Indios, caciques y sublevación en Cochabamba

May 23, 2017 | Autor: C. Coaguila Calvi... | Categoría: Historia, Rebellion, Tupac Amaru 1780
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Descripción

LOS ECOS DE LA “GRAN REBELIÓN” “Indios”, caciques y sublevación en Cochabamba (1780 y 1781).

César Augusto Coaguila Calvimontes

Cochabamba-Bolivia 2015

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INDICE

INTRODUCCIÓN ……………………………………………………………………. 2

PRIMERA PARTE LOS ORÍGENES DE LA REBELDÍA: DEL INCARIO A LA COLONIA………. 6 Relaciones económicas en el valle …………………………………………………… 10 Entre Pueblos de indios y haciendas ………………………………………………….15 Movimientos precursores a la gran rebelión……………………………………………19

SEGUNDA PARTE LOS ECOS DE LA GRAN REBELIÓN EN EL VALLE DE COCHABAMBA....26 Chayanta y los orígenes de la rebelión en el Alto Perú………………………………...28 Prolegómenos a la “gran rebelión” en los valles de Cochabamba……………………..30 Conexiones entre Tapacarí y el valle alto de Cochabamba ……………………………32 Alzamientos en Arque y sus conexiones inmediatas. ………………………………….37 Entre Oruro y los valles de Cochabamba. ……………………………………………..40 Encrucijadas tupa-amaristas en los valles de Cochabamba…………………………….44 El valle de Cliza y las articulaciones con Martín Uchu………………………………...53 Muerte a los rebeldes…….……………………………………………………………..57 Conclusiones.…………………………………………………………………………..58

BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………….61

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INTRODUCCIÓN

La historia se descubre así descubriéndose terminada. Tomamos conciencia de su existencia porque es finita. Su acabamiento señala el advenimiento de esta reflexividad absoluta que nos pone en condición de hacer justicia a las dos partes, a los revolucionarios y a los contrarevolucionarios. Hay que tenerlos a partes iguales como momentos de la verdad y del amor, momentos uno y otro incompletos1.

La historia social y política de los andes no termina con las acciones españolas desplegadas sobre las tierras “conquistadas”. Las poblaciones locales de los andes con sus extensiones hacia la Amazonía no fueron parte de un proceso lineal y homogéneo de constitución. Hasta ahora y desde la aparición del hombre en estas tierras, se desarrollaron resistencias, movimientos contrapuestos, insurrecciones. Son acciones humanas en definitiva, que irrumpieron e irrumpen el orden vigente y en muchos casos destruyeron o construyeron algo a partir del logro del poder. Es así que los movimientos insurgentes desarrollados en los andes rebasan la barrera de la historia incaica, y se extienden por todos los resquicios del Virreinato del Perú, La Plata y que abarco también a la jurisdicción de la Audiencia de Charcas dándose una continuidad de los movimientos “indios” por varios siglos, cuestión que también se extiende hasta nuestros días. Entre los históricos movimientos sociales indígenas que tuvieron una de las más importantes cimas fue la que se desarrolló en el periodo de 1780 – 1782 en toda la región de la américa andina. Estos son todavía vistos a los ojos del presente como uno de los más importantes movimientos insurgentes para el mundo “indio” - indígena. No solo por la trascendencia de esta sublevación, que alcanzo todos los confines de las colonias españolas, sino porque fue el momento en donde los “indios” estuvieron cerca de alcanzar su libertad. Se generaron mitos y leyendas alrededor de sus caudillos que hasta el día de hoy son encumbrados y mitificados como magnos héroes. Entre ellos los hermanos Tomas y Dámaso Katari, José Gabriel Condorcanqui más conocido como Túpac Amaru, Julián Apaza quien se inspirado en los caudillos antes citados denominase Túpac Katari, Micaela Bastidas, Bartolina Sisa, entre los más elucubrados. 1

Gauchet (2007: 174).

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Se conocen muchas relaciones que guardaron esta memoria en expedientes como documentos protocolares bajo el rotulo de “Levantamiento general de indios” o “rebelión general de indios”. También se sabe que esta tuvo una secuencia casi paralela en las regiones del Cuzco, La Paz, Chayanta, Tapacarí, algunas regiones del noroeste de la actual argentina2. Nuestro trabajo intenta reconstruir las que se suscitaron en los valles de Cochabamba que entonces dependía de la Audiencia de Charcas, vinculado al reciente Virreinato del Rio de la Plata que tenía en su jurisdicción colindante a los valles de Cochabamba y sus extensiones en las regiones amazónicas, que hacia 1767 había expulsado a un grueso de misioneros jesuitas. Estas repercusiones en la región de Cochabamba han sido poco estudiadas y podrían ayudarnos a entender cuál fue la influencia de la gran rebelión en los valles, cuestión que es considerada todavía hoy insuficiente. Es así que intentamos indagar aquellas zonas de extensión del levantamiento de indios vinculados a la gran rebelión. Esta región durante todo el siglo XVIII, engendro una ola de movimientos revolucionarios que cuestionaban la autoridad española. Si bien no fue encabezada por grupos de pensadores, intelectuales o movimientos sociales complejos, habían emergido de grupos mestizos que a partir del comercio informal alcanzaron un cierto poder económico local que los llevo a cuestionar el orden monárquico y plantear sus propias formas de auto-gobierno, no igual, pero parecido a lo que sucedió en el viejo continente. Es así que durante el siglo XVIII, el descontento no solo se desarrolló en Europa, los heterogéneos grupos sociales en américa se encontraban insatisfechos. La naturaleza del ser humano era la misma, estaba generando movilizaciones a lo largo y ancho del planeta que esperaba ríos de sangre. El indudable vinculo de Europa con América a nivel socio-político y económico, se reflejó en la crisis que aconteció en ambos continentes al finalizar el siglo XVIII3. Esta crisis si bien no genero movimientos contundentes en la américa andina4, si lo fue en norte américa, particularmente con la independencia de los Estados Unidos y años después en todo Iberoamérica. Pero años 2

Sobre las revueltas que se dieron en las regiones de Tucumán y Jujuy, véase PODERTI, Alicia (1997: 175). En el libro titulado: “Palabra e historia en los Andes”. La rebelión de Túpac Amaru y el noroeste Argentino. En donde se reflexiona acerca del Tucumán colonial y el espacio surandino, también como una zona marcada por la rebelión Tupac-amarista. 3 Para un mayor conocimiento sobre dichos fastos, véase Solé (2008 :11-16). 4 Cuando nos referimos a América Andina hacemos referencia a la región occidental del continente sudamericano particularmente compuesto por la cordillera y sus zonas de influencia.

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antes en la américa andina por una intuición mágica se habían generado también las más violentas “revueltas de indios” que amenazaron el poder español estando a punto de perder su poder en las regiones andinas que habían sido colonizadas por los peninsulares. Para las colonias hispanas que se encontraban en transiciones jurídicoadministrativas, estas significaron un golpe de los “naturales” que remembraba las épocas de la conquista en los andes. Los denominados “indios” reivindicaban sus diferencias con los “blancos”. Bajo el influjo de una rustica intuición política y pensamiento mítico comenzaron la insurgencia, que fue de por sí, la más importante del siglo XVIII. Como señala Lewin es probable que el descuido en narrar estas sublevaciones dentro la historiografía sea porque estas “fracasaron” y “la historia, (…) se dedica a la descripción de sucesos victoriosos” (Lewin 1943: 7). Esta cuestión conflictiva, suscitada en los andes, no solo se desarrolló en los núcleos administrativos y políticos importantes para las colonias españolas. Consideramos que fueron también importantes las articulaciones de los denominados “pueblos de indios”, herederos de la organización andina del ayllu, que estaban distribuidas a lo largo y ancho de la cordillera de los andes. En este dilema, son interesantes las articulaciones de estos pueblos de indios con los caciques, así como con los españoles, los curatos, y los mercaderes mestizos que habían crecido en número y que generaban toda una red de articulaciones políticas, económicas y sociales en el marco de los límites que tenían como súbditos del rey. Estas relaciones sociales no solo se basaban en simples diplomacias políticas, económicas o culturales, se asentaban también en relaciones de subordinación racial, de compadrazgo, familiares, de dote, así como en muchos casos derivaba en luchas y rivalidades de castas. Es así que estas relaciones comúnmente terminaban en porfías, fuertes intereses políticos, rebeldía y apatía entre indios, caciques y españoles, así como luchas por el poder y legitimidad. Los levantamientos de muchas poblaciones de indios de los eriales, como se suscitaron en la región de los valles de Cochabamba reflejaban estas contradicciones que permearon el aparato de control español. Este entretejido de articulaciones, como dijimos, por aquellos años tenía por mayoría demográfica a muchos pueblos de indios que eran predominantemente comunidades agrarias que habían mantenido, de cierta forma, su legado socio-económico del incario, rústicamente sobrevivieron instituciones como el ayllu que sostuvieron a las comunidades durante la insurrección que se desarrolló entre 1780-1782. 4

A todo ello, se agregaba una historia de innumerables rebeliones de indios por múltiples causas, pero la más grande, era la del sometimiento total al régimen español por dos siglos y medio del que los “indios” nunca pudieron salir. Estas situaciones generaron todas las condiciones histórico-políticas, aunque no de forma total, para el desarrollo de esta insurgencia “india”, dando cuerpo al levantamiento general. Aunque también fue el resultado de una multiplicidad de demandas no resueltas de los muchos levantamientos que existieron, fue además el más grande de todo el siglo XVIII, es posible señalar que resultó del colapso institucional del estado español en diferentes regiones de los andes bajo una secuencia paralela temporal con escasas diferencias (1780-1782). En este sentido, la presente pesquisa que se compone de dos partes intenta acercarse a los levantamientos específicamente que se desarrollaron en Cochabamba y sus provincias durante el periodo de 1780-1782 y que tuvieron a las comunidades “indias” y algunos caciques conectados en lo que se llamó la “sublevación general de indios”. La primera parte de la pesquisa muestra el contexto de finales del siglo XVIII en Cochabamba, su articulación económica y política y la manera en que se relacionaban los grupos sociales y étnicos. La segunda parte del trabajo es un intento de análisis de los documentos primarios que hacen referencia a los levantamientos que se suscitaron en las poblaciones de Cochabamba. Nos acercamos a diferentes provincias que se ubican entre las cabeceras de puna, hasta los valles altos y bajos que comprende el gran valle de Cochabamba. Aunque consideramos que falto revisar otros tantos documentos primarios, el presente documento es un primer intento de articulación de la historia regional a partir de un hecho, “la gran rebelión” acaecida en el periodo de 1780-1781.

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PRIMERA PARTE LOS ORÍGENES DE LA REBELDÍA: DEL INCARIO A LA COLONIA La región de Cochabamba se compone de diversos valles que aglutinaron durante siglos a poblaciones urbanas como rurales entre la cordillera occidental y oriental de los andes centrales. La toponimia de la región está marcada por nombres aimaras, quechuas a los que se incorporaron los hispanos producto de un proceso continuo de colonización. El nombre de Cochabamba proviene del quechua, que significa K´ocha; lagunillas, humedales, Pampa; planicie. En sus inicios, la región de Cochabamba será poblada por una diversidad étnica sufriendo dos procesos de colonización inmediatos. Durante aproximadamente los siglos XIV-XV (incas) y XVI (españoles), la región afronto estos dos procesos de colonización violentos y dinámicos. Inicialmente fue colonizada por los Incas, y aproximadamente dos siglos después entraron a todos los valles fértiles de Cochabamba los conquistadores españoles. Estas características en la formación social de la región moldearon una sociedad multiétnica fundada por dos herencias, la inca (andina) y la hispana (occidental). El valle se constituyó en un espacio de interacción multiétnica permanente, poblada por diversos grupos étnicos cuyo origen se encontraba en zonas de altura. La fecundidad de la tierra fue el principal motivo por el que los incas llegaron e instauraron un orden político y económico rígido en la región. Con su advenimiento fueron sometidos los ayllus chuis, cotas, sipe-sipes y otras extensiones étnicas de los aymaras que se habían establecido previamente bajo el uso del “Archipiélago Vertical” o control de los “pisos ecológicos” como lo mostró John Murra5. En esta distribución de la tierra pre-inca, Albó plantea que ayllus charcas, qhara-qhara, carangas o quillacas compartieron el suelo del valle antes de la visita inca, enfoca su mirada en las relaciones de convivencia previa que parecen haber tenido los distintos ayllus multiétnicos6 en la zona. A esto Nathan Watchel7 agrega que una vez establecida la administración incaica en el valle,

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John Murra, “Formaciones económicas y políticas del mundo andino” Lima, IEP. Albó, Xavier, “¿Por qué el campesino qhochala es distinto?”, 45. 7 Wachtel, Nathan, “Los mitimas del valle de Cochabamba: la política de colonización de Wayna Capac”, Historia Boliviana, Cochabamba, no. 1, 1981, 21, 57. Respecto al incario en Cochabamba véase también 6

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estos grupos étnicos fueron unificados, redistribuidos y otros traídos de diferentes partes del imperio en la calidad de mitimaes8. La política incaica de expansión por los valles de Cochabamba iniciada con el Inca Túpac Yupanqui aseguró la presencia inca bajo el gobierno de Huayna Cápac9 quien traspaso aproximadamente 14.000 mitimaes de otros ayllus como los Carangas, Quillacas y Soras a finales del siglo XV. Con el ingreso de los españoles se desestructuró aquel control de los pisos ecológicos en donde los mitimaes trabajaban y los yanaconas10 administraban. Muchos mitimaes, provenientes de grupos étnicos cercanos, retornaron a sus ayllus de origen, otros más antiguos se afincaron o en el mismo valle, o en sus cercanías. A pesar de la resistencia, el colapso del orden incaico se hizo evidente, hacia el año de 1539 los españoles habían sometido el collasuyo, llegando hasta las fronteras con la amazonia. Los nuevos soberanos hispanos se distribuyeron las tierras sometidas, mediante encomiendas o reparticiones, se asentaron en el espacio conquistado. Algunos encomenderos se dieron la tarea de apropiarse territorios de “indios”, organizando haciendas y con ello pretendieron fundar una agricultura de mercado. Este fenómeno económico nuevo se dio por la cercanía del valle con las recién descubiertas y ricas minas de Potosí. El inicio de la minería entonces, dará lugar a una mayor demanda de productos comestibles que en un inicio solo el valle de Cochabamba podía producir. El crecimiento de la ciudad de Potosí, progresivamente ayudara a que los encomenderos de los valles se transformen en hacendados-terratenientes, convirtiendo a este grupo en una pequeña elite feudal rural dueña de la tierra y que monopolizará los mercados cerealeros de Potosí como de maíz, y trigo. Este último fue un grano traído de Europa insertado en américa, se había adaptado muy bien a los valles interandinos. Ellefsen, Bernardo, “La dominación incaica en Cochabamba”, Bulletin del Institut Francais d Etudes Andines, VII, no. 1-2, 1978, 84. 8 “Colonizadores” prehispánicos enviados por su grupo étnico a regiones distantes de las suyas para cultivar tierras en zonas ecológicas diferentes. Se trata de una institución andina antigua que permitía a grupos o señoríos de dimensiones variables controlar regiones distintas para disponer de recursos complementarios. El Estado inca retomó esta institución y la expandió como un medio de gobierno, a escala desconocida hasta entonces, con fines económicos y militares. 9 Con relación a la presencia inca en el valle, véase “El repartimiento de tierras por el Inca Huayna Cápac” (Testimonio de un documento de 1556). Este rescate fue efectuado por la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, con su respectivo departamento de arqueología (1977). 10 El vocablo yanacona aludía en las sociedades andinas a una persona que no pertenecía a ningún ayllu y que estaba al servicio de personajes importantes por lo que tenían ciertos privilegios. Con el arribo de los europeos los yanaconas pasaron al servicio de los nuevos amos españoles, quedando exonerados del tributo, por lo menos hasta 1572. Salazar Soler, Carmen, “La villa imperial de Potosí cuna del mestizaje (siglos XVI y XVII)”, en Boccara, Guillaume comp.,Colonización, resistencia y mestizaje en las américas (Siglos XVI-XX), Abya/yala, Quito, 2006, 157.

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La lógica de producción incaica que transitaba hacia una evidente declinación, el “control vertical” poco entendido por la nueva administración hispana se redujo a las pocas comunidades que mantenían sus etnias en los distintos nichos ecológicos. Estas tuvieron que adaptarse a las nuevas condiciones otorgadas por los españoles. En esencia la figura de los caciques suplió el poder del inca, estos asumieron mayor poder en las comunidades de mitimaes, como también, muchos mitimaes que se disgregaron de su comunidad pasaron a ser la fuerza de trabajo en las encomiendas. Estas primeras encomiendas aglutinaron a los indios en unidades (ayllus, parcialidades y linajes confederados), que mantenían los lazos de parentesco preincaicos. Para poder controlar a estas unidades, los caciques fueron la cabeza que articulaba a estas con la de los españoles. A pesar de haber intentado mantener la estructura pre colonial de producción, como lo entendió Juan Polo de Ondegardo, esta fue inevitablemente mutando. Los peninsulares comenzaron a fragmentar, desintegrar y reordenar a los grupos étnicos. Muchas confederaciones étnicas se disgregaron. La imposición de los modelos europeos de territorialidad y ordenamiento rural como urbano puso en marcha un largo proceso de fragmentación de los señoríos étnicos en unidades locales de administración más fácil de manejar para las autoridades coloniales. Esta fragmentación dio lugar a una de delimitación de las fronteras sociales, afloró entonces la republica de españoles y la republica de indios que mantuvieron sus diferencias debido a las políticas tributarias establecidas después de la visita del Virrey Toledo. Con esta lógica en los valles de Cochabamba se crearon cinco pueblos de indios en donde fueron reasentados los diversos grupos que todavía permanecían en la región. Se trataba de los “Pueblos Reales de Indios” en las tierras de Capinota, Tapacarí, Sipesipe, Tiquipaya y El paso. Estas reducciones de composición multiétnica creadas desde 1573 en las que se reubicó a las poblaciones nativas, quedaron en teoría bajo protección de la Corona11. Las múltiples interacciones de los indios que permanecieron en los valles con los españoles dieron forma a un intenso proceso de mestizaje cultural en torno a la agricultura comercial, proceso que a la larga compuso la aparición de un creciente campesinado mestizo, que perdieron sus vínculos comunitarios y étnicos.

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Gordillo, José y Jackson, Robert, “Formación, crisis y transformación de la estructura agraria de Cochabamba. El caso de la hacienda de Paucarpata y de la comunidad del Passo, 1538-1645 y 18721929”, Revista de Indias, no. 199, 1993,

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Estos fueron insertándose hábilmente en el mercado con el fin de obtener réditos individuales para satisfacer sus propias necesidades al margen de los nichos étnicos. Es así que el nuevo orden, el colonial, transformó mucho aquella herencia inca, a pesar de aquello por largo tiempo se mantuvo la estructura de producción agrícola. Aunque la hegemonía hispana no llegara totalmente, la región sufrirá recién un proceso de consolidación a partir, primero, de las encomiendas, y después por medio de las “capitulaciones”12 firmadas entre la Corona española y los conquistadores después de estos asegurar su presencia y consolidar el virreinato hispano. Años después, una división territorial, administrativa, política y económica se aceleró con la visita del Virrey Francisco de Toledo a las colonias recién fundadas, mutando el orden agrario y diversificado la economía más que en el incario. Con respecto a la fundación de Cochabamba, como en la mayoría de las provincias del incipiente virreinato del Perú, esta será organizada por el Virrey Francisco de Toledo. Fundada dos veces, una primera bajo la dirección del capitán Gerónimo de Osorio (1571) y una segunda bajo la dirección de Sebastián Barba de Padilla (1574)13, situación que sellará la presencia hispana en Cochabamba. Después de consolidar y someter a las etnias indígenas, los españoles fundaron la ciudad, como ya dijimos, existen dos fechas (1571) y (1574), estas fechas dicotómicas no están vinculadas políticamente debido a las contradicciones e intereses internos de los capitanes como de los encomenderos, pues ambos respondían al deseo de riqueza y acumulación en la región. En este debate, Vizcarra (1882), propone que si bien el Virrey Toledo durante su visita por los valles, acepto las demandas de la población de Cochabamba y “dio a Gerónimo de Osorio comisión para tal proeza”, será recién desde el 28 de diciembre de 1573 hasta enero, cuando Sebastián Barba de Padilla enviado desde la Audiencia de Charcas y presentándose al cabildo con la provisión del Virrey, funde la villa el primero de enero

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Las capitulaciones se basaban, implícitamente, en el derecho de la Corona para configurar un sistema de apropiación y distribución de la riqueza. A partir de este hecho, cuyo origen no es otro que la fuerza del conquistador sobre la nación esclava, se autoriza a los capitanes a repartir entre sus hombres “los solares y las tierras convenientes a sus personas” y para hacer la encomienda de los indios de la dicha tierra” Véase Guardia y Mercado 1995: 13-14. 13 Aunque ex temporalmente existe un debate de cual fundación es válida, es importante señalar que ambas fundaciones responden a intereses particularmente políticos de representatividad. Para entender mejor véase Vizcarra 1882: 7-10 y Urquidi (1949).

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de 1574. El dictado inicial fue Kanata, mudando después el nombre, paso al de Villa de Oropeza; el argumento fue que el Virrey Francisco de Toledo descendía de una familia de antiguos nobles, los condes de Oropeza. Por su parte Urquidi (1949) planteará que la fundación legítima fue la primera, situación vinculada al paso del Virrey Don Francisco de Toledo por el Valle. Este debate se mantendrá hasta nuestros días, si bien no se ha resuelto, podemos afirmar que las dos fechas no se contraponen, la primera significaría una legítima orden para la creación de una villa y la segunda no hace más que ratificar tal condición. De este modo, la presencia colonial hispana en Cochabamba debe entenderse principalmente por su riqueza agrícola, esta tendrá a corto y mediano plazo un progresivo aumento de haciendas, dando lugar a un crecimiento en la población, ya por influjo de migración hispana como indígena y posterior mestizaje, que sin duda se insertaron en los espacios agrarios dedicándose a la producción agropecuaria y ganadera, así también la usanza de la tierra se dio para la artesanía y fabricación de cerámica rustica. Es así que el valle de Cochabamba tendrá una rígida articulación entre las haciendas, los pueblos de indios y los mercados de Potosí. Cochabamba será importante durante la Colonia como un espacio de producción de granos que se extenderá por todos los valles conectándolos en una dinámica social y económica. Siendo así, la región será considerada “el granero” por su calidad de proveer de granos y productos agrarios, satisfaciendo el mercado de los centros mineros como Potosí como villa fundada en 1545 y dependiente de la Audiencia de Charcas establecida en 1540.

Relaciones económicas en el valle Una vez consolidada la conquista, la Corona obligo a los “indios” de las encomiendas a pagar un tributo por el uso de la tierra y la producción de maíz. Una vez abierto el mercado minero en Potosí, gran parte de la producción de maíz y trigo de Cochabamba se enviaba para cubrir la demanda de granos. Tanto en el auge como en las crisis e inestabilidades por las que atravesó Potosí durante casi tres siglos de incesante minería, Cochabamba siempre proveyó de alimentos a las minas. La articulación de Cochabamba a esta red económica colonial es vital para entender la conformación social y económica del valle durante el siglo XVIII que continuaba bajo la dominación española.

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Las dos fuentes de producción eran las haciendas y los pueblos de indios; las haciendas de Cochabamba eran pequeñas y humildes en comparación a muchas establecidas en el Cuzco, su producción se destinaba al consumo local y como dijimos llegaba también a mercados aledaños a las minas de Potosí. Absorbían mano de obra temporal, contratando jornaleros para la cosecha y la siembra. Eran las haciendas espacios monótonos de convivencia con los pueblos de indios, en donde se practicaba una economía semi-feudal y no diversificada que solo producía granos. El rol de la mita14 como forma de trabajo rotativo será fundamental para garantizar la mano de obra en los centros mineros aledaños a Cochabamba. La región suministró de trabajadores no solamente para las haciendas y los obrajes, también proveyó de trabajadores a las minas de Potosí. Esta nueva figura de explotación a la par de la tributaria atravesara múltiples mutaciones al finalizar el siglo XVIII, la estructura tradicional de los pueblos de indios se transformara radicalmente. Cochabamba al ser una provincia alejada de los núcleos de poder imperial tanto de los incas como españoles fue asilo de una población marcadamente campesina y rural. Por su suelo fértil será utilizada como un espacio de producción agrícola a gran escala. De clima agradable, tierra productiva y rica se constituyó en un núcleo económico de una extensiva base agraria. Los valles de Cochabamba desde antes del siglo XVIII, fueron una región que se caracterizó por nunca abandonar su matriz económica: la cerealera. Estas características económicas, sin embargo, no fueron suficientes para poder balancear la desproporción política que tuvo con respecto a los centros de administración colonial como lo fue la cercana Audiencia de Charcas. El rol de Cochabamba era simple, proveer de víveres y alimentos a las grandes zonas de producción minera, como lo eran Potosí y la villa de Oruro. Su geografía y además su clima favorable, fue importante para la producción de maíz, trigo y variedad de frutas y verduras que eran necesarias para el consumo en el mercado minero. Estas características en la economía dieron lugar al surgimiento de una serie de nuevas relaciones sociales productivas dentro el campesinado agrario que al mismo tiempo determinaron formas de extracción de trabajo excedentario en la región durante todo el

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La mita que proviene del quechua, significa turno, durante el incario la mita fue un sistema de turnos de trabajo que mantenían las construcciones de orden público. Caminos, templos, centros urbanos eran atendidos por los mitayos que cumplían un tiempo determinado de trabajo.

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periodo colonial. Se organizaron patrones de “tenencia de la tierra” que intentaba controlar la mano de obra indígena, así como también la “producción interna” monopolizada y centralizada por las haciendas de Cochabamba, todo en el contexto colonial de fines del siglo XVIII15. Retomando la hipótesis de Larson; que las condiciones ambientales de Cochabamba, es decir, “el clima templado y las tierras irrigadas del valle constituían el medio ecológico ideal para el cultivo de granos”. Con los incas ya habían explotado estas tierras obteniendo grandes cantidades de maíz y construyendo silos en Cotapachi, Colcapirhua para almacenar aquella gran producción. Pero antes habían colonizado el valle con miles de mitimaes16 que trajeron de diversos ayllus de los Andes que trabajaban para el Estado bajo una lógica de reciprocidad17 y control de los diferentes pisos ecológicos18, como dijimos en el punto anterior. Este sistema de trabajo continuó con algunas mutaciones a la llegada de los españoles. Así, una vez censados los “indios” dentro las encomiendas, fueron obligados por los encomenderos a pagar tributos con producción de granos de maíz19. Después de iniciarse la explotación de minerales en la región de Potosí hacia finales del siglo XVI, su mercado demandaba productos de consumo. Cochabamba una región cercana al norte potosino se preparaba, desde algún tiempo atrás, para producir maíz, trigo, papa y otras legumbres atendiendo las demandas del mercado Potosino. En este sentido Larson (1982) establece que este modelo de producción se mantendrá hasta finales del periodo colonial, incluso heredando su atributo agrario a la república. Otro documento que nos invita a conocer la economía de la región a finales del siglo XVIII, son los registros del Intendente Francisco de Viedma, quien estima que la provincia a finales del siglo XVIII, exportaba 200.000 fanegadas de trigo y maíz y 160.000 fanegadas de harina hacia 179320. Así mismo, el consumo local representaba

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Véase Larson 1982: 47-49. La organización de los Mitimaes, es en palabras de Watchel es tan antigua que puede remontarse a los orígenes de Tiawanaku. Se trataba de una institución que permitía a los grupos sociales étnicos como señoriales de diferentes tamaños, controlar, por envío de “colonos” a zonas ecológicamente diferentes y de disponer así, de recursos complementarios (1981: 21-22). Verse también a Ellefsen 1978: 74-84. y Watchel en Bethell (1998: 179-199). 17 Vease Temple, La dialéctica del don – Ensayo sobre la economía de las comunidades indígenas (1986). 18 Para el Control de los pisos ecológicos véase Murra (1975). 19 Bouysse Cassagne cit. en Larson (1982). 20 Véase más en la Descripción geográfica y estadística de la provincia de San Cruz de la Sierra por Francisco de Viedma (1836). 16

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aproximadamente 200.000 fanegas solo para la chicha, sin considerar lo que estaba destinado para el consumo local21. Casi un siglo más tarde Dalence afirmara que Cochabamba producía 476.794 fanegas de maíz, y 181.136 fanegas de trigo 22. Esta producción para Larson, significaba que los mercados campesinos de Cochabamba se consolidaron durante la época colonial. Estas características económicas moldearon las relaciones sociales, los “indios” desplazados del poder, también lo fueron de sus tierras. 23. Las únicas regiones que se habían mantenido relativamente autónomas fueron aquellas designadas para los indios desde las épocas de la visita del Virrey Toledo24. Quien asigno como “Pueblos Reales de indios” a las tierras de los contornos de Capinota, Tapacarí, Sipe-sipe, Tiquipaya25 y El Paso. Dando si se quiere, una continuidad política y administrativa a las ya consolidadas comunidades de indios, dirigidas por un cacique. De acuerdo al último censo colonial realizado por el Virrey Fray Gil de Taboada y Lemos (1791-1795) y en palabras de Larson, cerca de tres cuartas partes de los 59.277 indios habitaban las haciendas de los valles o estaban diseminados en estancias de puna26. La composición socio-étnica, a diferencia de las provincias contiguas de Chayanta y Paria donde se encontraba la mayor cantidad de población indígena, en Cochabamba a finales del siglo XVIII, la población se componía mayormente de “forasteros sin tierra” que no tenían acceso directo a recursos productivos y que fueron desgajados, en muchos casos, de su contexto o matriz étnica tradicional. Entre las razones se encuentran dos, por un lado el haber regresado a sus comunidades que se encontraban ya diseminados hacia otros espacios de la compleja estructura de pisos ecológicos, o por haber cumplido con el obligatorio trabajo de la mita y no volver a su comunidad por las exacciones tributarias que aun debían cumplir. Traídos desde otros lugares del imperio, algunos ayllus mantuvieron contacto con sus pueblos de origen,

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Viedma cit. en Larson (1982: 49). Dalence cit en Larson (1982). 23 Larson (1982: 50). 24 Thomson (2012). 25 Vease Larson 1982: 50. Las regiones de “puna” son Tapacarí, Arque, Ayopaya principalmente. Para el caso del valle central, y específicamente en Tiquipaya, véase Gordillo, Del Rio (1993); “La visita de Tiquipaya” un análisis del padrón Toledano. 26 (Ibid) 22

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otros en cambio, perdieron ese ligazón comunal entre los siglos XVI y XVIII27. Estos factores dieron origen a que en la Cochabamba colonial muchos de los indígenas queden sin tierra y sin identidad étnica. Así, o bien fueron asimilados a otros grupos económico-sociales como forasteros, arrieros u otros, asimilándose a formas de producción e intercambio más occidentales. La hacienda por todo ello creció, fue hegemónica, se solidifico y extendió hacia todo el valle de Cochabamba durante los siglos XVII y XVIII. Las tierras hacendales crecieron, incluso muchas se prolongaron hasta más allá del siglo XIX. Un caso interesante es la hacienda de Sicaya, donde existió un “sistema de producción por arriendo” que se desarrolló en Cochabamba a causa de la migración de indios provenientes de Potosí después de haber cumplido con los servicios de la mita. Muchos de ellos no querían regresar a sus tierras de origen, donde eran explotados con el pago del tributo. Esto motivo a que innumerables indios encontraran en Cochabamba un espacio de vida más holgado, donde podían alquilar tierras en las haciendas y llevar una vida más libre28. Es curioso saber que para los primeros años del siglo XIX, se calculaba que en Cochabamba había 322 “haciendas de españoles”. Cerca de dos tercios de estas haciendas estaban situadas en los partidos de Cercado, Sacaba, Tapacarí y Cliza, mientras que alrededor de un 90% de las estancias de la provincia estaban situadas en Arque y Ayopaya29. A la par de las haciendas, otro elemento que funciono, aunque sin mucho éxito fueron los rústicos obrajes de Cochabamba. Fue un sistema similar al desarrollado en Cuzco, aunque en menor escala. Algunos hacendados cochabambinos combinaron la producción de granos con el cultivo de cereales, la cría de ganado y camélidos en las alturas que se derivaba en una incipiente producción textil artesanal y local.

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Watchel (1998: 178-179) señala que Numerosos mitmaq volvieron a sus lugares de origen, y los que el inca había organizado (como los de Songo, Abancay o Cochabamba) desaparecieron. A pesar de ello, el modelo de auto-subsistencia y “complementariedad vertical” siguieron aplicándose en el nivel de los grupos étnicos: de este modo, la sociedad de los Andes se precipitó en un largo proceso de fragmentación. 28 En palabras de Escobari, para el caso concreto de la hacienda de Sicaya, como en otras, se utilizó un sistema de producción mixta; es decir, hubo tierras sembradas por el dueño, en un cincuenta por ciento y el resto por indios “del rancho”, es decir peones del propio dueño de la hacienda como arrendatarios libres (2012: 162). 29 Véase más en Larson 1982: 51.

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En Cochabamba la producción de bayeta en las haciendas estaba destinada al consumo local, a diferencia del Cuzco en donde cientos de indios trabajaban en los obrajes para la exportación de rústicos atuendos para las minas del Alto Perú y otras regiones donde existían grandes contingentes de “indios”. La que se llamó la “famosa industria de tocuyo”. Esta entidad económica en Cochabamba fue principalmente una industria domestica de tipo urbano. Es así que las haciendas de Cochabamba se diferenciaban grandemente a las del Cuzco donde la agricultura era diversificada y estaba combinada con la agropecuaria, y ésta a la confección de textiles. En Cochabamba las haciendas no se preocuparon por diversificar su producción, la agropecuaria con su vínculo productivo al de hilandería o telares, no fue una opción de amplio espectro, insuperable a la producción principalmente de granos y maíz, endógena fue la economía de los cereales. Esto se debió a que las haciendas y pueblos de indios, muchos de ellos fueron unidades pequeñas, destinadas al consumo local, con una escasa exportación hacia las minas. Alejados también estaban los pueblos del valle con respecto a los centros urbanos populosos, que no pudieron competir con los producidos en Cuzco, y que apenas tenían un mercado local y aledaño (Larson 1982: 54-55). Esta característica no diversificada de la hacienda en Cochabamba, tendrá su mayor crisis al finalizar el siglo XVIII. La crisis de la minería y las reformas borbónicas darán lugar a una crisis permanente que implicó un declive en las

haciendas,

descomposición de los pueblos de indios, debido a la poca incidencia de los caciques que perderán su poder de controlar a los “indios”.

Entre Pueblos de indios y haciendas La crisis en las elites cacicales como en las haciendas desde mediados hasta finales del siglo XVIII, iniciada por una cadena de vicios clientelares y altibajos económicos a raíz del declive en la minería potosina, acompañada de transformaciones administrativas por las reformas borbónicas, ahondaran los pleitos sociales derivándose en alborotes y revueltas sociales en la región. Aunque es preciso señalar que en los valles las incipientes redes de articulación que preexistían antes de la llegada de los españoles, es decir, los caciques, con sus

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comunidades o ayllus30, vinculados a los indios mitimaes, yanaconas, más la presencia de las autoridades españolas que tenían bajo su cargo las intendencias, los corregimientos, repartimientos y curatos empezaran a sufrir importantes cambios, si antes no se hubiesen disgregado y desaparecido. Entre aquellos cambios, se encontraran también mutaciones políticas, transacciones económicas por concepto de tierras tanto hacendales como comunales y alteraciones en el orden étnico y social importantes al finalizar el siglo XVIII. Entre otras cosas, la casta criolla que tenía presencia en la administración colonial, obligaba a consumir artículos a las comunidades de indígenas que en muchos casos no necesitaban, obligándolos a pagar importantes sumas o a trabajar en condiciones que los propios burócratas establecían. Estas formas de imposición en el consumo no solo afectaron las relaciones entre pueblos de indios e hispanos, también involucró a los grupos en ascenso como los mestizos, que se vieron en gran medida afectados por este trueque forzado. Las primeras contradicciones entre criollos y peninsulares tomaran fuerza, y será en este contexto que la hegemonía política y económica por parte de los españoles se verá afectada. En este intento de sostener la política y economía colonial, será evidente la sobrecarga tributaria hacia el indígena como parte de las reformas borbónicas. Las políticas económicas pretenderán mayor explotación de servicios a la población nativa siendo evidente el descontento de la “indiada” y reaccionando está a partir de motines. La mayoría de las haciendas de Cochabamba eran propiedades relativamente modestas. Sin lugar a dudas, dice Larson (1982), la más grande y rica propiedad –un verdadero latifundio- era la hacienda Cliza, de propiedad del Monasterio de Santa Clara. En tiempos de la independencia, la hacienda Cliza tenía una extensión de 860 fanegadas de tierra, y fue evaluada en más de 300.000 pesos. La hacienda tenia también la mayor población indígena residente. En 1808, se registraron en el padrón 954 indios en la hacienda. En términos de su valor y tamaño, la hacienda de Cliza puede considerarse por estas razones como una de las más pobladas de indios en el valle. Ninguna hacienda de la provincia podía compararse a ella en términos de su escala de operaciones. 30

El ayllu es una forma de organización política, económica y social pre-colonial desarrollada en los andes. Dentro, se vinculan familias unidas por vínculos de sangre entrono a un ancestro en común. Estas formas de organización se desarrolló en los Andes desde el pasado un pasado del que no se tienen referencias. Dentro la historiografía desarrollada véase trabajos como los de; Platt (1986); Spalding (1984); Watchel (1990); Glave (1993); Saignes (1987); Klein (1993) entre otros.

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La hacienda de Chullpas, por ejemplo, que era adyacente a la propiedad de las monjas y que era considerada como una de las más ricas haciendas de la Provincia, se extendía sobre 400 fanegadas de tierras de valle y tenía una población residente de más o menos 200 indígenas hacia 1804. En 1828, la hacienda fue evaluada y rematada por 55.125 pesos (Larson 1982). Para el caso de la hacienda de Sicaya ubicada en el camino entre Arque y Capinota de quien Josheph Frontanilla era dueño, fue entre los años de 1780 y 1785 administrada por Joseph Senteno. Según la pesquisa realizada por Escobari (Véase 2012: 161), esta “fue nombre de mucho comercio”, aun antes que fuese dueño Frontanilla, por “ser tránsito de entrada de granos con mucha gente marchante”. Además de estas tierras, poseía otras para arrendarlas a forasteros e indios, de las que obtenía 162 pesos anualmente, además de “cuatro piedras” de moler maíz, y “tres piedras” de moler trigo, se matiza según el legajo. Varias otras propiedades se situaban entre 40.000 y 60.000 pesos de avalúo. Pero la mayoría de las haciendas en Cochabamba estaban muy por debajo de los 30.000 pesos. De hecho, existe la sospecha que el precio de las haciendas en el mercado intermedio fluctuaba alrededor de los 10.000 pesos. Los padrones pueden explicar este ascenso, dando una impresión aún más modesta de la riqueza en las haciendas. De acuerdo a estos documentos, el número promedio de indios por unidad productiva en la provincia era de 57 al comenzar el siglo XIX. En comparación con otras regiones andinas, tanto el valor estimado como la concentración de fuerza de trabajo en las propiedades rurales de Cochabamba parecen relativamente bajos31. A pesar de esta variable, la producción agrícola fue aparentemente rentable. Durante casi todo el siglo XVIII muchos propietarios enriquecieron solo con sus haciendas. A pesar de la crisis por la que atravesó la producción minera, se solidificaron en Cochabamba pequeñas elites de terratenientes que se vinculaban con los mineros de Potosí. Las haciendas en Cochabamba, no solo debieron obtener la mano de obra indígena, sino también se incorporó la de los mestizos. Pues estas eran unidades especializadas en la producción de granos “basadas en una gama de formas de coacción sobre la fuerza de trabajo” (Larson 1982: 56). Los “indios” jugaron un papel importante en las haciendas, ocuparon sino todas, la mayoría de las haciendas del valle. Se empleaba a peones que 31

Larson (1982: 52-53).

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habitaban en la misma hacienda, otros que trabajaban por un jornal diario de dos reales, la misma suma recibían cuando realizaban alguna actividad como limpieza de las alcantarillas. En épocas de alto trabajo, el mayordomo se encargaba de otorgar coca y chicha a los indios que realizaban la siembra y cosecha. El gasto de coca y chicha dependía del dueño de la hacienda, en muchos casos se argumentaba que era una obligación natural sin derecho a nada, en cambio en otros casos se pagaba hasta cuatro pesos diarios por concepto de coca y chicha32 (Escobari 2012: 167). Los pueblos de indios, eran en esencia reducciones con su propio matiz precolonial. Los pueblos de indios a diferencia de las haciendas, heredaron del incario su sistema de trabajo y fueron el cimiento para el establecimiento del sistema de control colonial. A pesar de la desarticulación del Archipiélago de pisos ecológicos, las reducciones mantuvieron la autoridad cacical, en sus dos parcialidades, hurin, y hanan saya. El sistema comunal que heredaba del ayllu una forma de organización social y de producción económica mantuvo cohesionados durante casi tres siglos más a estas unidades vinculadas a las estructuras del virreinato del Perú. Muchos historiadores señalan que su administración podría compararse a la de una pequeña “Republica” como bien se los caracterizó durante la época colonial33. Con base de relativa autonomía y de responsabilidad colectiva, el pago de tributos, la aportación de un determinado número de trabajadores, los servicios de manutención del convento o, más tarde, del párroco Cochabamba se parecía un gran hinterland económico para los sectores exportadores distantes que estaban vinculados al mercado mundial como señalan Larson y Wasserstrom (1982: 366). “El régimen colonial” con sus pueblos de indios y haciendas se “gobernaba en el medio rural, en gran medida no gobernándolo” (Taylor cit. en Von Mentz 1988: 90).

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El planteamiento “pueblo de indios” dice (Von Mentz 1988: 89-90) es ante todo una categoría sociopolítica. Cobra relevancia por el dominio que la corona española otorga a los pueblos sobre sus tierras, es para que las administraran y de ello obtuvieran un excedente que les permitiese pagar el tributo. Esta organización no fue transformada en la propia organización interna, que en cierto modo mantenía sus propias particularidades organizacionales. El ayllu como forma de organización interna pervivió en estos pueblos de “indios”. 33 Juan de Solorzano Pereira (Tomo I, 1647: 87) es el primero en plantear las diferencias sociales y organizativas que se manifestaron durante la colonia.

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Movimientos precursores a la gran rebelión. Se sabe que el valle de Cochabamba, desde que formaba parte del Collasuyo34, y mucho antes de la llegada de los incas se suscitaron variados encuentros multiétnicos y luchas bélicas entre señoríos aymaras. Estos pueblos durante muchos siglos antes de la llegada del inca, cuenta Garcilaso de la Vega, se agruparon bajo dos caciques o señores, uno de nombre Cari y el otro Chipana, ambos, dice el relato; mantuvieron aquellos nombres por siglos “no olvidando a sus antepasados por tenerlos en la memoria y considerarlos valientes”. Al enterarse de la presencia del inca en sus provincias, los caciques locales enviaron mensajeros dándoles cuenta de sus guerras y diferencias. Suplicaron al Inca para que este les de licencia y comprometieron se a jurarle obediencia. Pidieron también que los recibiese para besarle las manos y arreglar aquellas diferencias centenarias. El inca oyó a los mensajeros y les dijo que el esperaría la visita de ambos señores. Una vez ante él, ambos se acercaron y le besaron las manos de igual manera. Aceptaron la ley natural del inca para que gobernasen aquellos territorios respetándose unos a otros. Delimitó sus términos morales como jurisdicción territorial en urin y hanan saya para evitar las guerras. El inca al someter geopolíticamente a los caciques bajo las nuevas leyes, había incorporado implícitamente a los pueblos en donde ellos tenían poder. Estos pueblos fueron; Pocoata, Murumuru, Maccha, Caracara, y todas las provincias hasta la cordillera oriental delimitando su virtual frontera en Samaipata. Se resalta el hecho que en las regiones de Tapacari en donde Garcilaso señala que su padre, el Capitán del mismo nombre, tuvo allí el primer “repartimiento de indios” que dista a ocho leguas del gran valle de Cochapampa. Es de tierra fertilísima, poblada de mucha gente, y ganado; tiene más de veinte leguas de largo y más de doce de ancho. Ocho leguas adelante está otra hermosísima provincia llamada Cochapampa; tiene el valle treinta leguas de largo y cuatro de ancho, con un caudaloso rio que hace el valle. Estas dos provincias, entre otras, entraron en la reducción que los dos curacas Cari y Chipana hicieron de sus estados, como se ha contado. Con la reducción alargaron su imperio los Incas de sesenta leguas de largo. En la provincia Cochapampa, por ser tan buena y fértil, poblaron los españoles un pueblo

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El Collasuyo, es una de las cuatro regiones del Tawantinsuyo, también conocido como “Imperio Incaico”.

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en mil y quinientos y sesenta y cinco: llamaranle S. Pedro de Cardeña, porque el fundador fue un caballero natural de Burgos el capitán Luis Osorio35.

El collasuyo, una de las cuatro grandes provincias del Estado del Tawantinsuyo Inca, ubicado hacia el sudeste del continente sudamericano, fue conquistado por los dos hermanos menores de Francisco, Gonzalo y Hernando Pizarro. Ambos buscaron controlar todos los pueblos de indios que se comprendían hasta los confines del Estado inca. Durante los años de la conquista de Cochabamba, hacia la primera mitad del siglo XVI, llegaron los españoles dirigidos por Hernando y Gonzalo Pizarro quienes lograron conquistar las regiones circundantes al Valle. Recorrieron el mismo y las comarcas vecinas para establecer su hegemonía. El derrumbe andino del collasuyo fue inminente. Larson halla la caída de la hegemonía colla en el valle alrededor del año de 1539. Para tal empresa resolvieron emprender un camino a la frontera andina del Collasuyo. Determinaron juntar un grupo de españoles, a los que se sumaron muchos nativos que se habían aliado con los conquistadores y terminar con el régimen Incaico. Los habitantes del Collasuyo en el fuerte de Phucuna, hoy Pocona, los Chichas y otras tribus se confederaron bajo las órdenes del cacique Apu Tiorinaceo, señor de Consata36 y agruparon allí un ejército de cuarenta mil hombres. El ejército del collasuyo tuvo su primera confrontación en Andamarca y una segunda en los Altos de Pocona, perdiendo ante 60 soldados españoles y etnias contrarias al régimen incaico. Una vez derrotado el ejército confederado, Tiorinaceo se replegó hacia el valle de Khochapampa (Cochabamba), donde presentó la última resistencia. A pesar de los esfuerzos de los nativos que se habían trasladado desde Chuqui-chaca (Chuquisaca) para contener la entrada de los españoles al valle, no se consiguió detener el avance hispano. Tiorinaceo siendo derrotado nuevamente huyo para refugiarse en medio de una población indefensa compuesta de niños y mujeres. Una vez asediado el valle por los españoles, decidió entregarse para evitar mayor tragedia a su gente (Urquidi 1921: 33,34). En su última acción, Tiorinaceo intentó contener la masacre de

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Garcilaso de la Vega, El Inca, Comentarios reales de los Incas. Aunque parece que el último dato es erróneo, podemos apreciar como los “naturales” desde antes de los incas luchaban por el control de los territorios fértiles del valle con sus núcleos étnicos en las alturas del collasuyo. Tomo I, libro tercero, Pag; 148-151. 36 Antiguo asentamiento andino de habla aymara próxima a las estribaciones orientales de la Cordillera de los Andes, después paso a ser una extensión inca donde se explotaban algunos minerales como el oro. Según Miranda, Herail y Fornari (1991) su ubicación se encuentra entre Sorata- Tacacoma, AnaneaConsata-Mapiri en una longitud de 120 km, próximo a la red de caminos prehispánicos que vinculaban a los pueblos Guarayos anexados en la última expansión del Estado inca.

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mujeres y niños, y en el valle pidió paz. No escuchando su palabra, Gonzalo y Hernando Pizarro lo capturaron y ejecutaron (Camacho, José María 1896: 32, 33). Una vez consolidada la conquista, la colonización se inició con las reformas establecidas por Francisco de Toledo, Virrey del Perú. Hacia 1579 reconocieron simbólicamente en casi todas partes de las colonias, incluida Cochabamba, la autoridad del Rey de España. Aunque para este reconocimiento se haya tenido que recurrir a fuerzas coercitivas como el ejército real para reprimir los alzamientos de indios que se hicieron constantes de aquí en adelante. El brutal asedio de los españoles hacia los incas fue consolidado una vez derrotado el ultimo descendiente directo de la familia real Inca, Túpac Amaru I, quien mantuvo una fuerte resistencia en la región del valle de Vilcabamba que se irradio por los andes. Esta región se rehusó aceptar las disposiciones del Virrey, debido a que: Desde ahí salían los indios a hacer sus correrías; i el virei, recelando que su residencia fuera el centro de una insurrección formidable, quiso reducir a Tupac-Amaru por las vías de las negociaciones, pero sin resultado alguno. Hizo entonces los aprestos militares, formó un cuerpo de 200 soldados españoles i de muchos indios ausiliares, i lo puso bajo las órdenes de don Martin Garcia Oñez de Loyola, que fue más tarde gobernador de Chile, i que pereció a manos de los indios de Arauco. Los espedicionarios encontraron cortados los caminos i los puentes; pero vencidas estas dificultades, lograron sorprender la corte de Vilcabamba. Muchos de los asilados en aquel lugar se internaron en los bosques donde hallaron su salvación, pero TúpacAmaru, (…) se entregó a sus perseguidores. El prisionero fue llevado al Cuzco i condenado al último suplicio por el falto delito de haberse rebelado contra el rei.37

Con la última “gran resistencia”, se cerrará el periodo que se entiende como “conquista” en toda la región andina. Estas precisiones sobre la consolidación de la presencia hispana en el Perú, hace notar la brutalidad con la que se trataba a los “indios” cuando estos se rebelaban y no aceptaban ser súbditos del rey de España. Un siglo y medio después, empezará una significativa decadencia de los “pueblos de indios”. Una profunda crisis en las elites cacicales, permitirá la emergencia de un grueso sector de indios libres y mestizos que demandaran sus propios intereses. Iniciándose así un colapso al que acompañó una coercitiva serie de reformas denominadas como borbónicas que fueron desplegadas por el despotismo español, posibilitando de cierta manera el síncope en ciertos pueblos y dando lugar a las rebeliones de inicios del siglo

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Compendio de Historia de America, Diego Barros Arana. Partes III y IV. La Colonia y la Revolución. Santiago, Imprenta del Ferrocarril, calle de la Bandera, Nº39. 1865.

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XVIII. Estos no vacilaron en levantarse y desestabilizar el orden español a finales de aquel siglo. A pesar que O´Phelan establece que las revueltas en los valles al finalizar el siglo XVIII, tienen vínculo con los extendidos procesos de mestizaje cultural y biológico desde la conquista de Cochabamba y durante casi tres siglos. El empoderamiento de estos sectores mestizos ira en detrimento de las poblaciones de “indios” tanto tributarios como reservados y muchachos. Por tanto, existe la posibilidad que las revueltas en la provincia de Cochabamba sean resultado de este fenómeno de mestizaje social y cultural, aunque no pueda considerársele como determinante, pues en las extensas zonas rurales, donde la presencia de “indios” fue siempre mayor, las rebeliones tendrán su propio matiz. Si volvemos a los causales de la revuelta, también encontramos entre la población del valle, temores de la revisita. Medida que fomentó la intranquilidad entre diversos sectores de la población, que como los “indios” originarios querían evitar el incremento de tributo y mita, o como los yanaconas o forasteros que también se sublevaron por las nuevas medidas del Virrey Duque de la Palata, que intentaban someterlos a la mita minera como al pago del tributo, medida apoyada por el sucesor Castelfuerte. Dando lugar a que los mestizos se alzaran viéndose comprometidos en ser registrados muchos de ellos como “indios” y así pueda incrementarse la cantidad de los mismos para prestar el servicio de la mita38. Estas mutaciones en el orden social, económico y político en Cochabamba influyeron para que hacia 1730 la región eclosionara. Alejo Calatayud un artesano mestizo, más andino que español, se había levantado frente a la noticia de la revisita39. Anoticiados los mestizos de la Villa de Oropesa, que Manuel Banero de Valera fuera nombrado revisitador de la provincia de Cochabamba, bajo órdenes del Virrey del Perú, José de Armendaris, se organizaron para evitar su ingreso. A su llegada al pueblo de Capinota o Caraza, corrió el rumor que se encontraba censando a los mestizos para que paguen impuestos, y también se difundió la voz de un doble cobro del tributo. El objetivo más importante era descubrir si detrás de la máscara de mestizos se ocultaban indígenas tributarios (Urquidi 1921: 59, 60, 61). A pesar de aquel planteamiento clásico, O´Phelan sospecha que aunque haya existido la intención real de inscribir a la población mestiza a la categoría de tributarios. Pues de acuerdo a los planteamientos heredados del 38 39

O´Phelan Godoy (2012), Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia 1700-1783. Pág. 97, 98. AGI, Audiencia de Charcas, Leg. 343.

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Virrey Duque de la Palata, este hacia finales del siglo XVII, preconizó la extensión del pago del tributo a la creciente población de “indios forasteros” hasta entonces solo vinculada a los “indios” originarios. A estos tumultos, el vicario del pueblo, don Francisco de Urquiza, aprovechó la situación para sugerir que lo que se necesitaba era (2012: 101). Además de esa misión, otro rumor se extendió a todos los habitantes de la Villa, era el pago de las contribuciones por comerciar cualquier tipo de producto, cuestión que hacia 1775 resurgirá por la apertura de la aduana en la capital valluna que afecto económicamente a artesanos y pequeños comerciantes (O´Phelan 2012: 334). Regresando a la primera mitad del siglo XVIII y con respecto al tributo, tenían los mestizos que probar su condición de mestizos para librarse del mismo. Para eso la orden del virrey fue realizar una nueva revisita que revitalice la carga de tributos para que ningún contribuyente pudiera eximirse de su pago. Por la sencilla razón de evitar que con la falsa escusa de ser mestizo, muchos escapen del mismo, siendo aquella orden la que “obligo a comprobar ese origen a cuantos para su exención lo alegaran”. Los habitantes de los valles colindantes a la Villa de Oropesa también se manifestaron sobre el susodicho. Se alistaban para una sublevación general y evitar la medida (Lorente cit. en Viscarra 1882: 17-18). El miércoles 29 de noviembre, acabada la procesión del patrono de San Sebastián, subieron a la colina del mismo nombre unos 3000 hombres que hicieron campamento en el vecino cerro de San Sebastián. Después del mediodía, izando una bandera colorada al ritmo de instrumentos musicales nativos y con las voces de ¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno! empezaron a descender. Después de exhibir su fuerza a los habitantes de la villa, sobre todo españoles, apedrearon algunas casas de funcionarios reales, se dirigieron a la cárcel, en donde rompieron los candados y liberaron a los prisioneros para que apoyasen la rebelión. Con ellos se dieron al saqueo de muchas casas y tiendas de españoles, amenazando terminar con todos los venidos de la Europa40. La sublevación se extendió a las regiones rurales como Ucuchi- Sacaba, capitulándose que los criollos y naturales del país, podrían acceder a los cargos públicos; la consigna era que no debía permitírsele a español alguno ser corregidor. En consecuencia, fueron 40

Cazier Hutchins (1974).

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nombrados alcaldes, don José Mariscal y don Francisco Rodríguez Carrasco, dos criollos que después traicionarían el movimiento (Urquidi 1921: 60). Enterado el revisitador que los mestizos de Cochabamba se dispusieron a levantar las armas con objeto de impedir su entrada a la población. El enviado real en su intento de recibir ovaciones a su llegada quedo frustrado, de manera contraria este se hallaba amenazada. Para evitar mayores incidentes, dio la orden para que cuarenta hombres bajo las órdenes del oficial Juan Matías Gardogue y Meseta, para que en la entrada a la villa se enfrentaran con la masa sublevada. Los insurrectos amotinados y superando en número a la policía real, los derrotaron. El pueblo se desenfreno en cuanto a las represalias, y solo considero las regulaciones del apostólico Cura de la Matriz don Francisco Urquiza, quien se encargó de calmar los ánimos. Pero Calatayud, que en palabras Urquidi (Véase 1921: 61) poseía , había jurado exterminar a los españoles. En la tarde del 29 de noviembre de 1730 Alejo Calatayud, el platero que hasta entonces había dirigido la sublevación, salía victorioso. El grupo de Calatayud había eliminado a 18 de los 40 españoles, y dejaron malheridos a los que no pudieron escapar (Viscarra 1882: 19-20; Rodríguez 2012: 37-39). Al día siguiente, cuenta Urquidi (1921), Calatayud era invitado a un banquete. “Preparado con astucia y un fin siniestro por Carrasco”, que de acuerdo con las autoridades caídas, traidoramente le hizo apresar cuando acontecía el simulado festín. y después llevado a la plaza mayor para ser descuartizado. Sus miembros esparcidos en los lugares más concurridos para dejar constancia a quien intentase revelarse nuevamente. La pena que se le infringió fue la del garrote cuando acontecía el 31 de enero de 1731). Siendo su cabeza remitida a la Audiencia de Charcas. Varios cabecillas compañeros del ya sin vida caudillo Calatayud, como Cotrina, Gamboa, Hamburgo y más tarde Nicolás Flores, decididos partidarios, fueron juzgados y condenados bajo una resolución. Se les quitó la vida sucesivamente. Se sabe también que un individuo de apellido Ferrer y Santos Padilla, fueron también ahorcados, por poseer pasquines contra el régimen. El autor intelectual de todo este movimiento fue Rodríguez Carrasco, condecorado por las autoridades reales, asumió omnímodas facultades después de acabar con los sublevados.

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El virrey Armendaris, quien gobernó el Virreinato del Perú entre los años de 1724 a 1736 hondamente preocupado por la sublevación de Calatayud, y todo aquello que representó, tomó precauciones para evitar nuevas insurrecciones que en palabras un tanto exageradas por Urquidi (Véase 1921: 59, 60,61) .

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SEGUNDA PARTE LOS ECOS DE LA GRAN REBELIÓN EN EL VALLE DE COCHABAMBA La revolución de Túpac Amaru, como señala Bonilla (1971), fue uno de los acontecimientos más importantes en la historia colonial de Hispanoamérica por todas las implicancias a nivel económico y político-social que desato en Sudamérica. A pesar que la historia del siglo XIX intentó minimizar esta revolución, la documentación local que sigue siendo encontrada nos señala que su trascendencia cubrió regiones recónditas, incluso llegó a incrustarse en los límites orientales del imperio español. Como asevera Escobari (Véase 2001: 169) las ramificaciones de esta gran revolución comprendió prácticamente todo el valle de Cochabamba, en sus puntos extremos de Arque, Tapacarí, Ayopaya y Tarata, como se testimonia en los documentos que a pesar de la importancia y dada una situación de violencia y muerte, el hecho no ha sido estudiado a profundidad. Es interesante, por ejemplo, encontrar documentación dispersa sobre revueltas vinculadas a la “gran rebelión” en las poblaciones locales de los valles fronterizas con las llanuras, siendo estas periferias del imperio español descuidadas en su administración, incluso después de la constitución de los estados republicanos en Hispanoamérica. Estas en definitiva, fueron regiones relegadas debido a diversos factores que son visibles hasta hoy en día. Es así que las fuentes para entender la historia de las revueltas en los andes, vinculadas a la “gran rebelión”, que fue vanguardizada por Túpac Amaru no fueron agotadas. Han pasado algo más de dos siglos y aún se pueden encontrar piezas documentales de este gran rompecabezas. En este contexto los estudios sobre la “rebelión de indios” ha sido sometidos a múltiples exámenes, desde las clásicas pesquisas realizadas por Lewin (1943); Valcárcel (1947); Jorge Cornejo (1964); Valencia Vega (1979); que ubican a las sublevaciones indígenas del siglo XVIII como proto – independentistas. Por otro lado encontramos otras potenciales hipótesis como las de Rowe (1954); Fisher (1971); Szminski (1976); Choque Canqui (1983); Flores Galindo (1976); Campbell (1976), quienes plantean que la “gran rebelión” más bien cuestiona el orden político y económico, y rechaza las leyes de la corona y en esencia pretendía restablecer el poder imperial del icario perdido en 26

1532. Entre los hallazgos más recientes que son planteadas por pesquisadoras como O´Phelan Godoy (1988); Valle de Siles (1990); Thomson (2006); Serulnikov (2010), sugieren que las rebeliones han significado ser siempre permanentes y constantes desde el inicio de la colonia, que se extienden indefinidamente hasta nuestros días. Siendo la “rebelión general de indios” de finales del siglo XVIII

resultado de toda una

concentración de demandas, como cuestionamientos a las reformas pre y post borbónicas que fueron frecuentes desde inicios del siglo XVIII. Las mismas están articuladas a una cadena de movimientos populares herederos de una religiosidad y utopía andina que congregándose en las demandas de Túpac Amaru adquirieron un cuerpo político que desato las rebeliones de finales del siglo XVIII. Entre los trabajos que abordan específicamente la región de Cochabamba, podemos citar a Vizcarra (1882); Cazier Hutchins (1979); O´Phelan Godoy (1988); Rodríguez Ostria (2012); Escobari (2012). Existen también indagaciones como las de Arze (2013), que en general son intentos de reconstrucción de aquellos levantamientos que se desataron en los valles aun descriptivos. Sin lugar a dudas, todas estas reflexiones son en buena medida, parte de las hipótesis, argumentaciones y descripciones planteadas por historiadores que no entran en contradicción, más bien en concatenación. Se constituyen en piezas del rompecabezas histórico que conectan las rebeliones suscitadas en los andes entre 1780 y 1782. Nosotros no pretendemos reabrir el debate de todos estos sucesos. Simplemente acercarnos a los hechos que se suscitaron en una provincia que fue por aquellos años parte del dominio español. Una provincia que también participó de la gran sublevación andina entre 1780 y 1782, que abarcó desde el norte del actual Perú, hasta los confines de Jujuy y Tucumán, como señala Marchena (2003) fue un acontecimiento que “conmocionó rotundamente la realidad andina” que no tiene hasta nuestros días una igual. En este sentido presentamos algunas aproximaciones a este transcurrir subversivo que alcanzó vuelo por casi dos años en el espacio cochabambino y que para los herederos de la historia andina en general significa aún hoy un suceso muy importante.

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Chayanta y los orígenes de la rebelión en el Alto Perú La articulación del norte de Potosí con el sur oeste de Cochabamba se desarrolló durante la colonia por razones socio-económicas de intercambio. La producción agrícola de los valles proveía de granos y verduras a las minas de Oruro y Potosí. En los caminos que vinculaban a estas provincias también pervivían rusticas formas económicas. El trueque de productos de los diversos pisos ecológicos amortiguo la dura explotación hacia los indígenas desde instaurada la colonia hispana. La producción de papa, chuño, oca, habas en las alturas, se intercambiaba con una variedad de cereales producidos en tierras más cálidas como el maíz, el trigo y una variedad de legumbres que se traían desde los valles inter-andinos. La conexión socio-política de los pueblos andinos, por tanto, debe entenderse desde la perspectiva del uso y producción del suelo. La milenaria utilización de los pisos ecológicos posibilitó la interrelación entre los diversos grupos étnicos que habitaban la región. Cochabamba siempre estuvo vinculada a un nicho articulador entre regiones de puna, valles y selva. Esta situación geográfica de Cochabamba fue estratégica durante el desarrollo de la sublevación general de indios no solo por su cualidad de proveedora de alimentos, sino también por la cantidad de indios que vivían en las haciendas y reducciones que se habían mantenido desde la colonización pre inca hasta los eriales del siglo XVIII. Estos, tenían un vínculo cercano con los pueblos ubicados en las alturas de Chayanta, contexto en el que las demandas de Tomas Catari se desarrollaron, apoyado por sus hermanos; Dámaso y Nicolás, se desenvolvieron en un trama nada favorable que debilitó las aspiraciones de Tomás y su reconocimiento como cacique. Su objetivo era contener los abusos de los entonces corregidores que cometían excesos en las comunidades indígenas de Chayanta y de todos los pueblos circundantes a esta región. La fugaz historia del alzamiento de Tomas Catari, está vinculada a una serie de reivindicaciones en gran parte del Virreinato del Perú que exigían los caciques y principales de indios en territorios que habían sido despojados abusivamente por los corregidores. La demanda de Tomas Catari estaba vinculada al reconocimiento de sus títulos heredados de linajes y viejos cacicazgos en la región de Macha. El alzamiento frente a dichas acciones no se dejó esperar, Tomas Catari un campesino aymara hablante según Thomson (2010: 22) organizó una resistencia comunal local en su pueblo natal Macha, que de pronto trascendió a la región y desembocó en un alzamiento 28

armado. Aunque las demandas de Tomas Catari se habían iniciado hacia los años de 1777, cuando este se dispuso a reclamar el cargo de Curaca41. Siendo esta rechazada por la Audiencia de Charcas se traspasó el caso al recién creado Virreinato del Rio de la Plata que tenía como sede la ciudad de Buenos Aires, donde Tomas Catari peregrino durante meses para intentar ser escuchado por el nuevo Virrey. Llegando a finales de 1778 en su entrevista con el Virrey Juan José Vertiz, le planteó los abusos de los corregidores y sus allegados, la corrupción que imperaba y el exceso de tributos, y otros abusos con respecto a los indios. Hacia 1779 el Virrey Vertiz dictaba inmediatamente un decreto ordenando la investigación de los hechos denunciados por Tomás Catari. Informándose Joaquín de Alos, corregidor de Chayanta, a la llegada de Tomás Katari a la región lo hizo apresar, se tomó represalias hasta mayo de 1779. Después de salir de la cárcel se dice que este consulto a los amautas y mamakonas42, quienes reconocieron su función de curaca y ordenaron que comience a cumplir su función. Aunque este reconocimiento nunca fue legal pues las autoridades españolas no lo declararon como tal. A pesar de ello Catari hacia mediados y finales de 1779 había organizado asambleas de base donde se restructuraban a las autoridades comunitarias. Según Thomson a medida que proliferaban las complejas luchas (…) el locus del poder comunal se desplazó hacia la base de la formación política. Un proceso de democratización no al estilo occidental sino más bien con sus bases comunitarias había empezado a desplegarse. Este despliegue limitara el poder cacical y traerá una suerte de reconstitución del poder político del ayllu pre inca que continuara durante los casi dos siglos posteriores hasta su desestructuración a mediados del siglo XX mediante los sindicatos (2010:30). Estos levantamientos serán importantes como principales antecedentes para los sucesivos levantamientos en el Alto Perú, revueltas que se articularon entre las alturas y los valles siendo en esencia movimientos dirigidos por bases indígenas a la que se sumaron pocos indios nobles según constan los documentos encontrados para entender las revueltas en los valles inter-andinos de Cochabamba.

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Curaca es un término aymara, por definición es el equivalente al de Cacique. amautas y mamakonas son figuras religiosas particulares del mundo andino.

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Prolegómenos a la “gran rebelión” en los valles de Cochabamba La rebelión suscitada en los valles de Cochabamba, por la documentación encontrada, tiene una doble articulación, en un primer momento, está vinculada a la “Rebelión de Chayanta43”, y en un segundo momento articulada a la sublevación general liderada por Túpac Amaru. La cercanía de las minas de Potosí y Oruro con los valles y pueblos de la zona de Cochabamba fue sin lugar a dudas un importante nexo de intercambio económico como de explotación de indígenas. Los indígenas del valle tenían que cumplir un trabajo anual en las minas que se conocía con el nombre de mita44, que des beneficiaba a todos los indígenas de la región que si bien habitaban zonas de diversidad ecológica, a estos los unía su condición desfavorable en las relaciones de producción que el sistema colonial había estructurado. A pesar de estas similitudes, existe un contraste que resalta Larson (1982) y dice que se debe tomar en cuenta la nítida “diferenciación del Valle frente a las regiones de altura, es importante aunque no parezca”. Por otro lado el sistema de tenencia de tierra, el contexto y el núcleo social u origen étnico puede ser una variable importante y que se debe analizar. En este sentido los valles y las alturas deben ser vistos como parte de un complejo sistema de reproducción, distribución socioeconómica que se basa en el uso de los pisos ecológicos que fueron moldeados en los andes durante siglos. Estas características hacia finales del siglo XVIII no solo continuaban con la agricultura en los valles de Cochabamba, se había diversificado su economía, la fiebre del metal por parte de los españoles conquistó un centro minero; Choquecamata una región colindante con Ayopaya que se encuentra a doscientos kilómetros aproximadamente de Cochabamba. Estas minas, famosas aquellos tiempos por la pureza del oro, fueron descubiertas según Vizcarra por el español Juan Sanz hacia 1774 (Véase 1882: 57). Su 43

Según Serulnikov (1989: 2) no existió una vinculación orgánica entre la rebelión de Chayanta y el movimiento vinculado por Túpac Amaru. Es más, en su clásico libro Daniel Valcárcel (1947) también señala que no existen correspondencias entre Amaru y Tomás Catari. Aunque para el caso de Cochabamba lo que se sabe por los documentos encontrados, es que ambos movimientos repercutieron en los rebeldes de los valles de Cochabamba. Siendo la rebelión iniciada durante el festejo de los carnavales, un mes antes a la desarrollada en La Paz por Julián Apaza. 44 La mita fue un sistema de trabajo obligatorio de la Región Andina, tanto en la época incaica, como en la colonia. Este sistema de trabajo rotativo favorecía al estado incaico que empleaba la mano de obra en labores públicas que implicaba la construcción de centros administrativos, templos, acueductos, etc. Existía una mita para servicios especiales como las labores de cargueros del Sapa Inca, músicos, chasquis y danzantes. Esta obligación laboral cumplían todos los hombres casados, más no las mujeres, cuya edad oscilaba entre los 18 y 50 años.

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explotación se inició el mismo año siendo su importancia vital para la débil economía del valle que solo dependía de los granos y transitaba entre las haciendas y las minas vinculadas al gran mercado Potosino. A pesar de esta incipiente minería, en las tierras más fértiles que se componían del gran valle de Cochabamba se mantuvo con fuerza la milenaria estructura agraria. Es así que en los valles de Cochabamba los medios y las relaciones de producción se complejizaron aún más hacia fines del siglo XVIII, tanto en la estructura de propiedad, sea hacendal, cacical o estatal. Estas mutaciones configuraron y reconfiguraron la sociedad agraria de Cochabamba siendo que a finales del siglo XVIII, una evidente crisis surgida debido a causas internas como externas debilitaron a la región. A todo esto acompaño una crisis institucional en la que no solo se afectó a Cochabamba a fines del siglo XVIII. Pues a nivel administrativo, como dijimos con anterioridad, si bien dependía de la Audiencia de Charcas y del Virreinato del Perú, se transfería paulatinamente la administración colonial al reciente Virreinato del Rio de la Plata. La creación del Virreinato del Rio de La Plata (1776), como dijimos, está vinculada a una serie de transformaciones y reformas acaecidas desde la segunda mitad del siglo XVIII. Además se debe recordar que hacia 1782 se da cobertura a las intendencias en las colonias españolas con la finalidad de administrar y ordenar los espacios dispersos, como resguardar fronteras, principalmente para contener los avances de los portugueses. En ese contexto institucional, durante la ola como después de haberse suscitado aquellos levantamientos en todo el Alto Perú, el Virrey del Rio de la Plata Juan José de Vértiz y Salcedo (1778-1783) reconoce los méritos del Corregidor de Cochabamba Félix Joseph de Villalobos, e instituye recoger ciertos testimonios de los “excesos” de los “indios” en varios partidos de la provincia45. En una carta fechada el 3 de noviembre de 1782, enviada desde Montevideo y firmada por Joseph Gálvez, se indicaban ciertas medidas que fueron tomadas frente a los levantamientos de los rebeldes suscitados en Cochabamba y sus provincias46.

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AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429. Entre los testimonios se hace alusión a las poblaciones de: Arque, Tapacarí, Ayopaya, Tacopaya, Quirquiavi, Capinota, Charamoco, Vinto, Quillacollo, Cliza, Paredón, Toco, Punata, Sacabamba, Choquecamata, Challa, Acacio y Chayanta, las dos últimas poblaciones estaban bajo la jurisdicción de Potosí. 46 AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429. (Cochabamba, 30/IX/1782.).

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Aunque se tenían antecedentes sobre la resistencia de los indígenas de los alrededores de Potosí con respecto al pago en las aduanas durante la administración de Pedro de Cevallos, primer Virrey del Rio de la Plata(1776-1778), a quien se le otorgó poder administrativo sobre la jurisdicción del Alto Perú por resolución real desde el año de 1776. Este virrey, recomendaba pacificar los levantamientos en las regiones del alto Perú poniendo orden y sentando la nueva presencia administrativa del Virreinato. Con estos antecedentes que José de Vértiz y Salcedo (1778-1783) va a continuar la política de apaciguamiento en el Alto Perú. Es así que cuando se iniciaban los alborotos en Chayanta, La Paz y los valles de Cochabamba se otorgó mérito a la misiva del Corregidor de Cochabamba, Félix de Villalobos. El documento que explicaba sobre los últimos sucesos acaecidos en los valles y los “horrendos actos” desarrollados en sus provincias por los “indios”. Fueron parte de una sumaria información para el Virrey quien ordenó desde Mizque el inmediato despliegue del ejército real en todas las provincias del Alto Perú. Entre tanto se rescataran los testimonios de miembros del ejército real, como argumentos mayores, que servían para dar fin a aquellos “excesos” que los indios habían infringido en los partidos, provincias y providencias del valle de Cochabamba para que se impidiera en el futuro una nueva propagación47. Conexiones entre Tapacarí y el valle alto de Cochabamba El nombre de Tapacari proviene del vocablo quechua - aymara “Thapa Qhari”, definiéndose como “nido de hombres”. La región tiene una favorable situación geográfica, pues se ubica en el centro de toda una zona articulada por el transito comercial entre La Paz y Cochabamba que se va a desarrollar durante la colonia. Así mismo, durante la colonia tuvo una confluencia permanente y constante con las regiones de Ayopaya, Inquisivi, Arque, Chayanta, Oruro, áreas en donde también se gestó el levantamiento de “indios”. Estas poblaciones ubicadas en zonas montañosas abrigan pequeños valles fértiles de difícil acceso que servirán como fortines durante el desarrollo del levantamiento. Muchos de estos perduraran hasta más allá de las rebeliones que abordamos.

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AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429.

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De esta manera el repartimiento de Tapacarí48, por una influencia directa de los sucesos que acontecían en el Virreinato del Perú, experimentó levantamientos radicales que rápidamente irradiaron su hostilidad a los valles. Toda esta lucha socialmente se compondrá por diferentes pueblos de “indios”, para quienes los latentes abusos por parte de españoles y criollos serán también radicalmente contrarrestados. Aunque parcialmente tomaron el control de la región gracias a la ayuda de su geografía, los españoles retomaran su hegemonía meses después pese al difícil acceso del ejército real, luchando también con una zona marcada por pendientes y quebradas de las más duras de la cordillera andina. En las alturas que vinculaban a La Paz con Cochabamba, los grupos de insurrectos configuraron una red impenetrable, . Era miércoles de compadres y la turba agrupaba a poblaciones que se encontraban a 75 kilómetros de distancia de la entonces Villa de Oropesa, entre los límites de Cochabamba y Oruro. Los ayllus que se autoproclamaban como soldados de tupamaru y a quien ya reconocían por Rey y señor amenazaban con entrar a las poblaciones hispanas (Comisión permanente de la Historia del Ejercito del Perú cit. en Rodríguez Ostria 2012: 19).

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Los repartimientos en Charcas del siglo XVI realizados por el primer Virrey Gobernador Don Francisco de Toledo, cuando a su paso dividió en dos grupos: los de La Plata y los de La Paz, constituyeronsé con el tiempo como las grandes provincias de la Audiencia de Charcas. En el repartimiento de la Plata, se tenía 29 encomiendas donde se encontraba la encomienda de Tapacarí. En Cochabamba se conocen también las encomiendas de: El Paso, Tiquipaya, Sipe Sipe, Moyo-moyos, Mizque, Aiquile, Totora y Pocona. (Barnadas, 1973: 216-218; Bouysse Cassagne, 1987:40-58). Tapacarí como unidad territorial estaba conformado por Sipe sipe, El Paso y Tiquipaya, con su cabecera del mismo nombre; este territorio se constituyó por cédula de 1540 en la encomienda de Tapacarí otorgada al capitán Garcilazo de la Vega (padre del famoso cronista mestizo) quien, según Sánchez- Albornóz (1973:157), visitó y tasó a sus habitantes entre 1539 y 1540, casi inmediatamente después de que ingresaran los españoles. Parece que ésta encomienda fue la primera y la última que mantuvo el territorio de Tapacarí unido, posteriormente aparecen otras dos encomiendas muy bien diferenciadas. La de Pérez de Castillejo para Tapacarí propiamente dicho y la de Sipe Sipe con quinientos indios para Francisco Negral. De acuerdo a Sánchez – Albornóz (1973:158), es en 1548 que la encomienda de Tapacarí esta en manos de Pérez de Castillejo con alrededor de 800 indios. Por otro lado, si tomamos la sucesión de encomenderos de la provincia de La Plata en el siglo XVI planteada por Bouysse-Cassagne (1987: 42-56), podemos observar que Tapacari como unidad territorial no estaba constituido por Tiquipaya y el Paso, ya que estos territorios pertenecían al repartimiento de Cochabamba, además Sipe sipe, es ya una encomienda separada.

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Para Viscarra, fue el 25 de febrero de 1781, que se iniciaron las revueltas en las alturas de Tapacarí cercanas a Colcha (Arque). Indudablemente que fueron los carnavales un espacio para internar la revuelta silenciosa al principio que después se presentó como una de las más grandes insurrecciones que se expandió por la provincia de Cochabamba. −Siendo los “naturales” de Tapacarí los que iniciaron y extremaron su furor hasta el punto de acometer a los vecinos del susodicho pueblo, en la iglesia en que estaban congregados− (1882: 55). Podemos deducir que estos levantamientos en Cochabamba fueron resultado de un descontento generalizado por parte de los sectores “indios” de base, que se vincularon a las revueltas primero del Cuzco con Túpac Amaru y después a las de La Paz con Katari. El levantamiento de Túpac Katari se dará recién en marzo de 1781, dos meses después de los levantamientos iniciados en las alturas de Cochabamba que estaban más vinculados a las disposiciones de Túpac Amaru. Cuando se inician las revueltas en La Paz, las pequeñas y susceptibles poblaciones urbanas en los valles ya estaban alarmados de una posible entrada de “indios”. Según Eufronio Vizcarra, después del asedio que se inició de manera radical el 18 de marzo en La Paz, cuando las fuerzas “indias” de Sorata avanzaban a la hoyada, en los valles (1882: 56). Un autor anónimo que al parecer observó dichos acontecimientos en los valles narra los mismos de la siguiente manera: “Este día, (…) cuando el corregidor y los alcaldes con infatigable desvelo, discurrían los medios del mayor servicio de Dios y del Rey, se vertió entre la una y dos de la tarde, un repentino rumor general que acompañado de un toque de entre dicho con las campanas del Cabildo, aseguraba la entrada de los enemigos. Fue imponderable la confusa vocería y en el instante aparecieron en la plaza mayor más de cinco mil hombres sin distinción; en los campos, fue infinito el número de la gente de a caballo: las mujeres y niños repentinamente permanecieron armados. De los extramuros venían los hombres con desesperación en busca del enemigo, preguntando qué camino seguirían en su alcance. En tan confusa perturbación no se oyó otra voz que la de viva el señór D. Carlos III y mueran los rebeldes”49 (Relación anónima citada por Vizcarra 1882: 55-56).

Poco después el corregidor de Cochabamba, Félix Josef de Villalobos se puso a la vanguardia en la pacificación de los pueblos sublevados. No tardó en expedicionar con

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Esta relación citada por Eufronio Vizcarra en sus Apuntes para una historia de Cochabamba (1882), no revela el nombre del autor ni la fecha del documento, como si se tratara de un documento anónimo escrito durante el desarrollo de los mismos acontecimientos pareciera incrustarse en el misterio.

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algo más de setecientos hombres al mando de José de Ayarza castigando a los “indios” en Charamoco, Tacopaya, Arque y Vinto. En este último lugar, la tropa expedicionaria fue superada por la sublevación e incluso rebasada, en tanto que Ayarza hacia los esfuerzos de contener hasta que llegaran sus refuerzos, eran estos soldados reclutados en Mizque y estando acuartelados en el Valle de Oropesa no fue difícil que llegaran a socorrer a Ayarza y se pusieran a sus órdenes. Así mismo, fue enviado a Tapacari don Pedro Gari a reforzar aquellas unidades con aproximadamente setecientos hombres. Una relación del maestre de campo Don Bernardino Quiroga nos muestra la brutalidad con la que se trató a los “indios” sublevados, donde no existió perdón alguno. En la doctrina de San Idelfonso de Quillacollo, provincia de la villa de Cochabamba, a los quatro días del mes de abril de mil setecientos ochenta y un años, ante mi dicho teniente, por la notificación que se le hizo, compareció el maestre de campo Don Bernardino Quiroga a quien le recibió juramento el comandante don Pedro Gari, a la pacificación y dan libertad a las expresadas cautivas y al transitar a dicha doctrina a las quatro leguas, nos salieron al encuentro de quatro partes de Serrania de ambos lados de la quebrada tocando cornetas, bailando con Banderas y desafio formal a los que las citiaron los soldados para castigarlos, y efecto fueron muertos casi todos, con lo que se causó el efecto de que han socegado y bebido en parte paces, o perdón rebatiendo siempre sus intenciones, poniendo en las entradas principales, centinelas, que consta en la doctrina pregunta y responde50.

Después de someter a este pueblo belicoso, se pasó al poblado de Challa cercana a Tacopaya, Sayari y los partidos que se encuentran aproximadamente a 6 leguas de Tapacarí. De la misma manera, tres destacamentos al mando de Ignacio Castillo, Marcos Mercado y Marcelo Pérez, se encaminaron sobre Ayopaya con el mismo objeto. Las complicaciones que se presentaron por transportar soldados de otras regiones prolongo los tiempos y eso, aunque parcialmente, beneficio a los “indios” que expandían los focos de la rebelión. - Con todo, no era cosa fácil evitar la sedición que cual un torrente se desbordaba por doquiera, a pesar del irresistible poder del partido del rey y de los duros castigos que se infligían a los que en ella tomaban parte - (Vizcarra 1882: 56). El desarrollo de los acontecimientos se disparó en estas pequeñas poblaciones, los más de mil cuatrocientos soldados del Rey, acometieron contra los “indios” rebeldes. Así se demuestra en la siguiente relación:

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AGI, Charcas 429; 47 ff.

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(…) es público y notorio que el señor corregidor [de Cochabamba, Don Félix de Villalobos] con el celo, y eficacia que acostumbra al Real servicio se admitió muchos ordenes enviando tropas a la quebrada de Arque, y Haiopaya y hasta los Anexos del pueblo de Moosa que pertenecen a esta provincia, como así dicho teniente me tiene remitidos mil pesos para con ellos, formando las correspondientes comisarias sufrague a los soldados a efecto de contenerlos, perdonando a los humildes y castigando a los rebeldes como así se está verificando [antes] para pasar al pueblo de Tapacari51.

En los valles de Cliza y en el Paredón fue secundado el movimiento de Arque. Estos sucesos mostraron con evidencia que la lucha iba a prolongarse indefinidamente. Para evitar mayores problemas el Corregidor de Cochabamba Félix Josef de Villalobos escribía a los tribunales superiores para informar como delitos aquellos levantamientos que sucedían en los pueblos y comarcas de Cochabamba particularmente sobre las regiones de Tapacarí, Arque, Ayopaya, y con anticipo ordenaba a las autoridades del partido de Clisa, Sacaba y Quillacollo para que con esta información tengan las precauciones necesarias y evitar los excesos de los “indios” levantados y que aún su pacificación no había cesado52. Antonio Lujan quien había reclutado algunos campesinos mestizos fue a combatir a los “indios” de Cliza; Manuel Angulo otro capataz que concentro gente de Toco y Punata fue a lidiar con los alzamientos de Paredón. - El primero llenó su cometido matando a 65 y el segundo incurrió también en actos de crueldad, por vengar la muerte de Vicente Veisaga, que había sido victimado por los naturales de Sacabamba - (Vizcarra 1882: 57). Antonio Postigo y José Pereira nombrados capitanes por el corregidor de Cochabamba, apaciguaron rápidamente las rebeliones acontecidas en Ayopaya, iniciando su campaña en las entonces ricas minas de oro en Choquecamata. Pronto, la escasa población de dicho lugar, en su mayoría “indios” no resistió a los soldados españoles quienes retomaron el control del asiento (Ibíd.). La retoma por parte del ejercito Real, que había empezado por Ayopaya pronto llegaría a las regiones más belicosas. Desde la llegada de las reservas de los soldados de Mizque, hasta controlar la invasión de los insurrectos de Chayanta que más de una vez, habían llegado a las regiones colindantes de Paredón, desbordando todo tipo de control. Para Vizacarra trescientos hombres se encaminaron sobre Acacio, pueblo perteneciente al partido de Chayanta y uno de los núcleos principales de la insurrección (1882: 57). 51 52

AGI, Charcas 429; 49 ff. AGI, Charcas, 429: 39 ff.

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Alzamientos en Arque y sus conexiones inmediatas.

En palabras de Rodríguez Ostria (2012), Arque fue una región de conexión entre las comunidades que limitaban entre Cochabamba y Oruro, especialmente de ayllus que desarrollaban actividades agrícolas y de intercambio. La campaña por el Sur que había salido un 23 de febrero de 1781 del valle de Cochabamba al mando del capitán Josef de Ayarza tenía conocimiento de los asesinatos a españoles, criollos y mestizos en los pueblos Arque y Colcha, donde encontraron muertos al Alférez Real Don Juan Josef Valera, el maestre de campo Don Antonio Baldivia, el teniente Don Melchor de la Rocha y además de saqueados y quemados los templos donde yacía muerto el Cura Martín Martínez de Tineo (Rodríguez Ostria 2012:20). No encontraron vivo a ninguna otra autoridad española, se posesionaron decididamente los “indios” sublevados en ambos pueblos. Ayarza organizó un batallón de cuatrocientos cincuenta hombres partiendo de una región hoy inexistente denominada Carasa, según la crónica se encontraba distante cuatro leguas de la villa de Oruro. Allí el capitán hizo su campamento, estableció la expedición que se encontraba muy cerca de un foco de la sublevación, la crónica afirma que se encontraban a “dos leguas de la doctrina donde se hallaban un trozo de yndios de cosa de dos mil y quinientos a tres mil en unos lugares nombrados Charamoco, y Ytapaya”53 dos poblaciones que hasta el día de hoy se encuentran sobre el camino entre Parotani y Capinota. Así mismo y con el ánimo de avanzar más allá de la Doctrina, tuvieron que detenerse alrededor de nueve días en la zona enfrentándose a los indios de los mencionados lugares. Estos propensos al levantamiento se enfrentaron, al final las armas de fuego triunfaron sobre las hondas y lanzas dejando muchos “indios” masacrados en la doctrina de Carasa. Después pasaron al lugar de Charamoco, con una expedición previa realizada por el sargento mayor Don Rafael Martínez con doscientos hombres que de entrada atacaron a los “indios”. A pesar de la superioridad de los “indios” los españoles salieron victoriosos de aquel encuentro. La crónica señala que: (…) el batallón casi competo ataco a los yndios y de sus revueltas salieron derrotados, y muertos más de ciento y teniendo noticia que en el lugar de Ytapaya los que lograron la fuga se incorporaron con los de aquel lugar y tenían animo de avanzar el cuartel por traición, acordó el declarante marchar con el batallón a dicho Ytapaya a en donde en el encuentro que se tubo salieron derrotados los yndios, y muertos cosa de setenta, de 53

AGI, Charcas 429; 23 ff.

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aquel lugar se pasó a la Doctrina de Capinota donde corresponde los lugares dichos, y con el castigo que se había visto en aquellos los yndios de la citada doctrina pidieron misericordia, prometiendo ser leales vasallos de nuestro Catholico monarca54.

Muchos “indios” rendidos fueron perdonados, pero tratados en condición de esclavos. Tomando el control de la doctrina de Itapaya, se pasó para el Pueblo de Arque donde los indios, siendo minoría, rindieron obediencia al capitán y solicitando el perdón, juraron ser fieles vasallos de su majestad, el Rey. Entre los compromisos de los “indios” se encontraban la entrega de las principales cabezas del motín, ayudarían en las labores más pesadas del trabajo de los soldados. Solo así se les otorgo el perdón que pedían y además de tranquilizar los ánimos del pueblo nuevamente sometido. En la declaración hecha por Josef de Ayarza sobre el pueblo de Colcha, señala que a su (...) entrada le salieron al encuentro cosa de tres mil y quinientos yndios que con sobrexcedo coraje presentaron de improviso batalla y como se les resistió en cosa de tres horas salieron derrotados, aun habiendo tenido la ventaja de estar en alto, quedaron muertos cosa de trecientos con lo que pudieron entrar a campar en dicho pueblo de Colcha”55. Colcha había sido atacada dos veces antes de ser tomada por los “indios”. La ultima declara Josef de Ayarza fue “tomada con más de cinco mil yndios” y en ambos combates quedaron derrotados, eso no pudo darse sin la ayuda de los propios “indios” que juraron lealtad al rey, declara Ayarza. En esta batalla de “indios rebeldes” con “indios realistas” es que Arque nuevamente está bajo control español. Es en este contexto que para Ayarza se verifica, no la promesa sino la lealtad de los “indios” a su majestad. Cuando ya se había pacificado a los pueblos más belicosos, Ayarza realiza su campaña hacia los altos de Tacopaya, y Totora, en los pueblos intermedios va castigando a los principales rebeldes. Podemos sospechar que muchos de los “indios” principales coadyuvaban en apresar a los rebeldes, pues según cuenta Ayarza, es que: (…) los dichos yndios de Arque y demás Pueblos los iban entregando de donde passe al anexo de Quirquiavi por dos ocaciones y en la última respecto de hallarlo sin ningún yndio acordó pasar a los interiores de la jurisdicción de esta provincia, donde se hallan 54 55

AGI, Charcas 429; 24-25 ff. AGI, Charcas 429; 25-26 ff

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unos ranchos que llaman Tanga – Tanga de donde teniendo noticia de que el señor corregidor de esta villa havia expedido orden para que el declarante pasase a la villa de Oruro56.

Ayarza sin perder mucho tiempo socorre a la Villa de Oruro en sus necesidades, según la declaración de él mismo: “tan grande en que se hallaban constituidos sus vecinos, a su lamentable estado de antemano se lo tenían informado al declarante por lo que con el número de novecientos soldados, se puso en marcha, llevando consigo también alguna porción de ganado vacuno para socorrerlos”. Conforme a la relación, el día Domingo de Ramos la tropa de Ayarza distaba aproximadamente tres cuartos de legua de Oruro. Se encontraron con un grueso grupo de indios, que según la relación del capitán de Batidores que iba por delante, “habrían algo más de tres mil yndios”, aunque la suma parece un tanto exagerada, según Ayarza, la tropa “quiso embestir” y la detuvo el declarante contemplando que en los muros de dicha villa de Oruro hubiese un cordón numeroso de “indios”57. Se sabe por la declaración, que una vez estando en Oruro, y viendo los indios toda la tropa que llegaba, muchos escaparon y dejaron la villa, con lo que Ayarza y su tropa aproximadamente a las cinco de la mañana, y al tiro de un cañonazo presentaron sus milicias. Esta toma simbólica sentó presencia en la entrada con lo que y después de haber dado vuelta la plaza con toda su gente en forma de marcha se recogió a encuartelarse fuera de las trincheras de la villa. Poco después, no solo se trato la entrega del ganado que se hizo al pueblo que se encontraba en escases, sino también se recogieron recursos bajo la denominación de “conducción del caudal” que se tenía en las arcas reales. Para ello se ofrecieron mulas, la seguridad de la tropa, y poder así conducirlo por el peligro manifiesto en que se hallaba Oruro (Ibíd.). Pero de acuerdo a Don Josef Manuel Santander, vecino y comerciante de la villa de Oruro, este en una declaración alarmo al Capitán Don Josef de Ayarza sobre el estado en el que se encontraban sus moradores, siendo que los “indios” levantados de Chayanta y los poblados aledaños no permitían que los productos de las provincias cercanas ingresaran a la villa y se corría el riesgo de una fuerte escases. El capitán en su recorrido hacia la villa, por orden del corregidor y con los soldados se dispuso a recoger

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AGI, Charcas 429; 25 ff. AGI, Charcas 429; 26 ff.

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todo aquello que a su paso podía recoger, de esto obtuvo ganado vacuo y ovejuno que una vez en la villa lo repartió a sus moradores58. Al día siguiente Ayarza organizó la junta, donde se hicieron presentes el tesorero de la villa Don Salvador Parrilla, el vocal de Justicia Mayor, Don Jacinto Rodríguez quien había sido electo por el pueblo, quienes condujeron el caudal y se retiraron a Paria, un pueblo aledaño al de Oruro, donde se presentaron alguna escaramuzas con los “indios” que aún tenían el control del Pueblo. Ante esto Ayarza aprovecho la cercanía para llegar a Quirquiavi donde cito a los dos caciques de Sacaca. Se sabe que aquellos caciques no habían tomado partido por ningún bando y por estar sin armas se acuartelo a una compañía de 100 soldados para evitar la entrada y toma de los “indios”. La relación señala lo que sigue: (…) por las invasiones de los Yndios rebeldes les formo inmediatamente con los respectivos oficiales una compañía de cien hombres españoles todos vecinos y hacendados de aquel pueblo y jurisdicción, con lo que en los demás pueblos de su cargo, fue dejando la gente necesaria y arreglando para que analicen la quenta en que están hasta que arribo a esta villa, y desde que fue destinado a la pacificación, y castigo de los rebeldes hasta su revuelta ha mediado dos meses en los que ha participado quatro doctrinas de esta provincia, la de Sacaca que corresponde a las de Chayanta y el auxilio a la villa de Oruro, sin más Armas los soldados que las Lanzas y hondas y palos a ecepcion de veinte y cinvo vocas de fuego , y un pedrero, que su merced mando fundir y los que passo por las armas mas de cientos que fueron los principales cabezas del motin.59

La represión a los “indios” de Arque fue brutalmente apaciguada por el capitán Don Félix Josef de Ayarza. En muchos casos y como es sabido lucharon “indios” contra “indios”, las armas también influyeron en esta pulseta que fue favorable para los españoles. Hacia finales de abril la rebelión en toda la zona de Arque y sus conexiones habrá terminado.

Entre Oruro y los valles de Cochabamba. Hacia el 1 de febrero de 1781 en Oruro, Sebastián Pagador nombra a Jacinto Rodríguez como persona de “Justicia Mayor”. El grupo de criollos a la cabeza de Sebastián Pagador se unió en un primer momento a los ataques de los indios a las minas y comarcas vecinas, hasta que finalmente la hostilidad generalizada que los indios sentían 58 59

AGI Charcas 429; 37-38 ff. AGI, Charcas 429; 26 ff.

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contra todos los blancos y no solo contra los peninsulares hizo que aquellos con sus desmesuradas peticiones acabaran atacando también al recién designado “Justicia Mayor” y a los criollos más acomodados, dando así el traste con la primitiva e inestable unión entre criollos e indígenas. En estos enfrentamientos murió Sebastián Pagador (Barral 1992: 226). La defensa que hicieron de la ciudad los primeros consiguió rechazar los ataques de la “indiada”, a la vez que su extremada habilidad política posterior conseguía justificar después sus actos con tal de obtener el perdón general del virrey de Buenos Aires, que incluso llego a ratificar el nombramiento efectuado en la persona de Jacinto Rodríguez. En Cochabamba, por este mismo motivo de los violentos ataques de los “indios” contra todos los blancos, fueran estos criollos o no, este grupo excesivamente acomodaticio, propició que la ciudad permaneciera fiel a las autoridades y que incluso su corregidor aportara algún auxilio en hombres y pertrechos para combatir los excesos que se producían en los parajes más próximos, en especial enviando una columna a Oruro encabezada por el citado don Félix Josef de Ayarza (Barral 1992: 226). Aquella carta, de la que habíamos hablado anteriormente, se acompañaba con un testimonio del entonces capitán general Don Félix Josef de Villalobos, quien se desempeñaba como corregidor del valle de Cochabamba y sus provincias. Aludía a los “horrendos actos” que los indios habían perpetrado en los partidos de Arque, Tapacarí y Ayopaya. Quienes habían sido ajusticiados por Villalobos corregidor que más tarde recibiría un premio de la Corona por sus servicios60. Es evidente que este premio era concedido por el sofocamiento a una de las más duras rebeliones “nunca antes suscitada” por entonces en la región de los valles. Como señala el documento: (…) manifiesta hasta donde gozaron las atrocidades de los Rebeldes, y como fue preciso entrarse el cuchillo devorando tan infames vidas sin otra figura de prócer, a causa de no permitir la urgencia, el conflicto ni las circunstancias del caso”. Dios guarde a V.E de muchos años61.

Aquel testimonio dado en la Villa de Oropeza – Valle de Cochabamba a veinte y seis días del mes de mayo de 1781 por “Félix Josef de Villalobos Capitán de Dragones de los Reales Exercitos de su Magestad, Corregidor y Justicia Maior, Alcalde maior de Minas y Registros, y Theniente de Capitan General de esta Villa y Su Provincia”. Acusaba a los “indios levantados” para justificar su envío a los “tribunales superiores” 60 61

AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 1,2,3 ff.). AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 4 ff.).

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por “execrables” delitos que cometieron. Aludía textualmente la rebeldía de los pueblos de Tapacarí, Arque y Ayopaya62. La acusación que generaliza, parece aludir también las órdenes administradas por mandato supremo, del Virrey, afín de pacificar y castigar a los rebeldes. La idea era sancionar dichos actos de acuerdo a duras autodeterminaciones. Las mismas órdenes del Virrey fueron realizadas para todas las poblaciones sublevadas, los mismos testimonios se remitirían mediante copias a los partidos de Cliza, Sacaba y Quillacollo. Para que de igual modo se actúe en contra los rebeldes y aquellas copias sirvan como sumaria información para que se pueda efectivizar dichas acciones63. Esta última afirmación encontrada en el testimonio de Villalobos, nos muestra que los levantamientos no solo se dieron en las alturas de Tacapari, Arque y Ayopaya, sino también en los valles aledaños como Cliza, Sacaba y Quillacollo, que por entonces aglutinaban a toda una conexión de pueblos, parcialidades, reducciones y localidades de origen multiétnico. Pero los excesos no solamente parecen haberse situado en Cliza, en el testimonio el corregidor Villalobos según la afirmación y jura de su escribano, Félix Mariano Donoso; hace comparecer a Pedro Garci quien fungía como alguacil mayor de forma interina. Este ante el propio Donoso, juró y después fue interrogado, puso en relieve su investimento de autoridad señalando: Que con ocasión de que su merced le hizo el honor de nombrarlo de Capitán comandante, para pasar a los pueblos de Sipe-sipe, Calliri y Tapacarí a efecto de apaciguar a los Indios levantados y castigar a los rebeldes. 64

En el camino, el capitán describe que al dirigirse hacia Sipe-sipe65 encontraron a más de doscientos indios, intentando según el testimonio de Garci, “rodearlos”, pero al ver que los españoles los superaban en número, unos se dispersaron, y otros se rindieron.

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Por título completo tiene: Testimonio dando cuenta al superior Gobierno de Buenos Ayres, el corregidor de la Provincia de Cochabamba Don Félix José de Villalobos de su conducta en las ocurrencias sucedidas en el Reyno del Perú. 63 AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 2,5 ff.). 64 AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 3,4 ff.). 65 Hacia 1782, muchos descendientes de caciques, debido a la crisis manifiesta por las rebeliones, intentaran vender sus propiedades. Tal es el caso de las hermanas María Liro y Roza Liro, indígenas nobles, ambas “originarias” del pueblo de Sipe-sipe. Ambas apelaban vender cinco fanegadas de tierras debido a su , señalaban (BO AHMC PCC. V:135, exp. 4. 8-9 ff. 1782).

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En el testimonio del capitán Garci, quien tiene una conversación con un cacique, se puede rescatar la descripción parcial de los sucesos acontecidos dentro el seno mismo de la comunidad. El capitán una vez junto a la presencia del Cacique Don Bentura Mamani, este último declara de forma textual que: (El) “lebantamiento de los indios, (…) en días anteriores havian degollado a varios españoles de ambos sexos y a sus agresores de la porción de indios que se hallaron presentes, los encomendo pidiendo se les castigue para su total escarmiento por lo que, y mirándolos con piedad los mando diezmar (…)”. 66

De acuerdo al escribano Donoso, se sabe que de manera posterior el cacique junto a una autoridad eclesiástica emitieron otro informe, del que no se tienen mayores pistas. Cabe la posibilidad de ser un documento valioso por ser un cacique quien lo remite. Curiosa información de la que solo quedo con el capitán Garci, sobre aquellos sucesos. Después de apaciguar el pueblo de Sipe-sipe, Garci pasó a la Doctrina de Calliri con todos sus hombres. Allí encontró que todas las casas y viviendas de españoles se hallaban quemadas y saqueadas. Muchas personas entre hombres y mujeres de todas las edades, dice el testimonio, se encontraban salvajemente degolladas67. Encontraron escondidos a aproximadamente cuarenta indios, quienes confesaron sus delitos, y por esta causa los mando el declarante a pasar cuchillo. En tanto tomaron camino a la hacienda de Milloma. Según lo escrito por Donoso, en aquella hacienda se encontraron a más de quinientos indios, quienes a primera vista los acometieron con tanto furor con las armas, . La afirmación de Garci, según Donoso revela aquel encuentro temido por ellos: (…) que animo haber esforzado elocuentemente a toda su tropa, sin duda los derrotaran, pero fue el encuentro con tanta felicidad, que ninguno de los suios peligró. Y antes si de la contraria porecieron mas de ciento y cincuenta con cuio exemplo se retiraron los indios para los cerros el claramente siguió su destino para el pueblo de Tapacarí, y en un extrecho nombrado conbuyo, preciso transito para dicho pueblo, intempestivamente le salieron al encuentro cosa de tres mil yndios, los que los embestieron con grande ardor sin duda por defender la entrada al nominado pueblo; en cuias resistencia también lograron la victoria, pues se reconocio que los indios, después de haber huido, quedaron muertos cosa de quinientos (…).

Solo muertos los “indios”, relata Donoso, se pudo entrar al pueblo de Tapacarí. Allí encontraron al pueblo saqueado, destruido y quemado, los blancos fueron torturados y 66 67

AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 4,5 ff.). AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429 (Cochabamba, 31/IX/1782; 6 ff.).

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después quitaron la vida a muchos. Se señala también que muchos vecinos fueron degollados. Esta expresión de brutalidad, fue realizada en la iglesia, donde y de acuerdo al testimonio de Garci, se encontró mucha sangre que se había esparcido. Hacia el altar había un cuerpo “fanegado68” en sangre. Donoso agrega que con la intervención del ejército de Garci, se habían rescatado a unas 300 mujeres, para ello, se eliminaron a todos los “indios”. El escribano Donoso señala que: “el declarante (Garci), las liberto”. ¿Para qué reservar mujeres? ¿Cuál fue la intención de los insurrectos? Es un hecho que de por si nos llama la atención cuando queremos entender, por ejemplo, las contradicciones aparentes entre “indios” y “blancos” ¿Qué representaba la captura de una mujer blanca?. Aquella lucha que es de por si llamativa por toda la connotación histórica que se tiene, termina con un llamado a Garci, para que este pueda replegar su tropa hacia el paraje de Chigmuni, donde también su ejército había asesinado a más de cuarenta “indios” como en Uputani, donde exterminaron alrededor de cuatrocientos que anota el escribano Donoso. Aquellas últimas batallas se suscitan hasta aproximadamente las cinco de la tarde, de manera que las “trincheras dobles”69 levantadas por los indios fuesen tomadas, y así derrotados estos.

Encrucijadas tupa-amaristas en los valles de Cochabamba Los hallazgos encontrados en la revisión documental de fuentes primarias directas e indirectas procedentes de los archivos históricos de la Alcaldía y la Prefectura de Cochabamba, así como la notaria de primera clase de Tarata, contienen referencias que revelan insurrecciones indígenas ocurridas a fines del siglo XVIII. Estos hechos son de gran importancia para la región y muy poco rastreado y difundido. Son hechos que forman parte de este gran rompecabezas que conforma la “gran rebelión de indios”. Con esta aclaración, aquí se pretende mostrar que el levantamiento protagonizado por Tupac Catari que duró desde mediados de marzo de 1781; cercando La Paz poco más de

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“Fanega”, durante la época colonial era una bolsa donde se podía introducir los alimentos para pesarlos.

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De acuerdo a las palabras recogidas por el escribano Félix Mariano Donoso, aquellas trincheras eran dobles y de piedra de dos varas y media de alto y otro largo de ancho. AGI, Audiencia de Charcas, Legajo 429.

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100 días, enterneció a todo el altiplano. Pero este acontecimiento no fue el único en el Alto Perú sino también en los valles y puna de Cochabamba se espectó la gran insurgencia. Los levantamientos en Cochabamba están más vinculados al 4 de noviembre de 1780 dirigida por José Gabriel Condorcanqui conocido como Tupac Amaru II, propone la devolución de las tierras que les habían sido arrebatadas por los conquistadores del siglo XVI además de la restauración del Imperio de los Incas y del Tawantinsuyo, la liberación de la gleba la servidumbre de la mita, el reparto forzoso y las distintas formas de explotación70. Después de plantear aquello, declara la guerra a los españoles a quienes intentó expulsar de todo el continente. Inmediatamente se desencadenara la rebelión indígena. El movimiento de Túpac Amaru no solo consideró las reivindicaciones indígenas, también considero las demandas de los mestizos, cuestiono la esclavitud de los negros. Fue un movimiento articulador a diferencia de Túpac Catari quien si cuestionó todo lo que fuera blanco. Túpac Amaru expresaba que al igual que ellos soportaban al mal gobierno, los criollos y mestizos también eran víctimas de los atropellos. Es así que muchos mestizos, cholos, pardos y criollos se identificaron con el movimiento y comprendieron la trascendencia del programa heterogéneo de Amaru, quien propugnaba que todos pudieran “vivir como hermanos y congregados en un solo cuerpo” (Bonilla 1971: 136, 137). Con respecto a la religión católica en ningún momento hubo un pronunciamiento directo en su contra, simplemente llegaron los desbordes. Amaru ordenó que solo se podía dar muerte a los españoles y no tocar a los criollos y mestizos pero los “indios” olvidándose de aquel mensaje, mataron indiscriminadamente a todos los españoles por muy niño o anciano que fuera (Ibíd.). La rebelión es de por si bien pensada por Túpac Amaru, de quien hasta ahora no se sabe cuál fue el proyecto post-revolucionario. Mas solo podemos apreciar como un movimiento militarmente débil, logro desestabilizar el poder español en tierras americanas. La articulación con algunos caciques quechuas simpatizantes de Amaru fue importante, si citamos por ejemplo como llego a extenderse dicha rebelión hacia los valles de Cochabamba distante a casi 1000 kilómetros del Cuzco.

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Bonilla (1971) propone en su análisis sobre las “formas que asumió la explotación colonial” que las más drásticas fueron la mita minera, los obrajes, los repartimientos y los tributos. Así como también señala los desniveles en las relaciones de producción entre los indios con los corregidores y caciques (6588).

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Empezó con la aparición de pasquines en el pueblo de Sacaba y otros pueblos llamando a la sublevación de igual forma en la villa de Oropeza fueron fijados profusamente pasquines71 a consecuencia de un simple aumento del precio de los cigarros ordenado por Francisco de la Paula Sanz Director de la Renta Real de Tabacos. En vista del peligroso estado en que se hallaba la villa fue convocado un cabildo abierto donde se resolvió suspender las medidas dictadas por Paula Sanz. En el pueblo de Sacaba el 18 de febrero de 1781 el Teniente de Corregidor Gral. Don Manuel Sánchez y Lozada informa al señor Corregidor Gral. Don Joseph Félix de Villalobos que ese día mencionado amaneció las cuatro esquinas de la plaza del villorrio de Sacaba fijados con pasquines convocando a toda la región a la sublevación por lo que el teniente de corregidor Sánchez y Lozada organizó y ordenó rondas y patrullaje nocturno de milicias a caballo con el fin de controlar y pacificar en el área rural de Sacaba sucesivamente ante los aprestos subversivos convocó a la población a estar alertas y repeler cualquier levantamiento de indios además expresó – ofrendar su vida si es preciso en aras de su majestad el Rey y de igual forma organizar tropas de milicianos armados de Sacaba para defender la villa de Cochabamba ante cualquier invasión indígena y ordena a sus capitanes expresando que “Al indio que se reconociere se le pasare luego a cuchillo”. Pero no se deja esperar el estallido de la rebelión indígena en los valles de Cochabamba. Coincidentemente al resto del virreinato del Perú, se suceden movimientos coordinados y concatenados en todas las zonas rurales de valle y puna entre el 22 al 28 de febrero de febrero de 1781. El mágico ritual andino acompaña el inicio de la insurrección con el ulular de los pututus y enarbolando “banderas coloradas” en “señal de insurrección. Algunos de los caciques acompañan la masa de indios enardecidos buscando su libertad. Atacan, asaltan y saquean ocupando haciendas e iglesias en los pueblos del valle. Degollan a muchos españoles y algunos terratenientes. Sitiaran los pueblos tratando de avanzar a la ciudad de Cochabamba, asediaran los caminos y pobremente armados de macanas, hondas, y lanzas se enfrentaran con las milicias del Rey. Tales 71

Revilla (2009) encuentra algunos pasquines que según cuenta, hacia 1780 aparecían en las ciudades de Charcas, mostrando un clima intranquilizador y de tensión vinculada a las sublevaciones indígenas. Encuentra un nexo entre el mundo popular y el académico, muchos dibujados, otros escritos con expresiones latinas, otros en quechua o aimara señalaban las debilidades del régimen y los planes conspiratorios. Algunos llevaban por título: “Lamentos de la América”, otros “Señor corregidor: Viva el Rey, y Muera el mal gobierno”. Esta información de la colección Ruck se encuentra contenida en el volumen titulado: “Versos y pasquines que circularon durante los levantamientos indígenas en La Plata, Cochabamba y Oruro” en el Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia (ABNB).

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acontecimientos de los valles Cochabambinos suceden paralelamente a las insurrecciones de Oruro, La Paz, Porco, Paria, Charcas y Chayanta. Esta última región ya había tenido sus antecedentes insurreccionales hacia finales de 1780 con Tomás Catari. Estos movimientos en Cochabamba serán partidarios y fieles a los postulados de Túpac Amaru autodenominándose como “soldados del inga Túpac Amaru”. Reconocieron como su único Rey al Inga, marcharon por los campos sembrando la semilla de la Insurrección al son de cajas, cornetas, pututus y enarbolando banderas coloradas en señal de rebelión. Una de las pruebas que el movimiento indígena de Cochabamba fue Tupa Amarista – consta de un informe por el Comandante Don Pedro del Zerro y Soriano dirigido al Corregidor de Cochabamba expresando su declaración fechada el 26 de mayo de 1781 bajo los siguientes términos: (…) que en los límites de Mohosa y Sica Sica a los indios rebeldes se les quito papeles con convocatorias y bandos de Thupa Amaru y medallas grandes de madera con las figuras de éste y su mujer así como varios retratos de este caudillo en cuanto a sus bandos decía el señor Don José Gabriel Tupa Amaru nuestro Monarca capitán Gral. de estos reynos de las Indias hasta sus mayores que colindan con la mar (…)72.

La información que se transmitía por medio de pasquines y chasquis entre los poblados indígenas era vital, se sabe entonces que muchos caciques de Cochabamba conocían a Túpac Amaru, quien por su intermedio hacia conocer las disposiciones asumidas durante la rebelión. Por ese motivo es difícil no articular a las poblaciones durante la rebelión. En este encadenamiento regional, se sabe que en Arque el 22 de enero de 1781 empezó la insurrección en coordinación con las poblaciones anexas. Sus propósitos fueron asaltos y ocupación de haciendas además de matar a algunos españoles y oficiales reales. En Charamoco fueron muertos 40 indios y quemados sus bienes. Según las declaraciones acusatorias, era en las poblaciones de altura donde se conspiraba y organizaban los asaltos, que pretendían tomar la ciudad de Cochabamba para luego invadir al Valle de Cliza, tomar los pueblos de Tarata, Cliza Punata Arani en concomitancia de otros indios alzados del mismo Valle de Cliza así como de las alturas de Rodeo que también amenazaban con invadir Vacas y Arani es por eso que los 72

BO AHPC CBB EC, Vol 2, exp.14, ff. 28, 1781.

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hacendados principales del curato de Arani Don Vicente Unzueta, Don Pablo Lara, Don Manuel Mariscal, Don Bernardino Luján, José de Rojas, Manuel Camacho y el capitán de milicias Don Clemente Delgadillo organizan a la población y con la ayuda de algunos refuerzos logran defender los pueblos y hacer constante guardia en la iglesia sede del obispado de Santa Cruz de la Sierra y Santuario de la Virgen Bella. Las armas de las milicias indígenas que se encontraron según narra la relación, estaban compuestas por lanzas o chusos, trabucos, sables, hondas, bocas de fuego, fusiles y garrotes. En la región de Hayopaya los indios alzados tenían prisioneros a varios eclesiásticos y personas españolas. En los cerros nombrados Caltiliri y el Sombrerillo fueron obligados a rendirse y a entregar todos los papeles con bandos o pasquines de su jefe el Rebelde Tupa Amaru. En Tapacarí aprovechando el bullicio del día de Carnaval de las carnestolendas el 26 de Febrero de 1781 estalló la insurrección de indios quienes en coordinación con los indios de Mohosa Pitani, Leque, Jallija Mujlli atacaron al pueblo en momentos en que se celebraba misa, donde entraron violentamente y masacraron dando muerte a los españoles, criollos y mestizos e inclusive a criaturas de ambos sexos degollando a muchos de ellos sacaron los cuerpos a la plaza para descuartizarlos y exhibirlos en la picata el documento dice que cada vez que ejecutaban a un español, criollo o mestizo mandaban a tocar sus cornetas con gran gritería bailaban encima de los cuerpos muertos. En cuanto a la iglesia la profanaron en su totalidad destrozaron el retablo y en los cálices bebían chicha73. Frente a estos acontecimientos el mismo día 26 de febrero de 1781 el Corregidor de Cochabamba Gral. Don Josefah Félix de Villalobos orden a la movilización general de la milicia y pobladores fieles al Rey diciendo: “Preveimiento se pasare a cuchillo o se les pasare por las armas a todos los sublevadores y que sus bienes se adjudicasen a los que con lealtad peleaban por la defensa de su Rey, su Dios y su Patria. Esto puede

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BO AHPC CBB EC, Vol 2, exp.14, ff. 28, 1781.

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entenderse como un derecho a botín de guerra pero también a los bienes incautados a los rebeldes iban destinados a la Real Hacienda del Estado Colonial74. De esa forma se organiza las expediciones en este caso a Tapacarí donde las milicias del Rey ingresaron por cuatro lugares y los indígenas hombres y mujeres les esperaban con sus armas, tocando sus cornetas, sus banderas y bailando dice: pidiendo guerra en el encuentro armado murieron muchos indios (Ibíd.). Las indias estaban vestidas con cotones amarillos los indios tenían como armas palos, garrotes, hondas, lanzas, espadas, hachas, cuchillos, sables algunos fusiles y tabucos, cornetas de cuerno, cajas y banderas. En Tapacarí surgieron los siguientes líderes caciques Rebeldes: Tomas Isaco, Gregorio Garcia (mestizo o criollo) Sebastian Kenta, Domingo Cruz Yerbabuenani, Sebastian Liro de Cordova, Matías .Quispe Tupa, Juan Murga (mestizo o criollo de origen vasco). La referencia que se tiene con respecto a este último sujeto, es que estuvo vinculado a otro levantamiento de 6 mil indios en las zonas de Milloma, Tumaca, Uputi y Calliri donde uno de sus capitanes rebeldes fue un mozo de nombre Juan Murga quien ordenó hondear a los españoles saquear, ocupar casas y haciendas de los españoles además de asociarse con los indios de Quillacollo, Sipe Sipe, Tiquipaya, Guaracagua quienes enarbolaron banderas en señal de insurrección siendo reprimidos por el Corregidor de Quillacollo y Comandante de Milicias Don Marcos Mercado75. En Calliri donde hubo otro combate el Comandante Mercado quien marchaba por delante al mando de la caballería encontraron resistencia en una quebrada río abajo con hondas y hachas y en Combuyo atacaron por sorpresa a la milicia del Rey dirigidos por el mozo Juan Murga que se encontraba montado en su caballo, armado posiblemente con un sable y dice el documento enarbolando una bandera durante el combate que duró 6 horas y murieron 120 indios rebeldes incluyendo a su jefe el valiente Juan Murga, quien fue derribado y muerto heroicamente en el campo (Ibíd.). Una vez controlada la situación, las autoridades coloniales proceden a arrestar y encarcelar a sus viudas así como la de incautar sus bienes, inmuebles, muebles, mostrencos, tierras, casas, productos, así por ejemplo Doña Tomasa Quispe india 74

El Comercio (27/08/1878), La Paz de Ayacucho. Sumaria información producida de oficio obre las alteraciones ocurridas el año de 1781, en todos los partidos de la provincia (hoy departamento de Cochabamba). 75 BO AHPC CBB EC, Vol 3, exp.3, ff. 62, 1782.

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principal de sangre noble del Repartimiento del pueblo Real de Tapacarí dice ser hija del indio principal Don Luis Quispe en su calidad de viuda de Don Gregorio García (Criollo) (sindicado como cabeza de motín) que había participado en la rebelión de indios fue ejecutado por ser jefe rebelde y ella reclama por sus bienes que le fueron despojados por el Real Herario concerniente a 80 fanegadas de trigo en la estancia de Chijmuri76. Otro reclamo es de don Matías Quispe Tupa indio principal (encharcelado) solicita que se le restituya sus bienes y objetos de valor incautados a su suegro el Gran Cacique alzado Don Sebastián Francisco Liro de Córdova de sangre noble quechua del pueblo real de San Agustín de Tapacarí77. Estos documentos nos dan la referencia que las esposas de los caciques principales habían sido presas por la Real Justicia además de expropiar sus bienes, ellas reclamaban desde sus celdas mediante el defensor de naturales la devolución de sus bienes. Desde la cárcel siguieron juicio Doña Francisca Condo esposa e india principal del cacique Sebastián Francisco Liro de Córdova, la india principal Doña María Liro de Córdova esposa del cacique don Matías Quispe Tupa, así como Tomasa Quispe viuda de Don Gregorio García piden ser libres. Los bienes incautados a los indios rebeldes consistían en tierras, productos agrícolas, animales, vestimentas, joyas, piezas de oro y plata labrada entre las penas que se infringieron a los indios rebeldes fue la pena de muerte, cárcel, privación de su cargo, en caso de ser cacique o principal. Destierro perpetuo, secuestro de la mitad de sus bienes y trabajos forzados en las minas de Potosí78. En Palca entre los excesos que cometieron los indios degollaron al cura e incendiaron varias casas, así como prendieron fuego dentro de la iglesia Quillacollo. Para contener aquellos ataques, se organizó una de las primeras expediciones bajo el mando del teniente de Corregidor el Maestre de campo Don Marcos Mercado junto con el Comandante Pedro Gari aparte de aplacar y haber dado muerte en Calliri a Don Juan Murga y a sus 400 indios derrotaron y aprehendieron a otro jefe del levantamiento

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BO AHPC CBB EC, Vol 3, exp.1, ff. 34, 1781. BO AHPC CBB EC, Vol 2, exp.13, ff. 1781. 78 BO AHPC CBB EC, Vol 5, exp.10, ff. 1782. 77

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Bartolomé Delgadillo (mestizo, alias el Moradito), quien tenía concomitancia con los indios de Challapata, Colcha, Oruro, Sica Sica y Chayanta. El documento da cuenta que fue pasado por las armas junto a 13 cabecillas indígenas que también fueron ajusticiados por el carácter rápido según el expediente que dice así: Sumario producido por el teniente de Corregidor del valle grande de Quillacollo el maestre de campo Don Marcos Mercado por el los levantamientos de Sipe Sipe, Payacollo, Quillacollo y el Paso. En el expediente informa que se los culpo de ser cabezas de motín que anduvieron movilizando indios enarbolando banderas coloradas y que

mandaron a apedrear las puertas y ventanas de las casas de los españoles

alborotando todo el campo y las poblaciones, además se asociaron con los indios rebeldes de Tapacarí que habían llegado a Sipe Sipe en horas de la noche coincidiendo el lunes de Carnaval79. A pesar de los enfrentamientos, los “indios” nuevamente amedrentaron atacando a las casas de los españoles y luego en gran tropel subieron al cerrillo de Payacollo donde izaron e hicieron flamear varias banderas en señal de rebelión. El domingo de carnestolendas según el informe en Sipe Sipe hubo intranquilidad y miedo ya que la gente se encerró en sus casas por no salir al enterarse de los excesos y ensañamiento contra la gente blanca y el desprecio por la fe católica demostrada en Tapacarí y los pueblos aledaños. Francisco Cordero, pascual Espino, Umiri Villedo, Sebastián Kenta procedentes de Tapacarí fueron conducidos junto a los indios y rebeldes hacia Quillacollo, donde estaba también el cacique de El Paso Isidro Orosco (alías el Sara Sara) quienes arrastrados por las calles principales amarrados a la cola de los caballos, fueron ejecutados en la horca en plena plaza pública de Quillacollo el 27 de marzo de 1781 (Ibíd.). Referente al cacique Isidro Orosco alias el Sara Sara, en sus declaraciones ratificó la acusación que se le hizo en el sentido de haber manifestado públicamente: de servir lealmente en calidad de soldado de Tupa Amaru. Reconociendo como a su único Rey Inga”. Igual suerte tuvieron los que se levantaron en Colpa, jurisdicción de Tapacarí los indios rebeldes Ignacio Condori, Sebastián Tusco, Gerónimo Aruquipa. En Sipe Sipe el 13 de julio de 1781 fue ejecutado el indio Faustino Cruz por haber sido líder en las rebeliones y haber participado en la invasión a la Villa de de Oruro, fue 79

BO AHPC CBB EC, Vol 3, exp.2, ff. 28, 1781.

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preso y ejecutado por Ayarza. Ese fue el final de los soldados de Tupa Amaru en el Valle bajo cochabambino. Como señala Valcárcel (1947) los curacas o caciques eran funcionarios que se mantuvieron desde épocas inmemoriales incluso anteriores al periodo Inca. Estos remozados por la legislación española, supervisaban y controlaban eficientemente a los “indios” obtenianse réditos favorables para la corona y la hacienda real. Sin embargo existía un gran contraste de caciques en todo el Virreinato. Existieron caciques que fueron ejemplo a seguir, formados en colegios tenían una honrosa cualidad administrativa, otros sin embargo abusaban de su poder en complicidad con los corregidores. Durante los levantamientos que se suscitaron desde el 28 de febrero de 1781, miércoles de ceniza, también surgieron duras contradicciones entre los caciques y los propios “indios” en Quirquiavi, Totora, Sayari, Tacopaya y los poblados aledaños. Resulta que unos caciques levantaran a sus indios en armas contra el Rey y el orden establecido, en cambio otros caciques y sus indios se organizaban para defender al Rey. Estas contradicciones en el propio seno indígena disminuirá drásticamente el impacto de la rebelión. Algunas referencias al respecto muestran a Don Tomás Condo – indio principal del pueblo real de San Pablo de Capinota participando en el aplacamiento de los indios rebeldes de Vinto. Éste dice la nota, organizó tropas en auxilio y ayuda en favor el Coronel Don Joseph de Ayarsa, para lo cual con sus propios recursos reclutó y armó varias compañías de indios fieles al Rey y actuó el día martes de Carnaval, combatiendo en Colcha y Moco. Alcanzó importantes méritos por los servicios prestados durante una de las últimas batallas contra los “indios” sublevados el 7 de agosto. Las autoridades coloniales lo condecoran y asciende a la calidad de capitán de infantería, y a la muerte de su hermano pasa a ocupar el cargo de Cacique, Gobernador y Cobrador de Reales Tributos de su región. Durante su administración organizó milicias a favor del Rey y en calidad de tropas de pacificación. Armó un primer escuadrón de soldados indígenas quechuas en cada comarca para aplacar a los indios aymaras y romper el cerco de La Paz. Siendo esta una expedición declarada por la superior orden del Señor Corregidor Gral. Don Joseph Félix de Villalobos bajo el mando del Coronel Don Joseph de Ayarsa y del Gobernador de Armas Don Pedro de La Vía. Las tropas criollo mestizas e indígenas quechuas de 52

Cochabamba partieron de Cochabamba el 11 de septiembre de 1781 para plegarse a las tropas del Gral. Joseph Reseguin, ejercito enviado desde el Virreinato de Buenos Aires que llegó junto a las tropas enviadas por el Virreinato de Lima. Una vez en marcha combatieron los residuos de la insurgencia “india” en Oruro, Sica Sica, Sorata, Peñas y La Paz. Estas fuerzas enviadas desde Buenos Aires, habían reclutado en el camino soldados de Tucumán de los que se tiene conocimiento también eran “indios” quechuas que jurando fidelidad al rey llegaban armados de chuzos y cuerdas de veinte a veinticinco metros que sirven para enlazar ganado salvaje. La documentación nos muestra la brutalidad con la que los indígenas se encontraban en ambos bandos y se relacionaban desde sus propios bandos. De esta manera los incidentes convocaron también “indios” cochabambinos realistas que aparte de estar armados con armas de fuego, mantuvieron sus propias armas blancas, como los garrotes cortos cubiertos de plomo, a los cuales se les acoplaba una cuerda de dos a tres metros que lo usaban como hondas80.

El valle de Cliza y las articulaciones con Martín Uchu. El levantamiento general de indios fue un movimiento concatenado y empíricamente coordinado. Los vínculos entre los agentes, el tiempo y contexto parecen coincidir en gran parte del Virreinato del Perú. Es indudable que las autoridades españolas hayan sido sorprendidas con tales hazañas de los “naturales”. El temor de las autoridades españolas cundió rápidamente, con todas las limitaciones organizaron reclutas de soldados y se dieron prisa en conseguir municiones para enfrentarse con los insurrectos. En el Valle de Cliza estalló la insurrección indígena contó con una organización de base indígena, que al vincularse con Sacabamba tuvo una influencia y vínculo directo con los movimientos que desarrollaban los “indios” de Chayanta y Acasio en el norte de Potosí donde se perfilaba un sólido triángulo del alzamiento y articulación entre el valle bajo, y valle alto entre Sacabamba y Chayanta. En Sacabamba por esos días en uno de los primeros encuentros armados fue en un cerro nombrado Inka Corral, donde los indios rebeldes hicieron ondear banderas coloradas.

80

BO AHMC ECC, Vol 125; 1781.

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En la noche del 28 de febrero de 1781 del miércoles de ceniza, llegó la noticia del levantamiento de indios en el pueblo de Cliza quienes se aproximaban para atacar y asaltar la población local. Las autoridades convocaron a una movilización general de las milicias y a la gente del pueblo. Se armaron y llegaron milicias procedentes de Tarata, Liquina, Punata y las poblaciones aledañas como ser Arani. En el pueblo Tarata la gente sin distinción entre hombres y mujeres, se armó e hicieron guardia en las entradas del pueblo. El Alcalde Provincial de la Santa Hermandad Don Manuel Villarroel así como el Alcalde Provincial Dr. Antonio Martínez de Luján y el teniente Corregidor Miguel Prudencio Sainz para evitar una tragedia pidieron al Comandante Gral. Don Pedro Ramón de Arauco organice la defensa del Partido de Cliza. Así como la población de Cliza se organizó para construir barricadas y trincheras, el Coronel Don Pedro Ramón de Arauco al mando de más de 1000 hombres esperó el ataque indígena. Los “indios” dirigidos por algunos curacas que organizaron la rebelión de los pueblos cercanos a Cliza, fueron Marcos Churata, Manuel Colque, el cacique Agustín Condori y el gran Curaca de Sacabamba Don Martín Uchu. El primer asalto se realizó al partido de Cliza, la batalla duro más de dos horas. La defensa del pueblo tuvo alrededor 65 bajas, entre criollos y mestizos, mientras que en el otro bando murieron algo más de 200 indios. En su huida quisieron ocupar la hacienda de Toco pero les salió al frente su propietario el mismo Alcalde Provincial Don Antonio de Luján quien tenía gente armada en su propiedad, quienes mataron cerca de 300 indios. Según la relación “los dichos indios se rindieron e inclinaron su cabeza a las banderas del Rey Don Carlos III y a la fe Católica”. Mientras tanto otro grupo de indios que escapaban, fueron alcanzados por el Licenciado capitán Don Miguel Pinto, quien salió tras ellos capturando a los Curacas. Entre los muchos “indios” los curacas que se narra en la relación fueron; Marcos Churata y Manuel Colque, estos fueron conducidos a Tarata y ahorcados en su plaza. De la misma manera se ordena la persecución a los otros indios, esta vez el capitán Manuel Angulo y el Dr. Antonio de Luján con 600 hombres se trasladaran a la jurisdicción de Sacabamba para tomar presos a los rebeldes. Estando en este trajín otro grupo de indios rebeldes dirigidos por el cacique Agustín Condori de Sacabamba ocupan y saquean la vice parroquia de Paredón donde degollan a dos españoles llamados Don Vicente Veizaga y Manuel Jaldín. Las tropas del capitán Angulo de Luján al saber de este criminoso hecho, capturara a los autores. Logrando la 54

captura al cacique Agustín Condori de Sacabamba es procesado y condenado por sedición. Su condena es ir a la horca en la misma plaza de la Vice Parroquia de Paredón. Mientras tanto, el otro líder que intento tomar Cliza; Don Martín Uchu Curaca rebelde de Sacabamba logra distraer a las fuerzas del Rey. En su huida se adentra al territorio del Norte de Potosí pasando el río Caine y Tacapaya. Llega a los territorios de Sucususuma, colina cercana a los territorios de los Charcas donde en vinculación con ellos, asaltan haciendas y queman una capilla eliminando a españoles y mestizos. En tanto el Corregidor ordena rondas nocturnas de a caballo por todos los campos y suburbios de la Villa de Oropesa. No obstante y durante el proceso insurreccional se levantaban los indígenas en las haciendas de Sunchupampa y Chulpas donde fueron derrotados y ahorcados 30 indios rebeldes por orden del Alcalde de la Santa Hermandad Don Manuel Villarroel. El corregidor ante esta contingencia pública, sentencia una contribución a los terratenientes y al Clero para sostener los gastos militares, además de ordenar la dotación de armas blancas: sables, lanzas, dagas; armas de fuego; fusiles, cañones y la costura de uniformes más un sombrero de tres picos color negro, chaquetón azul con vuelta colorada para las tropas expedicionarias. Poco después llegaran las tropas expedicionarias compuestas de soldados de infantería, caballería y artillería. Los indígenas que continuaban amenazando desde los cerros, tenían el objetivo de atacar, sitiar y asaltar la villa de Oropeza. Para evitar dicho plan se publica en la Villa otra nota pública donde el Corregidor exhorta a todos los pobladores a alistarse bajo las banderas del Rey en defensa de la Patria y la Cristiandad. Para esta causa cada parroquia tenía custodia de 40 soldados al mando de un capitán. Una vez muerto el cacique Agustín Condori – Martín Uchu Curaca de Sacabamba queda al mando de la rebelión en los valles, el movimiento que se había iniciado el 28 de febrero de 1781 tendrá un despliegue hasta el 19 de mayo de 1781 aproximadamente. Esta acción insurreccional durante su desarrollo habría tejido vínculos con los “indios” de Chayanta y Acacio, desde el valle de Cliza y Sacabamba abarcó hasta el norte de la región de Potosí. Hacia aquellos últimos días, Uchu quien sobrevivirá a las batallas será perseguido por cerca de 1.500 soldados de a pie y de a caballo por orden del corregidor, quién “delegara esta misión al capitán Manuel de Holguín Comandante de la expedición punitiva de pesquisa y aplacamiento en contra de las huestes sublevadas del Kuraka rebelde Martín Uchu” como señala una nota.

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Según el reclamo judicial solicitado por su viuda, la india principal Doña Rosa Bartola, pide la devolución de bienes incautados a las autoridades coloniales que tipifican a Martín Uchu como a capitán y principal caudillo de la sublevación general de indios de Cliza además hecho responsable de sublevación universal de este reino, y acusado por el grave delito de des-servicio e infidencia en contra de nuestro catholico monarca que Dios, guarde eso se entiende como Lesa – Patria – Lesa – Magestad y Lesa Fe – que sería delito agravante que sancionados bajo aquellos alegatos jurídicos merecían la pena capital, es decir, la muerte. En tanto no fuera capturado, fue declarado reo prófugo y culpado de haber estado en los pueblos del norte de la Villa Imperial de Potosí así como en las poblaciones de los Charcas donde se protagonizaron varios encuentros armados y se utilizó la técnica guerrillera. Entre lo que se supo también, es que los combatientes indígenas estaban acompañados de sus mujeres que según la Crónica de los jefes de milicia dicen “Estas indias pelean con más brío que sus hombres”81. Finalmente Uchu se replegó en retirada al totoral cerca a las alturas de muela huyendo de la intermitente persecución del capitán Manuel de Olguín.

Rubrica de Rosa Bartola, esposa de Martin Uchu

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BO AHMC ECC, Vol 182; 89-100 ff, 1782. El expediente tiene por título: Expediente seguido sobre que la India Rosa Bartola reclama los bienes Dotales de su finado marido Martin Uchu, con más los ganados y otros bienes por haber muerto este castigado con la pena ordinaria de muerte en la rebelión

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Muerte a los rebeldes El documento describe lo siguiente “el kuraka cuando dormía en compañía de su mujer Doña rosa Bartola sobre unos pilones de cebada en la estancia del totoral perteneciente a la india Andrea, la noche del 19 de mayo es aprehendido junto a él su hijo y todos sus partidarios. Fueron capturados juntos los indios principales Simón Quispe y Lope Mamani, quienes son conducidos a la Vice Parroquia de Toco y en su juzgado brindaron declaración mediante interrogatorio. Los “indios” se negaron a responder y hablar sobre los hechos acontecidos aclara el expediente. En el proceso sumario que se les instauró se les declaró culpables, Martin Uchu descrito como el capitán caudillo de los indios rebeldes de Sacabamba que se juntaron durante la rebelión con los indios de Cliza en contra del Rey. El 25 de mayo de 1781 en virtud del exhorto y bando librados por su Excelencia el Señor Corregidor de Cochabamba Gral. Don Joseph Felix de Villalobos para el agrado de Dios al Rey y el bien público con carácter sumarísimo sentencia con la pena de muerte al cacique de Sacabamba Martin Uchu, junto con sus dos lugartenientes Lope Mamani y Simón Quispe y su hijo Francisco Uchu irá a la horca en plena plaza pública de la Vice Parroquia de San Miguel de Toco. Además que le quedan confiscados todos sus bienes para el Real Herario. Aquella sentencia está firmada por el Alcalde y Regidor Antonio Martínez de Luján. Este trágico fin de uno de los últimos soldados de Tupa Amaru del Valle Alto es registrado en los valles de Cochabamba el 26 Mayo de 1781 82.

82

BO AHMC ECC, Vol 182; 100-108 ff, 1782.

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Conclusiones

Los ecos de la gran rebelión de indios en Cochabamba es sin lugar a dudas uno de los muchos que se desarrollaron en las colonias españolas al finalizar el siglo XVIII. Si bien represento la fuerza y pretensiones que tenían los herederos incas casi tres siglos después de la conquista, también fue un espacio en el que se cuestionó la autoridad cacical y se transitó hacia una reestructuración de las comunidades “indias” con el fin de consolidar a la comunidad antes que la figura cacical. La sociedad heredera de la incanidad se vio cuestionada para nunca más reaparecer. En contraste la figura de representatividad comunal apareció dándonos pistas para entender el fenómeno posterior que se extiende hasta nuestros días. Si bien el movimiento se inició con una extendida red de alianzas étnicas y de clase estas fueron menguando a españoles y mestizos dada la predominante hegemonía “india”. Este movimiento insurreccional dio luces a criollos y mestizos ante el riesgo que implicaban los “indios” ante sus aspiraciones de poder. Experiencia que los llevo años después a cuestionar el aparato estatal español. Y por su capacidad organizativa y al estar más cerca de los espacios de poder alcanzaron mayor éxito que sus predecesores “indios”. Pero la historia de los movimientos insurreccionales indígenas en Cochabamba tenían una trayectoria larga de la que O´phelan Godoy (2012) como Cazier Hutchis (1974) ya habían pesquizado. Aunque Martín Uchu merece una investigación mayor, se sabe que fue un Curaca de sangre noble quechua que tiene su parangón en la leyenda de Ayar Uchu. Además que por entonces el título de Curaca tenía un espacio simbólico y de poder que lo hacía diferente a los “indios” del común, que significaba Señor principal o líder, una especie de gobernador de su región. El cargo de cacique fue desde antes de las revueltas un puesto al que muchos se disputaban o tranzaban con los corregidores españoles. Otro elemento de la insurrección en Cochabamba que es importante tocar, es el que tiene que ver con el movimiento paralelo de Túpac Catari, que fue en esencia un movimiento exclusivo del territorio aymara y sus conexiones con algunos puntos con Ayopaya, Tapacarí y Arque en las alturas. Aunque por los documentos hallados

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consideramos que el movimiento indígena desplegado en Cochabamba fue un movimiento más afín a Túpac Amaru. Es así que por los datos encontrados sobre la “gran rebelión de indios” en Cochabamba nos muestran que el nombre de Túpac Amaru resonó en la indiada que inspirada en el retorno mítico del inca podía dar fin al régimen español. Días mejores, imaginamos, intentaron conquistar aquellos “indios” que con hondas, lanzas, y palos irrumpieron en los andes buscando su libertad. Muchas comunidades de base, rompieron la autoridad cacical y se levantaron, otras en cambio alentadas por el mismo cacique iniciaron la insurrección. Los hallazgos de las fuentes son básicamente oficiales, controladas por el estado, fueron escritas desvirtuando o exagerando aquella rebelión. Durante finales del siglo XVIII, pocos indios, tan solo los nobles, accedían a espacios de poder, muchos fueron educados y sabían leer y escribir en latín y castellano. La gran masa de “indios” carecía de este recurso y conscientes de su desventaja mantuvieron su comunicación solamente oral entre unos pueblos con otros. El hecho es que a pesar de aquellas limitaciones, estos hechos muestran en parte la crisis del Estado español así como de las estructuras autóctonas. La figura del monarca a nivel externo y del cacique a nivel interno de las comunidades fue cuestionada. Los levantamientos si bien ni alcanzaran el éxito que esperaba Túpac Amaru, reestructuraran la organización andina del ayllu, retornando a un momento previo de reconstitución comunal vivo hasta nuestros días. Por otro lado será el último gran movimiento “indio” que repercutirá de manera paralela en el virreinato del Perú y La Plata después de la última gran rebelión de Túpac Amaru I a finales del siglo XVI. Desde entonces el imaginario de rebelión y movimiento social han utilizado a los insurrectos de finales del siglo XVIII en los Andes. Es imposible no observar en Bolivia o Perú las imágenes de Túpac Amaru, Micaela Bastidas, o Túpac Katari y Bartolina Sisa en los sectores sociales de estos países. Las formas de organización indígena heredaron desde entonces aquella forma de estructura reformada, la base social desde entonces esta por encima del cacique o líder. La figura de líder desaparece para surgir simplemente la armonía colectiva, típica del ayllu decimonónico preincaico. La independencia “india” desde entonces una aspiración dormida se ha mantenido solo en el subconsciente de la comunidad, desfragmentada y a culturada es hoy la fuerza 59

subjetiva de muchos grupos políticos que inspirados en aquellos referentes aun intentan transformar y reconducir los estados que no fueron reservados para los “indios”. El aporte de los indios en la insurrección posterior será decisivo, el mundo criollo nunca habría de animarse a levantarse en armas sin que antes diera ejemplo el inca Túpac Amaru II. El fuerte resquebrajamiento entre el estado español y la sociedad “india” se había iniciado aquellos años de 1780-1781. Ruptura nunca mediada que ha permanecido congelada en el tiempo. Sugiere y nos hace entender por qué hasta ahora muchos de los “indios” y sus comunidades continúan soportando el olvido del Estado. Apuntando a que aquella transición de la comunidad sea fundamental para entender sus transformaciones históricas hasta el presente. Entre otras cosas la monografía muestra que aquellos conflictos en Cochabamba heredaron a los movimientos subversivos emancipatorios posteriores la guerra de guerrillas, que será decisiva ya durante las revoluciones de 1810 para adelante, una insurrección mestiza se inspirara en los levantamientos de los “indios” de Ayopaya. El Tambor Vargas resaltara la actitud y valentía de los “indios” patriotas durante la insurrección alto peruana posterior.

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