IgnacioCabello, Cruzadas y Mundo Mediterráneo (ss. XI-XIV) [Apuntes]

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI-XIV) IGNACIO CABELLO LLANO Septiembre – Diciembre de 2015 Universidad Autónoma de Madrid [email protected]

TEMA 1 - IGLESIA Y VIOLENCIA. ORÍGENES DE LA GUERRA SANTA CRISTIANA (SS.V-XI) TEMA 2 - DEL “MOVIMIENTO CRUZADO” A LA “PRIMERA CRUZADA” (S. XI) TEMA 3 - INSTITUCIÓN Y UNIVERSALIZACIÓN DE LA NOCIÓN DE CRUZADA (S. XII) TEMA 4 - “DESNATURALIZACIÓN” DE LAS CRUZADAS (SS. XIII-XIV) TEMA 5 - GUERRA SANTA Y CRUZADA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (SS. XI-XIV)

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IGNACIO CABELLO LLANO

TEMA 1 - IGLESIA Y VIOLENCIA. ORÍGENES DE LA GUERRA SANTA CRISTIANA (SS.V-XI) 1. LA VIOLENCIA SAGRADA EN LAS GRANDES TRADICIONES RELIGIOSAS

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1.1 CULTURAS SEMÍTICAS PRÓXIMO-ORIENTALES: EL HEREM Y LA TRADICIÓN DE ISRAEL

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1. PRIMERA FASE: GUERRA SANTA CLÁSICA O BELICISMO YAVHISTA (SS. XIII-VI A.C.) 2. SEGUNDA FASE: GUERRA SANTA POSTEXÍLICA (SS. IV A.C. – II D.C.)

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1.2 TRADICIÓN HELENÍSTICO-ROMANA: LA “GUERRA JUSTA”

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1.3 LA VIOLENCIA Y LOS PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO

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1. PRIMEROS POSICIONAMIENTOS 2. PRIMERAS ELABORACIONES DOCTRINALES: SAN AGUSTÍN DE HIPONA 1.4 EL YIHAD ISLÁMICO

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A) EXPLICACIÓN TRADICIONAL

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1. FASE DE NO CONFRONTACIÓN (610-612) 2. FASE DE COMBATE DEFENSIVO (612-622) 3. FASE DE GUERRA OFENSIVA CONDICIONADA (6224. FASE DE GUERRA OFENSIVA INCONDICIONAL (624-632) B) EXPLICACIÓN MODERNA DE FIRESTONE

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1. ALEYAS PACIFISTAS 2. ALEYAS BELICISTAS QUE EVIDENCIAN LA EXISTENCIA DE GRUPOS PACIFISTAS 3. ALEYAS QUE INTRODUCEN RESTRICCIONES AL COMBATE 4. ALEYAS QUE EVOCAN CON ÍMPETU LA GUERRA RELIGIOSA

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2. GUERRA, PENITENCIA Y SALVACIÓN EN EL OCCIDENTE CRISTIANO: LA CONFIGURACIÓN DOCTRINAL DE LA GUERRA SANTA CRISTIANA

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2.1 CONTRADICCIONES INICIALES DE LA FASE GERMÁNICO-CAROLINGIA (SS. VI-IX): EL APOYO PONTIFICIO 20 DE LAS GUERRAS Y LA CONDENA DE LA ACCIÓN GUERRERA 2.2 LA “GRAN REVOLUCIÓN DOCTRINAL” (SS. IX-X)

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A) EL MOVIMIENTO DE LA “PAZ DE DIOS”

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B) EL MONOPOLIO PONTIFICIO DE LA VIOLENCIA

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1. LA SACRALIZACIÓN DE LA CABALLERÍA 2. LA GUERRA COMO VÍA PENITENCIAL DE PURIFICACIÓN

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

TEMA 1 - IGLESIA Y VIOLENCIA. ORÍGENES DE LA GUERRA SANTA CRISTIANA (SS.V-XI) 1. LA VIOLENCIA SAGRADA EN LAS GRANDES TRADICIONES RELIGIOSAS En la Antigüedad no hay guerras que no sean guerras religiosas –hasta el siglo XVIII no hay ninguna guerra que no sea religiosa–. ¿Qué es una guerra religiosa, una guerra santa? Es aquella que se sujeta a unas pautas de ritualización, es decir, a unos mecanismos que se refieren al menos a tres aspectos: -

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Justificación divina de la guerra. Toda guerra en la antigüedad es ordenada o aprobada por los dioses. Acogimiento o búsqueda de la protección y colaboración divina. Es difícil encontrar una guerra en la antigüedad donde no se produzcan rituales sacrificiales para obtener la colaboración de la divinidad en la contienda. Ofrecimiento del botín a los dioses. Es difícil encontrar una guerra en la antigüedad cuyo resultado-botín no sea ofrecido a los dioses en agradecimiento por la victoria.

Por tanto, si toda acción bélica en la antigüedad sigue estas tres pautas –la guerra ordenada o aprobada por la divinidad; acogimiento a la protección divina; y en la que el botín es ofrecido a los dioses–, todas las guerras en la antigüedad son sacrales, sagradas. Una guerra religiosa no es religiosa porque sea motivada por cuestiones religiosas: la vida y la mentalidad antigua y medieval están tan impregnadas de lo religioso, que la guerra no es excepción. Para el hombre antiguo, religioso, todas las motivaciones son religiosas. No es que hubiese guerras religiosas y guerras no religiosas: las guerras eran guerras y el hombre era religioso. «La guerra, a lo largo de la historia, se ha visto siempre asistida por elementos sacralizadores tendentes a justificarla. Todos los pueblos de la Antigüedad combatían en nombre de sus dioses, a ellos consultaban el inicio de las campañas y a ellos les dedicaban sus frutos. Las guerras eran las de los dioses que presidían la vida religiosa de los pueblos que las protagonizaban […]». 1

1.1 CULTURAS SEMÍTICAS PRÓXIMO-ORIENTALES: EL HEREM Y LA TRADICIÓN DE ISRAEL 2 Hay que establecer dos periodos en la historia de Israel en los que la concepción de la guerra cambia. Los judíos no siempre vieron la guerra santa de la misma manera. 1. PRIMERA FASE: GUERRA SANTA CLÁSICA O BELICISMO YAVHISTA (SS. XIII-VI A.C.)

Esta primera fase transcurre desde el siglos XIII –asentamiento en tierras cananeas de un pueblo protojudío, que comienza a sedentarizarse en esas tierras de Canaán– al siglo VI a.C. –la monarquía davídica israelita desaparece por la toma de Jerusalén por parte de Nabucodonosor de Babilonia–. Durante esta primera fase se genera una primera concepción de la guerra santa que se caracteriza porque es Dios quien lucha por su pueblo, y no el pueblo quien lucha por su Dios, y por una acusada ritualización sacral de todo lo relacionado con la batalla.

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Carlos de Ayala, Las Cruzadas, Sílex, Madrid, 2004, p. 17. Ronald de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento; Garbini, Historia e ideología en el Israel Antiguo; R. Albertz, Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento; Partner, El Dios de las batallas: la guerra santa desde la Biblia hasta nuestros días.

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IGNACIO CABELLO LLANO En primer lugar, en esta fase de belicismo yavhista, no es el pueblo quien lucha por su Dios, sino que es Dios quien lucha por su pueblo. Es Yahvé el protagonista de la guerra: «Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y veas caballos, carros y un pueblo más numeroso que tú, no les tengas miedo, porque está contigo Yahvé tu Dios, el que te sacó del país de Egipto. Cuando estéis para entablar combate, el sacerdote se adelantará y hablará al pueblo. Les dirá: “Escucha Israel: hoy vais a entablar combate con vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no tengáis miedo ni os turbéis, ni tembléis ante ellos, porque es Yahvé vuestro Dios el que marcha con vosotros para pelear a favor vuestro contra vuestros enemigos y salvaros», Dt 20:1-4. 3

Esta noción de guerra santa se caracteriza, en segundo lugar, por una notable ritualización. Una actitud o una práctica ritual son aquellas que te ponen en contacto con Dios. Sabemos que existía un libro de «las guerras de Yavhé». Las guerras estaban reguladas por unos criterios sagrados. Existían unas condiciones rituales previas al combate a las que había que atenerse; había también una serie de pautas ligadas al desarrollo del combate, y otras asociadas al desenlace del mismo. Veamos algunos textos. «Cuando salgas a campaña contra tus enemigos, te guardarás de todo mal. Si hay entre los tuyos un hombre que no esté puro, por causa de una polución nocturna, saldrá del campamento y no volverá a entrar en el campamento. Pero al llegar la tarde se lavará, y a la puesta del sol volverá al campamento. Tendrás fuera del campamento un lugar, y saldrás allá fuera. Llevarás en tu equipo una estaca, y cuando vayas a evacuar afuera, harás un hoyo con la estaca, te darás la vuelta, y luego taparás tus excrementos. Porque Yahvé tu Dios pasea por el campamento para protegerte y entregar en tu mano a tus enemigos. Por eso tu campamento debe ser una cosa sagrada, Yahvé no debe ver en él nada inconveniente; de lo contrario se apartaría de ti», Dt 23: 10-15.

Este texto refleja muy bien la existencia de pautas rituales previas al combate. En primer lugar, habla de la pureza individual que debe tener cada guerrero al entrar en combate –no pueden estar contaminados por el sexo–; y en segundo lugar, dice que el campamento, todo él, debe ser un espacio sagrado, puro. El campamento es un lugar de encuentro con Dios, por lo que no puede ser impuro. Hay una clara concepción sacral de la guerra. También se realizaban sacrificios propiciatorios, consultas adivinatorias del desenlace del combate. Asimismo, existían una serie de pautas rituales ligadas al desarrollo del combate. El combatiente debía de ser un hombre de fe completamente probado; tenía que tener plena confianza en Dios. Aquellos combatientes que no mostraban esa confianza estaban exentos de la práctica militar. Los soldados tenían que demostrar su plena confianza en Dios; y los caudillos tenían que preocuparse por conocer el estado anímico y la fe de cada soldado. También había que hacer visible el caudillaje de Yavhé, y por ejemplo, el Arca de la Alianza –Palabra de Dios, materialización de la presencia de Dios– era sacado al campo de batalla para manifestar la presencia de Yavhé en el campo de batalla. Por último, había también una serie de pautas rituales posteriores a la batalla. El principal era el hêrem o anatema, la parte del botín que se consagra a Dios mediante sacrificio o pasando a formar parte de los tesoros del templo. La palabra anatema significa ‘separación’ –en la tradición cristiana se entiende como excomunión, ‘separación de la Iglesia’–, es decir, “lo que se separa con destino a Dios”. La palabra anatema implica también “destrucción” –ofrecimiento a Dios–, por lo que dice: «no vayáis a quedaros […] con algo de lo que es anatema, porque convertiríais en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia». 3

El Deuteronomio –ley– es un libro de leyes, comportamientos normativos que se tienen como palabra de Dios.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) «La ciudad [Jericó] será consagrada como anatema [hérem] a Yahvé con todo lo que haya en ella […] Pero vosotros guardaos del anatema, no vayáis a quedaros, llevados de la codicia, con algo de lo que es anatema, porque convertiríais en anatema todo el campamento de Israel y le acarrearíais la desgracia. Toda la plata y todo el oro, todos los objetos de bronce y de hierro, están consagrados a Yahvé: ingresarán en su tesoro. El pueblo lanzó el alarido y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran alarido, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno por el lugar que tenía enfrente, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ovejas y asnos, a filo de espada», Jos 6:17-21. «La guerra de los israelitas […] es la guerra de los dioses, que se ejecuta por su mandato, o al menos con su aprobación, pero que no corresponde ni a su defensa ni a la extensión de su credo. En este sentido […] estaríamos ante guerras santas pero no ante las guerras de religión que buscan defender, consolidar y extender sus principios». 4 2. SEGUNDA FASE: GUERRA SANTA POSTEXÍLICA (SS. IV A.C. – II D.C.)

Esta fase la hacemos coincidir con la época de las guerras de liberación judía contra la opresión persa, helenística y romana (ss. IV a.C. – II d.C.). Tras el exilio se producen una serie de fases en las que los momentos de libertad para los judíos son mínimos: el pueblo de Israel estuvo sometido a distintas potencias –persas, macedónicos, seléucidas, romanos…–. La guerra santa postexílica tiene dos características: en primer lugar, ya no es Dios, sino el propio pueblo el que lucha por librarse de la opresión que no le permite cumplir la Ley de Dios; y, en segundo lugar, la ritualización se atenúa y se acentúan elementos de sensibilización subjetiva. Así pues, en esta guerra no es Dios el que lucha por el pueblo, sino que es el pueblo el que protagoniza la batalla y se moviliza para liberarse del yugo extranjero, puesto que esa opresión extranjera les está impidiendo el cumplimiento de la Ley de Dios. Ahora es el pueblo el que lucha por la libertad, entendida como la posibilidad de poder practicar su propia religión. La guerras de los Macabeos del siglo II a.C. –levantamiento de Matatías y su hijo Judas “el Martillo (Macabeo)” contra el intolerante rey seléucida Antíoco IV, intolerante con las tradiciones judías– son la primera expresión de este fenómeno. Más tarde se produjeron otros enfrentamientos como las guerras romano-judías de Tito (66-71 d.C.) y Adriano (132-135 d.C.). «Judas, al saberlo, mandó a la tropa que invocara al Señor día y noche, para que también en esta ocasión, como en otras, viniera en ayuda de los que estaban a punto de ser privados de la Ley, de la patria [el lugar de sus padres, el lugar donde han nacido, el lugar de sus tradiciones, de su religión] y del templo santo […] Una vez que todos juntos cumplieron la orden y suplicaron al Señor misericordioso con lamentaciones y ayunos y postraciones durante tres días seguidos, Judas les animó y les mandó que estuvieran preparados», 2 Mac 13: 10.12.

Ya no es Dios el que está en el campamento; se llama a Dios para que vaya. No todos los judíos se levantaron; había colaboracionistas. A diferencia de la primera época clásica, el pueblo ya no está radicalmente unido, por lo que Dios no puede estar presente en un pueblo escindido. «En la llamada guerra de los Macabeos […] se dan ya muchos de los elementos que aparecerán desarrollados posteriormente en las nuevas guerras por Dios: defensa de la fe mediante voluntarios animados por una legítima y santa ira, solidaridad con correligionarios oprimidos por sus creencias en tierras extrañas, búsqueda de la gloria y fama eternas, ritua4

Carlos de Ayala, op. cit., p. 17.

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IGNACIO CABELLO LLANO lización de la guerra mediante liturgias previas a la entrada en combate e, incluso, aparición, en momentos de máximo apuro de aliados celestes en forma de caballeros vestidos de blanco y blandiendo armas de oro». 5

Esta etapa tiene otra característica. La sacralización se mantiene, pero la ritualización se atenúa; no se pierde en intensidad de sacralización, pero sí en presencia de mecanismos de carácter ritual. ¿Qué es lo que sustituye a esa ritualización tan pautada de la primera fase? Lo que ahora aparece es una acentuación de lo que podemos llamar elementos de sensibilización subjetiva. «Cuando estaban cerca de Jerusalén, apareció, poniéndose al frente de ellos, un jinete vestido de blanco, blandiendo armas de oro. Todos a una bendijeron entonces a Dios misericordioso y sintieron que sus ánimos se enardecían, dispuestos a atravesar no sólo a hombres, sino aun a las fieras más salvajes y murallas de hierro. Avanzaban equipados, con el aliado enviado del Cielo, porque el Señor se había compadecido», 2 Mac 10: 8-10

En el periodo anterior no era necesario que Dios se compadeciera de su pueblo ni que bajase ninguna figura sobrenatural o que enviase a un representante suyo. En la fase anterior era Dios el que estaba con ellos. En este texto estamos ante una aparición –algo que será común en la Edad Media, p. ej. San Jorge, Santiago “Matamoros”…–. ¿Qué es una aparición? Se produce una acentuación de aspectos relativos a una percepción o sensibilización subjetiva. Aquí no estamos ante una ritualización objetiva de lo bélico, sino ante elementos subjetivos que experimentan los combatientes fruto de su fe en Dios. «Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia. No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia», 2 Mac 7: 28-29

Este texto hace referencia al siguiente episodio. Una familia de leales judíos son apresados y torturados porque no admiten la apostasía, no abjuran a su Dios; y la madre es situada delante de sus hijos, que son matados uno a uno. La idea de resurrección no surge en la tradición judía hasta el siglo II a.C. «Después de haber reunido [Judas] entre sus hombres cerca de dos mil dracmas, les mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección. Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; mas, si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado», 2 Mac 12: 43-46

Aquí vemos la idea de retribución martirial: mártires que mueren por la causa de Dios. El desarrollo de una teología martirial es un segundo aspecto que liga con esa sensibilización subjetiva, y que es clave en esta segunda fase. Esta teología martirial es algo que anima a la gente a luchar. Pero es el mundo de las creencias, no de la reiteración de una serie de ritos, como sucedía en la fase anterior. 1.2 TRADICIÓN HELENÍSTICO-ROMANA: LA “GUERRA JUSTA” 6

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Ibíd., p. 18. F. H. Russell, The just war in the Middle Ages, 1975; A. J. Bellamy, Guerras justas. De Cicerón a Iraq, 2009.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) La tradición helenístico-romana no es ajena a la idea de guerra santa. En la época de la República Romana todas las declaraciones de guerra o de paz necesariamente estaban intervenidas por un colegio o grupo de feciales –sacerdotes–, ya que ellos eran los intérpretes de la voluntad divina. Ahora bien, es verdad que a diferencia de otras tradiciones, en la tradición helenísticoromana no se insiste tanto en la legitimación divina de la guerra. ¿Por qué? Porque en el mundo romano la religión es una religión de Estado, tremendamente formal. Probablemente los romanos no eran gente profundamente religiosa: vivían una religión formal. La religiosidad entre los romanos era mucho más epidérmica y superficial que entre los judíos. Los estrategas militares, por tanto, conscientes de esta debilidad de la religiosidad romana, no insisten en este punto. La religión romana es puramente ritual; no hay ninguna elaboración teológica o moral religiosa –es una moral más convencional, civil, no de conciencia religiosa–. Si se trata de hacer vendible un producto –en este caso la guerra–, se trata de hacerlo mediante lo que la gente compra, y la gente compra lo que siente, lo que necesita. Por tanto, en la tradición romana no insistían en este punto. La religiosidad romana no sirve como justificación de la guerra. Era un pueblo menos religioso, y por tanto la religión no servía para animar a la gente a la guerra ni para justificar ésta. Sucede como hoy: ningún europeo lucharía por ninguna causa religiosa, porque ya la religiosidad se ha perdido. Hoy en día una guerra podría declararse legítima en nombre de una serie de valores defendidos por Occidente –libertad, democracia, tolerancia, derechos humanos…–. Los romanos no pueden apelar a la religiosidad para legitimar las guerras, y apelan a un contenido moral. Así pues, surge el concepto de guerra justa. Surge en el siglo IV a.C. gracias a la personalidad de Aristóteles, que formula en La política este concepto de guerra justa. La formulación definitiva es más tardía, en la época de Cicerón (s. I a.C.), quien reformula –en De Officiis y en De Republica– este concepto de guerra justa aristotélico. El concepto de guerra justa –que no deja de ser un modelo teórico– se basa en tres supuestos necesarios: -

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Casus belli. Es necesaria la existencia de una causa, de un casus belli admisible. Hay dos supuestos de causas justas para iniciar hostilidades. En primer lugar, la reclamación ignorada de bienes o de derechos que han sido injustamente arrebatados. Por ejemplo, es justo que un país se levante en armas contra otro que le ha arrebatado parte de su territorio. En segundo lugar, es justo responder a una agresión. En definitiva, para que una guerra sea justa es necesario, en primer lugar, que el inicio de las agresiones sea justificable, y sólo es justificable si es una respuesta a una agresión extranjera. Autoridad legítima. En segundo lugar, la guerra debe ser declarada por una autoridad legítima –en cada época y contexto la legitimidad es entendida de una manera–. Para Cicerón, un hombre de leyes, una autoridad es legítima cuando está sostenida sobre un sistema de derechos públicos. Lealtad y honor. Para que una guerra fuese justa, en el desarrollo de la misma tenían que producirse unas circunstancias que no atentasen contra los principios de la lealtad y del honor. Cicerón se fijaba en dos supuestos: los vencidos tienen derechos, no puedes matar o maltratar al derrotado; y tampoco puedes inferir ningún mal a los segmentos de población inofensivos –niños, mujeres, ancianos, enfermos…–.

Este modelo teórico introduce un elemento moral importante, es decir, es un esquema de buenos y malos, un esquema moralizante en el que la guerra empieza a ser tomada como un elemento de castigo contra quien hace el mal. Este esquema concede a la guerra un significado moral.

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IGNACIO CABELLO LLANO «Para Cicerón, ya en el siglo I a.C., la guerra justa era aquella que declaraba una autoridad legítima, que obedecía a una causa moralmente aceptable, que por consiguiente no podía ser evitada y que se llevaba a cabo mediante procedimientos lícitos». 7

1.3 LA VIOLENCIA Y LOS PRIMEROS SIGLOS DEL CRISTIANISMO 8 1. PRIMEROS POSICIONAMIENTOS

«Pero a vosotros, los que me escucháis, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica», Lc 6: 27-29 / Cf. Mt 5: 38-45

Los Evangelios transmiten un gran sentimiento pacifista, pero el posicionamiento del cristianismo no fue del todo así. Estas palabras sí que parecen haber sido dichas por el propio Jesucristo. La referencia originaria del cristianismo es una referencia claramente pacifista: Jesús era pacifista, proponía abstenerse de la violencia. El problema es que la recepción de las palabras de Jesús no fue unívoca: no todos los cristianos recibieron o procesaron de la misma manera las palabras de Jesús –cada uno entendió lo que según su razonamiento era más correcto–. Desde muy temprano, se dibujan dentro de las comunidades cristianas dos posicionamientos muy distintos. Hay, por un lado, un cristianismo judaizante –aquel que, admitiendo la figura de Jesús, es mucho más conservador y se mantiene aferrado a la tradición judía–, y, por otro lado, un cristianismo helenizante –aquel que muestra una mayor apertura a la cultura clásica, como San Pablo–. Políticamente, los judaizantes son los contrarios al Estado Romano. Los helenizantes se han reconciliado con la cultura romana, y son defensores del Estado. Los judaizantes mantienen un pacifismo radical, porque no tienen la necesidad de congraciarse con un Estado en el que no creen, es decir, dado que son contrarios al Estado, son contrarios también a cualquier decisión que éste tome, y en el mundo romano era el Estado la fuente de legitimación de la guerra. Mientras tanto, el cristianismo helenizante admite la guerra legítima que parte de un Estado legítimo. Hasta el siglo IV, el discurso cristiano sobre la violencia no es homogéneo, y hay diferentes posturas: - Rechazo del pacifismo y participación militar activa. La mayor parte de los cristianos renuncian del pacifismo para evitar confrontarse con el Estado Romano. Los datos son los datos: a partir de finales del siglo II en el ejército romano hay muchos cristianos; y un escritor cristiano de principios del siglo III, Sexto Julio Africano, escribe un tratado sobre estrategia militar. «La mayoría de los cristianos, a lo largo de trescientos años, había intentado disipar las dudas que la sociedad romana en su conjunto proyectaba sobre su lealtad al Imperio y a sus proyectos expansivos, y por eso no dudó a la hora de apoyar a su ejército y dirigir sus oraciones a propiciar el auxilio divino hacia él y hacia el emperador, legítima autoridad del Estado […]». 9

- Aceptación de la violencia pero rechazo de la participación de los cristianos en el ejército. Para que triunfe una guerra, no necesariamente tiene que movilizarse todo el mundo. El ar7

Carlos de Ayala, op. cit., p. 21. Marta Sordi, Los cristianos y el imperio romano, 1988; J. Fernández Ubiña, Cristianos y militares. La Iglesia antigua ante el ejército y la guerra, Universidad de Granada, 2000. 9 Carlos de Ayala, op. cit., p. 21. 8

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) gumento que utiliza es el del sacerdocio universal a todo el ecúmene cristiano. No se rechaza la violencia del Estado, de la guerra justa, pero sí la participación de los cristianos en el ejército: los cristianos deben participar de otra manera, rezando. «Nos exhorta Celso a prestar ayuda al emperador con todas las fuerzas, a colaborar con él en lo que sea justo, a combatir por él, a tomar parte en sus campañas, si llega el caso y hasta en el mando de las tropas. A esto hay que decir que nosotros prestamos oportunamente a los emperadores una ayuda por decirlo así, divina, al tomar la armadura completa de Dios (Ef. 6, 11). Y así lo hacemos por obediencia al precepto apostólico que dice: Os exhorto, pues, primeramente a que hagáis peticiones, súplicas, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres, señaladamente por los emperadores y cuantos están constituidos en autoridad (1 Tim, 2, 1-2). Y cuanto es uno más piadoso, tanto más eficaz es su ayuda a los que imperan, más que la de los mismos soldados que salen a campaña y matan a cuantos enemigos pueden. Además, a los que son ajenos a nuestra fe y piden que hagamos la guerra y que matemos hombres por el interés común, les podemos decir lo siguiente: También los que, según vosotros, son sacerdotes de ciertos ídolos o guardianes de los que tenéis por dioses, conservan sin mancha su diestra por razón de los sacrificios, a fin de ofrecer esos supuestos sacrificios a esos que decís ser dioses. Y realmente, cuando estalla una guerra, no hacéis de los sacerdotes soldados. Ahora bien, si eso se hace razonablemente, con cuánta más razón, cuando otros salen a campaña, luchan también los cristianos como sacerdotes y servidores de Dios, manteniendo puras sus diestras, luchando con sus oraciones a Dios en favor de los que hacen guerra justa y en favor del emperador que impera con justicia, a fin de que sea destruido todo lo que es contrario y adverso a los que obran con justicia. Por otra parte, nosotros que con nuestras oraciones destruimos a todos los demonios, que son los que suscitan las guerras y violan los tratados y perturban la paz, ayudamos al emperador más que quienes aparentemente hacen la guerra [...]».Orígenes, Contra Celso, VIII, 73

- Rechazo de la violencia per se. Hay un tercer grupo, minoritario, que rechaza radicalmente la violencia per se; no sólo rechazan la participación de los cristianos en la guerra, sino que rechazan el hecho de matar en sí. Hipólito de Roma, un obispo muy riguroso, condena la acción bélica. En este texto habla de quién es admisible en el catecumenado, y condena una serie de profesiones –prostitución, pintor de ídolos, juegos…– entre las que se encuentra la profesión militar: «Se hará una encuesta a fin de conocer cuáles son los oficios y profesiones de aquéllos que fueron traídos para su instrucción [en la fe cristiana]. Si alguno tuviera una casa de prostitución, cesará [en su explotación] o será rechazado. Si alguno fuera escultor o pintor, se le enseñará a no fabricar ídolos: dejará de hacerlo o será rechazado. Del mismo modo, tanto el cochero que asiste, como aquél que toma parte en los juegos, dejarán de hacerlo o serán rechazados. El gladiador (así como) aquél que enseña a los gladiadores a combatir, el bestiario que (en la arena) participa de la cacería (y también) el funcionario vinculado con los juegos, dejarán de hacerlo o serán rechazados. El soldado subalterno a nadie matará y, en caso de recibir la orden, no la ejecutará ni prestará juramento. Si así no lo hiciera, será rechazado. El que tiene el poder de la espada, y también el magistrado municipal que lleva la púrpura, cesarán o serán rechazados. El catecúmeno y el fiel que pretendan hacerse soldados, serán rechazados, pues han menospreciado a Dios». Hipólito de Roma 10, La tradición apostólica, § 16

A pesar de estas diferencias, todos los cristianos coincidían en lo siguiente. Todos los cristianos pueden entrar, y de hecho entraron en algún momento, en conflicto contra el Estado y el ejérci10

Fue obispo de Roma en el siglo III, aunque pasó a la historia como un “antipapa”, un cardenal rebelado.

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IGNACIO CABELLO LLANO to, cuando se les exigía juramento ante los vexilla –estandartes en los que aparecía el busto divinizado del emperador– y los aquillae, o cuando se les exigía hacer sacrificios ante los altares de Roma. Pero esto no es un rechazo a lo militar o a la participación en el ejército al servicio de Roma, es una objeción religiosa –no rendir culto al emperador–. Hay cristianos que están dispuestos a luchar por el emperador, pero no a adorarle como si de un Dios se tratara. «Los cristianos estuvieron repartidos hasta aquel momento entre dos deberes, divididos entre dos obediencias: una, cívica, para con los agentes de un poder imperial que se les presentaba como establecido por Dios para preservar el orden y la justicia y hacer respetar las leyes humanas, las cuales, sin embargo, a menudo les resultaban hostiles, a veces hasta la persecución; otra, religiosa, para con las leyes de Dios, las del reino celestial a las que aspiraban. Las ocasiones de conflicto entre estos dos deberes eran evidentemente numerosas, y el Evangelio ordenaba entonces a los fieles que, a imitación de los Apóstoles, obedecieran a Dios antes que a los hombres. Así sucedió muchas veces; por ejemplo, cuando muchos cristianos rechazaron adorar los ídolos, ofrecer sacrificios al culto imperial o aceptar el servicio militar». 11

La situación cambia radicalmente en el siglo IV, cuando el cristianismo pasa a ser una religión legítima y, cada vez más, privilegiada. El primer pronunciamiento oficial de la Iglesia se produce en el Concilio de Arlés en el año 314, en un canon en el que se dice expresamente que la deserción del ejército comporta excomunión. Estamos en un Imperio que comienza a cristianizarse oficialmente, y por tanto no servir en el ejército cristiano del emperador es no servir a los intereses de Dios, y, por tanto, incurrir en excomunión. Esto no quiere decir que todos los cristianos cambiasen de opinión –seguiría habiendo cristianos contrarios a la guerra–, pues se trata de un pronunciamiento oficial de la Iglesia, absorbida por el aparato estatal romano. Recordemos que una de las razones de la aparición del monacato es el rechazo por parte de algunos cristianos de una Iglesia vendida a las instituciones oficiales. «Las nuevas facilidades concedidas a los cristianos tras la conversión de Constantino entrañaron un crecimiento masivo del número de adeptos, pero también, por vía de consecuencia, un debilitamiento de la intensidad de su fe y de la pureza de sus motivaciones. […] En Occidente, la estrecha alianza de la Iglesia romana y el Imperio hizo que para la mayoría de los cristianos desapareciera la antigua tensión en la medida que las leyes del Estado se inspiraron en lo sucesivo a las de la Iglesia. No sin compromiso de las dos partes, lo que desembocó a veces, para los fieles más rigoristas, en un laxismo moral que consideraban reprehensible. Algunas exigencias que, hasta aquel momento, incumbían al conjunto de los fieles fueron entonces trasladadas de manera exclusiva al clero. El desarrollo del monacato, debido a su voluntad de separarse de un mundo considerado impuro y corrompido, puede ser interpretado en cierta medida como una protesta de la parte más intransigente de la Iglesia ante aquella relajación moral, lo que resultaba inevitable en una comunidad tan universalista». 12 2. PRIMERAS ELABORACIONES DOCTRINALES: SAN AGUSTÍN DE HIPONA

San Agustín (ss. IV-V) es el primer pensador cristiano que formula una primera teoría cristiana sobre la guerra. Es el primer responsable fundamentador del concepto de guerra santa cristiana, y para ello parte de la noción de guerra justa ciceroniana, acentuándose el elemento moralizante de Cicerón de castigo del que está equivocado.

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Jean Flori, La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el occidente cristiano, Trotta, Granada, 2003, p. 35. 12 Ibíd, pp. 35-36.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) «El Imperio estaba entonces amenazado por la presión exterior de los pueblos bárbaros que rompían su unidad; asimismo, la unidad de la Iglesia estaba amenazada por diversas «herejías» […]. Agustín justificó el uso de la fuerza armada contra los unos y los otros. Los cristianos podían participar en ella, y usar sus armas […] sin violar la ley divina. Para ello era necesario refutar la opinión de quienes, al no esperar nada bueno de los «reinos de este mundo», continuaban depositando su esperanza en el reino de Dios por venir, buscando a veces, en su expectativa escatológica, fijar una fecha para el final de los tiempos y el advenimiento de la Nueva Jerusalén. […] Según él [Ag.], es la Iglesia la que en este mundo cumple dichas profecías. […] Dios reina desde ahora, de alguna manera, a través de la Iglesia, en el seno del Imperio. La ciudad de Dios ha descendido, pues, espiritualmente sobre la tierra; aunque en verdad no se confunde con el Imperio, la Iglesia encuentra en él su expansión y su desarrollo. Conviene, por tanto, infundirle los valores cristianos, y participar en la defensa de la Iglesia (y del Imperio) contra quienes lo atacan». 13

Son tres las ideas que vertebran la elaboración doctrinal de San Agustín: - La guerra, para San Agustín, es necesaria, puesto que garantiza la paz y la convivencia. «[…]la guerra, desde luego, era siempre una desgracia, pero un mal a veces necesario para evitar una desgracia aún mayor y reparar la injusticia que la justificaba». 14

- La guerra no es sólo un servicio a la comunidad –porque garantiza la paz–, sino que puede llegar a constituir un verdadero acto de amor por parte del que la lleva a cabo hacia la comunidad –el soldado se sacrifica por su comunidad– y hacia aquel contra el que se guerrea – mediante la guerra se puede lograr que el pecador se arrepienta, rectifique y se convierta–. En este sentido, la guerra puede constituir un acto de amor. Comparemos esta cuestión con el amor paterno: cuando un padre pega una torta a su hijo lo hace por amor, con una intención de corrección reparadora. - Si la guerra es una necesidad para lograr la paz y, además, constituye un acto de amor y servicio a la comunidad, la guerra es algo querido por Dios. Y la guerra sólo es legítima si es querida por Dios –a través de sus legítimos representantes–, cuando es movida por una recta intención –– y cuando los objetivos y medios son proporcionados, no excesivos. «Una guerra puede ser santa cuando es querida por Dios y ordenada por Él». 15 «[…] debe ser declarada por la autoridad legítima (entiéndase el Estado, el emperador encargado del gobierno), emprendida para restablecer la justicia, defender la Patria o recuperar tierras o bienes injustamente expoliados, llevada a cabo por los soldados sin odio ni intereses personales». 16 «[San Agustín] asume, desde luego, las premisas ciceronianas de la guerra justa, pero explicita que para que realmente sea tal, su declaración debe partir del mismo Dios a través de sus legítimos representantes […]. De este modo, no caben motivaciones inconfesables como la mera expansión territorial o la apropiación de nuevas riquezas, sino solo la recta intención; y tampoco es contemplable ninguna acción bélica concreta que no esté dictada

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Jean Flori, op. cit., p. 37. Ídem. 15 Ibíd, p. 38. 16 Ibíd, pp. 38-39. 14

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IGNACIO CABELLO LLANO por el deber de la moral cristiana. La corrección reparadora es, pues, el objetivo de unas guerras que sólo pueden ser justas cuando constituyen auténticos actos de amor».17 «No pienses que nadie puede agradar a Dios si milita entre las armas de guerra. Militar era el santo David, de quien el Señor dio tan grande testimonio, como lo eran muchos justos del Antiguo Testamento. Soldado era aquel centurión que dijo al Señor: No soy digno de que entres bajo mi techo. Pero di una palabra y sanará mi siervo, porque también yo soy un hombre constituido en dignidad, y digo a éste: «Ve», y va; y al otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace. Y dijo de él el Señor: En verdad os digo que no hallé tanta fe en Israel. Soldado era aquel centurión Cornelio, a quien fue enviado el ángel que le dijo: Cornelio, han sido aceptadas tus limosnas y escuchadas tus oraciones; y luego le encargó que mandase a buscar al bienaventurado apóstol Pedro, y éste le diría lo que tenía que hacer; y para hacer venir al apóstol, Cornelio le envió otro soldado que era también piadoso. Militares eran aquellos que vinieron a hacerse bautizar por san Juan, santo precursor del Señor y amigo del Esposo, del que dijo el Señor: Entre los nacidos de mujer no nació nadie mayor que Juan Bautista. Cuando los militares le preguntaron qué tenían que hacer, les respondió: No golpeéis a nadie ni le calumniéis, y contentaos con vuestros estipendios. No les prohibió militar bajo las armas, pues les mandó que se contentaran con su estipendio. Un puesto más elevado tienen ante Dios los que abandonan toda su actividad secular y le sirven en total continencia y castidad. Pero, como dice el Apóstol, cada cual ha recibido un don propio de Dios, unos de un modo y otros de otro. Unos, orando por vosotros, pelean contra los enemigos invisibles; vosotros, peleando por ellos, trabajáis contra los bárbaros visibles… Cuando te armas para pelear, piensa ante todo esto: también tu fuerza corporal es un don de Dios. Así no pensarás en utilizar contra Dios el don de Dios. Cuando se promete fidelidad, hay que guardársela al enemigo contra quien se pelea. ¡Cuánto más al amigo por quien se pelea! La voluntad debe vivir la paz, aunque se viva la guerra por necesidad, para que Dios nos libre de la necesidad y nos mantenga en la paz. No se busca la paz para promover la guerra, sino que se va a la guerra para conquistar la paz. Sé, pues, pacífico aun cuando peleas, para que lleves a la utilidad de la paz a aquellos mismos a quienes derrotas. Porque el Señor dijo: Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Y si la paz humana es tan dulce por la salud temporal de los mortales, ¿cuánto más dulce será la paz divina por la eterna salud de los ángeles? Sea la necesidad, y no la voluntad, la que extermina al enemigo en armas. Así como se contesta con la violencia al que se rebela y resiste, así se le debe la misericordia al vencido y prisionero, especialmente cuando no se teme de él la perturbación de la paz». Agustín de Hipona, Carta 189, a Bonifacio.

En la primera parte del texto, San Agustín insiste en la idea de que el oficio de las armas no es algo que desagrade a Dios, y pone varios ejemplos bíblicos de militares que no fueron desacreditados por el propio Cristo. En la segunda parte hay varias ideas. Hay una distinción entre los bellatores y los oratores –sociedad bipartita bifuncional–, teniendo éstos segundos un grado de pureza mayor que los primeros. También dice que ser soldado no es malo, porque las aptitudes bélicas son un don de Dios; por tanto el hombre no tiene por qué renegar de ese don, pero sí debe de abstenerse de utilizarlo en contra de Dios. Para San Agustín la auténtica paz está en el cielo. La paz humana es una convención, una paz que garantiza la convivencia. «La voluntad debe vivir la paz –aunque se viva la guerra por necesidad– para que Dios nos libre de la nece-

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Carlos de Ayala, op. cit., p. 24.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) sidad y nos mantenga en la paz». La libertad 18 del hombre debe optar siempre por la paz, pero la necesidad puede imponer al hombre la guerra. «Ellos dicen que la predicación y la doctrina de Cristo no conviene a la república por parte alguna, pues está preceptuado en ella que a nadie devolvamos mal por mal, que ofrezcamos la otra mejilla al que nos da una bofetada, que demos el manto al que se empeña en quitarnos la túnica y que con aquel que nos quiere llevar caminemos doble espacio. Y se afirma que todo eso es contrario a lo acostumbrado en la república. Porque dicen: ¿Quién podrá tolerar tal cosa de parte de un enemigo o no volverá el mal por derechos de guerra a los que devastan una provincia romana? […] Pues, ¿qué es lo que significa el no devolver mal por mal, sino apartarse del apetito de venganza? Eso es el preferir perdonar las injurias recibidas a vengarlas. Y no olvidar nada sino las injurias. […] Es, pues, suficiente que los mandamientos de paciencia se retengan en la disposición del corazón y que por benevolencia no se devuelva mal por mal. Así se cumplen siempre en la voluntad. Pero al exterior hay que hacer hartas cosas, aun el castigar a los renuentes con benigna esperanza, pues se ha de atender más a su interés que a su voluntad […] Un padre no pierde nunca el amor paterno aunque castigue a su hijo algo ásperamente. Se ejecuta lo que el niño rehúsa aunque le duela, pues aun a la fuerza hay que corregirle con dolor. Por lo tanto, si esta república terrena mantiene los preceptos cristianos, las mismas guerras no se llevan sin benevolencia: se trata de asentar más fácilmente a los vencidos en una quieta sociedad de piedad y de justicia. Con la victoria se logra utilidad para aquellos a quienes se les quita la licencia de la iniquidad. Porque no hay cosa más infeliz que la felicidad de los pecadores; por ella subsiste la impunidad penal y se robustece la mala voluntad, que es como un enemigo interior […] Los buenos declararían también guerra misericordiosa, si es posible para acabar con estos vicios reprimiendo esos apetitos licenciosos, que en un imperio justo deben ser extirpados o reprimidos. Si la disciplina cristiana condenase todas las guerras se les hubiese dicho en el Evangelio a los soldados, cuanto pedían un consejo de salvación, que arrojasen las armas y dejasen entera mente la milicia. En cambio, se les dijo: A nadie golpeéis, a nadie calumniéis y contentaos con vuestra paga. Pues les mandó que se contentasen con su propia paga, sin duda no les prohibió la milicia». Agustín de Hipona, Carta 138, a Marcelino

En este texto vemos cómo se acusaba a los cristianos de la decadencia del Imperio. Acusaban la impotencia del Dios cristiano y la afección de los cristianos a la paz. Agustín dice que los cristianos no son pacifistas, que no rechazan la violencia –lo que rechazan es la venganza–. 1.4 EL YIHAD ISLÁMICO 19 Yihad significa “esfuerzo en el camino hacia Allah”. Este esfuerzo puede ser de muchos tipos. Puede ser un esfuerzo espiritual, personal; por ejemplo un asceta que dedica su vida a la purificación espiritual está practicando el yihad. En segundo lugar, ese yihad puede hacerse por el conjunto de la sociedad. Por la sociedad se puede promover la justicia, el desarrollo económico, etc., y todo eso es yihad –por ejemplo, en los años 60, el gobernante de Túnez proclamó el yihad–. En tercer lugar, el yihad puede ser también la defensa y proclamación de la fe. En este caso, yihad puede traducirse como ‘guerra santa’. Hay dos tipos de yihad: el yihad al-akbar – yihad mayor– y el yihad al-ashgar –yihad menor–. El yihad mayor es el yihad del esfuerzo es-

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San Agustín afirma la libertad del hombre para salvar la imagen de Dios –los romanos estaban acusando al Dios de los cristianos de la caída del Imperio–. 19 R. Firestone, Yihad. The origins of the holy war in Islam, 1999.

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IGNACIO CABELLO LLANO piritual, de la lucha por uno mismo y por la comunidad. Sin embargo, el yihad menor es el que se corresponde con la acción bélica por defender y extender el credo musulmán. Dentro del Islam hay varias corrientes: sunníes (90%) y chiíes (10%). Los sunníes admiten la sunna, la tradición islámica: el compendio de hadithes, dichos y hechos que se atribuyen a Mahoma y que se tienen por verdaderos, que matizan o explican el texto coránico. Los chiíes, en cambio, no aceptan la sunna. En uno de esos hadithes está el Profeta junto a unos discípulos, y aparecen otros discípulos armados, y dice “bienaventurados vosotros que habéis dejado el yihad menor y os dirigís al yihad mayor”. Esos discípulos, extrañados, le preguntan a Mahoma en qué consiste el yihad mayor y les dice que consiste en la lucha contra el yo. Esto significa que el yihad de mayor categoría consiste en una lucha interna. En otro hadith, Mahoma dice a sus discípulos que el mejor yihad es decir una palabra de justicia a un tirano. El primer problema que se nos plantea al analizar el yihad menor es que las referencias a éste en el Corán son muy contradictorias: en algunos pasajes parece que se nos invita a ser pacíficos; mientras que en otros se muestra una violencia inusitada. Para salvar estas contradicciones hay dos explicaciones, una tradicional y otra más moderna –Firestone–. a) Explicación tradicional La explicación tradicional, que asumen los musulmanes y una parte importante de la historiografía, acepta a la “Teoría de las abrogaciones”, que consiste en que la revelación es una enseñanza de Dios pedagógicamente distribuida por el tiempo, de modo que en cada momento Dios revela a la comunidad lo que considera más conveniente en esas circunstancias, de manera que si éstas cambian, puede cambiar la palabra de Dios sin caer en la contradicción. No es que Dios se contradiga, sino que adecúa su palabra a las circunstancias. Según esta teoría hay cuatro etapas sucesivas, asociadas con la propia vida de Muhammad (570–632). 1. FASE DE NO CONFRONTACIÓN (610-612)

La primera revelación la tuvo en el año 610, y durante los dos primeros años, Muhammad predicó en la ciudad de La Meca y en sus círculos cercanos. Las autoridades de La Meca vieron con cierta preocupación las predicaciones de Muhammad, que era revolucionarias para el momento, puesto que alteraban el sistema de organización de la sociedad preislámica. Por ejemplo, una de las cosas que dijo es que Dios juzga a los hombres por sus actos. Este mensaje, en un contexto tribal en el que la responsabilidad por las acciones se diluye en el clan, era revolucionario –ya no se afirma a la tribu, sino al individuo–. Las autoridades de La Meca le vigilaron, pero, sobre todo, le tomaron por loco. En estos dos primeros años (610-612), algunas aleyas rechazan el yihad belicista. «Anuncia lo que se te ordena y apártate de los asociadores! / Nosotros 20 te bastamos contra los que se burlan», (C 15:94-95).

Para los musulmanes, el peor pecado es ser asociador, es decir, asociar divinidad a objetos, personas, ídolos; es decir, para los musulmanes el peor pecado es ser un idólatra. Esta aleya dice que hay que apartarse de los idólatras, pero en ningún momento habla de vengarse; dice que no deben hacer nada contra los idólatras, que Él ya se encargará. 2. FASE DE COMBATE DEFENSIVO (612-622)

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Está escrito en primera persona del plural, pero es un nos mayestático.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) A partir del año 612, esa pequeña comunidad islámica se va haciendo cada vez más grande. El mensaje de Muhammad está calando cada vez más, y, por tanto, las autoridades deciden atajar el problema y perseguir a esa comunidad en torno al Profeta. Esa persecución es cada vez más intensa, tanto que Muhammad y sus seguidores tienen que huir –hégira– de La Meca en el año 622 y huyen a la ciudad de Yatrib –Madinat, la Ciudad–. Son años duros, años de persecución, y el discurso sobre la guerra cambia. «Les está permitido [combatir] a quienes son atacados injustamente –Dios es ciertamente poderoso para auxiliarles-, / a quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, solo por haber dicho: ‘¡Nuestro Señor es Dios!’. Si Dios no hubiera rechazado a unos hombres valiéndose de otros, habrían sido demolidas ermitas, iglesias, sinagogas y mezquitas, donde se menciona mucho el nombre de Dios. Dios auxiliará, ciertamente, a quien le auxilie. Dios es, en verdad, fuerte, poderoso». (C 22:39-40)

Si tú auxilias a Allah en el camino de la verdad, en su causa, Allah te auxiliará. “Habrían sido demolidas ermitas, iglesias, sinagogas y mezquitas”. Esto es un dato cronológico que indica que es un pasaje muy antiguo, porque significa que en Arabia había “ermitas, iglesias, sinagogas y mezquitas”, por lo que esa realidad multirreligiosa era perfectamente asumible. El sentido general de estas dos aleyas es que si te atacan –persecución sufrida por los seguidores del Profeta– puedes defenderte y responder. Se manifiesta el yihad como un combate defensivo. Según la teoría de las abrogaciones, esta aleya no contradice a las anteriores porque las circunstancias han cambiado, y Allah ha estimado oportuno la revelación de este mensaje. 3. FASE DE GUERRA OFENSIVA CONDICIONADA (622-

En el año 622 el Profeta y sus seguidores se instalan en la que a partir de entonces se llamará Medina. Muhammad construye una comunidad de creyentes que actúa políticamente, la umma. «Te preguntan si está permitido combatir en el mes sagrado. Di: ‘Combatir en ese mes es pecado grave. Pero apartar del camino de Dios –y negarle– y de la Mezquita Sagrada y expulsar de ella a la gente es aún más grave para Dios, así como tentar es más grave que matar’. Si pudieran no cesarían de combatir contra vosotros hasta conseguir apartaros de vuestra fe. Las obras de aquellos de vosotros que apostaten de su fe y mueran como infieles serán vanas en la vida de acá y en la otra. Ésos morarán en el Fuego eternamente». (C 2:217)

Tentar quiere decir ‘hacer vacilar al otro en su fe’, dividir la comunidad. Esto, en una comunidad en formación, es gravísimo. El texto dice que combatir en mes sagrado es un pecado grave, pero que es más grave tentar a las personas y apartarlas de Dios. Por tanto, dado que permitir que otros destruyan la comunidad es un pecado más grave, sí es legítimo combatir contra esos. «Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Dios no ama a los que se exceden. / Matadlos donde deis con ellos, y expulsadlos de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadlos: esa es la retribución de los infieles. / Pero si cesan, Dios es indulgente, misericordioso» (C 2:190-191)

Hay un condicionamiento temporal –el mes sagrado–, geográfico –la Mezquita Sagrada– y cuantitativo –Dios no ama a los que se exceden–. Las ofensivas que aquí se plantean, lo hacen con ciertas condiciones. Es una fase de guerra ofensiva condicionada.

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IGNACIO CABELLO LLANO Ya tenemos constituido un embrión de Estado político que no puede renunciar a la violencia, pero sí condicionarla a una serie de pautas. Parece ser que Muhammad, cuando constituye la umma, sin renunciar a la guerra –no renuncia, porque la umma es una comunidad política que necesita la guerra como instrumento estratégico–. Esa guerra no puede salirse de unos cauces; hay unos elementos que condicionan esa guerra. 4. FASE DE GUERRA OFENSIVA INCONDICIONAL (624-632)

En estos años, desde que se constituye la umma de Medina, se inician las confrontaciones entre los mequíes y los medineses. En el año 624, en la batalla de Badr, Muhammad vence de manera estrepitosa a los mequíes. En la tradición islámica, esta victoria es el signo de la aprobación o legitimación de Allah a la nueva comunidad. Es una batalla sagrada, donde actuó el propio Dios a través de sus ángeles. Es la batalla en la que los musulmanes toman conciencia no sólo de que Dios está clarísimamente con ellos, sino de que pueden ir más allá y constituir un imperio. Así pues, estamos ante una cuarta fase, que se extiende entre la batalla de Badr y la muerte de Muhammad en el año 632. Es la fase claramente política del islam; es la fase de la expansión del islam más allá de Medina; una fase de guerra ofensiva incondicional. «Se os ha prescrito que combatáis, aunque os disguste. Puede que os disguste algo que os conviene y améis algo que no os conviene. Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis». (C 2:216)

Ha cambiado el tono totalmente: de un “vosotros no hagáis nada” a un “se os ha prescrito que combatáis”. «Y no penséis que quienes han caído por Dios hayan muerto. No, sino que están vivos y sustentados junto a su Señor, / contentos por el favor que Dios les ha hecho y alegres por quienes aún no les han seguido, porque no tienen que temer y no estarán tristes, / alegres por una gracia y favor de Dios y porque Dios no deja de remunerar a los creyentes». (C 3:169-171)

En este texto vemos claras referencias al martirio, con las recompensas que ello tiene. El mártir ni puede ni debe ser lavado, tiene que tener su sangre para que inmediatamente se le reconozca como mártir de Dios y vaya directamente al Paraíso. Los mártires no son juzgados por Dios, sino que han sido juzgados por sus acciones en vida. Su pasaporte hacia Dios es su propia sangre vertida por Dios. Estamos ante el martirio como una forma de expansión del islam. «Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores dondequiera que los encontréis. ¡Capturadlos! ¡Sitiadlos! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y dan el azaque, entonces ¡dejadlos en paz! Dios es indulgente, misericordioso» (C 9:5)

Esta primera “aleya de la espada” dice que hay que matar a todos los idólatras, sin compasión alguna, salvo que se conviertan. «¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que humillados, paguen el tributo directamente!» (C 9:29)

En este texto dice que hay combatir contra las Gentes del Libro que no profesen la religión verdadera. Es una aleya dirigida contra judíos y cristianos.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) «¡Profeta! ¡Combate contra los infieles y los hipócritas y sé duro con ellos! Tendrán la gehena [infierno] por morada. ¡Qué mal fin…!» (C 9: 73)

Está dirigida contra los hipócritas: los que dicen ser musulmanes pero no actúan como tales. «Si dos grupos de creyentes combaten unos contra otros, ¡reconciliadles! Y, si uno de ellos oprime al otro, ¡combatid contra el opresor hasta reducirle a la obediencia de Dios! Y, si es reducido, ¡reconciliadles de acuerdo con la justicia y sed equitativos! Dios ama a los que observan la equidad» (C 49:9)

Está dirigida contra los musulmanes que oprimen a otros musulmanes. El islam empezaba a estar extendido, y dentro de la propia umma podían producirse enfrentamientos. Así, aquellos que, siendo musulmanes, se comportan de manera injusta con otros musulmanes, merecen el yihad. Así pues, el objetivo del yihad menor son los idólatras, las Gentes del Libro que no se conviertan, los musulmanes hipócritas y los musulmanes que opriman a otros. Esta es la explicación tradicional, que un musulmán daría acerca de estas contradicciones. La Meca era una ciudad santa politeísta, por lo que era el referente para todos los árabes, fuesen de un credo o de otro. A partir del momento en que Muhammad, en el año 630, consigue la islamización de La Meca, se llevó a cabo la islamización de prácticamente toda arabia. b) Explicación moderna de Firestone Firestone no admite esta explicación tradicional, y plantea una alternativa que parte del hecho de que el Corán no es palabra de Dios. Firestone dice que las contradicciones que encontramos acerca del yihad son fruto de sensibilidades distintas dentro de la comunidad islámica, es decir, que dentro de la comunidad se originó un debate entre gente más pacifista y gente más violenta. El Corán se compiló en torno al año 650, y hasta ese momento lo que circulaban eran fragmentos. Algunos creyentes se sentirían más identificados con unos fragmentos, y otros con otros. El debate sería tan fuerte que los compiladores del Corán en época de Utmán tendrían la necesidad de incluir todas esas perspectivas que, por otra parte, se tenían como palabra de Dios. Era una manera de unificar a la comunidad, de no excluir a nadie. En un momento en que se está construyendo el imperio islámico, no se podía excluir a nadie, para lo cual todos tenían que ver reflejada su postura en el Corán. Así pues, hay una gran disparidad de doctrinas acerca del yihad. Si una aleya está abrogada, ¿por qué no se quita del Corán y se deja sólo la que la sigue? Se dejaron todas para contentar a todos los musulmanes. * Firestone establece cuatro grupos de aleyas: 1. ALEYAS PACIFISTAS

Hay un primer grupo de Aleyas que evidencian una postura pacifista: hay un grupo de musulmanes que no piensa que el recurso a la violencia pueda ser nunca un medio legítimo para propagar y defender la fe. «Anuncia lo que se te ordena y apártate de los asociadores! / Nosotros te bastamos contra los que se burlan», (C 15:94-95). *

El Corán es fruto de una reflexión del Profeta, y Muhammad fue transmitiendo sus pensamientos poco a poco. Muhammad creería que eran revelaciones de Dios, y las transmitía como revelaciones de Dios. Independientemente de que fueran o no palabra de Dios, encontramos dos versiones historiográficas. La primera dice que Mahoma fue revelando el contenido de sus meditaciones poco a poco, en amoldándose a las exigencias y necesidades que las circunstancias socio-políticas imponían a la nueva sociedad islámica. La segunda…

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IGNACIO CABELLO LLANO «Sigue lo que se te ha revelado, procedente de tu Señor. No hay más dios que Él. Y apártate de los asociadores» (C 6:109).

Algunas, incluso, reflejan que hay que ser paciente y misericordioso con los infieles. «A muchos de la gente de la Escritura les gustaría hacer de vosotros infieles después de haber sido creyentes, por envidia, después de habérseles manifestado la Verdad. Vosotros, sin embargo, perdonad y olvidad hasta que venga Allah con su orden. Allah es omnipotente», (C 2:109). «Y porque rompieron su compromiso los maldijimos y endurecimos sus corazones. Tergiversaron las palabras y olvidaron parte de lo que con ellas se les recordaba. No cesarás de descubrir traiciones por su parte, a excepción de unos pocos, pero perdónalos y no se lo tomes en cuenta; es cierto que Allah ama a los que hacen el bien», (C 5:13). «Y no discutas con la Gente del Libro sino con buenos modales, a excepción de los que hayan sido injustos. Y decid: Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros y se os ha revelado a vosotros, nuestro Dios y vuestro Dios es Uno y nosotros estamos sometidos a Él (somos musulmanes)», (C 29:46). 2. ALEYAS BELICISTAS QUE EVIDENCIAN LA EXISTENCIA DE GRUPOS PACIFISTAS

Hay un segundo grupo de aleyas que, siendo de carácter belicista y habiendo sido escritas en un contexto que pretendía justificar la violencia, evidencian la existencia de musulmanes pacifistas. «Se os ha prescrito combatir, aunque os disguste, pero puede que os disguste algo que os conviene y que os guste algo que no os conviene. Allah sabe y vosotros no sabéis», (C 2:216)

En algunas aleyas se dice expresamente que hay gente que tiene miedo a combatir. «¿No has visto a los que se les dijo: ‘Contened vuestras manos, estableced el salat y entregad el zakat’? Y cuando se les mandó combatir, algunos de ellos, temieron a los hombres como se teme a Allah o aún más y dijeron: ‘¡Señor nuestro! ¿Por qué nos mandas combatir? ¿Y si nos dieras un pequeño plazo?’ Di: ‘La posesión en disfrute de esta vida es poca cosa; la Última Vida es mejor para quien es temeroso. No se os hará ni una brizna de injusticia’», (C 4:77).

En otras, se pone de manifiesto una clara distinción entre los que guerrean y los que no: quienes «luchan en el camino de Allah» son mejores que quienes, «sin estar impedidos, permanecen pasivos», por lo que el destino de los primeros en el paraíso será mejor que el de los segundos. No obstante, no dice que para obtener la salvación sea necesario luchar, puesto que «a ambos les ha prometido lo más hermoso», pero sí dice que «ha favorecido a los que luchan». En definitiva, los que no luchan también se salvarán –la sociedad en formación no puede prescindir de los pacifistas–, pero gozarán de una recompensa menor. «No son iguales los creyentes, que sin estar impedidos, permanecen pasivos y los que luchan en el camino de Allah con sus bienes y personas. Allah ha dado un grado de preferencia a los que luchan con sus bienes y personas sobre los pasivos. A ambos les ha prometido lo más hermoso, pero ha favorecido a los que luchan sobre los que se quedan pasivos con una enorme recompensa», (C 4:95).

La siguiente aleya, por ejemplo, habla de que algunos musulmanes ponían excusas para no ir a la guerra, y dice que «se perderán a sí mismos» porque «Allah sabe que mienten».

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) «Si se hubiera tratado de una ganancia inmediata o de un viaje corto, te habrían seguido, pero el objetivo les pareció lejos. Y jurarán por Allah: “Si hubiéramos podido, habríamos salido con vosotros”. Se perderán a sí mismos. Allah sabe que mienten», (C 9:42).

Las autoridades no podían emitir una sura determinante en la que se dijera que hay que combatir, porque dejarían a muchos fuera –por ejemplo, a los «enfermos de corazón», es decir, los que tenían miedo del combate–, y eso no les interesaba. Y dicen los que creen: ¿Por qué no se hace descender una sura? Pero cuando se hace descender una sura con un juicio terminante en el que se menciona la lucha, ves a los que tienen una enfermedad en el corazón [los que tienen miedo] mirarte como mira el moribundo. ¡Ay de ellos! (C 47:20).

En definitiva, ¡había musulmanes contrarios a la violencia! El Corán está escrito en un contexto de expansión militar, por lo que las autoridades insisten en que Allah ha ordenado luchar, pero hay gente que se resiste. La sociedad musulmana, que se está construyendo, no puede prescindir de esos grupos pacifistas, de manera que, en una sociedad en formación, la ambigüedad doctrinal del Corán se convierte en un perfecto aliado de la integración de todos los musulmanes. 3. ALEYAS QUE INTRODUCEN RESTRICCIONES AL COMBATE

Hay un tercer grupo de aleyas que introducen restricciones al combate. Este grupo de aleyas manifiesta la existencia de grupos muy conservadores que aún miran al pasado tribal, que se regía por unas normas que ponían límites a la violencia. En el periodo pre-islámico, había luchas constantes entre las tribus árabes. La sociedad, para estabilizar la situación creó tabús religiosos que ponían límites a estas luchas y dosificaban la violencia. En el Corán se incluyen estas aleyas para recordar esa tradición pre-islámica. 4. ALEYAS QUE EVOCAN CON ÍMPETU LA GUERRA RELIGIOSA

Por último, hay un cuarto grupo de aleyas que evocan con fuerza la guerra religiosa. En conclusión, según Firestone, el Corán nos pone de manifiesto la existencia de una sociedad muy compleja en la que conviven posturas muy diferentes y a veces contradictorias. La existencia de diferentes grupos con distintas sensibilidades sobre la violencia es la que condiciona y determina las contradicciones del Corán. Este texto es un tratado del siglo X, de un autor de la escuela malikí –dentro del sunnismo existen cuatro escuelas de interpretación del Corán–, que fue la más presente en al-Andalus y el Norte de África, y que se halla en un grado intermedio de rigor-flexibilidad. En este texto vemos que no se contempla una guerra incondicional, un yihad radical sin pauta de contención. También vemos que según la tradición malikí, el yihad no es una obligación personal sino comunitaria, es decir, las autoridades están obligadas a movilizar un ejército para la yihad, pero no todos los musulmanes tienen que luchar. «El yihad es una obligación de Derecho divino que cumplen unas gentes por los demás, siendo para nosotros (los seguidores de Malik) preferible no combatir al enemigo sin haberle exhortado a abrazar la religión de Dios, a menos que éste haya iniciado las hostilidades. Entonces deberán elegir entre abrazar el Islam o pagar la capitación (yizya). Si no lo hacen, se les combatirá. No se aceptará capitación de ellos salvo que vivan en lugares sometidos a nuestras leyes. Si están lejos de nosotros no se les cobrará capitación a no ser que vengan a nuestra tierra, y, en caso contrario, se les hará la guerra. Huir ante el enemigo es un pecado grave si su número es el doble del de los musulmanes o menos. Si es más, la

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IGNACIO CABELLO LLANO huida está justificada. Se combatirá al enemigo bajo la autoridad del correspondiente caudillo, sea éste bueno o malo. Se permite matar a los prisioneros bárbaros, pero nadie será muerto después de haber obtenido el perdón (amán) sin violar los acuerdos adoptados al respecto. No se matará a las mujeres ni a los niños y se evitará matar a monjes y a rabinos a menos que hayan combatido. También podrá matarse a las mujeres que hayan guerreado». La Risala de al-Qarawani [m. s. X] sobre el Yidad

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

2. GUERRA, PENITENCIA Y SALVACIÓN EN EL OCCIDENTE CRISTIANO: LA CONFIGURACIÓN DOCTRINAL DE LA GUERRA SANTA CRISTIANA Es en Occidente y bajo la cobertura ideológica de la guerra justa tal y como la concebía san Agustín donde poco a poco iría abriéndose paso la idea de cruzada. Ésta tomó el vuelo decisivo en el siglo XI, pero en los siglos precedentes se produjo una progresiva sacralización de la violencia guerrera. Esta progresiva sacralización de la violencia guerrera producida entre los siglos V y X/XI tuvo que salvar la gran distancia ideológica existente entre la concepción de la guerra de san Agustín –la guerra es un mal, pero es un mal necesario justificado por su finalidad– y la concepción bajo la cual nacería la Cruzada –la guerra es santa y buena en sí misma–. Así, entre los siglos V y X/XI asistimos al proceso de configuración doctrinal de la guerra santa cristiana. 2.1 CONTRADICCIONES

INICIALES DE LA FASE GERMÁNICO-CAROLINGIA (SS. APOYO PONTIFICIO DE LAS GUERRAS Y LA CONDENA DE LA ACCIÓN GUERRERA

VI-IX):

EL

En esta fase germánico-carolingia se produce una gran contradicción. La Iglesia, por un lado, apoya iniciativas militares que considera incluso como guerras misioneras –campañas contra los Sajones, por ejemplo–. Por un lado, es evidente que la Iglesia apoya ciertas acciones militares, pero por otro lado, la propia Iglesia considera que matar en esas batallas que ella misma apoya, es un pecado muy grave. Empuñar las armas era un ejercicio indispensable y desde luego legítimo, pero resultaba incompatible con la limpieza espiritual que garantizaba la salvación. Es evidente que la Iglesia vivía en este punto en una casi esquizofrénica contradicción. Esta contradicción se traduce en dos realidades. Por un lado, la Iglesia tiene que encontrar y arbitrar mecanismos para absolver los pecados de aquellos guerreros. ¿Cómo? Mediante los penitenciales: listados de pecados a los que corresponden unas penas en función de ese pecado. Por ejemplo, «quien mate a un hombre in publico bello –guerra autorizada, comandada por un monarca, legítima– unum annum peniteat». Por otro lado, en la mentalidad de la Iglesia de este momento, la caracterización de una vida de perfección se reserva para aquel que no empuña las armas. Nicolás I (858-867) hacía una clara distinción entre los milites Christi, que no luchan con las armas sino con su oración, su ascesis y su vida religiosa –los clérigos–; y los milites saeculi, que son los que luchan con las armas. Estos pueden salvarse mediante la penitencia, pero no pueden acceder a la vida perfecta. Existe un status de perfección, el de los milites Christi, y uno empecatado, el de los milites saeculi. A éstos no se les niega la salvación, pues pueden salvarse mediante la penitencia, pero corren el riesgo de morir en pecado. 2.2 LA “GRAN REVOLUCIÓN DOCTRINAL” (SS. IX-X) Desde el siglo VI al siglo IX la Iglesia incurre en esta gran contradicción: la guerra es necesaria –e incluso bendecida por la propia Iglesia–, pero al mismo tiempo matar en ella es algo terrible y condenado por la propia Iglesia. El gran cambio se produce entre los siglos X y XI: la acción guerrera deja de ser un pecado y comportar penas espirituales, y la guerra, además de justa, misionera y evangelizadora, puede ser también santa –y, por tanto, no comportar pecado–. La “inversión de valores” que supone el tránsito de la guerra santa por ser necesaria y ajustada a los designios de Dios e intereses de los cristianos, a la guerra santa como vía de salvación y expresión loable de una nueva espiritualidad, es un fenómeno complejo, plagado de contradicciones, que cubrió buena parte de los siglos X y XI y al que, desde luego, contribuyeron factores de

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IGNACIO CABELLO LLANO lo más diverso. Naturalmente este proceso transicional se consumará definitivamente a raíz de la predicación y el desarrollo de la primera cruzada a partir de 1095. Esa transformación sólo es pensable desde una Iglesia fuerte, desde una Iglesia con crédito moral, desde una Iglesia que es un referente moral para la población; es decir, para que pudiese tener lugar una revolución doctrinal de este tipo, era necesaria una Iglesia fuerte. La Iglesia cobró la fuerza necesaria en el siglo XI, con el reformismo gregoriano. La Iglesia formuló entonces la idea de teocracia, y se erigió como administradora del gobierno de Dios en la tierra. Pero, ¿cómo llegó la Iglesia a este punto de fortalecimiento? Según la doctrina gelasiana (s. V) del reparto de poderes, a la autoridad (auctoritas) del pontífice corresponde conducir al pueblo cristiano hacia la salvación mediante la predicación y los sacramentos; al poder real (potestas) incumbe la función, dentro de la sumisión a Dios y a San Pedro, de asegurar el orden interior y la paz, de proteger al clero y a las iglesias, de ayudarles en el cumplimiento de su misión de salvación, y de dilatar el Imperio a fin de alejar la amenaza de los paganos que lo rodean y ganarlos a la verdadera fe. Esta doctrina gelasiana, conocida también como “agustinismo político” es una interpretación algo abusiva –por parte de Gelasio I (492-496)– basada en la teoría del poder de San Agustín. Según San Agustín, todo poder proviene de Dios, tanto el de la Iglesia como el del Estado, pero los fines y, por tanto, la naturaleza de ambos son distintos. Al Estado le corresponde el poder que protege al hombre en su materialidad, es decir, tiene autoridad sobre el aspecto terrenal del hombre, se ocupa de sus necesidades naturales. En cambio, el poder de la Iglesia incide en la dimensión espiritual del hombre, porque su fin es la salvación del alma. De este modo, el poder de la Iglesia es moralmente superior al del Estado, de manera que es bueno que las leyes del Estado estén impregnadas por una influencia moral de la Iglesia. El agustinismo político afirma de manera tajante que el poder de la Iglesia es superior al del Estado, suprimiendo el adverbio “moralmente”. De este modo, se proclama la superioridad del poder de la Iglesia y del papa sobre el poder del Estado y del emperador en todos los ámbitos. Éste es el germen de la teocracia: el gobierno de Dios sobre la tierra administrado por el papa. «Augusto emperador, este mundo se rige por dos principios: el de la sagrada autoridad de los pontífices y la potestad real. Entre éstas tiene mayor peso la de los sacerdotes, porque ellos deben responder ante Dios también por el rey de los hombres. Por otra parte sabes, hijo clementísimo, que aunque por dignidad tú eres la cabeza del género humano, en las cosas divinas te sometes devotamente a los sacerdotes y de ellos esperas la salvación [...] y sabes también que en los temas religiosos te debes someter [...] y que en estas cosas tú eres quien depende del juicio de los sacerdotes, y no ellos quienes se someten a tu voluntad. En las cuestiones que tienen que ver con la dirección del Estado, sin embargo, aquellos que presiden la religión obedecen tus leyes, porque saben que por divina disposición te ha sido concedida la potestad imperial [...] Tú sabes además con evidencia que ninguno, en ninguna ocasión, por ninguna decisión humana, puede colocarse por encima del oficio de aquél a quien la orden de Cristo ha puesto por encima de todos y que la santa Iglesia ha siempre reconocido y devotamente tenido por su guía». Gelasio, Carta al emperador Anastasio, 494, PL, 54, col 42.

La pretensión teórica de los papas de ser quienes gobiernan en Occidente basada en el agustinismo político, la quisieron ejercer en un primer momento a través de un Imperio que estuviera a su servicio: el Imperio Carolingio. El problema es que éste se desmoronó muy pronto, por lo que el intento del papa de crear un instrumento de la Iglesia para el ejercicio del poder en Occidente fracasó. Entonces, el papa decidió ser él directamente, sin intermediarios, quien asumiese el poder en Occidente: ejercer él mismo la teocracia en Occidente. Pero para que el papa pudie-

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) se prescindir del emperador y designarse a sí mismo como el único responsable del gobierno de Occidente, la Iglesia necesitaba una fuerza que en el siglo X no tenía. De hecho, la Iglesia en el siglo X pasó por un periodo definido como el “siglo de hierro del pontificado”, un momento de descrédito absoluto de la Iglesia. ¿Cómo la Iglesia va a gestionar esa teocracia pontificia desde el descrédito social? Lo primero que tiene que hacer la Iglesia es en recuperar el crédito perdido, y para eso pone en práctica un fenómeno conocido como «movimiento de la paz de Dios». a) El movimiento de la “paz de Dios” La desestructuración del Imperio Carolingio supuso el desmantelamiento de la única formación política de carácter público con una cierta fortaleza en Occidente y la descomposición política de la sociedad occidental, lo cual implicó un aumento y descontrol de la violencia guerrera. Los poderosos se desvinculan de un poder político que ahora no existe y tratan de reproducir ese poder en su territorio a base de extorsionar; es decir, tienden a mantener su status de poder saqueando al prójimo. Muchos de estos nobles, para seguir manteniendo su poder, saquean iglesias, toman tierras ajenas, etc. Es el periodo conocido como la anarquía feudal. Cuando el Imperio carolingio se dislocó, la Iglesia, privada de la firme protección real, debió empuñar las riendas de su propio destino. Representó entonces la única fuerza moral, el único freno a la violencia desembridada de los señores feudales y de sus caballeros en aquel periodo de «anarquía feudal». […] La lucha que, en favor de la paz, así emprendió la Iglesia por el bien de toda la comunidad cristiana pronto la habría conducido a suscitar ligas de paz destinadas a combatir con las armas a los autores de los disturbios, sacralizando de esa manera algunas guerras y algunos guerreros, los caballeros, que, mediante juramento, se comprometían en aquel combate moral. La cruzada sería así, en cierta medida, el resultado de dicho movimiento de paz. 21 Fue entonces cuando la Iglesia, constatando la incapacidad de los reyes para imponer la paz, habría tomado el relevo y proclamado la paz de Dios, y después la tregua de Dios, instituciones que estuvieron destinadas a limitar las guerras privadas, a imponer reglas a dichos conflictos feudales, y a sustraer de la violencia de los caballeros al pequeño pueblo desarmado, los inermes, que eran incapaces de defenderse. La Iglesia percibe que si se erige como única autoridad capaz de devolver el orden y la estabilidad a esa sociedad tan desestructurada, recuperaría, muy posiblemente, el crédito de esa sociedad. ¿Cómo endereza la Iglesia esta situación, de la que era víctima? Mediante el movimiento de la «paz de Dios», una serie de concilios organizados por obispos de ascendencia cluniacense, principalmente en el Sur de Francia y el Noreste de la Península, entre el último tercio del siglo X y mediados del siglo XI, cuyo objetivo, conscientes de que no podían erradicar la violencia –los nobles no sabían hacer otra cosa que guerrear–, era reducirla y encauzarla. Para ello, se tomaron tres tipos de medidas cuyo incumplimiento se penaba con la excomunión, castigo que, en muchas ocasiones, no frenó a los bellatores. - La «paz de Dios». Desde finales del siglo X (Charroux, 989) en presencia de las reliquias de los santos y bajo la presión popular canalizada por la Iglesia, los señores hubieron de comprometerse en las asambleas de paz, mediante juramento y bajo pena de excomunión, a no atacar, matar, robar o despojar a los inermes. Esto es lo que habitualmente se denomina la «paz de Dios», cuya finalidad fue sustraer a los hombres de las violencias de los caballeros. «(1) Anatema contra los violadores de iglesias: quienquiera que viole una iglesia santa o le quite alguna cosa mediante la fuerza, si no procura una satisfacción, que sea anatema.

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Jean Flori, op. cit., p. 59.

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IGNACIO CABELLO LLANO (2) Anatema contra los saqueadores de los bienes de los pobres: quienquiera que robe a los campesinos, o a cualquier otro pobre, ovejas, bueyes, asnos, vacas, cabras, machos cabríos o puercos, salvo si fue a causa de una falta de su parte, y si no lo repara del todo, que sea anatema. (3) Anatema contra quien cometa brutalidades contra los clérigos: quienquiera que ataque, captura o hiera a un sacerdote, a un diácono o a cualquier otro clérigo que, no provisto de armas (entiéndase por ello, escudo, espada, coraza, casco), se limita a desplazarse, o bien permanece en su casa, salvo si una investigación del ordinario demuestra que la víctima incurrió en algún delito, que este sacrílego, si no hace reparación, sea considerado como extranjero a las moradas de la Santa Iglesia de Dios». “Concilio de Charroux”, Mansi, 19, col. 89-90. 22 «Yo no prenderé ni al villano ni a la villana, o a los sargentes 23, o a los mercaderes. Yo no cogeré sus dineros, ni les exigiré rescate; yo no les tomaré ni les haré perder su bien, ni destruiré sus casas a causa de la guerra de su señor. Yo no los azotaré por otro delito que por el suyo propio. Pero todo este compromiso no concierne al villano que sea caballero [extra villanum caballarum]». “Juramento de la paz de Vienne”. 24

- La «tregua de Dios». Un poco más tarde, la Iglesia trató de liberar algunos periodos de tiempo de la furia guerrera mediante la denominada «tregua de Dios» una suspensión de las hostilidades en las principales fiestas litúrgicas (Elna, 1027) y entre el anochecer del miércoles y el amanecer del lunes, en recuerdo de la Pasión de Cristo (Arlés, 1037-1041). «Los obispos, los clérigos y los fieles prescribieron que ningún habitante de aquel condado o de aquel obispado pudiera atacar a cualquiera de sus enemigos desde las nueve horas del sábado hasta la primera hora del lunes, a fin de que todos puedan rendir el honor debido al día del Señor». “Concilio de Elna (o de Toulouges), c. 1027”, Mansi, 19, col. 483-484. 25 «Aceptad y conservad, por consiguiente, la tregua de Dios [tregua Dei] que nosotros mismos ya hemos aceptado y mantenido [en las Galias], comoquiera que nos ha sido enviada desde el cielo por la divina misericordia; ella consiste en que, a partir del miércoles, todos los cristianos, amigos o enemigos, vecinos o extranjeros, observen una paz completa y una tregua duradera, hasta que salga el sol el lunes por la mañana». “Tregua de Dios de la diócesis de Arlés”, Mansi, 19, col. 594-596. 26

- Organización de milicias populares dirigidas por los obispos. Después, la Iglesia controló todavía más la situación al instituir y dirigir algunas milicias populares para castigar mediante la fuerza a los caballeros autores de los disturbios y obligarles a respetar la paz (Bourges, 1038). En caso de contumacia, es decir, en caso de que la violencia no cesase, la Iglesia organizaba unas milicias en las que se permitía tomar las armas para poner orden y luchar contra los desmanes de aquellos poderosos que incumplían las órdenes de la Iglesia. «En la misma época, Aimón, arzobispo de Bourges, quiso establecer la paz en su diócesis mediante un juramento. Convocó a los obispos de su provincia y, tras haber tomado consejo de sus sufragáneos, obligó a todos los que tenían más de quince años a someterse al siguiente compromiso: se dirigirían unánimemente contra todos los violadores del pacto 22

Cit. ibíd., p. 79. N. del T. Los sargentes (del latín, serviens, -entis) eran, en Francia, agentes subalternos al servicio de un señor, de una ciudad o del rey, encargados de la policía y de la ejecución de las sentencias. 24 Cit. ibíd., p. 85. 25 Cit. ibíd., p.93. 26 Cit. ibíd., p. 94. 23

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) prescrito y no se sustraerían de ninguna manera a participar personalmente y con sus bienes. Si fuera necesario, se comprometerían a atacarlos y a hacerles frente con las armas. Los mismos ministros del culto no quedarían exentos de ello: después de pertrecharse con los estandartes depositados en los santuarios del Señor, marcharían con la multitud del pueblo contra los violadores de la paz jurada [...]. He aquí el juramento que prestaron el arzobispo y los otros obispos: “Yo, Aimón, arzobispo de Bourges por la gracia de Dios, de todo corazón y con voz clara, prometo a Dios y a sus santos observar lo que sigue con toda mi alma, sin ambages y sin reticencias. Combatiré resueltamente a todos los invasores de bienes eclesiásticos, a los instigadores de pillajes, a los opresores de los monjes, de las monjas y de los clérigos, y a todos aquéllos que ataquen a nuestra santa madre la Iglesia, hasta que se arrepientan. Yo no me dejaré apartar de ello ni por la atracción de los regalos, ni por la influencia de gente que esté unida a mí por la sangre, para no alejarme del recto camino. Yo prometo marchar con todas mis fuerzas contra aquellos que osen transgredir estos decretos y no irles a la zaga 27 de ninguna manera hasta que las tentativas de los prevaricadores sean aniquiladas”. Una vez hecha esta solemne declaración sobre las reliquias de Esteban, protomártir de Cristo, exhortó después a los otros obispos a que hicieran lo mismo, lo que así hicieron todos, unánimemente. Cada uno de ellos, en su diócesis, reunió a todos los hombres de quince años arriba, y les hizo pronunciar el mismo compromiso». Andrés de Fleury, Miracula sancti Benedicti, libro V, 1-2

Finalmente, en 1054, declarando en Narbona «que quienquiera que mata a un cristiano derrama indudablemente la sangre de Cristo», la Iglesia quiso hacer de la paz un principio general, extenderla al conjunto del mundo cristiano. «Por consiguiente, rogamos en nombre de Dios y pedimos que ningún cristiano persiga a otro cristiano por ninguna fechoría, desde el atardecer del miércoles hasta el amanecer del lunes […]. Si alguien mata a un hombre voluntaria o conscientemente durante esta tregua, o se apodera, o toma el castillo de cualquiera o lo destruye, o si está convencido de querer hacerlo, que sea expulsado de toda asamblea de cristianos, que sea condenado al exilio perpetuo durante toda su vida». “Concilio de Narbona, 1054”, Mansi, 19, col. 827-832. 28

Tomando consciencia del hecho de que no podía erradicar totalmente la violencia caballeresca y la guerra, habría acabado por cristianizar la caballería y le habría ofrecido un exutorio para desviarla hacia el exterior, contra los «infieles»: el combate, ilícito contra los cristianos, podría llegar a ser meritorio contra los enemigos de la cristiandad. 29 La paz de Dios no fue, por tanto, como durante mucho tiempo se ha creído, aquel gran movimiento político-social universal mediante el cual la Iglesia, al constatar el declive de la autoridad real y la inercia del poder central, tomaba el relevo del poder público desfalleciente para tratar de salvar lo que fuera posible en una sociedad feudal anárquica. A través de aquellos concilios, la Iglesia quiso esencialmente proteger sus propiedades de las usurpaciones de los señoríos laicos, liberarse de su influencia que juzgó ilegítima. Actuando así, lanzó el oprobio y el anatema sobre aquellos que empuñaron las armas contra sus intereses, pero valorizó, en cambio, a aquellos que combatieron por defenderla. «Este desarrollo de las cosas atestigua que el ideal de la Iglesia del siglo XI no fue la abolición de toda guerra. Fue más bien la alternancia entre una tregua colocada bajo su control y una guerra propia y justa sobre la cual su ética tuvo una cierta 27

DRAE: No ser inferior a otro en aquello de que se trata Cit. Jean Flori, op. cit., p. 95. 29 Ibíd., p. 61. 28

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IGNACIO CABELLO LLANO ascendencia». 30 […] Mediante la paz de Dios, la Iglesia no trató de prohibir la guerra y de promover la paz: «moralizó» la paz y la guerra en función de sus objetivos e intereses; fue precisamente por eso por lo que la paz de Dios constituyó una etapa preparatoria importante de la formación de la idea de cruzada. 31 Este movimiento de la paz de Dios tiene dos consecuencias positivas para la Iglesia y una no tan positiva. En primer lugar, la sociedad empezó a ver que la Iglesia tenía un compromiso serio por la paz, es decir, la implicación activa de la Iglesia en un movimiento por la paz y el orden fue algo bien visto por la sociedad. Lógicamente, la Iglesia se movilizó por la paz porque era algo que a ella misma beneficiaba mucho, pero junto a estos bienes eclesiásticos que ahora se afanaban por defender había muchos campesinos que se sintieron agradecidos por este movimiento por la paz. En segundo lugar, la sociedad empezó a acostumbrarse a ver en la Iglesia una instancia de discernimiento entre qué violencia era legítima y qué violencia era condenable; es decir, se acostumbra a que la Iglesia determine qué violencia se puede llevar a cabo y qué violencia no era lícita. Así, la Iglesia recuperó parte de su autoridad y credibilidad por parte de la sociedad. El aspecto negativo del movimiento de la paz de Dios fue el procedimiento por el cual se llevó a cabo: fue violencia sobre violencia. b) El monopolio pontificio de la violencia Este último aspecto fue el que llevó a la propia Iglesia a reaccionar contra el propio movimiento de la paz de Dios tal y como se estaba produciendo. Reaccionó el papa Gregorio VII, que quiso de alguna manera cortar con esta situación y ser él quien monopolizara y determinara qué tipo de violencia era legítima y qué tipo de violencia no lo era. Estamos hablando ya del papado del reformismo gregoriano. Este es el momento en que el papado se siente con la fuerza suficiente como para poner en práctica un programa de agustinismo político. Esto se condensa en el Dictatus Papae (1075), documento en el que el papa se proclama a sí mismo como única fuente de autoridad legítima, de modo que se arroga el derecho de discernir entre la violencia legítima y la ilegítima. Y la violencia será legítima cuando sea para beneficio de la Iglesia. Esta guerra santa cristiana es un monopolio pontificio. Ya no la puede proclamar cualquiera –un concilio, un arzobispo, etc.–, sino que el único con la autoridad para proclamar la violencia legítima es el papa. Además, el papa dice que sólo puede ejecutar esta violencia quien designe el papa que puede hacerlo. ¿A quién designa el papa para la guerra? A los milites, los mismos contra los cuales habían luchado los obispos de la paz de Dios. ¿Cómo el papa puede convencer al pueblo de que los milites diaboli han de ser ahora milites Christi? El papa tiene que sacralizar la caballería, vender una imagen sacral de los caballeros, y, en segundo lugar, buscar una fórmula para despenalizar la muerte en combate. 1. LA SACRALIZACIÓN DE LA CABALLERÍA

El caballero lo que sabe hacer es matar. El problema es por quién va a matar, es decir, no se trata de quitarle al caballero su oficio, porque su oficio consiste en amasar riqueza a través de la guerra. Los caballeros van a seguir matando. Lo que hay que hacer es encauzar esa violencia a un buen fin: el de la defensa de la Iglesia. Los milites van a seguir matando y obteniendo botín, pero al servicio de la Iglesia.

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Dominique Barthélemy, El Año Mil y la paz de Dios: la Iglesia y la sociedad feudal, p. 524. Jean Flori, op. cit., pp. 97-98.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Es ahora cuando nace la figura de los Milites Sancti Petri, es decir, los caballeros de San Pedro, del papa. Éstos son vasallos directos del papa que intervienen en las guerras que el papa decide bajo el vexillum Sancti Petri. Por ejemplo, a finales del siglo XI, bajo la bandera pontificia, los normandos conquistaron Sicilia expulsando de allí a los musulmanes. ¿Cómo pudo la sociedad digerir esto? Esos campesinos que habían estado sufriendo constantemente el acoso de los milites, y ahora resulta que el papa les bendice. ¿Qué esfuerzo pedagógico hizo la Iglesia para ‘vender’ este producto? La Iglesia se sirvió de los modelos de santos guerreros que existían en la tradición cristiana para sacralizar la caballería. Hay diferentes tipos de santos guerreros. Hay un primer grupo de soldados guerreros que no eran santos por su labor militar: San Jorge, por ejemplo, murió a manos de los leones por fidelidad a Cristo. La gente se acostumbró a ver representados en las iglesias figuras de santos guerreros. Otro ejemplo es San Sebastián. En segundo lugar, hay santos que no fueron soldados nunca pero que son militarizados. Santiago fue siempre un pescador, pero en este momento su figura es militarizada. En esta categoría está la Virgen María 32. Hay un tercer caso, representado por San Olav, que toda su vida había sido un mujeriego y un sinvergüenza, pero murió en combate contra los paganos, y es santificado por esto mismo. La Iglesia hizo ver que era posible servir a Dios mediante el oficio de las armas, pero todavía hacía falta despenalizar la muerte en combate. 2. LA GUERRA COMO VÍA PENITENCIAL DE PURIFICACIÓN

Si la Iglesia empieza a enseñar que un santo puede serlo por combatir, es evidente que ya no es pecado combatir. Pero ¿cómo teológicamente fundamentar que alguien pueda ser calificado de santo al matar? El combate de los milites al servicio de la Iglesia es un servicio a la Iglesia y a Dios, es un esfuerzo por la causa de Dios, es un ejercicio de ascesis. Cuando estos caballeros se esfuerzan hasta el sacrificio personal de la muerte por la causa de Dios están practicando un tipo de ascesis. La ascesis es purificadora, de manera que quien está haciendo un servicio por la causa de Dios no puede estar al mismo tiempo cometiendo un pecado. Estará haciendo todo lo contrario, estará purgando sus pecados. El ejercicio ascético –en este caso de la guerra– es una penitencia purificadora y por tanto salvífica. Hasta ahora la ascesis más llamativa era la peregrinación. No todos llegaban al destino de peregrinaje; había un alto índice de muertes. Iniciar una peregrinación desde el occidente europeo hasta Jerusalén era algo muy peligroso. La peregrinación era una penitencia purificadora extrema. Los ideólogos de la Iglesia empiezan a ver unos paralelos muy acusados entre la peregrinación y la guerra. La peregrinación te obliga a salir de tu casa, a una disciplina grande, a exponerte a peligros, etc.; al igual que la guerra. Ir a la guerra santa empieza a asimilarse con la peregrinación y por tanto con los méritos propios de quien va a la peregrinación. El primer ensayo de esta idea –antes del gran ensayo que supuso la Primera Cruzada– se produjo en la toma de Barbastro (1064), localidad que pertenecía a la Taifa de Lérida. Se organizó un gran ejército y el papa Alejandro II –antecesor de Gregorio VII– hizo un llamamiento a milites europeos para que acudieran en ayuda de los reinos peninsulares. Esta operación el papa la acompañó con dos decisiones muy importantes. En primer lugar, por primera vez en un documento pontificio se dice que es lícito combatir y eliminar a los musulmanes, pero no porque sean musulmanes o paganos, sino porque habían ocupado injustamente una tierra que pertenecía a los cristianos. En segundo lugar, concedió a quienes participaran en esa campaña una indulgencia: la remisión de las penas impuestas por la Iglesia por los pecados cometidos. 32

Amy G. Remensnyder, La Conquistadora. The Virgin Mary at War and Peace in the Old and New Worlds.

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IGNACIO CABELLO LLANO

TEMA 2 - DEL “MOVIMIENTO CRUZADO” A LA “PRIMERA CRUZADA” (S. XI) 1. HACIA UNA DEFINICIÓN DE CRUZADA

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1.1 GUERRA SANTA EN NOMBRE DE CRISTO

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1. GUERRAS SANTAS PONTIFICIAS 3 2. RECONQUISTA PONTIFICIA 4 3. LA NOVEDAD DE LA CRUZADA DE CLERMONT: LLAMAMIENTO UNIVERSAL, DIMENSIÓN TOTALIZADORA Y 5 DIMENSIÓN ESCATOLÓGICA DE LA CRUZADA 1.2 CRUZADA Y PEREGRINAJE

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1.3 EL VOTO CRUZADO

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1.4 CENTRALIDAD Y PROBLEMÁTICA DEL TEMA DE LA INDULGENCIA

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A) DEFINICIÓN DE INDULGENCIA Y LA INCOHERENCIA DE URBANO II B) LOS PRECEDENTES: LEÓN IV, JUAN VIII… C) LA ESTRATÉGICA INCOHERENCIA DE URBANO II 1.5 CONCLUSIÓN

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1. EL LLAMAMIENTO DE URBANO II A LA CRUZADA (1095) 2. OTROS FACTORES ASOCIADOS A LA IDEA DE CRUZADA

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2. LA CRUZADA POPULAR Y SU SIGNIFICACIÓN SOCIAL*

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3. LA CRUZADA CABALLERESCA EN SUS ASPECTOS ORGANIZATIVOS

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3.1 RECLUTAMIENTO Y MOTIVACIONES*

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3.1 EJÉRCITO Y LOGÍSTICA*

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3.1 LOS GRANDES PROTAGONISTAS*

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4. LOS ACONTECIMIENTOS MILITARES: LA TOMA DE JERUSALÉN*

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5. LA PERSPECTIVA ISLÁMICA

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5.1 ¿EL ISLAM, UNA AMENAZA?

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5.2 REACCIÓN ISLÁMICA FRENTE A LA CRUZADA

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

TEMA 2 - DEL “MOVIMIENTO CRUZADO” A LA “PRIMERA CRUZADA” (S. XI) 1. HACIA UNA DEFINICIÓN DE CRUZADA1 Hace ya unos treinta años comenzó a hablarse de dos grandes corrientes historiográficas que interpretan la cuestión de la definición de Cruzada de una forma distinta: - Por un lado están los tradicionalistas, para quienes la Cruzada tuvo un alcance muy limitado en el espacio y en el tiempo: fue exclusivamente la empresa papal destinada a la liberación de Jerusalén y de los santos lugares. - Los pluralistas, en cambio, piensan que la Cruzada es un fenómeno más amplio que no se reduce a las campañas militares pontificias dirigidas contra los musulmanes en Tierra Santa. La esencia del fenómeno sería la defensa de la Iglesia, y los escenarios y los enemigos pueden ser muchos otros que no necesariamente los musulmanes de Tierra Santa. Para un tradicionalista el caso de la Reconquista en España no sería una cruzada, pero para un pluralista sí. Ambas posturas tienen algo de razón. La Cruzada es una, y cuando nace no se piensa que vaya a haber “cruzadas”. La Cruzada es concebida como una solución definitiva. En ese sentido la Cruzada es única –visión tradicionalista–. Ahora bien, también es cierto que la Cruzada de Urbano II creó un modelo de actuación que fue aplicado en otros escenarios, en otros tiempos y contra otros enemigos, de manera que se puede hablar de manera más genérica de “las Cruzadas”. Ese acontecimiento que iba a ser único generó un esquema de actuación de una complejidad y riqueza a la que no ha renunciado nadie –pensemos en Franco–. Es un esquema tan bien diseñado y tan rentable ideológicamente que se fue aplicando a lo largo de la historia. «Una búsqueda de definición, llevó a otro historiador británico a buscar una serie de condiciones sine qua non, a buscar el sentido exacto de lo que es una Cruzada: en primer lugar una promoción pontificia en la que el Papa, como cabeza (caput) de la Cristiandad, tiene capacidad para convocar a los hombres a empuñar las armas. En segundo lugar, la necesidad de un juramento, es decir, una especie de profesión de empresa que ha de cumplirse hasta sus últimas condiciones, incluso con sacrificio de la propia vida. En tercer lugar, el acto propio del cruzamiento, que viene a ser como la investidura del caballero, con unos ritos y unas prácticas que también son necesarios dentro de ese valor simbólico de los actos, que se encuentra en la casi totalidad de situaciones de la Edad Media. En cuarto lugar, el carácter peregrinatorio. La expedición o viaje que lleva hasta tierras normalmente lejanas y exóticas, y por ello ofrece el atractivo de lo desconocido, como un imán de atracción a quienes emprenden esta empresa. Seguidamente, los beneficios de Cruzada, que parten de la protección pontificia de los bienes y familiares de los que emprenden el viaje. Y en último término, otros beneficios espirituales como la indulgencia para quienes participan en la guerra, la promesa incluso de salvación definitiva para quienes ofrendan su vida al servicio de la Cruz». 2 ¿Qué es entonces la cruzada? Según Jonathan Riley-Smith, el gran especialista británico de nuestros días, la cruzada es una específica manifestación de la guerra santa cristiana. Se desa1

Carlos de Ayala, Hacia una definición de Cruzada: estado de la cuestión; Jonathan Riley-Smith, The First Crusade and Idea of Crusading y ¿Qué fueron las Cruzadas?; Tyerman, The invention of the Crusades (1998); Jean Flori, La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el occidente cristiano (2003). 2 Eloy Benito Ruano, “La orden de Santiago y la idea de Cruzada” en Primeras Jornadas de Historia de las Órdenes Militares, Madrid, Palacio de la Torre de los Lujanes, Febrero-Marzo de 1996, p. 13.

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IGNACIO CABELLO LLANO rrolló frente a los infieles en Palestina, en la Península Ibérica y en Alemania, y también contra herejes, cismáticos y cristianos opuestos a la Iglesia tanto en los confines de la Cristiandad como en su propio interior. Se trata de un movimiento concebible como defensa del conjunto de dicha Cristiandad y no de una parcela o región de la misma, por legítimos que pudieran ser sus amenazados intereses. Sólo al Papa corresponde su autorización legal, y los participantes en ella –o al menos una cualificada minoría de entre ellos– se comprometen mediante voto a cumplir los objetivos de la misma. La cruzada es, además, una suerte de peregrinaje redentor y salvífico que convierte a sus protagonistas, los cruzados, en seres inviolables, legalmente protegidos en sus personas y en sus bienes por la Iglesia mientras durara su sagrada misión; pero, sobre todo, los cruzados reciben la completa remisión de sus pecados a través de la recepción de la indulgencia plenaria. 3 Riley-Smith ha sintetizado su esencia diciendo que se trata de «una guerra santa por vez primera proclamada por el Papa en nombre de Cristo, cuyos participantes recibían el tratamiento de peregrinos, se comprometían mediante votos y disfrutaban de indulgencias» 4. Basándonos en esta definición, la novedad de la cruzada estribaría en dos circunstancias: la proclamación de un llamamiento papal a la guerra en nombre de Cristo y la adición a ese llamamiento de otros elementos –peregrinaje, emisión de votos e indulgencias– que, en sí mismos, no resultaban novedosos. La cuestión así planteada, en principio, podría generar un cierto consenso historiográfico. Los problemas, y en ocasiones algo más que de matiz, comienzan cuando se pretende profundizar en los elementos implicados en la definición perfilando su auténtico significado y valorando el papel de mayor o menor protagonismo que cada uno puede o debe asumir en ella. Empezaremos, pues, por estudiar cada uno de estos elementos y determinar tanto sus derivaciones como su modo de articulación en el esquema general. 1.1 GUERRA SANTA EN NOMBRE DE CRISTO El primer elemento es el de la proclamación papal de guerra en nombre de Cristo. ¿Nunca un Papa había llamado antes de 1095 a la guerra santa en nombre de Cristo? Veamos. 1. GUERRAS SANTAS PONTIFICIAS

Si repasamos los hitos de las “guerras santas” dirigidas por los Papas, y comenzamos por esos curiosos antecedentes que son los desesperados llamamientos de León IV (847-855) y Juan VIII (872-882) frente a la presión sarracena en el contexto de las llamadas «segundas invasiones», nos encontramos con un objetivo prioritario que los justifica, el de la defensa de Roma y de la Patria de los cristianos, simbolizada en el Patrimonium Petri. Con independencia de las supuestas indulgencias entonces concedidas, a las que habremos de volver, son los intereses de la Iglesia y su defensa los que se anteponen a cualquier otra consideración. «Rechazando todo temor y todo terror, esforzaos por actuar valientemente contra los enemigos de la santa fe y los adversarios de toda la comarca. […] Queremos reconocer el amor de todos vosotros, puesto que, a aquéllos que mueran fielmente en una de las batallas de esta guerra [...], los reinos celestiales no se negarán de ninguna manera. […] En efecto, el Todopoderoso sabe que si uno de vosotros llega a morir, habrá muerto por la verdad de la fe, la salvación de la Patria y la defensa de los cristianos. Por eso, y en consecuencia, recibirá de Él la mencionada recompensa». 5

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RILEY-SMITH, J.: What were the Crusades?, 1992. RILEY-SMITH, J.: The First Crusade and the Idea of Crusading, Londres, 1993, p. 30. 5 León IV, Carta 1, «ad exercitum francorum», Epistolae et decreta, Patrología latina (PL), 115, col. 655-657. 4

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Lo mismo puede decirse de la discutida campaña del papa León IX (1049-1054) contra los normandos en 1053; también deberemos volver a ella con motivo de sus promesas retributivas, por ahora basta indicar que la intervención en ella se justificaba por la defensa de los derechos de la Iglesia, responsable del llamamiento, y su jurisdicción territorial. 2. RECONQUISTA PONTIFICIA

Jean Flori ha insistido en estas características de las guerras papales pre-cruzadas como propias de la noción de reconquista pontificia. Todos esos llamamientos papales a la guerra santa anteriores a la Primera Cruzada responden al modelo ideológico de la reconquista pontificia, no al de cruzada. Las iniciativas papales de guerra santa anteriores a 1095 constituyen lo que él llama reconquista pontificia. Esta reconquista pontificia responde a dos tipos de motivaciones: -

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En primer lugar, responde a una motivación territorial. ¿En virtud de qué el papa puede hacer un llamamiento a la defensa o recuperación de un territorio que estima le pertenecía anteriormente? ¿Por qué se arroga la soberanía sobre Occidente? El origen último de esa soberanía hay que situarlo en la falsa Donación de Constantino, en virtud de la cual el papa accedía, por presunta cesión del primer emperador cristiano, a la titularidad del imperio y al directo control de sus provincias occidentales. Éstas se hallaban parceladas en reinos cuyos titulares debían vasallaje, por tanto, a la sede de San Pedro. En virtud de esta leyenda, el papa dispone de la corona imperial y de los territorios de la Cristiandad occidental, cuya defensa le corresponde en última instancia al papa. En segundo lugar, había una motivación doctrinal: el papa es quien debe garantizar la ortodoxia doctrinal de la Iglesia, de modo que a él le corresponde la responsabilidad y el derecho de intervenir allí donde la ortodoxia de la fe cristiana se vea amenazada.

La reconquista pontificia, como forma de guerra santa, fue una realidad concebida por el papa Alejando II (1061-1073) y puesta en práctica fundamentalmente por él y por sus sucesores Gregorio VII (1073-1085) y, en menor medida, Víctor III (1086-1087). Sus características son tres: 1) Se trata, en primer lugar, de una guerra promovida por el papa, en cuanto obispo de Roma y responsable del Patrimonium Petri, para la restauración de la soberanía pontificia sobre todos los dominios que le habían sido arrebatados en Occidente o en los que se desoía la voz de su autoridad. 2) Estamos, en segundo lugar, ante una guerra dirigida contra los infieles que hayan podido ocupar estos territorios supuestamente pontificios, y también contra aquellos cristianos que no reconozcan la soberanía papal o la autoridad del obispo de Roma. Se trata de operaciones parciales, no concebidas como defensa del conjunto de la cristiandad. 3) Finalmente, en tercer lugar, hablamos de movilizaciones realizadas a base de convocatorias dirigidas a los milites sancti Petri, es decir, a aquellos que se encuentran formalmente ligados al papa mediante lazos de vasallaje o expresos compromisos de dependencia. La guerra así entendida tiene, por tanto, connotaciones claramente feudales. Son muchos los ejemplos de reconquista pontificia que nos ofrecen los pontificados de Alejandro II, Gregorio VII y Víctor III. Algunas de estas guerras de reconquista pontificia obedecieron a un objetivo de reconquista pura y simple que permitió restaurar la soberanía pontificia en un territorio ilegítimamente ocupado. Otras tuvieron por objeto no tanto la conquista de un territorio como la mera restauración de la autoridad eclesiástica del papa en él. Y otras, más complejas, pretendían combinar la reconquista material con vistas al restablecimiento de la soberanía papal, con estrategias destinadas a la normalización de la autoridad eclesiástica en la zona.

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IGNACIO CABELLO LLANO Hasta aquí, por tanto, lo que hemos visto es al Papa promover movilizaciones destinadas a la defensa de los intereses de la Iglesia contra enemigos territoriales o doctrinales que pretenden arrebatarle derechos adquiridos o atentar contra la defensa de la fe que legítimamente le corresponde. El Papa actúa como obispo de Roma y responsable del Patrimonium Petri. Se dirige para ello a sus vasallos directos, a los milites sancti Petri o a aliados concretos a los que puede o no entregar el vexillum pontificio, pero que, en cualquier caso, pugnan en nombre del Papa por la salvaguarda de los derechos eclesiales. Lo que está en juego en este tipo de guerra santa es la defensa de los derechos de la Iglesia. 3. LA NOVEDAD DE LA CRUZADA DE CLERMONT: LLAMAMIENTO UNIVERSAL, DIMENSIÓN TOTALIZADORA Y DIMENSIÓN ESCATOLÓGICA DE LA CRUZADA

El salto cualitativo que habría dado Urbano II es, pues, el del paso del llamamiento puntual para un problema eclesiástico concreto, al llamamiento universal para la salvaguarda del cristianismo. No se trataba ya de la defensa prioritaria de los intereses de la institución eclesial y menos aún del Papado, y por eso el llamamiento no lo hacía el Papa a sus vasallos o aliados en cuanto obispo de Roma, sino a todos los fieles como representante que era también del poder de Cristo, en su nombre y en defensa de su honor mancillado. El papa no hacía el llamamiento como obispo de Roma y responsable del Patrimonium Petrii, sino como cabeza de la cristiandad, en nombre de Cristo mismo: «…Por eso os exhorto y os suplico —¡no yo, sino Cristo!— […] pero es Cristo quien lo ordena…». El objetivo de la cruzada no es defender sus propios intereses o los de la Iglesia de Roma en cuanto tal, sino que se orienta a la defensa de la cristiandad en su conjunto, y es a toda ella a la que, en nombre de Dios, se destina su convocatoria, y no solo a los vasallos de san Pedro. Naturalmente que las movilizaciones papales anteriores a la cruzada habían sido guerras santas y, por consiguiente, queridas u ordenadas por Dios, pero su alcance era en todo caso limitado a concretas necesidades de la Iglesia. El destino de la cruzada, en cambio, tenía la dimensión totalizadora de lo definitivo, de lo que afectaba a la esencia misma del ser cristiano. Era, en último término, la respuesta del mismo Dios a la amenazada supervivencia del cristianismo: quienes participaran en ella no hacían sino seguirlo tomando su propia cruz (Mt 16,24; Lc 14,27). De hecho, el ideal de la imitatio Christi –unido al de vita apostolica– fue absolutamente central en la espiritualidad de la primera cruzada. El gran tema de la predicación de la Cruzada es justamente el de invitar a tomar la cruz, el seguimiento e imitatio Christi. Por eso se ponían una cruzada en el pecho, porque era signo de que habían asumido la Cruz de Cristo. Por eso son los crucissignati, porque van asumiendo la Cruz de Cristo y siguiendo sus pasos en defensa de su honor. ¿Qué dijo el papa en Clermont? Efectivamente no lo sabemos, porque no se ha conservado el texto del discurso del papa. Lo que nos ha llegado son las reproducciones de cinco cronistas diferentes, versiones tardías de principios del siglo XII que además no coinciden en todos sus puntos. Baudri de Bourgqueil, Roberto de Monje, Raimundo de Aguilers, Fulquerio de Chartres y Guiberto de Nogent. Los cuatro primeros fueron testigos del discurso; el tercero y el cuarto, además, participaron en la Cruzada, y el quinto ni estuvo presente ni marchó en la Cruzada. Si no conservamos más que cinco crónicas distintas, ¿qué podemos pensar que dijo el papa? 6 Los historiadores están de acuerdo a que el papa hizo mención a dos ideas muy importantes: - En primer lugar, la existencia de una motivación nueva para la guerra santa, asociada al mancillado honor de Cristo y de cuya materialización presumiblemente dependía el futuro de la propia sociedad cristiana. La motivación no podía ser otra que el rescate de la tumba de Cristo y la liberación subsiguiente de Jerusalén y del conjunto de Tierra Santa. La cruzada se dirige a 6

Jean Flori, Chroniqueurs et propagandistes: Introduction critique aux sources de la première croisade, by Jean Flori (Geneva: Droz, 2010).

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) la liberación de Jerusalén y de cuantos símbolos de la Tierra Santa cristiana han sido mancillados por el infiel. La recuperación de los Lugares Santos, objetivo prioritario y concreto de la cruzada, es condición necesaria para la rehabilitación del honor de Dios, y también para el perdón de los hombres cuyos pecados no son ajenos a la desastrosa amenaza que sufre la cristiandad. Por ello, la cruzada debe entenderse como una forma de peregrinaje redentor, un peregrinaje armado que, en el esfuerzo penitencial, encuentra la salvación de quien lo asume. - En segundo lugar, la dimensión escatológica 7 inevitablemente asociada a la implicación nuclear de la Ciudad Santa de Jerusalén en los planes de cruzada. La cruzada posee una dimensión esencialmente escatológica –fin del tiempo y proyección fuera del tiempo de la vida futura–, pues de un modo u otro se vincula a la venganza definitiva de Dios, que erradicará la increencia, derrocará al Anticristo y establecerá el definitivo reinado de Dios sobre la tierra. Pero todo ello ha de ocurrir al final de los tiempos, cuando, según el Libro del Apocalipsis –revelación del sentido y destino de la Historia, del tiempo y del fin del tiempo–, el poder de Dios haga coincidir la Jerusalén terrestre con la Jerusalén bajada del cielo, en la que «no entrará nada manchado» (Ap 21,27). Por eso el acceso a ella debe ir precedido por la purificadora experiencia del peregrinaje liberador. Además, la Jerusalén terrestre –cordón umbilical con el Más Allá 8– habría de ser limpiada de todas sus impurezas, de modo que el papa hace un llamamiento para purgar los Santos Lugares del pecado que ha inferido el infiel musulmán contra la persona de Cristo. Esta dimensión escatológica, como veremos muy pronto, está sin duda presente entre los seguidores de la cruzada popular de Pedro el Ermitaño, pero con toda probabilidad lo estuvo también de modo específico en la convocatoria papal de Urbano II. Para entender la dimensión escatológica del discurso de Clermont hay que saber que el Apocalipsis admite dos lecturas diferentes. En primer lugar, cabe una lectura literalista: hay que limpiar la Jerusalén terrestre para facilitar así el descenso de la Jerusalén celeste, para purgar el pecado del hombre antes del fin de los tiempos y del Juicio Final; el fin del mundo se avecina y hay que colaborar en la venganza definitiva de Dios, que erradicará la increencia, derrocará al Anticristo y establecerá el definitivo reinado de Dios sobre la tierra. Jerusalén era la antesala del Paraíso y su devolución al control cristiano sería el signo inequívoco del definitivo triunfo del reinado de Dios en la tierra, el momento en que, según el Apocalipsis, la Jerusalén celeste bajaría hasta fundirse con la terrestre en lo que no sería sino el telón de fondo de la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo a la tierra. El final de los tiempos ya no podía demorarse mucho. Esta perspectiva de interpretación radical sobre el carácter escatológico de la cruzada fue, sin duda, una percepción real para no pocos cruzados. Muchos –las cruzadas populares van en esta línea– pensaron efectivamente que iban a ser testigos del fin del mundo y que tenían que colaborar en la justicia de Dios para instaurar el reino divino, según la lectura literalista. Sin embargo, cabe también una lectura alegórica o simbólica: rescatar Jerusalén significaría, efectivamente, el fin de un tiempo y el inicio de otro tiempo, pero no con connotaciones sobrenaturales, sino que la conquista de Jerusalén marcaría el inicio de un tiempo en el que se impondría en el conjunto del universo la doctrina de Cristo y en el que no se discutiría la autoridad suprema de la Iglesia, que gozaría de un protagonismo teocrático incontrastable. Probablemente el papa se estuviese refiriendo a esta lectura alegórica, pues lo que quería era imponer un gobierno teocrático pontificio. La Cruzada fue la gran operación del papa para imponer su autoridad de manera inequívoca en todo el mundo –de hecho, en la Primera Cruzada no está el emperador por ningún lado, ni siquiera los reyes, únicamente el papa–. Debemos tener en cuenta el 7

Jay Rubenstein, Los ejércitos del cielo. La primera cruzada y la búsqueda del Apocalipsis, 2012. TYERMAN lo ha descrito bien al hablar de que «pese a su estado de lugar limítrofe, suspendida entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, Jerusalén mantuvo su doble naturaleza física a la vez que ideal, temporal al tiempo que espiritual, corporal y sobrenatural», (TYERMAN, Las Guerras de Dios...,p.86). 8

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IGNACIO CABELLO LLANO contexto en el que se sitúa la predicación de Clermont: la Iglesia, desde la reforma gregoriana, estaba sumida en un proyecto de creación de una monarquía o gobierno teocrático pontificio de manera que el papado fuese reconocido como autoridad última y suprema. En este sentido, la Cruzada fue una gran apuesta política en manos del papa, y, si todo salía bien, los tiempos habrían de cambiar: se acaba un mundo en el que se despreciaba a Dios y empezaba un nuevo mundo gobernado de manera indiscutible por la Iglesia. Al jugar con la idea de Jerusalén, el papa cayó en una ambigüedad que por otro lado le sirvió para ganarse el apoyo popular. Ciertamente, el discurso de Urbano II en el concilio de Clermont de 1095 daba pie a interpretaciones de este tipo, que luego, eso sí, ciertos eslabones publicitarios de transmisión popular pudieron convertir en anuncios milenaristas. En cualquier caso, no cabe duda de que en la mente de todos, incluida en la del Papa, los tiempos –y la propia estrategia teocrática de una Iglesia que se sentía amenazada– exigían el compromiso de todos los fieles hacia una solución que, de algún modo, se consideraba como definitiva. De esa solución se desprendería la apertura de un nuevo panorama que la fe de la Iglesia habría querido hacer depender de la providencia divina, y en el que dicha Iglesia asumiría un protagonismo de resonancias claramente escatológicas. Muchos podrían ser –y de hecho lo eran– los intereses de orden material que se escondían detrás de esta ambiciosa apuesta, pero no es fácil desestimar la posibilidad de que en la mente de los responsables eclesiásticos la legitimación del movimiento puesto en marcha obedeciera a supuestos ideológicos sensibles hacia los mencionados repuntes escatológicos. 1.2 CRUZADA Y PEREGRINAJE ¿Cómo se produce esta conexión entre cruzada y peregrinaje? Un peregrinaje es un ejercicio de purificación que se realiza a través de un viaje penitencial, un viaje que comporta toda una serie de elementos que en sí mismos constituyen una penitencia purificadora para alcanzar un estado de gracia. Quien realizaba una peregrinación era un hombre que tenía que salir de sí mismo, que tenía que desinstalarse y dejar atrás todos sus vínculos, y que se ponía en marcha con toda una serie de peligros hasta llegar a un lugar en que unas reliquias le permitían entrar en contacto con la gracia. Las reliquias, en la mentalidad medieval, siguen perteneciendo a esos santos, que lógicamente se encuentran en la gloria de Dios. Para acercarse a la gloria divina, y a la sanación que eso implica, la mejor garantía es estar cerca de una reliquia, que se entiende que pertenece a alguien que está cerca de Dios. Acercarse a las reliquias es acercarse a la realidad sanadora de Dios. Evidentemente el lugar donde hay una mayor concentración de Gracia, es Jerusalén, porque allí está el Santo Sepulcro –testigo de la propia Resurrección–. Por tanto, el máximo de perdón está asociado a la peregrinación a Jerusalén. En el momento en que nacen las cruzadas, Jerusalén está ocupada por los musulmanes. Es preciso limpiar la Ciudad Santa de la presencia musulmana. Por tanto, la peregrinación que en este momento se plantea es una peregrinación armada. La cruzada se concibe como una peregrinación armada. Se trata de ir al máximo lugar de salvación, pero armados, porque es la única manera de poder limpiar la Ciudad Santa de esa presencia. Esto constituyó un reclamo para esa caballería que había sido demonizada por la propia Iglesia. Ahora se les ofrecía una alternativa: sin abandonar el ejercicio de las armas, podían alcanzar el máximo estado de Gracia. Lo que hace el papa es trasladar todos los privilegios y todas las disposiciones canónicas de las que disfrutaban los peregrinos, a estos nuevos peregrinos armados. Por ejemplo, en el momento en que un peregrino realizaba el viaje, su familia que quedaba y sus propiedades eran protegidas por la Iglesia. Un penitente, al igual que un cruzado, necesitaba

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) la autorización de la mujer y del párroco. Todos estos elementos que antes se aplicaban a los peregrinos penitentes, ahora se aplican a los cruzados. Hasta tal punto es así que la cruzada no se llama cruzada sino Iter Hierosolymytanum, o también peregrinatio. 1.3 EL VOTO CRUZADO Un voto es un juramento, un compromiso muy serio. En la Edad Media los únicos que realizaban votos eran los monjes –castidad, pobreza, obediencia…–. Un monje es un penitente, es decir, quienes emiten los votos son personas sometidas a un régimen de penitencia. Así, un penitente emitía un voto. La realización del voto cruzado está ligado al carácter penitencial que tiene la propia cruzada. ¿Cómo se emitían esos votos? Normalmente no hay pruebas escritas. Había, eso sí, ceremonias o rituales. Pero esta ritualizacion no la vemos hasta mediados del siglo XII. Pero antes sí que existía ese compromiso, ese voto, aunque sin tanta parafernalia. 1.4 CENTRALIDAD Y PROBLEMÁTICA DEL TEMA DE LA INDULGENCIA A) DEFINICIÓN DE INDULGENCIA Y LA INCOHERENCIA DE URBANO II

«La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos». Cuando uno se confiesa, el sacerdote le da la absolución y, cumplida la penitencia impuesta por el mismo, queda librado del pecado y de la condena eterna en el infierno, pero todavía queda una “pena temporal”, una persistencia de la culpa en el Más Allá que Dios se reserva para sí. Estas penas temporales, que son las que una indulgencia remite, se refieren al reato: la obligación que queda a la pena correspondiente al pecado, aun después de perdonado. Pero este concepto de indulgencia no empezó a cristalizar canónicamente hasta muy finales del siglo XII y primeras décadas del XIII, de modo que, ¿a qué se referían las indulgencias de Urbano II? Efectivamente, si atendemos al Canon nº 2 del Concilio de Clermont, vemos que no habla de la remisión de las penas temporales, sino de la “convalidación” de las penitencias impuestas en la confesión con el iter hyerosolimitanum. Este iter neutralizaría las penitencias impuestas por la Iglesia, penitencias terrenas, pero en ningún caso se está refiriendo a esa “remisión de las penas temporales y, por tanto, desaparición por entero de los pecados”. Aun así, a pesar de que no supusiera el perdón de los pecados, la cuestión no es baladí. Hay que recordar que las penitencias impuestas en la Edad Media, sobre todo a los soldados, eran durísimas, de modo que si luchando te asegurabas el cumplimiento de todas esas penitencias acumuladas, conseguías estar más cerca de la salvación, sin correr el riesgo de morir empecatado. «Quicumque pro sola devotione, non pro honoris vel pecuniae adeptione ad liberandam ecclesiam Dei Ierusalem profectus fuerit, iter illud pro omni paenitentia reputetur». MANSI, SS. Conciliorum collectio 20, 816. «A todo aquel que, sólo por devoción, no para conseguir honores o riquezas, se ponga en marcha para liberar a la Iglesia de Dios de Jerusalén, su marcha le será considerada como substitutiva de cualquier penitencia». MANSI, SS. Conciliorum collectio 20, 816.

En este canon conciliar, Urbano II se muestra muy prudente, pero la cosa no es tan clara, porque conservamos otros documentos –como la carta enviada a Flandes sólo un mes después del Concilio de Clermont– en los que habla expresamente de «remisión de todos los pecados», lo cual sugiere una auténtica indulgencia plenaria capaz de borrar cualquier efecto dañino de la

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IGNACIO CABELLO LLANO mala acción cometida. También habría grandes imprecisiones en la predicación de la cruzada: aquellos que transmitían ese mensaje probablemente lo harían sin ninguna sutileza, creando una especie de ambigüedad en la que la gente entendería que ese perdón sería un perdón absoluto de todos los pecados. ¿A qué estaba refiriéndose realmente el Papa? El vacío doctrinal existente es uno de los factores que explica esta ambigüedad, que, por otra parte, no es novedosa. ¿Cómo se habían expresado los papas con anterioridad al intentar definir los efectos de la participación en una acción bélica meritoria? B) LOS PRECEDENTES: LEÓN IV, JUAN VIII…

León IV (847-855) no dudó en hacer a los guerreros francos promesas de recompensas de tipo espiritual: afirmó, en efecto, que a todos los que llegaran a morir en aquel combate emprendido por la protección de Roma «no les serían negados los reinos celestiales». Ello no constituyó todavía una promesa explícita del paraíso a los guerreros que cayeran como «mártires» por la protección de Roma, pero la idea no quedaba lejos. La vida eterna en el Paraíso sería asegurada a quienes murieran en un combate librado por la protección de Roma, pues dicho combate era triplemente sacralizado en una sabia amalgama que unía los valores de la antigua Roma –morir por la Patria–, los de la moral universal y cristiana –la protección de sus hermanos cristianos– y los de la religión –la defensa de la fe amenazada por los paganos–. Este texto es el primero en que se expresa claramente, en el Occidente cristiano, la noción de recompensas espirituales concedidas a los guerreros que llegaran a morir en combate: por vez primera un papa asumía decididamente el tema de la sacralización de la guerra como un medio de salvación. «Rechazando todo temor y todo terror, esforzaos por actuar valientemente contra los enemigos de la santa fe y los adversarios de toda la comarca. Hasta el presente, vuestros ancestros aseguraron la defensa pública; siempre resultaron victoriosos, y ningún pueblo, aunque fuera multitudinario, pudo vencerlos. En efecto, jamás hemos oído decir que hubieran regresado una sola vez sin la gloria de la victoria. Queremos reconocer el amor de todos vosotros, puesto que, a aquéllos que mueran fielmente en una de las batallas de esta guerra [...], los reinos celestiales no se negarán de ninguna manera. En efecto, el Todopoderoso sabe que si uno de vosotros llega a morir, habrá muerto por la verdad de la fe, la salvación de la Patria y la defensa de los cristianos. Por eso, y en consecuencia, recibirá de Él la mencionada recompensa». 9

En el año 879 aparece, de la mano de su sucesor Juan VIII, una promesa espiritual en la respuesta del papa a una cuestión precisa de los obispos. Éstos le habían preguntado si quienes llegaran a morir combatiendo por la salvaguarda de Roma podrían esperar obtener el perdón de sus pecados. La respuesta merece nuestra atención: «[…] Confiando en la justa benevolencia de Cristo Nuestro Dios, nos atrevemos a responder que quienes caen en el campo de batalla, mediando en ellos el amor a la religión católica, entrarán en el descanso de la vida eterna al guerrear valientemente contra los paganos y los infieles, pues el Señor se dignó a decir a través de su profeta: “Cualquiera que sea la hora en la que se arrepienta, yo no me acordaré más de todas sus iniquidades”, y el buen ladrón, en la cruz, mereció el paraíso sólo por su confesión de fe […]. Desde nuestra humildad, y por la intercesión del bienaventurado apóstol Pedro, a quien pertenece el poder de atar y desatar en el cielo y en la tierra, tanto como sea posible hacer, nosotros los absolvemos y los encomendamos a Dios mediante nuestras oraciones». 10

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León IV, Carta 1, «ad exercitum francorum», Epistolae et decreta, Patrología latina (PL), 115, col. 655-657. Juan VIII, Carta nº 150, a todos los obispos del reino de Luis el Tartamudo, MGH, Epistolarum, VII, p. 126.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Esta respuesta, que expresa un nuevo grado de sacralización de la guerra, se ha interpretado muchas veces como una proclamación de la indulgencia: los soldados obtendrían el perdón de sus pecados como premio a su combate contra los paganos y los infieles, y la guerra santa sería considerada como una acción piadosa de efecto redentor. Pero, ¿fue éste verdaderamente el caso? ¿Se trató allí de una «indulgencia» real, y la desaparición de los pecados fue concedida a los soldados por el hecho mismo de combatir en aquella «guerra santa»? Conviene examinar primero la cuestión planteada por los obispos franceses. Éstos se inquietaron por la suerte de los guerreros que habían caído y caerían en aquel combate por la iglesia de Roma. Ahora bien, dichos guerreros, por el solo hecho de ejercer su oficio, estaban manchados de pecados, y obligados por ello a la penitencia, aunque hubiesen matado en una guerra justa – hasta mediados del siglo XI el ejercicio de las armas, incluso en el contexto de una guerra justa y santa, comportaba penas espirituales–. La preocupación de aquellos obispos ha de ser entendida en este sentido. ¿Pueden los guerreros franceses arriesgar su vida sin temor, tras haberse arrepentido de esas faltas pasadas, aun sin haber cumplido las penitencias prescritas; o morirán en pecado y serán condenados al infierno, a pesar de combatir por la causa de la Iglesia? Es en este sentido, dice Flori, como hay que comprender la pregunta de los obispos. Y en esta perspectiva se comprende mejor, en la respuesta del papa, la referencia al caso de arrepentimientos “tardíos” y, sin embargo, considerados por Dios como suficientes, como el del buen ladrón en la cruz, quien por su sola confesión de fe antes de morir –en ausencia, por tanto, de cualquier penitencia u obra de reparación– obtuvo, no obstante, el paraíso. Por eso el papa pudo afirmar, «confiando en la justa benevolencia de Cristo», que quienes murieran allí, combatiendo para defender la Iglesia, obtendrían el perdón de sus pecados –tanto de los pasados como de los que pudieran cometer allí– aunque no hubieran cumplido su penitencia, y podrían así, como el ladrón en la cruz, entrar en el paraíso si guardaban en su corazón la fe cristiana. En este caso, no nos encontraríamos ante una «bula de cruzada» que haría de la guerra contra los musulmanes el acto piadoso de entrañar por sí solo la desaparición de los pecados; ni ante una «indulgencia» en el sentido posterior del término, ni incluso ante una «absolución general», sino ante un texto por el cual el papa, considerando que la guerra allí emprendida era justa y útil a la Iglesia, en ningún caso podía aportar mácula alguna a quienes participaran en ella. La guerra no fue considerada aquí como «santa» hasta el punto de procurar el perdón de los pecados, la indulgencia o el paraíso; pero sí era lo bastante justa y sacralizada, al tratarse de la protección de Roma, como para no penalizar a quien se comprometiera en ella y corriera el riesgo de morir culpable de sus pecados. Si llegaban a morir en el combate sin haber podido cumplir la penitencia habitualmente exigida –incluida, sin duda, la debida por el homicidio en el campo de batalla en el combate que iban a llevar a cabo por el papa–, Dios, por su benevolencia, los admitirá a pesar de todo en su paraíso. En definitiva, este texto de Juan VIII refleja la idea de que los soldados muertos en combate tan justo no tendrían problemas para salvarse aunque no hubieran satisfecho las penitencias por faltas anteriores en el cumplimiento de sus deberes militares, y es que no olvidemos que los “libros penitenciales” incluso en casos de guerras justas, contemplaban reparaciones para quienes, participando en ellas, inevitablemente cometieran homicidio. C) LA ESTRATÉGICA INCOHERENCIA DE URBANO II

Está claro que la preparación teológica de la inmensa mayoría de los destinatarios de estos documentos –no hablemos ya de los receptores de la predicación de la cruzada especialmente cuando el mensaje les era trasmitido por predicadores populares-99, no era caldo de cultivo para discernir muchos matices doctrinales: la remisión de los pecados se debía percibir como un

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IGNACIO CABELLO LLANO definitivo efecto sanador que aseguraba sin más y de manera automática la plenitud de la vida eterna. Y ello era sin duda positivo para incentivar la participación de los fieles en la empresa. Por ello, y en un ambiente –no lo olvidemos- de cierta indefinición doctrinal, no es extraño que los predicadores, incluso los más preparados teológicamente, tendieran a presentar el tema de la retribución espiritual según esquemas maximalistas, y además probablemente con la anuencia del propio Papa que, en su fuero interno, quizá desease favorecer el equívoco mensaje que, si por un lado, tenía traducción de respuesta positiva a sus objetivos cruzados, por otra, ponía de manifiesto un poder cenital de la Sede Apostólica, capaz de hacer valer su propia autoridad más allá de esta vida100. ¿No había dicho el mismo Cristo que lo que Pedro atara o desatara en la tierra tendría automático efecto en el cielo? (Mt 16,19). 1.5 CONCLUSIÓN 1. EL LLAMAMIENTO DE URBANO II A LA CRUZADA (1095)

«Por eso os exhorto y os suplico —¡no yo, sino Cristo!—, como heraldos de Cristo, a que incitéis con fuerza, mediante una reiterada predicación, tanto a los peones como a los caballeros, a los pobres como a los ricos, cualquiera que sea su rango, para que se apresuren a ir a socorrer a los adoradores de Cristo expulsando a esa vil ralea de las regiones habitadas por nuestros hermanos. Yo lo digo a quienes están aquí presentes; yo mando decirlo a quienes no están. Pero es Cristo quien lo ordena. Todos los que vayan allí y lleguen a perder la vida, ya sea durante su viaje por tierra o mar, o combatiendo a los paganos, en esa hora obtendrán la remisión de sus pecados […] ¡Que vayan, pues, a combatir contra los infieles —un combate que merece librarse y que está llamado a acabar en triunfo— quienes hasta ahora se dedicaban abusivamente a guerras privadas contra los fieles! ¡Que se hagan ahora caballeros de Cristo, quienes hasta aquí se comportaban como bandidos! ¡Que combatan ahora con razón contra los bárbaros, quienes antes combatían a sus hermanos y a sus parientes! Ahora van a ganar recompensas eternas, quienes hasta aquí se hacían mercenarios para ganar algunos sueldos. Trabajarán por un doble honor, quienes hasta aquí se agotaron doblemente, en detrimento de su cuerpo y de su alma. Aquí estaban tristes y pobres: allí serán ricos y alegres. Aquí eran enemigos de Dios; allí llegarán a ser sus amigos». Fulquerio de Chartres, Historia Hierosolymitana, I, 3, RHC, Historien occidentaux, III, pág. 324

Ideas fundamentales: 1) No es el papa, como señor del Patrimonium Petrii quien convoca la cruzada, sino el Cristo como cabeza de la cristianad. 2) Por tanto, no hace un llamamiento a los milites sancti Petri, sino una llamada univrersal. 3) Se habla de la remisión de los pecados. 4) Se habla de la conversión: cómo la cruzada es el vehículo para la conversión de aquellos que habían estado anclados en los pecados del siglo, a los que ahora se ofrece una vía de salvación. «¿Qué diremos, pues, hermanos? Escuchad y comprended: vosotros, que os ceñís el cinturón de la caballería [militia], os vanagloriáis con una gran arrogancia; ¡destrozáis a vuestros hermanos, os desgarráis entre vosotros! ¡No es en verdad la caballería de Cristo [militia Christi] la que extermina el rebaño del Señor! Para la protección de los suyos, la Santa Iglesia separó una caballería [militia], pero vosotros la habéis convertido lamentablemente en maldad [malitia]. Para decir la verdad (una verdad de la que debemos ser los dos), vosotros no seguís en modo alguno el camino que conduce a la salvación y a la vida, ¡vosotros que sois opresores de los huérfanos, atracadores de las viudas, asesinos, sacrílegos, saqueadores de los bienes del prójimo! ¡Vosotros cobráis un sueldo de bandidos por haber derramado la sangre cristiana! [...] Si queréis cuidar de vuestras almas, deponed,

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) pues, desde que sea posible el cinturón de semejante caballería [militia], o bien avanzad con coraje para lanzaros lo más rápidamente posible al auxilio de la Iglesia oriental, como caballeros de Cristo [milites Christi]. Es así, en efecto, como os sobrevendrán las alegrías de una salvación completa [...]. He aquí por qué, hermanos, os hemos dicho estas cosas: para que desviéis vuestras manos homicidas del asesinato de vuestros hermanos; para que, por la protección de la tria, forméis un ejército cristiano, un ejército invencible, y vayáis a librar un combate decisivo por Jerusalén bajo el mando de nuestro jefe Jesucristo [...]. Para que vayáis a atacar y vencer a los turcos que allí se encuentran, más impíos que los jebuseos [los habitantes de Jerusalén antes de su conquista por los judíos, según la Biblia]. Que os resulte glorioso morir por Cristo en esa ciudad donde Cristo murió por vosotros. Por lo demás, si murieseis antes, sabed que lo mismo será morir «en el camino» [in via: como durante una peregrinación], si es que Cristo os halla en el seno de su ejército». Balderico de Bourgueil, Historia Hierosolymitana, I, 4, RHC, Historien occidentaux, IV, pág. 14

Ideas: 1) Recanalización de la violencia caballeresca, antes condenada, y ahora sacralizada mediante recompensas de salvación. 2) La cruzada sirvió también para alentar, por parte del papa, una posible reunificación de las Iglesias Bizantina y Romana. El papa y occidente esperan recibir a cambio de esa ayuda el reconocimiento de una posible reunificación. 3) Imitatio Christi «Que os resulte glorioso morir por Cristo en esa ciudad donde Cristo murió por vosotros»: imitatio Christi: coger la cruz de cristo y ser consecuente hasta el final. 3) Dimensión escatológica: «…forméis un ejército cristiano, un ejército invencible, y vayáis a librar un combate decisivo por Jerusalén bajo el mando de nuestro jefe Jesucristo…». Es un combate decisivo, una solución última. Muchos lo entenderían como ese combate definitivo de limpieza de Jerusalén y de bajada de la J celeste a la J terrestre. Dimensión escatológica de ultimidad. «¿Qué puedo decir de quienes partieron sin señor, sin príncipe, únicamente por impulso de Dios, no sólo de su provincia natal, sino de su reino de origen? [...] Hablo aquí de la victoria reciente e incomparable de la expedición de Jerusalén [...]. Si esos hombres se habían comprometido para proteger la libertad, o para defender el Estado [pro republica re defendenda], podrían encontrar ciertamente una justificación honrosa para su acción; en efecto, cuando se teme de las incursiones de las naciones bárbaras o de los paganos, ningún guerrero [miles] puede eximirse con razón de empuñar las mas. Excepto esas circunstancias, se está de acuerdo en admitir que sólo hay guerra legítima cuando se trata de la protección de la Santa Iglesia. Pero como esa piadosa intención ha desertado hoy de todos los espíritus y el deseo desenfrenado de poseer ha invadido todos los corazones, Dios ha instituido en nuestros días guerras santas [praelia sancta] a fin de que el orden de los caballeros [ordo equestris] y la masa errante del pueblo que, siguiendo el ejemplo de los antiguos paganos, se dedican a matarse entre sí, encuentren en ellas un medio de nuevo tipo para merecer su salvación, de tal manera que tampoco se vean obligados, como hasta aquí se acostumbraba, a renunciar totalmente al siglo para convertirse a la vida monástica o a cualquier otra profesión religiosa, sino que puedan obtener, hasta cierto punto, la gracia de Dios, conservando su estatuto y los hábitos relativos a su función». Guiberto de Nogent, Dei gesta per Francos, ed. R. B. C. Huygens, CCCM, 127 A, Turnhout, 1996, pág. 87

Ideas: Anteriormente solo los monjes tenían asegurada la salvación. 2. OTROS FACTORES ASOCIADOS A LA IDEA DE CRUZADA

Tradicionalmente ha habido otros factores asociados a la idea de cruzada, pero que no están incluidos en la definición de Riley-Smith. 12

IGNACIO CABELLO LLANO El primero es en relación con el movimiento de la Pax Dei. Cowdrey 11 establece una relación entre el movimiento de la Paz de Dios y la cruzada. El movimiento de la pax Dei habría servido para economizar la fuerza de los nobles y permitir su encauzamiento hacia la primera cruzada. Intentar evitar el derramamiento de sangra y el derroche de la fuerza y concentrarla al servicio de la primera cruzada. Efectivamente, otro de los cánones de Clermont, habla de la Pax Dei. La primera cruzada es consecuencia de la pax Dei. Monopolio pontificio de la violencia. Hay un segundo aspecto que conviene abordar: la conexión entre el yihad y la cruzada. Algunos historiadores han planteado esta pregunta. ¿Es la cruzada una respuesta al yihad? ¿Es una guerra santa cristiana en respuesta al yihad? No es este el momento en que el yihad está siendo especialmente opresivo y avasallador con el mundo cristiano. Establecer una relación de causaefecto entre la cruzada y la violencia yihadista es un error. De hecho no hay una respuesta de yihad perfectamente articulada hasta veinte años después de la toma cristiana de Jerusalén. En el arsenal pontificio hay material suficiente como para elaborar la doctrina de la cruzada, sin necesidad de acudir al yihad para entenderlo.

2. LA CRUZADA POPULAR Y SU SIGNIFICACIÓN SOCIAL*12 E

3. LA CRUZADA CABALLERESCA EN SUS ASPECTOS ORGANIZATIVOS E 3.1 RECLUTAMIENTO Y MOTIVACIONES* E 3.1 EJÉRCITO Y LOGÍSTICA* E 3.1 LOS GRANDES PROTAGONISTAS* E

4. LOS ACONTECIMIENTOS MILITARES: LA TOMA DE JERUSALÉN* E

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“From the peace of god to the first Crusade” en Luis García Guijarro, La primera Cruzada novecientos años después, UAM, 1997. 12 Jean Flori, Pedro el ermitaño y el origen de las cruzadas, 2007; y Jay Rubenstein, Los ejércitos del cielo. La primera cruzada y la búsqueda del Apocalipsis, 2012.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

5. LA PERSPECTIVA ISLÁMICA 5.1 ¿EL ISLAM, UNA AMENAZA? Lo primero que hay que tener claro es que la Cruzada, desde la óptica cristiana es una solución extrema que fue fruto del miedo que tenía la cristiandad. Esa recién nacida cristiandad latina –la cristiandad latina como tal nace con el cisma de Oriente en 1054– se siente débil, amenazada. Son tres las amenazas que percibe: la herejía, el judaísmo y el islam. En este momento hay algunos tratadistas que asocian los tres elementos –herejía, judaísmo e islam– como las tres caras de una misma realidad que califican del Anticristo, es decir, la presencia del mal en el mundo, que es la que amenaza a la cristiandad, tiene tres rostros distintos que obedecen a una única realidad: la maldad diabólica. Alquino de York, al hablar del Cuarto Jinete del Apocalipsis, la muerte, resalta la heterogeneidad del cuerpo del diablo –paganos, judíos, herejes, musulmanes, malos católicos– frente a la unidad de Dios. En la época de las cruzadas se retoma esa idea de maldad diabólica que amenaza a la cristiandad. De esos tres males que amenazan la cristiandad, el islam es el peor de todos: el islam participa del concepto de herejía, del carácter torticero del judaísmo. Por tanto, si hay que proyectar contra alguien para neutralizar la amenaza, ese alguien es el islam. Esta necesidad de luchar contra el islam nace más del ámbito cristiano que de cualquier circunstancia exterior. En cualquier caso, ¿era una amenaza para occidente? El islam, cuando se produce el inicio de la cruzada, está absolutamente dividido, no es un frente. Está dividido en tres grandes bloques, heterogéneos y contrarios entre sí. Uno de esos mundo islámicos es el Califato Fatimí de Egipto. Los fatimíes habían gobernado la franja siriopalestina hasta 1071. A partir de ese momento entran en competencia con el otro gran islam de la región: el imperio turco de los selyúcidas. Esta franja es una zona por la que pugnan ambos mundos. De hecho Jerusalén va a ser reconquistada por los fatimíes justo antes de la Cruzada. El Islam está dividido en sunníes –ortodoxia, que siguen la sunna, 90%– y chiíes –10%, seguidores de Alí–. Entre sunníes y chiíes hay una rivalidad absoluta. Los fatimíes son chiíes. Los turcos selyúcidas se hacen con el control del Califato Abbasí en 1055. Esos turcos no derrocan al Califa, sino que crean un gran imperio turco bajo la autoridad última teórica del Califa de Bagdad –sunní–. El problema es que ese Califato de Bagdad sostenido por el régimen selyuquí, a partir del año 1090 aproximadamente se divide en tres grandes áreas: los selyúcidas de Rum, los danishmends, y la parte de Mesopotamia y Persia, que conforma el Gran Imperio Selyúcida. Además, dentro de la parte que va a afectar a los cruzados, los turcos sirios e iraquíes están además especialmente divididos en una serie de principados independientes llamados atabeg. Hay tres grandes atabeg, el de Damasco, el de Aplepo y el de Mosul. Tierra Santa es una tierra de todos y de nadie, que justamente en vísperas de la Cruzada, aprovechando la descomposición de los selyúcidas, los fatimíes recuperan. Hay un tercer bloque islámico: el Imperio Almorávide, que ocupa el norte de África. Es el islam más activo de todos, pero no afecta al escenario cruzado. Esta es la realidad del islam en vísperas de las Cruzadas. El yihad en estos momentos, entendido como guerra santa, lo proclaman tanto los fatimíes como los turcos pero exclusivamente entre sí. Los fatimíes, en líneas generales, mantienen una actitud respetuosa con los cristianos. En cambio, el gran problema para los fatimíes es la amenaza turca. Y los turcos exactamente igual: el principal enemigo de los turcos no es el Imperio Bizan-

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IGNACIO CABELLO LLANO tino –batalla de Manzikert–, sino los fatimíes. El gran objetivo del yihad selyúcida son los fatimíes, y viceversa. Entonces, ¿es el islam una amenaza para la cristiandad en vísperas de las Cruzadas? Realmente la cruzada es una respuesta al propio miedo que tiene la cristiandad, a los propios fantasmas de la cristiandad. La cruzada es la expresión del poder pontificio. El papa esgrime como un elemento de motivación frente al islam la amenaza de los fatimíes. ¿Pero en qué consiste esta amenaza fatimí para el papa? En el año 1009 había tenido lugar la destrucción del Santo Sepulcro por el califa fatimí al-Hakim. «Aquel mismo año fue destruido el Sepulcro del Señor, en Jerusalén, por los judíos y los sarracenos, el día 3 de las calendas de octubre, el año 1010 de su Encarnación. En to, los judíos de Occidente y los sarracenos de España enviaron a Oriente cartas acusando a los cristianos y anunciando que los francos reunían ejércitos para marchar contra los sarracenos de Oriente. Entonces, el Nabucodonosor de Babilonia, a quien ellos llamaban Admiratus, encolerizado por los consejos de los paganos, hizo recaer sobre los cristianos una gran persecución: proclamó una ley según la cual todos los cristianos que vivían bajo su autoridad que no se hicieran sarracenos serían despojados de sus bienes o muertos. De ello resultó que una multitud innumerable de cristianos se convirtió a la ley sarracena; pero ninguno fue digno de morir por Cristo, sino el patriarca de Jerusalén, que encontró la muerte con suplicios de todo género, y dos adolescentes, hermanos, que fueron decapitados en Egipto y que brillaron por numerosos milagros. La iglesia de San Jorge, que hasta entonces ningún sarraceno había podido profanar, fue destruida en aquel momento, así como otros muchos santuarios. Y, a causa de nuestros pecados, la basílica del Sepulcro del Señor fue arrasada hasta el suelo». Ademaro de Chabannes, Chronicon, III, 47, ed. P. Bourgain, R. Landes y G. Pon, CCCM, 129, Turnhout, 1999.

Al-Hakim no es un prototipo de califa fatimí. Era un perturbado, un loco, y una de sus locuras fue ordenar la destrucción del Santo Sepulcro. Al-Hakim acabó proclamándose divino, es decir, se salió de los esquemas del islam. De hecho, el sucesor de al-Hakim reconstruyó el templo con ayuda del emperador bizantino. Pero en Occidente quedó la imagen de la destrucción del Santo Sepulcro, que quedó como un instrumento propagandístico. La propaganda también hablaba de otra realidad, y es que había situaicones muy vejatorias para algunos peregrinos que iban a Jerusalén. Las crónicas dicen que esas gentes sufrían situaciones humillantes y violentas. Pero claro, son peregrinos que marchan a un campo de guerra: ese tipo de vejaciones y situaciones violentas que sufrían los peregrinos no eran por parte de las autoridades islámicas, sino porque estaban peregrinando a un campo de guerra. Esto también fue utilizado como un instrumento propagandístico. Los fatimíes no tenían ninguna animadversión contra los cristianos. Al-Athir –un cronista kurdo de hacia 1200, el mejor cronista de las cruzadas vistas por los musulmanes– dice que la Cruzada es el resultado, según él, de la llamada que hicieron los fatimíes a los cristianos para combatir contra los turcos, para intentar desalojar a los turcos del territorio sirio-palestino. Esto no es histórico, pero sí es indicativo de cuál es la conciencia que tienen los musulmanes de la actitud amistosa de los fatimíes con los cristianos. El yihad en este momento no se dirige en ningún caso contra los cristianos, sólo que a los cristianos les pilla la guerra.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) 5.2 REACCIÓN ISLÁMICA FRENTE A LA CRUZADA 13 Emmanuele Sivan distingue dos etapas en la reacción islámica. Hay una primera fase de reacción inmediata (1097-1118) caracterizada por el miedo y la paralización, y la posterior acomodación. En esta fase no hay una respuesta yihadista; durante aproximadamente veinte años el Islam no reacciona, aunque eso no quiere decir que no haya una idea de yihad latente. Hay una segunda fase de reacción mediata, que Sivan sitúa entre 1118 y 1146, y en la que hay una respuesta yihadista, una confrontación que moviliza desde la oficialidad la idea de yihad. El miedo es fruto de dos cosas. En primer lugar de algunos actos de brutalidad por parte de los cruzados, que por supuesto la propaganda islámica amplió y exageró. Hay dos acontecimientos que en el subconsciente islámico han pervivido hasta hoy. Uno es el famoso episodio de Maarat, en donde se supone que hubo escenas de canibalismo. Esto le pareció una aberración a algunos cronistas cristianos –Alberto de Aquisgrán, Raúl de Caen?–. El sitio de Antioquía había sido terrible y costoso, y cuando conquistan Antioquía nos encontramos con un ejército famélico que no tenía de donde obtener comida. En Maarat se produjeron matanzas y el consumo de algunos de los cadáveres. Dice Alberto de Aquisgrán que no solo se comían los cuerpos de los turcos y sarracenos, sino también de los perros que mataban. El segundo elemento es la matanza que se produjo en Jerusalén. Hay testimonios incluso de cristianos que hablan de cómo los caballeros cristianos se pasaeaban por la explanada del Templo y de cómo la sangre derramada cubría las patas de los caballos. El Obispo Guillermo de Tiro llega a hablar de la repugnancia que le produce pensar en la acción de los cruzados. Estos acontecimientos generaron una reacción de miedo y paralización por parte de los musulmanes. CAP. XXIX. - De horrenda famis angustia in obsidione Marrae. [0527A] Interea comes Reymundus longa obsidione quinque hebdomadarum circa Marram civitatem vexabatur, universique in comitatu suo ibidem commorantes. Qui circa urbem diu sedentes et a Turcis vehementer repressi, magnae famis angustias pertulerunt. Nec mirum; quia prae longa obsidione Antiochiae, et nunc harum civitatum, plurimae in circuitu regiones exhaustae erant cibariis, et plurima pars habitatorum cum rebus et armentis suis per montana fugam fecerant. Erant enim decem millia exercitus comitis Reymundi et suorum comprimorum. Mirabile dictu et auribus horrendum! [0527B] tanta ipsa famis angustia has urbes invainit, quod nefas est dicere, nedum facere. Nam Christiani non solum Turcos vel Sarracenos occisos, verum etiam canes arreptos et igni coctos comedere non abhorruerunt prae inopia, quam audistis. Sed quid mirum? «Non est acutior gladius, quam a longo contracta fames».

Según Sivan, a esa reacción del miedo sigue en seguida un periodo de acomodación, de aceptación de esa realidad. Por parte de ninguna de las autoridades locales existió ninguna respuesta, ninguna contraofensiva. Incluso, cuando algunos sectores intentaron hacer una contraofensiva, los príncipes locales evitaron que se produjera. Los musulmanes eran conscientes del grado de debilidad que suponía su fragmentación política. Por otro lado, no supieron valorar el alcance de esta ofensiva. Los musulmanes perciben que se está produciendo uno de esos ataques que los bizantinos desplegaban, pero que no solían tener consecuencias importantes. Los príncipes intentaron pactar y dialogar para conseguir un statu quo. Por parte de las autoridades islámicas no hay la más mínima iniciativa yihadista en estos años. ¿Qué pasaba con el yihad? ¿Nadie pensó ni por un momento en una reacción a esta ofensiva que permitiera legítimamente defenderse de este ataque? En los círculos pietistas –religiosidad 13

Emmanuel Sivan, L'Islam et la Croisade. Idéologie et propagande dans les réactions musulmanes aux Croisades, 1960; y Carol Hillebrand, The Cruzades: islamic perspective, 1999.

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IGNACIO CABELLO LLANO devota, profunda, entregada– la idea del yihad sí estaba presente, pero cuando intentaban exponer esa idea a las autoridades, éstas procuraban mirar hacia otro lado. La idea de yihad estaba prácticamente reducida a unos círculos religiosos que no eran desde el punto de vista político operativos. De todos modos, la existencia de estos círculos pietistas es la que permitió, manteniendo viva la idea de yihad, la reacción que se produjo veinte años después. ¿Cómo mantenían estos círculos viva la idea de yihad? Hay una serie de acciones de los cruzados que estos círculos conservaron y propagaron para mantener la idea de brutalidad por parte de los cruzados. Estos círculos emplearon de manera recurrente una serie de argumentos acerca de la brutalidad cruzada para mantener viva la idea de una reacción yihadista. Uno de estos elementos fue el pacto que a principios del siglo XII se estableció con las autoridades de Alepo, un pacto de no agresión en virtud del cual esas autoridades de Alepo permitieron que una cruz fuera colocada sobre el alminar de la mezquita de Alepo, y también que en la zona de la ciudadela fueran colocadas campanas. Esto, para estos círculos religiosos, este tipo de acciones son muy humillantes. Otros hechos que estos círculos pietistas recuerda, conservan y amasan para esa futura revancha es el hecho de que las rutas de peregrinación a La Meca estaban vigiladas muy de cerca por guarniciones militares cristianas. Lo peor de todo fue la destrucción de la Biblioteca de Trípoli, que contenía importantes libros de carácter religioso, en 1105 [ver texto 7]. Este tipo de elementos fue empleado por la propaganda de estos círculos pietistas para demostrar que la presencia de los cristianos era algo intolerable. La idea de yihad no sólo se circunscribe a estos círculos pietistas. Destaca el tratado sobre el yihad de al-Sulamí (1105). En la tradición islámica el yihad no es un precepto individual, sino comunitario. La novedad que introduce al-Sulamí es decir que el yihad es un deber comunitario en lo que se refiere a acciones ofensivas, pero si de acciones defensivas se trata, en ese caso, todos y cada uno de los musulmanes están obligados, como precepto personal e individual, a asumir el yihad. Es un llamamiento, en definitiva, a esa toma de conciencia. Es un texto muy primitivo, el primer tratado de yihad en el contexto cruzado. A través del texto el autor da no sólo unas pautas de en qué consiste realmente el yihad, sino que nos ofrece una visión de la guerra santa cristiana. ¿Cuál es la percepción que tiene al-Sulamí de la Cruzada? Dice que es la guerra santa de los cristianos: «condujeron aun con celo el yihad contra los musulmanes». Está advirtiendo de que la cruzada es el yihad cristiano, que tiene muchos frentes –Sicilia, España…– y cuyo objetivo es Jerusalén. La cruzada es una cruzada en muchos frentes. Al-Sulamí dice que lo que están haciendo los cristianos es a lo que están llamados ellos mismos, y que es una operacion de tal envergadura que ha empezado en España, en Sicilia y que no acaba hasta la toma de Jerusalén. Ellos “abren a la voluntad de Dios las tierras” (futug). «En el nombre de Alá, Clemente y Misericordioso. El apóstol de Alá dijo: “El califato corresponde a los quraysíes, la autoridad a los ansar, el llamamiento [al islam] a los abisinios; por lo que respecta a la emigración y a la guerra santa, ambas pertenecen en adelante a los musulmanes”. Estas palabras, “la guerra santa pertenece en adelante a los musulmanes”, constituyen una prueba evidente de que el yihad incumbe a todos los musulmanes, y que, si a todos incumbe, dura hasta el Día de la Resurrección. [...] En cuanto al “consensus ómnium” [igma], los cuatro [primeros] califas, al igual que los compañeros [de Mahoma], se pusieron de acuerdo, tras la muerte del Profeta, en que el yihad es un deber que compete a todos. En efecto, ninguno de los cuatro lo olvidó durante su reinado, siendo este ejemplo seguido a su vez por los califas posteriores. Todos los años el soberano dirigía personalmente incursiones [contra el territorio infiel] o bien encargaba a alguno de conducirlas en su lugar. Las cosas sucedieron de este modo hasta que un determinado califa olvidó este deber a causa de su debilidad […]

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Una parte [de los infieles] asaltó de improviso la isla de Sicilia, aprovechando las diferencias y los conflictos [que allí reinaban]; de esa manera, [los infieles] se apoderaron una ciudad tras otra en España. Cuando ambas informaciones se confirmaron y propagaron sobre la perturbada situación de este país [Siria], cuyos soberanos se detestaban y combatían, se decidieron a invadirla. Y Jerusalén era el colmo de sus deseos. Al examinar el país de as-Sam [Siria], constataron que sus Estados estaban enfrentados entre ellos, que sus puntos de vista divergían, que sus relaciones descansaban sobre deseos latentes de venganza. Su avidez se veía así reforzada, lo cual les animaba a empeñarse [en el ataque]. De hecho, condujeron aún con celo el yihad contra los musulmanes; éstos, en cambio, hicieron gala de una falta de energía y de espíritu de unión en las guerras, pues cada uno trató de abandonar dicha tarea a los otros. De ese modo, [los francos] consiguieron conquistar territorios mucho más grandes de lo que pensaban, exterminando y envileciendo a sus habitantes. Hasta aquel momento, prosiguieron con objeto de extender su influencia; su avidez crecía sin cesar en la medida que constataron la laxitud de sus enemigos, que se conformaban con vivir fuera de peligro. Confiaron también entonces, de manera cierta, en hacerse dueños de todo el país y en hacer prisioneros a sus habitantes. Pluguiese a Dios que, en; su bondad, los frustrase en sus esperanzas restableciendo la unidad de la Comunidad. Él está próximo y concede los deseos […] As Safi'i dice: “La obligación mínima del jefe de la Comunidad es efectuar una incursión cada año en el país del Infiel, bien por sí mismo o bien mediante sus tropas, según el interés del Islam, de manera que el yihad no se abandone durante todo un año, salvo razón imperiosa”. Y añade: “Si las tropas movilizadas no pueden asegurar su ejecución de manera satisfactoria, el deber [de combatir al Infiel] se impone, de acuerdo con la exhortación de Alá el Altísimo, a todos los que permanecieron en la retaguardia”. Se comprueba, pues, que, en caso de necesidad, la guerra santa deviene un deber de obligación personal, como en la actualidad sucede donde estas tropas se abalanzan de improviso sobre el territorio musulmán. Abu Hamid Muhammad b. Muhammad al-Ghazzali dice: “Cada vez que alguna razia deje de efectuarse, todos los musulmanes, libres, responsables de sus actos y capaces de portar armas, están obligados a dirigirse [contra el enemigo] hasta que se disponga de una fuerza suficiente para hacerle la guerra; teniendo esta guerra como objetivo exaltar la Palabra de Alá, hacer triunfar su religión sobre sus enemigos, los politeístas, ganar la recompensa celestial que Alá y su Apóstol prometieron a quienes combatieran por la causa de Dios, y apoderarse de los bienes [de los infieles], de sus mujeres y de sus viviendas”. La razón de ello es que el yihad constituye un deber de obligación colectiva, mientras que la comunidad [musulmana] limítrofe del enemigo pueda contentarse con sus propias fuerzas para combatir a [los infieles] y descartar el peligro. Pero si dicha comunidad es demasiado débil para mantener a raya al enemigo, el deber se encuentra extendido a la comarca [musulmana] más próxima, as-Sam [Siria], por ejemplo [...]. Sólo se sustraen a esa obligación aquellos que tienen motivos legales de exención, a saber, los que están gravemente impedidos. Después precisaremos estos motivos. [...] El Corán, la Tradición y los doctores de la Ley por unanimidad, todos están de acuerdo, como hemos probado, que la guerra santa es un deber colectivo cuando es agresiva, y que deviene un deber personal en los casos anteriormente especificados. Está así establecido que la lucha contra estas tropas corresponde obligatoriamente a todos los musulmanes que estén capacitados, a saber, que no padezcan enfermedad grave o crónica, ni ceguera o debilidad fruto de la vejez. Todo musulmán que no tenga estas excusas, sea rico o pobre e [incluso] hijo de padres [vivos] o deudor, debe comprometerse contra ellos y precipitarse para impedir las peligrosas consecuencias de la molicie y la lentitud, que son

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IGNACIO CABELLO LLANO temibles. Tanto más cuanto que el enemigo es poco numeroso y que sus refuerzos llegan desde muy lejos, mientras que los soberanos de los países [musulmanes] próximos [pueden] ayudarse entre sí y hacer frente común contra él. ¡Aplicaos a cumplir el precepto de la guerra santa! ¡Prestaos asistencia los unos a los otros a fin de proteger vuestra religión y vuestros hermanos! ¡Aprovechad esta ocasión de efectuar una incursión en el país del Infiel, la cual no exige un esfuerzo demasiado grande y que Alá os ha preparado! Es un paraíso lo que Dios pone muy cerca de vosotros, un bien mundano a poseer rápidamente, una gloria que durará por largos años. Guardaos de no dejar escapar esta ocasión por temor de que Alá no os condene, en el peor de los casos, a las llamas del Infierno. […] El Apóstol de Dios dice: “Una parte de mi Comunidad jamás dejará de combatir y vencer por la causa de la verdadera religión hasta el Final de los Tiempos; ninguna defección podrá perjudicarles”. De acuerdo con una tradición, que creo tener con su cadena de garantes, estas tropas son sirios. Según otra tradición, se trata de habitantes de Jerusalén y sus comarcas. He aquí la prueba de que ella [Jerusalén] volverá a manos del islam, y de que una comunidad [de creyentes] a la que pertenecerán tales atributos debe instalarse allí hasta el Final de los Días. Esta tradición es auténtica. Hemos oído un hadit que está basado en un isnad [cadena de garantías] y que dice que los bizantinos [ar-Rum] se apoderarán de Jerusalén durante un periodo determinado y que los musulmanes se juntarán contra ellos, los expulsarán de dicha ciudad y matarán a la mayoría de ellos. Luego perseguirán y derrotarán a los supervivientes hasta Constantinopla. Este hadit es cierto. Si ello es así, se infiere evidentemente que esa comunidad que guerrea y triunfa por la Fe es la misma que, gracias a la asistencia celestial, debe expulsar [a los infieles] de Jerusalén y del resto del territorio [musulmán], la misma que se apoderará también de Constantinopla. Afanaos, pues, en esta guerra santa: es posible que seáis vosotros los que están destinados a obtener el mérito de esa inmensa conquista, los que fueron elegidos para ese noble lugar». As-Sulami, Incitation á la guerre sainte..., trad. E. Sivan, “La genése de la contre-croisade: un traité damasquin du début du XIII siécle”, Journal asiatique, 1966, pp. 214-220

En este punto hay un claro divorcio entre las autoridades y estos círculos religiosos. Contra la voluntad del príncipe de Alepo se organizó una delegación en 1111 de los distintos musulmanes del territorio que fueron a Bagdad para pedirle al califa que declarara el yihad.

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IGNACIO CABELLO LLANO

TEMA 3 - INSTITUCIÓN Y UNIVERSALIZACIÓN DE LA NOCIÓN DE CRUZADA (S. XII) 1. CONSECUENCIAS JERUSALÉN

POLÍTICAS E INSTITUCIONALES DE LA CONQUISTA DE

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1.1 LA CONSTITUCIÓN DEL REINO DE JERUSALÉN: DE TEOCRACIA A MONARQUÍA FEUDAL

2

1.2 LOS OTROS ESTADOS CRUZADOS*

3

1.3 NACIMIENTO Y DESARROLLO INICIAL DE LA ORDEN DEL TEMPLE

3

A) LOS HECHOS: REGLA Y ORGANIZACIÓN

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1. ORGANIZACIÓN DISCIPLINARIA.

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2. ORGANIZACIÓN SOCIOLÓGICO-FUNCIONAL.

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3. ORGANIZACIÓN JERÁRQUICO-TERRITORIAL.

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B) NATURALEZA, CRÍTICAS Y JUSTIFICACIÓN

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1. ¿CÓMO SE LLEGA A ESTA NUEVA Y REVOLUCIONARIA FORMA QUE ES EL TEMPLE?

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2. LAS REACCIONES ANTE LA “REVOLUCIÓN TEMPLARIA”

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2. LA CAÍDA DE EDESA Y LAS NUEVAS INICIATIVAS CRUZADAS 2.1 EL RENOVADO DISCURSO IDEOLÓGICO DE LA “SEGUNDA CRUZADA”

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1. CANONIZACIÓN Y AMPLIACIÓN DE LA CRUZADA: LA BULA QUANTUM PRAEDECESSORES

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2. LA PREDICACIÓN DE SAN BERNARDO

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2.2 EL REARME YIHADISTA DE NÛR AL-DÎN

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2.3 LA MILITARIZACIÓN DE LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALÉN U ORDEN DEL HOSPITAL

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2.4 DEBILIDAD Y CRISIS EN LOS ESTADOS CRUZADOS

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3. LA CONMOCIÓN DE HATTIN: SALADINO Y EL NUEVO ESCENARIO CRISTIANO 23 EN TIERRA SANTA*

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

TEMA 3 - INSTITUCIÓN Y UNIVERSALIZACIÓN DE LA NOCIÓN DE CRUZADA (S. XII) 1. CONSECUENCIAS POLÍTICAS E INSTITUCIONALES DE LA CONQUISTA DE JERUSALÉN 1.1 LA CONSTITUCIÓN DEL REINO DE JERUSALÉN: DE TEOCRACIA A MONARQUÍA FEUDAL El movimiento cruzado es planteado como una solución final al problema de la presencia de infieles en Jerusalén, no se piensa que se va a iniciar una era de cruzada permanente. La Iglesia estaba pensando en ese tiempo nuevo que iba a nacer, que la Iglesia identificaba con el triunfo de la teocracia. ¿Por qué cuando se toma Jerusalén no se crea el reino de Jerusalén? El primer responsable del gobierno de Jerusalén fue Godofredo de Bouillon es el advocatus Sancti Sepulcri, el protector del Santo Sepulcro. La Primera Cruzada es la cruzada de la Iglesia, del papa, y lo que se cree a partir de ese momento para gobernar Jerusalén tendría que ser una criatura pontificia. Si el papa hubiese creado una monarquía desde el principio, lo que habría hecho es reproducir un reino como los que en ese momento se estaban dando en el occidente de Europa, reinos en los que los reyes procuraban dominar a la Iglesia. Lo que no quería hacer el papa era reproducir en Jerusalén un esquema de reino en el que tarde o temprano la Iglesia se viese sometida a un poder secular. La tradición dice que Godofredo no quiso aceptar la corona por sentirse indigno, pero eso no es cierto: el papa eligió a Godofredo, una persona muy pía, sumisa, para proteger Jerusalén. Ahora bien, este protectorado (1099-1100) empezó a generar tensiones entre los cruzados, sobre todo entre los representantes de la Iglesia y del papa, y los cruzados laicos. Este esquema que la Iglesia imponer es el de una teocracia, entonces ¿qué papel podrían tener en una teocracia los cruzados seculares? Estas tensiones hicieron necesario crear un Reino de Jerusalén. El primer rey fue Balduino I (1100-1118), hermano de Godofredo. El reinado de Balduino I hay que entenderlo como una reacción al proyecto teocrático del papa. Apostó por un régimen laical fuerte. Hay tres líneas argumentales que caracterizan su reinado. -

En primer lugar, afirma su poder sobre la Iglesia hasta el punto que consigue que el nombramiento del Patriarca de Jerusalén sea un nombramiento regio –esto es lo que quería evitar el papa; éste fue el gran fracaso de la Iglesia–.

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En segundo lugar, la consolidación territorial del Reino con especial atención a las grandes ciudades costeras de la fachada mediterránea para asegurar la vinculación por mar con Occidente. De hecho a los Fatimíes solo les quedó el puerto de Ascalón, pues el resto fueron incorporadas a Jerusalén.

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En tercer lugar, la imposición de su autoridad sobre los sectores aristocráticos: intentó una política de centralización, no sólo de sometimiento de la Iglesia, sino también de las aristocracias que le habían acompañado. A partir de este momento se produce algo que va a ser carácter… una política de péndulo. Es decir, proyecto teocrático del papa fallido y sustituido por un régimen laical fuerte, que genera descontentos entre esa aristocracia a la que se estaba imponiendo el rey, que contacta directamente con la Iglesia. Los nobles y la Iglesia favorecen el entrenamiento de Balduino II, un hombre mucho más comprometido con los intereses de las aristocracias y sobre todo mucho más dócil a la Iglesia. 2

IGNACIO CABELLO LLANO El reinado de Balduino II (1118-1131) fue una reacción al reinado de Balduino I, alentada por la nobleza y la propia Iglesia. -

Creciente feudalización del Reino de Jerusalén e incremento del protagonismo nobiliairo. La deriva del reino es una deriva feudalizante. Al final, Balduino II va a aparecer como una especie de presidente de una federación de señoríos. Nablus, jerusalén, Tiro y Acre constituían el realengo, los territorios que dependían directamente del rey. El resto (70% del reino) eran señoríos que dependían de señores. La relación que tiene el rey con esos señores es importante, porque los feudos son de la corona, es verdad que poco a poco van patrimonializándose, pero es un vínculo fuerte. Estas tierras son originariamente de la corona, cedidas a estos señores. ¿Cuál es la relación de los otros Estados cruzados y el Rey de Jerusalén? Los Estados Cruzados son cuatro: el Reino de Jerusalén, el Condado de Trípoli, el Principado de Antioquía –en principio dependía de Bizancio, aunque pronto fue vasallo del Rey de Jerusalén– y el Condado de Edesa – dependía personalmente del Rey de Jerusalén–. Eran vasallos personales, no por razón de feudo. Los lazos son mucho más débiles, porque es un homenaje personal. ¿Por qué hacen este vínculo de homenaje? Porque todos reconocen la supremacía del Rey de Jerusalén. Este homenaje personal implica unos deberes feudales.

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Actitud defensiva contra el Islam. El reinado de Balduino II coincide con la fase de reacción musulmana. En 1119 tiene lugar la batalla de Ager sanguinis, en la zona de Antioquía, la primera gran derrota cruzada. El Príncipe de Antioquía, y el propio Rey tuvo que hacerse cargo de la protección del Principado de Antioquía. Comienza una conciencia de vulnerabilidad: los cristianos empiezan a mascar la tensión de la derrota, hasta el punto de que en 1123 el propio Balduino II cayó prisionero –durante un año– a mano de los turcos. Se está invirtiendo el signo del tiempo.

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La Iglesia gana protagonismo nuevamente en el reino. Hay una serie de datos que nos ponen sobre la pista de este predominio de la Iglesia. En 1120 se produce el Concilio de Nablus –zona de realengo al norte de Jerusalén–, una asamblea política en la que estuvieron presentes tanto los nobles como los representantes de la Iglesia. En este concilio se estableció que la Corona renunciase a una serie de rentas diezmales. En segundo lugar, el Patriarca de Jerusalén adquirió mucha fuerza: fue regente durante el cautiverio del Rey, y organizó en 1124 una cruzada para la conquista de Tiro. Se pone en marcha también una institución que es la Orden del Temple, que nace bajo control patriarcal y pontificio, es un instrumento del papa que se convertirá en el principal brazo armado del Rey de Jerusalén, pero bajo la dependencia del papa. En fin, la Iglesia recupera un protagonismo que había perdido en la etapa anterior.

1.2 LOS OTROS ESTADOS CRUZADOS* 1.3 NACIMIENTO Y DESARROLLO INICIAL DE LA ORDEN DEL TEMPLE 1 a) Los hechos: regla y organización

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Alain Demurger, Auge y caída de los templarios 1118-1314, 1986 y Caballeros de Cristo: templarios, hospitalarios, teutónicos y demás órdenes militares en la Edad Media (ss. XI-XVI), 2005; M. Barber, Templarios. La nueva caballería; Helen Nicholson, Los templarios. Una nueva historia, Barcelona, 2006; Simonetta Cerrini, La revoluzione dei Templari. Una storia perduta del dodicesimo secolo, y Barabara Frale, Los templarios, 2008.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) La Orden del Temple se crea en el año 1120, en el Concilio de Nablús, originalmente con el nombre es Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón. El fundador es Hugo de Payns, un caballero de segundo rango, un vasallo del Conde de Chamagne. Hugo de Payns constituyí en Jerusalén una milicia para la defensa del Santo Sepulcro: los Milites Sancti Sepulchri. En un momento determinado decidieron romper con esa milicia del Santo Sepulcro y crearon otra institución distinta, el origen de lo que conocemos como Orden del Temple. Esa institución nace de un doble deseo: por un lado, ampliar el compromiso religioso –se hicieron religiosos, haciendo votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia–, y, por otro lado, ampliar el objetivo de su actuación –no se trata de vincularse a una institución concreta, sino de defender a todos los peregrinos, de contribuir a la defensa de Tierra Santa–. Este pequeño grupo planteó el proyecto al Rey y al Patriarca de Jerusalén en el Concilio de Nablús en 1120. El proyecto en principio entusiasmó a ambos. En este contexto –en 1119 habían sufrido la primera derrota en Tierra Santa, en la batalla de Ager Sanguinis –, que un grupo de caballeros quisiese someterse a una regla de disciplina y defender al conjunto de Tierra Santa, era algo muy interesante. Al principio el Rey les concedió una parte de su palacio –en la actual Mezquita al-Aqsa–. Entre 1120 y 1129 –Concilio de Troyes– tenemos muy poca información. Es posible que inmediatamente se generaran en estos nuevos caballeros ciertos problemas de conciencia. Estamos ante religiosos que según la tradición de la Iglesia, no pueden empuñar las armas. Por tanto, los templarios protagonizaron una especie de revolución: por primera vez un religioso va a empuñar las armas y derramar la sangre del enemigo. Esto es absolutamente novedoso en la mentalidad medieval. Por tanto es probable que surgieran dudas y problemas a la hora de ensayar sus primeros contactos violentos con los musulmanes. Hugo de Payns consideró oportuno en 1129 trasladarse a Troyes, donde se celebró un concilio al que asistió Bernardo de Claraval. En ese concilio, con el apoyo de la Iglesia y de San Bernardo de Claraval, se confirmó oficialmente a la Orden, y se la dotó entonces de una regla, la Primitiva Regla del Temple. A ella hay que añadir dos textos algo más tardíos: los Retraits o Estatutos Jerárquicos (segunda mitad del s. XII), un código militar muy completo, y un Código penitencial (s. XIII). El conjunto de estas tres piezas es lo que llamamos Regla del Temple o Código Templario 2. «[Aquí empieza el prólogo a la Regla del Temple] 1. Nos dirigimos en primer lugar a todos los que desprecian secretamente su propia voluntad y desean con un corazón puro servir al rey soberano en calidad de caballeros, y con firme diligencia desean llevar, y llevar permanentemente la nobilísima armadura de la obediencia. Y por ello os exhortamos, a todos aquellos de vosotros que hasta ahora habéis llevado las vidas de caballeros seculares, en las que Jesucristo no era la causa y las cuales habíais abrazado únicamente en busca del favor humano, que sigáis a quienes Dios ha escogido de entre la muchedumbre de la perdición y a los que ha ordenado a través de su graciosa misericordia que defiendan a la Santa Iglesia, y que os apresuréis a uniros a ellos para siempre. 2. Por encima de todas las cosas, quien aspire a ser un caballero de Cristo escogiendo tales sagradas órdenes, deberá unir en su profesión de fe la más pura diligencia a la más firme perseverancia, la cual es tan digna y sagrada y cuya nobleza es de todos conocida, y que si es preservada sin mácula por siempre jamás os hará dignos de reuniros con los mártires que dieron sus almas por Jesucristo. En esta orden religiosa ha florecido y es revitalizada la

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Ed. de Upton-Ward, Barcelona, 2000.

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IGNACIO CABELLO LLANO orden de la caballería. Dicha orden había dado la espalda a ese amor a la justicia que constituye la suma de sus deberes y no hacía lo que hubiese debido hacer, que es defender a los pobres, viudas, huérfanos e iglesias, sino que se afanaba en saquear, despojar y matar. Dios obra el bien a través de nosotros y de nuestro salvador Jesucristo. Él ha enviado a las marcas de Francia y Borgoña a sus amigos de la Ciudad Santa de Jerusalén, quienes no cesan de ofrecer sus almas a Dios por nuestra salvación y la difusión de la verdadera fe, en un sacrificio que es muy bienvenido». «…en las que Jesucristo no era la causa y las cuales habíais abrazado únicamente en busca del favor humano…». Es el tópico de la conversión. La Iglesia tiene muy metido en su subconsciente la idea de que la caballería es algo malo. Para ser caballero de Cristo hay que abandonar los deseos mundanos. Estos caballeros se han convertido. Es una especie de evocación histórica, se recoge el mismo discurso de la conversión de la Cruzada [«!Que se hagan ahora caballeros de Cristo, quienes hasta aquí se comportaban como bandidos!»]: el caballero en esencia es malo, y lo que permite a un caballero no ser malo es ser un caballero de Cristo. «En esta orden religiosa ha florecido y es revitalizada la orden de la caballería». Los templarios no son más que caballeros que han optado por una vida religiosa donde se plasma el orden de caballería querido por Dios. «[Cómo pueden tener tierras y hombres] 57. Esta clase de nuevo orden creemos nació de las Sagradas Escrituras y la divina providencia en la Tierra Santa del Oriente. Lo cual quiere decir que esta compañía armada de caballeros puede matar a los enemigos de la cruz sin pecar. Por esta razón consideramos que tenéis derecho a ser llamados caballeros del Temple, con el doble mérito y hermosura de la probidad, y que podéis poseer tierras y tener hombres, villanos y campos y gobernarlos justamente, y ejercitar vuestros derechos sobre ellos tal como está específicamente establecido». Esta Orden nace de las Sagradas Escrituras y de la divina providencia. Pueden matar a los enemigos de la cruz sin pecar. Pueden poseer tierras y hombres… se les dota de una plataforma institucional.

A partir de la Regla extraemos varias cosas interesantes: 1. ORGANIZACIÓN DISCIPLINARIA.

Los templarios son religiosos, están sujetos a los tres votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. El conjunto de la orden depende del papa, por lo que el responsable último de la institución es el papa, de modo que están exentos de la jurisdicción eclesial ordinaria: el obispo no podía obtener rentas de ellos, ni sentenciar excomuniones, etc. Desde el punto de vista de la imagen, portaban un hábito blanco –o gris o pardo en función de las categorías– con una cruz roja griega, y un vexillum –gonfalón o baussant– blanco y negro. 2. ORGANIZACIÓN SOCIOLÓGICO-FUNCIONAL.

¿Qué tipos de freires –no son monjes, son frailes– había dentro de la orden? Los más importantes eran los caballeros, procedentes de la media-baja nobleza. En segundo lugar estaban los sargentos –sergents, sirvientes que están bajo la autoridad de los caballeros–, que eran hombres libres –para hacer votos hay que ser libre– pero no nobles. Había dos tipos: los sargentos de armas –combatían– y los sargentos de oficio –no combatían, y éstos sí podían ser de origen servil–. Tanto los caballeros como los sargentos de armas constituían la caballería pesada. Había una minoría de clérigos –capellanes, sacerdotes–, que no combatían. Hay toda una serie de figuras vinculadas a la Orden del Temple, personas que forman parte de la red sociológica de relaciones que tiene el Temple, pero sin ser templarios como tal. Por ejem5

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) plo los fratres ad terminum –freires temporales–, que son, en escenario de cruzada, aquellos que se vinculan para combatir bajo los estandartes de la Orden del Temple, con un estatus parecido pero con el compromiso únicamente de servir a la Orden durante ese determinado periodo. Existen también los familiares de la Orden o confratres, laicos que se vinculan de manera espiritual con la Orden mediante un tipo de servicio a cambio del cual reciben los beneficios espirituales propios de esa orden. Hay también donados, oblatos –niños ofrecidos al monasterio–, etc. Hay una última figura propia de las Órdenes Militares: los fratres ad succurrendum, aquellas personas que conscientes de que van a morir, deciden en el último momento hacerse freires de la Orden y combatir, sabiendo que es lo último que van a hacer y que, por consiguiente, eso les va proporcionar bienes espirituales para su salvación. Otras personas vinculadas a la Orden del Temple, pero que no eran templarios, eran los Turcópoles, nativos de Tierra Santa, cristianos, normalmente conversos, que se ponían al servicio de las tropas cristianas como mercenarios. ¿Cuál es el contingente de templarios? Demurger ha hecho un cálculo, quizá un poco elevado. Dice que habría unos 400 templarios operativos en Tierra Santa a los que en circunstancias excepcionales podrían sumarse cien más que acudirían desde las encomiendas templarias de Occidente. Ayala duda de estas cifras, que le parecen exageradas. En las batallas de Hattin (1187) y La Forbie (1244), parece ser que el Rey de Jerusalén movilizó a todo el ejército que podía movilizar: un total de 1200 hombres, de los cuales la mitad, i.e. 600, eran freires de Órdenes Militares, pero no todos Templarios. Si en el momento de máximo apuro el Rey de Jerusalén logró movilizar unos 300 templarios, es cuestionable que hubiese hasta 500 templarios. 3. ORGANIZACIÓN JERÁRQUICO-TERRITORIAL.

Nivel central. El gobierno central lo constituyen el convento central y el capítulo general. Éstos estuvieron en Jerusalén hasta su pérdida en 1187; a partir de ese momento en Acre, hasta 1291, y a partir de entonces y hasta su disolución, en Chipre. Al frente de este núcleo central de la orden está el Maestre, que a partir del siglo XIII es Gran Maestre, para distinguirlo de los maestres provinciales. El Maestre es elegido por una comisión del Capítulo de trece miembros –doce caballeros y un capellán–. El Maestre no era un rey abosluto, sino que compartía su poder con el Capítulo General –todos los freires de la Orden–. ¿Qué decisiones se tomaban en este Capítulo General? Los grandes nombramientos de los jerarcas de la Orden debían de ser elegidos por el Maestre y el Capítulo: el Senescal –vicemaestre, gran comendador–, el Mariscal – responsabilidad propiamente militar–, el Comendador de la Bóveda de Acre (s. XIII) –jefe de la marina–, etc. En el Capítulo se tomaba otra decisión importante: el nombramiento de las dignidades provinciales. Nivel provincial. Una provincia es una división territorial amplia que generalmente coincidían con las grandes unidades políticas europeas –los Estados Cruzados, Inglaterra, Provenza, Lombardía, Aragón, Castilla, Portugal…–. Al frente de estas provincias hay un Maestre Provincial. La estructura reproduce el sistema de gobierno central: hay un maestre Provincial y un Capítulo Provincial. Finalmente hay un nivel local en cada una de las encomiendas o bailías –convento local, centro de reclutamiento y mecanismo para gestionar las rentas–. Conexión entre objetivos militares y recursos. La Orden del temple centra sus intereses en Tierra Santa, pero la inmensa mayoría de los bienes de la Orden no estaban allí. Por tanto, tenía que existir una fluida y extraordinaria relación orgánica entre el frente templario de Tierra Santa y toda esa retaguardia provincial que se extendía por Occidente. Esa retaguardia servía para alimentar la acción templaria en Tierra Santa. Tenía que haber una conexión perfecta entre objetivos militares y recursos. Esa conexión se organiza a través de dos cauces diferentes: 6

IGNACIO CABELLO LLANO -

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En primer lugar hay un suministro directo desde la retaguardia a la vanguardia en forma de responsiones: la tercera parte de las rentas de cada encomienda –dinero, productos, caballos…– eran enviadas a Tierra Santa. Para transportar estas responsiones, la orden disponía de una flota propia –a veces también alquilaba los servicios de genoveses, venecianos…–. Los principales núcleos donde se cargaban las responsiones eran Provenza –Golfo de Lyon y Marsella–, Cataluña, Italia y Sicilia. El segundo procedimiento de enlazar objetivos y recursos es el que se derivaba de las actividades crediticias y financieras de la Orden. Estas actividades eran préstamos “hipotecarios”: la Orden prestaba dinero a los peregrinos a cambio de dejar hipotecadas sus propiedades. Había también préstamos al por mayor, por ejemplo a los reyes.

b) Naturaleza, críticas y justificación La reflexión teológica sobre la sacralización de la violencia llega a finales del siglo XI a una conclusión: la guerra puede ser un medio que garantice la salvación para un pecador. Ahora bien, en ningún caso era un medio que pudieran utilizar aquellos que optaban por una vida de perfección. La guerra vale para el pecador, es decir, el pecador se puede purificar; pero un religioso, que es un hombre consagrado a Dios que ha optado por una vida de perfección, no puede optar por esa vía bélica. Urbano II prohibió a los clérigos y a los monjes acudir a la Cruzada. Entonces, la pregunta es cómo explicar que nazca una institución religiosa cuyos miembros asumen unos votos y cuyo objetivo es la guerra. Es un escenario postcruzado. Hay que abordar dos cuestiones: en primer lugar, ¿cómo se llega a esta fórmula revolucionaria del Temple? ¿Cómo admitir la existencia de una orden religiosa cuya razón de ser es matar?; y en segundo lugar, ¿qué reacciones provocó esto en la sociedad? ¿Cómo respondió la sociedad? 1. ¿CÓMO SE LLEGA A ESTA NUEVA Y REVOLUCIONARIA FORMA QUE ES EL TEMPLE?

¿Cómo se llega a esta nueva y revolucionaria forma que es el Temple? La clave está en el concepto de “Iglesia militante”. El Temple es una forma descarnada y muy literal de entender la noción de Iglesia militante. Este concepto nace en medios eclesiales justamente a raíz de la Primera Cruzada, cuando se empezó a constatar que la Cruzada no había tenido el éxito esperado, que no había sido la solución definitiva planeada. La Iglesia militante es el conjunto de los cristianos que tienen que esforzarse en defender a la Iglesia de forma permanente. Es una actitud de vida, no vale ya un movimiento espontáneo, sino que es necesario un compromiso activo y permanente. Con este término la Iglesia quiere hablar de un compromiso de cada fiel en su contexto. En el mundo monástico, es entonces cuando nace el Císter, una forma de vida contemplativa en la que existe una idea clara de compromiso con el mundo. Dentro de movimientos religiosos no contemplativos, comienza ahora a ponerse de moda las órdenes que se dedican a la predicación, como los Premonstratenses. Entre esos caballeros laicos, algunos entendieron que ese compromiso puntual que les había llevado a armarse como caballeros cruzados no era suficiente, es decir, se hacía necesario un compromiso permanente. Y la única . Los templarios lo que hacen es llevar a sus últimas consecuencias la idea de Iglesia militante, un compromiso activo y permanente de defensa de la Iglesia. Ven que es insuficiente el margen que la laicidad da a esa defensa. La Iglesia, que había prohibido una fórmula como la del Temple, El compromiso último es el voto religioso, pues la persona se entrega por completo a la causa de Dios. Sin hacerse monje, sino defendiéndola con las armas. La idea es llegar al máximo compromiso posible en la faceta militar. 2. LAS REACCIONES ANTE LA “REVOLUCIÓN TEMPLARIA”

Hay tres tipos de reacciones entre el resto de religiosos:

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) -

En primer lugar, la postura de quienes directamente rechazaron esta realidad, considerando que el Temple era incompatible con compromisos religiosos y negando el carácter de religioso comprometido a los templarios.

Hay, en primer lugar, una crítica sutil, encarnada por Guigo de la Gran Cartuja (primera mitad del s. XII). Gigo era un hombre de una potencia intelectual extraordinaria, un referente moral, etc. En esa carta de 1128, el argumento que da Guigo a Hugo de Payns es que no vale de nada combatir a los enemigos exteriores si previamente no habían sido vencidos los enemigos interiores: si no somos capaces de eliminar nuestro pecado es inútil que combatamos a los enemigos exteriores, es decir, bastante tiene alguien que aspira a una vida de perfección con luchar contra su pecado, como para ocuparse de luchar. Si uno aspira a la vida de perfección, uno tiene que estar en constante lucha contra uno mismo. Si uno busca la perfección, que no la busque utilizando las armas. Hay una segunda postura, encarnada por Pedro el Venerable, abad de Cluny (primera mitad del s. XII). En 1150 escribe una carta al papa pidiéndole permiso para que un templario dejara su actividad de templario y pasara a ser defensor de la abadía de Cluny. Le dijo al papa “estamos hablando del paso de una orden de caballería a otra orden de caballería, otra cosa sería que realmente este templario viniera de una orden religiosa, pero como no es una orden religiosa, no habrá problema”. En tercer lugar está la crítica feroz, encarnada por el abad cisterciense Isaac de la Estrella, que en 1148 aludió a la escandalosa novedad del Temple. Dice que ha surgido una nueva caballería, un monstruo nuevo que sigue a un quinto evangelio y cuyos miembros usan la violencia para convertir a los infieles, expulsarlos de sus tierras, asesinarlos, y que si mueren son considerados mártires. -

En segundo lugar, la de quienes aceptaron la nueva realidad pero dejando claro que los templarios no eran monjes, es decir, que estaban por debajo de la vida de perfección de los monjes.

San Bernardo escribió el Elogio de la Nueva Milicia en ese contexto de dificultades morales que tenían los templarios para justificar la orden. San Bernardo es un defensor de la orden, la acepta de buen grado, pero no quiere asimilarla a la concepción monástica. ELOGIO DE LA NUEVA MILICIA DE SAN BERNARDO III. LA NUEVA MILICIA

Pero los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor a pecar cuando vencen al enemigo ni por poner en peligro la propia vida, porque la muerte que se da o recibe por amor de Cristo, lejos de ser criminal, es digna de mucha gloria. Consiguen además dos cosas: por una parte, se hace una ganancia para Cristo, por otra es Cristo mismo lo que se adquiere; porque éste recibe gustoso la muerte de su enemigo en desagravio y se da con más gusto aún a su fiel soldado para su consuelo. Así, el soldado de Cristo mata seguro a su enemigo y muere con mayor firmeza. Si sucumbe, sale ganador; y si vence, gana Cristo, porque no lleva sinrazón la espada, pues es ministro de Dios para ejecutar la venganza sobre los malos y defender la virtud de los buenos. Por otra parte, cuando mata a un malhechor no debe ser conceptuado por homicida, sino, por decirlo de alguna manera, por malicida, por el justo vengador de Cristo en la persona de los pecadores y defensor de los cristianos. Y cuando él mismo pierde la vida, alcanza su meta. La muerte que él causa es un beneficio para Cristo y la que recibe de él es su dicha verdadera. Un cristiano se honra en la muerte de un pagano porque Cristo es glorificado en ella y la libertad del Rey de reyes se pone de manifiesto en la muerte de un soldado

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IGNACIO CABELLO LLANO cristiano pues llama al soldado para ofrecerle su recompensa. Por esta razón, el justo se regocijará viendo la venganza consumada. Y podrá decir: ¿Quedará el justo sin recompensa? ¿No hay un Dios que hace justicia sobre la tierra? Es cierto que no se debería exterminar a los paganos si hubiese algún otro medio de impedir sus ofensivas y reprimir las opresiones violentas que ejercen contra los fieles. Pero, por ahora, es mejor matarlos para que el latigazo de los pecadores no se abata sobre el destino de los justos, y para que los justos no extiendan su mano a la iniquidad. IV. LA VIDA DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

Mas con la finalidad de que os imiten o al menos se queden confundidos los soldados que no luchan en la milicia de Dios, sino en la del diablo, digamos unas palabras de la vida y las costumbres de los caballeros de Cristo y de qué manera se portan en la guerra y en su vida particular, a fin de dar a conocer mejor la diferencia que hay entre las milicia de Dios y la del siglo. Primeramente, se guarda perfectamente la disciplina y la obediencia es exacta, porque, siguiendo el testimonio de la Escritura, un hijo indisciplinado, perecerá. Y también: la desobediencia es un pecado similar a la práctica de la magia, y pecado casi igual al de la idolatría no querer obedecer. Va y viene a la primera señal de la voluntad del que manda, se viste de lo que se le da y no osa buscar en otra parte ni el vestido ni el alimento. No se ve nada superfluo en el sustento ni en el vestido, contentándose con satisfacer la pura necesidad. Todos viven en común en una sociedad agradable y modesta; sin mujeres y sin hijos, a fin de que nada falte de la perfección evangélica; de común acuerdo, moran todos juntos en una misma casa, sin propiedad alguna particular, teniendo un cuidado muy grande por conservar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz. Se diría que toda esa multitud de personas no tiene sino un solo corazón y una sola alma. Cada uno procura no seguir su propia voluntad, sino obedecer puntualmente el mandato del superior. Nunca están ociosos ni corren de aquí para allá deseando satisfacer su curiosidad, sino que cuando no están en marcha, lo que raras veces sucede, están siempre ocupados, para no comer ociosamente su pan, en reparar su armas y coser sus hábitos, en arreglar lo que está ya demasiado viejo o en ordenar lo que está dislocado; en fin, en trabajar en todo aquello que la voluntad del gran maestro o la común necesidad prescribe. Entre ellos no hay favoritismo; se tiene consideración de las prendas, no de la alcurnia. Se anticipan a honrar unos a otros y llevan las cargas del próximo, a fin de cumplir por este medio la ley de Cristo. Una palabra insolente, una acción inútil, una risa moderada, una leve queja o la menor murmuración no quedan jamás sin castigo en este lugar. El juego de ajedrez y los dados se detesta aquí; tienen horror a la caza; no se entretienen –como en otras partes– en cazar aves al vuelo. Rechazan y abominan de los cómicos, magos y juglares, de los cuentos de fábulas, de las canciones burlescas y toda clase de espectáculos y comedias, por considerarlos vanidades y falsas locuras. Llevan el cabello rapado, sabiendo que, según el Apóstol, es vergonzoso que un hombre lleve la cabellera larga. Nunca rizan el pelo; se bañan muy raras veces; no se cuidan del peinado, van cubiertos de polvo y negros por la cota de malla y por los vehementes ardores del sol.

El Elogio de la nueva milicia tiene dos partes muy diferentes tanto en extensión como en contenido. La primera parte, breve, es ese elogio a los templarios. La segunda parte, más extensa, no menciona a los templarios, es exclusivamente un repaso de los lugares santos. La clave de este texto no está en la primera parte, sino en la segunda parte, en la que ni se menciona si quiera a los templarios. ¿Qué quiso decir San Bernardo con esta obra? En la primera parte lo que San Bernardo explica es la doctrina tradicional de los monjes: la caballería es mala, pero si se pone al servicio de Dios y de la Iglesia, entonces se puede justificar. El problema para San Bernardo es que aun así, el caballero que sirve a la causa de Dios, tiene mucha posibilidad de incurrir en el pecado. ¿Qué solución ofrece San Bernardo? Que haya unos caballeros que se fijen en el funcionamiento de los monjes como mecanismo de contención moral que 9

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) les impida caer en el pecado. San Bernardo realmente nunca les vio, porque nunca estuvo en Tierra Santa. ¿Qué se está diciendo? Se está ofreciendo un retrato idealizado que no es real, y en el que se deberían fijar los templarios para no pecar. Alguien, para no pecar, tiene que seguir la imagen ideal de un monje. San Bernardo aquí les ofrece un ideal a seguir. No está diciendo que los templarios sean monjes, sino que les ofrece un ideal moral para no pecar. San Bernardo no hace un retrato de lo que es el Temple, porque no sabe cómo es el Temple, sino que les ofrece una fórmula de perfección y santidad –calcada del modo de vida cisterciense–. San Bernardo quiere lanzar un mensaje: «¿Queréis vida de perfección? Ésta es», y hace una descripción idealizada, no ajustada a la realidad de los templarios. San Bernardo dice que un monje jamás debe ir a Tierra Santa, ni siquiera a fundar un monasterio, porque su lugar no está allí en un escenario de batalla, sino en el recogimiento interior. San Bernardo no quería, en realidad, justificar la Orden del Temple: considera que las cruzadas no las deben hacer los religiosos, sino otros. Pero por ciertas razones, San Bernardo se ve obligado a elaborar un “elogio” de los templarios, pero realmente no quiere justificar a los templarios, pues considera que la verdadera vida de perfección consiste en la contemplación. Lo que hace San Bernardo es proponer un modelo ideal, el del monje, para evitar la tentación y el pecado que todo caballero, incluidos los templarios, podían tener. -

Finalmente, quienes ven con buenos ojos la revolución templaria e incluso creen que su realidad no es incompatible con la tradición monástica. Ven con buenos ojos a la Orden del Temple y aceptan de buen grado que se trate de una auténtica orden religiosa de características monásticas. Esta tercera posición viene representada por un sector minoritario de la Orden del Císter, el de la Abadía de Morimond. La Orden del Císter se organiza a partir de la abadía madre de Citeaux, y a partir de esa abadía hay cuatro filiales directas, co-abadías, que se sitúan en la cúspide de toda la organización de la orden, de modo que a partir de estas co-abadías dependen otras abadías y dependencias. Todos los monasterios del císter tenían una abadía madre, y dependían la mayoría de estas cuatro co-abadías. Esta corriente minoritaria defensora de la espiritualidad militar que puede ser encarnada por un monje, se da en Morimond. Por tanto, dentro del Císter hay opiniones contrapuestas. San Bernardo de Claraval –otra de estas co-abadías–, que decía que el lugar de los monjes está en la contemplación monástica, abortó que un abad de Morimond quisiera llevar un monasterio a Tierra Santa. Cuando muerte San Bernardo en 1153, este sector morimundense se afianza un poco más, y de hecho Morimond creó tres monasterios en Tierra Santa. Este segmento del Císter veía con entusiasmo al Temple y no veía incompatible que un templario pudiera ser considerado un monje. Con todo, esta espiritualidad militar monástica, no está en la base del nacimiento del Temple, es decir, no es que influya en la creación del Temple, pero sí que influyó en el hecho de que los Templarios pudiesen ser considerados monjes. Un ejemplo: la Orden de Calatrava es una filiación de Morimond, y tardó un siglo –hasta el siglo XIII– en ser reconocida en pleno derecho dentro del Capítulo general del Císter, pues había muchas reticencias. Incluso a unos cistercienses como los calatravos les costó muchísimo ser reconocidos como monjes.

La diferencia entre un fraile y un monje es que el monje es contemplativo y el fraile no, y los templarios obviamente no eran contemplativos. Otra cosa es que es anima una espiritualidad militar monástica. San Bernardo dice que son unos frailes maravillosos, pero que no son monjes. ¿Por qué es importante esto? En este momento la vida de perfección es la del monje: quien podía estar cierto de su salvación es quien optaba por una vida de perfección, y esta vida de perfección no la garantizaba más que el monacato. En ese sentido había tortas por considerarse modelos de perfección cristiana, es decir, por vincularse a esta vida de perfección.

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IGNACIO CABELLO LLANO Para un monje la prueba del nueve de la perfección es que no tenga contaminación de la impureza del derramamiento de sangre. A los propios templarios les provocó problemas de conciencia.

2. LA CAÍDA DE EDESA Y LAS NUEVAS INICIATIVAS CRUZADAS En diciembre de 1144 tuvo lugar la caída de Edesa en manos de los turcos. La pérdida de todo un Estado cruzado, naturalmente supuso un golpe psicológico muy importante para la cristiandad, y esto generó una necesidad de modificar la propia concepción de cruzada. ¿Cuáles son las causas de la caída de Edesa? Hay dos factores que se complementan. En primer lugar, el salto cualitativo que experimentó el yihadismo bajo el gobierno de Zenghi (1127-1146). Éste es el atabeg de Mosul, que consiguió en la primera mitad del siglo XII hacerse con el control del Norte de Iraq y de buena parte de Siria. Es el primer gran principado islámico que se genera bajo un gobierno centralizado tras la primera cruzada. Un principado de esas características era una amenaza para los Estados cruzados del norte, principalmente el de Edesa. En 1144 Zenghi lanzó un ataque contra Edesa y tras un largo asedio consiguió hacerse con el control de la capital y con prácticamente todo el territorio de Edesa. Ibn al-Athir, el mejor cronista de c. 1200, habla de la victoria de Zenghi sobre Edesa de manera sacralizada, es decir, es un tratamiento que basado en la propaganda del momento, se entiende como la expresión misma de guerra santa, hasta el punto de que se llega a comparar con la batalla de Badr (624), el punto de arranque de la historia sagrada del Islam, el elemento sacral por excelencia de su discurso religioso. Ibn al-Athir compara Edesa y Badr, y habla incluso de una aparición milagrosa de Mahoma en el campo de batalla. Tiene, por tanto, unas connotaciones sagradas muy claras. Hay un yihad que se está rearmando desde el punto de vista ideológico, y que está dejando de ser un yihad defensivo para convertirse en un yihad victorioso, hasta el punto de que desde este momento no esconden cuál es su objetivo: Jerusalén. Los cristianos eran conscientes de ello. En segundo lugar, la crisis que se está produciendo en los Estados cruzados a partir de la muerte del rey Fulco de Anjou (1131-1143), sucesor de Balduino II, tercer rey de Jerusalén. Se hizo con el control del trono por su matrimonio con Melisenda, hija y heredera de Balduino II. Es un momento clave en la política de fortalecimiento del reino tras la fase de debilidad y feudalización con Balduino II. Fulco representa una vuelta a un gobierno fuerte. Fue un rey que tuvo una política absolutamente decisiva en lo que se refiere a la construcción de fortalezas: el reino de Jerusalén se cubrió de fortalezas. Desde las fortalezas, no sólo se defiende el territorio, sino que también se explota el territorio, se encuadra al poblamiento y se permite un fortalecimiento del reino. Fruto de esta política fortalecedora de Fulco, por ejemplo, se construyó el Krak de los Caballeros en Trípoli. El problema es que Fulco murió muy joven, y Balduino III heredó la corona de niño. Esta situación de debilidad general, aprovechada por los sectores de la aristocracia y de la Iglesia, coincidió con ese rearme yihadista de Zenghi. Como resultado, cayó Edesa. 2.1 EL RENOVADO DISCURSO IDEOLÓGICO DE LA “SEGUNDA CRUZADA” Como respuesta a la caída de Edesa surgió un nuevo discurso ideológico. Ya desde antes de caer Edesa se empezó a pensar en “las cruzadas”, se empezó a ver que la cruzada no había supuesto la solución final, y que había que institucionalizar o canonizar la cruzada. Ese proceso se aceleró absolutamente con la noticia de la caída de Edesa. La cruzada empieza a pensarse de otra manera. 11

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) 1. CANONIZACIÓN Y AMPLIACIÓN DE LA CRUZADA: LA BULA QUANTUM PRAEDECESSORES

Para empezar, amplia los horizontes de actuación. La Segunda Cruzada no sólo se desarrolló en Tierra Santa, sino también en otros frentes como el Este del Elba, una zona donde hay presencia eslava pagana, y en la Península Ibérica. La Cruzada va a canonizarse, a someterse a un canon, una normativa específica que va a estar presente en las bulas de cruzada. Los artífices de este cambio fueron Eugenio III (1145-1153), monje cisterciense que había sido discípulo de San Bernardo, y el propio San Bernardo. La Segunda Cruzada se predicó sobre la base de la bula Quantum praedecessores 3de Eugenio III dirigida al rey Luis VII de Francia con motivo de la caída de Edessa, convocando a la cruzada el 1 de diciembre de 1145 en Vetralla. Los especialistas dicen que esta bula fue el modelo para todas las bulas de cruzada posteriores. En este texto hay cinco grandes secciones que vamos a ver repetidas siempre en las próximas bulas de cruzada. En primer lugar hay una exposición de motivos, generales –tradición cruzadística en la que se encardina lo que ahora se va a predicar– y específicos –circunstancias históricas del momento que llevan a convocar la cruzada–. El segundo elemento es la exhortación o llamamiento a la cruzada. El tercer elemento es la promesa de recompensas espirituales. El cuarto elemento es la concesión de una serie de garantías jurídicas para los cruzados. Un último elemento es la alusión a la austeridad que debe caracterizar a los cruzados. BULA QUANTUM PRAEDECESSORES Eugenio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a su queridísimo hijo Luis, ilustre y glorioso rey de los francos, y a sus queridos hijos los príncipes y todos los fieles de Dios que habitan la Galia, salud y apostólica bendición. Hemos conocido por las narraciones de los antiguos y hemos encontrado escrito en sus libros todo cuanto nuestros predecesores, los pontífices romanos, han hecho por la liberación de la Iglesia de Oriente. Nuestro predecesor, de feliz memoria, el papa Urbano, como si hubiera tocado una trompeta, convocó para esa liberación a los hijos de la Santa Iglesia Romana desde las más diversas partes del mundo. Los hombres de más allá de los montes, y sobre todo los guerreros más valientes y esforzados del reino de Francia, y también los de Italia, inflamados por el ardor de la caridad, respondieron a su llamada formando un gran ejército que, no sin un gran derramamiento de su propia sangre, contando con el auxilio divino, liberaron de la suciedad de los paganos aquella ciudad en la que nuestro Salvador quiso padecer por nosotros y en la que nos dejó su glorioso sepulcro como memoria de su pasión, así como muchas otras ciudades que nos abstenemos de recordar por razón de brevedad. Por la gracia de Dios y el esfuerzo de vuestros padres, estas ciudades han permanecido hasta ahora en poder de los cristianos, que se esforzaron en defenderlas durante mucho tiempo y en extender en aquel territorio el nombre cristiano; también otras ciudades fueron valientemente conquistadas por ellos a los infieles.

Hay una exposición de motivos general, basada en la tradición de la Primera Cruzada. Esto es nuevo, porque hasta este momento la cruzada era la Cruzada. Ahora asistimos al nacimiento de las cruzadas. Lo que el papa está diciendo es que el motivo para el que se está dirigiendo esta bula se ubica en toda una tradición. Es una tradición propia que no se remonta a Carlo-

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Existen dos versiones de esta misma bula que presentan ligerísimas variantes que no afectan propiamente al contenido. Quantum praedecessores (I) es la datada en Vetralla el 1 de diciembre de 1145. Por su parte, Quantum praedecessores (II) es la publicada en Trastévere el 1 de marzo de 1146.

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IGNACIO CABELLO LLANO magno sino a Urbano: es la tradición de la Cruzada. Lo que está haciendo ahora el papa se inscribe en una tradición inaugurada por Urbano. Pero ahora por nuestros pecados y los de este pueblo, y ello no lo podemos decir sin gran dolor y llanto, la ciudad de Edessa, que en nuestra lengua llamamos Rohais y que, según se cuenta, cuando en otro tiempo en Oriente toda la tierra era controlada por paganos, solo en ella se servía al Señor bajo jurisdicción de los cristianos, ha sido tomada por los enemigos de la cruz de Cristo, y con ella muchos castillos de los cristianos han sido ocupados por ellos. Incluso el arzobispo de esa ciudad con sus clérigos y muchos otros cristianos han sido allí muertos; y las reliquias de los santos han sido profanadas por los infieles y dispersas.

Aquí vemos un objetivo específico. Después de decir “estamos en el movimiento cruzado” se plantea el hecho concreto al que hay que responder. La fórmula peccatis exigentibus se convierte en un tópico para explicar por qué Dios permite el mal que afecta al pueblo cristiano: si Edesa ha caído es por los propios pecados, y si en el futuro habrá circunstancias malas, será también por los propios pecados. Hasta qué punto la Iglesia de Dios y toda la Cristiandad está en peligro, nosotros lo conocemos y no creemos poderlo disimular a vuestra prudencia. Es evidente que la mayor prueba de vuestra nobleza y honestidad se producirá si lo que el arrojo de los padres adquirió es defendido valerosamente por vosotros, sus hijos. En cambio -¡ojalá no ocurra!si ocurriera de otro modo, la fortaleza de los padres se mostraría más débil en los hijos.

Nuevamente vemos aquí un intento de enraizar en la tradición de las cruzadas y de los padres, el llamamiento que ahora se va a hacer. El segundo elemento es la exhortación o llamamiento. Llama la atención ese «especialmente a los más poderosos y nobles»: esto va dirigido a todos pero especialmente a los más poderosos y nobles. Está en contraposición con los discursos anteriores como el de Urbano II, que era muy popular. Deja de ser un llamamiento universal a todos los cristianos. Hay una gran diferencia en el llamamiento a la Cruzada, un llamamiento sin filtros porque se entiende que es algo definitivo, y el llamamiento a esta Segunda Cruzada, que es sólo a la élite. Así pues, os advertimos a todos vosotros en el Señor, os rogamos y ordenamos, y os imponemos en remisión de los pecados, que quienes sean de Dios, especialmente los más poderosos y nobles, os arméis con valor y salgáis al encuentro de la multitud de los infieles, que se regocija de haber obtenido casi siempre la victoria sobre nosotros, y defendáis así a la Iglesia de Oriente que, como hemos indicado, había sido liberada de su tiranía con tanta efusión de la sangre de vuestros padres, esforzándoos en arrancar de sus manos miles de hermanos cautivos, de modo que la dignidad del nombre cristiano crezca en vuestro tiempo, y vuestra bravura, que es celebrada por todo el mundo, se conserve íntegra e intacta. Sea para vosotros un ejemplo el bueno de Matatías, que por defender las leyes de sus padres no dudó en exponerse con sus hijos y parientes a la muerte, y tampoco abandonar todo aquello que poseía en el mundo; y finalmente, con la ayuda de Dios y su esfuerzo y el de los suyos, triunfó con coraje sobre sus enemigos.

El tercer elemento es la promesa de recompensas espirituales: «hemos concedido y confirmamos […] la remisión de pecados que nuestro citado predecesor el papa Urbano instituyó». El cuarto elemento son las garantías jurídicas para los cruzados. La protección de familias y bienes: atentar contra la familia o propiedades de un cruzado es como atacar a la Iglesia misma. Se habla también de congelación de demandas. 13

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Nosotros, preocupados con paterna solicitud de vuestra seguridad y de la desolación de la misma Iglesia, por la autoridad a nosotros concedida por Dios, hemos concedido y confirmamos para aquellos que han decidido por devoción asumir y llevar a cabo tan santo y necesario trabajo y esfuerzo, la remisión de pecados que nuestro citado predecesor el papa Urbano instituyó; y decretamos además que sus mujeres e hijos, y también sus bienes y posesiones, permanezcan bajo la protección de la Santa Iglesia, de la nuestra y de la de los arzobispos, obispos y otros prelados de la Iglesia de Dios. Por la autoridad apostólica, prohibimos asimismo que, desde el momento que asuman la cruz, pueda ser promovida demanda alguna sobre los bienes que poseyeran pacíficamente hasta que no se conozca con certeza su vuelta o su muerte.

Un último elemento que aparece en las bulas son las manifestaciones de austeridad que deben acompañar al cruzado: el cruzado es un peregrino, un hombre despojado de cualquier signo de riqueza. Un cruzado no va a exhibirse, sino a purificarse, y no tiene mucho sentido una purificación penitencial llena de joyas y prácticas placenteras –perros y halcones…–. Por otra parte, como quiera que aquellos que sirven al Señor nunca deben poner su atención en vestimentas lujosas, ni en su apariencia, ni tampoco en perros o halcones u otras cosas que inviten a la lascivia, exhortamos en el Señor a vuestra prudencia para que quienes han decidido comenzar empresa tan santa no lleven en sus vestidos ni pieles ni grises, ni en las armas oros o platas, sino que concentren todo su esfuerzo y diligencia en aquellas armas, caballos y otras cosas con las que vencer a los infieles.

Vemos aquí de nuevo las garantías jurídicas: congelación de deudas –no crecen los intereses– y garantía en hipotecas, etc. Cualquiera que esté agobiado por deudas y hubiera iniciado tan santo viaje con corazón puro, no pague las usuras que sus deudas hayan devengado; y si ellos u otros en su lugar han sido obligados en relación a usuras por juramento o palabra dada, los absolvemos por la autoridad apostólica. Les estará igualmente permitido empeñar libremente tierras u otras posesiones a iglesias, personas eclesiásticas o a otros fieles sin miedo a reclamación, siempre que sus familiares o señores feudales no hubieran querido o podido prestarles dinero.

Volvemos de manera tajante a la promesa de recompensas espirituales. Por la autoridad de Dios omnipotente y de san Pedro, príncipe de los apóstoles, que hemos recibido de Dios, concedemos la remisión y absolución de pecados, según lo instituido por nuestro citado predecesor, de tal manera que quien iniciara con devoción tan santo viaje y lo llevara a término, si muriera allí, obtenga la absolución de todos los pecados de los que hubiera hecho confesión con corazón contrito y humillado, y reciba del Remunerador de todas las cosas el fruto de retribución eterna. Dada en Vetralla, en las kalendas de diciembre de 1145.

Se concede el reconocimiento de mártir a quien muera en batalla: se le concede la absolución de todos los pecados confesados y recibe la retribución eterna –indulgencia plenaria–. Lo que en Clermont se perdonaba eran las penas que la Iglesia pone por los pecados, pero no necesariamente las penas temporales post mortem. A quien no muera en batalla se le condonaban las penas impuestas por la Iglesia –que no es poco–, pero no se le concedía el perdón eterno. Este esquema –exposición de motivos, exhortación, promesas espirituales, garantías jurídicas y llamamiento a la austeridad– se repetirá en las sucesivas bulas de convocatoria de cruzada.

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IGNACIO CABELLO LLANO 2. LA PREDICACIÓN DE SAN BERNARDO

Eugenio III convoca la Segunda Cruzada, y le encarga la predicación de la Cruzada. La bula es el documento oficial de convocatoria, y a partir de esa bula hay que animar a la gente mediante predicaciones. A través de algunas de sus cartas podemos ver el espíritu cruzadista de San Bernardo. En esta primera carta vemos cuatro elementos vertebrales. CARTA 363 DIRIGIDA AL CLERO Y PUEBLO DE FRANCIA ORIENTAL Y DE BAVIERA (1146) Bernardo, conocido como abad de Claraval, a los señores y padres muy amados, a los arzobispos, los obispos y todo el clero y pueblo de Francia oriental y de Baviera: rebosad de espíritu de fortaleza. 1. Quiero hablaros de los intereses de Cristo, en quien se cifra nuestra salvación. Y comienzo con estas palabras para que la autoridad del Señor y la consideración de nuestra utilidad excuse la indignidad de la persona que os habla. Soy muy poca cosa, pero es muy grande el ardor entrañable que os profeso en Jesucristo. Ese es el motivo de escribiros y la causa que me mueve a presentarme ante todos vosotros con esta carta. Hubiera preferido hacerlo de viva voz si una ocasión propicia se hubiera unido a mi voluntad. Ha llegado el tiempo propicio y los días que prometen una gran salvación. La tierra se ha conmovido y estremecido, porque el Dios del cielo ha comenzado a perder su tierra. Esa tierra en que se dejó ver y donde vivió más de treinta años como un hombre cualquiera. Esa tierra que glorificó con milagros, consagró con su propia sangre y en la que brotaron las primeras flores de la resurrección. Mas ahora, por culpa de nuestros pecados, los enemigos de la cruz han levantado su sacrílega cabeza, han devastado con la furia de la espada la tierra bendita y de la promesa. Si no hay quien les haga frente llegarán muy pronto a invadir la misma ciudad del Dios vivo, destruir los santuarios de nuestra redención y mancillar los santos lugares, empapados con la sangre del Cordero do. Codician incluso –¡oh dolor!– el mismísimo sagrario de la religión cristiana y pretenden invadir y profanar el sepulcro donde el que es nuestra Vida reposó por nosotros en la muerte.

En este primer párrafo hay una idea fundamental: el Dios del cielo ha comenzado a perder su tierra por culpa de nuestros pecados –peccatis exigentibus–. El llamamiento se basa en que es Cristo quien pierde su tierra por culpa de los pecados del hombre. No es en favor de los intereses de la Iglesia, sino de Cristo. 2. ¿Qué hacéis vosotros, los hombres recios? ¿Qué hacéis los servidores de la cruz? ¿Así entregáis lo santo a los perros y las perlas a los cerdos? ¡Cuántos pecadores confesaron allí con lágrimas sus pecados y recibieron el perdón, después que las espadas de los antepasados eliminaron las inmundicias de los paganos! El maligno lo ve y se consume de envidia, rechina los dientes hasta consumirse. Remueve a todos los cómplices de su maldad y está empeñado —Dios no lo permita— en no dejar rastro ni señal alguna de tanta santidad. Lo cual será un dolor irreparable para todos los siglos futuros, porque sería una desgracia irrecuperable, y, sobre todo para esta generación tan perversa, sería una afrenta infinita y una eterna ignominia. 3. ¿En qué pensamos, hermanos? ¿Tan corta es ahora la mano del Señor o tan impotente para salvar, que llama a unos miserables gusanos para proteger y reconquistar su heredad? ¿No puede enviar más de doce legiones de ángeles o devolver la libertad a esa tierra con una sola palabra? Puede hacerlo con solo quererlo; pero yo os digo: El Señor quiere poneros a prueba. Observa a los hijos de los hombres para ver si hay alguno sensato que recapacite y sufra por la suerte que se avecina. Dios se compadece de su pueblo y ofrece un remedio incomparable a los grandes pecadores.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) 4. Considerad cuánta habilidad usa para salvaros, y pasmaos; contemplad el abismo de su misericordia y confiad, pecadores. No quiere que muráis, sino que os convirtáis y viváis, porque aprovecha toda ocasión que os es propicia y ninguna que os es contraria. ¿No es acaso un gesto incomparable de salvación y únicamente imaginable en Dios, el que Dios omnipotente se digne asumir a su servicio a los homicidas, ladrones, adúlteros y perjuros, y a todos los que cargan con la pena de sus crímenes, como si hubieran sido siempre justos? No desconfiéis, pecadores: el Señor es compasivo. Si quisiera castigaros, en vez de solicitar vuestro servicio rechazaría incluso vuestra ofrenda. Os lo repito: ponderad las riquezas de su bondad y meditad en los designios de su misericordia. Tiene necesidad de vosotros, o simula tenerla, para premiar a los que luchan por él con el perdón de los pecados y la gloría eterna. Yo tengo por muy dichosa a la generación que es consciente de este momento incomparable de misericordia, y que vive en este año tan propicio para aplacar al Señor, y en este auténtico jubileo. Esta bendición se derrama por todo el mundo y todos corren tras el estandarte de la vida.

Aquí se ha desarrollado otra idea clave: Cristo si quisiera podría remediar este mal, pero finge necesitar al hombre para ofrecerle una vía de salvación; Cristo, que podría poner fin a este mal, no lo hace, por amor a los pecadores, para, en un acto de misericordia, ofrecerles una vía de salvación. Dios permite el mal para ofrecer al hombre una ocasión para labrarse su propia salvación. 5. Si vuestra tierra es fecunda en hombres valerosos y rica en vigorosa juventud, si se os ensalza en todo el mundo y la fama de vuestra valentía ha llenado el orbe, levantaos también vosotros animosamente y empuñad las armas benditas con el celo de cristianos. Cese ya esa inveterada malicia –y no milicia– con que soléis destrozaros mutuamente y arruinaros unos a otros, hasta llegar incluso a consumiros. ¡Ah, que placer tan cruel, desgraciados! Uno traspasa con la espada el cuerpo de su prójimo, y es posible que también perezca su alma. Pero tampoco el vencedor escapa de ello: porque la espada atraviesa su alma, para que no se goce de que ha sucumbido sólo el enemigo. Entregarse a tales combates es de locos, no de valientes; y hay que catalogarlo como un acto de demencia y no de audacia. Aquí tienes, intrépido soldado, hombre de guerra, dónde luchar sin peligro y dónde vencer con gloria y morir con ganancia. Si eres un mercader perspicaz, un buen conocedor de este mundo, aquí tienes unos magníficos mercados: procura aprovecharte de ellos. Recibe el emblema de la cruz y recibirás el perdón de todos los delitos confesándolos con un corazón arrepentido. La materia de que está hecha no tiene apenas valor; pero si se lleva con devoción sobre los hombros, se puede conseguir con ella el reino de Dios. ¡Dichosos los que han recibido esta insignia celestial, y también dichosos, no insensatos, los que se apresuran a recibir esta señal de salvación!

Aquí hay una tercera idea: se transmite el tema de la indulgencia. Insiste en la insignia celestial, la cruz, imitatio Christi. 6. Por lo demás, os advierto, hermanos, y no sólo yo, sino el Apóstol de Dios conmigo, que no podemos fiarnos de cualquier espíritu. He oído y me causa gran alegría que os anima un celo muy ardiente por Dios; pero es muy conveniente que se modere con el freno de la sabiduría. No se debe perseguir, ni asesinar, ni expulsar siquiera a los judíos. Preguntad a quienes conocen las divinas Escrituras qué profetiza el salmo sobre los judíos y qué dice la Iglesia: Dios me ha mostrado respeto a mis enemigos, para que no los mates, para que no se olviden de mi pueblo. En realidad, son para nosotros una memoria viva que nos recuerda la pasión del Señor. Por este motivo viven dispersos en todos los países, y al llorar por doquier las justas penas de un crimen tan enorme son testigos perennes de nuestra redención. Por eso añade en ese mismo salmo la Iglesia: Dispérsalos y derríbalos con tu potencia, Señor, escudo nuestro. Y así ha acontecido: viven dispersos y humillados, y soportan una despiadada cautividad bajo los príncipes cristianos. Pero se

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IGNACIO CABELLO LLANO convertirán por la tarde y en su momento se les mirará con benevolencia. Y, finalmente, cuando se reúna la plenitud de los pueblos, entonces dice el Apóstol que se salvará Israel. Mientras tanto, el que muere permanece en la muerte. 7. Paso por alto que donde faltan aquéllos debemos lamentarnos que haya cristianos usureros que viven como judíos, si es que conviene llamarlos cristianos o más bien judíos bautizados. Si se extermina por completo a los judíos, ¿cómo podemos esperar su salvación prometida para el final y su futura conversión? En ese caso también habría que tolerar hasta el día del juicio a los paganos, en vez de atacarlos con la espada, si supiéramos que se someterían al fin de la historia. Pero al actuar de modo violento contra nosotros es preciso que le opongan resistencia los que por algo llevan la espada. Tan propio es de la piedad cristiana abatir a los soberbios como compadecerse de los sumisos, sobre todo de aquellos que han recibido la ley y las promesas, cuyos son los padres y de quienes nació Cristo, que es el Dios soberano, bendito por siempre. A pesar de todo, según el mandato apostólico, hay que exigirles que a cuantos reciban la insignia de la cruz los dejen libres de todas las reclamaciones de la usura.

En los puntos 6 y 7 habla de que es conveniente no excederse en la contienda –guerra justa– y del respeto a los judíos, ofreciendo tres razones. Por un lado, «son para nosotros una memoria viva que nos recuerda la pasión del Señor», pues viven dispersos en todos los países, «y al llorar por doquier las justas penas de un crimen tan enorme son testigos perennes de nuestra redención». En segundo lugar, porque «Si se extermina por completo a los judíos, ¿cómo podemos esperar su salvación prometida para el final y su futura conversión?». Dice San Bernardo que hay que respetar a los judíos hasta el día del Juicio Final, pues allí podrán convertirse –no olvidemos que son los padres de Cristo–; pero que, sin embargo, este argumento no sería aplicable a los musulmanes, pues «al actuar de modo violento contra nosotros es preciso que le opongan resistencia los que por algo llevan la espada». Por último, ofrece un tercer argumento de tipo práctico, y es que si no hubiera judíos existirían cristianos usureros. 8. Quiero advertiros, muy queridos hermanos, otra cosa muy importante: si alguno desea ser tal vez el primero de todos y adelantarse con su expedición al ejército del reino, no sea atendido; incluso si afirma que ha sido enviado por mí, porque no es cierto; o si muestra alguna carta que dice redactada por mí, no quiero que lo toméis como tal, sino como falsa, por no decir falsificada. Es preciso escoger como capitanes a hombres belicosos y experimentados, y que avance siempre unido el ejército del Señor, para que mantenga la fortaleza y no quede dominado por nadie. En la primera expedición, antes de caer Jerusalén, hubo un hombre llamado Pedro, de quien vosotros —si no me engaño— habréis oído hablar mucho. Este se puso a la cabeza de una multitud que se fio de él y emprendió él solo el camino por su cuenta con los suyos; pero los expuso a tantos peligros, que ninguno o muy pocos se libraron de morir de hambre o espada. Por eso tened gran temor de que no os ocurra a vosotros lo mismo, si procedéis del mismo modo. Que os libre de ello el Dios bendito por siempre y que todo lo supera. Amén.

En este último punto advierte de una cosa muy importante con el fin de evitar a los falsos profetas e impostores como Pedro el Ermitaño: que no se haga caso a nadie que se adelante al ejército del reino o que diga ser enviado por el papa. Es necesario avanzar unidos. CARTA 457 DIRIGIDA A TODOS LOS FIELES (1146) Bernardo, conocido como abad de Claraval, a los reverendos señores y Padres, los arzobispos, obispos, príncipes y todos los fieles de Dios espíritu de fortaleza y de salvación. No dudo que habrá llegado también a vuestro país, y que todos habrán escuchado, el gran clamor con que Dios ha despertado el espíritu de los reyes y príncipes para tomar

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) venganza de los pueblos y extirpar de la tierra a los enemigos de Cristo. ¡Qué bien tan inmenso y cuán copiosa riqueza de la misericordia divina! El maligno lo ha visto y se enfurece como es su costumbre; rechina los dientes de odio, pierde muchos que tenía encadenados por diversos crímenes y delitos y ve que los peores de ellos se convierten, dejan de hacer el mal y comienzan a obrar bien. Pero existe todavía otro daño que le atormenta mucho más ante la conversión de los paganos: sabe que cuando entren todos ellos se salvará Israel. Él presiente que este momento es inminente, y su astuta malicia asé empeña a base de engaños en impedir un bien tan grande. Para ello ha hecho surgir unos hijos malvados y degenerados, los paganos; la fortaleza de los cristianos, perdonad que lo diga, los ha soportado ya demasiado tiempo, ha tolerado sus pérfidas asechanzas y no ha aplastado su cabeza envenenada. Pero, como dice la Escritura: Delante de la ruina va la soberbia; por eso, si Dios quiere, muy pronto quedará abatido su orgullo y el camino de Jerusalén quedará libre de obstáculos. Y como el Señor ha confiado a mi insignificancia esta cruzada, siguiendo las decisiones del señor rey y de los obispos, y de los príncipes que se reunieron en Francfort, anunciamos que los cristianos tomen las armas, y reciban el emblema de la salvación para lanzarse a destruir por completo esos pueblos, o al menos convertirlos; a éstos les prometemos el perdón de todos sus pecados, como a los que partieron ya para Jerusalén. Son ya muchos los que han tomado la cruz en este lugar; y a los demás les incitamos que se unan a esta empresa. Pero sepan todos los cristianos que no se han alistado aún como cruzados de Jerusalén, que recibirán la misma indulgencia en esta expedición si lo hacen con el consejo de los obispos y de los príncipes. Prohíbo terminantemente que bajo ningún motivo establezcan relaciones con ellos, ni por dinero ni por tributos, hasta que Dios nos conceda aniquilar su religión y su nación. Y ahora me dirijo a vosotros, arzobispos, y a vuestros coobispos: oponeos con toda vuestra fuerza, desplegad el máximo cuidado, atención y diligencia que os sea posible, para que todo se lleve a cabo con firmeza. Por voluntad de Dios sois ministros de Cristo, y por ello se os exige con pleno derecho que vigiléis muy atentamente lo que os incumbe. También yo os lo pido y suplico vivamente en nombre del Señor. Este ejército se someterá a las mismas normas que el anterior en lo referente al vestido, armas, equipaje y todo lo demás, ya que se les asigna la misma recompensa. A todos los participantes en Francfort les ha parecido bien que se distribuya una copia de esta carta por todas partes, para que los obispos y presbíteros la den a conocer al pueblo de Dios y les impongan y honren con el signo de la cruz para luchar contra los enemigos de la cruz de Cristo que viven más allá del Elba. Todos deben reunirse en Magdeburgo en la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo. CARTA 458 DIRIGIDA AL DUQUE LADISLAO, A LOS MAGNATES Y AL PUEBLO DE BOHEMIA (11461147) Bernardo, conocido como abad de Claraval, al duque Ladislao, a todos los nobles y pueblo entero de Bohemia: salud en el Señor. 1. Quiero tratar con vosotros un asunto de Cristo, del cual también depende vuestra salvación. Digo esto para excusar ante vos la indignidad del que os escribe con la autoridad del Señor, la consideración de vuestro provecho y la caridad que me mueve. Soy muy poca cosa, pero es mucho lo que os amo en las entrañas de Jesucristo. Este celo me impulsa a escribiros lo que con mucho más gusto intentaría grabar de viva voz en vuestros corazones, si mi posibilidad fuera semejante a mi voluntad. Porque el espíritu está pronto, pero la carne es frágil; el cuerpo corruptible no puede secundar los deseos del alma ni el peso del barro alcanza la rapidez del espíritu. Pero ¿por qué me lamento? Está ausente de vosotros una parte de mi ser, pero es la menos valiosa. Mi corazón está con

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IGNACIO CABELLO LLANO vosotros, oh bohemios; mi corazón palpita junto a vosotros por más que este pesado cuerpo se halle muy distante. 2. Escuchad, pues, todos vosotros este mensaje bueno, escuchad este mensaje de salvación, y estrechad fervorosos con los dos brazos del alma el tesoro de indulgencia que se os ofrece. Nuestro tiempo actual es muy distinto a los tiempos pasados: nos viene del cielo a raudales la misericordia divina. ¡Dichosos los que viven en este año de gracia del Señor, este año de perdón y de jubileo! Os aseguro que el Señor no ha hecho algo semejante con las generaciones anteriores ni ha concedido a nuestros padres el don de la gracia con tanta profusión. Fijaos qué procedimiento usa para salvarnos; considerad, pecadores, el abismo de su bondad y asombraos; quiere o finge necesitar de vosotros, y en realidad lo, que busca es remediar vuestras necesidades. Este plan no procede de los hombres, sino del cielo, de lo más íntimo de la misericordia divina. 3. La tierra ha temblado y retemblado al ver que el Señor del cielo perdía la suya, aquella donde nació y en la que vivió más de treinta años, como hombre entre los hombres. Esa tierra suya que honró con su nacimiento, glorificó con sus milagros, consagró con su sangre y enriqueció con su sepulcro. Esa tierra suya donde se dejó oír el arrullo de la tórtola cuando el Hijo de la Virgen recomendó el amor de la castidad. Esa tierra suya donde brotaron las primeras flores de la resurrección. Esta tierra prometida la están ocupando los malvados, y si nadie les hace frente penetrarán en el santuario de nuestra religión; mancharán el lecho sagrado donde la vida se durmió por nosotros en la muerte y profanarán el Santo de los Santos, es decir, los lugares impregnados con la sangre del Cordero inmaculado. 4. Escuchad todavía otra cosa capaz de conmover los corazones más duros de los cristianos, A nuestro Rey se le acusa e traidor; se niega que es Dios, y se dice que fingió falsamente lo que no era. Los que le sois fieles, levantaos y defended a vuestro Señor de esta infamia de traidor que se le imputa; afrontad con decisión esta batalla, en la cual vencer es una gloria y morir una ganancia. ¿Qué esperáis, servidores de la cruz? ¿Por qué os retraéis vosotros, pletóricos de vigor corporal y de riquezas terrenas? Tomad el emblema de la cruz; el Sumo Pontífice, vicario de aquel a quien se dijo: Lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo, os ofrece por ello la indulgencia plenaria de todos los pecados si los confesáis con un corazón arrepentido. Recibid el regalo que os ofrecen, y que cada cual se adelante a los demás en aprovecharse de esta gracia incomparable del perdón. 5. Os ruego y aconsejo que nadie prefiera sus propios negocios al negocio de Cristo, ni pierda lo que sólo se puede recuperar ahora, por ocuparse en asuntos que se pueden realizar en otros momentos. Y para que sepáis el día, el camino y el modo de llevarlo a la práctica, escuchadme brevemente: el ejército del Señor emprenderá la marcha en las próximas Pascuas, y la mayoría ha decidido atravesar Hungría. También se ha decidido que nadie use vestidos vistosos, ni de piel o de seda, ni lleve oro o plata en los arneses de los caballos. Solamente al trabar la batalla se permite usar oro y plata, si alguno lo desea, el escudo y en las sillas de montar, con el fin de que los rayos del sol reflejen en ellos y el terror desbarate la fiereza de los paganos. Convenía ampliar más estos detalles, pero tenéis con vosotros al señor obispo de Moravia, un hombre santo y docto, al que ruego se digne exhortaros con todo cuidado sobre esto, con la sabiduría que le ha concedido el Señor. Os enviamos también un ejemplar de la carta del señor Papa, cuyos consejos debéis escuchar con la máxima atención y cumplir sus mandatos. Adiós.

2.2 EL REARME YIHADISTA DE NÛR AL-DÎN La segunda cruzada fue un total desastre, exceptuando algunos éxitos importantes en el frente 19

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) peninsular –Almería, Lisboa y Tortosa–. Los grandes protagonistas son Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania. El problema es que el objetivo que ellos escogieron fue equivocado. La Segunda Cruzada se concentró en la conquista de Damasco, que no sólo no era un problema sino que Damasco estaba evitando ser absorbido por un principado del norte y que quería protección cristiana frente al avance de los zenghíes. Los cristianos en vez de negociar y ofrecerles su ayuda para contrarrestar el avance de los zenghíes, intentaron conquistar Damasco. ¿Cuáles son las consecuencias de esta nefasta Segunda Cruzada? Hay tres consecuencias especialmente negativas. En primer lugar, a partir de mediados del siglo XII, hay un divorcio claro entre Occidente y Bizancio, que empieza a ver que las Cruzadas van a suponer un problema más que una ayuda. En segundo lugar, se empieza a producir una especie de desentendimiento entre los cruzados occidentales y las autoridades cruzadas latinas, es decir, las estrategias de las fuerzas que venían de occidente no coincidían con las estrategias de las autoridades latinas. Las autoridades latinas querían centrar su ataque contra Alepo y no en Damasco, que brindaba una posibilidad de alianza. Los cruzados de occidente decidieron atacar Damasco, que tenía una proyección propagandística mucho mayor. Pero se equivocaron y eso llevó el desastre. El recelo a partir de este momento entre los cruzados occidentales y los responsables de los estados cruzados de ultramar, se puso especialmente de manifiesto. En tercer lugar, la reacción yihadista que se produce por parte de Nûr al-Dîn. Nûr al-Dîn (1146-1174) era hijo y heredero de Zenghi. Zenghi había construido el primer principado islámico importante frente a los cruzados. Nûr al-Dîn lo cuadruplicó, convirtiendo el poder islámico anticruzado en un imperio. Ese imperio lo conforman por un lado los estados heredados de su padre –Alepo, Mosul, Edesa…–; se incorpora Damasco; se apodera de Egipto en 1171, y por si fuera poco, se incorporó la franja occidental de Arabia, donde están situadas La Meca y Medina. Con ello Nûr al-Dîn se convierte en defensor y campeón de la fe. El yihad se convierte para Nûr al-Dîn en instrumento para preservar la ortodoxia sunní, es decir, el yihad se convierte en fundamento práctico de una ortodoxia que se entiende como expansión –de hecho sus soldados utilizaban como lema fundamental la sahada, la profesión de fe musulmana–. El objetivo es Jerusalén –al-Quds y al-Sahil–. Una de las características del gobierno de Nûr al-Dîn fue su estrategia propagandística: diseñó un plan de expansión de la fe sobre la base del yihad, y lo que hico es atender al tema propagandístico y de concienciación de las masas. Nûr al-Dîn fundó muchas madrassas –escuelas coránicas–. CARTA

DIRIGIDA POR CONQUISTA (1154)

NŪR

AL-DĪN A LOS DIRIGENTES DE

DAMASCO

EN VÍSPERAS DE SU

No he venido a acampar a este lugar con la intención de guerrear con vosotros o de poneros sitio. Lo único que me ha movido a actuar así son las quejas de los musulmanes, pues los frany han despojado de todos sus bienes a los campesinos y los han separado de sus hijos y no tienen a nadie que los defienda. Por el poder que Dios me ha confiado para socorrer a los musulmanes y hacer la guerra a los infieles, dada la cantidad de hombres y bienes de que dispongo, no me es dado descuidar a los musulmanes y no salir en defensa suya. Tanto más cuanto que conozco vuestra incapacidad para proteger vuestras provincias y vuestra humillación que os lleva a pedir ayuda a los frany y a entregarles los bienes de vuestros súbditos más pobres, a los que perjudicáis de forma criminal. ¡Y ello no agrada a Dios ni a ningún musulmán!

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IGNACIO CABELLO LLANO 2.3 LA MILITARIZACIÓN DE LA ORDEN DE SAN JUAN DE JERUSALÉN U ORDEN DEL HOSPITAL 4 Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén u Orden de Malta. La Orden de San Juan es mucho anterior a la conquista cruzada de Jerusalén: en los años 70, unos comerciantes de la ciudad italiana de Amalfi, crearon un complejo junto al Santo Sepulcro que consistía en un par de monasterios benedictinos y un hospital dedicado a San Juan el Limosnero, un santo patriarca de Alejandría del siglo VII. A raíz de la toma de Jerusalén, el hospital adquirió un protagonismo especial dentro de ese complejo, llegando a independizarse de esos monasterios benedictinos y cambiando su advocación: a partir de su momento no fue San Juan el Limosnero sino San Juan Bautista, por ser un santo de mucho mayor atractivo y predicamento en occidente. En el año 1113 tenemos la primera bula, de Pascual II, normalizando canónicamente el hospital, desvinculándolo formalmente de ese complejo benedictino. En esa bula de 1113 no hay la más mínima referencia a función bélica ninguna: ese hospital tiene una función estrictamente asistencial. Se nos plantea aquí el problema de la militarización, con dos preguntas: ¿cuándo se militariza esa orden hospitalaria?, y ¿por qué se militariza?, ¿cómo es posible que una orden de asistencia hospitalaria se transforme en una orden militar al estilo del Temple y sin abandonar su carisma asistencial? ¿Cuándo se militariza esa orden hospitalaria? Éste es un tema muy polémico. Desde el punto de vista de Ayala, aunque hay autores que adelantan el proceso de militarización, no es posible hablar de una Orden del Hospital militar hasta la segunda mitad del siglo XII. En la bula constitutiva de 1113 no hay ninguna mención al aspecto militar, ni tampoco en la regla de 1120, asociada al maestre Raimundo de Puy. Esa regla es confirmada en 1153 por Eugenio III, y en esa confirmación no existe ninguna referencia a ninguna función militar. En definitiva, hablar de una militarización de la orden antes de 1153 resulta un absurdo. ¿Por qué algunos autores dicen que la orden se militarizó antes de esa fecha? Por dos razones: en primer lugar porque entre 1136 y 1144 la orden recibió fortalezas, algunas tan importantes como el Krac de los Caballeros; y en segundo lugar, está documentada la presencia de hospitalarios en la toma de Tortosa de 1148 y en el cerco de Ascalón de 1153. ¿Por qué Carlos dice que estos argumentos no son claros para adelantar el proceso de militarización de la Orden? En cuanto al primer argumento, en la Edad Media es absolutamente frecuente que castillos fronterizos y con funciones militares fuesen otorgados a obispos y abades –el arzobispo de Toledo tenía buena parte de las fortalezas de la frontera–. Lo que son pruebas inequívocas de militarización, que no admiten una lectura ambivalente, sólo se producen a partir de los años sesenta. La plasmación documental más clara e inequívoca son unos estatutos de 1182 en los que se habla de fratres armorum. La documentación normativa recoge por primera vez lo que ya era una deriva militarizadora que desde luego se puede detectar con anterioridad. ¿Por qué se militariza? En primer lugar hay una razón política: la crisis política del Reino de Jerusalén lleva a la necesidad de que toda la población de alguna manera se corresponsabilizara con la defensa del Reino. La muerte de Fulco de Anjou genera una conciencia de la necesidad de militarizarse y defenderse. Luego hay una razón de tipo ideológico: esa comprensión literalista del concepto de “Iglesia militante”. En el contexto dramático de la caída de Edesa, esa comprensión literalista del concepto de Iglesia militante resurge con mucha fuerza. El proceso de militarización fue largo y difícil, con muchas contradicciones. El maestre Rai-

4

Alan Forey, “La militarización de la Orden de San Juan” en Studia Monastica, 1984; Luis García Guijarro, Papado, Cruzadas y Ordenes Militares, siglos XI-XIII. Barcelona, 1995; y La militarización de la Orden del Hospital. Líneas para un debate; Carlos Barquero Goñi.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) mundo de Puy (1120-1153), gobierna sobre una orden que todavía no es militar, pero él utiliza un título de orden militar. Hay una voluntad de encuadrar militarmente a una orden que era asistencial. Naturalmente que los prolegómenos del desastre de Hattin acabaron de decidir y decantar estas vacilaciones en el sentiodo de una militarización sin concesiones. Ahora bien, todavía en 1180 el papa recordaba a la orden que su fin fundamental era el asistencial, y no el militar; es decir, que todavía en 1180 al papa no le cuadraba demasiado la militarización, que ya era una realidad, de la Orden. Es un proceso muy complejo y contradictorio, por lo que darle una fecha muy temprana a la militarización de la Orden es algo imprudente, pues no se tendría en consideración la complejidad del proceso y del asunto. 2.4 DEBILIDAD Y CRISIS EN LOS ESTADOS CRUZADOS La Segunda Cruzada, liderada por Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania, fue un fracaso, principalmente por ese objetivo desatinado que fue Damasco. La Segunda Cruzada, en el escenario sirio fue un fracaso. Ese fracaso se tradujo en un divorcio cada vez más evidente en lo que a estrategias sobre todo se refiere entre los organizadores, predicadores y cruzados de occidente, y los cruzados nativos de los Estados de Ultramar. Estos cruzados nativos fueron denominados poulains –potros–, con un tono despectivo. Entre los cruzados ocasionales de occidente –donde se predicaba la Cruzada– y los poulains, los cruzados de Ultramar, se generó un divorcio en cuanto a lo que se refiere a las estrategias. Los occidentales buscaban el choque abierto con el Islam, la propaganda o la rentabilidad, con criterios siempre poco realistas. Se busca la espectacularidad en el combate, la confrontación directa. En consecuencia, rechazan los pactos con los príncipes locales. En tercer lugar, rechazaban o despreciaban el papel que pudiera jugar el Imperio Bizantino. Desde su conciencia de occidentalidad y liderazgo de la Iglesia Romana rechazaban todo entendimiento con los bizantinos, de los que no se fiaban. En cambio, los poulains procuraban evitar el enfrentamiento directo, buscaban alternativas que debilitasen a la Gran Siria del régimen zengi. Eran, por otra parte, partidarios incluso de una intervención decisiva no tanto en Siria como en Egipto, es decir, pensaban que la victoria sobre el Egipto fatimí probablemente pudiera dar unas bases operativas al movimiento cruzado que de otro modo estaba expuesto. La estrategia de los poulains era más inteligente, pero fue siempre postergada. Lo cierto es que los reyes poulains –Balduino III, Amalarico I, segunda mitad del siglo XII, 1143-1174– tuvieron ya muchas dificultades. Por ejemplo los intentos que hicieron de pactar con Bizancio y de conquistar Egipto no fueron exitosos. En definitiva, todo esto provocó un debilitamiento del trono de Jerusalén respecto a aquellos que desafiaban el poder del rey de Jerusalén: el alto clero, los grandes feudatarios de la corona y las Órdenes Militares, especialmente la del Temple. Se produjeron importantes tensiones entre la monarquía de Jerusalén y la Orden del Temple. Por ejemplo, en 1166 Amalarico I ejecutó directamente a doce freires del Temple acusándolos de traición –la ejecución de doce religiosos es signo de una situación muy inestable–. En 1173 detuvo al Gran Maestre del Temple, Odón de Saint-Amad, también acusado de traición por haber matado a un hassassin que se hallaba bajo la protección del Rey 5.

5

Los hassassins –‘consumidores de hachís’– son una secta chiita-ismailí que nace en los Montes Elburz, al sur del Caspio, y que en Siria tenía sus dependencias en la fortaleza de Masyaf, al norte de Trípoli, donde se encontraba el llamado Viejo de la Montaña, líder de la secta. Esta secta, que hoy calificaríamos de terrorista, se dedicaba a hacer la guerra por su cuenta, mediante homicidios y crímenes organizados, fundamentalmente contra sunníes. En este complejo panorama del Oriente Cruzado, los hassassins constituyeron una importante baza para el Rey de Jerusalén, ya que el objetivo principal, tanto de cristianos como de hassassins era abatir el sunnismo

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IGNACIO CABELLO LLANO Este clima de tensión se manifiesta con toda crudeza en el reinado de Balduino IV (11741185), que heredó el trono muy joven y enfermo de lepra. La lepra, que tiene terribles connotaciones desde el punto de vista social y religioso, fue un símbolo de ese castigo de Dios que se ceba nada más y nada menos que con el Rey de Jerusalén. Hay un pensamiento extendido de que “esto se estaba acabando”. La crisis por la que atraviesa Jerusalén se materializa en el enfrentamiento radical entre dos facciones que casi plantean un problema de guerra civil. Por un lado está el “partido” del Rey y los poulains, los barones nativos, que contaban con el apoyo de la recién militarizada Orden del Hospital; y por otro lado estaba el partido “de la corte”, que se aglutinó en torno a la madre de Balduino IV, Inés de Courtanay. En este partido están los altos representantes del alto clero –el propio Patriarca de Jerusalén, Heraclio–; nobles advenedizos recién instalados como Guido de Lousignan, que casó con la hermana de Balduino; grandes feudatarios y nobles de la corona como Reinaldo de Châtillon, Señor de la Transjordania, que llegó a ser Príncipe de Antioquía; y la Orden del Temple. Estas dos facciones generaron una tensión constante. Cuando muere Balduino en 1185, ganó la facción de la corte, y Guido de Lusignan se convirtió en rey. El resultado de esta crisis es el desastre de la Batalla de los Cuernos de Hattin, a raíz de la cual se produce la caída de Jerusalén a manos de Saladino, que desde 1174 controlaba el antiguo imperio de Nûr al-Dîn.

3. LA CONMOCIÓN DE HATTIN: SALADINO Y EL NUEVO ESCENARIO CRIS6 TIANO EN TIERRA SANTA*

turco. Lo que hizo el maestre del Temple fue matar a un emisario hassassin que había estado reunido con el Rey y que tenía un salvoconducto de protección real. 6

Bejamin Z. Kedar, The horns of Hattin, 1992; Cameron Lyons y D. E. P. Jackson, Saladin. The politics of Holy War, 1982.

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IGNACIO CABELLO LLANO

TEMA 4 - “DESNATURALIZACIÓN” DE LAS CRUZADAS (SS. XIII-XIV) 1. LOS

PRESUPUESTOS FINANCIACIÓN

SECULARIZADORES:

CRUZADAS,

COMERCIO

Y

2

1.1 CAMBIOS EN LA NATURALEZA DE LA CRUZADA

2

1.2 LA “TERCERA CRUZADA”

3

1.3 LA “CUARTA CRUZADA”

3

A) EL IMPACTO EMOCIONAL Y PROPAGANDÍSTICO DE LA “CUARTA CRUZADA”

3

B) FACTORES CAUSALES DE LA CUARTA CRUZADA

4

1.4 LA CRUZADA CONTRA LA HEREJÍA: LA PRIMERA FASE DE LA CRUZADA ANTIALBIGENSE (1208-1213)

6

A) EL CATARISMO: ORÍGENES Y NATURALEZA

6

B) EL DESARROLLO DE LA CRUZADA CONTRA LOS CÁTAROS

7

1.5 LA

CRISTALIZACIÓN DEL DISCURSO DOCTRINAL: LA BULA LIBERANDAM DEL IV CONCILIO DE LETRÁN

QUIA MAIOR

Y LA CONSTITUCIÓN

1.6 LA “QUINTA CRUZADA” Y SUS POBRES RESULTADOS*

2. APOCALÍPTICA Y NUEVOS PROYECTOS CRUZADOS

AD 10 15

15

2.1 APOCALÍPTICA Y TRASFONDO JOAQUINISTA

15

2.2 MANIFESTACIONES DEL NUEVO CRUZADISMO APOCALÍPTICO

15

2.3

A) LOS ELEGIDOS DE DIOS: “CRUZADAS DE LOS NIÑOS” Y “CRUZADAS DE LOS POBRES”

16

B) LOS CRISTIANOS DE LOS CONFINES: LOS MONGOLES Y EL PRESTE JUAN

16

C) EL CAUDILLISMO MESIÁNICO: EL “EMPERADOR DE LOS ÚLTIMOS DÍAS” Y LA ‘SEXTA CRUZADA’

16

EL FIN DE LA PRESENCIA CRUZADA EN TIERRA SANTA

17

A) LAS CRUZADAS DEL GÜELFISMO FRANCO-ANGEVINO: “CRUZADAS SÉPTIMA Y OCTAVA”*

17

B) LA CAÍDA DE ACRE*

17

2.4 LAS “CRUZADAS POLÍTICAS” DEL SIGLO XIII*

17

2.5 LAS ÚLTIMAS CRUZADAS A TIERRA SANTA: PROYECTOS Y FRUSTRACIONES

18

A) FASE RECONQUISTADORA: LOS PROYECTOS FRUSTRADOS (1291-1365)

18

B) FASE DEFENSIVA: LAS CRUZADAS FRACASADAS (1365-1464)

19

1

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV)

TEMA 4 - “DESNATURALIZACIÓN” DE LAS CRUZADAS (SS. XIII-XIV) 1. LOS

PRESUPUESTOS SECULARIZADORES: CRUZADAS, COMERCIO Y FINANCIACIÓN 1.1 CAMBIOS EN LA NATURALEZA DE LA CRUZADA La caída de Edesa había sido una especie de cruel toma de conciencia de la realidad; pues la batalla de Hattin fue un trauma. Estos dos textos de Gregorio VIII nos hacen ver el tino de traumático que tuvo la batalla de Hattin. GREGORIO VIII ANTE EL DESASTRE DE HATTIN (1187) “... Al enterarnos de con qué terrible y severa sentencia la mano divina ha golpeado la tierra de Jerusalén (...) somos incapaces de decidir con facilidad qué decir o qué hacer; el salmista se lamenta: Oh Dios, las gentes han invadido tu heredad. El ejército de Saladino progresa en aquellas regiones (...) nuestro bando ha sido dominado, la Cruz del Señor ha sido tomada, el rey ha sido capturado y prácticamente todos los demás fueron pasados por la espada o se encuentran bajo manos hostiles (...) Los obispos, los templarios y los hospitalarios fueron decapitados ante Saladino (...) esos bávaros salvajes, sedientos de sangre cristiana, han usado toda su fuerza para profanar los sagrados lugares y desterrar el culto de Dios de la tierra. ¡Qué gran causa de luto tiene que ser esto para nosotros y todo el pueblo cristiano!...”. Bula Audita tremendi, 1187

Saladino no fue muy brutal, pero ciertamente se ensañó con los cargos de las Órdenes Militares, que conformaban una tropa de élite, así que le convenía matarlos antes que canjearlos. “...Jamás la ira del Juez Supremo se apacigua tanto que cuando somos capaces de apagar en nosotros los deseos carnales para obedecer sus mandatos. Como no dudamos de que el desastre ocurrido en tierras de Jerusalén, invadidas por los sarracenos, ha sido fundamentalmente provocada por los pecados de los habitantes de aquel país y por todo el pueblo cristiano, ordenamos, de acuerdo con nuestros hermanos (los cardenales) y con la aprobación de numerosos obispos, que durante cinco años todos los cristianos ayunen todos los viernes, no pudiendo tomar otro alimento que el autorizado en tiempo de Cuaresma, y que allí donde deba ser cantada misa, se haga a la hora nona, lo cual debe ser observado entre Adviento y Navidad; que el miércoles y el sábado, todos los que estén bien de salud se abstengan de consumir carne. Para nos y nuestros hermanos, nos prohibimos, a nosotros y a nuestra curia, comer carne los lunes, salvo en caso de una grave enfermedad, una gran fiesta o alguna otra causa que lo impida. De este modo esperamos que Dios nos perdone y extienda sobre nosotros su bendición. Establecemos igualmente que quienes transgredan estas disposiciones sean considerados como transgresores del ayuno cuaresmal...”. Bula Nunquam melius, 1187

La conmoción traumática que supuso la batalla de Hattin y la subsiguiente pérdida de Jerusalén provocaron la desnaturalización del movimiento cruzado. Este trauma se manifiesta en dos claves muy distintas. En primer lugar, esta conmoción se traduce en una clave espiritualista caracterizada por el sentimiento de culpa: los males de Oriente son fruto del pecado y todos los cristianos han de purgarlo. Es un pecado muy serio, porque Dios ha permitido lo peor, la caída de Jerusalén. El pecado ha sido tan fuerte que en el fondo estamos ante la densificación del mal. En la mente 2

IGNACIO CABELLO LLANO de muchos, se estaba produciendo la concepción de que la maldad no podía ser mayor. Eso se asocia al anti-Cristo, la materialización del mal. Muchos vieron en Saladino al anti-Cristo. El anti-Cristo es el enviado que precede al diablo en el final de los tiempos. Esta concepción de miedo y de que el mal que ha hecho el hombre es terrible, hace pensar al hombre que estén cerca del final de los tiempos. En el final de los tiempos, según el esquema apocalíptico, va precedido de la manifestación del peor de los males, de la llegada del anti-Cristo. Y sólo Dios mismo podrá vencer al anti-Cristo, poniendo fin a la Historia. Todo eso se tradujo en predicaciones. A partir de este momento hay una serie de cruzadas anómalas. Por ejemplo, cruzadas de niños, cruzadas de pobres, etc. En esta mentalidad apocalíptica, si alguien puede aplacar la ira de Dios es quien no comete pecados –los niños, los pobres…–. Hay también una clave materialista que desnaturaliza la cruzada: el frío cálculo económico, el decir “vamos a buscar fórmulas garantistas para acabar con este problema”. A partir de este momento en las bulas de cruzada cobra peso el aspecto de las recompensas materiales, es decir, se empieza a movilizar a la gente mediante recompensas materiales y no sólo espirituales. Surge a partir de este momento toda una política fiscal. El famoso diezmo de Saladino era un gravamen que afectaba a toda la población salvo a los cruzados. Los reyes se quedaban con ese diezmo de Saladino. A partir de este momento vemos que se implican cada vez más las repúblicas italianas, los intereses comerciales, las potencias marítimas. Estas claves –la vena espiritualista y escatología apocalíptica que acaba cayendo en la herejía heterodoxa en contra de la ortodoxia pura que se halla en la raíz de la Cruzada, y la vena materialista de las recompensas materiales, que se cargan el carácter penitencial, la esencia misma de la cruzada– son las que explican el título de este tema: ese proceso de desnaturalización de las cruzadas entre los siglos XIII y XV. 1.2 LA “TERCERA CRUZADA” Los grandes protagonistas fueron Ricardo Corazón de León, Felipe II Augusto y Federico I Barbarroja. La clave fue Ricardo Corazón de León, que consiguió recuperar parte de los territorios y afianzar el núcleo de Acre 1. 1.3 LA “CUARTA CRUZADA” A) EL IMPACTO EMOCIONAL Y PROPAGANDÍSTICO DE LA “CUARTA CRUZADA” 2

Es necesario pararse en este punto por varias razones: -

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En primer lugar porque ha sido tradicionalmente considerada como la cruzada que definitivamente traiciona la naturaleza del movimiento cruzado, es decir, que representa el arquetipo de esa desnaturalización del concepto de cruzada. En segundo lugar, también es importante porque es un acontecimiento muy bien conocido y documentado –existen muchos relatos de testigos presenciales, tanto occidentales 3 como bizantinos–, por lo que nos aporta mucha información de todo tipo. Hay una tercera razón, y es que la Cuarta Cruzada ha suscitado un importantísimo debate. Las opiniones historiográficas están dividas en dos planteamientos: la teoría del complot –la cruzada se concibió para atacar a Constantinopla– y la teoría del azar –el

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Franco Cardini, Barbarroja. Vida, triunfos e ilusiones de un emperador medieval; Jean Flori, Ricardo Corazón de León, 2002; John Gillingham, Ricardo Corazón de León, Sílex, 2012. 2 D E. Queller y Thomas F. Madden, The Fourth Crusade, 1997, y Jonathan Phillips, La Cuarta Cruzada y el saco de Constantinopla, 2005. 3 Godofredo de Villehardouin, mariscal de Champaigne

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) objetivo de Constantinopla no fue premeditado, sino que una serie de circunstancias y elementos no prevenidos fueron obligando a cambiar el objetivo a Constantinopla–. B) FACTORES CAUSALES DE LA CUARTA CRUZADA

¿Cuáles son los factores causales que llevan a la predicación de la Cuarta Cruzada? La Cuarta Cruzada fue predicada por Inocencio III, que representa una reactivación y una dinamización muy poderosa del programa reformista de la Iglesia del que la Cruzada es una manifestación. Reactivar con fuerza ese reformismo significa reactivar con fuerza la idea de Cruzada. Por tanto, el primer factor causal de la Cruzada es un pontificado proclive a ello, un papa bastante animado en ese sentido. Un segundo factor es la precariedad de la situación de Ultramar. La Tercera Cruzada había supuesto la recuperación de la parte costera del antiguo Reino de Jerusalén, pero era un Reino extremadamente debilitado, sin Jerusalén y muy frágil. Pocos años después de abandonar Ricardo Corazón de León Tierra Santa, empezó un proceso de debilitamiento progresivo. Estos dos factores explican la necesidad de una nueva cruzada. ¿Cuál es la naturaleza y cómo se organizan los efectivos de esta Cruzada? Es una cruzada sin reyes, lo cual nos recuerda un poco a la Primera Cruzada, en la que el papa, intencionadamente no contó con ningún rey. Algo parecido sucede ahora: Inocencio III no cuenta con ningún rey. ¿Quiénes fueron, entonces, los principales cabecillas de la Cruzada? Fue un ejército integrado por un conjunto de grandes señores feudales que eran prácticamente independientes de sus respectivos soberanos –como Teobaldo de Champaigne, Balduino de Flandes, Bonifacio de Montferrato–. El otro puntal de la Cruzada era la República de Venecia, cuyo papel fundamental era la financiación de la operación. El dux de Venecia, Enrique Dandolo, tenía una economía muy saneada. Venecia era una auténtica potencia, la potencia mercantil y financiera más significativa del mundo mediterráneo. Era un ejército sin precedentes. Se iba a movilizar un total de 63.000 hombres, de los cuales 33.000 serían los cruzados propiamente dichos. Los jinetes serían un total de 13.500: 4.500 caballeros y 9.000 escuderos o sergents. Habría también unos 30.000 hombres puestos por la República de Venecia, que movilizó una flota compuesta de un total de 300 navíos: 100 naves de transporte de soldados y víveres, 150 taridas –barcos de transporte de caballos– y 50 galeras –barcos de guerra–. La movilización de este ejército suponía un total de 85.000 marcos: el doble del presupuesto que manejaban al año los reyes de Francia o Inglaterra. Venecia propuso el siguiente acuerdo: la mitad de ese dinero la adelantaría Venecia y la otra mitad, a cuenta de lo que se obtuviera como beneficio. La operación era extraordinariamente compleja y aislada: Venecia quedaba paralizada durante un año para organizar esta flota, y el siguiente año era el previsto para la operación militar, con lo que durante dos años Venecia quedaba en suspenso, así que si la operación iba mal, Venecia entraría en bancarrota. El objetivo de la Cruzada era la recuperación de Jerusalén, pero ese tratado tenía una cláusula secreta que decía que antes de Jerusalén, la Cruzada iba a dirigirse a Egipto: los propios reyes de Jerusalén consideraban que si no se conquistaba Egipto no se podría mantener Jerusalén. Tras la muerte de Saladino, Egipto estaba muy debilitado, aunque es verdad que justo antes de producirse el embarco de los cruzados, Egipto se reunificó bajo el mando de al-Adil, hermano menor de Saladino. En este momento Egipto sufría una sequía extraordinaria, con lo que había hambre y la población estaba debilitada. La Cruzada zarpa en el año 1202, pero no lo hizo con destino a Egipto sino con destino a 4

IGNACIO CABELLO LLANO Constantinopla y con una parada técnica en la ciudad adriática de Zara. La teoría del complot dice que en 1202 se habría producido un pacto entre las autoridades ayubíes –dinastía de Saladino– y las autoridades venecianas. Ese pacto más o menos vendría a decir lo siguiente: Venecia se comprometía a no atacar Egipto a cambio de una serie de ventajas comerciales que implicaban el desvío ya previsto hacia Constantinopla. En Constantinopla hacía algún tiempo que las autoridades bizantinas habían prescindido de Venecia en beneficio de sus rivales. Venecia tenía ganas de resarcirse contra Constantinopla. Esta teoría del complot es muy convincente, pero el problema es que en realidad no se ha encontrado testimonio alguno de ese pacto: no hay constancia documental de ese pacto que muchos historiadores habían dado por hecho. La teoría del azar dice lo siguiente. El principal problema consistió en que cuando se produjo el embarque para la Cruzada, de esos 33.000 cruzados que estaba previsto que se concentraran, no acudió más que un tercio. Esto creaba un agujero financiero increíble. Lo que habría hecho Venecia es decir lo siguiente: “a estas alturas no vamos a suspender la operación, sino que vamos a ir hacia Egipto pero haciendo una parada técnica en Zara, para saquearla y resarcir esa deuda. El papa les excomulgó, porque Zara era una ciudad protegida por la Santa Sede –Zara era una ciudad húngara, y el rey de Hungría había hecho el voto cruzado, aunque nunca fue–. Estando en el sitio de Zara, se presentó en el campamento cristiano Alejo IV, hijo de Isaac II Ángel, emperador bizantino que acababa de ser destronado, para pedirle apoyo a los cruzados para reponer en el trono a su padre a cambio de cuatro cosas: asumir todas las deudas de los Cruzados que reclamaba Venecia; proporcionar un contingente de 10.000 hombres para llevar a cabo la operación prevista en Egipto; situar un contingente de 500 caballeros bizantinos en Tierra Santa, y –lo que dulcificó y ayudó a cambiar la opinión del papa– se comprometía a reconocer la primacía de Roma sobre la Iglesia Bizantina. Los Cruzados cumplieron su palabra: forzaron las defensas de Constantinopla para restituir en el trono a Isaac II y a Alejo IV. ¿Cómo lograron vencer al ejército bizantino? Bizancio desde finales del siglo XII pasa por una crisis importante; por otro lado dentro del ejército bizantino había un importante núcleo varego –el ejército bizantino estaba en manos de mercenarios–, etc. Todo esto explica que la operación fuera un éxito. El problema fue que Alejo IV no tuvo fuerza para cumplir las promesas que había hecho, y no tuvo el apoyo de la Iglesia Ortodoxa para someterse a Roma. Con lo cual, se produjo un nuevo golpe de Estado que derrocó a Alejo y a Isaac, y las nuevas autoridades bizantinas no querían saber nada más de los cruzados. Entonces se produjo el saco de Constantinopla: los cruzados no tendrían posibilidad de ir a Egipto si no saqueaban Bizancio. El saqueo cruzado de Constantinopla tuvo cuatro consecuencias principales: -

En primer lugar, se produce la constitución del Imperio Latino en Bizancio, es decir, se desplaza el Estado Bizantino originario y se instaura un Imperio Latino de Constantinopla. Tuvo una cortísima duración (1204-1261). Fue un Imperio extremadamente débil por varias razones. En primer lugar porque era un Estado extraordinariamente impopular, pues se trataba de un Estado impuesto por unos invasores que habían saqueado con violencia la ciudad, destruyendo y llevándose todo tipo de bienes. Por ejemplo, los caballos que coronan la Basílica de San Marcos procedían del Hipódromo de Constantinopla. También saquearon las tumbas de los emperadores que había. Lo que más afrentó a los bizantinos fue la depredación de todas las reliquias que había en Constantinopla, como la Sábana Santa (Turín), la Corona de Espinas (Saint Chapelle), etc. En definitiva, el saqueo de Constantinopla fue una humilla5

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ción política, espiritual y cultural, de manera que un régimen que hunde sus raíces en tal episodio, es forzadamente un régimen impopular. En segundo lugar, este Imperio Latino ocupaba nada más que un tercio del Estado Bizantino, de manera que no pudieron ejercer un control efectivo del Imperio, pues en los otros dos tercios del Imperio, la aristocracia bizantina –la dinastía nobiliaria de los Paleólogo–, apoyada por la Iglesia, fue reconstruyendo el poder a partir de Nicea. En tercer lugar, el tercio que sí controlaban los francos, reprodujo un sistema feudal tan milimétricamente establecido, que generó una debilidad extraordinaria intrínseca al feudalismo. En cuarto y último lugar, es que este Imperio Latino se construyó sobre la hipoteca de los venecianos, que impusieron un monopolio comercial, de manera que el emperador latino era una especie de títere en manos de la República de Venecia. En segundo lugar, la Cuarta Cruzada fue un impedimento para las restantes. De hecho, prácticamente se puede decir que las Cruzadas ya han terminado. A partir de la Cuarta, las cruzadas tuvieron una naturaleza muy diferente. Aunque teóricamente la Conquista de Constantinopla era un primer paso para dirigirse a Egipto y continuar con el proceso de liberación de Jerusalén, en la práctica, el Imperio Latino se convirtió en objeto en sí mismo de Cruzada. El papa se vio obligado a proteger el nuevo Estado Bizantino, diversificando las indulgencias entre Tierra Santa y Bizancio, de manera que este Estado Latino, en vez de convertirse en una ayuda para los Cruzados, se convirtió en un verdadero lastre. La tercera consecuencia es el surgimiento de una conciencia de frustración e incluso de animadversión al movimiento cruzado. En este sentido, la Cruzada entendida en su naturaleza original, murió con esta Cuarta Cruzada.

1.4 LA CRUZADA CONTRA LA HEREJÍA: (1208-1213)

LA PRIMERA FASE DE LA CRUZADA ANTIALBIGENSE

Vamos a empezar a ver expresiones de Cruzada fuera y sin relación alguna con el ámbito de Tierra Santa. En este sentido, una cruzada pionera, que además viene a simbolizar muy bien esta apertura del movimiento cruzado hacia elementos que antes no se contemplaban, es esta cruzada contra la herejía albigense. A) EL CATARISMO: ORÍGENES Y NATURALEZA

Desde mediados del siglo XII en Occidente se había producido una eclosión de movimientos dualistas de carácter gnóstico. El gnosticismo es un planteamiento filosófico que nutre corrientes de pensamiento muy diversas y que nutre también el discurso de algunas religiones. Hay una influencia grande del gnosticismo en un sector grande del judaísmo y del cristianismo. El gnosticismo tiende a considerar que existen dos principios, dos realidades antagónicas que construyen el mundo y que amenazan a la estabilidad de éste. El primero es el principio de lo espiritual, lo bueno, lo constructivo; y el otro es el principio de lo material, lo malo, lo negativo. Hay, por tanto, un dualismo que contrapone el bien y el mal. Esa influencia de ese dualismo gnóstico comienza a vivirse con mucha intensidad en Occidente a partir de mediados del siglo XII, y se traduce en herejías cristianas. Una de esas herejías es la de los cátaros Estas–catharos significa puros– o albigenses –habitantes de la localidad de Albi–. ¿De dónde y cómo vienen a Occidente estas influencias cátaras? Parece ser que el origen del catarismo en Occidente liga directamente con la herejía del bogomilismo búlgaro. La intensificación de los contactos mercantiles y culturales en el Mediterráneo a raíz de las Cruzadas pueden explicar la influencia de esta herejía bogomilista. Además, en el Concilio de San Félix de Camarán (1167) consta que había un obispo búlgaro.

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IGNACIO CABELLO LLANO ¿Qué dice el movimiento cátaro? ¿Por qué es una herejía? El catarismo tiene cuatro características que nacen todas de un dualismo radical entre lo espiritual y lo material. 1. Creencia en que existen dos principios supremos antagónicos –dos dioses–. Uno es en esencia el Bien, es puro espíritu, pura trascendencia espiritual. El otro principio, antagónico, encarnaría el Mal y sería el dios de la materia, del contraespíritu. Este dualismo tiene una explicación muy lógica. El problema que se le plantea a todas las religiones y filosofías es el problema del mal: ¿qué es y dónde nace el mal? En el ámbito cristiano, tratan de justificar a Dios, de disculparle. Si Dios es bondad y todopoderoso, ¿qué pasa con el mal? ¿de dónde sale el mal? Como es un problema muy grave, hubo algunos cristianos que dijeron: “Dios es bueno y de él no puede esperarse nada mal, de manera que el Mal procede de otro principio, de otro dios distinto”. 2. La salvación consiste en liberarse de la cárcel corporal, que procede del Mal para dar vía libre al espíritu, que sí procede del Bien –neoplatonismo–. Eso el hombre no lo puede hacer por sí mismo, y por eso necesita que nazca en él una gnosis, un conocimiento revelado. El hombre necesita una gnosis, tomar conciencia de dónde se encuentra la Salvación ¿Quién revela al hombre la vía de salvación? Cristo y el Espíritu Santo, emanaciones espirituales que provienen del Bien. Ahora bien, Cristo no podía ser “Dios encarnado”, porque al ser encarnado, la habría liado. De esta manera, Cristo en la tierra no fue un hombre, sino sólo aparentemente hombre. 3. Rechazo de la Iglesia. Si la Salvación depende de una revelación y exclusivamente de tomar conciencia de tu propio Espíritu y de la liberación de tu cuerpo, ¿a qué vienen los Sacramentos, la Eucaristía, si son materia? ¿El Cuerpo de Cristo? La Iglesia administra los Sacramentos, y es una mediación entre el hombre y Dios. Los cátaros no pueden admitir una mediación de una realidad material. Hay que rechazar a la Iglesia como algo propio del mal. 4. Existía una jerarquía comunitaria entre los cátaros, compuesta de dos categorías: los catharos o perfectos, personas que han entendido bien el mensaje, estrictamente espirituales, que renunciaban a todo aquello que tuviera que ver con el cuerpo; y los creyentes. En cualquier caso, todos al final van a ser catharos –perfectos– y van a salvarse mediante el consolamentum, una imposición de manos que suponía la bajada del Espíritu Santo. B) EL DESARROLLO DE LA CRUZADA CONTRA LOS CÁTAROS

La zona donde prende más la herejía cátara es el sur de Francia, una zona muy ligada al movimiento Cruzado, de modo que estaba expuesta al influjo de ideas procedentes de Oriente. Tenemos una serie de principados especialmente infectados por esta herejía. Uno es el condado de Tolouse, y el propio Raimundo VI (1194-1222) fue acusado de herejía. En 1200 Raimundo VI se hace vasallo de Pedro II de Aragón. El Vizcondado de Bezier y el de Carcassone fueron también territorios dependientes vasalláticamente de Pedro II de Aragón. La herejía es considerada especialmente peligrosa por la extensión, por las implicaciones que tenía, etc. esto generó una reacción muy contundente por parte de la Iglesia. Es en el III Concilio de Letrán de 1179 cuando por vez primera, la Iglesia instrumentaliza la Cruzada en contra de la herejía. LETRÁN III, CANON 27 (1179) Según la palabra de San León, la disciplina de la Iglesia se contenta con el solo juicio del sacerdote y no inflige penas sangrientas; no obstante encuentra apoyo en las constituciones de los príncipes católicos lo mismo que las personas buscan un remedio saludable cuando se encuentran amenazados por un suplicio temporal. Ahora bien, en la Gascuña

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) albigense, en el condado de Toulouse y en otros lugares, la perjudicial perversidad de los herejes denominados por los unos cátaros, patarinos, por otros publicanos y aun de otras maneras diversas, ha hecho tan considerables progresos que dan curso libre a su malicia no ya en secreto solamente como algunos, sino que proclaman abiertamente su error y hacen adeptos entre los simples y los débiles. Nos decretamos la excomunión contra ellos, contra sus defensores y protectores y prohibimos a todos recibirlos en su casa o sobre su tierra, ayudarles y comerciar con ellos. Si murieran en este pecado, nadie podrá prevalerse de nuestros privilegios ni alegar pretexto para ofrecer a su intención el santo sacrificio, o sepultarlos entre los cristianos. En cuanto a los brabanzones, aragoneses, vascos, coteleros, y triaverdinos, que no respetan las iglesias ni los monasterios, que no tienen piedad alguna para con las viudas, los huérfanos, los ancianos o los niños, que no hacen distinción con la edad ni con el sexo, que como los paganos destruyen y devastan todo, Nos decretamos igualmente lo siguiente: quienes los tomen a sueldo, quienes los sostengan o protejan en el país en que cometen estas barbaridades, verán sus nombres publicados en las iglesias los domingos y días de fiesta e incurrirán absolutamente en la misma pena y en la misma condenación que los citados herejes; no serán admitidos a la comunión de la Iglesia si antes no han abjurado de su compañía perniciosa y herética. Quienes estuvieran vinculados a éstos por algún pacto, sepan que se hallan desligados de la fe jurada, del vasallaje y de todo servicio con respecto a los mismos, durante el tiempo que aquellos persistan en su iniquidad. Nos, como a todos los fieles, les ordenamos para la remisión de sus pecados, oponerse enérgicamente a esta plaga y proteger al pueblo cristiano tomando las armas contra ellos. Sus bienes serán confiscados y será permitido a los príncipes de los cristianos reducirlos a esclavitud. Aquellos que abrigando una verdadera penitencia encontraren la muerte en estos combates pueden estar seguros de recibir el perdón de sus pecados y el fruto de la recompensa eterna. En cuanto a Nos, confiando en la misericordia de Dios y fortalecidos con la autoridad de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, perdonamos dos años de la penitencia impuesta a los fieles que tomen las armas contra ellos y que por consejo del obispo o de otros prelados, vayan a combatirlos con vistas a expulsarlos; no obstante, si sobrepasasen este período de tiempo, dejamos al criterio de los obispos a quienes hubiera sido encomendada esta misión el cuidado de concederles una remisión mayor de la pena, en concordancia con su esfuerzo. Ordenamos que quienes despreciasen la exhortación de los obispos sobre este punto, queden excluidos del cuerpo y sangre del Señor, Entre tanto, a quienes el ardor de su fe hubiera empujado a combatirlos, Nos los colocamos, como a los peregrinos del Santo Sepulcro, bajo la protección de la Iglesia, de manera que están así al abrigo de todos los ataques tanto en sus bienes como en sus personas. Si alguno de entre vosotros les perjudicase, el obispo del, lugar lo excomulgará y esta sentencia deberá ser observada por todos hasta la restitución de los bienes usurpados y la satisfacción en proporción con los daños causados. Los obispos o los sacerdotes que no se opusieran con fuerza a tales manejos incurrirían en la privación de su cargo hasta que obtengan el perdón de la Sede Apostólica.

Primera fase: Inquisición y predicación (1180-1208) Este canon conciliar no se aplicó de manera inmediata, porque hubo una primera fase (11801208) en la que la Iglesia ensayó otros procedimientos para sofocar la herejía: la Inquisición y la predicación. La Inquisición medieval tiene muy poco que ver con la Inquisición moderna; es infinitamente más suave. La Inquisición –inquisitio, investigación– fue el procedimiento investigador que se puso en manos de los obispos para detectar la herejía. No es lo mismo 8

IGNACIO CABELLO LLANO esta Inquisición que la Inquisición del Estado de los RRCC: ese es el gran problema de la Inquisición moderna, que fue un instrumento del aparato estatal en vías de absolutización. Santo Domingo de Guzmán fue enviado allí a predicar y fundó la Orden de los Predicadores u Orden de los Dominicos. Ni la Inquisición ni la predicación fueron suficientemente eficaces, y entonces se pasó a la tercera alternativa: la Cruzada. Segunda fase: la Cruzada propiamente dicha (1208-1218) La Cruzada antialbigense empieza en 1208, y la causa es el asesinato de un legado del papa que había ido a excomulgar a Raimundo VI de Tolouse. Inocencio III, cuando se produjo el asesinato del legado pontificio –es un sacrilegio gravísimo, pues es un atentado directo contra el papa–, predicó entonces la intervención armada contra los albigenses. La Bula de Cruzada dice que los herejes son más peligrosos que los musulmanes, de manera que hay que combatirlos con las mismas armas pero con más rigor. Es decir: “haya cruzada y que esa cruzada sea implacable”. La Cruzada tuvo un líder espiritual, Arnaldo de Cîteaux, y un líder militar, el famosísimo Simón de Montfort –franco que había participado en la Cuarta Cruzada y que movilizó más de 5.000 caballeros y se decidió a una ocupación sistemática de los territorios afectados por la herejía, donde hubo episodios de extraordinaria violencia. ASALTO DE BÉZIERS (1209), SEGÚN CESÁREO DE HEISTERBACH En el año del Señor de 1209 se predicó en toda Alemania y en toda Francia la cruzada contra los albigenses y, al año siguiente, salieron de Alemania contra ellos Leopoldo, duque de Austria, Adolfo, conde del Monte, Guillermo, conde de Juliacens, y otros muchos más de diversa condición y dignidad. Otro tanto sucedió en Francia, Normandía y Poitiers. De todos ellos el predicador y cabeza principal fue Arnoldo, abad de Cîteaux y después arzobispo de Narbona. Al llegar a una gran ciudad llamada Beziers, de más de cien mil habitantes, le pusieron cerco. Cuando los herejes los vieron, se orinaron sobre el Libro de los Santos Evangelios, se lo arrojaron a los cristianos y, atacándoles con saetas, comenzaron a gritar: “miserables, ahí tenéis vuestra ley”. Pero Cristo, el autor del evangelio, no dejó sin castigo la injuria que se le había inferido, pues unos cuantos soldados, enardecidos por el celo de su fe, subieron intrépidamente por ellas, y como leones, a ejemplo de aquellos que leemos en el Libro de los Macabeos, rechazaron a los herejes, quienes por voluntad divina, llenos de espanto, huyeron. Y abriendo las puertas de la ciudad se apoderaron de ella. Enterados de que vivían católicos con herejes, dijeron al abad: “señor, ¿qué hacemos?, no podemos distinguir quienes son las personas buenas y quienes las malas”. Temiendo tanto el abad como los demás que muchos simularan ser católicos por miedo a morir y que una vez que ellos se retirasen volvieran de nuevo a su perfidia, se dice que contestó: “matadlos a todos, el Señor sabe quiénes son los suyos”. Y así, fueron innumerables los que fueron degollados en aquella ciudad. Cesáreo de Heisterbach, Diálogos de Milagros, V, cap. 21

El resultado de la cruzada supuso la sustitución de los responsables político-religiosos de la zona: Arnaldo de Cîteaux se convirtió en obispo de Narbona, Simón de Montfort se hizo conde de Bezier, Carcassone, Tolouse, etc. La Francia capeta del Norte se hizo con el control de la Francia meridional. Esto provocó también un desplazamiento de la corona de Aragón, a quienes habían jurado vasallaje los anteriores responsables políticos de la Francia del Sur. 9

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) Pedro II “el Católico” –héroe de las Navas de Tolosa–, como señor de sus vasallos, tuvo que movilizarse para protegerles contra los ataques de Simón de Montfort, y de hecho, murió luchando contra éste en la batalla de Muret (1213). Tercera y última fase: intervención del aparato político francés (1218-1244) En 1218 se produce una rebelión generalizada en el Languedoc, y el rey capeto de Francia asume la dirección de la guerra. Es en este contexto cuando se produce la defensa de Montesegur (1244), que según la tradición es dónde se refugiaron los últimos cátaros. En 1258, el tratado de Corbeil firmado por Jaime I de Aragón y Luis IX de Francia, es el tratado que sanciona el abandono definitivo de las pretensiones occitánicas de la Corona de Aragón. De este modo, Francia pasa a controlar de manera efectiva el sur del país; 1.5 LA CRISTALIZACIÓN DEL DISCURSO DOCTRINAL: LA BULA CIÓN AD LIBERANDAM DEL IV CONCILIO DE LETRÁN

QUIA MAIOR Y LA CONSTITU-

Inocencio III se siente muy responsable del fracaso de la Cuarta Cruzada, que se había vuelto contra la propia concepción de cruzada. Inocencio III, que consideraba que la idea de cruzada era consustancial a la teocracia pontificia, aprovechó dos golpes de suerte, interpretados como signos de cambio de los tiempos –las victorias cristianas de las Navas de Tolosa y de Muret–, para empezar a pensar en la “Quinta Cruzada”. Para ello convocó el IV Concilio de Letrán mediante la bula Quia maior en 1213. Sobre la base de esta bula Quia maior y de la Constitución Ad liberandam de Letrán IV (1215) podemos decir que se produce la cristalización de la doctrina de la Cruzada, es decir, a partir de este momento, la canonística cruzada, es decir, la doctrina cruzada, alcanza los límites de la cristalización definitiva. En el discurso de Inocencio III hay dos argumentos principales 1) La insistencia del papa de que la Cruzada es un camino penitencial de conversión que garantiza la salvación. Es el camino de la imitatio Christi. En este primer argumento hay dos importantes matices: 1) El carácter necesario de la participación en la Cruzada como condición para no condenarse: quien no responda a la llamada de la cruzada se va a condenar: ¿cómo no te vas a condenar si no acudes en la ayuda de Dios, que ha sido desposeído de su Reino? ¿cómo no te vas a condenar si estás abandonando a tu Señor? 2) Responder a la llamada tiene un valor de ejemplaridad martirial. Se está llevando al extremo la idea del martirio. Es una especie de llamada desesperada que nadie debe eludir y a la que todos están llamados a sumarse como mártires potenciales que son. 2) El segundo argumento es esa conciencia de ultimidad que se respira al leer estos textos, es decir, se percibe un cierto apremio apocalíptico. De hecho en la Quia maior el papa profetiza el fin del Islam: Mahoma es identificado con el servidor de la Bestia. La tríada satánica de la que nos habla el Apocalipsis en el capítulo 13 se compone de Satán y sus dos servidores: la Bestia del Mar –Anticristo, número 666– y la Bestia de la Tierra, que actúa como alguien que te engaña con sus palabras –una especie de falso profeta–. Según el Apocalipsis, cuando Satán quiera hacer su presencia en el mundo, irá precedido de la aparición del Anticristo, que a su vez es servido por un pseudoprofeta. Mahoma habría sido ese falso profeta, servidor del Anticristo, que según se deduce en la bula Quia maior, personaliza esa bestia en el Islam, es decir, el islam es la bestia y Mahoma el pseudoprofeta. El 666 sería el tiempo que habría de durar el Islam, de manera que teniendo en cuenta que el Islam había nacido en época de S. Gregorio (c. 600), nos da una cifra de 1266. Así, según el papa, quedarían tan solo unas 10

IGNACIO CABELLO LLANO décadas para la destrucción definitiva del Islam. Este planteamiento tiene varias consecuencias: -

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Se trata de que los cristianos actúen contra la Bestia para debilitar a Satán, de manera que todo esfuerzo es poco. El papa quiere que ese esfuerzo cristiano se centre en Tierra Santa. Para ello se decreta una paz general de cuatro años entre todos los príncipes cristianos bajo pena de excomunión. Inocencio III dice que a partir de 1215 el frente español contra los musulmanes y el frente provenzal contra los herejes dejan de ser frentes de cruzada oficial. También se prohíben los torneos durante tres años. Es necesario agilizar el proceso de reclutamiento: va a haber menos filtros para que cualquiera pueda asumir la cruz. En tercer lugar, se procede a ampliar la participación de los clérigos en la cruzada. Todos los clérigos han de pagar una vigésima –los cardenales una décima– para sustentar la cruzada. De igual manera, todos los sacerdotes con responsabilidades pastorales estaban capacitados para predicar la cruzada. Por último, todos los clérigos podían asumir la cruz, no para luchar sino para asistir a los soldados espiritualmente. Se concreta más el tema de las indulgencias. El pleno perdón está ya muy claro. Ahora la indulgencia va directamente al reato: el papa tiene derecho en nombre de Dios a intervenir en la otra vida. La indulgencia y atiene este sentido plenario. No sólo va a ser para quien haga voto y acuda a Tierra Santa como cruzado, sino también para todo aquel que financie la cruzada. Ya no solo se salvan los cruzados, sino también los que paguen a mercenarios para que vayan a luchar, y también para los propios mercenarios, aunque estos fuesen solo por dinero. Se confirman privilegios y exenciones de los cruzados: protección e familias y bienes, condonación de intereses, etc. Se confirman también algunas medidas contra aquellos que ayuden a los musulmanes. Inocencio III organiza procesiones para implorar la ayuda de Dios. CONSTITUCIÓN AD LIBERANDAM DE LETRÁN IV (1215)

Nuestro más ardiente deseo es liberar Tierra Santa de las manos de los infieles. A este fin, después de haber pedido y escuchado el consejo de hombres prudentes, bien informados de las circunstancias de tiempo y lugar que dicen relación a nuestro objetivo, con la aprobación del santo concilio, establecemos lo que sigue. Los cruzados deberán hallarse preparados y reunirse el 1 de junio dentro de dos años —al menos todos los que han decidido hacer el viaje por mar— en el reino de Sicilia, unos en Brindis y otros en Mesina o sus alrededores, según les convenga. Si Dios lo permite, nos trasladaremos allí personalmente, con el fin de procurar, mediante nuestros consejos y ayuda una recta organización de la armada cristiana, preparada a embarcarse con la bendición divina y apostólica. El mismo plazo se fija para quienes piensan hacer el viaje por tierra. Estos deberán informarnos con tiempo para que podamos enviarles un legado a latere que les aconseje y ayude. Los sacerdotes y demás clérigos incorporados a la armada cristiana —ya sean clérigos inferiores o prelados— se dedicarán a la plegaria y a la predicación procurando instruir a los cruzados con la palabra y el ejemplo de modo que tengan siempre presentes el temor y el amor de Dios y no hagan nada de palabra u obra que pueda ofender a la divina majestad. En el caso de que cayeran en pecado, que se levanten prontamente mediante una verdadera penitencia y lleven la humildad en su corazón y en su cuerpo, la modestia en su manera de vivir y vestir, evitando toda disensión y rivalidad y dando de lado a roda en-

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) vidia y rencor. De esta manera, pertrechados de armas materiales y espirituales, combatirán con más seguridad a los enemigos de la fe, fiando más en la ayuda divina que en su propio poder. Autorizamos a los clérigos a percibir durante tres años los frutos íntegros de sus beneficios como si residieran en sus iglesias y, si fuera necesario, les autorizamos igualmente a empeñarlos por el mismo período de tiempo. Para salir al paso de todo obstáculo que pudiera oponerse a este proyecto o al menos retrasarlo, ordenamos formalmente a todos los rectores de las iglesias, que en su jurisdicción exhorten y animen a tomar nuevamente la cruz a quienes antes la dejaron y a éstos mismos, a los demás cruzados y a quienes lo sean en el futuro, les encarezcan que cumplan el voto que han hecho ante el Señor. Si fuera necesario, les apremiarán a seguir esta conducta mediante la excomunión de las personas y el entredicho de las tierras, a excepción tan sólo de aquellos a quienes, por hallarse gravemente impedidos, la Sede Apostólica juzga conveniente conmutarles o diferirles el voto hecho anteriormente. Con este fin y para no omitir absolutamente nada en este asunto de Nuestro Señor Jesucristo, deseamos y ordenamos lo siguiente: los patriarcas, arzobispos, obispos, abades y todos aquellos que ostenten cura de almas pondrán gran diligencia en predicar la cruz a quienes les están encomendados; rogarán encarecidamente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Dios único eterno y verdadero, a los reyes, príncipes, duques, marqueses, condes, barones y además señores así como también a las comunidades, ciudades, aldeas y plazas fuertes que quienes no han de ir personalmente en ayuda de Tierra Santa participen en el mantenimiento de un número apropiado de combatientes por espacio de tres años, según sus recursos económicos, con vistas a alcanzar de esta manera la remisión de sus pecados conforme a los términos de las encíclicas y a las disposiciones dictadas a continuación para mayor garantía. Deseamos que en esta remisión tomen parte no solamente aquellos que ofrecen sus propios barcos sino también quienes los construyan para esta empresa. A quienes se negaren a participar —si es que hubiera ingratos para con Dios Nuestro Señor— haciendo uso de nuestra autoridad apostólica, los emplazamos —que lo sepan— al día del juicio final para que nos respondan a este respecto ante el temible juez. Pero mientras llega ese día, que se pregunten con qué conciencia, con qué seguridad se presentarán ante Jesucristo, el Hijo único de Dios a quien “el Padre ha puesto todas las cosas en las manos” [Jn 3, 35; 13, 3] si se niegan a servir en esta empresa que le es propia, a quien fue crucificado por nosotros, los pecadores, aquel a quien ellos deben la vida, que los mantiene con sus beneficios, que, ante todo, los ha rescatado con su sangre, [1 Pe 1. 18-19]. Ahora bien, para evitar colocar sobre las espaldas de los demás cargas pesadas e insoportables mientras pudiera parecer, por otra parte, que Nos no estuviéramos dispuestos ni a mover un solo dedo para sustentarlas, haciéndonos así semejantes a quienes hablan mucho pero no hacen nada [Mt 23, 3-4], he aquí que destinamos para esta obra treinta mil libras de nuestras economías sin contar el barco que estamos armando para los cruzados de Roma y sus alrededores, para lo hemos dedicado tres mil marcos de plata provenientes de las limosnas de los peregrinos; otras limosnas destinadas a las necesidades y servicios de Tierra Santa, han sido distribuidas por los cuidados del abad [Alberto] patriarca de Jerusalén, de feliz memoria, y por los de los maestres de los hospitalarios y de los templarios. Deseando ofrecer a los prelados de las iglesias y a los clérigos en general la posibilidad de participar conjuntamente en el mérito y recompensa de esta empresa, con la aprobación unánime del concilio, establecemos lo que sigue: todos los clérigos superiores e inferiores dedicarán al socorro de Tierra Santa, durante tres años, por mediación de los

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IGNACIO CABELLO LLANO mandatarios de la Sede Apostólica, la vigésima parte de las rentas eclesiásticas. Algunos religiosos, no obstante, quedarán eximidos de este tributo por justo motivo y naturalmente también todos aquellos que hayan tomado o tomen la cruz para dirigirse a Tierra Santa. En cuanto a Nos y a nuestros hermanos los cardenales de la santa iglesia romana, dedicaremos íntegramente la décima parte de nuestras rentas a esta empresa. Que todos se sientan obligados a guardar rigurosamente, bajo pena de excomunión, lo que acabamos de establecer; quienes conscientemente intentaran burlar este decreto incurrirán en la excomunión. Es justo, en todo grado, otorgar el disfrute de unas prerrogativas especiales a quienes entran al servicio del rey de reyes; puesto que la fecha de la partida está señalada para dentro de poco más de un año, los cruzados estarán exentos durante todo este tiempo de todo tributo, impuesto o cualquier otra carga; desde el momento en que han tomado la cruz, sus personas y sus bienes se hallan bajo la protección de San Pedro y nuestra; establecemos que sean puestos bajo la defensa y custodia de los arzobispos, obispos y de todos los prelados de la Iglesia los cuales les asignarán protectores especiales. De esta manera, hasta el anuncio cierto de su muerte o de su vuelta, sus bienes no sufrirán violencia o disminución alguna; quien obrare contra esta norma sea merecedor de censura eclesiástica. Si entre los miembros de la expedición hubiera quienes han prestado juramento de pagar intereses, sus acreedores deberán dispensarles de este juramento prestado anteriormente y renunciar a percibirlos; Nos ordenamos obligarles a ello bajo pena eclesiástica como antes dijimos. Al acreedor que les hubiera cobrado intereses, ordenamos que se le obligue a restituirlos bajo análoga pena. Tratándose de los judíos ordenamos que se les obligue a restituir los intereses recurriendo al brazo secular; mientras los intereses no hayan sido entregados, a los cristianos les estará prohibida toda relación con éstos, bajo pena de excomunión. A quienes por el momento, no pueden reintegrar sus deudas a los judíos, los príncipes seculares deberán gestionarles una moratoria; desde el momento de su partida hasta el anuncio cierto de su muerte o de su regreso, los intereses dejarán de correr; las rentas de los bienes empeñados que los judíos hubieran ido cobrando entre tanto, deberán descontarse del capital, una vez deducidos los gastos necesarios. Una medida así no entraña graves perjuicios, pues por mucho que progrese la cancelación de una deuda, en absoluta llega a extinguirla completamente. Los jefes de las iglesias que descuiden se haga justicia a los cruzados y a sus familias, incurren —que lo sepan— en graves sanciones. Por otra parte, corsarios y piratas ponen obstáculos a quienes intentan prestar socorro a Tierra Santa; capturan a quienes se dirigen allá o de allí vuelven y los despojan de todo; hacemos recaer la excomunión sobre los autores de tales hechos, así como sobre sus cómplices. Prohibimos bajo pena de excomunión concertar conscientemente contratos de compra o de venta con tales gentes; ordenamos a los gobernadores de las ciudades y territorios en que éstos residen que les apremien para que cesen en su iniquidad y, si es preciso, les obliguen a ello por la fuerza. De no ser así —puesto que negarse a hacer frente a los malvados no es sino infundirles nuevos ánimos y ya que quien no se opone a un crimen manifiesto, es, a buen seguro, sospechoso de complicidad— los jefes de las iglesias harán uso de las sanciones eclesiásticas para con sus personas y sus tierras; esta es nuestra voluntad y nuestra orden. De igual manera anatematizamos y excomulgamos a esos falsos cristianos, esos impíos —enemigos de Cristo en persona y del pueblo cristiano— que entregan a los sarracenos armas, hierro y madera para sus galeras; a quienes les venden galeras o naves; a

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) quienes pilotan los navíos piratas de los sarracenos y trabajan en sus máquinas; a todos aquellos, sean quieres fueren, que les prestan ayuda y consejo en detrimento y perjuicio de Tierra Santa; ordenamos que los bienes de todos estos, sean confiscados y ellos mismos reducidos a la esclavitud por quien los apresare. Ordenamos que esta sentencia sea publicada en todos los puertos los domingos y días de fiesta y que a estos pecadores se les prohíba la vuelta al seno de la Iglesia hasta que hayan restituido íntegramente las riquezas dignas de condenación que así adquirieron y, de su propia fortuna, hayan entregado, en concepto de ayuda a Tierra Santa, una suma equivalente; de esta manera, con toda justicia su falta recibirá el castigo merecido, además en la misma materia en la que cometieron la falta. En el caso de que no estuvieran dispuestos en absoluto a esta satisfacción, este crimen será merecedor de sanciones que puedan extinguir en los demás todo afán de imitación. Prohibimos además, bajo pena de excomunión, a todos los cristianos que durante cuatro años dirijan sus navíos hacia las tierras que los sarracenos ocupan en Oriente o que hagan escala en las mismas. Hacemos esto con un doble fin: primero para que sean más las naves a disposición de quienes quieren embarcarse para ir en ayuda e Tierra Santa y en segundo lugar para que os sarracenos se vean privados de la ayuda muy estimable que este intercambio suponía para ellos. Aunque en diversos concilios, los torneos hayan sido objeto de prohibiciones generales acompañadas siempre de sanciones concretas, en el momento actual es cuando éstos constituyen un obstáculo mayor para la empresa de la cruz; en consecuencia, los prohibimos formalmente por espacio de tres años. La prosecución de la empresa que hemos emprendido exige el mantenimiento de la paz más absoluta entre los jefes del pueblo cristiano. Por ello, después de oída la opinión de este concilio universal, establecemos: durante cuatro años, por lo menos, será observada una paz general en todo el mundo cristiano; los jefes de las iglesias aconsejarán e inducirán a quienes actualmente se encuentran en estado de guerra a que firmen la paz o a observar una tregua sin violación de ninguna clase. A quienes se negaran, la excomunión sobre sus personas y el entredicho sobre sus tierras les obligará a aceptar esta forma de proceder a menos que la malicia y los perjuicios de las injurias inferidas sea tan grande que los tales no deban gozar de la paz. En el caso de que incluso despreciaran las censuras eclesiásticas, deberán temer con toda razón que las autoridades eclesiásticas los denuncien y entreguen al brazo secular como perturbadores de la empresa del crucificado. En cuanto a Nos, seguro de la misericordia de Dios Todopoderoso y fundado sobre la autoridad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, por el poder de atar y desatar, que, pese a nuestra indignidad, hemos recibido de Dios, a todos los que tomen parte en esta empresa personalmente y a sus expensas, les concedemos la remisión total de la pena merecida por los pecados de que tengan contrición perfecta y que hayan confesado, y les aseguramos el día de la recompensa de los justos la salvación eterna en la plenitud de la gloria. A aquellos que sin tomar parte personalmente en la expedición hayan armado a sus expensas, conforme a sus recursos y situación, a algunos soldados y a aquellos igualmente que si bien a expensas de otro tomen parte, sin embargo, personalmente. Nos les concedemos la remisión total de la pena merecida por sus pecados. Esta remisión queremos hacerla extensiva proporcionalmente a la ayuda material y espiritual prestada, a todos aquellos que según sus posibilidades contribuyan a sostener esta tierra con sus bienes o presten ayuda y consejo útiles en este asunto. A todos los que movidos por una auténtica piedad se comprometan en esta empresa común, el concilio

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IGNACIO CABELLO LLANO universal les concede el concurso de todos sus beneficios para abrirles así de par en par el camino de la salvación.

1.6 LA “QUINTA CRUZADA” Y SUS POBRES RESULTADOS* Fue un auténtico desastre.

2. APOCALÍPTICA Y NUEVOS PROYECTOS CRUZADOS 2.1 APOCALÍPTICA Y TRASFONDO JOAQUINISTA 4 La Apocalíptica está muy presente en el contexto cruzado a principios del siglo XIII con una intensidad mucho mayor que en momentos anteriores. Hay momentos en los que la cristiandad se siente especialmente amenazada, y en estos momentos se acentúa el tema de la apocalíptica. No existía una doctrina oficial, pero para muchos cristianos Saladino había sido el Anticristo, el anunciador de Satán. Todo esto se traduce en esa necesidad de redoblar esfuerzos. El pensamiento de Joaquín de Fiore ha estado muy presente en todos los momentos en que las tensiones apocalípticas y milenaristas han salido a flote. Joaquín de Fiore es un místico calabrés que viajó a Tierra Santa y a su regreso decidió hacerse monje cisterciense. Estaba muy preocupado por el pensamiento místico apocalíptico y conocía muy bien las claves apocalípticas de la Biblia. Abandonó su monasterio para crear el nuevo monasterio de San Juan de Fior. En sus obras en general, nos presenta una visión de la historia del mundo que tiene un despliegue trinitario, un despliegue en tres grandes eras. Hay una primera era en la historia, que es la Era del Padre, la historia precristiana en la que prima la ley y el sometimiento del hombre a la ley. Hay una segunda era, la del Hijo, en la que prima la fe: la historia del cristianismo y la Iglesia, de la sumisión confiada a Cristo. Habría de venir –muy pronto– una tercera era, la del Espíritu Santo, la era del amor, la fraternidad y la solidaridad. Joaquín de Fiore piensa que habrá un día en que primen los monjes, los hermanos. Esa tercera edad es el Milenio. En Ap. 20 se nos dice que habrá un momento en el desarrollo de la Historia en que Cristo vencerá al diablo, lo arrojará al fondo del infierno y allí quedará cautivo durante mil años. Por tanto, durante esos mil años estaremos a salvo del demonio: triunfo del amor, del E.S. y de Dios. La Biblia habla de mil años en sentido figurado: hace referencia a una etapa dorada de los cristianos. Hacia el año 1200 es probablemente cuando se vaya a producir el cambio, y ese cambio de era vendría precedido de esa época de concentración de maldad absoluta. Es un momento de lucha contra el Islam –Bestia– y contra las herejías –falsos profetas–. 2.2 MANIFESTACIONES DEL NUEVO CRUZADISMO APOCALÍPTICO En un momento tan definitivo es preciso que el buen soldado de Cristo sea el mejor cristiano posible, es decir, que para luchar contra el maligno hay que ser ante todo moralmente irreprochable, un buen cristiano. ¿Quiénes son los buenos cristianos? Para Joaquín de Fiore todos los cristianos estaban llamados a la perfección. A partir de su pensamiento hubo grupos milenaristas que querían llenar de contenido social y político ese milenio; que creían que la respuesta al maligno solo la podía dar Cristo con sus elegidos. Veamos ahora tres formas de nuevos cristianos, suscitados por Dios, que no estaban empecatados, y que podían ser los que liderasen la Cruzada: los niños, los pobres, los mongoles y

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Gian Luca Potestà, El tiempo del Apocalipsis. Vida de Joaquin de Fiore, Trotta, 2010.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) A) LOS ELEGIDOS DE DIOS: “CRUZADAS DE LOS NIÑOS” 5 Y “CRUZADAS DE LOS POBRES”

Hay toda una tendencia milenarista que habla de los preferidos de Dios, aquellos que por su edad o circunstancias son ingenuos y no pueden pecar: los niños y los pobres. En este contexto nacen fenómenos como las “cruzadas de los niños” y las “cruzadas de los pobres”. Hay dos “cruzadas de los niños” simultáneas pero que curiosamente no están conectadas entre sí. Una provenía del noroeste de Francia y el otro de la Renania alemana. Ambas tenían como objetivo confluir en el Mediterráneo, por Marsella y Génova respectivamente. La idea era que en la mente de estos niños el mar se abriría como se abrieron las aguas para que pasara el pueblo de Dios. Nadie detuvo esta locura. ¿Cómo explicar este fenómeno si no es desde la complicidad de los adultos? Hay que entender que el ambiente es ya de por sí cómplice, la obsesión con la cruzada. Por otro lado, sabemos que quienes dirigieron a los niños, consideraban que los niños eran, junto a los pobres, los preferidos de Dios. B) LOS CRISTIANOS DE LOS CONFINES: LOS MONGOLES Y EL PRESTE JUAN 6

La otra posible respuesta es: “ya que nosotros somos incapaces de llevar a cabo la Cruzada con éxito, habrá que esperar la ayuda milagrosa de otros cristianos”. En este contexto hay que situar la Leyenda del Preste Juan, que nace a mediados del siglo XII en torno a la segunda cruzada y a otro momento muy crítico para el cruzadismo y la conciencia cristiana: la caída de Edesa. Sobre su origen hay varias teorías, pero lo más lógico es pensar… Los turcos selyuquíes gobernaban en la zona… Allí se enfrentaron a un líder de un pueblo protomongol, los kara-kitán, cuyo jefe era Ye Liu Dashi, que venció la batalla. A Occidente llega el eco de que los turcos han sufrido una extraordinaria derrota, la primera gran derrota del islam turco desde la primera Cruzada. Entonces, ¿quién ha podido vencer de tal modo a los turcos? Indudablemente habría de ser un cristiano. Los protomongoles son budistas, y se dejaban asesorar por cristianos nestorianos, es decir, tenían una cierta simpatía por el cristianismo. Existe por tanto una idea vaga de que realmente quien ha destruido a los turcos en esa batalla, es alguien suscitado por Dios: un tal “Preste Juan” –esto es legendario, quien les derrotó fue Ye Liu Dashi–. Son los Reyes Magos: no es la primera vez que unos reyes orientales acuden a postrarse ante Jesucristo. Hay un cierto vínculo entre estos Reyes Magos y ese tal Preste Juan. La Leyenda del Preste Juan es una realidad actuante en Occidente durante mucho tiempo. La Leyenda renace con muchísima fuerza a comienzos del siglo XIII y concretamente a raíz de la toma de Damieta –Quinta Cruzada–. Hay una carta de Jacobo de Vitry, un obispo francés que gobierna la diócesis de Acre, en la que informa de que un potentísimo ejército cristiano al mando del Rey David –que puede ser un descendiente del Preste Juan– está a punto de llegar a Bagdad y destruir, por tanto, el poder del islam. Por tanto lo que los cristianos tenían que hacer era resistir, porque la liberación de Tierra Santa era algo inminente. Probablemente Jacobo de Vitry se está haciendo eco de Gengis Khan, líder del Imperio Mongol, es decir, los cristianos saben que una potencia no islámica está viniendo –¿en socorro de ellos?–. Prácticamente todos los Khanes mongoles casan con princesas cristianas. C) EL CAUDILLISMO MESIÁNICO: EL “EMPERADOR DE LOS ÚLTIMOS DÍAS” Y LA ‘SEXTA CRUZADA’

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S. Dickson, The children’s crusades Beckingham y Hamilton (cords.), Prester John. The mongols and the ten last tribes, 1996.

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IGNACIO CABELLO LLANO Algunos pensaban que no tendría que ser un pueblo lejano, sino un líder que iba a nacer en Occidente. Ese cristiano ejemplar llamado a dirigirlos es conocido como el “Emperador de los Últimos Días” –escatología, ultimidad–. Esta idea de un caudillo mesiánico viene de antiguo, de un tratado sirio de finales del s. VII, el Apocalipsis del Pseudo-Metodio. Este escrito surge como respuesta al Domo de la Roca, la famosa mezquita de Omar, el monumento al triunfo del islam. Para los cristianos esto provocó una respuesta ideológica contundente: “habrá un emperador cristiano que destruirá este templo y acabará con el islam, contribuyendo al triunfo definitivo de la causa de Dios”. Este texto se tradujo en Occidente en el siglo VIII, y a partir de entonces ese “Emperador de los Últimos Días” asumió personalidades muy diversas. Se habló de que el “emperador de los últimos días” sería Carlomagno, que no habría muerto, sino que permanecería hasta que Dios decidiera convertirlo en instrumento suyo para destruir al islam. Más adelante se asocian emperadores alemanes gibelinos –una facción de apoyo al emperador frente al papa, en la lucha que sostienen el papa y el emperador–. El gibelinismo poco a poco se convierte en una opción doctrinal que persigue ensalzar la autoridad del emperador y disminuir la del papa. En ambientes gibelinos esta teoría del emeprador de llos últimos días adquiere cierto significado: va a ser un emperador germánico, y no una cruzada del papa, quien destruya al islam. Hacia el año 1200 esta idea irrumpe con mucha fuerza en este ambiente de apocalíptica milenarista, y empieza a surgir la idea de que Federico I Barbarroja no había muerto sino que permanecía dormido hasta que Dios viera el tiempo oportuno para llamarle para esta misión de salvar tierra Santa. Algunos vieron que realmente este emperador de los últimos días a lo mejor no era Federico I sino su nieto Federico II, en quien muchos veían una especie de Federico I revivido. En ambientes gibelinos es el perfecto arquetipo del “emperador de los últimos días”: es enemigo del papa, sería el único capaz de purgar la Iglesia de su corrupción. Federico II protagonizó la Sexta Cruzada excomulgado por el papa, y precisamente recuperó Jerusalén en 1229 sin derramar una gota de sangre, pues llegó a un acuerdo con el sultán de Egipto. Esta recuperación de Jerusalén fue muy pasajera, pues en 1244 este Jerusalén aislado cayó en manos de los musulmanes en la batalla de La Forbie. Cuando el emperador, rey de los frany, vino a Jerusalén, me quedé con él como había pedido al-Kamel. Entré con él en Haram ash-Sharif donde recorrió las pequeñas mezquitas. Luego fuimos a la mezquita al-Aqsa, cuya arquitectura admiró, así como la Cúpula de la Roca. Le fascinó la belleza del púlpito y subió por sus escaleras hasta llegar arriba. Al bajar, me tomó de la mano y me llevó de nuevo hasta al-Aqsa. Allí encontró a un sacerdote que quería entrar en la mezquita, evangelio en mano. Furioso, el imperador empezó a increparlo rudamente: «¿Quién le ha traído a este lugar? ¡Por Dios, que si uno de vosotros vuelve a atreverse a poner los pies aquí sin permiso, le saco los ojos!». El sacerdote se alejó temblando. Aquella noche le pedí al almuecín que no llamara a la oración para no incomodar al emperador, pero éste, cuando fui a verlo al día siguiente, me preguntó: «Oh cadí, ¿por qué los almuecines no han llamado a la oración como suelen?» Le contesté: «Se lo he impedido yo por consideración hacia tu majestad». «No habrías debido actuar así —me dijo el emperador— pues, si he pasado esta noche en Jerusalén, ha sido sobre todo para oír la llamada del almuecín en la noche».

Este personaje, con esta ambigüedad, es quien en medios gibelinos se considera el emperador perfecto. 2.3 EL FIN DE LA PRESENCIA CRUZADA EN TIERRA SANTA A) LAS CRUZADAS DEL GÜELFISMO FRANCO-ANGEVINO: “CRUZADAS SÉPTIMA Y OCTAVA”* B) LA CAÍDA DE ACRE*

2.4 LAS “CRUZADAS POLÍTICAS” DEL SIGLO XIII* 17

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) 2.5 LAS ÚLTIMAS CRUZADAS A TIERRA SANTA: PROYECTOS Y FRUSTRACIONES 7 Los mongoles en 1255 acaban con el predominio islámico en la zona de Siria e Iraq. Frente a ellos, en 1260 los Mamelucos –Mamluk, ‘esclavo’– un linaje de sirvientes de los ayubíes, que llega un momento en que dan un golpe de Estado y se hacen con el control de Egipto. Estos mamelucos de Egipto destruyen el poder de los mongoles y les hacen retroceder en la batalla de Ain Yalut de 1260. En ese momento vuelve a etar el islam instalado con plena fuerza en Siria. Con lo cual, la presencia cristiana estaba viendo su fin, y en 1291 se produce la expulsión de los cristianos de tierra Santa. La historia de la Cruzada a partir de este momento va a pasar por dos fases: una fase de reconquista, con toda una serie de proyectos frustrados (1291-1365), y una segunda fase defensiva frente a la amenaza islámica, las cruzadas fracasadas que se producen entre 1365 y 1464. A) FASE RECONQUISTADORA: LOS PROYECTOS FRUSTRADOS (1291-1365)

Cuando se produce la caída de Acre, el Occidente no estaba para muchas cruzadas. A finales del siglo XIII la crisis ya es una realidad en Occidente. Se añade una crisis política: la situación política es muy tensa, especialmente la tremenda rivalidad entre Francia e Inglaterra, que desemboca en la llamada Guerra de los Cien Años (1337-1453). Cuando cae el último bastión cruzado en Ultramar, Europa no estaba como para mucha recuperación de Tierra Santa. Sin embargo, es curioso porque entre 1291 y 1365 existe toda una «tratadística de la recuperación», todo un conjunto de tratados que versan sobre cómo recuperar Ultramar. Demurger ha clasificado estos tratados en tres grandes apartados: - En primer lugar habría unos tratados de autoría clerical en los que se proyecta la recuperación de Tierra Santa mediante una cruzada unida a una misión evangelizadora. Un claro ejemplo sería Ramón Llull, que creía que para reconquistar Tierra Santo era necesario antes reconquistar España y el Norte de África, y propugnaba la unión de todas las órdenes militares bajo una sola: la Orden del Espíritu Santo. - Habría un segundo grupo de tratados de hombres de acción: maestres de órdenes militares, comerciantes, viajeros. Destaca el tratado de Jacques de Molay, último maestre de la Orden del Temple, que poco antes de ser ejecutado, elaboró un tratado de recuperación de Tierra Santa. Es una metodología muy elemental: un ejército occidental desembarcaría en Siria desde las bases chipriotas. Hay algunos tratados más imaginativos, como los de los comerciantes Marino Sanudo o Guillermo Adam. Estos siguen viendo que la clave estaba en el Egipto de los mamelucos, de modo que si conseguían el aislamiento y bloqueo comercial de Egipto, Tierra Santa podría caer en poco tiempo. Ellos proponían una estrategia de desvío de las mercancías procedentes de Oriente de manera que no pasaran por el Mar Rojo y Egipto. - Habría un tercer grupo de tratados de propagandistas al servicio del rey de Francia. Estamos hablando de la monarquía de Felipe IV. Para Pierre Dubois, consejero de Felipe IV, la solución era centralizar todo el poder en manos del rey, y para ello habría que desamortizar bienes eclesiásticos y suprimir el Temple. De toda esta tratadística se infieren ciertas novedades:

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Sylvia Schein, Fideles et crucis. Papacy, the west…, 1991; Normand Hudsley, The later crusades. 1274-1580, 1992; Anthony Leopold; Antonio García Espada, Marco Polo y la Cruzada. Historia de la literature de viajes a las Indias en el siglo XIV, 2009.

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IGNACIO CABELLO LLANO - La necesidad de reorganizar o de suprimir las órdenes militares. En este momento se produce la supresión del Temple (1307-1312). En 1308 la Orden del Hospital se reconvirtió en una orden marítima para la defensa del Mediterráneo. Ahora se necesitaba una potencia mercantil. La Orden del Hospital se centró en Rodas. En 1309 la Orden Teutónica se blindó y se convirtió en un Estado. Todo esto coincide con una tratadística que pone en cuestión el papel de las Órdenes Militares –tratados que, a su vez, reflejan un malestar existente de cara a las órdenes militares y que subrayan que efectivamente las Órdenes Militares, o sobran o necesitaban reformarse–. - La segunda novedad que se puede ver a través de estos tratados es el tema de la profesionalización de la guerra. Se huye de planteamientos espiritualistas, es una cuestión técnica y militar. Se hace mucho hincapié en la importancia del mercenariado, que es el germen del ejército moderno profesional. - La centralidad de lo económico y un ensanchamiento de los conocimientos cartográficos muy considerable. En este momento ninguno de esos tratados se puso en práctica, pero sí hubo un intento por parte de Pedro I de Chipre (1359-1369), de la dinastía de Lusignan, heredera de Jerusalén. Pedro I decidió organizar una cruzada tradicional cuyo objetivo era Alejandría. Los súbditos acabaron eliminando al rey porque decían que eliminar Alejandría sería un desastre, pues sería como eliminar a la “gallina de los huevos de oro”. Ya estamos en otra época: las cruzadas como tal se han quedado obsoletas. B) FASE DEFENSIVA: LAS CRUZADAS FRACASADAS (1365-1464)

El problema a partir de mediados del siglo XIV no era tanto cómo recuperar Tierra Santa sino cómo defenderse del islam incluso en tierras occidentales. El peligro ya no son los mamelucos sino el poder emergente de los turcos otomanos. El principado otomano empieza a expandirse hacia 1300 y a mediados del s. XIV amenaza por completo lo poco que queda del Imperio Bizantino. Los otomanos están amenazando también al principado balcánico de Valaquia, dependiente del Reino de Hungría. El peligro es que los turcos están amenazando a la Europa oriental. El rey Segismundo de Hungría organizó una gran cruzada a finales del s. XIV. En este momento la Iglesia está dividida. Segismudno consigue la bendición e indulgencias de cruzada de ambos papas, el de Roma y el de Avignon. Lleva la guerra a los turcos y es derrotado en Nicópolis (1396). A partir de este momento Europa está realmente amenazada. Las tornas han cambiado: ya no es cómo recuperar Tierra Santa sino cómo protegernos de los turcos. En 1453 tiene lugar la caída de Constantinopla a manos de Mehmed II 8. La respuesta de Occidente ante la caída de Constantinopla fue nula. Pío II convocó una cruzada en la que nadie creyó y a la que quiso ponerse de frente, aunque murió de camino.

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Cipolla, Cañones y velas.

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IGNACIO CABELLO LLANO

TEMA 5 - GUERRA SANTA Y CRUZADA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (SS. XI-XIV) 1. LA “RECONQUISTA”: ¿GUERRA TERRITORIAL O COMBATE SACRAL?

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1.1 DISCUSIÓN EN TORNO AL TÉRMINO RECONQUISTA

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1.2 DISCUSIÓN EN TORNO AL CARÁCTER SACRO DE LA RECONQUISTA

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2. EL SALTO CUALITATIVO DEL SIGLO XI: RECONQUISTA Y CRUZADA

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2.1 CAMBIO EN EL EQUILIBRIO DE FUERZAS

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A) EL BENEPLÁCITO DE LOS SANTOS PROTECTORES CON CONNOTACIONES MILITARES: SANTIAGO

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B) EL BLINDAJE DE LAS RELIQUIAS

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C) LA AMISTAD LEGITIMADORA DE CLUNY

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2.2 APORTES DEL ARSENAL PONTIFICIO

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A) “RECONQUISTA PONTIFICIA”

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B) CRUZADA

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2.3 ESTÍMULO DEL “YIHADISMO” ISLÁMICO: LOS ALMORÁVIDES

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3. LA HISPANIZACIÓN DE LA IDEA DE CRUZADA (S. XII)

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3.1 LAS PRIMERAS CRUZADAS PENINSULARES: LA INCONDICIONAL IDENTIFICACIÓN RECONQUISTA-CRUZADA 9 3.2 RENOVACIÓN RADICALIZADORA DEL YIHAD: LOS ALMOHADES

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3.3 LA BÚSQUEDA DE UN MODELO PROPIO DE CRUZADA: LA TERRITORIALIZACIÓN DEL CONCEPTO DE ORDEN 11 MILITAR A) LA LÓGICA DEL NACIMIENTO DE LAS ÓRDENES MILITARES HISPÁNICAS

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B) ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DE LAS ÓRDENES MILITARES HISPÁNICAS

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C) LA FUNCIÓN BÉLICA DE LAS ÓRDENES MILITARES Y LOS PROBLEMAS QUE PLANTEA

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1. LA “RECONQUISTA”: ¿GUERRA (SIGLOS IX-X)1

TERRITORIAL O COMBATE SACRAL?

1.1 DISCUSIÓN EN TORNO AL TÉRMINO RECONQUISTA La pregunta que nos vamos a hacer es si la Reconquista es una guerra santa o no. Antes de

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Manuel González Jiménez, “Sobre la ideología de la Reconquista: realidades y tópicos” en Memoria, mito y realidad en la historia medieval. Actas de la XIII semana de estudios medievales de Nájera, 2003; Alexander Bronisch, Reconquista y guerra santa. La concepción de la guerra en la España cristiana desde los visigodos hasta comienzos del siglo XII, Granada, Trotta, 2006; Francisco García Fitz, «La Reconquista: un estado de la cuestión», Clíos y crimen, nº 6 (2009), pp. 142-215.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) contestar a esta pregunta hay que hacerse otra pregunta, y es si se puede hablar de reconquista o no. Muchos investigadores rechazan o entrecomillan este término. Otros, como es el caso el caso de Ayala, no tienen ningún problema en utilizar este término. ¿Por qué rechazan el término reconquista? Las razones son dos: - La primera razón es que es un término muy tardío que hasta mediados del siglo XIX no se populariza. Martín Ríos Saloma hizo su tesis sobre los orígenes de la utilización del término Reconquista, y efectivamente la primera vez que aparece en el discurso historiográfico es a finales del XVIII y que hasta el XIX no toma carta de naturaleza como expresión para designar ese combate producido en la Península entre cristianos y musulmanes. Esta razón, como veremos, no tiene peso en realidad, pues los conceptos y términos hace referencia siempre a realidades que existen antes que los mismos. - La segunda razón es que el término tiene un contenido ideológico muy claro, pues obedece a un discurso nacionalista y españolista propio de la España de la Restauración. La historiografía más conservadora de esta época usó este término para denominar algo que hizo España, el armazón de ser nacional. Ese mismo contenido ideológico se retoma en la España franquista. Aparece ese sentimiento nacional forjado en la lucha contra el extranjero, sobre la base de un cristianismo defendido frente a los infieles. De este modo, los historiadores progresistas rechazan el término Reconquista, porque lo vinculan a ese sentimiento nacionalista propio del franquismo. En el siguiente texto de Sánchez Albornoz, que no era precisamente franquista –fue presidente de la República en el exilio–, pero que participaba de ese sentimiento nacionalista de la Restauración, se ve de manera muy clara el contenido ideológico del término. «Esta empresa multisecular constituye un caso único en la historia de los pueblos europeos, no tiene equivalente en el pasado de ninguna comunidad histórica occidental. Ninguna nación del viejo mundo ha llevado a cabo una aventura tan difícil y tan monocorde, ninguna ha realizado durante tan dilatado plazo de tiempo una empresa tan decisiva para forjar su propia vida libre». C. Sánchez Albornoz, España un enigma histórico, Barcelona 1976, II, p. 11 [1ª ed. 1956].

Sin poner en cuestión las dos razones anteriores –efectivamente es un término tardío y que ha sido manipulado por la ideología nacionalista que culmina en el franquismo–, hay que defender la pertinencia del término ‘reconquista’. - En primer lugar, con independencia de la utilización grosera y abusiva que se ha hecho de ese término, lo que no se puede negar es que hay un discurso legitimador que es medieval, propio de las monarquías peninsulares, especialmente de la monarquía astur-leonesa-castellana. Ese discurso legitimador, que nace en el siglo IX y no concluye hasta el siglo XV, tenía por objetivos justificar mediante el caudillaje militar una concentración muy importante de poder en manos de los reyes y justificar una expansión territorial, legítima porque los musulmanes habían arrebatado a los cristianos unos territorios que conformaban la antigua España visigoda unida. A esta ideología de reconquista, utilizada entre los siglos IX y XV para justificar unas políticas determinadas, no se le llamó reconquista. En los textos suele aparecer como la restauratio o recuperatio de la vieja monarquía legítima. Es por ello que, cuando nace el término a finales del XIX, designan ‘restauración’ a la restauración borbónica, y ‘reconquista’ a la restauratio medieval. - En segundo lugar, el argumento que dice que no se debe utilizar porque el término no se conocía en la época, es un argumento muy débil, porque lo mismo pasa con el término ‘cruzada’. Los conceptos designan realidades que existen desde mucho antes sin ese 2

IGNACIO CABELLO LLANO nombre. Además, el término ‘reconquista’ no aparece, pero sí el término ‘reconquistar’. La palabra no era ‘reconquista’, pero la idea que ellos tenían sí lo era. En cualquier caso, no hay que cambiar el término, hay que explicarlo y, sobre todo, entenderlo, saber lo que es. 1.2 DISCUSIÓN EN TORNO AL CARÁCTER SACRO DE LA RECONQUISTA Hay un acuerdo generalizado en considerar que esa reconquista es guerra santa a partir del siglo XI, es decir, prácticamente todos los historiadores aceptan que a partir del XI lo que tiene lugar en la Península es una guerra santa. La discusión se produce, entonces, acerca de la naturaleza de lo que sucede en los siglos anteriores. Hay quienes rechazan que se pueda hablar de guerra santa antes del siglo XI o quienes –como Ayala– piensan que sí se puede hablar de guerra santa desde el siglo IX. Quienes lo niegan, consideran que la reconquista es una pugna territorial o económica. Todo lo más, no pueden negar ni siquiera ellos que a esa pugna territorial se le sitúa una especie de barniz religioso por encima, pero eso no justificaría llamarlo guerra santa. - En primer lugar tenemos la tesis indigenista de Barbero y Vigil 2, que viene a decir que eso que se llama ‘reconquista’ no tiene nada que ver con cuestiones de tipo religioso sino que es una manifestación del rechazo de los pueblos del norte hacia tendencias unificadoras del conjunto de la Península. Es decir, el norte de España habría manifestado su rechazo hacia fórmulas unitarias para el conjunto de la Península –fueron resistentes a los romanos, a los visigodos y a los musulmanes–. Por tanto, esa resistencia contra el islam no es más que otra manifestación de las poblaciones del norte contra tendencias de unificación que les hicieran perder sus señas de identidad. - Hay una segunda tesis que niega el carácter de guerra santa antes del siglo XI: la tesis colonizadora de Carlos Laliena. Esta tesis colonizadora viene a decir que lo que llamamos reconquista no es más que una expresión de la expansión colonizadora que se está produciendo en todo Occidente. Esa expansión colonizadora es lo que llevó a esos núcleos del norte a ir avanzando hacia el sur, del mismo modo que se produce el Drang nach Osten. No sería un fenómeno religioso sino puramente económico. Sin embargo, muchos otros historiadores –como Ayala– piensan que desde de la cronística del ciclo historiográfico de Alfonso III 3 se va configurando un discurso de reconquista con unas connotaciones eminentemente sacrales 4. Estos elementos son: - El argumento providencialista bíblico, consistente en lo siguiente: el hombre peca, fruto del pecado viene el castigo de Dios, que implica un sufrimiento grande, y por tanto viene la súplica de los pecadores hacia Dios; Dios entonces se muestra misericordioso, y concede un instrumento salvífico para liberarse de la situación terrible a la que se ha llegado fruto del pecado. Pues bien, este argumento providencialista bíblico se halla contenido en el ciclo de Alfonso III: los visigodos pecan –corrupción, soberbia…– y son casti2

BARBERO, Abilio y VIGIL, Marcelo (1988): Sobre los orígenes sociales de la Reconquista, Barcelona. Ver también FACI, Javier (1998): «La obra de Barbero y Vigil y la historia medieval española», en "Romanización" y "Reconquista" en la península ibérica: nuevas perspectivas, HIDALGO, Mª. J., PÉREZ, D., y GERVÁS, M. (eds.).

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En torno al siglo IX surgen una serie de crónicas – Crónica de Alfonso III Rotense, Crónica de Alfonso III Ovetense, Crónica de Albelda, Crónica Profética– en el norte de la Península que de alguna manera están conectadas con los intereses ideológicos de la monarquía asturiana de Alfonso III. 4 Alexander Bronisch, op. cit.

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CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) gados por Dios con la espada de los árabes; Dios se compadece de ellos y suscita un líder –Pelayo y sus sucesores– para librarles de esa situación terrible. Este elemento providencialista está ahí en el origen de la idea de reconquista. - La permanente asistencia de Dios. Una vez que se ha iniciado la liberación, Dios está permanentemente asistiendo al hombre a través de victorias milagrosas. «También el rey que ilustre en todo el mundo se hizo, el ya antes nombrado Alfonso llamado, puesto en la cima del reino, de gloria guerrera dotado, ilustre contra los astures, valiente contra los vascones, castigador de árabes y protector de los ciudadanos, a tal príncipe sagrada victoria le sea dada, ayudado por la guía de Cristo siempre esclarecido, álcese vencedor en el siglo, brille él en el cielo, honrado aquí con el triunfo, dotado allí del reino. Amén». Crónica Albeldense, XII.

- La victoria siempre se traduce en una restauración de la Iglesia, es decir, el conseguir recuperar territorios siempre se traduce en revivificar la Iglesia. Se convierte así en una guerra por la Iglesia, por la Cristiandad (Dilatatio regni). - En ese discurso historiográfico hay implícito un carácter meritorio muy claro. «Por don tuyo la victoria de los godos brilló no menos clara en España entre los reinos de diversos pueblos. Pero, como te ofendió su arrogante jactancia, en la era 749 [711] [el pueblo godo] perdió la gloria delo reino, junto con el rey Rodrigo, pues merecidamente sufrió la espada árabe. De esta peste libraste con tu diestra, Cristo, a tu siervo Pelayo, el cual fue elevado al rango de príncipe y, luchando victoriosamente, abatió a los enemigos y defendió, vencedor, al pueblo cristiano y astur, dándole la victoria. El muy ilustre hijo de su hija, Fruela, fue honrado con la corona del reino. Por él erigida en el lugar denominado Oviedo, sobresale una iglesia consagrada a tu nombre y dedicada a tu sagrado nombre. En ella están los altares de los doce apóstoles, junto con la iglesia de tus mártires San Julián y Basilisa. Te rogamos, Cristo, que los votos de éste los celebres de nuevo con agrado, los escuches piadosamente y te dignes en admitirlos (...) solicitándote que con la diestra de tu virtud nos protejas tanto a nosotros como al pueblo a nosotros encomendado por Ti, que con tu mano victoriosa nos hagas vencedores sobre los adversarios de la fe, y que con el don de tu clemencia tu juicio sea tal que todos los que aquí trabajaron obedientemente en la restauración de tu casa alcancen el perdón de todos sus pecados; y que, alejadas de aquí el hambre, la peste, la enfermedad y la violencia, defendidos por el escudo de tu protección, se alegren de ser felices y, más felices en la vida futura, posean los reinos celestiales con los ángeles […]». Del Testamento de Alfonso II, 812.

Todo esto es la ideología que sirvió a los reyes para hacer lo que estaban haciendo: una guerra expansiva territorial y un proyecto de fortalecimiento del poder real.

2. EL SALTO CUALITATIVO DEL SIGLO XI: RECONQUISTA Y CRUZADA El siglo XI es un punto de inflexión en clave sacralizadora: el discurso se radicaliza en términos de sacralización. Otros, como hemos viso, piensan que este discurso se inicia ahora. Son tres las razones que explican este punto de inflexión: en primer lugar, el cambio en el equilibrio de fuerzas - El islam que hasta entonces había sido triunfante, . Legitimar la supervivencia es muy fácil, pero cuando son los cristiano slos que empiezana tomar la iniciativa, necesitan unos elementos de justiifcacion suficientemente amplisoc omopara legitimar eso. Estos elementos de sacralización se producen a partir de este momento. 4

IGNACIO CABELLO LLANO - En segundo lugar, hay nuevas ideas procedentes del arsenal pontificio. Con la Reforma Gregoriana hay una serie de conceptos como ‘reconquista pontificia’ o ‘cruzada’ que empiezan a transferirse a Occidente y a la Península. - Hay un tercer factor que es la necesidad de responder al yihad islámico. A partir del siglo XI es la época de Almanzor y de los Almorávides. Hay una necesidad de responder a eso y por tanto de implementar una serie de elementos sacralizadores que legitimen la guerra. 2.1 CAMBIO EN EL EQUILIBRIO DE FUERZAS Hay dos factores explicativos de ese cambio. El primero es que el Califato se viene abajo entre 1009 y 1031. Hay una segunda razón: el modelo feudal colonizador expansivo está actuando también en el ámbito hispánico. ¿Cuándo empieza a percibirse ese cambio? Sancho III el Mayor de Pamplona (990-1035) reúne un amplio conjunto de territorios. Esa superioridad cristiana se manifiesta a través del régimen de parias a partir de Fernando I y de Alfonso VI de Castilla. Los reyes cristianos imponen a los reinos de taifas una serie de pagos –parias– a cambio de no invadirles. ¿Cómo justifican en términos religiosos un enfrentamiento que para empezar ya no es defensivo sino ofensivo y que, además, no es siempre muy heroico? A partir de la necesidad de legitimar una guerra ofensiva con métodos no siempre muy heroicos, hay que añadir un plus de justificación religiosa que permita hacer vendibles estas actuaciones. Son cuatro elementos: A) EL BENEPLÁCITO DE LOS SANTOS PROTECTORES CON CONNOTACIONES MILITARES: SANTIAGO

Santiago era el santo protector de la monarquía hispánica desde el siglo VIII, aunque el culto al apóstol era anterior, y ya era protector de Hispania desde época visigoda. Es sobre todo a partir de finales del siglo VIII cuando ese patronazgo se vincula a la monarquía asturiana. Santiago no es un santo guerrero, y se militariza en este momento. El primer testimonio de militarización está ligado a la conquista de Coimbra en el año 1064 por Fernando I. Por vez primera aparece Santiago con unas connotaciones bélicas muy marcadas. B) EL BLINDAJE DE LAS RELIQUIAS

Otro aspecto muy importante es la utilización de las reliquias y la conexión que se puede establecer entre determinados cultos a las reliquias y hechos de armas. Desde época de Fernando I se ve con claridad cómo los reyes hacen un uso de las reliquias asociándolas siempre a momentos punteros en la ofensiva antiislámica. En 1054 Fernando I inicia la ofensiva contra los musulmanes, en vísperas de la cual traslada los restos de san Pelayo a la Catedral de Toledo. Este san Pelayo era sobrino de un obispo que había sido capturado en la batalla de Valdejunquera en el año 920 contra Abderramán III. Era costumbre canjear al prisionero por un familiar directo, y este obispo volvió a su sede a cambio de su sobrino Pelayo. Según la reconstrucción hagiográfica, Abderramán quiso abusar de Pelayo, pero el joven se mantuvo firme hasta que el califa lo mató. Pelayo para los cristianos es un signo de la resistencia frente a la brutalidad del islam. El traslado de los restos de Pelayo tiene lugar justamente en ese momento en que Fernando I inicia su ofensiva. Hay una vinculación entre el culto a las reliquias y la ofensiva antiislámica. Otro traslado interesantísimo fue el de las reliquias de San Isidoro de Sevilla –representante de esa España cristiana y unida que ahora se trataba de evocar–, que fueron llevadas a León en el año 1063. Esto es la ideología de reconquista: utilizar elementos de sacralización para legitimar la ac5

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) ción bélica antiislámica y recuperar territorios. En el reinado de Alfonso VI la utilización de las reliquias también es fácil de ver. En el año 1076 Alfonso VI inicia su ofensiva contra los musulmanes, y en vísperas tiene lugar la apertura del Arca Santa de Oviedo. «En el año 1075 de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, ejerciendo la suprema magistratura del reino Alfonso, hijo de Fernando el magno, rey en otro tiempo, celebrando solemnemente, con religiosa piedad, el antedicho Emperador el tiempo de cuaresma en la sede episcopal de San Salvador de Oviedo, en compañía de su nobilísima hermana Urraca, de Bernardo, obispo de la sede de Palencia, de Simeón, pontífice de la iglesia de Oca, y de Arias, que ejercía en la antedicha iglesia el ministerio prelaticio, tuvo lugar, por dignación de la divina misericordia, la dádiva de una revelación que se debe a los deseos de este rey, por cuanto plugo a Cristo, para alabanza y gloria de su nombre, manifestar a su fidelísimo príncipe el tesoro, digno de la mayor veneración, que desde muy antiguo se conservaba oculto en esta iglesia. En efecto, en tiempos antiguos, do dispuesto el Dios omnipotente someter casi toda España al poder del pueblo de los ismaelitas en castigo por los pecados de los cristiano, reunieron en la ciudad de Toledo y colocaron cuidadosamente en un arca todas las reliquias de santos que cada uno de los cristianos pudo recoger de los distintos lugares, manteniéndolas en su poder por algún tiempo. Llegado un momento en que los cristianos eran cruelmente masacrados y no teniendo ya posibilidad de buscar refugio en parte alguna, tomaron el saludable consejo, por disposición de la divina providencia que quería glorificar el lugar que había sido construido en honor de su nombre, de llevar el arca a este lugar, más seguro, para allí encomendarse al Señor, a sí mismo y a los suyos. Cumplido, pues, todo tal y como lo habían dispuesto, permaneció oculto en aquel lugar por mucho tiempo lo que en ella se mantenía escondido, hasta que llegó el momento en que un varón muy virtuoso, llamado Ponce, asumió el honor del pontificado. Así pues, en sus tiempos, informado por algunos creyentes de las grandezas que allí se contenían, quiso comprobar lo que había oído. Intentando, pues, acompañado de algunos de sus abades y clérigos, abrir la cubierta del arca, fue tal la luz que salió de ella que, a causa del resplandor, sus ojos no pudieron ver lo que había dentro de las paredes del arca en que se contenían las preciadas prendas de los santos de Dios, y a punto estuvieron todos de caer por tierra debido a la magnitud del espanto. En cierto modo, pues, cegados por oculto designio de Dios, dejaron las cosas tal cual hasta entonces habían estado. Algunos, sin embargo, siguieron ciegos por todos los días de su vida. Surgió entre tanto el serenísimo Rey Alfonso, ya citado, devoto de Dios, en cuyos tiempos el mismo Dios, rey de la paz y de toso los siglos, puso de manifiesto a la vista de todos lo que por tanto tiempo había querido que permaneciera oculto. Así pues, el mentado Emperador, uniéndose a Dios y encomendándose a él con toda devoción, ordenó que tanto él como los citados obispos y demás personas de su séquito que formaban parte de la Corte, con todo el pueblo, mortificaran sus cuerpos aún más de lo que era costumbre en tiempo de cuaresma y que se diesen a penitencias y a la oración. Mandó igualmente a los clérigos de Toledo que aquí residían y exhortó a los otros que siguen el rito romano a que elevaran fervientes súplicas al Señor, a fin de que aquel que en otro tiempo se había dignado bajar del cielo y hacerse palpable a los hombres tuviera a bien ahora, por el grande amor con que nos amó, manifestar lo que por tanto tiempo se había mantenido dentro de dicha arca ignorado de los hombre. Y tal como lo había deseado así se hizo, por la misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, pues, mediada la cuaresma, siendo el día tercero de los idus de marzo, a eso de la hora de tercia, los obispos y presbíteros, concluida la celebración de la misa solemne, llegaban, entre cánticos de salmos que unos clérigos entonaban, al lugar previsto, donde se mantenía oculto tan copioso don. Empujando suavemente, al tiempo que de una y otra parte se lanzaban con los turíbulos bocanadas de oloroso incienso, se abre el Arca, en medio de gran temor, quedando patente lo

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IGNACIO CABELLO LLANO que a Dios habían pedido, es decir, un tesoro inimaginable, cual es, a saber, del leño [de la cruz] del Señor, de la sangre del Señor, del pan del Señor, esto es, de su Cena, del sepulcro del Señor, de la tierra santa sobre la que estuvo el Señor, del vestido de Santa María y de la leche de la misma Virgen y Madre del Señor, del vestido del Señor dividido a suertes y de su sudario, reliquias de San Pedro apóstol... [hasta un total de 83]». Gambra, Alfonso VI, II, doc. 27, pp. 60-65.

Del mismo modo que Fernando I utiliza el tema de las translationes de reliquias en sus ofensivas, algo semejante hace Alfonso VI. Es curioso que en plena ofensiva almorávide se produce la recepción en Castilla de un lignum crucis. C) LA AMISTAD LEGITIMADORA DE CLUNY

Durante los reinados de Fernando I y Alfonso VI se crea un vínculo muy estrecho entre la monarquía castellano-leonesa y la abadía de Cluny. Una buena parte del fruto de las parias fue directamente a Cluny, contribuyendo a la construcción del Cluny III románico. Esto ha llevado a plantear un problema historiográfico en torno a la conexión entre Cluny y el impulso sacralizador. ¿En qué medida Cluny fue un agente de sacralización de la Reconquista? Se ha pensado que los monjes cluniacienses trasladarían a las autoridades peninsulares una especie de oferta de justificación a su propia guerra, es decir, que desde Cluny se estaría favoreciendo la Reconquista. Esto es algo discutido, aunque sí es lógico pensar que el beneficio que recibía Cluny se tradujera en la transmisión de un estímulo a los reyes de la Reconquista para continuar su presión contra los almorávides. En Cluny se rezaba por Fernando I y por Alfonso VI. En cualquier caso es un elemento que justifica la Reconquista en sus fines sacralizados, ya que una parte importante del fruto de la Reconquista va a alimentar un santuario central de la Cristiandad occidental. Fernando I y Alfonso VI se justifican diciendo “el fruto de mi guerra es para Dios”. 2.2 APORTES DEL ARSENAL PONTIFICIO Este punto de inflexión tiene que ver con el cambio ideológico pontificio. Hasta el siglo XI las relaciones entre la Península y la Sede Apostólica son mínimas. Es a partir de finales del siglo XI cuando comienza una relación bastante más fluida entre el Pontificado y la realidad peninsular, y uno de los efectos de esa relación es la importación de dos ideas: la idea de “reconquista pontificia” y la idea de “cruzada”. A) “RECONQUISTA PONTIFICIA”

Hay que recordar la famosa conquista de Barbastro, en tiempos de Alejandro II. El concepto de Reconquista pontificia –donación de Constantino– aplicado a la península «Queremos notificaros (...) que el reino de España, por antiguas constituciones, fue entregado en derecho y propiedad a San Pedro y a la Santa Iglesia Romana. Lo cual hasta ahora ha sido ignorado a causa de las dificultades de los tiempos pretéritos y por cierta negligencia de nuestros predecesores. Pues luego que este reino fue invadido por los sarracenos y paganos, y se interrumpió –por la infidelidad y tiranía de éstos– el servicio que solía tributar a San Pedro, empezó a perderse la memoria de los hechos y los derechos. Os lo hago saber, ahora que habéis recobrado vuestro suelo de los infieles; no suceda que por mi silencio o por vuestra ignorancia la Iglesia pierda su derecho» Gregorio VII, 1077

En este texto hay una clara referencia a la Donación de Constantino. La idea del papa es que la Península es suya, de modo que los reyes deben tener muy en cuenta que cualquier conquista que hagan se trata de “reconquista pontificia”, de manera que deben tributo y vasallaje 7

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) al papa. Contra esto reacciona Alfonso VI proclamándose emperador de Hispania. B) CRUZADA

Desde finales del siglo XI existe en la Península Ibérica la noción de cruzada, y la cruzada hispana se equipara a la cruzada jerosolimitana. Pascual, obispo, siervo de los siervos de Dios, a los clérigos y laicos que viven en el reino de Alfonso, salud y bendición apostólica. Gran daño hacéis a vuestra salvación porque os negáis a obedecer los preceptos de la sede apostólica. Pues os hemos escrito hace tiempo que no abandonéis vuestras tierras, las cuales son atacadas por las frecuentes incursiones de moros y almorávides, para peregrinar a Jerusalén; pues en vuestra ausencia no poco tememos la tiranía de aquéllos sobre las regiones occidentales. Por lo cual hemos ordenado, tanto a clérigos como a laicos de vuestras tierras que hemos podido ver, que desistan de la marcha a Jerusalén y que regresen a su patria. Sabed también que los portadores de la presente, Mubio, Diego y Nuño con sus compañeros, han sido obligados por nosotros a regresar. Por ello ordenamos a vuestra caridad que ninguno se atreva a infamarlos por este regreso o a acusarles con alguna reclamación. Así pues, ordenamos a todos vosotros con repetido precepto que permanezcáis en vuestras tierras y luchéis con todas vuestras fuerzas contra los almorávides y moros, y allí por la generosidad de Dios, hagáis vuestras penitencias y allí recibáis el perdón y la gracia de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de su apostólica Iglesia. En Letrán, a 25 de marzo [de 1101 o 1109]. Historia Compostelana, pp. 146-147.

El papa prohíbe a los españoles que vayan a Jerusalén porque estarían desatendiendo uno de los frentes de la cruzada. 2.3 ESTÍMULO DEL “YIHADISMO” ISLÁMICO: LOS ALMORÁVIDES Hay un tercer elemento que explica ese cambio del siglo XI: la respuesta al yihadismo islámico. Hay tres elementos que sacuden la mentalidad hispana. Uno es el saqueo de Santiago de Compostela por las tropas de Almanzor en el año 997. Almanzor protagonizó hasta 60 razias, y la de Santiago fue la. No hubo saqueo de la tumba del apóstol, pero sí un acopio de botín –las famosas campanas de la catedral–. Esto fue un golpe para la conciencia peninsular: el islam no deja tranquilo ni el último rincón de la península. Hay una segunda llamada de atención en el año 1064. Con motivo de la esporádica toma de Barbastro, al-Muqtadir, rey taifa de Zaragoza, convocó un yihad en toda regla al conjunto de los taifas peninsulares para hacer frente a esta incursión que había sido liderada nada más y nada menos que por el papa. Hay un tercer hito que marca un poco ese estímulo del yihadismo islámico, y es la conquista por parte de los almorávides a partir del año 1090. La conquista de Toledo en 1085 fue un momento especialmente tenso para los taifas, y llamaron a los almorávides en su apoyo. Éstos destruyeron el régimen taifal y crearon un imperio sobre la realidad penínsular. Este imperio tuvo un extremado cariz yihadista. Almuravit significa “el que habita el ribat”, santuarios situados en zonas fronterizas, lugares de ascesis y oración y donde hacían el yihad menor. Estos almorávides.

3. LA HISPANIZACIÓN DE LA IDEA DE CRUZADA (S. XII) En el siglo XII esa idea de cruzada acaba tomando una forma muy importante en la península, es decir, la idea de cruzada se hispaniza. En el I Concilio de Letrán (1123), primer concilio ecuménico de la Edad Media, se solemnizó la identificación de la idea de cruzada en Tierra 8

IGNACIO CABELLO LLANO Santa a la cruzada en Hispania. «A quienes marchan hacia Jerusalén para ayudar a la defensa del pueblo cristiano y a vencer la tiranía de los infieles, les concedemos la remisión de sus pecados. Tomamos bajo la protección del bienaventurado Pedro y de la Iglesia romana sus casas, sus familias, y todos sus bienes conforme al decreto del papa Urbano. Desde ese momento, quienes se atrevan a quitar una parte de los mismos o arrebatarlos durante el tiempo de su peregrinación, serán excomulgados. Con respecto a aquellos que se han colocado una cruz sobre sus vestidos, bien sea con intención de tomar el camino hacia Jerusalén o hacia España y que después la han abandonado, les ordenamos por la autoridad de la Sede Apostólica tomar nuevamente la cruz y ponerse en camino entre la pascua ya próxima y la siguiente. Por el contrario, los castigamos ya desde ahora con el entredicho ab introitu ecclesiae y ponemos igualmente en entredicho todas sus tierras y prohibimos en ellas los oficios divinos, a excepción del bautismo de niños y la penitencia de los moribundos». Canon 10 del I Concilio de Letrán.

Está equiparando Jerusalén con España, es decir, un cruzado puede tener dos destinos en su iter o peregrinatio: Jerusalén o España. Se da por supuesto, y hay una equiparación total. 3.1 LAS PRIMERAS QUISTA-CRUZADA

CRUZADAS PENINSULARES: LA INCONDICIONAL IDENTIFICACIÓN RECON-

Vamos a ver siete ejemplos de la primera mitad del siglo XII de cómo se va introduciendo la cruzada en la península, convirtiéndose en una realidad cada vez más presente, más protagonista. Identificación de la reconquista con la cruzada y clarificación de la Península como un escenario de cruzada. - El primer rey hispano que asume formalmente la cruzada, es decir, que se cruza, se somete al acto formal de la toma de la cruz y del que se habla como rex crucifer, es Pedro I de Aragón y Navarra. Es una operación fallida de toma de Zaragoza en el año 1101. Es decir, nada más comenzar el siglo XII ya tenemos técnicamente un rey cruzado. - El Conde Ramón Berenguer III (+ 1131) organizó una cruzada como tal para conquistar las Baleares en el año 1116. Es una cruzada proclamada por el papa, es decir, hay bula, hay un delegado papal, etc. Es decir, organiza una cruzada con todo lo que significa. - Alfonso I de Aragón «el Batallador», llevó a cabo en 1118 una cruzada en todas las de la ley para la toma de Zaragoza. En esta cruzada tomaron parte muchos cruzados de la Primera Cruzada, con lo cual los lazos van estrechándose. - Asociado también a Alfonso I, aparecen varias cofradías militares –que no órdenes militares– como la de Monreal o la de Zaragoza, cofradías laicales de caballeros que se hermanan en una cofradía con fines claramente cruzadistas. En los estatutos de estas cofradías aparece todo el tema de las indulgencias. Son similares a la cofradía laical que se hallaba en el origen del Temple. - En 1125 el obispo Gelmírez –primer arzobispo de Compostela– convocó una cruzada con bula y todo. Esto es una irregularidad canónica, porque las cruzadas sólo las convoca el papa, pero desde el punto de vista histórico es muy significativo. - Se introduce en Hispania de la Orden del Temple y de otros símbolos de proyección cruzadita: la Orden del Hospital y la Orden del Santo Sepulcro. Desde la década de 1120 documentamos donaciones en la península a favor del Temple, de la Orden de San Juan de Jerusalén y de la Orden del Santo Sepulcro. De hecho, Alfonso I dejó su reino en tes9

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) tamento (+1134) a las Órdenes del Temple, de San Juan y del Santo Sepulcro, aunque las aristocracias de Aragón y Navarra no lo aceptaron y lo negociaron con la Iglesia. Ramón III también se hizo templario. - En la II Cruzada de Eugenio III y san Bernardo se incorporó Hispania como un frente de la misma. Se produjo la conquista de Lisboa, Almería (1147) y Tortosa (1148). En estas campañas hispanas participaron cruzados de todas partes de Europa, es decir, ya no es únicamente el papa quien identifica la Reconquista con la cruzada, sino todo el mundo. Alfonso Henriques, primer rey de Portugal, y Ramón Berenguer IV asumen plenamente el encaje cruzado, mientras que Alfonso VII no. 3.2 RENOVACIÓN RADICALIZADORA DEL YIHAD: LOS ALMOHADES Esta intensificación de la cruzada hay que ponerla en relación con la “revolución almohade” a mediados del siglo XII. La palabra almohade significa «el que profesa el tawhid (unicidad divina)». En el caso de los almohades y de su líder Ibn Tûmart, al que se denomina mahdí (mesías). Era un bereber del sur de Marruecos. Tradicionalmente se dice que viajó por todo el mundo islámico, lo cual le permitió hacer un acopio intelectual para liderar un movimiento cuyo objetivo era devolver a su pureza originaria ese dogma del tawhid. Los almohades eran especialmente críticos con los almorávides, a los que consideraban antropomorfitas. Ibn Tûmart intenta depurar en la medida de lo posible de todos esos elementos analógicos que ensuciaban y ensombrecían la imagen que él tenía de Dios. Por tanto, se produce una radicalización de la pureza de los principios. No es muy extremista; más fundamentalistas eran los almorávides. De hecho, Averroes fue un intelectual andalusí racionalista muy cercano al régimen andalusí, protegido por los almohades. El almohadismo no es extremista sino purista 5. El yihad es consustancial al purismo islámico. No es el fundamentalismo de unos locos enloquecidos, sino de unas personas que querían ser consecuentes con su mensaje. Los almorávides sí son más fácilmente identificables con eso que llamamos fundamentalismo, pero no los almohades. «La Casa de Dios 6 está ahora en manos de unas gentes que se sirven de ella como medio de vida ilícito. La han convertido en un medio para arrebatar los bienes, reivindicarlos sin derecho, importunar a los peregrinos a causa de ello y afligirles con la ignominia y la miseria de este mundo. Dios pronto lo arreglará mediante una purificación que librará a los musulmanes de estas innovaciones injustas por la espada de los almohades, defensores de la fe, partido de Dios [Hezbollah] –al que le ha sido conferido el derecho y la verdad–, defensores del territorio sagrado (haram) de Dios, poderoso y grande, celosos en respetar sus sacrosantas prohibiciones, esforzados en la exaltación de su palabra, en la manifestación de su invocación y en la defensa de su doctrina. [...] Aquel que se halla en la verdad está persuadido, completa y firmemente convencido, de que no hay verdadero Islam fuera de los países del Magreb, porque ellos están en una vía luminosa sin fronteras. En los demás países, en estas regiones orientales, hay pasiones, innovaciones reprobables, sectas y partidos extraviados; salvo aquellas de sus gentes que Dios, poderoso y grande, ha preservado. Así, no hay justicia ni derecho ni ley sobre la superficie de esos países, solamente junto a los almohades –Dios los fortifique–; pues ellos, en este tiempo,

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Un musulmán purista condenaría el DAESH.

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Dar al-islam es la casa del Islam, la casa de los creyentes, de Dios; y el resto del mundo, donde viven los infieles es Dar al-harb, “la casa de la guerra”. Esto es propio de la escuela hanifí.

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IGNACIO CABELLO LLANO son los últimos imâmes de la rectitud». Ibn Yubayr, A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos. Rihla, Barcelona, 1988, p. 102

Ibn Yubayr es un valenciano panegirista del régimen almohade. Hace una crítica a los musulmanes, y «Dios pronto lo arreglará mediante una purificación […] por la espada de los almohades, defensores de la fe, partido de Dios […] celosos en respetar sus sacrosantas prohibiciones, esforzados en la exaltación de su palabra, en la manifestación de su invocación y en la defensa de su doctrina». No hay verdadero islam fuera de los almohades. Abu Yûsuf al-Mansûr (1184-1199), tercer califa del imperio almohade –extendido por todo el Magreb, con capital en Marrakech y al-Andalus–, es el responsable de la famosa victoria de Alarcos en 1195. De hecho Saladino se puso en contacto con él para hacer una alianza.. El imperio almohade duró bastante poco, pues Al-Nâsir fue derrotado en las Navas de Tolosa (1212) –otra cruzada: predicación papal, presencia de francos…–. 3.3 LA BÚSQUEDA DE UN MODELO PROPIO DE CRUZADA: LA TERRITORIALIZACIÓN DEL CONCEPTO DE ORDEN MILITAR A) LA LÓGICA DEL NACIMIENTO DE LAS ÓRDENES MILITARES HISPÁNICAS

En este tema estamos viendo cómo el concepto cruzado pontificio se va imponiendo en la realidad peninsular. Esa imposición presenta para los reyes ventajas e inconvenientes: - Las ventajas son claras: los reyes se convierten en instrumentos de la Iglesia, pueden sacralizar su imagen y por tanto se fortalecen frente a sus súbditos. Además le ayuda a percibir rentas eclesiásticas con la bendición pontificia. - El inconveniente es que el rey se convierte en instrumento del papa, de modo que sus objetivos de territorializacion y de alcanzar unos niveles de soberanía importantes pueden verse ensombrecidos por una autoridad que reconoce superior a él. Por eso, las monarquías responden de diversa manera a esta aceptación de la idea de cruzada. Las monarquías más precarias, como la de Alfonso Henriques de Portugal –una monarquía recién nacida, débil y que entraba en oposición frente a Alfonso VII–, ven con buenos ojos el liderazgo del papa, porque se beneficia de esas ventajas, viéndose protegido frente a las injerencias de Alfonso VII. La Corona de Aragón es muy recelosa del coloso castellano-leonés, y una manera de contrarrestar esa hegemonía castellana es echarse en manos del papa. De hecho, tanto el rey de Portugal como el de Aragón serán milites sancti Petri. Castilla y León no quiere saber nada de esa supremacía papal, de modo que ve con bastante recelo la idea de cruzada pontificia. De hecho los reyes de Castilla y León jamás se proclamaron milites sancti Petri. De hecho Alfonso VI y Alfonso VII, para blindarse del poder del papa, asumieron el título de Imperator Hispaniae. Por esto, en Lisboa y Tortosa hay cruzada, mientras que en Almería no. Almería sí forma parte de la II Cruzada, pero a su modo. Eugenio III dirige una carta a Alfonso VII dándole la enhorabuena, le da la Rosa de Oro, pero le regaña y le exhorta a respetar más rigurosamente las directrices papales. Alfonso VII hizo lo que le había dado la gana. Participó en la cruzada pero como quiso. En la segunda mitad del siglo XII este problema se agudiza más, sobre todo en Castilla y León. Los reyes castellano-leoneses quieren las ventajas de la Cruzada, pero no los inconve11

CRUZADAS Y MUNDO MEDITERRÁNEO (SS. XI–XIV) nientes. La solución a este problema fueron las Órdenes Militares Hispánicas, muy mediatizadas por la realeza. Estas Órdenes, que nacen en Castilla y León, consiguen hacer presente el ideal cruzadista que las Órdenes Militares encarnan, pero a través de unas instituciones que escapan al control del papa. Esta es la lógica del nacimiento de las Órdenes Militares Hispánicas. De hecho, ¿dónde tiene más peso el Temple? En Aragón y Portugal. En Castilla, la Orden del Temple está mal vista, porque se quiere fomentar las Órdenes Hispánicas que escapan al control del papa y sobre las cuales el monarca tiene más influjo. Las Órdenes Militares Hispánicas hay que entenderlas en esta lógica. - A finales del siglo XII se crean Calatrava (1158), Santiago (1170), San Julián del Pereiro / Alcántara (1176) y Évora / Avis (1176). - En el siglo XIII nacería la Orden de Santa María de España (1270), en época de Alfonso X. - En el siglo XIV nacerán las órdenes de Montesa (1317) en Aragón y Cristo (1119) en Portugal, a raíz de la disolución del Temple. Casi todas ellas tienen que ver con esa espiritualidad morimundense, de modo que casi todas son órdenes de obediencia cisterciense. La única que no lo es es la de Santiago, una orden agustiniana, la más laica de todas –los freires podían casarse–. B) ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DE LAS ÓRDENES MILITARES HISPÁNICAS

Las Órdenes pivotan sobre dos realidades: el Maestre y el Capítulo –el conjunto de los freires, donde destacan los comendadores–. El territorio de una OM se divide al 50% aproximadamente en el Maestrazgo –tierras vinculadas al Maestre– y las parcelas de las encomiendas. Lo que hacen es incorporar a la corona la administración de los maestrazgos. Dejan de nombrarse maestres y los reyes se convierten en administradores de esos territorios. Fernando se incorpora a la Corona la administración de todas esas rentas. Fernando elimina la figura del Maestre y centraliza la administración de las tres órdenes castellano-leonesas bajo la propia corona. C) LA FUNCIÓN BÉLICA DE LAS ÓRDENES MILITARES Y LOS PROBLEMAS QUE PLANTEA

4. REALEZA Y DISCURSO CRUZADISTA (SS. XIII-XV) 4.1 ALFONSO X Y JAIME I: DOS MODELOS DE ACTUACIÓN CRUZADISTA* 4.2 LA CRUZADA DEL SALADO Y EL OBJETIVO GRANADINO*

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