\"Hospital and Nursing System in Early Modern Spain\", issue of Erebea. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, n. 4 (2014)

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Descripción

Num. IV . 2014 Las constituciones de los hospitales y los cuidados enfermeros en la España de los Austrias (siglos XVI-XVII) Las madres del bien morir del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla en el Antiguo Régimen La hospitalización y la peste en el siglo XVII en Directorio de Enfermeros, de Simón López El proceso de reducción de hospitales en la Andalucía rural. Los hospitales de Niebla y La Palma (1590-1847). Conflictos, corruptelas y desobediencias. Otros Estudios “¿Durmiendo con el enemigo?”: La reina Isabel de Portugal en la obra literaria de su hermano Don Pedro, condestable de Portugal: ficción e historia. Pinsonia, el estado que pudo ser. Grandes honores geográficos truncados. Un gigante con los pies de barro: la torre del Río del Oro en el siglo XVIII Libertad de imprenta y conservadurismo en el Cádiz de las Cortes

Sistema hospitalario y enfermería en la España Moderna

La historia de la Enfermería: origen y desarrollo de una línea de investigación en España (1989-2014)

Sistema hospitalario y enfermería

Sistema hospitalario y enfermería en la España Moderna

El pronunciamiento de Huelva contra el general Espartero y el sitio de Sevilla de 1843 Reyes, generales y esclavos: la Antigüedad Clásica a través del cine De las razas históricas al racismo elegante. Nuevas perspectivas para un debate humanístico urgente ¿Arte o falacia? El pintor y falsificador húngaro Elmyr de Hory Federico García Lorca en Hungría y las traducciones húngaras del Romancero gitano La lectura voluntaria de libros en el alumnado español de 10 a 18 años: diferencias territoriales, de género y características asociadas Reseñas

Num. IV issn :

.0214-0691 año 2014

Volumen IV issn:

2014 Depósito Legal: H 135-2011

0214-0691 © Universidad de Huelva 2014 Director / Editor

Javier Pérez-Embid Wamba (Universidad de Huelva) Secretario / Managing Editor Francisco Contreras Pérez (Universidad de Huelva) Consejo de Redacción / Associate Editors Carloni Franca, Alida (Univ. Huelva) Monteagudo López-Menchero, Jesús (Univ. Huelva) Lara Ródenas, Manuel José de (Univ. Huelva) Ramos Cobano, Cristina (Univ. Huelva) Díaz Zamorano, Asunción (Univ. Huelva) Antón Pacheco, José Antonio (Univ. Sevilla) Mendoza Berjano, Ramón (Univ. Huelva) Núñez García, Víctor M. (Univ. Huelva) Navarro Domínguez, Eloy (Univ. Huelva) Consejo Editorial / Advisory Board Ladero Quesada, Miguel Ángel (Univ. Complutense de Madrid) López Cordón, María Victoria (Univ. Complutense de Madrid) Ruiz-Manjón Cabeza, Octavio (Univ. Complutense de Madrid) Cuesta Domingo, Mariano (Univ. Complutense de Madrid) Aurell, Martin (Univ. de Poitiers) Vincent, Bernard (Centre de Recherches Historiques. EHESS. Paris) Wilhelmi, J. (Univ. de Lunds. Suecia) Olivera Serrano, César (Instituto de Historia. CSIC) Guiance, Ariel Omar (CONICET. Buenos Aires) Undurraga Schüler, Verónica (Univ. Andrés Bello. Chile) Sánchez-Concha Barrios,Rafael (Pontificia Universidad Católica del Perú) García Martínez, Bernardo (El Colegio de México) Jiménez Abollado, Francisco Luís (Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. México) Sánchez Mantero, Rafael (Universidad de Sevilla)

Reservado todos los derechos. No se pueden hacer copias por ningún procedimiento electrónico o mecánico. incluyendo fotocopias, o grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistemas de recuperación sin permiso escrito de los escritores Servicio de Publicaciones - Universidad de Huelva Campus El Carmen, Edif. Marie Curie

Avda. Fuerzas Armadas, s/n · 21071 Huelva Tel.: 959 219 326 /27 Fax: 959 219 425

Sumario

Monográfico Sistema hospitalario y enfermería en la España Moderna La historia de la Enfermería: origen y desarrollo de una línea de investigación en España (1989-2014) Antonio Claret García Martínez, Manuel Jesús García Martínez.................7 Las constituciones de los hospitales y los cuidados enfermeros en la España de los Austrias (siglos XVI-XVII) Antonio Claret García Martínez.....................................................................43 Las madres del bien morir del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla en el Antiguo Régimen Paula Ermila Rivasplata Varillas.......................................................................81 La hospitalización y la peste en el siglo XVII en Directorio de Enfermeros, de Simón López Manuel Jesús García Martínez........................................................................119 El proceso de reducción de hospitales en la Andalucía rural. Los hospitales de Niebla y La Palma (1590-1847). Conflictos, corruptelas y desobediencias. Francisco Núñez Roldán.................................................................................145 Otros Estudios “¿Durmiendo con el enemigo?”: La reina Isabel de Portugal en la obra literaria de su hermano Don Pedro, condestable de Portugal: ficción e historia. Ana M. Montero...............................................................................................173 Pinsonia, el estado que pudo ser. Grandes honores geográficos truncados. Mariano Cuesta Domingo................................................................................199 Un gigante con los pies de barro: la torre del Río del Oro en el siglo XVIII Juan Villegas Martín, Antonio Mira Toscano...............................................225 Libertad de imprenta y conservadurismo en el Cádiz de las Cortes Gonzalo Butrón Prida.....................................................................................261 El pronunciamiento de Huelva contra el general Espartero y el sitio de Sevilla de 1843 María Felisa Álvarez Rey .................................................................................277 Reyes, generales y esclavos: la Antigüedad Clásica a través del cine Marcos Rafael Cañas Pelayo, Antonio Míguez Santacruz...........................299 De las razas históricas al racismo elegante. Nuevas perspectivas para un debate humanístico urgente José Antonio González Alcantud ..................................................................325 ¿Arte o falacia? El pintor y falsificador húngaro Elmyr de Hory Clara Zamora Meca..........................................................................................353

Federico García Lorca en Hungría y las traducciones húngaras del Romancero gitano Eszter Katona....................................................................................................369 La lectura voluntaria de libros en el alumnado español de 10 a 18 años: diferencias territoriales, de género y características asociadas Ramón Mendoza, Joan Manuel Batista-Foguet, Antonia Rubio González, Diego Gómez Baya, Carmen Cruz.......................391 Reseñas María Antonia Carmona Ruiz...............................................................................419 José Manuel Rodriguez García, Ideología cruzada en el siglo XIII. Una visión desde la Castilla de Alfonso X, El Puerto de Santa María, Cátedra Alfonso X el Sabio, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2014, 325 pp., ISBN: 987-84-472-1555-3. Francisco García Fitz.............................................................................................423 Ana Arranz Guzmán, María del Pilar Rábade Obradó y Oscar Villarroel González (coords.), Guerra y paz en la Edad Media, Madrid, Sílex, 2013, 507 pp., ISBN 978-84-7737-566-1. Javier Pérez-Embid .................................................................................................431 Sabrina Corbellini (ed.), Cultures of Religious Reading in the Late Middle Ages, Turnhout, Brepols, 2013, 296 pp. (+10 lám.), ISBN 978-2-50354569-1. Manuel José de Lara Ródenas................................................................................435 Manuel Peña Díaz, Andalucía: Inquisición y Varia Historia. Huelva, Universidad de Huelva, 2012, 312 pp., ISBN: 978-84-15633-33-4. Manuel Peña Díaz...................................................................................................439 Geoffrey Parker, El siglo maldito. Clima, guerras y catástrofes en el siglo XVII, Barcelona, Planeta, 2013, 1504 pp., ISBN: 978-84-08-12143-5. José-Leonardo Ruiz Sánchez..................................................................................441 Manuel Moreno Alonso, El clero afrancesado en España. Los obispos, curas y frailes de José Bonaparte, Madrid, Biblioteca Nueva, 2014, 747 pp., ISBN: 978-84-99407-44-9. Víctor M. Núñez García........................................................................................445 Alberto Ramos Santana (coord.), La Constitución de 1812. Clave del liberalismo en Andalucía, nº 3 de la Colección Cuadernos de Andalucía en la Historia Contemporánea, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2012, 155 pp., ISBN: 978-84-939926-7-5. Luis Durán Guerra.................................................................................................451 Víctor M. Núñez García, Los parlamentarios de Huelva en las Cortes de

Cádiz. Discursos y debates políticos, Huelva, Universidad de Huelva, 2012, 115 pp., Depósito legal: H 336-2012. Manuel Cabello Pino.............................................................................................457 Joseph Pérez, Humanismo en el Renacimiento español, Madrid, Gadir, 2013, 193 pp., ISBN: 978-84-940667-3-3. Rafael Núñez Rodríguez........................................................................................461 Manuel Cabello Pino, Motivos y tópicos amatorios clásicos en El amor en los tiempos del cólera, Huelva, Universidad de Huelva, 2010, 365 pp., ISBN: 978-84-92944-03-3. José A. Antón Pacheco............................................................................................463 Juan Antonio González Márquez, Europa y España en el pensamiento de Luis Díez del Corral, Huelva, Universidad de Huelva, Universidad Rey Juan Carlos, Real Academia de la Historia, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2013, 832 pp., ISBN: 978-84-15147-37-4. José A. Antón Pacheco............................................................................................467 Francisco García Bazán, La biblioteca gnóstica de Nag Hammadi y los orígenes cristianos, Buenos Aires, El Hilo de Ariadna, colección Traditio, 2013, 252 pp., ISBN: 978-987-29896-3-7. José A. Antón Pacheco............................................................................................471 Jesús Moreno Sanz, Edith Stein en compañía. Vidas filosóficas cruzadas de María Zambrano, Hannah Arendt y Simone Weil, Madrid, Plaza y Valdés, 2014, 576 pp., ISBN: 978-84-16032-39-6. María Morano Guillén..........................................................................................475 Niels Peter Rygaard, El niño abandonado: guía para el tratamiento de los trastornos del apego, Barcelona, Gedisa, 2008, 308 pp., ISBN: 978-849784-226-6. Normas de Publicación...............................................................................................479 Suscripciones..............................................................................................................482

Monográfico Sistema hospitalario y enfermería en la España Moderna

Erebea

Revista de Humanidades y Ciencias Sociales Núm. 4 (2014), pp. 7-41 issn: 0214-0691

La historia de la Enfermería: origen y desarrollo de una línea de investigación en España (1989-2014) Antonio Claret García Martínez Universidad de Huelva Manuel Jesús García Martínez Universidad de Sevilla Resumen Los hospitales son complejas instituciones que permiten una aproximación histórica desde diferentes perspectivas, lo que ha ido exigiendo la apertura de nuevas líneas de investigación. Este trabajo pretende mostrar las líneas de aproximación al mundo de los hospitales a través de los estudios desde la historia de la Enfermería o historia de los cuidados enfermeros, con una recopilación bibliográfica de más de 300 referencias, precedida de un estado de la cuestión que recoge su punto de partida.

Abstract Hospitals are complex institutions that allow an historical approach from different perspectives, which has been allowing the opening of new lines of research. This paper aims to show the lines of approach to the world of hospitals across studies from nursing history or history of nursing care, with a bibliography of over 300 references, preceded by a state of the collecting and the starting point of this research.

Palabras Clave Historia de la enfermería. Historia de los cuidados. Hospitales. Enfermería. Bibliografía.

Keywords Nursing history. Health cares history. Hospitals. Nursing. Bibliography.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Introducción Hablar de Enfermería es hablar de cuidados, es decir, de personas que han adquirido una formación determinada para la prestación de cuidados de tipo sanitario en los hospitales y otros centros asistenciales, con el objetivo de ayudar a las personas a recuperar la salud perdida o a aliviar su sufrimiento. En 1977 la Enfermería alcanzó en España por primera vez en su historia el rango de estudio universitario a nivel de primer ciclo. Desde entonces, la profesión enfermera ha experimentado profundos cambios en sus planteamientos epistemológicos, científicos y profesionales, hasta el punto de quedar hoy perfectamente integrada en los estudios de Grado implantados en la Unión Europea tras el complejo proceso de Bolonia.Tal reconocimiento académico es el resultado de muchos siglos de evolución de una profesión, que existe como oficio desde tiempo inmemorial, aunque con unos perfiles poco definidos. Esta elevación del nivel formativo de los profesionales de la Enfermería, tanto en el ámbito asistencial como en el docente, tuvo como consecuencia la toma de conciencia de los profesionales sobre la propia disciplina y propició el desarrollo de diversas líneas de investigación, entre ellas las que se ocupaban de la recuperación de la historia de la Enfermería española y su inserción en la Historia en sentido amplio, así como en la historia de la asistencia sanitataria en España en su sentido más concreto. Todo este proceso implicóun aumento considerable de la investigación de la historia de la profesión enfermera en todo el territorio nacional, con la aparición de grupos de investigación, proyectos, reuniones científicas y un número creciente de publicaciones, que han cambiado por completo la visión que se tenía de la profesión hasta hace escasamente 25 años.Todo ello tiene una gestación y unos orígenes, cuyo conocimiento ayuda a explicar la situación actual de la investigación en historia de la Enfermería en España y su posición en el contexto internacional. La Enfermería es una de las profesiones que han tenido a lo largo de la historia como singularidad la de contar con la presencia de la mujer en un altísimo porcentaje. Desde las sociedades más primitivas, el hecho del “cuidar” ha estado muy unido al entorno doméstico y a la mujer; con el establecimiento de instituciones basadas en la prestación de cuidados, ella ha venido a desempeñar un papel preponderante. Esto no quiere decir que el hombre haya quedado excluido

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sistemáticamente de las tareas cuidadoras, antes al contrario, desde el siglo XVI la fundación de congregaciones y órdenes dedicadas casi en exclusiva a la prestación de cuidados en los hospitales fueron promovidas por hombres, los cuales impulsaron el oficio, teorizaron sobre él y elaboraron tratados de enfermería que son hitos imprescindibles para conocer el desarrollo de la profesión en los últimos cinco siglos.1 Los inicios de la investigación Si realizáramos una búsqueda bibliográfica acerca de los trabajos publicados a comienzos de la década de los 80 de la pasada centuria sobre historia de la Enfermería en España, los registros obtenidos serían mínimos. Algunos estudios debidos a Carmen Domínguez Alcón, Francisco Ventosa Esquinaldo y Cecilio Eseverri Chaverri2 rompen el vacío existente, erigiéndose en pioneros o “precursores”; trabajos que sirvieron de referente en las escuelas de Enfermería del momento para introducir a los estudiantes en la historia de una profesión de la que se ingoraba prácticamente todo.3 Período de cambios El panoramo comienza a cambiar en la segunda mitad de los años 80, a causa del interés creciente suscitado en distintas instituciones vinculadas al entorno de la Enfermería, principalmente escuelas, pero también los colegios profesionales,4 1 Las Orden de San Juan de Dios y la Congregación de los enfermeros Obregones, fundadas en España en el siglo XVI, o la Congregación de los Bethlemitas, fundada en el siglo XVII en Guatemala, son exponenetes del impulso que la Enfermería experimentó a comienzos de la Edad Moderna. Puede verse al respecto A. C. García Martínez, M. J. García Martínez, J. I. Valle Racero, “Un siglo de Oro para la Enfermería española (1550-1650): II. Desarrollo de las Funciones específicas de Enfermería”. En F. Hernández Martín (Coord.): Historia de la Enfermería en España (desde la Antigüedad hasta nuestros días). Madrid:Editorial Síntesis, S. A., 1996, pp. 149-176; M. J. García Martínez, “Cuidados enfermeros en la España del siglo XVII. Hacia la búsqueda de una identidad profesional”. Gazeta de Antropología, núm. 20. Granada: 2004. Publicación electrónica. Disponible en: http://www.ugr.es/~pwlac/G20_22ManuelJesus_Garcia_Martinez.html; M. J. García Martínez, J. I. Valle Racero, A. C. García Martínez, “Las funciones de enfermería en los Hermanos Obregones (siglos XVI-XVIII). Enfermería y Administración”. Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología (Universidad Complutense de Madrid), Escuela Universitaria de Enfermería del Hospital General Universitario de Valencia, Libro de Ponencias y Comunicaciones del I Congreso Nacional de Historia de la Enfermería, celebrado en Valencia. Barcelona: Fundación Uriach 1838, 1996, pp. 149-158. 2 C. Alcón, Los cuidados y la profesión enfermera en España, Madrid: Ediciones Pirámides S.A., 1986. C. Eseverri Chaverri, Historia de la Enfermería Española e Hispanoamericana. Salvat Editores, S.A. Barcelona, 1984.; F. Ventosa Esquinaldo, Historia de la Enfermería Española, Madrid: Editorial Ciencia, 1984. 3 Los estudios sobre historia de la Enfermería en las escuelas universitarias se completaba fundamentalmente con los estudios de historia de la Medicina y otros de historia de las Ciencias. 4 Desde hace más de veinte años una línea de investigación muy frecuentada ha sido el estudio

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los hospitales5 y el Consejo General de Enfermería de España.6 Todos ellos, ya fuese a nivel de la institución o, más frecuentemente, por iniciativa de los profesionales adscritos a ellas, sobre todo los profesores universitarios, comenzaron a organizar actividades que tenían como eje central la investigación y difusión de la historia de la profesión enfermera. Por otra parte, las revistas enfermeras de base generalista, con preponderancia de estudios clínicos, incluían cada vez con más frecuencia breves artículos de contenido histórico, que daban tímidamente a conocer los resultados de ese interés por los temas relacionados con el pasado de la profesión.7 Entre todas ellas habría que destacar Índex de Enfermería, publicación con sede en Granada que ha mostrado desde su fundación una especial sensibilidad hacia los temás históricos y humanísticos en general.8 La eclosión de los estudios sobre historia de la Enfermería En este contexto hay que resaltar las actividades promovidas desde la Escuela de Enfermería de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de Francisca Hernández Martín, Profesora Titular de Historia de la Enfermería. La de la historia de los colegios profesionales de Enfermería. Fundados desde finales del siglo XIX, los colegios profesionales han desempeñado un papel de primera importacia en el desarrollo de la profesión, con el planteamiento sistemático de reivindicaciones profesionales y de lucha por el colectivo enfermero. Los archivos que guardan muchos de ellos ha posibilitado la realización de estudios sobre ellos. Puede verse al respecto para el Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla C. Gallardo Moraleda, E. Jaldón García, V. Villa García-Noblejas, La Enfermería sevillana. El Colegio y su Historia (1900/1930). Granada: Ilustre Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, 1993; y C. Gallardo Moraleda, V. Villa García-Noblejas, La Enfermería sevillana. El Colegio y su Historia (1961/1990). Sevilla: Ilustre Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, 2002. 5 El sistema hospitalario español ha experimentado una profunda renovación en el siglo XX, buscando la modernización e incorporación de las tecnologías que este siglo ha ido proporcionando. Esto se ha traducido en la renovación de antiguas instalaciones y, sobre todo, en la construcción de nuevos complejos hospitalarios. Con una edad de entre sesenta y ochenta años, muchos hospitales españoles de última generación tienen ya tras de sí una historia que contar y lo están empezando a hacer, creciendo en los últimos años las conmemoraciones y estudios monográficos sobre ellos. 6 El Consejo General de Enfermería de España es el órgano que agrupa a todos los Consejos autonómicos de Enfermería y a todos los Colegios Oficiales de Enfermería de España. Constituye un órgano cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XIX y que experimentó un importante desarrollo a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado. Dentro de su línea de publicaciones ha incluido trabajos de investigación histórica, desde la edición de fuentes hasta monografías. 7 Con carácter nacional cabe destacar Rol. Revista de Enfermería, que se edita desde 1979; o, a nivel provincial, Hygia. Revista Científica del Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, editada desde los años ochenta. Éstas y otras incluían de manera más o menos frecuente breves artículos de tipo histórico, y sirvieron para hacer visible una investigación en continuo crecimiento. De similares características a las anteriores, aunque dedicada al ámbito de las matronas (especialidad actual de la Enfermería) es Matronas hoy, promovida por la Asociación Nacional de Matronas desde comienzos de los años noventa. 8 Index de Enfermería. Gaceta Bibliográfica del Centro de Documentación en Enfermería Comunitaria. Granada.Su primer número fue publicado en 1992.

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realización de seminarios especializados, la convocatoria de un Premio Internacional de Historia de la Enfermería, la puesta en marcha del Seminario Permanente para la Investigación de la Historia de la Enfermería y la organización de Jornadas científicas supondrían hitos históricos de consecuencias trascendentales para comprender, en gran medida, la evolución de los estudios sobrehistoria de la profesión. Paralelamente, fueron apareciendo investigadores y grupos de investigación en distintos puntos del país, que comenzaron una tarea de búsqueda, localización, estudio y edición de las fuentes históricas, que enriquecieron el panorama historiográfico sobre la materia.9 Así, desde Granada, con la publicación Índex de Enfermería (promovida por la Fundación Índex desde 1992), desde Sevilla-Huelva con la puesta en marcha de Híades. Revista de Historia de la Enfermería (1994), primera publicación periódica monográfica,10y desde el Departamento de Enfermería de la Universidad de Alicante, con su publicación Cultura de los Cuidados,11se genera un amplio movimiento de investigación que aglutinó a investigadores de todo el país, publicando en sus números el avance de la investigación. Desde Madrid, Valladolid, Barcelona, Málaga, Cádiz, Valencia, Guipúzcoa y desde otras muchas ciudades han ido incorporándose investigadores que, en su conjunto, han conseguido construir una visión más amplia y real de la evolución de la historia de los cuidados en España. En todo este panorama hay que destacar la puesta en marcha desde el Seminario Permanente para la Investigación de la Historia de la Enfermería (dirigido por la Profesora Francisca J. Hernández Martín, de la Universidad Complutense) de los Congresos Nacionales e Internacionales de Historia de la Enfermería. En 1992 y 1993 se celebraron las Primeras y Segundas Jornadas de Historia de la Enfermería,12 9 Sería difícil recoger en unas pocas líneas los investigadores que a lo largo de los años han ido incorporándose a la investigación histórica de la profesión, no quedando en la actualidad ninguna comunidad autónoma sin que disponga de grupos o investigadores a título individual que lo hagan. 10 Híades. Revista de Historia de la Enfermería lleva 11 números publicados hasta 2014 y en ellos han publicado un total de más de 300 investidores desde su fundación en 1994. Véase http:// www.portalhiades.com 11 El Departamento de Enfermería de la Universidad de Alicante ha desempeñado un papel de primera importancia en el desarrollo de la Enfermería Universitaria desde los años 80, y de especial relevancia en la investigación de la historia de la Enfermería. Profesores como José Siles González, Catedrático de Enfermería, han desarrollado su labor consiguiendo la implantación del Título Propio de Enfermería, el Doctorado y finalmente el Grado. Desde su Cátedra, ha dirigido tesis doctorales sobre Historia de la Enfermería y ha luchado por incluir en los estudios universitarios de Enfermería la Historia como asignatura. Ha promovido Jornadas y Congresos y fundado la Asociación de Historia y Antropología de los Cuidados, que mantiene estrechas relaciones con profesores y alumnado de las más importantes universidades hispanoamericanas, promoviendo desde 1997 Cultura de los Cuidados. Revista de Enfermería y Humanidades. 12 La celebración de las I Jornadas Nacionales de Investigación en Historia de la Enfermería bajo el título de “La Enfermería en el siglo XX: de oficio a profesión” celebradas en Madrid en octubre

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que se transformaron a partir de 1994 en congresos nacionales. El primero, celebrado en Valencia en 1994, a los que siguieron los de Málaga, Mérida, Gijón y Sevilla. El V Congreso Nacional de Historia de la Enfermería celebrado en Sevilla significó un punto de inflexión. La participación de investigadores procedentes de Brasil, Colombia, México y otros países favoreció el proceso de reflexión y la necesidad de avanzar un poco más en la organización de estos eventos científicos, pasando a tener desde entonces carácter de internacional a partir del sexto; las siguientes sedes fueron Alcalá de Henares, Granada, Zaragoza, Santa Cruz de Tenerife, Almería, Barcelona, Alicante y Madrid. En la actualidad, se está organizando el XIV Congreso Nacional y IX Internacional de Historia de la Enfermería en Santader, para mayo de 2015. Desde 1989 hasta 2014 son 25 años en los que el panorama bibliográfico ha cambiado por completo. Los Colegios Profesionales de Enfermería están realizando una interesante labor de investigación de su propia historia, que muchos de ellos pueden remotarla hasta finales del siglo XIX; los hospitales, las escuelas de Enfermería, el Consejo General y otras instituciones han desarrollado una labor muy interesante para la recuperación de la historia de la profesión. La investigación de la historia de la Enfermería en el contexto internacional El interés por la investigación de la historia de la Enfermería no se circunscribe exclusivamente al ámbito español, ocurriendo un proceso similar a nivel internacional. Un punto de referencia obligado lo marca el inicio del interés por esta investigación en la Universidad de Pensilvania, en los Estados Unidos. En los años ochenta de la pasada centuria comienzan a tomar forma algunas instituciones que vendrían a ocupar un lugar de primera importancia en este panorama con el paso de los años. Así, se funda en esta universidad norteamericana el Barbara Bates Center for the Study of the History of Nursing, institución que servirá de referencia internacional sobre los estudios de historia de la Enfermería. Paralelamente, en los años noventa y en la nueva centuria surgen grupos de investigadores en distintos países europeos e iberoamericanos, como Brasil, Colombia, Chile y México, por citar a los más activos, pero también en Europa, en Portugal, el Reino Unido, Dinamarca, Francia, Italia y Alemania, igualmente por citar los centros demás proyección. Toda esta actividad está generando la formación de asociaciones internacionales, como la European Association for the History of NursingEAHN), fundada en 2012 y que agrupa a asociaciones de 13 países europeos. Por otra de 1992 suponen un hito en el desarrollo de los estudios en historia de la profesión. Estas Jornadas y los congresos subsiguientes sirivieron para aglutinar a un número creciente de investigadores, planificar estrategias, promover eventos científicos y motivar la reflexión sobre el pasado de la profesión. Resultado de ellas, en 2015 se celebrará el XIV Congreso Nacional y IX Internacional de Historia de la Enfermería.

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parte, la investigación de la historia de la Enfermería recibió un importante reconocimiento en el año 2012 al ser incluida oficialmente como una de las líneas presentes en las convocatorias cuadrianuales del Congreso que organiza el Consejo Internacional de Enfermería, fundado en 1899, y que en ese año se celebró en la isla de Malta. La actualidad Hoy podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se cuentan por miles las referencias bibliográficas generadas en este terreno y hay que plantearse la posibilidad de llevar a cabo una publicación que recoja la mayor parte de la misma. Incluimos en Erebea una síntesiscon el avance de este nuevo espacio de investigación, que se ha ido abriendo camino en los últimos 25; un dominio bantante desconocido en el ámbito historiografía histórica más general, al haberse desarrollado muy en el interior de la propia disciplina enfermera. Creemos que, por su importancia, volumen y calidad debe ser conocida por los especialistas en temas sanitarios, de la historia de los hospitales y de otros espacios de investigación con el que la Enfermería guarda una vinculación muy estrecha. La presente recopilación bibliográfica pretende difundir, por tanto, las principales líneas de investigación abiertas en los últimos años en entorno a la historia de la Enfermería española. La presente recopilación bibliográfica Siempre resulta difícil proponer una selección bibliográfica;con frecuencia se quedan fuera títulos importantes, otras veces son incluidos otros que podían haber sido obviados. Sin embargo, este tipo de trabajo se hace necesario porque posiblitan a muchos interesados establecer un primer contacto con una materia que desconocen; en otras ocasiones,algunos investigadores amplían el conocimiento que sobre ella ya tenían. A pesar de sus luces ysombras, una recopilación bibliográfica nos acerca siempre a líneas de investigación, a temas o planteamientos nuevos de una realidad ya existente; a nuevas lecturas sobre viejas fuentes, en definitiva, a espacios de reflexión que están llevando a cabo un grupo amplio de investigadores. Casi nunca es fácil organizar los títulos con unos criterios claros y definidos; muchos trabajos participan de distintos espacios de investigación, imbricándose unos con otros,porque todos formanparte de una misma realidad. No es fácil analizar el trabajo de las enfermeras de forma completamente aislada de su entorno físico (el hospital) y humano (médicos, cirujanos, boticarios y otros profesionales, sanitarios o no). Sin embargo, con frecuencia observamos que se han realizado muchos estudios de corte médico en los ambientes hospitalarios en donde la presencia de los cuidadores o enfermeros se ha visto sensiblemente reducida, y no necesarimente por una intención declarada; posiblemente, las fuentes consultadas no han sido siempre las más idóneas o completas.

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Por ello, las secciones que hemos establecido en esta recopilación bibliográfica está enfocada a dirigir al interesado hacia las grandes áreas temáticas que han recibido la atención de los historiadores de la Enfermería, subrayando una vez más la ineludible interrelación entre todas ellas. En concreto, son seis: - Historia de la profesión enfermera. - Hospitales, Instituciones y Personajes relacionados con el cuidado. - Investigación y Metodología en Historia de la Enfermería. - El trabajo enfermero a lo largo de la historia: funciones, tareas y cuidados. - Fuentes para la historia de la Enfermería. - Publicaciones periódicas con mayor presencia de la historia de la Enfermería. - Libros de Actas de Congresos de historia de la Enfermería celebrados en España. Las más de 300 referencias incluidas han de ser consideradas como una muestra de la amplia relación de publicaciones existentes en nuestro país o, en caso de las referencias internacionales, consultadas de forma más asidua por los especialistas.13

13 En estos momentos estamos llevando a cabo un recopilación bibliográfica sobre historia de la Enfermería a nivel internacional, que podrá ofrecer al lector una visión de conjunto de las principales líneas de investigación que sobre la materia se están desarrollando a nivel internacional.

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Las constituciones de los hospitales y los cuidados enfermeros en la España de los Austrias (siglos xvi-xvii) Antonio Claret García Martínez Universidad de Huelva Resumen El siglo XVI conoce en España un importante cambio de mentalidad en lo referente a materia de salud. Las consecuencias de ello fueron la reforma de los hospitales y la aplicación de nuevas formas de curar y cuidar a los enfermos. Las constituciones elaboradas para estos nuevos hospitales reflejan, en cierta medida, estos cambios y asumen las propuestas que la ciencia médica promueve desde la literatura especializada. En este trabajo se estudia la profunda imbricación existente entre las nuevas constituciones de hospitales castellanos de fines del siglo XVI y todo el XVII y los cuidados en ellos prestados por un personal enfermero cada vez más formado y especializado. Por otra parte, el hospital se erige en un centro diseñado también para tratar el desequilibrio espiritual que padecen los enfermos y marginales.

Abstract The 16th century in Spain knows an important change of mentality in relation to health. The consequences of this were the reform of hospitals and the implementation of new ways of treatment and of taking care of sick people. The constitutions drawn up for these new hospitals reflect, to some extent, these changes and assume the proposals promoted by medical science from specialized literature. This paper explores the deep existing interweaving between the new constitutions of Castilian hospitals at the end of the 16th and 17th century and the care they provided by a nursing staff, more and more trained and specialized. On the other hand, the hospital stands in a facility designed to treat the spiritual imbalance that the sick or the poor tramp in them suffered as a result of their social marginalization.

Palabras Clave Hospital. Enfermería. Enfermeros. Cuidados. Constituciones hospitalarias.

Keywords Hospital. Nursing. Nurses. Cares. Hospitals constitutions.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Primera parte Retos y respuestas del sistema hospitalario ante los avances de la ciencia médica y la práctica enfermera. La historia de los hospitales es un tema ampliamente tratado por la historiografía especializada desde hace ya bastantes años: pequeños hospitales, surgidos en las villas y ciudades medievales para ofrecer unos cuidados muy básicos a los pobres enfermos; y grandes hospitales, de patronazgo real o nobiliario, que se fundaron en la Baja Edad Media y en la Edad Moderna y que ampliaron considerablemente los servicios asistenciales ofrecidos, con un aumento muy importante de las tareas relacionadas con la curación y el cuidado especializado de los enfermos. Todos ellos buscaban satisfacer las necesidades en materia de salud que una parte de la sociedad demandaba. Desde comienzos del siglo XVI, los hospitales españoles no dejaron de evolucionar, intentando incorporar, en la medida de sus posibilidades, las nuevas técnicas y conocimientos que el desarrollo científico de la época proporcionaba. Algunos hospitales lo consiguieron; otros muchos, no. Un hospital, especialmente uno de los grandes hospitales de fundación real o nobiliaria, de los que existen magníficos exponentes en España, bien dotado de infraestructuras, personal y medios económicos, era una compleja institución que requería de una organización eficiente y funcional; de ella dependía conseguir los objetivos para los que había sido fundado: la cura y cuidado de los enfermos pobres y su reinserción en la sociedad. Los hospitales ocuparon, asimismo, un lugar muy destacado en el insconsciente colectivo de los habitantes de una ciudad y la literatura es un buen reflejo de ello. En las grandes ciudades bajomedievales y de época moderna, como es el caso de Sevilla, las instituciones locales o de ámbito estatal (la Iglesia y la Corona) y las grandes familias fueron creando una compleja red de centros que venían a cubrir las importantes carencias que en materia de salud padecían amplios sectores de la sociedad: desde los impedidos y ancianos hasta los niños expósitos, huérfanos y mujeres marginadas, por haber caído en la prostitución o encontrarse sin familia. Su eficacia dejó bastante que desear en muchos casos, pero en otros los hospitales se convirtieron en la única vía para aliviar el sufrimiento que esa población padecía de forma endémica.

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La diversidad de aspectos que concurren en el funcionamiento de los hospitales y la abundante documentación conservada en archivos y bibliotecas de todo el país proporcionan unas excelentes bases para explorar el complejo mundo de los hospitales desde las más diversas perspectivas. Entre esa documentación se encuentran las constituciones y reglamentos que estas instituciones recibían en el momento o poco después de su fundación, y que representaban el marco teórico sobre el que debía articularse su vida diaria. La documentación que generaba el funcionamiento del mismo permite conocer en qué medida se cumplían dichas constituciones y si el hospital cubría las expectativas para las que había sido fundado. Por otra parte, la Iglesia, que era en gran medida la garante del adecuado funcionamiento de los hospitales, prescribía la elaboración y cumplimiento de dichas constituciones, como así se recoge con frecuencia en las constituciones sinodales: “Constitución XV. De los Colectores, decencia de las Iglesias, y cuidado de los Hospitales, tit. 36, capítulo 45, lib. 3. Decreto. (…) y que en los Hospitales aya Constituciones para el buen gobierno: todo lo qual mandamos se guarde, y que en todos los dichos Hospitales sujetos a nuestra Jurisdicción, en que no las huviere, y aunque las aya, si no estuvieren arregladas al tiempo presente, se hagan dentro de quatro meses; con inventario de la renta exequible, y corriente de la pérdida, y por qué razón y nos la remitan para su conocimiento y proveer lo que más convenga (…)”.1

El empleo de las constituciones hospitalarias como fuente para el estudio de estas instituciones no es algo nuevo,2 pero su utilización no ha sido todo lo amplia 1 Constituciones y nuevas addiciones synodales del obispado de las Canarias, hechas por el Ilustríssimo señor D. Pedro Manuel Dávila y Cárdenas (…). Madrid, en la Oficina de Diego Miguel de Peralta, año 1737, p, 198. 2 Por recoger sólo algunos trabajos L. Santolaya Heredero, “Las constituciones del hospital de Santa Cruz (Toledo)”. En Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, t. 3, 1990 pp. 317-366; M. Jaramillo Cervilla, “El Hospital Real de Caridad de Guadix. Su fundación y primeras constituciones”. En Chronica Nova, 20 (1992), pp. 233-241.; M. Á. Calvo Calvo, “Aspectos sociolaborales de los enfermeros del Hospital del Espíritu Santo de Sevilla a finales del siglo XVI”. En Híades. Revista de Historia de la Enfermería, núm. 8, pp. 355-379; J. I. Carmona, El sistema de hospitalidad pública en la Sevilla del antiguo Régimen. Excma. Diputación Provincial. Sevilla, 1979; J. I. Carmona, Los hospitales en la Sevilla moderna. Excma. Diputación Provincial. Sevilla, 1980.y A. C. García Martínez, “Los cuidados y la asistencia en América latina a través de las normativas reales españolas”, ponencia expuesta en el IX Congreso Nacional de Historia de la Enfermería y IV Congreso Internacional de Historia de la Enfermería, Las Palmas de Gran Canaria, 26-28 de abril de 2007, y que sirve de base a este trabajo; A. C. García Martínez, “Asociaciones para la asistencia social: los cuidados infantiles en la Casa Cuna de Sevilla a través de sus reglas de 1656”. En El asociacionismo

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que debiera. Se hace necesario una edición de las mismas, un estudio comparativo, en el espacio y en el tiempo, porque conocer las interrelaciones entre unas constituciones y otras muchas cuestiones relacionadas con el funcionamiento de los hospitales en el período de tránsito entre el mundo medieval y el moderno3 abre las puertas a un conocimiento no sólo del funcionamiento de estos centros, sino también del avance de los cuidados en ellos prestados y de los cambios experimentados en la sociedad misma que los mantienen. En este contexto se inserta parte de los estudios incluidos en este número de Erebea.4 Para este trabajo hemos utilizado distintas constituciones y reglamentos de hospitales datados entre los siglos XVI y XVIII, de España, Portugal y México; manuscritos unos, impresos otros, y varios de ellos con reediciones impresas en sucesivos años. Estos hospitales son: 1. Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla.5 2. Hospital del Espíritu Santo de Sevilla.6 3. Hospital de San Lázaro de Sevilla.7 4. Hospital Real de Granada.8 5. Hospital General de Madrid, de 1589, impresas y reimpresas en siglos posteriores.9 en la Enfermería y su influencia en el desarrollo de la profesión. Madrid, 2013, pp. 491-497. 3 No entramos en el debate sobre el valor como fuente histórica de las constituciones hospitalarias (M. A. Calvo Calvo, “Aspectos socio-laborales…”, p. 355), que para nosotros queda fuera de toda duda. Si las normas recogidas en ellas eran observadas en mayor o menor medida, es una cuestión que sólo se podrá resolver con un estudio individualizado de cada hospital. Pero unas constituciones reflejan la mentalidad de una época, las aspiraciones de unos fundadores y patronos, hacen referencia a unos oficios que existen, y a los que se les exigen unas funciones en su trabajo y otros muchos aspectos que reflejan la vida diaria de esas instituciones y de las ciudades en donde se fundaban. 4 Véase por ejemplo en este volumen M. J. García Martínez, “La hospitalización y la peste en el siglo XVII en Directorio de Enfermeros”, o las referencias incluidas en “La historia de la enfermería: orígen y desarrollo de una línea de investigación en España. (1989-2014)”, también en este mismo volumen. 5 Archivo de la Diputación de Sevilla (ADS), Hospital de las Cinco Llagas, Constituciones, leg. 1-A. 6 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones Leg. 2-C. 7 ADS, Pergamino 222. Constituciones de las Reglas de la Cofradía de San Lázaro, 1484. Además, existe un traslado de 1680 de las reglas del Hospital de San Lázaro de Sevilla con actualización de su articulado, depositado en el Archivo General de Simancas. 8 Constituciones del Hospital Real qve en la civdad de Granada fvndaron los señores Reyes Católicos D. Fernando y Doña Ysabel. Sacadas de las visitas que en el Hospital hizieron los señores D. Ioan Alonso de Moscoso, Obispo de Guadix, el año de 1593 y el Doctor D. Pedro de Áuila, Abad de la Iglesia Colegial del Monte Santo de Granada, el año de 1632. Impresas por segunda vez. En Granada, en la Imprenta Real de Francisco Sánchez. Año de 1671. 9 Ordenanzas, y Constituciones para el bven gobierno y administración del Hospital General de

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6. Hospital Real de Lisboa.10 7. Hospital Real y General de los Indios de Nueva España, impresas, 1778.11 Una selección mínima en relación al número de constituciones conservadas, pero que representan en su conjunto una muestra significativa de la variedad existente. El proceso de fundación de un hospital en el siglo XVI. Un hospital es una institución extraordinariamente compleja y su fundación responde a toda una concepción de la vida. Sería demasiado superficial aceptar que un hospital es un lugar dedicado a proporcionar unos cuidados corporales a personas que los necesitan en los lugares donde son erigidos. Detrás de la fundación de un hospital existen unas motivaciones que impulsan a sus fundadores, de índole devocional unas veces, filantrópico otras, de prestigio y preeminencia social no pocas.12 Con frecuencia, todas ellas están presentes en mayor o menor medida en los procesos de fundación. Pero hablar de la historia de estas instituciones es hacerlo de su pervivencia en el tiempo; muchos de ellos son fundados en la Edad Media y han estado en funcionamiento hasta el siglo XXI, como es el caso del Hospital de San Lázaro de Sevilla.13 Por ello, se puede correr el riesgo de intentar conocer una de estas instituciones de forma “atemporal”, como si el hospital fuese el mismo en el siglo XV, en el XVII o en el XX. Para comprender un hospital hay que entender las motivaciones que hacen que sean fundados, que sean mantenidos y que sean cerrados o transformados, después de un período de tiempo más o menos largo de funcionamiento. 14 la Misericordia desta villa de Madrid y de los demás Hospitales, por autoridad Apostólica y Real a él reduzidos. Confirmadas por sv Magestad y Señores de su Real Consejo, y Arçobispo de Toledo, como juez Apostólico y Ordinario. En Madrid, por Juan de la Cuesta. Año de MDCXI. 10 Archivo Regional de Madrid, Reglamento del Hospital Real de la Ciudad de Lisboa, hecho en el año de 1632. Sig. 913171/18. 11 Constituciones, y Ordenanzas, para el régimen, y gobierno del Hospital Real, y General de los Indios de esta Nueva España, mandadas guardar por S. M. en Real Cédula de 27 de octubre del año 1776. Impresas en México, en la nueva Oficina Madrileña de D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle de la Palma. México, 1778. 12 J. I. Carmona, “Estancamiento de la beneficencia pública en el siglo XVIII: el Hospital del Espíritu Santo de Sevilla”. Archivo Hispalense, 196 (1981), pp. 3-28. C. Martínez García, El Hospital del Espíritu Santo de Sevilla (1587-1837). Memoria presentada para la obtención del Grado de Doctor en la Facultad de Farmacia de Sevilla, 1993. Este trabajo puede ser consultado en el repositorio de Tesis Doctorales de la Universidad de Sevilla en http://fondosdigitales.us.es/ tesis/tesis/2451/el-hospital-del-espiritu-santo-de-sevilla-1587-1837/. Incluye en el Apéndice I la transcripción del las Constituciones de este hospital sevillano. 13 R. Gómez, “El Hospital de San Lázaro en Sevilla. De fundación medieval a edificio renacentista”. En Laboratorio de Arte 4. Sevilla (1991), pp. 43-60. M.ª C. Giménez Muñoz, “Breve historia de los establecimientos benéficos en Sevilla desde su fundación hasta 1900”. En Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, 6 (2006). http://hispanianova.rediris.es, nota 20. 14 Sobre estos aspectos véase J. I. Carmona, “La asistencia social en la España de los Austrias”. De la beneficencia al bienestar social: cuatro siglos de acción social. Sevilla, 1986, pp. 69-88.

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Con estas reflexiones de fondo, y teniendo como tema central de este estudio el valor de las constituciones hospitalarias para conocer y comprender los hospitales y los cuidados en ellos proporcionados a través de su evolución en el tiempo, la elaboración, modificación, circulación y uso de sus constituciones responden a patrones culturales en los que todos esos procesos se llevan a cabo, incluyendo los cambios de mentalidad y sus características resultantes, predominancia de una mentalidad religiosa o laica, desarrollo científico, evolución económica y otros factores, siempre cambiantes a lo largo del tiempo. Desde el momento en que una persona a nivel particular o los representantes de una institución (cofradía, congregación religiosa u otra) decidían la fundación de un hospital hasta el momento en que éste entraba en funcionamiento solían transcurrir varios o, incluso, muchos años. El proceso habitual era el establecimiento de contactos de los promotores con personas de la localidad elegida para futura sede del hospital: autoridades eclesiásticas y civiles y familias locales de buena posición; todos ellos constituían el soporte necesario para que la empresa pudiera culminarse con éxito. Los primeros eran meses preparatorios que se desarrollaban dando forma a la idea inicial. Una vez conseguido el apoyo a nivel local, venía el desarrollo de un complejo entramado administrativo: solicitudes, autorizaciones, preparación de las dotaciones económicas para su financiación y otras actuaciones que pasaban necesariamente por la concesión de las aprobaciones de la autoridad eclesiástica. Con éstas en las manos de los promotores, la materialización de la empresa podía ir tomando forma.15 Paralelamente a todo este proceso administrativo, los fundadores iban diseñando la estructura material y humana del hospital: su ubicación más adecuada (en qué collación, calle, edificio tendría sus instalaciones); la naturaleza de los enfermos que iban a recibir: hombres, mujeres o ambos; tipo de enfermedades tratadas: contagiosas, incurables; provisión del personal necesario para su funcionamiento: administradores, sacerdotes, personal sanitario, sirvientes; finalmente, dotación económica para su mantenimiento. Todo ello requería de una planificación minuciosa y el desarrollo de unas gestiones administrativas arduas, largas y difíciles. Todo este proceso puede ser conocido en distinta medida a través de las propias constituciones de muchos hospitales, que han dejado constancia de parte de este proceso en sus preámbulos; así ocurre en el de las Cinco Llagas de Sevilla, erigido a comienzos del siglo XVI por doña Catalina de Ribera,16 esposa de don 15 Para el proceso de fundación de un hospital por parte de una institución, véase García A. C. García Martínez y M. J. García Martínez, “Los enfermeros Obregones y su labor fundacional. El Hospital del Buen Suceso de Sevilla”. En Qalat Chábir. Revista de Humanidades, 2 (1994), pp. 116-122. 16 Doña Catalina de Ribera era hija de Per Afán de Ribera, conde de Los Molares y III Adelantado Mayor de Andalucía, y de María Hurtado de Mendoza y Figueroa (hija del don Íñigo

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Pedro Enríquez, Adelantado Mayor de Andalucía y señor de la villa de Tarifa, en cuyo preámbulo y en otros documentos incorporados a continuación de éste se recogen alusiones directas al proceso de su fundación y elaboración de las propias constituciones.17 Del mismo modo, el Archivo de la Diputación de Sevilla guarda también documentación perteneciente a otros hospitales sevillanos con sus ordenanzas o constituciones, que informan, en diversa medida, de su proceso fundacional. 18 Las constituciones de los hospitales: estructura documental La España de los siglos XVI y XVII vivió un período especialmente proclive a la “normatización” de la sociedad.19 Las instituciones fundadas cuidaron detalladamente de la elaboración y difusión de sus constituciones o reglamentos; así se observa en las cofradías,20 en los gremios, en las órdenes y congregaciones religiosas, en los centros asistenciales y en los hospitales, de tal manera que han quedado muestras de constituciones por centenares. Con frecuencia sus constituciones se remontan a siglos anteriores, pero a partir del XVI se reforman, se preparan con mayor cuidado y se guardan, manuscritas o impresas. Bajo el nombre genérico de constituciones, estatutos, ordenaciones, reglamentos, reglas y otros términos se han conservado en archivos estatales y privados volúmenes manuscritos e impresos que agrupan una documentación a veces muy diversa. El texto central de estos volúmenes queda conformado por las constituciones propiamente dichas, pero junto a éstas es frecuente encontrar otros documentos adheridos, bien antes o bien después de ellas: bulas apostólicas, certificaciones y autorizaciones, memoriales, nuevas normas para completar las inicialmente recoLópez de Mendoza, marqués de Santillana). Esta destacada dama sevillana pertenecía, por lo tanto, a una poderosa familia castellana y contaba con las posibilidades económicas y de relaciones sociales que le permitieron a ella y tras su muerte a su hijo don Fadrique culminar la empresa fundadora con éxito. 17 ADS, Hospital de las Cinco Llagas, Constituciones, leg. 1-A. 18 La administración de los hospitales ha ido generando una abundante documentación que ha recibido el interés de especialistas de distintas disciplinas, que han realizado ediciones y estudios documentales de necesaria consulta. Véase P. Ostos Salcedo, “Actas del Hospital de San Sebastián de Palma del Río (Córdoba). Vol. IV, pp. 287-306. En Estudos em Homenagem ao Professor Doutor José Marques. Oporto, Portugal. Universidad de Oporto, 2006; P. Ostos, “Documentos del Hospital de San Sebastián de Palma del Río (Córdoba). Años 1345-1508”. En Ariadna (Palma del Río), 1991, pp. 1-367; P. Ostos, “Documentos del Hospital de San Sebastián de Palma del Río (Córdoba). Años 1509-1519”. En Ariadna (Palma del Río), 1993, pp. 52-111. 19 Desde los reglamentos y constituciones de los hospitales, gremios, órdenes religiosas hasta las ordenanzas de villas y ciudades. M.ª L. Pardo Rodríguez, Las Ordenanzas de Moguer de 1538. Fundación Cultural el Monte, 2003; y “Las Ordenanzas Municipales de Canena (Jaén) en 1544. En Anales de la Universidad de Cádiz. 1984, pp. 79-103. 20 J. Sánchez Herrero (ed.), CXIX Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas. Siglos XIV, XV y XVI. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva. Huelva, 2002.

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gidas en los reglamentos,21 documentos de tipo administrativo generados por el hospital durante su funcionamiento, relación de salarios del personal adscrito a la institución y otros documentos muy variados. Todo ello convierte las constituciones de un hospital en una fuente especialmente interesante para conocer muchos aspectos de su funcionamiento en el día a día. Esta compleja realidad documental hace que se encuentren importantes diferencias entre las constituciones de unos hospitales y las de otros y entre las constituciones elaboradas en distintos momentos, entre las compuestas a finales del siglo XV y las realizadas a finales del siglo XVI y todo lo largo de los siglos XVII y XVIII, para nuestro caso. En esencia, las constituciones de un hospital son el conjunto de normas escritas con las que los fundadores del mismo pretendían conseguir el buen funcionamiento de la institución y la consecución de sus objetivos. Su elaboración era un proceso complejo que culminaba con la puesta por escrito de un texto, habitualmente organizado en capítulos, que era guardado en el archivo del hospital y cuyas copias se entregaban a las personas encargadas de dirigirlo y administrarlo, pero también a aquellas otras que trabajan en él, para que conocieran sus derechos y obligaciones. Por todo ello, las constituciones representaban la columna vertebral de la administración de un hospital; eran el marco funcional desde el que se proyectaba la vida diaria de la institución, regulando los tres pilares sobre los que giraba su funcionamiento: 1. Definen la actividad a la que está destinada la institución y la forma de hacerlo. 2. Regulan los aspectos básicos del personal que trabaja en ella. 3. Establecen los mecanismos que garantizan su pervivencia. Los contenidos regulados por las constituciones han ido cambiando con el paso del tiempo. Hay constituciones que regulan de forma prolija aspectos más espirituales y administrativos que sanitarios, como las del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, elaboradas en 1503. Éstas tratan con especial detenimiento las funciones de los administradores, que debían ser clérigos, los visitadores y los sacerdotes que proporcionaban los cuidados espirituales a los enfermos. Por el contrario, y es una tónica general, conforme avanza la decimosexta centuria y el siglo 21 A este respecto son muy interesantes las constituciones impresas del Hospital Real de Granada. Constituciones del Hospital Real qve en la civdad de Granada fvndaron los señores Reyes Católicos D. Fernando y Doña Ysabel. Sacadas de las visitas que en el Hospital hizieron los señores D. Ioan Alonso de Moscoso, Obispo de Guadix, el año de 1593 y el Doctor D. Pedro de Áuila, Abad de la Iglesia Colegial del Monte Santo de Granada, el año de 1632. Impresas por segunda vez. En Granada, en la Imprenta Real de Fracisco Sánchez. Año de 1671.

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XVII, numerosas constituciones recogen cada vez más aspectos relacionados con la cura y cuidado de los enfermos (la higiene, la alimentación y los tratamientos) y los profesionales de la salud que trabajaban en el hospital (médicos, cirujanos, enfermeros, boticarios y otros dedicados a distintas actividades de apoyo). Una buena muestra de esto último lo observamos en las constituciones del hospital del Espíritu Santo de Sevilla, elaboradas en 1590. Por otra parte, los contenidos y organización de las constituciones quedaban marcados por la condición de las personas que intervenían en su elaboración; a fines de la Edad Media y comienzos del mundo moderno, predominaron entre ellas los clérigos y hombres de Iglesia; avanzado el siglo XVI se cuenta cada vez más con el parecer de especialistas médicos. Ello explicaría en cierta medida el cambio experimentado a lo largo de esta centuria tanto en la organización de los textos como en sus contenidos, que viene a ser reflejo a su vez de la evolución de la propia asistencia hospitalaria y de la visión del concepto de enfermedad, tratamiento, cuidados y cura. El manuscrito con las constituciones del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla es un volumen que recoge en su portada a modo de título “Constituciones y Reglamentos del Hospital de las Cinco Llagas. 1624”, escrito con una letra posterior a la que muestran los documentos incluidos en él. Es una traslación de las constituciones primigenias: El manuscrito presenta la siguiente estructura documental: 1. Cinco folios en blanco sin numeración. 2. Un Preámbulo, f. 1 recto a 2 recto. 3. Dos bulas apostólicas, f. 2 recto a 12 recto. 4. Un texto explicativo de presentación de las bulas, f. 12 vuelto. 5. Dos documentos de toma de posesión de patronos y referencia inicial a la elaboración de las constituciones, 13 recto a 21 vuelto. 6. Los Estatutos y Constituciones del hospital, f. 20 vuelto a 39 recto. 7. Nuevos capítulos añadidos a los estatutos, f. 39 recto. 8. Nuevos capítulos añadidos a los estatutos, f. 39 vuelto a 40 recto. 9. Folios en blanco. Estas constituciones están organizadas en apartados sin numerar, pero claramente identificables por comenzar cada uno de ellos con una letra capital ornamentada de mayor módulo. Carecen de una clara organización temática interna, como sí poseen las constituciones de otros hospitales, ubicándose en primer lugar los aspectos reglamentados a los que se les reconoce mayor importancia: en este caso predominan las cuestiones espirituales y todo lo referente a los eclesiásticos vinculados a la institución. El hospital es entendido así como un centro de

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curación de las enfermedades del cuerpo, pero muy especialmente del alma. De hecho, los libros que se aconsejaba tener en el centro son más de índole religiosa y espiritual que sanitaria y el sacerdote administrador del hospital debía tener disponibles “libros de buena doctrina” y entre ellos uno de “ayuda al bien morir”: “El dicho clérigo e cura visite continuamente e las exorte a paciençia e conforte en toda caridad e después de administrados los sacramentos tenga mucho estudio y vigilançia sy alguna quisiere fallecer de esta presente vida como la conforte y esfuerçe, representándole a Ihesucristo Nuestro Redemptor, al merescimiento de su sacratíssima passión, el preçio de su sangre preciosa por el qual la redimió, muéstrele la beninmidad de la Virgen María, Nuestra Sennora Madre e abogada de los peccadores y estas cosas y otras que a el bienvisto le serán le diga de continuo y para esto tenga consigo el tal clérigo algunos libros de buena dotrina y exemplo de sanctos y el libro que se dize “arte de bien morir”.22

Ello se completa con la obligación de celebrar a lo largo del año señaladas festividades, que acaban conformando un “camino espiritual de curación” para los enfermos: “Item, por quanto la fiesta principal deste ospital es el domingo de Quasimodo continuamente cada anno en el qual dicho día segund los perdones y indulgencias de que en la bulla apostólica se faze mención y porque la dicha fiesta se a de celebrar solennemente con cantores y ministros, así las vísperas como la missa, declaramos y mandamos que el dicho clérigo cura y asimesmo el mayordomo tenga cargo de hazer publicar la dicha fiesta en los sermones que por las iglesias se hyzieren en toda la Pascua, y asimesmo hazer entoldar el dicho ospital donde se haga vn altar en lugar público donde toda la gente que viniere pueda ver a Dios y asymesmo conbiden algunos clérigos de la iglesia de Santa Catalina para que les aiuden al oficio, asy de las bisperas primeras como de missa, porque la fiesta se celebre con toda deuoçión, ponpa y honra y asimesmo con sermón, el mejor que se pudiere procurar.”23

Los contenidos regulados aparecen en el siguiente orden: 1. Sobre el administrador del hospital, un clérigo de la orden de San Pedro. 2. Sobre el mayordomo, clérigo o lego, f. 25v. 22 ADS, Hospital de las Cinco Llagas, Constituciones…, ff. 22v-23r. 23 ADS, Hospital de las Cinco Llagas, Constituciones…, ff. 23r-24v.

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3. Una muger próbida matrona, discreta de buena fama, 26v. (menciona a otras mujeres servidoras). 4. Patrones hagan visita del hospital. 5. Físico o cirujano, f. 32v. En su conjunto, varios de sus capítulos están dedicados al personal sanitario y asistencial que trabajaba en él. Por el contrario, las Constituciones del Hospital del Espíritu Santo de Sevilla son muy diferentes a las del Hospital de las Cinco Llagas. Se elaboran a finales del siglo XVI y para el nuevo hospital, que fue resultado de la reducción hospitalaria llevada a cabo en toda Castilla (en este caso su aplicación en Sevilla) y que responde a un nuevo concepto de centro y de prestación de cuidados. En la introducción de las mismas se recoge que dichos estatutos y constituciones se elaboraron con las opiniones de los médicos más expertos de la ciudad, de administradores y de otras personas de elevada experiencia y formación, lo cual es visible en el texto: “Estatvtos y constituciones a que nos, don Rodrigo de Castro, Cardenal de la Basílica de los Doze Apóstoles, Arçobispo de Seuilla, del Consejo del Rey nuestro señor. Mando y ordeno se guarden en el hospital del Spíritu Santo desta çiudad ques vno de los dos a que se an reducido por nos los demás por breues de Su Santidad y provisiones de Su Magestad son los siguientes, los quales se ordenaron con pareçer y acuerdo de los más peritos y práticos médicos de esta ciudad y de los administradores de los hospitales que en ella ay, y de otras personas de expiriençia, sacando ansímismo lo que pareçía más conuenir de relaciones de los más principales hospitales destos Reinos y fuera de ellos. Lo que se a de guardar en la administración del Hospital del Espíritu Santo, los ministros que en él a de auer y lo que a de ser a cargo de cada vno de ellos es lo siguiente.”24

Las constituciones aparecen perfectamente organizadas en capítulos, con sus epígrafes correspondientes que los describen, y éstos divididos a su vez en parágrafos numerados. Su contenido se estructura en cuatro apartados. El primero se ocupa de aspectos relacionados con los enfermos, sus enfermedades, la organización espacial del hospital en enfermerías, los tratamientos médicos y las curas (cinco capítulos). La segunda parte se ocupa del archivo en donde se debía guardar toda la documentación que generaba el hospital, los libros de cuentas, privilegios, propiedades y otros (un capítulo); el tercer apartado, muy detallado, está dedicado a los distintos oficios que se consideraban necesarios para el funciona24 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones. Leg. 2-C, f. 1r.

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miento del hospital (15 capítulos); y se termina con un cuarto apartado, dedicado a algunos aspectos generales a tener en cuenta (un capítulo). Las constituciones quedan organizadas, pues, de la siguiente manera: - Las enfermedades que se han de curar. - Los enfermos que se han de recibir. - División de las enfermerías. - Cuarto de convalecientes. - Cómo se han de dar los aguajes y admitirse los pobres a ellos. - Archivo. - Oficiales y ministros de este hospital. - Forma del juramento del administrador. - Mayordomo. - Curas. - Secretario. - Sacristán. - Médico y cirujano. - Boticario y botica. - Barbero. - Enfermero mayor y los demás enfermeros. - Guardarropa. - Despensero y botiller. - Portero. - Abogado, procurador y solicitador. - Criados del administrador. - Cosas en común para todo el hospital. - Visita del hospital. El uso de una terminología médica especializada apunta a la intervención de especialistas médicos en su redacción, según las expresiones que se encuentran en los tratados médicos y enfermeros de los siglos XVI y XVII: “2. Estas enfermedades se an de curar con sudores las que pareçiere al médico y çyrujano, dando aguajes de palo o zarça, según la calidad del mal y siendo la en/1vfermedad más graue y embejeçida, con vnçiones, zaumerios y todos los demás remedios que fueren neçessarios, según que fuere la enfermedad más o menos dificultossa y rebelde.”25

25 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, ff. 1r-1v.

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El buen conocimiento de la materia médica se demuestra en el capítulo dedicado a la disposición y características de las salas o enfermerías en donde se han de tratar a los enfermos, destacándose aspectos como la higiene, la buena ventilación de las salas, la eliminación de malos olores y otros aspectos sanitarios de primera importancia que debían ser aplicados para conseguir una curación o alivio de la enfermedad: “5. Las enfermerías de sudores y vnçiones an de tener ventanas por entrambas partes que estén muy ajustadas y con sus marcos ençerados çerradas con llaue, de manera que los enfermos no las puedan abrir para que acauada la vna cura y antes que entren en la otra se abran todas y se limpien y se deshaba [sic] en purificándose con correr por ellas el ayre y se quite el mal olor que de los sudores y curas semejantes se suele causar. 6. Acauados los sudores y cura de aguajes y vnçiones no se an de curar en aquella ropa otros enfermos sin que primero se laue y limpie muy bien.”26

Importantes cambios estaba experimentando la ciencia médica en el siglo XVI y ello se iba reflejando tanto en las disposiciones arquitectónicas de los nuevos hospitales como en el tratamiento de las enfermedades y los cuidados prestados a los enfermos en ellos. Elaboración de las constituciones de los hospitales ¿Cómo se elaboraban estas constituciones? ¿Quiénes intervenían en ellas? ¿Cuál era el procedimiento seguido? La elaboración de unas ordenaciones, constituciones o reglamentos se insertaba en el propio proceso de fundación del hospital y éstas constituían un instrumento indispensable para su buen funcionamiento, de ahí el cuidado y esmero que recibían en su preparación material y escrituración. Con frecuencia, las propias constituciones dejaban constancia de las personas que intervinieron en su composición, del momento y lugar en los que fueron redactadas y de otras muchas circunstancias. Las constituciones solían elaborarse una vez concedidas las licencias para la fundación del hospital y sentadas las bases institucionales, con el nombramiento de las personas que actuarían como patronos del hospital, previa propuesta a la Santa Sede, y el nombramiento de los visitadores que, anualmente, debían inspeccionar las dependencias y servicios del hospital y las actividades realizadas por su personal. En el preámbulo de las constituciones del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla y en otros documentos que se incorporan al manuscrito se hace referencias a los encargados de su elaboración, que son los mismos priores nombrados como 26 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, f. 3r.

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patronos del Hospital, de los monasterios sevillanos de Santa María de las Cuevas, de San Jerónimo y de San Isidoro. En concreto, se reúnen el lunes 20 de marzo de 1503 hacia las cuatro de la tarde en el monasterio de San Isidoro los tres priores, el obispo de Tiberia, don Reginaldo Romero, y el escribano apostólico que asienta por escrito todos los asuntos acordados en la reunión, entre ellos la elaboración de las constituciones: “In Dei nomine amen. “Sepan quantos este público instrumento vieren como en lunes, veynte días del mes de março, anno del nasçimiento del Ntro. Saluador Sennor Ihesu Cristo de mill e quinientos e tres annos en este día sobre dicho, a ora de las quatro oras después de mediodía poco más o menos, estando dentro en el monesterio de Sant Ysidro, extramuros de la mui noble e muy leal cibdad de Seuilla, cerca de Seuilla la vieja. Estando ende el muy Reuerendo in Christo, padre e sennor don frey Reginaldo Romero, por la gracia de Dios e de la Sancta Iglesia de Roma obispo de Tiberia, en nombre e commo procurador de la sennora donna Catalina de Ribera, muger que fue del muy magnífico sennor don Pedro Enrríquez, adelantado del andaluzía /18r. que aya sancta gloria (…)”. “(…) E por ende nos, don Miguel, Prior del monesterio de Sancta María de las cuevas, de la horden de Cartuxa, e frey Gonzalo de Córdoba, Prior del monesterio de Sant Gerónimo, e frey Ambrosio, Prior del monesterio de Sant Ysidro, todos junctos, queriendo en quanto nuestro sennor admnistrare nuestros ingenios e entendimientos segund el cargo a nos cometido por la Sancta Sede Apostólica con voluntad de la dicha sennora donna Catalina de Ribera, instituidora del dicho ospital e bienes dél por manera que lo començado con piadoso deseo sanctamente se continue e permanesca, fazemos, constituimos,/21r hordenamos e estableçemos las ordenaçiones, constitutiones e estatutos infra escriptos. Los quales por la abtoridad apostólica de que en esta parte usamos, queremos e hordenamos que así en la administraçión e gouernaçión del dicho ospital e sus rentas e bienes como en el seruiçio e alimento de las pobres que en él serán recebidas e en todo lo que al bien e pro e vtilidad del dicho ospital e de las tales personas convenga a buena administraçión del dicho ospital e cosas e bienes e personas e seruidores dellas, quales dichas constituçiones e hordenaçiones que nos agora aquí fazemos queremos e mandamos que se tengan e guarden en todo e por todo e se cunplan así por nos commo por uestros subçesores e por las otras personas que por uestro mandado o de los dichos uestros subçesores que por tiempo fue/21vren, tovieren el cargo de gouernar e administrar el dicho ospital e sus bienes e personas así quanto a

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las enfermas commo a las quales ovieren de seruir e a todos los que de más fueren necesarios para el dicho ospital.”27

Las constituciones elaboradas por los priores y patronos del Hospital de las Cinco Llagas a comienzos del siglo XVI muestran todavía unas claras resonancias de fines de la Edad Media, con una menor regulación de los aspectos sanitarios en beneficio de los religiosos, morales y espirituales, careciendo a su vez de una clara organización interna, estando estructurada en capítulos y apartados temáticos que facilitasen a los lectores su comprensión. Uso de las constituciones ¿Quiénes, cuándo y para qué se utilizaban las constituciones de los hospitales? o, por el contrario, ¿se convertían más bien en simples textos de obligada disponibilidad pero de escasa consulta? Las constituciones debían ser leídas y conocidas por todo el personal que estaba vinculado al hospital, especialmente administradores y trabajadores en sus distintos servicios, y copias de ellas debían ser entregadas a los visitadores que anualmente inspeccionaban el hospital. Así, las constituciones del Hospital Real de Granada, ampliadas e impresas sucesivamente, recogen en su propio articulado la obligación de entregar una copia de éstas a los visitadores, a los administradores y a los demás “ministros” que trabajaban en el Hospital. Ello hacía que se agotasen las existencias de copias y tuvieran la necesidad de reimpresiones, incorporando nuevos documentos que habían sido producidos a lo largo de los años como resultado de las inspecciones de los visitadores y la observación de las carencias por parte de los administradores: ”Constituciones del Hospital Real que en la ciudad de Granada fundaron los señores Reyes Católicos D. Fernando y Doña Ysabel. Sacadas de las visitas que en el Hospital hizieron los señores D. Juan Alonso de Moscoso, Obispo de Guadix, el año de 1593 y el Doctor D. Pedro de Áuila, Abad de la Iglesia Colegial del Monte Santo de Granada, el año de 1632.” “Acordaron que atento se han consumido y gastado todos los cuerpos que se imprimieron de las Constituciones del dicho Hospital para el gouierno dél, y que por las Constituciones 155 del año de 1593 y la 38 del año de 1632 se manda dar traslado dellas a cada vno de ls Visitadores, Administrador, y demás Ministros de que se compone, para que tengan noticia de la obligación de cada vno y cumplan con la de sus oficios.”28

27 ADS, Hospital de las Cinco Llagas, Constituciones…, f. 13r. 28 Constituciones del Hospital Real qve en la civdad de Granada…, p. 1

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La práctica de incluir documentos nuevos a las primeras constituciones fue transformando la normativa inicial, duplicando con frecuencia la extensión de las reediciones y convirtiéndolas en un texto que actualizaba, por lo tanto, el régimen de funcionamiento del hospital. A decir de las constituciones del Hospital Real de Granada, “Mandaron se buelvan a imprimir para el dicho efecto, y que al fin de ellas se pongan las Prouisiones y Cédulas Reales y autos y demás papeles que convengan para el gouierno del dicho Hospital. Y para que dello conste di el presente en Granada diez y ocho de Mayo de mil y seyscientos y setenta y vno. Y en fee dello lo signé. En testimonio de verdad. Juan de Nauas.”29

Todas estas actualizaciones por imposición de los visitadores del hospital responden a los intentos de control de la institución y la búsqueda de la mejora de su funcionamiento. En determinadas ocasiones se vuelve a pedir el cumplimento de disposiciones anteriores, lo que da a entender que no siempre se solucionaban los problemas que los visitadores observaban; pero en otras ocasiones estas disposiciones no aparecen, con lo cual podría entenderse para muchos casos que sí encontraron solución. Segunda parte Tratamiento y curación de los enfermos. una nueva preocupación de las constituciones hospitalarias de finales del siglo xvi. El análisis de las constituciones elaboradas a lo largo del siglo XVI de muchos hospitales castellanos proporciona una clara visión de su finalidad. Los hospitales se concibieron como centros extremadamente complejos que cubrían una diversidad de funciones, entre las que se encuentran las de curación de las enfermedades del cuerpo. Pero también en los hospitales se procede a “reestructurar” espiritualmente al pobre, al enfermo y a las personas que se recogían en ellos. Los pobres, los mendigos y los enfermos abandonados en sus casas y olvidados de sus familias acaban alejándose de la vida social, ordenada y reglada, apartándose de las prácticas de comunidad, dejando de asistir regularmente a las celebraciones litúrgicas, a la misa, a la práctica de la oración, a la confesión y a la Eucaristía. El hospital no solamente era el inicio de su curación corporal, sino también social y espiritual. Desde el momento de su ingreso en el hospital, el paciente debía asumir y aceptar las disposiciones que lo regían, tenía que someterse a los mandatos del médico y a recibir los cuidados y curas que se les prescribirían. Pero también iban 29 Constituciones del Hospital Real qve en la civdad de Granada…, p. 1

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a recibir una asistencia espiritual completa y organizada. Así, nada más aceptado en el centro, era aseado y mudado de ropa, recibía la confesión y la comunión, que suponía el inicio de ese otro camino de su recuperación y reintegración en la comunidad de creyentes. Esta ruptura con la comunidad que había ido acentuándose con el paso de los años debía ser reparada y el hospital era el espacio adecuado para ello. Por otra parte, el hospital se convertía en un espacio que se imbricaba profundamente con la sociedad que lo había fundado y sostenía con sus limosnas, donaciones o prestaciones de servicios. El hospital era, pues, un espacio físico, pero también social y espiritual. Una parte de los vecinos de la ciudad pasaba por sus dependencias y se beneficiaba de sus servicios en más de una ocasión a lo largo de sus vidas; los demás veían reducir el número de enfermos contagiosos, impedidos o ancianos en situación terminal, que de otra manera vagarían sinnúmero por sus plazas y callejas, muchos más de los que ya de por sí lo hacían habitualmente. También los vecinos de la ciudad establecían unos vínculos profundos con estas instituciones al contribuir a su sostenimiento. El propio hospital propiciaba al máximo estas circunstancias, teniendo grandes necesidades de recursos económicos para hacer frente a los muchos gastos que generaba. Muy interesantes resultan a este respecto las constituciones del Hospital General de Madrid de 1589, que recogen con todo detalle su forma de financiación, para la que se articulaba un sistema de petición de limosnas que buscaba la implicación de toda la población local. Así, prestación de cuidados corporales, por una parte, y asistencia espiritual para los enfermos e ingresados, por otra, constituían conjuntamente con la implicación social un todo que no debía separarse de ninguna manera, bajo el peligro de distorsionar la imagen más real de estas instituciones. El hospital construía poderosamente el inconsciente colectivo de una ciudad y marcaba la vida de no pocos de sus ciudadanos. Todo ello solía quedar recogido de diversa forma en sus constituciones. Los cuidados hospitalarios y las constituciones. Uno de los aspectos más notables que muestran las constituciones hospitalarias desde fines del siglo XVI es el incremento de la regulación de los aspectos sanitarios y de los profesionales con ellos relacionados. Éstas regulaban las enfermedades que debían ser tratadas en el hospital, las personas que podían ser admitidas, incluso por la fuerza si fuera necesario, requiriendo la intervención de las autoridades, y los meses del año más adecuados para ser atendidos los pacientes en función de las enfermedades y la idoneidad de sus tratamientos. Las constituciones elaboradas como resultado de los nuevos hospitales creados tras el proceso de reducción llevado a cabo en Castilla en 1587 reflejan importantes cambios en el concepto de cuidar/curar,30 y muy especialmente se refleja en 30 El siglo XX se ha preocupado especialmente por la definición del concepto de Enfermería y

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las disposiciones espaciales de los nuevos edificios. En este sentido analizaremos las Constituciones del Hospital del Espíritu Santo de Sevilla y la documentación conservada al respecto. Los hospitales del Espíritu Santo y del Amor de Dios de Sevilla fueron los dos centros a que fueron reducidos los numerosos y pequeños hospitales existentes en la ciudad a fines del siglo XVI. El del Espíritu Santo se levantó de nueva planta, sobre uno anterior disuelto, el de Santa Catalina de los Desamparados. Su nueva construcción31 intentaba responder a la naturaleza de las enfermedades que iban a ser tratadas en sus dependencias: “bubas, llagas y males contagiosos”,32 que bajo esos términos hemos de entender fundamentalmente la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual. Las Constituciones de este hospital incluyen en sus primeros artículos aspectos de índole sanitaria: “Las enfermedades que se an de curar. Los enfermos que se an de reçeuir. Diuisión de enfermerías. Quarto de conualecientes.”

De entre todas las figuras del ámbito sanitario que trabajaban en el Hospital del Espíritu Santo de Sevilla, las que recibieron un tratamiento más destacado en la naturaleza de los cuidados dispensados a los enfermos en los hospitales. En este contexto, distintas autoras han ido proponiendo sus teorías y modelos de Enfermería que han influido poderosamente en su desarrollo a nivel mundial. La destacada autora norteamericana Virginia Henderson propuso su teoría de cuidados en base a las 14 necesidades básicas que tiene todo ser humano y que en momentos de enfermedad se ven alteradas. Los cuidados y tratamientos hospitalarios deben orientarse a reestablecer en la medida de lo posible estas necesidades, que según Henderson son: 1. Respirar normalmente, 2. Comer y beber adecuadamente, 3. Eliminar por todas las vías corporales, 4. Moverse y mantener posturas adecuadas, 5. Dormir y descansar, 6. Escoger ropa adecuada: vestirse y desvestirse, 7. Mantener la temperatura corporal dentro de límintes normales, adecuando la ropa y modificando el ambiente, 8. Mantener la higiene corporal y la integridad de la piel, 9. Evitar los peligros ambientales y evitar lesionar a otras personas, 10. Comunicarse con los demás expresando emociones, necesidades, temores u opiniones, 11. Rendir culto según sus propias creencias, 12. Trabajar de tal forma que su labor tenga un sentido de realización personal, 13. Jugar y participar en actividades recreativas, 14. Aprender, descubrir o satisfacer la curiosidad que conduce a un desarrollo normal y a utilizar los medios sanitarios existentes. V. Henderson, La naturaleza de la Enfermería. Reflexiones 25 años después. McCraw-Hill-Interamericana, 1967, p. 23. Gran parte de los cuidados orientados a reestablecer la salud de los enfermos puede observarse ya en muchos hospitales castellanos desde el siglo XVI y XVII. Véase también A. Marriner Tomey y M. Raile Alligood, Modelos y teorías en enfermería. Harcourt-Brace, 1998 y J. M. Hernández-Conesa, P. Moral de Calatrava y M. Esteban-Albert, Fundamentos de la Enfermería. Teoría y método. McGrawHill, 2002. 31 Á. Recio Mir, “La reducción de hospitales sevillanos de 1587: repercusiones artísticas y burocracia constructiva”. En Laboratorio de Arte 13 (2000), p. 43. 32 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, f. 1r.

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sus Constituciones fueron los enfermeros, que eran quienes debían aplicar gran parte de las complejas y con frecuencia peligrosas terapias prescritas por los médicos a los enfermos de sífilis y de proporcionar los cuidados especializados durante sus curas y permanencia en el hospital:33 “1. El officio de enfermero Maior es de mucha consideración porque dél depende la mayor parte de la cura y regalo de los enfermos y así se a de procurar que sea persona de mucha confianza y çelo a de tener la superintendencia en todas las enfermerías y enfermeros, distribuyendo y ordenando a los demás lo que an de haçer, señalando a cada vno a lo que an de acudir conforme a estas Constituçiones y a la orden que le diere el administrador. 2. Ase de procurar que sea practicante en medicina y çyrujía y no se hallando tal, a lo menos que sea persona suficiente para poder dar buena relación al médico y çyrujano de las enfermedades de los enfermos y sucesos de ellas y que pueda acudir a los casos repentinos que de día y de noche suelen acontecer. 3. Las enfermedades suelen traer de ordinario consigo discontentos y desabrimientos y los pobres que acuden a los hospitales suelen ser mal sufridos y correjidos, por tanto se hechará más de ver la charidad y amor de los que los tratan y curan y así el enfermero maior deue tener particular cuidado de que así él como los demás enfermeros y criados los curen con mucho amor y templança y aún que les den ocasión no les digan malas palabras ni los traten con aspereça y si alguno en esto exçediere dará luego quenta de ello al administrador para que lo reprehenda y castigue y no se emendando lo despida, pero por esto no se quita la correçión y castigo de los enfermos que exçedieren y no fueren obedientes que en tal caso el administrador y no otro los castigará de palabra o por obra como le pareçiere ser necesario.”34

33 Desde finales del siglo XVI se incrementó la necesidad de una mayor formación de las enfermeras y enfermeros que trabajaban en los hospitales. Todo el control de la evolución de los enfermos requería de enfermeros que pudieran leer las terapias prescritas por los médicos, el control de sus dietas y la correcta elaboración de los medicamentos por parte de los boticarios. Sobre estos aspectos puede verse A. C. García Martínez, “Cultura escrita y grupos profesionales. La escritura y la lectura entre los enfermeros españoles de los siglos XVI y XVII”. En Historia. Instituciones. Documentos. 31. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla (2004), pp. 249-267, y “La escritura en Castilla durante los siglos XVI y XVII a través de los procesos de canonización”. En Paleografía III: La escritura gótica (desde la Imprenta hasta nuestros días) y la escritura Humanísticas. Sociedad Española de Ciencias y Técnicas Historiográficas. Guadalajara, 2011, pp. 73-117. 34 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, f. 13r.

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Para ello, los enfermeros dispusieron de un conjunto amplio de remedios, terapias y técnicas para ser aplicadas, que circularon en la época en los distintos tratados médicos y enfermeros existentes y que eran aplicados en las dependencias reservadas de los nuevos hospitales. Las Constituciones del Hospital del Espíritu Santo se ocupan de tareas cotidianas e imprescindibles en el tratamiento de la sífilis, en apartados titulados: Cómo se an de dar los aguajes y vnçiones y admitirse los pobres a ellos”,35 o “A de auer en cada vna destas enfermerías quarto alto aparte donde se den los sudores, que sea bien capaz para ellos y otro apartamiento para los que an de vauar con ellos.”36 Algunas de las terapias aplicadas producían una profunda hinchazón en la boca, labios y lengua, imposibilitando al enfermo “contener su saliva”. Por todas estas desagradables manifestaciones de los tratamientos se hacía necesario disponer de un cuarto apartado donde los enfermos pudiesen superar estas fases sin transmitir sensaciones de desasosiego a sus compañeros de sala: “La casa donde se han de dar, ha de ser de buenos aires, y no sea de teja vana. Quando le sahumare, ha de ser con la llama del romero, y no sea con el humo. El tiempo que han de estar ha de ser, de Verano, tres horas, y de Inuierno, quatro; y es mejor tenerlo en cada sudor más tiempo que aguardar a darle más unciones, que si a la primera baueare, será mejor; y esto se da a la prudencia y consejo del Médico que le cura; y en reuentándosele la boca, no se le darán más unturas; y primero que se le lauen, le dexarán passar algunos días baueando. El lauatorio con que se lauan de ordinario es agua de cebada y açúcar, haziendo para esto un hissopillo con que se laue, y quando la boca se va dañando demasiado se le dará con el hissopillo, mojado en egipcíaco; y si la boca estuuiere demasiado hinchada, que a vezes acontece que no le cabe la lengua dentro, en tal caso acostumbran los Médicos mandarles cargar las espaldas, y nunca de ventosas.”37

Todas estas terapias obligaban a cuidar especialmente la disposición de las salas en los hospitales y su adecuada distribución en el edificio, las enfermerías o salas para los enfermos, los espacios comunes, como patios y corredores, las dependencias para la intendencia y la administración: cocinas, lavanderías, almacenes, dormitorios para los trabajadores internos o de guardia, despachos y otras instalaciones. De entre todas ellas cobran especial relevancia las enfermerías y las salas para los tratamientos más agresivos. 35 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, ff. 1-5r. 36 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, f. 3r. 37 A. Fernández, Instrucción de Enfermeros, para aplicar los remedios a todo género de enfermedades y acudir a muchos accidentes que sobreuienen en ausencia de los médicos. Edición de A.C. García; M. J. García, F. Hernández et al. Madrid, Consejo General de Enfermería, 1993, apartado “Cómo se han de dar las hunciones”.

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Las Constituciones muestran el concepto de “enfermería” para la época como un espacio arquitectónico complejo, organizado en distintas dependencias, unas para la estancia regular de los pacientes, otras para la administración de ciertos tratamientos muy especializados y que requerían de habituaciones apartadas y acondicionadas. Así, el Hospital del Espíritu Santo contemplaba la siguiente disposición de los espacios para el tratamiento de esta enfermedad venérea: 1. Una sala principal con camas para la estancia de los enfermos durante el período de ingreso. Una para tiempo de calor y otra para tiempo frío. 2. Un cuarto alto para los sudores. 3. Un cuarto para los que han de “vauar” (babear) con estos dudores. 4. Un cuarto para los enfermos sometidos a régimen de comidas. 5. Un aposento particular apartado con puerta al exterior, para 12 camas, para proporcionar los medicamentos y unciones para personas de calidad, que vivían en sus casas y venían a recibir el tratamiento. 6. Un cuarto en alto para la cura de llagas y tumores y males procedentes de bubas. 7. Un cuarto para la convalecencia. Esta misma estructura se contemplaba para los hombres y para las mujeres, en dos enfermerías separadas: “En este hospital se an de curar solamente enfermedades de bubas, llagas, males contagiosos que proçedan de ellas, aunque sean de los que se tienen por incurables, así de hombres como de mujeres y no de otras ningunas”.38

Fue muy difícil erradicar la enfermedad de la sífilis en las ciudades de toda Europa hasta el siglo XX y los enfermos que la padecían quedaban estigmatizados por las manifestaciones externas que tenía: postillas y pequeños tumores purulentos, olor y decaimiento general de las fuerzas, en sus primeros estadíos. Los tratamientos aplicados eran muy duros y agresivos y se generó toda una literatura científica especializada sobre su naturaleza y terapias. Hospitales como el del Espíritu Santo de Sevilla fueron concebidos en función del conocimiento científico de la época y de la experiencia acumulada en el tratamiento de esta enfermedad, tan extendida y de difícil erradicación; con cuartos para los sudores, curación de llagas y convalecencia. Cada uno de ellos respondía a la necesidad de los tratamientos y de los procesos de recuperación.

38 ADS, Hospital del Espíritu Santo. Constituciones…, f. 1v.

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Sobre el llamado “mal de bubas” o sífilis. ¿A qué se enfrentaban realmente los hospitales especializados en el “mal de bubas”? ¿De qué instrumentos terapéuticos y sanitarios disponía el personal para su tratamiento? ¿Qué tenían que padecer los enfermos que habían contraído la enfermedad? ¿Por qué se hicieron tan necesarios en muchas ciudades como en Sevilla la fundación de hospitales dedicados a esta enfermedad? ¿Por qué las constituciones de estos hospitales detallan las instalaciones necesarias para este tipo de centros? El término bubas, de “bubón”, hace referencia a una postilla o tumor pequeño de pus y, referido a las enfermedades de transmisión sexual, a un tumor blando, comúnmente doloroso y con pus, que se presenta de ordinario en la región inguinal como consecuencia del mal venéreo, y también a veces en las axilas y en el cuello.39 Con el término “mal de bubas” se alude, principalmente, y dentro de las enfermedades venéreas, a la sífilis, a la que da nombre el personaje Siphylo, del poema “Sýphilis sive morbus gállicus” (‘Sífilis o el morbo francés’), del médico y erudito veronés Girolamo Fracastoro (1478-1553). Fracastoro creó el nuevo nombre de la enfermedad y lo incluyó en su libro de medicina De contagionibus (Sobre las enfermedades contagiosas), publicado en Venecia en el año 1584. La enfermedad recibió varias denominaciones: “morbo gálico o francés”, “sarna española”, “mal napolitano”, “enfermedad cristiana”, etc., y se tienen noticias de ella desde la Antigüedad. El historiador de la Medicina Luis S. Granjel afirma que entre las enfermedades consideradas “nuevas” por los clínicos renacentistas figura en lugar destacado la sífilis, por su naturaleza, modo de producirse el contagio y significación social. Luis Lobera incluyó al padecimiento en el grupo de las que denominó “enfermedades cortesanas”,40 siendo varios los autores españoles que hablaron de ella antes del siglo XVII: López de Villalobos, Gaspar Torrella, Pedro Pintor y Juan Almenar, entre otros. Francisco López de Villalobos hace descripción de la sífilis en su tratado sobre “las contagiosas y malditas bubas” incorporado a su Sumario de la medicina (1498).41 La sífilis es una enfermedad infecciosa, de transmisión sexual, endémica, crónica, específica, causada por el Treponema pallidum, adquirida por contagio o 39 Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. 22.ª edición. 2001. Término: “bubas”. Disponible en: http://www.rae.es/recursos/diccionarios/drae 40 La difusión que la sífilis alcanza en el siglo XVI justifica que su descripción figure en las obras de buen número de médicos, destacando las que hicieron el referido Luis Lobera en su Libro de las quatro enfermedades cortesanas (1544), Miguel Juan Pascual (1555), Gerónimo Jiménez (1578) y Pedro Váez (1593). Luis Mercado es autor del escrito De morbo gallico, en el que se analiza la naturaleza del mal y los problemas que su curación plantea. 41 L. S. Granjel, La Medicina española renacentista. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, p. 209.

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transmitida por alguno de los progenitores a su descendencia. Puede causar complicaciones a largo plazo y la muerte, si no se trata de manera adecuada. Se puede contraer mediante el contacto directo con una llaga de sífilis durante las relaciones sexuales anales, vaginales u orales. Las llagas se pueden encontrar en el pene, la vagina, el ano, el recto o los labios y la boca. La sífilis también puede propagarse de una madre infectada a su hijo en gestación. La llaga de sífilis que aparece justo después de infectarse por primera vez no produce dolor y puede confundirse con un pelo encarnado, una cortadura con un cierre u otro golpe que no parece dañino. Los síntomas en los adultos se dividen en cuatro fases: sífilis primaria (aparición de llagas o chancro sifilítico, indoloro, que aparece en el lugar de entrada de la infección), secundaria (erupciones en la piel o lesiones de la membrana mucosa –boca, vagina, ano-, fiebre, inflamación de las glándulas linfáticas, dolor de garganta, pérdida parcial del cabello, dolores de cabeza, pérdida de peso, dolor muscular y fatiga), latente (comienza cuando todos los síntomas anteriores desaparecen) y avanzada (dificultad para coordinar los movimientos musculares, parálisis, entumecimiento, ceguera y demencia o trastorno mental). En esta fase avanzada de la sífilis, la enfermedad daña sus órganos internos y puede causar la muerte.42 La enfermedad azotó especialmente toda Europa hasta que en el siglo XX, con la aparición del Salvarsán 606, de Ehrlich,43 el tratamiento de esta enfermedad experimentó los más importantes avances para su cura. Por lo tanto, los hospitales tenían que enfrentarse a una enfermedad terrible, dolorosa, incurable para la época y socialmente rechazada. Cuidados enfermeros en el mal de bubas o sífilis en los hospitales españoles. El desarrollo de la ciencia médica a partir del siglo XVI supuso el intento de buscar el origen de las enfermedades más allá del concepto de castigo divino heredado del mundo medieval. De forma paralela a esta búsqueda se fueron aplicando distintos remedios que intentaban aliviar el sufrimiento de los enfermos que las padecían. Fundamentalmente para el tratamiento de la sífilis se aplicaron remedios en base a dos criterios preponderantes en la época: el primero, el de los “yerberos”, partidarios de cocciones de guayaco, palo santo y zarzaparrilla, soluciones que llegaban de las Indias; y otros, los “metalistas” o defensores de las unciones y baños de mercurio, que introdujo como novedad Paracelso (de ahí se hizo famosa 42 Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. “Enfermedades de transmisión sexual: Sífilis”. Disponible en: http://www.cdc.gov/std/spanish/sifilis/default.htm 43 El principio activo del Salvarsán 606 es la arsfenamina y fue uno de los primeros fármacos que curó la sífilis. Fue comercializado en 1910 por el bacteriólogo alemán Paul Ehrlich. El número “606” del medicamento hace referencia al orden de pruebas de este compuesto sintético.

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la frase: “Una noche con Venus y toda la vida con Mercurio”, aludiendo al origen sexual de la enfermedad).44 Estos tratamientos requerían de unas instalaciones adecuadas y de un personal enfermero cualificado para la administración de las sustancias y terapias y para la limpieza adecuada de las salas. En este contexto se puede entender las disposiciones de las enfermerías y otras dependencias en el Hospital del Espíritu Santo de Sevilla; en este contexto se puede también comprender las características exigidas a los enfermeros en las Constituciones de este mismo hospital. La sífilis era temida y odiada, porque era, además, una enfermedad que procedía del pecado, de la práctica de la concupiscencia y frecuentemente del adulterio y descontrol en las relaciones sexuales. Así ha también de comprenderse que el Hospital del Espíritu Santo de Sevilla contara con una sala apartada y con puerta directa al exterior por donde pudiesen entrar con discreción a curarse personas principales de la ciudad sin tener que hacerlo por la entrada principal, y evitando todo el protocolo establecido para el ingreso de los enfermos. La necesidad de erigir hospitales específicos para el tratamiento de esta enfermedad se complementaba con la circulación de una literatura científica especializada en su tratamiento, ya fuera en el ámbito de la Medicina, ya en el de la Enfermería. De este modo, se publicaron en diversos tratados escritos por enfermeros, como Instrucción de Enfermeros,45 amplias referencias a esta patología, incidiéndose especialmente en los cuidados que ellos tenían que proporcionar.46 Con ello, se puede comprender mejor el funcionamiento del Hospital del Espíritu Santo de Sevilla, sus diversas salas, unas generales para la estancia diaria de los enfermos y otras especializadas para aplicar las terapias más agresivas prescritas por los médicos y conocidas en la época como parte del proceso de curación. El arsenal terapéutico empleado por el enfermero para el tratamiento de esta enfermedad era amplio y consistía, fundamentalmente, en la administración de jarabes, compuestos de fumaria y borrajas y agua de fumaria, entre otras sustancias; electuarios (letuarios), medicamentos de consistencia líquida, pastosa o sólida, compuesto de varios ingredientes, casi siempre vegetales, y cierta cantidad de miel, jarabe o azúcar; polvos de diversas sustancias; dos sangrías pequeñas de la “vena del arca [vena basílica], una en cada braço”; purgar al enfermo con diversos 44 S. Muñoz Calvo, Historia de la Farmacia en la España moderna y contemporánea. Madrid: Editorial Síntesis, S. A., 1994, pp. 102-103. 45 Instrucción de Enfermeros…. Esta obra, compuesta en 1617 por los enfermeros obregones y que conoció seis ediciones entre los siglos XVII y XVIII y una traducción al portugués, estaba dirigida a la formación de estos enfermeros. 46 Especialmente interesante resulta para el tema tratado el capítulo XXXI de Instrucción de Enfermeros, titulado “De la doctrina que han de seguir los enfermeros que assistieren y curaren los enfermos de bubas”, en el que se les dan indicaciones pormenorizadas para tratar esta patología.

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preparados, entre ellos la “efección [confección] Hamech”; cocimientos de diversas plantas (pugino o de hojas de sen, con ciruelas passas o polipodio o con píldoras de fumaria o “poluos de xalapa en caldo y otras conseruas”), especialmente eran empleados los cocimientos de palo guayacán o palo santo y de la “çarça”, advirtiéndose que: “[…] y no se han de dar sudores ni unciones sin que primero precedan las euacuaciones de xaraues y purgas, quando por flaqueza no se pudiere sangrar, y es de grande prouecho, quando el tiempo y las enfermedades dan lugar para ello, dexar descansar los enfermos dos o tres días y purgarlos, y luego continuar con los sudores, que serán diez entre purga y purga; y al cabo de todos, boluerle a pulgar para acabar de echar los humores gruessos. Y esto es según la doctrina de los médicos con quien yo he continuado, bien esperimentados en la curación desta enfermedad”.47

El uso del guayaco o palo guayacán para el tratamiento de la sífilis, traído de San Juan de Puerto Rico, o de su semejante, el palo santo, importado de Santo Domingo, dio origen a un saneado comercio y a una abundante bibliografía defensora del mismo, destacando entre estos últimos al médico del emperador Carlos V, Nicolás Poll (1535). En el Hospital General de Madrid, en las primeras décadas del siglo XVII, era famoso para los “tocados de bubas” el Xaraue magistral, de compleja composición, como puede verse: “Zarça, ocho onças; palo santo, polipodio, de cada cosa, quatro onças; raíces de chicorias, raíces de borrajas, de cada cosa, tres onças; ciruelas passas y passas quitados los granos, de cada cosa, seys onças; fumaria, doradilla, lúpulos, agrimonia, salua, cantueso, camedros, ibla artética, cardo santo, de cada cosa, onça y media. Infúndase el polipodio y la çarça y el palo santo en diez y ocho libras de agua y, guardando la graduación, se añada sen ocho onças; epitimo, dos onças; anís, hinojo, de cada cosa, media onça; culantrillo de pozo, onça y media. Hecho el cocimiento con su graduación, se colará y dexará assentar el cocimiento y, con otro tanto açúcar, se haga xaraue”.48

En otro manual, Directorio de Enfermeros, de Simón López, se enseña al enfermero a hacer una untura para “abubados”, entrando a formar parte el mercurio: “Las ásperas o reçias, dado caso que los Médicos las manden haçer alguna uez o en alguna ocassión pero, generalmente ablando, unturas ás47 Instrucción de Enfermeros, p. 187. 48 Instrucción de Enfermeros…, pp. 214-215.

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peras o reçias no se haçen sino con el Ungüento Mercurio, en las enfermedades de bubas”.49

Y para el tratamiento de los bubones o tumores inguinales, aconseja Simón López: “Pero, si las secas que dieren en las ingles proçedieren de bubas, se hará la untura (entre tanto que biene el Médico) con el linimento que se sigue, porque mitiga dolor y resuelue mucho. De enxundia de gallina y de açeite de lirios y de mançanilla, de cada uno media onça, çera lo que bastare para haçer linimento”.50

Sobre el origen o procedencia de la sífilis, la teoría americanista mantiene que los marineros que acompañaban a Colón la trajeron de América tras contraerla a través de las relaciones sexuales con las indígenas; esta teoría es apoyada por algunos médicos famosos, como el sevillano Nicolás Monardes: “El agua de guayacán fue lo que una india dio a un español que padecía grandes dolores de bubas, y con ella sanó muy bien del mal, no solamente él sino otros muchos españoles; y por los que de allí vinieron se supo en Sevilla, y de aquí se divulgó por toda España y de ella por todo el mundo”.51

Además de los mencionados Instrucción de Enfermeros y Directorio de Enfermeros, es de obligada consulta para conocer los cuidados enfermeros administrados en esta enfermedad de bubas el libro escrito por el Cirujano Mayor del Hospital Antón Martín de Madrid y Hermano de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Rvdo, padre Fr. Mathias de Quintanilla,52 Breve compendio de cirugía, publicado en el año 1683, aunque en realidad la obra se había concluido años antes. Los hermanos de esta Orden hospitalaria se habían especializado ya desde las pri49 S. López, Directorio de enfermeros y artífiçe de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo. Manuscrito 259. Universidad de Salamanca, párrafo 5. El primer borrador de este manuscrito se concluó en 1651 y el texto definitivo en 1668. 50 S. López, Directorio de enfermeros y artífiçe de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo. Manuscrito 259. Universidad de Salamanca, párrafo 197. 51 Citado en S. Muñoz Calvo, Historia de la Farmacia en la España moderna y contemporánea. Madrid, Editorial Síntesis, S. A., 1994, p. 103. 52 M. de Quintanilla, Breve, compendio de cirugía. Escrito por el reverendíssimo Padre Fr. Mathias de Quintanilla, Cirujano Mayor que fue del Hospital del Venerable Padre Anton Martin, y General de su sagrada Religion, Orden del Señor S. Juan de Dios. Sacado a luz por Ignacio Gutierrez su Discipulo en dicha Facultad. Dedicado al Patriarca San Juan de Dios, Fundador de la Hospitalidad. Con licencia: En Valencia: Por Layme de Bordaza. Año 1705. A costa de Miguel Lázaro Mercader de Libros. Existe una edición anterior fechada en Valencia en 1683.

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meras fundaciones en el tratamiento médico-quirúrgico y cuidados enfermeros del mal de bubas. Esta obra fue concebida para la formación de los practicantes, dedicando un número importante de páginas a la enfermedad: descripción, signos y síntomas, su transmisión, tratamiento farmacológico, medidas y cuidados enfermeros. Se trata de una obra póstuma, sacada a luz por un discípulo y que en las páginas prologales señala a quien iba dirigida: “Es el hecho, que el dicho Reverendíssimo Padre Quintanilla, llevado de la caridad de su ánimo, y professión; y también de dexar à la posteridad algunas reglas, y canones de Cirugía, para régimen de los Practicantes desta Facultad, que la estudiassen en su Hospital de Madrid, escribió un quaderno, de cuyo original soy archivo […]”.53

En el capítulo primero, titulado “Tratado de morbo Gálico”, se afirma el carácter no epidémico de esta patología: “[…] y assí dezimos, que el morbo galico no es enfermedad epidemial, ni peste o pestilente, por no tener dependencia de causa común, que es el ayre, sino común, por tenerla muchos, comunicándose de unos a otros por contacto […]”.54

El tratamiento o “curación” de las bubas, según el autor, debía realizarse o bien en primavera o bien en otoño, por ser el aire templado, y descansaba sobre cuatro pilares:55 1. “Ordenar el modo de vida” (comida adecuada y adaptada a la edad, complexión y estado del paciente, siendo la mejor los pollos y pollas, gallinas, carnero, cabrito y ternera, todo ello asado; hortalizas –borrajas, escarolas, lechugas-; como bebida, la mejor el “agua de zarça” o de palo santo; sueño y ejercicio moderados; evacuación de vientre continuada, y si no pudiere, emplear “clisteles o calillas”). 2. “Quitar los humores antecedentes” mediante el empleo de sangrías y purgas, y a veces jarabes, cuantas veces fuese necesario. 3. “Quitar la causa conjunta, que son los dichos humores”, empleando

53 M. de Quintanilla, Breve, compendio de cirugía…, “Al Lector”, p. 7. 54 M. de Quintanilla, Breve, compendio de cirugía…, Capítulo I, p. 275. 55 M. de Quintanilla, Breve, compendio de cirugía…, pp. 283-286.

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para ello raíz de la china, la zarza, palo santo y azogue56 (también conocido como “argentovivo”, “dargirio” o “mercurio”), en cantidades adaptadas a cada enfermo 4. “Corregir lo venenoso y oculto en las partes vivientes”. El trabajo del enfermero para la administración de las unciones era especializado y metódico: - Crear un ambiente adecuado de temperatura en la sala, controlando las corrientes de aires y cerrando puertas y ventanas. - Preparar al paciente, con una colocación adecuada en la cama, y cubriéndolo por completo con ropa para provocar el sudor). - Administrar la terapia con su técnica, con la unción en las partes del cuerpo de una sustancia prescrita. - Administrar los cuidados posteriores, el lavado del paciente y acondicionar su reposo. - Atender los efectos secundarios, como las náuseas y vómitos, evacuaciones diarreicas y otros muchos que se solían presentar, proporcionando la comida adecuada a los síntomas. De todas ellas, la más compleja y que requería una formación especializada de los enfermeros era la preparación de la untura, calculando la dosis apropiada del azogue o compuesto que se tratase en función de las características físicas del enfermo. Así, en cuanto a la cantidad de ungüento a utilizar, se dejaba a criterio del propio enfermero: “Si quisiere el enfermero saber poco más o menos quánto ungüento se gastará en cada enfermo, digo que han de ser cada untura dos onças, si fueren personas grandes, y, en las menores, será a discreción del enfermero, y algunas vezes, en los de menor edad y en mugeres preñadas y enfermos que están tocados de calenturas, acostumbran los médicos mandar mezclar onça y media de la untura de azogue y media onça de ungüento rosado, para que no sea tan fuerte”.57

En cuanto a las partes a untar se indican las siguientes: articulaciones (“junturas”), hombros, brazos, codos, muñecas, manos, caderas, hueso de la ciática, 56 El azogue se aplicaba de ordinario en forma de unción, “corregido con saliva o con redano sin sal, y mezclado con otros ingredientes, conforme la variedad de los accidentes del enfermo”. También se empleaba en forma de sahumerio o “fumigio”. M. de Quintanilla, Breve, compendio de cirugía…, pp. 295-296. 57 A. Fernández, Instrucción de Enfermeros…, pp. 194-195.

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tobillos, rodillas, pies y plantas de ellos y “demás partes donde huuiere dolores”. La columna “se le ha de correr con los dedos, untando con la misma untura hasta la nuca, y se ha de poner blandamente sin fregar en todas las postillas”.58 Es importante, se le insiste al enfermero, que tenga en cuenta no aplicar la untura en los testículos, ingle, barriga, pecho y riñones, salvo si en alguna de estas partes tuviere las referidas postillas. La hora en que debía llevarse a cabo esta práctica de la untura la indicaba el médico, aunque lo más común era por la tarde, cuatro o cinco horas después de comer, estando la habitación con puertas y ventanas cerradas y, si era invierno, con algún “brasero de rescoldo dentro”, de brasa de leña y nunca de carbón por ser perjudicial para el enfermo, todo ello con la finalidad de conseguir un ambiente agradable. Se aconsejaba que, si se administraba por sahumerio,59 éste fuese de llama del romero y no de humo, y el tiempo que debía estar con este sudor era de tres horas en verano y cuatro en invierno. Posteriormente, se procedía a lavar la boca del paciente que tenía llaga, con un hisopillo y agua de cebada y azúcar, y, a veces, cuando la boca estaba muy dañada, con egipcíaco.60 El objetivo de estos tratamientos, sean unciones, ingesta de medicamentos o sahumerios, era provocar una sudoración profusa, por lo que el paciente debía permanecer bien cubierto y abrigado. En el manual citado se enseña al enfermero a realizar este trabajo correctamente, explicando con detalle todas las maniobras que debía llevar a cabo, tanto para cubrir al enfermo como para descubrirlo: “Modo de cubrirlos. El modo de cubrirlos será, a los de sudores, meterles en una buena manta, entre el colchón y las sábanas, y echarles dos mantas encimas y ha58 A. Fernández, Instrucción de Enfermeros…, p. 195. 59 Sahumerio: Humo que produce una materia aromática que se echa en el fuego para sahumar (dar humo aromático a algo a fin de purificarlo o para que huela bien). Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. 22.ª edición. 2001. Término: “sahumerio”. Disponible en: http://www.rae.es/recursos/diccionarios/drae 60 El ungüento egipcíaco se elabora cociendo la miel común con el vinagre y cardenillo hasta que tenga la consistencia espesa de ungüento. Bañares, Gregorio, Filosofía farmacéutica ó la Farmacia reducida á sus verdaderos principios, que en beneficio de la salud pública y los jóvenes que se dedican á esta ciencia da a luz el doctor Don Gregorio Bañares. Madrid: Imprenta Real, 2.ª edición, 1814, p. 195. El ungüento egipcíaco o “ungüento de melle”, denominado así porque entre todos los ungüentos no existe ninguno que lleve tanta cantidad de miel. Su nombre lo recibe o bien porque fue muy usado en Egipto o porque su inventor fue de Egipto. Mesué lo llama Unguentum Aegiptiacum Magnum, por distinguirlo de otro que recibe menos simples, pero también, y sobre todo, por las grandes excelencias que tiene en curar las llagas sucias antiguas y fistulosas y en librar de la podredumbre a la carne muerta. S. Muñoz Calvo,Historia de la Farmacia en la España moderna y contemporánea. Madrid: Editorial Síntesis, S. A., 1994, pp. 92-93.

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zerles quitar la camisa, y darles a beuer medio quartillo de agua de çarça o palo fuerte, caliente quanto lo pueda sufrir y, acostado, hazerle encoger las piernas un poco, y poner las manos tendidas, con las puntas de los dedos en la frente, que lleguen a las rayzes de los cabellos para hazer un poquito de arco, para poder sufrir el resuello, y luego cubrirle con las mantas, según el tiempo; de manera que no salga fuera el resuello y, al contrario, a los de las unciones, hazerle tender los braços por el cuerpo abaxo, y el que esté bien tendido, y cubrirle el rostro a modo de un rodete, de manera que no pueda resollar adentro ni le pueda entrar aire ninguno”.61

Y, en cuanto al número de mantas que debía emplearse, se dejaba a la “prudencia del buen enfermero”, que debía valorar el tiempo que hacía y las características individuales de los pacientes. Una vez administrado el tratamiento y transcurrido el tiempo fijado, conseguido el objetivo de la sudoración, el enfermero procedía a descubrir al enfermo al que se le había practicado la unción, operación que debía llevarse a cabo en la habitación donde debían convalecer; para los que se le había administrado el palo santo y zarza se le descubría siguiendo unas normas que se recogen detalladamente en el libro. Finalmente, Andrés Fernández dedica un apartado del mismo a explicarle al enfermero la técnica para conseguir los sudores mediante los sahumerios. Confiesa el autor que no es partidario, por su experiencia, de este tipo de tratamiento, hecho con “pastillas de sinabrio” o semejantes porque, “aunque hazen buen efecto y abreuiado con grandes muestras y principios de salud, he visto en muchos de los que los han tomado muy malos fines”.62 La forma de proceder del enfermero para aplicar el sahumerio era introducir al enfermo en una jaula, cuya fabricación se muestra en el tratado y, bien cubierto con mantas para que no salga el humo, se encendía el brasero que contenía la pastilla de cinabrio o la que el médico ordenaba, debiendo permanecer en esta posición no más de media hora. Lo narra el autor del siguiente modo: “El modo de curar será tener un banquillo un poco alto, con un agujero a modo de la boca de un seruicio, a donde se assiente el enfermo, y una jaula de madera, que remate en una tabla que, partida por en medio, haga otro semejante agujero que se ajuste con el pescuezo, de manera que, assentado el enfermo en el banquillo, quede el cuerpo dentro en la jaula y la cabeça de fuera; y el assiento della ha de ser de cinco pies en quadro, y 61 A. Fernández, Instrucción de Enfermeros…, p. 199. Andrés Fernández fue enfermero obregón y autor del tratado Instrucción de Enfermeros en su edición de 1625, 62 Instrucción de Enfermeros, p. 203.

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ha de tener quatro pieças, compuesta con sus aldauillas, de manera que en la una dellas esté una abertura con dos puertas, por donde entre y salga el enfermo, y se tapará la jaula muy bien con mantas, de manera que no pueda salir el humo por parte ninguna; y antes que entre el enfermo, se ha de meter debaxo del banquillo un brasero con poca brasa y que no esté muy viua, porque no le queme o se encienda lo que le echare, y por debaxo de una punta de la jaula, leuantando un poquito las mantas, sin que salga el calor, se le echará la pastilla en las brasas, tornándolo a tapar, y arrópenle la cabeça con una manta. Y aduierta el enfermero que el tal enfermo no esté más de media hora, y éste ha de ser el que estuuiere más rezio, y, los otros, menos, porque aunque parezca la curación muy suaue, si se descuidan se desmayan, de manera que quedan amortecidos”.63

La “sala de sudores” y la “sala de vavar” a que hacen alusión las Constituciones del Hospital del Espíritu Santo de Sevilla constituían una parte fundamental de todos los tratamientos recibidos por los enfermos ingresados por sífilis y los lugares en donde se aplicaban las terapias más agresivas en el proceso de cura. De este modo, las Constituciones de 1590 intentar organizar el recién creado hospital en base a criterios científicos y funcionales. Los cuidados espirituales y las constituciones hospitalarias. Las constituciones también establecen todo un sistema de cuidados de tipo espiritual para los enfermos que ingresaban en sus dependencias. A través de las Constituciones del Hospital General de Madrid puede reconocerse todo este proceso, que se inicia desde los momentos mismos del ingreso del enfermo hasta que éste abandona el hospital, ya sea con el alta médica o ya sea con su muerte y entierro. Este “camino de salvación” se inicia con la confesión del enfermo, condición ineludible para conseguir la autorización que le permitía su ingreso: “Los enfermos que los médicos señalaren que se reciban, luego los capellanes los confiessen, si estuuieren dispuestos para ello, y si no lo estuuieren, se dispongan, y antes de entrar en las camas lo hagan; y ansimismo comulguen, siendo hora competente, y si no otro día luego antes de auerse desayunado, si no huuiere notable peligro en la dicha dilación, lo cual se dexa a la prudencia del capellán, para que al portero le conste estar confessado y escriua en ella su nombre (…)”.64

63 A. Fernández, Instrucción de Enfermeros…, pp. 205-206. 64 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, p. 2v.

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Así, a los enfermos que estaban por su estado de salud en disposición de la confesión, se le administraba; por el contrario, de llegar impedidos y en malas condiciones físicas, se debía hacer todo lo posible para su recuperación y que pudiera recibir la confesión lo antes posible, lo que le proporcionaba la autorización completa para su acceso a las salas del hospital. Una vez autorizado, el enfermo recibía unos cuidados iniciales básicos, pero esenciales, de higiene e ubicación, conduciéndolo a la sala. Durante todo este proceso, se le pedía que se persignara y se encomendase a Dios: “Después cortarles el pelo, lavarlos y de cambiarse la camisa lo harán persignar y encomendar a Dios, encomendándoles la paciencia y conformidad con su voluntad y la obediencia a los médicos y enfermeros en lo que conuiniere a su salud.”65

Una vez en su cama, el enfermo formaba parte de una comunidad que se regía por unas normas y que las aceptaba y debía cumplir durante todo el tiempo de ingreso. Para él había dispuesto un conjunto amplio de terapias para combatir su enfermedad, o, al menos, aliviarla, y todo un programa de recuperación espiritual que iría recibiendo progresivamente durante su estancia. Un programa, por otra parte, en el que también participaban todas las personas que trabajaban en el hospital e, incluso, la población externa que acudía a las visitas de sus familiares ingresados. ¿Cuál era este programa para los enfermos del Hospital General de Madrid según sus constituciones de 1589, impresas en 1611? Los cuidados espirituales se organizaban en torno a cuatro grandes manifestaciones religiosas, que articulaban la vida del enfermo: la misa, la asistencia espiritual del capellán, la presencia de religiosos de todas las órdenes en el hospital y la predicación del sermón. A través de ellos se intentaba reconstruir el universo espiritual del paciente. La celebración de la misa en el hospital constituía una práctica obligatoria y frecuente y articulaba todo el año; era visible y perceptible y los enfermos debían participar en ella: “Todos los Lunes del año se dirá vna Missa de requiem por las ánimas de los pobres difuntos, que mueren en esta casa, y dirase cantada o rezada, según se podrá; y si el lunes fuere fiesta, transferirse ha a otro día, el primero que no sea impedido; y de más desta Missa, todos los días que huuiere difunto, se dirá vna de cuerpo presente por todos los que aquel día huuieren muerto.”66 65 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, p. 2v. 66 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, p. 3r.

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Misas por los difuntos del hospital, en las festividades más señaladas del año, por celebraciones especiales: aniversarios, mandas testamentarias, rogativas y otras muchas ocasiones propicias para su celebración. “Todos los pobres que se recogieren en esta casa, sean obligados a confessar y comulgar en ella las tres Pasquas del año, y el día de la Purificación de nuestra Señora, ques el día de la fundación y edificación deste hospital, por ser, como está dicho, el día que se fundó este hospital, el de la Purificación de nuestra Señora; en esta memoria y recordación conuiene se haga este día vna processión general, como hasta aquí se ha hecho cada año, con toda la solenidad que fuere posible, auiéndose dicho el día antes vísperas y el mismo Missa y sermón, y a la tarde será la processión. Y para esto nombrará la junta Comissarios, que aderezen la Yglesia e ymagen de nuestra Señora, lo mejor que se pudiere, y el señor del Consejo Protector de la casa, combide para esta fiesta algunos señores Consejereos y Grandes y los más Caualleros que pudiere, y el Vicario combidará la Clarecía, las ordenes, las Cofradías y musica, y para las vísperas y Missa de la fiesta y para la processión vísperas y Missa, el Corregidor desta villa tendrá a su cargo el preuenir el Ayuntamiento y cera y los menistriles, como se haze cada año; y tenerse ha cuydado de nombrar quatro hermanos de la junta, que pidan limosna con sus fuentes de plata, assí en el hospital, como en la processión. Y el hermano mayor hará aderezar toda la casa y alimpiarla.”67

En este texto queda recogido todo un programa en el que participaban de manera más o menos directa los enfermos y restantes personas ingresadas en el hospital: la misa, el sermón, la procesión, la confesión y comunión, y todo ello inserto en un calendario que establecía un itinerario devocional: Pascuas, fiesta de la Purificación y sus vísperas. A ellas se suman otras fechas señaladas que articulan un recorrido espiritual encaminado a la recuperación del enfermo. Los restantes días, el capellán visitaba las salas, aconsejaba a los pacientes, los instruía, reconfortaba y consolaba. Todo este recorrido tenía un punto muy importante en los días previos a la muerte. Según los momentos y las enfermedades tratadas, la presencia de la muerte era una constante en estos centros y se hacía especialmente necesario cuidar el entorno en donde el enfermo entraba en fase terminal, tanto por el enfermo mismo como por los demás con quienes compartían la sala. Durante los siglos XVI y XVII se siguieron proporcionando cuidados espirituales al moribundo para ayudar a bien morir y circuló una abundante literatura especializada en estos 67 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, p. 3r.

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menesteres. La congregación de los enfermeros obregones compuso un tratado de ayuda al bien morir para que sirviera de guía a sus hermanos enfermeros que asistían a los enfermos en este trance.68 Las constituciones del Hospital General de Madrid se ocupan de este aspecto fundamental en el cuidado a sus enfermos e ingresados: “Y porque importa mucho y no menos que la saluación de las animas, que los que están en tránsito sean ayudados con santas y deuotas palabras, trayéndoles a la memoria muchas cosas, que en aquel passo se oluidan: Será necessario que el hermano mayor, el qual de ordinario ha de andar visitando las enfermerías, para que se prouea lo que en ellas fuere menester, pongan con el tal enfermo algunos hermanos, o hermano deuito, y de buen espíritu, que les encomienden el ánima, y les ayuden a bien morir, teniéndoles lumbres encendidas, y las demás cosas que en tales casos suelen tener, animándoles a que esté firmes en la Fee, creyendo la verdad de la Santa Yglesia Cathólica, y diziendoes otras cosas que para que tengan verdadero arrepentimiento de sus pecados y puedan vencer a nuestro aduersario que suelen dezir y procuren también assistan algunos Religiosos.”69

En definitiva, paralelamente a la curación de las enfermedades del cuerpo, el hospital proporcionaba todo un programa de cuidados de tipo espiritual con fuerte base religiosa, que buscaba el reequilibrio del enfermo y su reinserción social, una vez que abandonaba el centro. La vinculación de los vecinos con los hospitales y su reflejo en las constituciones. Desde su fundación el hospital se erige en un “constructo” social, material y espiritual. Buena parte de los habitantes del barrio en donde se instala, e incluso de la ciudad en su conjunto, acaban vinculándose a la institución de muy diversa manera. La iglesia con que cuenta todo hospital de cierta entidad es centro de atracción para muchos vecinos y la propia institución procura fortalecer dichos vínculos organizando todo un ciclo litúrgico-festivo encaminado a incrementar la presencia de los vecinos en ella: “Medio es muy importante de gran fruto que en la Yglesia del hospital aya indulgencias y buenos sermones todos los días de fiesta, y muchas 68 M. J. García Martínez, “Vida y muerte en los hospitales castellanos (siglos XVI-XVII): la ayuda a bien morir, una función de los enfermeros Obregones”. Híades. Revista de Historia de la Enfermería, 9. Alcalá de Guadaíra (2003), pp. 109-153. 69 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, p. 5r.

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Missas cada día y acabada vna se pida limosna y los altares y ornamentos estén muy limpios y bien puestos, para que con esto el pueblo tenga más deuoción y aya más concurso de gente. Los sermones de Aduiento y Quaresma y fiestas principales del año ha de procurar la Junta que sean de los mejores Predicadores que huuiere, procurando que prediquen por tabla cada día vno, que éste es vn gran medio despertador, para que se haga limosna, y se socorra al hospital, preuenidiéndolos desde la Pascua de Nauidad.”70

La concienciación de la ciudad con sus deberes de mantener el hospital tomaba forma con la creación de todo un sistema de recaudación de ingresos que garantizara su funcionamiento: un sistema que debía mover las voluntades de todos los estratos posibles, desde los más poderosos hasta los más humildes. Las constituciones del Hospital General de Madrid incluyen varios capítulos dedicados a este asunto. En todo este proceso de petición de limosnas se incluían como bienhechores a los conventos y monasterios, a las damas de la corte, a los fieles que asistían a los cultos en las iglesias, a los presentes en los entierros, a los transeúntes en las calles, a los jueces para que en sus penas pecuniarias impuestas dejasen una parte para el hospital; a los escribanos, a quienes les pedían que en el momento de escriturar los testamentos recordasen a los interesados la necesidad de hacer donaciones a los hospitales; a los agricultores y ganaderos en tiempos de cosecha y esquilo, para que hicieran sus aportaciones. Toda una compleja red que buscaba cubrir los gastos que tenían estos grandes centros formados tras la reducción de los hospitales en muchas ciudades castellanas. “Andarán los hermanos de hábito los que pareciere que son necessarios repartidos por todo el lugar, haziendo lo mismo, y en el tiempo del Agosto y vendimias y esquilo de la lana saldrán algunos hermanos a pedir por esta villa, y su comarca.”71

En esta ingente tarea quedaban implicados los administradores del hospital, los eclesiásticos, la congregación de enfermeros (hermanos obregones) que asistían a los enfermos e, incluso, parte de los acogidos en el hospital, pobres vagabundos, que debían salir a pedir limosna por las calles con unas cajas cerradas que luego entregaban a los semaneros:

70 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, f. 20v. 71 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, f. 11r.

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“Todos los pobres que conforme a estas constituciones se han de recoger en esta casa y los siruientes y ministros della se han de sustentar con las limosnas que se recogieren, pues no tiene otra hazienda que sea de sustancia para poderlo hazer; y assí se ha de poner mucho esfuerço en recoger limosna, assí en esta villa, como fuera della, y esta se ha de hazer con la industria, cuydado y diligencia de la junta, y de los hermanos de hábito, losquales todos han de procurar poner execución el memorial y auisos dados por el Canónigo Xixinta, el qual anda impresso y está en los archiuos de este hospital.”72 “Para esto se ha de procurar que los más pobres mendigos que fueren a propósito de los que se recogen en esta casa, anden por esta villa a todas las horas del día, acordando a los que quisieren hazer limosna, la necessidad que padecen los pobres de ella, los quales trayga cada vno vna caxuela cerrada con su llaue, que quede en poder del semanero, o hermano mayor, y el tenga cuydado de repartir las dichas caxas de manera que en las plaças,y las calles públicas y puertas de Yglesias a todas horas pidan; y los días que huuiere indulgencias, perdones o estaciones en alguna Yglesia o Monasterio se embíen tantos pobres con caxas quantos pareciere al hermano mayor que son necessarias.”73

La visita a las casas de la nobleza y la burguesía local y, en el caso de Madrid, a la propia familia real, constituía una práctica necesaria en todo el proceso de recogida de limosnas y de implicación de estas familias con la institución hospitalaria: “El hermano mayor acuda de ordinario a visitar las señoras principales de la Corte, y de Palacio, y dé orden en que acudan por semanas a visitar el hospital y darles alguna ropa blanca que cosan ocmo se suele hazer; porque viendo estas señoras la necessidad que los pobres tienen, los socorran con mayor voluntad.”74

Eran limosnas que en ciertos casos se hacían de forma periódica, semanal o mensual, y en dinero o en especie, alimentos, ropas o enseres, todos ellos tan necesarios para las camas y los tratamientos médicos.

72 Ordenanzas, y Constivciones para el bven gobierno y administración del Hospital General de la Misericordia desta villa de Madrid y de los demás Hospitales, por autoridad Apostólica y Real a él reduzidos. Confirmadas por sv Magestad y Señores de su Real Consejo, y Arçobispo de Toledo, como juez Apostólico y Ordinario. En Madrid, por Juan de la Cuesta. Año de MDCXI, f. 10v. 73Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, f. 11r. 74 Ordenanzas, y Constivciones… Hospital General de Madrid …, f. 21r.

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Los ingresos procedentes de todas estas limosnas y donaciones se completaban con las rentas que generaban las propiedades que iban siendo donadas a la institución: censos y tributos, arrendamientos de bienes rústicos y urbanos y otras fuentes muy diversas. Con todo este despliegue de recursos humanos y materiales durante todo el año y durante muchos años puede inferirse que la existencia del hospital terminaba formando parte del inconsciente colectivo de los habitantes de la ciudad y sus alrededores y que entre todos los hospitales de una ciudad se creaba una red que vertebraba el espacio cotidiano de sus gentes. Reflexiones finales De todos los estudios realizados sobre los hospitales fundados entre fines de la Edad Media y toda la Edad Moderna, los dedicados a los cuidados dispensados a los enfermos durante su estancia en estos centros y al personal sanitario que los proporcionaba, las enfermeras y enfermeros, han sido escasos, aun sabiendo que la esencia de estas instituciones y su razón de ser fundamental es precisamente ésa: proporcionar cuidados de salud y curar. La diversidad de fuentes existentes sobre el tema, su localización y estudio están permitiendo interrelacionar los textos normativos (como las constituciones hospitalarias), los textos científicos (los tratados de Medicina y de Enfermería) impresos y utilizados en la época y la ingente documentación administrativa, así como acercarnos a la formación del personal enfermero de la época y conocer todo el proceso de tratamiento proporcionado en las enfermedades más cotidianas de este período, desde las graves epidemias de peste hasta las crónicas de transmisión sexual, como la sífilis. Todo ello significa aproximarnos a la propia cama del enfermo y conocer su día a día, desde que se levanta hasta que se acuesta, recibiendo los cuidados de higiene, alimentación, terapéuticos y psicológico-espirituales. El hospital se convertía en todo un espacio orientado a la transformación del enfermo, física y espiritualmente, que tenía como función su reinserción social o proporcionarle una muerte digna. No todos los hospitales ni en todos los momentos pudieron alcanzar sus objetivos, pero muchos de ellos sí, y en todo este proceso no pocas personas vieron aliviados sus padecimientos o se reconfortaron con la ilusión de conseguirlo.

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Las madres del bien morir del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla en el Antiguo Régimen Paula Ermila Rivasplata Varillas Universidad de Sevilla Resumen Después del Concilio de Trento, el morir y el purgatorio cobraron gran importancia en la vida de los católicos. En instituciones regidas por la Iglesia como el hospital de las Cinco Llagas de Sevilla surgieron otras personas que ayudaban a los curas a bien morir. Se trataba de la “madre agonizante” que se encargaba de ayudar a las moribundas a morir en paz que ejecutaba desde que el médico o cirujano ordenaba administrar el Santo Óleo de la extremaunción. Estas madres debían saber leer para estimular y exhortar a las que se hallasen en este estado con algunas invocaciones u oraciones. Tampoco, estas mujeres se podían apartar de la cabecera de la enferma de día ni de noche, siguiendo las órdenes de su jefa inmediata, la madre mayor. Una vez que la moribunda fallecía, se encargaba de ayudar a amortajarla y guardar en un cofre las pertenencias de las agonizantes.

Abstract After the Council of Trent, the death and purgatory became very important in the life of Catholics. In institutions governed by the Church like the hospital of the Five Wounds of Seville need people to help to the priest to die well to the moribunds. The mother of the good death was responsible for helping the sick to die peacefully, which ran from the ordering physician or surgeon to give the extreme unction. They were also required to not move from the bedside of the sick day or night, following the orders of her superioriy, “la madre mayor”. “These mothers of the good death” must know to read to encourage and exhort the moribunds with some invocations or prayers. Once the sick person died, “the mother of the good death” was responsible for helping to lay out the dead and keep belongings in a chest of the dying

Palabras Clave Sevilla, Hospital de las Cinco Llagas, madre del bien morir, Antiguo Régimen, muerte.

Keywords Seville, Hospital of the Five Wounds, The mother of the good death, Ancient regime, death.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Este trabajo es una primera aproximación a la figura de la madre del bien morir y de su participación en el proceso de preparación para la muerte en un hospital andaluz en el Antiguo Régimen, en este caso del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. Este trabajo se ha realizado a partir de las constituciones, libros y legajos del hospital de las Cinco Llagas, resguardados en el Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla. Este hospital tuvo cuatro constituciones o reglamentos, 1503, 1603, 1624 y 1734.1 Estas fuentes primarias fueron normas básicas de gobierno que me permitieron conocer la organización y el funcionamiento interno del hospital, los deberes y obligaciones de los trabajadores del hospital, las visitas de control a las enfermerías por los médicos, cirujanos, administrador y priores, los castigos a las infracciones, las denuncias de abusos, etc. Estos cuatro reglamentos proporcionan una visión general desde la propia institución. Específicamente, detallan los deberes de las mujeres que se ocupaban del bien morir. Indudablemente las constituciones no fueron suficientes para la elaboración de este trabajo y se recurrió a libros y legajos elaborados por secretarios notarios eclesiásticos de este hospital. Las constituciones se renovaban según los acuerdos tomados en las juntas patronales. Estos libros capitulares han sido la fuente documental más utilizada en esta investigación porque nos revelan los acontecimientos cotidianos del hospital. Estos libros son los más ricos en información y suponen en gran medida la base documental de este trabajo. También se han utilizado el libro protocolo, los libros de cuentas, recibos y gastos, los inventarios, los libros de salarios, los testamentos, los libros de almonedas, los libros de capellanías y misas, los libros de entrada y salida de enfermas y los planos. Los libros y legajos presentan algunas lagunas y errores de duplicidad, especialmente en el siglo XVI y comienzos del XVII que fueron épocas en las cuales la ciudad y el hospital atravesaron agudas crisis económicas (1683-1687) (17111729) y sociales, como consecuencia de las epidemias de peste de 1649 y 1709. Pasadas estas crisis, hay un periodo de silencio en la documentación hospitalaria que al cabo de algunos años se supera. 1 Las constituciones del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla de 1503, 1603 y 1624 se encuentran en el Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla (ADPS).Las constituciones de 1503 y 1624 se localizan en la Sección Fundación y Gobierno, legajo 1 y la de 1603 en la sección administración de propiedades, legajo 6. La constitución de 1734 se encuentra en la Biblioteca Colombina (BC). Fondo Gestoso. Tomo V, Fol. 175 a 244.

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El objetivo de esta investigación ha sido poner a la luz el trabajo desempeñado por las mujeres encargadas del bien morir y el ritual de la muerte en el hospital de las Cinco Llagas de Sevilla durante todo el Antiguo Régimen. No ha sido posible encontrar bibliografía al respecto, sólo escuetas menciones de mujeres que se dedicaban a esto en alguna bibliografía, pero sin desarrollarla.2 El buen morir no sólo lo ejecutaban los curas, sino también cualquier persona que estuviese dispuesta a ello, por la gran necesidad que había de acompañantes. Incluso un libro destinado a estas personas se publicó en 1630 que lleva el título Práctica de ayuda a morir. Para que cualquiera que supiere leer, pueda en ausencia de los sabios confesores, guiar y consolar a los enfermos. Su autor fue el jesuita Juan Bautista de Poza. En el Ars bene moriendi se concedía gran importancia a la presencia del asistente que acompañaba al moribundo, después que el sacerdote cumplía con el ritual que le correspondía. El asistente podía ser hombre o mujer, que conociese la doctrina cristiana y que estuviese consciente de que la agonía era la última oportunidad de salvación.3 Este trabajo no lo cumplía necesariamente un clérigo en lugares donde tuviese mucha carga laboral, como los hospitales. Ante esta situación, Juan Bautista de Poza indicaba en su libro mencionado que cualquiera que supiese leer, podía asistir a un moribundo: Los hombres sabios que pueden ayudar a morir y consolar y alentar y encaminar a los enfermos son pocos. El peligro de la enfermedad suele durar por mucho tiempo y la asistencia del prudente confesor raras veces puede ser continua. Otros religiosos y sacerdotes, es fuerza, hagan muchas ausencias para acudir a sus obligaciones. Por todas estas causas parece necesario enseñar a que ayuden a bien morir los que para este ministerio tuviesen capacidad y la tendrán valiéndose de esta obra todos los que supiesen leer. 4

2 M. M. Rivera Garretas. “Las beguinas y beatas, las trovadoras y las cataras: el sentido libre de ser mujer”, en Morant, I. (dir.), Historia de las mujeres en España y América Latina de la prehistoria a la edad Media, Madrid, Ediciones Cátedra, Tomo I, 2005, pp. 745-767; M.M. Rivera Garretas. “La libertad femenina en las instituciones religiosas medievales”, en Anuario de Estudios Medievales, 28, 1998, pp. 553-565. M. Ortega López. “El periodo Barroco (1565-1770)”, en Historia de las mujeres de España. Madrid: Editorial Síntesis, 1997, pp. 297 y 299. Las mujeres eran las que curaban a los enfermos y amortajaban a los muertos en la vida cotidiana. En Sevilla, a finales del siglo XVI, varias beatas trabajaban en el hospital de la ciudad y recibían su salario a través del ayuntamiento e incluso trabajaban en las cárceles. 3 A.L. Haindl Ugarte. “Ars bene moriendi: el arte de la buena muerte”, en Revista chilena de estudios medievales. Numero 3, enero-junio, 2013, p. 93. 4 J. Bautista de Poza (1588-1659).Practica de ayuda a morir. Para que cualquiera que supiere leer, pueda en ausencia de los sabios confesores, guiar y consolar a los enfermos. Impreso en Sevilla, por Francisco de Lyra, 1630, folios 1r-2v.

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La demanda en asistir a los agonizantes hizo que surgieran cofradías y hermandades que se dedicaban al bien morir porque la muerte era un acto público en donde se demostraba la solidaridad con el agonizante en su postrera lucha final.5 De esta manera, este artículo pretende hacer un seguimiento del trabajo desempeñado por las madres agonizantes del hospital de las Cinco Llagas, el por qué surgieron, en el marco de qué contexto, la importancia que adquirieron a medida que pasaron los siglos y su paulatina desaparición. El hospital de las Cinco Llagas de Sevilla Este hospital fue fundado en 1500 por Catalina de Ribera y Mendoza, esposa de don Pedro Enríquez de Ribera, adelantado mayor de Andalucía. Se destinó a mujeres pobres con enfermedades que no fuesen incurables ni contagiosas, recibiéndose enfermas de calenturas, de cámaras (diarreas), heridas, postemas (abscesos supurados), llagas frescas (úlceras), fracturas y dislocaciones.6 Dotó al hospital con un cuantioso patrimonio y obtuvo el permiso, licencia y autoridad del papa Alejandro VI en dos bulas, las de 1500 y 1502. El 20 de marzo de 1503 se presentó la bula del Papa Alejandro VI frente a notario público y testigos en el monasterio de San Isidoro del Campo, extramuros de la ciudad de Sevilla. También, Clemente VIII y Pío IV dieron bulas que concedían el privilegio de la excepción de la jurisdicción ordinaria.7 La expedida por Clemente VII en Roma el 26 de octubre 5 S. Gómez Navarro. Materiales para la experiencia del morir en la Córdoba del Antiguo Régimen. Córdoba: Servicio de publicaciones de la OCO, 1998, p. 75. Se creía que los agonizantes pasaban por un proceso de lucha entre ángeles y demonios para ganar su alma. Etapa fundamental que necesitaba de guía para bien morir que lo asumían los curas u otra persona preparada para eso, con preces, oraciones, jaculatorias, recomendaciones a Jesucristo, Virgen, Santos, ángeles, arcángeles y toda la corte celestial, salmos, letanías, platicas, lecturas de libros sagrados o religiosos, petición de perdón, etc.; M. de Yebra (O.F.M.) Libro llamado refugium infirmoru, muy útil y provechosos para todo género de gente. En Madrid, por Luis Sánchez, 1593, pp. 106.-110. Que aparecen muchas veces los demonios a los hombres y en especial a la hora de la muerte; A. Bazarte Martínez. Las cofradías de españoles en la ciudad de México (1526-1864). México: Universidad Autonomía Metropolitana, 1989, p. 28. Algunas cofradías tenían la misión de ayudar a bien morir; M. J. de Lara Ródenas. Muerte y religiosidad en la Huelva del Barroco. Huelva: Publicaciones de la Universidad de Huelva, 1998, cap.5 Menciona las Reglas y obligaciones que han de observar los que vistieren el Sagrado Escapulario y se asentaren por siervos y esclavos de María Santísima Dolorosa en la congregación fundada y establecida en el convento de los RR.PP. Mercenarios Descalzos de la villa de Huelva. Esta cofradía podía elegir un sacerdote y un lego llamados enfermeros para que visitaran a los enfermos y no faltaran a la hora de la muerte. 6 ADPS. Legajo 1 A. Las Constituciones del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla de 1624, f.1 v. Artículo 4 y las Constituciones del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla de 1734. Artículo 10; D. López Falante y M. de la Paz de la Torre Liébana. “El Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla: un modelo de organización de instituciones de beneficencia durante el Antiguo Régimen”, en Archivo Hispalense, Sevilla, Tomo LXXVIII. Nº 237, 1995, pp. 61-77. 7 ADPS. Legajo 4 B. Autos capitulares de este hospital de la Sangre comienza año de 1716 y acaba año de 1734., f. 78 v (1727); J. I. Carmona García, “Cinco siglos de historia: trayectoria

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de 1524 indicaba que el hospital estaba bajo su protección, con la exclusión de cualquier otra autoridad civil o eclesiástica, so pena de excomunión y el pago de mil ducados destinado a la construcción de la iglesia San Pedro en Roma.8 Sus principales funciones eran la asistencia en la enfermedad, convalecencia y en la agonía. Aunque es necesario tener en cuenta que del centenar de hospitales existentes en Sevilla en el siglo XVI, una mínima parte cumplía la función de curar enfermedades, pues el término hospital aún abarcaba usos distintos, como hospederías, centros de caridad, orfanatos y centros gremiales.9 Este hospital no fue creado para albergue de menesterosos, aunque se utilizó en parte como hospicio a partir de 1750. También cumplió el papel de cobijar a los enfermos durante las grandes pestes que asolaron Sevilla. El hospital de las Cinco Llagas fue fundado con fondos particulares como tantos otros en España. Sus fundadores Catalina de Ribera y su hijo don Fabrique, I marqués de Tarifa, habían entregado el hospital a la Iglesia para su gobierno, renunciando a todo tipo de beneficio. También, dispusieron que los patronos, administradores y visitadores del hospital serían los padres priores de los monasterios de Santa María de las Cuevas de la orden Cartuja, de San Jerónimo de Buenavista y de San Isidoro de Campo, ambos de la orden de San Jerónimo.10 En 1626 se pretendió eliminar como patrono al prior de San Isidoro del Campo, pero sin éxito alguno.11 A lo largo de más de tres siglos, la administración fue llevada a cabo por un priorato, cuya presidencia se turnaba entre las tres sedes religiosas que la regían. Este hospital empezó a funcionar en un modesto local a comienzos del siglo XVI con un sacerdote, una matrona, criadas y esclavas. Paulatinamente, se incorporaron el boticario, el botiller y el mayordomo. Mientras tanto se estaba construyendo un edificio renacentista a extramuros de la ciudad, de planta recinstitucional y asistencial del Hospital de la Sangre”, en El edificio sede del parlamento de Andalucía. El Hospital de las Cinco Llagas. Sevilla: Parlamento de Andalucía, 2007, p. 81. El hospital dependía de la autoridad papal. 8 ADPS. Legajo 4C. Libro de auto capitular del hospital de la Sangre, comienzo del año de 1788 a 1800. (1820). Folios sueltos; F. Collantes de Terán, Los establecimientos de caridad de Sevilla. Sevilla: Colegio oficial de Aparejadores y arquitectos técnicos de Sevilla, 1980, pp. 131-33. Este hospital recibió privilegios. 9 F. Hernández Martín. Historia de la enfermería en España: Desde la antigüedad hasta

nuestros días. Madrid: Síntesis, 1996, p. 128. La gran cantidad de hospitales en Sevilla obligó a su reducción en 1586, de setenta y seis hospitales a dos: el de Santa Catalina de los Desamparados u hospital del Espíritu Santo (para llagas) y el hospital del Amor de Dios (para calenturas).

10 A. Navagero, Viaje por España (1524-1526). Madrid: Ediciones Turner, 1983, p.35. Los monasterios de San Jerónimo, Santa María de las Cuevas y San Isidoro eran los más importantes monasterios a extramuros de Sevilla a comienzos del XVI. 11 E. Domínguez-Rodiño y Domínguez Adame. “El hospital de las Cinco Llagas”, en Hospitales de Sevilla. Utrera: Real Academia Sevillana de Buenas Letras, Grafitres S. L.: 1989, pp. 89-117.

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tangular con una cruz griega en la parte central donde se ubicaría la iglesia que estaba rodeada de salas alineadas comunicadas entre si, en dos plantas y cuatro patios cuadrados, siendo un fiel reflejo del Hospital Maggiore de Milano.12 Al trasladarse a su nuevo local en el hermoso edificio renacentista mencionado su personal aumentó y en el siglo XVIII estaba conformado por un administrador, dos curas, dos sacristanes, un médico, un cirujano, un boticario, un ayudante de boticario, un abogado, un procurador, un despensero, un portero, un caballerizo, un jardinero, un herrador, una madre mayor, una madre ayudante, varias enfermeras para las distintas especialidades del hospital, dos madres agonizantes, una portera, una tornillera, una cocinera, varias sirvientas e incluso esclavas. Este hospital tenía un área de enfermería, cirugía, convalecencia, incurables, agonizantes, cocina y lavadero. La responsable de las mujeres que trabajaban en el hospital era la madre mayor que tenía doce auxiliares que controlaban a las sirvientas de cada área.13 Las enfermas del hospital sólo eran atendidas por mujeres, aunque entraban a ciertas horas del día el médico, el cirujano, el boticario, el administrador y el cura semanero. Una vez al mes un prior del hospital entraba a las enfermerías femeninas para realizar la visita obligatoria.14 Las madres eran las autoridades superiores de la sala de enfermería femenina. Personas de dedicación exclusiva al hospital, prefiriéndose a viudas y solteras. No tenían que ser necesariamente religiosas, sólo se les exigía que fueran personas de buenas costumbres y cristianas aunque hubo beatas, especialmente en el área de agonizantes. El bien morir en el Antiguo Régimen El ars moriendi surgió durante el Concilio de Constanza en el siglo XV y fomentaba una actitud pacífica y positiva ante la muerte, pues el buen morir era 12 J. R. Zaragoza Rubira. “La evolución histórica de la asistencia hospitalaria”, en Hospitales de Sevilla. Utrera: Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Grafitres S. L., 1989, pp.134-135. Otros hospitales españoles con similar arquitectura son el hospital General de Valencia, el hospital de la Santa Cruz de Toledo y el hospital de los Reyes de Granada; M. Justiniano y Martínez. Hospital de las Cinco Llagas (central) de Sevilla. Sevilla: Imprenta Provincial, 1963, pp. 7-10. Se trasladaría esa idea al Nuevo Mundo; F. Guerra. El hospital en Hispanoamérica y Filipinas 1492-1898. Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo, Servicio de Publicaciones, 1994, pp. 40 y 56. El conquistador Hernán Cortes pidió en sus disposiciones testamentarias, otorgado en Sevilla el 11 de Octubre de 1547, que la administración del hospital de la Limpia Concepción que fundó en México en 1521 fuese como el del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla: “Mando que en la administración y gobernación del hospital de Nuestra Señora de la Concepción que yo mande hacer en México, se guarden las que tiene el hospital de las Cinco Llagas de esta ciudad de Sevilla”. 13 M. Ortega López, Op. cit., p.332. La criada trabajaba en una casa a cambio de techo, comida, ropa, cuidados en caso de enfermedad y una dote matrimonial. 14 P.E. Rivasplata Varillas. Aproximación histórica de la enfermería femenina en Europa y América. La enfermería en el hospital de las Cinco Llagas de Sevilla y los hospitales de Lima en el XVIII y parte del XIX. Berlín: Editorial Académica Española, 2012, pp.116-119.

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clave para alcanzar la salvación. A partir de ese siglo proliferaron libros sobre el tema.15 En un comienzo se creía que se entablaba una lucha final en el momento de fallecer para luego suavizarse en el XVI, con Erasmo de Rotterdam, cuando el arte de bien morir se orientó a bien vivir para tener una buena muerte.16 El Concilio de Trento buscó que la vida terrenal fuese una preparación continua para la muerte para lograr una corta estadía en el temido Purgatorio y alcanzar la gloria eterna.17 El bien morir no se podía hacer solo, a pesar de que la muerte es uno de los hechos más personales e individuales en la vida de toda persona. Se requería de la ayuda de especialistas en el tema como curas, pero éstos no eran suficientes, por eso surgieron personas que se dedicaron a acompañar al moribundo o al difunto hasta que fuese enterrado. El proceso de la muerte era un tiempo valiosísimo para arrepentirse, confesar los pecados y las debilidades del cuerpo, así como mantenerse firme a la fe ante el miedo y el dolor de la agonía.18 Por eso, se temía la muerte intempestiva en la Edad Moderna porque no daba tiempo para la contrición y exigía una vida la más correcta posible. Pero, también se consideraba mala muerte la larga agonía, en la que el enfermo no estaba plenamente consciente de sus actos ni de sí mismo. Sin lugar a dudas, según las ideas del momento, una buena vida cristiana sería la que aseguraría una buena muerte, pero como el ser humano pecaba constantemente, la gracia plena era inalcanzable para todos, por lo que un tiempo de contrición y arrepentimiento era necesario.19 Después del Concilio de Trento, la tensión que se puso en la idea del Purgatorio y en las manifestaciones externas de religiosidad ante la muerte en las mandas

15 R. Schmidt. “La praxis y la parodia del discurso del ars moriendi en el Quijote de 1615”, en Anales Cervantinos, Vol. XLII, pp. 117-130, 2010, p. 1. El más famoso de todos los libros medievales de buen morir fue De scientia mortis del teólogo Juan Gerson en 1403 e indicaba que cualquier cristiano fuese laico o clérigo podía asistir a los moribundos en la hora de la muerte. 16 D. Erasmus. Preparación y aparejo para bien morir. Madrid: Fundación Universitaria Española, 2000, pp. 24 y 209-293. Erasmo recomienda las lecturas del Antiguo y Nuevo testamento y deja de lado las interrogaciones, las plegarias y las exhortaciones. Su única autoridad eran las Escrituras. 17 J. Le Goff. El Nacimiento del Purgatorio. Madrid: Editorial Taurus, 1989, p. 57. Según este historiador, en el siglo XIII se generalizó la idea del Purgatorio, aunque la idea cobraría forma desde el siglo XI; A.L. Haindl Ugarte. “La muerte en la Edad Media”, en Revistas electrónica Historias del Orbis terrarum. Nº1, Santiago, 2009, p. 153; I. Adeva Martín. “Ars bene moriendi: la muerte amiga”, en Ante la muerte: actitudes, espacios y formas en la España medieval. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 2002, pp. 295-360. 18 A. Morel d’Arleux. “Los tratados de preparación a la muerte: aproximación metodológica”, en AISO. Actas II (1990), pp. 728-729. Después de Trento, para obtener la salvación eterna había que practicar asiduamente la confesión, la comunión y recurrir a la administración del viatico y la extremaunción que antes estaban reservados casi exclusivamente al clero. 19 P. García Hinojosa. Simbolismo, religiosidad y ritual barroco. La muerte en Teruel en el siglo XVII. Tesis doctoral de la Universidad de Zaragoza. Departamento de Historia Moderna y Contemporánea. 2010, p. 46.

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testamentarias aumentó y con ella las indulgencias y las obras pías.20 Se buscaba el bien morir en todos los asuntos terrenales y celestiales, es decir, que estuviesen arreglados o al menos encaminados para poder alcanzar el cielo sin problemas, para lo cual se estableció un pacto entre vivos y muertos en el que los primeros se cuidarían de rezar por las almas de los difuntos y éstos delegarían sus bienes a cambio de eso.21 La administración de la muerte la llevó a cabo la Iglesia desde la extremaunción, celebración de funerales, enterramientos, misas e indulgencias. El Concilio de Trento impulso la confesión y la aplicación del sacramento de la penitencia.22 En la Edad Moderna castellana el bien morir se convirtió en una práctica tan extendida que se necesitaron de muchos guardianes o vigilantes de la muerte para identificarla y encaminarla. El médico era el que la anunciaba y con esto terminaba su trabajo para cederla a los sacerdotes y las personas encargadas del bien morir. La Madre agonizante En el siglo XVI, el bien morir de las enfermas en el hospital de las Cinco Llagas de Sevilla fue llevado a cabo por el cura, acompañado por la madre mayor, también conocida como madre de llaves, la madre enfermera o madre cirujana, según la sala donde las enfermas estuviesen alojadas.23 Sin embargo, la experiencia había enseñado que era necesario la privacidad para llevar a cabo este duro trance, por lo que, poco a poco las agonizantes fueron concentradas en la parte central de la sección de enfermería femenina, denominada la Sala de San Pablo, que era el área más antigua del hospital.24 20 M. J. García Martínez. Cuidar el cuerpo y salvar las almas. La práctica de la enfermería según el modelo de la congregación de enfermeros obregones. Tesis defendida en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla el 20 de abril del 2007, p. 120. En la España del siglo XVI, la vivencia de la enfermedad y la muerte se caracterizaba por su extrema religiosidad, aumentado aún más desde el Concilio de Trento. A. Domínguez Ortiz. España. Tres milenios de historia. Madrid: Marcial Pons, 2007, pp. 231-232. En España se vivía una verdadera cultura de la muerte en los siglos XVI y XVII; S. Gómez Navarro. Op. cit., pp. 16-17. El auge de la muerte barroca fue entre 1580 y 1660. 21 A. Morel d’Arleux. Op, cit., p.729. Después de Trento, se abandonó la idea del buen vivir de los reformistas para regresar al arte del buen morir. La iglesia ejerció el control espiritual y corporal de sus fieles y aún el control económico a través de los testamentos. 22 J. Burriera Sánchez. “Los jesuitas: De las postrimerías a la muerte ejemplar”, en Hispania Sacra, LXI, 124, Julio-Diciembre, 2009, pp. 513-544. 23 F.J. Lorenzo Pinar. Muerte y ritual en la Edad Moderna, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1991, p.41. La Iglesia había transmitido una idea que asociaba la enfermedad con una advertencia previa sobre la fragilidad de la vida, y por tanto la ligaba a la necesidad de preparación para bien morir. 24 G. Vigarello. Lo Sano y lo Malsano. Historia de las prácticas de la salud desde la Edad Media a nuestros días. Madrid: Abada editores, 2006, pp. 85 y 304-305. A partir del XVI surgió una piedad

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No hay que pasar por alto que la finalidad de este hospital como cualquier otro de comienzos del Quinientos era el proceso de bien morir de la enferma. Pronto, los administradores se dieron cuenta que eran insuficientes los curas para esta tarea, entonces otras personas externas al hospital fueron necesarias. En 1528 se dio el caso de una donada que trabajó en todas las ocupaciones, incluso en el área de agonizantes del hospital estudiado. Al fallecer, dejó sus bienes para pagar anualmente a las mujeres que servían a las enfermas del Hospital de las Bubas de Sevilla.25 Un ejemplo de confraternidad y solidaridad entre mujeres de entroncada fe religiosa que seguían los mismos objetivos. En el hospital de las Cinco Llagas, la madre agonizante surgió en el siglo XVII, en forma tardía. Esta madre no aparece mencionada en las dos primeras constituciones del hospital de 1503 y 1603, pero sí en la de 1624. Sin embargo, debió aparecer años antes, pero se formalizó en dicho año. La última constitución mencionada indica que la madre agonizante tenía que ser una mujer con virtudes especiales para desarrollar tal ministerio porque la que se encargase de este oficio tenía que poseer características intrínsecas especiales que tocaran la beatería. Al menos así fue a comienzos del siglo XVII, ya que significaba el contacto cotidiano con la muerte. Esta ocupación exigía mucha responsabilidad y templanza.26 Sus obligaciones eran ayudar al bien morir de las enfermas, asistir a las enfermas desde que el médico o cirujano dispusiere darles el Santo Oleo.27 Su deber era no apartarse de la agonizante, animándola y consolándola con plegarias leídas a más cotidiana, una vigilancia que debería alcanzar todos los momentos de la vida. Un sentimiento más agudo de lo inestable…diluida en la diversidad de los momentos, la intensidad de la última hora tiende a perder algo de su fuerza… la muerte se había hecho menos temible y menos amenazador. F.J. Lorenzo Pinar. Op. cit., p.63. El instante mismo de la muerte jugaba un papel decisorio en la mentalidad de la época en el terreno de la salvación, el arrepentimiento. La muerte sin padecimientos y corta, sin ser repentina, era propia de los justos. 25 Una donada era una mujer seglar que se retiraba a los monasterios o casas de religión para servir a Dios y a los enfermos. ADPS. Libro de “recibo y gasto”, f. 106. Ya en 1546, el Hospital de la Sangre pagaba al mayordomo del Hospital de las Bubas una donación de 600 maravedíes anuales a nombre de la madre donada que murió en el Hospital de la Sangre. El capital era unas casas que había dado a este hospital del cual obtenía la mencionad renta que se continuaba dando en 1567. 26 B. Bosh de Centellas y Cardona, 1645-1714. Prácticas de visitar los enfermos y ayudar a bien morir. En Madrid, en la imprenta de francisco de Villa-Diego, 1713, p. 3. Los que ayudaban a buen morir se les consideraba colaboradores de Dios porque libraban a los agonizantes de los engaños de satanás por el santo aviso de quien la asiste, dándolas a Dios que los crio para el cielo. Por eso, se honra a los celadores del bien de las almas con el título de coadjutores de Dios. 27 Anónimo. Arte del bien morir y breve confesionario (1479-1484). Palma de Mallorca: Olañeta, 1999. El que conducía el buen morir, tenía que asegurarse que el moribundo creía los artículos de fe según indicaba la Iglesia. También lograr que el agonizante se arrepintiese de sus pecados y que perdonase a los que le habían ofendido y pidiese perdón a los que había injuriado. Era necesario que el moribundo reconociera y creyera que Jesucristo había muerto por la salvación de la humanidad y que de otra manera no hubieran sido posible, sino sólo por mérito de su Pasión, por lo cual debía dar gracias a Dios.

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cualquier hora y llamar al cura que fuese semanero si alguna enferma se quisiese confesar a cualquier hora del día o de la noche.28 También, se ocupaba de remendar la ropa o cualquier otra tarea que la madre mayor le asignase. Aunque la labor de la madre agonizante no se constata en los libros, legajos ni inventarios de comienzos del siglo XVII, sin embargo su importancia se hizo evidente y escaló rápidamente la consideración que se le tenía por la necesidad de acompañamiento permanente a las moribundas. Su importancia se hizo vital cuando creció la obsesión por alcanzar una buena muerte en un lugar donde se presentaba en cualquier momento y había que estar vigilante para que ninguna enferma muriese sin estar oleada y bendecida.29 El hospital de las Cinco Llagas recibía jóvenes pobres para que trabajasen en el hospital a cambio de un salario y una dote para tomar estado de casada.30 Estas jóvenes no se habrían utilizado en el área de agonizantes, según las constituciones de 1634 y 1734, quizá porque no era una ocupación que cualquier persona pudiese realizar. Sin embargo, aunque los reglamentos no lo consignasen la realidad se impuso, recibiéndose algunas doncellas de dote porque el trabajo que se realizaba en el área de agonizantes era superior a las fuerzas de una sola madre agonizante. Esto se aprecia y comprueba en el libro inventario del Hospital de las Cinco Llagas donde aparecen camas para las doncellas en 1636, 1699, 1725 y 1726.31 La primera madre que llevó el título de “agonizante” apareció en 1608 y fue aumentando su número progresivamente. Así, a mediados del siglo XVIII ya había dos e incluso tres. La evolución de las madres agonizantes se puede dividir en cuatro periodos, cada uno con sus propias características: 1) El periodo comprendido entre 1608 a 1627 fue ocupado por las llamadas “madres que ayudaban a buen morir”. En total, fueron seis o siete beatas.32 28 BC. La constitución de 1734 sobre las madres agonizantes. Nº 113 y acuerdo de 1729, f.100 r; B. Bosh de Centellas y Cardona, 1645-1714. Prácticas de visitar los enfermos y ayudar a bien morir. Madrid por la viuda de Barco López, 1807, p. 8. El que se dedica a buen morir debe ser una persona limpia de pecado y debe procurar con todo cuidado limpiar su conciencia a través de la confesión y ponerse bien con el señor quien en este ministerio quiere servirle. De cuya disposición y pureza de la propia conciencia procede el celo más fervoroso, el despreciar los fríos de un invierno, los calores de un verano, la falta de dormir y otras muchas incomodidades que trae consigo la continua vigilancia con que día y noche ha de estar el ánimo pronto a esta obra; L. Scupoli. Combate espiritual. Madrid, en la imprenta de Joseph Doblado, 1771, Parte segunda, pp.274-279, p. 3 y 173. Tres cosas eran necesarias para el soldado de Cristo. Animo grande y resuelto a pelear sin desanimar. Valor para conseguirlo y fe. Las armas para esta guerra son estas dos resistencia y violencia. Que para pelear bien debe el soldado de Cristo huir con toda cuidado las tribulaciones, e inquietudes del corazón. 29 D. L. González Lopo. “El ritual de la muerte barroca. La hagiografía como paradigma del buen morir cristiano”, en Ciencias sociais e humanidades, SEMATA, 2006, vol.17, pp. 299- 320. 30 P. E. Rivasplata Varillas. Las doncellas de dote del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. Una lectura en clave de género. Berlín: Editorial Académica Española, 2011, pp. 25-80. 31 ADPS. Legajo 1. Inventarios del hospital de las Cinco Llagas 1699,1725 y 1726. 32 Ingresaron algunas beatas que mantenían ideales mendicantes, realizaban tareas asistenciales

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En este lapso de tiempo, esta función fue desempeñada por una sola mujer que dejaba el cargo al fallecer. Este periodo se inauguró con una anciana y terminó con una joven. Esto significaría que se tuvo que relegar la experiencia por el vigor y dinamismo que se requeriría para atender a tantas moribundas. Cada una ganaba catorce reales al mes, el mismo salario que recibía una doncella de dote o aprendiz. Estas mujeres sabían leer y algunas de las primeras pudieron haber sido hidalgas viudas que dedicaron los últimos años de sus vidas a realizar esta labor pía tan necesaria para ellas.33 La primera mujer que ayudó a buen morir fue la beata María de Santa Ana que ejerció de 1608 a 1618. En la junta capitular de 1608, los patronos del hospital pidieron que se recibieran dos mujeres, una de ellas anciana, de “vida y hábito honesto”, para que ayudase a bien morir a las enfermas, dándosele ración y salario.34 La documentación nos devela el nombre de una de ellas, la beata María de Santa Ana a quien pagaban catorce reales por mes.35 Petronila de Santa Ana le sucedió en el cargo por sólo un año para ser sustituida después de dos años por María de Jesús que trabajó de 1622 a 1626. Ambas fallecieron en el cargo. Francisca de Jesús laboró por un año y María de la Encarnación estuvo de febrero a mediados de marzo de 1628 cuando enfermó gravemente y fue sustituida por una joven que había ingresado al hospital como doncella de dote llamada María de los Santos desde junio de 1628 y se convirtió en la nueva madre del buen morir, permaneciendo en tal cargo por seis años y medio hasta 1635 cuando falleció. Este primer periodo se caracterizó por la alta mortalidad de las encargadas del buen morir debido a la cercana exposición a las agonizantes que terminaban contagiándose y por el exceso de trabajo para ser ejercida por mujeres de avanzada edad. 2) En el siguiente periodo comprendido entre 1636 a 1658, el cargo fue desempeñado no sólo por beatas, sino por viudas, solteras y algunas casadas cuyos y una actividad religiosa muy intensa, dedicadas a las oraciones y asistir a los agonizantes; S. Pérez González, La mujer en la Sevilla de finales de la edad media. Solteras, casadas y vírgenes consagradas. Sevilla: Universidad de Sevilla, Ateneo de Sevilla, 2005, p.133. Esta historiadora en el Archivo de Protocolos de Sevilla detectó a una beata del hospital de la Misericordia, llamada Ana Fernández, entre los años 1441 y 1504. 33 J. B. Poza (S.I.) 1588-1659. Practica de ayudar a bien morir. Madrid: Melchor Sánchez, a costa de Gabriel de León, 1657, fol.1. En los libros de bien morir había sacramentos de confesión, comunión y extremaunción. Actos de contrición, agradecimiento, resignación, las oraciones de santos y escrituras. Oraciones y otros motivos para amar, para esperar a Cristo y para avivar la fe por medio del sacramento; L. Scupoli. Op.cit., pp.274-279. En este libro había dos capítulos. Uno sobre el modo de armar al enfermo para la batalla, que ha de tener con el enemigo de solo a solo. Y el otro sobre el modo de armarse para vencer las tentaciones contra la fe. 34 ADPS. Legajo 4A. Libro de autos capitulares. Empieza en junta de 4 de mayo de 1584 a 10 de octubre de 1635, f. 75 v (1608). 35 ADPS. Legajo 112. Libro de recibo y gasto de 1608, f.63 r (1608).

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esposos estaban ausentes. Estas mujeres empezaron a ser conocidas como “madres agonizantes”. La experiencia del periodo anterior indicaba que era necesario mujeres jóvenes y de mediana edad para ejercer el cargo. Siguieron ganando catorce reales mensuales. La primera de este periodo fue María de Pedroza que también había sido doncella de dote, habiendo ingresado como tal en 1629 para luego ejercer el cargo de agonizante de 1636 a 1640.36 Es decir, se repitió la experiencia que cerró el ciclo anterior, dar el cargo a mujeres jóvenes con fuerte inclinación religiosa, capaces de renunciar a sus dotes para continuar en el hospital. De 1640 a 1644 asumió el cargo Catalina Clavero, siendo reemplazada al enfermar en 1642 por Andrea de la Trinidad. Esta mujer fue sustituida por María de Jesús de 1645 a 1648 y se convirtió en una de las víctimas de la peste de 1649. En ese cruento año casi todos los religiosos del hospital ejercieron el cargo de bien morir y la consecuencia fue la muerte del administrador, secretario notario y los dos curas. La madre de buen morir de ese año fue Isabel de María que sobrevivió y se mantuvo hasta 1650. Después de la peste, no se hicieron uso de madres agonizantes hasta 1658 porque había descendido el número de enfermas, cuyas necesidades espirituales fueron satisfechas por los curas del hospital. Sólo hubo una madre agonizante llamada Isabel de Medina en el año de 1655. En este periodo, todo hace indicar que existía una relación directa con el área de incurables porque estas enfermas eran atendidas por una madre de agonizantes. Las incurables casi no recibían atención médica y los esfuerzos estaban dirigidos a la preparación para la muerte. Por esta razón, algunas madres de agonizantes recibieron su salario del área de incurables desde 1620 y lo pagaba el patronato que fundó doña María de Torres, mujer del jurado Gaspar de Ávila Alvasajado.37 El hospital se hizo cargo del salario de esta madre agonizante desde 1658: “Mandaron que la plaza de madre agonizante que hoy hay en este hospital y corre por cuenta de una cama de incurable corra de aquí adelante por cuenta del Hospital de la Sangre y se le dé ración media hogaza de pan y la carne que se da a una hija de las que sirven dicho hospital y doce reales de salario cada mes”.38

36 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas patronales (1637-1658), f.28 r. María Pedrosa se le dio gratificación o ayuda de costa de cien reales en 1638. 37 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas capitulares de 1616 a 1637, f. 21 r-v, f.23 r-v, f.14 r. (1620). El área de incurables se fundó con veinte camas en 1620. Esta sección recibió veinte mil ducados. 38 ADPS. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas.1637-1658, f.237 v (1658).

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Llama la atención que no fuese tratada como una madre, tal como la constitución de 1624 la denominaba, sino como una hija de dote con un salario inferior a la de una madre. A pesar de ser madre, no recibió salario de una hasta 1663: “Mandaron que a la madre que sirve y sirviere de aquí en adelante la plaza de agonizante se le dé la misma ración y salario que le da a cualquiera de las otras madres”.39

3) El periodo de 1659 a 1683 se caracterizó por madres agonizantes que estuvieron muy poco tiempo en el cargo, meses, casi ninguna llegó al año, con grandes vacíos que serían cumplidos por las oficiales enfermeras de cada sala del hospital: madres enfermeras, cirujanas y convalecientes. No se encontraban mujeres idóneas para el cargo y eran rotadas o despedidas rápidamente. Se trataba de mujeres que trabajaban para subsistir sin mucho sentido religioso. Se trató de un periodo de inestabilidad en el cargo y ya se les había reducido el salario a doce reales mensuales. Este periodo la inauguró María de Herrera, seguida de Juana Baptista que trabajó tres meses para pasar a la sala de convalecientes. Asimismo, Inés de Jesús trabajó cuatro meses, Mariana de Arenilla, tres meses, Ana de San Joseph, tres meses en un lapso de cuatro años, entre 1660 a 1663. En 1664, María de Castañeda trabajó ocho meses y María de Jesús, cuatro meses. Lo mismo sucedió el año siguiente, María de Jesús trabajó diez meses y Josepha de León, dos. En 1666 entró Josepha de León por tres meses, Catalina Aguirre por dos meses y Juana de Torres completó ese año. A partir de 1667, empezó a estabilizarse la situación con Juana de Castro que trabajó todo el año. Dionisia de Carmona se mantuvo en el cargo por once años, de 1669 a 1680. Incluso se aumentó su salario como incentivo a catorce reales al mes desde 1677 y al enfermar fue reemplazada por Beatriz Camacho por cinco meses en 1675, una tal denominada “doña Leonor” por seis meses en 1676 y por Antonia de Amesquita en diferentes meses de 1677 a 1679. Las madres que siguieron permanecieron algunos años en el cargo, como Graciela María desde abril de 1680 a fines de 1682 y Juana Hidalgo desde agosto de 1682 a fines de 1683. Finalmente, la madre agonizante María de Alarcón permaneció en el cargo por nueve años, de 1684 a 1692, y durante este tiempo fue reemplazada cuando enfermó por María de Páez. Fue la única madre 39 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.59 v (1663) En 1663, se hace mención que a la madre agonizante se le debía dar la misma ración y salario que las otras madres. Esto indicaría que no tenía el mismo tratamiento hasta entonces que las demás madres; P.E. Rivasplata Varillas, Paula Ermila. Doncellas de dote del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla..., pp. 1-345. Las doncellas de dote eran jóvenes que ingresaban a trabajar en el hospital por un salario, comida y sobre todo por una dote, cuyo nombramiento obtenían si permanecían en el hospital por tres años y posteriormente se casaban. Aparecieron en 1587. Estas jóvenes ayudaban en el trabajo a las mujeres responsables de cada área del hospital.

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agonizante que los patronos del hospital jubilaron el 11 de febrero de 1693, recibiendo una cama donde permanecer hasta morir. Esta mujer solía comprar mucha ropa de las enfermas fallecidas en las almonedas del hospital.40 Acordaron y mandaron que María Alarcón, madre agonizante, que de presente es de este hospital se le dé la primera cama de incurables que vacare en él sin que para ello sea necesario consultar al Sr. patrono a quien toca, tocare su provisión porque desde ahora para cuando llegue el caso dicha vacante hacían e hicieren nombramiento en la dicha María de Alarcón en la dicha cama de incurable por contar a dichos Srs. de su falta de salud y del mucho tiempo que ha estado sirviendo en el hospital.” 41

4) En el periodo de 1693 a 1728 hubo sólo dos madres agonizantes que permanecieron años en sus cargos, las demás de uno a dos años. No hubo ninguna beata, trabajaban por el dinero y la comida que entregaba el hospital. Incluso, si no servían para el puesto, se les ponía en otro para darles la oportunidad de trabajar. Algunas de estas mujeres al comprobar que no servían para este trabajo ni para ningún otro que ofrecía el hospital, optaban por irse. Durante las pestes, las madres agonizantes veían incrementar su trabajo y el peligro de muerte por contagio. Por ejemplo, Ursula de Castro le tocó asistir a las moribundas de la inundación de 1708 y la peste de 1709, quien entregó como limosna el salario de cuatro meses desde comienzos de noviembre de 1708 hasta fines de diciembre de dicho año (cincuenta y seis reales). Era tal la cantidad de enfermos en 1709 que tuvieron que atenderlos en los pasillos. A comienzos del siglo XVIII, las madres agonizantes ya no eran necesariamente beatas y dedicadas absolutamente al bien morir, así que las rotaban en las otras áreas del hospital: convalecientes, cirugía, incurables, ropería, cocina y portería. Por ejemplo, la madre agonizante Margarita Polvorosa al comprobar su eficiencia en el trato con los enfermos se le orientó a madre de convalecientes. La madre Úrsula de Castro permaneció por mucho tiempo como madre agonizante en diferentes temporadas. Eran madres consideradas de suma confianza para desempeñar cualquier cargo, específicamente de contacto directo con la enferma. La siguiente es la relación de las madres de este periodo: - María Páez de la Cadena trabajó como madre ropera antes de ser madre agonizantes desde el 11-02-1693 a 14-05-1694 - María de Salas ejerció de madre agonizante de 23-03-1694 a 31-12-1694, 40 ADPS. Libro de recibo y gasto. Legajos 106, 107, 108 A, 108 B, 109 al 125 41 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (perg.) (1687-1715), f. 21 v (1690).

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pero “se despidió y se fue”.42 Catalina Solano o de la Cueva estuvo de 15-06-1696 a 07-07-1696 cuando murió, su sueldo sirvió para los gastos de su entierro. Beatriz de Coria estuvo de 17-07-1696 a 25-02-1700 cuando murió.43 Margarita Polvorosa estuvo de 13-10-1699 a 01-01-1706 cuando fue traslada a la plaza de madre convaleciente Úrsula de Castro fue madre agonizante de 13-04-1705 a 15-11-1712. Ana María Díaz ejerció el cargo de 16-11-1712 a 16-01-1713. Úrsula de Castro regresó de 16-01-1713 a 1715. Marcela de Medina de 31-12- 1716 a 13-09-1718. Ana de Ubaneja de 14-09-1718 a 16-04-1719. Inés Gutiérrez de 22-04-1719 de 21-08-1720. Florestina María García trabajó de 22-08-1720 a 05-04-1721. Juana del Castillo Coronel trabajó de 23-04-1721 a fines de 1725.

5) El periodo de 1726 a 1811 se caracterizó por la mayor afluencia de enfermas al hospital y la necesidad del buen morir obligó al hospital a tener dos madres agonizantes. En el siglo XVII, había en el hospital de las Cinco Llagas sólo una madre agonizante, pero paulatinamente se hizo menester de una más, pues no era suficiente para el oficio, teniendo que trabajar de día y de noche. En la Visita General de Abril de 1729 se determinó tener dos madres agonizantes, la segunda de las cuales se la requería para que remendase la ropa o acudiese a otras enfermerías que la madre mayor le asignase, cuando no estuviese ocupada, ayudando a bien morir a una enferma en la sala de San Pablo o agonizantes. La segunda madre agonizante quedó formalizada en la constitución de 1734 con el salario y ración que recibían las otras madres.44 En caso que una de las dos madres agonizantes enfermase suplía su falta la madre cirujana. Los patronos en junta de abril de 1729, reconocieron lo excelente enfermera agonizante que había sido Juana del Castillo Coronel cuando trabajó como tal entre 1721- 1725, por lo que se solicitó su ayuda en la sala de San Pablo mientras fue madre cirujana “y en caso de enfermar alguna de dichas dos madres agonizantes, supliría su falta la madre cirujana Juana del Castillo Coronel por constar a los patronos lo bien que ejerció dicho oficio cuando lo obtuvo”.45 42 ADSP. Libro de salario, libro 188. 43 ADSP. Legajo 263. Testamentos. Se hizo una almoneda con su ropa el 26-07-1700. Mandó dinero a su sobrina y a su hermano y el restante para 88 misas por su alma. 44 ADPS. Legajo 4B. Autos capitulares de este hospital de la Sangre comienza año de 1716 y acaba año de 1734, f.100 r (1729). Las madres ganaban ciento sesenta y ocho reales de vellón anuales y ración diaria de vaca o pescado y pan blanco. En el siglo XVIII, había diez madres que trabajaban en la sección femenina de enfermería. 45 ADPS. Autos capitulares de este hospital de la Sangre comienza año de 1716 y acaba año de 1734. Legajo 4 B, f. 100 r (1729).

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Esta mujer desempeñó varios cargos en el hospital. Primero, fue madre cirujana de 1726 a 22-05-1730. Luego, madre enfermera de 1731 a 1736. En 1737, los patronos del hospital ordenaron que no viviera en el hospital mientras estuviese enferma, aunque le otorgaron una ración de comida diaria. Al cabo de unos años, se la encuentra como segunda madre agonizante desde 01-01-1744 para ascender a madre ayudante desde 15 de noviembre de 1747 a 1756. Pidió amparo al hospital en 1763, pero se le denegó. No se saben los motivos. Según Junta patronal de 1773, era costumbre de la madre agonizante llevar las velas y hacer vigilia por lo que trasnochaban.46 Dos eran las madres agonizantes que se turnaban en hacer la velación, la que hacía cada una por media noche, para vigilar a las enfermas y avisar al cura cuando estaban agonizando.47 En el siglo XVIII, se hizo tan necesaria esta ocupación que se tuvo la intención de nombrar a una tercera madre agonizante en 1787.48 No se pudo hacer realidad este designio por la mala situación que pasaba el hospital debido a las grandes inundaciones que sucedieron en Sevilla desde finales de 1783. Al final, quedaron sólo dos, a las que aumentaron cuatro reales más sobre los veintiséis reales de salario que tenía cada una. Estas mujeres duraban muy poco en sus cargos por la que ninguna logró jubilarse y fueron las siguientes: (Tabla 1) La madre agonizante superó a duras penas las consecuencias económicas provocadas por la desamortización de 1798 que significó disminución de dinero para el mantenimiento del hospital y pago de salarios.49 La desaparición abrupta de la madre agonizante se debió a la Guerra de Independencia española con el Primer Imperio Francés al instalar Napoleón en el trono español a su hermano José 46 ADPS. Legajo 4C. Libro de auto capitulares del hospital de la Sangre. Comienza año de 1764 a 1787, f.3 r y f. 51 v. Las dos mujeres se turnaban durante la noche y se caracterizaron por llevar una vela con ellas. 47 ADPS. Legajo 4B. Libro de Auto Capitulares del hospital de la Sangre, comienzo del año de 1764 a 1787, f.85 r (1777): “... que a la madre Elena Vasete se le dé ración completa de madre, y quede con la obligación de hacer la velación solamente con las agonizantes, la que hará cada una por media noche” 48 ADPS. Legajo 4B. Libro de Auto Capitulares del hospital de la Sangre, comienzo del año de 1764 a 1787, f.150 r (1787); M. Palacios Alcalde. “Formas marginales de trabajo femenino en la Andalucía Moderna”, en Matilla, M. y Ortega, M. (eds.), El trabajo de las mujeres: siglos XVI- XX. Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1996: 71-88. Las procesadas por delito de hechicería y curanderas solían servir cinco años en el hospital que se señalare. A veces iban procesadas por prácticas de alumbradismo. Así, la costumbre de ver a las viejas hechiceras trabajando como hospitaleras, parece haberse convertido en un tópico. El hospital estudiado no recibió ninguna procesada de la inquisición para que sirviese, como si lo recibían otros hospitales. Aunque si recibió una rea de la inquisición enferma a fines del XVIII. 49C. López Alonso. Memoria introductoria en De la beneficencia al bienestar social. Cuatro siglos de acción social, Madrid, Siglo XXI, 1986, pág. 20. Carlos IV ordenó enajenar los bienes hospitalarios en1798.

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Tabla 1. Madres agonizantes del hospital de las Cinco Llagas (1726-1811) 1ºMadre agonizante

2ºMadre agonizante

Antonia María de la Rosa (2-12-1726)(8-031727) Luciana de Ota (01-06-1727) Agustina Miño (20-05-1728) (14-07-1731). Ana María Pérez (01-08-1731)(09-11-1731) María Bernal (16-11-1731)(04-10-1736) Lorenza de Salazar (04-10-1736)(27-03-1738) María Gordillo (08-12-1738) (11-03-1739). Murió en el cargo. Antonia de Roa (12-03-1739)(22-04-1739) Juana de Espinosa (22-04-1739)(10-05-1740) Julia de Torres (14-05-1740)(17-01-1742) Inés Sabino(27-02-1742)(09-08-1742) María Bartolomé(12-08-1742)(26-08-1743) María Benites (12-12-1743)(21-07-1744) María de Carmona (23-07-1744)(14-10-1746) María Basete (15-10-1746)(15-11-1747) María Teresa Jiménez (23-11-1747)(20-101749) María Barreto (04-10-1749)(05-11-1749) Ignacia de Jesús (14-11-1749)(13-12-1749) Florencia de Alique (15-12- 1749)(25-04- 1756) Lorenza de Reina(29-04- 1756) (08-07-1756) Josefa de Vargas(01-01-1757)(10-07-1762) Petronila de Huelva (01-1-1763)(24-06-1764) Josefa de Vargas ( 24-06-1764)(11-11-1764) Brígida de Lara(11-11-1764)(21-06-1768) Juana Moscoso (22-06-1768)(02-07-1769) Josefa Rodríguez(17-09-1769)(05-06-1770) Brígida de Lara (14-09-1770)(25-11-1772) Juana Velasco (01-05-1773)(30-11-1782) Varias madres agonizantes vacantes. Todo el año de 1783 Rafaela Franco(1784-1790) María Liñán (1791). Pasó a convalecientes Ana de Lara Continuó en agonizantes (1792 – 1796). Paso a incurables María de (el secretario no terminó de completar su nombre) 1796 – 1809

María Josefa de Ocampo (4-06-1729)(12-12-1729) María de Flandes (15-01-1730)(21-05-1730) Leonor Morales (05-10-1730) (01-04-1732) María Bravo (29-03-1732)(12-31-1732) María Teresa Pacheco (4-03-1732)(18-03-1732) María Bravo (22-12-1733)(11-11-1735) murió. María de Flandes(15-11-1735)(07-06-1739) Catalina Arias (08-06-1739)(Dic-1739) Gregoria Conde(14-02-1740)(07-04-1741) Rosa Barredo(10-04-1741)(04-07-1743) María Basete(06-07-1743)(25-04-1744) Catalina de Soto(30-04-1744)(15-07-1745) María Rosalia de Vargas Machuca (16-07-1745)(07-01-1746) Catalina de Soto (13-01-1745)(09-10-1746) Juana Navarrete(22-10-1746)(26-07-1748) Catalina Arias (30-07-1748)(juni-1750) Plaza vacante (01-07-1750)(19-09-1750) Mariana Mateos (21-12-1750)(15-05-1751) María Farfan (24-05-1751)(14-03-1755) María de Rueda (15-03-1755)(6-04-1755) María Ortega (12-04-1755)(02-02-1757) María Farfan (25-02-1757)(19-11-1758) murió Teresa Otaudi (05-12-1758)(09-07-1759) Antonia Gonzáles (24-10-1759)(12-12-1759). Murió. María Matheos (01-01-1760)(16-07-1760) María de Rivera (30-07-1760)(18-08-1760) Catalina Sánchez (27-02-1761)(03-06-1761) Juana Galindo(04-06-1761) Rosa de Encinas (10-10-1761)(31-12-1761) Petronila de Huelva (01-01-1762)(dic-1762) María Márquez (01-01-1763)(11-05-1763) Manuela Macias(07-07-1763)(29-07-1763) Juana Moscoso(07-08-1763)(08-11-1764) Fulgencia Núñez (22-11-1763)(08-03-1766) Murió Teresa Sarmiento(12-03-1766)(04-06-1766) Murió. Josefa de Taguas (09-03-1767)(31-03-1770) Gertrudis de Molina(15-04-1770)(11-09-1771) Damiana Villanueva(02-02-1772)(23-03-1772) Florentina Navarro (01-11-1773)(31-12-1773) Gertrudis de Molina (14-02-1774)(31-12-1774) María de Ortega (07-01-1775)(04-09-1775) María Rodríguez(10-04-1776)(31-12-1780) Ana Luna(28-02-1782)(31-05-1783) Leonor Romero(16-06-1783)(31-12-1783) Ana Lara (1784- 1789) Vicenta de los Santos ( 1789- Julio 1790) Ana de Lara (1791) y Nicolasa de los Reyes (1791-1792). Enferma por 5 meses la suplió varias vacantes. Desde 1793 a fin de agosto 1809. El secretario no escribió los nombres de las madres

Fuente: Libro recibo y gasto (1691-1696). Legajo 125. Libros salarios. Legajos 187 y 188.

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Bonaparte que decretó el 18 de agosto de 1809 la supresión de todas las ordenes regulares, monacales, mendicantes y clericales, cuyos bienes pasaron a propiedad de la nación.50 De esta manera, el hospital de las Cinco Llagas se desligó temporalmente de la Iglesia para retornar en 1814 con el regreso de Fernando VII al trono,51pero esta vez sin madres agonizantes.

El proceso de la muerte: de la enfermería al campo santo o iglesia El rito de la muerte en el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla fue llevado a cabo por el siguiente personal hospitalario: el médico, el cirujano, el cura semanero, la madre agonizante, los sacristanes y el administrador. 1. Orden de olear: El médico, el cirujano o el administrador El médico era el que indicaba si la enferma debía ser oleada y preparada para la muerte. Vivía en el hospital y podía ser requerido en cualquier momento, pues sólo él podía dar la orden de realizar la extremaunción en el área de enfermería femenina.52 El cirujano lo determinaba en el área de cirugía. En caso de emergen50 S. Gómez Navarro. Op. cit., p. 23. Se llega a los 1800 en España sin que se registren síntomas alarmantes de descristianización o laicización francesas, al menos de forma absoluta. Si se producen cambios es por motivaciones económicas, sociales o culturales pero no irreligiosas o de descreimiento. 51 G. Rueda Hernanz. “La desamortización en España: un balance (1766-1924)”, en Cuadernos de Historia, nº 38, Madrid, Arco libros, 1997, pág. 78. 52 F. Martínez Gil. Muerte y sociedad en la España de los Austrias. Cuenca: Ediciones de la Universidad Castilla-La Mancha, 2000, pp. 366-369. La obligación del médico era no ocultar al enfermo la cercanía de la muerte para prepararse como convenía para alcanzar la vida eterna. La

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cia, si el médico o el cirujano no se encontraban en el hospital entonces la orden la emitía el administrador. El sacerdote comunicaba o advertía al enfermo con tiempo que iba a morir para que se preparase.53 2. Extremaunción: El cura semanero Los sacramentos del viático y extremaunción eran administrados por el cura semanero después de que el médico, cirujano o administrador lo dispusieran. Se mandaba llamar al cura a cualquier hora del día, o de la noche.54 Si no se le encontraba fácilmente, entonces se recurría a la campana para que se acercase a la enfermería de agonizantes. En caso de emergencia, lo podía administrar el cura que no era semanero.55 El administrador era sacerdote y autoridad principal del hospital. Uno de sus deberes era controlar que los curas hiciesen completos los sacramentos de la extremaunción y con la decencia debida, según disponía el manual Romano, de otra manera se caía en falta. El acto de la extremaunción consistía en el saludo, confesión e imposición de la penitencia. Si la enferma no estaba en condiciones para manifestar sus culpas, el cura le imponía alguna fórmula penitencial general.56 Formaba parte del ceremonial de la penitencia, las letanías de los santos, lectura de los siete salmos penitenciales, la recitación de la Fe, llamado el Símbolo y el Pater noster.57 El Símbolo era considerado como un ahuyentador del demonio y una tutela contra sus tentaciones. Se procedía a recitar salmos y letanías para estimular la contrición y a las unciones sacramentales que las ceremonias prece-

consciencia de la propia muerte era un signo del bien morir. La labor del médico termina al comunicar al enfermo la improbabilidad de su curación. 53 M. de Yebra. Op. cit, p. 160. El sacerdote estaba obligado de desengañar al enfermo y decirle con claridad del peligro en que estaba y de la proximidad de la muerte; P. Ariès. Historia de la muerte en Occidente. Desde la Edad Media hasta nuestros días. Barcelona, El acantilado, 2000, p.24. Normalmente el enfermo recibía una advertencia, pues la muerte súbita era excepcional. 54 L. Gómez Nieto. Ritos funerarios en el Madrid medieval. Madrid: Asociación cultural AlMudayna, 1991, p.51. La extremaunción se creía que ayudaba al moribundo a hacer una buena muerte fortaleciéndole contra los últimos asaltos del demonio. 55 F. Martínez Gil. “Del modelo medieval a la contrarreforma: la clericalización de la muerte”, en Ante la muerte: actitudes, espacios y formas en la España medieval. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 2002, pp. 215-256. En la Edad Media el agonizante dirigía su muerte, en los siglos XVI y XVII el sacerdote se convirtió en la guía del proceso. 56 Poza, Juan Baptista (S.I.) 1588-1659. Practica de ayudar a bien morir. Madrid: Melchor Sánchez, a costa de Gabriel de León, 1657, folios 155r- 183r. Buen morir de agonizantes presentes impedidos de los sentidos y agonizante ausentes. Oraciones de la Iglesia y de la Cartuja; M. de Yebra, Op.cit., p.137. Que no debe desamparar el sacerdote al enfermo aunque le vea que no habla, ni oye antes lo ha de asistir hasta que expire. 57 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del Hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.82 v (1665).

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dentes habían servido de preparación.58 Se ungían los cinco sentidos, además el pecho, el corazón, los riñones, las espaldas, las junturas y especialmente la parte doliente del enfermo.59 Finalmente, se procedía a la realización del viático que es la eucaristía de los moribundos que según la creencia católica significa la ayuda segura en el paso de esta vida y la prenda cierta de la inmortalidad. 60 El área de San Pablo o enfermería de agonizantes del hospital de las Cinco Llagas tenía, según los inventarios, veintidós cruces de madera a su disposición.61 Servía para colocarla delante de los ojos de la enferma próxima a morir. Así, el cura semanero, acercando el crucifijo, dirigía a la enferma oportunas palabras de aliento. Después de esta exhortación, la enferma besaba el crucifijo que quedaba colocado ante su vista. La cruz terminaba en la cabecera de la agonizante en señal de haber recibido el viático. El cura tenía que percatarse que cada enferma tuviese la bula de la Santa Cruzada, pidiéndola al administrador si es que no lo tuviese, de modo que ninguna enferma muriese en el hospital sin tener la mencionada bula. El cura absolvía en virtud de las indulgencias de la bula. El cura debía utilizar una sobrepelliz para la administración de los sacramentos en enfermería, entierros y misas cantadas.62 Desde 1725, el cura semanero llevaba colgado en el cuello la llave del sagrario para la más pronta administración de la eucaristía. Una de las obligaciones de la madre agonizante era ayudar al cura a preparar la extremaunción, colocando delante de la cama de la agonizante una mesa con un crucifijo encima, el aceite con agua bendita e hisopo y una vela encendida.63 58 J. A. Rivas Alvarez. Miedoy piedad: testamentos sevillanosdel siglo XVIII.Sevilla: Diptuacion provincial de Sevilla, 1986, p. 108. El muribundo tratara de recitar una letania. En la primera parte se reuga la intercesión de Dios y los principales santos, que le libre de una mala muerte, penas del infierno, del poder del diablo. 59 M. Righetti. Historia de la liturgia. Madrid: Editorial Católica, 1956, pp. 892-900. 60 J. A. Rivas Álvarez. Miedo y Piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII. Diputación Provincial de Sevilla, 1986, p.107. En el viatico se rocía agua bendita en señal de remisión de los pecados y con el agua se hacia la señal de la cruz en la frente. 61 ADPS. Legajo 1. Inventarios del hospital de las Cinco Llagas 1699,1725 y 1726. F. Martínez Gil. Muerte y sociedad en la España de los Austrias …Op, cit., p. 369. El trance a la muerte exigía consciencia plena de ello del enfermo y alejarlo de todo objeto de distracción como cuadros e incluso no tener la presencia de parientes más próximos para que emociones fuertes no distrajeran el ánimo del moribundo. La agonía se desarrollaría en un clima de intimidad del moribundo y su fe. 62 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1687-1715), f.10 r (1688). 63 F. J. Lorenzo Pinar. Op. cit., p.46. Cada institución instituía su propio sistema de velas para acompañar al enfermo de día o noche. La misión de los veladores estaba centrada en aconsejar al doliente para que recibiese los santos sacramentos y ordenase su alma… rezarían letanías, oraciones, devociones y las nueve lecciones de difuntos con sus laúdes para ayudarle a bien morir, además de relatarle buenos ejemplos y vidas de santos. F. Martínez Gil. Muerte y sociedad en la España de los Austrias …op, cit., p. 367. El que ayudaba a bien morir no podía interferir en la muerte del enfermo con signos de pena o dolor para que muriese consciente de ello y sin distracción alguna.

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3. Testamento: El cura semanero El cura semanero realizaba el testamento y la memoria de bienes de la enferma.64 Además de cumplir con las obligaciones propias de su oficio, los curas tenían que instruir a las enfermas para la mejor disposición de sus conciencias.65 Los priores ordenaron que antes o después de la extremaunción, los curas debían advertir a las moribundas que hicieran testamento, declarando sus bienes si los tuvieran: “declaración, para beneficio de sus almas, dejándolas en todo a su libertad: cuyos testamentos o declaraciones se podrán otorgar ante dichos curas, así por concesión apostólica, como por práctica inmemorial”.66 Sin embargo, si alguna enferma quería otorgarlo ante escribano público o notario, no se le impedía, siempre y cuando se obtuviese licencia del administrador para su autorización y viniese a las horas permitidas en la mañana o tarde para que no incomodase al sosiego y tranquilidad de las otras enfermas y clausura del hospital. Este tipo de testamento se debía sacar copia para guardarlo en el archivo del hospital.67 Según las constituciones, las enfermas no estaban obligadas a dejar ni bienes ni caudal al hospital ni a ninguna persona dentro de ella, fuesen ministros o sirvientes. Se les advertía eso. Y si a algún miembro del hospital se le dejaba algún legado, o era nombrado por heredero o albacea, los patronos del hospital instaban que renunciase a tales concesiones. El único que podía ser albacea testamentario era el administrador, solo o acompañado. También se permitía, sin ninguna coacción, que si las tales testadoras voluntariamente nombraban al hospital por su heredero, o dejaban algún legado de sus bienes, se admitía con tal que no fuese en perjuicio de las rentas de otro particular. La voluntad de las enfermas era respetada. Sin embargo, en los testamentos de las enfermas del Hospital de las Cinco Llagas se observa que la mayor parte de los bienes muebles e inmuebles eran destinados a rezos y misas por el alma de las testadoras, así como en el ritual de la vigilia y el entierro.68 Otra parte eran donaciones al hospital. En algunos casos se legaban los bienes a hijos, sobrinos

64 J. B. Poza (S.I.) 1588-1659. Practica de ayudar a bien morir. Madrid: Melchor Sánchez, a costa de Gabriel de León, 1657, folio 59. El testamento está incluido en uno de los pasos del buen morir y significa dar a cada uno lo que es suyo. Las deudas a los acreedores pagadas, la hacienda a los herederos, la limosna a los necesitados y los asuntos del alma saneados; B. Bosh de Centellas y Cardona. Op. cit. 1807, pp.27-30. 65 D. González Cruz y M.J. de la Lara Ródenas, “Actitudes ante la muerte en los hospitales sevillanos. El hospital de las Cinco Llagas (1700-1725)”, en Religiosidad Popular. Vol. 2, 1989, pp. 273-308. El enfermo espera la hora de su muerte para dictar testamento, al mes de testar ha muerto el 90% de los testadores entre 1700-1725. 66 BC. Constitución de 1734. Art.º 19 y Art.º 117. 67 BC. Constitución de 1734. Art.º 19 y Art.º 117 aumentada. “Saca a tanto autorizado, para que se ponga en la secretaria, en caso de fallecer la testadora”. 68 ADSP. Legajo 263. Testamentos. s/f.

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y otros familiares y personas.69 A veces, a pesar de declarar tener hijos, preferían nombrar como principal beneficiario de sus bienes a sus respectivas almas. Cualquier inconveniente era absuelto por el administrador, dando parte de sus actos al menos al padre patrono presidente del año, fuese de Santa María de la Cuevas, San Isidoro del Campo o San Jerónimo de la Buenavista.70 Los curas anotaban en un libro todas las personas que fallecían en el hospital, el día en que murieron y si fueron enterradas en la iglesia o en el campo santo, el día de otorgamiento del testamento y ante quien se hizo, generalmente, el cura semanero, la madre agonizante, la madre enfermera y la madre de convalecientes. La constitución indicaba que este libro tenía que ser escrito claramente y sin equivocación alguna. Hasta mediados del siglo XVII, este libro se lo daban al patrono presidente para que examinara las cuentas y cumpliera con los testamentos y memorias en la junta capitular de enero de cada año. Sin embargo, ya desde 1636, el libro era entregado al administrador para que lo revisara e hiciera cumplir la voluntad de las difuntas, mandara cobrar los bienes de la memoria e hiciese almoneda de ellos, si era el caso. Una vez cumplido el testamento, se entregaba al secretario del hospital para que tomase razón de él en el libro de testamentos y notificara a los patrones en las juntas capitulares.71 Las enfermas solían dejar sus bienes a las personas que las atendían al morir, cura semanero, madres y doncellas, lo que se trató de controlar, canalizándolo hacia misas para que los últimos beneficiarios fuesen los religiosos del hospital (priores, administrador, secretario, mayordomo y curas) quienes rezaban por las almas de los difuntos. Ya a mediados del siglo XVII, ningún enfermo o enferma que venía a curarse podía dejar bienes a ministros o criados del hospital.

69 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.106 v (1671). En este aspecto, a veces, se presentaban anomalías pues algunas moribundas al verse atendidas por las madres y doncellas les dejaban sus bienes bajo testamento. Esto fue prohibido terminantemente en 1671, pero algunas veces no pudieron evitarlo: “… que las doncellas que asisten a las enfermerías y las doncellas al servicio de los pobres de ninguna manera soliciten con las enfermas el que les den casa alguna ni lo tomen pues es constitución de este hospital y porque son informados de que a habido algún desorden en esto y es en descrédito del hospital, mandaron de que aquí en adelante no se haga tales cosas y que se cumpla la constitución y que el señor administrador se lo haga saber así con apercimiento que si lo contrario y dieren, se pondrá remedio en ello”. 70 BC. Constitución de 1734. Const.º 20 (corresponde a la const.º 117 en parte. Acuerdo de 1636, f. 125v. Acuerdo de 1578, f.73 r. 71 ADPS. Legajo 4B. Libro capitular año 1636, f.125 r-v. Desde 1636, el cumplimiento de las voluntades de las enfermas pasaba por el cura semanero, administrador, secretario y finalmente el patrón anual del hospital. “Los patronos ordenaron que los curas del hospital en memorias y testamentos que hicieren las enfermas de la casa no puedan ser albaceas, sino que siempre lo sea el administrador del hospital sólo o acompañado para que de todo tenga noticia y que luego que se haga la memoria se le de cuenta de ello”.

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Sin embargo, los ministros y sirvientes del hospital, al morir, podían dejarse cosas entre ellos en sus mandas testamentarias.72 Los testamentos y las memorias originales de las enfermas y de los trabajadores del hospital que otorgaban ante escribano o notario de fuera, los curas los entregaban al secretario del hospital para que hiciese legajo de los que ocurrieran cada año.73 Y cosidos con sus rótulos, se ponían en el archivo y cuando se necesitaba sacar algún traslado o copia, el secretario se lo daba y autorizaba, como notario que era del hospital de las Cinco Llagas. Las madres enfermeras generalmente dejaban sus bienes al hospital. Por ejemplo, en 1690, las hermanas Francisca y Josepha de Medina legaron un oficio de corredor de lonja en Sevilla a condición que el hospital se comprometiera a realizar algunas misas cantadas por sus almas y entregara una cantidad de dinero cada año a una pariente suya, heredando este oficio en su totalidad al morir la mencionada beneficiaria.74 A pesar que la norma indicaba que los libros de testamentos o memoria de enfermas y el libro de entierros estuviesen en el archivo del hospital, no se hacia porque el uso diario de ellos por los curas lo impedía. Los patrones determinaron en 1700 que se depositaran ambos libros en secretaria a causa de que los curas tenían estos libros maltratados y sin foliar, siendo información de suma importancia para la expedición de los certificados o fe de defunción.75 En cuanto al libro de testamentos, se deberían colocar en el margen la fecha de cumplimiento y el nombre de la persona que lo otorgaba y si murió o no, para no hacer cargo de estas voluntades en la junta de patrones. Los curas podían hacer los testamentos en el hospital, sin que fuese necesario para que tuviese valor que asistiese un escribano público. Si la enferma sabía firmar, lo hacía y si no sabía, lo firmaba otro cura por ella. Los testigos solían ser las mujeres que la atendían al morir, pudiendo ser la madre enfermera, cirujana, 72 ADPS. Legajo 263. Memorias, testamentos, almonedas de bienes de difuntos, siglos XVIXVIII. En su testamento realizado en 1714, la madre incurable Andrea de Salazar dejó un collar engastado en plata, un barquito, una esterita y un pergamino de seda de Miguel Mañara que dio a la madre mayor. Lienzo de San Miguel a la madre incurable Antonia Falcón, dos pañuelos de estopilla, servilletas, bufetillo y cuadrito a la madre agonizante, una camisa, unas naguas blancas, una toalla a la madre enfermera, una esterita de esparto a la madre cirujana y un rosario a la madre ropera. 73 M.J. de Lara Ródenas, Op. cit. cap.5. Los escribanos acudían a los hospitales para poner por escrito las últimas voluntades de los enfermos allí ingresados, si bien fue usual en los hospitales lo hiciesen dictados al cura más antiguo del hospital.   74 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1687-1715), f.20 v (1689) “… a condición que le pagasen 110 reales en cada año a María de la Encarnación por el tiempo de su vida, y después de dicha, la herede el hospital. Y que se les dijesen perpetuamente en la iglesia por seis curas seis misas cantadas con vísperas y vestuarios y un responso sobre su sepultura en fin de cada misa. La primera en el Corpus y las cinco restantes en el Patrocinio...” 75 ADPS. Ibídem, f. 97 v (1700).

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agonizante, incurable o convaleciente. En sus testamentos indicaban el número de misas que mandaban decir y su limosna para que se pudiese tomar cuenta de ello. En caso que no indicase el número de misas, el producto de la almoneda de sus ropas lo determinaría. 4. Bien morir: Madre agonizante La enferma oleada y sacramentada con la comunión del viático y la extremaunción y testamentada se entregaba al cuidado de la madre agonizante quien no se podía separar de ella ni de día ni de noche, pues no se podía dejar morir sola a la enferma por lo que las madres dormían y velaban en la habitación de agonizantes llamado San Pablo.76 La madre del bien morir no se podía separar de la moribunda, no la dejaba hasta que saliese de peligro o muriese, es decir, su deber era que la agonizante tuviese una agonía asistida. La madre agonizante tenía que reconfortar y exhortar a las enfermas a bien morir con jaculatorias, oraciones leídas y memorizadas. Era obligatorio que supiere leer para servirse de algunos rezos escritos para la ocasión.77 La madre agonizante debía adaptar la duración de las clausulas, invocación de los santos y de la Virgen a la agonizante que se dirigiese. Pero muchas veces se leía oraciones pequeñas en voz baja para no cansar a la agonizante.78 La madre agonizante tenía que estar pendiente que la enfermera estuviese tranquila y en paz en el crucial momento de morir y velar para que se cumpliera la tradición de tener una cruz y la bula de la Santa Cruzada.79 La enferma declarada agonizante y que había recibido la comunión por viático era señalada con una cruz debajo del número de su cama para que el cura las identificara. Una vez oleada se le ponía una cédula asida a la cruz, que lo expresara. Entonces, las madres agonizantes la asistían, en forma alternada, de día y de noche con sus velas. La muerte tenía que hacerse en compañía para reconfortar a la agonizante, pues en el 76 L. Gómez Nieto, Op. cit., p.51. Los que ayudaban a bien morir debían ser muy católicos, discretos y caritativos que ayuden cuando aún estuviese lucido a disponerse a morir, aconsejándole la redacción del testamento y la recepción de los últimos sacramentos. 77 G. Duby y M. Perrot Histoire des femmes en Occident. XVI- XVIII siecle. Paris: Perrin, Collection Tempus, Tomo III, 2002, pp. 382-283. T.Vinyoles, “Nacer y crecer en femenino: niñas y doncellas”, en Historia de las mujeres en España y America Latina de la prehistoria a la edad Media. Madrid: Ediciones Cátedra, Vol. I, 2006, p. 490. Las primeras escuelas para niñas (no monjas) en España aparecieron a inicios del XVII, dando énfasis a la lectura y menos a la escritura. Escuelas para niñas para leer y escribir existieron en Flandes y París desde el siglo XIII y en Alemania desde el XVI por beguinas 78 J.B. Poza. Op. cit. F. 2V; J.Burriera Sánchez, Op. cit., pp. 520. 79 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (659-1687), f.182 r (1685). También, llamada “bula de moribunda” o “bula de difunta”; A.Morel d’Arleux. Op. cit., p. 729. Para reducir el tiempo en el purgatorio se adquiría bulas e indulgencias.

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Antiguo Régimen la muerte no era solitaria y tiene un carácter social.80Por eso, se instaba en el hospital que todas las personas que estuviesen desocupadas y las enfermas convalecientes que tuviesen disposición para ello ayudasen a bien morir.81 Cuando alguna enferma fallecía, una de las madres agonizantes lo decía en voz alta para que todas las que estuviesen en la habitación de San Pablo encomendasen a Dios por su alma y se tañía una campana destinada a este fin para que todos lo supiesen y, también, rogaran por su ánima.82 El morir en el hospital significaba obtener la absolución plena a los pecados, según la concesión otorgada en su fundación dada por el papado.83 5. Amortajamiento: Madre agonizante Una vez que la enferma fallecía, las madres y doncellas de aquel cuarto sacaban su cuerpo y lo llevaban al amortajadero.84 Vestida de mortaja la ponían en el féretro, cubierto con el paño de difuntas. La fallecida estaba allí con velas hasta que pasado un tiempo regular era conducida al campo santo.85 Al retirarse el cuerpo de la difunta de la enfermería donde le había sorprendido la muerte – fuese en la sala de agonizantes (San Pablo), de cirugía (San Juan), de calenturas (San Pedro), de convalecientes y de incurables – se quitaba toda la ropa y cama y se ponía otra cama en su lugar. En esta etapa, a veces, se hacían anatomías de cadáveres por los médicos o cirujanos previa licencia de los tres padres patronos, en presencia del administrador y del cura semanero. Sólo se hacían estas anatomías por causas urgentes. 80 J, Burrieda Sanchez Op. cit., p. 523. Los miembros de la casa debían entrar a ver morir a la agonizante, aunque unas pocas fuesen las que le cuidaran. Así el acompañamiento no sólo era con oraciones sino presencia física. 81 S. Gómez Navarro. Una elaboración cultural de la experiencia de morir. Córdoba: Servicio de publicaciones de la UCO, 1998, pp.69-73. La muerte no se hacía solo sino acompañado para cumplir el antagónico doble sentido de la muerte del Antiguo Régimen, a la par, publicidad y privacidad, colectividad e individualidad, pues se muere en comunidad, en familia, pero también se muere auténticamente solo. 82 F. Martínez Gil. Muerte y sociedad en la España de los Austrias …Op, cit., p. 417. Para que todos recordaran que la muerte es un freno para no pecar; S. Gómez Navarro, Op. cit., p. 72. Repique de campanas avisaba a la comunidad de la muerte de uno de sus miembros para que se uniesen al esfuerzo que en ese momento se necesitaban de oraciones para la salvación de su alma. 83 ADPS. Legajo 1A. La Constitución de las Cinco Llagas de 1503. 84 S. Gómez Navarro, Op. cit., p. 77. Una buena muerte era el resultado final de una buena vida cristiana. Una prueba de buena muerte era tener la cara placida, flexible y natural como si aún la persona viviese. 85 J. A. Rivas Álvarez. Op. cit., p. 226. El hábito mortuorio más solicitado fue el de San Francisco en el siglo XVIII porque era depositario de indulgencias, protección, prestigio de la orden y la moda; S. Gómez Navarro, Op. cit., p. 73. La mortaja era una de los mejores escudos disponibles que pedía el moribundo para fortalecerse en el combate del purgatorio. Algunas enfermas pedían hábitos como el de San Francisco, del Carmen o de los Dolores

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Para evitar: “cualquier indecencia o escándalo que pueda resultar y desdoro contra el buen nombre y fama de las difuntas, a que son acreedoras con más fuerza, que estando vivas”.86 Estas anatomías se hacían ocultamente, sin que las enfermas se enterasen. Si había discrepancia entre el médico y cirujano del hospital se nombraba otro médico que no perteneciese al hospital, al que se seguía y aceptaba su parecer. 6. Velación: Cura semanero, sacristanes, acompañantes El cuerpo se velaba en el amortajadero, en el caso de las enfermas y en la iglesia, en el caso de ministros, madres enfermeras y otros. Esta diferencia dependía de factores económicos y del grado de autoridad dentro del hospital. Los curas daban la misa con sobrepellices, y los sacristanes cantaban en la iglesia durante la vigilia en la iglesia. Según los reglamentos del hospital, los curas realizaban una misa rezada de cuerpo presente por cada difunta. Los priores del hospital encargaban al administrador poner gran cuidado de que durante la velación hubiese personas que acompañasen al cadáver. La mayoría de las enfermas eran muy pobres por lo que el hospital pagaba una misa por cada difunta. Sin embargo, algunas encomendaban misas pagadas por sus propios peculios. Por ejemplo, los testamentos de enfermas y los libros salarios de algunas mujeres que trabajaron en el hospital consignan el pago de misas, rezos y acompañamiento durante la vigilia y el entierro. Las difuntas dejaban indicado en sus respectivos testamentos el pago de misas y el número de las mismas. Las misas podían ser dichas por cualquier ministro eclesiástico del hospital desde el prior, administrador, secretario, mayordomo y curas. También, encargaban la compra de cirios y velas para rodear el cadáver hasta tres docenas para alumbrarlo las 24 horas de vigilia. Se solía alquilar un paño de terciopelo de difuntos y la caja, teniendo que pagar al costalero que traía ambas cosas. La misa de cuerpo presente estaba consignada en los testamentos en el que la asistencia se recompensada con la dádiva de limosnas, dos reales a costa del hospital y otros tantos por la misma difunta.87 El cura daba una vigilia en cada entierro por cada difunta o por dos o tres difuntas cuando se enterraban juntas, determinada según constitución de 1606 y junta patronal de 1613. Las difuntas en sus testamentos describían como querían que fuesen veladas, homenajeadas y enterradas, a los que destinaban gran parte de sus ahorros. Designaban el hábito a vestir, las velas y velones a emplear y el número de acompañantes durante la velación de su cuerpo.88 86 BC. constitución de 1734 del hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. 87 BC. Constitución de 1734. Acuerdo 1606, f. 56. Acuerdo 1613, f. 94. Acuerdo 1672, f.106 v. Acuerdo 1724, f. 60 v. 88 F. Martínez Gil. Muerte y sociedad en la España de los Austrias …Op, cit., pp. 382 y 387. La vela encendida significaba la luz de la fe. La demanda de los hábitos creció en el siglo XVI no sólo por motivos de devoción, sino por las indulgencias que aportaban.

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7. Entierro: Cura semanero, sacristanes, acompañantes En los Quinientos, el entierro se hacía lo más cabalmente posible por el clérigo y el sacristán. Se podía enterrar de día o de noche. Si era de día se hacía la misa de réquiem cantada en cuerpo presente y si se enterraba en tiempos en que la misa no se podía decir, el Viernes Santo, entonces se postergaba al día siguiente con un responso sobre su sepultura con cruz y agua bendita.89 Esto fue un pedido testamentario del Sr. Marqués Fadrique y Catalina de Ribera, su madre, fundadores del hospital. Se enterraban en el hospital las enfermas, así como los criados, ministros mayores y sus familiares. El cura semanero tenía por obligación asentar en el libro de difuntas de hospital para que constase y sirviese para la obtención de alguna fe o testimonio de su muerte que cualquier persona lo requiriese.90 Entierro en campo santo: Posteriormente a que el cura y los sacristanes terminaban la vigilia, el cuerpo era conducido de la iglesia o del amortajadero de la enfermería al campo santo, seguidos del cura semanero con sobrepelliz y estofa, y los sacristanes llevando la cruz y el agua bendita.91 El traslado del cuerpo desde el amortajadero se hacía bajo presencia del cura y sacristanes con cruz baja, de otra manera era considerado “contra la piedad”.92 El portero y el caballerizo cargaban el ataúd, atravesando el patio de las Flores, ubicado entre la enfermería femenina y la enfermería de eclesiásticos hacia el campo santo, donde se le hacía el oficio de sepultura, y no se retiraban hasta quedar cubierto el cuerpo.93 Después de las misas y responsos necesarios, se enterraba a las difuntas teniendo la cruz alta y a velo, con canto y campana tañida.94

89 ADPS. Legajo 1A. La Constitución de las Cinco Llagas de 1503. 90 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1637-1658), f. 227 v (1657). 91 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.108 r (1671). Se trató de imponer por costumbre que ambos curas fueran con sobrepelliz, llevando la cruz a la enfermería por la difunta, anunciados por las campanadas de la iglesia en 1671, pero imperó la costumbre que lo hiciera sólo el cura semanero, para que ambos curas pudiesen descansar. 92 ADPS. Legajo 4C. Libro de auto capitulares del hospital de la Sangre. Comienza

año de 1764 a 1787, f.3 r: Existían cierta costumbre reprendida que mientras el cura y los sacristanes cantaban las vigilias, se trasladaba el cadáver a Campo Santo. Se hacían los oficios de sepultura con los responsos y solemnidad que indicaba el manual ritual romano. Se hacían los responsos con cruz alta sobre las sepulturas de las difuntas.

93 ADPS. Legajo 4B. Ibídem, f.107 r (1671): Retiraban el cuerpo del ataúd, que era utilizado sólo para el trasporte. Aunque muchas veces era trasportado sólo el cuerpo. “..suelen ir con el cuerpo y por no estar hecho el hoyo, lo dejan descubierto y no es razón hacerlo así. Mandaron que primero se prevenga al enterrador abra el hoyo…” 94 S. Gómez Navarro. Op. cit., pp. 131-132. Cuando llega el cortejo fúnebre al lugar de la sepultura, vuelven a tocar las campanas para que se recuerde al difunto con rezos y por ese mismo motivo se hace entrega de dividas a los pobres e instituciones religiosas.

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La sepultura tenía que estar elegida antes que la difunta saliese del amortajadero, multando al que fuese omiso, o avisando a los priores del hospital en caso de no haber enmienda. El caballerizo tenía la función de abrir y cerrar las fosas en el campo santo. Se pagaba por el oficio de sepultura y la asistencia a cada uno de los curas veinticinco maravedíes por cuenta de la difunta y a cada sacristán que asistiese al oficio diez maravedíes. El sacristán apuntaba las faltas que hubiese. Entierro en la cripta de la iglesia: si, así, lo disponía la testadora y hubiese dejado caudal para ello, el administrador señalaba la sepultura y tasaba los derechos que había de percibir el hospital y ministros. No podía pasar de cien reales de vellón.95 Cantidad que no difería de cualquier entierro a personas de estratos inferiores, pues un funeral en estas condiciones costaba en Madrid en el siglo XVII hasta noventa y cuatro reales.96 La iglesia del Hospital de la Sangre tenía una amplia cripta en su subsuelo. Los personajes notables se enterraban debajo del altar y los ministros y madres enfermeras en los laterales de la iglesia. Ambos, en forma gratuita, pero los enfermos pagaban elevadas cantidades si querían enterrarse en la cripta. Las sepulturas en la iglesia estaban ubicadas desde la capilla de Nuestra Señora de Belén hacia el fondo porque no se podían enterrar cuerpo alguno desde el pilar donde se ponía el pulpito hasta el altar mayor, sin el consentimiento y expresa licencia de los tres patronos. Las difuntas pagaban para ser enterradas en la iglesia del hospital cuatro ducados hasta 1663, pero desde entonces los patrones en una junta capitular determinaron que el costo de cada entierro aumentaría cien reales de vellón más, sumando ciento cuarenta y cuatro reales por cada entierro.97 El aumento del costo del entierro en cripta del hospital, provocó mucho desconsuelo entre las moribundas que no querían ser enterradas en el campo santo. Esta situación fue comunicada por los curas en junta a los patrones, rectificándose y ordenándose volver a enterrar en la iglesia, pagando cuatro ducados, pero la mortaja y la capa se cobraban aparte.98 En los entierros de algunas madres mayores en la iglesia se solía 95ADPS. Legajo 4B. Ibídem, f. 47 v (1663). Esto fue determinado desde 1663 teniendo que pagar una limosna de cien reales para el hospital y pagando los derechos acostumbrados. 96 J. Bravo Lozano. “Fuentes para el estudio del trabajo femenino en la edad moderna: el caso de Madrid a fines del S. XVII”, en Matilla, M. y Ortega, M. (eds.), El trabajo de las mujeres: siglos XVI- XX. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1996, pp.143-160. 97 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas 1659-1687, f.48 v (14/03/1663): “Mandaron que en la iglesia de este hospital no se pueda enterrar ninguna difunta, sino fuere, habiendo mandado de limosna cien reales para el dicho hospital y pagando los derechos acostumbrados por razones que para ello hallaron”; ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas,1659-1687, f.59 v (21/08/1664): “Entierros en la iglesia no se hicieren, sino es dando cien reales más de los cuatro ducados que antes se daban por cada entierro” 98 ADPS. Ibídem, f.59 v (1664). Los curas indicaron que era mucho dinero dar ciento

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distribuir chocolate y regalos a las enfermas del hospital, que ellas pagaban como mandas testamentarias.99 Esta actitud se debía a que tuviesen presente a la difunta en sus rezos ya que la muerte no era tomada como un desconsuelo o tragedia, sino la liberación del alma del cuerpo para unirse con Dios. Pero para que eso se produjese, según sus creencias, se necesitaba cuantos rezos fuesen necesarios para aminorar el obstáculo que representaba el purgatorio.100 Desde 1664 se diferenciaron cada vez más los entierros de Iglesia de los de Campo Santo, aun cuando eran gratuitos se pagaba dos reales por misa rezada al cura semanero. Los entierros en iglesia eran más caros y se intentó aumentar su valor en 1663, sin éxito, regresando a su precio anterior, por las reiteradas suplicas de las enfermas, aunque pagando más por mortaja y capa del hospital, si es que no lo traían las susodichas. Desde 1664 en adelante permaneció a cuatro ducados cada entierro: dieciséis reales para el hospital y si llevaban mortaja seis reales más, percibiendo el hospital veinte y dos reales de limosna y si llevaban capa tres reales más, es decir, veinticinco reales. Lo restante se destinaba para pagar al cura, a los sacristanes y a los acompañantes que asistían a los entierros, el féretro, la sepultura, el paño y la cera empleada en la velación. Por ejemplo, en 1667, el hospital obtuvo un ingreso por entierro en iglesia de mil noventa y cinco reales, proveniente de cuarenta y cuatro entierros a veintidós reales, tres con capa a veinticinco reales y los tres restantes a menor precio por orden del administrador porque eran pobres y no tenían para satisfacer lo que faltó. Sin embargo, el entierro en la cripta de la iglesia proliferó a fines del siglo XVII, alcanzando su cenit en dicho siglo a comienzos del siglo XVIII. cuarenta y cuatro reales por cada entierro “no se podían enterrar en dicha iglesia de que se seguía grande desconsuelo a las moribundas al ver que las habían de enterrar en el campos santo por no poder sus partes dar tanta limosna” “Los patronos decidieron anular el auto del 14/03/1663 y “mandaron que de aquí adelante se hagan los entierros en dicha iglesia en la conformidad que se hacían antes del dicho Auto, dando los dichos cuatro ducados aparte por cada entierro de todos derecho, excepto si no traen mortaja que por ella a de dar seis reales, y si fuere con capa a de dar tres reales más al hospital de las diez y seis reales que le tocan de cada entierro de suerte que si le pone la mortaja del hospital son veinte y dos reales y si con capas veinte cinco y se advierte a dichos curas que si ajustaren algún entierro por menos limosna no se le a de dar menos al hospital por dicho que va declarado, sino que entre ellos lo pierdan y que avisen al secretario de este hospital del entierro antes que se haga para que tome la razón”. En los cuatro ducados estaba comprendido el pago que se tenía que realizar a los curas y acompañantes que asistían a los entierros. En 1663 no se enterró ninguna enferma en la iglesia, por lo que el hospital no había recibió ochocientos reales de vellón de los dieciséis que le tocaba en cada entierro, y tampoco los curas habían percibido entrada alguna. Se enterraban en iglesia, aproximadamente, cincuenta entierros anuales percibiendo el hospital la cantidad mencionada. 99 ADPS. Legajo 263. Memorias, testamentos, almonedas de bienes de difuntos, siglos XVIXVIII. En 1742, una enfermera del hospital pidió ser enterrada en una caja en la iglesia del hospital. Mandó que se distribuyesen seis libras de chocolate a las pobres del hospital al momento de su muerte para que la recordaran y rezaran por su alma. 100 P. García Hinojosa. Op. cit., p. 627.

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No es que se redujeran los entierros en Campo Santo del hospital, sino que aumentaron los de la iglesia. Así, en 1675, sesenta difuntos fueron enterrados en la iglesia, a un costo total de mil trescientos y veinte reales. Cada vez más, un mayor número de enfermas pedían ser enterrados con capas y mortajas del hospital, mientras que sólo sesenta y tres fueron enterradas en el campo santo del hospital con un ingreso de ciento y veintiséis reales. En 1723, se dieron ciento y cuatro entierros en Campo Santo con un ingreso en arcas del hospital de doscientos y ocho reales (a dos reales cada uno por misa) y veintitrés entierros en la iglesia con un ingreso de quinientos reales de vellón. Las enterradas en cripta ya se enterraban con toda la parafernalia litúrgica, ninguna sólo con mortaja.101 Mientras que la venta de ropa de almoneda disminuyó, aumentó el número de entierros en la iglesia. Se buscaban medios para obtener dinero en el hospital. La diferencia en costo era evidente, si por el entierro en campo santo de ciento y tres difuntas a dos reales por la misa de cada una, ganaban los curas doscientos y seis reales. Entraban a las arcas del hospital mil trescientos y veinte reales por el entierro de sesenta difuntas con mortaja en la iglesia a veintidós reales por cada una y si usaban una capa durante la velación ascendía a mil quinientos y con velones aún más. A comienzos del siglo XVII casi todas las que se enterraban en la iglesia pagaban mortaja y capa.102 8. Almonedas: priores patronos, administrador, secretario notario, cura semanero madres enfermeras y doncellas de dote La venta de la ropa de las fallecidas en hospital permitía cubrir, según fuese el caso, los gastos de entierro, misas y rezos. Las más pobres pagaban sus entierros en Campo Santo, sólo con la venta de sus ropas en almonedas. El hospital tenía por práctica y derecho adquirido por bulas apostólicas de disponer de la ropa y 101 M. Reder Gadow, “Vivencia de la muerte en el Antiguo Régimen”, en Baetica. Estudios de arte, geografía e historia. Málaga: Facultad de Filosofía y letras de la Universidad de Málaga, 9, 1986. p. 356. Presión social por mantener la jerarquía estamental en la muerte, perpetuando los códigos sociales de la vida 102 D. González Cruz y J. M. de Lara Rodenas, Op. cit., p. 290. Estos historiadores indican que para el periodo de 1700-1725 en este hospital de un total de 3589 entierros, el 90% eran efectuados en el campo santo del hospital y el 10% en la iglesia; ADPS. Legajo 183. Libros anuales de capellanías, misas, memorias y otros gastos espirituales del hospital de las Cinco llagas (16951749). El incremento de los entierros en la iglesia del hospital se hizo evidente. Así, 31 entierros en 1658, 27 entierros en 1557, 16 entierros en 1664. En dicho año se pagaron 16 a 19 reales por entierro, porque traían sus propias mortajas, 52 entierros en 1665, alternado sin y con capa y mortaja, 45 entierros en 1666, alternado sin y con capa y mortaja, 50 entierros en 1667, alternado sin y con capa y mortaja, 57 entierros en 1670, alternado sin y con capa y mortaja, 60 entierros en 1671, alternado sin y con capa y mortaja, 22 entierros en 1692, todas con capa y mortaja del hospital, 39 entierros en 1694, todas con capa y mortaja del hospital.

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las alhajas que trajese en su persona la enferma que entraba a curarse y fallecía en él. El importe de las almonedas, generalmente, se convertía en misas rezadas por su alma. En el hospital de las Cinco Llagas se practicaban dos tipos de almonedas o subastas: la general y la particular. Además desde 1662 se determinó en junta patronal que las almonedas serían no sólo de los bienes ingresados al hospital, sino de los que las difuntas habían dejado afuera.103 En general, el producto de las almonedas generales se repartía entre los tres patronos para la realización de misas de difuntas y las de almonedas particulares entre todos los que participaban en una misa de difunta particular. La almoneda general se hacía teniendo como base una minuta al pormenor que realizaba la madre mayor de lo que hubiere dejado la enferma al morir. A los dos meses se hacía la almoneda general de toda la ropa que constaba en las minutas, con la presencia del administrador y secretario quien anotaba la ganancia de las prendas vendidas. Se entregaba lo ganado al administrador, cargándosele por extraordinario en el libro de recibo y gasto, con la expresión correspondiente, para que los patronos mandasen decir las misas que cupiesen a la limosna ordinaria por iguales partes.104 Se trataba de ropas de diferentes difuntas que, generalmente, no habían tenido tiempo para testar o las más pobres. En estas almonedas concurría gente externa del hospital, como las macarenas que compraban ropa al por mayor. Toda la ropa se regalaba a los pobres a comienzos del siglo XVI en el hospital de las Cinco Llagas, paralelamente se pusieron arquillas en la capilla del hospital en la parroquia de Santa Catalina para recaudar fondos hasta mediados del siglo XVI. Costumbre que se continuó en la iglesia del hospital en la Macarena. Dinero que se destinó a cubrir las necesidades espirituales de las difuntas. Sin embargo, estas dadivas fueron disminuyendo, por lo que se decidió vender la ropa de difuntas que ya se hacia en 1551. Las almonedas generales, como tales, empezaron a funcionar desde 1606. El objetivo era conseguir dinero para ayudar a las enfermas convalecientes y para las misas de difuntas, aunque con el tiempo, el primer objetivo se diluyó. El dinero recaudado de estas ventas se echaba en la arquilla y se abría en presencia del padre prior patrono visitador. Desde 1606 a 1670, el dinero recaudado en las almonedas generales servía para que el administrador lo repartiese entre los pobres que salían convalecientes 103 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f. 39 v (1662). “Los bienes que dejaron fuera no se desaparezcan, sino que se traigan y se cotejen con la memoria que de ellos dejó la difunta y se le entreguen a la madre mayor hasta el tiempo que se vendan y que el dinero que resultare de estas almonedas perteneciente a misas se ponga con cuenta y razón en el arquilla para esto diputada como el de las almonedas de la ropa que trajeron las enfermas cuando entraron y se guarden hasta la junta próxima siguiente para que se repartan entre los que pareciere a los Srs. patronos”. 104 BC. Constitución de 1734. Const. 24. Acuerdo 1606, f. 56. Acuerdo 1582, f. 81.

Acuerdo 1662, f. 39 v, f.76 r (1664).

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del hospital a modo de limosna. Se entregaba dos reales a cada una, según necesidad. Se invertía en ello sesenta, cuarenta o veinte reales. También parte del dinero recaudado se utilizaba para el transporte de las convalecientes a sus hogares u hospicios en las “sillas de caridad”, haciendo uso de costaleros o carretas. El otro propósito de las almonedas generales era la realización de misas por las ánimas de las difuntas. La cantidad recaudada se repartía en tercias partes entre los frailes de los tres monasterios patronos del hospital que recibían un pago por realizar las misas, una vez, vendidas las ropas.105 Alguna ropa de las fallecidas en hospital se entregaba como limosna a los pobres, con anuencia del administrador. Se entregaba la ropa a personas que en verdad lo necesitaban. La ropa que se consideraba dudosa, contagiosa o de “escrúpulo”106, a juicio del médico y cirujano se mandaba enterrar o quemar para que no se usara de ella.107 Las almonedas fueron en progresiva disminución a lo largo del siglo XVII, al perder su importancia económica, se dejó de dar ayudas a los convalecientes. Al poco tiempo, en 1687, se determinó repartir el dinero proveniente de las almonedas generales en tres partes iguales, solamente, entre los patronos para que realizaran misas en sus conventos.108En 1638 se realizaron diez almonedas, en 1640, cinco almonedas y en 1648, tres almonedas. Sin embargo, el hospital cubrió este déficit de ingreso de dinero a las arcas del hospital, con el progresivo aumento de entierros en la iglesia del hospital que se iba incrementando en número a medida que se acercaba al siglo XVIII. La almoneda particular se practicaba con la ropa de una determinada difunta. Además, estas almonedas se hacían con los bienes que la enferma dispuso en su testamento o declaración, a excepción de los que por libre voluntad regalaba. La ropa de las almonedas particulares se vendía entre las mujeres que trabajaban en el área femenina que eran muy afectas a comprar esta ropa subastada. Esto se entendía dentro de una sociedad preindustrial en el que la ropa era escasa. Se vendían: enaguas, sayas, delantales, camisas, cintas, pañuelos, mantillas, servilletas, toallas, rosarios, zarcillos, aretes, botones, zapatos, etc.109 La ropa vendida en almonedas particulares era ropa de mejor calidad que las ofrecidas en almonedas generales. 105 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.46 v (1663): “Que no se digan misas hasta estar echas las almas. Mandaron que no se digan la misa por las difuntas que mueren en este hospital hasta tanto que este vendida la ropa que dejaron y se sepa las que se han de ir”. 106 Ropa de “escrúpulo” era las que usaban las mujeres al fallecer. 107 BC. Constitución 1734. Const. 25. Acuerdo 1578, f.73 r. 108 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del Hospital de las Cinco Llagas (1687-1715), f.3 r (1687). 109 BC. Constitución de 1734. Const. 26. Acuerdo 1671, f. 119. Acuerdo 1636, f.

125 v. Acuerdo de 1724, f. 46 r.

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Los curas que hacían los testamentos tenían que estar presentes en las almonedas particulares de las difuntas. Se consignaba lo vendido y la ganancia en un libro de almonedas particulares. La subasta se hacía estando presente el secretario notario quien daba fe al acto y el administrador que como albacea testamentaria verificaba la cantidad de dinero recaudado que se convertiría en misas y, así, hacer cumplir la voluntad de la testadora. Además, el administrador se comprometía a verificar que se realizaran para que recibiesen la limosna los ministros eclesiásticos correspondientes, firmando al pie del asiento en el libro de almonedas. El hospital recibía el ocho por ciento de lo recaudado, cargándolos en el libro de recibo y gasto. El secretario del hospital tenía que ajustar las cuentas de las almonedas de las difuntas para poder cumplir con las misas por sus almas. En 1658, las misas de almonedas de difuntas fueron realizadas por el cura segundo del hospital.110 Desde 1662, el administrador hizo que trajesen al hospital los bienes de que en los testamentos se disponían y se vendiesen en pública almoneda con asistencia del secretario para cumplir lo ordenado. Se solía esperar que los precios de las ropas subiesen para venderlas, pero el inconveniente era que se detenían las asistencias espirituales hacia las difuntas, por lo que se determinó que se vendieran desde 1738 a la brevedad posible.111 Algunas personas no lograron hacer testamento por muerte repentina u otro motivo. Sólo los bienes traídos al hospital por las personas fallecidas en calidad de abintestato podían ser subastados en almonedas particulares. Misas cantadas y rezadas en la iglesia del hospital se celebraban con el dinero obtenido en las almonedas, así como capellanías y otras obras pías por disposiciones testamentarias.112 Los sacerdotes que decían las misas tenían la obligación de dar certificación jurada y firmada al pie de cada asiento de los libros que le correspondiese, lo cual ejecutaban ante el notario secretario para que el administrador les páguese la limosna tasada por los patronatos, y no estándolo, les pagaba lo acordado por los patrones del hospital en las juntas capitulares. Existía un libro cuadrante hasta 1649, en el que llevaban la cuenta de las capellanías, misas canta110 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1637-1658), f.335 v (1658).

111 ADPS. Legajo 4B. Libro de autos capitulares pertenecientes al gobierno de este hospital de la Sangre, comienza año de 1734 y acaba con junta de gobierno de 6 de diciembre de 1763. s/n de folio, f. 28 r (1738). 112 L.Gómez Nieto. Op. cit., pp. 81-101. Durante medio milenio, desde el siglo XII hasta el XVIII, la organización de las misas de difuntos se basó en la repetición y la acumulación. Los más pudientes fundaban capellanías de misas a perpetuidad que duraban hasta que sus rentas se acabaran. Las memorias eran un número reducido de misas anuales conmemorativas ligada a alguna fiesta señalada en el calendario litúrgico. Los aniversarios o misas celebradas el día de la muerte del contratante. Las misas acumulativas se hacían lo más cerca posible del deceso para reducir el tiempo de arrancia del alma o el tiempo del purgatorio.

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das, salves, entierros, procesiones de difuntas y memorias. En 1685 se ordenó que se volviera a usar.113 En el siglo XVIII, la distribución de las misas en este hospital disminuyó progresivamente.114 La sala de San Pablo o de las agonizantes Desde comienzos del siglo XVII, el área de trabajo de las madres agonizantes y sus doncellas de dote era la sala de San Pablo, pero no en forma exclusiva. No sólo trabajaban en esta sala, sino también dormían en ella, compartiendo la habitación junto a las agonizantes, la madre incurable y sus doncellas. Esto se puede comprobar en los libros inventarios del hospital, en donde consta que en 1620, habían tres camas para la madre agonizante e incurable y su doncella, compartiendo sala con las enfermas de cámaras (treinta camas), enfermas incurables (veinte camas) y agonizantes.115

Figura 3. La ubicación de la sala de San Pablo o de las agonizantes. Fuente: A.D.S.P./ M.P.8

En 1622, en la sala de San Pablo había treinta camas. Generalmente se mantenían entre treinta y dos a treinta y tres camas para agonizantes, las que estaban numeradas. La iluminación de la habitación se llevaba a cabo con dos velones grandes de cuatro mecheros, veladores, candiles y aceiteras. El traslado de las fallecidas al amortajadero se hacía con tablas de madera con aros. También había en la habitación una cenefa grande de hierro para colocar los platos de las comidas, ca113 ADPS. Legajo 4B. Libro de juntas o actas capitulares de patronos del hospital de las Cinco Llagas (1659-1687), f.188 v (1685). 114 J.A.Rivas Alvarez, Op.cit., p. 253. En el año de 1701 se dieron un total de 1.293 misas. En 1750 un total de 321 y en 1799 un total de 44. 115 ADPS. Legajo 1A. Libro inventario de 1620.

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Tabla 2. La sala de San Pablo o de las agonizantes Inventario de 1699

Inventario de 1726

Treinta y dos tarimas con dos colchones, dos sábanas y dos almohadas un paño y un cobertor

Treinta y tres tarimas con dos colchones, dos sábanas y dos almohadas un paño y un cobertor

Seis camas de bancos y tablas para madres y doncellas con doce colchones, doce sábanas, doce almohadas, seis cobertores de pelo y un paño

Tres camas para la madre agonizante y las dos doncellas. cada una con su tarima, dos colchones, dos sábanas, dos almohadas, un paño y un cobertor

Dos velones de bronce con sus bolas huecas de lo mismo con sus cuatro mecheros

Dos velones de bronce con sus bolas huecas de lo mismo con sus cuatro mecheros

veinticuatro cruces pequeñas de madera negras para poner a la cabecera de las oleadas

Veinticuatro cruces pequeñas de madera negras para poner a la cabecera de las oleadas

Un velador grande de hierro y dos candiles

Un velador grande de hierro y en el un crucifijo que era de la enfermería de eclesiásticos y dos candiles de garabato

Una trébedes grande de hierro para calentar agua

Una trébedes grande de hierro para calentar agua

Un perol grande de cobre para lejía

Un perol grande de cobre para lejía

Una alcuza de cobre

Una alcuza grande de cobre que sirve para todas las salas

Un perolillo para unciales

Un perolillo para los serviciales

Dos ayudas de azófar medianas

Dos ayudas de azófar medianas

Dos cubos de madera con aros de hierro

Dos cubos de madera con aros de hierro Una calderilla de mano de cobre

Un almirez con su mano para las almendras y sustancias duras

Un almirez con su mano para las almendras y sustancias duras

Una copa con pies de hierro

Una copa toda de cobre

Una copa en el cortador para repartir las comidas y cenas

Consumida de vieja

Seis cuadros en la testera de la enfermería de San Pablo

Seis cuadros en la testera de la enfermería de San Pablo

Tres banquillos y catorce tablillas de entre camas

Tres banquillos y catorce tablillas de pino entre camas

Tres arcas y uno cobre; la una arca de cedro, las tres medianas y el cobre viejo para guardar diferentes cosas

Dos cofres y una arca muy viejos que estaban en el amortajadero para guardar camisas etc. de las pobres que estaban a cuidado de la madre agonizante

Ochenta camisas de todos portes de enfermería

Sesenta camisas de todos portes de enfermería

Una tarimilla pequeña con su hoja de hierro para la copa del cortador

Confundida

Un calderillo pequeño de cobre para el agua de las sangrías

Un calderillo pequeño de cobre para el agua de las sangrías

Unas tijeras grandes para quitar pelo

Unas tijeras grandes para quitar pelo

Dos toallas grandes para las manos de las enfermas

Dos toallas llanas de bramante para las manos de las enfermas Una cenefa grande de hierro para las cenas

Fuente: ADPS. Legajo 1A. Libro de inventario de bienes muebles del hospital de la Sangre de Sevilla. 1699 y 1725 folio 113 r-v; 1726. Folio 281 r-v.

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lentador de agua, tijeras para cortar los cabellos, toallas y calderilla para sangrías. Además, había banquillos y arcas para guardar camisas y otras cosas. En el inventario de 1636, la Sala de San Pablo tenía tres camas, una para la madre agonizante y dos para las doncellas. Camas de con bancos y tablas, dos colchones, dos sábanas, dos almohadas, dos cobertores (uno de pelo y otro de paño). Dieciocho camas para las enfermas y dos tarimas altas usadas y siete tarimas bajas como camas de enfermas. Ya no estaban las enfermas de cámaras ni las incurables que se habían pasado a la sala de enfermería y al cuarto de incurables. En la primera mitad del siglo XVIII, las agonizantes fueron separadas de las demás enfermas y concentradas en la Sala de San Pablo que se hallaba en la sala central entre las dos enfermerías de San Juan y San Pedro. Esta época coincidió con el barroquismo en el que la muerte ocupó el lugar central entre las demás enfermerías del hospital. La sala de San Pablo era grande donde no sólo dormían las madres agonizantes sino otras madres, pues habia seis camas para estas madres y sus doncellas a finales de 1699. Sin embargo, esta sala fue ocupada exclusivamente por la madre agonizante, sus tres doncellas y sus treinta y tres enfermas, según los inventarios de 1725 y 1726. Es interesante remarcar que a diferencia de las otras salas de enfermería, llenas de imágenes religiosas, la sala de San Pablo era parca en pinturas, ni tenían vírgenes de vestir, sólo cruces. El área de San Pablo o de las Agonizantes o de “cursientas” tenía frente de sí el altar mayor ubicada bajo la cúpula central, tanto en la planta baja y alta. Estos grandes y majestuosos altares se ubicaban en la intersección de las enfermerías de San Pedro (calenturas), San Juan (cirugía), San Pablo (agonizantes) y Convalecientes, tanto en la plata baja como alta. Conclusiones El cuidado de moribundas se consideraba una obra de misericordia realizada por verdaderos soldados de la fe y que cualquier persona piadosa lo podía realizar en calidad de asistente una vez que el cura lo ordenase. En el Antiguo régimen, la muerte era un acto público y se instaba a todo aquel que pudiese acompañase al moribundo porque la salvación era un trabajo colectivo para la cual el agonizante se debió haber preparado espiritual, social y materialmente durante toda su vida. Si bien, la preparación para la muerte fue atendida desde que se fundó el hospital en el siglo XVI, la madre del buen morir apareció formalmente en el hospital de las Cinco Llagas a comienzos del siglo XVII, a consecuencia de la obligación que tenía el hospital de proporcionar asistencia durante la agonía a cada enferma que el Concilio de Trento enfatizó y que el hospital eclesiástico estudiado acató y cumplió. Además, un cura ya no podía cumplir con todas las obligaciones espirituales de las enfermas que tenía el hospital al haber aumentado su número y porque el área femenina del hospital tenía entrada restringida a los varones, in-

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cluso a los curas. Sólo uno de ellos podía hacerlo durante una semana. Ante esta necesidad espiritual, los patronos recurrieron a beatas para ayudar a bien morir a comienzos del siglo XVII. Después que el cura realizara los sacramentos de confesión, penitencia, comunión y extremaunción, la madre del buen morir asistía a la moribunda en la última lucha por su salvación, leyéndole oraciones de diversos santos y clausulas cortas para alejarla de las tentaciones y peligros contra el alma. La necesidad de asistencia espiritual durante la muerte entre las enfermas aumentó a medida que avanzaban los siglos de la Edad Moderna. Lo que resulta contradictorio, pues mientras que la élite empezaba a cuestionar los ritos, el pueblo adoptó cada vez más los rituales. De esta manera, el número de madres agonizantes aumentó a dos desde mediados del siglo XVIII. Estas madres se turnaban de día y de noche para que la agonizante no muriese sola sin asistencia espiritual. El ritual y la parafernalia mortuoria aumentaron considerablemente entre las enfermas de este hospital a mediados del siglo XVIII. Y es cuando la muerte se convirtió entre los pobres de este hospital en la actriz principal privilegiándola, prefiriendo una tumba en cripta que en campo santo y disminuyendo la compra de ropa en almonedas en el hospital, cuyo ingreso se equilibra con el pago de misas y otros servicios funerarios que todos hasta los más pobres querían acceder. Al menos en este hospital sevillano, la muerte se fue haciendo más importante en las personas que fallecían en este hospital en el siglo XVIII que en los siglos anteriores. De ahí que cada vez fuese más necesaria la presencia de madres agonizantes. Los enfermos no clamaban por médicos sino por curas y personas que les asistiesen en la agonía y su última lucha entre el bien y el mal. Así, el ritual funerario se acentuó entre los pobres quienes pagaban no sólo bulas y misas sino también entierro en la cripta de la iglesia, hábitos como mortaja, capas, velones, acompañantes, convites, regalos y por lo tanto exigían al hospital mayor cantidad de madres del buen morir entre 1726 a 1809. Es decir, en este hospital sevillano a comienzos del siglo XIX no se produjo una laicización abrupta y si se dio no fue por motivos religiosos sino por coyunturas económicas (desamortizaciones), sociales y políticas tan impactantes como la Guerra de la independencia del dominio francés que quebraron el antiguo sistema y eso se visualiza con la desaparición de las madres agonizantes del hospital estudiado.

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La hospitalización y la peste en el siglo xvii en Directorio de Enfermeros, de Simón López Manuel Jesús García Martínez Universidad de Sevilla Resumen La peste fue una de las enfermedades más temidas tratadas en los hospitales españoles durante el Antiguo Régimen. El objetivo central de este estudio es conocer el tratamiento y los cuidados que se dispensaban a los enfermos de peste ingresados en los hospitales castellanos en el siglo XVII a través del tratado elaborado a mediados de esa centuria por un enfermero, Simón López, basado en su propia experiencia de más de 25 años trabajando en distintos hospitales castellanos. El tratamiento, cuidado y cura de los enfermos en los hospitales recaían sobre distintos grupos profesionales sanitarios de elevada cualificación, principalmente médicos, cirujanos y boticarios. Además de ellos, se fue perfilando a lo largo del siglo XVI una figura que existía desde mucho tiempo atrás, pero con unos perfiles poco nítidos en su quehacer y atribuciones, pero que fue ganando en importancia: los enfermeros.

Abstract The Plague disease was one of the most feared, dangerous and dread disease treated in Spanish hospitals during the Old Regime.The main objective of this study was to determine the treatment and care that isdispensed to plague victims admitted to the castilians hospitalsin the seventeenth century through the treaty finished in 1668 by a nurse, Simon Lopez, based on their experience of over 25years working on different castilian hospitals. The treatment, cure and cares for the sick in hospitals fell on various highly skilled occupational groups, primarily physicians, surgeon sand apothecaries. Besides them, took shape along the XVI century, a figure that was a long time ago, but with a little sharp profiles in their work and responsibilities: nurses.

Palabras Clave Hospital. Peste. Enfermería. Tratados de Enfermería. Manuscrito.

Keywords Hospital. Plague disease. Nursing. Nursing Treaty. Manuscript.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Introducción El 6 de agosto de 1599 moría en el Hospital General de Madrid contagiado de peste Bernardino de Obregón, fundador de la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres, popularmente conocida como “enfermeros Obregones”.1Fue una víctima más causada por esta terrible enfermedad infecciosa que había llegado a tener carácter de pandemia y de la que Europa sufrió sus estragos de forma cíclica desde la Edad Media. Narra uno de los primeros biógrafos de Bernardino de Obregón, el licenciado Francisco de Herrera Maldonado, que, finalizando la última década del siglo XVI, hubo una epidemia de peste en España que se extendió por muchas ciudades, en especial por su capital, Madrid. Bernardino de Obregón había autorizado el ingreso de un enfermo infectado de peste en su Hospital, causándole ello el contagio y su posterior muerte y la de otros enfermeros que lo cuidaron: “[Bernardino de Obregón] mandó al portero que en el portal del Hospital le recogiesse hasta la mañana, que le lleuassen a la enfermería que tenía diputada la Villa para los apestados. Esta diligencia bastó para quedar herido el Hermano portero, y para que, como el pobre muriesse otro día, como también lo hizo otro Hermano que curó al portero y un alférez de Flandres, pretendiente del hábito de la Congregación, que quiso ser enfermero del segundo […]. [Bernardino de Obregón] Curó al último hasta que murió sacando el mismo daño: herido quedó de muerte, con tres landres […]”.2

Durante siglos, la peste, por su influencia en la salud de las personas, ha despertado un enorme interés desde todos los puntos de vista: médico, religioso, 1 La Congregación de enfermeros Obregones existió hasta finales del siglo XIX y compuso un tratado de enfermería emblemático para la formación de los enfermeros, uno de los primeros de este tipo conocidos:Instrucción de enfermeros, que llegó a conocer seis ediciones (años 1617, 1625, 1651, 1664, 1680 y 1728) y una traducción al portugués impresa en Lisboa, en el año 1742. Hemos localizado ejemplares de esta obra en bibliotecas de distintos países de Europa y América (España, Francia, Gran Bretaña, Italia, Brasil, Argentina, Méjico y Estados Unidos entre otros). 2 F. Herrera Maldonado,Libro de la vida y marauillosas virtudes del Sieruo de Dios Bernardino de Obregon, Padre y Fundador de la Congregacion de los Enfermeros pobres y Autor de muchas obras pias de Madrid y otras partes. Madrid: Emprenta del Reyno; 1633, p. 218.

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antropológico, económico, sociológico, moral y ético. No fue hasta hace poco más de un siglo, en 1894, cuando es descubierto el agente causal y la forma de transmisión por el médico franco-suizo Alexandre Emile John Yersin. Hoy día se considera a la peste como una de las zoonosis reconocidas más antiguas, causada por la bacteria yersinia pestis, nombre dado en honor de su descubridor, conociéndose como la “muerte negra” por algunos de sus síntomas. El vector de la enfermedad es la pulga de la rata (xenopsylla cheopis). Por lo general, la peste se transmite a los seres humanos a través de las picaduras de pulgas de roedores infectados. Durante los brotes de peste procedente de roedores, muchos animales mueren y sus pulgas buscan otras fuentes de sangre para alimentarse. Las personas y los animales que viven o visitan lugares donde recientemente han muerto roedores infectados corren el riesgo de contraer la enfermedad por las picaduras de las pulgas. Las personas también pueden infectarse directamente al tener contacto con roedores, conejos o carnívoros salvajes infectados que se alimentan de estos animales, cuando las bacterias de la peste penetran en su organismo a través de lesiones en la piel. Los gatos domésticos son también susceptibles de contraer y transmitir la peste; al ser éstos infectados enferman y pueden transmitir la peste directamente a las personas que tratan con ellos o que los cuidan; además, los perros y los gatos pueden llevar a los hogares pulgas infectadas con la peste procedentes de otros lugares. Inhalar las gotitas expulsadas al toser una persona o animal infectado por la peste (especialmente gatos domésticos) puede provocar la peste de los pulmones (peste neumónica). La transmisión de la peste neumónica de una persona a otra es poco común, pero a veces provoca epidemias peligrosas que pueden propagarse rápidamente.3 La historiadora de la Medicina Mary Lindemann señala la importancia de examinar la medicina desde una perspectiva sociocultural, teniendo en cuenta, además del punto de vista científico, las aportaciones de la antropología médica, la sociología y la ética, así como de la historia social y cultural, debiéndose centrar el investigador tanto en la experiencia de la enfermedad, en los enfermos y en los curanderos como en la ciencia médica, los médicos y los hospitales. Y, en relación a las grandes epidemias, caso de la peste, afirma que casi todos los historiadores coinciden en algunos puntos, siendo uno de ellos la relación de la peste negra y de las pestes subsiguientes con la génesis, o al menos la intensificación, de las primeras medidas de sanidad pública. Los métodos de prevención y control de la peste se basaron sin duda y en buena medida en la interpretación contemporánea de sus causas. Muchos creían que su incidencia era señal de desaprobación divina, un castigo por la maldad de los humanos o un indicio de apocalipsis inminente. En 3 Division of Vector-Borne Infectious Diseases. National Center for Infectious Diseases. Centers for Disease Control and Prevention. Atlanta (EE. UU.). Disponible en http://www.cdc.gov/ncidod/dvbid/dvbid.htm.

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tales circunstancias, entre las reacciones a la peste se contaban tentativas de expiar el pecado o aplacar la cólera divina: las ciudades solían organizar procesiones y oficios religiosos con la esperanza de frenar la propagación de la peste. Católicos y protestantes por igual oraban y ayunaban para evitar o aliviar la peste. Pero el hecho de admitir el origen divino de todas las enfermedades no impidió que la gente buscara ayuda en los sanadores mortales ni que las ciudades promulgaran ordenanzas de sanidad pública. Además de los reconstituyentes religiosos de penitencia, oración y abnegación, se empleaban los remedios naturales y las prescripciones dietéticas, mezclándose para la prevención y el control normas antiguas y prácticas más recientes.4 La obra de Simón López es un claro exponente de ello. Como consecuencia del gran interés que despertó esta enfermedad, entre los siglos XV al XVIII vio la imprenta un gran número de libros que tenían como objetivo conocer y luchar contra la epidemia. Aún en nuestros días encontramos presente ese interés por la peste, encontrándonos con escritores que en sus novelas, recreadas históricamente y llevadas a la pantalla con gran éxito, nos muestran el ambiente terrorífico de esta enfermedad que asolaba pueblos y ciudades enteras desde la Antigüedad hasta finales de la Edad Moderna. Todos estos libros recogen descripciones, tratamientos y medidas sanitarias que intentaban paliar, de alguna manera, los terribles efectos de las epidemias pestilenciales. Pero nada se sabía del agente causal y la forma de combatirlo.Estos tratados recurrían a la medicina oficial, a la religión y a las creencias populares; todo era válido pero poco o nada efectivo cuando se había contraído la enfermedad. En elTratado de la peste, y fiebre pestilente, compuesto por el doctor Gerónimo Basilio Beçón y publicado en Zaragoza en 1655, se describía la peste del siguiente modo: “La peste es enfermedad ponçoñosa del coraçón, mortífera, mui aguda, y contagiosa, nacida de un veneno contagioso con toda substancia, total enemigo del coraçón, cuyas acciones súbdita, y totalmente destruye, introduciendo accidentes de qualquier linaje perniciosos”.5 En todos estos libros, compuestos por médicos y cirujanos en el siglo XVII, encontramos esta preocupación por hallar las causas y forma de tratar esta enfermedad, aunque sin acercarse todavía a su realidad científica.6 4 M. Lindemann, Medicina y sociedad en la Europa Moderna (1500-1800). Siglo Veintiuno de España Editores, S. A. Madrid, 2001, pp. 42-44. 5 G. Basilio Beçón, Tratado de la peste, y fiebre pestilente. En Zaragoça. En la Imprenta de Miguel de Luna. Impressor de la Ciudad y del Hospital Real y General de N. S. de Gracia. Año 1655, p. 10. 6 De entre la abundante bibliografía de esta época, siglos XVI y XVII, relativa a la peste y sus consecuencias, citamos los siguientes tratados: Información y curación de la peste de Çaragoça y praeservacion contra peste en general, por Ioan Thomas Porcell Sardo (1565);Tratado de peste, donde se contienen las causas, preseruación, y cura; con algunas questiones curiosas al propósito, por Juan Ximénez Sauariego (1602); El verdadero conocimiento de la peste, sus causas, señales, preservación i curación, por Johan Francisco Rossel (1632); Tratado de peste, sus causas y curacion, y el modo que se ha tenido de curar las secas y carbuncos pestilentes que han oprimido a esta ciudad de Malaga este año de 1637,

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De esta centuria se conocen algunos tratados compuestos por enfermeros, laicos y religiosos, que tenían como objetivo fundamental la formación de otros enfermeros que trabajaban en hospitales, en el Ejército, en la Armada, en las cárceles y en los domicilios particulares, destacando el manuscrito Directorio de Enfermeros.7 Son obras casi autobiográficas, que recogen la experiencia de sus autores en el trabajo como enfermeros hospitalarios y por ello poseen un alto valor testimonial. En estos tratados se encuentran descritas las funciones que llevaban a cabo los enfermeros, las técnicas que empleaban, los conocimientos que poseían en los diversos campos del saber –anatomía, botánica, patología y fisiología- y reflejan, en gran medida, la evolución que estaban experimentando los cuidados dispensados en los hospitales españoles de la época; significaron una ruptura progresiva con el mundo medieval. La formación de los enfermeros españoles: la prestación de cuidados en los hospitales castellanos del siglo XVII. ¿Cuál era la formación que debía alcanzar un enfermero para poder ejercer su oficio en un hospital castellano de las primeras décadas del siglo XVII? Es ésta una cuestión que ayuda a comprender mejor la concepción de la peste y los intentos de tratamiento de la misma en estas instituciones. Simón López definía ya en su prólogo las tareas básicas de todo enfermero: “Cuál es el ofiçio de un caritativo enfermero. Los enfemeros, según los Médicos (y el Doctor Núñez en su libro De Peste), son executores de lo que el Médico manda y relatores de lo que el enfermo haçe y padeçe. Y, assí, su ofiçio es untar todas las partes de nuestro por Juan Viana (1637). 7 El título completo que aparece en la portada del manuscrito es: Directorio de Enfermeros y artífiçe de obras de Caridad para curar las enfermedades del cuerpo. Con la prática de sauer aplicar las Mediçinas que ordenan los Médicos con el mejor arte y Méthodo que ai en ella. Según los Doctores, Anatomistas, que enseñan y señalan las partes de nuestro cuerpo donde se han de haçer. Dispuesto en ocho Tratados por Simón López, Barbero de un hospital incógnito. Dedicado a todos los que con Caridad desean haçer este ofiçio Methódicamente. IHS. Ms 259. Biblioteca Universitaria de Salamanca. Universidad de Salamanca. En 1997, el autor del presente trabajo junto con Antonio C. García Martínez publican la obra con el patrocinio del Consejo General de Enfermería de España. La transcripción completa del texto se acompaña de un extenso estudio introductorio, un índice de materias y un glosario de términos que permiten contextualizar la obra en su época. Véase A. C. García Martínez, M. J. García Martínez, I. Valle Racero, Directorio de Enfermeros. Organización Colegial de Enfermería. Consejo General de Enfermería de España. Editorial Síntesis, S. A. Madrid, 1997. En el mismo año se traduce al inglés con el título Nursing Directory y en 2001 se edita nuevamente, ampliándose y revisándose su contenido. VéaseDirectorio de Enfermeros y Artífiçe de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo. Estudio, transcripción e índices a cargo de Antonio Claret García Martínez y Manuel Jesús García Martínez. Biblioteca de Clásicos de la Enfermería Española, n.º 1. Enfermundi. Consejo General de Enfermería de España. E-Network Salud, S. A. Sevilla, 2001.

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cuerpo, administrar clísteres, dar xaraues y bebidas cordiales, dar purgas, haçer embrocaçiones y fregaçiones y ligaduras, dar garrotes y otras que ay y, finalmente, administrar las comidas y çenas con mucha puntualidad, saçón y limpieza…”.8

Destaca la necesidad de una formación constante a través de la lectura de obras médicas especializadas, la consulta de otros profesionales médicos y la observación y práctica en su trabajo diario: “Fuera desto, es menester aduertir, y notar, y leer a menudo (para haçerse uno diestro) las muchas noticias y modos de executar los muchos remedios y aduertençias que se refieren en este libro y pide un acçidente repentino, especialmente en horas extraordinarias y donde no se halla luego el Médico a la mano para que pueda aplicar el remedio competente, de modo que, en tales aprietos podrá el enfermero, con su experiencia y discreción, haçer algún remedio o dos experimentados…”.9

En su conjunto, un enfermero del siglo XVII bien formado debía adquirir unos conocimientos especializados en distintas materias médicas y saber aplicar un amplio número de técnicas a los enfermos: 1. Ejecutar las prescripciones ordenadas por el médico. Se trataría de un papel de dependencia en relación con el profesional médico. 2. Observar al enfermo y seguir su evolución, informando de ello posteriormente al médico. Papel importante éste, incluyéndose dentro de rol independiente del enfermero. 3. Proveer todo lo necesario para la cura de la enfermedad. 4. Llevar a cabo la higiene y limpieza de las enfermerías y aposentos, insistiéndose especialmente en la adecuada ventilación de los mismos. 5. Asistir al enfermo en situaciones de urgencia en ausencia del médico o cirujano. 6. Aplicar las unturas. 7. Administrar ayudas o clísteres. 8. Administrar los jarabes y bebidas cordiales. 9. Dar las purgas.

8 S. López, Directorio de Enfermeros y Artífiçe de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo. Ms 259. Universidad de Salamanca, p. IX. 9 Ibídem, p. IX. La preocupación por la formación de los enfermeros queda patente en textos como éste.

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10. Llevar a cabo las embrocaciones,10 fregaciones11 y ligaduras. 11. Aplicar garrotes.12 12. Administrar las comidas con la debida higiene y puntualidad. 13. Otras tareasy actividades varias (actuaciones específicas ante una determinada patología, etc.). La función didáctica de Directorio de Enfermeros se observa en cada párrafo de la obra, con el uso sistemático de recursos literarios que ayudan al aprendizaje de la materia y a la formación de los futuros enfermeros: al explicar una determinada técnica o tarea llevada a cabo por el enfermero, el autor lo hace de forma metodológica y razonada, empleando para su más fácil comprensión ejemplos, comparaciones y refranes.13

Ilustración 1. Primera página a modo de portadilla del manuscrito que contiene el tratado Directorio de Enfermos y artífiçe de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo, con la prática de sauer aplicar las Medicinas que ordenan los Médicos con el mejor arte y Méthodo que ai en ella. Guardado en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca. El tratado fue terminado en 1651 por Simón López, enfermero y barbero. 10 La embrocación es un remedio terapéutico consistente en verter lentamente un líquido sobre una parte enferma del cuerpo. Se dirige tanto a la superficie cutánea como a las mucosas (bucal, nasal, vaginal). López, Directorio…, p. 451. 11 Las fregaciones consisten en hacer fricciones sobre toda la superficie del cuerpo o de una parte con la mano sóla o con bayetas o cepillos finos, que son las friegas secas, o bien empapando estos cuerpos con vapores aromáticos, que se llaman aromáticas, o con sustancias estimulantes de forma líquida, que son las friegas húmedas. Cada una cumple una función terapéutica. Ibídem, p. 453. 12 El garrote es una ligadura fuerte que se da en los brazos o muslos, oprimiendo su carne. En Cirugía se usa sobre los vasos abiertos para detener la hemorragia. Ibídem, p. 454. 13 M. J. García Martínez, A. C. García Martínez, “La enseñanza de la Enfermería en la España del siglo XVII. El manual de Enfermería de Simón López (1668)”. Cultura de los Cuidados. Revista de Enfermería y Humanidades. Universitat d´Alacant. Escuela Universitaria de Enfermería. CECOVA. Primer semestre de 1998. Año II, nº 3, p. 23.

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El ingreso de un enfermo contagiado de peste en un hospital del siglo XVII. Con este bagaje formativo reconocido en los enfermeros más formados de la época, cabe preguntarse ¿cómo se actuaba en un hospital ante el ingreso de un enfermo contagiado de peste?, ¿cuál era el protocolo aplicado por el personal sanitario ante esta situación? Directorio de Enfermeros permite conocer la formación necesaria para las actuaciones del personal sanitario en estos casos. Todo el personal que trabajaba en la institución corría el peligro de contraer la enfermedad, pero especialmente aquellos sanitarios que entraban en contacto directo con el enfermo. Notas sobre el término “peste” en Directorio de Enfermeros. Releyendo la literatura médica medieval, la del siglo XVI y primeras décadas del XVII, fecha en que se redacta Directorio de Enfermeros, observamos que el término “peste” y sus derivados se han venido empleando para designar no sólo a la entidad nosológica que conocemos en nuestros días como tal, es decir, como una enfermedad infecciosa epidémica y febril, caracterizada por bubones en diferentes partes del cuerpo, que produce con frecuencia la muerte y cuya causa es la enterobacteria yersinia pestis, sino también a otro tipo de patologías, igualmente contagiosas y graves, que causaban gran mortandad en los hombres y animales. Asimismo, bajo el concepto de “peste” se han englobado enfermedades que, no siendo contagiosas, son causantes de gran mortandad. Y si acudimos al Diccionario de la lengua española, por extensión, encontramos que el término peste también hace referencia al mal olor y a aquello que puede ocasionar daño grave o cosa mala o de mala calidad en su línea, convirtiéndose en sinónimo de palabras de enojo o amenaza y execración (“echar pestes”)14. En el Diccionario español de textos médicos antiguos15aparecen debidamente atestiguados en distintas obras a lo largo de la Edad Media los términos peste, pestelencia, pestelencial, pestelenciosa, pestilencia, pestilencial, pestilencioso, pestilente y pestilentemente. Esta aclaración terminológica nos ayudará a entender mejor el texto que analizamos, encontrándonos en Directorio de Enfermeros junto a los capítulos dedicados a la peste como tal otros que tratan sobre las enfermedades consideradas pestilenciales, caso del garrotillo, viruelas o sarampión, compartiendo todas ellas similares síntomas –fiebre, decaimiento general…-y tratamientos. Sirva como ejemplo la entidad nosológica citada en el texto como fiebre aguda pestilencial, que era definida por Simón López como: 14 Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22.ª edición. Madrid, 2001. Vocablo: “peste”. Disponible en: www.rae.es. 15 M. T. Herrera (directora). Diccionario español de textos médicos antiguos. Editorial Arco Libros, S. L. Madrid, 1996, pp. 1217-1218.

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“calentura de sobrada maliçia y de las que llamó Hipócrates grande y maligna, que no ay con qué la encareçer. Es la más breue, más atroz de quantas ay y enemiga del género humano, pues en un instante no solamente mata a uno o más, sino a muchos; la qual es causada de la putrefacçión y corrupçión del ayre, que toca a muchos y, a los más, mata, como lo notó Galeno en su libro De Teríaca […]”.16

Esta fiebre aguda pestilencial se diferenciaba de otra, también “maligna” y, en muchos casos, mortal, como era el tabardillo: “Dizen los Médicos que en esta enfermedad [tabardillo] no se ha de usar de la comida tenue como en las demás enfermedades agudas porque, aunque esta fiebre no sea propiamente pestilençial, con todo eso es maligna y tiene partiçipaçión con ella […]”.17

Una última aclaración. Las tres formas de manifestarse la peste, según los epidemiólogos actuales, denominadas peste bubónica, neumónica y septicémica, aparecen mencionadas en las páginas del manuscrito, aunque de manera imprecisa, inespecífica, dado el desconocimiento que había sobre esta patología en la época.18 16 López, Directorio…, capítulo 99, párrafo 479: “De la fiebre aguda pestilencial y cómo se han de hauer los enfermeros en ella”. 17 Ibídem, capítulo 84, párrafo 421: “De la comida y bebida en esta enfermedad de tabardillo”. 18 J. L. Beltrán Moya, Historia de las epidemias en España y sus colonias (1348-1919). La Esfera de los Libros, S. L. Madrid, 2006, p. 33. En relación a las formas más corrientes de infección en la historia de los contagios de peste en España, los epidemiólogos destacan, fundamentalmente, estas formas, bubónica y neumónica, pudiéndose ambas manifestar por separado o estar presentes dentro de una misma coyuntura epidémica. Juan Ignacio Carmona García, en su obra La peste en Sevilla, señala que la modalidad de la peste era variada, pudiéndose darse, en teoría, las tres formas citadas: pulmonar, bubónica y septicémica, no necesariamente excluyéndose entre sí, siendo factible que se presentasen de modo sucesivo en el transcurso de una epidemia. No obstante, la forma más corriente y frecuente que se padecería en el occidente europeo meridional durante la época que nos ocupa, finales del siglo XVI y primeras décadas del XVII, fue esencialmente la bubónica, a lo que tal vez contribuiría el predominio en esta zona del clima mediterráneo, más propicio que el atlántico por su grado de humedad y de calor para el desarrollo del contagio. El cuadro clínico que ofrecía la peste bubónica era el siguiente: en los primeros días se manifestaba con fiebre continua y en ascenso, alcanzándose los 39-40 ºC, incluso llegando a los 42. Se sentía sequedad en la boca y la lengua se sonrojaba en la punta y en los lados, mientras que su centro adquiría un color blanquecino. Al segundo o tercer día aparecían los típicos bubones como consecuencia de la tumefacción de los linfocitos que eran atacados por el bacilo allí donde se había producido la picadura de la pulga infectada. Esta inflamación de los ganglios se mostraba con gran evidencia principalmente en la ingle, las axilas o el cuello. Al mismo tiempo, se exteriorizaban las señales carbuncosas (placas gangrenosas oscuras que surgían en los puntos de la inoculación) y las manchas en la piel ocasionadas por las hemorragias. El proceso bubónico se

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Recuérdese que no fue hasta el siglo XIX cuando se logra identificar al agente causante de la epidemia y sus vías de transmisión. El término “peste” aparece mencionado más de 70 veces en el manuscrito de Simón López; número que se amplía con términos derivados de éste, como pestilencia (“preseruatiuos de pestilencia”), pestilencial (“fiebre pestilencial”) y apestado (“difuntos apestados”). “Oro, fuego y castigo”. Cuidados y medidas usados para combatir la peste. Con estas tres palabras, “oro, fuego y castigo”, extraídas de un texto del doctor Mercado, resume Simón López las principales medidas que se empleaban para combatir la peste en el siglo XVII: “Tres remedios tiene sólo la peste, sin los quales ni la Mediçina ni sus ausilios tienen fuerça ni sufiçiençia, ni buen efecto y, con ellos, sólos se suelen defender y se han defendido grandes repúblicas, los quales son oro, fuego y castigo; el oro, para no reparar en cosa ninguna que se ofrezca; el fuego, para quemar ropa y otras cosas, que ningún rastro quede de ellas; castigo público y riguroso, sin eçepçión, para quien quebrantare las leyes y orden que se les diere en orden a la cura de la peste y defensa de la república”.19

El “oro” hacía alusión a que no debían escatimarse recursos, humanos y materiales, para combatir la epidemia o los brotes epidémicos: existencia de personal sanitario adecuado en cantidad y formación, aislamiento de los apestados en lugares apartados y otras medidas. Gracias al “fuego” se destruían los posibles reservorios en los que se sospechase podría habitar el germen o estuviese la causa: ropa, muebles o cualquier tipo de posesión de los enfermos. Y, finalmente, la actuación de la justicia para “castigar” de forma ejemplar a aquellos que no cumplían con la normativa marcada por las autoridades sanitarias y que, para lucro propio, actuaban sin el menor escrúpulo, apropiándose de los enseres abandonados en los lugares contagiados, para venderlos en otras zonas o regiones a los que no había llegado el mal, contribuyendo con ello a la propagación de la infección. El doctor Mercado, que vivió la terrible epidemia de finales del XVI, en contraposición a otros científicos, defendía que el concepto de peste radicaba en la propia naturaleza de la enfermedad y no en un número determinado de acompañaba de fuerte dolor de cabeza (cefalea violenta), vómito, pulso rápido, dilatación de pupilas y mirada perdida hasta llegar al delirio. Cfr. J. I. Carmona García, La peste en Sevilla. Ayuntamiento de Sevilla. Área de Cultura. Sevilla, 2005, pp. 22-24. 19 López, Directorio…, capítulo 100, párrafo 482.

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casos o muertos. Concretamente se le atribuye el dicho «Bastan sólo tres apestados para hacer peste».20 Su libro De natura& conditionibus, praeseruatione pestis, quae populariter grassatur his temporibus (Madrid, 1598) fue publicado a raíz de la llegada de la peste a la Península Ibérica a finales del siglo XVI procedente de Flandes, ocasionando primero una gran mortalidad en Santander, Laredo y Castro Urdiales; unos meses después alcanzó Castilla y León en 1599. Se trata de una pequeña monografía en latín que sólo conoce esta edición de 1598 y una versión en castellano al año siguiente para favorecer su difusión, titulada Libro en que se trata con claridad la naturaleza, causas, providencias, y se declara la orden y modo de curar la enfermedad vulgar, y peste que en estos años se ha divulgado por toda España.21 Directorio de Enfermeros dedica siete capítulos al tema de la peste (del 100 al 106), ocupándose del trabajo que debía realizar el enfermero en el hospital22 y las medidas de salud pública que debían tomarse para su prevención y evitar su propagación. ¿Cuáles eran estas medidas y cómo actuaba el enfermero hospitalario ante una epidemia de peste? El primero de los capítulos23 se titula De lo que deuen obseruar los enfermeros en tiempo de peste en las enfermerías y aposentos y en toda la casa y fuera de ella donde huuiere apestados. Simón López distingue entre la aparición de la peste en los meses fríos o “constelación fría” y en los cálidos o “constelación caliente”, especificándose las medidas a tomar en cada época.

20 Luis de Mercado (¿1525/1532?-ca.1611) fue uno de los personajes más típicos de la Medicina española del Renacimiento. Su obra científica tiene gran importancia, en primer lugar, por la extensión de sus contenidos que prácticamente abarcaron todos los conocimientos médicos de la época renacentista y porque integra los conocimientos de la medicina popular y tradicional con los saberes aportados por la cultura greco-árabe y con las novedades que estaban llegando de otros países europeos. Desempeñó el cargo de Médico de la Corte con Felipe II, quien le nombró Protomédico General de los Reinos de España.Véase A. Blanco Quirós, Jorge M. Mata, Grupo de Trabajo de Historia y Documentación Pediátrica de la AEP. “Historia de la Medicina Vallisoletana. Luis de Mercado en el cuarto centenario de su fallecimiento (1611-2011)”. Disponible en: https:// www.aeped.es/sites/default/files/luis_de_mercado.doc. 21 J. I. Blanco Pérez, “Luis Mercado y la traducción de textos médicos en el Renacimiento: El libro de la peste”. En Ferran Grau Codina y otros (editores). La Universitat de València i l´Humanisme: Studia Humanitatis i renovaciò cultural a Europa i al Nou Món. Departament de Filologia Clàssica. Universitat de València. Valencia, 2003, p. 668. 22 López, Directorio…, párrafo 482. En este capítulo, y dado que la obra iba dirigida a la formación de los enfermeros, el autor insiste en que: “no me detengo a referir lo que ellos [médicos y cirujanos] haçen o han de haçer, sino lo que toca al enfermero, porque lo demás sería cosa larga”. 23 Ibídem, capítulo 100 de Directorio de Enfermeros.

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I. Medidas para tratar las condiciones del aire dentro y fuera del hospital. Las primeras medidas que se aplicaban durante los meses de “constelación fría” iban encaminadas a la purificación del aire: eliminación de los malos olores y de sus focos causantes. Así, se quemaban diversas plantas aromáticas para combatir el mal olor: laurel, enebro, ciprés, romero y poleo, principalmente, o el empleo de otras sustancias como el incienso, “bálsamo de gota” y otros similares, como los pomos:24 “[…] y, assí, procure el enfermero con toda dilixençia que en los aposentos, salas, tránsitos, enfermerías, corredores, ofiçinas y todo lugar donde hubiere mal olor se quemen a menudo laurel, fresno, enebro, lentisco, çiprés; esto es de los árboles; de las yeruas, ruda, romero, salbia, sabina, axedrea, arrayán, espliego, cantuesso, tomillo, poleo y otras muchas cosas que ay olorosas. De las aromáticas, compuestas y simples, assí como pastillas, pebetes, ynçienso, benjuy, estoraque, bálsamo de gota y otros que imbenta el arte y ordenara el Médico, quemando, aora unos y aora otros. Los pomos, bien aderezados y puestos en braserillos con lumbre, son muy a propósito para coregir el ayre, y duran todo el tiempo que uno quiere, notando que todas estas cosas, o las más de ellas, no se pueden usar en constelaçión caliente, fuera de los pomos”.25

Se aconsejaba esta medida preventiva para todas las casas, hospitales, conventos, calles, plazas y corrales, dado que era “una preuençión y medicina muy neçesaria”.26 En tiempos de peste, era de primera importancia combatir el mal olor y los focos que los producían, porque eran sinónimo de putrefacción o descomposición de la materia orgánica; eran medidas especialmente importantes, insistiéndose en que en las ciudades o pueblos no hubieran “ofiçinas de mal olor, letrinas, casas de pescado, estercoleros, albañares27 detenidos, lagunas o charcos grandes de aguas estantías, hortalizas podridas y frutas y animales muertos”; y la razón aducida era “porque todo esto ayuda y da más esfuerço al ayre corrupto, de lo qual se sigue gravíssimo daño a la república”.28 24 El pomo (poma) es una especie de bola elaborada con varios ingredientes, por lo común odoríferos, con una función perfumadora. Podía colocarse en un frasco o vaso pequeño de vidrio, cristal, porcelana o metal o, como aconsejaba el enfermero, en un pequeño brasero caliente que ayudaba a expandir el aroma de las sustancias prescritas por el médico. El capítulo 105 de la obra se dedica a explicar la elaboración y confección de estos “pomos”. 25 López, Directorio…, párrafo 483: “En constelación fría”. 26 Ibídem, párrafo 483. 27 Albañar (albañal): (Del ár. hisp. alballá‘a; literalmente, tragona). Canal o conducto que da salida a las aguas inmundas. Depósito de inmundicias. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22.ª edición. Madrid, 2001. Vocablo: “albañal”. Disponible en: www.rae.es. 28 López,Directorio…, párrafo 484.

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Ilustración 2. Capítulo 100 del tratado Directorio de Enfermos que da inicio a los siete que dedica al tratamiento de la enfermedad de la peste en los hospitales.

Las pomas, ideadas para evitar el contagio, se hacían de metal, generalmente de plata, o, si no se podía, de madera de enebro, limón grande o camuesa,29 igualmente grande. Debían ser redondas y agujereadas, del tamaño aproximado de una “bola de truco”. Una vez realizados los agujeros en el limón o camuesa, se introducían por ellos clavos de especias y ramitas de canela, previamente mojados en agua y vinagre rosado y, si pudiere, además, algunos granos de ámbar o almizcle. Todo ello aderezado con polvos de rosas, violetas, claveles de nenúfar, llamados “higos de río”, echándole pepitas y cáscaras de cidra y de limones mezclados con babazas de alquitira30 que haya estado previamente en remojo en agua y vinagre rosado. Finalmente, se le añadía un poquito de láudano, haciendo poma. En época de frío, es decir, en “constelaçión fría”, la poma se hacía con polvos de menjuy31 y estoraque, clavos de especia, canela, nuez de especia, ámbar y almizcle, según prescribiera el médico. En los meses cálidos del año, lo que llama Simón López “en constelación caliente”, el trabajo del enfermero para combatir la peste se centraba fundamen29 La camuesa es el fruto del camueso, árbol variedad de manzano. 30 Alquitira.(Del ár. hisp. alkiṯíra, y este del ár. clás. kaṯīrā’). Tragacanto. Arbusto de la familia de las papilionáceas, de unos dos metros de altura, con ramas abundantes, hojas compuestas de hojuelas elípticas, flores blancas en espigas axilares y fruto en vainillas. Crece en Persia y Asia Menor, y de su tronco y ramas fluye naturalmente una goma blanquecina muy usada en farmacia y en la industria. 31 Menjuy. Menjuí. Benjuí.(Del ár. lubān ǧāwī ‘incienso de Java’). Bálsamo aromático que se obtiene por incisión en la corteza de un árbol del mismo género botánico que el que produce el estoraque en Malaca y en varias islas de la Sonda.

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talmente en la ventilación del aire, abriendo ventanas y puertas, aireación de la ropa y en la limpieza de las enfermerías y aposentos, en su “desinfección” con agua y vinagre rosado mezclados o “el que no pudiere tanto, con agua y vinagre común”.32 Tras barrer y regar con agua fresca las enfermerías, se recomendaba rociar paredes y suelos con una disolución constituida por cinco o seis partes de agua y una de vinagre, aconsejándose que las cortinas fuesen de red o de lienzo. Muy útil era también enramar las estancias con las plantas dichas y colocar una “almofía de juncia”33 o, en su defecto, polvos de ésta mezclados con vinagre blanco fuerte. Esta limpieza se hacía extensible a los objetos presentes en las enfermerías, como escupideras o “basos inmundos” y, en general, a todo aquello que pudiese provocar mal olor. De todo ello se desprende la preocupación creciente por las cuestiones de higiene. Todas estas medidas resultarían inefectivas, refiere Simón López, si no se procedía a enterrar cuantos objetos y enseres habían estado en contacto directo con las personas infectadas, “inmundicias de los apestados”34como los llamaba el enfermero. Para ello, se debían hacer hoyas en la tierra y con una capa de cal en polvo se cubrían estos objetos (ropa, vendas sucias, mechas, emplastos utilizados y otros objetos) y materia orgánica (esputos, vómitos, sangre, orina y excrementos), haciéndose tantas capas como fuese necesario. Muy importante era todo lo concerniente a las personas que morían en los hospitales infectados de peste. Simón López se ocupa también del asunto y enseña el procedimiento para enterrar los fallecidos: “Para el mesmo intento mandan los Médicos que se hagan grandes oyas en las huertas o corrales más çercanos para enterrar los cuerpos muertos, hechando primero en ellos y en cada uno un suelo de cal viva y, luego, cayga el cuerpo ençima de ella y, ençima dél, una capa de cal y luego tierra ençima y, deste modo, se hará siempre, y muchos oyos que estén aparejados, cada uno con su suelo de cal, no aguardando haçer esto quando muera el apestado, que sería grande hyerro por el pestífero olor que sale de ellos”35.

Completa Simón López las medidas con un conjunto de prácticas que en el día a día debían aplicar los enfermeros y otras personas en tiempo de epidemia. 32 López, Directorio…, párrafo 485. 33 Ibídem, párrafo 485. La almofía es una vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad, que sirve principalmente para lavarse la cara y las manos. 34 Ibídem, párrafo 486. Capítulo 102: “Oyas que se han de haçer para enterrar las inmundiçias de los apestados”. 35 Ibídem, Capítulo 103: “Oyas que se han de haçer para enterrar los difuntos apestados y a los animales del campo”.

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Medidas de higiene personal y de establecer las distancias con los enfermos y sospechosos de padecer la enfermedad. Estas medidas pasan por el “enjuague de la boca muchas veces al día con agua y vinagre blanco”, en la proporción dicha de 6:1, según pudiese soportar; “llevar siempre consigo un lienzo limpio o esponja nueva mojada en agua y vinagre rosado, o común, si no hubiere éste, para aplicárselo a la boca o nariz cuando trataba al paciente”; “introducirse en la nariz mechas de algodón humedecidas en ámbar o almizcle”;36 “guardar las distancias con el paciente para evitar la inhalacióndel aire espirado del enfermo”; “procurar el enfermero andar con mucha cautela para no recibir el aliento o respiraçión del enfermo”.37 Otras prácticas aconsejadas era el masaje del corazón varias veces al día con una untura de tres o cuatro gotas de aceite de Mathiolo y otras tantas de vino blanco generoso, poniendo encima un poquito de tafetán colorado o una madejita de seda floja, igualmente colorada, esponjándola previamente con los dedos.38 Igualmente se aconsejaba no comprar ropa ni enseres procedentes de lugares en los que se sospechase la presencia de la enfermedad, para evitar el contagio. Por último, otras medidas, más psicológicas que de otra naturaleza, como evitar la mirada de los enfermos contagiados: “No les mirar fixamente a la cara, o de hito en hito, como deçimos, porque es muy malo”.39 En conjunto, representan unas medidas higiénicas básicas pero necesarias desde el punto de vista médico, y que se basaban en las experiencias pasadas transmitidas por los usos y costumbres, más que en base de un conocimiento científico de la enfermedad. II. Medidas dietéticas para el tratamiento de la peste. El régimen dietético ocupa un lugar muy destacado en el tratamiento tanto para los infectados como los “amenaçados” de peste, basándose las medidas en “buena regla y en el uso de algunos manuales, remedios y buenos mantenimientos y bebida con moderaçión”.40 La obra constituye un auténtico tratado dietético. Había un principio que regía la dieta de los enfermos infectados: las comidas debían ser pocas, de calidad y de fácil digestión. La carne ocupaba un lugar importante en este régimen y se recomendaba la carne de carnero, gallina, capón, 36 Almizcle. (Del ár. hisp. almísk, este del ár. clás. misk, y este del pelvi mušk). Sustancia grasa, untuosa, de olor intenso que algunos mamíferos segregan en glándulas situadas en el prepucio, en el periné o cerca del ano, y, por extensión, la que segregan ciertas aves en la glándula debajo de la cola. Por su untuosidad y aroma, el almizcle es materia base de ciertos preparados cosméticos y de perfumería. Diccionario de la Lengua Española. 22.ª edición. Madrid, 2001. 37 López, Directorio…, párrafo 489. 38 Ibídem, párrafo 491. 39 Ibídem, párrafo 489. 40 Ibídem, párrafo 495. “De la comida y bebida para los tocados y amenaçados de peste”.

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perdiz, los pollos y pollas, los gazapos, el cabrito, la ternera, los palominos, las codornices y otras aves montesinas, prefiriéndose éstas a las acuáticas. En cuanto al preparado de las carnes, eran preferibles los alimentos asados a los cocidos. En el puchero se recomendaban verduras del tipo de la borraja, ajedrea, acedera e hierbabuena. Para la salsa que acompañaba a los alimentos asados y cocidos son buenos los limones, naranjas agrias, agraz y perejil hecho con vinagre de saúco o vinagre común. Al principio de las comidas se aconseja tomar frutas, como guindas frescas, ciruelas, limas dulces, naranjas agrias con azúcar, granadas dulces y agrias mezcladas. Y para el postre, tanto de comida como de cena, eran buenas las camuesas asadas, los membrillos y peras dulces asados. De entre las conservas, se recomendaban las de pera, membrillos, escorzonera, confites de culantro o de rosas coloradas, según la época del año en que se estuviere. Los higos secos simples se consideraban muy buenos para el pecho y pulmón y se tenían como medicinales para la peste, los malos humores y el veneno, pues, entre otros efectos, facilitaban la digestión.41 El empleo de estos alimientos en los hospitales castellanos enlaza con una larga tradición que hunde sus raíces en el mundo clásico. Refiere Simón López que los higos eran comidos desde la Antigüedad, y así lo menciona Plinio y Mitrídates, Rey del Ponto, y usado posteriormente por Pompeyo. Como antídoto, Mitrídates empleaba una receta a base de higos, nueces, ruda, sal y vino. Posteriormente, este fruto sería igualmente reconocido por médicos árabes, como Rasis. También se recomendaban los melones, pero no los de regadío; debían ser olorosos y muy dulces, no verdes ni maduros o “pasados de maduros, porque éstos ya tienen prinçipio de corrupçión”, desaconsejándose no comer aquellos sembrados en tierra donde hubiera peste o fuera aguanosa, “porque será comer peste”.42 Y, en cuanto a un alimento tan básico como el pan, y basándose en una sentencia de Avicena y Galeno, se recomendaba que el pan que se comiere debía ser cocido de un día para otro, bien sazonado, y que “el trigo de que se hiçiere sea primero limpio de toda cosa extraña y que no sea de año pestilencial”.43 En cuanto a la cantidad de la comida, se insistía en la moderación, para no cargar en exceso el estómago, sobre todo en la cena, que debía comenzar con alguna ensaladilla hecha de chicoria, perejil, borraja y verdolaga, con un poquito de hierbabuena. También era buena la ensalada de alcaparras, pudiéndose mezclar con la anterior. Si se echan al puchero puede acompañarse de hierbas del tipo de mejorana, salvia, acedera, escabiosa, lenguabuey y toronjil. Si se desea hacer ensalada con estas últimas, se debía proceder guisándolas con poco aceite y vinagre rosado o de saúco y azúcar. 41 Ibídem, párrafo 744. 42 Ibídem, párrafo 770. 43 Ibídem, párrafo 787.

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A los que se “sintieren buenos y de buenos estómagos”, pueden cenar medio pollito o un palomino guisado o una pepitoria y, para aquellos más débiles se recomendaba una cena a base de huevos frescos, sorbidos o pasados por agua, sin cáscara, guisados con vinagre rosado o de saúco y azúcar. El agua44 a ingerir debía cuidarse, en especial en época de peste y como parte integrante del régimen dietético; se recomendaba que se cociese con raíz de escorzonera o de lenguabuey, echando una raja de canela. El agua dorada era especialmente aconsejada en esta enfermedad. Para los sanos, convenía que se le echase media o una onza de jarabe de limones o rosado o comer previamente a la toma del agua una raíz de escorzonera o tres cucharadas de jalea de membrillos o de agraz. Y, para aquellos que se hallaban con el apetito postrado, debido a que padecían la enfermedad, se les permitía comer pescado del tipo de una pequeña trucha o lancudia, bermejuela, boguilla, acedía, lenguado o cangrejo de río (estos últimos estaban especialmente indicados en los apestados). Todo ello se prescribía para abrir el apetito. Junto a la amplia gama de alimentos recomendados para los enfermos infectados de peste, Simón López recoge algunas contraindicaciones dietéticas en los momentos de la epidemia: “Lo que se proibe en estos tiempos calamitosos de peste a los que están sanos es que no coman pepinos, cohombros, hygos y breuas frescas o berdes, duraznos y ubas frescas y, en particular, moscateles y otras que dirá el Médico, preguntándoselo el enfermero en las dudas que tuviere”.45

Citando autoridades médicas, como los doctores Zamudio, médico de cámara, y Lázaro, uno de los prologuistas y censor de Directorio de Enfermeros, médicos que vivieron la peste de 1598, Simón López da una lista en la que se reprueban alimentos, como la carne de buey corrido –a los que se consideran “son la misma peste”-, aves acuáticas y, en general, todo tipo de cecina y carne fresca de cabra, oveja, cordero, liebre, conejo y venado. Por lo que respecta al desayuno, Simón López recomienda un “desayuno preserbatiuo de pestilencia”, basado en la ingesta de guindas frescas o en conserva, zumo (de naranja, limón o granadas agrias), bizcocho o dos o tres bocados de buen pan. En cuanto a las conservas, especifica que eran excelentes las de flor de borraja, lenguabuey y escorzonera, así como ponerse en la boca una ramita de 44 Al agua, como elemento terapéutico y dietético, se dedica todo un tratado de los ocho que componen Directorio de Enfermeros, el séptimo, titulado: “Tratado 7.º De la calidad del agua y quál es la mexor, y de todo género de aguas coçidas que beuen los enfermos y el modo de coçerlas con su peso y medida”. 45 López, Directorio…, párrafo 497.

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canela o corteza de sidra, limón u hoja de ruda, según prescribiere el médico o la estación climática en que se encontrase, frío o calor.46 La relación de alimentos es muy amplia, lo que posibilitaba a los administradores de los hospitales la elección según la época del año en que se produjese la epidemia y la adquisición de unos recursos u otros en función de disponibilidad y precio. III. Apoyo psicológico y espiritual para el enfermero o persona cuidadora. “Vivir” una epidemia de peste suponía recibir un impacto emocional muy fuerte. Muchas personas ya habían pasado por ello o habían oído hablar de ella por sus padres o abuelos y el recuerdo era siempre imborrable: localidades arrasadas por la muerte, familias aniquiladas o diezmadas, el dolor, el sufrimiento y la pérdida de seres queridos. El proceso era siempre el mismo y el terror se apoderaba de las gentes. El desánimo y abatimiento eran signos que aparecían nada más se tenían indicios de la llegada de la enfermedad a la ciudad. El miedo en los hospitales aumentaba al ser en gran número pobres y personas marginadas los enfermos que ingresaban, y, por lo tanto, especialmente expuestos por su entorno al contagio de las enfermedades. Cualquier enfermo aparecía como sospechoso de portar la enfermedad. Ello afectaba especialmente al personal sanitario que trabajaba en los hospitales, de ahí que fuese necesario la aplicación de una serie de medidas para mantener e, incluso, subir los ánimos de los enfermeros, que eran quienes teníanuna mayor y frecuente proximidad física con los enfermos. Simón López dedica varios apartados a este aspecto: preparar el ánimo de los enfermeros ante las situaciones que iban a vivir en los próximos meses, hasta que pasase la epidemia (aunque también iban dirigidas las recomendaciones para todas aquellas personas que teníana su cuidado un enfermo infectado de peste).47 En este contexto y época la ayuda psicológica presentaba una marcado carácter religioso y espiritual. Simón López preparaba a los enfermeros en una doble dirección: fortaleza del cuerpo y del espíritu, necesarios ambos para enfrentarse a la enfermedad. La aplicación rigurosa de todas las medidas higiénico-sanitarias expuestas, con la ingesta de un buen desayuno para afrontar con fuerzas la dura jornada de trabajo y fortalecer al cuerpo para enfrentarse mejor a la enfermedad que estaba muy cerca. Las orientaciones psicológicas tenían una fuerte carga espiritual y se orientaban al fortalecimiento de la fe como mejor medida para alcanzar el auxilio divino: “desterrar de sí todo miedo y aprehensión de si se me pegará o no el mal, que Dios tiene cuydado, por cuyo amor lo haçen, que no les faltarán sus axilios, pues es poderoso para librarnos destos y de otros mayores males y peligros que nuestra poca fe nos haçe temerosos y incrédulos, para que Dios nos 46 Ibídem, Capítulo 104: “Desayunos preserbatiuos de pestilençia para enfermeros y asistentes que podrán también servir para los enfermos tocados de peste”. 47 Ibídem, párrafo 488: “Exortaçión al enfermero y a los que asisten a los apestados”.

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asista”.48 Insiste Simón López en la necesidad de que a la hora de afrontar los cuidados, el enfermero lo hiciera con total convencimiento, con confianza en sí mismo y en Dios, sin titubear, considerando “la fe en su Majestad” como el mejor “desayuno” para comenzar el día: “Y, de este modo, deue alentar y animar a sus compañeros, porque en entrando en esto con repugnançia, poca fe y miedo de que se le ha de pegar, no tiene que entrar, porque es çierto que no se librarán; seamos liberales para con Dios en entrar con denuedo a seruir a los apestados, que su Magestad lo será también para con nosotros de librarnos, si combiniere”49.

El terror era mayor en aquellas situaciones en las que la propagación de la infección era muy rápida “quando es de ayre infecto y corrupto, es muy beloz y, como se ha dicho, en un instante toca y mata a muchos, y huir el peligro es muy dificultoso”.50 Los conocimientos científicos con que se contaba en el siglo XVII eran muy limitados y cuando la epidemia que se producía venía con mucha virulencia, Simón López sabía con toda seguridad que poco se podía hacer para luchar contra ella, a excepción de las medidas indicadas para intentar aliviarla; por ello, advertía que los mejores remedios eran los espirituales. Éstos eran los primeros que debían aplicarse “poniéndonos en las manos de Dios”. Estos tratamientos psicológicos con una fuerte base religiosa y espiritual quedaban bien organizados. Debía hacerse una confesión general, con actos de contrición y oraciones. Las narraciones sobre la propagación de las epidemias de peste por toda Europa fueron creando todo un conjunto de creencias populares que circularon rápidamente por todos los lugares y marcaron la forma de vivir la enfermedad contagiosa y enfrentarse a ella. Simón López hace referencia a una práctica devota que dio buenos resultados en el Reino de Hungría, y que fue recomendada por el jesuita Andrade y el franciscano Peluarto, infectado de esta patología y que curó “milagrosamente” gracias a ella. Esta práctica consistía en el rezo de nueve Avemarías,51 en reverencia a los nueve meses que la Virgen María llevó en su vientre a su hijo Jesús, acompañándose cada una de ellas de la señal de la cruz sobre la seca o bubón52 del infectado e invocando con mucha fe a la Madre de Dios.53 48 Ibídem, párrafo 488. 49 Ibídem, párrafo 488. 50 Ibídem, párrafo 480. 51 Ibídem, párrafo 481. 52 La seca (inflamación dolorosa en algún ganglio linfático de la zona axilar o inguinal, producida por una infección) y los bubones–de ahí el término “peste bubónica”- (del gr. βουβών “tumor en la ingle, tumor purulento y voluminoso”) eran manifestaciones clínicas de la peste y de otras enfermedades infecciosas, y su aparición era sinónimo de mal pronóstico y de una muerte próxima, inminente. 53 López, Directorio…, párrafo 480.

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Cuando los tratamientos médicos no dan el resultado esperado, el ser humano ha recurrido (y sigue haciéndolo) al socorro de fuerzas superiores, ya sea en el campo de la religión o de la magia. Sea como fuere, este conjunto de medidas de tipo psicológico propuestas por Simón López ayudaban a soportar los duros días de internamiento en el hospital, tanto a contagiados como a enfermos limpios de la infección, promoviendo una atmósfera de devoción que se hacía extensible al resto de la ciudad. Por otra parte, nos ayuda a conocer el funcionamiento de un hospital durante estos episodios tan dramáticos de su historia. IV. Otras medidas y recomendaciones. A todas las medidas propuestas por Simón López se unían otras de carácter general, aplicables también durante aquellos períodos en que no hubiese contagio de peste, pero que debían ser extremadas en estas circunstancias. No se puede olvidar que un hospital, sobre todo los grandes hospitales reales o de patronato nobiliario, fundados desde el siglo XV y numerosos desde el XVI, constituían microcosmos en donde compartían sus vidas centenares de personas, el personal sanitario, administradores, auxiliares diversos y enfermos; compartían un espacio reducido y el contacto o la próximidad física era inevitable. Espacio muy proclive al contagio de las enfermedades. A su vez, el personal que trabajaba en ellos entraba y salía del hospital y convivía con los demás habitantes de la ciudad. Por lo tanto, un hospital, que inicialmente era concebido con un espacio de recuperación de la salud, en momentos de contagio era considerado centro especialmente temido. Las medidas de lucha contra la propagación de la peste en los hospitales debían también considerar otros aspectos del enfermo, como la adecuada eliminación de los fluidos corporales, las heces, salivas y mucosidades. Se consideraba que la carencia en la eliminación de los mismos podía provocar el agravamiento de la enfermedad: “el vientre ha de andar bien conçertado, porque la retención de las heçes es muy dañoso”;54 y, en el caso de que el enfermo no pudiese obrar diariamente, debía el enfermero ponerle una ayuda, enema o clister emoliente55 cada tres días, o lo que el médico prescribiese. También eran importantes el descanso y el ejercicio físico, debiendo ser ambos moderados. El ejercicio físico era más recomendable cuando hacía calor y debía realizarse en la mañana y en ayunas, tras un desayuno ligero, pudiéndose incre54 Ibídem, párrafo 492. “Del conçierto del vientre, exerçiçio y sueño de los amenazados a peste”. 55 Clister. (Del lat. clyster, y este del gr. κλυστήρ, de κλύζειν, lavar). Enema. (Del lat. enĕma, y este del gr. ἔνεμα, lavativa). Medicamento líquido que se introduce en el cuerpo por el ano con un instrumento adecuado para impelerlo, y sirve por lo común para limpiar y descargar el vientre. Emoliente.(Del lat. emollĭens, -entis, que ablanda). Dicho de un medicamento: Que sirve para ablandar una dureza o un tumor.

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mentar a partir de las dos horas; en invierno, se recomienda practicar el ejercicio en la tarde, a las cinco horas después de haber comido el enfermo.56 Otro conjunto de medidas higiénicas iban dirigidas a la limpieza de las ropas, tanto las personales que vestía el enfermo ingresado, como a las de uso en camas, baños y demás. Con objeto de evitar el contagio, el capítulo 30 es dedicado a este asunto, destacando la importancia de cambiar la camisa y las sábanas de los pacientes y afectados de “enfermedades agudas”, entre las que se encontraba la peste, práctica poco o nada extendida en el siglo XVII. El capítulo justifica tal medida: “Pruéuase quán neçesario es el mudar camisa y sábanas a los enfermos de enfermedades agudas:”57 “[…] y no ay duda de que todos aquellos bapores, materias, unturas, ungüentos, recoçidos con la maliçia de la enfermedad y calor del enfermo, que no les puede haçer ningún prouecho ni ayudarlos en la enfermedad. (172) Pues bamos a la prueua con un exemplo. Si esta ropa suçia la pusiesen a un sano, es çierto que enfermaría con su contacto (de que tenemos artos exemplares en el tiempo de la peste), pues, si a un sano enfermará esta ropa, ¿qué prouecho le hará al enfermo embuelto en ella mucho tiempo? Luego neçesario es y, aún, preçiso, que a tales enfermos se les mude la ropa quando biéremos que la tal ropa está muy suçia y asquerosa”.58

Intenta erradicar Simón López prácticas aplicadas en los hospitales de tiempo atrás, poco fundadas y de lo que se seguían efectos perjudiciales para la salud,59 entre ellas el vestir la camisa una persona sana antes de ponérsela el enfermo, con objeto de calentarla y hacerla más agradable al tacto. Para eliminar la humedad de la ropa, Simón López proponía la siguiente medida: “Ay un abuso bulgar, como lo nota el Doctor Lázaro en su çensura, que no es fáçil de quitar, en orden, a que las sábanas y camisa que se han de mudar a estos enfermos las aya de ajar o poner primero un sano, porque, en fin, las ensuçia y el enfermo las neçesita limpias y, para quitarlas la humedad que tubieren, ay lumbre y pastillas o otras cosas aromáticas”.60

Describe con toda exactitud la forma de cambiar sábanas y camisa, horas para hacerlo y técnicas más adecuadas para aquellos casos en que el enfermo presente 56 López, Directorio…, párrafo 493. 57 Ibídem, capítulo 30, párrafo 171. 58 Ibídem, párrafos 171- 172. 59 “Cómo se han de preparar la camisa y sábanas para ponerlas a los enfermos de enfermedades maliçiosas y cómo se han de poner”. Ibídem, párrafo 173. 60 Ibídem, párrafo 173.

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dificultades de movilidad. Muy importantes eran las medidas a tomar en la propia sala del hospital, manteniendo las ventanas cerradas y calentándola para evitar el enfriamiento de los enfermos, refiriendo el personal necesario para hacerlo correctamente: un enfermero y un ayudante: “Apártese la cama de la pared y pase el ayudante detrás de la cama, y coxa el enfermero la una punta de la sábana que cae a la cabeçera y, el ayudante, la otra y, a un tiempo, yrán deslizando la sábana por detrás de las espaldas hasta las asentaderas, y luego deçirle al enfermo que encoja las piernas açia arriua, y que estribe con la cabeça en las almohadas y con los talones abaxo, con lo qual se ahueca el enfermo y sale la sábana con fa[ci] lidad por la parte de los pies”61.

A continuación se retiraba la sábana superior “o de arriua”, permaneciendo el enfermo estirado en la cama: “La de arriua es más fáçil de quitar, sólo con meter debajo de las mantas la sábana que cae ençima del pecho, y que el enfermo tenga con las manos las mantas, entonçes el enfermero y el ayudante tirarán por las puntas de la sábana por la parte de los pies, estando entonçes el enfermo derecho o estirado en la cama”62.

Y, finalmente, se colocaban inmediatamente las sábanas limpias, explicándose la técnica igualmente de forma detallada. La importancia de una técnica adecuada para la muda de las sábanas de la cama del enfermo facilitaba que ésta se hiciera con mayor frecuencia, aumentara la higiene de las salas y disminuyeran los malos olores y los contagios. En otros textos elaborados por enfermeros españoles en el siglo XVI se hacía también hincapié en ello. Así, en las reglas que dejó manuscritas Bernardino de Obregón (1540-1599), fundador de la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres (popularmente conocida como enfermeros Obregones) a mediados del siglo XVI, se recoge para los enfermos convalecientes: “Escribirá los que rreçiuere en un libro que para esto le darán, y quando alguno recayere se pondrá en la margen la enfermería a donde se bolbiere a curar, día, mes y año, y lo mesmo al que el médico dispidiere, después

61 Ibídem, párrafo 175. 62 Ibídem, párrafo 175.

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de abellos bien conbalesçido, porque quando vinieren a preguntar por ellos sus padres o deudos se les dé rraçón qué se a echo de ellos. Mudáralos los lynçuelos, almoadas, camisas y la ropa blanca de su mesa a lo menos tres beçes cada mes, si no se pudiere cada semana, porque la mayor medicina para curar a los enfermos conbalesçientes es la limpieza en todo y la charidad y buena condición de sus enfermeros […]”.63

En esas mismas constituciones de los enfermeros Obregones se señalaba la importancia de la higiene y limpieza de los enfermos ingresados, no sólo en época de epidemias, caso de la peste, sino en el día a día, sentando con ello los principios que podríamos calificar de una Enfermería moderna: “Assimismo tendrán las enfermerías muy limpia, barriéndolas dos vezes al día, y compuestas las camas a los enfermos, haziéndolas cada día a la hora que más conuiniere, si no es que mandare el Médico otra cosa; y a los flacos que se ensuciaren en la cama, han de limpiar con mucha caridad por sus manos poniéndoles, porque no pudran la ropa, pellejos y sábanas; y por las mañanas se vaciarán los seruicios por euitar el mal olor, y más si fuere menester […].”64

La experiencia de Simón López como enfermero en hospitales castellanos durante más de 25 años le había hecho profundo conocedor del trabajo diario en los mismos, desde su organización y su administración, hasta el tratamiento de las más varidas enfermedades. Había tratado con médicos, cirujanos, boticarios y otros enfermeros; había vivido directa o indirectamente períodos de epidemia y había aplicado remedios y medicinas ante enfermedades muy diversas, conociendo los efectos positivos y negativos de las mismas. Así, su tratado Directorio de Enfrermeros se convierte en un libro de experiencias fundamentadas en el trabajo directo en los hospitales y un texto de primera mano para conocer el trabajo rutinario de estas instituciones que fueron configurando la red asistencial de los reinos peninsulares.

63 A. C. García Martínez, “Las Constituciones manuscritas elaboradas por Bernardino de Obregón para la Congregación de los Enfermeros Pobres (¿1592-1598?)”. Híades. Revista de Historia de la Enfermería, n.º 10. Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2008, p. 216. El texto reproducido corresponde al folio 63v de las constituciones manuscritas. 64 A. C. García Martínez, M. J. García Martínez, J. I. Valle Racero, “Textos Históricos de Enfermería: Constituciones y Regla de la Mínima Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres (primera edición, año 1634)”. Híades. Revista de Historia de la Enfermería, n.º 1. Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 1994, p.87.

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Reflexiones finales. Determinados hospitales castellanos del siglo XVII contaban con protocolos diseñados para luchar contra la contagiosa y mortífera enfermedad de la peste, basados fundamentalmente en medidas de higiene, dietéticas y psicológicas y buscando fortalecer el cuerpo para hacerlo más resistente a la enfermedad. El desconocimiento del origen de la patología hacía muy difícil un tratamiento eficaz y el desarrollo de unas medidas de prevención adecuadas, pero se intuía su posible procedencia de entornos físicos degradados, faltos de limpieza y abundante putrefacción (lugar habitual de vivienda y tránsito de ratas y animales abandonados o salvajes). Si bien no es fácil saber a ciencia cierta los resultados reales de todas estas medidas, el avance en la mejora de las tareas de limpieza sistemática de las enfermerías, ropas y alimientos fue incidiendo en el trabajo diario de los enfermeros y perfilando toda una forma de entender el cuidado y curación de los enfermos ingresados en los hospitales, de tal modo que parte de este protocolo ideado para momentos de epidemia fue siendo sistemáticamente aplicado en períodos en los que no las había. Directorio de Enfermeros, en su calidad de obra basada en la experiencia de Simón López como enfermero en hospitales castellanos durante más de 25 años, es un testigo de primera mano de la praxis enfermera cotidiana y real, y que por ello refleja las enfermedades que estaban presentes en los hospitales, de las maneras de luchar contra ellas y curarlas, ofreciendo a los enfermos los cuidados tradicionales conocidos y los nuevos que se iban incorporando, las técnicas de enfemería empleadas y los fármacos suministrados. El importante número de capítulos dedicados a la peste es indicativo de la importancia que la enfermedad tenía en la época y su tratamiento y prevención formaban parte del cuadro de medidas preparadas para la lucha contra estas patologías sufridas muy especialmente en el entorno hospitalario. Directorio de Enfermeros permite conocer, como pocas fuentes históricas lo muestran, el estado real de la sanidad hospitalaria en Castilla en esta centuria y en especial un episodio concreto como son las epidemias de peste.

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El proceso de reducción de hospitales en la Andalucía rural. Los hospitales de Niebla y La Palma (1590-1847). Conflictos, corruptelas y desobediencias Francisco Núñez Roldán Universidad de Sevilla Resumen El artículo analiza cómo el proceso de reducción de hospitales auspiciado por Felipe II afectó a estas instituciones de socorro rural, concretamente a los hospitales de Niebla y La Palma. En ésta, los tres centros que sobrevivieron al proceso, oponiéndose al mismo, incrementaron su labor asistencial y educativa hasta mediados del siglo XIX. En Niebla, en cambio, donde los hospitales no pudieron resistir la política de reducción, se desarrolló, gracias a la misma, una efectiva hospitalidad.

Abstract The article discusses how the process of reducing hospitals sponsored by Philip II afected these institutions of rural relief, namely the Niebla and La Palma hospitals. In it, the three centers that survived the process, opposing the same, increased their welfare and educational work until the mid nineteenth century. In Niebla, however, where hospitals could not resist the reduction policy, an effective hospitality was developed, thanks to it.

Palabras Clave Pobreza, Hospitalidad Rural, Asistencia Social, La Palma, Niebla

Keywords Poverty, Rural Hospitality, Social Care, La Palma, Niebla

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Si tuviésemos que definir en unas palabras la realidad social europea del siglo XVI destacaríamos, por encima de todo, la universalidad de la pobreza: en todos los países que hoy componen el viejo continente, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste , en monarquías y en principados, en las ciudades y en el mundo rural. Esa es la razón por la cual la historiografía, que se ha ocupado de ella desde hace algunas décadas, ha producido cientos de títulos imposibles de traer aquí1. Ya entonces, en el propio siglo XVI, las instituciones políticas, monarquías y ciudades, intentaron infructuosamente atajar lo que consideraban un problema y una amenaza social, ofreciendo como socorro inmediato la red de hospitales de origen medieval. Al mismo tiempo, algunos humanistas, al servicio o no de esas instituciones, debatieron las raices del mal, analizaron racionalmente la cuestión y propusieron soluciones de índoles diversas, a veces opuestas. Y también la literatura se hizo eco del drama eligiendo modelos reales que ilustraban, bajo distintos prismas e intenciones morales, una realidad social sofocante. Los territorios de la monarquía hispánica no fueron ajenos al drama de la pobreza. Es conocido de sobra el debate que tuvo lugar sobre qué hacer con los pobres entre Domingo de Soto y Juan de Robles o los tratados de J.L. Vives y Cristóbal Pérez de Herrera que proponían cómo remediarla. No es este el lugar para hacer una síntesis acerca de la cuestión ni es nuestro propósito. No obstante, desde el punto de vista del socorro y del recogimiento cotidiano de los pobres, de la mendicidad, de la orfandad, de la miseria, del hambre, los hospitales y las instituciones de caridad jugaron un papel decisivo en su alivio. En este sentido, durante los siglos XIV y XV se produjo en España un incremento de la hospitalidad pública y de las cofradías de caridad de tal dimensión que, recién iniciado el siglo XVI, se reclamaba una reforma moderna de un sistema asistencial que presentaba muchas deficiencias. No obstante, en opinión de J.I. Carmona, la proliferación de pequeños establecimientos se mantuvo durante el siglo XVI, de manera que una

1 No obstante la prolífica labor de los historiadores, solo podemos citar algunas de las obras más influyentes desde que comenzara a estudiarse el fenómeno de la pobreza en los años 60. De traer algunos títulos, es ineludible recordar a Michel Mollat, Les pauvres au Moyen Age, Hachette, Paris, 1978; Bronislaw Geremek, La estirpe de Caín, Mondadori, Madrid, 1991.La edición y la introducción de Michel Cavillac al Amparo de pobres de Cristóbal Perez de Herrera, Espasa Calpe, Madrid, 1975.

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localidad por pequeña que fuese contaba con su hospital2. La historiografía se ha ocupado de los hospitales urbanos y ha prestado muy poca atención a la asistencia social en el mundo rural. Este artículo pretende estudiar cómo el proceso de reducción de hospitales llevado a cabo por Felipe II intentó mejorar la asistencia social, cómo afectó a ciertas instituciones rurales andaluzas y qué consecuencias se derivaron de su aplicación. A mediados del siglo XVIII el reino de Sevilla sumaba algo más de un centenar de hospitales para curación de hombres y mujeres enfermas, de los cuales, cuarenta, es decir, algo más de un tercio, se encontraban en la actual provincia de Huelva3. Si a esa cifra se le suman las nueve casas de hospedaje repartidas en diferentes pueblos, el porcentaje aumenta. El número de hospitales con respecto al siglo XVI no pareció disminuir drásticamente y los problemas que les aquejaban tampoco. En el siglo XVIII la mayor parte de los hospitales onubenses se hallaban en los municipios del sur a lo largo del litoral y de la campiña, siguiendo el eje marcado por el camino real que llevaba desde Sevilla a Ayamonte. A uno y otro lado de la ruta, no había pueblo que no tuviera su hospital y algunos como Huelva, Beas, Trigueros, La Palma, Villalba del Alcor, Paterna y Ayamonte, más de uno. En la Sierra los hospitales se dispersaban por los grandes municipios, Aracena, Cortegana, Aroche, Almonaster, Encinasola y como ocurría en el sur, en el camino que unía Sevilla con Extremadura, de manera que había hospitales en Zufre, Santa Olalla y Cala. En el Andévalo, en cambio, no se fundaron hospitales propiamente dichos, sino casas que no disponían de hospitalidad y que se limitaban a dar asilo a pobres transeúntes. Ya he apuntado en otro lugar la labor hospitalaria y caritativa llevada a cabo por estas instituciones en el siglo XVIII y su administración4. La mayor parte de ellas tenían como tarea específica la curación de pobres enfermos y solo unos pocos se ocupaban del tránsito y el alojamiento eventual de niños expósitos. Y por lo que respecta a la gestión económica de los hospitales, la mayoría de ellos se financiaban con rentas procedentes de inmuebles, de censos, de arrendamientos de pequeñas propiedades agrícolas y en casos excepcionales de limosnas. Casi todos tenían ingresos muy cortos, incapaces de satisfacer la demanda caritativa y hospitalaria, pero gracias a la reducción de hospitales llevada a cabo a finales del siglo XVI, algunos se convirtieron, al llegar al siglo XVIII, en grandes hacendados en sus pueblos, como es el caso del hospital de Nuestra Señora de los Ángeles de 2 Aunque apenas se dedican unas líneas a la hospitalidad en el mundo rural, para un conocimiento detallado del proceso de reducción hospitalaria llevado a cabo en la ciudad de Sevilla a finales del siglo XVI véase J.I. Carmona García, El sistema de hospitalidad pública en la Sevilla del Antiguo Régimen, Sevilla, Diputación Provincial, 1980, p. 25 3 Al respecto véase F. Nuñez Roldan, “ Enfermedades, hospitalidad y terapéutica en las comarcas onubenses a fines del Antiguo Régimen” en Huelva en su Historia,2, 1988, pp.451-490 4 Ibidem pp. 484-489

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Niebla5. Sus ingresos anuales se calculaban en 63.437 reales según el Libro del Mayor Hacendado del Catastro de Ensenada, y era propietario de 1.006 aranzadas de tierra, la mayoría de ellas de sembradura de secano y, asimismo, poseía la mitad de un molino harinero, unas casas y dos portales para feria y varios tributos a su favor, de manera que su capital era uno de los más gruesos entre los mayores hacendados del occidente del reino de Sevilla a mediados del siglo XVIII. Y lo era, en realidad, porque este hospital de la capital del condado que llevaba su nombre, fue el resultado del proceso de reducción y de concentración de hospitales llevado a cabo por la Monarquía de acuerdo con la Iglesia a lo largo del siglo XVI y que culminaría en la última década del siglo, según Carmona, con resultados desiguales6. El fin de las reducciones en los distintos lugares en los que se intentó aplicar consistía en disminuir el número de hospitales sobre la base de concentrarlos en uno solo o a lo sumo en unos pocos si se trataba de una gran ciudad como Sevilla. Se conseguiría administrar mejor sus rentas uniendo las haciendas de los reducidos en uno solo y se atendería mejor la hospitalidad para la que fueron fundados. Conocemos muy bien el procedimiento para llevar a efecto las reducciones en el arzobispado de Sevilla y no es necesario una descripción detallada del mismo. Sin embargo, sabemos muy poco del mismo proceso en el medio rural o en otras villas y ciudades de su reino, de manera que este trabajo representa una primicia dentro de una investigación más amplia que tiene como objetivo el desarrollo y la evolución de la hospitalidad rural en el antiguo reino hispalense. Me limitaré, no obstante, al análisis de las reducciones llevadas a cabo entre 1590 y 1593 en algunas poblaciones del sur de la actual provincia de Huelva y me detendré especialmente en las que se produjeron en Niebla y La Palma, la primera satisfactoria, la segunda fracasada, cómo se iniciaron, qué información se obtuvo de la averiguación llevada a cabo en ellas por el visitador arzobispal, cuál era la situación financiera en ese momento de los hospitales, cuáles sus deficiencias asistenciales, qué resistencias se produjeron al proceso y, por último, de qué manera se administraron algunos de los hospitales7. El visitador enviado por el provisor arzobispal para hacer las diligencias previas a la reforma del sistema hospitalario en los lugares que se hallaban a lo largo del camino que unía Sevilla con Ayamonte fue el doctor Pedro de Frías que visitó los hospitales durante la primavera y los comienzos del verano del año 1590. Y en Niebla se ocupó de la tarea el presbítero beneficiado de Rociana Pedro Martín Calvo durante el año 1593 con algunas interrupciones. 5 Vid. F. Nuñez Roldan, En los confines del reino. Huelva y su tierra en el siglo XVIII, Sevilla, 1987, p.354 6 J:I: Carmona, op.cit., pp.182-183 7 La documentación inédita que he utilizado para este estudio procede del Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla (en adelante ADPS),Hospital del Amor de Dios, legajo 3, expedientes 5 y 9

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Cuando Frías llegó a La Palma era ésta una villa de don Francisco del Alcázar,miembro de la poderosa familia sevillana de los Alcázar, usufructuario del mayorazgo que sobre ella fundara en 1531 su abuelo don Francisco del Alcázar caballero veinticuatro y señor de Gelo, quien en 1519 la había comprado junto con el castillo de Alpízar a don Diego Colón, hijo del almirante por la astronómica cantidad de 11.700.000 mrs.8 El itinerario de Hernando Colón de 1517 atribuye a la villa unos 300 vecinos, mientras que el censo general de 1534, que parece más exacto rebaja la cifra hasta 289, (entre los cuales se encontraban 41 pobres, el 14,2 por ciento)9. Un padrón del repartimiento de alcabalas de 1546 reduce esa cantidad a 265 vecinos pecheros, volumen de población muy semejante a la de 1534 que incluía a los pobres10 Sus dimensiones demográficas eran, por consiguiente, similares a las que tenían otras localidades del entorno11y sus actividades económicas se limitaban a una agricultura de subsistencia aunque con notable ganadería vacuna y ovina. Economía y población que a finales del siglo XVI, en el momento de la reducción hospitalaria, apenas sufrió grandes variaciones. A los pocos días de su llegada, el 20 de junio de 1590, el doctor Frías redactó una detallada memoria de la visita a La Palma de la que decía que tenía tres hospitales, denominados San Juan, San Blas y Nuestra Señora de la Concepción. Concluida la visita, el visitador dejó la reducción en manos de una comisión presidida por el maestro Pedro Agustín de Sotomayor vicario de la villa y a la que se incorporaron como se establecía en la real provisión tres miembros del cabildo municipal, Antonio de Paredes, alcalde mayor de La Palma y dos regidores nombrados al efecto en la sesión capitular de 17 de mayo de 1591, Antón Rodríguez Gil y Esteban López Godoy12. De las diligencias llevadas a cabo por esta comisión se deduce el estado real, económico y asistencial de los tres hospitales, que pasaré a describir. El hospital de La Concepción, al que según las instrucciones y el parecer del visitador se reducirían los otros dos, estaba situado en la calle Real, junto a la plaza y la iglesia parroquial, en unas casas que fueron medidas y tasadas en el momento de la visita por los alarifes en 500 ducados13. Los testigos que informaron 8 Sobre las vicisitudes del señorío pueden tomarse algunas notas en J. GIL, Los conversos y la Inquisición sevillana, 8 vols.,Sevilla, 2000, vol. III, p. 197. Y más extensamente : J. Castizo Reyes, “Una feria para un señorío” en Carta de privilegio de la Real feria de la Palma, 1398-1998, Estudio histórico, paleográfico, diplomático, filológico y lingüistico, La Palma del Condado, 1998, pp.23-66 y especialmente las páginas 49-57. 9 El dato del padrón en J. Castizo, Op. Cit. pp.39-40 10 Archivo Municipal La Palma del Condado (en adelante AMLPC), Actas Capitulares, Legajo 2. Repartimiento de alcabalas correspondiente al año 1546. 11 A finales del siglo XVI, Bollullos del Condado contaba con 244 vecinos según el padrón de la moneda forera 12 AMLPC, Actas Capitulares, Legajo 4. 13 ADPS, Hospital del Amor de Dios, legajo 3, expediente 5.

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a la comisión declaraban no saber quién lo fundó, pues no constaban escrituras, aunque se decía que fueron personas laicas quienes lo mandaron levantar a costa de sus bienes; y de oidas de personas de más de cincuenta años se estimaba que se fundó al comenzar el siglo XVI o tal vez antes. Y con respecto a su administración los testigos informaron que se llevaba a cabo por priostes y oficiales de la cofradía del mismo nombre que lo gestionaban, sin especificar cuáles ni cuántos. La hospitalidad de la Concepción consistía en curar pobres que vienen a él enfermos de todo tipo de males para los cuales disponían de seis o siete camas con sus esteras y mantas y una más, muy buena, reservada a un clérigo o fraile que se acogiera a él 14. Era por sus ingresos el hospital más rico de los tres, como el propio visitador recordaba en su memoria para razonar la reducción de los demás a él, pues por tributos recibía 11.168 mrs. anuales y por sus propiedades agrícolas, 600 fanegas de tierra de sembradura que se arrendaban, se calculaba que le rentaban 127.160 mrs, lo que sumadas ambas partidas alcanzan unos ingresos anuales de 138.328 mrs, una cantidad que desglosada por partidas permite concluir la enorme importancia que las rentas procedentes de la tierra representan en los ingresos anuales del hospital, o lo que es lo mismo la decisiva intervención del capital agrario que generaba un 92 por ciento del total de las rentas de la institución comparado con la escasa entidad de las rentas financieras si se comparan ambas entradas. Por la información que disponemos de otros hospitales rurales (los de Cazalla de la Sierra, del Puerto de Santa María y de Arcos de la Frontera) éstos de La Palma parecen ser los únicos que poseían tierras de labor cuyas rentas eran fundamentales para sostenerse, aún pasando apuros15 El presupuesto para gastos era muy variado: las treinta y seis remembranzas con sus limosnas que estaban obligados a decir y a pagar en memoria por los que dejaron bienes a la cofradía suponían 4.572 mrs; la celebración de las fiestas de Nuestra Señora y de san Sebastián costaban 2.259 mrs, el salario del predicador cuaresmal se elevaba a 15.000 mrs, tal vez la partida más gruesa, si tenemos en cuenta que el hermano mayor tenía de salario 3.750 mrs. ,el maestro de escuela cobraba 3.000 mrs. por un trabajo que parece extraño asociarlo a un centro asistencial, y que otros sirvientes cobraban en dinero y especie como el capellán 4.500 y 20 fanegas de trigo, o solo en especie como el casero cuyo oficio le deparaba 12 fanegas de trigo, y el escribano de la cofradía al que se le pagaban 8 fanegas. También se incluyen en las partidas de gasto la vigilia y merienda de los cofrades, de las cuales se omiten las fechas y en las que se estimaba un gasto de 14 fanegas de trigo sin equivalente monetario. Asimismo se incluye como gasto la suelta que 14 Ibidem 15 El hospital de San Pedro de Carmona al que se agregaron once hospitales en el momento de la reducción-(1615)-tenía unos ingresos anuales estimados en 258.778 mrs. Vid.: Gómez Martín, M.de C y López Díaz ,M.T., El hospital de San Pedro (1615-1875), Carmona, 1997 pags. 33-43

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los cofrades hicieron a los arrendadores de 26 fanegas de trigo, seguramente por razones de esterilidad, aunque se trataba de una decisión discutible que el mismo Pedro de Frías criticó duramente en su memoria final de la visita. No obstante, era lógico que conocida la hacienda del hospital el visitador concluyera que se redujeran a éste los de San Juan y San Blas por el sitio en el que se ubicaba y por ser más rico . También el hospital de San Juan estaba situado en la plaza muy próximo al anterior y aunque no disponía de iglesia ni capilla, su casa fue tasada por los alarifes en 300 ducados, de valor netamente inferior a la de la Concepción. Sobre la fecha de su fundación, el clérigo Juan Ramos declaraba que se desconocía aunque por noticia de algunos pleitos se suponía antiguo. Al igual que el hospital de la Concepción, los priostes y cofrades eran los patronos y como tales administraban sus bienes y hacienda al mismo tiempo que nombraban a los oficiales que allí servían. Su hospitalidad, similar al de la Concepción se limitaba a recoger pobres enfermos y curar a los que allí acudían, para los cuales declaraban tener una cama buena para la gente honrada y para los demás sus camas de madera y sus esteras. No obstante, que se incluyera un maestro de escuela en la relación de servidores del hospital revela que al igual que el hospital de la Concepción éste de San Juan también prestaba este servicio de caridad a los vecinos de la villa, fuesen pobres o ricos, extremo que no sabemos. De ser así, indudablemente, la labor meramente asistencial en beneficio de los pobres y enfermos de la comunidad se ve ampliamente superada en el mundo rural por otros servicios sociales a los cuales el municipio no podía o no quería hacer frente. Es por otra parte evidente que estas obligaciones educativas de caridad, si es que se puede hablar así, o de enseñanza de las primeras letras y el catecismo a niños de la villa, tal vez incluidas en las cartas fundacionales, suponían relativamente poco con respecto al total de los gastos del hospital, pues el maestro cobraba en San Juan 1.500 mrs y en La Concepción 3.000 lo que representaba un porcentaje del 14 por ciento sobre el total de los gastos en el caso de San Juan y del 9 por ciento en el de la Concepción. Las rentas del hospital de San Juan eran más humildes que las de la Concepción: disponía de 88.684 mrs repartidos en tributos (9.395 mrs) y en arrendamientos (79.288mrs) de 231 fanegas de tierra de sembradura, de manera que el peso de la tierra en el capital del hospital al igual que en el caso anterior, fue decisivo a la hora de captar ingresos. La tipología de los cargos era semejante al hospital de la Concepción, pues incluía los sermones de Cuaresma, los salarios del capellán, del maestro de escuela, del escribano y el casero, y del hermano mayor y también las vigilias que hacían los hermanos veintiuna remembranzas por los benefactores del hospital, la celebración de las fiestas de San Juan y San Sebastián. La información disponible por el visitador acerca del hospital de San Blas era igualmente precisa: el hospital estaba situado en la calle real junto al arroyo de los Cantos y disponía de una iglesia y de una casa junto a ella donde vivía el

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casero que la cuidaba y cuya tasación inmobiliaria fue fijada en 250 ducados16 Sobre su fundación aunque era vox populi que había sido erigido por vecinos del lugar de sus bienes y haciendas, no existían escrituras por haberse perdido. Y de la misma manera que ocurría con los otros hospitales, los priostes y cofrades gobernaban y administraban su hacienda sin que nadie les vaya a la mano, una clara expresión de su autonomía con relación a otras instituciones. Autonomía que será el caballo de batalla contra los intentos de reducción, como se verá más adelante. A diferencia de los otros hospitales, en el de San Blas no se hacía hospitalidad, aunque no por ello se desatendía la curación de los pobres y de los heridos, a lo cual se sumaban otras obras de piedad. En efecto, la atención a los pobres pareció ser su función primordial, estuviesen o no enfermos: por la relación parece que se descarga una partida de 38.935 mrs que dice se gastaron en curar pobres, darles de comer y pagar el médico, llevar de un lugar a otro los pobres que no pueden andar, comprar esteras donde duerman los pobres de donde consta que aunque no tienen hospital hacen hospitalidad17. Así pues, las conclusiones de la comisión nombrada al efecto definía la hospitalidad en sentido amplio. Sus rentas eran muy escasas para atender semejantes fines. En tributos de fincas y casas obtenía anualmente 6.672 mrs una cantidad insignificante si se la compara con las percibidas por ese concepto por el hospital de la Concepción. A esto se sumaban 130 fanegas de trigo en grano y 65 de cebada procedentes de rentas de heredades, lo que indica, a pesar de la parquedad del informe, que el hospital tuvo que disponer de un capital rústico que como en los casos anteriores constituía la fuente y el fundamento material para llevar a cabo actividades como las del socorro de los pobres cuyo solo cargo parecía superior a sus ingresos. No obstante, el hospital, dejaba de ser tal para convertirse en cofradía cuando atendía obligaciones de caridad no estrictamente hospitalarias como la de servir de escuela a los niños pobres pues entre sus nóminas estaba también como en los otros hospitales un maestro de primeras letras al que se le pagaban 1.496 mrs y los demás salarios del presupuesto tenían que ver con los empleados propios de una cofradía: un escribano al que se le pagaba la misma cantidad que al maestro, un hermano mayor y un capellán que percibían 2.244 mrs cada uno y un casero, el más humilde de la nómina, que cobraba 748 mrs y dos fanegas de trigo. La veintena de remembranzas a las que estaba obligada la cofradía y la vigilia que festejaban anualmente tenía un costo significativamente alto (6.516 mrs) pues equivalían poco menos que a los sumados por las partidas salariales (8.228mrs). Solo la venta en el mercado del grano procedente de los arrendamientos lograría sanear las cuentas, presumible y frecuentemente deficitarias. Pero fue la pobreza 16 Casero y no ermitaño lo cual distingue la función de la iglesia. 17 ADPS, Hospital del Amor de Dios, Legajo 3, expediente 5.

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de sus rentas y su escasa función asistencial lo que movió al visitador a pedir su reducción a un hospital mayor, el de la Concepción. La reducción llevaba aparejada no sólo la desaparición de los hospitales de menor entidad económica y asistencial, San Juan y San Blas, sino también la incorporación de sus bienes, rentas, derechos, acciones y propiedades al de la Concepción que a cambio tendría que modificar sus reglas y constituciones, disponiendo de unas nuevas conforme a los designios de los breves papales. Parecía lógico que a la conclusión de la visita se aplicaría la decisión razonada del visitador, emitida en febrero de 1592, pero en el caso de La Palma habían aparecido antes de esa fecha fuertes resistencias que impedirían llevar a cabo la reducción. Más adelante nos ocuparemos de ellas. La reducción de los hospitales en Niebla Ignoramos la razón por la cual el doctor Frías no visitó Niebla, como él mismo apuntó en su memoria final, ni se le comisionó para llevar a cabo la reducción de sus hospitales. La explicación habrá que encontrarla en el expediente final de la misma en el que se incorporó una carta del duque de Medinasidonia enviada al licenciado Maseda, mayordomo del cardenal hispalense, recomendando a la persona que podría llevar a efecto la misión18. Es obvio, por su letra, que el duque, señor de la villa y de su condado, favoreció la reducción y propuso a quien la habría de ejecutar: Como ofrecí a vm en la passada de avisarle el clérigo a quien su señoría ilustrísima a de dar comisión para las diligencias que se han de hacer juntándose con el corregidor y regidores de Niebla para la reducción de los hospitales de aquella villa me parece que Pedro Martín Calvo cura de Rociana que es de la misma vicaría de Niebla y su aldea hará muy bien las diligencias porque es persona de pecho y letrado y su señoría ilustrísima le conoce bien por haber con su licencia fundado un monasterio de monjas a su costa en la dicha Rociana. Escribo al corregidor de aquella villa con la advertencia de lo que habrá de hacer. Vuesa merced le mande encaminar el pliego donde fueren los demás recaudos y la brevedad importará por muchos respetos del servicio de Nuestro Señor que guarde a v.m como deseo. En Sanlúcar a 4 de marzo de 1591 El duque de Medina Sidonia.

Al contrario de lo que sucediera en La Palma donde el vicario, el maestro Sotomayor, fue nombrado para formar la comisión municipal de la reducción por el visitador Frias y no por don Francisco del Alcázar, la designación de Pedro 18 ADPS, Hospital del Amor de Dios, Legajo 3, expediente 9.

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Martín Calvo por parte del duque favorece la idea de que no todos los señores jurisdiccionales actuaron de la misma manera en el proceso de la reducción. Y es significativo al respecto también que el designado para presidirla fuese un cura de un lugar próximo, piadoso, recto y de formación, que, además, tuvo problemas de salud durante el tiempo que se ocupó de la tarea. Pero sea como fuere, la comisión elevó al arzobispado la resolución de las diligencias hechas en Niebla y la propuesta de reducción a uno de los cinco con los que contaba la villa a mediados de febrero de 1593, dos años después del inicio del proceso. El primero de los hospitales a reducir en Niebla, a propuesta de la comisión formada por Pedro Martín Calvo, por el licenciado Barrionuevo, corregidor del condado, y de los regidores de la villa el licenciado Martín Ramírez y Andrés Gallegos, fue el de San Nicolás. Estaba situado en una casa en la collación de san Martín en la calle que iba a la plaza. Tasada por los albañiles y alarifes en 200 ducados, la casa seguía el modelo hispalense : tenía una casapuerta, un corredor y tres aposentos, de los cuales uno era para echar pan, es decir, con horno o como granero, y otro para fuego, tal vez pensado para el invierno por tener una chimenea. No faltaba un patio con un membrillero y un corral con sus árboles. Aunque no constaba documento de fundación era opinión en la villa que lo fundó Domingo Martín, clérigo, y por esta razón su gobierno y administración dependía de los clérigos cofrades de la villa que nombraban para ello sus oficiales y sus cargos (un prioste y un abad). En sus reglas el fundador mandó que se celebrara una fiesta principal el día de San Nicolás en el que los clérigos cofrades nombraban un obispo y este había de ser muchacho moço lego y un abad y un arcediano y el día de San Nicolás lo llevaban en procesión a la iglesia y lo volvían al hospital y daban colación al pueblo, ansí pobres como ricos19. Pero, como ocurrió en otros lugares, la fiesta fue prohibida por un auto dictado en 20 de noviembre de 1572 por el visitador licenciado Salazar. La hospitalidad de San Nicolás consistía en tener una cama para los clérigos y frailes que pasaban por Niebla aunque por la relación hecha por el mayordomo Hernando García el hospital recibía a todos los peregrinos, fuesen o no clérigos, a quienes les daban uno o dos reales para su gasto, si bien, algunos testimonios negaban que esta limosna se diera. En lo económico, el hospital de San Nicolás apenas tenía cargos que cumplir y los que parecían como tales, algunas cláusulas testamentarias y una fiesta a la Virgen, no estaban documentados. Por las rentas que declaraba se trataba de un hospital relativamente pobre: tenía una casilla cuyo arrendamiento anual le rentaba 1.500 mrs, en tributos perpetuos sobre tierras de pan obtenía 9.295 mrs y en especie por conceptos que no se concretaban, aunque se entiende que por el arrendamiento de 301 fanegas de tierras propias y atributadas 133 fanegas de trigo y 66 de cebada. De manera que los gastos no podían ser muy gruesos: estaba 19 Ibidem

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obligado el hospital a gastar 10.404 mrs en misas por cincuenta y un aniversarios que se decían en las tres parroquias de Niebla (Santa María, San Martín, Santiago) y en la fiesta de san Martín gastaba 1.360 mrs de carne y seis fanegas de trigo de pan amasado para dar de comer a los pobres. Además, se incluía entre sus partidas de gasto 18.170 mrs que se daban a doncellas pobres para su casamiento Las partidas salariales se reducían a dos y manifestaban no solo su pobreza sino su escasa tarea asistencial: un mayordomo percibía 2.000 mrs y el hospitalero 1.122 mrs. Por esta precariedad y por razón de obediencia dado su carácter clerical, los cofrades de San Nicolás declararon tener por buena y santa la reducción20. Más pobre aún era el hospital y cofradía de San Sebastián, una advocación tan común en todo el territorio del condado de Niebla y en la villa de Huelva, seguramente por influencia ducal. Situado en la parroquia de Santiago, tenía su casa muy pobremente tasada en 60 ducados, lindera con la del vicario de Niebla Alonso Martín. Con respecto a su fundación se ignoraba quién lo hizo, aunque según los testimonios recogidos por la comisión podría haber sido un tal Antón Martín quien donó su casa para que sirviera de hospital con la obligación de que le dijesen una misa aniversario el día después de san Sebastián. Se trataba de un hospital asociado a la una cofradía de vida apagada por las fechas de la reducción que lo gobernaba mediante un alcalde, un mayordomo y diputados. Aunque hacía hospitalidad que consistía en el traslado de los pobres tullidos de un lugar a otro, y en recogerlos en la casa para lo cual disponía de unas mantas y unas esteras de eneas en las que dormían algunos pobres, sus rentas eran muy cortas. En efecto, por las cuentas que presentó la comisión se trataba de un hospital muy pobre, tanto que no tenía personal asalariado (aunque se incluye un gasto sin adjudicación nominal de 7 ducados de salarios) y unos cortos ingresos de 3.036 mrs de renta anual en concepto de tributos sobre unas viñas y partes de casas de poca consideración, más 47 fanegas de trigo y poco más de 10 fanegas de cebada que procedían del arrendamiento de 132 fanegas de tierras propias que servían para cumplir con las obligaciones de veintiocho aniversarios de misas cuyo gasto se elevaba a 6.000 mrs y la procesión solemne el día del santo que costaba 1.448 mrs La escasa o nula hospitalidad que hacía y su pobreza determinó a los testigos que colaboraron con la comisión a seguir en la línea trazada de recomendar su reducción. Parecía de semejante entidad y pobreza el hospital de la Misericordia sito en una casa de la collación de Santa María en la calle del Arco tasada en 80 ducados. Su fecha de fundación parecía remontarse a finales del siglo XV o comienzos del XVI como se pretendía demostrar por una escritura notarial en pergamino del año 1501 ante Alonso Delgado escribano público de Niebla, por la cual los cofrades compraron una casa para hacer hospital, que en la fecha de la reducción era la que habitaban. Como aval de su antigüedad presentaron los cofrades tam20 Ibidem

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bién una confirmación notarial de la regla de la cofradía firmada en los palacios arzobispales 3 de septiembre de 1519 ante Antón de Mora por el licenciado Flórez provisor del arzobispado, de manera que, de todos los hospitales, éste parece ser el único del que puede señalarse fecha aproximada de fundación. Su pobreza era tal que no tenía capacidad para ofertar hospitalidad, sino el coste del entierro de los que morían muy pobres, razón suficiente además para someterlo a reducción Un hermano mayor elegido por los cofrades gobernaba el hospital cuyos ingresos se limitaban a 8.373 mrs procedentes de la renta de algunas casillas y tributos sobre tierras y a 15 fanegas y 8 almudes de trigo y 4 almudes de cebada que procedían del arrendamiento anual de 26 fanegas de tierras propias que apenas parecían suficientes para afrontar los cargos que consistían en decir treinta y un aniversarios de misas en las iglesias de Niebla, que alcanzaban los 5.324 mrs anuales, en cumplir con las tres pascuas del año, en las procesiones de los terceros días después de cada una de las pascuas, y en pagar los salarios anuales de 2.500 mrs al casero, mayordomo y escribano. No es extraño, conocidas las dificultades económicas y patrimoniales que padecía, que los testigos que declararon ante la comisión apostaran también en este caso por la reducción del hospital. El cuarto de los hospitales de Niebla, el de San Martín, fue fundado,según algunos testigos que depusieron ante la comisión, por Alonso Martín Parrales y su mujer Inés Jiménez a principios del siglo XVI. Otros testigos, en cambio, acudían a una bula de León X dada en noviembre de 1509 en la que los cofrades declaraban estar obligados a decir cinco misas semanales por el alma de aquellos y que lo que sobrare se destinara al sustento de los pobres, lo cual no acreditaba la fundación sino únicamente la antigüedad de la cofradía, que desde aquel tiempo gobernaba y administraba el hospital. Su finalidad consistía en recibir pobres peregrinos en una casa que, valorada en 150 ducados, daba mucho más de sí que la de ser un mero albergue, pues tenía 42 varas de perímetro, con un corral de 28 varas y un patio con doce arcos y con aposentos altos y bajos, tasada en 150 ducados. Sin embargo solo disponía de cuatro freçadas sin cama ni otra ropa y cuatro medias esteras Era lógico, en consecuencia, que sus rentas fuesen tan limitadas: 7.704 mrs y 154 fanegas de trigo y 66 fanegas y 2 almudes de cebada que producía el arrendamiento de 592 fanegas de tierra propias. Con estas pobres rentas el hospital atendía el cargo de las misas por sus fundadores que se decían en la capilla del Cristo atado a la columna de la parroquia de San Martín cuyo capellán percibía por las mismas 60 ducados. Celebraba dos fiestas la cofradía, una por San Martín y otra por San Mateo y en ambas había procesión, víspera y misa y, no siempre, sermón. Alcanzaban sus rentas para pagar al mayordomo 4.000 mrs y al casero 4.522 mrs, al escribano 2 fanegas de trigo y lo que quedaba de la renta se destinaba a curar pobres del lugar, casar huérfanas, pagar a un maestro que enseñaba a leer y a escribir a los niños en la casa propiedad del hospital que se tasó en 150 ducados.

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A la vista de las cortas rentas que poseían y de la carencia de hospitalidad y de asistencia que ofertaban, los cuatro hospitales se redujeron al de Nuestra Señora de los Ángeles por ser más antiguo, de más devoción y de mejor sitio y edificios, como entendía la comisión. Tenía el hospital su casa en la collación de la iglesia mayor, haciendo esquina de la plaza de Santa María, y lindaba con la calle que llamaban de los Doctores y con casas de Francisco Rodríguez Avendaño21. Tenía el hospital en su interior una capilla mayor de ntra sra de mucha devoción y una portada que sale a la plaza que dicen es suntuosa y con una imagen de devoción, tal como hoy se conserva. Los maestros alarifes la tasaron en 200 ducados aunque valdrá más apostillaron los visitadores de la comisión en su expediente. Y seguramente era cierto porque tenía, aposentos altos y bajos, y los del fuego con sus chimeneas, y patio con su pozo y pila y la capilla donde se dice misa. La tradición decía que fue fundado el hospital por unos caballeros que vivían en Niebla siendo realenga, es decir, a comienzos del siglo XIV. Era opinión común también que una vez que la villa se convirtió en la cabecera del condado, los caballeros se trasladaron a vivir a Jerez y dexaron al hospital parte de su hacienda. Constituida en cofradía con el nombre de su advocación, eran sus miembros quienes gobernaban y administraban el hospital cuya labor consistía en recoger a los pobres sanos que vienen de fuera y les dan unas esteras y mantas en que duermen y ai una cama con colchones, sábanas y almoadas para curar enfermos ampliando su asistencia a los pobres vergonzantes naturales de la villa, extremo en el que algunos testigos se contradecían al responder el interrogatorio de la comisión. A pesar de que los otros hospitales fueron reducidos a éste, sus rentas no parece que fueran sustancialmente diferentes en cantidad con respecto a los otros en el momento de la reducción, aunque a juicio de los componentes de la comisión fuese un factor decisivo a la hora de tomar la decisión final. Cortas eran las rentas del hospital de Ntra Señora de los Ángeles porque, a pesar de que doblaban en algún caso las de los demás hospitales iliplenses, si las comparásemos con las que obtenían los de La Palma parecen ridículas y esto explicaría en parte por qué tuvo éxito el proceso de reducción hospitalaria en Niebla y porque fracasó en La Palma, cuestión que tendremos ocasión de tratar más adelante. Las rentas de Ntra Sra de los Angeles consistían en 16.768 mrs y medio en dineros y 686 fanegas de tierra atributadas que le proporcionaban anualmente 192 fanegas de trigo y 131 fanegas de cebada aunque por las condiciones de los contratos se reducían en tiempos de esterilidad a la tercera parte en granos y las dos partes restantes a cinco reales la fanega de trigo y a 3 reales la cebada. Así pues, como ocurría en todos los centros asistenciales rurales, los tributos sobre casas o fincas y el arrendamiento 21 La casa hospital cuya portada es de estilo gótico mudéjar se conserva en su antiguo emplazamiento y da sabor a la esquina de la plaza en la que se encuentra la iglesia de Santa María la Granada del mismo estilo.

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de tierras de sembradura propias o atributadas constituían el soporte material del sistema hospitalario22. Sus obligaciones se reducían a cumplir con ochenta y cuatro aniversarios de misas en las iglesias de Niebla y con otras de voluntad del propio hospital, por todo lo cual se pagaban 9.877 mrs, una cantidad que sangraba la mitad de sus ingresos en dinero anuales y que limitaba drásticamente la labor asistencial, como ocurría en los otros hospitales estudiados. Los salarios al mayordomo (4.496mrs), al escribano (4.862 mrs) y al casero (1122 mrs y 6 fanegas de trigo), completaban el capítulo presupuestario que a falta de una contabilidad detallada suponemos que agotaba los ingresos de la institución. Se trata, por otra parte, del único hospital que presenta un breve inventario de sus bienes muebles, concretamente los necesarios para decir misa en la capilla de su casa: una casulla, alba y lo demás necesario, un cáliz de plata, dos misales, un ara de jaspe, dos candeleros y una lámpara de açofar y unos manteles para el altar, que se usaban en las misas aniversarios por los fundadores o en las solemnes a que estaba obligado en las fiestas de la Asunción, San Lorenzo y San Miguel. Resistencias desiguales El 30 de julio de 1591 la comisión formada en Niebla finalizó su trabajo y propuso la reducción de los cinco hospitales al de Nuestra Señora de los Angeles. Sin embargo, la resistencia ofrecida por los cofrades de San Martín, sobre la base jurídica de que no se puede reducir por ser como es patronazgo de legos, retrasó el proceso al menos hasta 1602, en cuyo mes de febrero el duque de Medina Sidonia instaba al visitador a que acabe la reducción. Es muy probable que sin su intervención el pleito que la cofradía de San Martín presentó en 1598 ante la Real Audiencia de Sevilla hubiera aplazado durante varios años más el cumplimiento de la política real. Ignoramos el fallo de la Audencia hispalense al pleito presentado por la cofradía, pero es seguro que la voluntad del conde de Niebla alineándose con la política real se impuso finalmente23. Por el contrario, las resistencias que se produjeron en La Palma dieron su fruto pues la reducción hospitalaria no se llevó a cabo y los hospitales tuvieron tan larga vida que no desaparecieron hasta otro proceso de reducción, en este caso, de época liberal, el que redujo los hospitales del Antiguo Régimen al sistema de beneficencia pública dependiente del municipio. Es lo que hace historiográficamente interesan22 Su capital inmobiliario pudo haberse incrementado a comienzos del siglo XVI si María Farfán vecina del lugar no hubiese revocado la donación que le otorgó de unas casas situadas en la collación de Santiago en la calle de Los coperos. La revocación tuvo lugar en 10 de marzo de 1531 porque la donante, ante la ausencia del marido, ausente en Indias, declaraba que ha menester las dichas casas e disponer de ellas. El documento en Archivo Histórico Provincial de Sevilla, Protocolos Notariales, legajo 17.463 s/f 23 ADPS, Hospital del Amor de Dios, legajo 3, expediente 9.

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te el caso que nos ocupa: ¿acaso la odisea que protagonizaron los hospitales de La Palma hasta llegar a 1847 no representó, conociendo la asistencia social prestada, sino el fracaso de la política unificadora que hubiera impedido su desarrollo con mayor o menor acierto y eficacia? Trataré de responder más adelante. Los responsables de las cofradías amenazadas de reducción en La Palma a los que se sumó la del hospital que había sido elegido para sobrevivir, La Concepción, apenas el visitador se hubo ido de La Palma, apelaron sus mandatos ante la Audiencia Real de Sevilla en 6 de julio de 1591, argumentando que aquél les había prohibido dar limosnas, les ponía limitaciones para hacer sus fiestas y les había rechazado una apelación que le habían presentado. El visitador Frías se defendió respondiendo ante tres testigos vecinos de la villa que él no les estorbaba el hacer de sus fiestas, sino el mal uso y costumbre que tienen de comer a costa de los hospitales y cofradías y que haya buena cuenta y razón porque de ellas consta su mala orden24. El visitador apelaba, pues, a la corrupción de los responsables hospitalarios que habían alterado el sentido original de la función asistencial como la razón última de la reducción, lo cual no coincidía en todo con el espíritu y la letra de la real provisión del rey que razonaba la reducción sobre la base de dos motivos fundamentales: el número excesivo de hospitales repartidos por el reino y su precariedad financiera, incapaces de llevar a cabo una hospitalidad a favor de los pobres. Sin embargo, los cofrades siguieron adelante con su decisión de apelar a la Audiencia y consiguieron sus propósitos, pues los oidores Fernández de Córdoba, Rojas de Carvajal y Vernuy admitieron su apelación y dictaron que el visitador debía no solo aceptarla sino también retirar los mandatos de la visita, amén de anular el proceso excomulgatorio que había iniciado contra ellos. En ese contexto se entiende muy bien el tenor de la carta que el vicario de La Palma dirigió al doctor Frías advirtiéndole de las dificultades de la reducción pocos días después de la visita y antes de que los cofrades se personaran ante la Audiencia: Los hermanos mayores de las cofradías desta villa de la Palma andan muy enojados por los mandatos que v.m. les dexó y en seguimiento de la apellaçión que hizieron truxeron una apellacion del Audiencia Real de Sevilla la qual me notificaron cuyo traslado es el que con esta va. Dizen que otros arzobispos de Sevilla han querido reducirlos y no an podido y ansí dizen no se podrá hazer agora reducción de ellos. Todo su enojo es conmigo porque no disimulo con lo que quieren hacer aunque yo no e declarado a ninguno por excomulgado porque no e sabido aya quebrantado algo de los mandatos de v.m. pero eles amenazado açerca de las obladas que andan aderezando para dar el día de la Degollación de san Juan que si lo hazen 24 Ibidem, expediente 5.

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les e de excomulgar. Plegue a Dios que el me saque de gente tan indómita. V.m. vea lo que se a de hacer en esto y me lo mande que obedeceré a v.m. como súbdito y en mi conçiençia que sería servicio muy acepto a ntro señor oy antes que mañana reducirlos. Esto es lo que siento. Dios guarde a v.m. largos años y le ponga en la dignidad que mereçe y yo su cappellán le deseo. De la Palma junio de 1590 años- El Maestro Sotomayor25

Tanto la respuesta de Pedro de Frías a los cofrades como su empeño en llevar a cabo la reducción se fundamentaban en un examen riguroso y objetivo de la situación de los hospitales del cual se concluía una pésima gestión de los mismos por parte de administradores y hermanos mayores y, especialmente unas corruptelas escandalosas probadas por el visitador no solo en La Palma sino en otros lugares vecinos y ante las cuales no estaba dispuesto a ceder, pues constituían una razón más que moral para justificar la tarea que se le había encomendado. Su misión parecía cumplida cuando pensó que la reducción a la que obligaba a los hospitales se ejecutaría de inmediato, pero no contaba con la resistencia y con el sentimiento de autonomía de las cofradías con respecto a otras jurisdicciones, incluso la eclesiástica. Pensó que amenazar con la excomunión sería suficiente para doblegar a aquella gente indómita y terca, espoleados por la experiencia de haber ganado pleitos y pulsos a la autoridad arzobispal por la misma causa que ahora se les presentaba. Para frustración del visitador las cofradías ganaron el pulso final en los estrados, aunque no tengamos el fallo que lo certifique y que lo fundamente. Es una incógnita, no obstante, que en dos lugares tan próximos el resultado y la eficacia de la política reductora fuese tan diametralmente opuesta. Habría que buscar entre las causas , en primer lugar, la diferente interpretación judicial ante los pleitos presentados por los demandantes, consistentes y múltiples en La Palma, aislado e individual en Niebla. En segundo lugar, la desigualdad patrimonial en un lugar y otro de los hospitales: en La Palma, ricos, en Niebla pobres, en La Palma, en consecuencia, con mayor capacidad y autonomía para sobrevivir y en Niebla necesariamente abocados a la desaparición de los pobres a favor del considerado más fuerte para mantener e incrementar la labor asistencial. Sería una tercera razón la desigual posición de los señores de cada lugar respecto a la reducción: apoyo a los rebeldes por omisión y silencio del señor de La Palma y colaboración con los delegados regios por coincidencia de intereses o por obediencia por parte del señor de Niebla el duque de Medina Sidonia que acabó imponiendo su voluntad a la débil cofradía de San Martín que se resistía con la esperanza de ganar el pleito en los juzgados, a imitación de sus semejantes de La Palma.

25 Ibidem

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Una pésima administración En realidad, desde que partió de Sevilla el visitador Frías no dejó de toparse con un sinfín de problemas allí por donde pasó a inspeccionar hospitales. No obstante, al volver a la ciudad redactó una memoria de cuya lectura se interpreta que la situación hallada en La Palma fue para él lo suficientemente representativa de lo que ocurría en el resto de los lugares visitados, porque además de los casos de corrupción de las reglas fundacionales que les obligaba a la asistencia de los pobres, sus administradores llevaron a cabo una pésima gestión del patrimonio de las instituciones asistenciales que en algunos casos terminaba por favorecer a los propios cofrades que las gobernaban. En La Palma el visitador desplegó una intensa actividad investigadora que comenzó por la rendición de cuentas del mayordomo: …en la visita que hice de ellos en veinte de junio deste año de noventa , hallé que a Pedro Martín Candón mayordomo que fue del hospital de San Blas en las cuentas que había dado del tiempo de su administración se le pasaron en cuenta muchas partidas gruessas de gastos que dixo haber hecho sin mostrar conocimientos de las personas a quien dice haberlas pagado y también se descargaba de cantidad de frisa y otras cosas que decía haber comprado para dar de limosna sin declarar a quién ni cómo ni con qué orden las había repartido y en las demás cuentas deste y los otros dos hospitales hallé otras partidas que daban sospecha de mala administración de los mayordomos como por los libros de sus cuentas parece a que me refiero26.

La auditoría de Frías no solo se detuvo en el análisis de la contabilidad o, mejor dicho, en su inexistencia, relacionada tal vez con la rusticidad y la falta de rigor contable de estas cofradías. El visitador pretendía ser firme e insistía fundamentalmente en la falta de honestidad de los mayordomos que no solo favorecían a quienes formaban parte de las cofradías, como organismos cerrados, sino entre ellos mismos, manipulando los alcances de las cuentas: Juntose a esto la fama pública que en aquella villa ay de que los dichos mayordomos convierten en su utilidad particular mucha parte de la hazienda de los pobres y que a los cofrades se arriendan las posesiones de los hospitales y al tiempo de pagar los arrendamientos se hacen suelta de mucha parte del trigo y dineros que deben pagar y también hacen remisión a los mayordomos de parte de los alcances que se les hacen cuando se les toman cuentas como por ellas parece27. 26 Ibidem 27 Ibidem

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Entendían los vecinos no afectos a las cofradías que éstas disponían del patrimonio de los hospitales para su usufructo y beneficio privado. La práctica era denunciable pero nadie paró ante el visitador arzobispal para concretarla, de tal manera que no parecía condenable por la opinión común, más próxima al proverbio castellano dicho con las palabras del revés: quien tañe las campanas, lleva las obladas. Pero, habituado a estos rumores entre los vecinos que voceaban la impunidad y las corruptelas de los administradores de estas y otras instituciones rurales, Frías pensó que, aunque bastaba tener yo noticias de estas cosas en la manera que he dicho para ordenar lo que me pareciere conveniente para remediar estos abusos,28 sería más objetivo acudir a una rueda de testigos para corroborar unas acusaciones que también podrían ser falsas. De los cuatro testigos interrogados, el presbítero de la villa Juan Díaz y el escribano de los mismos hospitales fueron los que más justificaron las sospechas del visitador. El primero denunció que los dichos hospitales tienen mucha renta y que se gasta entre los cofrades mal gastada, porque no luce nada y que los alcances que se hacen a los mayordomos no se cobran y se hacen sueltas unos a otros de lo que deben a los hospitales y entre ellos se arriendan las posessiones tomándolas en mucho menos de lo que valen y que convendría al servicio de Dios se remediasse esto29.

No obstante, por su mayor y más cotidiano conocimiento de la administración de los hospitales parecían más valiosos los testimonios de Diego Moreno de Lara escribano de los hospitales quien declaró que se murmura en la villa que los mayordomos no lo hacen bien en el repartir de las limosnas, ni guardan la orden que conviene y que esto procede de que algunos hermanos mayores dan las limosnas a quien les parece y a sus deudos y parientes y dexan de darles a los pobres necesitados y que a Pedro Martín Candón se le hizo suelta de una parte del alcance del tiempo que fue mayordomo como parece por las cuentas y que a los cofrades se arriendan las tierras por pregón a quien más da y después se les hacen sueltas en años estériles de parte de los mrs y trigo que son obligados a pagar y esto con acuerdo del cabildo30

28 Ibidem 29 Ibidem 30 Ibidem

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Ante semejantes denuncias, al visitador solo le cabía redactar los mandatos y trasladarlos a sus superiores. Pero un pequeño episodio incluido en los testimonios del sacristán de la parroquia, Pedro García, casi una anécdota, tal vez irrelevante moralmente para otros, no pasó desapercibida para Frías. Al ser interrogado sobre la forma de conducirse del mayordomo de San Blas, el sacristán declaró que habiendo ido él en nombre del vicario a cobrar una deuda de 8 reales que el hospital le debía por el sermón que predicó el día de la fiesta principal del hospital, el mayordomo le dio solo siete reales y que ni él ni el vicario le extendieron conocimiento o recibí alguno y tampoco el mayordomo, como parecía ser la práctica, se lo pidió. Y al reclamársele el real que quedaba debiendo, el mayordomo se excusó del impago diciendo que no había dineros a pesar de que en los libros de cuentas se anotó la partida del gasto sin detallar el receptor. Se trataba tal vez de un insignificante descuido del mayordomo, dada la familiaridad propia de las relaciones económicas en el mundo rural donde era común diferir pagos sin que mediaran adeudos. Sin embargo, el visitador lo interpretó como algo más que un defecto de procedimiento y lo que era insignificante o lo parecía, se mostró para él como una expresión de una actitud inmoral digna de corregir: Aunque parece cosa menuda lo que el vicario y el sacristán deponen del real que le dieron menos, es de mucha consideración, porque quien hurtó en aquella partida un real y en las quentas hizo poner fe de haber mostrado conocimiento, siendo esto falso, avrá hecho lo mismo en otras summas y particularmente en las de las limosnas en que no se declara a quien se dieron31.

Los mandatos del visitador al término de la visita a La Palma fueron redactados atendiendo a todas estas prácticas desordenadas, abusivas, y descuidadas comunes a todos los hospitales. Ordenó, por consiguiente, que se ajustasen las cuentas de la mayordomía de San Blas, no admitiéndole en descargo las partidas que hubiese gastado sin orden del cabildo de la cofradía y de las que no hubiese mostrado conocimientos. Igualmente, amparándose en el rumor que corría en la villa y en la comarca de que no se reparten las limosnas con la rectitud y consciencia que es razón mandaba que los mayordomos estuviesen acompañados en el momento del reparto entre los pobres por el vicario o por uno de los curas del lugar, de manera que consiguió, además, la intervención y la participación de representante eclesiástico en una de las funciones propias de los hospitales laicos. Abundó en esta cuestión, que le parecía prioritaria por lo que suponía de modelo de conducta pública de una institución con fines caritativos, al obligar a los mayordomos que

31 Ibidem

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por cuanto en las cuentas se da descargo de quantidad de pan, vino y queso que los días de las fiestas de los dichos hospitales gastan los cofrades y reparten entre si con que solemnizan las fiestas lo qual no resulta en deservicio de ntro señor y veneración de sus sanctos, pero es cosa de mal exemplo y daño de los pobres a quien se quita lo que se gasta en esta superfluidad, que de aquí adelante los mayordomos no hagan este gasto sopena que será a su costa32.

Sin olvidar los aspectos disciplinarios, no dejó el visitador de ofrecer soluciones a la vista de tantos problemas. Para corregir los defectos que se le habían denunciado en el capítulo relativo a la gestión del patrimonio rústico de los hospitales por parte de los mayordomos y cofrades, a los cuales se les acusaba de que se arrendaban las tierras entre ellos y al cabo del arrendamiento se hacen sueltas de los mrs y trigo que deben pagar, Frías apuntó que en adelante no se hiciesen las dichas sueltas, es decir, que no se perdonaran las deudas, si no fuese juntando el cabildo de la cofradía, para evitar acuerdos opacos y privados, y con aprobación de la mayor parte de los cofrades; y en el caso de una remisión consentida por todos, sugería el visitador que la cantidad de que se hiciere suelta no excediese de la renta de un año, al mismo tiempo que apuntaba, para evitar tratos de favor continuados, que el arrendatario a quien se hiciere esta remisión dejara la posesión que tuviere arrendada, arrendándose a otro y guardando en el arrendamiento la solemnidad del derecho33. Así pues, Frías no dejaba nada al azar, ni al capricho de la corriente o de las costumbres por muy asentadas que estuviesen. Pero la otra cara de la moneda es que las faltas observadas en La Palma no eran excepcionales sino comunes a todos los hospitales de la comarca y de más allá, como el mismo Frías, decepcionado, pudo experimentar y considerar al final de su periplo por las villas que fue recorriendo a lo largo del camino que unía Sevilla con Ayamonte. Un mal general Sus observaciones constituyen un análisis detallado de los problemas que aquejaban al sistema hospitalario rural a finales del siglo XVI e independientemente de la casuística que presenta, el retrato es general como él mismo advertía en las primeras líneas de su memoria. Lo que se ha dicho de los hospitales de La Palma de la mala administración y poca hospitalidad que hacen pasa de la misma manera en otros lugares que he visitado, escribía el visitador en su memoria final firmada y sin fecha34. No obstante, trazó un mapa de los males y se remitió a las 32 Ibidem 33 Ibidem 34 Ibidem. El informe está junto al que el propio Frias por una parte y la comisión municipal

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soluciones apuntadas en La Palma, cuya situación constituía un paradigma al que remitirse sin necesidad de conocer todos y cada uno de los casos. No obstante, no está demás que siguiendo su propio memorándum conozcamos las carencias y los males de aquellos hospitales en el momento de la reducción. La visita a Sanlúcar la Mayor una gran villa del Aljarafe hispalense, la primera en el camino que conduciría a Frías por las tierras del sur onubense en el verano de 1591, descompuso su ánimo y le dejó un mal presagio, pues habiendo sido visitada un año antes por el licenciado Francisco de Aguiar, nada parecía haberse corregido desde entonces. Lo grave no era para Frías el hecho de que sus hospitales a pesar de tener mucha renta no disponían de una sola cama donde curar un enfermo. Peor era la conducta rebelde de sus administradores que hicieron caso omiso de los mandatos que les dejó Aguiar por lo cual pasé ligeramente por la visita de aquellos hospitales sin dexar mandatos ningunos para obviar a las dichas desórdenes pues no los habían de obedeçer como no han obedeçido los de otros visitadores que están en los libros de sus cuentas y ninguno se ha cumplido y pareçiome era menos inconveniente no mandar cosa ninguna que darles materia para que desobedezcan35. Es incuestionable que Frías y tal vez los demás visitadores detectaban una pérdida notable del principio de autoridad que representaban y ante la cual cabían dos posiciones: o cumplir con el mero deber de detectar los problemas y denunciarlos o ir más allá y corregirlos mediante la disciplina y el rigor. Frías seguramente pesimista estaba entre los primeros. Al pasar a Paterna el visitador advirtió que los mayordomos de los hospitales repartían por Navidad paños y otras cosas de vestidos, aunque los beneficiados no eran los pobres sino sus criados y esclavos y otras personas que de ellos y de sus amigos dependen, dexando desnudos a los más necesitados36. Ponía en evidencia Frías el egoísmo de los que utilizaban el patrimonio destinado a socorrer a los pobres en beneficio privado. Esta dosis de evangelismo está presente en todo su periplo pero no deja de ser inútil si se atiende a los resultados. En Escacena, en cambio, el motivo de su preocupación no fue otro que la noticia que le llegó acerca de una mugercilla forastera que estuvo unos meses en el hospital haziendo del albergue de los pobres de Dios casa de deshonestidad, aunque pocos días antes de que Frías llegase a visitar se había huido37, seguramente avisada por un vecino compasivo o interesado. Más grave fueron los males detectados en Almonte en cuyo hospital no se cobraban los alcances de muchos años atrás que los mayordomos deben y mandé que pagasen dentro de cierto término sopena de escomunión y di comisión al cura más ande La Palma por otra redactaron acerca del proceso de la reducción. 35 Ibidem 36 Ibidem 37 Ibidem

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tiguo para que lo essecutase el cual me ha escrito que algunos han pagado y otros apelado para el provisor38. Las resistencias eran aquí tan evidentes como las corruptelas que denunciaba Frías, quien trajo a su informe un caso concreto, un modelo de actuación de los responsables de las cuentas de estos centros asistenciales dejados de la mano de Dios: Y estaban muertos (sic) de un hospital treinta y tantos mil mrs que devía un sacristán de la iglesia de aquella villa del tiempo que fue mayordomo con los cuales entonces edificó una casa y pareçiole cosa tan nueva y fuera de razón que le mandase pagar que dixo que era lego y que había de apelar para la audiencia y hubiéralo hecho si no se recelara que podrían quitarle la sacristía y assí me escriben que quiere tomar dineros a tributo para paga39.

Parecía inaudito a ojos del sacristán que alguien le recriminase su conducta inmoral e improcedente, construirse una casa, incrementar su propio patrimonio con los dineros de un hospital. Parecía inaudito y nuevo también a ojos del visitador que malversar los caudales asistenciales se hubiese convertido en costumbre entre los dirigentes hospitalarios sin que nadie entre los propios vecinos que asistían como espectadores pasivos a tamaños atropellos acudiese a denunciarla. Pero lo que más inaudita y nueva parecía era a ojos de los mayordomos la conducta rigurosa y recriminatoria del visitador. Por otra parte, la argucia legal esgrimida por el sacristán de ser lego para oponerse a los dictados del visitador eclesiástico y apelar a la Audiencia parecía ser la estratagema de todos aquellos que se lucraban sin pudor con el ejercicio de su mayordomía. Que ese sacristán acatase la orden del visitador bajo la amenaza de perder la sacristía en la parroquia delataba también cuánto podía llegar a significar un oficio menor como aquel, un asidero en un mundo de frágiles superviviencias. Comportamientos similares que expresaban egoismo y codicia encontró el visitador en Beas donde los mayordomos de los hospitales, cuyas malas prácticas podrían ser un ejemplo de formación originaria de capital a partir de la especulación con la escasez, tenían a juicio de Frías y de anteriores visitadores particular granjería en el trigo que tienen de renta los hospitales cargándose de ello a dinero los años caros a la tasa y vendiéndolo por mucho más. Y aunque el doctor Jerónimo Pacheco mandó que hiciesen graneros en que guardarlos y que en años semejantes se vendiese a los pobres de la villa a la tassa que era hacerles harta limosna no cumplieron ni esto ni otras cosas que mandó y lo mismo han hecho en las que yo dexé ordenados40. 38 Ibidem 39 Ibidem 40 Ibidem

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Tales actitudes remiten a la imagen de los pastores que no guardan el rebaño sino que lo roban, tan presente en la literatura y especialmente en la española del siglo XVII. Sin ir más lejos, a pesar de que el visitador reconocía no haber visitado los hospitales de Niebla, sus noticias no eran mejores, pues dícenme que hay hospitales ricos y mucha desorden y comúnmente se dice entre los cofrades que a quien quieren aprovechar y dar de comer le hazen mayordomo de un hospital por lo que se le pega (sic) del manejar la hazienda de los pobres.

Y no estaría descaminada esta opinión común en la capital del señorío porque pocos años antes, en 1583, con ocasión de una visita que mandó hacer el VII duque de Medina Sidonia por los lugares de su Condado, se observaron por parte de los visitadores, el padre maestro fray Agustín de Salcedo y un letrado de su consejo, el licenciado Agustín Hernández, los síntomas del mal que los informadores de Frías corroborarían después41: Asimismo suplican a V.E. pida al arçobispo que se tenga cuenta con los grandes alcances que a priostes y mayordomos de los hospitales de Niebla se han hecho y nunca se han cobrado ni pagado. Y pues desto ni ricos y réditos se pueden favorescer, favoresca a los pobres, no los coman los que no lo son. Y habiendo buenos mayordomos y buena cuenta se remedia todo.

Tenía pruebas suficientes el arcediano hispalense para concluir que los mayordomos constituían un grupo profesional que gobernaba los hospitales sin obstáculo alguno que impidiese su enriquecimiento, por relativo que éste fuese, o que manejasen con el beneplácito implícito de las cofradías los bienes que estas les entregasen para su gestión sin más control que el que ejercieran los propios cofrades sobre él. Sabiéndose conocedores en un mundo de ignorantes como aquel de un oficio para el que se presumía cierta pericia contable y mercantil, representaron en el seno de sus comunidades rurales un papel destacado en la construcción de redes clientelares de indudable influencia en la vida social y económica rural. Cuando el visitador señorial apuntaba la necesidad de buenos mayordomos para los hospitales no se estaba refiriendo a la capacidad para el ejercicio del cargo sino al perfil moral de aquellos que lo ocupaban. Su optimismo sugería una solución moral a un problema inmoral, aunque desconocer la realidad de las cosas es la raíz de todos los errores. Frías sabía muy bien, por su experiencia en Sanlúcar, que nada se podía hacer sino restaurar, al menos, el principio de autoridad perdido. No obstante, su paso 41 Ibidem

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por Huelva sería también decepcionante pues allí serían los clérigos que administraban un hospital para curación de enfermos quienes se opusieron a que los legos les sustituyeran en el gobierno de la institución, como había propuesto un visitador anterior a Frías. Que se habían salido con la suya era evidente pues no lo habían cumplido e incluso no aceptaban la intervención del visitador negándole los derechos de la visita a que estaban obligados. El párrafo final de su memoria resume muy bien su decepción, su opinión certera acerca del remedio a los males, cuyos causantes se desenmascaran, y su categórica consideración sobre la solución, es decir, restaurar el principio de autoridad de los visitadores sobre la base de una delegación real en sus manos de competencias disciplinares y no de una mera representación institucional del poder. Conforme a esto y a otras cosas que por evitar prolixidad no refiero, sería necesarísimo poner remedio eficaz para que los mayordomos y administradores de los hospitales diesen en las visitas la quenta que es razón y no la que ellos quieren, pues lo primero sería visitar con effeto y lo demás no sirve de nada. El doctor Pedro de Frías

Sin embargo, a pesar del juicio certero de Frías, la reducción de los hospitales era una cuestión independiente de su capacidad de maniobra y tenía que ver, sobre todo, con la situación económica de cada hospital en el momento mismo de la reducción, con su pobreza o con su riqueza patrimonial, resultado o no de la pésima gestión denunciada. La pregunta que corresponde ahora es saber si la política reductora fue un éxito o un fracaso, si produjo los efectos deseados o no, porque tenemos instrumentos para llegar a una conclusión. La respuesta es paradójica: en el caso de la Palma, donde no se llevó a cabo la reducción, los hospitales sobrevivieron hasta la reducción hospitalaria liberal de mediados del siglo XIX y lo hicieron sin pasar agobios de tesorería, aumentando sus ingresos en los siglos XVII y XVIII, diversificando sus gastos salariales y funcionales, incrementando su asistencia social y sanitaria, como ponen de manifiesto los libros de cuenta conservados 42. Así pues, la reducción iniciada en tiempos de Felipe II fracasó si analizamos la historia de los hospitales de La Palma hasta el siglo XIX, pero eso no quiere decir que lo sucedido en esa villa sea extrapolable a otras. Porque, en cambio, creo que la reducción que se llevó a cabo en Niebla fue un éxito rotundo pues desembocó en la concentración en un solo hospital de las rentas de los demás, amplió su oferta hospitalaria, redujo gastos y aumentó ingresos y sirvió muy eficazmente a los fines que perseguía la política real.

42 A.M.L.P.C., legajos 491 y 492.

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Más allá del patrimonio y los ingresos que cada hospital tuviese, la reducción tuvo que ver fundamentalmente con la eficacia de la gestión, esto es, con la mayor o menor capacidad asistencial de cada hospital. En La Palma, los tres hospitales que sobrevivieron a la reducción del siglo XVI desarrollaron e incrementaron una labor asistencial y educativa de un enorme valor social hasta mediados del siglo XIX. Por su parte, en Niebla, cuyos hospitales no pudieron resistir la fuerza de la política reductora, se mantuvo la hospitalidad, una hospitalidad eficaz, gracias a la reducción.

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Otros Estudios

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“¿Durmiendo con el enemigo?”: La reina Isabel de Portugal en la obra literaria de su hermano Don Pedro, condestable de Portugal. ficción e historia. Ana M. Montero Sant Louis University Resumen Entre las muchas aportaciones al panorama literario medieval que hace Don Pedro (1429-1466), condestable de Portugal y primer autor portugués que escribe en castellano, su defensa de la dignidad del sexo femenino es quizás la menos estudiada. En este artículo se busca paliar dicha carencia con el fin de entender cómo Doña Isabel (1432-1455) –hermana de Don Pedro y reina de Portugal– fue utilizada para articular una agenda política, literaria y personal en torno a la destrucción de la Casa de Avís tras la batalla de Alfarrobeira (1449).

Abstract The importance of Don Pedro’s literary personality in late medieval letters is undeniable. However, the contribution by Don Pedro (1429-1466), Constable of Portugal, to the corpus on the defense of the dignity of the female gender is an  aspect not yet fully explained by scholars. This article aims to fill that void by analyzing how Queen Isabel of Portugal (1447-1455; b. in 1432 )–Don Pedro´s sister, and also a reader of, and a character in, Don Pedro´s works– was a key element in the articulation of a political, literary, and personal agenda that sprang from the ruin of the Avis family after the Battle of Alfarrobeira (1449).

Palabras Clave Don Pedro, condestable de Portugal; Doña Isabel, reina de Portugal; Sátira de infelice et felice vida; querelle des femmes.

Keywords Don Pedro, Constable of Portugal; Isabel, Queen of Portugal; Sátira de infelice et felice vida; profeminist literature.

Fecha de recepción: 11 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

“…qualquier cosa mortal comoquier que sea muy clara e magnífica viene a perescer de su fama si non es ayudada con beneficios de escriptura” (Álvaro de Luna, Libro de las virtuosas e claras mugeres)

Introducción Que la reina Doña Isabel de Portugal -esposa del rey Afonso V e hija del regente y tutor de éste, el infante Don Pedro- jugó un papel primordial en la producción literaria de su hermano, Don Pedro, condestable de Portugal, es incontestable. No sólo la epístola con la que Don Pedro inicia su primera obra, Sátira de infelice e felice vida, va dedicada a Doña Isabel, y su última producción, Tragedia de la insigne reina doña Isabel, gira en torno a la muerte de su hermana, sino que, además, el personaje ficticio de la belle dame sans merci en Sátira de infelice e felice vida encubre, como mostraremos, a la propia Doña Isabel.1 Sin embargo, más allá de alguna referencia discreta, han pasado desapercibidas la complejidad, y ocasionalmente la ambigüedad, con las que el hermano Don Pedro, exiliado en Castilla, hizo centro de encomio, pero también eje de su pensamiento y de su agenda política, a Doña Isabel en sus obras. Este artículo busca paliar esta carencia. La investigación sobre la conceptualización de la mujer y el tratamiento de lo femenino a mediados del siglo XV -ya sea en el terreno de la medicina, la producción literaria, o la moral- no es un tema agotado. Como ya se ha señalado, hablar de la mujer, representarla, defenderla o calumniarla, ponía en juego una serie de cuestiones y temas que sobrepasaban el ámbito de lo femenino y que, hoy en día, nos sirven de brújula para intentar tomarle el pulso a la mentalidad social y literaria de finales del medioevo.2 Más concretamente, parte de la 1 La obra de Don Pedro se escribe en la década de 1450, y es gracias a Luís Adão da Fonseca que contamos con su edición en: Obras completas do Condestável Dom Pedro de Portugal. Lisboa: Fundação Calouste Gulbenkian, 1975. Esta incluye: Sátira de infelice et felice vida (ca. 1453), Coplas de Contempto del Mundo (1453-1455) y Tragedia de la insigne reyna Doña Isabel (1457), además de algunos poemas y cartas. En el año 2008, Guillermo Serés editó la obra del condestable más estudiada en la actualidad: Sátira de infelice et felice vida (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2008). En este trabajo, las citas de Sátira están tomadas de la edición de Guillermo Serés, mientras que para las otras dos obras –Coplas y Tragedia--, nos guiamos por la edición de Luís Adão da Fonseca. Con el fin de simplificar, identificamos las obras por su palabra inicial. 2 Julian Weiss apunta que : “one way in which the world reproduces itself—culturally, politically, economically—is through the regulation of women and, in the symbolic domain, through the

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crítica se inclina por estimar que, en los textos de defensa o ataque, se dirimían disensiones políticas o se articulaban proyectos personales, en una especie de selffashioning cortesano, bajo lo que podía ser, hasta cierto punto, una máscara social de cortesía y decoro ético.3 En ese esfuerzo por establecer una faceta de integridad pública, más que cuestionar o alterar las posturas tradicionales sobre los sexos,4 predominaba la intención de restaurar un orden patriarcal y/o propugnar un ideal de virtud, tarea sumamente urgente en una época de convulsiones y cambios. Así se sobreentiende en la siguiente apreciación de Rina Walthaus sobre dos textos centrados en la mujer. Sin vituperar a la mujer, como hacen los misóginos de la época, y sin exaltarla como ser divino, como hacen los poetas cortesanos, las dos obras estudiadas aquí [Tratado en defenssa de virtuossas mugeres de Diego de Valera y Jardín de nobles donzellas de Fray Martín de Córdoba] parecen tender a un propósito más pragmático: ofrecer una redefinición y revalorización de la mujer, ajustándola a los límites e intereses exigidos por una sociedad teocrática y patriarcal… En los umbrales de la época moderna, cuando el sistema social se ve amenazado por tantos desarrollos nuevos, la «defensa» de la mujer puede funcionar de instrumento para propagar la dignidad (limitada) de la mujer y, a la vez, su marginalización en una sociedad masculina.5

fashioning of woman” (239). Y remarca: “although the debate over gender is most explicitly a debate over ´woman,´ it is never exclusively so… the debate is also inextricably intertwined with a range of other ideologies that structure social castes and classes, notions of race, morality or medicine, or such practices as courtliness and the literary…” (242). Véase Julian Weiss, “¿Qué demandamos de las mugeres?” Forming the Debate about Women in Late Medieval women (with a Baroque response),” en Thelma S. Fenster y Clara S. Lees (eds.): Gender in Debate from the Early Middle Ages to the Renaissance. New York: Palgrave, 2002, pp. 237-274. 3 Es el caso de Álvaro de Luna cuya política –como remarca Julio Vélez-Sainz– “se cimentaba en una decidida difusión del concepto de virtud y cortesía” lo que convierte el Libro de las claras e virtuosas mugeres en parte del engranaje de autopropaganda construido por el condestable castellano (Véase Julio Vélez-Sainz, “Boccaccio, virtud y poder en el Libro de las claras e virtuosas mugeres de Álvaro de Luna,” La corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures, and Cultures, vol 31, nº 1 (2002), pp. 107-122, especialmente página 119). Y es que el debate o querelle permitía a una nueva élite aristocrática hacer incursiones en lo que había sido el terreno intelectual tradicional de los clérigos (Weiss, “¿Qué demandamos…,” p. 250). Para E. Michael Gerli la mujer se había constituido en avatar del proceso de secularización. 4 Rodríguez del Padrón sería una excepción al proclamar la superioridad de la mujer sobre el hombre. 5 Rina Walthaus, “ «Gender», Revalorización y Marginalización: la Defensa de la Mujer en el Siglo XV”, Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Literatura Medieval . Disponible en: http://home.kpn.nl/pagklein/rina/ahlm4.html. Consultado el 29/05/2014. La cursiva es mía.

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A ello se podría añadir, como observa M.C. Muriel Tapia, que la defensa de la mujer se centraba en la conducta moral y en la exaltación de contadas virtudes tradicionales bien conocidas, destacando la virginidad, la castidad y la lealtad al marido.6 La mujer que se dibujaba en estos textos era pues una fundamentalmente casta y al servicio del varón. Y habría que añadir que, con frecuencia notable, las lectoras -en lo que parece una moda necrófila- se ven confrontadas con modelos de mujeres que aceptan martirios y muertes trágicas estoicamente. El objetivo de este ensayo es analizar de qué forma aparece representada Isabel, y la mujer en general, en la obra de Don Pedro y con qué propósitos. El hecho de que Don Pedro confrontara a su hermana con múltiples modelos femeninos, portadores de un repertorio de mensajes -entre ellos Medea, la Virgen, una reina taumatúrgica o, en particular, Dido-, y de que se posicionara a favor y en contra de la mujer, no es fácilmente explicable. Igualmente sorprendente resulta que en la última obra de Don Pedro, la Tragedia de la insigne reina doña Isabel, el elogio a la hermana -en abierta contradicción con las expectativas que genera el títuloocupe un espacio limitado. Un primer paso en nuestro análisis es el de colegir, a la luz de los datos históricos, quién fue Doña Isabel de Coimbra y cuáles fueron sus circunstancias, o en otras palabras, el papel que desempeñó como reina de Portugal y la imagen que legó. No hay que olvidar que la tragedia provocada por la caída y muerte de su padre el Infante Don Pedro, duque de Coimbra, en la batalla de Alfarrobeira, en 1449, y el exilio y disolución consiguientes de su familia y servidores, fueron los eventos catalizadores que generaron gran parte de la obra de don Pedro, aspecto del que no se puede disociar un análisis de su obra, aunque la crítica no lo haya señalado suficientemente.7 Los temas que preocuparon a Don Pedro —la consecución de la felicidad, el enfrentamiento digno a la muerte, la posibilidad del suicidio, la vida virtuosa, la función del azar o fortuna en la trayectoria vital y, más solapadamente, la restauración de la imagen pública de su familia— generan una reflexión en su obra que no por, en apariencia, convencional deja de conmover hoy día. La hiperestesia y el acento personal y altamente emotivo con el que Don Pedro abordó el drama personal del ser humano todavía suscitan empatía entre los lectores en el siglo XXI. Sus obras son, pues, crónicas emocionales a la vez que morales, en las que la mujer ocupó un lugar central. 6 M. Cruz Muriel Tapia, Antifeminismo y subestimación de la mujer en la literatura medieval castellana. Cáceres: Editorial Guadiloba, 1991, pp. 332 y 338. Véase también Marta Haro Cortés, “ “De las buenas mujeres”; su imagen y caracterización en la literatura ejemplar de la Edad Media,” Medioevo y Literatura; Actas del V Congreso de la Asociación de Literatura Hispánica Medieval, Ed. Juan Paredes Núñez. Granada: 1995, vol II, pp. 457-476, especialmente p. 476. 7 Los únicos estudios de carácter monográfico de la obra de Don Pedro –Don Pedro, condestable de Portugal de Elena Gascón Vera (Madrid: Fundación Universitaria Española, 1979) y la edición de Luís Adão da Fonseca—siguen siendo un instrumento necesario para acercarse a la compleja obra de este escritor portugués.

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Doña Isabel de Coimbra (1432-1455): el personaje histórico8 Hija de Isabel de Urgel (1409-1469) y de Don Pedro, Infante de Portugal (1392-1449), hijo de João I de Portugal y duque de Coimbra, Isabel, desde su infancia, fue preparada y educada para casarse con su primo hermano y futuro rey Afonso V (1432-1481). Dicho enlace fue planeado por su padre, el Infante Don Pedro,9 quien fue también el tutor de Afonso -hijo de su hermano Duarte y de Leonor de Aragón- y regente del reino desde 1439 hasta probablemente 1448. A los seis años Isabel ya estaba comprometida con su primo e imaginamos compañero de juegos de infancia. Una renovación de este acuerdo matrimonial tuvo lugar el 25 de mayo de 1441 cuando ambos contrayentes todavía no disponían de una dispensa papal que excusara los lazos de consanguineidad. La bula llegaría en 1442, los esponsales se renovarían en 1446 y el matrimonio se consumaría a principios de mayo de 1447.10 Es a partir de 1446 -cuando Afonso V sube al trono con 14 años- y más claramente de 1448 -cuando Don Pedro Infante firma su último documento como regente- que la relación pseudo-filial entre rey y ex-tutor se torcería de manera irreversible. Afonso V acusaría a Don Pedro Infante de subordinar su responsabilidad como regente a sus intereses personales, acusación que desembocó en un conflicto armado y en la muerte de Don Pedro Infante en la batalla de Alfarrobeira el 20 de mayo de 1449. La política de Don Pedro Infante se caracterizó por la concentración del poder a favor de la corona, la tendencia a beneficiar a sus familiares y hombres, en detrimento de una nobleza “que disputava cargos e rendimentos,” y finalmente la insatisfacción de los municipios en el terreno de los negocios.11 Don Pedro Infante ciertamente supo colocar a su familia en puestos claves. No solo casó a Isabel con el futuro rey portugués, sino que Don Pedro, su hijo, por el año 1447 -como puntualiza Fonseca- parecía destinado a ser uno de los mayores señores portugueses de su tiempo: era administrador de la orden militar de Avís, condes8 Los datos que aporto están fundamentalmente sacados de la biografía de Ana Maria S.A. Rodrigues, As Tristes Rainhas. Leonor de Aragão. Isabel de Coimbra. Lisboa: Círculo de Leitores e Temas e Debates, 2014. También me apoyo en: A Corte de Afonso V. O Tempo es os homens de Humberto Baquero Moreno e Isabel Vaz de Freitas (Gijón: Trea, 2006) y en los estudios de Luís Adão de Fonseca, especialmente en O Condestável D. Pedro de Portugal. Porto: Instituto Nacional de Investigação Científica, 1982. 9 La propuesta de matrimonio entre Isabel y Afonso pudo surgir de la reina madre, Leonor de Aragón, tras la inesperada muerte del rey Duarte en 1438 y como forma de conseguir el apoyo de Don Pedro Infante durante su regencia (Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 279). Para evitar potenciales confusiones entre los dos personajes homónimos, identificamos al padre de Isabel como Don Pedro Infante, y al hermano como Don Pedro, condestable de Portugal. 10 Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, p. 298. 11 Véase Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, pp. 88 y 107-108. Según estos estudiosos, la política de centralización de Don Pedro Infante se vino abajo tras la batalla de Alfarrobeira. Afonso V no conseguiría controlar el poder de la nobleza con la que se vería obligado a colaborar, especialmente para sacar adelante su política de expansión marroquí.

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table del reino y desde 1446, alcalde del castillo de la Guarda.12 Esta ambición de Don Pedro padre, según Gascón Vera, desataría un gran resentimiento en toda la corte hasta el punto de que “sería, sobre todo, el nombramiento de don Pedro como Condestable la causa que produjo, en última instancia, la caída y muerte del infante don Pedro.”13 En definitiva, la actuación política de don Pedro Infante creó descontento entre diversos grupos -especialmente los partidarios de la reina madre, Leonor de Aragón, y el círculo del duque de Bragança, hermano bastardo de Don Pedro Infante- y provocó la circulación de rumores desestabilizadores o “informaçoes erradas:” uno era la pretensión de Don Pedro Infante de apoderarse del trono, “estabelecendo nova linha de sucessão;” otro sugería que Don Pedro, con el concurso de su aliado castellano, Álvaro de Luna, había hecho envenenar a Leonor de Aragón, madre de Afonso V.14 El joven rey Afonso V haría pública su indignación contra Don Pedro Infante en septiembre de 1448, declarándole desleal y conminándolo a la guerra. Es pues con claro fundamento que Doña Isabel, casada con su primo y último responsable de la muerte de su padre, recibe el apodo de “triste rainha” en la reciente biografía de Ana María S.A. Rodrigues.15 En los datos que aportamos a continuación procuramos desentrañar el papel que desempeñó en los complicados acontecimientos políticos que vivió. La posición de Doña Isabel en el entorno cortesano debió de ser, inicialmente, de debilidad.16 Claramente el matrimonio entre Isabel y Afonso no era una maniobra ventajosa para la monarquía portuguesa: no solo parece ser que la hija de Don Pedro Infante no aportó ninguna dote al tesoro real, a pesar de la considerable fortuna de éste, sino que dicho enlace impedía una alianza con alguna otra potencia peninsular o europea, aumentaba el riesgo del nacimiento de futuros príncipes con taras -dado el carácter endogámico del matrimonio- y, como acabó pasando, enfrentó a facciones nobiliarias portuguesas que difícilmente podían ver con buenos ojos el acopio de poder por parte de la familia del Duque de 12 Luís Adão da Fonseca ve a Don Pedro hijo como una pieza del juego político y militar de su padre, duque de Coimbra, preso en la red de lazos establecidos (O Condestável, pp. 45 y 48). 13 Gascón Vera, Don Pedro, condestable, p. 14. 14 Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, pp. 100-101. 15 La muerte de Don Pedro –inducida por facciones nobiliarias que reaccionaban ante el poder acumulado por el duque de Coimbra– hubiera podido evitarse. Ha sido vista consecuencia tanto de la terquedad romántica del infante –en palabras de Baquero Moreno, Don Pedro Infante “como homen preferia a morte a uma honra humilhada” (101)– como de la inmadurez del joven rey Afonso V, manipulado por las opiniones de las facciones nobiliarias portuguesas contrarias a Don Pedro Infante (Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 297; Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, p. 95). 16 Para un análisis de la esfera y capacidad de poder de las reinas portuguesas, véase Ana Maria Rodrigues, “Rainhas medievais de Portugal: funçoes, patrimonios, poderes,” Clio (nova serie), vol. 16/17 (2007), pp. 139-153. Rodrigues afirma que el poder de las reinas portuguesas era fácilmente neutralizable por monarcas y grupos aristocráticos, y que aquellas más activas políticamente, lo hacían contando con los recursos proporcionados por su señorío y quizás su carisma personal (153).

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Coimbra.17 No es sorprendente que la relación matrimonial se viera extorsionada, como ponen de manifiesto una serie de hechos: que el rey y ella fueran tachados de adúlteros públicos y deshonestos concubinarios,18 que se levantara el bulo de que Isabel había cometido adulterio con un “camareiro-mor” del rey,19 o que, en la confirmación del matrimonio redactada a petición de Isabel el 1 de enero de 1451, se añadieran algunos párrafos especificando los derechos de la reina en caso de que se produjera la separación recomendada por los consejeros de Afonso V y, en algún momento, admitida, aunque nunca llevada a su término.20 Otro detalle harto significativo es la conjetura de que la temprana muerte de Isabel –por flujos de sangre unos seis meses después de un parto– pudo ser debida a un envenenamiento. La inestable posición en el trono de una joven reina, junto con el acoso a su padre, debieron propiciar una actitud de reserva por parte de Doña Isabel. Así lo hizo constar Rui de Pina, cronista de Afonso V, al afirmar que: a rainha nada fazia sem o consentimiento do esposo, “cujo bem e amor ella teve sempre em tanta estima, que pello conservar e nom perder nem minguar, como muy virtuosa que era, nunca nos feitos do Ifante seu Padre contra o gosto e contentamento d´ElRey se quis antremeter”21

Dicha discreción incluso parece excesiva en el momento de la muerte del padre tras la batalla de Alfarrobeira, pues, de acuerdo con la crónica real, el reencuentro entre el rey y la reina se caracterizó por “mostranças de tanto prazer e contentamento, como se nunca entrevieram as desaventuras pasadas” y en él Isabel recibió a su marido “envergando um luto discreto e sem manifestações ostensivas de dor,” actitud quizás necesaria y pragmática pues al rey se le aconsejaba que la repudiara.22 Sin embargo, la reina contó con varias bazas a su favor –además de la complicidad de alcoba– que parecen sugerir una creciente capacidad de actuación e influencia. Una sería los recursos económicos ligados a su posición como consorte real. A diferencia de su madre y hermanos, tras el exilio, debió ser la única que no pasó dificultades económicas gracias al patrimonio real del que dispuso en calidad de reina.23 El propio Afonso V le concedió las tierras y villas de su madre Leonor, 17 Rodrigues menciona todas estas desventajas del matrimonio (Tristes Rainhas, p. 291). 18 Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 303. 19 Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, pp. 300-301. 20 Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 307. 21 Citado por Rodrigues (Tristes Rainhas, pp. 300-1). 22 Rodrigues, Tristes Rainhas, pp. 306-7. 23 Éstas también fueron menores en el caso de João, Jaime y Beatriz –hermanos de Isabel y Pedro– una vez que alcanzaron la corte borgoñona de su tía Isabel a lo largo de 1450.

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así como una suma anual de 1.160.000 reales, y prometió no ir nunca contra este contrato matrimonial, renunciando a una posible restitución en el futuro.24 Igualmente, ya desde muy temprano, gracias a su padre Don Pedro Infante, Isabel “recebeu por doação em 1443 a dizima do our e prata fiados…” y otros productos de lujo.25 Y más adelante, en torno a 1450, los ingresos de la reina consistían en el diezmo de los productos que llegaban a la aduana de las ciudades de Lisboa, Porto, Viana, Aveiro, Buarcos, Setúbal, Faro y Tavira. También en la década de 1450, Afonso V, quizás por iniciativa propia o a petición de la propia Isabel, comenzó a hacerla receptora de bienes que habían pertenecido a su familia o a partidarios del padre. Rodrigues da una lista entre la que se encuentra una heredad que perteneció a su hermano con “todas as rendas, direitos, entradas, saídas e epertenças” y que Isabel recibe en 1452.26 En definitiva, la reina disponía de considerables medios que le eran indispensables para el sostenimiento de su casa.27 Otra baza que podía ayudarle a conseguir ascendencia en la corte es la reproductiva. El acto de asegurar la descendencia –y con ella la transmisión de la corona y el potencial de crear alianzas mediante matrimonios– tradicionalmente resultaba en la concesión de privilegios a las reinas.28 Sin embargo, ahí Doña Isabel no tuvo suerte, al menos inicialmente. Su primer bebé murió tempranamente y no tuvo a Juana hasta 1453. Habría que esperar dos años más para que Isabel pudiera servirse de esa baza de manera decisiva, como veremos en breve, con el nacimiento del que habría de ser futuro rey, João II. Constan testimonios de su labor como intercesora o mediadora. Rodrigues proporciona una lista de aquellos individuos “nomeados, perdoados e privilegiados por D. Afonso V a pedido da rainha D. Isabel” –quince casos en cinco años frente a los siete privilegios expedidos por Leonor de Aragón en siete años– que viene encabezada por los adeptos a Don Pedro Infante que recibieron un perdón el 2 de enero de 1449.29 Rodrigues afirma que intercedió por sus familiares 24 Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 291. 25 Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, p. 307; Rodrigues, Tristes Rainhas, pp. 283 y 326. 26 Véase Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Alfonso V, p. 307 y Rodrígues, Tristes Rainhas, p. 327. Esta carta sobre una propiedad confiscada de Don Pedro concedida a doña Isabel es, según Fonseca, el único testimonio documental de alguna relación entre Afonso V y Don Pedro durante el exilio del segundo (O Condestável…, p. 74). 27 Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 326. 28 Es la esperanza de uno de los partidarios de Don Pedro Infante durante el enfrentamiento con Afonso V: “ElRey se acharia mais obrygado pera ho amar e honrar, e ella teria moor atrevymento de em seus feytos o requerer.” Y aparentemente Doña Isabel invocó a sus futuros hijos para intentar detener el curso de los acontecimientos, lo que no surtió el efecto esperado, pues, aunque Afonso expidió una carta de perdón, se volvió atrás al juzgar que el arrepentimiento de Don Pedro Infante no era lo suficientemente sincero (Rodrigues, Tristes Rainhas, pp. 301, 302-3). 29 Rodrigues, Tristes Rainhas, pp. 385, 405-6.

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-padre, madre, hermanos- consiguiendo obtener prácticamente todo lo que pedía. Sin embargo, se dieron dos claras excepciones y quizás algunas situaciones ambiguas. Así, no pudo detener la muerte del padre y no logró que éste recibiera una sepultura digna en el monasterio de Batalha hasta el nacimiento de João II en 1455. Efectivamente, tras la batalla de Alfarrobeira, el cuerpo de Don Pedro Infante permaneció tres días a la intemperie, expuesto a alimañas y a los elementos, como signo de una muerte ignominiosa, antes de ser finalmente enterrado en la iglesia de Alverca sin ceremonia, ni acompañamiento familiar. Tanto Isabel de Borgoña, hermana de Don Pedro Infante, como el Papa expresaron su desagrado por el tratamiento inhumano dado al cuerpo de don Pedro sin conseguir alterar la decisión de Afonso V.30 A pesar de ello, Baquero Moreno y Vaz de Freitas estiman que Doña Isabel podría haber conseguido la restauración de la familia de Coimbra, si su temprana muerte no lo hubiera impedido. A 2 de Dezembro de 1455 morre D. Isabel, após as exequias de seu pai… Rui de Pina ainda conjectura que a sua morte se deveu a “peçonha que dos imigos de seu pai por sua segurança disseram que lhe fora ordenada, e como quer que pera isso ouve muitas conjecturas e presunçoes;” facto que não se excluí visto que a proximidade do rei e da rainha estremecía a nobreza que continuava consciente da possibilidade de manipular D. Afonso V. Provavelmente as posturas de D. Afonso V de protecção e de grande afeição por D. Isabel encaminharam-na para a morte.31

Este esfuerzo de restauración se produciría de manera paulatina y con sus claros oscuros. Si doña Isabel finalmente logró la anuencia del rey para enterrar a su padre, Don Pedro Infante, con los honores debidos, no logró que fuera revocado el exilio de su hermano don Pedro, condestable de Portugal, quien no pudo asistir a las exequias de su padre. Don Pedro Condestable volvió a Portugal tras un exilio 30 Véanse Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 306 y Baquero Moreno y Vaz de Freitas, A Corte de Afonso V, p. 104. En su estudio sobre violencia ejemplar en las Partidas de Alfonso X de Castilla (s. XIII), Isabel Alfonso Antón comenta que en algunos casos de delitos de alta gravedad, como era la deslealtad o la traición, se podía imponer penas a las altas jerarquías similares a las que se impondrían a “hombres viles,” tales como arrojar los cuerpos a las aguas para que los hicieran desaparecer los peces o impedir el entierro en terreno sagrado. (Véase: “El cuerpo del delito y la violencia ejemplar.” En Maribel Fierro y Francisco García Fitz (eds.): El cuerpo derrotado: cómo trataban musulmanes y cristianos a los enemigos vencidos (Península Ibérica, ss. VIII-XIII). Madrid: CSIC, 2008, pp. 397-431. La siguiente declaración de Juan Rodríguez del Padrón también nos hace conscientes del grado de humillación que debió sufrir la familia del duque de Coimbra: “…por la ofendida majestad del temporal príncipe, muere la persona muerte sobre todas más cruel e más vituperosa e se pierde la dignidad, el honor, la nobleza hasta la quinta generación” (Obras completas. Ed. César Hernández Alonso. Madrid: Editora Nacional, 1982, p. 240). 31 A Corte de Afonso V, pp. 302-3.

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de unos siete años y sólo tras la muerte de su hermana, quizás a finales de 1455 –como estima Rodrigues32–, o entre el 12 de febrero y el 3 de marzo de 1456, según Fonseca.33 Igualmente, la situación de la madre de doña Isabel, Isabel de Urgel, de inicial miseria tras la muerte de su marido, fue lentamente subsanada. A casi tres años de Alfarrobeira, Isabel hija afirmaba en su testamento de 1452 que su madre vivía en mengua por lo que solicitaba la ayuda a Afonso V, quien aproximadamente seis meses más tarde le concedió las villas de Montemor e Tentúgal.34 En definitiva, la imagen que emana de los datos históricos es la de una reina discreta, que cumple con su papel de mediadora y que, a la vez, debió disfrutar de un alto nivel de vida, propio de una consorte real, en momentos en que otros miembros de su familia sufrían penurias. Si nos guiamos por las palabras de Damião de Góis –en su Crónica do Principe D. João– debió de ser una mujer consciente de sus deberes familiares y una vez que logra cumplir éstos, como esposa e hija –es decir, una vez que garantiza la descendencia al trono y ve los huesos de su padre enterrados con honores en el monasterio de Batalha– hace honor al sino trágico de la familia y muere. Nam poderam tanto hos desgostos que ha Rainha passava, e revolvía em seu coração, por caso da desestrada morte do Infante dom Pedro seu pai, que ella com sua virtude e magnifesta bondade nam resistisse tanto, a tam continuos trabalhos, atte que per suas orações e lagrimas alcançasse de Deus duas cosas que sobre todas desejava, das quaes hua era deixar a elRei seu senhor e marido de seu matrimonio filho macho que sucçedesse na herança destes Regnos, ha outra alcançar delle sepultura honrrosa pera hos ossos do Infante seu pai.35

32 Tristes Rainhas, pp. 314-315. 33 O Condestável…, p. 89. El perdón colectivo a los antiguos partidarios del duque de Coimbra databa de mediados de 1455 (Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 422). Véase además nota 66 en este ensayo. 34 Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 312. Rodrigues estima que su situación no era tan desesperada como la afirmación del testamento de Isabel hace sospechar. Sin embargo, Afonso V, “procurador de sua esposa e da mãe desta,” no permitirá el acceso al dinero de Infante Don Pedro Infante en Florencia hasta 1455 (312). 35 Citado en pp. 529-530 por Luís Adāo da Fonseca, “A morte como tema de propaganda política na historiografía e na poesia portuguesa do século XV,” Biblos, vol 69 (1993), pp. 507-37. Doña Isabel no parece destacar por su actividad lectora o mecenazgo cultural, aunque es posible que desconozcamos el contenido de toda su biblioteca más allá de algunos libros religiosos que legó al monasterio de San Juan Evangelista. Como reina, pudo mandar traducir al portugués el Livre de las Trois Vertus de Christine de Pizan, texto que entraba en el terreno de la rehabilitación moral de la mujer, y del que nos ha llegado un manuscrito, O libro das tres vertudes a insinança das damas (Rodrigues, Tristes Rainhas, pp. 275 y 339).

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Es la misma observación que hace Don Pedro en Tragedia, al señalar que su hermana “dejando claros fijos se partia, dada la desseada sepultura a los huessos del su caro padre.”36 La muerte de Doña Isabel en 1455 –seguida de la del hermano mayor, João, rey de Chipre, a mediados de 1457– dejaba en manos del tercer hermano, Don Pedro, administrador de la orden de Avis, la espinosa tarea de rescatar el prestigio del duque de Coimbra y de su familia. Doña Isabel en la obra de Don Pedro: Sátira de infelice e felice vida como speculum para una reina. Don Pedro, desde el exilio en Castilla, dedicó su primera obra, Sátira de infelice et felice vida (ca. 1453), a su hermana, “la muy famosa, muy excelente princesa, muy devota, muy virtuosa e perfecta señora doña Isabel, por la deífica mano reina de Portogal, grand señora de las livianas partes.” Y lo hizo como prueba de afecto, afirmando que “en las mis entrañas está sellado e esculpido vuestro servicio,”37 pero también clarificó que su obra era una sátira -“que quiere decir reprehensión con ánimo amigable de corregir” (la cursiva es mía)- mediante la cual aspiraba a componer un panegírico del sexo femenino, pero también un ejercicio de corrección moral. E por ende la intitulé Sátira de infelice e felice vida, poniendo la suya por felice e la mía por infelice, llamándole Sátira, que quiere decir reprehensión con ánimo amigable de corregir; e aun este nombre sátira viene de satura, que es loor. E yo a ella primero loando, el femineo linaje propuse loar, a ella amonestando como siervo a señora, a mí reprehendiendo de mi loca tema e desigual tristeza.38

Don Pedro pues se investía de una autoridad de tono amigable con el fin de, tras el elogio, corregir a su hermana, a la cual involucraba como lectora implícita y a la vez activa, pues, la invita a descubrir las fuentes de sus ideas. …la fize no autorizada de los grandes e científicos varones e, en algunos lugares, escura, porque la muy vuestra llena industria saberá de cuáles jardines salieron estas flores mías, e a la escuridad dará lumbre e claridat muy luciente.39 36 Tragedia, pp. 320-1. 37 Sátira, p. 69. 38 Sátira, p. 71. Como ha clarificado Julian Weiss, en la época, “sátira is a term which, unlike tragedy or comedy, does not indicate the content, stylistic level, or narrative structure of the work, but simply denotes that it possesses a general moral function” (“Juan de Mena´s Coronación: Satire or Sátira?” en Journal of Hispanic Philology, vol 6, nº 2 (1982), pp. 113-138; véase p. 123) 39 Sátira, p. 75.

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Don Pedro completó Sátira en la corte castellana en torno a 1453, cuando llevaba unos cuatro años exiliado; o como él mismo explica, tradujo y completó una versión anterior del portugués al castellano “más constreñido de la necesidat que de la voluntad.”40 Lo hizo en la estela de los textos fundacionales castellanos sobre el debate de las mujeres de la década anterior y, con ello, acogiéndose a los modelos y temas que le proporcionaba el entorno literario de la corte de Juan II de Castilla y su segunda esposa, Isabel de Portugal, prima de Don Pedro: no sólo abordando la defensa de lo femenino y el tema de la virtud, sino también recurriendo a la sátira y a la inserción de autoglosas.41 Es obvia la influencia de otros textos similares de la época, por ejemplo, del Tratado en defensa de virtuosas mujeres (anterior a 1445) de Diego de Valera, quien también había escrito una sátira, encabezada por una epístola; la había dirigido a una reina; había incluido autoglosas o notas; y se había servido del manido símil de la luz en referencia a la sabiduría: Sátiro, es fablar loando virtudes, e denostando vicios; e que la presente materia sea sátira, claro paresce, pues toda la fabla se refiere en loar las virtudes de las nobles mujeres, e denostar la viciosas condición de aquellos que de todas generalmente maldicen no sabiendo faser diferencia entra la lus e las tiniebras.42

Igualmente, Don Pedro se hace eco del Triunfo de las donas, de Juan Rodríguez del Padrón, tratado dedicado a la reina María de Aragón, primera esposa de Juan II de Castilla, pero ahora enmarcado por una historia de amor trágico entre dos amantes, Aliso y la ninfa Cardiana, a los que menciona Don Pedro en su Sátira.43 40 Sátira, p. 76. 41 Don Pedro trabajó bajo la influencia de una serie de autores de la época, tales como Rodríguez del Padrón, Juan de Mena, Alfonso Fernández de Madrigal, Álvaro de Luna, etc. Para un estudio más detallado de las influencias, véase en la edición de Serés pp. 29-34. Cuando Don Pedro compuso Sátira, el debate sobre la mujer apenas llevaba dos décadas de presencia: 1430-1520 son las fechas en las que Julian Weiss inscribe la querelle (“¿Qué demandamos…,” p. 239). Véase también Vélez-Sáinz, “Boccaccio…,” p. 117. Weiss no incluye Sátira en su bibliografía de textos primarios de Castilla y Aragón sobre obras de defensa, ataque o debate en torno a la mujer, lista que no buscaba ser exhaustiva; tampoco lo hace Vélez-Sáinz. 42 El ataque de Valera va dirigido a los ignorantes en cuestión del tema de la virtud, lo que genera una reflexión ensayística sobre los argumentos de los “maldicientes” que lleva a reafirmar la autonomía moral de la persona independiente del sexo (“Que las virtudes debaxo del libre alvedrío están, e si alguno esto negasse sería derechamente ereje” 57). Para citar el Tratado en Defensa de Virtuosas Mujeres de Valera, recurro a la edición incorporada en Prosistas castellanos del siglo XV, BAE CXVI, Madrid, 1959, pp. 53–76. La cita del texto aparece en p. 63. 43 En su glosa sobre la ninfa Cardiana Don Pedro (personaje) apostrofa a su dama (en mi interpretación, doña Isabel como personaje) en los siguientes términos: “¡Mirad pues, vos, sola señora de mí, que por vuestra causa no sea yo otro Eliso, e vos por la mía non séais otra Cardiana!”

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De hecho, Don Pedro vuelca su energía literaria en narrar otra pasión frustrada amorosa, lo cual le sirve para colocar en primer plano su estado anímico y magnificarlo (“su desigual tristeza”) -estrategia que también usará en su última obra, Tragedia de la insigne reina doña Isabel- y para elaborar dos ingredientes de la literatura amorosa cortesana en apariencia contradictorios: el elogio hiperbólico de una dama (reforzado en un tercio de las glosas que incorporan los comportamientos modélicos de unas treinta y tres mujeres)44 y la acusación a esta belle dame sans merci de excesiva crueldad. Leída desde esta perspectiva, Sátira se convierte en un atípico espejo de princesas, un manual de virtudes para una reina que hace menos hincapié en las virtudes tradicionales de la castidad o la lealtad al marido, se enfoca en otras, tales como la piedad y la fortaleza, y critica la crueldad.45 Veamos primero cómo se produce este enfoque menos convencional, prestando especial atención a las glosas donde aparecen estos retratos femeninos -aproximadamente un tercio de las glosas- y que constituyen un pequeño tratado de defensa femenino dentro de un texto de compleja arquitectura. Tras la epístola, el argumento del texto central se inicia con la descripción del desgarro emocional de don Pedro, como leal amante no correspondido. La violencia de su dolor es tal que presiente que la muerte sería más grata que la vida al servicio de una mujer carente de compasión. Dicha dama -representación ficticia de Isabel y no de una desconocida princesa, como ha juzgado la crítica-46 (173). Eliso había escogido el suicidio, tras el cual se vio convertido en árbol; la ninfa Cardiana, no pudiendo ya más evitar la piedad, se transformó en fuente con cuya agua refrescaba las raíces de Eliso. Sátira, de manera similar, concluye con el personaje a punto de suicidarse. En definitiva, “Juan Rodrigues, poeta moderno e famoso” en palabras de Don Pedro (173), ejerce una influencia considerable en el quehacer artístico de Don Pedro, quien también acusa la influencia de Siervo libre de amor en su Sátira. 44 Varias glosas más –las de las sirenas, Clicie, Prudencia o la ninfa Cardiana– incluyen técnicamente personajes femeninos, pero no son usadas para proponer comportamientos modélicos sino para hablar del amor, los vicios o la clasificación de las virtudes. 45 A diferencia de Diego de Valera, Juan Rodríguez del Padrón o Álvaro de Luna, Don Pedro alega un aparato mínimo de argumentos en defensa de la dignidad de la mujer. Don Pedro se concentra en la descripción de las virtudes de una dama y en los retratos, a veces pseudo-novelescos, de damas ejemplares. 46 Los críticos no se han aventurado a pronunciar una hipótesis sobre la identidad de la Dama en Sátira que vaya más allá de la arriesgada opinión de Marcelino Menéndez y Pelayo, el cual estimó que Don Pedro hablaba de “amores verdaderos” aunque “no es fácil conjeturar quién fue la hermosa princesa” (Antología de poetas líricos castellanos, vol 7. Madrid: Librería de Hernando, 1898, pp. cxvii-cxviii). No se ha reparado, pues, en que Don Pedro, no sólo como parte de los clichés propios del amor cortés, prodiga el tratamiento de reina al personaje femenino de Sátira, a quien llama “mi soberana e obedescida señora” (184), o le alega como modelo otra reina portuguesa, la santa reina Isabel (195-198), o alude a “vuestro bien soberano” (189). Ciertamente, la ficción que inventa Don Pedro en Portugal (¿quizás inicialmente con motivo de los esponsales de su hermana?) y que completa durante el exilio –con las referencias a crueldad, piedad y/o falta de agradecimiento– cobra mayor coherencia si pensamos en el contexto de la corte portuguesa como referente.

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nunca hace acto de presencia en el transcurso de la historia. Será pues el colegio de virtudes –las siete virtudes cardinales y teologales- o más concretamente Prudencia, quien acomete la tarea de “salvar aquella que, sin culpa, de ti es culpada,” afirmando que solamente ella en el mundo “hobo de nós todo nuestro fructo.”47 Prudencia plantea primero la idea de la inmortalidad a través de la fama alcanzada por cuatro diosas de la antigüedad: Juno, Venus, Minerva y Diana. El poeta, en sus respectivas glosas, indaga en sus nombres, sus méritos, los símbolos que las identifican, y se maravilla de que hayan alcanzado tanta excelencia, aunque afirma que posteriormente fueron desbancadas por la figura de la Virgen María y superadas por su dama.48 A continuación, Prudencia va hilando en su alocución al desastrado amador una serie de retratos femeninos que ejemplifican el coro de virtudes que Prudencia encabeza dentro de la historia. Judic, la fija de Gepté, Porcia, Ceciliana, Dueña de Valida y Fermosas vírgines son todas ejemplos de fortaleza, lo que no obsta para que sean superadas por la dama quien ha alcanzado “el heroico grado de fortaleza,” más divino que humano, propio de muchos santos y de Sócrates.49 Esther -quien salvó “la sangre inocente de la crúa muerte”- es modelo de la justicia, pues “por seguir lo que justicia mandaba, a muerte rescebir se ofresció.”50 Tras Esther, los comportamientos de la Muger de Cipión, Lucrecia e Ypo conminan a la templanza. Paradigmas de prudencia -o, más bien, de mujeres con influencia política- son Tanequil y Vecturia. Y se asocian tres caras a la prudencia: memoria de las cosas pasadas, consideración de las presentes y providencia para el porvenir.51 Les siguen la piedad (Muger de Haned), la fe (Tacia, Vesta, Sancta Caterina) y la esperanza (Emilia), tras cuya exposición Prudencia garantiza que la dama alcanzará el cielo.52 Es en las últimas glosas que aparecen mezcladas otras virtudes, las tradicionales asociadas a la mujer: la honestidad y pudicia (Dueñas indianas, Mujeres de los teutónicos y Sulpicia) y la lealtad al marido (Julia, Artemisa, quizás Pantasilea, y Dido). Si resumimos el periplo de virtudes propuesto por el condestable para la mujer, destacan algunas idiosincrasias de su propuesta: primero, las virtudes cardinales preceden a las teológicas debido al carácter secular del texto,53 y entre ellas, la 47 Sátira, pp. 107 y 109. 48 Véase Sátira, pp. 114 y 122. Para facilitar la identificación del personaje femenino principal, aludiremos a ella con el apelativo de dama, a pesar de que no recibe ningún nombre ni apodo concreto de manera consistente. 49 Sátira, pp. 128 y 129. 50 Sátira, pp. 139 y 138. 51 Sátira, p. 144. 52 Sátira, p. 157. 53 En una glosa anterior Don Pedro aclara: “las virtudes teológicas son las soberanas, e de las teológicas, la caridat posee la señoría; pero porque la presente obra más fabla de moral doctrina que de teológico documento, e a cosas mundanas se dirige et no a divinas, es razonable elegir a la prudencia…” (104).

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fortaleza y la prudencia -la habilidad intelectual para determinar “cuáles son las cosas convenibles para proseguir y cuáles para desechar”-54 reciben una atención quizás inusual en los tratados de defensa de la mujer. Un segundo rasgo es el de que la virtud teológica de la caridad se transmuta en piedad y su descripción se vuelva más prolija que en los apartados dedicados a otras virtudes: … fablando primero de su mucha caridad. Do los tristes aflictos fallan grand [glosa del empíreo cielo] grand [sic] reparo, los desnudos cubre, los que han fambre abonda, los llagados manda curar, las matronas e viudas ayuda, los huérfanos ampara, e en piedad valerosa a la mujer de Haned sobrepuxa. Ca de los tristes infortunados ha piedat e dolor, e los tristes sospiros e gemidos siente, e da reparo a los males de los mesquinos e desesperados, [glosa de la muger de Haned], con cara alegre reparte los beneficios, e con mano secreta e liberal da las limosnas, e con corason gososo otorga los dones e, finalmente, en todas las piadosas obras se exercita como lumbre e espejo de toda virtud. 55

El comportamiento piadoso adquiere un especial significado en el caso de una reina. De hecho, la piedad podía ser interpretada como una forma de poder dado que raramente la reina ejercía autoridad por sí misma; por el contrario, las reinas medievales, como comenta Nuria Fernández-Silleras, “derived influence from their access to the royal patrimony and their roles as intercessors between remote kings and supplicant subjects.”56 Extrañamente, el único ejemplo alegado por Don Pedro -el de la mujer de Haned y reina de Thesalia- no corresponde al cuidadoso desglose y listado de actos humanitarios del texto central. Por el contrario, lo que se propone como “piadosa obra” es ofrecer la vida en lugar del marido, sentenciado a muerte. Y se remata esta glosa criticando la mezquinad del rey Haned -que dejó morir a su mujer para salvar su vida- y afirmando “que la caridad y amor de las mugeres prevalesce al de los hombres.”57 Es pues 54 Sátira, p. 105. 55 Sátira, p. 149-151; la cursiva es mía. Alfonso de Cartagena, en su traducción a De clementia de Séneca, observa que clemencia, piedat o misericordia tienden a ser equiparadas en el discurso coloquial, aunque existen diferencias semánticas. Significativamente, por piedad entiende el acto de socorrer a padres, parientes y a la tierra donde uno nace (fol 31v, ms 9990 de la BNM) y afirma que “la clemencia defciende dela caridat” (fol 4r) y la píedat es uno delos dones del spū stō” (fol 31v). 56 Véase Power, Piety, and Patronage in Late Medieval Queenship. New York: Palgrave Macmillan, 2008, p. 1. Igualmente “de una reina medieval se esperaba que fuera piadosa, caritativa y educada, que alumbrase una serie de hijos, sobre todo un primogénito, y que ofreciese una imagen pública y ceremonial de la monarquía…” (Nuria Fernández-Silleras, “Queenship en la Corona de Aragón en la baja edad media: estudio y propuesta terminológica,” La Corónica, 32.1 (2003), pp. 119-133; nuestra cita aparece en la p. 119). 57 Sátira, p. 151.

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en algunas conclusiones de las glosas que oímos comentarios más personales del propio Don Pedro sobre los dos sexos. Así captamos un cierto cinismo en la glosa de Artemisa - “¿Qué ál se debe desir, salvo que el leal amor que las dueñas han a sus maridos es con virtud mantenido, mas no de razón debido?” (162)- y en la glosa de Sancta Caterina: El femíneo linaje, si osase, guiaría mi pluma, osando por no redargüir los grandes yerros de los varones cuyo nombre yo poseo, en los cuales a grand ventura humanidat se falla, me fase no proseguir más adelante. E baste a la presente materia que los hombres se fallan crúos tiranos, perseguidores de las vírgenes, e las damas grandes observadoras de la salud e vida de los hombres.58

Son comentarios enigmáticos que parecen resolverse a la luz de los acontecimientos críticos que derruyeron la casa del duque de Coimbra y por los que uno podría colegir que tras el panegírico de las virtudes de su dama -Isabel de Portugal, la misma reina de la dedicatoria-, Don Pedro buscaba articular un ataque a las circunstancias aciagas e inmorales que originaron la muerte de su padre. De hecho, en la conclusión de la glosa dedicada a Coriolano, es algo más explícito: … el cual vicio de ingratitud es de foír como a pestilencia irreparable. Ca no solo a Dios e a los buenos hombres es abominable… Del cual diabólico vicio yo me estendería a desir largamente cuánto en nuestra edat sea usado e con cuánta fealdat seguido e con cuán poca vergüeña poseído de los mayores, si me no recordase que dice Salustio “Veritas odium parit”. Por ende, solo baste para reprehensión de los seguidores déste abominable delicto lo que dice Bernardo: “La ingratitud es amenguamiento de los méritos, derramamiento de las virtudes, perdimiento de los beneficios, secadora de la fuente de la piedat divina e quemante el rocío de la misericordia e los ríos de la suma gracia.”59

En definitiva, la defensa que hace Don Pedro de lo femenino cumple, a primera vista, las dos funciones que Françoise Vigier adjudica a los textos feministas (105): un cometido didáctico de educación de la mujer por medio de comportamientos modélicos y una postura de defensa de la mujer en la polémica suscitada por los detractores de su dignidad. Sin embargo, el tratado de Don Pedro adquiere un carácter singular, pues más que atacar a los antagonistas de la mujer, se 58 Sátira, p. 155. 59 Sátira, p. 148.

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critican comportamientos inmorales, sugiriendo que el problema no es la mujer, sino… el hombre.60 En otras palabras, la exaltación de la mujer se hace como denuncia solapada de vicios dirigida, sospechamos, a la corte portuguesa y quizás al propio Afonso V y, a la vez, muy probablemente como estrategia de defensa de una reina que contaba con el apoyo de su marido pero no con el de la nobleza portuguesa. No obstante, a pesar del elogio sin límites que el autor prodiga a la dama, a ésta también le salpica la crítica. De ahí que, en el desenlace de Sátira y sin abandonar el tema de la defensa de la mujer, se haga un especial énfasis en la idea de la piedad y la crueldad, tema central de la obra. Así, a pesar de que Prudencia completa su defensa de la dama aludiendo a Eva y María -y colocando, por tanto, un broche cristiano a lo que ha sido en gran parte un ejemplario de mujeres de la antigüedad-, el amador logra derrotar dialécticamente a las virtudes y probar la falta de compasión de su dama. Todavía más acongojado, prolonga su discurso y su llanto: Mas fablaré yo por cierto contra vós, mi soberana e obedescida señora… ¿e qué puedo otra cosa desir, salvo aquello que más deseo e que más desearé, que ser por vos cobrada la rica e muy preciada corona de perfección? E pues esta bienandança e gloriosa e volante fama, sin haber la virtud de piedad o clemencia, haber no podéis, no porque mi mal fenezca o muera, mas solo por vos ganar un triumpho o gloria tan alta, tan necesaria para vos, las coplas siguientes que, sin me partir deste solitario lugar faré…61

Dos modelos más de mujeres famosas, con sus respectivas glosas, adornarán las XXIV coplas con las que Don Pedro culmina su periplo de virtudes y resume poéticamente el contenido de Sátira. Una es Medea, asesina de sus propios hijos, y otra es la reina santa y taumatúrgica de Portugal, también llamada Isabel. El contraste no podría ser más singular y llamativo. Junto a estas glosas, Don Pedro incluye sendas descripciones del comportamiento piadoso (coplas XI y XII) y de la crueldad (XXIII y XXIV). Con este final, queda claro que un objetivo fundamental de esta obra es el de denunciar la crueldad y estimular la práctica de la compasión. Este énfasis en la clemencia y la crueldad -el cual casa bien con los clichés propios del amor cortés que se derrochan en el texto- dota de ambigüedad a la empresa de la defensa de la dignidad de la mujer, pues aúna el elogio hiperbólico con la denuncia flagrante de no cumplir con una de las virtudes más 60 Los maldicientes que en otras obras menoscaban la reputación moral de la mujer parecen estar ausentes en Sátira. La única referencia potencial se produce en la epístola o dedicatoria a Isabel cuando Don Pedro alude a “las caninas e venenosas lenguas, más hábiles a reprehender que a loar” y a “los simples o ponzoñosos retractadores” (75), pero este comentario se relaciona con las críticas que pueda despertar su obra. 61 Sátira, pp. 184-185; la cursiva es mía.

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características de una reina: la piedad, entendida como defensa de sus familiares, virtud que en Sátira se conecta con la idea de la fama. ¡O cuántas fueron loadas por ser pías e humanas; otras por ser inhumanas se fallan ser reprochadas las primeras! (sic) sus famas muy duraderas durarán siempre in eterno; las segundas en inferno penarán penas muy fieras. Yo no creo ser Medea loada por valerosa; por ser crúa, rigurosa mas antes creo que sea muy tachada. Pues por no ser reprochada vos sola, mi bienandança no muera mi esperança de muerte desesperada.62 Concluyendo, amparado en modelos y temas literarios de la época -tales como el cruel amor cortés, la defensa de la dignidad de la mujer, o la inserción de comentarios o glosas- Don Pedro encontró los recursos para dar forma a su pensamiento y denunciar, disimuladamente, la lacra de la falta de compasión. La mujer en Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo

Es difícil saber qué recepción tuvo una obra de naturaleza tan compleja como Sátira, donde se entrecruzan el acento trágico y pasional de la ficción sentimental, el elogio a la dama y el análisis de virtudes, el esfuerzo intelectual plasmado en las glosas, y un énfasis en la crueldad y la piedad que tiene implicaciones acusatorias. Es interesante que en la segunda obra del condestable portugués, Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo (1453-1455) -obra dedicada al esposo de Isabel, el rey Afonso V, probablemente en agradecimiento por la devolución del maestrazgo de Avís en mayo de 1453-,63 Don Pedro afirma 62 Sátira, coplas XVII-XVIII, p. 193. 63 Coplas tuvo que ser escrita después de la muerte de don Álvaro de Luna (el 3 de junio de

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lamentar que se le haya tomado por defensor de las mujeres y se evade de tal responsabilidad. En consecuencia, los personajes femeninos están casi plenamente ausentes. Don Pedro -en el apartado dedicado a la virtud de la continencia e abstinencia, en la glosa sobre Dido, y antes de hablar de la misericordia- justifica este silencio en los siguientes términos: Muy grande perdón te demando, o feminil linaje a quien jo tanto soy tenudo e lohar devo, como, entre tan grand numero de muy virtuosas e excelentes mujeres que jo se e he leydo, de esta sola Dido e de Egipçiaca he fecho minçion, pues no ha seydo por ameguar o encubrir la tu muy grande e muy tendida gloria, mas por no dar lugar a las pençonosas lenguas de los omens que digan que yo [soy] seguidor del tu vando, e amador de las tus virtudes. E aquel que los tus piadosos benefiçios en la su adversa fortuna solamente ha resçebido, movido con affeción, mas que con verdad quiero callar las virtudes de los omens, e loo solamente las de las damas, por lo qual, pero no se entienda querer a ti tirar la sobervia, la qual a ty es devida, asi como al invierno frio e al estio calores. Ca ni porque yo dexe de loarte e de manifestar tu grandissimo valor, ni por esso la tu clara serenidad será algund poco obfuscada o tenebrescida…64

La observación -la reserva ante el elogio de la mujer para evitar la disensiónpodría indicar la extensión y el carácter verbal que había adquirido la polémica en torno a la mujer.65 Igualmente pone de manifiesto que el elogio a la mujer, en el caso de don Pedro, parte del afecto y la gratitud (entendemos que se refiere a la ayuda que Doña Isabel le prodigó durante su exilio y quizás, en particular, a su intercesión para que se le devolviera el maestrazgo de Avís),66 y que se combina 1453) y antes de la muerte de Juan II de Castilla (al que Don Pedro llama “mi tío”) el 21 de julio de 1454. Es hipótesis de Fonseca que Don Pedro dedica Coplas a su primo y cuñado, el rey Afonso V –y lo elogia ahora como egregio paladín de virtudes– en agradecimiento por la devolución del maestrazgo. Puesto que Don Pedro afirma que este rey es “mas digno que otro de toda cosa de correpçión de vicios e loor de virtudes te ser offresçida como aquell que a si mesmo ha corregido” (182; la cursiva es mía), Coplas es otra sátira, que sigue teniendo acentos de denuncia y que, con dos manuscritos y una edición, resultó ser la obra de mayor difusión del condestable. 64 Coplas, pp. 273-274. También mencionará a Eva y a Elena. A la primera para hablar de la insigne generación y de la conexión entre la virtud y la nobleza. 65 Como deduce Rodríguez Velasco de la lectura del tratado de Diego de Valera, parece que Valera también se enfrentaba a “maldicientes ágrafos” (39), es decir que se trataba de una polémica que con frecuencia no se dirimía a través de textos. Véase “Autoglosa: Diego de Valera y su Tratado en defensa de virtuosas mujeres,” Romance Philology, 61 (2007), pp. 25-47. Por otro lado, algunos autores defendieron posturas contrarias en el debate, quizás como forma de hacer gala de su competencia cultural en la presentación de argumentos contrarios (véase Weiss, “¿Qué demandamos...,” p. 247). 66 El 31 de marzo de 1453, Afonso V le entrega a su primo y cuñado el rendimiento de la

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con un cierto grado de hostilidad a la prepotencia masculina. Esta interpretación se confirma en la glosa donde se describe como Bellido Dolfos, en defensa de Doña Urraca, mató a Sancho, cuya codicia desmesurada e intento de desheredar a sus hermanos son criticados: Pues noten e miren aquellos reyes e princepes, e honrren e guarden a todas gentes, en especial al femenino linaje, el qual asi como Nuestro Señor quiso que caresciesse de las corporales fuersas, assi doto al mayor parte de las mujeres de muy claras e singulares virtudes, por lo qual del [de Dios] son singuarmente amadas. E como ellas ha ell todas las cosas remitan e dexan, el ha el su vando e parte de aquellas por propia suya…67

En definitiva, en Coplas, Don Pedro vuelve a moralizar, a hablar de virtudes y a apoyarse en ejemplos o glosas del pasado para comentar el presente. Su hermana, y el linaje femenino en sí, han desaparecido de su producción textual, a no ser por estos comentarios dispersos y algo crípticos. Don Pedro parece verse en la tesitura de adular a Afonso V y buscar su protección tras recuperar parte de su estatus y volver a ser administrador de la orden de Avis. Quizás Isabel, una reina sin descendencia masculina por los años 1453-1454, había agotado todos sus resortes para recuperar el honor de la familia. Tragedia de la insigne reina doña Isabel (1457): el retrato final de Isabel La última obra de ficción conocida del condestable -dedicada en esta ocasión a su hermano, Jaime, cardenal de Santestacio- se escribe tras el regreso del condestable a Portugal con motivo de la inesperada muerte de Isabel el 2 de diciembre de 1455, apenas cinco meses después de que ésta hubiera dado a luz a un heredero al trono y de que hubiera logrado enterrar a su padre honorablemente. Es significativo que es en esta obra -una vez que Don Pedro ha sido “revocado del injusto destierro,” se ha reconciliado oficialmente con Afonso V y se dedica a pelear en la campaña norteafricana de éste- 68 donde finalmente se narra, por primera vez, la muerte del padre y las desdichas familiares. No sólo eso; también, amparado en la noción de que Dios prueba duramente a sus elegidos, don Pedro encuentra consuelo en la idea de que la tragedia que ha asolado al linaje del duque ciudad de Badajoz y le restituye el maestrazgo de Avís por petición insistente de la reina Isabel (Fonseca, O Condestável…, p. 78). Aunque no es hasta el 8 de abril de 1456 que el condestable hizo efectivo su regreso al gobierno de la orden (Rodrigues, Tristes Rainhas, p. 353), parece que en 1453 el estatus político de Don Pedro había mejorado notablemente, probablemente gracias, en parte, a la aproximación diplomática entre Portugal y Castilla que permitió el matrimonio entre Enrique IV y Juana, hermana de Alfonso V (Fonseca, O Condestável, pp. 79-80). 67 Coplas, p. 242. 68 ragedia, pp. 307-308.

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de Coimbra evidencia la predilección que Dios siente por él, argumento que pone en boca de un venerable anciano que remeda a Petrarca: E faras como cuerdo e sabio ombre, e paresçera que reconosçes el castigo de Dios, e que eres grato e bien agradesçido del amor que te tiene, el mesmo lo tetifica diciendo: “Aquellos que amo corrigo / e castigo”69 E solo estima e jusga los virtuosos amadores de la virtud por sabios e cuerdos, ca estos tienen en el çielo e en la tierra grandes e perpetuos galardones. E si tu me dixeres que /a muchos destos vees desmedrados, pobres e aborresçidos quasi de todos, yo te dire que no es fuera de razón que assi sea…70

El texto –dirigido a un público imaginario de naciones– incluye pues una biografía encomiástica del padre71 y un razonamiento aleccionador de por qué la casa del duque de Coimbra sufrió su destrucción, infiriéndose que ésta no debe asociarse a los pecados de sus miembros. Por el contrario, el sino trágico refleja la pertenencia a la estirpe santa propia de hombres como Job o de aquellos individuos famosos castigados por la fortuna adversa desde el principio de los tiempos: desde Adán, Nembrot y Tiestes hasta Gayo César, el rey Arturo y Alfonso X, rey castellano. Entre ellos se encuentran tres mujeres: Yocasta, Fedra y Dido.72 En definitiva, la adversidad y la muerte se erigen, pues, como las piedras angulares de un sistema de sufrimiento redentor con el que Don Pedro enaltece la tragedia familiar.73 Como ha observado Gascón Vera, Don Pedro dedica un elogio más limitado a su hermana en esta obra –en comparación con el del padre–, a pesar de la importancia que le otorga en el título del texto: “el segundo panegírico, el central en la obra, aunque retóricamente el menos elaborado, está dedicado a la hermana… habla de la vida de la reina su hermana sin detenerse en tantos detalles.” 74 Tres elementos destacan en el retrato que lega Don Pedro de su hermana: su muerte ejemplar, sus virtudes y su equiparación a Dido. 69 Tragedia, p. 327. 70 Tragedia, p. 339. 71 Tragedia, pp. 311-313. 72Tragedia, p. 313. 73 Para un análisis de la literatura de consolación en la época de despegue del humanismo, véase George McClure, Sorrow and Consolation in Italian humanism. Princeton U.P, 1990. 74 Don Pedro, condestable, pp. 148, 149. Gascón Vera se pregunta qué pretendía escribir don Pedro cuando empezó su tragedia y concluye que aspiró a abarcar varios objetivos: “emular a Boecio en el género consolatorio para dar forma literaria al dolor e inseguridad que las continuas desgracias de su familia habían producido en él,” componer una tragedia que cantase la caída de su familia, y “hacer una triple elegía de su padre, hermana y hermano” (146, 147). Tragedia es la única obra de Don Pedro que no aparece glosada, lo que hace sospechar que se pudiera encontrar inacabada.

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La muerte está inicialmente planteada desde el dolor del hermano: Si tu vieras la gloriosa fin de aquella que tanto lloras e quisieras aver resguardo a la derecha senda de la verdad, / tu te gozaras con la tal muerte suya, tu sabes que todo loor en la fin se canta. Oesi tu oyeras las sus palabras, e con quanto esfuerço e fortalesa ella mirava aquella cosa mas terrible que todas, e como ella recomendó la su virtuosa anima e las sus amadas cosas, no olvidando a ty, al su muy amado señor, e como invocava a Dios e a la gloriosa madre suya e al evangelista sant Johan, cuya tanto devota era, en su ayuda. Oe si tu vieras el su no turbado rostro e sus graçiosos ojos no demostrar la ravia de la cruel muerte, tu dixeras: Esta mi señora no muere, mas vasse/ para las celestes habitaciones…75

Al menos dos aspectos de Sátira se reescriben en este momento. Uno, es la angustia e implicación emocional del hermano que se constituyen en elementos centrales alrededor de los cuales se tejen los razonamientos consolatorios y que incitan a Don Pedro –al igual que en el desenlace de Sátira– a contemplar la idea del suicidio. Otro es la actitud de la dama de Sátira, quien tampoco se inmutaba en esta obra ante los pavores infernales, con gesto alegre menospreciaba toda cosa adversa76 y ya había emprendido un viaje al “empíreo cielo” como dejaban claro“su mucha caridat,” “su mucha fe” y esperanza,77 que la llevarían a sentarse en el cielo en aquella “alta e fulgente cadira de aquel en que primero nasció e vidia y soberbia.”78 Estos tópicos mortuorios dotan a Sátira de un cierto carácter de crónica de una muerte anunciada. Es más, sirven para percatarse de que la parte de speculum de princesas en Sátira contenía una lección sobre el arte de bien morir. En Tragedia, la voz del anciano describe la muerte física de Doña Isabel –de la que Don Pedro no fue testigo en la vida real– como un acto consciente de abandono de todo lo mundano: E después desto se recordava del su fazedor, e que la vida, el grande estado, las riquezas, las pompas y aparatos reales, el virtuoso e alto marido, de la liberal mano / de Dios lo avia resçebido, lo qual le tornava, referiendoLe gracias por el tiempo que dello avia usado, e como dexando claros fijos se partia, dada la desseada sepultura a los huessos del su caro padre. E acabadas en la su fin, segund el su señor gelo prometia, las cosas que en la vida tanto desseara, la carne esquiva pena sentía por alexar se de un rey, el 75 Tragedia, p. 320. 76 Sátira, pp. 129-132. 77 Sátira, pp. 149 y 151. 78 Sátira, p. 157.

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mas valeroso del mundo que tan verdaderamente la amava; el anima al su Dios inmortal desseava; las sus claras virtudes le daban esperança de bevir moriendo, e de gozar con la muerte de sempiterna vida…79

Se trata pues de la escenificación de una muerte ortodoxa, desde una óptica cristiana, que no llega a alcanzar el grado de idealización que recibió en Sátira, ni la santidad propugnada por el modelo de la reina santa portuguesa; por el contrario, es vivida como un “conflicto de la batalla” del ánima por dejar el cuerpo. En la lista de virtudes que garantizan el cielo a la hermana se hace especial hincapié, de nuevo, en su rol como protectora: “su devota oraçión,” “sus muchas limosnas aun sentidas de los estraños,” “su pura e conjugal castidad,” y “la grande caridat con que amparo e cobrio a los perseguidos de la adversa fortuna.”80 Todo el párrafo tiene curiosas implicaciones económicas y espirituales, pues si por un lado se hace énfasis en el acceso de Isabel a las glorias mundanas y al dinero –quizás críticamente, puesto que Don Pedro había alabado en Coplas el desprendimiento de las riquezas y criticado la codicia–, por otro, es su uso generoso lo que finalmente le gana el cielo a Isabel, en el relato del hermano.81 El último rasgo que caracteriza a la Isabel de Tragedia es su identificación, por medio de un sueño premonitorio, con Dido: “E assy dormiendo me fue demostrada/ la princesa mía, más noble que Dido/ con muy tristes ojos e cara turbada/ asy como cosa fuera de sentido/ ya quanto lexos de mi separada” (310).82 Dido es también el único modelo de mujer común a las tres obras, que aparece en momentos claves, lo que muestra que el ejemplo de la reina viuda cartaginesa, que se lanzó a una pira de llamas para evitar un segundo matrimonio forzado, ejerció una sugestión especial en el caso de Don Pedro.83 Efectivamente, tanto en Sátira como en Coplas, se dedican sendas glosas a Dido. En Sátira es el último retrato femenino alegado por la figura alegórica de la Prudencia para hablar de la dama perfecta, no sólo como santa inmortal en “religión, honestidat, pudicicia o templanza,” sino también como dueña de la astucia necesaria para destruir los engaños del mundo y de la constancia para enfrentarse a él.84 En Coplas, Dido es, junto a María Egipciaca, el único modelo que recuerda la perfección superior de la mujer en una obra donde abundan los modelos masculinos. Finalmente en 79 Tragedia, pp. 319-320. 80 Tragedia, p. 321. 81 Don Pedro no alude a las solemnes exequias hechas a la hermana, las cuales, de acuerdo con las crónicas de la época fueron extraordinarias. 82 Tragedia, p. 310. 83 Véase el estudio de María Rosa Lida de Malkiel, Dido en la literatura española: su retrato y defensa (London: Tamesis, 1974). Ni Don Pedro ni Álvaro de Luna recurrieron a la versión de una Dido enamorada y abandonada por Eneas. 84 Sátira, p. 163.

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Tragedia –obra sin glosas y quizás incompleta– Doña Isabel es otra Dido, por su tristeza ante la muerte y la separación. Entraríamos en el terreno de la especulación psicológica si quisiéramos explicar la raíz de la sugestión que debió ejercer en Don Pedro esta mujer de castidad inquebrantable, devota al bienestar de su pueblo y con la fortaleza necesaria para sacrificar su vida. Quizás pisemos terreno seguro al sospechar que uno de los elementos que pudo cautivar a Don Pedro es la fama inmortal que alcanzó Dido a través de las letras, o quizás el hecho de que ejerció el poder que típicamente ejercían los hombres.85 Conclusión En resumen, en la obra de Don Pedro encontramos que el personaje femenino ayuda a articular su pensamiento sobre aquellos temas que le preocupaban: la fama, la muerte, la felicidad, la virtud, el suicidio, además de la tragedia causada por la muerte humillante del padre. En Sátira, Don Pedro construye un peculiar speculum –en parte oculto por un drama amoroso– que le sirve para proyectar a su hermana –reina de Portugal, la más alta depositaria del honor de un linaje hundido– hacia la fama inmortal por medio de un encomio hiperbólico de sus muchas virtudes. Dichas virtudes incluyen algunas típicamente varoniles, como la fortaleza y la prudencia, y otras más características de la mujer, en particular, la piedad y la castidad. Dentro de la corte portuguesa, tal dechado de integridad moral –especulamos– buscaría despertar una admiración y una confianza sin límites hacia la persona de Isabel. Sin embargo, singularmente, Don Pedro –quizás en un esfuerzo por detentar algún tipo de poder desde el exilio– enfrenta a su dama con dos modelos radicales y divergentes: una reina santa y Medea, en lo que parece un claro recordatorio de que, desde el trono, Isabel no debe olvidarse de su familia. En Coplas Don Pedro renuncia con poco entusiasmo a la defensa de la mujer, y por razones difíciles de colegir (quizás buscando el apoyo más directo de Afonso V cuando él mismo detenta una posición más sólida en Castilla, quizás temeroso de que la hermana fuera repudiada pues no había logrado engendrar un heredero). Retoma dicha tarea en Tragedia, tras el fallecimiento de Doña Isabel. En Tragedia, la amenaza que Medea parecía proyectar ha desaparecido. Isabel de Coimbra es alabada como “columna de la su prosapia” y “amparo y protección de los suyos” y “plenaria melecina de las pasadas e crueles llagas” (314). Sin embargo, también Isabel va a pasar a segundo plano puesto que, finalmente, Don Pedro recuenta la muerte del padre, elogia abiertamente su figura y crea una narrativa 85 Dido vino a significar “mujer varonil” en la traducción al castellano de De claris mulieribus de Boccaccio (véase Harriet Goldberg, “Queen of Almost All She Surveys:Sexual Dynamics of Female Sovereignty.” La corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures, and Cultures, vol 23 (1994), pp. 51-63).

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de triunfo, si bien espiritual. Perdida la esperanza de que la propia Isabel pudiera levantar o defender la imagen pública del linaje familiar, en Tragedia, Don Pedro –urdiendo algunos de los elementos de Sátira y posando como poeta sabio y visionario– va a ser el que, a través del poder de la palabra, reconstruya el honor de la familia de Coimbra. En definitiva, Doña Isabel, como lectora y personaje, hizo a Don Pedro escritor; es decir, le sirvió de canal y de excusa para construir un ideario moral, exhibir su talento literario (abriendo, con su expresión de la tristeza y la emoción, la puerta del subjetivismo), tantear una visión política no muy abiertamente y profundizar en el terreno de la espiritualidad. Don Pedro, por su parte, hizo de Doña Isabel algo más que el personaje discreto que han legado las crónicas con la consecuencia de que, una vez que Doña Isabel muere, Don Pedro abandona la ficción.

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Pinsonia, el estado que pudo ser. Grandes honores geográficos truncados. Mariano Cuesta Domingo Universidad Complutense de Madrid Resumen En este artículo se muestra la presencia de España en Brasil con motivo del V Centenario de la muerte de su descubridor, Vicente Yáñez Pinzón. Desde la carta de Juan de la Cosa hasta la propuesta de Pinsonia, como nombre a un Estado que no pudo ser.

Abstract Due to the V Centenary of the death of Vicente Yáñez Pinzón, discoverer of Brazil, this article presents the presence of Spain in that region. Since the time of the letter by Juan de la Cosa up to the proposal of Pinsonia, a new State that finally was not established.

Palabras Clave Pinzón, Pinsonia y Almeida, atlas.

Keywords Pinzon, Pinsonia and Almeida, atlas.

Fecha de recepción: 7 de mayo de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

En este artículo se hace especial énfasis en el conocimiento del Atlas de Almeida que ha sido escaso, hasta la fecha, fuera de Brasil; se realiza como tema ocasional a impulso de la honrosa propuesta que se hace en sus páginas de la figura de Vicente Yáñez Pinzón y de la efemérides -2014- motivada por la coincidencia con el V centenario de la muerte del descubridor palermo, de Palos (Huelva). Una aproximación al tema. Hemos subrayado reiteradamente cómo, cuando se ha querido ensalzar una proeza o la aportación a la sociedad de un personaje destacado, la colectividad o, más frecuentemente, sus dirigentes han impuesto el nombre del protagonista a una institución u obra. Son huellas, que pueden percibirse en la toponimia1; en mapas2 de diferentes escalas es particularmente sobresaliente cuando se supone que la contribución del actor ha sido especialmente notoria a un nivel que sobrepasa el ámbito de lo local o regional. Así pues, puede seguirse el proceso en la cartografía y entre los elementos característicos se hallan el bautismo de lugares mediante homonimia, la deturpación de topónimos aborígenes y la exonimia o imposición de nombres foráneos; la incorporación de nombres geográficos se consideró, y en verdad lo era, una necesidad de los exploradores que fue utilizada en su función instrumental, imperiosamente de forma imprescindible por colonizadores, colonializadores y quienes ponían en valor los nuevos territorios que iban incorporado. Frecuentemente la iniciativa surgió de un partidario incondicional, de un amigo entrañable, de alguien que quería hacerse notar o que deseaba la pervivencia en el recuerdo de algún elemento perceptible. De tal modo ha sucedido en los nombres de lugar en general y en territorio americano, filipino y oceánico “en particular”, como puede apreciarse en sus mapas con profusión: Mar de Cortés, Estrecho de Magallanes, islas Filipinas, Nueva España, Nueva Andalucía, río de 1 M. Cuesta Domingo y M Muriel Hernández,: “Nombre dimos…, toponimia hispánica en los mapas de ultramar” en Cuesta Domingo (dir y ed.): Cartografía hispánica, 1800-1975. Una cartografía inestable en un mundo convulso. Ministerio de Defensa, en prensa; idem, Atlas toponímico extremeño-americano. Badajoz, 1985. 2 F. Domínguez, “La cartografía portuguesa en la transición del siglo XV al XVI”, en M. Cuesta y A. Surroca (ed.). Cartografía medieval hispánica. Imagen de um mundo em construcción: 259-274. Madrid, Real Sociedad Geográfica. 2009.

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Solís, río de Orellana, bahía Cabralia, ciudades como Trujillo, Mérida así hasta el infinito, casi. La cartografía histórica y también la más actual se constituyen en testimonio fehaciente. La pervivencia de los nombres geográficos tiene una vocación de permanencia, ab aeternum, pero no está asegurada. La tendencia científica, profesional, es no alterar la toponimia pero ¿qué pueblo no lo ha hecho? La necesidad de atribuir honores a sus nuevos héroes, en el sentido clásico o cultural, ha exigido, por decisión generalmente política, la sustitución de viejos nombres por otros más actuales o más revolucionarios: Aeropuerto de Barajas “Adolfo Suárez”, Cabo Kennedy, isla de la Juventud, ciudad de Sandino… sin embargo algunos nombres persisten inalterables o han tolerado mínimas correcciones (América, Colombia, Guadalupe, Florida, Venezuela…). Existieron otros honores fundamentando nombres geográficos que, no obstante, no llegaron a alcanzar tan extraordinario éxito; a priori, la proposición carecía del interés de un partidario o cofrade ni recibió el “clamor social” ni tuvo el loor de multitud preciso, le faltó coyuntura pertinente; defendido por una lógica y apoyada la propuesta en una explicación razonable y objetiva no hallaron el ambiente propicio para alcanzar el éxito, para perpetuarse en la memoria. Semblanza de un personaje. No seremos nosotros quienes le hurtemos parte de la gloria que merece este excelente navegante, el más joven de los hermanos Pinzón3. Había nacido en Palos de la Frontera (1462)4 y murió, a los 52 años de edad, en Sevilla (1514). Su escuela, su vida, fue la mar; una práctica basada en la lucha contra el océano y en el asalto a otros navegantes -catalanes por ejemplo5- que, como él, vivían de lo que podían haber en la mar, el abordaje a naves que transportaban cereales en épocas de hambruna en su comarca natal y en el combate con otros barcos (portugueses entre 1477 y 1479) hasta que castellanos y lusos firmaron un tratado de paz (Alcaçovas, 1479). Toda una experiencia6 que hicieron de Vicente un experto7 y, juntamente con los otros Pinzón, unos navegantes aptos, capaces, 3 J. Manzano y A. M. Manzano, Los Pinzones y el Descubrimiento de América. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica., 1988; J. García del Valle, Vicente Yáñez Pinzón y la carabela “San Benito”., Revista de Historia Naval nº. 53 (cuaderno monográfico), 2007. 4 J. Izquerdo, Palos de la Frontera en el Antiguo Régimen (1380-1830). Huelva, Instituto de Cooperación Iberoamericana y Ayuntamiento de Palos de la Frontera, 1987. 5 N. Coll i Juliá, Vicente Yáñez Pinzón, descubridor del Brasil, corsario en Cataluña. Diana. Madrid, c. 1951. 6 Su práctica se vio incrementada –después del Descubrimiento- con una actividad en el Mediterráneo (Nápoles, Argel y Túnez) de donde regresó en 1498. 7 Sin entrar a discutir su eventual hidalguía, como expuso A. B. Gould,: “Documentos inéditos sobre la hidalguía y genealogía de la familia Pinzón” , Boletín de la Academia de la Historia, tomo 91, 1927.

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necesarios e imprescindibles en el enrole y la navegación del Descubrimiento y en cualquier otra de importancia en su tiempo. Vicente Yáñez Pinzón había sido el capitán de la carabela menor de la primera expedición colombina8, “La Niña” y su participación fue sustancial tanto en la travesía náutica como en las relaciones interpersonales del Almirante en cierne con los demás tripulantes9. Su retorno coincidió con la ruptura del monopolio colombino y la apertura de las Indias para que otros pudieran realizar expediciones según su buena iniciativa y sus propias capacidades económicas, previa “capitulación”. Vicente Yáñez Pinzón realizó la negociación preceptiva con -denominémosle gerenImagen artística del personaje (Museo te general para los descubrimientos- el 10 Naval, Madrid). obispo Juan Rodríguez Fonseca . En la tripulación de Yáñez Pinzón se hallaban viejos lobos de mar que también habían navegado con el Almirante, como los pilotos Juan Quintero y Juan de Umbría. La capitulación11, en nombre de los Reyes se hallaba disponible el 6 de junio de 1499 con el siguiente tenor: podáis ir a descubrir islas y tierra firme por el mar océano…-exceptuando las tierras descubiertas por Colón o que pertenezcan a Portugal- ni traer [palo] brasil para lo cual hayáis de armar a vuestra costa (a cambio los Reyes le ofrecen su apoyo y ayuda, cual si el viaje fuera hecho por mandado de sus Altezas): los reyes le ofrecen12 lo que hallare para disponer de ello a su libre albedrío13, 8 J. Valera, “Colón-Pinzón una sociedad para el descubrimiento”, en Descubrimientos y Cartografía II. Tordesillas, 1998. 9 La “Niña” era la carabela de menor porte; estaba tripulada por 25 o 30 hombres con Vicente Yáñez Pinzón. Parecía la más frágil pero tras el desastre de la nao se convirtió en la capitana por alojar al Almirante, lo que debió afectarle anímicamente. 10 A. Sagarra Gamazo, Juan Rodríguez de Fonseca: su imagen y su obra, Valladolid. Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal, 2005. 11 Antonio Muro Orejón, “La primera capitulación con Vicente Yáñez Pinzón para descubrir en las Indias”, Anuario de Estudios Americanos, vol. IV: p. 741-756, 1947. 12 Para todo lo cual Vicente Yáñez Pinzón fue nombrado capitán general de aquella armada con poder cumplido y jurisdicción civil y criminal y poder con todas sus dependencias, emergencias y anexidades y conexidades. 13 Este texto, excepto los nombres propios, han sido trasladados a una grafía moderna para

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Aunque fuera oro o plata o cobre o plomo o estaño u otro cualquier metal de cualquier calidad que sea, aunque sea de mayor valor que lo susodicho, e todas otras cualesquier joyas, piedras preciosas así como carbuncos14, diamantes, rubís y esmeraldas y balaxes1515 y otras cualesquier manera o naturaleza de piedras preciosas, o asimismo perlas o aljófar de cualquier manera o natura o calidad que sea, e asimismo vos hacemos merced de toda manera de esclavos negros o loros o otros de los que en España son tenidos por esclavos y que por razón lo deben ser. Y asimismo monstruos y animales y aves de cualquier manera e calidad y forma que sean, e todas otras cualesquier serpientes y pescados que sean, asimismo toda manera de especiería e droguerías. Y todo lo hayáis como vuestro.

El derrotero es bien conocido por la documentación16 por los relatos coetánea y por la historiografía posterior, particularmente por la carta de Juan de la Cosa17; un mapa que no pudo recoger toda la información de aquellos viajes pero que incorpora la conocida referencia: “este cavo se descubrió en año de mil y CCCCXCIX por Castilla, siendo descubridor Vicent Ianes”. Pedro Mártir de Anglería y Gonzalo Fernández de Oviedo hablaron con el protagonista, con los tripulantes del viaje y también con quienes efectuaron un viaje en paralelo, como era habitual en este período (Diego de Lepe) con quien pudieron contrastar o confirmar algunos datos. Inmediatamente Bartolomé de las Casas siguió la línea de las Décadas de Anglería y el historiador Antonio de Herrera18 utilizó en sus propias Décadas la Historia de las Casas. Con ello quedaban puestas las bases fundamentales de la historiografía posterior.

mayor comodidad en la lectura y por lo insignificante de su interés lingüístico para aquella época o en estas páginas. 14 Error de escritura o de transcripción. “Carbunco” es una enfermedas. Aquí se refiere al “carbúnculo” en tanto que es “mineral o piedra preciosa; silicato de alumina, cuyo peso específico varía entre 3 y 4. Se compone de 39 partes de silicato de alumina y de 61 de silicato de hierro” (apud Ramón Joaquín DOMINGUEZ: Diccionario nacional o Gran diccionario clásico de la lengua española, el más completo de los léxicos publicados hasta el día. 3ª ed., por Mellado. Madrid, 1848. Se denominó carbúnculo porque se suponía que lucía en la oscuridad como un carbón encendido. Frecuentemente era tenido por rubí. 15 Según el mismo diccionario de Domínguez, la voz “balaxe” es remitida a “balaj” cuya descripción hace referencia a un “fósil de color rojo oscuro, compacto, pesado, lustroso, algo transparente y quebradizo. Se aprecia como adorno como las demás piedras duras y preciosas”. 16 Max Justo Guedes: Historia naval brasileira. Primeiro vol. I, t. I, p. 205 y SS. Rio de Janeiro, 1975. 17 Hugo O’Donnell y Duque de Estrada: El mapamundi denominado “Carta de Juan de la Cosa”. Madrid, Gabinete de Bibliofilia. 1992. 18 A. Herrera y Tordesillas: Historia general de los hechos de los castellanos en las islas tierra firme del mar océano de Antonio de Herrera. Ed. y estudio de M. Cuesta Domingo, Editorial Universidad Complutense. 4 tomos. Madrid, 1991.

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El viaje fue realizado vía archipiélagos de Canarias y Cabo Verde; dese la isla de Santiago pusieron rumbo sur para cruzar la línea equinoccial (Vicente Yáñez – entre el 20 y 26 de enero de 1500- fue “el primer súbdito de la Corona de Castilla y de León que la atravesó”, en palabras de Herrera) y encontrarse ante un cielo estrellado diferente y sin referencias. El 26 de enero de 1500 percibieron tierra a 80 S19; no lo lejos estaba el cabo que se llama San Agustín, que los portugueses llaman Tierra del Brasil y Vicente Yáñez Pinzón denominó cabo Santa María de la Consolación (Consolación o punta Macuripe), dentro del protocolo ritual de toma de posesión. Unos indios poco hospitalarios hicieron que aquel grupo prosiguiera el viaje hasta alcanzar Otro río, pero no con suficiente profundidad para ser recorrido con las carabelas por lo cual enviaron a tierra para reconocerla cuatro esquifes de servicio con hombres armados. Éstos vieron sobre una eminencia próxima a la costa una multitud de indígenas, a quienes, enviando delante un soldado de infantería invitaron a tratar. Pareció que ellos intentaban apoderarse y llevarse consigo a nuestro hombre, pues así como éste les había arrojado para atraerlos un cascabel, ellos, desde lejos, hicieron otro tanto con un palito dorado de un codo –las crónicas mencionan una pieza labrada de oro20-; y al inclinarse el español para cogerlo, rodeáronlo rápidamente con ánimo de apresarlo; pero nuestro infante, protegiéndose con el escudo y la espada de que estaba armado, se defendió hasta que sus compañeros lo ayudaron con los botes.

El resultado fue de veinte bajas españolas (ocho muertos y doce heridos) más las indígenas que no fueron reseñadas o detalladas. Vicente Yáñez Pinzón prosiguió la navegación hasta descubrir las bocas de un gran río al que denominó Santa María de la Mar Dulce, el Amazonas21 y, en pleno océano, pudo hacer aguada; los indígenas indicaban hábilmente que en el interior había una ciudad con abundancia de oro (Anglería). El viaje prosiguió hacia el norte recorriendo el litoral hoy brasileño -tema contestado por Leite (1931), Peres (1943) aunque con escasa acogida-, prosiguió por el litoral guayanés y venezolano; pasó ante la desembocadura del Orinoco y península de Paria y rumbo a la Española (23 de 19 El descubrimiento oficial del Brasil, Cabral, fue el 22 de abril de 1500. 20 Basado en este hecho se han lanzando algunas hipótesis y hasta tesis deduciendo que los indios ya conocían el interés hispánico por el oro y que, a continuación, Lepe hallara una cruz. Concluyendo que había habido un expedición portuguesa previa y secreta capitaneada por Duarte Pacheco (1498). El argumento del secreto cuando faltan pruebas ha dado mucho juego a algunos historiadores para defender diferentes cuestiones. 21 Fernández de Oviedo escribe que Vicente Yáñez Pinzón fue el primero cristiano y español que dio noticia de este gran río, al que, al igual que las Casas, recogen el nombre de Marañón (sin embargo Anglería llamará Marañón al Orinoco) y, este último, describió el potente y hasta peligroso macareo.

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junio) sufrieron un huracán que mermó la flotilla en un 50 %. Las dos naves maltrechas pusieron rumbo a España y, el 30 de septiembre, arribaron a Palos, afirmando que había descubierto 600 leguas de costa.

Guedes, 1975.

A nivel económico22 la expedición fue insignificante; a nivel geográfico, del mayor interés; a nivel náutico, el viaje fue muy atrayente; a nivel político fue transcendental, al menos así lo creyeron los Reyes23. En 1501 Vicente Yáñez Pinzón fue premiado por los Reyes Católicos con una gobernación que se extendía desde el cabo de Consolación hasta el río de la Mar Dulce; esta gobernación de Pinzón se evaporó por la inmediata llegada de los por22 Sobre asuntos económicos de los primeros tiempos de las indias, ver M. A. Ladero Quesada: El primer oro de América. Los comienzos de la Casa de la Contratación de las Yndias (1503-1511), Madrid, RAH. 2002. 23 Lo que se evidencia por el prestigio que siguió conservando y que se manifestó por su nombramiento (5, septiembre, 1501) de Gobernador y Capitán General de aquellas tierras por él descubiertas y que se hallaban entre la dicha punta de Santa María de la Consolación y siguiendo la costa fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Noroeste hasta el dicho río que vos pusisteis nombre Santa María de la Mar Dulce, con las islas que están a la boca del dicho río, que se nombra Mariatanbalo». Y además le concedían la sexta parte de todos los productos que se obtuvieran de aquella tierra, siempre que volviera a ella ‘dentro de un año, que se cuente del día de la fecha de esta capitulación e asiento’, naturalmente conforme al habitual “a sus expensas”; asimismo fue armado caballero por el Rey (8, octubre, 1501).

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tugueses a aquellas latitudes y aunque se hallaban dentro de las longitudes24 acordadas en Tordesillas25 el territorio no era atractivo en aquella época. A modo de introducción, el documento recoge el viaje realizado, la forma, la participación, la aportación toponímica26 por lo cual los reyes esperaban nuevos e importantes servicios27. * La actividad del joven Pinzón sobre las Indias prosiguió con su presencia en las Juntas de Toro (1505) donde obtuvo el nombramiento de capitán y corregidor de las islas de San Juan [Puerto Rico] que no llevó a término; también debió tomar parte en una expedición a las islas Molucas que tampoco se realizó y, asimismo, participó en la de Burgos junto con Vespucio, Juan de la Cosa y Díaz de Solís (1508) que tuvo especial atención a la “búsqueda del Paso” por el istmo centroamericano. En cumplimiento de la nueva capitulación (de 23 de marzo de 1508)28 debía buscarse el paso por el por el istmo, recorriendo la costa de Nicaragua hacia el norte, Yucatán y ascender hasta los 240 de lat. N. como recoge el mapa impreso de Pedro Mártir de Anglería (1511). El objetivo está marcado en la capitulación con precisión: “Sigáis la navegación para descubrir aquel canal o mar abierto que 24 Trazada en la cartografía histórica no sobre el territorio por más que existe la hipótesis de que n tiempos del Emperador (Carlos V se pretendió hacerlo); con nitidez aparece en el “Cantino” de 1502 y durante algún tiempo (siglo XVI) en rectificación, a conveniencia de la Corona, o por convicción: Diogo Ribeiro y Lázaro Luis; Sebastião Lopes, Bartolomeu Velho, Diogo Homem (Armando Cortesao, E A. T. Da Mota (Dir. y Coord.): Portugaliae Monumenta Cartographica, Tomos I Y Ii. Lisboa, 1960. También Referida en Textos Coetáneos (Gandavo, 1576; Moura, 1587; Sousa, 1587; Texeara (Atribuido); Salvador, 1627, Vasconcelos, 1663 y otros). 25 Luis Ribot (coord.): El tratado de Tordesillas y su época. 3 tomos. Madrid, 1995. 26 Por nuestro mandado y con nuestra licencia y facultad fuisteis a vuestra costa e misión, con algunas personas y parientes y amigos vuestros , a descubrir… con cuatro navíos… descubristeis ciertas islas e tierra firme… que pusisteis los nombres siguientes: Santa María de la Consolación e Rostro Fermoso; e desde allí seguisteis la costa que se corre al noroeste hasta el río grande que llamaste Santa María de la Mar Dulce, e por el mismo noroeste hasta la tierra de luenga hasta el cabo de Sant Biçente. 27 La capitulación es muy interesante pero, dada su inoperancia, aquí quizá lo sea más la introducción que recoge los logros del viaje descubridor de la tierra que hoy es Brasil: vos el dicho Bicente Yáñes, cuanto nuestra merced e voluntad fuere, seáis nuestro Capitán e Gobernador de las dichas tierras de suso nombradas, desde la dicha punta de Santa María de la Consolación, siguiendo la costa, fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Noroeste hasta el dicho río que vos pusiste nombre Santa María de la Mar Dulce, con las islas que están a la boca del dicho río, que se nombra Mariatanbalo; el cual dicho oficio e cargo de Capitán e Gobernador podáis usar e ejercer e uséis e ejercedles por vos o por quien vuestro poder hubiere, con todas las cosas anexas e concernientes al dicho cargo, según que lo usan e lo pueden e deben usar los otros nuestros capitanes e gobernadores de las semejantes islas e tierra nuevamente descubiertas. (AGI, Indiferente, 418, I, 36 v. y ss). 28 La capitulación de Burgos subraya la derrota a seguir, conforme a lo propuesto por Solís; la buena armonía entre ambos personajes (Solís y Pinzón), no aproximarse a tierras de Portugal salvo caso de extrema necesidad, en cumplimiento de los acuerdos de Tordesillas; y, descubriendo en tierra, no alterar el orden de los indios, rescatar ante el veedor… (AGI. Indiferente, 418, I: 1 y ss.).

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principalmente habéis de descubrir y yo quiero que se busque”, sin detenerse en los puertos en que tocaren más de lo imprescindible para hacer aguada y carnaje, La búsqueda del paso seguía teniendo prioridad por más que se estaba demostrado que el obstáculo (el continente americano) era más importante que el objetivo (la Especiería, las islas Molucas).

Anglería, 1511

Para concluir su biografía, Vicente Yáñez Pinzón, tras testificar en los pleitos colombinos, proyectó participar y se enroló en la escuadra de Pedrarias Dávila (1514), aunque no se sintió con fuerzas para embarcar. Murió enseguida. De Pinzón, “Pinsonia”, ad memoriam rei perpetuam. Vicente Yáñez Pinzón recibió honores de inmediato; el mejor testimonio se aprecia en la toponimia, en la incorporación de su nombre a la cartografía. Los mapas de La Cosa, también en Ribeiro o Ribero, Chaves, Teixeira Albernaz I, Fritz y otros que recoge la Portugaliae Monumenta Cartographica [PMC] (1960) constituye un testimonio fidedigno. Las dos evidencias más significativas de la primera época son la de Diogo Ribeiro (mapamundi de 1529) y la de Alonso de Chaves (Espejo de Navegantes, c. 1534). En la primera (PMC, I, 39) el “R. de Vicente Pinson” se halla al Este de la desembocadura del Amazonas. En Chaves29 en un grado de latitud septentrional, en la “costa de Paria”; parece como si a partir de este punto se entrara en otra jurisdicción, de iure, en la portuguesa conforme a los acuerdos de 1494. 29 F. Catañeda; M. Cuesta Domingo y P. Hernández:: Alonso de Chaves y El libro IV de su ‘Espejo de Navegantes, Madrid,’. Ed. Deimos, 1977.

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“Cabo de Vicente Yáñez” (1500), “Río de Vicente Pinçon” en el Pequeño Atlas (1629) y en Fritz (1707); su ausencia en uno clásico contemporáneos sobre papel30.

El nombre de Vicente Yáñez Pinzón surgió en la cartografía el mismo año de 1500 y, para los especialistas quedó inmortalizado pero su reconocimiento no fue universal; su nombre quedó grabado en los mapas que hemos citado de su tiempo o inmediatamente posteriores, desde Juan de la Cosa (Museo Naval de Madrid) y otros más de la época (Ribeiro, Chaves, Teixeira Albernaz, el Viejo y el Mozo31) aunque el topónimo pude aparecer con alguna leve modificación o adaptación idiomática; asimismo es recogido en otros mapas del siglo XVII, por ejemplo, en el texto del padre Marcos de Guadalaxara (1652), el “Río de Vicente Pinçon” en el Pequeño Atlas do Maranhão, c. 1629 (CAM-1. Rio de Janeiro) o en el siglo XVIII, “Río de Vicente Pinzón” en el mapa del de El Gran río Marañón o Amazonas, del padre Samuel Fritz de 1707 (Biblioteca Nacional de España [BNE]) u otros realizados, como él mismo eclesiástico dice, “ad maiorem Dei gloria”; del mismo modo puede leerse en los mapas de, Guillaume de l’Isle (1716)32 de John Senex, e

30 Atlas: Gran ----- de Aguilar. Madrid, 1970, tomo II, pg. 356. 31 “R. de V. Pinson”, en Mapa do Brasil, 1631; “R. de Vte. Pinçon” en Provinçia do Gram Pará, c. 1650 y “R. de Vicente Pinson”, en Demostração do Pará ate o rio Tury, c. 1660. 32 “B. de Vincent Pinson” en su Carta de la Terra Feme du Perou, du Brasil et du pays des Amazones.

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Johann Baptist oman33 (1725), Charles Marie de La Condamine34 (1743-44) así como en el Mapa dos limites do Brasil o Mapa das Cortes (1751) para la negociación del tratado de límites de 1750. Sin embargo el topónimo referente a Pinzón no fue recogido en el Islario de Santa Cruz35, a pesar de ser de la primera mitad del siglo XVI, ni tampoco en el Mapa de América del Sur de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, de 1775 (resulta explicable al tratarse de un cartógrafo de gabinete que basa su obra en la cartografía que cita o menciona) ni en otros de años siguientes. En ellos es apreciable, aún con la diferencia de fechas (350 años), los vacíos, silencios, existentes que juntamente con los sonidos o localizaciones incorporadas, aunque sea con notas aclaratorias36, dan lugar a ese armónico conjunto cartográfico, a esa mercatoriana ventana de la Historia. Habrían de transcurrir tres siglos y medio para que Vicente Yáñez Pinzón (o Pinçon o Pinson) recibiera, avanzado el siglo XIX, dos grandes honores por parte de Brasil, especialmente por la región que su flotilla había recorrido en 1500. La invitación de imponer su nombre a un territorio provincial (Amapá, lugar de la lluvia en tupí, con capitalidad en Macapá), posteriormente estatal, y para un periódico de ámbito asimismo regional o local. Sin embargo ese primero y fallido gran honor, “Pinsonia”, vino dado al palermo onubense unos años antes. Aparentemente de forma modesta, un atlas escolar; pero no era tan simple como pudiera parecer (nunca lo es cuando afecta a la enseñanza básica). Del mismo modo, existieron otros honores fundados sobre topónimos que no llegaron a lograr el éxito; la oferta carecía del interés del 33 “B. de Vincent Pinson” -como de l’Isle- basado en los cronistas que cita Antonio de Herrera, Cristóbal de Acuña, Manuel Rodríguez, Joannes de Laet y en los trabajos de l’Isle. 34 “Baye de Vincent Pinçon” en su Carta du cours du Maragnon ou de la Grade Riviere des Amazones. 35 M. Cuesta Domingo Islario de Santa Cruz y Cartografía de Santa Cruz (con ed. facsímil), t. I, pg. [21-221] .Madrid. Real Sociedad Geográfica, 2003; Idem: Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica,t. 1, Madrid CSIC, 1983-1984.cab 36 Algunas extraidas de Cano y Olmedilla: “El rumbo de todos estos Ríos está según l Relación de sus Naciones comarcanas, y conforme a la delineación de los Mapas inéditos de nuestros Cosmografos misioneros”; “Pantanos que se inundan formando en sus crecientes la Laguna de Xarayes”; “TOPINAMBAS. N [nación]. Numerosa que divida en varis parcialidades se extiende hasta el Rio Janeyro, y fronteras del Peru”; “A esta altura se halla en un Mapa Portugués inédito, el Rio de Manuel Alz, pero nos hemos arreglado a los impresos, situándole en 10 grados australes, a causa de situar mejor los desagües de otros que entran en el Tocantines llamado Paranyba por el M [onsieur] de L’Ysle”; “R. Parnatinga, según el manuscrito Portugués”; “Rio Arinoos, según los Misioneros”; “R. Paranatinga, o R. Xingú el S [eñor] Bowen llama en su Geografía R. Auripana”; “Villanueva del Príncipe, territorio de Diamantes”, “Cerros de Esmeraldas”; “El Jesús de Cuyabá. Minas de Oro que trabajan los Portugueses”; “Estancia en donde los Portugueses pasan en hombros dos teguas las canos para penetrar por el Rio Camapua hasta el Mato Groso, Cuyaba, &”; “San Juan según los Cosmógrafos Misioneros”.

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partidario o cofrade, del “clamor social” preciso, de la oportunidad. Defendido por una lógica y apoyada la idea en una explicación razonable y no hallaron el ambiente objetivo para alcanzar el éxito, para perpetuarse en la memoria por más que la coyuntura se diera en una época favorable. Estos han podido ser los grandes honores y, desde luego, fueron muy honrosos para el protagonista sin embargo hubo otras distinciones que no son despreciables y mencionaremos primero; estaban fundamentados precisamente en el reconocimiento del descubrimiento pinzoniano a través de la fijación de su nombre en lugares y en los mapas. Si las primeras apariciones del nombre en los mapas fueron ajenas al interesado, como es habitual, el ofrecimiento más honrosa para el explorador se produjo en 1868, cuando habían transcurrido tres siglos y medio de su navegación; la idea emergió a su mayor gloria y sin sugerencia alguna ni oficial ni oficiosa por parte de España. Así pues, Vicente Yáñez Pinzón (o Pinçon o Pinson en Portugal y Brasil) recibió, avanzado el siglo XIX dos grandes honores por parte de Brasil, especialmente por la región que su flotilla había recorrido en 1500. Fueron la oferta de su nombre para aquel mencionado territorio provincial (Amapá), posteriormente de rango estatal, y para la cabecera de un periódico de ámbito asimismo regional o local. La segunda tuvo lugar en 1895, cuando vio la luz el periódico “Pinsonia” que dejó de publicarse en 1900; era de corta tirada y tuvo una duración breve. Había sido fundado por Joaquim Francisco de Mendonça Junior y otros intelectuales macapaense. El “Pinsonia” pertenecía al Partido Republicano Democrático de Pará y entre sus fines se hallaba el informar sobre los acontecimientos en Amapá, la capital, con particular incidencia en una fecha clave: el 15 de mayo l895, en que los franceses invadieron una pequeña aldea del territorio37. Pinsonia, en Amapá, significó para algunos la oposición del agricultor clásico frente a los monocultivos madereros (pino y eucalipto); la estructura familiar de los primeros propiciaba la agricultura de subsistencia y el cultivo de plantas complementarias. Y ahí jugó su papel el “Pinsonia” recordando en su cabecera la figura del excelente marino y descubridor. Pinsonia o el Estado que no pudo ser. La iniciativa, la obra fue liderada por todo un personaje, el profesor de geografía e historia, Cândido Mendes de Almeida; era el año de 1868 cuando el ilustre profesor y político impulsó, dirigió y trabajó en la confección de un atlas del imperio brasileño. Su concepción, escolar, aparentaba cierta sencillez, la pertinente para la docencia, pero sus contenidos importantes tendrían una repercusión notable en la enseñanza e interesante para el asunto pinzoniano.

37 El segundo periódico, el “Macapá Mail”, apareció en julio de 1915

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El tomo, de gran formato, está compuesto por un mapa mundi y veintiséis mapas coloreados, realizados a diversas escalas, según la conveniencia del territorio representado: cartas generales del Imperio ilustradas por textos explicativos para uso del lector (constituyen la mitad del volumen). Así pues, el conjunto de mapas ofrece los límites provinciales y nacionales del Brasil marcando las lindes interprovinciales y de diócesis, distritales y comarcanas38. Un atlas que, cuando salió de imprenta en la fecha mencionada para la instrucción pública en el Imperio de Brazil produjo una atención especial. El atlas fue realizado sobre la consulta de numerosas obras impresas de geografía e historia y sobre documentación archivística, manuscrita, como mapas, tratados diplomáticos, relaciones de viajes y crónicas de exploradores y eclesiásticos, debates políticos, planes de obras públicas, estadísticas... La obra, magnífica, fue, en su momento, magistral39. 38 Meridiano de origen: Río de Janeiro. Relieve representado por normales. Isolíneas batimétricas. División administrativa de la provincia diferenciada por colores. Consta relación de los municipios, parroquias y provincias. Inserta: “Topographia de Porto de Macapa”. Escala [ca. ], 2 leguas [= ], Orientado con flecha; “Cidade de Macapá”. Escala [ca. 1:2200], 200 braças [= 2 cm]. Orientado con flecha. Leyenda explicativa sobre las plazas, iglesias y edificios públicos. En: “Atlas do Imperio do Brazil.../organisado por Candido Mendes de Almeida”.- Rio de Janeiro: Lithographia do Instituto Philomathico, 1868, mapa XXIV (de la ficha descriptiva de la BNE). 39 C.A. Mendes Atlas do Império do Brazil comprehendendo as respectivas divisões Administrativas,

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Mapa do Imperio do Brazil, de Almeida. Ecclesiasticas, Eleitoraes e Judiciárias. Rio de Janeiro, 1868. Ews oportuno conocer los trabajos de Borges, Maria Eliza Linhares: “Atlas histórica: com eles também se escrevem memórias nacionais”. In: Dutra, Eliana R. de Freitas y Jean-Yves Mollier. (Org.): Política, Nação e Edição. O lugar dos Impressos na Construção da Vida Política. Brasil, Europa e Américas nos séculos XVIII-XX. Annablume: 369-390. São Paulo, 2006; Guerra, A. E y Márcia Maria Duarte dos Santos: “O ‘Atlas do Império do Brazil’: uma proposta de definição dos limites do Brasil no século XIX”. IV Simpósio LusoBrasileiro de Cartografia Histórica. Porto, 2011; Lima, A. Nicento: O primeiro atlas brasileiro (1868). Brasilisana. USP. http://www.brasiliana.usp.br/node/1081; A. Marques: A cartografia do Brasil no século XVI. IICT. Lisboa, 1988. Ver Senra, Nelson: História das Estatísticas Brasileiras. Vol.1. Estatísticas desejadas (1822-1889). Rio de Janeiro: IBGE, 2006 y Armanda Estela Guerra,: 2011. “Breve histórico da configuração político-administrativa do Brasil” In: Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística. Evolução da Divisão territorial do Brasil (1872 – 2010). Rio de Janeiro.

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Un mapa general muestra la imagen del Imperio do Brazil. Los demás exponen, de forma individualizada, las provincias que entonces constituían el imperio, además del distrito cortesano fluminense y un territorio que aún no había logrado el estatus de provincia y que se apuntaba, en el proyecto, como “Pinsonia”. Asimismo el profesor Almeida incluyó unos mapas didácticos, esquemáticos, de los viajes de descubrimiento y exploración tanto en América en general como en el propio país e imágenes de las islas principales, también incorporó otros elementos del relieve y los planos urbanos de las capitales, de la imperial y algunas localidades. Y es que precisamente fijar bien los límites nacionales permitiría la organización del territorio. Era fundamental en 1853, después que se efectuó la idea de abrir a la navegación del río Amazonas a las naciones ribereñas; una de las primeras necesidades a cubrir era considerar el territorio septentrional delimitado por el Amazonas, como importante por la magnífica posición que ocupa y en el que destaca un punto notable que, sin duda, era la ciudad de Macapá, tanto si se tiene en consideración lo relativo al comercio tanto como si se consideran los futuros destinos de Brasil. Almeida fue espléndido a la hora de explicar sus fuentes en las páginas de texto, sin ocultar los objetivos, mostrando su método y citando sus fuentes que manejó, lo que es importante. Incorporamos, por su interés, los materiales aprovechados para el atlas, en la página que aquí concierne especialmente; así pues por cuanto respecta a la confección del mapa número XXIV, “Provincia de Pinsonia”, fueron: 1) Carta de la costa de la Guaya Portuguesa y Francesa formada por orden del Gobernador y Capitán General del Estado de Pará en 1808, por Antonio Pinto de Siqueira (litografía del Archivo Militar). 2) Carta de parte del puerto de Macapá, por orden de Francisco de Souza Coutinho y por Pedro Alexandrino Pinto de Souza teniente coronel de ingenieros, de 1800 (copia del Archivo Militar). En esta carta se ofrecen las siguientes observaciones: En la margen austral del Oyapock, frente al fuerte de San Luiz, y en el primer brazo del río Cassipuré, a izquierda, van anotados unos destacamentos portugueses, que allí hubo. Pareció conveniente anotarlos para que se volvieran a establecer cuando pudiera tener lugar esta provincia. La línea coloreada de rojo fue tomada de una carta anónima, pero se anota que el terreno comprendido entre el mar y la dicha línea fue examinado y reconocido. Las sondas de Macapá hasta el río Oyapoc van anotadas con número que indican brazas marítimas y las del Oyapoc hasta el río Macuiroá con números que indican pies franceses. Los franceses ocupaban el terreno anotado por la línea amarilla, y durante su revolución fueron evacuados por orden de Francisco de Souza Coutinho. 3) Mapa iconográfico de la villa de São José de Macapá con su situación en 1761 (anónimo).

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4) Planta de la plaza de villa de Sao José de Macapá, 1764 (anónimo). 5) Planta del puerto de villa de Chaves, en la isla de Marajó, provincia del Grão Pará, levantada en mayo de 1854 por el 2º teniente de la Armada Vicente Ferreira de Amorim y el práctico Pedro Francisco Perira, bajo las órdenes y dirección del Capitán de Fragata Joaquim Manoel de Oliveira Figueiredo, comandante de la División Naval del Maranhãio (manuscrita. Propiedad del consejero J.M. de Oliveira Figueiredo). 6) Planta del puerto de la extinta población de Rebordello en la isla de Caviana, levantada en mayo de 1854 por el 2º teniente de la Armada Ignacio Agostinho Jauffret, auxiliado por el 2º teniente Vicente Ferreira de Amorim y el práctico Pedro Francisco Pereira, bajo las órdenes y dirección del capitán de fragata Joaquim Manoel de Oliveira Figueredo, comandante de la División Naval del Maranhão. 7) Plana del puerto, plaza y villa de Macapá en la Provincia del Grão Pará, levantada en abril de 1854 por el 2º teniente de la Armada Ignacio Pedro Francisco Pereira, bajo las ordenes y dirección del capitán de fragata Joaquim Manoel de Oliveira Figueredo, comandante de la División Naval del Maranhão. 8) Los mapas números 2, 3, 4, 8, 9, 10, 13, 14, 15 y 17, del artículo de la Provincia del Grão Pará. 9) Carta topográfica de la Provincia de la Oyapockia, organizada por E. de la Martiniere, ingeniero de la Escuela de Minas de Paría, a 7 de julio de 1853. Río de Janeiro, 1853 (litografía de Heaton & Rensburg). Además de este material, consultaros las siguiente obras, algunas ya contempladas en el artículo de la Provincia del Grão-Pará: 1º Annaes históricos do Estado do Maranhão, por Bernardo Pereira de Bernedo. 2º Compendio de lãs eras do Pará, por Antonio Ladislau Monteiro Baêna. 3º Esbozo corográfico sobre el Pará (idem). 4º Discurso o memoria sobre La intrusión de los franceses de Cayena en las tierras del Cabo del Norte (idem). 5º Corografía Paraense, por Ignacio Accioli de Cerqueira e Silva. 6º Propiedad y posesión de las tierras del Cabo del Norte por la Corona de Portugal, por el Dr. Alexandre Rodrigues Ferreira (Revista del Instituto Histórico, tomo 3; y, Corographia del Brazil del Dr. A. J. de Mello Moraes, tomo 2). 7º Diario derrotero do arrayal do Pesqueiro do Araguary hasta El rio Oyapock, por Manoel Joaquim de Abreu. 8º Corografía do Brazil, etc. por el Dr. A. J. de Mello Moraes, en los artículos: Dos títulos do Brazil e de seus limites austraes e septentrionaes até o anno de 1765: Limites do Norte, e questão de limites. 9º Memoria sobre os limites do Brazil com a Guayana Franceza, conforme o sentido exacto do art. 8 do Tratado de Utrecht, pelo Dr. Joaquim Caetano da Silva (Revista do Instituto Historico, etc. Tomo 13).

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10) El Oyopack e o Amazonas, por el mismo Dr. J. Caetano da Silva (en francés). 11) Límites con la Guayana Francesa. Protocolo sobre la respectiva negociación en 1856 (anexo al Relatorio del Ministerio de Negocios Estrangeiros de 1857). Representaba a Brasil el finado Visconde do Uruguay y a Francia Mr. His de Butenval. 12) Nota sobre La negociación pendiente para hacerse efectivo el Tratado de Límites del Imperio de Brasil con la Guayana Francesa, por el Consejero Antonio de Menezes Vasconcellos de Drummond (en Corografia do Brazil, del Dr. Mello Moraes, tomo 1). 13) Deducçao dos Direitos do Brazil á propiedade e posse da atual linha da fronteira do Norte do Império do Brazil, por el Consejero Antonio de Menezes Vasconcellos de Drummond (idem, tomo 2). 14) Compendio histórico do ocorrido na demarcação dos limites pelo lado da Guyana por El Consejero Manoel José Maria da Costa e Sá (idem tomo 2). 15) Corographia Bazilica, por El padre Manoel Ayres do Casal, art. Guyana. 16) Colonisação da Guyana Franceza, publicación de la Sociedade de Estudos fundada y dirigida por Mr. Julio Chevalier.- Extractos de autores y viajeros que escribieron sobre la Guayana, acompañando catálogo bibliográfico de la Guayana por Victor Nouvion, Secretario de la Socieade de Estudos, etc. Paris, 1847. 17) Idéa do que he a villa de S. José de Macapá, dada ao Ilmo. e Exmo. Sr. Dez. Rodrigo de Souza da Silva Pontes, Presidente da Provincia de Grão Pará, por El teniente coronel de Artillería Antonio Ladisláu Monteiro Baena, mandado en comisión a la misma Villa por el dicho Sr. Presidete em 1842 (manuscrito). 18) Informação sobre as vallas da Villa de S. José de Macapá, dada etc. por el mismo Baena em 1842 (manuscrito). 19) Breve descripção da villa de Mazagão e parecer sobre o ningal da sua entrada, dada, etc. pelo mesmo Baena em 1842 (manuscrito). 20) Informação sobre a villa de S. Antonio de Gurupá, dada etc. por el mismo Baena en 1842 (manuscrito).- Por cuanto la villa de Gurupá está situada en la margen derecha del Amazonas, está bajo su dependencia territorio del lado izquierdo, y sobre estos también Baena presenta muchas aclaraciones. 21) Manuscripto sobre os limites do Brazil, ofrecido al Instituto Histórico e Geográfico Brasileño, por S. M. el Emperador (Revista del Instituto histórico, etc. tomo 24); cómo ha realizado el trazado de límites y lindes con líneas claras, precisas, ideales en un entorno nacional donde si algo faltaba -si se excluye la República Oriental del Uruguay- era precisión limítrofe, especialmente con un Paraguay en guerra. El equipo y Almeida en particular eran conscientes de lo que consideraban o recordaba anteriores errores políticos y estratégicos, como los cometidos por Mar-

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tim Afonso de Souza cuando abandonó la margen izquierda del Rio de la Plata (1531), y el más palmario de todos, despreciar la bahía de Río de Janeiro, donde recibió un trato amble y espontáneo por los naturales, para establecerse en São Vicente, por la simple razón de que ya había allí un principio de colonia. Tampoco ignoraban lo que consideraban otro gran error cometido en la región al comienzo de su emancipación política, el sacrificio que se hizo de la Capitanía del Río Negro a las ambiciones de la Junta Provisoria de Belem; un esfuerzo que, además de otros inconvenientes, condujo al conflicto de 1843 con la Gran Bretaña como consecuencia de la misión del Pirára, “neutralizándose un territorio incontestablemente nuestro, conflicto que por cierto no habría existido se en el Río Negro hubiere un gobierno que por cierto miraría con más celo para el territorio de Río Branco, como nunca lo hizo, ni podría hacer el de Grão Pará”. Atraídos por la perspectiva de que los territorios brasileños situaos al norte del Amazonas, en su margen izquierda, fueran autónomos secesionándose de la Provincia de Grão Pará; esperaban prosperidad, mejor vida y progreso nacional. La posición de los macapenses era que el tratado de Utrecht así como los de Viena y de París habían sido para ellos inútiles por la necia vanidad de los Capitanes Generales; su torpeza había impedido que este territorio hubiera alcanzado, en su momento, el rango de Capitanía.

Mapa de Pinsonia

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Mapa de Pinsonia en que se aprecia el corte territorial que hubiera sufrido la provincia de Grão Pará.

En consecuencia, le irritaba profundamente observar en el mapa de Brasil. Siempre que poníamos los ojos hacia aquel lado del Imperio, cuando estudiábamos su Carta, no podíamos comprender la razón del abandono de tan importante territorio, cuyas ventajas son tan manifiestas teniendo en consideración la posición y los recursos que en sí concentra, especialmente el artículo: goma elástica. Cándido Mendes de Almeida justificaba y explicaba que basándose en aquellas razones, cuando cuando eran miembros de la Cámara de los Diputados, propusieron el proyecto en la convicción de que aquellas ideas eran aceptables, como lo muestran las firmas que lo suscribieron en apoyo. En este proyecto de creación de una nueva provincia, al que acompañaba un mapa, ofrecía la posibilidad de nombrarla como Oyapockia. La propuesta de resolución era: “La Asamblea General Legislativa resuelve: Art. 1º.- Queda elevada a la categoría de Provincia con la denominación de Oyapockia, el territorio comprendido entre los ríos Nhamundá, Amazonas,

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Océano Atlántico y los limites septentrionales del Imperio. El gobierno designará en el acto de creación cuales de las islas adyacentes de los ríos Amazonas y Nhamundá que pertenecerán a la nueva Provincia. Art. 2º.- La capital de la nueva Provincia será la villa de Macapá, en cuanto la Asamblea Provincial respectiva resuelva la mudanza. Art. 3º.- La Provincia de Oyapockia dispondrá de un Senador y dos Diputados para la Asamblea General Legislativa. La Asamblea Provincial constará de veinte miembros. Art. 4º.-Crear las dependencias fiscales indispensables…. Art. 5º.- Quedan derogadas todas las leyes en contrario Palacio de la Cámara de los Diputados, 1º de julio de 1853”. Para algunos parecía que algunas personas pareció indecorosa e improcedente; estaba presente las apetencias francesas al teniendo en mira las prensiones de Francia al control y dominio completo del río Oyapock lo que era opuesto a las pretensiones brasileñas de dominar la ribera derecha del río. Las opciones para resolver esta cuestión nominal eran pocas; estaban convencidos que el nombre que mejor se ajustaba para la Provincia era el de Amazonas pero había sido otorgado a la -sin gran fundamento, decían- a la antigua Capitanía del Río Negro. No tenían otra oportunidad que hallar el consenso necesario sobre otro topónimo satisfactorio; y ahí surge el recuerdo a Vicente Yáñez Pinzón. Es por eso que hoy designamos este territorio por el título de Pinsonia; a fin de honrar la memoria de su descubridor, el célebre navegante español Vicente Yanes Pinson, uno de los más intrépidos compañeros de Colombo, comandante de la velera carabela “Niña”. Preferimos este denominación a la de Cabo del Norte, de la antigua Capitanía de Bento Maciel Parente o de Guayana Portugueza o Brazileira, como pretendían Ayres do Casal y otros.

* Con independencia del nombre que se impusiera, el proyecto de secesión provincial pareció perjudicar a los ciudadanos de Belem, capital de la Provincia del Grão Pará, porque podría disminuir la importancia para la ciudad que era considerada la reina del Amazonas. El corresponsal del Correio Mercantil40 de aquella ciudad, en carta de 16, septiembre, 1853 (impresa en el nº 284 del propio diario) fue tajante al respecto, manifestó su disgusto y calificó al plan neoprovincial de “extravagancia”. Su pesadumbre se manifestó de forma redoblada en la Asamblea Legislativa Provincial 40 La carta de 16, septiembre, 1853, impresa en el nº 284 del propio diario, calificó al proyecto de extravagante; Jornal do Commercio (hoja 324) mostraba el disgusto de la Asamblea Legislativa Provincial (1, noviembre, 1853); su carta mencionaba que “merece la general desaprobación de los habitantes de esta provincia fue un verdadero cartel dirigido al patriotismo de los paraenses demostrando la extemporaneidad, la inconveniencia y la incompetencia.

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(1, noviembre, 1853) en carta del corresponsal del Jornal do Commercio (hoja 324); insistía sobre la presentación en “aquella parte del Imperio que los geógrafos llamaron Guyana Portugueza y que hoy son toda propiedad podemos continua llamándola Guyana Brazileira”. Pues bien, la Asamblea Legislativa fue tajante y la desaprobación de los habitantes de la provincia actuó como un verdadero cártel dirigido al patriotismo de los paraenses y pretendían demostrarla extemporaneidad e inconveniencia de la posible aprobación tanto como perjudicial sería la creación de una nueva aduana. Se calmaron los ánimos y quince años más tarde el Ministro de Marinha encargó a una comisión que estudiara la cuestión; el informe resultante estaba lleno de interés, con mapas y planos que situaban a la frustrada Pinsonia (con una superficie de 8 a 9.000 leguas cuadradas), entre los 408’ lat. N y los 2040’ lat S. y 6015’-15040’ long occidental; con una distancias máximas que eran: N-S, de 90 leguas (desde el nacimiento del río Gurupatuba en la sierra de Tumucuraque, en la margen izquierda del río Amazonas, por debajo de la hoz del río Tapajoz) y E-O de 170 leguas (desde Cabo del Norte en la isla de Maracá al margen izquierda del río Nhamundá)41. Efectivamente aquellos brasileños reconocían que tres siglos después de su descubrimiento el territorio se halla prácticamente abandonado, como tantos otros puntos del Brasil42. La superficie total de ocho a nueve mil leguas cuadradas tenía sus límites límites septentrionales colindantes con los de las Guayanas (francesa, holandesa e inglesa) mediante la cuenca del río Oyapock –en tupí, casa de los guerreros- o río de Vicente Pinson, o Pinçon43; al sur con la provincia del Grão Pará con su linde en el talweg del río Amazonas, el canal austral de la hoz del mismo río y con las islas que le quedaron bajo su dependencia; al este con el océano Atlántico; al oeste con la Provincia del Amazonas por el talweg del río Nahamundá, por la hoz occidental del mismo río. El litoral comprendía el de las islas, sobrepasando las sesenta leguas y más de 300 en lo fluvial desapreciando los ríos de inferior importancia. Un territorio descubierto hacía más de tres siglos y 41 Los límites del territorio eran, al N, las Guayanas Inglesa, Holandesa y Francesa, por la cuenca del río Oyapock o de Vicente Pinson o Pinçon; al sur con la provincia del Grão Pará por el talweg del río Amazonas, el canal austral de la hoz del mismo río y con las islas que le quedaron bajo su dependencia; al E con el océano Atlántico; y al O con la Provincia del Amazonas por el talweg del río Nahamundá, por la hoz occidental del mismo río. El litoral marítimo comprendiendo lo de las islas, excede a 60 leguas; y lo fluvial más de 300, sin mencionar los ríos de inferior entidad. 42 El atlas de Almeida recoge una sucinta historia del territorio con referencia a las Capitanías iniciales de la Tierra de Santa Cruz, “vulgarmente chamada Brazil”, efectuadas por João III y particularmente a la que le cupo a João de Barros, la más septentrional, de límites impreciso pero que incluía el territorio que eventualmente se llamaría Pinsonia ya que ni la propia España lo había reclamado en ninguna ocasión. 43 Informaciones diversas tarde acerca de la ubicación exacta del río, llegó a crear, a finales del siglo XIX un contencioso interesante.

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aún en la fecha del atlas se hallaba en semiabandono; Portugal no le había proporcionado la mínima atención. Cândido Mendes de Almeida aprovechó para sus intereses la apertura del Amazonas a la navegación de las naciones ribereñas (Palacio de la Cámara de los Diputados, primero de julio de 1853) tanto para el desarrollo económico (además de la salida del caucho, que no era tema baladí) como el político (control de la margen izquierda del último tramo del Amazonas, cuya localidad más destacable era Macapá). En fin, Almeida, apoyado por la firma de quince parlamentarios44, llevó a la Asamblea General Legislativa una resolución redactada (ut supra) en varios artículos por los cuales se “elevaba a la categoría de Provincia” con la denominación de Oyapockia, en principio. Era el territorio comprendido entre los ríos Nhamundá, Amazonas, Océano Atlántico y los limites septentrionales del Imperio, dejando al nuevo gobierno provincial, en el acto de constitución, la designación de las islas adyacentes de los ríos Amazonas y Nhamundá que pertenecerán a la nueva Provincia (artículo 1), designando a Macapá como capital y demás provisiones fiscales y derogatorias par el debido funcionamiento, en cuanto la Asamblea Provincial respectiva resolviera la mudanza. El proyecto iba acompañado por una carta o mapa en la que dieron el el nombre de Oyapockia, que para algunos coetáneos inoportuna como consecuencia de las prensiones de Francia al dominio completo del río Oyapock por encima del convencimiento, no obstante los derechos que exhibía Brasil sobre la margen derecha. Fue entonces cuando, para resolver esa posible refutación, surgió la idea de imponer un nombre a la nueva provincia: “He por isso que hoje designamos ese territorio pelo titulo de ‘Pinsonia’; a fim de se honrar a memoria do seu descobridor, o celebrado navegante hespanhol Vicente Yanes Pinson, um dos mais intrepidos companheros de Colombo, commandante da la veleira caravella Niña. Preferimos esta denominação à de Cabo do Norte, da antiga Capitania de Bento Maciel Parente, ou de Guyana Portugueza ou Brazileira, como pretendião Ayres do Casal y otros” (Atlas, pg. 32). A modo de conclusión. La historiografía luso brasileña antigua, más que la historiografía española, ha venido objetando la presencia de Pinzón en “Brasil”; basándose en aquel entonces aquel territorio no era Brasil... Se planteaba como una oposición entre el 44 Barão de Maroim, João Wilkens de Mattos, João Lustosa da Cunha Paranaguá, S. F. de Araujo Jorge, Aprigio José de Souza, José Antonio Saraiva, Octaviano Cabral Rapozo da Camara, Ignacio Joaquim Barbosa, Dr. José de Góes Siqueira, J. T. dos Santos e Almeida, L. B. M. Fiuza, F. Mendes da C. Corrêa, João Duarte Lisboa Serra, Francisco de Paula Santos y Viriato Bandeira Duarte.

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protagonismo de ambos descubridores (Pinzón45 versus Cabral46) o, quizá, como un deseo de priorizar el segundo sobre el primero en una época de nacionalismo a ultranza. Pero si ponemos atención al nombre de Pinzón en la Cartografía (siglos XVI-XVIII) concordaremos que los hechos no precisan de pruebas o cuando hay una evidencia son innecesarios los indicios. Las fuentes portuguesas indican que Brasil comenzaba en el puerto de Vicente Pinson (Salvatierra, por ejemplo, apoyándose en el siempre encomiado Pedro Nunes) y alcanza hasta los 45º S, según (Vasconcelos, 1864). Y, por su parte, João Teixeira Albernaz I situó el “Río de Vicente Pinçon” y junto a este topónimo la siguiente inscripción “aquí se acaba a conquista de Portugal e começa a de Castela” es lo mismo que puede leerse en el Pequeno atlas de Maranhão e Grão Pará, fig. 17)47. Se halla en 2º15’ N, a 15 leguas del cabo Norte, (aproximadamente en 1º33’) con un pequeño error (1º40’) sobre la cartografía actual, en el río Calçoene corrigiendo a la cartografía primitiva española que lo sitúa en el Amapá. El Atlas de Almeida, con toda lógica, conforme a un tiempo y los intereses del autor, es típicamente nacionalista, en defensa de los intereses colectivos de un sector social, de conformidad con la prosa habitual y utilizando la simbología oportuna a mayor gloria de Brasil; también de Pinzón, como recurso. Unos objetivos que se plasma también en su carácter de instrumento como ayuda a la realización de ideas, planes y proyectos fueran geopolíticos como el trazado definitivo de 45 F. Espínola: Vicente Pinzón e a descoberta do Brasil, Topbooks, 2001; J. L. Hernández Pinzón: Vicente Yáñez Pinzón, sus viajes y descubrimientos. Madrid. Ministerio de Marina, 1920; Marcondés de Sousa: O descobrimento do Brasil. São Paulo, 1956; G. Alves de Oliveira: Memorial de Vicente Pinzon. A descoberta do Brasil pelos espanhóis: exame critico, Fortaleza, Gráfica editora Simões, 1990. 46 Amo Vehling: “Espaço e conhecimento geográfico na obra de Capistrano de Abreu”. Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, Sessão da Comissão de Estudos e Pesquisas Históricas – CEPHAS (19 de março). Rio de Janeiro, 2014; del mismo autor: Estado, História, Memória: Varnhagen e a Construção da Identidade Nacional. Rio de Janeiro: Nova Fronteira. 1999; también: “Capistrano de Abreu e o Descobrimento do Brasil”. Acervo. Revista do Arquivo Nacional, 12, 1-2. 1999, apud http://revistaacervo.an.gob.br/seer/index.php/info/article/view/265/225; asimismo A. Cossta: Fontoura da: Os sete únicos documentos de 1500 conservados em Lisboa, referentes al viajem de Pedro Alvares Cabral.Lisboa, AGDC. 1940; Carmen Radulet: Terra Brasil 1500. A viagem de Pedro Álvares Cabral. Testemunhos e Comentários, Lisboa,. Chaves Ferreira publicações, 1999; F. Contente Domínguez: A travessia do mar oceano. A viagem ao Brasil de Duarte Pacheco Pereira. Tribuna. Lisboa, 2012.; Max J. Guedes (coord.): A viagem de Pedro Álvares Cabral e o Descobrimento do Brasil, 1500-1501. Academia de Marinha. Lisboa, 2003; idem: “As primeiras expedições de reconocimento da costa brasileira” apud História Naval Brasileira, I, I: 177-299. Ministério de Marinha. Rio de Janeiro, 1975. 47 Silveira (1875) señala la demarcación portuguesa hasta el río de Vicente Yanes Pinçon, “onde dizem estar um padrão de marmore com as armas de Portugal, desta parte, e as de Castella, da outra, mandado fixar pela Cesarea Magestade do Imperador Carlos V” apud Max Justo , 1995. “O descobrimento do Brasil e o tratado de Tordesilhas”, en Ribot: El tratado de Tordesilhas, 1995, III: 1401-1417.

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límites interprovinciales, traslado de la Corte o, lo que aquí nos interesa, creación de una nueva provincia, “Pinsonia” en el territorio que se denominaba Oyapockia, se señalaba a Macapá por capital, conforme a ideas que el propio Almeida, director y promotor, había defendido en el Parlamento. El reconocimiento a las aportaciones geográfico descubridoras de Vicente Yáñez Pinzón al iniciar el siglo XVI, fueron señaladas en los mapas pero, sobre todo, estuvieron a punto de ser catapultadasal mayor esplendor del palermo, , avanzado el siglo XIX, al equivalente con que se reconoce a Américo Vespucio48, Colón, Magallanes, Hudson y algunos pocos más; pero el gran honor geográfico toponímico se vio truncado, a pesar de los esfuerzos de un grupo culto, valioso y bienintencionado cuya cabeza visible fue el profesor Cândido Mendes de Almeida; la fecha precisa fue 1868 y la obra, el Atlas “peculiar”, como dice Almeida en su introducción justificadora de la obra. 49

48 M. Cuesta Domingo: “Un triunfo no buscado, Américo Vespucio quinientos años después”, Revista de Historia Naval. Nº. 123, 2013, pp. 39-55. 49 La Bibliografía complementaria de este artículo es: Borges, Maria Eliza Linhares: “Atlas históricos: com eles também se escrevem memórias nacionais”. In: DUTRA, Eliana R. de Freitas; MOLLIER, Jean-Yves. (Org.): Política, Nação e Edição. O lugar dos Impressos na Construção da Vida Política. Brasil, Europa e Américas nos séculos XVIII-XX. São Paulo: Annablume, 2006, p.369390; Cuesta Domingo, Mariano: La Amazonia. Primeras exploraciones. Ed. Turner. Madrid, 1993; Idem: “Primeros exploradores sobre una “Geografía hostil”. Orellana”. Boletín de la Real Sociedad Geográfica, CXLVIII: Madrid, 2012, 205-230; Idem:: “Un triunfo no buscado, Américo Vespucio quinientos años después”. Revista de Historia Naval. Madrid, 2013; Idem:“La búsqueda del paso”. Revista de Historia Naval (cuaderno monográfico). Madrid, 2013; Idem. y M. Muriel Hernández: “Nombre dimos…, toponimia hispánica en los mapas de ultramar” en Cuesta Domingo (dir y ed.): Cartografía hispánica, 1800-1975. Una cartografía inestable en un mundo convulso. Ministerio de Defensa (en prensa), 2014; Gil, Juan: “Sobre la Vida Familiar de Vicente Yáñez Pinzón”. Revista de Indias XLVII, 181, septiembre-diciembre: Madrid, 1987, pp. 645-754; Gould, Alice B: “Documentos inéditos sobre la hidalguía y genealogía de la familia Pinzón” en Boletín de la Academia de la Historia, tomo 91. Madrid, 1927; Gregorio, V. M: “Os deputados e o Rio: Os debates de 1853 sobre a navegação a vapor no rio Amazonas e o sistema representativo no Brasil Monárquico”. Revista de História. Universidade de São Paulo, n. 162, 1º semestre, 2010, pp. 151178; Guedes, Max J: Historia naval brasileira. Primeiro volume, tomo I. Rio de Janeiro, 1975.

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Un gigante con los pies de barro: la torre del Río del Oro en el siglo XVIII Juan Villegas Martín Antonio Mira Toscano Universidad de Huelva Resumen Tal vez por las preguntas que nos hacemos ante sus carcomidos restos, la torre del Río del Oro ocupa un lugar destacado entre las atalayas destruidas de la costa de Huelva. Sin embargo, más allá de su referencia en trabajos generales sobre el sistema de almenaras, se trata de una torre muy desconocida, tanto en lo tocante a su historia como a su morfología, características y estado de defensa. El presente trabajo pretende, por medio de un acercamiento documental y cartográfico, avanzar en el conocimiento de tan interesante edificio, explicando su papel como elemento defensivo primordial de un enclave estratégico y analizando las reformas que sufrió durante el siglo XVIII para atender a la problemática de cimentación que finalmente acabaría por destruirla.

Abstract Maybe because of the questions that we ask ourselves when we are in front of its eaten-away remains, the tower of Río del Oro takes a prominent position among the ruined watch towers on the coast of Huelva. Nevertheless, apart from its mention in general studies on the system of beacon towers, it is a very unknown one, not only if we refer to its history and morphology, but also to its characteristics and condition of defence. The present study expects, by means of a documentary and cartographic approach, to progress in the knowledge of such an interesting construction, explaining its role as a defensive basic element of a strategic spot and analyzing the reforms that suffered in order to help its foundation problems during the 18th century, a circumstance which finally destroyed it.

Palabras Clave Torres de almenara, defensa costera, fortificaciones, ingenieros militares, costa de Andalucía.

Keywords Watch towers, coastal defence, fortifications, military engineers, Andalusian coast.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

1. Introducción y contexto histórico Pasadas las turbulencias generadas por la Guerra de Sucesión, el siglo XVIII español va a suponer la introducción en el país de una serie de cambios ideológicos y políticos orientados a su gradual transformación y modernización. Con la instalación de la dinastía borbónica, procedente de la racionalista Francia, se vivirá un tiempo de reformas y proyectos, marcado por el deseo de remodelar la administración, de mejorar las fuentes de riqueza y de racionalizar la actividad pública. Imprescindible será el papel, ya desde el reinado de Felipe V, de una serie de ministros cuya elección queda como uno de los mayores aciertos de la nueva dinastía, colaboradores políticos que habrían de destacar por el sentido común y el impulso del proceso reformista1. En el campo de la política exterior, tras una fase de proyección hacia Europa y de búsqueda del equilibrio de las potencias en el viejo continente, la mirada de España va a centrase en el frente atlántico. Conscientes de que el futuro y la prosperidad del país dependían más que nada del comercio ultramarino, y de que era en este escenario donde se jugaría la partida del equilibrio de poderes, los ministros de Fernando VI orientaron hacia América sus propósitos, aunque esto supusiera la hostilidad de Inglaterra. A pesar de ello y de algunos episodios bélicos de corto alcance, España vivió con el sucesor de Felipe V uno de los escasos períodos de su historia exentos de enfrentamientos armados, aunque la política no siguiera criterios estrictamente pacifistas, sino más bien los de una cierta “neutralidad armada”2. Así, con la calma de la ausencia de guerras y el dinero economizado en consecuencia, la administración de Fernando VI desarrolló un importante programa de mantenimiento y restauración de las instalaciones militares existentes, mejorando la capacidad defensiva del país3. Habrían de jugar en ello un papel determinante políticos de la talla del marqués de la Ensenada, ministro de la Guerra y la Marina, a quien se debe una importante reorganización de ejército 1 José Luis Comellas García-Llera, Historia de España moderna y contemporánea. Madrid: Rialp, 1971, pp. 191-194. 2 José María Oliva Melgar, “Política exterior en el siglo XVIII”, en Antonio Domínguez Ortiz (dir.): Historia de España. Barcelona: Planeta, 1989, pp. 321-434. 3 Antonio GIL ALBARRACIN, Documentos sobre la defensa de la costa del reino de Granada (1497-1857). Barcelona: Ingoprint S.A., 2004, pp. 52-53.

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y armada. También serían esenciales unos profesionales altamente capacitados, los ingenieros militares, formados ahora bajo criterios técnicos, racionalistas e ilustrados. La creación de este cuerpo a principios del siglo XVIII responde con claridad a las ideas borbónicas de centralización monárquica y control del territorio4. Con un funcionamiento organizado y jerárquico, ellos se ocuparán a lo largo del siglo de los múltiples proyectos destinados a la puesta en estado de defensa de las fortificaciones españolas. En este contexto, la costa onubense se nos presenta como un espacio deficientemente fortificado, donde funciona el sistema defensivo puesto en marcha a principios del siglo XVII, a pesar de su progresivo deterioro y, en algunos casos, abandono. Las torres de almenara son aún, a pesar de todo, un medio imprescindible para vigilar y defender este litoral, pues a viejos peligros como la piratería norteafricana se pueden unir otros derivados de la nueva situación geopolítica de España. Por ello, sobre todo en el tercio central del siglo, asistiremos a una importante preocupación por el estado y la reparación de las defensas, que cristalizará en ocasiones en importantes proyectos y obras destinadas a su rehabilitación5. Precisamente uno de los ingenieros militares, Ignacio de Sala, reflejará en una visita efectuada en 1739 al litoral onubense6 lo desprotegido de las villas, lugares abiertos y con sus viejos castillos arruinados, y el escaso amparo que ofrecen las torres costeras. “Repartidas de manera y con tales distancias que de la una a la otra se pueden hacer las señales”, el ingeniero indica la necesidad de su reparación en muchos casos, reponiendo en la mayor parte, y es solo un ejemplo, el revoco arrancado de los muros por las aguas y los temporales. En otros casos refleja incluso la inutilidad, en el estado en que se hallan, de varias de estas torres, como las de Zalabar, La Higuera o El Asperillo. Todo ello sin contar, pues parece desconocerlo, con la ya antigua desaparición de al menos dos de las almenaras inicialmente construidas en este sector costero7. 4 Martine Galland-Seguela, “Los ingenieros militares españoles en el siglo XVIII”, en Alicia Cámara Muñoz (coord.): Los ingenieros militares de la monarquía hispánica en los siglos XVII y XVIII. Madrid: Fernando de Villaverde Ediciones, 2005, pp. 205-231. 5 Tal preocupación llevó incluso a la reedificación de alguna torre completa, como la del Asperillo. 6 A(rchivo) C(artográfico) y de E(studios) G(eográficos) del Centro Geográfico del Ejército, C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas (sic) de la costa y frontera de Andalucía en 1739. 7 Las de Morla y Marijata. Sobre estas torres desaparecidas véase Antonio Mira Toscano, Juan Villegas Martín y Juan Luis Carriazo Rubio, “Una almenara perdida en la costa de Palos: la torre de Morla”, Archivo Hispalense, nº 279-281, tomo XCII (2009), pp. 107-125. Y Juan Villegas Martín y Antonio Mira Toscano, “Torres de almenara y defensa de la costa en el Marquesado de Gibraleón”, en Juan Luis Carriazo Rubio (ed.): Fortificaciones, guerra y frontera en el Marquesado de Gibraleón. Huelva: Diputación Provincial, 2012, pp. 189-231.

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También una de las torres más importantes de la costa onubense, la del Río del Oro, se encontraba afectada por el deterioro que desgastaba paulatinamente al sistema. A lo largo del siglo XVIII veremos crecer la preocupación por su estado, imponiéndose finalmente la realización de costosas obras de reforma y consolidación en la atalaya. Las fuentes documentales que manejamos nos han permitido no solo acercarnos a este interesante proceso, plenamente inserto en las coordenadas políticas de su tiempo, sino que también nos han revelado importantes datos sobre la desconocida morfología de esta almenara. 2. Una torre activa en un enclave estratégico La consulta de la documentación generada en el transcurso del largo proceso de construcción de las torres de almenara de la costa de Huelva permite apreciar que la torre del Río del Oro, también llamada simplemente del Oro, era una de las almenaras más fuertes del litoral onubense. La atalaya, que compartía esta condición con las de San Jacinto, Punta Umbría y Canela, se levantaba exactamente en la frontera de los dominios señoriales del duque de Medina Sidonia, señor de Almonte, con los del conde de Miranda, señor de Palos8, y era la única de grandes dimensiones que no protegía desembocaduras o estuarios de ríos. Esta excepcionalidad tenía sin duda una justificación: la defensa de un lugar estratégico de gran importancia, como era el paraje del Río del Oro. Allí, desde tiempo inmemorial faenaban y vivían numerosas personas ocupadas en la pesca9, dándose además la circunstancia, complementaria de la anterior, de que el lugar proporcionaba abundante agua potable y era por ello punto vital de abastecimiento para los navegantes, tanto amigos como enemigos10. Una cosa y la otra lo convertían en un punto de especial atracción para la piratería berberisca, de manera que en los proyectos constructivos iniciales siempre aparece la necesidad de que la torre ubicada en la zona llevara artillería y, por lo tanto, gozara de la consistencia necesaria para montarla. 8 En la actualidad se encuentra en la confluencia de los términos de Almonte, Lucena del Puerto, Palos de la Frontera y Moguer. 9 Sobre la importancia de este asentamiento en los siglos XV y XVI, véase Domingo Muñoz BORT, “El ingeniero Luis de Montalbán y la fortificación de la costa atlántica de Andalucía en el siglo XVI”, Erebea, nº 3 (2013), pp. 293-327. En el siglo XVIII, el Río del Oro llegó a ser uno de los enclaves pesqueros más importantes de la costa oriental onubense. Francisco García García, “Pesca y almadrabas en la costa de Doñana”, en David González Cruz (coord.): La pesca en el golfo de Cádiz: el aprovechamiento de los recursos marinos en la costa onubense (siglos XV-XX). Sevilla: Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, 2009, pp. 123-144. 10 A(rchivo) G(eneral) de S(imancas), Guerra Antigua, leg. 155/10. Relación de las torres que paresçe aver menester en la costa desde Sant Lucar hasta el cabo de Santa María que es a poniente de Faro. Sin fecha, aunque esta debe estimarse en torno a 1583. Véase Luis de Mora-Figueroa Dingwall-Williams, Torres de almenara de la costa de Huelva. Huelva: Diputación Provincial, 1981. Reedición en 2003, p. 89.

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De la magnitud y fortaleza de la torre nos daban noticia ya las relaciones coetáneas de la época de su construcción, como la enviada por el Consejo de Guerra a Felipe III en julio de 1608, donde se manifiesta que “es la más importante del término del Monte”11, o la firmada por el Capitán Mexía Bocanegra en 1618, que la considera “muy buena [torre]”12. Sin embargo, el punto débil de la construcción no se encontraba en su tamaño, sino en su ubicación. Construida sobre las arenas, al pie de un arroyo –el llamado “Río del Oro”– cuyo curso acariciaba su base, y expuesta directamente a los embates del mar, la poderosa almenara era potencialmente un gigante con los pies de barro. No obstante, la preocupación por la estabilidad de la fábrica no se dejaría sentir seriamente hasta mucho después. No hay motivos para dudar de la consistencia de la torre al menos durante el primer siglo y medio de su existencia; otra cosa será después. Es la antes citada relación del ingeniero Ignacio de Sala13 la que, en 1739, nos da cuenta ya de algunos leves desperfectos en la fábrica y nos hace concebir la idea de que la atalaya empezaba a atravesar ciertas dificultades. Así, el ingeniero consideraba preciso “redificar (sic) su remate o esplanada para que las aguas no acaben de destruir sus bóvedas”, así como llevar a cabo “un buen reparo en su caracol con otras pequeñas obras de poco valor”14. Nada, aparentemente, que no pudiera ser solventado con unas más o menos ligeras reparaciones, y, desde luego, nada relacionado en principio con la cimentación o la solidez del edificio. El documento nos presenta una torre en estado de actividad, en consonancia con el resto del sistema de almenaras, que aún resultaba plenamente necesario para la seguridad del litoral. Sin embargo esta actividad no puede ser considerada completa, ya que su artillería, “dos cañones de hierro de a 8 [se encuentran] desmontados”15, por lo que solo parece desarrollar en la fecha labores de vigilancia y aviso a cargo de los tres torreros de que dispone. La peligrosidad del paraje, 11 A.G.S., Guerra Antigua, leg. 689. Véase Mora-Figueroa, Torres de almenara ..., p. 112. 12 A.G.S., Guerra Antigua, Sección Guerra y Marina, leg. 819. Relación del capitán Mexía Bocanegra, con la relaçión inclusa del estado que tienen las torres de la costa de Andaluçía y lo que será menester para su defensa. Véase Juan Villegas Martín, Antonio Mira Toscano y Juan Luis Carriazo Rubio, “Nuevas aportaciones para la historia de las torres de almenara onubenses”, Huelva en su Historia, nº 12 (2005), pp. 99-130. 13 Conocido por su participación en emblemáticos proyectos como el de la nueva Fábrica de Tabacos de Sevilla, Ignacio Sala Garrigo destacó por su trabajo como ingeniero militar en Andalucía. En 1740 fue nombrado mariscal de campo e ingeniero director de las fortificaciones de Cádiz, provincia donde colaboró con otros conocidos ingenieros como Joseph Barnola. En el territorio onubense, además de su intervención en las fortificaciones litorales, trazó planos de los castillos de Sanlúcar de Guadiana y Ayamonte. Extremadura o América son otros ámbitos geográficos donde desarrolló su actividad profesional. María Gloria Cano Révora, Cádiz y el Real Cuerpo de Ingenieros Militares (1697-1847). Cádiz: Universidad de Cádiz, 1994, pp. 371-386. 14 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. 15 Ibídem. El uso del hierro en los cañones estaba generalizado en la artillería del siglo XVIII, especialmente en la Marina.

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“donde los moros vienen mui a menudo [a] hacer aguada” atraídos por el “riachuelo de agua mui buena para bever” que corre al pie de la torre y por las “bastantes fuentes” existentes en sus cercanías, hace que Ignacio de Sala aconseje la rehabilitación de uno de los cañones y traer dos más desde la torre de San Jacinto16. A decir verdad, resulta extraño el abandono en que se encontraba la artillería de la torre, lo que debió de convertirla mientras duró esta situación en un objetivo al alcance de la mano para la constante piratería norteafricana. En cualquier caso, durante su visita en 1739 a la atalaya el ingeniero pudo contemplar una potente torre “de figura cilíndrica, como las antecedentes”, de una altura de “ocho tuesas y media, y seis de diámetro en su vasa”17. La entrada, que se encontraba “a la altura de tres tuesas”, era accesible por medio de una escalera de madera, pareciéndole la torre maciza hasta la altura de la puerta18. Complementaria a esta información resulta la planimetría que publicamos en este artículo, fechada solo unos años después. Hablaremos en primer lugar de un plano de 1742, el Plano de la barraca que se construyó ymmediato a la torre y Río del Oro...19, que nos presenta una imagen demasiado sumaria de la torre, pero nos permite conocer con detalle su ubicación y alrededores. Este documento nos muestra primeramente el profundo barranco excavado por el Río del Oro sobre la terraza litoral, poco antes de su desembocadura al pie de la atalaya. Junto a este arroyo se señala un camino principal que iba a la villa de Almonte y otras dos veredas, una a cada lado de la garganta. Resulta interesante la existencia, sobre el cauce de este arroyo y a pocos metros de la almenara, de un molino fluvial, que ya en la fecha se encontraba arruinado20. Podemos clasificar dicho ingenio entre los llamados “molinos de cubo”, tipología en uso al menos en el siglo XVI concebida para aprovechar pequeños cauces como el que nos ocupa, y en los que el agua era recogida lentamente en un depósito en forma de columna para posteriormente ser vertida de golpe y con ello accionar la maquinaria de molienda localizada en la construcción contigua21. La existencia de este molino supone una nueva 16 Ibídem. 17 La “tuesa” o toesa es una medida de origen francés, muy usual en España a partir de 1700. Su equivalencia se estima en 1,949 metros. Guillermo Duclós Bautista, La fortificación de un territorio. Arquitectura militar en la raya de Huelva, siglos XVII y XVIII. Huelva: Diputación Provincial, 2002, p. 258. 18 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. A pesar de esta observación de Sala, la torre del Oro no era maciza. Véase el apartado 4 de este artículo. 19 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 031. Plano de la barraca que se construyó ymmediato a la torre y Río del Oro de orden del Excelentísimo Señor el conde le Roy le ville. Año de 1742. Véase figura 1. 20 El trabajo antes citado de Muñoz Bort, “El ingeniero Luis de Montalbán…”, pp. 302-303, hace mención de varios molinos en este paraje entre finales de la Edad Media y la Edad Moderna. 21 Los molinos de cubo son comunes en la sierra de Huelva y sur de Extremadura. Véase María López Romero, “Conjunto de molinos de cubo en Fregenal de la Sierra”, en S. Huerta, I. Gil, S.

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actividad humana complementaria de las que hemos señalado anteriormente para este paraje, subrayando con ello su carácter de punto estratégico necesitado de defensa. Del mismo modo que en el informe de Sala, la torre del Río del Oro aparece representada en este plano como una gruesa almenara, que se conserva en la fecha completa y aparentemente activa. Un corte en planta a la altura de la puerta, orientada hacia el Norte, muestra la escalera de caracol y el espacio interior de una de las cámaras. Poco más puede deducirse de la escueta representación, ya que la almenara no es el objeto principal del plano. Situada sobre la playa, la torre del Río del Oro queda en claro contacto con las aguas marinas, aunque no se especifican las indudables diferencias de nivel entre mareas altas o bajas. Sí se representa con claridad la corriente de agua constante que supone el arroyo del Oro, cuya desembocadura queda dibujada justo al pie de la torre, al oeste de la misma. No podemos albergar dudas sobre el mantenimiento en estas fechas del valor estratégico del enclave y de la propia torre. La prueba patente de ello es la construcción, muy cerca de la atalaya, de un nuevo establecimiento militar. Se trata de un barracón, ubicado en la orilla izquierda del Río del Oro y sobre una explanada de aproximadamente unos 375 metros cuadrados excavada en forma de terraza en la parte alta del talud22. Según la leyenda del plano, la instalación había sido ordenada por el “conde le Roy le Ville (sic)”, en realidad conde de Roydeville23, militar de origen flamenco que era en la fecha capitán general de la Costa de Andalucía y por ello responsable último de la defensa de este litoral. El destino de la barraca era albergar una partida de caballería de unos 20 caballos encargados de la vigilancia costera y del control sanitario del acceso a la zona. Era, según se aprecia por el plano, un edificio de carácter rústico y alargada planta rectangular (35 metros de largo por casi 4 de ancho), con tres fachadas cerradas y una, la principal, abierta. Tenía una estructura simple, basada en una doble alineación de 28 pilares redondos, tal vez simples troncos desnudos, que sostendrían una cubierta muy posiblemente a una sola agua y de material vegetal, García, M. Taín (eds.): Actas del VII Congreso Nacional de Historia de la Construcción. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2011, pp. 767-776. Y José Antonio Muñiz Carrasco, “Tipología de molinos harineros en la Sierra”, Ponencias y comunicaciones de las VI Jornadas del Patrimonio de la Sierra. Huelva: Diputación Provincial, 1996, pp. 93-115. 22 En la actualidad, no existen restos visibles de esta construcción, pero puede aún reconocerse lo que parece ser su huella en el talud. Véase figura nº 2. 23 Juan Fernando de Roydeville, conde de Roydeville, ocupó la Capitanía General de la Costa de Andalucía entre los años 1737 y 1749. María Luisa Álvarez Y Cañas, “Las conflictivas relaciones entre los corregidores militares y los capitanes generales de la Costa de Andalucía y de la Costa de Granada en el siglo XVIII”, Baetica, nº 33 (2011), pp. 253-281. Anteriormente había desempeñado otros cargos importantes, como los de gobernador de Barcelona o de Alicante y el de comandante general del Campo de Gibraltar.

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Figura 1. A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 031. Plano de la barraca que se construyó ymmediato a la torre y Río del Oro de orden del Excelentísimo Señor el conde le Roy le ville. Año de 1742.

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Figura 2. Ladera este del arroyo del Oro, en cuya falda puede apreciarse la probable ubicación del barracón construido antes de 1742 (fotografía de los autores).

a modo de choza. Por su planta sabemos que los 20 pesebres ocupaban gran parte de la superficie útil, disponiéndose en los extremos de la construcción sendos aposentos para la tropa. La instalación del barracón del Río del Oro debe ponerse en relación con la serie de acuartelamientos de caballería proyectados en 1740 por el coronel e ingeniero director Gerónimo Amicy. Dentro de este plan, 19 cuarteles fueron diseñados en el territorio onubense, encuadrados en la política borbónica de organización y control del territorio24. Se trataba de un sistema defensivo basado en unidades militares de gran movilidad, como eran las compañías de caballería, concebidas para la vigilancia y defensa de la zona fronteriza hispanolusa, incluyendo el control del contrabando, sobre todo de café y sal. El proyecto de Amicy debía cerrar la frontera y la costa, estableciendo un lugar central – Ayamonte– donde las compañías del Regimiento de Caballería provincial de Andalucía pudieran reunirse en el plazo máximo de 48 horas. Dado que la línea de cuarteles encargados de asegurar la costa tendría en Moguer su establecimiento más oriental, parece existir una insuficiente vigilancia del extenso litoral de las 24 Sobre el plan de acuartelamientos de 1740 véase Guillermo Duclós Bautista, La fortificación de un territorio..., pp. 235-250. Y Juan Carlos Hernández Núñez, “Gerónimo Amici y los proyectos de cuarteles para el regimiento de caballería de Andalucía, en la provincia de Huelva”, Espacio, Tiempo y forma, Serie VII, Historia del Arte, t. 4, (1991), pp. 239-264.

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Arenas Gordas, tan alejado de las poblaciones, a pesar de que esta zona era una de las que más preocupaba en los informes preliminares del proyecto. En ellos se manifestaba que “en Arenas Gordas se debe poner todo cuidado, pues a (sic) sido y será el mare magnun (sic) de los desembarcos de los contravandos para Sevilla, su Ajarafe y su tierra adentro”25. Esto hace pensar que el barracón del Río del Oro, ya existente en 1742, pudo haber sido levantado para cubrir la necesidad de complementar a los acuartelamientos citados, formando parte tal vez de una red litoral de barracas o puntos de avituallamiento para el descanso de tropas y cabalgaduras. Desde ellos se patrullaría el solitario territorio costero hasta la punta de Malandar, junto a la desembocadura del Guadalquivir. A pesar de la sencillez de la construcción, su capacidad para 20 caballos colocaba a esta simple barraca al mismo nivel que los cuarteles previstos en poblaciones costeras como Lepe, y por encima de los de otras como La Redondela o Cartaya, de solo 15 unidades. En cualquier caso, se trataba de un edificio de escasa consistencia, a causa de los materiales empleados, lo que queda de manifiesto por la necesidad de su arreglo ya en 1752. En dicho año se ordenaba, con cargo a las poblaciones comarcanas, la reparación del “barracón que está inmediato a la torre del Oro en esas costas”, puesto que era preciso “establecer en él una partida de caballería que las patrulle, defienda del desembarco de los moros, y al mismo tiempo haga el resguardo de la peste que se padece en Argel”26. La concentración de fuerza en el lugar indica que, como casi dos siglos antes, seguía siendo un punto muy activo de control y vigilancia. Además de la construcción del barracón, esta apuesta por el Río del Oro se concretaría, según creemos probable, en la atención a las sugerencias expresadas por Ignacio de Sala en 1739 para la reparación de la torre de almenara. Como se ha visto, el ingeniero había centrado su atención en el terrado y la escalera de caracol, además de en la artillería. Disponemos de un segundo plano, el titulado Plano y perfil de la torre del Río del Oro que demuestra las dos brechas que tiene su fundamento a los frentes del Sur y del Poniente...27, cuya consulta resulta vital para entender la estructura y los problemas de la atalaya. Se trata de un documento de gran fiabilidad, como 25 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.673. Citado por Francisco García García y Antonio Manuel González Díaz, “Los cuarteles de caballería en la comarca de la Sierra en el contexto del proyecto para la defensa de la frontera de la Monarquía Borbónica en el siglo XVIII”, en Francisco del Valle y Natalia Santos (eds.): XXII Jornadas de Patrimonio de la comarca de la Sierra (Huelva), Huelva: Diputación Provincial, 2010, pp. 287-308. 26 A(rchivo) M(unicipal) de M(oguer), leg. 10. Citado por Diego Ropero-Regidor, “Defensa y resguardo de las playas de Castilla a mediados del siglo XVIII: el barracón de la torre del Oro”, Mazagón en fiestas, (2004), pp. 65-67. 27 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 030. Plano y perfil de la torre del Río del Oro que demuestra las dos brechas que tiene su fundamento a los frentes del Sur y del Poniente, muy difíciles de componer por no poderse llegar a descubrir el terreno sólido para cimentar estos reparos. En un expediente de la costa de Poniente. 1749. Véase figura 3.

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corresponde a la mayor parte de la planimetría dieciochesca, elaborado conforme a sistemas normalizados de representación y siguiendo pautas de indudable rigor y detalle. De su consulta podemos extraer numerosas conclusiones, pero nos ocuparemos primeramente de ciertas observaciones que nos hacen concebir la idea de que no mucho después de la visita de Sala se llevaron a cabo algunas obras. Centrado en la almenara, el plano nos ofrece un corte horizontal a la altura del terrado que muestra la existencia de una construcción ocupando la mitad del mismo. Se trata de una extraordinariamente desarrollada garita de salida de la escalera, poco común por su tamaño entre las almenaras onubenses28. Precisamente por ello nos parece difícil que tal construcción, que constituye casi una tercera cámara y reduce a la mitad la superficie del terrado, corresponda a la edificación original. Más bien creemos que pudiera ser una obra del siglo XVIII efectuada para responder conjuntamente a las necesidades expresadas por Sala, pues se trata de un arreglo de la explanada superior, cubre la escalera de caracol y deja espacio suficiente para albergar quizá la munición o los pertrechos de la artillería. 3. Preocupación por la estabilidad de la torre en los comedios del siglo XVIII En cualquier caso, y a pesar de estas más que posibles reformas, hasta estas fechas no se detecta en la documentación una preocupación que pueda calificarse de seria por el estado de la torre del Río del Oro. Pero las cosas cambian notablemente a medida que nos acercamos a los comedios del siglo, cuando un conjunto de circunstancias viene a provocar deterioros que podrían incluso llegar a comprometer la solidez de la almenara. Así nos lo indican este segundo plano que acabamos de citar y su documentación adjunta, consistente en la correspondencia cruzada entre una serie de personajes que, en diversos grados jerárquicos, eran en el momento los responsables de la conservación y estado de defensa de la torre. El primero de estos personajes es Pedro Mateos, quien, en su calidad de “requeridor de las torres de Poniente” es el responsable más directo de la almenara, por encima de los centinelas en ella emplazados29. Este cargo, que ya figura desde el siglo XVII en la nómina del personal vinculado a las atalayas30, tenía por misión controlar la seguridad de un sector costero, supervisando a los vigilantes y velando por el estado de los edificios. Mateos era ya citado por Ignacio de Sala en 1739 como responsable de las torres de la jurisdicción de Sanlúcar de Barrameda, demarcación en la que incluía las de San Jacinto, Zalabar, Carbonero, la Higuera, 28 En un plano firmado por José Huet en 1797 sobre la torre de San Jacinto se dibuja una garita similar, aunque más pequeña. Juan Luis Carriazo Rubio, José María Cuenca López y Nicola Palmieri, Huelva, tierra de castillos. Huelva: Diputación Provincial, 2004, p. 241. 29 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Cádiz, 26 de marzo de 1748. 30 Ibídem, Mar y Tierra, leg. 819. Relación de las torres que hay en la costa del mar de Andalucía desde la torre del Pinoseco de la Canela en la barra de Ayamonte hasta la torre de la Chullera. Año 1616.

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Figura 3. A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 030. Plano y perfil de la torre del Río del Oro que demuestra las dos brechas que tiene su fundamento a los frentes del Sur y del Poniente, muy difíciles de componer por no poderse llegar a descubrir el terreno sólido para cimentar estos reparos. En un expediente de la costa de Poniente. 1749.

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Asperillo y del Oro31. El cargo detentado por Pedro Mateos se recoge también en la documentación que manejamos bajo otras denominaciones, aunque queda claro que todas se refieren a la misma función y espacio jurisdiccional. Así, se le llama también “cabo principal de las torres de la costa de Poniente del Puerto de Santa María”32, o “capitán” de las torres “de la jurisdicción de San Lúcar”33, abarcando esta demarcación las mismas torres mencionadas más arriba. La torre del Río del Oro era, según palabras de Mateos, la “última de Arenas Gordas”, y por tanto también la última de “las seis torres de la costa de Poniente de mi cargo”34. A otros dos personajes que intervienen en este conjunto de comunicaciones sobre la torre del Oro ya los conocemos. Se trata del ingeniero Ignacio de Sala, a quien nos hemos referido antes varias veces; y el conde de Roydeville, capitán general de la Costa de Andalucía. Ambos representan las instancias superiores a las que se dirigen las misivas del requeridor y se hallan en la obligación de dar cauce y solución a los problemas de la torre. El 13 de marzo de 1748, alarmado por los efectos de los temporales que el litoral acaba de sufrir en el recién pasado invierno, el requeridor Pedro Mateos escribe desde Sanlúcar de Barrameda al capitán general de la Costa para comunicarle su preocupación por el rápido deterioro que están sufriendo las atalayas de la costa almonteña. Le preocupan estos “continuos temporales” y la “gran ruina” que “estos últimos y tan continuados an ocasionado”, como se demuestra en el hecho de que a la torre del Río del Oro le hayan “arrancado más de veinte y ocho baras de zimiento o zapata”, dejando al descubierto la mayor parte de esta estructura35. La zapata es un elemento clave para la estabilidad del edificio, y es en ella donde se concentran en esta ocasión los mayores desperfectos, pues se halla muy directamente expuesta a la acción del oleaje. A juicio del requeridor Mateos, la situación es tan grave que si llegara a ceder una punta de diamante que refuerza el muro que da al mar, la atalaya corre verdadero riesgo de ruina. Así se lo manifiesta al conde de Roydeville, detallándole que el deterioro se ha producido especialmente en dos puntos, en los que la torre ha perdido “por su banda de Poniente más de veinte varas del zimiento y por la de Levante más de ocho, asta lo profundo”. La valoración de Pedro Mateos sobre el estado general de la almenara del Río del Oro no admite dudas: “a quedado la torre en gran peligro porque la ruina será la tersera parte de sus zimientos”36.

31 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. 32 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. 33 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. 34 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Sanlúcar de Barrameda, 13 de marzo de 1748. 35 Ibídem. 36 Ibídem.

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En el desarrollo de su carta, el responsable de las torres de Arenas Gordas nos aporta una información interesante sobre la evolución del problema en los años precedentes. A pesar de que las que él anuncia en 1748 parecen las primeras noticias conocidas sobre fallos en la cimentación, es muy posible que, al menos una década antes ya se hubieran producido desperfectos comprometedores para la estabilidad de la almenara que estudiamos. Según Mateos, esto ya ocurrió “abrá dose años, [cuando] un temporal le sacó de debaxo quasi la mitad de los fundamentos o cascaxo sobre que se fundó, de modo que al ympetu de las olas temblaba la torre”. Sin embargo, un deterioro tan grave solo se mostró de manera transitoria, pues “otro temporal masisó (sic: por macizó) el hueco y quedó al pareser como de antes”37. Así, vuelto a cubrir el cimiento de manera natural, el problema quedaba enmascarado, aunque no solucionado. Esto explicaría la ausencia de menciones a la estabilidad en el informe de Sala de 1739, que, de haber observado alguna brecha amenazando la zapata no habría dejado de consignarla. Los nuevos temporales38 no hicieron otra cosa que reabrir viejas heridas cerradas en falso. Sin duda, la situación planteada en la torre del Oro era urgente. En una época como el siglo XVIII en que el sistema administrativo borbónico pretendía caracterizarse por su ordenado y ágil funcionamiento, la maquinaria encargada de garantizar la defensa del territorio se pone pronto en marcha. Sólo 4 días después de la comunicación del requeridor, el director de fortificaciones, Ignacio de Sala, que se encuentra en Cádiz, ya ha tomado cartas en el asunto, remitiendo a su vez una nueva misiva al capitán general Roydeville. En ella le explica cómo ha ordenado ya una visita de las torres almonteñas y en especial de la torre del Río del Oro, pues es preciso efectuar un reconocimiento in situ de los deterioros, tras el cual “se dispondrá el tanteo de su costo, y proyecto si fuese nezesario”39. El encargado de este reconocimiento será otro ingeniero, Alonso González de Villamar40, aunque Sala señala que es preciso “que passe a aquel sitio un albañil y tres o quatro peones con el citado yngeniero para que se hagan distintas calas al pie de la misma torre”, pues lo más importante, dado el problema de socavación 37 Ibídem. 38 La fuerza de los temporales en los años siguientes no habría de decrecer. En los del año 1750 se registraron pérdidas de vidas humanas, apareciendo tres cuerpos entre las torres de Zalabar y Asperillo. Francisco García García, “Pesca y almadrabas en la costa…”, p.134. 39 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Cádiz, 17 de marzo de 1748. 40 Alonso González de Villamar y Quirós ingresa en 1734 en el Cuerpo de Ingenieros, examinado por el ingeniero director Ignacio de Sala. A mediados del siglo se encontraba trabajando en las fortificaciones del litoral gaditano y otros proyectos relacionados con la navegabilidad del río Guadalquivir. Posteriormente desarrolló sus actividades en destinos como Cataluña, Aragón o América. Horacio Capel Sáez y otros, Los ingenieros militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1983, pp. 217-218. Y María Gloria Cano Révora, Cádiz y el Real Cuerpo de Ingenieros..., pp. 233-238.

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que sufre la almenara, es que se examine “si su cimiento es de peña o cascajo, lo que penetra el daño que tiene en su fundamento, y si nezesitará de un recalzo”41. La inspección tropieza con alguna dificultad derivada del complicado emplazamiento de la torre, pues “será preciso se execute en baxas mares (sic) de mareas vivas”, ya que solamente así sería posible cavar junto a la cimentación de una almenara que en otras circunstancias quedaba rodeada por el mar42. Otro de los inconvenientes a solventar iba a ser el económico, siendo preciso allegar los recursos necesarios para abonar los jornales de albañil y peones durante “los dias que estubiesen empleados en ello, como también un bagage para las herramientas”, pues la zona es aislada y de comunicación difícil. También es necesario, según Sala, subvenir a los gastos del ingeniero designado para el reconocimiento, “que con su media paga no puede costear semejantes viaxes”43. Cierta dificultad para el libramiento de este dinero hace que el asunto pase incluso al conocimiento directo del gobierno de la nación. En efecto, el conde de Roydeville se dirige el 2 de abril de 1748 al marqués de la Ensenada, ministro de Guerra y Marina de Fernando VI, para comunicarle que desde la intendencia de la provincia se entorpece la reparación al no librar las cantidades precisas, amparándose en que las órdenes en vigor no permiten “hazer ningún gasto sin que la Corte lo apruebe”44. Este episodio, característico de la centralización administrativa borbónica, dio lugar a una serie de cartas cruzadas que debieron de redundar en la tardanza para aplicar el remedio a una situación que no podía calificarse sino como grave, pues la torre del Río del Oro se encontraba, en palabras de sus responsables directos, “en evidente riesgo de arruinarse”45. No cabe duda de que el segundo plano a que nos venimos refiriendo, el Plano y perfil de la torre del Río del Oro que demuestra las dos brechas...46, corresponde a la situación que acabamos de describir, aunque su fecha, según la ficha catalográfica del Archivo General de Simancas, podría ser ya 174947. A pesar de que el citado plano carece de firma o nombre de ingeniero alguno, consideramos lo más probable que sea el producto de la visita de González Villamar, y responde sin dudas a las informaciones suministradas por el requeridor en marzo del año anterior. Así, se muestra gráficamente la zapata de la torre muy dañada por dos

41 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Cádiz, 26 de marzo de 1748. 42 Ibídem. 43 Ibídem. 44 Ibídem. Puerto de Santa María, 2 de abril de 1748. 45 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. 46 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 030. Plano y perfil de la Torre del Río del Oro... 47 Según la información suministrada por el archivo en la citada ficha, el plano se encuentra “En un expediente de la costa de Poniente. 1749”. Por motivos de tipo práctico, nos referiremos a este plano como de dicho año.

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brechas, una “brecha moderna de 12 varas48 de largo que a baxado vara y media”, situada en el frente oeste; y otra “brecha muy antigua de 15 varas y media de largo cuyas ruinas baxaron como media vara” en la zona sureste. Si seguimos a Pedro Mateos, esta brecha antigua sería la que, tras ser abierta por un temporal hacia 1736, volvió a quedar tapada poco después, dando apariencia de normalidad. Nuevamente abierta por otro temporal, ahora vuelve a preocupar, pues es la mayor de las dos y la que más compromete la estabilidad de la atalaya. Se aprecia cómo ambas brechas están relacionadas directamente con los dos agentes erosivos que desgastan los cimientos de la torre desde sus principios: el arroyo del Oro, ramificado en su desembocadura en una serie de canales que lamen la base de la torre en la bajamar; y las propias aguas marinas, que la circundan completamente en pleamar. El plano es muy preciso sobre este particular, mostrándonos con claridad los niveles máximo y mínimo de las aguas y cómo estas alcanzaban con marea alta el pie mismo de los acantilados. Son, desde luego, especialmente los embates del mar los responsables de las brechas citadas, pues estas se han abierto en el frente marino, azotado constantemente por el oleaje, sobre todo en los temporales invernales. En el propio título del plano queda ya sugerida la máxima dificultad que habría de tener la reparación de ambas brechas, “muy difíciles de componer por no poderse llegar a descubrir el terreno sólido para cimentar estos reparos”. Como se sabe, la ausencia de fundamento sólido donde cimentar las torres fue desde los primeros tiempos un problema clave para sus constructores. Aunque algunas de las atalayas onubenses se vieron libres de esta preocupación, por ubicarse en terreno firme sobre el acantilado costero, otras tuvieron siempre el problema de estar construidas sobre las arenas de islas litorales, puntas arenosas o playas. Es evidente que cualquier recalzo en el cimiento de una edificación de este tipo requería la localización de terreno firme sobre el que asentarlo, cosa que resultaba prácticamente imposible en una torre como la que estudiamos, construida directamente sobre la arena de la playa. Pero la almenara del Río del Oro era un elemento defensivo verdaderamente indispensable para la seguridad de toda una zona. Así la valoraba en diciembre de 1752 el nuevo capitán general de la costa andaluza, conde de Torre Alta49, 48 La vara era una medida de longitud de diferente valor en cada época y lugar. Para la fecha y territorio que estudiamos puede estimarse equivalente a 0,836 metros. Guillermo Duclós Bautista, La fortificación de un territorio..., p. 259. 49 Gabriel José de Zuloaga desempeñó desde 1736 la Capitanía General de Venezuela, donde destacó por su lucha contra el contrabando y por su defensa de diversas plazas frente a los corsarios británicos. Esto le valió en 1744 el título de conde de Torre Alta. Tras su regresó a España en 1747, fue nombrado capitán general de la Costa de Andalucía, y más tarde, miembro del Consejo Supremo de Guerra, puesto que ocupó hasta su muerte en 1763. Luigi Frassato Cambursano, “San Joaquín y los Zuloaga”, Mañongo, revista del área de estudios de posgrado de la Universidad de

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en su carta al marqués de Ensenada50, donde ponderaba “la conmodidad de su playa, (...) su grandeza y artillería”, así como su capacidad para garantizar la seguridad no solo de las aguas inmediatas, transitadas, como se ha dicho, por abundantes pescadores, sino también la de “los caminantes por las playas de la costa de Poniente”, ya que “desde San Lucar o Cádiz hasta Ayamonte, que ay más de 20 leguas de costa, no tienen otro abrigo en aquellos mares las perseguidas de los moros que la torre del Oro”. Igualmente, Torre Alta se hacía eco de lo que era un hecho notorio: que las atalayas costeras constituían aún el único medio para obtener noticias sobre la presencia de “embarcaciones de moros u otras enemigas”, lo que las hacía necesarias, especialmente en una costa como la de Arenas Gordas, pues “no habiendo en la costa quien dé el aviso, [los enemigos] podrán sin riesgo internar muchas leguas por falta de poblaciones”. Por todo ello, y en particular por la importancia de la torre que estudiamos, se hacía evidente la necesidad de “su conserbación o construcción de otras equibalentes” que pudieran reemplazarla. La opción elegida fue, desde luego, la primera. Una interesante carta del ingeniero Joseph Barnola51 al conde de Torre Alta fechada en Cádiz el 24 de octubre de 175252 nos informa de la reciente realización de obras en la torre, destinadas en esta ocasión a consolidar la cimentación. Así, el ingeniero indica que “en dos años consecutivos se a reparado sus fundamentos y reforzado su pie con un recalzo de cantería”. Con ello se había acudido a las urgentes brechas detectadas unos años atrás por el requeridor Pedro Mateos, aunque a pesar de ello Barnola estimaba que, “como [la torre] se halla expuesta a los combates continuos del mar, es contingente que en lo subcessivo se destruya”, pues esto es lo que “sucede en todas las obras combatidas de este elemento, que es necessario para su conservación grandes dispendios de caudales y vigilancia”. Es la misma idea que aparece en una relación de visita realizada en 1756, en la que su desconocido autor indicaba cómo la experiencia mostraba “ser infructuosos los reparos” en la almenara, a causa de los continuos daños que se venían registrando53. A pesar de las reparaciones citadas por Barnola, que debemos estimar efectuadas entre los años 1750 y 1752, el conde de Torre Alta comunicaba a

Carabobo (Venezuela), nº 23, año XII, vol. XII (2004), sin paginar. 50 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258. Puerto de Santa María, 12 de Diciembre de 1752. 51 El barcelonés Joseph Barnola, colaborador de Ignacio Sala en las obras del arsenal de la Carraca, forma parte en 1749 de la Junta de Fortificaciones de Cádiz, desempeñando el mismo año el cargo de director de las obras de la muralla de esta ciudad. En la década siguiente se ocuparía de algunos proyectos en territorio onubense, como los de los castillos de Puebla de Guzmán y Ayamonte. María Gloria Cano Révora, Cádiz y el Real Cuerpo de Ingenieros..., pp. 101-108. 52 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258. Cádiz, 24 de octubre de 1752. 53 Relación de las Plazas, Torres, Puestos Fortificados, Edificios Militares y poblaciones de la Costa de Andalucía desde la Raya Occidental del Reino de Granada hasta la de Portugal en Ayamonte según el estado en que se hallan el año 1756. Véase Mora-Figueroa: Torres de almenara..., p. 114-115.

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Ensenada poco después el mal estado general en que seguía la almenara54, lo que confirma la enorme dificultad para detener su continuo deterioro. Ante esto, el 19 de diciembre de 1752 el rey emitía una Real Orden para la “renovación”, entre otras, de la torre del Río del Oro, disponiéndose que se encargara al ingeniero director la elaboración del “proyecto y tanteo” de la obra55. Hacia 1753 debieron de ser redactados, probablemente por el propio Joseph Barnola, dichos proyecto y presupuesto, cuyo resultado fue una reparación general de la torre, y que bien pudo incluir la “gruesa zapata de sillares que abriga su pie” mencionada en la visita de 1756. Si fuera así, habría que concluir que la reparación se efectuó entre estas dos últimas fechas, tratándose de una obra de gran alcance para la solidez de la atalaya. Ya el profesor Mora-Figueroa, sobre la base únicamente de la citada visita de 1756, había deducido la existencia en los comedios del siglo XVIII de importantes obras destinadas a evitar la ruina de la torre56. Así, este investigador proponía que se habrían llevado a cabo en ella dos actuaciones principales. La primera, la colocación de un forro de sillares cubriendo el tercio inferior de la torre, estructura que identifica con la gruesa zapata de sillares antes referida. La segunda, el relleno con ripio y argamasa muy rica en cal de lo que pudo ser, a su juicio, el pozo o aljibe, con el objeto de eliminar un hueco interior que podía comprometer la estabilidad de la almenara. La carta del ingeniero Barnola que hemos citado más arriba confirma el uso de la cantería para reforzar la base de la torre, lo que abona la primera hipótesis de Mora-Figueroa; la segunda parece avalada por la observación directa de los restos conservados, donde pueden apreciarse ciertas porciones de un conglomerado blanquecino no habitual en otros restos de edificaciones similares. Consideramos, con Mora-Figueroa y a la luz de la documentación, que tales obras se llevaron a cabo, y que forman parte de una actuación conjunta, probablemente la proyectada en los primeros años de la segunda mitad del siglo. Para el forro de sillares, que aún se distingue con claridad en el paño mayor conservado de las ruinas, se empleó piedra ostionera, roca sedimentaria marina de gran dureza muy abundante en la costa gaditana57. El recalzo cubrió hasta una altura cercana a los 7 metros, hasta un poco más abajo de la puerta. Una de las cosas que parecían más llamativas a Joseph Barnola era que una torre como la que estudiamos se hubiera construido en un emplazamiento tan poco adecuado para cimentar el edificio. Por ello, en la carta antes mencionada intentaba buscar una explicación razonable, imaginando que tal vez el mar no 54 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258. 12 de diciembre de 1752. 55 Ibídem. 19 y 26 de diciembre de 1752. 56 Mora-Figueroa: Torres de almenara..., p. 34. 57 La piedra ostionera es un material muy utilizado en la zona en el siglo XVIII, tanto en construcciones civiles como en fortificaciones, baluartes o murallas. Además de su abundancia, entre sus ventajas se encuentran la facilidad de su corte y tallado.

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llegara a su pie en la época de su edificación. Así, creía que en su momento esta almenara, como las demás, debió de levantarse “a una prudente distancia para precaverse de su ruina”; sin embargo, el mar se habría ido “introduciendo más y más” hasta provocar una situación en que la atalaya queda aislada y “solo en baxamar se puede comunicar con ella”58. Tal idea, que es correcta para la mayor parte de las torres que acabaron en contacto con las aguas, no nos parece sin embargo válida para la del Río del Oro, pues esta, como explicaremos en el apartado siguiente, estuvo siempre en contacto directo con el mar. Por otra parte, y al hilo de estas consideraciones, el ingeniero hacía interesantes observaciones sobre la dinámica litoral de la zona. Los efectos del mar sobre la tierra le parecían incomprensibles, pues “en unas partes quita y en otras depone”; observándose todos los años “que los temporales marítimos commovidos (sic) por los vientos del Sur se dirigen a internarse siempre a más a la tierra, profundando donde hallan oposición de murallas y escollos, y explayando las orillas libres de estos obstáculos”59. Esta fuerte dinámica contribuiría, según Barnola, a esterilizar cualquier esfuerzo de reparación que se efectuara en el futuro sobre las almenaras existentes. Sea como fuere, parece que las reparaciones y la “renovación” llevadas a cabo en la torre del Río del Oro en estos años centrales del siglo sirvieron para frenar su deterioro, aunque no se tuviera la certeza de que la situación estuviera salvada por mucho tiempo. En efecto, el visitador de 1756 volvía a mostrar su preocupación por lo expuesto de la construcción a los embates del mar y a la erosión del “arroyo que en las menguantes corre por su pie”. En su opinión estaba claro que, “no obstante su robustez” y la potencia de la mencionada zapata, la ruina de la torre sería a la larga inevitable, por lo que adelantaba ya la propuesta de levantar una nueva “tierra adentro, donde carezca de estos accidentes”60. Sin embargo, tal cosa nunca llegó a realizarse. No cabe duda de que, a pesar de la negativa visión sobre el futuro de la torre expresada por Joseph Barnola y por el visitador de 1756, las obras resultaron satisfactorias al menos por un cierto tiempo. En 1764 un ingeniero tan acreditado como Antonio de Gaver se refería a la atalaya como “cituada a la orilla del mar y construida de buen material, no necesitando de reparo alguno”61. Probablemente 58 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258. Cádiz, 24 de octubre de 1752. 59 Ibídem. 60 Relación de las Plazas, Torres, Puestos Fortificados... Mora-Figueroa: Torres de almenara..., p. 114-115. Resulta llamativo que, solo un año después del maremoto de 1755, el visitador no haga referencia a daños causados por este fenómeno. Hay que concluir que no se produjeron más de los habituales por los temporales marítimos ordinarios. 61 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.263. Relación del estado en que se hallan las baterías y torres situadas en la costa de Poniente del departamento del Puerto de Santa María a mi cargo y comprehende desde esta ciudad hasta la torre del arroyo del Oro, distando doze leguas de Ayamonte, con

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llamó su atención el sólido aspecto del recalzo de sillares que cubría el tercio inferior, solidez que estaba en consonancia con su idea de montar sobre el terrado de la almenara “quatro cañones de qualquier calibre”. La torre, atendida por tres torreros y tres artilleros, sigue en estos años prestando servicio con normalidad, aunque una de las circunstancias que más va a preocupar ahora será su lejanía con respecto a la atalaya más cercana por poniente: la torre de la Arenilla62. Esa es precisamente la preocupación que expresa el mismo ingeniero en un nuevo informe que completa a un detallado mapa suyo elaborado en 176863. Aunque la torre recibe la calificación de “en buen estado”, Gaver hace notar “las quatro leguas de distancia que hai (sin descubierta, y donde se interrumpen las ahumadas) desde la torre del Oro a la de la Arenilla”. Una prueba de que las señales seguían haciéndose de manera regular durante el siglo XVIII nos la suministra el párroco de Almonte en su respuesta de 1785 al geógrafo Tomás López. Al hablar de las seis atalayas de este término municipal, no se olvida de reseñar que en ellas “residen diariamente dos torreros para encender a las alboradas las luminarias”64. Por ello, la existencia de un amplio tramo sin cubrir, como el declarado por Gaver, constituía un serio inconveniente para la continuidad de las señales y entorpecía notablemente la tarea de “vigiar y avisar a nuestras embarcaciones de los corsarios”65. Como hemos mostrado en anteriores trabajos66, en la mediación de este extenso tramo litoral existió antiguamente otra torre almenara, la de Morla, cuya pronta desaparición ocasionó por mucho tiempo una discontinuidad en el sistema de avisos, si bien su lugar era suplido habitualmente por chozas u otros puestos desde donde servían los torreros. Al parecer, y según el propio Antonio de Gaver, ya en 1768 existía un proyecto para construir una atalaya en la “Punta del Picacho”, probablemente no muy lejos de donde se alzó en su tiempo la vieja torre de Morla. A pesar de estas limitaciones para la transmisión de las señales y de las dificultades arquitectónicas ya comentadas, la torre del Río del Oro parece haberse mantenido en el siglo XVIII en un correcto estado de defensa, conservando casi siempre artillería en buen uso y personal específico para su manejo. Así, después las obras mayores y reparos que se necessitan para evitar maiores daños y quedar en estado de defensa. Puerto de Santa María, 18 de diciembre de 1764. Por Antonio de Gaver. 62 Entre ambas torres se extiende un largo tramo de costa de 22 kilómetros, mientras que desde la del Oro hasta su desaparecida vecina del Asperillo solo había 5. La distancia media entre las almenaras onubenses puede estimarse en 9,5 kilómetros. 63 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 50, 004. Plano de la costa de Andalucía desde Ayamonte hasta el río Guadiaro. 1768. Por Antonio de Gaver. 64 Juan Enrique Ruiz González, Los pueblos de Huelva en el siglo XVIII (según el Diccionario del Geógrafo Real D. Tomás López). Huelva: Diputación Provincial, 1999, p. 48. 65 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 50, 004. Plano de la costa de Andalucía desde Ayamonte... 1768. Por Antonio de Gaver. 66 Véase nota nº 7.

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del informe de Ignacio de Sala, que indicaba estar los cañones desmontados y ser necesario rehabilitar la capacidad artillera de la almenara67, encontramos que tal consejo debió de ser seguido, pues en 1756 contaba con tres cañones de hierro de los calibres 12, 8 y 6, además de dos artilleros para su servicio68. El mismo número de cañones tenía en 1764, aunque eran los tres del calibre 12, proponiendo el ingeniero Antonio de Gaver incrementar en uno la dotación; también contaba entonces con un artillero más69. Así, en un aceptable estado de uso, no exento de la permanente duda sobre su estabilidad, parece haberse mantenido a lo largo del siglo XVIII la torre del Río del Oro. Y así continuó hasta la fecha, no concretada aún, de su colapso70. Algunos de los ingenieros o inspectores que la visitaron en el siglo XIX insistieron en la necesidad de prescindir de la almenara y reedificar una nueva más hacia el interior, alejada de las aguas71. Sin embrago, la torre resistió todavía, aunque posiblemente dañada, durante bastante tiempo gracias a su robustez. En 1827 el diccionario de Sebastián de Miñano podía aún referirse a ella como una almenara activa, “de figura circular, de 16 varas de diámetro, 18 de altura, (…) y situada en playa baja, de modo que queda aislada en la pleamar”72. Aunque no contamos con un dato preciso sobre el momento de su destrucción, en 1867 un derrotero de la costa ya la presenta “casi en ruinas”, de forma que “de lejos se parece a una escollera, o más bien a una embarcación varada”73. Tantos años entre aguas y arenas habían por fin vencido a los debilitados cimientos de una torre que, a la vista de los antecedentes expuestos y de la posición de los restos conservados, se arruinó de manera muy diferente a sus vecinas del Asperillo o 67 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. 68 Relación de las Plazas, Torres, Puestos Fortificados... Mora-Figueroa: Torres de almenara..., p. 115. 69 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.263. Relación del estado en que se hallan las baterías y torres situadas en la costa de Poniente… Puerto de Santa María, 18 de diciembre de 1764. Por Antonio de Gaver. 70 Ni en el caso de la torre del Río del Oro ni en el de las otras almenaras onubenses destruidas puede aceptarse como causa de la destrucción el Terremoto de Lisboa de 1755, como proponen algunos trabajos, entre ellos el de José Carlos Salcedo Hernández y Antonio José Campesino Fernández, “El paisaje de las torres de almenara de la costa onubense, tras el sismo de Lisboa (1755)”, 2º Seminario Internacional “Arquitecturas do Mar e filosofía e arquitectura da paisagem”. Lisboa: Faculdade de Arquitectura da Universidade Técnica de Lisboa (Centro de Investigaçao em Arquitectura, Urbanismo e Design, 2012. Disponible en www.uexgica.blogspot.com.es/p/ resultados-de-investigacion-2012.html 71 Juan Villegas Martín y Antonio Mira Toscano, “La defensa de la costa onubense en las primeras décadas del siglo XIX”, Aestuaria, nº 11 (2010), pp. 77-120. 72 Sebastián de Miñano Y Bedoya, Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, tomo VIII. Madrid: Imprenta de Pierart-Peralta, 1827, p 237. 73 Pedro Riudavets y Tudury, Derrotero de las costas de España y de Portugal desde el cabo Trafalgar hasta el puerto de La Coruña. Madrid: Dirección de Hidrografía, 1867, p. 154.

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de la Higuera. Estas, emplazadas en lo alto de sus correspondientes acantilados, fueron víctimas de la erosión los mismos; la del Oro, situada en la parte baja de la playa, se resquebrajó y se partió en varios fragmentos ante el agravamiento de los fallos de cimentación. 4. ¿Cómo era la torre del Río del Oro? Además de informarnos sobre los desperfectos, obras y reparaciones de la torre del Río del Oro en el siglo XVIII, los planos y documentos que analizamos en este artículo presentan otro frente de especial interés, puesto que constituyen los mejores medios a nuestro alcance para hacernos una idea de la morfología y características de una torre cuyo estado de completa ruina desde el siglo XIX nos ha privado hasta ahora de contar con informaciones fiables en tal sentido. Ya sabíamos por los documentos de la época de su construcción que la almenara del Río del Oro era una de las más especiales, si no la más especial, de cuantas acabaron por levantarse en el litoral onubense. Para Mora-Figueroa, que fotografió sus restos en 1976, era una de las torres arqueológicamente más interesantes de esta costa74, cosa que confirman la planimetría y la documentación que tratamos en este trabajo. Del análisis de estas fuentes podemos deducir bastantes aspectos hasta ahora no conocidos sobre su estructura y características constructivas. Tal vez el elemento más determinante para este conocimiento es el ya estudiado Plano y perfil de la Torre del Río del Oro que demuestra las dos brechas...75. Sujeto, como corresponde a la planimetría del siglo XVIII, a una aplicación rigurosa de las escalas, sus informaciones parecen suficientemente fiables, presentando una planta y sección de la atalaya anteriores a las reparaciones realizadas hacia 1750 de cuya interpretación podemos deducir muchos datos sobre el estado original de la torre. Sobre la base de estas representaciones, que hemos comparado con las informaciones escritas proporcionadas por las relaciones de Ignacio de Sala y Antonio de Gaver, podemos señalar las siguientes características de la atalaya76:

74 Mora-Figueroa: Torres de almenara..., p. 35. 75 A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 56, 030. Plano y perfil de la Torre del Río del Oro... 76 Las medidas resultantes de la interpretación de estas fuentes no son enteramente coincidentes. Ello podría deberse a que hayan sido tomadas o no contando con la zapata de cimentación y a la acumulación de arenas sobre esta en cada momento. En la altura total de la torre entendemos que se exceptúa la garita de salida de la escalera.

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Características de la torre del Río del Oro

Relación de Ignacio de Sala (A.C.E.G., C-58, nº1) Año 1739

Plano del A.G.S., (M.P.D., 56, 030) Año 1749

Relación de Antonio de Gaver (A.G.S., Secretaría Guerra, leg. 3.263) Año 1764

Tuesas

Metros

Varas

Metros

Tuesas

Metros

Diámetro en la base

6

11,70

17,5

14,63

7

13,65

Diámetro en el terrado

-

-

15

12,54

-

-

3

5,85

8

6,69

-

-

-

-

6,5

5,43

-

-

-

-

4,5

3,76

-

-

-

-

1

0,83

-

-

8,5

16,57

22

18,39

8

15,60

(Elaboración propia a partir de los documentos indicados)

Altura desde los cimientos hasta el comienzo de la puerta Altura máxima de la bóveda inferior Altura máxima de la bóveda superior Altura del pretil del terrado Altura total de la torre

En primer lugar, y aunque por algunos datos colaterales ya podíamos intuir el mayor tamaño de esta torre con respecto a otras, hasta ahora desconocíamos realmente sus grandes dimensiones. Los entre 16 y 18 metros de altura total que debía de alcanzar la convierten, junto a la de Canela, en la almenara de mayor envergadura de la costa onubense. Un dato desconocido hasta ahora es que se trataba de una torre de doble cámara. Así lo manifiesta la anteriormente citada relación de Ignacio de Sala: “tiene sus dos bóvedas y su caracol para subir a la esplanada”77; y así lo confirma la sección longitudinal del plano de 1749, donde quedan dibujadas con claridad ambas cámaras. Hay que recordar que esta tipología fue la preferida desde los primeros momentos para aquellas almenaras que debían montar artillería, como indican algunos documentos ya conocidos en que las torres artilladas se distinguían con el calificativo de “buenas” o “muy buenas” frente al de “ordinarias” que se daba a las simples atalayas de vigilancia78. Y así se ejecutó finalmente79, con la sola excepción de la torre de San Jacinto, artillada pero de una sola cámara. La que nos ocupa, proyectada desde

77 A.C.E.G., C-58, nº 1. Relación remitida por el ingeniero Ignacio Salas...1739. 78 A.G.S., Guerra Antigua, leg. 155/10. Relación de las torres que paresçe aver menester... Sin fecha, aunque esta debe estimarse en torno a 1583. Mora-Figueroa, Torres de almenara..., p. 89-90. 79 Nos referimos al momento inicial de puesta en funcionamiento del sistema de las torres. A.G.S., Mar y Tierra, leg. 819. Relación de las torres que hay en la costa del mar de Andalucía... Año 1616.

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estas primeras visitas como “torre muy buena”80, siempre aparece en estas fechas como torre artillada, aunque es conocido que la dotación inicial que recibió fue inutilizada por un ataque pirata al poco tiempo de su construcción81. Como es habitual en este tipo de torres vigías, la puerta de acceso se encontraba en la cara contraria al mar, a casi 7 metros de altura, de manera que eran necesarias escalas de cuerda o madera para subir, las cuales se retiraban luego para impedir la entrada a visitantes indeseados. A la primera cámara, cubierta con bóveda de media naranja, se accedía por medio de un corredor o zaguán de unos 3,8 metros de longitud, distancia coincidente con la potencia de muro de la torre. La cámara era un espacio circular diáfano de más de 6 metros de diámetro. Aunque al ingeniero Ignacio de Sala la torre le pareció maciza hasta la altura de la puerta, a la vista del perfil dibujado en el plano de 1749 y de algunas evidencias materiales podemos concluir lo contrario. El citado plano representa un gran hueco interior que, ocupando toda la circunferencia interna de la torre, se extiende desde los cimientos hasta la bóveda de la primera cámara. El suelo de esta aparece insinuado, cortando horizontalmente en dos dicho hueco, en lo que podría ser un piso de madera. Entre los restos de la torre, en el paño mayor de los conservados, puede observarse parte de la cara interna del tercio inferior, indudablemente hueco, aunque, como hemos señalado, se rellenó más tarde para dar solidez a la atalaya. Todo apunta a que este espacio había sido anteriormente el aljibe de la torre. Otro elemento visible en el conjunto de los restos apoya la idea de que el suelo de la cámara fuera de madera. Se trata de una especie de murete de piedra que se conserva muy deteriorado adherido a los rellenos blanquecinos desprendidos hacia el Este; parece que pudo corresponder a una compartimentación interior del hueco del aljibe y que debió de servir para apoyar en el centro de la cámara la hipotética tablazón del piso. Dentro de la primera cámara, a la derecha del zaguán de entrada, se abría la escalera que permitía el acceso a la cámara superior y al terrado. Construido dentro del muro de mampuestos, el caracol medía aproximadamente 1,5 metros de radio, siendo su tramo inferior en la actualidad uno de los elementos más visibles entre los restos conservados de la torre. La disposición de la escalera a la derecha del zaguán nos acerca al modelo de otras almenaras vecinas, como las de San Jacinto, Carbonera o Zalabar, con quienes comparte también la tipología de los peldaños, labrados en una sola pieza de piedra82. Por motivos defensivos no parece que hayan existido ventanas en los muros de la torre, con lo que la ventilación e iluminación quedaban confiados a los huecos 80 A.G.S., Guerra Antigua, leg. 155/10. Relación de las torres que paresçe aver menester... MoraFigueroa, Torres de almenara..., p. 89-90. 81 Mora-Figueroa, Torres de almenara..., p. 112. 82 Ibídem, p. 70.

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de la puerta, cuando estaba abierta, y la escalera. Aunque no hay seguridad, es muy posible que para dar paso a la luz solar se usara, como en otras atalayas onubenses, un pequeño orificio practicado en las claves de las bóvedas. Dicho orificio podría servir también, en su caso, para dejar paso al agua de lluvia hasta el hipotético aljibe situado en el cuerpo bajo de la torre. La explanada superior, donde irían montados los cañones y desde donde se harían las señales, contaba con un pretil bajo y corrido de unos 80 centímetros de alto por otro tanto de ancho. No se indica en la planta que tuviera ningún tipo de almenas o troneras, a pesar de contar con artillería83. Marcando el inicio de esta merlatura corrida, por la parte exterior, la torre presentaba el característico baquetón de medio bocel, posiblemente labrado en piedra. Lo más probable es que, en su primera construcción, contara con la habitual buhedera o ladronera para la defensa de la puerta, sobresaliendo por encima del pretil del terrado. No aparece esta estructura en los planos que manejamos, posiblemente porque pudo ser eliminada en las obras posteriores a la visita de 1739. Como ya hemos explicado, creemos que estas obras consistieron en la construcción de una gran garita que ocuparía la mitad del terrado y que aparece representada en el plano de 1749. Destinada entre otras cosas a albergar la salida de la escalera de caracol, pensamos que esta construcción hizo también eliminar una garita anterior, seguramente mucho más pequeña y acorde con los modelos aún visibles en otras torres84. Es llamativo que la puerta de salida de la nueva estancia hacia el terrado se encontrara rebajada con respecto a la cara exterior del muro; posiblemente este retranqueo respondía a la necesidad de no tapar el hueco de entrada de la luz exterior o agua de lluvia, situado justo en el centro de la explanada de la torre. Uno de los aspectos más destacables que la nueva documentación nos permite aclarar sobre la torre del Río del Oro, y que también se ha avanzado en el apartado anterior, es el emplazamiento del edificio. Aunque en ocasiones, por similitud con otras torres destruidas de las inmediaciones, se ha supuesto que pudo haberse levantado en la parte superior de la terraza cercana y que, erosionada esta, habría caído a la playa85, no cabe duda de que la atalaya siempre estuvo donde hoy se hallan sus restos, es decir, en plena orilla y en contacto con el agua86. Así lo 83 Otra torre artillada, la de Punta Umbría, comparte esta característica con la que estudiamos. Sí disponen de un pretil con almenas artilleras las de San Jacinto y Canela. 84 Como por ejemplo las existentes en las atalayas de Canela o El Catalán. 85 Salcedo y Campesino, “El paisaje de las torres de almenara...”, p. 19. 86 Como señalan algunos estudios sobre geomorfología costera, las torres de almenara constituyen un punto de referencia para conocer la situación de la antigua línea litoral y sus transformaciones. Así, la posición de los restos de las torres de la Higuera o El Asperillo las convierten en testimonio de una acusada retrogradación litoral; sin embargo, este no es el caso del Río del Oro, cuya torre no se alzaba sobre la terraza costera. Esto, junto a la planimetría que publicamos, nos permite afirmar, contrariamente a lo que sostienen otros autores, que en este punto no se ha producido un avance significativo del mar desde mediados del siglo XVIII. A. Rodríguez Ramírez,

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demuestran tanto los dos planos que publicamos como diversas referencias que pueden extraerse de la documentación adjunta. La carta del requeridor Mateos en marzo de 1748 deja claro que “la torre del Río del Oro está situada en la lengua del agua de modo que a las cresientes queda yslada, batiendo en ella el mar”87. También la vio así el ingeniero Joseph Barnola en octubre de 1752, “expuesta a los combates continuos del mar”, si bien creyó que se encontraba en tal situación por haber avanzado las aguas sobre la costa en este punto88. Pero Barnola desconocía que ya en la época de su planificación, a finales del siglo XVI, los ingenieros habían previsto que la atalaya fuera construida en plena orilla. La elección de tan arriesgada ubicación tuvo muy probablemente un motivo político, desdeñando los consejos de la experiencia arquitectónica y militar. Desde al menos 1584 se había decidido que la almenara se financiaría a medias entre el Duque de Medina Sidonia y el Conde de Miranda, situándose a caballo entre sus dos señoríos89. Siendo su frontera la desembocadura del Río del Oro, tal designio obligaba a que la torre se construyera sobre el arroyo, descartando cualquiera de las dos laderas inmediatas por ser tierra de uno u otro señor. También era inviable la parte interior de la garganta, pues allí la torre sería inútil. Así, sólo quedaba la playa, aunque alzar un edificio de este calibre sobre las arenas y con la seguridad de que el mar combatiría sus cimientos supusiera un verdadero reto para los constructores. En efecto, ello obligaba a un alarde constructivo importante, pero no imposible en aquella fecha. Hay que recordar los tratados de finales del siglo XVI del ingeniero Cristóbal de Rojas, que mostraban la manera de construir sobre suelos pantanosos o incluso sobre el agua utilizando sistemas de pilotaje90. Sabemos del uso de pilotes al menos en una de las torres onubenses, la de Canela91, por lo que no sería extraño que se hubieran empleado también en el caso que nos ocupa, aunque no existen evidencias documentales ni materiales en tal sentido. L.M. Cáceres, J. Rodríguez Vidal, E. Flores, M. Cantano y V. Guerrero, “Cambios morfológicos y tasas recientes de erosión-depósito en la costa atlántica oriental de Huelva (España)”, Geogaceta, nº 21. (1997), pp. 187-189. 87 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Sanlúcar de Barrameda, 13 de Marzo de

1748.

88 Ibídem, leg. 3.258. Cádiz, 24 de octubre de 1752. 89 S(ección) N(obleza) A(rchivo) H(istórico) N(acional), Osuna, C. 382, D. 58. 90 Cristóbal de Rojas, Teórica y práctica de fortificación, conforme las medidas y defensas destos tiempos, repartida en tres partes. Madrid: Luis Sánchez, 1598. Tercera parte, capítulo V: “De los fundamentos sobre arena en el agua, arcilla, tufa, o en peña biva”. Véase también Ángel J. SÁEZ RODRÍGUEZ, “El ingeniero Cristóbal del Rojas reconoce Tarifa en 1597 (I)”, Aljaranda, revista de estudios tarifeños, nº 51 (2003), pp. 4-7. En este trabajo se insertan dos grabados tomados de las obras de Rojas donde se representan una máquina para clavar pilotes y una torre cimentada con este sistema. 91 Antonio Mira Toscano y Juan Villegas Martín, “La torre de Canela, una almenara del siglo XVII”, en Enrique Arroyo Berrones (ed.): Actas de las XIII Jornadas de Historia de Ayamonte, Ayamonte: Ayuntamiento de Ayamonte, Área de Cultura, 2009, pp. 47-74.

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Indudablemente, un emplazamiento tan osado hubo de ser contrarrestado con una serie de elementos constructivos especialmente destinados a dotar a la atalaya de la necesaria solidez, unos habituales en las torres de la costa de Huelva, otros completamente singulares. Entre los habituales, hay que citar la zapata, que, en palabras de Pedro Mateos “crese afuera de la torre más de una bara y profunda más de dos”92. La mayor parte de las torres de almenara contaban con una zapata93, estructura que proporcionaba una base sólida a la construcción y le daba consistencia en caso de no contarse con terreno firme. Insinuada en el plano de 1742, esta estructura aparece dibujada con detalle en el de 1749, donde se señalan sus daños. Las alusiones posteriores se refieren probablemente al recalzo de sillares con que se reforzó la base de la torre a mediados del siglo XVIII. Pero la torre del Río del Oro disponía de elementos de solidez muy singulares, totalmente inexistentes en cualquiera de las restantes torres del litoral onubense. La documentación nos informa de que “fortifican su zimiento dos contrafuertes o puntas de diamante, una a tierr (sic) y otra al mar de norte a zur”94. Se trata, en efecto, de dos puntas construidas en piedra y destinadas a aliviar al muro de la acometida de las aguas, sobresaliendo en su vértice dos metros sobre la circunferencia de la torre. Ambos contrafuertes aparecen representados en el plano de 1749 pero no en el de 1742. Tal vez este último plano, poco pormenorizado en lo que respecta a la torre, omitió este detalle por considerarlo irrelevante. Cabe no obstante otra posibilidad: que estas puntas de diamante no sean originales y fueran añadidas entre ambas fechas, en el curso de alguna obra de refuerzo y consolidación de la torre. El contrafuerte más castigado fue, lógicamente, el que defendía el frente marino, de manera que en los temporales de mediados del siglo quedó flanqueado por brechas a derecha e izquierda; a pesar de ello se mantuvo “el contrafuerte o punta en que bate el mar”, siendo tan importante su conservación que “si flaquea la punta de diamante [la torre] tiene gran peligro de caer o arruinarse”95. Del segundo contrafuerte, enfrentado a las aguas vertientes del Río del Oro, puede aún apreciarse el arranque en la parte baja del lienzo mayor conservado96. Hasta aquí lo que hemos podido conocer por el momento sobre una de las almenaras más interesantes de la costa onubense. La planimetría y la documentación recientemente localizadas nos han permitido adentrarnos un poco más en su morfología y su historia, ofreciéndonos la posibilidad de acercarnos, siquiera de forma aproximada, a la configuración de una torre que anteriormente 92 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Sanlúcar de Barrameda, 13 de Marzo de 1748. 93 La maltrecha almenara de la Higuera, en posición invertida desde al menos 1739, nos permite observar el aspecto de su potente zapata, hoy en la parte superior. Véase nota nº 70. 94 A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254. Sanlúcar de Barrameda, 13 de Marzo de 1748. 95 Ibídem. 96 Véase figura 4.

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Figura 4. Arranque, muy deteriorado, de uno de los contrafuertes o puntas de diamante que reforzaban la zapata de la torre (fotografía de los autores).

se nos aparecía solo como una informe masa de ruinas. Pero, aparte de lo que las fuentes gráficas o escritas puedan aportar en el futuro, son los propios restos de la torre los que, con la intervención de la arqueología, deben aclarar aún muchas incógnitas. Y esto es así porque la torre del Oro nos ofrece la excelente oportunidad de contemplar aquello que fue construido para quedar oculto, de asomarnos al interior de muros o estructuras ya derruidas para investigar con detalle los pormenores del sistema constructivo. Para ello, sin embargo, es necesaria una condición fundamental, cual es la adecuada preservación de estos restos. Por desgracia, cualquier visitante que se acerque a la torre y compruebe el grado de erosión de los lienzos conservados tiene fácilmente la impresión de que,

Figura 5. Imágenes que muestran la reciente fragmentación de uno de los bloques conservados de la torre (fotografías de Antonio Delgado Pinto y de los autores).

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si no se toman medidas urgentes, el mar se encargará pronto de impedir que la vieja torre nos legue sus secretos97.

Figura 6. Aspecto de los restos de la torre del Río del Oro con el bloque fragmentado en primer plano (fotografía de los autores).

97 La fragmentación de los restos continúa, como pudimos apreciar en una de nuestras visitas a la torre, efectuada en diciembre de 2007. En el invierno anterior y por efecto de los temporales, el bloque situado al este del lienzo mayor se había dividido en dos partes. Véase figuras 5 y 6.

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5. Documentos A) Carta de Pedro Mateos, requeridor de las torres de Poniente, al capitán general de la Costa de Andalucía, conde de Roydeville. Sanlúcar de Barrameda, 13 de Marzo de 1748. A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254 Excelentísimo Señor Señor: Con los continuos temporales se ban arruinando cada bes más las seis torres de la costa de Poniente de mi cargo; pero estos últimos y tan continuados an ocasionado gran ruina pues a la torre del Río del Oro, última de Arenas Gordas, le a arrancado más de veinte y ocho baras de zimiento o zapata, en esta forma: La torre del Río del Oro está situada en la lengua del agua de modo que a las cresientes queda yslada, batiendo en ella el mar; y fortifican su zimiento dos contrafuertes o puntas de diamante, una a tierr (sic) y otra al mar de norte a zur, y abrá dose años que un temporal le sacó de debaxo quasi la mitad de los fundamentos o cascaxo sobre que se fundó de modo que al ympetu de las olas temblaba la torre; y otro temporal masisó (sic: por macizó) el hueco y quedó al pareser como de antes, hasta que aora estos temporales abiéndole descubierto la maior parte del zimiento o zapata, que crese afuera de la torre más de una bara y profunda más de dos; manteniéndose el contrafuerte o punta en que bate el mar, le arrancó por su banda de Poniente más de veinte baras del zimiento y por la de Levante más de ocho, asta lo profundo y a quedado la torre en gran peligro porque la ruina será la tersera parte de sus zimientos; y si flaquea la punta de diamante tiene gran peligro de caer o arruinarse. Señor, desde la barra de esta ziudad asta la de Huelva no ay más fortalesa que la de esta torre que por su grandesa y hartillería es lo que respectan los moros en aquella costa, y es el assilo de las embarcaciones que hordinariamente persiguen, todo lo qual (en fuerza de mi obligasión) pongo en la considerasión de Vuestra Excelencia para que se digne mandar lo que Vuestra Excelencia tenga por combeniente. Nuestro Señor guarde la persona de Vuestra Excelencia muchos años como puede. Sanlúcar de Barrameda, 13 de marzo de 1748. Excelentísimo Señor. Señor. Besa los pies de Vuestra Excelencia su más reconocido súbdito. Don Pedro Matheos (rúbrica) Excelentísimo Señor conde de Leroy De Ville.

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B) Carta del ingeniero Ignacio de Sala al capitán general de la Costa de Andalucía, conde de Roydeville. Cádiz, 26 de Marzo de 1748. A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254 Excelentísimo Señor. Mui Señor mío: En consequencia de la orden de Vuestra Excelencia devo decir que aunque e destinado al yngeniero don Alonso González de Villamar para hazer el reconocimiento de las torres de Poniente, y con especialidad la torre del Río del Oro, cuyo fundamento a socavado el mar según el aviso de don Pedro Matheos, requeridor de ellas, es preciso que passe a aquel sitio un albañil y tres o quatro peones, con el citado yngeniero, para que se hagan distintas calas al pie de la misma torre, se examine si su cimiento es de peña o cascajo, lo que penetra el daño que tiene en su fundamento, y si nezesitará de un recalzo, a fin de formar un estado individual de la obra que se deverá hazer para seguridad de la sobredicha torre y el coste que podrá tener. Al albañil y peones que an de pasar a este reconocimiento (que será preciso se execute en baxas mares de mareas vivas) se les deverán pagar sus jornales los días que estubiesen empleados en ello, como también un bagage para las herramientas; por lo que me pareze combeniente se sirva Vuestra Excelencia escrivir al yntendente a fin de que destine el caudal nezesario para estos jornales; y también en concideración de los atrasos del sobredicho yngeniero don Alonso González, que con su media paga no puede costear semejantes viaxes, se sirva al mismo tiempo librarle algún socorro; que es quanto se me ofreze hazer presente a Vuestra Excelencia sobre este asumpto. Dios guarde a Vuestra Excelencia los más años que deseo. Cádiz, 26 de marzo de 1748. Excelentísimo Señor. Beso las manos de Vuestra Excelencia. Su más seguro servidor. Don Ignacio Sala (rúbrica) Excelentísimo Señor conde Le Roydeville.

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C) Nota referente a una carta del capitán general de la Costa de Andalucía A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.254 El Conde Roydeville [en otra letra]: Respondido en 16 de abril de 1748. Acompaña una representación que le ha hecho el cabo principal de las torres de la costa de Poniente del Puerto de Santa María, exponiendo el daño sucedido en una de ellas, dicha del Oro, por un temporal de mar, que le ha socavado sus cimientos en extensión de más de 28 baras, hallándose por este motivo en evidente riesgo de arruinarse, y que siendo por su magnitud y artillería el refugio de las embarcaciones y la única defensa contra los moros en aquella costa, se hace preciso acudir quanto antes a su reparo. Sobre que el conde, aviendo prevenido a don Ignacio Sala nombrase un yngeniero para pasar a este reconocimiento, lo executó, advirtiéndole en la carta que incluie que, a más del expresado yngeniero, se necesita de un albañil y tres o quatro peones respecto de averse de hacer algunas catas, a fin de en su consequencia formar con conocimiento la relación del coste del reparo o proyecto si fuere menester; cuios gastos assí por lo que toca al albañil y peones, como al yngeniero, en considerarle algún socorro atento de no poder con la media paga sufragar el gasto de viages, solicitó el conde con aquel intendente providenciase a su satisfacción, y excusándose este a ello sin tener orden, lo hace presente para que se le mande lo execute.

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D) Carta del ingeniero Joseph Barnola al conde de Torre Alta. Cádiz, 24 de octubre de 1752. A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258 Excelentísimo Señor. Mui señor mío: Satisfaciendo al asumpto de las dos cartas de Vuestra Excelencia de 7 de junio y 10 del corriente, y enterado de las copias de relaciones que haze a Vuestra Excelencia don Pedro Matheos del mal estado en que se hallan las torres de la costa de Poniente, con especialidad la del Asperillo, dispuse el reconocimiento de estas torres y costa, que executado con toda exactitud se halla que dicha torre del Asperillo está amenasando ruina de caerse desde su situación a la playa; porque estando en lo alto de un barranco de solo arena sin coagular, y penetrando las olas marítimas con los temporales siempre a más contra este barranco, está mucha parte de su fundamento descarnado, y por consiguiente irremediable con qualquier obra que se aplicase. La torre del Río del Oro, en dos años consecutivos se a reparado sus fundamentos y reforzado su pie con un recalzo de cantería, y no obstante estos reparos, como se halla expuesta a los combates continuos del mar, es contingente que en lo subcessivo se destruya, como sucede en todas las obras combatidas de este elemento, que es necessario para su conservación grandes dispendios de caudales y vigilancia. Se debe juzgar que quando se fabricaron estas torres no llegaba el mar a combatirlas y que se construirían a una prudente distancia para precaverse de su ruina; pero durante el tiempo se a hido introduciendo más y más, internándose a la tierra hasta llegar a dichas torres, dejando y aislada la del Río del Oro a 45 varas distante de la tierra, y solo en baxamar se puede comunicar con ella. Los efectos del mar son incomprehensibles: en unas partes quita y en otras depone; pero en la costa de Poniente, inclusa la plaza de Cádiz, y de esta al Levante, observo todos los años que los temporales marítimos commovidos (sic) por los vientos del Sur se dirigen a internarse siempre a más a la tierra, profundando donde hallan oposición de murallas y escollos, y explayando las orillas libres de estos obstáculos. Por lo que juzgo por inútil qualquiera reparación que se aga en las citadas torres. Que es quanto susintemente devo exponer a la compreención de Vuestra Excelencia. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años como deseo. Cádiz, 24 de octubre de 1752. Excelentísimo Señor, beso las manos de Vuestra Excelencia. Su más atento servidor. Don Joseph Barnola. (rúbrica) Excelentísimo Señor Conde de la Torrealta.

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E) Carta del conde de Torre Alta al marqués de la Ensenada. Puerto de Santa María, 12 de Diciembre de 1752. A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 3.258 Excelentísimo Señor. Mui Señor mío: Aviéndome dado parte don Pedro Matheos, cabo de las torres de la Costa de Sanlúcar de Barramenda en la parte de Poniente, del mal estado de las nombradas El Asperillo y la del Río del Oro, y de la enminente (sic) próxima ruina que teme de la primera con los temporales, cayendo de su cituación a la playa, donde quedará inútil todo su material, lo participé al yngeniero comandante don Joseph Barnola, de que hecho cargo en su adjunta respuesta precediendo el reconocimiento que dispuso, contexta lo mismo; añadiendo ser irremediable el daño e inútil qualquier reparo que se haga en las citadas torres, en estos términos y en el de exponer dicho don Pedro Matheos por combeniente y precisa la prompta demolición de la del Asperillo para poder aprobechar su material, que caiendo a la playa no podrá lograrse. Consultado dicho don Joseph Barnola sobre este asunto combiene en lo mismo y propone podrá encargarse esta obra a los mismos torreros, para lo que enquentro el reparo que siendo solos dos hombres, y ninguno albañil de ofizio, necesitarían de mucho tiempo para ella, sin ebitarse el riesgo de su próxima ruyna, ni el peligro de la total inutilidad de su material, caiendo al mar, que es a lo que según su estado ay que atender. Siendo dichas torres y otras de la costa [el] único medio y el solo canal por donde se tienen las noticias de haber en ella embarcaciones de moros u otras enemigas, y también seguridad de los caminantes por las playas de la costa de Poniente, pues desde San Lucar o Cádiz hasta Ayamonte, que ay más de 20 leguas de costa, no tienen otro abrigo en aquellos mares las perseguidas de los moros que la torre del Oro principalmente, así por la conmodidad de su playa como por su grandeza y artillería, que sin ella quedarán las embarcaciones y gente que transitare en tal desamparo que en caso de algún desembarco de enemigos no habiendo en la costa quien dé el aviso podrán sin riesgo internar muchas leguas por falta de poblaciones; por lo que juzgo precisa su conserbación o construcción de otras equibalentes para poder atender al fin de la segura nabegación de aquellas embarcaciones y paso de los caminantes a que miran estas torres. Lo que pongo en noticia de Vuestra Excelencia para que sirviéndose de pasarla a la de Su Majestad se digne mandar lo que fuere de su real agrado. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Puerto de Santa María, 12 de diziembre de 1752. Excelentísimo Señor, beso las manos de Vuestra Excelencia, su mayor y más afecto servidor. El conde de la Torrealta (rúbrica) Excelentísimo Señor Marqués de la Ensenada.

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Libertad de imprenta y conservadurismo en el Cádiz de las Cortes* Gonzalo Butrón Prida Universidad de Cádiz Resumen La libertad de imprenta fue uno de los derechos considerados prioritarios por el liberalismo gaditano, como lo demuestra tanto su temprano estudio por parte de las Cortes de Cádiz, que acabaron regulándolo apenas un mes y medio después de su primera reunión, como su inclusión más tarde en la Constitución de 1812. En este trabajo no sólo analizamos el proceso de reconocimiento de la libertad de imprenta, sino también la reacción que provocó entre la opinión conservadora, muy crítica tanto con el derecho en sí mismo, como con las primeras consecuencias que estaba teniendo sobre la naciente opinión pública española.

Abstract Freedom of the press was one of the rights to which Cadiz liberalism conferred priority. This is evidenced by both his early study by the Cortes of Cadiz, who regulated it just a month and a half after its first meeting, and their final inclusion in the 1812 Constitution. In this work we analyze not only the process of recognition of the freedom of the press, but also the reaction that it caused among the conservatives, very critical with the right itself, and with the first consequences that its recognition was having on the emerging Spanish public opinion.

Palabras Clave Libertad de imprenta, Cortes de Cádiz, Constitución de 1812, conservadurismo, opinión pública.

Keywords Freedom of the press, Cádiz Cortes, Spanish Constitution of 1812, conservatism, public opinion.

Fecha de recepción: 11 de marzo de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014 * Este trabajo es resultado del proyecto PRY032/12, financiado por la Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces (8ª edición de la Convocatoria de Proyectos de Investigación).

1. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz La importancia adquirida por la libertad de imprenta en el nuevo discurso político que se había venido fraguando en las décadas precedentes justifica el lugar preferente que ocupó en los orígenes de la revolución española, patente tanto en su discusión en el seno de la Junta Central, como en su temprana presencia en los debates de las Cortes de Cádiz. En la primera, el debate se abrió por iniciativa de su entonces vocal Lorenzo Calvo de Rozas que, en un contexto en el que ya se gozaba de una libertad de imprenta de facto, presentó el 12 de septiembre de 1809 una proposición favorable a la declaración oficial de la misma. Los argumentos esgrimidos por Calvo de Rozas, que catalogó la libertad de imprenta como un derecho individual, dieron lugar a un debate interno que derivó en la elevación de sendas consultas al Consejo Reunido de España e Indias y a la Comisión de Cortes de la Junta Central. Mientras que el primero reaccionó de forma casi unánime en contra de la concesión de la libertad de imprenta, la segunda la observó desde un prisma diferente, resultado del informe favorable a su concesión emitido por la Junta de Instrucción Pública, a la que se había dirigido la propia Comisión de Cortes en busca de una valoración fundamentada. Ante la disyuntiva planteada por las dos posturas encontradas, la Junta Central optó por el inmovilismo y aplazó por tanto el reconocimiento de la libertad de imprenta1. Resultado de la consulta realizada a la Junta de Instrucción Pública fue la memoria emitida por José Isidoro Morales, un documento que no tuvo una gran trascendencia inicial, puesto que no logró que fuera declarada la libertad de imprenta, pero sí una gran influencia a medio plazo, toda vez que no sólo acabaría sentando las bases del debate posterior, sino que influiría directamente sobre el futuro decreto de noviembre de 1810. En efecto, los diputados de las Cortes, recién reunidas en la Isla de León, no sólo pudieron consultar la memoria, que además había sido impresa en Sevilla en 1809, sino que en buena medida la siguieron, como ha puesto de manifiesto Manuel Peña tanto en el caso de su planteamiento general –que apostaba por declarar la libertad de imprenta y suprimir 1 J. Álvarez Junco y G. De la Fuente Monge, El nacimiento del periodismo político. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz (1810-1814). Madrid: Ediciones APM, 2009, pp. 46-49. Calvo de Rozas también valoró, en su defensa de la libertad de imprenta, la necesidad de contar con una opinión pública, así como el papel que ésta podía desempeñar en la guerra.

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la censura previa para todos los escritos, excepto para los relativos a las cuestiones religiosas–, como en el de la tipificación que proponía de los abusos de la libertad de imprenta y su condena2. De este modo, con la isla gaditana como escenario de referencia, la cuestión fue incorporada de inmediato a la agenda política. Así, el 27 de septiembre de 1810, pasados solo tres días desde la reunión de las Cortes, fue constituida una comisión de once miembros encargada de su estudio, compuesta, como señalara Emilio La Parra, por varios de los más distinguidos liberales, entre ellos Agustín de Argüelles, Diego Muñoz Torrero y Evaristo Pérez de Castro3. La comisión fue muy expeditiva y en apenas diez días fue capaz de presentar, de la mano del propio Argüelles, el proyecto de decreto de libertad de imprenta. El debate comenzó por fin el 14 de octubre, y requirió de cinco sesiones de dura controversia para la aprobación del primero de los artículos del futuro decreto, que fue refrendado el día 19 en votación pública y nominal por 68 de los cien diputados presentes aquel día en las Cortes4, quedando la cuestión, como ha señalado Fernández Segado, prácticamente resuelta5. El decreto de libertad política de imprenta sería finalmente publicado el 10 de noviembre de 1810. Se trataba tan solo del noveno decreto aprobado por las Cortes, habiéndose dedicado los precedentes a otras cuestiones también contempladas como claves en la dinámica política del momento, como la constitución de las Cortes y la declaración de su soberanía, la división y la delimitación de los poderes, la declaración de la igualdad de derechos de los españoles europeos y ultramarinos y la renovación del Consejo de Regencia. El primer rasgo distintivo del decreto es el cambio notable que planteaba en la manera de afrontar la cuestión, puesto que abandonaba el carácter preventivo y receloso de la legislación anterior, basada en la censura previa, y apostaba en cambio por una actitud más confiada, que retrasaba la intervención de las autoridades. Celso Almuiña lo expresó muy bien al calificar el decreto como de importancia decisiva en la legislación española “puesto que representa un puente entre un sistema basado en la rígida censura previa y el nuevo que sólo recurre en

2 Véase al respecto el excelente estudio de M. Peña Díaz, José Isidoro Morales y la libertad de imprenta (1808-1810). Huelva: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva, 2008, especialmente las pp. 20-28. El estudio precede la edición facsímil de la Memoria sobre la libertad política de la imprenta de Morales. 3 E. La Parra López, La libertad de prensa en las Cortes de Cádiz. Valencia: Nau Llibres, Valencia, 1984, p. 32. 4 Álvarez Junco y De la Fuente Monge, El nacimiento del periodismo político…, pp. 97-99. El resto de artículos fue discutido en los días siguientes, aprobándose el último de ellos el 5 de noviembre. Un detenido análisis de los debates de aquellas sesiones en pp. 117-143. 5 F. Fernández Segado, “La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz”, Revista de Estudios Políticos, nº 124 (2004), p. 39.

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segundo término al sistema represivo”6. En segundo lugar, el decreto se distinguía por centrarse en exclusiva, como bien anunciaba en su título, en la libertad de publicar los “pensamientos e ideas políticas”, que no sólo era la más reclamada, sino también la menos controvertida de proclamar en el complicado contexto de equilibrio de fuerzas representado por las primeras cortes liberales españolas en particular, y por la llamada España patriota en general. En fin, el decreto ya formulaba, en sus primeras líneas, la que Fernández Segado llama “tríada argumental” de los defensores de la libertad de imprenta, que la valoraban por su carácter de instrumento de control de “la arbitrariedad de los gobernantes”, por su poder como “medio de ilustrar a la Nación” y por su capacidad de conformar “la verdadera opinión pública”7. A partir de ahí, el decreto, organizado en veinte artículos, al tiempo que daba libertad para la citada exposición de todo tipo de ideas políticas, limitaba la libre publicación de ideas en materia religiosa, en consonancia con la restricción de la libertad de culto recogida por la Constitución en 1812 en su militante artículo décimo segundo8. En concreto, y con respecto a las ideas políticas, el artículo primero del decreto ofrecía un marco de gran libertad, que renunciaba a la censura previa y reconocía tanto a los cuerpos, como a los particulares, “la libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación”. Esta renuncia implicaba la abolición de los juzgados de imprentas, dispuesta por el artículo segundo. La apuesta por la libre expresión de las opiniones políticas se manifestaría en la confiada conversión de la censura en autocensura. En efecto, la confianza del legislador en el compromiso de autores e impresores de no abusar de la nueva libertad era tal, que ni siquiera exigía que constara en los escritos la firma de los primeros, sino sólo la de los segundos. El único límite impuesto venía de la mano, como ha señalado Fernández Sarasola, tanto del obligado respeto a los principios estructuradores del estado, como de la colisión con otros derechos9, de ahí la persecución de “los libelos infamatorios, los 6 C. Almuiña, “Opinión pública y revolución liberal”, Cuadernos de Historia Contemporánea, vol. XXIV, nº 7-8 (2002), p. 90. Poco más adelante, Almuiña define el decreto como “pieza angular en nuestra legislación sobre esta materia”, y añade que “respira libertad desde el primer al último artículo” como resultado del “confiado optimismo heredado del reformismo del XVIII” (pp. 92-93). 7 Fernández Segado, “La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz”, pp. 41-42. Un análisis muy completo de esta triple dimensión en A. Magdaleno Díaz, “La Libertad de imprenta en el diseño constitucional de las Cortes de Cádiz”, comunicación presentada al X Congreso de la Asociación de Constitucionalistas de España (Cádiz, 2012). Disponible en http://www.acoes.es/congresoX/ documentos/ComMesa2AntonioMagdaleno.pdf. Consultado el 20/12/2012. 8 Su formulación, bien conocida, establecía que “La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”. 9 I. Fernández Sarasola, La Constitución de Cádiz. Origen, contenido y proyección internacional.

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escritos calumniosos, los subversivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licenciosos y contrarios a la decencia pública y buena costumbre” anunciada por su artículo cuarto. La falta general de restricciones con respecto a los escritos de carácter político contrasta con el tratamiento dado a los de naturaleza religiosa, significativamente excluidos del nuevo escenario a través del artículo sexto del decreto. Este último remitía este tipo de escritos a la jurisdicción eclesiástica, lo que permitía a los ordinarios eclesiásticos conservar el derecho a la censura previa según lo establecido en el Concilio de Trento. Resuelta de este modo de forma temprana la cuestión de la libertad de imprenta, las Cortes volverían a tratarla con motivo de su inclusión en la Constitución, estando presente tanto en el discurso preliminar preparado por Agustín de Argüelles para presentar a las Cortes el proyecto de Constitución, como en la redacción final de la misma, en la que quedaría incorporada en dos artículos. En el discurso preliminar, Argüelles insistiría en argumentos ya esgrimidos con anterioridad, esto es, al mismo tiempo que presentaba la libertad de imprenta como vehículo privilegiado de la ilustración, la vinculaba con la promoción de tres de los derechos claves del discurso liberal, a saber, la independencia, la libertad y la búsqueda de la felicidad: “como nada contribuye más directamente a la ilustración y adelantamiento general de las naciones y a la conservación de su independencia que la libertad de publicar todas las ideas y pensamientos que puedan ser útiles y beneficiosos a los súbditos del Estado, la libertad de imprenta, verdadero vehículo de las luces, debe formar parte de la ley fundamental de la Monarquía, si los españoles desean sencillamente ser libres y dichosos”10. En el texto definitivo de la Constitución, la protección de la libertad política de la imprenta fue señalada, en primer lugar, como una de las facultades, y habría que entender también como uno de los deberes, de las Cortes, y así fue recogido en el apartado vigésimo cuarto del artículo 131. En segundo lugar, y ya no en el título III (De las Cortes), sino en el IX (De la instrucción pública), el artículo 371 reproduciría prácticamente el preámbulo del decreto de noviembre de 1810, aunque ya no hablara de cuerpos y particulares, sino directamente de españoles: “Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidades que establezcan las leyes”.

Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 2011. Fernández Sarasola destaca en este sentido que, una vez promulgada la Constitución, cualquier escrito contra ella incurría en un delito político de imprenta, dado que lo que figuraba en ella “se había convertido en voluntad nacional y, por tanto, no era opinable” (p. 263). 10 A. de Argüelles, Discurso preliminar a la Constitución de 1812. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 2011, pp. 125-126.

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Finalmente, el decreto de noviembre de 1810 sería complementado por una serie de decretos aprobados a lo largo de 1812 y 181311, entre los que sobresalen las dos adiciones al decreto original aprobadas el 10 de junio de 1813. La primera de ellas, concretada en el decreto CCLXIII de las Cortes, precisaba, en 35 artículos, la composición, las competencias y el procedimiento a seguir por las juntas de censura; en tanto que la segunda, concretada en el decreto CCLXIV, tomaba la forma de reglamento de las propias juntas de censura y disponía, en 38 artículos, el funcionamiento tanto de la junta suprema, como de las de provincia. En fin, aquel mismo día se publicó un tercer e importante decreto, el CCLXV, que reconocía a los autores la propiedad intelectual de sus obras. 2. La libertad de imprenta en el Cádiz de las Cortes En el complicado escenario dibujado por la guerra en la península ibérica, Cádiz resultó ser marco privilegiado para la puesta en práctica de la libertad de imprenta. La resistencia de la ciudad al avance de las tropas napoleónicas la convirtió, durante al menos dos años y medio, en el centro político, económico y militar de la llamada España patriota. De este modo, sitiada por los franceses entre febrero de 1810 y agosto de 1812, Cádiz congregó bajo sus murallas a buena parte de las autoridades políticas, especialmente la Regencia y las Cortes; allegó notables recursos financieros a la resistencia, gestionados habitualmente por la poderosa Junta de Cádiz; y confirmó su carácter de centro militar gracias al refugio del ejército de Alburquerque y al apoyo militar inglés. En estas circunstancias, la ciudad de Cádiz, que ya era una de las más vivas y animadas de la monarquía española antes del inicio de la guerra, bulló y se enriqueció impulsada por el contraste de ideas y experiencias vividas por sus habitantes –ya fueran gaditanos o forasteros, ciudadanos o políticos, civiles o militares–, durante los largos meses de sitio, como ya expuso hace años de forma magistral Ramón Solís12. Una de las manifestaciones más interesantes, y probablemente también más estudiada, de esta ebullición ha sido el proceso de renovación política emprendido de forma abierta en la isla gaditana desde la reunión de Cortes en septiembre de 1810. Al margen de su entusiasta actividad legislativa, que dio lugar a la aprobación de un amplio conjunto de decretos destinados a la liquidación del Antiguo Régimen, y que culminó con la promulgación de la Constitución en marzo de 1812, la reunión de Cortes tuvo como consecuencia inmediata la politización extrema de la vida de amplios sectores de la sociedad gaditana, de forma que 11 Véase al respecto el análisis de los mismos realizado tanto por La Parra López, La libertad de prensa …, pp. 60-68, como por Álvarez Junco y De la Fuente Monge, El nacimiento del periodismo político…, pp. 166-174. 12 R. Solís Llorente, El Cádiz de las Cortes: la vida en la ciudad en los años de 1810 a 1813. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1958.

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el debate político no se circunscribió a las intensas sesiones parlamentarias, que fueron generalmente públicas, pero también en buen número secretas13, sino que tomó la ciudad y se expandió por las tertulias de los salones, los discursos y las disputas de los cafés o los comentarios de los numerosos corrillos y mentideros que poblaron las calles, plazas, paseos y esquinas de la ciudad. En este proceso desempeñaron un papel central la prensa y la publicística, beneficiadas primero del mencionado desvanecimiento de los límites que habían frenado tradicionalmente su expansión, que había dado lugar al disfrute de una libertad de imprenta de facto; y luego ya claramente del nuevo marco legal definido por el decreto de libertad de imprenta aprobado por las Cortes el 10 de noviembre de 1810, que daría refrendo legal a la libertad que había empezado a disfrutarse meses atrás. Favorecidos por el cambio, proliferaron entonces periódicos y papeles que nacieron, por un lado, con la misión de movilizar a la opinión pública y reclutar combatientes para la lucha por la independencia frente al desafío francés y josefino; y, por otro lado, con el objetivo de plantear una amplia serie de soluciones a la crisis política que atravesaba la monarquía española, desde las que asociaban la idea de libertad a la de independencia, con el argumento de que los españoles nunca serían realmente independientes si no conquistaban la libertad un día perdida, hasta las que confiaban en que, expulsados los franceses, sería posible restablecer el antiguo orden. El resultado fue la apertura de un amplio debate político que, al trascender los círculos cerrados en los que hasta el momento se había desarrollado, contribuyó, como ha indicado Fernando Durán, a conectar política y sociedad y, en consecuencia, a construir en España una opinión pública “libre y moderna”14. Al amparo del nuevo marco político y social definido tanto por las consecuencias del sitio, como por las disposiciones de las Cortes, creció pronto el número de papeles que circulaba por las calles de Cádiz, una situación que se desbordaría por completo con motivo de la aprobación del decreto de 10 de noviembre, que al prescindir de la censura previa, animó a llevar al papel todo tipo de ideas y propuestas. Como bien señalara Celso Almuiña, parecía que, de pronto, todo el mundo tuviera algo que decir, y además no se resistiera a llevarlo a la imprenta 13 El exceso de sesiones secretas fue precisamente criticado desde la prensa nacida al abrigo de la libertad de imprenta. Una muestra de esta crítica, la protagonizada por El Conciso, que en diciembre de 1810 se preguntaba “¿Por qué en las actuales Cortes las sesiones secretas se han hecho ya ordinarias?”, en F. Durán López, “Prensa y Parlamentarismo en Cádiz en el primer año de las Cortes: El Conciso (septiembre de 1810-agosto de 1811)”, El Argonauta español, nº 4 (2007), pp. 14-15. Disponible en http://argonauta.revues.org/1296. Consultado el 20/12/2012. 14 F. Durán López, “Diputados de papel: la información parlamentaria en la prensa de la etapa constituyente (septiembre de 1810-marzo de 1812)”, en M. Cantos, F. Durán y A. Romero (eds.), La Guerra de Pluma. Estudios sobre la prensa de Cádiz en el tiempo de las Cortes (1810-1814). Tomo II. Política, propaganda y opinión pública. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2008, p. 42.

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para que quedara “constancia de sus razones o sinrazones”15. Todos lo hacían, por lo demás, impregnados de un espíritu apasionado y desmedido, dada la actitud, de un lado, de la sociedad española representada en Cádiz, que, como ya adelantaba hace años Emilio La Parra, no parecía dispuesta a aceptar un control férreo de cuantos papeles se publicaran en la ciudad16; y, de otro lado, de las propias autoridades, que no tardaron en demostrar que carecían de voluntad y de medios para controlar la letra impresa17. Resultado de este apasionamiento fue el extraordinario desarrollo vivido durante estos años por la prensa y la publicística, que llevó asociada una frenética actividad impresora en la capital gaditana18. El autor de La Diarrea de las Imprentas, uno de los títulos más interesantes de los periódicos conservadores que vieron la luz en la época, reflejaba muy gráficamente esta situación, transmitiendo la imagen de una ciudad inundada de papeles: “¡qué confusión, qué trastorno! Papeles arriba, papeles abajo: el Redactor, el Conciso, el Semanario, el Zelador del buen orden, el Duende, el Infierno entero; en los almacenes de comercio papeles, y más papeles, en la Plazuela del Correo papeles, en la Alameda, papeles; en las esquinas papeles y más papeles”19. La llamada fiebre impresora había contagiado la ciudad, que vería cómo se exponían y expandían las ideas en papeles de todo tipo, capaces de lograr una repercusión inmediata sobre la nación española representada en Cádiz sin necesidad de grandes inversiones, en palabras de Fernando Durán: “Nunca unos periódicos tuvieron tanta influencia con tan poca tirada y tan débil infraestructura empresarial”20. Esta explosión gaditana de la prensa está bien estudiada y, desde los trabajos de Ramón Solís21 hasta los de Beatriz Sánchez Hita y el activo grupo de investigación encabezado por Marieta Cantos, Fernando Durán y Alberto Romero, ha quedado de manifiesto la amplitud y la riqueza del fenómeno, que combinó cabeceras de la consistencia y la solvencia de El Conciso, con una larga serie de iniciativas carac15 Almuiña, “Opinión pública…”, p. 94. 16 La Parra López, La libertad de prensa…, p. 5. 17 Almuiña, “Opinión pública…”, pp. 101-102. 18 Un completo repaso a la actividad de las imprentas gaditanas durante la guerra en B. Sánchez Hita, “La imprenta en Cádiz durante la Guerra de la Independencia y su relación con la prensa periódica”, en M. Cantos, F. Durán y A. Romero (eds.), La Guerra de Pluma. Estudios sobre la prensa de Cádiz en el tiempo de las Cortes (1810-1814). Tomo I. Imprentas, literatura y periodismo. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2006, pp. 31-111. 19 Diarrea de las Imprentas. Memoria sobre la epidemia de este nombre que reina actualmente en Cádiz. Se describe su origen, sus síntomas, su índole perniciosa, su terminación y su curación. Escribíala en obsequio de la patria afligida el doctor Pedro Recio de Tirte Afuera. Cádiz: en la Oficina de la viuda de Comes, año de 1811, p. 4. 20 Durán López, “Diputados de papel…”, p. 42. 21 R. Solís Llorente, Historia del periodismo gaditano, 1800-1850. Cádiz: Instituto de Estudios Gaditanos, 1971.

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terizadas por su amplia volatilidad, su fuerte carga ideológica y su clara vocación polémica, que permite recuperar la expresión “guerra de pluma”, corriente en la época tanto con el sentido de puntal de la estrategia de la lucha anti-francesa22, como con el de reflejo de la tensión creada en torno a la letra impresa, protagonista de los ataques y contraataques de aquellos que competían por la conquista de la opinión pública. Constancia de esta última la encontramos en la Carta primera de un militar amigo de la verdad, que al mismo tiempo que denunciaba que la división imperante distraía la atención de la verdadera misión de vencer al invasor, lamentaba la artificiosidad de las polémicas suscitadas por aquellos que denominaba, en la segunda parte de su título, los filósofos liberales y anti-liberales, rivales en su lucha por el control de la opinión pública. Así lo explicaba su autor a un supuesto receptor que desconocía la “verdadera” situación de Cádiz: “Cómo se conoce que no has estado en Cádiz, y que no has leído los escritos de estos sabios. Si los leyeras, aunque deprisa, verías que se llaman los unos a los otros impíos, libertinos, incendiarios, traidores y no sé qué otra multitud de cosas, muy chocantes, […] tenemos la grande felicidad de que estos arrebatos se acaban con prontitud, porque entrando las partes disidentes cada cual en su gabinete, toman la pluma, forman una proclama en dos momentos, pues para esto tienen habilidad como sabios, y en diciendo cada uno a los suyos que son los ilustradores del Pueblo, y los órganos de la expresión general con otras cositas a este tenor, quedan tan satisfechos, como si hubieran hecho la luz, y vuelve la Bilis a su lugar”23. 3. La reacción conservadora y los límites de la libertad de imprenta En un principio, fue la opinión liberal la que tomó la iniciativa en el Cádiz sitiado, llevando a las sesiones parlamentarias y plasmando sobre el papel un torrente de propuestas e ideas que demostró tener, en más de un caso, largamente maduradas. El salto de la opinión liberal desde los círculos privados de debate a la luz pública desbordó, en un principio, a la opinión conservadora, que demostró carecer de capacidad de reacción frente al nuevo escenario político definido en la propia Cádiz. Superados por las circunstancias, los conservadores no tomaron 22 Así la empleó El Conciso de vuelta a Madrid en mayo de 1814, en una manifestación crítica contra aquellos que no habían entendido esa vertiente de la lucha que ya recogió Emmanuel Larraz hace treinta años (“Teatro y política en el Cádiz de las Cortes”, en Actas del V Congreso Internacional de Hispanistas. Burdeos, 1977, vol. 2, pp. 571-578.) y que han recuperado ahora como divisa los promotores del proyecto de igual nombre: M. Cantos, F. Durán, A. Romero (eds.), La Guerra de Pluma. Estudios sobre la prensa de Cádiz en el tiempo de las Cortes (1810-1814). Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2006-2008 (3 vols.). 23 Carta primera de un militar amigo de la verdad, en que se demuestra la vanidad e injusticia con que se titulan Filósofos, los Liberales y Anti-liberales del día. Isla de León: En la imprenta de Francisco Periu, Año de 1812. Firmada por J. C. M. en la Población de San Carlos, 15 de junio de 1812, pp. 6-7.

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verdadera conciencia del alcance del desafío al que se enfrentaban hasta la reunión de Cortes y el inicio del debate constitucional, cuando se puso de manifiesto que estaba en marcha un proceso de renovación política que amenazaba con desmantelar por completo el sistema del Antiguo régimen. La opinión conservadora empezó entonces a superar su parálisis inicial y articuló una estrategia de defensa activa de sus valores políticos y sociales que incluyó, entre sus objetivos, la limitación de la libertad de imprenta. Por un lado, y en el ámbito de la práctica política, la reacción conservadora se tradujo en la denuncia ante las Cortes de las, para ella, nefastas consecuencias de la libertad de imprenta; por otro lado, y en el ámbito ideológico, la reacción conservadora se materializó en el recurso a la propaganda contra la prensa y los publicistas liberales, posible gracias al amparo en la misma libertad que tanto denostaban. La reacción política ha sido estudiada principalmente a partir de las denuncias elevadas a las Cortes por aquellos sectores más alarmados por los efectos del decreto de la libertad de imprenta, entre los que destacaba, como puso de manifiesto Albert Dérozier, el clero, responsable en 1811 de una multitud de representaciones de denuncia de la libertad de prensa24. Aún así, las denuncias no fueron exclusiva del clero, sino que llegaron desde distintos frentes, como lo demuestra, por ejemplo, que en julio de 1811 la Regencia también se dirigiera a las Cortes para quejarse de los abusos cometidos por los periódicos al amparo de la nueva libertad, que creían que no tardaría en sumergir “la Nación en la anarquía”25. Las denuncias a las Cortes fueron ya estudiadas por Emilio La Parra, que puso de manifiesto que no sólo tenían como fin la crítica de la libertad de imprenta, sino también el entorpecimiento de la tarea legislativa de las propias Cortes, distraídas interesadamente de la resolución de cuestiones más importantes por el aluvión de denuncias que recibían26. Algunas de estas denuncias no pasaron del debate más o menos apasionado en las Cortes, otras, en cambio, adquirieron gran notoriedad, como fue el caso 24 A. Derozier, Quintana y el nacimiento del liberalismo en España. Madrid: Turner, 1978, p. 623, citado por La Parra López, La libertad de prensa…, p. 70. 25 Representación del Consejo de Regencia acerca del abuso que se hace en los periódicos de la libertad de imprenta (Cádiz, 5 de julio de 1811), La Parra López, La libertad de prensa…, p. 72. La Regencia no se libraría, en todo caso, de aprovechar el marco de libertades abierto por el decreto de noviembre, y en 1813, a partir de una denuncia en las Cortes del diputado José Zorraquín, se comprobó que había entregado dinero de los fondos públicos al periódico ultraconservador El Procurador General de la Nación y del Rey. Uno de los ex regentes, Joaquín Mosquera, confesó ante las Cortes que se procedió así “a fin de oponer algún contrarresto a los (periódicos) que traspasando los límites de la justa libertad de imprenta, corrompían la opinión pública, ofendían al Gobierno y combatían... todo lo sagrado y respetable” (La Parra López, La libertad de prensa…, pp. 74-75). 26 La Parra López, La libertad de prensa…, pp. 70-71. Un examen detallado de los procesos de censura debatidos en las Cortes en Álvarez Junco y De la Fuente Monge, El nacimiento del periodismo político…, pp. 182-244.

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de El Robespierre español, denunciado en origen por sus comentarios críticos con la defensa militar de la plaza de Badajoz. La cuestión es que esta publicación, de carácter radical, no sólo podía haber transgredido el artículo cuarto del decreto de libertad de imprenta –como señaló la Junta de Censura de Cádiz, que calificó los números 6 y 7 del periódico de infamatorios y subversivos de las leyes–, sino que, además, se burlaría abiertamente de la censura recibida. Para Emilio La Parra esta última circunstancia se convirtió en clave, pues obligó a las Cortes a reflexionar sobre el modo de actuar contra quien “se burlaba de la censura recibida e incluso se permitía atacar sin recato a una alta autoridad del Gobierno”27. Jesús López de Lerma ha apuntado, en un estudio reciente, que la polémica suscitada en torno a El Robespierre español también puso de relieve tanto la confusión legal generada por el desarrollo de algunos de los procesos referentes a los problemas con la prensa, como el aún más importante conflicto de competencias existente en este punto entre las Cortes, las Juntas de Censura y los Tribunales de Justicia28. La dimensión del problema la comprendieron pronto los defensores de la libertad de imprenta, que llegaron a verla en peligro. En concreto, en julio de 1811, Agustín de Argüelles lamentaría que los abusos de dicha libertad y la falta de entendimiento de los tribunales pudieran acabar con la propia ley, y denunciaría “una infame trama” de sus detractores, que perseguían su abolición, ya fuera “derogándola o haciéndola nula y nominal con enmiendas y adiciones”29. En cuanto al recurso a la propaganda, se concretó en la contraofensiva conservadora que vivió el Cádiz sitiado entre 1811 y 1813, alentada en gran medida por la segunda entrega de la Diarrea de las Imprentas, que en 1811 declaraba: “Ya no es tiempo de callar, y es preciso combatir con la pluma a ciertos Jacobinos furiosos, que aspiran a ponernos por fuerza el gorro de la anarquía”30. El resultado fue la propagación de decenas de publicaciones conservadoras de todos los géneros –memorias, diccionarios, cartas, comedias, poemas–, y también de distinto talante político, representando un espectro ideológico amplio, que iba desde el inmovilismo ultraconservador hasta el constitucionalismo moderado. La ya citada serie de las Diarreas31, que incluyó entre sus objetivos la limitación de la libertad de imprenta, se encuentra entre las publicaciones de mayor im27 La Parra López, La libertad de prensa…, pp. 105-112. 28 J. López de Lerma, “Límites en el ejercicio de la libertad de imprenta. El proceso de las Cortes de Cádiz contra El Robespierre español”, en Ámbitos, nº 19 (2010), pp. 268-278. 29 Citado por López de Lerma, “Límites en el ejercicio…”, p. 274. 30 Nuevo y funesto síntoma de la epidemia llamada Diarrea de las Imprentas. Segunda Memoria Médica. Escrita por el Doctor Pedro Recio de Tirteafuera. Se añade un estado de los principales enfermos que ha habido, y hay de dos meses acá con diarrea periódica y aguda. Cádiz: en la Oficina de la viuda de Comes, año de 1811, p. 3. 31 La serie estaba compuesta de tres papeles publicados en 1811 bajo la firma imaginada de Pedro Recio Tirte de Afuera. Los dos primeros, ya citados, constaban de 15 y 26 páginas respectivamente, en tanto que el tercero, de título El remate de la Diarrea, constaba solo de dos páginas.

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pacto del momento. La primera entrega de la serie señalaba al decreto de libertad de imprenta como causa de la “diarrea literaria”; con todo, su autor no apostaría por la derogación del decreto, sino que propondría, bajo la recomendación de no comprar papel alguno que no los cumpliera, un decálogo que debían seguir todas las publicaciones. Se trataba de una declaración programática que si bien apuntalaba los pilares del discurso reaccionario y de la propaganda anti-francesa, también es cierto que respetaba el poder de las Cortes, la monarquía constitucional y las reformas: 1. Respeto a la Religión Católica Apostólica Romana, y a todos sus Ministros. 2. Obediencia al Gobierno legítimo que nos han dado, o en adelante nos dieren las Cortes. 3. Un amor constante a Fernando VII, y al gobierno monárquico templado o constitucional. 4. Respeto afectuoso al Santo Tribunal de la Inquisición, reformado de algunos abusos. 5. Odio al Republicanismo y al Jacobinismo. 6. Odio a Napoleón y a todas las máximas de la nueva Francia. 7. Prudente adhesión a las reformas hechas con tino y madurez por las Autoridades competentes. 8. Respeto y cariño a nuestros mayores y a nuestras sabias leyes. 9. Resolución firme de morir con las armas en la mano antes que sujetarse a Napoleón. 10. Afecto y agradecimiento a nuestros fieles aliados los Ingleses32. La ofensiva conservadora no solo trató de desvirtuar la libertad de imprenta, sino que también abrió un segundo frente, destinado a desacreditar el periodismo y los periodistas. La simplificación extrema a la que llegó a menudo el debate político, reducido a identificar como héroes a quienes defendían los principios reconocidos como propios del carácter español y como villanos a quienes se suponía que los atacaban, afectó especialmente a periodistas y publicistas, colocados desde 1811 en el punto de mira de la propaganda conservadora. A partir de aquel año asistimos al despliegue de una ofensiva que, planteada con el objetivo general de disociar los conceptos de liberalismo y patriotismo, debía dar como fruto el desenmascaramiento de los malos periodistas y su desautorización frente a la opinión pública. Uno de los primeros participantes en la ofensiva anti-liberal fue el Español Católico, autor del folleto Descubrimiento de la mina de los publicistas de Cádiz, que aplicó a los periodistas el esquema simplista recién señalado. De este modo, pon32 Diarrea de las Imprentas, p. 13.

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deró las virtudes de quienes cumplían con el arquetipo de perfecto patriota, como era el caso del editor del Diario de la Tarde, antiguo responsable de El Censor, al que presentaba como “hombre adornado de patriotismo, veneración a la Religión Santa que profesamos y amor a su amado Rey don Fernando VII”, esto es, como el portador de las virtudes del buen español. Por el contrario, aplicó el tratamiento opuesto a quienes se alejaban del modelo, denunciados como titulares de todos los vicios, esto es, culpados de desear “Destruir la Religión de Jesucristo, acabar con su Iglesia, derribar el Trono, formar la anarquía para venir al cabo a desmoralizar la Nación, cooperando a este fin con el Tirano de la Europa”33. Este planteamiento general de desautorización de la opinión liberal sería aplicado de forma sistemática por los escritos de corte conservador, que trataron de desvincular a los liberales de cada uno de de los grandes pilares del discurso patriota, de modo que pudieran presentarlos como traidores a la patria, campeones de la impiedad y republicanos encubiertos. La identificación de los publicistas liberales con la traición a la patria fue apoyada sobre una línea argumental básica: la acusación de fomentar la división de los españoles en unos momentos en los que urgía mostrar firmeza y unidad en la lucha. En concreto, les recriminaron que emplearan sus fuerzas en alimentar la polémica política y desviaran la atención del objetivo central de la lucha, que era resistir al invasor. De este modo, resultaba sencillo tacharlos de afrancesamiento y bonapartismo, puesto que no sólo estarían socavando las bases sobre las que se había asentado históricamente la organización política y social de la monarquía hispana, sino que, en la coyuntura concreta de la guerra, estaban favoreciendo el triunfo del invasor. Pionera en esta línea argumental fue la Diarrea, que subrayaba el desdén de la prensa por los problemas reales –como el bloqueo de Cádiz, el agotamiento de los recursos económicos o la insurrección de los territorios americanos–, y el malgaste de energías en asuntos como “los derechos imprescriptibles del hombre” y “la libertad de hablar y de escribir”34, cuestiones que, desde el punto de vista de los conservadores, eran además propagadas con el único fin de crear polémica y generar negocio35. Pero no se trataba sólo de advertir de la existencia de un nego33 Descubrimiento de la mina de los publicistas de Cádiz. Cádiz: en la Oficina de Don Nicolás Gómez de Requena, Impresor del Gobierno por S. M., Plazuela de las Tablas [¿1811?]. Firmado por El Español Católico, pp. 1-2 y 12. Entre los denunciados se encontraban tanto periódicos ya desaparecidos en aquellos momentos, como el Semanario Patriótico, el Robespierre, el Duende y la Tertulia, calificados de “horribles monstruos de impiedad, irreligión e infidelidad […], llenos de herejías, gravísimos errores, calumnias, máximas anti-monárquicas”; como cabeceras aún activas, como el Diario Mercantil, el Conciso, el Redactor y la Abeja, a la que llegó a catalogar de “parto de la impiedad, irreligión, falsa política” por sus ataques a la Religión y por su desafío abierto a la Regencia. 34 Diarrea de las Imprentas, pp. 9 y 12-13. 35 La serie de las Diarreas fue quizás la más insistente en la denuncia de la mercantilización

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cio que podía ser redondo para algunos, sino también de denunciar que, como el negocio era mayor cuanta más controversia generara, los publicistas liberales radicalizaban su discurso no tanto por convencimiento, como por interés, pues existía un público ávido de polémica dispuesto a pagar por ella: “Con decir que nuestros antiguos han sido bárbaros, que los frailes son unos holgazanes y que la Inquisición no debe volver a existir en España, se hace un tomo en folio, se granjea fama entre los tunantes, y cada tres o cuatro días se recogen doscientos reales”36. La campaña anti-liberal no tardó en sumar la tacha de la impiedad a la de la traición. De este modo, los liberales, y entre ellos los publicistas, fueron reiteradamente definidos como impíos: “Apóstoles de la impiedad y del libertinaje”, los bautizaba el opúsculo ¿Qué castigo merecen los escritores libertinos?; y como “una casta de pájaros que ni aman la religión ni el trono”, los presentaba Apología de los liberales37. Preocupados por la pasividad de las autoridades –en especial de la Junta de Censura, acusada de no frenar los ataques a la religión–, los conservadores adoptaron una actitud muy combativa, como la exhibida por el Español Católico, que recordaba a los periodistas que los españoles estaban dispuestos a defender su religión por encima de todo: “Acuérdense los Periodistas que el Pueblo Español por sí solo se levantó contra el Tirano, y ha sabido contener el ímpetu de sus ejércitos, y mucho más contendrá y castigará el de ciento o mil que intenten introducir la herejía en el Reino”38. En fin, la tercera gran tacha imputada a los liberales en esta campaña de desautorización fue la de su republicanismo encubierto. En opinión de los conservadores, la primacía adquirida por la renovación política en el desarrollo de la lucha antinapoleónica no solo estaba dividiendo voluntades y malgastando energías, sino que, además, estaba debilitando la institución monárquica, una de las instancias clave en el mantenimiento de la unidad de los españoles. Uno de los promotores más insistentes en esta idea fue el autor de la Diarrea, que incluiría interesada que hacían los liberales del debate político. Para su autor, la prensa liberal estaba concebida principalmente como negocio, y era además tan lucrativo que acrecentaba los atractivos de la guerra de pluma en detrimento de la verdadera guerra: “Privado el hombre de los recursos con que anteriormente se mantenía, ha encontrado un arbitrio sencillo y abundante para ganar mucho dinero: pudieran, y debieran algunos jóvenes robustos haberse aplicado al noble ejercicio de las armas, desempeñando la más sagrada obligación de defender la Patria; pero ¡qué cargo tan duro y penoso! Marchas continuas, mala comida, y que una bala me haga volar la tapa de los sesos ¿cuánto mejor es meterme a escritor? Se trabaja con sosiego, se gana mucho dinero y es una gloria verse en letra de molde”. Diarrea de las Imprentas, pp. 7-8. 36 Diarrea de las Imprentas…, p. 8. 37 ¿Qué castigo merecen los escritores libertinos? Cádiz: en la Oficina de Don Nicolás Gómez de Requena, Impresor del Gobierno por S. M., Plazuela de las Tablas, p. 1; Apología de los liberales. Cádiz: Imprenta de D. Antonio de Murguía. Año de 1812. Firmado por Serrano de Cuenca (G. de I. J. S. d. I. M.), p. 1. 38 Descubrimiento de la mina…, pp. 10-13. La cita corresponde a la p. 10.

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el republicanismo como síntoma de la enfermedad de los publicistas gaditanos, de modo que al autor del papel Censura de las Cortes le diagnosticaría “delirio republicano”, por llamar al barbero, ciudadano barbero, mientras que al de España caminando a su ruina, le diagnosticaría igualmente “furor republicano”39. ∞∞∞∞∞ La libertad política de imprenta, uno de los derechos considerados prioritarios por el liberalismo gaditano, no sólo permitió la difusión de las nuevas ideas herederas del pensamiento ilustrado y de la revolución, sino que también acabó convirtiéndose en instrumento de lucha en manos del conservadurismo, una alternativa que resistió con más fuerza de la habitualmente admitida frente al avance del nuevo discurso político en el Cádiz sitiado. Incapaces de evitar el reconocimiento de la libertad de imprenta, los conservadores acabaron por desplegar una contraofensiva ideológica que se sirvió, paradójicamente, del escenario de libertades que ellos tan abiertamente denostaban. El resultado fue el despliegue de una campaña propagandística que animó y agrió el debate, y que sentó las bases de un polémico argumentario que perduraría durante décadas, articulado no sólo a través de la deslegitimación del nuevo discurso liberal, presentado como impío y antipatriota; sino también de la desacreditación del periodismo y de los periodistas, presentados como más interesados en la batalla de ideas, que en la solución de la amenaza real que suponían las armas napoleónicas.

39 Nuevo y funesto síntoma…, p. 20.

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El pronunciamiento de Huelva contra el General Espartero y el Sitio de Sevilla de 1843 María Felisa Álvarez Rey Universidad de Sevilla Resumen En el verano de 1843 se produjeron en Andalucía pronunciamientos contra la Regencia del general Espartero. En Huelva la Junta Central establecida intentó organizar y dirigir la insurrección. En julio de 1843 Sevilla se prepara para sufrir el asedio del general Van Halen y Huelva acude a ayudar a la capital bombardeada. Más de 600 bombas cayeron sobre la ciudad. Finalmente, se logra el fin de la Regencia y el establecimiento del reinado de Isabel II (1843-1868).

Abstract In the summer of 1843 the pronouncement is produced in Andalusia against the Regency of the general Espartero. The Central Board established in Huelva tries to organize and direct the insurgency. In July 1843 Seville is prepared to suffer the siege of the general VanHalen and Huelva comes to the rescue of the bombed capital. More than 600 bombs fall on the city. Finally, comes the end of the Regency and the establishment of the reign of Isabel II (1843-1868).

Palabras Clave Espartero, pronunciamiento, bombardeo de Sevilla, Regencia Huelva, sitio de Sevilla, Van-Halen, Junta Central de Huelva (1843)

Keywords Espartero, pronouncement, bombard of Seville, Huelva Regency, siege of Seville, Van Halen, Central Board of Huelva (1843)

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Introducción Con la muerte de Fernando VII y la minoría de edad de su heredera, Isabel II, se inició en España la época conocida con el nombre de las Regencias (18341843), durante la cual se produjo la definitiva implantación del liberalismo en nuestro país. A partir de esos años y en general hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XIX dos opciones políticas iban a aportar su propia interpretación sobre el nuevo sistema, disputándose alternativamente el poder: el Partido Progresista y el Moderado.1 La Regencia de María Cristina (1834-1840), viuda de Fernando VII, fracasó por su decidido apoyo al moderantismo; en 1841, tras finalizar con el triunfo de los isabelinos la Primera Guerra Carlista, los progresistas atrajeron a su causa al general Baldomero Espartero, quien asumió la Regencia entre 1841 y 1843 avalado por su gran carisma popular y por su condición de flamante vencedor de los partidarios de don Carlos2. Sin embargo, instalado en el poder, el Regente reveló un marcado carácter autoritario adoptando medidas que disgustaron a prácticamente todos los sectores políticos. Durante los tres años que duró su mandato Espartero consiguió que las Cortes, la burguesía, la prensa... se aliasen contra él; incluso el ejército le negó el apoyo y la devoción que le habían brindado como jefe o caudillo militar. Progresistas y moderados alcanzaron un punto de coincidencia: acabar con la Regencia del general. Así, por toda Andalucía se iniciaron en el ve1 Sobre esta etapa de tránsito del absolutismo al liberalismo véase especialmente I. Burdiel, La política de los Notables. Moderados y avanzados durante el régimen del Estatuto Real (1834-1836). València: Alfons el Magnànim, 1987; C. Marichal, La revolución liberal y los primeros partidos políticos en España, 1834-1844. Madrid: Cátedra, 1980 o A. Moliner Prada, Joaquín María López y el Partido Progresista (1834-1843). Alicante: Instituto Juan Gil Albert, 1987. Estudios más recientes en L. Garrido Muro, El nuevo Cid. Espartero, María Cristina y el primer liberalismo español (18341840). Tesis Doctoral inédita: Universidad de Cantabria, 2013. 2 Sobre Espartero véanse los estudios biográficos de M. Espadas Burgos, Baldomero Espartero. Un candidato al trono de España. Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 1985; F. Bermejo Martín, Espartero, hacendado riojano. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos, 2000 y A. Shubert, “Baldomero Espartero (1793-1879): del ídolo al olvido”, en I. Burdiel y M. Pérez Ledesma (coords.), Liberales, agitadores y conspiradores: biografías heterodoxas del siglo XIX. Madrid: Espasa Calpe, 2000, pp. 183-208. Sobre el progresismo en tiempos de la Regencia de Espartero cfr. especialmente M. Sierra Alonso, “Nación de un solo hemisferio: Las fronteras americanas de la representación a través de la vida de un exiliado”, en Journal of Iberian and Latin American Research, vol. 20, nº 1 (2014), pp. 111-125.

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rano de 1843 movimientos de oposición que adoptaron la ya característica forma del pronunciamiento: el 24 de mayo se pronunció Málaga, seguida poco después de Almería, Granada y Algeciras. A principios de julio la mayor parte de las principales capitales y ciudades andaluzas se habían pronunciado contra el Regente, pues solo Cádiz se mantuvo fiel a Espartero, duque de la Victoria. El pronunciamiento anti-esparterista de Huelva: la Junta Provisional de Gobierno Sevilla y Huelva figuraron entre las ciudades que más tardíamente se sumaron al levantamiento contra Espartero, pronunciándose la primera el 17 de junio y Huelva el 26.3 Pese a la tardanza, lo cierto es que en ambas provincias se habían producido intentos fallidos con anterioridad a las fechas señaladas: en Sevilla, muy controlada desde el levantamiento que había protagonizado años antes, en noviembre de 18384, se produjeron disturbios ya el 11 de junio, escuchándose los primeros “mueras a Espartero” y desarrollándose otros incidentes en los que participó activamente su Milicia Nacional. El desorden de hecho alcanzó tales proporciones que fue necesaria la intervención del Capitán General Carratalá5. Sucesos de índole similar habían tenido lugar ya el 3 de mayo en la ciudad de Huelva, en la que un grupo tocando un tambor y profiriendo gritos se enfrentó a un sereno para desarmarlo. La llegada de sus compañeros para auxiliarlo junto con una partida de seguridad consiguió disolver el grupo, practicándose varias detenciones y terminando el suceso con un herido de gravedad.6 Un goteo de incidentes parecidos continuaron repitiéndose durante el mes de junio en la capital onubense determinando que su jefe político, Juan de Luna, y el comandante militar Joaquín Zomoza decidieran adoptar acciones bastante duras: a las detenciones de revoltosos se sumó la orden de destierro para todo onubense que se manifes3 A pesar de que la primera mitad del siglo XIX y en especial la etapa de las Regencias presenta vacíos importantes en la historiografía andaluza pueden encontrarse enfoques de interés en obras como la coordinada por D. Caro Cancela (ed.), El primer liberalismo en Andalucía (1808-1868). Política, economía y sociabilidad. Cádiz: Universidad, 2005. Para la provincia de Huelva las principales aportaciones son las ofrecidas por M.A. Peña Guerrero, La provincia de Huelva en los siglos XIX y XX, vol. 4 de Varios Autores, El tiempo y las fuentes de la memoria. Historia moderna y contemporánea de la provincia de Huelva. Huelva: Diputación, 1998; J. Vega Domínguez, Huelva a fines del Antiguo Régimen: 1750-1833. Huelva: Diputación, 1995; J.L. Gozálvez Escobar, La formación de la provincia de Huelva y el afianzamiento de su capital. Huelva: Instituto de Estudios Onubenses, 1982, y especialmente los trabajos de V. Núñez García, “La insurrección progresista en Huelva durante el bienio 1835-1836”, en Trocadero, nº 16 (2004), pp. 127-147 y “Élites políticas en Huelva durante los inicios del régimen liberal: diputados y Diputación Provincial (1835-1868)”, en D. Caro Cancela (dir.), El primer liberalismo. Loc. cit., pp. 127-155. 4 Fruto de una alianza del Ayuntamiento sevillano con su Milicia contra el poder establecido que obligó a la intervención de los generales Córdoba y Narváez. 5 Boletín Oficial de la Provincia de Sevilla (en adelante B.O.P de Sevilla), 12 de junio de 1843. 6 Boletín Oficial de la Provincia de Huelva (en adelante B.O.P de Huelva), 9 de junio de 1843.

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tase contrario a las directrices del gobierno presidido por Espartero. De hecho el día 21 de junio fue detenido y encarcelado el alcalde de Huelva junto con otros miembros relevantes de la capital, pasando a calabozos sin formación de causa. Dos días después y con su alcalde aún detenido se reunió el Ayuntamiento onubense en sesión extraordinaria con la presencia de varias “personas respetables”, acordándose emprender acciones para cooperar y auxiliar a las autoridades en el mantenimiento del orden público7. Entre las decisiones tomadas figuró la de cubrir con más personal los servicios diarios de guardia de la cárcel (muy nutrida desde las continuas detenciones practicadas por orden del jefe político y el comandante militar), organizándose a tal efecto turnos entre los vecinos y miembros de la milicia. Desde Gibraleón, el 24 de junio, Juan de Luna se dirigió a la corporación de Huelva para decirle que “no solo apruebo sino que aplaudo las disposiciones que ese juicioso y cuerdo Ayuntamiento en unión de las respetables personas cuyos nombres constan... han adoptado con el objeto de conservar en la capital el orden público”. El jefe político continuaba su escrito afirmando que en todos los pueblos de la provincia reinaba la tranquilidad; no obstante, sabemos que por esas fechas una partida dirigida por el sargento segundo de carabineros Juan Manuel del Río, con unos veinte hombres a caballo, intentó que primero la población de Almonte y el 23 de junio la de La Palma se levantasen contra el Regente8. Mientras tanto en la Sevilla ya pronunciada su Junta provisional de gobierno, constituida el 19 de junio, atendía diversas comisiones de ciudades y pueblos que la requerían para apoyar el pronunciamiento en sus respectivas localidades. Entre las peticiones figuraba una comisión de Huelva; la Junta sevillana atendió su demanda y acordó enviar una columna expedicionaria a las órdenes de Manuel Pomar y Márquez,9 que unida con las fuerzas de la tropa de carabineros de la Hacienda Pública y con los milicianos nacionales de Escacena, bajo el mando del Coronel del provincial de Cádiz, lograron que triunfase el pronunciamiento contra Espartero en Huelva el 26 de junio de 1843.

7 Se acordó nombrar una comisión compuesta por Luis María Barrionuevo, Pedro Fonfreda, Elías Monis en su calidad de tesorero, Alejandro Ruifernandiz como contador de Rentas, Francisco Gálvez y Palacios, Manuel Quintero, Juan Vázquez, Prieto, Coromina, Bermúdez Alonso, José Mª de Tresgallos y Bueno, Francisco Monteverde, José Primo de Rivera, Luis Mª López, José Mª Sánchez Chares, Francisco Mª Mete y Fernando de la Cueva. También integraron este organismo los comandantes de Marina, de la Milicia Nacional de Infantería y de Caballería, junto a Manuel Miliciano, representante de la empresa de sal de la provincia, actuando Miguel Antonio Reyes como secretario. 8 La Junta onubense, en la sesión del 15 de julio, concedió gratificaciones a Juan Manuel Ríos por su participación a favor del pronunciamiento en la provincia. 9 La Junta de Huelva, en la sesión del 28 de junio de 1843, le nombró comandante militar de la provincia. B.O.P. de Huelva, 30 de junio de 1843

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Ese día, en la sala de sesiones de la Diputación Provincial, se celebró una reunión presidida por el segundo alcalde constitucional Juan José Báez. En presencia de los diputados Miguel Montiel y José Morales, de representantes de la Milicia Nacional y de la mayoría de las personas notables de la ciudad, se abrió sesión manifestándose el deseo de nombrar una Junta de gobierno provisional para que Huelva secundase “los principios proclamados por la mayoría de la nación”. En el transcurso de la reunión se decidió que el modo más conveniente sería elegir una comisión en la que estuvieran representadas todas las clases políticas y sociales de Huelva. Aprobada por aclamación la propuesta, se pasó a nombrar a los candidatos que debían constituirla entre regidores del Ayuntamiento, Milicia Nacional, militares, clero, miembros de la Diputación, magistrados, profesionales libres, propietarios, comerciantes, artistas, escribanos y empleados: Candidatos a representantes de las clases de Huelva 26 de junio de 1843 *Por el Ayuntamiento: Juan José Baez Pedro Benjumea José Alonso Pastor Garzón

Alcalde Segundo Regidor Regidor Síndico

*Por la Milicia nacional Manuel Peláez Patricio de la Corte Manuel Chaves Cristóbal Figueroa

Teniente Subteniente Miliciano Miliciano

*Por la clase militar José Primo de Rivera Pedro Fonfreda Antonio Hernando

Comandante Infantería y Tesorero Rentas Coronel Infantería Capitán Carabineros

*Por el clero León Antonio Coto



Presbítero

*Por la Diputación Miguel Montiel José Morales





Diputado Diputado

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*Por la Magistratura Francisco Monteverde José Tresgallos

Juez primera instancia Asesor Rentas

*Profesiones liberales Manuel Miliciano José Bermudez Cabrera Luis María Barrionuevo



Médico Abogado Médico

*Por los propietarios José Bermúdez muños Juan de Mora Villanso Nicolás Vázquez Miguel González *Por el Comercio Justos Santos Hipólito Real Antonio Martínez Manuel Pérez Conde *Por la de artistas Manuel de la Torre Francisco Gelvez José Conomina *Escribanos Félix José de Bornas José de la Corte *Por la Marina Andrés de Tostas Cristóbal Carrión

Comandante de la provincia

*Por la de Empleados José Mª Sánchez Chaves Basilio Aranda Manuel Ciudad Manuel González Francisco Mele Leonardo Romero de Cisneros

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Intendente Oficial 4º de Gobierno Oficial 2º Contaduría Rentas Administrador Puebla Guzmán Contador de Rentas Comisionado especial de ventas de bienes nacionales

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Entre sus primeras decisiones la Junta de Huelva acordó premiar los servicios prestados por la columna de carabineros de Hacienda y milicianos nacionales de Escacena, que al mando del Coronel del provincial de Cádiz “había liberado a la provincia de los males que la amenazaban, protegiendo los principios proclamados en el pronunciamiento”10 y sin perjuicio de oficiar a los respectivos jefes para que propongan los premios a que cada individuo se hubiera hecho acreedor. Seguidamente remitió un comunicado a la Junta de Sevilla anunciándole el triunfo de su alzamiento y agradeciéndole su ayuda. La Junta de Gobierno de Sevilla le remitió a su vez “su más sincera y cordial enhorabuena por haber sacudido el yugo que le impusieran autoridades despóticas”11, complaciéndose por haber contribuido al triunfo del pronunciamiento. La Junta Provisional de Gobierno de la Provincia de Huelva se dirigió así a sus habitantes el 26 de junio de 1843: “En Huelva, ya lo sabéis habitantes de ésta provincia, varios distinguidos patriotas han sufrido la más injusta deportación y hoy se encuentran en un castillo privados de la libertad sin otra formalidad que el arbitrario mandato de los que fueron jefe político y comandante militar de la misma, ni otro motivo que la presunción de que los animara el más vivo deseo de secundar los esfuerzos de nuestros hermanos…La Junta recomienda la conservación del orden público y confía en la sensatez y cordura de la Milicia nacional que contribuirá eficazmente a tan indispensable objeto para no ver malogrado el fin de nuestros comunes conatos. Igualmente confía en el celo de las autoridades que cooperaran en el mismo intento y que le prestarán espontáneamente todos los auxilios que las circunstancias exijan. La Junta además no puede dejar de dar un voto de gracias a la columna del valiente ejército de Carabineros del reino y Milicia Nacional de Escacena que poniendo en fuga a los déspotas que aquí nos oprimían reanimó el espíritu público y nos ofrece garantía de seguridad contra las tramas de los mismos”12.

La justificación del levantamiento fue argumentado del siguiente modo: “Demasiado públicas son las justas causas que han provocado el alzamiento ya casi unánime de toda la nación contra el tiránico bando que pretendía conducirnos a la más ominosa tiranía. Pueblos heroicos y esforzados 10 Sesión 30 de junio de 1843. B.O.P de Huelva, 5 de julio de 1843. La junta onubense en su Sesión 13/7/1843 concedió grados, empleos y cruces a los que compusieron dicha columna. 11 Sesión 1 de julio de 1843. B.O.P de Huelva,7 de julio de 1843. 12 B.O.P de Huelva, 30 de junio de 1843.

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que conociendo los riesgos de la situación, ni un momento dudaron presentase a los costosos sacrificios que la salvación de la patria exigía. Huelva, celosa por demás también del exacto cumplimiento de los derechos que a los españoles conceden la Constitución del Estado vilmente holladas no puede permanecer pasiva al grito que por todos los ángulos de la península resonará. Huelva ha secundado el movimiento general pero a su vez no debe ser estéril en las naturales consecuencias que necesariamente debe producir. El común enemigo, aunque muy debilitado porque el ejército hijo del pueblo reconociendo la justicia de sus quejas se va uniendo como no podía ser menos a la causa nacional, aún conserva fuerzas imponentes contra lo que es indispensable estar preparado. Huelva debió seguir el ejemplo de las demás provincias pronunciadas...13

Días después, el 3 de julio de 1843, quedo constituida la Junta Central de Huelva conformada por los siguientes miembros: Junta Provisional de Gobierno de Huelva 3 de julio de 1843

CARGO PRESIDENTE:

NOMBRE PROFESIÓN José María Morales Diputado provincial VICEPRESIDENTE: José Primo de Rivera Comandante y Tesorero Rentas VOCALES: Miguel Montiel14 Diputado Provincial José Mª Tresgallo y Bueno Comandante accidental Milicia nacional y Asesor Rentas Pedro Pérez Ponce Abogado fiscal de la subdelegación de Rentas. Vocal vicesecretario Luis María Barrionuevo Médico y Cirujano León Antonio Coto Presbítero Manuel Chaves Oficial Diputación Provincial Escribano subdelegación Félix José de Bormes15 Rentas VOCAL SECRETARIO: José Moreno

13 B.O.P de Huelva, 5 de julio de 1843 14 El 10 de septiembre de 1843 fue nombrado por la Junta jefe del gobierno político sin sueldo 15 Presidente interino tras detención del alcalde constitucional el 21/07/1843

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En la sesión del 30 de junio la Junta acordó organizar los trabajos pendientes en tres comisiones: Sesión de Armamento y Defensa a cargo de Luis Maria Barrionuevo, José María Tresgallos y Pedro Pérez Ponce; Sesión de Hacienda y Comunicaciones externas formada por José María Morales, Félix José de Bormes y José Primo de Rivera y la Sesión de Despachos ordinarios conformada por Miguel Montiel, León Antonio Coto, José Moreno y Manuel Chaves. La Junta de Huelva, además de afrontar la tarea de encontrar y nombrar personas idóneas, tuvo que emplear todas sus fuerzas en tratar de hacer prevalecer su autoridad sobre los pueblos de la provincia. En estas localidades, pronunciadas contra el Regente, se crearon igualmente Juntas que fueron quienes tomaron las riendas de los asuntos locales y organizaron sus Ayuntamientos. Para la Junta de Huelva resultaba imprescindible concentrar en sus manos todas esas parcelas de poder y lograr el reconocimiento de su superioridad, con el objeto de dirigir las decisiones que concernían tanto a sí misma como al conjunto de la provincia. A esta labor dedicó desde el primer momento todos sus esfuerzos y a este fin respondieron las diversas Circulares que se hicieron llegar a las Juntas de los pueblos pronunciados, del tenor de ésta que reproducimos a continuación: “Habitantes de la provincia de Huelva: olvidad en este momento en que la salvación de la patria os llama y necesita, añejos resentimientos: sacrificadlos en las aras del bien público: seguid el noble y generoso ejemplo de todas las capitales de reino y de amigos sinceros de la libertad. ¡Unión! Porque de ella depende nuestro invencible fuerza. Unión y libertad. Viva la Constitución de 1837; Viva la Reina constitucional; Viva el programa del Ministerio López: viva la Unión de todos los españoles. Huelva, 14 de julio de 1843”.16

No faltaron llamamientos en los que se les invitaba amablemente a reconocer a la Junta Central establecida en la capital, ofreciéndoles el cargo de Juntas Auxiliares no sin antes agradecerles el “haberse lanzado noblemente a sacudir el yugo que intentaban ponernos, y salvar al país y a la Reina”17. Estas peticiones obtuvieron resultados positivos y la comisión encargada de Armamento y Defensa recibió comunicaciones de pueblos de la provincia expresando su adhesión al pronunciamiento, entre ellas las de San Juan del Puerto, que remitió copia del acta y adhesiones expresas de su Milicia Nacional y personas respetables. Por su parte el Ayuntamiento de Ayamonte, que lo verificó el día 27, apoyado por su Milicia Nacional, el juzgado de primera instancia y la poca fuerza del ejército de que disponía, explicaba en su escrito que el gobernador de la plaza 16 B.O.P de Huelva, 21 de julio de 1843. 17 B.O.P de Huelva, 2 de julio de 1843.

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no había tomado parte activa pero tampoco se había opuesto al levantamiento. Gregorio Arrayal, promotor fiscal del partido de Ayamonte y Luis María Villar, subteniente cesante de carabineros, ofrecieron a la Junta sus servicios. Los ayuntamientos de Lucena, Beas, Palos, Bonares, Redondela, Trigueros, Bartolomé de la Torre y Aljaraque (incluido su cura), anunciaron a la Junta Central de Huelva su adhesión al pronunciamiento contra el Regente y en Cartaya, el día 27, rubricó dicha adhesión el comandante de su Milicia Nacional junto con oficiales, las autoridades locales y carabineros, tanto sus comandante de armas como oficiales retirados. Este Ayuntamiento informó además que había nombrado a José Parra y Rubio administrador de Aduanas de la villa, puesto que el anterior administrador, Eugenio Sanjurjo, la había abandonado. También comunicó la deposición de sus destinos de los empleados de la Hacienda, Antonio Castañeira –que era oficial de la Administración principal de rentas– y del referido Eugenio Sanjurjo, administrador de la Aduana “no solo por el comportamiento que han tenido durante la dominación tiránica del jefe político y comandante general que fueron de esta provincia, sino también por haber abandonado sus puestos incorporándose a las tropas reducidas.”18 Igualmente secundaron el pronunciamiento contra Espartero los Ayuntamientos de Cabezas Rubias y El Cerro con su corporación, Milicia Nacional y personalidades del pueblo, a excepción de su Juez de primera Instancia, Francisco González Cortes. En Sanlúcar de Guadiana se adhirió el gobernador del castillo que guarnecía la localidad y el destacamento de artillería. En Moguer lo hizo su Ayuntamiento, autoridades militares y de marina, la Milicia Nacional, personas notables y el oficial de carabineros Pedro Bargayo, con la fuerza bajo su mando. En la capital mientras tanto también reconocieron y se adhirieron a la Junta recién constituida el Vicario eclesiástico y todos sus dependientes; el Intendente y todos los empleados de las oficinas de Hacienda, el Comandante Militar de Marina de la provincia y todos los empleados del ramo residentes en la capital. En sesión celebrada ya el 19 de julio se recibió comunicación de los pronunciamientos llevados a cabo en Berrocal, Campofrío, Cañaveral, Chucena, Corteconcepción, Cortelazor, Cumbres Mayores, Encinasola, Gibraleón, El Granado, Hinojales, La Granada, Lepe, Linares, Manzanilla, La Nava, Puerto Moral y Villanueva de los Castillejos. En Puebla de Guzmán por su parte se acordó el cese de los concejales de su Ayuntamiento, siendo sustituidos por los nombrados en 1838, devolviéndose algunas tierras a vecinos que habían sido despojados de ellas. Hubo no obstante personas, empleados públicos y autoridades, que no secundaron el levantamiento anti-esparterista en Huelva, entre ellos el oficial de aduanas Antonio Castañeiras; los de Contaduría Luis Sánchez Pérez, Cayetano Díaz, Zacarías López y el estanquero de la capital Antonio Ramírez de Aguilera, 18 B.O.P Huelva, 30 de julio de 1843

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todos los cuales fueron separados de sus empleos. Al oficial primero de la secretaría del gobierno político de la provincia, Francisco Rayan, se le destituyó de su destino “no solo por la conducta observada durante la tiránica dominación del jefe político y comandante general que fueron de la provincia, sino también por haber abandonado su puesto siguiendo a las tropas reducidas.”19 Por otro lado, no faltaron quejas como las remitidas a la Junta de Huelva y leída en la sesión del 8 de agosto por vecinos de Santa Olalla contra su propio Ayuntamiento, al que acusaban de falsedad en el acta del pronunciamiento y suplantación de firmas. Mención aparte merece el Ayuntamiento de Ayamonte, que en comunicado fechado el 14 de julio de 1843, firmado por su presidente Manuel Silesio y por José María García, José Antonio Castellano, José María Aguilera, Juan Antonio España y Javier Granados como secretario, expresaban de una manera muy crítica su disconformidad con la forma de actuación política de la Junta Superior de Huelva, a la que no dudaban en calificarla de partidista: “Esta Comisión compuesta de hombres independientes, y en su mayor parte de fortuna, no aceptó los compromisos de su posición para apoyar pretensiones personales ni exigencias que no sean las del bien público. Comprende su misión de muy diferente manera”.20

Al mismo tiempo, la Junta Auxiliar de Ayamonte reclamaba una participación de los pueblos pronunciados en la Junta Central, solicitando que se verificase la reinstalación de la Junta Superior haciendo uso de las formas democráticas: “Esta Comisión y con ella la mayoría de esta ciudad cree que esa Excma. Junta debe ya componerse de los representantes de cada uno de los pueblos que forman sus partidos, y lo cree así, porque estas son las prácticas de un gobierno representativo, por cuya salvación nos hemos levantado. Lo cree así, porque no de otro modo se salva el escrúpulo de los hombres verdaderamente amantes de la Constitución, y se quita el pretexto que los menos ardientes defensores de ella pudieran tomar para no prestarse a toda clase de sacrificios con la ingenuidad que la salvación del país exige.”21

La Junta Superior de Gobierno de la provincia de Huelva Muy en serio se tomó la Junta provisional de Huelva las actuaciones contrarias a sus disposiciones y por ello desde un principio su alcalde, José María Morales, decretó que cualquier persona que de algún modo tratara de amortiguar el entu19 B.O.P de Huelva, 5 de julio de 1843 20 B.O.P de Huelva, 21 de julio de 1843 21 B.O.P de Huelva, 21 de julio de 1843

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siasmo patriótico, propagando expresiones alarmantes, sería tratado como traidor y castigado con sujeción a las leyes. No obstante, dos fueron los focos principales de atención de la recién instalada Junta onubense: conseguir fondos suficientes con los que atender sus necesidades más perentorias y defender la seguridad de sus conciudadanos. En relación al primer punto, la falta de efectivo fue un mal que limitó la actuación de la Junta de Huelva y que le impidió realizar un programa más ambicioso. Los planes diseñados por la Junta para allegar recursos resultaron infructuosos y ante esta situación los principales cargos otorgados por la Junta provisional se hicieron a título no oneroso. Por otra parte desde un principio la Diputación Provincial alertó que no contaba con fondos para cubrir sus más precisas e indispensables necesidades, por lo que solicitó que a la mayor brevedad se le hiciera efectiva la suma que a cada pueblo le estuviera señalado en el repartimiento de ese año. La Diputación exhortó al patriotismo de los pueblos, pero avisando de que caso de no obtener una respuesta positiva emprendería medidas coercitivas.22 La Junta, ante la escasez de fondos existentes, propuso reclamar a las corporaciones municipales el tercer trimestre a devengar de todas las contribuciones, exigiendo a los arrendadores de los ramos de rentas provinciales las cantidades que figuraran como adeudadas. También se acordó pedir al representante de la empresa de sal de la provincia la cantidad de 10.000 reales en el término de 24 horas, amenazando de no ser atendida con llevar a efecto la intervención de la venta de sal en Isla Cristina. La Junta lamentó que la tropa residente en Huelva se quejara de la mala calidad del pan que se le suministraba y para remediar esto acordó oficiar al Comandante General con el fin de que adoptara las medidas necesarias. En la sesión del 13 de julio la Junta tuvo que reconocer que las medidas económicas adoptadas habían sido insuficientes, por lo que llegó a dictar providencias aún más enérgicas con el objetivo de reunir fondos para cubrir sus necesidades: dio un plazo improrrogable de cuatro días para hacer efectivas las contribuciones devengadas, amenazando con apremios inmediatos. Aún así, las quejas contra la falta de recursos económicos continuó siendo una constante en las sesiones celebradas por este organismo. La segunda preocupación invariable en la existencia de esta Junta de Huelva fue la necesidad de contar con efectivos militares suficientes capaces de defenderla. Para lograrlo centró sus esfuerzos en tres frentes: renovación de quintas, creación de un cuerpo franco de voluntarios y la movilización de la Milicia Nacional. El 5 de julio de 1843 la Junta se dirigió así a los onubenses: “¡A las armas! Una fracción de españoles tan inmoral como escasa en méritos y valimientos os ha oprimido y provocado…Allá en el nuevo 22 B.O.P de Huelva, 1 de julio de 1843.

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mundo os arrebató en Ayacucho un continente inmenso acá ahora en el antiguo intentó permutar la independencia y nuestra industria, por unas cuantas guineas que ellos solo recogieron; nuestra libertad, compatriotas por los oropeles y los sueldos de quienes siguen al bando maldecido. Onubenses: si circula en vosotros todavía la sangre de los Corteses y Pinzones, que zarparan de vuestros puertos; si circula aquella sangre que ilustró las almenas de la noble Niebla, acudid, acudid presurosos a la lucha, que la inocencia y el trono de Isabel II lo reclaman; acudid, que la libertada se salve, que la patria lo manda. A las armas onubenses, el triunfo es seguro y pronto, y que la España deba parte a vuestros brazos de aquella gloria y poder que le legaron los inmarcesibles pendones de San Fernando y de los Reyes Católicos, y que vamos a recuperar con vuestra irrevocable determinación...”23

Para cumplir el primer punto la Junta se apresuró a llevar a cabo el llamamiento de jóvenes a quintas repitiendo el cupo correspondiente a la provincia en la convocatoria del año anterior. Los nuevos soldados de reemplazo debían hacer entrada en la capital el 13 de julio; en caso necesario se tenía previsto implantar el alistamiento forzoso.24 En un principio se estimó una cifra de 800 hombres por repartimiento; en los pueblos el número resultaría según la base de su población a tenor del último censo, no considerándose exentos a los hombres de mar. El cuerpo franco por su parte pretendía nutrirse con voluntarios licenciados del Ejército y personas no obligadas a quintas. Francisco Terreiro, Pedro Regalado, Francisco Vázquez e Ildelfonso Aurides fueron los encargados de su formación, reservándose la Junta el nombramiento del jefe del cuerpo. En este sentido se realizó un llamamiento a oficiales y militares retirados exigiéndoles que en veinticuatro horas y por escrito manifestasen si se adherían al pronunciamiento del 26 de junio. El cuerpo franco contaría con una dotación de 26 reales por hombre y todos los que solicitasen formar parte del mismo debían ser licenciados del Ejército o de la Milicia provincial, tener una edad máxima de 35 años y más de 18 y hasta 30 años los paisanos procedentes de la Milicia. Los candidatos debían ser solteros o viudos sin hijos y tendrían que acreditar su edad y certificado de buena conducta expedido por su Ayuntamiento. Los admitidos servirían el tiempo que se considerara conveniente por la Junta y estarían dispuestos a prestar su servicio en el lugar que se les destinara. La Junta llegó a contemplar el caso de que si estos voluntarios fueran llamados a quintas le sería descontado de su servicio el tiempo prestado en el cuerpo franco.

23 B.O.P de Huelva, 5 de julio 1843 24 B.O.P de Huelva, 5 de julio 1843

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En relación a la Milicia Nacional y por las medidas adoptadas por la Junta podemos deducir que ésta institución se encontraba en Huelva si no en crisis, sí un tanto desorganizada25. Nos basamos para esta afirmación en las repetidas alusiones al año 1837, como última movilización realizada por la Milicia onubense, y a 1834, como la última fecha de recepción de armamento y correajes. Para reactivarla la Junta declaró milicianos nacionales a todos los mozos solteros y viudos sin hijos con edades comprendidas entre los 18 y 24 años inclusive, pretendiendo conformar la cifra de unos 800 hombres aportados por los distintos pueblos de la provincia en relación a su censo de población. La Diputación señaló el día en el que los distintos Ayuntamientos habrían de celebrar el sorteo y declaración de movilizados: éste procedimiento debía comenzar el 20 de julio y completarse el 30 del mismo mes. De este reparto extraordinario no quedaba excluido ningún hombre de mar, pero si se declararon exentos a los marineros que acreditaran haber hecho una campaña o que la estuvieran verificando por sustitutos, y a los Cuerpos de Carabineros del Reino. El servicio podía redimirse por sustitución personal, pero para ser admitido el sustituto debía presentar su partida de bautismo y certificado de buena conducta expedido por su Ayuntamiento. Aunque no se exigía talla alguna a los sustitutos se les exigía tener “la robustez necesaria”. En caso de que el movilizado no se presentase se le impondría a su padre una multa de 2.000 reales para gastos de guerra, sin perjuicio de procederse a la busca y captura del mozo y a la imposición de una pena severa. En caso de que el padre no poseyera bienes con los que abonar la sanción se le impondrían cuatro meses de prisión en la cárcel de la capital. Los milicianos cobrarían cuatro reales diarios; cuatro y medio los cabos segundos; cinco reales los primeros; cinco y medio los sargentos segundos y seis reales los sargentos primeros. A los oficiales les corresponderían los mismos sueldos que a los oficiales del Ejército. Con estas disposiciones la Milicia Nacional de Huelva comenzó a tomar forma, viéndose engrosada con los efectivos llegados de los pueblos de la provincia. En este sentido destacó la colaboración prestada por el Ayuntamiento de Cartaya, que aportó 30 milicianos de infantería; sabemos también que la Milicia de Ayamonte contó con una dotación económica de 2.000 reales. Especial atención se otorgó al cuerpo de caballería de la Milicia Nacional, solicitando la Junta un estudio pormenorizado sobre su estado para proceder a su reorganización: inventario sobre su armamento, correajes y estado en el que se encontraba; número de individuos solteros, viudos con y sin hijos y casados que la integraban y número de individuos con montura. Se decidió excluir de dicha arma a aquellos milicianos que no tuvieran caballos capaces para el servicio, exigién25 El comandante de la Milicia José Tresgallos, el 26 de junio de 1843, reclamó al Ayuntamiento la devolución de la caja del cuerpo que le fue extraída de su casa, calificando tal acto de ofensivo que “hiere la delicadeza y el honor de cuerpo”.

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dose a los animales una alzada mínima de seis pulgadas y media. Los milicianos de caballería que fueran excluidos de este cuerpo pasarían inmediatamente al de infantería. A pesar de estas disposiciones la Junta de Huelva tropezó con dificultades para llevar a cabo las movilizaciones y quintas requeridas. El nombramiento de una comisión especial formada por Manuel Chaves, Pedro Pérez Ponce y León Antonio Coto no pareció mejorar la situación. Incluso algunos miembros de la Junta, como Barrionuevo, expresaron su disconformidad por el hecho de que los matriculados del mar no estuvieran exentos de la movilización. A esta protesta se unió las reclamaciones formuladas por el Comandante de Marina y los representantes del gremio de matriculados. En sesión del 5 de julio se leyó un oficio remitido por la Junta sevillana en la que expresaba su deseo de que la columna enviada a Huelva al mando de Pomar continuara en la capital onubense a pesar de la falta que hacía en Sevilla, pero sin descartar una pronta movilización de la misma para resistir a la contraofensiva de Espartero, dirigida por Van-Halen26. Desde Huelva se acordó contestar que agradecía a los sevillanos el interés que se tomaba por esta provincia, anunciándoles que se trabajaba sin descanso para la organización de fuerzas que muy pronto esperaban que se encontrasen preparadas. Entre las medidas defensivas adoptadas por la Junta onubense destacaron las encaminadas a proteger los puntos más estratégicos de su costa. Para ello se contó con el indispensable apoyo de la empresa de guardacostas y del comandante de Marina de la provincia, quienes expresaron su decidido apoyo al pronunciamiento poniendo sus jefes y buques a las órdenes de la Junta27. Este sostén fue de gran importancia tanto por la fuerza disponible como por la garantía que suponía para la defensa. No obstante, las dificultades de la Junta para allegar recursos con que organizar la defensa militar de la provincia quedaron patente en la sesión celebrada el 13 de julio de 1843. En ella se informó que aún no se había recibido en el depósito de la capital todo el armamento, correajes y municiones solicitados a los pueblos; de la falta de oficiales de instrucción que organizaran las compañías que se estaban formando y de la imposibilidad de entrenarlas en tan poco tiempo. La Junta decidió instar una vez más a los pueblos para que entregaran dichos suministros e hizo una nueva invitación a los oficiales retirados a prestar su servicio en las fuerzas que se estaban creando. Por su parte, el jefe de la segunda compañía de infantería de carabineros también manifestó a la Junta las urgentes necesidades que sufría la tropa bajo su mando, por no haber recibido el completo de sus haberes desde el mes de mayo. 26 Véase al respecto M.F. Álvarez Rey, El primer liberalismo en Sevilla. Las Regencias de María Cristina y Espartero (1833-1843). Sevilla, Ayuntamiento/ICAS, 2006; especialmente el capítulo “Sevilla bajo las bombas: el pronunciamiento de 1843”, pp. 148 y siguientes. 27 B.O.P de Huelva de 2 de julio de 1843. Sesión del día 29 de junio de 1843.

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Tres días después de esta sesión, el 16 de julio de 1843, la Junta además ordenó la desmovilización de la Milicia Nacional de Huelva, fundando su decisión en lo necesario que eran dichos brazos jóvenes en las tareas de recolección: “Habiéndose cesado por ahora las graves circunstancias que pusieron a ésta Junta, bien a su pesar, en necesidad de llamar a la capital a todas las nacionales solteros y viudos sin hijos para defender el noble pendón enarbolado en el pronunciamiento, y deseando que los brazos que tanto hacen falta en la presente estación para la recolección de las mieses, vuelvan a ocuparse de sus trabajos ordinarios…”28

La calma que se vivía en Huelva y su provincia contrastaba sin embargo con los acontecimientos que se estaban viviendo Sevilla. Por esas fechas la capital hispalense se preparaba para hacer frente a las tropas del Regente que lideradas por el general Van-Halen se dirigían a la ciudad. La fama precedía a este general, responsable del bombardeo de Barcelona, de tal manera que no eran exagerados en absoluto, como luego pudo comprobarse, los temores de las autoridades locales sevillanas. Por ello el capitán general del distrito le comunicó a la Junta onubense que había ordenado el regreso inmediato a Sevilla de la columna del brigadier Pomar, recientemente nombrado comandante general de Huelva. El bombardeo de Sevilla El 18 de julio de 1843 los vigías desde la Giralda avistaron cómo las tropas del general Van Halen se encaminaban hacia Sevilla por el camino de Torreblanca. Al día siguiente se produjo el primer combate en la Cruz del Campo, abriendo fuego de cañón las tropas del Regente en su intento de adelantar posiciones hacia el centro de la ciudad, provocando la retirada de la vanguardia sevillana. Para detener dicho avance la artillería establecida en la Puerta Osario tuvo que emplearse a fondo, a pesar de lo cual Van Halen consiguió situar sus tropas frente a dos puertas de las murallas de la ciudad: Osario y la de Carmona. Durante ocho días Sevilla fue sometida a un duro asedio, cayendo sobre la ciudad más de 600 bombas. Las fuerzas de ambos contrincantes no podían ser más desiguales: de un lado los sitiadores, militares profesionales, bien instruidos y disciplinados; del otro civiles armados y desbordados por la situación, junto a algunas compañías de soldados adheridos al pronunciamiento y milicianos con una cierta instrucción y conocimientos militares. La Junta sevillana pidió ayuda a las localidades de su provincia obteniendo una débil respuesta, por lo que se vio obligada a reunir todas las fuerzas disponibles, entre ellas, como hemos mencionado, la columna al mando del brigadier Pomar destinada en Huelva y que retor28 B.O.P de Huelva de 17 de julio de 1843.

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nó el 20 de julio. Pero esta unidad no regresó sola, sino acompañada de fuerzas onubenses que ayudaron en la medida de sus posibilidades: “Huelva no puede manifestarse tranquila al ver a sus hermanos en peligro”, fue el mensaje remitido por las autoridades de dicha provincia. Los onubenses llevaron además a Sevilla pólvora,29 de la que se andaba muy necesitada, y una cureña o armazón de madera para montar un cañón que fue instalado a la derecha de la Puerta Carmona, desde donde prestó un importante servicio defensivo al tratarse de uno de los puntos más atacados por los sitiadores. El día 21 en Sevilla fue terrible: las bombas caían sin parar y por toda la ciudad se derrumbaron edificios, ardieron iglesias, afectando el bombardeo a casas de particulares y conventos y provocando varios muertos y heridos. Muchos sevillanos huyeron hacia Camas, Castilleja, San Juan y Gines. El día 22 los vigías anunciaron la llegada de Espartero, lo que explicaba la crudeza con que se había empleado Van-Halen en su intento de rendir Sevilla. Pero pese a su empeño no lo consiguió. El Regente ofreció una rendición honrosa pero la Junta sevillana no lo aceptó. Espartero probó nuevas tácticas para abrir brecha en la muralla y diseñó una maniobra envolvente que hizo emplearse a fondo a los defensores, sustituyéndose el ruido de los cañones por el de fusil. Pero ya era demasiado tarde: se había logrado la victoria de Torrejón y Espartero, el 27 por la noche, emprendió la retirada y comenzó una rápida huida hacia Cádiz. Por su cercanía y por los tradicionales lazos existentes entre ambas provincias, Huelva no vivió el sitio sufrido por Sevilla como un hecho ajeno. En este sentido, la respuesta dada por las autoridades onubenses no ofreció ninguna duda, manifestando desde un principio su apoyo a los sevillanos y aportándole refuerzos humanos y materiales dentro de sus posibilidades. A estas circunstancias correspondió la emisión del siguiente bando por la junta de Huelva, y que a continuación reproducimos: “Los feroces enemigos de nuestra patria sedientos de sangre y oro, conociendo su impotencia, ha principiado ya a bombardear la más hermosa y rica de las capitales de Andalucía sin atreverse llegar a sus muros. Sevilla hoy con valor y heroísmo está sufriendo las consecuencias del proceder vil y cobarde de esos nuevos vándalos a cuyo frente se haya el destructor de Barcelona. Pero Sevilla no se rendirá, porque hierve en el pecho de sus moradores el entusiasmo más puro y noble. Huelva sin embargo no puede manifestarse tranquila al ver a sus hermanos en peligro, y la junta provisional

29 El batallón de Huelva que participó en la defensa de Sevilla estuvo al mando del teniente Luis María Villar.

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de gobierno que rige interinamente los destinos de la provincia, confía en el patriotismo y cordura de todos sus habitantes;...30 Huelva, 22 de julio de 1843.

Por su cercanía Huelva debió vivir la intranquilidad de unas fuerzas amenazadoras tan cercanas, y a este temor respondía el siguiente articulado: “... más para contener los desmanes que en tan críticas circunstancias puedan promover los enemigos de nuestra libertad, ordena y manda: 1º Todo movilizado quinto o licenciado que se separe de las filas, ahuyentándose de ésta capital, sufrirá irremisiblemente la pena de muerte. 2º En igual pena incurrirá todo individuo que esparza voces alarmantes y que puedan calificarse con tendencia a apagar el patriotismo y a introducir la desconfianza y el terror. 3º. Los promovedores o auxiliadores de asonadas o tumultos, sea el objeto cual fueses, que a la primera invitación que las autoridades les dirijan, no se retiren estableciendo la tranquilidad pública, serán reputados como traidores y juzgados según el artículo siguiente. 4º Todo el que incurra en los delitos marcados en los artículos anteriores, será juzgado breve y sumariamente por una comisión militar ejecutiva que queda nombrada al efecto. Huelva, 22 de julio de 1843”31

La Junta sevillana fue conciente del apoyo demostrado por su homóloga onubense y tan solo unas horas después de librarse del asedio, remitió una comunicación en la que les daba sinceras gracias por su celo, patriotismo y decisión y por su ofrecimiento de envío de tropas para auxiliar a Sevilla durante el sitio. La junta sevillana le comunicó que ya no eran necesarios sus refuerzos “porque hoy a la madrugada el enemigo levantó el campo”.32 La carta que la Junta de Huelva remitió a la de Sevilla, felicitándola por el triunfo contra el Regente, puede considerarse como una de las de mayor interés de entre las muy numerosas recibidas de todas partes de España y conservadas en los archivos hispalenses. Su importancia, junto a la remitida por Cádiz,33 estriba en que por la cercanía entre ambas localidades, Huelva tuvo una visión muy próxima no solo de los 30 B.O.P de Huelva de 2 de agosto de 1843. Felix José de Bormas, presidente interino. Miguel Montiel, Luis María Barrionuevo. José María Tresgallo, León Antonio Coto. Manuel Chaves. Pedro Pérez Ponce, José Moreno, vocal secretario. 31 B.O.P de Huelva de 2 de agosto de 1843. 32 Sesión 2 de agosto de 1843. 33 Cádiz, fiel al Regente, proporcionó las bombas que fueron arrojadas sobre Sevilla. El Ayuntamiento gaditano, junto a su felicitación, ofreció sus explicaciones y disculpas a los sevillanos.

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acontecimientos desarrollados en Sevilla, sino también de los sufrimientos, las muertes y la destrucción causada por los sitiadores. Reproducimos parte de su contenido:



Excmo. Sr. La Junta de Gobierno de esta provincia identificada con V.E en sentimientos y principios, faltaría a uno de sus más elevados deberes, sino se apresurase a felicitar cumplidamente a V.E por el glorioso triunfo que ha conseguido esa ciudad contra las huestes de la tiranía, y por el celo y energía que al intento V. E ha desplegado. Sevilla, la inmortal Sevilla, la primera que en el espacio de nueve años ha abatido el orgullo de Espartero, ha añadido a su historia en esta ocasión la página más brillante con que puede envanecerse una ciudad. Sus bravos defensores, los libres sevillanos han dado a los déspotas de la tierra la terrible lección de que son estériles todos sus esfuerzos para unir a un pueblo al carro de la ignominiosa servidumbre, cuando ha jurado y quiere su libertad e independencia... Manes de Sagunto, de Numancia, de Tarifa, de Zaragoza y demás ínclitas ciudades gloria y ornamento de la nación española, levantaos y decidnos, si tienen algo que envidiaros en constancia, en sufrimiento, abnegación bizarría los heroicos defensores de la Señora del Betis. Ellos como vosotros han orlado sus sienes de inmarcesible gloria, y sus nombres pasarán con respeto a la posteridad como han pasado los vuestros. ¡Gloria y loor a los nuevos Numantinos! ¡Gloria al Excmo. Sr. Capitán general que con una actividad y pericia admirables, se ha hallado en todas partes animando con su ejemplo a los valientes! ¡Gloria en fin a V.E. que con su celo infatigable, sus acertadas medidas, su firmeza y serenidad imperturbable, ha llevado a feliz término la grandiosa obra que sus conciudadanos le encomendaros, elevándose a la altura de los verdaderos padres de la patria, y para lo que los individuos que componen esa Junta ocupan ya un lugar eminente en el templo de la inmortalidad!....34 Huelva, 30 de julio de 1843.

La Junta de Huelva, compadecida de la situación en la que habían quedado tantos sevillanos, emitió una circular en la que pedía se abriera en toda la provincia una suscripción voluntaria para socorrer a las familias pobres que habían padecido la defensa de aquella capital. La Junta onubense llamaba a sus Ayuntamientos a ejercitar el patriotismo y filantropía que exigían los acontecimientos, proponiéndoles “que el acto al que se le invitaba los haría de algún modo participes de los laureles con los que orlan sus frentes los sevillanos”.35 34 B.O.P de Huelva de 2 de agosto de 1843. Presidente Miguel Montiel. 35 B.O.P de Huelva, 2 de agosto de 1843.

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El 28 de julio de 1843 la Junta de Huelva decidió además transformar su carácter de provisional en propietaria, quedando integrada por los siguientes miembros: Junta de Gobierno Propietario Huelva, 28 de julio de 1843 PRESIDENTE: Miguel Montiel VICEPRESIDENTE: Gregorio Elías Toscano VOCALES: Gregorio Arrayán y Vizcaíno Pedro Pérez Ponce Juan de Orta Rubio Manuel González Vázquez José Moreno José Morón Ponce León Antonio Coto Patricio de la Corte VOCAL SECRETARIO: Manuel Chaves

Entre los principios enarbolados y proclamados por la Junta onubense figuraban su adhesión a la Constitución de 1837, a la Monarquía de Isabel II, la independencia nacional y su identificación con el programa del Ministerio López. Y para mantenerlos consideraban prioritario “olvidar toda clase de resentimientos, abrazándonos como hermanos y confundiéndonos en una sola masa los que hasta ahora hemos combatido en las fistolas de los antiguos partidos políticos, que desgraciadamente han dividido a la Nación.”36 Había finalizado la etapa de las Regencias y comenzaba el reinado de Isabel II. Conclusión Durante el verano de 1843, tras varios intentos fallidos, triunfó en Huelva el pronunciamiento contra la Regencia de Espartero. Una Junta Provisional de gobierno fue la encargada de sustituir las directrices de la Regencia, si bien las medidas adoptadas por dicha Junta se vieron dificultadas desde sus inicios por la carencia de recursos económicos y por la oposición, más o menos encubierta, a secundar sus iniciativas desde diversas localidades de la provincia. Los problemas derivados del mantenimiento del orden y la seguridad consumieron la mayor parte de los esfuerzos y preocupaciones de la Junta onubense. Recibida ayuda militar desde Sevilla, los onubenses correspondieron a este apoyo acudiendo a auxiliar a la capital hispalense durante el bombardeo de VanHalen, convirtiéndose en testigos de la devastación, desolación y muertes ocasionados por los sitiadores. En el polo opuesto a la actuación de Huelva destaca la 36 B.O.P de Huelva, Sesión del 29 de julio de 1843.

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actitud de Cádiz, cuyas autoridades pro-esparteristas suministraron las bombas que los sitiadores arrojaron sobre Sevilla. Por su valerosa implicación Huelva se convirtió así en participe de los triunfos y honores de Sevilla, “la ciudad invicta”. Este episodio cerró definitivamente la etapa de la Regencia del general Espartero.

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Reyes, generales y esclavos: la Antigüedad Clásica a través del cine Marcos Rafael Cañas Pelayo Antonio Míguez Santa Cruz Universidad de Córdoba Resumen Los grandes personajes de la Antigüedad han solido evocar una fuerte atracción al medio cinematográfico. Sin embargo, abarcar este tipo de biografía en el celuloide ha supuesto en no pocas ocasiones, un verdadero quebradero de cabeza para directores, productores e intérpretes. A lo largo del presente artículo, pretendemos mostrar las diferentes aproximaciones a cuatro de estos personajes de diferentes épocas (Alejandro Magno, Aníbal Barca, Espartaco y Cleopatra), muy representativos de su contexto, para ver cómo ha ido evolucionando la forma de representarlos en la gran pantalla. Atenderemos no solamente a contextos históricos, sino a estilos de representación, formas de narrarlo y visiones e ideologías que se realizaron a través de estos personajes que en muchos casos han alcanzado la categoría de mitos en el subconsciente popular.

Abstract The great historical characters of antiquity have often caught the attention of the cinema. The biography of such figures in cinema, however, has posed great problems for directors, producers, and actors. In the present article we compare different versions of four important personages in antiquity: Alexander the Great, Hannibal Barca, Spartacus, and Cleopatra. We find that these figures are portrayed in different ways, depending on the creator who sought to represent them on the screen. Our focus is not only on the historical context of representation, but also on the technical aspects of cinema, style, forms of narration, and ideological vision.

Palabras Clave Cine, Antigüedad, leyendas, versiones y mitos.

Keywords Cinema, antiquity, biography, legends, myth.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Figuras como Julio César, Atila, Boudicca o Nefertiti suelen evocar el recuerdo de un pasado remoto y fascinante para el gran público. No obstante, solamente una audiencia más especializada podrá ubicarlos concretamente en sus distintas épocas, por lo que toda difusión siempre es interesante, especialmente en un medio de masas del alance del cine. Tradicionalmente, hacer mención de estos temas, supone una inmediata asociación con los términos de péplums, “cine de romanos” o género bíblico, asociado en su emisión a períodos tales como fiestas navideñas o Semana Santa. No obstante, como esperamos mostrar durante el presente artículo, se trata de una temática que encorseta mucho menos de lo que imaginamos a sus autores. No es lo mismo el Alejandro Magno de Oliver Stone que el de Theodoros Angelopoulos, como veremos a continuación. Recurriremos también a bibliografías y fuentes, pero no tanto desde la perspectiva del rigor o no de las cintas, sino tratando de entender por qué se tomó tal o cuál decisión o qué objetivos se pretendían al mostrar la figura de determinado personaje con una luz distinta. En muchos casos, más que errores académicos, se escondían verdaderas y claras metas artísticas, políticas, ideológicas y de otra índole. Hemos seleccionado para ello cuatro protagonistas formidables, aunque la lista podría haber sido mucho más amplia y los escogidos otros. Pese a ello, creemos que son exponentes claros de la idea que pretendemos reflejar y, con ellos, contamos con la inestimable ventaja de que son algunos de los que más veces han congregado en la gran pantalla a generaciones de espectadores. El primero de ellos es la figura de Alejandro Magno, uno de los grandes conquistadores de todos los tiempos y protagonista indiscutible de uno de los primeros intentos de fusión de las Atila Hombre o demonio (1954)

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culturas occidental y oriental a través de la conexión de la civilización griega con el Imperio Persa Aqueménida. Figura controvertida y ambivalente, sigue siendo objeto de discusión y fascinación, aún hoy. Posteriormente abordaremos la biografía de Aníbal Barca, el gran general de Cartago y uno de los mejores militares de todos los tiempos. A diferencia de nuestros otros reseñados, el púnico aún adolece de una gran producción o dirección con la suficiente sensibilidad para aproximarnos a la verdadera dimensión de su período. Seguidamente, la rebelde imagen de Espartaco, verdadero mito que ha sido tan utilizado por la propaganda soviética como demanda de guionistas norteamericanos contra la caza de brujas del senador McCarthy. Próxima en los años pero lejana en lo geográfico, finalizaremos con Cleopatra, última reina independiente de lo que fue el Imperio Egipcio y para la leyenda, exponente de la sexualidad exótica y una de las pocas gobernantes femeninas de la Antigüedad bien conocida y tratada. “El señor de las diez mil almas”: La dificultad de Alexandrós En un reciente estudio biográfico, Adrian Goldsworthy afirmaba que muy pocos personajes de ficción habían hecho lo que Cayo Julio César1. Era una metáfora elocuente de cómo algunos de los grandes personajes de la época clásica parecen haber tenido unas vidas casi inabarcables para tratarse en todas sus dimensiones y facetas, ya sea en un estudio, una novela o un largometraje. ¿Cómo no habrá sido impresionante el reto para los cineastas que se han aproximado a la figura del ídolo del propio César, Alejandro Magno? Sabida es la anécdota de que el futuro dictador de Roma había llorado amargamente al ver una estatua del monarca macedonio en Gades, comprendiendo que cuando éste contaba con su edad, 30 años, ya había hecho perdurar su nombre para siempre por sus hazañas. Nacido en el año 356 en la Corte de Pella, hijo del monarca Filipo II y la más importante de sus muchas esposas, Olimpia de Épiro, Alejandro estaba destinado a convertirse en uno de los grandes caudillos griegos, por su comAlejandro Magno (1956) 1 A. Goldsworthy, César. Madrid: La Esfera de los Libros, 2007.

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pleja personalidad, su círculo familiar y, fundamentalmente, su caudillaje de las polis helenas para la conquista del Imperio Persa (entrando triunfalmente en el palacio del Gran Rey en Susa a la altura del 330). Resulta lógico pensar que Hollywood tardase relativamente poco en rescatar su figura a través de una gran súper-producción para la época, Alexander The Great (1956). Escrita y dirigida por Robert Rossen, la película supone 135 minutos de entretenimiento y aventuras, centrados especialmente en la campaña en suelo persa, la más famosa del macedonio. El encargado de encarnar al mítico conquistador no es otro que una de las grandes estrellas de la taquilla del momento, Richard Burton, quien posteriormente parecería especializarse en este tipo de héroes, siendo también Marco Antonio como veremos en un futuro epígrafe y ya habiendo encarnado al patricio Marcelo Galio en La túnica sagrada (1953), de un corte más bíblico que de época. Con un decorado de cartón-piedra y en technicolor, la estética del film es la propia de la clase de péplum que tan característicos eran de los estudios norteamericanos. Rodado en buena parte en España, la obra es una clásica historia de aventuras, fiel a los acontecimientos principales, pero que no aborda temas más espinosos e interesantes como la verdadera sexualidad del protagonista2. A diferencia de otros proyectos de similar ambientación como Ben-Hur, la visión de Rossen evita tocar, ni siquiera indirectamente, la homosexualidad de Alejandro y sus conocidas relaciones con su camarada Hefestión o el eunuco persa Bagoas. A pesar de tener sus méritos, da la sensación de que la obra podría ser de cualquier otro héroe de péplum, y que Alejandro fuera solamente la excusa para narrar la sucesión de batallas y conquistas.

Alejandro El Grande (1980)

Ben-Hur (1959)

2 Hasta la fecha, las mejores y más acertadas reflexiones sobre la condición de Alejandro, vienen de la mano de la escritura Mary Renault, pudiendo citar M. Renault, Alejandro Magno. Barcelona: Edhasa, 2007.

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De cualquier modo, Hollywood es solamente la continuadora de una iniciativa empezada por Mauritz Stiller y su Alexander Den Store de 1917, donde el cineasta alemán dirige a Hauk Aubel, estrella escandinava del cine mudo, para encarnar otra versión libre del macedonio, salpicada por el modesto presupuesto de la cinta y lo difícil que es en la actualidad encontarla en verdadero buen estado. Muy similar en intenciones a la de Rossen, tenemos el precedente de Sikandar, estrenada en 1941 y con Prithviraj Kapoor como el Richard Burton hindú, volviendo a presentarse la figura de Alejandro como la de un apuesto guerrero seductor de princesas extranjeras. Con alguna mención remota en otros péplums, su imagen no vuelve a ser rescatada con toda la fuerza que merece hasta que su mito evoca una poderosa imagen en el director heleno T. Angelopoulos. Pieza clásica para el cine griego de los 80, Alejandro El Grande es una eficaz metáfora de lo efímero de la gloria, el tema que tanto obsesionó al personaje histórico, capaz de dormir en su tienda de campaña con pliegos de La Ilíada bajo su almohada y danzar en la supuesta tumba de su ilustre antepasado, Aquiles, en las ruinas de Troya. Angelopoulos se aleja de toda esa épica y usa la imagen de Alexandrós como el complejo napoleónico de un bandido del siglo XIX, interpretado con maestría por Omero Antonutti, que llega a pensar que es su mismo ídolo re-encarnado, al estilo del cine de John Houston3. Narrada de una forma muy particular y como si de un rompe-cabezas desordenado se tratase, es tarea complicada resumir las casi tres horas de un metraje muy extraño y personal, donde el lenguaje corporal de los actores importa mucho más que las palabras. Más terrenal que nunca, la figura de este Alejandro recuerda poderosamente el célebre poema de Ozymandias: Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad! No queda nada a su lado. Alrededor de las ruinas de ese colosal naufragio, infinitas y desnudas se extienden las solitarias y llanas arenas.

Da igual la grandeza o el botín obtenido de la empresa si al final solamente quedan ruinas y soledad. A su particular manera y mezclando épocas (son innumerables las referencias al movimiento obrero e ideologías políticas de la época por parte del artista griego), Angelopoulos propone una fusión de mitos para hacerlos más terrenales y próximos, quedando solamente del conquistador una figura que mira perdido en la ventana, quizás rememorando cuando hizo huir a Darío, Gran Rey de Persia, en la batalla de Issos. 3 El Hombre que pudo reinar (1975).

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La batalla de Issos

La reflexión de la creación de esta figura por el pueblo y el papel de los bustos clásicos ensangrentados, son solamente la punta del iceberg de las paradojas del personaje, que el director tan bien intuye, mientras se permite narrar acontecimientos históricos del XIX en este curioso experimento confeccionado para el celuloide. Alejandro fue para las propias fuentes helenas un referente y un ídolo a derribar, debido a que, tras vengar las afrentas cometidas por el Gran Rey Jerjes saqueando Grecia (siglo V a.C), adaptó y unificó a sus antiguos enemigos como nuevos vasallos. Esto provocó una fortísima ruptura con muchos de los miembros de su estado mayor y antiguos colaboradores. La complejidad de esta última faceta de su reinado y que tanto le desvinculaba de los proyectos de su padre, que llevaron al novelista alemán Gisbert Haefs a definirle como “El señor de las diez almas”, provocó que Oliver Stone decidiese que el siglo XXI precisaba de su propia versión de la leyenda4. Convencidos por el entusiasmo del director, la Warner Bros. da luz verde a un proyecto que abarcara una co-producción entre varios países y que a la postre se convertiría en una de las películas más esperadas para la cartelera de 2005. Ya antes de su difusión en las salas, los primeros pases generan las primeras críticas de los analistas más conservadoOlimpia, Filipo y su hijo, Alejandro

4 G. Haefs, , Alejandro Magno. Barcelona: Edhasa, 2005.

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res de la sociedad norteamericana. No solamente por primera vez para la gran pantalla se aborda abiertamente la homosexualidad del monarca macedonio, sino que ésta es mostrada de una forma claramente abierta, especulando incluso con que no hubiera conocido mujer hasta su matrimonio político con la persa Roxana. También la controvertida infancia del protagonista es abordada con mayor detenimiento que en cualquier otra versión previa. Si en las anteriormente citadas se limitaban a mostrar las diferencias de carácter entre Filipo y Olimpia, Stone, en todo momento asesorado por el historiador Robin Lane Fox5, se permite profundizar mucho más en el tema. A través de la figura del envejecido Ptolomeo I (interpretado por Anthony Hopkins), se dictan a los escribas de Alejandría algunos de los acontecimientos en los que se vio envuelto quien fuera su comandante supremo y amigo, Alejandro. La elección de este personaje como narrador es, a nuestro juicio, muy acertada, pues quizá fue el más afortunado entre los generales de un conquistador cuyo imperio se diluyó ipso facto tras su muerte. Así, Ptolomeo se erige en un juez parcialmente razonable de los hechos Alejandrinos, aparte de ser uno de los culpables del intento de divinización de su superior arguyendo filiaciones un tanto subjetivas.6 Narrada con complejidad y siempre en formato flashback, nos encontramos ante una obra irregular en cuanto a dónde se centran sus atenciones, aunque la banda sonora efectuada por Vangelis resulte sumamente sugestiva. Al margen de alguna cuestión de casting (resulta increíble concebir que Angelina Jolie pudiera ser la madre de un Colin Farrell con el que comparte generación), la dividida soledad de afectos del joven príncipe es narrada con eficacia con algún momento de gran poder visual. Sirva como ejemplo, la escena en la que un cansado Filipo lleva a su hijo a una oscura cueva donde le muestra grabados de episodios trágicos mitológicos, enseñando a su heredero lo terrible de la envidia de los dioses. Emplear con esa contundencia la mitología, es algo clave, ya que, como hemos mencionado, Alejandro era un devoto seguidor de los grandes héroes del mundo de la Hélade7. Val Kilmer encarna al tuerto soberano, figura controvertida y que, sin embargo, de no haber sido el progenitor de quien le eclipsó, hubiera sido considerado como el mejor estratega de la Grecia de su tiempo. En una apuesta clara por diferenciar civilizaciones, Stone y su equipo colocan actores irlandeses como macedonios puros, mientras que Alejandro y sus helenizados compañeros son, por regla general, británicos, en un curioso juego. 5 R. Lane Fox, Alejandro Magno: conquistador del mundo. Barcelona: Acantilado, 2007. 6 Una de estas inverosímiles conexiones fue la “habida” entre el faraón Nectanebo y Olimpia. Dicha falsedad es recurrente en muchos de los filmes que estamos tratando. 7 Sobre la versión de los mitos griegos en el cine, presentamos algunos de los más relevantes en A. Míguez Santa Cruz y M.R. Cañas Pelayo, “Del dios cine y otros héroes. El mito griego a 24 fotogramas por segundo”, Ámbitos, nº27 (2012), pp.53-65.

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La figura de Filipo era vista por Atenas como la de un bárbaro del norte sin civilizar, conquistador gracias al peso de las armas, pero muy inferior en cultura a ellos. El rey subsanó aquella carencia enviando a sus jóvenes aristócratas bajo la tutela de hombres con el prestigio del propio Aristóteles. Si bien hay paralelismos con la obra de Rossen, Stone y su equipo apuestan por una penetración en la psique de un personaje obsesionado con agradar y superar a su padre, mientras que su formidable madre le va inyectando la pretensión de un objetivo grandioso y casi divino. Como ha sido la maldición de innumerables cineastas que se han acercado a aquella época, los 173 minutos de metraje obligan a acelerar muchos ritmos de la historia, mientras algunas figuras claves del período brillan por su ausencia (no hay mención al líder mercenario Memnón de Rodas, jefe de la resistencia persa o Demóstenes de Atenas, fundador la leyenda negra del conquistador); más que por falta de asesoramiento, por condicionantes de un contexto que exigiría una trilogía cuanto menos para poder narrarse con detalles. Con todo, la cinta deja algún momento para el recuerdo como la peculiar manera de narrar la sangrienta batalla de Hidaspes, cuando Alejandro y su ejército mixto de griegos y persas se adentraron en la India. Narrado con efectos carmesíes con el propio monarca herido e incapaz de ver con nitidez, enseña a la perfección las desventuras de una tropa cuyas victorias estaban siendo, paradójicamente, el germen de fortísimas tensiones y motines, ante lo inabarcable de sus dominios. Con la más que posible excepción de la heterodoxa pero brillante visión de Angelopoulos, el Alejandro de Stone supone el acercamiento más serio a la persona por encima del personaje legendario. El film busca profundizar en sus afectos y en explicar con mayor complejidad su iniciativa de adaptación de la cultura aqueménida y la fuerte sensibilidad del soberano macedonio, no por ello perdonando algunos de los episodios más oscuros y sangrientos de su reinado. De la boca de un Hopkins inspirado en unos monólogos que sirven de interludio entre las escenas, se aúpa el fracaso de Alejandro por encima de los éxitos de los otros protagonistas de su Batalla de Hidaspes Erebea, 4 (2014) pp. 299-324

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tiempo. Desgraciadamente para los intereses de la Warner, para su elevado presupuesto y costes, la obra no recaudó lo suficiente para resultar rentable a la compañía. Desafortunadamente la espectacular ambientación de la batalla de Gaugamela, no se vio reflejada ni en crítica ni ante la taquilla, donde las expectativas no fueron las esperadas. Pese a ello, el lirismo alcanzado con ciertas secuencias, como cuando un joven Alejandro logra convencer al salvaje caballo Bucéfalo de que las sombras que teme son rayos de Sol orquestados por Apolo, ganándose por primera vez el aplauso de su padre, consigue algunos de los mejores momentos del personaje en el medio cinematográfico. En definitiva, aunque aún quede mucho trabajo pendiente, algunas de las facetas de las diez mil almas han ido mostrándose a lo largo de los diferentes esfuerzos de cineastas. Aníbal ad portas: El demonio cartaginés desaprovechado Cada pueblo de la Antigüedad reservó un lugar de preferencia a sus grandes guerreros, aupados en el Panteón particular de cada civilización. Así, Vercingetórix supone el germen fundacional de una Galia unificada para ser posteriormente transformado incluso en un símbolo del nacionalismo francés. Del mismo modo, Pericles, Leónidas o Serímamis se erigieron también en emblemas para sus pueblos, al conseguir, entre otras gestas, victorias y gloria. De toda esa clase de figuras solamente Aníbal Barca puede presumir de haber pasado a la Historia gracias a los testimonios latinos de su gran enemiga mortal, Roma, quien, pese a odiarle, terminó adaptándole como un icono más de su leyenda, el más temible enemigo que había conocido y que provocaba que las matronas de la urbe aún gritasen, décadas después de la muerte del cartaginés, que Hannibal ad portas!, recordatorio de lo cerca que estuvo este personaje de haber acabado con la Ciudad Eterna. Protagonista indiscutible y principal responsable de la II Guerra Púnica (218-202 a. C.), Aníbal era el miembro de la familia Barca, una de las más poderosas de la potencia norteafricana y claros responsables de la conquista de Iberia por parte de Cartago. No obstante, en honor a la verdad, él era el heredero de un odio que se había proSalambó (1960)

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ducido mucho antes en el pulso por el Mediterráneo de dos potencias destinadas a chocar por la hegemonía8. A pesar de las victorias alcanzadas en el campo de batalla y de los planes ejecutados por sus hermanos, Aníbal no logró su objetivo final. Cartago, pues, fue borrada de la Historia por su ancestral enemiga, aunque la leyenda de esparcir sal sobre los despojos fue un bulo engendrado a través del mito. Las demandas de senadores como Catón se habían cumplido y la cultura cartaginesa fue condenada al ostracismo y a pasar por el filtro de lo que escribiesen sus vencedores. El cine, por supuesto, no fue una excepción y es una de las causas de la proliferación de filmes ambientados desde la óptica de quienes finalmente se hicieron la potencia del Mare Nostrum. Afirmar eso no es óbice para reconocer que también han existido péplums que se han basado en las raíces históricas y mitológicas de Cartago. Así, adaptando la célebre novela Salambó, escrita por Flaubert y publicada en 1862, Sergio Grieco dirigió una película con el mismo título, ambientada en la terrible Guerra de los Mercenarios (241-238 a. C.), provocada cuando el gobierno púnico fue incapaz de pagar de sus arcas a sus veteranos de Sicilia. El film tiene el mérito de presentar la figura de Amílcar (caracterizado por Riccardo Garrone), padre de Aníbal y para muchos historiadores, el pionero en los planes contra Roma que tan brillantemente ejecutó su hijo. Su figura, ecuánime con los mercenarios y heroica, contrasta con el ambicioso Narr Havas (Edmund Purdom), un oportunista aristócrata que pretende usar las negociaciones con las tropas amotinadas para reforzar su autoridad y hacerse con el poder del Consejo cartaginés en una especie de dictadura. Igual que en el relato del gran escritor francés, el argumento tiene muy poca fiabilidad histórica, decantándose por inventar una romántica trama propia de la gran novela del XIX, entre el líder mercenario Mathos (Jacques Sernat) y la hija de Amílcar, la hermosa Salambó (Jeanne Valérie), sacerdotisa de Tanit que logra salvar a su enamorado y su delegación de una celada auspiciada por Narr Havas. El péplum presenta algún aspecto interesante, como el hecho de resaltar que en situaciones de emergencia, se producían sacrificios humanos para aplacar a las deidades de la ciudad asediada. Si bien es cierto que la censura no permitió a Grieco llegar a los niveles de detalle de Flaubert durante los rituales en la novela, sí se deja constancia de la horrible práctica. Como curiosidad, afirmar que la censura no se mostró contenta con algunos momentos de la joven pareja, especialmente con una Jeanne Valérie muy cómoda 8 Encontramos un excelente repaso a la cuestión y a los filmes sobre la cultura púnica, en “Delenda est Cartago: Odio Eterno a Roma-Salambó-Aníbal-Escipión El Africano-La destrucción de Corinto”, en J.A. Menéndez, J.J. Alonso y E.A. Mastache, La Antigua Roma en el cine. Madrid: T&B Editores, 2008.

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como discípula de Dido, cortándose algunas escenas de la seducción entre ambos, algunas de ellas hoy afortunadamente recuperadas y re-insertadas al original. Paralelo al rodaje de este péplum, los directores Carlo Ludovico Bragaglia y Edgar G. Ulmer aprovechan el interés por el tema para rescatar precisamente a Aníbal de su olvido para el séptimo arte. Igual que sucedía con la precedente, nos movemos en una producción italiana que sigue explotando el péplum, que se encontraba en un verdadero auge como género9. Cabiendo destacar la figura de Víctor Mature, La marcha de los elefantes estrella norteamericana que será el encargado de encarnar al hijo de Amílcar, la cinta prescinde de la formación de Aníbal y sus hermanos en Iberia, iniciándose la narración cuando éste decide lanzar una gran ofensiva contra Italia a través del sorprendente paso por los Alpes (218 a.C), centrándose el metraje en los primeros años de una contienda que sorprendió absolutamente a Roma. Osadísima maniobra que aún hoy sigue fascinando a los historiadores militares, a pesar de la dureza y los enfrentamientos con las tribus galas que custodiaban el acceso, la maniobra de Aníbal trastocó todos los planes de presión del Senado romano y, a diferencia de previos choques entre ambas civilizaciones, fue la primera vez que Italia sufrió en sus carnes la pugna. Como le sucedió durante su encarnación del personaje bíblico de Sansón10, los recelos de Mature ante las escenas de riesgo provocaron visibles falsificaciones de los supuestos elefantes púnicos que los cartagineses tienen que azuzar para trasladarlos a la tierra de sus enemigos. Más que probablemente influenciado por el precedente de Pirro de Epiro, Aníbal confiaba en el pánico que estos animales provocaban en las compactas legiones romanas. Superadas las dificultades logísticas, una vez en Italia, Aníbal, mediante hábiles pactos, va avanzando de victoria en victoria. Buscando aderezar la trama con un componente romántico, los guionistas del péplum se inventan una ficticia relación amorosa entre el “demonio púnico” y una sobrina del dictador Quinto 9 Entre otros, destacar J. Solomon, Péplum: El mundo antiguo en el cine. Madrid: Alianza Editorial, 2002. 10 Sansón y Dalila (1949).

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Aníbal explicando a su estado mayor la táctica envolvente de Cannas

Fabio Máximo, que abandonará sus votos para las Vestales cuando caiga prisionera del gran enemigo de su pueblo11. Fabio es interpretado por el actor italiano Gabriele Ferzetti, presentado como el único patricio consciente de la verdadera amenaza que han despertado sus conciudadanos al ofender el orgullo de una Cartago adormecida por su anterior derrota. Tras las espectaculares victorias de Aníbal en las batallas de Trebia, Tesino y Trasímeno, obviamente, la gran contienda que se refleja en la película es la de Cannas (216 a.C.), donde el cartaginés aplastó a dos ejércitos consulares y sus aliados de una forma brutal en una de las tácticas más resonantes de todos los tiempos. A pesar de no contar con muchos recursos técnicos, la película tiene el acierto de explicar de una manera clara la treta de Aníbal a través de su reunión con sus hermanos y generales en su tienda de mando. En definitiva, un péplum que se vio limitado por la magnitud, como sucedía con Alejandro, de las vivencias históricas del personaje. Ni tan siquiera la derrota de Aníbal o su exilio en Asia pudieron ser tratados convenientemente, sino a través de un epílogo a modo de resumen, muy al estilo del adoptado por Henry Hathaway para el desenlace biográfico de otro enorme estratega militar, Erwin Rommel en El zorro del desierto (1951). Tanto Salambó como Annibale marcan la tendencia de Cartago en llamas (1960), otro exponente de la efervescencia del mundo púnico en el péplum, narrándose en este caso, obviamente si atendemos al título, la destrucción de la capital cartaginesa ante las tropas de Escipión Emiliano, en la última de las contiendas de estas dos potencias. Teniendo en cuenta que Emiliano era el des11 Jugada clásica de los péplums, como ya hemos visto en Salambó, crear un romance entre personajes de dos mundos, ante la oposición de todo el sistema de la época. Este añadido literario está ejemplarmente analizado en http://www.publicacions.ub.es/bibliotecadigital/cinema/ filmhistoria/2001/oscarlapena1.htm, por cuenta de Óscar de La Peña, uno de los nuevos y más interesantes investigadores en el tema.

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cendiente de Publio Cornelio Escipión El Africano, el primer general romano capaz de derrotar con claridad en combate a Aníbal, daba la sensación de que se cerraba un círculo con esta particular trilogía de relatos inspirados en los súbditos de Baal. Resulta muy curioso que en ninguna de ellas, aunque se mencione, se use la batalla de Zama (202 a.C.), llanura donde Aníbal y Escipión tuvieron el enfrentamiento definitivo que marcó el inicio del ocaso del gran estratega cartaginés. Si bien, hasta la fecha, ningún realizador ha mostrado interés en retomar los sucesos de esa pugna, la figura de la Némesis del Bárquida sí ha sido tratado en varios filmes, donde, pese a no aparecer físicamente, el espectro del vencedor de Cannas es omnipresente. Así, encontramos en 1937 la película Escipión El Africano, que narra las victorias de este aristócrata romano, cuyo padre y tío fallecieron combatiendo a los hermanos de Aníbal en Iberia. Rodada por Carmile Gallone en pleno auge del fascismo del Duce Mussolini, la cinta es un libreto propagandístico que pretendía exaltar el más primitivo nacionalismo; además, el propio hijo del dictador italiano, Vittorio, buscaba que se estableciesen paralelismos entre las operaciones en el norte de África del comandante con las campañas italianas en Etiopía, por aquellos años en un loco sueño colonial. La más recordada de todas las producciones italianas que han abordado a su héroe, es, indudablemente, Scipione detto anche l´Africane (1971). Aquí, el director, Luigi Magni, nos muestra un héroe más cercano al declive que representa la madurez que de sus épicas gestas de juventud. Para entonces, el héroe se ha convertido en un recuerdo dudoso, icono de una de las situaciones más extremas vividas por la República. Para colmo, las envidias que aún despertaba entre los senadores originaron conjuras para derrocarle y apartarle del poder. El peor de todos esos oponentes es Marco Porcio Catón (interpretado por Vittorio Gasman), quien encuentra la oportunidad soñada cuando el hermano del héroe no puede justificar ciertas cantidades de oro recibidas por un rey oriental vasallo de Roma. Escipión El Africano A través de Lucio Escipión (Ruggero

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Mastroianni), Catón y los suyos buscan salpicar y derribar de su pedestal a su afamado pariente. Marcello Mastroianni es el encargado de encarnar al veterano, orgulloso y cansado héroe, que tiene problemas hasta para mantener la armonía conyugal con su esposa (Silvana Mangano). Lejos de la solemnidad que pretende el péplum, esta obra es una tragicomedia con muchos (e intencionados) anacronismos en sus diálogos y donde las hipérboles son constantes. De un fuerte cinismo, el film usa a los poco morales senadores romanos como metáfora del propio sistema político de la Italia de su tiempo. A pesar del desenfado de toda la narración, la conclusión general es terrible. Sin la presencia de un Aníbal que amedrente a toda la urbe escondida en sus murallas, Escipión pierde la razón de ser y se convierte en una majestuosa presencia que se hace molesta y que, finalmente, como el propio hijo de Amílcar, debe inmolarse para que su pueblo siga, quedando él como un vestigio mítico, pero de un lejano pasado. Así permanecen estas dos vidas paralelas y tan ligadas, cuanto menos, hasta que vuelvan a suscitar la atención de un cineasta capaz de juntar ambas figuras en la gran pantalla. El Mesías Pagano: Espartaco y Stanley Kubrick “En el último siglo antes de la era cristiana, Roma era el centro del mundo civilizado […] Por aquel entonces, y en la conquistada provincia de Tracia, una de las esclavas aumentó la riqueza de su amo, dando lugar a un hijo al que llamó Espartaco. Antes de que hubiera cumplido los 13 años, fue vendido para trabajar en las minas […] Bajo el látigo y el Sol, Espartaco creció y se hizo hombre, soñando con la abolición de la esclavitud. Los historiadores de la Roma pagana registraron el fracaso de su sueño y el exterminio de su cuerpo y esperanzas […] El sacrificio de Espartaco se convirtió en el triunfo de la Humanidad”.

Así comienza la narración con voz en off de la película Espartaco (1960), presentando la figura del gladiador rebelde que desafió el poder establecido de las legiones romanas (73-71 a.C). Revueltas de esclavos ya habían sido conocidas por el Senado durante esa misma centuria, especialmente en los campos de Sicilia, pero el hecho de ver amenazada la propia capital y la dimensión sin precedentes que alcanzó, sirvió para que su caudillo alcanzase la inmortalidad en las fuentes clásicas (Plutarco, Apiano, Floro…). Dirigida por un cineasta tan brillante como heterodoxo, Stanley Kubrick, la producción del film supuso un viaje verdaderamente accidentado donde incluso hubo cambios inesperados de última hora; así, Anthony Mann (a quien corres-

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ponden las escenas del principio en la escuela de gladiadores de Capua), fue sustituido por Kubrick debido a sus discrepancias con Kirk Douglas, actor protagonista y productor de la misma. No parece el presente artículo el lugar más adecuado para hablar de los sinsabores de un rodaje tremendamente polémico12, aunque baste decir que estamos ante una verdadera obra pionera dentro del género, con unas características propias y singulares que, unidas a las muchas lecturas que ofrece la misma, la hacen eterno objeto de debate, aderezado todo por las fuertes personalidades que participaron en el proyecto13. Espartaco puede interpretarse como la biografía idealizada para la gran pantalla del gladiador y su causa rebelde, desde su alzamiento contra el lanista Batiato (interpretado por Peter Ustinov); con todo, es también un reflejo de las maniobras senatoriales de Marco Licinio Craso (Laurence Olivier), para aprovechar el pánico de la ciudad con la revuelta para aumentar su posición y eliminar a sus enemigos políticos, encabezados por el senador Graco14 (Charles Laughton). Pese a ello, el guión del film aporta una dimensión que va más allá de Clío, casi espiritual. El discurso inicial de nuestro narrador omnisciente ya pone de relieve la aparente ausencia de elementos religiosos en la historia. Nos hallamos antes de la aparición del cristianismo y en época de la República Tardía Romana, casi en vísperas de que Cneo Pompeyo, Julio César y el propio Craso, asienten con su Primer Triunvirato, las bases del Imperio. Estamos lo suficientemente alejados del Antiguo Testamento y de los martirios cristianos en El Coliseo como para pensar en el elemento mesiánico típico de muchas de estas producciones, pero no es así, en lo absoluto. La palabra sacrificio no es baladí en la introducción. Desde el principio, se quiere introducir en los espectadores la fuerza del nombre de Espartaco, algo nada extraño, teniendo en cuenta que varias organizaciones revolucionarias del siglo XIX lo han adoptado como patrón, mientras que autores como Marx o Rosa Luxemburgo le han mostrado fuertes simpatías, mientras la iconografía soviética lo alzó como estandarte. No importan nada las licencias con respecto a su origen15 12 Una buena aproximación al tema lo encontramos en M.M. Winkler, Spartacus: Film and History. Oxford: Blackwell Publishing, 2007. 13 “Morituri te saludant: Un hombre de izquierdas (y su hijo): Espartaco-El hijo de Espartaco”, en J.A. Menéndez, E. A. Mastache y J.J. Alonso, La antigua Roma en el cine, Madrid: T&B Editores, 2008, pp.76-107. 14 Aunque el apellido Graco debe interpretarse como una clara reminiscencia a los dos famosos tribunos de la plebe, Cayo y Tiberio, se trata de un personaje totalmente ficticio y sin vinculación con los mismos. 15Como varios especialistas han destacado, la denominación en las fuentes latinas de “tracio”, no implicaría un origen por parte de Espartaco en dicha región, sino que simplemente pudiera hacer referencia al tipo de arma con la que estaba especializado en la arena. Entre los muchos trabajos existentes, podríamos destacar, por reciente, el estudio de B. Strauss, La guerra de Espartaco.

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y sí cómo el hombre trasciende hasta ser un símbolo. De hecho, es una de las ideas centrales del drama planteado por Kubrick, a medida que avanza con su ejército de esclavos. Aunque no hay ningún elemento sobrenatural en el personaje interpretado por Douglas (“Soy hijo y nieto de esclavos” llega a confesar cuando los aduladores quieren ennoblecerle), sus características y virtudes, como nos muestra la narración inicial, parecen escapar a las de un simple mortal. A medida que evoluciona, tanto en su compasión con los compañeros de la mina en Tracia o en los vínculos de sus camaradas (aún a riesgo de la propia Espartaco en la arena vida en la arena) con sus colegas gladiadores, Espartaco se va erigiendo en un líder redentor, una guía para rebelarse ante una sociedad injusta16. Así, el guión de esta súper-producción de la época y de gran metraje, está revestida de un fuerte peso moral. No se puede olvidar que la trama está basada en la novela de Howard Fast17, quien dio un trasfondo solidario y que los comités de vigilancia norteamericanos juzgaron como sospechosos de comunismo. La participación del gran guionista Dalton Trumbo, acusado de tener un pensamiento de extrema izquierda, solamente aumento la polémica alrededor del rodaje. Tanto Espartaco como su “pueblo” son presentados desde un punto de vista utópico, una sociedad perfecta y heterogénea. Incluso los más desfavorecidos son tratados de una forma humanitaria. Al igual que Fast, Trumbo omite las tropelías y los saqueos inevitables de toda guerra, para presentar siempre a unos gladiadores muy humanos. Solamente hay un momento de duda cuando Crixo, lugarteniente Barcelona:Edhasa, 2010. 16 Particularmente encuentra su caída de Damasco cuando, uno de sus compañeros, Draba, le perdona la vida tras un combate realizado bajo el calor de Capua para solaz de adineradas patricias romanas, una de ellas esposa de Craso. Es muy curioso que Draba sea un personaje de color (interpretado por Woody Strode) y que sacrifique su vida por quien luego redimirá a todos sus compañeros de combate. Varios analistas insisten aquí en el auge del movimiento por los derechos raciales y figuras como Luther King, algo que no es nada descabellado, atendiendo a la personalidad de Trumbo y Fast. 17 Innumerables, la edición que hemos manejado para este artículo, H. Fast., Espartaco, Madrid: Alianza Editorial, 2005.

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galo, es el cabecilla de una exhibición en la arena donde los alzados quieren ver morir a dos ricos terratenientes romanos. Por supuesto, Espartaco intenta (y consigue) convencerles de desistir en dicha actitud. En vísperas de importantes batallas y decisiones, Espartaco, al igual que un patriarca de Israel o un héroe mítico heleno, se dirige a su pueblo en Asamblea, siendo su voz siempre oída y respetada. Sus visionarios sueños de abolición de la esclavitud e incluso su agudeza política (intuye que Craso quiere usarlos como caballo de Troya para sus propios intereses), parecen por encima del propio personaje y sus condicionantes. El lado más oscuro de Espartaco y sus posibles flaquezas quedan oscurecidos, más aún ante el brillo de su relación amorosa con Varinia (Jean Simmons), otra antigua esclava de Batiato con la que terminará teniendo un hijo. Todo en Espartaco prevalece como un guía espiritual de su comunidad, mientras que Roma es presentada como una cueva de alimañas y ambiciosos oportunistas, que prefieren imponer el peso de sus legionarios a cualquier otra solución. Todo ello queda muy reflejado en las facciones de Graco y Craso, ya citados. El primero es un hombre irónico que incluso confiesa a sus jóvenes protegidos, que si en el Foro hace plegarias a todos los dioses, en privado no lo hace con ninguno. Inteligente, supone una mezcla de epicúreo (por su sed por la vida) y estoico (su resignación ante la Roma de las proscripciones que Craso va a ir generando, un clarísimo y nada disimulado dardo de Trumbo al comité). Él intuye acertadamente que Espartaco no es el mal de su ciudad, sino lo que puede obtener Craso de esa amenaza. Por el contrario, su conciudadano, es todo lo opuesto. Es un senador activo y que cree en los valores atávicos del pasado de su ciudad, que sueña con liderarla, aunque tema deshonrarse cruzando el límite sagrado (pomerium) como hizo Lucio Cornelio Sila18. Pese a tener la fuerza de las armas y de su riqueza, Craso busca lograr el poder a través del mando de esas operaciones. “No voy buscando la gloria. Voy en busca de Espartaco”, llegará a bramar cuando logra su ansiado mando. La obsesión de vidas paralelas que empieza a surgir entre el patricio romano y su enemigo es tan progresiva como absorbente. En un principio Craso ni siquiera recuerda haberle visto combatir para él en Capua, pero, posteriormente, terminará atraído por Antonino (Tony Curtis) y Varinia, quienes, en algún momento, estarán a su servicio como esclavos. El nombre de Espartaco (es muy importante la fuerza de lo nominal aquí) empieza a perturbar al personaje hasta lograr incluso hacerle perder momentáneamente el juicio. 18 Comprensible a nivel dramático (Craso necesita a los gladiadores alzados como pretexto), lo cierto es que estamos ante una licencia histórica muy considerable del argumento. Lucio Cornelio Sila (138-78 a.C.) marchó hasta en dos ocasiones contra su ciudad, siendo ayudado en la segunda de ellas por Marco Licinio Craso, siguiendo la política de sus parientes, siempre partidarios a la causa del que fuera dictador de Roma.

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Nos referimos a una de las escenas más peculiares de la película. Gracias a su poderoso contingente y las ayudas de los generales Lúculo y Pompeyo, Craso logra una victoria definitiva y trata de corromper a los supervivientes para que delaten a su líder o identifiquen su cadáver. Bajo el grito de “¡Yo soy Espartaco!”, llega un momento muy emotivo que no ocurrió para la Historia, pero es una metáfora excelente de la identificación que ha logrado este mesías pagano con su gente. Aún a día de hoy, sigue siendo una escena enorme influencia y muchas veces emulada. Tramando una ingeniosa y cruel advertencia para futuros aspirantes a rebeldes, Craso ordena que los prisioneros vayan siendo crucificados por las vías camino de la urbe. Con premonición del destino, deja a Antonino, a quien ya conoce, junto con el hombre que intuye, como efectivamente es, que se trata de Espartaco. Amparándose en su linaje y rango, Craso se presenta ante él una noche, pero a pesar de tenerle cubierto de cadenas, el adinerado patricio termina lanzando un grito de pánico y una bofetada patética ante su indefenso rehén, mientras Espartaco es capaz de sostenerle la mirada sin ningún problema. Pese a su falta de dudas en el campo de batalla de abatirle, Espartaco, como confiesa el propio Craso en sus diálogos, teme haber perdido ante alguien que, a fin de cuentas, es muy semejante a un dios. La imagen de su crucifixión no deja de ser una clarísima herencia judeocristiana, la redención máxima alcanzada a través de un sacrificio inhumano, con la esperanza de la perpetuación y redención19. Como vemos, incluso en una cinta que se sirve del pasado para hacer crítica social y política de su tiempo, encontramos fuertes rasgos y códigos religiosos en muchos de sus momentos, aunque tengan un objetivo claramente distinto al de las súper-producciones bíblicas o las recreaciones de los mitos. Espartaco, a diferencia de figuras de la Antigüedad, tuvo la fortuna de caer en las manos de uno de los más hábiles cineastas de su tiempo, junto con un fuerte guión y excelente reparto. La visión de Kubrick y su equipo no es la única, aunque sí la más rememorada por su indudable calidad. Así, encontramos un precedente en Espartaco (1913), película italiana que también toma la figura del rebelde, aunque en este caso, bajo la dirección de Giovanni Enrico Vidali. Basándose en un relato de Raffaello Giovagnoli, convierte al tracio en un paladín novelesco. También relativamente desapercibida, será Spartacus (2004), emitida directamente para televisión, obra de Robert Dornhelm y con Goran Visnjic como el tracio. Aunque presenta algún mérito como mostrar más disidencias entre los rebeldes que la idílica fábula de Fast, a pesar de ser más moderna, sus secuencias de 19 En este caso, sin embargo, siguiendo con la tónica de la obra, la explicación es más terrenal, pero para nada carente de paralelismo religioso. Sobornado por Graco, Batiatio rapta a Varinia de la casa de Craso junto con su hijo y logra sacarlos camino de Aquitania. Antes de partir, logran ver a Espartaco, ya en la cruz, pero con las fuerzas suficientes para ver a la mujer que ama y su descendencia, que han logrado la libertad.

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batallas palidecen ante la imaginación de Kubrick (por ejemplo, las ruedas en llamas) e intenta emular a la exitosa Gladiator (2000). Mención especial merece la apuesta de la cadena de cable norteamericana Starz, quien desde 2010 dio luz verde a una serie que se está encargando de presentar para la pequeña pantalla al personaje. Con una estética muy cercana al formato del cómic impulsado por Frank Miller en 300 y adoptado por Zack Snyder para la versión cinematográfica del mismo, Spartacus: Blood and sand es un relato hiperbólico que en sus coreografías de combates de gladiadores apuesta siempre por la exageración y una facilidad para forzar el contenido Dioses de la arena de violencia y sexualidad. De la misma forma, sería de justicia añadir que presenta una renovación de la figura atormentada del gladiador del péplum clásico, mostrándolos más como (en algunos casos) verdaderas estrellas desbocadas de rápidos ascensos y caídas, capaces incluso de disfrutar de su profesión . Los grabados de Pompeya de admiradoras de los discípulos de lanistas y glosas de poetas de sus victorias, encajan bastante bien (dentro de sus licencias) con la forma de sus guionistas de presentar la Casa de Batiato. La trágica enfermedad de su actor protagonista, Andy Whitfield, provocó la mini-serie Dioses de la arena, donde se exploraban los orígenes del resto de personajes con la misma estética de su predecesora y esa perturbadora capacidad de captar, a su peculiar manera, la esencia de aquella terrible realidad20. Cleopatra: La leyenda de unos ojos y una nariz “Si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta, toda la faz del mundo hubiera cambiado”. Esta frase, acuñada por Blaise Pascal, sigue aún a día de hoy siendo utilizada en infinidad de ocasiones para reflejar cómo el más mínimo detalle puede desencadenar acontecimientos inimaginables. La protagonista de la cita, 20 Para el recuerdo algunas figuras como la de Gannicus en la pre-cuela, el primer gladiador estrella de Batiato. Su imagen ebria y cerca del foso de la Escuela, en vísperas del gran combate para alcanzar su fama, es un excelente trazado para mostrar lo efímero de estos dioses de la arena.

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no es otra que Cleopatra VII (69-30 a.C), una de las hijas de Ptolomeo Auletes, duodécimo faraón con ese nombre. A pesar de haber regido en un Egipto decadente y que estaba ya muy cercano a la órbita de Roma, el mero nombre de esta monarca evoca en el imaginario popular la visión de las pirámides, el esplendor del Nilo y una cultura milenaria. Con su suicidio antes de la conquista final de Augusto tras la batalla de Actium (31 a.C.), podría decirse que se sellaba un camino que había comenzado Ptolomeo I, el mítico general de Alejandro Magno, ya citado (anteriormente), y fundador de una dinastía de la que ella era el último eslabón. Enfrentada, como solía suceder en su dinastía, a sus hermanos por el trono en sangrientas conjuras palaciegas, donde los recursos y el veneno se ponían a prueba, Cleopatra estaba exiliada con una escasa tropa mercenaria en Siria, el destino de Cleopatra cambia cuando se presenta ante Julio César durante la guerra de Alejandría (48 a.C.). Se inicia así una alianza que se traducirá en uno de las relaciones más famosa de la Historia y que solamente acrecentó la leyenda de ella como seductora cuando, tras el asesinato de César, terminó haciéndose la amante de uno de sus sucesores, Marco Antonio. Escritores como Terenci Moix sacaron provecho de la imagen de la eterna seductora (No digas que fue un sueño: Marco Antonio y Cleopatra, 1968), creando una figura mítica y muy reconocible para todos. Desafortunadamente, en algunos de esos casos, la visión de la re-encarnación de Isis no dejaba de ser el reclamo erótico de un texto o cuadro, lo cual no dejaba de resultar curioso siendo una de las pocas figuras femeninas a la que las fuentes antiguas han prestado una detenida atención. A lo largo de sus diferentes encarnaciones cinematográficas, el cine se ha encargado de mostrar muy diferentes Cleopatras que obedecían a la necesidad del momento. Intentemos analizar algunas de las más representativas y otras menos conocidas, pero muy innovadoras. La primera pieza de obligada referencia al trabajo de Cecil B. Demille, famoso realizador que se jactaba de que con un par de páginas de la Biblia era capaz de sacar una gran súper-producción. Estrenada en 1934, su Cleopatra supone dar el protagonismo a una Clau- La reina Cleopatra

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Vivien Leigh

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dette Colbert que logra seducir a los dos hombres más poderosos del Imperio Romano21. Con sugestivas imágenes de un Egipto idílico, Demille logra crear una buena cinta pero que no profundiza excesivamente en la psique de unos personajes archi-conocidos y que, con la excepción de la evolución de Colbert, apenas van teniendo variaciones. Más personal es la visión que arrastra el film británico de George Bernard Shaw, adaptando la pieza teatral del mismo autor, bajo el elocuente título de César y Cleopatra (1945). Bebiendo mucho de la estética original teatral, el famoso romance queda desvirtuado, al convertir el vínculo entre Cleopatra y César en una relación casi paternofilial, terminando unidos por una sincera amistad. Claude Rains encarna a un César más envejecido que en otras versiones, un aparentemente despistado extranjero en una Corte que no entiende, pero en realidad, una astuta mente que evalúa cómo mejorar la situación del reino colocando a una persona digna en el trono. Vivien Leigh muestra a una Cleopatra adolescente que va madurando a medida que aprende de su inesperado mentor, a quien en ocasiones ataca (“César dice que quiere a todo el mundo… pero no quiera a nadie”) y en otras idolatra. Importa poco el rigor en este curioso cuento de kilométricos diálogos y rodado casi exclusivamente en el decorado de palacio, pero, que cuanto

21 La personalidad política de Cleopatra está en constante revisión, por reciente, podemos citar el estudio de A. Goldsworthy, Antonio y Cleopatra, Madrid: La Esfera de los Libros, 2011.

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menos, es una apuesta interesante por la originalidad al quitar por primera vez el elemento de tensión sexual entre el romano y la egipcia, basándose principalmente en el carisma de la pareja protagonista. Alejándose de esta modesta pero interesante producción británica, la Fox decide rescatar la majestuosidad de antiguos proyectos como el ya citado DeMille, para traer con todo el aparato ornamental la figura más reconocible del mundo clásico egipcio. Es el germen de un proyecto complicado y que no culmina hasta 1963. De esta forma surge una nueva Cleopatra llega a las pantallas, aunque en esta ocasión, pese a la inversión, supondrá un inesperado descalabro en taquilla. Buscando una pareja protagonista fácilmente reconocible, el casting apuesta por reunir la química en pantalla de dos de los actores más famosos del momento en Hollywood, Elizabeth Taylor y Richard Burton. Desde el primer momento, queda claro que la gran estrella norteamericana no da precisamente el perfil de bronceada elegida del dios Ra, aunque algún rasgo de cosecha propia como su fascinante mirada pueden interpretarse como don compartido con la reina de Alejandría. También se realizan dispendios para lograr que César sea interpretado por Rex Harrison, quien rodea de un aura regia a su

Carteles paralelos: Cleopatra en Hollywood y Astérix

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Las noches de Cleopatra

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personaje, acentuándose en este film la fuerte diferencia de edad entre los dos amantes y evidenciando como Cesarión surge fruto de esta relación. Con una gran cantidad de problemas de rodaje y dificultades durante el proceso de creación, Cleopatra escapa en sus pretensiones al péplum, aunque tampoco llega a alcanzar la independencia artística del Espartaco de Kubrick. A buen seguro, la falta no radica en el director escogido, nada menos que Joseph L. Mankiewicz, quien no solamente se encarga de la realización, sino que participa activamente en un guión que pasa por varias manos (Ranal MacDougall, Sidney Buchman y el propio Mankiewicz). Narrada con la majestuosidad de producciones tales como Ben-Hur o Los diez mandamientos, la película arranca con el desembarco de César en Alejandría a la búsqueda de su enemigo Pompeyo, que ha huido tras ser derrotado por éste en Farsalia (48 a.C.), buscando amparo en sus antiguos aliados egipcios, solamente para ser asesinado por orden del hermano de Cleopatra. Con un metraje muy alargado, 243 minutos, Cleopatra es una epopeya donde, por quizás primera vez desde Salomón y la reina de Saba (1959), la protagonista femenina juega un rol tan fundamental y que, por muchos momentos, eclipsa sus contrapartidas masculinas. A pesar de que visualmente reflejan una tensión muy pertinente e impactante, la difícil relación del personaje de Elizabeth Tylor con Burton provocó no pocas tensiones en el rodaje, mientras el

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complejo faraónico montado por la Fox iba a poco esquilmándose por conseguir fieles recreaciones como la del incendio de la biblioteca de Alejandría. Considerada hasta hace muy poco la producción más cara del cine, a pesar de no sacar todo el rendimiento ansiado en un primer momento, la Cleopatra de Mankiewicz ha ido ganando enteros y la categoría de clásico dentro de su género. En un curioso paralelismo con su rol, el romance de Tylor, estando casada, con Burton, provocó un verdadero aluvión de críticas hacía la figura de la popular actriz, que llegó a incluso a ganarse la amonestación del mismísimo Vaticano. Esta leyenda negra de la femme fatale es la misma que persiguió a la madre de Cesarión hasta el final de sus días, aunque bien es verdad que motivos políticos y estratégicos pesaron mucho más que su supuesta promiscuidad sexual. Nos es imposible pronunciarnos acerca de cómo hubiera derivado el papel de su amante en los planes de César, ya que su asesinato durante los idus de marzo del año 44 a.C., provocaron tanto la desaparición de sus proyectos como las disputas entre sus asesinos y los herederos de éste. Esto sucedió así fundamentalmente con su antiguo lugarteniente, Marco Antonio, así como con su sobrino/nieto, Cayo Octavio, el futuro primer emperador, Augusto. Tras muchos años de pugna y repartos con otros protagonistas del Imperio Romano, como si fuese una partida de ajedrez, Octavio quedó con el control de la parte occidental y Antonio de la Oriental. Popular y con fama de ser un hombre tremendamente dionisíaco, a pocos romanos debió sorprender que cayese en las redes de la antigua amante de su comandante en jefe. Si la había citado en Tarso en el 41 a.C. para juzgarla por su falta de lealtad a la causa de Roma, a los postres de su reunión, ya le había prometido su protección y nuevos territorios. No obstante, en una gran diferencia con el affaire mantenido previamente en Alejandría, en esta ocasión existía un rival implacable que no admitiría la presencia de alguien tan molesto como Cesarión para cuestionar su papel como heredero. Desde Roma y con un aparato propagandístico sin precedentes, el futuro emperador orquestó una sucesión de escritos que presentaron a la amante de su colega en el mando como La Reina de las Bestias y las brujas. De una manera muy hábil, Octavio buscó unificar sus legiones alrededor de una mujer extranjera y no en torno al popular Marco Antonio, a quien presentaban como un enamorado hechizado. Es en este punto donde arranca esa imagen sexualmente perversa de nuestra protagonista. De haber ganado su flota en Actium, la historia se hubiera escrito de forma diferente, pero, con Marco Antonio suicidado, comprendiendo que no podría seducir a su tercer cónsul de Roma, solamente quedaba el golpe de la áspid. Densa, bajo la batuta de Alex North en su banda sonora y con excesivos dispendios, Cleopatra sigue siendo la narración de uno de los romances más sonoros de la Antigüedad. “Me han dicho que tu mujer en Roma duerme vestida…”, llega a afirmar Tylor en una de las insinuaciones más claras de la libertad que el sediento Antonio encuentra en Oriente.

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Siempre bajo la sombra, para bien o para mal, de esta súper-producción, aún encontramos intentos de retomar a la pareja como la producción Marco Antonio y Cleopatra (1972), que pese a contar con la presencia de Charlton Heston como director y actor de la misma, encarnando a un enérgico Marco Antonio, no logra pasar de ser un péplum que, fue rodado en gran parte en España. Con Hildegarde Neil como reina de Egipto y un reparto de secundarios que en su mayoría eran rostros muy conocidos de la escena española (Sancho Gracia, Juan Luis Galiardo, Carmen Sevilla…), el experimento no llega a cuajar y, aunque entretenido, no aporta ninguna novedad significativa en cuanto al personaje o la técnica de narrarlo. Resucitada en algunas ocasiones de su descanso para aparición en telefilmes que generalmente buscan emular el arco argumental elaborado por Mankiewicz, sería de justicia destacar por su divertida irreverencia proyectos menos ambiciosos pero que al menos están revestidos de originalidad. Así encontramos a Sofía Loren y Alberto Sordi en la comedia italiana Las noches de Cleopatra, en lo que sería una deformación cómica de la histórica pareja. Por otra parte, e incentivando aún más si cabe la clave divertida, encontramos el clásico de la animación Asterix y Cleopatra (Rene Goscinny, 1968). Sí. Es probable que de haber sido su nariz más larga Cleopatra hubiera alcanzado menos incidencia en la Historia, las Artes, y el Cine. Pero parece que no es el caso. Así, en la mente de todo creador siempre existirá el fetiche de ella, alegoría de un Imperio milenario que se acaba, a medio camino también entre la reivindicación y perversión femeninas, eternamente romántica y deseada. Todo esto representa la “Reina del Nilo”, un canon, en definitiva, para este tipo de cine que hemos tratado.

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De las razas históricas al racismo elegante. Nuevas perspectivas para un debate humanístico urgente* José Antonio González Alcantud Universidad de Granada Resumen El racismo biológico quedó desacreditado casi desde su propio nacimiento. Su sustituto, con todos los marchamos de honorabilidad académica, fue el “racismo cultural”, que en el fondo sirve para jerarquizar a los grupos sociales y “étnicos” en una pirámide civilizatoria. La corriente llamada “psychologie des peuples  », después de la II Guerra Mundial, ha heredado en buena medida el “racismo cultural”, al clasificar a los pueblos europeos sobre todo en función de ciertos caracteres culturales fijos. Hoy día el antirracismo es un lugar común el discurso social y político, pero en su versión cultural sigue marcando la vida social gracias a su invisibilidad.

Abstract Biological racism was rejected from his own birth. It was replaced by the “cultural racism”, with a great academic acceptation. But “cultural racism” is used to organize a hierarchy the social and “ethnical” groups into a pyramid of Civilization. The tendency called “Psychologie des Peuples” has inherited, after the II World War, to the cultural racism, because it has classified the European people following preestablished pattern. Today antiracism is a common topic in the social and political discourse, but in its cultural version it still influences social life due to its invisibility.

Palabras Clave Raza biológica, raza cultural, invisibilidad, discurso, “psychologie des peuples", multiculturalismo.

Keywords Biological race, cultural race, invisibility, discourse, “psychologie des peuples», multiculturalism.

Fecha de recepción: 14 de mayo de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014 * Las ideas aquí desarrolladas fueron expuestas con motivo de la conferencia inaugural del curso 2010/2011 de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. Le agradezco al profesor Luis Álvarez Munárriz esta invitación. Algunos otros argumentos fueron explicitados ulteriormente en forma de libro: J.A. González Alcantud. Racismo elegante. De la teoría de las razas culturales a la invisibilidad del racismo cotidiano. Barcelona: Bellaterra, 2011.

El racismo interpretado en sus dimensiones “elegante”, “simbólica”, “invisible” o cualquiera otra que enfatice su permanencia en el tiempo, a pesar de la emancipación de la cuestión biológica, es un tema de la máxima actualidad. Al racismo nos vamos a remitir una vez más, por ser inagotable manantial de reflexión, a pesar de que el vocablo “racismo” manoseado en exceso en manos de los medios de comunicación quizás haya contribuido a desdibujar la profundidad de su problematicidad. El racismo tiene su antes y después. Si como sostiene la filosofía, el Holocausto marca una frontera nítida en el pensamiento contemporáneo, no es sólo por la barbarie de su hacer, sino igualmente porque, según Z. Bauman, su trascendencia concierne no solo a la cuestión judía. La existencia de los lager nos remite a la noción misma de Modernidad. Es decir, la shoah no fue un gran pogromo, plagado de problemática emocional, sino la directa consecuencia del funcionamiento racional y frío de la burocracia1. Y quizás, aventuramos, ocurra algo similar con el racismo. Todavía en los años setenta el antirracismo, sobre todo estadounidense, respiraba un tufo claramente revolucionario. Basta contemplar las fotografías que de la segregación racial en la universitaria Boston se pueden ver hoy día en el museo negro de Beacon Hill de esta ciudad, para hacernos conscientes de la magnitud y crueldad del segregacionismo racial norteamericano en medio tan educado, y tan democrático por ende. Pocos años después de los combates antisegregacionistas ocurridos en Estados Unidos y en Sudáfrica, la raza y el racismo en general se convertirían en el leitmotiv de numerosas movilizaciones intelectuales y cívicas desposeídas de aspiración revolucionaria alguna: se trataba sólo de pedir la integración en lo existente. La primera marcha masiva de SOS Racisme en 1985, en la plaza de la Concorde, en París tuvo todas las características de las grandes movilizaciones de tres lustros antes, las sesentayochistas, pero sin tener enfrente a ningún enemigo histórico como la gran burguesía o la plutocracia gaullistas. En realidad, era un pronunciamiento público sin nadie a quien reclamar. Vivre ensemble avec nos différences rezaban las chapas que fueron repartidas. Demasiado educado todo. Como escribió en su momento P.A. Taguieff, “la aparición reciente, en Francia, de movilizaciones antirracistas de masas, ha contribuido a la desproblematización 1 Zygmunt Bauman. Modernidad y Holocausto. Madrid: Sequitur, 1998.

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del antirracismo”, y ello fundamentalmente “porque el antirracismo mediático ha precedido y preparado las movilizaciones anti-excluyentes teatralizadas”2. En su lucha contra el antirracismo educado Taguieff sostendrá que no basta con expulsar la palabra “raza” de nuestro lenguaje cotidiano para acabar con el problema3. Algo no funciona en tantos actos de buena voluntad, y la falla no acaba de ser localizada. Por ejemplo, que a la raza de base biológica le ha seguido algo más inasible y espiritual, si se quiere, como es la distinción social y cultural –tal como lo piensa Pierre Bourdieu-, en tanto base de las “razas culturales”. Avancemos a este tenor algo del caso más sintomático. El etnólogo Alfred Métraux, un viejo conocido de Claude Lévi-Strauss desde la época en que ambos encarnaban con otros intelectuales la oposición intelectual al nazismo exiliada en Estados Unidos, comenzó a editar en 1950, en el momento en que era director de la oficina de relaciones raciales de la UNESCO, y coincidiendo con un coloquio sobre el racismo convocado por esta institución, una colección titulada “La cuestión racial ante la ciencia moderna”. A petición suya Lévi-Strauss escribirá un discurso titulado Race et Histoire4. En este librito, Lévi-Strauss establecía la distinción capital, que luego retomaría en otra obra de mayor enjundia, La Pensée Sauvage5, entre sociedades “frías” y sociedades “calientes”, dejando claro que el desarrollo tecnológico y civilizatorio no respondía a criterios de superioridad cultural o racial, sino de particularidades o incluso de elección; ahondaba, por consiguiente, en el relativismo cultural, y lo elevaba científicamente a categoría axiológica. Race et Histoire se convirtió de inmediato en un clásico del antirracismo, e incluso pasó al dominio público de los estudiantes de bachillerato y de sus profesores, que lo leían en clave moral, sin acabar de comprender del todo su significado. Era un ícono político. La lucha contra el racismo había así alcanzado una gran popularidad, pero no una profunda comprensión. Lévi-Strauss no se sintió paradójicamente satisfecho con esta aceptación popular, que venía a simplificar con argumentos morales la complejidad de las tesis científicas6. Para responder a esta simplificación, y “para no repetirse”, LéviStrauss volvió al tema, en 1971, también a petición de la UNESCO. La conferencia, ahora llamada Race et Culture, escandalizó a quienes se la encargaron al no responder a sus expectativas e incluso cuestionarlas. En esta disertación Lévi-Strauss, a su vez preocupado por la interpretación simplista de sus teorías, se muestra tajante sobre la imposibilidad de la antropología cultural para acercarse satisfactoriamente a la noción de raza biológica: “No le corresponde al etnólogo 2 Pierre-André Taguieff. Les fins de l’antiracisme. París: Eds. Michalon, 1997, p.II. 3 Ibidem, p.333. 4 J.A. González Alcantud. El ‘combate’ contra el racismo en Claude Lévi-Strauss”. Historia, Antropología y Fuentes Orales, nº 43, 2010, pp. 21-38. Reproducido en Racismo elegante…op.cit. 5 Claude Lévi-Strauss. La pensée sauvage. París : Plon, 1962. 6 Claude Lévi-Strauss & Didier Eribon. De cerca y de lejos. Madrid: Alianza, 1990.

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tratar de decir lo que es o no es una raza, porque los especialistas de la antropología física, que lo vienen discutiendo desde hace casi dos siglos, jamás se han puesto de acuerdo, y nada indica que estén hoy más cerca de hacerlo”7. Para LéviStrauss está relativamente claro lo que es una cultura, ya difícil de definir por sí misma, pero no lo qué significa una raza, dado que los enigmas que plantea son aún mayores. Así interpretó él mismo a posteriori el objetivo que buscaba con la provocación del escándalo: “Durante esos veinte años habían pasado muchas cosas, entre ellas, por lo que a mí se refiere, una irritación creciente ante una ostentación periódica de buenos sentimientos como si con eso bastase. Me parecía, por el contrario, de un lado que los conflictos racionales no hacían más que agravarse; de otro, que, en el espíritu del público se creaba una confusión en torno a nociones tales como las de racismo y antirracismo, y que a fuerza de ampliarlas de forma inconsiderada se alimentaba el racismo en lugar de debilitarlo”8.

En función de lo anterior, es decir de la insatisfacción que provocan las políticas de buena conciencia y autosatisfacción antirracista, se impone reflexionar de nuevo sobre el porqué de la persistencia del racismo ideológico, y repensar en consecuencia sus orígenes. 1. Las “Razas Históricas” como alternativa “Antirracista” a las Razas Biológicas 1.1. Génesis de la teoría de las razas históricas: Fouillée y Le Bon Una vez más hemos de mirar a Francia, encarnación del ideal ilustrado, para encontrar una explicación al reto propuesto. Francia ocupa un lugar fundacional en la búsqueda para encontrar unas características antropológicas de base racial a la nación. Entre los primeros trabajos llevados a cabo allá sobre esta materia tenemos los de Paul Broca Recherches sur l’ethnologie de la France, aparecido en 1859, y de Gustave Lagneau Notice questionnaire sur l’anthropologie de la France, de 1861. Broca, respondiendo a las cuestiones planteadas por Gobineau, considera que la raza francesa no estaba degenerando como algunos agoreros señalaban, entre ellos Gobineau, ya que las « transformaciones no pueden tener lugar más que una extrema lentitud, por la superposición de un gran número de generaciones »9. Luego vinieron a fines de siglo los trabajos de Mortillet en 1897 7 Claude Lévi-Strauss. Raza y cultura. Madrid: Cátedra. Introducción y edición de Manuel Garrido, p.107. 8 Ibidem, p.203. 9 Paul Broca. Sur la prétendue dégénérescence de la population française. París  : Imprimerie E.Martinet, 1867, p.49.

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con su Formation de la nation française. Ninguno de ellos resolvió el problema de la existencia de una supuesta “raza francesa”, ya que la realidad nacional de Francia inducía automáticamente a pensar en la pluralidad racial del pueblo francés. Por supuesto, quien ha recibido más ataques en el ámbito de los combates sociales contra el racismo, hasta convertirse en su expresión más estereotipada, fue el también francés Arthur Gobineau. Las motivaciones de Gobineau para tramar su reflexión raciológica parecen responder a una cuestión interna. Cuando escribió su célebre libro sobre la desigualdad, el Essai sur l’inégalité des races humaine (1853), donde se mostraba contrario a toda mezcla racial por albergar ésta el principio de la degeneración, sentía un profundo « odio, desprecio y horror (…) hacia el mundo contemporáneo”, y el que éste “fuese infinitamente más virulento [en 1877], como lo era en 1850, y es verosímil que extendiese sobre el pasado, en cierta medida, los sentimientos que lo animaban en el momento presente”. Es decir, el ensayo gobineauniano habría nacido en gran medida, “de la decepción que inspiraba a Gobineau el espectáculo de su época »10. Para Gobineau la separación física y cultural de las razas es un hecho; ataca en este terreno a los “unitaristas” que querían ver un único origen para todo el género humano. Tampoco está convencido de que sea el clima o el lugar el argumento definitivo que explique las diferencias entre unas razas y otras. Confiere una dimensión más trascendente a la civilización, y en consecuencia a los hechos culturales en sí mismos. No siendo, por lo demás, la nuestra la civilización más elaborada, ya que tenemos modelos anteriores que nos superan, la “degeneración” sería la palabra clave para explicar estos vaivenes de la historia, y ésta estaría fundada en la existencia de mezclas que provocarían el estado de decadencia: “Yo pienso entonces que la palabra ‘degenerado’, aplicándola a un pueblo, debe significar y significa que este pueblo no tiene el valor intrínseco que anteriormente tenía porque él no tiene en sus venas la misma sangre, en la cual las alianzas sucesivas han modificado gradualmente su valor”11.

A Gobineau le preocupaba como causa de la degeneración, además de la mezcla, la “corrupción de costumbres”. Razonaba así: “La corrupción de costumbres, en sí misma la más horrible de las plagas, no juega inevitablemente un papel destructor”, ya que esta decadencia que entrañaría la corrupción estaría en relación con las fluctuaciones de la propia historia nacional, y no de de las “virtudes de los primeros romanos”, es decir de algo fijo e inmutable, heroico12. 10 J. Buenzot, La formation de la pensée de Gobineau et l’Essai sur l’inégalité des races humaines. París : Librairie A.G. Nizet, 1967, p.329. 11 Arthur M. Gobineau. «  Essai sur l’inégalité des races humaines  » (1853). A. Gobineau. Œuvres. I. París : NRF, Bibliothèque de la Pléiade, 1983, p.162. 12 Ibidem, p.148.

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Gobineau ha quedado en buena medida reducido a estas ideas, y por ellas es ampliamente conocido, encarnando a la perfección el modelo del raciólogo intelectual. Sin embargo, se olvidan otras dimensiones de su racismo, desarrollado en las casi mil páginas del Essai sur l’inégalité des races humaine. Se olvida, por ejemplo, el racismo que hoy día podríamos catalogar de lingüístico, cuyo debate Gobineau abre. Proclamará este axioma sobre el particular, relacionando la lógica de las razas con la de las lenguas: “La jerarquía de las lenguas corresponde rigurosamente a la jerarquía de las razas”13. Sólo partiendo de ese axioma podríamos arribar a nuevas y fértiles conclusiones sobre las lenguas y la jerarquización sociocultural actual, sobre todo en relación con la supremacía del inglés14. Descartado todo racismo biológico como fundamento de la nación revolucionaria, el hecho nacional es interpretado muy tempranamente en clave culturalista entre los intelectuales franceses. Las obras de HyppoliteTaine y de Ernest Renan dominan todo el paisaje intelectual hasta el fin de siglo. La posición en particular de Taine se desarrolla en su Histoire de la Littérature anglaise. La idea de « raza » está presente en todos los estudios que este consagra a la filosofía del arte. « La noción de raza le ayuda (…) a definir el genio estético de cada uno de los pueblos que aborda en sus obras»15. Renan, por su parte, creía en el genio francés tramado en la cultura. Taine y Renan ejercerían su influencia sobre el pensamiento del escritor Barrès y del sociólogo Gustave Le Bon, ambos conservadores. Esta ideología del genio de la raza cultural jugará un papel de gran importancia en el largo trabajo de zapa a la cultura política basada en el racionalismo ilustrado y revolucionario. El determinismo cultural se va abriendo de esta manera paso16. La visión conservadora basada en el concepto de « raza cultural » permearía toda la ideología y comportamientos colectivos de Francia durante buena parte del siglo XX, convirtiéndose en uno de los soportes más claros de la ideología de la hoy llamada «república colonial», al socavar los principios igualitarios de la Revolución francesa, y privilegiar supremacía de la “raza francesa”17. El iniciador de la llamada “psicología de los pueblos”, que tenía en el horizonte al concepto de “raza cultural”, fue Émile Boutmy (1835-1909). Éste era discípulo directo de Hyppolite Taine. Siguió literalmente al maestro al situar el « alma colectiva » en el centro de su pensamiento. El alma colectiva, concepto 13 Ibidem, p.339. 14 J.A. González Alcantud. Políticas del sentido. Los combates por la significación en la posmodernidad. Barcelona: Anthropos, 2000. 15 François Léger. “L’idée de race chez Taine”. In: Émile Temime & Pierre Guiral. L’idée de race dans la pensée politique française contemporaine. París : Eds. du CNRS, 1977, p.91. 16 Zeev Sternhell. “La fonction politique et culturelle du racisme”. In: Michel Wieviorka (ed.) Racisme et modernité. París: La Découverte, 1992, p.57. 17 J.A. González Alcantud. La fábrica de los estereotipos. Francia, nosotros y la europeidad. Madrid : Abada, 2006.

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rápidamente asumido por prensa y literatos que la reprodujeron ab nauseam, “es percibida –por Boutmy- como el producto de las condiciones físicas originales que se imponen a cada población »18. Bajo este criterio escribirá dos obras : Essai d’une psychologie politique du peuple anglais au XIXè siècle (1901), y Eléments d’une psychologie politique du peuple américain (1902). En la primera de estas obras, comienza subrayando, al modo de Taine, la importancia, del medio físico. No obstante, dará un giro importante a su argumentación al sostener que «el gusto y el hábito del esfuerzo deben ser considerados como el atributo esencial, la cualidad profunda y espontánea de la raza»19, lo cual destacaría él como un signo distintivo de la raza anglosajona. Boutmy, vinculando su idea racial al concepto de “casta”, razona siempre con el pensamiento en Inglaterra, que: «Las causas que han introducido la necesidad de actividad en este tipo de la raza han perdido hoy día su intensidad. La multiplicación de los capitales intelectuales y materiales han aumentado el número de personas muy ricas, debilitando gradualmente, en una parte de la masa nacional, el instinto hereditario por el cual el hombre reconoce y acepta la ley del trabajo. De otro, en este medio nuevo, los indolentes y los débiles han tenido suerte de subsistir, de perpetuarse y de constituir un elemento étnico permanente»20.

Por consiguiente para el iniciador de la psicología de los pueblos el principio estructurador sería la « raza », en tanto casta aristocrática, si bien en ésta el trabajo sea parte sustancial, en lugar de la nación o el pueblo de formación igualitaria. Empero el autor en quien los debates sobre la “raza” y sus relaciones con la cultura y/o la civilización alcanzarán mayor densidad y redondez fue Alfred Fouillée (1838-1912). El concepto dominante en Fouillée, por el que será más conocido en su época, es el de “ideas-fuerza”, noción típicamente idealista, donde la voluntad de poder se convierte en el trasunto de toda la historia. Se expresa en estos términos a propósito del papel de la voluntad, de la “consciencia” según él, en la historia: “‘Voluntad de consciencia’, tal es la fórmula que, en nuestra Morale des idées-forces, habíamos ya propuesto y que propondremos de nuevo para expresar el fondo de la existencia. Nos parece necesario tomar de la filosofía de Schopenhauer y de sus continuadores: voluntad de…; nosotros 18 Philippe Claret. La personalité collective des nations. Théories anglo-saxones et conceptions françaises du caractère nacional. Bruselas :Bruylant, 1998, p.89. 19 Émile Boutmy. Essai d’une psychologie politique du peuple anglais au XIXe siècle. París  : Librairie Armand Colin, 1901, p.14. 20 Ibidem, p.14.

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destacamos así nuestra oposición a aquellos que consideran más la voluntad de vida, o la voluntad de poder, o incluso la voluntad de acción práctica”21.

El sujeto, según Fouillée, se percibiría a sí mismo como voluntad: “Yo quiero ser para mí, yo quiero ser consciente; mi voluntad es entonces, en última instancia, voluntad de consciencia”22. Esta percepción del mundo influiría en muchas teorías vitalistas e idealistas, como la del pensador español Ángel Ganivet. Por otra parte, las concepciones sobre la jerarquía de Fouillée estaban orientadas por el evolucionismo, con todas sus connotaciones darwinistas de lucha por la supervivencia: “En resumen –arguye-, la biología, la sociología, la política, la moral misma, están de acuerdo; la evolución orgánica está en armonía con la evolución social, la clasificación de los organismos con la clasificación de las sociedades”23. Pero este mecanicismo evolucionista paradójicamente no compromete la idea de libertad, según Fouillée. Al igual que la evolución tampoco presupondría el acceso automático a superiores niveles colectivos de justicia y bondad social: “La evolución –continúa argumentando- no presupone la paz, la justicia, la moralidad, sino que ella los produce; y lo hace de dos maneras: 1º por el desarrollo del interés y la simpatía, del egoísmo y del altruismo racionales; 2º por la influencia de las ideas, es decir por la tendencia del ideal a realizarse en la medida en que es concebido”24. La interpretación fouilleana del evolucionismo no lleva implícita la supremacía del progreso: “La evolución entre los seres inteligentes y sensibles, no puede aparecer como siendo al mismo tiempo un progreso, puesto que el progreso en el fondo no es más que la evolución misma de la inteligencia y de la sensibilidad hacia un máximo que será su estado límite, en otros términos, la variación en el sentido de un engrandecimiento del pensamiento y el bienestar”25. Hasta aquí su interpretación de la interacción determinismo/libertad. En otro orden, Fouillée cree que todo encuentra su explicación definitiva en la medida en que existe un “inconsciente colectivo” que ha venido a sustituir eficazmente las anteriores explicaciones de “derecho divino”. Arguye que si bien, “la explicación más antigua y más popular que nos proponen los partidarios de la finalidad, es admitir una suerte de Providencia superior a las sociedades humanas, que les hace servir, sin que ellas lo sepan, a sus impenetrables destinos”, “la explicación más moderna consiste en hacer descender esta Providencia al seno

21 Alfred Fouillée. La pensée et les nouvelles écoles anti-intellectualistes. París: Felix Alcan, 1927, 5ª, p.II. 22 Ibidem, p.14. 23 Alfred Fouillée. La Science Sociale Contemporaine. París : Hachette, 1910, p.191. 24 Ibidem, p.185 25 Ibidem, p.186.

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mismo de las naciones, bajo la forma de una ‘voluntad inconsciente’”26. Para finalizar, este inconsciente, siendo algo “más que un desplazamiento o dispersión de la conciencia”, puesto que “en lugar de concentrarse en la parte directora, se expande en las partes dirigidas”, se transforma en una “psicología colectiva”27. Estudiar esa psicología colectiva para averiguar el lugar de cada pueblo en la evolución parece elemental. De esta evolución psicológica se desprende una jerarquía que organiza la vida internacional28. Junto a las ideas de Alfred Fouillée algunas otras sobre el papel de las mentalidades colectivas en la formación de la idea de “raza” se las debemos a su coetáneo: Gustave Le Bon (1841-1931). Le Bon escribió una obra que sigue siendo de referencia en el campo de la psicología: La Psychologie des Foules (1895). El estado irracional en el que sitúa las acciones colectivas de las masas tuvo mucha fortuna interpretativa. Sus consideraciones elitistas y jerárquicas sobre el comportamiento irracional e ilógico de la masa, fácil presa de las pasiones en una época en que el igualitarismo socialista estaba en alza, tuvieron gran aceptación en su tiempo. En un trabajo de síntesis como fue las Lois psychologiques de l’évolution des peuples, publicado en 1894, y del cual en 1927 se habían hecho dieciocho ediciones, Fouillée afirma que « la vida de los pueblos está regida por un pequeño número de factores psicológicos invariables »29. Tajantemente afirma: « Cada raza posee una constitución mental tan fija como su constitución física »30. Ligando esta última afirmación a la concepción racial sigue razonando: «Poco influenciados por la inteligencia, los pueblos están sobre todo guiados por los caracteres de su raza, es decir por un agregado hereditario de sentimientos, deseos, costumbres, tradiciones, aspiraciones que representan los fundamentos esenciales del alma de las naciones. Este alma nacional da a los pueblos una estabilidad duradera a través de las perpetuas fluctuaciones de las contingencias. Y aquí tocamos con el sustrato invisible de la historia, con las fuerzas secretas que orientan su curso. Es la raza en efecto quien determina la manera en la que los pueblos renacen bajo la influencia de los acontecimientos y los cambios de medio. Dominando las instituciones y los códigos pero también las voluntades de los déspotas, el alma de las razas rige sus destinos. Su conocimiento permite descifrar 26 Ibidem, p.197. 27 Ibidem, p.206. 28 Alfred Fouillée. Esquisse psychologique des peuples européens. París : Felix Alcan, 2º ed.1903. Alfred Fouillée. Psychologie du peuple français. París : Felix Alcan. 3ºed. 1903. 29 Gustave Le Bon. Lois pyschologiques de l’evolution des peuples. (orig.1894). Aphorismes du temps présent. L’incertitude de l’heure présente. París : Les Amis de Gustave Le Bon, 1978 (orig.1913 y 1924), p.1. 30 Ibidem, p.16.

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los jeroglíficos de la historia (...) La raza es la piedra angular sobre la cual reposa el equilibrio de las naciones»31 .

La raza para Gustave Le Bon es la « raza histórica », con énfasis en esto último: «  Las razas históricas, es decir las razas artificiales formadas desde los tiempos históricos por los azares de las conquistas políticas »32. Para Le Bon está claro, por lo demás, que lo fisiológico nos ilumina poco para lo que a él en realidad le interesa, o sea definir históricamente la raza en toda su profundidad: «Los caracteres anatómicos (…), no permiten más que análisis bastante sumarios. Sus divergencias aparecen solamente en las especies humanas bien separadas: los blancos, los negros y los amarillos, por ejemplo. Pero pueblos, muy semejantes por su aspecto físico, pueden diferir grandemente en su manera de sentir y de tratar, y en consecuencia, por sus civilizaciones, sus creencias y sus artes»33.

La finalidad político-intelectual de Le Bon al exhumar la idea de “raza histórica”, y, la que le es contigua, de “civilización”, es oponerse al socialismo emergente. De éste hace igualmente un análisis “psicológico”, similar al que el antropólogo físico Cesare Lombroso había realizado sobre el anarquismo, considerándolo una patología que afectaba a las grandes naciones, y en definitiva a las razas, contribuyendo sustancialmente a su degradación. Gustave Le Bon, como Alfred Fouillée, era ante todo un patriota, que procuraba identificar a Francia con la causa humanista y por ende antirracial, al menos en lo que se refiere a los europeos, a los que plantea en esencia la hegemonía civilizacional gala. En esta línea, en su libro sobre temperamento y carácter Le Bon ataca las visiones alemanas que han interpretado la Primera Guerra Mundial como un enfrentamiento entre razas europeas, haciendo prevalecer el patriotismo humanista de indudable, para él, fundamento galo34. Para concluir, hemos comprobado que existía una tendencia muy ambigua en lo que podríamos llamar el espectro cultural de la raciología. Cierto que se rechazaba la raciología de fundamentos físicos, ya que, según los raciólogos culturalistas era imposible demostrar bajo ese criterio las diferencias entre los pueblos europeos. Sólo los caracteres morales e intelectuales podían servir para clasificar a las poblaciones del continente. En definitiva, las diferencias físicas 31 Ibidem, p.2. 32 Ibidem, p.11. 33 Ibidem, p.15. 34 Gustave Le Bon. Tempérament et Caractère, selon les individus, les sexes et les races. París : Felix Alcan, 6ème éd. S.d.

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podrían ser consecuencia de las culturales, pero no a la inversa35. A partir de aquí se hablará de “razas históricas” que gracias a diversos factores culturales acumulados a lo largo del tiempo, y a la determinación geográfica, habrían adquirido constituciones mentales fijas. Y sobre todo en el interior de las “razas históricas” se debería singularizar a sus aristocracias, en las que las diferencias individuales eran mayores que en las clases inferiores, más inclinadas a la homogeneidad colectiva. De resultas de lo anterior se infería que las elites de las razas históricas superiores, como la francesa, eran las más evolucionadas. El racismo cultural se mutaba de esta guisa en un aristocratismo nacional. La raciología cultural acabó por encontrar su formulación definitiva en la llamada “psicología de los pueblos” que entre los años treinta y cincuenta, sobre todo, retomaba viejos conceptos acuñados desde Taine a Le Bon. Como señala Reynaud Paligot, “la herencia psicológica era una constante de los escritos de la psicología de los pueblos, al igual que tomaba distancias con los factores raciales”, ya que “siguiendo una tradición antigua, remontaban a la Antigüedad, el rol del clima y las condiciones geográficas eran siempre consideradas como factor explicativo del carácter de los pueblos”36. 1.2. El Hispanoamericanismo “antirracista” frente a la Latinidad afrancesada y el racismo norteamericano En los medios competenciales europeos, en los que Francia luchaba por alzarse con el liderazgo continental, una polémica muy fogosa fue la que tuvo que ver con la decadencia de las “razas latinas”. Entre las naciones “latinas” se contaba a la propia Francia por derecho histórico, cuya República quería entroncar con el ideal romano. El sociólogo Gabriel Tarde (1843-1904) se planteaba en línea con ese debate si Francia, en cuanto pueblo latino, se encontraba en decadencia frente al auge de anglosajones y alemanes37. La oposición entre latinos y anglos tuvo episodios relevantes en las mentalidades españolas38. En Italia la controvertida inferioridad de los latinos movió a argumentar a la contra a los intelectuales italianos39. El debate afectaba a Francia y la trascendía. Precisamente para responder tanto a la concepción de la latinidad auspiciada por Francia, con el fin de liderar a las naciones mediterráneas y americanas 35 Pierre-André Taguieff. La couleur et le sang. Doctrines racistes à la française. París : Mille et Une Nuits, 2002, p.103. 36 Carole Reynaud Paligot. Races, racisme et antiracisme dans les années 1930. París : 2007, p.72. Véase igualmente : Carole Reynaud Paligot. La république raciale, 1860-1930. París : PUF, 2006. 37 Gabriel Tarde. Sur la prétendue décadence des peuples latins. Conférence faite à l’Athenée de Bordeaux le 21 mai 1901. Bordeaux : Imprimerie G.Gounouilhou, 1901. 38 Lily Litvak. Latinos y anglosajones: orígenes de una polémica. Barcelona : Puvill, 1980. 39 Napoleone Colajanni. Latins et Anglo-Saxons. Races Supérieures et Races Inférieures. París: Felix Alcan, 1905.

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consideradas afines cultural y políticamente, como también de contradecir al Manifest Destinity norteamericano, que concedía Estados Unidos un papel de vanguardia mesiánica en la emancipación americana, surgirá la ideología hispanoamericanista. Mas, el hispanoamericanismo como ideología racial –la “raza hispana”- auspiciada desde España, con la estrecha colaboración de las elites criollas de las repúblicas latinoamericanas “hermanas”, fue interpretada en su época por un pequeño número de intelectuales, entre los que destaca el cubano Fernando Ortiz (1881-1969), como una variante del racismo cultural. Así veía el asunto Ortiz: «En la comunicación-circular dirigida por la Universidad de Oviedo á los centros docentes de la América de habla española, saludaba aquella a éstos, en nombre de la comunidad de raza, primero, y después, en segundo lugar, ‘de la fraternidad intelectual’ ¿Por qué esta anteposición de la raza a la mentalidad? (…) El español contemporáneo, que en América ha buscado mercado para sus industrias o ambiente para sus mercancías o que aceptemos su influencia espiritual, no por la bondad y méritos de unas y otras, sino por razón de raza. Invertidos los términos, el éxito sería halagador: enviarán mercaderías insuperables y literatura insustituible o utilísima por lo menos y el interés de la raza estaría asegurado”.

Localiza Fernando Ortiz en la raza una razón intelectual que pretende perpetuar el colonialismo a través de nuevas formas de imperialismo: “No se extrañe, pues, que hoy el principio antropológico de raza, aun siendo socialmente una ilusión, como lo fue el principio religioso ayer, sea un vigorizante y sustituto ideológico del imperialismo”40. Frente a la raza como motivo conductor de la Hispanidad, Ortiz alzaba la bandera de la civilización y del antirracismo. Ortiz sabe bien de lo que habla, ya que había realizado gran parte de su formación en España y en Italia. Afinando sus argumentos apunta a la actualidad de la raza cultural: “El error español es explicable. Pese a los esfuerzos de generosos sociólogos contemporáneos, parece que existe un recrudecimiento del racismo gobinista (…). El pangermanismo y el paneslavismo son tendencias acentuadas de la política europea, traducidas en una expresión étnica. La discusión de la decadencia latina y de la superioridad sajona por los Sergi, Fouillée, Colajanni, Desmoulins, etc.; los acudimientos antisemitas, las disensiones austrohúngaras, la cuestión irlandesa y la 40 Fernando Ortiz. La reconquista de América. Reflexiones sobre el panhispanismo. Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas: París, 1911, p.22.

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candiota, la prohibitiva legislación de inmigración china y cien hechos más demuestran que las cuestiones de raza están a la orden del día”.

Mas el argumento de Ortiz no sólo se dirige al encuentro con la sociología francesa, sino que apunta directamente hacia Alemania que había alimentado su racismo con el nacionalismo romántico a la manera de Fichte. Todos los racismos, incluidos los que presentan como antirracismos, para Ortiz se subsumen en uno solo. El cubano se nos presenta de esta manera como un avanzado de la crítica a las “razas históricas”. Pero ahora viene la sorpresa, al señalar Ortiz otra paradoja in extremis: que algunos de los más conspicuos promotores en España del hispanoamericanismo eran avant la lettre anticolonialistas, sobre todo movidos por la oposición al imperialismo estadounidense: “El heraldo de esta empresa nacional [Rafael] Altamira –escribe Ortiz-, fue traductor al castellano de los Discursos de Fichte, traducción que llevó a cabo a raíz de los sucesos de 1898, y que tenía por tanto un verdadero significado histórico. Él, como todos los demás caudillos del neoracismo, como [Rafael María de] Labra, por ejemplo, desdobla el problema en dos aspectos, uno interno: la consolidación interior por obra principal de la enseñanza; y otro extremo: la consolidación de la personalidad por obra de una diplomacia de concentración étnica, dirigida a los núcleos afines; exactamente como propagara Fichte. Así vemos a Altamira y a Labra, por no salirnos de los principales americanistas españoles, luchando contra el presente atraso mental de España, pintado por ambos y especialmente por el primero con los más negros colores y promoviendo una corriente de opinión en pro de lo que sin peligro de impropiedad pudiera llamarse el ‘panhispanismo’, llamado a luchar contra el ‘panamericanismo’, así como a los pedagógicos consejos de Fichte se unieron sus arengas ‘pangermanistas’, destinadas

a contrarrestar la acción expansiva de las otras razas” 41.

Los autores concernidos por Fernando Ortiz en las críticas de neorracismo, Rafael María de Labra y Rafael Altamira, a pesar de su anticolonialismo político, identificado con el liberalismo progresista, estarían afectados por la idea de “raza histórica” amasada en el mundo francés por los conservadores Fouillée y Le Bon. Sin ir más lejos, Altamira había aplicado el método de Fouillée-Le Bon a los españoles en un libro capital suyo: Psicología del pueblo español, publicado en 190242. 41 Ibidem, pp.5-7. 42 Rafael Altamira. Psicología del pueblo español. Madrid: Biblioteca Nueva. Introducción de

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Identificado el panhispanismo, por Fernando Ortiz, como una nueva corriente de hegemonía racial que buscaría restablecer soterradamente el dominio neocolonial, se pregunta años después, en pleno auge de los racismos fascistas, sobre si existe en verdad la idea misma de raza: “¿Qué es una raza? A los neorracistas españoles, que por un fenómeno paradójico pretenden hallar la salvación de España en donde nadie la habría imaginado ¡en la raza! debiera serles muy fácil definir la raza hispana, único medio de convencernos de su virtualidad social. Y, sin embargo, so pena que den al traste con todos los estudios modernos, no podrán decirnos más que vaguedades, las mismas que nublan hoy el racismo científico (…). La naturaleza no crea razas, como no crea especies ni géneros; el hombre los inventa para sus fines científicos, sociales, políticos, religiosos, etc. Así que ya desde ahora puede verse lo inestable del concepto de la raza, que no es sencillamente más que una agrupación de seres desde determinados puntos de vista diferenciales”43.

Si el antirracismo lo aplicó Ortiz al dominio de las relaciones entre España y América en los años diez y veinte del XIX, más adelante congruentemente se mostró firmemente antirracista frente a los movimientos de los años treinta44. Para finalizar, Fernando Ortiz resumiría todos sus análisis y experiencias sobre la raza en un grueso volumen publicado en 1946, al final de la Guerra Mundial, elocuentemente titulado El engaño de las razas45. Con él se ponía en profunda sintonía con la antropología del germano-norteamericano Franz Boas, al negar cualquier realidad no sólo al racismo biológico, enarbolado por los nazis y sus aliados46, sino al cultural, de orígenes más inciertos y sutiles. Sólo una posición como la caribeña, encarnada en don Fernando Ortiz, podía contemplar la perversión que encerraba el racismo antirracista basado en criterios “culturales”. Mas, más allá de la teoría, los combates antirraciales de Ortiz tuvieron un origen muy concreto, experiencial, que relata en dos anécdotas. Una en las Baleares cuando era jovencito, donde tuvo por compañero a un niño nubio liberto: “Fuimos buenos camaradas infantiles y a ninguno en la escuela se le ocurrió jamás que el negrito, a quien por su color llamábamos Cabeza de Moro, fuese sin embargo de distinta humanidad”47. En otra ocasión su abuelo lo llevó a Rafael Asín Vergara, 1997 (orig.1902). 43 Ortiz, op.cit. 1911, pp.12-13. 44 Fernando Ortiz. Defensa cubana contra el racismo antisemita. La Habana: Asociación Nacional contra las discriminaciones racistas, 1939. 45 Fernando Ortiz. El engaño de las razas. La Habana: Ed. Páginas, 1946. 46 Franz Boas. Anthropology and Modern Life. Nueva York: Dover, 1986 (orig. 1928). 47 Fernando Ortiz. “Martí y las razas”. In: Fernando Ortiz. Etnia y sociedad. La Habana:

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ver en Cuba al general Martínez Campos, que a él le pareció mulato, cosa que le extrañó siendo español. Estos hechos complicaron su ingenuidad infantil. Pero lo que más lo afectó fue que su abuelo esgrimía con frecuencia argumentos racistas para descalificar a sus contemporáneos. Sobre José Martí, que por cierto no tenía ni mancha de sangre negra, un buen día le dijo su abuelo: “’Martí no era de color, pero como si lo fuera; ese fue mulato por dentro’. Y entonces comprendí que en mi tierra el color oscuro en la piel llevaba implícitamente consigo una prejuiciosa consecuencia de inferioridad y vilipendio social transida de injusticias y dolores. Hasta las almas se las suponía negras cuando se las quería envilecer”. Como puede comprobarse determinadas situaciones estructurales, percibidas en la contradictoria Cuba que te tocó vivir a Fernando Ortiz, le permitieron intuir los laberintos y falsas salidas de la concepción cultural de la raza, y lo inclinaron hacia un antirracismo mucho más analítico que el de la pura denuncia ideológica. El uso antirracista de la raza, en toda su condición paradójica, se puede seguir igualmente en Estados Unidos. Se ha puesto como ejemplo paradigmático de segregación invisible el caso del sociólogo mulato W.E. Burghardt Du Bois (18681963). Du Bois vinculó su temprana trayectoria biográfica por las universidades americanas al destino común de todas las gentes de color. Como estudiante y profesor ayudante pasó en el fin de siglo XIX por universidades tales como Harvard y Atlanta. Du Bois, narró su experiencia segregacionista en los campus en un libro que por segura necesidad, dado el vacío ejercido en torno a él, se autoeditó en 1940: Dusk of Dawn: An Essay toward an Autobiography of a Race Concept48. En él relacionaba la trayectoria biográfica, de su sinuosa segregación, con el concepto de raza. Toda su experiencia la revirtió positivizando la noción de “raza”, que ahora reclamaba como un signo de la identidad “negra”. En otra obra, The Souls of Black Folk, libro aparecido en 1903, Du Bois deambula a través de un sistema de tesis, antitesis, síntesis, típicamente hegeliano, en derredor de la noción de “alma”, y sobre todo de “raza”. Para Du Bois, los hombres y mujeres “de color” deberían reivindicar la “raza” como un elemento unificador de la “nación”. La raza para Du Bois se definiría, frente al empleo que hicieron de ella los racistas, por el “color” y no tanto por factores fisiológicos. “El interés por este concepto era el poder designar un modelo de identidad africano-americana claramente distinguida de, e incluso opuesta a, una identidad americana blanca y homogénea”. Pero ante la posible confusión con el término raza, empleado entonces por los racistas, en plena alza por el éxito del eugenismo, “la construcción de una identidad cultural en el sentido extenso, histórico de una parte y literario de otra, por oposición a una identidad natural, Editorial de Ciencias Sociales, 1993, p.111. 48 W.E.B. Du Bois. The autobiography of W.E.B. Du Bois. A Soliloquy on Viewing My Life from the Last Decade of Its First Century. New York:, Internacional Publishers, 1968.

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es esencial para designar las representaciones estereotípicas racistas que reposan bastante frecuentemente en la idea de una “natura” blanca o negra, estática y eterna”49. Había invertido en esta trayectoria el significado de la palabra “raza” para darle, como ocurría en América Latina, una connotación reivindicativa. La “raza” sería ahora la fuerza de lo excéntrico. En esto venía a coincidir Du Bois de hecho con lo que ocurría en América Latina, donde la fiesta de la “raza” se había acabado convirtiendo en una celebración nativista, cargada de reivindicaciones autoctonistas50. En franca contradicción con estas posiciones “prorraciales” de Du Bois otro sociólogo negro, William Julius Wilson, circunscribió poco después el problema racial a un simple asunto de estratificación y jerarquía social. A pesar de su autoproclamado “marxismo” Du Bois no coincidía con el clasismo de Wilson, más en consonancia con el materialismo histórico. 2. De las campañas antirracistas de la unesco a la pervivencia analítica de la psicología de los pueblos La movilización intelectual antirracial alcanzó su punto álgido en Estados Unidos, antes de la Segunda Guerra Mundial, gracias a los seguidores académicos de Boas, opuestos de manera militante a la raciología nazi y fascista51. Este combate se prolongó tras la guerra en la UNESCO, el organismo cultural y educativo de la recién creada ONU. Entre los antropólogos que ocuparon posiciones relevantes en la UNESCO hay que resaltar al antropólogo Alfred Métraux, pieza clave en el organismo como jefe de su División para el Estudio de la Raza. Por encargo de la ONU, éste había realizado en 1949 una campaña de información sobre la inconsistencia de los prejuicios raciales. En paralelo en 1949 fue aprobado por la UNESCO el primer texto resultante de su activa política antirracial, el cual tuvo rápido alcance internacional. El relator y principal artífice de aquella primera declaración fue otro conocido partidario del antirracismo biológico, Ashley Montagu. En la declaración aparecían las firmas de Juan Comas, de México, y de Claude Lévi-Strauss, de Francia, entre otros adherentes. Mas, en todo Métraux siempre estaba entre las bambalinas52. Quien dirigirá las andanadas más importantes de corte científico e ideológico contra la posición antirracista de la UNESCO será, paradójicamente, otro francés: Henri V. Vallois, investigador en el área de arqueología del Musée de l’Homme, y por 49 W.E.Burghardt Du Bois Les âmes du peuple noir. París : La Découverte, 2007 (orig.1903). Edición de Magali Bessone, p,299. 50 Miguel Rodríguez. Celebración de “la raza”. Una historia comparativa del 12 de octubre. México: Universidad Iberoamericana, 2004. 51 J.A. González Alcantud Sísifo y la ciencia social. Variaciones críticas de la antropología. Barcelona : Anthropos, 2008, pp.40-55. 52 d AA.VV. Le concept de Race. Résultats d’une enquête. París, UNESCO, 1953. AA.VV. Le racisme devant la Science. París : UNESCO, 1960.

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tanto compañero en cierta medida de Alfred Métraux. No es de extrañar la posición de Vallois, ya que poco antes, en 1948, él mismo se había pronunciado motu propio señalando que había que ponerse en guardia por el abuso del término “raza”: “Parece de principio claramente que la raza no debe ser confundida con las organizaciones políticas que son los estados y las naciones”. Incluso el empleo de la palabra “raza francesa”. “Desde el punto de vista antropológico, esto no tiene sentido”, afirma. “Francia tiene al menos tres razas que separan claramente sus caracteres físicos”, apostilla53. Se inclinará Vallois, por lo tanto, por la restricción del término raza a sus usos biológicos, para evitar su fácil politización. Dará acogida a sus críticas la revista antropológica británica Man54. Paralelamente, un librito divulgativo de Vallois sobre las razas, publicado en la popular colección Que sais-je? , alcanzó los 90.000 ejemplares de difusión en varias ediciones, lo que vino a subrayar la fortuna y eco del término raza en Francia aún después de la Segunda Guerra Mundial55. A raíz de esta ofensiva, que básicamente cuestionaba el primer antirracismo de posguerra, la UNESCO convocaría en 1954 una reunión en Moscú, en la que los biólogos eran mayoría, para sancionar, matizar o corregir lo que los antropólogos habían sostenido en anteriores reuniones. El ataque de los contrarios, de principio, se centraba en la composición del comité “antirracista”, de cuyos ocho miembros, denunciaba Vallois, sólo dos eran propiamente antropólogos físicos, siendo el resto historiadores, filósofos y sociólogos. Esta vez, para compensar, la mayoría fueron antropólogos físicos, genetistas y zoólogos. En esta reunión, de 1954, en la que las críticas de Vallois estuvieron encima de la mesa, se pretendía denunciar “las impresiones, las incertidumbres e incluso las inexactitudes de algunos de los argumentos invocados”56. “La declaración que allí se elaboró –cuenta Vallois- estaba naturalmente, como la precedente, netamente opuesta a las tesis racistas, pero, a diferencia de aquella, lejos de investigar para desacreditar a la raza, prefería poner el acento sobre la oposición fundamental entre esta categoría, de la cual se esforzaba en precisar los límites y la significación, y las categorías de naturaleza cultural o social. Guardaba una prudente reserva sobre la importancia racial de los caracteres psicológicos y de la hibridación. Se pasaron en silencio, como estando fuera de su objetivo, las nociones de orden filosófico sobre el instinto innato de cooperación o ético de fraternidad universal”57.

53 Henri Vallois. Les races humaines. París : PUF, 1948, p.7. 54 Henri Vallois. “U.N.E.S.C.O. o Race”. Man, 1951. Vol.LI, pp.15-16. 55 Reynaud, op.cit. 2007, p.25. 56 Henri Vallois. “Race et racisme. La Troisième Conférence de l’U.N.E.S.C.O. (Moscou, 1964)”. L’Anthropologie, Tome 69, nº1-2,1965, p. 84. 57 Ibidem, p.85.

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El texto resultante dio lugar a nuevas discusiones, con sugerencias añadidas, que lo volvieron, al decir de algunos críticos, “pesado” y “ambiguo”. Las autoridades de la UNESCO, conscientes de las repercusiones de la problemática y de sus laberintos, querían diluir las ambigüedades. También, en apoyo de nuevas reuniones concurrió el que se actualizase la cuestión racial ante la opinión pública mundial de los años sesenta, sobre todo gracias a movimientos como el Black Power en Norteamérica y la négritude en Africa, y sobre todo el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica. En este marco un nuevo reencuentro tuvo lugar París en 1966. Ahora eran mayoría historiadores, antropólogos, sociólogos y filósofos. Al final de la declaración del 66 se manifiestan los veinticuatro científicos reunidos, de manera clara, tajante y sin ambigüedades contra las tesis racistas. En la declaración es de destacar los ascos que le hacen los reunidos a la propia palabra “raza” que ahora va siendo sustituida automáticamente por “poblaciones”, “grupos étnicos” o “culturas”. H. Vallois se posiciona entonces, como lo hizo ya en 1951 en Man, contra ese ocultamiento semántico de la propia palabra raza, política que llama “del avestruz”. A las cosas, aduce Vallois, habría que llamarlas por su nombre y no se tendría por qué enmascararlas. Ocurre, sin embargo, que la crítica de Vallois escondía no sólo de una cuestión semántica, sino de fondo. Lo que nunca se ha planeado la UNESCO, cuya sede se encuentra en París, y ha sido muy hegemonizada por el mundo francófono desde sus inicios, es el problema que suscitan las razas que hemos catalogado de “culturales”. De hecho la corriente de “psicología de los pueblos”, donde se ha refugiado el culturalismo racial continuó muy activa tras la Guerra Mundial en la propia Francia. La escuela de pensamiento sobre la psicología de los pueblos, abierta en París por Émile Boutmy, del cual ya hablamos más arriba, será continuada por André Siegfried (1875-1959). Siegfried pertenecía a una familia de banqueros de Le Havre. Fue nombrado profesor de la École Libre des Sciences Politiques en 1910, institución que en 1945 se convertirá en el Institut des Sciences Politiques de París58. Fue editorialista igualmente del diario conservador Le Figaro. Su obra de reflexión psicopolítica sobre Francia, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra la culminó en 1950 con la publicación de L’âme des peuples 59. Se ha dicho de él, después de hacer recuento de los numerosos cargos que detentó -entre ellos miembro de la redacción de la influyente revista Annales, desde su fundación, y presidente de la no menos importante Revue française de Science Politique-, que «pocos universitarios han tenido, en Francia en el curso del siglo XX, una audiencia tan extensa y una influencia tan grande, en su propio país y en el mundo entero”. 58 Véanse entre otras obras iniciales de André Siegfried: A.Siegfried. La crise de l’Europe. París: Calmann-Lévy, 1935. A. Siegfried. “La psychologie des latins”. Revue de Psychologie des Peuples, nº 1, 1946, pp.13-22. A. Siegfried. L’âme des peuples. París: Hachette, 1950. 59 Claret, op.cit. pp.90-95.

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En cuanto a la « genialidad francesa » téngase presente que, al decir de Siegfried, «el carácter único de la psicología francesa procede justamente de la diversidad», lo cual era una idea muy repetida en la raciología cultural : « No hay una raza francesa, hasta tal punto que la expresión, cuando se la emplea, no significa nada (…) Somos, como dice Seignobos, una raza de mestizos, pero se sabe que una selección demasiado estricta no desarrolla la inteligencia y que todas las mezclas no dan malos resultados (cursivas del autor). El pueblo francés parece ser se ha enriquecido más bien de aportaciones variadas: debemos a los latinos nuestra lucidez intelectual, nuestro don de expresión; a los celtas nuestros espíritu artístico, nuestro individualismo llegando en ocasiones hasta la anarquía; a los germanos lo que tenemos de genio organizador y constructivo ».

Las teorías de André Siegfried no dejaban de provocar contradicciones incluso entre sus propios seguidores, que no sabían cómo reaccionar, por ejemplo, ante el determinismo geográfico del maestro. La siguiente opinión registrada con motivo de un homenaje a su obra es bien elocuente, puesto que vincula el determinismo de Siegfried con posiciones ultraconservadoras limítrofes con el fascismo60. Sólo un filo hilo separaba a unos de otros. Se ha indicado igualmente el desencuentro entre los investigadores americanos y Siegfried, a pesar de que al menos dos de las obras de éste fueron traducidas al inglés. El mismo Siegfried atacó el libro de Rodha Métraux y Margaret Mead Thèmes de culture française61, un intento de interpretación de la cultura francesa desde Estados Unidos, haciendo valer la superioridad de lo vivido sobre el método a distancia preconizado por Mead, a raíz del éxito de este método aplicado durante la Guerra Mundial a la cultura japonesa por Ruth Benedict. Atacaba Sigfried el que Mead y Métraux, que por cierto era la esposa del antropólogo francés antes mencionado, Alfred Métraux, hubiesen tomado como modelo de análisis a la burguesía francesa clásica, del periodo 1854-1914, convirtiéndola en la parte principal del estereotipo contemporáneo del francés medio62. Los estudios culturales a distancia, y los “patterns” culturales que se inferían de los mismos, es decir las características más relevantes y significativas de una cultura, agrupadas frecuentemente en ejes de coordenadas binarios, inducían peligrosamente a desplazarse frente a una suerte de neorracismo basado en el determinismo cultural. De esto ya había alertado un miembro del grupo de Benedict y Mead, Gregory 60 VV.AA. L’œuvre Scientifique d’André Sigfried. París : Presses de la FNSP, 1977, pp.30-31. 61 Rhoda Métraux & Margaret Mead (eds.) Themes in French Culture. A Preface to a Study of French Culture. New York: Bergham Books, 2001, pp.X-XI. 62 Kathryn M Anderson-Levitt. «Introduction  to Themes in French Culture». Mead & Métraux, op.cit, 2001, pp.XII-XIII.

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Bateson. Pero no era esto precisamente lo que molestaba a Siegfried, sino el que los franceses se hubiesen convertido en objeto de estudio casi entomológico, en lugar de serlo otros pueblos menos civilizados. Todo este movimiento, que combinaba en diversos grados psicología colectiva y antropología de los “patterns”, fue completado con la puesta en marcha en 19371938 de un Institut Havrais de Sociologie Economique et Psychologie des Peuples en Le Havre, por parte del discípulo de Siegfried, Abel Miroglio (1895-1978)63. Los trabajos de este instituto se proyectarán más allá de la Guerra Mundial, y tendrá algunos de sus más destacados y conspicuos seguidores en europeístas sin tacha como el español Salvador de Madariaga; Véase sin ir más lejos el significativo libro de éste Carácter y destino de Europa, donde vuelve sobre las lecturas psicológicas para explicar las diferencias culturales entre los pueblos europeos-64. 3. La pulsión Jerárquica y el Multiculturalismo bienpensante, o por qué permanece el problema de la raza De momento, quedémonos con la idea principal que ya nos ha aparecido: la de racismo “racismo velado”, “nuevo racismo”, “racismo simbólico” o “racismo moderno”. Se ha denominado de estas maneras al fenómeno que comienza a ser visibilizado hoy. Sintetizando la problemática se ha escrito: “Los racismos flagrantes y velados tienen dos formas de expresión contrastadas del mismo fenómeno central. El racismo flagrante es violento, estrecho y directo. El racismo velado es frío, reservado e indirecto”65. El dédalo conceptual emergido del racismo cultural se une así a las ambigüedades del racismo biológico, nunca enterrado del todo a pesar de los esfuerzos pedagógicos y propagandísticos desplegados por la UNESCO desde sus inicios. Este “racismo cultural” tiene formulaciones paradójicas en países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, los cuales han tenido que construir su idea de ciudadanía combatiendo contra las formas más groseras del racismo, es decir el racismo biológico, o con anterioridad frente a la segregación esclavista. No obstante, las oposiciones estereotípicas entre las naciones occidentales ha provocado que éstas en competencia por limpiar su narración histórica de cualquier contaminación racista, y en pos de mostrar la idoneidad de su propia way of life, política y cultural, hayan adjudicado a las demás el vicio de ser más racistas que ellas mismas. Hartos, por ejemplo, de sentirse los responsables únicos del racismo contemporáneo, los norteamericanos, a través de sus scholars, han reaccionado buscando nuevos argumentos sospechosos de racismo en naciones sin mácula aparente, como Francia. 63 Abel Miroglio. La psychologie des peuples. París: PUF, 1962 64 Salvador de Madariaga. Carácter y destino en Europa Madrid: Espasa Calpe, 1980, (orig.1925,1929,1951). 65 Thomas F. Pettigrew & R.W. Meertens. “Le racisme voilé: dimensions et mesure”. M. Wieviorka (ed.). Racisme et Modernité. París: La Decouvérte, 1992, p.110.

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Otra opinión es la de quienes sostienen que es un anacronismo hablar de “racismo” refiriéndonos a los procesos anteriores a la segunda mitad del siglo XIX, ya que de aplicarse el concepto en su conceptualización actual, todo el mundo en aquella época podría potencialmente ser catalogado de racista. De manera que se propone aplicar el concepto racista sólo a los movimientos sociales e intelectuales existentes a partir de los años veinte. Esta sería, en nuestra opinión, una manera de eximir de la acusación de racismo a muchos sectores, que efectivamente han jugado esa carta, frente a otros claramente antirracistas a lo largo de los siglos. El racismo no puede subsumirse en la corriente general, amoral en buena medida por ser un cúmulo de hechos objetivos, de la Historia. No es un fatum ni tampoco un hecho reciente. El racismo es una práctica de segregación consciente con su historia siniestra que late más allá de los automatismos históricos estructurales. No cabe, pues, desresponsabilizar a quienes han ejercido conscientemente el racismo o cualquier otra forma de opresión bajo el criterio de que operaban bajo unas determinadas circunstancias históricas. 3.1. El racismo como pulsión jerárquica El racismo contemporáneo es una práctica soterrada, pragmática. Se parece en esto al clientelismo social y político. Existen, en el racismo como en el clientelismo, unas grandes distancias entre los aspectos normativos de la sociedad, que pueden ser abiertamente igualitarios y democráticos, y los pragmáticos, desigualitarios y jerárquicos66. Estas distancias conducen a prácticas consideradas irregulares desde el punto de vista moral, consistentes en jerarquizar a los sujetos en virtud de facies, de su apariencia física, y en los casos más sutiles, de su origen. El igualitarismo ambiente, sancionado por la ley, choca con estas prácticas jerarquizadoras. Este fenómeno produce efectos que Louis Dumont observó en el sistema de castas hindú, donde se mezclaban clientelismo y racismo. Ya en 1900 el asunto estaba planteado tácitamente en el libro de Célestin Bouglé, Essais sur le régime des castes. Este autor decía entonces que el camino que abandonaba la “filosofía de las razas” era retomado por la “antroposociología”, tan activa en su época, y a la que él se adscribía. El empirismo derivado de los estudios de campo se abría camino agraciadamente, diluyendo las fantasmagorías67. Siguiendo esa lógica el sistema de castas indio se presentaba en las antípodas del sistema de estratificación social occidental. Tomando como punto de arranque las tesis tempranas de Bouglé, Louis Dumont reflexionó ulteriormente sobre el mismo asunto en base a sus trabajos de campo en la India. 66 J.A. González Alcantud. El clientelismo social y político. Perspectiva socioantropológica. Barcelona: Anthropos, 1998. 67 Célestine Bouglé. Essais sur le régime des castes. París: PUF, 1969 (orig.1900), p.103. Prefacio de Louis Dumont.

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Dumont pensaba que uno de los primeros analistas de la casta, Max Weber, tropieza con la trampa etnicista al analizar el asunto: “Para otros como Weber y Kroeber, la casta representa un paso al límite: el ‘grupo de estatus’ se transforma en casta, cuando la separación está garantizada no solamente por las convenciones y las leyes sino ritualmente (impureza de contacto) (…) Weber al incluir no sólo a los dioses distintos de la casta, sino igualmente a lo étnico, la transforma así en una “comunidad” (Gemeinschafen), “cerrada hacia el exterior, endogámica, creyente en un parentesco de sangre entre sus miembros, que se ‘ponen en sociedad’ (Vergesellschaflet) los unos con los otros. En suma, la casta resultaría de una conjunción entre el ‘grupo de estatus’ y la ‘comunidad étnica’”.

Para Dumont, el caso hindú pondría en el centro del debate científico la supremacía del sistema de valores en la configuración de la jerarquía social. Dumont nos viene a señalar que el concepto de raza se ha desplazado de los aspectos físicos a la jerarquización, sosteniéndose en unos dispositivos simbólicos que la organizan en función del sistema de valores68. De ahí, la relatividad del concepto de raza, con el caso indio de fondo: “Mientras que en la India la herencia es un atributo de estatus, el racista atribuye el estatus a la ‘raza”69. Para lograr su cometido Dumont adoptó en parte el punto de vista autóctono que destacaba la jerarquía bramánica y reducía el alcance del poder político, tendente al igualitarismo cívico70. No podía ser otro el punto de vista del antropólogo. El debate abierto por Louis Dumont cuestiona la organización jerárquica como base para explicar la concepción cultural de la raza. De este debate en el que se insertan las ideas de jerarquía e igualitarismo surge la palabra clave de nuestra época: racismo. Con todas las ansiedades que provoca su empleo. “El racismo –sentencia Dumont- es, como se lo conoce frecuentemente, un fenómeno moderno (…) La hipótesis más sencilla consiste entonces en suponer que el racismo responde, bajo una forma nueva, a una función antigua. Todo pasa como si representase, en la sociedad igualitaria, una resurgencia de esto que expresaba de manera diferente, más directa y 68 Louis Dumont. “Caste, racisme et ‘stratification’”. Cahiers Internationaux de Sociologie. Vol. XXIX. París : Presses Universitaires de France, 1960, p.106. 69 Ibidem, p.109. 70 Roland Lardinois. “Genesis of Louis Dumont’s Anthropology. The 1930’s in French Revisited”. VV.AA. Orientalism and Anthropology. From Max Müller to Louis Dumont. Pondichéry: French Institute Pondichéry, 1997, p.35.

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naturalmente, en la sociedad jerárquica. Retomar la distinción ilegítima, y tendréis la discriminación, suprimid los modos antiguos de distinción, y tendréis la ideología racista”71 .

Pero no sólo la India provocaba reflexiones sobre jerarquización y racismo. Estados Unidos fue pionero en el debate sobre castas e igualitarismo. John Dollar en 1937 hablaba de sistemas de castas raciales frente a sistemas de castas estratificados, con referencia al sur norteamericano y a sus particulares estratificaciones sociales72. Siguiendo esa senda, Oliver Cox, escribe en 1948, que mientras el sistema hindú es un sistema social coherente fundado en un principio de desigualdad, el “color bar” americano contradice el sistema igualitario en el seno del cual se encuentra y constituye de alguna manera su enfermedad73. Para eludir esta complicación conceptual habría surgido el término neutro de “estratificación social” en los medios socio-antropológicos. Observadas por estos autores, las castas indias no serían un sistema tan injusto como nuestra imaginación nos las presentan, al no producir de principio violencias semejantes a la esclavitud, que ellos sí habían conocido hasta fechas muy recientes de la historia norteamericana. La esclavitud americana no daría la consideración de personas a los esclavos, pero en las castas inferiores bramánicas sí existiría esta consideración de humanidad. Cada uno de los miembros de las castas, incluidas las inferiores, se supone que aceptaría la jerarquía de nacimiento y de iniciación, estando confortablemente instalados en su nicho. Incluso, dentro de la casta se producirían movimientos matrimoniales exogámicos y solidaridades o fraternidades internas74. Lo que hace Cox es establecer una distancia insalvable entre la casta y la raza. Para él la raza se definiría esencialmente por criterios físicos, determinantes de todo punto de vista, mientras que la casta sería un mecanismo de distinción cultural, en el que intervendrían elementos tales como la construcción social de la impureza, sin relación con el concepto higiénico, o de distinción, manifestada sobre todo con los actos alimentarios de la comunidad. De esta manera se transitaría de la real y física diferencia de constitución física, fundamento del racismo biológico, a la “pureza de sangre” metafórica, presente en las castas75.

71 Dumont, op.cit. 1960, p.107. 72 John Dollar. Caste and Class in Southern Town. Nueva York, 1937. 73 Oliver C. Cox. Caste, Class and Race. A Study in Social Dynamics. New York: Modern Reader Paperbacks, (1970, orig.1948). 74 Ibidem, pp-18-20. 75 Ibidem, pp.423-428.

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3.2. El racismo como mito competencial Recapitulando. De de lo dicho hasta ahora cabe inferir dos conclusiones: Primero, existe una relación estrecha de la idea de raza con la imaginería occidental, emergida de la competencia entre los pueblos europeos. La aportación que nosotros podemos hacer a este movimiento interpretativo de la idea de raza, sobre la que se han vertido infinidad de páginas, proviene del hecho siguiente: los raciólogos y racistas euroamericanos, en los que hemos centrado nuestra interpretación empírica, no medían con los pueblos extraeuropeos sus armas más que de una manera diletante. En la existencia del sistema de dominación colonial estaban casi todos de acuerdo, incluidos algunos “revolucionarios”. Era con los demás países europeos, competidores directos por la hegemonía mundial, con quienes contrastaban sus argumentos los occidentales. Este es un aspecto que frecuentemente han pasado por alto los estudios raciológicos, absortos en la interpretación del otro lejano. Hoy día incluso los estudiosos del imperialismo reconocen un papel esencial en la formación del otro lejano a las tensiones y competitividades intraeuropeas o intraoccidentales. Segundo, el antihistoricismo de la idea de raza cultural. Como fue señalado en su momento por Marcel Olender, las políticas de la raza se han fundamentado epistemológicamente en el antihistoricismo. La raza sería así una apreciación ahistórica, solidificada y constante, como sostiene claramente Gustave Le Bon, que atraviesa las edades. Nada puede sustancializarse, esgrime Olender, si no es en razón de la construcción del mito. Señala esta analista que, “si al binomio Pensar / clasificar conviene añadirle el verbo jerarquizar, la interacción entre raza y erudición llama a un cuarto asunto, contorneado de sombra y de luz: mito”76. El mito de la raza está operativo gracias a su ahistoricidad. Frente a ello Olender señala que el lingüista Fernand de Saussure oponía la única certeza que tenía: el movimiento, es decir el devenir temporal histórico. * * * Las posibilidades de liberarse del problema de la raza, bajo las formas más evidentes como la segregación, llevaron en Norteamérica a los teóricos universitarios a imaginar e idear el multiculturalismo, en cuanto políticas del reconocimiento practicadas desde las identidades colectivas étnicas. Las críticas a este concepto, de gran éxito mediático y político, no se han hecho esperar. Desde el lado intelectual francés se ha esgrimido, por ejemplo: “Postular una paleta de colores, un abigarramiento humano, es igualmente hacer de la asimilación o de la integración un problema y la figura del meelting pot o aquella del crisol republicano puede (…) aseverar la ineficacia”77. Lo cierto es que la idea de raza 76 Maurice Olender. Race sans histoire. París : Galaade-Points, 2009, p.16. 77 Jean-Loup Amselle. Vers un multiculturalisme français. L’empire de la coutume. París: Aubier,

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hoy ha retrocedido no tanto gracias a las políticas humanitaristas y antirracistas de la UNESCO, como a que los excesos de la Segunda Guerra Mundial habían abonado el terreno para que éstas tuviesen éxito. Existe, por consiguiente, una gran inquietud sobre la ineficacia de las políticas multiculturalistas. E incluso sobre la perversidad que esconden detrás de un aparente progresismo. Hoy día se ha dicho con gran razón: “El término ‘raza’ es en sí una engañosa ficción del siglo XIX y el término ‘etnicidad’ en su presumible sentido biológico es su fotocopia de finales del siglo XX. Sus rasgos son más imprecisos, pero el diseño de la imagen es igual negativo”78. La raza ha sido sustituida por el “grupo étnico”, y éste por la “etnicidad”, sobre todo para los convencidos de que todo universalismo – ergo globalización- conlleva mil peligros para las identidades amenazadas. Constatamos hoy en la primera década del siglo XXI, que desaparecida la palabra, e incluso el concepto, no se ha eliminado el mal, el racismo. Es el camino del multiculturalismo cuanto menos un falso atajo. A tenor de la complejidad alcanzada por el concepto de racismo, los Postcolonial Studies, surgidos en el mundo anglosajón de la mano de profesores de orígenes subalternos procedentes de antiguos territorios del Imperio británico, han venido a preguntarse sobre la existencia del “racismo cultural”. Todo ello en la medida en que el racismo biológico ha ido perdiendo relevancia en la interpretación de las persistentes discriminaciones raciales. Para ello los poscolonialistas han dado más importancia a los fundamentos culturales del racismo, sometido a los dictados de la externalidad estética y de la esfera pública. De esta manera“all racism has its roots in, and is explainable by, categories of culture”79. A partir de esas hipótesis culturalistas se podrían establecer unas retóricas postcoloniales, como casa común para excolonizadores y excolonizados. De hecho, así se entendería que los principales portadores del antirracismo colonial fuesen los negros americanos, capaces de haber insertado su discurso en la idea de modernidad80. La obra de Frantz Fanon Les damnés de la Tèrre, donde el psiquiatra martiniqués desarrolla su teoría de la inferiorización patológica de los colonizados, necesitados de desprenderse de este complejo mediante un acto de voluntad política en el que violencia es parte central81, se convierte por estas razones en un elemento axial de los Post-Colonial Studies. Esta posición fanoniana puede conducir entre otras cosas a reforzar el africanocentrismo. La superioridad racial de los negros africanos estaría demostrada incluso, para 1996, p.18. 78 Gerd Bauman. El enigma multicultural. Un replanteamiento de las identidades nacionales, éticas y religiosas. Barcelona: Paidós, 2001, p.35. 79 Laura Chrisman. Postcolonial Contraventions. Cultural Readings of Race, Imperialism and Transnationalism. Manchester: Manchester University Press, 2003, p.130. 80 Ibidem, p.91. 81 Frantz Fanon. Los condenados de la tierra. México: FCE, 10ª, 1988.

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los partidarios de la negritud extrema, por la presencia de la melanina en la piel; afirmación, en definitiva, que hace prevalecer irónicamente la inferioridad racial de Occidente82. Incluso se ha señalado, que según estas teorías, sólo “un negro tiene el derecho a decirlo él mismo, porque con ello afirma todo lo que percibe despreciado por los otros”, “pero que el blanco no tiene derecho a decírselo al reenviar a su “esencia” supuesta: esto es el racismo”83. A la vista de esta complejidad, tal como Benedict avanzó durante la Guerra Mundial la educación no es el camino más adecuado, sobre todo si la apuesta por éste supone abandonar la “ingeniería cultural” 84. ¿Qué hacer, entonces, atrapados como estamos entre la banalidad multicultural y la amenaza de las identidades excluyentes de orígenes subalternos? Ante la imposibilidad de atrapar el problema dentro de fronteras bien constituidas se alza la autoirrision, que acaban disminuyendo el valor explicativo del estereotipo y por supuesto de la idea de raza, de manera que ésta se ve limitada en su negatividad originaria85. Un ejemplo concreto de humor autoirrisiorio relacionado con los usos de los estereotipos europeos lo ofreció en los años sesenta René Cousinier, un comediante francés. En la contraportada de uno de sus discos el comentarista describe su método de la siguiente manera: “René Cousinier es un “broma” del señor serio. Es también un señor serio que se ha vuelto muy divertido. Hablando de los orígenes de los pueblos, inspirándose en la Biblia del Talmud o en el Corán para demostrarnos que todos somos hermanos, R.C. ha llegado a trazar un irresistible cuadro de estos antagonismos humanos. La fuerza del verbo tiene toda la importancia en RC: es una ola de afirmaciones, de demostraciones, de paréntesis con un retorno detrás a una lógica y un encadenamiento en los que llega a faltarnos el aliento. Y el reír irresistible, llevado, ganado a pesar vuestro, por la precipitación de un vocabulario ‘muy particular’ que hace de R.C. un cuentista, un moralista de una originalidad agresiva donde el auditorio está dominado, disminuido”86.

Cuando satiriza el ser “français” saca a relucir las diferenciaciones entre los “franceses de Francia” y los belgas o los suizos francófonos. Ciertos de sus temas 82 Stephen Howe. Afrocentrism. Mythical Past and Imagined Homes. Londres : Verso, 1998, pp.265-274. 83 Catherine Coquery-Vidrovich. Enjeux politiques de l’Histoire coloniale. Marsella: Agone, 2009, p.163. 84 Ruth Benedict. Race: Science and Politics. New York: The Viking Press, 1957. 85 J.A. González Alcantud. Los combates de la ironía. Risas premodernas frente a excesos modernos. Barcelona: Anthropos, 2006. 86 René Cousinier. Con ou pas con. Disco vinilo, 1969.

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son “Nous les français”, “Pourquoi les allemands?”, “Ceux qui ne nous aiment pas: les italiens, les espagnols, les anglais”, “Les allemands nous aiment”, “Différence entre l’intelligence française et l’intelligence allemande”. En un momento de su frenético monólogo suelta  el humorista: “No hay una raza francesa como no hay una raza alemana…Ummm. Entiendo el silencio brutal de la sala” “Si creéis que hay una raza francesa debéis coger un francés de Marsella, un verdadero francés de Marsella…Luego tomas uno de Estrasburgo… Tomáis uno de norte de Francia, con los ojos azules, y dice ‘Nosotros los latinos’”. CODA de 2014 Con humor o sin humor, tres años después de escrito este artículo, el autor, al igual que cualquier ciudadano europeo, sigue comprobando la pervivencia tozuda del racismo cultural. Las campañas en el medio académico francés poniendo de relieve la existencia de verdaderos “zoos humains” en los años treinta para divertimento de la población parisina que acudía a la Exposición Colonial de Porte Dorée87, no ha pasado de ser una curiosidad con repercusiones acaso museográficas, pero sin trascendencia en el campo político88. Así un ministro del interior adscrito a la izquierda no tiene empacho en organizar verdaderas razzias en nombre de la ley republicana gala para expulsar y aislar a los gitanos. El racismo sigue más vivo que nunca, en plena crisis, los estereotipos mandan, y no garantizan una explicación simple a problemas complejos, una vez más. La desazón abruma a las personas de buena voluntad. No es posible que la historia se repita, no es posible que en nombre de la racionalidad burocrática, como en la época de la shoah, retornen los viejos demonios. Las ciencias sociales tienen que estar comprometidas para evitar este nuevo dislate. Hace falta mucha ingeniería cerca de la política. Ya que la militancia antirracista como la educación son importantes pero no suficientes.

87 P.Blanchard, N.Bancel et alii (eds.). Zoos humains et exhibitions coloniales. 150 ans d’invention de l’autre. París : La Découverte, 2011. 88 Pascal Blanchard et alii. Exhibitions. L’invention du sauvage. París : Musée du Quai Branly & Actes Sud, 2011.

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¿Arte o falacia? El pintor y falsificador húngaro Elmyr de Hory Clara Zamora Meca Universidad de Sevilla Resumen Durante la segunda mitad del siglo XX tuvo lugar un sonoro y mediático caso de falsificaciones de obras de arte. Un pintor húngaro, afincado en Ibiza, era acusado de haber realizado un sinnúmero de dibujos y pinturas de varios maestros postimpresionistas haciéndolos pasar por obras auténticas. El caso conmocionó los cimientos del mercado del arte vigente. Hizo que se replanteasen cuestiones básicas relativas a la autoría de las obras y a los valores en torno a los que giraban la venta y adquisición de piezas artísticas, así como los derechos e intereses culturales de los artistas, coleccionistas, museos e, incluso, naciones enteras deseosas de velar por su patrimonio cultural. Las necesidades provocadas por la sociedad del bienestar supusieron el contexto idóneo para que este fraude tomara las dimensiones de un fenómeno social, cultural y económico sin precedentes conocidos.

Abstract During the second half of the twentieth century a sound and newsworthy case of art falsification took place. A Hungarian painter who used to live in Ibiza, was accused of having made a number of drawings and paintings and making them seem  like authentic artworks. The case shocked the foundations of the art market force at the time. It questioned works authorship and the values around which the sale and acquisition of art works were founded, but also concerned the cultural rights and artists, collectors, museums interests, and even entire nations to eagerly re-think about their cultural heritage. The needs created by the welfare state became the ideal context for this fraud to take social, cultural and economic unprecedented known dimensions.

Palabras Clave Elmyr de Hory, arte contemporáneo, falsificación, mercado del arte, autentificación de obras de arte.

Keywords Elmyr de Hory, contemporary art, falsification, art market, art authentication.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

“Pues si el alma, al imaginar presentes las cosas que no existen, supiera al mismo tiempo que no existen, atribuiría sin duda esa potencia imaginativa a una virtud y no a un vicio de la naturaleza; sobre todo, si esa facultad de imaginar que el alma posee dependiese de una sola naturaleza, esto es, si esa facultad de imaginar fuese libre”.

Baruch de Spinoza, Ética (escolio)

En pintura, el estímulo sensual derivado de la contemplación de una obra debe prevalecer sobre el corolario intelectual que la propia obra encierre o el mensaje implícito que trate de transmitir. La sensación interior que resulta de la percepción a través de la vista entronca directamente con el hedonismo. Cabe aquí cuestionarnos si es preciso creer que los objetos han de ser considerados artísticos en virtud de sus propiedades intrínsecas y, si la respuesta es afirmativa, plantearse cuáles son dichas propiedades. La obra de arte nace de la mano del creador o artista. Para Fernando Savater “el creador es quien fabrica algo que sin él nunca hubiera llegado a ser, el que trae algo al mundo -grande o pequeño- que sin él nunca podría haber existido precisamente de ese modo y no de otro más o menos parecido”1. Especial relevancia toma en esta reflexión que planteo la alusión a la exclusividad en la ejecución de las obras del citado creador. En estos términos continúa Savater: “Las obras de arte no son posibilidades o cualidades realizadas de lo que previamente ya hay, sino que brotan de la personalidad misma de los artistas que las llevan a cabo. Se les parecen, reflejan tanto la forma de ser de quien las hace como la realidad del mundo de las que pasan a formar parte. El artista no es el primero en descubrir o lograr algo, sino el único que podía crearlo a su insustituible modo o manera...”. Tras esta contundente afirmación, ¿en qué lugar queda el falsificador de obras de arte? En el extremo contrario, la audaz aseveración “todos los cuadros son falsos mientras no se demuestre lo contrario” articulada por Manuel Vicent2 es una provocación que nos hace pensar sobre la certeza con la que se nos muestran las pinturas en los museos sin que reparemos en reflexionar si algunas de éstas podrían ser falsas o estar mal atribuidas. Y, en el caso de que así fuera, si es lícito que se expongan como obras de arte porque cumplen los requisitos que éstas deben 1 Fernando Savater, Las preguntas de la vida. Barcelona: Editorial Ariel, S.A., 1999, p. 237. 2 Manuel Vicent, Mitologías. Madrid: Editorial Alfaguara, 2012.

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tener. El mismo Vicent se remonta al Renacimiento italiano para dejar constancia de que el propio papa Julio II fue víctima del engaño. Y afirma que Miguel Ángel Buonarroti le vendió como esculturas griegas algunas que él mismo había esculpido. En cualquier caso, la relación entre Julio II y Miguel Ángel, salpicada de arrebatos de orgullo y de ira, propios de dos caracteres muy marcados3, legó a la humanidad obras artísticas de un interés ilimitado, que ilustran uno de los episodios más sugestivos de la historia del arte. Es de nuevo el escritor Manuel Vicent quien afirma que “demostrar que un cuadro es falso es casi tan difícil como demostrar que es auténtico. Este detalle estuvo a punto de llevar a la horca al copista de Vermeer, autor de una versión perfecta de Los discípulos de Emaús, quien se llevó su secreto a la tumba”4. Han van Meegeren (1889-1947) fue un pintor y retratista holandés, que ha pasado a la historia como uno de los más ingeniosos falsificadores de arte del siglo XX5. Empleaba pigmentos naturales y pintaba sobre cuadros del siglo XVII, de los que previamente había rascado la pintura original, pero nunca desveló cómo conseguía el craquelado propio de la época, cómo disolvía las tintas viejas y, a fin de cuentas, cómo envejecía el lienzo. No fue descubierto porque se dudara de la autoría de sus falsificaciones, dado que muchos, por ejemplo, pasaron siempre por auténticos Vermeer. Fue el mariscal Hermann Goering (1893-1946) quien parece que compró uno de estos falsos Vermeer y fue su vendedor, para salvar su vida tras la Segunda Guerra Mundial, quien dio el nombre de van Meegeren como propietario inicial del cuadro. Sea como fuere, después de su muerte, seguía la controversia entre historiadores del arte y científicos sobre las técnicas por él empleadas. Es justo mencionar a este artista holandés como mediático precursor de nuestro objeto de estudio. En su caso existía la dificultad añadida de centrarse en un artista del S. XVII frente a los artistas del XX que falsificó de Hory; no obstante, hay que reconocer el valor añadido de este último al ser un falsificador polifacético, ya que Meegeren, según queda constancia, se limitó a imitar a uno de los más famosos artistas holandeses. En cualquier caso, si la aportación de ambos a la historia del arte tiene algún valor es, sin duda, el de suscitar el debate y, por ende, el pensamiento sobre la autenticidad y el valor de una obra de arte. Para el profesor de la Universidad de París Jacques Aumont, la autentificación aplicada al arte es una cuestión de origen, de firma, de asignación. Autentificar

3 La novela histórica de Irving Stone: La agonía y el éxtasis, editada por Salamandra, recoge las relaciones de Miguel Ángel con sus mecenas más importantes. 4 Manuel Vicent, “Van Meegeren, la vanidad del falsificador”. Diario El País, 22 de mayo 2010. 5 En la primavera de 2010, el Museo Boymans Van Beuningen de Rotterdam le dedicó una exposición a Han van Meegeren, poniendo así de manifiesto su reconocimiento a este artista como ejecutor de unos falsos Veermer de una excelencia tal que los hacían dignos de ser expuestas en este museo, uno de los principales de los Países Bajos.

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una obra es asegurar que ha sido creada por una personalidad dada y conocida6. La pintura es el arte en que con más evidencia ha sido necesario esta determinación de la autoría. No por una cuestión de índole ontológica, pues no es la naturaleza propia de las artes plásticas diferente a la música o la literatura7 (artes en las que también hay constancia de obras falsas o mal atribuidas), sino por cuestiones meramente económicas: son elevadísimas las cifras que se ponen en juego con la atribución o no de “Los jugadores de cartas”8 a Paul Cézanne, a Edvard Munch “El grito” o los Vermeer a Van Meegeren. Dentro de la noción de autenticidad habría que especificar lo auténtico distinguiéndolo de lo original. Esta matización es especialmente necesaria en las artes de lo reproducible y de lo múltiple, como es el grabado. Un grabado de Goya puede ser auténtico (hecho a partir de las planchas grabadas por el artista), pero puede no ser una tirada original. Esto es lo que se encuentra frecuentemente en el mercado: tiradas realizadas con posterioridad a la muerte del artista, pero que pasan por auténticas, aunque no son originales. Así son muchos de los grabados de Durero o Rembrandt que circulan en el mercado del arte actual. También sería necesario aclarar el fenómeno de la copia y la reproducción de las obras. Si lo hace el propio autor es una copia; si lo hace otro, con intención de que parezca hecho por el autor, se convierte en falsificación. La noción de autenticidad está llena, pues, de matices que marcan su carácter ontológico y le imbrican de cierto matiz policíaco. La falsificación atenta directamente contra el valor de la autenticidad, valor intrínseco a unos objetos-testimonios del pasado únicos. La realización de piezas de arte falsas enlaza directamente con la pasión por el arte. El coleccionismo y la necesidad de arte que caracteriza nuestra era es una típica expresión del capitalismo avanzado y de una sociedad postindustrial, como claro exponente del paso de una economía de subsistencia a la reciente de opulencia. Una obra de arte se adquiere para satisfacer deseos y necesidades personales que pueden entrar en la dialéctica del propio valor de uso (decorar un hogar, satisfacer el placer estético, etc.). Dichas complacencias son las que declaran los coleccionistas en primer término, pero en realidad son también las menos importantes9. Esta demanda es la que directamente suscita el mercado ilícito de obras de arte. El mal juicio y la ambición abocan a muchos coleccionistas a caer en sus redes. Incluso 6 Jacques Aumont, La estética hoy, Madrid: Editorial Cátedra, 2001, p. 139. 7 Valga como ejemplo la atribución durante años de la cantata “Schlage doch, gewünschte Stunde”, atribuída durante mucho tiempo a Johann Sebastian Bach (BWV53) y compuesta parece ser por Georg Melchior Hoffman hacia 1705. Una cantata especialmente bella, que trata el tema de la liberación del hombre por la muerte. 8 Este cuadro, uno de los más caros jamás vendidos, lo adquirió la casa real de Catar por 191,6 millones de euros en 2012. 9 Angela Vettese, Invertir en arte. Madrid: Ediciones Pirámide, 2002, p.24.

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en casos en que se descubre el engaño o fraude es común no denunciarlo, ya que hacerlo supondría reconocer un insulto a su inteligencia así como la pérdida del valor material de la pieza. En ocasiones, se llega a un acuerdo con el vendedor, que suele pertenecer al círculo legal del arte y evitar así el escándalo que dañaría su reputación profesional. Las falsificaciones se dan en la actualidad, sobre todo, en pintura y obra gráfica contemporánea. No obstante, las falsificaciones se llevan a cabo con piezas de todas las épocas. No es nueva la intención fraudulenta de sumergir debajo del mar ánforas y otras piezas de barro durante tiempo prolongado para conseguir la pátina adecuada y lograr así pasarlas por piezas fenicias, griegas o romanas. Lo que más se falsifica es la pintura, por ser el arte con mayor demanda, y el período oscila entre el siglo XIX y nuestros días. El falsificador tiende a imitar obras de artistas muy prolíficos, con una extensa obra, poco controlada por sus herederos. Las complejas técnicas que se utilizan para comprobar la autenticidad de la pintura antigua -los exámenes químicos y radiológicos que delatan la fecha de los materiales utilizados- no son válidas para la obra contemporánea. No esclarecen nada, pues todos son materiales del siglo XX. Como ejemplo singular, cabe destacar el de Salvador Dalí, que desarrolló un complicado montaje comercial con métodos poco ortodoxos: firmó en vida una cantidad ingente de papeles en blanco que han permitido la reproducción sin control de su obra10. Fue el propio Dalí quien incitó la práctica de firmar hojas de papel litográfico en blanco a millares a partir de 1970, hasta el punto de que en 1991 se encontraron 50.000 litografías falsas11. Lo que hace extraordinario este caso concreto es el hecho de que son falsificaciones con firma auténtica. Fuera de España son frecuentes las imitaciones de Bacon, Lichtenstein y Warhol. Suelen ser obra gráfica y, en muchos casos, lo que se realizan son tiradas superiores a las definidas por el autor, aunque salen de las planchas originales. Estos serían ejemplos de obras igual de auténticas que las de la edición venal, pero no son originales y además rompen las pautas de mercado. Los galeristas se defienden de este mal que les acecha afirmando que es muy difícil que las falsificaciones entren en el circuito de las galerías prestigiosas, ya que ellos saben las múltiples maneras que existen para comprobar la autenticidad. En algunos museos norteamericanos se ha llegado, incluso, a poner un marcha un programa formativo en el que se utilizaban las obras falsas como instrumento para educar a los especialistas en el reconocimiento de las verdaderas12. Si se trata de artistas vivos, se consulta con ellos directamente la autoría; en otros muchos casos, hay 10 El reportaje del periodista catalán Alfons Quinta aporta datos concretos sobre este escandaloso fraude. Fue publicado por el diario El País el 13 de marzo de 1981, aún en vida del artista. 11 El País, 15 de abril de 1993. 12 Harvard Art Museums (Cambridge, Massachusetts), en concreto el Fogg Museum tiene una colección de falsos que cuenta con tres Matisses de Elmyr de Hory.

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herederos que pueden autentificar la obra; y, por último, están las fundaciones y los museos, que tienen documentada prácticamente toda la obra existente. La primera sospecha para ellos es la del bajo precio y luego la aparición súbita de mucha obra de un mismo autor. En España, el órgano encargado de evitar que se produzcan casos de estafa y sus perjuicios económicos y desprestigios de instituciones y/o personas es la Brigada de Patrimonio Histórico del Cuerpo Nacional de Policía. Su inspector jefe explica el procedimiento que realizan en la actualidad en estos términos: “ahora lo que hacemos cuando detectamos una obra falsa no es incautarla sino recabar la opinión técnica de un experto e iniciar una investigación sin alertar a nadie. Vigilamos la obra fraudulenta para que no se venda, rastreamos su origen haciendo seguimiento de los elementos sospechosos, hasta llegar a los almacenes y los locales donde se produce el trabajo de falsificación. Sólo en ese momento solicitamos una orden judicial para efectuar un registro y las posibles detenciones”13. Tras este análisis de contexto y sin más preámbulos, vamos a pasar al análisis de la figura de Elmyr de Hory (Budapest 1906 – Ibiza 1976), cuya trayectoria vital y creativa continúa hoy seduciendo a todo el que se asoma a la historia de este personaje y a lo que supuso en la historia del mercado del arte contemporáneo. El carácter novelesco de su vida, confusa, llena de detalles no del todo confirmados, así como la forma en que desmontó muchas de las convicciones existentes sobre la figura del autor y la originalidad artística le otorgan un merecido puesto en la historia del arte del siglo XX. Era húngaro, hablaba cinco idiomas, era hedonista, refinado, con gracia natural, pero también ocioso y débil de carácter. Los datos biográficos nos vienen a través del libro que escribió en 1969 su amigo Clifford Irving14. Pero, dado que éste fue detenido unos años más tarde por escribir la biografía falsa del magnate Howard Hughes15, los datos no son del todo fiables. Junto al propio Elmyr, la historia de su picaresca cultural implica a tres personajes más: Fernand Legros y Real Lessard, pareja sentimental formada por dos astutos jóvenes que ejercieron de marchantes, y, en el papel de ingenua víctima, el millonario del petróleo texano Algur Hurtle Meadows. El coleccionista americano fue el que desenmascaró toda la trama dudando de algunas de las obras que había adquirido para su colección. ¿Eran estas piezas dudosas de la colección Meadows de Texas nada más que la punta de un iceberg?

13 A. Arnalte y P. Mateos, “El negocio de las falsificaciones”, Revista Descubrir el arte, nº 32, (Octubre 2001), pp.48-55. 14 Clifford Irving, ¡Fraude!La historia de Elmyr de Hory. El pintor más discutido de nuestro tiempo. Barcelona: Editorial Norma, 2009. 15 Tras reconocer su delito, pasó diecisiete meses en prisión. El caso fue llevado al cine por el director sueco Lasse Hallström en “La gran estafa” (The Hoax, 2006), con Richard Gere en el papel de Irving.

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Según nos cuenta Clifford, la familia de Elmyr era de grandes terratenientes: “su madre procedía de una familia de banqueros judíos, que siempre había servido a los reyes del Imperio Austrohúngaro; su padre, en el período de entreguerras, fue nombrado embajador de Hungría ante el gobierno turco, y luego, en dos repúblicas sudamericanas”16. Estos datos no son nada fidedignos y menos cuando se constata que lo cita como único hijo de padre ricos y sabemos de la existencia de un cuadro del reconocido retratista húngaro Philip de László (Budapest 1869Londres 1937) fechado hacia 1912 y titulado “Elmyr y su hermano Stephen”17. Este dato nos hace poner en entredicho cualquier información procedente de la biografía novelada de Irving; no obstante, es una fuente obligada para cualquiera que desee acercarse a Elmyr de Hory18. De lo que no cabe duda es de que debió de ser un joven bien parecido, de finos modales y con sensibilidad, y cuya homosexualidad marcó gran parte de su vida. Con dotes artísticas destacadas desde muy joven, Elmyr pasó por la Escuela de Budapest y, en su búsqueda de libertad, consiguió que su madre le mandara a estudiar primero a Munich y luego a París. Fue un alumno aplicado en la academia dirigida por Fernand Léger. Vivió en Montparnasse en el cénit de su época de oro, los años veinte, y, como bon vivant nocturno, coincidió en los ambientes intelectuales con Hemingway, Picasso, Man Ray, Duchamp, Peggy Guggenheim, André Breton, James Joyce,… Recibía de su familia cuanto dinero necesitaba. Su vida oscilaba entre la bohemia del mundo parisino de los artistas y la veleidosa sociedad adinerada internacional. Irving señala en su novela que en 1926 expuso en el Salón de Otoño19 y, en paralelo, fue pintando retratos de amigos ricos como el príncipe Yussoupov o el duque de Kent. La Segunda Guerra Mundial cambió por completo el destino de Elmyr de Hory. Según cuenta su amigo y biógrafo, sus padres habían muerto y la fortuna familiar había sido confiscada por los alemanes. En la Europa de la posguerra era un pintor con habilidades, pero sin reconocimiento, que no era ya tan joven y cuyos caros gustos eran un difícil e inevitable compañero de viaje. Las galerías de París no apostaban por los paisajes y desnudos que él les ofrecía. En este punto de la historia tiene comienzo su carrera como falsificador de obras de arte, carrera 16 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 25. 17 Este cuadro se encuentra en la colección Mark Forgy, que fue la última pareja sentimental de De Hory y su heredero universal. 18 Otra fuente de consulta es Mark Forgy: The Forger´s Apprentice: Life with the World´s Most Notorious Artist. Amazon, 2012. En ella, Forgy relata sus siete años de vida junto al húngaro e intenta esclarecer su verdadera historia revisando cartas y documentación en diversos archivos. 19 Las exposiciones realizadas en el Salón de Otoño en París fueron de una relevancia extraordinaria. En ellas, que se fueron celebrando anualmente desde el año 1903, se dio a conocer al público el movimiento impresionista y surgió el nacimiento oficial del Fauvismo con la exposición de 1905.

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que duró más de veinte años, tuvo en tensión a cinco continentes y le concedió su deseado lugar en la historia del arte. A pesar del tono novelado de esta anécdota que describe Irving, creo que es interesante su transcripción, porque transmite lo fortuito que debió ser el desencadenante de su singular destino: “Elmyr era un hombre arruinado aquella tarde de abril de 1946, en que lady Malcolm Campbell, una amiga que vivía en el suntuoso hotel Jorge V, visitó su estudio de la calle Jacob y por casualidad se fijó en uno de los dibujos que colgaban en la pared diciendo: “Elmyr... eso es un Picasso, ¿no?” No era un Picasso. Era un De Hory, una línea de cabeza de muchacha sin firma y sin marco. Elmyr sonrió a su buena amiga lady Campbell. -¿Cómo sabe que es un Picasso?- preguntó. - Entiendo algo de Picasso -dijo con un cierto aire de autoridad, en tono indiferente-, y recuerdo que usted me dijo que le conocía bastante bien antes de la guerra. Hay un montón de esos dibujos de su período griego que no firmó. Es muy bueno. Dígame, ¿le gustaría venderlo? - Bueno, ¿por qué no? -dijo Elmyr, suspirando levemente después de un rato-. ¿Cuánto me da por él? El precio acordado fueron 40 libras esterlinas, con ese dinero podría vivir durante dos meses. El dibujo lo había hecho en diez minutos en una lluviosa tarde de marzo. Elmyr olvidó el incidente lo más pronto posible. Necesitaba imperiosamente el dinero, pero aun así, se sentía un poco culpable de haber engañado a una amiga (aun tratándose de una amiga rica). Tres meses más tarde, la elegante dama en cuestión volvió a Inglaterra. En una fiesta se llevó a una esquina al nervioso Elmyr: -Querido, tengo que confesarle que me encuentro un poco incómoda con aquel dibujo de Picasso que me vendió. Tenía poco dinero en efectivo cuando estaba en Londres, y lo llevé a un tratante de obras de arte que conozco. Me dio 150 libras por él. Querido Elmyr, no se emocione así, ¿quiere comer conmigo en el Ritz mañana? Rechazó la invitación para cenar en el Ritz, se dirigió en cambio a su estudio, consultó algunos catálogos viejos y luego pasó una hora haciendo dibujos a pluma en el llamado estilo clásico, de alrededor de los años 25, a lo Picasso, mientras pensaba: ¿qué otra alternativa me queda? Al menos en la cárcel no me moriré de hambre”20.

Decía que había conocido a Picasso en París y le había regalado esos dibujos que en realidad había pintado él mismo sobre un papel viejo de antes de la guerra, 20 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 33.

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que ya incluso amarilleaba por los bordes. Los dibujos se vendían y el dinero le permitía respirar. Sea como fuera el origen de la historia, la lucha interna del artista húngaro por continuar pintando su propia obra siendo fiel a sí mismo o lucrarse de la facilidad que había descubierto que poseía para imitar los trazos de otros artistas consagrados le acompañó toda la vida. Cuando se veía con dinero en los bolsillos, volvía a pintar su obra, intentando hacerse un hueco en el panorama artístico del momento. Así fue, por ejemplo, cuando consiguió que la Lilienfeld Gallery de la calle 57 de Nueva York, según relata Irving, le propusiera hacer una exposición individual. La exposición fue un éxito, pero social, pues la inauguración fue el acto estrella de la temporada. En cambio, desde el punto de vista artístico la crítica lo descalificó por poco original y desde el punto de vista económico fue un fracaso absoluto. Llegado este momento de su vida, puso todo su énfasis en su carrera como falsificador. Estudió bien los materiales, buscando en librerías de viejo papel de los años veinte. Vivía entonces en los Estados Unidos, donde aparecía como el barón de Hory, un respetado caballero europeo, heredero de una importante familia y con un patrimonio artístico del que quería desprenderse poco a poco. Sólo sería el primero de los muchos pseudónimos21 que fue adoptando a lo largo de su carrera como falsificador. Era el final de la década de los cuarenta, los dibujos de Picasso22comenzaron a cansarle y fue aumentando su elenco de autores. Probó con Matisse23 y Renoir. Su éxito era la feliz combinación entre un meticuloso análisis y una habilidad extraordinaria. Las obras que realizaba se vendían fácilmente. Muchas de las “víctimas” de su modo de ganarse la vida eran los nuevos millonarios del petróleo y su urgente necesidad de poseer cultura instantánea. El deseo de felicidad originado por la cultura de la imagen y por el universo prodigioso del presente (aquí y ahora) que estaba entonces tomando cuerpo gracias a la publicidad y a la cultura de masas en auge era el contexto idóneo para que el requisito de poseer arte se convirtiera 21 Dory Boutin, Herzog, Louis Nassau, E. Raynal fueron algunos de los pseudónimos utilizados por Elmyr de Hory. 22 La obra de Picasso que imitaba tenía que ser anterior a los años treinta. El Catálogo Zervos, -una obra de 33 volúmenes que recopila la catalogación de la obra de Picasso entre 1932 y 1978, que fue dirigida por Christian Zervos y publicada en París por Cahierrs d´Art-, le limitaba la posibilidad de acercarse a la obra posterior a esa fecha, ya que debía quedar recogida en este catálogo para quedar autentificada. 23 Se centró especialmente en Matisse a partir de su muerte, el año 1954, con la idea de que el valor de sus obras aumentaría tras su desaparición. Pero debía tener prudencia, pues Marguerite Duthuit, hija del pintor francés, comenzó a confeccionar un catálogo con las pinturas de su padre y la reclamaban para que las autentificara. Marguerite murió en 1982 en París. Irving, en su novela, alude a ella poniendo en boca de Fernand Legros las siguientes palabras: “Si pudiera encontrar a alguien capaz de llevarle a esa mujer una caja de bombones rellenos de veneno, ese día me hubiera hecho millonario”.

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en una imperiosa necesidad para una determinada clase social. En América, siendo quizás Dallas la capital de este fenómeno, Elmyr de Hory tuvo un éxito inmediato. Sus obras de artistas de la vanguardia europea eran exactamente lo que allí se demandaba. Vendió a museos de arte moderno y galerías de Nueva York, Chicago, Washington, San Francisco, Dallas, etc. Eran los años cincuenta. Los marchantes de arte comenzaron a enriquecerse con lo que le habían comprado, mientras él seguía siendo un pintor desconocido. El tiempo pasaba y de Hory sentía que su talento no estaba del todo aprovechado. Era para él difícil, pero debía asumir que era un profesional consumado de la falsificación de obras de arte. Aceptada su verdadera profesión, fue comprometiéndose cada vez más con ella. De este modo, pasó del papel al lienzo con las complicaciones que eso suponía. Asimismo fue ampliando el número de artistas sobre los que trabajaba. El reconocimiento que fue adquiriendo la pintura impresionista a partir de los años cincuenta favoreció su labor. Con el auge de los maestros impresionistas y postimpresionistas, el precio de la obra de Elmyr iba alcanzando cifras elevadísimas. Conforme las pinturas pasaban de su estudio a una galería, y de ésta a un propietario particular y de éste a un museo, se hacía cada vez más incuestionable su autenticidad y su precio iba en aumento, aunque de las plusvalías de este proceso el pintor húngaro sólo recibía una mínima parte. La vida nómada a la que estaba sometido, el cambio continuo de nombre y algún que otro incidente con marchantes y directores de museos24 comenzaron a hacerle sentir cierto recelo. En este preciso momento es cuando apareció en su vida Fernand Legros (1931-1983). De él decía Elmyr: “cuando yo lo conocí no distinguía una acuarela de un gouache, no podía distinguir un Cézanne de un Matisse, ni un Rafael de un Tiziano. Y continuó en su ignorancia abismal hasta el último día de nuestras relaciones. No tenía capacidad de observación: podía ver la misma pintura a diario durante seis meses y si se le enseñaba un mes después, ya no la reconocía. Era un hombre totalmente carente de gusto, pero explotó una veta increíble que estaba oculta totalmente por su rudeza: tenía el ingenio de los orientales, esa habilidad para embaucar. Era capaz de ejercer poder sobre uno, tenía una personalidad astuta y poderosa”25. El tercer miembro del trío era Réal Lessard, pareja sentimental de Legros. Si Elmyr de Hory hubiera dejado esta labor en este momento previo a negociar con Legros, quizás nunca se hubiera dado a conocer y hubiera sido el falsificador más prolífico de la historia, honor que hubiera disfrutado furtivamente. Ya tenía para entonces una sorprendente cantidad de obras colgadas en museos, galerías 24 Irving relata un primer incidente con el marchante Frank Perls, que fue el primero en ver el infundio de algunos de sus dibujos. También menciona a la subdirectora del Museo Fogg de Arte de la Universidad de Harvard, Agnes Mongan, quien sospechó de unos dibujos de Modigliani y Renoir. 25 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 130.

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de arte y colecciones privadas. Nadie hubiera podido creer que todas ellas habían salido de la misma mano. A pesar de que el mundo del arte contemporáneo era un mundo reducido a escala internacional y que todos los profesionales se conocían entre ellos, Elmyr había sido capaz de eludir toda sospecha y pasar desapercibido, gracias a los pseudónimos y a su gran astucia. Ya para entonces habría ostentado un lugar en los anales de la delincuencia. No llevaba ningún registro de las obras que producía y vendía, ni tomaba fotografías de ellas. Su desprecio por el mundo oficial del arte y su declaración de que no estaba arrepentido, así como su ego triunfante, nunca le permitirían reconocer la perversión del arte en la que estaba sumergido. Era la vanidad del falsificador. Se veía a sí mismo como un artista que no había sido valorado, una víctima a la que el sistema establecido no le había permitido convertirse en un pintor conocido por derecho propio. Para él, falsificar un Matisse o un Modigliani no era un delito, pues no perjudicaba a nadie. En la década de los sesenta, de vuelta a Europa, sintió la necesidad de atar amarras y asentarse definitivamente. Ahora que tenía a sus marchantes particulares no tenía la necesidad de estar de aquí para allá con las obras debajo del brazo. Volvió la vista al Mediterráneo, el perpetuo cobijo de artistas y escritores exiliados. Un amigo le habló de la isla de Ibiza, que por entonces empezaba a ser conocida a escala internacional sobre todo por el movimiento hippie, como una isla fascinante: Ibiza tenía todo lo que iba buscando. Elmyr llegó a Ibiza en 1961. Entonces fue cuando Fernand le dijo “vivirás como Robinson Crusoe en tu pequeño paraíso de la isla del Mediterráneo. Nosotros correremos con todos los riesgos”26. La mayoría de los marchantes de arte de mayor reputación admiten haber sido asaltados por Legros. También afirman haberlo erradicado inmediatamente. Según Irving, “hay un número tan asombroso de marchantes que pretenden haberle echado de su galería que uno se pregunta ¿a quién vendía?...”. La técnica empleada por Fernand se asentaba en el uso de un certificado de experto, que servía de prueba fidedigna sobre la autenticidad de la pieza que ofrecía. También se apoyaba en el historial del cuadro, es decir, certificados de anteriores propietarios. En ocasiones, ellos mismos pujaban por las obras en subastas con tal de que ésta se incluyera en el catálogo consiguiendo así un cierto seguro de autenticidad. En general, la polémica no giraba en torno a la real o falsa atribución de las obras, sino en torno a su precio. Con el boom económico que siguió a la posguerra, apareció mucha gente con dinero así como unos nuevos símbolos sociales, entre los que destacaba la posesión de importantes obras de arte. Ya no era suficiente con tener un buen coche; era necesario también tener un Picasso o un Matisse decorando el salón de la casa. Una nueva clientela, ambiciosa, boyante y distribuida por todos 26 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 167.

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los continentes, era la receptora idónea para que el fraude pudiese llevarse a cabo y en las dimensiones en que tuvo lugar. Legros y Lessard no contaban mucho a de Hory ni tampoco eran honrados y ecuánimes con él. Ellos le manipulaban con una dosis perfecta y mínima de estímulo y dinero que asegurase que la gallina de los huevos de oro seguía produciendo. Como ejemplo de esta dosificada carga de estímulo y a modo de acicate le construyeron “La Falaise”, en un terreno sobre un acantilado en Ibiza. La casa se convirtió en la residencia de lujo de la isla y allí el artista continuaba con su agitada y festiva vida social. Fue en estos años, a mediados de los sesenta, cuando le presentaron a Legros en Dallas a un coleccionista y multimillonario del petróleo llamado Algur Hurtle Meadows27. Irving, en la biografía de Elmyr, enumera incluso las obras que le vendió: “quince Dufys, siete Modiglianis, cinco Vlamincks, ocho Derains, tres Matisses, dos Bonnards, un Chagall, un Degas, un Laurencin, un Gauguin y un Picasso, todos pintados por Elmyr. Aproximadamente la mitad eran óleos. Así, Meadows se convirtió, según un periodista, en el hombre con la mayor colección de falsificaciones del mundo”28. Expertos en arte examinaron cuidadosamente la colección de maestros postimpresionistas y sus juicios fueron contundentes. Según relata Irving, contaron hasta cuarenta y cuatro pinturas falsas. Pero nadie en ese momento determinó que todas ellas habían salido de la misma mano. Para algunos, en ese instante, Legros había arruinado el mercado del arte. Meadows se convirtió sin remedio en la imagen viva de la codicia, un ingenuo acumulador de riquezas que compraba para elevar su prestigio, pero carente de criterio y de gusto. No obstante, hay que reconocerle la valentía de admitir que fue víctima de semejante fraude. Muchos otros coleccionistas, dando un paso para atrás, trataron de solucionar el caso directamente con las galerías o casas de subastas, pero manteniendo, ante todo, el anonimato. Una vez levantada la liebre, todo parecía muy evidente y lógico, pero no olvidemos que las obras de Elmyr habían engañado a los mayores expertos en arte, siendo colgadas en museos y colecciones privadas de todo el mundo. Con los años, la difícil relación entre Legros y Lessard se fue deteriorando hasta un punto insostenible. Continuaron asociados en los negocios, conspiraban y vendían juntos, pero en el plano personal se convirtieron poco a poco en dos adversarios. El constante vaivén emocional de sus socios afectó también a Elmyr, que se sentía presionado por sus continuas y exigentes demandas. Una vez que estalló el escándalo, el húngaro mantenía la fantasía de que, como él no había vendido nada en España, las autoridades españolas no concederían la 27 Algur Hurtle Meadows (1899-1978) viajó a España hacia 1950 y quedó fascinado por la pintura del Siglo de Oro. Comenzó a formar la que quizás sea la colección de pintura española más importante de EE.UU. Su museo se inauguró en 1965 con obras de Velázquez, Ribera, El Greco, Murillo, Picasso, Miró, etc y, desde entonces, la colección continuó ampliándose sin parar. 28 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 205.

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extradición. Pero el tribunal madrileño demostró ser estricto. Según indica Irving, la acusación contenía una mezcla de cargos desde homosexualidad y convivencia con conocidos delincuentes hasta carecer de medios demostrables de subsistencia, pero no se le puso la pena de expulsión. En lugar de eso, se le sentenció a dos meses de prisión, y quizás más si aparecían otras pruebas. Era la tarde del 5 de diciembre del año 1976. “Querido -dijo a un amigo- voy a suicidarme”. Una sobredosis de barbitúricos cumplió su deseo29. ¿Qué estaba pasando en aquellos años con el mercado del arte para que este hecho pudiera ocurrir y tuviera tanto éxito y repercusión?. El propio Elmyr reflexionó sobre ello: “Es absolutamente desproporcionado el dinero que se paga en relación con el valor real de los cuadros. Si pensamos en artistas muertos hace tiempo, maravillosos, como Franz Hals o Rembrandt, y los otros grandes pintores del Prerrenacimiento, y nos damos cuenta de que algunos de sus cuadros se cotizan bastante menos que algunos de Miró, Renoir o Picasso, se le ponen a uno los pelos de punta. Realmente es increíble que alguien como Picasso, aún en vida, entre dos cigarrillos, hace un pequeño dibujo y eso se transforma inmediatamente en oro. He oído una historia de Fernand Legros, que había enviado uno de mis Picasso a Picasso para que certificara su autenticidad, y Picasso, que no estaba totalmente seguro, preguntó al que lo llevó: ‘¿Cuánto pagó el marchante por él?’. Le dieron una cifra fabulosa, unos 100.000 dólares, y Picasso dijo ‘Bueno, si han pagado tanto, debe ser auténtico’. ‘La situación de hoy fue creada artificialmente por un grupo de marchantes internacionales. Al público se le ha engañado’. ‘Mi mejor obra nunca pudo ser vendida a las galerías a ningún precio, pero si les llevaba la misma con la firma de Picasso, estaban dispuestos a pagar lo que fuera. A mí me pareció todo esto tan increíble, ¿cómo diría?.. en una parte divertido, en parte triste, en parte repugnante’”.

La posición de Elmyr de Hory como maestro de la falsificación de obras de arte es incuestionable, fuera como fuese realmente la dimensión del desastre que supuso en el mercado del arte internacional. Desde los comienzos de su carrera, en los años cuarenta, había producido una ingente cantidad de obras de artistas con estilos muy diferentes y todos ellos habían pasado por obras auténticas. De hecho, de no haber sido por los grandes problemas personales y las disputas de sus vendedores, Fernand Legros y Réal Lessard, puede que nunca se hubiera descubierto la verdad sobre Elmyr de Hory. Una vez descubierto el fraude, comenzó la paradoja y las obras atribuidas a los grandes maestros pero salidas 29 Irving, ¡Fraude!La historia de..., p. 303.

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de los pinceles del sugestivo artista húngaro comenzaron a cotizarse a la alza. Tener un Modigliani por Elmyr de Hory era (y es) todo un privilegio. Con el paso del tiempo, de Hory se convirtió en el protagonista de sus obras y esto le condujo a lo que tanto había ansiado durante toda su vida: el doble honor de su reconocimiento como artista y el éxito comercial. Sólo así se explica la existencia de falsos Elmyr, que le convirtieron en el falsificador falsificado. A pesar de la fama mundial que consiguió este pintor húngaro, es obvio que el mejor falsificador de obras de arte de la historia es desconocido. Es o fue aquel que engañó o engaña y ha sido o es capaz de estar a la sombra. En 1971, realizó una exposición en Madrid, en la sala Bruagut de calle Serrano nº 27, con los cuadros que había firmado como Elmyr, obras realizadas “al estilo de”, pero firmadas dignamente por su verdadero autor. Fue un éxito de crítica y económico. Éste fue quizás el reconocimiento como artista que tanto había anhelado en su juventud; el camino recorrido hasta conseguirlo había sido atípico, escandaloso y paradójico, pero certero. Orson Welles, cautivado por los encantos y la picaresca del húngaro, lo convirtió en 1973 en el protagonista del documental “Fraude” (F for Fake), junto a él su biógrafo y amigo Clifford Irving. En este largometraje con cierto aire delirante, el director de cine americano reflexiona y discurre sobre conceptos como la autenticidad y la ilegitimidad, la realidad y la apariencia: de nuevo, la figura y la producción de Elmyr de Hory como núcleo del debate en torno a qué es arte y cómo se articula su mercado. La última exposición que se ha llevado a cabo en España sobre este versátil personaje, demostrando así el interés que aún suscita, tuvo lugar en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes de Madrid entre los meses de febrero y mayo de 2013 y fue comisariada por Dolores Durán Úcar, quien planteó la muestra como “una invitación a debatir cuestiones fundamentales sobre la esencia de la obra de arte y el concepto de autoría. Pensamientos que han atormentado al hombre desde tiempos casi borrados. Fue Horacio quien dijo, allá por el siglo I a.C., que quien conoce mil obras de arte conoce mil fraudes. Y fue Rimbaud, muchos siglos después, quien resumió magistralmente ese laberinto: Yo es otro”30. Todo lo expuesto pone de manifiesto cómo, en la medida en que el arte ha cobrado mayor importancia económica en nuestra sociedad, es más escandalosa la diatriba contra los derechos e intereses culturales de los artistas, coleccionistas o museos. Ya lo decía Walter Benjamin en 1936: “la obra de arte ha sido siempre fundamentalmente susceptible de reproducción. Lo que los hombres habían hecho, podía ser imitado por los hombres31”. 30 Dolores Durán Úcar, “Yo es otro”, Proyecto Fake!. Madrid: Círculo de Bellas Artes, (2013), p. 9. 31 Benjamin Walter, La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. Madrid: Editorial Taurus, 1973.

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Tradicionalmente, los historiadores del arte han contado con tres instrumentos para determinar la autenticidad de una obra de arte: los análisis científicos, la documentación histórica y la inspección visual por el ojo de un experto. El tercer mecanismo de apreciación va indisolublemente unido al concepto de factura. Según la RAE es la “manera de ejecutar algo”, lo que podríamos especificar en pintura como la manera particular que tiene la mano de un artista de expresar su carácter y genio. Lo dijo Aristóteles: la forma es sustancia y el estilo es accidente32. Para el experto neoyorquino Eugene Thaw, los dos artistas más difíciles de imitar son Piet Mondrian y Pollock “porque su factura, muy compleja y personal, parece de entrada demasiado fácil de emular, especialmente si se observan las reproducciones -que aplanan la dimensionalidad de la superficie de su obra y eliminan la sensación de reflectancia a menudo cambiante de su factura-”33. La International Foundation for Art Research (IFAR, www.ifar.org, Fundación Internacional de Investigadores sobre Arte) fue creada a finales de los años sesenta, tras descubrirse algunos importantes fraudes que, como éste de Elmyr de Hory, provocaron la desconfianza del público en el mercado del arte. Se estableció como marco legal y administrativo un ámbito por el que los expertos podían expresar opiniones sobre autenticidad con objeto de erradicar el fraude en el mundo del arte. Más tarde, el dominio de IFAR se amplió para incluir temas de propiedad, robos y legislación. Esta fundación creó, además, la primera base de datos sobre objetos de arte robados disponible para el público. Uno de los cambios que se ha detectado en las últimas décadas con objeto de sanear el mercado del arte es la aparición de numerosos catálogos razonados y de la aparición de comités de autentificación formados por los máximos especialistas en cada caso. Las enormes sumas de dinero que mueven el mercado del arte en la actualidad hacen que estas cuestiones tomen una notable relevancia. Una opinión incorrecta o que desvalorice una obra de un propietario privado puede tener una responsabilidad penal. A modo de reflexión final, he de decir que estos hechos que he tratado de detallar y analizar son sólo el producto de la artificiosidad propia de la sociedad y su cultura en la segunda mitad del siglo XX. Podemos verla como una especie de fuga romántica ante un mundo desorientado y necesitado de valores. Se elige la vida ficticia, adulterada, porque, en la cultura del bienestar, la realidad no podría ser tan bella como la ficción. Pero en este momento histórico no se huye, como hicieron en su momento los románticos, de la realidad social a la naturaleza. La huida, y esto justifica el éxito de la actividad de Elmyr de Hory, es hacia un mundo más elevado, más excelso y sublime y, sobre todo, más artificioso. 32 “Accidente se dice de lo que se encuentra en un ser y puede afirmarse con verdad, pero que no es, sin embargo, ni necesario ni ordinario”... “El accidente se produce, existe, pero no tiene la causa en sí mismo, y sólo existe en virtud de otra cosa”. (Aristóteles: Metafísica, libro V, XXX). 33 Francis O´Connor, “Autentificación de las atribuciones de obras de arte”, El Experto frente al objeto. Madrid: Editorial Marcial Pons, (2011), p. 41.

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Federico García Lorca en Hungría y las traducciones húngaras del Romancero gitano Eszter Katona Universidad de Szeged, Hungría Resumen Federico García Lorca tiene una posición excepcional en Hungría ya que es el único entre los autores de lengua hispana cuya toda su obra fue traducida al húngaro, así nuestros lectores pueden conocer bastante bien tanto la poesía como el teatro del artista granadino. La primera pregunta de todas las investigaciones de recepción literaria cuando se trata de un escritor extranjero es cómo llegó la fama del artista a la cultura acogedora y de qué manera le conoció el público receptor. El presente artículo quisiera responder a esta pregunta, resumiendo, por un lado, la situación actual de la recepción de la obra de Federico García Lorca en Hungría y, por otro lado, destacando las tres diferentes traducciones del famoso Romancero gitano.

Abstract Federico García Lorca has a special situation in Hungary, as he belongs to those few Spanish-speaking authors, whose plays and entire life work can be read in Hungarian, therefore his poems and plays are wellknown for the Hungarian audience. The first question we have to pose when studying the reception of a foreign author is how the fame of the examined artist has spread to the selected host country and which way the given audience has got to know him. The present study seeks to answer this question, summarizing Garcia Lorcas’s reception in Hungary and highlighting the three different translations of his famous Gypsy Ballads.

Palabras Clave Recepción, Federico García Lorca, Romancero gitano, traducciones húngaras.

Keywords Reception, Federico García Lorca, Romancero gitano, Hungarian translation

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

“…soñando viejas luces de Hungría por los rumores de la tarde tibia…” (Federico García Lorca, Pequeño vals vienés)1

Introducción Desde el nacimiento del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Szeged las relaciones entre España y Hungría siempre han recibido particular atención en nuestras investigaciones. Junto a los temas históricos y políticos2, últimamente el interés se ha ensanchado sobre temas culturales y literarias gracias también al impulso y las actividades del Centro de Estudios Húngaros de la Universidad de Huelva, fundado en 2010. Un hito importante de nuestro trabajo investigador fue la publicación del libro Encrucijadas3 cuyos artículos, estructurados en tres capítulos temáticos (Historia y civilización, Literatura y cultura, Lingüística) atestiguan muy bien los múltiples puntos de encuentro entre nuestros países. El Centro de Estudios Húngaros de la Universidad de Huelva organizó en 2012 un curso bajo el título Las relaciones políticas y culturales entre España y Hungría con cuatro ponencias de colegas húngaros. En el marco de estas actividades tuve la posibilidad de presentar mi conferencia también sobre Las relaciones literarias entre España y Hungría. Ahora quisiera continuar el hilo de mi discurso anterior con un tema más reducido, concentrándome en Federico García Lorca, en su recepción en Hungría, dedicando particular atención a las traducciones húngaras de su famoso Romancero gitano.4 1 Por la alusión a mi país elegí este fragmento como lema introductorio del presente ensayo. Aunque el artista de Fuente Vaqueros nunca estuvo en Hungría, probablemente durante la travesía entre Europa y América en 1929 conoció a un chico de cinco años de origen húngaro que contaba a Lorca sobre su patria. (Ian Gibson, Vida, pasión y muerte de Federioc García Lorca. Barcelona: De Bolsillo, 2010, p. 369.) El verso del poema El pequeño vals vienés, que pertenece al ciclo neoyorkino de García Lorca, guarda este recuerdo. 2 Ádám Anderle, Hungría y España, relaciones milenarias. Szeged: Szegedi Egytemi Kiadó, 2007. Ádám Anderle, La mirada húngara. Estudios históricos sobre España y América Latina. Szeged, 2010. 3 Zsuzsanna Csikós (ed.), Encrucijadas. Estudios sobre la historia de las relaciones húngaroespañolas. Huelva: Servicio de Publicaciones Universidad de Huelva, 2013. En el tomo mencionado ya se publicó un artículo mío sobre la recepción de la obra de Federico García Lorca en Hungría (Eszter Katona, “La recepción de la obra de Federico García Lorca en Hungría”, en Encrucijadas, pp. 155-165.) 4 Sobre la comparación de las tres traducciones húngaras del Romancero lorquiano ya se

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García Lorca en Hungría Federico García Lorca tiene una posición excepcional en Hungría ya que es el único entre los autores de lengua hispana cuya toda su obra fue traducida al húngaro, así nuestros lectores pueden conocer bastante bien tanto la poesía como el teatro del granadino. La primera pregunta de todas las investigaciones de recepción literaria cuando se trata de un escritor extranjero es cómo llegó la fama del artista a la cultura acogedora y de qué manera le conoció el público receptor. Es interesante que los lectores húngaros pudieron conocer a García Lorca mucho antes de que su obra apareciera en nuestro idioma. Una historiadora húngara de literatura constata así este fenómeno: “Queríamos antes a Lorca y solo mucho después empezamos a conocerle. Radnóti celebró su réquiem.”5 Verdaderamente, Miklós Radnóti, con un destino igualmente trágico a su contemporaneo andaluz6, fue quien eternizó el nombre de su colega español en la literatura húngara. En sus poemas como Elegía, Duérmete, España, España aparece muy temprano, desde el otoño de 1936, el tema de la Guerra Civil y la preocupación del poeta por el pueblo español. En los versos del poema Duérmete podemos leer lo siguiente: Siempre asesinan en algún lugar, en el seno del valle con pestañas cerradas, en la cúspide que escruta. En cualquier lugar, y resulta en vano que digas por alivio, ¡queda lejos! ¡En Sanghai o Guernica que están tan cerca de mi corazón como tu propia mano temblorosa, o más arriba, en Júpiter! […] (1937) (Traducción de Víctor Rodríguez Núñez)7

También se debe a Radnóti la primera mención del nombre del poeta granadino en la lírica húngara, en su epigrama Federico García Lorca escribe: publicó un artículo mío. (Eszter Katona, “Las traducciones húngaras del Romancero gitano”, en Acta Hispánica, XVI, Szeged, 2009, pp. 55-64.) El presente ensayo es la versión ampliada y más detallada del ensayo anterior. 5 Lászlóné Mész, Dráma a XX. században. Budapest: Tankönyvkiadó, 1984, p. 73. 6 Miklós Radnóti (1909-1944), poeta húngaro, fue fusilado por los fascistas en 1944. Semejantemente a García Lorca, Radnóti también fue enterrado en una fosa común. Su mujer, Fanni Gyarmati, inspiradora de la poesía de Radnóti y a quien el poeta dedicó la mayor parte de su obra lírica, murió en 2014 a sus 102 años. 7 Miklós Radnóti, Diario de hombre. Budapest: Eötvös, 2010, p. 40.

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Porque te amaba España por decirse tus versos los amantes… cuando vinieron qué más pudieron hacer, eras poeta… te mataron ellos. Ahora el pueblo sin ti batallas libra, ¡ay, Federico García! (1937) (Traducción de Javier Pérez Bazo)8

Un año más tarde, en la Primera égloga de Radnóti, en el diálogo entre el pastor y el poeta, vuelve otra vez la figura y la muerte trágica de Federico: Pastor Oigo, pues, por las cumbres de los feroces Pirineos los cañones discuten con cañones entre helados cadáveres sangrantes, soldados y osos junto escapan desde allí, la tropa de mujeres, niños, viejos, corren con su hatillo amarrado y se tiran al suelo si sobre ellos gira la muerte y tantos muertos allá yacen que no hay ni quien los limpie. Creo que conociste a Federico. ¿Acaso él huyó?, ¡dímelo! Poeta No, no huyó. Lo mataron dos años antes en Granada. Pastor ¡García Lorca ha muerto! ¡Y nadie me lo ha dicho todavía! La noticia de guerra corre rápido, y quien es un poeta ¡así desaparece! ¿es que Europa llevó luto por él? Poeta No se dieron ni cuenta. Tal vez el viento buscando en la brasa encuentre versos rotos en lugar de la hoguera y los recuerde. Esto queda de la obra para el descendiente curioso. Pastor No huía. Se murió. Pues el poeta ¿a dónde puede huir? Tampoco huyó el querido Attila […] (1938) (Traducción de Isabel Pérez Montalbán)9

Los lectores españoles podrían preguntar quién es este Attila, evocado por Radnóti en el último verso del fragmento citado. Fue Attila József, poeta húngaro que se suicidó en 1937 y a quien también inspiró la Guerra Civil española. En su Epitafio de un labriego español József expresa así su angustia: 8 Miklós Radnóti, Diario, p. 37. 9 Miklós Radnóti, Diario, pp. 41-42.

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Franco, el general, me enroló, feroz soldado, en sus filas. Temí ser fusilado. No era posible huir. Temí: luché con él contra la libertad, contra el derecho tras los muros de Irún. Y así también me halló la muerte. (1936) (Traducción de Fayad Jamís)10

Aunque no tenemos ningún documento escrito, es probable que Olivér Brachfeld11 fuera el primer traductor de Federico García Lorca. Sabemos también que bajo su influencia nació en Radnóti el deseo de traducir poemas de Lorca y, con la ayuda de las traducciones crudas de György Bálint12, se dedicó a este trabajo.13 A pesar de que estas traducciones nunca vieron la luz, probablemente por la temprana y violenta muerte de Radnóti, podemos decir que, evocando a István Baka14: “Miklós Radnóti colocó a García Lorca en el panteón de la poesía húngara”, asegurándole la eternidad en nuestra literatura. Desde la aparición de las primeras traducciones, actualmente podemos leer en húngaro todas las obras de García Lorca. Por un lado, ya las veintitrés ediciones que componen nuestra lista15 muestran bien la popularidad editorial de Lorca en Hungría. Por otro lado, García Lorca, el dramaturgo está presente continuamente en las tablas húngaras desde 1955, desde la primera puesta en escena de La casa de Bernarda Alba en un teatro de Budapest.16 El Romancero gitano en húngaro De la mencionada lista de las ediciones lorquianas sobresale la enorme popularidad del Romancero gitano entre nuestros traductores literarios. El primer 10 Attila József, Poesías, Budapest: Eötvös, 1999, p. 50. 11 Olivér Brachfeld (1908-1967), gran hispanista y psicólogo húngaro. Se doctoró primero en filolgía, con sus investigaciones sobre las referencias a Hungría en la literatura catalana, pero luego, bajo la influencia de Alfred Adler, se orientó hacia la psicología. 12 György Bálint (1906-1943), escritor, periodista, crítico y traductor literario. Hizo un viaje a España y de aquella experiencia escribió su obra Estuve en España (György, Bálint, Spanyolországban jártam. Budapest: Magvető, 1983.) Por su origen judío no pudo salvarse del exterminio nazi, murió en un campo de concentración en 1943. Una estrofa de la Quinta écloga de Miklós Radnóti guarda el recuerdo de la muerte trágica de Bálint. 13 Zoltán Jánosi, La acogida de Federico García Lorca en Hungría. Almería: Editorial Universidad de Almería, 2007, p. 14. 14 István Baka (1948-1995), poeta húngaro que residió desde 1974 hasta su muerte en Szeged. En la Facultad de Filología y Letras de la Universidad de Szeged enseñó traducción literaria. 15 Estas veintitrés publicaciones salieron a la luz entre 1947 y 2006. La lista completa de las traducciones de las obras de García Lorca se publicó en: Eszter Katona, “La recepción de la obra de Federico García Lorca en Hungría”, pp. 159-160. 16 Eszter Katona, La obra dramática de García Lorca en los teatros húngaros en los siglos XX-XXI, Vigo, 2014 (bajo publicación); Eszter Katona, “Las interpretaciones de La casa de Bernarda Alba en los teatros húngaros en el siglo XXI”, en Acta Hispanica, XVIII, pp. 105-130.

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volumen entero de Lorca publicado en húngaro fue justamente el emblemático Romancero, editado en 1947 por dos casas editoras húngaras, en la traducción de Ervin Gyertyán y László András. Desde un volumen de selección17 el público húngaro pudo conocer estos romances también gracias a las excelentes traducciones de László Nagy. Desde la fecha de aquel tomo todos los volúmenes, sean selecciones o las Obras completas, contienen ya la traducción de Nagy. También en el libro editado en 1976 –para conmemorar el 40 aniversario de la muerte del poeta granadino– podemos leer el Romancero en la interpretación de László Nagy con las ilustraciones de Pablo Picasso. Es decir, y eso es bastante raro, tenemos tres diferentes traducciones de la misma obra, hecho que indudablemente atestigua la importancia del poemario lorquiano dentro de la literatura universal.18 Además, es digno de mención que no solamente del Romancero nacieron tres traducciones al húngaro sino también el famoso Llanto por Ignacio Sánchez Mejías inspiró a tres traductores nuestros, László András, György Somlyó y László Nagy, es decir, dos de ellos los mismos literatos que pusieron al húngaro también el Romancero. Leyendo las tres diferentes traducciones del Romancero, y constatando las grandes diferencias estéticas entre ellas, me ha surgido la idea de hacer una comparación entre las versiones húngaras. Por supuesto, es imposible hacer una comparación total, de verso en verso, ni es posible analizar todos los romances dentro del espacio limitado de este ensayo. Solo quisiera más bien presentar un poco mi método de comparación destacando algunos romances concretos. Los tres traductores En el caso de László András19 conocemos exactamente las circunstancias de las traducciones del prólogo del tomo escrito por el mismo traductor. 20 En 1942 An17 Federico García Lorca válogatott művei [Obras selectas de Federico García Lorca], Budapest, Európa, 1963. 18 Mencionaría, como curiosidad, que en 1996, después de las tres traducciones húngaras, el Romancero fue traducido también al gitano, por József Choli Daróczi, un poeta gitano-húngaro. (Federico García Lorca, Cigányormáncok. Romane romancura. Budapest: Orpheusz, 1996.) 19 László András (1919-1988), traductor literario, escritor, ensayista. Entre 1939-1946 estuvo en cárcel en España y luego en un campo de concentración en el Norte de África. Después de volver a Hungría fue redactor de la editorial Szikra y de la revista literaria Nagyvilág. Entre 1946-48 ocupó el cargo del secretario de la Asociación Húngaro-Española. Entre 1963-78 fue redactor de la edición española de la revista Magyar Szemle. Desde 1959 empezó a publicar regularmente, cultivó una prosa de hondos pensamientos, analizando cuestiones morales y éticas. Como traductor literario se ocupó sobre todo de la literatura española e hispanoamericana. Publicó también numerosos ensayos sobre la historia de la literatura. 20 Véase el prólogo a la edición de Lux (Federico García Lorca, Cigányrománcok. Budapest: Lux, 1947, pp. 5-10.), escrito por el mismo László András.

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drás estuvo en la cárcel Torrijos de Madrid donde un joven prisionero, Ramos, le prestó un libro escolar editado en los años de la Segunda República, que contenía dos romances del Romancero gitano. La lectura de estos poemas impresionó tanto al joven húngaro que en seguida se puso a traducirlos sin tener conocimientos anteriores sobre el poeta andaluz. Después, ya en libertad, András empezó a buscar las obras lorquianas y logró comprar una edición clandestina del Romancero, publicada en 1937 por la Editorial Nuestro Pueblo.21 En la introducción del tomo, András nos da una biografía sorprendentemente precisa sobre García Lorca. Además, nos ofrece también su opinión personal sobre el granadino del cual se siente su profunda admiración por el poeta de Fuente Vaqueros. “La fuerza lírica que penetra por todo, el hondo instinto musical, la imaginación pictórica caracterizan la poesía de García Lorca”22 – escribe András. El escritor húngaro cuenta también sobre el proceso de la traducción: “Siempre respeté estrictamente el sentido y los pensamientos de las poesías españolas.”23, aunque confiesa que en los títulos de los poemas a veces cambia la palabra romance por la expresión balada (en húngaro: ballada), porque opina que este género indica más adecuadamente en nuestra lengua la intención lorquiana. En la edición de Cserépfalvi el prólogo no fue escrito por el traductor sino por György Kassai.24 En esta parte introductoria no encontramos detalles sobre el trabajo de Ervin Gyertyán25, sin embargo, la destacaría por dos conceptos equivocados. Uno, es un dato biográfico de Lorca, porque Kassai escribe que los soldados de Franco fusilaron a Lorca en noviembre de 1936. Sabemos que la fecha exacta de la trágica muerte fue en agosto de ese mismo año. El segundo error, que incluso me causó mayor perplejidad que el primero, es la siguiente afirmación del literato húngaro: “en los poemas de Lorca casi no hay pensamiento.”26 Si alguien conoce la obra tanto poética como dramática de Lorca, no puede aceptar estas palabras sin indignación. 21 Federico García Lorca, Romancero gitano. Barcelona: Editorial Nuestro Pueblo, 1937. Primera edición que contiene el prólogo de Rafael Alberti y las viñetas de Juan Antonio. Las ilustraciones de aquel tomo son idénticas con las de la edición húngara. 22 Federico García Lorca, Cigányrománcok. Budapest: Lux, 1947, p. 7. 23 Federico García Lorca, Cigányrománcok. Budapest: Lux, 1947, p. 10. 24 György Kassai (1922-), lingüista, traductor literario. Hizo sus estudios en Francia. Se doctoró en la Sorbona en lingüística (estilística comparada). Sus trabajos lingüísticos y literarios fueron publicados en revistas húngaras y francesas. Traduce desde el alemán, el francés y el español al húngaro, y del húngaro al francés. 25 Ervin Gyertyán (1925-2011), escritor, periodista, crítico y esteta cinematográfico, historiador de literatura. Trabajó en diferentes casas editoras y revistas literarias húngaras. Ocupó cargos importantes en organizaciones nacionales (colaborador del Instituto Nacional de Ciencias Cinematográficas) e internacionales (Vicepresidente de la Asociación Internacional de los Críticos de Cine) de cinematografía. 26 Federico García Lorca, Cigányrománcok. Budapest: Cserépfalvi, 1947, p. 7.

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En 1963 apareció la tercera traducción del Romancero dentro de la edición de las Obras selectas de Lorca.27 Según Gábor Garai, crítico literario húngaro, con esta edición se tumbaron definitivamente las barreras lingüísticas entre el poeta español y el texto húngaro. El traductor elogiado por Garai fue László Nagy, gracias a quien esta selección es ya mucho más que los volúmenes anteriores. Garai opina que no hay otro poeta, tal vez en toda Europa, que tenga una lengua poética tan parecida a la de Lorca.28 László Nagy tradujo de Lorca en total 33 poemas: El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, los 18 romances del Romancero y 14 poemas más. En el conjunto de la obra traductora de Nagy, los poemas de García Lorca representan las cimas más altas. Las investigaciones posteriores de los críticos húngaros29 también confirman la calidad excepcional de las traducciones de Nagy. Conocemos una anécdota graciosa sobre la atracción de Nagy hacia la poesía hispana y, en general, por el pueblo español. El poeta húngaro, a la pregunta de una entrevista “¿A qué parte del mundo te gustaría viajar?” respondió así: “Me gustaría viajar a España, me he enamorado del pueblo español especialmente a través de Lorca”30 – lo dijo en 1979, es decir, durante la era socialista cuando los húngaros no podían viajar libremente hacia el Oeste sin el permiso gubernamental. En Nagy se manifestó un respeto tan fuerte por la poesía española que en su libro –que contenía sus traducciones artísticas– colocó la poesía española en primer lugar, junto a la obra de Janus Pannonius, gran humanista húngaro. Nagy empezó el trabajo con el Romancero probablemente en 1958. En aquel entonces ya había publicado diez tomos de poemas propios y tres colecciones de sus traducciones, es decir, ya era un poeta maduro y un traductor experto. Este gran poeta húngaro conmemoró su trabajo traductor en una obra ensayística, Breve crónica sobre la traducción.31 En este ensayo Nagy dice lo siguiente: “Desde hace mucho tiempo siento un estrecho parentesco con Lorca.”32 Desde la traducción del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías se acercaba cada vez más al mundo del poeta 27 Federico García Lorca válogatott művei, pp. 139-179. 28 Gábor Garai, “A meghonosodott Lorca”, en Népszabadság, Budapest, 11 de febrero de 1964. 29 Zoltán Jánosi, “Immár a vére árad énekelve. Párhuzamok és érintkezések Federico García Lorca és Nagy László költészetében”, en Nagyvilág, 2006, 6. pp. 551-562; Zoltán Jánosi, “Siratlak, délceg fenség – Federico García Lorca és a spanyol világ Nagy László műfordításaiban”, en Hitel, 2006. julio, pp. 111-120; Zsuzsanna Takács, “Nagy László Lorca-fordításainak poétikai megközelítése“, en Filológiai Közlöny, 1982, 2-3. pp. 224-245. La versión digitalizada del artículo contiene los poemas españoles y la traducción de László Nagy. Disponoble en http://dia.jadox.pim.hu/jetspeed/ displayXhtml?docId=963&secId=93322. Consultado el 16/05/2014. 30 Entrevista de István Kormos con László Nagy. La transcripción se publicó en el tomo László Nagy, Adok nektek aranyvesszőt. Összegyűjött prózai írások. Magvető: Budapest, 1979, p. 46. 31 László Nagy, “Kis krónika a fordításról”, en László Nagy, Adok nektek aranyvesszőt. Összegyűjtött prózai írások, pp. 107-109. 32 László Nagy, “Kis krónika a fordításról”, p. 107.

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andaluz y confiesa que en aquella traducción dedicó su llanto no solo al torero sino mucho más a Federico García Lorca.33 El entusiasmo de Nagy por Lorca lo expresa muy bien la siguiente frase: “Bondad, hermosura, atrevimiento poético, fuego y duende – todo eso es él, si intento caracterizarle [a FGL] brevemente.” Y, en su ensayo No hay perdón, añade: “Lorca es el poeta de los cinco sentidos.”34 De la confesión de Nagy llegamos a saber que al comienzo de su trabajo sentía una lucha interna porque era consciente de la dificultad de traducir las rimas asonantes, que era una antigua tradición en los romances españoles; sin embargo, tuvo confianza en su propio duende, tal vez, porque veía en Lorca a un pariente muy próximo. Hablando de su propia traducción, reconoce que su angustia inicial se desvaneció bajo la fuerza inspiradora de las imágenes lorquianas.35 Algunos puntos problemáticos del trabajo traductor Las diferencias linguísticas entre el español y el húngaro se reflejan marcadamente en la mentalidad y en la sintaxis de los hablantes de dichas lenguas. El idioma húngaro prefiere transformar las frases subordinadas en estructuras atributivas y eso es un punto característico de la traducción húngara de la poesía lorquiana muy rica en imágenes. Otro punto difícil del trabajo traductor es la sorprendente musicalidad de los poemas de García Lorca. Según un crítico litearario, la poesía lorquiana se dirige no a los ojos, sino a los oídos y si alguien quiere traducirla, tiene que considerar y guardar esta musicalidad.36 La tercera dificultad puede ser la traducción de las palabras plásticas que se repiten durante toda la obra del granadino formando así una vasta red de símbolos. Así, su interpretación puede causar mucha dificultad a los traductores porque, en su caso, es importante la fidelidad a la expresión original. Puede ser, pues, una solución equivocada si el traductor utiliza simplemente palabras sinonímicas, porque con un sinónimo el traductor puede romper por completo la densa red simbólica de García Lorca. En muchos poemas de Lorca podemos descubrir expresiones, estructuras o incluso versos enteros recurrentes sean en el mismo o en diferentes ciclos. En casos afortunados podemos notar esta red sutil entre las piezas también en las traducciones; sin embargo, a veces los traductores no prestan adecuada importancia a este hecho. Por ejemplo, podemos ver una semejante estructura gramatical repetida en los siguientes versos: El niño la mira. / El niño la está mirando - El aire la vela, vela. / El aire la está velando (Romance de la luna, luna) o, en otro poema, 33 Ibidem. 34 László Nagy, “Nincs bocsánat”, en: László Nagy, Adok nektek aranyvesszőt, p. 110. 35 László Nagy, “Kis krónika a fordításról”, p. 108. 36 J. B. Trend, Lorca and the Spanish Poetic Tradition. Oxford: Basil Blackwell, 1956, p. 16. Lo cita: Zsuzsanna Takács, “Nagy László Lorca-fordításainak…”, p. 227.

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Las cosas la están mirando / y ella no puede mirarlas (Romance sonámbulo). Pero, examinando las traducciones, lamentablemente podemos constatar que pierde esta repetición en y entre poemas. No obstante, en casos más afortunados, cuando el mismo traductor interpreta los poemas de diferentes ciclos, las traducciones conservan este fino hilo que se extiende entre los textos poéticos de Lorca. A esta semejanza llama nuestra atención también Zsuzsanna Takács, comparando las traducciones de László Nagy y destacando que hay muchas semejanzas entre los tres poemas El llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Reyerta y Muerte de Antoñito el Camborio.37 Por último, destacaría las rimas asonantes del Romancero lorquiano que constituyen también una dificultad para el transplante al húngaro. De los tres traductores solamente László Nagy logró conservar las rimas originales de Lorca. Él mismo explica esta fidelidad rítmica en su mencionada Breve crónica sobre la traducción: “Me gusta la traducción fiel, insisto en el uso de las rimas originales y, muchas veces, también en el de las mismas asonancias españolas. Eso es cosa mía, mi pasión privada y no pertenece a los problemas de la traducción.”38 Según mi opinión, eso sí que pertenece a la problemática de la traducción artística y, pienso, es uno de los secretos de la hermosura de las traducciones de Nagy. Los otros dos húngaros no logran respetar las rimas, así se alejan por completo de la pulsación de los romances originales. La traducción de los títulos Aunque en este artículo no podemos comparar todos los romances, es interesante examinar en su totalidad, por lo menos, la traducción de los títulos. De los 18 poemas del Romancero, nueve títulos son semejantes en las tres versiones húngaras, o solo con diferencias ortográficas entre ellas.

37 Takács analiza detalladamente este aspecto: Zsuzsanna, Takács, “Nagy László Lorcafordításainak…”, p. 233. 38 László Nagy, “Kis krónika a fordításról”, p. 108.

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garcía lorca

andrás

gyertyán

nagy

Preciosa y el aire

Preciosa és a szél

Preciosa és a szél

Preciosa és a szél

La monja gitana

Cigányapáca

Cigányapáca

A cigány apáca

San Miguel

Szent Mihály

Szent Mihály

Szent Mihály

San Rafael

Szent Rafael

Szent Rafael

Szent Ráfael

San Gabriel

Szent Gábor

Szent Gabriel

Szent Gábor

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino a Sevilla

Antonito Camborio elfogatása a sevillai úton

Antonio el Camborio elfogatása

Antoñito el Camborio elfogatása a sevillai úton

Muerte de Antoñito el Camborio

Antoñito el Camborio halála

Antonio el Camborio halála

Antoñito el Camborio halála

Martirio de Santa Olalla

Szent Eulália vértanúsága

Szent Eulália vértanú halála

Szent Eulália vértanúsága

Thamar y Amnón

Thámár és Ámnon

Thamar és Amnon

Thámár és Amnon

En los otros poemas podemos notar diferencias entre las traducciones y los títulos españoles. Lorca

András

Gyertyán

Nagy

Romance de la luna, luna

A hold románca

A hold románca

A holdas hold románca

Reyerta

Viadal

Veszekedés

Viadal

Romance sonámbulo

Ballada az alvajáró cigánylányról

Alvajáró románc

Alvajáró románc

La casada infiel

A hűtlen menyecske

Románc a házasságtörő asszonyról

A hűtlen menyecske

Romance de la pena negra

A fekete bú románca

A fekete kín románca

A fekete bú románca

Muerto de amor

Halálos szerelem

Szerelmi halál

A szerelem halottja

Romance del emplazado

Az elkárhozott románca

A törvénybeidézett románca

A kárhozott románca

Romance de la Guardia Civil Española

Ballada a spanyol csendőrökről

A spanyol pandúrok románca

A spanyol csendőrök románca

Burla de don Pedro a caballo

A lovas Don Pedro története

Don Pedro, a lovas gúnydala

A lovas Don Pedro komédiája

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En cinco de estos nueve títulos, Lorca indica ya la forma métrica, romance, que también aparecen en las traducciones aunque con leves modificaciones. Gyertyán y Nagy utilizan la palabra húngara “románc” que tiene sonido semejante al romance, mientras que András –como ya nos advierte en su prólogo mencionado– opta por usar dos veces el término “ballada” (en el caso de Romance sonámbulo - Ballada az Alvajáró Cigánylányról, y Romance de la Guardia Civil española - Ballada a Spanyol Csendőrökről) que tiene mayor expresividad y conlleva un significado más intenso y dramático en nuestra lengua. Es interesante que Gyertyán, en la traducción de la Casada infiel abusa de la palabra romance porque la usa también cuando no figura en el título español, traduciendo el título como Románc a házasságtörő asszonyról, y también el sujeto del poema (la casada) aparece con una expresión muy complicada (la mujer que comete el adulterio/la mujer adúltera) no guardando la concisión del título lorquiano, lo que respetan logradamente los otros dos traductores en su sintagma adjetival (A hűtlen menyecske). Ambos, András y Nagy, utilizan la palabra “menyecske” que añade a la casada de Lorca una indicación de edad, ya que la palabra húngara significa una mujer joven, recién casada. En el título de la Burla de don Pedro a caballo García Lorca de nuevo da una indicación del género. En los títulos húngaros encontramos tres diferentes versiones (Gyertyán: gúnydal [burla], András: történet [historia], Nagy: komédia [comedia]) de las cuales la traducción de Gyertyán logra comunicar el sentido original. Entre los títulos húngaros encontramos a veces interesantes diferencias léxicas. En la traducción del poema Reyerta, András y Nagy eligen la palabra “viadal” que, en mi opinión, es más expresiva en el contexto de todo el romance, mientras que Gyertyán prefiere usar “veszekedés” que, aunque se trata de un simple cambio sinonímico, tiene más bien el significado de pelea. También en el caso de las traducciones del título del Romance de la pena negra podemos encontrar sinónimos, “kín” (Gyertyán) y “bú” (András, Nagy), de los que opino que la última variante es la más lograda porque es una palabra mucho más expresiva en húngaro, con asociaciones y connotaciones más hondas, parecidas a las de la palabra pena. Como sabemos, la Guardia Civil es una imagen recurrente en la simbología lorquiana y también aparece en uno de los títulos de los romances, Romance de la Guardia Civil Española. En este caso, es bastante difícil la traducción ya que se trata de una expresión adherente a la historia española. En las versiones húngaras nos encontramos con dos expresiones, “csendőr” (András, Nagy) y “pandúr” (Gyertyán) que no son sinónimos en absoluto en nuestro idioma. Además, la primera tiene sus variantes en más países (Carabinieri en Italia, Gendarmerie en Francia, Guarda Nacional en Portugal); en cambio, la segunda, “pandúr”, en su sentido original, indicaba especialmente un cuerpo armado, compuesto de soldados serbios, que cumplía la defensa de la frontera meridional. Es decir, no tiene

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nada que ver con la civilización hispana, así la elección de Gyertyán es bastante equivocada. Uno de los poemas más conocidos del volumen es, sin duda alguna, el Romance sonámbulo, en cuyo título András no solo cambia la palabra romance por balada (“ballada”), sino que introduce un cambio léxico, añadiéndole también la palabra “cigánylány” (es decir, gitana) a la que no tenemos alusión ninguna en el título lorquiano, aunque será la protagonista de todo el romance. En el caso del poema Romance del emplazado, Gyertyán erradamente usa la palabra “törvénybeidézett” (quiere decir: uno citado ante el tribunal) porque el contenido del romance no indica ninguna circunstancia que tenga alusión a la justicia oficial. András y Nagy usan la misma palabra, solo el segundo quita el prefijo el-, llegando así a un sentido más amplio y no tan definitivo como la versión de András , en la expresión “elkárhozott”. En su traducción se siente mucho más todo el contexto del poema: la predicción del fatum. Parece que la traducción de un título muy simple, Muerto de amor, causó la mayor divergencia entre los traductores. Dos de ellos (András y Gyertyán) interpretaron este título como un grupo adjetival, aunque ambos erradamente. Es interesante hacer la traducción al revés, es decir, de las soluciones húngaras al español para ver los errores de András y Gyertyán. El título “Halálos szerelem” de András sería amor mortal en español, mientras que la versión de Gyertyán, “Szerelmi halál” podríamos traducirla como muerte de amor. Otra vez Nagy logra interpretar más fiel –a la vez semántico y sintácticamente– este título, con su versión, “A szerelem halottja”, título idéntico con el lorquiano. Romance de la luna, luna No por casualidad he dejado por último el poema inicial del volumen, el Romance de la luna, luna cuyo título, en las versiones húngaras, guarda el sentido original, aunque solo la traducción de László Nagy conserva también la fuerza poética de la repetición de la palabra luna, con la adjetivación del sustantivo “hold” [luna], traduciendo el título como “A holdas hold románca.” El examen de este astro simbólico es importante, tanto en el texto español como en la traducción, porque su personificación da un sentido siniestro a todas las obras donde aparece. La aparición, la presencia y la desaparición de la luna, en este caso, tienen también una función estructural que contribuye al dramatismo del romance.39 La repetición no solo aparece en el título sino que es un efecto recurrente en muchos poemas de Lorca. En este romance, sin contar el título, Lorca repite nueve veces la palabra luna, y cuatro veces evocándola con el pronombre la. De las traducciones húngaras, en la versión de Nagy la encontramos ocho veces, mientras Gyertyán la usa solo siete, András seis veces, aunque los dos últimos añaden 39 Zsuzsanna Takács, “Nagy László Lorca-fordításainak…”, p. 228.

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la palabra a la última estrofa (Gyertyán: “a holdat őrzi és zörög”; András: “s csak szél virraszt a hold felett”), donde, en la obra lorquiana, no está el sustantivo, sino que lo sustituye un pronombre, con la función del complemento directo (El aire la vela. El aire la está velando). En la exhortación de Lorca, Huye luna, luna, luna, la imagen del astro se repite tres veces, mientras que en la interpretación de Nagy (“Hold, hold fuss el…”) y Gyertyán (“Rohanj te hold, te hold…”) dos veces, y András, en cambio, elige la repetición del verbo huye (“Menekülj hold, jaj menekülj…”), aumentado la fuerza de la incitación. Es especialmente interesante la solución final de Nagy porque, en los últimos dos versos, presta mayor importancia no al significado sino al sonido: “Szél az őre, szél az őre, / szél az őre hámoruknak.” Guardando las consonantes l y r, la semejanza entre el sonido del original y el de la traducción es sorprendente: “szél” alude a el; mientras que “őre” a aire por repetir las mismas consonantes y, en el segundo caso, las vocales también. Podemos encontrar semejanzas de sonido también en la traducción de Gyertyán, entre los versos de ¡Cómo canta la zumaya, / ay, cómo canta en el árbol! y “Hogyan dalol a vén bagoly.” Se siente que las vocales en canta repiten en la zumaya, como también el traductor húngaro logra hacer el mismo efecto con las palabras “dalol” y “bagoly”. Añadiría que con las vocales a-o, el traductor guarda también el sonido vocálico de árbol. Así, en este caso, Ervin Gyertyán guarda mejor el latido original y la rima interna del verso examinado. Es interesante que Lorca repite dos veces el verbo cantar, como lo hacen también Gyertyán (con el verbo “dalol”) y András (con la palabra “huhog”), en cambio, Nagy no duplica el verbo, sino que usa aliteración, orta vez realizando así una mayor fidelidad sonora: “Jaj, de huhog az a bagoly / Csupa jajszó a fa orma!” – aludiéndo con la interjección húngara “Jaj”, al sonido de la palabra zumaya y a la interjección ay de Lorca. Los tres traductores ponen en húngaro la palabra zumaya como “bagoly” (búho), simplificando el sentido. Sin embargo, en otro lugar, podemos encontrar justamente lo contrario de esta simplificación: la fragua aparece en las traducciones con la hermosa pero anticuada expresión “hámor”, aunque existe en húngaro su versión menos poética “kovácsműhely” (taller del herrero) que es una palabra mucho más cotidiana. Con la comparación de los tiempos verbales también podemos descubrir algunas curiosidades. En el romance de García Lorca hay dos planos temporales, el pasado y el presente. Solo Nagy guarda con cuidado estas funciones, aunque una sola vez él también se desvía del romance original: cuando Lorca usa pasado, diciendo que Por el olivar venían… la solución de Nagy: “Olajfák közt a cigányok /(…) lovagolnak. / Jönnek (…), es decir, usa el presente en vez del pasado original. András y Gyertyán no prestan tanta atención a la interpretación de los tiempos

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verbales, aunque el primero es más consecuente en su traducción, mientras que el segundo usa solo el presente durante todo el romance. En las traducciones de Nagy es interesante notar el desuso del pronombre “mely” (que). El poeta húngaro opina que aunque la prosa no puede eliminarlo, incluso la poesía más complicada puede prescindir de su uso. Por eso no lo emplea casi nunca en la traducción del Romancero: como dice “En los mil versos del Romacero gitano, si recuerdo bien, aparece solo dos veces su sinónimo, «amit»…”.40 Por esta aversión de Nagy en relación con el pronombre húngaro “mely” (que), es digno de interés la traducción de Gyertyán del verso sus senos de duro estaño (“s ón mellein, amely kemény…”, que equivalía a “sus pechos de estaño que son duros”) porque al parecer a Gyertyán no le disgusta la subordinación. Lo muestra otro verso también, en el Romance sonámbulo, cuando Gyertyán traduce el simple sintagma adjetival pechera blanca otra vez con una estructura subordinada, “ingeden, amely fehér”, como si el original sonara así: “en tu camisa que es blanca”. Aceptando la opinión de Nagy, podemos decir que la solución de Gyertyán no es muy poética.41 En la introducción he aludido ya a la sorprendente maestría de Nagy con las rimas asonantes. El poeta húngaro verdaderamente pudo guardar el latido del poema lorquiano: en este caso transformando las rimas asonante a-o consecuentemente en o-a durante todo el poema. La monja gitana Lo que sobresale de las traducciones del romance La monja gitana es el aumento del número de los verbos. En el poema español hay trece verbos, en la versión de András hay veinte, Nagy usa veinticuatro, Gyertyán veintiocho verbos. Este aumento es sorprendente porque en el centro del poema García Lorca coloca la acción del bordar, y las otras acciones y emociones se desarrolan solo en el alma y en la fantasía de la monja, y es por eso que el uso forzado de los verbos cambia también completamente la dinámica del texto traducido. La acción central del poema es el bordar, cuyo verbo aparece en el texto español en el tercer verso. De este aspecto Nagy es el más fiel, porque coloca en el mismo lugar el mismo verbo (“hímez”). András lo pone en el cuarto verso, mientras que –y esto es raro– Gyertyán lo aleja hasta el noveno verso. El único verbo de Lorca en los primeros cuatro versos es propiamente el bordar; Gyertyán –aunque lo deja para más adelante– abusa de otros verbos que en el poema original no figuraban (“áll” [está de pie], “susog” [susurra], “ereszkedik” 40 László Nagy, “Kis krónika a fordításról”, p. 109. 41 Abundantes ejemplos de esta subordinación ajena de la poesía (“azon, ahol, akik, amit”), véase también en la traducción de Gyertyán del poema Preciosa y el aire.

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[se baja], “kibontja” [se abre], “átszeli” [atraviesa]). Estas partes son superfluas en la traducción, su empleo derriva evidentemente de la presión de las rimas y causa un sentimiento de movimiento que está ausente por completo de la intención lorquiana. En este aspecto, Nagy y András logran transmitir mejor la atmósfera original, porque ellos, como el granadino, en los primeros cuatro versos ponen solamente el verbo “hímez” [borda]. Hablando de los verbos, resaltaría otros detalles de las traducciones. El único movimiento intensivo –aunque solo en la mente de la monja– aparece en el verso galopan dos caballistas, cuyo sentido lo expresan ambos verbos húngaros “vágtat” (András) y “üget” (Gyertyán, Nagy). Pero, los versos que vienen después, “un rumor último y sordo / le despega la camisa” reciben matices diferentes en las traducciones. En la versión de András la traducción sugiere que el acto de despojo no es voluntario (“feszegetik / vállairól az ingvásznat”), es decir, los rumores están quitándole la camisa; en cambio, según la interpretación de Gyertyán, la monja desea este acto porque ella misma hace la acción “az ingeit levetgeti”, es decir está desnudándose. La alusión a la carnalidad, prohibida y por eso más deseada, se expresa con mayor fuerza en la versión de Nagy: “tépik ingét kihevülve”, quiere decir, le desgarran violentamente su camisa. Además, Nagy elimina todo el verso un rumor último y sordo, cambiando el sujeto, en vez de rumor, los caballistas –en húngaro “lócsiszár” – se convierten en sujeto, es decir los caballistas le quitan violentamente la camisa de la monja– reforzando el significado del verbo original y atribuyéndole, además, un matiz más violento que expresa el miedo y, a la vez, el deseo prohibido de la monja. Con estos cambios, la imagen creada por Nagy, y tal vez no exagero, es incluso más expresiva y más fuerte que la lorquiana. Es interesante la traducción de los versos “Qué azafranes y qué lunas, / en el mantel de la misa!” donde Lorca no utiliza ni un verbo. Los versos de Nagy “sáfrány s hold – a szent oltári / terítőre testesülnek” también muestran un hermoso ejemplo de la fantasía poética. Con el uso del verbo “testesülnek”, con el singnificado de se encarnan, la versión de Nagy puede recibir un sentido religioso, aludiendo a la encarnación pero, si tomamos en consideración la imagen de los dos caballistas arriba mencionada, puede sugerir también una idea más profana, insinuando la carnalidad. Esta dualidad la expresa también la palabra “szent” (santo) en la traducción de mantel de misa que es solo una simple redundancia en el texto húngaro de Nagy, pero que es efectivo porque expresa con mayor fuerza la devoción de la mujer. Siguiendo con el análisis, podemos decir que la traducción de la palabra caballistas recibe también diferentes interpretaciones. András intensifica el aspecto religioso en la imagen de “két bibliás lovag”, o sea, dos paladines de la Biblia, tal vez una alusión a los jinetes del Apocalipsis (aunque ellos son cuatro); mientras que Gyertyán (“két lovas deli”, dos caballeros fuertes) y Nagy (“két lócsiszár”, dos vendedores de caballos) aumentan el matiz profano de esta imagen. Pienso que

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la solución de los dos últimos es más adecuada, ya que el cuadro siguiente, como hemos visto más arriba, sugiere ya el deseo carnal de la monja. Es interesante la traducción de la expresión toronja, una palabra, al parecer, muy simple, pero que causó dificultades a los traductores. A decir verdad es imposible traducir esta palabra ya que su equivalente casi no existe en húngaro. El uso de “grapefruit” ya es normal en la lengua cotidiana, sin embargo, su uso poético no lo es, porque tiene un sonido muy raro y extraño en húngaro. Por añadidura, su interpretación es doblemente difícil porque, en español, hay refranes y canciones que asocian y ponen en consonancia los vocablos monja y toronja.42 Por supuesto estas asociaciones no existen en nuestro idioma. Analizando cómo es la solución de los traductores, podemos concluir lo siguiente: Gyertyán usa simplemente “narancs” (naranja) que es poco adecuada ya que la naranja es la imagen del amor feliz en la simbología lorquiana, tema que en este poema no aparece. Además, la repetición de la misma voz en el verso “meghasad narancs szíve” (“se quiebra su corazón / de azúcar y yerbaluisa”) donde Lorca no menciona esta fruta, la opción de Gyertyán está bastante alejada de la intención de los versos originales. András introduce una palabra muy acertada, “vérnarancs”, que, aunque no tiene el mismo sentido botánico, causa asociaciones evidentes con las llagas sangrientas de Cristo, porque en la voz compuesta húngara la primera parte (“vér-”) tiene el sentido de sangre. Parece que Nagy no tuvo problemas con la toronja, aceptando simplemente “vérnarancs”, el vocablo usado por András. La mayor diferencia textual podemos descubrirla en la versión de Gyertyán ya que él añade incluso versos enteros que, por supuesto, cambian el sentido de la obra española. También Nagy a veces usa este método, para llenar los versos que –por las diferencias entre los dos idiomas– quedarían en blanco. Pero, la gran diferencia entre Gyertyán y Nagy es que las soluciones del primero son bastante forzadas, sin relación a veces con el texto original, mientras que el segundo, con su talento de poeta, puede crear versos enteros, construyéndolos con los elementos del texto lorquiano. En cuanto a las rimas, las asonancias lorquianas serán respetadas otra vez solo por László Nagy, que logra conservar las asonancias i-a, transformándolas consecuentemente en ü-e. Preciosa y el aire En este poema Lorca, junto a la descripción de la huída de Preciosa, contrasta dos mundos, el de los gitanos y el de los ingleses y carabineros. Para visualizar esta 42 Algunos ejemplos del folclore español: Ya viene la monja / toronja, toronja, / ya viene Juanillo/ tocando el pitillo. O en refranes: El torno de las monjas, pide doblones y da toronjas; La monja, por hábito, da naranja y toronja; Religiosa no casta es perdida toronja.

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oposición pone a éstos últimos arriba, en los picos de la sierra, junto a las blancas torres, mientras que la gente gitana aparece abajo, junto al agua, que es un símbolo lleno de vitalidad y erotismo. Por añadidura, también la imagen de la noche llena de peces intensifica este sentido ya que el pez, en la visión del poeta andaluz, siempre se asocia a aspectos eróticos. Es decir, hay dos mundos, uno arriba, y el otro abajo. En las traducciones encontramos imágenes más o menos fieles a las originales: Gyertyán: “Sierra csúcsai felett / […] / őrzik ők a tornyokat / ahol az angol úr lakik.”; András: “A Sierra sziklás csúcsán / […] angol-lakta fehér tornyok”; mientras que Nagy escribe: “Fönn az ormon kemény őrség, / […] / őrzi a sok fehér tornyot, / ott az angolok lakása.” En cambio, el mundo gitano aparece relacionado con el agua: en la versión de Gyertyán “a víz cigányai” [gitanos del agua]; en la traducción de András “vízi cigányok”, lo mismo pero en sintagma adjetival; mientras que Nagy escribe: “Lent a vízparton a cigányok” [abajo, junto al río, los gitanos]. De las partes subrayadas se ve bien que en la traducción de Nagy encontramos dos palabras opuestas, dos adverbios de lugar (“fönn” y “lent” [arriba/abajo]) que expresan con más fuerza la intención lorquiana en cuanto a la visualización de los dos espacios. Es interesante analizar también en este caso los verbos. En la primera parte, Lorca usa perífrasis con gerundio y un gerundio (tocando viene, huyendo) y solo al hablar de la naturaleza usa verbos más intensos (el silencio…cae; el mar bate y canta). Representa el mundo de más arriba con verbos sin indicar movimiento alguno (duermen guardando, viven), sin embargo, cuando hace alusión al agua, ya aparece una leve acción (levantan). La traducción de los verbos en esta parte es más fiel en las versiones de Gyertyán y András, mientras que en la de Nagy podemos encontrar verbos acumulativos que son mucho más intensos: tocando viene aparece en Gyertyán como “dobolva jő” [viene tocando]; en la versión de András, “dobolgatva…lépdel” [pasea tocando]; mientras que Nagy dice “üti, rázza, itt jön…” [toca, bate, viene aquí]. La visualización del silencio será más fuerte en las traducciones que en el poema original: el silencio…cae, escribe Lorca. En la versión de Gyertyán podemos encontrar: a “csend menekül” [el silencio se huye]; en la de András: “felriad… hajtja” [se sobresalta, persigue]; y en la traducción de Nagy: “űzi” [persigue]. El cambio será mucho más acentuado en la imagen del mundo gitano, donde Lorca pone un solo verbo (levantan), pero la redundancia verbal de András y Nagy es sorprendente. El primero utiliza los verbos “szórakoznak, játszadoznak/ […] építgetnek, […] hoznak” [se divierten, juegan/ […], erigen, […] traen], mientras que el segundo emplea los vocablos mókáznak, cicáznak / […] építenek [se burlan, retozan / […] erigen]. Podemos justificar este abuso verbal porque sirve para expresar la vida más agitada y ruidosa que llevan los gitanos. En la segunda parte, cuando Lorca escribe la huída de Preciosa, los verbos originales expresan el aumento de la tensión. El sentido del verso “Niña, deja que

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levante” lo guardan fielmente la versión de András, “Kislány engedd felemelnem” [deja que levante], y la de Gyetyán: “Leányka hadd emeljem” [deja que levante], mientras que la solución de Nagy, “Lány, a szoknyád felemelem!” [te levanto el vestido], o en húngaro los tres traductores utilizan “szoknya” es decir, la falda en vez del vestido, pues Nagy elimina la construcción verbal deja que, así su traducción será mucho más violenta y categórica en su significado y conlleva el sentimiento de indefensión de Preciosa. También en las traducciones de la imagen de “San Cristobalón […] mira” podemos notar diferencias sutiles. Lorca, no por casualidad, usa el aumentativo –ón para mostrar la fuerza masculina del viento. En los versos húngaros solo András añade la palabra “nagy” [grande] y así logra guardar el significado de –ón y la intención del poeta español. En el caso del verbo mira, destacaría la solución de Nagy que traduce esta parte como “távolba néz” que creo menos adecuada en este caso ya que añade al verbo mirar el sentido de a lo lejos que alterna totalmente la relación espacial entre Preciosa y San Cristobalón y, con eso, disminuye el susto de la gitana. No obstante, la intención de García Lorca es contraria. Mencionaría, además, dos cambios que se alejan mucho del poema lorquiano. Uno de éstos opino que es superfluo y solo la fuerza de las rimas obligan a Gyertyán a la traducción siguiente: “a consul úr meg a neje” [“el señor consul y su mujer”], donde Lorca escribe el cónsul de los ingleses. La palabra “neje” [su mujer] de la traducción es totalmente errada porque disminuye la fuerza masculina que no solo emana el viento sino también la casa ajena de los ingleses. El otro cambio ya es una creación poética de Nagy en la traducción de un verso que, aunque cambia el sentido lorquiano, creo que aumenta de manera muy sugestiva el misterio del poema original. Donde Lorca dice “y una copa de ginebra / que Preciosa no se bebe”, la versión de Nagy “kupicába gint is csordít, / de a leány meg se látja”, insinúa que Preciosa no ve la ginebra. Así, según la interpretación del poeta húngaro, Preciosa bebe del alcohol sin saberlo, como si el consul quisiera narcotizarla, y este significado está ausente en el verso lorquiano. En este romance, como también en todos los otros, Nagy queda fiel a las asonancias. Las rimas asonantes e-e de Lorca las transformó sistemáticamente en las asonancias á-a. Conclusión Con esta comparación no quería juzgar el trabajo de ninguno de los tres traductores. Más bien quería destacar que los cambios de las traducciones pueden causar asociaciones diferentes en los lectores húngaros y, claro, pueden formar enormemente la recepción de una obra extranjera. Gyertyán y András –ambos muy jóvenes, de 22 y de 28 años de edad en el momento de las traducciones– realizaron gran esfuerzo para traducir los romances de Lorca en los años 40,

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cuando aún no existían otras traducciones húngaras de la obra lorquina. El tercer traductor, László Nagy ya tuvo la ventaja de que podía conocer las traducciones anteriores. Además, los dos primeros eran más bien traductores, mientras que Nagy era poeta. Para que la poesía de Lorca fuera interpretada en su hermosura y musicalidad originales, también el genio poético y la afinidad espiritual entre el poeta andaluz y el húngaro eran indispensables. Y que esta afinidad no es solamente mi obsesión personal quisiera destacar algunos paralelismos entre las vidas y obras de los dos artistas. Por ejemplo, su procedencia es muy semejante: ambos poetas nacieron en pueblos pequeños (Lorca en Fuente Vaqueros, Nagy en Iszkáz43 y respiraron en su niñez la cultura popular. La sensibilidad hacia el folclore de ambos artistas se manifestó también a través de sus obras ensayísticas. Semejantemente a El cante jondo, Las nanas infantiles o Teoría y juego del duende de Lorca, Nagy también escribió excelentes ensayos sobre la poesía popular y su influencia sobre la lírica moderna: El recuerdo de un hechizo, Sobre la poesía popular búlgara, La fuerza inspiradora de la poesía popular, Vitalidad que respira, La poesía popular de los pueblos vecinos… etc.44 Además, la inclinación de ambos hacia las bellas artes aporta un nuevo rasgo semejante entre los dos poetas: Nagy, al igual que Lorca, dibujaba, pintaba, esculpía, preparaba cubiertas de libros e ilustraciones para poemas, entre muchos, para los de Dylan Thomas y Miguel Hernández. Lo que más frecuentemente dibujó Nagy eran caballos: caballos saltando como delfines, pegasos alados, garañones con lunas en la frente, potrillos de terciopelo.45 Otro rasgo común de los dos poetas puede ser la profunda e íntima amistad con un pintor. La amistad de Nagy con el pintor Béla Kondor46 rememora inevitablemente la relación entre García Lorca y Salvador Dalí. El poeta húngaro escribió un poema –semejante a la Oda a Salvador Dalí– a su amigo pintor con el título “A mindenség mutogatója” [El exhibicionista de la universalidad].47 No solamente la influencia de los pintores mencionados sino también la de los grandes músicos merece mención en la vida de ambos poetas. Manuel de Falla, en el caso de Lorca, y Béla Bartók48, en el caso de László Nagy. 43 Iszkáz es un pueblo en el Transdanubio, al norte del lago Balaton. 44 Los mencionados títulos en húngaro son los siguientes: Egy varázslat emlékére, A bolgár népköltészetről, A népköltészet ösztönző ereje, Lélegző elevenség, A szomszéd népek népköltészete… etc. (Zoltán Jánosi, La acogida…, p. 49.) 45 Zoltán Jánosi, La acogida…, p. 51. 46 Béla Kondor (1931-1972), pintor húngaro. Un hombre multilateral, junto a la pintura y al arte gráfico escribió poesía y prosa también, buscó la innovación de la fotografía y, además, tocó el órgano. 47 Zoltán Jánosi, La acogida…, p. 52. 48 Béla Bartók (1881-1945), músico húngaro que se destacó como compositor, pianista e investigador de música folclórica de la Europa oriental. Fue uno de los fundadores de la

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Por último, destacaría algunos paralelismos entre Nagy y Lorca en la naturaleza y en los motivos de sus metáforas e imágenes poéticas: la muerte violenta, el negro y el rojo, colores de la muerte y de la sangre, o el verde que es el color preferido de Nagy también.49 Todos estos parelelismos mencionados, pienso que apoyan evidentemente por qué son tan excepcionales las traducciones de Nagy. No solamente la crítica húngara sino también la extranjera llama nuestra atención a esta hermandad espiritual e intelectual entre los dos poetas. “La rica musicalidad de sus versos le emparentan a Lorca y a Dylan Thomas.”50 – elogia Clive Wilmer a László Nagy en el London Magazine. Como conclusión podemos decir que el poeta húngaro entendió y sintió más que los otros –incluso los hispanistas más destacados– el mundo del granadino y lo expresó en húngaro de tal manera que García Lorca se convirtió en uno de los poetas más populares en Hungría.

etnomusicología. 49 El poema más famoso de Nagy lleva el título El ángel verde (A zöld angyal). 50 Lo cita György Gömöri, “Nagy László híre és művei angol nyelvterületen”, en József Tasi (ed.): Inkarnáció ezüstben. Tanulmányok Nagy Lászlóról, Budapest: Petőfi Irodalmi Múzeum, 1996, p. 245.

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la lectura voluntaria de libros en el alumnado español de 10 a 18 años: diferencias territoriales, de género y características asociadas Ramón Mendoza (Universidad de Huelva) Joan Manuel Batista-Foguet (Universidad Ramon Llull) Antonia Rubio González (Universidad de Huelva) Diego Gómez Baya (Universidad Loyola Andalucía) Diego Gómez Baya (Universidad Loyola Andalucía) Carmen Cruz (Universidad de Huelva) Resumen Introducción: El diseño de programas de fomento de la lectura de libros requiere conocer la interrelación entre dicho hábito y otros aspectos de los estilos de vida. Objetivos: 1) Estudiar las diferencias de género y las diferencias territoriales en la frecuencia de lectura voluntaria de libros en el alumnado español y 2) Identificar características personales y contextuales asociadas a este hábito. Método: Una muestra aleatoria y representativa del alumnado de 10 a 18 años rellenó un cuestionario anónimo (n=8956). Resultados y conclusiones: Las alumnas leen con mayor frecuencia y se han encontrado diferencias territoriales significativas. Por otra parte, la lectura frecuente de libros está asociada con la escritura voluntaria, el éxito escolar, la comunicación parento-filial, la cooperación en las tareas domésticas, y con diversas conductas de protección.

Abstract Introduction: Designing programs to promote reading requires knowledge of the relationship between the habit of reading books and other aspects of lifestyle. Aims: 1) To study regional and gender differences in the frequency of voluntary book reading among Spanish schoolchildren and 2) To identify personal and contextual characteristics associated with this habit. Method: A random sample (n= 8956), representative of Spanish schoolchildren aged 10 to 18, filled in an anonymous questionnaire. Results and conclusions: the girls read books more often than boys, and significant territorial differences were found. Additionally, frequent reading is associated with voluntary writing, success in school, parent-child communication, helping out with housework, and a variety of protective behaviours.

Palabras Clave Lectura voluntaria, Escolares, Adolescentes, España, Diferencias de género.

Keywords Voluntary reading, Schoolchildren, Adolescents, Spain, Gender Differences.

Fecha de recepción: 22 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 23 de octubre de 2014

Agradecimientos El proyecto EVAE ha podido llevarse a cabo gracias a la cooperación de las consejerías de educación de todas las comunidades autónomas y de los 225 centros docentes participantes en las sucesivas fases de la investigación. El estudio ha sido financiado por FIPSE. Introducción Este artículo pretende fundamentalmente alcanzar tres objetivos: 1) Examinar en qué medida los pre-adolescentes y adolescentes españoles escolarizados practican la lectura voluntaria de libros –por el placer de leer– y si existen diferencias de género al respecto; 2) Determinar si se dan diferencias territoriales relevantes en la lectura voluntaria de libros por parte del alumnado; y 3) Analizar si el hecho de leer libros frecuentemente (o el no hacerlo) está asociado a características peculiares de los propios sujetos o de sus contextos de desarrollo (familia, escuela, amigos o compañeros y otros). El trabajo está centrado en la lectura voluntaria de libros, no en el estudio de libros de texto o en la lectura obligada de obras por imposición escolar. En cierta forma, se pretende valorar en qué medida la lectura de libros está incardinada en los estilos de vida actuales del alumnado. El valor educativo del hábito de la lectura ha sido tradicionalmente reconocido por los educadores y por los estudiosos del sistema educativo. Numerosas investigaciones realizadas en las últimas décadas avalan esta perspectiva. Un metaanálisis de 99 estudios1 ha encontrado una fuerte correlación entre diversos indicadores de la práctica de la lectura en el tiempo libre y un buen desarrollo de la lengua oral, tanto más intensa cuanto mayor es la edad de los alumnos. Los resultados de este meta-análisis (que incluye la revisión de estudios longitudinales y no sólo transversales) son consistentes con la hipótesis de una causalidad en espiral, según la cual la familiaridad con los textos impresos estimula el desarrollo de las competencias lectoras, que, por su parte, terminan favoreciendo la práctica frecuente de la lectura. A su vez, las rutinas de lectura en el tiempo libre ofrecen claras oportunidades para un buen desarrollo de la lengua oral. 1 S.E. Mol y A.G. Bus, “To read or not to read: a meta-analysis of print exposure from infancy to early adulthood”, en Psychological Bulletin, vol. 137, nº2 (2011), pp. 267-296. doi: 10.1037/ a0021890

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En todo caso, los resultados de diversos estudios incluidos en este meta-análisis indican que los niños que eligen leer libros en su tiempo libre disfrutan de un vocabulario más rico, mejor comprensión lectora y más facilidad técnica de lectura que aquéllos que no leen tan frecuentemente. A su vez, tanto en el alumnado no universitario como en el universitario, la frecuencia de lectura está relacionada con la inteligencia, aunque con una asociación no muy intensa, así como con el éxito académico. En contraste con la lectura, ver la televisión no está asociado con una mayor riqueza verbal entre los escolares3. Longitudinalmente se ha observado que el hábito de ver la televisión (específicamente, la televisión de entretenimiento) predice una menor competencia lectora y una menor práctica de la lectura extraescolar4. Igualmente, otra investigación longitudinal ha mostrado que la exposición a la televisión y a los videojuegos está asociada a un incremento en los problemas de atención, tanto en la infancia media como al final de la adolescencia5. En lo que se refiere a la lectura, hay indicios claros de un descenso en los hábitos de lectura por parte del alumnado en numerosos países desarrollados. El estudio PISA ha mostrado unas tendencias preocupantes al respecto. En la generalidad de los 38 países que han participado en este estudio entre 2000 y 2009 se ha detectado entre dichos años un descenso en la práctica de la lectura voluntaria (de revistas, periódicos, libros o cómics) en el alumnado de 15 años. Este descenso ha sido mucho más acusado entre los chicos que entre las chicas y, a su vez, más pronunciado entre el alumnado proveniente de sectores sociales desfavorecidos que entre los de mayor nivel socioeconómico6. Paralelamente, en lo que se refiere a la comprensión lectora, el estudio PISA de 2012 muestra que en el conjunto de la OCDE las alumnas obtienen mejores puntuaciones que en 2000, mientras que los alumnos varones bajan un poco su puntación7. 2

2 Ibid., pp. 267-296. 3 L. Allen, J. Cipielewski y K.E. Stanovich, “Multiple indicators of children’s reading habits and attitudes: construct validity and cognitive correlates”, en Journal of Educational Psychology, vol. 84, nº 4 (1992), pp. 489-503. doi: 10.1037/0022-0663.84.4.489 4 M. Ennemoser y W. Schneider, “Relations of television viewing and reading: findings from a 4-year longitudinal study”, en Journal of Educational Psychology, vol. 99, nº 2 (2007), pp. 349-368. doi: 10.1037/0022-0663.99.2.349 5 E.L. Swing, D.A. Gentile, C.A. Anderson y D.A. Wals, “Television and video game exposure and the development of attention problems”, en Pediatrics, vol. 126, nº 2 (2010), pp. 214-221. doi: 10.1542/peds.2009-1508 6 OECD, PISA 2009 at a Glance. París: OECD Publishing, 2010. Recuperado de http:// dx.doi.org/10.1787/9789264095298-en 7 Ministerio de Educación y Ciencia, Cultura y Deporte, Instituto Nacional de Evaluación Educativa, PISA 2012: Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos: Informe Español. Madrid: MECCD, 2013.

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En el caso concreto de España, además de una reducción significativa de la lectura voluntaria entre 2000 y 2009 entre el alumnado de 15 años, se ha detectado un fuerte descenso de la comprensión lectora entre 2000 y 2006, que en parte se ha corregido entre 2006 y 20098. No obstante, en 2009 ha sido modificado en el estudio PISA el sistema de indicadores de comprensión lectora respecto a los años anteriores, por lo que los respectivos datos han perdido comparabilidad. En todo caso, en el último estudio PISA se constata que en España ambos géneros han bajado en 2012 sus puntuaciones de comprensión lectora respecto a 2000, siendo especialmente acusado el descenso en el caso de los chicos. Las alumnas han obtenido de media en 2012 en comprensión lectora 29 puntos más que sus coetáneos varones9. Dado el fuerte potencial de la lectura como generadora de conocimiento – evidenciada en numerosas investigaciones a lo largo del siglo XX– y sus efectos polivalentes sobre el desarrollo personal y colectivo, tiene sentido examinar en profundidad en qué medida la práctica de la lectura voluntaria de libros permanece en el alumnado de inicios del siglo XXI y, en su caso, en qué sectores de la población escolar está menos implantada o quizás en claras vías de desaparición. Además se va a proceder a un análisis exhaustivo de las características personales y contextuales (familia, escuela, grupo de iguales) asociadas tanto a la práctica frecuente de la lectura voluntaria de libros como a la ausencia de dicha práctica. Ello facilitará una visión global de los perfiles del alumnado lector y del alumnado no lector, lo que contribuirá tanto a la mejor comprensión de ambos aspectos del fenómeno –lectura frecuente de libros y no lectura– como al cuidadoso diseño y puesta en práctica de programas que resulten realmente efectivos para el fomento de este hábito. Todos estos análisis van a ser realizados teniendo en cuenta las diferencias de género. Diversos estudios han explorado las diferencias de género en la infancia y en la adolescencia en lo que se refiere a la comprensión de la lectura, así como en las actitudes y motivaciones respecto a la lectura10, pero apenas se ha profundizado desde una perspectiva de género en el estudio de la interrelación entre el hábito de lectura y variables contextuales, de autopercepción y de estilos de vida en la adolescencia. La perspectiva de género resulta muy clarificadora a la hora de comprender cómo se van configurando el estilo de vida y la autopercepción en la adolescencia, como ya se ha constatado en otros trabajos11. 8 Ministerio de Educación, PISA 2009. Programa para la evaluación internacional de los alumnos. OCDE. Informe español. Madrid: Ministerio de Educación, 2010. 9 MECCD, PISA 2012... 10 S. Logan y R. Johnston, “Investigating gender differences in reading”, en Educational Review, vol. 62, nº 2 (2010), pp.175-187. doi: 10.1080/00131911003637006 11 J.M. Batista-Foguet, R. Mendoza, M. Pérez-Perdigón y R. Rius, “Life-styles of Spanish school-aged children: their evolution over time. Use of multiple correspondence analysis to

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Las diferencias de género en los hábitos lectores del alumnado adolescente en España ya han sido resaltadas en otros estudios12. Sin embargo, en estos otros estudios, a diferencia del presente trabajo, o bien no se utiliza una muestra representativa del alumnado de todas las comunidades autónomas, o bien no se analiza específicamente las diferencias de género en la lectura voluntaria de libros, o bien no se estudia a fondo la interrelación sobre esta práctica y otros aspectos de los estilos de vida. Por otra parte, si ya se han detectado notables diferencias de género en el alumnado español en lo que refiere a la práctica voluntaria de la escritura de cariz reflexivo –más implantada entre las chicas que entre los chicos– 13, es también previsible que en este estudio sobre el alumnado español de 10 a 18 años se constate algo equivalente en la práctica de la lectura voluntaria de libros. Ello sería coherente, entre otros aspectos, con el hecho de que desde hace años las alumnas españolas presentan, en conjunto, mejores indicadores de éxito académico que sus compañeros varones, en todas las comunidades autónomas14. Método Este trabajo presenta información obtenida en el marco del estudio “Estilos de Vida de los Adolescentes Escolarizados” (EVAE), una investigación transversal llevada a cabo con una muestra representativa del alumnado español pre-adolescente y adolescente. Población y muestra La población objeto de estudio es el alumnado de los dos últimos cursos de Educación Primaria, y de todos los cursos de Educación Secundaria, Bachillerato determine overall trends over time in a sequential, cross-sectional study”, en A. Ferligoj y A. Mrvar (Eds.): New approaches in applied statistics. Ljubljana: FDV, 2000, pp. 173-210. R. Mendoza, J.M. Batista-Foguet y A. Rubio, “El desarrollo de estilos de vida en los adolescentes escolarizados: diferencias entre chicos y chicas”, en Revista de Psicología General y Aplicada, vol. 58, nº 1 (2005), pp. 51-74. R. Mendoza, P. López y M.R. Sagrera, “Diferencias de género en la evolución del tabaquismo adolescente en España (1986-2002)”, en Adicciones, vol.19, nº 3 (2007), pp. 273-288. 12 OECD, PISA 2009... CIDE, “Los hábitos lectores de los adolescentes españoles”, Boletín CIDE de temas educativos, nº10 (2002), pp. 1-9. J.M. Muñoz y A. Hernández, “Hábitos lectores de los alumnos de la ESO en la provincia de Salamanca: ¿son el género y el entorno factores diferenciales?”, en Revista de Educación, nº 354 (2011), pp. 605-628. 13 R. Mendoza, “La escritura reflexiva como práctica cotidiana de los pre-adolescentes y los adolescentes españoles: situación actual y características asociadas”, en Revista de Educación, nº 335 (2004), pp. 467-495. 14 Ministerio de Educación y Ciencia, Las cifras de la educación en España. Estadísticas e indicadores. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, 2004.

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y Ciclos Formativos de Grado Medio en todas las comunidades autónomas que conforman España (básicamente, el alumnado de 10 a 18 años de edad). La muestra es aleatoria, estratificada (en función del área geográfica y el curso), proporcional, polietápica y por conglomerados. Se han ido eligiendo sucesivamente (siempre por azar y con criterios de proporcionalidad) municipios, centros docentes y aulas. El diseño muestral es similar al que se ha seguido en España para el estudio de la OMS “Health Behaviour among School-aged Children” (HBSC), descrito con detalle en otro lugar15. Al igual que en los sucesivos estudios HBSC, la filosofía con que se ha elegido la muestra ha sido posibilitar que el alumnado de estos cursos en cualquier punto del país tenga la misma probabilidad de salir elegido en ella, independientemente del tamaño de su municipio, del tipo o tamaño de su centro docente y del aula en que esté matriculado. El tamaño de la muestra es de 8956 sujetos, encuestados en un total de 204 centros docentes de todo el país (dos aulas por centro). La tabla 1 muestra la composición de la muestra del estudio EVAE, en función del sexo y la edad. Instrumento Los datos han sido recogidos a través de un cuestionario anónimo, diseñado para que sea autocumplimentado por el alumnado de cada aula elegida en condiciones que faciliten la sinceridad. El cuestionario recoge información sobre diversas áreas temáticas: estilo de vida –incluyendo los hábitos de lectura y de escritura–, relaciones familiares, vida escolar, relaciones con los iguales, autopercepción, desarrollo corporal, trastornos psicosomáticos, percepción de riesgos, resistencia a la presión grupal, creencias sobre el SIDA, fuentes de información sobre temas relacionados con la salud, conocimientos culinarios, accidentes sufridos, variables sociodemográficas, autoevaluación del instrumento y otros aspectos16. Las preguntas en parte proceden de los sucesivos cuestionarios del estudio HBSC en España (también denominado ECERS, en sus siglas en español), y en parte han sido creadas específicamente para este estudio (como es el caso de las relativas a los hábitos de lectura y de escritura, entre otras). El proceso de construcción del cuestionario ha incluido, entre otros elementos, los siguientes pasos: 1) la selección de las variables objeto de estudio en función de los objetivos de la investigación; 2) la realización de un estudio cualitativo con adolescentes de cinco comunidades autónomas (para recoger su léxico e ideas sobre determinadas áreas a explorar en el cuestionario); 3) un primer estudio piloto (n=450) en cinco comunidades autónomas (básicamente para poner a prueba 15 R. Mendoza, M.R. Sagrera y J.M. Batista-Foguet, Conductas de los escolares relacionadas con la salud (1986-1990). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994. 16 Mendoza, Batista-Foguet y Rubio, “El desarrollo de estilos de vida…”, pp. 51-74.

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determinados ítems que no habían sido utilizados con anterioridad en el HBSC en España); 4) la elaboración del prototipo del cuestionario definitivo; 5) su traducción y retrotraducción entre el castellano, el catalán, el gallego y el vasco; 6) un segundo piloto (n=897) en cinco comunidades autónomas (Galicia, País Vasco, Cataluña, Canarias y Andalucía); y 7) la revisión de los resultados de este segundo piloto, introducción de cambios menores finales y cierre del instrumento definitivo. Del cuestionario resultante se han preparado tres modelos (en función de los cursos), con un amplio núcleo de preguntas comunes. El modelo más extenso (el destinado al alumnado de 14 a 18 años) contiene un total de 204 variables (28 sociodemográficas y 176 de contenido). De cada modelo, a su vez, se han preparado versiones en las cuatro lenguas mencionadas, cuya equivalencia se ha asegurado en un proceso de traducción y retrotraducción, así como en el segundo estudio piloto. En lo que se refiere específicamente a los hábitos de lectura, el cuestionario recoge información sobre la lectura de revistas y la frecuencia de lectura voluntaria de libros. Este último aspecto, que es el foco del presente trabajo, está medido a través de una pregunta, formulada en los siguientes términos: “¿Has leído alguna vez un libro, sin que te lo hayan mandado en el colegio o instituto?”. La gama prevista de respuestas abarca cinco categorías: “No, nunca”; “Sí, uno”, “Sí, dos o tres libros”; “Sí, de cuatro a diez libros”, “Sí, más de diez libros”. La pregunta ha presentado una baja tasa de omisiones de respuesta (1.3% de los chicos y 0.8% de las chicas). Recogida de datos El trabajo de campo definitivo se llevó a cabo en otoño de 2002. El 92.2% de los centros docentes seleccionados accedieron gustosamente a colaborar en el estudio; el resto fue sustituido aleatoriamente por otros centros de la misma titularidad (pública o privada), dentro del mismo estrato. Un encuestador profesional, debidamente formado, se desplazó a cada aula elegida en el día previsto. Asistió a clase ese día (en conjunto) el 92% del alumnado matriculado. A los alumnos, tras una breve presentación, se les facilitó un ejemplar del cuestionario y un sobre en el que guardarlo una vez cumplimentado. Se les garantizó que dichos sobres serían inmediatamente enviados a la sede del equipo coordinador del proyecto (en la Universidad de Huelva). Sólo el 0.5% de ese alumnado rehusó participar en el estudio –de promedio, un alumno por cada ocho aulas encuestadas–, alegando en aproximadamente la mitad de los casos motivos ajenos al cuestionario (como ser inmigrante y no conocer suficientemente el idioma). En el 51% de las aulas estuvo también presente un profesor u otro representante del centro. El tiempo medio de cumplimentación del cuestionario fue de 32 minutos.

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la lectura voluntaria de libros en el alumnado español ...

Análisis de datos Los cuestionarios han sido cuidadosamente revisados antes de proceder a su codificación y a la grabación de los datos. Posteriormente los datos han sido grabados por profesionales y regrabados en su totalidad, con vistas a eliminar posibles errores mecánicos. Todos estos procesos iniciales han sido objeto de controles de calidad sistemáticos. En lo que se refiere específicamente a este trabajo, con vistas a alcanzar los objetivos previstos, la estrategia de análisis de datos aplicada tiene dos fases. En primer lugar, se ha efectuado un análisis bivariante entre la frecuencia de lectura voluntaria de libros y sucesivamente el sexo (controlando la edad), la edad (controlando el sexo) y el área geográfica (controlando el sexo). Estos análisis han estado centrados en el alumnado de 10 a 18 años, que son casi la totalidad de la muestra (8429 sujetos, 49.9% chicos). Se ha utilizado aquí la prueba de Chi cuadrado, así como el cálculo del residuo estandarizado ajustado en cada celda de las respectivas tablas de contingencias resultantes. En lo que se refiere al estudio de las diferencias territoriales en el hábito de la lectura voluntaria de libros, la muestra del estudio, aún siendo representativa del alumnado español de esas edades y conteniendo sujetos de todas las comunidades autónomas, no permite realizar estimaciones precisas en el caso de las comunidades autónomas con menor población escolar. Por ello, en lugar de utilizar con criterio de comparación la comunidad autónoma, se usará el de “área geográfica”, es decir, el de las seis grandes áreas geográficas (Norte, Centro, Cataluña-Baleares, Madrid, Este y Sur) en que ha sido dividido el territorio español a efectos de muestreo, tanto en los sucesivos estudios HBSC como en el EVAE17. El área Norte incluye a Galicia, Asturias, País Vasco y Navarra. La zona Centro, Castilla y León y Castilla-La Mancha. La zona Este, Aragón, Comunidad Valenciana y Murcia. A su vez el área Sur engloba a Andalucía, Canarias, Ceuta y Melilla. En segundo lugar, se ha realizado un análisis exploratorio multivariante para estudiar las posibles asociaciones entre la variable “frecuencia de la lectura voluntaria de libros” y todas las demás variables nominales u ordinales comunes a los tres modelos del cuestionario. Más en concreto, se ha utilizado el Análisis de Correspondencias Múltiples (ACM), técnica de análisis multivariante especialmente apropiada cuando se desea analizar la interdependencia de variables de carácter ordinal o nominal18. 17 Mendoza, Sagrera y Batista-Foguet, Conductas de los escolares … 18 J.M. Batista-Foguet y J. Sureda, “Análisis de correspondencias”, en: J. Renóm (comp.). Tratamiento informatizado de datos. Barcelona: Masson, 1998. M.J. Greenacre, Correspondence analysis in practice. London: Academic Press, 1993. L. Lebart, A. Morineau y M. Piron, Statistique exploratoire multidimensionnelle. Paris: Dunod, 1995. A. Morineau, Le themascope ou analyse structurelle des donnees d’enquete. Strasburg: Ecole

Erebea, 4 (2014) pp. 391-416

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R. Mendoza ‧ J. M. Batista-Foguet ‧ A. Rubio ‧ D. Gómez ‧ C. Cruz

El ACM permite, entre otros usos, rastrear de manera sistemática qué categorías de respuesta de todas las preguntas de un cuestionario están estrechamente asociadas a cada una de las modalidades de respuesta de la variable foco de nuestro interés (en este caso, la frecuencia de la lectura voluntaria de libros). Este análisis multivariante, al ser de carácter exploratorio, no ha estado guiado por hipótesis alguna. Ha sido efectuado, eso sí, de manera independiente dentro de cada género. Ello posibilita conocer en qué medida las características asociadas a la lectura frecuente de libros (o a su no lectura) son similares en ambos géneros, o más bien presentan aspectos diferenciados. En todo caso, no debe olvidarse que esta técnica ofrece una síntesis de asociaciones entre variables (jerarquizadas en función de su intensidad), no de influencias causales de unas variables sobre otras. Resultados Aproximadamente la cuarta parte del alumnado español de 10 a 18 años (24%) manifiesta no haber leído nunca un libro en su vida de manera voluntaria, o bien haber leído solamente uno. Estas respuestas son más frecuentes entre los alumnos varones que entre las alumnas. En concreto, más del doble de chicos (13.6%) que de chicas (6%) afirman no haber leído nunca un libro de manera voluntaria (p
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