Ideas para un país en ruinas
Descripción
Ideas para un país en ruinas J. Igor Israel González Aguirre @jiigonzaleza
Primero que nada, muchas gracias a las y los organizadores de esta Feria por permitirme participar en la presentación de una revista a la que conozco y admiro desde que se publicó el primer número, allá por el año 2004. Y antes de continuar, quiero ofrecer una disculpa por recurrir a una estrategia poco convencional en términos de cómo se acostumbra presentar un libro o una revista. ¿Por qué? Porque para hablar de Replicante me parece fundamental acudir, aunque sea un poco, a mi historia personal, y de manera particular, a la relación que he sostenido con esta revista durante poco menos una década. Sobre reconocer que ésta es una de las relaciones más largas que he tenido. Dicho esto, puedo señalar que recuerdo con precisión el momento en que llegó a mis manos por primera vez aquel ejemplar iniciático: fue un dieciocho de noviembre de 2004 (la fecha es significativa por razones personales, por eso la tengo tan presente). Una gran amiga, que entonces era asistente de un connotado investigador de El Colegio de la Frontera Norte, me la envió desde Tijuana (como si en Guadalajara, acá con los bárbaros del sur, no hubiese Sanborns). Dentro del paquete que me llegó venía un post it en el que someramente se leía: “Me cae que te va a gustar”. Y efectivamente, así fue. Si mal no recuerdo, en la portada de ese primer número podían verse caricaturizados –en pleno beso francés-‐ a los que desde mi perspectiva eran la Dra. Zira y George Taylor, de la versión sesentayochera de El plantea de los simios. La temática de aquél ejemplar versaba sobre Migración, racismo y mestizaje, y contenía artículos de, entre otros, Roger Bartra, Guillermo Fadanelli, y Heriberto Yépez (quien dicho sea de paso, es uno de los tipos más lúcidos y filosos que he conocido). Desde luego, el trabajo de ilustración me pareció fabuloso. Los contenidos, no se diga, de altísima calidad. Pero lo que verdaderamente me fulminó fue el subtítulo
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que entonces coronaba a la versión impresa: Ideas para un país en ruinas. Simplemente me sacudió. No quiero que suene a una exageración, pero para mí, Replicante ha sido la voz crítica de una generación marcada por el hartazgo y el desencanto. La voz de una generación que, efectivamente, habita un país en ruinas. Desde aquel ejemplar que llegó a mis manos, y hasta el número 21, el último que me llegó vía suscripción anual, y posteriormente en su versión electrónica, Replicante ha sido un espacio de crítica plural y de disenso, en el sentido más ranciériano del término. No es gratuito pues, que el trabajo realizado por Rogelio Villarreal y Roberta Garza, entre muchos otros, haya sido considerada por el Diario El País como una de las revistas culturales más destacadas del continente, lo que sea que eso signifique. Mi relación con Replicante, como dije al principio, atraviesa por un eje mucho más personal y afectivo: tengo todos los ejemplares (los dos que me faltaban se los compré al propio Rogelio, allá en su stand de la FIL, hace un par de años) y los atesoro como a pocas obras literarias; por las filas del espacio proporcionado por Replicante han atravesado plumas de amigos (y de otros que no lo son tanto) que aprecio y admiro con profundidad. Pienso en el ya citado Yépez (retirado del campo literario, por cierto), en Ramón Castillo, en Cristina Gutiérrez, en José Israel Carranza, y tantos y tantos otros. En fin, hasta aquí he hablado de Replicante con una especie de aire de familiaridad casi filial. En otras palabras, me he dirigido a quien ya conoce esta obra. Aunque suene a fetiche, la larga relación que he sostenido con la revista me permite esos lujitos. Pero para quien no la conoce en realidad, vale la pena señalar que hoy, y desde 2010, año en que el papel dejó de tener un peso importante para quienes la editan, y la obra se trasladó al mundo digital, la revista constituye un espacio idóneo para la crítica cultural y el periodismo digital, tal como se anuncia en su portal. De hecho, creo que la mejor descripción de Replicante la hace Replicante. Cito: Replicante se ha caracterizado por ser abierta y horizontal, incluyendo desde su aparición a nuevos autores y las más diversas manifestaciones de la cultura; ha servido de escaparate, punto de encuentro y enlace a artistas, escritores y periodistas empeñados en abrirle nuevas ventanas a modos novedosos de ver y concebir el mundo. Es una revista para un público transgeneracional, crítico, bien informado, para los que no se han
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dejado seducir por la histeria y la prisa del consumismo —sin hacer menos a quienes también saben leer imágenes.
Por otra parte, vale la pena decir que el portal en el que se aloja ahora la revista está estructurado en torno a seis grandes temáticas: a) Apuntes y crónicas; b) Artes y medios; c) Galería; d) Literatura; e) Pensamiento y reflexión; y f) Política y sociedad. Los artículos que ahí se presentan no tiene desperdicio. Para muestra de la diversidad temática que ha caracterizado siempre a Replicante baste un par de ejemplos. Hoy, en el portal podemos encontrar textos tan variados como el de Cuauhtémoc Contreras, titulado “La última noche de Ayotzinapa” (una mirada diferente a lo acaecido en Iguala hace seis meses); o “El síndrome del esquirol, escrito por Andrés Téllez Parra (el cual es una reseña crítica del filme Güeros, de Alfonso Ruiz Palacios). Vaya, en Replicante es posible encontrar hasta una reseña del libro más reciente de Umberto Eco, titulado Número cero, escrita nada más y nada menos que por Marco Levario Turcott. No cabe duda que hay cabida para todas las voces. Por último, no está de más recordar que uno de los artífices de este esfuerzo es Rogelio Villarreal, este “afilado editor grouchomarxista”, como lo llama Manuel Noctis, director de la revista Clarimonda. Rogelio es, sin duda, uno de los editores y escritores más afilados y lúcidos de este país. Más allá de las diferencias ideológicas que pudiera tener con él –que las tengo-‐ (y de alguno que otro altercadillo textual feisbuquero –que lo he tenido-‐), Rogelio es una pluma indispensable para el periodismo y la crítica cultural mexicana. Quien no haya leído El periodismo cultural en tiempos de la globalifobia, Sensacional de contracultura, y La pus moderna, está orinando fuera de la olla. Los textos de Rogelio siempre son estimulantes, y lo desafían a uno esforzarse por argumentar de manera sólida las propias posturas. Replicante es apenas una muestra del trabajo de éste, y cito de nuevo a Manuel Noctis, “editor afilado y quisquilloso”. Replicante es, en su versión impresa y en su versión digital, una experiencia en toda la extensión de la palabra. Si pueden, salgan corriendo a conseguir todos y cada uno de los ejemplares, no es tan complicado adquirirlos. Además, visiten y apoyen con lo que sea su voluntad al portal
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electrónico. Trabajos como éste merecen el esfuerzo. Por último, me fusilo la invitación que hacen los propios replicantes: Lean, piensen, reflexionen, participen. Muchas gracias.
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