HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS. MATERIALES DIDÁCTICOS I: CULTURAS PREHISPÁNICAS

June 22, 2017 | Autor: Miguel Sorroche | Categoría: Arqueología, Historia del Arte, Antropologia
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HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS MATERIALES DIDÁCTICOS I: CULTURAS PREHISPÁNICAS

DirectorDOMÍNGUEZ de la serie: CARLOS RAFAEL LÓPEZ GUZMÁN RAFAEL BRIONES (Eds.) Autores MIGUEL ÁNGEL SORROCHE CUERVA ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS MATERIALES DIDÁCTICOS I: CULTURAS PREHISPÁNICAS

GRANADA 2004

Reservados todos los derechos. Está prohibido reproducir o transmitir esta publicación, total o parcialmente, por cualquier medio, sin la autorización expresa de Editorial Universidad de Granada, bajo las sanciones establecidas en las leyes.

© LOS AUTORES (Grupo de Investigación del PAI, HUM 002). COORDINACIÓN TÉCNICA: GUADALUPE ROMERO SÁNCHEZ. © UNIVERSIDAD DE GRANADA. HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS. MATERIALES DIDÁCTICOS I: CULTURAS PREHIPÁNICAS. © DIRECCIÓN DE LA SERIE: RAFAEL LÓPEZ GUZMÁN. © ISBN: 84-338-3044-9. Depósito legal: GR-1.582-2003. © Edita: Editorial Universidad de Granada, Campus Universitario © de Cartuja. Granada. © Fotocomposición: Taller de Diseño Gráfico y Publicaciones, S.L. Granada © Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada. © Printed in Spain Impreso en España

INTRODUCCIÓN Llevar a cabo un estudio sobre la producción de las manifestaciones culturales, con anterioridad a la llegada española a América y las Islas Filipinas, es sin duda una labor apasionante que pretende ser un trabajo de síntesis, en el que se expongan las pautas necesarias para la comprensión de ambos procesos culturales. Los acontecimientos que se sucederán desde finales del siglo XV en territorio americano y hasta la conquista de Filipinas por Legazpi en 1565, supondrán el contacto de la cultura occidental con dos ámbitos sociales en los que se constatarán unos niveles de desarrollo desiguales y hasta ese momento desconocidos. No se puede olvidar que la máxima extensión a la que llegó el Imperio español en el siglo XVI, se logró gracias a la incorporación a su dominio de las tierras que conforman el continente Americano y aquellas posesiones del Océano Pacífico que fueron redescubiertas, tras la primera vuelta al mundo ejecutada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano entre 1519 y 1522. En ese sentido, la llegada del hombre occidental a América puso de manifiesto, por un lado que el objetivo inicial de alcanzar las islas de las Especias, por otra ruta que no fuera la portuguesa del cabo de Buena Esperanza, no se había cumplido y sobre todo evidenció la existencia de una vasta extensión de tierra habitada, desconocida hasta ese momento y sobre la que se había desarrollado un conjunto de culturas, con un diferente grado de evolución y entre las que existían algunas que alcanzaron cotas de verdaderas civilizaciones. El estudio de la historia del arte americano, obliga a iniciar la andadura desde las primeras etapas en las que se tiene registrada la presencia de una producción cultural y artística, de la suficiente entidad como para considerarla una cualidad inherente de las sociedades que la generan, siendo indispensable analizar aquellos períodos más destacados, fundamentalmente por el peso que tendrán en etapas posteriores modernas e incluso contemporáneas. El material es ingente, algo que no es nuevo, lo que nos ha obligado a llevar a cabo una serie de selecciones que han procurado mantener la idea de una visión global de lo existente. A la etapa anterior a la llegada del hombre europeo a Amé-

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INTRODUCCIÓN

rica, se la conoce como prehispánica, haciendo con ello alusión al período de tiempo en el que se desarrollaron las culturas americanas más importantes. Aunque no vamos a entrar a calibrar lo acertado o no de términos como prehispánico, precolombino, precolonial, precortesiano, etc., es evidente, que dicha discusión conceptual, pone de manifiesto la necesidad de definir un período que destaca por la importancia en la ejecución y solidez de las manifestaciones artísticas y culturales desarrolladas a lo largo de su duración. Lo imposible de poder abarcar todo el territorio americano, desde Alaska hasta Tierra de Fuego, ha hecho centrarnos en las dos áreas más importantes de la denominada como América Nuclear, la mesoamericana y la región andina, en las que se puede hablar ciertamente de la existencia de civilizaciones urbanas estables. Estos dos focos que no anulan a los restantes territorios, se caracterizarán por ser los más conflictivos en sus relaciones con la maquinaria político —militar-religiosa-administrativa—, que a partir del siglo XVI entra en contacto con ellas. La consolidación de las sociedades que las formaban, les convierte en ámbitos imprescindibles a partir de los cuales poder entender e interpretar aspectos y elementos de las manifestaciones culturales no sólo producidas en ellas, sino de aquellas otras anteriores de las que provenían y que funcionaron como germen a partir del cual incluso llegaron a proyectarse en períodos futuros. La elección no es ni arbitraria ni original. Lo ideal hubiese sido analizar todas y cada una de las áreas culturales en las que se suele dividir América, pero los objetivos del proyecto al que pertenece este texto han obligado a esta reducción, tomándonos la salvedad de incluir las producciones prehispánicas en el archipiélago filipino, una de las grandes olvidadas en los trabajos sobre aquellos territorios que estuvieron bajo la dominación española, básicamente desde inicios del siglo XVI hasta finales del siglo XIX, y que son un exponente claro y antesala para la comprensión de la importante producción cultural que se generará en el archipiélago asiático. El contenido de este libro se organiza en 14 capítulos y cuatro apéndices, con los que se quiere abordar y proporcionar al alumno de la disciplina de Historia del Arte Prehispánico, toda la información necesaria para una aproximación e interpretación globales, de la producción cultural y artística generadas en América y Filipinas con anterioridad a la presencia del hombre occidental en ambos territorios. Se ha querido evitar una exposición diacrónica en el análisis de la producción cultural de los diversos pueblos que han ido aparecido en cada uno de ellos, justificando dicha decisión la clara intención de no querer recurrir a planteamientos excesivamente lineales que llevaran a una equivocada y rígida visión del tema. Por ello se eligió la posibilidad de afrontar el discurso desde una aproximación temática, que permitiera no perder de vista, no solo la evolución interna de cada uno de los capítulos sino sus consecuencias derivadas de las relaciones entre grupos contemporáneos. De ahí que los campos que se abordan pretendan ser los esenciales para el conocimiento de esta materia, procurando incorporar algunos genéricos que ayudarán a crear una base adecuada para la asimilación de ideas posteriores. Urbanismo, arquitectura, pintura, escultura, cerámica, orfebrería, y artes decorativas, han sido entre otras, las materias elegidas.

INTRODUCCIÓN

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CAPÍTULO PRIMERO

EL ESPACIO GEOGRÁFICO, POBLAMIENTO Y ÁREAS CULTURALES La estrecha vinculación que guardan las culturas prehispánicas en América con el medio en el que se desarrollan, obliga a una aproximación a las características geográficas del mismo. Se trata sin duda de uno de los aspectos que más sobresalen al estudiar el arte prehispánico, no solamente por su grandiosidad, que desde los primeros momentos se inserta en los esquemas mentales y religiosos de sus habitantes, sino sobre todo en función de su capacidad para modificar las características propias de los grupos que sobre él se asientan, llegando a ser un determinante de sus características culturales. Se trata de un elemento, cuya consideración dentro de las disciplinas que estudian al hombre y su cultura no es nueva, y aunque se pueda caer en una posición determinista a la hora de valorar su influencia sobre aspectos concretos, sobre todo en niveles de estudio muy especializados, se hace necesaria su presencia ya que son cada día más evidentes las constataciones que muestran como en determinadas fases de desarrollo cultural, las relaciones entre determinadas sociedades y el ambiente en el que se desenvuelven son tremendamente estrechas. Una dependencia del medio que es mayor en aquellas etapas evolutivas que no han logrado alcanzar un grado de desarrollo técnico suficiente como para desligarse de la naturaleza que las ve surgir, generando unas relaciones que llegan a ser tan íntimas, que la vinculación entre cultura y medio no se entiende sin que la modificación de cualquiera de los dos afecte de una manera muy estrecha a la otra. Por tanto, podemos hablar de una relación con una clara doble dirección, donde el ambiente llega a determinar a la cultura que sobre él se desarrolla y a su vez, ésta determina y modifica a ese espacio natural. El continente americano está formado por dos enormes extensiones de tierra que constituyen la superficie más amplia del planeta dispuesta en el sentido de los meridianos, situación que condiciona que se den en él todos los climas del planeta,

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MAPA DEL CONTINENTE AMERICANO.

fundamentalmente por las diferencias de latitud que se pueden encontrar en toda su extensión. A ello se suma la existencia de una cadena montañosa, cuyos relieves más importantes están en las Montañas Rocosas en Norteamérica, y los Andes en Suramérica, que recorre como un todo unitario el continente de norte a sur a lo largo de su costa occidental, funcionando como una columna vertebral que proporciona una amplia variación altitudinal, en algunas ocasiones en muy poco espacio de territorio, convirtiendo también a la altitud y a la longitud, en claros factores que influirán en el desarrollo de los grupos humanos. La presencia de esta cadena montañosa genera una asimetría por la clara disposición de los accidentes orográficos más importantes en el vertiente occidental, a lo largo de toda la costa del Pacífico, dando lugar al desarrollo de grandes llanuras en el este que son recorridas por algunos de los ríos más caudalosos de la Tierra, como el Mississipi-San Lorenzo en América del Norte y el Orinoco, Amazonas y Paraná-Río de la Plata en América del Sur. Por lo tanto, longitud, latitud y altitud, son a priori, tres factores muy a tener en cuenta al estudiar la geografía americana.

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Dentro del área mesoamericana, los ambientes geográficos que podemos encontrar son diversos destacando la costa del Golfo, el Valle de México, los Valles de Oaxaca y la Península del Yucatán, sin olvidar el occidente mexicano y la costa del Pacífico, todos ellos espacios en los que se desarrollaron por ejemplo culturas como la olmeca, zapoteca, tolteca, azteca o maya. El Golfo de México va a ser el escenario en el que aparezca la primera de las grandes culturas mesoamericanas, la olmeca. Con un clima tremendamente oxidante, este sector de la costa oriental mexicana que comprende los actuales estados de Veracruz y Tabasco, está surcado por una serie de ríos caudalosos como el Coatzacoalcos, Pánuco, Papaloapán y Tonalá, que estructuran y definen una región pantanosa en la que llegaron a funcionar como importantes vías de comunicación, dadas las dificultades para transitar por un interior terrestre tremendamente frondoso y montañoso. En este sentido, la vegetación selvática, favorecida por las altas temperaturas de la zona y una media pluviométrica en torno a los 1500 mm anuales, se convirtió en un inconveniente para el desarrollo de una agricultura que constantemente tenía que ganarle terreno para generar campos de cultivo. Junto a la anterior, el Valle de México es otra de las regiones en la que nos vamos a detener y a la que se le dedicará una especial atención. Se conforma como una depresión rodeada por elevaciones de variable altitud que se alza a más de dos mil metros sobre el nivel del mar y que con sus aproximadamente ocho mil kilómetros cuadrados de superficie y sus cien kilómetros de longitud de norte a sur, está limitada por valles tan importantes como los de Puebla y Toluca. Todo su centro lo ocupaba el Lago de Texcoco, en cuyas orillas surgieron importantes aglomeraciones humanas, desde el período Arcaico hasta la caída de Tenochtitlán.

VISTA DE LA CORDILLERA ANDINA EN LAS PROXIMIDADES DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

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PANORÁMICA DE LA COSTA DEL GOLFO DE MÉXICO EN EL ESTADO DE VERACRUZ. (MÉXICO).

El régimen hidrológico que condiciona el nivel del lago, el carácter lacustre del mismo, junto a otros determinantes climáticos, han influido tanto en la distribución y características de los asentamientos en la zona, como en la misma naturaleza que se disponía en él, afectando a la vegetación de su interior, a las abundantes áreas boscosas que se distribuyen en sus alrededores, etc., dos testimonios claros del largo proceso antrópico del espacio, que ha llevado a las actuales características geográficas del lugar en el que se asienta la ciudad de México. Los numerosos volcanes que salpican la región, son testimonio de la juventud del relieve americano, y en el que éstos no solamente se han convertido en referentes ordenadores del lo que podríamos denominar como espacio mágico – religioso, para las gentes que han habitado en estos lugares, sino que en parte son la explicación de empleo de un tipo de piedra muy característico y que predomina en muchas de las construcciones y obras de infraestructura de la región, el tezontle. Los Valles de Oaxaca, son el tercer ámbito geográfico destacado en Mesoamérica. Se trata de un nudo geográfico de comunicaciones en el que confluyen, en un territorio situado al sureste del Valle de México, tres valles que desde etapas iniciales se convirtieron en vías de comunicación y de asentamiento gracias a sus tierras fértiles. Etla, Zaachila y Tlacolula, conforman una red de tránsito fundamental en cuyo centro surgió, aproximadamente hacia el siglo VIII a.C. el importante enclave de Monte Albán, capital zapoteca y uno de los núcleos más prolíficos de Mesoamérica. Sería también con el tiempo, el lugar en el que se desarrollaría el pueblo mixteca.

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VALLE DE MÉXICO.

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VALLE DE ZAACHILA DESDE MONTE ALBÁN. OAXACA (MÉXICO).

Por último la península del Yucatán, territorio en el que se desarrollará la cultura Maya, está formado por distintos paisajes que contrastan entre sí como el altiplano de Chiapas y las tierras altas de Guatemala, la Costa del Pacífico, el bosque tropical de las cuencas de los ríos Usumacinta y Motagua o la zona del Petén, y las tierras bajas de Chenes y Puuc. En esta amplia y variada geografía destacarán ciudades como Kaminaljuyú, Abaj Takalik, Palenque, Piedras Negras, Caracol, Chichén-Itzá, Tulum, Tikal, Mayapán, Coba, Yaxchilán, etc. Se conforma en sí, en su sector centro- septentrional, como una plataforma geológica que se genera en el Terciario, estando básicamente compuesta por margas arenosas, calizas y conglomerados marinos que articulan una extensa planicie kárstica. Solamente hacia el oeste se transforma en una llanura aluvial en las actuales costas de Campeche y Tabasco, como prolongación del Golfo de México, un aspecto éste básico para entender el predominio de la piedra caliza como material en las construcciones de la zona. La carencia de corrientes fluviales superficiales ha originado una circulación subterránea del agua que en determinados puntos ha provocado el hundimiento de esa capa caliza, abriendo al exterior grandes pozos o cenotes que no sólo acabarán siendo una de las fuentes principales de abastecimiento de agua para los pueblos asentados en este territorio, sino que adquirirán un sentido religioso que los convertirá en referentes y puntos de peregrinación y sacrificio destacados. La otra gran área cultural que va a centrar nuestra atención es la región andina. Se caracterizará por su extensión y por el enorme contraste que presenta internamente entre la costa y el interior. Mientras que el litoral fue lugar de asentamiento de las primeras culturas de las que se tienen noticia en Suramérica, en la actualidad se articula

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PANORÁMICA DE LA PLANICIE DEL YUCATÁN EN EL PUUC. CHICHÉN ITZÁ (MÉXICO).

VISTA AÉREA DE LOS ANDES.

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como una estrecha banda que recorre los países de Colombia, Ecuador, Perú y norte de Chile y Argentina, en la que el desierto ha dominado todo el espacio geográfico. Su extensión se ve salpicada solamente por ríos de corto recorrido que descienden desde los Andes, y que generaron unos focos de poblamiento que, a manera de pequeños oasis, permitieron el desarrollo de centros culturales gracias a la estabilidad de grupos humanos que aprovecharon los escasos recursos hídricos de los que disponían. Será en ellos en los que aparezca una incipiente agricultura que combinada con los aportes alimenticios del mar, conformaría la base de la dieta de estos grupos. En este sentido, muy relacionada con ella está la corriente marina de Humboldt que desde el sur aporta agua fría a la costa peruana, enriqueciendo las posibilidades de pesca de todo el litoral, pero impidiendo que lleguen los vientos cálidos cargados de lluvia desde el norte. Esta situación, que es la causante de la sequía endémica de esta zona del planeta, provoca en no pocas ocasiones, que la corriente fría se vea contrarrestada por otra cálida conocida como El Niño, que proveniente de las zonas tropicales, calienta rápidamente el aire húmedo de la superficie del agua, provocando lluvias torrenciales. La posibilidad de que se produzcan estos desastres naturales se ha llegado a poner en relación con el auge o decadencia de algunas de las culturas que se desarrollaron en la costa. El interior, por el contrario se articula tremendamente condicionado por la presencia de los Andes que alcanzan alturas cercanas a los siete mil metros. Organiza-

VISTA DEL DESIERTO COSTERO DE PARACAS. (PERÚ)

dos en varias cadenas paralelas a la línea de costa, con confluencias nodales, dejan entre ellas valles que dieron lugar a zonas de microclimas que fueron ocupados por culturas como la chavín, wari o la inca, aprovechando todos sus recursos naturales, y protagonizando algunos de los capítulos más impresionantes de adaptación del medio a las necesidades humanas. En esta región destaca el lago Titicaca, verdadero foco de civilización, que a pesar del inconveniente de contar con un 2% de sal en su agua, limitó mucho la explotación agrícola de su orilla, pero no evitó el que se desarrollará como área habitada, generando toda una serie de mitos religiosos en torno a él, que le convirtieron en el lugar originario de diversos pueblos y punto de peregrinación a centros

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como Tiahuanaco. Junto a él, las corrientes fluviales que recorren estos valles interiores, generan algunas de los ríos más caudalosos del mundo, como el Marañón o el Vilcanota-Urubamba afluentes del propio río Amazonas que tiene en estas estribaciones su nacimiento.

VISTA DE URUBAMBA EN UNO DE LOS VALES INTERIORES ANDINOS. (PERÚ).

A diferencia de la región mesoamericana donde no llega a ser un elemento determinante, un factor importante a tener en cuenta en ésta, es el de la variabilidad de sus temperaturas, sobre todo en función de la altitud, un aspecto que afectará tanto a la agricultura como a la propia distribución del hombre por los Andes. En efecto, a los cuatro mil metros de altitud, las heladas son frecuentes, limitando la práctica de la agricultura en alturas que llegan hasta los cuatro mil doscientos metros. Por encima de ellas, el pastoreo se desarrolla hasta los cinco mil metros, siendo este el límite de la presencia humana. En cambio, en cotas inferiores a los cuatro mil metros, se comienzan a suceder los cultivos, que a lo largo del tiempo se han visto muy modificados por el hombre. Por último, todo este territorio limita al oriente con la selva amazónica, que se extiende como verdadera frontera natural. Las culturas andinas vieron en ella un espacio inescrutable e inhóspito, en el que tuvieron cabida multitud de relatos y mitos fantásticos que alimentaron la imaginación de estos pueblos. No obstante, su historia está por analizar, al constatarse a lo largo de su extensión, focos de hábitat en los que el hombre logró imponerse al medio, una circunstancia que obligaría a replantearse historiográficamente el estudio de esta zona americana siempre considerada como un lugar apenas habitado por el hombre, prácticamente un desierto humano.

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LA DESEMBOCADURA DEL AMAZONAS. (BRASIL).

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Por tanto el determinismo geográfico se refleja en la propia forma del continente, con dos grandes masas de tierra unidas por el istmo de Panamá, condicionando el tránsito y movimiento de animales y grupos humanos, y la propia comunicación entre ambos territorios en una y otra dirección. A ello tenemos que sumar el característico aislamiento de esta enorme masa terrestre, causado por la presencia de las dos grandes extensiones de agua del Pacífico y el Atlántico, lo que sin duda condicionó que los desarrollos de los pueblos prehispánicos estuvieran apartados de ciertas influencias exteriores, fundamentalmente hasta el siglo XVI. Esta última cuestión siempre ha estado en el centro de las teorías que sobre el poblamiento de América se han propuesto.

LAGO TITICACA. (PERÚ-BOLIVIA).

LAS TEORÍAS DEL POBLAMIENTO DE AMÉRICA Tras los primeros contactos con los habitantes de América, los europeos comenzaron a preguntarse cuál pudo haber sido el origen de la llegada de éstos a un territorio tan extenso y alejado de Europa. En este sentido, ya en el siglo XX, se definieron dos corrientes de pensamiento que buscaron dar respuesta a este problema. Por un lado los difusionistas o monogenistas defendían postulados que no consideran la creación independiente del ser humano en América, sino inserta dentro de los ciclos vitales de traslación mundial desde el foco originario africano; por otro los evolucionistas o poligenistas proponían la tesis de un origen independiente para las civilizaciones del Nuevo Mundo, sin ninguna relación con oleadas exteriores provenientes de otros territorios.

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VISTA DE ALASKA. (ESTADOS UNIDOS).

El jesuita José de Acosta ya en 1590, planteó la hipótesis de que la entrada más probable del hombre a estos territorios se produjera desde el norte, aprovechando el paso natural del estrecho de Bering durante las glaciaciones, momento en el que el contacto de los continentes euroasiático y americano, se realizaba gracias a la capa de hielo y los pasillos de tierra surgidos por el descenso del nivel del mar. Esta tesis difusionista, expuesta en un momento en el que aún no se había explorado esa región del planeta, se ha visto corroborada por hallazgos arqueológicos que han puesto de manifiesto la existencia de varias vías de penetración que utilizaron la costa de Alaska y algunos valles interiores. Junto a este planteamiento, también se definió otra hipótesis a partir de estos postulados difusionistas, que proponía la aparición del hombre en América por distintas vías y no exclusivamente por la terrestre septentrional. En este sentido a la existencia, como propone Paul Rivet, de dos posibles oleadas terrestres, habría que sumar la de otras dos marinas que por el Pacífico habrían aportado elementos melanesios y australianos, fundamentalmente en América del Sur. Una postura, que si bien no acaba por definirse, si ha encontrado elementos que la corroboren con los hallazgos de asentamientos costeros en Norteamérica, que vienen a plantear la posibilidad de que el hombre no utilizase exclusivamente la vía terrestre para llegar a América. De este modo, aún queda abierta la opción del Pacífico sur, a falta de hallazgos que demuestren también allí esta misma posibilidad de llegada. Respecto a la segunda de las posturas que defiende el postulado evolucionista de un desarrollo independiente del hombre americano, no ha encontrado la aceptación ni los refrendos arqueológicos de las anteriores, por lo que sus hipótesis apenas si han conseguido avanzar desde sus planteamientos iniciales.

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ÁFRICA. PUNTO INICIAL DE LA DIFUSIÓN DE LA ESPECIE HUMANA POR LA TIERRA.

El conjunto de publicaciones que sobre la cuestión se han editado con las teorías más diversas, habla de lo atractivo del tema, siendo básicamente entre los siglos XVI y XIX, el período en el que todas ellas fueron expuestas, sobre la base de preguntas como, ¿de qué lugar del Viejo Mundo provenía el Hombre americano?, ¿por dónde llegó a este territorio? y ¿en qué momento se produjo tal llegada? En uno u otro caso, para poder conformar una respuesta adecuada a tales cuestiones se hace necesario considerar las propuestas de disciplinas como la Antropología Física, la Lingüística, la Etnología, la Paleobotánica y sobre todo la Arqueología. Las distintas teorías que se han formulado respecto al tema se pueden concretar en dos grupos claramente diferenciados. Las Clásicas-Fantásticas y las propiamente científicas, tal y como lo expone el profesor Alcina Franch. Respecto a las primeras, debemos englobar dentro de este grupo a las que sitúan el origen del hombre americano en las tierras de Escandinavia, Inglaterra o España sin olvidar las que hablan de la llegada de descendientes de los troyanos, cartagineses, egipcios, judíos, polinesios, tártaros, chinos o incluso de la propia Atlántida.

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Como señalábamos, la más aceptada es la propuesta por José de Acosta a finales del siglo XVI y que se basaba en una serie de puntos como la unidad racial del hombre americano, un entronque asiático-mongol, la entrada en sucesivas oleadas por el estrecho de Bering en un tiempo relativamente reciente, y con un escaso nivel sociocultural que determinó un desarrollo autóctono claro. Desde esta propuesta se han realizado otras, como la defendida por George C. Vaillant, que han fundamentado la explicación de la diversidad física y lingüística del hombre americano, en la temprana separación de los distintos grupos que accedían a estas tierras, lo que aceleró su distinta adaptación a espacios geográficos diversos, dando lugar a una variedad que es la ha llegado hasta la actualidad. Esta teoría se ha refutado por parte de aquellos investigadores que defienden la entrada por diversos puntos y no solamente el más septentrional. En este sentido Paul Rivet defendió una serie de tesis, que intentaban explicar dicha cuestión, fundamentada en el origen múltiple de lenguas y culturas americanas. Para este autor las cuatro oleadas que determinaron el poblamiento de América se desarrollaron dos de ellas por el estrecho de Bering, y por el Océano Pacífico las restantes, constatando que los primeros aportaron el componente mongoloide y las otras dos los componentes australiano y malayo-polinesio en la población indígena americana. Una teoría que no deja de ser interesante, ya que si se corroborara por medio de hallazgos, supondría la inclusión de todo el sudeste asiático en unas dinámicas de emigración mucho más amplias y consolidadas que las que en la actualidad se vienen aceptando. Este problema de los orígenes de las civilizaciones amerindias sigue siendo una de las grandes cuestiones abiertas de la historia de la Humanidad. Las secuencias de la historia del Viejo Mundo no ofrecen oportunidad de comprobar la tesis de las tradiciones culturales distintas que surgen de orígenes independientes, de modo que debemos sopesar cualquier afirmación que pretenda resolver la cuestión.

PERÍODOS Y ÁREAS CULTURALES Todo el desarrollo cultural de los distintos grupos que se distribuyen por el continente americano, va a llevarse a cabo entre unas fechas que, conforme van avanzando los estudios sobre los diversos hallazgos que se producen, se están concretando y aclarando. A este respecto es aceptada la presencia del hombre en América desde hace 40000 años, quién desde Alaska y hasta Tierra de Fuego en el extremo más meridional, irá ocupando todo este territorio, estableciendo diferencias evolutivas entre unas zonas y otras. En líneas generales los períodos que vamos a seguir en este manual serán los establecidos por el profesor José Alcina Franch, incorporando ciertas puntualizaciones a algunos de ellos. Así, para todo el continente contaremos con un Período Lítico desarrollado entre el 40000 y el 3000 a.C. con una subdivisión en dos etapas. El Lítico Inferior entre el 40000 y el 15000 a.C.; y el Lítico Superior, entre el 15000 y el 3000 a.C.

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VALLES DE OAXACA, GOLFO Y VALLE DE MÉXICO. PUNTO CENTRAL DE MESOAMÉRICA.

De esta manera, el arco temporal con el que trabajaremos para el área mesoamericana se organizará en base a: 1) 2) 3) 4)

Período Período Período Período

Formativo o Preclásico desarrollado entre el 3000 y el 400 a.C. Protoclásico, entre el 400 a.C., y el 200 d.C. Clásico, entre el 200 y el año 1000 d.C. Postclásico, desde el año 1000 hasta la llegada de los españoles.

Por lo que se refiere a la región andina, estructuraremos su desarrollo en base a: 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7)

Período Precerámico entre el 4000 y el 1800 a. C. Período Inicial, entre el 1800 y el 900 a.C. Horizonte Antiguo, entre el 900 y el 200 a.C. Período Intermedio Antiguo, entre el 200 a.C. y el 500 d.C. Horizonte Medio, entre el 500 y el 1000 d.C. Período Intermedio Tardío, entre el 1000 y el 1428 d.C. Horizonte Tardío, entre el 1428 y 1532 d.C.

Existen otras periodizaciones empleadas fundamentalmente en América y que sustancialmente varían la terminología empleada, con la que se busca sustituir términos como Paleolítico o Neolítico, ligados a una visión eurocentrista de su estudio. Aunque se trata de conceptos vinculados con etapas propiamente prehistóricas, nos parece interesante al menos citarlas para poner de manifiesto el interés existente en la búsqueda de una metodología propia, alejada de influencias externas y que responda a la realidad americana. Por ello términos como Arqueolítico y Cenolítico, vienen a referirse a esos dos períodos de tiempo que se desarrollan entre el 50000 y el 14000 a.C., el primero de ellos; y entre el 14000 y el 7000 el segundo, con una inflexión en el año 9000 que marca la separación entre el Cenolítico Inferior y el Superior.

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ÁREAS CULTURALES EN AMÉRICA DEL SUR.

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Las culturas americanas se van a desarrollar en lo que se viene denominando como América Nuclear, término acuñado para referirse a la región del continente que comprende las áreas de mayor complejidad y desarrollo sociocultural, densidad de población, creatividad artística, etc. Englobaría un espacio que iría desde la actual frontera de México con los Estados Unidos, hasta el norte de Chile y Argentina. Un área tremendamente quebrada, que se subdividirá internamente, pero que se contrapone al resto del continente donde encontraremos el desarrollo de estadíos culturales secundarios, con una evidente menor complejidad y que no se abordarán en nuestro estudio. Internamente podemos hablar de tres grandes subdivisiones que serán las más importantes desde el punto de vista del desarrollo, las áreas Mesoamericana, Intermedia y Andina. Con el nombre de Área Mesoamericana, término utilizado por primera vez por Paul Kirchhoff en 1947, nos referiremos a una unidad territorial comprendida entre la línea que iría desde los estados occidentales de Sonora y Sinaloa hasta el San Luis de Potosí en el Golfo de México y la región Huasteca. La frontera meridional incluiría la parte occidental de Honduras y el Salvador, llegando hasta la Península de Nicoya en el Pacífico. La variedad de este espacio se refleja en los paisajes que se definen destacando varios espacios claramente diferenciados como son la zona del Golfo de México donde se desarrollan culturas como la olmeca, la totonaca y la huasteca. El propio Valle de México, donde encontramos culturas como la teotihuacana, la tolteca, o la azteca. La Península del Yucatán, con la maya, extendida también por tierras de los actuales países de Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. O la región de los Valles de Oaxaca donde se desarrollarán culturas como la zapoteca y mixteca. La zona intermedia, verdadero punto de unión entre las dos áreas más importantes, y que no será analizada en su globalidad en este libro, nos interesará por tratarse del espacio geográfico a través del cual se produce la circulación e influencias entre una y otra. Menos definida que las otras dos, estaría comprendida por la porción de continente que desde el sur de la zona mesoamericana se extiende hasta Colombia, Ecuador y la parte occidental de Venezuela. No obstante de esta región destacaremos algunos de los capítulos más importantes de las culturas preincaicas desarrolladas en territorio colombiano y ecuatoriano. En Suramérica el área más importante de desarrollo cultural será la andina, en la que podemos encontrar una gran variedad de paisajes que muestran una clara contraposición entre la parte central de los Andes y los desiertos costeros. Esta región ha sido subdividida por autores como George Kubler en Norte, Septentrional, Central, Centro-Sur, Meridional y Sur. El extremo norte del área andina comprende los valles de los ríos Cauca y Magdalena y la Sabana de Bogotá, territorio que funcionó como pasillo natural a través del cual se distribuyó el hombre por el interior de la cordillera andina. El área andina Septentrional incluiría el sur de Colombia, la totalidad de Ecuador y el norte del Perú. El área andina Central que comprende la mayor parte del territorio peruano, la dividiremos en costa y tierra, espacio en el que se desarrollaron las

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grandes civilizaciones como la chavín, nazca, mochica, chimú, wari, etc., y que culminarían en el imperio incaico. El área Centro-Sur en torno al lago Titicaca se convierte en un territorio que enlaza los andes centrales con la zona meridional, teniendo a las culturas pucará y tiahuanaco como las más importantes. Por último el área andina Meridional incluye territorios chilenos y del noroeste de Argentina, en los que destacaremos por ejemplo restos de la cultura chinchorro. No queremos dejar de citar al conjunto de tierras que se disponen en torno a la América Nuclear, y que vienen en denominarse como la América Marginal. En ella podemos distinguir los territorios que se extienden en América del Norte desde Alaska hasta la frontera con Mesoamérica, distinguiendo la región de las Montañas Rocosas y las Llanuras Occidentales, la región del Caribe, y en el cono sur la Amazonia, la Pampa y la Patagonia. Los intentos por determinar la nomenclatura con la que designar cada uno de los períodos en los que hemos dividido tanto la evolución de Mesoamérica como la de la región andina, se caracterizan por la adopción de distintos criterios para ejecutar dicha estructuración. Para los mesoamericanistas el término clave para los períodos es Clásico, mientras que los andinistas en cambio, prefieren el de Horizonte. En este sentido las matizaciones se hacen evidentes ya que el primero supone una apreciación de carácter cualitativo y el segundo de valoración respecto a la unidad política y si se quiere cultural, definida por los restos arqueológicos. Los dos términos claves reflejan diferencias en los objetos y en las actitudes y así, el adjetivo clásico señala sus afinidades con el mundo mediterráneo, mientras que por el contrario, cuando se emplea el calificativo de horizonte, se alude a una alternancia entre períodos de unidad territorial, y etapas de una clara fragmentación que se refleja en la aparición de estilos regionales. Recientemente se ha propuesto la adopción de una terminología de valor neutro como la de los andinistas para evitar las implicaciones desarrollistas de palabras como formativo y clásico. Pero ignoran los aspectos valorativos de términos como horizonte e intermedio, que también juzgan y no hacen más que sustituir períodos de diversa duración, que pueden llegar a ser más borrosos en los estudios sincrónicos que las divisiones del Clásico en temprano, medio y tardío.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES EL ESTRECHO DE BERING Uno de los puntos más polémicos en el desarrollo de las diversas teorías que intentan explicar la llegada del hombre al continente americano, lo protagoniza este accidente geográfico. Punto de contacto físico en su momento entre América y Asia, se conformó como un pasillo natural en la etapa de las glaciaciones, cuando el nivel del mar era inferior al actual, permitiendo el tránsito de manadas de animales y de grupos humanos que acabaron poblando todo el continente. En este sentido son determinantes algunos de los rasgos físicos que caracterizan a los pobladores de América, en los que se encuentran elementos similares a algunos grupos asiáticos como los ojos rasgados, la ausencia de pelo por el cuerpo o incluso la propia forma del cráneo, que venían a confirmar las posibles oleadas que desde un período en torno al 40000 a. C., se sucedieron.

ESTRECHO DE BERING. (RUSIA-ESTADOS UNIDOS).

En la actualidad se trata de la tesis de poblamiento más aceptada por los distintos estudiosos que se dedican al tema, siendo el fundamento de propuestas como la del propio José Acosta, que a finales del siglo XVI ya planteó esta posibilidad

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como la más lógica, ante las preguntas que se generaron sobre la procedencia del hombre en este territorio. Su importancia es tal, que en el desarrollo de hipótesis como las de Paul Rivet, su protagonismo se ve complementado por la incorporación de otra vía de llegada de elementos que poblaron el continente americano como es la ruta marina, a través fundamentalmente del Pacífico. Esta teoría, que no viene a restar importancia a la propuesta inicial de la vía terrestre, permite justificar la presencia de otros elementos raciales, fundamentalmente en América del Sur, aportados por grupos melanesios y australianos y que se han querido ver reflejados en algunos componentes de los ejemplos más antiguos de la cerámica americana.

EL GOLFO DE MÉXICO El área geográfica en la que se testimonia la presencia de la considerada como la primera de las grandes culturas que aparecen en Mesoamérica, la olmeca, cuenta con una serie de características que han generado debates a cerca de la idoneidad o no de considerar dicho espacio como ideal para generar la aparición de una civilización como tal. El Golfo de México es una región situada

VISTA DEL GOLFO DE MÉXICO.

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en el oriente del área mesoamericana, conformando un territorio en el que se dan un conjunto de condicionantes geográficos como son la presencia de pequeños ríos tremendamente caudalosos, que nacen en las estribaciones de la Sierra Madre Oriental y próximos a la costa, que convierten muchas extensiones de tierra en espacios pantanosos. Desde un punto de vista climatológico se caracteriza por una alta pluviosidad anual, con una temperatura media y humedad también altas, que se traduce en una vegetación exuberante y favorable para su explotación agraria. Sin duda fue esta característica la que determinaría la adaptación definitiva de productos como el maíz a los sistemas de explotación agrarios, sobre todo por los excedentes de humedad y temperatura de esta zona, factores que propiciaron unos sobrantes de energía que muchos autores ven en la base para justificar el desarrollo de trabajos comunitarios de envergadura, como la planificación de centros ceremoniales o el propio traslado de bloques de piedra desde territorios alejados, con unos marcados fines político-religiosos. No obstante son numerosos los trabajos que defienden precisamente, que es este elemento uno de los handicap que encontraron los pobladores de este territorio, al ser la atmósfera un componente tremendamente oxidante que obligó a buscar otros espacios más favorables, no sólo para el cultivo sino también para la propia conservación de los alimentos. Un aspecto que afectaba a la misma dieta alimenticia, baja en proteínas, lo que pudo incidir en la sobreproducción de la glándula del tiroides que se reflejó en un hipertrofismo de las extremidades del cuerpo, flacidez de algunas partes y aparición del bocio, rasgos que se pueden constatar en algunas de las piezas escultóricas que la cultura olmeca generó en esta región.

LOS ANDES Uno de los espacios en los que se puede observar de una manera más clara la influencia del medioambiente en el desarrollo de algunas culturas es en el de la Cordillera de los Andes. Esta enorme barrera montañosa que recorre América del Sur desde Colombia hasta Chile, articula la costa occidental del continente en tres zonas que se aceptan como las básicas para ordenar la distribución de los grupos humanos que se desarrollan en ellas. En este sentido, los Andes se convierten en una frontera natural que genera espacios que se relacionan de una forma paralela. Una la costa, otra los valles interiores y por último la extensa Amazonia que se convertía en la inexpugnable frontera al oriente de la cordillera. De todas, las dos primeras albergarán el desarrollo de las culturas prehispánicas en Suramérica. La Costa es posiblemente la más importante, ya que concentrará a un mayor número de ellas, en un territorio con características desérticas determinadas por la influencia de la corriente marina de Humboldt, pero en la que se disponen un conjunto de valles transversales, que serán los espacios más propicios para el desarrollo de grupos estables que acabarán relacionándose con aquellos que aparecen en la montaña.

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LA CORDILLERA DE LOS ANDES EN MACHU PICCHU. (PERÚ).

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El carácter agreste de este medio, obligó a una intervención por parte del ser humano para adaptarlo a sus necesidades y antropizarlo hasta el punto de generar verdaderos paisajes culturales, donde se daba una modificación del territorio para su explotación. Algunos de ellos incluso de menor intensidad en su transformación, no obstante conformaban ejemplos de enorme valía técnica, donde se realizan verdaderas obras de ingeniería como los acueductos que permitían tomar agua de las corrientes que bajaban al Pacífico y que por su esporádica presencia obligaban a su racional utilización. En el interior, sin duda la labor más trascendente fue la construcción de los andenes, que acabarán dando nombre a la cordillera, y que se convierten en un verdadero ejemplo de modulación de las pendientes para permitir controlar el circuito del agua que permitía la explotación agrícola de la tierra.

EL LAGO TITICACA. Desde los primeros momentos en los que se registra la presencia de grupos humanos por América, las concentraciones interiores de agua se convierten en uno de los focos de atracción de población y determinante en la estabilidad de los asentamientos más importantes, imprescindibles para poder explicar el desarrollo de culturas prehispánicas. El caso del Lago de Texcoco posiblemente sea el más importante en el norte, donde tampoco podemos olvidar los cenotes del Yucatán. Por contra el lago Titicaca es el más destacado en la región andina.

LAGO TITICACA. (PERÚ-BOLIVIA).

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La atracción que jugó este último espacio en las culturas que se asentaron, junto o cerca de él, se refleja no solo en la propia cultura de Tiahuanaco, sino en el protagonismo que tendrá en el desarrollo de numerosos mitos de nacimiento y evolución de pueblos, ejemplificado en los incas, quienes ubicaron su origen en este lago. Según éstos, allí se crearon el Sol y la Luna y las estrellas, estableciéndose la separación de la tierra y el mar. Las aguas siguieron un movimiento centrífugo, surgiendo del centro de la tierra hacia fuera en la forma de ríos subterráneos que afloran como manantiales; luego las aguas fluían hacia el mar otra vez a través de riachuelos y ríos. Por ello, no sólo el agua depositada, sino la propia circulación de la misma tiene que ser tenida en cuenta, ya que era considerada como el principio dinámico que explicaba el movimiento y las fuerzas de cambio de la naturaleza. La tremenda altitud a la que se encuentra, aproximadamente 3800 m, lo sitúa en el límite de las posibilidades de cultivo de algunas plantas, a lo que se le une la condición de contar con un bajo coeficiente de salinidad, pero lo suficientemente importante, como para obligar a que la explotación agraria de las tierras que lo rodean no se haga con la intensidad que se deseara. De ahí que su importancia radique más en su papel mítico-religioso, que verdaderamente económico.

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APÉNDICE DOCUMENTAL HIPÓTESIS DE POBLAMIENTO* I. EL HOMOTIPO AMERINDIO ^

«El mismo antropólogo Ales Hrdlicka que demostró los errores cometidos por Ameghino es autor de la primera gran hipótesis del siglo. Partió de una idea muy antigua defendida por el padre Acosta en el siglo XVI y por otros muchos posteriormente, que es la similitud del amerindio con el hombre asiático y la posibilidad de que este último emigrase al Nuevo Mundo a través del Estrecho de Bering (presentido incluso antes de ser descubierto por Virtus Bering en 1741). Hrdlicka pensó que el indio americano procedía de un doblamiento único y reciente (unos diez mil años atrás) efectuado desde Asia. Determinó que el amerindio tenía unas características generales que demostraban su clara ascendencia mongólica, tales como el color amarillento de la piel, el cabello negro, liso y rígido, la falta de pilosiad facial, la proyección popular del rostro, el ojo mongólico y la mancha mongólica. El ojo mongólico se caracteriza, como es sabido, por tener un plano inclinado entre los dos extremos del mismo, presentar un pliegue en el párpado superior que oculta a menudo las pestañas y replegarse desde el ángulo interno del ojo sobre la nariz, tapando la carúncula lagrimal. En cuanto a la mancha mongólica, está producida por las células de Baelz y es de carácter congénito. Suele aparecer en la región sacrolumbar y tiene usualmente color verdoso o pizarroso. Es usual en pueblos de ascendencia asiática y se da con frecuencia en ciertos grupos amerindios. A Hrdlicka se le ha criticado haber inventado un homotipo amerindio inexistente tal como si, (por ejemplo, los españoles se definieran como bajos, morenos, de tez oscura y cabello negro), pero no es cierto que el antropólogo desconociera la variedad indígena. Lo que ocurre es que pensó que tales topologías venían ya diferenciadas dede Asia y entraron así en el Nuevo Mundo, donde se acentuaron más. El prototipo asiático de Hrdlicka es el mongol, pero con rasgos peculiares adquiridos en China occidental, Japón, Filipinas, Formosa, Corea y Tibet. El mayor error del antropólogo fue señalar que había una tipología lingüística y cultural, imposibles de sostener. Afirmó que todas las lenguas amerindias tenían en común el ser polisintéticas (sin contemplar las diferencias estructurales que las separan) y que las culturas de los indios tenían similitudes tales como las técnicas de trabajar la piedra, la arcilla, la madera y el hueso, así como para la fabricación de tejidos y cestas, un método igual de obtener fuego y vestidos, mobiliario y religión parecidos, etc. Pese al rechazo a la hipótesis de Hrdlicka, hoy se sigue admitiendo un doblamiento mongólico y por la vía propuesta por este autor, aunque se niega que fuera la única, tan reciente y que por sí sola sea capaz de explicar la tipología somática, lingüística y cultural indígena. ^

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II. RIVET O LOS CAMINOS DEL MAR Otros muchos científicos establecieron hipótesis de poblamiento por vías oceánicas durante los primeros cuarenta años de nuestra centuria, pero fue Paul Rivet quien

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logró sistematizarlas en su conocido libro Los orígenes del pueblo americano, publicado en 1943 y en el que recogió sus propios trabajos anteriores. Rivet partió del punto de vista de una diversidad amerindia en los tres campos de la Antropología Física, la Lingüística y la Antropología Cultural, que evidenciaban el hecho de un doblamiento múltiple y procedente de Asia, Australia y Malayo-Polinesia. La migración asiática se produjo mediante dos grandes corrientes, mongólica y uraliana. La primera penetró por Bering tal y como Hrdlicka señaló. Rivet siguió en gran parte a este autor del que difiere substancialmente en el hecho de que los asiáticos no fueron los únicos pobladores. Apuntaló así su hipótesis con algunos descubrimientos notables, realizados después de que Hrdlicka la formulara, procedentes de la lingüística y la serografía. En el primero de éstos destacó las correlaciones entre morfemas de las lenguas de los grupos Na-Dene y Sino-Tibetano hechas por Salir. En serología resaltó el alto porcentaje de grupo sanguíneo 0 existente entre los inicios como prueba de su ancestro mongólico o asiático. En cuanto a la corriente uraliana, o protouraliana mejor, supone que partió de alguna zona de Asia meridional y se dirigió hacia el norte por algún motivo que desconocemos (quizá por la presión de otros pueblos), adaptándose progresivamente a climas cada vez más fríos. Al llegar a las regiones árticas se dividió en dos grupos que siguieron direcciones contrapuestas, E y O. Este último entraría en Europa durante el Cuaternario superior dejando la raza de Chancelade como testigo de su presencia. El otro grupo cruzaría Asia hacia el NE desde donde pasaría a América, siendo los actuales esquimales sus descendientes. La presencia de un elemento australoide en América la fundamenta antropofísica, lingüística y etnográficamente. Para lo primero establece unas semejanzas craneométricas (capacidad, índice cefálico horizontal, índice anchura-largura, índice nasal, facial superior y orbitario, así como prognatismo) y sexológicas (grupo sanguíneo predominantemente 0): En lingüística estudia las correlaciones existentes entre los australianos y la lengua amerindia Chon a través de un vocabulario de 44 palabras que recogió el padre Schmidt entre los elementos más estables (con los que se designan partes del cuerpo o fenómenos naturales). Finalmente anota una larga serie de semejanzas etnográficas tales como la hamaca, el uso de las mantas de piel, las chozas en forma de colmena, el trenzado en espiral, barcas hechas con pedazos de madera cosidos, armas semejantes al boomerang, etc. El propio Rivet reconoce que las series utilizadas para las comparaciones son muy pequeñas, sin embargo son las únicas que puede aportar. En cuanto a la ruta migratoria utilizada por los australianos para ingresar en América, es la misma que había propuesto el antropólogo Mendes Correa en 1925, es decir, Australia, Tasmania, islas Auckland, Campbell, Macquarie, Esmeralda, Tierra de Wilkes, Tierra de Eduardo VII, Tierra de Graham y Cabo de Hornos. Rivet opina que la migración se efectuó cuando los hielos se contrajeron como consecuencia del optimum climático ocurrido hace unos seis mil años y que las pruebas arqueológicas de tal paso se encontrarán quizá en un futuro. A parte de lo señalado anteriormente, esta hipótesis adolece de un grave inconveniente, y es la imposibilidad de que los australianos, un pueblo que desconocía prácticamente la navegación, fuera capaz de atravesar los 1600 kilómetros existentes entre Tasmania y Macquarie. ^

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El doblamiento melanesio dejó en América, según Rivet, un tipo étnico que denomina paleoamericano, caracterizado principalmente por los famosos cráneos de Lagoa Santa (Brasil), aunque se extiende por toda América, desde la Baja California hasta Argentina, pasando por el suroeste norteamericano, Colombia, Ecuador y Perú […]. El poblamiento polinésico lo establece con una metodología similar. En lingüística destaca la identidad de las palabras kichua y polinésica para designar el camote o plantas similares, o del polinésico y araucano para el morfema hacha. En etnografía recoge semejanzas como el horno polinésico (se han encontrado evidencias desde su existencia desde hace cuatro mil años en Sudamérica) y objetos como el patupatu. La posibilidad de que los polinesios llegaran a América no ofrece problemas ciertamente, pues tenían una gran técnica de navegación y unas embarcaciones magníficas, como las piraguas dobles, que les permitirían resistir el oleaje del océano y cubrir unas distancias de unas 75 millas en diez o doce horas, llegando así a la isla de Pascua en unos veinte días, y saltar luego hasta América. Rivet refuerza su hipótesis con una tradición recogida por Caillot entre los polinesios mangarevienses, según la cual sus habitantes habían navegado por el oriente hasta Taikoko y Ragiriri, lugares que suponen serían el Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes. Rivet concluyó su hipótesis incorporando la migración vikinga en el siglo X, que pudo también dejar influencias lingüísticas y culturales en América. Había abierto así océanos a todos los pueblos pobladores desde el Viejo Mundo.

III. LAS DOCE TIPOLOGÍAS INDIAS DE IMBELLONI Utilizando datos antropofísicos recogidos por otros investigadores y sus propias investigaciones anteriores J. Imbelloni replanteó en 1938 su hipótesis de doblamiento. Partió del hecho de que los indios americanos presentaban once tipologías bien diferenciadas, reflejos de un origen poblador múltiple y de un mestizaje entre los grupos inmigrantes. Las corrientes pobladoras eran siete, tasmanoide, australoide, melanesoides, protoindonesios, indonesios, mongoloides y esquimales. Imbelloni consideraba inútil buscar semejanzas culturales entre los pueblos que hay habitaban Asia y Oceanía y los de América, pues éstos tienen ya poco que ver con sus antecesores. También consideraba absurdo preocuparse por las rutas de doblamiento, ya que los lugares de partida no obligaban necesariamente a seguir una vía marítima o terrestre. Rompió de esta forma con la Historia y con el difusionismo cultural. Los doce grupos de amerindios son: SUBÁRTIDOS. Habitaban en la costa ártica (esquimales). Son de estatura pequeña, cuerpo rechoncho, extremidades cortas, piel amarillenta, ojo y mancha mongólicos. COLÚMBIDOS. Habitaban en la costa pacífica de Canadá y Estados Unidos hasta el río Columbia. Son de estatura media o alta, cráneos braquicéfalos, torso y piernas cortas, piel clara y escasa pilosidad.

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PUEBLO-ANDINOS. Habitaban dos regiones muy diferentes: una en Norteamérica, sobre las cuencas de los ríos Grande y Colorado, así como en los estados de Arizona y Nuevo México; otra sobre la cordillera andina en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y norte de Chile. Son de estatura pequeña, cráneos meso o braquicéfalos, cabeza pequeña, torso muy grande, cabello negro, liso y rígido y escasa pilosidad. APALÁCIDOS. Habitan el oriente de los Estados Unidos, desde el río san Lorenzo hasta el Mississipi. Son de gran talla, dolicocéfalos con tendencia braquicefalia y color claro de piel. PLÁNIDOS. Habitan las grandes llanuras norteamericanas desde Alaska hasta el Atlántico. Son altos, mesocéfalos, con pómulos muy salientes, narices largas, y cóncavas y piel bronceada. SONÓRIDOS. Habitan la costa pacífica norteamericana, desde el río Columbia hasta el actual estado de Sonora en México. Son altos, de cabeza pequeña, cara redondeada y piel algo oscura. ISTMIDOS. Habitaban el sur de México, Centroamérica y Colombia (excepto en la parte andina de este último país). Son de pequeña estatura, cráneos braquicéfalos, cara ancha y corta, nariz ancha, cabellos y ojos de color negro. AMAZÓNIDOS. Habitaban en la gran Amazonia, que va en Sudamérica desde los Andes al Atlántico y desde Venezuela hasta el Río de la Plata, y principalmente las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco. Son de mediana estatura o baja, algo dolicocéfalos, cuerpo robusto, brazos largos, piernas cortas y piel amarillenta. PÁMPIDOS. Habitaban la Pampa hasta la Tierra de Fuego y una gran parte del Mato Grosso en Brasil. Son muy altos, dolicocéfalos, pómulos salientes, mentón muy pronunciado, cara larga, nariz alargada y pelo liso y duro. LÁGUIDOS. Habitan en dos regiones muy diferentes, como el altiplano oriental de Brasil y pequeñas áreas al sur de la península de California, México y costa de Chile. Son de estatura pequeña, muy dolicocéfalos y de cara y nariz anchas. FUÉGUIDOS. Habitaban la Tierra de Fuego y algunas regiones de la costa chilena y del oriente colombiano. Son de estatura baja, dolicocéfalos, piernas cortas y casa y nariz largas. A Imbelloni se la ha criticado la escasa influencia que atribuye al medio en la conformación de tipologías amerindias y lo incompleto y anticuado de los materiales que utilizó para su hipótesis». * AA.VV. Historia de Iberoamérica. Prehistoria e Historia Antigua. T.I. Madrid, Cátedra, 1992, pp. 24-31.

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CAPÍTULO 2:

ASPECTOS CULTURALES INTRODUCCIÓN Para el estudio de los distintos aspectos de las culturas prehispánicas se cuenta con un conjunto de disciplinas que se han aproximado a las mismas, apoyadas en dos fuentes primordiales, aunque no son las únicas. Una de ellas es la propia cultura material que a través de la Arqueología nos muestra la variedad de objetos que se produjeron desde los períodos Arcaico y Precerámico, hasta el siglo XVI de nuestra Era, y cuya interpretación es fundamental para poder entender la evolución que conocieron cada uno de los grupos que se asentaron en el territorio americano, así como el grado de las relaciones que se pudieron establecer entre ellos. En segundo lugar las fuentes documentales que desde el siglo XVI se van a convertir en un referente necesario para el estudio de estos grupos humanos, sin olvidar que fueron escritas en unas condiciones de desfase temporal, apoyadas en la propia tradición oral de estos pueblos, y que obligan a tener presente una cierta cautela a la hora de su valoración. Es a través de ellas como se puede acceder en una primera fase al análisis de la complejidad que alcanzaron en sus desarrollos internos estas culturas y como aquella se reflejó en una serie de aspectos que nos hablan del grado de civilización que alcanzaron. La estructura de la organización social y del panteón religioso; la existencia de unos mecanismos de cómputo y relación como el calendario y la escritura, la capacidad de creación de imágenes dotadas de significados abstractos relacionados con las fuerzas de la Naturaleza y la articulación territorial por medio de una estructuración económica fundamentada en la agricultura y el comercio, son algunos de esos rasgos destacados que ayudan a comprender e interpretar con garantías y con mayor claridad algunas de las características de las manifestaciones culturales que llegaron a producir estas sociedades prehispánicas.

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A eso se unen acciones de mayor envergadura como la generación de enclaves perfectamente planificados, que hablan de una tradición urbana y de definición de los espacios que generan la escenografía necesaria para que sirvan de marco vital a sociedades perfectamente organizadas sin las que serían impensables dichas intervenciones.

CABEZA COLOSAL OLMECA, Nº 4. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

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LA SOCIEDAD La paulatina especialización que fueron conociendo los grupos que se distribuían por las distintas regiones de la América prehispánica, era el comienzo de un desarrollo que alcanzaría su máxima expresión a partir de la etapa preclásica, fundamentalmente en los centros olmecas de la costa del Golfo y en enclaves como Chavín de Huántar, en los Andes, en el Horizonte Antiguo. Este proceso inicial se proyectó en la aparición de sociedades prehispánicas que se caracterizarán por estar perfectamente estructuradas de una manera jerárquica, aunque no siempre con el mismo orden interno. La progresiva complejidad que fueron adquiriendo con el tiempo y en el espacio, se reflejó en la aparición de algunos miembros de esas sociedades que llegaron a controlar al resto de la población, inicialmente por motivos religiosos y más adelante por causas militares, aunque ambos coexistirían en determinadas etapas. En el primero de los casos la existencia de chamanes en el seno de los grupos sociales, puso de manifiesto una incipiente diferenciación interna de los grupos que por tradición o especiales circunstancias aprovecharon la necesidad de interpretar los acontecimientos sobrenaturales para lograr explicaciones terrenales, evidenciando la posesión de unas actitudes concretas para determinadas actividades propiciatorias, que afectarían a los logros conjuntos del grupo, al funcionar de intermediarios entre los dioses y éste. En ese sentido, la evolución desde fases iniciales igualitarias hasta la conformación de las complejas sociedades de las civilizaciones, azteca o inca, evidencian un paulatino proceso que se reflejará en la propia organización social interna. De ahí que el análisis de la evolución de la sociedad prehispánica americana se caracterice por el estudio de la constante adaptación del hombre a las propias condiciones naturales que lo determinan, así como a su cada vez mayor complejidad mental. Las sociedades prehispánicas comenzaron su andadura en el preciso momento en el que el hombre se enfrentó a una mínima organización para efectuar labores de caza y recolección con las que garantizar el sustento del grupo. Durante los 5000 años anteriores al nacimiento de las sociedades urbanas se produce el desarrollo de una incipiente vida rural en una fase de clara neolitización en la que se domestican plantas y animales, que derivó en la localización de los grupos en puntos determinados y la explotación de los recursos naturales del entorno. Se trata del primer momento en el que se constata una evidente acumulación de objetos y la aparición de un excedente de tiempo y energía que fue aplicado en la consecución de otros fines entre los que estarían los propiciatorios, las construcciones de complejos sagrados y todas aquellas actividades que necesitaron de una clara aportación colectiva. Una sumatoria de objetos y tiempo libre, que permitirán desarrollar actividades desconocidas hasta ese momento y que contribuyeron a una inicial diferenciación interna entre quién se mantenía en las acciones productivas y quién se dedicaba a las artesanales enfocadas a la producción de cerámica, textiles, etc., y por lo tanto lejos de la actividad exclusivamente cazadora – recolectora, que hasta ese momento había caracterizado la vida diaria de estos grupos. Estos miembros destacarían, por un claro carácter sumiso, paciente, y en definitiva gregario, frente a los que ostentaban la capacidad de mando que explicaba el distanciamiento entre una y otra.

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MONUMENTO Nº 19. LA VENTA. (MÉXICO).

Las crecientes relaciones comerciales que aparecen entre las distintas regiones, constatadas de una manera clara en el período Clásico en Mesoamérica y desde el Horizonte Antiguo en la región andina, afectará a una mejora de la calidad de vida mediante el perfeccionamiento de todos los ámbitos de la existencia y una mayor interdiversificación social, aportando elementos de equilibrio en los procesos evolutivos, como ali-

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mentos o materiales de construcción. Es este el momento en el que aparecen ya totalmente definidos los sacerdotes, clase social derivada de los primitivos chamanes y que se dedicarán a la gestión de las riquezas de los templos, espacios que adquirían la virtud de convertirse en los lugares en los que se encontraba solución a los problemas sociales derivados de la creciente acumulación de riqueza. Junto a ella la propia realeza, muy vinculada con la clase religiosa, la clase militar y el resto de la población entre los que se podrían destacar comerciantes, artesanos y agricultores, se conformaban como los elementos integrantes de una estructura que prácticamente se mantendría a lo largo de la etapa clásica, coincidiendo con la eclosión de las ciudades-estado, tanto en la zona mesoamericana como en la andina, y finalmente en el período Postclásico y el Horizonte Tardío, constituyendo las estructuras que entraron en contacto y conoció el hombre europeo. La sociedad que surge con la aparición del grupo sacerdotal reflejaba un orden dual en donde la religión encontraba una clara vinculación con al idea de civilización frente a la barbarie relacionada con la ausencia de creencias religiosas. Unas ideas que transmitidas a través de objetos, no dejaban de representar conceptos como los de respeto y terror, destinados a la concentración y mantenimiento del poder en unas manos muy exclusivas.

DETALLE DE LA PIEDRA TIZOC CON REPRESENTACIÓN DE GUERREROS. AZTECA. MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA. (MÉXICO).

No obstante, esta situación se rompe a inicios del primer milenio, momento en el que surgen aristocracias guerreras que hasta ese momento se habían mantenido en un segundo plano y que resultan de la incursión de poblaciones nómadas que

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acabaron controlando a las sociedades teocráticas. Toltecas, mixtecas y chimús son los protagonistas de un cambio que de alguna manera provocó una vuelta al pasado con los grandes imperios a partir del 1300, convirtiéndose en símbolo de unidad, capacidad de emprender obras públicas y sobre todo de colonización de nuevas tierras, hasta el momento en el que harían aparición de los españoles, caso de los aztecas y de los incas. Es en esta última civilización es donde nos queda aún una unidad social básica de la que hablar: el ayllu. En el mundo inca, toda la organización social giraba en torno a este núcleo que prácticamente representa la unidad de parentesco en la que los miembros se consideran descendientes de un antepasado común, real o supuesto. Junto a ello, se tenía una localización territorial estricta, con lo que cual favorecía que el patriarcado generase unas relaciones de endogamia claras. Todo un sistema que se incorporó al imperio y que dio lugar a los ayllus reales.

LA RELIGIÓN Las religiones prehispánicas son esencialmente agrícolas. Las divinidades, los ritos, las fechas de las festividades, todo estaba vinculado directamente con las fuerzas de la Naturaleza y con el cultivo de la tierra. Las explicaciones sobre el origen de la vida hacen referencia constante al maíz como alimento supremo, como material con el cual se hizo carne de los hombres. Por ello las ceremonias, presididas por verdaderos intermediarios como eran los sacerdotes, se convertían en acciones propiciatorias de la lluvia y la fertilidad formando el núcleo de los rituales, siendo la parte más antigua e importante de la compleja estructura del calendario de fiestas. Algunos autores incluso hablan de la propia guerra como la acción con la cual estos pueblos se hacían de los prisioneros necesarios para poder sacrificarlos con el único fin de mantener el movimiento del universo con sus ofrendas, verdadero alimento de los dioses, por encima de pretensiones de expansión territorial. La preocupación por la lluvia, cuya expresión más clara pudo ser la perfección que se alcanzó en el control y traslado del agua para riegos en determinadas zonas de Mesoamérica y Suramérica, era la lógica consecuencia del carácter agrícola de aquellas sociedades, siendo el culto a la fertilidad el resultado más común de estas prácticas. La presencia constante de imágenes y figuras de personajes femeninos desde las etapas más tempranas y sobre todo el papel destacado que alcanza la imagen de la mujer en la organización social interna, se puede considerar como testimonio de la preponderancia que lo femenino alcanza a niveles religiosos. El hombre prehispánico vivía inmerso en un universo trascendente en el que las divinidades y las fuerzas todopoderosas estaban presentes cotidianamente, y en el que los actos de los humanos influían en el orden o el caos del cosmos. La Naturaleza se convertía en un ámbito que no era independiente del obrar humano, de tal manera que cada acto de la vida estaba inmerso dentro de un ciclo universal del que difícilmente de podía ver desarraigado. Esta religiosidad que impregna la vida

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RELIEVE OLMECA CON LA REPRESENTACIÓN DE UN SACERDOTE. XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

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XOCHIPILI. DIOS DE LOS JUEGOS, DE LOS PLACERES Y DE LA ABUNDANCIA ENTRE LOS AZTECAS.

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en todos sus resquicios, conlleva a la presencia de una cuidadosa y omnipresente ritualización. La vida y la muerte aparecen regladas por ritos que acompañan al hombre durante toda su existencia, ritos para nacer, morir, crecer, pasar de un estado biológico o social a otro, para conseguir abundancia, fortuna o felicidad, etc., y de los que dejarían testimonios valiosísimos autores como Bernardino de Sahagún. Ejemplo de cómo los distintos elementos que intervienen en la caracterización de la religión prehispánica encuentran su período definitivo y clarificador, lo tenemos en la cultura azteca o mexica, en la que se inscriben los sacrificios humanos que narraron las crónicas españolas, reflejo de que en el don divino de la vida reside y alumbra con más claridad la idea de que el universo entero está sostenido por la energía humana, y sólo el sacrificio proporcionará la fuerza suficiente para el sostenimiento del ciclo vital. Una vinculación entre lo humano y lo divino que aparece en el mito de la creación del Sol y la Luna en Teotihuacán, en una ceremonia en la que también se crea al hombre a partir de los huesos triturados de los dioses, acción que convierte a los primeros en seres con un componente divino y a los segundos en señores incompletos ligados de por vida a los sacrificios humanos.

CABEZA DE TLÁLOC. LA CIUDADELA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Según los distintos mitos que se desarrollan, en el momento de la concepción de un ser humano, un fragmento de energía cósmica o tonalli, desciende del cielo y se encarna en el nuevo ser para conferirle la vida. Una energía que solamente se recupera mediante el sacrificio ya que de lo contrario se pierde en el camino hacia el Mictlán o país de los Muertos. Los sacrificados son seres privilegiados cuyo

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destino está en garantizar que la vida continúe y que el sol se mueva, uno de los pocos aspectos considerados como eterno por parte de las culturas prehispánicas. Solamente la muerte aseguraba la vida; las fuerzas de la resurrección, que parten del sacrificio, permiten que el sol vuelva a salir, que la vegetación se regenere y que el agua abunde. Vida y muerte se convierten en dos aspectos de la misma realidad, persistente idea del equilibrio de contrarios y que se reflejan en los esqueletos vivientes que abundan en la iconografía prehispánica. Con la llegada de los españoles hubo una eficaz sustitución de un panteón por otro y de unas prácticas y ritos por otros. Una transición facilitada por la similitud entre lo antiguo y lo nuevo, fundamentalmente porque las dos tradiciones compartían entre otras, una especie de confesión, un rito de comunión, creían en la existencia de una madre sobrenatural, etc. En definitiva aspectos que incluso influyeron en los diseños arquitectónicos de los edificios religiosos coloniales que buscaron en cierta medida una similitud con lo preexistente, con la intención de que el adoctrinamiento masivo al que se vería sometido el indígena, tuviera su marco adecuado en el que no se encontrara extraño, estando incluso decorado con una pintura mural, que iconográfica y técnicamente hundía sus raíces en la imagen de los espacios prehispánicos. El panteón prehispánico mesoamericano engloba divinidades tan dispares como Tláloc, el dios de la lluvia, Quetzalcóatl, Xochipilli, Chalchiutlicue, Coatlicue, Xochiquetzal, Xipe Totec, Huitzilopochtli, Tonatiuh, Tlazolteotl, entro otras. Muchas de ellas aparecen en la tradición religiosa desde etapas del preclásico como es el caso de Tláloc, siendo una constancia la relación de las mismas con la agricultura y fenómenos de la naturaleza vinculados con ella. La religión en la zona andina siempre estuvo vinculada con la construcción de centros religiosos desde los que emanaban los dogmas y las prácticas que por ejemplo caracterizaron el Horizonte Antiguo con Chavín o el Medio con Tiahuanaco. El estudio que se puede realizar a partir del análisis de las crónicas que desde el siglo XVI se comienzan a escribir sobre el Imperio peruano, pone de manifiesto la existencia de una clara doble vertiente a la hora de hablar de la religión andina. Ambas apoyadas en la existencia de una serie de mitos cosmogónicos que explicaban el origen del mundo, de los hombres, de las plantas, etc., incluso de su propio universo dentro del cual el inca se consideraba parte. Todo un corpus de información transmitida de modo oral y donde juega un papel importante Viracocha, una especie de héroe-padre que será fundamental en el desarrollo del pueblo inca. Dentro de estos esquemas que ordenan ese conjunto de creencias que afectarán a su percepción del universo destacan algunos dioses que actuaban en diferentes planos y con distintas funciones, que en definitiva regían las fuerzas de la naturaleza y facilitaban al hombre su sustento y su seguridad. A estos dioses se les daba el nombre genérico de huacas y se situaban en la base de la religiosidad popular. Para el caso suramericano, figuras como el Lanzón, el señor de los Báculos que evoluciona desde una fase chavinoide hasta su representación en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, Viracocha, o la propia conversión de las figuras del Sol y la Luna como divinidades, mantienen un mayor hermetismo respecto a la claridad de su sentido fundamentalmente en los dos primeros casos.

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DETALLE DE LA ESTELA RAIMONDI. CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

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No obstante dentro de todo este conjunto de integrantes de la religión preincaica e incaica que estamos señalando, queremos hacer especial mención de los antepasados de los ayllu, que momificados y santificados conformaban lo que denominamos como mallquis llegando a mantenerse como elementos de culto tras la llegada española. Unos antepasados de cada una de las familias, cuya conservación se veía como elemento indispensable para reforzar las señas de identidad de los grupos. En ese sentido, la creencia en una vida tras la muerte, estuvo muy asentada tanto en Mesoamérica como en la área andina, testimoniándose fundamentalmente en la aparición de una serie de edificios, ceremoniales y objetos que ratifican este aspecto. La presencia de ajuares abundantes en las tumbas tanto de Monte Albán como en las mochicas, pueden ser un ejemplo de la enorme preocupación que existía por hacer acompañar al difunto en su viaje más largo. La misma existencia de las dos formas básicas de enterramiento, incineración e inhumación, muestran la evolución que a lo largo de su historia conocieron los comportamientos ante la muerte por parte de estas culturas.

“CODZ POOP”. KABAH. YUCATÁN. (MÉXICO).

Este concepto determinó el desarrollo de todo un conjunto de rituales encaminados a la conservación del cuerpo momificado, sobre todo en las culturas preincaicas e incaicas, ayudándose de las especiales condiciones del clima. Culturas como la chinchorro, muestran lo tempranas que fueron estas prácticas, que se heredaron en el tiempo por mochicas e incas. Tanto las condiciones extremas del desierto como las de la alta montaña, aceleraron los procesos que aún en la actualidad sorprenden por el magnífico estado de conservación en el que hallan algunos de los cuerpos.

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LA ESCRITURA Y EL CALENDARIO Uno de los máximos exponentes que plasman el desarrollo cultural al que puede llegar un determinado grupo, incluso para ser considerado como civilización, es la existencia de los instrumentos necesarios para la comunicación entre los distintos miembros que lo componen y las sociedades con las que se relacionan. A ello unimos las posibilidades de control del tiempo que son el reflejo de un alto grado de evolución, manifestación máxima del control de la aritmética. Detrás de ello se esconde un paulatino dominio de la Naturaleza que los rodea, de tal manera que el cómputo de los productos excedentes, así como una mejor manipulación de los productos agrícolas, provocan la necesaria aparición de la escritura y el calendario. Respecto a la primera de ellas, la existencia de un lenguaje escrito, en el que se combinan elementos abstractos con imágenes, pudo tener su origen en el período olmeca, momento en el que se registra la presencia de elementos esculpidos en los que aparecen signos de una complicada interpretación. Las posibles relaciones con la zona maya explicarían la existencia de similares iconografías que se emplean fundamentalmente en estelas, lo que relaciona desde un primer momento la escritura con las clases sociales dirigentes, que la emplearían para determinar y marcar momentos y fechas que se recordarían por su especial significación.

TABLETA DE LOS ESCLAVOS. PALENQUE. (MÉXICO).

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ESTELA OLMECA. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

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Signos que se mantendrían relacionados con lugares destacados como los aparecidos en las estelas de la pirámide de Cuicuilco, en el Pedregal de México D.F., y que anticipan la etapa clásica teotihuacana. Una escritura tremendamente dominada por la imagen que encontrará su culminación en los códices mixtecos de la fase final clásica y que serían el preludio del magnífico desarrollo de la escritura maya a partir del siglo X d.C. Desde este momento los máximos elementos serán los desarrollados por éstos, creando un código consistente en signos enmarcados y compuestos que aún se llaman jeroglíficos ya que solamente se han conseguido descifrar un tercio de los 820 signos que componen el conjunto total. El alto grado de sofisticación alcanzado en este sentido, nos obliga a hablar de ellos diferenciando estos textos precolombinos en dos clases y dos épocas. Los primeros son epigráficos y están formados por inscripciones monumentales en estelas y edificios, todos de la etapa clásica. El segundo grupo lo integran los textos manuscritos en papel de corteza de los que solamente se conservan los códices de Dresde, París y Madrid. Las inscripciones registran sucesos históricos y míticos, mientras que los manuscritos presentan fechas, tablas y cómputos astronómicos, referencias a los dioses, prescripciones rituales y símbolos de dirección. La escritura se ha reconocido como un sistema compuesto, ni ideográfico, ni puramente fonético, sino que contiene expresiones en ambos modos. Por lo que respecta al cómputo del tiempo, los calendarios se testimonian desde la etapa olmeca en una clara relación de estas culturas con los ciclos vitales de la Naturaleza que se hacían indispensables controlar, debido a su estrecha vinculación con la producción agrícola de la tierra. Posiblemente sea esta necesidad, la explicación de la aparición de un obligado control del transcurso del tiempo que también alcanzó su máximo exponente en la etapa maya. En esta fase encontramos inscripciones en las que se ofrece el número de días que han transcurrido desde un

CALENDARIO DE SACSAHUAMÁN. CULTURA INCA. CUZCO. (PERÚ).

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punto de partida arbitrario, teniendo en cuenta como señala el profesor Andrés Ciudad, que el tiempo no se puede conceptuar como un fenómeno estático, sino recurrente, cíclico, que es susceptible de medir y que puede ser medido en unidades jerárquicas manipulables matemáticamente. De esta manera podemos decir que el calendario, desde su aparición y total definición en el período maya, tiene sus raíces en la historia, y se ha forjado a partir de la religión, de los horóscopos, de la adivinación y de la astronomía. La complejidad que alcanzó en el mundo maya hizo que contarán con varios ciclos, con unas funciones muy determinadas y que fueron utilizados por las elites aristocráticas y sacerdotales para legitimar su posicionamiento frente al pueblo. Siguiendo al profesor Andrés Ciudad, vamos a explicar en que consistía el calendario maya que es el que alcanzó un mayor grado de complejidad y de elaboración en las culturas prehispánicas de Mesoamérica. El primer ciclo se conoce con el término de tzolkin o “cuenta de los días”, que los mayistas han bautizado como almanaque sagrado. La unidad básica es el día, cuya designación obedece a la combinación de dos elementos: un número del 1 al 13 y un conjunto de veinte días con su propio nombre. Los nombres de los días adaptados al castellano por Fray Diego de Landa son: Imix, Ik, Akbal, Kan, Chicchan, Cimi, Manik, Lamat, Muluc, Oc, Chuen, Eb, Ben, Ix, Men, Cib, Caban, Etz’nab, Cauac, Ahau. El proceso consistiría en asimilar un número a un día de manera sucesiva, 1 Imix, 2 Ik, etc., cerrándose el ciclo cada 260 días. El segundo calendario define el año solar conocido como Haab y consta de dieciocho meses de veinte días cada uno, más un mes adicional de cinco días. Sus nombres son: Pop, Uo, Zip, Zotz, Tpec, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Zac, Ceh, Yax, Zac, Ceh, Mac, Kankan, Muan, Pax, Kayak, Cumku, Uateb. La combinación de este calendario es más parecida al nuestro, de tal manera que cada mes corre los veinte días correspondientes, 0 Pop, 1 Pop, etc., hasta completar los 360 días. Estos dos calendarios llegaron a combinarse para dar lugar a la que se conoce como Rueda Calendárica, que es resultado de combinar 260 x 365, dando lugar a 18.980 días o lo que es lo mismo 73 tzolkin o 52 haab. En este tercer caso los días irían nombrados de la siguiente manera 1 Imix 0 Pop, 2 Ik 1 Pop, 3 Akbal 2 Pop, etc. Las dimensiones a las que llegó el cómputo del tiempo hizo necesaria la utilización de unidades, que permitieran medir los períodos de cincuenta y dos años. Estos órdenes de unidades son Kin que equivale a un día; Uinal que corresponde con 29 kines; Tun, es decir 18 uinales; Katun o lo que es lo mismo 20 tunes y por último Baktun que son 20 katunes. Conocidas como series iniciales se emplearon continuadamente en estelas, altares, etc., y registran la fecha de erección, mediante la enumeración de los períodos de 400 años que han pasado desde el cero, así como los períodos de 20 años del ciclo de 400 en curso. También se da la fecha del monumento concreto en el período de 20 años y en el calendario ritual de 360 días. En otros bloques de signos aparecen otros detalles sobre la edad lunar, sobre las regencias divinas implicadas en la composición astronómica del momento y otras series se ocupan de los cómputos relativos al año solar y a la posición de la tierra respecto del sol. El sistema incluye signos para los números, para los períodos, para las deidades, para las direcciones y para las prescripciones rituales, así como para los augurios.

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EDIFICIO CONOCIDO CONO “EL CARACOL”. POSIBLE OBSERVATORIO ASTRONÓMICO. CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).

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La cronología es muy precisa, ya que no puede reaparecer ninguna fecha de serie hasta después de 374.440 años, y es duradera, puesto que la inscripción de serie inicial es tan redundante que su mensaje fundamental se puede reconstruir incluso aunque estén destruidas las dos terceras partes. En la historia clásica maya se personificaba y deificaba cada período de tiempo, hasta el simple día. El culto y ritual de los períodos de tiempo sigue vigente, aunque atenuadamente, entre las remotas comunidades de las tierras altas de Guatemala y el sur de México. Estas fechas de series iniciales y otras más breves, llamadas expresiones de calendario redondo, están muchas veces separadas por números que indican distancia, y que señalan los días transcurridos entre las fechas registradas. Éstas a menudo se refieren a personas, títulos hechos y lugares, y a partir de su lectura se podrá reconstruir finalmente la historia dinástica de muchos emplazamientos mayas clásicos. Por lo que respecta al área suramericana, sería con los incas con los que se alcanzaría un mayor grado de desarrollo y expansión cultural. Pero al contrario de lo que venimos comentando para la zona mesoamericana, en el mundo inca no existe ninguna clase de escritura, siendo los kipus y la fuerza de la tradición hablada los únicos medios que se emplearon para transmitir los acontecimientos históricos. Los kipus, más que una escritura, se convirtieron en el mecanismo que permitió registrar la marcha del Estado, mediante un sistema de nudos y piedras en cordones de diversos colores y tamaños que marcaban los acontecimientos, datos estadísticos, batallas, cosechas y expediciones. Cada cosa indicaba su lugar en las cuerdas, de tal manera que las unidades se colocaban en la extremidad inferior del hilo, las decenas más arriba y así sucesivamente. Cada cordón tiene un significado que corresponde a un determinado color y así el amarillo representa el oro, el blanco la plata, el rojo la guerra, el verde la sementera, etc. A la muerte de un soberano, los altos dignatarios se reúnen para considerar los hechos de mayor importancia, seleccionar aquellos que se darán a conocer al pueblo y los que son de dominio divino. Merced a los kipus los funcionarios o kipucamayos llevaban cuenta exacta de la población según la edad y sexo, los nacimientos, muertes, enfermedades, casas, animales, cosechas, etc.

LA ECONOMÍA (AGRICULTURA Y COMERCIO) Los primeros grupos que se asientan de una manera estable en el territorio, culminando el proceso de sedentarización iniciado siglos antes, pusieron de manifiesto la pronta necesidad de consolidar la evolución de dos elementos fundamentales para mantener la estabilidad del grupo, la agricultura y el comercio. El paulatino calentamiento de la tierra desde las últimas glaciaciones que lo hacían más similar al actual, permitió que la economía básica de estos grupos se sustentara con un sistema mixto en el que convivían pesca, recolección, cacería, la propia agricultura y los intercambios de objetos y productos, siempre dependiendo de las propias características de los territorios por donde se movían.

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ESTELA DE QUIRIGUÁ. (GUATEMALA).

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La agricultura plasmaba en sí misma el largo proceso de contemplación y análisis de la Naturaleza, selección de especies vegetales y su posterior domesticación para hacerlas productivas, aspecto del que venimos hablando, generando un desarrollo en torno a una de las plantas que más trascendencia ha podido tener en el desarrollo de una civilización: el maíz. De las hipótesis más recientes acerca del origen del maíz, encontramos una serie de apreciaciones que van desde las propuestas de una evolución unilineal hasta los que defienden trasmutaciones que llevaron la línea evolutiva por caminos que no se han constatado con la realidad arqueológica. En este sentido jugó un papel fundamental la cultura indígena que llevó a cabo hibridaciones tendentes al mejoramiento de la especie y a un mayor rendimiento de la planta. Un mecanismo cultural al que se le unió la incidencia de las condiciones climáticas, topográficas y aquellas que pudieron afectar a la consecución de su consolidación como base de la alimentación americana. Hacia el cuarto milenio antes de Cristo, la domesticación del maíz había dado sus primeros resultados en México, Centroamérica y Suramérica, un elemento de vital importancia que incluso derivó en el desarrollo y aparición de diversas tipologías de paisajes como el de chinampas en el Valle de México o el de andenes que alteraría el medio en la zona andina y que junto con un control efectivo del agua se convertiría en uno de los pilares de las civilizaciones que se desarrollaron desde la costa colombiana a la chilena y en los valles interiores de los altiplanos. Junto al maíz, el cultivo de la calabaza, el aguacate, el chile, la papa o la mandioca, vinieron a completar un amplio grupo de plantas que se domesticaron

EL GRAN COLIBRÍ. ARTE NAZCA. (PERÚ).

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de una forma paulatina. Una agricultura que desde un inicio también conoció una evolución en lo que se refiere a las distintas técnicas y sistemas de cultivo que evidentemente incidieron en la producción de excedentes, cuya disminución fue la causa de las crisis del siglo VIII que dieron al traste, por ejemplo en el área mesoamericana con culturas como la teotihuacana o la maya. El control del agua fue necesario para que se produjera dicho desarrollo y así lo constatan los innumerables canales que aparecen en yacimientos tempranos como el olmeca de San Lorenzo, las propias obras de ingeniería que corrigieron el trayecto del río San Juan en Teotihuacán o los sistemas de acueductos, canales y andenes que aparecerán en la región andina, recorriendo las márgenes de los ríos que desde los Andes, descendían hasta el Pacífico. Respecto a las rutas comerciales, éstas se definen desde un primer momento como los vehículos a través de los cuales se pusieron en contacto distantes zonas de América que intercambiaron productos excedentes y materias primas sobrantes, en una incipiente articulación económica de las relaciones que llegó a su máximo culmen en las etapas finales de los imperios americanos de los siglos XIV y XV, justo antes de la llegada del hombre europeo. Desde los primeros momentos, los intercambios comerciales permitieron la existencia de rutas de comunicación que explicaron la presencia de elementos culturales en punto distantes a los de origen. No olvidemos que en la zona mesoamericana ya los olmecas establecieron vías de penetración a otros espacios como la zona de los Valles de Oaxaca o el propio altiplano mexicano, en busca de unas áreas que suplieron las carencias agrícolas de su zona de origen. Por otro lado Teotihuacán estableció puntos de contacto con la zona del Yucatán y los propios Valles de Oaxaca y éstos últimos con Monte Albán a la cabeza controlaban rutas hacia el Golfo, el propio Valle de México, la zona del Pacífico y el área maya. En la región andina, serían los incas quienes llevaron a cabo una articulación territorial global que hasta ese momento no se conocía y que las propias condiciones geográficas determinaron en un alto grado, como fue el caso de la propia costa donde los valles transversales funcionaban como puntos focales de ocupación o los propios valles interiores andinos que en ocasiones solamente permitían una verdadera y más rápida comunicación con la zona costera, más que con otras regiones del interior. Unas vinculaciones entre costa e interior que desde las fases Precerámica e Inicial ya constataron la necesidad de realizar intercambios que mantuvieran un equilibrio en los alimentos de las dietas alimenticias.

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SELECCIÓN DE IMÀGENES LOS SACERDOTES Uno de los personajes más reproducidos en los ciclos pictóricos clásicos, es la de una figura, ataviada con una indumentaria tremendamente vistosa, y que representa a un sacerdote dedicado a servir y realizar los cultos de un determinado dios, exponente de la organización social que dirigió los designios de las sociedades clásicas mesoamericanas hasta el año 1000 d.C.

HOMBRE VESTIDO COMO ÁGUILA. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

Su presencia, generalizada en los ciclos pictóricos de Teotihuacán o de las tumbas de Monte Albán, habla de su protagonismo en la estructura social, religiosa e incluso económica y política de estas ciudades. Su papel intermediario es sin duda el reflejo de un largo devenir, iniciado en aquellas sociedades igualitarias en las que sobresalían determinados miembros por sus habilidades propiciatorias y que consiguieron convertir a toda una maquinaria coercitiva en un mecanismo de control y dominio social hasta la llegada de las sociedades militarizadas posclásicas, en las que su papel se diluyó con el del monarca, perdiendo el protagonismo anterior. El ejemplo que nos ocupa, compositivamente participa de las características de la pintura prehispánica, destacando fundamentalmente por la riqueza de la indumentaria con la que se representan. Aparecen dibujados de perfil, aunque existen los ejemplos de frente, ante un fondo neutro o formando parte de un paisaje con-

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vencional, con unos contornos muy claros dominados por la línea y con un empleo del color en superficies lisas y sin gradaciones en los que dominan los rojos, verdes, azules, amarillos y naranjas. Tanto las túnicas como los tocados a veces hacen difícil su lectura, destacando en ocasiones por portar báculos o la bolsa de copal y la voluta de la palabra o greca, símbolo de estar llevando a cabo un determinado ritual. Destacan, de todos los conjuntos, los sacerdotes de los mencionados complejos de Teotihuacán o los de Monte Albán.

LOS GUERREROS DE TULA Los cambios que se van a producir en el área mesoamericana, con al incursión de grupos chichimecas desde el norte, se verán reflejados a partir del año 1000, en una transformación evidente en la iconografía que va a dominar los grandes conjuntos programáticos de los centros que se construirán a partir de este momento. Uno de los casos más significativos es el que representa los guerreros del templo de Quetzalcóatl señor de la mañana o Tlahuizcalpantecuhtli en la ciudad de Tula, centro neurálgico de la cultura tolteca, la más clásica y reverenciada de las surgidas a partir de este momento y hasta la llegada de los españoles. Como si de verdaderos atlantes se tratara, en realidad retoman la tradición de soportes pétreos que ya iniciara la Chalchiuhtlicue teotihuacana, conformándose desde un punto de vista iconográfico, como los representantes del nuevo protagonista de la organización social: el guerrero. Diseñados como soportes articulados en diversos tambores, no dejan de presentar las características de la escultura mesoamericana prehispánica, determinada por la falta de herramientas apropiadas para la talla de la piedra, y afectando a la presencia de un trabajo de relieve que apenas si talla en profundidad a la piedra. Junto a ello sobresale su monumentalidad, verdaderos guardianes del templo que custodiaban y que con su presencia reforzaban su poder al ubicarse en uno de los puntos más sagrados de la ciudad, constatando los cambios que se estaban produciendo y que dominarán la vida en las ciudades hasta el siglo XVI. Sus rasgos aparecen trabajados en bajorrelieve, incluso meras incisiones en la superficie de la piedra andesítica en la que están realizados. Presentan un mayor predomino del volumen sobre la talla, lo que pudo ser una consecuencia de la propia carencia técnica que comentamos, como por la propia necesidad de trasmitir fuerza y solidez que se quería conseguir con estas imágenes.

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GUERRERO DE TULA. (MÉXICO).

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XIPE TOTEC El carácter funcional de los dioses que componen el panteón prehispánico, destaca por la presencia de algunos de ellos que reflejan la clara intencionalidad propiciatoria de sus orígenes, vinculados siempre con la necesidad de garantizar el mantenimiento de la explotación de la tierra. En este sentido, la figura de Xipe Totec, o el dios desollado refleja muy bien la presencia de divinidades a las que se vinculan no sólo sacerdotes que están destinados a efectuar los rituales, sino además, la definición de toda una programática ritual en la que de alguna manera se definen los fines para los que estaban designados.

DIOS XIPE TOTEC. AZTECA.

Sahagún describe la imagen de este dios de la siguiente manera: “…es a manera de un hombre desnudo que tiene el un lado teñido de amarillo y el otro de leonado; tiene la cara labrada de ambas partes a manera de una tira angosta que cae desde la frente hasta la quixada; en la cabeza, a manera de un capillo de diversos colores con unas borlas que cuelgan hazia las espaldas, tiene vestido un cuero de hombre; tiene los cabellos trançados en dos partes y unas orejeras de oro; está ceñido con unas faldetas verdes que le llegan hasta las rodillas, con unos caracolillos pendientes; tiene unas cotaras o sandalias; tiene una rodela de color amarillo con un remate de colorado todo alrededor, tiene un cetro con ambas manos, a manera de la copa de la dormidera, donde tiene la semilla, con un casquillo de saeta encima empinado”. La iconografía de este dios es bastante elocuente y clarificadora del acto que representa, en el que la idea de un nuevo renacer tras la muerte aparece vinculada con el acto de colocarse la piel de un sacrificado que tiene el sacerdote que rinde culto a este dios. El sacerdote, de este modo, suele aparecer tocado con la piel del cuerpo y la cara del sacrificado, colocada como si de un disfraz se tratara y con cuya putrefacción, sobre el cuerpo de un ser vivo, venía a significar la idea de la renovación cíclica de la naturaleza.

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KIPU.

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LOS KIPUS Uno de los ejemplos más representativos de la falta de una producción escrita de las culturas prehispánicas y de la importancia de la tradición oral, serán los kipus incaicos, verdaderos artefactos con los que se llevaba un control efectivo de la producción, la población e incluso el paso del tiempo. En esencia se trata de un conjunto de cordones anudados a uno principal, los cuáles cada uno de ellos tiene un significado que se corresponde a un determinado color, de tal manera que el amarillo representa el oro, el blanco la plata, el rojo la guerra, el verde la sementera, etc. En esencia se trata de un juego de cuerdas que anudadas permitían recoger cada uno de los cómputos que se querían realizar, logrando ser un sistema con una perfección que asombró a los propios españoles cuando llegaron a territorio incaico en el siglo XVI.

EL VALLE SAGRADO-URUBAMBA El desarrollo de los valores espirituales y religiosos en la región andina, supuso desde un primer momento determinar el establecimiento de un conjunto de símbolos que funcionaran como elementos intermediarios entre los hombres y las divinidades. En el caso concreto del Valle Sagrado, el papel del cultivo y del agua se aúnan en uno de los conjuntos más impresionantes de identificación de la naturaleza y lo sagrado. En todo ello jugó sin duda un papel destacado, la estrecha relación entre la explotación agrícola de la tierra y las acciones propiciatorias hacia los dioses, teniendo uno de sus ejemplos más relevantes en la imagen del Valle Sagrado del Imperio Inca, recorrido por el río Urubamba o Vilcanota. La importancia de la explotación de la tierra para estas culturas, hizo que desde tempranas fechas estuviera vinculada a la idea de un don divino, gracias al cual se podía sostener la sociedad que las custodiaba. En este sentido, los trabajos de sometimiento de esa naturaleza por parte de las culturas prehispánicas adquiere en los Andes uno de los ejemplos más sobresalientes en los que se aprecia no solamente su carácter de trabajo humano, sino de unas estructuras que se ponen al servicio del culto a determinados dioses.

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VISTA DEL VALLE SAGRADO. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL EL MITO DE COYOLXAUHQUI* «Mucho honraban los mexicas a Huitzilopochtli, sabían ellos que su origen, su principio fue de esta manera: En Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado viviendo, allí habitaba una mujer de nombre Coatlicue. Era madre de los cuatrocientos Surianos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhqui. Y esta Coatlicue allí hacía penitencia, barría, tenía a su cargo el barrer; así hacía penitencia, en Coatepec, la montaña de la Serpiente. Y una vez cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó un plumaje, como una bola de plumas finas. Enseguida lo recogió Coatlicue, lo colocó en su seno. Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado en su seno, pero nada vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta. Al ver los cuatrocientos Surianos que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron: —¿Quién le ha hecho esto? ¿Quién la dejó encinta? Nos afrenta, nos deshonra. Y su hermana Coyolxauhqui les dijo: —Hermanos, ella nos ha deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa que se encuentra ya encinta. ¿Quién le hizo lo que lleva en el seno? Cuando supo esto Coatlicue mucho se espantó, mucho se entristeció. Pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno, la confortaba, le decía:—No temas, yo sé lo que tengo que hacer. Habiendo oído Coatlicue las palabras de su hijo mucho se consoló, se calmó su corazón, se sintió tranquila. Y entre tanto, los cuatrocientos Surianos se juntaron para tomar un acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella les había infamado. Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón se les fuera a salir. Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus hermanos, para que mataran a su madre». * «La leyenda de la Coyolxauhqui» (Fragmento). Artes de México, nº 7. 2000, pp.18-19.

ORIGEN DEL MUNDO INCA* «En los tiempos antiguos dicen ser la tierra e provincias de Piru oscura y que en ella no había lumbre ni día y que había en este tiempo cierta gente en ella la cual gente tenía cierto señor que la mandaba y a quién ella era sujeta del nombre de esta gente y del señor que la mandaba no se acuerdan y en estos tiempos que esta tierra era toda noche dicen que salió de una laguna que es e esta tierra del Perú en la provincia que dicen de Colla suyo un señor que llamaron Contiti Viracocha, el cual dicen haber sacado consigo cierto número de gente del cual número no se acuerdan y como este hubiese salido de esta laguna fuese de allí a un sitio que junto a esta laguna está donde hoy es un pueblo que llaman Tiaguanaco en esta provincia ya dicha del Collao y como allí fuese él y los suyos luego allí improviso dicen hizo el sol y el día y que al Sol mandó que anduviese por el curso que anda y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual Contiti Viracocha dicen haber salido otra vez antes de aquella y que en esta vez primera que salió hizo el cielo y la tierra y que todo lo dejó oscuro y que entonces hizo aquella gente que había en el tiempo de la oscuridad ya dicha y que esta gente le hizo cierto

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deservicio a este Viracocha y como della estuviese enojado tornó esta vez postrera y salió como antes había hecho y aquella gente primera y a su señor en castigo del enojo que le hicieron hízole que se tornasen piedra luego ansi como salió y en aquella misma hora como ya hemos dicho dicen que hizo el sol y día y luna y estrellas y que esto hecho que en aquel asiento de Tiaguanaco hizo de piedra cierta gente y manera de dechado de la gente que después había de producir haciéndole en esta manera que hizo de piedra cierto numero de gente y un principal que la gobernaba y señoreaba y muchas mujeres preñadas y otras paridas y que los niños tenían en acunas según su usu todo lo cual ansi hecho de piedra que lo apartaba a cierta parte y que luego hizo otra provincia de gente en la manera ya dicha y que ansi hizo toda la gente de Perú y de sus provincias allí en Tiaguanaco formándolas de piedra en la manera ya dicha y como las hubiese acabado de hacer mandó a toda su gente que se partiesen todos los que él allí consigo tenía dejando solos dos en su compañía a los cuales dijo que mirasen aquellos bultos y los nombres que les había dado a cada género de aquellos señalándoles y diciéndoles estos se llamarán los tales y saldrán de tal fuente en tal provincia y poblarán en ella y allí serán aumentados y estos otros saldrán de tal cueva y se nombrarán los fulanos y poblarán en tal parte y ansi como yo aquí los tengo pintados y hechos de piedra ansi han de salir de las fuentes y ríos y cuevas y cerros en las provincias que ansi os he dicho y nombrado e ireis luego todos vosotros por esta parte señalándoles hacia donde el sol sale dividiéndolos a cada uno por si y señalándole el derecho que había de llevar». * BETANZOS, Juan de. Suma y narración de los Incas. Madrid, Ed. Atlas, 1987, pp. 11-12.

LA FILOSOFÍA DEL TIEMPO MAYA* «Para los mayas el tiempo constituyó un motivo de interés absorbente. Cada estela y cada altar se erigían para señalar el paso del tiempo, y por ello la dedicación se hacía al fin de un período. Es igual que si erigiéramos nosotros un monumento al final de cada cinco o diez años y grabáramos en él la correspondiente fecha [...], juntamente con información sobre la edad de la Luna y los dioses entonces regentes. En alguna ocasión se creyó que los monumentos mayas con inscripciones [...], trataban exclusivamente del paso del tiempo, de datos sobre la Luna y el planeta Venus, de cálculos calendáricos y de asuntos sobre los dioses y los rituales implícitos en estos temas; pero los testimonios arqueológicos demuestran ahora que también se registraron sucesos históricos. Los textos de los únicos tres manuscritos jeroglíficos que sobrevivieron a la destrucción están llenos, en su mayor parte, de almanaques adivinatorios y dan información sobre los aspectos de los dioses de los días, como por ejemplo cuales son favorables o desfavorables para la siembre, la cosecha o la caza. También contienen pasajes sobre asuntos astronómicos, pero como siempre, la acentuación recae sobre los dioses que intervienen en ello». * THOMPSON, J.Eric.S. Grandeza y decadencia de los Mayas. México, FCE, 1995, p. 196.

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CAPÍTULO 3:

LA TECNOLOGÍA PREHISPÁNICA INTRODUCCIÓN Las civilizaciones de la América prehispánica poseen una aparente semejanza que oculta una gran diversidad. Las similitudes están en parte condicionadas por la tecnología que llegan a desarrollar, mucho más precaria que la que se generó en el Viejo Continente, y que siempre estuvo determinada por una serie de limitaciones en la manipulación de las materias primas en cada una de las zonas que estudiamos. En cambio, las diferencias vienen dadas por las condiciones que impone el medio a la hora de intevenir sobre él y los materiales que aporta a cada uno de los grupos, las soluciones necesarias para transformarlo y convertirlo en un espacio cultural y habitable. El hierro y el acero eran desconocidos. Excepto en los Andes, las herramientas de cobre y bronce nunca llegaron a usarse de forma común, aunque el oro y la plata fueron empleados abundantemente para la fabricación de joyas cuya calidad técnica y estética sorprendió a los mismos orfebres europeos del siglo XVI. Los arquitectos ignoraban la cúpula y el arco de medio punto. No tenían conocimiento de la pólvora, de la acuñación de monedas, de la escritura alfabética, de la imprenta, de la destilación del ácido, del cristal o de los vidrios para las ventanas. El principio de la rueda había sido reconocido en México, pero no era empleado en ninguna parte para nada más serio que mover juguetes; no había carretones, ni molinos de viento, ni ruedas de alfarero, ni poleas, ni ninguna de las máquinas que dependen de ruedas y engranajes. No obstante el grado de desarrollo que alcanzaron precisamente intentando solventar los problemas que esta falta de técnica implicaba, demuestra, que la consecución de una civilización no depende exclusivamente de los avances tecnológicos sino que participan otros condicionantes como el propia manera de solventar los problemas ante la falta de medios.

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CULTURAS DE LA EDAD DE PIEDRA: HERRAMIENTAS Y TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS Los pueblos mayas clásicos producían objetos utilitarios y de adorno sólo con herramientas de piedra, conformando como decimos, un claro ejemplo de cómo un comportamiento y desarrollo cultural no tiene porque estar determinado por la calidad y naturaleza de los instrumentos. Sus formas, aunque son comparables a las realizadas por las civilizaciones del metal de la antigüedad mediterránea, pertenecen por su tecnología a una fase neolítica de evolución.

DETALLE ARQUITECTÓNICO DEL JUEGO DE PELOTA. DAINZÚ. (MÉXICO).

La cultura material prehispánica, por lo que respecta a las herramientas, siempre estuvo muy mediatizada por la necesaria aplicación del metal que se pudo hacer en cualquiera de las áreas que se han delimitado, de tal manera que incluso el propio desconocimiento en el uso de los materiales para la obtención de las mismas, se convirtió en una situación que llegó a determinar que las obras de arquitectura o ingeniería tuvieran unas determinadas características. En efecto, el calificativo de cultura de la edad de piedra se aplica fundamentalmente, por el hecho de ser objetos pétreos los que se van a emplear, por ejemplo, en la elaboración de muchos de los edificios y esculturas. Exponentes claros de la producción de estos grupos, solamente podemos hablar de la existencia generalizada de herramientas indígena realizadas con piedras, cuyas características de dureza, superaban a aquellas sobre las cuales se trabajaba, predominando basaltos, obsidiana, cuarzo, pedernal, andesitas o el empleo de las arenas para el acabado final de esculturas o sillares exteriores de los edificios. Otras herramientas que han llegado hasta nuestros días son llanas de aplanado, realizadas con rocas cuyo peso específico era menor que el utilizado para otros

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ANDENES DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

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artefactos como tezontles o rocas volcánicas; o las plomadas de las que se conocen las realizadas en piedra y cerámica. Las técnicas empleadas para el trabajo de la piedra eran la talla y el picado, con el posterior pulido de la pieza. La primera requería de un mayor control del proceso, mediante percusión o presión, empleándose en piezas de pequeño tamaño a las que se les quería conferir una especial forma que dominaba sobre el volumen. En cambio, la segunda, es decir el picado, aparece en las esculturas de mayores dimensiones, por ejemplo en aquellas de carácter público y religioso. Se distingue por un claro predominio del volumen de la roca sobre la que se trabaja, sobresaliendo la presencia de los motivos en bajo o medio relieve, en ocasiones simples incisiones que recuerdan al hueco relieve y donde se realiza un acabado final que consiste en la pulimentación de la superficie. De este último ejemplo existen piezas de una indudable calidad como las cabezas de Quetzalcóatl en la pirámide de la Ciudadela de Teotihuacán, en las que se consigue un trabajo de verdadero calado de la piedra, en el acabado de los dientes de los ofidios, completándose el resto de los detalles con la aplicación de pintura.

CABEZA DE UNA DE LAS SERPIENTES DE LA PIRÁMIDE DE QUETZALCÓATL. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Por otro lado la madera tuvo que jugar un papel importante a pesar de ser pocos los testimonios que se tienen acerca de su empleo. Fundamentalmente se utilizó en la construcción de obras públicas y habitaciones, cumpliendo la función de absorber esfuerzos o librar claros en vanos, funcionando como dinteles, jambas, vigas, etc. También son destacables, aunque menos, las esculturas realizadas en este material y de las que han llegado pocos ejemplos por sus propias características, las que a duras penas son capaces de salvar unas condiciones ambientales de alta temperatura y humedad.

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PIRÁMIDE DE CUICUILCO. DETALLE. (MÉXICO).

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Estas herramientas, junto con el empleo de determinados materiales, permitieron el desarrollo de una serie de técnicas, más amplias de lo que en principio se puede considerar a tenor de las claras limitaciones impuestas por el grado de desarrollo alcanzado. Podríamos señalar tres ejemplos, que muestran qué grado logró la perfección técnica en las civilizaciones prehispánicas. Así destacaríamos por un lado las soluciones aplicadas a la construcción de las grandes pirámides mesoamericanas, por otro las soluciones arquitectónicas ejecutadas por los mayas y por último el trabajo de la piedra del mundo inca. Por lo que se refiere al primero de los ejemplos, las soluciones aplicadas en la construcción de las grandes pirámides o plataformas mesoamericanas son el resultado de un proceso que se inicia en el preclásico, en las primeras fases de yacimientos olmecas de la zona del Golfo, en las que se ejecutaban estas construcciones mediante el mero amontonamiento de los materiales que proporcionaba el entorno. La estructura A del yacimiento de la Venta, se toma como ejemplo que inaugura una evolución que progresivamente iría testimoniando un constante perfeccionamiento en la elaboración y acabado de estos edificios en períodos intermedios, y que ejemplificados en la pirámide de Cuicuilco, incorporarían un nuevo componente como fue una cubierta exterior de piedra. Este proceso encontraría evolutivamente su punto final, en la ciudad de Teotihuacán con la Pirámide del Sol, en la que se emplea un sistema mixto ya ensayado en Cuicuilco, pero modificado en planta, y que acabaría perfeccionándose en las estructuras de la pirámide de la Luna y el Templo de Quetzalcóatl, también en Teotihuacán, que de una forma u otra se convierten en los primeros capítulos de la arquitectura que se ejecutará con posterioridad.

LA PIRÁMIDE DE LA LUNA DESDE LA CALZADA DE LOS MUERTOS. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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En efecto, estos dos edificios se construyen siguiendo un nuevo proceso constructivo más estable, seguramente con anterioridad al año 300 d. C. La solución se organiza en torno a un centro realizado con pilastras construidas con láminas de tepetate, con conductos entre éstas, en los que se amontonaban piedras y tierra. En las terrazas, muros en forma de alas, sostenían el talud. Después de construir el esqueleto de pilastras y alas, se rellenaba la masa con tierra, de modo que se avanzaba más rápidamente que con el viejo método de acumular capa por capa. No debemos olvidar que la arquitectura olmeca se había convertido en el primer episodio de una camino en el que se aplica la tierra como componente fundamental y donde se emplea un progresivo depósito de grandes volúmenes de materiales que permitían alcanzar ciertas alturas que se veían limitadas en su desarrollo por los factores técnicos, de tal forma que la base y altura de los edificios estaba determinada por el ángulo natural de reposo del material. En el segundo de los ejemplos, la arquitectura maya logró dotar a la ejecución de sus edificios una calidad tal, que permite sin ninguna duda, hablar de la existencia de un período clásico en la construcción prehispánica. Una arquitectura en piedra que usará bóvedas con voladizo y cemento u hormigón de argamasa, todos ellos empleando la caliza como base de los morteros y revocos. En cuanto a la disposición de las primeras nos encontramos con una solución en la que mediante un sistema de piedras contrapesadas, cada una situada de forma que sobresale por encima de la fila inmediatamente inferior, se genera la cubrición de espacios estrechos, pero en ocasiones tremendamente alargados, que solucionaban en algunos casos las necesidades, por parte de las clases dirigentes de contar con grandes salas de recepción cubiertas. Una bóveda maya que apoya sobre unos muros de carga, definiendo una estructura en la que la altura de la aquélla y el soporte es igual. No obstante, el sistema tiene una inestabilidad inherente, y su equilibrio depende del ajuste entre los distintos salientes y varios elementos de contrapeso. A la estabilidad contribuían también el mortero de cal, los núcleos de cemento, las vigas de madera, los muros, sin olvidar las divisiones interiores que también jugaban su papel. El uso del cemento o el hormigón para las uniones es una costumbre maya, que no se da en otros ejemplos de bóvedas con voladizo realizados en otros espacios. La decoración central del tejado maya, llamada cresta y los falsos frentes, se conforman en verdaderas cargas, destinadas a contrapesar los muros de sostén contra los voladizos inestables. Normalmente la bóveda maya se asienta con gruesas vigas de madera en el interior del espacio que cubre, insertadas a medida que avanzaba la construcción, y cuyo papel era inicialmente mantener separados los voladizos durante el largo período de secado del mortero, aunque acabaron formando parte del mobiliario interior de la construcción. En líneas generales se trata de una arquitectura en la que predomina la masa sobre el volumen y el espacio interno, logrado por el aglutinamiento de grandes cantidades de material y rellenos de cajones de mampostería con juntas de barro, aprovechando estructuras preexistentes a manera de núcleos, lo que recibe el nombre de superposición. De tal forma que una estructura concreta podía estar conformada por una serie de estas superposiciones hasta alcanzar dimensiones colosales, y cuya construcción venía a legitimar el orden determinado por los cambios de gobernantes.

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DETALLE DEL PALACIO. PALENQUE. CHIAPAS. (MÉXICO).

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RESTOS DE DECORACIÓN ESTUCADA. PALENQUE. (MÉXICO).

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Por lo que respecta a la arquitectura inca, es sin duda el ejemplo en el que se alcanza un mayor grado de perfección a la hora de ejecutar los trabajos constructivos, fundamentalmente en lo que al tratamiento de material se refiere. Llevando a cabo una clasificación básica, podríamos distinguir tres tipos fundamentales de fábrica. Los muros poligonales, con grandes bloques irregulares de piedra cuidadosamente encajados; bloques rectangulares de piedra o adobe puestos en fila, más o menos regulares. Y por último la denominada pirca o muros de rocas sin desbastar sobre argamasa, que fundamentalmente se empleaban en los muros más sencillos y en las casas. La mampostería poligonal procedía probablemente de la tradición de la pirca, y se usaba solo en los muros de contención y paredes de recintos grandes que requerían dimensiones voluminosas. La albañilería de bloques rectangulares surgió de los mismos bloques de barro cortados en ángulo recto, y se usaba principalmente para los muros aislados en los que se veían las dos caras. Los dos métodos fundamentales para unir los muros muestran una extrema precisión al encajar las piedras, algunas de las cuales presentan señales de cuñas en las caras externas y hendiduras cóncavas que se ajustan en las piedras inmediatamente inferiores. En el sistema poligonal, ninguna piedra está sobre una superficie plana, estando todas coronadas por su soporte, aunque la curva de esta coronación sea casi imperceptible. La combinación de huecos y cuñas con estos planos curvos, sugieren de forma inmediata como se encajaban las piedras mediante un sistema con el que se les daba forma con herramientas de piedra o de bronce y elevándolas mediante una grúa de madera con cuerdas que sujetaban las cuñas. Era así como se la podía agarrar mientras se columpiaba y se la encajaba.

DETALLE DE UNO DE LOS EDIFICIOS DE

CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).

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En la albañilería de filas la técnica era menos complicada pero más laboriosa. En ella no se ven los planos cóncavos de ajuste y la unión se aseguraba por una abrasión de empuje y arrastre en la superficie plana. La única sustancia entre las piedras era una fina capa de arcilla rojiza.

LA PLANIFICACIÓN URBANA Y EL CONTROL DEL AGUA Para muchos estudiosos la existencia de un urbanismo planificado es testimonio de un grado de civilización más que aceptado. En este sentido la presencia de esta planificación perfectamente desarrollada, tanto en el ámbito mesoamericano como en el andino nos lleva a plantear la necesaria existencia y desarrollo de una ciencia de cálculo, medida y diseño que permitió el que se trazaran algunas de las ciudades más importantes prehispánicas. Desde Teotihuacán, Monte Albán y Tenochtitlán en Mesoamérica, hasta Chan Chán, Viracochapampa, Pikillaqta u Ollantaytambo en la andina, la tradición muestra una perfecta asimilación de unos conceptos de orden y organización del espacio urbano que se abordará de una manera más concreta en los temas correspondientes.

VISTA DE LOS EDIFICIOS PRINCIPALES DE PISAC. (PERÚ).

Por lo que se refiere a la tecnología necesaria para el trazado de la ciudad, son numerosos loe factores que interviene en la misma. Desde una organización social clara y perfectamente aceptada, hasta una organización del trabajo que permitiera acometer las ingentes obras de aterrazamiento y desmonte que son características

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PLANO DEL CENTRO DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

en la práctica totalidad de las ciudades. La falta de determinadas condiciones para acometer dichos trabajos, en muchos casos se vio solventada por una importante mano de obra que intervino en cada uno de estos trabajos. Los iniciales esfuerzos encaminados en ciudades como La Venta, a llevar a cabo el desplante de una importante superficie en la que se definiría una plaza pública, con la construcción de una estructura como el edificio A, solamente se explican mediante la existencia de una estructura social perfectamente aceptada, una organización del trabajo definida y una plusvalía de energía determinada por las condiciones climáticas de la región del Golfo. Las técnicas de transporte no solamente implicaban el acarreo de materiales próximos al yacimiento, sino que el papel que juegan los ríos en esta zona se convirtió en fundamental para explicar el traslado de elementos urbanos como fueron las grandes piedras que se esculpieron para realizar los altares, estelas y cabezas colosales que desde le Tuxtlas se llevaron hacia sus zonas de destino, en una combinación de ingenio y aprovechamiento de las condiciones naturales del terreno que son las únicas que pueden explicarlas. Otro de los ejemplos destacados desde un punto de vista tecnológico, es el trabajo de canalización que se efectúa en Teotihuacán y que afecta a distintas zonas de la ciudad. Por un lado justifica la existencia de una infraestructura destinada a desaguar algunos sectores de la Calzada de los Muertos; y por otro lado a un tramo central del río San Juan que atravesaba la zona sur del enclave y que aproximadamente en el siglo III d.C., se encauzó, permitiendo controlar sus creci-

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PALENQUE. RÍO OTUMBA. (MÉXICO).

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das y adaptar una gran extensión de tierra para la construcción de sectores importantes a partir de ese momento como serían la Ciudadela y el Mercado. Unos trabajos que implicaban un perfecto conocimiento de los ciclos del río, además de una confirmación de los presupuestos organizativos laborales ya corroborados en la construcción de la Pirámide del Sol. Una pirámide que se había convertido en el elemento vertebrador del organigrama urbano de la ciudad y que determinó con su orientación, ligeramente desviada respecto al norte magnético, un perfecto conocimiento del trascurso de los astros por el cielo, afectando a la misma orientación de la gran calzada que se abrió delante de ella, regulando desde ese momento la ordenación general del enclave. Ciudades zapotecas como Monte Albán y las mayas como Tikal, Copán, Uxmal o Chichén Itzá, también conocieron una clara aplicación de la tecnología desarrollada y que se analizará concretamente en un capítulo específico. Por lo que respecta al control de agua, su desarrollo también implicó una serie de avances técnicos en los que se refiere a su captación y reparto por el territorio. Centros como San Lorenzo en el Golfo y ciudades como Teotihuacán ya presentaban unos claros indicios de transformación de los cauces de ríos y la presencia de elementos urbanos como alcantarillas y colectores que hablaban de una perfecta definición de estos principios. La propia Monte Albán contaba con un sistema de recogida de aguas para garantizar la estabilidad de la población que vivía en ella, e incluso Palenque regularizó, al igual que lo había hecho Teotihuacán, el tramo del río Otumba que discurre por el centro de la ciudad. No obstante este último ejemplo es totalmente distinto al aprovechamiento de los recursos hídricos que por ejemplos hicieron ciudades como Chichén Itzá, en las que los cenotes aportaban de una forma natural el agua que hacía innecesaria la aplicación de una tecnología avanzada para lograr acceder a aquella. Por lo tanto, podríamos considerarlos ejemplos claros de cómo la disponibilidad de determinados recursos incidía de una manera u otra en el agudizamiento en el desarrollo y control de una tecnología determinada. No obstante es sin duda en la zona andina en la que se definen un mejor empleo de estas técnicas. Desde el 1400 a.C., los pueblos que se asientan en los valles desérticos costeros, tuvieron que desarrollar una tecnología arquitectónica y de almacenaje del agua para garantizar la explotación de sus cultivos y el consumo humano. La transformación profunda que sufrió el territorio en la zona inca con los andenes, que llegaron a alterar los perfiles montañosos, se convierten en pruebas evidentes del establecimiento de unos principios básicos tecnológicos, cuya ausencia no hubiese podido explicar el grado de desarrollo al que llegaron estas culturas. La zona andina es el mejor exponente de cómo un territorio, tremendamente condicionante geográficamente, motivó una serie de soluciones que implicaron el uso de sistemas tecnológicos dirigidos principalmente a vencer y manejar los factores productivos de la naturaleza, integrando diferentes formar de trabajo y organización social. Reflejo de ello son los innumerables sistemas agrícolas que se desarrollan y que establecen una clara diferencia entre la costa y la montaña. Para la primera de las regiones encontramos sistemas de riego mediante canalizaciones; agricultura en chacras hundidas, allí donde la humedad se encuentra a poca profundidad; agricultura en las lomas

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costeras, en lagunas y en achaques, estos últimos estanques excavados en los que se cultivada, al igual que en las lagunas, junco y totora. Por lo que respecta al interior, serán más frecuentes los andenes; cultivos en campos elevados o camellones (Waru-Waru), agricultura de riego en pampas altoandinas, agricultura con qochas y cultivo en lagunas en el altiplano.

LA CERÁMICA Y LA METALURGIA Estas limitaciones técnicas de las que venimos hablando encuentran en la cerámica y en la metalurgia, dos de los exponentes más representativos del alto grado de calidad a que se llegó a la hora de elaborar determinados recipientes y objetos, a pesar de las carencias instrumentales. En el caso concreto de la primera, el desconocimiento de la rueda, limitó la utilización de una herramienta tan fundamental como el torno. No obstante, lo que debería haber sido un contratiempo, se convirtió en el mejor revulsivo para la definición de una enorme variedad de piezas, cuyas tipologías morfológicas van desde los meros recipientes para contener y guardar productos del campo, hasta piezas de funcionalidad religiosa como incensarios o máscaras.

VASO CON DOS PICOS Y ASA ESTRIBO. MOTIVOS FELINOS. CERÁMICA POLICROMADA INCISA. PARACAS-CAVERNAS. (PERÚ).

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Incluso las técnicas que desarrollan no desmerecen en absoluto los logros de otras producciones ya que conocieron todas las posibilidades de la cocción en horno, así como las distintas posibilidades de acabado de las piezas, bien mediante la aplicación de pintura, ya fuera antes y después de la cochura; bien directamente sobre la arcilla o aplicándole previamente una capa de estuco con lo que se conseguía repetir a menor escala los mismos procedimientos de la pintura mural. A ello unimos la incorporación de piezas, siguiendo la técnica del pastillaje, con lo que se conseguían acabados que iban más allá de la mera terminación de la cara exterior de un modo bidimensional y se lograban terminaciones que estaban más próximas a un concepto escultórico del recipiente, que enriquecía mucho más las posibilidades de terminación. Por otro lado, en lo relativo a la extracción de metales de la naturaleza, su manipulación y trabajo posterior para convertirlos en objetos de lujo y socialmente influyentes, no fue un privilegio de todos los pueblos prehispánicos. Las primeras manifestaciones de este tipo de técnicas se registran en la zona andina y desde ella, en sucesivas oleadas por el interior de Centroamérica y por la propia costa pacífica hasta las tierras mixtecas, se extendió por Mesoamérica en una fecha mucho más tardía a la inicial. La antigüedad del trabajo de los metales, oro y plata fundamentalmente, y sus posibles aleaciones, se tiene registrada arqueológicamente entre el 1900 y el 1250 a. C. en las regiones andinas de Huayhuaca y Mina Perdida, a partir de las cuales posiblemente se expandió por el resto del continente teniendo en las tierras colombianas uno de sus mejores exponentes, fundamentalmente el trabajo del oro, en torno al siglo VI a.C. Los tres descubrimientos que explican el desarrollo de la orfebrería en la zona andina son, en primer lugar el uso de los metales creando aleaciones útiles para reducir la temperatura durante la fusión y facilitar que los metales blandos mantuvieran su forma. La segunda fue el método de la soldadura, que consiste en unir diversos trozos, vertiendo algunas gotas de metal fundido a modo de cola en puntos muy precisos, para dar volumen a las láminas y transformarlas en objetos tridimensionales e incluso articulados. Y la tercera consistía en la técnica del martillado o repujado, mediante la cual, las láminas, a menudo de grandes dimensiones, se golpeaban sobre bloques rígidos de madera o metal duro con una especie de martillo, se cortaban y se forjaban para crear formas de relieve. Junto a ésta destaca el empleo de la técnica de la cera perdida, fundamentalmente utilizada por los Moche. Los objetos que se produjeron se caracterizan por su calidad y diversidad. Coronas, pulseras, brazaletes, pendientes, pectorales, amuletos, esculturas exentas, etc., en las que sobresale el hecho de que sea el oro el material predominante, en ocasiones combinado con cobre, aleación que se conoce como tumbaga. Esta circunstancia determina el hecho de que el oro sea considerado como el primer metal trabajado y apreciado, sobre todo por su fácil obtención en forma de pepita en los cursos de los ríos. Otros metales fueron la plata, el cobre y el estaño, cuya aparición se calcula en torno al siglo VI a.C. y el hierro que entra en el contexto americano con la llegada de los españoles. La especialidad de los artesanos peruanos era el tratamiento de la superficie externa de los objetos, en la que utilizaban dos procedimientos. Uno de ellos consistía en la aplicación de una fina lámina de oro sobre la superficie de un objeto de cobre o plata, y la segunda se denominaba de agotamiento y consistía en hacer emerger el oro presente en aleaciones con plata y cobre.

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TUMI O CUCHILLO DE SACRIFICIO CON EL HÉROE NAYLAMP. ORO, TURQUESAS Y PLATA. ARTE CHIMÚ. (PERÚ).

La metalurgia como hemos señalado apareció tarde en América Central, datando los ejemplos más antiguos en torno al 500 d.C., y siendo clara su importación desde Panamá y su influencia en las culturas tolteca y maya. Desde el 1300 d.C. aparece en el mundo mixteca en el que se ejecutan objetos por la técnica de la cera perdida, repujado, filigrana, aleaciones y soldaduras de estaño.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES LA ARQUITECTURA OLMECA Uno de los primeros capítulos en los que se pueden analizar, cómo las limitaciones técnicas determinaban y condicionaban las formas de los objetos creados, es en la propia conformación de las primeras estructuras en la cultura olmeca a lo largo del Preclásico. Aunque desde un punto de vista formal, implantaron el tipo de pirámide plataforma que tanto éxito tendrá en períodos posteriores, los procesos constructivos que se empleaban en un primer momento, consistentes en el mero amontonamiento de piedras y barro, afectaron a la terminación final de estas construcciones piramidales.

RECONSTRUCCIÓN DE LA ESTRUCTURA A DE LA VENTA. (MÉXICO).

En efecto, la mera disposición de dichos materiales, condicionaba el grado de la pendiente que se podía levantar, ya que esta no podía nunca sobrepasar el gradiente de desplazamiento de los materiales que se veían sometidos a fuerzas que los hacían deslizarse debido a la inclinación. Esta cuestión es la que se corrige en construcciones posteriores como la pirámide de Cuicuilco o la propia Pirámide del Sol que se someten a una cubierta de piedra que dota de una mayor estabilidad a los núcleos y permiten incluso alcanzar unos mayores gradientes en las inclinaciones que se diseñan. No obstante, yacimientos tan iniciales como La Venta ofrecen una concepción global del diseño global del asentamiento, que hasta hoy sorprende por la exacti-

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tud con la que están orientados hacia los puntos cardinales los distintos elementos que la componen, presentando una ligera corrección en su mayor eje norte-sur, en concreto 8º nor-noroeste, en una muestra clara de orientación buscando la alineación de los edificios con los solsticios. Por lo tanto, La Venta se convierte en el primer ejemplo en el que se muestra a que grado llegó el desarrollo tecnológico de estas culturas mesoamericanas en la planificación de sus centros, además de la presencia de una conciencia del trabajo colectivo indispensable para estos fines.

LA ESCULTURA TEOTIHUACANA Desde un punto de vista escultórico, las carencias de unas herramientas metálicas que permitieran un trabajo más perfecto de los bloques de piedra metamórfica que se empleaban tanto en los grandes espacios urbanos como a nivel de escultura exenta, conoció una etapa de esplendor en el período clásico en la ciudad de Teotihuacán. Tomaremos dos ejemplos del modo de trabajar la piedra por parte de la cultura teotihuacana. Por un lado la grandiosa Chalchiuhtlicue, y por otro el trabajo del frente occidental de la pirámide de Quetzalcóatl, uno de los mejores ejemplos de lo que estamos hablando. La primera, posiblemente la cariátide que sostenía el techo del templo, dentro del cual se emplazaba en la parte superior de la Pirámide de la Luna, es un enorme bloque, cuya silueta contornea la figura de la diosa. La cara delantera, la única plásticamente articulada, es en realidad un relieve esculpido en un bloque de bulto redondo. Las manos, la vestimenta, el rostro, están aplanados, acercándose a una concepción bidimensional de la representación escultórica, donde solamente el rostro resalta en una rara concepción volumétrica. Sobresale el predominio de la vista frontal, algunos detalles, pero sobre todo la disposición clara y ordenada de su conjunto. No solamente el programa iconográfico que decora todo este sector del edificio, muestra el grado que había alcanzado la imaginaria mesoamericana, sino que la propia terminación de estas piezas y su inserción en el conjunto arquitectónico de la pirámide, nos hablan de un paso hacia delante respecto a etapas anteriores. La piedra ya se trabaja de una manera perfecta como sillar, para otorgar una mayor dignidad a ese frente, pero además detalles como los dientes de las serpientes emplumadas que consiguen conformarse como un calado, exponen los logros de la técnica de la piedra contra piedra, que regía todas estas labores. A ello se suma los estudios llevados a cabo relacionados con la inserción de dichos elementos pétreos que a manera de espigones se insertan en el núcleo de piedra de los tableros, recibiendo y ejerciendo un juego de tensiones que contribuyen a dar estabilidad a cada una de las figuras y las zonas en las que se emplazan. Frente a esta, también en Teotihuacán podemos encontrar otras técnicas como las de percusión y presión, empleadas con piedras de otra naturaleza como la obsidiana, en las que el objetivo era alcanzar una mayor perfección en la forma que se le quería dar, con lo que el proceso de obtención debía de controlarse mucho más.

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CHALCHIUHTLICUE. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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ORFEBRERÍA MIXTECA. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

LA ORFEBRERÍA MIXTECA Sin duda alguna el estudio de la metalurgia en el mundo prehispánico, muestra de una forma elocuente el proceso de aparición, desarrollo y expansión de una técnica desde su punto de origen, hacia zonas lejanas. En ese sentido, incluso los propios cauces geográficos de comunicación se tienen establecidos, jugando en

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ellos un papel fundamental la región de los ríos Cauca y Magdalena en Colombia y el istmo centramericano. A pesar de haber llegado con retraso respecto a sus orígenes suramericanos, no cabe la menor duda de que uno de los capítulos más claros del desarrollo alcanzado por la cultura mixteca, además de su arquitectura y sus códices es el del trabajo de los metales. Son diversas las piezas que destacan de su producción, pero fundamentalmente son los pectorales que representan al dios murciélago, encontrados en la tumba 104 de Monte Albán los que nos hablan de dicho desarrollo. Se trata de joyas en las que el grado alcanzado en la maleación del oro, repujado y trabajo de filigrana se complementan para alcanzar uno de los conjuntos de piezas más emblemático. Junto a ello, las diversas influencias que le llegan desde la zona centroamericana como determinados detalles decorativos, nos hablan del importante papel que jugó esta zona geográfica intermedia como pasillo natural de paso de influencias entre la región andina y la mesoamericana. En el caso del “Caballero de la Muerte”, pieza emblemática datada en el siglo XIII d.C., las calidades del trabajo del metal, así como las influencias formales de la pieza, hablan de una clara vinculación con tierras centroamericanas como las panameñas. En este caso, el colgante representa un esqueleto tocado con un penacho de filigrana, y de cuyo cuello salen dos anchas pestañas laterales que equilibran el pesado adorno en una posición plana en el pecho de quién lo lleva. En sendas pestañas aparecen signos como el anual en forma de A y O entrecruzados que son propiamente mixtecas.

LA CERÁMICA MOCHICA Uno de los aspectos más reseñados de la cerámica prehispánica ha sido la capacidad de crear objetos de una tremenda variedad, sin contar con uno de los elementos más necesarios desde el punto de vista técnico, la rueda. Este inconveniente no impidió que se llegara a la perfección en otro tipo de procesos como el control de la cocción de la pieza y la propia aplicación del color en la misma, aspectos que contribuyeron a lograr unos acabados de una gran perfección y calidad que hoy distinguen a producciones como la cerámica teotihuacana, zapoteca, maya, mochica o nazca. En este sentido, la cerámica prehispánica es un ejemplo claro de cómo no necesariamente los avances técnicos tienen que afectar a la calidad y cantidad de objetos producidos. Así, la carencia de una máquina como la rueda aplicada al torno, no sólo no ha sido un contratiempo, sino que afectó a una elaboración de calidad en la que destaca fundamentalmente la diversidad de formas. El caso de la cerámica mochica es paradigmático, no sólo por su calidad, sino incluso por la personalidad que sus autores le supieron imprimir al trasmitir formas y tipos de la vida diaria, además de una producción de retratos que ha sobresalido sobre las demás producidas en la América prehispánica, convirtiéndose en un aporte fundamental ante la falta de documentación escrita que caracteriza a estas culturas.

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HOMBRE VENADO CAUTIVO. ARTE MOCHICA. (PERÚ).

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Los vasos-retrato, en los que se representan una y otra vez cabezas humanas distintas, son de un realismo y una belleza clásicas inigualables; las vasijas zoomorfas destacan por su naturalismo; son también excepcionales los vasos filomórficos y los globulares y troncocónicos, caracterizados por la presencia de las características asa estribo o de doble pico o puente. Unas formas en las que no podemos olvidar la pintura en la que destaca una decoración con temas geométricos generalmente en la parte superior de la vasija, dejando le resto de la superficie a la representación de escenas diversas de caza, pesca, mitologías y de guerra.

LOS ANDENES INCAICOS Desde un punto de vista tecnológico, no cabe la menor duda que la captación, control y reparto del agua por parte de los grupos suramericanos ha sido y es en la actualidad uno de los aspectos que más destaca de unas culturas que desde sus inicios supieron adaptarse a las carencias del medio. Si bien se trata de unos procesos que se testimonian en muchos asentamientos de las dos áreas principales que se estudian, la mesoamericana y la andina, sin duda destacan en esta último, debido al propio carácter climático de la región, donde el desierto costero impone unas condiciones de vida extremas que provocaron la aparición de unas técnicas de captación y transporte del agua desde puntos muy distantes que evidenciaron la agudeza de las soluciones empleadas y el grado de expansión que alcanzaron ya que muchas de ellas sirvieron para tener en explotación una superficie de tierras, muy superior a las que en la actualidad se emplean. La alteración del paisaje por parte de estos grupos tiene en los andenes de Machu Picchu o Pisac, uno de los exponentes más relevantes de cómo el hombre fue capaz de transformar el medio para acomodarlo a sus necesidades, mostrando una gran capacidad de organización y de trabajo que era indispensable para mover y trasladar grandes cantidades de piedra sin contar con elementos como la rueda que hubiera facilitado en gran medida las cosas. La creación de estas terrazas no son más que la muestra de la necesaria adaptación del medio para aprovecharlo hasta al máximo desde un punto de vista agrario teniendo en cuenta dos vertientes. Por un lado la necesaria creación de terreno que cultivar en un territorio tremendamente montañoso. Un terreno que se conformaba alejado de los cauces de los ríos y de sus avenidas anuales. Y por otro lado el necesario control de un gradiente de la pendiente que se hacía imposible para frenar el discurrir del agua, aspecto que solamente suavizando estas pendientes permitía un mejor aprovechamiento de este elemento.

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DETALLE DEL EMPLEO DE LA PIEDRA EN LA CULTURA INCA. PISAC. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL LA LABRA DE LA PIEDRA* «En el uso de la piedra el hombre ha puesto desde la más remota antigüedad las primeras facultades de su ingenio, y el modo de usarla y de labrarla va marcando, por decirlo así, los pasos de la infancia de la humanidad. Los indios de la Altiplanicie Central manejaron la piedra con singular habilidad. Sin embargo, ha llamado siempre la atención de los arqueólogos, familiarizados con las ruinas y vestigios de las antiguas razas pobladoras de México, esa especie de contraste que se advierte entre las manifestaciones de una muy adelantada civilización, reflejada en sus concepciones mitológicas y artísticas, en su organización social y en muchos otros órdenes, y el estado algo rudimentario en que se mantuvieron en otras muchas cosas. Esto fue debido principalmente a su desconocimiento del uso de los metales industriales. Por un lado, estos hombres, con su peculiar civilización, aparecen muy adelantados para la época en que vivieron, y por otro, casi retroceden hasta remontarse a las razas todavía en estado de semibarbarie. Estas anomalías resultan evidentemente del aislamiento en que debieron vivir por siglos estos grupos humanos, sin recibir de otros pueblos los beneficios de un intercambio de ideas, de conocimientos y de costumbres. Si, como quieren los historiadores, los constructores primitivos de Teotihuacán, llámense toltecas o cualquier otro modo, son de los civilizados más antiguos de la Altiplanicie Central, resultan ser, como bien se dice, los educadores de los aborígenes, nómadas y bárbaros, y los que dieron a las posteriores tribus, inmigrantes también, turbulentas y guerreras, gran parte de sus adelantos y civilización. Si, desde el punto de vista de la concepción estética, los teotihuacanos alcanzaron la supremacía sobre sus sucesores, éstos con elementos de aquellos, adquirieron más habilidad mecánica, sumando lo que sabían a lo que aprendieron de los toltecas. Estas ideas se adivinan con bastante claridad estudiando la ladra de las piedras. Las aztecas tienen más complicados motivos y más ideas y simbolizan mejor lo que quisieron representar, empleando mayor variedad de piedras duras. Los constructores de Teotihuacán seguramente desconocieron el empleo de los metales como utensilios para quebrar, tallas y pulir las piedras. Por eso asombra ver cómo pudieron manejar tan pesados materiales y labrar con gran maestría ídolos, vasos, almenas, columnas y piedras simbólicas que pesan, algunas, varias toneladas. La figura geométrica y la simetría en estos objetos labrados son casi perfectas. Por ejemplo, los escalones tallados en piedra están también relabrados y a escuadra, como lo puede hacer, con excelente herramienta, un artífice moderno». * ORDÓÑEZ, Ezequiel. “Arquitectura y escultura. Segunda parte: Escultura, 1. La labra de la piedra”. En La población del valle de Teotihuacán, vol. II, pp. 164165.

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CAPÍTULO 4:

TESTIMONIOS INICIALES DE LA PRESENCIA HUMANA EN AMÉRICA INTRODUCCIÓN. El estudio de las primeras manifestaciones que evidencian la presencia del hombre en el territorio americano, permiten demostrar la temprana existencia de una serie de objetos dotados de algo más que una mera función utilitaria y en los que se constata una clara definición de sus formas. Los procesos que se llevan a cabo de dominio del territorio, sedentarización y selección de ámbitos naturales con unas especiales características, así como la determinante elaboración de artefactos, condicionarán en cierta medida la evolución de etapas posteriores al depender de estos primeros momentos, situaciones como la selección de determinados hábitos alimenticios que afectarán a un conjunto de animales y plantas, que se convertirán en la base de las civilizaciones posteriores. La elección de emplazamientos en torno a fuentes de agua estables como el Lago de Texcoco o el propio Titicaca, junto a las cuencas fluviales; o puntos de fácil defensa como los asentamientos en los valles de Oaxaca o la misma ciudad de Cuzco, marcan los comienzos de aspectos que se convertirán en esenciales para comprender las primeras etapas de la presencia humana en América. Es por esta especial importancia que creemos tiene el conocimiento de estos comportamientos, por lo que se le dedica un capítulo específico. No podemos perder de vista que el itinerario seguido por los primeros grupos humanos, a través del puente tendido entre Asia y América, fue en realidad la etapa final de un proceso que comenzó medio millón de años antes en África, y a la vez el inicio de la presencia del hombre en América. Los continuos movimientos de bandas de cazadores-recolectores hacia el norte y el este habían culminado en una ampliación del ámbito de ocupación humana desde las sabanas tropicales africanas, hasta las frías tundras esteparias del norte de Asia.

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DE CAZADORES-RECOLECTORES A SEDENTARIOS El proceso evolutivo que llevó a los grupos americanos a pasar de ser cazadoresrecolectores a sedentarios, se convierte en el mejor reflejo de la paulatina complejidad a la que se estaban viendo sometidos, y que de alguna manera manifestaba los propios efectos que los cambios climáticos, fundamentalmente el final de la última glaciación, estaban ocasionando en sus patrones de comportamiento. La etapa que se desarrolla a lo largo del Lítico Superior, entre el 15000 y el 3000 a.C., viene caracterizada por la paulatina evolución del clima de finales del Pleistoceno hacia otro más seco que afectó a las propias características de la fauna y la vegetación, provocando la muerte de los grandes animales y la evolución vegetal. En ese proceso el hombre tuvo que readaptarse a estas nuevas condiciones, lo que provocó una evolución técnica en sus herramientas de caza que vieron como pasaron a realizarse mediante métodos mixtos de percusión y presión, y un cambio en sus comportamientos tantos individuales como de grupo.

VISTA DEL LAGO BAIKAL. (RUSIA).

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Las plantas, por un lado, más adaptadas a los nuevas condiciones de sequía iban a conocer también unas mutaciones que las hicieron más resistentes al clima y a unas exigencias de producción que facilitaron el paulatino sedentarismo de las comunidades. Por otro, los animales iniciaron unos procesos evolutivos hacia tamaños más pequeños y una mayor agilidad y rapidez en sus movimientos, lo que se tradujo en un cambio de la dieta alimenticia que trastocó los modos de comportamiento. Durante los 5000 años anteriores al nacimiento de las sociedades urbanas propiamente dichas se testimonia la domesticación de plantas, en yacimientos de Tehuantepec, junto con los animales, desarrollándose incipientemente la vida rural. De la misma manera, en el área andina se evidencia en un período posterior en el tiempo, la domesticación de especies vegetales como la mandioca o la papaya, que junto con el maíz que probablemente llegó desde el área mesoamericana, en torno al 3000 a.C., se convirtieron en la base del desarrollo de grupos que encontraron en la complementación de otros componentes como los marinos en la costa y la caza en el interior, la base necesaria para una dieta alimenticia consistente.

LOS PRIMEROS GRUPOS APROVECHARON DESDE LA PREHISTORIA LOS ABRIGOS NATURALES PARA PROTEGERSE.

Todos esos cambios también afectaron a las herramientas de piedra, donde se asistió al desarrollo de unos objetos de menores tamaños y una mayor calidad en los acabados, en los que se percibe un paulatino abandono de los procesos de percusión por los de presión, o la combinación de ambos, lo que permitía un mayor control en el trabajo del tallado. Todo ello no es más que el reflejo de la adaptación, como venimos diciendo de

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LAS PUNTAS FOLSOM SON UNO DE LOS PRIMEROS TESTIMONIOS DE ARTEFACTOS EN AMÉRICA.

toda una serie de piezas a las nuevas condiciones de la naturaleza en la que se desenvolvían los distintos grupos, de tal manera que sus diseños responden a una clara adaptación a las nuevas circunstancias, y que se reflejan plenamente en la evolución de las puntas de flecha Clovis, más grandes y de menor perfección que las Folsom, que se caracterizaban por un diseño más pequeño y especializado, y exponentes claros de estos cambios materiales de los que venimos hablando. En efecto, posiblemente las puntas Clovis sean uno de los mejores ejemplos de la etapa que se desarrolla en América a partir del 9500-9000 a.C., y en la que podemos constatar unas pautas de comportamiento protagonizados por grupos de cazadores. La vinculación de los primeros restos de este tipo de artefactos con animales como los mamuts, junto a sus formas lanceoladas con un tamaño que varía entre los 7 y los 15 cms., bifaciales y hechas por la técnica de la percusión, las sitúa en una período intermedio, entre las más definidas y avanzadas Folsom, y etapas denominadas en algunos casos pre-clovis, coincidentes con los primeros momentos de distribución del hombre por el continente americano. La clara evidencia de la búsqueda de un perfeccionamiento en el diseño de estas piezas se puede comprobar en el acanalamiento que tienen en la base, probablemente realizado para permitir una mejor adaptación al vástago de la flecha. Una zona pulimentada que evitaría que las tiras de cuero que las ataban se rompieran.

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LOS CAMBIOS QUE SE PRODUCEN EN LAS CONDICIONES AMBIENTALES, AFECTARON A LA FABRICACIÓN DE ARMAS PARA CAZAR. PUNTAS CLOVIS.

Para el caso suramericano, podemos señalar una ocupación efectiva del territorio en torno al 9000 a.C. por grupos que realizaban puntas muy similares a las Clovis. A diferencia de las norteamericanas, éstas tienen cuerpos gruesos con péndulos marcadamente delgados, que abarcan una tercera parte de la longitud de la punta, de ahí que se las conozca como “cola de pescado”. Sin embargo, algunas presentan semejanza con puntas encontradas en el sureste de los Estados Unidos, lo que demuestra una relación entre ambas, refrendada por hallazgos en Panamá y Costa Rica. La similitud entre éstas últimas y hallazgos de la Patagonia habla de una migración muy rápida. De la misma manera que en el norte del continente, la vinculación de los primeros pobladores suramericanos con la caza de mamíferos de gran tamaño se conforma, por la asociación en algunos sitios de estos artefactos con restos de animales extinguidos, como caballos, mastodontes o perezosos gigantes, evidenciándose también un cambio de actitud en la caza provocada por la desaparición de algunas de esas especies. Las evidencias de unos cambios alimenticios, con una mayor diversidad en la dieta, con la incorporación de vegetales, se constata en una fase coincidente con la desaparición de las especies animales o un cambio en las mismas para adaptarse a las nuevas condiciones en torno al 7000 a.C.

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LOS PRIMEROS AGRUPAMIENTOS HUMANOS Es en el arco cronológico que se desarrolla entre el 10000 y el 8000 a.C. cuando podemos hablar de la definición de los primeros modelos de asentamientos. El proceso de estabilización que conocieron los diversos grupos y del que venimos hablando, determinó una serie de cambios en sus comportamientos, que hasta unas generaciones anteriores habían conocido un sistema de vida organizado en torno al nomadismo y a la búsqueda del alimento, allí donde éste se encontrara. Este esquema que se altera desde el mismo momento en el que cambian los principios de subsistencia, afectó a otros aspectos como el problema de la vivienda.

VIVIENDA PREHISTÓRICA.

Inicialmente podemos hablar de unos asentamientos que se definen como agrupaciones temporales, o incluso transitorias, de espacios de habitación próximas a las zonas de explotación agropecuaria de las que dependen. En este sentido la aparición de la agricultura determinó sin duda la evolución de este patrón de asentamiento que buscaba la localización de recursos destinados a garantizar la estabilidad en el tiempo del asentamiento, y cuyas consecuencias son la identificación de sitios con elementos suficientes para el sostenimiento de la población que a partir de ahora se va a caracterizar por desenvolverse en un crecimiento constante. Todo un proceso donde dos elementos juegan un papel fundamental. Por un lado

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la fuente de agua junto con la garantía de alimento y por otro la presencia de materiales indispensables para la construcción de las viviendas. En este sentido al aceptar que los primeros asentamientos se situaron en las proximidades de fuentes de agua, es muy probable que los materiales de construcción procedieran de estos mismos enclaves, soluciones que entraron a formar parte de las técnicas constructivas que se incorporaron al subconsciente colectivo de las sociedades prehispánicas y que se mantendrán hasta las últimas etapas anteriores a la llegada de los españoles. Para un análisis más profundo respecto al tema, tomemos como ejemplo la división que algunos autores hacen respecto a los enclaves clovis. Por lo que se refiere a sus patrones de asentamiento podemos hablar de sitios de matanza, canteras, campamentos de caza y campamentos base. Respecto a los primeros, los sitios de matanza se localizan por lo general cerca de antiguas lagunas o arroyos, llegando a enclaves de un marcado carácter lacustre. En uno u otro caso las posibilidades varían dependiendo de los lugares en los que se cazaban a los animales y donde éstos caían muertos. Para el caso de las canteras, desde muy pronto los primitivos habitantes descubrieron rápidamente fuentes de pedernal con las cuales fabricaron sus instrumentos. Por lo que se refiere a los campamentos de caza, eran probablemente ocupados por pequeños grupos de hombres que hacían y reparaban sus instrumentos y armas mientras esperaban que los animales pasaran cerca. Se trata de campamentos que están situados en tierras altas desde donde se podían ver las orillas del lago en el que los animales solían beber, o los valles que atravesaban durante sus migraciones estacionales. Por último los campamentos base se distinguen por su mayor tamaño y por una mayor diversidad de los materiales, exponente claro de una mayor cantidad de actividades, incipientes casos de especialización del trabajo. En algunos ejemplos se trata de enclaves en los que se recogen restos de estructuras de madera que serían testimonio directo de una cierta estacionalidad en la utilización de los mismos, un aspecto éste interesante ya que pondría las bases para entender la definitiva ubicación de muchos de los asentamientos primarios que se pueden estudiar tanto en Mesoamérica como en la zona andina. El descubrimiento de la agricultura determinó unos cambios en los modelos anteriores. La misma evolución que ésta conoce se puede reflejar en una mayor definición de los patrones de asentamiento. Aunque los intentos por determinar el momento en el que se definen lugares estables en los que se pueden distinguir restos de habitación y de depósito de alimentos, han sido diversos los restos más evidentes de aldeas agrícolas hay que situarlos en Tehuacán en torno al 1700 a.C. En el caso de la región andina los restos son anteriores a los mesoamericanos, Aquí podemos hablar de fechas en tono al 3000-2500 a.C., para situar los primeros casos de aldeas estables, en las que no solo se registran un aumento en los depósitos de alimentos, sino una diversidad en los mismos, restos animales y de plantas, y la construcción de estructuras arquitectónicas en las que se pueden diferenciar desde espacios de habitación a complejos de piedra, posibles santuarios, que hablan de incipientes estructuraciones sociales, con presencia de dirigentes y una

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necesaria jerarquización interna. Valdivia en la costa ecuatoriana, Huaca Prieta en la peruana y la región de Ancón-Chillón pueden ejemplificar algunos de los casos más antiguos.

HUESO DE TEQUIXQUIAC. (MÉXICO).

MESOAMÉRICA: TEPEXPAN Y TEQUIXQUIAC Dejando a un lado los hallazgos que se producen en lo que es actualmente Norteamérica, y centrando nuestra atención en el núcleo mesoamericano, tenemos que señalar la existencia de hallazgos prehistóricos, fundamentalmente líticos, datados en fechas más cercanas a nosotros que las de los yacimientos del norte del continente. Situando su etapa final en torno al 14000 a.C., se apunta a un comienzo desconocido, del que se tienen pocos indicios que anuncien una datación absoluta no exenta de problemas. En la actualidad los restos más antiguos relacionados con el hombre son unos supuestos hogares, restos de animales extinguidos y algunos artefactos, en ocasiones de dudosa realidad y cronología, realizados con el roquedo de los lugares en los que se localizaban estos asentamientos y que han permitido establecer dataciones de aproximadamente el 25000 a.C. Los sitios más destacados de este período de la prehistoria mesoamericana son las localidades de Tlapacoya, Caulapan, Valsequillo y Tehuacán en las tierras altas del centro de Mesoamérica. Fuera de ellas señalamos los nombres de Laguna de

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Chapala, en la Baja California y Cueva del Diablo en el estado mexicano de Tamaulipas. Mucho más hacia el sur, los lugares y cuevas de Chamalacatlán y algo más tardía la cueva de Teopisca y Santa Marta en las tierras altas de Chiapas. No obstante queremos referirnos a dos de ellos por su importancia y significación dentro del conjunto de enclaves estudiados. La población de Tepexpán se encuentra cerca del actual México D.F., emplazada sobre un árido lecho del desecado lago de Texcoco. Un enclave que delata que Tepexpán fue durante largo tiempo un foco de atención para los prehistoriadores que habían encontrado en sus proximidades desde los años cuarenta restos de una especie de elefante junto a lechos de playas y pantanos.

LOS LAGOS SE CONVIRTIERON DESDE UN PRINCIPIO EN PUNTOS EN LOS QUE SE LOCALIZARON LOS GRUPOS HUMANOS.

Los restos óseos encontrados de un elefante y un cráneo humano junto con una lasca de obsidiana con huellas de utilización permitieron configurar una hipótesis sobre la convivencia de este tipo de especies desaparecidas con los seres humanos. El hombre de Tepexpán presentaba una posición en decúbito ventral flexionado. Las primeras hipótesis proponen la posibilidad de que se trate de un personaje que participó en la cacería del elefante hallado en primera instancia y fue gravemente herido, por lo que sus compañeros lo acercaron hacia la playa siendo abandonado. La parte de la osamenta que presentó una mejor conservación fue el cráneo y mandíbula, lo que permitió la reconstrucción tanto del propio individuo como de la escena de la cacería.

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PINTURAS RUPESTRES SURAMERICANAS.

Las primeras aproximaciones datan el hallazgo hacia finales del Pleistoceno lo que lo ubica como uno de los más antiguos del continente americano Más reciente en el tiempo, ya que se ubica aproximadamente en el año 10000 a.C. es el hueso de Tequixquiac, en la actualidad en el Museo Nacional de Antropología de México D.F. Se trata del hueso sacro de una especie de la familia de las llamas que ha sido aprovechado por su forma para ser convertido mediante la incisión de algunos rasgos, en la cabeza de un Coyote, con lo que nos encontramos ante una producción cultural que va más allá de la mera funcionalidad, para adquirir connotaciones mágico religiosas de una indudable relevancia en el estudio de etapas posteriores.

LAS PRIMERAS EXPRESIONES CULTURALES EN EL ÁREA ANDINA Frente a los anteriores, los restos más antiguos de la cultura de los primitivos habitantes de Suramérica que se conocen, son una serie de instrumentos de piedra, toscamente tallados y procedentes de la región de Ayacucho, y que remontan la antigüedad del hombre suramericano a unos 16000 años a.C. Estos restos evidencian la entrada del hombre a Suramérica desde América Central durante el Pleistoceno, probablemente con anterioridad a los 14000 a.C., y que convivieron con los grandes animales de la fauna americana que desaparecieron en torno al 10000 a.C.

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Los instrumentos de piedra de estos habitantes primitivos corresponden al conocido como estadio Pre-puntas de Proyectil, ya que se trata de utensilios poco diferenciados y que se agrupan en tres tradiciones diferentes, de dispersión variable a lo largo del continente. Se sabe muy poco de la cultura de los fabricantes de dichos instrumentos, tan solo que eran con toda seguridad cazadores y recolectores de alimentos. Y es probable que muchos de estos instrumentos fueran de carácter secundario, ya que se fabricarían muchos otros con materiales perecederos, como la madera o el hueso, con los que también se realizarían las primeras manifestaciones artísticas de las que no nos ha llegado prácticamente nada, a lo que tenemos que unir los primeros testimonios de música, danza u oratoria. Respecto a ello, las más antiguas manifestaciones artísticas encontradas en Suramérica se refieren a las producidas por grupos que o bien eran descendientes de los primeros habitantes o pertenecientes a una segunda oleada que en torno al 9000 a.C., ocupan los altiplanos andinos, dejando unos restos materiales que se han clasificado en diversas culturas, según sus características espaciales y temporales, pero que tenían en común la manufactura de instrumentos de piedra muy especializados, como puntas de proyectil para la caza y otros utensilios para el tratamiento de la carne y las pieles. Son estos grupos de cazadores los que han dejado un arte espléndido en las paredes y abrigos de toda la región andina, pinturas en las que se reflejan una aguda percepción de la naturaleza, un profundo conocimiento del mundo animal, un sentido del movimiento y una considerable capacidad expresiva y de síntesis. El marco cronológico en el que se han de ubicar estas manifestaciones se sitúa entre el 12000 a.C. y el 500 d. C. Las pinturas rupestres muestran un amplio espectro de estilos diferentes. Los estilos negativos o improntas de manos comunes en el sur de Argentina suelen asociarse con puntos, líneas de puntos, círculos, cruces, huellas de animales; los estilos de escenas reproducen cacerías, como cercos a guanacos, rastreos y persecuciones, o manadas de animales en diversas actitudes; en los estilos de grecas o geométricos complejos se introducen, aparentemente motivos nuevos y tal vez desconocidos para los artistas, posiblemente surgidos por los contactos con otros grupos de distinta cultura, como el tema de la greca escalonada de importante tradición en el arte prehispánico americano. El material utilizado para las pinturas se compone de colorantes de origen mineral, hematitas, óxidos de hierro, óxidos de cobre, que producen, tonos ocres, rojos, amarillos, verdosos. El color se disolvía en agua o en alguna materia grasa y se aplicaba con una especie de hisopillo hecho con una ramita delgada en cuyo extremo se enrollaba un mechón de lana; o simplemente se daba con los dedos, pero siempre con trazos firmes y seguros. Un tema de gran interés que plantean estas pinturas es el de su posible intencionalidad y significado. Aunque no existe un acuerdo generalizado al respecto, parece existir un cierto consenso en interpretarlas dentro de un contexto ritual y como parte de ceremonias de magia de propiciación. A esta idea ayuda el hecho de que estas pinturas se han encontrado siempre en sitios de acceso difícil y que nunca han sido lugares de habitación prolongados sino que sólo se ocuparon esporádicamente.

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Los cambios propiciados por la etapa neolítica en Suramérica y que evidentemente se plasmaron en los cambios alimentarios y de organización interna de los diversos grupos que se distribuían por el área geográfica que centra nuestro interés, afectaron también a sus manifestaciones culturales y artísticas. Unas artes que se plasmarán, e iniciarán un recorrido hacia la tradición en campos como la cestería, los mates o calabazas decoradas y sobre todo los tejidos. Este período que se inicia en torno al 6000 a.C., aún no conoce la existencia de la cerámica lo que determinará que fuera común el empleo de calabazas secadas y vaciadas que se llegaban a trabajar y decorar con sumo cuidado habiéndose encontrado ejemplares formando parte de ajuares funerarios. Se trata de objetos decorados con elementos geométricos como líneas paralelas, donde aparece también la figura humana muy estilizada con las caras colocadas en lados opuestos y los cuerpos y extremidades cruzados. Se trata en definitiva de piezas trabajadas con la técnica del pirograbado, de un acabado muy conseguido lo que evidencia el hecho de que no se trata de manifestaciones aisladas, junto a ello tampoco se pueden considerar como piezas incipientes ya que se decoran con un estilo muy elaborado. El arte y la técnica del tejido se inician también en este período, favorecidas por la extensión del cultivo del algodón, un trabajo que presenta dos técnicas en esta fase inicial, previa a la aparición del telar. Por un lado tenemos el entrelazado o especie de tejido rústico a mano, sobre hilos que hacen la función de urdimbre; y el anillado, o utilización de un único hilo que se irá enredando sobre sí mismo. Las fibras se separan con la ayuda de husos de madera o de piedra y el tejido se facilitaba con agujas y lanzaderas. Los tipos de telas varían según la función a la que se destinaban: redes, mantos, bolsas, manteletas, faldellines y turbantes, y en este caso se hacían las fibras de junco. La mayoría de los tejidos se decoraban combinando hilos de colores diferentes o pintando algunas zonas una vez realizada la tela. Los motivos podían ser geométricos, pequeños diamantes y líneas formando diseños variados, o también figurativos, aunque siempre dentro de un estilo geometrizante impuesto por la propia naturaleza del tejido. Se representaban figuras humanas, aves y otros animales. Entre las figuras reproducidas destacan las serpientes de doble cabeza, cangrejos de roca, cóndores y papagayos. Finalmente podemos señalar que las manifestaciones artísticas aparecen en este momento sobre objetos cotidianos, pero cuyo tratamiento obliga a considerarlas como obras de arte, aunque tampoco hay evidencias de la existencia de materiales reservados para el trabajo artístico.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES PUNTAS FOLSOM En la segunda mitad del siglo XIX, los científicos norteamericanos y los aficionados a la arqueología, influidos por las teorías de Darwin y por los descubrimientos que se habían venido produciendo de objetos de la Edad de Piedra que se produjeron en Europa, emprendieron la búsqueda de evidencias del hombre antiguo en el Nuevo Mundo. Los resultados no se hicieron esperar y se hallaron gran cantidad de útiles de piedra. Llamaba la atención de estos objetos la tosquedad del trabajo con el que se habían realizado, lo que planteó su antigüedad, que muchos ubicaron en el Pleistoceno e incluso en épocas más tempranas.

PUNTAS FOLSOM.

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Entre los muchos hallazgos que se produjeron destaca el de George McJunkin, un vaquero de Nuevo México, que informó acerca de unos huesos que sobresalían de la pared de un barranco cercano a la localidad de Folsom. Este hallazgo llamó la atención de J.D. Figgins, del Museo de Historia Natural de Denver quién llevó a cabo la excavación del yacimiento. Los huesos extraídos pertenecían a un bisonte grande de cuernos largos que se había extinguido a finales del Pleistoceno. En 1926, Figgins encontraría una punta de proyectil de piedra en la arcilla cercana a los huesos. Esta punta se consideró en principio como un artefacto intrusivo, pero en 1927, se extrajo otra punta, esta vez situada entre las costillas del bisonte. De esta manera se corroboraba la relación entre artefactos y restos humanos que situaron la cultura Folsom en torno al 9000-8000 a.C. La importancia de los hallazgos de las puntas Folsom, va más allá del mero interés material de las piezas. Insertas dentro de los debates abiertos a mediados del siglo XIX. Tras la publicación de Darwin de su obra, El origen de las Especies, el cuestionamiento acerca de la antigüedad del hombre hizo tambalear los reconocidos hasta ese momento 6000 años atribuidos por la Biblia. El interés generado por esta y otras de las obras de Darwin, El origen el hombre, llegó a América, donde comenzó la búsqueda del “hombre antiguo”. Artefactos de piedra toscamente tallados y aparentemente primitivos como los encontrados en Tretonn Gravels, en Nueva Jersey en 1876, parecían comparables, en forma y datación, a las hachas de mano del Paleolítico europeo. También se propuso una gran antigüedad para restos de esqueletos humanos, como los encontrados en Lagoa Santa (Brasil), que parecían ser contemporáneos de mamíferos de la Era Glaciar. Tras muchas discusiones, cuando en 1926 se encontraron puntas de proyectil dentro del esqueleto de un bisonte gigante, de una especie extinguida, cerca de Folsom, fue cuando se demostró la coexistencia en América del hombre con los mamíferos de la Era Glaciar: la llegada del hombre se había roducido por lo menos hacía unos 10.000 años.

EL HUESO DE TEQUIXQUIAC El largo proceso de entrada y distribución del hombre por América, tuvo distintas fases en lo que a la producción material se refiere. Ya se ha comentado el caso de las puntas Folsom, vinculadas con unos hábitos específicos de alimento, además de reflejar fases de perfeccionamiento funcional respecto al periodo precedente Clovis. No obstante, la evolución de estas manifestaciones llevó a la aparición de objetos en los que las meras preocupaciones funcionales se vieron compartidas, por otras de clara vinculación simbólica. En este sentido, uno de los enclaves más destacados del Valle de México para poder analizar las primeras manifestaciones culturales del hombre en el Nuevo Mundo se encuentra en Tequixquiac. En este lugar, en 1870, se encontraron en circunstancias casuales la cabeza de un animal tallada directamente aprovechando la morfología de un hueso sacro y parte de la columna vertebral de un camélido. Unos restos que aparecieron contextualizados con otros huesos de animales que curiosamente presentaban el rasgo común de estar extintos en la actualidad en esta zona de México.

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EL HUESO DE TEQUIXQUIAC. (MÉXICO).

La cabeza se encontró a unos doce metros de profundidad, relacionada con artefactos como instrumentos de piedra que han sido fechados aproximadamente entre el 14000 y el 7000 a.C. La importancia del hueso de Tequixquiac radica no solamente en su antigüedad, lo que testimonia que la presencia del hombre en estas latitudes era más antigua de lo que se creía hasta ese momento, sino en la existencia en fechas tan tempranas de grupos humanos en los que algunos de sus miembros destacaban por la práctica de ciertas habilidades que se basaban en la observación de la Naturaleza, de la que aprovechaban determinados elementos, confiriéndoles un valor que iba más allá del meramente material. Ni siquiera podríamos pensar en una intencionalidad estética, sino que se buscaba ante todo envolver a estos objetos de un halo de significación que abriría las puertas a una interpretación mágico-religiosa de su empleo.

EL ESQUELETO DEL HOMBRE DE TEPEXPÁN La necesidad de contextualizar los hallazgos de artefactos o de restos humanos con su lugar de origen, es uno de los principios básicos de la Arqueología y una de las grandes preocupaciones para quienes estudian unas etapas de la historia dela Humanidad, que precisamente se caracterizan por la escasez de restos que aporten

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una información precisa. En este sentido las circunstancias que envuelven a los hallazgos de Tepexpán hablan muy a las claras de la importancia de estos aspectos de los que venimos hablando.

LA CORRECTA LOCALIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS Y RESTOS ORGÁNICOS EN UN YACIMIENTO SON FUNDAMENTALES PARA UNA CORRECTA DATACIÓN.

En ocasiones, el establecimiento de una necesaria vinculación de los distintos artefactos y restos orgánicos, permiten establecer unas relaciones funcionales, conductuales y temporales entre ellos, necesarias para una perfecta interpretación de los mismos. Dichas relaciones, refrendadas por técnicas de datación como la del C14, desarrollada en 1949, conforman un corpus variado de métodos que han logrado dar respuesta a muchas de las preguntas que se abrían a la hora de llevar a cabo una lectura correcta en cada una de las ocasiones en las que se comprobaba la existencia de una concordancia estratigráfica entre restos humanos y animales. El esqueleto del hombre de Tepexpán viene a ejemplificar esta cuestión. Fue encontrado en un estrato de sedimentos de fines del Pleistoceno, siendo fechados aproximadamente entre el 9000 y el 8000 a.C. No obstante la excavación de este esqueleto tuvo un registro deficiente, y se sospecha que pueda ser un enterramiento intrusivo de un período posterior. Esta duda aumenta con los análisis del cráneo, que no es significativamente diferente de los americanos posteriores. A pesar de ello, las pruebas químicas de los huesos indican que el hombre de Tepexpán tiene la misma edad que los huesos de los animales extintos encontrados en la misma formación geológica en la que se encontraba el esqueleto.

PINTURAS RUPESTRES ARGENTINAS Una de las manifestaciones culturales de las que se ha servido el hombre para expresar sus sentimientos ha sido la pintura. Los restos más antiguos, datados en el caso europeo en el Paleolítico, hablan de pinturas realizadas en paredes, en las zonas más internas de cuevas, al abrigo de una incipiente religiosidad y prácticas ceremoniales vinculadas con la obtención de aliento.

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El estudio de estas manifestaciones rupestres de las culturas prehistóricas americanas es sin duda otro de los capítulos más interesantes, dentro del análisis del desarrollo cultural de los primeros grupos que llegaron a este continente. Fundamentalmente por los escasos ejemplos que podemos encontrar, en comparación con otras manifestaciones y sobre todo por el importante papel que debieron jugar como vehículo de información. En el caso americano uno de los ejemplos más destacados es el de las pinturas rupestres argentinas, que se traen a colación por ser la expresión más latente a través de la cual se refleja la manera de pensar, sentir y actuar de estos grupos.

PINTURAS RUPESTRES.

Algunos se localizan en Charquina, La Playa Córdoba, y nos hablan de una pintura naturalista tremendamente esquemática y dominada por las representaciones de animales como la llama que evidencian una tremenda dependencia de estas poblaciones respecto a un animal que se haría fundamental en su vida. Por el contrario, y totalmente contraria a esta situación, es la ausencia de representaciones de plantas en las distintas escenas que se han encontrado, de la misma manera que desde un punto de vista arqueológico se constata por la falta de utensilios agrícolas.

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Otra de las cuestiones destacadas es la ausencia de representaciones humanas o de una interpretación de éstas de una forma abstracta y secundaria, en escenas en las que no impera el orden sino una sumatoria de figuras, que se convierten en el reflejo de una pintura que posiblemente alcanzó el grado de propiciatoria que tuvo en Europa y que pone de manifiesto la aparición de prácticas de caza, en las que se contaba con la celebración de actos rituales que la hicieron más beneficiosa para el grupo.

HUACA PRIETA Dentro del proceso de llegada del hombre a Suramérica, a través del cuello de botella que es el Istmo de Panamá, uno de los primeros testimonios importantes y destacados de la presencia humana, nos habla de grupos que se asentaron en los territorios costeros, desarrollando una base de subsistencia apoyada en actividades de recolección y caza donde el mar juega un papel fundamental como lo hará en los siglos posteriores. En la costa norte del Perú, en el valle de Chicama, en el montículo de Huaca Prieta, se han excavado una serie de sectores que han sacado a la luz la existencia de restos orgánicos de alimentos como pescados y mariscos y cierto cultivo de plantas que demuestran la existencia de una dieta mixta desde los primeros momentos, en esta región. No obstante este enclave destaca por la aparición del empleo de la calabaza como recipiente con decoración incisa en su cara externa, mostrando los primeros ejemplos en los que se conjugan los principios funcionales y estéticos de una manera clara. La decoración de ambos destaca por el esquematismo de los motivos representados, mostrándose tanto caras esquematizadas como figuras humanas y de pájaros con una clara estilización, y dispuestos sobre la superficie siguiendo esquemas simétricos. La relación de los motivos de estas calabazas con los aparecidos en los restos de textiles encontrados en el mismo asentamiento, ponen de manifiesto la relación en una fecha muy temprana, aproximadamente el 2000 a.C., de una relación entre ambas actividades, en la que se puede constatar el intercambio de motivos y elementos que posteriormente serán utilizados por culturas con un desarrollo más complejo. Huaca Prieta sirve de modelo, para entender el patrón de asentamiento en la costa e Perú, en estas fases iniciales, y que corroboran otras cien aldeas en las que se repiten los esquemas de localización, dependientes de la explotación de los recursos naturales, básicamente marinos.

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CALABAZA DECORADA. HUACA PRIETA. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL EL ARCAICO: LOS RECOLECTORES PLEISTOCÉNICOS* “Cuando los cazadores paleoindios entraron en el Nuevo Mundo, la última glaciación estaba próxima a su fin. Las placas de hielo llegaron a su máxima expansión alrededor del 16000 a.C.; comenzaron a fundirse y retroceder en el extremo norte 4000 años más tarde. El retroceso glaciar fue interrumpido por varios episodios de avances glaciares menores, pero aproximadamente en el 8000 a.C., las capas de hielo estaban restringidas al extremo norte, y prevalecían temperaturas interglaciares. La temperatura promedio anual era 16ºC más alta en las áreas septentrionales que la que había habido durante el máximo glaciar. Después del 11000 a.C., se liberó una gran cantidad de agua por la licuación de las placas de hielo, y el nivel del mar creció en todo el mundo. El puente terrestre de Bering fue cubierto de agua aproximadamente en 8000 a.C., y la línea costera de Norteamérica se inundó. Los cambios posglaciares en las temperaturas y en los regímenes pluviales tuvieron efectos mayores sobre la vegetación. Algunos medios pleistocénicos desaparecieron, como la tundra esteparia rica en animales de caza. Otros medios se extendieron hacia nuevas áreas, como los bosques caducifolios del sureste de Norteamérica. En Suramérica el bosque tropical puede haber remplazado en gran medida a la tierra de pastos, previamente expandida en la Amazonia. Éstos y otros cambios en la vegetación afectaron a las poblaciones de animales[...]. Los paleoindios tuvieron que alterar sus patrones de subsistencia y depender con mayor frecuencia de pequeños mamíferos, pájaros, peces, mariscos y plantas, cuando los mamíferos que cazaban escasearon y (en algunos casos) desaparecieron por completo. Con el continente colmado de cazadores, las migraciones hacia territorios adyacentes, no muy lejanos, parecieron una salida fácil para el exceso de población. La reducción de los desplazamientos y el surgimiento de barreras sociales (y quizás lingüísticas) en la comunicación parecen estar reflejadas en la gran diversidad regional de los estilos harte actuales arcaicos. Para poder mantener el equilibrio entre población y recursos silvestres en una región determinada, se frenó el crecimiento de la población con medidas culturales, como nacimientos espaciados, abortos o infanticidios, o con nuevos recursos alimentarios disponibles localmente, que fueron explotados con más eficacia. Las bandas de cazadores recolectores pospleistocénicos aprendieron a regular sus desplazamientos a través de sus territorios para tratar de aprovechar la abundancia estacional de varias plantas y animales[...]. Cuando los patrones de movilidad se volvieron cíclicos y programados, en vez de nómadas aleatorios, y cuando los recolectores se familiarizaron con el ciclo vital y los mecanismos de reproducción de varias especies de plantas recolectadas, fue posible la manipulación humana de las plantas. Las semillas y raíces cortadas pudieron plantarse en un claro y la banda pudo retornar meses después para recoger la cosecha. Ciertas especies de plantas respondieron a esta preocupación humana con cambios genéticos que produjeron varias generaciones más tarde, características como semillas grandes y la pérdida de la dureza de las vainas lo que aumentó

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el atractivo que tenían para los recolectores humanos. Los cultivos requirieron invertir un tiempo y trabajo extra, y esta inversión tuvo lugar a expensas de otras tareas de subsistencia que estaban comprendidas en el ciclo estacional. Cuando se descubrieron las técnicas de almacenamiento, la cosecha excedente pudo utilizarse para períodos más largos, lo que supuso un fuerte incentivo para el establecimiento de aldeas permanentes cerca de los campos cultivados y los depósitos. En el valle de Tehuacán, en México, y en la Cueva del Guitarrero y el valle de Ayacucho, en Perú, existe una clara evidencia arqueológica de que el cultivo de plantas precedió a la aparición de asentamientos basados en la agricultura permanente...”. * STUART, J. Fidiel. Prehistoria de América. Barcelona, Crítica, 1996, pp. 106110.

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CAPÍTULO 5:

LA CIUDAD EN MESOAMÉRICA INTRODUCCIÓN Uno de los valores que ha sido considerado como propio a una cultura para ser considerada como civilización, es el de la existencia de un urbanismo claramente definido que estructure sus asentamientos, fundamentalmente reflejado en una organización centralizada, con predominio de edificios públicos y religiosos, conformándose en la proyección espacial de la propia estratificación social que los produce. El estudio de las características del urbanismo en Mesoamérica, tiene como objetivo el mostrar el grado de evolución al que éste llegó, apoyado en toda una tecnología pensada para alcanzar un control del espacio, tanto interno de los enclaves como del propiamente territorial, y en el que se constata la existencia de ciencias perfectamente definidas como la astronomía, matemáticas e incluso la geometría, que funcionando como auxiliares de la propiamente urbana, dotaron a estos lugares de una clara regularidad, organización entre cada una de sus partes y una perfecta interrelación con el medio natural en el que se emplazaban. Tanto las que se pueden denominar ciudades, como los enclaves con una clara función sagrada, participan de esta dinámica que en un sentido u otro afectará tanto a la propia arquitectura que se dispone en ellas de un modo puntual, como a los conceptos de espacio urbano y escenografía que generarán como conjuntos construidos. La complejidad social que se tuvo que alcanzar fue evidente, ya que para poder hablar de ciudad, debemos tener presente la existencia de unas funciones administrativas, religiosas y políticas claras, en torno a clases dirigentes como la nobleza y el sacerdocio, y una jerarquización interna de las mismas en las que se reflejaba las propias relaciones del grupo. El mismo proceso de construcción de los edificios, y el grado de organización que requiere este hecho, se conforma como uno de los exponentes más evidentes de la desaparición del concepto de sociedades igualitarias que predominaba en las fases iniciales de desarrollo.

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PATRONES DE ASENTAMIENTO Los incipientes agrupamientos humanos, a los que podemos llamar propiamente primeras aldeas, aparecen en una fase inicial del Formativo o Preclásico, cuando se testimonia una sedentarización que afectó a la aparición de estructuras artificiales estables de habitación, que agrupadas dieron lugar a estos primeros centros. Este proceso que de una manera clara afectó al problema de la vivienda, considerando que un asentamiento se puede entender como el conjunto de viviendas, permanentes o transitorias íntimamente ligadas a funciones arquitectónicas básicas como habitar y estrechamente vinculadas a zonas productivas de carácter agrícola, supondría un salto cualitativo en el problema de la constitución de la ciudad como tal.

CENTRO CEREMONIAL OLMECA DE LA VENTA. EJEMPLO DE INCIPIENTE URBANISMO EN MESOAMÉRICA. (MÉXICO).

En este sentido, la ocupación del espacio por parte del hombre prehispánico en Mesoamérica, se vio desde siempre mediatizada por la necesidad de controlar efectivamente el entorno, no sólo disponiendo de los materiales y alimentos que éste le proporcionaba, sino también de los puntos estratégicos donde establecer lugares de fácil defensa y garantizar el acceso directo a fuentes de agua, aunque en algunos casos este componente no sea tan obvio. A ello se debe unir la influencia que la religión pudo tener a partir de un momento dado en la definición de algunos de estos primeros lugares, incluso en la localización de los mismos, ya que ciudades y núcleos como La Venta, Teotihuacán, Monte Albán o las ciudades mayas contaban también con este elemento como fundamental para entender el lugar que finalmente escogían para localizarse.

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SECTOR OCCIDENTAL DE MONTE ALBÁN, ORIGEN DE LA CIUDAD CON TESTIMONIOS CLAROS DE INFLUENCIA OLMECA. (MÉXICO).

El propio diseño de la ciudad prehispánica nos habla de la combinación de cada uno de los puntos anteriormente señalados, dándose una definición clara tanto de su morfología, como de la propia organización interior de las distintas zonas en las que se articula. Como si de una perfecta planificación se tratara y sin entrar a definir los casos particulares, algunos de los cuales se analizarán individualmente, la disposición de las ciudades mesoamericanas conocen una metodología perfectamente definida que se plasma en el espacio, con la combinación de plataformas, calles, plazas, edificios religiosos y civiles, etc., que presentan una disposición y relación desde las etapas iniciales del Preclásico, en las que se empiezan a configurar los primeros núcleos. De este modo, entorno a un centro en el que se disponen los edificios religiosos y civiles más importantes, conformando lo que podríamos llamar como el espacio ceremonial de la ciudad, se distribuye la población de una manera dispersa y sin un aparente orden. Ese centro que presenta una clara ordenación de los espacios, en los que se puede percibir perfectamente la relación entre plataformas, altares y espacios abiertos. Incluso la calidad de la arquitectura que se construye no es la misma. Mientras que los templos y los palacios se edifican en materiales imperecederos como la piedra, complementada con unos perfectos programas escultóricos y pictóricos, y una monumentalidad que los hace destacar, el resto de las construcciones que conforman un asentamiento, se caracterizarán por su vulnerabilidad y materiales, como vegetales y tierra que definen unos modelos arquitectónicos que hasta la actualidad se siguen utilizando por parte de la población indígena, en algunas zonas de Mesoamérica.

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PIRÁMIDE DE CUICUILCO, REFERENTE QUE OBLIGA A HABLAR DEL ENCLAVE COMO CIUDAD. (MÉXICO).

EL INCIPIENTE URBANISMO Los primeros ejemplos registrados en el territorio que comprende Mesoamérica, se presentan en dos focos fundamentales. Por un lado la llanura costera del Golfo de México, entre el río Grijalva y los Montes Tuxtlas; y por otro en las tierras del Altiplano, fundamentalmente en torno a la Cuenca de México, aunque no hay que olvidar los vestigios registrados en Tehuantepec y que conforman los más antiguos de la zona mesoamericana. Sin duda los rasgos genéricos del urbanismo prehispánico mesoamericano se van a definir en sus líneas generales en los primeros asentamientos de la cultura olmeca en la región del Golfo. En ellos se pueden identificar algunos de los patrones que se repetirán de una manera global en períodos posteriores con algunas diferenciaciones locales. Como hemos señalado anteriormente, en el origen de los mismos hemos de situar el fenómeno de la sedentarización y por extensión de la aparición de unos cambios en las pautas de actuación de los miembros de los grupos que ven necesario el desarrollo de viviendas con un fin claro de habitación y relacionadas con la proximidad de zonas productivas desde un punto de vista agropecuario. Agua y disponibilidad de materiales se conjugan junto con los condicionantes fundamentalmente estratégicos y de control del territorio, como los básicos en el inicio del Preclásico.

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LA PIRÁMIDE DEL SOL DESDE EL MICCAOTLI. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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Los tres yacimientos olmecas más destacados, San Lorenzo Tenochtitlán, La Venta y Tres Zapotes, desarrollados entre el 1200 a.C. y el 300 a.C., son el evidente testimonio del inicio del proceso evolutivo hacia una constante complicación al que derivó el devenir de los asentamientos estables en Mesoamérica. Como un claro rasgo diferencial, estos primeros núcleos, sobre todo los más estudiados, San Lorenzo y La Venta, presentarán una estructura organizada en base a un centro ceremonial reducido, alrededor del cual se organiza la distribución de la población repartida de una forma dispersa y sobre todo mediatizada por el hábitat lacustre en el que se hallaban. Un organigrama reflejo, por un lado de una especialización y sobre todo de una división de clases en la que la sacerdotal coparía el extremo superior de esta esquemática pirámide social y cuya existencia era imprescindible para poder llevar a cabo un trabajo de las dimensiones del efectuado. Por otro, de un ya claro conocimiento astronómico que se testimonia en la reorientación del eje mayor de la plaza de La Venta respecto al eje magnético terrestre, y que vincula al conjunto urbano con los solsticios.

VISTA PARCIAL DE LA CALZADA DE LOS MUERTOS O MICCAOTLI. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Dentro de este esquema el propio centro ceremonial presentará una clara distribución de los elementos que lo componen en base a ejes orientados en relación con los puntos cardinales o referentes geográficos destacados y en los que ya aparece una clara vinculación entre espacio abierto, plazas, y estructura construida, pirámide o plataforma, que definen otro de los binomios más recurrentes del urbanismo prehispánico.

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No obstante este incipiente esquema siempre ha contado con una cuestión que ha suscitado interrogantes desde el hallazgo de estos yacimientos, y es la constatación de fases perfectamente definidas en las que están ausentes los procesos evolutivos previos de formación. Un aspecto éste, que siempre ha estado muy vinculado a las características de la propia consustancialidad de lo olmeca y que se conforma como uno de los grandes interrogantes de esta cultura.

PANORÁMICA DEL CENTRO DE MONTE ALBÁN DESDE LA PLATAFORMA SUR.(MÉXICO).

En el caso de San Lorenzo existen elementos centralizados, representados en la zona monumental, y de una infraestructura como drenajes y sistemas de recogida de aguas, pasando por un importante conjunto de vías de acceso al asentamiento. Todo un conjunto de aspectos que resumen un ejemplo de plan urbano diferenciado en el que de una manera clara el centro juega el papel de punto vertebrador, a partir del cual se distribuye el conjunto de la población. En la zona de los Valles de Oaxaca, la presencia de elementos olmecas se registra desde el siglo VIII a.C., en una etapa en la que ya existían grupos perfectamente definidos que explotaban las riquezas agropecuarias de la región. En ella enclaves como Monte Albán, Monte Negro y Dainzú representan esta fase de contacto con los recién llegados olmecas. De los tres destacará el primero, al constatar en sus fases iniciales de formación una clara vinculación con los patrones olmecas definidos en la región del Golfo. A partir de una gran plaza central, de dimensiones rectangulares con un desarrollo longitudinal norte-sur, se constata una evolución

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TIKAL. TEMPLO DE LAS MÁSCARAS. (GUATEMALA).

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que incluye el núcleo nor-occidental, con inclusión del Edificio J, para ir conformando el perfil global de este espacio público que se consolidará como tal a lo largo del Clásico. Distinta podría ser la consideración para los asentamientos más antiguos del mundo maya, fundamentalmente si atendemos a la idea que defienden algunos autores como Paul Gendrop y que establece una posible vinculación y origen con la cultura olmeca. Esta aseveración corroborada por las relaciones entre simbologías glíficas de Tres Zapotes e Izapa por ejemplo, no impide localizar asentamientos anteriores a la presencia olmeca sobre todo el la Cuenca del Río Pasión, localizándose focos contemporáneos en los Altos de Guatemala y Chiapas y en las Tierras Bajas Mayas. No son poco los autores que marcan cuáles son los componentes del patrón urbano maya en el que distinguen básicamente cuatro elementos. Primeramente las denominadas como partes homogéneas, compuestas por las viviendas que en este caso se organizan en torno a patios de forma cuadrangular y con las dependencias dispuestas en torno a ellos. En segundo lugar encontramos la parte central conformada normalmente por áreas públicas, edificios administrativos, residencias de gobernantes y edificios religiosos. En tercer lugar se disponen las vías de circulación que se encargan de integrar los distintos componentes de cada uno de los asentamientos y por último, las denominadas como partes especiales, dentro de las que se incluyen áreas destinadas a actividades productivas, de intercambio, defensa, recreación y otras. El caso de Uaxactún nos sirve para entender el desarrollo posterior del urbanismo en esta zona tan concreta del área mesoamericana, permitiéndonos establecer una clara diferenciación con los establecimientos de la zona del Golfo de México y los valles interiores. En este caso, la ciudad no responde a un concepto unitario de asentamiento, sobre todo porque ha tenido que adaptarse a las condiciones impuestas por el terreno. Al igual que las anteriores, la zona pantanosa en la que se emplaza, ha obligado a una disposición de las estructuras principales en las elevaciones que sobresalen en este ambiente lacustre y entre las que se han definido las estructuras básicas de comunicación como han sido pequeñas veredas que han aparecido junto a los riachuelos que las recorren.

LOS GRANDES CENTRO URBANOS Los esquemas hasta aquí defendidos se han aplicado a un conjunto de enclaves en los que se ha testimoniado una clara planificación y orden en la distribución de sus edificios, de tal manera que hacen pensar que no se trata de meras aglomeraciones esporádicas, sino que entran dentro de un desarrollo meditado y totalmente diseñado. En este sentido los problemas surgirían en el instante en el que decidamos hacer una diferenciación cualitativa y cuantitativa de cada uno de los centros, y determinar aquellos que han de ser considerados como verdaderas ciudades, haciéndose necesario plantear la misma definición de ciudad como parámetro desde el cual partir.

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En este sentido no perdamos de vista que esa propia definición de ciudad lleva aparejada una problemática que no permite emplear una sola y exclusiva opción. Autores como Sonia Lombardo hablan de la existencia de dos criterios como los de espontaneidad y planificación, considerando la necesidad de que un enclave cuente con una serie de requisitos mínimos que permitan incluso poder hablar de un claro diseño predefinido. Estos elementos serían los de la existencia de un sistema de calles y caminos, viviendas, palacios, centro ceremonial-religioso y la plaza o mercado. Dentro de estos intentos no son pocos los que como Alberto Amador recurren al número de sus habitantes como el componente a tener en cuenta, de la misma manera que otros lo hacen con la calidad de la arquitectura que es capaz de generar ese enclave. De esta manera parecen claros los elementos con los que tiene que contar un asentamiento para ser definido como urbano, tales como los de disponer de un sistema de vías, y una jerarquización espacial en base a la función ejercida por las diversas estructuras arquitectónicas, que se repartiría entre la zona de habitación, la palaciega, el centro ceremonial, con un fuerte carácter religioso y el mercado, centro de la vida diaria. De la misma manera podríamos enfocar el problema de la necesidad de contar con la presencia de determinados elementos que fueran definidores de lo que se entendería como ciudad, siendo el ejemplo más destacado el de la pirámide que se convierte en el componente más distintivo de éstas. Finalmente otra posibilidad es la consideración de la existencia de unas funciones exclusivas de estos enclaves en los que destacaría el papel del poder religioso, militar o político, el origen de la distribución de los productos generados en el territorio de influencia y por último la existencia de una diversificación social que contemple la presencia de grupos especializados en distintas funciones, totalmente alejados de la imagen de las sociedades igualitarias originales. El punto álgido del desarrollo de las principales concentraciones humanas de la zona mesoamericana prehispánica se va a reflejar en los centros urbanos más importantes entre los que destacan los de Teotihuacán, Monte Albán, Palenque, Tikal, y Tenochtitlán. Si bien se trata de una selección puntual, necesaria para poder desarrollar algunos de los conceptos que nos interesan, de entre ellos se pueden extrapolar una serie de características genéricas que nos señalen la existencia de dos tipologías perfectamente definidas. Por un lado aquellos núcleos que participan de una planificación clara en base a ejes y plazas como son los casos de los dos primeros, siendo Tenochtitlán el punto final de dichos modelos; y los planteamientos mayas organizados en base a centros ceremoniales que funcionan como focos nucleares y se ven rodeados por la población que los genera y explica como centros de atracción religiosos. Es por ello que precisamente sean éstos los grandes protagonistas del estudio del urbanismo prehispánico, al ofrecer un grado suficiente de complejidad en sus definiciones que difícilmente fue asimilado por el hombre occidental, y que tuvo que recurrir a su comparación con modelos europeos para hacerlos mensurables y comprensibles.

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VISTA DE EL TAJÍN CON LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS AL FONDO, REFERENTE PLANIFICADOR DE ESTA ZONA DE LA CIUDAD. (MÉXICO).

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PLANO DEL CENTRO DE TULA, DONDE SE DISPONEN EDIFICIOS COMO EL TEMPLO DEL SEÑOR DE LA MAÑANA (TLAHUIZCALPANTECUHTLI), DEFINIENDO UN SECTOR MIXTO, DESCUBIERTO Y PORTICADO. (MÉXICO).

LAS RELACIONES ENTRE ESPACIO ABIERTO Y VOLUMEN ARQUITECTÓNICO Una de las características básicas de los centros prehispánicos son las relaciones que se establecen entre espacio abierto y volumen arquitectónico, en una unión que se convertirá en paradigmática y definidora del urbanismo prehispánico. En este sentido la predominante presencia de los espacios abiertos se relaciona con las propias prácticas religiosas de estas culturas en las que el culto a la Luna y fundamentalmente al Sol, se convertían en los ejes de sus plegarias. De alguna manera podemos hablar de un urbanismo organizado en base a innumerables plazas que se relacionan entre sí y estructuras que las delimitan y convierten en espacios públicos de una tremenda ceremonialidad. Desde las primeras culturas, las relaciones entre espacio abierto y volumen arquitectónico, no sólo definieron la esencia de la totalidad de los enclaves, sino que determinaron la tendencia a orientar y crear direccionalidades en base a un conjunto de elementos que se convertían en complementarios de los anteriores. Las escalinatas asimétricas, las estelas y la propia presencia de un frente con escalera en las plataformas principales, facilitaba un cierto orden espacial que la ausencia de fachadas monumentales y de elementos arquitectónicos perfectamente establecidos podía solucionar.

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PANORÁMICA DE CHAPULTEPEC. LOS ESPACIOS NATURALES, ADQUIRIERON UNA GRAN IMPORTANCIA EN ALGUNAS FASES DEL DESARROLLO URBANO PREHISPÁNICO. (MÉXICO).

Dicha circunstancia tiene un ejemplo destacado en el propio diseño del conjunto de escaleras que jalonan la Calzada de los Muertos, o Miccaotli, en Teotihuacán y que se complementan perfectamente con el diseño de la pirámide de la Luna, cuyo frente mira hacia el sur para abrirse a un gran espacio abierto que se anuncia en la distancia como el gran receptor de los flujos que desde las plazas del mercado y la Ciudadela se dirigen hacia ella. Entre el siglo I y el IV d. C., la necesidad de romper con el desequilibrio entre las proporciones de los dos edificios más importantes del yacimiento podría estar detrás de este diseño urbano y arquitectónico. El estudio de la perspectiva se percibe en el intento de corregir la diferencia entre los dos volúmenes de las pirámides, la de la Luna y la del Sol, mediante el paulatino aumento de la altura del terreno que se soluciona con una ascensión constante desde el extremo sur de la ciudad hasta la Plaza Norte, enmarcado todo por las plataformas que delimitan a un lado y otro la Calzada de los Muertos, integrando en un solo conjunto las líneas de proyección de dichos laterales y los propios de la Pirámide de la Luna. Esta misma consideración la merecería la plataforma norte del yacimiento zapoteca de Monte Albán. Siguiendo el esquema y empleo de la escalinata como elemento diferenciador y separador de ámbitos, este sector septentrional de la gran plaza de la ciudad zapoteca se conforma como un espacio restringido, al que posiblemente sólo pudieran acceder contados miembros. Junto a ello se preocupa por insertarse dentro del conjunto del yacimiento, no olvidemos que se trata de una de las estructuras más antiguas de mismo y por lo tanto datable en torno al siglo VII a.C., diseñando una de las primeras grandes fachadas de la arquitectura prehispáni-

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DETALLE DEL EDIFICIO DEL MERCADO. CHICHÉN ITZÁ. EXPONENTE DE LA PRESENCIA DE ESPACIOS PÚBLICOS DISEÑADOS, PARA CONCENTRACIONES NUMEROSAS. (MÉXICO).

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MITLA. GRUPO DE LAS COLUMNAS. EJEMPLO DE ESPACIO DE REUNIÓN ABIERTO, ANTE LO QUE PUDO SER UN EDIFICIO CIVIL. (MÉXICO).

ca mesoamericana que se abre hacia el gran espacio abierto central, generando un foco de atracción y sobre todo de relación que se contrarresta con la gran Pirámide del Sur, que funciona como elemento que intenta generar la misma dualidad que las pirámides del Sol y la Luna de Teotihuacán, anteriormente comentadas. En este caso, deja de existir una planificación lineal como en Teotihuacán para definirse otra más centralizada en torno al sector occidental en un punto ubicado entre los edificios de los Danzantes y la Estructura IV, y que aparece como el elemento organizador del conjunto. Desde él parten las líneas generales de proyección que ordenan al resto de elementos arquitectónicos en un continuo que abarcaría los 1400 años que constatan la presencia humana en la ciudad. La circunstancia de que se trate del único lugar del enclave que no presenta incidios de ocupación, ni siquiera de construcción, mas que la presencia de un conjunto de enterramientos, hacen del mismo un foco de fuerte atracción mágico-religiosa que lo singulariza dentro de la ciudad. Por último, las consideraciones que se puedan derivar del análisis de enclaves como Tikal o Copán, nos ponen de manifiesto la pervivencia en etapas tardías en el período Clásico, en relación al momento de su aparición, de la vigencia de las estelas como elementos ordenadores del espacio físico y temporal que se define perfectamente por las sociedades mayas. En este sentido, las vinculaciones que se pueden establecer entre estas estelas y los espacios que las rodean, adquieren el grado de dependencia hacia ellas, al conformarse como referentes visuales de una distribución de elementos que las consideran como signos o hitos, al marcar incluso de una manera clara, el frente desde el cual ha de ser divisada y por lo tanto estableciendo una jerarquización espaciovisual.

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LAS CALZADAS JUGARON UN PAPEL FUNDAMENTAL EN LA PLANIFICACIÓN DE LOS CENTROS MAYAS. CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).

PALENQUE. EDIFICIO DE EL PALACIO. LAS ESTRUCTURAS REPRESENTATIVAS DEL PODER, SE EMPLAZAN EN LUGARES DESTACADOS, DENTRO DEL CONJUNTO URBANIZADO. (MÉXICO).

Junto a ello, el cariz de conmemoradora de fechas destacadas, la dotan de una doble significación al ser ella la que marca la renovación del tiempo, mediante su función como elemento recordatorio de acontecimientos que la memoria colectiva tiene que almacenar y que adquieren un papel fundamental en la señalización de unos referentes que llegan a convertir el discurrir del tiempo en algo cíclico y renovable.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES LA VENTA El yacimiento de La Venta, dispuesto en una isla en la zona pantanosa del río Tonalá, presenta una organización y distribución de los elementos que lo componen, que nos hablan de una perfecta planificación en la ejecución de los mismos y a su vez, pone de manifiesto una cuestión que está siendo debatida por diversos estudiosos. Verdaderamente, si se trata de una etapa inicial, los rasgos que presenta dicha estructura urbana nos hablan de unos patrones perfectamente definidos, hasta tal punto que más que de un inicio, tendríamos que hablar de un periodo final dentro de una evolución concreta.

LA VENTA. PLAZA CENTRAL. (MÉXICO)

El yacimiento se organiza en base a un eje norte-sur, en el que dominan la estructura A, una pirámide de 38 metros de altura por 120 de diámetro, que recuerda en su perfil, la forma de los numerosos volcanes que dominan la zona y donde se puede rastrear la primera recreación artificial de un elemento natural por parte de un grupo humano. No obstante, algunos autores opinan que se trata de un edificio que pudo haber contado con una escalinata hacia la explanada que se abre al norte de la misma y que aparece custodiada por dos plataformas paralelas que delimitan una plaza central. El extremo norte lo ocupa un patio rehundido, con filas de columnas de basalto que recrean una alineación a manera de pórtico, posible fachada de algún complejo

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interior y donde han aparecido suelos cubiertos por baldosas representando geométrica y abstractamente la figura de un jaguar, animal de importancia capital dentro de la mitología y religión olmecas. En esencia este es el organigrama de un complejo que funcionaría como centro ceremonial en el que posiblemente habitarían de una manera permanente unas 150 personas y que regirían la vida y religión de otras muchas que se repartirían por los alrededores de este núcleo. No obstante son varias las cuestiones que no podemos pasar por alto respecto a este primer yacimiento en el que nos hemos detenido. Por un lado el hecho de que todas las construcciones que se desplantan en la zona sobre plataformas se realizan mediante una acumulación de tierra con algunas piedras de refuerzo, lo que desde un punto de vista tecnológico incidió en sus propias características. Fundamentalmente en el grado de pendiente de las paredes de la pirámide principal cuya relación de altura y base dependía de la inclinación de deslizamiento del material, en este caso la tierra con la que estaba realizada. Por otro lado la organización de cada uno de los edificios que conforman el conjunto lo hacen en base a un eje axial predominante norte-sur, uno secundario, este-oeste y con una inclinación de 8º oeste respecto al norte, que nos hablan de un claro conocimiento de los elementos naturales y sobre todo astronómico, del tránsito de los astros. Esta característica determina que la vertical de su eje sea coincidente con los solsticios y por lo tanto reflejo de su conocimiento del calendario que ya habían desarrollado en torno al 800 a.C. de 260 días o tonalpohualli.

TEOTIHUACÁN El análisis de la estructura urbana de Teotihuacán, pone de manifiesto la existencia de una metodología de planificación y constructiva totalmente desarrollada, así como un total y absoluto conocimiento sobre la Naturaleza y la Cosmología. Se trata de la constatación más eficaz y perfecta de la evolución que se había iniciado cientos de años antes en los centros olmecas de la costa del Golfo, convirtiéndose en un punto de inflexión que marcará el futuro desarrollo de otras ciudades en Mesoamérica. Teotihuacán, surge según las recientes investigaciones a partir de las estructuras que se comienzan a construir sobre la cueva que se emplaza bajo la Pirámide del Sol, siendo ésta la primera estructura del complejo y la que de alguna manera ordenará el resto de elementos urbanos de la ciudad, tomando como base el eje de la Calzada de los Muertos, Miccaotli, o eje norte-sur que la recorre a lo largo de más de dos kilómetros de longitud. En efecto la Pirámide del Sol, es la más antigua construcción de la ciudad y se constituye como un hito visual inserto en el territorio, que consagra para la eternidad un lugar de culto, que funcionará como centro de peregrinación para las poblaciones del Valle de México, y que con el tiempo acabará siendo un importante centro de comercio al que llegarán las más diversas materias primas desde los rincones más distantes de Mesoamérica.

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TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Al ser la estructura primigenia, se calcula su fecha de edificación en torno al año 100 d.C., participando de los sistemas constructivos empleados en ese momento en otros edificios como la pirámide de Cuicuilco. La estructura, realizada con un núcleo de tierra y piedras que se ve reforzado exteriormente mediante una cobertura pétrea que busca la estabilidad de los perfiles de la misma, funcionó como plataforma en la que probablemente se dispondría de una escultura en la parte superior, representación de una de las muchas divinidades que se habían consagrado con el paso del tiempo entre los pueblos mesoamericanos y que convertiría a la misma en punto de atracción, con un enorme poder de convocatoria que determinaría el posterior crecimiento de la ciudad. A partir de ella se traza la Calzada de los Muertos que en su dirección norte-sur, servirá de eje distribuidor de los posteriores núcleos que se ejecutarán en ella como el Templo de Quetzaltcóalt, la Pirámide de la Luna, el Mercado o el núcleo del Quetzaltpapálotl. Un organigrama en el que se define de una manera clara una gradación desde un centro en el que se relacionan un espacio público como le Mercado y otro de carácter semipúblico, como la Ciudadela, hacia espacios más restringidos que culminarían en torno a la Pirámide de la Luna. Desde este conjunto central, la disposición de las unidades habitacionales se hace distribuyendo los espacios mediante su vinculación a través de pasillos y pequeñas plazas, en el núcleo central de estas unidades. Patios a los que se abren dependencias elevadas sobre plataformas y en algunos de los cuales se levanta un pequeño templo en el centro.

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En este sentido, no podemos perder de vista que el crecimiento de la ciudad se hace a expensas del control del río San Juan y de la desecación de un espacio que era fácilmente inundable por las crecidas del río hacia el sur. Un lugar que se convertiría en la zona de expansión natural de la ciudad, trasladando incluso una de las áreas de mayor concentración de población, al núcleo conformado por la Ciudadela y el Mercado, y descongestionando con ello el sector norte que se quedaría exclusivamente destinado a funcionas sagradas entre la Pirámide del Sol y la de la Luna.

MONTE ALBÁN El centro neurálgico de los zapotecas en los valles de Oaxaca, es el siguiente núcleo en el que nos queremos detener. Monte Albán se conforma como el centro de una extensa región en la que se habían venido produciendo la aparición de núcleos como San José Mogote, al norte del actual enclave, que centralizaban los flujos migratorios y económicos que se producían en la zona.

PLANO DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

Monte Albán, yacimiento del que se tiene noticia desde el siglo XVIII, se ubica en el conocido como Cerro del Tigre, en una zona desde la que estratégicamente se controlan los valles de Etla, Zaachila y Tlacolula, las vías naturales por las que se ponía en contacto esta región con el Valle de México, el Pacífico y la zona maya respectivamente. El centro en sí se emplaza en un cerro que ha conocido una

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continuidad en la presencia humana durante al menos 1400 años (s. VII a.C.- s. VII d.C.), lo que se ha traducido en una transformación del medio de tal magnitud, que aún hoy en día asombra por las dimensiones del desplante que de la parte superior de la elevación se ha producido. Desde esta ciudad, verdadero centro ceremonial se genera una distribución de la población por las laderas y cerros próximos, en una extensión tan grande que prácticamente el actual núcleo no es más que una mínima parte de la totalidad del yacimiento. Monte Albán, recoge en sus estructuras la presencia de elementos olmecas que pudieron iniciar la construcción de la gran plaza ceremonial, en la que se pueden apreciar diversas similitudes con la Venta, aunque mejoradas desde un punto de vista técnico. La gran plaza que ordena la presencia de las distintas estructuras que componen este centro ceremonial, guarda unas proporciones rectangulares con una orientación nortesur de sus lados menores. Al norte se emplaza una gran plataforma en la que se pueden apreciar algunas de las constantes de diseño de la arquitectura prehispánica como es la combinación del espacio abierto con las estructuras arquitectónicas, el papel de la escalera como delimitadora de espacios tanto físico como sonoro y visuales y la aparición de una gran fachada que se abre a la plaza central. En el oeste se localizan algunos de los edificios más significativos del enclave como son la Estructura IV, el Edificio de los Danzantes y el Montículo M. En cuanto al primero y al último, se trata de estructuras en las que se recoge el esquema TPA, Templo, Patio Altar, que repiten en pequeña escala los valores esenciales que resultan de la combinación de los espacios abiertos y las estructuras arquitectónicas. El hecho de que se trate del sector más antiguo de la ciudad, junto con la Plataforma Norte, le dota de una especial vinculación con algunos de los grupos olmecas que se movieron por los Valles de Oaxaca, y que se reflejaron en las lápidas de los danzantes y que son las que dan nombre al edificio. Incluso, su relación con el espacio abierto contiguo que no conoce construcción alguna y que parece regir el ordenamiento del resto de los edificios de la plaza central, constatan estas circunstancias. La Plataforma Sur se convierte en el contrapeso urbano de su contraria en el norte, sin llegar a tener el mismo volumen que ésta. En sí se trata de una estructura que reaprovecha una elevación que acaba modelando y sobre la que define una escalinata en su cara norte y una pirámide sobre ella marcando un punto sagrado evidente. Del sector este destacamos el conjunto de edificios que parecen responder a estructuras palaciegas con un organigrama dispuesto en torno a un patio que apenas se ve en otros lugares de Monte Albán. Junto a él, el juego de pelota que se ubica en la esquina nororiental responde al tradicional esquema de cancha en forma de H, aunque con la novedad de no contar con el tradicional anillo dispuesto en la zona central y estar sustituido por nichos situados en las esquinas y que tienen mucha relación con los que aparecen en las tumbas de la ciudad. Por último el Edificio J. Ubicado en la zona sur de la aplaza, sobresale del conjunto por su planta y su aparente desubicación del organigrama general. Su datación, en la etapa inicial del complejo, y relacionado con el Edificio de los Danzantes por la presencia de piedras grabadas con personajes de vinculación olmeca, no hace más que abrir los interrogantes a cerca de la interpretación de su función, más relacionada con fines de observación astronómica, que esencialmente sagrada.

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TIKAL Durante once siglos, Tikal fue la ciudad más grande del Petén, en la que las excavaciones arqueológicas han puesto de manifiesto la existencia de 3000 estructuras arquitectónicas aisladas, bajo las que yacen otras 10000, reflejo de la tendencia a reaprovechar estructuras previas por parte de las culturas prehispánicas. Junto a ello, la ciudad como tal nos presenta un conjunto de estructuras gemelas, templos, palacios, complejos administrativos y todos los elementos indispensables de una aglomeración de estas características.

PLAZA CENTRAL DE TIKAL. (GUATEMALA).

Tikal constituye sin duda uno de los grandes centros urbanos de la zona maya. Organiza su estructura con una serie de conjuntos habitacionales, que se disponen dispersos a lo largo del territorio y que se concentran con una mayor densidad junto a los complejos arquitectónicos principales. Sus límites vienen determinados por la construcción de muros defensivos que rodean el sitio. La parte central de la ciudad se organizaba en torno a la que se denomina como acrópolis norte, compuesta por pirámides y edificios sagrados como templos que definen en su centro la gran plaza principal, que junto con canchas de juego de pelota cierra el conjunto de construcciones que se localizaban en la parte más importante del enclave. Uno de los rasgos más destacados de la ciudad de Tikal en la etapa clásica es la aparición de complejos de pirámides gemelas que flanqueaban plazas y se dispo-

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nían con cuatro escalinatas, una a cada lado de sus frentes, que parecen estar relacionadas con la conmemoración de los katunes o períodos de veinte años. Desde este centro partían tres calzadas que iban a parar a templos o edificios aislados destinados a la realización de determinadas funciones y que en el caso de Tikal alcanzaron dimensiones monumentales, medidas que llegan a los sesenta metros de ancho y un kilómetro de largo.

COPÁN Copán, ciudad de los astrónomos, está entre los enclaves clásicos más originales que se puedan analizar en el territorio maya, dentro de la actual Honduras. Desde un punto de vista urbano y constructivo, la ciudad es el segundo núcleo en tamaño del mundo maya y responde al modelo de enclave asentado en un territorio que llega a controlar convirtiéndose en el foco de ordenamiento poblacional, y próximo a un río, el Copán, cuyas crecidas han afectado a la propia integridad del conjunto.

PLANO DE LA ACRÓPOLIS DE COPÁN. (HONDURAS).

El centro de la ciudad se ha planificado dentro de un rectángulo que describe internamente una organización ortogonal, donde se percibe la preocupación por nivelar y rodear un conjunto de terraplenes sobre los que se alzan las estructuras de plataformas y pirámides. Copán se organiza como un conjunto de volúmenes abiertos en los que destacan los edificios que los jalonan, creando una escenografía entre los que se desarrollan

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las grandes plazas como puntos de encuentro. Urbanismo y arquitectura que se ven complementados por una serie de estelas y de altares que se constituyen en los hitos necesarios para la delimitación temporal de determinados acontecimientos que se convierten necesariamente, en componentes del discurrir temporal del pueblo maya, mediante elementos que hunden sus orígenes en las primeras culturas mesoamericanas.

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APÉNDICE DOCUMENTAL INFORME DE ANTONIO DEL RÍO. PALENQUE, 24 DE JUNIO DE 1787. DESCRIPCIÓN DEL TERRENO Y CASAS DE PIEDRA* «Desde el Palenque ultimo Pueblo al N. de la Provincia de Ciudad R. de chiapa, se sube caminando hacia el S.O. por una Serrania que viene a dividir este Reyno de Goatemala, del de Yucatàn, ò Compeche: a las dos leguas se encuentra el arroyo nombrado Michol, cuyas aguas corren al Poniente, hasta unirse con el grande Río Tulixà que lleva su bertiente a la Provincia de Tabasco: Pasado este arroyo se continua subiendo, y a media legua se cruza un riachuelo que llaman Ototum, el cual bà a juntarse con el anterior: Aquí es donde se comienza a descubrir montones de ruinas que hacen muy molesto el paso de otra media legua, hasta la subida al parage, en que se hallan situadas las Casas de piedra: estas se reducen à catorce mas, o menos, arruinadas, pero que aun conservan visibles muchas de sus habitaciones. Un area rectangular de trescientas varas de latitud, y quatrocientas y cincuenta de longitud comprehende el terreno plano que se demuestra al pie del monte mas alto de esta Serrania el qual forma una Plaza, y como en su centro se bè colocada la Casa más grande, y capaz de cuantas se han reconocido: su situacion es sobre un Cumulo, ò Colina de veinte varas de altura, y al rededor de la misma se manifiestan los demas en esta forma: Cinco al N. quatro o al S. una al S.O. y tres al Levante, notandose igualmente por tres partes fragmentos de otras Casas y edificios caidos, extendiendose los de esta clase a lo largo de la montaña que corre de Lebantte a Poniente hasta la distancia de tres o quatro leguas por ambas partes: de manera que la total extensión que forma esta arruinada población, se puede decir, comprehende de siete a ocho leguas de longitud, no correspondiendo à esta su latitud que biene a ser poco mas de media legua en donde finalizan las ruinas, esto es, hasta el arroyo Michòl, que camina al piè de la Montaña: De esta se descuelgan barias vertientes que bañan los cimientos de las arruinadas Casas, situadas auna y otra orilla: lo que presentaria a la vista, sino fuera por la densidad de los Arboles, tantas calles, como arroyelos. Por la eleccion de establecerse en iguales sitios, y por un aqueducto de piedra subterráneo, de mucha solidez y permanencia, que atraviesa por debajo de la casa grande, se pudiera inferir que estas gentes tubieron alguna analogía y trato con los Romanos: no porque yo me persuada, hayan llegado à este Terreno aquellos conquistadores, sino por que se deja congeturar con fundamento, que algunos de otra Nacion culta se asomaron por estos Payses, de quienes, durante el espacio de su detencion, habrían recivido estos naturales alguna idea de las Artes, como Recompensa de su hospitalidad. A la belleza natural de su agradable situación, se añade la fertilidad del suelo, bajo de un clima benigno que les ofrecería sin duda en abundancia casi todos los articulos precisos para satisfacer las necesidades de una vida conmoda y tranquila: puesto que las frutas silbestres que se encuentran en bastante copia quales son los Zapotes, Aguacates, Camotes, Yuca, Platanos, y otras diferentes [...].

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Volviendo, pues, à este, exige el buen orden que a la descripcion del Terreno, se siga el examen de quanto nos presenta esta gran Casa en su interior, cuya arquitectura muy parecida a la antigua gotica, ofrece larga duracion en lo macizo y tosco de su fabrica, franqueando la entrada en la partte de Levantte, por un Portico o Corredor de treinta y seis varas de largo, y tres de ancho, con Pilastras rectangulas llenas, sin pedestal, ni vase alguna, sobre las cuales se hallan unas piedras quadradas y lisas de mas de un pie [...]». * CABELLO CARRO, Paz. Política Investigadora de la época de Carlos III en el área maya. Madrid, Ediciones de la Torre, 1992, pp. 132-147.

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CAPÍTULO 6:

LOS DESARROLLOS URBANOS EN EL ÁREA ANDINA INTRODUCCIÓN El estudio del urbanismo prehispánico, encuentra en la región andina otro de sus capítulos más destacados, fundamentalmente por la entidad y calidad de los núcleos con los que cuenta, debido al desarrollo que alcanzó la vida urbana en esta zona del continente. Los procesos de concentración humana se inician desde fases tempranas del período Formativo, primeramente en la costa para posteriormente aparecer en el interior. En todos los casos no podemos perder de vista la determinación que implica el medio geográfico, elemento fundamental para entender el desarrollo de las culturas prehispánicas. La evolución de los centros en esta zona cuenta con una dilatada cronología, situando su inicio en torno al siglo XX a.C., a través de la cual se pueden testimoniar fases que irían desde momentos iniciales en los que se registran simples agrupaciones de estructuras habitacionales conformando en ocasiones simples campamentos estacionales, pasando por la definición de centros religiosos y acabando con la aparición de ciudades perfectamente conformadas tanto en concepto como estructura. La llegada de los primeros españoles a tierras suramericanas, puso muy pronto en contacto a éstos con la existencia de una cultura, la inca, que asombró entre muchas cuestiones por presentar un grado de desarrollo muy similar a las encontradas en México, de las que ya se tenía noticia, además de contar con unas ciudades perfectamente establecidas y claramente jerarquizadas, y unos patrones de asentamiento definidos con un urbanismo planificado como Cuzco. En este sentido, las ciudades incas, no eran más que la última fase espaciotemporal, de una larga evolución de enclaves que arrancaban en el segundo milenio antes de Cristo con yacimientos como Huaca Prieta, Cerro Narrio, Kotosh, Huaca de los Reyes, Cerro Sechín y Chavín de Huántar, donde por primera vez se

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testimoniaba la definición de un centro en el que de alguna manera, el empleo de elementos articuladores compuestos por plataformas y plazas rehundidas que se continuarían empleando en el futuro, adquirirán un protagonismo destacado. El análisis del desarrollo urbano en el área andina, presenta en definitiva una serie de elementos distintivos respecto a la zona mesoamericana, en muchos casos debido a la diferencia de características geográficas que influyeron en la distribución y localización de los distintos emplazamientos. Junto a éstos los propios componentes internos de los enclaves, así como el estilo de vida en el que elementos como la metalurgia y el tejido, se habían desarrollado perfectamente. Aunque los componentes básicos con los que nos vamos a encontrar poco difieren de los del capítulo anterior, si hemos de detenernos en esa serie de aspectos que los caracterizan como son su variedad respecto al entorno en el que se emplazan, diversidad de tipologías urbanas, y un desarrollo definido, salvo excepciones, del organigrama urbano.

PATRONES DE LOCALIZACIÓN DE LOS ASENTAMIENTOS ANDINOS El ámbito geográfico suramericano presenta si cabe, una mayor disparidad entre los distintos ámbitos espaciales que lo integran. La cordillera andina, determina una extremada división entre la vertiente oriental, dominada por las llanuras y selvas amazónicas que conforman una frontera natural de difícil tránsito, y la costa occidental del Pacífico que de alguna manera se convirtió en el gran corredor por el que transitarían los distintos pueblos que bien por mar o por tierra se fueron repartiendo por lo que sería el núcleo central de esta región.

DESIERTO COSTERO PERUANO.

De estos dos territorios, nos interesa la propia costa y los valles interiores andinos dispuestos entre la cordillera costera y la Cordillera Blanca y la Negra, ya que serán en ellos en los que se localicen los primeros y principales testimonios de asentamientos. Unos enclaves que a la larga mostrarán claras vinculaciones que

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van más allá de las evidentemente geográficas, para testimoniar relaciones de tipo económico y cultural que en ocasiones hicieron pensar en la existencia de horizontes panperuanos de relación, que permitieran explicar determinadas fases del desarrollo cultural en esta región del continente americano. La evolución de dichos asentamientos se podría organizar en dos tipos. El primero de ellos aparece desde fases iniciales tanto en la costa como en las serranías, y que denominaremos como agrupamientos en aldea, controlando un valle o una zona estratégicamente importante y donde no podemos hablar claramente de unos patrones urbanos definidos, sino más bien de esporádicas aglomeraciones en torno a fuentes de abastecimiento de diversa índole, ya sea esta agua, un punto de caza o de abundante vegetación, etc. A los segundos, posteriores en el tiempo, los podríamos considerar como enclaves del interior en los que de alguna manera se constatan desarrollos claramente organizados alrededor de estructuras arquitectónicas como plazas y plataformas que se conjugarán para conformar espacios articulados, en los que juegan un papel importante los ámbitos abiertos y en los que las relaciones visuales con puntos geográficos próximos será una de sus características.

VISTA DE UNO DE LOS VALLES INTERANDINOS EN LOS QUE SE ASENTARON NUMEROSAS POBLACIONES QUE EXPLOTAN SUS RIQUEZAS NATURALES. AREQUIPA. (PERÚ).

Respecto a los primeros asentamientos que se pueden analizar en la región andina, encontramos los de la costa ecuatoriana. Yacimientos como Valdivia (Ecuador), en realidad basureros en los que se testimonia la presencia de una actividad antrópica por la acumulación de restos orgánicos, son ejemplo de los primeros momentos en los que se evidencia una clara adaptación de grupos cazadores-recolectores en la región de la costa al medio en el que se hayan, desarrollando una economía de subsistencia basada en el aprovechamiento esporádico de los alimentos aportados por la naturaleza. Relacionados con ellos culturalmente pero en el interior, en el cuarto milenio anterior a Cristo, podemos hablar de enclaves en los que la economía era básicamente agrícola, con un claro desarrollo de estructuras de viviendas de planta elíptica hechas de materiales vegetales muy similares a construcciones que en la actualidad se pueden localizar en la Amazonia. Unas viviendas que ya

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presentan desarrollos de sus espacios en herradura, en torno a patios, convirtiéndose en los antecedentes de las construcciones en forma de U que se consolidarán definitivamente en núcleos como Cerro Sechín o Chavín de Huántar, a finales del segundo e inicios del primer milenio antes de Cristo, y que incluso con el tiempo se harán frecuentes trasladados a formas cerámicas. Desde estos momentos iniciales los patrones de asentamiento inician unas paulatinas transformaciones que se reflejarán tanto en un aumento de su propia complejidad, como de las estructuras que los conforman, en tanto a la organización interna como a los materiales que se emplean. También se constata un mantenimiento respecto a etapas anteriores en la vinculación con aspectos como el aprovechamiento de los recursos naturales que les proporciona el entorno, aunque habría que hablar de una mayor riqueza que se reflejará en el hecho de consumir una dieta mixta que combinó productos agrícolas de interior con otros de la costa, ampliando las iniciales tendencias y posibilidades de alimento de los grupos, y constatando obviamente el establecimiento de relaciones de intercambio entre el interior y la costa peruanos.

PLANO DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

En este sentido, en torno al segundo milenio se percibe ya la definición de unos elementos culturales perfectamente establecidos, generados en núcleos en los que se testimonia un aumento de la concentración de la población que hasta ese momento había ocupado gran parte de los valles costeros y del interior. Se trata de asentamientos relacionados con áreas de cultivo de una forma lógica, con una nula ocupación de las tierras cultivables, y que hacen que las laderas de esos valles sean los lugares elegidos

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para disponer las viviendas esparcidas irregularmente. Unas estructuras básicas en las que se constata el empleo de materiales vegetales y piedras, conformando habitaciones de distinta planta, tanto cuadrada como semicircular. Esta inicial complejidad se manifiesta también en las relaciones sociales que hacen posible la existencia, ya en fechas tan tempranas, de sectores especializados dedicados exclusivamente a la religión o actividades productivas, que explicarían la presencia de centros en los que no se constata una actividad de habitación permanente, pero en los que sí se llevan a cabo reuniones temporales de mucha población, funcionando como verdaderos centros ceremoniales.

LAS PRIMERAS ESTRUCTURAS URBANAS Para el caso suramericano las primeras estructuras urbanas estarían representadas en las aldeas de las que anteriormente hablábamos, convirtiéndose en las más antiguas agrupaciones de las que se tiene noticia a pesar de que no contaron con un grado de desarrollo tan claro, por ejemplo, como los olmecas, y en las que subsistían sus poblaciones gracias a los recursos marinos y agrícolas. Se trata de enclaves organizados mediante el mero agrupamiento de chozas circulares edificadas con totoras atadas a una ligera estructura de madera, ocasionalmente completada con costillas de ballena. Unas chozas que a diferencia de la especialización de los espacios de otras áreas culturales, se convertirán en lugar de enterramiento de los miembros de la familia, estableciendo desde este momento una vinculación entre espacio de habitación y lugar de enterramiento, que llegará a dotar al primero de una especial significación religiosa y estableciendo una unión con los antepasados que marcará pautas constructivas posteriores.

CERRO SECHÍN. (PERÚ).

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CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

No obstante los procesos de complicación y jerarquización social también van a tener su reflejo en el núcleo andino donde yacimientos como El Paraíso en Chuquitanta, uno de los más antiguos, datados en el año 2000 a.C., presentan edificios en los que se emplean esquemas surgidos en momentos anteriores, con formas en U, y orientados hacia las montañas próximas a los enclaves. Los centros con esa forma se convirtieron en los de trazado más predominante desde el año 1800 a.C., apareciendo tanto en la sierra como en la costa y perdurando su patrón casi mil años. Unos centros en los que también se daba ya de una manera incipiente la relación entre estructuras construidas y plazas hundidas. En Kotosh, al este del Huallaga Alto, nos encontramos con un enclave en el que se han llevado a cabo trabajos de aterrazamiento del terreno desde el siglo XX a.C. Los dos edificios de los que se han encontrado elementos estructurales como son los del Templo de las Manos Cruzadas y el Templo Blanco, presentan esquemas abiertos, ordenados en torno a patios, en los que sobresale la estrecha vinculación de las edificaciones con el lugar en el que se encuentran, además de una organización regular tremendamente simétrica. En segundo lugar, la Huaca de los Reyes, en el Valle del Río Moche, y datable en un arco cronológico que va desde el 1730 al 850 a.C., presenta un plano cuya simetría es mucho más evidente que en el anterior, sobre todo desde el punto de vista urbano. En su organización se percibe claramente la relación entre espacios abiertos y estructuras arquitectónicas, en las que la ordenación se realiza tomando como base una gran plaza a la que se abren tres pórticos conformados por columnas y mostrando una ordenación de los espacios que está lejos de cualquier improvisación.

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VISTA DEL RECINTO DEL KALASASAYA. TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Por último Cerro Sechín muestra posiblemente un organigrama mucho más simple al anterior, pero donde la preocupación por parte de sus autores de dotarlo de una importante y trascendental iconografía guerrera, lo convierten en un foco de atracción de marcado carácter sacramental. Datable aproximadamente en el año 900 a.C., se entra a él a través de una escalinata que nos permite salvar la altura de la plataforma sobre la que se encontraba, accediendo a una estructura simétrica a la que se abren las distintas cámaras dispuestas en torno a un eje. Cerro Sechín se puede considerar como el antecedente de Chavín, interesante por cuanto en él encontramos algunas de las pautas que se verán en el más destacado de los enclaves del Horizonte Temprano. Sin duda alguna uno de los primeros asentamientos en el que podemos hablar de una mínima regulación espacial es en el de Chavín de Huántar, 900-400 a.C. Prácticamente destruido por los avatares naturales y por el propio hecho de ser una cantera de materiales pétreos desde la etapa prehispánica, su organización nos habla de una distribución planificada de los elementos con un centro más importante y otro conjunto de lugares distribuidos a su alrededor y relacionados con él. Los diseños constructivos en forma de U y las vinculaciones de las edificaciones con patios como es el caso del denominado Castillo, nos permiten hablar de una serie de constantes del urbanismo prehispánico que sigue ubicando sus edificios también en plataformas. No obstante la no existencia de una planificación clara explicaría las sucesivas ampliaciones que tuvo este núcleo, como las que dieron lugar al Nuevo Templo, realizada con toda probabilidad en distintas fases, lo que no hace pensar en un proyecto unitario.

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VISTA PARCIAL DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Posiblemente el enclave que más nos interese después del de Chavín de Huántar sea el de Moche, ya en la región costera del sur de Perú en donde podemos encontrar otro de los ejemplos de centros ceremoniales que podemos insertar dentro de la dinámica urbana de los asentamientos prehispánicos andinos. Moche, 100 a.C.-700 d.C., cuenta con dos plataformas, la Huaca del Sol y la de la Luna donde se relacionan espacios abiertos y plazas, articulados por el cerramiento de plataformas que definen escenarios de un alto valor religioso. La distinta funcionalidad de las mismas hace pensar en la vinculación entre poder civil y religioso, o la unión de ambos en la misma figura. Así, el hecho de considerar a la Pirámide del Sol como un templo y a la de la Luna como la plataforma de un palacio, vendrían a sustentar esta hipótesis. Pero no solamente podemos hablar de aglomeraciones definidas por ser lugares de habitación, sino que también tenemos que tener en cuenta aquellos enclaves en los que originariamente se aprecia una utilización ritual, celebración religiosa o enterramiento y que se convierten en otra de los condicionantes que dieron lugar a algunos de los yacimientos más importantes de la región andina. Si ya hemos hablado de Chavín de Huántar y le hemos conferido ese carácter de lugar sagrado, el caso de los yacimientos de Paracas en la región meridional de la costa peruana, nos constatan la elección de enclaves por determinadas circunstancias en los que se llevaban a cabo el enterramiento de cuerpos envueltos en fardos formados por mantas de una altísima calidad y que desde el 400 a.C., testimonian la presencia de concentraciones arquitectónicas dotadas de una fuerte simbología.

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PIKILLAQTA. (PERÚ).

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CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).

LAS PRINCIPALES CIUDADES El paulatino desarrollo comercial incidió en el crecimiento y complejidad de los centros de concentración humana, hasta tal punto que podemos decir que surgen las primeras ciudades en un período que arrancaría en torno al siglo II d.C. La ciudad de Tiahuanaco representaría esta primera fase. Dominada por dos grandes plataformas cubiertas de piedra, sobre cada una de las cuales hay una plaza hundida, los edificios que la conforman destacan por estar realizados con muy buena calidad y levantarse sobre las plataformas a las que se entra a través de una serie de pórticos, definidos por bloques macizos de piedra de una sola pieza y decorados en algunas ocasiones con relieves. La más famosa es la Puerta del Sol, cuyo principal motivo puede ser una versión tardía del antiguo Dios de los Báculos de Chavín. En una de las plazas del complejo se localizan un gran número de estelas entre las que se podían identificar algunas de dioses pertenecientes a pueblos conquistados y sometidos por Tiahuanaco. Las grandes plataformas que aparecen con sus impresionantes edificios fueron las residencias y despachos de la elite gobernante, mientras que la masa de la población vivía en humildes casas. La existencia de todos estos elementos nos permite hacer una lectura en la que destacaría la presencia de una articulación espacial exterior ordenada en relación a puntos o direcciones organizadas por las portadas y las estelas, constituyendo un claro ejemplo de ordenación en base a hitos monumentales y espacios públicos. La propia calidad en la que se presentan habla muy a las claras de la existencia de una estructuración social interna sustentada en una ya

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definida diferenciación, en la que posiblemente se puedan encontrar perfectamente definidos especialistas altamente cualificados, directores de obra, canteros, sacerdotes, artesanos, orfebres, etc., representativos de una organización en torno a un poder central con la capacidad suficiente para movilizar a una masa importante de súbditos.

IGLESIA DE SANTO DOMINGO. CUZCO. (PERÚ).

El caso de Wari, estrechamente relacionado con Tiahuanaco, surge justo cuando éste conoce su etapa de máximo esplendor, aunque con un desarrollo caracterizado por una disposición de los elementos sin un orden preestablecido y con el empleo de piedras, más próximas por su tamaño a lo megalítico. El yacimiento se organiza mediante complejos amurallados divididos en secciones rectangulares que conforman patios rodeados de una serie de habitaciones que podrían haber conformado residencias de unidades familiares. Los enclaves de Huamachuco y Viracochapampa, emplazados en el Horizonte Medio, vuelven a ser ejemplos en los que encontramos edificios organizados en torno a una plaza central y con una clara planificación que se testimonia no solamente en la calidad de la urbanización del recinto, sino incluso en el hecho de que sus lados estén orientados con los puntos cardinales, como es el caso de Viracochapampa. Para el caso de Huamachuco, la realización de estructuras de habitación organizadas con salas rectangulares y ordenadas en torno a patios, vuelve a constatar la utilización de unas pautas de ordenación de las unidades básicas de habitación que se insertan dentro de la tradición suramericana que venimos comentando.

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CALLE HUNÍN RUMAYOC. CUZCO. (PERÚ).

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SACSAHUAMÁN. CUZCO. (PERÚ).

Posiblemente el mejor ejemplo de esta planificación que se constata en estos conjuntos lo conforma la ciudad de Chan Chán, siglos XIII-XV d.C., de la que interesa resaltar, más la planificación de cada una de las unidades que la conforman, que el propio conjunto del enclave, que responde a la paulatina complementación de cada una de las unidades que lo integran, aunque el resultado sea una perfecta y geométrica ordenación de sus áreas. Ubicada en las proximidades de la actual ciudad de Trujillo, el empleo del adobe con un carácter masivo en todas las estructuras, convierten además a esta ciudad en uno de los mejores espacios en los que analizar la aplicación y grado de calidad que alcanzó este material. Por lo que respecta al centro y sur de Perú, la ciudad de Pachacamac, siglos VIIXV d.C., representa la estructura más grande en la que se pueden ver conjuntos de grandes pirámides, llegando a contar con construcciones de hasta seis pisos de tapias y pintados exteriormente, mostrando una alta complejidad en la conformación y decoración de cada uno de los elementos que lo integraban. Por último, los enclaves de la civilización inca son algunos de los mejores conocidos, fundamentalmente por ser de los últimos que se realizaron, disponer de un magnífico trabajo de la piedra y contar con algunas de las descripciones más completas llevadas a cabo por los cronistas españoles. Si bien los ejemplos con los que nos podamos encontrar son numerosos, destacan en ellos la existencia de enclaves en los que se testimonia una perfecta planificación en la disposición de los edificios y calles de Ollantaytambo. O de un desarrollo definido pero no regular manteniendo unas pautas de orientación constantes en el urbanismo de la región andina y donde el caso de Cuzco se convierte en uno de los casos más conocidos y mejor estudiados.

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MACHU PICCHU. (PERÚ).

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PISAC. (PERÚ).

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SELECCIÓN DE IMÁGENES CHAVÍN DE HUÁNTAR El primer momento en el que se constata una unificación territorial, lo que los estudios llaman período panperuano, en el centro norte del Perú, por motivos religiosos es en el Horizonte Antiguo, a partir del siglo IX a.C. Las circunstancias que dieron origen a ese momento hay que vincularlas con fases anteriores en las que se fueron definiendo los esquemas ideológicos-religiosos que tendrían en referentes naturales algunos de sus pilares. En el caso de Chavín, el proceso hizo aparecer todo un esquema sustentado en un lenguaje formal que lo llegaría a identificar, conformando todo un soporte de propagación ideológica que tiene en la figura del Lanzón a su máxima expresión.

CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Heredero de todo un proceso de definición espacial iniciado en enclaves como Kotosh, Huaca de los Reyes o Cerro Sechín, el enclave de Chavín de Huántar, surgió en torno al año 900 a.C., siendo reflejo de la confluencia de experiencias de la costa y la montaña, y conformando el primer complejo ceremonial sudamericano que llegó a tener presencia en un ámbito territorial amplio, y en el que impresiona la organización de sus espacios por su tamaño y por el cuidado en la disposición de edificios y plazas que conforman el centro en sí.

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La parte más antigua del yacimiento que se conoce como Templo Temprano está conformado por una plataforma en forma de U y una plaza hundida circular entre los brazos de dicha U. El organigrama del edificio se completaba con un sinfín de galerías que desarrolladas a distinta altura estaban decoradas con un conjunto de figuras que evidencia la especial simbología de esta zona y en una de cuyas intersecciones, generadas por el cruce de dos de estas galerías se emplaza El Lanzón. Esta estructura original poco a poco se fue modificando, incorporándose con el tiempo en un conjunto de plazas y plataformas que generó un modelo que se siguió utilizando hasta Tiahuanaco.

TIAHUANACO La posibilidad de considerar la existencia de una estrecha relación entre los distintos períodos en que se estructura el desarrollo histórico de la región andina con anterioridad al Imperio Inca, permitiría hablar de una evolución en esta región americana, sustentada por el proceso acumulativo de cada una de las fases que se suceden. En este sentido el análisis formal consistente en la forma en que unas culturas reaprovechan elementos de las anteriores podría tener su justificación. Eso es lo que ocurre al analizar el enclave de Tiahuanaco, donde se puede testimoniar el empleo de una iconología chavinoide, reflejada en el Dios de los Báculos, elemento que las relaciona y que permite defender esa hipótesis de vinculación.

TIAHUANACO. (BOLIVIA).

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Localizada en las proximidades del lago Titicaca y a unos 3800 metros de altitud, la conformación de Tiahuanaco como enclave de ocupación habría que situarlo entre el siglo III a.C. y VIII d.C. Los edificios más importantes de Tiahuanaco parecen haberse construido en los primeros siglos de nuestra era, recogiendo en ella todos los principios de pirámides, plataformas y espacios abiertos que son propias de estas entidades urbanas prehispánicas en la región andina. La principal estructura del yacimiento es la denominada Akapana, una pirámide truncada de 180 por 100 metros de base que se separa de la plataforma del Kalasasaya mediante una avenida que conformaría una de las principales vías de la ciudad. Es en el Kalasasaya donde se emplaza la Puerta del Sol, posiblemente uno de los referentes más conocidos de esta ciudad, en la que destaca, por un lado el empleo de la piedra como material dominante y que diferencia a esta zona de las viviendas en sí que fueron construidas con materiales perecederos. Junto a ello, iconográficamente, la presencia de un personaje muy similar al Señor de los Bastones de la estela Raimondi de Chavín, evidencian una posible influencia con otros centros religiosos del Perú, lo que abriría la puerta a posibles contactos entre distintos centros. Existen indicios de que Tiahuanaco fue la residencia de una elite gobernante con un desarrollo social y cultural lo suficientemente fuerte como para poder llevar a cabo trabajos de gran envergadura, transportando materiales desde largas distancias.

CHAN CHÁN La historia peruana, tiene en el Período Intermedio Tardío como gran protagonista a la dinastía Chimú. La grandeza y pretensiones de dominio territoriales por parte de este pueblo fueron frenadas a mediados del siglo XV por los ejércitos incas, cortando la que podría haber sido el desarrollo del gran enemigo del norte y gran competidor por el control territorial del Perú, cuando había logrado incorporar bajo su tutela todos los valles costeros desde Lima a Tumbez. Su dinastía tuvo orígenes mitológicos, llegando su fundador Taycamano desde el mar, e inaugurando una serie de doce descendientes entre los que destacaron su nieto, Nançenpinco y el noveno jefe Minchançamán. Chan Chán fue posiblemente la ciudad más grande de la región andina, cuyas ruinas se localizan en la actualidad cerca de la localidad de Trujillo. La estructura de esta urbe se organiza en base a un conjunto de recintos planeados conocidos como barrios, interconexionados de tal manera que mantienen una unidad que los dota de una orientación común, en la que se quiere ver una misma programática constructiva de tal manera que todos los complejos se ordenan orientados hacia poniente. El material básico es el adobe, conformando en la actualidad parte de la estructura de los muros divisorios de cada una de las unidades espaciales y llegando a alcanzar en algunas zonas 11 metros de altura. Se trata de un material que aparece

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CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).

trabajado mediante la inserción de frisos de animales y otros motivos que relacionan a los mismos con los tejidos que realizaba la cultura chimú. La mayoría de los complejos que conforman la ciudad presentan una planta rectangular, repitiendo en su interior los mismos usos de suelo, donde sobresalían la presencia de patios y conjuntos habitacionales posiblemente utilizados con fines administrativos, junto con los que no era extraño encontrar espacios sin ocupar destinados en la inmensa mayoría de los casos a cultivos.

OLLANTAYTAMBO Los distintos estudios que sobre el origen de la ciudad americana se han escrito, siempre sopesaron la influencia que algunos esquemas regulares prehispánicos pudieron tener en la configuración de los modelos urbanos a partir del siglo XVI. Ejemplos como el de Ollantaytambo, ponen de manifiesto la existencia de estos organigramas en momentos anteriores a la llegada de los españoles, pero no necesariamente vinculables con los diseños planificados que surgirían posteriormente. En este sentido, dentro de esta problemática surgida en torno a la consideración del carácter planificado de muchos de esos asentamientos, no cabe la menor duda que el caso de Ollantaytambo ejemplifica tanto el grado de desarrollo que alcanzaron muchos de ellos, como la existencia de un modelo en el que había vivido el indígena americano y que por tanto conocía, justificación que permitiría explicar el por qué de su perfecta adecuación a los modelos importados desde occidente.

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OLLANTAYTAMBO. (PERÚ).

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Emplazada en el valle del río Urubamba, su historia está muy relacionada con la del propio Cuzco, ubicada en un punto estratégico desde el que se controlaban varios pasos. Su estructura se organiza en dos sectores, la fortaleza, que emplazada en lo alto de la montaña vigilaba dicha posición privilegiada y la ciudad, a sus pies. El desarrollo de la misma se caracteriza por su tremenda regularidad en la que dieciocho bloques rectangulares se distribuyen generando en el centro una plaza y separados por calles rectilíneas, por las que discurre un conjunto de canales que pasan por los quicios de las entradas a las viviendas funcionando como sistema de higiene tremendamente desarrollado. La estructura de cada una de esas unidades señaladas o bloque, se organiza mediante un sistema dual en el que se insertan dos patios separados y rodeado cada uno de ellos por cuatro habitaciones, todo realizado con una tremenda perfección en el trabajo de la piedra. En las esquinas, pequeños patios completan los espacios libres entre las habitaciones.

CUZCO

CUZCO. EN ESTE PLANO SE PUEDEN VER LAS SALIDAS DE LA CIUDAD HACIA LAS CUATRO PARTES DEL IMPERIO INCA. (PERÚ).

El caso de Cuzco ejemplifica la culminación de un proceso de ocupación territorial posiblemente iniciado unos dos mil años antes a su fundación como capital inca. La importancia estratégica y económica de su enclave, ubicado en un cruce natural de caminos no fue explotado totalmente hasta la última fase del período

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prehispánico y contando con una hegemonía sobre el conjunto del Perú que no abarcó más allá de tres generaciones. Su mérito radica en haberse desarrollado a partir de un establecimiento pre-inca datado en la misma época que Chavín del que no nos han llegado restos de arquitectura monumental, escultura en piedra o metales, siendo básicamente la cerámica el único testimonio material de este asentamiento. Ni siquiera en el Horizonte Medio, bajo la sombra del poder wari, se testimonia la presencia de un enclave importante que hablara de una clara preeminencia de esta región sobre el entorno. El trazado de la ciudad de Cuzco que tanto impresionó a los españoles, estaba ordenado en base a dos ejes principales que señalaban el inicio de los cuatro caminos que se dirigían a las cuatro regiones en que estaba dividido el imperio. Dichos ejes se convertían a su vez, en los referentes que marcaban las direcciones de las calles secundarias que a diferencia de las principales se trazaban manteniendo unos perfiles angostos, con fuertes declives debido a la orografía. La plaza marcaba el centro de la ciudad y se encontraba dividida en dos secciones que se utilizaban de distinta manera. La del norte estaba dedicada a las ceremonias, mientras que el sector meridional estaba dedicado a las fiestas y bailes. De entre los edificios que se disponían en la ciudad destacaban los palacios, de gran tamaño y organizados internamente por gran cantidad de habitaciones en los que, como ocurría con los templos, sobresalía el trabajo de piedra con el que estaba realizada parte de la estructura. Desde este centro crecería la ciudad de una forma espontánea, organizando todo el entramado en barrios que formaban un anillo de construcciones de materiales perecederos que se diferenciaban de las construcciones más importantes que ocupaban los alrededores de la plaza.

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APÉNDICE DOCUMENTAL DE LA MANERA Y TRAZA CON QUE ESTÁ FUNDADA LA CIUDAD DEL CUZCO, Y DE LOS CUATRO CAMINOS REALES QUE DELLA SALEN, Y DE LOS GRANDES EDIFICIOS QUE TUVO, Y QUIÉN FUE EL FUNDADOR* «La ciudad de Cuzco está fundada en un sitio bien áspero y por todas partes cercado de sierras, entre dos arroyos pequeños, el uno de los cuales pasa por medio, porque se ha poblado de entrambas partes. Tiene un valle a la parte de levante, que comienza desde la propia ciudad: por manera que las aguas de los arroyos que por la ciudad pasan corren al poniente. En este valle, por ser frío demasiado, no hay género de árbol que pueda dar fruta, si no son algunos molles. Tiene la ciudad a la parte del norte, en el cerro más alto y más cercano a ella, una fuerza, la cual por su grandeza y fortaleza fue excelente edificio, y lo es en este tiempo, aunque lo más della está deshecha; pero todavía están en pie los grandes y fuertes cimientos, con los cubos principales [...]. En el comedio, cerca de los collados della, donde estaba lo más de la población, había una plaza de buen tamaño, la cual dicen que antiguamente era tremedal o lado, y que los fundadores, con mezcla y piedra, lo allanaron y pusieron como agora está. Desta plaza salían cuatro caminos reales; en el que llamaban Chichasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda serranía, hasta las provincias de Quito y Pasto. Por el segundo camino, que nombran Condesuyo, entran las provincias que son subjetas a esta ciudad y a la de Arequipa. Por el tercero camino real, que tiene por nombre Andesuyo, se va a las provincias que caen en las faldas de los Andes y a algunos pueblos que están pasada la cordillera. En el último camino destos, que dicen Collasuyo, entran las provincias que llegan hasta Chile[...]. El río que pasa por esta ciudad tiene sus puentes para pasar de una parte a otra. Y en ninguna parte deste reino del Perú se halló forma de ciudad con noble ornamento sino fue este Cuzco, que (como muchas veces he dicho), era la cabeza del imperio de los ingas y su asiento real. Y sin esto, las más provincias de las Indias son poblaciones. Y si hay algunos pueblos, no tienen traza ni orden ni cosa política que se haya de loar; el Cuzco tuvo gran manera y calidad; debió ser fundada por gente de gran ser. Había grandes calles, salvo que eran angostas, y las casas, hechas de piedra pura, con tan lindas junturas que ilustra el antigüedad del edificio, pues estaban piedras tan grandes muy bien asentadas. Lo demás de las casas todo era madera y paja o terrados, porque teja, ladrillo ni cal no vemos reliquia dello. En esta ciudad había en muchas partes aposentos principales de los reyes ingas, en los cuales el que sucedía en el señorío celebraba sus fiestas. Estaba en ella el magnífico y solemne templo del sol, al cual llaman Curicanche, que fue de los ricos de oro y plata que hubo en muchas partes del mundo. Lo más de la ciudad fue poblada de mitimaes, y hubo en ella grandes leyes y estatutos a su usanza, y de tal manera, que por todos era entendido, así en lo tocante de sus vanidades y templos como en lo del gobierno. Fue la más rica que hubo en las Indias de lo dellas sabemos, porque de muchos tiempos estaban en ella tesoros allegados para grandeza de los señores, y ningún oro ni plata que en ella entraba podía salir, so pena de muerte. De todas las provincias venían a tiempos los hijos

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de los señores a residir en esta corte con su servicio y aparato. Había gran suma de plateros, de doradores, que entendían en labrar lo que era mandado por los ingas. Residía en su templo principal que ellos tenían su gran sacerdote, a quién llamaban Vilaoma. En este tiempo hay casas muy buenas y torreadas, cubiertas con teja. Esta ciudad, aunque es fría, es muy sana, y la más proveída de mantenimientos de todo el reino, y la mayor dél, y adonde más españoles, tienen encomienda sobre los indios, la cual fundó y pobló Mangocapa, primer rey inga que en ella hubo. Y después de habar pasado otros diez señores que le sucedieron en el señorío, la reedificó y tornó a fundar el adelantado don Francisco Pizarro, gobernador y capitán general destos reinos, en nombre del emperador don Carlos, nuestro señor, año de 1534 años, por el mes octubre». * CIEZA DE LEÓN, Pedro. La Crónica del Perú. Madrid, Historia 16, 1984, pp. 335-338.

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CAPÍTULO 7:

ARQUITECTURA MESOAMERICANA INTRODUCCIÓN Uno de los capítulos destacados de las culturas mesoamericanas es el de la construcción de edificios, sin duda uno de los aspectos más interesantes que sobresale por la calidad y cantidad de las obras realizadas. Desde los inicios del Preclásico se constata la existencia de complejos arquitectónicos que testimonian un grado de evolución cultural y técnico muy importante, en los que se evidencian la presencia de una serie de patrones de construcción perfectamente establecidos, que se mantendrán hasta sus últimas consecuencias en las etapas finales del Posclásico, anteriores a la llegada de los españoles. Muestra evidente de una sedentarización ya consumada, entre el 1500 y el 1200 a.C., muchos de los asentamientos alcanzaron un nivel de organización muy complejo, en las que las tareas especializadas eran cada vez más numerosas, lo que se reflejó en la propia organización de las ciudades y en aspectos tan básicos como en un aumento en la intensidad de los intercambios de materias primas destinadas en un alto porcentaje a satisfacer fines rituales y funerarios. La idoneidad o no de llamar a este conjunto de edificaciones como arquitectura, se plantea precisamente por la ausencia de grandes espacios cubiertos, aspecto que no es óbice para que estemos hablando de unas estructuras que conocen fases de diseño y construcción, llevadas a cabo por un grupo social sacerdotal o regio, que es quién ordena su construcción. El grado de complejidad que se alcanza se puede apreciar a través de la estrecha relación que existe entre los edificios en sí y la trama urbana dentro de la que se insertan, determinando de esta manera la aparición de verdaderos complejos en los que el análisis de un elemento no se puede llevar sin su inserción en el conjunto.

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UNA ARQUITECTURA A CIELO ABIERTO La estrecha relación de los pueblos prehispánicos con la naturaleza en la que se insertaban y en la cual encontraban explicación a muchas de las cuestiones trascendentales que los regían, vida, cosmología, etc., justificaría muchas de las características de las estructuras arquitectónicas a las que nos vamos a referir. La concepción de su religión, estructurada en torno a la idea del necesario mantenimiento del ciclo vital, se sustentaba en la garantía de la sucesión del tiempo a través de una serie de rituales que se reflejaban en un rico y variado panteón que desde la etapa olmeca se había ido fraguando y consolidando dentro de la dinámica social prehispánica, y que a su vez mantenía a toda una clase dirigente inicialmente sacerdotal y posteriormente guerrera, que mandó erigir todo un conjunto de estructuras que se convertirían en el escenario idóneo a través del cual poder legitimar sus acciones.

TEOTIHUACÁN. CALZADA DE LOS MUERTOS (MICCAOTLI). (MÉXICO).

La idea de formar parte de esa armonía vital y nunca contra ella, y la necesidad de llevar a cabo un culto al sol como astro rey que garantizaba la vida, y cuyo transcurso por el cielo era considerado como esencial para su existencia, determinó la aparición de unos espacios en los que se adoraba de una manera evidente a estos elementos. Desde etapas tempranas, tanto en la zona mesoamericana como en la andina, el culto al sol se convirtió en el protagonista de la elaboración y planificación de los espacios, donde la exposición a su observación eliminaba la contemplación de cualquier construcción cubierta que pudiera evitarla. Ni tan siquiera los espacios menores domésticos, pueden apartarse de la presencia de un elemento

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YUCATÁN. CHICHÉN ITZÁ. EL CASTILLO. (MÉXICO).

abierto que mostrara dicha relación, caso de los patios en torno a los cuales se disponen las unidades habitacionales. Ahora bien, el propio concepto de la construcción, entendida como una parte más de la naturaleza, integrada en la misma, abriría las puertas a una interpretación más profunda. No sólo el hecho de presentar estructuras abiertas justificaría este vínculo, sino que el mimetizarse prácticamente con el entorno, en casos como las pirámides de Teotihuacán, con el Cerro Gordo y el Chiconautla como telones de fondo, hablan de la tremenda preocupación que tuvieron sus constructores de convertir sus obras en un parte más de esa naturaleza, cuya armonía no se quería alterar. La continuidad entre las líneas naturales de las montañas y las artificiales de lo arquitectónico, ejemplifican de un modo más que destacable ese concepto arquitectónico que huye de los espacios cerrados para integrarse directamente en el medio al que pertenecen.

EL DISEÑO: ARQUITECTURA Y PLANIFICACIÓN URBANA Dentro del proceso de definición de los elementos que serán esenciales en la arquitectura prehispánica mesoamericana podríamos hablar de la existencia de unos modelos que definirán un diseño arquitectónico desde los primeros enclaves olmecas del Golfo hasta los aztecas de Tenochtitlán, convirtiéndose en unas constantes repetidas en la práctica totalidad de los centros construidos. Los estudios encaminados a determinar los niveles de continuidad de las estructuras arquitectónicas,

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mediante el análisis de los restos materiales que la arqueología relaciona con las mismas, y su propia evolución interna, en un intento de crear una secuencia constructiva que explique sus componentes, puede ser uno de los medios más aclaradores de las circunstancias que envuelven al mismo proceso de edificación.

MONTE ALBÁN. OAXACA. PLAZA CENTRAL. (MÉXICO).

En este sentido, la determinación de la presencia de organizaciones geométricas que nos muestran una clara relación de las partes con el conjunto del yacimiento en el que se encuentran, nos hablarían de una suerte de ejercicio de ejecución encaminado a llevar correcciones temporales en determinados momentos, a la vez que proponer programas planificados de construcción que serían, en última consecuencia, reflejo de unos procesos de economía edificatoria. Dentro de los que se definen como elementos arquitectónicos podríamos hablar de plataformas, haciendo una distinción entre las pirámides, calzadas, espacios abiertos, unidades de habitación construidas mediante un sistema adintelado, organización de estos espacios en torno a patios, etc., todos con el punto en común de conocer procesos de construcción en los que se reaprovechan subestructuras previas, en un claro exponente de renovación espacial y volumétrica que en ocasiones se produce en períodos conocidos de tiempo. Así, ejemplos como la pirámide de Cuicuilco, el edificio de los Danzantes de Monte Albán, la pirámide de El Tajín, el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, o los restos del templo mayor de Tenochtitlán, mostrarían las tendencias ejecutadas por unas construcciones en las que se constata una suerte de evolución teniendo al pasado como soporte, que se reflejaría en ese conservadurismo estructural de muchas de ellas. Capí-

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CHICHEN ITZÁ. YUCATÁN. “EL CARACOL”.

(MÉXICO).

tulo aparte lo conforma, por ejemplo, la construcción del templo rojo que existe delante de la pirámide de Quetzalcóatl en la Ciudadela de Teotihuacán, donde se evidencia la intención de anular y ocultar una estructura previa mediante la interposición, en relación al acceso más importante a la explanada central, de una construcción que anulara visualmente dicha pirámide y que estudios recientes están poniendo en cuestión, ya que la propia finalización de dicha edificación es dudosa.

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LA ARQUITECTURA CIVIL, PÚBLICA Y PRIVADA (PALACIOS-VIVIENDA) A la hora de hablar de los espacios de habitación de la arquitectura prehispánica, de la misma manera que en otras culturas, se puede señalar una separación entre los espacios utilizados por las clases dirigentes, y aquellos otros destinados a la habitación de la población en general. Una distinción que se transmite tanto en la calidad de los materiales empleados como en la amplitud de los mismos. En este sentido queremos hacer referencia a los palacios y a las estructuras habitacionales más esenciales.

YUCATÁN. UXMAL. PIRÁMIDE DEL ADIVINO. (MÉXICO).

Por lo que se refiere a los primeros, los ejemplos que han llegado hasta nosotros y que han podido ser interpretados con la suficiente garantía no son muchos. Incluso, su propia utilización por parte de sacerdotes o reyes, no habla de una evidente diferenciación dependiendo de uno u otro. Los casos que se pueden analizar con más claridad como el Quetzalpapálotl de Teotihuacán, algunos de los complejos del sector occidental de Monte Albán, el grupo de las Columnas de Mitla o el Palacio de Palenque, nos hablan de una serie de características que podríamos definir como comunes. En todos los casos estamos hablando de estructuras claramente diferenciadas del conjunto por sus dimensiones, por la calidad de los materiales que se emplean en ellas o por su ubicación dentro del plan urbano definido. Este hecho, si cabe, les confiere una mayor monumentalidad que se transmite en su emplazamiento, casi siempre sobre una enorme plataforma, al contar con decoraciones esculpidas en

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piedra o labradas en estuco sin que predomine la pintura de una manera clara y sobre todo por su vinculación con sectores importantes como una plaza, que hablan de su relevancia al estar estrechamente relacionados con espacios de reunión de una especial importancia espiritual.

TEOTIHUACÁN. LA CIUDADELA. (MÉXICO).

No obstante, en los ejemplos escogidos destaca el componente común de la presencia de un patio o espacio abierto, como elemento regulador de la distribución de las unidades habitacionales y que organiza un ámbito que siempre aparece aislado de las áreas públicas, mediante un acceso en recodo y de reducidas dimensiones como en el Quetzalpapálotl de Teotihuacán; mediante la incorporación de un elemento intermedio como en el Grupo de las Columnas de Mitla o una sobre elevación del nivel del suelo como el de Palenque. Por lo que respecta a las unidades habitacionales, utilizadas por clases sociales más humildes destacaríamos dos ejemplos. Por un lado los complejos habitacionales de Teotihuacán y por otro las viviendas mayas. Por lo que se refiere a las primeras, la organización de los espacios en torno a patios a los que se abren las habitaciones en sí, parece responder a la repetición en un nivel más doméstico de las mismas estructuras que se pueden percibir en los lugares sagrados. Tepantitla, Atetelco, Zacuala o Yayahuala, nos hablan de unas estructuras en las que se define de una forma clara los elementos que las integran, patios y habitaciones básicamente, utilizándose los mismos materiales con la misma presencia de la pintura sobre capas de estuco que en los lugares de mayor trascendencia. Más humilde es el caso maya. En éste, la habitación maya se caracteriza por el empleo de materiales más perecederos donde son protagonistas los vegetales y la

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tierra, que definen unas estructuras en las que se constata el aprovechamiento de los recursos del entorno. Unas viviendas que serán frecuentemente utilizadas como elementos de decoración en templos y edificios de los centros ceremoniales más destacados como Uxmal, Sayil o Labná, en cuyos edificios aparecerán como complemento decorativo de los relieves exteriores.

EDIFICIO DE LOS DANZANTES. MONTE ALBÁN. OAXACA. (MÉXICO).

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LA ARQUITECTURA RELIGIOSA: PIRÁMIDES, TEMPLOS, JUEGOS DE PELOTA La percepción divina de la montaña por parte de las culturas antiguas, como espacio sagrado, lugar próximo a los dioses y por lo tanto vinculado con sus principios, encontrará en el mundo prehispánico ejemplos destacados. En el área mesoamericana, son numerosos los casos que se encuentran desde las etapas tempranas del Preclásico hasta las definitivas construcciones aztecas del último período. Junto a ello los logros teotihuacanos y totonacas, nos hablan de un elemento, la pirámide, que sin duda en el mundo maya alcanzó una de sus máximas expresiones. En la zona andina, como ya se verá, las construcciones de estas características se dan de una manera generalizada y en ningún caso tienen nada que envidiar a sus semejantes en territorio mesoamericano. Las construcciones de adobe llevadas a cabo por la cultura chimú en el valle de Moche, nos hablan de las dimensiones y las características que llegaron a alcanzar convirtiéndolos en elementos distintivos dentro del paisaje. Se trata posiblemente del edificio más característico de lo prehispánico. Considerado por unos como una construcción per se y por otros como un elemento indisoluble con el templo al que sirve de base, en realidad se trata de la estructura que define con más claridad la evolución de los principios arquitectónicos de la arquitectura prehispánica. Ya en La Venta, entre el 1200 y el 900 a.C., se dieron los primeros pasos para la definición de un modelo en la denominada como la Estructura A. La recreación de la forma de un volcán, con sus pendientes recorridas por canales, hace pensar en la primera recreación artificial de la morada de un dios. Desde este punto, en enclaves como Cuicuilco, el modelo vuelve a repetir el mismo perfil que el de los volcanes próximos, simplemente que sustituyendo la forma inicial olmeca por una planta circular y un desarrollo en altura con cuatro pisos decrecientes que dejan pasillos entre ellos, por los que se puede transitar. En este caso, la disposición de una rampa y una escalera que potencian el eje este –oeste, vincula a este edificio con las primeras manifestaciones de un culto solar, al hacer coincidir estos componentes con la dirección del sol por el cielo. Sin duda la Pirámide del Sol de Teotihuacán será la más monumental. Sus dimensiones, 225 m. de lado aproximadamente por unos 65 m. de altura, hablan de una estructura achatada en cuanto a la relación base-altura. No obstante se trata del último capítulo de unos sistemas constructivos empleados desde el período olmeca, en este caso reforzados, como en Cuicuilco, con una cubrición exterior que refuerza el núcleo de tierra y piedra. La disposición de la escalinata en la cara oeste, mirando hacia la Calzada de los Muertos, y su ligera desviación respecto al eje magnético, vincula este complejo arquitectónico con un culto solar que posiblemente se llevara a cabo en una primera fase en la parte superior del edificio, para trasladarse posteriormente, con toda seguridad después del año 300 d.C. a la zona inferior, mucho más próxima a la plaza que se abre a sus pies.

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EL TAJÍN. LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. VERACRUX. (MÉXICO).

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TEOTIHUACÁN. QUETZALPAPÁLOTL. (MÉXICO).

Su vinculación con la Pirámide de la Luna, repite estructuralmente el esquema dado por ésta, aunque de menores dimensiones y una distinta disposición en cuanto a su orientación, en este caso presidiendo la plaza norte en la que se emplaza junto al Quetzalpapálotl. La pirámide totonaca de El Tajín, conforma sin duda uno de los ejemplos más refinados desde el punto de vista arquitectónico. Construida a partir del año 600 d.C., la Pirámide de los Nichos, reúne a algunos elementos como la definición de un volumen a partir de la superposición de pisos escalonados y con una planta cuadrada. Cuenta con una sola escalinata en la que destacan alfardas de grecas y la presencia de los 364 nichos a los que se les ha otorgado diversas funciones, desde las calendáricas a las de cumplir como lugares en los que se colocaban urnas funerarias. En uno u otro caso, su ubicación privilegiada en una de las zonas del yacimiento, nos habla del papel preponderante que este tipo de construcciones llegó a tener a la hora de ordenar el espacio en torno a ellas, cumpliendo la misma función que en el caso teotihuacano. Cerraríamos este brevísimo recorrido con los ejemplos toltecas y aztecas. En el primero de los casos, estamos hablando de un modelo, la Pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli, en la que se retoman modelos mesoamericanos. Organizada con un planta rectangular y pisos escalonados, estaba rematada por un templo sostenido por los atlantes que soportarían el entramado principal de la cubierta de una sala a la que se accedería por una portada presidida por un chac mool y dos columnas, cuyos fustes representarían los cuerpos de dos serpientes con la cabeza hacia abajo,

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ocupando el papel de la basa y el acrótalo en el capitel. Este modelo que sería exportado a Chichén Itzá, al templo de los Guerreros, solamente se realiza en estos dos edificios, retomando una iconología de larga tradición en las religiones prehispánicas. El caso de los aztecas se caracteriza por el esquema dual de sus edificios en un claro exponente de la relación de tradiciones. La antigua, refrendada en la presencia de un templo dedicado a Tlàloc y la nueva con Huitzilopochtli, o dios de la guerra, divinidad a la que le rendían la máxima veneración. El diseño de estos edificios de los que destacamos los ejemplos de la pirámide de Tenayuca y la que conformaba el Templo Mayor de Tenochtitlán, fusiona la recreación del esquema vital de los aztecas organizado en un desarrollo anual en el que se rendía culto al dios de la agricultura y al de la guerra, las dos acciones esenciales de la existencia de este pueblo mesoamericano. Las pirámides mayas son el otro gran capítulo. Destacaríamos dentro de ellas, por un lado las de Tikal, como el Templo I, Jaguar-Gigante, en el que podemos apreciar la característica fisonomía de estos edificios, de planta cuadrada o rectangular, con una escalinata, tremendamente esbeltas en su concepción y con un templo en la parte superior, organizado normalmente con varias dependencias cubiertas con la bóveda maya y rematado con una cresta que culmina el conjunto. De singular podemos calificar el Templo de las Inscripciones de Palenque, 700 d.C., donde encontramos la primera estructura con una cámara de enterramiento en su interior. La presencia de la tumba de Pakal, ha abierto el interrogante de sí se trata de una pirámide con enterramiento interno o si por el contrario, de lo que tenemos que hablar es de una tumba a la que se le superpuso una pirámide. En uno u otro caso, se trata de unas estructura que descansa sobre la falda de una de las elevaciones que conforman el núcleo de Palenque, lo que hace que no se trate de un edificio con las dimensiones y proporciones que hasta ahora hemos analizado, aunque su imagen si nos permita hablar de un esquema de planta rectangular, con pisos decrecientes y templo en la parte superior organizado en este caso con un par de crujías paralelas, cubiertas con sendas falsas bóvedas. Por último la Pirámide del Adivino en Uxmal, construida a partir del 600 d.C., y la de Kukulkán en Chichén Itzá, datable con posterioridad al 1000 d.C., permitirían cerrar este recorrido por los ejemplos más destacados mayas. Para el primero de ellos, podemos hablar de una pirámide de planta rectangular con las esquinas matadas, de tal manera que se aproxima su diseño más a la figura elíptica. Con doble escalinata, preside un conjunto urbano en el que sobresale como el edificio más alto. En la parte superior un templo le otorga todo su significado. El caso de la Pirámide de Kukulkán o el Castillo, podemos hablar de otro caso singular. Con una planta cuadrada, tiene cuatro escaleras que permiten el acceso a un templo, cuya fachada se abre con una entrada con doble columna en la que se reproduce en esquema de la serpiente invertida de Tula. De nuevo, como en el Tajín, cada una de las escalinatas que permiten la ascensión al templo, cuenta con 91 escalones, es decir, 364 en total lo que de nuevo nos vincula este edificio con un posible culto solar. Completa el conjunto las alfardas en las que se reproduce de nuevo el cuerpo de una serpiente con la cabeza al inicio de la parte baja de la escalera, convirtiéndose en un icono repetitivo a lo largo de toda la ciudad.

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MITLA. OAXACA. GRUPO DE LAS COLUMNAS. (MÉXICO).

Por lo que se refiere a los templos, éstos se relacionan con las pirámides como espacios en los que se llevan a cabo los cultos a los dioses, dándose ejemplos en los que la propia pirámide se convierte en la plataforma sobre la que se asienta dicho edificio. Espacios donde lo sagrado y lo privado conforman un lugar de una alta significación y de los que podemos encontrar numerosos ejemplos por todo el territorio prehispánico. La enorme diversidad de estos lugares nos obliga a una selección que sin duda dejará fuera a edificios que por sus características merecerían un análisis detallado, pero que excedería las pretensiones de este manual. El hecho de tratarse de la zona más sagrada justificaría su generalizada desaparición, y a pesar de que son numerosas las reconstrucciones que se han realizado de estos edificios, no cabe la menor duda de que muchas de ellas responden a unos principios básicos constructivos. De los primeros asentamientos apenas si han llegado ejemplos. Para el caso olmeca, podríamos incluso señalar que la relación entre el templo en sí y la pirámide respondería a un esquema dual en el que conformarían un conjunto que delimitaría, por ejemplo ambos extremos de la plaza principal de La Venta. Ya en Cuicuilco, la relación entre la pirámide y el templo que sobre ella se dispone, parece clara, constatándose incluso la existencia de varias reconstrucciones en las que se dispone la sala sagrada sobre la parte superior de la estructura piramidal, permitiendo plantear la posibilidad de que ésta no sea más que el medio y no el fin espacial en el que se realiza el ritual. Las hipótesis respecto a los modelos estructurales que culminarían las cimas de la Pirámide del Sol y de la Luna en Teotihuacán, son uno de los ejemplos más

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PALENQUE. CHIAPAS. EL PALACIO. (MÉXICO).

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destacados. Si bien en este sentido, la figura de la Chalchiuhtlicue, ha planteado la posibilidad de tratarse de salas hipóstilas, sostenidas por verdaderas cariátides y remitiendo a la traslación de modelos como los del Quetzalpapálotl. En uno u otro caso, se abren unas propuestas de diseños que tendrían otro ejemplo en la reconstrucción del templo de Quetzalcóatl en Tula, donde los guerreros tendrían la función de atlantes, sosteniendo la estructura completa de la sala, y recuperando de esa manera el modelo precedente teotihuacano. Los casos aztecas también nos han llegado de manera indirecta a través de reconstrucciones, en las que de nuevo nos volvemos a encontrar, en este caso duplicadas, estructuras arquitrabadas que repiten esquemas anteriores aunque más integrados en el diseño general de la obra, caso de la pirámide de Tenayuca, o la propia del Templo Mayor de Tenochtitlán.

UXMAL. EL PALACIO DEL GOBERNADOR. YUCATÁN. (MÉXICO).

El mundo maya se sale de la norma al emplear el sistema de bóveda para la finalización de sus construcciones. En este caso, las vinculaciones mágico-religiosas consistentes en la recreación de formas naturales, podrían estar en la base de la sustitución de los cierres adintelados. Ahora bien, el empleo de la cal como material básico de estos edificios, permitirá encontrar ejemplos de salas en las que se estructuran los espacios interiores mediante la disposición de crujías paralelas, cubiertas con la denominada falsa bóveda maya, confiriendo esos perfiles tan característicos y sobre todo condicionando la propia espacialidad de cada una de las salas. No obstante existen ejemplos en los que incluso podríamos decir que se dan soluciones de entrecruzamientos de bóvedas, que recuerdan a las de arista, y que

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como en el caso de los templos del Sol y de la Flor Foliada de Palenque, se constituyen en un paso más hacia la complicación que se logró definir. Por último hemos seleccionado el Juego de Pelota como máximo exponente de espacio ceremonial y sagrado que tendrá en la zona mesoamericana su área de máxima expansión. El espacio que se definió, fue empleado como lugar de celebración ritual, donde se llevaban a cabo ceremonias en las que participaban toda una serie de elementos que les confieren un especial valor y un altísimo carácter sagrado.

JUEGO DE PELOTA. DAINZÚ. OAXACA. (MÉXICO).

Inserto dentro de la dinámica religiosa de las culturas prehispánicas, el juego de pelota se conforma como una cancha en forma de I o H, rehundida o aislada respecto al terreno que la circunda y limitada por paredes verticales en todos sus lados excepto en los mayores centrales, en los que se disponen muros inclinados destinados a contener decoración y contar en la inmensa mayoría de los casos con los anillos de piedra por los que se hacía pasar a la pelota. Existen excepciones como la cancha de Chichén Itzá, anterior al 1200 d.C., la más grande de Mesoamérica en la que todas las paredes son verticales, o los juegos de pelota de Monte Albán y Dainzú del 300 a.C., en los que los aros son sustituidos por hornacinas dispuestas en las esquinas de los extremos de la I, y cuya funcionalidad se piensa pudo ser la misma que la de los anillos, estando en este caso estrechamente vinculados con otros nichos similares que se disponen en algunas de las tumbas aparecidas en el mismo Monte Albán.

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El ritual que se recrea en la acción es el de la traslación del sol por la bóveda celeste ayudado por la fuerza de los hombres. La puesta en movimiento de la pelota de hule se ejecuta con todas las partes del cuerpo excepto con las manos, de ahí que los jugadores de pelota aparezcan ataviados y protegidos con elementos como las rodilleras, las coderas, las palmas que evitaban que los golpes directos de la pelota impactarán sobre el cuerpo, etc. Dichos jugadores siempre distribuidos en dos equipos en principio conformados por un número impar de individuos, tenían por objetivo el hacer pasar la pelota por alguno de los aros que se disponen en el centro de la cancha o en su defecto por las hornacinas que los sustituyen en los casos comentados. El público se sitúa en torno a la cancha, de pie presenciando el ritual, y que finalizaba tal y como se propone, con el sacrificio del capitán del equipo perdedor al que se le extraía el corazón y se le ofrecía a los dioses, como se narra en los relieves de uno de los juegos de pelota de El Tajín.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO La conformación de las orillas del Lago de Texcoco, espacio elegido por distintos grupos humanos a lo largo de la etapa preclásica mesoamericana, como lugar de asentamiento aprovechando los recursos naturales, tiene uno de sus reflejos más sorprendentes en la Pirámide de Cuicuilco.

PIRÁMIDE DE CUICUILCO.

(MÉXICO).

Emplazada en la actualidad dentro de la ciudad de México D.F., en el conocido como Pedregal de San Ángel, las obras de urbanización de la que iba a ser la Villa Olímpica de las Olimpiadas de 1968, pusieron de manifiesto la incorporación de esta estructura a un complejo mayor de edificios, entre los que destacaba por sus dimensiones y características constructivas. Se trata de una pirámide de planta circular de aproximadamente 150 m. de diámetro y conformada por cuatro plataformas troncocónicas decrecientes, dispuestas de tal manera que dejan en su superposición un espacio o pasillo para poder circular por ellas. En los lados oriental y occidental se disponen sendas estructuras aplicadas posteriormente al núcleo que ponen de manifiesto una clara vinculación con los puntos cardinales principales, por donde sale y se pone el sol. La estructura de levante es una escalinata que permite subir a la parte superior y la de poniente se conforma como una rampa, uno de los escasos ejemplos que se pueden encontrar en la arquitectura prehispánica.

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Su técnica constructiva se puede considerar como el punto final de la evolución iniciada en la zona olmeca con estructuras como la A de La Venta, y el inicio de las grandes pirámides mesoamericanas que tendrán uno de sus referentes principales en el conjunto de la vecina y opuesta ciudad de Teotihuacán, situada en el extremo contrario del Valle de México y dentro del radio de acción del Lago de Texcoco. La Pirámide de Cuicuilco está construida con un núcleo de estructuras preexistentes, que se realizan mediante la acumulación de tierra y piedra hasta conformar el volumen de la edificación. Posteriormente se cubre esta parte central con una capa de piedra volcánica, dispuesta sin ningún tipo de mortero y sin labrar, conformando una cubierta que consolida el núcleo y dota de una clara estabilidad al conjunto.

LA PIRÁMIDE DEL SOL DE TEOTIHUACÁN El análisis arquitectónico e incluso urbano de Teotihuacán gira en torno a la figura de la Pirámide del Sol, su edificio más emblemático. Emplazada en el sector oriental central de la Avenida de los Muertos, los datos arqueológicos hablan de que se trata de la primera gran estructura que se construye, siendo el elemento a partir del cual se ordenará la distribución del resto de los complejos urbanos de la ciudad. La pirámide recoge las propuestas de Cuicuilco y se convierte en el inicio del desarrollo de un tipo de una planta arquitectónica que se repetirá hasta la saciedad en toda la América prehispánica.

TEOTIHUACÁN. PIRÁMIDE DEL SOL (MÉXICO).

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Con sus 65 metros de altura y sus 222 x 225 m. de planta, este edificio se concibe como la consolidación espacial y visual de un antiguo santuario o lugar de peregrinación que estaba conformado por una cueva con planta trebolada sobre la que se construye. En esencia repite en su estructura el sistema constructivo derivado de la zona Olmeca, y desarrollado de una sola vez. Es decir, un enorme núcleo constituido por la acumulación de tierra y piedra que en esta ocasión define una planta cuadrada, que se recubre con una capa de piedra que sirve para consolidar dicha estructura y a la vez ser la base de una cubierta de estuco que serviría para disponer una decoración pictórica de la que apenas han llegado restos. En altura se desarrolla con cuatro plantas troncopiramidales decrecientes que culminan con una explanada sobre la que se situaría el templo o la imagen divina a la que se rendiría culto. Presenta un solo acceso por su lado occidental, mediante una escalinata que alterna su desarrollo con uno y dos tramos hasta alcanzar la parte superior. Dicha circunstancia, la de presentar su fachada o lado principal orientado hacia el poniente planteó la probabilidad de su relación con el culto al sol, aspecto que se corroboró al comprobar que su planta se encontraba ligeramente inclinada hacia el noroeste los grados necesarios para que en las fechas de los solsticios de verano e invierno, de cada año, la sombra que se proyecte sobre ella sea totalmente paralela a su eje este-oeste.

LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS DE EL TAJÍN El enclave totonaca de El Tajín, descubierto en el siglo XVIII, ejemplifica los avances que en materia arquitectónica se alcanzaron en la etapa final del clásico mesoamericano. Sus estructuras más importantes, construidas a partir del 500 d.C., definen un conjunto de edificios que sobresalen por las técnicas constructivas empleadas y por la calidad de sus acabados. Sin duda alguna es la Pirámide de los Nichos el edificio señero de este asentamiento. Localizado en el complejo denominado Tajín Grande, próxima al inicio de la colina sobre la que se asienta el Tajín Chico, la Pirámide de los Nichos, destaca del resto con su volumen y por los elementos que le dan nombre. Se trata de una pirámide de planta cuadrada, compuesta por siete plataformas, con una sola escalera orientada hacia el oriente, flanqueada por dos alfardas decoradas con grecas y dispuesta en relación a los cuatro puntos cardinales. El sistema constructivo que se emplea en ella aúna la reutilización de estructuras preexistentes, en este caso una pirámide de seis plantas, y el empleo de la piedra en sillares muy homogéneos que permiten realizar un trabajo con ellos muy similar al del ladrillo. Cada uno de los tramos que la conforman repiten un mismo esquema que desde abajo se conforma con un talud, moldura, un tablero ahuecado con los nichos, y un alero muy volado que contrarresta la inclinación del talud. Los nichos con los que se horadan los tableros de sus cuatro frentes, tiene unas dimensiones de aproximadamente 70 centímetros de profundidad por otros tantos de altura y anchura, siendo precisamente el elemento más singular de la estructura.

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PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. EL TAJÍN. VERACRUZ. (MÉXICO).

Su significado se desconoce aunque se barajan las posibilidades de que hayan servido para colocar objetos de culto como palmas o yugos del juego de pelota; urnas funerarias, o incluso hogueras. El hecho de que el cómputo que se pueda hacer de los mismos hable de 364 huecos, incorpora también la idea de que se trate de un templo en que se rendía culto al sol, al tránsito del tiempo y en que se llevaran a cabo ritos de propiciación.

EL PALACIO DE PALENQUE Situado junto al río Otulum que riega y recorre todo el enclave de norte a sur, este edificio destaca por su singularidad y su propia estructura espacial. En esencia el conjunto arquitectónico se alza sobre una plataforma de 100 metros de largo, por 80 de ancho y 10 de altura, a la que se accede por una escalinata situada por todo el lado septentrional. El complejo se organiza en torno a cuatro patios, que se fueron definiendo mediante la sucesiva construcción de edificios junto a ellos. Unas estructuras que se organizan con dobles crujías que se abren al interior y el exterior del complejo, formando galerías que se vieron transformadas mediante la incorporación de tabiques de separación en cuartos. El alto grado de desarrollo que alcanzaron los mayas en el control del agua, desde su captación a su reparto se refleja en la existencia en el complejo de unos baños y retretes conectados con caño de desagüe y sumideros.

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EL PALACIO. PALENQUE.

(MÉXICO).

De todo el conjunto destaca la torre, que aunque en la actualidad reconstruida, se convierte en el elemento distintivo. Organizada en cuatro pisos y cuya función como punto de vigilancia u observatorio no se ha conseguido descifrar, es el único ejemplo de arquitectura maya de este tipo de estructura arquitectónica, apareciendo perfectamente definida y exenta en el conjunto del edificio. El Palacio estaba profusamente decorado tanto con imágenes labradas en estuco y de las que quedan algunos restos en sus paredes, que representan figuras humanas, símbolos religiosos y jeroglíficos. Como pinturas que apenas si han logrado sobrevivir de las inclemencias de un medio tremendamente húmedo y que las ha hecho prácticamente desaparecer. También destacan las lápidas de piedra labrada que decoran algunos de los patios y entre las que sobresalen las figuras del Escriba y el Orador y un gran tablero que representa una escena de entrega de atributos de la realeza. Posiblemente fuera Pakal quién mandará construir el conjunto de galerías que surcan los subterráneos del edificio, para recrear el ámbito del inframundo a los que los gobernantes descendían simbólicamente durante las ceremonias de entronización.

EL TEMPLO DE LOS GUERREROS DE CHICHÉN ITZÁ La historia tolteca viene marcada por la figura de Quetzalcóatl, y su viaje a las tierras orientales de la zona maya donde fundaría la ciudad de Chichén Itzá. Mitad historia y mitad mito, la trascendencia de este dirigente sacerdote, estriba no solo en el papel que se le confirió como fundador de la cultura tolteca, inventor de la

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escritura, el calendario o la arquitectura, sino más allá de ello, por el protagonismo que tuvo en el momento de la llegada de Hernán Cortés a las tierras mexicanas. El edificio de los Guerreros de Chichén Itzá, ejemplifica desde nuestro punto de vista, no solo la importancia y trascendencia de dicho personajes, sino incluso la constatación en una etapa concreta del posclásico de la presencia de estrechas y claras relaciones entre distintas zonas de Mesoamérica.

TEMPLO DE LOS GUERREROS. CHICHÉN ITZÁ. (MÉXICO).

Este edificio forma parte del complejo más importante del yacimiento de Chichén Itzá y muestra, como decimos, con claridad las relaciones e influencias que recibieron las tierras mayas del Puuc, por parte de los toltecas del Valle de México. Su planta procede directamente del templo principal de Tula, dedicado a Venus o Tlahuizcalpantecuhtli, literalmente, casa del señor de la mañana. Se trata de una pirámide de cuatro pisos, desarrollados mediante la combinación del tablero talud y con relieves de jaguares y águilas, sobre la que se dispone el templo a la que se accede por una escalinata que permite el acceso a la plataforma superior delante del chac mool. El templo se abre mediante un pórtico formado por dos grandes serpientes invertidas, con la cabeza a ras de suelo y la cola funcionando como capitel. Al pie del edificio se dispone un pórtico sostenido por pilares que sirve de unión con una sala de tres naves, hipóstila que organiza un espacio indefinido que culmina en la conocida como sala de las Mil Columnas, constatando el hecho de que Chichén Itzá sea un modelo perfectamente trasladado del templo de Tula donde se presentan los mismos elementos, pero en los que se emplean los sistemas de construcción que habían desarrollado los mayas como el empleo de la cal y los sistemas abovedados de hormigón.

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APÉNDICE DOCUMENTAL RELACIÓN DE LOS EDIFICIOS DEL GRAN TEMPLO DE MÉXICO* «...Era el patio de este templo muy grande; tendría hasta doscientas brazas en cuadro. Era todo enlosado (y) tenía dentro de sí muchos edificios y muchas torres; de estas torres unas eran más altas que otras, y cada una de ellas era dedicada a un dios. La principal torre de todas estaba en el medio y era más alta que todas, era dedicada al dios Huitzilopochtli o Tlacauépan Cuexcótzin. Esta torre estaba dividida en lo alto, de manera que parecía ser de dos y así tenía dos capillas o altares en lo alto, cubierta cada una con un chapitel, y en la cumbre tenía cada una de ellas sus insignias o divisas distintas. En la una de ellas y más principal estaba la estatua de Huitzilopochtli, que tambien la llamaban Ilhuicatl xoxouhqui; en la otra estaba la imagen del dios Tláloc. Delante de cada una de estas estaba una piedra redonda a manera de tajón que llamaban téchcatl, donde mataban los que sacrificaban a honra de aquel dios; y desde la piedra hasta abajo estaba un regajal de sangre de los que mataban en él, y así estaba en todas las otras torres. Estas torres tenían la cara hacia el occidente, y subían por gradas bien estrechas y derechas, de abajo hasta arriba, a todas estas torres..». * SAHAGÚN, Bernardino de. Historia General de las cosas de Nueva España. T. I. México, Porrúa, 1969, p. 232.

DESCRIPCIÓN DE LAS PIRÁMIDES DE TEOTIHUACÁN* «Los únicos monumentos antiguos que pueden llamar la atención en el valle mexicano por su grandeza y moles son los restos de las dos pirámides de San Juan de Teotihuacán, situadas al N. E. del lago de Texcoco, consagradas al sol y la luna y llamadas por los indígenas Tonatiuh Itzacualli, casa del sol, y Meztli Itzacualli, casa de la luna. Según las medidas tomadas en 1803 por un sabio joven mexicano, el doctor Oteiza, la primera pirámide, que es la más austral, tiene en su estado actual una base de 208 metros de largo y 55 metros ( o sean 66 varas mexicanas) de altura perpendicular. La segunda, esto es, la pirámide de la Luna, es 11 metros más baja y su base mucho menor. Estos monumentos, según la relación de los primeros viajeros y según la forma que presentan aun en el día, sirvieron de modelo a los teocallis aztecas. Los pueblos que los españoles encontraron establecidos en la Nueva España, atribuyeron las pirámides de Teotihuacán a la nación tolteca; lo que siendo así, hace subir su construcción al siglo octavo o nono, porque el reino de Tollan duró desde 667 hasta 1031. Los frentes de estos edificios están con la diferencia de cerca de 52’, exactamente orientados de N. a S. y de E. a O. Su interior es de arcilla mezclada de piedrezuelas: está revestido de un grueso muro de amigdaloide porosa, encontrándose además vestigios de una capa de cal con que estaban embutidas las piedras por de fuera. Fundándose algunos autores del siglo XVI en una tradición india, pretenden que lo interior de estas pirámides está hueco.

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El caballero Boturini dice que el geómetra mexicano Sigüenza no había podido conseguir el horadar estos edificios por medio de una galería. Formaban cuatro hiladas o pisos, de las cuales hoy no se ven sino tres, porque la injuria de los tiempos y la vegetación de los nopales y de los magueyes han ejercido su influjo destructivo sobre la parte exterior de estos monumentos. En otro tiempo se subía a su cima por una escalera de grandes piedras de sillería; y allí, según cuentan los primeros viajeros, se hallaban estatuas cubiertas de hojuelas muy delgadas de oro. Cada una de las cuatro hiladas principales estaba subdividida en gradillas de un metro de alto, de las cuales aún se ven hoy las esquinas. Estas gradas están llenas de fragmentos de obsidiana, que sin duda eran los instrumentos cortantes con que los sacerdotes toltecas y aztecas (Papahua Tlemacazque o Teopixque) abrían el pecho de las victimas humanas. Es sabido que para el laboreo de la obsidiana (itztli) se emprendían grandes obras, de las cuales aún se ven los vestigios en el inmenso número de pozos que se encuentran entre las minas de Morán y el pueblo de Atotonilco el Grande, en las montañas porfídicas de Oyamel y del Jacal, región que los españoles llaman el Cerro de las Navajas. Se desearía sin duda ver aquí resuelta la cuestión de si estos edificios que excitan la curiosidad y de los cuales el uno (el Tonatiuh Itzacualli) según las medidas exactas de mi amigo el señor Oteiza tiene una masa de 128.970 toesas cúbicas, fueron enteramente construidos por la mano del hombre, o si los toltecas se aprovecharon de alguna colina natural, y la revistieron de piedra y cal. Esta misma cuestión se ha promovido recientemente con respecto a varias pirámides de Gizéh y de Sajarah; y se ha hecho mucho más interesante por las hipótesis fantásticas que Wise ha aventurado a cerca del origen de los monumentos de forma colosal del Egipto, de Persépolis y Palmira. Como ni las pirámides de Teotihuacán, ni la de Cholula, de que hablaremos después, no han sido horadadas por su diámetro, es imposible hablar con certidumbre de su estructura interior. Las tradiciones indias que las suponen huecas son vagas y contradictorias; y atendida su situación en llanuras en que no se encuentra ninguna otra colina, parece también muy probable que el núcleo de estos monumentos no es ninguna roca natural. Lo que se hace también muy notable (especialmente teniendo presente las aserciones de Pococke acerca de la posición simétrica de las pirámides pequeñas de Egipto) es, que alrededor de las casas del sol y de la luna de Teotihuacán se haya un grupo, o por mejor decir un sistema de pirámides, que apenas tiene nueve o diez metros de alto. Estos monumentos de que hay centenares están ordenados en calles muy anchas que siguen exactamente la dirección de los paralelos y meridianos y que van a parar a los cuatro frentes de las dos pirámides grandes. Las pequeñas pirámides están más espesas hacia el lado austral del templo de la Luna, que hacia el templo del Sol; lo cual, según la tradición del país, consistía en que estaban dedicadas a las estrellas. Parece bastante cierto que servían de sepulturas a los jefes de las tribus. Toda esta llanura, a que los españoles dan el nombre (tomado de la lengua de la isla de Cuba) de Llano de los Cues, llevó en otro tiempo, en las lenguas azteca y tolteca, el nombre de Mictlaoctli o Camino de los Muertos. ¡Cuántas analogías con los monumentos del Antiguo Continente! Y este pueblo tolteca que a su llegada al suelo mexicano en el siglo VII construyó, bajo un plan uniforme, muchos de estos monu-

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mentos de forma colosal, esas pirámides truncadas y divididas por hiladas como el templo de Belo en Babilonia, ¿ de dónde había tomado el tipo de tales edificios?¿Venía él de raza mongolesa?¿Descendía de un tronco común con los chinos, los hioñux y los japoneses?». * HUMBOLDT, Alejandro von. Ensayo político sobre el Reino de Nueva España. 4ª ed. México, Porrúa, 1984, pp. 124-126.

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CAPÍTULO 8:

LOS MODELOS CONSTRUCTIVOS EN EL ÁREA ANDINA INTRODUCCIÓN La arquitectura andina siempre se ha distinguido por la calidad del trabajo de materiales como la piedra, realizados fundamentalmente por la cultura inca, en enclaves tan paradigmáticos con Cuzco, Machu Picchu o Pisac. No obstante un estudio pormenorizado de los elementos arquitectónicos aparecidos desde los yacimientos más antiguos hasta los que conocieron los primeros españoles, nos hablan de una diversidad de técnicas y materiales que hacen de ella uno de los casos más significativos. Desde la arquitectura de adobe de la costa a la de piedra en las tierras altas interiores, pasando por la diversidad de técnicas constructivas que se emplean combinando ambos, hace de ésta uno de los capítulos más importantes en el estudio de las culturas suramericanas.

VARIEDAD TIPOLÓGICA La diversidad de edificios que se pueden recoger en un recorrido analítico por el área andina va desde los de carácter religioso y civil, pasando por el militar. En este sentido dicha diversidad se plasma igualmente en una distinta utilización de materiales en cada uno de ellos, e incluso en el propio tratamiento que puedan recibir. Así en la arquitectura prehispánica suramericana serán frecuentes las pirámides, entendidas como plataformas destinadas a albergar en su parte superior un templo, como es el caso de las pirámides del Sol y de la Luna en Moche, que presentan tanto unas dimensiones menores a la mesoamericanas, como un sistema constructivo no planificado, dando la sensación de conformar meros amontonamientos de adobes efectuados de una forma intermitente a manera de tributo a una divinidad concreta, mostrando ya creencias a los astros.

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Dentro de este grupo podemos incorporar el apartado de las plataformas que de la misma manera que en Mesoamérica también aparecen aquí, y que presentan una variedad de técnicas constructivas que van desde las exclusivamente realizadas con piedra o abobe, a las que presentan trabajos mixtos de núcleos de adobe, recubiertos con una envoltura de piedra. Desde un punto de vista tipológico también se constata la existencia de palacios o residencias de elites sociales en las que se puede percibir sino una utilización de materiales de mayor calidad, sí un mejor tratamiento de los mismos y una mayor preocupación en la definición interior de éstos, posiblemente debido a motivos funcionales y rituales.

DETALLE DEL CENTRO CEREMONIAL DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

En cuanto a las habitaciones, éstas también presentan unos acabados realizados en piedra como las de edificios de la ciudad de Machu Picchu, Pisac u Ollantaytambo en los Andes o las de adobe, de una etapa anterior, en la costa como en Chan Chán. En uno u otro caso, si bien la fisonomía de la vivienda es variada, sí presentan en un alto porcentaje la similitud de aparecer relacionadas con espacios abiertos como patios, conformando sistemas mixtos que a una escala doméstica mantienen la relación de elementos básicos de la arquitectura prehispánica. Por lo que se refiere a las obras de ingeniería, que incorporamos por la trascendencia que tuvieron desde los primeros momentos en las distintas sociedades que se fueron constituyendo, podemos referirnos a dos de los elementos básicos. La

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ACEQUIA INCA.

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preocupación clara de estos pueblos por dominar una naturaleza hostil se reflejó en las grandes construcciones de infraestructuras de la costa y así, por un lado la red de canales, acueductos y depósitos que se construyeron en los distintos valles de la costa y que sirvieron tanto para abastacer a las poblaciones como para poner en cultivo las terrazas, no son más que un exponente de este conjunto de obras. Por otro lado la infraestructura de caminos, puentes e incluso andenes que transformaron el núcleo del imperio inca en un territorio claramente humanizado con el que se buscaba dar unidad política a una vasta región que conocieron directamente los españoles en el segundo tercio del siglo XVI, es reflejo de la capacidad para desarrollar trabajos comunitarios que se alcanzaron y que tanto asombraron a los españoles.

DISEÑO CONSTRUCTIVO Y DEFINICIÓN ESPACIAL Los ejemplos con los que nos podemos encontrar en este recorrido por la arquitectura preincaica e incaica, responden a unos tipos que ante todo solventan de una manera acertada sus relaciones como volúmenes con el entorno en el que encuentran, volviendo a convertirse en verdaderos referentes visuales, y por otro de complejos en los que exceptuando algunos casos concretos como el mismo Chavín de Huántar, se trata de edificios en los que se ha querido transmitir una especial significación a través de unos conjuntos regulares en los que la armonía en la relación de cada una de las partes que componen su estructura, son reflejo de equilibrio y racionalidad para con quién debía ser el propietario de dicha construcción, ya fuera dios o rey. Exceptuando los casos más simples de construcciones en las que se ha querido ver una incipiente estructura que de nuevo nos vuelve a relacionar el posible origen de la arquitectura con los lugares de enterramiento, los casos más paradigmáticos de la arquitectura prehispánica son ejemplos de perfecta integración en el espacio en el que se encuentran y de orden interior. Los primeros ejemplos como el templo de las Manos Cruzadas de Kotosh o la propia Huaca de los Reyes, cuyas construcciones están separadas por más de mil años, ya nos hablan de estas tendencias que venimos señalando. Para el primero de ellos, enclave situado en las tierras altas del norte peruano, destaca por combinar estructuras arquitectónicas en las que se organizan los interiores en torno a un pequeño patio rehundido al que se accede a través de dos puertas situadas en el mismo eje mayor del rectángulo que define el edificio. En el caso de la Huaca de los Reyes en el valle del Moche, la organización global destaca por la enorme simetría en el desarrollo de su plano, además de sobresalir, no solamente la definición de unas unidades espaciales abiertas a patios que se suceden dispuestos en un eje, sino que la existencia de pórticos nos habla por primera vez en esta región de la utilización de espacios indefinidos funcionando a manera de propileos columnados. Cerro Sechín, templo anterior al año 900 a.C. supone un buen caso en el que poder apreciar no solo la existencia de una clara planificación del encla-

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DETALLE DEL MURO DE LA PLAZA CEREMONIAL. CHAN CHÁN. (PERÚ).

ve sino además de la función de la escultura como elemento integrado en la fachada, generando una jerarquización de los frentes que potencia la propia funcionalidad del edificio. En ese sentido, la propia definición interior de las estancias nos habla de una clara ordenación armónica de los mismos siguiendo un eje que recorre todo el interior desde el acceso hasta la sala principal, plasmando incluso como las distintas modificaciones que ha conocido en el tiempo, no han afectado ni siquiera a la idea original de su organización interna. El propio Chavín de Huántar refleja esta tendencia a la construcción de una forma paulatina a partir de un núcleo originario, que se convierte en la piedra angular del desarrollo posterior de alas que tienden ante todo a generar espacios donde prima la orientación de los interiores desde fachadas que se abren a plazas, creando direcciones de percepción. Del conjunto de pirámides y plataformas posiblemente las de Moxeke y Moche representan unos de los mejores ejemplos con los que se puede trabajar. En el primero de los casos, por presentar una articulación a partir de terrazas sucesivas donde incluso vuelve a aparecer el componente escultórico como referente claro, en este caso reflejado a través de un conjunto de esculturas de arcilla incorporadas a nichos que rompen la planitud de los muros. O las de Moche que conforman los ejemplos más grandilocuentes de este tipo de estructuras insertas en el paisaje, mostrando hasta que punto se llega a utilizar el adobe como material de construcción, con sistemas de columnas y paredes agrupadas pero no unidas.

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DETALLE DE LA PUERTA DEL SOL. KALASASAYA. TIAHUANACO. (BOLIVIA).

Uno de los grandes capítulos arquitectónicos del arte preincaico posiblemente lo constituyan las estructuras y la propia organización de la ciudad de Chan Chán de lo que ya se ha hablado. Núcleos palaciegos como el denominado de Max Uhle, presenta una organización interna con un espacio cuadrangular con casas y una disposición simétrica de las estancias que se concentraban en unidades espaciales que se aislaban del resto de la ciudad por medio de muros dobles que solamente se abrían en un punto. Un esquema que vuelve a verse al menos en la organización de ciudades como Viracochapampa y Pikillaqta. Los edificios de Tiahuanaco se articulan en torno a plataformas y estructuras con cámaras, donde se puede apreciar en algunos de los restos, la posible reutilización de materiales de otros edificios y donde se recurre a técnicas constructivas como las que ya se podían apreciar en Cerro Sechín, en las que la calidad del trabajo del corte de algunas de las piedras nos habla de una posible utilización de herramientas de metal. Finalmente la arquitectura inca nos muestra una dualidad a la hora de trabajar los materiales y sobre todo de un empleo racional de los mismos con esas cimentaciones y en algunos casos total desarrollo de las estructuras con muros de piedra perfectamente encajados. En muchos de ellos se pueden apreciar los perfiles característicos trapezoidales de puertas y ventanas, siendo uno de los ejemplos más destacables las casas de Ollantaytambo que posiblemente sean las viviendas más antiguas de Suramérica aún en uso.

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VISTA PARCIAL DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

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MATERIALES Y TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS Los materiales básicos que se encuentran en la arquitectura prehispánica suramericana van a estar condicionados por las características del terreno en el que se generen, de tal manera que el determinismo que éste va a suponer afectará tanto a la naturaleza del mismo como a las técnicas empleadas. En esencia la tierra y la piedra serán los dos materiales básicos con los que se ejecutarán estos edificios a los que habría que sumar los elementos vegetales que intervienen tanto en estructuras como en cubiertas y que por su naturaleza son de los que menos nos han llegado.

MURO DEL CENTRO CEREMONIAL DE TAMBO MACHAY O BAÑO DEL INCA. CUZCO. (PERÚ).

Por lo que respecta a la tierra, este será el material básico de las edificaciones que se construyen en la franja costera que desde el Ecuador hasta el norte de Chile fue territorio de fructíferas culturas que alcanzaron un alto grado de desarrollo. La extrema sequedad del ambiente, ya comentada en el tema del urbanismo y a la que volveremos en el apartado de las artes menores, va a condicionar que el bajo nivel de humedad de la región y la escasez de canteras, faciliten y determinen el desarrollo del empleo de este material. Ésta se empleará básicamente en forma de adobe, como tapia y a manera de cubierta protectora de paredes, llegando a trabajarse con una infinidad de motivos que decorarán los espacios interiores y exteriores de estas construcciones. El adobe constituye posiblemente uno de los sistemas constructivos más antiguos conocidos por el hombre. Reflejo de un perfecto conocimiento del terreno y del material que éste le puede aportar, conforman la forma más primitiva de realiza-

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VISTA PARCIAL DE PISAC. (PERÚ).

ción de figuras geométricas básicas que sustituyen a bloques de piedra en aquellos lugares donde éstos escasean. Realizados con moldes y secados al sol, pronto contaron con la incorporación de desgrasantes que evitaban que se desquebrajaran como paja o pequeñas piedras. Los ejemplos conocidos muestran que se utilizaron tanto los de forma rectangular como los cónicos, siendo éstos posiblemente los más antiguos elementos que conformaban paredes como se puede comprobar en ruinas como las de Chan Chán, cerca de Trujillo o Viracochapampa. La tapia viene a ser un desarrollo de esta inicial técnica, mediante la cual se realizan secciones de muro de mayores dimensiones gracias al empleo de encofrados de madera dentro de los cuales se disponían capas de tierra hasta conformar cajones de diversa medida, tal y como podemos apreciar en construcciones como las de Raqchi, de época inca. Si bien el ahorro de tiempo era evidente al cubrirse mayor extensión con menor esfuerzo, tanto el procedimiento del adobe como éste, se caracterizan porque no requieren de una mano de obra especializada, de ahí su éxito en aquellas zonas, y su perfecta acomodación a las circunstancias desérticas de la costa pacífica sudamericana. Por último no queremos dejar de un lado el empleo de la tierra como capa protectora de núcleos de adobe o tapia y qua acabó convirtiéndose en una técnica de decoración de muchos de los edificios, llegando a ser si se quiere un elemento urbano de considerable importancia. En muchos de los restos arquitectónicos encontrados se constata la aplicación de una capa exterior de tierra que posteriormente se decora mediante el corte de dibujos que cubren la totalidad de los muros, utilizando motivos repetitivos.

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RAQCHI. ARQUITECTURA EN TIERRA INCA. (PERÚ).

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ARQUITECTURA INCAICA Y COLONIAL EN CUZCO. (PERÚ).

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DETALLE DE UNO DE LOS MUROS DE MACHU PICCHU. (PERÚ).

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Por lo que respecta a la piedra, será más abundante en los asentamientos de las tierras altas interiores en los que se empleará como material básico de distintas formas. Aparece componiendo muros de mampostería, como canto de río en los cimientos y sobre todo trabajada como sillar donde alcanzará sus máximos logros, siendo la manera más conocida. Los ejemplos más simples de arquitectura en piedra pueden ser las tumbas que aparecen en muchos enclaves empleándola directamente excavada como las de San Agustín o Tierradentro en Colombia o realizando muros de contención de mampostería de planta circular o rectangular en la región de Paracas. A esto debemos unir los ejemplos de construcciones domésticas de viviendas realizadas también en piedra y que conforman los ejemplos más simples y esenciales en los que aparece trabajado este material. Las cubiertas se realizaban con material vegetal con el que se definían, siguiendo a las reconstrucciones realizadas de algunos edificios, el perfil de doble agua o corriente apoyada sobre muros medianeros de carga en los que descansaban cada uno de los componentes de esta cubierta. No obstante también se testimonia el empleo de techumbres planas con las que de alguna manera se soluciona la falta de especies arbóreas en algunas zonas, fundamentalmente del altiplano y se fomenta un ahorro de material que sería mucho más grande si se emplearan soluciones abovedadas. Dejamos para un último apartado el tema de la ingeniería pre e incaica, fundamentalmente por ser uno de los capítulos más importantes de la arquitectura prehispánica en Suramérica. Aunque fueron los incas quienes llegaron a diseñar la basta red de caminos que recorrieron todo el imperio desde el norte hasta el sur, antes que ellos, los primitivos habitantes de lo que acabarían siendo territorios incas ya contaban con vías de comunicación que les permitían ir de un territorio a otro dentro de un espacio caracterizado por las dificultades orográficas. Unos caminos que más que circuitos económicos eran en realidad vías que sirvieron a funciones militares, estratégicas y administrativas. Una estructura viaria que fue utilizada por los primeros conquistadores y que les permitió desplazarse de un extremo a otro con mucha facilidad. La red de caminos forman un sistema vial de aproximadamente 23000 kilómetros de longitud y a las que complementaban paredes, postes, puentes, tambos, oroyas, huaros o tarabitas, un conjunto de complementos que ante todo garantizaban la comunicación allí donde el relieve se hacía más salvaje. En ellos la piedra se emplea para realizar la superficie del camino y en algunos casos los mismos puentes que se salvaban en el recorrido.

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ENTRADA DE UNA VIVIENDA INCAICA EN OLLANTAYTAMBO. (PERÚ).

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SELECCIÓN DE IMÁGENES CERRO SECHÍN. 900 A.C. Dentro de la evolución que van a conocer los asentamientos del Horizonte Antiguo, los esquemas constructivos se van a ir definiendo en enclaves como Kotosh y Cerro Sechín. En ambos, ejemplos de una serie más amplia, ya se testimonia la combinación de estructuras abiertas y cerradas, en las que se adivinan algunas de las características de etapas posteriores.

CERRO SECHÍN. (PERÚ).

La relación que se establece entre un lugar y su significación, suele estar reafirmada en la presencia de una producción cultural de la más diversa índole. En el caso de Cerro Sechín, uno de los más directos antecedentes de Chavín de Huántar, esta característica se puede refrendar en el importante programa iconográfico que decora sus paredes exteriores. Cerro Sechín es una colina granítica que domina un sector del valle del río Casma. En la antigüedad estaba fortificado con numerosos recintos amurallados que rodeaban las viviendas y los templos de cada uno de los complejos que lo integraban. El más grande está en el lado norte y tiene la plataforma del templo al pie de una de las laderas. Ésta estaba cubierta con losas de granito revestidas y esculpidas que conforman los ejemplos de escultura monumental más antiguo de

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los Andes. Se colocaban de tal manera que se alternaban piedras verticales y estrechas con otras cuadradas y más pequeñas. En ellas aparecen esculpidas figuras humanas de perfil, representaciones ideográficas de herramientas, trofeos de cabezas partidas y columnas vertebrales. Sobre la plataforma se ubicaba el templo que estaba construido con adobes cónicos sobre un plano rectangular con un conjunto de cámaras dispuestas axialmente respecto al eje central.

CHAVÍN DE HUÁNTAR El centro en torno al cual girará el desarrollo del Horizonte Antiguo en la región andina será Chavín de Huántar, 700 a.C. Su importancia radica, en ser el primer núcleo en el que se testimonia la irradiación de una serie de valores de carácter religioso que contribuirán a dotar de unidad a un amplio territorio del Perú.

CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Su organigrama nos interesa ya que se puede considerar como el final del desarrollo espacial de los enclaves anteriores, donde se consolida una serie de soluciones arquitectónicas que se mantendrán en el tiempo. La estructura central del yacimiento está conformada por un conjunto de plataformas, salpicadas de pasadizos y desarrolladas en torno a una plaza rehundida, en cuya relación se quiere ver una serie de similitudes con los accidentes geográficos del entorno. Una especie de reinterpretación artificial de la vinculación existente entre montañas, valles y cuevas.

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Chavín empezó como un pequeño santuario en torno a la figura del Lanzón, flanqueado por dos alas laterales, a partir del cual se fue agrandando el complejo en sucesivas intervenciones. Destaca de este conjunto el edificio principal conocido como el Castillo, que aparece revestido por una serie de plazas de piedra dispuestas en filas de anchura variable. Internamente se ve recorrido por una serie de galerías, cámaras y respiraderos dispuestas en tres plantas. Exteriormente cuenta con elementos de una singular importancia como las cabezas grotescas incrustadas en las paredes y cornisas con cuerpos de jaguar y serpientes esculpidas. Vinculados con él están los ejemplos más característicos de la escultura chavinoide, de una trascendental influencia como el Lanzón, la estela Raimondi, el Obelisco Tello, etc., encontrados y ubicados en algunas de sus salas, y cuyo significado, aún sin descifrar, ha contribuido a aumentar el enigma sobre este lugar, desde el que se extendió un culto que llegaría hasta tierras como las del entorno al lago Titicaca en enclaves como Tiahuanaco.

LA PIRÁMIDE DEL SOL. MOCHE La arquitectura mochica fue una de las más destacadas en el Período Intermedio Temprano. No sólo por la calidad de los edificios que se construyeron, sino además por la variedad de los mismos. Dentro de todo el conjunto de obras que se llegaron a edificar, destacan tanto las infraestructuras destinadas a la distribución de agua, como los canales de irrigación; y los edificios religiosos y funerarios, caso de las pirámides.

HUACA DEL SOL. MOCHE. (PERÚ).

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El valor de la pirámide como lugar de habitación de los dioses siempre ha tenido una fuerte trascendencia en las culturas prehispánicas. La pirámide o Huaca del Sol de Moche, 100-600 d.C., es posiblemente la estructura prehispánica más grande de Suramérica, en la que se han reproducido algunos procesos constructivos que tienen como protagonista fundamental a uno de los materiales más utilizados en la arquitectura preincaica e incaica, el adobe. Con sus cincuenta metros de altura, doscientos treinta de base y ciento treinta y seis de anchura, se calcula que se emplearían hasta cincuenta millones de estos adobes. Está conformada por la superposición de cinco pisos decrecientes a cuya cima se puede subir por medio de una rampa de unos noventa metros de longitud. En este caso, los diversos estudios que han analizado esta estructura, coinciden en subrayar la carencia de un plan unitario a la hora de construir este edificio que posiblemente sirviera como base para un templo. Por el contrario, más parece el resultado de una continua acumulación de material como reflejo de una especie de ofrenda continuada que acabó generando el edificio que en la actualidad se puede contemplar. A quinientos metros de ella se eleva la Huaca de la Luna, en la que se han encontrado numerosas habitaciones decoradas con fragmentos de pintura mural.

CHAN CHÁN Uno de los reinos que se engrandeció hasta constituir un pequeño estado centralizado fue el reino de Chimor, cuya capital Chan Chán hay que relacionar con un momento de expansión del imperio Wari, donde se puede percibir el grado al que llegó la imposición de un patrón urbano característico. Chan Chán es una de las ciudades más grandes de la América prehispánica y uno de los ejemplos más destacados de planificación urbana. La zona arqueológica, situada a unos kilómetros al noreste de Trujillo, ocupa una llanura por encima del nivel irrigado actualmente cubriendo unos 18 kilómetros cuadrados. Pudo llegar a tener 200000 habitantes. En su interior se pueden llegar a distinguir nueve o diez unidades, conocidas con el nombre de ciudadelas, de las que destacamos la conocida como de Max Uhle. Podríamos decir que se trata de un complejo arquitectónico que vuelve a ofrecernos un ejemplo de disposición de dependencias de una forma ordenada junto a un patio, donde la distribución de cada uno de los subsectores en los que se puede organizar el complejo se lleva a cabo de una forma regular, y totalmente aislada del resto del asentamiento por un muro con un solo acceso que ayuda a potenciar si cabe la direccionalidad de los espacios interiores. El empleo de adobe como base exclusiva en todo el conjunto, ejemplifica del mismo modo uno de las mejores propuestas que se pueden encontrar en Suramérica. Además de las ciudadelas, Chan Chán cuenta con una serie de huacas o montículos y otras construcciones de valor y época diversa. Entre las primeras destacamos la huaca del Obispo, Las Conchas, El Olvido, Toledo, El Higo, etc.

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CHAN CHÁN. TRUJILLO. (PERÚ).

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PISAC Dentro del conjunto de enclaves que se reparten por el Valle Sagrado, Pisac, es el que posiblemente ofrezca los restos arquitectónicos de más calidad. El yacimiento destaca por la maestría y el refinamiento de la técnica de labrar la piedra empleada en su construcción.

PISAC. (PERÚ).

El centro de la ciudad prehispánica comprende una serie de impresionantes andenes, que se adaptan a las líneas generales del relieve para integrarse en él, siguiendo en su diseño las mismas curvas de nivel que acaban escalonándose.

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La ciudad en sí, está compuesta por edificios cuya función es difícil de precisar. Al igual que en otros enclaves como Sacsahuamán y Ollantaytambo, sobresale el aspecto militar y el religioso presente en estas estructuras, mostrándose casi inseparables el uno del otro. Reflejo de ello es el Intihuatana o lugar en el que queda atado el sol, organizado por medio de un esquema bastante rígido, donde sobresalen templos, almacenes, fortalezas, observatorios, calles, pasajes, túneles, etc. Todo este sector, se organiza en torno a un edificio de granito rosado, realizado rodeando un monolito denominado precisamente Intihuatana, lo que le convierte en un espacio dedicado al culto solar. Los restos de los edificios conservados, presentan ese trabajo perfecto en el ensamblaje de cada uno de los sillares de piedra, y la presencia de ventanas trapezoidales, con la parte superior más estrecha, típicas de la arquitectura inca. Otros sectores nos muestran algunos ejemplos de viviendas como el que se encuentra situado en la ladera oriental de la montaña, bajo el mismo Intihuatana. El conjunto está formado por pequeños recintos amurallados separados entre ellos, y agrupados en dos estructuras, siguiendo la configuración sinuosa del terreno.

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APÉNDICE DOCUMENTAL DEL VALLE DE PACHACAMA Y DEL ANTIQUÍSIMO TAMPLO QUE EN ÉL ESTUVO, Y CÓMO FUE REVERENCIADO POR LOS YUNGAS* «Pasando de la ciudad de los reyes por la misma costa, a cuatro leguas della está el valle de Pachacama, muy nombrado entro estos indios. Este valle es deleitoso y frutífero, y en él estuvo uno de los suntuosos templos que se vieron en estas partes: del cual dicen que, no embargante que los reyes ingas hicieron, sin el templo del Cuzco, otros muchos, y los ilustraron y acrecentaron con riqueza, ninguno se igualó con este de Pachacama, el cual estaba edificado sobre un pequeño cerro hecho a mano, todo de adobes y de tierra, y en lo alto puesto el edificio, comenzando desde lo bajo, y tenía muchas puertas, pintadas ellas y las paredes con figuras de animales fieros. Dentro del templo, donde ponían el ídolo estaban los sacerdotes, que no fingían poca santimonia. Y cuando hacían los sacrificios delante de la multitud del pueblo iban los rostros hacia las puertas del templo y las espaldas a la figura del dolo, llevando los ojos bajos y llenos de gran temblor, y con tanta turbación, según publican algunos indios de los que hoy son vivos, que casi se podrá comparar con lo que se lee de los sacerdotes de Apolo cuando los gentiles aguardaban sus vanas respuestas. Y dicen más: que delante de la figura desde demonio sacrificaban número de animales y alguna sangre humana de personas que mataban; y que en sus fiestas, los que ellos tenían por más solemnes, daba respuestas; y como eran oídas, las creían y tenían por de mucha verdad. Por los terrados deste templo y por lo más bajo estaba enterrada gran suma de oro y plata. Los sacerdotes eran muy estimados, y los señores y caciques les obedecían en muchas cosas de las que ellos mandaban; y es fama que había junto al templo hechos muchos y grandes aposentos para los que venían en romería, y que a la redonda dél no se permitía enterrar ni era digno de tener sepultura si no eran los señores o sacerdotes o los que venían en romería y a traer ofrendes al templo. Cuando se hacían las fiestas grandes del año era mucha la gente que se juntaba, haciendo sus juegos con sones de instrumentos de música de las que ellos tienen. Pues como los ingas, señores tan principales, señoreasen el reino y llegasen a este valle de Pachacama, y tuviesen por costumbre mandar por toda la tierra que ganaban que se hiciesen templo y adoratorios al sol, viendo la grandeza de este templo y su gran antigüedad, y la autoridad que tenía con todas las gentes de las comarcas, y la mucha devoción que a él todos mostraban, pareciéndoles que con gran dificultad la podrían quitar, dicen que trataron con los señores naturales y con los ministros de su dios o demonio que este templo de Pachacama se quedase con la autoridad y servicio que tenía, con tanto que se hiciese otro templo grande y que tuviese el más eminente lugar para el sol; y siendo hecho como los ingas lo mandaron su templo del sol, se hizo muy rico y se pusieron en él muchas mujeres vírgenes. El demonio Pachacama, alegre en este concierto, afirman que mostraba en sus respuestas gran contento, pues con lo uno y lo otro era él servido y quedaban las ánimas de los simples malaventurados presas de su poder. Algunos indios dicen que en lugares secretos habla con los más viejos este malvado demonio Pachacama; el cual, como ve que ha perdido su crédito y

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autoridad y que muchos de los que le solían servir tienen ya opinión contraria, conociendo su error, les dice que el Dios que los cristianos predican y él son una cosa, y otras palabras dichas de tal adversario, y con engaños y falsas apariencias procura estorbar que no reciban agua del baptismo, para lo cual es poca parte, por que Dios, doliéndose de las ánimas de estos pecadores, es servido que muchos vengan a su conocimiento y se llamen hijos de su iglesia, y así, cada día se baptiza. Y estos templos todos están desechos y ruinados de tal manera que lo principal de los edificios falta; y a pesar del demonio, en el lugar donde él fue tan servido y adorado está la cruz, para más espanto suyo y consuelo de los fieles...». * CIEZA DE LEÓN, Pedro de. La crónica del Perú. Edición de Manuel Ballesteros. Madrid, Historia 16, 1984, pp. 285-287.

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CAPÍTULO 9:

LA PINTURA EN LAS CULTURAS PREHISPÁNICAS INTRODUCCIÓN Tras el importante capítulo del urbanismo y la arquitectura, restarían los ámbitos de la pintura y la escultura, para cerrar una visión completa de los pilares más importantes, aunque no los únicos, del arte prehispánico. El sentido integrador de éste, hace que cuando se habla de arte prehispánico, tengamos que ser conscientes de la unidad que implica la presencia de las tres artes, para conformar unos espacios unitarios, cargados de un profundo valor tanto simbólico como religioso. Es por ello, por lo que a pesar de tratarse este tema de la pintura de un apartado específico, de la misma manera que se hará con el de la escultura, no se puede disociar del de la arquitectura y ni mucho menos del urbanismo, verdadero ambiente escenográfico en el que éstas adquieren todo su sentido y su verdadera significación. A ello unimos que su conocimiento y análisis en la etapa prehispánica, resultan desde nuestro punto de vista esenciales para entender los contenidos de los grandes ciclos pictóricos de los edificios coloniales, en los que se aplicó con la misma intensidad y extensión el empleo de la pintura, buscando con ello generar una escenografía ritual de conversión, en la que conjuntamente con otros elementos se quería no descontextualizar en exceso el ambiente religioso en el que se había movido el indígena americano, alcanzando con ello un mayor éxito en el adoctrinamiento de la población. Dejamos de lado capítulos tan importantes como los de la cerámica, ya que serán tratados en un apartado independiente. Siendo conscientes de la alta calidad a la que llegan algunos de los objetos producidos por los alfareros desde etapas tempranas, si es cierto que en ellos se aplican los mismos principios y métodos de diseño que se verán para el caso de la pintura.

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LA FUNCIÓN DE LA PINTURA El papel que ha jugado desde siempre la pintura como elemento cargado de una tremenda simbología, ha sido una constante a lo largo de la Historia de la Humanidad. La temprana relación que se establece entre los distintos colores y su identificación con valores mágico-religiosos como la vida, la naturaleza o el cielo, la dotó de una especial significación para funcionar como vehículo de los intereses de las clases dirigentes, y con ello legitimar un orden establecido en la inmensa mayoría de los casos por obra y gracia divina.

PALETA DE PINTOR. BARRO ESTUCADO. TEOTIHUACÁN. PERÍODO CLÁSICO MEDIO.

Podemos señalar que la función de la pintura en el mundo prehispánico fue doble. A pesar de ser escasos los ejemplos con los que contamos para abordar un estudio profundo de la misma, ésta ocupó un papel relevante no sólo como elemento que cubría todos los edificios, dotándolos de un componente de protección además de estético, sino que funcionaba como vehículo de difusión de ideas, con unos objetivos claros, tanto propagandísticos, como religiosos, convirtiéndose en legitimadores de un poder que se plasmaba a través de una serie de imágenes que actuaban como un verdadero código inteligible para la inmensa mayoría de la sociedad prehispánica. En este sentido, la circunstancia de que muchas de ellas, que no todas, ocupen espacios de un claro carácter sagrado como las dependencias de algunos de los

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complejos habitacionales de Teotihuacán, tumbas de Monte Albán, Bonampak, e incluso en enclaves suramericanos, ayuda a corroborar su verdadero papel de elemento sacralizador y complementario a la arquitectura que cubría. A ello se suma su papel en el exterior, donde el significado de la misma se transmitía a la inmensa mayoría de la población a través de su valor simbólico tal y como se puede apreciar en ejemplos que aún se pueden contemplar en la ciudad de Teotihuacán.

DETALLE DE UNO DE LOS MUROS DE TETITLA. FELINO NARANJA SENTADO EN UN TABURETE CON CORAZONES FRENTE A SUS FAUCES. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Una significación que se ejemplificaría en la propia simbología que se le atribuye a los colores que se emplean. Así, no es casual ese significado simbólico en relación con las direcciones cardinales. Por ejemplo, entre los mayas el negro es el norte, el blanco es el oeste, el rojo es el sur y el amarillo el este. Entre los nahuas, ese sentido varió y para ellos el este es el rojo, el oeste el azul, el norte el amarillo y el sur el verde.

LAS TÉCNICAS PICTÓRICAS El conjunto de los ciclos pictóricos que se pueden estudiar en la actualidad presentan una similares técnicas de ejecución entre las que distinguimos tanto las que se emplean para la realización de los colores, como las utilizadas en la aplicación de la misma. No perdamos de vista que por lo general los muros exteriores de

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los edificios estaban pintados de un color uniforme, mientras que las escenas se solían reservar para espacios interiores y más restringidos en cuanto al tránsito de gente.

DETALLE DE UNA DE LAS PINTURAS MURALES DE TETITLA. HOMBRE JAGUAR QUE SE DIRIGE A UN TEMPLO TEOTIHUACANO. (MÉXICO).

Respecto a los colores tenemos que hablar de los extraídos de bases animales, vegetales y minerales, aunque la gama cromática con la que se realizan estas pinturas no sea muy amplia siendo básicamente los amarillos, ocres con rojos y naranjas como variantes más claros, azules y verdes los principales, junto al blanco y el negro, los más empleados. La base sobre la que se aplica varía, en Mesoamérica predomina la cal, y para los restos encontrados en Suramérica es el barro el protagonista. Para el primero de los casos, la capa de estuco que aún se puede apreciar en los edificios prehispánicos cumplía una doble función. Por un lado protegía y unificaba la superficie exterior del edificio, dotándolo de una capa de protección, mientras que a su vez servía de base para la aplicación pictórica. Ésta se disponía empleando dos técnicas básicas, la pintura al fresco y la pintura al seco, jugando indistintamente con cada una de ellas. En este sentido no podemos perder de vista la importancia de la cal en el mundo prehispánico, llegando a ser el material cimentante más importante de la antigüedad. Su empleo fue tan diverso que no solamente se llego a utilizar, como señalábamos anteriormente, para recubrir la arquitectura con enlucidos que ocultaran y

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protegieran el núcleo de los muros, pisos y relieves, sino que además se utilizó como cemento para unir las piedras de los muros y bóvedas, así como para modelar relieves y esculturas de bulto, como por ejemplo llegaron a hacer los mayas.

PINTURA TEOTIHUACANA. ZACUALA. PERSONAJE CON ATRIBUTOS DE TLÁLOC CON CANASTA DE MAÍZ. (MÉXICO).

La obtención de la cal se realiza a partir de la calcinación de piedras calizas o de conchas marinas. Al calentar estos materiales a temperaturas cercanas a los 800 º C se logra descomponer la molécula original, carbonato de calcio, obteniendo un compuesto inestable y reactivo en presencia del agua, la cal viva. Al mezclar ambos compuestos, agua y óxido de calcio, se hidrata transformándose en cal muerta o apagada. Al eliminarse el exceso de agua de la cal, queda una pasta, que en contacto con el aire y conforme se va secando, cristaliza, formándose de nuevo un compuesto de carbonato de calcio. La técnica que se emplea nos habla de una despreocupación por la copia del natural, por la representación perfecta del entorno que rodea al artista. En cambio interesa más el contenido, la idea, el qué se representa que el cómo. En este sentido, se busca una representación clara y directa, buscando una lectura limpia a pesar de la complicación de muchas de ellas para ser leídas en un primer momento. Se trata de una pintura en la que predomina básicamente la línea, que delimita unas zonas perfectamente establecidas. Una línea ondulante y orgánica en unas ocasiones, recta y angulosa en otras, casi siempre trazada en color negro, lo que facilita que cada una de las partes se puedan apreciar perfectamente. Los colores se

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DETALLE DEL MURAL DEL TEMPLO DE LA AGRICULTURA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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disponen en las zonas delimitadas, aparentemente de una manera plana sin buscar el volumen y la gradación, en una especie de cloisonné pictórico que en determinadas ocasiones resulta excesivamente infantil. Los fondos también neutros, evidencia en muchos casos, una falta de dominio de la perspectiva y de la tercera dimensión, lo que convierte a las representaciones en escenas planas en las que se recurre a soluciones básicas para conseguir lograr efectos de profundidad. No obstante, son otros muchos los ejemplos que están demostrando, una vez restaurados, que se buscaron en ocasiones alcanzar una clara sensación volumétrica. Las figuras representadas, fundamentalmente las de animales y personas, se atienen a principios de simetría y relieve que rara vez se abandonan, dando la sensación de estar sometidas a unos patrones de representación perfectamente establecidos y que son esenciales en las de tema religioso. Solamente algunos ejemplos de la pintura teotihuacana como la representación del Tlalocan, las escenas del Templo de la Agricultura, y la propia pintura maya, máximo exponente del naturalismo, no se someten a esos principios compositivos rígidos. Por lo que respecta a Suramérica, la típica pintura mural andina se realiza directamente sobre el enlucido de las paredes de barro utilizando la técnica del temple mate. Es decir, materiales colorantes con agua a los que se agrega una sustancia aglutinante que da como resultado esos tonos mates. Destaca en este sentido, hechos como que la técnica del fresco no se empleara en toda Suramérica por su desconocimiento; o que básicamente se recurriera al colorante mineral, mucho más fácil de conseguir en la naturaleza. La técnica a penas si varió a lo largo de los distintos horizontes, aunque si se pueden apreciar algunas distinciones, como el que en el Horizonte Temprano simplemente se enlucieran las paredes, aplicando encima la pintura. También podemos señalar como en el Período Intermedio Temprano se produjo una diferenciación que ha dado lugar a dos escuelas. La Lima, en la que se enlucían las paredes, que posteriormente se cubrían con una capa de pintura blanca sobre la que se ejecutaba el tema. O aquella otra en la que se enlucían las paredes, sobre las que se disponía una cubierta blanca, en la que al seco o en húmedo se incidían los motivos que se querían representar y que luego se rellenaban de color. El aglutinante en muchos de los casos es la savia de alguna cactácea, que aún en la actualidad es empleada por los indígenas para pintar sus casas. Tampoco podemos olvidar capítulos que se tratarán independientemente en otros apartados, pero que se han de tener en cuenta a la hora de valorar en su globalidad la pintura prehispánica. Por un lado el capítulo de la pintura aplicada a la cerámica donde encontramos ejemplos de una enorme calidad en la cerámica maya o mochica. La escultura, que también cuenta con algunos de los más destacados referentes en aplicaciones pictóricas, y por otro lado los códices prehispánicos que se convirtieron en uno de los exponentes de mayor calidad. En uno y otro caso nos enfrentamos a superficies de menores dimensiones que las arquitectónicas, pero en las que prácticamente se aplican las mismas técnicas y se utilizan los mismos motivos que en la pintura a mayor escala.

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FRESCO DE LOS BEBEDORES DE CHOLULA. (MÉXICO).

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ICONOGRAFÍA El conjunto de imágenes que se pueden observar en la pintura prehispánica recoge un amplio abanico de representaciones que van desde las naturalistas a las abstractas, pasando por temáticas religiosas, algunas de ellas con un claro carácter mítico y militar. En este sentido será la figura humana, con un protagonista indiscutible, el sacerdote, y animales mítico-religiosos como la serpiente emplumada, el coyote, el jaguar, la mariposa, etc., los principales protagonistas de estos ciclos.

DETALLE DEL MURAL DE LA BATALLA DE CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

La figura humana se presenta de un modo natural y ocupa un papel destacado en escenas como las mayas de Bonampak o las de Cacaxtla en el Altiplano. Llega a estar próxima al retrato, y se ve refrendada por la presencia en ocasiones de simbologías que le otorgan personalidad, fundamentalmente en el caso de las mayas. Una figura humana que se esquematiza, reducida a sus signos básicos de identidad. En este caso representa lo mismo al dios que se viste de hombre que al esclavo más humilde, y entre ellos guerreros, gobernantes, nobles, comerciantes, músicos, y siempre sin olvidar a los sacerdotes. En este sentido, por lo que respecta a los sacerdotes, se trata de una de las imágenes más recurrentes de la pintura prehispánica. Representados en su inmensa mayoría de perfil, se trata de figuras que se caracterizan por el barroquismo de sus trajes e indumentaria en la que sobresalen los vestidos, los tocados, las máscaras y en definitiva todos aquellos elementos que los relacionan con el dios al que rinden

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culto. Suelen aparecer, tanto individualizados como representados formando parte de un ceremonial junto a otros sacerdotes, donde llevan a cabo un ritual de variado tipo, ya sea ofrenda o sacrificio.

SÍMBOLO DE XILBABÁ QUE IDENTIFICA UN LUGAR ACUOSO, MORADA DE LOS MUERTOS. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

Dentro de este grupo podríamos incluir al dios de los bastones, una de las representaciones más repetidas en la iconografía andina y que tiene unos ejemplos destacados en la Huaca de la Luna de Moche, donde aparece esquematizado e incluido dentro de superficies cuadradas que se repiten para formar un motivo decorativo de clara influencia textil, y cuya presencia habría que vincular con una influencia llegada desde el interior, de la cultura chavín. Por lo que respecta a los animales, el jaguar, el coyote y la serpiente emplumada pueden ser los más recurrentes, todos ellos con un alto contenido simbólico-mitológico y entre los que destaca el de esa serpiente emplumada, verdadera representación de la dualidad y el dominio del ambiente terrenal y celestial. Una imagen que la historia vinculará con la figura mitológica de Quetzalcóatl que acabará identificándose con ella a partir de la cultura tolteca y fundamentalmente con el mito maya que le dará la importancia que llegó a adquirir con la llegada de los españoles. En cuanto a la imagen del jaguar, se trata de uno de los animales más antiguos de los representados, siendo en la cultura olmeca donde aparecen sus primeras muestras que se extenderán hasta las culturas suramericanas en las que adquirirá incluso una importancia mayor a la de Mesoamérica. Desde ahí, los ejemplos se multiplicarán en el Clásico en ciudades como Teotihuacán o Cacaxtla.

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TEMPLO ROJO. MURO ESTE. REPRESENTACIÓN DE UN ANCIANO, BULTO DE MERCADER Y MAÍZ. CACAXTLA. TLAXCALA. (MÉXICO).

En definitiva imágenes de animales que se caracterizan por su cercanía a los modelos naturales, en los que se manifiesta un perfecto conocimiento de la realidad.

LOS GRANDES CONJUNTOS PICTÓRICOS Dentro de los grandes conjuntos pictóricos que se pueden estudiar en el mundo prehispánico destacan algunos de ellos tanto por su importancia en cuanto a la calidad de sus representaciones, como por el lugar en el que se encuentran. En ese sentido se hará en este apartado una valoración genérica de algunos de ellos, para pasar en los apéndices a comentar de un modo más puntual algunos ejemplos. Básicamente recurriremos a las pinturas de los espacios habitacionales de Teotihuacán, fundamentalmente de Tetitla, Teplantitla, Atetelco y Zacuala. Las pinturas de las tumbas zapotecas de Monte Albán, las de Cacaxtla, en Tlaxcala y por último al episodio posiblemente de mayor calidad de las dependencias de Bonampak. Junto a ello haremos mención a algunos ejemplos que nos han llegado desde Suramérica, donde la tradición de pintar los muros de los edificios se remonta a las fases más tempranas del desarrollo cultural en esta región. Respecto al primero de ellos, los ciclos de pintura de Teotihuacán son uno de los capítulos más importantes de la pintura prehispánica en Mesoamérica. Es pro-

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VISTA PARCIAL DE LAS PINTURAS EXTERIORES DE UNA DE LAS PIRÁMIDES DE LA CIUDADELA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

bablemente la ciudad prehispánica en la que se hallan los ejemplos más sobresalientes de la pintura mural, con un período continuo de unos setecientos años de experiencia. Los restos que nos han llegado se distribuyen por las unidades habitacionales que conforman el entramado urbano de la ciudad y testimonian la amplia presencia de este elemento, que no solamente decoraba las estancias más privadas e importantes, sino que incluso recubrían exteriormente hasta los más impresionantes edificios como la Pirámide del Sol, que aún mantiene las espigas que funcionaban como elementos de sujeción de la enorme capa de cal que recubría a toda la estructura. En ellas se pueden apreciar algunas de las características que las harán únicas y que se darán en zonas alejadas al propio Teotihuacán, como es el hecho de ocupar toda la superficie de la pared estructurando a ésta en varias superficies o bandas, ordenadas en esencia, mediante un zócalo en la parte inferior y una superficie continua en el resto de la pared. En ellas se sigue una pauta que es la de enmarcar las escenas principales mediante cenefas que permiten una más rápida y clara lectura de la pintura. Unas cenefas que suelen aparecer decoradas con motivos florales o geométricos entre los que sobresalen las flores de cuatro pétalos, los chalchiuites, mallas, etc. Técnicamente se trata de una pintura bruñida, plana y homogénea en la que aparecen colores yuxtapuestos, saturados y compactos. En todo el conjunto sobresalen las escenas de sacerdotes de Tetitla, el Tlalocan del Tepantitla y los frisos de animales de Atetelco. La calidad y la técnica con la que fueron ejecutadas han permitido que lleguen un

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importante conjunto de ellas hasta nosotros, lo que ha servido para reconstruir imágenes hipotéticas de cómo se cubrían todos los espacios y edificios de esta ciudad. Uno de los recursos iconográficos distintivos del lenguaje visual teotihuacano es la llamada vírgula de la palabra. Se trata de un elemento que se eleva y se enrosca hacia adentro, como voluta, dispuesto frente a los rostros de los personajes, humanos o animales, casi siempre a la altura de la boca o del hocico. De esta manera su presencia nos indica la emisión de algún sonido, indicando algún tipo de comunicación particular. En las pinturas de algunas de las tumbas de Monte Albán, destaca fundamentalmente el carácter sagrado de las mismas. Los protagonistas son sacerdotes pintados individualmente o en procesiones y en los que se detecta una falta de naturalidad a la hora de representarlos, lo que podríamos entender como ceremonialidad, fundamentalmente al distribuir en el espacio a los distintos personajes que protagonizan la escena. Dependen en este caso de su relación con los nichos que suelen complementar los interiores, y que estaban destinados a albergar objetos rituales, de los cuales la cultura zapoteca ofrece algunos de los mejores ejemplos de todo el arte prehispánico. Representaciones en perfil y ordenación en base a ejes perfectamente establecidos, se trata de ciclos en los que el carácter funerario se refleja en la propia presencia de sacerdotes y dioses vinculados con el culto a Mictlan y donde se percibe una influencia clara de la pintura teotihuacana, tanto en la forma como en la temática.

DETALLE DE UNO DE LOS CICLOS PICTÓRICOS DE LA TUMBA 104 DE MONTE ALBÁN. OAXACA. (MÉXICO).

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HOMBRE JAGUAR CON TOCADO DE SERPIENTE DESCARNADA. CACAXTLA. TLAXCALA. PÓRTICO A, JAMBA NORTE. (MÉXICO).

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El tercer ejemplo nos lleva a Cacaxtla (550-850 d.C.) en Tlaxcala. Se trata de unas pinturas en las que se detectan influencias de diversas zonas de Mesoamérica y en las que se pueden observar escenas en las que se representan seres sobrenaturales y una batalla, destacando personajes casi de tamaño natural. Muy similares a las de Bonampak, en el mural de la batalla se retratan a dos grupos de guerreros, los vencedores y los vencidos, en donde la paleta que se emplea contempla una gama de ocho colores en los que se destacan hasta cuatro manos diferentes en su ejecución. Junto a ello las influencias de Teotihuacán, Xochicalco y Monte Albán, se deja ver en los distintos signos que decoran los marcos del conjunto. La existencia de relaciones con el mundo maya se refleja en los tipos, en los que se perciben los mismos rasgos faciales.

PERSONAJES CON CAPA BLANCA DEL CUARTO 1. BONAMPAK. CHIAPAS. (MÉXICO).

El ciclo pictórico maya de Bonampak es sin duda el que de más calidad ha llegado a nosotros. Repartido en tres dependencias, en ellas se distribuyen series de personajes en espacios que han sido compartimentados en cuatro niveles o registros superpuestos, en los que se han querido ver la recreación del inframundo, el mundo terrenal y el celestial. El ciclo gira en torno a la representación de un grupo familiar, conformado por un hombre y una mujer con niños y sirvientes que aparecen en las habitaciones de los extremos, mientras que la central se dedica a la representación de una batalla. En las tres cámaras el espectador ve primero el muro posterior, antes que la pared de la puerta, de tal manera que los espacios de estas escenas narrativas tienen continuidad, con secuencias figurativas que recorren inin-

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terrumpidamente todas las paredes de la cámara. Su distribución en tres cámaras, así como la perfecta definición de un ciclo pictórico en su conjunto, con una clara significación del empleo de los colores y la delimitación de diversos ámbitos, hace que estemos ante uno de los conjuntos más integrados del mundo prehispánico. En la zona andina, los ejemplos de ciclos o restos pictóricos que se pueden encontrar no son tan numerosos y de tanta calidad como los anteriores. En ese sentido es significativo que se trate de la cerámica el mejor campo en el que se puedan apreciar las características de esta producción pictórica. En el caso andino, la pintura mural es una manifestación artística que se conoce desde hace mucho tiempo, pues fue observada y mencionada por los cronistas españoles, aunque a nivel arqueologico, pocos han sido los ejemplos que se han encontrado, y que nos hayan llegado de una manera parcial y fragmentada. De las primeras fases (1800-900 a.C.), apenas si encontramos ejemplos que puedan permitirnos estructurar esta etapa inicial, siendo los restos pictóricos encontrados en Kotosh y en Cerro Sechín, los más antiguos que hasta el momento se conocen. Se trata de pequeños dibujos esquemáticos en los que se representan animales y seres humanos, predominando un claro monocromismo en su ejecución. La influencia de Chavín se pude testimoniar en las pinturas encontradas del Horizonte Temprano (900-200 d.C.). Los restos son también fragmentarios, existiendo pinturas en Punkurí y Cerro Blanco. Precisamente de este último, emplazado en el Valle de Nepeña, apareció una plataforma realizada en piedra y cuyos muros aparecieron recubiertos con relieves de arcilla y pintados con clara influencia, como venimos diciendo del estilo chavín. Una de las fases en las que florece de una manera más clara y decidida la pintura mural es en el Período Intermedio Temprano (200 a.C.-500 d.C.) y en el Horizonte Medio (500-900 d.C.), donde podemos hablar de dos focos en la Costa, uno en el Valle de Lima y Chancay, y otro en Moche. En el primero de ellos, podemos decir que el motivo predominante es el de una serpiente estilizada y entrelazada, excesivamente monótona, pero de una gran calidad cromática. Para el segundo, ya desarrollado en el Período Intermedio Temprano, la cultura Moche, será una de las principales realizadoras de este tipo de decoración mural. Destacan las de Pañamarca, de nuevo en el Valle de Nepeña, con decoraciones en las que aparecen representados sacerdotes participando en diversos ceremoniales; y Moche, donde encontramos pinturas en las edificaciones principales, como las citadas de la Huaca de la Luna, donde podemos hablar de escenas de una enorme imaginación, sobresaliendo las luchas de objetos antropomorfizados, dispuestos a enfrentarse con seres humanos. La influencia textil es clara en la disposición de los motivos, junto con la de Wari en la temática, donde sobresalen las representaciones del Dios de los Báculos. Unos ejemplos en los que podemos ver la aplicación de la pintura a la arquitectura, que también llegarían hasta el período de dominio de Tiahuanaco, donde se registra la utilización de colores como el blanco, rojo o verde en la decoración exterior de los edificios. De los dos últimos períodos apenas si nos han llegado restos, es decir del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío (900-1440). Solo destacan las del conjunto de Pachacamac en las que de nuevo nos encontramos con unas pinturas en las

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que aparecen series de personajes en procesión, en este caso portando una serie de objetos de difícil identificación. Junto a ellas, existieron conjuntos de peces, plantas y aves. Destacamos también las de la Paramonga, enclave en el que existían restos de pintura mural con los motivos distribuidos en superficies reticuladas y en las que se representaban animales. La cantidad de información que guardan las pinturas murales es enorme, a pesar de que no han sido interpretadas totalmente. Debido a su presencia constante desde las épocas más tempranas y a su extensión, se puede reconocer que fue un rasgo cultural y artístico fundamental en las culturas prehispánicas.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES LOS MUROS DE TETITLA. TEOTIHUACÁN Los enormes complejos arquitectónicos que conforman la ciudad de Teotihuacán, son sin duda uno de los capítulos más completos en los que se puede apreciar al grado de desarrollo al que llegó esta manifestación. La representación de sacerdotes en el complejo de Tetitla, no es más que uno de los ejemplos en los que se puede apreciar como la clase dirigente de la ciudad llegó a emplear la pintura como vehículo de difusión de ideales, mediante unas imágenes perfectamente reconocibles por quién las veía.

SACERDOTES PINTADOS EN EL ZÓCALO DEL CONJUNTO HABITACIONAL DE TETITLA. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

Tetitla es el conjunto arquitectónico que conserva más pintura en sus paredes. Estructuralmente, Tetitla tuvo un crecimiento que duró varios siglos, lo que se explica en la complejidad de la organización de sus dependencias En el caso concreto que se analiza, las representaciones de estos importantes personajes, se ejecuta con una metodología predeterminada en la que impera la línea que delimita zonas perfectamente identificables y que serán ocupadas por colores planos que generarán una pintura en la que las leyes de la perspectiva o la proporción no se contemplaban como fundamentales para trasmitir el mensaje. Todo un repertorio iconográfico como las huellas de pies, templos, volutas de la palabra, etc., complementaban los motivos principales para lograr con mayor éxito su función.

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Se trata de una figura con un enorme tocado conformado por un elemento rectangular, dispuesto de manera horizontal, en cuyo centro aparece la cabeza de un ave. Debajo de este tocado se dispone una máscara verde. Ésta incluye unas grandes orejeras, con una banda serpentina que repite el mismo motivo del tocado, y por debajo de ella se disponen otras dos franjas, la primera semeja una cuerda retorcida y la segunda está formada por un punto y una barra que se suceden consecutivamente. A su vez, a esta última banda se sobreponen, con gran dinamismo y movimiento, cinco cuadros que se han identificado con quincunces, símbolos que tienen relación con los rumbos del universo. Las manos del personaje se muestran por el dorso y presentan las uñas de color rojo, además de una pulsera de cuentas que la adorna. De ambas manos salen a manera de ofrenda corrientes de agua dentro de las cuales se pueden identificar diferentes signos como bigoteras de Tláloc, floreros, manos, pequeñas cabezas, etc. Todo el conjunto se bordea con una cenefa que enmarca la escena, formada con dos bandas que se entrecruzan, una por encima de la otra. Una de ellas presenta conchas y un abanico de plumas, mientras que la otra muestra dos rectángulos intersectados.

LA TUMBA 104 DE MONTE ALBÁN La importancia conferida por parte de las culturas prehispánicas a la decoración de los interiores de sus espacios más significativos, tiene en la tumba 104 de Monte Albán uno de sus capítulos más interesantes. Aunque en realidad el análisis de este espacio rara vez se hace independientemente de las pinturas de la tumba 105, la mayor sencillez en el tratamiento del tema permite tomar como de una etapa anterior a la 104, permitiendo ver las características de la pintura que en ella se emplea. El conjunto está decorado con una pintura mural en la que se representa una escena procesional en la que los personajes se encuentran dispuestos, marchando hacia el nicho del fondo. Todas la composición se encuentra salpicada de signos y tributos con los que van tocados cada uno de los sacerdotes cuyas proporciones de enanos casi los convierten en un elemento secundario respecto a los signos de calendario, número y máscaras que aparecen. La aplicación del color en superficies planas perfectamente delimitadas por gruesas líneas, junto con la ausencia de perspectiva y una clara ubicación especial de las escenas, mantienen a las mismas dentro de las características genéricas de la pintura prehispánica en Mesoamérica. En la identificación de algunos grifos se han querido ver una relación entre los textos inscritos en el interior de la lápida de la entrada, los grifos pintados en el interior de la tumba y las imágenes también pintadas. El tema se refiere al linaje de la familia que vivía en la casa de arriba, representándose en este caso el regreso a las fauces celestiales del último miembro del linaje. Se ha sugerido desde hace tiempo que los difuntos iniciaban un viaje descendente que los conducía al inframundo o bien ascendían al mundo celestial. Ello implica la concepción de un universo constituido por tres niveles en los que ocurría la vida y su consecuencia, la muerte.

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VISTA PARCIAL DE LA TUMBA 104 DE MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

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EL COMPLEJO DE BONAMPAK El conjunto de pinturas mayas de Bonampak, conforma el complejo de mayor calidad de pintura mural de la América prehispánica. Organizadas en tres habitaciones la calidad de éstas con sus contornos fluidos que delimitan zonas en las que se aplica el color en superficies planas, sobresalen por la forma en la que se trabajan las proporciones y las perspectivas mucho más cuidadas, elemento que pone de manifiesto un claro control del pintor que las realizó.

DETALLE DE UNO DE LOS MURALES DE BONAMPAK. CHIAPAS. (MÉXICO).

Organizados en tres salas, los paneles se hayan casi totalmente cubiertos por pinturas, en las que se muestra un estilo extraordinariamente realista, donde la brillantez del colorido, la amplitud y variedad de las composiciones, ayudan a otorgar a este conjunto una indudable singularidad. Junto a ello, estas pinturas son una fuente de información riquísima para el conocimiento de la vida de los mayas, ya que en ellas se representan un conjunto muy numeroso de atavíos y adornos distintos en las que aparece una gran variedad de tipos. En la primera de las tres cámaras, se representan un conjunto de ceremonias relacionadas con la presentación de un niño posiblemente perteneciente a la realeza y en la que destaca la procesión de sacerdotes ricamente vestidos. En la segunda se representa una batalla con sus consecuencias de prisioneros y heridos donde destacan sobre todo el dominio de la representación en escorzo de algunos sectores de la misma.

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La tercera cámara recoge un conjunto de escenas en las que se ha querido ver las distintas celebraciones realizadas con motivo de la victoria en la batalla precedente. En conjunto, las escenas son el testimonio de diversas actividades llevadas a cabo por el gobernante Ghaan Muan II o Cielo Arpía II y otros miembros de la nobleza de Bonampak. En total se representaron 272 individuos, con una altura máxima sin contar los tocados de 98 cms. Las pinturas de Bonampak son un claro ejemplo de naturalismo, del sorprendente manejo de las formas, de su organización en el espacio pictórico, además del dominio de la técnica y sin un documento histórico sobre una época de esa ciudad. Asimismo, a través de ellos podemos imaginar como debieron estar cubiertas las paredes de muchos recintos mayas, al ser la pintura mural una tradición por medio de la cual se confirmaban y perpetuaban relevantes acontecimientos.

HUACA DEL SOL. MOCHE Las especiales características de la arquitectura realizada en la zona andina, mucha de ella con adobes de tierra que siempre se exponen a un deterioro mayor que la propia piedra, contaron con grandes superficies de estuco que no solamente protegían a esos núcleos de tierra sino que además, eran la base adecuada en la que diseñar grandes pinturas de las que pocos restos han llegado hasta la actualidad. El caso de la Huaca del Sol en el yacimiento de Moche, se trata de uno de los ciclos

HUACA DEL SOL. (PERÚ).

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más complejos en el que se puede analizar la presencia de esta pintura en una plataforma con muros de adobe cubiertos de relieves en arcilla, pintados y esculpidos, en donde la presencia de la influencia Chavín es clara. La decoración se articula en base a una disposición de rombos separados por bandas decoradas, en las que el tema principal es la cabeza de un ser antropomorfo con cabellos formados por serpientes. La repetición del motivo principal, junto a la tendencia a cubrir toda la superficie, pone en relación este tipo de decoración con la realización de tejidos de los que posiblemente se tomara el esquema compositivo básico.

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APÉNDICE DOCUMENTAL LAS PINTURAS DE ATETELCO EN TEOTIHUACÁN* «Desde el año de 1940 y con Fondos de la Fundación Viking, el Instituto Nacional de Antropología e Historia ha explorado, fuera de la zona de los grandes monumentos, diferentes lugares de Teotihuacan, encontrando algunos edificios pintados. Primero fue un Tepantitla, un lugar situado al oriente de la pirámide del Sol, donde accidentalmente aparecieron unas pinturas en tonos rojos, que representaban al dios Tláloc. Desde entonces se iniciaron explotaciones sistemáticas, fuera de la zona arqueológica, habiéndose localizado tres grupos importantes de edificios pintados, que son: Tepantitla (lugar de paredones), Tetitla (lugar de piedras) y Atetelco (en la piedra junto al agua). En Tepantitla, además de las representaciones de Tláloc antes mencionadas, se encontraron innumerables fragmentos, habiéndose logrado reconstruir gran parte de un mural. El doctor Alfonso Caso, en un estudio publicado en esta revista, lo identificó como el Tlalocan. Con anterioridad, mi intervención en las exploraciones arqueológicas había consistido solamente en la copia de las pinturas, pero en este caso, habiéndose encontrado muy rotas las paredes pintadas, tuve que empezar por reconstruirlas para trabajar. El señor Santos Villasánchez, empleado de la zona, resultó un magnífico colaborador. Como experto albañil, pronto solucionó los problemas que de su oficio se presentaron en el trabajo y desde entonces me ayuda en la restauración, limpieza y consolidación de los murales prehispánicos de Teotihuacan y de otros lugares de la república, como son Tamuín en San Luis Potosí y Palenque en Chiapas. En la copia de estas pinturas de Tepantitla me ayudó el pintor don Mateo Saldaña, dibujante, como yo del Instituto de Antropología. En Tetitla se localizó el segundo grupo de edificios con pinturas. Se conocía una parte de éstas que había publicado la revista Zeta en el año 1940, y aunque allí se decía que se trataba de una pintura de Teotihuacan, no se indicaba el sitio exacto de su ubicación. Un día le mostraron al señor Saldaña un fragmento de un muro pintado y él lo identificó, por su dibujo, como del mismo estilo del que había aparecido copiado en la citada revista. Localizado el sitio de donde prevenía el fragmento, se procedió a explorarlo, habiéndose encontrado muchos muros pintados y trozos en gran cantidad. Procedimos inmediatamente a calcar aquéllos y a consolidar éstos. La consolidación consiste en aplicar cemento en la parte de atrás a los fragmentos, lo cual los protege en el constante manejo a que tienen que estar sujetos durante el proceso de restauración. Mientras realizaba este trabajo tuve informes de que en un lugar cercano había pinturas. Era un sitio con grandes hoyancos, en uno de los cuales existía parte de un muro en el que estaban pintados dos tigres. En el terreno se veía gran cantidad de material de construcción arrancado a los edificios sepultados. En los escombros

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encontramos una cantera que tenía varios discos tallados y pintados de color rojo y en otra de sus caras varios huecos en forma rectangular y de similar tamaño. Por los discos parecía tratarse de una cornisa, pero los huecos nos desorientaron e impidieron que supiéramos positivamente de qué se trataba, hasta que más adelante y por casualidad, como sucede muchas veces en la arqueología, dimos con el significado de ellos. Los arqueólogos del Instituto se encargaron de las exploraciones: primero el señor Pedro Armillas y después el señor Carlos Margáin, habiendo sido éste quien puso el nombre de Atetelco al lugar[...]. Esta construcción la encontramos cortada y rellena de escombros, sepultada por una estructura posterior. El reconocimiento por medio de túneles nos mostró las paredes pintadas y en el enorme núcleo de tierra que cubría el patio encontramos innumerables fragmentos, también pintados. Al ver tal cantidad de material decorado tuve la impresión de que se podrían reconstruir los murales y pusimos mano a la obra[...]. El dibujo del tablero figura una red estilizada, y por un fragmento que encontré en un sitio, supe que empieza con un entrelace. Repitiendo la figura dos veces me dio un total de 3,32 m. Añadiendo otra figura en sentido vertical hubiera dado una altura inusitada en este tipo de arquitectura, por lo que quedó en dos rombos la decoración. El alto de la puerta se fijó muy aproximadamente. El listón rosa que divide su marco del dibujo del tablero lo coloqué tapando el primer entrelace empezando de arriba. El espacio que quedó entre la moldura horizontal y el marco de la puerta me pareció el más lógico, pues el haber subido el marco para dar mayor altura a la puerta hubiera sido causa de que quedara demasiado cerca del dibujo de la moldura, detalle de mal gusto que no estaría de acuerdo con el resto de la decoración [...]. Para reconstruir la decoración se hizo un dibujo muy detallado a tamaño natural, colocándose las calcas en donde por su diseño pudiera corresponderles, y cuando la mayoría estuvieron en su lugar, se calcó el conjunto señalando los fragmentos originales. Reduciendo esta calca a la tercera parte de su tamaño se utilizó para hacer una copia en color en la que queda diferenciado lo auténtico de lo reconstruido [...]. Aquí en Atetelco la decoración también corresponde al culto de Tláloc.[...]. El mural de Atetelco está realizado solamente en tres tonos de rojo indio y al fresco: un tono está dado con el color puro; otro mezclado con cal y el tercero está rebajado con agua, dando un color rosa muy claro. El porqué del color rojo de la decoración queda explicado en las siguientes frases del “Canto a Tláloc”, recogido por Sahagún y traducido por el doctor Eduardo Seler: “Mi dios(o mi sacerdote) se ha pintado de color rojo obscuro con la sangre (de la víctima)”. En cada talud del muro aparecen dos tigres; van emplumados y dos de ellos, como señalé, tienen pintada la red en el cuerpo; de sus fauces salen volutas con gotas de agua y también el signo de la palabra. Enmarcando estas figuras hay dos franjas formadas por dos cuerpos entrelazados de serpientes, con cabezas, garras y colas de tigre[...].

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En el tablero hay pintada una malla de red, de dibujo geometrizado para adaptarlo como motivo decorativo; los hijos que la forman están emplumados, material lujoso, y llenos de pequeños círculos y óvalos que representan “chalchihuites”, indicando con esto que no se trata de una red común y corriente sino de un objeto precioso. Después, dentro de los claros de la red hay pintados unos personajes que van al centro del tablero. Tienen un gran penacho con una cabeza de ave al frente; llevan nariguera con dientes; con una mano sostienen un báculo de sonaja y con la otra un escudo emplumado con una red en medio, del que sobresalen flechas. Al frente, colgado en el pecho, llevan un gran caracol; su vestido tiene flecos de plumas y calzan lujosos cactles”. * GALLEGOS RUIZ, Roberto (Coord.). Antología de Documentos para la historia de la arqueología de Teotihuacan México, INAH, 1997, pp. 553-561.

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CAPÍTULO 10:

LA ESCULTURA: MATERIALES E ICONOGRAFÍA INTRODUCCIÓN Otro de los capítulos importantes dentro de arte prehispánico es el constituido por la escultura. Si bien la producción en las dos zonas que centran nuestro interés es desigual, en ambas la importancia de estos elementos es fundamental para adquirir una idea completa de las manifestaciones artísticas de las culturas prehispánicas. Lo abierto de la consideración del término escultura, nos obliga por las dimensiones de este trabajo a centrar nuestra atención en las obras producidas en piedra y en menor medida en arcilla, de ahí que si bien deberían de tratarse dentro de este apartado aspectos de la cerámica o de la metalurgia que tienen la calidad y características para ser consideradas como tales, las dejamos para sus correspondientes temas.

LA FUNCIÓN DE LA ESCULTURA El papel dentro de la cultura prehispánica que se le pueda dar a la escultura, está muy relacionado con los valores sociales y religiosos que se han apuntado para otros campos. En este sentido, podríamos decir que su función hay que insertarla dentro de ámbitos civiles y religiosos desde las primeras etapas de su aparición. Los restos más antiguos que se pueden encontrar tanto en Mesoamérica como en la zona andina nos hablan de figuras que jugaron un importante papel dentro de la formación de las primeras creencias y esquemas mentales, en los que se pone de manifiesto la complejidad cultural que habían alcanzado estas sociedades. Desde las figurillas de arcilla de Tlatilco o las representaciones del Niño-Jaguar olmecas, pasando por las esculturas monolíticas de San Agustín, en la región colombiana de Tierradentro, las coincidencias nos hablan de la existencia de unos valores en los que ideas como la fertilidad, lo femenino y la vida de ultratumba, entre otras, estaban perfectamente establecidos.

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HACHA KUNZ. OLMECA.

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CABEZA DE JAGUAR. ANTECEDENTES CLAROS DE LAS CABEZAS CLAVAS DE TIAHUANACO. CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

Su relación con las clases poderosas hizo que estuvieran al servicio de la difusión de ideas relacionadas con el poder y la religión, de ahí que su vinculación con espacios de una especial significación religiosa-ritual y civil, las dotara de un alto valor simbólico. Dentro de esa idea global que el arte prehispánico desarrollará, las esculturas no se puede entender sin el contexto en el que se hallan, confiriéndoles una parte fundamental, incluso para la correcta interpretación de estos espacios urbanos y edificios perfectamente definidos. Las vinculaciones entre plataformas, espacios abiertos y estelas o altares por ejemplo, determinarán que los elementos escultóricos que aparecen insertos dentro de estos ámbitos, tengan una especial significación. Incluso, su inserción y relación con territorios más amplios, como ocurre con las cabezas colosales olmecas o incluso las anteriormente comentadas esculturas de San Agustín, ponen de manifiesto el papel inicial que llegaron a jugar como marcadores de lugares o delimitadores de espacios. Por otro lado, las figuras de menores dimensiones, siempre se han relacionado con determinados cultos o acciones rituales que les han conferido el papel de exvotos dentro de la religión prehispánica, lo que no obstante no ha estado excluido de dudas, ya que algunas propuestas las han dotado de un papel de menor relevancia como juguetes y objetos de mero entretenimiento.

CARACTERÍSTICAS GENERALES: MATERIALES En líneas generales, los ejemplos más destacados de la escultura prehispánica están realizados en materiales de gran dureza, piedras de distinta naturaleza, funda-

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FIGURA DE PIEDRA TEOTIHUACANA. PUEBLA. (MÉXICO).

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mentalmente basálticas y areniscas, aunque existen casos destacados realizados en barro cocido, o incluso madera como algunos ejemplos mayas. Las carencias técnicas hace que las posibilidades de trabajo de sus superficies, se limite a un empleo de herramientas de piedra, de las que se aprovecha la distinta densidad que tienen entre ellas, para emplear las más duras como objetos de percusión o abrasión. La técnica de la piedra contra piedra explica el hecho de que se trate de piezas en las que hay que hablar más de grabado que de modelado, destacando siempre el volumen del núcleo sobre el predominio de los detalles. Incisiones y abrasión de las superficies son algunas de las técnicas con las que se complementa el tallado. Junto a la piedra no es raro encontrar aunque con menos frecuencia la realización de esculturas con barro y madera, que implican distintas maneras de tratar estos materiales. En el caso de las primeras, si bien muchos de los ejemplos que podríamos considerar entran dentro del apartado de la cerámica, en el caso de algunos de los relieves que decoran los edificios de ciudades preincaicas en Suramérica, podrían integrarse dentro de este grupo. En ellas se detecta el trabajo de la tierra aún fresca, mientras se seca al sol, conformando enormes extensiones de grabados que decoran prácticamente la totalidad de la superficie. Garigay, Moche o la misma Chan Chán servirán de ejemplo. Destacadas son también en este sentido las esculturas mayas provenientes de la Isla de Jaina, al conformar uno de los conjuntos más realistas y de mayor calidad que se pueden encontrar en el mundo prehispánico. Por último las figuras realizadas en madera, presentan el handicap de deteriorarse con mayor facilidad con el tiempo siendo, como señalábamos más arriba, raros los ejemplos que han llegado hasta nosotros. En este caso el trabajo de talla habla de un perfecto dominio y conocimiento de la anatomía humana y sobre todo de la relación de la escultura realizada en barro de la que se toman muchas características.

TIPOLOGÍAS: FIGURAS DE BULTO REDONDO, ESTELAS, ALTARES Y RELIEVES. LOS CONJUNTOS ESCULTÓRICOS Un recorrido por la escultura prehispánica en América pone de manifiesto la diversidad de estas piezas que desde las etapas iniciales estuvieron presentes en la producción cultural. En lo que se refiere a Mesoamérica, las primeras manifestaciones importantes de este tipo son las que encontramos en la cultura olmeca, en las que destacan las cabezas colosales, figuras de bulto redondo y altares. En todas ellas se dan algunas de las características que ya señalaba Covarrubias respecto a la estética olmeca como la simplicidad, realismo, formas sensuales, fuerza y espontaneidad, y en las que se apreciaba un acabado de calidad de las superficies tremendamente lisas y pulidas. Las cabezas colosales pueden representar uno de los primeros ejemplos de la escultura monumental aplicada a delimitar espacios concretos. Con unas características muy similares en las que sobresalen fundamentalmente los rasgos físicos

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CABEZA OLMECA Nº 4 DE SAN LORENZO. (MÉXICO).

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de los rostros, como la realización de la nariz chata, labios gruesos, ojos almendrados y la aplicación de un casquete a modo de tocado, su interpretación pasa por la propuesta de una serie de hipótesis que dejan abierta su lectura. Desde símbolos reales, retratos, antepasados o dioses, las tesis expuestas sobre la cuestión ponen de manifiesto la diversidad de interpretaciones a las que se puede llegar, en relación a un hecho concreto, en el que está ausente cualquier fuente escrita.

LUCHADOR DE UXPANAPAN. BASALTO. ARTE OLMECA. (MEXICO).

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Por lo que respecta a las imágenes de bulto redondo, destaca la presencia de una serie de constantes en figuras como el Señor de las Limas, el Luchador de Uxpanapán o el hacha Kunz, como es la boca y la muesca olmeca. En el primero de los casos nos referimos a la forma de representar esta parte del rostro en la que el labio superior se dispone más grueso y elevado, el inferior más fino y recto, dotando a la boca de una forma triangular que deja ver en determinadas ocasiones unos colmillos especialmente desarrollados. Una presencia del referente felino, que hace alusión a la creencia en un ser mitológico, un hombre jaguar, que funciona como un antepasado del cual desciende la humanidad. La presencia de este jaguar es frecuente en muchas de las representaciones olmecas al convertirse en un animal totémico, mágico, al que se vinculan con la lluvia y el agua, representante máximo de la fuerza de la Naturaleza. En cuanto a la muesca, se convierte en otro de los exponentes más evidentes del posible significado religioso de estas imágenes. Situada en la parte superior de la cabeza, para muchos autores es el signo de relación entre lo humano y lo divino, la señal que indica que la figura que la porta está dotada de un matiz sagrado.

ALTAR DE LA VENTA. ARTE OLMECA. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

Los altares son otro de los capítulos de la escultura olmeca. En este caso se trata de cuerpos prismáticos realizados en piedra, labrados en tres de sus caras y en los que sobresale la figura de un sacerdote en la frontal, saliendo de una especie de cueva y portando en sus brazos la imagen de un niño divino. El significado de esta imagen es dudoso, aunque es evidente que hay que ponerlo en relación con la propia función del altar. Su empleo como tal o incluso como trono, nos abre las

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DETALLE DE UNO DE LOS PILARES TALLADOS DEL COMPLEJO DEL QUETZALPAPÁLOTL. TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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PIEDRA DEL SOL O CALENDARIO AZTECA. RELIEVE SOBRE BASALTO. ARTE AZTECA. MÉXICO. (MÉXICO).

puertas a una interpretación en la que juega un papel central la figura del sacerdote que aparece en el frente. Por último las estelas, se presentan como monolitos en los que se representan sacerdotes vestidos con trajes exuberantes. En ellas se pone de manifiesto su papel religioso, al ser utilizadas como medios de difusión de imágenes e ideas vinculadas con la clase sacerdotal. Pero a ello debemos unir la función de conmemoración que tenían, siendo en realidad los primeros testigos de la existencia de una costumbre a recordar determinados acontecimientos o acciones mediante estas piedras. En cualquier caso son ejemplos de trabajo en relieve que tiene un claro representante en el Quetzalpapálolt de Teotihuacán. Dentro del mundo mesoamericano no podemos olvidar las figuras de la etapa teotihuacana como la Chalchiutlicue, de la huasteca como el Adolescente, de la azteca como la Piedra del Sol y la Coatlicue y de entre las mayas, por su calidad, las estelas y las figuras de la Isla de Jaina, antes mencionadas. Su relación no hace más que poner de manifiesto la existencia de una tradicional producción escultórica, en la que se llegan a establecer claros vínculos de relación entre las áreas geográficas y los períodos históricos. Por lo que se refiere al mundo maya, sería prácticamente imposible llevar a cabo un análisis de cada uno de los capítulos que conforman su producción escultórica. No obstante si podemos exponer algunas de sus características generales. Se trata de un

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DETALLE DEL CODZ POOP. KABAH. ARTE MAYA. YUCATÁN. (MÉXICO).

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DINTEL 24. YAXCHILÁN. ARTE MAYA. CHIAPAS. (MÉXICO).

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capítulo importante dentro de la cultura maya en la que se percibe una enorme unidad en la producción formal de estas piezas. Se trata de figuras de variados tamaños realizadas en su inmensa mayoría en piedra caliza, arenisca o traquita, además de en estuco, madera, arcilla y jade. El ámbito en el que aparece es variado, yendo desde la decoración arquitectónica, los relieves conmemorativos, las figurillas, la cerámica y la joyería. Toda una escultura puesta al servicio de los intereses particulares de los gobernantes y en las que se alcanzaron altos niveles de calidad representativa, además de profundos significados, más allá del mero formalismo. Uno de los principales centros del área suramericana es el conjunto de esculturas de la región colombiana de San Agustín, que con sus más de 300 piezas destinadas a delimitar tumbas, conforman uno de los ejemplos más importantes e impresionantes. Representan hombres, animales y monstruos, en relieve y en escultura de bulto redondo. Su estudio ha estado marcado por la imposibilidad de una datación arqueológica debido a lo tremendamente expoliados que se han encontrado los yacimientos en los que se encuentran, teniéndose que recurrir a una clasificación formal y a la evolución de los motivos con los que aparecen realizadas, para llevar a cabo una mínima ordenación de las piezas existentes. En este sentido el orden de aparición de los grupos en los que se pueden dividir el conjunto de esculturas de San Agustín va desde las formas cilíndricas que son las más antiguas, las de bulto redondo esculpidas con un relieve muy profundo y figuras de bajorrelieve como losas. En ellas las formas son desproporcionadas, en las que la cabeza ocupa un tercio o más de la composición, siendo además la zona de la escultura mejor trabajada. Los escultores empleaban un conjunto de símbolos para realizar las facciones del rostro, como sistemas, en los que se combinaban los ojos y la nariz, disponiéndose ambos en un solo plano liso con una curva continua que perfila todos los rasgos. Otro grupo presenta las cejas formando una sola línea que atraviesa la frente y desde la que continúa la nariz como una unidad independiente. Por último, no podemos olvidar aquellos ejemplos en los que los ojos y la misma nariz se reducen a un relieve liso en dos planos. En la región de Ecuador, los mejores ejemplos de escultura en piedra son los de Manabí, donde encontramos figuras en los que aparecen esculpidos seres humanos representados de frente, con decoraciones que recuerdan a los motivos textiles. El conjunto de esculturas del área central de los Andes, se definen por las que conforman el centro de Chavín de Huántar, no obstante existen algunos ejemplos previos en los enclaves de Sechín y Moxeke que nos hablan de algunas fases anteriores. En este sentido las de Cerro Sechín forman un conjunto de losas trabajadas en relieve que aparecen cubriendo algunas de las plataformas del yacimiento. Las losas que posiblemente sean las esculturas monumentales más antiguas de esta región y datadas en el siglo X a.C., aparecen colocadas de forma que alternaban las de mayor tamaño, verticales y estrechas con otras piedras menores y cuadradas. Las representaciones son figuras humanas esculpidas de perfil, representaciones ideográficas de herramientas, trofeos de cabezas partidas y columnas vertebrales. Los relieves están trabajados de dos maneras en las que se diferencian las incisiones de los contornos de las que conforman los elementos interiores. Por su técnica y la

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composición del conjunto presentan una gran relación con los relieves del Edificio de los Danzantes y el Montículo J de Monte Albán, aunque las conexiones entre ambos no se puedan establecer. Si son más probables las influencias de Sechín en Tiahuanaco, donde algunas de las plataformas de la ciudad, presenta esa alternancia en la disposición de las piedras. En el caso de Moxeke, próximo a Sechín, los ejemplos con los que contamos son los restos de unas esculturas realizadas en arcilla y que formaban parte de la decoración de las terrazas de una de las plataformas del yacimiento. En este caso, cambia el material pero no la importancia de las mismas al tratarse de esculturas de dimensiones colosales, esculpidas y pintadas en arcilla. Solamente se conservan las partes inferiores de unos cuerpos pintados de rojo, negro, azul y blanco, mostrando en algunos de los casos relación con las de Sechín. El conjunto escultórico más importante de los Andes Centrales es sin duda el de Chavín de Huántar. Partimos de la base, como señalan numerosos autores, que el estilo chavín ofrece esculturas en piedra, de superficies lisas, en las que se han trazado dibujos incisos, o bien, volúmenes regulares en los que cada uno de sus lados se ha tratado de la misma manera. Son obras en las que está ausente el modelado y existe una clara relación con la arquitectura en la que se encuentran. Las convenciones fundamentales que hay que tener presentes para entender esta escultura son la simetría, la repetición, el módulo de anchura y la reducción de los motivos. El primero de ellos hace referencia al uso en la totalidad de los ejemplos de la escultura chavín, a un eje vertical que distribuye todos los elementos que conforman la imagen. Para el segundo, la repetición, alude a la existencia de un cierto ritmo característico que identifica a este estilo, empleando una serie de símbolos, que dispuestos siguiendo la simetría anterior, llegan a definir unos modelos iconográficos perfectamente identificables con la cultura Chavín. Por lo que respecta al módulo de anchura, se refiere a la existencia en cada composición de una serie de cintas de anchura aproximadamente iguales que rigen la composición y en las que los rasgos naturales como ojos y nariz, se acomodan también a ese esquema llegando a definir una representación bidimensional. Por último, la reducción de los motivos, habla de una simplificación de los componentes de la imagen a líneas rectas, curvas sencillas y volutas, que han llegado a reducir algunas de las características físicas a motivos geométricos. En el caso concreto de cada uno de ellos, el Lanzón, pieza realizada con posterioridad al siglo IX a. C., se conforma como una piedra prismática de cuatro metros y medio de altura y esculpida con figuras felinas que se orientan hacia el punto central. El eje que la recorre en toda su altura, sirve de ordenador de cada uno de los motivos, lo que no evita que el prisma guarde una cierta independencia en cada una de sus cuatro caras y que unidas, dan la sensación de conjunto. El personaje dispone sus rasgos principales en los laterales mayores, distinguiéndose los ojos, la boca con colmillos y los cabellos conformados por serpientes. Junto a ello diversos motivos geométricos, acaban decorando toda la superficie de la piedra. Por otro lado, la Estela Raimondi, 200 a.C. es una piedra de diorita grabada en la que aparece un personaje cuyo cuerpo no ocupa más de un tercio de su longitud y donde se

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ESCULTURA DE EL LANZÓN. CHAVÍN DE HUANTAR. (PERÚ).

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CABEZA CLAVA DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).

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ha querido ver a un portador de cetros o la representación de un ser humano en vuelo descendente. Esta posibilidad de una doble lectura o si queremos una clara ambivalencia en su interpretación no es exclusiva de Chavín. Tanto olmecas, como teotihuacanos o las esculturas colombianas de San Agustín, ofrecen ejemplos destacados respecto a esta idea. Volviendo a la estela, para la primera de las propuestas de interpretación, el personaje aparece tocado con un motivo que se repite sucesivamente y que parece más la representación de la cabeza de un caimán vista de frente; mientras que si se ve en relación a la segunda opción este motivo se convierte en una especie de colgante, que parte de nuevo del mismo personaje de los báculos. La estela además interesa porque es en ella, donde aparece definido un personaje que tendrá trascendencia en culturas posteriores como es el Señor de los Báculos o de las Varas y que volveremos a ver en representaciones de Wari o Tiahuanaco. Por último, el Obelisco Tello, 500 a.C., ejemplifica los principios de simetría, repetición, dispuestos en un monolito de piedra, en el que la figura principal es la de un caimán, surgido de la interrelación de múltiples motivos, siguiendo los mismos esquemas de doble lectura que se pueden observar en la Estela Raimondi. En relación a dos de las principales culturas suramericanas, la Mochica (Período Intermedio Antiguo) y la Chimú (Período Intermedio Tardío), la primera de ellas derivó toda su producción escultórica hacia la cerámica por lo que se tratará en su capítulo correspondiente. Mientras, en la Chimú, las principales producciones escultóricas se encuentran aplicadas a la arquitectura, fundamentalmente con una decoración realizada en arcilla y dispuesta en paneles y bandas en las que se representan motivos repetidos que recuerdan a los empleados en la decoración de los textiles. En los altiplanos que se desarrollan en torno al núcleo de Titicaca, destacan dos producciones escultóricas de relevancia. Por un lado la generada en el centro de Pukará donde encontramos figuras de piedra con sus cuerpos realizados con líneas redondeadas, trabajadas con una calidad y técnica variables. Y junto a éstas, los ejemplos que encontramos en el enclave de Tiahuanaco, que se caracterizan por estar organizados en dos grupos o fases. La primera de ellas está formada por estatuas y relieves esculpidos con las formas redondeadas que producen las mazas y hachas de piedra y donde las representaciones de formas naturales se reducen a su mínima expresión. Dentro del considerado como período clásico destaca la decoración arquitectónica como los relieves de la Puerta del Sol, donde el tamaño de la decoración grabada está ajustado y refinado para permitir una delicada elaboración donde se establecen formas que atraen a la vista por sus volúmenes audaces y mantienen la atención por su delicado trabajo. Los motivos recuerdan mucho a Chavín, tanto en el Señor de los Báculos que ocupa el centro del dintel de la puerta, como las representaciones de aves con rasgos humanos que lo flanquean, y en las que se ve cierta similitud con las representaciones del mismo personaje, que ya aparecían en el yacimiento del Horizonte Antiguo.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES LA CABEZA COLOSAL Nº 1 DE SAN LORENZO MUSEO DE XALAPA Uno de los capítulos más interesantes de la escultura prehispánica mesoamericana lo conforman el conjunto de cabezas colosales relacionadas con la cultura olmeca, que aúnan en su interpretación tanto la necesidad de dar respuesta a la técnica que se empleó, como a los métodos de traslado que sin duda están en la base de muchos de los esquemas que envuelven a estas piezas. Labradas en bloques monolíticos de más de 200 toneladas de peso, y de entre 2 y 3 metros de altura, se trata del primer conjunto escultórico que ofrece muchas de las características que identifican a la escultura prehispánica. Son bloques de gran dureza, graníticos fundamentalmente, en las que se ha trabajado su superficie con herramientas de piedra aprovechando la diferencia de dureza de unas y otras. Esta circunstancia hizo que más que una escultura en sí, tengamos que hablar de un trabajo en relieve de la superficie de las mismas, en las que se aprovecha al máximo el propio volumen, del que apenas se puede desligar el trabajo del artesano. Sus rasgos, tremendamente negroides, con los labios anchos, nariz chata y ojos almendrados, planteó la posibilidad de que se tratara de representaciones de personajes de distinta raza a la propia de los habitantes de la zona del golfo. No obstante se trata de un tema aún abierto, el relativo a la significación e interpretación del sentido de unas esculturas que ubicadas en puntos muy concretos, conforman unos referentes iconográficos indiscutibles. Vinculada con este tema, está el de su presencia en una región en la que no abundan los grandes afloramientos pétreos. El hecho de que se trate de piedras, traídas ex profeso desde los Tuxtlas, hizo cuestionarse el método de traslado. Si tecnológicamente se acepta que no conocían la rueda, existe la posibilidad de que se emplearan rodillos y un sistema de balsas, aprovechando los caudalosos ríos de la región, para descender hasta el mar, y de nuevo remontar una corriente fluvial, que les permitiera llegar al lugar en que se encontraron.

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CABEZA COLOSAL Nº 1 DE SAN LORENZO. OLMECA. MUSEO DE XALAPA. VERACRUZ. (MÉXICO).

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LA CHALCHIUHTLICUE La escultura monumental, cuenta con magníficos ejemplos dentro de las culturas mesoamericanas y andinas. Su papel público, ya fuera emplazadas en una plaza o dentro de un templo, las otorgó de una especial significación que se debía trasmitir, tanto en la simbología que las acompañaban como en la calidad del material en el que se realizaban. Con la Chalchiutlicue de Teotihuacán, se abre uno de los capítulos más impresionantes de figuras dotadas de una fuerza interior y que destinadas a la divulgación de unos conceptos muy concretos, se convertían en el mejor exponente del lenguaje formal desarrollado por las clases dirigentes en la etapa clásica del mundo mesoamericano. La Chalchiutlicue, o diosa de la falda de esmeraldas, es un enorme monolito prismático de piedra, trabajado en sus cuatro caras como si de diversos relieves se tratara que en conjunto conformaban una de las imágenes a las que posiblemente se le rindiera culto en el tempo ubicado en la parte superior de la Pirámide de la Luna. Su concepción nos recuerda a la de las cariátides de la Grecia Clásica, aunque en este caso se trata de una figura en la que la significación va más allá, al converger en ella elementos formales y simbólicos de indudable importancia que habría que poner en relación con una especie de lenguaje subliminal latente en toda la ciudad de Teotihuacán. La muesca que aparece en el frente del tocado que lleva sobre la cabeza, la sutil descripción de su silueta del perfil del tablero-talud de los edificios de la ciudad, y la lectura que se pueda hacer de sus piernas como la representación de un templo, la convierten en una de las figuras más enigmáticas de las esculturas mesoamericana. Podríamos afirmar que inaugura un grupo de esculturas entre las que podemos situar, los guerreros de Tula y la Coatlicue azteca.

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LA CHALCHIUHTLICUE.

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LA COATLICUE

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El desarrollo que llegó a alcanzar la mitología azteca encuentra en esta figura una de sus máximas representaciones. Coatlicue, madre de Huitzilopochtli y Coyolxauhqui, es para muchos autores el final de un largo recorrido que se iniciaba con la pieza anterior. Tratada con la misma intención, bloque monolítico de una piedra granítica, se trabaja su superficie como un relieve en el que se constata la evolución de la técnica y de la concepción al plantear una relación de planos no tan rígida como en la figura teotihuacana. Su aspecto es el de una mujer decapitada, de cuyo cuello salen dos grandes cabezas de serpiente. Lleva un collar con corazones humanos, dos manos con las palmas de frente y una calavera con los ojos casi vivientes. Su falda está formada por serpientes que entrelazan sus cuerpos a manera de retícula romboidal; lleva también un cinturón en forma de dos serpientes anudadas al frente, en lugar de manos tiene también dos serpientes y sus pies son como garras de águila. Coatlicue era la diosa del nacimiento y de la muerte, la que daba y quitaba la vida, la que encarnaba la dualidad del ser humano. Por ello las dos grandes cabezas de serpientes que salen de su cuello, una frente a la otra, simbolizan el concepto de dualidad. El collar representa la vida y la muerte por el sacrificio, es decir, el dar y quitar la existencia como ofrenda a los dioses para que conserven el orden del universo. Su falda simboliza a la tierra y sus garras penetran en el mundo de los muertos, de ahí que bajo ellos aparezca un relieve de Tlaltecuhtli, dios relacionado con la muerte, la tierra y el agua. La diosa de la falda de serpientes, cierra toda una producción escultórica en la que se ha ido aplicando un conjunto de componentes ideológicos que la fueron convirtiendo en el medio a través del cual transmitir un pensamiento y una concepción del mundo en la que se constató una mayor complejidad en los conceptos que se transmitían y una mínima evolución en el tratamiento del trabajo de la piedra.

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EL CHACMOOL DE CHICHÉN ITZÁ La relación de algunas de las producciones escultóricas, tanto con determinados rituales como con edificios de una especial significación, tienen uno de los mejores ejemplos en las figuras de Chacmool de las ciudades Mayas. En Chichén Itzá, se han contabilizado hasta catorce de diversos tipos. Se trata de la representación de figuras masculinas, realizadas en piedra y que aparecen reclinadas sobre su espalda con la cabeza vuelta hacia el espacio abierto que se abre delante de los edificios en los que se emplazan, y sostienen sobre su vientre una bandeja o vasija con las manos. Se los relaciona con determinados rituales en los que se llevaba a cabo la ingestión de bebidas o drogas, aunque parece más acertada la interpretación que los vincula con la imagen de un mensajero divino, que estaba encargado de llevar la ofrenda que se depositaba en su vientre al dios solar. Su origen se desconoce, aunque el hecho de que aparezcan delante de las puertas de los templos, hace pensar que estuvieran estrechamente vinculadas con lo sagrado, siendo por tanto tan antiguas como esos rituales que en torno a ellos se celebraban. Su presencia en la zona maya hay que ponerla en relación con la de la propia expansión tolteca por la península del Yucatán, momento en el que lo exportarían desde el Valle de México.

CHAC MOOL. PIEDRA BASÁLTICA.TOLTECA.

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DOBLE YO Dentro de la zona andina, uno de los conjuntos más destacados de esculturas en piedra lo conforma el enclave de San Agustín, en la actual Colombia. Se trata de esculturas monumentales, realizadas en piedra, que aparecen solas o en grupo, y representativas del trabajo de piedra contra piedra, con una terminación en la que se aprecia el empleo de abrasivos que es tan característico de lo prehispánico. Unas esculturas que además estuvieron pintadas con lo que se convierten en ejemplos en los que se puede entender la función que llegó a tener la pintura como elemento complementario. No obstante, se trata de imágenes en las que habría que hablar más de trabajo en relieve que de mera escultura, llegando algunas de ellas a tener la superficie terminada con un acabado muy plano, y donde destaca sobre todo la mayor atención que se dedica a la cabeza. Sin duda, la conocida como el Doble Yo, reúne muchos de las aspectos que venimos tratando. Es una figura realizada en un solo bloque de piedra, donde la superficie se ha trabajado como si se tratara de un gran relieve, aunque la predeterminación del volumen del bloque ha condicionado algunos de los rasgos de la misma. La lectura de esta imagen, en la que se percibe una composición dual, nos recuerda a iconografías de otras latitudes, como la imagen del Adolescente huasteca. La escultura se organiza a partir de la figura de un personaje masculino que aparece labrado de pie y con los brazos doblados con las manos sobre el vientre, en una posición frontal, hierática, son ningún tipo de naturalidad. De su cabeza solo destaca el rostro, realizado con unos rasgos muy esquemáticos y la manera como se ha solucionado el perfil de sus orejas que más parecen una tira anudada que cuelgan de un tocado. Posiblemente su significado esté relacionado con la otra imagen que completa la composición. Sobre este personaje se dispone otro, más enigmático aún, que cae sobre sus espaldas, definiendo el perfil de un cocodrilo, donde sobresale el tremendo esquematismo con el que se han tallado cada uno de sus rasgos. Esta constante, de componer imágenes a partir de la integración de otras fue una característica de culturas como la olmeca. En cualquier caso, la importancia del reptil como animal enigmático, cargado de una profunda religiosidad, unida a la del personaje que surge de lo que debería ser su cola, nos hablan de una figura vinculada con un determinado tipo de culto, y que nos anticipa representaciones como las del Obelisco Tello de Chavín de Huántar.

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DOBLE YO. MONOLITO. SAN AGUSTÍN. ALTO DE LOS ÍDOLOS. (COLOMBIA).

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EL LANZÓN DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ) En el Horizonte Antiguo andino, surge uno de los centros que más peso específico iba a tener en etapas y culturas posteriores. Chavín de Huántar, ubicado en el departamento de Ancas, se va a convertir en un foco de atracción religioso, que llegará a controlar el primer período en que se puede hablar de una cierta unidad religiosa en Perú, más que propiamente militar. Las dudas en cuanto a su origen como enclave, se ciernen sobre cuestiones como el destino de las influencias que en él se reúnen y entre las que se han querido ver claras vinculaciones con la Amazonia. Su posición, en el valle del Mosna, afluente del Marañón, abriría la puerta a la aceptación de un componente que incluso se puede rastrear en algunos de los motivos decorativos que se dan en algunos de sus ejemplos escultóricos más destacados como el Obelisco Tello y la Estela Raimondi. Una de las figuras más importantes que podemos encontrar en este lugar y una de las más importantes de la producción escultórica de la zona andina es sin duda el Lanzón. De nuevo nos encontramos con una pieza relacionada con un edificio de indudable significación religiosa, y localizado en un lugar predominante de éste, en el cruce de sus ejes principales para que su percepción fuera lo más directa posible, un aspecto que nos haría comprender las posibles ubicaciones de piezas como la Chalchiutlicue y la Coatlicue. Clavado por uno de sus extremos, la escenografía que envuelve a su ubicación se ve complementada por la escasa iluminación y pequeñas dimensiones en proporción al lugar en el que se encuentra. Realizada en granito, sus más de cuatro metros de altura están labrados en bajorrelieve, tomando como figura central el ser antropomorfo que aparece en lo que podríamos denominar su frente. Se trata de un ser que se ve ataviado con orejeras, collar y túnica y un cinto decorado con caras. El cabello y los párpados tienen forma de serpiente y destaca una gran boca con las comisuras vueltas hacia arriba y colmillos que salen de la mandíbula superior.

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EL LANZÓN DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL HISTORIA DE LA CONQUISTA DE MÉXICO* «Ocupaba el centro de esta plaza una gran máquina de piedra, que a cielo descubierto se levantaba sobre las torres de la ciudad, creciendo en disminución hasta formar una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el otro labrada la escalera: edificio suntuoso y de buenas medidas, tan alto que tenía ciento y veinte gradas de escalera, y tan corpulento que terminaba en un plano de cuarenta pies en cuadro; cuyo pavimento, enlosado primorosamente de varios jaspes, guarnecía por todas partes un pretil con sus almenas retorcidas a manera de caracoles, formado por ambas haces de unas piedras negras semejantes al azabache, puestas con orden, y unidas con betunes blancos y rojos que adornaban el edificio. Sobre la división del pretil, donde terminaba la escalera, estaban dos estatuas de mármol, que sustentaban, imitando bien la fuerza de los brazos, unos grandes candeleros de hechura extraordinaria; más adelante una losa verde que se levantaba cinco palmos del suelo y remataba en esquina, donde afirmaban por las espaldas al miserable que habían de sacrificar, para sacarle por los pechos el corazón; y en la frente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta por lo alto con su techumbre de maderas preciosas, donde tenían el ídolo sobre un altar muy alto y detrás de cortinas. Era de figura humana, y estaba sentado en una silla con apariencias de trono, fundada sobre un globo azul que llamaban cielo, de cuyos lados salían cuatro varas con cabezas de sierpes, a que aplicaban los hombros para conducirle cuando le manifestaban al pueblo. Tenía sobre la cabeza un penacho de plumas varias en forma de pájaro, con el pico y la cresta de oro bruñidos, el rostro de horrible severidad, y más afeado con dos fajas azules, una sobre la frente y otra sobre la nariz; en la mano derecha una culebra ondeada que le servía de bastón, y en la izquierda cuatro saetas que veneraban como traídas del cielo, y una rodela con cinco plumajes blancos puestos en cruz, sobre cuyos adornos, y la significación de aquellas insignias y colores, decían notables desvaríos con lastimosa ponderación. Al lado siniestro de esta capilla estaba otra de la misma hechura y tamaño, con un ídolo que llamaban Tlaloch, en todo semejantes a su compañero. Teníanlos por hermanos, y tan amigos que dividían entre sí los patrocinios de la guerra, iguales en el poder y uniformes en la voluntad; por cuya razón acudían a entrambos con una víctima y un ruego, les daban las gracias de los sucesos, teniendo en equilibrio la devoción». * SOLIS Y RIVADENEIRA, Antonio de. Historia de la conquista de México, población y progresos de la América Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España. México, Editorial Porrúa, 1978, p. 169.

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CAPÍTULO 11:

CREACIÓN Y FUNCIÓN DE LA CERÁMICA INTRODUCCIÓN Entre los restos de la cultura material que llegan hasta nosotros a través de los yacimientos arqueológicos de la América precolombina, destaca sin lugar a dudas la cerámica, como uno de los principales testimonios de unos grupos de los que en ocasiones solamente quedan estos vestigios de tierra cocida. Muchos materiales orgánicos como la madera, el hueso o el cuero desaparecen con el paso del tiempo sin dejar rastro, mientras que otros de carácter inorgánico como la piedra son prácticamente inalterables. La cerámica que tras su modelado y cocción sufre una alteración de carácter físico-químico irreversible, que la dota de importantes condiciones de perdurabilidad, es uno de los materiales considerados como más significativos, testimonio de estas culturas prehispánicas. El papel de la cerámica dentro de estos grupos agrícolas sedentarios fue fundamental para cubrir las primeras necesidades de vajilla, cocina y almacenamiento. Sus características de dureza e impermeabilidad, aunque porosa, permitió desde un principio realizar los procesos más diversos relacionados con la actividad humana. Su uso continuado elevaba las posibilidades de rotura, por lo que la producción debía ser continua para garantizar el suministro. De ahí que la inmensa mayoría de los basureros arqueológicos aporten toneladas de este material.

FORMA Y DISEÑO No todos los yacimientos ofrecen objetos realizados con las mismas arcillas ni los mismos desgrasantes, ni tan siquiera con la misma cocción. Los acabados son también muy variados y las superficies engobadas o pintadas, cubiertas con una fina capa de arcilla muy diluida y coloreada, alisadas o pulidas, llanas o modela-

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das. Además la enorme variedad de formas se debe a varios motivos como la funcionalidad del objeto, la presencia de modas en distintas épocas y sobre todo a las enormes posibilidades que curiosamente brindaba el desconocimiento de la rueda, y con ello del torno para la elaboración de las mismas. La variabilidad de la decoración puede ser infinita y ahí la imposición cultural puede ser determinante e incluso alcanzar un alto grado de perfección sobre todo en la cerámica suntuaria o de lujo, realizada para fines ceremoniales y rituales e incluso para intercambios comerciales, que la hizo deseable por las clases dirigentes. Las clasificaciones a las que se recurren por parte de los arqueólogos se realizan en función de diversas variables que son empleadas para organizar grupos que permitan sobre todo un mejor conocimiento de las mismas: clases de pastas, desgrasantes, acabado, decoración, formas, etc. Al existir una referencia constante a la situación de los objetos según su mayor o menor profundidad en el yacimiento, es posible una relación entre determinados tipos y la época en la que aparecen, estableciendo así unas series cronológicas, relativas y absolutas, cuando el conjunto de datos permite una datación exacta gracias a métodos científicos como el Carbono 14. La cerámica recoge además los procesos de cambio que tienen lugar en la cultura a través de la evolución de las pautas decorativas, en la aparición de nuevos tipos y estilos, en la mezcla con motivos de procedencia foránea, etc. Su importancia se manifiesta incluso en que la historia y la nomenclatura de las culturas arqueológicas americanas es en ocasiones la de los principales estilos y tipos cerámicos. La cerámica aparece así como uno de los más importantes instrumentos de acceso al conocimiento de la realidad indígena americana.

LA FUNCIÓN Pero no solamente los restos cerámicos son testimonio de la cultura material de una sociedad. En ocasiones por determinadas circunstancias que permiten que el objeto en sí llegue a nosotros con todas sus características físicas y decorativas, puede ser considerado como obra de arte y en ese caso la información que puede suministrarnos es incluso mayor ya que entra a proporcionarnos datos de la cultura simbólica de la sociedad, reflejo de su ideología, dentro de unos niveles de complejidad y abstracción cultural. En este caso junto a la consideración de la presencia de un artesano dentro de la sociedad productora de la cerámica, hemos de pensar en la existencia de verdaderos artistas, especialistas a tiempo completo que dedican todo su trabajo y maestría a la elaboración de complicados objetos que en la inmensa mayoría de los casos serán destinados a uso exclusivo de las clases dirigentes, ya sean de índole civil y religiosa, utilizados en ceremonias o como parte del ajuar mortuorio de algún personaje destacado. Pero también pueden ser consideradas como obras de arte los ejemplares de aspecto mucho más sencillo a simple vista, objetos que vieron como los ceramistas intentaron añadir algún elemento ornamental que excede de la mera funcionalidad para la que en origen fue creada y que acaba convirtiéndose en una pauta decorativa, de carácter simbólico o mágico y en las que de alguna manera se traslada la creencia de que su presencia incide en la propia función del recipiente.

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DIOSA DE LA FECUNDIDAD. TERRACOTA. CULTURA VALDIVIA. FASE 6. MANABÍ. (ECUADOR).

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CÁNTARO CON LA REPRESENTACIÓN DE UN HOMBRE COJO CON BÁCULO. ARTE MOCHICA TARDÍO. (PERÚ).

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JARRO CON CIEMPIÉS-OTATE. ARTE TOTONACA. (MÉXICO).

Dentro de esta serie destacan las denominadas como figurillas o pequeñas esculturas en cerámica, de variado carácter, que aparecen en fechas muy tempranas y en contextos culturales muy sencillos, pero que representan toda un repertorio de ideas de carácter espiritual asociadas a conceptos de fertilidad o muerte, que poco a poco serán testimonio de la complejidad social de la que venimos hablando.

EL ORIGEN DE LA CERÁMICA Uno de los problemas que aún hoy suscita una gran controversia, es el de establecer el origen de la técnica cerámica, la cual parece manifestarse de una manera clara aproximadamente a finales del IV milenio a.C., en la costa ecuatoriana del Guayas y sin unos antecedentes formativos claros que permitan, ni tan siquiera plantear unas iniciales hipótesis. La cerámica de Valdivia, nombre del yacimiento en el que se han encontrado un mayor número de restos, es de gran calidad técnica y estética y no parece tener antecedentes directos en otros yacimientos de la zona.

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FIGURA FEMENINA. TERRACOTA POLICROMADA. TLATILCO. PRECLÁSICO. (MÉXICO).

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Los distintos arqueólogos que la han estudiado, plantean un conjunto de teorías relativas a su origen que van desde las semejanzas de la misma con producciones de las islas japonesas de Kyushu, en la que las similitudes se establecían tanto en parámetros de técnica y forma como por la similitud de los contextos culturales en las que aparecen. A esta teoría contribuía la dirección de los tifones y corrientes tropicales de la zona, lo que permitía teorizar a cerca de una hipotética llegada de gentes del otro lado del océano. Otros planteamientos volvían sus ojos hacia la Amazonia, por la semejanza entre las culturas agrícolas y sedentarias del interior del Ecuador, con las de esta zona de Suramérica. No obstante no podemos olvidar que precisamente Ecuador jugó un papel muy importante en la difusión de la técnica cerámica. Las relaciones entre costa, sierra y montaña, favorecieron los intercambios de ideas y de pautas culturales que desde fechas tempranas hablaban de un desarrollo precoz respecto a otras zonas, y que posteriormente se vieron frenados por diversos motivos. En la actualidad se plantea el problema como resultado del origen individualizado de cerámicas en distintos lugares sin una conexión clara y de tosca factura, a la que se ha de unir la difusión desde un solo lugar de una tradición ceramista de más calidad.

ICONOGRAFÍA CERÁMICA EN LAS DISTINTAS ÁREAS CULTURALES Un recorrido por la producción de las distintas áreas culturales prehispánicas, nos ayudará a entender la diversidad de representaciones, la riqueza de su significado y sobre todo la variedad de tipos con los que nos podemos encontrar. La aparición de la cerámica en el área mesoamericana señala el inicio de la etapa preclásica en torno al 2500 a.C., momento en el que se forman los rasgos distintivos de las primeras culturas y entre los que destacan ya ejemplos cerámicos perfectamente definidos, en los que se alcanzan grados de frescura y originalidad no superados en etapas posteriores. Las figurillas de la antigua ladrillera de Tlatilco, en el Valle de México y procedentes de 330 enterramientos, marcan uno de los momentos más importantes de esta etapa. Se trata de figurillas macizas, modeladas a mano y decoradas con punciones y pastillaje. Suelen representar en un alto porcentaje a mujeres de grandes cabezas, brazos cortos, senos pequeños y estrecha cintura, piernas bulbosas y anchas caderas. Se representan desnudas con una gran variedad de peinados y tocados y se las suele conocer con el nombre de “mujeres bonitas”. Hay además temas de mujeres embarazadas, maternidad, juegos, danzas, shamanes, etc., reveladores de los cambios hacia una complejidad social clara. Domina la expresividad y un intento de representar una idea antes que tipos concretos. Otra serie de figurillas encontradas en el Altiplano, la componen representaciones huecas de paredes finas que implican una mayor complejidad técnica y en la que predominan la representación de hombres con una tendencia clara hacia el bulto redondo. Su modelado es más rotundo, menos esquemático, pero no menos expresivo aunque sí más solemne y monumental. Entre ellas destacan las “babyfaces” o caras de niño con rasgos felínicos claros de procedencia olmeca.

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FIGURA DE MUJER MUERTA AL DAR LUZ. TERRACOTA POLICROMADA. TLALIXCOMÁN. VERACRUZ-EL ZAPOTAL. ESTILO REMOJADAS. (MÉXICO).

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JARRA MAYA. TERRACOTA ESTUCADA Y POLICROMADA. (GUATEMALA).

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La etapa clásica va a estar protagonizada en el Valle de México por la producción cerámica de Teotihuacán. Esta civilización producirá un conjunto de objetos ricos y variados en los que encontraremos desde una cerámica ceremonial compuesta por vasos muy elaborados de forma cilíndrica y soportes trípodes huecos que con frecuencia llevan una tapa con un asa anular o antropomorfa, pasando por los grandes braseros o quemadores de compleja estructura y cuya complicada decoración se concentra en la tapa, desplegándose de forma rítmica y geométrica en torno a la máscara de un dios. Finalizando con figurillas de gran variedad, modeladas a mano muchas de ellas, con una gran expresividad y en las que predomina una gran variedad de tocados y vestidos aunque tienen en común unas típicas caritas triangulares de barbilla aguda y grandes ojos rasgados. Hay además figurillas para vestir, con enormes deformaciones craneanas y en curiosas actitudes de danza. Las figurillas confeccionadas con molde, cuya producción se generaliza a partir de ahora, haciéndose exclusivas en la etapa postclásica, son de aspecto mucho más rígido, esquemático y estereotipado. Mención especial merece la tradición cerámica Mixteca-Puebla de Cholula en la que destaca la policromía lacada con una gruesa capa de pintura pastosa que se aplica en el vaso después de su cocción y pulimento tras lo cual se le somete a una segunda cocción. Predominan los temas alusivos a los sacrificios, a la religión, a los ritos y a las divinidades. De la zona occidental de Mesoamérica nos interesan las producciones cerámicas de Colima, Jalisco y Nayarit donde se constata la existencia de gran cantidad de tumbas de tiro que han proporcionado un número importante de figuras de barro. Las de Colima son las más variadas, algunas de gran tamaño, huecas, revestidas de engobe rojo, café o negro con el cuerpo macizo, grandes cabezas con ojos almendrados y extremidades cortas. Destacan figuras sedentes, bebedores, cargadores, cantores, guerreros, seres deformes, perros en actitudes humanas, etc. También se han encontrado pequeñas figuras decoradas con pastillaje, sobre todo femeninas en las que destaca el sentido de la representación diaria. En Jalisco sobresalen piezas grandes y huecas, de cabezas muy alargadas y facciones finas con cuerpos cortos y anchos. Por último las de Nayarit, de factura rudimentaria, están modeladas a mano y decoradas con la técnica del pastillaje. Este grupo conforma una importante fuente de información sobre la vida y costumbres de sus realizadores donde podemos señalar las agrupaciones de figurillas formando composiciones diversas y las expresivas escenas de enterramientos. La costa del Golfo de México conoce la aparición y desarrollo de una cerámica en una zona heredera de la cultura olmeca y representada en vasijas y figuras de variados estilos y dimensiones. Entre ellas encontramos figurillas macizas, modeladas a mano y retocadas con pastillaje, de forma aplanada y pequeño tamaño. Hay vasos escultóricos, generalmente antropomorfos, con rostros esquemáticos modelados a mano. Grandes figuras huecas de arcilla porosa y mayores dimensiones y por último figuras modeladas y esculturas monumentales que pueden alcanzar el metro de altura y que son indicativas de la sofisticada técnica alcanzada.

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VASO RETRATO. TERRACOTA. ARTE MOCHICA. (PERÚ).

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Las figuras antropomorfas llevan complicados vestidos y adornos, realizados además con pintura de varios colores, entre los que destaca un colorante negro, extraído del hule o chapopote (asfalto), para resaltar algunas zonas del rostro con probable sentido ritual. La iconografía tiene mucho que ver con divinidades de amplia tradición mesoamericana. Tenemos así imágenes del viejo dios del fuego o Xiuhtecuhtli, de las deidades del agua y de la fertilidad, Tláloc o Quiauhteotl, el dios desollado o Xipe Totec, el dios de la muerte Mictlantecuhtli, o del viento Ehecatl. En la época clásica se encuentran instrumentos musicales de índole diversa; en cerámica se trata, sobre todo de silbatos, ocarinas y flautas con variadas representaciones. Pero hay también animales como perros, felinos y monos, algunos de ellos sobre ruedas con algún fin ritual. Sin embargo las figurillas que más han llamado la atención son las conocidas como sonrientes por la expresión de sus caras, con las que nos enfrentamos a ejemplos de figuras moldeadas que representan hombres y sobre todo mujeres de grandes cabezas deformadas, generalmente de pie y con los brazos alzados en una cierta actitud de danza. En ellas se ha querido ver a la representación del dios de la danza, la música y la alegría Xochipilli, tocado con el símbolo ollín o movimiento. En la región de Oaxaca destaca la producción cerámica hallada en las tumbas y donde tras períodos de influencias olmecas y teotihuacanas se han generado unos objetos de una enorme riqueza decorativa y perfección técnica. Las conocidas como urnas zapotecas son recipientes con alturas comprendidas entre los 10 y los 75 cms., realizados en arcilla gris o negruzca y decoradas con pintura roja, amarilla, etc. Por norma se trata de recipientes escultóricos aunque a veces se independizan aumentando en tamaño respecto a la figura, apareciendo pegados a la espalda de la misma. La representación de carácter antropomorfo, zoomorfo o mixto, aparece sentada, con los brazos sobre el pecho o en las rodillas. Lleva un complicado atavío con máscaras, mascarones en el tocado, colgantes y pectorales, collares y pulseras. La mayor parte de ellas se consideran representaciones de dioses o de sacerdotes ataviados como ellos, no descartando que se trate de víctimas destinadas al sacrificio. La mixteca es la cultura que sucede a la anterior en la región y nos proporciona una cerámica muy refinada y elaborada en las que se establece una clara relación entre su decoración y la de los códices de los que eran grandes maestros. Es una cerámica perfecta tanto técnica como artísticamente, exponente de un preciosismo refinado que se preocupa más por el acabado perfecto que por la monumentalidad. Destacan los cajetes y platos con largos trípodes, terminados en cabezas de serpiente o garras de jaguar. La decoración utiliza gran número de colores como el ocre dorado o el siena tostado, cubriendo toda la vasija y formando una banda alrededor del cuello con motivos simbólicos, geométricos y otra mayor en torno al cuerpo con temas relacionados con los códices. La cultura maya, desarrollada en líneas generales desde el inicio de la era cristiana hasta el siglo XVI va a producir una cerámica de alta calidad de nuevo muy relacionada fundamentalmente en su decoración con los códices. Las producidas en el período Clásico tardío, entre el 700 y el 900 d.C., se caracterizan por ser formas simples y elegantes, pensadas sobre todo como soporte de pinturas con un

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VASIJA DE BARRO EN FORMA DE LLAMA. RÍO GRANDE DE NAZCA. ESTILO TIAHUANACO COSTA. (PERÚ).

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VASO POLÍCROMO CAHUACHI. RÍO GRANDE DE NAZCA. ESTILO TIAHUANACO COSTA. (PERÚ).

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tamaño muy grande y en las que sobre un fondo blanco-crema y delimitadas por bandas rojas, se desarrollan los motivos principales pintados en negro con trazos ágiles. Las representaciones incluyen jeroglíficos, bandas planetarias, cartuchos de glifos, sucesos históricos y escenas mitológicas. Además de este estilo se da una cerámica polícroma de tema religioso. La gama de colores se enriquece con blancos, rojos, negros, amarillos y azules, en un repertorio en el que se distingue una cierta especialización de cada ciudad que contaría con sus maestros especialistas. En el Postclásico la cerámica se convierte en objeto de comercio a larga distancia y en la fase final de Mayapán, en torno al 1200-1450 d.C., proliferan los incensarios en forma de deidades muy semejantes a las de México. Por último destacan dentro de la cultura maya la producción de la isla de Jaina donde predominan las figuras modeladas a mano, con ayuda de un molde y combinando ambas técnicas, en las que destacan la perfección de la ejecución y donde los detalles anatómicos, vestidos y adornos se realizan con un resultado realista y dinámico. Los rasgos de las figuras moldeadas presentan en cambio unos rasgos más convencionales en los que se ofrecen indumentarias y adornos recargados pero con una composición esquemática y un aspecto general rígido. Los ejemplos más antiguos que se pueden encontrar en Suramérica hay que situarlos en Ecuador y sur de Colombia. Los enclaves de Valdivia y Puerto Hormiga, ofrecen los primeros restos de cerámica fechados en torno al 3000 a.C., con producción de figurillas decoradas con incisiones y cortes, en las que se ha querido ver en momentos determinados una continuidad con trabajos en piedra. Se dan incluso los primeros casos de recipientes con estribo y pico tan característicos de la cultura chavín y que luego heredarían los ceramistas mochicas. Precisamente algunos de los restos de cerámica encontrados en Chavín y Cerro Sechín, nos hablan de recipientes monócromos con decoración grabada que con el tiempo muestran cambios sobre todo en el tipo de motivos empleados, fundamentalmente blanca con una base roja, posiblemente surgida de la utilización de hornos abiertos dando lugar a una cocción por oxidación que sustituía a la inicial de reducción que aportaba recipientes en tonos oscuros. Un estilo que encontraría un refrendo en los recipientes de estilo cupinisque. La cerámica con decoración negativa, se realizaba aplicando a los motivos bandas de cera o arcilla que dejaban intacto el color del material de la vasija una vez que esta se impregnaba de tinte. La cerámica recuay es la más característica realizada con esta técnica, donde ya aparece un repertorio formal muy variado, y destacando las representaciones de casas con sus habitantes, y en cuyas combinaciones de color predominan los negros, blancos y rojos. Los mejores ejemplos los conforman los recipientes mochicas que algunos autores incluso incluyen dentro del análisis de la escultura, más que el de la cerámica. Se trata de una producción que destaca por la calidad de los objetos realizados y por la variedad de formas. Son por regla general vasijas muy elaboradas con formas esféricas, figuras de animales y cabezas humanas, aplicación de estribos con pitorros, etc. La decoración va desde la esculpida con el propio material hasta la realizada en relieve y pintada.

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CÁNTARO. TERRACOTA POLICROMADA. ESTILO RECUAY. (PERÚ).

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Respecto a la cerámica chimú, ofrece restos de objetos sencillos, donde se pueden encontrar objetos de cerámica roja y negra, que dejan ver restos de estribos y de efigies. En uno y otro ejemplo, la terminación aparenta trabajos metálicos lo que induce a pensar una posible influencia de la metalurgia en la definición de los acabados. En torno a la costa central, aparecen algunos restos de un estilo cerámico que se llama lima, que destaca por la pasta anaranjada con la que está realizada y los colores blanco, gris, negro, marrón y amarillo de su decoración, produciendo unos objetos más pintados que los mochicas y más escultóricos que los nazca. Las formas son variadas y derivan con el tiempo en un estilo tardío denominado chancay. En la costa sur encontramos la cerámica producida por la cultura nazca. La importancia de la decoración pintada, muy relacionada con los motivos que aparecen en los tejidos, exige de superficies continuas de ahí que muchas de las figuras tengan forma de pera, para así proporcionar una superficie curva a la decoración. La pintura que se aplica evoluciona desde ejemplos de recipientes en los que se marca los contornos de las superficies a colorear, a los casos en los que la superficie lisa es un continuo. Los motivos utilizados indistintamente de forma repetitiva o heterogénea presentan figuras humanas, de animales y símbolos que hacen pensar en una estrecha relación de éstos, más con las ideas que con lo representado. Los restos de la cerámica de Tiahuanaco nos hablan de objetos vinculados con actividades ceremoniales, donde predominan formas cilíndricas con los bordes ondulados y pitorros donde volvemos a encontrar el tema de la cabezas de pumas, donde se combinan los motivos geométricos con las representaciones de peces y estos felinos. La decoración pintada se realiza sobre una gama de cinco colores, con las zonas a colorear recortadas con perfiles negros. En el caso de la región andina, los fragmentos más antiguos se han datado aproximadamente en el siglo XIX a.C., distinguiéndose de un modo evidente entre la cerámica de uso cotidiano y la destinada a fines funerarios, la primera más rústica y simple y la segunda más refinada y elegante. Los ejemplos más abundantes son precisamente los de la cerámica funeraria que por regla general proceden de sepulturas en las que se empleaban o bien en los ceremoniales de entierro o se colocaban para que acompañaran al difunto. La diferenciación entre la cerámica killke y la cuzco resumiría esta diferenciación entre objetos realizados con un cierto descuido, decorados con motivos geométricos, como en el primero de los casos, mientras que los del segundo grupo destacan por su acabado y la realización de una forma muy característica similar a los aríbalos clásicos griegos.

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ARÍBALO INCA. (PERÚ).

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SELECCIÓN DE IMÁGENES RECIPIENTE TRÍPIDE TEOTIHUACANO El capítulo de la cerámica teotihuacana viene centrado por la producción de recipientes muy característicos, de formas circulares, con las paredes ligeramente cóncavas y apoyados en tres soportes que repiten en su perfil la silueta del tablero talud de la arquitectura.

VASIJA CLÁSICA TEOTIHUACANA. (MÉXICO).

Se trata de una cerámica de calidad que aparece decorada con pintura que se aplica con la misma técnica que los espacios arquitectónicos. Sobre una capa fina de estuco, se dibujan los motivos, de carácter ceremonial, dispuestos en una superficie continua, delimitada en la parte superior y en la inferior por sendas bandas decoradas. Los colores se aplican de una forma plana en superficies delimitadas por una línea roja y donde la ausencia de una clara naturalidad a la hora de representar las escenas, relaciona estos recipientes con funciones sagradas, más que con un fin doméstico.

INCENSARIO ZAPOTECA En ningún otro lugar de la América prehispánica, los alfareros llegaron a desarrollar de una manera tan clara la plasticidad de la arcilla aplicada a unos recipientes. Trasladaron todas las formas y técnicas a unas figuras que ganaron con el paso

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URNA ZAPOTECA. DIOS SENTADO. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

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del tiempo en grandeza y riqueza. Los zapotecas nunca forzaron la arcilla para que pareciera otra materia que no fuera el barro, y gustaban de usar su naturaleza húmeda y dúctil para un modelado geométrico, cortando el material cuando estaba a medio secar, en planos suaves de bordes agudos, consiguiendo formas sugerentes. La práctica de incinerar a sus muertos, motivó un desarrollo de este tipo de recipientes, que destacan por su variedad y profundo significado religioso. Se trata de piezas que suelen estar divididas en dos sectores. Por un lado el recipiente en sí, conformado por un contenedor con forma cónica, que aparece cerrado por la segunda pieza, una tapadera que contendrá los mayores motivos decorativos y que suele conformar los dos tercios totales de la altura del objeto. En ella se puede observar el empleo de la técnica del pastillaje, que consiste en aplicar sobre un núcleo toda una serie de piezas de arcilla, láminas, bolas, rollos, etc., para conformar todos y cada uno de los motivos y detalles. Suelen representarse dioses o sacerdotes sentados, donde destaca la frontalidad y simetría de la composición. Se complementa el conjunto con decoración pictórica que ayuda a resaltar los elementos con los que aparecen ataviados estos personajes.

SACERDOTE. ISLA DE JAINA La tradición de realizar figuras humanas en el arte maya, muy probablemente llegó desde el Valle de México en las etapas iniciales del Clásico. De todo el conjunto de la producción, las esculturas producidas en la isla de Jaina, son sin duda uno de los conjuntos de imágenes más impresionantes por el realismo alcanzado dentro de la estatuaria maya. Realizadas en arcilla y con una técnica de molde, estas figuras representan tipos variados en los que se pueden encontrar personajes y escenas de la vida cotidiana y oficial. Suelen distinguirse dos grupos, las figurillas de silbato hechas a mano, que corresponderían con un período más antiguo. Y las figuras de cascabel ya posteriores y realizadas con molde. En el desarrollo de las primeras, las hechas a mano, se distinguen tres tipos. El primero caracterizado por posturas simétricas, grandes pendientes de disco y cabezas bulbosas con ojos protuberantes, se dataría en torno al 400 d.C. Los vestidos y las joyas están indicados mediante amplios lazos y láminas de arcilla. El segundo tipo, siglos V y VI, corresponde a modelos de figuras con pies abiertos, que reflejan la edad, con un realismo que se consigue gracias a la utilización del modelado, grabado y laminado. Por último, el tercer grupo es el realizado con molde y presenta figuras con silbatos en la espalda, con cabezas con el mismo realismo que las anteriores, con movimientos y figuras muy animados. En este caso esta imagen reproduce la figura de un sacerdote o un noble, ataviado con tocado y delantal que sugieren un rasgo señorial, mientras que la nariz prominente representa el ideal de belleza de los mayas clásicos. También se puede constatar el papel que juegan estas piezas como fuente de información sobre elementos como la propia indumentaria y su modo de empleo.

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FIGURA MAYA. PERÍODO CLÁSICO TARDÍO. ISLA DE JAINA. CAMPECHE. (MÉXICO).

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RECIPIENTE NAZCA Una de las culturas que va a producir uno de los conjuntos de mayor calidad de la cerámica preincaica será la nazca. En su etapa de máximo desarrollo realizará piezas de formas grandes y expresivas que se curvan delimitando perfiles continuados y claros, que permiten definir una superficie amplia que se cubrirá con colores cocidos y muy barnizados.

CUENCO CON MOTIVOS GEOMÉTRICOS. CERÁMICA. ARTE NAZCA. (PERÚ).

En líneas generales, la cerámica nazca muestra un enorme desarrollo de la técnica de manufactura y la presencia indudable de artistas especializados para su elaboración. La confección de las piezas se hacía por adujado o enrollamiento, a partir de una base convexa. La superficie se alisaba con cuidado, tanto interior como exteriormente, empleándose una espátula para dar ese brillo característico final. La pintura se aplicaba con anterioridad a la cocción, delineándose los motivos para rellenarse posteriormente con una gama que abarcaba diez colores. Es interesante el papel que juega no solo la combinación de los colores, sino además el protagonismo de la línea que define las superficies que ocupan aquellos, además de conferirle individualidad a cada uno de los motivos.

VASIJA ESTRIBO MOCHICA El origen de la cerámica en Suramérica hay que remontarlo a los restos encontrados en la región de Valdivia en la costa ecuatoriana que sitúan la fecha de los

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restos más antiguos entre el 3000 y el 2500 a.C. La mochica fue sin duda, la producción más prolija de piezas en las que se ven por un lado las influencias de etapas anteriores, y por otro, la incorporación de nuevos elementos propios de lo mochica. Dentro de este importante capítulo, podemos distinguir dos tipos perfectamente diferenciados en base al tipo de decoración que se aplica a la superficie del recipiente. Uno emplea la pintura como técnica principal, básicamente roja sobre fondo crema, y se caracteriza por la diversidad de tipos y el carácter etnográfico de la información que aportan. El otro, escultórico, juega con el relieve de la superficie del recipiente, en las que todo el cuerpo del vaso se convierte en una representación. La variedad y calidad del repertorio cerámico moche se ejemplifica en este vaso retrato, uno de los modelos más difundidos de la producción mochica. Se trata de recipientes provistos con un asa estribo con pitorro, donde representan rostros humanos, masculinos realizados con un extremo realismo, que ha hecho pensar a algunos autores que se trata de verdaderos retratos. La calidad antes señalada, o el que hayan aparecido formando parte de ajuares funerarios, sin apenas señales de uso, ha hecho pensar que se trata de objetos vinculados con altos dignatarios de la sociedad mochica, miembros de la elite sacerdotal o política.

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VASO RETRATO. TERRACOTA POLICROMADA. ARTE MOCHICA. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL EL ARTE CERÁMICO DE LOS PUEBLOS AGRÍCOLAS «Como primer ejemplo de este arte cerámico está Tlatilco, una importante villa agrícola localizada en la parte noreste del Valle de México. Allí, curiosamente, a pesar de una vigorosa y prolongada presencia olmeca que impone una tradición regional más fuerte cuyas raíces deben provenir de algún viejo estrato animista de tipo agrario, pero de una gracia innegable, se encuentran las estatuillas de pretty ladies o ‘mujeres bonitas’ que constituyen el aspecto más característico de esta tradición, con sus brazos cortos y su delgado talle que hacen resaltar impresionantes caderas, probable manifestación de un culto a la fertilidad tanto de la tierra como de la mujer. Estas figurillas parecen la viva antítesis de aquel ideal de belleza olmeca que suele representar escuetos cuerpos de proporciones más bien masculinas, aunque deliberadamente desprovistas de rasgos sexuales. Al lado de estas estatuillas femeninas, a menudo bicéfalas (simbolizando quizá el principio de la dualidad tan arraigado en la mentalidad mesoamericana), surge en Tlatilco y en otras villas del preclásico todo un animado mundo de danzantes, músicos, acróbatas y shamanes con el rostro cubierto por una máscara; guerreros, jugadores de pelota, grupos familiares, parejas de enamorados, mujeres cargando o amamantando a sus hijos, y otras donde juegan con sus perros, etc. Dentro de este pequeño y modesto mundo de las figurillas modeladas en arcilla, se afirman tendencias estilísticas tan marcadas como diversas. Tales son las estatuillas de cuerpos aplanados y anchas cabezas de Chupícuaro, al sur de Guanajuato; las abstractas representaciones humanas de alargadas y escuetas cabezas triangulares de la región de Colima; o aquellas emotivas creaciones de Xochipala, en Guerrero, donde se combina el realismo con un sentido verdaderamente dramático de las actitudes. Pero el más sorprendente mundo plástico jamás modelado por los ceramistas mesoamericanos proviene de la región que se conoce hoy como el Occidente de México y que incluye esencialmente los actuales estados de Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit[...]. Desde los inicios de nuestra era se manifiesta esta peculiar vocación de ceramistas en las vasijas rituales de Chupícuaro, donde un sentido formal muy seguro se alía con una rica policromía de marcado carácter geométrico. Tal es el caso de las vasijas ‘patonas’ cuyos anchos y poco profundos recipientes ostentan tres largos y gruesos soportes huecos; de los elegantes tecomates; de las grandes copas de ancho soporte troncocónico, etcétera. Más aún que en otras aldeas del preclásico como Tlatilco, ciertas regiones del Occidente crean un abigarrado mundo de estatuillas que, aisladas o formando complejas escenas de grupo, constituyen otras tantas ‘instantáneas’, ingenuas y alegres, de las múltiples facetas de la vida cotidiana. La región de Ixtlán del Río, en Nayarit, nos ha legado en esta región una de las más ricas variedades, especialmente en lo que se refiere a conjuntos habitacionales, escenas pueblerinas o complejas escenas de grupo, trátese de una acompasada procesión funeraria, de un torneo, de un

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animado juego de pelota, de las acrobacias de unos malabaristas o de los apresurados preparativos para la defensa de una aldea. Escuetos, reducidos a sus componentes más elementales, los personajes se antojan, sin embargo, llenos de vida y las coquetas chozas lucen techitos de dos picos alegremente decorados con motivos geométricos de varios colores. Pero más que todo lo anterior, lo que coloca al Occidente de México en un lugar muy especial dentro del panorama artístico de Mesoamérica, son sus estatuillas huecas, de dimensiones muy variadas[...]. Frecuentemente concebidas con vasijas o vasijas-efigies, estas estatuillas pueden ser fitomorfas, zoomorfas, o antropomorfas, y suelen ser de barro bruñido, con incorporación en uno de los varios colores antes de su cocción [...]. Cualquiera que sea el tema, se siente detrás de cada creación una aguda observación de la realidad, aunada a un sentido de lo esencial y a una enorme capacidad de abstracción, de tal manera que esta realidad se ve a menudo modificada por la mano del artista al grado de reducirse a un simple signo abstracto. Y no cabe aquí hablar de incapacidad para reproducir las proporciones reales del cuerpo humano; se siente en cada una de estas obras, una intención muy clara que viene a secundar una gran seguridad en la ejecución[...]. En contraste con el resto de Mesoamérica que durante esta misma época clásica practicaba un arte de tipo sagrado, lleno de simbolismos esotéricos y de contemplaciones a menudo macabras, estos pueblos del Occidente de México parecen complacerse más bien en plasmar las múltiples facetas de la vida cotidiana, al conservar en sus figurillas un cierto primitivismo y una gran espontaneidad, cualidades que perduraron hasta muy entrado el período posclásico. Y si tras estas animadas estatuillas de barro, testimonio aparente de una vida despreocupada, profana y alegre, se ocultan sin duda un carácter votivo y un simbolismo religioso, este aspecto no suele traducirse en ellas: este universo de formas de Nayarit, Jalisco y Colima diríase, más bien, es el canto a la vida de pueblos agrícolas sanos y desprovistos de profundas preocupaciones esotéricas». *GENDROP, Paul. Compendio de arte prehispánico. México, Ed. Trillas, 2000, pp. 29-36.

EL VALOR ETNOGRÁFICO DE LA CERÁMICA MOCHE* «La cerámica Moche representa un fenómeno hasta cierto punto único en el mundo del arte indígena americano. En primer lugar, la ingente cantidad de ceramios o ‘huacos’ hace que están prácticamente presentes en todo museo o colección relacionado con América. Pero, sobre todo, es notorio su asombroso afán narrativo desplegado en las representaciones, que ha hecho sean la primera fuente de información para el conocimiento de la cultura Moche. Tras un período de transición, donde todavía existen tradiciones y culturas locales, los habitantes de los valles de la costa norte de Chicama y Moche iniciaron sus conquistas hasta lograr una verdadera confederación entre 100 y 500 años d. de C. La continua beligerancia produjo gran cantidad de mano de obra cautiva que se utilizó en la construcción de grandes obras de ingeniería hidráulica,

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construcciones ceremoniales y ciudades. Aunque la organización de la costa norte en le momento de su máximo esplendor se aproxime más a la de un estado que a la de una serie de jefaturas, se conservan todavía algunas costumbres de éstas, como el acusado ceremonialismo funerario reflejado en aparatosos enterramientos con grandes ajuares de los que la cerámica era un parte primordial. La cerámica Moche tiene en principio unas pocas formas básicas: la botella globular con caño estribo que, sin perder el asa característica, se aplana y se convierte en una especie de plataforma sobre la cual se desarrollan escenas con figurillas modeladas, o bien todo el cuerpo se transforma en una escultura. Hay también grandes platos de bordes abiertos, botellas de cuello sencillo y algún cuenco o copa. Modelada en principio a mano, según la técnica común del adujado, posteriormente se hará con ayuda de un molde, técnica generalizada en épocas tardías. Sobre estas formas básicas, la imaginación de los artistas moche se despliega fundamentalmente de dos maneras: una, claramente pictórica, y otra, escultórica, aunque pueden darse combinaciones de ambas. En el segundo caso hay que hablar de dibujo antes que de pintura. Los dibujos, en un tono pardo-rojizo, se trazan de manera resuelta, firme y segura, sin titubeos, sobre un fondo característico de color crema. Las figuras se representan de perfil, con los ojos y el torso de frente, y normalmente nunca aisladas, sino componiendo escenas de muy diverso carácter. Estas pinturas sobre cerámica constituyen un verdadero muestrario etnográfico de la cultura Moche. Cualquier aspecto de la vida cotidiana o ceremonial desfila por los huacos en escenas llenas de movimiento y dinamismo, y cargadas de expresividad. La cabeza aparece representada con todos los métodos utilizados para llevarlas a cabo; hay escenas de pesca, de recolección y, por supuesto, de guerra, la actividad favorita de los señores; hay también esenas de ritos, de ceremonias fúnebres, de más difícil interpretación. Si las vasijas pintadas son expresivas, no lo son menos los huacos escultóricos. Destacan, en primer lugar, los famosos ‘vasos retrato’, aquellos en que el cuerpo de la botella se ha convertido en la cabeza de un personaje, en su retrato, hecho bastante ajeno al mundo americano, relacionado con representaciones de shamanes. Cuando aparece una figura completa, lo hace en multitud de representaciones: guerreros con mazas o macanas en actitud de sumisión, músicos con todo un surtido de instrumentos, individuos enmascarados, enfermos con toda suerte de patologías diversas y representaciones zoomorfas y fitomorfas. Pero donde la expresividad Moche llega a su cumbre es en las escenas modeladas sobre vasijas. Son pequeños personajes en número y tamaño variable que despliegan una gran actividad. Las más llamativas son las relativas a las ocupaciones diarias. Las figurillas preparan alimentos, los consumen; las mujeres se lavan la cabeza; las viejas curan a los enfermos; las madres acunan a sus hijos; los niños juegan; las comadronas ayudan en los partos... Parece que nos encontramos otra vez ante la idea de reflejar acontecimientos de toda índole, a fin de rodear a los muertos de todo lo que es cotidiano, teniendo en cuenta hasta los más mínimos detalles de la vida y el quehacer diarios». * SÁNCHEZ MONTAÑÉS, Emma. La cerámica precolombina. El barro que los indios hicieron arte. Madrid, Anaya, Biblioteca Iberoamericana, 1988, pp. 92-95.

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CAPÍTULO 12:

EL TRABAJO EN METAL INTRODUCCIÓN Hacíamos referencia de una forma escueta en el capítulo cuarto, dedicado a la tecnología prehispánica, al tema de la metalurgia o trabajo con los metales dentro del conjunto de estas sociedades. La importancia que adquiere la manipulación del oro, de la plata o el cobre, tanto desde el punto de vista social, por su función como elemento de distinción y diferenciación, como desde un punto de vista estético, por la alta calidad a la que llegan en la realización de algunas de estas piezas, obliga a dedicar un apartado concreto a esta manifestación de las culturas prehispánicas. La variedad de metales trabajados, el grado de desarrollo que se alcanzó en su extracción y la calidad de las piezas realizadas mediante un sin fin de técnicas, nos hablan de la importancia que adquirió este ámbito que acabó expandiéndose por toda la América Nuclear desde las tierras sudamericanas, utilizando el pasillo natural de Centroamérica, tanto terrestre como marítimamente y definiendo uno de sus capítulos finales en territorio mesoamericano. Esta circunstancia hará que los mejores ejemplos que nos encontremos se localicen en las tierras andinas, mientras que las puntuales piezas de las que hablaremos para la zona mesoamericana, son una derivación de modelos llegados a este territorio en épocas tardías del siglo VIII d.C.

EL METAL EN LA SOCIEDAD PREHISPÁNICA Uno de los rasgos más distintivos de las culturas prehispánicas fue el desconocimiento de la aplicación de los metales a herramientas u objetos que les hubieran permitido llevar a cabo trabajos de labra o incluso de agricultura de una manera

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más eficaz y liviana. No obstante, curiosamente destacaron en el trabajo de otros metales a los que muy pronto se los dotó de una profunda significación y sentido religioso – político, y en los que sí se aplicaron una enorme variedad de posibilidades tanto técnicas como decorativas.

LÁMINA CON MOTIVOS ANTROPOMORFOS Y ZOOMORFOS. ORO. ARTE INCA. (PERÚ).

El mito de El Dorado, sin duda, surgido en la mentalidad occidental, refleja hasta qué punto llegó a ser importante el papel del oro como metal predilecto, dentro de las sociedades prehispánicas. La posesión de metales por parte de determinados miembros de las clases sociales más poderosas, fue un medio para legitimar su situación, favoreciendo la propia diferenciación en el seno de los grupos. No obstante esta diferenciación social, venía matizada por el fuerte carácter religioso que se le imprimió a estos metales como el oro y la plata. La vinculación del primero de ellos con la religión se convirtió en otro de los exponentes que propiciaron el aumento de prestigio y poder a quienes lo poseían, de tal forma que incluso los propios sacerdotes contaban con importantes ajuares que los constataban como elementos de una clase social superior, llegándose a convertir en una de las materias protagonista de los ajuares con los que se acompañaba a los difuntos en su largo viaje al más allá. La relación del metal y sobre todo de su brillo con los dioses astros, el sol y la luna, propició de una manera clara un aumento de consideración como materiales sagrados. Metales como el oro, la plata, el cobre o el bronce, se convirtieron en los esenciales con los que estaban realizadas no solamente piezas de adorno personal, sino además, objetos de uso diario.

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COLGANTE ANTROPOMORFO. ARTE COLIMA-TOLIMA. (COLOMBIA).

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LAS PRINCIPALES ZONAS PRODUCTORAS No podemos perder de vista que el trabajo de los metales estaba muy relacionado con la propia actividad minera a través de la cual se extraían, conformando una ocupación especializada. La minería en los Andes peruanos estaba muy ligada con el desarrollo de las sociedades urbanas, ya que alcanzaron un grado de evolución que exigía el uso cada vez mayor de gran cantidad de objetos manufacturados a partir del uso de materias primas minerales.

FIGURILLA ZOOMORFA. ARTE SINÚ. (COLOMBIA).

Los principales centros productores de orfebrería en la América prehispánica se centran fundamentalmente en la zona andina, conociendo un foco principal en el área colombiana-ecuatoriana y otro en la región de las tierras altas de los Andes, en las que se llegó también a producir una importante cantidad de estos objetos. Ya los primeros vestigios aislados hay que datarlos aproximadamente en torno al 1900 y el 1250 a.C., en enclaves como Huayhuaca o Mina Perdida que nos hablan de la antigüedad de este trabajo en la región. A partir de aquí los restos encontrados testimonian ya trabajos en la propia región en la que se desarrollaría la cultura de Chavín de Huántar y Cerro Sechín. Allí encontramos algunos de los ejemplos más antiguos de piezas de metal que se puedan testimoniar en toda América, siendo a través de las producidas en Chavín, por las que se conocen etapas de expansión que explican la aparición de piezas metálicas en zonas distantes como la propia Mesoamérica. Este fenómeno, que justifica la existencia de líneas de interrelación entre distintas áreas geográficas,

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POPORO ANTROPOMORFOS. ORO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).

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tiene una especial significación para el caso mesoamericano, ya que no se registra la presencia de una producción propia altamente desarrollada, aunque recibió los aportes sudamericanos a través del istmo de Panamá tanto por tierra como por mar, explicando las producciones mixtecas y algunas mayas de las etapas del Clásico y el Postclásico.

COLGANTE ANTROPOMORFO. ORO. ARTE TOLIMA. BOGOTÁ. (COLOMBIA).

La región colombiana, aproximadamente a partir del siglo VI a.C., tuvo en culturas como la calima, darién, tolima, sinú, tairona, quimbaya y chibcha el centro de su máxima producción, aunque de una forma desigual. A lo largo del desarrollo de cada una de ellas, los avances tecnológicos afectaron a la cantidad y a la calidad de los objetos producidos, lo que de alguna manera habla del alto grado de desarrollo alcanzado. En su conjunto, autores como Kubler, hablan de tres etapas tecnológicas que irían desde una primera en la que se emplea el proceso de golpear en frío y trabajar el oro virgen, tal y como se encontraba en las pepitas halladas en los lechos de los ríos y espacios rocosos. En una segunda etapa el cobre fue fundido y se empleaban moldes abiertos, para en una tercera acabar aleado este mismo metal con el oro para producir la tumbaga. Una aleación en la que se combinaban oro a un 85% y cobre a un 18%, y que resultaba con un punto de fusión más bajo que el de los dos materiales por separado y adquiría una dureza muy similar a la de otros metales duros. La relación de las culturas anteriores en función de la calidad y técnica empleada en la producción de sus piezas, ha hecho plantearse un organigrama evolutivo en el que culturas como calima, darién y tolima son anteriores por el empleo del trabajo en frío elemental y vaciados simples, frente a quimbaya, sinú, tairona y chibcha en las que se constatan trabajos de vaciado más complejos y se incluyen complementos de filigrana.

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BASE DE UN CUENCO DE PLANTA. ESTILO CHIMÚ. (PERÚ).

Aproximadamente del siglo XIII se puede datar la orfebrería encontrada en el yacimiento de Lambayeque, en los andes centrales, en el que se hallaron cuchillos de oro con figuras humanas aladas. Estos tumis, localizados en una zona de influencias mochicas y tiahuanacas, representan a deidades lunares con un motivo que va a ser tremendamente repetido en la cerámica y en los textiles de las culturas prehispánicas andinas. Dentro de la misma área geográfica, debemos situar la producción de orfebrería y metalurgia del centro chimú de Chan Chán donde podemos hablar de formas plásticas y fluidas con temas como copas y adornos, que son ejemplos de cómo también la orfebrería sirvió para producir recipientes fuera de los fines meramente ornamentales a los que originariamente se podía pensar que estaban destinados. En la región andina la producción en metal se centra en figuras de poco tamaño y se los considera como reproducción de una escultura a mayor escala, que en la actualidad se encuentra desaparecida.

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PECTORAL DE ORO MARTILLADO. ESTILO CALIMA. CUENCA DEL RÍO SINÚ. BOGOTÁ. (COLOMBIA).

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LA DIVERSIDAD FORMAL El análisis de la producción metalúrgica prehispánica ofrece un conjunto de piezas de las que destacan tanto la diversidad formal como la variedad de técnicas que se llegaron a desarrollar para su elaboración. De los conjuntos colombianos más importantes destacan los pectorales, diademas, adornos para la nariz y alfileres calimas. Las figuras de animales y humanas son básicas en la producción de Darién, donde se dan representaciones zoomorfas, todas ellas en una clara tendencia a la simplificación de las formas a planos con la incorporación de volutas, un aspecto éste que hay que incorporar dentro de la tendencia de las representaciones suramericanas a la abstracción y reducción de las formas naturales a esquemas geométricos. Esta misma tendencia se aprecia en las figuras del estilo tolima en las que se puede constatar el desarrollo de formas angulosas con las que se realizan figuras inspiradas en aves, reptiles y mamíferos y donde la abstracción llega a deformar el volumen de los cuerpos en los que se produce la solapación de distintas piezas por medio de soldaduras. Posiblemente el conjunto de piezas más característicos sean los vaciados pesados de los quimbayas como yelmos, botellas y estatuillas, adornos nasales, pectorales, campanas, brazaletes, cuentas, alfileres, máscaras, pinzas y diademas. Las formas de los cuerpos fundamentalmente presentan la sensación de estar inflados, ingrávidos y tener la superficie y los perfiles sinuosos. Por último, el estilo chibcha ofrece un repertorio en el que predominan las formas realizadas con triángulos isósceles de oro, con rasgos humanos y vestidos representados por filamentos moldeados en cera desechable. La cultura chimú compone otro de los centros más importantes de la orfebrería prehispánica, en la que destaca la ingente cantidad de objetos producidos así como la diversa procedencia de los mismos y las distintas fechas con las que se tiene que trabajar. Los orfebres chimúes manipularon los más diversos metales entre los que destacan el oro, la plata y el cobre, aplicando básicamente el martillado y el repujado como técnicas más comunes. Destacan dentro de la producción chimú vasos de plata en los que aparecen representadas caras humanas de nariz ganchuda, en un claro ejemplo de copia de modelos cerámicos, en los que aparecen también las formas de doble pico y las asas puente. No podemos olvidar los tumis o cuchillos ceremoniales en forma de media luna con un mango figurado generalmente conformado por la imagen de un ser mítico y que ya se han comentado. Una mención especial merece el importante conjunto de piezas del ajuar del Señor de Sipán, en Lambayeque, hallados en 1987 y que en la actualidad constituyen el conjunto de piezas más importantes de estas características. Se trata del ajuar de unos dirigentes y sacerdote mochicas conformado por coronas, pulseras, pectorales, narigueras, cuentas de collar, orejeras, etc., magnífico testimonio de nuevo, de la variedad formal que alcanzó la producción orfebre andina, que se enriquecía con la incrustación de piedras semipresiosas como el lapislázuli, conviertiendo al color en un valor añadido del significado de estas piezas.

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PLACA DE ORO REPUJADO DEL DIOS COCODRILO. ESTILO COCLÉ. (PANAMÁ).

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PECTORAL CON LA REPRESENTACIÓN DEL DIOS COCODRILO. ORO FUNDIDO. PUNTA BURICA. (COSTA RICA).

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TUMI O CUCHILLO DE SACRIFICIO. ORO, PLATA Y TURQUESA. ARTE CHIMÚ. (PERÚ).

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Un capítulo a parte merece la producción de metalurgia de Mesoamérica. En este sentido se constata que su aparición en el norte de la zona nuclear prehispánica se produce unos 1500 años con posterioridad a los datos que se tienen de los hallazgos suramericanos. Siendo el conjunto más antiguo de aproximadamente el 500 d. C. La orfebrería mixteca, parece tener origen tras la desintegración de la cultura tolteca, con posterioridad al 1300 d.C., siendo los hallazgos más importantes los realizados en las tumbas de Zaachila y Monte Albán en los que se pueden apreciar objetos realizados por la técnica de la cera perdida, el repujado, etc., mostrando muchos de ellos una clara relación con soluciones formales de Centroamérica, fundamentalmente en colgantes con elementos articulados.

FUNCIÓN Y SIGNIFICADO La función de estas piezas parece evidente tras los estudios, tanto de los hallazgos arqueológicos como los análisis comparativos de las producciones de distintas áreas, entre las que se ha querido ver algún tipo de relación. En este sentido, el ser reflejo del estatus social de quién las posee, incluso una vez fallecido, dentro de lo que es el ajuar funerario conformado en gran parte por este tipo de piezas, constituye uno de los elementos fundamentales de su función, junto al papel de piezas complementarias de rituales y ceremonias, en las que se veían implicados sacerdotes y los mismo dirigentes. Los incas, no lo olvidemos, conscientes del prestigio que suponía el contar con este tipo de piezas, no dudaban en rodearse de los más expertos y famosos orfebres, que normalmente procedían de la cultura chimú, que junto con los moche, vicús y sicán, eran los verdaderos herederos de una tradición que hundía sus orígenes en la cultura chavín y la habían conseguido perpetuar en el tiempo. En Mesoamérica, aunque la tradición llegó más tarde, un gran número de habilísimos artesanos produjeron gran cantidad de joyas, generándose una situación similar a la que se estaba dando en la zona andina, ya que aquí los monarcas aztecas se rodearon de los orfebres mixtecas para contar con los mejores objetos que se producían en todo el territorio mexica. No obstante la función que éste pudo tener en Suramérica, como el metal más preciado, no la tuvo en Mesoamérica, donde el oro, denominado teocuitatl o excremento del sol, nunca pudo suplantar el valor y la importancia del jade o de las plumas del quetzal. Junto a ello, la falta de una literatura contemporánea referida a los restos hallados, junto a la descontextualización en la que aparecen muchos de ellos debido a los expolios a los que se ven sometidos una gran cantidad de estos yacimientos, hacen mucho más difícil la interpretación de su sentido. No podemos olvidar que la actividad minero-metalúrgica estuvo dedicada principalmente a la elaboración de objetos suntuarios, más que a la de instrumentos de trabajo. Al estar la metalurgia ligada a esos bienes suntuarios, de mayor acceso para las elites políticas, dicha explotación fue también controlada por ellos mismos. Ello hizo de este trabajo una rama de la producción importante, pero ligada al valor simbólico del metal y a la compleja organización social de su extracción y transformación, más que por su valor como objetos de producción e inclusive de cambio, que en todo caso no supuso más que el desarrollo de formas simples de trueque.

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POPORO ANTROPOMORFO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).

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FIGURA FEMENINA. ORO. ARTE CHIBCHA. (COLOMBIA).

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MÁSCARA CON NARIGUERA. ORO E INCRUSTACIONES DE PLATA. ARTE DE LA TOLITA. GUAYAS. (ECUADOR).

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SELECCIÓN DE IMÁGENES PECTORAL CALIMA Una de las piezas más señeras de la producción orfebre de las culturas prehispánicas andinas es sin duda el capítulo que conforman los pectorales. De una clara función ceremonial, incluso podríamos pensar en piezas utilizadas por personajes de cierto rango político y militar, los pectorales se conforman en piezas en las que se pueden testimoniar de una manera clara el trabajo de repujado de finas láminas con las que se realizaban. El ejemplo de este pectoral calima presenta un perfil lobulado en el que destaca tanto la presencia de un rostro en la zona superior como el trabajo de repujado que se ha realizado en el borde. En el caso del rostro destaca la definición de las líneas de una manera angulosa donde sobresale la presencia de una nariguera, pieza muy característica utilizada por algunos personajes como sacerdotes. Se complementa esta zona con un conjunto de collares que cuelgan a un lado y otro de la cabeza funcionando como una decoración de éstas. Por otro lado la decoración del borde, realizada como decíamos con la técnica del repujado, retoma motivos de inspiración cerámica lo que habla de la interrelación de las distintas artes de las que se tomaban distintos motivos para su terminación.

PECTORAL. ORO. ARTE CALIMA. (COLOMBIA).

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POPORO QUIMBAYA

POPORO. ARTE QUIMBAYA. (COLOMBIA).

Uno de los recipientes más reproducidos por esta cultura son los poporos que se utilizaban para la cal que se mezclaba con la coca en el momento de masticarla. En algunos de los ejemplos producidos por los quimbayas, destacan tanto la perfección de las formas como la inspiración de muchas de las piezas que presentan rasgos similares a las producciones asiáticas de la India. En el caso concreto del poporo que se ha seleccionado se trata de un ejemplar en el que destaca la representación de un personaje femenino adosado a uno de sus frentes y rematado en su parte superior con una forma bulbosa que recuerda al cáliz de una adormidera con lo que la relación de este recipiente con la ingestión de alucinógenos es evidente. Desde un punto de vista formal, sobresale la calidad con la que se ha acabado la superficie y la rigidez y estatismo de la figura que coloca sus manos a la altura del vientre y aparece trabajada con cierto detalle en algunas zonas como las pulseras, las rodilleras y las tobilleras que la decoran.

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VASO SICÁN La cultura Sicán dejó un importante legado de piezas de oro, reflejo de la alta calidad con la que trabajaron sus orfebres este metal. En el caso de este vaso cuyo perfil recuerda los recipientes incaicos o keros, presenta una superficie enteramente decorada mediante repujado en el centro de la cual destaca la figura del héroe Naymlap, que se caracteriza por el tocado en forma de media luna. La decoración en sí, se distribuye en bandas horizontales y diagonales, en las que destacan figuras de animales como aves y espirales de clara inspiración marina que muestran de una forma evidente la influencia del entorno como fuente de inspiración de los distintos motivos con los que se van a decorar estos recipientes.

VASO SICÁN. (PERÚ).

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CORONA CHIMÚ La elaboración de piezas destinadas a legitimar la posición social de determinados miembros de las sociedades prehispánicas andinas, tiene uno de sus máximos exponentes en las coronas que se realizaban para los altos dignatarios de las mismas. En este caso esta corona chimú se convierte en uno de los ejemplos más destacados tanto desde el punto de vista formal como desde el punto de vista simbólico. Se trata de una corona cilíndrica en la que se puede constatar de nuevo el perfecto trabajo de repujado con el que se elabora en la que sobresale el personaje masculino que centra la composición y que habría que relacionar con algún dios o personaje semidivino perteneciente al panteón chimú. Remata la pieza un tumi lo que vincula esta pieza con posibles ceremonias rituales en las que este cuchillo se empleaba de una manera clara y en el que destaca ese perfil tan característico en forma de media luna, trabajado en sus bordes con pequeñas bolas en relieve.

CORONA CHIMÚ. (PERÚ).

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TUMI Una de las piezas que mejor reflejan la relación entre la función y la simbología que adquiere su diseño es el de los cuchillos ceremoniales o tumis que fueron utilizados por algunas de las culturas preincaicas. El tumi es un cuchillo en forma de media luna, usado fundamentalmente por los pueblos de la costa norte en sus rituales y en el que aparece representado el personaje mitológico Naymlap. Éste se caracteriza por representarse de frente con las manos sobre el vientre y estar tocado con su sombrero en forma de media luna con los ojos aviformes y suele estar tocado con una especie de alas, que se relacionan con el momento de su muerte, cuando voló a los cielos. Se trata de un personaje que además aparece representado en la cerámica, los tejidos y otros objetos realizados en metal.

TUMI O CUCHILLO DE SAGRIFICIO CON EL HÉROE NAYLAMP. ORO, TURQUESAS Y PLATA.

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FIGURA MASCULINA INCA Dentro de las representaciones que se harán frecuentes en la cultura andina, serán un grupo de figuras masculinas y femeninas en las que destacan algunas características físicas que las distinguen, las que adquieran una gran importancia. Por un lado se trata en la mayoría de los casos de personajes representados de pie con los brazos sobre el pecho y con los lóbulos de las orejas agrandados hasta deformarlos, aspecto éste que llevó a los españoles a llamarlos orejones y que era distintivo de las clases nobles. Combinan tanto las soluciones macizas como laminadas y se representan los personajes totalmente desnudos. El rostro muestra unos rasgos tipificados que no nos permiten hablar de retratos concretos y sí más bien de representaciones idealizadas, en las que de una forma u otra se quieren ver símbolos de la procreación o de la dualidad de ambos sexos.

FIGURA MASCULINA INCA. OREJÓN. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL DE LA MUERTE DEL REY AHUITZOL Y DE LAS SOLEMNES EXEQUIAS QUE LE HICIERON, Y DE LAS MUCHAS RIQUEZAS QUE CON ÉL ENTERRARON* «...Luego entró tras él el rey de Tacuba, y haciéndole otra lastimosa y sentida plática al difunto, no menos dolorosa y compasiva, hablando con él como si estuviera vivo, le ofreció otro presente como queda dicho de esclavos y joyas, y de plumas y mantas, y piedras. Luego la provincia de Chalco con todos sus señores, entró a hacer su plática y oración. Luego entraron los de la Chinampa, que es Xochimilco, Cuitlahuac y Mizquic, a los cuales antiguamente llamaban chinampanecas, que en nuestra lengua quiere decir “la gente de los setos o ceras de cañas”, e hicieron su plática y ofrenda. Tras ellos entraron los de Cuauhnauac, con todos los señores de Tierra Caliente, con mucha riqueza de esclavos y mantas, joyas y piedras y plumas muy preciosas, e hicieron su oración y razonamiento como los demás. Luego los matlatzincas con todos los cuauhtlalpas y mazahuaques y toda la nación Otomí de Xocotitlan, Chiapanecas y Xiquipilcas, Xilotepecas y de Tepexi, Apazco y Tula, Tepotzotecas y los de Cuauhtitlan y Tultutlan, Tenayuca y Ecatepec. Todos los cuales y cada uno por sí, en nombre de sus lugares y pueblos, le hicieron su oración muy retórica al cuerpo, y le ofrecieron gran número de esclavos, que pasaban de doscientos los que tenía alrededor de sí, los cuales habían de morir para ir a acompañarle a la otra vida. Tenía gran número de joyas de oro, de piedras muy ricas y preciosas, de muchos géneros; más tenía junto así gran montón de plumas de diversas hechuras y colores, y brazaletes y calcetas de oro y medias calcetas y coronas de la hechura que ellos usaban, de oro y pedrería, muchos vasos de oro, escudillas y platos, todos de oro, porque en esta tierra no fue conocida la plata, ni se usó otro metal que el oro. Tenía junto a sí el cuerpo de este rey gran suma de mantas de ricas labores y de diferentes colores y hechuras y por el consiguiente para cada manta su ceñidor o braguero, que eran con que ellos cubrían sus vergüenzas y parte de los muslos; juntamente muchos zapatos ricos de diferentes colores. Acabadas estas pláticas y oraciones de pésame, sacaron todas las mantas y ceñidores de que el rey había usado en su vida, y todas las demás joyas y piedras que tenía en su recámara y para el ornato de su persona, de todo lo cual vistieron y adornaron todos aquellos esclavos acompañadores, aunque habían de morir delante del cuerpo muerto[...]. Todos los señores y reyes presentes tomaron sobre sus hombros el cuerpo del rey Ahuitzotl y lleváronlo a un lugar de descanso, que ellos llamaban, que era como primera pausa y estación. Donde los cantores empezaron a tañer y cantar los cantares funerales o responsos que en semejantes mortuorios cantaban. Y acabados los cantos los mismos señores lo alzaron, lo llevaron a otra estación, que llamaban Tlacochcalli. Y allí le puso el rey de Tezcoco unas mantas reales, que fue como investidura real, y le puso la corona en la cabeza con mucho número de plumas atadas al cuello. Púsole sus zarcillos y en las narices su joyel, y en el labio bajo otro, con sus brazaletes y

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medias calcetas de oro y unos zapatos, y embijárle todo el cuerpo con el betún divino, con lo cual quedó el rey Ahuitzotl consagrado en dios y canonizado en el número de los dioses». * DURÁN, DIEGO. Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. T. I. Madrid, Banco de Santander, 1990, pp. 227-228.

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CAPÍTULO 13:

LAS ARTES DECORATIVAS INTRODUCCIÓN La enorme producción de objetos que podríamos englobar dentro de los términos genéricos de artes decorativas, suntuarias o artes menores, conforman uno de los capítulos más ricos y diversos en cuanto a formas y tipos que se pueden analizar dentro del estudio del arte prehispánico. Dicha cantidad, junto a la calidad de las obras realizadas ha hecho que capítulos como el de la cerámica o el de la orfebrería se hayan tratado de una manera independiente, y hayan sido otros muchos los que se han dejado para ser analizados en éste. Términos frecuentes como los de artes aplicadas, artes menores o artes decorativas no son más que las distintas denominaciones de un ámbito artístico muy relacionado con aspectos de la vida cotidiana, de la oficial o de la misma muerte, que no desmerecen por sus menor tamaño o su subordinación a ámbitos y aspectos sin los cuales no adquieren el significado verdadero para el que fueron diseñados.

CARACTERÍSTICAS GENERALES Con el nombre de artes decorativas nos vamos a referir a todo un conjunto de objetos producidos por las culturas prehispánicas y que se destinaban a una innumerable serie de funciones, que iban desde las meramente domésticas hasta las de un marcado carácter oficial o sagrado. Se trata de piezas en las que el sentido simbólico de los materiales con las que se realizan les confieren una significación y valoración que va más allá del puramente material. Escudos, textiles, recipientes, objetos ceremoniales, etc., conforman un capítulo importante dentro del conocimiento del arte prehispánico.

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KERO CON FORMA DE CABEZA HUMANA. MADERA PINTADA. INCA. (PERÚ)..

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Se trata de objetos en los que sobresale la enorme cantidad de materiales que se emplean así como la diversidad de formas que adquieren. Madera, piedras, hueso, pintura, plumas, metales, fibras textiles, etc., se unen a esta variedad que venimos señalando y que adquiere una mayor significación si se considera la diversidad de técnicas que se emplean tanto para su tratamiento como para su elaboración. En este sentido es significativo, como ejemplo, el empleo de piedras duras que confería a los objetos una componente de permanencia, que incluso permitía abrir el abanico de la experimentación con tipos y formas que iban mas allá de los realizados con un material tan básico como la arcilla. Conceptos trasmitidos por el brillo o la transparencia, aumentaba el significado de estos objetos, sobrepasando los elementos meramente funcionales. No obstante no podemos perder de vista dicho carácter funcional al que venimos refiriéndonos y que nos plantea la necesaria consideración de la dualidad de unas piezas en las que se conjugan, en un mismo espacio, unas claras características funcionales junto a meros elementos con un claro componente y destino estético-decorativo. Dicha funcionalidad siempre se ha visto como la causa primera, de que se trate de piezas que no conocen una evolución tan fugaz como la que experimentan los componentes de otros ámbitos como la arquitectura, la pintura o la escultura, otorgándoseles un cierto aire conservador que de alguna manera han hecho incluso que los propios cambios de estillo las haya mantenido al margen. A pesar de ello la relación entre arquitectura, pintura y escultura con otros elementos como la plumaria, la cerámica o los tejidos, se ha mantenido siempre muy estrecha, motivando que las influencias entre ellas no conozcan en determinados ejemplos unas claras líneas de direccionalidad, sino que simplemente se conviertan en un claro exponente de la interrelación entre las mismas.

SU FUNCIÓN SUNTUARIA, CEREMONIAL Y FUNERARIA De entre todas, la especial relación de este tipo de objetos con las clases dirigentes tanto sacerdotales, reales o militares, sin duda ha favorecido que hayan llegado a nosotros fundamentalmente por la calidad de los materiales con los que se realizaron y el propio valor intrínseco que adquirieron y que las dotaron de una apreciación que las convirtieron en piezas indispensables, gracias a las cuales muchas personas encontraban un vehículo para legitimar su poder. El importante desarrollo de los actos ceremoniales en el transcurso de la vida diaria de estas culturas, así como la necesidad de diferenciarse dentro del grupo de las clases dirigentes, es sin duda uno de los aspectos que más determinó la producción masiva de unos objetos destinados tanto para las indumentarias de dichos personajes como para la realización de actos rituales y ceremonias, ejecutándose con la consiguiente dignidad y lujo. Ya desde la etapa olmeca se hace evidente la existencia de un grupo destacado de sacerdotes que, representados en los frentes de altar, corroboran la aparición de un conjunto de acciones vinculadas con estas piezas y que tenían su reflejo en determinados objetos que han llegado hasta nosotros, sobresaliendo máscaras o incluso canoas talladas en piedras duras como el jade, que hablan de una manera muy clara de la implementación de dichas acciones con las piezas que las acompañaban.

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DIOS MURCIÉLAGO. JADE. MONTE ALBÁN. (MÉXICO).

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MÁSCARA DE JADE, CONCHA Y OBSIDIANA. ARTE MAYA. PALENQUE. CHIAPAS. (MÉXICO).

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FIGURA DE BARRO DE TLATILCO. (MÉXICO).

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Desde aquí, la producción conoce capítulos destacados como las máscaras teotihuacanas, los objetos ceremoniales mixtecas o la producción azteca que venía a cerrar un periplo en el que el ceremonial y los sacrificios de sangre adquirieron su punto más álgido. En el caso suramericano destacan objetos como los tejidos o la masiva producción de piezas destinadas a la decoración personal realizadas en diversos materiales, sobresaliendo los metales, que no ponen más que de manifiesto la importancia de los mismos para poder explicar no solo la organización interna de estos grupos, sino incluso la propia articulación de actividades que de alguna manera vendrían a constatar esa necesidad de lo ceremonial en el transcurrir diario. Sin duda la estrecha relación de estas piezas con lo sagrado, tendrán un ejemplo destacado en las mantas producidas por determinadas culturas con las que se envolvían a sus difuntos en fardos, con los cuales se introducían piezas y objetos que se pensaban serían de utilidad al fallecido en el más allá.

LOS EJEMPLOS MÁS SIGNIFICATIVOS Llevando a cabo una diferenciación entre los dos territorios que están sirviendo de marco para el desarrollo de los distintos capítulos de este manual, no podemos perder de vista por un lado la producción de piezas en la zona mesoamericana y por otro en la suramericana. Los ejemplos como decimos, son muchos y diversos y difícilmente se podrían analizar todos y cada uno de ellos. Se han seleccionado algunos de los más destacados, en los que se han querido ver reflejados la mayor diversidad de campos referenciados en la bibliografía especializada. Desde las etapas más tempranas, las culturas que aparecerán y se desarrollarán por el territorio mesoamericano, crearán todo un conjunto de piezas en los que se percibirá perfectamente ese componente funcional-estético de la que venimos hablando. En este sentido la presencia de figurillas de arcilla en centros como Cuicuilco o Tlatilco, nos hablan de la existencia de una producción consciente de figuras relacionadas con distintas funciones, domésticas o rituales, a las que se han querido ver determinados valores como su relación con cultos vinculados con la fertilidad de la tierra o incluso meros juguetes. Un capítulo muy importante lo conforma el tema de las máscaras y los pectorales como objetos complementarios y relacionados normalmente con determinados rituales de muerte, en donde se incorporaban junto a los cuerpos de los difuntos dentro del ajuar que los acompañaban al otro mundo. En este sentido serán los grandes ciclos pictóricos, así como ejemplos puntuales, los mejores testimonios con los que se cuentan, fundamentalmente como fuente en la que poder mostrar su función sobre todo en lo relativo al modo y forma en que se empleaban. Ya en el período olmeca, aparecen los primeros y más significativos ejemplos de máscaras de jade en las que se representan a deidades felinas o recién nacidos, que nos hablan del inicio de un importante capítulo conformado por piezas que tendrán una constatable funcionalidad ritual y en las que se aprecian la calidad en el

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MÁSCARA TEOTIHUACANA. TURQUESA, NÁCAR, CORAL Y OBSIDIANA. CLÁSICO. (MÉXICO).

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trabajo de piedras duras al que llegaron los primeros artesanos que aparecen en Mesoamérica. Será en el Clásico con en la ciudad de Teotihuacán como gran centro productor, un momento donde también aparecerán este tipo de piezas, en las que se constata además el empleo del barro cocido, el mantenimiento de la producción con piedras duras y fundamentalmente la consolidación de una práctica en la que se generan máscaras destinadas a ser colocadas sobre el rostro del fallecido. El carácter sintético de las mismas se percibe en la simplificación de los rasgos del rostro, en donde la boca y los ojos se convierten en aberturas ovales dentro de un conjunto en el que las orejas adquieren unos rasgos abstractos y la cara tiene proporciones cuadradas donde la barbilla y la frente se trabajan como planos paralelos. La gran máscara mixteca del dios murciélago posiblemente constituya uno de los más significativos ejemplos, realizada con piedras de una extremada dureza, presentando modificaciones posteriores como la incorporación de complementos colgantes en la parte inferior y que nos permiten relacionarlas con otros ejemplos, fundamentalmente mixtecas, en los que se produce un trabajo mixto de piedras aplicadas en forma de mosaico sobre un núcleo de madera previamente tallados. Relacionados con estos objetos funerarios podríamos incluir en este apartado aquellos instrumentos que se empleaban en los sacrificios, como las vasijas para depositar los órganos de los sacrificados o los cuchillos de pedernal que en algunos ejemplos muestran una mayor atención en las empuñaduras en las que se realizan verdaderos trabajos de aplicación de piedras repitiendo el trabajo de mosaico anteriormente comentado. Ya en el período Clásico se constata la producción de objetos para los órganos como el recipiente en forma de jaguar del British Museum, donde se han reducido los elementos compositivos hasta convertirlos en formas convencionales perfectamente legibles, como si de un verdadero lenguaje formal se tratara, sustentado en una componente escrita. Una producción que tendrá en la azteca otro momento fundamental, sobre todo por la importancia que tuvieron los sacrificios para esta cultura. Las cabezas con crestas, las hachas, yugos y palmas, son sin duda otro de los conjuntos más importantes de piezas realizadas en piedra en la región huasteca. Vinculadas con los rituales del juego de pelota que tienen en la ciudad de Tajín uno de sus más importantes centros, se trata de objetos en los que se conjugan la estética, la simbología y la funcionalidad conformando un conjunto vital de indudable significación. En este sentido los jades mayas son otro apartado interesante en donde no solamente destaca la variedad existente, diferenciable por la distinta intensidad del color de las piedras utilizadas, sino que se convierten en ejemplos dignos de las distintas técnicas que se podían emplear a la hora de tratar dichas piezas con herramientas de piedra e incluso de metal, o abrasivos. El trabajo de la plumaria tenía como materia básica las plumas del quetzal que se utilizaban tanto para la realización de vestidos como la propia ejecución de objetos, escudos o discos destinados a la celebración de determinados rituales. En este sentido la técnica de montar las plumas sobre bastidores de telas se extendió desde Tenochtitlán, gracias a la red comercial que desde la ciudad, abarcó a gran

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HACHA CEREMONIAL TOTONACA. (MÉXICO).

parte del territorio mesoamericano. Unas plumas que se pegaban o cosían a la ropa una vez que se perfilaban unos dibujos realizados por pintores. Las plumas que se recortaban se disponían en capas irregulares con las que se conseguía mezclar los distintos tonos de los colores.

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PALMA DE BASALTO. VERACRUZ. (MÉXICO).

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Si bien en su momento se analizó el papel de la pintura en la decoración arquitectónica, no podemos dejar de hablar de la importante realización de códices que se convirtieron en uno de los ejemplos más destacados de producción escrita donde culturas como la mixteca o la maya produjeron algunos de los más importantes. Se trata de pliegos, algunos de piel de ciervo otros realizados sobre tela o papel europeo, que son en realidad grandes tiras narrativas dobladas en forma de acordeón, de tal manera que permiten una contemplación unitaria de su conjunto y una lectura en la que se puede consultar tanto el principio como el fin. Normalmente aparecían cosidas o pegadas y protegidas por un barniz de yeso que conformaba la superficie sobre la cual con posterioridad se dibujaban las escenas. Unas páginas que se suelen dividir en bandas que se leen de forma ondulada. En el caso de los manuscritos aztecas se trata de otro capítulo importante que perduró con posterioridad a la propia llegada de los españoles como lo constatan las ilustraciones que decoran los manuscritos de la obra de Fray Bernardino de Sahagún. Un conjunto de obras en las que se han podido diferenciar dos grupos distintos formados, uno por la utilización de figuras de gran tamaño con un estilo más o menos cursivo y otras a las que Kubler denomina de estilo colonial primitivo en las que se trabajan las figuras como si se tratara de signos. El Códex ZoucheNutall, el Códex de Viena, el Códex Xolotl, el Códex Féyerváry o el Códex Madrid, son algunos de los ejemplos más destacados. Los ejemplos mayas destacan por la calidad de las ilustraciones que los decoran, realizados sobre papel de corteza de árbol, cubiertos con una fina capa de cal y plegados en forma de biombo, escritos en ambos lados con signos que definen largos fragmentos en los que aparecen figuras humanas, algunas de ellas con atributos divinos. En cuanto a los tejidos son sin duda otro de los capítulos más interesantes desarrollados en este caso, por las culturas preincas en Suramérica, sobre todo por la elaboración y calidad de los ejemplos que se han encontrado, gracias a las especiales condiciones geográficas y el clima en el que se produjeron, y que han permitido que lleguen hasta nosotros prácticamente con las mismas características con las que fueron realizados. Fueron los producidos por las culturas nazca y paracas posiblemente los que adquirieron más fama por la calidad de los diseños y la tela, convirtiéndose en uno de los mejores ejemplos de piezas realizadas. En algunos casos sus funciones eran tanto domésticas para vestir, como funerarias, para realizar los fardos de los enterramientos y cuyos motivos decorativos como figuras de animales o geométricas se convirtieron en referentes para modelos que aparecerán en la cerámica e incluso en la arquitectura. Se trata de piezas en las que los diseñadores han mostrado un especial interés por no cubrir totalmente la superficie con motivos decorativos, recurriendo a la repetición de tales decoraciones, de tal forma que al ir plegados en los vestidos, una vez que se divisa una parte del mismo, se puede imaginar el conjunto de la pieza totalmente acabado. Incluso las propias carencias técnicas de los bastidores con los que se ejecutaban hizo que formas como las curvas se adaptaran a desarrollos rectilíneos y que solamente se pudieran ejecutar con realizaciones posteriores al propio trabajo del telar, con bordados, etc.

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VASIJA CON LA REPRESENTACIÓN DE UN CAIMÁN. ÓNICE. ISLA DE LOS SACRIFICIOS. VERACRUZ. (MÉXICO).

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ESPANTAMOSCAS CEREMONIAL. PLUMAS MULTICOLORES DE DIVERSAS ESPECIES DE AVES. ARTE AZTECA. (MÉXICO).

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DETALLE DEL CÓDICE MENDOZA.

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FIGURA MITOLÓGICA CON SERPIENTES. ARTE PARACAS. (PERÚ).

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TEJIDO CHANCAY. (PERÚ).

Los tejedores de la cultura de Cavernas, una de las primeras y a partir de la cual se desarrollarían las de Paracas y Nazca ya conocían las técnicas de hilar el algodón o la lana y como teñir posteriormente las piezas, dos materiales que nos hablan de la existencia, en fechas tan tempranas, de relaciones de intercambio entre la costa y las tierras interiores. Los colores son otros de los complementos de estas telas, desarrollados en torno a tonalidades como el marrón, rojo, amarillo-naranja, azul-verde, etc., llegándose a perfilar a partir de éstos casi doscientas tonalidades distintas. Por último, por su originalidad y posible vinculación con determinados ritos de iniciación, debemos citar las pacchas incas en las que su complejidad formal las convierte en un objeto significativo dentro de las culturas suramericanas.

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SELECCIÓN DE IMÁGENES MÁSCARA

MÁSCARA DECORADA CON UN TRABAJO DE MOSAICO REALIZADO CON DIVERSAS PIEDRAS SEMIPRECIOSAS. ARTE AZTECA. (MÉXICO).

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La máscara es uno de los elementos más característicos de todas las culturas de la América prehispánica. A juzgar por los numerosos hallazgos, ocupaba un lugar importante en el mundo imaginativo de sus creadores. Perteneciente al ritual y ligada con el culto de los muertos, tienen un significado mágico-religioso. Relacionadas con esa idea de la alteración de la realidad, mediante la transformación de la imagen cotidiana de la persona que la porta, se convirtieron no solo en elementos indispensables de los rituales, sino incluso en complemento de los ajuares mortuorios de muchos de los dignatarios de estas culturas. Las tipologías son variadas, de la misma manera que los materiales que se utilizaban para su elaboración. Una de las piezas más destacadas de la producción de la artesanía prehispánica y perteneciente a ese grupo señalado como de artes suntuarias, es sin duda esta máscara azteca. Realizada en madera, define una superficie romboidal, en la que se representa a un personaje tocado con un gorro y una especie de turbante, formado por el cuerpo de una serpiente y nariguera que prácticamente cubre toda la boca. Toda la pieza aparece recubierta con un trabajo de mosaico realizado con pequeñas piezas de turquesas, obsidiana y pirita.

CÓDICES MIXTECAS

DETALLE DE UN CÓDICE MIXTECA.

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Posiblemente el desarrollo de la idea de pueblo, cuyo origen y hazañas había que narrar y testimoniar para la posteridad, están tras la aparición y desarrollo de estos documentos que se convierten en los pocos testimonios de una producción que se vio seriamente diezmada por las intervenciones inquisitoriales de la iglesia española en América. Los códices podrían ser considerados en realidad como un subcapítulo de la pintura, pero aplicada sobre materiales vegetales, que no obstante repetían con ligeras modificaciones las mismas técnicas que se aplicaban en los edificios. Es decir, se trata siempre de piezas que previamente se ha preparado para contener la pintura con una capa de estuco que posteriormente se doblaba como si se tratara de acordeones y en los que se pueden encontrar referencias a acontecimientos en muchos de los casos anteriores a la llegada de los españoles.

ESCUDO AZTECA En Viena se conserva uno de los mejores ejemplos del trabajo de la plumaria ejecutado por la cultura azteca. Se trata de un escudo sobre el que se ha definido la figura de un coyote, realizado con plumas de diversos colores que se han fijado sobre una base conformada por una piel en la que se insertan las plumas de quetzal y de airón rojo, junto con elementos complementarios como láminas de oro que sirven para resaltar algunas partes del cuerpo del animal como el pelaje o la boca. No olvidemos que la plumaria, se puede encontrar también uno de los mejores ejemplos de integración de las distintas artes, ya que era frecuente que los dibujos y diseños de las diversas piezas, fueran previamente realizadas y dibujadas por pintores que proporcionaban la base para el posterior acabado, creando uno de los capítulos más particulares de las artes suntuarias prehispánicas.

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ESCUDO CEREMONIAL CON LA REPRESENTACIÓN DEL COYOTE DE LAS AGUAS. PIEL, PLUMAS DE QUETZAL Y DE GARZA ROSA, E HILOS DE ORO. ARTE AZTECA.

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TEXTILES PARACAS Los tejidos peruanos tienen pocos equivalentes por su elaboración. Los realizados por las culturas de paracas y nazca añaden a su calidad material, la perfecta conservación en que nos han llegado, gracias a las especiales condiciones de extrema sequedad en las que se han mantenido. Ya los cronistas españoles se percataron de la riqueza y detalles de la vestimenta de los peruanos que curiosamente siempre se realizaron con instrumentos que destacaron por su simpleza y que se realizaban tanto con las manos los ejemplos más simples, el uso de la rueca o el telar de cintura en las etapas más avanzadas.

DETALLE DE UN TEJIDO DE LANA DE LLAMA. ARTE PARACAS-CAVERNAS. HORIZONTE ANTIGUO. (PERÚ).

Las características de este tipo de tejidos es sobre todo la incorporación de motivos repetitivos que permiten una apreciación global de la pieza con un solo vistazo, evitando cubrir la superficie con grandes composiciones unitarias que solamente se pudieran ver una vez que se ha estirado la tela. Figuras geométricas, pequeños animales, o personajes divinos son algunos de los motivos que se realizan junto a un cromatismo que va desde colores como marrones, rojos, amarillos, naranjas, azules o verdes.

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PACCHA INCA Uno de los objetos más extraños producidos por la cultura andina es sin duda este al que nos referimos. Se trata de un recipiente compuesto por un cuenco aviforme, con la base abierta mediante un pequeño orificio que comunica con el interior de un mango en el que está colocado un pequeño animal frente al cuenco. De este modo el líquido que se vierte en el cuenco atraviesa el paso interno y sale por el agujero situado en la boca del animal, cae en el abrevadero y recorre el canalito hasta llegar al extremo del mango. Algunas investigaciones han colocado este instrumento relacionado con determinados ritos vinculados con la fecundidad. Realizado en piedra, esta decorado con motivos pintados en los que se representa una escena en la cara exterior del recipiente de mayor tamaño y con motivos florales entre rombos y animales el mango propiamente dicho.

PACCHA INCA. (PERÚ).

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APÉNDICE DOCUMENTAL CAPÍTULO IX DE LA DÉCADA CUARTA* «Trajeron dos muelas de molino, una de oro y otra de plata, macizas, de casi igual circunferencia, y de veintiocho palmos. La de oro pesa tres mil ochocientos castellanos; ya dijimos que el castellano es una moneda de oro que vale una cuarta parte más que el ducado. El centro lo ocupa, cual rey sentado en su trono, una imagen de un codo, vestida hasta la rodilla, semejante a un zeme, con la cara con que entre nosotros se pintan los espectros nocturnos, en campo de ramas, flores y follaje. La misma cara tiene la de plata, y casi el mismo peso, y el metal de las dos es puro. Trajeron también pepitas de oro en bruto, no fundidas, como garbanzos o lentejas, cual muestra de oro nativo, y así mismo dos collares de oro, uno de los cuales consta de ocho cadenillas, que tienen engastadas doscientas treinta y dos piedras rojas, aunque no granates, y ciento ochenta y tres verdes. Son de tanta estimación como entre nosotros las esmeraldas notables. De la orilla del collar penden veintisiete campanillas de oro, que llevan intercaladas cuatro figuras de perlas, engastadas con oro, y de cada una penden dijes de oro. El otro collar es de cuatro cadenas de oro, adornadas alrededor de ciento dos piedrecitas rojas, y ciento setenta y dos verdes, y veintiséis campanillas de oro elegantemente dispuestas. En medio del mismo collar van intercaladas diez perlas grandes engastadas con oro, que tienen colgando ciento cincuenta dijes de oro primorosamente elaborados. Traen unos doce borceguíes de cuero de diferentes colores: unos guarnecidos de oro, otros de plata, éstos de perlas, de color azul y verde, y todos con sus campanillas de oro colgando. Trajeron asimismo tiaras y mitras con varias joyas, engastadas y llenas de piedras azuladas que parecen zafiros. De sus casquetes, ceñidores y abanicos de plumas, no sé qué decir. Entre todas las alabanzas que en estas artes ha merecido el ingenio humano, merecerán éstos llevarse la palma. No admiro ciertamente el oro y las piedras preciosas; lo que me pasma es la industria y el arte con que la obra aventaja a la materia; he visto mil figuras y mil caras que no puedo describir; me parece que no he visto jamás cosa alguna, que por su hermosura, pueda atraer tanto las miradas de los hombres. Las plumas de las aves que nosotros no conocemos, son brillantísimas; como a ellos les causarían admiración las colas de los pavos reales y de los faisanes, así a nosotros las plumas con que hacen los abanicos y los penachos y adornas todas sus cosas elegantes. Hemos estado viendo los colores naturales que las plumas tienen: azules, verdes, amarillos, encarnados, blancos y también morenos; todos esos instrumentos los hacen de oro. Trajeron dos celadas cubiertas con piedras preciosas de color verde mar. Una de ellas rodeada de campanillas de oro, y con muchas láminas de oro también, y sostenidas las campanillas en dos colitas del mismo metal. La otra, rodeada también de las mismas piedras preciosas, con veinticinco campanillas de oro, y en cuya cimera había un pájaro verde con cresta, cuyos ojos, pico y pies eran de oro.

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Y a cada una de las campanillas las sostenía una bolilla de oro. Trajeron también cuatro tridentes de pescar, adornados con plumas entrelazadas de varios colores, y cuyos dientes son de piedras preciosas unidas entre sí con hilillos de oro. Del mismo modo un gran número de cetros de piedras preciosas con dos anillos de oro. También un brazalete de oro, unos zapatos de piel de ciervo, cosidos con hilo de oro y con la suela blanca. Un espejo de piedra transparente, semi-azul, con marco de oro puro. Una esfinge de una como piedra diáfana, engastada en oro, un gran lagarto y dos grandísimos caracoles, y dos ánades de oro y especies varias de aves, de oro. Cuatro peces múgiles de oro. Una vara de latón. Todas estas cosas con plumas de varias maneras maravillosas. Vinieron adargas y escudos largos, veinticuatro de oro y cinco de plata. Una rodela entrelazada de varias plumas, en cuyo frente hay una lámina de oro esculpida, donde se representa un ídolo zeme. Rodean a esta figura otras cuatro, a manera de cruz, de láminas de oro, y cabezas de varios animales, como leones, tigres y lobos, formados los animales de mimbres y tablillas con sus mismas pieles superpuestas, y adornados con campanillas de latón y con pieles de varios animales, enteras y perfectamente preparadas. Grandes colchas de algodón teñidas de color blanco, negro y amarillo, cual tablero de ajedrez, lo cual es indicio de que ellos usan también los cubiletes: una colcha que la cara la tiene negra, blanca y encarnada, y por dentro es lisa sin variedad; otra tejida del mismo modo, de otros colores, y tiene en medio una rueda negra con rayos, y entremezcladas plumas brillantes. Asimismo otras dos colchas blancas, alfombras, tapices y sayo de hombre, a usanza del país, y túnicas interiores y varios velos finísimos para la cabeza, y otras muchas cosas de más vista que valor, las cuales me parece que ya más bien fastidiaría a Vuestra Santidad refiriéndoselas». * MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro. Décadas del Nuevo Mundo. Madrid, Ediciones Polifemo, 1989, pp. 283-285.

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CAPÍTULO 14:

ARTE PREHISPÁNICO EN FILIPINAS INTRODUCCIÓN La vuelta al mundo realizada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, supuso por primera vez en la historia, la incorporación a los esquemas mentales occidentales de las verdaderas dimensiones de la Tierra. Dentro de todo su periplo las islas Filipinas se convertirían en un punto fundamental, no solo porque fue allí, en la isla de Mactán, donde Magallanes murió a manos del rey indígena Lapu Lapu, sino porque fue un punto estratégico en el sudeste asiático, frente a las fundaciones llevadas a cabo por los portugueses y sobre todo como contrapeso al control de éstos sobre las islas de la especiería, Las Molucas. En el momento de la llegada de los españoles a Filipinas, el archipiélago se encontraba inserto dentro de la dinámica de extremo oriental de Asia, ocupado en el sur por grupos de cultura musulmana, con la isla de Mindanao como centro, y comerciantes chinos que desde la costa de Fujian se dedicaban a comerciar con los grupos asentados en la isla norteña de Luzón. Esta situación que confería un carácter singular a las islas, determinó que desde el siglo XVI, se llevara a cabo una política de control de todo el conjunto del archipiélago por parte de la corona española, en un primer momento para explotar sus riquezas, y en una segunda fase para convertirlas en puente entre Asia y España a través de la ruta transoceánica hacia Nueva España, que se consolidaría con el Galeón de Manila o Nao de la China. El asentamiento de los españoles en la isla fue desigual. Mientras que la costa conoció una rápida transformación con la fundación de nuevas ciudades, el interior montañoso se mantuvo fuera del alcance de los nuevos pobladores, a penas algunas avanzadillas misionales de dominicos y agustinos llegaron a consolidar su presencia, lo que incidió en la preservación de sus tradiciones y rasgos culturales. Todo un conjunto de aspectos que son los que se tratan en este tema.

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No obstante quisiéramos aclarar que la mayoría de las piezas que se conservan en la actualidad pertenecientes al arte prehispánico filipino datan del siglo XIX, siendo básicamente reproducciones de los originales, que han llegado a nosotros como copias, pero cuyo análisis sirve inicialmente para el objetivo de este tema.

LA GEOGRAFÍA DE LAS ISLAS FILIPINAS La geografía de las Filipinas es principalmente insular aunque presenta ciertos rasgos continentales en el interior de algunas de las islas mayores que conforman el archipiélago. Sus 7107 islas se organizan en porciones terrestres, de las que destacan once grandes islas que se distribuyen a el largo de más de mil ochocientos kilómetros de norte a sur. Sus 23000 kilómetros lineales de costa, condicionaron su continua exposición a las influencias llegadas desde territorios próximos del sureste asiático. Las islas de Bohol, Cebú, Leyte, Luzón, Masbate, Mindanao, Mindoro, Negros, Palawan, Panay y Samar, conforman más del 90% del territorio nacional mientras que el resto se reparte entre un incontable número de islotes, agrupados en pequeños archipiélagos. La orografía es fundamentalmente montañosa y volcánica, superando una decena de islas los 2000 metros de altura, y destacando los innumerables volcanes que aún presentan actividad en algunas de ellas. Las llanuras que se abren entre las cadenas montañosas que recorren el país en una dirección predominante norte-sur, son pequeñas y escasas destacando las de Cagayán, Manila o Llanura Central en Luzón y las de Agusán y el Valle en Mindanao. La red hidrográfica apenas si está desarrollada por lo que las cuencas de mayor caudal se emplazan en las islas mayores. Unos ríos que no sólo se encuentran expuestos a cambios de cursos por los propios movimientos sísmicos, sino que debido a la poca extensión de las islas, tienen una longitud limitada con fuertes pendientes y lechos escalonados. Sin embargo, la tremenda caudalosidad de algunos de ellos los convierte en medios ideales de comunicación local, permitiendo el desarrollo comercial interior. El clima es extremadamente caluroso, con una media que no baja a lo largo del año de 21º C, donde destaca el régimen de lluvias dependiente de los tifones y monzones del sureste de Asia, que se convierten en elementos condicionantes de la distribución de la población sobre el territorio y determinantes de la propia economía que se llega a desarrollar, siendo este elemento uno de los más importantes a tener en cuenta. Por último respecto a la vegetación, se trata de una cubierta vegetal propia de los espacios subecuatoriales destacando la selva tropical cálida.

CONTACTOS PREVIOS A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES La singularidad del espacio filipino respecto al americano antes de la llegada de los españoles, está determinada por el hecho de encontrarse inmerso en relaciones con otras regiones del arco surasiático, lo que nos lleva a considerar a elementos

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TERRAZAS DE ARROZ DE BANAUE. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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malayos, indios, chinos, vietnamitas e indonesios, como los predominantes en las características del arte filipino con anterioridad al siglo XVI. Las sucesivas tesis del poblamiento de Filipinas han sido objeto de discordia, existiendo un punto en común en la aceptación de una emigración desde el continente asiático y un elemento de desencuentro en la cronología y en la forma en que fueron llegando los distintos grupos. De acuerdo con las teorías clásicas, se puede afirmar que los primeros pobladores fueron negritos o pigmeos oceánicos, contingentes del mismo grupo étnico de los habitantes de la península de Malaca y el oeste de Nueva Guinea. En una segunda fase llegaron emigraciones directamente desde la India y China, junto con oleadas de grupos proto-malayos. Finalmente en torno al 300 a.C. y hasta el siglo XIII, se testimonian aportes malayos con una cultura más avanzada, provocando el arrinconamiento de los pobladores existentes, que se vieron obligados a refugiarse en las zonas montañosas de las islas principales. La influencia musulmana llegó al archipiélago a finales del siglo XIV ocupando fundamentalmente las islas del sur. Una expansión que se vio frenada por la llegada de los españoles en el siglo XVI. El predominio de las incursiones marítimas en el desarrollo de estas vinculaciones se testimonian a lo largo de todo este período, siendo los primeros contactos los establecidos con la India desde los siglos anteriores a nuestra Era, aprovechando los vientos de los monzones para comerciar por el Golfo de Bengala, Vietnam y las propias Filipinas. Más tarde, con Indonesia, se consolidaron una serie de pequeños estados en la región que aumentaron las relaciones de intercambio fundamentalmente de especias, productos tropicales, oro y estaño. Una situación que propició el que se generalizaran entre cada región toda una serie de elementos que las relaciona desde un punto de vista religioso y artístico, llegándose a compartir términos y creencias. No obstante, el comercio estaba limitado a las zonas costeras de las Filipinas lo que provocó un desarrollo desigual con el interior, donde se daba una economía de autosuficiencia. Unas zonas interiores que permanecieron desconocidas hasta 1572. Durante el siglo XVII es cuando aumentan el número de datos acerca de estas zonas de las islas, gracias a las misiones cristianas de dominicos y agustinos que se adentran en ellas intentando someterlos a la religión cristiana, aunque no con el éxito que se venía produciendo en otras zonas.

SOCIEDAD Y RELIGIÓN Los grupos filipinos anteriores a la llegada de los españoles desarrollaron su vida cotidiana vinculándola a su entorno, tremendamente mediatizado por las creencias religiosas, los ciclos de recolección de la tierra y el prestigio social a través de la figura del guerrero. En este sentido la estructura social de esta población era relativamente compleja ya que se encontraba conformada por una variedad ingente de etnias cuyos rasgos culturales condicionaban sus costumbres y modos de vida. La sociedad filipina se encontraba organizada en cuatro estamentos de los cuales el más importante era el dato, o dirigente, gobernador de los barangays o unidades de organización política, formados por un

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grupo de familias que presentaban lazos de parentesco, que aún en la actualidad existen como célula de organización de las distintas provincias del país. El segundo grupo en importancia eran los maharlicas o nobles que obedecían al dato y apoyaban las acciones bélicas para establecer la paz entre los barangays. El tercer grupo eran los timavas o timaguas, hombres libres que servían al dato a manera de plebeyos. Por último nos encontramos con los aliping o siervos adscritos a la tierra que cultivaban y de la que daban la mitad de la producción a su señor. A pesar de esta claridad en la estratificación social, la diversidad de grupos étnicos filipinos, los hace diferentes los unos de los otros. Los más importantes en sus producciones artísticas van a ser los ubicados en la Cordillera Montañosa, en la isla de Luzón a quienes se les conoce con el nombre de Igorrotes, es decir, “los que viven en la montaña”, destacando los Ifugao, los Kalinga y los Bontoc, de las aproximadamente diez tribus que conforman este grupo. La base económica de estas poblaciones se basa en el cultivo de arroz de regadío, los alimentos tradicionales y los cultivos más antiguos, como son los tubérculos y raíces, propios de la agricultura de artiga que se llama kaingin. La producción de estos sistemas de regadío destaca en los Bontoc e Ifugaos, que han practicado desde la antigüedad un sistema de cultivo de arroz en los terrenos pendientes en las laderas montañosas, convertidos en terrazas cultivables por medio de fuertes muros de piedra o kabitis, que se hacían prácticamente verticales por fuera y con fuerte inclinación por dentro. Este sistema de cultivo es uno de los más antiguos del mundo, el cual perdura en la actualidad gracias al esfuerzo de los ancianos de las tribus.

CULTIVO DE ARROZ. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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DISTRIBUCIÓN DE LOS GRUPOS ÉTNICOS EN LA ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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PAREJA DE MUJERES EN BONTOC. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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Por lo que respecta a la religión, ésta se basa en la tradición oral transmitida a través de las canciones. En este sentido se constata la existencia de la creencia en un dios superior que se comunica con los hombres a través de los espíritus de la naturaleza y de los antepasados. Ese ser supremo, cuyo origen estaría en la influencia de las doctrinas taoistas chinas, se considera como la esencia primigenia que mueve el universo y que apenas se relaciona con los hombres y con los dioses secundarios de la propia naturaleza. Éstos son seres que se representan en un objeto material, inspirando emociones que causan adoración, conteniendo fuerzas mágicas que resultan positivas o negativas, que exigen de un conjunto de rituales para que predominen las primeras respecto a las segundas. No menos importantes son los dioses particulares o antepasados a los que se invoca sobre todo para las actividades cotidianas. Son los dioses de la guerra, el arroz, etc., y juegan un papel fundamental dentro de la estructuración religiosa ya que junto con los dioses de la naturaleza son los más cercanos a la voluntad del ser supremo.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL ARTE PREHISPÁNICO FILIPINO El carácter tradicional que encierra la cultura filipina determina que su arte se encuentre relacionado con los elementos culturales más destacados de su entorno. Unas manifestaciones culturales cuyo concepto artístico carece de un valor estético estable y cuenta más con un aspecto simbólico tremendamente marcado y que afecta a la interpretación de los acontecimientos, a ceremonias, o la realización de piezas, permitiendo que convivan de una manera clara elementos materiales e inmateriales. Es por ello que un análisis de cada uno de los campos en los que podemos considerar que se desarrolla el arte filipino prehispánico, exija una diferenciación entre el significado y el significante de un modo evidente. Respecto a la alfarería, una de las actividades con más tradición en las islas Filipinas, destacan los recipientes utilitarios y los funerarios de tipologías variadas, aunque los antropomorfos y los de sección circular ligeramente asimétrica, son los más numerosos. La muestra más importante de la cerámica prehispánica filipina es la jarra llamada Manunggul que se exhibe en el Museo Nacional Filipino y data del siglo VIII a.C. En cuanto a los tejidos los filipinos comenzaron su producción fabricando sus propias telas extrayendo fibras vegetales como el abacá, el ramio o el maguey y a teñirlas con diversos colores extraídos de las plantas y las cortezas de los árboles. La elaboración de los tejidos era un trabajo en el que participaba toda la familia donde la mujer era la encargada de manejar el telar. Los tejidos que se elaboraban tenían unos fines domésticos aunque adquirían un valor especial a la hora de la muerte, ya que los difuntos se envolvían en tantas mantas como la familia podía adquirir. Los fardos en los que acababan cubiertos los fallecidos recuerdan a las prácticas de enterramiento peruanas cuyos muertos se envuelven en fajos de mantas, de tal manera que se convertía en un reflejo del estatus económico de la familia.

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MUJER IFUGAO ALFARERA. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

MUJER IFUGAO TEJIENDO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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El arte y diseño de la cestería en Filipinas es una de las mayores manifestaciones de su sensibilidad artística. La variedad de las plantas del tipo de la mimbre, el junco y caña, les proporciona la materia prima necesaria para elaborar magníficos objetos. Unas piezas que se generalizaron desde el mismo momento en el que los filipinos se vieron en la necesidad de almacenar cosas, desarrollando un amplio muestrario de formas para cada una de las funciones que requerían. De este modo evolucionaron las técnicas hasta el punto de llegar a impermeabilizar los cestos con pasta hechas de resinas, para proteger a los productos de la humedad del clima. Destacan las producciones de cestas y mochilas para conservar y transportar el arroz, mochilas rituales para la caza de cabezas, sobreros, etc. Desde un punto de vista decorativo, los motivos varían dependiendo de la zona en la que nos encontremos y así en el caso de Mindanao o Cebú la decoración se consigue con la combinación de dos tonalidades de la misma planta generando dibujos de estrellas y rombos. Algunos ejemplos más complejos decoran las cestas con piezas de vidrio, conchas o bronce además de utilizar una mayor gama de colores. Diferentes a éstos, son los ejemplos de Luzón donde las piezas son mucho más sobrias en cuanto al color que suele ser más uniforme y la ornamentación depende de la diferencia de anchura de las fibras o de los refuerzos que se aplican. Gran parte de estas piezas imitan modelos de porcelanas chinas que tanta influencia han tenido en el archipiélago. Las piezas se heredaban de padres a hijos, porque se convertían en objetos muy valiosos por su diseño y resistencia. El trabajo de los metales en los pueblos prehispánicos filipinos se concentró en la manufactura del hierro, bronce, latón, plata y oro con los que se realizaron una variada tipología de objetos, desde armas, y elementos rituales hasta joyas. La acumulación de metales como el oro proporcionaba ascensión social, de la misma manera que contribuía a ello la posesión de las minas, cuya utilización estaba expuesta a la realización de sacrificios a los dioses. Los objetos de latón normalmente eran cajas para betel de distintas formas, media luna, octogonal o rectangular, presentando algunas internamente los compartimentos necesarios para mascarlo: la nuez de areca, las hojas frescas de pimienta, la cal y las hojas de tabaco. Las armas, fundamentales en estos pueblos, se realizaron básicamente en latón o hierro y se decoraban con elementos de madera y marfil. Por último tenemos las realizaciones de collares, pulseras, tobilleras y collares, como los objetos referenciales de su adorno corporal, aparte del característico tatuaje que adornaba el cuerpo de los Igorrotes. Así, hay que destacar la indumentaria y adorno de los hombres antes de partir a la batida de caza de cabezas humanas, donde destacan los brazaletes o tankil que se decoraban con pequeñas esculturas de madera que representaban a Anitos; los collares o Boaya de colmillos de cocodrilo y los gorros ceremoniales realizados con ratán, o entrenzado de hojas de palmera y plumas de ave. La abundancia de madera en el archipiélago ha propiciado que sean los objetos realizados con este material los que destaquen de una manera especial. Dentro de la organización social de las Filipinas prehispánicas, solamente los grupos de las clases superiores fueron los que accedían a estos objetos que tenían tanto una clara funcionalidad como un fin religioso.

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VESTIMENTA CEREMONIAL BONTOC. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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JOVEN KALINGA. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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La escultura en la cultura Igorrote nos plantea el reto, no solo de investigar sus cualidades y calidades formales sino encontrar el significado antropológico y su vinculación con su amplio panteón de deidades. Las tallas en madera son características de los pueblos de la montaña y representan fundamentalmente a los antepasados o Anitos. Éstos viven exaltados hasta que se celebran las ceremonias adecuadas de enterramiento. Si no se llevasen a cabo, quedarían deambulando causando el mal. Quizás los mejores ejemplos de talla en madera de narra o naga, sean las deidades que guardan los graneros o Bulul. Estas esculturas, tanto masculinas como femeninas, representan una clase de deidades asociadas con la producción de generosas cosechas. Se utilizan en los rituales en los que se les preguntaba como hacer para que crecieran las cosechas y en algunas festividades. Los Bulul se encuentran en parejas y están esculpidos sentados o de pie con las rodillas flexionadas y apoyando las palmas de las manos o los codos en ellas y cruzando los brazos a la altura del pecho. La distinción entre figuras femeninas y masculinas es apenas apreciable en la mayoría de los casos ya que sus facciones están esculpidas de una forma muy esquemática. Antes de colocar el Bulul en el granero definitivamente, se realiza una ceremonia de activación de la talla, untándose con sangre del animal sacrificado en el ritual. Este ritual esta acompañado de unas cajas o Punamhan para el sacrificio, también realizadas en madera, en las que se guardan los restos del sacrificio. Además aparecen unas esculturas con cuenco, casi siempre entre los Kankanay, donde se deposita el arroz o vino de arroz como ofrenda, muchas de ellas presentan un tatuaje muy delicado y fino en las manos y muñecas y mechones de pelo natural en la cabeza. Otros ejemplos de talla en madera son las cucharas con figuras decorando los extremos de sus mangos. Cuando no se utilizaban se guardaban en el hogar en cestas especiales después de ser limpiadas cuidadosamente tras acabar una comida. Las cucharas se utilizaban para tomar líquidos y los cucharones para remover la comida. La simbología que encierran las representaciones que aparecen en sus mangos va, desde la maternidad, la muerte, la fertilidad, la flora o la fauna, plasmación de conceptos de la vida cotidiana. Los bancos de madera o Hagabi que se decoran con estilizadas cabezas de cerdo esculpidas a cada lado, unos muebles que representaban la riqueza de quienes los poseían, perteneciendo solamente a las elites de los poblados. En madera también se desarrollan objetos de defensa como escudos, hechos en una sola pieza con maderas muy ligeras. Los ejemplos que se pueden encontrar son numerosos, destacando los de los Kalinga, más esbeltos que los de otros pueblos y cuya forma recuerda, vagamente al cuerpo humano, presentando una decoración combinada con cestería y elementos incisos.

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CUCHARAS IFUGAO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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HAGABI. IFUGAO. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

LA ARQUITECTURA PREHISPÁNICA FILIPINA Finalmente no queremos concluir este capítulo sin añadir las especiales características constructivas de la arquitectura filipina, que servirían de base a las técnicas constructivas que se desarrollaron en la etapa de la presencia española en el archipiélago, fundamentalmente en lo concerniente a la arquitectura civil. Es en este campo donde se desarrollan las mayores aportaciones de los indígenas filipinos ya que por sus creencias religiosas no contemplaban la idea de construir templos para sus deidades, de ahí que sólo nos centremos en señalar las características generales de la casa indígena de Filipinas, que es del mismo tipo que las que se expanden por todo el sureste asiático. Ésta consta de un techo de dos o cuatro aguas, sostenido por una armadura que descansa sobre cuatro o más pilares de madera flexible denominados harigues, que se utilizaban para resistir los continuos terremotos que se suceden en el archipiélago filipino. El suelo se eleva un metro o más sobre la tierra, para salvaguardarse de los animales salvajes. El entramado puede ser de banaba duro o de molave que cuando está seco, resiste mejor al agua. Los techos de bálago, en copete o faldón, se elevan en vertientes empinadas para de esta manera librarse más fácilmente del agua. Desgraciadamente muchas de estas edificaciones han desaparecido no solo por el fuego y las condiciones meteorológicas adversas, sino por la propia intervención del hombre que ha ido poco a poco sustituyéndolas por otras realizadas con materiales prefabricados, de mayor tamaño y que responden mejor a las necesidades de una población filipina que crece sin control. La búsqueda de una posición social más reconocida, y una errónea concepción de lo moderno, están haciendo que los ejemplos de este tipo de arquitectura tienda en la actualidad a ir desapareciendo.

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ESCUDO FILIPINO.

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VIVIENDA TRADICIONAL FILIPINA. BANAUE. ISLA DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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SELECCIÓN DE IMÁGENES JARRA MANUNGGUL Se considera la muestra más importante de cerámica prehispánica en Filipinas. Se exhibe en la actualidad en el Museo Nacional Filipino y fue hallada en la isla de Palawan, estando datada en el siglo VIII a.C.

JARRA MANUNGGUL.

El desarrollo de la cerámica dentro de las culturas del archipiélago filipino es uno de los capítulos más destacados de su producción material, alcanzando en algunos de los casos unas calidades formales y de acabado, que muestran el grado de perfección al que llegaron en la producción de este tipo de recipientes. Dicha importancia se refleja en el hecho de que muchos de ellos van más allá de su mera función contenedora y adquieren verdaderos tintes mágico religiosos que obliga a hablar de ellos desde un punto de vista sagrado. En este caso concreto, este recipiente fue concebido para los enterramientos, puesto que las figuras antropomorfas ubicadas en la tapa lo relacionan con la creencia que existía en el archipiélago filipino, por la que pensaban que el alma del difunto iba a parar a un río o laguna, donde había un barquero anciano que la trasladaría al más allá. Esta idea es la que explica que siempre, en un ritual funerario, se disponía en la sepultura cierta cantidad de dinero para que el difunto pagara el viaje, que no se especificaba hacia donde era, aunque si se aclaraba

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que en ese lugar le esperaba una vida placentera, hasta que volviese al mundo reencarnado. Esta leyenda se relaciona con el mito clásico griego, según el cual las almas de los difuntos tenían que atravesar el río Aqueronte, ayudados por el barquero Caronte, al que los difuntos debían pagar el viaje con una moneda que colocaban en la tumba. Las figuras que aparecen en la tapa de la jarra navegan en barca hacia el más allá. Mientras que la de la parte trasera está remando por ser la encargada de llevar el alma del difunto a su destino, la figura delantera representa al difunto y se talla con las manos en el pecho, algo muy común en el sudeste asiático en cuanto a la disposición de los cadáveres en la tumba.

CESTA Esta cesta proviene de la provincia ifugao, situada en la zona norte de la isla de Luzón, y está realizada con liana y fusta. Mide 42 x 42 cm., y se encuentra en el Museo Etnológico de Barcelona.

CESTA IFUGAO.

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El interés de esta pieza, va más allá de la importancia que pueda tener como tal, al ejemplificar una producción de objetos realizados con vegetales, claro testimonio de la que para muchos autores fue la primera fase en la definición de piezas para contener alimentos y que derivó en la cerámica propiamente dicha, cuando se le aplicaron materiales como pastas de barro o de resinas, con la intención de evitar que se perdieran sus contenidos y sobre todo protegerlos de las condiciones ambientales externas. En este caso, las producciones de cestería de la Cordillera de Luzón, como es este ejemplo que estamos analizando, perteneciente exactamente a la tribu de los Ifugao (Filipinas), se caracterizan por su carácter utilitario y práctico, donde destaca la sobriedad en el color, aspecto que no era común en todas las demás tribus de Igorrotes, puesto que a menudo aparecían ornamentadas con conchas, bronce, vidrio, etc. Esta cesta tenía una función específica que era la de guardar el arroz en la casa, por lo que dispone de una tapa, para evitar que entraran insectos. Una solución para proteger el alimento que se ve complementada además, con la propia terminación de su tejido, mucho más compacto, de lo habitual. Una de las curiosidades de la elaboración de la cestería en la Cordillera de Luzón, es que era tarea exclusiva de los hombres, que aprovechaban sus momentos de encuentro para realizar multitud de piezas. Gran parte de estas piezas imitan modelos de porcelanas y cerámicas chinas que tanta influencia han tenido en el archipiélago. Las piezas se heredaban de padres a hijos, porque eran muy valiosas por su diseño y resistencia.

CAJAS DE BETEL Caja proveniente de la isla de Mindanao (Filipinas), realizada en latón. Mide 42 x 42 cm., y se encuentra en el Museo Etnológico de Barcelona. Los antiguos filipinos transformaban el hierro, el bronce, el latón, la plata y el oro, en joyas, elementos rituales y artículos para el hogar y la industria. Sabemos por las leyendas de tradición oral que la acumulación de oro procuraba la ascensión social entre los pueblos. La propiedad de las minas y el trabajo en régimen de servidumbre de los mineros acentuaba esa ascensión, aunque las minas eran consideradas propiedad de los dioses del inframundo y solo podían utilizarse a cambio de sacrificios a las divinidades pertinentes. El hombre que descubre un filón debe cortarse un dedo u ofrecer una fiesta, asegurando a los dioses que ocupa la mina por necesidad. Los anitos y dioses se comunican con los hombres a través del sueño para decirles dónde se encuentra el mineral que buscan o comunicar que no desean que se explote una mina determinada. Los objetos de latón, normalmente eran cajas para betel, la hoja de una planta con ligero sabor a menta, que se utiliza en Filipinas para la composición del buyo y a la que se le otorgan propiedades curativas. Las formas de esos recipientes es variado, de media luna, octogonal o rectangular. Algunas tiene compartimentos en los que se colocan esos otros ingredientes que se utilizan para mascar el betel: la

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nuez de areca, las hojas frescas de pimienta, la cal y húmedas hojas de tabaco. Las más pequeñas pueden llevarse en la cintura, sujetas por medio de un cinturón o guardadas en bolsas, otras se tienen en la casa para ofrecer betel a los visitantes.

PAREJA DE BULUL

CAJAS DE BETEL.

Esta pareja de figuras provienen de la provincia ifugao, ubicada en la zona septentrional de Luzón (Filipinas). Está realizada en madera y miden aproximadamente 36 y 44 cm., respectivamente. Se datan en el siglo XIX, aunque incluso pudiera tratarse de piezas más antiguas. En la actualidad se encuentran en la Fundación Folch. La talla de madera, es otra de las técnicas desarrolladas por los pueblos que habitan las Filipinas. La abundancia de maderas hace que sea un material empleado tanto para la realización de esculturas como recipientes más cotidianos e incluso muebles. En el caso concreto de estas tallas, están realizadas en madera de narra y están asociadas a la producción de grandes cosechas de arroz. Esta disposición en parejas de ambos sexos, los relacionan con el ciclo de procreación que está a su vez vinculado con su función de proteger e incrementar las cosechas de los arrozales. Antes de ser colocadas en los graneros que era su destino final, tenían que ser activadas por medio de una ceremonia ritual en la que se sacrificaban animales y se hacían ofrendas de arroz para que la cosecha fuera fructífera, posteriormente se vertía la sangre del animal sacrificado encima del bulul y ya estaba considerado apto para proteger las cosechas.

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PAREJA DE BULUL. IFUGAO.

Los bulul se heredaban de padres a hijos, aunque solo los podían poseer las familias más ricas, ya que comprendía un gasto importante para éstas. La disposición de esta pareja de bulul, en concreto sentados y con los bazos apoyados sobre las rodillas, era común, aunque también se han encontrado muchos ejemplos de pie. Normalmente apenas se aprecian los rasgos del rostro ni los miembros sexuales, ya que eran tallas muy esquemáticas e hieráticas.

ANITO Pieza proveniente de la zona septentrional de la isla de Luzón (Filipinas), pertenece al pueblo Kankanay. Está realizada en madera y mide aproximadamente 35.5 cm., de alto. Datable en el siglo XIX, en la actualidad se encuentra exhibida en el Museo Nacional de Antropología de Madrid. La producción de figuras de madera, encuentra en la producción de los Anitos, otro importante conjunto, en este caso, cargado de una especial y profunda significación animista. Esta talla de madera, como se ha señalado, pertenece a la tribu de los Kankanay, una de las más importantes de la Cordillera de Luzón. Su figuración hace que se trate de una de las más singulares, al estar representada con un bol, y a que se ha conservado en muy buen estado permitiendo percibir el realismo y detalle con los que se realizó, una evolución sin duda alejada del esquematismo de los bulul.

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ANITO KANKANAY.

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Su importancia radica en ser un tipo de figura que formaba parte de los rituales de estas gentes, ya que se utilizaban en las ceremonias relacionadas con los buenos augurios para las cosechas de arroz que mencionábamos antes, depositándose vino de arroz en éste cuenco que portan las tallas. La figura con bol que nos ocupa tiene una combinación de materiales que no habíamos encontrado hasta el momento, como son la madera, la cerámica para la representación de los ojos y pelo natural. Está realizada con un gran detalle, algo que podemos comprobar en la representación de los tatuajes característicos de los Igorrotes, que aquí aparecen en las manos y brazos. También se aprecia la representación del sexo masculino más exagerada que en tallas anteriores, manifestando su papel mágico religioso y una mayor preocupación por aproximarse sus creadores, a través de ellas, a un mayor naturalismo y reflejo de la población que la realizó.

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APÉNDICE DOCUMENTAL BAUTISMO DEL REY DE ZUBU* «Prometió el rey a nuestro capitán abrazar la religión cristiana; se fijo para la ceremonia el domingo 14 de Abril de 1521. Se aderezó, al efecto, en la plaza ya consagrada un tablado adornado con tapicerías y ramas de palmeras. Saltamos a tierra cuarenta hombres, más dos armados de pies a cabeza, que daban guardia de honor al pendón real. Al pisar tierra los navíos dispararon toda la artillería, lo que asustó a los isleños. El capitán y el rey se abrazaron. Subimos al tablado, en el que había para ellos dos sillas de terciopelo verde y azul. Los jefes isleños se sentaron en cojines, y los otros en esteras. Hizo el capitán decir al rey que, entre las muchas ventajas de que iba a gozar haciéndose cristiano, tendría la de vencer más fácilmente a sus enemigos. El rey respondió que estaba muy contento de convertirse, aun sin beneficio ninguno; pero que le agradaba el poder hacerse respetar de ciertos jefes de la isla que rehusaban sometérsele, diciendo que eran hombres como él y no querían obedecerle. Entonces el capitán mandó que los trajeran y les dijo que si no obedecían al rey como soberano, los haría matar a todos y confiscaría sus bienes en provecho del rey. Con esta amenaza todos los jefes prometieron reconocer su autoridad. A su vez el capitán aseguró al rey que a su vuelta a España volvería a su país con fuerzas mucho más considerables, y que les haría el más poderoso monarca de aquellas islas, recompensa merecida por haber sido el primero que abrazó la religión cristiana. El rey dio las gracias levantando las manos al cielo y les rogó insistentemente que dejase algunos hombres con él para que le instruyesen en los misterios y deberes de la religión cristiana, lo cual prometió el capitán; más a condición de que le confiase dos hijos de personajes de la isla para llevarlos con él a España, donde aprenderían la lengua española, para que a su vuelta pudiesen dar una idea de lo que hubieran visto. Después de haber plantado una gran cruz en medio de la plaza se pregonó que cualquiera que quisiese cristianizarse debería destruir todos sus ídolos, colocando la cruz en su lugar. Todos consintieron. El capitán, tomando al rey de la mano le condujo al tablado; vistiéronle enteramente de blanco, y se le bautizó con el rey de Massana, el príncipe su sobrino, el mercader moro y otros muchos, hasta quinientos. Al rey, que se le llamaba raja Humabon, se le puso el nombre de Carlos, por el emperador; los demás recibieron diversos nombres. Se dijo en seguida misa, después de la cual le acompañó hasta las chalupas, que nos volvieron a la escuadra; al llegar dispararon otra descarga cerrada. Acabada la comida fuimos a tierra muchos con el capellán para bautizar a la reina y a otras mujeres. Subimos con ellas al tablado, y yo mostré a la reina una imagen pequeña de la Virgen con el Niño Jesús, que le agradó y enterneció mucho. Me la pidió para colocarla en lugar de sus ídolos, y se la di de buena gana. Se puso a la reina el nombre de Juana, por la madre del emperador...». * PIGAFETTA, A. Primer viaje en torno del globo. Madrid. Espasa Calpe. 1999, pp. 103-104.

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APÉNDICE I: CARTOGRAFÍAS

MAPA DE LOS PRINCIPALES CENTROS MESOAMERICANOS.

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ÁREAS CULTURALES DEL PERÍODO CLÁSICO.

DISTRIBUCIÓN DE LOS PRINCIPALES YACIMIENTOS MESOAMERICANOS.

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DISTRIBUCIÓN DE LAS PRINCIPALES YACIMIENTOS MINERALES EN MESOAMÉRICA.

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LA CUENCA DEL VALLE DE MÉXICO.

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PRINCIPALES YACIMIENTOS DE LA CULTURA MAYA.

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ESQUEMA DE LA DISTRIBUCIÓN DE YACIMIENTOS EN EL ÁREA MAYA.

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DISTRIBUCIÓN DE LAS RUTAS DE INTERCAMBIO MARINAS, EN TORNO A LA PENÍNSULA DE YUCATÁN.

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PRINCIPALES RUTAS DE ENTRADA A SUDAMÉRICA.

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DETALLE DE LA ÁREA GEOGRÁFICA EN TORNO A LOS RÍOS MAGDALENA Y CAUCA.

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PERÚ EN LA ÉPOCA CHAVÍN.

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ÁREAS Y ASENTAMIENTOS DE LAS CULTURAS ANDINAS A COMIENZOS DEL PERÍODO INTERMEDIO TEMPRANO

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ÁMBITO DE INFLUENCIA DE LA CULTURA DE TIAHUANACO.

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EL IMPERIO INCA EN 1532.

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MAPA DEL PERÚ ACTUAL CON LOS PRINCIPALES ASENTAMIENTOS INCAS.

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MAPA DE LAS ISLAS FILIPINAS.

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IMAGEN VÍA SATÉLITE DE LUZÓN. (FILIPINAS).

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APÉNDICE II: PLANIMETRÍAS

PLANO DE LA VENTA.

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PLANTA Y SECCIÓN DE LA PIRÁMIDE DE CUICUILCO. (MÉXICO).

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PLANO DE EL ÁREA CENTRAL DE TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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PLANTA Y ALZADO DE LA PIRÁMIDE DE LA LUNA. (MÉXICO).

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ESPACIOS HABITACIONALES DE TEOTIHUACÁN. (MÉXICO).

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PLANTA Y SECCIÓN DE LA PIRÁMIDE DE CHOLULA. (MÉXICO).

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PLANTA DE XOCHICALCO. (MÉXICO).

PLANO DE EL TAJÍN. (MÉXICO).

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PLANTA Y ALZADO DE LA PIRÁMIDE DE LOS NICHOS. EL TAJÍN. (MÉXICO).

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PLANO DE CEMPOALA. (MÉXICO).

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PLANO DE MALINALCO. (MÉXICO).

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PLANO GENERAL DE CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).

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PLANTA DEL TEMPLO DE LOS GUERREROS. CHICHÉN ITZÁ. YUCATÁN. (MÉXICO).

VISTA AXIOMÉTRICA DEL CUADRÁNGULO DE LAS MONJAS. UXMAL. (MÉXICO).

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PLANO DE UXMAL. YUCATÁN. (MÉXICO).

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PLANO DE COPÁN. (HONDURAS).

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ESQUEMA DE LA PLANTA DE CHAVÍN DE HUÁNTAR. (PERÚ).

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PLANTA GENERAL DE LA CIUDAD DE CHAN CHÁN. TRUJILLO. (MÉXICO).

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PLANO DE TIAHUANACO. (BOLIVIA).

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APÉNDICE III: CUADROS CRONOLÓGICOS

MESOAMÉRICA FECHA APROX. 400005000 a.C. 50002500 a.C. 25001700 a.C. 17001300 a.C.

1300-800 a.C.

ZONA GEOGRÁFICA

APORTACIÓN CULTURAL Y/O ARTÍSTICA

Se inicia el poblamiento del continente americano Aparecen los primeros poblados y se comienza a cultivar el maíz Generalización de la agricultura

Aparición de la cerámica y primeros vestigios de objetos de piedra con la superficie pulida. Se realizan vasijas cerámicas con decoración a base de incisiones. Primeros espacios planificados con indicios de presencia de infraestructuras hidráulicas. Asentamientos localizados en puntos estratégicos. Cerámica de influencia olmeca.

Valle de México

Zacatenco y Copilco

Costa del Golfo Área maya

Olmecas. San Lorenzo Tenochtitlán. Primeros establecimientos

Valle de México

Zacatenco y Tlatilco

Costa del Golfo

Olmecas y Huastecas. San Lorenzo Juego de pelota; cabezas monumentales, Tenochtitlán, La Venta, Tres altares, estelas, máscaras y cerámica. Zapotes y Remojadas. Pueblos Olmecas 1ª Fundación de Monte Albán en los Valles de Oaxaca, sustituyendo al enclave de San José Mogote. Ticomán y Cuicuilco. Pirámides del Altiplano. Fundación de Teotihuacán. Olmecas y Huastecas, con lugares Tumbas con Túmulos, Pirámide de La Venta. en San Lorenzo, La Venta, Tres El Luchador de Uxpanapa, Estela “C” de Tres Zapotes y Remojadas. Zapotes y Figurillas de Cerro de las Mesas. Cerámica de Chupícuaro. Monte Albán. Construcción del templo de los Danzantes y conformación del sector occidental de la ciudad. En escultura destacan los glifos. Nacimiento de la civilización maya. “Fase Miraflores” de Kaminaljuyú.

Oaxaca

800-200 a.C.

POBLADOS Y LUGARES

Valle de México Costa del Golfo

Noroeste Oaxaca

Área maya

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410 200-0 a.C.

Valle de México

Lugares de Teotihuacán.

Costa del Golfo

Huastecas. Remojadas, El Tajín y Veracruz.

Noroeste.

0-400 d.C.

Oaxaca

Zapotecas. Monte Albán y Dainzú.

Área maya Valle de México

Uaxactún. Teotihuacán

Costa del Golfo

Huastecas. El Tajín y Veracruz.

Noroeste

400-650 d.C.

Oaxaca

Zapotecas.

Área maya Valle de México

Lugar de Tikal. Teotihuacán.

Costa del Golfo y Huasteca

Huastecas. El Tajín y Veracruz.

Noroeste Oaxaca

650-950 d.C.

Zapotecas, desarrollo de Monte Albán.

Área maya

Copán, Uxmal y Palenque.

Valle de México

Xochicalco, Tula, CholulaCacaxtla y Teotenango.

Costa del Golfo y Huasteca.

Huastecas y Totonacas. El Tajín, El Tamuín y Veracruz.

Se consolida el centro ceremonial de la ciudad. Se realizan máscaras, estatuas antropomorfas, vasos de cerámica, estelas. En pintura destacan los murales del Templo de la Agricultura y el del Paraíso Terrenal. Se edifican las primeras pirámides de piedra, vasos antropomorfos y estatuillas. Tumba de Morett. Cerámica de Colima, Jalisco y Nayarit. Fin de la cerámica de Chupícuaro. Se concluye la explanada de Monte Albán. En Dainzú se labran las lápidas con los jugadores de pelota. Pirámide con elementos olmecas. Se construyen la Pirámide de la Luna y la Ciudadela. Se edifica el Palacio de Quetzalpapálotl . Núcleo de la pirámide de los Nichos. Figurillas de terracota y vasos antropomorfos. Desarrollo de la cerámica de Colima, Jalisco y Nayarit. Se configura la plaza de Monte Albán como centro ceremonial de la ciudad. Se cierra el ángulo noreste con el Juego de Pelota. Estela del año 292. Comienza la fase de decadencia de la ciudad que la llevará a su destrucción parcial en el siglo VII. Se construye la Pirámide de los Nichos tal y como ha llegado a nosotros, convirtiéndose en el referente planificador urbano de la ciudad. Tumbas de El Opeño Etapa en la que se construyen las tumbas de Monte Albán en las que se depositan ricos ajuares entre los que destacan las urnas funerarias. También sobresalen los frescos que decoran sus interiores. Templo de las siete estatuillas de Dzibilchaltún, inicio de la Acrópolis de Copán, Templo del Sol de Palenque, Juego de la pelota de Uxmal. Dintel de Yaxchilán y del Templo I de la Pirámide del Adivino de Uxmal y Estela de Cobá. Templo de la Serpiente emplumada de Xochicalco, Pirámide de Teotenango. Estelas, relieves polícromos y frescos de Cacaxtla. Conjunto de Cempoala. Juegos, hachas ceremoniales, palmas, estelas, “Adolescente” del Tamuín.

HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS Noroeste Oaxaca

950-1200 d.C.

Zapotecas y Mixtecas. Tilantongo, Monte Albán y Yagul.

Área maya

Palenque, Tikal, Uxmal, Copán, Quiriguá y Chichén Itzá.

Valle de México

Costa del Golfo y Huasteca

Toltecas y Chichimecas. Teotenango. Destrucción de Tula por los Chichimecas. Toltecas, Huastecas y Totonacas. El Tajín y Veracruz.

Noroeste Oaxaca

Mixtecas. Monte Albán.

Área maya

Chichén Itzá y Mazapán.

Valle de México 12001519 d.C.

Aztecas, Chichimecas y Mixtecas. Tenochtitlán, Tenayuca y Cholula.

Costa del Golfo y Huasteca

Toltecas, Huastecas, Aztecas y Totonacas. El Tajín y Cempoala.

Oaxaca

Mixtecas y Aztecas. Monte Albán, Mitla y Yagul.

Área maya

Tulum, Mixto Viejo, Ixinché.

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Cerámica de Colima, Jalisco y Nayarit. Conformación del centro de Yagul como un enclave militar que controlaba el paso natural que comunicaba Monte Albán y Dainzú con Mitla. Palacios y templos de la Cruz y de la Cruz Foliada de Palenque, Tumba del Templo y Templo IV de Tikal y Casa del Gobernador de Uxmal. Tribuna de los Espectadores de Copán, “El Caracol” de Chichén Itzá. Losa de la Cripta de Palenque, Dintel 53 de Yaxchilán, Estelas de Quiriguá, Dintel fechado de Chichén Itzá, murales de Bonampak. Juego de Pelota.

Juegos de Pelota, Tajín Chico. Bajorrelieves, estatuillas, cerámica, estelas, yugos, hachas ceremoniales. Cerámicas de Colima, Jalisco y Nayarit. En las artes suntuarias se constata la llegada de influencias desde Sudamérica a través del Istmo de Panamá y se inicia la metalurgia del oro y del cobre. Primer y Segundo Castillo y Juego de Pelota de Chichén Itzá. En las artes suntuarias se inicia la metalurgia del oro y del cobre. Pirámides de Tenayuca y la circular de Calixtlahuaca, Templo rupestre de Malinalco, Conjunto ceremonial de Tlatelolco. Estatuas de la diosa Coatlicue, de Chicomecóatl, estelas, máscaras, vasos polícromos de Cholula, mosaicos y arte plumario (máscaras, escudos y tocados). Pirámides redondas, templos, Castillo de Teayo, “las Chimeneas” de Cempoala; estelas, yugos, hachas, vasos y palmas. Palacios de Yagul, Juego de Pelota y Palacios de Mitla, tumbas. Aportaciones geométricas de los entrepaños del Grupo de las Mil Columnas. Tesoro de la tumba nº 7 de Monte Albán, cerámica policroma; Códice Zouche-Nutall, Códice Vindobonensis. Edificios de Tulum y Mixto Viejo: Tzintzuntzan capital de los tarascos.

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ÁREA ANDINA: PERÚ. FECHA APROX 2500-1250 a.C.

ZONA GEOGRÁFICA Costa del extremo norte y del norte.

POBLADOS Y LUGARES APORTACIÓN ARTÍSTICA

Costa central y sur.

Paracas, Río Seco y El Paraíso. Kotosh, Sechín Alto y Lauricocha. Tembladera, Chongoyape, Guañape y Cupisnique. Paracas Precoz. Curayacu, Ancón, Paracas Cavernas o Paracas Medio, Paracas Necrópolis o Paracas Tardío. Kotosh, Sechín Alto y Marcavelle.

Zona andina. 1250-850 a.C.

Costa del extremo norte y del norte. Costa central y sur.

Zona andina. 850-300 a.C.

300 a.C.600 d. J.

600-1000 d.C.

1000-1400 d.C.

1400-1532 d.C.

1532 d.C.

Costa del extremo norte y del norte. Costa central y sur.

Dacha Prieta y Cerro Sechín.

Calabazas decoradas de Huaca Prieta. Templo de los monolitos esculpidos de Cerro Sechín. Huaca de los Reyes en Caballo muerto.

Templo de las Manos Cruzadas y cerámica de Kotosh. Gran santuario de Sechín Alto. Cerámica de Tembladera. Cerámica.

Plaza circular de Sechín Alto. Cerámica vicús chavinoide y cerámica vicús Salinar.

Cura yacu, Ancón, ParacasCavernas o Paracas Medio, Paracas-Necrópolis o Paracas tardío. Zona andina. Chiripa. Inicio del templo de Chavín, escultura del Lanzón, cerámica Urabarriu, Obelisco de Tello, Dintel de los Jaguares, Pórtico, Estela Raimondi, Cerámica Janabarriu, inicio de la metalurgia del oro. Metalurgia del cobre en Loma Negra, Cerámica Costa del extremo Loma Negra, Salinar, Vicús-Virú, Cerámica Gallinazo Antiguo, Vicúsnorte y del norte. Cultura proto-mochica, Mochica, apogeo del clasicismo mochica en Moche. Moche. Costa central y del sur. Chancay, Entrelazado, Lina Dibujos de la Nazca-Palpa. Antiguo, Proto-Nazca o Precoz, Nazca Medio, Nazca Tardío. Zona andina. Recuay, Pucara, Cerámica de Recuay. “Templo semisubterráneo” Tiahuanaco, Chanapata. y cerámica de Tiahuanaco. Costa del extremo Huari, Moche, Fundación de Pampa Grande, influencia Huarinorte y norte. Lambayeque. Tiahuanaco. Costa central y sur. Tiahuanaco Epigonal. Cerámica Huari, Cráteras estilo Pacheco. Zona andina. Huari-Cajamarca, Huari, Tiahuanaco-Huari “expansivo”. Costa del extremo Lambayeque, Chimú, Inicio de la cultura Chimú, inicio de la norte y norte. Chimú Medio, Huaca el construcción de Chan Chán. dragón. Costa central y sur. Ica, Chancay, Ica-Chincha. Zona andina. Cajamarca, Inca Antiguo. Costa del extremo Tallan, Inca-Chimú. norte y norte. Costa central y sur. Inca-Ica, Inca-Chancay. Construcción de Tambo Colorado. Zona andina. Inca. Inicio de la cerámica, fundación de Sacsahuamán, Machu Picchu y reestructuración de Cuzco, fundación del santuario de Kenco. Costa del extremo Conquista española. norte y norte. Costa central y sur. Conquista española. Zona andina. Conquista española, Atahualpa en manos de Pizarro.

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ÁREA ANDINA: COLOMBIA FECHA APROX 15000-5000 a.C. 5000-3900 a.C. 1000 a.C.200 d.C. 200-600 d.C. 600-1521 d.C.

POBLADOS Y LUGARES

APORTACIÓN ARTÍSTICA Puntas de lanza.

Puerto Hormiga y Prechibcha. Tairona, Chibcha, Calima, Tumaco, Sinú y San Agustín. San Agustín, Calima, Tierradentro y Tumaco.

Monolitos antropomorfos, templos monolíticos de San Agustín. Santuario de Lavapatas. Cerámica con motivos zoomorfos y fitomorfos y orfebrería en oro de Calima; figurillas, máscaras y representaciones zoomorfas de Tumaco. Nariño, Quimbaya, Chibcha o Muisca Orfebrería en oro y urnas funerarias con motivos y Tolima. antropomorfos de Quimbaya Placas antropomorfas o tunjos con representaciones antropomorfas, esculturas de oro (balsa de Guatavita) de Chibcha o Muisca y de Tolima artes suntuarias con motivos geométricos zoomorfos.

ÁREA ANDINA: ECUADOR

FECHA APROX 39002300 a.C. 23001300 a.C. 1300 a.C.-500 d.C. 500-550 d.C.

POBLADOS Y LUGARES Real Alto, Loma Alta, Cerro Narrio y Valdivia. Valdivia y Machalilla.

Cerámica de Cerro Narrio y cerámica y “venus” de Valdivia.

Chorrera.

Vasos zoomorfos y antropomorfos, tendencia a la geometrización; inicio de la metalurgia del oro en el norte.

Bahía, Jama-Coaque y La Tolita.

Figuras antropomorfas de cerámica de Bahía, representaciones antropomorfas policromas de Jama-Coaque y representaciones naturalistas de La Tolita. Incensarios antropomorfos de cerámica negra de Manteña y trabajos en oro y tejidos de Milagro-Quevedo.

Manteña, Milagro-Quevedo, Negativo de Carchi, Puruba, Cashaloma y Cuasmal. Integración del Ecuador en el 14631532 d.C. Imperio Incaico. Fundación de Tomebamba y de Ingapirca. 1532 d.C. Conquista. 550-1463 d.C.

APORTACIÓN ARTÍSTICA

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APÉNDICE IV: BIBLIOGRAFÍA AA.VV. Historia de Iberoamérica. Prehistoria e Historia Antigua. Tomo I. Madrid, Cátedra, 1992. AA. VV. Filipinas, un siglo después, una doble mirada. Barcelona, Museo Etnológico de Barcelona, 1998. AA. VV. Historia General de Filipinas. Madrid, AECI-Ediciones de Cultura Hispánica, 2000. ADAMS, Richard E.W. Las antiguas civilizaciones del Nuevo Mundo. Barcelona, Crítica, 2000. ADAMS, Richard E.W.; MACLEOD, Murdo (Ed.). The Cambrige History of the native peoples of the Americas. Mesoamérica. 2º vol. Cambrige, University, 2000. ADAMSON, David. El mundo maya. Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1979. ALCINA FRANCH, José. Poesía americana precolombina. Madrid, Editorial Prensa Española, 1968. — L’art précolombien. Paris, Éditions D’art Lucien Mazenod, 1978. — Arte precolombino. Madrid, Alhambra, 1987. — José. Las claves del arte precolombino. Barcelona, Ariel, 1988. — Los aztecas. Madrid, Historia 16, 1989. — El arte precolombino. Madrid, Akal, 1990. ALCINA FRANCH, J.; LEÓN PORTILLA, M.; MATOS MOCTEZUMA, E. Azteca-Mexica. Catálogo de la exposición celebrada en Madrid. Madrid, Sociedad Quinto CentenarioLunwerg Editores, 1992. ALOMAR, Gabriel (Dir.). De Teotihuacan a Brasilia. Estudios de historia urbana iberoamericana y filipina. Madrid, Instituto de la Administración Local, 1987. ARTE PRECOLOMBINO. Arte precolombino en la Colección Barbier-Mueller. Catálogo de la Exposición. Granada-Santa Fe, Centro Damián Bayón-Instituto de América, 1994. AZTECAS. Aztecas. Catálogo de la exposición “Aztecs”, Royal Academy of Art, Londres, 16 noviembre, 2002-11 abril 2003. Madrid, Turner, 2002. BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel. Los aztecas. Madrid, Historia 16, 1985. — Cultura y religión de la América prehispánica. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1985.

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MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOS PÉREZ

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HISTORIA DEL ARTE EN IBEROAMÉRICA Y FILIPINAS

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ÍNDICE INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 7 CAPÍTULO 1: EL ESPACIO GEOGRÁFICO, POBLAMIENTO Y ÁREAS CULTURALES. ........................................................................................ 9 CAPÍTULO 2: ASPECTOS CULTURALES. .......................................................... 37 CAPÍTULO 3: LA TECNOLOGÍA PREHISPÁNICA. ............................................ 67 CAPÍTULO 4: TESTIMONIOS INICIALES DE LA PRESENCIA HUMANA EN AMÉRICA. ....................................................................................... 93 CAPÍTULO 5: LA CIUDAD EN MESOAMÉRICA. ............................................. 115 CAPÍTULO 6: LOS DESARROLLOS URBANOS EN EL ÁREA ANDINA. ...... 141 CAPÍTULO 7: ARQUITECTURA MESOAMERICANA. .................................... 165 CAPÍTULO 8: LOS MODELOS CONSTRUCTIVOS EN EL ÁREA ANDINA. ......................................................................................... 191 CAPÍTULO 9: LA PINTURA EN LAS CULTURAS PREHISPÁNICAS. ........... 215 CAPÍTULO 10: LA ESCULTURA: MATERIALES E ICONOGRAFÍA. ............ 241 CAPÍTULO 11: CREACIÓN Y FUNCIÓN DE LA CERÁMICA. ....................... 271 CAPÍTULO 12: EL TRABAJO EN METAL. ........................................................ 299 CAPÍTULO 13: LAS ARTES DECORATIVAS. ................................................... 323

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MIGUEL A. SORROCHE CUERVA Y ALEJANDRO VILLALOBOSÍNDICE PÉREZ

CAPÍTULO 14: ARTE PREHISPÁNICO EN FILIPINAS. .................................... 349 APÉNDICE I: CARTOGRAFÍAS ........................................................................... 375 APÉNDICE II: PLANIMETRÍAS ........................................................................... 391 APÉNDICE III: CUADROS CRONOLÓGICOS. ................................................... 409 APÉNDICE IV: BIBLIOGRAFÍA. .......................................................................... 415 ÍNDICE FOTOGRÁFICO ....................................................................................... 423 ÍNDICE .................................................................................................................... 425

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