IMPROBABLES ENCUENTROS: UN ESTUDIO SOBRE LA MASCULINIDAD EN EL CONTEXTO DE RELACIONES DE AMISTAD ENTRE HOMO Y HETEROSEXUALES EN BRASIL

July 21, 2017 | Autor: Marcos Nascimento | Categoría: Gay And Lesbian Studies, Masculinities, Studies On Men And Masculinity, Friendship
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IMPROBABLES ENCUENTROS: UN ESTUDIO SOBRE LA MASCULINIDAD EN EL CONTEXTO DE RELACIONES DE AMISTAD ENTRE HOMO Y HETEROSEXUALES EN BRASIL Ponencia presentada en el V Coloquio de Estudios sobre Varones y Masculinidades, 14-16 de enero de 2015, Santiago de Chile Marcos Nascimento1 Resumen: Este trabajo es un estudio sobre la producción de significados acerca de la masculinidad desde las relaciones de amistad entre hombres de distintas orientaciones sexuales. La amistad entre hombres de diferentes orientaciones sexuales nos ayuda a entender la dinámica de género presente en estas relaciones homosociales y sus interrelaciones con diferentes concepciones de masculinidad, homosexualidad y homofobia. El término homofobia es comprendido como un fenómeno que sirve de instrumento de regulación de las relaciones entre los hombres, convirtiéndose en uno de los pilares de la construcción de la masculinidad. El conjunto de participantes del estudio es heterogéneo con respecto a la edad, la práctica profesional y variadas experiencias de vida. Las entrevistas se llevaron a cabo en Rio de Janeiro y San Paulo, Brasil, con hombres heterosexuales de clase media. La investigación analiza tensiones y dilemas sobre las masculinidades de hombres heterosexuales. Palabras claves: Masculinidad. Homosexualidad. Homofobia. Amistad. IMPROBABLES ENCUENTROS: UN ESTUDIO SOBRE LA MASCULINIDAD EN EL CONTEXTO DE RELACIONES DE AMISTAD ENTRE HOMO Y HETEROSEXUALES EN BRASIL Introducción La presente ponencia es parte de una investigación más amplia dedicada a la producción de sentidos sobre lo masculino como parte de mi tesis doctoral en Salud Colectiva en el Instituto de Medicina Social de la Universidad de Río de Janeiro (Brasil). Tratase de una investigación cualitativa, con entrevistas a profundidad con hombres heterosexuales sobre sus relaciones de amistad con hombres homosexuales, analizando los dilemas y tensiones alrededor de la masculinidad heterosexual, la homosexualidad masculina y la homofobia. Pretendo ofrecer algunas reflexiones teóricas sobre el tema de la masculinidad y de la amistad masculina. Por medio de un análisis de las entrevistas, se muestran algunos Psicólogo, Doctor en Salud Colectiva, Investigador asociado del Centro Latinoamericano en Sexualidad y Derechos Humanos (CLAM/IMS/UERJ), Investigador y Docente de la Fundación Oswaldo Cruz (FIOCRUZ), [email protected] 1

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aspectos de las dinámicas de género desde la perspectiva de los hombres heterosexuales sobre sus relaciones de amistad con hombres homosexuales. Al lector se avisa que hemos optado por mantener el discurso de los entrevistados en portugués, porque la traducción al español implicaría la pérdida del sentido de las palabras dadas por los entrevistados.

Masculinidades, homosexualidades y homofobias El tema de la masculinidad o de las masculinidades ha generado bastante interés en los últimos 20 años: desde la academia, la formulación de políticas públicas, la agenda de agencias de cooperación internacional. Raewyn Connell, socióloga australiana, que ha dedicado parte de su labor intelectual a reflexionar sobre la construcción social de la masculinidad, apunta las implicaciones de las masculinidades para las relaciones interpersonales, para las políticas, instituciones y para la educación y formación de los niños, desde una mirada crítica sobre temas como poder, violencia, sexualidad (Connell, 1995). Aunque la dinámica social ha sufrido cambios considerables debido a la acción de movimientos sociales como el feminista, LGBT, negro y sus consecuencias para las políticas públicas, aún persisten relaciones basadas en la desigualdad y la jerarquía entre hombres y mujeres (y entre los hombres mismos) en diferentes contextos socio-culturales. Por lo tanto, la realidad social se presenta en forma de un complejo patrón de “continuidad/cambio” y “tradición/modernidad” donde los puntos de referencia culturales parecen contradecirse unos a otros y se cruzan al mismo tiempo. Con el objetivo de tener en cuenta ésta complejidad proliferaron los discursos sobre un “hombre nuevo”, la “crisis de la masculinidad”, la “deconstrucción de la masculinidad”, la “nueva masculinidad”. Sin embargo, el modelo de masculinidad que defiende la idea de un hombre fuerte, varonil, profesional, hombre de familia, del mundo público (de la calle y del trabajo), competitivo, con poca conexión con la esfera de la vida privada, dificultades de transitar por el mundo de los afectos, que no llora, con un distanciamiento de las emociones, y que puede comportarse de manera agresiva (e incluso violenta) contra las mujeres y hombres; convive con representaciones de lo masculino que buscan dar cuenta de “otras maneras de ser hombre” (Nascimento, 2011). Hay que tener claro que este modelo de masculinidad no sólo se refiere a las experiencias subjetivas de los hombres. La masculinidad es una experiencia compleja que se construye colectivamente, permeada por los códigos, prácticas, discursos e ideologías que son incesantemente (re)producidas por la cultura y que afecta de manera diferente a hombres, mujeres e instituciones sociales como la familia, la escuela y los sistemas de gobierno. Para Connell (1995) es la conciencia de la historicidad de las relaciones de género que será el sello distintivo del pensamiento contemporáneo acerca de la masculinidad, lo que le permite crear el concepto de masculinidades (en lo plural), con el objetivo de dar 2

cuenta de la diversidad de las experiencias cotidianas de ser hombre, de la relación de subordinación entre diferentes configuraciones de masculinidad, y de las posibilidades y dilemas para los cambios en la construcción de lo masculino. De acuerdo con la autora (Connell, 1995), cuando las condiciones del sistema de defensa que mantiene la jerarquía entre hombres y mujeres cambian, las bases de la dominación o hegemonía también transformase gradualmente. Esto hace que sea posible pensar que el patrón de dominación masculina es un hecho históricamente construido y por lo tanto susceptible de cambio (Bourdieu, 1999). Es necesario aclarar que la dominación masculina no es exclusiva de la relación entre hombres y mujeres, también se encuentra en las relaciones que se establecen entre hombres. El ejemplo de la relación de dominación/sumisión más evidente es la heterosexualidad/homosexualidad. En una sociedad que valora y asume la heterosexualidad como la norma social hegemónica, la homosexualidad ocupa una contradicción en términos de representaciones sociales: entre una mezcla de vergüenza, enfermedad e inmoralidad. En cuanto a los hombres, la homosexualidad termina por convertirse en una especie de fantasma que persigue el imaginario masculino (Kaufman, 1989). Así, la homosexualidad y la figura de “maricón” es una referencia para los hombres, no sólo la imagen de la desviación de la masculinidad hegemónica, sino como su propio reforzamiento, como señala el antropologo estadunidense, Richard Parker (1998). El simbolismo de la actividad/pasividad presente en el acto sexual – alguien que penetra (activo), una persona que es penetrada (pasivo) – no necesariamente afecta la masculinidad de quien esta en la posición superior del acto sexual. Este juego demuestra la valoracion jerárquica de la actividad sobre la pasividad que se considera la posición no masculina por excelencia, que se refiere a lo femenino, y por lo tanto devaluado socialmente. Sucede que en ciertos contextos que las relaciones sexuales entre hombres no puede interpretarse como una relación homosexual (entre iguales), sino como una relación entre un “hombre”, y uno que no es un hombre (un “maricón”), reforzando la masculinidad de uno que está en la posición activa. En el caso de los hombres heterosexuales, el peso de la homosexualidad se revela por la incesante vigilancia y la evasión de cualquier situación que va en contra de su virilidad o colocarla en una condición de “sospecha” (Kimmel, 1997). En el caso de los hombres gays, como muestra el filósofo francés Didier Eribon (2008), es a través de la injuria durante su proceso de socialización que el peso social de la homosexualidad se revela. De acuerdo con este autor, es a través de la experiencia de numerosos episodios de discriminación y violencia homofóbica, que la identidad homosexual se forja. Al ser nombrado como “maricón”, un chico gay toma conciencia de su diferencia con los otros hombres y su condición de inferioridad social. Así la homofobia se convierte en uno de los pilares de la construcción de la masculinidad tanto en hombres homo como heterosexuales (Kimmel, 1997, Welzer-Lang, 2001, Borrillo, 2010). Este es el juego de las relaciones entre los hombres y las configuraciones de la masculinidad, que establece lo que Kimmel (1997) llama “la vigilancia del género”, es decir, 3

la vigilancia continua, incesante, sobre el desempeño de los hombres en sus discursos y prácticas diariamente sobre el modelo idealizado del “hombre de verdad”. Es en el ejercicio de vigilancia de los otros y de si mismo que los hombres tratan de obtener la confirmación de sus credenciales masculinas. La masculinidad se confirma mediante la aprobación homosocial (Kimmel, 1997, Welzer-Lang, 2001). Este dispositivo controlador de los hombres, sus prácticas, discursos y modos de vida, tiene por objeto regular las expresiones de afecto según una ideología sexista, machista y homofóbica. En este proceso de reflexión sobre las masculinidades, el tema de la homofobia está ganando más visibilidad en las acciones de los movimientos sociales, políticas públicas, medios de comunicación e investigaciones académicas de todo el mundo. La producción académica en torno a este fenómeno es cada vez mayor, y abarca diferentes saberes como las ciencias sociales, la psicología y la criminología. En Brasil, así como en otros países de América Latina, el uso del término homofobia se popularizó enormemente en los últimos años, con una creciente presencia en los medios, en acaloradas discusiones políticas, confrontando los diversos grupos e intereses. La homofobia presenta un carácter polisémico en diferentes contextos: puede referirse a una persona, a un sujeto con personalidad homofóbica, a un colectivo, instituciones, medios de comunicación o la sociedad de manera más amplia (Borrillo, 2010). El término homofobia aparece en un contexto de conflicto político complejo en dos ocasiones distintas, aunque correlacionadas. El término está relacionado con la expresión de un prejuicio contra las personas de orientación no heterosexual, así como contra aquellos que adoptan un comportamiento de género considerado inapropiado, dando lugar a prácticas discriminatorias y actos de violencia. Para Byrne Fone (2000), investigador estadunidense en el campo de la homosexualidad, lo llama como uno de los últimos prejuicios socialmente aceptables. Si bien es cierto que la homofobia busca designar este prejuicio, ella también puede ser entendida como una categoría de análisis de las relaciones entre hombres, como un pilar de la construcción de la masculinidad (Welzer-Lang, 2001, Borrillo, 2010). Desde nuestro punto de vista, la homofobia es un fenómeno social producido y reproducido a través de una interacción intensa de fuerzas (Plummer, 2001, Murray, 2009). Según David Murray, antropólogo estadunidense: La homofobia es una forma de discriminación socialmente producida, que se encuentra dentro de las relaciones de desigualdad. (...) Las relaciones de desigualdad en la que se produce la homofobia se organizan de manera diferente en relación con las fuerzas locales y globales. (...) La homofobia sólo rara vez se asocia con la (homo)sexualidad (...). Se trata de un fenómeno que se produce a través de una compleja red de las desigualdades relacionadas con el género, la clase social y la raza. (Murray, 2009:3)

La homofobia, por lo tanto, trata de satisfacer un ideal de masculinidad basada en la heteronormatividad y la percepción de que cualquier rastro entendido como femenino debe ser eliminado con el fin de mantener su status como un signo de distinción (Nascimento, 2011). Dicho de otra manera, la visibilidad de la heterosexualidad y las expresiones de 4

virilidad, incluyendo el uso de diversas formas de violencia, son importantes para mantener la dominación masculina (Kimmel, 1997, Bourdieu, 1999, Welzer-Lang, 2001). En relación a lo masculino, hay que señalar que es en el ambito de las convenciones sociales de género que la homofobia adquiere otra dimensión, como un dispositivo regulador de las relaciones de género entre hombres. Como afirma Oscar Guasch (2007): La homofobia es un dispositivo de control social que marca los límites de género prescritos a los hombres y que estigmatiza a quienes no los alcanzan y también a quienes los quiebran. La homofobia se activa por exceso y por defecto. Sobre todo (pero no solo) entre varones jóvenes y adolescentes, el grupo de pares sanciona las actitudes y conductas consideradas poco viriles, usando calificativos que degradan y cuestionan la masculinidad. (Guash, 2007, p. 91)

Hay que llamar la atención que la homofobia también está presente entre personas homosexuales. Daniel Borrillo, jurista argentino, destaca el papel que juega la homofobia internalizada o interiorizada en la vida de gays y lesbianas. El autor advierte que: En una sociedad en que los ideales de la vida sexual y afectiva se construyen sobre la base de una superioridad psicológica y cultural de la heterosexualidad, parece difícil evitar los conflictos internos que resultan de una no adecuacion a tales valores. Por otra parte, los gays y lesbianas crecen en un entorno que se desarrolla abiertamente su hostilidad anti-gay. La internalización de la violencia, en la forma de insultos, declaraciones desdeñosas, actitudes morales, condenas o de compasión, conduce a un gran número de homosexuales que luchan en contra de sus deseos, causando trastornos psicológicos a veces graves, como la culpa, la ansiedad, la vergüenza y la depresión. (Borrillo, 2010, p. 101)

De esta manera, el tema de la homofobia esta presente en la vida de todos los hombres independiente a su orientación sexual: ya sea como el prejuicio y la discrimacion hacia las personas homosexuales; o como la constante vigilancia que regula las relaciones entre hombres. Amistades masculinas y las dinamicas de género El tema de la amistad ha adquirido relevancia en las ciencias humanas y sociales. Durante mucho tiempo, como afirma la antropóloga Claudia Rezende (2002), se creía que el dominio de la amistad era restringido al mundo privado, no constituyendo un tema interesante para comprender la realidad social y sus dinámicas. La noción de amistad como algo propio de las relaciones privadas y que involucra afectos y vínculos de intimidad en contextos de supuesta igualdad personal, en oposición al carácter prescriptivo y jerárquico de la familia, por ejemplo, estaría conectada al dominio de la subjetividad y, por lo tanto, relacionada al campo de la psicología. La reflexión sobre amistad masculina ha mostrado que el sentido de la amistad se fue transformando a través de la historia. Según Anne Vicent-Buffault, historiadora francesa, La amistad viril fue definida progresivamente en un ideal de desconfianza a la ternura y exceso de intimidad pasada a la adolescencia. Las imágenes de virilidad, autocontrol, alejan a los hombres de la

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efusión, salvo ocasiones excepcionales, lo que engendra momentos de relajamiento codificados en la sociabilidad de tomar bebidas alcohólicas o en el intercambio de conversaciones libertinas en la ausencia de mujeres. Esa fobia de contacto se acompaña de una idealización de la virilidad. (VicentBuffault, 1996, pp. 180-1)

Cabe destacar dos puntos presentes en esta reflexión. El primero está relacionado a la supresión de los afectos de los hombres por la búsqueda de un ideal de virilidad. Parece haber un consenso de que los hombres tienen dificultades de demonstrar afectos, de expresar sus emociones, bajo el riesgo de parecer frágiles –lo que sería considerado apropiado para el mundo femenino y no para lo masculino–, menoscabando su virilidad y, por consecuencia, su masculinidad (Price, 1999, Vale de Almeida, 2000, Nardi, 2004). Hombres adolescentes y jóvenes son especialmente expuestos a una intensa vigilancia de sus actitudes y comportamientos en que, todo lo que sea dicho y/o hecho, puede ser convertido en bromas que descalifiquen su status masculino (Da Matta, 1997, Kimmel, 1997, Way, 2011). Aunque esa vigilancia no termine en la juventud, es en ésta fase que los varones son más afectados por la necesidad de confirmación homosocial de la identidad masculina, haciendo que sus lazos afectivos con amigos de infancia y adolescencia, sean reevaluados, ahora, a la luz de las convenciones sociales de género de la vida adulta. Esta vigilancia, como apunta Niobe Way (2011), hace que los varones dejen de expresar los afectos en la relación con sus amigos, por el miedo de parecer “homosexual” o no masculino. El uso y el permiso para juegos agresivos en el contexto de la amistad son comunes entre los hombres (Walker, 1994). La presencia de bromas, chistes e ironías entre varones revela la tensión presente en las relaciones de amistad masculinas. Si por un lado, las amistades son vistas como relaciones basadas en “reciprocidad” y “espontaneidad”, por otro, la concepción de la masculinidad trae para el escenario de las amistades entre hombres, la “competencia”. Esa tensión constante entre colaboración, reciprocidad y competencia parece ser una característica diferencial para la amistad masculina, encontrando en las bromas, una forma privilegiada de expresión de la ambivalencia que existe en esas relaciones (Vale de Almeida, 2000, Rezende & Coelho, 2010). La amistad entre hombres presenta una dinámica singular, diferente de las amistades femeninas y de aquellas entre hombres y mujeres, como argumenta Karen Walker (1994). De acuerdo con la autora, mientras los hombres privilegian prácticas deportivas y comparten actividades públicas, las mujeres dividen sus preocupaciones sobre temas vinculados a la familia y a los hijos. En ambos casos, hay una ocupación del espacio público (por los hombres) y privado (por las mujeres) que sigue el patrón convencional de género. En relación a los y las homosexuales, Peter Nardi (2004) y Didier Eribon (2008) llaman la atención que las relaciones de amistad son fundamentales para su sociabilidad, muchas veces como sustituto de las relaciones familiares deterioradas por el tema de la homofobia.

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Amistades entre hombres homo y heterosexuales En su investigación, “Navigating differences: friendships between gay and straight men”, Price (1999) entrevistó a pares de amigos con la intención de mapear las dinámicas de relacionamiento entre ellos a partir de un referencial teórico de género. La autora enfatiza la idea de que ambos – heterosexuales y gays – están sujetos a la ideología de la masculinidad hegemónica, incorporándola de manera singular dependiendo de su trayectoria, de las interacciones sociales a que fueron expuestos, oscilando entre la adhesión a las normas establecidas o su rechazo. La autora muestra que la dificultad de establecer amistades entre heterosexuales y gays reside, en última instancia, en la ideología de género que constituye la identidad masculina: “los hombres no desvalorizan a los hombres gays solamente debido a sus prácticas sexuales ‘diferentes’, pero también debido a las actividades que son desviantes del orden de género” (Price, 1999, p. 2). Para Dwight Fee (2000) la relación de amistad entre heterosexuales y gays es orientada por el constante manejo de las diferencias y que no se limita a la orientación sexual per se, más está íntimamente relacionada a estilos de vida diferenciados y la confrontación con experiencias masculinas más diversas. En contrapartida, por transitar entre “los dos mundos”– fruto de la realidad social marcadamente heterosexual que los rodea– las experiencias heterosexuales son mucho más familiares para los hombres homosexuales. Price (1999) cree que las relaciones de amistad entre hombres homo y heterosexuales son capaces de impactar la óptica del género dominante. Según la autora: En general, los hombres heterosexuales experimentan una fuerte presión para oprimir a los hombres gays, y los hombres gays, debido a sus experiencias, tienen muchas razones para temer y despreciar a los hombres heterosexuales. Los hombres homosexuales y heterosexuales que son amigos se arriesgan a tener su autoestima e identidad evaluados por otros hombres. Al examinar cómo algunos gays y heterosexuales manejan los estereotipos y prejuicios para establecer una relación de amistad, espero contribuir a superar la división entre hombres gays y heterosexuales, una división que alimenta la desigualdad de género entre hombres y entre hombres y mujeres. (Price, 1999, p. 15)

En nuestra investigación, la convivencia entre homo y heterosexuales parece ser sometidos a tensiones que, en general, es resultado de tres temas sensibles en el ámbito de la masculinidad. El primero se refiere al acoso homosexual. Cuanto más intensa es la convivencia, mayor es la probabilidad de que el hombre heterosexual recibir una cantada (insinuaciones o propuestas de contenido sexual) por parte de hombres homosexuales. Las reacciones a estos avances de naturaleza sexual parecen depender de factores tales como la edad, la forma en que fueron abordados y el contexto en el que la insinuación ocurrió. En general, los jóvenes reaccionan con más violencia que los mayores. Uno de los entrevistados, psicólogo de 25 años, comparó la cantada recibida por un grupo de chicos, a la de una mujer que es abordada de forma grotesca e inconveniente por un hombre.

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Uma situação de ser cantado não é uma situação muito confortável. Eu imaginei como as mulheres se sentem quando o cara fala, por exemplo, coisas desagradáveis... [Psicólogo, 25 años, Rio de Janeiro]

Pocos son aquellos que recuerdan las insinuaciones de hombres homosexuales con buen humor. En este sentido, otro entrevistado afirmó que cuando eso sucedió con él reaccionó de forma bromista, como él comenta de la siguiente forma: Infelizmente, pra você, eu sou hétero... Mas se um dia, falei assim, eu achar que eu vou experimentar. Aí eu experimento com você. Você pode ter certeza. Tem o olho azul, louro, um cara bonitão né brother...’ Mas eu levo na boa, não tenho problema nenhum com isso. [Jornalista, 39 anos, Rio de Janeiro]

Aquellos que nunca han tenido insinuaciones de manera más explicitas y enfáticas, indican ese hecho como una señal de respeto, que oscila entre “ser respetado” y “hacerse respetar”. Ese parece ser uno de los temas más sensibles en la relación de convivio entre homo y heterosexuales. Interpretar un cumplido o halago como una insinuación sexual sugiere que esa situación los coloca en un área que sobrepasa la amistad y que roza con la arena sexual de la seducción. Por tanto, ser percibido como un “igual” (homosexual) es despreciativo para el hombre heterosexual. Muchas veces, el negar el halago o la insinuación, diciendo que no está interesado, no basta. Es necesaria que la negación sea mostrada de manera viril, con uso de la violencia, como una estrategia de resguardar la honra masculina (Kimmel & Mahler, 2003, Machado, 2004, Borrillo, 2010). El hecho que algunos hombres heterosexuales frecuenten lugares de sociabilidad gay, implica exponerse a ese tipo de situaciones. Según un entrevistado, insinuarse a otro (o a otra) es parte de la “naturaleza masculina”. De acuerdo con él: Eu acho que o gay é sacana, tem essa sacanagem masculina de… ‘tenho que comer todas, tenho que pegar todos…’ Nem todos, isso não é uma regra geral, mas eu acho que tem muito sim [Ator, 42 años, Rio de Janeiro].

Si la insinuación sexual es un punto sensible y, generalmente, detonador de conflictos y discusiones entre hombres homo y heterosexuales, la sospecha sobre la masculinidad del hombre heterosexual representa otro punto de tensión en esa convivencia. Como he presentado anteriormente, a formación de la identidad masculina heterosexual presupone la eliminación de cualquier trazo que pueda ser interpretado como femenino u homosexual (Badinter, 1993, Connell, 1995). Varios entrevistados, en algún momento, se encuentran con dudas sobre cómo administrar esa convivencia, y sus propia relación de amistad con sus amigos homosexuales. Cuando preguntándoles si ha existido una dificultad en la relación con hombres gays, uno de los entrevistados afirmó que él no dejaba de saludar a sus amigos gays de la misma manera que saludaba a otros amigos. De acuerdo con él: ... vou abraçar um amigo gay que encontrar em qualquer lugar. Vou abraçar, beijar o cara, como beijo amigos meus que são homens que eu encontro, dou beijo do lado amigão, irmão mesmo. Beijo no rosto numa boa sabe, sem problema nenhum. Um cara de 1,85 m é um “gayzão”, é sou “gayzão” com

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“G” maiúsculo por que gayzinho eu não posso ser. Pode pensar o que for... [Administrador, 44 años, Rio de Janeiro]

El discurso de él es impregnado por representaciones sobre la masculinidad homosexual a partir de la visión de un hombre heterosexual. El hecho de ser un hombre alto e con apariencia masculina lo pone en un lugar de valorización de su identidad masculina. No es por mera casualidad que él dice que no habría problema si pensaran que él es gay. No obstante, él sería un “gayzão” (rol activo) y no un “gayzinho” (rol pasivo). La valorización de su virilidad, si por acaso hubiera la sospecha sobre su heterosexualidad, no permitiría ser ingresado en el terreno del “gayzinho”, de lo “femenino” y, por tanto, de un segmento aun menos valorizado socialmente. Uno de los entrevistados distingue sus amigos “gays” de sus amigos “hombres”, marcando una posición entre “esos” y “aquellos”. Cabe resaltar que en todas las entrevistas el uso del término “hombre” se aplicaba solamente a los heterosexuales, en cuanto que los términos “gay” y “homosexual” eran usados indistintamente para identificar los hombres con orientación no heterosexual. El uso de esos términos marca más allá de la orientación sexual, es una distinción social entre ellos. Aunque en varios momentos, los entrevistados digan que no hay diferencia entre “hombres” y “gays”, es en el uso del lenguaje que se revelan tales distinciones y contradicciones acerca del género y de la sexualidad. La categoría “hombre” presupone y engloba la heterosexualidad. Dicho de otra forma, “ser hombre” es “ser heterosexual”. A categoría “gay u homosexual” (que son “los otros”) rotula, categoriza y localiza los hombres en un terreno muchas veces nebuloso y contradictorio en lo que se refiere a lo masculino. Es en ese sentido que al referirse al dualismo “femenino/masculino”, “heterosexual/homosexual”, Fry (1982, p. 109) argumenta que “la clasificación de las personas en personajes sociales es ciertamente una manera de controlar la experiencia social y de reducir su ambigüedad”. Otro aspecto interesante en el discurso de uno de los entrevistados es el uso de la expresión “amigo irmão” (amigo hermano). Esa expresión comúnmente usada entre hombres puede asumir dos lecturas en ese contexto específico. Una se alinea al pensamiento de valorización de la intimidad con otra persona que no es miembro de su familia y que, por el vínculo de afecto, se convierte en “hermano”. Representa una afirmación contundente de que esa relación es importante, verdadera e íntima (Rezende, 2002b). A segunda lectura trata sobre la desexualización de la relación entre esos hombres. Al afirmar que son “amigos hermanos”, el entrevistado expresa que cualquier contacto físico no puede ser visto con un sentido erótico o sexual, sino como afecto “no sexualizado” entre dos personas. La desconfianza sobre su heterosexualidad hace con que los hombres busquen reafirmarla de diferentes maneras, para diferentes interlocutores, revelando aquello que algunos autores llaman de “fragilidad de la identidad masculina” (Badinter, 1993, Vale de Almeida, 2000). Para Vale de Almeida “la masculinidad es un proceso construido, frágil, vigilado, como forma de ascendencia social que pretende ser” (Vale de Almeida, 2000, p. 17). La búsqueda incesante por el estatus de “hombre de verdad” constituye en las palabras 9

de Vale de Almeida (2000), un proyecto de ascensión social que tiene en el ideal de la masculinidad hegemónica su fin. Y, por último, hay un incómodo entre todos en relación al comportamiento afeminado que algunos hombres homosexuales poseen. Varios entrevistados hablaron sobre la “bicha pintosa” (con más plumas que un plumero), la “menina de 15 anos” (quinceañera), la “louca” (loca), la “bichinha” (mujercita), la “bibinha triste e ofendida” (chica fresa encaprichada), son algunas de las expresiones usadas por los entrevistados para referirse a los hombre gays que tienen un comportamiento “afeminado”. Estos se diferencian del comportamiento más valorizado para los hombres gays y aprobado por los entrevistados: aquellos de comportamiento “discreto”, con apariencia y comportamiento “viril” y, por tanto, “masculinos”. Cuando más esa persona se asemeje a los padrones convencionales de género, es más valorizado socialmente. Y eso revela una cuestión importante que traspasa todo nuestro análisis de la convivencia entre heterosexuales y gays a partir de un referencial de género y masculinidades: la tolerancia y/o aceptación en relación a la convivencia con hombres gays parece depender fuertemente de la capacidad que estos tienen de corresponder a las convenciones sociales de género. Cuanto más “straight gays” ellos fueran, más aceptados serán (Connell, 1992, Price, 1999). La óptica de género convencional que orienta los comportamientos para hombres y mujeres, seguida por un patrón de “moralidad” y de “normalidad”, son recurrentes en los discursos de los entrevistados. Para varios de los entrevistas, las relaciones de amistad con hombres gays representan la primera oportunidad de contacto más próximo con la homosexualidad masculina, despojándose de la perspectiva común basada en estereotipos. Según sus discursos, tratase de un proceso continuo de aprendizaje, en que ellos fueron expuestos a situaciones que nunca habían enfrentado y encontrándose con sentimientos y reflexiones nuevas para ellos. Sin embargo, un aspecto recurrente trata de la afirmación por parte de hombres heterosexuales de que sus amigos, en un primer momento, no parecen gays. Generalmente, eso es resaltado como una característica distintiva y de valorización del comportamiento “discreto” del amigo. Por ejemplo, uno de los entrevistados, hizo una mención a la masculinidad de los amigos gays, que de acuerdo con él: “meus próprios amigos, eles têm um jeito diferente. Eles não são afetados. Eles são masculinizados”. [Empresário, 27 años, Rio de Janeiro]

Una de las normas sociales vinculadas a lo masculino está relacionada al dominio del cuerpo y de sus gestos. Cualquier trazo o gesto que pueda ser interpretado como femenino debe de ser evitado. En el caso específico de la homosexualidad masculina hay una asociación directa con lo femenino. A partir de esa visión ampliamente aceptada en la sociedad, lo que dice el entrevistado de que sus amigos “son masculinizados”, o sea, no corresponden al estereotipo del gay femenino. Entre tanto, como él propio reconoce, ellos son “más expresivos”, revelando una “tendencia a la homosexualidad”, así aunque discreto, 10

mantienen algunos “amaneramientos” que llevan a la sospecha de su heterosexualidad. En tal sentido, un entrevistado califica a su amigo como “un malísimo gay” por ser masculino. De acuerdo con él: É um cara que passa perfeitamente por hétero. A gente até sacaneia ele, falando que ele é um péssimo gay. Por que ele foge daquele estereótipo gay que se interessa por roupas e decoração. Ele foge completamente. [Consultor en informática, 28 años, Rio de Janeiro]

Aunque los homosexuales convencionalmente considerados más masculinos ayuden a desconstruir el estereotipo de que todo gay es afeminado y la desestructuración en alguna medida de ciertas convenciones de género sobre la homosexualidad, al mismo tiempo, crease una jerarquización entre las diferentes posibilidades de ejercicio de la sexualidad homosexual, conforme hemos visto anteriormente (Parker, 1998, Connell, 1992, 1995). La valorización de la discreción en los comportamientos de los amigos gays corresponde, en alguna medida, a lo que se espera de una amistad “entre hombres”. Cuanto más viril y discreta fuera la apariencia del amigo, será más valorizado socialmente, quedando la amistad “más próxima” de una relación entre iguales, o sea heterosexuales. Parece que la homosexualidad “discreta” del amigo amenaza menos la masculinidad del amigo heterosexual. Con todo, no siempre la convivencia con gays acontece con esos registros de virilidad e discreción. Otro entrevistado comentó que muchas veces, sus bromas en relación a lo afeminado de sus amigos gays eran permeadas por comparaciones entre las formas de comportamientos entre los “machos” y los “maricones”: P: Eles [os amigos gays] te sacaneavam por ser hétero? R: Tem um grande amigo meu que hoje mora em Portugal. Ele é lindo assim, mas vaidoso até de se maquiar, de sair na rua… Aí, ‘Pô, tu vai sair comigo maquiado… É foda! Aí queima o meu filme…’ Eu falava. Aí tava em algum lugar e ele fazia algum comentário … Não é “adorei”, mas uma palavra que ele usava. Eu falava, ‘Não fala isso, macho não fala isso…’. Eram essas brincadeiras. Eu levava muito na boa.” [Actor, 42 años, Rio de Janeiro]

Con la convivencia, el entrevistado acaba incorporando algunos gestos considerados “afeminados” del comportamiento de sus amigos gays y se sentía vigilado por otros hombres. Às vezes eu tava em alguns lugares, eu ia pra casa da minha ex-mulher, quando eu via, eu tava pegando os caras me olhando com a perna cruzadinha, assim… Daí, ‘Caralho…’ Daí você [ele] tinha que mudar a postura… Sabe? Daí rola um pouco de, eu acho que rola um pouco de sacanagem, mas eu não me incomodo com isso não. Já passei da fase de me importar com o que eu sou, o que eu não sou.” [Actor, 42 años, Rio de Janeiro]

Aunque el entrevistado haya afirmado que no le importaba lo que otros hombres pensaban sobre él, reconocía que había un enjuiciamiento de su comportamiento. Y ese enjuiciamiento hacia que buscase otras posturas, otro control sobre su cuerpo considerado más viril y adecuado para los hombres (Vale de Almeida, 2000). Ese control, de acuerdo con 11

lo que fue evidenciado anteriormente, acontece con bastante intensidad desde la infancia hasta la juventud, pero no se agota en esas épocas del ciclo de vida. La vigilancia de la masculinidad sobre las conductas de los hombres sigue en la fase adulta, como mecanismo de control de las credenciales masculinas de un “hombre de verdad”. A manera de cierre Las relaciones entre hombres homo y heterosexuales están sujetas a tensiones que incluyen posibilidades de insinuaciones, de sospecha de la heterosexualidad y, consecuentemente, de la masculinidad heterosexual. La oposición “masculino-gay” parece no disolverse. El “hombre” presupone e incluye la heterosexualidad; el “homosexual” se ajusta a lo “gay” o “maricón” y, en algunas situaciones, al “hombre”. Los atributos masculinos de “virilidad y discreción” de los amigos homosexuales son muy valorados. En cambio, el “amaneramiento” se citó en varias ocasiones como producción de incomodo y malestares para los entrevistados. Parece que la tensión en la convivencia entre homo y heterosexuales no reside tanto en la sexualidad, sino en las convenciones sociales de género en que la presencia de lo “femenino” en lo “masculino” debe ser rechazada. Creemos que es esencial reconocer el papel que juega la homofobia en la construcción de las masculinidades y la manutención de las desigualdades entre hombres, y entre mujeres y hombres. Vivimos cada vez más con la visibilidad de las orientaciones sexuales que no se rigen por la heteronormatividad y las identidades de género que escapan a la polarización convencional de hombre/mujer. Esta pluralidad de experiencias sobre el género y la sexualidad provoca una serie de reflexiones sobre aspectos subjetivos, éticos, políticos, ideológicos y pedagógicos de las intervenciones sociales para/con hombres en la transformación de las relaciones de género. Senel Paz (1991), en el cuento cubano “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, muestra las tensiones en la improbable relación de amistad entre Diego (artista, religioso y homosexual) y David (revolucionario, ateo y heterosexual). El autor nos ofrece reflexiones tan provocativas sobre las diferencias, extrañezas, los miedos y los procesos de construcción, deconstrucción y parámetros de reconstrucción para vivir con la diversidad de experiencias masculinas; así para concluir, Diego (el “maricón”) dice a David (el “hombre”): “es en la convivencia con las diferencias que nos transformamos”.

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