Industria cultural y sociedad post-ilustrada

October 4, 2017 | Autor: Miguel Ballarín | Categoría: Critical Theory, Theodor Adorno, Max Horkheimer, Slavoj Žižek, Fredric Jameson
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Descripción





A propósito del uso o no de tilde en la palabra "guión-guion", la Real Academia Española dictaminó en su ortografía de 2010 que los monosílabos con diptongo nunca llevarán tilde, en contra de su norma clásica de tildar los monosílabos con diptongo según su acentuación silábica e incluso de su edición de 1999, que permitía elegir libremente el uso de tilde o no en dichos casos. Mis dudas ante el uso apropiado de un signo social de la envergadura del lenguaje castellano es una ilustración paradigmática de la plasticidad constructivista y la vertiginosa velocidad de mutación del tejido de relación social que en este trabajo se estudian, resultando en que las normas, por no decir convenciones, de corrección de interacción social que me han sido transmitidas hace escasos años han variado e incluso invertido su orientación cuando prácticamente no he terminado mi etapa de formación como individuo aún adolescente.
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El ritmo del acero

Propongo un estudio, fragmentario, acerca de la constitución del sujeto contemporáneo actual como resultado del desarrollo, en la modernidad, de la ideología o dialéctica de la Ilustración y la conformación de una nueva subjetividad respecto de las relaciones humanas, tanto sociales e interpersonales como psicológicas e intrapersonales, que se deducen de este proceso.
Los hechos desmienten que la pérdida del apoyo en una religión objetiva, la disolución de los últimos residuos precapitalistas, la diferenciación técnica y social y la extremada especialización hayan dado lugar a un caos cultural. Cito a Adorno y Horkheimer: La cultura marca hoy todo con un rasgo de semejanza. Y efectivamente, puede decirse que el conjunto de medios de retrasmisión y difusión culturales, desde las producciones cinematográficas hasta los programas radiofónicos o las distintas ofertas de la prensa, se hayan armonizados en sí mismos y entre todos ellos.
Bajo esta uniformidad encajan tan perfectamente el trabajo como la diversión, el negocio como el ocio, el ser productor y el ser consumidor de lo humano, en total sincronía. Toda cultura de masas, generada desde este arquetipo sistemático de industrialización, es idéntica. Los directores de estos medios ni pretenden ni están interesados en esconder esta reproductibilidad estructural; su poder efectivo aumenta cuanto más brutalmente es declarada. Así ocurre que las citadas formalizaciones culturales, ahora consideradas industrias, no necesitan ya darse como algo distinto de lo que son.
La prensa no hace literatura, ni tampoco el cine o la radio hacen arte ni pretenden esteticismo alguno. La verdad admitida y autoproclamada de que no son sino un negocio les sirve y hace las veces de ideología suficiente para legitimar la porquería insulsa que producen deliberada y constantemente. He ahí el punto, se autodefinen como industrias, y los resultados económicos que bajo tales medios obtienen despejan las dudas acerca de la necesidad social de sus productos. Se venden con tal eficacia porque son producidos específica y exclusivamente con el fin de venderse a grandes escalas y tal naturaleza desplaza cualquier contenido que no se adapte a su rápida y colectiva aceptación por parte la masa. Se produce en pos de mínimos. Se iguala por lo bajo.
En ese sentido, uno de los objetivos será estudiar cómo la técnica de la industria cultural ha llevado sólamente a la estandarización y producción en serie y ha sacrificado aquello por lo cual la lógica de la obra se diferenciaba de la lógica del sistema social.


Por usar los mismos términos, el desarrollo estético y la producción artística sirven de muestra idónea acerca de cómo la producción desde y hacia el propio sistema repercute en lo en ello inscrito, es decir, la sociedad y lo que produce; cómo el ser mercancía producida para venderse afecta a la obra producida. Se mantienen cíclicamente los estándares, los formatos de consumo, las tendencias de moda; el mismo contenido específico del espectáculo, lo aparentemente variable, es deducido de su esquema fijo. Los detalles se hacen nimios y efímeros. La sucesión de acordes intercalados en un determinado orden que ha resultado eficaz en una canción de éxito es reproducible hasta su aparentemente inacabable aceptación, cualquier detalle se vuelve cliché por completo predecible, confeccionado para usar a placer aquí y allí, enteramente definido por el objetivo que se le asigna en el esquema: su consumición.
La industria cultural se ha desarrollado mediante la primacía de lo efectista, del logro tangible en estadísticas y balances de cuentas, del recurso técnico sobre el contenido de la obra, que una vez era la portadora de la idea y fue liquidada con ésta. El detalle, lo concreto, lo relativamente propio, siempre fue precisamente un signo de rebelión contra la organización, lo estandarizado, lo homogéneo y pre-establecido. A ello pone fin, mediante la aglutinación totalizante, la industria cultural. Este es un punto clave a tratar más adelante: el cómo toda nota de singularidad, discurso o mensaje, es inmediatamente reabsorbido formalmente por el sistema al que materialmente o en sus términos pueda pretender criticar. La producción de discurso desde el sistema no contempla posibilidad de eludirlo u oponerlo.
Estos elementos de recepción y disfrute sensible se limitan, sin oposición, a un registro superficial de la realidad social, pues se producen por lo pronto todos ellos en el mismo proceso técnico homogéneo y se limitan a expresar la unidad de éste como su verdadero contenido. Un proceso, éste, que integra la totalidad de las fases de la producción, desde la manipulación de efectos sonoros para incitar teledirigidamente la recepción adecuada de lo emitido hasta la trama de una novela deliberadamente diseñada para su posterior, si no simultánea, adaptación cinematográfica.
Este canon del éxito de consumo y perfilamiento de la mercancía es total y, por lo que parece, infinitamente reproducible en sus términos formales. La evidencia de este hecho no necesita de mayor estudio que el que proporciona una mínima capacidad de percepción sensible, y aun así no ha faltado quien lo ponga de manifiesto en registros tan paradigmáticos como la industria musical, que tanto preocupaba a Adorno, tal y como adjunto en el archivo (1) de los materiales de apoyo con el trabajo de Aldo Narejos, un músico que ha documentado en vídeo ampliamente este fenómeno. La mecánica interna del sistema hace depender estas "industrias" de producción cultural de organismos económico-financieros, lo cual define el sector por entero y, como se ha dicho antes, homogeniza las distintas propuestas en su conjunto al estar, además, económicamente coimplicadas entre sí. La desconsiderada unidad de la industria cultural da testimonio de la que se cierne sobre la vida política.

La gradación de precios como valor de los productos poco tiene que ver ya con las diferencias objetivas entre ellos. El que las diferencias entre la serie Chrysler y la General Motors son en el fondo ilusorias, es algo que saben incluso los niños que se entusiasman con ellas.
Las empresas han evolucionado mucho más allá de su papel como productoras de bienes competitivas por la calidad de sus productos o por el bajo precio al que los ofrecen, en este nuevo escenario lo que las empresas producen, manejan y venden son el nervio mismo del ideario social.
La seña más evidente de esta evolución la da el ámbito publicitario y de marketing; revisando anuncios de mediados del siglo pasado –materiales (2)- es notorio y obvio el discurso que se lleva a cabo: se muestran las propiedades positivas del producto, se incide con fruición en imágenes de sujetos satisfechos consumiendo el producto anunciado y se aportan eslóganes centrados unívocamente en lo placentero, útil o beneficioso del producto; sin embargo, en la actualidad, la publicidad se ha orientado a un tipo de mercancía muy distinto, de valores y conceptos sociológicos.
Los viejos anuncios de Coca-Cola se rigen por las reglas clásicas del marketing: mostrar las cualidades del producto, su consumo satisfactorio y una estética estereotipada y previsible. Sus anuncios más recientes, por contra, transmiten valores como la festividad, la actitud desenfadada y resuelta, la ilusión de las fechas familiares navideñas o el encanto sorpresivo de las nuevas tecnologías de animación, y el consumo del producto se limita a ser el detalle nuclear que mantiene la identidad del producto anunciado.
La implicación directa de la estrategia económica en el diseño constitutivo del conjunto de valoraciones admitidas o consideradas como legítimas de una sociedad, de la episteme concreta, a la manera foucaultiana de marco de saber y criterio epocal, es una prueba más del relativismo respirado por las instituciones supuestas como productoras de norma o ley. Este aspecto se puntualizará más adelante al hilo de las cuestiones pertinentes.
Lo que del mismo modo se trata de comprobar es cómo en este aparente yermo ideológico ha desaparecido toda referencia de objetividad, ya fuera en otro tiempo otorgada por el dogma religioso o la autoridad tradicional, y cómo esta reconfiguración magmática y subjetiva en sentido formal constituye la base para el aserto más férreo sobre el que cupiera imaginar que se organizase la trama social, la pura objetividad del sistema en sí y lo que ello conlleva: Las manifestaciones estéticas, incluso de las posiciones políticas opuestas, proclaman del mismo modo el elogio del ritmo del acero.




Dialéctica de hierro

Como apuntaba el profesor César Rendueles en el congreso Pensar las ciencias, celebrado el pasado 6 de abril de 2014 en nuestra Facultad Complutense de Filosofía, el campo de la sociología actual ha sufrido un viraje cada vez más pronunciado hacia esta supuesta ideología –acentuado al parecer por los propios alumnos en formación, que abordan el estudio universitario de las ciencias sociales ya desde esta perspectiva de partida- en consideración de un constructivismo prácticamente radical.
Siendo así que, en lo que a la materia de las ciencias sociales se refiere, todo corpus de expresión ideológica social resulta ser un constructo por completo contingente y acusadamente temporal; no existe cabida para, por utilizar en contraste la polarización más evidente, un determinismo biológico-evolucionista (lamarckista-darwinista) sino simple y pura historicidad relativa.
La flexibilidad operativa que esto introduce en el aparataje social es evidente por anticonservador: Deja de haber algo así como lo universal en cualquiera de sus concreciones, -algo humano, bello, justo, bueno, verdadero, etc- y el ideario en su totalidad se reduce a una solidificación momentánea. ¿Puede hablarse de un binomio confrontado entre los valores filosóficos ilustrados y su mediatización capitalista?
Porque sí puede hablarse del constructivismo social más avezado como abolición del paradigma ilustrado de Estado moderno, pues esta lógica acelerada de reconfiguración del terreno ideológico clausura la posibilidad de un espacio legislativo efectivo o, como es patente y admitido, lo hace depender directamente del espacio y tiempo de lo inorgánico, a saber, la industrialización productiva de las relaciones humanas, o como se concretiza en el pasado más reciente, la aprobación por parte del parlamento español el 23 de agosto de 2011 de una reforma constitucional que considera el pago del capital y los intereses de la deuda como "prioridad absoluta", con la relación de dependencia de lo humano respecto de lo económico, de lo orgánico respecto de lo inorgánico, que ello ilustra y demuestra.
Sin embargo, es precisamente el sujeto ilustrado el que adapta su organismo a la máquina; no es sino la idea de progreso a través de las ciencias la que pone luces a una revolución industrial inhumana en sentido práctico, que somete al ser humano a una corporalidad que no le corresponde, acelerada e ilimitada, que sobrepasa y rompe su temporalidad, que lo sobrepasa y rompe a él mismo.
No puede, pues, defenderse que este sujeto ilustrado, por lo demás republicanista y revolucionario, defina en modo alguno el paradigma de Estado que acompañará a la postre a la fase de expansión planetaria del capitalismo liberal. De modo que el estudio acerca de si la subjetividad progresista industrializada es la otra cara del reformismo republicano no importa tanto como constatar el hecho de que, en efecto, haya acabado oponiéndosele.
En ese sentido, desde la realidad presente que, salvando las distancias, es producto directo de este perfil de subjetividad, sí puede decirse que la conjunción entre las exigencias de la democracia y el neoliberalismo es imposible, y exige la destrucción de alguno de los dos polos.
Dentro de esta lógica, con el mismo acierto que mostrara Foucault, se vinculan estrechamente los términos "saber" y "poder", prácticamente en relación de reciprocidad. El poder no encuentra en la cosa límites a su utilizabilidad: No hay en el objeto esencia alguna que respetar ni potencia alguna que traer a cualidad. El conocimiento consiste en el poder de utilización sin trabas de lo natural, se vuelve un patrón vaciador de sustancia y de sentido, el objeto natural pasa a ser no más que un sustrato de manipulación.
Es notorio el paralelismo que surge con la lógica amo-esclavo de Hegel, o cómo dialécticamente el señor queda dominado por la dependencia de la utilidad del siervo, en el sentido de verse fagocitado por sus propias condiciones emancipatorias, a la manera del nacimiento de una Razón moderna que desemboca en la mismísima industrialización de la muerte como un rentable e impecablemente facturado producto en serie más bajo el horror dimensional de las dos guerras mundiales.
El conjunto de relaciones interpersonales e intrapersonales del sujeto tras la modernidad ha quedado regido por las categorías de la lógica industrial, tales como el criterio de optimización o rentabilidad productiva. Aspecto el cual que permea la subjetividad incluso en sus articulaciones ociosas, a través de las cuales ha de conseguir el máximo placer en el menor tiempo posible y, por supuesto, al menor coste. Subjetividad ésta que aúna dos términos hasta el momento desvinculados: los de industria y cultura.
Industria cultural no como el dominio de un grupo social sobre otro, en el sentido de manipulación, sino como expansión de la forma mercantil temporal como generalidad constituyente, que resulta en la a priori imprevisible posibilidad efectiva de acción y manipulación sobre el espacio de la objetividad. Lo que está en juego es la producción de tiempo y espacio como formas de dominio, en la que la propia formalidad de la mercancía termina por permear, constituir, objetividad. Siendo así que la única posibilidad de acción contraria a tales términos es a su vez inmanente, y resta descubrir si tiene sentido una crítica al sistema en el sentido de la planteada por Adorno y Horkheimer.


Síntesis y Antítesis

Un punto clave sería dilucidar si la inmanencia de una posible crítica (entendiendo por tal un planteamiento antitético alternativo o contrario al corpus estructural instituido) la desactiva y cauteriza automáticamente. Tal es el caso de una crítica simple y directa, de un solo nivel, cuya necesaria difusión como producto en oferta ya apoya la sistematicidad en sí, tal y como más adelante mostraré con mayor pertinencia a la razón de las canciones-protesta como ejemplo de este primer sentido.
Por volver a los términos de industrialización cultural, puede decirse que la censura es ya innecesaria, puesto que todo emisor en posición de control sobre la repercusión mediática se halla en tal puesto merced a sus coincidencias con la línea editorial o la firma del grupo corporativo; la libertad de prensa es total porque el sesgo ideológico se produce a un nivel mucho más primario.
Estados Unidos ofrece los mejores ejemplos a este respecto. Tal y como explicita Naomi Klein en su obra No Logo –materiales (3)-, poniéndonos en antecedentes: la compañía estadounidense Wal-Mart es una corporación multinacional de grandes almacenes que constituye la segunda mayor corporación privada del mundo y, como puede constatarse en los datos publicados, la mayor ofertante de empleo privado y la empresa minorista más grande del mundo.
Recuperando el hilo del impacto ideológico que la dialéctica mercantilista introduce, Wal-Mart es un ejemplo perfecto de ello. Ha centrado su publicidad en transmitir un aire comunitario de familiaridad, de que cada miembro de la familia tiene cabida en la oferta de la empresa, que ofrece un registro de productos de una multiplicidad tan diversa que aglutina la demanda de la gran mayoría de perfiles de consumo, desde básicos para el hogar hasta textiles, bienes culturales o armas de fuego.
Lo que ello implica, en torno a la censura estructural de la que se está hablando, es que la propia corporación se preocupa a conciencia de proveer única y exclusivamente productos que favorezcan la línea ideológico-valorativa que pretende transmitir como marca. Esto resulta en que discos de música de autor, con contenido violento o lenguaje explícito, son automáticamente rechazados por la distribuidora Wal-Mart para sus tiendas por contravenir la imagen corporativa, lo cual, dado el monstruoso tamaño de esta empresa desde la perspectiva de la distribución, supondría la pérdida para la compañía discográfica del 30% de sus posibles ventas.


Lo que ello propicia, evidentemente, es que la discográfica seleccionará a priori sus artistas y la carga ideológica del contenido que edita en consonancia con el ideario de Wal-Mart, lo que en suma hace prácticamente innecesaria una censura directa sobre los productos producidos. De esta manera, la oferta se alinea respecto de una misma línea valorativa, la coincidente con las gigantes corporaciones que controlan la distribución, y coarta la posibilidad primaria de un discurso contra esa misma línea dado que, simplemente, no llega a ofertarse merced al mecanismo interno de esta forma de mercancía.
Este mecanismo de censura indirecta apriorística corre en paralelo de la mentada reapropiación discursiva de la crítica, sin confundirse. En ese sentido, en la medida en que un discurso de este corte contrario es dado a luz por medios externos a la industria, se produce rápidamente un fenómeno de interiorización de ese discurso en el sistema industrializado de consumo que pretende enemistar:
Frank Shepard Fairey, alias Obey, es un artista urbano y diseñador gráfico de Estados Unidos, de los máximos exponentes del graffiti satírico y el bombardeo propagandístico del espacio público mediante ilustraciones en papel. Define así su trabajo:
"La campaña Obey puede ser explicada como un experimento de Fenomenología. La principal intención de la Fenomenología es redespertar un sentido de fascinación hacia el entorno de uno. La campaña Obey intenta estimular la curiosidad y atraer a la gente a cuestionar tanto la campaña como sus relaciones con quienes les rodean. Dado que la gente no está acostumbrada a ver anuncios o propaganda cuyos motivos no sean obvios, los encuentros frecuentes y noveles con la propaganda Obey provocan pensamiento y posible frustración, y en cualquier caso revitaliza la percepción y atención del espectador a los detalles."
El artista enfrenta numerosas denuncias por vandalismo y ha sido uno de los referentes más característicos de los movimientos alternativos de creación artística antisistemática. La respuesta por parte de la industria ha sido concisa: fue seleccionado para diseñar el cartel principal de la campaña a la presidencia del actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Y no sólo eso, de inmediato su pujanza como diseñador explotó y lanzó su propia marca de ropa comercial, OBEY Clothing, de gran éxito y consecuentes ganancias desde su debut y hasta el momento de escribir estas líneas

Adjunto varias de sus obras en los materiales de apoyo (4) bajo la carpeta "OBEY"



Y, sin embargo, sí encuentro que en una antítesis crítica compleja, indirecta, con un segundo nivel de significación, pueda aprovecharse la propia mecánica de reapropiación para difundir un mensaje contradictorio, es decir, opuesto a su misma mediatización, mediante un procedimiento satírico-caricaturesco de una ironía lo suficientemente refinada como para mantener esta doble discursividad, ejemplifico:
El 10 de septiembre de 2013, el blog dedicado a la música de baile comercial, Wunderground, publicó unas declaraciónes del archicélebre artista de música pop, Steve Aoki, según las cuales había sido galardonado con un Premio Especial del Consejo Estadounidense de las Artes Escénicas por el proyecto que le ha tomado la casi totalidad de su vida adulta: la confección de su personaje público.
Según estas declaraciones, el artista habría diseñado un personaje de consumo para demostrar la sistematicidad de la industria musical y del espectáculo; de esta manera, habría preparado su apariencia, estilo, carácter y, por supuesto, música para adecuarse perfectamente a la demanda generada en el gran público.
Pero eso no es todo, su objetivo habría sido el de forzar esta delimitación, exagerar la simpleza de composición tonal, la vulgaridad del espectáculo y la ordinariez vejatoria hacia la audiencia para comprobar hasta qué punto sería ésta capaz de aguantar la farsa sin descubrirla.
Estas declaraciones resultaron ser ellas mismas presumiblemente falsas e infundadas, pero el hecho de que fueran recibidas como absolutamente legítimas, que encajaran sin ningún problema en la caracterización real del personaje en cuestión y que, por tanto, pudieran así mismo seguir siendo tan creíbles como las declaradas por el propio artista para supuestamente desmentirlas demuestra la posibilidad de ataque y denuncia desde la propia inmanencia del sistema, si no en este caso, en uno similar e igualmente posible.

Marshall Bruce Mathers III, alias Eminem, es un afamado artista de rap estadounidense caracterizado por lo extremadamente crítico, burlesco, punzante, homófobo, misógino y violento de sus canciones. Con este caso no me refiero a la aparente contradicción dialéctica a la que ha sido sometida la obra de Obey, dado que desde un principio su intención concreta no fue derruir un sistema sino inscribirse en las cotas más altas del actual.
Lo que sí es interesante de este artista es la estrategia, desde luego poco original, del uso de un alter-ego para legitimar dicha actitud valorativamente inadmisible por los presupuestos actuales. Dándose el singular caso de que Elton John, artista icónicamente homosexual, colaboró con él y no tuvo ningún problema al trabajar con él para con su discurso, eximido bajo el hecho de que fuera sostenido por un alter-ego artístico, y no por él mismo.

Digo que es poco original porque esta inscripción de un doble discurso subyacente ha sido históricamente más que recurrente, ejemplo clásico son los Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo, los cuales utilizan esta personificación indirecta del autor en el personaje de Salviati frente a Simplicio y Sagredo para franquear la oposición frontal del sistema, en este caso la censura de la Inquisición, a su discurso, pero recurro al caso de un rapero actual de éxito por ser completamente más pertinente de cara a la sistematicidad que se está tratando: contemporánea y presente.

Abundando en el criterio, respecto de esta construcción duplicada de discurso y personaje, existen ciertos artistas de comedia, monologuistas y performativos, que trabajan en este preciso sentido y centran sus esfuerzos en utilizar esta dialéctica del consumo apropiativo para incorporar un mensaje subrepticio de mayor o menor evidencia al discurso ofertado en su primer nivel, totalmente adecuado a la ley de la demanda, en este caso de ocio. Nótese que en el archivo previamente reseñado, el de Aldo Narejos, el comunicador se ve obligado, vergüenza aparte, a utilizar un lenguaje, gesticulación sobreactuada, teatralidad y edición de vídeo llamativas para asegurar el mantenimiento de este primer nivel de entretenimiento distendido; con una preocupación explícita, por cierto, por ganar repercusión en la red mediante nuevos suscriptores y la difusión e interacción de su contenido.
Como muestra de tal trabajo, el artista español Miguel Lago ha desarrollado un personaje orientado a la sátira y caricatura de un determinado sector social empoderado y capitalista mediante su inmersión completa, de actitud, maneras y discurso, en dicho arquetipo.
Es atribuible una herencia, salvando de nuevo las distancias, de la función del entremés en el Siglo de Oro cómo crítica irónica orientada a su consumo superficial por mor de su crítica inherente. Este tipo de propuestas sí parecen resultar eficaces a la hora de enunciar un contenido crítico que, de otro modo, sería inmediata y completamente reapropiado como contradictorio por la dialéctica misma de su oferta directa en un sistema que lo clasificaría fuera de la demanda receptiva a la que presume o pretende aspirar.
Oferta en un primer nivel un espectáculo de entretenimiento que sí le permite integrarse en la recepción masiva de su discurso, llena teatros, y ello como plataforma para abrir su segundo discurso a un público cuantitativamente inaccesible de otro modo.
Por lo demás, Miguel Lago escribe un blog desde su propia página web donde rompe toda caracterización y se expresa lisa y directamente.

Adjunto dos de sus trabajos bajo formato de monólogo en los materiales de apoyo (5), accesibles también por hipervínculo aquí y aquí.

Subjetividad fabril

Esta reapropiación de todo discurso singular afecta, tal y como estamos reseñando, a la conformación del sujeto en la actualidad. El mecanismo dialéctico de mercantilización automática genera espacios pretéritos de subjetividad en los que el individuo se enmarca mediante el consumo de aquellos productos a ellos asociados bajo la forma de mercancía; en ese sentido puede decirse que el sustrato constructor de la subjetividad del individuo se perfila mediante su espectro de consumo, y así queda definido.
Dichos espectros, o perfiles de subjetividad, los constituyen por lo general los propios movimientos de singularización original que precisamente niegan este mecanismo. A este respecto es especialmente revelador el fenómeno de las tribus urbanas. Los mods, punks, grunges, sharperos, sectarios, skins, emos, indies, rastafarais, rockeros, raperos, bohemios, hipsters, pijos, bakalas, maras, latin kings, etc… Toda agrupación social de este tipo coincide en su núcleo formal básico: La consolidación de un perfil de subjetividad unitario y reproducible definido de antemano. Muestra de ello es su especial éxito de captación entre los adolescentes, individuos carentes aún de perfil identitario propio y en profunda crisis de conformación de su yo.
El paso siguiente es inmediato: la comercialización de la estética, música, accesorios, drogas, o cualquier otro rasgo definitorio que caracterice dichas estructuras de dación de personalidad. Todas ellas comparten un elitismo misántropo y, en mayor o menor medida, agresivo hacia lo desde dentro entendido como "sistema" o "sociedad" al tiempo que nutren la maquinaria de producción industrializada de sujeto según sus términos.
Volviendo a la perspectiva amplia y sistemática, respecto del acelerado entramado relacional bajo la forma mercantilista de la industrialización al que se está haciendo referencia, esta estructura, o nuevas estructuras, de constitución del sujeto, no partirán por lo tanto ya de la esfera estatal sino de la de la socialización en red, pues esta sí responde (constitutivamente) a la aceleración temporal propia de la mercancía consumida y su determinada manera de producción de tiempo abstracto.
Este nuevo sujeto adquiere su sustancialidad actuando constantemente por mostrar su particularidad, se encuentra atravesado por la preocupación permanente de mostrar su propia presencia en la red, y ello con razón, pues dicha presencia equivale categorialmente a la propia sustancialidad del individuo, sustituye ontológicamente a la corporalidad en la conformación del sujeto.


Esta advertencia la respalda el artículo La casa (digital) de los pobres, de José Luis Pardo, acerca del posicionamiento del sujeto frente al desarrollo de las nuevas tecnologías; citándolo: "Las impresiones en la Red caducan rápidamente; de ahí la histérica urgencia de su renovación" o "Así que no podemos tomarnos a broma estas modas, porque las modas suelen ser procedimientos muy serios de configuración de la subjetividad".
Según él, puesto que en el mundo moderno la privacidad connota a la vez el territorio del yo individual y la esfera de las actividades mercantiles, será fácil de entender que la necesidad perentoria de producción de imágenes del "yo" (no solamente fotografías personales, sino también actualizaciones del perfil en las redes sociales y, en general, puesta al día constante de los lances de la vida privada, comidas en restaurantes, vacaciones en el mar, cumpleaños, eventos sentimentales de pareja y averías del coche) es el resultado de un régimen de caducidad vertiginosa —se diría que casi instantáneo— que puede muy bien comprenderse a través del fenómeno económico de la inflación.
Hay que disimular con una inflación de privacidad la miseria de nuestro perfil en el mercado de los "yoes". No podemos permitir que se difumine nuestra presencia ante aquellos individuos con los que tal vez aún no tenemos relación, lo que implica una deuda a pagar mediante la exposición frenética de la supuesta "riqueza" sustancial de la que al parecer gozamos, que se traduce en la infinita competición por no desaparecer de la palestra virtual.
Por supuesto, esta sustitución de lo corpóreo por lo meramente audiovisual no ha apurado en su aceleración, de modo tal que una determinada generación de individuos han visto su subjetividad minada por esta reordenación del criterio de personalidad social en el curso de su propia vida, con efectos en ciertos casos devastadores incluso en personas a priori bien posicionadas y de una considerable visibilidad social, que observan su espectro social diluirse en la vorágine de virtualización a la que no son capaces de seguir el ritmo; esto como fe dada de un tiempo que se ha acelerado hasta sobrepasar el del propio sujeto y, como decíamos, hasta sobrepasarlo a él mismo, literalmente.
Por mantenernos en la línea de análisis de la formalización mercantilista como posibilidad de crítica inmanente en un doble nivel, la iniciativa de la producción audiovisual quizás sea una de las vertientes más acusadas de esta reapropiación de la experiencia masiva multilateral en red para denunciar internamente las propias implicaciones de su condición formal como producto de dicho engranaje.
Me valgo del caso idóneo de la producción en formato de microserie de televisión británica "Black Mirror", que toma su nombre de las características pantallas que presentan la pluralidad de dispositivos tecnológicos con los que interactuamos constantemente, la cual profundiza en esta lectura del tiempo (post)moderno industrialmente tecnológico e ilustra audiovisualmente gran parte del análisis aquí dispuesto, ofreciendo guías válidas y suficientes para su desarrollo.
Dado su relativamente corto metraje la adjunto en su integridad en el dispositivo de almacenamiento auxiliar del trabajo. Por cuestiones de perspectiva e interés, recomendaría si fuera posible su visionado total o parcial. En todo caso, no es imprescindible, sino una mera recomendación, por lo que yo mismo resumo las líneas generales de los primeros capítulos.

El himno nacional

En el archivo 1x01, primer capítulo de la primera temporada, el suceso desencadenante de una situación que pone en jaque al primer ministro de Inglaterra a través de la manipulación de la opinión pública es sencillamente la subida anónima de un vídeo a Youtube, en el que se muestra secuestrada y cautiva a una analogía representativa de Lady Di leyendo un manifiesto por el cual se amenaza con su muerte si el primer ministro en funciones no comete un acto de bestialismo minuciosamente especificado, que incluye su retransmisión oficial en riguroso directo por la televisión pública.
Las autoridades gubernamentales, por supuesto, reaccionan de inmediato con la clásica o predecible estrategia de censura del material, manipulación de la información publicada y rastreo del secuestrador, cosa que en el tiempo actual ya resulta imposible dado que los escasos 9 minutos en los que el vídeo ha sido accesible online han resultado más que suficientes para su filtrado, difusión y visionado por decenas de miles de usuarios, unido a la relativa facilidad con la que el artífice del ataque ha sido capaz de difundir la grabación sin dejar claves rastreables que hagan posible su persecución.
Youtube, Twitter, Facebook, Tumblr, chats, blogs, webs, en apenas unas horas son millones de personas las que han tenido acceso al material y de nada sirven las iniciativas descendentes de censura de la prensa, dado que todos los medios de comunicación han accedido a la información y es estructuralmente imposible impedir la publicación de la noticia.
La propia estructura de poder se descubre, pues, ni vertical ni focalizada gubernamentalmente. Los sondeos y encuestas se hacen automáticamente eco de la opinión popular, que vira por fuerza propia independientemente de los esfuerzos del partido por reorientar estratégicamente la situación o minimizar el impacto en el público.
El acto más significativo de la trama es la liberación del rehén media hora antes de la fecha límite, la cual pasa totalmente desapercibida al encontrarse las calles desiertas debido a la absoluta atención de toda la población a la pantalla en la que va a retransmitirse la deshonrosa aceptación de las condiciones por parte del primer ministro.

Se vive la antes aludida plena sustitución del mundo físico por parte de la virtualidad del entramado audiovisual en retransmisión, que sustrae la cohesión social respecto del mundo material por completo. La realidad queda cifrada en el código indirecto de las imágenes emitidas y consumidas, a la manera en la que el mayor grado de autenticidad de la percepción de un hijo aún en gestación resulta ser la prácticamente inescrutable pantalla de la computadora de un transductor ecográfico, que suplanta su valor de verdad a la experiencia directa de lo fenoménico por parte de su representación figurativa.
Yo mismo me descubro consultando la aplicación meteorológica de mi ordenador antes que ojeando por la ventana para decidir si abrigarme o no. He ahí el positivismo tecnológico-técnico resultante de esta ordenación, el mismo por el cual toda relación política se ha visto tecnocratizada en la actualidad. La validación de un producto por parte del criterio de un especialista técnico, "experto", científico, es condición necesaria y suficiente para asumir la valoración del producto desde dicho criterio por parte del resto de la sociedad.
Poco importa el postulado de refutabilidad o de validación crítica del empirismo clásico, llegados a un resultado éste es inmediatamente aceptado como objetivamente válido y cierto, por mucho que la historia de los resultados científicos se repita incesantemente en su propia refutación y superación. Huelga decir que dicho objetivismo empírico respecto de las ciencias técnico-materiales es el polo aparentemente opuesto pero lógicamente subsiguiente al constructivismo relativista obliterante respecto de los saberes de humanidades descrito en el segundo capítulo de este trabajo a propósito de la sociología actual. He ahí el constructo objetivista empírico en el que resulta la relativización ideológica.



15 millones de méritos

En el archivo 1x02, segundo capítulo de la primera temporada, el guion gira en torno al modus vivendi del protagonista de un futuro distópico.
La vida del individuo discurre en una celda austera plenamente informatizada, cuyas paredes consisten en amplias pantallas que muestran incesantemente estímulos audiovisuales de todo tipo, desde comedia denigrante hasta material pornográfico, el cual sólo es posible evitar consumir pagando en "méritos" virtuales, lo que parece ser el capital monetario al uso, haciendo imposible siquiera evadir la mirada, lo cual es detectado por sensores e impide realizar ninguna otra acción hasta continuar y finalizar el visionado.
Realmente ese aspecto, aunque más explícito, no es muy diferente de la realidad del espacio publicitario actual. Remitiéndome al fenómeno ya expuesto de la sustitución de la lógica de empresa productora de productos por la de marca, uno de los detalles más significativos fue comenzar a usar el logotipo de la marca corporativa como elemento estético integrado en el diseño de los productos. Los productos que consumimos son ya ellos mismos publicidad directa de las compañías que los produjeron/distribuyeron, nuestro perfil de personalidad se configura por nuestro perfil de consumidor a un nivel mucho más evidente del que pudiera parecer teóricamente.
Se está sustituyendo el modelo estandarizado y diferenciado de la publicidad como un todo constituido autónomamente, de cuñas publicitarias diseccionadas entre la programación radiofónica o de anuncios televisivos con un espacio propio separado del contenido retransmitido. Ahora esta dimensión de marketing se ha diluido y fundido con el producto mismo, la esponsorización de grandes compañías en la producción cinematográfica hace prescindible la cuña publicitaria de su marca automovilística en las pausas publicitarias si el coche que conduce el audaz y elegante protagonista de la película en cuestión es de su marca y no de la del contrincante, que no pudo igualar la oferta a los productores.

El ineludible bombardeo de estímulos publicitarios no se limita a la financiación privada para con las producciones corporativas, alcanza de la misma forma el patrocinio de los espacios públicos. El espacio público está indefectiblemente extenuado con las campañas de publicidad de las marcas empoderadas, y la línea ideológica que este condicionamiento opera, como se ha demostrado ya.
Desde el 2 de septiembre de 2013, y por un período de 3 años, la estación central de la red de metro de la Comunidad de Madrid, que coincide con la plaza principal de la ciudad, la de la Puerta del Sol, pasa a llamarse Vodafone Sol así como el conjunto de la línea 2 de metro que por ella transita, ahora Línea 2 Vodafone. El portavoz del Gobierno de la Comunidad y también consejero de Presidencia y Justicia, Salvador Victoria, declaró que estaba "seguro" de que a los ciudadanos "lo que les gusta es que el dinero esté en sus bolsillos y no en los impuestos", además, Victoria se mostró confiado en que los usuarios de Metro se acostumbrarían "muy rápido" a esta campaña, y que patrocinios como este se puedan extender "con otras compañías, a otras estaciones y otras líneas de metro".
De vuelta la trama del episodio, el resto de individuos viven organizados de igual manera, ataviados con una vestimenta gris uniforme, y obligados sistemáticamente, con el fin de conseguir y reponer "méritos" para garantizar su supervivencia, a pedalear sin descanso en bicicletas estáticas que producen la energía consumida por el sistema. Aquellos que debido a su condición física resulten incapaces de realizar este trabajo son degradados a las tareas de limpieza o a ser el blanco de las burlas en los concursos retransmitidos. El sistema, en suma, se retroalimenta y reproduce ilimitadamente.
Durante este ejercicio los estímulos no cesan y son tan acusados como en el resto de situaciones cotidianas, consistiendo en videojuegos o experiencias de realidad virtual vividos por su avatar informático personalizable; éste resulta ser el único modo de socialización que encuentran los individuos: a través de la interacción virtual por parte de sus avatares, los cuales pueden personalizarse previo coste de los méritos correspondientes, lo que significa la inversión del capital personal en productos inexistentes o, mejor dicho, existentes sólo en dicha virtualidad.
Esta característica presenta un correlato que nada tiene de ficticio en la plataforma de interacción social Second Life, que ha significado quizás la muestra real más acentuada de esta aventura de socialización virtual multilateral en red.


Incluye en su realidad paralela sedes de los principales bancos y partidos políticos –véase la personificación del propio Gaspar Llamazares aquí-, embajadas nacionales oficiales –como fue uno de los primeros casos Serbia- e incluso movilizaciones populares tales como la manifestación (virtual) ante la sede del PSOE (virtual) por el excarcelamiento del etarra De Juana Chaos (real) a través de la red Manifiesto España.
Cuenta con toda un sistema financiero en cuanto a, incluso, los aspectos arrendatarios e hipotecarios acerca del terreno virtual ocupado en la plataforma, capitalizados y facturados en divisa virtual (Linden) obtenible mediante un trabajo virtual en la plataforma o mediante previo pago de dinero físico (1$=275Lindens) para asegurar así el compromiso y la inmersión del usuario para con su perfil en red.
Acoge la presencia de las principales religiones –incluyendo peregrinaciones online a la Mecca virtual- y, a proporción considerable, también de los cultos y creencias más minoritarios –valga el ejemplo de la Iglesia anglicana-, da cabida a multitud de corporaciones y empresas, academias, universidades, escuelas de idiomas e instituciones diversas, y en resumen puede decirse que ha constituido la apuesta de realidad virtual más avanzada y compleja hasta la fecha, con todo lo que ello implica.
Es cierto que según ciertos expertos y sus estudios, («Second Life Improves Real-Life Social Skills». Science Daily. [21-07-2008]; «How Second Life Affects Real Life».Time. Dell, Kristina ([12-05-2008]), en contra de lo que pudiera parecer en un primer momento, parece resultar que un entorno virtual de la talla de Second Life no constituye un perjuicio de las habilidades sociales de relación e interacción interpersonal, sino que se diría más bien que constituyen una puesta en práctica de las mismas en un terreno preliminar de ensayo y experiencia que precisamente parece ser capaz de ayudar a su desarrollo en el mundo físico.
Un número parecido de profesionales han señalado esta actitud de trasvase de la personalidad hacia una realidad alternativa como un claro impedimento efectivo del desarrollo social del individuo, como fue hecho patente al acuñar el término hikikomori (literalmente "apartarse" o "estar recluído") como aglutinante de un fenómeno paralelo, originado a partir de un determinado muestrario de los adolescentes japoneses, sufrientes de agorafobia y fobia social, ineficaces a la hora de manejarse relacionalmente bajo la aplastante y represiva presión personal sobre el individuo que caracteriza a la sociedad japonesa.


Esta sociedad cuenta con la población más envejecida del mundo y con la natalidad más reducida, que vende más pañales para ancianos que para infantes, debido a la exacerbada rigidez de los mecanismos de interacción social y, por ende, emparejamiento sexual. Al no existir una delimitación clasificada o clara, como la que sí hemos alcanzado en occidente, entre culto religioso, valores tradicionales y normatividad cultural, no puede atribuirse esta rigidez a un imperativo concreto de un sector social determinado, sino como mecánica intrínseca al sistema en general.
Esta asfixia del desarrollo interpersonal de los individuos desemboca en una explosión de mecanismos paliativos de satisfacción personal, tales como la contratación exorbitantemente cara de un acompañante de conversación o de un servicio asistido de caricias afectivas a previo pago -ni siquiera hablando de prostitución-, que para los adolescentes en particular ha significado un abocarse en la reclusión de su personalidad a través de internet y la personación alternativa que ofrecen los videojuegos y plataformas en red.
Sin embargo es éste un fenómeno distinto al emprendido por Second Life, por cuanto muchas veces esta actividad de juego online no incurre en una socialización virtual paralela, como tampoco lo hace la lectura de comics o el uso de videojuegos para un solo jugador, dado que, en el caso en el que esta actividad se abra a la experiencia social, lo hace bajo sus propios términos y reglas que, precisamente, pretenden eludir las del mundo físico.
De modo que esta alternativa paralela no refleja el desplazamiento de una realidad a otra, pues esta segunda realidad está dada como negación de la primera y no como sustitución reapropiativa, que es la faceta que ahora nos interesa por su mayor significación respecto del resultado de una tecnologización que abra nuevos espacios de cimentación social y desplace hacia ellos la trama de relaciones interpersonales de manera efectiva. Un mundo virtual que pueda establecerse como real frente al mundo físico.
Al fin y al cabo ambas plataformas garantizan la oportunidad de interacción entre individuos, con la diferencia entre ella de que en el caso que, como digo, sí nos interesa ahora –de socialización paralela, no alternativa-, no es distinta de la experimentable en el mundo offline en cuanto a regirse por un catálogo de normas sociales y reglas de conducta que deben ser contempladas y respetadas habiendo sido adquiridas previamente fuera del contexto de su aplicación.
Dentro de estas condiciones, la caracterización que personamos, nuestro avatar, actúa como un correlato directamente proporcionado y escalado a medida de nuestra propia subjetividad y carácter, lo que propicia el fenómeno de que dicho nexo relacional pueda darse de forma invertida y encontrarnos, así, redefinidos retroactivamente por nuestra propia virtualización representacional. Este vínculo es el que garantiza el compromiso personal del usuario con su perfil virtual y la deriva de su realidad hacia esta segunda oferta, por lo general más atractiva que la usual y no virtual, por su mayor simplicidad o posibilidades de éxito.
En ese sentido, estudios han demostrado que aquellos usuarios que más satisfactoriamente han conseguido llevar a cabo sus interacciones dentro del entorno virtual mayor soltura han demostrado en el físico, mostrando el paralelismo directo entre sendos mecanismos relativos de socialización; del mismo modo, aquellos mejor posicionados relacionalmente y de mayor presencia y reconocimiento comunitario en la plataforma mostraron un significativo aumento en su confianza y autoestima de cara a la seguridad mostrada en la interacción social real.
Volviendo a la trama del capítulo, una de estas posibilidades de entretenimiento la constituye un concurso de talentos que ofrece la promesa de una vida pujante y acomodada, alejada de la insaciable maquinaria de trabajo cíclico antes descrita. El protagonista, un sujeto por completo conforme y resignado con el sistema, se ve deslumbrado por el carácter de "autenticidad" que experimenta al casualmente oír cantar a una mujer por la que desde el primer momento profesa unos determinados sentimientos.
La serie de acontecimientos, que incluyen la prostitución de la chica en cuestión bajo determinadas circunstancias, lo determinan a ganar de nuevo los méritos suficientes para participar y presentarse al concurso. Una vez allí, interrumpe su actuación apuntando a su cuello con un cristal que se había desprendido de su celda en un acceso de ira y frustración, amenazando con arrebatarse la vida, para conseguir la oportunidad de hablar públicamente sin impedimentos.
En efecto, habla directa y claramente sobre lo absolutamente inhumano del sistema, sobre la insufrible dependencia de las categorías inorgánicas de productividad y control informativo absoluto de cada uno de los individuos particulares, para prever cualquier comportamiento que difiera del canon preconfigurado. Su discurso estalla, arremete frontalmente contra las propias condiciones basales del modo de vida establecido y la manipulación capitalista de la que se aprovecha el concurso para prostituir bajo una amenaza sistemática implícita al único retazo de autenticidad que había llegado a conocer.





La respuesta de jueces y público es unánime: rompen en aplausos ante tan excelente espectáculo, lo proclaman ganador entusiasmados y le ofrecen su propio espacio de retrasmisión en uno de los canales antes mencionados, como síntesis final de esta Dialéctica cultural, industrial e ilustrada.





Bibliografía principal


-Dialéctica de la Ilustración; Theodor Adorno y Max Horkheimer, Editorial Akal

-Marxismo tardío; Fredric Jameson, Fondo de Cultura Económica Argentina

-Las palabras y las cosas; Michel Foucault, Editorial Siglo XXI

-No Logo; Naomi Klein, Editorial Paidos Ibérica

-El sublime objeto de la ideología, Slavoj Zizek, Editorial Siglo XXI

-La ballena y el reactor; Langdon Winner, Editorial Gedisa

-La casa (digital) de los pobres; José Luis Pardo (Artículo)




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