Imaginarios coloniales en los vínculos dentro de los talleres textiles clandestinos en Buenos Aires.

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Descripción

Imaginarios coloniales en los vínculos dentro de los talleres textiles
clandestinos en Buenos Aires.






"Awada hace remeras de niños manga corta y larga,
se plancha y guarda. Mil quinientas prendas, y ganaba
40 pesos por día. Durante seis años estuve en negro.
Han ido inspectores a los que no se los dejaba entrar o
bien terminaban arreglando con el tallerista (el encargado),
nunca llegaban al fondo del taller. Ahí no hay aire, no tenemos
ventilador, no hay una mesa para poder comer. No tenemos
un baño como la gente. En el verano es insoportable. Si afuera
hace 35 grados, adentro parecen 60. Así tenemos que
aguantar la calor." Osvaldo Martín García







Introducción




El presente trabajo es un análisis, a partir de materiales relevados en
el campo por diferentes investigadores, que tiene carácter de aproximación
a la complejidad de los talleres textiles clandestinos en la Ciudad de
Buenos Aires y alrededores, desde la Antropología Política.

Pretendo aquí indagar en los vínculos que se dan en estas unidades de
producción de manufacturas entre los costureros inmigrantes, por una parte,
y entre ellos y los dueños de esos talleres. Esbozaré asimismo las
relaciones que se dan entre estos trabajadores traídos de países
limítrofes, en particular de Bolivia, y el circuito de clínicas, radios,
ferias, dueños de marcas renombradas que utilizan esa fuerza de trabajo,
policía, etc.

El taller textil es una unidad compleja para ser analizada, en la cual
se dan diversos tipos de articulaciones y todas ellas se encuentran
sostenidas por múltiples relaciones de poder, que son, en los diferentes
niveles (entre los trabajadores, entre ellos y los dueños de los talleres,
entre éstos últimos y los clientes, etc.), sumamente desiguales y dispares.
Hay también una profunda imbricación con el sistema de producción mundial,
capitalista y globalizado, que hace imposible analizar las características
de explotación laboral del taller textil solo como un fenómeno local. La
inquietud que motiva este trabajo es la de indagar si en estas relaciones
de poder se encuentra la presencia de rasgos coloniales de explotación, o
bien, si se trata de la adaptación de una tradición previa a la conquista
española que encontró su camino, subsistiendo hasta nuestros días.

Para ello, recurriré a describir y analizar los lazos familiares que se
dan en el seno del taller, ya sea entre los trabajadores, o entre éstos
últimos y los talleristas. No obstante, si bien esto puede ser esclarecedor
para el análisis de algunos vínculos, es solo un primer nivel de la
problemática, lo que podría constituir el ámbito más "cotidiano". Para que
éste exista, debe forzosamente haber un ámbito "exterior" al taller que no
solo demande sus productos, sino que se constituya en un factor que
posibilite sus condiciones de producción. Separaré, a los fines del
análisis este "exterior" en dos partes, pero cabe aclarar que no se trata
de fenómenos separados, sino que están mutuamente retroalimentados e
influidos. Por un lado, el circuito de quienes compran y consumen las
prendas, que va desde grandes marcas, hasta circuitos de gran informalidad,
cuyo ejemplo más difundido y paradigmático es la recientemente relocalizada
feria La Salada. El otro sentido en que puede ser analizado este ámbito
externo al taller, tiene relación con los movimientos migratorios y con
quienes hacen uso de ellos como medio de vida, rozando (en el menos
dramático de los casos) la trata de personas para la explotación laboral, y
en otros casos, articulando directamente redes criminales internacionales
que se dedican a la circulación de personas entre diversos países. Este
circuito tiene la característica de ser muy complejo y multidimensional, y
de involucrar a gran cantidad de actores sociales tales como funcionarios
(de Argentina y de Bolivia), policías, médicos, radios, funcionarios de la
embajada de Bolivia, periodistas, ONGs, e incluso la opinión pública. A los
fines de este trabajo y su extensión, no abundaré particularmente en este
último, y me dedicaré, en cambio, más extensamente a los anteriormente
mencionados.






En el área metropolitana existe un sistema
subrepticio neoesclavista de producción basado
en el tráfico de inmigrantes (en su mayoría de
Bolivia) indocumentados o a quienes se les
secuestran sus documentos de identidad una
vez que cruzan la frontera. Lucas Schaerer







Todo queda en familia




Decidí venir a Argentina en enero 2005. Había llegado a Bolivia mi tío
para una fiesta. Él siempre viaja para las fiestas, porque ellos bailan en
fraternidades. Entonces, ellos llegaron para la fiesta de Carnaval en el
predio de Alasita. Yo estaba teniendo algunos problemas en mi casa, y ese
año estaba decidiendo dejar de estudiar y ponerme a trabajar. Estaba
estudiando comunicación social. Cuando llegaron mis tíos, les comenté que
tenía decidido ponerme a trabajar. Y ahí es cuando la mujer de mi tío me
dice: "¿porqué no te vienes a trabajar a la Argentina? Te va a convenir
mas, vas a ganar en dólares, no vas a gastar en nada, ni en comida, ni en
pasajes. Yo te voy a dar todo y te vas a sacar tu sueldito". Cuando me dijo
que iba a cobrar en dólares yo me animé mas porque pensé que iba a poder
ahorrar, regresar a estudiar y ayudar a mi familia. (…) Finalmente vinimos
tres chicas desde allá. Una de ellas creo que era la hija de una vecina de
mi tía. Eso me animó un poco más, porque supuestamente era una conocida y
no me iba a venir sola. Ella se venía porque tenía a sus chiquititos que
mantener y los dejaba allá y se venía por un tiempo a trabajar. Había
también otra chica con la que habían hecho contacto a través de
conocidos[1].

El relato de Delia se repite en muchos testimonios de costureros que
atraviesan las fronteras argentinas para procurarse un futuro más
promisorio del que vislumbran en Bolivia. Una y otra vez, sobrinos, primos,
vecinos, compadres, conocidos en diversos grados de proximidad de
talleristas textiles que operan en un circuito "paralelo" -al legal- de
producción se encuentran dedicando 16, 17 o más horas diarias a la costura
de diversas prendas. Algunas irán a parar a exclusivos circuitos de diseño,
otros lo harán a ferias con similar grado de informalidad. A partir de los
testimonios de algunos de los costureros que han salido de este sistema,
podría decirse que hay un patrón en los mecanismos por los cuales estos
talleristas se procuran la mano de obra necesaria.

Ahora bien, la pregunta que me interesa desentrañar aquí es si hay en
las promesas que realizan los talleristas a sus allegados simplemente un
cálculo de los beneficios económicos que pretenden conseguir a sabiendas
del "engaño" que están llevando a cabo o, si por el contrario, quedarnos
solo con esto, sería realizar una lectura simplista y lineal, y estaríamos
dejando afuera la importancia de los vínculos familiares en la cultura
boliviana y su sistema de reciprocidad.

Silvia Rivera Cusicanqui plantea que, para comprender una parte de las
relaciones económicas que se dan en el seno del taller, hay que tomar en
cuenta que, tradicionalmente, en Bolivia, el joven, cuando empieza a
caminar por la vida tiene que comenzar por abajo[2]. En este sentido, es
fundamental analizarlas en el contexto de las relaciones de parentesco, es
decir, utilizando las palabras de Balandier, indagando la manera en que las
estructuras de reciprocidad están profundamente imbricadas con las
estructuras de subordinación[3].

Si bien Balandier se refirió a las sociedades denominadas segmentarias,
y al funcionamiento entre clanes y al interior de ellos, es interesante
pensar el rol político que comportan estas estructuras de reciprocidad al
interior del taller textil, y de que manera, si bien se dan condiciones de
explotación, su tolerancia y persistencia pueden estar animadas por lazos
de reciprocidades en los cuales los beneficios que obtienen quienes son
explotados, no son netamente económicos sino mas bien simbólicos, políticos
o incluso, espirituales. Para ilustrar esto último con un ejemplo tomaré el
concepto de reciprocidad diferida[4] desarrollado por Cusicanqui, que "es
lo que hacen tus papás contigo y tu tienes la obligación de hacerlo con tus
hijos. Tu mamá te ha cuidado a tu hija, tú tienes que cuidar a la hija de
tu hija, como una devolución a tu mamá. Diferido en el tiempo, se trata de
un circuito de devolución, éste fue explotado, ahora le toca explotar. (…)
Cuando pasaste el primer escalón tienes un cierto derecho a otra cosa, de
ahí pasas a un segundo y ya te puedes considerar autónomo y puedes
interactuar de igual a igual con tu antiguo explotador. Y él te va a dar el
kuti[5] de la devolución del prestigio: él va a tener que venir a tu
fiesta[6]".

Continuando con el ejemplo de Cusicanqui, hay en la tradición boliviana
una gran importancia asignada a las fiestas, y al status que deviene de
participar en diferentes aspectos de la organización de ellas, ya sea como
pasantes, bailando en diversas fraternidades, organizando la comida, la
decoración, etc., mostrando y ostentando una mejor situación económica,
producto de su trabajo. Todas estas actividades implican, en grados
diferentes y junto con otro tipo de requisitos, dependiendo del ritual de
que se trate, de inversiones de dinero. Es por ello que, cuando algunos
costureros regresan a Bolivia, y se hacen cargo de parte de la organización
de las fiestas de sus pueblos o comunidades, solo muestran una imagen del
progreso, bienestar y fortuna que obtuvieron al trabajar en Argentina, pero
no hay un relato de la totalidad de la experiencia vivida, lo que
despierta, a su vez, en otros parientes el deseo de viajar para trabajar y
"progresar" también. Como relata René, la mayoría no cuenta la experiencia
del trabajo en la costura, "uno viene a trabajar acá, a ganar su dinero, y
luego el que se va allá con un poco de dinero es un explotador mas, allá.
Hay quienes han trabajado mucho, que se han roto el lomo acá y terminan
allá así, haciendo lo mismo[7]".

En el caso de Delia, citado anteriormente, que, a diferencia de otros
testimonios de talleristas, tenía un contacto semanal con su familia en
Bolivia, (ya que ese había sido el acuerdo de su madre con sus tíos) nunca
les contó lo que estaba sufriendo en el taller, sino hasta que regresó a su
país, un año más tarde. Como ella misma relata, "una chica, por ejemplo,
trabajó un mes y empezó a reaccionar y contestaba todo, y mi tía la mandó
directamente a Bolivia. No le pagó nada y le dijo: "agradecé que te estoy
pagando el pasaje de vuelta". A otra que trabajó tres meses tampoco le pagó
nada y la despachó directamente. Y así hizo con varias personas. Sí hubo un
par que se escaparon. Yo me la encontré a una de ellas un par de veces,
consiguió otro trabajo. Me contó que se la cruzó a mi tía, después de que
se escapó, y mi tía le pegó [8]".

Hay, sin lugar a dudas, situaciones diarias de maltrato y abuso en los
talleres, en los cuales se explota la situación de los parentescos, o
incluso utilizando a los niños que cohabitan el mismo espacio, como parte
del cálculo de beneficios del tallerista, y que son introducidos en el país
de la misma manera que sus padres, como testimonia Gustavo Vera de la ONG
La Alameda, "como los jóvenes fueron los primeros en denunciar, eso obligó
a los talleristas a cambiar la modalidad y a traer grupos de familiares
enteros con gran cantidad de hijos, como para que lo piensen dos veces
antes de ir a parar a la calle. Traen gente de lugares muy lejanos del
interior, en algunos casos, que ni siquiera hablan castellano, lo cual
dificulta la posibilidad de que se puedan revelar. Sobre todo porque vienen
de vivir situaciones muchísimo peores que las del propio taller
clandestino[9]".

Volviendo a mi pregunta inicial en esta parte del trabajo, a partir de
los testimonios citados y retomando la cuestión del rol político en la
construcción de las estructuras de subordinación y su relación con los
lazos de parentesco dentro del taller, creo que es fundamental poder
indagar sobre la tipología de estos lazos, que son inicialmente, en todos
los casos, de algún grado de parentesco. Como describe Isla, en los barrios
mas marginados, se pueden encontrar lo que denomina familias en cluster,
esto es "ramilletes de hogares emparentados por ambos lados de la pareja
indistintamente, habitando viviendas diferentes pero próximas. Constituyen
relaciones muy complejas, pues despliegan lazos que unen en algún punto de
colaboración a hogares emparentados con alguno de los cónyuges o con ambos.
(…) Los lazos familiares primarios suelen utilizarse corrientemente para
canalizar diferentes tipos de ayudas, que por nimia que parezca es
fundamental para "parar la olla". Estas ayudas, apoyos, colaboraciones, de
alguna manera se deben devolver. (…) Estas redes sirven para amortiguar las
urgencias y los diferentes grados de fragmentación vecinal[10]". Hasta aquí
no parece haber una gran diferencia con el sistema aymara de reciprocidad
diferida, desarrollado por Cusicanqui y con el sistema de "favores" que
realizan familiares o compadres a trabajadores, para "ayudarlos" a
progresar a través del trabajo del taller. Los tres hacen referencia a un
sistema por el cual los parentescos articulan relaciones políticas entre
los miembros de la familia, tanto directa como extendida, en los casos
detallados estos vínculos implican una devolución, un compromiso y una
pertenencia, así como lealtades, y responsabilidades con los cuales debe
"cumplir" un miembro de un grupo dado, para continuar perteneciendo a él.

Pero los dos primeros tienen, fundamentalmente, un elemento que se
quiebra en el sistema del taller, y que es el factor diferencial que
termina "permitiendo" la continuidad de la explotación. Tanto el sistema de
pertenencia y familiaridad relevado en la barriada de Tucumán, como el de
la reciprocidad aymara tienen un profundo anclaje territorial, en el cual
son viables y tienen su razón de ser. Cuando el marco territorial, en que
se dan éstos vínculos, que debe ser por fuerza, de proximidad física entre
los parientes deja de existir como tal, se rompe toda posibilidad de que
estos vínculos sigan siendo mayoritariamente horizontales. Al
verticalizarse, ambos lados de la ecuación se tornan tan desiguales que
solo puede darse el beneficio de uno de ellos, pero en detrimento del otro.

En el relato de Delia, ella cuenta que no solo no recibía un trato
mejor, por ser la sobrina de los talleristas, sino que "tenía que estar más
comprometida a ayudarles porque era la sobrina. Es más, durante un tiempo
yo fui la maestra particular de mi primito porque no le prestaban atención
y él andaba con las notas muy bajas. No sabía ni leer ni sumar y yo me tuve
que hacer cargo de ayudarlo con las tareas. Ellos se enojaban porque yo sí
o sí lo tenía que ayudar a él y eso me restaba tiempo para estar en el
taller[11]". Esta situación de extrema explotación solo podía ocurrir por
encontrarse fuera de su red de parentescos y de pertenencia territorial, el
hecho de que sus tíos le retuvieran la documentación y que se encontraba en
un país extranjero del que desconocía las leyes y cuales eran sus derechos,
es un factor que agudiza esto, haciendo aún más difícil exigir que
respetaran "el contrato" verbalmente establecido en un primer momento[12].
Esto se hace aún más notorio en aquellos casos, en los cuales los
trabajadores, además de ser migrantes ilegales, y encontrarse en todas las
condiciones de inferioridad de poder antes mencionadas, no tienen un
dominio del idioma español.

Al analizar la importancia de estas redes de pertenencia y la
mencionada desigualdad, que es mayor conforme disminuye la posibilidad del
costurero o costurera de tener algún tipo de alternativa a la opción del
trabajo en el taller, resulta de gran importancia el análisis a partir de
la teoría de marginados y establecidos, de Elías. Parafraseando su
análisis, puede pensarse en un grupo de personas, dueños de talleres
textiles (establecidos) que utilizan su mayor grado de conocimiento de la
ciudad, del barrio y de las normas y leyes del país, y que, en tanto grupo,
tienen un mayor grado de cohesión entre sí, es decir se conocen en muchos
casos, en otros han trabajado juntos o algunos han sido "jefes" y otros
"empleados" y, finalmente, algunos de ellos son incluso parientes entre sí.
Hay otro grupo, que son más bien un conjunto de individualidades, sin
ningún grado de cohesión entre sí, y que por añadidura son inmigrantes
ilegales, desconocen cuales son sus derechos, tienen una gran necesidad
económica y, en ocasiones han dejado detrás de sí, en Bolivia, una familia
en condiciones paupérrimas que esperan su ayuda económica. "Un grupo
presenta un grado mas alto de cohesión que el otro, y este diferencial de
integración contribuye sustancialmente al excedente de poder del primero
(mencionado); su mayor cohesión capacita a tal grupo a reservar diferentes
posiciones sociales con un alto potencial de poder para sus propios
miembros, y esto por su parte refuerza su cohesión y la posibilidad de
excluir de ellas a los miembros de otros grupos[13]". Este diferencial de
poder es lo que permite que el grupo de establecidos ejerza su dominio
sobre el de los marginados. En el caso de las relaciones dentro del taller
textil, hay aún otro aspecto de la teoría de Elías que aparece con fuerza,
y es la cualidad que tiene este diferencial de poder de persistir,
favorable al grupo de establecidos aún en los casos en que la diferencia de
poder haya disminuido o desaparecido, a causa de la internalización y la
convicción de los dominados en dicho rol como suyo. Cuando Cusicanqui se
refiere a la devolución del kuti, por parte del anteriormente explotador al
trabajador que ha podido progresar, y que puede en esta nueva situación,
pasar la fiesta, suena inconfundiblemente a una validación para pertenecer
al nuevo "status". Desde luego, y por los testimonios analizados, que este
es un tipo ideal de resolución de la situación de la explotación que no se
da en todos los casos de costureros y costureras que han sufrido este tipo
de situaciones.

Para finalizar con este apartado, dedicaré unos párrafos a otra de las
situaciones que se viven cotidianamente en el taller, que es la de la
discriminación y violencia de género ejercida hacia las mujeres de diversas
maneras. Para tomar un ejemplo salido del cine, en la película "Talleres
Clandestinos", de la directora Catalina Molina, algunas escenas recrean el
acoso por parte del tallerista hacia una de las costureras. La directora
del mediometraje aclara que no se trata de un documental, pero que la
ficción fue guionada a partir de una extensa investigación realizada con ex
costureros, existen además numerosas denuncias que refieren a los abusos
sufridos por las costureras. El testimonio de Geraldine, que trabajó como
secretaria en una clínica en la que se atendían principalmente dueños de
talleres y sus trabajadores (luego desarrollaré este punto con más
detalle), se refiere a las condiciones en las que llegaban algunas de las
mujeres: "y eso ni que decir de los abortos, que ya se sabe cuando son
violaciones, y las chicas les cuentan a los médicos. Y la complicidad es
máxima porque saben de donde viene la violación y no dicen nada. Según lo
que me contaban los médicos, era eso: resignados en que no pueden hacer
nada y que bueno, es así. (…)Y en los casos de violación, los abortos los
pagaba el tallerista[14]".

Al buscar ejemplos de las contraprestaciones económicas recibidas por
los costureros y las costureras, también hay notorias diferencias.
"Chuequistas se les dice a quienes trabajan en la máquina recta y recién
están aprendiendo a hacerlo, por eso, en lugar de salirles una recta, les
sale una chueca. Generalmente son las mujeres las que manejan la máquina de
overlock, mas que nada por el sentir machista, porque quienes mejor ganan
son las personas que trabajan en la recta, en su mayoría, hombres[15]".
Como establece Isla, "las categorías que se utilizan para marcar y
construir diferencias entre "femenino" y "masculino" están siempre cargadas
de poder y hacen referencia en otros contextos de uso a valoraciones de
conductas públicas. Esas representaciones, volcadas al lenguaje cotidiano,
se manifiestan en las prácticas hogareñas y públicas. Las prácticas y las
representaciones atraviesan la posición social que ocupan los actores en el
espacio social. Pero además de la cultura local, las representaciones están
tamizadas por la memoria de la experiencia del actor, en la que se
inscriben las crisis vividas[16]".

Puede verse de que manera, al interior del taller se ponen en juego,
por una parte estereotipos de cómo "debe ser" una mujer, de cuales son sus
derechos y que cosas, ciertamente no lo son, reproduciendo las diferencias
de status que se dan entre los talleristas y los costureros por ellos
explotados, al interior de las relaciones entre costureros o, profundizando
aún más la enorme desigualdad de poder que se da entre los talleristas y
los otros, cuando éstos últimos son "otras". Existe todo un sistema social
que valida que la mujer debe ser sumisa y no "contestona", retomando el
testimonio de Delia, y es una mujer, paradójicamente, la encargada de
"poner en su lugar", a la trabajadora que reclama por sus derechos. Esto
demuestra hasta que punto puede verse en el día a día del taller
clandestino cómo se manifiestan esas prácticas y representaciones, a las
que hacía referencia Isla.

Ahora bien, tanto esta diferenciación en términos de poder, de la
legitimidad en los usos de la violencia y de las retribuciones recibidas de
acuerdo al género, así como la utilización de los parentescos desarrollada
al comienzo, poco tienen que ver única o mayoritariamente con la
supervivencia de costumbres ancestrales, trasladadas automáticamente con
los movimientos migratorios hacia la Argentina. Esto se debe a que, por una
parte, como establece Eric Wolf, "es un error pensar que el emigrante es
portador y protagonista de una cultura integrada homogéneamente que, o
retiene, o cede como un todo[17]", sino que estas pautas culturales en
ocasiones tienen un alto grado de contradicción interna, y a la vez, suelen
entremezclarse con otras, tomadas de otras culturas. Y, al mismo tiempo, en
estas sociedades que fueron explotadas -esencialmente por España- durante
el período colonial, como expresa Cusicanqui, "el conocimiento adquirido en
la explotación colonial se vuelve insumo para toda forma de
explotación"[18].

Antes de continuar con el análisis que despliega la autora sobre la
cuestión colonial, me interesa detenerme aquí en el criterio por el cual
Quijano define a la colonialidad y la diferencia del concepto de
colonialismo, ya que posibilita pensar, por un lado, el escenario general,
mundial en que ocurre esta peculiar manera de construcción de las
relaciones, y por otro, se introduce en los aspectos más cotidianos por los
cuales se da la posibilidad en la continuidad de ésta, que está
profundamente asociada con el concepto de dominación. El autor se refiere a
la colonialidad como "uno de los elementos constitutivos y específicos del
patrón mundial del poder capitalista"[19], y que toma como punto de partida
para la posibilidad misma de la existencia de este poder, la división de la
población mundial a partir de clasificaciones étnico-raciales. Y, desde
allí, "opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y
subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal"[20].
Cada uno de estos ámbitos, planos y dimensiones son los que construyen la
legitimidad simbólica que respalda los modos de hacer, de producir y de
vivir que se dan en el taller clandestino.

En este mismo sentido, Cusicanqui, señala más explícitamente los
lugares donde la presencia de la colonialidad construye la cotidianeidad:
"Hay una internalización del colonialismo en todo esto. No hay duda alguna.
Todas las estructuras han sido colonizadas, todo el imaginario social ha
sido colonizado. Y a su vez, tiene un potencial de insubordinación frente a
esa misma estructura. No es un mundo quieto de aceptación[21]". Pero, como
ella misma aclara, esas costumbres de explotación colonial, solo pueden
haber sido apropiadas por las culturas andinas y repetidas hacia el
interior de su propia sociedad, "negociando" algunas de las condiciones de
ese sistema a partir de sus propias reglas. Es decir, sería una especie de
mecanismo de explotación con un procedimiento reglamentado y estipulado por
el cual se da un progreso a través de ese mismo sistema, que permitiría, en
todos los casos el término de la explotación, una vez que los explotados
llegaran a cierto "status"[22].

Retomando la crítica que realiza Marshal Sahlins a la teoría del
Sistema Mundial, por no dejar espacio a las sociedades colonializadas para
que puedan actuar de acuerdo con sus propias normas, sino siempre y
únicamente en función de la dominación capitalista occidental, es allí
donde se encuentra el "techo" al que refiere Cusicanqui respecto a la
absorción que hacen de lo colonial las culturas andinas, que por este
mecanismo, deviene en una apropiación activa.

En este sentido, Sahlins les devuelve (por lo menos desde el análisis
teórico) la potestad a los pueblos originarios de pararse y accionar en su
propia historia frente a la colonialización, dejando de ser analizados como
meros receptores pasivos de las acciones de la metrópoli, otorgándoles el
carácter de seres históricos, realizadores de su historia en sus propios
términos, y "reelaboradores" de la influencia occidental. Para él, "los
efectos específicos de las fuerzas materiales globales dependen de los
diversos modos en que son mediados por esquemas culturales locales. (Ya
que) el presente orden global fue moldeado decisivamente por los llamados
pueblos periféricos, a través de los diversos modos en que ellos
articularon culturalmente lo que les estaba aconteciendo, (y porque,
además) la diversidad no está muerta, sino que persiste en la estela de la
dominación occidental"[23]. La tesis de Mary Louise Pratt sobre la
transculturación en la zona de contacto, avanza en esta misma
dirección[24].

Es, justamente, a causa de esta diversidad, que los objetos que la
metrópoli vende a los "nativos", aún generando una transferencia desigual
de recursos económicos favorables a ella, en algún punto, le otorga a ellos
una mayor riqueza en términos simbólicos, rituales o de otra índole, por
ser utilizados y valorizados en términos de esa cultura nativa.







"no admite discusión que entre fines de 2005

y principios de 2009 existió un vínculo laboral

entre Reparaz Fiori y la forma Kowsef SA, usufruc-

tuaria de la marca Kosiuko, en cuyo marco la impu-

tada tenía a su cargo la obligación de confeccionar

prendas de vestir, en su taller, identificado como

número 14, para la marca mencionada". Cámara

Federal de la Ciudad de Buenos Aires, 2011.







Un peculiar tipo de integración regional




El taller textil es una unidad de producción de manufacturas que
resulta incomprensible si no se analiza como uno más de los diversificados
mecanismos mediante los cuales las empresas nacionales y trasnacionales,
dentro del sistema capitalista y globalizado, multiplican sus ganancias
cada día. Para ello, existe una lógica del doble discurso por la cual,
grandes marcas hacen declaraciones públicas en las que dicen tomar una
serie de recaudos para con sus trabajadores o publican en sus sitios
oficiales de Internet cuales son, en teoría, sus políticas hacia sus
proveedores, mediante las cuales el que las condiciones laborales sean las
establecidas en las leyes de los distintos países en los que producen sus
bienes, suele ser un elemento central. Pero, al mismo tiempo, tercerizan la
mayor parte de su producción, de manera tal que el precio de venta puede
llegar a superar unas 70 veces el de costo en mano de obra. En el otro
extremo de la cadena de comercialización, se encuentran las diversas
ferias, informales y en muchos casos, ilegales, que subsisten gracias a una
serie de factores, en primer lugar, la gran afluencia de público, al mismo
tiempo, son el lugar ideal en el que los talleres, de variado tamaño e
igualmente variado grado de legalidad, puedan vender sus productos, en
muchos casos, marcas propias, en otros, imitaciones de marcas reconocidas.
Otro de los factores que hacen a la existencia de ellas son los
"empresarios" que se encargan de armar los predios, los puestos y una
mínima infraestructura, o bien que directamente, cobran a los puesteros por
el derecho de sentarse en la calle a vender. Finalmente, la mirada
"distraída" de policías, funcionarios municipales o provinciales, quienes a
cambio de sobornos de diferentes valores, no realizan los controles
correspondientes, es de gran importancia para mantener el circuito en
funcionamiento.

En la tercera división que propuse al principio de este trabajo,
coloqué a los movimientos migratorios ilegales, y a la red de instituciones
y personas que los posibilitan y colaboran en su funcionamiento.

En primer lugar se encuentran aquí los funcionarios de las aduanas, que
en muchos casos, en lugar de cumplir con las normativas respecto al
tránsito de personas entre países, "miran para otro lado" a cambio de
pagos, que habitualmente, terminan costeando los mismos costureros, cuando
los talleristas les descuentan el importe del viaje.

Otro eslabón de esta misma cadena son los estados que fluctúan entre
una ausencia de controles hacia las empresas y los talleres, y una franca
complicidad con los talleristas, de la que suelen participar funcionarios
de diversas reparticiones y niveles de jerarquía, especialmente policías,
pero también inspectores, etc. Entre uno y otro funcionamiento estatal, en
una variada escala de grises, habitualmente se encuentran los estados que,
ubicándose en la "periferia" del mundo, según Quijano, reproducen hacia su
interior las mismas relaciones de centro-periferia de las que son
"víctimas".

Otra parte importante de esa infraestructura la constituyen las
clínicas, en muchas oportunidades tan ilegales como los mismos talleres en
las que se atienden tanto los talleristas como los costureros. Dentro de
este mismo "anillo" de servicios que rodean al taller, se encuentran las
radios que escuchan y los boliches a los que asisten los costureros.

Finalmente, concluiré analizando brevemente el lugar de periodistas,
medios de comunicación y ONGs, respecto a los talleres.




Ganancias XXXL




Se ha repetido hasta convertirlo casi en panfleto, que sin clientes no
hay explotación, en ninguna de sus formas. Pero me interesa problematizar
esta afirmación, que si bien es ciertamente obvia, tiene otras
implicancias. Por un lado, visibiliza el funcionamiento mismo del
intercambio de bienes y servicios en el sistema capitalista y globalizado
en que vivimos, es decir la "famosa" ley de oferta y demanda, que tan
naturalizada está y que, por cierto, es imprescindible que así sea para la
continuidad del funcionamiento de dicho sistema. Y, por otra parte, podría
hacer suponer que esos clientes, a sabiendas de los sistemas de explotación
que son utilizados para satisfacer sus necesidades de consumo, continúan
comprando esos bienes solo movidos por sus deseos individuales, y que, tan
solo haciendo intermediar la buena voluntad de los consumidores, se
terminaría el negocio. Si bien es cierto en algún punto, creo que esconde
una trampa por la cual la trama que hace posible la existencia misma de los
talleres es clausurada e invisibilizada, dejando como únicos emergentes
ambas puntas del ovillo.

Pretendo aquí, en la medida en que la extensión y los alcances de este
trabajo me lo permitan, describir esquemáticamente los mecanismos básicos
por los cuales funciona, para continuar con la metáfora textil, ese
"ovillo".

Las grandes marcas, la mayor parte de las cuales son empresas
multinacionales, organizan la producción de ropa (que es el rubro que me
dedicaré a analizar) de manera tal que puedan, por un lado producir bienes
de alto valor agregado con los menores costos posibles. Hasta allí no hay
nada que haga suponer la violación de normas, ya que se trata del
funcionamiento del capitalismo. Pero el punto central de este engranaje es
que no solo se trata de migrar la producción de ropa a aquellos países o
ciudades que ofrezcan mayores ventajas comparativas (salarios, impuestos,
acceso a facilidades para el transporte de las mercancías, etc.) en
términos de las leyes allí vigentes, sino que, fundamentalmente, se eligen
lugares, generalmente muy empobrecidos y/o que tienen escasos o
inexistentes controles de esas normas, sumado a que los funcionarios
públicos encargados de ejercer los controles son más fácilmente
corrompibles, y que reproducen, al interior de sus países el funcionamiento
centro-periferia que los países más ricos ejercen allí.

Las marcas de renombre nacionales, con grandes volúmenes de ventas y
elevados precios en shoppings y otros centros comerciales, no están exentas
de este funcionamiento y utilizan los mismos mecanismos que las empresas
extranjeras.

En una investigación realizada por los periodistas Alberto Recanatini,
Mauro Saraniti, Paula Capristo y Fernando Cacurri para la radio FM La
Tribu, titulada "Made in Bajo Flores"[25], se devela (entre otras
cuestiones) como, a pesar de que la empresa holandesa C&A[26] decía tener,
en su página web un manual para los proveedores, con una serie de normas
estipuladas, cuyo incumplimiento derivaría en perder la condición de ser
proveedor de la cadena de locales de venta de ropa, compraba ropa a marcas
que tercerizaban su producción en talleres clandestinos montados en villas
miserias, lo que no solo les daba el beneficio de conseguir la mano de obra
muy cerca, sino que, al no pagar la electricidad tenían aún mas beneficios
en términos de sus costos. En estos casos, muchas veces los trabajadores
tenían prohibido salir, comiendo y durmiendo entre las máquinas de coser, y
los talleristas tenían el mismo sistema de traer inmigrantes indocumentados
para que no pudieran realizar la denuncia, pero no se trataba de solo de
talleristas de origen boliviano, sino también coreano. Por otra parte, la
ONG La Alameda ha denunciado, hasta la fecha más de 80 marcas nacionales e
internacionales de indumentaria, cuyos costureros producen en las peores
condiciones laborales[27]. El libro No Logo de la escritora y periodista
canadiense Naomi Klein ha sido también, un aporte en este sentido. En los
dos casos citados se trata de marcas legales, cuyas prendas se venden a
precios elevados en el circuito legal de comercialización.

Pero existe otro sector, de gran informalidad que es el de las ferias,
que suelen ubicarse en lugares céntricos de la Ciudad de Buenos Aires y el
conurbano bonaerense (y en ciudades de todo el país, pero me voy a centrar
solo en los del área metropolitana de Buenos Aires). Un ejemplo muy
conocido es el de la Feria La Salada, ubicada en Ingeniero Budge, a la vera
del Riachuelo, apenas traspasando el límite sur de la Ciudad de Buenos
Aires.

En esta feria, que es en realidad un gran predio en que funcionan tres
ferias diferentes, con sus respectivos administradores, articula diversos
modos de producción y les da salida al público en general, a revendedores,
y a comerciantes que tienen negocios "legales". Hay diferentes tipos de
unidades de producción: desde los talleres clandestinos que he descrito
hasta ahora, que realizan tanto imitaciones como marcas propias[28],
pasando por pequeños grupos familiares, que hacen economía de subsistencia
de este modo, que pueden hacer ambos tipos de prendas, hasta los mismos
talleres que costuran para grandes marcas (clandestinos en muchos casos) y
que realizan, a la vez, una producción paralela para colocar en la feria.
Sebastián Hacher cuenta como el empresario que tenía los derechos para
explotar la imagen de la serie "Casi ángeles" en ropa y bolsos, que "en La
Salada salían diez veces menos que en los shoppings. Centenares de
talleristas le ponían el logo de Casi Ángeles a cualquier prenda para
niños. Algunas eran imitación de las originales, pero la mayoría eran
inventos cuyo único objetivo era aprovechar el furor por la serie
televisiva. El dueño de la concesión (…) hizo una denuncia por fraude
marcario y fue con su abogado a recorrer los pasillos de La Salada para
notificar a los feriantes que estaban cometiendo un delito. Quique
Antequera, el administrador de Urkupiña, los acompañó por los pasillos para
que repartieran las cartas documento sin que nadie los saque a piedrazos.
Mientras visitaban los puestos, el rostro del empresario se ensombreció.
"Esos de ahí –dijo señalando a algunos de los infractores– son del taller
que trabaja para nosotros"[29].

Para concluir la cuestión del consumo y los circuitos de
comercialización, volveré momentáneamente a mi "panfletaria" frase inicial,
para describir, muy brevemente el lugar de los receptores últimos de las
prendas producidas por los talleres. Por la vía de las ferias o por la de
los negocios "legales", grandes cantidades de consumidores adquieren
prendas fabricadas en talleres clandestinos: están quienes compran marcas
renombradas, porque creen que no recurren a estos métodos de fabricación; y
los que, comprando en ferias o revendedores, desconocen los orígenes de la
producción; dentro de estos dos grupos, se encuentra la mayoría de las
personas. Se encuentran por otra parte, quienes, a sabiendas de las marcas
que producen en talleres ilegales, compran igual, porque "es moda";
quienes, conociendo la situación, compran en ferias tanto porque es mas
barato y dada la imposibilidad de acceso a originales, es la única opción
que tienen, o a quienes solo les queda esa opción, a pesar de no estar
interesados en "la marca" de la prenda en cuestión. En el segundo grupo
antes nombrado, también hay una gran cantidad de consumidores, son aquellas
personas que, en las palabras de Cusicanqui, "se le han hecho añicos en
este país las ilusiones del paraíso capitalista, producto de las sucesivas
crisis, y todos, por ese motivo se han vuelto mas humanos y mas
transgresores, porque todos compran pirata[30]". Es interesante intentar
desentrañar porque suelen ser estos consumidores, de clases medias,
quienes, en muchos casos exigen mayores controles en la inmigración[31] y
en las fronteras. Realizando una analogía con el caso de la flora
alienígena estudiada por Jean y John Comaroff, cuya problemática era, en
realidad, mucho mas profunda que una cuestión botánica, estos inmigrantes
ilegales eran percibidos en Sudáfrica como ""buitres económicos", que roban
los trabajos y los recursos, que fomentan el crimen, la prostitución y las
enfermedades[32]", no habría, en principio, una gran diferencia con lo que
ocurre en la Ciudad de Buenos Aires, que es junto con el Conurbano
bonaerense la zona donde se concentran estos talleres, ya que la población
boliviana que vive en otras provincias, suele dedicarse a otras actividades
económicas.




Redes de colaboración, redes de asfixia




Es innegable en este sistema, la importancia de las redes para su
funcionamiento. Redes que son de parentescos, de solidaridad, pero lo son
también de explotación, de aprovechamiento por parte de algunos en
detrimento de otros, redes de aceptación, pero también y en muchísimos
casos, de resistencia.

Desde el primer momento, para la existencia del taller tal como se da
en Argentina, intervienen los lazos de parentescos y de compadrazgos, esa
red primaria, como describí al inicio del trabajo, que es la que
proporciona la "mano de obra" necesitada de trabajar y deseosa de
progresar, ellos y ellas van a ser siempre quienes se encuentren en el
escalón mas bajo en términos de poder, para modificar su situación. A
continuación, es necesario atravesar las fronteras y allí es cuando se pone
en funcionamiento el mecanismo de complicidades y corrupción.

Ya sea como describe Delia, que al momento de traspasar la frontera, su
tía pagó por las tres jóvenes (en un puesto de control que está después de
la frontera) o como testimonian otros costureros, que han pasado sin
mayores controles, las fronteras no representan un reto para el ingreso al
país ni un lugar en el cual puedan ser defendidos los derechos de los
migrantes. Si bien estos sobornos a funcionarios aduaneros entran dentro
del cálculo de los "costos" de los talleristas por traer a los costureros,
en la mayor parte de las ocasiones terminan siendo trasladados a los
múltiples descuentos que le son hechos a éstos últimos y que no son
informados antes de viajar, sino siempre mas tarde, cuando ya no tienen la
posibilidad de negarse ni de decidir.

Continuando con las redes de complicidades, hay gran cantidad de
testimonios sobre cómo funcionan los "controles" de los inspectores, de la
policía y, en algunas ocasiones, de los mismos sindicatos. En la
investigación realizada para FM La Tribu, queda en claro como se articula
la ilegalidad con la mirada, por lo menos, "distraída" de los funcionarios,
cuando no abiertamente cómplice. Frente al aumento en cinco veces del
consumo energético en los barrios mas pobres de la Ciudad de Buenos Aires,
la empresa privada, Edesur, se limita a poner el medidor en la entrada y a
cobrar la factura al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, todo el tendido
eléctrico que hay dentro de las villas de emergencia lo hace este último,
ahora bien, dado el gran consumo eléctrico que tienen los talleres, el
servicio "se cae" habitualmente, allí es cuando, en lugar de inspeccionar
esos talleres y hacer cumplir con la ley laboral a los talleristas,
simplemente refuerza el tendido eléctrico para que el gran consumo que
tienen estas industrias no perjudique a los demás habitantes. Otro ejemplo
lo cita Gustavo Vera de La Alameda, respecto a los cientos de testimonios
que fueron presentados a la Defensoría del Pueblo, de costureros que
contaron que en los talleres en que han trabajado, la policía entraba a
cobrar la coima y a charlar distendidamente con el dueño del taller, de lo
cual este último alardeaba luego frente a los trabajadores, haciéndoles ver
que él tenía dominada la situación y que no era posible que ellos pudieran
revertirla[33].

Para que los talleres puedan funcionar como lo hacen, requieren de una
serie de "servicios" básicos: servicios de salud, de comunicación, de
circulación de dinero, de venta y reparación de máquinas, e incluso, de
ocio y recreación.

La salud es un factor de gran importancia y se han desarrollado, desde
hace algunos años, un tipo particular de clínicas que están en los márgenes
de la legalidad, en la mayoría de los casos. Geraldine, quien trabajó como
secretaria en una de ellas, cuenta que su funcionamiento es similar al del
taller en muchos aspectos. "Era una clínica de consultorios pequeños, de
pocas especialidades. En el que trabajaba yo era parte de una red de
consultorios, el dueño tiene tres o cuatro consultorios en Buenos Aires.
(…) Son consultorios privados, de doctores bolivianos. Es una clínica
abierta, pero, en su gran mayoría, tienen pacientes bolivianos. Cuando se
hacen demasiado conocidos en el barrio, parece que recién les agarra
confianza y van argentinos y los atienden. (…) En el que yo trabajaba era
legal a medias, porque el dueño de la clínica, por tener matricula
legalizada aquí en Buenos Aires podía ejercer como médico. La mayoría de
sus trabajadores médicos, no tenían matricula legal. (…) Eran médicos ya
egresados en Bolivia pero que aquí no pueden sacar la matrícula o les es
muy difícil. Hay muchos que recién llegan, igual, vienen a ejercer. Hay
muchos que dicen que son médicos y vienen a ejercer. (…) El público que se
atiende es, obviamente, de la colectividad boliviana, gente que trabaja en
los talleres, mucha gente que trabaja en los talleres. Talleristas también.
Son los que primero asisten, en realidad. Y después asisten sus costureros,
sus empleados. Después la gente que trabaja en verdulerías, muy poca".

"(El tallerista) viene, conoce la clínica, las especialidades, empieza
a conocer al médico, a todos ellos, y después como que agarra mucha
confianza y empieza a traer a la gente. Y te dice –Voy a traer una prima,
que está mal. Y cuando empiezan a traer a sus supuestas primas, te das
cuenta de que no tienen ningún tipo de parentesco. Vienen y las hacen
atender, pero solo en casos de que estén muy mal. (…) Poco después (de ser
derivados a hospitales por enfermedades tales como tuberculosis) no es
extraño que vuelva el mismo dueño del taller y te diga: -A mi me pasó que
se había muerto el paciente que había traído hace una semana atrás.[34]"

El tallerista es quien se encarga de realizar el arreglo económico con
la clínica, lo que genera una gran complicidad por parte de ésta, ya que,
en muchos casos los costureros y costureras les cuentan a los médicos las
situaciones que viven en el trabajo y los abusos. Pero, a pesar de que
estos médicos, que reciben pagos mínimos por su trabajo, dado que al no
tener matrícula, no pueden ejercer la profesión, y que se encuentran
respecto al dueño de la clínica, tan dependientes como los costureros de
los talleristas, se piensan a sí mismos como muy ajenos a esa problemática,
en una mayor jerarquía. Hay aquí un caso similar al de los funcionarios,
quienes, encontrándose en una situación de subalternidad en términos de los
centros del poder mundial, repiten, con los más desfavorecidos esa misma
relación. Se trata de lo que Quijano conceptualiza como "la racialización
de las relaciones de poder[35]", que solo contribuye a mantener y
multiplicar la colonialidad de las relaciones sociales.

Respecto a la cuestión del ocio, no se trata de un área de "servicios"
prestados a los talleres particularmente extendidos, ya que, en general,
suele ser muy poco el tiempo libre que tienen los costureros y las
costureras para dedicarlo a descansar y a divertirse. En algunos boliches
se da una situación similar a la de algunas clínicas, ya que no son lugares
abiertos al público en general, sino que son específicos para trabajadores
de los talleres textiles, que son llevados allí por los talleristas en
ocasión de la celebración de determinadas festividades. En muchas radios de
la colectividad boliviana, hay manejos similares, ya que éstas se
encuentran en manos de las patronales de talleristas, y desde allí se
ejercen un doble proceso de control de los costureros, por un lado la
exacerbación de la "boliviandad" como opuesta a la posibilidad de
integración, y por otro, la difusión de noticias distorsionadas que evitan
la posibilidad de la denuncia, basándose en el miedo que generan. Sebastián
Hacher relata el caso de un costurero que logra salir del taller para
comprar unos medicamentos para su esposa, y que al hacer esto se acerca
hasta la sede de La Alameda para contarles las condiciones en que lo tenían
a él, a su esposa y a sus dos hijos, "me dijeron –le dijo a su esposa,
Daisy, al regresar– que el día viernes nos van a sacar. Tenemos que estar
listos, preparados. Van a venir con los inspectores a allanar. (…) La
inspección de la Secretaría de Trabajo porteña llegó al taller el viernes a
las 19 horas. Un grupo de gente de La Alameda acompañó a los inspectores
para garantizar que Luis y Daisy pudieran salir a la calle. (…) Entre los
curiosos que se agolpaban en la calle apareció Alfredo Ayala, que defendía
a los dueños de los talleres clandestinos. Enseguida se comunicó por handy
con otros talleristas. –Los de La Alameda –mintió –se quieren llevar las
máquinas. La noticia se reprodujo en algunas de las radios de la comunidad
boliviana, y varios dueños de talleres se convocaron en la puerta del
lugar. A las 21 horas había cien personas del lado de los talleristas y
treinta que esperaban que Luis saliera[36]". Es por ello, que cuando
comienzan a salir de estas situaciones de pasar todo el día trabajando
dentro del taller, los costureros comienzan a organizarse en agrupaciones
de diversa índole, para por una parte, sentirse "entre paisanos", y por
otra, no terminar en una situación de "guetificación", y allí se integran
con el barrio o la ciudad, pero reforzados en su identidad.

Para concluir con esta parte del trabajo, señalaré brevemente algunos
ejemplos del lugar de los periodistas, los medios de comunicación y las
Organizaciones No Gubernamentales. En el caso de estas últimas, desarrollé
hasta ahora el lugar que ha tenido La Alameda. Esta ONG ha sido la que ha
tenido mayor visibilidad, en Argentina, en cuanto a sus denuncias y al
trabajo realizado en conjunto con organismos del estado nacional y de la
Ciudad de Buenos Aires. Como Gustavo Vera, presidente de esta ONG relata,
este rol de denunciar el trabajo en condiciones pauperizadas, les ha
generado amenazas y agresiones por parte de, por ejemplo, una de las
organizaciones que nuclea a los talleristas, quienes atacaron en varias
oportunidades una de las sedes de la ONG.

Los medios de comunicación han realizado acciones dispares respecto a
esta situación, como el mismo Vera aclara, ellos buscaron hacer las
denuncias en aquellos medios que no tenían publicidad de las empresas que
incurrían en este tipo de producción o, de manera indirecta, de violencia,
a través de los talleristas. "Es que son las propias marcas las que
financian los principales programas de televisión, los principales
informativos donde los políticos anuncian sus campañas, con lo cual había
una especie de dictadura sobre la opinión pública en ese aspecto, sostenida
por los Cheeky, los Kosiuko, los Awada, los Puma. Romper este circuito
costó realmente mucho tiempo. (…) Por ejemplo, yo recuerdo un grupo
económico de medios audiovisuales que salió a matar a Cheeky porque no
tenía publicidad y después ese mismo medio se llamó a silencio cuando
Cheeky invirtió en anuncios[37]".

Algo similar ocurrió con la investigación antes citada, realizada para
FM La Tribu, que solo salió en la mencionada emisora y en Radio Nacional,
las restantes se negaron a pasar la investigación, porque las marcas
denunciadas son las mismas que el día de hoy inyectan un flujo de pauta
publicitaria de millones y millones de pesos por mes.

Pero, al mismo tiempo, gracias a la visibilización en estos medios, más
o menos masivos, pudo problematizarse la situación y poner de manifiesto
esa parte de responsabilidad de los consumidores, de la que hablaba al
inicio.



"'Algunos tenían colchones, pero nosotros dormíamos
sobre unos pedazos de cartón tirados en el piso, al
lado de las máquinas', cuenta Sonia, que, además,
tenía que soportar el sufrimiento de su hijo Hugo,
que en ese momento tenía ocho años. 'El me decía:
«Mamá, yo quiero ver la tele», pero los hijos del dueño
le pegaban, así que yo lo traía conmigo y le pedía que
me ayudara con las etiquetas para que no se aburriera',
relata. Huyó luego de tres meses, en los que recibió
sólo $ 40 y tres garrafas de gas." El drama de vivir como
esclavos, La Nación, 1/04/2006.







A modo de cierre




El taller textil clandestino es a la vez, una realidad multiforme y la
condensación de diversas formas de producción y del trabajo en el mundo
capitalista globalizado. Esta realidad está entretejida con grandes
necesidades por parte de quienes ven en la migración la última esperanza
para la subsistencia, por un lado; por otro, por las diferencias en
términos de existencia de trabajo y de infraestructura habitacional, de
salud, y educación, entre países vecinos dentro de la misma región; y por
otro de quienes en cada paso de la producción reducen enormemente los
costos para, con ello, ampliar sus márgenes de ganancias, sin mayores
reparos en lo que se pierde o destruye en el camino.

Intrínsecamente ligada a esto se encuentra la estructura de las
relaciones de trabajo, distribuido mundialmente, en torno de la
colonialidad del poder, categoría elaborada por Quijano, que nos permite
pensarlo de manera más completa e interrelacionada. Esta distribución del
trabajo, es la que dividió el mundo dualmente en "centro" y "periferia",
legándonos una relación capital-trabajo esencialmente salarial en el centro
y de esclavitud, servidumbre, producción mercantil simple y
reciprocidad[38], en la periferia. Pero es importante poder pensar este
centro y la periferia, no como regiones claramente establecidas, con
notorios límites geográficos, sino más bien como estructuras móviles y
cambiantes, y que están profundamente imbricadas entre sí. Siempre se
encuentran juntos e interdependientes y se reproducen tanto al interior de
los centros, como al de las periferias: aún en las regiones más
desfavorecidas existe un centro, que vive emulando la vida de otros centros
y, a la vez, en el interior de las zonas económicamente más prósperas,
existen periferias que luchan cada día por salir de ese lugar.

Aquí es donde quiero detenerme por un momento, para puntualizar de qué
manera, debido a que, como establece Quijano, la relación de las personas
con el poder es siempre conflictiva, existen mecanismos de lucha y de
resistencia a las formas de vida y de producción que se dan en los talleres
textiles. Por un lado, existe un cálculo que realizan los costureros en
términos de posibilidades de ahorro, crecimiento y de ayuda a sus
familiares que no han podido viajar. Ese cálculo implica una aceptación de
las normas de tiempos de trabajo y de remuneración que, pasado el momento
inicial de la llegada al país y de este primer desengaño respecto a lo que
había sido pautado en Bolivia, tiene un carácter temporal, "por un tiempito
nomás, junto algo de dinero y me regreso" repiten una y otra vez costureros
y costureras. Este regreso puede o no concretarse, por razones que ya han
sido analizadas.

Este refugio en una aceptación temporal de las condiciones de
explotación es el "techo" al que se refiere Cusicanqui, a la absorción de
la normativa colonial por parte de las personas que se encuentran en la
subalternidad. Es en estos mecanismos de resistencia, donde se ponen de
manifiesto y perviven aquellos quehaceres relegados por los saberes y las
formas de hacer y vivir socialmente validados por el capitalismo.

Pero los "techos" o límites a esta aceptación de las normas, no tienen,
en todos los casos, la misma altura, debido a las condiciones de producción
del mundo globalizado y de las imperiosas necesidades de algunos sectores
de la población. Y conforme avanzan los niveles de flexibilización y
pauperización laboral, y los diferentes estados por acción u omisión,
resignan controles a las empresas y protección hacia los trabajadores, para
atraer el flujo de capitales que buscan, a su vez, menores controles y
mayor potestad para ejercer libremente sus actividades económicas, su
altura crece sin cesar.
























Bibliografía


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directora-de.html

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-7802-2007-09-
30.html

Como presos en talleres de baja costura
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/ 3-58447-2005-10-26.html
-----------------------

[1] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011. "Del taller
clandestino a la ocupación de la plaza Flores. Entrevista a Delia". En: De
chuequistas y overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles.
Tinta Limón Ediciones y Editorial Retazos, 57, 58.

[2] Ibíd., 19. Silvia Rivera Cusicanqui plantea una diferencia de status,
mas que de clase (en el sentido marxista) en el cual solo aquellos jóvenes
que hayan heredado una fortuna o puedan disponer de rentas que no han
surgido de su trabajo, sino de la explotación de otros, pueden no estar
sujetos a "tener que transitar" este primer escalón, que involucra,
siempre, un gran esfuerzo. No obstante ello, en el taller se dan una serie
de relaciones que, en la mayoría de los casos, poco tienen que ver con la
estructura de reciprocidad andina en su estado original, como desarrollaré
más adelante.

[3] Balandier, Georges 2004 (1967)."Parentesco y poder". En: Balandier, G.
Antropología Política. Buenos Aires: Ediciones del Sol, 123.

[4] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-24

[5] El significado central de la palabra quechua kuti es "giro" o "vuelco"
de 180º, o un 'regreso' para llevar a cabo un
'progreso'. http://biznews.pe/morosini/kuti

[6] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 23

[7] Ibíd., 94

[8] Ibíd., 71

[9] Ibíd., 41

[10] Isla, Alejandro 2006. "Violencias públicas y privadas en la producción
de familia y género". En Miguez, D y Semán, P. (eds): Entre Santos, Cumbias
y Piquetes. Las Culturas Populares en la Argentina Reciente. Buenos Aires:
Biblos, 120.

[11] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 62-63.

[12] Esto es una constante, como relata René, en ningún taller se hacen
contratos escritos. Si existieran algún tipo de contrato en los casos de
aquellas personas "que tienen un poco de conocimiento" esto es "solo para
la instancia de Bolivia. Porque al cruzar la frontera nomás ya están
violando tus derechos, ya al sustraerte la documentación". Ibíd., 93.

[13] Elias, Norbert 1997 (1965). "Ensayo teórico sobre las relaciones entre
establecidos y marginados". En: Elias, N. La Civilización de los Padres y
Otros Ensayos. Bogotá: Norma, 87

[14] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 89-90.

[15] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 3.

[16] Isla, Alejandro 2006. Entre Santos, Cumbias y Piquetes…, 126.

[17] Wolf, Eric 2000 [1982]. "Los nuevos trabajadores". En: Wolf, E. Europa
y la Gente sin Historia, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica,
Introducción, 323

[18] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-24.

[19] Quijano, Anibal 2000. "Colonialidad del poder y clasificación social",
Journal of World-Systems Research XI. 342

[20] Ibíd., 342.

[21] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 22-24..

[22] Me parece oportuno aclarar aquí porque utilizo el término "status" y
no "clase". El sistema por el cual se da la explotación en los talleres
tiene una profunda relación con la concepción del tiempo para los pueblos
andinos, que es circular, en este sentido "status" hace mas referencia a un
"momento" que a lo que, desde el marxismo podemos entender como "clase".
Además, como relata José "Gringo" González (ex cónsul de Bolivia en
Argentina) en muchos casos, talleristas y costureros no pertenecen a clases
diferentes, ya que viven en los mismos lugares, hacinados, comen lo mismo y
tienen la misma atención médica (Colectivo Simbiosis y Colectivo
Situaciones 2011, 39), la única diferencia entre unos y otros es su
"status".

[23] Sahlins, Marshall 1990. "Cosmologías del Capitalismo. El sector
transpacífico del sistema mundial", Cuadernos de Antropología Social 2(2),
96.

[24] "Si bien los pueblos subyugados no pueden controlar lo que la cultura
dominante introduce en ellos, pueden, sin embargo, determinar (en grados
diversos) lo que absorben para sí, como lo usan y que significación le
otorgan". Pratt, Mary Louise, 1992 (reedición de 2011). "Introducción: la
crítica en la zona de contacto". En Ojos Imperiales. Literatura de viajes y
transculturación. Fondo de Cultura Económica, p. 32

[25] http://podcast.fmlatribu.com/?id=97. Años 2004-2005

[26] Ha cerrado sus locales en Argentina a mediados del año 2009.

[27]http://laalameda.wordpress.com/2011/04/11/el-listado-de-los-prostibulos-
talleres-textiles-clandestinos-y-venta-de-droga-en-liniers/. Y Colectivo
Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 49.

[28] Como describe el Colectivo Situaciones, dado que muchos talleristas
producen sus propias marcas, lo que allí se vende suele producirse en las
peores condiciones, porque también hay menos exigencia de calidad que
cuando se costura para grandes marcas. En el testimonio de Helena, quien
dice que realiza remeras "inspiradas" en marcas chicas, que se venden en el
circuito de diseñadores de Palermo, en lugar de imitaciones de grandes
marcas: "Lo mío es simple: un poco de tela y un estampado. Salen menos que
una pizza. Eso si, no me pidas calidad" (Sebastián Hacher 2011, 121)

[29] Sebastián Hacher 2011, "Una convención de fabricantes sin patentes".
En: Sangre Salada, una feria en los márgenes. Editorial Marea. 113.

[30] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 26.

[31] Podría inferirse una relación de cierta afinidad con esta propuesta,
que fue uno de los reclamos hechos al gobierno nacional por el Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en ocasión de la ocupación del
Parque Indoamericano por familias en situación de gran vulnerabilidad
social, dado su alto porcentaje de adhesión en su reelección en los últimos
comicios.

[32] Comaroff, Jean & John 2002. "Naturalizando la nación: aliens,
apocalipsis y el estado poscolonial". Revista de Antropología Social
11(2002). 114.

[33] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 40.

[34] Ibíd., 85-89

[35] Quijano, Anibal 2000. Journal of World-Systems Research. 374.

[36] Sebastián Hacher 2011, 201.

[37] Colectivo Simbiosis y Colectivo Situaciones 2011, 45.

[38] Quijano, Anibal 2000. Journal of World-Systems Research. 376.
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