Interseccionalidad, interdependencia y ética de la responsabilidad
Descripción
INTERSECCIONALIDAD, INTERDEPENDENCIA Y ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD Mónica Cano Abadía
INTERSECCIONALIDAD El concepto de interseccionalidad fue acuñado por Kimberle Crenshaw en 1989 en su artículo “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against 1 Women of Color” . En este escrito, Crenshaw plantea la problemática que se deriva de las políticas que se basan en la búsqueda de una identidad común firme. Por una parte, dan sentimiento de pertenencia a una comunidad, empoderan, posibilitan la formación de estrategias de visibilización y resistencia, e impulsa el desarrollo intelectual de un marco de comprensión de las opresiones. Sin embargo, por otra parte, ignoran las diferencias que existen en el seno de los grupos, lo cual fomenta ejercicios de exclusión y marginación en las prácticas políticas y, además, incrementa la tensión entre los diferentes grupos, que tienen la impresión de ser mutuamente excluyentes. En lugar de pensarnos como sujetos estables y coherentes, Crenshaw propone abrir nuestro análisis y percatarnos de cómo existen diferentes categorías que nos atraviesan y nos 2 configuran . Estas diferentes categorías se entrelazan, se refuerzan, se oscurecen las unas a las otras dependiendo de contextos diversos que, además, son cambiantes. Así, para entender, por ejemplo, un problema de violencia contra las mujeres, tendremos que atender a toda una serie de factores que entran en juego, y que serán diferentes en cada ocasión. Esta interseccionalidad de las categorías que nos configuran afecta a la generalidad de las individualidades: todas nuestras identidades contemplan múltiples facetas. Todas las personas pertenecemos a más de una comunidad a la vez, de manera que experimentamos tanto opresión como privilegio a la vez en contextos diferentes. Las identidades no son una lista de privilegios y opresiones enumeradas sino que se tienen que ver con categorías relaciones y procesos multicausales.
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CRENSHAW, Kimberle, “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color”, Standford Law Review, Vol. 43, Nº 6, 1991, pp. 1241-‐ 1299. 2 Cuando digo que las categorías nos configuran adopto la perspectiva butleriana de la deconstrucción para salir del dilema entre constructivismo y voluntarismo. Véase: BUTLER, Judith, Cuerpos que importan, Barcelona, Paidós, 2002. Pensarnos de esta manera nos hace ver que los procesos de categorización no son unilaterales y nos permite darnos cuenta de la capacidad de acción que poseemos como sujetos. De esta forma, las identidades continúan siendo lugares de resistencia que pueden verse resignificados y que pueden ser reapropiados por diferentes grupos subordinados.
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Elisabeth Spelman evidencia que es un error intentar separar las categorías que nos conforman: no se puede aislar el género de la clase social, la edad, la sexualidad, la capacidad o la etnia para tratar de revelar las opresiones que vivimos, por ejemplo, las mujeres. Una persona blanca, mujer, de clase media no puede pensar en aquello que le ocurre únicamente por ser mujer, únicamente por ser blanca y únicamente por ser de clase media. No tiene sentido no atender a los demás rasgos de nuestras identidades y analizar sólo las opresiones derivadas del género. Además, opina, como Crenshaw, que este tipo de tratamiento causa exclusiones, pues se tiende a pensar las mujeres discapacitadas, o las mayores, o las de color como las «diferentes». Desde la interseccionalidad se nos invita a pensarnos como identidades complejas y en red, como construcciones sociales no monolíticas. Sin embargo, esto suele aplicarse solamente a aquellas personas que no encajan en la normalidad y no se utiliza la perspectiva de la interseccionalidad para poner también en tela de juicio nuestras posiciones de privilegio. Este tipo de análisis aboga, así, por la introspección y la autocrítica constante. De esta manera, el feminismo que tiene en cuenta la interseccionalidad de las opresiones no sólo es un feminismo más inclusivo, sino que también es más autocrítico con los ejercicios de reconocimiento y de exclusión que se realizan en las políticas feministas. Los estudios postcoloniales, el multiculturalismo, las políticas de raza y género, han recogido estas críticas a las políticas identitarias. No obstante, considero que no se ha hecho el suficiente hincapié en tratar de aplicar en la práctica la propuesta de Crenshaw, si bien ha sido recogida y reformulada numerosas veces y existen otros términos diferentes para referirse a la interseccionalidad de las opresiones y de los privilegios. Patricia Hill Collins 4 habla de una «matriz de dominación y sistemas entrelazados de opresión» y también defiende una perspectiva interseccional: un “análisis que sostiene que los sistemas de raza, clase social, género, sexualidad, etnia, nación y edad forman rasgos de organización social 5 6 que se construyen mutuamente” . Se ha hablado también de «discriminaciones múltiples» , 7 o de «ensamblajes o agenciamientos» ; sin embargo, uno de los conceptos que se está rescatando últimamente es el de «kiriarcado».
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véase: SPELMAN, Elizabeth, Inessential Woman, Boston, Beacon Press, 1988.
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Véase: COLLINS, Patricia, Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment, Nueva York, Routledge, 2000. 5 “Analysis claiming that systems of race, social class, gender, sexuality, ethnicity, nation, and age form mutually constructing features of social organization”. COLLINS, Patricia, Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment, op. cit., p. 299. 6
Véase: FREDMAN, Sandra, “Double Trouble: Multiple Discrimination and EU Law”, European Anti-‐Discrimination Law Review, Nº 2, Bruselas, 2005, pp. 13-‐18 y GRABHAM, Emily, “Taxonomies of Inequality: Lawyers. Maps, and the Challenge of Hybridity”, Social and Legal Studies, Vol. 15, Nº 1, Thousand Oaks, 2006, pp. 5-‐23.
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PUAR, Jarbir K., Terrorist Assemblages: Homonationalism in Queer Times, Durham, Duke University Press, 2007.
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Kiriarcado es un término introducido por Elisabeth Schussler Fiorenza , y pretende redefinir la categoría de patriarcado en términos de redes de dominación y de privilegio 9 múltiples y relacionales . Existen muchos tipos de opresiones que se entrelazan, superponen, ocultan, refuerzan entre sí. El sexismo, así, no es la única opresión que vive una mujer, sino que supone un punto en un espacio multidimensional de categorías relacionales. Este espacio es el kiriarcado: la compleja red de categorías que nos configuran como sujetos de privilegio y de opresión. Proporciona un marco para comprender políticas globales, a la vez que exige tener en cuenta constantemente las circunstancias particulares de contextos cambiantes. El kiriarcado está relacionado con la interseccionalidad porque subraya las relaciones de privilegio y de poder que se esconden tras las dicotomías tradicionales de opresión. Atiende a la interseccionalidad de las categorías que nos configuran como sujetos con identidades múltiples, complejas y cambiantes. Mientras que el término «patriarcado» sólo evidencia las relaciones de subordinación existentes entre hombres y mujeres, el kiriarcado pretende proporcionar un marco de comprensión para los múltiples sistemas de opresión, dominación, reconocimiento y subordinación. Existimos como sujetos en una compleja matriz de privilegios y opresiones en la que entran en juego numerosas categorías que nos configuran: edad, color de la piel, casta, etnicidad, género, expresión de género, nacionalidad, ascendencia, clase socioeconómica, orientación del deseo, capacidad, corporalidad, peso, ciudadanía, religión, idioma, cultura, localización geográfica, posición social, etc. La interseccionalidad nos permite analizar estos múltiples rasgos de forma relacional. Al analizar cada categoría como un punto en un espacio mutidimensional, podemos situar nuestras posiciones de opresión pero también de privilegio con respecto a otras categorías. Las opresiones no se derivan de un poder soberano de coarta las identidades, sino
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Véase: SCHULLER FIORENZA, Elisabeth, But She Said: Feminist Practices of Biblical Interpretation, Boston, Beacon Press, 1992. Este término no está exento de problemática: Schuller Fiorenza es una teóloga que ha recurrido a la palabra «señor» (de griego, κύριος) para formar su neologismo. Sin embargo, a pesar de esto, considero que se puede resignificar esta palabra desde un feminismo interseccional que tenga un alcance político más amplio del ideado por Schuller Fiorenza.
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El uso del concepto «patriarcado» había sido ya ampliamente criticado en el seno del feminismo. Gayle Rubin (RUBIN, Gayle, “El tráfico de mujeres: notas sobre la «economía política» del sexo” en Marta Lamas, El género. La construcción cultural de la diferencia sexual, México, PUEG / Ángel Porrúa, 2003) cree que no se ajusta más que a un tipo de sociedad bien definida y, sin embargo, su uso se ha extendido para hablar de cualquier sociedad en la que las mujeres sufren opresión de género. Chandra Mohanty critica que el feminismo ha utilizado un concepto de patriarcado “which can be applied universally or even cross-‐culturally” (MOHANTY, Chandra, “Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses, en MOHANTY, Chandra, RUSSO, Ann y TORRES, Lourdes (eds.), Third World Women and the Politics of Feminism, Bloomington, Indiana University Press, 1991, p. 55).
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que el poder es también productor de nuestras subjetividades. Las acciones del poder no son solamente represión, prohibición, coerción, etc., sino que estos elementos negativos forman parte de una economía compleja junto a elementos positivos tales como incitaciones, manifestaciones, valoraciones que configuran y disponen los elementos de la realidad de las 10 personas . No hemos de olvidar que cada categoría es también cultural, contextual y cambiante. Cada uno de los ejes que nos configuran son múltiples y complejos. Resulta así interesante relacionar el kiriarcado con la concepción que Anne Fausto-‐Sterling tiene sobre las categorías que nos constituyen como sujetos. Fausto-‐Sterling considera que cada categoría está conformada por diferentes ejes que se entrelazan de diversas maneras. Fausto-‐Sterling 11 aplica esta idea concretamente a la categoría de sexo . El sexo no es una entidad natural sino una construcción cultural que reduce diversos aspectos anatómicos, cromosómicos, hormonales, estéticos, en un solo concepto; una convención simplista que no atiende a la diversidad, como la hoja de la que nos hablaba Nietzsche en Sobre verdad y mentira en 12 sentido extramoral . Esta simplificación mentirosa tiene serias consecuencias materiales, pues encierra los cuerpos de todas las personas en dos posibilidades excluyentes (machos-‐hembras) que están contaminadas de cultura heterosexista: ser un macho supone llegar a ser un hombre que desea sólo a las hembras que llegan a ser mujeres. El sexo de una persona es una cuestión compleja y muy difícil de determinar, y depende de muchos ejes de configuración: anatómicos, culturales, cromosómicos, hormonales, etc. Así, nuestras identidades dependen no sólo de categorías que se entretejen en relaciones diversas, sino que cada categoría es en sí misma relacional y múltiple. Además, y en otro nivel, el proceso de configuración de nuestras identidades no se realiza en una mónada solipsista sino que nos constituimos como sujetos siendo vulnerables a las interacciones con otras personas y en relaciones constantes de interdependencia.
INTERDEPENDENCIA Judith Butler, en Dar cuenta de sí mismo, piensa sobre la ética y la responsabilidad desde la perspectiva de la interdependencia y de la vulnerabilidad. Para pensar la violencia y los
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Véase: FOUCAULT, Michel, Historia de la sexualidad. Vol. 1: La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 2007 y FOUCAULT, Michel, “Clase del 14 de enero de 1976”, en Hay que defender la sociedad, Akal, Madrid, 2003.
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Véase: FAUSTO-‐STERLING, Anne, “The Five sexes, Revisited. The Varieties of Sex Will Test Medical Values and Social Norms”, The Sciences, julio/agosto de 2000, pp. 18-‐23. En este artículo, Fausto-‐Sterling deja entrever el concepto de sexo no como un continuum entre mujeres y hombres, como defiende en el resto de sus textos, sino como un punto en un espacio multidimensional en el que se relacionan diversos ejes. 12 NIETZSCHE, Friedrich, “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” en Obras completas. Volumen I. Escritos de juventud, Edición dirigida por Diego Sánchez Meca, Madrid, Tecnos, 2011, pp. 609-‐619.
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ejercicios de exclusión que se realizan sobre ciertas identidades se hace necesario pensar el sujeto desde otra perspectiva diferente al sujeto soberano. Para Butler, esta perspectiva diferente pasa por pensar el sujeto como vinculado a otras y a otros desde el principio de su vida, de forma constitutiva. El yo se forma por las demandas de otros yoes. El sujeto, pues, no es libre de construirse a sí mismo de forma escogida voluntariamente, sino que se constituye en respuesta a demandas realizadas por otros sujetos. Las normas socioculturales, a través de otras personas, nos interpelan, y nuestro yo así se conforma, tratando de contestar estos llamados. Estas normas no nos modelan totalmente, pero tampoco somos libres de ignorarlas y de construir nuestro yo en un afuera prediscursivo o precultural. Así, adquiriendo esta perspectiva psicoanalista, Butler afirma que “las normas no nos deciden de una forma determinista, aunque sí proporcionan el marco y el 13 punto de referencia para cualquier conjunto de decisiones que tomemos a continuación” . El sujeto en el que piensa Butler es opaco para sí mismo; no soberano, sino dependiente; y este sujeto es el que le permite adoptar una perspectiva ética hacia la responsabilidad. La opacidad, para Butler, está íntimamente relacionada con la interdependencia y la vulnerabilidad. El sujeto es opaco porque no decide cómo se constituye sino que lo hace en relaciones de interpelación y de dependencia: “La opacidad del sujeto puede ser una consecuencia de que se lo conciba como un ser relacional, cuyas relaciones iniciales y 14 primarias no siempre están al alcance del conocimiento consciente” . Algunas de estas relaciones de las que habla Butler son tan tempranas que resultan inaccesibles para la consciencia, con lo cual queda instalado en nuestro yo un lugar de opacidad no resoluble: “El «yo» no puede dar cuenta definitiva o adecuada de sí mismo porque es incapaz de volver a la escena de interpelación que lo ha instaurado y de relatar todas las dimensiones retóricas de 15 la estructura de interpelación en la cual tiene lugar ese dar cuenta de sí” . Esto, sin embargo, no le permite desentenderse de su responsabilidad, amparándose en los lugares oscuros de su autonocimiento, sino todo lo contrario: Esta postulación de una opacidad primaria para el yo derivada de las relaciones formativas tiene una implicación específica para una orientación ética hacia el otro. En efecto: si somos opacos para nosotros mismos precisamente en virtud de nuestras relaciones con los otros, y estas son el ámbito de nuestra responsabilidad ética, bien puede deducirse que, precisamente en virtud de su opacidad para sí mismo, el sujeto establece y 16 sostiene algunos de sus lazos éticos más importantes.
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BUTLER, Judith, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2009, p. 37.
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Ibíd., p. 34. Ibíd., p. 95. Ibíd., p. 34.
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La autocrítica y el autocuestionamiento son fundamentales, además, para adoptar una postura responsable hacia los demás. Se hace necesario deshacernos de las identidades estancas y definitivas que tienen pretensión de naturalidad y que causan así exclusión y daños en ocasiones irreparables en las vidas de todas las personas pero sobre todo en las vidas de muchas personas arrojadas a la abyección. Tenemos que explorar y comprender los límites de nuestro propio conocimiento sobre nuestras identidad para entender así que tampoco se le puede exigir estabilidad y coherencia a otras personas. La vulnerabilidad y la interdependencia nos ayudan a pensar las interseccionalidades de nuestras identidades y de las identidades de las demás personas. En palabras de Elvira Burgos: La responsabilidad tiene que ver con el reconocimiento de los límites del saber sobre sí, con admitir ese nivel de opacidad que en mí habita y que me conecta y vincula con las otras personas. ¿Cómo el individuo aislado, centrado en sí, cerrado sobre sí, podría sostener una ética de la responsabilidad? Este yo individualista y narcisista promueve, por el contrario, una ética de la 17 violencia. En una entrevista realizada por Elvira Burgos y y María Prado Ballarín a Judith Butler, la filósofa estadounidense advierte sobre los peligros de este sujeto rígido y soberano, que ha regido el pensamiento tradicional filosófico, que contaminaba la ética y la política: “El mayor peligro para mí es el peligro del sujeto autónomo y monolítico que intenta establecer límites e impermeabilidades absolutas, porque ese es el sujeto que se niega a reconocer su carácter fundamentalmente social y su interdependencia. Y me parece que sobre este tipo de base no 18 puede construirse ninguna ética o política sólidas” . En Vida precaria Butler había ya analizado cómo articular la ética de la responsabilidad desde la vulnerabilidad e interdependencia de los sujetos. Butler cuestiona el antiintelectualismo y la censura que siguieron a los ataques del 11S, en un ambiente en el que se buscaban culpables únicos y en el que parecía imposible asumir responsabilidades colectivas. Esta búsqueda de un culpable único viene causada por la presuposición de que las acciones se originan en un sujeto soberano único, mónada autorreferencial a la que no le afectan ni su contexto ni los demás sujetos. Butler busca situarse en un plano diferente de responsabilidad que pase por buscar el marco explicativo de las acciones, que no se originan en un solo sujeto. Los sujetos no son yoes independientes, y las formas de política y de ética que pensemos han de tener esta perspectiva en cuenta.
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BURGOS DÍAZ, Elvira, «Deconstrucción y subversión», en SOLEY-‐BELTRAN y SABSAY (Eds.), Judith Butler en disputa. Lecturas sobre la performatividad, 2012, p. 131.
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BUTLER, Judith, Entrevista con Judith Butler realizada por María Prado Ballarín y Elvira Burgos Díaz en BURGOS DÍAZ, Qué cuenta como una vida, La pregunta por la libertad en Judith Butler, Madrid, Antonio Machado Libros, 2008, p. 410.
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Butler pretende imaginar una comunidad sobre la base de la vulnerabilidad y la pérdida. 19 El duelo es fundamental para entender nuestras interconexiones con otros sujetos . El duelo es la aceptación de que el proceso de pérdida nos cambia. Los actos públicos de duelo tienen efectos humanizantes: regulan qué muertes valen la pena, qué muertes son dolorosas. Las muertes que no tienen derecho a ser lloradas son muertes de personas que no encajan en el discurso sobre lo humano. El duelo establece los límites de la inteligibilidad humana. Por eso, abriendo y maximizando los procesos de duelo, modificamos la comprensión de qué vidas son humanas. El yo, en la pérdida, se ve modificado, y el duelo nos muestra que nuestro yo no es independiente, sino que en la pérdida de ti yo también desaparezco. El duelo nos enseña la sujeción con los otros sujetos. El sujeto no está solamente sujetado a su contexto, entendido como las condiciones sociales, culturales, políticas, económicas, religiosas, etc., sino que también está sujetado a los otros sujetos. Los sujetos se sujetan mutuamente. Sin embargo, no tenemos que pensar esta sujeción desde la posesión sino desde la desposesión: no poseemos las relaciones, así como no poseemos plenamente nuestro género o nuestra sexualidad. Nuestro yo es un modo de ser para otro, o a causa de otro. Butler nos invita a ser conscientes de la vulnerabilidad, de su distribución geopolítica, como base para una política nueva que incluya la pena y la pérdida. Se puede crear una nueva responsabilidad basada en la conciencia de nuestra vulnerabilidad como sujetos. Lo humano puede pensarse analizando porqué hay vidas más vulnerables que otras, y pérdidas más dolorosas que otras. Estas distinciones que crean abyección podrían suavizarse si nuestra concepción general sobre lo humano considerase que estamos entregados a las otras y a los otros de forma previa a la individuación. La nueva política que busca Butler propone una insurrección a nivel ontológico: una apertura crítica a considerar las categorías de lo humano de forma diferente.
ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD Esta visión de los sujetos, que atiende a la interseccionalidad y a la vulnerabilidad de nuestras identidades, permite pensar de manera más amplia la posibilidad de una ética global de la responsabilidad. Esta forma de pensarnos nos hace alejarnos del individualismo y nos insta a cuestionar nuestro lugar en el mundo desde múltiples perspectivas. Este análisis de la causa de nuestras opresiones y esta perspectiva crítica de nuestras posiciones de privilegio ha de ser constante: siempre se ha de plantear la otra pregunta de la que habla Mari 20 J. Matsuda . Cuando se cuestionan problemas derivados del género, sería conveniente preguntar también si no están entrelazadas cuestiones relativas al racismo, al clasismo, al especismo, a la xenofobia, etc.
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Véase: BUTLER, Judith, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Buenos Aires, Paidós, 2006, pp. 45-‐78.
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Véase: MATSUDA, Mari J., “Beside My Sister. Facing the Enemy: Legal Theory Out of Coalition”, Standford Law Review, Vol. 43, Nº 6, 1991, pp. 1183-‐1192.
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De esta manera, manteniendo siempre una actitud (auto)crítica y global, podemos aspirar a minimizar todas las opresiones, y no sólo aquellas sobre las que estamos trabajando más específicamente. Es ésta una buena estrategia para sumar los esfuerzos de las luchas sociales, que suelen formar grupos identitarios aislados, y puede servir para integrar la diversidad dentro de cada grupo. Así, el feminismo puede verse enriquecido con las aportaciones de los sujetos que han sido siempre considerados lo otro del feminismo y, además, puede unirse con otras luchas anticapitalistas, antifascistas, antimilitaristas, ecologistas, etc. El feminismo queer, el transfeminismo y todos aquellos feminismos que abogan por la interseccionalidad no atiende sólo a subordinaciones de género sino que se 21 muestran contrarios al especismo , al racismo, al clasismo, a la xenofobia, al capacitismo, al teocentrismo, etc. Aunar perspectivas diferentes tiene como consecuencia directa una comprensión más profunda de las redes de posibilidad y la posibilidad de idear herramientas de subversión de amplio alcance, dirigidas no sólo a realizar ciertas reformas bienestaristas sino a la búsqueda de transformaciones radicales del sistema.
CONCLUSIONES La interseccionalidad proporciona una base para comprender y reconceptualizar categorías tales como raza, género, orientación sexual, clase, etc. Resulta interesante, desde esta perspectiva, problematizar el concepto de «patriarcado» y comenzar al introducir el concepto de «kiriarcado», que permite abrir de forma global el cuestionamiento de las posiciones de subordinación y de privilegio. ¿Cómo entendemos hoy las identidades? ¿Podemos seguir hablando de identidades o debemos abandonarlas? Con Crenshaw y Butler, considero que la mejor estrategia política que se puede seguir desde comunidades desempoderadas es ocupar y defender las categorías para resignificarlas y no perseguir su destrucción, pues afirmar que son categorías culturales e inestables no significa que se pueda prescindir de ellas. Un feminismo interseccional, que no se base en identidades esencialistas o rígidas, facilita la comprensión de la multiplicidad de rasgos que nos configuran en procesos contextuales y cambiantes. Además, cada aspecto de nuestro yo es a su vez cultural e interdependiente, lo que hace que nuestras propias identidades se conformen en diversas relaciones de interdependencia. Adoptar una perspectiva ética y política que respete la vulnerabilidad e interconexión de nuestras identidades fomenta otro tipo de acciones políticas que tienen más que ver con coaliciones puntuales que con grupos identitarios cerrados y definitivos: nuevas formas de comunidades políticas que no se basan en la homogeneidad sino que son móviles, fluidas y
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Para ver la relación existente entre el especismo y otras formas de opresión como la lgtbqifobia, el sexismo o el racismo véase: COTELO, Salvador, Veganismo: de la teoría a la acción, Madrid, Local Anarquista Magdalena, 2011.
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temporales. Aunque se ha teorizado este tipo de políticas de coalición en el feminismo , considero que no se ha intentado llevar a la práctica, y que no se ha conseguido tampoco exportar la idea a otro tipo de movimientos sociales. Estas coaliciones de trabajo político huyen del pensamiento único, tratando de alcanzar consensos contextuales y un entendimiento a través de la comprensión de las diferencias y de la opacidad y la inestabilidad de las identidades. Además, por otra parte, estas políticas de coalición, desde el pensamiento de la interseccionalidad, animan a la unión de diferentes grupos políticos para que, trabajando conjuntamente, se pueda tratar de minimizar al máximo todo tipo de exclusiones y posibilitar las condiciones de vida de muchos seres sintientes que se ven hoy arrojados a la abyección.
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Véanse: HARAWAY, Donna, “Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX”, en HARAWAY, Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Ediciones Cátedra-‐Universitat de València-‐Instituto de la Mujer, 1991; YOUNG, Iris Marion, Intersecting Voices. Dilemmas of Gender, Political Philosophy, and Policy, New Jersey, Princeton University Press, 1997. Judith Butler también recoge esta propuesta de políticas de coalición en El género en disputa: "Sin la presuposición ni el objetivo de «unidad», que en ambos casos se instituye en un nivel conceptual, pueden surgir unidades provisionales en el contexto de acciones concretas que tienen propósitos distintos a la articulación de la identidad. Sin la expectativa obligatoria de que las acciones feministas deben instituirse desde una identidad estable, unificada y acordada, éstas bien podrían iniciarse más rápidamente y parecer más compatibles con muchas «mujeres», para quienes el significado de la categoría es permanentemente discutible". (BUTLER, Judith, El género en disputa, El feminismo y la subversión de la identidad, Barcelona, Paidós, 2007, p 48).
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