Historiografía marxista sobre el fenómeno histórico de Tartesos (2012). Trabajo final de la asignatura \"Historiografía del Mundo Antiguo\" del título de Licenciatura en Historia. UCM.

Share Embed


Descripción

Historiografía marxista sobre el fenómeno histórico de Tartesos. Introducción a la historiografía marxista. Antes de entrar a tratar la temática que nos ocupa, cabría señalar importantes aspectos contextuales referentes a la misma. Las características de la problemática histórica en sí, la cual es un fenómeno acaecido en el territorio del actual estado español, hizo que la manera de abordarlo se viera enormemente condicionada por la situación histórica del momento. La situación política de entonces (principalmente durante la dictadura franquista) hizo que la aplicación de la perspectiva marxista sobre el tema llegara de forma tardía, retrasándola hasta los inicios de la década de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. Así, la producción historiográfica tartésica anterior estuvo muy marcada por un dogmatismo académico de carácter positivista, más aún cuando la interpretación imperante de Tartessos como una civilización poderosa y avanzada suponía un motivo de orgullo nacional. Sin embargo, este mismo hecho, en mi opinión, fue también el causante de una rápida y productiva aplicación del marxismo una vez ese dogmatismo académico positivista iba quebrándose en función del cambio que se estaba dando en la situación política, amén del avance científico que se estaba produciendo en el campo de la arqueología, y que hacía necesaria una interpretación diferente a la imperante debido a la falta de concordancia entre los presupuestos de la misma y la falta de datos arqueológicos que la sustentasen. El marxismo se convirtió así en una buena alternativa, y su aplicación produjo importantes avances en pos de una mejor comprensión del fenómeno histórico tartesio. Puede que también lo tardío de su aplicación explique la situación actual en la que dicha corriente, en lo que a esta temática concreta se refiere, sigue estando a mi entender bastante en boga, o al menos muchos de sus preceptos y enfoques metodológicos siguen teniendo una gran influencia cuando no plena aceptación en la producción historiográfica actual. O puede, aun teniendo en cuenta lo anterior, que la actualidad de la misma se deba también en gran parte a lo efectivo de su uso para el estudio del fenómeno histórico. Además, y de manera recíproca, el propio carácter del fenómeno tartésico puede resultar muy útil no ya para la tendencia historiográfica marxista en particular sino para la propia corriente intelectual en general pues considerando, como en gran parte lo hace la aplicación de la tendencia y como más adelante se explicará, el fenómeno de Tartessos como un proceso de paso desde un modelo económico-social de carácter igualitario hacia otro de carácter jerárquico provocado por una intensificación de la producción, ayudaría a una mejor comprensión del proceso de apropiación del trabajo ajeno1 y por tanto de desigualdad social, que como comúnmente es conocido, es uno de los temas centrales del marxismo.

C.G Wagner “Élites, parentesco y dependencia en Tartessos” en Las edades de la dependencia en la Antigüedad. Mª del Mar Myro et alii Ediciones Clásicas, Madrid, 2000. 1

Sea como fuere, para finalizar esta introducción, cabría mencionar un merecido reconocimiento al fructífero esfuerzo que los investigadores, marxistas o no, han realizado para una mejor compresión del mundo tartésico.

Cambio de paradigma: autoctonismo y continuidad. Como ya se ha mencionado en la introducción, el marxismo historiográfico surge en parte como una reacción frente al dogmatismo académico positivista. Teniendo en cuenta que el difusionismo sirvió entonces como una teoría casi exclusiva que explicara el cambio en cualquier cultura material protohistórica (debido a la fuerte influencia que la arqueología histórico-cultural alemana ejercía sobre el mundo académico español)2 es fácil entender que desde una óptica teórica distinta, se genere una interpretación de carácter opuesto. Así, frente a continuos intentos de buscar el supuesto origen externo de la cultura tartésica, la perspectiva marxista empieza a centrar sus estudios en el sustrato indígena original. Y esto es explicable no ya tan solo desde una postura de oposición frente a unas propuestas tradicionalistas, sino que se debe entender como algo lógico en la aplicación de una teoría que entiende los procesos de cambio como un fruto de una dinámica interna a toda sociedad basada en el conflicto de carácter socioeconómico. Esta preocupación por los aspectos socioeconómicos será también un factor relevante pues atender a esta dimensión de cualquier sociedad supone el profundizar en aspectos de su carácter interno. Cabe mencionar también el hecho de que ya antes desde el ambiente académico positivista comenzó a percibirse un cierta y aun leve mayor atención por el sustrato indígena pues términos como el de “aculturación” empezaron a sustituir a otros más arcaicos y menos sutiles como el de expansión o difusión, sobre todo tras el V Simposio de Arqueología Peninsular de Jerez de 1968 y donde tuvo especial relevancia las propuestas del arqueólogo e historiador Juan Maluquer. Sin embargo y a pesar de ello las tesis seguían teniendo un fuerte cariz difusionista. Esta tendencia comenzará a cambiar en gran medida por cambios de interpretación en el registro arqueológico. Así, donde antes se veía un fenómeno de ruptura cultural entre la etapa del Bronce Final y el inicio de la época de los primeras colonizaciones fenicias en la costa (fechadas entonces no antes del s.VIII a.C) es decir entre las periodizaciones llamadas protorientalizante o proteogeométrico y orientalizante propiamente dicho, ahora empiezan a verse soluciones de continuidad3 sobre todo a partir de las excavaciones de la necrópolis de Setefilla realizadas por la arqueóloga María Eugenia Aubet, investigadora pionera la aplicación de la interpretación marxista sobre la problemática tartésica. Este tipo de interpretaciones en las que se defiende un mayor carácter de continuidad étnica será también un elemento común entre algunos autores de corte marxista, entendiendo que el impacto fenicio fue más reducido de lo que se creía y entendiendo incluso que hablar de un “final” de Tartessos es fruto de una visión historicista y dramática propia del

J.L. López Castro “Difusionismo y cambio cultural en la protohistoria española: Tartesso como paradigma” en Los enigmas de Tartesso. J.Alvar y J.M Blázques (eds) Catedra, Madrid, 1993. 2

3

M.E Aubet Necrópolis de Setefilla en Loira del Río, Dpto de Prehistoria y Arqueología, Barcelona, 1975

positivismo pues, donde aquellos vieron un final fruto de invasiones y de conflicto bélico, estos empiezan entenderlo como un proceso de transformaciones internas fruto, de nuevo, de un proceso de cambio del modelo productivo (pues se pasaría de una economía agropecuaria de producción doméstica con un sector muy desarrollado del comercio a una economía agraria de producción mixta con un sector de actividades artesanoindustriales) que daría paso al mundo turdetano, el cual con esta visión se podría interpretar como un reflejo del tartesio no orientalizante.4 Como es lógico, los historiadores marxistas tendrán una especial preocupación por el estudio de la economía tartésica, esto es, del modelo productivo, y concretamente del previo al contacto fenicio. En este punto, parecen coincidir la mayoría de investigadores que encuentran la sociedad tartésica previa al contacto fenicio en un estado primitivo con una economía basada en la agricultura y la ganadería con preponderancia de la segunda, con una escasa artesanía y actividad comercial, con lo que apenas habría una especialización del trabajo y por tanto tampoco una jerarquización social acusada. La organización social que articulará dichas relaciones sociales de producción sería una basada en relaciones de parentesco y de carácter tribal. Dicha sociedad, para algunos autores, se encontraría en un proceso de paulatina jerarquización (debido a un mayor o menos control de las rutas ganaderas trashumantes) que se vería enormemente potenciado por el posterior contacto fenicio que haría del sector comercial (sobre todo de metales) un sector prioritario, provocando una competencia entre las distintas unidades familiares domésticas que desembocaría en una consecuente intensificación de la producción. 5 Esta intensificación sería la causante de una mayor división del trabajo y por tanto de una mayor especialización social que haría más fácil la acumulación de excedente y apropiación del trabajo ajeno por parte de las élites, todo ello potenciado además por la introducción de nuevas prácticas metalúrgicas y la intensificación de la explotación de las minas, acrecentando así la desigualdad social. Esta visión choca además con la tradicional interpretación que veía en el contacto con los fenicios una relación de beneficio recíproco. Para los autores marxistas, dicho contacto beneficiaría únicamente al sector aristocrático, viéndose el resto de la población, la gran mayoría, en un empeoramiento de su situación debido a una mayor explotación, algo inherente a un proceso de acentuación de las desigualdades sociales. Otro elemento de ruptura respecto a las interpretaciones tradicionales será la de negar la concepción de Tartessos como una civilización pues ni antes, ni durante el contacto con los fenicios se encuentra un fenómeno urbanístico, si acaso un aumento en cantidad y tamaño de los poblamientos que sin embargo seguirían teniendo un carácter aldeano entendiéndose en todo caso este desarrollo como una expresión de protourbanismo, pues la falta de una diferenciación funcional dentro de los poblados hace

J.Alvar “El ocaso de Tarteso” en Los enigmas de Tartesso. J.Alvar y J.M Blázques (eds) Catedra, Madrid, 1993. 4

C.G Wagner “Aproximación al proceso histórico de Tarteso” en Archivo Español de Arqueología vol 56. n 147-148, CSIC, Madrid, 1983 5

que no se pueda hablar todavía de un urbanismo como tal 6. Se niega así cualquier concepción que tome a la sociedad tartésica como una con organización de tipo estatal.

Entra en juego otra cuestión, y es la del distinto nivel de jerarquización en el que se encontraba la sociedad indígena precolonial. Algunos autores consideran que se podía encontrar ya una élite aristocrática de carácter guerrero, arguyendo argumentos como el de que un contacto comercial como el que se dio con los fenicios precisa de una estructura este tipo para que pueda desarrollarse7 y viendo en las estelas decoradas del suroeste (problemática que geográfica y también en el ámbito de la investigación pertenece a un área del hinterland tartésico) una expresión de dicha estructura jerárquica. Otros, sin embargo consideran que dicha estructura no fue tal sino hasta la situación resultante del contacto colonial, pues consideran que el prestigio en aquel tipo de sociedad no iba en función a la riqueza económica, que estaría repartida en unos niveles de igualdad entre diferentes unidades familiares, sino en función del número de alianzas e interacciones que dicho grupo era capaz de realizar (como por ejemplo la concertación de matrimonios para reforzar las alianzas mediante el parentesco)8 Así, la circulación de bienes de prestigio, (otro de los argumentos en defensa de la existencia de una aristocracia indígena precolonial pues se entendería que dicha clase sería la receptora y distribuidora de dichos bienes) no serían más que un modelo de fijación de alianzas a modo de regalos, pero siempre entre grupos en igualdad de condiciones y no entre individuos con una capacidad económica reseñable. El proceso de jerarquización se produciría por el contacto con el comercio fenicio, que aumentaría enormemente el volumen de transacciones de estos bienes que comenzarían así a tener valor por sí mismos y no como una manifestación de interacción exterior, y empezaría a condicionar el traspaso de los mismos a una relación de carácter productivo material, con lo que se buscaría aumentar la capacidad económica propia pues sería entonces y no antes cuando la riqueza empezará a ser condicionante del prestigio social. De esta manera se refuerza el carácter igualitario de la cultura tartésica precolonial, si bien se reconoce la desigualdad a niveles internos de estructura doméstica familiar estando reducida a criterios de edad y sexo.9 Quizás esta visión, más compleja (lo que no significa que por ello ha de ser más acertada), este menos condicionada por presupuestos del pensamiento marxista que supondría ese nivel de jerarquización previo fruto de la evolución inherente a toda sociedad, independientemente de su interacción con el exterior. Así también parece menos condicionada por ese intento de querer reforzar la idea de continuidad entre la sociedad indígena precolonial y la correspondiente a los s.VIII - VI a.C, ya con pleno contacto colonial.

C.G Wagner “Tartesso en la historiografía, una revisión crítica” en La colonización fenicia en el sur de la Península Ibérica. 100 Años en la investigación. Actas del seminario, Almería, 1990 7 M.E Aubet “El impacto fenicio en Tartesso: las esferas de interacción” en La cultura tartésica y Extremadura, Museo Nacional de Arte Romano, Mérdia, 1990 6

J.A Barceló “Sociedad y economía en el Bronce Final Tartésico” en Tartessos 25 años después. 19681993 Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular, BUC, Jerez, 1993 8

9

Ibid.

Pero dejando a un lado las posibles diferencias, lo que sí parece un punto común interpretativo, es el de entender el fenómeno de cambio interno que sufrió la sociedad tartésica como el resultado de un choque entre dos sistemas económicos distintos, quedando uno supeditado al otro, pues la economía de carácter autosuficiente indígena empezaría a ser absorbida por las dinámicas expansivas de la economía de mercado que traerían consigo los colonos, impidiendo de esta manera que el anterior sistema igualitario encuentre, como lo hacía antes y mediante una lógica que impedía la preponderancia de un grupo sobre otro debido a la existencia de un número reducido de alianzas posibles, una forma de reproducirse.10 Otro punto en común es el de considerar la organización de aquella sociedad en base a sistemas de parentesco. Sea como fuere, y aun a pesar del fuerte carácter autoctonista de las tesis marxistas, queda claro que el contacto fenicio no deja de tener gran importancia a la hora de comprender las transformaciones económicas y sociales que se produjeron en el mundo tartésico y que a la vez lo explican, bien como un acelerador de las mismas en pos de una mayor jerarquización y especialización social, bien como detonante.

Replanteamiento del fenómeno de aculturación. Como se ha dicho anteriormente, aculturación es un término muy utilizado a la hora de tratar la temática tartésica, sobre todo al hacer referencia al período orientalizante, entendido este como el resultado de un influjo que acabaría por hacer que la sociedad indígena adoptara elementos esenciales de la cultura fenicia. Sin embargo, uno de los logros de la producción historiográfica marxista puede que sea el de matizar dicho fenómeno para llegar a una mejor comprensión de lo que fue esa realidad que se nos presenta así más compleja. La matización no sería otra que la de reducir esa aculturación a los ámbitos aristocráticos. Se entiende así que la gran presencia de objetos con carácter orientalizante en ajuares funerarios de entre los siglos VIII y VI a.C no tiene por qué indicar un cambio en la cultura indígena en favor de la adopción de la fenicia, pues estos se encuentran principalmente en tumbas pertenecientes a miembros destacados, lo que indicaría que estos, desde una posición privilegiada, tendrían un mejor acceso al comercio con los fenicios y por tanto a los bienes de prestigio siendo la función de dichos objetos poner de manifiesto el estatus de sus portadores. Posteriormente, la manufactura autóctona de objetos con carácteres orientalizantes se explicaría por el fomento que la aristocracia haría en favor de la producción de bienes de este tipo debido una preferencia por la nueva estética traída por los colonos y que serviría ahora como un símbolo de su refinamiento y poder. Aun aceptándose que en el sector aristocrático de la sociedad tartésica se pudieran dar ciertos cambios en los gustos estéticos, esto no tendría que suponer que en el resto de la sociedad tartésica sucediera lo mismo. Además, se matiza el hecho de que dicho proceso aculturador en realidad no fue tan rápido como comúnmente se ha aceptado durante largo tiempo. Paralelamente, se pone de manifiesto la aparente resistencia por parte de la población indígena a la adopción de prácticas traídas por los colonos, incluso cuando

10

Ibid.

éstas fueran técnicas que supusieran un avance tecnológico, poniendo como ejemplo lo tardío de la adopción del torno de alfarero. Por tanto se caracteriza el proceso aculturador como selectivo y paulatino.11 Es más, incluso el cambio en la práctica funeraria de la cremación por la de inhumación por parte de las élites se quiere ver un intento de reforzar lo antiguo de su linaje12, reduciendo aun más la influencia fenicia que pudo haber en ello. También se matiza las posibles manifestaciones de influencia en lo religioso al considerar que los templos de culto fenicio servían más bien como centro donde se asegurara la seguridad de los intercambios, así como la regularidad de los mismos, y no como un cambio en el sentir religioso tartesio. Hasta el hecho de encontrar figuras de deidades orientales en ajuares aristocráticos se quiere reducir a una devoción de carácter individual o a un simple acto de ostentación por parte del difunto. Parece haber una resistencia a la hora de aceptar un cambio en el aparato ideológico tarteso pues las manifestaciones materiales no serían indicativo suficiente de ello. Incluso, en la representación iconográfica de deidades autóctonas con modelos orientales se quiere ver únicamente un cambio en las manifestaciones externas, que no en la estructura ideológica, pues esta sólo puede darse cuando se produce un cambio en la estructura económica y social, que aunque también se produjera, no lo suficiente como para generar un sistema estatal que sería la estructura socioeconómica por la que se entiende el aparato ideológico-religioso fenicio.13 Acaso se aceptara una aculturación de los estratos populares tartesios sólo a través de una penetración fenicia de carácter agrícola, poniendo en contacto a las poblaciones de campesinos de ambos mundos y pudiéndose dar sólo entonces un fenómeno de mestizaje en las prácticas culturales como puedan ser los enterramientos mixtos. De todas formas, se reduce el ámbito geográfico de éstos a centros concretos con alta actividad de intercambio como puedan ser “La Cumbres” (Cádiz), Setefilla (Sevilla) o Tejada (Huelva), no siendo así en el resto del área tartésica.14 Todo esto abre una reflexión sobre a qué realidad social y cultural pasada se la puede denominar como tartesa. Esto se entiende por el hecho de considerar el mundo tartesio como un producto de continua transformación, en la que parece evidente la importancia del contacto fenicio. Pero entonces, ¿habría que denominar como tartesio únicamente al fruto de esa interacción? Ciertamente esta era una interpretación ampliamente aceptada desde las posturas tradicionales, identificando a la cultura material correspondiente al orientalizante como la expresión de lo que ha de ser considerado tartesio.

11

12

C.G Wagner “Notas en torno a la aculturación en Tartessos” rev. Gerión, n.4, 1986. M.E Aubet Necrópolis de Setefilla.

J. Alvar “La religión como índice de aculturación, el caso de Tarteso” enATTI DEL ii Congreso Internazionale di studi fenici e punici. vol. 1, Roma, 1991. 13

14

C.G Wagner “Aproximación al proceso histórico.

Sin embargo, la corriente marxista, al reducir el nivel de aculturación y aun entendiendo que el contacto fenicio modificara ciertos aspectos de la estructura social indígena, interpreta que la mayoría de la población autóctona siguió manteniendo los principales rasgos de su cultura, y que aspectos de la misma como pueda ser su estructura jerárquica en grado de jefatura (esto como se ha dicho anteriormente aceptado por una parte de la tendencia) ya estaban ahí, si acaso el contacto fenicio sólo supuso un reforzamiento de la misma. Por todo ello, se desconecta la identificación de orientalizante con Tartessos y se da por hecho que, si bien sí se puede definir el inicio del orientalizante, no se puede hacer lo mismo en el caso de la cultura tartésica propiamente dicha la cual hundiría sus raíces en lo profundo de la Edad del Bronce, escapándosenos así su origen.15 De todas formas, y como se puede apreciar a lo largo de este trabajo, la cuestión de los orígenes y el final de Tartessos no es un tema que preocupe en especial a la historiografía marxista (cosa que sí lo fue para la tradicional positivista). Esto viene en relación con algo ya mencionado en el capítulo anterior y es el fuerte carácter autoctonista de este tipo de estudios, así como de una interpretación que se decanta por una visión en favor de la idea de continuidad. Finalmente, lo que resulta más interesante son los resultados que se dan en la interpretación al atender a las desigualdades sociales, algo propio de la metodología marxista, para una mejor comprensión de cualquier fenómeno de cambio. De esta manera se delimita una separación en lo referente a lo cultural ya no de carácter horizontal (es decir, entre culturas diferentes) sino vertical, apreciando las posibles diferencias culturales que puedan existir entre los distintos estratos de una misma sociedad.

Intercambio desigual, dependencia y conflicto. Si bien ya se ha mencionado anteriormente, este capítulo profundizará algo más sobre la interpretación marxista que trata el carácter negativo que las relaciones con los colonos fenicios pudieron tener sobre la población. Aparte de la transformación del modelo productivo indígena que se supone más igualitario por uno que produjera mayor desigualdad social, entra en juego la denominación de “desigual” al intercambio colonial que tradicionalmente se consideraba la base de las relaciones beneficiosas. Esta sostenía que el intercambio comercial supone siempre un beneficio recíproco pues se están intercambiando bienes que gozan de un mayor valor para el receptor que para el emisor, que a su vez recibe otros bienes en los que actúa la misma dinámica pero en sentido contrario. Pero independientemente del valor contextual que pueda tener cualquier objeto en una sociedad concreta, el concepto de “intercambio desigual” saca a relucir la desventaja que puede suponer para una de las

J. Alvar “Reflexiones sobre el concepto cultural de Tartesso” en Homenaje a J.M Blázquez J.Mangas y J. Alvar (eds), Madrid, 1994. 15

partes al tener en cuenta el coste social de producción que suponga la obtención de los bienes intercambiables.16 De esta manera, aceptando la tradicional concepción que supone un continuo intercambio de metales por productos manufacturados entre autóctonos y fenicios, salta a la vista la gran diferencia de energía que se ha de emplear para la obtención del primero, mucho mayor con respecto a la necesaria para la obtención del segundo. El trabajo en una mina de plata, estaño o cualquier otro metal, se presenta mucho más duro y costoso para la sociedad que lo produce que para la encargada de la fabricación de cerámica en talleres especializados. Esto se presenta entonces como una forma indirecta de apropiación de valor del trabajo ajeno por parte del estrato fenicio sobre el autóctono, contando además con la ventaja de que el primero estaría ya inmerso en la dinámica de mercado del mediterráneo a la que el segundo accedería sólo a través de intermediación fenicia. Muy en relación con esta idea, está la de dependencia económica. El modelo económico productivo resultante de la transformación del anterior indígena por acción del contacto colonial hace que en gran medida dependa de este. Las relaciones sociales establecidas por la intensificación de la producción, sobre todo de metales, fruto de la demanda fenicia, hace que se necesite de ésta para su mantenimiento y reproducción. De esta forma, la acumulación de excedente y su redistribución, que es ahora la base del poder de la clase aristocrática emergente, es fruto de la relación comercial con los fenicios, por lo que necesitará de la misma para el mantenimiento de sus privilegios de clase. Paralelamente, se produce un intento por parte de la élite comercial tartesa de reproducir el modelo en los territorios circundantes a su área original, promoviendo una circulación de bienes de prestigio por las zonas de Extremadura y sur de la Meseta, buscando así hacerse con el control de las vías comerciales interiores y por tanto de los mercados que ellos mismos estaban creando, generándose una dinámica económica comercial denominada centro-periferia de círculos concéntricos, siendo su epicentro el área de mayor nivel de intercambio, correspondiéndose con la zona de contacto entre fenicios y tartesios.17 Aquí encontramos de nuevo diferencias en la interpretación de la dispersión de bienes de prestigio de carácter orientalizante por las zonas periféricas al área geográfica propiamente tartesa. Para algunos investigadores, dichos bienes no serían otra cosa que objetos utilizados en ritos que tuvieran como fin el establecimiento estable de relaciones de carácter comercial, teniendo en cuenta además que dichos objetos en su mayoría son jarritas, timiateros y braserillos que se cree se utilizaban en ritos fenicios para realizar libaciones y otro tipo de gestos rituales, por lo que perderían su carga simbólica de representación de prestigio. Así, estos objetos en vez de bienes de prestigio y objetos de intercambio podrían pasar a considerarse herramientas de adaptación 18 a la nueva C.G Wagner “Fenicios en Tartesso: ¿Interacción o colonialismo?” en Fenicios en Tartessos, nuevas perspectivas M.A Martí-Aguilar (ed), BAR, Blenheim, 2011 16

17

M.E Aubet “El impacto fenicio en Tartessos: las esferas de interacción…

Moreno Arrastio “Sobre anomalías en la interpretación de los objetos orientalizantes en la Meseta” rev. Gerión, n.19, Madrid, 2001 18

situación de expansión comercial y a su vez hablaría en contra de la teoría que supone la necesidad de estructuras jerárquicas para el desarrollo de relaciones y prácticas comerciales. Además, dentro de esta interpretación se plantea la idea de que dichos objetos fueron repartidos no por los tartesios (que actuarían de intermediarios entre fenicios y poblaciones interiores) sino por los propios fenicios, suponiendo así que realizarían expediciones comerciales que penetraran en zonas interiores de la península.19 De una forma u otra, independientemente de la atribución a fenicios o a tartesios la dispersión de estos objetos, la finalidad en ambos casos sería la introducción de un comercio en expansión en áreas donde aún no se encontraba muy desarrollado y donde por tanto se podría reproducir el proceso de intercambio desigual y a la larga, de dependencia. Otra característica de connotación negativa para la población peninsular que se atribuye al fenómeno colonizador, es la práctica de caza de humanos que empieza a contemplar como posible la interpretación marxista. Se introduce la violencia y el conflicto como elementos importantes fruto del impacto producido por el contacto fenicio, con lo que se replantea el carácter pacífico que tradicionalmente se atribuía a estas relaciones. Así, desde esta perspectiva se ha interpretado el fenómeno de las estelas decoradas del suroeste en las que se da una constante representación de armas como una manifestación de la violencia que se desarrolló en la península, queriendo ver incluso en la representación de la figura humana una expresión de la categorización del cuerpo humano como elemento inserto en la mentalidad de sus realizadores los cuales empezarán a considerarlo un bien de valor económico.20 Desde esta forma, se entiende que el interés comercial fenicio sobre la Península no se reducía a la obtención de metales, sino que la obtención de mano de obra esclava sería otro factor de gran relevancia. Esta demanda de esclavos haría que las poblaciones costeras vieran rentable la práctica de caza de humanos, con lo que se volverían más violentas, potenciándose esto además por un intercambio en el que los fenicios proporcionarían gran cantidad de armas, con lo que el proceso se retroalimentaría. La evidencia de este tipo de intercambios se ha querido ver en el Hallazgo de la Ría de Huelva, que no sería otra cosa que un naufragio de un cargamento armamentístico.21 Además, con el tiempo, las sociedades cazadoras de humanos empezarían a utilizarlos no ya sólo como un bien de intercambio, sino también como mano de obra esclava en la explotación de las minas metalúrgicas amén de satisfacer la otra gran demanda fenicia, la de metales. Como refuerzo argumental a esta teoría, se alude a un aparente fenómeno de despoblación en la cuenca del Guadalquivir (si bien al parecer no hay consenso entre los investigadores sobre si hubo realmente tal despoblación) correspondiente a la etapa del

19

Ibid.

Moreno Arrastio “Sobre la obviedad, las estelas decoradas y sus agrupaciones” rev Gerión, n16, Madrid, 1998 20

21

Ibid.

Bronce Medio peninsular22 y que se enmarcarían, por lo temprano de su cronología, en relaciones de tipo precolonial. Todo esto se encuadra en una visión “pesimista” del mundo antiguo mediterráneo del que por otro lado sí se tiene constancia de la gran cantidad de mano de obra esclava utilizada en épocas mejor conocidas, y que hace plausible la idea de una demanda constante de esclavos por parte de sociedades estatalizadas como la fenicia, la cual se proveería de ellos en zonas donde no existiera una organización estatal que fuera capaz de oponer una fuerte resistencia (por falta de cohesión social) a la por tanto mayor capacidad coercitiva fenicia. Además, como se ha podido observar, esta visión supone importantes cambios en la interpretación, pues adelanta la importancia del impacto colonial varios siglos (alejándolo hasta los tiempos del Bronce Medio) y se replantea también presupuestos comúnmente aceptados como puedan ser la búsqueda de metales como motivo principal de la expansión colonial, así como cuestiones referentes a la forma y dinámica de su desarrollo.

Nuevas perspectivas, colonialismo fenicio. Este último capítulo entrará a tratar los temas que han quedado pendientes al final del anterior, esto es, los cambios que sobre el fenómeno colonial fenicio se están dando dentro de la propia concepción marxista. Uno de ellos, como se ha mencionado anteriormente, es el de adelantar dicho proceso hasta la etapa del Bronce Final peninsular, siglos IX-X a.C aproximadamente, entendiendo así que los contactos precoloniales, (que tradicionalmente se situaban por estas fechas) se darían en momentos aun más tempranos. Esto se produce por nuevos hallazgos en el campo de la arqueología, corrigiendo dataciones estratigráficas23 y encontrando un mayor número de casos de poblamiento fenicio en suelo peninsular. También se empiezan a desechar concepciones tradicionales referentes al proceso colonizador que lo entendían, principalmente, de carácter comercial, siendo su principal motivación la búsqueda de metales. Se comienzan a plantear motivos de otra índole para explicar el inicio de este proceso, encontrando razones de tipo demográfico y social. Así, un aumento de población, (tras finalizar la crisis del s.XI a.C que asoló al Mediterráneo oriental) junto con una situación de conflicto social debido la presión económica que las élites terratenientes ejercían sobre el campesinado, haría necesaria una emigración masiva que aliviara la presión demográfica.24 De esta manera se entiende que la empresa colonial fenicia no se limitaría a la creación de emporios comerciales, sino que también tendría Moreno Arrastio “Conflictos y perspectivas en el período precolonial tartésico” Gerión, n.17, Madrid, 1999 22

23

C.G Wagner “Fenicios en Tartessos, ¿interacción o colonialismo?...

C.G Wagner “La colonización agrícola en la Península Ibérica. Estado de la cuestión y nuevas perspectivas” en C.G Bellard (ed) Ecohistoria del paisaje agrario. La agricultura fenicio-púnica en el Mediterráneo”, Universitat de València, Valencia, 2003. 24

gran relevancia la búsqueda de asentamientos agrícolas. Este tipo de colonización agrícola parece estar evidenciada en análisis polínicos realizados en la zona tartésica. Además, se cuestiona el supuesto carácter privado de estas empresas, queriéndose interpretar que la envergadura de las mismas hace pensar en una implicación estatal, por lo que cabría suponer cierta dimensión institucional en el proceso. Estas nuevas razones explicativas implican también nuevas interpretaciones en cuanto a la forma del mismo. El carácter agrícola de los asentamientos supondría la necesidad de un mayor control sobre el territorio, necesidad que se traduciría en la búsqueda de una ocupación efectiva del terreno, por lo que la violencia y el conflicto tendrían mayor presencia en las relaciones con las poblaciones indígenas, debido a la competencia por el espacio. Esa búsqueda de ocupación efectiva haría de la coerción un medio eficaz al servicio del desarrollo colonial. Esto se relaciona a su vez con la tradición semita de conquista de los rincones del mundo, y se busca una manifestación de dicha actitud coercitiva en la política imperialista tiria en época de Hiram I sobre la zona del levante del Mediterráneo oriental. En esto último se quiere ver también un argumento que refuerce la teoría de una implicación estatal en el desarrollo colonial.25 Todo lo anterior hace ver el cariz “imperialista” con el que la interpretación marxista empieza a caracterizar el desarrollo colonial. Sin embargo no ha de entenderse esa caracterización como la expresión de la existencia de un imperio fenicio (y más concretamente tirio) como tal. Simplemente se introducen conceptos como el de coerción, ocupación de territorio, implicación institucional, comercio de esclavos etc... En un proceso que por tanto ha de denominarse más concretamente como “colonialismo”. Este concepto supone que las relaciones con las poblaciones autóctonas se llevarían a cabo mediante una dinámica de desigualdad en la que éstas quedarían en una posición de subordinación. Esto no quiere decir que no se acepten fenómenos de hibridación, mestizaje o intercambio cultural, sino que se entiende que estarían condicionados por una relación desequilibrada de poder en la que la preponderancia la tendría el estrato cultural colono. Ante la falta de evidencia de un poder centralizado que gestionara dicha expansión, se han dado sutiles interpretaciones en las que se arguye un proceso de replicación autosemejante26 por el cual un asentamiento costero tendería a expandirse a zonas del interior debido a una presión demográfica en el mismo así como por un afán de monopolio sobre los recursos y el comercio, llevándose a cabo dicha expansión a costa de las poblaciones autóctonas. Esta dinámica de competencia, no exenta de violencia, explicaría la localización de la mayoría de las poblaciones del área tartésica en zonas de fácil defensa, así como la desaparición repentina de poblaciones como la de Cogotas I27, y a la vez, sería la causante de las relaciones de subordinación por parte de las poblaciones indígenas mediante las cuales se pudieron dar los fenómenos de mestizaje e hibridación anteriormente mencionados.

25

Ibid.

Moreno Arrastio “En El conrazón de las tinieblas. Forma y dinámica en la colonización fenicia de occidente” Gerión, n.26, Madrid, 2008 27 Ibid 26

Toda esta interpretación encaja muy bien con los preceptos de tipo político del marxismo que ve en la gran mayoría de relaciones económicas entre diferentes culturas aspectos de explotación, conflicto y lucha. Quizás dicha interpretación suponga una manifestación de dichos preceptos políticos, pues además se alude continuamente a casos de expansión colonial más recientes en la historia en los que se han dado fenómenos de violencia, utilizándolos como analogías que refuercen estas teorías. Ciertamente, es difícil encontrar algún caso en el que el proceso colonial estuviera exento de conflictos, desigualdades y explotación, si bien es cierto que en este caso parece atenderse únicamente a esta dimensión del fenómeno, dejando de lado otros aspectos importantes del mismo. En todo esto además se pueden apreciar ciertos rigorismos marxistas referentes a su concepción evolucionista de las sociedades en la historia, pues se asume de forma muy aséptica la superioridad de la cultura fenicia, justificándose esto por su mayor desarrollo tecnológico. Por otro lado, al poner énfasis en el posible carácter coercitivo del colonialismo fenicio, se produce a nuestro entender un fenómeno paradójico pues esto se podría interpretar como una nueva expresión de difusionismo. Si bien en este caso sí se tendrá más en cuenta a las poblaciones indígenas, la preponderancia que se le atribuye a la cultura fenicia hace que se la considere un motor de cambio y difusión cultural, quedando diluido el autoctonismo inicial en una preocupación por lo desfavorable de la situación para las poblaciones indígenas. De todas formas, estas nuevas perspectivas, aun aceptándose desde el marxismo la formación de identidades coloniales diferenciadas de su metrópoli, siendo posiblemente este el caso de Tartessos (si bien esto es un avance en la interpretación más achacable al desarrollo de las ideas poscoloniales) siguen moviéndose en una dinámica algo maniquea con respecto al binomio colono-indígena. Es posible que esto se deba a la propia génesis de la historiografía marxista en el caso tartésico pues, al producirse en gran parte como reacción al positivismo difusionista, el exceso de su autoctonismo inicial haya provocado que los avances en la investigación produzcan en los estudios de esta tendencia una redirección enfocada en el otro polo de la ecuación, el colonial, ya que en el polo contrario comenzó su andanza. Sea como fuere, y para finalizar, cabría reconocer lo importante que ha resultado y resulta la aplicación de esta tendencia para el estudio de Tartessos, sobre todo en cuanto a una mejor comprensión de los aspectos económico-sociales, así como su afán en atender continuamente a los fenómenos de desigualdad y conflicto que se hayan podido producir a lo largo de la historia.

Bibliografía: ALVAR , J y BLÁZQUEZ, J.M (eds) (1993) Los enigmas de Tartesso, Cátedra,Madrid. ALVAR, J.: -

(1994) “Reflexiones sobre el concepto cultural de Tartesso” en J. Mangas y J.Alvar (eds) Homenaje a J.M Blázquez, Madrid (1991) “La religión como índice de aculturación: el caso de Tartessos” en Atti del II Congreso Internazionale di Studi Fenici e Punici vol. 1, Roma.

AUBET, M. E: -

(1975) Necrópolis de Setefilla en Lora del Río, Sevilla Departamento de Prehistoria y Arqueología, Barcelona (ed) (1989) Tartessos. Arqueología protohistórica del bajo Guadalquivir, AUSA, Barcelona. (1990) “El impacto fenicio en Tartesso: las esferas de interacción” en La cultura tartésica y Extremadura, Museo Nacional de Arte Romano, Mérida.

BARCELÓ, J.A (1993) “Sociedad y economía en el Bronce Final tartésico” en Actas del Congreso Conmemoratico del V Symposium Internacional de Prehistoria Peninsular 1968-1993. Tartessos 25 años después. BUC, Jerez de la Frontera MORENO ARRASTIO, F.J: -

(1998) “Sobre la obviedad, las estelas decoradas y sus agrupaciones” Gerión, n.16, Madrid (1999) “Conflictos y perspectivas en el período precolonial tartésico” Gerión n.17, Madrid (2001) “Sobre anomalías e interpretación de los objetos orientalizantes en la Meseta” Gerión n.19, Madrid (2008) “En El corazón de las tinieblas.Forma y dinámica en la colonización fenicia de occidente” Gerión, n.26, Madrid

WAGNER, C.G : -

-

(1983) “Aproximación al proceso histórico de Tartessos” en Archivo español de Arqueología” vol.56 n.147-148, CSIC, Madrid. (2000) “Élites, parentesco y dependencia en Tartessos” en Mª de Mar Myro et al. Las edades de la dependencia durante la Antigüedad, Ediciones Clásicas, Madrid. (2003) “La colonización agrícola en la Península Ibérica. Estado de la cuestión y nuevas perspectivas” en C.G Bellido (ed) Ecohistoria del paisaje del paisaje agrario. La agricultura fenicio-púnica en el Maditérrano, Universitat de València, Valencia. (2011) “Fenicios en Tartessos: ¿Interacción o colonialismo?” en C.G Wagner (ed.) Tartessos: Nuevas perspectivas, BAR, Blenheim.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.