Historia y cultura como creación de un destino personal y colectivo.pdf

Share Embed


Descripción

Historia y cultura como creación de un destino personal y colectivo. Manuel Ruiz Romero. 1 Universidad de Sevilla. Centro de Estudios Históricos de Andalucía.

Para citar este trabajo: RUIZ ROMERO, M., “Historia y cultura como creación de un destino personal y colectivo”, en Actas de las II Jornadas Democracia y Sociedad: La cultura que queremos, Huelva, Ayuntamiento de Galaroza, 2001, pp. 76-98 (Depósito Legal: H-320-2001)

No se trata de recordar aquí las decenas de significados que poseen las palabras de sirven de pórtico a esta reflexión. No obstante, por sus amplias polisemias y su contradictorio uso en la mayoría de los casos, conviene alguna precisión preliminar como cortesía al lector.2 * El primero de los conceptos como señala el profesor Fontana, debemos considerarlo como protagonista de una eminente función didáctica: la de recordar. Ello nos debe llevar a considerar esta disciplina como una valiosa herramienta para la formación de una conciencia crítica. De lo contrario como apunta la conocida frase, en la medida que no aprendamos de nuestro pasado estaremos condenados a repetir errores en el presente. De lo contrario, la Historia necesariamente entra en crisis porque se muestra incapaz de ofrecer respuestas para la comprensión de las corrientes dominantes, y se muestra impotente a la hora de mostrarnos unas perspectivas acordes con nuestras necesidades sociales y aspiraciones. Así las cosas, la Historia en constante proceso de definición, debe entenderse como búsqueda de una identidad frente a aquellos que la conciben y la propagan como algo acabado, distante y pasado. Es la “ciencia” como entretenimiento intelectual o cultural que se muestra insensible para aportar algo al sentido político y humanista de una evolución, que se dice objeto de estudio. Es la historia basura del anecdotario, la caricatura, el coleccionable o la memorieta. Cuantos más tópicos e intrascendentes son los mensajes, se muestran directamente proporcional a ocupar un espacio mayoritario en la denominada cultura de masas, o lo que es lo mismo, en la homogeneidad de las conciencias que diría Freire. Nos quedamos pues con el concepto equivalente a una auténtica crónica del hombre en sociedad, comprendida desde un punto de vista militante. Destinada a ser

1

.- Doctorando, miembro del Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación de la Universidad de Sevilla, y colaborador honorario del Departamento de Historia Contemporánea en la Facultad de Historia de la misma. Secretario del Centro de Estudios Históricos de Andalucía. 2

.- Correo electrónico del autor: [email protected]

arma científica y viva de progreso3. Ese es ahora su gran desafío: imponerse por su poder político, popularizarse como ciencia de cambio frente a una visión periodística que nos ofrece nuestra realidad como crónica ya interpretada. Tal y como dice Pierre Vilar, y aún a riesgo que parezca un trabalenguas, “no se trata de decirlo todo acerca de todo, sino de decir aquello de lo que depende el todo y lo que depende del todo”. 4 * Como precisiones al concepto de cultura afirmamos que se suele utilizar el términos al menos en tres concepciones: adquisición de un conjunto de saberes y producto resultante de ese cultivo; como estilo de ser, hacer, pensar y actuar de entidades e instituciones; y finalmente, como estilo de vida adquirido y conservado como tal modo de ser que se apoya en el pasado. Si bien en la primera de las significaciones se refiere al refinamiento intelectual que implica un conjunto de saberes y conocimientos eruditos, en su segunda acepción comprende un grupo de rasgos que caracteriza las distintas formas de vida, a través de una serie de objetos y modos de actuar y de pensar que son creados y transmitidos por los hombres, mujeres y pueblos, como resultado de sus interacciones y sus relaciones con la naturaleza por medio del trabajo. Según esta última visión antropológica, cultura es lo que el pueblo cultiva, es decir lo que realiza a través de su vida cotidiana, expresando de este modo un estilo de ser, hacer y pensar que ha adquirido a través de la historia. El concepto de etnia, pese a las connotaciones peyorativas y violentas que pueda ofrecer, debe entenderse así como un producto resultante de la interacción de la historia y la cultura acumulada sobre un pueblo o sociedad determinada, localizada a su vez en un ámbito geográfico concreto con el que se muestra en permanente interacción. La última precisión citada por el contrario, alude a que una cultura subsiste cuando, sin perder el sentido del pasado, resulta actualizada en tradiciones vivas y en pleno desarrollo, es capaz de cambiar y de mantenerse en movimiento y de estar ligado al destino. Como persona y pueblo, uno sólo se vincula al futuro cuando tiene esperanzas e ilusiones, y se quiere influir en lo “por-venir”. Frente a esto, el concepto “ser culto” como señala Ander-Egg, “se ha de expresar en la capacidad de vivir creativamente la propia existencia y en la capacidad de inventar el futuro”. No debe entenderse así, por tanto, esta primera precisión de cultura como la asunción de un determinado modo de vida, sino por la forma en que se utiliza y proyecta -saberes y modos de vida- en la construcción del futuro.5

****** 3

.- Al respecto del denominado presentismo histórico donde la Historia se convierte en objeto de consumo inmediato, pueden consultarse: AROSTEGUI, J., "Sociología e historiografía en el análisis del cambio social reciente", en Historia Contemporánea, Revista de la Universidad del País Vasco, (4), pp. 145 - 172; CUESTA, J., "La Historia del tiempo presente: estado de la cuestión", en Studia Storica, (4), 1978, pp. 227 241; así como TUSSELL, J., "Historia y tiempo presente", en Claves de razón práctica, (31), abril de 1993, pp. 54 a 56. 4

.- Cfr. Unas interesantes reflexiones en este sentido en: La historia subversiva. Una propuesta para la irrupción de la historia en el presente, Bilbao, Universidad de Deusto, 1990. 5

.- ANDER-EGG, EZEQUIEL, Metodología y práctica de la animación socio cultural, Murcia, Caja de Ahorros, 1983, pp. 17-22.

De otra parte, quiero subrayar en mi intervención la íntima relación que existe entre conceptos como historia, cultura y educación a la hora de hablar de la identidad de Andalucía como elemento a nuestro entender, necesariamente resultante. Todos los vocablos citados poseen un carácter concordante y complementario entre sí. Y como también se dice a la hora de abordar temáticas sociales, nada es neutral en este sentido. O dicho de otra forma, todo es identidad. Es decir todo es historia, cultura y educación; y de igual forma, podemos señalar: historia, cultura y educación son tarea de todos. Una totalidad en definitiva con tres perspectivas. De forma que, primará más un concepto sobre otro a tenor de cómo observemos la cuestión o bajo qué punto de vista lo analicemos. Todos somos pues protagonistas de nuestra propia identidad como sujetos, como personas (no sólo por el devenir de la edad como concepto temporal o biológico). Del mismo modo colectividades y pueblos, también en constante evolución son responsables en su propia definición hacia el futuro. Hablar de identidad andaluza supone en primer lugar preguntarnos si el pueblo andaluz constituye una actitud original ante la vida. El hecho diferencial que también se llama. El ser, el alma, la esencia,... en definitiva el Ideal Andaluz como lo denominara intuitivamente en 1915 Blas Infante inserta su búsqueda en el regeneracionismo de la época.6 Así los conceptos antes mencionados –cultura, historia y educación- suponen elementos imprescindibles dónde preguntarnos y encontrar respuesta a preguntas sobre la identidad andaluza. Otra cosa es el marco político o jurídico del que también hablaremos más adelante. Veamos. Decía el propio Blas Infante en su libro Fundamentos de Andalucía7 que para que un pueblo existiera hacen falta dos consideraciones: 1.- La existencia de un grupo humano asentado en un territorio, que sea foco de un desarrollo cultural. Punto en el que conviene recordar que sólo el País vasco en cuento a extensión, podría caber doce en la provincia de Málaga, de igual forma, tres Cataluña o tres Galicia. El hecho que Guipúzcoa pueda caber dentro del término municipal de Ecija, contrata con que nos encontremos desde Sevilla por ejemplo, más cerca de Madrid gracias al AVE que de Granada. Somos una manera peculiar de adaptarnos a la geografía y a todos sus componentes (de ahí la gran base fonética y fonológica de nuestra habla). Como escribiera Jean Sermet en su recomendada y clásica obra: “Al tiempo que edificio de la naturaleza, Andalucía es una construcción de la Historia”8. De este modo los andaluces, somos eminentemente rurales, en coherencia con nuestro himno que como cante de trilla, es escuchado por Infante en Cantillana,

6

.- Cfr. VV.AA., Ponencias sobre El hecho diferencial andaluz, Sevilla, Consejería de Relaciones con el Parlamento, 1999. 7

.- INFANTE, BLAS, Fundamentos de Andalucía, Sevilla, Fundación Blas Infante, 1984.

8

.- SERMET, J., Andalucía como hecho regional, Granada, Universidad, 1975.

Andévalo, e incluso, entonado como una oración: Santo Dios en su colegio Escolapio de Archidona.9 2.- La voluntad de un grupo humano, sea por expresa voluntad pasado o no, para querer dirigir su distinto desarrollo cultural. La primera de estas cuestiones correspondería al pasado: implica el proceso histórico vivido. Somos –según la antropología- una etnia. Como hemos apuntado somos una cultura producto a su vez, del paso de la historia sobre una geografía. Y la segunda, se refiere al presente y al futuro: tiene que ver con la conciencia de pueblo y las decisiones que se adoptan en el proceso que está por venir. En buena medida: conciencia de esa cultura como algo singular, genuino,... particular. Resultaría tópico en este punto insistir de que nuestro pueblo ha sido heredero de las civilizaciones que han pasado por nuestro suelo. Como explicitaba Gasset en su Teoría de Andalucía, al igual que el pueblo Chino, el andaluz se ha dejado conquistar sin resistencia para acabar siendo conquistador de aquellos que nos visitaron a lo largo de la historia. En buena medida somos el producto de todos ellos, sin que necesariamente tenga que predominar un legado cultural sobre otro.10 De todo ese sedimento elaborado por costumbres, pensamientos, concepciones,... fue fraguándose esa realidad compleja que es la cultura andaluza. Nuestra cultura como específico y particular cristal donde observar e interpretar el mundo. Pero una cultura ocultada de una parte, por la identificación de lo andaluz con lo genéricamente español. Y por otra, con la ocultación que de lo andaluz hace lo español debido a la permanente exaltación del Estado que realizamos aún por la misma mitología que algunos denuncian en los nacionalismos más exacerbados y excluyentes11. 9

.- Cfr. a este respecto la obra del biógrafo de Blas Infante sobre el periodo infantil: INIESTA COULLAUT-VALERA, E., "El periodo infantil de Blas Infante", en Analecta Calasactiana, (52), enero junio, 1988, pp. 123–138; "Blas Infante y sus escolapios de Archidona", en Anuario de la orden de las Escuelas pías, 1991, pp. 114 – 116; Tiempo de siembra. Blas Infante: la niñez y el colegio (1885-1901), Granada, Ed. Ayuntamiento de Archidona, Fundación Blas Infante, Escolapios de Andalucía y Centro de Estudios Históricos de Andalucía, 1996; así como Blas Infante. Toda su vida, Sevilla, Consejería de Relaciones con el Parlamento, 2000. 10

.- Tendríamos que cuestionar en este sentido, gran parte del aparato ideológico que durante muchos años sustentó al régimen de Franco, y que en buena medida, continúa lamentablemente aún vigente en esta joven democracia. Nos referimos a la exaltación militar patriótica, que ha significado el pasado medieval monárquico y cristiano frente al “padecido” por Andalucía lo que justificaría la necesidad de reconquista, persecución y expulsión de la civilización musulmana. (¡Como si las culturas cambiaran simplemente por efecto bélico!). Una cultura, por cierto, aquí llamada árabe o hispano-árabe, y en los países árabes denominada andalusí. 11

.- No nos debe pasar de largo el hecho de que en buen medida muchos académicos (¡) no reconozcan a Andalucía como realidad social diferenciada y con cultura propia. En todo caso, sólo reconocen la de aquellos pueblos, comunidades histórica que poseen lengua propia. Según estas tesis Andalucía nace tras la tradicional reconquista (o conquista castellana), de forma que, insistimos, sólo una religión o cultura moldea su personalidad. Incluso, no faltan ensayistas quienes en mayor atrevimiento, sitúan el nacimiento de Andalucía en 1982 con el logro de una autonomía de primer orden (art. 151) por la vía del 144. En las últimas décadas también se ha potenciado una provincialización de la realidad social y cultura de Andalucía. Diversas ciencias no tratan en absoluto el nivel macro social andaluz, pasan del análisis local al de Estado. Cuestión por otro lado, impensable en el devenir de la transición andaluza al ser rechazada tácitamente por todos los partidos políticos de la época. Se puede comprobar este extremo en la inexistencia de revistas científicas de ámbito andaluz, ya que todas poseen una dimensión

Es más, la cantidad, calidad y variedad de nuestra cultura, fruto como hemos señalado de ricos e incuestionables hechos históricos sobre un territorio privilegiado y favorable al encuentro, hace que sea especialmente difícil delimitar qué es cultura andaluza ya que posee una enrome riqueza y variedad. Y esa dificultad unida a su variedad, para muchos, supone un argumento negador de su existencia. De nuevo caen en el mismo error que pretenden criticar: por definición la cultura nunca podrá ser homogénea o uniformadora. Como si esa misma identidad siempre hubiera sido la misma. Lo decía muy gráficamente Infante en su Ideal Andaluz: “Quienes afirman que el pueblo andaluz no existen o no tiene conciencia de tal, es decir que se encuentra ausente de la capacidad necesaria para su afirmación política. En realidad están confundiendo, su propia capacidad como pueblo (que es indiscutible) con las dificultades que tiene el andaluz para adquirir cierto grado de identidad colectiva. Carecen de la primera, no siente, por tanto, la necesidad de las segundas. Luego Andalucía no existe”12. Genio vivo aunque debilitado llegará a decir. Por muchas causas añadimos nosotros. Isidoro Moreno también señala en esta línea: “Sólo poseen identidad aquellos pueblos que, como resultado de un proceso histórico específico, han modelado un conjunto diferenciado de comportamientos, actitudes, valores y sentimientos ante la vida y el mundo, Que esto, y no otra cosa es la cultura”. 13 E igualmente, Domínguez Ortiz en la introducción a la Historia de Andalucía de Planeta: 14 “La historia surge cuando un pueblo toma conciencia de su identidad, quiere conocer sus orígenes y desea mantenerla (…) No podemos entender lo que somos sin saber lo que fuimos. Hemos de saber de dónde venimos para poder adivinar adónde vamos”.

provincial, e incluso en la celebración de Congresos sobre Historia de Andalucía (el I en el año 1976, el II en 1991, y el III en 2001). Ejemplo que también podemos encontrar en algunos libros de textos donde se pasa del municipio y la provincia a estudiar la Constitución como marco estatal, y la Unión Europea, obviándose de esta forma. Hecho que sin duda afecta tanto al pensamiento intelectual como a la concepción que andaluces y andaluzas, especialmente escolares poseen de su propia cultura. 12

.- INFANTE, BLAS, El Ideal Andaluz, Sevilla, Centro Andaluz 1916; Reed. en Madrid, Túcar, 1976 (pág. 80); y finalmente en Sevilla, Fundación Blas Infante, 1994. 13

.- Un interesante análisis sobre nuestra identidad sus formas y condicionantes en: MORENO, I., Andalucía. Identidad y cultura, Málaga, Ágora, 1993. Especialmente en su capítulo, p. 125 y siguientes. 14

.- Cfr. al respecto de la revisión historiográfica de Andalucía: LACOMBA AVELLÁN, J.A., “Historia e identidad: de la Historia en Andalucía a la Historia de Andalucía”, en Cultura andaluza, Sevilla, Ayuntamiento, 1999, p. 119-128. Del mismo autor también: “Andalucía: esquema para una historia”, en Jábega, (21), 1978, pp. 40-43; “Propuestas para una historia de Andalucía”, en Revista de Estudios Regionales, vol. I, extra 1979, pp. 23-26; así como “Las etapas de la reconstrucción historiográfica de la historia de Andalucía. Una aproximación”, en Revista de Estudios Regionales, (56), enero-abril 2000, pp. 15-28.

Re-conocernos volver a conocernos, para volver a ser lo que fuimos,... como anuncia nuestro himno. Para identificarnos, no para retrotraernos a la historia en imposibles. La identidad siempre como proceso cognitivo y concepto clave todo el proceso que analizamos. Como trascendencia de lo cotidiano. Y sobre todo realizar ese reconocimiento idenditario con seriedad, sin mitificaciones, sin visiones de perfección que rallen lo xenófobo. Sin idealismo que nos transporten a la metafísica. Con espíritu crítico, por supuesto. La identidad pues, es un diálogo permanente entre el ayer, el hoy y el mañana. Así, se expresa Guichot en su Historia General de Andalucía15, obra realizada durante el año 1869 como respuesta a la intención de un Modesto Lafuente, el cual con su Historia General de España (14 tomos) pretendía sentar las bases de la uniformidad de los contenidos educativos para la creación del Estado Liberal o del nacionalismo español: “..., sin tener conocimiento del estado intelectual y moral de un pueblo, al propio tiempo que del material, en vano procuraríamos comprender la causa de sus sacudimientos y explicar el objeto de sus aspiraciones.” Es decir, definir los límites, estudiar y difundir los porqués, de lo que hoy y de lo que condiciona, y como dice la Constitución, remover igualmente los obstáculos que dificultan la participación. Y hablar de identidad supone aludir también de tópicos. De esos los elementos ficticios impuestos a la identidad y cultura andaluza que son los más pregonados. De los elementos negativos, que por el contrario, nos negamos los andaluces a reconocer. Es más, la idea que de los andaluces se tiene desde las restantes nacionalidades y regiones españolas, ciega la aproximación verdadera a la realidad andaluza. Somos de una manera pero siempre venimos representados de otra16. El estatismo como ideología que propone fortalecer los poderes del Estado resulta buenamente culpable, pero no al completo. Los andaluces, según dicen, somos alegres, folclóricos y subsidiados. Incluso, los andaluces también tenemos un puñado de tópicos para definir a los demás pueblos de España con una simpleza semejante. Así nos observamos unos pueblos a otros, en lo que debe entenderse sin rubor alguno como el fracaso de una historia de España que en demasiadas ocasiones ha pecado de centralismo, y que los gobiernos democráticos deberían haber corregido, cuando menos, por una finalidad cultural. Lejos de ello estamos. Tal y como señala Javier Tusell: “..., ahora que se señala lo mucho que de compartido hay en el pasado español conviene no olvidar que, si hay algo que merezca ese calificativo en nuestro pasado, es precisamente, la incomprensión de la pluralidad, de la aceptación de la riqueza social y cultural que significa España como Estado en vez de entenderla como algo único, cerrado e inmóvil.” 15

.- GUICHOT, Joaquín, Historia General de Andalucía, Córdoba, Fundación Paco Natera, dos vol., 1.982; Reed. en Sevilla, (III vol.) Consejería de Relaciones con el Parlamento, 1999. 16

.- Es más, resulta imposible cuando no ridículo renunciar al valor económico de nuestra cultura, cuando ésta, precisamente, modula y condiciona las posibilidades para hacer viables determinadas formas de lo económico.

De entrada, los tópicos y estereotipos demuestran que los andaluces tenemos una identidad autóctona propia y singular. Una identidad esencialmente devenida de un folclore eminentemente popular. Una identidad que ha ido configurando a nuestro pueblo, con el paso de los siglos, como experiencia colectiva, expresada a través de distintas dimensiones: económica, social, política y cultural. Es más, nadie podría poner en cuestión la riqueza cultural andaluza en materia de cultura, pero sin embargo la critican... y a su vez la plagian, y españolizan en lo que les interesa. Ese ánimo de apropiarse de lo nuestro nos debe molestar, aunque normalmente el andaluz se lo tome con indiferencia. De la cultura popular andaluza emergieron personalidades como Picasso y Lorca, aunque los voceros de tópicos tal vez desconozcan su procedencia andaluza porque,... en cuanto un andaluz prueba su genialidad, lo reconvierten en español y universal, atribuyéndole las virtudes propias de una raza que no se corta de ver en Carlos I el primer europeísta (¡). Por el contrario un andaluz que no demuestra genialidad, no alcanza tan alta estima y no pasa de ser andaluz. Identidad es pues es sinónimo del proceso histórico en la medida que Andalucía se configura como pueblo diferenciado, a partir de una geografía determinada y una dinámica singular que nos hace diferentes. No somos ni peores ni mejores, sencillamente diferentes. Pero debemos referirnos a aquélla como concepto final de los términos anteriormente expresados: educación, cultura e historia. Hablamos de la percepción en este caso que los andaluces y andaluzas tenemos de la existencia de una conciencia de pueblo, como sustento de nuestra propia identidad. Dicho de otra forma de cómo asistimos impávidos a que nos secuestren nuestra cultura. Es la falta de conciencia de identidad ala que he aludido antes, lo cual no significa como ha señalado de Infante que Andalucía no significa como entidad con una personalidad definida. Andalucía no es sólo un territorio, ni una zona económicamente periférica. Somos una colectividad humana con características socio culturales específicas que nos singularizan de otras de España y la Humanidad como dice nuestro himno. Es lo que en antropología se llama área cultural. 17 Como hemos señalado, somos el producto de nuestra historia, que mediante procesos de mestizaje y aculturación han creado lo que somos hoy. En la medida que recuperemos parte de nuestra historia, estamos recuperando también parte de nuestra cultura que nos es negada. Baste un ejemplo: Mientras que al hombre de Atapuerca nadie duda en considerarle antepasado del español de hoy, a quienes reivindicamos la civilización Tartessos se nos critica cuando la señalamos como origen de Andalucía. O qué decir de la periódica celebración de la expulsión de los mal llamados árabes

17

.- Un primer y serio intento de establecer hilo conductor de la cultura andaluza a lo largo de los siglos en: ZOIDO NARANJO, A., Ni Oriente ni Occidente. Viaje al centro de la cultura andaluza, Sevilla, Signatura, 1999. En este sentido el autor apunta: “En todos estos estamentos,[instituciones oficiales] se da por sentado que no existe ninguna diferencia sustancial entre Andalucía y el resto de la España castellanoparlantes y, aunque a continuación se enumeren diferenciaciones y rasgos peculiares, todo sigue subordinándose a la mayor. Esos rasgos resultan ser, cuando se los agrupa, un cúmulo ingente de hechos sectoriales: artesanía, folclore, arquitectura, música, artes plásticas, literatura,... que provienen de un proceso histórico peculiar, pero frecuentemente no reconocido oficialmente”. (pág. 19)

(tomas), cuando la propia Junta de Andalucía recupera y difunde un rico y esplendoroso El Legado Andalusí. Situaciones a todas luces paradójicas pero no por ello lejanas. Pero existe también el importante reto de subrayar y defender (resistencia) nuestra identidad en un entorno multicultural Estamos inmersos en la era de las identidades frente a la globalización. Pero como afirma Zoido, en Andalucía “nos falta la reflexión hacia el interior y la investigación sobre nosotros mismos que otros países tuvieron en la segunda mitad del XIX”. Avanzamos hacia las soberanías compartidas por un lado, en el marco de la Unión Europea, y por otro, estableciendo cada vez más la descentralización de la participación en la toma de decisiones18. Es más, resulta curioso observar cómo muchos que rechazan las pretensiones nacionalistas, son incapaces de ver los peligros de nuevas concentraciones de poder en el marco europeo, con la consiguiente pérdida en el ámbito de los Estados.. Pero, ¿cómo somos los andaluces? En respuesta con ánimo de polémica, y con argumentaciones extraída de distintos autores, relacionamos algunas de las que hemos considerados como más definitorias. En cualquier caso, como diría Einstein, las personas no son grandes por sus respuestas sino por sus preguntas. A) Fuerte antropocentrismo que sitúa las relaciones sociales y su interacción en primer término muy por encima de la pertenecen a una clase social o no. La persona como medida humanista de todas las cosas. Responsable también de una excesiva fragmentación grupal de la sociedad. B) La negativa a interiorizar en un nivel simbólico la inferioridad individual y colectiva, aunque ésta pueda ser evidente en otras dimensiones de la existencia (economía, social y política). Decía Pedro Vallina en referencia a los andaluces y citando a Fermín Salvochea "Aquí no se hace nada, y cuando se hace algo, se hace un disparate; parece que esta gente obra por impulsos epilépticos"19. Aquí no pasa nada nunca hasta que tenemos situaciones como El Ejido o Marinaleda. c) En plena crisis de ideologías poseemos un relativismo acentuado o pragmatismo si se quiere al respecto de nuestras creencias e ideologías, que no respecto a las personas. d) Ausencia de autoestima colectiva. No nos reconocemos en la burla de lo andaluz, es más por ello, somos en la mayoría de lo casos objeto de burla y escarnio. No en vano en la mayoría de los esteriotipos los andaluces hacemos de chacha, como ejemplo de gente graciosa, poco instruida, y dispuesta solo para trabajos generalmente manuales.

18

.- Puede consultarse una interesante visión de cómo la Unión Europea ha desbordado las previsiones constitucionales de los Estados miembros que la integran, así como diferentes propuestas ya emprendidas al respecto en: AA.VV. La participación de las regiones en la construcción europea (“La subsidiariedad en el Tratado de Amsterdam”), Sevilla, Consejería de Relaciones con el Parlamento, 1999. 19

.- VALLINA MARTÍNEZ, PEDRO, Mis Memorias, (dos tomos), México-Caracas, Ed. Tierra y Libertad, 1967, (Vol, I, p. 293); reeditadas en Sevilla, Centro Andaluz del Libro & Libre Pensamiento, 2000.

e) Excesiva dependencia psicológica respecto a personas concretas o símbolos. Pasamos de ser palmeros de bodas reales o de gente rosa, a ser nominados como jugador número 12 como si no pudiéramos hacer (o merecer) otra cosa. Es más, me atrevo a decir que buena parte de este sentimiento lo tenemos los andaluces muy interiorizado. No faltan contundentes ejemplos televisivos. Somos de este modo algo exhibicionistas, sueltan ser andaluces quienes en los concursos muestran más descarados o desenvueltos. Parece que sólo en este papel nos sentimos bien. f) Adaptación pasiva de la subsidiación. Ello ha significado un nuevo esteriotipo en esta joven democracia y a finales de siglo. Sin negar la necesidad de una nueva cultura del trabajo y de la empresa en nuestra Comunidad, conviene potenciar la capacidad emprendedora de nuestra gente, por encima de actitudes paternales y clientelares propias de un pueblo débil en cuanto a desarrollo económico y empleo. g) Debilidad frente a los halagos. Nos hacen ser la más España, de las Españas, la California del Sur, cuando ni siquiera sabemos muy bien quienes somos. No sólo nos atribuyen un papel, o una representación que pudiera no ser la nuestra, sino que paradójicamente, cuando no lo imitamos tan mal como hacen con nuestra habla, nos cautivamos en coherencia con nuestros complejos con el decir fisno de Castilla. h) Renuncia a ese potencial colectivo que significa la unidad de los andaluces. Nuestra unidad como andaluces es un rédito a nuestro favor. Nos une más de lo que nos separa. Pero no es casual. Ese enfrentamiento local que viene potenciado por quienes no hacen otra cosa que legalizar banderas municipales en el BOJA, ha sido partidistamente incentivadas, desde algunos cargos públicos cuando, aquello que su propio partido le negaba, lo han criticado públicamente como no otorgado desde Sevilla. La rivalidad histórica alrededor de la capitalidad andaluza es un buen ejemplo de esos enfrentamientos latentes que se liman o se incentivan con el tiempo. i) Falta de consolidación histórica de proyectos regionalistas/ nacionalistas. Pese a los intentos de Blas Infante, no tanto de fomentar un partido específicamente andaluz, sino por introducir la cuestión autonómica en los partidos de la época, y promocionar un sentimiento andalucista, hasta 1976 Andalucía no ha tenido un partido de corte regionalista en un principio, nacionalista más tarde20. Quizás este dato sea un ejemplo más de nuestro fuerte individualismo que convierte a todos los andaluces en 7 millones de partidos. Es más parece, y ha sido objeto de alguna obra literaria, que los andaluces sólo somos solidarios en los entierros con el difunto. En esta línea, entiendo que somos muy sociales. Nos gusta rodearnos de la gente que amamos y recibir y demostrar amistad y cariño. No obstante, ocurre algo parecido a la cultura juvenil: juntos pero no asociados. Y ello pese a que poseemos como pueblo, un rico asociacionismo espontáneo no formalizado, tal es el caso de las chirigotas, hermandades, peñas,... Incluso como ha estudiado en algunos casos puntuales el antropólogo Isidoro Moreno, somos en nuestras relaciones propensos a la dualidad local: sevilla/betis, o ser de tal o cual hermandad; de hecho, muchas de nuestras fiestas y rituales se alientan de esta percepción.

20

.- No obstante, es curioso como en la sentencia de muerte de Infante, firmada cuatro años después de su muerte señala que: “Se significó como propagandista para la constitución de un partido andalucista o regionalista andaluz”.

j) En definitiva creo que como pueblo con cultura subdesarrollada que somos, miedo a la diferencia. Sentimos la necesidad de identificarnos con algo pretendidamente superior o al menos con más éxito. Nuestra realidad parece que no nos atrae. Hace unos años muchos andaluces se identificaban con el Athletic de Bilbao como equipo de fútbol. Por razones de todos conocidas las simpatías se inclinan actualmente hacia una mayor identificación con el Real Madrid o el Barcelona Después de esta exposición sin orden de importancia alguno, no es difícil adivinar que todas en el polo opuesto de la lógica del mercado, como lastre evidente a la mercantilización de las relaciones sociales y lejos de los contextos de producción identitaria. Sobre esta base, los patrones axiológicos de nuestra cultura perfilan unas características que configuran una escala de valores contrapuesta a la predominante en la cultura industrial. La presencia de una cultura socioeconómica peculiar unida a un importante contrapeso de una lógica social y humanitaria que dé sentido a la economía y a la seguridad.21 Va siendo hora de ser un poco más egoístas y pensar menos en lo universal y más en nosotros como andaluces. Pero que se me entienda. La mejor contribución que podemos hacer a España y la Humanidad es reconocer que Andalucía existe con su propia identidad. Por eso Andalucía necesita reencontrarse consigo misma en el marco de su régimen y nivel autonómico, de la misma manera que necesita poder de decisión económica. Sobretodo en tres áreas esenciales para su desarrollo: finanzas, energías y comunicaciones. No es ninguna casualidad la estrecha relación existente entre poder político y poder o decisiones económicas. Las comunidades con mayor capacidad de decisión se corresponden con las de mayor poder político, y a la inversa (léase en Cataluña la Caixa, en Euskadi el BBVA). Mientras que se prodigan por Andalucía entidades bancarias que se hacen emigrar también a nuestros ahorros, los andaluces nos encontramos envueltos en disquisiciones filosóficas sobre la oportunidad o no de la fusión de nuestras cajas de ahorros, para hacerlas rentables y competitivas ante los retos de la Unión Europea. Ejemplos como éste, nos sirven para afirmar que también nuestra identidad pasa por asumir nuestro protagonismo económico en el Estado y Europa. Aspecto sobre el que no me voy a extender, pero sobre el sí vale la pena realizar una reflexión: un pueblo que piensa es que tiene la barriga llena. Tendríamos que descubrir porqué a Andalucía se la ha condenado al subdesarrollo cuando se ha potenciado otras zonas de España. También pues, el análisis economicista nos lleva a enfrentarnos a nuestra propia realidad y por ende, descubrir nuestra identidad. En coherencia a todo lo expresado hasta ahora, Andalucía necesita también un poder político propio que lidere la construcción de un pueblo, sometido a intereses extraños a los suyos desde hace demasiado tiempo. Andalucía en una palabra, no puede seguir haciendo ancha a Castilla. 21

.- del PINO ARTACHO; J. y BERICAT ALASTUEY, E., Valores sociales en la cultura andaluza., Madrid, CIS; 1998. También extraído de muestreo y sobre datos estadísticos, puede consultarse como única obra promovida por la Junta de Andalucía: OYCOS, La dinámica cultural en la sociedad andaluza, (II vol.) Sevilla, Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1991.

Aún seguimos ausentes de los grandes debates, no tenemos centros de decisión políticos propios, pese a tener formalmente un Parlamento. De este modo, pese a tener una autonomía ganada a pulso a la Historia que nos la negó en 1936; pese a ser conquistada rompiendo moldes constitucionales por la vía del artículo 151, no poseemos en cambio un índice de producción legislativa coherente con nuestro nivel teórico e autogobierno. No existe siquiera un proyecto articulador de Andalucía como un solo pueblo.22 En esta dirección y en el ámbito cultural que nos ocupa expresamente, habría que fortalecer y desarrollar aquellos referentes, valores, códigos, expresiones y contextos de nuestra cultura andaluza no mercantilizados, o al menos que todos ellos tengan un valor identitario. Tendríamos que devolver a nuestro Patrimonio cultural su papel activador de la memoria colectiva y de la conciencia de identidad. No se trata sólo de cumplir el Estatuto, se trata también de embarcarnos en un proyecto colectivo de recuperación de nuestras señas de identidad, arrebatándolas de las manos de quienes la utilizan para construir tópicos. ¿Cuál es el papel de las instituciones -del que luego hablaremos- al referirnos al marco jurídico donde se desenvuelve nuestra cultura y donde se deben afianzar nuestra identidad? Algo falla, y falla sin duda el ejercicio del poder. Tener poder tenemos. Pero su ejercicio no está identificado con Andalucía, como un todo, como un pueblo. Veamos. El Estatuto de Autonomía en su artículo 12.3.3 señala como unos de los objetivos básicos hacia los que ha de ejercer sus poderes: “Afianzar la conciencia de identidad andaluza, a través de la investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y lingüísticos del pueblo andaluz, en toda su riqueza y variedad”. Frente a este teórico discurso legal, Canal Sur se empeña en folclorizar nuestra identidad. Negarla como es el caso de la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta, que ha hecho desaparecer sistemáticamente desde el inicio de la autonomía, el Instituto de Cultura Andaluza o un mínimo control sobre los contenidos libros de texto, invocando para este último extremo la libertad de cátedra. Cómo considerar también a esa Consejería de Cultura que nos conserva y nos promociona nuestro rico patrimonio como si fuéramos turistas en nuestra propia tierra.23 22

.- Puede consultarse los factores determinantes, condicionantes y desencadenantes del proceso autonómico andaluz, donde con seguridad se representa el más completo análisis realizado hasta el presente de la transición andaluza en: SANTOS LÓPEZ, J. Mª. de los, Sociología de la transición andaluza, Málaga, Ágora, 1990. Del mismo modo, los títulos referentes a los antecedentes de la autonomía andaluza: HIJANO DEL RÍO, M., y RUIZ ROMERO, M., El Ideal Andaluz en la II República. La Asamblea Regional Andaluza de 1933, Sevilla, Fundación Blas Infante, 1995; HIJANO DEL RÍO, M., PONCE ALBERCA, J. y RUIZ ROMERO, M., "Frente Popular y recuperación del impulso autonómico. Sevilla, 1936", en Actas del VII Congreso sobre el Andalucismo Histórico, Sevilla, Fundación Blas Infante, 1996; DIAZ ARRIAZA, J. y RUIZ ROMERO, M., El proceso autonómico de Andalucía durante la II República, Sevilla, Fundación Blas Infante, 1991; así como LACOMBA, J.A., Regionalismo y autonomía en la Andalucía contemporánea (1835-1936), Granada, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1988. 23

.- Cfr. HIJANO DEL RIO, M., "Sistema escolar y nacionalismo español en Andalucía", en Actas del VIII Congreso sobre el andalucismo histórico, Sevilla, fundación Blas Infante, 1999, pp. 535-548; así como del mismo autor: La Cultura Andaluza en la escuela. Cultura y política educativa, BmmC, Málaga, 2000.

En algunos casos con nuestro devenir político de nuestra autonomía reciente se ha pasado de un completo mimetismo con respecto a la Administración central, a un servilismo vergonzante o, si se quiere a un enfrentamiento improductivo que ha llegado a ser denunciado incluso por Alvarez Colunga como Presidente de los empresarios andaluces. Aquellos que reivindicaron un 28F (¡20 años!) ahora hacen coincidir las elecciones o plantean la autonomía como algo puramente administrativo. No se puede usar pues, el tema de la identidad andaluza conforme convenga a los intereses de tal o cual partido o grupo de presión. Debe estar por encima de todo ello. Se vuelve a hacer necesario casi veinte años después del 28F la confrontación con quienes niegan la existencia de una realidad histórica y cultural diferenciada, con quienes la persiguen, la diabolizan en vez de inculcarla desde el respeto, el pluralismo y la verdad. Debemos de rechazar a quienes sigan pensando que la historia y cultura de Andalucía son sólo una parte –desde los distintos tópicos- del nacionalismo español, frente a quienes continúan creyendo de que no existe una cultura diferenciada sino que somos una prolongación o una variante de “la española”. Por supuesto que Andalucía es una construcción “artificial”, cualquier creación humana lo es. Pero por serlo no de ja de constituir una realidad tan objetiva” como la propia “España” o la “Unión Europea”. Es más, el uso que de la identidad andaluza se ha hecho desde las instituciones autonómicas ha estado lejos de “convertir la identidad colectiva en una herramienta de transformación y progreso”. Tal y como se sigue preguntado el profesor Acosta ¿qué hacer con lo que somos?24 Como vamos a reclamar de esta manera una sola cultura si nada más en flamenco existen 57 palos distintos, sin contar las variantes locales, o personales,... o las distintas variantes de una sola modalidad lingüística andaluza A quienes por decir que no existe dicen que hay muchas culturas, identidades tal y como las denomina las conclusiones del Foro siglo XXI... como si la riqueza fuera enemiga de la originalidad, como si el catalán fuera en toda Cataluña el mismo... Habrá que seguir combatiendo a quien en aras de la ciudadanía del mundo, se niegan al afianzamiento de las identidades culturales de los pueblos, y hagan odios sordos en cambio, a la llegada de una inexorable homologación cultural totalitaria. Cada vez más la civilización occidental se homogeneiza más. Leemos, pensamos, vestimos, comemos, escuchamos música,... de la misma forma. Y ello nos debe preocupar. Todo este combate desigual, si queréis, debe asumirse sin mecanismo de inferioridad que nos eviten caer en nuestra propia minusvaloración. Hay que ser conscientes de la lógica de nuestra cultura, hay que estudiarla, difundirla y regodearnos de ella. Somos diferentes y desde esta singularidad concebimos el mundo. Por todo ello, Andalucía es una realidad y también una necesidad. Superable pues no sólo en cuanto a su componente económico a la hora de búsqueda de desarrollo riqueza y empleo, sino en cuanto al desarrollo, cultural, educativo, cívico... 24

.- Cfr. ACOSTA SANCHEZ, J., Sobre elementos y usos de la identidad andaluza, en DIARIO 16, 28II-1994.

Debemos ser -en suma- los andaluces y andaluzas más protagonista de nuestro desarrollo político, económico y cultural. Pero conviene dar un mensaje de optimismo en medio de tanta autocrítica. Y hacerlo desde la exposición de propuestas concretas, algunas de las cuales pasamos a relacionar: 1.- Rescatar la identidad histórica de Andalucía y hacer que los andaluces tomen conciencia de ellas. Ello implica revisión de la historiografía oficial que ofrece una visión sectaria castellana y cristiana. 2.- Evitar que los medios de comunicación públicos en especial la televisión autonómica continúe siendo un instrumento de alienación cultural y degradación de la cultura andaluza. 3.- Apoyar las expresiones de la cultura andaluza, tradicionales como emergentes 4.- Impulsar proyectos concretos... como un atlas histórico de Andalucía, Museo del pueblo andaluz, revistas históricas de ámbito andaluz... 5.- Acometer con seriedad la necesaria presencia de materias obligatoria de Historia y Cultura. 6.- Crear un Centro de Estudios de Andalucía que potencia y coordine todos los estudios y reflexiones sobre nuestra realidad socio cultural, política e histórica. El artículo 19.2 de nuestro Estatuto de Autonomía afirma literalmente: “los contenidos de le enseñanza e investigación deben guardar una esencial conexión con las realidades, tradiciones, problemas y necesidades del pueblo andaluz”. Es más se trata de un objetivo LOGSE en cuanto a la cercanía del aprendizaje a los patrones de socio culturales. 7.- Valorar nuestro patrimonio cultural con una dinamización ciudadana complementaria a la necesaria promoción del voluntariado. No basta con gestionar, conservar, proteger, tutelar o difundir no implican necesariamente promover una mayor identificación del ciudadano con su entorno natural e histórico artístico. En toda su variedad y riqueza: arqueológica, histórica, antropológica, arquitectónica y artística; y en todas sus facetas: lingüística, gastronómica, flamenco, cante baile y toque...riqueza natural. Es la cultura como motor de desarrollo no sólo de un turismo pasivo. Es la acción institucional como modificadora de conductas y actitudes, como generadora de actitudes elementos objetivos de transformación social. 8.- Contribuir al encauzamiento de las identificaciones localistas y provinciales a favor de las de ámbito andaluz. 9.- Vertebrar culturalmente Andalucía con el fomento de expresiones culturales. Comunicando unas comarcas con otras.; enriqueciendo desde la variedad pero sin entrar necesariamente en contradicción con la unidad.

10.- Redefinir el papel de los municipios como constructores de nuestra identidad de nuestra autonomía para fomentar y acercar la cultura en todas sus manifestaciones al ciudadano. Para tomar conciencia de que el patrimonio cultural lo hacemos entre todos como anticipación consciente al futuro. 11.- Reconocer e identificarnos en el tópico para desde ahí, ver qué hay de verdad, o de imposición calumniosa. Incluso comienza a extenderse otro tópico paralelo al de la universalidad o al de la solidaridad. Se trata el de la multiculturalidad. Somos de todas partes como parangón de que no nos encontramos en ninguna en concreto. Somos solidarios con todas las culturas del mundo y de ahí la profusión de mestizajes, sobre todo en el ámbito musical, que existen. Pero ello no debe hacernos la genuina dimensión de los que somos como singular aportación al resto de culturas. Es lo que ocurre con las materias transversales a la hora de la enseñanza. La cultura andaluza está catalogada como tal entre otras cuestiones, por lo tanto, debe impregnarlo todo. En consecuencia: no está obligatoriamente en nada, salvo el propio compromiso del docente. Lastima, como dice el Manifiesto Andalucista de 1919 o de la nacionalidad, que siempre los de fuera se dan cuenta más que en España incluso nosotros mismos. Es triste que para sentirnos orgullosos de ser andaluces tengamos que estar fuera de nuestra tierra, en muchos casos en un exilio económico (emigración) no deseado y sin retorno. Es más, podríamos decir que la experiencia de ciento de miles de emigrantes es la demostración práctica de la existencia y profundidad de un gran número de elementos culturales compartidos entre los andaluces. No se trata de levantar muros ni alentar autosuficiencias. Lo característico en estos momentos es hablar de multiculturalismo como elemento contrapuesto a la homogenización que se nos avecina. Lo que significa la presencia de nuevas minorías culturalmente diferenciadas. Esta idea de cultura resistencia de la que habla Isidoro Moreno, debería ser sólo un proyecto de transición hacia la construcción definitiva de una identidad –proyecto para Andalucía en donde verdaderamente las instituciones autonómicas y sus estructuras administrativas lideren políticamente este proceso que analizamos. Ello quiere creer y estar convencidos de una identidad política diferenciada. Hace falta que nuestros políticos hablen en andaluz, que el andaluz también suene en Cortes. El futuro depende del pueblo andaluz, de su capacidad para retomar su sentido de comunidad política, social y cultural. Un pueblo cohesionado que se da a sí mismo poder político para cambiar las estructuras económicas y para dar a conocer su singularidad en el mundo. La defensa de este “patrimonio inmaterial”, con frecuencia minusvalorado frente al tangible, es lo que quizás defina con más contundencia a nuestro pueblo y a nuestra cultura. Y sin duda es una significación particular para extender, profundizar y consolidar la conciencia andaluza. La reivindicación, dignificación y desmixtificación de referentes culturales tan genuinamente andaluces, como el flamenco, el habla, las expresiones festivas,... aparecen como acciones imprescindibles de una política cultural institucional que traduzca lo contemplado en el Estatuto de Autonomía.

Han pasado al menos tres décadas desde el espectacular ascenso de la conciencia autonomista de los andaluces en el contexto de la particular transición andaluza25.Con todas las evaluaciones que están aún por realizarse de aquellos momentos históricos, nadie sensato puede negar que dicho sentimiento emergente ha descendido sustancialmente, incluso cuando desembocaría en el terreno político en un claro matiz regionalista y hasta nacionalista. Ello se ha venido fraguando principalmente por la sensación de frustración y desencanto que la política en general ha generado. Ello podría interpretarse, tal y como algunos se empeñan, en una clara demostración práctica de que la conciencia andaluza no existe o que en todo caso, fue un hecho puntual en nuestra historia reciente. Pero también, se debe a una desactivación sistemática de todo ese sentimiento al que aludíamos con anterioridad. E incluso, de cierta acomodación de las expectativas andaluzas al estatus autonómico que hoy vivimos, de manera que el liderazgo ha sido canalizado y normalizado por las instituciones de autogobierno, y en consecuencia, por el partido que hasta ahora ha gobernado mayoritariamente Andalucía. Somos andaluces para lo bueno y lo malo. Y tal y como somos debemos rebelarnos contra ese viejo oficio ajeno que nos disecciona y nos arrebata lo bueno y abandona en Andalucía lo que no le interesa. Andalucía en resumen, es una necesidad y una realidad. Y para que podamos superar la dependencia y el “subdesarrollo” consiguiendo un progreso no sólo económico, sino cultural, educativo, cívico, precisa de la profundización en la conciencia de pueblo andaluz como tal. Sólo pueden ser dueños de su futuro aquellas personas y pueblos que se reconocen a sí mismos. Ello nos hace a todos responsables del proyecto. Los andaluces podemos y debemos oponernos a esa actitud perversa que frena y niega el progreso de Andalucía. Una rebelión necesaria, pacífica y democrática contra la marginación de Andalucía, contra la marginación de nosotros mismos. Sea así por Andalucía pues, los pueblos de España, de Europa y la Humanidad. He dicho.

25

.- Como análisis de la creciente conciencia autonómica de los andaluces puede consultarse: SANTOS LÓPEZ, J. Mª. de los, "Conciencia autonómica en Andalucía", en Documentación Social, (45), Caritas española, 1981, pp. 199-217; "La conciencia andalucista", en Nacionalismo y regionalismo en España, Córdoba, Diputación, 1985, pp. 225 – 231; ALVÁREZ-OSSORIO, J. y otros, La conciencia autonómica en Andalucía, Sevilla, Andalucía Libre, 1982; e MORENO, I., "Los intereses del Estado español y la desactivación de la toma de conciencia andaluza", en Nación Andaluza, (6-7), 1986, pp. 101-122.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.