Idealizando la clase obrera una vez mas

June 8, 2017 | Autor: Agustin Santella | Categoría: Marxism, Labor History and Studies, Marxismo, Trabajo, Sindicatos, Movimiento obrero
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Descripción

Idealizando la clase obrera una vez más. Sobre la discusión con Harari y Egan,

Agustín Santella

En el número 28 (2104) de Razón y Revolución, Ianina Harari y Julia Egan han contestado mi defensa de su primer comentario sobre mi trabajo (ver Razón y Revolución números 27 y 23 respectivamente). Como tema central de debate, ellas reiteran la falta de crítica de mi investigación respecto la política sindical de SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Automotor) en torno de los despidos de fines de los noventa en la Argentina (la nota se titula “Una apología innecesaria”). Para ello, desarrollan una parte de la investigación pero dejan otra parte fundamental de lado. Sostengo que lejos de la apología, mi crítica, apenas mencionada por las autoras, es fuerte. Afirmo que el sindicato no impidió los despidos de masa de la industria, a pesar de los acuerdos, e incluso participó de la lista de despedidos. No veo de qué manera se puede leer esta afirmación como falta de crítica al sindicato. Concedo que las autoras puntualizan bien el hecho de los acuerdos realizados para disminuir el despido fueron realizados en empresas con más producción. Pero, por otro lado, lo que las autoras no quieren reconocer es el consenso a esta política de una fracción de los trabajadores. La parte final de mi respuesta trataba de introducir una discusión teórica al respecto, señalando que la teoría “ortodoxa” de la burocracia sindical cae precisamente en este error. Partiendo de una crítica a esta teoría orienté mis datos. Pero también mi investigación tenía otros intereses teóricos, que se alejan del supuesto economicismo que también acusa la crítica. En contraste, me intereso en ver los mecanismos organizacionales de la movilización o consenso sindical. Una discusión apunta tanto a los datos como a las teorías. Las autoras responden con datos, y creo que lo hacen bien cuando hacen intervenir la variable nivel de producción y de empleo en las empresas, como una variable independiente respecto de la estrategia sindical de acuerdos con las empresas. Es posible que no haya sido suficientemente claro en mi artículo original sobre la manera en que las empresas condicionan la política sindical, en particular de SMATA. Por eso hice referencias de otros trabajos que, entiendo, si ponen de mayor relieve la relación de dominio de las empresas capitalistas sobre la política de los sindicatos burocráticos. Pero también debo retomar la comparación de las distintas estrategias sindicales, cuando inserté el caso de 1

la Autopartista. Ciertamente que en esta empresa la Comisión Interna no pudo impedir los despidos, pero se trató de otra política sindical. Las autoras esparcen aquí y allá algunas críticas, como la de economicismo, aunque también la de hacer “trampa” con los datos. No quiero detenerme en este tipo de acusaciones morales (no hacía falta decir que hubo trampa, simplemente se podía señalar el error o dar cuenta críticamente de los datos). Tampoco creo que las autoras hagan trampa al ocultar mis críticas al sindicato para presentar mi trabajo como legitimador de su política. Simplemente están orientadas en una teoría. Sin embargo, hablan de mi obturación teórica en contra de toda evidencia empírica. Supuestamente mi trabajo, en concordancia con la tesis de PIMSA (Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina, dirigido por Nicolás Iñigo Carrera), no querría reconocer la contradicción entre bases y direcciones sindicales (y de allí caemos en la apología). Las autoras afirman que SMATA es un caso inequívoco que contradice esta tesis. Mi trabajo ocupa un lugar importante al relato del conflicto en Ford, donde muestro diversos momentos, incluyendo de manera importante el consenso a las mociones sindicales. Respecto del economicismo, en mi trabajo ocupa un lugar importante la participación del sindicato en el consenso frente a los despidos, confeccionando la lista de despedidos. Aquí hice un contraste respecto la política de la Comisión Interna (CI) de la Autopartista. No se trata de un aspecto economicista, primero porque pone el foco en aspectos organizacionales de la acción colectiva, que apuntan a la construcción de la solidaridad frente a los despidos. No es la CI la que, por motivos políticos de subordinación, confecciona una lista, sino que es la asamblea la que junto a la CI propone otro criterio. La CI de la autopartista era crítica e independiente de la dirección sindical, y obró con otra política. Parecería que el centro del asunto es el “filo-peronismo” de PIMSA, que naturaliza la conciencia peronista de los obreros, y así la justifica. Aun cuando yo fuera miembro del Programa podría tener diferencias con otros investigadores del mismo. Para ser justos con los colegas de PIMSA, sería más apropiado hacer un balance de los aportes (a rescatar y a criticar) de este programa a la investigación histórico social. Creo que ha sido un aporte de Harari y Egan en esta discusión poner de relieve (categorizando y relacionando datos) la relación entre nivel de producción de las empresas y los acuerdos sindicales de suspensiones y despidos. Pero en lo demás su crítica se dirige políticamente en defensa de una idea de la burocracia sindical que 2

considero equivocada, también obtusa ante una gran parte de los hechos (seleccionando otros hechos). Añado esta vez algo que no mencioné antes: esta idea es parte de una tradición de pensamiento socialista que idealiza a la clase obrera. En la investigación de PIMSA estimo como un aporte fundamental presentar el problema de las estrategias obreras de modo histórico, intentando evitar esta idealización. No creo que para los y las investigadoras de PIMSA el peronismo sea el “ADN” de la clase obrera, como afirman las autoras polémicamente. La idea de ADN tiene su ventaja como metáfora, pero deja de lado los estudios de Nicolás Iñigo Carrera donde el foco esta puesto en la lucha entre estrategias políticas en la clase obrera, socialista o peronista. Seguramente podamos señalar problemas no resueltos en estos estudios de PIMSA, del mismo modo que para el CEICS (Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales). En este último caso, el principal de ellos es seguir sosteniendo una metafísica del trabajo según la cual la clase obrera es el sujeto que personifica el socialismo, y no un conjunto de relaciones sociales contradictorias en el capitalismo. La idea de que lo que importa es lo que la clase obrera esta llamada a ser, por “los revolucionarios”. Bajo esta metafísica se rechaza la clase obrera real. Pero también se pueden hacer otras cosas. Los revolucionarios saben lo que debe hacer la clase obrera, aún cuando ella misma no lo sepa. Si queremos investigar los fenómenos burocráticos, deberíamos poner en examen este supuesto, ya que es el fundamento de la burocracia de los Estados obreros dirigidos por partidos “marxistas leninistas”, como muestra recientemente por ejemplo Paresh Chattopadhyah en su examen sobre las revoluciones burocráticas en el siglo XX (“El mito del socialismo del siglo XX y la permanente relevancia de Karl Marx”, en El regreso de Marx, Marcello Musto (editor), Buenos Aires, 2015). El mérito de PIMSA, y antes de CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales), su antecedente, es orientar la investigación marxista hacia las manifestaciones obreras, más allá de esta metafísica. No se trata de recolectar más y más datos, sino de construir un proceso de restructuraciones de las ideas en el contexto de la investigación (con datos nuevos). En este sentido, es bienvenida la crítica. Este debate surgió en relación a un estudio empírico de caso sobre los despidos en el sector automotriz en la crisis de 1998-2002. En esta nota evito repetir argumentos relacionados directamente con las evidencias empíricas, que el lector puede encontrar repasando las intervenciones anteriores. Inevitablemente, la discusión se ha ampliado a marcos conceptuales y temporales, mucho más grandes que exceden obviamente el caso. De esta manera, la consideración 3

de las ideas en la investigación debería tomar como referencia un conjunto de casos mucho más variados. Desde mi punto de vista, no tiene fuerza argumentativa (o moral) lo que supuestamente los “revolucionarios” saben, hacen o deben hacer, ya que esta misma acción histórica se debe definir y redefinir en el curso de las investigaciones. Por supuesto que el CEICS sabe lo que debemos hacer. La frase final de las autoras es indicativa de toda la argumentación: se trata de lo que los revolucionarios, y por tanto los trabajadores, deben hacer. Para ello hay que denunciar a la burocracia sindical. Haría falta una historia crítica de la esperanza de la izquierda argentina en la superación del peronismo en la Argentina, pero también una historia internacional respecto de los reformismos y las burocracias. Pero esto excede con mucho el marco de este debate.

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