Identidades interconectadas. Las nuevas políticas de los sujetos cyborg

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Descripción

III Congreso Estética y Política: Metáforas de la multitud Universitat Politècnica de València

Identidades interconectadas. Las nuevas políticas de los sujetos cyborg Mónica Cano Abadíaa a

Universidad de Zaragoza. [email protected]

Abstract A change in the consideration of the subject facilitates the apparition of new forms of politics and representation. If so, the broadening of the sovereign conception of the subject seems to be productive in order to construct new collective imaginaries. To do so, we propose a method and a model, that can be of interest to stimulate the creation of new political metaphors. The proposed method is the intersectionality, with which we can understand how subjects are embedded with multiple identity categories that work in different levels, that are mixed, intertwined, darkened and enforced between each other. Understanding how these categories operate in our identities is fundamental to think our positions of privilege and exclusion in our ways of doing politics. The model of subject that can suggest us to escape the traditional schemes in our politics is the cyborg: a hybrid and interconnected subject. Its politics are coalitional and invite us to rethink the old categories in the traditional western political philosophy. Keywords: Intersectionality, interconnection, cyborg, identity, coalition politics.

Resumen Con un cambio en la consideración del sujeto se fomenta la aparición de nuevas formas de política y de representación. Siendo esto así, parece productivo para la construcción de nuevos imaginarios colectivos la ampliación de la concepción soberana del sujeto, tradicional en la filosofía occidental.

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Para ello, proponemos un método y un modelo que pueden resultar interesantes para estimular la creación de nuevas metáforas políticas. El método propuesto es el de la interseccionalidad, con el que podemos comprender cómo los sujetos estamos atravesados por múltiples categorías identitarias que funcionan a distintos niveles, que se entrelazan, se mezclan, se oscurecen y se refuerzan entre sí. Comprender cómo operan estas categorías en nuestras identidades será fundamental para poder pensar nuestras posiciones de privilegio y de exclusión en nuestras formas de hacer política. El modelo de sujeto que puede sugerirnos salirnos de los esquemas de la política tradicional es el cyborg: un sujeto híbrido e interconectado. La política cyborg es una política de coalición que nos invita a repensar las viejas categorías de la filosofía política tradicional occidental. Palabras clave: Interseccionalidad, interconexión, sujeto cyborg, identidad, políticas de coalición.

Introducción: revisando el sujeto político tradicional de occidente A lo largo de la historia de la filosofía se han propuesto muy diversas maneras de entender y conceptualizar a los seres humanos; sin embargo, sabemos cómo unos discursos se hacen hegemónicos mientras que otros se quedan en las partes subterráneas de la filosofía (Derrida, 2001, p. 23; Braidotti, 2005, p. 18). La manera en la que se entiende el sujeto en la filosofía occidental a partir de la Modernidad está muy marcado por el pensamiento de René Descartes y de Immanuel Kant. De Descartes, ha heredado su confianza en la razón, su soberanía personal inalienable, su auto-consciencia radical; a Kant, le de ser un sujetos totalmente libre, dueño de sí mismo, capaz de plantearse a sí mismo un imperativo categórico a través del cual regir su vida. Es éste un sujeto idéntico a sí mismo, que resulta inmutable a través del tiempo, que disfruta de una coherencia interna inquebrantable y cuya identidad sustantiva lo individualiza. Éste es el sujeto que ha regido el pensamiento político tradicional en occidente, y es el que se propone revisar desde el pensamiento postestructuralista. Judith Butler alerta de los peligros políticos de pensar en estos términos los sujetos de nuestras políticas: “El mayor peligro para mí es el peligro del sujeto autónomo y monolítico que intenta establecer límites e impermeabilidades absolutas, porque ese es el sujeto que se

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niega a reconocer su carácter fundamentalmente social y su interdependencia. Y me parece que sobre este tipo de base no puede construirse ninguna ética o política sólidas” (Butler, 2008: 410). Que este sea el sujeto hegemónico en occidente no significa que sea el único: se han propuesto diversas maneras de pensar los sujetos, y resultaría muy interesante realizar una genealogía de los diferentes sujetos subterráneos que nos permitiera ampliar nuestra concepción del sujeto. David Hume (1998), Baruch de Spinoza (1986a; 1986b) y Friedrich Nietzsche (2003) pueden servirnos como tres ejemplos de estos discursos periféricos sobre el sujeto a través de los cuales podemos trazar un hilo conductor hasta las filosofías postestructuralistas. Desde filosofías postestructuralistas como la de Butler y su teoría de la performatividad (2002, pp. 314 y ss.) o la de Michel Foucault y su teoría del poder (1979), se han realizado intensos trabajos de crítica a este sujeto soberano heredado de la Modernidad, haciendo evidente que existen otras posibilidades de comprensión de los sujetos. Un nuevo marco de referencia que se aleje del pensamiento moderno sobre el sujeto para por no pensarnos como identidades monolíticas, sino como sujetos insertos en complejos rizomas de opresión y privilegio.

1. Sujetos interseccionales, sujetos interconectados La interseccionalidad es el estudio sistemático de las maneras en las que se interrelacionan ciertos rasgos identitarios diferenciadores, tales como raza, genero, sexualidad, clase, etnia u otras identidades culturales y sociopolíticas. El concepto de interseccionalidad fue acuñado por Kimberle Crenshaw (1989), quien plantea la problemática que se deriva de políticas basadas en la búsqueda de una identidad común firme. Por una parte, dan sentimiento de pertenencia a una comunidad, empoderan, posibilitan la formación de estrategias de visibilización y resistencia, e impulsan el desarrollo intelectual de un marco de comprensión de las opresiones. Sin embargo, por otra parte, ignoran las diferencias que existen en el seno de los grupos, fomentando así ejercicios de exclusión y marginación en las prácticas políticas y, además, incrementa la tensión entre los diferentes grupos, que tienen la impresión de ser mutuamente excluyentes.

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Tras evidenciar los peligros de aferrarse a las identidades cerradas como punto de partido para la política, Crenshaw propone abrir nuestro análisis y a las diferentes categorías que nos atraviesan y nos configuran. Esta configuración no es definitiva, determinista, sino que tiene que ver con procesos performativos de la construcción de nuestras identidades que más bien tienen que ver con la deconstrucción derrideana que con el constructivismo lingüístico o social (Butler, 2002). Pensarnos de esta manera nos hace ver que los procesos de categorización no son unilaterales y nos permite darnos cuenta de la capacidad de acción que poseemos como sujetos. De esta forma, las identidades continúan siendo lugares de resistencia que pueden verse resignificados y que pueden ser reapropiados por diferentes grupos subordinados. Según esta perspectiva interseccional, existen diferentes categorías que se entrelazan, se refuerzan, se oscurecen las unas a las otras dependiendo de contextos diversos que, además, son cambiantes. La interseccionalidad de las categorías que nos configuran afecta a todo el mundo: todas nuestras identidades contemplan múltiples facetas. Todas las personas pertenecemos a más de una comunidad a la vez, de manera que experimentamos tanto opresión como privilegio a la vez en contextos diferentes. Las identidades no son una lista de privilegios y opresiones enumeradas sino que se tienen que ver como categorías relaciones y procesos multicausales. A partir de 1989, el concepto de interseccionalidad se ha desarrollado en diferentes formulaciones. Crenshaw, en “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color” (1991) continúa perfilando su noción de interseccionalidad y analiza el posible potencial de alcance que tiene este cambio de perspectiva en la consideración de las políticas de la identidad contemporáneas. Staunaes (2010) ha hecho hincapié en el concepto de procesos dinámicos para ilustrar la perspectiva de la interseccionalidad, mientras que Yuval-Davis (2006) ha utilizado el concepto ejes de diferencia. La perspectiva de la interseccionalidad se puede entender en el contexto más amplio del pensamiento postmoderno, que tiende a rechazar categorías sociales de localización e identificación, al tiempo que trata de deconstruir binarios bien establecidos en el pensamiento científico occidental, como naturaleza/cultura o masculino/femenino

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(Fotopoulou, 2012, p. 20). Desde la filosofía de la ciencia, Bruno Latour (2005) hace hincapié en sistemas sociales complejos y dinámicos. Esta perspectiva puede proporcionar una visión amplia a partir de la cual analizar las intersecciones concretas de opresión y privilegio que habitan nuestros cuerpos. Una mirada interseccional para el análisis de los sujetos políticos también nos hará ver que somos seres interconectados. De los últimos libros de Judith Butler (2006; 2009) podemos aprovechar el aprendizaje de que nuestras identidades se configuran en una relación de interdependencia mutua con los otros sujetos. Darnos cuenta de esta interdependencia entre los sujetos nos lleva a abrazar nuestra vulnerabilidad y precariedad constituyente, y a adoptar una ética de la responsabilidad y de los cuidados que esté atenta a las necesidades de otros sujetos con los cuales interaccionamos incluso de maneras de las que no somos conscientes y que, de alguna manera, dependen de nuestros actos (Cano Abadía, 2014). Otras autoras como Karen Barad, Elisabeth Grosz o Donna Haraway (Barad, 2003; Grosz, 2002) han sugerido llevar más allá esta consideración holística de nuestras relaciones de interdependencia y no restringirla a un marco antropocéntrico: somos seres vivos que tejemos íntimas relaciones con seres vivos, humanos y no humanos. Se invita así a trascender los límites de la representación humana tradicional de la política, rompiendo con las jerarquías, las clasificaciones y los binarismos que han condicionado los sistemas de creencia con los cuales se han conformado nuestras ideas sobre los sujetos políticos.

2. Sujetos cyborg: rompiendo dualismos Desde la filosofía de la ciencia se ha adoptado una crítica específicamente feminista a los sistemas de creencia dualistas jerarquizantes que tratan de clasificar nuestras identidades (Keller, 1991; Harding, 1996; Haraway, 1988). Estos sistemas de creencia no son simplemente modelos teóricos, sino que tienen efectos materiales concretos en nuestras vidas, y afectan de manera radical a cómo podemos modelar nuestras representaciones políticas. Por ello, se hace necesario replantear la manera en la cual pensamos los sujetos, para poder crear imaginarios políticos que nos posibiliten otros tipos de comunidades políticas.

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Una concepción interseccional de los sujetos puede observarse y manipularse teóricamente en la metáfora del cyborg de Donna Haraway. Donna Haraway se opone a las políticas identitarias que necesitan un núcleo duro, una carta de presentación, un sujeto constituido previo para poder activar sus reflexiones y acciones políticas. Ante este sujeto político que se pretende constituir de manera monolítica, Haraway propone el cyborg: “El cyborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción” (Haraway, 1991, p. 253). Un organismo cibernético funciona a través de redes de control y comunicación. Por otra parte, un organismo híbrido es la descendencia de seres genéticamente dispares. Algo que es un híbrido de máquina y organismo contiene necesariamente material orgánico y material inorgánico a la vez. De esta manera, un cyborg es un organismo cuya materialidad es orgánica e inorgánica, por lo que está a la vez vivo y no vivo, y que desarrolla su existencia conectado en red. Debido a estas características, el cyborg permite pensar en otro tipo de política, diferente a la

del sujeto político tradicional. El cyborg es una quimera que se sitúa en las

intersecciones de los dualismos, rompiéndolos, evidenciando que no son compartimentos estancos sino construcciones históricas y socioculturales que han servido para jerarquizar sectores de la sociedad. Haraway nos indica cuáles de estos dualismos son los más preocupantes:

“yo/otro,

mente/cuerpo,

cultura/naturaleza,

hombre/mujer,

civilizado/primitivo, realidad/apariencia, todo/parte, agente/recurso, constructor/construido, activo/pasivo, bien/mal, verdad/ilusión, total/parcial, Dios/hombre” (Haraway, 1991, p. 304). Para Haraway, éstos dualismos pierden su sentido con los sujetos cyborg, que son híbridos y no respetan ninguna de las clásicas categorizaciones occidentales. La política del cyborg es aquella que, en cambio, tiene en cuenta el mosaico de interrelaciones en el que se sitúa; interrelaciones que, por otra parte, cambian constantemente, haciendo necesarias nuevos reajustes en las estrategias y representaciones políticas. El cyborg no se detiene ante los límites culturales impuestos, sino que traspasa ámbitos que tradicionalmente son considerados fuera de nuestro alcance político: “Así, el mito de mi cyborg trata de fronteras transgredidas, de fusiones poderosas y de posibilidades

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peligrosas que gentes progresistas pueden explorar como parte de un necesario trabajo político” (Haraway, 1991, p. 262). Las identidades herméticas, estables y coherentes tienden a formar grupos herméticos, estables y coherentes que proponen políticas con las mismas características. El cyborg rompe radicalmente con estas identidades cerradas y muestra las potentes posibilidades políticas que se derivan de pensarnos como identidades fluidas (Haraway, 1991, p. 263). Una “desviación ligeramente perversa en la perspectiva podría permitirnos luchar mejor por significados, así como por otras formas de poder y de placer en las sociedades tecnológicamente mediadas” (Haraway, 1991, p. 263). Este cambio de perspectiva pasa por admitir que el sujeto no es sólido, y por admitir que es más letal en la consecución de sus objetivos al no presentarse como un sujeto constituido antes de realizar sus acciones políticas: “Los cyborgs son éter, quintaesencia. La ubicuidad y la invisibilidad de los cyborgs son la causa de que estas máquinas sean tan mortíferas. Políticamente son tan difíciles de ver como materialmente” (Haraway, 1991, p. 261. Los cyborgs son entes escurridizos: “están en todas partes, pero son invisibles” (Haraway, 1991, p. 260). Las políticas del cyborg son igual de escurridizas y de cambiantes: no se dejan atrapar por la cultura dominante, no permiten que se pretenda cristalizar sus demandas en medidas supuestamente representativas. La metáfora política de Haraway habla de la necesidad de reacoplamiento político constante en las acciones de resistencia. Los cyborgs, al ser organismos cibernéticos, necesitan conectar; sin embargo, sus conexiones tienen la tendencia a ser ilegítimas y temporales, y se realizan atravesando categorías identitarias comúnmente entendidas como cerradas, tales como raza, etnia, nación, lenguaje, género. Las conexiones entre los sujetos políticos cyborg se realizan atendiendo a afinidades cambiantes, y generan significados y posibilidades de coalición diferentes a las del sujeto político moderno. Así, Haraway, al sugerir la utilidad política de grupos de afinidad, no propone grupos basados en el pensamiento único, sino grupos móviles con identidades vaporosas e, incluso, desconocidas.

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3. Conclusiones: un salto cuántico para rebasar los límites de la política tradicional “Things usually happen when the objects of out theoretical work fall apart, when things get messy” (Ahmed, 2008, p. 35).

Tal y como Ahmed indica, podemos acceder a maneras de pensar diferentes si dejamos que nuestros marcos de comprensión se deformen, transmuten o incluso se quiebren. Cuando perdemos nuestros marcos de referencia, nos vemos en la necesidad de crear otros nuevos, y éstos pueden dar cabida a realidades cuya presencia era antes inimaginable. De esta manera, a través de la conceptualización de sujetos diversos, no hegemónicos, retóricos, no nos alejamos de la realidad de los sujetos que hacemos política sino que precisamente tratamos de dar cuenta de la complejidad de las identidades que entran en juego en nuestras políticas. Pensar nuevos sujetos, que crean nuevas comunidades de afectos, puede llevarnos a imaginar nuevas metáforas políticas que se materialicen en novedosas dinámicas comunitarias para nuestro quehacer político. El modelo que hemos propuesto del sujeto cyborg trata de dejarse atrapar por las viejas categorías y crea constantemente nuevas dimensiones y problemáticas políticas. En este sentido, parece haber adelantado la propuesta de Elisabeth Grosz de realizar un salto cuántico (Grosz, 1999, p. 428; Van der Tuin, 2011, p. 276) que nos aleje de viejas formas de representación y nos abra a horizontes desconocidos. Este salto cuántico es un salto conceptual, un ejercicio de imaginación política para explorar las posibilidades de nuestra agencia y de llevar a cabo cambios sociales. Este salto cuántico filosófico nos permite imaginar nuevos sujetos que sean capaces de nuevas manera de hacer ética y política en contextos diferentes, e incluso cambiantes. Algunos de estos nuevos sujetos han sido ya explorados, o al menos ya propuestos para su manejo, como el cyborg; otros, está aún por conceptualizar e imaginar. Grosz nos sugiere abandonar los marcos de referencia estables en los que nos manejamos políticamente, y aventurarnos hacia lo desconocido, atrevernos a imaginar nuevos sujetos que sean capaces de construir nuevos mundos. Así, la idea de Grosz puede llevarnos a

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rediseñar la fórmula kantiana que se pregunta '¿Cómo es el ser humano, qué debe hacer el ser humano?' y, en cambio, osa cuestionar: '¿Cómo podría ser el ser humano, qué podríamos hacer entonces?'. Es ésta una invitación sugerente, que nos insta a revisar las categorías políticas tradicionales de una manera radical, y a reimaginarlas para que puedan dar cabida a nuevos sujetos, y puedan ser propiciadores de la aparición de nuevas comunidades y nuevas formas de convivencia.

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