Historiografía española de las Relaciones Internacionales: España ante Europa

June 8, 2017 | Autor: F. Quintana-Navarro | Categoría: International Relations, Historiography, Spanish History
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Descripción

Coloquio Internacional: Historia y Relaciones Internacionales. Debates sobre un área de estudio.

Historiografía española: España ante Europa Francisco Quintana Navarro

Centro de Ciencias Humanas y Sociales CSIC

Madrid, 5 noviembre 2009

Como anillo al dedo… unas palabras de un clásico

Marc Bloch

En verdad, conscientemente o no, siempre tomamos de nuestras experiencias cotidianas, matizadas, donde es preciso, con nuevos tintes, los elementos que nos sirven para reconstruir el pasado. ¿Qué sentido tendrían para nosotros los nombres que usamos para caracterizar los estados de alma desaparecidos, las formas sociales desvanecidas, si no hubiéramos visto antes vivir a los hombres. Marc Bloch, Introducción a la Historia, 1952.

Francisco Quintana Navarro

El punto de partida: la europeización de la historiografía española.

 Ampliación de temas, de enfoques y de métodos para ganar en riqueza y pluralidad.  Preocupación por insertar la historia española en el marco general de la historia europea.  Involucración en la construcción de la historia europea y de otras historias nacionales. Clío, por Pierre Mignard (1689)

 Concentración de esfuerzos en las etapas más recientes de la historia española y europea.  Incorporación de “lo local” al estudio de lo europeo y lo internacional. Pero sin superar del todo las limitaciones estructurales que históricamente han condicionado la práctica del internacionalismo científico en España. Francisco Quintana Navarro

El recorrido por los grandes centros de atención historiográficos: períodos considerados.

 España en el Concierto de Europa y la Europa de las nacionalidades, 1815-1870.  España en la Europa de las alianzas y las rivalidades coloniales, 1870-1914.

 España en la Europa sacudida por la guerra total, 1914-1945. El último de los mapas europeos

 España en la Europa dividida del mundo bipolar, 1945-1990.

Francisco Quintana Navarro

España en el Concierto de Europa y la Europa de las nacionalidades, 1815-1870. Una España empequeñecida y mediatizada, pero compartiendo los procesos históricos europeos. • La mediatización anglo-francesa de la política exterior española.

• La marginación española de los grandes asuntos continentales. Isabel II pasando revista a las tropas, por Fortuny (1865)

• La intensidad del despliegue de las influencias europeas en el desarrollo material y de las ideas y en las prácticas políticas y sociales.

Francisco Quintana Navarro

España en la Europa de las alianzas y las rivalidades coloniales, 1870-1914. Del recogimiento al regeneracionismo, con el 98 como punto de inflexión para reubicar España en Europa. • El recogimiento español en la Europa bismarckiana. • Las relaciones bilaterales con las grandes potencias europeas y el vecino ibérico. • Las derivas europeas de las guerras de Cuba. Congreso de Berlín, por Werner (1881)

• La imbricación española en la cuestión de Marruecos de la mano del colonialismo europeo. • El regeneracionismo internacional tras el Desastre del 98: europeización y garantía de seguridad.

Francisco Quintana Navarro

España en la Europa sacudida por la guerra total, 1914-1945.

Esclarecimiento de neutralidades españolas e intervenciones europeas y cuestionamiento del secular aislamiento. • La neutralidad aliada de España en la guerra europea y el impacto del conflicto en España. • Las relaciones bilaterales con las grandes potencias y Portugal. XIII Asamblea de la Sociedad de Naciones, septiembre 1932

• El rescate de la política exterior de la II República en la crisis europea de los años treinta.

• El esclarecimiento de la intervención y no intervención europeas en la guerra civil española. • La reconsideración de la no beligerancia de la España de Franco en la Europa hitleriana. Francisco Quintana Navarro

España en la Europa dividida del mundo bipolar, 1945-1990.

Del rechazo europeo al régimen a la aproximación del régimen a Europa en situación de excepcionalidad histórica. • La España del exilio y la emigración en Europa. • La condena europea del régimen franquista en el marco del ostracismo internacional.

• Las relaciones bilaterales con Europa occidental. Franco recibiendo a Eisenhower a su llegada a España, 1959

• El pensamiento oficial sobre Europa y el acercamiento a las comunidades europeas.

• Las relaciones de España con la Europa centrooriental como novedad. • El proceso de normalización europea de la España democrática y la europeización de la política exterior. Francisco Quintana Navarro

Los retos actuales: sugerencias para el debate.  La necesaria revisita al siglo XIX con los pertrechos acumulados en los albores del nuevo milenio.  El imprescindible enfoque de la historia comparada en nuestras investigaciones.  La oportuna ampliación de la mirada hacia los Estados pequeños, lo pequeño, lo multilateral, la cooperación… Nuestra musa Clío vista por una ilustradora de comics actuales (¿no está junto a un ordenador…?)

 El útil entrecruzamiento con las otras historias especializadas.  La creciente retroalimentación de lo local y lo estatal en el tratamiento de lo internacional.

 Y el obligado abordaje del trabajo colaborativo en red en tiempos de globalización del conocimiento. Francisco Quintana Navarro

Muchas gracias. [email protected]

Francisco Quintana Navarro Las Palmas de Gran Canaria, Octubre de 2009

HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES: ESPAÑA ANTE EUROPA (Ponencia invitada, presentada en el Coloquio Internacional Historia y Relaciones Internacionales, organizado por el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC y celebrado en Madrid el 5 y 6 de noviembre de 2010). FRANCISCO QUINTANA NAVARRO Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Quiero comenzar (por aquello de que siempre es bueno recurrir a los clásicos) citando un pequeño fragmento de la Apología por la Historia que escribió Marc Bloch durante su reclusión tras la ocupación nazi de Bélgica: En verdad, conscientemente o no, siempre tomamos de nuestras experiencias cotidianas, matizadas donde es preciso, con nuevos tintes, los elementos que nos sirven para reconstruir el pasado. ¿Qué sentido tendrían para nosotros los nombres que usamos para caracterizar los estados de alma desaparecidos, las formas sociales desvanecidas, si no hubiéramos visto antes vivir a los hombres? Parafraseando al maestro, podríamos preguntarnos: ¿Qué sentido tendría para nosotros la reconstrucción de la relación de España con Europa que hemos hecho durante los últimos treinta años si no hubiéramos visto antes vivir a los españoles como europeos de pleno derecho; y también, si no hubiéramos visto antes vivir a todos los europeos, los del este y del oeste, formando parte de un mismo proyecto común? Nuestra historiografía reciente en modo alguno puede entenderse al margen de estos procesos históricos que hemos vivido. Como decía Bloch, cuando nos ponemos a hacer historia, conscientemente o no, somos prisioneros de nuestro tiempo. Y en nuestro tiempo se ha producido una transformación tan profunda, tanto en España, Europa y el mundo, como en la relación de España con el mundo y particularmente con Europa, que la experiencia vivida se ha proyectado con una fuerza arrolladora en nuestras formas de hacer historia.

1. El punto de partida: la europeización de la historiografía española. Creo que éste debe ser el punto de partida del estado de la cuestión sobre España ante Europa, porque la perspectiva de abordar esta relación ha conocido una mutación sustancial en las últimas tres décadas. En la base de este cambio de percepción está el hecho de que nuestra historiografía, como el país, se ha europeizado, y al hacerlo, ha tenido que impulsar, como Europa, sus particulares procesos de convergencia y de ampliación de fronteras. ¿En qué se advierte este proceso de europeización?, ¿cuáles son algunos de sus síntomas? 1

1) En primer lugar, la historiografía internacionalista, como toda la historiografía española, ha conocido una ampliación de temas, de enfoques y de métodos. . Se ha convertido en una historia preocupada no solo por los aspectos diplomáticos y las relaciones políticas, sino también por las relaciones culturales y las interacciones entre culturas y prácticas sociales, por las corrientes de opinión y percepciones e imágenes del otro, por dejar constancia tanto de la impronta personal como de las fuerzas colectivas. . Las investigaciones ya no solo se centran en la acción exterior del Estado siguiendo la secuencia cronológica de acontecimientos; también abordan relaciones entre actores de la sociedad civil, introducen paralelismos entre épocas distintas, sugieren constantes históricas que se proyectan en el tiempo e indagan en identidades compartidas en el marco europeo. Con ello la historiografía española se ha hecho más rica y plural. 2) En segundo lugar, se constata una preocupación por insertar la historia española en el marco general de la historia europea. . El indicador más elocuente lo constituye el análisis de la producción generada por la conmemoración de aniversarios históricos, principal estímulo que anima el mercado editorial español. Estas efemérides se han convertido en procesos de revisión historiográfica caracterizados por el cuestionamiento de los enfoques hispano-céntricos tradicionales. Hemos europeizado hasta la más nacional de todas las guerras que habíamos librado y la que había sido objeto de mayor nacionalización por la historiografía: la guerra de la independencia, en cuyo bicentenario ha destacado su consideración como guerra peninsular. . Por ofrecer otro dato revelador: el último proyecto editorial de una historia general de España (el que ha unido a Crítica y Marcial Pons) ha dedicado uno de sus 12 tomos a resaltar la dimensión europea del pasado español con el título de España y Europa, algo que constituye una auténtica novedad en nuestro país. En suma, la relación entre España y Europa está siendo abordada no solo por la historia de las relaciones internacionales, sino también de la historia política, la económica, la social… 3) En tercer lugar, la historiografía española se está involucrando activamente en la construcción de la historia europea y de otras historias nacionales. . Cada vez es más frecuente que los historiadores españoles contribuyan a la construcción de la historia de la integración europea; que aborden temas internacionales o de política exterior de países europeos sin necesidad de que éstos tengan una relación directa con España, y que elaboren versiones españolas de otras historias nacionales. . Esta orientación ha cobrado tanta fuerza que la búsqueda de objetos de estudio no nacionales ha trascendido el entorno geográfico más próximo, como tradicionalmente era el caso de Portugal, para ir a la conquista de los nuevos escenarios emergentes de la Europa centro-oriental y balcánica. Y esto constituye, sin duda, otra novedad significativa. 2

4) En cuarto lugar, la respuesta a las solicitaciones del tiempo presente ha conducido a una concentración de esfuerzos historiográficos en torno a las etapas más recientes. . Se ha producido un corrimiento generalizado de los centros de atención historiográficos, que paulatinamente se han desplazado del siglo XIX al XX; dentro de éste, de la primera mitad a la segunda mitad de la centuria, y aún dentro de ésta, de los estudios sobre la España franquista a los referidos a la España de la transición y la democracia. . Esta propensión al presentismo ha tenido efectos positivos, desde luego, para el estudio del proceso de incorporación de España a Europa y los efectos de la integración, aunque también ha contribuido a mantener lagunas notorias para otros períodos, especialmente para el siglo XIX, cuya tónica es dejar que se vayan cubriendo a remolque de las conmemoraciones. 5) Finalmente, el proceso de europeización ha venido acompañado de la incorporación de los componentes locales al estudio de las relaciones internacionales. . Se ha producido un proceso de desconcentración geográfica de los grupos de investigación, de forma que las relaciones internacionales han dejado de ser un campo de estudio abonado casi exclusivamente en Madrid, como sucedía hasta mediados de los años ochenta, para extenderse por toda la geografía hispana. . Esto ha permitido incorporar componentes territoriales específicos al análisis de las relaciones internacionales, complementando la visión exclusivamente estatal que hasta ahora se tenía. De esta forma conocemos mejor, por ejemplo, la penetración regional de intereses económicos o influjos culturales europeos; las percepciones y reacciones europeas ante el desarrollo de los nacionalismos periféricos en España o el papel específico desempeñado por determinados territorios en tiempos de guerra (las islas, por ejemplo). Lo local, en fin, también ha entrado de lleno en la historia de las relaciones internacionales, lo mismo que en las otras historias especializadas. No se piense, sin embargo, que con este proceso de renovación historiográfica se haya conseguido superar del todo las limitaciones estructurales que tradicionalmente han condicionado el desarrollo del internacionalismo científico en España. . La ausencia de apoyos institucionales sólidos constituye, quizás, una de las debilidades más acusadas en este sentido. Clamorosas evidencias de ello son la persistencia de las dificultades para el acceso a la documentación depositada en el Archivo del MAEC (que sigue siendo una vergüenza nacional), la carencia de una colección seriada de documentos diplomáticos históricos (que sigue siendo una asignatura pendiente) y, también, la notable ausencia de la historia y de los historiadores de ese poderoso instrumento de comunicación exterior que debe ser la web oficial de la diplomacia española (que brilla por su ausencia). . Afortunadamente, las iniciativas de universidades e instituciones de investigación, la multiplicación de centros de documentación europea y el surgimiento de think tanks sobre relaciones internacionales han contrarrestado otras carencias. 3

. A ello hay que sumar, sin duda, la mayor presencia de la historiografía internacionalista en las revistas especializadas, que en los últimos años han dedicado números monográficos al tratamiento de las cuestiones internacionales, otra novedad significativa que testimonia un mayor reconocimiento profesional de la especialidad. . Sin embargo, esto no ha venido acompañado de un mayor reconocimiento social, por la persistencia de una cultura profesional proclive al confinamiento en los círculos académicos. Siguen existiendo, en fin, condicionantes estructurales que en ocasiones nos limitan, que a veces nos frenan y que, en general, nos hacen mirar hacia otras historiografías europeas con envidia sana, con deseos de emulación. Pues bien; en este marco de creciente europeización, ¿cuáles han sido los grandes centros de atención?, ¿dónde están las principales fortalezas del estudio sobre España ante Europa?

2. El análisis de las relaciones entre España y Europa en los siglos XIX y XX: los grandes centros de atención. Consciente del tiempo ajustado que tenemos, me limitaré a comentar los grandes ámbitos temáticos tratados sin hacer referencia a las autorías de las investigaciones. Para ello distinguiré cuatro grandes etapas, las clásicas de la historia europea contemporánea. España en el Concierto de Europa y ante la Europa de las nacionalidades, 1815-1870: práctica de una política exterior mediatizada y despliegue de influencias europeas. Este período histórico ha sido el menos atendido por la historiografía reciente. Durante su transcurso poco protagonismo europeo desempeñó una España asolada y dividida por dentro y excluida de los centros de decisión internacionales desde fuera. Este contexto condicionó las reducidas miras continentales de los gobiernos españoles, centradas en la búsqueda de apoyos para lograr la estabilidad interna de la nación y el mantenimiento de los territorios coloniales del viejo imperio, lo que explica en parte el menor interés historiográfico. Disponemos, no obstante, de unas cuantas monografías y algunas decenas de artículos que desentrañan aspectos cruciales. La atención se ha dirigido, fundamentalmente, a explicar la mediatización anglo-francesa de la política exterior y, unido a ello, la marginación española de los asuntos continentales. Cabe citar, entre otros, los estudios sobre la intervención francesa que puso fin al trienio liberal; la participación europea en la guerra carlista; la intervención española en Portugal; la actitud española ante la cuestión de Italia y, también, ante la guerra franco-prusiana de 1870. Destacan, también, algunas síntesis interpretativas de relieve, en especial (y aquí hago una excepción a la norma de no citar autores) los ensayos realizadas por José María Jover Zamora, que siguen siendo referentes ineludibles.

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Ante la ausencia de protagonismo español en la política europea, nuestra historiografía ha tendido a centrar más su atención en el despliegue de las influencias europeas en el terreno del desarrollo material y las ideas. . Desde las relaciones internacionales se ha cultivado esta vertiente, como lo prueba el acento puesto en las relaciones comerciales, el estudio del exilio liberal en Europa y el análisis del pensamiento internacionalista español. . Pero también es necesario referirse a las contribuciones de las otras historias especializadas al conocimiento de la relación entre España y Europa. Entre ellas, las que se hicieron en los años 70 y 80 sobre comercio exterior e inversiones extranjeras; y, desde comienzos de los años 90, la reubicación del liberalismo y de las prácticas y culturas políticas del novecientos español en el contexto europeo, constatándose la relevancia de los procesos históricos compartidos. España en la Europa de las alianzas y las rivalidades coloniales, 1870-1913: del “recogimiento” al “regeneracionismo” con el Desastre del 98 como punto de inflexión. La Restauración española fue el periodo histórico que mayor atención recibió entre finales de 1960 y comienzos de 1990. Cinco ámbitos temáticos aparecen especialmente bien cubiertos. 1) El primero: la caracterización de la política española ante la Europa de Bismarck. Los trabajos sobre el recogimiento español ante el sistema de alianzas continentales bajo preponderancia alemana iniciaron el desbroce de la política exterior de la Restauración. 2) A continuación, esa mirada general fue enriquecida con el análisis de las relaciones bilaterales. Las relaciones con Francia han sido estudiadas no solo desde su doble implicación para la política europea y la política colonial, sino también desde la perspectiva económica y, sobre todo, desde la dimensión cultural. También las relaciones con Italia han sido abordadas desde una visión integradora de sus diferentes componentes. Las relaciones hispanobritánicas e hispano-alemanas quizás hayan sido objeto de un tratamiento más fragmentado, pero los flancos cubiertos resultan clarificadores. También han sido estudiadas las relaciones con Portugal, condicionadas por la tentación iberista. 3) El corolario de todo lo anterior se ha puesto con el análisis exhaustivo de la coyuntura finisecular del 98. Para no interferir las intervenciones posteriores, no debo entrar en la historiografía sobre las guerras de Cuba y el conflicto hispano-norteamericano, aunque sus derivas europeas han sido bien cubiertas, subrayándose el difícil abordaje de la crisis de redistribución colonial en un contexto de retraimiento español en Europa. 4) Por la misma razón, tampoco debo entrar a fondo en el tema de España ante la apertura de la cuestión marroquí de resultas de la conversión del Mediterráneo en lago europeo. Sobresale el carácter subordinado que tuvo el despliegue de los intereses españoles en el asalto colonial al Magreb, en el que cobraron importancia el imperativo estratégico y las graves repercusiones internas que acarreó el esfuerzo de emulación colonizadora.

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5) Conviene destacar, finalmente, la consideración del desastre del 98 como punto de inflexión para la toma de conciencia nacional sobre la necesidad de propiciar una reubicación de España en Europa. Se trata de una de las cuestiones más abordadas, fundamentándose la existencia de un regeneracionismo internacional de doble vertiente: a) de una parte, un regeneracionismo de pensamiento europeizante, de reflexión sobre Europa como solución al problema España, como referente de desarrollo económico, de modernización social y de democratización política, que inaugura una línea de acción que se ve interrumpida por el desenlace de la guerra civil española; b) de la otra, un regeneracionismo como práctica de política exterior, de despliegue de esfuerzos diplomáticos encaminados a obtener una garantía de seguridad exterior que cristalizará en la integración parcial en la órbita franco-británica, una práctica que también va a tener continuidad temporal hasta que salte por los aires a finales de los años treinta. España en la Europa sacudida por la guerra total, 1914-1945: esclarecimiento de neutralidades e intervenciones y cuestionamiento del “secular aislamiento”. Este período recibió preferente atención desde mediados de los años ochenta hasta finales de los noventa. Otras cinco líneas principales se desprenden de los estudios realizados: 1) La primera, desde luego, el estudio de España ante la Europa de la Gran Guerra. En este terreno las investigaciones han pasado de centrarse en el impacto que tuvo la contienda en el desarrollo económico, el conflicto social y la confrontación político-ideológica en el interior del país al análisis del proceso de toma de decisiones que condujo al sostenimiento de la neutralidad española, una neutralidad que se nos ha mostrado más aliada que antes, al conocerse mejor las interacciones producidas entre condicionantes españoles y conveniencias europeas o el papel desempeñado por Canarias en la Batalla del Atlántico. 2) Las relaciones bilaterales de España con las grandes potencias europeas y Portugal han tenido especial tratamiento. Están cubiertas las relaciones de la Dictadura de Primo de Rivera y la II República tanto con Francia y Gran Bretaña, como con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, y también con Portugal. En unos casos el protagonismo lo ha tenido la política europea, en otros los aspectos político-ideológicos, en algunos las relaciones culturales y también la cuestión colonial. No ha faltado tampoco en este rico panorama el impacto de la revolución rusa en España y el análisis de las relaciones hispano-soviéticas hasta la guerra civil. 3) Para la II República, la perspectiva bilateral ha sido complementada con otros enfoques centrados en el discurso de dirigentes y partidos políticos, la actuación española en la Sociedad de Naciones y la aplicación de la estrategia de seguridad colectiva en el Mediterráneo. Los resultados alcanzados evidencian un comportamiento español homologable al que tuvieron otras naciones de sus mismas características en aquella coyuntura crítica condicionada por los desafíos fascistas al orden internacional y las débiles respuestas ofrecidas por las democracias con las políticas de apaciguamiento. Con ello ha caído uno de los mitos más difundidos: el de la carencia de una política exterior republicana en la antesala de la guerra civil.

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4) Otro mito caído ha sido la equiparación de las ayudas recibidas por ambos bandos en la contienda española. No han sido pocos los trabajos realizados sobre la internacionalización de la guerra civil y el despliegue de las políticas de intervención y no intervención. Las investigaciones han diseccionado a fondo tanto las ayudas proporcionadas por Italia y Alemania a Franco y por la Unión Soviética a la República, como las políticas de Gran Bretaña y Francia, de forma que hoy podemos conocer casi todo sobre la intervención y no intervención europeas: su génesis, las motivaciones que tuvieron, la entidad y el ritmo de las ayudas, su utilización y, también, la trascendencia que tuvieron en el desenlace del conflicto. 5) La España de Franco ante la segunda guerra mundial constituye el último ámbito de la profunda revisión historiográfica emprendida. Con ello ha saltado por los aires otro mito arraigado, el de la neutralidad, de forma que se ha matizado la no beligerancia española por un estado de pre beligerancia activa en el momento álgido del nazismo en Europa. Este tema se ha abordado siguiendo el curso de las negociaciones diplomáticas a varias bandas y, también, desvelando los preparativos de guerra españoles con conocimiento alemán en algunos escenarios, como Canarias. En suma, el seguimiento de las relaciones bilaterales, la recuperación de la acción multilateral y el esclarecimiento de neutralidades e intervenciones han venido a cuestionar el “secular aislamiento” de España ante Europa durante la primera mitad del siglo XX. Se puede decir que la reciente historiografía, al reconsiderar la trayectoria de la España post noventayochista en el escenario continental, ha puesto de manifiesto que la excepcionalidad histórica española ha sido, realmente, una creación específica del franquismo, un producto genuino de la propia excepcionalidad del régimen en la Europa de la segunda posguerra. España en la Europa del mundo bipolar, 1945-1990: del rechazo europeo al régimen a la aproximación del régimen a Europa en situación de excepcionalidad histórica. Los estudios sobre el franquismo se iniciaron a finales de los años setenta, aunque sus mejores frutos se han recogido a partir de los noventa. Destacan seis grandes ámbitos temáticos: 1) El primero: la España del exilio y la emigración en Europa. Tampoco debo entrar en el redimensionamiento que alcanzó el fenómeno del exilio tras el triunfo franquista o la emigración económica con posterioridad. Pero sí conviene destacar el acento que se ha puesto en la importancia que revistió el exilio político para el sostenimiento del rechazo europeo al régimen y el impacto que tuvo la emigración económica en la apertura de la sociedad española a las realidades europeas durante el tardofranquismo. 2) La inmediata posguerra, la fase más difícil por la que atravesó el franquismo, constituye el ámbito temático más estudiado. Aquí el protagonismo del rechazo a la nueva España de impronta antieuropea no es exclusivo de una Europa en reconstrucción, dividida y sujeta a una doble tutela, a la par que cobran importancia las políticas de sustitución emprendidas por el régimen en otras áreas geográficas. Pero los perfiles que tomó la relación de España con Europa en ese contexto de aislamiento se encuentran bastante bien caracterizados por los trabajos realizados sobre el planteamiento de la cuestión española ante Naciones Unidas. 7

3) En cuanto a las relaciones bilaterales con Europa occidental, se conocen bien las relaciones con Francia, que cuentan con monografías para la etapa del ostracismo y el período posterior del desarrollismo; también están tratadas las relaciones con el Vaticano y, sobre todo, con Portugal, ya que se ha estudiado la solidaridad ibérica entre las dos dictaduras, la influencia de la revolución de los claveles en la transición a la democracia y el proceso conjunto de integración en la Europa comunitaria. Menor atención han recibido, quizás, las relaciones con Gran Bretaña, Alemania e Italia, aunque también han recibido alguna atención. 4) La visión de una Europa contemplada desde el integrismo católico y el falangismo, así como el acercamiento del régimen a la Europa comunitaria son aspectos bien cubiertos igualmente. Destaca, sobre todo, el exhaustivo tratamiento dado a la posición de España ante la integración europea y las relaciones hispano-comunitarias en los años sesenta y setenta. Hoy es, sin duda, uno de los temas de la relación entre España y Europa que dispone de un mayor número de monografías, de igual forma que también se han hecho notables incursiones en la historia de la integración europea. 5) Los estudios sobre los países de la Europa centro-oriental han cobrado auge desde la caída del muro de Berlín. Aquí se ha abordado no solo el análisis de las relaciones con los países del bloque soviético y la contribución del exilio español a sus respectivos desarrollos nacionales, sino también el tratamiento de aspectos concretos de la historia de los Balcanes y el estudio de la transición en los países del Este en perspectiva comparada con la transición española, además del despliegue de una labor de difusión de la historia de la Europa centro-oriental. 6) El proceso de normalización internacional de la España de la transición y la europeización de la política exterior de la democracia ha sido el último centro de interés. Con el corrimiento de las miradas historiográficas hacia la historia reciente, cada vez son más numerosos los estudios que abordan aspectos globales o parciales del proceso de incorporación de España a las comunidades europeas y de la política europea desplegada por España desde su integración. No vamos a entrar en el análisis de la producción historiográfica sobre España ante la Europa de la posguerra fría. A medida que nos aproximamos a nuestros días, los objetos de estudio se multiplican. Esto se explica por la incorporación de nuevos actores y temas a las relaciones internacionales; por la confluencia de los ámbitos internos y externos debido a la transferencia de competencias que se ha producido desde el Estado hacia la Unión Europea; y finalmente, por el difícil deslinde entre la historia y el análisis. Además, en el mercado global proliferan todo tipo de productos, por lo que resulta cada vez más difícil separar el grano de la paja; será el tiempo, ese eterno escultor, el que acabará colocando cada cosa en su sitio. De momento, lo más importante es reflexionar conjuntamente sobre lo realizado hasta ahora con el propósito de extraer algunas claves que nos permitan orientar mejor nuestra labor.

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3. Los retos de futuro: sugerencias para el debate sobre lagunas temáticas y enfoques historiográficos pendientes. Aquí, ya con el tiempo encima, solo plantearé algunas sugerencias sobre lagunas temáticas que se necesitan cubrir o enfoques metodológicos en los que conviene profundizar. En cualquier caso, conviene advertir que voy a limitarme a apuntar meras propuestas provisionales que tienen el único propósito de incitar el debate entre colegas. 1. La necesaria revisita al siglo XIX con los pertrechos acumulados en el siglo XXI. Parece evidente que, después de un cierto abandono, el siglo XIX necesita ser revisitado por la historiografía internacionalista con los pertrechos recién acumulados. En esta dirección, cabría plantear varias líneas de trabajo complementarias. Una quizás deba ser la actualización de algunos temas relacionados con el apartamiento español de los asuntos continentales. Es el caso, por poner un ejemplo, del estudio sobre la España en el Congreso de Viena que hiciera el Marqués de Villaurrutia en 1928, que sigue siendo hoy casi la única referencia de la que nos valemos para el análisis de esta cuestión, necesitada de revisión con nuevos aportes documentales. La segunda podría orientarse a abordar el estudio global de la política europea de España en períodos dotados de unidad histórica. Digo esto porque sorprende que aún no dispongamos de visiones de conjunto que integren conocimientos dispersos sobre el comportamiento de la España absolutista ante la Europa restaurada de 1815 a 1830 o el alcance y límites de la integración hispano portuguesa en la Europa de la Cuádruple Alianza entre 1830 y 1850. Finalmente, también sería deseable la incorporación de las múltiples interrelaciones no específicamente derivadas de la acción exterior del Estado. Me refiero a la integración de ese constante trasiego de influjos políticos, económicos, sociales y culturales que los nuevos enfoques de las otras historias especializadas han puesto de relieve recientemente al hacer historia de España con perspectiva europea y cuya toma en consideración ayudará a enriquecer la perspectiva que tenemos de España ante la Europa del siglo XIX. 2. El imprescindible enfoque de la historia comparada en nuestras investigaciones. Hace tiempo que se insiste en la necesidad de hacer más historia comparada en España. De hecho, ya se han dado algunos pasos con este propósito desde nuestra especialidad, pero quizás haga falta que esos pasos sean más largos y se orienten hacia múltiples direcciones. Sería muy útil constrastar con otras realidades nacionales los conocimientos que tenemos sobre condicionantes estructurales, formulaciones políticas, prácticas diplomáticas y comportamientos colectivos en política exterior. [Por poner algún ejemplo concreto tomado de recientes vivencias, sería interesante estudiar de forma comparada el antiamericanismo español, o las eclosiones de pacifismo que se producen ante situaciones críticas, que no son exclusivas de nuestro tiempo, sino con profundo anclaje histórico. Y por dar alguna pista a partir de las investigaciones realizadas, las 9

relaciones bilaterales han sido tratadas por país y en períodos históricos concretos; y quizá fuera bueno aplicarles el método comparativo por ámbitos temáticos y a través del tiempo. Las sugerencias aquí podrían ser numerosas, pues hay mucho terreno virgen en España para hacer historia comparada]. 3. La oportuna ampliación de la mirada hacia lo pequeño. Nuestra tradición historiográfica ha privilegiado el estudio de las relaciones con Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania y se ha mostrado renuente a buscar referentes en otros países europeos, salvo el caso de Portugal, por la existencia de una historia compartida desde la guerra peninsular hasta la integración europea. Pero también con otras pequeñas y medianas potencias España ha compartido mediatizaciones económicas, supeditaciones políticas y vulnerabilidades defensivas, por lo que el análisis comparado de sus comportamientos podría ayudar a contextualizar mejor los planteamientos y prácticas españolas en Europa. Otro acusado desequilibrio es la abundancia de trabajos que cubren las relaciones bilaterales y el tratamiento de las situaciones de conflicto frente a la escasez de los referidos a la acción multilateral y el análisis de las prácticas de cooperación. No me refiero solo a la involucración de España en el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, cuyo análisis precisa de más estudio; sino también a la contribución española a la cooperación económica, social, cultural, técnica y humanitaria desarrollada desde los albores del XX. Este ámbito, junto a las cosas pequeñas asociadas al desarrollo de la sociedad civil y la construcción de identidades colectivas, está casi inexplorado en España, y resulta crucial su estudio para abordar la historia transnacional que impulsa procesos de transferencias entre distintas realidades nacionales o la historia global que trasciende fronteras. 4. El útil entrecruzamiento con las otras historias especializadas. El análisis de la historiografía sobre España ante Europa desvela una marcada propensión al estudio de la diplomacia política. Hay que reconocer que también hemos integrado –y con notable éxito, en algunos casos— la diplomacia cultural, especialmente en lo que se refiere a los intercambios culturales y miradas cruzadas del otro. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de la diplomacia económica, cuyo análisis solemos dejar en manos de la historia económica, o de ese otro territorio de las prácticas y culturas políticas y los cambios sociales, cuyo tratamiento ha corrido a cargo de la historia política y la historia social. Ejemplos significativos de esta disociación los encontramos en los estudios referidos a la mediatización anglo-francesa en el siglo XIX o al proceso de integración en Europa durante el siglo XX: tanto en uno como en otro caso, todas las monografías de que disponemos están planteadas en una única dirección: o tratan los aspectos políticos o analizan las cuestiones económicas, pero todavía falta por englobar estos dos enfoques paralelos. Quizás a ningún otro campo de estudio le interese más propiciar la convergencia de historias especializadas que al nuestro. Por una parte, hemos de estar atentos a los procesos de desnacionalización que se están produciendo en otras especialidades, porque sus aportaciones 10

están siendo cada vez más relevantes para nuestras investigaciones. Por la otra, quizás debamos auspiciar puntos de encuentro que faciliten el entrecruzamiento. 5. La creciente retroalimentación de lo local y lo estatal en lo internacional. Ya lo comentábamos al principio: con el aterrizaje de la historia local en las relaciones internacionales se han abierto amplias posibilidades para el enriquecimiento temático de la especialidad. Pero no está siendo fácil integrar el ejemplo o la peculiaridad territorial en los estudios referidos al Estado ni tampoco alimentar la historia local a partir de la identificación de preocupaciones generales. Es necesario, pues, impulsar procesos y mecanismos que faciliten la retroalimentación de lo local y lo estatal en el tratamiento de lo internacional. Hasta ahora las conmemoraciones han servido para promover buenas prácticas en esta dirección y a buen seguro que esta tendencia proseguirá en un futuro. Pero no creo que baste con quedarse en las efemérides para propiciar un salto definitivo hacia estos enfoques integradores; habrá que emprender proyectos coordinados de forma sistemática. También en este terreno puede servirnos de gran utilidad el recurso a la historia comparada, aunque en este caso es más adecuado afrontarla desde la acción colectiva que desde el protagonismo individual. Y con esto entro de lleno en la última sugerencia que quería proponer para terminar ya mi intervención. 6. El obligado abordaje del trabajo colaborativo en red El tiempo presente nos está planteando continuamente la necesidad de afrontar el quehacer historiográfico no solo desde el trabajo individual sino también a través de la acción cooperativa. Vivimos en un mundo caracterizado por la articulación de sociedades, redes y alianzas que tratan de superar todo tipo de fronteras: las nacionales, las de especialidades, las de escuelas,… Es cierto que hemos realizado algunos avances en la última década: la labor de la CEHRI está ahí; la colaboración entre grupos de investigación para el desarrollo de proyectos es cada vez más frecuente… Pero creo que queda bastante por hacer en unos tiempos de globalización del conocimiento en que la acción colectiva resulta crucial para dar valor añadido a las investigaciones individuales y de grupo. Sobre todo, hemos de dar estabilidad y continuidad al trabajo colaborativo si queremos afrontar los grandes retos. Así será más fácil revisitar el siglo XIX, hacer más historia comparada, profundizar en los temas que han sido objeto de menor tratamiento, impulsar el entrecruzamiento con otras especializaciones y procurar la retroalimentación entre lo local y lo estatal en el análisis de lo internacional. Seguro que tendremos ocasión de debatir sobre todo esto aquí, entre hoy y mañana. Ojalá que también podamos, además de hablarlo, definir algunas líneas de actuación concretas de cara al futuro. Así podremos dar pleno sentido a este reencuentro tan grato, oportuno y necesario que estamos teniendo con la celebración de este Coloquio.

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