Integración a la Ignaciana

August 16, 2017 | Autor: Agustín S.j. | Categoría: Teologia, Espiritualidad, Meditacion
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Descripción

COLABORACIONES Vol. 87 (2015)

MAnRESA

pp. 77-89

Integración a la ignaciana1 Agustín Rivarola

P

ermítanme comenzar con una anécdota personal. Hace unos 18 años estaba pasando por un momento muy conflictivo y tuve la ocasión de hacer los Ejercicios Espirituales bajo la guía de Carlos Meharu2, en Montevideo. Después de varios días de escucharme e interiorizar mi situación, me dijo cuatro palabras: “lúcidos, fuertes, buenos, libres”. luego pasó a explicarlas: “mantente lúcido frente a todas las cosas, tal como son; como verás la cruda realidad, sé fuerte; para que la fuerza no te endurezca, sé bueno; para no condescender por exceso de bondad, sé libre. Y así libre podrás ser más lúcido”. Además de unificarme interiormente frente al conflicto, Meharu me enseñó a complementar actitudes, buenas en sí, pero necesitadas de otras para no caer en sus propios desbordes. Más adelante comprendí que esta sabiduría podría llamarse “integración”3. Para llegar a ser yo mismo, yo misma, debemos transitar la vida enhebrando las muchas polaridades que nos constituyen: cuerpo y mente, materia y espíritu, afecto e intelecto, individual y colectivo, sexualidad y trascendencia, ciencia y fe, etc. Y para este desafío contamos con nuestros ancestros en la fe, aquellos y aquellas que supieron reproducir esa maravillosa integración que se nos regaló en Jesús de nazaret, “rostro humano de Dios, rostro divino del hombre”4. la encarnación del Verbo responde a esa gran necesidad nuestra de ser plenamente humanos sin dejar de abrirnos a lo divino, y la necesidad de retornar al origen fontal de nuestra existencia, sin alienarnos del mundo al que pertenecemos. De entre todos estos ances-

1 Agradezco a mis hermanos jesuitas del Centro Internacional de Espiritualidad Cova Sant Ignasi, en Manresa, cuya invitación para colaborar con ellos hizo posible la redacción del presente artículo. También mi gratitud a la Hna. Estela Grignola, CJ, de quien recibí, entre muchas cosas, la mirada de los opuestos complementarios aplicados a la espiritualidad ignaciana. 2 Jesuita uruguayo ya fallecido, ex-provincial de Uruguay durante el tiempo de la dictadura militar. 3 “Integrar” es, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), “completar un todo con las partes que faltan; hacer que algo o alguien pase a formar parte de un todo”. Viene del griego “hólos”: entero, completo; y su raíz latina “tangere” (tocar) nos remite a lo “no tocado”, lo que aún está completo. 4 JUAn PAblo II, Angelus del 11 de enero de 2004. También CElAM, Documento de Aparecida 392.

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Agustín Rivarola tros en la fe, seguiremos a Ignacio de loyola para rastrear la integración que logró en su tiempo, y quizá para todo tiempo. Ignacio integrador “Ignacio es un hombre eminentemente integrador, como pocos”, decía un maestro ya fallecido, el P. Jesús Corella SJ5, celebrando una sabiduría espiritual construida sobre la integración de aparentes opuestos que resultan ser complementarios. Desde loyola hasta su último tiempo en Roma, el peregrino vivió integrando paradojas humanas y espirituales hasta entonces imposibles de concebir. A Dios sólo se lo encontraba en el templo, pero Ignacio propone amarlo en el mundo, “en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender” [Ej 235]. la vida religiosa se concebía como un camino de salvación y santificación individual, pero Ignacio incluye la mediación de los prójimos en la dinámica santificante6. la consagración a Dios ahora también estaría “en el mundo”7, más precisamente en los lugares donde la gente vive y trabaja, marcando una ruptura con la forma tradicional de agruparse en conventos y monasterios. El legado ignaciano es como una danza que integra gracia y libertad, peregrinación y permanencia, ternura y firmeza, contemplación y acción, complejidad y simplicidad, lo universal y lo particular. Ignacio es un contemplativo de la creación8 que está llena de opuestos: cielo y tierra, luz y oscuridad, varón y mujer, sístole y diástole, intimidad y alteridad… quizá haciéndose eco de la sabiduría bíblica: Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y Él no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra. ¿Quién se saciará de ver su gloria? (Eclo 42,24-25). El peregrino supo aunar polaridades y hacerlas fecundas en su complementariedad. Creemos que las polaridades no se repelen, al contrario, se buscan, pues encierran necesidades vitales que fácilmente se encauzan

El peregrino supo aunar polaridades y hacerlas fecundas en su complementariedad.

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En su libro Sentir la Iglesia, Mensajero – Sal Terrae, bilbao – Santander 1988, 40. “El fin desta Compañía es no solamente atender a la salvación y perfección de las ánimas propias con la gracia divina, más con la misma intensamente procurar de ayudar a la salvación y perfección de las de los próximos” [Co 3]. nadal recuerda haber escuchado del mismo Ignacio: “la manera de aprovecharse en espíritu uno mismo es atender a la salvación de los prójimos” (Mon. Nat. V, 143). 7 También le debemos a nadal su insistencia en que “nuestra casa es el mundo”, y también “la definitiva y más importante forma de habitar de la Compañía no está en las Casas profesas, sino en las peregrinaciones” (Ibid., V, 195; n.175). 8 Ya en su convalecencia de loyola, la creación captó su espíritu: “la mayor consolación que recibía era mirar el cielo y las estrellas, lo cual hacía muchas veces y por mucho espacio, porque con aquello sentía en sí un muy grande esfuerzo para servir a Dios nuestro Señor” [Au 11]. 5 6

Integración a la ignaciana cuando encuentran su complementariedad9. Vamos a recorrer algunas integraciones que logró Ignacio y dejó reflejada en sus escritos. Cinco núcleos de integración ignaciana a) Gloria de Dios – salvación propia – ayuda de las ánimas Una de las frases más conocidas de la mística ignaciana es “a la mayor gloria de Dios”. A ésta le deberíamos agregar otras dos, muy frecuentes en su legado: “ayudar a las ánimas”, y “la salud del ánima (propia)”. Son tres frases que tienen en cuenta la triple dimensión relacional con Dios, con los demás y con uno mismo. necesitamos enaltecer nuestra fuente, honrar a Aquel que nos da la existencia, y a esto llamaba Ignacio “gloria de Dios”; necesitamos habilitar la propia valía, y todo aquello que sana, restaura y recupera la propia humanidad, y a esto Ignacio le llama “salud del ánima”10; y necesitamos sabernos útiles para nuestros semejantes, saber que “ayudar a las almas” restaura nuestra dignidad y glorifica a Dios. Con el lenguaje de su tiempo, Ignacio traducía las necesidades vitales de intimidad, alteridad y trascendencia, en “salud del ánima”, “ayuda de los prójimos” y “gloria de Dios”, respectivamente. Rara vez Ignacio habla de la “gloria de Dios” sin acompañarla de alguna de las otras dimensiones. Por ejemplo, en la meditación de binarios [Ej 152], pedimos “gracia para elegir lo que más a gloria de su divina majestad y salud de mi anima sea”. los jesuitas hacemos votos al final del noviciado “a mayor gloria divina y mayor fruto de su ánima” [Co 98]. Se nos invita a la renuncia de bienes siguiendo “el mayor provecho spiritual de las ánimas y gloria de Dios nuestro Señor” [Co 258]. Y al que reside en alguna ciudad se le pide que mire “en qué otras cosas que sean a gloria de Dios nuestro Señor y bien de las ánimas, pueda emplearse” [Co 616]. Incluso cuando se avecina la muerte, le pide al enfermo “procurar que Dios nuestro Señor sea en él glorificado y servido, y los próximos edificados” [Co 595]11. 9 Justamente por ser necesidades están hechas para la integración. la necesidad es el reflejo de la carencia, del faltante que busca completarse. 10 En una de sus primeras cartas tenemos un ejemplo del cuidado de la propia sanidad: “Cuanto más, que el Señor no os manda que hagáis cosas que en trabajo ni detrimento de vuestra persona sean, mas antes quiere que en gozo en Él viváis, dando las cosas necesarias al cuerpo…” (Carta a Inés Pascual, diciembre 1524. Epp 1, 71-73). 11 Varias veces encontramos las tres dimensiones juntas. Por ejemplo cuando al que desea ingresar en la Compañía de Jesús, le pide que su decisión sea “para mayor alabanza y gloria de Dios nuestro Señor, y para mejor salvar y perfeccionar su ánima, ayudando a las otras de sus prójimos” [Co 52]; y también cuando se propone la última probación “para que habiéndose aprovechado en sí mismos, mejor puedan aprovechar a otros a gloria de Dios nuestro. Señor” [Co 516].

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Agustín Rivarola b) Contemplación – acción la frase de nadal “contemplativo también en la acción”12, es otro de los binomios más conocidos con el cual podemos continuar. Aquí subyacen dos necesidades a complementar: necesitamos desplegarnos en el mundo, sentir que somos actores y no espectadores de la historia; y también necesitamos replegarnos a la soledad y el silencio de la propia cueva. Ignacio comenzó siendo hombre de acción, “travieso en juegos y en cosas de mujeres, y en revueltas y cosas de armas”13; luego, una bombarda lo volcó hacia dentro de su propio templo, donde “se le abrieron un poco los ojos” [Au 8; cfr. Au 21] sobre las cosas de Dios. Allí fue instruido sobre otro tipo de acción, no menos intensa, la diversidad de los espíritus que agitaban su alma. Acto seguido, movido por el deseo de ayudar a los prójimos, comienza a desplegar por fuera lo ya desplegado por dentro. Dice nadal que “después de que se inflamó en él la devoción del alma mediante aquellos ejercicios, se inclinó y afanó intensamente en procurar la salvación de los prójimos”14. Vivencia interior y despliegue exterior se necesitan y complementan para encontrar a Dios presente en la historia, en las personas, en la naturaleza y en toda circunstancia.

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c) Medios humanos – Confianza en Dios Una realidad que a todo creyente se le presenta es la ya conocida tensión entre la gracia y mi libertad, entre la fe y mi obrar. También aquí tenemos dos necesidades muy profundas: ser fieles a la propia originalidad, y ser fieles a la chispa divina que llevamos dentro. Estamos llamados a tomar la propia vida, decidiendo sobre ella, y estamos llamados a cultivar lo sagrado que nos habita, dando lugar al Ser que nos constituyó en la existencia. negar estos llamados me desarraiga de mi origen, dejándome a la deriva donde otros decidirán por mí. Ignacio supo integrar ambas fidelidades, a Dios y sí mismo. nunca dejó de “apretar mucho los puños” [Au 2], esa férrea determinación que caracterizaba su personalidad. nunca dejó de soñar a lo grande, sean “aquellas hazañas mundanas que deseaba hacer, o destas otras de Dios que se le ofrecían” [Au 7]. Siempre fue un espíritu de grandes deseos, primero “en servicio de una señora” [Au 6], luego imitando los rigores de los santos. Su larga convalecencia fue la ocasión propicia para tomar conciencia de la “Simul in actione contemplativus”, Mon. Nat. V, 132-133. FN I, 154. 14 FN, I, 318-319. Citado por Josep Mª RAMblA, SJ, El Peregrino. Autobiografía de San Ignacio, Mensajero-Sal Terrae, bilbao-Santander 1992, 126. 12 13

Integración a la ignaciana mutación, no mutilación, que Dios hacía en su alma. A partir de entonces vuelca su energía en servirle, “ofreciéndole todo su querer y libertad” [Ej 5], y Dios respondía “abrazándola en su amor y alabanza” [Ej 15]. Sin embargo, en esta danza de libertades tuvo que aprender a dejarse llevar. Ignacio aprendió la primacía de la gratuidad por encima de sus fuerzas. Trabajó sus escrúpulos incansablemente, con lágrimas y ayunos hasta de una semana entera, pero de repente quedó libre como quien despierta de un sueño, “teniendo por cierto que nuestro Señor le había querido librar por su misericordia” [Au 25]. Era muy puntilloso en examinar sus pensamientos y conferirlos cada semana con su confesor, pero la ilustración más grande de toda su vida le acaeció descansando, sentado mirando al río Cardoner [Au 30]. d) Universal – particular otras dos necesidades básicas que tenemos es la de hallar un horizonte de sentido, un “norte” para la travesía de la vida, y hallar también el gusto por lo cotidiano y la felicidad de las pequeñas cosas. necesitamos sabernos parte del planeta y la raza humana, así como también sabernos únicos y originales. Mi código genético y mis huellas digitales dan prueba que no soy uno más del montón. Ignacio supo conjugar lo grande con lo pequeño, lo universal con lo particular, el horizonte con lo cotidiano. Es todo apertura al Espíritu, dejando obrar “inmediate” al Creador con su creatura [Ej 15], y todo vigilancia para “que se hagan todas las diez adiciones con mucho cuidado” [Ej 130]. Contempla a la Trinidad “en su solio real o trono de la su divina majestad”, sin olvidar que la encarnación acontece en “la casa y aposentos de nuestra Señora” [Ej 103, 106]. las Constituciones de los jesuitas comienzan invocando “la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Creador y Señor” [Co 134], y finalizan con un detalle doméstico: que “las casas y colegios se tengan en lugares sanos y de buen aire” [Co 827]. Para el peregrino, Dios «es mayor que la cosa mayor del mundo, sin embargo le podemos hallar en la cosa más pequeña», según reza el elogio sepulcral de Ignacio en el primer centenario de la fundación de la Compañía15. e) El Reino y la Iglesia Tenemos necesidad de utopías, de sueños imposibles y causas por las 15 En 1640, el jesuita belga Jean bolland publicó la obra Imago primi Saeculi Societatis Iesu, en la cual se elogia a San Ignacio con la frase “non coerceri maximo, contineri tamen a minimo, divinum est”. Se puede profundizar esta frase en el artículo de Pascual CEbollADA, SJ, de la Revista Manresa 82, (julio-septiembre 2010) 247-252.

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Agustín Rivarola que vale la pena dar la vida, y también tenemos necesidad de estructuras que nos sostengan, que regulen la convivencia de quienes soñamos juntos. El místico hindú Rumi dice que debemos ser como un compás: una pata clavada en un punto y la otra abarcando la circularidad. Ignacio hunde sus raíces en la Iglesia, pero la quiere llevar más allá de Debemos ser como un sus muros: acude al Papa Pablo III para la aprobación de la naciente Compañía, y con los primeros compás: una pata compañeros hace profesión solemne en la basílica clavada en un punto y de San Pablo, fuera de los territorios vaticanos. En la otra abarcando la los Ejercicios nos presenta a Cristo llamando a trabajar con Él por el Reino de su Padre [Ej 95], pero circularidad del mundo. la concreción de mi respuesta debe ser “dentro de los límites de la Iglesia” [Ej 177]. los jesuitas hacemos un cuarto voto de obediencia al Papa, y sabemos que la Compañía ha sido fundada para “estar donde la Iglesia no está y atender a quienes nadie atiende”, como decía nadal16. El peregrino fue respetuoso con la jerarquía y acataba las sentencias eclesiales que le prohibían hablar de cosas de fe sin los títulos correspondientes, y también fue fiel a su deseo de “ayudar a las almas”, aunque le acarrease una mudanza a otra ciudad17.

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¿Ignacio integrador? Sin embargo, “integrar” no es un término usado por Ignacio, aunque encontramos textos donde expresa su sentido. Actualmente, varios expertos describen la espiritualidad de los jesuitas “como un sistema de tensiones vivificantes y creativas”18: tensión por confiar en Dios y en las propias fuerzas, tensión entre oración y acción, entre compañerismo y misión, entre la obediencia al superior y la voz de mi conciencia, entre la fidelidad a la Iglesia y la reforma de sus estructuras. Rodrigo Mejía, en su tesis La dinámica de la integración espiritual, hace un gran estudio de la frase “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”19, y la postula como principio integrador ignaciano. Pedro Arrupe, entonces General de la Compañía, se pregunta

MHSI Nadal V-II, p.126 [316]. Uno de los episodios que sirven de ejemplo fue cuando los dominicos del Convento de San Esteban examinaron la ortodoxia de Ignacio, y sentenciaron que si bien no había errores en su libro de los Ejercicios, no podía conversar con otros sobre las cosas de fe hasta que no terminase sus estudios en Salamanca. “El peregrino dixo que él haría todo lo que la sentencia mandaba, mas que no la aceptaría; pues, sin condenalle en ninguna cosa, le cerraban la boca para que no ayudase los próximos en lo que pudiese” [Au 70]. 18 bARRY, W. & DoHERTY, R., Contemplativos en la acción, Sal Terrae, Santander 2004, 17. 19 MEJíA , R., la dinámica de la integración espiritual, CIS, Roma 1980. 16 17

Integración a la ignaciana “¿cómo podríamos robustecer y asegurar nuestra vida espiritual y nuestro apostolado, como un todo perfectamente integrado”?20. la Congregación General 32 insistía en que “toda la formación de los nuestros debe concebirse y desenvolverse como un proceso progresivo de integración de la vida espiritual, del apostolado y de los estudios” (dec. 6, 11). Con distintas palabras, todos concuerdan en la importancia de integrar, pero no alcanzan a explicar “cómo” sucede. Ignacio percibe que las diferencias son complementarias21, pero deja su integración en manos de la caridad que se tengan los compañeros, o en el parecer del Superior “como la unción del Santo Spíritu le inspirase o en la divina Magestad mejor y más conveniente sintiere” [Co 624]. barry y Doherty llegan a decir que se produce un “dinamismo creativo” cuando los jesuitas “experimentan en sí mismos los desgarros ocasionados por cada una de las mencionadas polaridades”22, pero no llega a explicar la fórmula que transmuta un desgarro en una creación. Mejía dice que la integración es obra de la gracia, y de nuestra parte “esa colaboración activa de nuestra disponibilidad”23, pero sin llegar a explicar en qué consiste nuestra colaboración. la CG 32 avanza un paso al sugerir que la integración tiene una circularidad expansiva, “de modo que la plenitud de vida espiritual sea fuente de apostolado, a su vez impulse hacia los estudios y hacia una vida espiritual intensa” (dec 6,11). Por eso cabe la pregunta, ¿qué fue aquello que hizo de Ignacio un especialista de la integración? ¿Existe una clave que podamos extraer y aplicar también a las paradojas de nuestros días? Vamos a hacer el intento de responder estas preguntas, y para ello necesitaremos remontarnos a una de las vetas más características de Ignacio. Se trata del “magis” y su traducción en una espiritualidad que abraza la totalidad, integrando todo aquello que la compone. Del “magis” a la totalidad Es importante que no demos por supuesto lo que esta palabra significa, y volvamos a su fuente original. “Magis” sintetiza el amor entusiasta que tuvo Ignacio para con Dios, y todo el caudal de santos deseos que nacieron de esta experiencia, tal como “un ánimo generoso, encendido de Dios, suele

ARRUPE, P., “Carta sobre la integración de la vida espiritual y el apostolado”, AR XVI, 946. Para enviar jesuitas en misión, dice que “con uno muy ferviente y animoso parece iría bien otro más circunspecto y recatado, y así de otras mezclas como estas” [Co 624]. 22 bARRY, W., & DoHERTY, R., op. cit., 18. 23 MEJíA, R., op. cit., 473. Con todo reconocemos que Mejía es quien más se acerca a nuestra conclusión, cuando sugiere que la integración se logra encontrando a Dios en todas las cosas. 20 21

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desear hacer” [Au 9]. Magis es fruto del amor, es “el deseo tan vivo de hacer cosas grandes por amor de Dios” [Au 14]. Como bien dice Rambla24, “el amor implica siempre un dinamismo de desmedida, de exceso. no se satisface nunca con el frío equilibrio de lo justo. busca siempre hacer más, darse más”25. Cuando Ignacio nos propone el mágis26 quiere desplegar el máximo de nuestras posibilidades, ensanchar nuestro deseo para hacernos capaces de grandes cosas. Ignacio quiere ponernos frente al máximo horizonte posible, porque en el fondo busca la totalidad. El “magis” es su modo de responder al amor generoso, abarcante y totalizante con que Dios se le ha regalado. Ignacio apuesta con la misma moneda de Dios, entrega toda su persona al Todo que se le ha dado todo, “ofreciéndole todo su querer y libertad” [Ej 5]27. Ignacio sabe que Dios se le ha revelado como totalidad, y se relaciona con Él en su totalidad trinitaria28. la ilustración del Cardoner [Au 30] es regalo de totalidad, bien sea en cuanto su extensión y cantidad, “entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras”; bien sea en cuanto su profundidad, “y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas… como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto”; bien sea en cuanto a la densidad que perdura en el tiempo, “coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en una, no le parece haber alcanzado tanto como de aquella vez sola”. Josep Mª Rambla, SJ, comentando este episodio dice: “Parece, pues, que Iñigo recibe una iluminación sobre la totalidad, la globalidad del mundo. Esta RAMblA, J. M., op. cit., 36, nota 2. Quizá estos excesos podrían explicar la velocidad de su transformación. En mayo de 1521 cae herido en la batalla de Pamplona; diez meses después está velando sus armas en el Monasterio de Montserrat, y a mediados de 1522 recibe visiones de la Trinidad y la Humanidad de Cristo [Au 28]. En poco más de un año, Ignacio recorre un proceso que a muchos les lleva la vida entera. 26 “Solamente deseando y eligiendo lo que más conduce” [Ej 23]; “los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio” [Ej 97]; “para que más le ame y le siga” [Ej 104]; “para elegir lo que más a gloria (divina) sea” [Ej 152]; “por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor” [Ej 167]; “como más le parecerá que aprovecharse podrá” [Ej 209]. 27 Y podríamos agregar “que en todo lo posible desea aprovechar” [Ej 20], “no queriendo ni buscando otra cosa alguna sino, en todo y por todo, mayor alabanza y gloria de Dios nuestro Señor” [Ej 189], “para que yo, enteramente reconociendo, en todo pueda amar y servir a la su divina majestad” [Ej 233]. Hay otros ejemplos, ya no referidos a la relación con Dios, que también indican totalidad. Por ejemplo, a los jesuitas les dice que el tiempo de estudios “requiere todo el hombre” (carta al P. brandao, 1º/6/1551), y el oficio de General de la Compañía “más que todo el hombre” [Co 793]. 28 Su relación con la totalidad de Dios se expresa en la devoción que siempre le tuvo a la Santísima Trinidad, desde sus primeros tiempos manresanos hasta cercana su muerte, sin obviar todas las referencias que hallamos en el Diario Espiritual. 24 25

Integración a la ignaciana mirada nueva y totalizante constituye uno de los rasgos distintivos de la espiritualidad ignaciana. Debemos hacer las cosas abrazando la totalidad, “ex integro”, dice Jerónimo nadal, uno de los más fieles intérpretes del maestro.”29 nada más acertada que la expresión de nadal para definir la raíz integradora de Ignacio, esa capacidad de mirar todas las cosas “con otros ojos”, según decía laíEl movimiento nez, para hallar las posibilidades de integración. De la totalidad a la integración

debe ser incluyente-descendente, como la encarnación del Hijo.

Mirar la realidad en su totalidad, contemplarla en toda su diversidad, fraguando suavemente la síntesis integradora. Para integrar hay que abrazar la totalidad. Abrazar “todas las cosas creadas” [Ej 23] diría Ignacio: las sanas y dolientes, las honrosas y humillantes, valiosas y empobrecidas, antiguas y nuevas, luminosas y sombrías. Abrazar a todas las personas como el Padre “que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45). Ayudados de los conocimientos que necesitemos, cuanto más ampliemos el horizonte, mejor lograda será la integración. Abrazar la totalidad significa entrar en una dinámica incluyente, donde nada puede quedar fuera. Es un movimiento en dos direcciones: me lanza hacia los márgenes30, donde están los últimos y olvidados, y es un impulso descendente, me abaja hacia las profundidades del ser y me ubica en mi centro. Para que la totalidad no devenga en totalitarismo, el movimiento debe ser incluyente-descendente, como la encarnación del Hijo, que se hizo uno de tantos para “que Dios sea todo en todos” (1Cor 15,28). Al tomar “condición de esclavo” abrazó a los últimos y olvidados, y al “aceptar por obediencia la muerte”, asumió el misterio más hondo de la condición humana (Flp 2,7-8). Jesús integra en su persona la totalidad de Dios y la totalidad del hombre, en un movimiento que desciende y se extiende haciéndose “margen”. Integrar desde la contemplación Actualizar en nosotros el misterio de la Encarnación, será la tarea que nos toca. “Ansí nuevamente encarnado” [Ej 109] dice Ignacio –así como de

El Peregrino, Autobiografía de San Ignacio de Loyola, op. cit., 49, nota 23. Es impulso que me descentra, me hace salir del “propio amor querer e interés” [Ej 189], me saca del propio ego. 29 30

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pasada– al concluir la primera contemplación de la segunda semana. Resulta sugerente que este primer ejercicio comienza abarcando la totalidad: “toda la planicia o redondez de todo el mundo llena de hombres” [Ej 102]. luego abre las polaridades que la componen: “unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo, etc.” [Ej 106]. Y allí enseña a contemplar, va detallando los pasos de este nuevo modo de orar, ya no con las tres potencias del alma, sino mediante el canal de los sentidos. “Hay que ver las personas, oír lo que dicen, oler, tocar y palpar las realidades concretas, percibir sus sentimientos… fundirse con todo el ser en aquello que envuelve a Jesús”31. De una manera más receptiva y unitiva que la meditación, la persona que contempla asimila la persona contemplada, el Verbo hecho carne. En eso consiste el “conocimiento interno” que pide insistentemente Ignacio a lo largo de toda la segunda semana. “la contemplación pone juntas estas dos cosas: al hombre y al misterio, prolongadamente, para que haya interacción (sintonía-connaturalidad) y asimilación de la una por la otra”32. Entre las muchas riquezas que contiene, la contemplación desarrolla nuestra capacidad de integración. Creemos que Jesucristo, centro de los misterios que propone Ignacio, es la perfecta integración de lo humano y lo divino, dos opuestos que todas las religiones intentan acercar. Su persona, sus palabras y gestos que más impresión causaron en mí, se asientan gradualmente en los estratos de la interioridad, muchas veces sin que yo sea consciente de ello. Allí se produce un doble fenómeno simultáneo: mi humanidad integra la humanidad de Cristo, y su dualidad divino-humana perfectamente integrada33, despierta y guía los dinamismos integradores que necesito vivir. “Cristo revela al hombre la plenitud del hombre” (GS 22), no solo por la Palabra contenida en las Escrituras, sino también por las mociones grabadas en los papiros interiores. Es aquella “interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones”, que Ignacio valoraba “más que ninguna exterior constitución” [Co 134]. Dinámica interna de la integración Viene entonces la gran pregunta: ¿cómo sucede esta integración dentro de la contemplación? Creo que podemos seguir lo que había dicho Ireneo 31 ARzUbIAlDE, S., Ejercicios Espirituales, estructura y análisis, Mensajero-Sal Terrae, bilbao-Santander 1991, 337- 342. 32 Ibid., Tal como confiesa el autor, esta frase pertenece al P. Enrique Arredondo, SJ. 33 Indivise et inconfuse (sin división ni confusión), diría el Concilio de Calcedonia.

Integración a la ignaciana de lyon, “no se redime sino lo que se asume”. A ello agregaríamos “no se asume sino lo que se reconoce”, y “no se reconoce sino lo que emerge”. Mediante la contemplación y sus mociones, la redención desciende por tres niveles del consciente: asumir, reconocer, emerger. Solo que lo vivenciamos al final, sentimos que algo nuevo emerge, nos lleva su tiempo reconocerlo, y otro tanto asumirlo. Teológicamente descendente, existencialmente ascendente. Así por ejemplo, integrar mi sexualidad, el ser varón/mujer con todas sus características, comienza cuando las mociones interpelan esta dimensión, despiertan aquello que necesito integrar, me atrevo a escucharlo y permito que emerja a mi consciencia. luego me tocará acogerla y aceptarla tal cual es, reconocerla como la parte mía que es, sin entrar en juicios sobre su bondad/malicia. Solo esta aceptación permite que vaya asumiéndola gradualmente, abriéndome a la bendición del Padre, la semejanza del Hijo y la transformación del Espíritu. lo mismo para integrar los hondos deseos, aquellos que nos dan la identidad original, los deseos profundos que nos recuerdan lo bellos, auténticos, íntegros, buenos y amables que somos. Por ejemplo, el deseo de liberación, o el deseo de amar. necesito dejar que emerjan, aunque de momento quizá no pueda llevarlos a la práctica. necesito tomar contacto con estos deseos, habilitar su existencia, escucharlos y reconocerlos como propios. Con el tiempo que exigen los procesos vitales, iré asumiendo estos deseos y abriéndolos al movimiento redentor, para acompasarlos con los deseos de Dios “en la disposición de su vida para la salud del ánima” [Ej 1]. Al principio es frecuente creer que soy yo quien hace oración, cuando en realidad es la oración la que se hace en mí. lo mismo decimos sobre la integración, no soy quien la hace, soy quien la recibe. no es algo que yo pueda controlar, solo dejarme llevar por la escena y dejarme afectar. Ver las personas, oír lo que dicen, mirar lo que hacen, haciéndome tan presente que el misterio interactúa conmigo. Sería dejar que la luz de la escena se refleje sobre mi vida, ver qué rayo me refracta. no se trata de intervenir manejando la imagen o interpretarla desde mí, sino de poner “mis manos atrás” y dejar que el misterio me hable, me “reflecte”34. Tampoco puedo elegir aquello que debe emerger para ser asumido y redimido. Emerge lo que necesita emerger, y de mi parte debo permanecer, dejarme tocar, y recibir la integración que acontece. Una vez fuera de la contemplación me tocará 34 “Reflectir para sacar algún provecho” [Ej 108], dirá Ignacio. Según A. GUIllÉn, ‘Reflectir’ es dejar que se refleje la luz de otro cuerpo, como hace la luna respecto al sol… significa abrirse como un espejo a la luz que brota del Espíritu. Es dejarse empapar la cabeza, el corazón y las entrañas por el misterio de Cristo contemplado, en Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, Mensajero-Sal Terrae, bilbao-Santander 2007, Voz “Contemplación”.

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Agustín Rivarola hacerme cargo, poner medios, buscar concreciones. Pero mientras contemplo soy todo receptividad35. De aquí que la integración requiera un largo trabajo interior de vaciamiento y amplitud, pues la dimensión que necesito abrazar me pondrá ante realidades desconocidas, inciertas, sombrías o El encuentro con Jesús dolientes. Vaciarme de prejuicios inevitablemente mediante la adquiridos, y ensanchar el espacio mental para nuevos aprendizajes. “El crecimiento interior se realiza contemplación conduce cuando damos un lugar a algo nuevo. Por regla a la integración de general, este algo nuevo es algo que antes se rechatantas polaridades zaba; por ejemplo, la propia sombra. o algo que se lamentaba, por ejemplo, una culpa personal”36. como nos atraviesan. Asentir, no necesariamente consentir, a la realidad en todos sus matices, en clave de aceptación y confianza en la sabiduría del inconsciente. “Todo lo que está, está bien que esté”, aconseja Franz Jalics para recibir los aspectos sombríos que emergen en una contemplación37.

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Conclusión la contemplación nos brinda el contexto, como la matriz de la integración en sus niveles más profundos. Pero la interioridad no está separada de lo exterior; al contrario, se verifica en ello. la integración que regala la contemplación se puede ver (literalmente) en dos exteriorizaciones. la primera, en mis relaciones sociales empiezo a familiarizarme con los últimos y olvidados. Integrar las polaridades internas es un proceso que supone vaciamiento, como hemos dicho. Y desde esa pobreza nos movemos en la sociedad, ubicándonos por connaturalidad con los últimos y sus intereses. A semejanza de Jesús, a quien tanto hemos contemplado, nos familiarizamos naturalmente con sus preferidos, los pobres y desahuciados, y buscamos la integración social desde esas marginaciones. El segundo verificador es mi propio cuerpo. Efectivamente, la integra35 Con todo, existe también un modo más activo e intencionado para orar una integración, desde la meditación con las tres potencias. lo explica Carlos Cabarrús, SJ, pasando aquello que quiero integrar por el tríptico psico-histórico-espiritual. Por ejemplo: si necesito integrar la relación con mis padres, hago memoria de mis experiencias filiales, miro cómo los pobres viven el vínculo con sus padres, y busco en el Evangelio lo que Jesús enseñó sobre ello. De esta manera puedo integrar la propia biografía con la Historia de Salvación, en la historia real. Cfr. La danza de los íntimos deseos, DDb, bilbao 2006, 160. 36 HEllInGER, b., Los órdenes de la ayuda, Ed. Alma lepik, buenos Aires 2012, 48. 37 JAlICS, F., Ejercicios de Contemplación, San Pablo, bsAs 2003, 170 y 172. También, pág. 98, diálogo 3.3.: “Trata de dejar que esté todo lo que está”.

Integración a la ignaciana ción se expresa en el cuerpo. Todos los procesos interiores, tanto positivos como negativos, tienen repercusión corpórea que se trasluce en gestos, miradas, tono de voz, posturas, etc., y hasta llegan a incidir en la salud del organismo. Esto que es tan propio del pensamiento oriental38, Ignacio ya lo había intuido cuando dice que “la paz y verdadera humildad” de la persona, se nota “en la modestia del rostro, madurez en el andar, y todos sus movimientos” [Co 250]. Por la unidad que somos, la corporalidad expresa el proceso de integración que vivimos por dentro. Según John o’Malley, S.J., lo que hizo de los Ejercicios Espirituales una fecunda herramienta para los primeros jesuitas, “no fueron temas concretos o su manera de articularlos. Fue, más bien, la coordinación de las partes en una totalidad integral y novedosa”39. Creemos que su pedagogía del encuentro con Jesús mediante la contemplación ignaciana conduce gradualmente a la integración de tantas polaridades como nos atraviesan. Desde la integración de las sombras y el oscuro pasado (1ª semana), pasando por la integración de una Presencia que me habita, seduce y atrae mi libertad (2ª semana), hasta hacerse uno conmigo en su existencia pascual (3ª y 4ª semanas). En la Contemplación para alcanzar Amor [Ej 230] que abre “la 5ª semana”, Ignacio ofrece la máxima integración de Dios conmigo y con el cosmos (cosmoteándrica), y desde aquí aparece una nueva perspectiva: volverse uno mediante el amor. “En Dios no hay dualidad. En Dios todo es uno. Todo tiene lugar en Él”40.

38 “lo que el hombre de bien considera como su naturaleza –la compasión, la justicia, el civismo, el discernimiento– toma raíz en el corazón, pero irradia a través del rostro, corre a lo largo de la espina dorsal y se distribuye en los cuatro miembros, los cuales, sin necesidad de discurso, lo dejan transparentarse”. CHEnG, A., Histoire de la Pensée Chinoise, Seuil, Paris 1997, 162. 39 o’MAllEY, J., Los primeros jesuitas, Mensajero-Sal Terrae, bilbao-Santander 1993, 66. 40 JAlICS, F., op. cit., 103, diálogo 3.9.

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