbalización -a través del lenguaje y su uso figurado o Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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metafórico- de esa interpretación la que permite que la naturaleza sea triste, alegre, irascible, lúgubre o siniestra. Todos esos adjetivos se convierten en atributos cuando interactuamos con ella como sujetos que necesitamos establecer una vinculación emocional por diversos motivos. Es así como la transformamos y le damos significados adicionales ligados a nuestra percepción. Si pensamos en los primeros asentamientos humanos y cómo se modifican las pautas sociales y culturales en ese cambio del nomadismo al sedentarismo, lo primero que se evidencia es que estos cambios están ligados –entre otros aspectos- a la utilización del territorio, a la ubicación del hombre con relación a él y a su aprovechamiento, a su interacción con el entorno 4. Obviedades como ésta cohesionan un concepto de paisaje configurado en torno a tres ejes complementarios: estético (que construye imágenes y proyecciones sobre una base verosímil ficcional); científico (que analiza su funcionamiento a partir de la observación) y de apropiación social (que lo adapta a las necesidades de una comunidad) 5. Habermas no duda en afirmar que los paisajes culturales no son sino el resultado de la relación instrumental con el entorno, esto es, que son fundamentalmente los criterios de utilidad e interés los que conducen a la formación de los mismos 6. Retomando la expresión utilizada por el filósofo y sociólogo alemán, debemos asimismo considerar que si Desde el ámbito de la antropología pero en interactuación con otras disciplinas surge un enfoque interesante sobre la relación naturaleza –cultura, denominado Etnoecología, entendiendo por tal el estudio interdisciplinar de los sistemas de conocimiento, prácticas, creencias de los distintos grupos humanos sobre su ambiente. Para una delimitación de la noción y de su historia véase: V. REYES GARCÍA, N. MARTÍ SANZ, “Etnoecología: un punto de encuentro entre Naturaleza y Cultura”, Ecosistemas 16/3, 2007, 46-55. Disponible en http://www.revistaecosistemas.net/index.php/ecosistemas, accesible 20/09/2014 5 J. ZIMMER, “La dimensión ética de la estética del paisaje”, J. NOGUÉ (ed.) El paisaje en la cultura contemporánea, Madrid 2008, 27-44, esp. 29. 6 Cit. por J. ZIMMER, “La dimensión ética…”, 39. 4

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entendemos la cultura, en su acepción más básica, como “el conjunto de modo de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época o grupo social” 7, la adjetivación de “cultural” atribuida al paisaje resulta – tal y como defiende Milani 8- a todas luces redundante, ya que todo paisaje supone la intervención en alguno de los sentidos apuntados por esa definición. Más allá de precisiones terminológicas, resulta interesante indagar en su vertiente estética: si bien es cierto que dicho carácter aparece fuertemente vinculado al término landscape y al desarrollo del concepto de paisaje en su asimilación a corrientes artísticas determinadas – sobre todo la pintura, a partir del siglo XV- parecería lógico que con anterioridad a la irrupción de los movimientos artísticos que soportan este hecho, la construcción estética del paisaje viniese de la mano de otras manifestaciones culturales como mitos, leyendas, la tradición literaria oral y escrita, incluso, la arquitectura. Planteado el concepto desde una perspectiva más amplia, creo que no deberíamos descartar que la ausencia de su formulación –en términos de la configuración de la noción, de la aparición del término que lo designa o de su vinculación a un ámbito concreto - no sería un obstáculo para no contemplar la posibilidad de que dicha construcción exista 9. Respecto a la complejidad de la noción de paisaje, Ojeda Rivera y Villa Díaz, en un magnífico artículo sobre el paisaje y la novela contemporánea, explican su esencia a partir de la definición dada por el geógrafo

Según definición de la R.A.E R. MILANI, “Estética y crítica del paisaje”, J. NOGUÉ (ed.), El paisaje…, 45-66, esp. 48. 9 Vid. las discrepancias que creemos muy esclarecedoras al respecto de Roger con los estudios de Berque en A. ROGER, “Vida y muerte de los paisajes”, J. NOGUÉ, El paisaje…, 67-86. 7 8

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británico Wylie 10 en una afirmación con la que no podemos estar más de acuerdo: El paisaje empieza cuando empieza la emoción y, por ello, lo sustancial del paisaje es la «convergencia de percepciones subjetivas», que lo constituyen en patrimonio naturo-cultural, o sea material-inmaterial de una comunidad humana. Estamos por lo tanto, ante una «realidad compleja» (naturalhistórica-cultural y objetivo-subjetiva), resilente (con capacidad adaptativa) y socialmente aceptable (identitaria, connotada, simbólica, patrimonial 11.

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La tradición oral y la literatura escrita han nombrado y renombrado la realidad (parafraseando al poeta Salinas) han fluido permanentemente configurando paisajes que albergan una concepción de los elementos de la naturaleza, del espacio, de la geografía, dando lugar a innumerables líneas de indagación, desde la ampliamente estudiada representación del agua y su simbología; hasta aquella que analiza la identificación social del espacio, como elemento distintivo de rango social, por ejemplo, en el teatro y sus lugares de representación, discriminando distintas formas de entender lo que constituye un claro espacio de sociabilidad según su ubicación y su estructura arquitectónica, por mencionar dos ejemplos. En este vasto contexto, la literatura ha sido, en primer lugar, catalizadora-conservadora de un patrimonio intangible que ha sobrevivido también en la memoria 12. Si partimos del triángulo Dicha definición está recogida, tal y como indican los autores, por Cano Suñen en su Tesis doctoral- aún inédita- titulada: Miradas y tensiones en los paisajes del valle de Carranza, Universidad del País Vasco, 2011. 11 J.F. OJEDA RIVERA, J. VILLA DÍAZ, “La Doñana contada. País y paisajes de Doñana en la novela contemporánea”, Eria 89, 2012, 231-256, esp. 234. 12 El Plan Nacional de 2011 para la salvaguarda del Patrimonio Nacional inmaterial contempla las siguientes líneas: conocimientos tradicionales sobre actividades productivas, procesos y Técnicas; creencias, rituales festivos y otras prácticas ceremoniales; tradición oral y particularidades lingüísticas, 10

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cultura/arte/espiritualidad, la interpretación de los paisajes nos ofrece un marco de estudio transversal y pluridisciplinar, que realmente, se abre espacio entre todo aquello que sostiene la estructura cultural: la lengua, las manifestaciones artísticas (música, pintura, escultura, arquitectura, literatura, fotografía), la memoria, la historia, el folclore, procesos productivos, etc. En segundo lugar, conectando con el marco que nos ocupa, la aceptación de la literatura como fuente para el estudio de la historia pone de relieve la estrecha conexión subyacente entre estos dos ámbitos, aunque, paradójicamente, dicha aceptación no siempre se liga al estudio del paisaje, no teniéndose siempre en cuenta los recreados/construidos por la literatura para el análisis o caracterización de un territorio determinado. Esta relación literatura –historia se mueve además en una larga tradición que parte de la propia noción de lo literario desde la Antigüedad Clásica hasta nuestros días y que incluye numerosas polémicas hasta la irrupción de la historiografía moderna 13. También afectó representaciones, escenificaciones, juegos y deportes tradicionales; manifestaciones musicales y sonoras y formas de alimentación y formas de sociabilidad colectiva y organizaciones. Una mirada más atenta nos refleja además la conexión transversal de la literatura –incluso ciñéndonos a la oralcon todas las líneas, pues a través de ella se manifiestan todos los elementos vinculados a ritos, ceremonias, creencias, usos, costumbres, oficios, etc. 13 No sin razón, los frágiles límites de lo ficcional literario y lo real originan espacios ambiguos, objeto de discusiones que se han prolongado durante siglos: baste por ejemplo recordar cómo el impacto producido por la realidad americana en Europa, alteró el umbral de la verosimilitud, otorgándole credibilidad a todo tipo de hechos sobrenaturales, fantásticos o excepcionales, dando lugar a descripciones en los que los paisajes y los hechos resultaban de la mezcla de realidad, ficción, superstición, mito, leyendas, convirtiendo las crónicas en una suerte de textos híbridos que llevaran más tarde a Mayans y Siscar a llamarlos “falsos cronicones”. Estos hechos también guardan relación con los modos en cómo se construye lo fantástico, siendo esencial el contexto sociocultural del lector: “lo fantástico surge, pues, cuando lo inexplicable se impone a nuestra idea de lo real y la trastorna”, en D. ROAS, Cuentos fantásticos del siglo XIX, Madrid 2003, 9. Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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a la delimitación teórica de los géneros literarios –en el contexto de la Retórica como disciplina del discurso- marco en el que se mantuvo, hasta bien entrado el siglo XIX, la distinción “historia real/historia ficticia”, entendiendo que ambos tipos de textos sólo se diferenciaban por contar hechos reales o hechos verosímiles respectivamente, perpetuando una larga tradición marcada por la definición aristotélica de la poesía en su Poética 14.

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Todavía hay un tercer elemento que considerar en esta concepción de la literatura como catalizadora de la cultura y es su propia concepción como arte. De todos es admitido que la artesanía tiene una doble vertiente artística y funcional. En su origen el término arte procede del griego techné y del latín ars, entendiendo por tal lo que se puede perfeccionar, aprender y adquirir, lo que requiere destreza y entrenamiento. La consideración de la literatura como arte desde la Antigüedad – sobre todo desde Aristóteles- le otorga esta misma naturaleza, justificada, además, por la consideración de la literatura como forma de conocimiento en el mundo griego. A pesar de no poder extendernos más en estas consideraciones, lo expuesto hasta el momento pone de manifiesto, bajo nuestro punto de vista, que todos los discursos – incluido el literario- forman parte de la representación de un territorio y, por tanto de su construcción paisajística, por lo que es preciso establecer un marco interdisciplinar que permita su conexión. Desde estos presupuestos, la literatura se muestra como una fuente más para el estudio del paisaje confluyendo en I. MORALES SÁNCHEZ, Análisis del género narrativo en las preceptivas literarias españolas del siglo XIX, Cádiz 1999; “Los manuales de retórica y poética: un espacio de discusión sobre géneros literarios en la primera mitad del siglo XIX”, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII 8, 2000, 167-175. 14

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ella factores complementarios que enriquecen su estudio, precisamente por su carácter transversal con otros ámbitos. Una forma de concretar cómo la literatura puede contribuir al estudio del paisaje es delimitar sobre qué ejes esenciales se construye literariamente el espacio, y cuántos espacios pueden ser objeto de estudio dentro y fuera del texto. Si tuviésemos que esquematizar brevemente el amplio marco que abriga las formas de abordar el estudio del paisaje a través de la literatura señalaríamos las siguientes orientaciones o líneas convergentes: 1. Composición y función del espacio en la obra como categoría textual: por un lado, su estructuración con relación a la trama, al personaje y su modo de composición. 2. Configuración de significados de lugares y objetos desde el punto de vista conceptual. Los espacios literarios conectan con significados que provienen de la tradición cultural, estableciendo una relación recíproca de donde resultan la absorción de significados/símbolos/referentes culturales ya existentes y la generación de otros. 3. La interpretación del mismo dentro de teorías estéticas concretas, que marcan formas de concebir el hecho literario y sus componentes, planteando un modo concreto de comprender la representación de la naturaleza, incluida la recreación espacio-temporal: desde la teoría de los tres estilos, basada en la adecuación de espacio, personajes, hechos y símbolos ejemplificados en la Rueda de Virgilio, hasta la interpretación de la naturaleza en la teoría romántica o la concepción del Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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espacio en los movimientos realista y naturalista; sin olvidar los nuevos planteamientos para la comprensión del espacio literario generados desde la Ecocrítica.

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2. Algunos ejemplos de la configuración literaria del paisaje del humedal El esquema anterior nos lleva a un número de posibilidades difícil de recoger en este breve acercamiento, pero creemos que nos aproxima a la complejidad del estudio del paisaje desde el ámbito literario. Atendiendo a una aplicación algo más sintética de lo expuesto y a modo de muestra, realizaremos un recorrido selectivo por algunos aspectos significativos de las recreaciones literarias de los espacios vinculados al humedal deteniéndonos esencialmente en su consideración global como paisaje (con carga de positividad o negatividad), su posible simbología, sus formas de construcción en el espacio literario (desde una retórica realista o fantástica) y, por último, lo que hemos denominado “paisajes intertextuales”, es decir, el resultado de la convergencia de visiones estéticas diferentes sobre un mismo espacio geográfico. Percepciones y símbolos ligados al humedal y a las lagunas Parece lógico que la primera pregunta que nos asalta respecto al paisaje del humedal gire en torno a su significación global, pues su vinculación con el agua nos sitúa en una encrucijada de símbolos y lecturas insertos en la tradición. Desde el punto de vista geográfico, los asentamientos en los humedales vienen determinados por su condición de tierras fértiles, sin olvidar que su vinculación a los ríos los erige como puntos estratégicos de comunicación y defensa. Ello hace que proliferen también sitios de culto, de rituales y de ofrendas, estableciéndose

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puntos específicos de conexión o paso con el más allá 15. No resulta extraño, por lo tanto, que estos espacios de transición se asocien con lo mágico y lo sobrenatural, primero ligado a los ritos funerarios y, más tarde, a leyendas y supersticiones. Cabe suponer, por lo tanto, que su valoración como espacios relevantes sociales y culturalmente puede explicarse a partir de un nutrido conjunto de variantes sociales, históricas y culturales. En un interesante artículo sobre el tratamiento de los humedales en la Ilíada, Sanz Donaire retoma las tradiciones mediterránea e indoeuropea, explicando cómo, en conexión con las mismas, la obra ofrece una percepción positiva de este paisaje, a la que se suma la asociación de prados y lagunas con el más allá, así como los fundamentos que generan la simbología del agua con la fecundidad y con todo lo femenino: El concepto que se tiene de estos marjales cercanos a la costa y probablemente regados periódicamente por las inundaciones es de “buenas tierras”. Tan es así que el epíteto que se aplica al río Axio con más frecuencia es el de “anchuroso” o “de ancha corriente” (XVI, 288) que el mismo Cántico (II 849-50) queda explicitado “cuyas límpidas aguas se esparcen por la tierra 16.

La segunda perspectiva abordada es la que muestra el lado menos amable, caracterizado por lluvias torrenciales e inundaciones, que se ejemplifica con el fragmento referido al combate en la muralla:

B. DÍAZ SANTANA, “Ofrendas, asentamientos y humedales: sistemas de control territorial en el occidente de la Península Ibérica”, SPAL 6, 1997, 5366, esp. 58-60. 16 J.J. SANZ DONAIRE, “Los humedales en la Iliada. Entre las cosmovisiones mediterráneas e indoeuropeas”, Complutum 12, 2001, 143-162, esp.146. 15

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M.I. MORALES Posidón y Apolo decidieron arruinar el muro con la fuerza de los ríos que corren de los montes ideos al mar: el Reso, el Heptáporo, el Careso, el Rodio, el Gránico, el Esepo, el divino Escamandro y el Simoente, en cuya ribera cayeron al polvo muchos cascos, escudos de boyuno cuero y la generación de los hombres semidioses.- Febo Apolo desvió el curso de todos estos ríos y dirigió sus corrientes a la muralla por espacio de nueve días, y Zeus no cesó de llover para que más presto se sumergiese en el mar 17.

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No queda claro, sin embargo, un aspecto muy interesante: la idea de que, paralelamente a la imagen positiva, sea desde este propio marco geográfico-cultural del Mediterráneo desde donde se genere la percepción negativa sobre el humedal 18, pues de las contraposiciones apuntadas: salado/dulce (océano-río), aguas profundas/poco profundas (abismo-lago), saldría positivada la segunda parte del binomio, al que podríamos añadir otros términos como los de aguas turbias, aguas estancadas / manantial, o las imágenes de diluvios e inundaciones que forman parte de una simbología, recogida en nuestra tradición oral, representativa no de algo negativo o traumático, sino de procesos regeneradores, interpretados en clave de purificación, renovación e, incluso, de pérdida de la virginidad (y por lo tanto la fecundidad de nuevo)19. No obstante, no podemos obviar que el sentido negativo existe, materializándose a través de visiones que vinculan las lagunas y las ciénagas al peligro, al misterio, al ocultismo. En este punto nos resulta del todo estimulante la 17 El autor cita en su artículo por Ilíada, versión directa y literal del griego por L. SEGALÁ Y ESTALELLA, Barcelona1927, canto XII. 18 J.J. SANZ DONAIRE, “Los humedales…”, 147. 19 E. MORALES BLOUIN, El ciervo y la fuente: Mito y folklore del agua en la lírica tradicional, Madrid 1982. Respecto a la conexión de estos símbolos con la tradición celta puede consultarse asimismo el estudio de F. ALONSO ROMERO, “Flor de agua, el saúco y el rocío en las tradiciones hídricas de la europa céltica”, Anuario Brigantino 29, 2006, 63-90.

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hipótesis de que la literatura y determinados tipos de géneros y movimientos estéticos estén en la clave –no total pero sí en un porcentaje importante- de la construcción de este segundo sentido. Dicha imagen ya se halla fijada en el refranero popular, paradójicamente asentada en la idea de turbiedad y estanqueidad de las aguas: “agua estancada, agua envenenada”; “agua corriente no mata a la gente”, “buey lerdo, bebe agua turbia”; “agua que corre nunca mal coge” 20 y también está recogida por la iconografía medieval, en la que se asocia o asimila a elementos demoníacos “tal y como se identificarían a los animales que habitan las ciénagas” 21. Todo ello nos conecta con un acervo literario –imposible de abordar ahora- plagado de sagas, mitos, leyendas y cuentos en los que se recrean monstruos, secretos ocultos o hechos sobrenaturales. Es el espacio de la superación de pruebas y peligros, en el cuento tradicional, de ocultación y misterio 22, de riesgo y muerte. Asimismo, barrizales y lodazales sirven como espacios identificativos del infierno como ocurre en la obra de Diego de Torres Villarroel: …pero has de saber que ese esqueleto viviente no es pobre, sino el más sucio de los codiciosos que se revuelcan en el lodazal de Lucifer… 23

Disponibles por ejemplo en: http://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/Resultado.aspx?cad=agua 21 V. DÍAZ CORRALEJO, Los gestos en la literatura medieval, Madrid 2004, 105 22 Podríamos poner el ejemplo de El secreto del lago, cuento popular del siglo XVI, perteneciente a la tradición oral castellano-manchega, cuenta cómo tras un asesinato bajaron las aguas del lago de Taravilla hasta evidenciar el hecho, y así se repite cíclicamente cada vez que guarda un secreto. 23 D. DE TORRES VILLARROEL, Sueños morales, visiones, visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo…historia de historias a imitación del cuento de cuentos de Quevedo, Madrid 1796, 58. 20

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Estas acepciones se dilatan y prolongan con diversas variantes en el contexto de lo misterioso y maravilloso, donde cabe apuntar cómo la narrativa moderna y la estética romántica también contribuyeron a configurar este paisaje tenebroso, conectando con otras temáticas, sin olvidarnos de géneros específicos como la novela gótica inglesa, el cuento de terror, o de autores como Poe 24. Las leyendas y cuentos de Bécquer son un ejemplo de cómo la literatura asume su papel de compiladora de este tipo de asociaciones, materializadas en cuentos como “Ojos verdes” 25 o “El caudillo de las manos rojas” respectivamente 26: -Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto. -¡Imposible! ¿Y por qué? -Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Álamos: la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus

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Con antecedentes en Lewis y Hoffman, en la primera mitad del XIX, Poe en la segunda o continuaciones posteriores en la línea de los cuentos de Lovecraft: “Medio deslizándose, medio flotando en el aire, los blancos espectros del pantano se retiraban lentamente hacia las quietas aguas y las ruinas de la isla en fantásticas formaciones que sugerían alguna antigua y solemne danza ceremonial. Sus brazos se balanceaban traslúcidos, guiados por los sones detestables de las flautas invisibles, llamaban con ritmo misterioso a una multitud de campesinos que oscilaban y les seguían dócilmente con paso ciego, insensatos y pesados, como arrastrados por una voluntad demoníaca, torpe aunque irresistible. Cuando las náyades llegaron al pantano, sin alterar su dirección, una nueva fila de rezagados, que se tambaleaban como borrachos, salió del castillo por alguna puerta al pie de mi ventana, cruzó a ciegas el patio y la parte del pueblo que se interponía, y se unió a la serpenteante columna de labriegos que andaban ya por la llanura”. “El pantano de la luna” en H.P. LOVECRAFT, El pantano de la luna y otros cuentos, La Habana 2008. 25 Vid. D. ROAS, Cuentos fantásticos…, 22. 26 Los fragmentos escogidos son de la edición de 1941, Madrid, Espasa Calpe. Disponible en Biblioteca Virtual Cervantes http://www.cervantesvirtual.com 24

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márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Fiera que se refugia en esta fuente misteriosa, pieza perdida. (Ojos verdes). […] temerario valor juzgo el de aquel que arriesga su vida contra enemigos que no puede exterminar o vencer; si al menos la luna brillara en el cielo, su luz me guiaría a través de este pantano, donde a cada paso que doy temo encontrar la muerte, sepultándome en sus aguas cenagosas e inmóviles. (El caudillo de las manos rojas).

Si saltamos a la más reciente producción literaria, la idea del humedal como un lugar inhóspito e insano se prolonga asimismo en el contexto de nuestra novela contemporánea, incluso, cuando aparece ligado al impulso de revalorización de estas zonas dado por el ecologismo. En la orilla, obra de Rafael Chirves a la que volveremos más tarde, ofrece una lectura estética del humedal –de un humedal en la costa de levante- desde la que, en contraposición con el mar, el espacio se cierra en una asfixiante visión de destrucción y suciedad. Es un paisaje deteriorado, concebido en el sentir de los lugareños como un lugar insalubre, que vuelve sucio todo lo que entra en contacto con él, que es incapaz de generar vida, reiterando ese contexto peyorativo refrendado por la tradición y que ahora se amplia con los rasgos de la modernidad: El mar lo lava todo, lo expulsa o lo fagocita, lo purifica con sus yodos y salitres, lo aprovecha y recicla: se supone que es saludable, no como el pantano, siempre visto de reojo por los vecinos como lugar insalubre, infeccioso, agua estancada de la que hay que desconfiar, líquido que se calienta y corrompe al calor de la primavera y ya no se lava hasta que llega la gota

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M.I. MORALES fría del otoño. El mar limpia, oxigena, el pantano pudre (En la orilla: 42) 27.

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Estrategias en la construcción imaginaria del humedal Las formas en cómo la literatura ha creado y recreado de diferente forma la naturaleza, los territorios y los espacios, da como resultado distintos tipos y modelos de mundo, atendiendo a su grado de conexión con la realidad y al tipo de relación establecida con ésta. Es su propia razón de ser, su forma de existir, identificada desde Aristóteles hasta nuestros días a través de las nociones de mímesis, ficción y verosimilitud. De los distintos modos de entender dicha relación (la creación artística y la realidad que le sirve como referente), surgen diferentes procedimientos de construcción de la obra, afectando a todas las categorías textuales que la integran 28. Con relación al espacio, suele hablarse de técnicas de construcción de retórica realista o fantástica, términos que marcan los vértices de la orquilla que va desde lo muy creíble hasta lo más alejado de lo que concebimos como posible 29. No hemos de olvidar, que por muy creíbles que 27 Para todos los fragmentos de esta obra citamos por la edición de Barcelona, Anagrama 2013. 28 Para un análisis de cómo funcionan estas relaciones y los modelos de mundo que generan pueden consultarse cinco obras que, por su claridad y certera orientación, creemos representan perfectamente la teoría generada en torno a los procedimientos de construcción del texto según el tipo de imaginario elegido, así como a la síntesis de los parámetros esenciales que la teoría actual ha heredado de la tradición aristotélica. Nos referimos a: T. ALBALADEJO MAYORDOMO, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa. Análisis de las novelas cortas de Clarín, Alicante 1998; F. MARTÍNEZ BONATI, Estructura de la obra narrativa, Barcelona 1983; D. PUJANTE SÁNCHEZ, Mímesis y siglo XX, Murcia 1992; D. ROAS (comp.) Teorías de lo fantástico, Madrid 2001; D. VILLANUEVA, Las fábulas mentirosas. Lectura, realidad, ficción, México 2008. 29 En este sentido es imprescindible tener en cuenta en esta dialéctica la variabilidad de lo que se entiende como verosímil, un concepto que va ligado a lo que el lector entiende como posible y, por lo tanto, un concepto que tiene

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resulten los hechos, la literatura construye un mundo ficcional no identificable con la realidad material 30. En lo relativo al paisaje de los humedales, como no podía ser de otra forma, también podemos analizar distintos modos de recreación literaria, esencialmente configuradas desde la categoría espacio-temporal, a las que se les asigna funciones en la obra. Lo más importante en este sentido, bajo nuestro punto de vista, es que la literatura actúa de tres formas esenciales con relación a la configuración de un paisaje determinado: a) recrea paisajes ya existentes, es decir, territorios ya interpretados en un momento cultural específico, preservando esa concepción a través del acervo literario; b) reinterpreta paisajes ya existentes dotándolos de nuevos significados y, por último, c) crea paisajes nuevos, inexistentes, insertándolos en la tradición cultural donde son incorporados y asumidos. Invirtiendo el orden de estas premisas, no creo que exageremos si afirmamos que en el ámbito de la literatura existe un HUMEDAL, con mayúsculas, llamado Macondo, un protagonista indiscutible que trasciende a Cien años de Soledad, para aparecer y reaparecer no sólo en otras obras de García Márquez, sino también en nuestro imaginario contemporáneo. Además de muchas otras cosas, esta obra es uno de los ejemplos de referencia de cómo la literatura construye paisajes, los configura y los crea, pero también de cómo un planteamiento estético pauta una forma de construirlos. Asimismo es muestra de cómo, en el contexto de la obra, el espacio puede erigirse como absoluto valores distintos según la época y los modelos de mundo que le sirven como referencia. 30 Vid. J.M. POZUELO IVANCOS, Poética de la ficción, Barcelona 1993. Para la construcción del espacio en el texto narrativo vid. asimismo A. GARRIDO DOMÍNGUEZ, El texto narrativo, Madrid 1996; F. GÓMEZ REDONDO, El lenguaje literario, Madrid 1994. Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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protagonista y, por último, es un excepcional referente para analizar cómo un espacio imaginario pasa a formar parte del pensamiento del siglo XX, creando una realidad cultural a partir de las conexiones intertextuales establecidas no sólo dentro del entorno literario, sino también respecto de otras manifestaciones sociales y culturales31. Nunca se lo escuché a nadie –se refiere al nombre- ni me pregunté siquiera que significaba… Lo había usado ya en tres libros, como nombre de un pueblo imaginario, cuando me enteré en una enciclopedia casual, que es un árbol del trópico parecido a la ceiba, que no produce flores ni frutos, y cuya madera esponjosa sirve para hacer canoas y esculpir trastos de cocina. Más tarde, descubrí en la Enciclopedia Británica que en Tanganyika existe la etnia errante de los makondos y pensé que aquel podía ser el origen de la palabra. Pero nunca lo averigüé ni conocí el árbol, pues muchas veces pregunté por él en la zona bananera y nadie supo decírmelo. Tal vez no existió nunca 32.

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Recordemos que en la estética del realismo mágico, definido por Alejo Carpentier 33, lo real maravilloso plantea una La poesía, la pintura, el cine, la música, el mundo de la ilustración, han recreado con posterioridad la esencia, el concepto de Macondo, no sólo asimilándolo sino otorgándole significados e interpretaciones adicionales. También se ha fusionado con elementos de la vida cotidiana donde encontramos numerosos ejemplos de esta asimilación. 32 Vivir para contarla, Random House Mondadori, 2003, 13 33 A. CARPENTIER, Prólogo a El reino de este mundo (1949), decimotercera edición, 2004, 14-15. “Pero es que muchos se olvidan, con disfrazarse de magos a poco costo, que lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular 31

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construcción del espacio en la que lo real se asocia a lo extraordinario, considerando normal o cotidiano lo fantástico inverosímil, en contraposición a lo ordinario, que se vive como excepcional. Ese es el modelo en el que se construye el paisaje del humedal en la obra. Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites. La ciénaga grande se confundía al occidente con una extensión acuática sin horizontes, donde había cetáceos de piel delicada con cabeza de torso de mujer, que perdían a los navegantes con el hechizo de sus tetas descomunales, (Cien años de soledad: 20) 34.

Un paisaje transformado constantemente al ritmo vital de los acontecimientos y de los avances tecnológicos: Macondo naufragaba en una prosperidad de milagro. Las casas de barro y cañabrava de los fundadores habían sido reemplazadas por construcciones de ladrillo, con persianas de madera y pisos de cemento, que hacían más llevadero el calor sofocante de las dos de la tarde. De la antigua aldea de José Arcadio Buendía sólo quedaban entonces los almendros polvorientos, destinados a resistir las circunstancias más arduas y el río de aguas diáfanas cuyas piedras prehistóricas fueron pulverizadas por las enloquecidas almádenas de José Arcadio Segundo, cuando se empeñó en despejar el cauce para establecer un servicio de navegación (Cien años de soledad: 235).

intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de "estado límite"”. 34 Para todas las citas referidas a la obra empleamos la siguiente edición: Cien años de soledad, 10º edición, Barcelona 2008. Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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M.I. MORALES Deslumbrada por tantas y tan maravillosas invenciones, la gente de Macondo no sabía por donde empezar a asombrarse. Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas alimentadas por la planta que llevó Aureliano Triste en el segundo viaje del tren, y a cuyo obsesionante tumtum costó tiempo y trabajo acostumbrarse (Cien años de soledad: 270-71).

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De forma paralela a este tipo de construcciones, otras obras presentan un paisaje codificado en torno a una retórica realista, mostrando un mundo ficcional verosímil, cercano a la realidad cotidiana conocida por el lector. Es el caso de la ya mencionada novela de Rafael Chirves En la orilla, una historia que se sitúa en la costa levantina 35 y que se construye en torno al hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba, en la que se reinterpreta el paisaje del humedal a través de dos elementos esenciales: la descripción espacial y la configuración de los personajes en su conexión histórica, física, anímica y emocional con dicho paisaje. Los oficios, las creencias, los cultivos, la ruina, el miedo, la sexualidad, todos elementos en simbiosis con la naturaleza y el entorno, con un paisaje que marca la identidad de los lugareños y que sucumbe a cualquier deseo de grandeza y bienestar. Chirves preserva ritos y símbolos ligados a la tradición cultural del humedal y los integra en un nuevo contexto, marcado por los acontecimientos políticos y sociales que han transfigurado la visión del mismo, una visión en la que magistralmente se mezclan visiones del pasado (el sentir de los habitantes, de su forma de relacionarse con el humedal) con las del presente (su valoración ambiental, su explotación económica vinculada al turismo, incluso las tergiversaciones de su significación como espacio socio-cultural). Continuando la estela de El crematorio y los paisajes socio-económicos y culturales reflejados en ella.

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La ubicación espacial, la zona geográfica tomada como referencia, es fácilmente localizable por el lector, que identifica asimismo un momento en el que este paisaje y otros muchos paisajes han sido dominados por el boom del desarrollo urbanístico, dibujando un perfil común a otros muchos perfiles del litoral español. Es así como se convierte en símbolo de la especulación vigente en los últimos años: En Misent, sin ir más lejos, hay urbanizaciones junto a la playa que se llaman La Laguna, Las Balsas, Saladar o El Marjal, cuyos vecinos se quejan de que se les inundan las casas cada vez que llega la gota fría del otoño. […]. Los nombres de los lugares guardan la memoria de lo que fueron. Barrizales. Charcas. Fangales. Balsas para la explotación de sal. Mi padre ha sentido especial desprecio por la gente que compra chalets y apartamentos en los terrenos ganados al pantano (En la orilla: 43).

En esa conjunción narrativa, el paisaje recreado por la novela resulta de la simbiosis entre la naturaleza y las vivencias de sus personajes. Un paisaje recreado a través de reminiscencias de esencias prehistóricas, que reavivan las emociones más primarias y elementales (que nos devuelve al agua y a su simbología sexual), un lugar de deseos ancestrales, ahora recontextualizado: Cuando lo he hecho aquí, en el pantano, perseguía una sensación de libertad, y, sin embargo, me ha parecido que no era sólo yo quien se manchaba […], sino que parecía que se manchaba el propio lugar […] lo que no deja de resultar paradójico, dado que el pantano ha sido una especie de abandonado patio trasero de las poblaciones cercanas en el que se ha permitido todo y donde se han acumulado basuras y suciedades durante decenios (En la orilla, 44).

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M.I. MORALES Hay un par de chicas (dos niñas, no creo que hayan cumplido los dieciocho) a la entrada del camino […] para llegar al pantano […] Se quedan haciéndome gestos y diciéndome cosas en ruso o en rumano (imagino). […] las chicas han conseguido excitarme y conduzco lo que queda del trayecto con la mano izquierda sobre la bragueta (En la orilla, 46).

Clandestinidad, marginalidad, emigración y, de nuevo, explotación van configurando un paisaje brutal marcado por la idiosincrasia de sus personajes y por la propia historia del lugar, en un diálogo constante entre el pasado, protector de la esencia que impregna el mundo originario, primitivo, áspero y cruel como la naturaleza que lo abriga- y el presente especulador:

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En el estricto código de mi tío, cada presa muere de su propia muerte, con un ritual tan preciso que roza lo religioso; al fin y al cabo, ni él, ni mi padre, ni mi abuelo, ni ninguno de los hombres de esta casa tuvo otra religión que el sometimiento a los códigos que les imponía la naturaleza, o les dictaba la profesión. […] Como el pescado, como los cuerpos, las ilusiones mueren y apestan después de muertas y empozoñan el entorno (En la orilla: 52, 53). La constante, lo que une todo este trasiego de lenguas, colores y razas, lo que todos los animales del zoológico de Justino comparten: furgonetas que no han pasado la ITV cargadas de carne humana o de fruta robada, o de las dos cosas […] naves industriales abandonadas que son viviendas colectivas, mobiliario recogido en sucesivas batidas por los vertederos, hornillos de gas […] cuerdas de las que cuelgan harapos húmedos (En la orilla: 249).

Paradójicamente, el abandono y la crueldad sociales, aparecen en constante contraste con una “impostura” social, con un interés encubierto, que hace aún más desgarrador el contraste entre las diferentes visiones y perspectivas que lo configuran: MINECO-HAR2012-36008. Riparia: conceptualización histórica y cultural, función territorial y aprovechamiento de los humedales en la Bética romana. UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

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Sólo con la moda conservacionista y el ecologismo, el espacio ha adquirido valor simbólico, y con los periódicos y la tele local hablan del gran pulmón verde de la comarca (En la orilla: 41).

El humedal de Chirbes es, en su conjunto, un mosaico donde transitan las miserias de una sociedad, pero también un paisaje versátil – a veces bíblico- cuyo sentido cambia con cada percepción y cada punto de vista: La sensación que produce el confuso paisaje en el que se alternan las superficies acuáticas con la de los lodos y tierra más o menos firme –a veces se trata de barros movedizos-, es la de un mundo inconcluso (lo es: la naturaleza prosigue lenta el proceso de colmatación, el barro forma parte de la laguna al tiempo que la engulle: es, a la vez, nacimiento y agonía) tramposa foto fija del instante en que Dios empezó a separar las aguas de la tierra…

“Paisajes intertextuales”, lecturas literarias del paisaje de Doñana No sólo es verde la primavera en Doñana: es blanca, malva, amarilla, rosa, azul. Los tarajes se visten de un rosa delicado junto a las lagunas y de rosa también se viste en el monte negro [faltan varias palabras]. Sabinas, zarzas y madroños se llenan de bolas y de borlas: azul oscuro, violeta retinto, amarillo viejo, amaranto. Las jaras despliegan su variedad de corolas de papel de fumar arrugado y el jaguarzo saca su amarillo con quemaduras negras a competir con el de las escobas y retamas. También es amarilla la flor de la aulaga, y no azul, mal que le pese a Pemán. Y en cambio, la flor del

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La última parte de nuestro acercamiento tiene como objeto mostrar cómo los paisajes son no sólo fruto de la interacción de la literatura con otros ámbitos, sino también, el resultado de la conexión de todas las lecturas hechas sobre los mismos a través de la propia literatura. El caso del paisaje del Bajo Guadalquivir es un buen ejemplo para navegar por la intertextualidad, por cuanto la literatura ha contribuido a configurar un mosaico de lecturas transversales, orientadas desde corrientes estéticas distintas. En este sentido, es importante no olvidar que los movimientos literarios marcan el tránsito de la literatura desde la continuidad o la transgresión. Por ello, una mirada a distintas corrientes nos proporciona formas diversas de entender cómo la literatura ha de transformar o transfigurar la realidad. Desde la Ora marítima de Avieno hasta Doñana. Todo era nuevo y salvaje, de Jorge Molina, los textos –tanto los conocidos como los aún por hallar- se entrecruzan configurando un paisaje global, suma de todos los paisajes literarios creados y leídos. Hay además estudios que ya han abordado de manera certera la configuración artística de este espacio geográfico, tanto en lo que respecta a la literatura como en la pintura 37, acercándonos sobre todo a las visiones generadas desde el romanticismo –a través de la literatura de viajes- y la época contemporánea. Precisamente en este contexto, López Ontiveros Sevilla 2004; fragmento recogido en. M. DELIBES DE CASTRO, B. GARCÍA, B. GONZÁLEZ-GORDON “Doñana en la Literatura”, XI Congreso de la Fundación Caballero Bonald: Literatura y Naturaleza, Jerez 2011, 100. 37 Como ocurre con las aportaciones recogidas en el volumen de J.F. OJEDA, J.C. GONZÁLEZ FARACO, A. LÓPEZ ONTIVEROS (coords.), Doñana en la cultura contemporánea, Madrid 2006, ineludibles para abordarlos desde la perspectiva artística. 36

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realiza un recorrido exhaustivo por los documentos que han marcado la descripción paisajística desde Avieno, destacando tres valores vinculados a los usos de este territorio: biográficos, paisajísticos y cinegéticos. En una síntesis de las visiones derivadas de la mirada romántica, a veces tergiversadas, a veces contrapuestas, demuestra cómo el paisaje es, esencialmente, una lectura interesada, estrechamente ligada a las vivencias personales y al modelo de mundo en el que el visitante se inserta: “Doñana, para el viajero romántico, -afirma- puede oscilar entre el desconocimiento, la percepción paisajística y la exaltación cinegética y paisajística” 38

En la misma línea, esta vez respecto a la novela del siglo XX, Juan F. Ojeda y Juan Villa Díaz recorren visual y literariamente el mismo espacio, en primer lugar a través del diálogo entablado por una serie de artistas reunidos en torno a la experiencia de poetas, pintores y fotógrafos y en segundo a través de la narrativa. El paisaje-afirman estos autores- empieza cuando empieza la emoción y, por ello, lo sustancial del paisaje es la “convergencia de percepciones subjetivas”, que lo constituyen en patrimonio naturo-cultural, o sea, materialinmaterial de una comunidad humana 39.

A. LÓPEZ ONTIVEROS, “La conformación del mito romántico de Doñana según la literatura viajera”, Eria, Revista de Geografía de la U. de Oviedo 73-74, 2007, 339-349 39 J.F. OJEDA, J. VILLA, La Doñana contada. País y paisajes de Doñana en la novela conemporánea, Oviedo 2012, 231-256, esp. 234. En la misma línea puede consultarse asimismo, J. F. OJEDA, “Paseando por los paisajes de Doñana de la mano de algunos de sus creadores contemporáneos”, J.F. OJEDA, J.C. GONZÁLEZ FARACO, A. LÓPEZ ONTIVEROS (coords.), Doñana en la cultura…, 171-205. 38

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Haciendo una breve cala en diversos textos, no podemos evitar la tentación de traer a nuestra memoria la Ora marítima de Avieno, leyendo los versos albertianos del mismo título, a pesar de la distancia temporal que las separa, ambas con el propósito de recrear el origen mítico de Tartesos. Y otros, por el contrario, llaman a este lugar camino de Hércules, pues se dice que Hércules terraplenó los mares para abrir camino fácil al ganado que había robado…” (Avieno, Ora maritima, LIV) 40

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Gritos de Heracles el Fuerte retumban en la Bahía Eh! que se llevan los toros los bravos toros de lidia! Torbellinos de testuces y de cuernos que se astillan Mugir del mar y del viento de las marismas Abriendo un nuevo camino, los litorales arriba va Heracles ladrón de toros de las marismas (Rafael Alberti, de Bahía de los mitos, Ora marítima) 41.

El paso del ganado por las marismas y su importancia en la sostenibilidad económica, vienen a configurar un elemento 40 Citamos por la edición y traducción de J. GAVALA Y LABORDE, inserta como apéndice en Mapa Geológico de España, Madrid 1959, XLV-XLV. 41 Obras completas. Poesía 1939-1963, vol. II, edición de L. GARCÍA MONTERO, Madrid 1988, 650-651. Para un acercamiento a la obra no debe obviarse el artículo de J.M. BALCELLS, “El viaje mítico de Rafael Alberti en Ora marítima”, Revistas de Estudios Humanísticos 27, 2005, 25-42. Dejamos pendiente el retorno a estos y otros textos poéticos para realizar un estudio comparativo de la visión mítica del paisaje.

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estable del paisaje, que se repite asimismo en el caso del poeta sevillano Fernando Villalón (1881-1930), afincado en Morón de la Frontera 42, ganadero y criador de toros de lidia. Su poemario Andalucía la Baja, recoge toda la esencia del paisaje en torno al Bajo Guadalquivir: la visión mítica y legendaria, el paisaje de la ciudad y sus hábitos sociales, el campo, las cañadas, las islas del Guadalquivir …, en una simbiosis con la vida agrícola y ganadera: Betis es plateado. No es azul este río porque el mar Occéano (sic) le mueve las entrañas… y sus peladas márgenes entumecen de frío sin la sombra del fresno, ni de las verdes cañas. En la estepa desierta, era cinta de plata que del Templo de Venus que en Sanlúcar había, a las marismas riega y en Sevilla se ata para que la Diosa se pasee por la Ría. Braman los toros negros en su feraz orilla, y los potros retozan…un jinete vaquero pasea con su garrocha y su moruna silla… ¿Será un abencerraje…o un moro guerrillero que no quiso entregarse al conquistar Sevilla? 43

Sin abandonar la poesía, Diario de Argónida, de José Manuel Caballero Bonald, recoge el espacio mítico configurado en su Ágata ojos de Gato –de la que hablaremos a continuaciónofreciendo una relectura del paisaje. Argónida (recordemos a Avieno: “Dos islas elevan aquí a lo alto sus cumbres: la menor carece de nombre; una costumbre inveterada llamó a la otra Argónida”) 44 se convierte así en un símbolo de su escritura, trascendiendo el espacio protagonista de Agata ojos de Gato, para Allí está la Fundación que lleva su nombre y que puede visitarse digitalmente a través de la página: http://www.fundacionfernandovillalon.es 43 “Islas del Guadalquivir”, Andalucía la Baja, Sevilla 2013, 46. 44 Rufo Fiesto Avieno en J. GAVALA Y LABORDE, Mapa Geológico …, LI. 42

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transfigurarse el espacio vital, íntimo y personal del poeta en su poemario Diario de Argónida es su paisaje privado, íntimo, donde la memoria pende de anotaciones y recuerdos. Es la Argónida, o todas las Argónidas reflejadas en su obra, el paisaje exterior en toda su dimensión geográfica, histórica, estética, configurado ahora en paisaje vital del artista, a caballo entre lo fantástico, lo mítico y lo vital, que se mueve entre lo escrito y lo que aún está por escribir. Como ocurría para los personajes de Macondo o del Humedal de Misent, el paisaje resulta de la fusión, a través del ejercicio literario, de la historia, de los lugares y de la memoria de lo que fue, de quienes la transitaron y de quienes la transitan (también memoria de la Atlántida, en versos de Villalón), una memoria también estética a caballo entre lo colectivo y lo individual, donde subsiste el individuo, los individuos y su/sus emociones superponiéndolas en capas infinitas “se me ha olvidado –dirá el poeta- todo lo que no dejé escrito” 45. Interior/exterior en una contraposición prolongada por ese mismo paisaje: Triste región sin pájaros, hostil como la soledad de los garajes, la inclemencia del moho carcomiendo las rejas y una sierpe de aguas corruptas reptando hacia los sumideros. ¿Cómo vas a olvidarlo si fue allí donde empezó a acuciarte la insatisfacción del deber cumplido? Pugnaz es la ceniza adherida a las piedras, el trabajo adicional de las arañas 45

Diario de Argónida (1997), Barcelona 2000, del poema “Memoria perdida”, 43. MINECO-HAR2012-36008. Riparia: conceptualización histórica y cultural, función territorial y aprovechamiento de los humedales en la Bética romana. UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

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envejeciendo las habitaciones, esa fangosa funda de esmeril colgada de los árboles. (No se ve el mar, no se ve el mar) Hiede en las periferias la indigente grisalla del invierno: un pedregal entre raigones, una viscosa arcilla de reptiles, las hendeduras pobres del terrizo. Lejos del mar nunca podrás ser libre 46.

Para cerrar este recorrido por el paisaje del Guadalquivir, quisiéramos recalar brevísimamente en tres de las nueve obras escritas entre 1907 y 2011 47, nos referimos a las de Alfonso Groso y Armando López Salinas, Caballero Bonald y Jorge Molina. La razón es absolutamente interesada, pues estas tres cosmovisiones nos ayudan a entender cómo determinadas corrientes estéticas impregnan su sello en la forma de configurar el paisaje –el realismo social y la literatura de viajes de los años 60, la ruptura del mismo a través del ejercicio estilístico que mitifica la realidad y, por último la novela documental- haciendo del lenguaje un elemento esencial en la construcción estética. No sólo en estas sino en otras de sus obras, los autores mencionados muestran una preocupación especial por el mismo, haciéndolo elemento articulador y configurador del relato. Las obras referidas tienen tres lenguajes diferentes que configuran paisajes dentro del paisaje común recreado a partir de la geografía social, humana y física del Bajo Guadalquivir. Son tres lenguajes que se superponen en distintas capas, singulares y diferentes, pero con

“Tierra adentro”, Diario de Argónida…, 54. Recogidas en el artículo ya citado de J.F. OJEDA RIVERA, J. VILLA DÍAZ, “La Doñana contada…”, 242 ss.

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una fuerza intensional que apunta a una reflexión –entre otros aspectos- de la propia escritura.

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Ya en su novela Testa de Copo (1963) Grosso reconfigura el paisaje de la almadraba, profundizando en las luchas contra el consorcio almadrabero en la etapa posterior a la guerra civil, construyendo un paisaje social ligado a la naturaleza y a la supervivencia. Junto con Armando López Salinas, otro autor en el que el realismo social también marca su obra, da paso al libro de viajes Por el Río abajo, escrito en 1966 y publicado, por motivos de censura, en París. Ambientada en el valle del Guadalquivir, la obra es un testimonio, social, cultural y lingüístico del paisaje de las marismas y de los arrozales, muy lejos del costumbrismo de los viajeros del XIX, en un intento por recoger y denunciar la dureza en la que vive una población que intenta sobrevivir, en medio de un régimen implacable, a la miseria y al hambre. Los informes de la censura que respaldan la prohibición de la obra no dejan lugar a dudas: “La obra describe, sobre un fondo de resentimiento social, una Andalucía de pesadilla, donde enjambres de moscas se comen los cuerpos de los niños”, destacando además “un léxico soez” 48. El paisaje se convierte ahora en un paisaje implacable en el que el individuo está indefenso, un hábitat marcado por la explotación, la precariedad, los conflictos del latifundio y las luchas de poder. […] yo no estoy en el Censo Agrícola, no sé por qué no estoy. Yo soy de Casariche –interrumpe el viejo-. Yo vivo solo, tengo sesenta y pico de años. Tengo a la familia en Barcelona (33) 49. Tomamos como referencia un magnífico artículo sobre la censura sufrida por el manuscrito de L. MONTEJO GURRUCHAGA “Alfonso Grosso y la literatura de viajes de los años 60. Dos miradas a las tierras andaluzas”, Philologica Hispalensis,18/1, 2004, 109-122, esp. 114. 49 Citamos por la edición de Bilbao, Albia Literaria, 1977. 48

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Los obreros, con las espaldas empapadas de sudor, marchan a descargar las grandes pellas de barro (Por el río abajo, 154).

El interés por reflejar con toda su crudeza la realidad del entorno lleva al interés por el detalle descriptivo –en el caso de personajes y lugares- y lingüístico: Ná má pa poné un pucherillo arrimao a la lumbre y pa comé un pan con el bujero lleno de aceite (Por el río abajo, 18). A los barrios rodeados por una muralla de pitas y chumberas para que el viajero ignore que tras ellas los niños andan desnudos y mueren lenta, desesperada, oficialmente, unos cuantos miles de españoles (Por el río abajo, 21).

Desde una perspectiva diferente, Caballero Bonald utiliza el lenguaje para crear la realidad que envuelve Ágata ojos de Gato (1974) 50, un lugar mítico, ancestral, donde se entrecruzan lo prodigioso y lo cotidiano. Pero esta obra es otra forma de leer el mismo paisaje descrito por Grosso y López, reescribiendo los oficios, la terminología, los utensilios, los trabajos, y sobrescribirlo a través del lenguaje transformado, de un código que utiliza otra vía a la utilizada por el realismo social, pero que oculta, tras lo mítico y lo ilusorio (espejismos, misterios, alucinaciones), la realidad descarnada. El caserío más próximo caía al otro lado de lo que fue la laguna (y la marisma) de Argónida, y eran gentes que acudían por temporadas al sanguinario arrimo de los mimbrales, mientras que más al sur, hacia los contrarios rumbos del delta Las tres obras merecen por sí solas un análisis en particular, pues en ellas convergen estructuralmente muchos elementos que las hacen significativas pero, dado la finalidad que perseguimos en este momento, destacamos especialmente cómo la estética del lenguaje también construye paisajes diferentes. 50

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M.I. MORALES primitivo, bullía la secta de las almadrabas…(Por el río abajo, 109) 51. Y así se propagaba entonces por la marisma de Salgadera el jadeo inhumano, el chirriar de los herrajes, la quejumbre de los troncos hendidos, el refregón contra el cáñamo de las manos ulceradas, los cuerpos rebotando contra la arenisca o hundiéndose en los lucios (Por el río abajo, 318).

Por último, Doñana. Todo era nuevo y salvaje, de Jorge Molina, parte de lo que llamaríamos novela documental, esto es, la recreación/ficcionalización de hechos con la intervención de personajes que conservan su nombre real: “Todos los personajes son históricos –se afirma- y aparecen en situaciones reales, pero la dramatización de los hechos y los diálogos pertenecen al ámbito de la ficción”. 180

En este caso estamos ante una forma de escritura cercana al documental, al reportaje, en un impás fronterizo entre realidad y ficción, que ya fue apuntado desde el punto de vista teórico por Darío Villanueva 52 y que desde el punto de vista práctico ha ido impregnando la novela actual como ocurre, por ejemplo, en El sueño del celta de Vargas Llosa, en Riñas de Gato de Eduardo Mendoza o en El amante uruguayo de Santiago Roncagliolo, entre otros. A caballo por lo tanto, entre los relatos de viajes, el reportaje periodístico, la historia y la literatura, la construcción del paisaje se apega ahora a la realidad combinando el formato escrito con el visual, a través de fotografías de la época que ilustran la obra. Como ocurre en los casos anteriores, el trasfondo superpone otra capa a ese paisaje donde se funden lo geográfico, 51 52

Citamos por la edición de Cátedra, edición de Susana Rivera, 1994. Teorías del realismo literario (1992), Madrid 2004, 32. MINECO-HAR2012-36008. Riparia: conceptualización histórica y cultural, función territorial y aprovechamiento de los humedales en la Bética romana. UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

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lo político y social en una dureza y hostilidad extrema: es el contexto de la España de los años cuarenta. Cultivar arroz en miles de hectáreas de las islas del Guadalquivir, una marisma donde crecían poco más que los armajos y tan llena de paludismo como de republicanos y anarquistas, supervivientes a base de habas, huevos de pájaros y albures (Doñana. Todo era nuevo y salvaje, 11) 53.

El “reino del paludismo” es también el reino de la injusticia y de la persecución política: Llueve a mares. […] Dos días antes (de la llegada de Franco) unos civiles armados llegaron al vivero al aire libre donde trabajaba y se fueron directos a por Niceto […] Se lo llevaron, sangrando la fea herida, en una camioneta… (Doñana. Todo era nuevo y salvaje, 140).

También, como en los otros casos, hay una complicidad de la naturaleza con el individuo, una simbiosis que marca una danza seguida al unísono por todos los elementos, símbolos y significados que configuran el paisaje: Las necesidades básicas también se hallan resueltas a medias entre el ingenio y la madre naturaleza. El agua mana clara y fresca a tres cuartas del suelo arenoso, gracias a la poca profundidad del acuífero subterráneo. Incluso algunos perforan en la duna con una caña cosa de un metro y logran así tener un grifo a su disposición. El fuego se alimenta con el género que los carboneros venden, o con la madera de matorral de piñas […] Y la comida se apaña entre lo comprado a los vendedores ambulantes que llegan de Almonte […] y algún conejo agenciado cuando el guarda de Doñana por Santa Olalla no patrulla cerca. Las únicas 53

Todas las citas por la edición de Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2011. Qui lacus aquae stagna paludes sunt... Estudios históricos sobre humedales en la Bética

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M.I. MORALES referencias artificiales las ofrecen el viejo cuartel y la todavía más antigua torre de vigilancia contra los berberiscos de Matalascañas… (Doñana. Todo era nuevo y salvaje).

El mismo territorio, la misma geografía que perpetúa oficios, trabajos, costumbres historia y tradiciones, en una época convulsa –la de la posguerra española- descrita de tres maneras diferentes superponiendo modos estilísticos diversos. Es así como a partir de un mismo lugar y un mismo punto de partida cronológico, la literatura construye paisajes sucesivos, complementarios y yuxtapuestos.

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Conclusiones Como hemos podido observar, la literatura constituye una fuente de valor para el estudio del paisaje, no sólo por su valor testimonial o de albacea de una herencia cultural que se refleja en la misma, sino también por su capacidad para estructurar realidades a partir de los mismos. Las categorías del espacio, como elemento estructurador de la misma, su propio concepto como creación ficcional –articulada a través de los mecanismos que rigen lo verosímil, y su carácter –utilizando un concepto de Genettepalimpséstico, permite establecer un marco interdisciplinar y transversal que la sitúa como eje esencial de la configuración de un imaginario cultural colectivo e individual. Más concretamente, en lo relativo a las representaciones literarias del humedal, las posibilidades son múltiples, creando realidades inexistentes que luego son absorbidas o recreando y reescribiendo las ya existentes. El caso de las lecturas literarias del espacio del Bajo Guadalquivir, abre además una vía interesante de análisis, en lo que respecta a la forma en cómo el lenguaje literario yuxtapone significados en la construcción del paisaje, construyendo un paisaje global formado por todas las recreaciones literarias del mismo. MINECO-HAR2012-36008. Riparia: conceptualización histórica y cultural, función territorial y aprovechamiento de los humedales en la Bética romana. UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

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