Intervención política de la iglesia

September 4, 2017 | Autor: E. Silva Arévalo | Categoría: Intervención social, Iglesia
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Descripción

Intervención polítk ama la atención, incluso produce escándalo, que las autoridades de la Iglesia intervengan en política. Si hace unos años algunos se escandalizaron por los reproches de la Iglesia a la dictadura a causa de la violación de los derechos humanos, ahora último a muchos les resultan intolerables las intervenciones de la jerarquía eclesiástica sobre los llamados "temas valóneos": aprobación legal del divorcio, pildora del día después, elección del género, uso de preservativos, esterilizaciones. La actuación de la Iglesia en una democracia pluralista, es decir, con conciencia de que esta es la mejor de las alternativas posibles, se verifica en dos planos: el de la Iglesia jerárquica y el de los laicos. LA ACTUACIÓN DE LA JERARQUÍA

En una democracia pluralista, las demandas de la jerarquía de la Iglesia, al igual que las de cualquier otra agrupación de ciudadanos, pueden dirigirse tanto a sus miembros como a la sociedad en su conjunto. Nadie puede impedir que las autoridades eclesiásticas, como representantes de una organización social entre otras, se ocupen del bien común. La Iglesia no tiene por qué inhibirse de partid par en política, replegándose a la sacristía y limitándose a orientar a sus fieles en privado. Si las autoridades de la Iglesia se atienen a la legalidad, ellas, en privado y en público, actúan con pleno derecho toda vez que se interesan no sólo por el bien de los suyos sino también por el de toda la sociedad (Gaudium et Spes 76). En una sociedad auténticamente democrática, el Estado no puede arrogarse la representación exclusiva de la ciudadanía en la consecución del bien

común. Esta sería una intolerancia intolerable. Es más, nadie puede impedir que las autoridades eclesiásticas, y no sólo los laicos cristianos, luchen por cambiar la legalidad establecida, por configurarla de acuerdo a su propia visión de las cosas, a no ser que el intento consista en asegurar una posición social privilegiada y en perjuicio del bien de los demás. Si de política se trata, no hay duda de que la Iglesia es un poder. Evidentemente, la sociedad es libre para acoger O rechazar lo que la Iglesia eslime más conveniente. En un país donde los cristianos son minoría, los partidos políticos no se cuidarán mucho de lo que diga tal o cual obispo, pero tal vez lo escuchen. Lo más probable es que, por el contrario, presten mucha atención a sus palabras allí donde los cristianos sean mayoría, aunque no están obligados a hacerlo. Es lógico, por otra paite, que la Iglesia quiera prevalecer y que lo intente. Lo que ella no puede hacer, lo sabe. es sacrificar su misión por conseguir la simpatía popular. Tampoco puede imponer su parecer entérminosteocráticos. Pero no estamos hablando de esta posibilidad, sino de vencer o de fracasar en el areópago de la libertad y del debate racional. En cuanto a los laicos creyentes, en cambio, las autoridades eclesiásticas pueden exigir una postura aun más neta en pro del bien común. De sus fieles, la jerarquía pide adhesión de fe a la revelación. No pudiendo reclamar al resto de la sociedad que confiese que Jesús es el Hijo de Dios y que reconozca que la misma Iglesia es una realidad trascendente, sí puede demandarlo de los católicos. Estos ciertamente deben especial obediencia a su Iglesia al respecto, pero esta subordinación no es invocable ni exigible a la sociedad en su conjunto,

a de la Iglesia Jorge Costadoat, S.J y Eduardo Silva, S.J.

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La Iglesia na tiene por qué inhibirse de participar en política, replegándose a la sacristía y limitándose a orientar a sus fieles en priuado.

pues ya no estamos en la cristiandad. En una democracia como la que queremos nada puede impedir que la Iglesia pro clame y desarrolle su fe en público y en privado, como tampoco puede ella, en virtud de esta fe. esperar un trato favorecido. Pero la revelación, expresada en dogmas de fe, no agola la subordinación que los laicos deben a la jerarquía de la Iglesia. Ella implica un cuerpo de nociones antropológicas que inspiran la solicitud de la Iglesia por cuestiones éticas y políticas que también son exigíbles a los laicos, aunque de di\ ersa ma-

nera que la verdad revelada. Si la fe en Cristo no tuviera consecuencias políticas, no sería fe en Cristo sino en alguna divinidad alienante. La fe en Cristo, sin embargo, no es un manual de acciones éticas y políticas. La Iglesia, respecto de los fieles, liene una palabra autorizada sobre su vida privada y pública: puede incluso orientar su acción y compromiso de organización y de lucha social. Pero, no pudiendo mandar el martirio, aquella máxima fidelidad a Cristo en la "polis", tampoco puede reemplazar en los fieles el ejercicio de la libertad que el mismo Cristo comunica a ellos me-

diante su Espíritu. No hay que confundir los planos para no confundir las obediencias. LA ACTUACIÓN DE LOS LAICOS

A los laicos les corresponde actuar, tomar decisiones e incidir en política por un título especial. En muchos aspectos, la actuación de los laicos cristianos en democracia debiera regirse por los mismos principios que se exigen a la jerarquía. También ellos pueden y deben ocuparse del bien común en los términos recién señalados. Pero, pareciendo re-

En el plano de la prudencia y de la acción política, los laicos tienen la obligación y no sólo la posibilidad de decidir y actuar en conciencia.

comendable que la jerarquía medie su actuación en democracia a través de la experiencia de vida de los laicos, del conocimiento que del mundo concreto ellos tienen y de su participación política activa, los laicos debieran dejarse orientar seria y reverentemente por las indicaciones del Magisterio de la Iglesia en la consecución del bien común. Sin embargo, en este plano, el de la vida social que cobija bajo un solo techo a quienes no comparten el mismo cuerpo de creencias, los laicos deben a la jerarquía una sujeción distinta a la que le deben en el ámbito de la verdad revelada. En el plano de la prudencia y de la acción política (que no puede identificarse sin más con el de la fe), los laicos tienen la obligación y no sólo la posibilidad de decidir y actuar en conciencia. ¿Qué significa esto? En una carta a un periódico publicada hace poco y en la que precisa las ideas El Mercurio, A2, 5 de marzo de 2002.

vertidas en una entrevista dos días antes 1 , el Secretario de la Conferencia Episcopal de Chile, Mons. Camilo Vial, asegura que un parlamentario católico no ofende a Dios si vota favorablemente una ley de divorcio, siendo que el episcopado se ha manifestado contrario a esta iniciativa. Mons. Vial aclara que. bien entendida la enseñanza de la Iglesia, podría justificarse que los laicos respalden una iniciativa legal de este tipo en tanlo "tienen la responsabilidad de ordenar las cosas seculares según los dictados de su conciencia, y que en ese orden son autónomos". Pero esta enseñanza puede interpretarse mal: "una cosa es proclamar esa autonomía en relación con la jerarquía en las cosas temporales, y otra muy distinta es declararse autónomo en relación con la voluntad de Dios". Hl misino obispo se encarga de recordarnos que la actuación en conciencia que aquí nos interesa tiene una articulación compleja: "la conciencia es la norma inmediata del actuar del hom-

bre, pero es un deber del ser humano la búsqueda del querer divino para formar su conciencia rectamente. Por eso, quien obra con plena libertad y conciencia contra lo que sabe que es voluntad de Dios, sin lugar a dudas lo ofende". El análisis de esta importante carta requiere una precisión previa: la "ofensa" a Dios (o "pecado", palabra usada en la entrevista) pudiera hacer pensar que estamos en presencia de un Ser que nos domina por sus sentimientos o su dignidad, en ve/ de ganar nuestra libertad con su amor. No nos parece que sea este el concepto que subyaee a las palabras del obispo, sino que la ofensa a Dios se traduce en un perjuicio directo de la humanidad. Es decir, dado que Dios no quiere nuestro mal y que la Iglesia entiende que la aprobación legal del divorcio constituiría un mal, esta determinación legislativa sería nociva para la sociedad. Ahora bien, si explicitamos los elementos en tensión y aquello que debiéramos dar por supuesto en la carta, resulta que: a) la obligación última de la actuación en conciencia es hacer la voluntad de Dios; b) esta voluntad de Dios no es obvia a la libertad y al conocimiento ni de los hombres ni de los fieles laicos ni tampoco de la jerarquía de la Iglesia; c) es deber de la Iglesia ilustrar la conciencia humana con el discernimiento que ella hace de la voluntad de Dios; d) es responsabilidad de los fíeles laicos formar su conciencia con la enseñanza de la Iglesia y actuar en consecuencia; e) ¿qué ofende a Dios?: actuar contra Dios "con plena libertad y a conciencia", lo cual ocurre cuando alguien reconoce como voluntad de Dios la orientación de la Iglesia, cuando además cree que es deber suyo aplicarla a una situación concreta, y no lo hace; f) cabe, empero, la posibilidad de que la enseñanza de los obispos no logre ganar pie-

ñámente ni la libertad ni la conciencia de los fieles laicos, de modo que para estos el discernimiento de la voluntad de Dios, ilustrado además con otros elementos de juicio, desemboque incluso en una decisión contraria. Pues bien, esto explicaría que un parlamentario católico vote favorablemente una ley de divorcio. Si lo hace, nos parece que la jerarquía debiera respetar su decisión. DISCERNIR: UNA TAREA COMPARTIDA

PROGRESISMO Y LA ETICA DEL AMOR AL OTRO ¡ A Y DE LAS PALABRAS!, DECÍA VLACAV HAVEL, DRAMATURGO Y PRESIDENTE CHECO, ALUDIENDO AL SIGNIFICADO DIVERSO QUE UNA MISMA PALABRA CONNOTA SEGÚN LA AUDIENCIA Y LOS CONTEXTOS SOCIALES. EN EL PASADO FUE NORMAL ASOCIAR CONSERVADURISMO Y CRISTIANISMO, PARA LUEGO EXTENDERLOS A LA MANTENCIÓN DE LOS PRIVILEGIOS Y A MODOS MEDIEVALES, COMO EL INQUILINAJE EN LA AGRICULTURA. ENTRE PIPIÓLOS, FEDERALISTAS Y LIBERALES

X I X SE OPONÍAN AL ORDEN CONSERVADOR—, PELUCONES Y MONTT-VARISTAS, EXISTÍAN MUCHOS CRISTIANOS QUE PROPICIABAN LA TOLERANCIA, LA SEPARACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO Y LAS LEYES LAICAS. N O ERAN UNA MONTONERA DE COMECURAS, SIN RELIGIÓN NI LEY. L.A PROPIA IGLESIA EN SU PLURALISMO VIVÍA CAMBIOS! DESDE LA NERUM NOVARUM,

Muy grave sería, por el contrario, que los obispos pretendieran usurpar a los laicos y a los parlamentarios cristianos en particular, su obligación de discernir los requerimientos del bien común. Esto equivaldría a afirmar que los laicos no necesitan de Dios, pues les bastarían las instrucciones de la jerarquía de la Iglesia. Pero tampoco es suficiente pertenecer a esta para conocer la voluntad de Dios. Prueba de ello es que muchas veces la misma jerarquía no alcanza un consenso en su tarea de discernirla. La Iglesia en democracia, ya no más en régimen de cristiandad, debiera buscar siempre el entendimiento con la sociedad organizada políticamente. Así lo supone, creemos, el Vaticano II cuando afirma: "La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre" (Gaudium el Spes 76). El valor de la democracia pluralista estriba en que a veces ese entendimiento no es posible y, sin embargo, persiste la obligación de articular la convivencia entre quienes piensan distinto. En cuanto a la parte de responsabilidad que en ello le cabe a la Iglesia, el discernimiento de la voluntad de Dios como tarea compartida entre jerarquía y laicos es insoslayable. Pero, además, los "signos de los tiempos" indican que la jerarquía, sin dejar de orientar a los laicos, debiera cuidar de no amenazar su actuación política libre y en conciencia, sino sostenerla y auspiciarla. EO

QUE EN EL SIGLO

EL PERÍODO DE ENCÍCLICAS

SOCIALES, LA PUBLICACIÓN DE LA FAMOSA CARTA DEL CARDENAL PACELLI NEGANDO EL MONOPOLIO CONSERVADOR SOBRE LAS OPCIONES POLÍTICAS DE LOS CRISTIANOS (INSPIRADORA DE LA GENERACIÓN FALANGISTA QUE CREÓ LA DEMOCRACIA CRISTIANA), HASTA EL CONCILIO Y EL MANDATO DE DIALOGAR CON EL MUNDO, CULTURIZAR LA FE Y VOLVER A SER FERMENTO EN LA MASA. PERO EL PROBLEMA TAMBIÉN HA ESTADO CON LA PALABRA PROGRESISMO. LA GRAN DUDA CON ESTA PALABRA Y CIERTOS DESENCUENTROS Y SUSPICACIAS SE HAN DADO AL ASOCIARLA A UNA SUERTE DE CORRIENTE DEGRADADORA DE LA MORAL, RELATIVISTA, ECOLOGISTA Y AGRESIVA CON LA FAMILIA POR LA ACEPTACIÓN DEL DIVORCIO, LOS ANTICONCEPTIVOS Y EL LLAMADO A DEBATIR EL ABORTO O LOS DERECHOS DE LAS MINORÍAS SEXUALES. VOLVEMOS A H AVEL Y LOS SIGNIFICADOS DE LAS PALABRAS. LOS PROGRESISTAS, EFECTIVAMENTE, SON MUY "CONSERVADORES" EN TEMAS AMBIENTALES Y BUSCAN OBSESIVAMENTE "CONSERVAR" LA MAYOR DIVERSIDAD DE LOS ECOCLIMAS POR RESPETO AL PROPIO SOPLO INICIAL DE LA CREACIÓN. A LOS PROGRESISTAS QUE PROPICIAMOS QUE EXISTA UNA LEY DE DIVORCIO NOS CARGA QUE LAS FAMILIAS SE SEPAREN, PERO APELAMOS AL MANDAMIENTO NUEVO DEL AMOR, A LA POSIBILIDAD DE REHACER LAS VIDAS, AL DERECHO A EQUIVOCARSE

POR CIERTO, SIN LIVIANDAD

, A UNA LEGISLACIÓN QUE PROTEJA A LA FAMILIA

Y NO HAGA DEL MATRIMONIO UN TRÁMITE VACÍO. H A Y UNA ÉTICA DEL AMOR AL OTRO, DE ACEPTACIÓN DE LA DIVERSIDAD, CUANDO SE LUCHA CONTRA LA DISCRIMINACIÓN DE LA MUJER, DE LOS INDÍGENAS, DE LOS EMIGRANTES Y TAMBIÉN DE LAS MINORÍAS SEXUALES, QUE TIENE SU EXPRESIÓN EN LA PROPIA IGLESIA. LEYENDO A SANTO TOMÁS Y LA ESCOLÁSTICA MÁS TRADICIONAL, UNO RECUERDA QUE LAS COSAS DEL MUNDO REQUIEREN MEDIACIONES, POLÍTICAS E INSTRUMENTOS, DONDE EL CRISTIANO DEBE APLICAR MALES MENORES PARA ASEGURAR EL BIEN COMÚN, COMO OCURRE CON LA DIFUSIÓN DE CIERTOS PRESERVATIVOS ANTE EPIDEMIAS Y EL EMBARAZO ADOLESCENTE, COMO COMPLEMENTO DE LA OPCIÓN ÓPTIMA DE LA ABSTINENCIA. ES COMPLEJO ESTO DE ESTAR EN EL MUNDO, ILUMINARLO, AMAR AL OTRO, NO HACER CARICATURAS Y BUSCAR ILUMINAR DESDE EL TESTIMONIO EVANGÉLICO. EN ESA DIRECCIÓN NO PUEDE ASOCIARSE PROGRESISMO CON EL ABORTO, CUESTIÓN QUE NO ES PARTE DE LA AGENDA DE UN GOBIERNO DE FUERZAS PROGRESISTAS NI CONSENSO AL INTERIOR DE LAS FUERZAS QUE LE ACOMPAÑAN. L A COHERENCIA EN LA OPCIÓN POR LA VIDA Y SU DEFENSA CUANDO SE HACÍA DESAPARECER Y SE TORTURABA, OBLIGA TAMBIÉN AL AMOR, A LA ACEPTACIÓN DEL OTRO SIN TENER QUE PROPICIAR LIVIANAMENTE SUS CONDUCTAS. PROGRESISTA ES ACEPTACIÓN DE LA DIVERSIDAD Y OTREIDAD, LECCIONES DE HERALDOS QUE TRATAN DE SEGUIR AL G A Ü L E O , AL CRISTO.

ESTEBAN VALENZUELA V A N TREEK DIPUTADO

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