\"Ibi est Garrahe, antiqua civitate deserta\". Garray, invenciones, falsificaciones y evidencias

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Descripción

IBI EST GARRAHE, ANTIQUA CIVITATE DESERTA. GARRAY, INVENCIONES, FALSIFICACIONES Y EVIDENCIAS

Josemi Lorenzo Arribas

Proyecto Cultural Soria Románica *

Fig. 1.- Garray fue fundado a comienzos del siglo XIII a los pies del cerro de La Muela, cerca del vado de los ríos Tera y (AHPSo, fot. 1059) Duero.

Garray es lugar de invenciones, etimologías, falsificaciones (la Historia parece que no es otra cosa sino la pugna por ver cual de las interesadas y parciales interpretaciones triunfa) y evidencias. Una de estas últimas es que la fundación de Garray es medieval, desligada por completo de la ciudad arévaca y romana que campea en lo alto del cerro de la Muela de cuyas ruinas puede hoy presumir, Numancia (1). De * El Proyecto Cultural Soria Románica es un plan de conservación, difusión y divulgación del Románico de la provincia de Soria que se desarrolla entre 2007 y 2012. La Junta de Castilla y León promueve y financia este proyecto, gestionado por la Fundación Duques de Soria, con la colaboración del Obispado de Osma-Soria, en virtud del convenio firmado por las tres instituciones. Más información en www.soriaromanica.es (1) Por no hablar de las conjeturas del padre Gregorio de Argáiz, que hacía de Garray ciudad con catedral en la antigüedad visigoda (Población eclesiástica de España y noticia de sus primeras honras, halladas en los escritos de S. Gregorio, obispo de Granada y en el Chronicón de Hauberto, monge de San Benito. Madrid, Melchor Sánchez, 1667, pp. 142-143).

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hecho, desde el “descubrimiento” de Numancia como yacimiento se ha mantenido una paradójica relación con el pueblo a cuyo término pertenece, sin que las pioneras excavaciones arqueológicas (Juan Bautista Erro en 1803; ya más científicas por Eduardo Saavedra medio siglo después), la temprana protección (Monumento Nacional Histórico-Artístico desde 1882), o las actuales intervenciones en el yacimiento y entorno hayan alterado esta compleja relación de vecindad. A pesar de que no hubiera vínculo inicial, y por una de esas piruetas de la historia, la primera mención documental fiable que atañe a esta población vincula una y otra, Garray y Numancia. En cierto modo, es lógica esta relación y puede suponerse literalmente que de las ruinas de esta nació aquella. Una cantera de esa magnitud, que daba además piezas perfectamente labradas, era una tentación demasiado grande. Hoy día, Garray es lugar de paso necesario para acceder a las célebres ruinas numantinas, una travesía que no despierta curiosidad al viajero hacia el pueblo. Como en tantas ocasiones, el fulgor de un objeto oscurece a los que se hallan junto a él. Injustamente, en este caso, ya que la puebla de Garray, sonoro topónimo ajeno al hacer del castellano, tiene no solo una historia larga e interesante, de nueve siglos, sino unos testigos materiales de ella de primer orden, principalmente en lo que a arte románico se refiere. Pero vayamos por partes, y en orden cronológico.

Fig. 2.- Plano del cerro de Garray donde se asentó Numancia, según Loperraez. En este momento todavía eran visibles las ruinas de la ciudad (Loperraez, J.: Descripción Histórica del Obispado de Osma, Madrid, 1788. Plano topográfico de Numancia).

Los orígenes medievales de Garray

El primer documento que cita la existencia de un lugar llamado Garrahe (Garray) data del año 927, pero es una falsificación urdida en el scriptorium de San Millán de la Cogolla para justificar la posesión de un territorio que no le correspon-

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día, ocupación esta de redactar textos falsos en la que se especializaron, entre otros muchos, los monjes del cenobio riojano (2). Ese mismo establecimiento monástico produce la segunda mención del topónimo (la primera no falsa), medio siglo después (1016) (3), al fijar los límites de Pamplona y Castilla, afirmando “ibi est Garrahe, antiqua civitate deserta” (Becerro Gótico, fol. 89r), es decir, que “allí está Garray, antigua ciudad despoblada” (4). Es sorprendente que en este riquísimo cartulario emilianense, compuesto básicamente por copias de compraventas, permutas, donaciones, y otros negocios jurídicos, figure este deslinde entre el Reino de Navarra y el Condado de Castilla, dos décadas antes de elevar este su condición a reino. La modestia material del documento y su contenido formal (se refiere solo a una parte de la frontera entre ambas entidades) permite sospechar a los investigadores que se trata de una noticia de un documento mayor hoy perdido. No entraremos en este tema, pero sí apuntamos el error en la declinación de civitas, que debiendo estar en nominativo, como aposición a “Garrahe”, se hace ablativo quizá por esa –e final con que se lo designa, que impulsa al redactor a esta especie de paragoge. Se sabía de las ruinas, pero ya no había memoria del nombre. Con Lucano se podría decir aquello de etiam ruinae periere… (5)

No sabemos qué importancia tendría ese lindero para ser citado en documento de contenido tan importante. Desde luego, si era mojón era que había algo, y no parece que unas simples ruinas de una ciudad de cuyo nombre nadie podía acordarse, y que hasta varios siglos después no recuperará su identidad, Numancia, tuvieran entidad suficiente para deslindar las fronteras entre un reino y un pujante condado. Garray nace como ciudad fronteriza, un punto determinado en esa línea difusa que es la Extremadura, límite o confín, y frontera no solo entre las disputas territoriales entre cristianos y andalusíes, sino también entre castellanos, aragoneses y navarros. La cercanía de Garray al Duero en el fértil punto de confluencia con su afluente el Tera, la enorme cantera de piedras bien labradas que ofrecía el despojo de Numancia, el buen mirador defensivo que se erigía en el Cerro de la Muela… hubieron de ser elementos atractivos para la incipiente puebla que se asentara en la ladera de dicho Cerro (6), al abrigo de unos aires que permanentemente azotan el Ubieto Arteta, Agustín: Cartulario de San Millán de la Cogolla, Valencia, Instituto de Estudios Riojanos/Monasterio de San Millán de la Cogolla/Anúbar, 1976, doc. 74. Debió realizarse a la vez que las también falsificaciones de 1106 y 1107 que confirman el falso diploma de 927 en el marco de las disputas por la iglesia de Tera entre San Millán de la Cogolla y el obispado de Burgos: García de Cortázar, José Ángel: El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X al XIII). Introducción a la historia rural de Castilla altomedieval. Salamanca, Universidad de Salamanca, 1969, p. 316, nota 56; Martínez Díez, Gonzalo: “El monasterio de San Millán y sus monasterios filiales. Documentación emilianense y diplomas apócrifos”. Brocar, 21 (1997), pp. 7-53. (3) Zabalza Duque, Manuel: Colección Diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario de los documentos de los condes Fernán González, García Fernández, Sancho García y García Sánchez, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998, doc. 77 pp. 539541. Martínez Díez, Gonzalo: El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2005, vol. II, pp. 634-635. (4) Otras transliteraciones del topónimo se sucederán en el mismo siglo XII Garahe (1106) o Garraf (1068), en documento también seguramente falso, pero a efectos toponímicos, igualmente válido. (5) “Hasta las ruinas perecieron…”. Lucano en su Farsalia se la atribuye a Julio César ante los restos de Troya. (6) Hoy, a la vista de los datos aportados por las numerosas campañas de excavación en Numancia no se puede hablar de poblamiento medieval en la antigua ciudad arévaco-romana (conversación personal con Alfredo Jimeno, marzo 2012); Dohijo, Eusebio: “Evolución y transformación urbana de las ciudades del Alto valle del Duero durante la Antigüedad Tardía”. Espacios urbanos en el Occidente mediterráneo, Alfonso García (ed.), Toledo, Toletvm Visigodo, pp. 221-222. Quedan pues, descartadas, las hipótesis surgidas a comienzos de los años setenta del siglo XX a raíz de las excavaciones de Zozaya (Zozaya, Juan: “Acerca del posible poblamiento medieval de Numancia”. Celtiberia, 40 (1970), pp. 209-218). La cerámica medieval aparecida entonces procedía del entorno de la ermita de los Santos Mártires, salvo una pieza que apareció en el Alto (de la Casa, Carlos: “Las cerámicas medievales”. Arevacón 17 (1992) dedicado a ‘Las cerámicas de Numancia’, p. 27), en un contexto arqueológico que, pasados cuarenta años desde su excavación, no parece tan claro que fuera medieval. Cuarenta años después de las intervenciones de Zozaya, y veinte del artículo de Carlos de la Casa, no han vuelto a aparecer cerámicas adscribibles a la Edad Media en las posteriores campañas de intervención. (2)

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•GARRAHE DEMARCACIÓN ACTUAL DE PROVINCIA LÍMITES CONSIGNADOS EN EL DOCUMENTO Fig. 3.- Frontera entre el Reino de Navarra y el Condado de Castilla en 1016, con los mojones que la van delimitando. (Dibujo F. Morales)

paraje. Ese debió ser el primitivo emplazamiento de Garray, no muy lejos de la hoy ermita de los Santos Mártires, sin duda el resto medieval más importante. Decimos hoy porque en la Edad Media, y aun algún siglo después, tuvo como titular a San Miguel, santo muy querido por estas tierras fronterizas, quizá por la protección que ofrecía la espada con la que arremetía contra un demonio que los cristianos quisieron personificar en los musulmanes. Lo cierto es que las condiciones y la situación geográfica la hicieron candidata a ocupar un lugar importante en estos confines extremaduranos. Pero del siglo XI apenas nos quedan vestigios materiales documentados en esta zona, alejada finalmente de la línea de frontera con al-Ándalus después de que hacia el año 1060 los cristianos tomaran la fortaleza de Gormaz. De no ser una falsificación un documento fechado el día de San Miguel de 1076, y confirmado un año después (Osma III, p. 6), el rey Alfonso VI ordena al conde García Ordóñez “que fuese a poblar el territorio yermo de Garray” (7).

Habrían de seguir otras luchas entre distintos reinos cristianos, pero ese será ya otro cantar.

La historiografía local ha venido insistiendo en un acontecimiento singular recogido en un diploma de 1106: la repoblación del lugar, presuntamente impulsada por Alfonso VI, rey de León y Castilla, que se la encomendó al conde García. Corría ese año cuando, según el diploma, “iussit Aldefonsus rex Garsie comiti populare Garrahe” (8). Poblar una localidad, en este caso, no significa que estuviera previamente abandonada o completamente vacía, como el consenso historiográfico entre (7) (8)

Zamora Lucas, Florentino: “Monasterio de Santa María de Tera”. Celtiberia, 1952, pp. 85-86. “…el rey Alfonso [VI] ordenó al conde García poblar Garray” (Gambra, Andrés: Alfonso VI. Cancillería, curia e imperio, León, 1998, doc. 186-a, pp. 474-476). A este documento le sigue una notitia de la misma fecha, 1106.

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los historiadores del proceso repoblador estableció en las últimas décadas, superadas las teorías de Sánchez Albornoz del “desierto del Duero”. Las referencias a este documento han resaltado la curiosa anotación que se recoge en la relación de testigos que dan fe de la veracidad de ese documento: Pedro, obispo de Calahorra, con todo el clero de su diócesis “et omnis populus civium Garrensium testis” (“y como testigo todo el vecindario garreño”), en lo que sería una mención del concejo de este lugar, que actuaría colectivamente de testigo, indicando una cierta organización administrativa y política (9). Pero nuevamente, la crítica diplomática ha señalado la falsedad de este documento emilianense, pues es otra vez desde el cenobio riojano desde donde se manipula la información, en este caso para intentar legalizar la posesión de estas tierras frente a las pretensiones del obispado burgalés, seguramente a mediados del siglo XII (10).

El siglo XII principia con un acontecimiento fundamental para la historia garreña, pero no vinculado al pueblo: la creación de la ciudad de Soria (1119). El intento repoblador de Garray conocido por la falsificación que se pretendió firmada por Alfonso VI, el rey castellano-leonés, no debió dar el resultado esperado, y si entre los presuntos objetivos del monarca estaba controlar el paso del Duero/Tera, se le adelantó el rey aragonés, y Soria así se situó entre las dos colinas que flanqueaban el paso hacia Aragón. Razón tuvo el poeta al hablar de Soria como “barbacana de Castilla”. Fundada Soria, los siglos XII y XIII habrían de esmaltar de pequeñas pueblas el entorno al norte de Garray. Efectivamente, los asentamientos promovidos por la monarquía con inusitado vigor debieron primar a unas pocas familias, seguramente vinculadas entre sí, para fundar unas aldeas dotadas de un término discreto que, con otras, se agruparían en torno a una Villa que ejercería de cabeza de Comunidad de Villa y Tierra. En este caso la ciudad de Soria llegará a aglutinar una enorme demarcación administrativa que llegará a contar con 240 aldeas de ella dependientes (Garray entre ellas) origen de la Universidad de la Tierra de Soria, que redujo el número a 150, hoy todavía mancomunadas. Así, la mayor parte de las aldeítas al norte de Garray fueron, y son, de porte pequeño, y se situaron conectadas visualmente entre sí, bajo la tutela de la incipiente urbe soriana. Muchas de tales aldeas se repoblaron con gente traída ad hoc de pagos segovianos, que dejaron huella generosa en la toponimia: Segoviela, Cuéllar [de la Sierra], Sepúlveda [de la Sierra], Pedraza, Arévalo [de la Sierra], Torrearévalo, Aylloncillo, Fuentelsaz [de Soria], Buitrago, Pinilla de Caradueña… y todos estos pueblos, más otros de las cercanías (Fuentecantos, Dombellas, Canredondo de la Sierra, Ventosilla de San Juan, Hinojosa de la Sierra, Langosto, Renieblas, el despoblado de Tartajo, Aldealseñor, Aldealices, Portelárbol, Cubo de la Sierra, La Rubia, Velilla de la Sierra, Fuentelfresno, Tera, Espejo de Tera, San Andrés de Soria…) han dejado testimonios románicos en su iglesia parroquial, cuando no el templo entero. Necrópolis, como la de El Soto de Garray (11) , la de la propia ermita de los Mártires (12), y despoblados, finalmente, ofrecen hueQueda en la nebulosa el papel jugado por la iglesia de Santa María de Tera, mentada solo una vez como monasterio (“monasterium quod vocator Sancta Maria de Tera in Garrahe”), y el resto como iglesia. Sobre ella, Zamora Lucas, Florentino: “Monasterio de Santa María de Tera”. Celtiberia, 1952, pp. 81-90, pero con bastante confusión en torno a la cronología correcta de la documentación, heredando errores anteriores. (10) Gambra, op. cit., p. 475. (11) Morales Hernández, Fernando: “Una necrópolis medieval en El Soto de Garray (Soria)”. En la España Medieval, 4 (1991), pp. 45-75. (12) Sin excavar de manera científica y sistemática, tan solo documentada por remociones de tierras con pala mecánica (de la Casa Martínez, Carlos: Las necrópolis medievales de Soria. Soria, Diputación, 1992, pp. 375-376). 1(9)

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llas de unos siglos florecientes de los que Garray se benefició. Todo, en apenas doscientos kilómetros cuadrados (13). Los caminos comunicaban poblaciones cercanas, los molinos garreños, que en el siglo XIII pertenecían a la priora del convento de Santo Domingo de Caleruega (14), informan de maquilas y campos cultivados de cereal en el heredamiento de Garrahe, y en el Censo de parroquias de Soria de ese mismo siglo, aparece como diezmera con la colación de Nuestra Señora del Poyo la iglesia de Garaheio (el Garrejo) (15), a la que después se hará mención. De este modo, el nacimiento de la ciudad de Soria desbancó las posibilidades de articular el territorio que pudo haber tenido Garray, por mayor antigüedad, y a partir de entonces la vecina población copará el protagonismo. Situada tan solo a siete kilómetros al sur, Garray pasará a ser un pueblo de paso, el primero en el camino que desde la pujante Soria, que ve crecer el número de collaciones en un proceso que parece no tener límite, se dirige hacia tierras riojanas, bifurcándose, bien buscando el valle que excava el río Cidacos, bien siguiendo el cauce del Tera. “En el lugar de Garray, tierra de Soria, de la diócesis de Osma, del arçedianadgo de Soria…”. Esta será la realidad jurídica de los próximos siglos.

Fig. 4.- La ermita de los Mártires hacia el año 1933, antes de la restauración (AHPSo, fot. 1091), y en una foto reciente. (Foto F. Morales)

Así pues, la información prácticamente nula que tenemos sobre trazado o urbanismo del Garray de los inicios se compensa con el testigo imponente del primero de sus templos en importancia artística e histórica, por más que fuera rebajado siglos ha de condición canónica y de parroquia bajase a rango de ermita. Se trata de los Santos Mártires. Podemos afirmar sin muchas dudas que esta ermita es uno de los monumentos románicos más importantes desde un punto de vista artístico de la provincia de Soria, lo cual ya es mucho decir. Descrita convenientemente en otros lugares (16), lo que hace innecesario redundar en ello, sí comentaremos sucintamente algunos puntos de interés que nos suscita la visita a este edificio parcialmente enmascarado. O sin dejar huella, como el monasterio cisterciense femenino de la vecina Tardesillas, cuya exigua vida transcurrió entre 1212 y 1285. (14) Martínez, Eduardo: Colección diplomática del real convento de Santo Domingo de Caleruega, Vergara, Edit. de “El Santísimo Rosario”, 1931, doc. CCXLV (23 junio 1273); y Caleruega, doc. CCL (5 diciembre 1274). (15) Jimeno, Esther: “La población de Soria y su término en 1270 según el padrón que mandó hacer Alfonso X de sus vecinos y moradores”, Boletín de la Real Academia de la Historia, CXLII y CXLIII (1958), p. 410. (16) Rodríguez Montañés, José Manuel: “Garray. Ermita de los Santos Mártires”, en Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, vol. II. M.Á. García Guinea y J.M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico, 2002, pp. 523-532. (13)

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Gaya Nuño fue el primero en advertir su importancia y colocarla en el lugar historiográfico que le correspondía, haciendo de Garray algo más que el ayuntamiento del que dependía Numancia. Corría el año 1933 cuando dio término a su tesis doctoral, defendida en enero del año siguiente, y publicada solo en 1946, por el parón de la Guerra Civil y la adscripción republicana del autor (17). Ya entonces la ermita había sido elevada a condición de Monumento Nacional (1944).

Fig. 5.- Ábside semicircular de la ermita cubierto con lajas de piedra. (AHPSo, fot. 1093)

ermita sorprende la fábrica románica de su cabecera (a la que se añadió en 1530 una sacristía al norte), que adquiere un porte de prestigio por su cabecera de grandes sillares, no muy frecuente en los edificios contemporáneos, y su magnífica portada meridional avanzada, de célebre tímpano decorado, habida cuenta de que las intervenciones realizadas a mediados del siglo XX cegaron la portada septentrional, enfrentada a la del costado sur (18), como la de Tozalmoro. Dicho tímpano, de muy singular decoración, (17) (18)

Enmascarada por una serie no muy afortunada de modificaciones que ofrecen una volumetría extraña y difícil de interpretar, todos los paramentos exteriores de la nave de la ermita lamentablemente se enfoscaron de cemento a mediados del siglo XX, acabado que se pintó de amarillo. Tapaban así la nueva fábrica de ladrillo que se dio a gran parte de los muros de la nave y al occidental, nuevo desde la cimentación, pues retranqueó la longitud anterior del templo. En origen contó con tres naves, ambicioso planteamiento que compartieron muy pocas iglesias parroquiales románicas de la actual provincia de Soria, tendentes mayoritariamente a la nave única. Las laterales se remataron con absidiolos abiertos en el espesor del muro, otra peculiaridad que, sin ser exclusiva de la provincia de Soria, halla aquí buen número de testigos. Del exterior de la

Fig. 6.- Tímpano de la ermita decorado con florones, cabe(Foto J. R. Calvo) citas y arcos.

Gaya Nuño, Juan Antonio: El Románico en la provincia de Soria. Madrid, CSIC, [1946] 2003, pp. 235-240. También era de medio punto, sin poder precisar el estilo, por lo que se ve en una instantánea de Carrascosa (Archivo Histórico Provincial de Soria, fot. 1086), realizada desde el exterior del costado sur, con las dos puertas de la iglesia abiertas.

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exhibe bulbosos florones y pequeñas cabecitas insertas en una serie de arquitos de medio punto que enmarcan su semicírculo. Su significado se escapa, a pesar de los intentos de los investigadores que han tratado este peculiar motivo, repetido en la parroquia de Tozalmoro y en San Juan de Rabanera (Soria). La nave se rebajó en altura, destacando más todavía la cabecera, cuya cumbrera excede a aquella. En la instantánea de Carrascosa (19) (realizada antes de 1933) puede verse todavía parte de la coronación de los muros de sillería en el encuentro de la nave con la cabecera en su costado sur, y la espadaña sobre el lado septentrional del arco de gloria.

Otros elementos más humildes requieren también nuestra atención, como lo son las numerosísimas incisiones, algunas de inusuales grandes dimensiones, que se distribuyen por la parte baja de estos elementos de sillería, desde el grafito ocasional al dibujo siguiendo un plan. Múltiples cruces de calvario, de variado tipo, salpican los

Fig. 7.- Motivos grabados en los sillares de la portada y el ábside de la ermita.

(Fotos J. R. Calvo)

paramentos; banderas con forma de gallardete de una o dos puntas añaden singularidad por su elevado número, formas geométricas, inscripciones textuales (en la portada, un Nereo Jiménez, el mismo que unos años antes pagó la pintura del retablo y la capilla de las Santas Reliquias, labró su nombre en la enjuta occidental con buen y marcado trazo en 1832; lo mismo hizo Francisco Mateo en la columna interior oriental Fig. 8.- Inscripción en el ábside de la ermita con la fecha de la portada o Ramón Goncal[ ] (20) en 1231, considerada como la de finalización del templo. (Foto J. R. Calvo) el ábside, estos sin fecha). La fábrica se prestigia con la inclusión de dos estelas romanas epigrafiadas, seguramente procedentes del vecino yacimiento numantino, y dos curiosas inscripciones medievales. Una reza: “Esta fosa voraz contiene los huesos de los clérigos Mecio y Lico, que vivieron siempre amigos”. Una descuidada inscripción (ANNO D(o)M(in)I / M CC X / XXI) fecha en 1231 algo que desconocemos, que no parece ser la construcción del edificio por las características formales del epí(19) (20)

Archivo Histórico Provincial de Soria, fot. 1091 (reprod. en Gaya Nuño, op. cit., lám. LXXXVIII, fig. 239). Seguramente Gonzalo o González, escrito con “ç”, aunque no se labró la virgulilla.

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grafe, en el que sorprende además que no se emplee, como ya apuntó Gaya Nuño, la era hispánica para datar, como casi indefectiblemente se estiló en la epigrafía románica y diplomática medieval soriana, lo que la hace sospechosa (21). Restos de otras inscripciones, algunas medievales por las características epigráficas y la pátina de sus biseles, se adivinan en el ábside, pero el desgaste de la piedra ya no permite leerlas. Antes de franquear la puerta, no podemos dejar de admirar la cubierta de lajas de piedra de la cabecera, testimonio de una práctica de construcción popular muy extendida por la zona de la Sierra, de la que Garray es antesala, y de la que hoy apenas subsisten vestigios.

El interior, sumamente reformado, reserva al amante del Románico un variado conjunto de bienes muebles pétreos del mayor interés, sorprendente en una antigua iglesia parroquial (ni monástica ni colegial), rebajada a ermita desde hace varias centurias. Incluye una singular pila bautismal románica (otra del mismo periodo se conserva en la parroquial de San Juan), dos mesas de altar y restos de dos frontales de piedra con decoración geométrica.

No fue este edificio el único templo románico que construyó la sociedad garreña, porque también lo es la ermita de Fig. 9.- Pila bautismal románica de la ermita de los Mártires (Ortego, T.: Guía de Numancia, Soria, 1967, fig. 36). San Antonio de Padua, en el paraje del Garrejo, aunque muy reformada posteriormente, con reciente pórtico de piezas de acarreo y recolocados mascarones románicos en dos puntos de su fábrica. Haría falta un estudio serio de este monumento, apenas tratado por la bibliografía. Un templo más hemos de sumar a los que tuvo Garray en la Edad Media, porque sabemos de la existencia de una ermita de San Hilario, ya caída y utilizada como majada para ganado a finales del siglo XVI, por lo que hemos de presuponer antigüedad a este templo para ya hallarse tan descuidado y en desuso en esa fecha (22).

Finalmente hemos dejado el edificio que desde hace algo más de cuatrocientos años ostenta la condición parroquial. En la parte baja de la población y al pie del camino que desde Soria dirige a La Rioja, se asentó la iglesia de San Juan Bautista. Construida en su configuración actual a finales del siglo XVI sobre un templo anterior que desconocemos, entonces con rango de ermita bajo la misma advocación (23), Hasta finales del siglo XIV se continuó empleando en Castilla la datación por la Era Hispánica. Hacia 1239 (posterior al epígrafe, por tanto) se decide fechar por el annus Domini en el vecino reino aragonés. (22) 1583, marzo, 17. f. 161r. Queda en la toponimia actualmente “Torreón de San Hilario”, pago a unos 5,5 kms. al noroeste de Garray (curiosamente, una legua exacta), sito en las coordenadas UTM X: 540394 / Y: 4631016 (Datum ETRS89). (23) Así se la denomina, “ermita de San Juan” en 1536 (1536, octubre, 3. f. 59r). Dos años antes ya se había mentado tal ermita sin la advocación (1534, junio, 29. f. 55r). En 1554 se cita ya la “iglesia” de San Juan (1554, octubre, 11. f. 97v), y un par de años después se hace lo propio conjuntamente con los templos de San Juan y San Miguel (1556, septiembre, 18. f. 102r). En 1601 se la denomina “iglesia o hermita de los Santos Mártires”, y un poco más abajo “hermita” solamente (f. 220r), aunque todavía se emplearán en los años sucesivos ambos términos indistintamente. (21)

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se dotó de una esbelta cabecera poligonal de trazas góticas construida en 1600. A consecuencia de las reformas, la nave se sitúa a una altura inferior que la airosa cabecera, al igual que vimos que ocurría en la ermita de los Santos Mártires. La reforma, o casi podríamos decir construcción ex novo, permitió inaugurar la nueva parroquia, ya en sitio más acomodado. Se había acabado tener que ascender la empinada cuesta en la que se hallaban los Santos Mártires para asistir a los oficios ordinarios: la parroquia se traslada al pie de la feligresía, y el templo que venía haciendo las veces de tal se rebaja a ermita, intercambiando rango canónico. Una sencilla portada románica, y una pila bautismal románica semiesférica quizá sean los restos supérstites de su primitivo origen. Finalmente, un tercer edificio religioso de origen medieval

Fig. 10.- Cabeza de piedra embutida en la pared occidental de la ermita de San Antonio, en Garrejo. (Foto Juan Carlos Menéndez)

Entre la mención a una ciudad deserta y el mandato de populare se desenvuelve por tanto este origen de Garray, entroncando explícitamente con el gran nudo histórico e historiográfico de la ocupación del valle del Duero, ese proceso colonizador que configuró las bases de la historia posterior no solo del reino de Castilla, sino de toda la península Ibérica. Una curiosa referencia: la emparedada de Garray

Un dato colateral, como tantas veces ocurre, ha permitido documentar una práctica religiosa femenina hasta ahora no constatada en el territorio de la actual provincia de Soria en la Edad Media. La fama de las reliquias de los Mártires, que a la postre acabarán advocando el templo, debió atraer también a esta emparedada, cuyo nombre y circunstancias desconocemos por completo. De hecho, si no fuera por el traslado en un folio de un libro de fábrica del testimonio de una pesquisa judicial ocurrida varias décadas antes, no tendríamos noticia alguna (24).

Item. Que por cuanto ha sido informado que en Torremuña están ciertas escrituras y testimonios de los mártires y emparedada que está en San Miguel, las cuales escrituras dicen que llevó un sacristán de la dicha iglesia de San Miguel y después fue cura en Torremuña y murió en el dicho lugar de Torremuña, y en su testamento manifestó según dicen que las tenía y que fuesen por ellas, mandó a Jhoanes de Arévalo, teniente de cura, so pena de un florín para la fábrica, que solicite de saber lo sobredicho y tenga medio con el pueblo que se hayan estos testimonios, y si hallare algunos testigos que vieron leer los dichos testimonios o los leyeron hombres viejos los (24)

1526, mayo, 14. f. 31v. Debo el conocimiento de esta referencia a mi amiga, la investigadora Joaquina Gutiérrez Peña.

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asiente aquí con autoridad de notario y testigos, y así el dicho visitador tomó juramento a Gil González, vecino de este lugar, que ha edad de sesenta años en presencia de Sancho de la Flor, notario infrascrito y testigos, so cargo del juramento dijo: que siendo pequeño vio leer las escrituras donde relataba la vida de Nereo y Arquileo (25) y Pancracio, mártires, y de la emparedada, y así oyó decir en sus pasados que estaban allí los huesos de estos mártires. Fecho ut supra; testigos Alvar González y Martín Muñoz, y Antonio Martínez, estudiante; y yo González, hijo del dicho Gil González, testigo jurado. Entiéndese haga el teniente de cura la diligencia a costa y con limosnas del pueblo. El doctor Piedra.

Perpetuamente le doy por libre al dicho Jhoanes de Arévalo, y a todos los otros tenientes de cura cuanto al dicho mandamiento e inquisición de las reliquias, porque no ha hallado rastro de esta información.

El doctor Piedra

Sancho de la Flor, notario.

Se recurre a la tradición oral y los testimonios de 1526 retrotraen los hechos hacia 1470. A falta de investigar adecuadamente esta referencia (26), se informa de la existencia ya de las reliquias de “los” mártires, que parece que son solo a los masculinos (Nereo, Arquileo y Pancracio), con referencia a la “auténtica” (documento que certifica la veracidad de las reliquias que se veneran, que en ocasiones explica de Fig. 11.- Extracto del documento en el que se afirma que en la iglesia de San dónde proceden y en qué Miguel aparecieron ciertos escritos con la vida de los Mártires y de una emparedada, así como los huesos de dichos Mártires. consisten tales restos, y que (Archivo Parroquial. Libro de Fábrica, nº 1, f. 31v [1526, mayo, 14]) suelen conservarse junto a ellos), que el párroco de San Miguel se llevó luego a la parroquia riojana de Torremuña (históricamente “villa eximida” de la Provincia de Soria, a pesar de pertenecer a otra diócesis). La duda está en la mención a esa emparedada que parece poner el testimonio notarial en igualdad jerárquica con los mártires romanos (masculinos). Por lo visto, no hubo suerte con las pesquisas.

Dos opciones se plantean: que dicha emparedada se refiera a santa Domitila, o que se trate de otro personaje femenino. La primera opción sería la más probable, y así esta romana sería la cuarta de “los” mártires que no se cita, por razones desconocidas. El problema viene de que esta virgen y mártir no es una santa frecuente en el santoral hispano (27), y sus escasas menciones en esta época (siglos XV-XVI) se localizan en Roma, ciudad donde se sitúan las catacumbas homónimas paleocristianas. En 1483 protagonizó santa Domitila la primera de las sacre representazzioni de las

Hay traslado con letra de la segunda mitad del siglo XVIII en un folio suelto inserto en el mismo libro. Dicho traslado, literal, copia Alquileo, como cambio más significativo. (26) Preparo una investigación sobre este tema, donde se ofrecerá el necesario aparato crítico. (27) Sobre la confusión en torno a su identidad: Healy, Patrick: “Flavia Domitilla”. The Catholic Encyclopedia, vol. 6. New York, Robert Appleton Company, 1909 http://www.newadvent.org/cathen/06098b.htm (consultado el 8 de marzo de 2012). (25)

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que escribió la autora italiana Antonia Pulci (Rappresentazione di Santa Domitilla) (28), que incide en su fortaleza ante el martirio, pero en ningún momento se la vincula con prácticas de reclusión, con datos extraídos de la historia de Nereo y Aquileo tal como se relata en la Leyenda Dorada, pues no tiene entrada propia en este magno repertorio hagiográfico. Después vendrán los lienzos barrocos de Roncalli y Rubens, nuevamente en Roma (29).

La segunda opción, por la terminología empleada, remite a esas mujeres que practicaron una devoción intensa visibilizada, paradójicamente, por el encerramiento, por lo general junto a los muros de un templo. Se las llamó emparedadas, reclusas, encarceladas o, en Castilla, pudieron entrar bajo la denominación más genérica de beatas (bizzoche, incarcerate, recluse, matellate, beguinas… en otras partes de Europa) (30). En el siglo XVIII, todavía, se las definía así: Llamávanse semejantes mugeres inclusas, reclusas, hermitañas o emparedadas, y se encerravan entre quatro paredes, no en castigo de su mal vivir, sino libre y voluntariamente y con la aprobación de sus confessores, i assenso de sus parientes para hacer penitencia, entregarse a la contemplación, i para conseguir otros fines buenos (31).

De tratarse de una de estas emparedadas, sería hasta donde tengo constancia, la primera vez que se documenta en la provincia de Soria esta práctica, relativamente asidua en otros lares, aunque por lo general con acusado componente urbano. Si la más famosa es Santa Oria, la que “en un rencón angosto entró emparedada” en San Millán de la Cogolla, cuya Vida populariza Berceo en el siglo XIII, o el testigo material de la emparedada de Astorga, fue un fenómeno relativamente frecuente en la Baja Edad Media, pues se avenía a las prácticas de la devotio moderna que entusiastamente asumieron las mujeres.

Pero nada se puede afirmar con rotundidad, por ahora. Cualquiera de las dos opciones planteadas para identificar a la emparedada citada en 1526 ofrecen demasiados problemas para aceptarlas sin más. Sirva esta curiosa referencia, a medio camino entre los siglos XV y XVI, para cerrar la Edad Media en este apresurado relato. Esta última centuria parece haber sido un periodo floreciente para Garray. Casualmente, quizá, vuelve a establecerse el vínculo con Numancia de la mano de los escritores humanistas, que ahora ya miran esas ruinas como sede del símbolo de resistencia nacional que se había explotado en la Edad Media, por más que se situara Weaver, Elissa: “Antonia Pulci (ca. 1452-1501), the first published Woman Playwright”. Teaching other Voices. Women and Religion in Early Modern Europe. Margaret L. King y Albert Rabil jr. (ed)., The University of Chicago Press, 2007, pp. 79-80. (29) Santa Domitila entre los santos Nereo y Aquileo (ca. 1596) de Cristoforo Roncalli, Il Pomarancio (procedente de la iglesia romana de los santos Nereo e Aquileo, se conserva en University Art Museum, University of California, Santa Barbara) (Art Institute of Chicago Museum Studies, 11/2 (1985), p. 161, fig. 5; Santa Domitila entre dos eunucos (ca. 1607. Colección particular de sir Robert Witt) de Cristofano Roncalli (Pouncey, Philip: “Two Drawings by Cristofano Roncalli”. The Burlington Magazine, vol. 94, nº 597 (1952), p. 356) Gregorio el Grande rodeado de otros santos de Rubens (1607-1608. Grenoble. Musée des Beaux Arts), pintado en su etapa romana (Cohen, Sara R. “Rubens’s France: Gender and Personification in the Marie de Médicis Cycle”. Art Bulletin, LXXXV/3 (2003), p. 512, fig. 28). (30) A modo de ejemplo, entre la amplia bibliografía: L’Hermite-Leclercq, Paulette: “Le reclus dans la ville au Bas Moyen Âge”. Journal des Savants, nº 3-4 (1988), pp. 219-262; Santonja, Pedro: “Mujeres religiosas: beatas y beguinas en la Edad media. Textos satíricos y misóginos”. Revista de Historia Medieval, nº 14 (2004/2006), pp. 209-227. (31) Teixidor, José: Antigüedades de Valencia, observaciones críticas donde con instrumentos auténticos se destruye lo destruye lo fabuloso, dejando en su debida estabilidad lo bien fundado. Valencia, Imprenta de Francisco Vives Mora, [1767] 1895, tomo II, p. 247. (28)

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el emplazamiento en otra población bañada por el Duero, muchos kilómetros más abajo, Zamora. Al menos, había razonables dudas: Tres opiniones son a do puntualmente fue el sitio de la ciudad de Numancia, en que vnos dicen, que fue do agora es Soria; otros dicen que fue de la otra parte del puente en vn alto; otros dicen fue vna legua de allí, en vn lugar llamado Garrai, i a mi parecer, i según lo que io conocí de los tres sitios, esta es la más verdadera opinión, porque allí hallan grandes antiguallas, i parecen grandes edificios (32).

En 1583 el visitador manda que los domingos y las misas solemnes se digan en la iglesia “de San Miguel de Arriba”, en referencia a la ermita, prueba de que ya estaba estructurado el pueblo “abajo”, en un proceso conocido de descenso de las poblaciones de las partes altas a las inferiores. Los periodos de estabilidad hubieron de provocar este fenómeno, advertible en muchas localidades durante la Edad Media, que buscaba acortar distancias con el agua y las tierras de cultivo, para facilitar la vida de los pobladores, cuando ya la defensa no era una cuestión prioritaria por el alejamiento de la vanguardia de la frontera. Por esas fechas las iglesias de Garray aparecen anejadas a la colegiata de San Pedro de Soria (actual Concatedral).

Fig. 12.- La ermita de los Mártires de Garray en un dibujo de 1889.

(Rabal, N.: Historia de Soria, Barcelona, 1889, pág. 101)

Decíamos al principio que Garray era lugar de invenciones. Tiene esta palabra, en castellano, dos acepciones que nos interesan, vinculadas por la etimología. En el Diccionario de Autoridades de 1734 se explica que “vale lo mismo que hallazgo”, a la vez que “se toma muchas veces por ficción, engaño o mentira”. Si Numancia no despertó, como otras antiguas poblaciones ruinosas, el interés humanista en buscar testigos materiales de ese pasado (33), esporádicamente fueron apareciendo tesorillos que incitaban a proseguir búsquedas. Mejor dicho, encuentros. Nicolás Rabal (1888) documenta hallazgos de… (32) (33)

Así se pronuncia en 1539 Alonso de Guevara en Epístolas familiares (cit. en Jimeno, Alfredo y de la Torre Echávarri, José Ignacio: Numancia, símbolo e historia. Madrid, Akal, 2005, p. 75). Jimeno y de la Torre, op. cit., pp. 76-77.

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“medallas y monedas, la mayor parte celtíberas, algunas consulares y otras de colonias y municipios (…) un pedazo grande de plata en forma de plancha que vendió [un vecino] a un platero, y el otro una porción de bronce, que por la figura que tenía se conocía haber sido fundido en el incendio” (34).

Madoz informa de Numancia como sitio, de invenciones, literalmente, en la primera mitad del siglo XIX. Dice la noticia, que son dos en realidad, que: “en 1825 un jornalero que estaba sacando piedra [de Numancia] encontró un magnífico collar de plata en figura de cadena con fuertes eslabones y a trechos, graciosos bustos; pesaba 18 onzas y lo vendió por 160 reales al teniente cura de la parroquia, quien lo mandó fundir y hacer el copón que sirve para depósito de S.D.M.: en 1844 se halló un idolillo de metal, de un palmo de alto, que fue regalado al gefe político; y una familia bien acomodada en el pueblo, debe su fortuna a la invención por uno de sus antecesores, de 9 bolos y 2 bolas de oro” (35).

Del primer hallazgo tenemos reflejo también en el correspondiente libro de fábrica. Crucemos datos, y vayamos al asiento de 1829 en cuyo margen se puede leer: “Plata y noticia particular”: Haviéndole ocurrido a Matías Ciria, de esta vecindad, el hir a sacar unas piedras en el sitio que por tradición continuada y conservándose vestigios estuvo la Gran Numancia, descubrió y alló ciertas piezas de plata labrada y sobredoradas en parte que manifestaban haber servido para adorno de alguna prenda del mismo metal; se le compraron para con ellas hacer alguna cosa para la iglesia a razón de quince reales cada onza, de doce que pesaron.- 180 [reales] (36).

Es decir, la antigua civitas todavía en el siglo XIX proporcionaba piedra a los habitantes de Garray, y algo más, pues estos excavadores, que no podrían sospechar que antes de que acabara su siglo habrían de ser sustituidos por legiones de otros, pero con fines bien distintos, encontraban tesoros escondidos, ese topos que tantos pueblos guardan en su tradición oral. A estas invenciones, en el sentido literal, podemos sumarle otra, muy reciente y de la que hemos sido testigos. Advertidos desde el Museo Numantino que una mujer había encontrado una cruz, a consecuencia de la remoción de tierras producida por los animales en un corral de las inmediaciones de la ermita de los Santos Mártires, nos personamos allí César Gonzalo, arqueólogo del Proyecto Cultural Soria Románica y quien esto firma, historiador del mismo equipo. La descubridora la había llevado al Museo para que evaluaran la importancia de la pieza, permitiendo que se realizaran moldes de la misma. Examinamos ocularmente dicha cruz, que nos dio que sospechar desde el principio, y también al microscopio Rabal, Nicolás: España. Sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Soria. Barcelona, Daniel Cortezo y Cia, 1889 [facsímil: Valencia, Librerías París-Valencia, 2004], p. 104. (35) Madoz, Pascual: Diccionario Geográfico-Estadístico –Histórico. Soria, Salamanca, Ámbito/Diputación de Soria [1845-1850] 1993, pp. 138-139. El padre Francisco Méndez cuenta de Numancia en 1766: “El suelo da trigo más estimado que el de los contornos. Estas labores destruyeron los vestigios antiguos, á excepción de las medallas que se hallan cada día, y reliquias de ladrillos, barros finos y otras cosillas” (Noticias sobre la vida, escritos y viajes del Rmo. P. Mtro. Fr. Enrique Flórez, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1860, 2ª edición, p. 222). (36) Libro de Carta Cuenta de Garray que da principio en 1738. Cuentas de 1829, f. 145r (Este libro, perteneciente actualmente al fondo parroquial de la iglesia de Ntra. Sra. del Espino de la capital soriana, se encuentra en la Casa Diocesana, y lleva por referencia: Libro 5.2.2). Repárese en las diferencias de onzas y reales que ofrecen Madoz y el libro de cuentas. (34)

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del propio Museo. Frente a otras opiniones que abogaban por la antigüedad del hallazgo, su peso, sus sorprendentes características iconográficas, ciertas rebabas de anacrónicas soldaduras, la incoherencia epigráfica… nos hizo pronunciarnos por su relativa contemporaneidad, primero, y su intención falsificadora, después. Quedó en tablas la conversación, a falta de más datos, que llegaron esa misma tarde cuando, buscando documentación ad hoc, el propio César dio con una pieza idéntica que se vendía en el portal de eBay, bajo el reclamo de “Cruz románico-bizantina. Siglo X (!?)”. En 2010, año de los hechos, se pedía por ella 1.300 euros. Barata, de haber sido auténtica. Cara, para ser una copia seriada de un inexistente e imposible modelo.

El libro que el lector tiene en sus manos ahonda en variados aspectos históricos de Garray. Queda mucho por saber y por escribir, y afortunadamente fuentes hay. Se ha conservado, por ejemplo, una nutrida colección de libros de fábrica, cuyas noticias arrancan de 1513 y llegan hasta la fecha, en extraordinaria serie que recoge parte de la historia de una comunidad, Garray, y que están por investigar adecuadamente.

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