Hogares, molinos, telares... El Castellet de Bernabé y sus ocupantes

July 31, 2017 | Autor: Pierre Guerin | Categoría: Archaeology of Gender
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Descripción

ARQUEOLOGÍA ESPACIAL, 21 Revista del S.A.E.T. Teruel/ 1999 / pp. 85-99

Hogares, Molinos, Telares... El Castellet de Bernabé y sus ocupantes PIERRE GUÉRIN

C/ San Valero, 4, pta 3, Valencia 46005 e-mail: [email protected] RESUMEN De las diferentes fases de ocupación del poblado ibérico del Castellet de Bernabé, sólo el momento final (hacia 200 a.C.) proporciona una colección de ajuares suficiente para establecer una correlación entre estructuras, equipamientos internos y materiales. Los dos grupos socioeconómicos que se desprenden del estudio arquitectónico permiten articular un modo de producción basado en las relaciones de clientela. Los ajuares y equipamientos por su parte permiten ayudar a reconstruir los patrones de co-residencia y la división genérica de las actividades domésticas de la comunidad que ocupaba el poblado. RÉSUMÉ La période finale de Castellet de Bernabé (autour de 200 av. J.-C.) est la seule à livrer un mobilier suffisant pour tenter d’établir une corrélation entre structures, aménagements et matériaux. L’existence de deux groupes socio-economiques différents se dégage assez bien de l’architecture et permet de proposer un mode de production basé sur des rapports de clientèle. Les aménagements et le mobilier contribuent à la définition de différents patrons de co-résidence ainsi que la division sexuelle des activités domestiques réalisées par la communauté qui occupait l’habitat.

1. INTRODUCCIÓN Desde hace algunos años, las pautas y los indicadores que definen los espacios domésticos ibéricos del área valenciana cuentan con una base documental contrastada que se alimenta periódicamente con nuevos ejemplos (Díes et alii, 1997, 215-295). Es una investigación que tiene en estas tierras un arraigo particular debido sobre todo al buen estado de conservación de los poblados y a los múltiples programas de investigación actualmente en marcha. Limitándonos al contexto edetano, se han publicado síntesis sobre la arquitectura popular (o vernácula) ibérica (Bonet et alii, 1994, 115-130) y sobre los criterios de definición del espacio doméstico (Bonety Guérin, 1995, 85-104). Parece que ha llegado el momento de abrir el dossier de las gentes que poblaban estas estructuras.

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2. LAS CIRCUNSTANCIAS ESTRATIGRÁFICAS E HISTÓRICAS El Castellet de Bernabé es un poblado amurallado de calle central de unos 1.000 m2, ocupado sin solución de continuidad desde el final del s. V a.C. hasta el final del s. III a.C. La estratigrafía refleja dos fases de duración desigual: la primera desde el 400 hasta el 200 ± 10 años a.C. se desarrolla a lo largo de casi toda la ocupación, y acaba con un incendio y una destrucción violenta. La segunda es un breve episodio de algunos meses o años, imposible de fechar con exactitud dado la imprecisión de los fósiles directores, y que acaba también con un incendio en torno a 200 a.C. Los mismos fósiles directores fechan ambas destrucciones: cerámicas de barniz negro del Taller de Rosas y campanienses A antiguas, principalmente formas 27, 28 y 40 de Lamboglia (Guérin, 1994). Existen claras diferencias estratigráficas entre las dos destrucciones: la más antigua fue objeto de una restauración previa a una nueva ocupación, y proporciona ajuares generalmente escasos. La fase reciente es bien distinta. La ausencia de intervenciones posteriores ha conservado en buen estado todo el paquete estratigráfico de los derrumbes con su escombro y por debajo, sus ajuares. El registro más completo de la ocupación se corresponde, pues, con esta fase reciente; una fase que acontece durante un período cuanto menos inseguro, puesto que se inicia después de una destrucción violenta, se desarrolla tras un portón de entrada tabicado (Guérin y Bonet, 1993, 450-462) y acaba también con incendio tras una resistencia armada. Muy probablemente, la fase reciente del Castellet de Bernabé transcurrió en algún momento del período entre el inicio de la Segunda Guerra Púnica y la conquista romana del litoral Hispano, en una horquilla cronológica comprendida entre 218 y 195 a.C. Otros poblados del entorno como Puntal dels Llops, reflejan una realidad estratigráfica comparable, con las dos destrucciones; pero en este caso los hallazgos numismáticos del incendio final (ases y denario anónimos acuñados después de 211 a.C.) descartarían un abandono durante la Segunda Guerra Púnica. Gracias a estas monedas, la hipótesis de una destrucción simultánea de toda la comarca sólo admite una fecha posterior a 211 a.C., y un único motivo: la caída de Edeta a manos romanas tras la conquista, durante los primeros años del s. II a.C. (Guérin et alii, 1989, 193-204). En el Castellet de Bernabé, la distribución de las estructuras de ambos momentos de ocupación configura dos asentamientos diferentes: un poblado de tiempos de paz (el antiguo) y, a continuación, un poblado de tiempos de guerra (la fase reciente) (fig.1). Este trabajo trata exclusivamente del poblado de tiempos de guerra, el de la fase reciente, pues es el único en el cual las estructuras se ven acompañadas de una colección suficiente de ajuares. Desde el punto de vista urbanístico, la principal diferencia entre los dos momentos radica sobre todo en la construcción durante la fase reciente de una gran casa y una entrada particular al N del poblado. A partir de ese momento se distinguen 3 sectores urbanísticos diferenciados: Esta gran casa al N-E, el sector de la plaza al W y el sector de la calle central al S. Cada uno de estos ámbitos refleja realidades domésticas diferentes cuyo estudio constituye el aspecto más apasionante de este programa de investigación. La gran casa debía ser la residencia de una familia aristocrática dueña del poblado (Bonet y Guérin, 1995, 102); una familia que impuso firmemente su diferencia

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Hogares de cocina Molinos telares grandes: telares pequeños: herramientas: armas: espacios domésticos:

Fig. 1. El Castellet de Bernabé, fase reciente. Distribución de ajuares significativos y espacios domésticos.

en el nuevo programa constructivo al aislarse espacialmente del resto de la comunidad, con la cual ya no compartía ni siquiera el acceso al recinto. Una familia que proyectó en el programa constructivo y funcional algunos de los valores que identifican universalmente a los grupos gentilicios: un gran espacio doméstico con hogares de cocina (fig. 1: departamento 1), asociado a una despensa, una capilla (2), un espacio de molino (5), un granero (9) así como un androon (espacio destinado al ocio masculino) frente a la puerta de la calle (22), donde el aristócrata recibía sus visitas sin que se entrometieran en los espacios domésticos de la casa, según un modelo bien conocido en todo el Mediterráneo.

Fig. 2: El Castellet de Bernabé 1999: vista aerea

Al otro lado de la fachada, el sector Oeste se organiza radialmente alrededor de la plaza triangular (fig.2). Consta de dos amplios espacios domésticos de unos 20 m2 cada uno (3 y 6), una despensa (8), un granero con sus dos molinos y su grano carbonizado (7), así como una fragua (12) y un taller metalúrgico (13). En este sector, las evidencias de primeras plantas perturban un tanto la interpretación funcional de los espacios, pero la comunidad que ocupaba las estruc-

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turas no resulta difícil de encuadrar: Estos espacios estaban ocupados por dos de las familias que ponían en valor la finca, al igual que ocurre a lo largo de la calle central como veremos. Finalmente, a ambos lados de la ancha calle central se desarrolla el sector S. En la fase reciente del poblado, son una succesión de espacios domésticos unicelulares con sus hogares culinarios y sus Fig. 3: El departamento 32, fase reciente y sus molinos. telares. Los hogares culinarios permiten identificar un mínimo de 6 espacios domésticos en el sector de la calle (26, 35, 36, 40, 42, 46). Son departamentos exiguos, con una superficie media de 13/15 m2. Frente a la casi ausencia de molinos en este sector, llama poderosamente la atención el hallazgo de dos molinos en batería en un único espacio, al parecer colectivo (fig.3: dpt 32), quizás un granero rodeado de estrechas despensas (29, 30, 33 a y b) (Guérin y Silgo, 1996: 199-206). 3. HOGARES, MOLINOS Y PESAS DE TELAR Muchos son los factores que determinan el grado y la calidad de la información arqueológica extraída de los asentamientos ibéricos, y de hecho, parece natural que los diferentes equipos de investigadores que se dedican a este período apliquen diversas metodología a los contextos que investigan. Los poblados abandonados pacíficamente, sin destrucción violenta, proporcionan a menudo un registro material en apariencia pobre y fragmentario. Lejos de conformarse con las plantas de estructuras, algunos equipos aplican métodos exaustivos de situación del escaso material, así como muestreos fisico-químicos. De esta forma, rastrean las actividades domésticas, supliendo con la química orgánica la ausencia de las colecciones de ajuares. Esto es una arqueología "forense" que ya ha proporcionado resultados encomiables en Puente Tablas (Ruiz y Molinos, 1989). Los poblados abandonados tras una destrucción violenta, como el Castellet de Bernabé, plantean un problema inverso: el de una masa documental excesivamente relacionada con los últimos acontecimientos de la ocupación. Se percibe claramente toda una secuencia de interferencias entre las actividades domésticas de los últimos moradores y las distribuciones de ajuares evidenciadas en la excavación. La ubicación de los materiales aparece como el resultado final de una serie de hechos encadenados durante una situación de crisis: - El tabicado de la puerta principal en el último momento significa el atrincheramiento de los moradores en el poblado a causa de un asedio. - Los hallazgos de armas en el sector de dicha puerta prueban una resistencia activa a los agresores. - El amontonamiento de tinajas rotas en medio de la plaza deja sospechar un saqueo por parte de los asaltantes.

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- Todo ello se encuentra cubierto por la capa de cenizas de un incendio sin duda provocado. - Finalmente, la morfología de determinados rellenos demuestra que tras el incendio se urgó entre escombros para recuperar vigas y otros materiales. Sin embargo, algunas pautas recurrentes constatadas a lo largo de 12 campañas en el Castellet de Bernabé, dan a entender que determinados materiales y equipamientos cargados de valor informativo, han atravesado la cadena de acontecimientos finales (que podríamos denominar "post-deposicionales") sin apenas sufrir ningún tipo de perturbación. Se trata fundamentalmente de los hogares, los molinos y las pesas de telar. En los contextos ibéricos del área valenciana, la identificación de los espacios domésticos empieza por la localización de los hogares culinarios. El hogar culinario representa una función doméstica primordial confirmada por los múltiples significados que entraña esta palabra en varios idiomas, como estructura de combustión, o como la casa que rodea el fuego. El hogar simboliza el espacio doméstico y las gentes que se reunen en su entorno se identifican como una comunidad de co-residentes, a menudo una familia. Afortunadamente, los hogares dejan rastros indelebles que han sobrevivido a la destrucción violenta del poblado y, en la mayoría de los casos, también a las actuaciones clandestinas. La actividad culinaria que interesa más directamente la determinación de un espacio doméstico, se define como función básica de estos hogares cuando coincide en el mismo ámbito una presencia significativa de cerámica de cocina. Otro curioso dato percibido hace tiempo en el Castellet de Bernabé en relación con los hogares culinarios es que vuelven a ocupar el mismo sitio una y otra vez tras las reformas y reconstrucciones. Nacido del ingenio ibérico (Alonso, 1996, 183-194), el molino es con la cerámica de cocina un importante marcador del consumo, o al menos, de la transformación de los alimentos. En el área edetana es un artefacto formado por dos piedras circulares; el grano queda molido por la fricción rotativa de una de las piedras sobre la otra. Para ello la piedra activa (o mola) es una rueda bicóncava a menudo provista de asideros (fig.4), perforada en su centro por donde circula el grano para ser molido. Un palo vertical cilíndrico fijado en el centro de la piedra pasiva (o meta) determina el eje de rotación de la mola sobre su superficie convexa . En el Castellet de Bernabé, se ha constatado un grado de conservación diferenciado de ambos elementos: Las molas intactas destacan por su ausencia. Todas las que se han hallado estaban rotas o reutilizadas como equipamientos para otro uso. Inversamente, las metas abundan sobremanera y sospechamos que debieron perder su valor funcional al romperse sus molas correspondientes. También Fig. 4: Puntal desl Llops, departamento 2: molino instalado junto al podría ser que debido al peso difehogar

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renciado de las dos piedras, los moradores se llevaran preferentemente las molas más ligeras, en su huida, o que éstas tuvieran más valor al ser más díficiles de tallar debido a sus dos caras cóncavas. Es paradigmático del desinterés por los molinos "usados" el departamento 32 en cuyo nivel inferior se abandonaron 2 metas en perfecto estado para volver a instalar otras dos nuevas sobre el suelo de una Fig. 5: Castellet de Bernabé 1986: pesas de telar en el departamento 5 segunda ocupación (Guérin y Silgo, 1996, 199-202). El hecho es que por fortuna, las piedras de molinos se han salvado de la cadena post-deposicional y se encuentran al parecer en los lugares donde se utilizaban antes del asedio. Las pesas de telar son el tercer tipo de ajuar que ha atravesado imperturbablemente la succesión de dramáticos acontecimentos referidos. Grupos de 25/30 a 80 pesas troncopiramidales de barro delatan con fuerza la presencia de telares en determinados departamentos (fig.5). En un principio dudábamos de la funcionalidad de estas piezas en relación con el tejido, pero lo cierto es que se asocian casi sistemáticamente con las fusayolas, de forma que su abundancia refleja la presencia de una actividad textil. Es significativo que constituyen el hallazgo más habitual de las excavaciones en tierras edetanas; hoy día carecen de valor económico y son sistemáticamente abandonadas por los clandestinos (el último eslabón de la cadena post-deposicional), dentro, o al lado, de sus excavaciones. Hogares, molinos y telares son hallazgos cargados de un valor ideológico específico, que la literatura antigua, las mitologías mediterráneas y la antropología identifican como de dominio femenino y asociado a los espacios domésticos. La Economía de Jenofonte generaliza de esta manera el papel de la mujer griega en la casa: "es bajo el techo donde se crían los recién nacidos, bajo el techo también donde se hace la harina que proporcionan los cereales, es allí igualmente donde se confeccionan con lana las prendas de vestir" (VII, 20-21). Sobran los comentarios, esta cita cae del cielo para los contextos del Castellet de Bernabé y proporciona un buen margen de legitimidad para ilustrar la vida doméstica ibérica con un ejemplo giego del s. V a.C. Al menos confirma que resulta posible, e incluso aconsejable, identificar los espacios domésticos en función de los "indicadores" abandonados por las mujeres en los lugares donde desempeñaban sus funciones básicas. En esta interpretación, la distribución de hogares, molinos y pesas de telar en la casa noble del Castellet de Bernabé, juega un papel fundamental. El departamento 1 es el único espacio doméstico del complejo, pues en los demás el registro no revela una actividad culinaria. Los montones de pesas de telar permiten situar un total de 4 telares en esta casa, uno en cada departamento, excepto en el 22, donde en cambio se hallaron armas: una punta de lanza y un podón de hierro (fig.1). La omnipresencia de la actividad textil confirma los datos de Jenofonte y permite cuantificar la presencia femenina

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en un 80 % del espacio de la casa. Por otra parte, la ausencia de telar en el departamento 22, aparece como altamente significativa de un espacio de exclusividad masculina, una situación habitual en los contextos mediterráneos antiguos y modernos. El estatus social superior de los ocupantes se desprende no tanto de la notable colección de ajuares de este complejo, como de la segregación en espacios específicos de determinadas actividades, como el culto o la molienda, que los más humildes suelen realizar en el espacio principal (y único) de sus casas. Por último, la distribución de telares identifica en este casa al menos a 4 mujeres adultas (en edad de asumir la labor de un telar). Los datos cronológicos mencionados al principio son importantes porque indican en qué circunstancias históricas se desarrolló la vida doméstica, evidenciada por la distribución de materiales, y, sobre todo, deja sospechar cuales eran las actividades masculinas mientras las mujeres organizaban la vida doméstica. Jenofonte deja para el hombre griego un conjunto de tareas de exterior: -"...arar un barbecho, plantar, apacentar el ganado..." (VII, 20-21) - bastante menos gloriosas que las cacerías, los juegos gladiadorios y demás combates bélicos expresados en la iconografía edetana contemporánea. Esta interesante contraposición muestra, sin duda, vertientes complementarias de una vida masculina absentista, sistemáticamente alejada del quehacer doméstico, pero estratificada. Las pinturas de Llíria son obras de prestigio, relatan las hazañas o el ideario de valores emblemáticos de sus posesores; representan a todas luces una vida aristocrática y ésta no participa directamente en la producción agrícola, salvo cuando se trata de dar cacería a los ciervos que esquilman los campos. En el contexto sobre el cual Jenofonte escribe, los Animales de Ciudad no se dan por aludidos; sospechamos que Pericles no empuñaba el arado entre dos cargos públicos; no participaba personalmente en la puesta en valor de sus tierras, como el hombre del Oikos. Sea como fuere, los acontecimientos históricos parecen destinar los hombres válidos del Castellet de Bernabé, aristócratas y otros, al cumplimiento de obligaciones militares. La guerra no era la situación habitual, y es muy probable que la crisis política del momento no hiciera más que acentuar el absentismo masculino al alejar también del poblado a los hombres que ponían en valor las tierras. Y, puesto que con independencia del rango, parece que los hombres desarrollaban sus actividades extra-muros, fuera la producción agrícola o la vida aristocrática, era de esperar que una alta proporción de las actividades evidenciadas en la excavación pudieran ser atribuidas a la comunidad femenina del poblado. 4. LOS ESPACIOS DOMÉSTICOS Y SUS OCUPANTES La correlación de las estructuras con los materiales y equipamientos más significativos, pone de manifiesto una variedad de modelos domésticos. La gran casa aristocrática al N-E del poblado y las casas unicelulares en torno a la plaza y a lo largo de la calle reflejan modelos domésticos contradictorios que constituyen la prueba manifiesta de un modelo socio-económico particular construido sobre la desigualdad. En cada uno de estos ámbitos las distribuciones de materiales referidas anteriormente reflejan las relaciones que unen a las personas. Este es un aspecto sobre el cual la antropología anglosajona (Laslett y Wall 1972; Mc Netting et alii, 1984; Mc Guire, 1992, 158-159) proporciona un material variado y abundante, muy útil una vez

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superado el escollo terminológico. Es significativo que la palabra inglesa "Household" no encuentra en castellano una traducción totalmente satisfactoria. Define a la comunidad que reside en una misma casa, incluyendo al servicio, los visitantes temporales e incluso los animales de compañía (MC Netting et alii, 1984, xx). Es una estructura más amplia que la familia, puesto que no implica lazos de sangre y se corresponde vagamente con el concepto romano de "Familia". Podemos admitir como traducción, las expresiones un tanto asepticas de: "grupo doméstico" o "grupo de co-residentes" La gente de rango Se desprende del registro que la comunidad de co-residentes que ocupaba la gran casa al N del poblado (fig.6) se agrupaba según el modelo de familia extensa propio de las clases gentilicias. Este modelo es característico de los terratenientes de cierto nivel debido al interés por parte de los familiares en permanecer cerca de la fuente del poder y la riqueza (Bourdieu, Fig. 6: Castellet de Bernabé 1988: la gran casa aristocrática 1972, 1106). Así se explica la presencia de hasta 4 mujeres adultas (representadas por sus telares) en éste ámbito, donde imaginamos una estructura de parentesco extendida sobre 3 generaciones. Entre otros ejemplos, viene a la mente el modelo de "stem family" de Le Play, formado por la unión de una pareja con la familia nuclear de su hijo/a heredero/a (Laslett, 1972, 16-23 ). La presencia de hermanas y hermanos solteros depende en gran parte de las pautas de succesión, un aspecto que veremos más adelante. Todas estas mujeres cocinaban en el departamento 1, sobre un único hogar, lo que podría indicar la ausencia de diferencias sociales entre ellas, por lo que la existencia de un servicio es poco probable. La abundancia de telares en la casa noble muestra que la actividad textil era esencial para las mujeres de la aristocracia ibérica, al igual que en el resto del Mediterráneo. Este aspecto del cual las fuentes literarias aportan testimonios, se conocía gracias a una terracota de la necrópolis de la Albufereta (Llobregat, 1974, Lám.VII), en la que un hombre con lanza aparece al lado de una mujer con un huso. Ambos personajes blanden ostensiblemente estos objetos como si fueran atributos de sus funciones más naturales: el tejido para ella, el manejo de las armas para él. La mitología mediterránea permite remontar la identificación de la mujer de rango con el telar al menos a los tiempo homéricos, con los ejemplos de Helena de Troya, Penélope o Andrómaca (Ilíada, III, 125 sq.; VI, 490; Mossé, 1983, 28-33). El guión de las esposas dedicadas a tejer mientras esperan el retorno de un esposo entregado a la gloria militar es un estereotipo de la literatura que se rastrea desde la prehistoria hasta la Edad Media. Como tópico puede describir la situación más habitual en tiempos de guerra, circunstancia que legitima la equiparación de la Guerra de Troya con las Cruzadas o la Conquista Romana. La ausencia prolongada y habitual del aristócrata dejaba obligatoriamente en

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manos de su esposa la gestión de la finca: las cuentas, el control sobre almacenes y despensas, sobre la reserva de agua y sobre el reparto de las cosechas; un control que no podía cambiar de manos durante las cortas estancias del hombre (Guérin, 1984, 302-307) Difícil oficio el de esta matrona, dedicada a asegurar la supervivencia de una comunidad probablemente abocada a la escasez desde el 218 a.C. En este contexto de acontecimientos bélicos, parece lógico que el aprendizaje de la gestión de la finca no estuviera en manos del primogénito varón, ocupado con su padre, sino de una hija mayor, en un probable modelo de transmisión matrilineal del Fig. 7: La dama del Castellet de Bernabé poder, como fue el caso entre los etruscos (Frazer, 1934, 225; Heurgon, 1979, 95-122), entre los ligures (Sereni, 1982, 104-105) o en la Atenas de los Tiranos (Mossé, 1983, 48) un siglo más tarde. En el contexto general de la cultura ibérica meridional, la preeminencia femenina en la succesión al poder podría explicar la aparición en los siglos V-IV a.C. de Damas sentadas sobre tronos. El Castellet de Bernabé también ha proporcionado una pequeña estátua de Dama sentada con un bebe en brazos (fig.7) (Guérin, 1994, 302303). El asiento es un trono, puesto que tiene un respaldo alto y reposa-brazos con volutas; representa el poder. La estátua está muy deteriorada y los rasgos de los personajes no se aprecian, sin embargo la pósición de las manos implica que el bebe da la espalda a la mujer como si ésta lo estuviera exhibiendo en una representación de la ley sagrada de la sucesión. La cultura ibérica no relaciona apenas a los personajes masculinos con el trono; los más conocidos aparecen a caballo (Hoya Gonzalo- Albacete) o en plena acción, enfrentados al peligro (Porcuna, Huelma- Jaén), con actitudes que no dejan de recordar la mitología mediterránea (Teseo y Hercules). Las damas ibéricas no son sacerdotizas sino mujeres de rango transmisoras de un poder hereditario. En este modelo, la línea de la legitimidad en la succesión pasaría de la madre a su primogénita, pero las mujeres sólo transmitirían el poder; el ejercicio sería patrimonio de un esposo elejido o impuesto. La gente común Los departamentos adosados a la muralla a ambas orillas de la calle central y de la plaza revelan realidades domésticas diametralmente opuestas a la que acabamos de analizar.

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Fig. 8: Espacios domésticos de gente común (departamentos. 40): a: olla de cocina; b: base de poste; c: pesas de telar; d: hogar primitivo; e: hogar reciente (desplazado) f: puerta y escalera; g: arcón de adobe; h: muralla; i: calle central.

Lógicamente, el uso del espacio ofrece profundas diferencias con el contexto aristocrático. Aquí cada espacio doméstico aglutinaba varias de las actividades que la ideología del prestigio había segregado en diferentes departamentos: la gente común del Castellet de Bernabé ordenaba en el tiempo las actividades que la clase alta acotaba en el espacio. La diferencia entre las viviendas de la gente común y la casa aristocrática no estriba tanto en las actividades cotidianas, probablemente semejantes, como en el hecho que los departamentos de aquella mansión se edificaron para responder a las exigencias de un estatus superior y un conjunto de valores ideológicos alejados de la lógica funcional. Por tomar un ejemplo, la ausencia de espacios religiosos en el sector de la calle central no implica una ausencia de actividad ritual, refleja en cambio la polivalencia forzada del espacio único de estas casas. Es el concepto de "setting" descrito por A. Rapoport: (1990, 9-20). Las actividades se succeden en un mismo espacio durante el día, pero como todas dejan restos, la excavación elimina esta perspectiva temporal y ofrece una engañosa imagen de simultaneidad. En vez de establecer áreas de cocina, de descanso, de actividad artesanal en los departamentos diáfanos, Rapoport presenta la

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alternativa de los escenarios: cada actividad, sea el culto, la cocina, o el reposo, ocupaba todo el espacio en el momento en que se realizaba. En las casas de la gente común, el hogar ocupa preferentemente el centro salvo en algún caso, cuando el sustento de la techumbre exige la colocación de un poste central (Fig.8). La actividad textil no muestra aquí la omnipresencia atestiguada en el sector Fig. 9: Castellet de Bernabé 1997: departamento 40 desde la puerta. privilegiado. Seis posibles telares en este conjunto de 28 departamentos (21 %), es bien poco comparado con el 80 % del entorno aristocrático. Por otra parte, la agrupaciones de pesas en número inferior a 15 parecen mostrar la existencia de telares de menor tamaño. Todo esto podría demostrar que si bien la actividad textil no era exclusiva de la aristocracia, fue la actividad dominante de sus mujeres, mientras en los ámbitos de la gente común constituyó una actividad más, que Fig. 10: Castellet de Bernabé 1996: departamento 45 desde la fachada había que compaginar con otras tareas de producción. En algunos departamentos (24, 37), la ausencia de un hogar es el único rasgo que descarta una interpetación funcional doméstica. Puesto que nos hallamos en un contexto donde algunas actividades podían pertenecer al dominio colectivo como la confección de la harina (32), ¿podría ser que los ocupantes de algunas casas cocinaran en el mismo espacio colectivo donde se molía el grano? Esta última hipótesis resolvería el problema pero resulta contradictoria con la definición arqueológica de espacio doméstico sobre la cual hemos basado todo este razonamiento. Otra explicación puede ser que los hogares de determinadas estancias no se han conservado. Tendríamos en este sector un total de 11 casas en vez de las 9 provistas de hogar, lo cual, dicho sea de paso, no altera la interpretación general del poblado. Ciñéndonos a los datos libres de dudas, el patrón de co-residencia de estos sectores del poblado parece mostrar una pauta recurrente, un modelo de espacio doméstico que se repite una y otra vez, en el cual sólo puede encajar una estructura de familia nuclear. Sean 9 o 11, los espacios domésticos alineados a ambos lados de la calle central (fig.9, fig.10) y la plaza son los domicilios de familias formadas por una pareja y sus hijos, en número dependiendo de los años de matrimonio y de la mortalidad infantil. Según la antropología materialista, este patrón de co-residencia se consolidó entre

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los agricultores libres porque en su marco la cooperación del matrimonio y su descendencia es suficiente para completar con beneficios el ciclo de producción desde una cosecha hasta la siguiente (Meillassoux, 1992, 66-70). Sin el beneficio diferido de la cosecha anual, nada justificaría el mantenimiento de dicha estructura durante todo el año. Esta vieja perspectiva marxista encaja bastante bien con el contexto que estudiamos y permite situar aquí el grupo de las familias nucleares que con toda probabilidad se dedicaban a la puesta en valor de la finca. La distribución de las herramientas (fig.1) permite rescatar del ideario marxista otra de sus propuestas más añejas: la familia aristocrática ostentaba la propiedad efectiva de los medios de producción, puesto que una abrumadora mayoría de las herramientas destinadas al trabajo de las tierras fue hallada en la gran residencia. Los trabajadores entregaban las herramientas al cabo de la jornada; éstas se guardaban a buen recaudo en la casa del dueño. La estructura repetitiva de espacios domésticos unicelulares permite suponer que se trataba de gentes libres, pues en el caso contrario sería poco probable que tuvieran espacios privados individualizados. Finalmente, la distribución de los molinos indica también que el grano se procesaba en espacios comunes (7, 32), lo cual da a entender que tenían derecho a una parte de las cosechas. Faltan datos para analizar las posibles desigualdades en el seno de esta comunidad campesina, pero los ocupantes del sector de la plaza aparecen como privilegiados respecto de aquellos que ocupaban los lados de la calle; sus espacios domésticos tienen una superficie mucho mayor (33 %), están mejor orientados (hacia el S.) y además las escaleras adosadas a la fachada muestran que están provistos de una primera planta. En este sentido destaca el departamento 3, cuyos ajuares, entre los que se incluyen importaciones y hachas de bronce, revelan incluso unas condiciones de vida que no desentonarían en la casa aristocrática. Parece que fueran éstas las dependencias de una persona de confianza dedicada a organizar el trabajo de los demás al igual que el villicus de las villae romanas, lo que hoy denominaríamos un "capataz". Algunas fórmulas Finalmente, la excavación total del poblado y la identificación de los espacios domésticos permite una aproximación demográfica por aplicación de algunas de las fórmulas que la antropología social ha calculado a raíz de los estudios sobre poblaciones primitivas modernas (Cunliffe, 1986, 106). Una de estas fórmulas establece una relación de densidad a partir del tamaño del poblado; es: P = 146 vA, donde P es la población total y A la superficie del poblado en hectáreas. Dado que el Castellet de Bernabé ocupa unos 1000 m2, es decir 0,1 hectárea, tendríamos con esta fórmula una población de unas 46 personas. El reparto proporcional de este efectivo atribuye unas 8 personas al grupo gentilicio y otras 38 a repartir entre los hogares - 9 o 11- de la parte del poblado ocupada por la clientela. Lo cual establece una media de 3 a 4 personas por casa. La otra fórmula hace intervenir el número total de casas; P = A / 10 m2, donde A es la superficie de las casas en metros cuadrados. Al aplicar este cálculo al Castellet de Bernabé surgen varias dudas respecto del concepto de casa, puesto que ignoramos si aquellos que han elaborado esta fórmula se referían únicamente a los espacios domésticos o si hemos de incluir también las despensas y graneros. Todos estos espacios totalizan una superficie de unos 600 m2, en cuyo caso la población se elevaría a unas 60 personas. Puesto

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que unos 95 m2 corresponden a la superficie de la casa aristocrática, su efectivo se elevaría a una decena de miembros, quedando unas 50 personas a repartir entre 9 o 11 familias nucleares, o sea, un promedio de 5 personas por hogar. Las cifras conseguidas gracias a estos cálculos no parecen descabelladas, aunque implican una densidad semejante para todos los grupos domésticos independientemente de la posición social de sus miembros. 5. CONCLUSIÓN Tales parecen haber sido los términos del contrato que articulaba las relaciones entre terrateniente y campesinos. El primero proporcionaba sustento, techo y protección a cambio de una serie de prestaciones entre las cuales se encontraba el trabajo en los

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Figura 11: El orden social en el Castellet de Bernabé: A: Nivel aristocrático; B: Clientela; B1: Capataz (nivel superior); B2 campesinos (nivel inferior)

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campos en primer lugar, pero también, probablemente, un servicio militar en caso de necesidad. De 9 a 11 familias campesinas aparecen en esta relación como una clientela, en el sentido establecido por A. Ruiz y M. Molinos (1993). No resulta difícil encajar este modo de producción en el contexto mediterráneo contemporáneo puesto que las fuentes griegas y latinas aportan sobre el tema de las clases serviles una literatura abundante y variada (Frankfort, 1959, 3-22). Sin embargo, no podemos adoptar tal cual las circunstancias de los contextos urbanos etrusco y griego aplicando el mismo esquema a este poblado de 1000 m2. La existencia en las fuentes de no menos de media docena de palabras diferentes para establecer el estatus de las personas en función de su grado de libertad deja sospechar una realidad social mucho más compleja de lo que aparenta el registro arqueológico. Debido a las circunstancias políticas del momento - el período entre la 2ª Guerra Púnica y la conquista romana - es muy probable que los hombres válidos del Castellet de Bernabé estuvieran ocupados por el cumplimiento de prestaciones militares y que la gestión de la finca se encontrara en manos de la esposa del aristócrata y su(s) hija(s). La transmisión de la propiedad adoptaría circunstancialmente un patrón matrilineal que nada confirma, bien es cierto, pero que se intuye en las representaciones escultóricas. Pero la guerra no haría más que acentuar una realidad cotidiana reiteradamente evocada en la literatura antigua del Mediterráneo: el espacio doméstico pertenece a las mujeres; fuera cual fuese su rango, los hombres actuaban extramuros. En el Castellet de Bernabé, la distribución de los ajuares y equipamientos cargados de valor ideológico como los telares, los molinos y los hogares de cocina confirma esta presencia femenina en la mayor parte de los espacios. Tal y como sugería R.Tringham (1991), ahora resulta posible asignar un género a las siluetas asexuadas que en nuestra imaginación poblaban estos espacios (fig.11). BIBLIOGRAFÍA ALONSO, 1996: N. Alonso: "Els molins rotatius: origen i expansió en la Mediterrània occidental." Revista d'Arqueologia de Ponent, 6, 1996, p.183-194 BONET et alii, 1994: H. Bonet, P. Guérin, C. Mata: "Urbanisme i habitatge ibèrics al País Valencia." in Cota Zero, 10, 1994, p.115-130 BONET y GUÉRIN, 1995: H. Bonet, P. Guérin: "Propuestas metodológicas para la definición de la vivienda ibériva en el área valenciana.".Ethno-Archéologie Méditerranéenne, A. Bazzana, M.C. Delaigue, ed. Casa de Velazquez, 1995, p. 85-104 BOURDIEU, 1972: P. Bourdieu, Les strategies matrimoniales dans le système de reproduction. Famille et société. Annales, 1972, 4-5 p.1105-1127 CUNLIFFE, 1986: Barry Cunliffe: Danebury. Anatomy of an Iron Age Hillfort BT Batsford LTD, London, 1986. DIES et alii, 1997: E.Dies, H. Bonet, N.Alvarez, G. Pérez Jordá: "La Bastida de les Alcuses (Moixent): resultados de los trabajos de excavación y restauración, Años, 1990-1995". Archivo de Prehistoria Levantina, XXII FRANKFORT, 1959: Th. Frankfort: Les classes serviles en Étrurie. Latomus, XVIII, 1959 FRAZER, 1934: J.G.Frazer: El Rey Mago de la sociedad primitiva. Paris, Goethner, 1934.

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