Integración Energética y Recursos Naturales en América Latina

July 15, 2017 | Autor: Diego Mansilla | Categoría: Latin American Studies, International Relations, Energy, Unasur/Unasul
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Descripción

Integración Energética y Recursos Naturales en América Latina
Diego Mansilla[1]
Depto. de Economía Política y Sistema Mundial

El objetivo del trabajo es comenzar a analizar las posibilidades de la
integración de los pueblos latinoamericanos. Particularmente, se comentarán
los diferentes casos de integración energética existentes en América
Latina. La selección de la energía para estudiar la integración en la
región tiene diferentes motivos. Por un lado, la energía y los recursos
naturales son centrales en los procesos de integración existentes y en los
nuevos proyectos. Pero además, dentro de la integración energética
latinoamericana, se descubren diferentes modelos: infraestructura,
intercambio, comercio liderado tanto por el estado como por las empresas
privadas.
La integración entre pueblos tiene diferentes niveles: Político, Social,
Económico, Cultural, etc. No obstante, a pesar de las historias, culturas y
experiencias compartidas, en los procesos de integración realizados en
América Latina en los últimos tiempos, la dimensión económica fue
preponderante. Como se mencionó, la energía y los recursos naturales fueron
claves en la integración económica de los países. Esto es así ya que
nuestras sociedades tienen estructuras económicas que dependen en gran
medida de la explotación primaria (tanto renovable como no renovable).
Además, estos recursos necesarios para el desarrollo de las naciones y los
pueblos no tienen una distribución uniforme entre los países a nivel
mundial ni al interior de América Latina.
A diferencia de otras regiones, los países de Latinoamérica cuentan con
diferentes recursos naturales que permiten un interesante intercambio
mutuo. Esto, sumado a la heterogeneidad de las economías y estructura socio-
productivas de los países, hace que los recursos naturales, en especial los
energéticos, sean la columna vertebral de la integración latinoamericana.
No es de extrañar entonces que la integración energética tuviera tempranos
avances, sobre todo en los países del Cono Sur. Allí se encuentran los
países más poblados e industrializados de América del Sur y con mayor nivel
de consumo energético. A su vez, los grandes ríos que separan los países
cuentan con un importante potencial hidroeléctrico.
No obstante, "integración energética" puede referirse al simple comercio
internacional de energía o a una real planificación y coordinación de
acuerdo a las capacidades y necesidades de los pueblos, teniendo en cuenta
el uso racional y eficiente de los recursos naturales. En América Latina,
ha preponderado la primera concepción en lugar de la segunda, que sí
significa un paso hacia la verdadera integración. A pesar de la importancia
de los recursos naturales, muchos de estos procesos no han tenido en cuenta
las particularidades de los recursos utilizados, privilegiando el aspecto
económico sobre su uso racional.
Los procesos de integración energética latinoamericana dependieron
fuertemente de la presencia y decisión de los estados, quedando "el
mercado" en un lugar muy relegado. Las grandes obras de infraestructura
como los gasoductos binacionales y la interconexión eléctrica son ejemplos
de la importancia de la integración energética sudamericana lideradas por
el Estado. El mayor desarrollo en cuanto a obras binacionales fue logrado
mediante las grandes hidroeléctricas (Itaipú, Yaciretá, Salto Grande). Esto
fue debido a que los ríos de mayor caudal se encuentran marcando las
fronteras entre los países por lo que el aprovechamiento de su potencial
energético debió hacerse mediante emprendimientos binacionales. En la
región, los acuerdos y emprendimientos son fundamentalmente binacionales
antes que regionales.
Pero además de estas grandes obras, en América Latina tuvieron un papel muy
importante las empresas estatales en los acuerdos de integración energética
entre los países. Por tanto, la relación entre los objetivos de cada país
con los de sus empresas debe tenerse en cuenta para comprender las
posibilidades de integración regional. Esto es particularmente importante
en el sector energético, donde operan las empresas estatales más
importantes y en el cual la integración fue más activa en toda América.
La idea de este trabajo es hacer un breve repaso por los ejemplos de
integración energética y las perspectivas de nuevos acuerdos, teniendo en
cuenta las características propias que tienen los recursos naturales
involucrados. Con esto se busca, no sólo hacer un repaso de la actualidad
del proceso de integración sino también complejizar el problema de la
"integración energética" entre los países. Primero se hará un breve repaso
de la estructura energética de la región. Posteriormente se analizará
algunas experiencias latinoamericanas de integración energética
diferenciando dos grandes grupos: las obras de infraestructura y la
participación de petroleras de propiedad estatal en terceros países.
La integración de los pueblos latinoamericanos no ha generado grandes
avances a pesar de las condiciones históricas y sociales favorables de
nuestros países. En cambio, fue el mercado la herramienta preponderante en
la "integración" americana. Sin ir más lejos, el acuerdo regional de los
países del Cono Sur muestra desde su nombre (MERCOSUR) que la integración
buscada no es entre pueblos sino entre mercados.
Actualidad y potencialidad de la integración energética
La matriz de consumo energético de América Latina es bastante diferente a
la existente en el resto del mundo. En el siguiente gráfico se observa la
distribución de la energía primaria consumida.
Gráfico 1 Energía Primaria Consumida

Mundo América Latina
Datos al 2008 del BP Statistical Review of World Energy 2009

Como se muestra, el consumo energético de Latinoamérica depende
principalmente de los hidrocarburos, con valores superiores al promedio
mundial. La diferencia radica en la utilización del petróleo ya que la
participación del gas natural es similar en ambos casos. Debe tenerse en
cuenta que esta distribución esta fuertemente condicionada por los mayores
países de la región y que existen grandes diferencias entre ellos. Esto es
evidente en la utilización del gas natural que en Argentina representa el
54% (sólo superado a nivel mundial por Rusia y algunos miembros de la OPEP)
y en Brasil apenas llega al 10%.
Otra característica de la estructura energética de América Latina es que
tiene un mayor uso de energía hidroeléctrica y una menor participación del
carbón. Mientras que en el mundo apenas el 6% de la energía consumida
proviene de represas, en Latinoamérica la energía hidroeléctrica llega al
21%. Esto es producto de que más de la mitad de la generación de
electricidad en nuestra región es hidráulica, llegando al caso de Brasil
cuyas represas representan un 76% de su capacidad instalada de generación
eléctrica. En cambio, el resto del mundo utiliza mucho más carbón (29%) a
pesar de ser no renovable y mucho más "sucio".
La fuerte utilización de la hidroelectricidad, si bien permite la
generación de energía utilizando un recurso natural renovable, pone el
sistema energético en manos de las inclemencias meteorológicas ya que ante
años hidrológicamente pobres, los países con mayor consumo y desarrollo
tienen dificultades para garantizar el suministro de electricidad. Esto
sucedió, por ejemplo, en el año 1999 – 2000 en Brasil, cuando debió
importar electricidad e implementar un drástico plan de ahorro energético.
Sin embargo, por la complementariedad de las cuencas y el desfasaje
(horario y estacional) de los picos de consumo, es posible un intercambio
equilibrado entre los países mediante la interconexión de los sistemas
eléctricos. Además, la Cuenca del Plata cuenta con varios emprendimientos
hidroeléctricos con gran potencial generador, entre los que sobresalen
Corpus entre Argentina y Paraguay; Garabí, Roncador y San Pedro entre
Argentina y Brasil. Como se observa, los mayores aprovechamientos
hidroeléctricos pendientes son binacionales. Por estos motivos, la
integración energética latinoamericana, tanto en el transporte y como en la
generación eléctrica tiene amplio margen para crecer y mejorar los sistemas
nacionales.
En cuanto a la energía nuclear (1% del total), sólo en la región sólo es
utilizada por Argentina, Brasil y México obteniendo el 1,5% de su energía
por este medio. En cambio, a nivel mundial la energía nuclear llega al 5%.
Si nos limitamos a los países desarrollados del OCDE, el 9,4% de la energía
proviene de centrales nucleares, liderados por Francia donde la energía
nuclear llega al 39% de su consumo.
Como se mostró, los hidrocarburos son la principal fuente energética
utilizada en la región. Pero además de esto son una de sus principales
riquezas naturales estratégicas de la región. No obstante, existen grandes
asimetrías en su distribución. Tres países concentran el 92% de las
reservas de petróleo (Venezuela, Brasil y México) y cuatro países el 84% de
las reservas de gas natural (Venezuela, Bolivia, México y Trinidad &
Tobago). Estas reservas representan 50 y 42 años de extracción (lo que se
conoce como "horizonte de reservas"), cifras similares al promedio mundial
(42 y 60, respectivamente). Si bien el horizonte está lejos de los 70 años
de reservas de petróleo de los países de Medio Oriente, supera al resto de
las regiones. Como la extracción es mayor al consumo interno, una parte
importante del petróleo latinoamericano es exportado. Actualmente, existen
en la región dos países miembros de la OPEP (Organización de Países
Exportadores de Petróleo): Ecuador y Venezuela (que además fue fundador de
la institución). Así es como en el año 2008, América Latina exportó casi
4.000 miles de barriles diarios de petróleo crudo (aproximadamente 8 veces
el consumo de Argentina). La mayor parte (3 de cada 4 barriles), se dirigió
a los Estados Unidos.
Asimismo, existen grandes diferencias dentro de los grandes países con
reservas. Mientras que Venezuela es una potencia petrolera mundial (a punto
de certificar sus reservas de petróleo extra-pesado que la catapultarán
como la mayor reserva petrolífera del mundo), Brasil no sólo es el primer
consumidor de la región sino que se encuentra entre los 10 mayores
consumidores del mundo superando a países desarrollados como Francia y
Reino Unido[2]. México, por su parte, depende de las importaciones de
combustible a pesar de exportar petróleo crudo.
Sin embargo, a pesar de su proximidad y de las características culturales y
económicas compartidas por los países latinoamericanos, no existe un
intercambio importante de hidrocarburos en la región. Los grandes
exportadores se concentraron en ubicar su petróleo en los países
desarrollados (especialmente Estados Unidos) en vez de abastecer al mercado
regional. Así es como se presentan transacciones irracionales tanto desde
el punto de vista de la integración regional como de la utilización de los
recursos energéticos. Estados Unidos, a pesar de ser un importador neto de
petróleo y el principal comprador del crudo americano, abastece con 529.000
barriles diarios a los países latinoamericanos importadores (algo más que
el consumo de Argentina). Tanto los importadores como los exportadores
prefirieron relacionarse con Estados Unidos en vez de mirar dentro de la
región. Esto tiene causas políticas e históricas que van desde la falta de
avance en la real integración latinoamericana como en las relaciones de
las burguesías y burocracias locales con los capitales norteamericanos.
Esto muestra lo atrasado que se encuentra la integración energética
latinoamericana. Aún en la comercialización de petróleo y derivados,
mercado mundialmente desarrollado, la interacción interregional es muy
limitada. El "mercado" no ha tenido voluntad de desarrollar el intercambio
interno de hidrocarburos. Los países exportadores prefirieron dirigir su
petróleo y subproductos a los seguros y rentables mercados de Estados
Unidos y Europa, abandonando los restantes países latinoamericanos por
"antieconómicos".
La otra cara de esta falta de integración aún en productos tradicionales
como el petróleo y los combustibles es que existe en la región una gran
potencialidad de intercambios energéticos. Los requerimientos, la
estructura y la oferta ya existen, sólo se deben redireccionar los
intercambios hacia el interior de Latinoamérica. Asimismo, las diferentes
disponibilidades y estructuras energéticas y el hecho de que tanto en los
países exportadores como en los importadores las empresas estatales dominen
los mercados petroleros, posibilitan una real integración (más allá de los
intercambios mercantiles), con intercambios de hidrocarburos que respondan
a acuerdos planificados y donde la ganancia del comercio no se limita al
ingreso de divisas sino que se logren reales beneficios mutuos, de acuerdo
a las necesidades y capacidades de cada sociedad. Como se mostrará más
adelante, en la última década Venezuela ha comenzado a llevar adelante una
estrategia de integración hidrocarburífera de este tipo aunque resta mucho
para que se desarrolle el gran potencial de integración energética de la
región.
Tampoco están desarrolladas la integración o cooperación energética entre
los países de América Latina en energías no tradicionales. A pesar de que
los tres países más importantes de la región utilizan la tecnología nuclear
y han hecho desarrollos endógenos con tecnología propia, son muy escasos
los casos de políticas conjuntas o cooperación tecnológica. En el área
nuclear, estos países prefirieron firmar acuerdos con Canadá, Estados
Unidos o Europa antes de acercarse a los desarrollos locales.
Lo mismo puede decirse de los llamados "biocombustibles". Brasil cuenta con
una gran experiencia en la producción y desarrollo de agrocombustibles,
especialmente en la generación de etanol con base a caña de azúcar. Sin
embargo, no han existido políticas ni acuerdos para la difusión de estos
desarrollos tecnológicos.
Experiencias de Integración Energética por infraestructura
Como se mencionó, más allá de la gran potencialidad de desarrollo de un
modelo integrador en América Latina, los principales acuerdos entre países
fueron producto de obras de infraestructura. Las primeras obras
binacionales fueron las grandes represas hidroeléctricas del Cono Sur
(Itaipú, Yaciretá y Salto Grande). Las mismas fueron construidas por
acuerdos entre los países, pactando precios y distribución de la energía
generada. Si bien este tipo de convenios para la utilización de energía
renovable implica un avance en la integración y en la utilización racional
de los recursos energéticos, son múltiples las irregularidades y los
problemas internacionales que aún acarrean las obras (sobre todo las que
involucran a Paraguay). Así es como décadas después de su inauguración,
Yaciretá no ha sido terminada y desde el gobierno de Paraguay se reclama
una mejora sustancial en las condiciones y precios pactados por la
electricidad generada (fundamentalmente por Itaipú). Éstas son las únicas
experiencias de generación eléctrica binacional.
Las otras obras de infraestructura binacional son de transporte, donde se
incluyen los gasoductos y, en menor medida, las líneas de transmisión de
electricidad de alta tensión. El primer gasoducto internacional fue
inaugurado en la década del setenta entre Bolivia y Argentina, por un
acuerdo entre las petroleras estatales de ambos países. Posteriormente
fueron crearon gran cantidad de gasoductos durante la década de los noventa
por otros actores y con distintos intereses.
Desde 1996, de la mano de la desregulación y privatización del sector
energético argentino, se inauguraron 10 gasoductos para exportar gas
natural argentino a los países vecinos (7 a Chile, 2 a Uruguay y 1 a
Brasil). Sin embargo, las reservas argentinas de ninguna manera
justificaban estas inversiones ya que no estaba garantizado el
abastecimiento interno. El "horizonte de reservas" (indicador de los años
de consumo que existen como reservas) pasó de 37 años en 1988 (antes de la
desregulación) a 8 en el año 2008. Esta caída fue producto de la falta de
inversiones de riesgo y de una estrategia de agotamiento depresora del
recurso no renovable por parte de las empresas (apañadas por el estado) en
la cual las exportaciones tenían un papel importante como mercado de
colocación de los recursos. Los hidrocarburos eran pensados como
"commodities" sin valor estratégico [3].
Por esa estrategia, Argentina perdió su autoabastecimiento. Paralelo a la
caída de las reservas, la extracción de gas natural llegó a un máximo en el
año 2004. A partir de ese año, Argentina debió reanudar las importaciones
de gas natural. Primero se compraron pequeñas cantidades desde Bolivia
aunque exportando volúmenes similares a Chile y Uruguay. Actualmente, las
exportaciones están muy reducidas al tiempo que se aumentó el bombeo de gas
natural desde Bolivia y en invierno se debe importar gas natural licuado
mediante un buque regasificador desde el puerto de Bahía Blanca.
En estos casos "el mercado" (es decir las empresas extranjeras que manejan
oligopólicamente el sector energético argentino) sólo buscó la
"integración" para maximizar sus ganancias presentes sin consideración del
futuro del recurso. Actualmente, los gasoductos pensados para exportar a
Chile se encuentran sin uso y existen planes de utilizarlos en sentido
contrario, importando el gas licuado que llega a las costas del país
trasandino. De cumplirse, se daría la paradoja de que Argentina, un país
que supo autoabastecerse de gas natural, deba traer gas de un país sin gas
por los ductos por los que exportaba.
En el resto de América Latina, se inauguraron otros dos gasoductos entre
empresas estatales con objetivos de garantizar el consumo interno. Estos
fueron los gasoductos entre Bolivia y Brasil y entre Colombia y Venezuela.
En rigor, existen diferencias entre ellos. El primero fue incentivado por
Petrobras y el estado brasileño para garantizar el consumo de gas del
sudeste de Brasil mientras que el otro envía gas provisoriamente de
Colombia hacia Venezuela mientras éste desarrolla sus grandes reservas
luego de lo cual, en un par de años se comenzará con el comercio inverso.
En ambos casos, es marcada la carga de planificación estatal que tiene en
cuenta mucho más que la ganancia económica. En esos acuerdos se puede
encontrar un avance en la integración energética. Esto no implica que estos
proyectos estén exentos de enfrentamientos. Sin ir más lejos, el gasoducto
que conecta Santa Cruz (Bolivia) y San Pablo (Brasil) ha generado grandes
conflictos entre ambos países luego de la nacionalización de los
hidrocarburos de Bolivia. Además, Petrobras operaba los megayacimientos de
gas bolivianos desde donde se exportaba el gas a Brasil (San Alberto y San
Antonio). Estos yacimientos fueron obtenidos de forma turbia ya que si bien
el campo de San Alberto fue descubierto por YPFB, en 1990 con la
privatización de la estatal boliviana fue declarado "reserva nueva",
vendiéndose a un precio considerablemente menor.
En cuanto a la transmisión eléctrica, las experiencias son más reducidas.
Un ejemplo singular puede ser la conexión entre Brasil y Argentina. Existen
2 líneas de transmisión entre Rincón Santa María (Argentina) y Garabí
(Brasil) construidas por la empresa Comercializadora de Energía del
Mercosur S.A - CEMSA, subsidiaria de la española Endesa, para la
exportación de 500 MW/hora por 20 años[4]. El Sistema de Interconexión
Internacional comenzó sus operaciones comerciales en Junio de 2000. La
Potencia Firme del mismo fue de 1.050 MW y posteriormente ampliada en 1.000
MW más (lo que representa cerca del 10% de la capacidad instalada total del
país). Como se comentó, en esa época Brasil experimentaba una fuerte crisis
energética. De esta manera se exportó el 6% de la electricidad generada por
Argentina en los años 2000 y 2001. Esta energía fue generada por la propia
Endesa en sus centrales térmicas de Costanera y Bahía Blanca mediante la
quema de gas natural y combustibles líquidos.
Desde entonces, mientras que Brasil aumentó su capacidad instalada logrando
superar su faltante de energía, Argentina entró en crisis debido a la falta
de inversiones tanto en generación de electricidad como en la extracción de
hidrocarburos por lo que se suspendieron las exportaciones. Desde de la
devaluación, en el mercado energético se registró un cambio en la propiedad
de las empresas que no cambió la falta de inversiones por lo que la crisis
se profundizó[5], llevando a la necesidad de cortes y de racionamiento.
Ante esto se debió comenzar la importación de energía eléctrica desde
Brasil.
Así, luego de esta gran falta de planificación del "mercado" (ya que el
sistema eléctrico argentino no permitía sostener un plan de exportaciones
racional), la infraestructura instalada con el objetivo de vender al
exterior parte de la energía generada localmente, permitió una interesante
experiencia de integración energética latinoamericana fomentando el
comercio bilateral entre Argentina y Brasil. A partir del 2008, ambos
países realizan un intercambio equilibrado mediante el cual Brasil envía
energía en invierno (época de faltante energético en el mercado argentino)
que se reintegra en época estival, cuando el sistema argentino tiene
excedentes de gas natural para generación eléctrica. A su vez, esta línea
de transmisión permite la venta de electricidad brasileña a Uruguay,
pasando por territorio argentino y será utilizada ante la eventual
construcción de una represa binacional en la zona de Garabí, aprovechando
su potencial hidroeléctrico para generar electricidad renovable.
Este es un ejemplo de un acuerdo de integración energética entre los países
que tiene en cuenta las diferentes capacidades de los sistemas nacionales.
Asimismo, tiene el beneficio de utilizar de una forma racional la
infraestructura creada por una energética extranjera en busca de ganancias,
lo que se demostró un error de planificación. Cabe aclarar que mientras que
Brasil envía energía renovable (la mayor parte de su electricidad se genera
con represas), Argentina devuelve electricidad generada mediante la quema
de recursos naturales no renovables (ya que depende de la utilización de
gas natural y combustibles líquidos).
Integración Energética por medio de las empresas
La otra forma en que se registró la integración energética latinoamericana
fue la participación de empresas estatales (principalmente petroleras) en
los mercados de terceros países. Las petroleras estatales dominan los
mercados energéticos de los países de la región, tanto en los países
productores como en los que dependen de la importación.
Al igual que en otros lugares del mundo, las petroleras estatales de los
países importadores de América Latina han salido a buscar reservas en otros
países para garantizar su consumo. Las más importantes son la Empresa
Nacional del Petróleo (Enap) de Chile, la Administración Nacional de
Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP) de Uruguay y Petróleo Brasileiro
(Petrobras) de Brasil. Las dos primeras concentraron sus operaciones en el
mercado argentino mediante empresas subsidiarias (Sipetrol y Petrouruguay
respectivamente)[6], gracias a la apertura del sector al capital extranjero
luego de la desregulación de 1989. Petrobras, por su parte, se trasformó en
un jugador mundial con capacidad de disputar mercados a las principales
petroleras de los países centrales[7]. Si bien todas la empresas operan
fronteras afuera con una estrategia que privilegia el mercado por sobre la
integración, la experiencia de Petrobras es la más significativa.
Petrobras comenzó la internacionalización de sus activos tempranamente,
aunque recién comenzó a mirar a Latinoamérica a mediados de la década de
los noventa. Hasta entonces sólo había operado algunas concesiones en
Colombia. Su funcionamiento como empresa regional comenzó en el año 2000
con la entrada al mercado argentino por medio del intercambio de activos
con Repsol y la compra de Pérez Companc, la principal petrolera privada de
la región. En Argentina, Petrobras no solo se transformó en la 3º petrolera
por reservas de petróleo y gas, con el 25% del mercado de naftas (con 2
refinerías y el 50% de otra)[8], sino que diversificó sus activos siendo
una de las principales petroquímicas, además de manejar el 6,5% de la
generación eléctrica por la central Genelba y las hidroeléctricas Piedra
del Águila y Pichi Picún Leufú, el 50% del transporte de electricidad
(vendido a Enarsa y Electroingeniería en 2007) y una importante
participación en TGS (Transportadora Gas del Sur) y en la distribuidora de
electricidad Edesur que opera en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En cuanto a los activos internacionales de Pérez Companc, Petrobras obtuvo
39 áreas en explotación en Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil y Venezuela (con
reservas mayores a las que contaba en Argentina) y el 49% que no controlaba
de las dos únicas refinerías de Bolivia. Posteriormente ha adquirido
activos de la anglo-holandesa Royal Dutch Shell (que se retiró de gran
parte de Latinoamérica) en Colombia, Paraguay y Uruguay y las operaciones
de distribución de ExxonMobil en Chile. Cuando el gobierno boliviano
realizó la nacionalización de los hidrocarburos, Petrobras debió
desprenderse de la propiedad de las dos refinerías en ese país y parte de
su participación accionaria en los mayores yacimientos, que pasaron a manos
de la estatal YPFB.
La participación de Petrobras en Latinoamérica se relaciona más con las
actividades de cualquier empresa petrolera internacional, que con intereses
de integración del gobierno brasileño. Ya sea por tener concesiones
petroleras o por compra de empresas energéticas, la entrada de Petrobras en
la región estuvo dirigida hacia la obtención de utilidades más que a una
política de integración e coordinación entre países[9].
En cambio, la estrategia de PDVSA hacia América Latina es radicalmente
distinta. Con grandes reservas, no buscó yacimientos en otros países sino
que intentó garantizarse mercados. Desde la década del 70 la venezolana
había comenzado una internacionalización de sus activos mediante la compra
de activos en refinación y distribución en los países centrales
(principalmente Estados Unidos). A partir del año 2000, luego de los
grandes cambios políticos experimentados en Venezuela (que incluyeron un
fallido golpe de estado y un importante "lockout" de la propia PDVSA) la
petrolera se transformó en parte importante de los planes de integración
energética de la región llevadas adelante por el gobierno venezolano.
Desde entonces PDVSA firmó acuerdos con Paraguay, Uruguay y Cuba, que
incluyeron la reforma de las antiguas refinerías de las petroleras
estatales (Villa Elisa, La Teja y Cienfuegos, respectivamente) para
permitirles la destilación de petróleo pesado, garantizando el
abastecimiento futuro con producción venezolana. La única de estas
iniciativas llevadas a la práctica fue la modernización de Cienfuegos ya
que Paraguay y Uruguay han enfriado las negociaciones por problemas de
política interna. No obstante, existen contratos de suministro de petróleo
crudo y combustibles con ambos países en condiciones preferenciales. En el
caso de Paraguay, Chávez otorgó diesel "en consignación" en los primeros
meses del gobierno de Lugo para ayudar a sobrepasar la fuerte crisis
energética que sufría el país.
En Bolivia, se creó una empresa mixta entre la recientemente estatizada
YPFB y PDVSA donde la venezolana aporta capitales y tecnología para la
búsqueda de hidrocarburos en regiones no tradicionales (como el norte de La
Paz) y la industrialización del gas natural boliviano. Asimismo, se
firmaron diversos acuerdos de integración y cooperación energética que
incluyen además del comercio de combustibles, la asistencia técnica por
parte de PDVSA y la capacitación en ingeniería del petróleo de ciudadanos
bolivianos en universidades venezolanas.
En nuestro país, cuando la crisis energética redujo fuertemente la
disponibilidad de gas natural y se debió acudir a cortes de gas y
electricidad a industrias, se firmó un acuerdo con Venezuela, por el cual
la estatal PDVSA suministró fuel-oil, otorgando facilidades de pago al
Estado Nacional. Ese combustible fue enviado a CAMMESA (empresa encargada
de regular la generación y transporte de energía eléctrica) para que sea
utilizado en las centrales térmicas y de esta manera liberar gas natural
para las industrias y hogares. Esta compra de derivados de petróleo se
repite todos los inviernos y se suma a la importación de gas oil y gas
natural que nuestro país debe afrontar a pesar de estar autoabastecido de
petróleo.
En su país, PDVSA se encuentra realizando un plan de certificación de las
reservas de crudo extra-pesado ubicadas en la Franja del Orinoco, que
catapultarán a Venezuela como la mayor reserva petrolífera del mundo. En
estas áreas en desarrollo se entregaron participaciones a las petroleras
Petrobras, ANCAP y ENARSA. Paralelamente, en el norte de Brasil se está
construyendo una refinería en sociedad con Petrobras que recibirá por lo
menos el 50% de sus necesidades de petróleo venezolano. Sin embargo, esta
unión ha sufrido múltiples contratiempos y posiblemente termine en ruptura,
quedando la refinería solamente en manos de Petrobras.
Es imposible comprender esta participación de la petrolera estatal sin
tener en cuenta el cambio en la política internacional de Venezuela y su
acercamiento a la región con diversos acuerdos estratégicos y la entrada al
Mercosur como país asociado. En este sentido, además de estos ejemplos de
participación en diversos países, Venezuela ha impulsado la integración de
los mercados energéticos por medio de acuerdos multilaterales entre los
países de la región.
Integración Multilateral: la gran ausente
Los acuerdos de integración y acuerdo energético multilateral han sido los
grandes ausentes en la historia latinoamericana. Si bien existen algunos
avances en el fortalecimiento de los acuerdos regionales como el Mercosur o
la Comunidad Andina de Naciones, los mismos se basan casi exclusivamente en
el comercio internacional y los mecanismos de mercado sin que el aspecto
energético de la integración sea tenido en cuenta.
No obstante, Venezuela viene impulsando por intermedio de PDVSA, una serie
de acuerdos multilaterales entre las petroleras estatales de la región.
Entre estos sobresale la creación de Petroamérica en el marco del ALBA. Su
función sería como coordinadora de las empresas regionales Petrocaribe,
Petroandina y Petrosur y la construcción del "Gasoducto del Sur" que uniría
Venezuela con Argentina y Chile (cuyo mayor recorrido se haría en Brasil).
De estas iniciativas, la única que tiene existencia real es Petrocaribe.
Petrocaribe es, según la propia PDVSA, "un Acuerdo de Cooperación
Energética con el fin de resolver las asimetrías en el acceso a los
recursos energéticos, por la vía de un nuevo esquema de intercambio
favorable, equitativo y justo entre los países de la región caribeña"[10].
Creada en 2005, actualmente la forman 16 países del Caribe que dependen del
petróleo importado. De acuerdo a las necesidades energéticas de cada país,
PDVSA se compromete a entregar un monto fijo con grandes beneficios
financieros sobre el importe de la deuda petrolera (financiando a largo
plazo hasta el 50% de la factura con un interés del 1% y dos años de
gracia).
La política de integración venezolana busca acuerdos de largo plazo que
eluden los mecanismos de mercado. Quizás por eso sean tan rechazados por
los defensores del neoliberalismo como Cavallo que, ante el senado de los
Estados Unidos declaró, refiriéndose a la política exterior venezolana
"Their policies are destroying a very promising regional integration
process that until recently benefited the energy scarce economies of the
region"[11]. El único proceso de integración que defiende es el liderado
por las empresas, únicamente mirando la ganancia y no los procesos de real
integración entre necesidades y capacidades de los países.
Con esto no se quiere sostener que Venezuela ha llevado adelante el proceso
de apertura internacional y búsqueda de integración por motivos
"filantrópicos". Además del respaldo y apoyo político que recibe Hugo
Chávez, Venezuela ha apostado a la integración energética para ingresar en
el mercado latinoamericano. Mediante acuerdos entre gobiernos y otorgando
facilidades, buscó encontrar mercado a la producción de PDVSA como parte de
su política exterior. Esta política de integración energética es a su vez
una forma de garantizar mercado para los abundantes recursos naturales de
Venezuela. Si bien en la actualidad los volúmenes involucrados en este
comercio entre petroleras estatales es bajo con respecto a la extracción de
PDVSA, la intención de la empresa es aumentar estos intercambios. Hace
falta mucho camino para que Latinoamérica reemplace a Estados Unidos como
principal mercado del petróleo venezolano[12].
Sin embargo, Venezuela parece ser el único país que apoya este tipo de
acuerdos multilaterales de integración energética. Son justamente alianzas
entre varios países las que permitirán una verdadera integración energética
de los pueblos. La actualidad latinoamericana indica que solamente están
prosperando algunos los convenios bilaterales, al tiempo que países como
Perú buscan romper los tratados regionales con la firma de Tratados de
Libre Comercio unilaterales con Estados Unidos. Como se mencionó, los
acuerdos regionales como la Comunidad Andina de Naciones o el Mercosur (aún
después del acercamiento de Venezuela) no han generado espacios de
integración energética real.
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) creada en 2008[13] tiene entre
sus principales objetivos "la integración energética para el
aprovechamiento integral, sostenible y solidario de los recursos de la
región"[14] y ya han existido reuniones entre responsables del sector
energético de cada país. Quizás esta nueva organización supranacional pueda
sobreponerse a las trabas que impiden una verdadera integración regional
energética como mecanismo de coordinación y planificación que supere las
experiencias pasadas basadas en el mercado y en acuerdo binacionales de
pequeño impacto.

Conclusiones

En este trabajo se realizó una breve descripción de la actualidad y
perspectivas de la integración energética latinoamericana. En esta
integración, el papel de los recursos naturales es preponderante. Sin
embargo, en muchos de los casos señalados que se llevaron a cabo en los
últimos años en la región, no se tienen en cuenta las características
propias de esos recursos. El más extremo puede ser el comercio
internacional de gas natural argentino – chileno o la venta de energía
eléctrica de argentina a Brasil. En ambos casos, la infraestructura fue
llevada adelante sin una capacidad que permita una explotación sostenida y
coordinada de los recursos no renovables. Cabe aclarar que estas actitudes
del "mercado" no son privativas del gas natural ya que luego de la
desregulación del sector hidrocarburífero argentino el petróleo crudo
también experimentó una explotación depredadora con destino al mercado
externo (llegando a exportar el 40% del total extraído). Sin embargo, en
este caso (por sus características físicas que permite el comercio de larga
distancia) el petróleo argentino tuvo como destino mercados extra-
regionales.
Como se describió, en América Latina existieron avances en la integración
por medio de la interconexión física y la generación conjunta por obras de
infraestructura y de la participación de las propias empresas. En ambos
casos, existieron ejemplos que privilegiaron la coordinación energética y
uso racional de los recursos (objetivo último de la integración) mientras
que en otros el "mercado" privilegió. En estos casos, las empresas
utilizaron la "integración" como herramienta para maximizar sus utilidades.

Según se entiende, esa es una falsa concepción de "integración" que se
vuelve doblemente peligrosa al hacerse por medio de la explotación
irracional de recursos naturales. Una verdadera integración debe incluir
planificación y coordinación regional, por lo que son necesarios acuerdos
multilaterales en vez de los arreglos binacionales que primaron en América
Latina.


Bibliografía
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(26 de agosto y 2 de septiembre de 2008) del MORENO (Movimiento por la
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Política de América Latina; 2008
OLADE; Informe de Estadísticas Energéticas, OLADE, varios años
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[1] Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en las Iº
Jornada de Ciencias Sociales, Literatura y Arte de Investigadores del CCC
[2] Esto es producto tanto de su grado de industrialización como por su
gran población. En término per capita, el consumo de Brasil no se compara
con los niveles de los países de la OCDE.
[3] Mansilla (2007)
[4] La parte compradora es otra subsidiaria de Endesa (Companhia de
Interconexão Energética - CIEN).
[5] Mansilla (2008c)
[6] La chilena Sipetrol posee además activos en Egipto e Irán y 12
yacimientos en Ecuador. La uruguaya diversificó sus activos en Argentina
mediante participación en el gasoducto que envía el gas extraído en sus
pozos a Uruguay y las empresas de refinación y distribución Carboclor y
Petrolera del Cono Sur, esta última asociada a PDVSA y ambas con cotización
en la bolsa de Buenos Aires.
[7] Si bien el estado brasileño apenas cuenta con el 32% de las acciones de
la compañía, mantiene el control de la empresa por medio del 56% de las
acciones con derecho a voto. Pero más allá de la propiedad, la empresa ha
funcionado desde sus inicios en concordancia con los objetivos en política
energética del gobierno brasileño. Ver Mansilla (2008d)
[8] Se conoció la información periodística que Petrobras vendió
recientemente la refinería de San Lorenzo y una red de 250 estaciones de
servicio por 35 millones de dólares a la nacional Oil M&S del empresario
Cristóbal López. Oil M&S posee además con permisos de explotación
hidrocarburífera en la región aunque no cuenta con capacidad de
autoabastecerse.
[9] Ver la experiencia de Petrobras en Argentina en Mansilla (2008a)
[10] Sitio web de PDVSA, www.pdvsa.com
[11] Cavallo (2006)
[12] A pesar de los esfuerzos en diversificar sus mercados, desde la década
del 80 Venezuela concentra sus exportaciones de crudo a Estados Unidos
(llegando en 2005 al 65%) en perjuicio del resto de los mercados. Espinasa
(2006)
[13] Firmaron el acta de creación en Brasilia Argentina, Bolivia, Brasil,
Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y
Venezuela.
[14] Tratado constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas, Art. 3
punto d.
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