Identidad colectiva y creación del espacio público en Madrid: “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”

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Descripción

Identidad colectiva y creación del espacio público en Madrid: “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”

by

Ellis Colombe Ariadne Schriefer

A Master’s Thesis submitted in partial fulfillment of the requirements for the degree of M.A. in Spanish and Latin American Linguistic, Literary, and Cultural Studies at New York University - Madrid, conferred by The Department of Spanish and Portuguese Languages and Literatures, New York University New York University - Madrid September, 2016

Faculty Advisor: Dra. María López



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When public spaces are successful... they will increase opportunities to participate in communal activity. This fellowship in the open nurtures the growth of public life, which is stunted by the social isolation of ghettos and suburbs. In the parks, plazas, markets, waterfronts, and natural areas of our cities, people from different cultural groups can come together in a supportive context of mutual enjoyment. As these experiences are repeated, public spaces become vessels to carry positive communal meanings Stephen Carr, Mark Francis, Leanne G. Rivlin y Andrew M. Stone



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AGRADECIMIENTOS Me gustaría agradecer a NYU Madrid por darme la oportunidad de aprender con un grupo de profesores que me han dado la pasión para continuar en el camino de los estudios culturales. Además, quiero expresar mi gratitud a mi mentora, Dra. María López, quien siempre me dio el entusiasmo de escribir e investigar sobre dos temas que nos fascinan: el activismo urbano y el espacio público. Asimismo, deseo agradecer a Dra. Soledad Gálvez por su dedicación así como participación activa en mi formación como investigadora y por su ayuda a lo largo del año. Finalmente, quiero extender mi profundo agradecimiento a mis padres, quienes siempre me han apoyado en todas mis aspiraciones y a Will Borzón por su paciencia y apoyo constante.



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ÍNDICE AGRADECIMIENTOS

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LISTA DE APÉNDICES

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INTRODUCCIÓN

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CAPÍTULO 1: El poder del espacio

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1.1

La condición urbana global de los centros urbanos en el siglo XXI

1.2

El espacio público y “lived space”

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1.3

El neoliberalismo en el espacio público urbano y el “derecho a la ciudad”

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CAPÍTULO 2: El 15M, la relación con el espacio y la producción de una identidad colectiva

5

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2.1

El éxito polémico del 15M

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2.2

La importancia del espacio geográfico en el 15M

35

2.3

La creación de comunidad, compañerismo e identidad colectiva

40

CAPÍTULO 3: “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”

46

3.1

El activismo urbano tras 15M

47

3.2

El surgimiento de los espacios autogestionados

50

3.3

El origen de “Esta es una Plaza” y “El campo de Cebada”

52

3.4

La gestión, el uso y la dinámica social

58

3.5

El espacio físico y legible

69

CONCLUSIÓN

78

APÉNDICE A

82

APÉNDICE B

95

BIBLIOGRAFÍA



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v

LISTA DE APÉNDICES





APÉNDICE A

“El Campo de Cebada”

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APÉNDICE B

“Esta es una Plaza”

95

vi

INTRODUCCIÓN Cities have the capability of providing something for everybody, only because, and only when, they are created by everybody. Jane Jacobs Los seres humanos son creadores y, al mismo tiempo, productos de su entorno espacial. El sistema neoliberal rige este ámbito urbano, que tiene la capacidad de influir en las dinámicas políticas así como económicas, a través de la privatización, la desaparición del espacio público y la gentrificación. Las prácticas neoliberales afectan a la formación de la ciudadanía y esta disrupción social tiene consecuencias en el bienestar de los ciudadanos porque el espacio público es clave a la hora de afirmar los derechos humanos y crear una plataforma abierta e igualitaria donde no existan obstáculos para los miembros de la comunidad. En los años posteriores a la crisis financiera de 2008, la movilización sociopolítica en España ha aumentado ostensiblemente y se ha manifestado para reclamar su “derecho a la ciudad” a través de nuevos usos del espacio público, entendido como una plataforma para la reflexión social ciudadana. Este uso del espacio, influido por el Movimiento del 15M, se ha extendido a la creación de espacios de participación y huertos urbanos como “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” en Madrid. Estos dos microcosmos han ayudado a reinventar la relación que los madrileños tienen con el espacio público. A través de un análisis de la creación de estos dos espacios, sus formas de gestión, el diseño y el espacio legible, junto con mis propias entrevistas con los usuarios, argumento, en diálogo con la teoría urbana de Manuel Delgado, Manuel Castells y David Harvey así como la teoría relacionada con la creación de identidades colectivas de Luis Moreno-Caballud y Bryan Cameron, que estos espacios funcionan



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como plataformas sociales para el intercambio de distintas perspectivas y que, además, al ser un espacio de participación,

crean una identidad colectiva que propicia el

empoderamiento ciudadano. Dentro de las investigaciones existentes centradas en la reivindicación ciudadana de los espacios urbanos, pocos estudios se han enfocado en la creación de los espacios autogestionados o los frutos de estas movilizaciones ciudadanas con el propósito de analizar sus dinámicas sociales que alteran la relación que los ciudadanos tienen con el espacio público. Incluso, no hay investigaciones que se centren exclusivamente en “Esta es una Plaza” ni “El Campo de Cebada”, aunque ambos espacios son fundamentales para sus barrios y sus habitantes. Sin embargo, en esta investigación, quisiera ofrecer una visión más desarrollada de cómo construir estos sitios culturales e inclusivos en el contexto madrileño, cómo son capaces de influir en la perspectiva de los participantes hacia la ciudad y de la importancia que tiene para el barrio ofrecer un espacio público que fomente una relación íntima entre el espacio público y el ciudadano y que, a su vez, estimule la creación de una identidad colectiva. Para realizar esta investigación, en el primer capítulo, de carácter teórico, plantearé la condición urbana contemporánea bajo el sistema neoliberal, en conjunto con las ideas de Andy Merrifield, que influye mucho en la dinámica social y espacial de las grandes ciudades. Además, en diálogo con Delgado, Castells y Harvey, me enfocaré en lo que significa el espacio público, cómo las prácticas neoliberales se manifiestan en el espacio urbano madrileño y la noción lefebvriana del “derecho a la ciudad”, surgida en París en los años 70, pero que ahora se aplica a las movilizaciones sociales madrileñas centradas en el uso y en la reclamación del espacio público.



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En el segundo capítulo reflexionaré sobre el ámbito social, económico y político tras la crisis financiera de 2008 en Madrid, con un enfoque en el uso tanto del espacio físico como del virtual y las dinámicas sociales activas en el Movimiento del 15M que fraguaban un sentido de conexión emocional entre los participantes. Destacaré que este movimiento, que abrió la puerta a nuevas tácticas contemporáneas en las reivindicaciones sociales, sentó las bases ideológicas para un surgimiento y una revivificación de los espacios autogestionados y la toma de solares abandonados, así como de la colonización de huecos en el paisaje urbano de Madrid. Por lo tanto, argumentaré en diálogo con Castells que el 15M fue exitoso al lograr su propósito, a pesar de que no incitó un gran cambio inmediato en el sistema. En el tercer capítulo, expresaré la influencia del 15M tras su desintegración en la Puerta del Sol en el activismo madrileño contemporáneo. Además, compararé los métodos de creación, el diseño espacial, el espacio legible y las formas de gestión de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”, para mostrar que ambos espacios, aunque son distintos, forman una parte esencial de la comunidad, donde los ciudadanos se relacionan con estos espacios de una manera única, ya que ellos mismos son los creadores. Este análisis, que coincide con los dos apéndices de fotografías, se centra en mis propias observaciones y reflexiones de los dos espacios autogestionados, los testimonios de los usuarios a través de mis entrevistas y en los vídeos ya producidos que arrojan luz sobre los diferentes matices de ambos. La tendencia de los ciudadanos de establecer espacios autogestionados en Madrid, y otras partes del mundo, está creciendo y los espacios como “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” funcionan como modelos exitosos que unen a los ciudadanos y



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mejoran los barrios. A través de investigaciones como esta, que pueden revelar los matices sociales de los espacios autogestionados, se puede entender mejor los factores que contribuyen a su éxito y cómo estas reivindicaciones del espacio público están afectando positivamente a la relación que los ciudadanos tienen con su entorno. Además, sostengo que más conocimiento y más comprensión de estos espacios ayudarán a cambiar y a adaptar el entorno urbano para que represente y cumpla las necesidades de los ciudadanos.



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CAPÍTULO 1: El poder del espacio En este capítulo investigaré la situación espacial urbana bajo el neoliberalismo. Exploraré lo que se considera el espacio urbano, la condición urbana contemporánea, el espacio público frente al espacio privado, el concepto de “lived space” de Henri Lefebvre y cómo el actual sistema económico afecta y se manifiesta en el espacio público urbano con respecto a la gentrificación, la privatización de propiedad pública y un aumento de la vigilancia y la seguridad dentro del contexto madrileño. Concluiré con un análisis de la noción lefebvriana del “derecho a la ciudad” a través de la síntesis de David Harvey y destacaré que el neoliberalismo y las consecuencias espaciales han provocado un grito de activismo madrileño donde los ciudadanos reivindican su “derecho a la ciudad”.

1.1

La condición urbana global de los centros urbanos en el siglo XXI ¿Cómo se percibe el espacio urbano y qué implica el espacio de “la ciudad”?

Según Erik Bohman y Mattias Forshage, el espacio urbano es “un sistema dinámico compuesto por muchos elementos mezclados que se estorban mutuamente” (34). Todos estos elementos abarcan nuestros círculos de comunicación, las redes tecnológicas, las interacciones interpersonales, la alta cultura, la cultura de masas y todos los factores sociales, económicos y políticos que se unen configurando nuestras perspectivas y aparecen en la forma más pura y densa en el ambiente urbano o en la ciudad. Robert Park, un sociólogo urbano, señala que la ciudad es: Man’s most consistent and on the whole, his most successful attempt to remake the world he lives in more after his heart’s desire. But, if the city is the world which man created, it is the world in which he is henceforth condemned to live. Thus, indirectly, and without any clear sense of the nature of his task, in making the city man has remade himself. (3)



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Por lo tanto, como esta cita muestra, los ciudadanos no solo son los productores de sus ciudades sino además son productos de su entorno. Hay una dinámica activa entre los ciudadanos y el organismo vivo que es la urbe y, aunque es una lucha constante, los ciudadanos tienen que reconstruir y reinventar la ciudad si no están satisfechos en la que viven o si no se identifican con ella. David Harvey enfatiza esta idea cuando afirma que la ciudad no está divorciada de las cuestiones referentes a la identidad de sus habitantes, qué tipo de personas quieren ser, qué tipo de relaciones quieren tener, qué valores estéticos tienen importancia en sus vidas y qué condición de vida desean vivir (Rebel Cities 4). En este sentido, la libertad de hacernos y rehacernos a nosotros mismos a través de la reconfiguración de las ciudades es uno de los derechos humanos implícitos, más importantes y más olvidados (Harvey Rebel Cities 4). En esta sección, explicaré algunas perspectivas sobre el ámbito urbano contemporáneo con respecto a la condición urbana global bajo el neoliberalismo con el fin de contextualizar el espacio metropolitano y el surgimiento de la acción política en la esfera urbana. En su análisis del ámbito urbano y la cuestión urbana global, Andy Merrifield prefiere emplear el término “urban fabric” en lugar de “cities” porque para él, la palabra “urban” es más abstracta y encapsula mejor cómo la urbanización de territorios es un proceso que se manifiesta “in undergrowth as well as overgrowth, in abandonment as well as overcrowding, in underdevelopment as well as overdevelopment” (x). Además, Merrifield plantea que las propiedades de “fabric” refleja cómo “[it] stretches to envelop everywhere, irrespective of whether we see it physically embodied in bricks and mortar, in steel and concrete, in stuff we tend to normally associate with the constitution of cities” (x). Merrifield destaca la diversidad de los espacios urbanos y cómo ahora, en el



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siglo XXI, dentro de este “urban fabric”, las periferias y los centros están en un proceso de constante progreso y retroceso, donde las periferias se están convirtiendo en los nuevos centros urbanos, mientras que los centros están mutando en territorios más periféricos (xi). En las palabras de Harvey, “the city is manifestly a complicated thing” que está en flujo y cuyo ritmo depende de una serie de factores económicos, sociales y políticos (Social Justice 22). A consecuencia de estos factores y las fuerzas de la urbanización, se establecen una serie de divisiones y conexiones entre los ciudadanos del mundo (Merrifield xi). La metáfora de la ciudad o el espacio urbano como un organismo vivo se aplica al debate de la condición urbana global y Merrifield reafirma esta idea cuando plantea que “the urban needs to be theorized as a tissue with capillaries and arteries through which blood and energy circulate to nourish this tissue, to keep its cells alive, or sometimes to leave them partly dead from under-nutrition or blockage” (41). Esta comparación refleja la complejidad del espacio urbano y “[its] networked patterning, its mosaic and fractal form, stitched together with pieces of loose fabric; an organism massively complex yet strikingly vulnerable” (Merrifield 41). Este organismo es creado por la sociedad que fija las leyes, tiene los medios para construir la infraestructura, hace el diseño urbano y vive dentro del espacio urbano aunque, una vez creado, los ciudadanos pierden el control directo sobre el organismo, ya que las fuerzas económicas, políticas y sociales son las que tienen el poder o la decisión final. Antonio Miranda afirma el control y el poder de estos factores económicos cuando sostiene que la ciudad es una “estructura económica” (13). Harvey defiende la importancia de nuestro entorno espacial cuando nota que “the way space is fashioned can have a profound effect upon social processes” y que “the



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shaping of space which goes on in architecture and, therefore, in the city is symbolic of our aspirations, our needs and our fears” (Social Justice 24, 31). Asimismo, Harvey argumenta que la manipulación de las formas espaciales en las ciudades puede producir una variedad de significados simbólicos y que “[the] man-made environment takes on meaning for its inhabitants” de la misma manera que los edificios, por ejemplo, pueden representar el orden social y las formas de los procesos sociales que ocurren dentro de ellos (Social Justice 31). Teniendo esto en cuenta, la organización y la construcción de una ciudad entera es capaz de reflejar y representar el orden social y los procesos sociales que ocurren en ella y, de ahí surge la pregunta: ¿qué ocurre cuando el espacio urbano de la ciudad no es un reflejo apto de las aspiraciones, las necesidades y los temores de los ciudadanos? La respuesta a esta pregunta, una pregunta que refleja la condición urbana global en los centros contemporáneos bajo el neoliberalismo, está en las calles y en las plazas de muchas de las ciudades del mundo donde los habitantes, que ya no tienen control sobre su propio espacio ni sobre su estado de bienestar, participan en un contragolpe ante el sistema neoliberal que ha reestructurado el espacio urbano para su propio beneficio. La ciudad y el espacio urbano es el lugar de nacimiento del capitalismo y neoliberalismo que facilita la acumulación de capital, pero, al mismo tiempo, es el ámbito para la lucha social y la lucha de clases sociales (Merrifield 1). En la batalla para restablecer su presencia y su control en el espacio urbano, los ciudadanos tienen que penetrar en los capilares y las arterias del poder urbano y en la opulencia del organismo de la urbe y entrar en las redes globales para interrumpir la circulación y la reproducción de capital así como “to unwind its variable webbing and fixed infrastructure, to occupy



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its nodes at the most powerful points, while… decoupling the system’s weakest links” (Merrifield 41-42). Bajo el sistema neoliberal, las ciudades se han convertido, según Merrifield, en “microcosmic parasitic entities embedded in a macrocosmic urban system” controladas por “a ruling class that sees cities as purely speculative entities, as sites for gentrifying schemes and upscale re-developments, as machines for making clean, quick money in, and for dispossessing erstwhile public goods” y mientras esta minoría de la sociedad saquea el espacio urbano en su propio beneficio, la mayoría de los ciudadanos sufren las consecuencias (38). En todo el planeta este “neoliberal market economy” está extendiéndose pero los ciudadanos globales resisten y siguen luchando como “territorial foot soldiers, as relative surplus populations sharing a common language and, significantly, a common enemy”, lo que Merrifield compara con una guerra civil urbana (41). Merrifield destaca las ideas de Lefebvre cuando afirma que esta batalla global contra la condición urbana contemporánea bajo el neoliberalismo requiere nuevas tácticas urbanas para infiltrarse en el sistema y reivindicar el poder del ciudadano sobre su entorno, como la disrupción de la economía y la producción de capital dentro del ámbito urbano (Merrifield 42). Louis Auguste Blanqui, un sociólogo y activista francés del siglo XIX, reconocía que el espacio urbano, en el contexto de La Comuna de París, no solo es “the theatre of confrontation” sino que también es “the means and stake in an insurrection” y el campo de batalla de una guerra de guerrillas que construye barricadas y ocupa espacios estratégicos (Merrifield 43). El espacio urbano fundamental para esta reclamación de derechos es el espacio público que Judit Bodnar plantea que es “peculiar



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to cities; ... [and is] the clearest expression of the urban predicament, the tension between the physical proximity and moral remoteness of city dwellers” (2091). El espacio público es importante al afirmar los derechos porque crea una plataforma abierta e igualitaria donde no haya nada con que separar a los ciudadanos. Merrifield defiende que la eliminación de las barricadas simbólicas entre los ciudadanos en este ámbito permite la creación de nuevos espacios de movilización y “new agoras for assemblies of the people” que, por consiguiente, continúa la lucha contra esta condición urbana (43).

1.2

El espacio público y “lived space” El espacio público tiene un rol fundamental en el establecimiento de un contexto

para la interacción social entre ciudadanos, la creación de un sentido de comunidad y de una plataforma para proclamar o reivindicar los derechos de los ciudadanos, pero ¿cómo se define el espacio público? Cómo se percibe suele depender de la propiedad del espacio, del control, del acceso así como del uso, pero también depende del área de estudio, ya que los sociólogos urbanos, arquitectos, urbanistas y geógrafos se enfocan en distintos atributos (Mehta 54). En esta sección, analizaré el espacio público, la importancia que tiene dentro de la ciudad, los factores que influyen en la calidad del espacio público y en qué medida coincide con la noción de “lived space” de Henri Lefebvre. En su libro, El espacio público como ideología, Manuel Delgado hace referencia al espacio público como un lugar donde “se materializan diversas categorías abstractas como democracia, ciudadanía, convivencia, civismo, consenso y otros valores políticos” (20). Este autor afirma que el espacio público conecta los hilos de la sociedad de una manera imprescindible y es esencial para la vida urbana contemporánea (Johnson, Glover

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191). Jane Jacobs sostiene esta importancia cuando plantea que “streets and their sidewalks, the main public places of a city, are its most vital organ” (29). Para esta investigación, el espacio público tiene que ver con el acceso y la propiedad del espacio. Es un lugar que pertenece al gobierno o ayuntamiento que, en principio, no limite su acceso o uso a los ciudadanos. En otras palabras, es el espacio “that is not controlled by private individuals or organizations, and hence is open to the general public” (Madanipour 144). Ejemplos de este tipo de espacio incluyen (pero no solo): parques, plazas, las aceras, los callejones y las calles. Los espacios públicos siempre han tenido un rol importante en la construcción y la función de las sociedades. Vikas Mehta plantea que históricamente los espacios públicos en el ámbito urbano “were used as spaces to serve basic survival, communication and entertainment needs and to perform several political, religious, commercial, civic and social functions”, y aunque en el siglo XXI este rol ha disminuido debido a la privatización del espacio y la tendencia a utilizar el ámbito virtual, el espacio público todavía cumple una multitud de estos usos y funciones y los habitantes aún dependen de estos lugares para las actividades sociales y de ocio, los usos prácticos, la política y como lugar de reunión y encuentro (55). Los usos más relevantes del espacio público para esta investigación son cómo facilita la interacción social, la creación de un sentido de colectividad e inclusividad y cómo funciona como una plataforma para la expresión de ideas y opiniones, así como para la reivindicación de los derechos y de la democracia. En las sociedades democráticas el espacio público funciona como un puente entre el Estado y los ciudadanos en que es, según Delgado, “el lugar en que se ejercen los



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derechos de expresión y reunión como formas de control sobre los poderes y el lugar desde el que esos poderes pueden ser cuestionados en los asuntos que conciernen a todos” (37-38). Además, este espacio representa un territorio de mediación entre la sociedad civil y el Estado (Delgado 33). Esta conexión tiene sus raíces en el orígen de la democracia en la Grecia antigua, donde la plaza central o el ágora era el espacio principal para la política y la toma de decisiones (además de ser un espacio económico para el intercambio de mercancías) (Merrifield 9). Marshall Berman defiende la importancia del espacio público en la esfera política de la sociedad contemporánea cuando plantea que los ciudadanos no solo necesitan incitar cambios en el sistema político y social, sino que también requieren su propio lugar “[to] come together freely to do it on their own” (citado en Mehta 55). Este espacio facilita la apertura de un diálogo político inclusivo entre ciudadanos donde pueden entablar debates e intercambiar opiniones, es decir, todo lo que es clave en la creación de una democracia. Además, el espacio público suele ser el lugar donde la indignación política y los sentimientos de descontento hacia el Estado se materializan. Amanda Johnson y Troy Glover abogan por la idea de que el espacio público debe ser visto como una construcción social que afecta a nuestras prácticas y percepciones sociales y espaciales (195). Esta noción refleja que el territorio público facilita y fomenta la interacción social porque crea un sitio físico y abierto para reuniones entre personas. El ámbito público tiene una diversidad de usos sociales y las cuatro funciones sociales identificadas son: un área para la vida pública, un espacio de encuentro para distintos grupos sociales, un lugar donde mostrar los símbolos y las imágenes de la sociedad y que, además, funciona como parte del sistema de comunicación entre las actividades urbanas



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(Thomas 210). Las calles, los parques, las plazas y otros espacios públicos ofrecen otra dinámica social para el ciudadano donde se puede participar, interactuar, compartir experiencias y estar con personas fuera del círculo más cercano. Además, la falta de barreras y mecanismos de exclusión hacen que los lugares públicos tengan la capacidad de ser “the stage upon which the drama of communal life unfolds” en que se fomentan la colectividad y la inclusividad (Carr et al. 3). Según Jack Byers, “a city cannot be healthy if its built environment is constructed in a manner that prevents social interaction” porque la comunicación y el intercambio activo de información son dos factores que distinguen la ciudad y el espacio urbano de otros espacios (citado en Johnson, Glover 194). Por lo tanto, la existencia del espacio público en la esfera urbana, que estimula relaciones sociales entre ciudadanos, determina el florecimiento y la calidad de la ciudad. Kathleen Lloyd y Christopher Auld reafirman esta relación cuando declaran que “the value of space is in its potential to facilitate, among other things, opportunities for social interaction and shared cultural values and meanings” (347). El espacio público tiene el poder de afectar y guiar muchos ámbitos de la sociedad urbana, pero al mismo tiempo, su calidad y su uso dependen de varios factores. Mehta establece un método para evaluar el espacio público y el criterio para esta evaluación estaba basado en la descripción de Carr et al. de un espacio “ideal” que es “responsive, democratic and meaningful” e incluye los siguientes factores: la inclusividad, la seguridad junto con la comodidad y la posibilidad de producir placer en los usuarios y la capacidad para desarrollar actividades significativas (Mehta 57). Mehta sintetiza el espacio público “bueno” como “accessible and open, ... meaningful in its design and the



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activities it supports, [a place that] provides a sense of safety, physical and environmental comfort and convenience, a sense of control, and sensory pleasure” (57). La inclusividad es un elemento importante en la evaluación de la calidad de un espacio público urbano por razones claras. Si el espacio limita a los usuarios o si los usuarios disuaden o marginalizan a un grupo de personas que puede participar en el espacio, el lugar deja de ser un espacio “público” y abierto a todos. Mehta sostiene que el espacio público ideal sería accesible a todos y fomentaría la participación aunque, en realidad, la situación es más compleja. Delgado también hace referencia a este espacio público idealizado cuando destaca que puede ser visto como “un proscenio en el que se desearía ver deslizarse a una ordenada masa de seres libres e iguales que emplea ese espacio para ir y venir de trabajo o de consumir y que, en sus ratos libres, pasean despreocupados por un paraíso de cortesía” (58; 20). Sin embargo, la realidad contemporánea es que “unconditional universal access to public space is almost impossible” y que “even when public space is completely accessible to all, certain user groups tend to discourage others” (Mehta 54). Miranda explica esta situación de exclusión y determina que un espacio público puede ser calificado como “fraudulento” si hay factores que impiden “su valor universal” o “si [el espacio] excluye a los previamente excluidos: mendigos, prostitutas, inmigrantes, perdedores, etc.” (14). Por consiguiente, el espacio público puede ser considerado un territorio polémico con respecto a la inclusividad de sus usuarios, aunque es posible evaluarla a través de un análisis de la diversidad de los participantes y la dinámica entre los usuarios, tanto como de una investigación de la accesibilidad al espacio.



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La seguridad de los espacios públicos incluye su comodidad así como su capacidad de producir satisfacción en los usuarios y es citado como una de las principales preocupaciones del usuario en la decisión de ir a un sitio, ya que los ciudadanos no asumen el riesgo si se sienten en peligro (Mehta 60). La comodidad y el placer producido en un lugar depende de varios elementos. Mehta explica la importancia de la protección de los elementos naturales, como el sol, la lluvia o el viento y también hace referencia a la importancia del diseño del espacio público que puede proveer al usuario de la comodidad (en la incorporación de muebles o mesas, por ejemplo) (61). Además, los espacios que crean una sensación de protección a los usuarios y que muestran una diferencia evidente entre el interior y el exterior (o dentro y fuera) son considerados psicológica y fisiológicamente cómodos porque a los seres humanos les gustan los espacios con “a sense of enclosure” (Mehta 68-69). Desde la perspectiva de la seguridad, Jane Jacobs señala los siguientes tres factores que ocurren en espacios y calles seguros: límites claros entre el espacio privado y público, muchos “eyes upon the street” de personas, que ella llama “the natural proprietors of the street” o los usuarios frecuentes, y un flujo continuado de personas (35). Un espacio público con mucha actividad suele ser un espacio seguro, mientras que un espacio vacío o poco visitado tiene más probabilidad de no ser seguro (Jacobs 34). Por lo tanto, la seguridad de un sitio público depende de la actividad que ocurre allí y del flujo de usuarios. Entre los varios elementos que contribuyen a esto, la capacidad de ser un lugar que desarrolla actividades significativas y un espacio que encarna “meaningfulness” son fundamentales. Según Mehta, “place meaning is a complex phenomenon influenced by both individual and collective experiences and by the narratives of places that help construct



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place identity” (58). La capacidad compleja de un espacio de ser simbólica o culturalmente significativa conecta con el concepto de “lived space” de Henri Lefebvre. Lefebvre mantiene que este concepto refleja el espacio de todas las actividades cotidianas de los participantes o “the space of the everyday activity of users” que contradice con el espacio abstracto, geométrico, y formulado por los expertos como arquitectos y urbanistas (Vilaseca 120). Un espacio que refleja esta noción genera, intrínsecamente, “meaningfulness of that space” o “its ‘placefulness’” (citado en Feinberg 22). “Lived space” se refiere a un sitio controlado por los usuarios y no por las fuerzas exteriores como el Estado. Visconti et al. plantean que el espacio público es un contexto para un “repository de collective meanings, and as a stimulus for a sense of belonging” y un espacio que estimula la diversa participación de los usuarios, fomenta la familiaridad y la seguridad, satisface las necesidades cotidianas, promueve la creación de actividades y experiencias colectivas y no excluye a los ciudadanos. Es un espacio que encarna “lived space” y refleja un “buen” espacio público según el criterio de Mehta (521). La noción lefebvriana de que la esencia de la vida urbana está encarnada en “lived experiences” y a través de “lived qualities” refleja el poder del espacio público como un ámbito urbano donde estas experiencias florecen, crecen y tienen la oportunidad de inspirar a las personas.

1.3

El neoliberalismo en el espacio público urbano y el “derecho a la ciudad” En teoría, los pilares principales del neoliberalismo se basan en los derechos del

individuo, como la libertad, el libre mercado, así como los derechos de propiedad privada y en la creencia de que el libre comercio y “unencumbered markets” son necesarios para el crecimiento económico y el avance hacia la plenitud humana (Harvey “Neoliberalism”

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22). En realidad, estas prácticas económicas y políticas bajo el disfraz de la “búsqueda de libertad” provocan una serie de consecuencias graves en cada sector de la sociedad, no solo en la economía sino en las divisiones de trabajo, la vida cotidiana, el estado de bienestar, los programas sociales y las maneras de pensar. David Harvey lo caracteriza como una fuerza política destructora que surgió a finales de los años 70 bajo los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y se extendió como un maremoto por todos los continentes, alterando y eliminando las prácticas económicas y políticas establecidas anteriormente y que habían garantizado un estado de bienestar para los ciudadanos (“Neoliberalism” 23). Con estas prácticas, el papel del Estado se altera completamente y ya no es un garante de los derechos y necesidades de la población, sino que se convierte en un mecanismo para crear y facilitar un buen ámbito para el mercado y el sector privado que, en consecuencia, restaura el poder económico, social y político a las élites capitalistas (Harvey “Neoliberalism” 31, 35). Harvey destaca que los cuatro elementos fundamentales del neoliberalismo son: la privatización de todos los derechos sociales, la financialización junto con la desrregulación, la redistribución del Estado y el manejo o la manipulación de las crisis (con las medidas de austeridad y la acumulación capitalista a través del desposeimiento) (35-39). Un ámbito donde se ven todos estos elementos y sus consecuencias está en el espacio urbano. La ciudad del siglo XXI invadida por las prácticas neoliberales está en un proceso de transmogrificación, ya que el mercado y el Estado rigen y priman el valor económico del uso del espacio sobre su valor social, fundamental para una ciudad. El Estado pasa por alto la importancia del espacio para la salud social de los ciudadanos y no reconoce que la noción de ciudad



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dependa del “espacio verdaderamente común y político” y “el espacio civil de encuentro y sinergia” y si no existe, no hay ciudad (Miranda 13). Los impactos del sistema neoliberal se extienden por todo el mundo con la difusión de la ideología y todas las ciudades penetradas comparten los mismos efectos. En esta investigación, analizaré la situación neoliberal en la ciudad de Madrid que, como otras ciudades, arrastra las cicatrices de varias décadas bajo el sistema neoliberal, pero los últimos diez años han sido los más duros, particularmente dentro del ámbito urbano con un aumento de la privatización de espacios públicos, la deshistorización de los barrios antiguos y la gentrificación que causa la segregación espacial. En esta sección, explicaré cómo se manifiestan estas prácticas neoliberales en el espacio urbano madrileño con un enfoque en las consecuencias de la privatización del espacio público, la gentrificación, la reapropiación capitalista del territorio y el aumento de vigilancia, seguridad y control en el espacio público. El espacio urbano madrileño del siglo XXI está aguantando, lo que Miranda considera, una “mutilación” por causa del neoliberalismo donde lo “común” se está convirtiendo en lo privado y, por consiguiente, la ciudad deja de ser una ciudad y se transforma en una ciudad “fantasma” (11). Teresa Caldeira defiende esta caída del ámbito urbano y propone que el aumento de la seguridad pública, la vigilancia civil y la privatización promueven la noción de la destrucción o la muerte del espacio público en el ámbito urbano (Pereira 161). Olavo Avalone Neto y Jun Munakata resumen lo que está ocurriendo en los espacios públicos bajo las prácticas neoliberales cuando destacan: In recent decades, the production of public spaces, such as plazas and squares, has been gradually transferred from the public to the private sector through government policies of exchanging floor area ratio for the provision of publicly



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accessible spaces. When unregulated, these policies allow for the design of spaces that will become neglected or underused and with no public function”. (548) Por consiguiente, esta “reapropiación capitalista de la ciudad”, que convierte lo público en lo privado para hacerlo productivo económicamente, hace del espacio público urbano un ámbito cada vez más controlado y más pequeño (Delgado 20). La privatización es una de las fuerzas neoliberales más poderosas en esta batalla urbana por “lived space” y un espacio para ejercer la ciudadanía. Además, según Delgado, impide nuestros “derechos democráticos fundamentales —el del disfrute de la calle en libertad, el de la vivienda digna y para todos, etc.— y la desarticulación de los restos de lo que un día se presumió Estado del bienestar” (20-21). Estos procesos de privatización se manifiestan en la ciudad a través de varias maneras; el Estado puede vender directamente el territorio al sector privado, como en el caso de muchos espacios en el centro de Madrid que el Estado no podía renovar o construir por falta de fondos, vender una parte de un espacio público para la publicidad, por ejemplo, el caso de “Vodafone Sol” donde el Estado español recibió 3 millones de euros de la empresa por cambiar el nombre de uno de las líneas de metro más importantes en 2013 durante tres años, o vender el mantenimiento de un territorio estatal donde, según Álvarez Lombardero, “el capital privado pasa a hacerse cargo del espacio público convirtiéndose en propiedad privada a pesar de estar abierto al uso de todos los ciudadanos” (Rushton). En esencia, todas las formas de privatización alteran la identidad natural de la ciudad y su capacidad de fomentar el colectivismo, la interacción entre ciudadanos y un espacio político capaz de penetrar en el sistema neoliberal. De la misma manera que la privatización, la gentrificación es otro proceso neoliberal que afecta a la urbe y dar lugar a la segregación espacial que conlleva más consecuencias sociales. Mark Davidson y Loretta Lees identifican gentrificación como un



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proceso de “reinvestment of capital, social upgrading of locale by incoming high-income groups, landscape change and direct or indirect displacement of low-income groups” (1170). En la ciudad de Madrid, varios factores han influido en la difusión del proceso de gentrificación que incluyen la reestructuración de las políticas de inversión por parte del Estado y las iniciativas privadas con el propósito de aumentar la inversión de capital en las actividades culturales, comerciales y de los bienes inmuebles, la “turistificación” del centro así como la promoción de las industrias creativas (Sequera, Yanoschka 375, 381). El turismo y estas industrias creativas, que son las principales fuentes de crecimiento económico en Madrid, crean una necesidad de proyectos nuevos de renovación para satisfacer a la industria, pero con esta renovación urbana, los precios del suelo suben y directa o indirectamente expulsan a los ciudadanos que ya no se pueden permiten vivir allí (Sequera, Yanoschka 381). En esencia, este proceso del proyecto neoliberal causa la “conversión de grandes sectores del espacio urbano en parques temáticos”, la erradicación de la historia de los barrios históricos y la modificación de las necesidades de la vida social con la separación, la segregación de la población, así como, según Mehta, “[the] filtering both of uses and users” (Delgado 20; 56). Neil Smith defiende que “la principal clave de la gentrificación es que implica no solo un cambio social sino también, y a escala de barrio, un cambio físico en las características del parque residencial y un cambio económico en el ámbito del mercado de vivienda” (citado en Rodríguez, Puga, and Vázquez 274). En Madrid, los barrios de Las Letras, Malasaña y Chueca son tres zonas centrales madrileñas que han sido sometidas a este proceso intensivo de gentrificación, evidente a través de las características físicas (como la alta cantidad de tiendas de bienes de lujo, la falta de supermercados, etc.) (Sequera y



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Yanoschka 375). En estos barrios ejemplares, el enfoque evidente en el comercio y el turismo provoca, por lo tanto, un desplazamiento de personas, la segregación económica y la desigualdad social. Teniendo esto en cuenta, no es sorprendente que una investigación sobre la desigualdad socioeconómica y la segregación económica entre 2001-2011 en las capitales de Europa declaró Madrid como la ciudad más segregada económicamente (Florida). Richard Florida plantea esta segregación económica como consecuencia de la gentrificación diseminada y de la crisis de 2008 que afectó mucho al espacio urbano y nota que “socioeconomic segregation in Madrid is expanding and increasing in the suburbs, where wealthy residents reside, while the poor and disadvantaged remain increasingly concentrated in the city’s central districts”. La privatización y la gentrificación en la ciudad neoliberal madrileña provocan una serie de tácticas de control espacial por parte del Estado y del sector privado. Estas medidas incluyen la instauración de videocámaras (C.C.TV.) y la aprobación de leyes que controlan el espacio público, como la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015. Las repercusiones de estas medidas repercuten en el uso del espacio urbano por los ciudadanos y altera la dinámica entre ellos y su entorno. Madrid, después de veinte años de la presión por parte del gobierno municipal conservador, comenzaba a introducir mecanismos de vigilancia y control como una estrategia de “segurización” y ahora hay cámaras municipales en los barrios de Lavapiés y Triball (zona de Malasaña) así como la Plaza Mayor, la Puerta del Sol y la calle Montera (Limón 185). Además, la vigilancia viene del sector privado, así que el territorio total bajo controlaumenta (Firmino, Duarte 748). Por consiguiente, Dan Farmer y Charles C. Mann defienden que “surveillance will become so ubiquitous, networked, and



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searchable that unmonitored public space will effectively cease to exist” (citado en Firmino, Duarte 748). Se puede argumentar que estas tácticas de vigilancia, como las cámaras recaudatorias para controlar las infracciones de tráfico y las que están vigilando varios barrios, ayudan a la seguridad de la ciudad, pero el control de C.C.TV. no está intrínsecamente relacionado con el control del crimen y, en el caso de Lavapiés, antes de la instalación de las cámaras, el barrio tenía un índice de criminalidad por debajo de la media (Sequera, Janoschka 386). Otra manera en que el Estado controla activamente el espacio es a través de la legislación. Un ejemplo contemporáneo de este control es la aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana o la “ley mordaza” en 2015 que se define por una serie de puntos que restringen la libertad para protestar, manifestarse y ejercer el derecho al espacio público. Los que no observen la ley podrían ser sancionados con multas de entre 100 euros hasta los 600.000 (Calvo). Las siguientes conductas restringidas tienen relación con el “derecho a la ciudad” así como el derecho a “lived space” y muestran cómo el sistema neoliberal está reestructurando y controlando las fuentes públicas de poder (por ejemplo, el espacio como una herramienta de cambio social): “negarse a disolver reuniones y manifestaciones en lugares de tránsito público cuando lo ordenen las autoridades competentes cuando concurran los supuestos del artículo 5 de la Ley Reguladora del Derecho

de

Reunión”,

“manifestaciones

no

comunicadas

o

prohibidas

ante

infraestructuras críticas”, la agrupación de gente con el propósito de impedir la ejecución de desahucios, “la celebración de manifestaciones sin comunicar a las autoridades”, “la ocupación de casas y la venta ambulante no autorizada” y “causar desórdenes en la calle u obstaculizarla con barricadas” (Calvo).



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Estos instrumentos de vigilancia y control cambian la conexión que los ciudadanos tienen con el ámbito urbano público porque sus relaciones ya no son naturales ni espontáneas. La falta de privacidad promueve un comportamiento específico, estandarizado y regulado por el Estado y, en consecuencia, el espacio público se convierte en un espacio que no cumple las necesidades cívicas (Sequera, Janoschka 387). José Luis Lozano Jiménez reflexiona sobre el impacto de estas medidas y denuncia que el espacio urbano “se ha convertido en un paisaje panóptico de observación de la vida real”, y esta realidad “effectively distribute[s] and segregate[s] individuals and their activities across space” (149; Sequera, Janoschka 387). Harvey defiende que la ola de “destrucción creativa” de las prácticas neoliberales, que se han extendido por todo el mundo, no tiene parangón en la historia del capitalismo, pero lógicamente, las secuelas no han ocurrido sin resistencia y sin una búsqueda constante por buscar alternativas o de resistencia al sistema (“Neoliberalism” 39). En el siglo XXI, dentro del ámbito urbano, los ciudadanos están en un proceso de reivindicar sus derechos sociales o el “derecho a la ciudad”, una noción acuñada por Henri Lefebvre en 1968 durante las protestas estudiantiles y sindicales en París contra el capitalismo. Lefebvre reflexiona sobre la noción “como llamada, como exigencia”, y para él, este derecho no es meramente el “derecho de visita o retorno hacia las ciudades tradicionales”, sino el “derecho a la vida urbana” y es fundamental para el ser humano porque la sociedad depende del entorno (El derecho 138). Desde su perspectiva, la urbe y el concepto de la ciudad son imperativos como espacios que ayudan a cumplir las necesidades de los seres humanos como “la necesidad de ver, de oír, de tocar, de gustar, y la necesidad de reunir estas percepciones en un ‘mundo’” (Lefebvre El derecho 123-124).



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El entorno urbano afecta tanto a la vida social y al bienestar de los seres humanos que, según Lefebvre, los ciudadanos o la clase obrera tienen que convertirse en “agente[s], vehículo[s] o apoyo[s] social[es]” si la ciudad es incapaz de cumplir sus necesidades (El derecho 138). Si los ciudadanos no sienten que tienen poder sobre su entorno, tienen que reivindicarlo y afirmar su “derecho a la ciudad”. Peter Marcuse interpretó el concepto como “el derecho a vivir en una sociedad donde todas las personas tienen la misma libertad para satisfacer sus propios deseos y donde todos reciben apoyo para hacerlo”, mientras que Harvey sintetizó las ideas de Lefebvre como la necesidad y el derecho de movilizarse así como moldear la ciudad para que represente a los usuarios porque “it is a right to change and reinvent the city more after our hearts’ desire” y es un derecho colectivo, no solo del individuo, porque la ciudad y la sociedad dialogan con todos los ciudadanos (“Los derechos” 92; Rebel Cities 4). Harvey elabora y plantea que “to claim the right to the city… is to claim some kind of shaping power over the processes of urbanization, over the ways in which our cities are made and remade, and to do so in a fundamental and radical way”, que es una noción particularmente clave y relevante en el siglo XXI con la propagación y difusión extendida del neoliberalismo. Este sistema incita a la movilización ciudadana en las ciudades afectadas con el propósito de reivindicar el derecho a la ciudad porque los ciudadanos se dan cuenta de que la privatización de espacios públicos, la gentrificación de los barrios que causa la segregación espacial y la vigilancia que altera la dinámica social de los espacios públicos no funcionan para la mayoría de la población y que hay que afirmar el poder del espacio y exigir un cambio. Para resumir, terminaré con una cita lefebvriana que recapitula la necesidad de recrear y



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reestructurar el sistema neoliberal, cuyas consecuencias impiden “lived space” en la ciudad de Madrid. Lefebvre plantea la necesidad de: Imagine and reconstitute a totally different kind of city out of the disgusting mess of a globalizing, urbanizing capital run amok. But that cannot occur without the creation of a vigorous anti-capitalist movement that focuses on the transformation of daily urban life as its goal. (Citado en Harvey Rebel Cities xvi)



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CAPÍTULO 2: El 15M, la relación con el espacio y la producción de una identidad colectiva En este capítulo, analizaré y situaré el Movimiento del 15M dentro del contexto sociopolítico y económico en España en el siglo XXI con un enfoque en los logros del movimiento, su herencia cultural, el uso del espacio y la creación de una comunidad compartida afectiva que cede a una identidad colectiva. Arrojaré luz sobre la influencia de este movimiento en el escenario español contemporáneo para poder identificar las intersecciones y las similitudes entre el 15M y la construcción y función de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” en Madrid, con el propósito de analizar su florecimiento y sus dinámicas internas porque tienen características en común. Las tensiones económicas, políticas y sociales que surgieron con la crisis financiera en 2008 en conjunto con las consecuencias de un modelo gubernamental neoliberal bajo el PSOE y el PP (bipartidismo imperante desde la Transición) que impulsó medidas de austeridad como un “remedio” para la crisis, llegaron a un punto de ruptura en la primavera de 2011. La indignación e insatisfacción de los españoles se evidenciaban en las cifras del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de los años previos a 2011 que reflejaban una “creciente desafección de la ciudadanía frente al sistema parlamentario y un deterioro notable de la imagen de los partidos políticos” (Romanos y Sádaba 19). Esta desafección inspiró un diálogo entre varios grupos que se involucraban en las luchas sociales y políticas y que “evolucionó rápidamente a un grupo de debate y acción en Facebook con el nombre ‘Democracia Real Ya’” y dentro de otras redes sociales como Twitter y Tuenti (Castells Redes De Indignación 116). Estas redes sociales planearon durante varias semanas una protesta en las calles el 15 de mayo para



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aprovechar las elecciones municipales el 22 de mayo de 2011 (Redes De Indignación 116). Este día, el 15 de mayo de 2011, llegó a marcar el comienzo del 15M , o el Movimiento de los Indignados en Madrid, un movimiento ciudadano social que empezó con una manifestación de 20 mil personas en Madrid, que se había derivado del espíritu revolucionario de la Primavera Árabe y del éxito de las movilizaciones frente a la “connivencia entre banqueros y políticos” en Islandia (Marzolf y Ganuza 92; Castells Redes De Indignación 116). La manifestación que tomó forma en Madrid se extendió por más de 50 ciudades en España con el propósito de reclamar los derechos sociales y políticos así como para expresar la indignación contra los líderes políticos y plutócratas (los llamados “1%”) (Cameron 1). Esta toma de las calles empezó como un acto de indignación frente a las inminentes elecciones, pero se convirtió en un movimiento, que se considera “[el] fruto de un cúmulo de agravios”, cuando docenas de manifestantes en Madrid decidieron quedarse en la Puerta del Sol “debatiendo sobre lo que significaba ‘Democracia real’” (y en los días siguientes, los manifestantes en otras ciudades siguieron el modelo de Madrid y se ocuparon las plazas centrales de sus ciudades) (Candón Mena y Benítez Eyzaguirre 18; Castells Redes De Indignación 116). Hedwig Marzolf y Ernesto Ganuza sostienen que esta decisión de quedarse la noche en la plaza se generó de manera espontánea y que, originalmente, “nadie planeó quedarse a dormir en la Puerta del Sol” y mucho menos crear una comunidad avanzada de acampadas en donde surgieron las comisiones y se establecieron redes de comunicación para conectar más de 100 ciudades españolas, métodos para obtener alimentación y agua e instalaciones sanitarias que podían durar hasta el verano (92; Castells Networks of Outrage 113).



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Las ideas detrás del movimiento que se iniciaron en las conciencias de los ciudadanos se materializaron en una manifestación física en la Puerta del Sol, uno de los lugares más significativos en Madrid ya que encarna una riqueza cultural e histórica y ha sido y sigue siendo el centro geográfico y simbólico para los madrileños como punto de encuentro y lugar de comercio y ocio. Este espacio de la plaza ocupa 10957 metros cuadrados y durante la manifestación se llenaba con los acampados a los que se sumaban grupos de acción social como Juventud Sin Futuro, Estado de Malestar, Juventud en Acción, Plataforma de Afectados por la Hipoteca e individuos de diferentes edades y distintos orígenes que no tenían lazos con los grupos veteranos establecidos (Belver; Candón Mena y Benítez Eyzaguirre 18; Castells Networks of Outrage 111). Las bases y las demandas del movimiento se difundieron a través de las redes sociales como Facebook, Twitter y otros sitios web, pero el elemento más importante en la construcción de una presencia virtual en los principios del movimiento fue la creación de un foro de debate en Facebook que se llamaba “¡Democracia Real Ya!” que luego se trasladó a “democraciarealya.es” (Candón Mena y Benítez Eyzaguirre 19; Castells Networks of Outrage 111). Este foro, sin un líder ni una afiliación política, organizó reuniones en ciudades españolas y el 15 de mayo de 2011 se llevó a cabo una protesta y una marcha que se convirtió en lo que ahora conocemos como el 15M, una comunidad heterogénea virtual y real que reclamaba sus derechos y demandaba una “democracia real” ante el bipartidismo y la situación política de las últimas décadas en la Puerta del Sol (Castells Networks of Outrage 111-112). Según Castells, “las relaciones de poder constituyen el fundamento de la sociedad porque los que ostentan el poder construyen las instituciones de la sociedad según sus



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valores e intereses” y además afirma que estas relaciones de poder están tejidas dentro de nuestra sociedad y, por consiguiente, dirigen la vida cotidiana de la mayoría de ciudadanos (Redes De Indignación 26). Sin embargo, Castells señala que “como las sociedades son contradictorias y conflictivas, donde quiera que haya poder hay también contrapoder” y este contrapoder, según él, reside en la capacidad de los ciudadanos o los “actores sociales” para manifestar y “desafiar al poder incorporado en las instituciones de la sociedad con el objetivo de reclamar la representación de sus propios valores e intereses” (Redes De Indignación 26). Esta reflexión sobre el contrapoder de Castells no se refiere específicamente al Movimiento del 15M (aunque es relevante reseñarlo), sino a todos los movimientos sociales que se generan en sociedades donde las decisiones de los políticos no corresponden a las necesidades de la mayoría. En el caso de España, el poder estuvo en manos de políticos que no representaban a la mayoría de los ciudadanos y el surgimiento del 15M reflejó un contrapoder que quería promover una reconstrucción de los procesos democráticos a través de reformas políticas, expresar un resentimiento compartido hacia los procesos neoliberales que se habían intensificado en los años después de la crisis financiera y criticar la corrupción del PSOE y del PP, así como el mal manejo de la crisis económica (como la implementación de medidas de austeridad) (Cameron 1). Nuestro pensamiento, según Castells, “determina el destino de las instituciones, normas y valores que estructuran las sociedades [y] si la mayoría de los ciudadanos piensan de forma contraria a los valores y normas y reglamentos impuestos por el estado, el sistema cambiará” aunque no cambiará necesariamente según los deseos y valores de los actores sociales (Redes De Indignación 27). Es esta mentalidad revolucionaria y optimista la que alimentaba la lucha social del 15M y que se creó en un



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movimiento que, según Bryan Cameron, vivirá y permanecerá en la memoria política del país como un paso positivo en la lucha para la horizontalidad del poder (1).

2.1

El éxito polémico del 15M En esta sección plantearé la complejidad del movimiento 15M en relación con sus

resultados duraderos. Para hacer esto, subrayaré las distintas perspectivas sobre este asunto y argumentaré que, a pesar de la polémica, el movimiento consiguió el éxito de tal manera que despertó la conciencia y la necesidad de luchar contra el gobierno establecido y el sistema neoliberal, así como empezó a sentar las bases para nuevos imaginarios y nuevas formas de pensar en la sociedad y en la estructura del poder. En su artículo sobre la cultura de la indignación, Cameron plantea algunas preguntas que incitan un discurso sobre la relevancia del 15M en el escenario contemporáneo español y sus posibles efectos perdurables. Cuestiona que la viabilidad del movimiento y sus resultados perduren en el tiempo y pregunta: “what are the political and cultural gains made by these movements?” y “what challenges will they face moving forward?” (2-3). Con respecto a estas preguntas y al logro o a la falta de logro del 15M en el escenario contemporáneo español, hay dos posturas: los que sostienen que el movimiento no consiguió sus deseos ni sus demandas (por varios factores) ya que los “resultados” fueron efímeros y que, en general, el movimiento fue un fracaso al cual le faltó una ideología fija; y otros que argumentan que el 15M fue un movimiento que despertó la conciencia ciudadana, creó una nueva sensibilidad a la hora de pensar en la distribución del poder, estableció una plataforma para nuevos partidos políticos y, sobre todo, influyó en el escenario español de manera positiva desde el 15 de mayo de 2011 (que desarrollaré en detalle en esta parte). Apoyo a los últimos y sostengo que el

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Movimiento del 15M, un movimiento fundamental en la historia de la acción social, planteó nuevos imaginarios para pensar en la sociedad y la estructura del poder y despejó el terreno para que pudiera germinar y crecer más acción ciudadana. Los argumentos de ambas posturas se centran en el concepto del “éxito” de los movimientos, pero ¿cómo se puede definir el éxito de un movimiento social? Defiendo que puede manifestarse en un cambio de pensamiento de los españoles o en la creación de una nueva sensibilidad o manera de percibir la sociedad y no es imprescindible ver cambios tangibles, como la creación de nuevas leyes o un nuevo partido político (aunque el 15M se materializó en la creación de algunos partidos nuevos). Aunque autores como el sociólogo Zigmunt Bauman piensa que el “éxito” se hubiera conseguido si se hubiera trasladado a la creación o la inspiración de una revolución mundial que transformara el sistema del poder, ya que los problemas españoles, según él, “no están confinados al territorio español, sino al globo [y] la presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea” (De Quirol). En mi opinión, este concepto es bastante rígido. No obstante, es importante subrayar las diferencias en la percepción del término para avanzar con el debate entre las ideas de Bauman y los pensadores de la otra postura. Según Cameron, la contribución más importante del Movimiento del 15M fue su capacidad de galvanizar las pasiones de los españoles y estimular las expresiones de insurgencia artística e intelectual que a su vez produjo nuevos imaginarios estables que transfirieron “the proliferation of collective empowerment to the sphere of parliamentary politics” (4). Bauman refuta esta supuesta contribución y destaca que un movimiento social como el 15M solo es “emocional al que le falta pensamiento” y que “si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada, ya que es inestable



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e inapropiada para configurar nada coherente y duradero” (citado en Poma, Gaudone y Gravante 22). Harvey evalúa las interpretaciones de los movimientos sociales y urbanos, como el 15M, y alude a que la perspectiva de Bauman, sobre la falta de confianza en estas acciones sociales para lograr un cambio, es compartida (120). Harvey explica que, “urban social movements are all too often viewed as by definition separate from or ancillary to those class and anti-capitalist struggles that have their roots in the exploitation and alienation of living labor in production” y que, desde la perspectiva marxista, “urban struggles tend to be either ignored or dismissed as devoid of revolutionary potential or significance” (120). Desde su postura, Bauman rechaza que la posibilidad de un movimiento sin líder y sin una plataforma política pueda incitar un cambio o encarnar una potencia revolucionaria. Para Bauman, lo intangible o lo que no puede ser cuantificado, como la creación de una “collective empowerment”, el entusiasmo o las pasiones motivadas, no es capaz de producir cambios perdurables en una sociedad y, por lo tanto, los movimientos como el 15M son fracasos y “devoid of revolutionary significance”. El 15M enfatizaba una estrategia horizontal y colectiva para el gobierno, donde el poder fuera compartido entre clases sociales y, por consiguiente, este enfoque obstacularizaría el modelo neoliberal que mantiene y nutre una democracia representativa donde el poder está en manos de pocos individuos (Cameron 2). Castells reflexiona sobre la importancia de los movimientos sociales, como el 15M, y afirma que la acción social siempre germina en la injusticia y que es “la fuente del cambio social” (Redes De Indignación 33). A través de estas ideas, Castells destaca que la acción reformista contra la causa de la injusticia, en sí misma, es una manera de reafirmar el poder ciudadano y



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dar el primer paso a un cambio positivo en la distribución del poder y, en consecuencia, el 15M ofrecía una herencia social y cultural para España en su enfrentamiento con la clase dirigente. Al igual que Castells, Bauman reconoce la potencialidad de los movimientos sociales para despejar el terreno y provocar los posibles cambios, pero sostiene que los efectos perdurables de la creación de la solidaridad (asociada con el afecto) en estos movimientos son efímeros y fugaces por lo que argumenta (sobre el 15M) que: La gente suspendió sus diferencias por un tiempo en la plaza por un propósito común. Si el propósito es negativo, enfadarse con alguien, hay más altas posibilidades de éxito. En cierto sentido pudo ser una explosión de solidaridad, pero las explosiones son muy potentes y muy breves. (De Quirol) A través de este argumento, es evidente que Bauman solo valora los resultados concretos como signos de éxito del movimiento y aunque este falló en cumplir una reconstrucción de la democracia e incitar cambios concretos, esta visión impide ver los otros resultados importantes que se generaban como consecuencia de esta movilización. Castells nombra esta perspectiva derrotista como el “productivist vision of social action”, donde un movimiento se considera un fracaso si nada concreto se cumple a lo largo de su duración (Networks of Outrage 143). Castells continúa este pensamiento y destaca: By internalizing the productivity imperative, they [los que creen en esta perspectiva] actually engage in a self-defeating perspective in relation to the original goals of deep social transformation. Because if a precise outcome has to be obtained, then there is no way out of the need for a program, a strategy, an organization and an action plan going from A to B. (Networks of Outrage 143) En esencia, esta “productivist vision of social action” de Bauman y otros que critican los logros del movimiento no permite una visión más amplia de los posibles resultados de un movimiento social y se olvida de los efectos “no concretos” que también pueden influir en el entramado cultural y social de manera positiva y permanente. Sobre todo, el



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proceso, no solo el objetivo deseado, es lo que debería considerarse “éxito” y, en realidad, el proceso es el objetivo (Castells Networks of Outrage 144). Una sociedad nueva con una “democracia real” y una reorganización del poder solo puede llevarse a cabo a través de una transformación, y estas no son rápidas y dependen completamente de la acción continua de los actores sociales. Castells señala que estos agentes “place themselves in the long haul, because slowness is a virtue: it allows for self-reflection, makes it possible to correct mistakes, and provides space and time to enjoy the process of changing the world as a prelude to celebrating the new world in the making” (144). La transformación hacia este “futuro mejor” teorético que Castells menciona como el gran objetivo y que Bauman rechaza como una posibilidad inviable, tiene un ritmo que fluctúa, pero si hay diligencia en la población, el proceso nunca cesará porque las raíces de progreso están arraigándose y moviéndose constantemente, vibrando con la semilla de revolución y de cambio positivo (Castells Networks of Outrage 145). El 15M puede ser considerado exitoso si es percibido no en términos de resultados concretos sino como un camino hacia un futuro español más igualitario que logró “tocar la fibra sensible” en las conciencias españolas y cambiar las formas de pensar (como insiste Cameron con la creación de nuevos imaginarios que distancian a la gente de las normas capitalistas y les animan a acercarse a otras prácticas que favorecen a todos en lugar de a una minoría) (4). Castells reafirma este punto de vista sobre el éxito del movimiento y plantea que “the most direct answer is that the true transformation was taking place in people’s minds. If people think otherwise, if they share their indignation and harbor hope for change, society will ultimately change according to their wishes” (Networks of Outrage 142). Así mismo, Harvey señala que aunque los movimientos



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sociales pueden ser efímeros todavía tienen la capacidad de ser poderosos en el ambiente social (116). Para apoyar su argumento, hace referencia a las acciones pasajeras de protesta en contra de la guerra en Iraq, que pueden ser comparables al 15M, y observa que esta acción política, aunque fuera fugaz, “leaves behind a sense that the global urban network is replete with political possibilities that remain untapped by progressive movements” (Harvey 116). Sostengo que esta idea resume la importancia y el éxito del Movimiento del 15M en que la acción política, aunque sea efímera, encarna una capacidad de posibilidades para otra realidad política y social, además hay remedios para los problemas y alternativas al sistema neoliberal, aunque el camino hacia ellas sea complejo y duro. También afirmo que la acción ciudadana del 15M, que finalmente falló con su gran objetivo deseado, dejó huellas que pueden reflejar la esperanza política para el futuro, la fuerte dedicación y el reconocimiento de los ciudadanos frente a un sistema que ellos perciben que está quebrantado. 2.2

La importancia del espacio geográfico en el 15M Un conjunto de factores llevó al 15M al éxito y a su resonancia social en el

entorno español. Como cualquier movimiento social, la comunicación es el factor imprescindible en la difusión de las ideas y en la capacidad de despertar las conciencias, cambiando la manera de percibir el mundo. En el caso del 15M, la comunicación a través de las redes sociales fue lo que encendió la chispa que facilitó el traslado del 15M desde el ámbito virtual a una dimensión material o a un espacio geográfico: la Puerta del Sol. Defiendo que el acto de compartir su mensaje de indignación y de necesidad por conseguir una democracia “real” en un espacio físico promovió la visibilidad del movimiento y, a su vez, estimuló más la participación y permitió un espacio en donde

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una comunidad diversa que compartía ideas contra el mismo objetivo político pudiera florecer y crecer. Además, sostengo que esta nueva visibilidad asociada con las acampadas en la Puerta del Sol (y otras plazas tomadas en España) y los miles de personas de todas las edades, estratos sociales y niveles educativos daban un rostro humano al movimiento que representaba un movimiento establecido por y para los ciudadanos. En esta sección, analizaré con más detalle la importancia de trasladar el movimiento de las redes sociales a la Puerta del Sol, el impacto simbólico de la plaza y cómo este espacio geográfico facilitó la creación de una plataforma para las ideas del movimiento, aumentó la visibilidad y la participación así como creó una identidad colectiva. Según Harvey, “political power therefore often seeks to reorganize urban infrastructures and urban life with an eye to the control of restive populations” que significa que las fuerzas en el poder comprenden la potencia que encarna el espacio público y reorganizan el espacio para controlar la población (117). Esta idea subraya la potencia del espacio urbano y la lucha por el control del espacio entre el poder político y los ciudadanos. Por consiguiente, sostengo que el hecho de ocupar la plaza central en Madrid durante el 15M es un acto que reafirma el control ciudadano en el dominio público. Castells sintetiza esta idea y nota que “el control del espacio simboliza el control de la vida de la gente”, y en esta misma línea, dentro del contexto del 15M, afirmo que este control del espacio por miles de ciudadanos reflejó no solo un cambio en el control del espacio, aunque solo fuera hasta agosto, sino también representó lo que los ciudadanos querían lograr en el movimiento: una redistribución del poder y un sistema



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horizontal donde tuvieran una voz y un control propio sobre sus vidas y sus espacios (Redes De Indignación 32). Los movimientos solo pueden crecer y desarrollarse hasta un punto en las redes sociales y tecnológicas, pero para alcanzar un público más amplio y difundir su mensaje es necesario trasladarse a un espacio físico. Castells propone que un espacio físico es imprescindible para el éxito de un movimiento social y que es esencial “labrarse un nuevo espacio público que no se limite a Internet sino que haga visible en los lugares donde se desarrolla la vida social” (Redes De Indignación 31). En esta cita se plantea la importancia de la visibilidad en el ambiente social a través de un espacio físico, no solo el ciberespacio, y ejemplifica la necesidad de conectar las bases ideológicas del movimiento (que en el caso del 15M se trataba de restablecer los derechos ciudadanos y demandar una democracia “real”) con la vida cotidiana. Con su traslado al centro de Madrid, el 15M hizo visible esta conexión entre los problemas sociopolíticos en la vida social de los ciudadanos y el propósito del movimiento que quería ofrecer una realidad alternativa. Esta conexión facilitaba el aumento de participación que, en consecuencia, daba más poder y más visibilidad al movimiento. La ocupación y las acampadas en la Puerta del Sol permitieron el nacimiento del movimiento en la esfera pública, que antes solo existía dentro de las redes. El espacio virtual funciona como una incubadora en donde las ideas de los movimientos sociales, en este caso las ideas del 15M, pueden formarse y desarrollarse. Además, las redes ofrecen un lugar para un discurso continuo donde las perspectivas están sintetizadas para formular los propósitos y las bases del movimiento, mientras que el espacio geográfico, o la Puerta del Sol, es un lugar donde estas ideas que se han desarrollado y crecido tienen



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su plasmación real. Durante el proceso de germinación en las redes sociales, el 15M no recibió cobertura de la prensa y, según Candón Mena y Benítez Eyzaguirre, este “silencio mediático… animó a los manifestantes a radicalizar sus acciones, acampando en las plazas y difundiendo los acontecimientos del 15M a nivel global” (19). A pesar de que “solo tres de los siete principales diarios llevaron la primera manifestación a portada, y ninguna de ellos como la noticia principal”, en los días siguientes del 15 de mayo de 2011, los medios de comunicación tenían que centrarse en lo que estaba ocurriendo en el centro de la capital porque resultó ser un movimiento tan grande con facciones que surgieron en cada ciudad grande en España y era imposible ignorarlo (Candón Mena y Benítez Eyzaguirre, 19). Ibán Díaz Parra y José Candón Mena proponen que: A la territorialización del movimiento y su primera demostración de fuerza se incorporan nuevos perfiles de activistas, que incluye tanto a una mayoría no politizada previamente como a activistas de la izquierda clásica, en conjunto con una notable heterogeneidad social y demográfica, que dan lugar en la práctica a la emergencia del movimiento como tal, y a la vez se abren nuevos escenarios para el diálogo en las plazas y barrios. (n.p.) Con la consideración de lo que atraen los medios de comunicación, no es sorprendente que esta acción social y territorial con la participación diversa se convirtiera rápidamente en noticias de portada en los periódicos españoles. Además, estos “nuevos escenarios” no hubieran sido posibles si el movimiento se hubiera quedado dentro de las redes sociales que, en consecuencia, una vez más reafirma la importancia del espacio geográfico de la Puerta del Sol en las manifestaciones del 15M. El espacio urbano puede ser percibido como un sitio pasivo o solamente un lugar arbitrario donde surgen los movimientos sociales y políticos, y con solo un breve vistazo a estos movimientos puede parecer que la ubicación no tiene un rol importante, pero, en realidad, es evidente que hay características del medio urbano que son más efectivas que



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otros lugares para las manifestaciones y la acción política ciudadana (Harvey 117). Los actores sociales del 15M, exactamente como los manifestantes en la Primavera Árabe que se situaron en la plaza central de Tahrir en El Cairo meses antes del 15M, organizaron sus acampadas en la plaza central de Madrid, la Puerta del Sol, para aprovechar ciertas características. Castells afirma la importancia de estos espacios urbanos simbólicos, como la Puerta del Sol, y resume lo que estos espacios (y sus características) permiten cuando señala: Al construir una comunidad libre en un lugar simbólico, los movimientos sociales crean un espacio público, espacio para la deliberación que finalmente se convierte en un espacio político, espacio de reunión de asambleas soberanas para recuperar los derechos de representación que han sido capturados en instituciones políticas constituidas en su mayoría para conveniencia de los intereses y valores dominantes. (Redes De Indignación 32) Aparte de la ubicación en el centro geográfico de la capital, su historia como punto de encuentro de los ciudadanos durante siglos, su gran extensión, el hecho de que es un “espacio turístico, comercial y de ocio”, todo aquello que añade simbolismo al sitio del 15M, es el hecho de que la Puerta del Sol es un lugar de intercambio mercantil (y, por consiguiente, un espacio con un significado económico) y un “espacio de ejercicio del poder político, albergando la sede de la Comunidad de Madrid” que dan al lugar la mayor potencia simbólica (Díaz Parra y Candón Mena). Castells aboga por esta importancia de los espacios simbólicos económicos y políticos, y destaca que están “cargados con el poder simbólico de la invasión de los centros de poder del estado o de las instituciones financieras” y que el acto de manifestarse en un lugar tan simbólico es una reafirmación de que los ciudadanos estaban en el proceso de recuperar su propia ciudad “de la que fueron desalojados por la especulación inmobiliaria y la burocracia municipal” (32). Harvey coincide con la importancia del simbolismo político y económico de las



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movilizaciones en centros como la Puerta del Sol y destaca que “political protests frequently gauge their effectiveness in terms of their ability to disrupt urban economies” (118). Sostengo que la ocupación y la manifestación prolongada en la Puerta del Sol que interrumpían la fluidez de la producción y el consumismo representaron el mensaje de indignación al gobierno establecido que seguía las prácticas neoliberales y daba prioridad al capital en lugar de a los ciudadanos. 2.3

La creación de comunidad, compañerismo e identidad colectiva El hecho de ocupar y reclamar un espacio geográfico-simbólico y público que

encarnó las bases ideológicas del movimiento de una manera intrínseca y permitió la visibilidad de la participación (que aumentó el entusiasmo y la colaboración) produjo una plataforma geográfica para que los actores sociales pudieran expresar sus ideas que ya se habían formulado dentro de las redes de Internet. Debido a esta dualidad de los espacios, una comunidad formó y, como consecuencia, estimuló una identidad colectiva basada en las emociones compartidas. El empleo de la Puerta del Sol como la sede madrileña del 15M, un movimiento que pretendió encarar una reconstrucción de los procesos democráticos, ofrecer alternativas al sistema y expresar un resentimiento compartido hacia las prácticas neoliberales que se habían intensificado en la década anterior, se unieron miles de personas que habían compartido sus experiencias, historias, ideas e indignación sobre el sistema en el que no se sentían representados. Este acto de compartir un espacio físico, la frustración y diferentes alternativas sobre cómo el movimiento lograría su propósito creó, intrínsecamente, una comunidad que se basó en el colectivismo, un principio fundamental que estaba perdiendo su valor ideológico bajo el sistema neoliberal que fomentaba el



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individualismo (una noción que surgió fuertemente en el siglo XX). Cameron reafirma esta creación de una comunidad y una base en el colectivismo cuando destaca que el 15M hace hincapié en: “[a] non elitist horizontal approach to collaborative culture that shortcircuits neoliberal ideology (shaped by competition and individualism) in favor of a collective model” (2). A diferencia de la mayoría de movimientos sociales urbanos, el 15M faltó el liderazgo de una sola persona y el apoyo, la ideología y la estrategia de un partido particular (aunque dio luz a varios). Más bien, la Puerta del Sol estuvo abierta a cualquier persona que quería expresarse u ofrecer su perspectiva o posibles alternativas para el futuro, y esto ejemplifica el colectivismo donde cada persona tiene derecho a plantear sus ideas. Por lo tanto, en diálogo con Cameron, sostengo que esta falta de liderazgo y la ideología fija de un partido político facilitó la creación de una comunidad con una identidad colectiva y, en las palabras de Cameron, la distribución horizontal del poder fue “crucial to the movement’s success”, aunque, también puede ser visto como un factor limitante (3). La capacidad de un movimiento con la participación de miles de personas que ocuparon, de forma pacífica, un espacio público y urbano durante meses para fraguar una comunidad e identidad colectiva (aunque había facciones distintas dentro de las masas) a través de la horizontalidad, la pluralidad de perspectivas así como de ideas, y la falta de lo que Cameron llama un “authorized program”, es impresionante, pero entendible, dado que el poder de la identidad colectiva (como producto de una comunidad unida por el compañerismo) y el vínculo emocional son fuerzas poderosas (3). Castells plantea que los espacios geográficos ocupados en los movimientos sociales han tenido un rol esencial en la historia del cambio social dado que crean una



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comunidad que se basa en el compañerismo (Redes De Indignación 31). Según Freud, en Group Psychology and the Analysis of the Ego, “a group is clearly held together by a power of some kind” y para él, este poder unificador es Eros (30). Eros, según el psiquiatra y psicólogo Carl Jung, es uno de los fundamentos de las relaciones en que establece relaciones entre individuos (Wright 4). El compañerismo, según Castells, es un “mecanismo psicológico fundamental para superar el miedo. Y superar el miedo es el umbral fundamental que deben cruzar los individuos para comprometerse en un movimiento social”, y además defiende que el uso del espacio y el compañerismo en movimientos sociales establecen un “dentro y fuera” o un “nosotros contra ellos” (Redes De Indignación 31). El efecto del compañerismo de marcar una distinción entre los participantes y los “otros” que no pertenecen al grupo es imprescindible en la creación de una identidad colectiva, ya que afirma los aspectos comunes entre los miembros y establece una conciencia colectiva así como una conexión afectiva. Esta conexión emocional establecida entre los individuos de una comunidad es capaz de fraguar una identidad colectiva que se nutre del afecto humano y es producto de él. Según Chantell Mouffe, “a collective identity, a ‘we,’ is the result of a passionate affective investment which creates a strong identification between the members of a community” y esta identificación fuerte entre miembros fue posible con el espacio físico del 15M en que todos los participantes compartían la misma base ideológica de la indignación frente el poder establecido, aunque tenían sus propias ideas para lograr un cambio (631). Cameron despliega que los lazos emocionales establecidos por este colectivismo y la identificación afectiva son movilizados por “libidinal instincts” y que son capaces de establecer relaciones fuertes y apasionadas entre los participantes del mismo colectivo (3). Por



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consiguiente, estos lazos afectivos establecen una distinción marcada en términos de “nosotros” y “ellos”, la misma dinámica divisiva que Castells subraya (Cameron 3). Cristina Flesher Fominaya reafirma la importancia de compartir una base ideológica y nota que crea un sentido de identidad colectiva continuada porque la identidad colectiva siempre estuvo reforzada por las acciones de la comunidad imaginada (144, 147). Además, Luis Moreno-Caballud profundiza en esta idea y señala que la colaboración junto con la participación colectiva frente a un enemigo común, o en el caso del 15M, el poder establecido, forma una “imaginación sostenible” que conecta las emociones de los ciudadanos y crea un espacio imaginario de solidaridad (535). Insisto en que es esta atmósfera, que permanece después de que los manifestantes tuvieran que abandonar la Puerta del Sol en el verano de 2011, la que estimula cambios productivos a pequeña escala. Felipe G. Gil comenta: Para que exista procomún [donde los ciudadanos están conectados frente un problema común] debe existir una comunidad. Y para que exista una comunidad se necesita amor. Es decir, procomún y amor son conceptos indisociables. Porque no existen comunidades sin los lazos afectivos de quienes escriben las normas invisibles de dicha comunidad. (citado en Moreno-Caballud 550)

Este comentario expresa la importancia de las emociones compartidas en la formación de

una comunidad y que la creación de un procomún solo es posible con una base común, el cariño y la conexión de los afectos colectivos. Aseal Maldonado y Alejandrina Hernández Oliva coinciden con este concepto de Moreno-Caballud cuando definen el término de la identidad como: “la representación que tienen los agentes (individuos o grupos) de su posición (distintiva) en el espacio social y de su relación con otros agentes, individuos o grupos que ocupan la misma posición o posiciones diferenciadas en el mismo espacio” (238). Según Breckler y Greenwald, los



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individuos tratan de definirse a través de su inmersión en las relaciones con otros y que derivan mucho de su propia autoevaluación de estas identidades sociales (mencionado en Brewer y Gardner 83). Esta declaración refleja una necesidad humana de participar en grupos e incorporarse en una comunidad. Teniendo esta necesidad en cuenta, la descripción de Francesca Polletta y James Jasper, desde la disciplina de la sociología, es aplicable al 15M porque los investigadores destacan el término de la identidad colectiva como la conexión emocional, moral y cognitiva con una comunidad, categoría o institución más amplia (285). Además, Polletta y Jasper afirman que es “a perception of shared status or relation, which may be imagined rather than experienced directly, and it is distinct from personal identities, although it may form part of a personal identity” y que las identidades colectivas se expresan a través de materiales culturales como: tradiciones, rituales, narrativas y símbolos (Polletta y Jasper 285). La idea de que una identidad colectiva puede expresarse a través de una tradición, símbolo o ritual me llevó a concluir que un espacio puede funcionar de la misma manera, de modo que la Puerta del Sol es uno de los ejemplos de un “material cultural” que puede reflejar una identidad colectiva del movimiento. El 15M es un movimiento que se formó en las redes sociales y, el 15 de mayo de 2011, se trasladó a la Puerta del Sol en Madrid donde la dualidad del espacio virtual y geográfico se unió miles de personas y creó una comunidad que, a su vez, estimuló una identidad colectiva o un grupo de personas que tenían los mismos intereses e ideologías y compartían emociones frente a los conflictos sociales y políticos que afectaban a todos los ciudadanos en Madrid. Estos mismos factores que llevaron a la creación de una



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identidad colectiva en el movimiento del 15M se aplican a los dos espacios autogestionados en Madrid, “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”.



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CAPÍTULO 3: “Esta es una Plaza” y “El campo de Cebada” Con respecto al clima sociopolítico contemporáneo, Alejandro Quinteros plantea que “we have accepted the global capitalist system as our way of life, not being completely conscious of what it actually entails. We have given it our tacit agreement to the rights embedded within: private property, individualism and the right of investors” (324). Aunque es verdad que todavía no se vislumbra un cambio en el sistema neoliberal, no se puede olvidar la acción social urbana contemporánea que ha unido a los ciudadanos y ha surgido de la indignación y del descontento ante el neoliberalismo. Sophie Gonick defiende que este sistema es la fuerza impulsora del auge del activismo contemporáneo porque las leyes gubernamentales enfatizan “meritocracy, economic advancement, and individual success” y no reflejan “the lived experiences and needs” de las poblaciones inmigrantes ni de los ciudadanos madrileños (1226, 1230). Las movilizaciones contemporáneas, como el 15M, dieron una respuesta a su descontento frente al sistema y mostraron que los ciudadanos no aceptaban el sistema capitalista global como un nuevo estilo de vida, como explica Quinteros, y que más bien lo opuesto es cierto en que un grito todavía resuena en los centros urbanos mundiales donde el “derecho de la ciudad” y “lived space” están en peligro. En este capítulo, desarrollaré la influencia del 15M en el activismo urbano madrileño después del verano de 2011 y explicaré cómo se manifiestan otras formas de acción social, tales como las iniciativas políticas y los proyectos barriales. Destacaré la historia reciente de la creación de los espacios autogestionados en el entorno urbano madrileño con la ayuda de organizaciones creativas y, tras esta contextualización, comenzaré con un estudio comparado de “Esta es una Plaza” y “El campo de Cebada”,



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con un análisis de la gestión, las actividades, así como del uso de los dos espacios, las dinámicas sociales que existen y el espacio físico y legible. Argumento que estos espacios funcionan como plataformas para el intercambio de ideas y de distintas perspectivas que, en consecuencia, promueven la creación de una identidad colectiva que propicia el empoderamiento ciudadano. 3.1

El activismo urbano tras 15M Como se destacó en el último capítulo, el 15M tuvo un gran impacto al cambiar la

mentalidad de los ciudadanos sobre su poder frente al Estado y estimular la esperanza que permite reivindicar sus derechos, incluso, cambiar el sistema neoliberal. A pesar de que la manifestación en la Puerta del Sol no duró después del verano en 2011, el entusiasmo por un cambio social, causado por lo que Eduardo Romanos y Igor Sádaba llaman el ‘tsunami sociológico’, se dispersó a otras plazas y a otros espacios públicos donde la conversación y el diálogo continuaron (17). Este diálogo siguió en las asambleas, que surgieron en casi todos los barrios madrileños y replicaban la estructura y el sistema de organización establecido durante el 15M (Corsín Jiménez, Estalella 168). A través de este “process of assembling”, los vecinos se convirtieron en sujetos políticos y sociales más activos con el propósito de “reclaim the urban situation as a commons” (Corsín Jiménez, Estalella 170, 171). De la misma manera en que el 15M tuvo que encontrar nuevos modos de hacer política y asegurar que su mensaje se escuchara, ya que su “collective speech” siempre perdía su significado después de pasar por las instituciones estatales o privadas, los proyectos sociales tras el 15M también buscaban formas alternativas para fomentar el colectivismo y continuar la lucha social (Vilaseca 121). El uso de las calles y las plazas en el 15M fue una de las tácticas esenciales en su “éxito”, y en los años posteriores a la



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movilización, el espacio público urbano ha seguido jugando un rol importante en el establecimiento de proyectos colectivos. Andrés Walliser defiende que la mayoría de la acción urbana después del 15M: Involve[d] the occupation of public space ranging from short ephemeral concentrations that temporarily appropriate a public space (people gathering in a given square to have breakfast together convoked through social networks), to more permanent interventions such as community gardens or self managed open social centres in publicly owned plots or buildings. (329) Luis Vilaseca reafirma esta importancia de utilizar el espacio público como estrategia cuando nota que “artistic space-related activism is relevant for voicing the need for both participatory democracy (the form of self-governed assemblies that reach decisions through unanimity and not majority) and the confrontation of neoliberalism” (120). Además, Susan Larson defiende que la cultura está organizada y “inherently tied to space and place” que, en consecuencia, ejemplifica la necesidad de tener un espacio, no solo imaginario, sino también físico en la creación de un proyecto colectivo y cultural (401). En diálogo con esta necesidad, Henri Lefebvre plantea que una revolución (o un proyecto o iniciativa social) que no produce un espacio nuevo “has not realized its full potential: indeed it has failed in that it has not changed life itself” (The Production 54). Alberto Arribas Lozano plantea la influencia del 15M en la acción social posterior cuando señala que “abría procesos colectivos de búsqueda y ensayo de otra política, y priorizaba para ello la mezcla y el encuentro, la escucha y la colaboración entre diferentes, las comunidades abiertas, amplias y heterogéneas que den fuerza a los proyectos de transformación” (158). Aunque las asociaciones de barrios junto con activistas y artistas llevan compartiendo experiencias creativas de protesta en el espacio barrial desde los años 70, la crisis financiera en 2008 desencadenó un resurgimiento del activismo urbano. Según Vilaseca, el 15M incitó una multiplicación de la acción social

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urbana, vivificó varios proyectos preexistentes y dio lugar a una serie de nuevas iniciativas y reclamaciones (119; Arribas Lozano 158). Se puede decir que el 15M funcionó como un catalizador para la acción urbana En las plazas y los espacios públicos barriales en los años después del 15M, grupos de individuos organizaron proyectos e iniciativas “desde abajo” que enfatizaron la horizontalidad para continuar el movimiento que empezó en las redes sociales y terminó con la disolución de la ocupación de la Puerta del Sol. Fue en este ámbito fértil que ciertos grupos formaron plataformas políticas, como Partido X establecido en 2013 y Podemos organizado en febrero de 2014 por un grupo de profesores universitarios, que juntaron muchos de los pilares ideológicos principales del 15M (Romanos, Sádaba 22). Según Arribas Lozano: Las mareas ciudadanas en defensa de la educación y la sanidad públicas; las redes vinculadas a la economía social, cooperativas integrales, banca ética, trueque, monedas alternativas; los colectivos y redes contra los desahucios…las experiencias de ecología social, huertos urbanos, grupos de consumo autogestionados; los espacios de autoformación, librerías asociativas, [y] editoriales alternativas. (158) Por consiguiente, es evidente, a través de la diversidad de los proyectos, que no todos tenían propósitos políticos, sino que muchas de las iniciativas, como la creación de espacios autogestionados y huertos urbanos, tuvieron más que ver con las maneras de recuperar la calidad dentro de los barrios o las comunidades. Sobre todo, el activismo urbano contemporáneo, en parte inspirado por el 15M, se enfocó y sigue enfocándose en la colectividad y la inclusividad, dos conceptos prácticamente olvidados por sistema neoliberal. El 15M inspiró más proyectos e iniciativas que defendían que la creación de espacios comunitarios, que fomenten la noción de compañerismo y el establecimiento de una identidad colectiva, fue un modo eficaz para mejorar la ciudad a escala barrial como un primer paso para cambiar el sistema neoliberal.



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3.2

El surgimiento de los espacios autogestionados El distrito del centro de Madrid se caracteriza por ser un área muy poblada con

una falta evidente de espacios públicos y lugares verdes (Walliser 335). Además, los espacios públicos que el centro ofrece, como la Puerta del Sol, Callao, Santo Domingo y la Plaza de España, son plazas frecuentadas más por turistas y visitantes que por madrileños (Walliser 335). Otros lugares públicos están semiprivatizados por las terrazas de restaurantes y bares (Walliser 335). Esta carencia de espacio público junto con las frustraciones generadas por el sistema neoliberal provocaron que el activismo urbano se enfocara en la sustitución de “spaces to pass by” por la creación de nuevos espacios para hacer comunidad y pasar tiempo (Walliser 334). La crisis de 2008 en España penetró fuertemente en el ámbito de la construcción y una de las consecuencias fue el recorte de los presupuestos destinados a mejorar las infraestructuras de la ciudad de Madrid y a continuar los proyectos urbanísticos. Según Ardua Urquiaga, esta falta de fondos para la construcción ha dejado la ciudad con vacíos urbanos. Walliser reflexiona sobre estos vacíos urbanos que existían y plantea que el surgimiento de movimientos que reclamaban el espacio público para “[to] cover the gap that the crises, and especially the neoliberal restructuring that has come with it, have left in public services and community development at the neighbourhood level” (330) Por lo tanto, el hecho de recuperar y reivindicar estos huecos o vacíos urbanos y físicos es también un proceso de llenar un vacío imaginado en la sociedad causado por un sistema neoliberal. Walliser acuña el término “New Urban Activists” (o NUA) para describir a un grupo de personas que participan en estos nuevos proyectos de regeneración urbana



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dentro del contexto español (330, 337). Muchos de estos expertos, sin trabajo o autónomos, son arquitectos, sociólogos, geógrafos, diseñadores, abogados y estudiantes, y trabajan para organizaciones como El Matadero, La Casa Encendida o Medialab-Prado en Madrid, ofrecen talleres, financiación para la creación de nuevos colectivos a través de becas, promocionan los espacios públicos barriales y proponen crear nuevos espacios públicos, reciclar lugares no utilizados y convertirlos en lugares comunitarios (330). A pesar de que la mayoría de “NUA” no tienen conexiones con los partidos políticos y mantienen una postura crítica, comparten un conjunto de valores e ideales que va más allá de la política y se basa en el propósito de reforzar una democracia local y de crear una ciudad más justa (Walliser 330, 337-338). Según Domenico Di Siena, en su conferencia sobre las ciudadanías emergentes, estos “NUA” pretenden crear espacios que funcionan como “laboratorios” donde los ciudadanos son los protagonistas de sus propios sitios. Este deseo de gestionar sus propios lugares no era una noción nueva en Madrid, sino que existía mucho antes del desastre bursátil, pero surgió con más fuerza bajo las tensiones causadas por el mismo. Este anhelo de tener su propio espacio viene de la necesidad de identificarse con el entorno y convertir “spaces” en “places”, lo que solo es posible a través de “[imbuing] the space with meaning, individuals, groups or societies”, lo que no es alcanzable en espacios públicos semiprivatizados y vigilados que lejos de promover, disuaden de vivirlos (Relph mencionado en Ujang, Zakariya 710). Walliser destaca que la reclamación de los espacios átopos por los “NUA” y los ciudadanos tras la crisis manifiesta un paradigma nuevo en relación con otras formas de acción urbana en la que estos nuevos espacios se plantean como una estructura flexible donde “a learning process and new windows of opportunities are taking place fuelled by the sharing of



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information – collective intelligence – and a collaborative culture facilitated by the procommons philosophy” (330, 337). Estos “laboratorios” o espacios reclamados o reciclados por y para los ciudadanos y los “NUA” son llamados “centros sociales autogestionados” (C.S.A.) o simplemente “espacios autogestionados” y, como implica el término “autogestionado”, las personas que organizan y participan en estos lugares son las que controlan y organizan el uso del espacio aunque la propiedad suele ser del Ayuntamiento de Madrid. Según la Red de Colectivos Autogestionados (RCA), la autogestión de un espacio significa: La organización social que reconoce el poder de desenvolver nuestra vida cotidiana por nosotros mismos o mediante asambleas, convirtiendo a cada cual en dueño de su propia vida mediante la armonización de los derechos e intereses individuales en pos de un bien colectivo. (“Qué es la autogestión?”) Además, según “La Tabacalera”, uno de los espacios pioneros en la reclamación de sitios públicos para el uso comunitario que ha documentado y escrito bastante sobre su propia creación y los valores que quiere encarnar, señala la importancia de la horizontalidad, la cooperación, la participación directa, la autocrítica, el respeto, la sostenibilidad económica, la cultura libre y la transparencia en su creación (“Un Centro Social Autogestionado”). A pesar de que estos valores están directamente relacionados con la gestión de “La Tabacalera”, todos coinciden con la mayoría de los espacios comunitarios en Madrid, incluso aquellos en los que enfocaré mi investigación comparativa; “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”.

3.3

El origen de “Esta es una Plaza” y “El campo de Cebada” En la actualidad, en los barrios de Lavapiés y La Latina (Madrid), hay dos

espacios autogestionados llamados “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” donde



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se puede aprender sobre ecología y agricultura, practicar deportes, pasar tiempo al sol, reunirse con gente y participar en talleres y eventos culturales. Estos dos lugares, situados cerca de las estaciones de metro La Latina y Lavapiés, no siempre han estado y solo existen ahora como emblemas del “derecho a la ciudad” a causa de la perseverancia, la voluntad y el entusiasmo de ciudadanos y vecinos. En esta sección introductoria del análisis, plantearé una síntesis de los orígenes y la creación de “Esta es una Plaza” y, después, de “El Campo de Cebada”. A través de un resumen de los inicios, será evidente que los dos espacios surgieron gracias a la misma fuerza: la ciudadanía. Esta fuerza compartida también se manifiesta dentro de los dos espacios y facilita otras similitudes entre ellos que mostraré en la sección siguiente. Respecto a “Esta es una Plaza”, en diciembre de 2008, un grupo de “NUA” participó en el taller “Montaje de Acciones Urbanas”, organizado por La Casa Encendida y el grupo Urbanacción con la ayuda de la organización italiana de activismo metropolitano Esterni en Madrid (“Queremos”). Este taller trató de las “nuevas formas de ocupación de espacios urbanos” y, como parte del taller, los participantes decidieron recuperar un solar municipal en la calle Doctor Fourquet 24 en Lavapiés que llevaba abandonado más de 30 años y que terminaría convirtiéndose en “Esta es una Plaza” (Beaversteeth “Huerto”). El grupo de participantes, bajo el nombre “Operarios del Espacio Público” que consistía en cuatro arquitectos, un artista, una diseñadora industrial, una bióloga y una experta en ciencias ambientales, propuso una estrategia para crear, tras una serie de entrevistas a los vecinos del barrio en las que conocieron la gran necesidad de un espacio verde en Lavapiés, un espacio público que: Sea confortable y donde se puedan desarrollar actividades lúdicas, culturales, educativas y ambientales, que ayuden a la interacción y, por tanto, a la mejor



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comprensión de los vecinos con los que se comparte barrio, pero con los que generalmente no se convive…[y] facilitar los procesos de ciudadanía activa, mediante la participación activa y consciente de los vecinos en la gestión de los espacios públicos del barrio. (“Queremos”) Al final del taller el 5 de diciembre de 2008, el grupo presentó las ideas en un evento en el solar para los vecinos así como para los ciudadanos interesados en el proyecto y en la propuesta de continuar proyectos parecidos en otros barrios en Madrid (“Queremos”). El evento, al que asistieron personas de muchas edades y hubo comida para compartir, juegos para niños y mucho espacio verde, estimuló tanto entusiasmo que inspiró al grupo “Operarios del Espacio Público” a elaborar y realizar los planes del “proyecto experimental” bajo el nombre “Esta es una Plaza” para crear un espacio público autogestionado y sostenible (“Queremos”). Pocos días después de esta reunión, la Delegación de Artes del Ayuntamiento, como un acto simbólico contra este tipo de iniciativas, cerró “Esta es una Plaza” y en mayo de 2009 excavadoras municipales arrastraron todo el trabajo que los ciudadanos y los “NUA” habían hecho (“Esto era”). Este día de insensata destrucción, considerado por el colectivo como el día de “la masacre”, marcó un punto de inflexión para los ciudadanos (“Esto era”). En este momento tuvieron la opción de rendirse a la burocracia y a la idea de construir un espacio comunitario para el barrio o empezar a protestar y a movilizarse hasta que consiguieran los medios legales para llegar a un convenio con el Ayuntamiento. Sucedió que los ciudadanos y los “NUA” decidieron manifestarse durante casi un año en los que organizaban desayunos comunitarios para entender la situación, protestaban en las calles y hacían exposiciones de arte protesta para reflejar su indignación contra la destrucción del comienzo de su huerto y de su trabajo comunitario (Beaversteeth “Huerto”; “Revuelta”). En una de estas exposiciones particularmente



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simbólica, los participantes pusieron lechugas, representativas de las verduras que las excavadoras municipales destruyeron, alrededor de los árboles en las calles adyacentes al solar con notas que expresaban la pérdida de la cosecha (“Revuelta”). El colectivo documentó la obra en su sitio web y la describió como: Una inesperada y sorprendente maniobra de solidaridad vegetal, [donde] decenas de lechugas han pasado toda la pasada noche sin dormir, velando en profundo y simbólico silencio a sus hermanas trituradas hace tres días en la plaza. Dicha marcha… simbólica tuvo lugar en algunas calles adyacentes a ESTA ERA UNA PLAZA y dejó en todos vecinos y agentes un profundo pesar. (“Revuelta”) Esta demostración, como otras, refleja que los ciudadanos estaban dispuestos a seguir hasta que consiguieran su “derecho a la ciudad” porque el hecho de tener su propio espacio público importaba mucho para la identidad y el bienestar de la comunidad. Por fin, tras meses de acción urbana, el colectivo “Esta es una Plaza”, consiguió la autorización de ocupación temporal del solar el 23 de diciembre de 2009 por la Delegada del Área de Gobierno de Urbanismo y Vivienda que permitió que el colectivo se desarrollara y creciera sin límites y sin miedo a otra “masacre” (“Nota de prensa”). El espacio que ahora se denomina “El Campo de Cebada” tiene una historia rica que se ha conectado con lo social desde el siglo XVI, cuando era la Plaza de Cebada era un espacio social y de comercio (“Place Making”). En el año 1875, la plaza se convirtió en un mercado y en 1962 se transformó por última vez en el mercado cubierto que sigue existiendo hoy en día (“Place Making”). En 1968, con el creciente entusiasmo por la salud y el ejercicio, se construyó un polideportivo municipal al lado del mercado, pero bajo la influencia del neoliberalismo en el siglo XXI, el consejo municipal de Madrid decidió demolerlo en agosto de 2009 con la intención de construir otro más moderno en su sitio y después vender y privatizar ambas partes: el mercado y el polideportivo (Kolesnikov). Sin embargo, la crisis financiera afectó mucho al sector inmobiliario e hizo

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que no hubiera dinero para reconstruir el polideportivo ya demolido, ni existiera la posibilidad de encontrar un inversor interesado en la propiedad (“Place Making”). A consecuencia de esta falta de fondos y de un inversor, la comunidad se quedó sin un espacio público comunitario y en su lugar quedó una “cicatriz de hormigón” de 2.800 metros cuadrados que permaneció inactiva y en silencio por un año en el corazón del centro histórico de la ciudad (Rodríguez-Pina, Bracero; “El Campo”). En septiembre de 2010 el evento anual de La Noche en Blanco, que tiene el objetivo de ocupar espacios públicos con gente y reinventar la dinámica entre el ciudadano y el espacio urbano, inspiró a un grupo, Exyzt, de arquitectos que construyeron una instalación de arte interactivo en el solar abandonado (Kolesnikov). La instalación, que duró diez días, creó un espacio participativo para niños y adultos y resucitó el solar que había muerto tras más de un año de abandono (Bravo). El desmantelamiento de la instalación provocó una serie de preguntas de los ciudadanos con respecto al futuro del espacio como, según David Bravo, ¿es necesario que el espacio quede vacío?, ¿tenemos que renunciar al control de este espacio después de estos diez días?, ¿podemos reclamar este espacio para el uso comunitario mientras esperamos nuestro polideportivo?, ¿cuáles son las opciones que tenemos para este espacio? Estas preguntas se desarrollaron y se difundieron entre los vecinos, ciudadanos, colectivos de arquitectos y padres de niños en colegios cercanos, en la misma manera que la presentación de los “Operarios de Espacio Público” sobre “Esta es una Plaza” provocó la acción urbana. Estos individuos se movilizaron bajo el nombre “El Campo de Cebada”, se reunieron regularmente para organizar las ideas y establecieron un sitio web para informar y decidir los siguientes pasos para reclamar su espacio público, es decir, las mismas estrategias empleadas en la



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organización del 15M en 2011 (Bravo). Tras meses de organización, aunque menos tiempo que el que los ciudadanos lucharon por “Esta es una Plaza”, estos activistas urbanos lograron conseguir una cesión temporal para el espacio del Ayuntamiento y el 15 de mayo de 2011, “El Campo de Cebada” abrió sus puertas para celebrar el día de San Isidro (Rodríguez-Pina, Bracero). Como uno se puede ver, ambos espacios surgen de la necesidad de espacios para la colectividad, de la reivindicación ciudadana y del compromiso y tenacidad de los vecinos. Además de sus orígenes similares, ambos también comparten el mismo objetivo de ofrecer un espacio comunitario donde la gente pueda reunirse, los niños puedan jugar y donde un sentido de colectividad y comunidad se establezcan. Este objetivo compartido es evidente a través de los testimonios de los participantes de “El Campo de Cebada” y “Esta es una Plaza”. Los participantes de “El Campo de Cebada” destacan que el propósito es crear un “espacio cultural”, un “ámbito educativo” donde las artes y la cultura florezcan, un sitio donde “cada persona tenga un espacio donde encontrarse... [y que] pueda sentirse como en su casa” y un espacio que “tenga otra dinámica política, [una] dinámica de cambio” (Beaversteeth “Sobre”; Participant I). Asimismo, los participantes de “Esta es una Plaza” afirman que el propósito es “recuperar un espacio que no tenía ningún uso más que especulativo para un lugar de encuentro vecinal, y colectivo, participativo y no sólo de ocio, sino un tiempo... activo en lo que hacemos” y que debería ofrecer “a little escape from all the downtown atmosphere where parents can take their kids to play” y un espacio “to socialize” (Ramil; Participant II “Esta es una Plaza”).



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3.4

La gestión, el uso y la dinámica social “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” surgieron del entusiasmo vecinal

por los espacios públicos y verdes, de tener un sitio para, como dice un participante de “El Campo de Cebada”, “hacer ciudadano” (Huffington Post). Detrás de este entusiasmo, los dos espacios han establecido diferentes estrategias de gestión para lograr sus propósitos. Estas estrategias son claves, ya que ninguno recibe ayuda financiera, ni apoyo gubernamental para el mantenimiento o las actividades culturales, ni para el equipamiento. Además, las cesiones del espacio del Ayuntamiento de Madrid dependen del buen mantenimiento y del uso productivo cultural de los espacios. En esta sección del análisis, compararé los métodos de la gestión, el uso y la dinámica social de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”, y argumentaré que, a pesar de las diferencias entre los dos espacios, ambos funcionan como plataformas que fomentan el intercambio social y la formación de una identidad colectiva que propicia el empoderamiento ciudadano. Dentro de estas tres categorías de investigación, abarcaré la financiación, el uso del espacio virtual y las dificultades o los conflictos que los espacios generan. La gestión de estos dos espacios públicos se centra en la inclusividad y la participación colectiva; así ambos se organizan de una manera fluida que intenta normalizar la participación de los miembros en la toma de las decisiones para que los espacios representen a los usuarios. Los miembros de la Asociación de “El Campo de Cebada” y el colectivo “Esta es una Plaza” afirman la importancia de esta inclusión de la pluralidad de voces y perspectivas porque los proyectos son sociales y se fundamentan en el intercambio de ideas y perspectivas distintas. Por ejemplo, Jonkar, un miembro de la Asociación de “El Campo de Cebada”, reflexiona sobre esta inclusividad y sostiene que



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la Asociación “intenta ser lo más abierto posible y eso permite que la gente entre, se encuentre, intercambie, y en este intercambio de ideas, opiniones y trabajos, se produce el crecimiento”, y al mismo tiempo, Luis Elorriaga, un escultor y voluntario de “Esta es una Plaza” defiende esta misma visión y señala que “el valor más importante [para el florecimiento del espacio] es que es un proyecto social… en un barrio sobresaturado de casas donde apenas hay espacios de desahogo” (Huffington Post; Beaversteeth “Huerto”). En esencia, los espacios autogestionados que han surgido gracias a la iniciativa ciudadana dependen del apoyo, implicación y entusiasmo de los madrileños y si las personas de la comunidad no quieren participar y no traen lo que puedan, los proyectos, según un participante de “El Campo de Cebada”, “no vale[n] para nada” (Beaversteeth “Sobre”). En el caso de “Esta es una Plaza”, hay una asamblea informal mensual el tercer lunes de cada mes donde los miembros de la comunidad o las personas interesadas en participar exponen ideas y sugerencias y deciden lo que quieren hacer (Beaversteeth “Huerto”). Del mismo modo, “El Campo de Cebada” ha formado una asociación de miembros con afiliación flexible que se encarga de la toma de decisiones y de la división de trabajo en asambleas cada lunes (Participant I “El Campo de Cebada”). La estrategia de la división de trabajo también es empleada en “Esta es una Plaza”, donde hay varias comisiones que organizan y se encargan del huerto, el compost, los asuntos económicos, la autoconstrucción del mobiliario urbano y el acondicionamiento y donde los participantes pueden estar en cualquier comisión (o comisiones) que quieran (IED Madrid). Los voluntarios de los dos espacios hacen hincapié en la flexibilidad y libertad de expresión en su gestión. Jaime Brasci, de “Esta es una Plaza”, plantea que su proceso de tomar decisiones es un “sistema híbrido entre una democracia total y anarquía”, en el



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sentido de que las personas interesadas en participar votan por las ideas sugeridas, pero también son flexibles (Ramil). Di Siena elabora esta flexibilidad de control con respecto a “El Campo de Cebada” y señala que a los participantes no les importa la estructura del poder, más bien quieren abrir el organismo a todos y unir la comunidad para “transformar el barrio”. Básicamente, la Asociación de “El Campo de Cebada” y “Esta es una Plaza” son espacios de exploración y experimentación que, a través de su autogestión, intentan evitar el individualismo y apoyar, en su lugar, el colectivismo. Esta identidad colectiva, producida por la multiplicidad de voces y el colectivismo en la autogestión, hace que los participantes se sientan motivados y se impliquen como una parte fundamental del proyecto. Esta motivación y dedicación se manifiestan a través del tiempo que los participantes dedican al espacio. Un participante de “El Campo de Cebada” destaca el fuerte compromiso de los voluntarios y plantea que “[hay] vecinos trabajando diariamente—en invierno, verano, en la Navidad, en Semana Santa... haciendo actividades para el barrio” (Beaversteeth “Sobre”). Del mismo modo, un voluntario de “Esta es una Plaza” subraya la dedicación al proyecto cuando explica que el mismo grupo “núcleo duro” de 12-15 personas que han trabajado desde el inicio del proyecto siguen participando con fuerza porque ese espacio es una parte de ellos (Beaversteeth “Huerto”). La formación de espacios públicos que prioriza lo colectivo y la participación universal no solo ayuda a establecer una dinámica social o una identidad colectiva que los ciudadanos quieren recuperar para sus barrios, sino también es imprescindible para la existencia básica de estos lugares, puesto que no reciben financiación institucional. En el caso de “El Campo de Cebada”, el colectivo no recibe ninguna forma de ayuda, así que



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los ciudadanos tienen que recaudar dinero a través de la venta de la comida y bebida o de las recaudaciones de fondos en línea y lo que no reciben de las recaudaciones, viene de donaciones (Huffington Post). Así como “El Campo de Cebada” recauda dinero a través de la venta de comida, “Esta es una Plaza” también gana dinero con la organización de cenas comunitarias que cuestan seis euros. Aún más, la plaza pide ayuda al Matadero, una institución cultural para ayudar al desarrollo del espacio (Beaversteeth “Huerto”). Debido a la sostenibilidad general y al alto nivel de participación ciudadana, ninguno de los espacios requiere muchos fondos y con los pocos fondos de que disponen, los utilizan para esmerarse en alcanzar la sostenibilidad completa (que es más difícil para “Esta es una Plaza” por causa de su huerto extensivo). Los dos espacios tienen tácticas para ahorrar costes: “El Campo de Cebada” diseña y construye todos los muebles sin la necesidad de comprarlos y “Esta es una Plaza” ha aumentado su sostenibilidad con la compra de placas solares que proveen de electricidad y ha establecido un sistema de intercambio de labor o conocimiento por el uso de herramientas, para evitar el intercambio monetario. Un ejemplo de este intercambio ocurre con un participante de “Esta es una Plaza” que se llama Juancho y colabora en el huerto que comparte su conocimiento agrícola a cambio del uso del semillero (“Esta es”). El hecho de que estos dos espacios autogestionados crecen a pesar de una ajustada financiación es una prueba de su importancia en los barrios de La Latina y Lavapiés. En un período en que el país todavía se está recuperando de las repercusiones de la crisis financiera y se rige por un sistema político neoliberal que prioriza la inversión privada, los vecinos y miembros de la comunidad siguen cediendo su tiempo y su dinero para la elaboración de estos espacios. Debido a esta dedicación, defiendo que es una prueba de lo



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que los ciudadanos necesitan y aprecian del mismo modo que valoran la existencia de estos espacios públicos sociales que proveen una plataforma para el intercambio comunitario que ellos mismos controlan y gestionan. Es evidente que la participación ciudadana es lo que permite la existencia de estos dos espacios y, por eso, ambos han empleado el uso del espacio virtual como una estrategia para aumentar la colaboración, promover el interés y difundir sus ideas. Esta técnica, como expliqué en el contexto del 15M, es esencial en la creación de una identidad colectiva en la que la información sobre los espacios se extiende de forma mucho más rápida que la promoción por el boca a boca. Incluso, sitios web como Facebook permiten un diálogo constante y un amplio intercambio de ideas que estimula más la participación, particularmente para gente que no puede ir a las asambleas semanales o mensuales. Los dos espacios tienen páginas activas de Facebook para avisar al público de cada evento y compartir información sobre el espacio, tanto como la necesidad de ayuda con la limpieza o una exposición de un nuevo mural. Además, “El Campo de Cebada” tiene una cuenta de Twitter que hace publicidad sobre el espacio, llama la atención sobre las recaudaciones de fondos y muestra las causas que los participantes de la Asociación apoyan. En lugar de una cuenta de Twitter, “Esta es una Plaza” tiene un blog que funciona como un recuento de toda su historia de espacio autogestionado desde la perspectiva de los participantes. Junto con el blog y su página de Facebook, “Esta es una Plaza” también es miembro de la Red de Huertos Urbanos y la Federación de Huertos Urbanos que organizan conferencias, encuentros y exposiciones, comparten ideas, intercambian “semillas, experiencias [y] conocimiento” así como extienden la idea de recuperar solares y espacios abandonados para crear sitios públicos



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autogestionados (Beaversteeth “Huerto”). Este uso de las redes sociales ayuda a los dos espacios a mantener su relevancia y difundir sus propósitos para inspirar a otros proyectos similares en Madrid, el resto de España y en otros países. Entre los propósitos, las estrategias de la gestión y las actividades de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” presentan pocas diferencias, pero estos lugares son bastante distintos y los aspectos que los distinguen surgen a raíz de un análisis de los usos, los usuarios y la dinámica social producida en ellos. Ambos espacios se describen a sí mismos como espacios sociales de cultura que fomentan el crecimiento cultural y ofrecen una variedad de actividades para toda la comunidad y los dos llevan a cabo obras de teatro, bailes, conciertos de música, eventos para niños (como el circo de “El Campo de Cebada” y las presentaciones sobre la ciencia en “Esta es una Plaza”), talleres (como el taller de bicicletas cada miércoles en “Esta es una Plaza” y el taller de Capoeira en “El Campo de Cebada”) y sesiones de aprendizaje sobre el huerto y la agricultura urbana. A pesar de que los dos espacios organizan actividades parecidas y los ciudadanos vienen a los dos sitios para asistir y participar en los eventos, los usos fuera de los espectáculos y actividades son distintos. Si se pasa por la Calle Doctor Fourquet 24 un domingo soleado se suele ver a los ciudadanos utilizando el espacio de “Esta es una Plaza” para charlar, unirse con gente, tomar el sol, sentarse, dibujar, pintar, comer, jugar (niños), leer, coser, cuidar al espacio y dedicarse a la jardinería. El espacio fomenta actividades más tranquilas que otros espacios públicos, en parte por el énfasis en la naturaleza y por el diseño del espacio que no tiene áreas abiertas vacías y la plaza se divide en secciones que crean relaciones más íntimas con el espacio. Además, el lugar se centra en el huerto, lo verde y varias zonas



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dedicadas a los niños o a las actividades tranquilas (con la presencia de la biblioteca con libros para niños y adultos) que intrínsecamente facilitan que el espacio se use para el ocio familiar. Un participante entrevistado que siempre visita el sitio cuando está en Madrid reflexiona sobre lo que siempre ve en la plaza y sostiene que siempre hay mucho verde, niños que juegan, gente que se reúne y ciudadanos que trabajan en el huerto (Participant I “Esta es una Plaza”). Otros participantes entrevistados también hacen referencia al hecho de que es un espacio que atrae familias y se utiliza como un lugar social de encuentro, de educación y de ocio familiar (Participant II y III “Esta es una Plaza”). Estos usos, influidos por factores espaciales y el horario (solo está abierta los días soleados, los domingos y los miércoles por la tarde para el taller de bicicletas) afectan la dinámica social de la plaza y hacen que los usuarios más frecuentes sean adultos y padres con sus niños, mientras que los jóvenes son el grupo social que menos viene. Defiendo que “Esta es una Plaza” es un espacio que fomenta una dinámica social familiar y no solo porque muchos niños y padres vienen, sino porque activamente evoca el colectivismo así como el bienestar de todos. También provee un escape de la ciudad del siglo XXI, amenazada por la privatización y la gentrificación que han alterado el espacio público necesario para “hacer ciudadano”. Un participante que ahora vive en las afueras de Madrid, pero sigue yendo a la plaza, reflexiona sobre esta nostalgia por la ciudad madrileña que existía antes del neoliberalismo evocada en este lugar y la dinámica social familiar cuando explica que el lugar es: Fundamental porque me fomenta a algo que se está perdiendo que es, de algún modo, la humanidad [y] la niñez… [este es un espacio donde] los niños pueden venir a jugar, a ser niños… Aquí me siento feliz porque me recuerda a nosotros cuando éramos pequeños. Vienes aquí y ves eso y te alegra. Si cada barrio tuviese



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esto, pues, sería una pequeña vida en cada pequeño barrio”. (Participant III “Esta es una Plaza”) Esta referencia a una reivindicación de la humanidad en este espacio público alude a la capacidad y al poder del lugar para fomentar una identidad colectiva y estimular las interacciones y conexiones humanas que la ciudadanía ha perdido con los avances tecnológicos, los cambios políticos neoliberales y sus consecuencias. A través de los testimonios de los participantes en la plaza, llegué a la conclusión de que los participantes se sienten conectados entre ellos porque todos comparten el mismo deseo hacia el espacio: que se siga ofreciendo al barrio y a la comunidad como un sitio verde para el encuentro social ciudadano y como un espacio de improvisación y experimentación. Los usuarios aprovechan el espacio de la misma manera, como un escape verde de la ciudad y un retorno a lo colectivo, y defiendo que estas perspectivas compartidas sobre el espacio hace que una identidad colectiva se fragüe entre los usuarios. Los participantes de este lugar de encuentro sienten una conexión afectiva hacia el espacio y el hecho de compartir estos sentimientos establece una identificación entre ellos. Este espacio provee a la comunidad y al barrio de la oportunidad de escapar de la realidad cotidiana y conectar con la naturaleza así como con otros ciudadanos y, como destaca un participante, “hacer cosas diferentes” y disfrutar de esta “pequeña vida” dentro del barrio (IED Madrid; Participant III “Esta es una Plaza”). Si se pasa por La Latina y se entra en “El Campo de Cebada” uno se da cuenta de que a pesar de que “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” organizan las mismas actividades y comparten el mismo propósito así como las estrategias de la gestión inclusiva, parecen organismos completamente distintos. “El Campo de Cebada” es un espacio autogestionado con una gama de usos mucha más amplia que “Esta es una



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Plaza”, en parte por su gran tamaño que facilita una gran cantidad de usuarios, la falta de prioridad de su huerto (que hace que sea un espacio más abierto), su estructura así como su diseño que ofrece mucho espacio abierto. Los ciudadanos visitan y pasan tiempo en el espacio para practicar deportes (fútbol y baloncesto), leer, hacer arte, tocar instrumentos, cantar, fumar, charlar, tomar una cerveza, comer, escuchar música, dormir, sentarse, tomar el sol, cuidar el espacio, bailar, jugar a las cartas y conocer a nuevas personas. Algunos de estos usos se diferencian de los de “Esta es una Plaza” en que requieren más espacio y son más activos y ruidosos (por ejemplo: practicar deportes, escuchar música, bailar). Por lo tanto, un espacio más intimista y más pequeño como “Esta es una Plaza” sería menos adecuado para estas actividades porque sería fácil molestar a otras personas. El hecho de que “El Campo de Cebada” puede ser ocupado fácilmente por más de dos mil personas, con cada una haciendo una actividad distinta, influye en el ambiente y en su dinámica social y hace que sea un lugar más frecuentado por los jóvenes y, curiosamente, los mayores (aunque ellos constituyen una minoría comparado con el alto número de jóvenes) que por familias y niños. Mientras que “Esta es una Plaza” crea un espacio seguro e íntimo que estimula el ocio familiar, “El Campo de Cebada” fomenta el ocio juvenil que hace hincapié en la libertad de hacer lo que cada uno quiera (bajo reglas básicas de respeto por otras personas y por el espacio). Los participantes describen continuamente el espacio como un lugar social, seguro y divertido para “conocer a la gente” que permite que se haga lo que uno quiere y donde “nada malo va a pasar” y hay “buen rollo” (Participant IV, VI, VII “El Campo de Cebada”). Sobre todo, los usuarios hacen hincapié en su conexión con otros a través de la libertad del uso del espacio.



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“El Campo de Cebada” está en movimiento constante gracias a la variedad de sus usos y a la diversidad de los diferentes grupos de jóvenes. Esta actividad hace que tenga una dinámica social distinta de la de “Esta es una Plaza”, un sitio más tranquilo. “El Campo de Cebada” no evoca la nostalgia por un momento donde el colectivismo era más una realidad, sino que establece una dinámica social nueva entre los usuarios que se basa en la libertad, la diversidad y el respeto mutuo. Esta dinámica fragua una identidad colectiva no a través del hecho de que los usuarios compartan la misma ideología política (aunque un participante destaca que todos son “antifascistas [y] anti sistema, pero pacíficos todos”), sino porque los participantes comparten la base ideológica del respeto a pesar de las diferencias. Sostienen que “El Campo de Cebada” es un lugar de aprendizaje, diversidad y libertad que no es sostenible sin el respeto para otros usuarios, el espacio y el barrio y los vecinos alrededor. Los usuarios reflexionan sobre la conexión afectiva entre los usuarios gracias al respeto colectivo cuando plantean que “todos somos iguales… porque hay respeto”, y “si respetamos las diferencias visuales, también podemos respetar las diferencias ideológicas” (Participant II; V “El Campo de Cebada”). Además, los participantes sostienen que es “un referente de empoderamiento vecinal” y “un sitio de libertad” donde “hay mucha interacción entre la gente que viene” y que los participantes forman “una familia aquí muy grande” (Herrero; Participant IV; VIII; II “El Campo de Cebada”). Defiendo que a través de estos testimonios de los participantes, está claro que el respeto y la libertad de hacer lo que cada uno quiere en el espacio establece un vínculo de conexión afectivo entre los usuarios y esta conexión, por lo tanto, crea una identidad colectiva a pesar de que los participantes no perciben su propia relación con los otros usuarios en términos de una “identidad colectiva” o en la existencia de las



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“conexiones afectivas” (Participant II; III “El Campo de Cebada”). Más bien, los usuarios suelen pensar en el espacio más como un “templo...de estar a gusto, de estar tranquilo [y] rodeado de gente diferente con buen rollo” y un espacio en donde se puede “conocer al mundo” y mejorar las relaciones sociales (Participant II; III “El Campo de Cebada”). Sin embargo, esta falta de reconocimiento de una identidad colectiva no niega su existencia sino refleja que la dinámica social establecida en el espacio se ha formado de forma natural y que es un producto intrínseco de un espacio que fomenta el colectivismo y la autogestión. “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” son dos espacios autogestionados que priorizan la inclusividad, la interacción social y el respeto. Sin embargo, no son siempre lugares sin conflicto y dificultades. En el caso de “El Campo de Cebada”, que es frecuentado mucho más por los ciudadanos, la mayoría de los participantes entrevistados que vienen cada semana plantean que nunca han visto un conflicto, pero algunos usuarios que participan directamente en la gestión de la Asociación sostienen que de vez en cuando los conflictos surgen en el espacio a consecuencia de la falta de respeto por el ambiente y por los otros usuarios (Participant V; Huffington Post). Ejemplo de algunas de estas disputas han ocurrido cuando las personas han decidido quemar cosas dentro del espacio, tirar basura, pintar las paredes sin permiso de la Asociación, romper el mobiliario urbano, hacer demasiado ruido o intentar quedarse dentro del Campo cuando el espacio está cerrado (Participant V; “El Campo de Cebada, un claro”). En comparación con los conflictos que surgen en “El Campo de Cebada”, las dificultades de “Esta es una Plaza” parecen banales aunque la falta de respeto para el espacio también ocurre cuando las personas entran y tiran o dejan basura en los espacios



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comunes aunque haya basureros. Otra dificultad que se relaciona con el asunto del cuidado del espacio es la dificultad de encontrar un equilibrio entre el número de usuarios o la popularidad y la sostenibilidad del espacio, porque el uso del espacio tiene correlato con el mantenimiento del espacio (Beaversteeth “Huerto”). Este obstáculo es particularmente relevante, ya que los participantes quieren que vaya más gente al espacio (Beaversteeth “El proyecto”).

3.5

El espacio físico y legible 1 Como se destacó en el primer capítulo, el diseño del espacio público afecta mucho

a la relación que el usuario tiene con él y hay varios factores espaciales que determinan lo que se considera un espacio público “bueno”. Según el criterio de Vikas Mehta se trata de un lugar “accessible and open, ... meaningful in its design and the activities it supports, [a place that] provides a sense of safety, physical and environmental comfort and convenience, a sense of control, and sensory pleasure” (57). En esta sección, explicaré el espacio físico de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” para mostrar cómo los factores espaciales y visuales afectan a la dinámica social y a la identidad colectiva que se produce en ambos. Además, analizaré la importancia de la transformación y crecimiento visual en los dos sitios y para concluir el análisis, investigaré el lenguaje presente en los carteles en los espacios para arrojar más luz sobre la creación de una identidad colectiva. Para ser dos espacios autogestionados que han surgido gracias a la misma iniciativa y motivación, “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” tienen diseños 1



Véase Apéndices A y B

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espaciales muy distintos. En parte por las decisiones de los ciudadanos y equipos de diseño, y en parte por lo que fueron antes de ser transformados en espacios públicos; un solar rectangular descuidado y frondoso y un amplio hormigón estéril donde había existido un antiguo polideportivo con una piscina. En la creación de “Esta es una Plaza”, los participantes desarrollan diversas zonas semi-privadas que se enfocan en el huerto (o el alma del espacio según un participante) y producen la intimidad y una sensación acogedora y permiten que un usuario pueda dialogar con el espacio de una forma más introspectiva de lo que es posible en “El Campo de Cebada”. Por otro lado, la Asociación de “El Campo de Cebada” hace hincapié en el espacio abierto y poco ocupado con mobiliario que refleja la noción de la libertad que quiere encarnar y permite una diversidad de actividades simultáneas y muchos usuarios al mismo tiempo (Ramil). “Esta es una Plaza” está en el barrio Lavapiés, escondida en el medio de una calle residencial, rodeada por tres lados por bloques de pisos y delimitada por un muro grande y recién reconstruido decorado con el arte urbano. Según la Delegada del Área de Gobierno de Urbanismo y Vivienda de España, el tamaño de “Esta es una Plaza” es 885,23 metros cuadrados y a pesar de ser un espacio modesto, en comparación con “El Campo de Cebada”, la plaza se caracteriza inmediatamente por ser un espacio abierto, verde y abundante que mezcla lo natural con lo que está hecho a mano y donde el aire circula (1). Las construcciones que ocupan la mayor parte del espacio y las varias secciones del espacio incluyen: el huerto rectangular (dividido en secciones con plantas distintas), un teatro cubierto por tela con gradas de madera, un contenedor de transporte que contiene las herramientas para el mantenimiento general, las placas solares en el techo, así como el jardín vertical que se dispone en una pared del contenedor, una cúpula



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geodésica cubierta por tela morada dedicada a las cosas del huerto, una especie de cobijo abierto y cubierto por tela que tiene una mesa y sillas, un horno de adobe, un cobertizo con la biblioteca, un arenero con juguetes, dos columpios y una casa en un árbol para los niños. Además, a través del espacio hay muchos bancos y otras estructuras para sentarse y relajarse debajo de la sombra de los árboles frutales. Los espacios que no pertenecen a estas divisiones están ocupadas por pequeños jardines con estructuras orgánicas con curvas hechas de ladrillos y por las veredas amplias que recorren la tierra, conectan todos los espacios íntimos y hacen que los paseantes puedan apreciar perspectivas distintas de las plantas y la conexión entre el arte urbano de las paredes y la totalidad del espacio. El arte visual que domina el espacio está por todas las paredes y, debido a las plantas y las estructuras, es necesario acercarse para ver los detalles del arte, los mensajes y pequeñas imágenes pintadas (por ejemplo, la guía de identificación de insectos que está pintada en una pared está un poco escondida al fondo). Esta necesidad de acercarse y tomar tiempo para ver bien el espacio, hace que el usuario pase tiempo en la plaza y no la use como un lugar de tránsito y, por lo tanto, potencia la intimidad entre el usuario y el espacio. Gracias a las diversas secciones, la vegetación frondosa y los grandes muros decorados por los dos lados con murales que encierran el espacio y dan privacidad con respecto a la calle, aislado del ruido de la ciudad. “Esta es una Plaza” es un espacio acogedor, accesible y cómodo donde uno se siente en casa, seguro, protegido de los elementos y rodeado por personas que comparten el mismo objetivo hacia el espacio. “El Campo de Cebada” está situado justamente al lado del Mercado de la Cebada, enfrente del Teatro La Latina y de la boca del metro. Está rodeado por algunas cafeterías y edificios altos que crean una especie de nido, incluyendo la entrada por la que hay que



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bajar una pendiente ancha en el espacio que hubiera sido el sótano del polideportivo que nunca fue construido. El elemento que define el espacio es que el suelo desnivelado está decorado con grafiti y, por lo tanto, produce muchas perspectivas diferentes cuando uno se mueve por el interior. El espacio ordenado está dominado por diferentes colores, diferentes texturas y distintos materiales (metal, madera, bambú, cemento) y una variedad de alturas con la adición de varias gradas de madera y un contenedor de transporte modificado y elevado que funciona como un cobijo con unas escaleras. El contenedor crea sombras y un espacio más íntimo debajo con un balancín de jardín. Las paredes que rodean el perímetro del espacio son de varios metros de altura y están decoradas con una variedad de grandes murales, cada uno, en estilos distintos, ocupando tres o cuatro metros en estilos distintos. El espacio abierto, con pocas zonas de sombra y con mínimo mobiliario, domina el espacio que se suele utilizar para la práctica de deportes. Otro elemento que llama la atención es que hay pocas partes que no están decoradas con grafiti y, aunque todos pertenecen a diferentes estéticas artísticas, el espacio refleja un sentido de cohesión. Además del contenedor de transporte, las gradas y las canchas de fútbol y de baloncesto, existen también un huerto con macetas rectangulares de madera llenas de verduras y hierbas, otros bancos (que animan a la gente a pasar tiempo allí) y una cúpula geodésica hecha de madera cubierta con láminas de plástico decoradas y pintadas. A pesar de que el espacio de 2.800 metros cuadrados está muy abierto, dominado por el cemento y no tiene muchas estructuras para dar sombra o protección de los elementos, todavía evoca una clara distinción entre el “dentro” y “fuera” gracias a los diferentes niveles de altura y lo que le hace parecer desde fuera como una especie de nido. Esta



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distinción crea la sensación de estar protegido, cómodo y formar parte de una comunidad con los individuos que están dentro. Pese a las diferencias espaciales y de diseño en “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada”, ambos consiguen su propósito compartido de ofrecer un espacio social agradable que está abierto a todos y que fomenta la creatividad, la cultura y la diversidad. Al haber logrado este propósito, cada espacio crea su propia identidad colectiva conectando a los ciudadanos a través de la solidaridad y el respeto. Una dinámica importante compartida entre “El Campo de Cebada y “Esta es una Plaza” es su capacidad de cambiar y adaptarse a los deseos de sus usuarios, a los obstáculos que encuentran y al paso de tiempo. De este modo, los dos espacios funcionan como organismos vivos que tienen el poder de afectar al ambiente y a los ciudadanos, pero también se ven afectados por ellos. Esta capacidad de responder y adaptarse al entorno y a las necesidades de las personas es clave para el éxito y la larga duración de estos espacios autogestionados, lo que hace que ambos sitios sigan siendo relevantes y significativos para los ciudadanos. Donde las transformaciones ocurren con más frecuencia y de una forma más visible es a través del diseño estético del espacio físico. El diseño artístico del espacio físico es la parte de “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” más dinámica y en constante estado de transición. Di Siena aporta esta idea (dentro del contexto de “El Campo de Cebada” aunque es aplicable a los dos sitios) cuando menciona que cada vez que una persona va al espacio, siempre le va a parecer diferente gracias a su flexibilidad visual. En referencia a esta necesidad de adaptación visual constante, el artista Caíto Rudge, que ha participado pintando los murales en “Esta es una Plaza”, afirma que los



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elementos visuales en el espacio deberían ser efímeros porque todo “tiene que reformarse” (“Esta es”). Además, destaca que no quiere que su arte esté siempre en las paredes, ya que no va a reflejar el movimiento y la dinámica del proyecto que es como un “pequeño laboratorio” donde todo forma parte del experimento (“Esta es”; Beaversteeth “Huerto”). La Asociación de “El Campo de Cebada” reafirma esta obligación de adaptación para seguir siendo relevantes para los usuarios y, por eso, se da permiso a los artistas para pintar secciones de tres o cuatro metros cada seis meses (“El Campo de Cebada, un claro”). El arte visual en los dos espacios es uno de los elementos más llamativos cuando se entra por primera vez por el hecho de que todos los murales emplean muchos colores brillantes y reflejan diseños osados. Estas imágenes alegres dan vida a estos espacios y muestran, de forma visual, la actividad diversa y la participación de los ciudadanos en ambos lugares. Además, la diversidad entre los estilos artísticos y la variedad de colores simbolizan lo que estos espacios estimulan: la pluralidad de voces en su gestión, la diversidad entre los usuarios y la inclusividad en general. A través del arte visual se consigue que la relación entre el espacio y el usuario sea dinámica; así el arte responde a la diversidad de los usuarios que ocupan y disfrutan el espacio. Esta conexión con el espacio físico, gracias al arte, fomenta sensaciones de felicidad y bienestar en el usuario y ayuda a la configuración de una identidad colectiva. El arte visual no es la única manera en que el espacio físico conecta con el usuario porque dentro del espacio al aire libre de “El Campo de Cebada” y “Esta es una Plaza”, hay carteles y mensajes escritos que también dialogan con los participantes y, a través del discurso empleado en ellos, se evocan sentimientos de compañerismo y de identidad



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colectiva. A pesar de que los temas centrales de todos los mensajes reflejan la motivación, la dedicación y el valor que estos espacios tienen para la comunidad, cada uno hace hincapié en matices distintos. “El Campo de Cebada”, diferente a “Esta es una Plaza, no tiene muchos carteles ni mensajes, pero los que tienen repiten el verbo “cuidar” o enfatizan la misma noción de “cuidado” a través del verbo “respetar”. Los mensajes que aparecen en el huerto, en el suelo, en las paredes, así como en los carteles en la entrada, que hacen referencia a estos principios de “cuidado” y “respeto” dicen: “ayúdanos a cuidar el huerto”, “este espacio es de todos - cuídalo”, “disfruta y cuida las plantas”, “disfruta, cuida, limpia”, “respétanos” y, en el cartel principal, “entre tod@s cuidamos el campo” y “por favor, respétalo”. Según la Real Academia Española, el verbo “cuidar” significa “poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo”, “asistir, guardar, conservar” “discurrir, pensar”, “mirar por la propia salud, darse buena vida” y “vivir con advertencia respecto de algo” (“Cuidar”). Defiendo que todas estas definiciones son relevantes dentro del contexto del espacio, ya que “El Campo de Cebada” quiere fomentar la participación activa porque, según Bodnar, el espacio público no existiría sino fuera por el esfuerzo, entusiasmo, diligencia y, podemos decir, el “cuidado” ciudadano (2094). Me resulta relevante la primera acepción de “cuidar”, que enfatiza “la ejecución de algo” porque “El Campo de Cebada” es fruto de una reclamación del ámbito barrial con el propósito de hacer un punto de encuentro y ofrecer un sitio que funcione como una plataforma para la expresión de la comunidad. El “cuidado” y el respeto subrayados en los carteles, desde mi perspectiva, muestran el deseo ciudadano de mantener el espacio y protegerlo, y desvela la importancia del espacio para los ciudadanos como un lugar de encuentro social y un



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espacio que propicia el empoderamiento. Asimismo, argumento que esta noción de “cuidado” representa el orgullo barrial que los ciudadanos han logrado gracias a una identidad colectiva que vincula a la gente. “Esta es una Plaza”, por otro lado, es un espacio que difunde muchos de sus pilares ideológicos a través de mensajes distribuidos por todas partes. El lenguaje utilizado en los mensajes se enfoca en palabras que se relacionan con la creación de una comunidad, la convivencia y la participación colaborativa. Varios ejemplos que subrayan estos conceptos incluyen las siguientes frases: “autoconstruido por numerosas personas”, “la confianza mutua”, la necesidad de “compartir y experimentar la realidad derivada de estos valores”, “la autogestión del espacio por parte de la ciudadanía” y el énfasis de que está “abierto a todas las personas”. Estas frases refuerzan el hecho de que es un proyecto comunitario en progreso que incorpora una pluralidad de voces y que quiere animar a más personas a participar. Asimismo, otro aspecto de los mensajes que expresan las nociones de comunidad, la convivencia y la participación colaborativa es evidente a través de la conjugación de los verbos en la primera persona del plural (nosotros). Algunos de los ejemplos incluyen: “mantengamos”, “fomentamos”, “trabajamos” “custodiamos” y “cuidamos”. Argumento que este uso del pronombre personal “nosotros” enfatiza el propósito de la plaza de incluir y abrir el espacio a todos, y funciona como una manera de animar a los participantes y facilitar la integración de más personas en el sitio. Además, este uso de “nosotros” hace que los ciudadanos se sientan como una parte clave del proyecto. Esta sensación de inclusión, el énfasis en la “convivencia” y la creación de una comunidad participativa enfatizan el propósito de



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crear una plataforma para compartir, como menciona un participante, “experiencias vitales, conocimiento y trabajo” (“Esta es”). En resumen, el lenguaje empleado en los carteles y los mensajes de “El Campo de Cebada” y “Esta es una Plaza” arroja luz sobre las nociones claves de ambos espacios. La repetición de estas nociones muestra que los usuarios valoran y dan mucha importancia a la existencia de estas plataformas sociales que conectan a los usuarios, fomentan la creación de una identidad colectiva y facilita la expresión creativa y el aprendizaje cultural.



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CONCLUSIÓN Históricamente, desde el ágora de la Grecia antigua, el espacio público siempre ha cumplido un rol fundamental para la economía, la constitución de la sociedad y para el establecimiento de la democracia. Además, rige la dinámicas sociales entre ciudadanos y, según Jack Byers, “a city cannot be healthy if its built environment is constructed in a manner that prevents social interaction” (citado en Johnson, Glover 194). En el siglo XXI, las prácticas neoliberales han invadido el espacio público con sus procesos de gentrificación, privatización y aumento en las medidas de vigilancia bajo el disfraz de seguridad. Estos procesos, por lo tanto, alteraron la relación entre el espacio público y los ciudadanos, pero no sin resistencia. En Madrid, tras la crisis financiera de 2008, el Movimiento del 15M surgió en 2011 y reivindicó el uso del espacio público en la Puerta del Sol como una plataforma para denunciar las decisiones del estado, demandar grandes cambios en la legislación, expresarse y reclamar sus derechos. El hecho de que los madrileños emplearan el espacio público y simbólico de la Puerta del Sol reflejó una reivindicación de su “derecho a la ciudad”, la noción de Henri Lefebvre inspirado por las revueltas estudiantiles y sindicales de los años 70 en París y que, de alguna manera, se revivificó en Madrid. Tras el desmantelamiento del 15M, las movilizaciones y el activismo urbano se trasladaron a otras plataformas públicas a otras partes de la ciudad. Fue en este periodo de acción urbana tras la crisis financiera cuando los ciudadanos se unieron y decidieron reclamar el uso público de dos espacios abandonados en los barrios de La Latina y Lavapiés con el propósito de crear espacios culturales y creativos para estimular la interacción social y el intercambio de ideas. Estos espacios, “El Campo de Cebada” y “Esta es una Plaza”, se



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formaron gracias a la inmensa motivación, la iniciativa así como la dedicación e implicación ciudadana y ahora, ambos forman partes esenciales de los barrios y son símbolos del empoderamiento ciudadano. Ambos espacios que ofrecen las mismas actividades culturales y la misma ideología sobre la importancia del espacio público también comparten las mismas estrategias de sostenibilidad, financiación y autogestión. Sin embargo, a causa de los factores espaciales distintos, cada uno fomenta diferentes dinámicas sociales y usos que influyen en el tipo de usuario. Estos factores incluyen la ubicación de los dos lugares (“Esta es una Plaza” está casi escondida en una calle residencial, mientras “El Campo de Cebada” está en el pleno centro de La Latina y es imposible pasarlo por alto), el tamaño de cada uno (“El Campo de Cebada” es aproximadamente 2000 metros cuadrados más grande que “Esta es una Plaza”), así como la división del espacio (“El Campo tiene mucho espacio abierto mientras que “Esta es una Plaza” está dividida en secciones). Estos factores espaciales alteran la relación que los usuarios tienen con el espacio en la manera en que permiten o impiden ciertas actividades o dinámicas y, en consecuencia, el comportamiento de los usuarios se ve afectado. Estos factores espaciales y de diseño hacen que “Esta es una Plaza” sea un espacio íntimo y acogedor que hace hincapié en su huerto y facilita el uso y el ocio familiar, mientras que el espacio amplio y abierto de “El Campo de Cebada” se centra en la diversidad de actividades y la libertad de hacer lo que cada uno quiera. Pero, a pesar de estas diferencias que vienen de la organización del espacio físico, los participantes de ambos sitios se sienten conectados entre ellos porque todos comparten el mismo deseo hacia los espacios; que sigan ofreciendo una plataforma para el encuentro e interacción



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ciudadana, el intercambio de perspectivas e ideas, la participación colectiva y la autogestión. Estos espacios, que funcionan como organismos vivos en su manera de desarrollarse y evolucionar según las necesidades de los usuarios, unifican a los miembros de la comunidad y proveen un ámbito cómodo, seguro y diverso que fragua la creación de una identidad colectiva. El hecho de crear “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” refleja el poder ciudadano para reivindicar su “derecho a la ciudad” y convertir lo que antes era un sueño y un ideal en una realidad que sea convertido en parte fundamental para los barrios. Las ramificaciones de esta creación de una identidad colectiva que propicia el empoderamiento ciudadano muestran que cuando los ciudadanos están directamente involucrados en la gestión y el mantenimiento de su propio entorno, la comunidad o la población se siente más conectada, más contenta y más como una fuerza dinámica que puede influir en el espacio. En un momento en que todo el mundo occidental se centra en el individualismo, los avances económicos así como tecnológicos y un mercado libre que beneficia a las grandes empresas a expensas del bienestar de la población, la creación de estos espacios autogestionados que reviven la humanidad que se está perdiendo hace que uno considera que hay alternativas a esta sistema y que el ciudadano puede ser un actor social e influir en un cambio a un sistema que favorece la inclusividad de voces, la interacción, la comunicación, la participación activa y la diversidad. Estos espacios autogestionados son prueba de que un sistema que hace hincapié en lo colectivo y la inclusividad puede funcionar y, sostengo que si funciona a pequeña escala puede ser aplicada a una gran



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escala. “Esta es una Plaza” y “El Campo de Cebada” reflejan que una necesidad junto con la participación colectiva y la iniciativa puede reclamar el “derecho a la ciudad”.



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APÉNDICE A “El Campo de Cebada” Todas las fotografías son de la autora y fueron sacadas entre noviembre de 2015 y julio de 2016

Figura 1. Exterior de ‘El Campo de Cebada’ en La Latina

Figura 2. Horario de “El Campo de Cebada”



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Figura 3. Asociación Cultural

Figura 4. Dentro desde fuera



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Figura 5. Interior en otoño

Figura 6. El campo en color

Figura 7. Relajar en diciembre



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Figura 8. Perspectiva en “El Campo de Cebada”

Figura 9. La cúpula geodésica de “El Campo de Cebada” en noviembre



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Figura 10. Cerdo volando en noviembre

Figura 11. Nadando I en noviembre



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Figura 12. Nadando II en noviembre

Figura 13. Libertad de expresión



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Figura 14. Capoeira en el espacio público

Figura 15. Fútbol



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Figura 16. Recaudaciones de fondos

Figura 17. Baloncesto



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Figura 18. Ayúdanos a cuidar el huerto

Figura 19. Huerto



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Figura 20. Espacio legible

Figura 21. Respeto



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Figura 22. Respétalo

Figura 23. Disfruta, cuida, limpia



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Figura 24. El Circo



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Figura 25. Festival en verano

Figura 26. Comedia en el Campo



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APÉNDICE B “Esta es una Plaza” Todas las fotografías son de la autora y fueron sacadas entre noviembre de 2015 y junio de 2016



Figura 1. Exterior



Figura 2. Muro en noviembre



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Figura 3. Muro en junio





Figura 4. Todo verde









Figura 5. “Esta es una Plaza”

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Figura 6. Crecimiento

Figura 7. Verduras



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Figura 8. Macetas y casa de insectos

Figura 9. Arte urbano

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Figura 11. Los cactus



Figura 10. Cúpula geodésica

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Figura 12. Guindillas picantes



Figura 13. Jardín



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Figura 14. Curvas Figura 15. Cuidado

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Figura 16. Sombra mágica



Figura 17. Reunión

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Figura 18. Vamos a jugar







Figura 19. Encuentro ciudadano

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Figura 20. Contenedor de transporte

Figura 21. Padre e hija leyendo en el invierno



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Figura 22. Te pica la curiosidad

Figura 23. Un niño y la biblioteca



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Figura 24. La biblioteca y el corazón de la plaza





Figura 25. El arenero



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Figura 26. El teatro I



Figura 27. El teatro II



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Figura 28. Cuida el espacio

Figura 29. “Esta es una Plaza”



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Figura 30. Espacio legible



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Figura 31. ¿Quieres colaborar con nuestra plaza?

Figura 32. Autogestionado

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Figura 33. “Esta es una Plaza”



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