¿Insurgencia Criminal? La cambiante naturaleza del Crimen Organizado Transnacional en México y Centroamérica

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¿INSURGENCIA CRIMINAL?: LA CAMBIANTE NATURALEZA DEL CRIMEN ORGANIZADO TRANSNACIONAL EN MÉXICO Y CENTROAMÉRICA* Criminal Insurgency? The changing nature of Transnational Organized Crime in Mexico and Central America Esteban Arratia Sandoval** RESUMEN:

¿El crimen organizado transnacional está evolucionando hacia un nuevo tipo de insurgencia? Este trabajo pretende responder a dicha interrogante, analizando y contrastando los elementos teóricos más substanciales de la insurgencia con organizaciones criminales como las maras y los carteles de narcotráfico que operan en México y el Triángulo Norte de Centroamérica. Se plantea como hipótesis que esas agrupaciones no cumplen los requisitos que la literatura existente establece acerca de la insurgencia, pues no buscan apoderarse del Estado, ni declarar la guerra a ningún Estado o derrocar algún gobierno. Palabras clave: Insurgencia criminal, actores armados no estatales, crimen organizado transnacional, Estado débil, carteles de la droga, maras

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ABSTRACT:

Is transnational organized crime evolving toward a new type of insurgency? This paper attempts to answer this question, analyzing and contrasting more substantial theoretical elements of the insurgency with criminal organizations such as gangs and drug cartels operating in Mexico and Central America’s Northern Triangle. It arises as hypothesis that such groups do not meet requirements established by the existing literature about the insurgency because they do not seek to take control of the State, or declare war on any state or overthrow a government Key words: Criminal insurgency, Armed non-state actors, Transnational organized crime, Weak state, Drug cartels, Gangs

Recibido: mayo 2015; aceptado: junio 2015 Este artículo es un avance del Proyecto IN201503, “¿Tropas en la calle? Fuerzas Armadas en seguridad pública en México y El Salvador: Una visión comparada”. Analista en Políticas y Asuntos Internacionales mención en Seguridad y Defensa. Universidad de Santiago. Mag© en Estudios Internacionales. Universidad de Santiago. Investigador Asociado ANEPE. Correo electrónico: [email protected]

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Introducción ¿Insurrectos con fines de lucro?: Los orígenes de un “nuevo” concepto Dicen que las comparaciones son odiosas. Es por eso que cuando la ex Secretaria de Estado estadunidense Hillary Clinton declaró ante el Council on Foreign Relations en 2010 que las organizaciones criminales en México y Centroamérica estaban “mostrando cada vez más indicios de insurgencia”1, hasta el punto de afirmar que México se veía “cada vez más como Colombia hace 20 años, donde los narcotraficantes controlaban ciertas partes del país”2, las reacciones de los funcionarios del Gobierno azteca no se hicieron esperar. Es así como el último Secretario de Gobernación del sexenio calderonista, Alejandro Poiré, rechazo de plano la analogía argumentando que “no creo que esa caracterización encontraría suficiente evidencia para ser útil… creo que la mejor manera de describirlo es violencia de cárteles de droga”3. Mientras que la entonces Canciller mexicana, Patricia Espinosa, agregó que “en Colombia, las FARC surgieron como un movimiento con una agenda política y, en diferentes etapas, estableció vínculos con la delincuencia organizada para allegarse recursos. En el caso de México, estamos hablando concretamente de un tema de delincuencia organizada”4. Y pese a que el presidente Barack Obama matizó rápidamente los comentarios realizados por Clinton, señalando que “México es una democracia amplia y progresiva, con una economía creciente, y como consecuencia no puedes comparar lo que está pasando en ese país con lo que ocurrió en Colombia hace 20 años”5. Lo cierto es que los señalamientos de Clinton parecían ser un reflejo de las discusiones dominantes no solo en las altas esferas gubernamentales, sino también en determinados círculos académicos estadounidenses, los que, producto de la complejización y expansión del crimen organizado transnacional durante la última década, plantean la

40

1

AGENCIAS, El País. Clinton irrita a México al compararlo con la Colombia de los ochenta. El País Internacional [en línea]. 9 de septiembre 2010 [Fecha de consulta: 3 de mayo 2015]. Disponible en:

2

Ibid.

3

OLSON, Eric. ¿Los delincuentes de México se han convertido en insurgentes?, en Foreign Affairs Latinoamérica. N° 2, Vol. 11. México DF. 2011, p. 23.

4

Ibid.

5

EDICIONES, El País. Obama corrige a Clinton y dice que México no es comparable a la Colombia de los ochenta. El País Internacional [en línea]. 10 de septiembre 2010 [Fecha de consulta: 9 de junio 2015]. Disponible en:

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necesidad de resignificar el concepto insurgencia a objeto de aplicarlo al contexto mexicano y centroamericano. De ese modo, como se aprecia en la Tabla 1, ha surgido un debate entre dos corrientes de pensamiento basadas en supuestos mutuamente excluyentes sobre la naturaleza y evolución de las organizaciones criminales transnacionales operativas en dichas latitudes.

TABLA 1 Crimen Organizado Transnacional vs. Insurgencia Criminal Crimen Organizado Transnacional

Insurgencia Criminal

Paradigma de Seguridad

Moderno (Estado-céntrico/ Realismo)

Postmoderno (Actores no estatales)

Paradigma de Insurgencia

Ninguno (insurgencia está basada solo en referentes políticos. Ej. Maoísmo)

Insurgencia está basada en criminalidad violenta

Carteles/Maras como…

Crimen Organizado/ Crimen Organizado Transnacional

Nuevos “Hacedores de guerra” (Desafían/cooptan al Estado)

Miembros de Carteles/Maras como…

Empresarios violentos (Ilícitos)

Soldados criminales (Insurgentes criminales)

Foco del esfuerzo

Mercados hipercompetitivos (Ilícitos)

Creación de enclaves criminales (Áreas de impunidad)

Nivel de politización

Ninguno

De facto (Libre de influencia estatal)

Entorno de amenaza

Crimen de alta intensidad (No es amenaza directa/ubicua a integridad del Estado)

Conflicto de Baja Intensidad (Amenaza directa a integridad del Estado)

Destinatario principal Grupos rivales de violencia (No hay insurgencia en efecto)

Instituciones/agentes estatales

Fuente: Elaboración propia a partir de BUNKER, Robert. Introduction: the Mexican cartel organized crime vs. criminal insurgency. 2013.

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Por un lado, existe una visión modernista enmarcada en “un paradigma de seguridad que adhiere al realismo de Morgenthau, Vals y Mearsheimer”6. Uno de los principios fundamentales promovidos por esa corriente es que solo los Estados son capaces de desafiar efectivamente a otros Estados, mientras que otros actores no estatales, como las organizaciones criminales, son incapaces de representar una amenaza a la seguridad nacional. Según esta aproximación el crimen organizado carece de cualquier tipo de base política y por lo tanto es incapaz de comprometerse en una insurgencia con referentes político-ideológicos como por ejemplo el maoísmo (Sendero Luminoso). Dentro de esta perspectiva, “los miembros de los cárteles son concebidos como empresarios violentos que focalizan sus esfuerzos en mercados (ilícitos) hipercompetitivos, oponiéndose a organizaciones criminales rivales. Asimismo, las instituciones y agentes estatales no son el destinatario principal de la violencia de los grupos criminales, tratándose más bien de una criminalidad de alta intensidad cuyo entorno genera batallas que no son una amenaza directa u oblicua, a la integridad del Estado”7. Por otro lado, es posible distinguir una visión postmodernista enmarcada en un paradigma de seguridad que adhiere a un cambio de época Post-Guerra Fría. Un rasgo característico de esta nueva etapa es el planteamiento de que los actores no estatales pueden efectivamente desafiar al Estado. Las primeras voces a favor de esta nueva aproximación son Killebrew y Bernal, quienes en su obra “Guerras del Crimen: Pandillas, Carteles y la Seguridad Nacional Estadounidense” sostienen que el crimen organizado ha hecho “metástasis en una nueva insurgencia que amenaza a los gobiernos del Hemisferio Occidental y, cada vez más, a Estados Unidos”8. De acuerdo a Sullivan, la Insurgencia Criminal (Criminal Insurgency) difiere de la concepción convencional, pues el único motivo de los insurgentes criminales es ganar autonomía y control sobre el territorio nacional mediante el ahuecamiento o vaciamiento del Estado y la creación de enclaves criminales cuyo objetivo es asegurar la libertad de maniobra para llevar a cabo sus ilícitos, convirtiéndose en una amenaza directa a la integridad del Estado9. Por lo

42

6

BUNKER, Robert. Introduction: the Mexican cartels—organized crime vs. criminal insurgency, en Trends in Organized Crime. Nª2 Vol.16. New York. 2013, p.131.

7

Ibid.

8

KILLEBREW, Robert y BERNAL, Jennifer. Guerras del Crimen: Pandillas, Carteles y la Seguridad Nacional Estadounidense. Washington DC, Center for a New American Security, 2010, p.5.

9

SULLIVAN, John. From Drug Wars to Criminal Insurgency: Mexican Cartels, Criminal Enclaves and Criminal Insurgency in Mexico and Central America. Implications for Global Security. Washington DC, 2012, p. 4.

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anterior se puede establecer que la Insurgencia Criminal limita la legitimidad del Estado al anular su control territorial, capacidad de respuesta y recursos. Este fenómeno se caracteriza por ser apolítico debido a que desafía al Estado solo en la medida en que este presente una fuerte capacidad regulatoria. En consecuencia, la base de Insurgencia Criminal es la economía ilícita, la obtención de ganancias ocupa el lugar que en el concepto tradicional le pertenece a la ideología, la religión o la etnia10. Asimismo, esta nueva interpretación se refiere al “gobierno establecido en un sentido limitado, o sea, a nivel local y estatal, pero no necesariamente a un gobierno central, oponiéndose a la noción convencional de insurgencia en la que supuestamente el objetivo es quitarle el poder al gobierno central con el fin de dirigir el país”11. Sullivan va más allá planteando que los motivos comerciales ilícitos de las organizaciones criminales transnacionales están, de hecho, convirtiéndose en una agenda política nefasta12. Por ende, es irrelevante el que un cartel, pandilla u otro actor armado no estatal sea específicamente una organización insurgente o criminal. El denominador común de todas las organizaciones ilícitas es controlar personas, territorios y gobiernos para garantizar sus propios fines específicos. Según el autor esa es una buena definición de la insurrección criminal, una agenda política grave y un choque de valores controlantes. De esa manera, su análisis sugiere que “en la medida en que las dinámicas estratégicas y operacionales de la violencia se han desarrollado de manera novedosa, los actos violentos se han vuelto cualitativamente diferentes a los cometidos en el pasado. Bajo su punto de vista, sobre esto se debe reflexionar bajo un nuevo entendimiento conceptual”13. En este sentido, Bunker plantea que pese a la ausencia de factores ideológicos, la Insurgencia Criminal en el caso mexicano constituye simultáneamente un fenómeno político y paramilitar. Político, en cuanto a su decisión de enfrentar abiertamente a los agentes estales para preservar sus negocios; y paramilitar porque a objeto de conseguir ese cometido, las organizaciones criminales echan mano a verdaderos ejércitos privados altamente especializados y adecuadamente equipados, incluso mejor que

10

MURILLO, Carlos. Insurgencia no política: La experiencia de Centroamérica y México. Una aproximación preliminar. Washington DC, 2014, 38pp.

11

OLSON, 2011 op.cit., p. 26

12

SULLIVAN op. cit. p. 3.

13

WILLIAMS, Phil. El crimen organizado y la violencia en México: una perspectiva comparativa, en Istor: revista de historia internacional. Nª 10, Vol.42. México DF, 2010,p.16

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las propias Fuerzas Armadas y cuerpos policiales aztecas14. De acuerdo con el autor, organizaciones criminales más evolucionadas como Los Zetas y Caballeros Templarios son percibidas como nuevos entidades hacedoras de guerra que utilizan a soldados criminales15, siendo este un rasgo característico de la Insurgencia Criminal. Ligado a lo anterior, Felbab-Brown sostiene que si bien la principal motivación de la insurgencia criminal es el dinero y que su objetivo podría no ser derrocar al Estado, sin duda moldean la manera cómo la población se relaciona con él. En consecuencia, la participación estratégica de estos actores no estatales afecta la legitimidad y el propósito fundamental del Estado y tiene implicaciones políticas. De ese modo, los insurgentes criminales pueden convertirse en constructores competitivos de Estado, disminuyendo la legitimidad, funcionalidad y credibilidad de este, las policías y el Poder Judicial, y pueden engendrar corrupción endémica al relacionarse con la clase política16. Por ello, es necesario entender las políticas contra la violencia como una competencia de creación de Estado entre los organismos públicos y los actores no estatales. Por ejemplo, las economías ilícitas crean oportunidades a sectores de escasos recurso que la economía formal no puede absorber. En consecuencia, “la relación de los criminales con la sociedad es compleja, puesto que en muchos casos el primero provee a la segunda no solo de oportunidades económicas sino también de servicios públicos como salud, educación, seguridad e incluso justicia, que los Estados (especialmente aquellos en situación de conflicto o con tendencia a fallar no proveen”17. Así, “mientras más ausente esté el Estado o mientras más deficientes sean los servicios públicos que proporciona más susceptibles serán las comunidades de depender de las organizaciones delictivas que promueven el trafico de drogas y otras economías ilegales y de convertirse en sus partidarios”18. Por lo tanto, la participación de los grupos criminales en comercios ilícitos puede ayudarles a acumular un importante capital político gracias a “la aceptación

44

14

BUNKER, Robert. Fighting Irregular Fighters: Defeating Violent Non-state Actors. En Parameters, Nº 4 Vol. 43, 2014, s/p

15

BUNKER 2013, op. cit., p. 132.

16

FELBAB-BROWN, Vanda. Conceptualizing crime as competition in state-making and designing an effective. Conference on Illicit Trafficking Activities in the Western Hemisphere: Possible Strategies and Lessons Learned [en linea]. 2010 [Fecha de consulta: 2 de julio 2015]. Disponible en:

17

FELBAB-BROWN, Vanda. Crime–War Battlefields, en Survival. Nº 3 Vol. 55. 2013. pp. 152-153.

18

Ibid., p. 154.

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y legitimidad suficiente de la población para asegurar su tolerancia, si no directamente, su preferencia por encima del Estado, e incluso su negativa a cooperar con él en el combate contra los insurgentes criminales, reduciendo la capacidad de respuesta institucional”19. Es decir, la noción de promover el apoyo entre las masas se asocia al concepto de construcción competitiva de Estado, que se traduce en una entidad gubernamental con un grado de legitimidad y capital político. En efecto, las insurgencias criminales pueden presentar varios niveles. En primer lugar está la insurgencia local, en las cuales algunas bandas mantienen control territorial total de barrios. “Las bandas cobran impuestos y ejercen un cuasi-monopolio de la violencia a través de violencia simbólica, ataques a la policía, corrupción y la provisión de servicios sociales; desarrollando un Estado paralelo”20. Una vez instalado el control criminal del territorio, distintas organizaciones criminales pueden enfrentarse por el Estado paralelo o el negocio ilícito. Esto ocurre “exclusivamente dentro del enclave criminal, sin embargo puede tener consecuencias sobre zonas circundantes al participar fuerzas estatales para contener la violencia”21. Una vez establecida una preeminencia o control de una organización en el territorio, el tercer nivel es “combatir al Estado para asegurar o reforzar su rango de acción, como respuesta a los esfuerzos del Estado por recuperar el control territorial”22. Finalmente, el cuarto nivel sucede cuando “se pierde el control sobre el nivel y alcance de la violencia criminal producto de corrupción y cooptación sistemática. En este caso el Estado simplemente pierde la capacidad de responder, y con ello su legitimidad. Con ello se puede decir que el Estado implota”23, y se vuelve solamente una entidad simbólica. Por su parte, Grillo postula que el proceso evolutivo de los carteles mexicanos hacia la categoría de insurgentes criminales radica en que sus motivaciones definen en muchos aspectos lo que son. Vale decir, si matan a civiles deliberada e intencionalmente, entonces se comportan como terroristas. En cambio, si tratan de poseer el monopolio de la violencia en determinado territorio, actúan como señores de la guerra. Y por último, si están librando una guerra total contra el gobierno, muchos alegarían que operan

19

FELBAB-BROWN, 2010 op cit.

20

SULLIVAN, 2012 op. cit, pp. 7-8.

21

Ibid. p. 8

22

Ibid.

23

Ibid. p. 9.

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como rebeldes o insurgentes24. Sullivan y Elkus profundizan esa interpretación aduciendo que a objeto de eliminar la voluntad del Gobierno de enfrentar activamente sus actividades ilícitas, los carteles llevan a cabo una estrategia basada en tres principios: Desgaste, guerra psicológica y “descabezamiento” de organizaciones25. De esa manera, el primer concepto hace referencia a una guerra de guerrillas, en la cual se evita el enfrentamiento directo con las fuerzas estatales desplegadas. Bajo esta lógica, “las tácticas de preferencia son asesinatos individuales y emboscadas a patrullas, y los oficiales de policía son comúnmente atacados cuando están de franco y/o carecen de la capacidad de responder a la agresión”26. Sin embargo, a pesar de esta preferencia se percibe una “mayor agresividad u osadía por parte de las agrupaciones de narcotraficantes, destacando ataques a instalaciones militares y policiales y en algunos casos el uso de bombas”27. El elemento central de estas operaciones son las bandas al servicio de los carteles, como Los Zetas, sin embargo, también “requieren como insumo principal la inteligencia provista por oficiales policiales y militares corruptos”28. La segunda etapa viene a ser una campaña psicológica orientada a policías y militares, “llamándolos a desertar o cambiar de bando, a través de carteles, demostraciones de fuerza (llegando a decapitaciones) e incluso las mismas señales privadas de comunicación por la radio de la policía”29. Esto ha incidido en un golpe a la moral, y ha resultado en que localidades completas se queden sin fuerza policial por deserciones masivas. Finalmente, a través de “la colusión con altos oficiales públicos ha sido posible atacar (o matar) a los oficiales encargados de la lucha contra las drogas en todos los niveles del Estado, entre ellos jefes de policía, fiscales, y jueces”30. El resultado de esto es el descabezamiento de las organizaciones y el entorpecimiento de su funcionamiento, además del impacto políticopsicológico que genera sobre los potenciales reemplazantes el saber que ni siquiera los altos oficiales están a salvo.

46

24

GRILLO, Ioan. El Narco Inside Mexico´s Criminal Insurgency. New York, Bloomsbury Press, 2012. 325 pp.

25

SULLIVAN, John y ELKUS, Adams. State of Siege: Mexico’s Criminal Insurgency, en Small Wars Journal, Nº 1 Vol. 21, New York 2008, p. 7.

26

Ibid.

27

Ibid.

28

Ibid. p. 8.

29

Ibid.

30

Ibid. p. 9.

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En relación con lo anterior, Bunker y Sullivan aseguran que existen tres etapas evolutivas en el mundo de los carteles mexicanos tal como se observa en la Tabla 2. TABLA 2 Tres Fases Evolutivas de Carteles Cartel de Primera Fase (Aggressive Competitors)

Cartel de Segunda Fase (Subtle Co-opter)

Cartel de tercera Fase (Criminal State Suuccessor)

Jerarquizado

Jerarquía de racimo

Conexiones Transnacionales limitadas

Dedicado a gran variedad de actividades ilícitas y al tráfico de varios tipos de drogas

Amplias conexiones Internacionales e incluso asentados en otros Estados

Especializado en actividad ilegal de un producto Uso de una violencia indiscriminada Desafía directamente a la autoridad del Estado

Contactos transnacionales más amplios Uso de corrupción Violencia simbólica y discriminada Ejercicio de violencia se cede progresivamente a mercenarios especializados

Estructura de red formada por pequeñas células flexibles y adaptables Operan en una gran cantidad de actividades ilícitas, no solo centradas en tráfico de drogas Uso de corrupción y violencia discriminada Violencia ejercida por ejércitos privados de carteles

Fuente: Elaboración propia a partir de BUNKER, Robert y SULLIVAN, John. Cartel evolution revisited: Third phase cartel potentials and alternative futures in Mexico. 2010.

Los carteles de primera generación son “competidores agresivos del Estado, con conexiones transnacionales limitadas y especializados en la actividad ilegal de un producto, altamente violentos, jerarquizados y dispuestos a desafiar directamente la autoridad del Estado”31.

31

BUNKER, Robert y SULLIVAN, John. Cartel evolution revisited: Third phase cartel potentials and alternative futures in Mexico. en Small Wars & Insurgencies. Nº 1 Vol. 21. New York 2010. pp. 11-12.

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Los carteles de segunda generación tienen una estructura de jerarquía de racimo compuesta por diversas células que se dedican a una gran variedad de actividades ilícitas y al tráfico de varios tipos de droga. En esta categoría, los contactos transnacionales son más amplios y prevalece el uso de la corrupción por encima de la violencia, que adquiere un cariz más simbólico y discriminado. Además, el ejercicio de la violencia se va delegando progresivamente a grupos de mercenarios especializados. Estos presentan “una estructura mucho más flexible y menos jerárquica, sin un líder indiscutible. Presenta una mucho mayor disposición a la corrupción de oficiales públicos que a la violencia indiscriminada, haciendo menos ruido a nivel de sociedad y coexistiendo con el Estado”32. Los carteles de tercera generación, se caracterizan por ser grupos con amplias conexiones internacionales e incluso asentados en otros Estados, con una estructura en red formada por pequeñas células flexibles y adaptables a cada situación que se presenta. Operan en una gran variedad de actividades ilícitas, no solo centradas en el tráfico de drogas, y utilizan la corrupción y la violencia discriminada. Esta violencia es ejercida por los ejércitos privados de los carteles y, en algunos casos, estos brazos armados se convierten en organizaciones criminales independientes. La diferencia más importante entre el cartel de tercera fase y las dos categorías anteriores es que el primero intenta crear un poder paralelo dentro del Estado. Del cartel de tercera generación surgen dos subcategorías que se distinguen por la forma de lograr dicho objetivo: El primero de ellos es el cartel “político” que utiliza la corrupción para someter a la autoridad política, en vez de competir directamente con ella por el poder. Es decir, son resultado de la corrupción sistemática del Estado, y son una amenaza para el mismo al presentarse como “Estados Sucesores Criminales”. Son organizaciones que “gobiernan efectivamente enclaves criminales, desplazando al Estado legítimamente constituido. Mientras que la segunda subcategoría, el cartel insurgente criminal, que también podría llamarse cartel de cuarta fase o cuarta generación, busca crear enclaves criminales bajo su dominio y control en los cuales el poder del Estado desaparezca a través de la violencia e intimidación”33. Esta subcategoría es cercana a la definición de insurgencia criminal mencionada con anterioridad.

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32

Ibid. p. 12.

33

Ibid. p. 13.

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Por su parte, Manwaring argumenta que las maras centroamericanas han atravesado por un proceso similar al experimentado por los carteles mexicanos, el cual las ha hecho mutar hacia estructuras en red altamente versátiles, viéndose afectadas por tres factores, a saber: politización, internacionalización y sofisticación34, como se aprecia en la Tabla 3. Pudiéndose hablar, entonces, de tres generaciones de pandillas. La primera generación hace referencia a aquellas bandas pequeñas, con niveles de violencia comparativamente moderados y orientadas a la protección de su ambiente inmediato. Son pandillas locales con alcance barrial y negocios básicamente oportunistas35. La segunda generación son pandillas orientadas especialmente al narcotráfico. Presentan un alcance mayor y una agenda política basada en la protección y expansión de su mercado, para lo cual presentan mayores grados de sofisticación36. Tienden a presentar una estructura más jerárquica y en algunos casos proyección internacional. Finalmente, las pandillas de tercera generación operan a escala internacional mediante métodos sofisticados para obtener utilidades mayores. En general presentan comportamientos mercenarios, relacionándose con carteles37. Desafían la autoridad del Estado activamente, y representan un riesgo a la soberanía nacional, pues superan la capacidad de respuesta del Estado a través de la violencia, retan la legitimidad del Estado, actúan como gobiernos alternativos, controlan las economías informales y se infiltran en los cuerpos policiales o fuerzas armadas38. Sin embargo, en esta etapa generacional los objetivos políticos de las bandas se centran cada vez más en la corrupción gubernamental y en oponerse a la extradición y el debilitamiento de los lazos con la policía internacional. De esta manera, se convierten de hecho en insurgencias criminales de alcance transnacional39.

34

MANWARING, Max. La Soberanía Bajo Asedio: Las Pandillas y otras Organizaciones Criminales en Centroamérica y en México. en Air & Space Power Journal en Español Nº 3 2009. 15 pp.

35

SULLIVAN, 2010. op. cit., p, 13.

36

Ibid.

37

Ibid.

38

Ibid. p. 14.

39

Ibid. p. 15

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TABLA 3 Tres Generaciones de Pandillas Pandillas de Primera Generación

Pandillas de Segunda Generación

Pandillas de Tercera Generación

Pandillas callejeras tradicionales

Se dedican a obtener ganancia económicas

Principalmente mercenarias en su orientación

Orientación en el control del territorio

Son empresariales y centradas en las drogas

Participan en actividades criminales son oportunistas en su mayoría

Buscan objetivos políticos implícitos

Buscan ser más explícitas en sus objetivos políticos y sociales

Alcance local

Liderazgo centralizado enfocado en tráfico de drogas y protección del mercado Funcionan en un área geográfica más amplia que puede incluir ciudades y países vecinos

Se encuentran en la encrucijada entre el crimen, la guerra y la política cuando hay un solo gobierno No hay reglas (Anarquía criminal)

Fuente: Elaboración propia a partir de MANWARING, Max. La Soberanía Bajo Asedio: Las Pandillas y otras Organizaciones Criminales en Centroamérica y en México. 2009.

De ese modo, Sullivan señala que el común denominador que define a las maras y carteles como mutaciones insurgentes es la necesidad irrevocable de neutralizar, controlar o destituir al Gobierno titular mediante crecientes demostraciones de fuerza en un contexto de soberanía dual o contestada. A raíz de ello, el autor propone la analogía del pato, aplicándola cuando las organizaciones criminales parecen patos, caminan como patos y actúan como patos, aunque sean de una especie peculiar, no obstante, ¡son patos!40 ¿Puede explicarse la expansión del crimen organizado en México y Centroamérica bajo un paradigma insurreccional?

40

50

BUNKER y SULLIVAN, 2010 op. cit. pp. 13-14.

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Los planteamientos señalados con anterioridad adquieren enorme relevancia en razón de que deconstruyen y resignifican el concepto insurgencia. Sin embargo, el uso del término insurgencia usualmente posee un determinado significado, aunque no siempre uniforme en la literatura especializada. Por ejemplo, la insurgencia puede ser concebida como “un conflicto político-militar organizado y prolongado, diseñado para debilitar el control y legitimidad de un gobierno establecido, que ocupa el poder u otra autoridad política mientras aumenta el control de los insurgentes”41. En cambio, el Diccionario de Inteligencia y Seguridad establece que el objeto de una insurgencia es “la alteración radical del orden político establecido empleando procedimientos violentos de alta intensidad”42. Otros la definen como un movimiento que busca derrocar, ganar o tomar el control del Gobierno con el fin de imponer una ideología o religión en particular. Incluso, Tomes establece tres elementos característicos de la insurgencia43: • • •

Terrorismo utilizado para promover la inseguridad entre la población y obligarla a acercarse al movimiento para solicitar protección Intentos multifacéticos para cultivar el apoyo de la población general, a menudo socavando al nuevo régimen Ataques contra el Gobierno

Más allá de sus diversas conceptualizaciones, la insurgencia como fenómeno ha sido asociada tradicionalmente al “uso prologando de la violencia de baja intensidad para dejar sin efecto un sistema político o forzar algún cambio fundamental en su statu quo, es decir, posee una finalidad política que implica un cambio de gobierno”44. Por lo tanto, la insurgencia cae dentro de la esfera de la violencia política. Por este motivo, el enfoque de Insurgencia Criminal no ha concitado la adhesión de la comunidad académica latinoamericana, pues, desde una perspectiva más reciente, aun cuando las organizaciones criminales apelen en forma creciente a tácticas similares a las utilizadas por grupos insurgentes, equiparar a ambos actores implicaría ignorar los siguientes elementos:

41

OLSON, 2011, op. cit., p. 24

42

DÍAZ Fernández, Antonio. Diccionario LID, inteligencia y seguridad. Madrid, LID, 2013. p. 161.

43

OLSON, 2011. op. cit.

44

METZ, Steven. The future of insurgency, strategic studies institute. Create Space Independent Publishing Platform, 2012. p. 10.

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En primer lugar, aunque no existe una definición consensuada sobre lo que significa el crimen organizado (ni siquiera la entregada por la Convención de Palermo logra ese cometido45), las diversas conceptualizaciones del fenómeno suelen coincidir en el siguiente aspecto: su motivación no es identitaria, ni religiosa ni ideológica, sino económica, su fin último no es tomarse el poder, sino emplearlo para el desarrollo de economías ilícitas. Incluso, Buscaglia plantea que los carteles mexicanos tienen la particularidad de trabajar según un modelo de empresa46. Por añadidura, no han declarado la guerra a ningún Estado, ni está entre sus planes intentar derrocar algún Gobierno. En este sentido, cabe remarcar que la propia incapacidad de las fuerzas de seguridad mexicanas y centroamericanas para afrontar de manera efectiva su control territorial, ya sea en áreas rurales o urbanas, ha significado que los carteles y las maras no necesiten controlar o derrocar al Estado en su totalidad para continuar llevando a cabo sus actividades ilícitas, sino que sencillamente deben restringir la capacidad de los agentes estatales para contrarrestar sus operativos. Dado su carácter ilegal, les resulta inevitable y necesario dejar sin efecto el imperio de la ley para desarrollar su negocio. En consecuencia, estos actores no pretenden instalar su propia administración, ni fundar un Estado dentro del Estado, pues solo les basta con debilitar u obstruir el accionar del Gobierno para enfrentarlos. Y si bien existe registro de que carteles mexicanos han estado detrás de asesinatos a funcionarios públicos de diversos rubros47, no es posible comprobar, desde de ninguna fuente, que estos grupos criminales tengan como propósito romper los equilibrios de las fuerzas políticas. O sea, los cárteles han atacado al gobierno, pero hasta el momento lo han hecho de

52

45

La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional o Convención de Palermo creada en 2000 con el propósito de promover la cooperación para prevenir y combatir más eficazmente la delincuencia organizada transnacional. En su artículo 2 literal a) establece que “por grupo delictivo organizado se entenderá un grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material”. Ver: UNODC. Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Viena, Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2004. p. 5.

46

Ver: BUSCAGLIA, Edgardo. La paradoja mexicana de la delincuencia organizada: Policías, violencia y corrupción. en Revista Policía y Seguridad Pública, San Salvador Nº 1 Vol. 2, 2012 pp. 271-282.

47

DAUGHERTY, Aaron. Asesinato en Guerrero despierta temores sobre violencia electoral en México. Insight Crime Crimen Organizado en las Américas. [en línea]. 6 de mayo 2015 [Fecha de consulta: 6 de mayo 2015]. Disponible en:

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manera limitada, centrándose en agencias gubernamentales específicas como las del sector seguridad y no en el aparato estatal en su conjunto. Por lo tanto, aunque estos ataques de algún modo representan un reto para la autoridad del Estado, no califican como insurgencia. Por otro lado, en México los narcotraficantes han tenido poco impacto en la educación pública, el transporte municipal, los servicios sanitarios y otros ámbitos que competen al Estado. Esto es más cierto aun cuando se habla de las funciones del gobierno federal, como la conducción de la política monetaria, las relaciones exteriores y la política industrial. Por otra parte, mientras que la insurgencia en su sentido estricto depende de una alternativa coherente al Gobierno, la tendencia ha ido en dirección contraria. Individualmente, los grupos dominantes no han acumulado suficiente poder para sobrepasar al Estado48. Más bien, se han fragmentado, como consecuencia de la presión ejercida por parte de las fuerzas de seguridad y las disputas al interior de las organizaciones criminales. En este sentido, actualmente, México parece menos capaz de producir un grupo insurgente que desafíe al Estado, de lo que era al inicio del sexenio de Felipe Calderón. Igualmente, es posible sostener que la situación mexicana se encuentra a medio camino entre el crimen organizado y la insurgencia, pero más cerca del primer término que del segundo. Aunque operan algunas organizaciones criminales cercanas a la protoinsurgencia, como Los Zetas, que cuenta con recursos tecnológicos y económicos, el Cartel de Sinaloa, que posee arraigo territorial, capacidad de capturar instituciones y disponibilidad de recursos, o Los Caballeros Templarios, que cuenta con arraigo territorial y código de conducta basado en valores templarios. Ninguna de esas organizaciones criminales ha sustituido su ánimo de lucro por un proyecto político, ni tienen los medios ni la intención de instaurar uno insurgente, ni logra el control territorial en el sentido estricto, salvo zonas de descontrol a escala local, careciendo así de la intensidad y permanencia que requiere un movimiento insurgente. Vale decir, siguen el esquema de interacción entre organización criminal y Estado49.

48

CORCORAN, Patrick. Caballeros Templarios ponen a prueba teoría de narcoinsurgencia, Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 15 de octubre 2013 [Fecha de consulta: 3 de mayo 2015].Disponible en:

49

PÉREZ Caballero, Jesús. La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y la Persecución de los cárteles mexicanos. Con el tipo penal de los crímenes contra la humanidad: ¿dos alternativas a la “guerra al narcotráfico” en México? En: REQUENA, Miguel. La seguridad un concepto amplio y dinámico V Jornadas de Estudios de Seguridad. Madrid, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, 2013. pp. 891-924.

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En efecto, Los Zetas en sus típicas operaciones propagandísticas publicaron un mensaje en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo negando que el grupo tuviera planes de hacer frente a los gobiernos mexicano o estadounidense. De ese modo, las pancartas o narcomantas, colgadas en al menos 10 lugares diferentes alrededor de esa ciudad, firmadas con el nombre de Miguel Ángel Treviño, alias “Z-40”, declaran lo siguiente: “No gobernamos este país, ni tenemos un régimen; no somos terroristas o guerrilleros. Nos concentramos en nuestro trabajo y lo último que queremos es tener problemas con cualquier gobierno, ni mexicano, ni mucho menos con el de Estados Unidos”50. Ese mensaje indica claramente que Los Zetas no representan una amenaza para el Estado mexicano como suele argumentarse. Los comentarios de Treviño sugieren que el grupo reconoce no tener ningún interés en sustituir al Estado. Aunque sí están interesados en la cooptación de los organismos encargados de hacer cumplir la ley en todo el país. Esto significa que organizaciones criminales como Los Zetas fundamentalmente tienen objetivos más limitados que los grupos tradicionalmente definidos como insurgentes. En segundo lugar, las organizaciones criminales no cuentan con una representación simbólica como defensores del pueblo. Como se señaló, los insurgentes buscan incrementar su legitimidad cultivando una percepción popular de que son protectores sociales, los grupos criminales no. Por ejemplo, el grado de aceptación o identificación de la Barrio 18 con un barrio o colonia específica no implica necesariamente un apoyo generalizado por parte de esa comunidad. Sin embargo, suele suceder que en países como Guatemala o El Salvador esta mara sea más temida que apoyada, esa situación de “normalidad” puede deberse a la incapacidad de la propia comunidad para remediarla, ante la cual se produce una aceptación reacia de la autoridad ejercida por este actor armado no estatal. Incluso, ante la incompetencia de la Policía Nacional Civil (PNC) para reducir la violencia de esta pandilla, decenas de salvadoreños han abandonado sus hogares en busca de un barrio más seguro donde vivir51.

54

50

CORCORAN, Patrick. Zetas: We are not Terrorists, Nor Guerrillas’, Insight Crime Crime Organized in the Americas [en línea]. 15 de diciembre 2011 [Fecha de consulta: 1 de julio 2015]. Disponible en

51

MARTÍNEZ, Óscar. Huir de las pandillas de El Salvador ante la mirada de la Policía Antipandillas, Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 2 de febrero 2015 [Fecha de consulta: 5 de mayo 2015]. Disponible en:

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Mientras que muchos de los elementos subyacentes tradicionales de la insurgencia no se aplican a México, en la medida de lo posible, algunos de estos elementos sí son visibles en Los Caballeros Templarios, que se centran más en influir en la población más amplia que sus rivales. Otros grupos criminales simplemente buscan intimidar a la población local para que toleren su presencia, pero ninguno de los competidores de Los Caballeros ha ido tan lejos como para afectar su imagen ante la opinión pública. Ninguno tampoco ha invertido tanto tiempo en imprimirle un sello propio a sus actividades ilícitas. Pero nuevamente este cartel parece ser una manifestación excepcional y no constituye, en lo absoluto, un movimiento insurgente o ideología que pretenda controlar al Estado52. Si bien Los Caballeros Templarios afirman que defienden los intereses de las comunidades locales, se han posicionado a sí mismos como un movimiento social popular, y el uso de tales tácticas, como atacar la infraestructura energética, hace eco a los métodos empleados por insurgentes como las guerrillas izquierdistas de Colombia. No obstante, aparte de los ataques contra las fuerzas de seguridad, los grupos criminales de México no suelen centrarse en el Estado y tampoco ofrecen una alternativa coherente al Gobierno tradicional, por lo que aunque empleen tácticas similares a las usadas por los grupos guerrilleros, no cumplen con los más básicos criterios de una insurgencia que sí buscan derrocar al Gobierno . Esencialmente, como plantea Sullivan, están compitiendo con el Estado, buscando apartarse de cualquier control estatal y, en algunas ocasiones, buscar crear un poder paralelo53. A partir de este caso, es posible realizar un paralelo de cómo funciona la insurgencia en tanto forma de guerra centrada en la población. Los teóricos clásicos de la insurgencia, desde los revolucionarios como Mao Tse-Tung hasta líderes contrainsurgentes como David Galula, han reconocido que el campo de batalla en una insurgencia no es una porción territorial en estricto rigor. El ganador del conflicto depende del apoyo de la población local. Esto no es válido para México, donde la población en general también se opone firmemente a los grupos criminales como un todo, que pasan poco tiempo buscando ganarse “los corazones y las mentes” de la comunidad54.

52

CORCORAN, 2013, op. cit.

53

SULLIVAN 2010, op. cit.

54

CORCORAN, 2013. op. cit.

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En tercer lugar, las organizaciones criminales no pueden ser definidas únicamente a partir de las acciones violentas que ejecutan o métodos agresivos que utilizan para responder a la ofensiva estatal o confrontar a sus rivales. En este sentido, la violencia constituye una herramienta del crimen organizado, no un fin en sí mismo. Como se indicó, su motivación es económica en tanto busca proteger o expandir territorialmente sus actividades ilegales. En consecuencia, el objetivo de la violencia también es totalmente diferente a la empleada por grupos insurgentes. Pese a que Killbrew argumenta que “un asesinato es un crimen, una orgía de asesinatos contra toda una población es terrorismo y emboscadas a agentes policiales y efectivos militares”55 es una muestra de Insurgencia Criminal, esto no se condice con los acontecimientos. Por ejemplo, en lo que va de 2015, la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 han llevado a cabo más de 250 ataques contra agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) y la Fuerza Armada (FAES) en El Salvador56, estadísticas que sugieren que el país se encamina hacia una nueva fase similar a una guerra de baja intensidad. Pero el aumento de las agresiones entre ambas partes ha sido producto del rompimiento de la tregua entre pandillas en 2013, así como de los esfuerzos gubernamentales por restringir o suprimir las actividades de las pandillas, es decir, han tenido su origen en el Estado. Esta situación pone en evidencia que las maras no parecen estar interesadas en sostener confrontaciones violentas con las fuerzas de seguridad, lo cual sería una actitud esperable si desearan deponer al gobierno salvadoreño como lo hizo el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional durante la guerra civil (1980-1992). En resumen, “la ausencia de una propuesta política con base ideológica deslegitima a la violencia a los ojos de la ciudadanía, constituyendo un punto débil”57 del enfoque Insurgencia Criminal. De igual manera, la situación de México no resulta comprensible desde un paradigma insurreccional, puesto que no se percibe el uso de fuerza como una decisión con fines políticos en ambos bandos, mientras que “las fuerzas de

56

55

KILLEBREW, Robert. Crime & War. en United States Naval Institute. Proceedings, Nº 137. Vol. 10, 2011. p. 23.

56

GAGNE, David. Más de 250 ataques de pandillas contra las fuerzas de seguridad de El Salvador en 2015, Insight Crime Crimen Organizado en las Américas. [en linea]. 19 de mayo 2015 [Fecha de consulta: 25 de mayo 2015]. Disponible en:

57

SAMPÓ, Carolina y BARTOLOMÉ, Mariano. Reflexiones sobre el cumplimiento de la tregua entre maras en El Salvador, en Estudios Internacionales, Santiago Nº 177, 2014. p. 101.

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seguridad intentan acabar con la existencia de Estados paralelos en manos de los narcos, estos últimos pretenden asegurar su supervivencia”58. La intensificación de la violencia en México durante la última década también es reflejo de un cambio en el contexto político, ya que el Gobierno pasó del consentimiento e incluso colusión con el tráfico de droga, a una actitud más reactiva. En cierta manera, entonces, México sufre de la violencia producto de la transición: tras la llegada del Partido de Acción Nacional, los acuerdos tácitos existentes entre las organizaciones criminales y el Gobierno se derribaron, siendo reemplazados por una rivalidad abierta entre el crimen organizado y el Estado. En este escenario, los ataques por parte de los carteles contra de jefes de policía, jueces y soldados están pensados como una forma de presionar al Estado para que evite la confrontación y restablezca un espacio en que las organizaciones delictivas puedan gozar de un alto grado de impunidad como antaño. “Con un gobierno menos permisivo era natural que los enfrentamientos entre los diversos cárteles se volvieran más frecuentes”59. Aún así, se ha abierto una discusión en torno a si la respuesta de Felipe Calderón en contra de las organizaciones de tráfico de drogas generó un aumento en los niveles de violencia intercartel. En parte, esto refleja que entre más se presione a las organizaciones criminales, mientras mayores sean sus limitantes y menores las ganancias, más intensa se tornará la competencia y por ende la violencia. Por lo tanto, la violencia se explica, mayoritariamente, a partir de conflictos entre carteles y no a un conflicto entre las organizaciones criminales y el Estado, que se podría esperar si efectivamente se tratara de una insurgencia en el sentido tradicional. En esa dirección, Lessing plantea que el enfrentamiento directo contra fuerzas de seguridad, solo sobreviene cuando el umbral de supervivencia de la organización criminal se encuentra amenazado por un entorno hostil. Incluso, el sentido común sugiere que estos actores prefieren evitar la confrontación con el Estado ya que resulta ser demasiado costosa y perturbadora para el desarrollo de sus economías ilícitas. Es decir, la violencia sistémica, organizada y estratégica surge cuando a los traficantes les resulta más rentable o ventajoso utilizar la violencia. Tales decisiones están relacionadas con complejas interacciones entre las organizaciones criminales y las fuerzas de seguridad, y no solamente en función del tamaño o rentabilidad del mercado ilegal60.

58

SULLIVAN y ELKUS, 2008, op. cit., p. 4.

59

WILLIAMS op. cit., p. 27.

60

LESSING, Benjamin. When Business Gets Bloody: State Policy and Drug Violence. En: Small Arms Survey 2012: Moving Targets. Ginebra, Graduate Institute of International and Development Studies, 2012, pp. 40-77.

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Si bien los aspectos económicos del mercado de la droga (demanda, oferta y precio) parecieran estar relacionados con el aumento de la violencia entre carteles y el Estado, los cambios en las políticas estatales también juegan un rol gravitante. En este contexto, resulta particularmente importante reconocer que el Estado desempeña un papel clave en la definición de las reglas del juego. En consecuencia, lo que cambió desde 2006 fue la política antinarcóticos del Gobierno mexicano: el ex presidente Felipe Calderón llamó al ejército para combatir a los carteles de la droga, y los carteles respondieron con violencia. Una cuestión clave es las decisión respecto dónde y cuándo aplicar medidas represivas, o sea, si el Estado aplica el mismo nivel de fuerza a todas las organizaciones criminales, independientemente de su comportamiento (represión generalizada) o si el Estado ejecuta la represión en proporción a la cantidad y gravedad de la violencia empleada por los carteles (respuesta proporcional)61. Mientras que el gobierno de Felipe Calderón rara vez realizó tal distinción, investigaciones recientes plantean que la represión generalizada no genera desincentivos para el uso de la violencia por parte de los actores armados no estatales, incluso puede ejercer una influencia fundamental en las acciones de los narcotraficantes como la decisión de generar una escalada de violencia62. De hecho, entre 2006 y 2011 existió una correlación entre el número de ataques al Ejército por partes de los carteles, el nivel de fragmentación de estos últimos y los homicidios vinculados con el narcotráfico, como puede observarse en el Gráfico 1.

58

61

Ibid.

62

GUERRERO-GUTIÉRREZ, Eduardo. Security, Drugs, and Violence in Mexico: A Survey. Washington DC, 2011. 140 pp.

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GRÁFICO 1 Fragmentación de los carteles y violencia relacionada con las drogas en México (2006-2011)

Fuente: Elaboración propia a partir de LESSING, Benjamin. When Business Gets Bloody: State Policy and Drug Violence. 2012.

Por otra parte, como organizaciones racionales, las organizaciones criminales transnacionales aplican la violencia no como un fin en sí mismo, sino como un medio para un propósito. Para aplicar la fuerza física con el fin de lograr un objetivo, las organizaciones criminales transnacionales deben controlar su personal con las habilidades y el equipo necesario para poder usar esa fuerza de una manera predecible, racional y controlada. Sus habilidades para aplicar violencia de una manera racional son directamente proporcionales a los recursos disponibles que les permita ser capaces de entrenar, organizar y equipar. En consecuencia, los carteles utilizan la violencia como una opción entre muchas otras. A veces prefieren cooptar a miembros de las fuerzas de seguridad a título individual. Otras logran la protección progresiva de las instituciones, como en la infiltración de Los Caballeros Templarios en Michoacán. También hay cárteles que apoyan a las fuerzas de seguridad contra otros, como el cartel Jalisco-Nueva Generación63.

63

PÉREZ Caballero, 2013, op. cit.

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De ese modo, la violencia relacionada con el narcotráfico también puede tener un fin intimidatorio, o bien entrar en una espiral de crímenes con el objetivo de causar temor o terror en la sociedad. Este fenómeno es conocido como narcoterrorismo. En esa dirección, Haupt distingue dos diferentes formas de narcoterrorismo: el cometido por narcotraficantes con diversos fines; o bien, el involucramiento de organizaciones terroristas en el narcotráfico para financiar su causa y operaciones contra el Gobierno. En el caso de México, el narcoterrorismo es perpetrado por los diferentes carteles, cubriendo todo el espectro de objetivos, es decir: a) en contra de las organizaciones rivales; b) en contra de la autoridad; y c) en contra de la población civil64. Un ejemplo que suele utilizarse para ilustrar esta conceptualización es el ataque ocurrido en septiembre de 2008. En esa ocasión, tres sujetos arrojaron granadas de fragmentación a personas que participaban en la ceremonia del 198º aniversario del “Grito de la Independencia” en una abarrotada plaza central de Morelia, capital del estado de Michoacán. Los asistentes creyeron que “las explosiones eran petardos hasta que vieron a personas cayendo al suelo cubiertas en sangre. Ocho murieron y más de 100 sufrieron heridas por impacto de los explosivos”65. El incidente “provocó una condena generalizada: incluso algunos narcotraficantes se deslindaron públicamente del hecho y ofrecieron recompensas para capturar a los responsables”66. No obstante, el narcoterrorismo como categoría analítica carece de valor explicativo, pues la intersección de ambos términos (narcotráfico y terrorismo), imprecisa desde el punto de vista teórico, genera distorsiones conceptuales que dificultan la adecuada comprensión del fenómeno de la violencia en México. Es decir, si bien en el contexto de los conflictos intracartel, intercarteles y carteles-Estado fue apareciendo una nueva víctima: la población civil, el uso de la violencia se dirigió progresivamente hacia ese segmento producto de la escalada, desprofesionalización del conflicto y un nuevo tipo de vínculo establecido por “el crimen organizado en sus dos variantes, narcotráfico y extractores de rentas sociales”67. Esto significa que la violencia provocada por dinámicas propias de la criminalidad organizada no puede confundirse con aquella perpetrada por organizaciones terroristas.

60

64

HAUPT, David. Narco-Terrorism: An Increasing Threat to U.S. National Security. Norfolk, VA: Joint Forces Staff College, 2009. pp. 5-6.

65

POLÍTICO, Animal. Liberan a detenidos por atentado en Morelia en 2008; les fabricaron pruebas, Animal Político [en línea]. 27 de mayo 2015 [Fecha de consulta: 5 de Junio 2015]. Disponible en:

66

WILLIAMS, 2010, op. cit., p. 30.

67

VALDÉS Castellanos, Guillermo. Historia del narcotráfico en México. México DF, Aguilar, 2013. p. 324.

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Como se indicó con anterioridad, en México existen algunos actores armados no estatales que se caracterizan por exhibir ciertos rasgos de protoinsurgencia, tendiendo a militarizar sus acciones y utilizar tácticas terroristas que generan alarma social, como Los Zetas68. Empero, esta organización criminal se aproxima más bien a lo que se denomina Oponente Hibrido que “simultánea y adaptativamente utiliza una mezcla que fusiona armas convencionales, tácticas irregulares, terrorismo y comportamiento criminal en el espacio de batalla”69. En efecto, su caso es muy similar al grupo delictivo colombiano Los Urabeños. Sin embargo, cabe aclarar que ese tipo de adversario no constituye una amenaza a la seguridad nacional ni una insurgencia que amenace con desestabilizar al Gobierno mexicano. Cabe remarcar que en México el crimen organizado en general y el tráfico de drogas en particular, guardan muchas características distintivas provenientes de la cultura, la política y la cercanía del país con Estados Unidos, que ha resultado ser una maldición geográfica. Existen, sin embargo, similitudes tanto en el contexto como en el modo de operar, lo que sugiere que los acontecimientos en México son parte de un patrón más generalizado del crimen organizado. En definitiva, el ataque de Morelia es un caso excepcional o anómalo y no un precursor. Por lo tanto, las demás acciones llevadas a cabo por parte de los cárteles no son más que un intento de proteger su espacio de operación de la presión gubernamental, las cuales no requieren ser redefinidas bajo conceptualizaciones como Insurgencia Criminal ni tampoco pueden ser consideradas como expresiones de narcoterrorismo. En cuarto lugar, los insurgentes pueden (y suelen) ser considerados como interlocutores válidos por el Estado en una negociación tendiente a resolver conflictos armados intraestatales, trato que no es aplicable a las organizaciones criminales. Por ejemplo, en El Salvador, entre 2012 y 2013, se llevó a cabo una tregua entre la MS-13 y Barrio 18, tal proceso contenía un peligroso mensaje que fue descifrado por las maras: el Gobierno podía ser tomado como rehén mediante la violencia y las actividades criminales, pudiendo ser usadas para construir capital político70. Tal como indica Hope, los procesos de pacificación

68

PÉREZ Caballero, 2013, op. cit.

69

HOFFMAN, Frank. Future Hybrid Threats: An Update. Washington DC, Center for Strategic Research, Institute for National Strategic Studies, 2012 p. 3.

70

CAWLEY, Marguerite. Pandillas de El Salvador recurren al nuevo gobierno para revivir la tregua. Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 6 de junio 2014 [Fecha de consulta: 6 de mayo 2015]. Disponible en:

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negociada con grupos criminales son moral y políticamente muy complejos debido a que implica ceder en una convicción básica: la no negociabilidad de la ley. Una vez que empieza la negociación, se produce un riesgo importante: las organizaciones criminales pueden percibir que, si se vuelven suficientemente violentos, pueden recibir un trato de privilegio de parte del Gobierno. Es decir, la paz conseguida hoy puede provocar aún más violencia mañana71. En palabras de Villalobos, “toda tregua, cuando no está resolviendo un conflicto lo está acrecentando, porque permite acumular fuerzas. En este caso, dado que el Estado inició la tregua sin un plan para fortalecerse, serían las pandillas que han acumulado fuerzas mediante el potenciamiento de su organización, reclutamiento, control territorial y capacidad de financiarse”72. Por esa razón es que el ex presidente Mauricio Funes (2009-2014) tardó meses en reconocer que el gobierno también estaba siendo participe de la tregua, pues hacerlo significaba, en esencia, un reconocimiento tácito de que había dado su brazo a torcer ante las pandillas73. Bajo esa lógica, Douglas Farah argumenta que la tregua entre la Mara Salvatrucha (MS13) y Barrio 18 representó una “apuesta política alta” pues al ofrecerle a los líderes pandilleros encarcelados mejores condiciones de reclusión a cambio del cese a las ejecuciones, extorsiones y el reclutamiento infantil, la administración Funes corría el riesgo de empeorar la situación de seguridad pública a largo plazo. Según el autor, la tregua empoderó a las maras, al otorgarles una cuota de poder político, la cual radicó en el mejoramiento de los indicadores de seguridad que se registraron durante la tregua. Es así como en los primeros 100 días posteriores a la entrada en vigencia de la cesación, el promedio de homicidios diarios en El Salvador pasó de 14 a 574. Cabe señalar que “la tregua de maras logró bajar los homicidios porque las pandillas se dividieron

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71

HOPE, Alejandro. Pactar con delincuentes: Q&A. Animal Político [en línea]. 4 de junio 2012 [Fecha de consulta 5 de mayo 2015]. Disponible en:

72

VILLALOBOS, Joaquín. Tregua de maras, la revolución lumpen, El País Opinión. [en línea]. 17 de junio 2013 [Fecha de consulta: 8 de junio 2015] Disponible en:

73

YAGOUB, Mimi. ¿Está el nuevo presidente de El Salvador enterrando la tregua entre pandillas?, Insight Crime Crimen Organizado en las Américas. [en línea]. 11 de junio 2014 [Fecha de consulta: 6 mayo 2015].Disponible en:

74

RAMSEY, George. Las Maras de El Salvador Buscan Ser Actores Políticos. Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 14 de septiembre 2012 [Fecha de consulta: 3 de mayo 2015].Disponible en:

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los territorios bajo intermediación de terceros con anuencia del Estado, con ello ya no necesitaron matarse”75. Es decir, estos actores armados no estatales podían forzar un colapso en cualquier momento simplemente amenazando con incrementar el número de homicidios. Incluso, Farah va más allá agregando que los mareros “sorprendidos y satisfechos con los resultados de las negociaciones, sus líderes están empezando a entender que el control territorial y la cohesión hacen posible que expriman concesiones del Estado, mientras mantienen la esencia criminal de su carácter. Ya se encuentran discutiendo el posible apoyo a ciertos candidatos para elecciones locales y nacionales a cambio de protección y el control de parte de la agenda del candidato”76. Sin embargo, esto no significa necesariamente que las maras tengan una ideología específica o intención de sustituir al Gobierno como lo haría un grupo insurgente. En efecto, aunque quisieran, los cabecillas de las maras no pueden influenciar las elecciones locales y nacionales, pues no cuentan con los recursos necesarios para ese cometido. Por ejemplo, mientras que los líderes del cartel de Sinaloa obtienen millones de dólares anualmente, gran parte del financiamiento de la MS-13 y Barrio 18 proviene de la extorsión y el narcomenudeo, actividades ilícitas que no otorgan el nivel de ingresos necesario para ejercer un grado de influencia política determinante77. En definitiva, falta mucho aún para que las maras sean capaces de apoyar candidatos políticos a gran escala. De momento, las pandillas de El Salvador solamente están en posición de entregar barrios o territorios bajo su control a cualquier candidato que les prometa concesiones específicas y les dé cierto tipo de apoyo. Empero, en esta situación no se observa ningún rasgo o característica que contribuya a conceptualizar a los mareros como insurgentes. Por otro lado, el concepto Insurgencia Criminal presenta el inconveniente de otorgar legitimidad política a los carteles ya que potencialmente estos serían considerados como partes beligerantes frente al Gobierno, convirtiéndolos en un poder de facto. Lo cual supondría tener la capacidad de firmar un cese al fuego, elemento crucial para reducir el impacto sobre la población civil. Sin embargo, el Gobierno y la sociedad civil se muestran escépticos ante la idea de promover un diálogo con organizaciones criminales, a pesar de la creciente indignación y el imperativo de hacerlo. La posibilidad de que los “líderes e integrantes de este particular gremio estén dispuestos a renunciar al uso de

75

VILLALOBOS, 2013, op. cit.

76

RAMSEY, 2012, op. cit.

77

Ibid.

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mecanismos de intimidación y tortura, no suma muchos adeptos”78. Ante todo predomina la postura (no menos fundada) de que la dignidad humana es la última de las prioridades de los narcotraficantes. Más aún, la herramienta que estas organizaciones criminales usan para establecer su presencia, dominio y administrar sus actividades ilícitas, consiste precisamente en quebrantar la dignidad humana. Y debido a que su aspecto organizacional es incierto, no queda claro si están en posición de firmar acuerdos o entregar armas en el caso de que existiera voluntad de dialogar con ellos.

¿Conexión perversa? El continuo crimen - Insurgencia Los insurgentes deben distinguirse de otros actores no estatales que utilizan métodos similares pero cuyos objetivos son fundamentalmente diferentes. En efecto, entre la insurgencia y el crimen organizado poseen una fisionomía con suficiente potencialidad diferenciadora para conceptualizarlos y trabajarlos como dos fenómenos independientes79. Sin embargo, la aparición de una diversidad de actividades ilícitas transnacionales y su impacto en grupos insurgentes, junto con el creciente número de conflictos alimentados por ambos actores armados no estatales con proyección internacional han abierto la siguiente interrogante: ¿Hasta qué punto convergen o se pueden desarrollar vínculos entre la insurgencia y el crimen organizado transnacional? Existen numerosas investigaciones sobre la relación entre insurgencia y criminalidad organizada, usualmente esos trabajos indican que en un eventual nexo es la primera la que suele incursionar en actividades criminales, no al revés. En este sentido, Makarenko postula que el crimen organizado y la insurgencia son fenómenos distintos, sin embargo, existe un nexo crimenrebelión que no es estático, sino que evoluciona, adoptando la forma de un continuum, con el crimen situado en el extremo izquierdo y la insurgencia ubicada en el lado derecho como fenómenos distintos, separados y lejanos conforme al entorno en el que operan, pudiendo ocurrir entre ambos una amplia gama de interacciones80, como se observa en la Figura 1.

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78

ALBUJA, Sebastián y RUBIO Díaz-Leal, Laura. Los olvidados de la guerra contra el narcotráfico en México. en Foreign Affairs Latinoamérica, México DF, Nº 4, Vol.11, 2011. p. 30.

79

PULIDO Gragera, Julia y SANSÓ-RUBERT, Daniel. A Phenomenological Analysis of Terrorism and Organized Crime from a Comparative Criminological Perspective. en Journal of Law and Criminal Justice, Nº 2, vol. 2 pp. 113-131, 2014.

80

MAKARENKO, Tamara, Criminal and Terrorist Networks: Gauging Interaction and the Resultant Impact on Counter-Terrorism. En: BRIMMER, Edward. Five Dimensions of Homeland and International Security. Washington DC Johns Hopkins University, 2008. pp. 58-72.

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FIGURA 1 Continuum Crimen – Insurgencia

Fuente: Elaboración propia a partir de MAKARENKO, Tamara. The Crime-Terror Continuum: Tracing the Interplay between Transnational Organized Crime and Terrorism. 2008.

Cabe destacar que el nexo de crimen-rebelión se coloca en un continuo precisamente porque con dicha figura se busca rastrear cómo la dinámica organizacional y operacional de ambos fenómenos ha mutado durante la post-Guerra Fría. Además, resulta útil a efectos de graficar el desplazamiento de un grupo hacia un extremo u otro del plano. Cabe destacar que en la mitad del continuo se encuentra un punto denominado convergencia motivacional, donde un actor armado no estatal exhibe simultáneamente características criminales e insurreccionales. En consecuencia, durante la evaluación de las diversas relaciones que se han desarrollado entre los grupos criminal e ideológicamente motivados, se disciernen las siguientes categorías:

Alianza con insurgentes La colaboración entre grupos insurgentes y el crimen organizado admite dos formas y niveles diferentes. Se da cuando un grupo u organización criminal decide apoyar a una organización insurgente por razones de afinidad ideológica o religiosa. Es una opción abstracta, con pocas ilustraciones empíricas. La segunda forma de colaboración se debe a “un interés netamente práctico e implica una transacción económica. La compra de armas, explosivos o documentos falsos de los grupos criminales es un recurso que los insurgentes pueden utilizar cuando carecen de habilidades u oportunidades de obtener por otros medios”81.

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PULIDO Gragera y SANSÓ-RUBERT, 2014 op. cit. p.124.

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Uso operacional de la violencia A pesar de la existencia de alianzas entre crimen organizado y grupos insurgentes, los grupos han buscado renunciar a la creación de estas en la medida de lo posible. A partir de los 90, se hizo evidente que los grupos criminales e insurgentes estaban buscando “mutar su propia estructura y organización, en lugar de cooperar con grupos que ya son efectivos en esas actividades”82. La razón principal para la adquisición de capacidades internas era garantizar la seguridad de la organización, así como asegurar las operaciones de la organización. De esta forma, las organizaciones criminales e insurrectas han tratado de evitar los problemas inherentes a todas las alianzas, entre ellos: las diferencias sobre las prioridades y estrategias, la desconfianza mutua, el peligro de las deserciones y la amenaza que las alianzas podrían crear futuros competidores. Como se señaló previamente, existen algunas agrupaciones criminales que usan tácticas insurgentes como una herramienta operativa, o bien insurrectos que participan en actividades criminales como herramienta operativa. El involucramiento de insurgentes en actividades criminales para costear su lucha armada no surgió como un problema grave sino hasta principios de los 90. En ambos casos, sin embargo, la post-Guerra Fría llevó a muchos grupos criminales e insurgentes a cambiar su enfoque operativo. Como resultado, los grupos criminales se enfocaron progresivamente en modelar las condiciones operativas presentes en Estados Débiles. En tanto, los insurrectos se volcaron a actividades criminales en busca de una opción pragmática que les permitiera suplir la pérdida de los recursos brindados por las dos superpotencias83.

Convergencia motivacional Esta fase está compuesta básicamente por dos elementos autónomos, pero asociados. En primer lugar, incorpora organizaciones criminales impulsadas por motivaciones políticas. Y en segundo orden, se refiere a grupos insurgentes interesados en obtener beneficios económicos, para los cuales el lucro derivado de actividades ilícitas puede llegar a convertirse en la meta de parte o la totalidad de la organización, aunque no abdique públicamente

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82

MAKARENKO, Tamara. The Crime-Terror Continuum: Tracing the Interplay between Transnational Organized Crime and Terrorism. en Global Crime. Nº 1, vol. 6, 2004. p. 133.

83

PULIDO Gragera y SANSÓ-RUBERT, 2014, loc cit.

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de sus banderas o retóricas políticas para perpetrar actividades delictivas sin perder el apoyo de sus seguidores o simpatizantes84. La primera categoría puede subdividirse en dos partes. En primer lugar, incluye grupos que han utilizado tácticas insurgentes para ganar influencia política más allá de la interrupción de los procesos judiciales o intentos de bloquear la legislación en su contra (una táctica común utilizada por el crimen organizado a objeto de asegurar sus operaciones). En segundo lugar, están interesados en la consecución del control político mediante la participación directa en procesos políticos e instituciones del Estado. En segundo lugar, incluye a organizaciones criminales que utilizan inicialmente tácticas insurgentes para establecer un monopolio sobre sectores económicos lucrativos de un Estado. En el control de sectores económicos, incluyendo los recursos naturales estratégicos y las instituciones financieras, estos actores proceden a ganar en última instancia el control político sobre el Estado. Este proceso se basa en la premisa de que en un escenario donde prevalece la economía de libre mercado, la fortaleza económica constituye un requisito previo al poder político; y el poder político, posteriormente, sostiene tanto la vida de la organización y sus actividades ya sean criminales y/o políticas. Como señala Xavier Raufer, “agarrando el control de las instituciones financieras pueden llevar a casa dinero en efectivo que les permita avanzar en sus ambiciones políticas. Muchos grupos, por supuesto, conservan una gama estrecha de objetivos, metas y métodos; mientras que otros están convirtiéndose en conglomerados de causas”85. El segundo elemento de la convergencia motivacional alude a grupos insurgentes que se involucran activamente en actividades delictivas pero que solo mantienen su retórica política como una fachada para perpetrar actividades delictivas en una escala más amplia, tal como se mencionó previamente. Cada vez más la evidencia indica “que a pesar de focalizarse en actividades criminales, algunas insurrecciones mantienen una fachada pública, apoyada por una retórica y declaraciones, pero en el fondo, se han transformado en otro actor con un juego final diferente”86. En efecto, determinadas características organizacionales y/u operacionales que comparten la insurgencia y la criminalidad organizada facilitan ese proceso, entre ellas destacan la racionalidad; el accionar secreto; el desafío al Estado y al imperio de la ley; el uso asimétrico de la violencia y la

84

MAKARENKO 2004, op. cit., p. 134.

85

Ibid. p. 135.

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Ibid. p. 136.

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capacidad de adaptación. No obstante, cabe mencionar que en ningún momento los insurgentes traicionan el carácter político de sus objetivos, ni renuncian a publicitar y/o difundir sus acciones, mientras que, tal como señalamos líneas más arriba, las organizaciones criminales actúan en función de metas económicas y buscan mantenerse en el anonimato o clandestinidad87. Ya no impulsados por una agenda política, sino por la ganancia del delito, estos grupos antiguamente tradicionales continúan empleando un modo de operar propio de grupos insurgentes básicamente por dos razones: Primero, para mantener a las autoridades gubernamentales y policiales concentradas en las cuestiones y los problemas políticos, en vez de iniciar investigaciones criminales. En segundo lugar, ese tipo de tácticas son una herramienta útil para reafirmar su identidad entre grupos criminales rivales. Además, estos grupos son capaces de manipular su red de apoyo. Por ejemplo, ellos siguen centrándose en reivindicaciones políticas (combinado con incentivos monetarios) para reclutar nuevos integrantes que justifican lo que normalmente se considera como actos netamente criminales. Por lo tanto, al centrarse en objetivos criminales y políticos simultáneamente, estos actores armados no estatales son capaces de utilizar dos conjuntos de redes que les permitan llevar a cabo un enfoque para pasar desde la insurgencia a otro campo de aplicación, o bien perseguir múltiples aplicaciones a la vez.

Participación instrumental También podría ser llamado “convergencia mediante apropiación de métodos”. Ocurre cuando los grupos u organizaciones insurgentes se involucran en actividades que son típicas de la criminalidad organizada. De manera tal que el vínculo suele iniciarse a raíz de una necesidad específica del insurgente, esta puede ser financiera o logística. Por ejemplo, mediante el involucramiento en el narcotráfico o la incursión en la comercialización de armas ilegales, respectivamente88.

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87

BARTOLOMÉ, Mariano, Más Allá del Crimen Organizado: la reformulación del concepto de insurgencia y su Impacto en el entorno estratégico sudamericano. en Austral: Revista Brasileira de Estratégia e Relações Internacionais, Nº 3, vol. 2, pp. 47-77. 2013.

88

MAKARENKO. 2004, op. cit., p. 137.

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Alianza/Imposición La naturaleza de las alianzas entre grupos varía, y puede incluir una relación a corto plazo o mediano plazo. Por otra parte, las alianzas incluyen lazos establecidos por una variedad de razones, tales como la búsqueda de conocimiento experto (es decir, lavado de dinero, falsificación o fabricación de bombas) o apoyo operativo (es decir, acceso a rutas de contrabando). En muchos aspectos, las alianzas formadas son semejantes a las relaciones que se desarrollan en entornos de negocios legítimos. Como Makarenko señala sucintamente con referencia específica al crimen organizado, la cooperación con los insurgentes “puede traer importantes beneficios para las organizaciones criminales mediante la desestabilización de la estructura política, minado de las fuerzas de seguridad y la limitación de las posibilidades de cooperación internacional”89. De lo anterior se deduce que el interés de los grupos criminales e insurgentes en formar alianzas radica principalmente en asegurar un entorno favorable para sus metas. Es decir, la inestabilidad reviste interés para los insurrectos, pues disminuye la legitimidad de los gobiernos a ojos de la misma población que tratan de obtener su apoyo; y a su vez es también interesante para los grupos criminales que buscan maximizar sus ganancias sin ser acosados por las fuerzas de seguridad. A pesar de todas esas modalidades de interacción entre crimen organizado e insurgencia, lo cierto es que no suelen producirse con regularidad, sino más bien son de carácter limitado, esporádico o específico, ya que no se adaptan a todos los ambientes90. En efecto, las posibilidades y formas que adoptan son de naturaleza e intensidad variada, dependiendo principalmente de lo que el liderazgo de las organizaciones estimen más beneficioso para la consecución de sus respectivas metas, cuando estas no son capaces de alcanzarlas en solitario, es decir, “qué tan buen negocio sea para ambas partes”91. Sin embargo, no se puede negar que a veces la cooperación inicial puede conducir eventualmente al fortalecimiento de los nexos o establecimiento de alianzas estratégicas con mayor proyección temporal. Por otra parte, cabe subrayar que asumir la existencia de una variada taxonomía de interacciones entre ambos actores armados no estatales con diferentes intensidades y longitud en el tiempo, no implica equiparar conceptualmente a la insurgencia con el crimen organizado, pues,

89

Ibid. p. 132.

90

PULIDO Gragera y SANSÓ-RUBERT, 2014 op. cit. p. 129.

91

FELBAB-BROWN, 2013, op. cit., 2013, p. 157-158.

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en cualquier caso, la identificación de la hibridación entre ambos fenómenos constituye una salvedad que se genera bajo determinadas condiciones. De lo anterior se desprende que la importancia de la reinterpretación de la insurgencia bajo la modalidad de Insurgencia Criminal radica en que omite su tradicional connotación política, resaltando únicamente su efecto más nítido: debilitamiento o impedimento del ejercicio pleno de las funciones estatales, independientemente de su fin último. Vale decir, no se trata de una incursión por parte de organizaciones insurgentes en el ámbito criminal, sino exactamente lo contrario. En esa dirección, Villalobos señala que un movimiento insurrecto que supuestamente cuenta con un proyecto político-ideológico como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) mutó en una narco-guerrilla al ser partícipes del narcotráfico, extorsión y minería ilegal producto de un proceso de descomposición social, moral y político en sus filas92, lo cual resulta lógico por tratarse de una degradación de insurrección a criminalidad. También podría decirse que otros grupos rebeldes como los remanentes de Sendero Luminoso en Perú ya se han criminalizado, pues parecen comportarse más como narcotraficantes que como una organización motivada ideológicamente. De hecho, actualmente el principal flujo de ingresos para la insurrección de inspiración maoísta proviene del cobro de impuestos a las diferentes fases de la cadena de producción y suministro de drogas situadas en la región del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM)93. Incluso, el grupo rebelde de más reciente data en América Latina, el Ejercito del Pueblo Paraguayo (EPP) está recurriendo a actividades ilícitas como el tráfico de armas, secuestros y extorsión a los productores de marihuana que operan en su zona de influencia como mecanismos de financiamiento94, aun cuando también cuenta con un discurso político que plantea abolir el “sistema parlamentario liberal burgués” y sustituirlo por un “régimen de congresos populares”95.

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92

VILLALOBOS, Joaquín. De Los Zetas al Cartel de La Habana, en Foreign Affairs Latinoamérica, México DF, Nº 2, vol. 11, 2011, p.10.

93

TOBARY, Sam. Estados Unidos incluye a Sendero Luminoso en lista negra de traficantes de drogas. Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 3 de junio 2015. [Fecha de consulta: 9 de junio 2015]. Disponible en:

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Sin embargo, cabe mencionar que en México y Centroamérica el proceso degradativo experimentado por las FARC o Sendero Luminoso tendría que suceder a la inversa y eso carece de sentido, pues los actores que nacen y evolucionan como grupos criminales impulsados netamente por una agenda económica (ilícita) no pueden mutar hacia estructuras insurgentes con una causa política. Esto significa que el empleo de una estrategia similar al insurrecto no modifica la naturaleza ni los propósitos de las maras y carteles de la droga ya que se trata de actores que carecen de demandas hacia el Estado y/o agravios históricos que motiven su accionar. ¿Puede aplicarse una estrategia contrainsurgente para combatir a los carteles y maras? Ampliar la definición de insurgencia al campo del crimen organizado transnacional no solo contribuye a la confusión en torno a la naturaleza de los desafíos que enfrentan México y Centroamérica, sino también puede llevar a la formulación de soluciones inapropiadas por parte de los gobiernos. Por ese motivo, se ha abierto una discusión sobre cuáles son los antídotos más efectivos para combatirlo conforme a las corrientes de pensamiento descritas al inicio del presente trabajo, como se observa en la Tabla 4. TABLA 4 Respuesta institucional Crimen Organizado Transnacional vs. Insurgencia Criminal Crimen Organizado Transnacional Paradigma de respuesta institucional

Objetivo de respuesta institucional

Insurgencia Criminal

Aplicación de la ley (Vigilancia de alta intensidad

Militar (Amenaza a la seguridad nacional)

Llevar criminales a la justicia

Identificar/neutralizar a líderes

Prevenir aumento del crimen violento

Desmantelar organizaciones dominantes

Crimen de baja intensidad como estado final deseado

Restablecer legitimidad/ presencia estatal en zonas perdidas/disputadas

Fuente: Elaboración propia a partir de BUNKER, Robert. Introduction: the Mexican cartels-organized crime vs. criminal insurgency. 2013.

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De ese modo, el paradigma de respuesta prevaleciente de acuerdo al enfoque modernista que define a carteles y maras como una expresión de criminalidad organizada transnacional consiste en una combinación entre aplicación de la ley y vigilancia de alta intensidad para crear un nivel más manejable de violencia criminal producto de llevar a los delincuentes ante la justicia96. En cambio, la conceptualización de las organizaciones criminales como movimientos insurrectos que representan una amenaza directa a la integridad del Estado postulada por la aproximación posmodernista implica que su combate y la resistencia de estas a la coerción gubernamental adquieran rasgos propios de un conflicto de baja intensidad. Y dado que la Insurgencia Criminal surge en un entorno de conflicto de baja intensidad, la respuesta apropiada incluye un enfoque militarizado para identificar y neutralizar a objetivos de alto valor buscando desmantelar las principales organizaciones criminales y restablecer la legitimidad del Estado en áreas disputadas y perdidas97. No obstante, los despliegues militares aún no consiguen controlar o disminuir la violencia asociada a este nuevo tipo de insurrección. Al contrario, a pesar de la reciente tendencia a mexicanizar98 las políticas de seguridad, la cifra total de homicidios ligados a la criminalidad organizada en el Triángulo Norte de Centroamérica se encuentra en ascenso, pues el nivel de intensidad de los enfrentamientos intramaras e intermaras se ha acrecentado y con ello el

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96

BUNKER, 2013. op. cit. p. 132.

97

Ibid.

98

Se define como las políticas de seguridad establecidas en un sistema democrático que utilizan a las fuerzas armadas de forma temporal y transitoria para combatir al crimen organizado. Es preciso aclarar que la definición de Mexicanización se refiere solo a la lucha contra el crimen organizado, cuyo objetivo principal es el beneficio económico, y se excluye de ella a grupos terroristas, que se mueven por motivaciones políticas, y grupos insurgentes, cuyo objetivo es derrocar a un gobierno constituido. Una segunda aclaración consiste en que la Mexicanización de la seguridad no es comparable con otras iniciativas que recurren a las fuerzas armadas como el caso colombiano. En el caso de la Mexicanización, el crimen organizado es la única causa que provoca la utilización del instrumento militar. Mientras que en Colombia, tanto antes como después de la aprobación del Plan Colombia en 2000, la política de seguridad moviliza al ejército para luchar contra los carteles y contra los grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional, y también contra grupos paramilitares. Además, dentro de la política de Mexicanización de la seguridad, el crimen organizado pasa de ser considerado un problema de seguridad pública, a ser declarado un asunto de seguridad nacional que amenaza directamente al Estado. En términos de seguridad, el crimen organizado es un actor no estatal considerado dentro de las nuevas amenazas porque tiene el suficiente potencial para desestabilizar la cohesión interna de un Estado y los componentes de poder del mismo como el social, el económico, el político y el militar, debilitando su soberanía y autoridad. Ver: SERVITJA ROCA, Xavier. El crimen organizado en México y el Triángulo Norte durante el mandato de Felipe Calderón, Madrid, Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), 2012. p. 17.

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nivel de violencia99. En efecto, aquel panorama ha hecho surgir algunas voces críticas sobre la real efectividad de este enfoque. En este sentido, es posible sostener que las estrategias de decapitación y eliminación contempladas en el paradigma postmodernista crean, en mayor o menor grado, cadenas de vacío al interior de las organizaciones criminales, convirtiéndolas en blanco fácil para sus rivales. Por lo tanto, entre más extensas sean estas cadenas de vacío y mayores sean las incertidumbres sobre sucesión interna o eventual reemplazo, más intensa se tornará la competencia generando un mayor nivel de violencia100. En México, por ejemplo, descabezar un cartel usualmente desata el impulso de sus competidores por eliminarlo o bien reemplazarlo. Vale decir, el desmantelamiento parcial de organizaciones de narcotráfico por parte de las Fuerzas Armadas causa perturbaciones aún mayores en el mercado ilícito, y sus integrantes luchan por ocupar ese vacío de manera intensa, competitiva y voraz101. Por lo tanto, esta respuesta institucional resulta ser absolutamente contraproducente en la consecución de su objetivo. Otro resultado contraproducente que genera esta respuesta institucional es el denominado efecto cucaracha102. Este evidencia que una estrategia contrainsurgente puede llegar a ser efectiva en su cometido de lucha contra el crimen organizado a escala nacional, pero no así en el ámbito vecinal o subregional. En este sentido, los enfoques militarizados no consiguen eliminar a los cárteles, pues la utilización de las Fuerzas Armadas en determinados estados de México, sobre todo fronterizos, ejerce una presión sobre los grupos criminales que operan en los mismos. Entonces, cuanta más presencia militar exista, menos pasos de frontera quedan habilitados como rutas para el tráfico de drogas, ocasionando un efecto embudo o cuello de botella, es decir, la convergencia de las rutas en unas pocas vías de entrada, y los

99

CAWLEY, Marguerite. ¿Es la violencia de pandillas en Centroamérica una crisis humanitaria? Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 18 de julio 2014 [Fecha de consulta: 10 de junio 2015]. Disponible en:

100

WILLIAMS, 2010, op. cit. pp. 27-28.

101

Ibid.

102

Efecto cucaracha o teoría del desplazamiento se refiere específicamente al desplazamiento de los grupos criminales de una ciudad, Estado o región, a otra dentro de un mismo Estado, o su desplazamiento de un Estado a otro, buscando un contexto mejor para establecerse y llevar a cabo sus actividades criminales. En el efecto cucaracha, cuando se eliminan las oportunidades para que se cometa un delito en una zona determinada, ello no impide que el delincuente se desplace a otra área donde la situación sea más propicia para cometerlo. De este modo, el delito se comete de todas formas. Ver: SERVITJA ROCA, 2012, op. cit., p. 28.

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consiguientes enfrentamientos entre los diferentes carteles para controlarlas o facilitar el acceso de sus productos ilícitos. De esa manera se incrementan los costos humanos y materiales de las organizaciones criminales, así como el grado de peligrosidad en las rutas producto de la violencia generada en las disputas, debiendo buscar en algunos casos rutas alternativas103. Ante este escenario, las agrupaciones criminales optan por desplazarse hacia territorios donde la presencia y autoridad estatal sean más débiles a objeto de instalar en ese sitio su nuevo centro de operaciones. Un ejemplo de esta consecuencia no deseada es el arribo de Los Zetas a Guatemala, a causa de la ofensiva militar iniciada durante el gobierno calderonista104. Otro caso es la migración recientemente detectada de Barrio 18 y MS-13 hacia Costa Rica, producto de las agresivas políticas antipandillas implementadas en el Triángulo Norte105. Por otro lado, Felbab-Brown matiza ese planteamiento argumentado que los gobiernos requieren conceptualizar su respuesta institucional contra los insurgentes criminales como una competencia entre ambos por la lealtad de la población, pues, según la autora, este actor armado no estatal opera como un constructor competitivo de Estado106. Es decir, una respuesta política adecuada a este fenómeno no puede basarse única y exclusivamente en la vigilancia, la aplicación de la ley en el sentido clásico o la puesta en marcha de operativos policiaco-militares. Si bien el elemento represivo es un componente crucial de la estrategia, a menudo es posible que deba complementarse con otras políticas socioeconómicas, de modo que se rompa la dependencia de las poblaciones en relación a los enclaves criminales creados por este nuevo tipo de insurrectos. En efecto, una política gubernamental adecuada también podría incluir la participación de otros actores no estatales que proporcionen vías de acceso alternativas a bienes públicos con el propósito de que las personas transfieran su lealtad al Estado, fortaleciendo los lazos entre este último y los ciudadanos, de manera tal que los vínculos existentes entre la

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103

Ibid. p. 29.

104

HOOPER, Karen. The Mexican Drug Cartel Threat in Central America, Stratfor Global Intelligence. [en línea]. 17 de noviembre 2011 [Fecha de consulta: 2 de junio 2015]. Disponible en:

105

GAGNE, David. ¿Es Costa Rica el próximo destino de las maras? Insight Crime Crimen Organizado en las Américas [en línea]. 16 de junio 2015. [Fecha de consulta: 29 de junio 2015]. Disponible en:

106

FELBAB-BROWN, Vanda The Purpose of Law Enforcement is to Make Good Criminals? How to Effectively Respond to the Crime-Terrorism Nexus. Brookings Institute. [en línea]. 21 de noviembre 2013 [Fecha de consulta: 2 de junio 2015]. Disponible en:

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población y los actores armados no estatales como las insurrecciones criminales se debiliten107. Por lo tanto, existe una serie de opciones que deben formar parte de la caja de herramientas de los responsables políticos al momento de afrontar esta amenaza.

CONCLUSIONES El concepto Insurgencia Criminal ignora por completo la naturaleza política de las metas de quienes protagonizan, los movimientos insurreccionales, relativizando así su ubicación al interior de la esfera de la violencia política. Al extender el concepto de insurgencia a campos ajenos para incluir a todas las expresiones criminales motivadas por un interés económico con el fin de corromper, neutralizar o defenderse de los agentes encargados de aplicar la ley, se genera un vaciamiento de contenido, de manera tal que el término pierde prácticamente su significado original en razón de que esta categoría englobaría fenómenos tan diversos como la Yakuza, ETA, Los Zetas, Al Qaeda, MS-13, Barrio 18 o Los Urabeños. Por otro lado, tampoco repara en que un eventual nexo entre insurgencia y crimen organizado, es el primero de esos factores el que muta a efectos de incursionar en el campo del segundo. Adicionalmente, esta nueva lectura de la insurgencia enfatiza su impacto reflejado en el debilitamiento o socavamiento de las funciones estatales, en especial, el control efectivo sobre la totalidad del territorio nacional. De ese modo, los aspectos instrumentales de la insurgencia pasan a ocupar el eje central de la cuestión, desplazando de esa ubicación a la naturaleza de las metas perseguidas por los actores no estatales. Como se indicó, en el proceso convergente entre insurgencia y crimen organizado, es el segundo factor el que suele adoptar la fisionomía del primero, no a la inversa. Por último, es oportuno mencionar que analizar el caso de México y América Central desde la óptica de la Insurgencia Criminal conlleva asumir las siguientes consideraciones teórico-metodológicas sobre la evolución del fenómeno: • Se trata de un fenómeno emergente y en ascenso. • Sus implicancias son multidimensionales.

107

Ibid.

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• Deja de circunscribirse solamente a la región andina (como es el caso de las FARC y Sendero Luminoso) o suramericana (considerando a EPP) como se ha hecho hasta el momento, sino que resulta extensivo a otras áreas del subcontinente. • Deja de concebirse como un fenómeno exclusivamente referido al ámbito rural como la región de Cauca (FARC), el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Sendero Luminoso) o Arroyito y Kurusu de Hierro (EPP), sino que incorpora entornos urbanos como Acajutla (MS-13) Mexicanos (Barrio 18) Nuevo Laredo (Los Zetas) Ciudad Juárez (Cartel de Sinaloa) o Apatzingan (Los Caballeros Templarios). • Su combate implica adoptar un enfoque militarizado basado en tácticas propias de un conflicto de baja intensidad como la neutralización de objetivos de alto valor, descartando el empleo de herramientas convencionales como la aplicación de la ley.

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