Instrucciones para Fabricar un Cuerpo: Identidades y Devenir en el Valle de Ambato (NO Argentino). Siglos V a XI d.C.

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Instrucciones para Fabricar un Cuerpo: Identidades y Devenir en el Valle de Ambato (NO Argentino). Siglos V a XI d.C. Marcos Román Gastaldi Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET), Museo de Antropología (FFyH-Universidad Nacional de Córdoba) Es frecuente que en las excavaciones realizadas en el Valle de Ambato –Catamarca Argentina(Figura 1) se encuentren restos óseos de humanos y camélidos en los pisos de las habitaciones de las casas, muchos de ellos están fragmentados y pertenecen a distintos individuos, jóvenes y adultos. En la mayoría de los casos se encuentran trozados, mezclados y almacenados juntos en grandes vasijas, algunos de ellos presentan huellas de haber sido puestos sobre el fuego o hervidos; otras veces se los encuentra transformados en herramientas, en otras ocasiones los cráneos son pintados con manchas rojas y negras. Otras modalidades de manipulación que implican tanto a los camélidos, como a los humanos es el entierro de cuerpos enteros – principalmente de niños y camélidos jóvenes- bajo los pisos de las habitaciones. La manipulación, transformación y mezcla de cuerpos humanos y no humanos que estos contextos hacen visibles, también pueden ser observadas en la iconografía plasmada en los objetos cerámicos que suelen asociarse a esos contextos. En general aparecen vasijas cerámicas de diferentes tamaños, formas y pastas. Éstas vasijas no solo están asociadas a esos contextos de manipulación de cuerpos, sino que participan de ellos, en algunos casos se las utiliza de contenedor para almacenar estas mezclas de partes de cuerpos de humanos y camélidos, en otros sirven para cocinarlos, transportarlos, etc. Dentro del catálogo de formas y clases tecnológicas (Figura 2 y 3) que se conoce para Ambato están representadas las vasijas de pasta más gruesas y cocción occidente –clase E sensu Fabra (2008)- de forma “a”, “ab”, globulares restringidas, platos y también se hallan las de pasta más fina de cocción reductora u oxidantes –clases A sensu Fabra (2008)- como son los pucos a, b, c, d, bol y vasijas “b” y “c”. En muchas de éstas vasijas, se hallan representados -sea de forma grabada, modelada o pintadauna variedad de representaciones antropomórficas, zoomórficas y también aquellas que mezclas animales y humanos como las zooantropomorfas (Figuras 4 y 5): existen humanos transformándose en felinos –o a la inversa-, pájaros con rasgos de felinos, camélidos con rasgos de felinos –o a la inversa-, ofidios con partes de felinos, figuras multiformes como las denominadas “draconianas” compuestas por varias partes de animales y humanos –colas,

cabezas, pies, patas, lenguas, etc.-; otras veces sólo se representan partes de cuerpos tanto de humanos y animales (Gonzáles 1998; Gordillo 2009, Kusch 1990; Laguens y Gastaldi 2008). Lo primero que llama la atención al observar esta iconografía es la capacidad de transformación que poseen los cuerpos: metamorfosis, mutaciones, cambios de estados, de formas,

de

sustancias, entre otros. Es como si los cuerpos no estuvieran fijos si no en un continuo proceso de transformación. Por más que, como la han señalado algunos autores, humanos y no humanos ocupen ciertas posiciones corporales diferenciales en las representaciones (Cruz 2002, 2005; Kusch 1990; Gordillo y Kusch 1987; Gordillo 2009); todo ellos son inestables, pasan de un estado a otro, de una forma a otra, se intercambian sustancia, fluidos, partes, etc. En este sentido se acerca bastante a la definición que diera Alberti (2006) siguiendo a Vilaça (2005) para caracterizar a la cerámica San Francisco y Candelaria cuerpos crónicamente inestablesi. El análisis de los contextos y acciones ejecutadas sobre los cuerpos de los muertos humanos y no humanos –fragmentación, mezcla, almacenamiento, cocción o conservación y entierro de cuerpos enteros-; en vinculación con la inestabilidad de los cuerpos sugerida por la iconografía de las vasijas, que participaron activamente en la ejecución de dichas actividades; nos permitirá proponer que se trataron de prácticas performativas que al mismo tiempo producían: a) el reprocesado y trasformación de ciertos cuerpos en una nueva clase de cuerpo, aunque de una materialidad, sustancia y forma diferente y; b) la inmovilización de sustancias y formas de otros cuerpos. Luego, el análisis de estas acciones en la espacialidad de la geografía de la casa no permite señalar que, ambas prácticas y los distintos cuerpos

producidos por ellas,

conformaron la materia prima sobre la cual aquellas personas que las ejecutaban establecieron los límites de pertenencia a nivel del grupo familiar de parentesco que habitaba la casa. Pero también, dado que ocurrían en las viviendas con una especialidad diferencial se transformaban en prácticas que mediaron la inserción del grupo doméstico en una escala mayor de agregación social; a nivel de la comunidad que habitó el Valle de Ambato durante el lapso de tiempo considerado.

Fragmentando cuerpos: fabricando nuevos

Los fragmentos de cuerpos aparecen en casi todos los sitios de viviendas excavados: sitio Martínez 2, Martínez 4, La Rinconada y Piedras Blancas. Dentro de cada uno de estos sitios, los fragmentos se hallaron, por un lado formando parte del relleno de montículos basureros,

tanto aquellos que luego fueron transformados en plataformas -La Rinconada- como en los que no -Piedras Blancas- (Figura 6), por otro lado, también aparecen sobre los pisos de las galerías, apoyados en las banquetas de adobe o en el interior de habitaciones techadas casi siempre asociado a huesos fragmentados de camélidos , sea guardados en el interior de las vasijas de forma “a”, “ab” y las “globulares restringidas”, o a punto de ser cocinados, o incluso ya cocidos, en esta última forma de vasijas (Figura 7). Una característica de los contextos es que no aparece el cuerpo completo, si no que aparecen fragmentos óseos de diferentes personas de edades distintas –jóvenes o adultos-, pero además en varias ocasiones como en los sitios Martínez 2 y Martínez 4, aparecen mezclados con fragmentos óseos de camélidos también pertenecientes a diferente individuos de edades distintas, a su vez en clara asociación con vasijas de forma “a” “globulares restringidas”, “ab”, “b” que los estaban conteniendo. De las partes corporales representadas y de los tratamientos recibidos se pude reconstruir cierto proceso para trozar los cuerpos de los muertos. Según Cruz (2005) hay una primera instancia, que es la extracción de las vísceras, luego se procedería a la separación de las piernas de la pelvis. También, se separaría la pelvis de la columna a través de la desarticulación del hueso coxal y el hueso sacro. Al cráneo, según lo observado por Gordillo y Solari (2009), se le extraería la mandíbula, y probablemente dado que luego aparecen solos los cráneos o fragmentos de estos, se lo desarticularía de la columna. Así tenemos al menos cuatro partes: miembros inferiores, parte media del cuerpo, cráneo y mandíbula. Luego vendría el descarnado que fue observado en distintas partes del cuerpo. La fragmentación del cuerpo, produce que los partes desmembradas, desarticuladas se diseminen, hay una dispersión de los cuerpos; no se han recuperado contextos donde se encuentren representados individuos completos, solo se hallan partes de estos. Existe un énfasis puesto en el proceso de desarticular del cuerpo: desmembrarlo, extraerles las vísceras, sacarle la carne etc., son acciones que desarman un cuerpo. Una vez trozado el cuerpo y dispersados los distintos fragmentos del mismo; a las distintas partes trozadas se las almacena temporalmente -en las habitaciones techadas y algunas veces en la galerías-, en las vasijas de forma “a” y “globulares restringidas”-. A su vez desde estos lugares de almacenamiento temporal, pasan a otros espacios, en el caso del sitio Martínez 2, desde una de las habitaciones techadas donde se los almacenaba, pasan a otra habitación contigua donde hay un fogón y donde son sometieron a procesos de cocción, utilizándose vasijas “globulares restringidas” de clase E . En esta instancia existe una fusión de cuerpos en tanto ingredientes, junto a vegetales (Pazzarelli 2012) de un preparado particular. Cocinar una comida, que en general requiere

seguir determinados procedimientos, recetas, etc., de cómo debe ser preparada, es una instancia altamente performativa: hay cambios de estado, las sustancias se alteran adquieren texturas y colores distintos, intercambian sus fluidos, componentes, etc. Por más que se conociera a la persona muerta, por más que se tuviera memoria de ellas, los fragmentos de su cuerpo que se diseminan y se juntan a otros fragmentos de otros cuerpos, de otras personas y animales, diluye casi toda posibilidad de reconocimiento de lo que fue. Juez (1991) señala que uno de los cráneo hallados en el sitio Martínez 2 fue puesto directamente al fuego en estado fresco, es decir con la piel, el cabello, partes blandas, etc. Era la cara de una persona visible; el colocarlo al fuego produce que las marcas que aún podría haber llevado esa persona en su rostro –tatuajes, peinados, pintura- se consuman, se borren. Toda esta comensalidad es un proceso de transformación, de cambio, resignificación que por medio de la fragmentación de cuerpos de distintos sujetos, produce la posibilidad de su reagrupación en una especie de collage armado con varias partes de personas y animales, es la transformación, la metamorfosis de cuerpos en un forma multiforme, a la manera de las representaciones “draconianas” tal cual lo mencionamos arriba. A su vez estos procesos, como ya lo mencionaron Cruz (2005) y Gordillo y Solari (2009), son partes de prácticas antropofágica, prácticas culinarias, por medio de las cuales esos nuevos cuerpos multiformes, ese collage, termina siendo reincorporado a otros cuerpos, a los cuerpos de los vivosii. Este mismo proceso además fusiona o pone en un mismo universo a los camélidos, que también sus partes representan a distintitos individuos y edades diferentesiii. Las vasijas que mostramos al principio, en las que se representan procesos de transformación corporal, en estos contextos funcionan como familias de vasijas, se mueve y actúan de manera conjunta (Gastaldi 2010, 2012). Éstas ocupan diferentes roles, utilizándoselas para realizan distintas acciones sobre los cuerpos. En primer lugar los almacenan ya dislocados, desmembrados, descarnados y mezclados; en segundo lugar participan en la transferencia de estos a los lugares donde se los cocina y; en tercer lugar, se las utiliza para cocinarlos y luego para consumirlos. Es decir que están implicadas desde el inicio de este proceso. Los fragmentos de cuerpos, también poseen una vida posterior, en tanto que algunos se transforman en instrumentos, se han hallado en las galerías astillas de huesos humanos con punta, huesos largos con uno de sus bordes pulido que fue utilizado como sobador. Una mandíbula inferior, presenta también una zona muy pulida. O los cráneos pintados que mencionáramos arriba. Quizás como lo señalara Cruz (2005, 2007) algunos de ellos hayan sido trasformados en reliquias conmemorativas. Es decir que permanecen en la superficie de los piso

de las habitaciones, patios y galerías durante algún tiempo, hasta que algunos de ellos terminan como el resto de cosas usadas en las casas formando parte de los montículos basureros. En el proceso descripto lo queda claro y fuertemente enfatizado es la disolución del cuerpo, de “un” cuerpo, de límites de edades, de límites de “género”, de límites de “especies”, etc.

Conservando cuerpos

El otro tratamiento recibido por los cuerpos, es la conservación del cuerpo totalmente articulado. En general se trata de entierros en fosas que fueron excavadas en la tierra: se hallaron tres enterratorios individuales de niños, algunos con ajuar asociado en una habitación del sitio Piedras Blancas (Figuras 8); otro enterratorio de un adulto debajo del pisos de una habitación en un sitio pequeño, Cárcavas 1. En todo los casos las fosas se disponen o por debajo de los muros, o por debajo de los pisos de las habitaciones. En éstos mismos lugares aparecen también enterratorios de camélidos: se hallaron dos de individuos jóvenes en el sitio Piedras Blancas (Figura 8), en el mismo recinto donde estaban enterrados los niños humanos. Otro camélido adulto enterrado en la Rinconada por debajo del piso de una habitación techada dispuesto en una fosa totalmente extendido junto a una placa cuchillo de cobre. A diferencia de las prácticas de fragmentación de los cuerpos, en esta otra actitud, existe un fuerte énfasis recibido por el cuerpo durante el proceso de entierro. No se los colocaba de cualquier forma, es decir no fueron arrojados a la fosas y luego enterrados; todos fueron dispuestos de una manera específica, o boca arriba totalmente extendidos o en posición genuflexa. De hecho cuando se colocan objetos en su interior, estos poseen ubicaciones determinadas muy precisas. Como muestra la figura 8 en la que se pude observar el lugar central del cuerpo. Es decir en esta otra actitud todo el evento ritualizado de entierro se concentra y gira alrededor del cuerpo entero del difunto. Las dos prácticas ejecutadas: aquella que conserva los cuerpos enteros por medio de su entierro y aquella que destila o disuelve los cuerpos volviéndolos fragmentos para fusionarlos en un collage de partes, ocurrían en los mismos espacios, es decir al interior de las casas donde las personas habitaban, e inclusive en las mismas habitaciones donde se desarrolla normalmente la vida social. Pero en esos espacios, ambos llegaron a habitar lugares diferentes, no totalmente superpuestos.

Los cuerpos en la geografía de la casa

Aquellos sujetos enterrados enteros fueron habitantes del sustrato donde se llevó a cabo la vida social, pero además habitaron el sustrato de los espacios más restringido de los sitios. Sea en las habitaciones techadas o en recintos no techados pero de acceso más restrictivo; no se adentraron en los patios que, como lo señalara Ares (2006) para Ambato son espacios intermedios entre esferas semi-públicas o semi-domésticas. Ni tampoco trascendieron a estos, penetrando en un espacio aún más externo, trasponiendo, los muros perimetrales que rodean a los sitios pequeños, medianos, grande y muy grandes, donde suelen emplazarse los montículos basureros o; aquellos muros que en los sitios muy grandes con sectores delimitan los patios de un espacio más público como la plaza, donde se encuentran las plataformas -antiguos montículos basureros- (Figura 6 –plataforma de la Rinconada-). Como sí lo hicieron los cuerpos trasformados en collage que no solo quedan circulando en la superficie de habitaciones, galerías y patios si no que suelen terminar incorporados como inclusión a los montículos basureros iv. En el caso de los sitios pequeños, medianos, grandes y muy grandes el lugar ocupado por el montículo basurero, conforman un área en cierta forma exterior a estos; un espacio que no posee una demarcación con lo que podríamos decir el “más allá” del sitio, por lo menos materialmente marcada. Lo mismo puede ser planteado para las plataformas de sitios como La Rinconada, en tanto que el espacio central a manera de plaza donde se ubica la plataforma, no posee muros que restrinjan su acceso, su lado oeste está totalmente abierto, es permeable e invita a la visita. Pero, en cambio, todos los sitios sin importar el tamaño, poseen muros y vanos que limitan el acceso a los patios. Esta área “más externa” donde están los montículos y las plataformas, es una suerte de región liminal entre el espacio que es compartido por los que habitan el sitio y aquel otro compartido entre estos con los “vecinos” que refiere a relaciones y colectividades mayores de las que habitan el mismo y, que median la articulación de estos grupos a un paisaje mayor. El lugar liminal, mas colectivo o comunitario, donde se emplazan éstas estructuras monticulares es reforzado si pensamos como lo ha señalado Assandri (2010), que existe un alta intervisibilidad –de 80% a 90% entre todos los sitios de viviendas sin importar el tamaño, en este sentido existe la construcción de un espacio de encuentro común al menos al invitar a verse. El montículo además presenta una altura considerable, alcanzan hasta los 3 m de alto, sobresale del paisaje que lo rodea, además de encontrarse en algunos casos cercanos a la entrada de los patios de las casas. Es justamente en ese espacio liminal donde los nuevos sujetos indefinidos, armados con partes distintas y de sujetos diferentes, se adentran en zonas en las

cuales dominan relaciones sociales más colectivas, pero que explícitamente, por medio del montículo condensan las prácticas de grupos más restringidos, en tanto éstas estructuras están formados por lo desechos de casi todas las actividades ejecutadas por los habitantes de los espacios residenciales al que se asocian. Si pensamos en ésta espacialidad diferencial no existiría lugar visible en el espacio colectivo para “un” cuerpo fijo, no transformado en un collage, no metamorfoseado, o en términos de las imágenes que presentan las vasijas, se podría decir draconificado. Pero este proceso, que permite al grupo diluirse en un espacio más común, si no se lo controla puede llegar a producir la aniquilación o disolución de los sujetos y con ellos de los grupos de pertenencia; en tanto abre la posibilidad de transformaciones y resignificaciones continuas, donde el grupo de pertenencia podría diluirse completamente en la comunidad. Esta posibilidad de disolución, llegó a ser limitada, suturada, y amenazada, por la fijación de cuerpos muchos menos ubicuos en espacios más restringidos “menos colectivos” de cuerpos enteros de “un” solo individuo, de un sujeto. El que en general estos sujetos enterrados enteros sean niños, con un corto o casi nulo recorrido de vida social al interior del grupo de pertenencia, quizás nos esté hablando de que esa clase de cuerpos logran retener en estado potencial, la posibilidad futura de producción y reproducción del grupo familiar de parentesco. Un caso que apunta a esta dirección son los cuerpos del recinto H del sitio Piedras Blancas. En este recinto se han registrado una serie de actividades vinculadas al reciclaje de objetos cerámicos; reparación y recosido de objetos de metal; cocción y producción de pigmentos y pinturas; como así también ciertas actividades artesanales vinculadas a la producción de vasijas cerámicas. En uno de los enterramientos de niños, el cuerpo del chico estaba dispuesto sobre una laja pintada de rojo. A su alrededor se colocaron una serie de objetos e instrumentos. Una vasijita que contenía panes de pintura roja y blanca, podríamos decir la materia prima para fabricar pintura. Justamente la vasija depositada se trata de un tipo de contenedor que suele usarse en el valle para acumular pigmentos (Gastaldi 2010). En otro sector se colocó otra vasijita calceiforme que se la utilizó entre otras cosas para cocinar pintura (Pazzarelli 2012). Además se puso una pequeña mano de moler, herramientas que suelen usarse para moler pigmentos entre otras cosas (Pazzarelli 2012). Es como si el niño, fue equipado con herramientas, materias primas y objetos que aseguraría o podrían en estado potencial, ser utilizadas para hacer lo que se realiza cotidianamente en este espacio y que formaba parte de la producción cotidiana del grupo que habitaba la casa. Ambas prácticas sobre los cuerpos y su espacialidad diferencial marcan, no solo posibilidades y formas particulares de representar la muerte de ciertos sujetos -podríamos decir el devenir de

los vivos-; sino que también delinean, a través de ciertas rutinas que zonifican el espacio interior de las viviendas, un espacio-tiempo intermedio donde las personas que habitaron el valle desarrollaban su vida como sujetos sociales antes de la muerte. La vida de las personas en Ambato, sus biografías, transcurre en esa geografía, sus cuerpos desde su nacimiento e incorporación a la vida social hasta su muerte, se hallan interpelados por ambas actitudes corporales. Su vida, trascurre en un entremedio de posibilidades de estados de cuerpos. Las metamorfosis en las representaciones de las cerámicas, más que el paso de un estado “A” a uno “B”, es decir el paso de humano a jaguar; de camélido a jaguar; de pájaro a jaguar; de jaguar, camélido y humano a draconiforme; marcan posibilidades de devenir, es en ese estado de potencialidad, donde mejor podemos ubicar el domicilio de las personas en Ambato. Es sólo en este espacio liminal y de tensión, que comunidad, grupo de pertenecía a nivel doméstico, sujetos sociales, cuerpos fragmentados, cuerpos enteros, figuras draconianas, vasijas con caras antropomorfas o metamorfoseadas, casas y montículos en Ambato reconocieron su existencia. Es decir que como intentamos mostrar con este caso es sólo colocando a los objetos, técnicas, trasformaciones, imágenes y personas en el flujo de la vida social, en la red de relaciones y agencias de las que fueron partícipes que podemos llegar a una comprensión más profunda de ellos.

Bibliografía

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Figura 1: Valle de Ambato. Se muestran los sitios excavados hasta el momento. Los nombrados en el texto son IDI (La Rinconada o Iglesia de los Indios), PB (Piedras Blancas), M2 (Martínez 2), M4 (Martínez 4). LV corresponde a un corral, AL y M3 se tratan de montículos basureros. CP065 es una pequeña casa que recién se comienza a excavar. M1 es un sitio residencial pequeño.

Figura 2: variedad de formas dentro de la clase E

Figura 3: formas de las vasijas de clase A1.

Figura 4: vasijas con rostros antropomorfos

Figura 5: Se observan las representaciones iconográficas que muestran distintos procesos de metamorfosis entre humanos y animales. La foto de la esquina superior izquierda, la foto de la esquina inferior izquierda y la foto central fueron tomadas de González (1998). La foto de la esquina superior derecha fue tomada de Gordillo (2009). Restos de fotografías y calco fueron realizados por nosotros.

PATI

PLAZA

PATIO PLATAFORMA

Figura 6: Arriba se muestra el plano del sitio Piedras Blancas. Se marca con una flecha el montículo basurero y el sector excavado, donde se hallaron restos óseos humanos fragmentados. EL RH es el recinto donde se encontraron entierros de niños y camélidos jóvenes. El sitio posee un muro perimetral que lo rodea. Al mismo se accede traspasando una puerta, desde el oeste, justo desde el sector donde se halla el montículo. La imagen de abajo muestra el plano reconstruido en 3D de La Rinconada (tomado de Gordillo 2009 –los rótulos son agregados nuestros-). Este sitio posee una plaza central coronada al sur por una plataforma escalonada de 3 m de altos -un antiguo montículo basurero trasformado-. La zona de habitación se dispone en forma de U alrededor de la plaza. Para acceder a los espacios internos se deben atravesar vanos y patios.

Figura 7: sitio Martínez 2. Se muestran los lugares donde se hallaron fragmentos óseos humanos y de camélidos fragmentados en pisos de habitaciones y galerías. Las fotos corresponden a la habitación 1. La de la izquierda muestra fragmentos de cráneos quemados asociados a fogón. La de la derecha muestra fragmentos óseos humanos esparcidos luego de la rotura de una vasija globular -de grandes proporciones con huellas de carbonización- que los contenía. La misma se fracturo por el derrumbe de la techumbre incendiada.

Figura 8: sepultura de niño con ajuar asociado en el recinto H del sitio Piedras Blancas. Se trata de una fosa excavada directamente por debajo del piso del recinto.

i

Alberti (2007) para otras regiones cercanas al Valle de Ambato, para el caso de los estilos cerámicos conocido como Candelaria y San Francisco, observó que esta misma propiedad podía ser observada en las representaciones modeladas de la cerámica antropomorfas, proponiendo que la emergencia de una forma estable a través de la producción de un objeto de cerámica permitía estabilizar ciertos significados en un mundo altamente transformacional. En un trabajo anterior (Laguens y Gastaldi 2008) propusimos, siguiendo la propuesta de Descola (2012), para el caso de la cultura Aguada de Ambato, la posibilidad de transformación entre humanos y no humanos –animales, plantas y objetos- mostrando cómo en Ambato podía estar operando principalmente un esquema “animista”, en el sentido que le otorga este último autor, que modelarían las relaciones entre humanos y no humanos. ii Es interesante para pensar éstos procesos que describimos en Ambato, tomar a la alimentación menos como una actividad que tiene como objetivo la producción de un cuerpo físico indeterminado, y más como un dispositivo de producción de cuerpos emparentados, tal cual lo propone Fausto (2002) en su análisis del canibalismo en el mundo amazónico. Aquí la comensalidad se piensa como un dispositivo de identificación, de fabricación del parentesco. Para Fausto (2002) en el caso de la Amazonía, converge alrededor del universo de la cocina y del compartir alimentos, la cuestión pasa a ser el encadenamiento de dos procesos: comer a alguien (canibalismo) y comer cómo y con alguien (comensalidad). iii La relación tan cercana entre los camélidos y los humanos, que en algunos casos parecen fusionarse en lo mismo, se observa también en las formas de alimentación de estos animales -esencialmente rastrojos de maíz- que es el principal alimento de Ambato en la época, y también en la gestión de los mismos (Figueroa et al 2010; Gastaldi 2010, Pazzarelli 2012). iv Estos montículos no son estructuras levantadas de una vez, si no que se forman por las sucesivas limpiezas de los pisos de las habitaciones de las casas adosadas a ellos. En otro trabajo (Gastaldi 2012) hemos mostrado la continua limpieza realizada de estos pisos por parte de los habitantes de la casa; luego lo extraído era arrojado a éstas estructuras. Las inclusiones que contienen los diferentes estratos que componen el montículo son representativas de gran parte de las cosas usadas en el sitio: restos de animales consumidos – en su mayoría de camélidos-, fragmentos de huesos humanos –que suelen aparecer como inclusión de los pisos-, pigmentos, semillas, instrumentos líticos –específicamente de cuarzo-, fragmentos de vasijas cerámica, fragmentos de pipas, fragmentos de platos y demás objetos elaborados en cerámica, también fragmentos de objetos de metal, e inclusive pequeños lingotes de metal de cobre arsenical, etc. En general las biografías de los objetos utilizados y confeccionados en la casa suelen finalizar en ellos (Gastaldi 2010, Espósito 2009). Esta estructura posee una temporalidad larga de conformación, más de 300 años algunas de ellas. Su altura se adquiere por esa sedimentación sucesiva de eventos de deposición.

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