Interculturalidad y Diálogo de Saberes: hacia una pedagogía de la ética de la otredad

June 8, 2017 | Autor: Enrique Leff | Categoría: Educación Ambiental
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Descripción

Interculturalidad y Diálogo de Saberes: hacia una pedagogía de la ética de la otredad* Enrique Leff El tema que nos convoca este séptimo congreso tiene una particular importancia. Se trata de abordar la Educación Ambiental Comunitaria, de enfrentar los desafíos que nos plantea ante las perspectivas que hemos adoptado desde los orígenes de la Educación Ambiental, que en su inicio focalizaron sus acciones hacia las universidades; de allí los esfuerzos de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe de concentrar el esfuerzo en las universidades por pensar que serían las instituciones del conocimiento donde sería más eficaz la intervención para transformar el pensamiento y construir los conocimientos interdisciplinarios necesarios para abordar la compleja problemática y temática que entraña la cuestión ambiental. De manera que dar el giro del pensamiento de la complejidad ambiental, desde la interdisciplinariedad de los conocimientos científicos para arraigarlo en los saberes y prácticas de las comunidades no solamente tiene un significado epistemológico o pedagógico muy importante, sino una implicación política radical. Para referirme a ello seguiré cuatro tesis o puntos de reflexión sobre aquello que pone en juego la cuestión de la educación ambiental comunitaria: 1. La Educación Ambiental Comunitaria no se refiere solamente al estudio antropológico y sociológico de las prácticas pedagógicas en las que se transmiten los valores culturales dentro de una comunidad; menos aún, a la intención de imponer valores ambientales desde fuera de los imaginarios y de los modos de comprensión de cada cultura, como una acción bien intencionada de colonización ambiental. 2. Cuando la reflexión crítica de la Educación Ambiental se vuelca hacia el propósito de “educarnos juntos para la sustentabilidad de la vida” –frase emblemática de este VII Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental– y se enfoca hacia la Educación Ambiental Comunitaria, llama a pensar una cuestión enigmática, tanto para las etnociencias, como para las ciencias de la educación: la de la constitución y reproducción de los imaginarios de sustentabilidad de los pueblos de la Tierra. La convocatoria de este Congreso nos lleva a pensar: ¿Qué significa la Educación Ambiental a nivel comunitario? ¿Se trata de educar a las comunidades, o se trata de aprender de las comunidades cómo ellos se educan dentro de sus ámbitos comunitarios, para aprender de sus propias experiencias y reafirmar sus mundos de vida? ¿Cómo se comunican los códigos culturales diveresos en un mundo pluricultural? 3. La interculturalidad y el diálogo de saberes no son la integración de los saberes de los diferentes dominios del conocimiento y órdenes culturales, es decir, entre los conocimientos científicos y los saberes populares referentes a la sustentabilidad de la vida,                                                                                                                         *

Conferencia ofrecida en la sesión inaugural del VII Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental, Lima, Perú, 10 de septiembre de 2014.

sino la heterogeneidad, la inconmensurabilidad y la intraducibilidad entre modos singulares de comprensión del mundo y de modos diferenciados de ser-en-el-mundo. Ahí radica la radicalidad de la cuestión de la educación ambiental comunitaria. Lo que nos lleva a preguntarnos cómo pensar la interculturalidad; es decir, cómo aprender a respetar no solo a los otros, y a la diversidad cultural, sino, también, cómo construir un mundo sustentable, que esté construido desde la diversidad cultural y constituido por ordenes culturales diversos, donde la diversidad cultural implica reconocer ontologías culturales y ontologías existenciales, que conllevan modos de pensar, de ser, de comprender y de construir mundos de vidas que no son homologables y reintegrables en una totalidad social. Esa es la radicalidad política de una ontología de la diversidad y una política de la diferencia. No podemos pretender que que esas diferencias culturales sean traducibles mediante una política intercultural o por un diálogo de saberes. Y eso es lo que trae la ontología de la diversidad a una política de la diferencia, a la construcción de un mundo de diversidad cultural donde no se trata de subsumir la diferencia y la diversidad cultural dentro de una unidad nacional y, menos aún, dentro del forzamiento de una unidad o totalidad mayor, como es el caso dentro de la lógica de construcción de la globalización económica de este mundo insustentable. Lo cual trae a colación la radicalidad de la Educación Ambiental en América Latina para la sustentabilidad ecológica y cultural, y la controversia que hemos mantenido con la idea y la propuesta de una Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible. No podemos olvidar en este VII Congreso, los diálogos y discusiones que hemos tenido para defender el sentido profundo que tiene el concepto de Educación Ambiental frente a una “educación para el desarrollo sostenible”, que pretende armonizar la lógica del mercado y el desarrollo tecnológic con la conservación ecológica y los valores culturales tradicionales, bajo la ficción de que son amalgamables todas esas diferencias ontológicas bajo el principio unificador del mercado en la conducción del progreso hacia la racionalización económica del mundo; de un progreso que se pretende sostenible, pero donde hay una falla en la reflexión sobre lo que constituye realmente la construcción de la sustentabilidad como el principio ontológico de la vida desplegándose hacia horizontes de sustentabilidad que tenemos que construir desde la radicalidad de la diferencia y la diversidad cultural. Lo cual, me lleva al último punto. 4. La pedagogía ambiental se enfrenta al desafío de educarnos para el encuentro entre códigos de lenguaje y lógicas de sentido no homologables, irreducibles a un saber de fondo capaz de dirimir los conflictos de sus diferencias. Es una pedagogía para la construcción de un mundo culturalmente diverso, dentro de una ética de la otredad y una política de la diferencia. Este es el punto crucial. Sabemos que hoy circula el discurso de la interculturalidad y de la multiculturalidad dentro de los propoósitos de la democracia, y que los derechos humanos son el mejor antídoto para no quedar englobados en un pensamiento único, en una conducción acrítica del progreso marcado por la lógica unitaria del mercado. Ese principio de democracia es el que nos permite respetarnos y nos lleva a respetar, a darle legitmidad al derecho a las diferencias culturales y a permitirles pervivir dentro de la cultura global hegemónica y dominante. En ese proceso lo que avanza frente a esta globalización

económico-ecológica son los derechos de los pueblos. Ese es la mayor contraparte al embate de un proceso que parece ineluctable de progreso, de progresión hacia la insustentabilidad de la vida, de racionalización de la racionalidad de la modernidad, que avanza en la degradación ambiental del planeta, pero en la que pervive la resiliencia ecológica del planeta y la resistencia cultural de los pueblos de la Tierra. Hay que recordar que el año pasado, se rebasaron ya las 400 partes por millón en las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que se manifiesta como un síntoma y un indicador sobre la insuficiencia de todas las teorías, las practicas, las estrategias y los dispositivos de poder que se han puesto en órbita dentro de la geopolítica del dersarrollo sostenible y los propósitos de la modernización ecológica; con los protocolos de Kyoto, con las COPs sobre cambio climáticvo, con todos los esfuerzos que se han realizado desde la conferencia de Estocolmo, después de la de Río, y todos los programas internacionales que buscan no contener el avance del cambio climático, sino mitigarlo, o más aún, adaptarnos al cambio climático como destino ineluctable del planeta y de la humanidad. La Educación Ambiental tiene que estar muy pendiente de no absorber la retórica del discurso del progreso de esta economización ecologizada del mundo, porque si seguimos esa línea de reflexión, entonces terminamos exaltando la capacidad de las comunidades tradicionales para adaptarse al cambio climático y lo que reclaman las comunidades, y lo que está en la base de su sentido de vida, no es su capacidad de resistencia, no es la resiliencia como la capacidad de adaptarse a los procesos del cambio global que se ciernen sobre sus destinosd, pasando por encima de sus modos de comprensión de la vida. Lo que están reclamando los pueblos de la Tierra, cuando reivindican su “vivir bien” (como lo están haciendo los pueblos Quechuas y Aymaras y con otras maneras de decir lo mismo las otras comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes del planeta) es, en primer lugar, el derecho de Ser (de su ser cultural y colectivo), respetando sus tradiciones, reconociendo su capacidad de reinventar sus identidades y de construir sus territorialidades. Y cuando hablamos de construir territorialidades, estamos señalando el punto más crítico del encuentro intercultural del mundo globalizado; el de la conformación y confrontación de las vías alternativas de construcción de la sustentabilidad, de la controversia con el discurso oficial de la “sostenibilidad” guiada por el impulso de la economía. Los pueblos quechuas y aymaras, los pueblos de la tierra después de la conferencia de los Pueblos de la Tierra ante el Cambio Climático reclaman su derecho de Ser. Su derecho no a asimilarse a una cultura nacional ni a la cultura global del mercado. De ahí la radicalidad de la diferencia ante una política de la interculturalidad que lo que busca es establecer EstadosNación en donde todavía sobrevivan y convivan diferentes culturas, pero subyugadas, sometidas al régimen dominante de una lógica del progreso en el cual están comprometidos la gran mayoría de los Estados-Nación que configuran la globalidad de nuestro mundo. Por eso, si queremos tomar en serio y con respeto lo que reclama la Educación Ambiental Comunitaria debemos asumir el desafío político que representa. Lo que eso implica, después de 500 años de conquista y sometimiento de los pueblos originarios y de las comunidades tradicionales, de la colonización y subyugación de sus saberes, sus conocimientos y de sus prácticas tradicionales, es dejar ser a la diversidad cultural; dejarlos ser con sus imaginarios, con sus cosmovisiones, con sus prácticas

tradicionales, con sus pedagogías propias y establecer con ellos un diálogo de saberes, que no es la interdisciplinariedad que lleva a la configuración del discurso de las ciencias ambientales y del pensamiento de la complejidad; sino que lleva a las alianzas, pero también a las confrontaciones y a las disputas de sentido entre modos singulares, no traducibles y no homologables, de construir mundos de vida y territorios de vida, en donde puedan manifestarse y desplegarse esos modos diferenciados en los cuales se expresa la diversidad cultural. Esta comprensión del mundo es un desafío político a nivel global, porque no solamente implica reconocer y aprender a dirimir los conflictos socio-ambientales que emergen día a día por la transformación de nuestros territorios en campos transgénicos, por la minería y la explotación de los recursos de la biosfera y la geosfera del planeta. En todos estos embates y estrategias de apropiación económica del mundo, que muestran la insaciabilidad del capital en cuanto a limitar el consumo destructivo de la naturaleza y de la complejidad ecológica de la biósfera, lo que los pueblos reclaman es la construcción de territorios etnoecológicos sustentables donde puedan reinventar modos de producción sustentables como lo hacen los seringueiros en el estado de Acre (Brasil), como pretenden hacerlo ahora los zapatistas con sus caracoles en México, como buscan hacer en condiciones de confrontaciones brutales los afrodescendientes en la costa pacifico de Colombia, y como buscan hacerlo los pueblos de la tierra, dialogando de esos lugares, compartiendo sus experiencias, pero sin subsumirse a una lógica y a una voluntad de poder dominante. Eso es lo que la humanidad hasta ahora no ha sabido hacer. Estamos ante una crisis civilizatoria que en el fondo es una crisis del conocimiento, de los modos de comprensión del mundo, de los modos de Ser en el mundo, de las condiciones ecológicas, termodinámicas y simbólicas para habitar el planeta tierra de manera sustentable. Y la única manera de salir de esta crisis es abriendo las vías a la diversidad de los modos de ser de los pueblos de la Tierra que habitan el planeta. La confrontación de racionalidades que se expresan y se están agudizando en los conflictos socio-ambientales y conflictos de territorialidad, son conflictos por la defensa de espacios etnoecológicos tradicionales que están siendo apropiados por la estrategia global, ya sea, por la minería, los transgénicos o las estrategias de la economía verde; es decir, son conflictos con una racionalidad que pretende ser ecológica, que pretende dar a su lugar a la diversidad cultural y respetar los valores culturales y a las prácticas tradicionales, pero que en la práctica y en la realidad van desterritorializando, como lo hicieron desde la conquista, a los pueblos de la Tierra, a las comunidades indígenas y campesinas. El punto crucial en esta crisis civilizartoria marcada por la crisis ambiental, para construir un mundo sustentable, es aprender a vivir dentro de las condiciones ecológicas, termodinámicas y simbólicas de la vida. Hasta ahora la humanidad no aprendió a hacerlo. El modo de comprensión dominante en el mundo modertno no es apropiado a las condiciones de habitabilidad del planeta vivo, por las cuales hay todavía una biósfera. Tenemos pues que aprender a vivir dentro de las condiciones de la vida. El gran desafío de la Educación Ambiental es ayudarnos a re-comprender las condiciones del mundo del planeta vivo que habitamos, aprender a gobernarnos en un mundo de

diversidad y de creatividad cultural dentro de los límites propios y los potenciales ecológicos de la naturaleza.  

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