“Interacción entre consumo de alcohol y conductas antisociales: su posible efecto sobre la violencia escolar”

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Descripción

Trabajo Final: "Psicología Forense y su interrelación con otras disciplinas” - Facultad de Psicología - UNC – 2011

“Interacción entre consumo de alcohol y conductas antisociales: su posible efecto sobre la violencia escolar”

Adolescentes y Cultura Adictógena La adolescencia es una etapa marcada por cambios, por transición y por los nuevos roles y escenarios que se plantean en lo cotidiano y es allí que el adolescente comienza la búsqueda y construcción de su propia identidad; al mismo tiempo se dan fuertes influencias por parte del medio: “Sensibles a las nuevas tecnologías y al predominio de la imagen, los jóvenes encuentran en ésta un ámbito propicio para capturar y expresar la variedad cultural de nuestro tiempo y orientar, más en el nivel de los signos que en el accionar sobre el mundo, su apetito de identidad.” (Margulis, 2000). Con esto lo que queremos decir es que lo sociocultural influye directamente en los procesos de subjetivación, y este entorno sociocultural, es el que ha cambiado desde los tiempos de la Modernidad a la Postmodernidad, presentándonos nuevos modelos de existencia social y con estas nuevas formas de producción de subjetividad. Resulta interesante, remarcar algunas diferencias notables entre ambos periodos. Especialmente en referencia a las características de los adolescentes de ambos tiempos. Cuando hablamos de adolescentes de la Modernidad vemos que experimentan una crisis permanente por su constante búsqueda de construcción de la identidad, son más introvertidos e idealistas, construyen utopías y son rebeldes por naturaleza, representan una “bisagra” entre lo que ya no se es y lo que todavía no se es. Son apasionados, erotizados, pudorosos, competitivos, excesivo en sus actos, omnipotentes y sedientos de diversión. En cuanto a los padres, sienten que hay una “brecha generacional” entre ambos, la cual es el principal conflicto, y que para madurar es necesario resolver rebelándose, confrontando y buscando su propia síntesis de la cuestión. En oposición vemos el adolescente de la Postmodernidad: menos problematizado y conformista, sin compromisos políticos ni necesidades de rebelarse. Se muestra cínico, indolente e interesado; en cuanto a sus padres no siente que son personas muy diferentes a él, los conflictos pasan por lo cotidiano y rutinario, ya que no hay ideologías o valores para cuestionar. Se alejan de los adultos y no buscan enfrentarlos, digamos que la rebeldía de antes es suplantada por la incomunicación y la canalización de los sentimientos; la mayoría de sus actitudes tienen de trasfondo la intención simplemente de exponerse, los modelos de identificación están casi ausentes, ya que siguen a personalidades débiles, reducidas a lo que se ve en los medios, los modelos son más grupales que individuales, simplemente busca resaltarse el grupo (Damatto, 2009). La conformación de tribus urbanas es un fenómeno interesante de destacar en cuanto a esta prioridad que plantea el grupo por

sobre lo individual. Cada grupo juvenil presenta características diferenciales de los demás en cuanto a el lenguaje que utilizan, la música que escuchan, la estética (peinados y cortes de pelo, indumentaria, etc.), las producciones culturales que realizan como grupo, (las cuales proveen de una vía de comunicación con otras personas, al mismo tiempo que marcan sus diferencias con respecto a otras tribus), y las actividades que comparten como grupo (referidas principalmente a momentos de ocio). Los cambios sociales y tecnológicos representan para los jóvenes muchas alternativas, las cuales a veces no dejan en claro sus lados positivos y negativos y es así que surgen situaciones problemáticas, sobre todo si los factores de protección, tanto en la familia como en la escuela no están en funcionamiento. Estas situaciones problemáticas pueden ser provocadas por la búsqueda de una identidad difícil de ser encontrada ante la diversidad y cantidad de ofertas, y al carecer de modelos de adultos referentes. Al mismo tiempo esta tarea de búsqueda es planteada como la más importante para el individuo. Más allá del medio sociocultural, también debemos tomar en cuenta que esta búsqueda de la propia identidad se complejiza porque la conducta y los valores de los padres ya no son modelos ofrecidos por los medios de comunicación masivos. El adolescente se encuentra frente a bruscos cambios sociales en las distintas instituciones y sus respectivos sistemas de valores, esta situación, confusa por si sola, los deja ante un mundo demasiado complejo, relativista, ambiguo y frecuentemente agresivo, dado que generan en algunos, fuertes sentimientos de frustración y exclusión. (Franco Agudelo, 1999) Frente a este marco están los adolescentes, asistiendo a un momento histórico en el cual el consumo es lo principal; en base a este se organiza y regula nuestra vida, se edifican las bases de una cultura adictógena en la cual se promueven y toleran distintas adicciones, más allá de su clasificación y sin tomar cuenta de su resultado. Las sociedades dominantes imponen valores múltiples y a veces también contradictorios, destacando el éxito como finalidad, el perfeccionismo extremo, la competencia en cualquier ámbito, los resultados inmediatos, la poca tolerancia a la frustración, la imagen corporal idealizada y la necesidad de tener satisfacción sin mayores esfuerzos personales (Margulis, 2000). Y es aquí donde debemos prestar atención a la hora de pensar en el consumo problemático de alcohol y conductas antisociales; porque en esta cultura consumista también hay diferentes condiciones de vida, económicas, culturales, familiares, educacionales, entre otras; y cuando nos toca mirar el sector menos favorecido, es decir, con alguna carencia en cualquiera de estas matices de la condición humana, vemos vulnerabilidad, y además necesidad. Y tomamos el concepto de necesidad vinculándolo con el concepto de deseo, con lo cual vemos que los adolescentes difícilmente separan ambas cosas, y es así que desde las diferentes ofertas se disfrazan los deseos de necesidades ficticias llevándolos a intentar saciar algo que no termina de definirse. A veces, la imposibilidad de poder acceder a satisfacer esas supuestas necesidades provoca en los jóvenes sentimientos de frustración, exclusión, indiferencia, insatisfacción o pasatismo. Entonces llega el momento de plantear prevención, para que las vías de escape no sean el consumo y para que la expresión de todos estos sentimientos no sea la violencia. La estrategia preventiva se basa en la asunción de que una de las vías por las cuales se canaliza el consumo es el consumo de alcohol. Este consumo generaría un incremento en la frecuencia de conductas antisociales, las cuáles se expresarían en diversos ámbitos, entre ellas en el ámbito escolar y educativo. En las próximas páginas exploraremos esta hipótesis de relación entre variables y la propuesta preventiva asociada.

Adolescentes y conductas antisociales Las conductas antisociales hacen referencia a cualquier comportamiento que supone infringir intereses, reglas o normas sociales; o cualquier acción perjudicial contra los demás, ya sean personas, animales o propiedades, siendo su principal finalidad la agresión. (Marchiori, 2011) Particularmente la adolescencia es una etapa de cambios, a nivel físico, psíquico y social, estos cambios producen crisis, y estas crisis necesariamente para ser sobrepasadas necesitan de un contexto de contención, especialmente a nivel familiar y escolar, con factores de protección puestos en marcha, o sea aquellas características individuales, familiares, sociales, ambientales, etc., que inhiben y/o reducen la probabilidad de que la crisis derive en conductas no deseadas, como uso y/o abuso de drogas, conductas agresivas o conductas sexuales no deseadas. (SEPADIC, 2011) Como factores de protección puede citarse, la participación en actividades escolares, extraescolares y recreativas, el autoestima, la confianza en si mismo, y el reconocimiento de las propias capacidades, actitudes y conductas a favor de un estilo de vida saludable y en desacuerdo con el consumo y la violencia, realizar actividades diversas y sanas con un grupo de pares que acepte y respete la diversidad de opiniones, como así también que las instituciones comunitarias trabajen en conjunto para promover un ambiente saludable y contar con lugares propicios para la participación en actividades comunitarias y recreativas. Cada persona puede estar expuesta a factores de protección y al mismo tiempo a factores de riesgo. Por su parte los factores de riesgo son las características individuales, familiares, sociales y del contexto ambiental que incrementan, más aun en su interacción, la probabilidad del inicio de conductas antisociales, como el consumo abusivo y las conductas violentas. (SEPADIC, 2011) Los factores de riesgo pueden ser ambientales/de contexto e individuales. Los medios de comunicación masivos con la difusión de contenidos violentos pueden favorecer al incremento de conductas agresivas. La diferencia en las zonas de residencia puede promover situaciones de violencia en cuanto al no conocimiento, respeto o aceptación de los diferentes códigos de convivencia del otro. El desempleo, la pobreza o la situación económica desfavorable puede promover conductas antisociales, ya sea en los padres o los hijos por la presión ejercida de la situación que puede llevar a eventuales juntas (por la falta de actividad) con pares que frecuentan el consumo o que son propensos a situaciones negativas, la depresión de alguno de los progenitores, el conflicto matrimonial, la hostilidad de los mismos o la falta del padre biológico en el hogar son cuestiones que influyen indirectamente sobre los adolescentes que, dadas las circunstancias no cuentan con un hogar contenido. Es importante destacar que la transmisión familiar de estas conductas también es un factor de riesgo, los padres con comportamientos antisociales tienen más probabilidad de tener hijos que desarrollen esas conductas. En cuanto al sexo y la edad de los sujetos hay estadísticas que muestran que hay mayores arrestos y culpabilidad en varones, que también son más agresivos en la mayoría de los escenarios naturales y que la agresividad en ellos es un mecanismo utilizado para afianzar su dominio y poder, mientras que en las mujeres sirve para expresar sentimientos negativos. En cuanto a la edad es necesario destacar que es en la juventud cuando mas delitos e infracciones se cometen. (Scarafia, 2011) Como factores de riesgo a nivel psicológico, podemos mencionar características como la hiperactividad, el déficit atencional, la impulsividad, la no planificación, la irreflexión, la emotividad negativa, la toma de riesgos y la búsqueda de sensaciones novedosas incrementan la probabilidad de conductas antisociales, al igual que desórdenes como la ansiedad, el nerviosismo, la depresión, las adicciones, la inestabilidad emocional y la baja autoestima. En

general se observa que personalidades de mucha ansiedad tienden al consumo de alcohol como un intento de reducir ese estado, en tanto que el consumo de estimulantes como cocaína es propio de personalidades extrovertidas y que buscan nuevas sensaciones. También la iniciación temprana en la violencia y en la delincuencia predice una mayor cronicidad en el tiempo de dichas conductas. (Scarafia, 2011)

Factores de socialización: la familia, la escuela y el grupo de pares Durante la adolescencia hay tres grupos destacados de socialización: la familia, la escuela y el grupo de pares. Estos escenarios son al mismo tiempo un factor de protección y de riesgo, porque es aquí donde puede modularse la conducta del adolescente por imitación de una figura importante dentro del contexto y con la finalidad de crear lazos afectivos con el modelo, o para reforzar conductas aceptables y adecuadas a las del grupo de pares. La familia por su parte, puede influir negativamente cuando los padres tienen conductas antisociales y particularmente cuando hay consumo de alcohol por parte de uno de los progenitores, al igual que en casos donde el vinculo padre-hijo es débil, hay episodios de violencia familiar y maltrato infantil y las pautas educativas son inadecuadas las probabilidades de generar conductas antisociales en los adolescentes se ven elevadas. La familia debe ser un ámbito de contención para el joven, todos estos eventos familiares estresantes que promueven el desarrollo de estas conductas, pueden contrarrestar su influencia negativa si hay una buena cohesión familiar y contención parental. En cuanto a los factores escolares, puede decirse que como principales factores de riesgo tenemos: el fracaso y deserción escolar y el bullying. Y en cuanto al grupo de pares, tener hermanos o compañeros delincuentes se asocia a identificaciones negativas que posibilitan el ejercicio de conductas antisociales. (Alegret, 2011; comunicación personal)

Consumo de alcohol en adolescentes El consumo en la actualidad Según la Organización Mundial de la Salud “Droga es toda sustancia natural o sintética, legal o ilegal, que introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce una alteración, de algún modo, del natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo, y es, además, susceptible de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas.” Actualmente, vemos que hay nuevos patrones de consumo, que se acoplan con otros más antiguos: -

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Patrones de uso recreativo: la motivación para el consumo se relaciona con las expectativas que pone el consumidor en la droga para lograr estados anímicos positivos e inmediatos, como así también alargar los tiempos de energía para divertirse. Patrones de uso reactivo: el consumo es motivado por situaciones de vulnerabilidad, o porque la persona utiliza la droga como via de “escape” a un sufrimiento o dolor interno.

Estos nuevos patrones nos dejan entrever que la problemática del consumo de drogas ha cambiado, podría decirse, porque por un lado hay una disminución en la percepción de los riegos que implica el consumo y también hay un aumento de la percepción de la

disponibilidad, de la oferta, para acceder a las drogas. Estas dos variables han provocado cierta “tolerancia social” la cual hace que el consumo de ciertas sustancias no sea percibido como un problema y por ende no haya reacciones de alarma. Los efectos del consumo van a variar según las características físicas, psíquicas y sociales particulares de cada persona, su sexo, edad, peso corporal, las expectativas en cuanto al consumo, su estado de ánimo y si a consumido anteriormente o no. Y también por el contexto, el cual puede condicionar el modo de relacionarse con la droga. El consumo puede ser: - Experimental: el adolescente prueba la droga motivado por la curiosidad o por imitar a otros. - Esporádico: el consumo de la sustancia no es de forma regular, sino que en la mayoría de los casos va mediada por una situación social concreta. - Abusivo: el consumo es regular y la dosis aumenta y la frecuencia de consumo también. Ya pueden notarse consecuencias a nivel personal y social, (faltas recurrentes en trabajo o escuela, problemas con la pareja o familia a causa del consumo, etc.), como así también el consumo ya se encuentra ligado a momentos cotidianos. Dependiente: La frecuencia de consumo y la cantidad aumentan. Se reducen al mismo tiempo actividades sociales, laborales y familiares y se notan también las consecuencias a nivel físico, psíquico, económico y a veces legal. La conducta del sujeto en cuanto al consumo de la droga se vuelve compulsiva. En este punto es importante detenernos en dos conceptos aparte; Tolerancia: el sujeto ya se encuentra en un estado de adaptación que conlleva una disminución en la respuesta del cuerpo a la misma cantidad de droga o, lo que es lo mismo, la necesidad de consumir cantidades crecientes de la droga para alcanzare el efecto deseado. Abstinencia: son síntomas experimentados por el sujeto cuando deja de consumir la sustancia abruptamente. A nivel comportamental se observa que gran parte del día se invierte en buscar la droga (o el dinero para comprarla), consumirla y recuperarse de sus efectos; a la vez que hay intentos infructuosos por dejar de consumir la sustancia, la cual se sigue consumiendo aún cuando hay conciencia de los efectos negativos que causa.

El consumo de Alcohol Particularmente, el alcohol, es hoy por hoy la droga de consumo más importante en Córdoba, en especial entre los adolescentes. Al ser una droga legal y socialmente aceptada es más consumida, y al mismo tiempo forma parte de momentos cotidianos como reuniones, celebraciones, salidas nocturnas, para socializar, divertirse, etc., lo que favorece el costado negativo del no reconocimiento de los daños que puede causar su uso y abuso en cuanto a la propia salud, accidentes de tránsito, situaciones violentas, conductas sexuales no deseadas, bajo rendimiento escolar, dificultades en el ámbito familiar, entre otros. Cuando el alcohol ingresa al cuerpo lo hace a través del aparato digestivo, distribuyéndose en diferentes órganos, como por ejemplo el cerebro y el corazón; éste es metabolizado en el hígado y en su mayoría eliminado por el riñón. Cabe destacar que todas las personas pueden reaccionar de manera distinta frente a su consumo, o sea que sus efectos dependerán de diferentes variables:

Cantidad: cuanto mayor es la cantidad ingerida, mayor será también el grado de alcoholemia. - Tipo de bebida de consumo: las bebidas destiladas producen mayor alcoholemia que las fermentadas, ya que su porcentaje de graduación alcohólica es mayor. Rapidez de ingesta: el consumo de grandes cantidades en períodos cortos de tiempos provoca que la persona se embriague más rápidamente. Esta manera de consumir se observa en prácticas como la “jarra loca” o los “fondo blanco” de “shots.” Estos últimos cobraron tristemente relevancia el pasado año, debido a varios episodios que rozaron la fatalidad, por ejemplo uno que se dio en la ciudad de Jesús María. Anterior ingesta de alimentos: la presencia de alimentos en el estómago disminuye la concentración de alcohol en sangre, mientras que el consumo en ayunas es mas contraproducente. - Peso corporal: el alcohol tiende a concentrarse en grasas, por lo cual en personas más delgadas es menos tolerado. - Sexo: en iguales cantidades consumidas por varones y mujeres, éstas presentan un mayor grado de alcoholemia por la cantidad de la enzima (alcohol dehidrogenasa) que actúa en el metabolismo del alcohol. Y esto se acompaña, por el tema previo, de que el alcohol se concentra más en grasas y el coeficiente de partición lípidos-agua es mayor para las mujeres. - Edad: el consumo de alcohol en menores de 25 años (aproximadamente) es más nocivo, ya que su cerebro todavía está en desarrollo. Tolerancia adquirida al alcohol: el consumo regular y prolongado de alcohol produce tolerancia, por lo cual a medida que pasa el tiempo la persona debe consumir mayor cantidad de la sustancia para llegar a los primeros efectos. - Estado físico: la persona es mucho más susceptible a los efectos del alcohol si al momento de su consumo se encuentra enferma, fatigada, cansada, etc. El alcohol es clasificado como un depresor del sistema nervioso, ya que hace más lentos de manera progresiva el funcionamiento de los centros cerebrales superiores, llegando a bloquearlos. En pocas cantidades el alcohol inhibe el control de nuestras conductas y emociones, por eso es que se le aduce el sentirse con menos vergüenza, más animados; a medida que se eleva la cantidad ingerida aumenta al mismo tiempo la confusión, la descoordinación, la capacidad de reacción y el pensamiento y las emociones se vuelven confusos. Los efectos que tiene el alcohol se dividen en tres fases: 1. Primera Fase: el sujeto se siente desinhibido, desaparece la vergüenza, esta más seguro de si mismo, experimenta ganas de relacionarse con otros y de conversar. La pérdida de reflejos y del autocontrol no es percibida, lo que implica que este expuesta a más riesgos. Si deja de beber los síntomas desaparecen. 2. Segunda Fase: los reflejos disminuyen más, el sujeto habla más lento, la boca comienza a sentirse pastosa, los movimientos y reacciones son lentos y la motricidad fina disminuye. Se experimentan mareos y nauseas (puede haber vómitos). Dependiendo de la persona puede incrementar el nivel de agresividad e irritabilidad. La persona no es conciente de los riesgos a los que se expone por su estado.

3. Tercera Fase: al llegar a esta fase puede darse la pérdida de conciencia, sufrir un coma etílico o un paro cardiorrespiratorio y el riesgo de vida es alto. Más allá de estas tres fases del consumo de alcohol, el abuso de la droga provoca: dolor de cabeza, náuseas, malestar generalizado, pérdida de la inhibición, falta de coordinación y de concentración, distorsión en la percepción del espacio y el tiempo, conductas sexuales de riesgo que pueden llevar a contraer enfermedades (ETS) y embarazos no planificados, accidentes automovilísticos, caídas, lesiones, pérdida de la conciencia y finalmente coma alcohólico. A su vez el consumo continuo en el tiempo lleva a: desnutrición, riesgo de enfermedades como la cirrosis, afecciones cardiacas, úlceras, y cáncer, daño neuronal y amnesia.

Alcohol y consumo de riesgo en adolescentes: la Previa y las Mezclas Hace tiempo ya, que en cuanto al consumo de alcohol, se agrego un componente nuevo: La Previa, definida por los mismos adolescentes como el juntarse unas horas antes de salir para consumir alcohol, esperando que se haga la hora de ir al boliche. Esta nueva forma de consumo entre los adolescentes implica, según ellos mismos, divertirse, esperar acompañados la apertura del boliche y consumir alcohol. Y es en este ultimo punto donde esta el mayor problema, ya que se da un consumo abusivo entre los jóvenes. Particularmente en Córdoba las bebidas preferidas para la previa son el fernet, la cerveza, el gancia, el vino espumante y el vodka. (Zotto Libonatti, 2010) Los adolescentes buscan conseguir a través de este consumo estar más sociales, desinhibirse, sentirse bien, arriesgarse y divertirse con mayor intensidad. Pero lo más preocupante de las previas es que se propicia el momento para ingerir grandes cantidades de alcohol en un período muy corto de tiempo. Esta nueva forma de consumo se llama “Binge Drinking” en la literatura anglosajona o consumo en atracón, el cual representa un riesgo mayor que consumir la misma cantidad de bebida distribuida en el tiempo. Asimismo provoca que la concentración en sangre de la sustancia sea mayor, favoreciendo que se produzcan alteraciones en las áreas prefrontales del cerebro, que se ocupan de la planificación y regulación de la conducta. Otra de las cuestiones que preocupan es el consumo en conjunto, o sea de alcohol con: - Tranquilizantes: llamado también “jarra loca” que puede provocar pérdida de conciencia y hasta muerte por paro respiratorio, ya que la interacción del alcohol con drogas como valium o rophinol genera efecto multiplicativo del efecto de estas drogas por separado. - Cocaína: que genera más deseo de consumir, pero los efectos se ven contrarrestados por lo que la toxicidad sobre el cerebro e hígado es mayor y al mismo tiempo el ritmo cardiaco aumenta junto con los riegos de tener hemorragia cerebral. Marihuana: que provoca serios efectos en cuanto a las destrezas para llevar a cabo actividades complejas. Bebidas energizantes: su mezcla contrarresta el efecto del alcohol haciendo que no se perciba el estado de embriaguez, el sobreesfuerzo físico por la deshidratación, los efectos sobre el corazón y la conciencia sobre los riesgos de muerte súbita.

Efectos diferenciales del alcohol en adolescentes y adultos desde una perspectiva psicobiológica Cuando nos referimos al consumo de alcohol en adolescentes, no basta con tomar en cuenta las consecuencias de la problemática solo desde el punto de vista social, sino que también es importante tomar en cuenta su costado biológico o, mejor dicho, psicobiológico, es decir la manera en que el alcohol actúa sobre el cerebro adolescente y afecta su comportamiento. Fenómeno de “debut temprano” A medida que el primer contacto con el alcohol se da a edades más tempranas la probabilidad de desarrollar abuso y dependencia al alcohol más tarde en la vida se incrementa de manera más o menos lineal. Al mismo tiempo la iniciación temprana actúa como factor de riesgo promoviendo conductas como el binge drinking y el consumo de riesgo. Además el consumo a edades más tempranas hace que se altere el normal desarrollo del cerebro, dado que “durante la adolescencia éste se encuentra en proceso de reestructuración y esta exposición temprana al alcohol interferiría con el normal desarrollo del sistema nervioso central y esto, a su vez, alteraría procesos cognitivos y sociales que pondrían a riesgo a los sujetos” (Pautassi, 2011). Modelos animales: su uso en el análisis del consumo sus factores de riesgo Las actuales investigaciones con respecto al alcohol, realizadas con modelos animales (esto es, ratas, ratones, etc.) indican que hay “ciertos estadios ontogenéticos tempranos (notablemente la adolescencia) que parecen ser “períodos críticos” para modular el patrón de consumo” (Pautassi, 2011). A partir de esto puede derivarse la hipótesis de que tanto el abuso como la dependencia a la sustancia “pueden considerarse como un trastorno del desarrollo, con etiología en la infancia tardía y la adolescencia” (Pautassi, 2011). Pueden citarse como resultados a los que llegaron estas investigaciones, en cuanto a los efectos diferenciales del consumo del alcohol en adolescentes y adultos, los siguientes: Los adolescentes resisten más los efectos del alcohol como: sedación, incoordinación motora, hipotermia y narcosis; los cuales actúan como barreras naturales que limitan el consumo progresivo. Los efectos amnésicos y de alteración a nivel cognitivo son mayores durante la adolescencia, lo que los lleva a la imposibilidad de emitir juicios objetivos sobre la consecuencia del consumo y al mismo tiempo regularlo. La metabolización del alcohol es menor en adolescentes, lo que implica que a iguales cantidades consumidas la concentración en sangre y cerebro de la sustancia es mayor en los adolescentes. - Los adolescentes son más sensibles a los efectos de facilitación social provocados por el consumo en pequeñas cantidades de alcohol, pero al mismo tiempo son menos sensibles a los efectos inhibitorios a nivel social. - El estado hipnótico causado por el alcohol es menor en los adolescentes, por lo que les cuesta conciliar el sueño y al mismo tiempo, una vez logrado duermen por menos cantidad de tiempo.

- En cuanto a los efectos motivacionales etílicos, los estudios indican que la expresión de los efectos placenteros son mayores en adolescentes, y que serían menos sensibles a los efectos aversivos de la droga (Pautassi, 2011)

Violencia escolar Cuando nos toca hablar de violencia escolar, vemos que ya es una problemática que atravesó todos los límites en cuanto a niveles sociales, económicos y culturales, al mismo tiempo que podemos notar también que, con el paso del tiempo, las situaciones se vuelven más graves en modo, frecuencia y también en sus consecuencias. Desde una perspectiva criminológica, planteada por la autora Hilda Marchiori, puede verse que la violencia escolar tiene ciertas particularidades con respecto a otras situaciones de violencia, pero igualmente guarda cierto correlato con la violencia familiar en cuanto a que no discrimina escenarios (Marchiori, 1998). Entre estas particularidades podemos mencionar: -

El espacio de la victimización es la propia escuela.

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Los actores de estas situaciones son en la mayoría de los casos los mismos alumnos.

El personal de la institución educativa participan de estos episodios por medio de su propia vulnerabilidad, planteada por no poder controlar las situaciones de violencia que se producen, fomentando así una permisibilidad y agravamiento de los comportamientos violentos. La importancia en la función y rol de las figuras que integran la institución, no es comprendida y apoyada por los demás actores. Una actitud negligente y desinteresada de los padres y la falta de compromiso social con la institución escolar. Como principal característica a destacar de este fenómeno citamos la vulnerabilidad de la institución, que se extiende a cada uno de sus actores, y que nos permite percibir que hay una marcada imposibilidad de ver y aceptar las consecuencias que implican las agresiones y el no poder defenderse ni pedir ayuda. Al mismo tiempo, esta estructura que marca la vulnerabilidad dentro del espacio escolar implica una mayor impunidad de los comportamientos violentos. La autora plantea que los comportamientos que más se dan son:

Violencia de los alumnos 1. Violencia dirigida a la institución a través de daños: esta conducta implica destruir, inutilizar o dañar de cualquier manera un objeto ajeno. Según la autora estos daños se producen por la falta de actividades programadas para los alumnos, que tengan por finalidad inculcar el cuidado y respeto por el ámbito escolar. Además agrega, que según algunas investigaciones en el tema, señalan que los daños se provocan por diversión y que en realidad no son tan graves, pero asimismo, los daños no son menores y hay una marcada diferencia entre los daños provocados desde el interior de la escuela y desde el exterior (que comúnmente, estos últimos se dan en horarios o días en que la escuela esta cerrada). El daño a la institución se vincula con tres factores: la desorganización de las actividades en la escuela,

la ausencia de ideales y de identificación con la institución-, como así también que los espacios físicos se encuentren en malas condiciones y se de un marcado desinterés por el otro entre sus actores. 2. Violencia de los alumnos dirigida a alumnos: la autora distingue entre las siguientes modalidades: a) Hurtos, robos de objetos: sustracciones de objetos ajenos; b) Lesiones: agresiones físicas con o sin uso de armas. Incluyendo aquí también, los conflictos entre alumnos y/o grupos que provocan el miedo a concurrir a la escuela; c) Ataques sexuales: se da cuando un alumno de mayor edad ataca a otro, o un grupo que se burla de un alumno en particular y luego lo agrede sexualmente; d) Homicidios: la portación de armas por alumnos ha provocado esta situación en algunos establecimientos; e) Suicidio: hay un contexto totalmente vulnerable que provoca situaciones conflictivas autodestructivas. El estado de vulnerabilidad por el que atraviesa el alumno debería ser advertido por los integrantes de la escuela a fin de evitar estas conductas autodestructivas, como así también implementar un programa de prevención para evitar la imitación del suicidio por otros jóvenes. Finalmente, cuando nos toca hablar de este tipo de violencia escolar, es necesario destacar ciertos puntos: Primero, el personal de la institución no pone atención en los comportamientos violentos y en sus consecuencias, tiene una reacción tardía, y es así que queda superado por la situación sin poder impedirla ni atenuarla; segundo, los alumnos pueden imitar conductas violentas adquiridas desde la familia, o desde los medios de comunicación o desde una cultura violenta. Tercero, el consumo de drogas promueve el descontrol, el deterioro de la persona como individuo y miembro de un espacio, conllevando conductas agresivas; cuarto, puede haber grupos que se organizan con el fin de promover y causar situaciones de violencia. Quinto, la incomunicación entre la escuela y los padres de los alumnos; y por último, sexto, las respuestas inadecuadas y continuas de parte de la institución, demostrando así que no esta preparada para afrontar la problemática. En fin, un espacio educativo organizado implica prevención y protección, dos factores indefectiblemente necesarios para evitar la violencia escolar. 3. Violencia de alumnos hacia el personal docente: según marca la autora, es un tipo de violencia signado por el desacuerdo entre alumnos y personal de la institución y sobre todo silenciado, encontrando soluciones en actitudes, por parte de los docentes, como la inasistencia o el cambio de institución. Lo que hay que señalar es que, de nada valen estas actitudes frente a la problemática ya que el cambio agrava y reitera la violencia. 4. Violencia del personal docente: abarca a toda persona que trabaje en la institución, y se caracteriza según su modalidad: Violencia física: ha habido una disminución de la situación, sin embargo se registran actualmente casos de abuso sexual de los profesores hacia los alumnos. Violencia emocional: es más frecuente y se da a través de humillaciones, violencia verbal o simbólica o con denominaciones negativas hacia el alumno (problemático, hiperquinético, distraído). La expulsión del alumno del sistema educativo. Los casos de relaciones “confusas” ente alumno y docentes (relaciones amorosas, abuso, etc.) 5. Violencia del personal hacia los padres: la comunicación de aspectos negativos del alumno a sus padres crea un entorno de incomunicación. 6. Violencia entre personal de la institución: los conflictos que puede haber entre docentes frecuentemente se dan en presencia de los alumnos. Esto promueve modelos negativos para ellos y la escuela en si misma.

Ahora bien, al igual que Dra. Marchiori, la Licenciada Olga Puente de Camaño, comparte que la violencia escolar tiene como principal característica que se encuentra inserta en un contexto institucional, el cual obviamente no es ajeno a lo que ocurre en las demás instituciones. Destaca que durante estos últimos años, los hechos cada vez son violentos y que no sólo son un grave obstáculo en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que también conllevan un grave riesgo para todos sus integrantes. Asimismo hay varios puntos a tomar en cuenta a la hora de hablar de la problemática de la violencia escolar: 1. Siempre que se presenta una situación de violencia hay algún tipo de maltrato con intenciones coercitivas. 2. Hay que diferenciar entre la conducta agresiva intencionada (en defensa o protección) con un sentido comprensible dentro de lo manifiesto, de otra conducta agresiva cuya intencionalidad y sentido es incomprensivo. 3. Es importante tomar en cuenta las circunstancias en la cuales se produjo el acto. Incluyendo variables témporo-espaciales. 4. Identificar las modalidades específicas de cada acto para poder implementar las tareas preventivas correctas. 5. Tomar en cuenta bajo que valores se legitima el acto violento; si esos valores ven la violencia como una respuesta defensiva natural frente a un contexto adverso, al mismo tiempo, sin olvidar que cotidianamente estamos expuestos a ciertas situaciones de violencia, lo cual produce un sentimiento de familiaridad o tolerancia hacia la misma. 6. Analizar tanto, la dimensión social como individual. Ya que la construcción de la propia subjetividad se da entre estas dos variables. “En toda conducta, en cada acto violento se está comunicando algo, por incomprensible que a veces nos resulte, considerado como expresión sintomática que el acto violento entraña un mensaje, un sentido que requiere ser desentrañado.” (Puente de Camaño, 1998)

Conclusión Cuando regresamos a la pregunta inicial, que motivo este trabajo, ¿La interacción de factores de riesgo como son el consumo de alcohol y las conductas antisociales tienen efectos sobre los episodios de violencia escolar? Podemos acordar en que llegamos a concluir que si, lo que hay que remarcar es que hay mucho más por estudiar dentro del espacio que plantean los adolescentes y la escuela. La adolescencia es un período crítico, variables como la emotividad, la impulsividad, la asunción de riesgos, la falta de reflexión y organización y la búsqueda de nuevas sensaciones se encuentran a la orden del día. Pero acordamos en que las situaciones comienzan a volverse negativas cuando los factores de protección no funcionan y sobre todo cuando ingresa el consumo de alcohol a escena. Las consecuencias que trae aparejadas la falta o el mal funcionamiento de los factores de protección, especialmente en cuanto a la contención y la información, son peligrosas, porque promueven un contexto de libertad para el adolescente que no da lugar a la experiencia positiva, dado que la misma se sitúa en un ámbito de riegos, en el cual la familia, incluso la escuela, no proveen de límites, ni de modelos favorables, ni de

la información que necesita el adolescente para experimentar acompañado y así lograr un aprendizaje que lo lleve a construir una identidad saludable. El consumo de alcohol por su parte, promueve que los adolescentes que lo consumen de manera abusiva o dependiente, obtengan como resultado graves consecuencias a nivel cognitivo y social. Al mismo tiempo que se desarrollan conductas que van desde la intromisión hasta la delincuencia. Es por todo esto que llegamos a concluir que tal vez un modelo preventivo más eficaz debe ser planteado desde la interdisciplina, porque la violencia escolar necesita ser vista desde diferentes perspectivas, asumiendo soluciones que abarquen en su totalidad al adolescente y a cada una de las personas que se encuentran incluidas en su formación. Esta debe basarse en el acompañamiento comprometido de la familia y la escuela en su conjunto y de la correcta información de temas que hacen a su desarrollo. A partir de la revisión realizada, nos hemos encontrado con que aquellos alumnos con problemas de personalidad previos, de mayor ansiedad, impulsividad y toma de riesgos, al igual que con grupos familiares inestables podrían estar en riesgo de incurrir en consumo de alcohol y por ende en situaciones de violencia asociadas al mismo. Quizás se podría hacer una identificación inicial de estos alumnos para luego seguir su consumo de alcohol e involucramiento en actos violentos, con el objetivo de poder intervenir antes de desenlaces negativos, desde la prevención y la asistencia si es necesaria, integrando familia, escuela y profesionales de la salud. Queremos resaltar lo necesario que es seguir investigando el área que comprende este trabajo, porque a nuestro entender puede ser una herramienta de vital ayuda tener conocimientos sobre estas variables y su relación al momento de crear estrategias o proyectos de convivencia saludable en las instituciones, como así también para los programas de prevención.

Referencias Bibliográficas Alegret, Romina. Conversación personal. Córdoba, 2011. Del Zotto Libonatti, P. “Características del consumo de alcohol en atracón (binge drinking) en los jóvenes de Córdoba – Argentina durante la realización de La Previa” Tesis doctoral. Universidad de Valencia. España, 2010. Marchiori, Hilda. “Violencia escolar: consideraciones criminológicas y preventivas” Publicación Victimología nº 16. Córdoba, 1998. “Psicología Criminal” Editorial Porrúa 7º edición. México, 2000. “La víctima del delito” Editorial Lerner. Córdoba 1990. Pautassi, Ricardo M. “La sensibilidad hedónica al alcohol en la adolescencia como factor de riesgo para la iniciación y escalada en el consumo de la droga”. Richard MC, Lemos V (eds.) “Compendio de investigaciones Actuales en Psicología y Ciencias Afines” Tomo II, pps. 577-591. Ediciones CIIPME-CONICET y Universidad Adventista del Plata. ISBN 978-987-1378-21-0. Año 2011. Puente de Camaño, Olga. “La violencia en el ámbito educativo” Publicación Victimología nº 17. Córdoba, 1998. Scarafia, Marcela “Apuntes de curso de extensión, Psicología Forense y su interrelación con otras disciplinas” Córdoba, 2011.

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