Insurgencias Campesinas en el Nuevo León rural 1910 - 1913. Sujetos Subalternos y solidaridad popular

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Descripción



Facultad de Filosofía y letras/UANL
Colegio de Historia y Estudios de Humanidades


Temática: Historia Social


Insurrecciones campesinas en el Nuevo León rural 1910 - 1913. Sujetos Subalternos y solidaridad popular.


José Manuel Hernández Zamora
8vo. Semestre








San Nicolás de los Garza, N. L. Marzo del 2015
Insurrecciones campesinas en el Nuevo León rural 1910 - 1913. Sujetos Subalternos y solidaridad popular.
José Manuel Hernández Zamora
"La vida, la historia del mundo, todas las historias particulares se nos presentan bajo la forma de una serie de acontecimientos: entiéndase, de actos siempre dramáticos y breves. Una batalla, un encuentro de hombres de Estado, un importante discurso, una carta fundamental, son instantáneas de la historia". Fernand Braudel
Introducción
A través de los años y sobre todo en las últimas décadas han proliferado una serie impresionante de estudios sobre el desarrollo e impacto de la Revolucion Mexicana en la sociedad. Diferentes perspectivas han sido ensayadas, métodos y teorías han sacado a relucir los aspectos y características de dicha coyuntura histórica. Sin embargo, existen algunos espacios y aspectos que no han sido estudiados como su valor categórico como tal, como lo son los campesinos insurgentes del México revolucionario.
En esta investigación se pretende entrar en un primer momento a un dialogo con los sujetos que no figuran en la historia oficial de la Revolución Mexicana en el estado de Nuevo León. Revisar sus características sus continuidades y discontinuidades para rescatar sus aportaciones en el movimiento revolucionario. Explicar como a partir de sus inquietudes y carencias buscaron aprovechar el movimiento armado maderista en una primera instancia, para reivindicar su estatus dentro de la sociedad mexicana forjada en el porfiriato.
Estos sujetos subordinados y relgados como objeto de estudio de la creciente historiografia, son los campesinos principalmente, pero también los grupos indígenas y obreros que a través de sus movimientos locales inarticulados y muy aislados manifestaron su rechazo continúo al dominio y estructura, que el porfiriato a través de sus diferentes agentes de poder había impuesto. Estas insurgencias surgieron a partir de la coyuntura del movimiento maderista y no necesariamente vinculados a con él, es decir estas insurrecciones si bien surgieron en el contexto de la avanzada maderista por un cambio de política, no quiere decir que los campesinos de las diferentes zonas de lo que políticamente se constituía como la nación mexicana, se hayan sublevado por el llamado de Madero a luchar contra el gobierno central, más bien seguían intereses particulares o locales, esto no descarta que si hayan habido algunos grupos insurrectos que atendían y entendían dicho llamado.
Los estudios regionales en este periodo histórico se han relegado con respecto a otros estados de la república. Si bien la historiografía nacional ha tenido una gran proliferación, las investigaciones de este periodo en la región se han quedado rezagado. En primer lugar se debe a la argumentación que la participación de gran relevancia en la Revolución por parte de la sociedad nuevoleonesa se dio a partir del golpe de estado del Gral. Victoriano Huerta, la cual desencadeno una serie de movilizaciones de ejércitos populares bajo ciertos líderes consolidados en la Revolución maderista.
Si bien es cierto, que el mayor impacto de la Revolución en el estado, sobre todo de carácter político y económico se dio a partir de 1913, se considera un error descartar los movimientos campesinos surgidos durante la Revolucion maderista, ya que es una expresión viva de la situación social de la sociedad rural, de la otra cara de la sociedad nuevoleonesa, aquella que no estaba contemplada dentro del acelerado proceso industrial que vivía la capital del estado.
Precisamente el siguiente argumento gira entorno a que la dinámica económica preponderante del estado se concentraba en la capital, así también las instituciones y la mayor cantidad de población, se ha descartado y despojado de importancia a los grupos populares dentro de la historia regional. El historiador Oscar Flores ha contribuido con sus estudios en analizar el desarrollo e impacto de la Revolución Mexicana en la urbe estatal, en sus textos Monterrey en la Revolución, 1909-1923, y Burguesía, militares y movimiento obrero en Monterrey, 1909-1923, reconstruye la historia no solo de la política regiomontana en el contexto revolucionario, también contribuye el estudio de otro grupo popular: la creciente clase de obreros.
La presente propuesta de investigación sobre la participación de los campesinos del estado de Nuevo León durante el desarrollo de la Revolución Mexicana, representa un esfuerzo por observar con mayor precisión la respuesta que el campesinado de la zona rural agrícola central del estado dio ante la coyuntura revolucionaria. Esta respuesta se materializo en un primer momento mediante insurrecciones esporádicas e inarticuladas, que al carecer de organización y de un líder carismático tendieron a declinar prematuramente. Se presenta a los campesinos como un grupo social que también puede tomar decisiones, y que no necesariamente como varios autores proponen, su participación en la lucha armada se reduce a hacer carne de cañón y a una manipulación directa de los grupos que dominan la esfera del poder.
Esta investigación abarcara los años que corren desde 1910 a 1913. Se ha elegido esta temporalidad porque fueron los años donde el área que integra los municipios de la zona agrícola central se encontró bajo insurrecciones campesinas y ataques de gavillas revolucionarias. De manera muy especial no centraremos en los primeros años, especialmente 1911 ya que fue el año donde se registra mayor actividad de partidas campesinas, desvinculadas a facciones revolucionarias, en los años posteriores su participación se verá inmersa dentro de las actividades de los diferentes grupos accionarios que llegaron a la región, sobre todo en la etapa de choques entre las facciones revolucionarias. La temporalidad se inicia desde 1910 como parte del contexto, pero se debe especificar que los movimientos campesinos en nuestro espacio de investigación se iniciaron a partir de 1911, se tomara en cuenta años anteriores y posteriores en el marco de la temporalidad propuesta de esta investigación para la contextualización.
Campesinos como Sujetos subalternos y solidaridad popular
Los estudios de las revueltas campesinas en el marco de la Revolución Mexicana demuestran una amplia participación d este grupo popular a lo largo y ancho del país. Dicha participación fue el motor militar y humano para que la Revolución se mantuviera viva durante muchos años. También fueron los campesinos a través de sus líderes quienes demandaron la solución al gran problema de la sociedad mexicana: el problema agrario.
Dicha participación la expondremos en el apartado siguiente, ahora nos ocuparemos de la incógnita más importante de este trabajo ¿cómo se justifica a los campesinos como sujetos subalternos? Para ello nos debemos referir a las propuestas teóricas de la corriente de Estudios Subalternos, recordando que dichas propuestas surgen a partir de un sentimiento de "desilusión e insatisfacción" ante la situación que el Estado Indio pasaba hasta ese momento, y de la forma en cómo se escribía la historia.
A partir de los ochenta los Estudios subalternos se encamina en palabras de Banerjee a una "búsqueda de nuevos criterios metodológicos para la escritura de la historia: una historia teóricamente consciente, combativa pero auto-reflexiva". Que no se limita solamente a estudios postcoloniales, al estudio del proceso que llevaron a las sociedades formadas en el periodo de colonización ah constituirse como naciones. Esta reflexión abarca los problemas modernos de dichas sociedades, a partir de una nueva historia que incluye a los sectores desprovistos de una historia. Problemas que tienen que ver con la implementación del capitalismo, las ideas del modernismo entre otras.
De allí nace la idea de una hacer una historia diferente, aquella en la que su reflexión principal se centrara en la importancia de los grupos subordinados, en aquellos actores socio-históricos que habían sido desheredado de las páginas de los procesos históricos, en un esfuerzo por contrarrestar las ideas de la historiografía oficial y elitista.
Estos grupos subordinados en la sociedad mexicana de principios del siglo XX eran los campesinos, indígenas y obreros. Quizá estos últimos sean quienes hayan tenido una mayor relevancia en la historia, debido a que se dio un desplegué industrial durante porfiriato en algunas ciudades por ejemplo Monterrey. La historiografía regional en consecuencia ha abordado a este grupo marginado y en cierta manera ha reivindicado su participación en los procesos históricos de la región.
Por otro lado, los campesinos ha sido el grupo menos estudiado y es el más numeroso en el estado hasta antes de la industrialización de la ciudad de Monterrey. A principios del siglo pasado, exceptuando la capital del estado, la población se constituía en su mayoría por campesinos y rancheros. Al igual que el campesinado mexicano en general sufrían las insuficiencias del régimen, y el acelerado crecimiento económico en ventaja de unas cuantas personas que detentaban los medios de poder.
Los movimientos sociales rurales han sido los menos abordados en la historiografía local. Por otro lado, los obreros han sido objetos de estudios muy bien profundizados. Esto se debe a que en primer lugar el desarrollo económico del estado se concentró en la capital por medio de una serie de industrias, segundo la mayor cantidad de población se ha concentrado en un espacio reducido acaparando todas las instituciones y sus campos, y por último, tiene que ver el poco interés e iniciativa por los investigadores y las instituciones de rescatar la historia de las sociedades rurales del estado.
En nuestra óptica analítica los campesinos son actores socio-populares comparten "ámbitos de constitución de identidad y mecanismos de sociabilidad". El desarrollo de dichos ámbitos en una comunidad hace posible que en un momento coyuntural tenga lugar un movimiento social. Una forma muy notoria de observar estos mecanismos de solidaridad en la sociedad mexicana de principios de siglo XX, fue la violencia sucedida en los movimientos sociales por los sectores populares en contra de la elite y el Estado, materializada en el acontecimiento histórico que denominamos la Revolución Mexicana.
Una definición de movimiento social nos la aporta Raschke, en la que lo define como un actor colectivo que interviene para que se geste un cambio en una sociedad. Supone un desarrollo de ideas, formas y conducta compartidas por los individuos de dicha sociedad, y no necesariamente homogenizada. Por el contrario, dicho actor tiende a tener una multiplicidad en formas de organización y de actuar, unidas bajo los objetivos comunes surgidas a partir de las necesidades del colectivo. Estos movimientos sociales se materializan a través de la acción colectiva, que los llevara a buscar alcanzar sus objetivos o metas.
Dicha acción colectiva se gestionara bajo una manifestación violenta que pueden identificarse, en palabras de Goicovic, por medio de tres fenómenos clásicos: el motín urbano, el levantamiento minero y el bandolerismo rural. La primera sería una forma de expresión violenta del grupos social integrado por los obreros, la segunda corresponde a los mineros y la tercera a una forma de expresión rural (campesinos, vaqueros, indígenas).
La expresión utilizada por los grupos que se desarrollan en el espacio rural manifestados a través del bandolerismo rural constituyo una mecanismo de expresión, no solo para los campesinos de Nuevo León, se vería reflejada en muchas partes de la república. Los campesinos del Nuevo León rural de la segunda década del siglo XX, a través del bandolerismo constituyeron la antítesis de poder del régimen. Dicho régimen de poder se materializaba tanto en las haciendas, así como todo aquel que representara los intereses del gobierno, de allí que sus ataques los enfocaran en los representantes más cercanos del poder político: los jueces auxiliares.
El bandolerismo rural es propicio en áreas en las que se dificulta el acceso a las fuerzas del orden. El área de la Zona agrícola central fue un espacio el cual reunía las características necesarias para la existencia de campesinos insurrectos. Su lejanía entre la zona urbana y las haciendas y demás demarcaciones era muy grande, los caminos definidos entre los surcos de maleza espinosos no se caracterizaban por ser los ideales. Los centros poblacionales rurales también se encontraban a distancias considerables, por lo que era relativamente fácil que una gavilla de bandoleros rurales (campesinos insurgentes) se pudiera escabullir entre los montes o esconderse en diferentes asentamientos poblacionales.
Los campesinos se identificaran por su lucha contra los mecanismos integradores del porfiriato ya fuere por medio de una "ficción democrática"; o por coacción. Dicha lucha es una expresión viva de resistencia frente al proceso de integración al modelo socioeconómico porfirista. A lo largo de la segunda década del siglo se materializaría en la lucha armada que llevaría a la trasformación paulatina de la sociedad mexicana.
Insurrecciones campesinas en la zona Agrícola Central
El área de nuestro estudio se vio afectada por insurrecciones campesinas a partir de la primera mitad de 1911. Estas primeras manifestaciones de descontento social se llevaron a cabo en la zona rural de los municipios, en las rancherías y poblaciones cercanas a las Haciendas. Dicha expresión de violencia social era el reflejo de la situación de descontento que la nación mexicana vivía. Y a diferencia de la afirmación de que los "brotes armados en Nuevo León fueron pequeños, focalizados y tardíos", veremos que sus maniobras se gestaran en las zonas rurales desde los primeros meses de 1911, y se extenderían hasta la consolidación del constitucionalismo.
Las promesas hechas en campaña Madero crearon gran expectativa de cambio en la sociedad nuevoleonesa, esto se reflejó con la aceptación que tuvo durante su visita a la capital del estado en donde "una gran multitud tuvo que ser dispersa para controlar a la población". Es posible que muchos campesinos hayan tenido acceso a esta información, y vieron la oportunidad para la gestación de un cambio en sus condiciones de vida. Las condiciones que se generaron en la primera década del siglo XX agravaron la situación desfavorable en la que se encontraban. En primer lugar la crisis cíclica económica que se vivió a consecuencia de la acelerada inversión norteamericana, dicha inversión durante los años de 1876 – 1900 se triplico, en consecuencia hubo una tasa de inflación altísima, que provoco la reducción de los salarios, afectando severamente a los campesinos.
Estas insurrecciones rurales lograron subsistir por medio de mecanismos de solidaridad. Estos mecanismos "se definen como actividades de apoyo mutuo entre dos o más sujetos, que se fundamentan en una retribución que no es inmediata ni equivalente a la prestación dada". Sino más bien es gestada mediante la cotidianidad, en la que los campesinos identifican sus carencias y sus fortalezas, y ponen en práctica sus capacidades en relación al bien comunitario.
Fue precisamente en estos "movimientos de rebeldes e inarticulados", en palabras de Knigth, donde se gestó el camino que llevaría a los grupos de protesta más grandes, masivos y organizados, que desencadenaría el proceso revolucionario y sus complejas articulaciones. Claro está que en estas protestas esporádicas de inconformidad de los Jimenenses, no se pretendía un movimiento más complejo como el de Madero y sus pretensiones políticas, sino más bien respondía a sus necesidades particulares, como de mejores condiciones de trabajo.
El municipio que más insurrecciones campesinas tuvo fue el de Cadereyta Jiménez. Esto se debe en primer lugar a la distancia relativa que existía entre la incipiente zona urbana y la zona rural, que era el espacio donde se concentraba la mayor parte de la población. En este municipio se categorizaban 59 haciendas y 108 ranchos, según los datos del departamento fomento del estado. Había una marcada diferencia en población entre la población urbana y rural, pues para principio de siglo la mayoría se concentraba en el espacio rural desempeñándose en los trabajos agrícolas, allí los 1,165 campesinos jornaleros se mantenían con los 62 centavos que recibían de salario; cifra que aumentaría para la segunda década a 2,793 campesinos categorizados como jornaleros.
Montemorelos y China municipios vecinos de Cadereyta, también se caracterizaron por tener algunas esporádicos movimientos de insurrecciones campesinas. Esto se debe que ambas municipalidades comparten el espacio rural, y los limites políticos de territorio no era algo que tuviera mucho sentido para los campesinos y sus actividades.
En China por ejemplo durante el año de 1911 hubo adjudicaciones de terrenos ejidales en propiedad mediante el denuncio, desproveyendo de las pocas tierras a los campesinos que de por sí apenas tenían acceso a recursos para subsistir. Esta práctica de apropiación por denuncio se había generalizada durante el porfiriato y redujo los medios y espacios naturales disponibles para la subsistencia de los campesinos. El centro – sur del país fueron las zonas geográficas que vivieron con mayor ferocidad este proceso agrario.
La municipalidad mayor vegetación y grandes espacios rurales era Montemorelos. Los 2, 650 campesinos jornaleros mantenían una situación similar que sus las vecinas municipalidades. Con un salario cotizado en 50 centavos sus expectativas de crecimiento solo se materializaban en más miseria y deudas. La industria naranjera que en las décadas posteriores trasformaría a la ciudad, estaba en su etapa de prueba, y aunque el ferrocarril del Golfo enlaza la ciudad con la capital, el desarrollo socioeconómico apenas era visible en la vida rural. Montemorelos también era una municipalidad que basada su economía en la producción agrícola. Dentro de su geopolítica para 1909 existían 134 haciendas y 146 ranchos que eran los centros de trabajos para los campesinos.
Como consecuencia de un nulo crecimiento social de los campesinos, en la primera oportunidad que se les presento manifestaron la deficiencia del régimen para satisfacer los problemas de los sectores populares. Dicha oportunidad llego con el llamado e inicio de la lucha armada por un cambio político que lanzaba el hacendado norestenses: Francisco I. Madero. Madero tenía muchos vínculos familiares, económicos y políticos en la ciudad de Monterrey, entre ellos el Gral. Gerónimo Treviño; quien recuperaba su influencia en la política nuevoleonesa tras el distanciamiento entre Gral. Reyes y el presidente de la republica el Gral. Porfirio Díaz. Dichas relaciones entre grupos de poder, sirvió para que la capital del estado no se viera afectada en la primera etapa revolucionaria.
Estas primeras manifestaciones de descontento social en esta área en primera instancia ponían en evidencia la fragilidad del régimen, y la desatención que tenían las autoridades con respecto a los campesinos. Los ataques de estos grupos de campesinos bandoleros eran especialmente a los jueces auxiliares que eran representante del gobierno en primera instancia y las haciendas. Por ejemplo un levantamiento suscitado en la hacienda del Durazno llevado a cabo por los Señores. Hilario Hinojosa y Leandro Tamez". Dicha Hacienda contaba con una población de 338 personas dentro de sus límites, entre administradores, campesinos y sus familias, que se asentaban en los alrededores de su centro de trabajo.
En el caso anterior del levantamiento en la hacienda del durazno, un día después Hilario Hinojosa, da un asalto a las autoridades locales de la misma comunidad (El Durazno) con un grupo de individuos que lo siguen, informa en un recado el Juez auxiliar Idelfonso Garza al alcalde M. Treviño, por lo que tuvo que pedir ayuda a la comunidad de los Palmitos. El ataque a las autoridades correspondía en que los hacendados encontraban legalidad de sus actos en el poder político, por lo que se los campesinos insurgentes los consideraba dentro del grupo de poder adversos a su bienestar.
Levantamientos como el ejemplo anterior de dieron en otras haciendas. Los campesinos sin experiencia en la lucha, sin un plan para sus demandas terminaban siendo una gavilla de bandoleros, encontrando en la violencia social su único recurso de hacer escuchar la voz. Ante el descontento generalizado en las regiones del norte del país, los campesinos de nuevoleoneses por circunstancias sociales se lanzaron a ciegas a la lucha.
Para estos grupos de bandoleros rurales les era imposible generar ataques coordinados y eficaces. Sus limitaciones ideológicas y económicas los encerraban en un espíritu de lucha perdida. Sus recursos durante los meses de insurrecciones lo obtuvieron mediante el pillaje, así también como los instrumentos para la lucha: armas, caballos y monturas.
Sus áreas de movimiento se limitaban en los alrededores de las haciendas y rancherías. La subsistencia la obtenían de las poblaciones campesinas, gracias a la solidaridad popular generada en empatía de condición social, pues "cuando el hombre de pueblo actúa históricamente, es decir, en línea directa hacia su humanización solidaria, no moviliza una sino todas las facetas de su ser social". Es decir, que solo por este mecanismo de solidaridad es que los campesinos insurrectos pudieron mantener sus travesías.
Los valores afectivos y éticos son más conservados en los sectores populares. Dicho mecanismo es una estrategia se sobrevivencia. Es era más fácil que un campesino le diera a su semejante algún objeto de la cotidianidad prestado inclusive regalado, que el capataz o patrón le diera algún crédito. Estas características llevaron a que se formaron lazos de afectividad sustentados en la solidaridad de condición o grupo social.
En otras condiciones dichos movimientos insurrectos solo hubieran sido intentos frustrados, que la despótica acción de la policía rural hubiera apaciguado, inclusive la misma guardia blanca que varias haciendas de tamaño grande mantenían para el control interno, y que era una especie de policía particular al servicio del hacendado, hubiera podido controlar estos movimientos de rebeldía campesina.
Por ejemplo en los esporádicos enfrentamientos o en las andanzas de operaciones de estos bandoleros rurales, podía salir herido algún miembro. Los únicos benefactores en estos casos serian aquellos que identifican en ellos causas justas, es decir, personas que las conocen y las catalogan como parte de su entramado social y no por criminales. La "prestación de auxilio" entre los miembros de los sectores populares es uno de los mecanismos de solidaridad, como lo expone Vallejos en su texto. Así estos campesinos no tenían ningún problema en compartir el "arroz, frijoles, chile, tamales y tortillas"; componentes de la dieta básica rural con los insurrectos.
Los campesinos de esta área geopolítica por estar aislados desarrollaron entre sus habitantes estos mecanismos de solidaridad como una estrategia de supervivencia y protección. No es que sea un código escrito, sino más bien es algo implícito en la cotidianidad, la "sociedad popular" promueve y sanciona para que sus estrategias de subsistencia se desarrollen y consumen eficientemente".
Las formas de operación de los rebeldes realmente no existían como tal. Podían aparecer en una hacienda por la mañana perturbando las actividades o bien esperar a que la noche les propiciara un espacio más adecuado para llevar a cabo sus operaciones. Las bandas de campesinos rebeldes que se habían formado para principios del 2do semestre de 1911, eran más numerosas y sus objetivos principales seguían siendo los mismos los cuales eran abastecerse de armas, caballos monturas.
Las campañas del ejército federal realmente no eran demasiadas intensivas, aunque si las hubo, los soldados protegían las estaciones del tren y viajaban entre ellas, por lo que los "pronunciados" termino que les daban en algunas poblaciones a los rebeldes, se retiraban en cuanto llegaba un tren a alguna comunidad, ante los rumores de que "gente del gobierno se encontraba en los vagones". La policía rural fue las más utilizada para contener los movimientos, aunque sus acciones fueron limitadas, lograron en conjunto a las autoridades locales de las demarcaciones lograr atrapar y desarticular algunas partidas de bandoleros rurales.
Muchos de estos campesinos rebeldes se unirían a la postre, plenamente con la llegada de los ejércitos villistas y de otras facciones en conflicto contra el huertismo. Su participación se materializaría en la misma guerra civil que prevaleció entre los mismos caudillos. Estas rebeliones campesinas duraban el tiempo que podían maniobrar. Cuando sus líderes eran capturados por lo general estas gavillas de campesinos bandoleros rurales se desintegraban o sus participantes se unían a otros dirigentes. Este proceso se va a dar en algunas municipalidades más que en otras hasta principios de 1913 cuando los alzamientos de campesinos ya eran más consolidados y mantenían mejor cohesión entre sus acciones y el macro movimiento revolucionario.
A modo de conclusión
El proceso vivido durante los primeros años de Revolución fue crucial para la manifestación de los grupos sociales marginados. Con el inicio de la revolución maderista, los campesinos se dieron cuenta de la oportunidad que se les presentaba para manifestar su descontento ante la condición de vida que estaban obligados a soportar. Esta expresión de descontento se reflejó por medio de insurrecciones campesinas, que al carecer de una organización, proyectos y materiales de operación terminaron por ser bandas de bandoleros rurales. Su rechazo al régimen se materializo por medio de la violencia social en contra de quienes representaban o detentaban los medios de poder, con acciones de bandidaje; el robo y pillaje.
Dichas incursiones de este grupo subordinado a las haciendas, se lograron mantener en operación gracias a los mecanismos de solidaridad. Estos mecanismos iban desde guardar silencio hasta el hospedaje. Para los grupos de poder los campesinos insurrectos significaban delincuencia, para los otros jornaleros bandoleros que peleaban causas justas, hombres con valor para desafiar la autoridad, compañeros que arriesgaban sus vidas para exigir y alzar la voz en contra de sus carencias sociales.
Tenemos en los campesinos nuevoleoneses un grupo subordinado a las imposiciones del régimen socioeconómico porfirista, que al igual que los miles de campesinos, indígenas mantuvieron su rechazo sublimado hasta el desencadenamiento de la lucha armada. Su participación en la Revolución Mexicana es una viva expresión de la lucha entre los grupos que detentan el poder y los subordinados a las condiciones impuestas por los primeros. Sus causas de insurrección con sus particularidades serian una voz accionaria más, que se uniría al eco que produciría el campo de batalla de la Revolución Mexicana.
Fuentes primarias
Archivo Histórico de Cadereyta Jiménez (AHC)
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI)
Archivo General del Estado de Nuevo León (AGENL)
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Cf. Banerjee, I. (s.f.). Historia, Historiografía y Estudios Subalternos. Centro de Investigacion y Docencia Economicas, A.C, p. 101.
Ibid, p. 100.
Cf. Dube, Saurabh (2001) Sujetos Subalternos: Capítulos de una historia antropológica. México: COLMEX, pp. 38-39. Citado en Banerjee, I. (s.f.). Op. cit. p. 103.
Véase los trabajos de: Castillo, O. J (2010). Historia social de los obreros industriales en monterrey durante el reyismo 1885 -1909 (tesis). Monterrey; Cerruti, M. (2006) Burguesía y capitalismo en Monterrey: 1850 – 1910. Monterrey: Fondo Editorial Nuevo León; Martínez, E. (2006) Convertirse en ex obreros: Cambios y continuidades en las identidades de los trabajadores de Fundidora en Monterrey. México: COLMEX; Morado, M. C. (1991) Minería e industria pesada: capitalismo regional y mercado norteamericano 1885 – 1910. Monterrey: AGNL; Rojas, S. J. (2009) El patrimonio Industrial Histórico de Nuevo León: Las Fábricas Pioneras. Vol. I. Monterrey: CECyTE – Caeip; y otros artículos.
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Cf. Katz, F. (2004). De Díaz a Madero: Orígenes y estallido de la Revolución Mexicana. México: Era, p. 20.
Vallejos, S. F. (2012). Sociabilidad popular y mecanismos de solidaridad. Estudio de casos en la Provincia de Talca (1830-1850) (Tesis). Chile: Universidad de Chile, p. 83.
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Cf. Arredondo, M. B. (1984). Historia de la Revolución Mexicana. México: Porrúa Hnos, 24.
Cf. Vallejos, S. F. (2012). Op. cit, p. 95.
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Ibid., p. 115.
AHC, Vol. 360. 1991 No. 3
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