Indignados y #occupiers: articulaciones posibles entre el desencanto y la transformación. Una aproximación a los “movimientos por la Democracia Real” como respuestas al régimen neoliberal

July 7, 2017 | Autor: P. Alvarez Acosta | Categoría: Social Movements, Neoliberalism, Occupy Movement, Neoliberalismo
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE YUCATÁN Facultad de Ciencias Antropológicas Licenciatura en Antropología Social Ensayo final para la asignatura: “Antropología del Neoliberalismo” Período: VERANO 2013 Profesor: Mtro. Rodrigo Llanes Salazar ([email protected]) Autores: Br. Pedro Pablo Alvarez Acosta ([email protected]), Br. Regina Abril Méndez, Br. Damiana Mangas, Br. Isaí Tello, Br. Cristian Celis, Br. Óscar Raygoza, Br. Daniel Padilla. Entregado: 2013/07/01 Calificado: 2013/07/14

Indignados

y

#occupiers:

articulaciones

posibles

entre

el

desencanto

y

la

transformación. Una aproximación a los “movimientos por la Democracia Real” como respuestas al régimen neoliberal

A lo largo de un curso escolar sobre las dimensiones antropológicas del llamado “neoliberalismo”, los integrantes del equipo que suscribe el presente ensayo nos hemos familiarizado con las voces que renuncian a la comodidad declaratoria de la simple denuncia o la simple celebración de dicho fenómeno para salir al encuentro con las evidencias de la producción (histórica, racional y relacional) de este proyecto político-económico, que parecería “dominar” la historia reciente. En el camino nos hemos encontrado con que la multiplicidad de estrategias que desde posiciones contemporáneas de autoridad (gobiernos, empresas y liderazgos diversos) se han desplegado con miras a potenciar cierta “competitividad nacional”, a garantizar un “libre mercado”, a llevar a cabo urgentes “reformas estructurales” o a implementar “innovaciones financieras” tienen como resultados directos cuatro grandes agravios a la dignidad de la vida en colectivo: 1) la desposesión de bienes comunes (Harvey, 2007), 2) la explotación y polarización de las relaciones sociales y la subsecuente

neutralización de la capacidad transformadora de las subjetividades (Hardt y Negri, 2009; 2012), 3) la consolidación y expansión de la incertidumbre y del riesgo como principios estructurantes de los campos laborales (Ho, 2009), y 4) una progresiva y cruel criminalización de la desventaja social (Wacquant, 2009). Este modesto esbozo de la producción social de lo que llamaremos “régimen neoliberal” nos lleva casi de manera automática a preguntarnos ¿Llegaremos las y los habitantes del mundo a reconocer y/o a revertir esto que tanto se asemeja a un “mal social”? ¿Qué relación existe entre diagnóstico y análisis disciplinarios y articulación de acciones para el cambio social? Muchas son las respuestas posibles, sin embargo en el presente trabajo nos remitiremos a las sugerencias de Boaventura de Sousa Santos (2009) para “visibilizar lo [aparentemente] ausente” y arriesgaremos suponer dos claves de respuesta: 1) que la audacia y los deseos de cambio son más propios de los encuentros que se hacen posibles en torno al sufrimiento y al descontento que de la academia por sí misma, y 2) que alrededor del mundo existen ya procesos colectivos en los que las personas se van involucrando en formas de análisis, reconocimiento y transformación de las adversidades neoliberales.

El presente ensayo se propone como una aproximación a esta articulación, que siguiendo a Sousa Santos suponemos “activamente invisibilizada”, entre los descontentos producidos por y las transformaciones posibles del régimen neoliberal en lo que Oikonomakis y Roos (2013) llaman “el movimiento [global] por la democracia real”, es decir, los movimientos “Los indignados” y “#Occupy”, que marcaron la pauta de los movimientos sociales y las preocupaciones ciudadanas globales a partir del año 2011. Para ello, el texto se divide en cuatro secciones. En la primera ofrecemos una contextualización del movimiento que trata de poner en relación la producción neoliberal de los “desencantos sociales” de las últimas décadas

 

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con las experiencias previas de movilización social. Luego hacemos un esfuerzo por exponer de manera sintética las demandas y objetivos de los movimientos citados. A continuación presentamos un análisis simple de la praxis del movimiento, a partir de las nociones de “conectividad”, “agregación” (Juris, 2012) y “resonancia” (Oikonomakis y Roos, 2013). El último apartado discute lo que podríamos llamar “logros” de estos movimientos, para luego concluir con una reflexión sobre las posibilidades de pensar y organizar nuevos esfuerzos en la lucha contra las injusticias globales.

Como último punto de esta introducción y aunque vayamos a profundizar en estos aspectos más adelante, vale la pena aclarar unos rasgos distintivos del presente movimiento: se trata de un conjunto de esfuerzos e iniciativas descentralizadas y sin liderazgos visibles, que tiende a la organización asamblearia, a la democracia directa en entornos locales y a los métodos pacifistas. Se caracteriza sobre todo por sus estrategias y luchas continuas por “acampar” como forma de “ocupar” espacios públicos, y por un intensivo ejercicio del potencial de las redes sociales virtuales y físicas.

Emergencia de un “99%”: producción de los descontentos, ensamblaje de las alternativas

Hablar del “movimiento por una democracia real” implica referirnos a una serie de protestas, imágenes, demostraciones masivas físicas y virtuales, acciones directas y redes de colaboración y solidaridad entre personas y agrupaciones que, si bien hallaron dos momentos fundacionales, el primero en Madrid y el segundo en Nueva York, ello no impidió que se involucraran activamente habitantes de más de mil ciudades en cerca de ochenta países

 

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(Oikonomakis y Roos, 2013), y que se hicieran sentir en circuitos de información y comunicación de todo el mundo. Como abordaremos más adelante, una serie de impugnaciones dirigidas sobre todo a la creciente desigualdad social, al control financiero de la política y al corrupto sistema de representación y administración de lo público se perfilaron en el imaginario de los movilizados hacia finales del año 2011 como una “protesta del 99%” de la población agraviada porque las de un 1% protagonista de la política y las altas finanzas. Si seguimos las ideas de David Harvey (2007) y Hardt y Negri (2009) podemos acceder a una comprensión del neoliberalismo como un proyecto político de re-constitución del poder de la clase propietaria, como hemos dicho antes, a partir de la modulación de ciertas relaciones sociales y subjetividades, y la desposesión de distintos tipos de bienes. Los últimos autores además enfatizan en la producción del capital como un proceso que pesa sobre las relaciones sociales que inaugura –a veces de manera forzada--, o bien, que constriñe las potencialidades co-operativas que propicia, produciendo fuertes tensiones que podrían explicar algunos desencantos más allá del relato de la condescendencia frente a las imágenes de pobreza, miseria e impotencia. De esta manera tenemos fundamentos para pensar, con Alonso (2012) y Heikkilä (2012) que los movimientos de indignados y ocupas representan más una demanda de renovación moral del capitalismo por parte de las clases medias descendientes que una serie de exigencias genéricas y estructuralmente ubicuas frente a la desigualdad que, podría pensarse, sugiere el slogan “99%”. Según este último autor:

“Los testimonios que recogen los cronistas de las acampadas son los de trabajadores desempleados que han sufrido por pertenecer a un sindicato, por la deslocalización industrial y corporativa, por la creciente precariedad laboral, por el colapso financiero; gente endeudada por estudios, hipotecas o simple consumo diario; jubilados con

 

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pensiones disminuidas, si no evaporadas.” (Heikkilä, 2012, p. 22)

Volvamos en el tiempo a lo que suele señalarse como una de los detonadores cruciales: la crisis económica del año 2008, las subsecuentes recesiones y las así llamadas “medidas de austeridad”. Éstas condujeron a lo que entendemos como formas específicas de desposesión: “severas políticas de ajuste estructural, desinversión, retroceso de las políticas de bienestar públicas y cercenamiento de los derechos y salarios del mundo de trabajo” (Albarracín, 2012, p. 8), que pesaron -y aún pesan- fuertemente sobre las certidumbres de autonomía y seguridad social de grandes capas sociales, pero principalmente sobre los proyectos de vida (Alonso, 2012, p. 4) de clases medias alguna vez favorecidas por políticas de gasto social y proteccionismo mercantil, y de jóvenes que pudieron acceder a otros mundos a través de sus consumos mediáticos y culturales y de sus trayectorias por los estudios superiores. Queremos hacer énfasis en esta figura del “efecto de la crisis sobre los proyectos de vida”, precisamente porque aquí podemos hablar de un “desencanto colectivo” frente a proyecciones de futuro como inserción y acoplamiento a un orden certero. Efecto de las circunstancias objetivas sobre los planos imaginarios que pensamos como clave en la formación de una disposición compartida por re-crear ciertos patrones de organización y movilización de ciclos de protesta previos.

Llegados a este punto vale la pena repasar las experiencias previas de organización y movilización con las que, podemos suponer, entraron en contacto muchos de los organizadores y movilizados, y tratar de interpretar algunas de sus conexiones con el alcance global del movimiento. En primer lugar tendríamos que mencionar los llamados movimientos “altermundistas” de los años 90, que según Jeffrey Juris (2012) se proclamaban a favor de una “justicia global” y en contra de ciertas formas de globalización predatoria. Según dicho autor,

 

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los movimientos por la democracia real son deudores de éstos últimos en tanto lograron consolidar los principios de no-violencia, la estructura de liderazgos horizontales y cooperatividad de distintas organizaciones autónomas a partir del uso de herramientas tecnológicas como listas de correo electrónico y sitios web. También es pertinente mencionar otros movimientos más recientes y que también reaccionaron ante la crisis del 2008, como las protestas en Islandia, Portugal y Grecia. Aquí observamos ya uso de redes sociales virtuales y una construcción simbólica del “orden financiero” como fuerza que irrumpe en la búsqueda contractual del Estado por el bien común, lo que justifica subversiones a veces violentas. Los alzamientos populares contra los regímenes dictatoriales del norte de áfrica y oriente medio a inicios del 2011, también conocidos como “la primavera árabe” fueron otro hito en la inspiración popular por el cambio, en el uso de las redes sociales para fines de subversión de un orden político que dispone de la fuerza pública. Pero quizá lo más relevante para los movimientos que nos atañen en este trabajo es la manera en la que la ocupación de espacios públicos se logró perfilar en esta “primavera árabe” como el símbolo por excelencia de oposición a regímenes de injusticia, siendo la ocupación de la plaza Tahrir el caso más emblemático (Heikkilä, 2012, p. 20). Por último podemos mencionar los esfuerzos de la organización mediática “WikiLeaks” y de los proyectos de distintos grupos de hackers informáticos en torno al emblema “Anonymous” como experiencias que incentivaron la disposición a usar las redes virtuales como espacios de libre flujo de cultura e información y como herramientas para la consolidación de discursos y estrategias en torno a los cuales exigir a las autoridades una verdadera rendición de cuentas.

Ahora que hemos resumido las características de los movimientos, echado una mirada sobre la serie de condiciones objetivas que llevaron al desencanto masivo, y enlistado un

 

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conjunto de experiencias previas en la construcción de alternativas al régimen neoliberal, consideramos necesario abordar aquello que podríamos pensar como “demandas” y “objetivos” del movimiento, con la intención de esclarecer su carácter de “respuesta”.

¿Qué vamos a entender por “democracia real”? Demandas y objetivos de un 99% imaginario

Sabemos que los manifestantes se han posicionado en contra de la injusticia social, la acumulación por desposesión, a favor de medidas para evitar el desempleo y en contra de las hipotecas, a favor de procurar derechos básicos en materia de salud, educación, vivienda y trabajo, en contra de la discriminación en contra de las fuerzas corporativas, procuran el ejercicio real de la democracia y un mejor manejo de los recursos naturales; esto bajo la consigna de la no-violencia y utilizando métodos como el asambleísmo y la ocupación de espacios públicos por un cierto periodo de tiempo. Sin embargo, abordar un conjunto de “demandas y objetivos” específicos del movimiento por la democracia real, es decir, unas formas concertadas para enunciar un significado de “democracia real” es difícil si recordamos la naturaleza des-centrada y la tendencia a la localización del movimiento. Para sortear esta dificultad quizá sea útil una mirada a la secuencia de hechos que nos hacen posible hablar del movimiento como tal.

En un principio tenemos una plataforma de colaboración entre varias organizaciones y grupos de activistas en España que convocan a una manifestación señalando directamente al sistema bipartidista como responsable de los agravios del sector financiero sobre las vidas de los representados. Luego veremos grupos de activistas y manifestantes, independientes del primer núcleo, rechazando algunos connatos de violencia de la primera manifestación y promoviendo métodos asamblearios y “ocupatorios” como alternativas urgentes al régimen.

 

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Luego de que las autoridades traten de desalojar de manera violenta, veremos un llamado hacia las libertades políticas que refuerzan la idea de ocupación y la indignación frente ciertas autoridades que insisten en “hacer mal su trabajo”. En este punto, toda España estaba contagiada del espíritu de la protesta, y se empiezan a oír propuestas de movilización global. Como veremos más adelante, entre ciclos de ocupación y des-alojo en los que se van consolidando las solidaridades y articulando distintos grupos que disponen a acciones directas, la propuesta resuena en Nueva York y en muchas otras ciudades del mundo. Aquí vemos distintos tipos de documentos emitidos por “asambleas centrales” y otros organismos voceros, difundidas en sitios web. En este punto es cuando el énfasis de la crítica gira un poco la balanza inicial (de “los representantes” a “los artífices” de la crisis, los agentes de las altas finanzas), y toman más fuerza las acciones dirigidas a los problemas específicos y locales de participación, de des-alojo de vivienda y de marginación, por mencionar algunos. Por último vemos una intensificación en los esfuerzos de des-alojo por parte de las autoridades acompañada de una cada vez menor afluencia de simpatizantes espontáneos, y un nuevo énfasis en la conformación de grupos de trabajo y acción directa, en los ejercicios asamblearios por la definición del movimiento y en la relación con la academia. Este recorrido nos permite ver que, aunque sigue siendo justo enumerar principios y objetivos englobantes como hemos hecho, hay que prestar atención a los énfasis cambiantes de los posicionamientos, intrínsecamente ligadas a las acciones, a las respuestas de las autoridades y a las mutaciones en los alcances geográficos del movimiento. Nos inclinamos a pensar el carácter transicional de los planteamientos de este ciclo de protestas como actualizaciones necesarias a su “sentido utópico” cohesionador, a su constante ir y venir entre

 

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percepciones del pasado y presente de las condiciones de cambio de los órdenes establecidos. Aclararemos que la utopía, a diferencia del utopismo, implica la re-creación de ese… “…sueño diurno repetido y sostenido de una vida buena para todos, que cultiva la esperanza en la posibilidad de su realización, que denuncia lo inhumano del orden existente, que analiza los mecanismos que impiden la llegada al País de la Abundancia […] y que convoca a iniciar el caminar hacia el eu-topos, el lugar ideal” (Krotz, 2004, 228)

Un “sueño diurno” que no se queda en el plano ideal y que están tomando las acciones necesarias en el plano material.

Hasta ahora hemos supuesto correspondencias entre condiciones objetivas del desencanto y experiencias previas de movilización como fuerzas que facilitaron la emergencia de disposiciones a la movilización, y a partir de ello hemos querido transferir el énfasis desde una identificación de “objetivos claros” –lo que quizá supondría una negación de las características más distintivas del movimiento- hacia un reconocimiento de las “dimensiones mutables” del sentido utópico en torno a la multiplicidad de encuentros y condiciones de la resistencia. Con ello estamos obligados a responder a lo siguiente: ¿Cómo mantiene su carácter de “movimiento” una serie de encuentros y prácticas que, cuando no son fugaces y generales, tienden a la resolución de cuestiones locales, a la fragmentación? La conectividad, la agregación y la resonancia en la práctica de una democracia real

Requerimos ahora de formas de pensar aquel denominador común entre las diferentes formas en las que se exige y practica la democracia real en el marco del movimiento que nos ocupa. Ya hemos sugerido que este “común” no se refiere a una serie de formulaciones

 

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concretas, sino a la constante interacción entre tiempos, espacios, subjetividades y condiciones de la lucha. Como una forma de plantear esta constante interacción que llamábamos “actualización del sentido utópico”, tomaremos de Jeffrey Juris (2012) la noción de “lógicas culturales” de la movilización: conjuntos de disposiciones incorporadas para interpretar las acciones de los demás y para orientar las propias acciones. En este sentido, según observa el autor, éstas lógicas son propensas a un tránsito entre “marcos semióticos” de interpretación y acción y “estrategias políticas” de imaginación, de organización. Es decir, de ser códigos de familiarización con ciertas formas de actuar a ser posiciones desde las cuales se proponen unas u otras cosas.

Juris halla dos lógicas principales. La lógica de la conectividad, conformada en la interacción entre los activistas del altermundismo con las herramientas digitales como listas de correo electrónico, las plataformas de intercambio y los sitios web, privilegia los lazos horizontales de la co-operación entre grupos autónomos que capaces de desarrollar subjetividades colectivas con base en intercambios complejos y organizados. Por otro lado la lógica de la agregación, que caracteriza los nuevos movimientos que echan mano de las redes sociales, privilegia la convocatoria a gran escala de individuos vulnerables a la des-agregación y la difusión viral de mensajes e imágenes simples. Para Juris, la lógica de la agregación es la novedad, lo que toma fuerza en este ciclo de protestas, y lo que explica la tendencia espontánea a la “ocupación”: resulta una manera de evitar la des-agregación entre individuos cuyo desencanto es lo suficientemente poderoso como para estar dispuestos a compartir sus utopías, pero que no gozan de la experiencia ni del compromiso que se asocian a la conectividad.

 

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Quisiéramos completar la figura del “común denominador” con la noción de “resonancia” que ofrecen Oikonomakis y Roos (2013) al reflexionar sobre los alcances del movimiento en términos de crisis o re-formulación de la representación. La idea de “resonancia” implica una superación del clásico concepto de “difusión” de las formas de protesta, implicando que en vez de un proceso lineal de trasmisión y adopción de formas de protesta, lo que vemos es una multiplicidad de direccionalidades y actores puestos en relación por la capacidad de compartir malestares

emocionales y percepciones de éxito frente al régimen neoliberal. Más que

“epicentros”, la plaza del Sol de los indignados y el parque Zuccotti de los #occupiers fueron nodos claves de una confluencia en una contingencia entre acciones y motivos. Esto puede entenderse también desde la propuesta de Hardt y Negri (2009) quienes insisten que el proceso del capital en la era neoliberal genera una cada vez mayor autonomía en la cooperación, en la construcción de lo común, lo que vuelve a “la(s) multitud(es)” contemporánea e insumisa una posibilidad de proyecto político de organización de la revolución.

Las aportaciones anteriores nos permiten entender que las fuerzas constitutivas y distintivas de la movilización se enmarcan en conjuntos de disposiciones para interpretar, imaginar, e incluso organizar la acción (como red discreta o como presencia viral) gestados más en las mismas modulaciones de la inter-subjetividad que señalábamos en la introducción como “resultados de la implementación de estrategias de lo neoliberal” sobre las relaciones sociales –y por ello más o menos comunes a todos los representados- que en las “inventivas”, “primicias” o cualidades “hegemónicas” de los núcleos subversivos para “difundir” sus métodos. Nos permiten entender, de igual manera, la fluctuación necesaria de motivos, intereses y acciones con base en las posibilidades de poner en común esquemas de percepción de las condiciones objetivas de la movilización, que, como sugiere Juris, parecen agotarse cuando va

 

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acabándose la “ocupación”: las dos lógicas pierden espacios concretos para la articulación, y con ello su potencial para promover involucramientos distintos, para seguir echando luz sobre las distintas zonas de sufrimiento y éxito que nutren la resistencia.

Retrospectiva del movimiento ¿Se logra la democracia real? ¿Se logra la “democracia real” en un movimiento que parece ir perdiendo su motivo original? Tanto Juris como Oikonomakis y Roos nos invitan a pensar que, más que a partir de un reconocimiento de actores externos y de una ruptura radical con el sistema –que, por lo demás, nunca van a dejar de ser buenos indicadores-, el movimiento se debe evaluar con base en su potencial para hacer de la crisis un catalizador de las disposiciones al involucramiento en la multitud y a la comunicación de los goces, de los pormenores, y de los constantes cambios en lo que la “ocupación” puede significar para los órdenes instituidos, sea como sea que se pronuncien frente al movimiento. Así, podemos mencionar como uno de los logros el potencial de solidaridad organizada que se manifestó ante el desastre que el paso del huracán Sandy causó en la ciudad de Nueva York, como un ejemplo de muchas otras iniciativas a escala local en todas partes del mundo. De igual manera, la consolidación de los significantes “#Occupy” e “indignados” como elementos de lucha contra diversos abusos emergentes de los poderes públicos desde las asociaciones barriales o los encuentros espontáneos en lo que va de la década puede contarse como un logro. Definitivamente el gran reto está en re-crear los espacios para la confluencia de distintos matices de las subjetividades insumisas luego del desalojo de los espacios, y quizá lograr mejores estrategias de visibilidad de las distintas iniciativas que surgieron a propósito del movimiento.

 

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¿Y nosotros… como pa’ cuando? Reflexiones finales En México, y concretamente en Mérida, a falta de otros potenciales de resonancia, el movimiento “#YoSoy132” parece habernos dejado experiencias y relatos similares a los que se movilizaron con los movimientos por la democracia real. Con el énfasis puesto en los medios que bloquean el acceso al diálogo público en condiciones de equidad, y con la mira puesta sobre un candidato presidencial que hacía las veces de figura del representante abusivo, muchos meridanos nos dimos el tiempo para vernos las caras con ojos de crisis, de nuevas oportunidades. Y aunque la línea que dibujó la transformación se difuminó con el paso de las elecciones, muchos de los significantes y descontentos específicos siguen sin ser expropiados por los procesos del capital. Quizá una de las lecciones del movimiento por una democracia real sea lo que marcó su aparente final: la opción por ser flexible, por “cambiar de giro”, por traer de nuevo esas experiencias de la euforia colectiva a la calma de las continuidades barriales o virtuales, para irse reconociendo en otros cuerpos, en otras consciencias que le puedan dar más ímpetu que los clásicos “jóvenes” o los llamados a “la democracia” y “la justicia” que no logran inspirar la suficiente crítica sobre aquellas nociones como para ponerlas a circular por fuera de los límites de la estrecha distribución de los conocimientos académicos. Del desencanto a la transformación parece ir la ruta de los nuevos movimientos sociales: de las crisis la re-edición de las herramientas previas, de los manifiestos a las manifestaciones concretas, de la inventiva a la resonancia, de la calle a la casa. Quizá si pensamos de esta manera, la cuestión de “esperar” la ola del regreso no se nos haga tanto condena como oportunidad.

 

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Bibliografía Albarracín, Daniel 2012

“Las finanzas contra el trabajo. ¿La financiarización sin alternativas?” En Crisis, indignación ciudadana y movimientos sociales. Dossieres Economistas sin Fronteras, no. 6, pp. 8-11.

Alonso, Luis Enrique 2012

“Presentación”. En Crisis, indignación ciudadana y movimientos sociales. Dossieres Economistas sin Fronteras, no. 6, pp. 4-7.

Hardt, Michael y Antonio Negri 2009

Commonwealth. El proyecto de una revolución del común. Madrid: Akal.

Harvey, David 2007

Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.

Heikkilä, Riie 2012

“Occupy Wall Street y la indignación del 99%” En Crisis, indignación ciudadana y movimientos sociales. Dossieres Economistas sin Fronteras, no. 6, pp. 4-7.

Ho, Karen 2009

Liquidated. An ethnography of Wall Street. Duke University Press

Juris, Jeffrey 2012

“Reflections on #Occupy Everywhere: Social media, public space, and emerging logics of aggregation”. En American Ethnologist, Vol. 39, núm. 2, pp. 259-279.

Esteban Krotz. 2004

La otredad cultural entre utopía y ciencia. Un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación de la antropología. México: Fondo de Cultura Económica/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa

 

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Oikonomakis, Leonidas y Jerôme E. Roos 2013

“’Que no nos representan’. The Crisis of Representation and the Resonance of the Real Democracy Movement from the Indignados to Occupy”. Participación en la conferencia “Street Politics in the Age of Austerity: From the Indignados to Occupy”, University of Montreal, 20 y 21 de Febrero de 2013.

Sousa Santos, Boaventura de 2009

Una epistemología del sur. La reinvención del conocimiento y la emancipación social. México: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales/Siglo XXI

Wacquant, Loïc 2009

Catigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social. Barcelona: Gedisa.

 

 

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