INCLUSIÓN / EXCLUSIÓN

October 16, 2017 | Autor: X. Markiegi Candina | Categoría: Sociologia da Educação
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Descripción

INCLUSIÓN / EXCLUSIÓN



Xabier Markiegi Candina



Me pedís que intente una caracterización de la inclusión / exclusión en
áreas que he conocido por mi experiencia vital. Me referiré a tres, la
escolar, la política, y la misión en el exterior. Las tres, recorridas por
un mismo escalofrío pedagógico.

Año 1959. Empecé a ejercer como educador a los veinte años, en un primer
curso de Primaria, con 71 alumnos. Demasiados, para poder tenerles
presentes a todos a la vez. La masificación impedía una atención
personalizada. Quedaban alumnos en las penumbras del aula. Otros muchos,
sobre todo en áreas rurales, ni siquiera llegaban al aula. La escuela
estaba diseñada precisamente para la inclusión social, pero a unos les
incluía y a otros les excluía. Automáticamente. Los mejor dotados para la
lectura y el cálculo progresaban y quedaban incluidos en la carrera. Los
dotados con buena memoria flotaban como el corcho, aunque no se enterasen
de mucho. Los sumisos a la autoridad del maestro quedaban acomodados. Los
inquietos, los díscolos, los desmemoriados, iban ocupando los rincones, los
pasillos, las calles, los campos. Centrífugamente, cada vez más lejos. El
sistema escolar producía de hecho inclusión social de unos, y a otros los
iba tirando a las cunetas.

Me tocó vivir muy de cerca algunas bienintencionadas reformas educativas.
Con la Ley General de Educación, de Villar Palasí, se incorporaron al
sistema muchas de las aportaciones de renovación pedagógica que se venían
experimentando en algunos focos de Europa. Se pretendió personalizar la
atención a cada alumno, se elevó la exigencia académica de preparación de
los futuros profesores. Se construyeron centros públicos con criterios
arquitectónicos adaptados a las nuevas corrientes pedagógicas... Pero ni se
consiguió entonces la escolarización universal ni cuajaron a fondo las
reformas. Aunque en su título llevaba expresamente reconocido el
"financiamiento de la reforma educativa", en los años siguientes no hubo
suficiente presupuesto.

Vino después la reforma de 1985, con la Ley orgánica reguladora del derecho
a la educación. Esta vez, sí se consiguió la escolarización universal en
los niveles obligatorios. Se produjo la inclusión en lo más básico: sentar
a toda la niñez en un puesto escolar y dotarle de medios para una enseñanza
de calidad. Pero el sistema siguió excluyendo. Quince años después, para
superar las lagunas detectadas y procurar una nueva adaptación a los
tiempos, que corrían muy velozmente, en 1999 se modificó la ley orgánica de
1985, en la misma línea de generalización e inclusión. Se ha avanzado en la
atención a los alumnos con necesidades educativas especiales, intentando
conjugar la atención específica y la integración en el grupo. Con
resultados muy diversos y de difícil evaluación.

En 2002 y 2006, nuevas leyes orgánicas, de "calidad de la educación" y de
"educación", respectivamente, intentaron desde perspectivas ideológicas
distintas abordar lo que se viene llamando "fracaso escolar". Empezaba a
percibirse socialmente que unos padres aplicaban el "sálvese quien pueda" y
que determinados centros escolares se iban convirtiendo en guetos. Es esta
precisamente la fotografía de la exclusión no disimulada. El sistema
educativo hace esfuerzos por incluir, pero la tozuda realidad social
muestra que no se consigue. Los hijos de la inmigración más reciente se
asoman a las aulas. Son cada vez más numerosos. Nuevo reto para la
inclusión. ¿Triunfarán las fuerzas centrípetas? ¿O, de nuevo, las cunetas?
Cunetas simbólicas, pero crueles.

*** *** ***

De mi dedicación a la actividad política, desde la actual distancia
espacial y temporal, puedo recordar especiales momentos muy incluyentes: la
elaboración del Estatuto de Autonomía, la primera legislatura del
Parlamento Vasco, la defensa de la Constitución tras el "tejerazo", el
pacto de Ajuria Enea... Fueron etapas de práctica política de
colaboración. Desde las diferencias, pero estas mismas eran reconocidas,
respetadas, valoradas. Se indagaba sobre la parte aprovechable de otras
posiciones, para incorporarlas a un proyecto de construcción de país que se
percibía como único, común, es decir, de todos. Parecía entonces que las
posiciones ideológicas excluyentes empezaban a recorrer el camino de la
modernización y a aceptar la pluralidad de la sociedad real. Pero pienso
que esto, al final, no se produjo. La persistencia durante tanto tiempo de
un terrorismo nacionalista tan sanguinario lo ha contaminado todo. Ha
arrastrado al conjunto del nacionalismo vasco hacia lo peor. ETA no sólo ha
contado con la solidaridad, y con una cierta complicidad, pasiva o activa
según las coyunturas, de todo el mundo nacionalista. Ha recibido, además,
permanentemente el apoyo de una justificación ideológica por parte del
nacionalismo gobernante, sustentada en la superstición del "conflicto", en
la supuesta victimación como efecto del conflicto y en los gestos de
desafío anti-Sistema. Pero especialmente desde los pactos PNV-ETA, previos
al de Estella-Lizarra, en 1997, el conjunto del nacionalismo ha quedado muy
deteriorado. Habrá que dejar a salvo las intenciones buenas, de búsqueda de
paz, de algunos dirigentes. Pero han quedado también muy visibles los
objetivos malvados pretendidos por otros, los de sacar provecho político
del reagrupamiento abertzale, sólo para el mundo abertzale, contra la
ciudadanía no nacionalista. Y con el chantaje de su brazo terrorista.

El nacionalismo vasco nació para excluir al inmigrado. Ha perdurado con un
núcleo ideológico permanente de exclusión del no nacionalista. Aunque haya
dulcificado el discurso e incluso, por necesidad coyuntural, haya tolerado
la pluralidad. Y el terrorismo nacionalista ha llevado esa concepción
excluyente hasta el extremo: asesinar a quien se atreva a significarse como
no nacionalista. Llegar a este extremo no es sólo atribuible al fanatismo,
al modo fanático de vivir la patria, sino también a la concepción misma de
patria vasca que profesa todo el nacionalismo. Como en la nación vasca no
caben los no nacionalistas, se prescinde de ellos. Esto no es nación. Esto
son cunetas, reales, impías.

*** *** ***
Desde la atalaya magrebí donde ahora me encuentro, se huele el hambre y el
rencor. La historia de la humanidad es la larga historia de la migración.
Las grandes corrientes humanas se han movido buscando pan y paz. Huyendo
del hambre y de la guerra, que supone exclusión. Buscando nuevas tierras,
nuevos ríos, nuevos horizontes, la inclusión en un dorado feliz.
Además, el actual mundo globalizado ha puesto en un escaparate global, al
alcance de millones de antenas parabólicas, la mesa suculenta con un gran
botín. ¿Por qué no participar todos de esa mesa? América hispana se mueve
hacia el norte y hacia el este. Europa del este se mueve hacia el oeste.
China se desparrama por todos los rincones. África sube hacia Europa. El
siglo XXI de la vieja Europa será humanamente digno si acierta a incluir.
Hasta el momento, ni los discursos y prácticas de la exclusión, ni de la
multiculturalidad yuxtapuesta ni de la integración han ofrecido resultados
satisfactorios. ¿Cómo se combate la reacción instintiva a cerrar la puerta?
Eso es excluir, pero parece normal intentar conservar el pastel. ¿Cómo se
construye la inclusión? ¿Cómo se construye en la práctica de la vida real
el respeto mutuo, el reconocimiento mutuo, el aprendizaje recíproco, el
mestizaje cultural? ¿Incluso en supuestos de sociedades interactivas
alimentadas por corrientes de laicos y de creyentes? ¿O de grupos con
creencias antagónicas? Percibimos que ya no estamos en el laboratorio para
experimentar teorías. Estamos en pleno servicio de urgencias. Llegan con
hambre y tiritando de frío. Están en los andamios de la construcción, bajo
el plástico en los invernaderos. Sus hijos, que ya son también nuestros,
vienen a la escuela. Sí, son nuestros. Y si no lo son, Europa reventará.
En este momento preocupa especialmente el terrorismo de origen yihadista.
Sus ramificaciones en la globalidad planetaria, su letalidad, su fanatismo
asesino y suicida, su amenaza sorpresiva... Pero Lepanto es irrepetible.
También lo son Córdoba califal y Toledo, tres culturas. Europa necesita la
colaboración de sus ciudadanos musulmanes para desactivar esta espoleta.
Desde dentro. Hay que curar los estereotipos históricos que alimentan el
resentimiento y el rencor. Hay que incluir en un único proyecto europeo
actual y de futuro.
El Derecho que alumbró la condición de ciudadano para el nacional dejó
fuera de los derechos a los no-nacionales. En la misma línea el Derecho
comunitario definió en Maastricht la ciudadanía europea, pero excluyó a los
no-comunitarios. El Derecho Internacional tendrá que encontrar la fórmula
de conciliar la ciudadanía humana única, transfronteriza, con otros
requerimientos de reciprocidad.
Estamos hablando de inclusión. ¿La queremos de verdad? Para mí el símbolo
de la exclusión no está en las pateras o en los cayucos. No está en el mar.
Sino en las cunetas.
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Rabat, 18 de abril de 2007.
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