Innovación social: ¿más sociedad o más mercado?

July 5, 2017 | Autor: Rubén Martínez | Categoría: Social Entrepreneurship, Commons, Social Economy, Public policies, Social Innovation, Urban Commons
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Innovación social: ¿más sociedad o más mercado? Rubén Martínez Moreno, Joan Subirats

En este artículo presentamos diferentes perspectivas entorno al concepto “innovación social”. Parece bastante claro que hay una creciente recuperación y resignificación de todo lo que tiene que ver con empoderamiento personal y colectivo. Y este proceso no lo podemos imaginar al margen del debate más amplio sobre el papel del Estado (como concepto que engloba de manera general el conjunto de poderes e instituciones públicas) en las sociedades contemporáneas. En efecto, la globalización económica y la desterritorialitzación que genera (en las relaciones entre poder y capital financiero y capacidades reguladoras de unas instituciones públicas precisamente definidas por su alcance y soberanía territorial), hace que las relaciones y los conflictos sociales se den de manera más directa, sin las capacidades de intermediación y redistribución que acostumbraban a tener los poderes y las instancias públicas. Estamos en pleno interregno entre épocas, y vamos adentrándonos en espacios no explorados, donde se alteran muchas de las pautas que habían servido para organizar la vida económica, política y social. El cambio tecnológico afecta fuertemente estos escenarios, generando nuevas oportunidades pero también notables pérdidas de posición en los roles de ciertos actores. El resultado final es que las problemáticas sociales, nuevas y viejas, tienen que encontrar formas nuevas de resolución o moderación. Y, en muchos casos, todo esto deriva en propuestas de autorganización social, de iniciativa colectiva, de emprendimiento, de innovación social. La innovación social, a pesar de no ser un concepto nuevo, se presenta ahora como una alternativa a la carencia de respuestas públicas a los problemas colectivos. Derive esta carencia de la aparente incapacidad para poder hacer frente a esos problemas (déficit público, crisis fiscal,...) o de la propia convicción ideológica que entiende que la respuesta desde los poderes públicos no ayuda y que sólo el mercado (en formato “innovador”) es capaz de hacerlo de manera eficiente. Dicho lo cual, no quiere ello decir que no exista una línea de respuesta específicamente comunitaria a la inacción institucional, y que, por tanto, podamos perfectamente hablar de procesos de innovación social no mercantilizados. En este texto trataremos de presentar de manera esquemática las principales coordenadas de estas cuestiones, entendiendo que estamos en pleno proceso de debate y de exploración sobre las potencialidades y los límites que rodean la propia idea de innovación social.

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1. Introducción Durante la última década, la innovación se ha situado como un concepto central en políticas de fomento del desarrollo económico. A principios del año 2000, al Consejo Europeo extraordinario de Lisboa1, la innovación fue designada por primera vez como línea estratégica de la actuación de la UE, relacionándola con "la importancia creciente de las tecnologías de la información y la comunicación en las esferas profesionales y privadas". Vemos pues que en sus inicios, la innovación estaba muy relacionada con procesos de base tecnológica, pero la genealogía de este concepto empieza mucho más atrás. La innovación fue un elemento muy importante para el economista austríaco Joseph Alois Schumpeter en su teoría de los ciclos económicos (Schumpeter, 1974). Para Schumpeter, las crisis económicas –como la Gran Crisis de 1873 que él tomó como ejemplo– son parte natural del modelo capitalista, un modelo que el autor describe como cíclico y turbulento. Cada ciclo económico, llega a un momento de colapso cuando "la demanda, para así decirlo, está esperando una oferta concreta (...) del que se desprende que este flujo económico se encuentra cercado" (Schumpeter, 1974:8). Para inaugurar un nuevo ciclo económico es necesario un elemento que tanto puede ser una nueva mercancía, un nuevo método de producción, la apertura de un nuevo mercado, una nueva fuente de materia primera, un nuevo modelo de organización industrial o la creación de un monopolio (Schumpeter, 1974:66). Este nuevo elemento que tiene la capacidad de abrir un nuevo ciclo económico es el que Schumpeter describe como innovación y el sujeto que introducirá esta innovación en el mercado será el emprendedor. Por tanto, para pasar de un periodo de crisis a un nuevo ciclo de bonanza económica, Schumpeter entiende como central el papel del emprendedor y la innovación. Si, además, esta crisis no es sólo económica, sino que engloba problemas de carácter social, medioambiental, cultural, etc. parece lógico que hoy se hable tanto, no sólo de innovación, sino de innovación social. De hecho, en Europa, la innovación social ha tenido una fuerte presencia en políticas de fomento de la ocupación, en discursos relativos al "desarrollo sostenible" o en programas que buscan incidir en el "desarrollo social". Parece entonces que para enfrentarse a una crisis sistémica, la innovación social se plantea desde organismos supra-estatales y desde administraciones estatales y locales como una de las soluciones. Pero, ¿qué es exactamente la innovación social?

2. Definiendo la innovación social Cuando se habla de innovación social se quiere expresar un marco de acción más complejo que el de la innovación convencional, incluyendo en su definición prácticas consideradas 1

“El Consejo Europeo extraordinario de Lisboa (marzo de 2000): hacia la Europa de la innovación y el conocimiento” http://europa.eu/legislation_summaries/education_training_youth/general_framework/ c10241_es.htm

tradicionalmente extra-económicas. La Comisión Europea se hace eco de la definición del ‘The Open Book of Social Innovation’ (NESTA, 2012) donde la innovación social se describe como “nuevas ideas, productos, servicios o modelos que satisfacen las necesidades sociales (con mayor eficacia que las alternativas) y que a su vez crean nuevas relaciones sociales o colaboraciones” (European Comission, 2010b:9). Como ejemplos de innovación social, la Comisión Europea enumera: “los planes de prevención de la cardiopatía coronaria que se dirigen a toda la comunidad, en lugar de hacerlo únicamente a las personas «de riesgo»; las redes sociales de vecinos que ayudan a personas grandes que viven suelas; los eco-mapas urbanos que ofrecen a las comunidades locales información sobre sus adelantos en la consecución de los objetivos de reducción de emisiones; o los bancos éticos que proporcionan productos financieros con el fin de maximizar la rentabilidad social y medioambiental de las inversiones” (European Comission, 2010a:24). De manera general, podemos decir que cuando se habla de innovación social, se hace referencia a procesos y prácticas cooperativas de base ciudadana con marcado carácter de servicio público que mejoran o hacen más eficientes anteriores soluciones a problemas y demandas sociales. Pero más allá de sus resultados, el proceso de innovación social se expresa en muchos casos bajo una lógica economicista. Siguiendo las ideas de Schumpeter, vemos que el proceso parte de un emprendedor que diseña, produce y conduce al mercado nuevas ideas, servicios o procesos con valor social a la vez que inaugura un nuevo paradigma económico (Mulgan, 2006, Leadbeater, 1997). Desde esta perspectiva, se entiende que las innovaciones sociales son conducidas por emprendedores que actúan sobre problemas sociales concretos, un proceso que a la hora puede tener la capacidad de dejar atrás periodos de crisis inaugurando nuevos ciclo socio-económicos. Como señala Frank Moulaert, de quien más adelante conoceremos su visión, en la literatura de la ciencia social dominante de la década de los 90 (y podríamos añadir que en, buena parte, la literatura de los 2000s) el concepto de innovación social se limita casi exclusivamente a la ciencia de gestión y administración de empresas como una dimensión innovadora de la estrategia de negocio. Su significado en estas disciplinas básicamente, implica un "cambio en el capital humano e institucional y/o sociales que contribuyan a la mejora de la competitividad" (Moulaert et. al., 2005:80). Pero, teniendo en cuenta la influencia que ha tenido esta visión más managerial, ¿existen otras maneras de entender la innovación social? Y, más allá de sus definiciones conceptuales, ¿qué orientación política supone cada una de las perspectivas que hay sobre la innovación social?.

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3. Innovación social desde un enfoque economicista Uno de los autores más destacados y que más influencia ha tenido sobre las políticas públicas a nivel europeo es Geoff Mulgan 2, actual director de la Young Foundation 3. Para Mulgan, existen multitud de ejemplos que ilustran cómo aquellos procesos que se entendían en los márgenes del desarrollo económico, ocupan hoy un lugar destacado. Entre otros, Mulgan señala las “guarderías cooperativas vecinales y las patrullas de barrio; Wikipedia y el Open University ; la atención integral de la salud y los hospicios; los microcréditos y cooperativas de consumo; el movimiento para el comercio justo; el desarrollo de viviendas que no emiten carbono y las

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comunitarias; la justicia restaurativa y los tribunales comunitarios; los grupos online de autoayuda para problemas de salud” (Mulgan 2006: 146). Según Mulgan, estas innovaciones son gestionadas y transformadas en productos o servicios por individuos, que “tienen que capturar la imaginación de una comunidad de seguidores, mediante la combinación del coraje contagioso y la persistencia pragmática” (2006:153). Del mismo modo que Schumpeter, Mulgan describe a sujetos individuales que empujados por motivaciones personales y caracterizados por ser “intérpretes competentes de sus propias vidas y con capacidad resolutiva de sus propios problemas” (2006: 150) lideran los procesos de innovación social. Mulgan ejemplifica estos perfil de emprendedores con nombres como Octavia Hill, inventora de muchas ideas para la gestión de la vivienda, la protección del patrimonio y vivienda comunitaria, el sociólogo y activista británico Michael Young, fundador de Young Foundation y el Open University o Muhammad Yunnus, fundador del Grameen Bank y otras empresas de microcrédito. En sintonía con las ideas de Mulgan, Charles Leadbeater, asesor de políticas públicas y colaborador habitual de los think tank DEMOS 4 y NESTA 5 comparte esta misma orientación. Para Leadbeater, hay dos motivos por los cuales es necesario fomentar la innovación social desde las políticas públicas. El primero es que puede “responder más eficazmente a una serie de problemas sociales para los que el Estado de bienestar no está preparado para hacer frente” (Leadbeater, 1997:12). En segundo lugar, hay para Leadbeater un argumento económico: “Todas las sociedades con sistemas de protección social desarrollados están destruyendo lentamente los derechos históricos de bienestar, en un intento para reducir sus costes (...) La innovación es la única esperanza que tenemos de mantener la calidad del bienestar y reducir sus costes. Un sistema de bienestar innovador y eficiente tiene que poder hacer más para contribuir a la salud económica de la sociedad en su conjunto” (Leadbeater, 1997:13). Estas aportaciones de

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Geoff Mulgan, fundador del think tank DEMOS y colaborador habitual del NESTA (National Endowment for Science, Technology and the Arts). Entre 1997-2004, fue director del Government's Strategy Unit del Reino Unido y fue el head of policy del entonces Primer Ministro Tony Blair. 3

Organización que promueves la innovación social y el emprendimiento social fundada por el sociólogo británico Michael Young http://www.youngfoundation.org/ 4

http://www.demos.co.uk/

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National Endowment for Science, Technology and the Arts http://www.nesta.org.uk/

Leadbeater son importantes para entender el enfoque económico de la innovación social, puesto que hacen hincapié en el papel que se le otorga a la hora de dar respuesta a la crisis, no sólo económica, sino a una crisis institucional, una crisis sistémica. Desde este enfoque, la idea básica seria que si el Estado ya no puede responder a las múltiples demandas sociales que se generan, la propia sociedad tiene que autorganitzarse para resolverlas. A su vez, em la lógica que preside este enfoque, estas prácticas no tienen porqué venir acompañadas de un cambio en las relaciones de poder o de un cambio institucional para ser consideradas como innovación social, sino que lo esencial sería su capacidad de resolver problemas que van aconteciendo en la agenda política.

4. Innovación social desde un enfoque socio-ecológico Contrapuesta a esta concepción dominante, encontramos otro enfoque posible de la innovación social. En este caso, el proceso ya no es la acción de un emprendedor, sino lo que podriamos caracterizar como el conjunto de relaciones y conexiones sociales que rodean y explican el proceso innovador. En otras palabras, la ecología social que hace posible la innovación. Un proceso complejo y no-lineal en el cual se introducen nuevos productos, procesos o programas que cambian profundamente las rutinas básicas, los recursos y los flujos de autoridad o las creencias del sistema social (Westley & Antadze, 2010). Entendemos que ello otorga un carácter socialmente disruptivo a la innovación social, ya que su puesta en práctica pondrá a prueba el sistema y las instituciones sociales que gobiernan la conducta de las personas “al afectar la distribución fundamental de poder y los recursos” (Westley & Antadze, 2010:3). Pudiendo cambiar las creencias básicas que definen el sistema o las leyes y las rutinas que las rigen. Por eso, estos procesos de innovación social tienen que actuar en diferentes escalas, pudiendo llegar a diferentes tipos de agentes sociales, organismos nacionales, regionales y globales y conectarlos con las redes sociales existentes. Las innovaciones sociales implican, desde esta perspectiva, cambios en el sistema institucional y social y contribuyen a la resiliencia social en general, exigiendo una compleja interacción entre la agencia de los actores y las oportunidades estructurales emergentes. Un grupo de investigación que podríamos incluir en este enfoque es el ‘Social Innovation, Governance and Community Building’ (SINGOCOM)6. Esta red formada por académicos y activistas sociales se constituyó durante un taller centrado en la innovación social y el desarrollo territorial y comunitario organizado dentro del 5o Programa Marco de la Comisión Europea. En sus orígenes, SINGOCOM buscaba reforzar el significado de la innovación social en el ámbito de las políticas y de la acción colectiva, confrontándola con las versiones más economicistas que se estaban elaborando desde organismos como la UE y la OCDE. Para SINGOCOM, la innovación social tiene que entenderse vinculada a la perspectiva histórica y al contexto social y cultural de un territorio específico. Cuando se refieren a innovación social lo vinculan a los cambios en la

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http://ec.europa.eu/research/social-sciences/projects/100_en.html 5

agenda, en la agencia y en las instituciones que conducen a una mejor integración de los grupos y los individuos socialmente excluidos. Según estos investigadores, durante las últimas décadas, especialmente desde la primera crisis energética en 1970s y la réveil neoliberal, las estrategias de desarrollo regional y la regeneración urbana han oscilado entre dos polos. Por un lado –y de manera predominante– estrategias centradas en la economía de mercado. Estas estrategias perseguían aumentar la competitividad de las ciudades a través de renovaciones físicas (proyectos de re-urbanización a gran escala, distritos culturales, sistemas de nuevas tecnologías), y venían acompañados a su vez de transformaciones institucionales como desregulación de mercados, privatización del dominio púbico, y promoción de partenariados público-privados. Pero, por otro lado, surgieron también iniciativas “bottom-up” adoptadas por los movimientos locales en los barrios expuestos a dinámicas de reestructuración económica que se benefeciaron de programas y acciones colectivas de base local con especial orientación social. Estas fueron lideradas por diversos tipos de actores públicos (sociedad civil y Estado) y con frecuencia siguieron una lógica "integrada" de desarrollo, tratando de abordar una amplia gama de problemas y necesidades a través de una acción coordinada (MacCallum, 2009). En resumen, el proceso de neoliberalización ha venido marcado por iniciativas de privatización del espacio público y estrategias para aumentar la competencia del territorio, contexto que ha su vez ha provocado acciones y prácticas de innovación social lideradas por la sociedad civil que en ocasiones han sido articuladas por o junto al Estado. Para analizar y hacer operativa esta definición, SINGOCOM usa tres dimensiones que entran en interacción durante el proceso: (1) dimensión de contenido/producto, que hace referencia a la satisfacción de necesidades humanas básicas que no son satisfechas ni por el estado ni por el mercado; (2) dimensión procesual, referido a los cambios en las relaciones sociales, especialmente dirigida a la gobernanza y a procesos que incrementan el nivel de participación de la población vulnerable; (3) dimensión de empoderamiento, relacionado con el incremento de la capacidad socio-política y de acceso a los recursos que satisfacen las necesidades humanas y la participación ( Moulaert,F. et. al.,2005:80-81). Es a través de estas dimensiones que han analizado diferentes casos de estudio a nivel local, viendo los procesos de intervención comunitaria y su impacto a la hora de revertir espacios de poder consolidados. En síntesis, la innovación social desde esta perspectiva, hace referencia a la innovación en el proceso, contextualizada en un territorio local, que se consolida cuando se producen cambios en las relaciones sociales y de poder y se presenta como “un elemento que toma una posición ética sobre la justicia social” (Moulaert,F. et. al.,2005:82).

5. Conclusiones: diferentes innovaciones sociales, diferentes orientaciones políticas. Como hemos expuesto de manera sintética vemos que dependiendo del tipo de redes de actores, de la relación con administraciones públicas de los diferentes niveles de acción, de las relaciones con el territorio y sus singularidades (sociales, culturales, políticas) pero, sobre todo, dependiendo de los objetivos, el tipo de proceso que se describe y los efectos sociales que se quieren lograr, podemos entender la innovación social de diferentes maneras. Esto no es tanto una cuestión de carácter meramente conceptual, sino que expresa diferentes maneras de entender el contexto actual y las posibilidades de desarrollar una alternativa al régimen capitalista. Un régimen que, no olvidemos, busca determinar el tipo de vínculos sociales que establecemos, erige la estructura social que delimita un mayor o menor acceso al mercado, impone ritmos de producción y prioriza unos u otros espacios de distribución y diseña los objetivos que se han de entender como prioritarios para la sostenibilidad de la acción emprendedora. Un régimen que altera las condiciones bajo las que incidir socialmente, que afecta de manera determinante la formas de actuar tanto en lo público como en lo privado pero que, paradójicamente, es una y otra vez omitido en la literatura mainstream sobre innovación social. No atender a esta variable profundamente significativa, desdibuja el escenario en el que se va a poder producir o no un proceso de innovación social. Pensemos, por ejemplo, en la figura del emprendedor social, elemento esencial en los enfoques más economicistas. Si naturalizamos esta figura, imaginando que todo el mundo es o puede ser emprendedor en un mercado capitalista, nos encontramos con dos grandes problemas. Por un lado, y sosteniendo una tesis inversa, ocurre que no todo el mundo encaja en este perfil. El capital social, cultural y, de hecho, el capital económico necesario para "emprender" no se obtiene de manera espontánea, sino que está completamente determinado por la posición social inicial del sujeto que tiene que hacer rentable, económicamente hablando, su actividad. Por otro lado, vemos que el proceso de introducción de estas ideas con valor social en la esfera institucional o en el mercado, no es nunca un acto individual. El “sujeto heroico” descrito por Mulgan cuando habla de un individuo que puede "capturar la imaginación de una comunidad de seguidores a través de la combinación del coraje contagioso y la persistencia pragmática" es muy parecido a aquello que en la literatura de la gestión comunitaria de recursos se denomina “freerider”, actor que aprovecha las tareas realizadas por otros en busca de su propio beneficio

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(Ostrom, 1990). Más bien, de existir un emprendedor social, se trataría de un proceso desarrollado por un sujeto colectivo donde la distribución del capital cultural, social y económico no la acumularía un individuo, sino que circularía por el conjunto de la comunidad. Para ello, serán necesarias una normas, un código ético compartido y establecido por la propia comunidad que contrarreste el devenir propio del mercado existente. De hecho, es la sostenibilidad de la ecología social que produce la innovación social lo que hace posible una intervención continúa en problemas que tenga efectos a nivel estructural. Para ello, son necesarios 7

El “free rider” o polizón hace referencia al sujeto que se beneficia de recursos comunitarios sin participar en su provisión, aprovechándose de las tareas realizadas por otros para que ese recurso sea sostenible. En la teoría de la gestión comunitaria de recursos, el free rider se plantea como un problema que puede poner en peligro la sostenibilidad del propio recurso; buscando maximizar sus beneficios, el free rider puede sobreexplotar y/o erosionar el recurso poniendo en peligro la consecución del beneficio colectivo. 7

vínculos sociales densos que, bajo una modelo organizativo y bajo protocolos de control diseñados por la propia red comunitaria, prolonguen la acción sobre un territorio donde el mercado puede ser un medio para cubrir necesidades, pero no un fin en sí mismo. Lo importante, por lo tanto, no sería producir flujos monetarios que den subsistencia al emprendedor o plantear soluciones a problemas sociales que el Estado no puede resolver, sino producir cambios en las relaciones de poder, cambios que puedan borrar las formas de dependencia y dominación presentes en el régimen capitalista. Y, como los actuales movimientos ciudadanos nos demuestran, para conseguir este tipo de innovaciones sociales muchas veces serán necesarios elementos tan poco relacionados con el emprendedor schumpeteriano como la desobediencia civil. En conjunto, una serie de elementos que ya encontramos tanto en formas de acción comunitaria como en formas de organización social: normas que eviten acciones de maximización de beneficios individuales, códigos éticos compartidos, formas de organización y redistribución que permitan y hagan sostenible la acción colectiva, procesos de desmercantilización y prácticas de desobediencia. Elementos que, por otro lado, permanecen ausentes en la literatura managerial sobre la innovación o el emprendimiento social y que, si bien complejizan la elaboración de estándares o de categorías cerradas sobre el origen y el objetivo de la innovación social, sin duda son necesariamente significativos y han de ser tenidos muy en cuenta. Situados en este debate, somos conscientes que son todavía numerosas la cantidad de preguntas que quedan pendientes respecto a la innovación social. Entre otras, el papel de aquello que denominamos como lo público. Como hemos visto, lo público-estatal ha tenido –y tiene– un papel ambivalente, siendo un espacio desde el que asistir necesidades sociales y a su vez un dispositivo de continua intervención para situar al mercado como regulador social. Pero sea la innovación social de base emprendedora o de base comunitaria, o tenga o no relación con el Estado, nos toca preguntarnos: ¿cuáles son las instituciones que regulan, dan acceso y redistribuyen los recursos en escalas que no sólo son individuales y/o locales?. A menudo encontramos que la acción de fomento de la innovación social se centra en territorios locales o hiper-locales, pero si los desequilibrios sociales ya se dan en esa breve extensión, ¿cómo producir las mismas oportunidades en territorios social y geográficamente periféricos sin estructuras públicas de acción redistributiva que trasciendan los intereses individuales o comunitarios?. En un momento donde el debate sobre aquello común y aquello público es muy intenso debido al proceso de fuerte desposesión social que estamos padeciendo, ¿podemos decir que el papel de las instituciones y de las políticas públicas es fomentar soluciones de base social sin incidir en problemas estructurales?. Si aceptamos que la dicotomía público-estatal/ privadomercantil ha llegado a su límite de acción, ¿seria la innovación social la respuesta? ¿podemos hablar de la innovación social como de una nueva "tercera vía" entre estado y mercado? Y si es así, ¿acabará produciendo la innovación social un entramado, una urdimbre social más fuerte y una capacidad de autogestión y cooperación ciudadana más intensa o, una vez más, será una vía (innovadora) para situar al mercado como regulador social y como mecanismo que reproduce las desigualdades?. En definitiva y como nos preguntábamos al iniciar este artículo ¿La innovación social es más sociedad o más mercado?.

Curiosamente, este dudas nos acompañan desde hace mucho tiempo. Las tensiones entre lo público, lo privado y lo común no son un tema nuevo. Pero, seguramente, si queremos incidir de manera eficiente en problemas y necesidades sociales, no parece que la mejor vía pase por diseñar pequeñas soluciones para problemas reincidentes. Tampoco parece deseable volver a delegar nuestra suerte a mecanismos autoregulados de intercambio –los mercados– como espacios de relación que por sí mismos van a funcionar como institución democrática. Más bien, se trata de incidir en aquellas condiciones estructurales que históricamente han sido naturalizadas (como las desigualdades sociales) o invisibilizadas (como la reproducción social del trabajo) por el régimen capitalista. Un régimen, sobra decirlo, que ha demostrado ser más reincidente socialmente que no innovador.

6. Bibliografía Moulaert F., IFESI-CNRS, Lille (France) & GURU/APL (2005) ʻSocial innovation, governance and community buildingʼ EU Research on social sciencies and humanitiesʼ SINGOCOM Final Report. Funded under the Key Action ʻImproving the Socio-economic Knowledge Baseʼ of FP5 European Comission (2010a) ʻCommunication from the commission to the European Parliament, the council, the european economic and social committe and the commite of the regionsʼ. Europe 2020 Falgship Initiative Innovation Union. SEC (2010) 1161 European Comission (2010b) ʻThis is European Social Innovationʼ http://ec.europa.eu/enterprise/ flipbook/social_innovation/ Leadbeater, Charles (1997) ʻThe rise of the social entrepeneurʼ, NESTA. MacCallum, D., Moulaert, F., Hillier, J. & Vicari Haddock, S. (2009) ʻSocial Innovation and Territorial Depelopmentʼ. Ashgate Publising Limited Mulgan, Geoff (2006) The Process of Social Innovation, in “Innovations. Technology, Governance, Globalizations”. MITpress, Boston Westley, Frances and Antadze, Nino (2010), “Making a Difference: Strategies for Scaling Social Innovation for Greater Impact”, Innovation Journal: The Public Sector Innovation Journal, Vol.15, 2. Schumpeter, Joseph A. (1974) ʻThe Theory of Economic Developmentʼ Transaction Publishers, Londres. Ostrom, Elinor (1990) ʻGoverning the commonsʼ. Cambridge University Press. NESTA (2010), Murray, R., Caulier-Grice, J., Mulgan, G. ‘Open Book of Social Innovation’. Accessible online a http://www.nesta.org.uk/publications/assets/features/ the_open_book_of_social_innovation 9

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