Historia de Llíria (siglos XIII-XV)

September 24, 2017 | Autor: JosÉ Bordes GarcÍa | Categoría: Medieval History
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Descripción

LLÍRIA DURANTE LOS SIGLOS XIII-XIV JOSÉ BORDES GARCÍA

La historia de Llíria entre el momento de su conquista y posterior población cristiana durante el siglo XIII y su afirmación como una villa de mediana importancia del reino valenciano a lo largo del Cuatrocientos es un terreno bastante inexplorado por la historiografía. La relativa escasez de fuentes documentales locales, notariales y judiciales directas para el período que transcurre entre finales del Doscientos y el resto de la siguiente centuria, ha provocado que los estudiosos se centren tanto en los momentos iniciales de la Llíria cristiana como en las últimas décadas del período bajomedieval1. Por esa razón, si bien conocemos cada vez mejor las primeras fases, dificultades y ritmo de la ocupación feudal de la población y su territorio circundante durante la primera mitad del siglo XIII, las características de su inserción en las estructuras políticas del nuevo reino y la división espacial de la urbe entre cristianos y musulmanes, por el contrario, los problemas se acrecientan a partir de 1253 –momento de la concesión de la carta puebla- por la falta de documentos y la inexistencia de una tradición de estudios sobre este período. Ese vacío heurístico e historiográfico tiene su fundamento en dificultades propias del oficio de historiador y no por el interés del período objeto de estudio. De hecho, hablamos de unas décadas cruciales para la historia local ya que, por muchas razones, configuró las características de la Llíria de los siglos posteriores. A nivel económico se produjeron numerosas transformaciones como el cambio de las estructuras productivas andalusíes y la implantación de las relaciones de producción feudales, la aparición de un artesanado local diferente al musulmán –y que durante algunas décadas conviviría con él- y, con ello, la afirmación de la vila de Llíria como un importante mercado comarcal de producción y distribución. A nivel político el cambio también fue evidente: la población pasó de ser una madina andalusí a convertirse tanto en la capital de una bailía, es decir, de un gran espacio administrativo 1

De hecho, la mayor parte de la documentación conocida y explotada por los historiadores que se han ocupado de la ciudad han optado por el estudio del Llibre del Repartiment y los abundantes registros del siglo XV conservados en el Archivo del Reino de Valencia y el de Protocolos del Corpus Christi de la misma ciudad. Para una valoración de dichas fuentes véase los apartados redactados por J.A. Llibrer.

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de la monarquía, participando en las cortes regnícolas y organizándose según el modelo de la ciudad de Valencia, como protagonizando una complicada evolución jurisdiccional, entrando y saliendo del patrimonio real a lo largo de los siglos XIII y XIV. Por último, a nivel social, la transformación fue incluso más violenta: Llíria se transformó de un lugar donde cohabitaban musulmanes, judíos y cristianos a mediados del siglo XIII, a una población mayoritariamente cristiana a comienzos del siglo XV, lo que también tuvo su reflejo en el urbanismo y la arquitectura. El proceso de transición de las estructuras productivas entre el mundo andalusí y el feudal tras la conquista militar representa el punto de partida de la Llíria cristiana bajomedieval. Y aunque a lo largo del capítulo anterior se han indicado las características específicas de la economía musulmana es necesario plantear algunos problemas en relación a los procesos de cambio ya que las consecuencias de la conquista han dividido a los historiadores. En síntesis, un debate que se ha polarizado entre quienes R.I. Burns ha denominado continuistas y rupturistas. Mientras algunos autores han puesto el acento en la destrucción de la sociedad islámica, sin negar el impacto de la llegada de los cristianos feudales, otros incidían en las continuidades de la sociedad islámica. Dentro del primer grupo E. Guinot ha indicado que “...la violència contra les aljames sarraïnes valencianes fou absolutament general: una llarguíssima llista de bateigs, esclavitzacions, expulsions, exilis i despoblaments...”2. Siguiendo en parte la línea argumental del segundo grupo, P. Iradiel ha señalado que el estudio de las cartas-puebla, otorgadas durante todo el proceso de repoblación cristiana, muestra que la percepción de la renta feudal no fue muy importante durante el primer siglo de la conquista, ni tan importante como para desestructurar a las comunidades campesinas mudéjares impidiendo la existencia de tendencias al crecimiento económico y la pervivencia de mecanismos de cohesión social e institucional3. La conquista y distribución de las tierras de los vencidos entre los cristianos comenzó a desintegrar, más o menos rápidamente según la zona, las relaciones de producción andalusíes. La pervivencia de un mayor o menor número de hispanomusulmanes o el número de los recién llegados coadyuvó de manera directa a dicho cambio. En Llíria, que después de la conquista feudal nunca volvió a ser un importante 2

GUINOT, E., (1999) Els fundadors del regne de València. Repoblament, antroponímia i llengua a la València medieval, Valencia, vol. I. 3 IRADIEL, P., (1988), “Cristianos feudales en Valencia. Aspectos sobre la formación del territorio y de la sociedad”, España. Al-Andalus. Sefarad. Síntesis y nuevas perspectivas, Salamanca.

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centro musulmán, la mayor parte de la tierra, sin cargas feudales, fue repartida entre los pobladores cristianos, mientras la monarquía se reservaba algunos monopolios relacionados con la transformación agrícola. La producción agraria representa el primer aspecto que aúna continuidades y cambios. Al igual que sucedió en Llíria durante el período andalusí, a lo largo de los siglos XIII y XIV la mayor parte de la población, tanto cristiana como mudéjar, se dedicaba a actividades relacionadas con el sector primario. No obstante, las características específicas de la economía agraria y ganadera, es decir, el peso respectivo de cada actividad no puede afirmarse con seguridad. Primero, porque no contamos con fuentes estadísticas fiables y hay que utilizar fuentes documentales indirectas; segundo, porque el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas impedía un alto grado de especialización y diversificación en las actividades no agrícolas como sucedía en los principales núcleos urbanos euromediterráneos. De hecho, estudios pormenorizados como los realizados por J.A. Llibrer para la Cocentaina del Cuatrocientos revelan la especialización de la villa como un centro artesanal importante pero al mismo tiempo la dificultad, en algunos casos, de clasificar a la población según su actividad económica porque, por ejemplo, muchos campesinos combinaban la explotación agrícola con tareas específicas del sector secundario. En lo que respecta a la agricultura, eran las explotaciones campesinas, basadas en gran medida en el trabajo de las unidades familiares, las que aportaban el porcentaje mayoritario de la producción, incluyendo tanto la destinada al autoconsumo como la abocada al mercado4. Además del trabajo realizado por la propia familia existían otros métodos de explotación de la tierra fuera del ámbito familiar como el arrendamiento a medias o el recurso a la contratación de trabajadores temporales. Como se verá en los próximos capítulos, los ejemplos son numerosos en la documentación notarial.

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BOIS, G. (1988), La crisi del feudalisme a Europa a la fi de l’Edat Mitjana, Barcelona.

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Figura 1. La agricultura fue una de las principales actividades en Llíria durante toda la Edad Media.

Pero, ¿qué se producía en Llíria a lo largo de los siglos XIII y XIV? Porque, pese a que el cereal panificable era el cultivo mayoritario no puede obviarse la existencia de un numeroso policultivo. Una primera aproximación puede ser la descripción que realizó a finales del Trescientos Francesc Eiximenis en su conocido proemio del Regiment de la cosa pública, donde incluyó una relación que recogía los alimentos que se producían en el agro de la época y que nos demuestra la variedad de la agricultura bajomedieval valenciana. El texto, que vale la pena reproducir en parte, indica: “...De aquí havets vin blanc e vermell, noble, bo e bell qui s’escampa per diverses parts del món. Aprés hic ha panses blanques e negres, figues, molt oli, ametles, préssecs, pomes, peres, teronges, llimons, llimes, adzebrons, aranges, cireres de diverses sorts, guíndoles, albercocs, magranes, gínjols, nous, avellanes, sarmenyes, lledons, garrofes, prunes, nesples, codonys, albèrxiques (...) sucre (...) abunda en diversitats de grans, així com de forment, ordi, mill, panís d’acça, avena, espelta, tramella, faves, ciurons, llentilles, fesols, pèsols, tremussos, arròs, alquena, adcerco, roja, pastell, comí, batafalua, alcaraülla (...) pebre, cotó, safrà, alazflor (...) abunda en molta bella e bona hortalissa, així com en tot llinatge de cols, carabasses, llectugues, albergínies, melons, albudeques, cogombros, naps, xerevies, pastanagues, alls, cebes, escalunyes, porros, ràvens...”5.

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Regiment de la cosa pública, ed. D. de Molins de Rei, Barcelona, 1927, pp. 25-26.

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Por desgracia, la documentación de Llíria es mucho más escueta. Las primeras referencias escritas de la primera mitad del Doscientos nos proporcionan una imagen de la producción agrícola que se encontraron los cristianos tras la conquista. Las concesiones incluidas en los registros del Repartiment de los años 1248-1249 dividen el campo edetano en tres grandes tipologías de cultivos. Primero, se indica el reparto de tierras de cereal, sin especificar el tipo de plantación, con un genérico “terre” que, según la historiografía y la documentación notarial de finales del siglo XIII para otros lugares del país, haría referencia a diferentes tipos de cereal panificable. Algunos de esos cultivos de cereal que podíamos encontrar a mediados del siglo XIII podrían ser los contenidos en el diezmo que la monarquía comenzó a exigir en 1264 a los musulmanes de Llíria sobre diferentes productos: trigo, cebada, panizo, mijo, lino y legumbres. De las primeras treinta y tres entradas documentales en la que se distribuían tierras y casas, en veinticinco registros se anota la concesión de alguna parcela de cereal de diferente tamaño. En segundo lugar, y también en numerosas ocasiones, se indica el repartimiento de huertos, aunque sin especificarse qué tipo de cultivos se realizaban –once casos-. En algunos registros la fórmula preferida es la concesión conjunta de tierra de cereal y una parcela de huerto. Es el caso de Claramunt de Jorba, a quien se le otorgaron unas casas y “duas jovatas terre in eodem termino –Llíria- et quendam ortum”. Sería en este segundo espacio, más cercano a la población, de menores dimensiones y, por lo tanto, con más posibilidades de irrigación y uso intensivo de la mano de obra, donde se cultivaría una mayor diversidad de productos6. Además, en estos primeros registros, se anota la existencia de viñedos, con concesiones de menores dimensiones que las de tierra de cereal. Así, por ejemplo, a Pere Navarro, además de unas casas, se le dieron “duas jovatas et mediam terre et mediam jovatam vinearum”. Del peso de este cultivo desde finales del siglo XIII se han conservado algunas referencias. Así, sólo unas décadas después de la conquista, hacia 1286 el vino de Llíria había adquirido cierta importancia, porque el rey Alfonso mandó a Guillem Arnau que comprase el mejor vino de la población para aprovisionar a la casa real. La agricultura en el Trescientos no debió cambiar sustancialmente de carácter, manteniéndose el predominio de la trilogía compuesta por cereal, viña y productos hortofrutícolas, aunque seguramente, en consonancia al crecimiento demográfico y económico de la villa, creció la diversificación productiva. Pese a no contar para el siglo 6

Hay atestiguadas acequias del período musulmán en algunos casos como en la concesión al obispado de Valencia de unas casas en Llíria, que estaban junto a una acequia cercana al muro de la población.

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XIV con abundante documentación notarial, es posible analizar algunas de las características más generales de la producción agrícola en la Llíria del Trescientos. En primer lugar, hay que señalar una primera división entre del parcelario agrícola entre tierras de secano “in seqano” y regadío “in regadivo”. En segundo, un círculo más o menos amplio que rodeaba a la población denominado con el explícito apelativo de orta, donde el cultivo era más intensivo. En un extenso y minucioso inventario de bienes y tierras del año 1347 llama la atención la gran cantidad de huertos que se podían encontrar en el espacio agrícola que circundaba al pueblo, indicándose incluso la presencia de una explícita “senda del Orts”. Y aunque en el estado actual de las investigaciones no se puede calibrar el porcentaje de tierras irrigadas y las de secano, las confrontaciones de propiedades agrícolas demuestran que pequeñas acequias atravesaban el espacio cultivado. En dicho documento de mediados del siglo XIV ya aparecen citadas la acequia de Benisanó y la de Rascanya, así como numerosas acequias menores que discurrían entre las tierras cultivadas, especialmente entre los huertos7. Por lo general, las descripciones de las propiedades agrícolas no indicaban a qué tipo de cereal estaban dedicadas sino que se limitaban a señalar que eran “banchals de terra” “trocia cum terra” “trociis terre”. La viña seguía manteniendo su importancia aunque siempre a buena distancia del cereal, tanto en la parte de regadío como de secano, “tribus trociis vinem…partem in seqano et partem in regadivo in termino de Liria”. La producción agrícola, además, implicaba la existencia de infraestructuras destinadas al regadío y a la transformación y almacenamiento de las cosechas. De ese modo, mientras se heredaba parte de la red de abastecimiento hídrico musulmán compuesto por cisternas, norias, acequias, pequeños embalses, etc., los siglos XIII y XIV vieron el desarrollo y ampliación de ese tipo de instalaciones. Por ejemplo, se han conservado los acuerdos entre Llíria y otros pueblos para el mantenimiento adecuado de las acequias que compartían. Asimismo, encontramos referencias desde el mismo momento de la conquista cristiana a molinos y hornos destinados a la transformación de grano. Los ejemplos aparecen ya en el Repartiment: a Claramunt de Jorba –antes citado- se le concedió un molino, a Bernat de Rosselló, otro; junto al muro de la población se encontraba el denominado molino de Noguer.

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Se trata de un extenso inventario de bienes de Bernat de Luna conservado en el Archivo del Reino de Valencia (ARV), Justicia Civil, nº 115.

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El marco jurídico de posesión de la tierra en el Reino de Valencia durante la baja edad media no fue estático sino que evolucionó a lo largo del período y mostraba diferencias territoriales sustanciales. En algunos casos la concesión de una carta-puebla por parte de la monarquía, un señor laico o eclesiástico, marcaba las rentas que debían satisfacer los campesinos por el usufructo de la tierra. En otros, los campesinos poseían plenamente la propiedad de la tierra y sólo debían pagar por algunos monopolios señoriales –hornos, molinos, carnicerías- y el ejercicio de la justicia. No obstante, no hay que pensar en una separación neta de las tierras sino que lo habitual era una aparente mezcolanza en un mismo territorio. En el caso de Llíria que siempre estuvo en manos de la monarquía o de personajes vinculados a la institución, una buena parte de las tierras de cultivo se encontraba libre de cargas señoriales directas. Así, por ejemplo, en el año 1252 la monarquía concedió un privilegio a todos los vecinos de Llíria para que pudieran vender sus tierras y casas sin satisfacer derechos al rey o a su representante en la villa, el batlle8. Ello no es óbice para que se encontrasen tierras sujetas a diferentes tipos de censos. Más tarde, el desarrollo del préstamo censal a lo largo del siglo XIV implicó que se utilizasen en muchas ocasiones las posesiones inmobiliarias como respaldo a los préstamos y de esa forma, a mediados del Trescientos, muchas de las posesiones que rodeaban a la población estaban sujetas a pagos censales. Respecto al mantenimiento de tierras en manos de los mudéjares edetanos, es difícil indicar qué proporción de tierra cultivada permaneció en sus manos o, si por el contrario, a raíz de la conquista, una buena parte de los hispanomusulmanes pasó a trabajar como arrendatario o jornalero. Las referencias documentales son escasas pero en algunos casos sí que se indica la propiedad de la tierra en manos mudéjares aunque, siempre en un número muy inferior a las posesiones cristianas. Es el caso de las tierras que poseían entre numerosas heredades cristianas a mediados del siglo XIV Muça Abjebi y Muça Alpali en la huerta de Llíria. La segunda de las actividades dentro del sector primario que tuvo relevancia fue la ganadería. Llíria, enclavada entre una de las principales áreas ganaderas y Valencia, también desarrolló una producción pecuaria propia. Es necesario recordar que en las comunidades rurales el ganado constituía un componente esencial ya que suministraba productos alimenticios, proporcionaba una ayuda en el campo y constituía un medio de 8

MARTÍ, L. (1986), Historia de la Muy Ilustre ciudad de Liria, cit. Vol. II, p. 36.

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transporte básico. Las actividades ganaderas, además, proporcionaban lana y cuero destinados a la artesanía. Debido a esa importancia el tránsito ganadero que atravesaba Llíria con destino a la propia población o, de manera más habitual, hacia la capital del reino, pronto fue objeto de atención por parte del fisco real a través de un impuesto denominado “assadura”. Las noticias que se conservan en la sección de Cancillería del Archivo de la Corona de Aragón son abundantes. Así, en el año 1276 se ordenó al Baile y Justicia de Llíria que exigiese el derecho de herbaje a los propietarios de ganado; y en 1290 que los justicias de la ciudad se asegurasen de la efectividad del cobro del peaje por el paso de las reses por la localidad. Pero además, Llíria también conoció el desarrollo de una ganadería a nivel local. Los conflictos a lo largo del siglo XIV con Benaguasil y Vilamarxant por el uso de las tierras de pasto son una demostración fehaciente del impulso de los rebaños edetanos. La producción ganadera estaba relacionada directamente con el abastecimiento alimentario y aunque la historiografía ha señalado que la carne fue durante muchos siglos una comida consumida por los más ricos y sólo de forma ocasional por la mayoría de la población –compuesta por los campesinos-, a lo largo de la baja edad media, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIV, se produjo un enriquecimiento de las clases populares, es decir, de los labradores en el mundo rural y de los artesanos en las ciudades. Las carnicerías son una clara evidencia de la existencia de una abundante producción local y el dinamismo económico y demográfico de Llíria propició la existencia de dichos establecimientos. Así, en los años 1310-1311 existían al menos cuatro carnicerías en el Ravall de la población que satisfacían diferentes derechos reales: el Baile General de Valencia concedió a Pere Cortesi, carnicero de Llíria, para que pusiera una tabla de carnicería; Sans Calvo, carnicero y vecino de Llíria, tenía una tabla de carnicería en el mismo lugar; Miquel del Castell, carnicero y vecino de Llíria, poseía otra; así como Pere Cortés9. Pero además del acceso a través del mercado, el autoconsumo cárnico era un factor esencial en la vida campesina. En los pueblos cada familia solía poseer un pequeño corral, dedicado a criar diferentes tipos de aves que proporcionaban la carne para las grandes celebraciones y festividades religiosas. También allí se criaba el cerdo, la fuente cárnica más importante del grupo campesino. Su elevado peso, las máximas posibilidades de aprovechamiento, la facilidad de conservación que permitía consumir sus derivados –jamones, embutidos, 9

ARV, Cancillería, nº 635.

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etc.- todo el año, y el bajo coste de su alimentación, hicieron que se convirtiera en uno de los reyes de la ganadería medieval. Entre otros muchos ejemplos podemos citar el de Gil de la Narga que tenía unas casas y corral contiguo10. Dentro de las actividades no agrarias es necesario hablar, en tercer lugar, de la dedicación artesanal de una parte de la población de Llíria. Los estudios realizados durante las últimas dos décadas sobre algunas poblaciones valencianas de la baja Edad Media han mostrado una imagen que supera la de unas villas rurales abocadas exclusivamente a la producción agraria y ganadera, dando paso a la visión de unos lugares donde era habitual la diversificación y especialización económica. Por norma general, y como se verá de manera más pormenorizada en el capítulo siguiente, la evolución y, por lo tanto, el aumento de la productividad de la agricultura bajomedieval acentuó en las áreas rurales la complementariedad de funciones, es decir, que mientras se daban procesos de diversificación por arriba y abajo del campesinado, con la coexistencia en la misma localidad de parcelas destinadas tanto al mercado como al autoabastecimiento y otras trabajadas mediante asalariados, muchos campesinos complementaban las actividades agrarias con las artesanales. Además, y menos en las zonas en las cuales la penetración del capital mercantil produjo el desarrollo de formas de trabajo preindustrial más definidas, el artesano rural no siempre pudo adecuar el ritmo de su trabajo a la obtención de una renta suficiente para mantener todo el año a la familia. Por esa razón, el trabajo artesanal y campesino fue en muchas ocasiones actividades totalmente complementarias, porque ninguna exigía un trabajo intenso en tiempo11.

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ARV, Justicia Civil, nº 115. IRADIEL, P., (1983), “Estructuras agrarias y modelos de organización precapitalista en Castilla”, Studia Historica. Historia Medieval, 2, 1983, pp. 87-112; LLIBRER, J.A. (1995), Artesanado y formas de organización de la producción textil rural: Cocentaina (1469-1487), Tesi de Llicenciatura, Valéncia; APARICI, J. (1997), Manufacturas rurales y comercio interior valenciano. Segorbe en el siglo XV, Tesi Doctoral, Castelló de la Plana; IRADIEL, P.- IGUAL, D.- NAVARRO, G.- APARICI, J. (1996), Oficios artesanales y comercio en Castelló de la Plana (1371-1527), Castellón de la Plana. 11

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Figura 2. La manufactura textil destacaba en todos los centros urbanos.

El problema en el caso de Llíria es conocer el momento y los ritmos de desarrollo de las actividades artesanales, partiendo de la premisa de que su diversificación es una muestra del crecimiento demográfico y centralidad económica – espacio de mercado comarcal- y política. En casi todas las poblaciones mediterráneas la actividad artesanal más relevante fue la producción textil, por ser una necesidad casi básica para la población, por el número de personas que intervenían y la sucesión de operaciones técnicas. De igual modo, tanto las actividades relacionadas tanto con la construcción como con la transformación de la producción agropecuaria –carnicerías, hornos- también ocuparon a una importante cantidad de personas en todas las poblaciones bajomedievales. Para el período analizado en este capítulo existen referencias aisladas a individuos relacionados con las actividades artesanales pero habrá que esperar al siglo XV para obtener una imagen más definida de la diversidad de actividades manufactureras y su importancia dentro de la economía local. No obstante, según la documentación conservada Llíria mantuvo una actividad artesanal superior a los pueblos de la comarca aunque la cercanía a la ciudad de Valencia impidió el desarrollo de una potente producción.

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Figura 3. El comercio de paños y otros productos convirtieron a Llíria en un animado mercado comarcal

En un primer momento los cristianos feudales se apoderaron de las instalaciones artesanales musulmanas mientras el rey se reservaba las rentas de los hornos, molinos y talleres artesanales de la población. Poco a poco, la llegada de nuevos pobladores del norte supuso cambios en la estructura de la producción manufacturera mudéjar que, no obstante, debía ya debía tener cierta relevancia. Como ya se ha indicado antes, la monarquía exigió en el año 1264 a la aljama musulmana el diezmo de diferentes productos entre los que se encontraba el lino, cuyo destino sería el abastecimiento de la producción local textil. Unos años más tarde, en 1271, según indica L. Martí, el rey Jaime I otorgó un privilegio –hoy perdido- en el que se indicaba la existencia en Llíria de tiendas de diferentes tipo. En el año 1276, con ocasión del nombramiento como Justicia de Simó Armedo se le otorgaba el permiso para conceder a censo casas y, lo más importante, obradores artesanos. Otro indicio del crecimiento de la actividad económica a finales del siglo XIII es la autorización del año 1279 para que los notarios de Llíria ejerzan su oficio. Porque, sin duda, además de recoger compra-venta de tierras, 11

alquiler de inmuebles y registrar diferentes acontecimientos de la vida –matrimonios, testamentos, etc.- y ejercer funciones públicas, también son una indicación del aumento de la producción y el intercambio locales. A partir del Trescientos continúan las referencias a la actividad artesanal en la vila pese a que, por ejemplo, el desarrollo de la producción textil todavía crecía con lentitud. El ejemplo del pañero de origen edetano Jaume de Benages es clarificador. Jaume de Benages, que debía proceder de Llíria – donde poseía posesiones territoriales- y se había asentado en la ciudad de Valencia entre finales del Doscientos y el primer tercio de la siguiente centuria, se dedicaba a la comercialización de paños europeos y valencianos en la capital del reino. A su muerte dejó una serie de deudores entre los que se encontraban numerosos vecinos de Llíria que, sin duda, podían acceder a través de él a productos que no encontraban en el mercado local12. No obstante, otras noticias indican el crecimiento de la actividad económica. Por ejemplo, la autorización en el año 1329 al municipio para imponer tasas sobre las transacciones comerciales –las sisas- en el mercado local, demuestra la animación comercial ligada, también aunque no exclusivamente, a la producción artesanal. La existencia por esos años de numerosos notarios que participaban en la vida local también es una buena evidencia del impulso económico de Llíria y su centralidad comercial13 En definitiva, la imagen de una población dedicada exclusivamente a la producción agraria debe ser matizada aunque, como ya se ha repetido, la falta de un potente desarrollo artesanal y comercial, implicó a menudo la combinación del trabajo ganadero, agrícola y manufacturero.

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BORDES GARCÍA, J. (2000), “El mercat de draps i la clientela comarcal de Jaume de Benages a mitjans del segle XIV”, Mirades al Camp de Túria, 2. 13 En el listado de los aniversarios que se celebraban en la iglesia de Santa María de Llíria durante el siglo XIV aparecen una decena de notarios que trabajaban en la localidad, cfr. Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección de Códices, L. 530.

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Figura 4. Llíria se convirtió en un animado mercado comarcal desde el siglo XIV

Al igual que sucedió con la economía, la sociedad también sufrió profundos cambios durante los siglos XIII y XIV. El largo período que discurre entre la conquista feudal y la definitiva transformación de Llíria en una población eminentemente cristiana durante el Cuatrocientos fue bastante convulso. Las consideraciones historiográficas y, por derivación, populares, han oscilado a la hora de valorar las características de la sociedad bajomedieval peninsular, desde planteamientos de tipo esencialista y rupturista, a observaciones que idealizaban la convivencia de las tres culturas del Libro, es decir, musulmanes, cristianos y judíos. En todo caso, el resultado final sí que es conocido: supuso la expulsión, conversión forzada o destrucción física de quienes no formaran parte del grupo del grupo mayoritario14. A lo largo de los siglos XIII y XIV Llíria, al contrario que otras poblaciones de la misma comarca –por ejemplo, La Pobla de Vallbona o Benisanó-, se convirtió en una localidad con habitantes de diferentes credos religiosos aunque su importancia cuantitativa relativa fue variando durante esos años. La distribución realizada por la monarquía durante 1248-1249 marcó el paso de una sociedad hispano-musulmana, ya debilitada por la conquista y posterior emigración de algunos de sus miembros unos años antes, a una nueva organización social dominada por los cristianos que tomaron posesión de las mejores tierras y casas. En ese sentido, la documentación del Repartiment indica mediante el uso del verbo en pasado -“fuit”- algunas de las propiedades objeto de donación, señal de que los propietarios originarios ya no estaban

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Para un estudio pormenorizado de la sociedad cristiana del siglo XV véase LLIBRER ESCRIG, J.A. (2003), El finestral gòtic. L’església i el poble de Llíria als segles medievals, Llíria.

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presentes en Llíria. Otra cuestión es la de cuantificar la llegada de nuevos pobladores y el número de musulmanes que permanecieron en la población. La siguiente fase, idéntica a la de otras poblaciones conquistadas, fue la de dividir espacialmente a las diferentes confesiones, o mejor dicho, confinar a los no cristianos en barrios separados. De ese modo, nacían la morería y la judería de Llíria, documentadas desde poco después de la llegada cristiana. En ese contexto, hacia 1258 estalló una primera revuelta musulmana en la que participó la aljama de Llíria, sofocada tras algunos años. Apenas unos años más tarde, en 1264, la monarquía perdonó a los sublevados y concedió una cierta autonomía a los musulmanes edetanos, permitiéndoles ejercer su religión, conservar sus mezquitas, a cambio de una serie de impuestos15. A partir de este momento las referencias documentales sobre la morería de Llíria son habituales, no faltando informaciones sobre el acoso al que se vio sometida su población. Así, sabemos que antes de 1278 se había producido un asalto a dicho barrio musulmán y que algunos vecinos de la población habían sido condenados por ello16. No obstante, las presiones de todo tipo sobre la población mudéjar edetana provocó que en poco más de un siglo, hacia 1408, la morería ya estaba despoblada según se indica en un privilegio de Martín el Humano a la villa de Llíria, donde le concede el control de ese espacio ya que los musulmanes habían emigrado a las poblaciones cercanas de Benaguasil y Benisanó, donde la población mudéjar era mayoritaria. De igual manera, es bastante difícil construir la vida de los judíos en la Llíria bajomedieval porque la documentación no es abundante y en su mayor parte es de carácter indirecto. En todo caso, algunas referencias desde mediados del siglo XIII como, en especial a partir del siglo XIV, nos permiten adivinar tanto una cierta animación de la aljama local como la intervención de judíos ligados a la monarquía en la administración local. Así, desde poco después de la conquista la bailía de Llíria fue administrada por hombres de negocios hebreros: es el caso de Jucef Avenvies y posteriormente el de Aarón Abinafia. Respecto a la vida local, en los protocolos notariales de la ciudad de Valencia del Trescientos aparecen citados judíos edetanos como Cresques Jofré, Jucef Meses, Isaac Cofé realizando diferentes actividades económicas ligadas al comercio y al pequeño préstamo. J.V. García Marsilla en su

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MARTÍ, L. (1986), Historia de la Muy Ilustre ciudad de Liria, cit, vol. II, p. 38. Estas referencias se encuentran en el Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Cancillería, registros de Pedro el Grande, nº 40. 16

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pormenorizado estudio sobre el crédito en Valencia durante la primera mitad del siglo XIV indica que los hebreos edetanos monopolizaban los préstamos de las poblaciones que rodeaban a Llíria. No obstante, el crecimiento del sentimiento antisemita que iba a desembocar en la desaparición física de buena parte de los judíos peninsulares a finales del siglo XIV ya eran patentes durante la segunda mitad del siglo. Por esa razón, por ejemplo, en el año 1366 la monarquía se vio obligada a establecer una protección especial a la aljama de edetana. En efecto, pocas décadas después la judería de Llíria fue asaltada durante la ola de pogromos que sacudieron la península ibérica, en general, y a las juderías valencianas, en particular, a lo largo del año 1391. Al igual que en otros lugares del reino, a los judíos supervivientes les quedaron pocas opciones: la huida o la conversión. Sólo unos años después, en una de las visitas pastorales realizadas a Llíria en 1398 se indica con claridad la reciente conversión de algunos de los vecinos de la población, calificándoles de neófitos “neophiti”. Eran Jaume Naya, Martí de Rodella, Arnau de la Boatella y Gabriel de Coplliure. Asimismo, la documentación notarial de comienzos del siglo XV también recoge esa nueva condición de los habitantes de la judería edetana. Es el caso del corredor Jaume Gençor, Pere de Bellpuig, el sastre Francesc d’Almudever, Francesc Dartés, Álvaro Nunyes, Ramón Soler, Daniel Polo, Pere de la Boatella, Lluís Gençor, Antoni Balaguer, Alvar Inyez, Ferran Despeio17. De esa manera, a comienzos del Cuatrocientos la sociedad edetana había pasado a ser totalmente cristiana aunque ello no sería óbice para la continuación de profundos conflictos internos, como el acoso al que se vieron sometidos por parte de la Inquisición al final del siglo XV los denominados “cristianos nuevos” o conversos, y la conversión forzada de los mudéjares a comienzos del XVI. La evolución política de Llíria durante los siglos XIII y XIV es bastante confusa por la escasez de las fuentes documentales conservadas, la superposición de jurisdicciones –típica, además, del período medieval y moderno-, los continuos cambios de titularidad de la población o de algunos de los cargos civiles y militares y la falta de atención que ha merecido este problema por parte de la historiografía local 18. Muy a menudo se ha despachado la cuestión haciendo referencia a la condición genérica de “villa real” –atestiguada por su participación en las Cortes bajomedievales- y por su

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Véase Archivo de Protocolos del Colegio del Corpus Christi de Valencia (APPV), Protocolo nº 26652/Nadal de Huero, P. (1420). 18 No es el caso de J.A. Llibrer que aborda algunos de esos aspectos en su obra El finestral gòtic, cit.

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papel como capital de una Bailía, el amplio espacio administrativo en el que se dividía el territorio real valenciano. No obstante, un análisis más detallado muestra, en primer lugar, las dificultades que encontró Llíria para permanecer dentro de los territorios administrados por la monarquía y no, como sucedió a menudo, aparecer como moneda de cambio entre personajes relacionados directamente –familia y clientela- con los reyes catalanoaragoneses; en segundo, las vicisitudes que atravesó tanto para formar un espacio político independiente, con un territorio bien delimitado frente a las apetencias de otras entidades locales como para enfrentarse a la expansión territorial de la ciudad de Valencia, especialmente a partir del Cuatrocientos. En síntesis, la pequeña – cuantitativamente- oligarquía edetana se enfrentó a entidades políticas mucho más poderosas y, salvo aprovechar su preeminencia y poder de negociación en el ámbito comarcal, se vio envuelta en procesos políticos en los que poco podía influir. Y si bien pugnó durante el período aquí estudiado para drenar la mayor cantidad de recursos económicos hacia sus arcas -y eso sólo lo podía hacer controlando la administración local y haciendo de ésta el centro de un espacio administrativo lo más amplio posible19-, no siempre logró sus objetivos, convirtiéndose a menudo Llíria en moneda de cambio para satisfacer obligaciones clientelares. Desde antes de la conquista efectiva del territorio valenciano Jaume I procedió a realizar repartos anticipados de tierras y privilegios en compensación por la ayuda recibida o por la que esperaba obtener. En teoría, las concesiones iban en consonancia con la importancia de dicha ayuda aunque las consideraciones de cálculo político también entraban en juego. Otro asunto era la ocupación efectiva de dichas concesiones que, en muchos casos, también fueron objeto de ventas y permutas entre los beneficiarios antes de la llegada de las tropas feudales. Llíria tampoco escapó a esa dinámica. De hecho, con un mes de diferencia, entre junio y julio de 1238 el monarca donó la población al concejo de Calatayud, primero, y a su tío carnal el infante Fernando, después20, salvo la alcaidía del castillo que, al menos hasta finales de la década de 1250, estuvo en manos de la Orden del Temple. Por lo tanto, hasta la muerte de Fernando de Aragón en 1248 Llíria fue un señorío, retornando a manos de la monarquía que sería la encargada de efectuar de las tierras y otras propiedades a partir 19

Sobre las características específicas de la administración local véase el apartado elaborado por L. Martí. Si no se indica lo contrario las referencias documentales citadas en las siguientes páginas se encuentran en el minucioso acopio documental que realizó en su día MARTÍ, L. (1986), Historia de la Muy Ilustre Ciudad de Liria, cit. 20

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de ese año, reservándose ciertas regalías y otorgando en el año 1252 una carta-puebla. Sólo una década después Llíria volvía a cambiar de manos, pasando de nuevo al patrimonio privativo de un miembro de la monarquía. En 1262 Jaume I donó la población junto a Alzira, Corbera, Gandia, Borriana y otras poblaciones a su hijo primogénito Pedro el Grande. Éste, utilizó las rentas de la vila para satisfacer algunas deudas contraídas con la familia Abenvives. A partir de ese momento, y a lo largo del resto del período aquí analizado, Llíria pasó continuamente de manos, a veces incluso por unos pocos meses, diferenciándose incluso entre las rentas de la población y la administración del castillo. En algunos años, especialmente durante el siglo XIII, el gobierno de los dos espacios estuvo en manos diferentes. El concienzudo L. Martí ha recogido de manera meticulosa estos cambios de titularidad a lo largo de los siglos bajomedievales. Durante el resto del siglo XIII a Pedro el Grande le sucedió su hijo bastardo D. Hernando, y posteriormente Jaume de Tous, Rodrigo Sánchez de Heredia y Berenguer de Cabrera. A lo largo de la siguiente centuria se mantuvo la evolución anterior, siendo objeto la villa de cambios de titularidad ligados a la familia real como don Juan, al infante Ramón Berenguer, a Leonor de Portugal –esposa de Pedro el Ceremonioso-, o a Martín el Humano antes de subir al trono. Este último caso ejemplifica a la perfección la confusión consciente entre el ejercicio del poder e intereses privados de los miembros de la realeza ya que en 1392 el futuro rey Martín vendió a su esposa María de Luna diferentes poblaciones entre las que se encontraba Llíria. Todo ello a pesar de los pagos por parte del municipio y pragmáticas reales en las que se afirmaba que Llíria no se separaría nunca del patrimonio de la monarquía. En definitiva, lo que caracterizará la situación de Llíria fue la de un complicado encaje político en las instituciones regnícolas al pertenecer al mismo tiempo al conjunto de villas reales y oscilar entre el patrimonio privativo de algún miembro de la familia real, del propio monarca, o de alguna familia poderosa. No obstante, mientras distintas familias se sucedían en el control de las rentas generadas por Llíria, la élite local, a su vez, trataba de dominar un amplio territorio que, en teoría, podría satisfacer parte de las apetencias señoriales. A lo largo de la baja edad media se sucedieron una buena cantidad de conflictos jurisdiccionales con otras poblaciones cercanas por límites administrativos, derechos de pastos, paso de ganado, etc., que reflejan el interés del grupo dirigente local por controlar el territorio. Y si hay

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dificultades para encontrar referencias para otros problemas históricos, ese no es el caso para las siguientes líneas. Desde el mismo momento de la conquista el rey procedió a establecer unos límites administrativos para Llíria que distaron de permanecer inmutables en las siguientes décadas. Por ejemplo, en el año 1261 separó a la alquería de Benisanó de Llíria21, mientras que poco tiempo después comenzaban las disputas sobre los límites del término con Alcublas22. Durante el primer tercio del siglo XIV siguieron los problemas de términos municipales con las villas del entorno, en especial con

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próxima Benisanó , Benaguasil –con un pleito que duró entre 1332 y 1336-, Chulilla, Pedralba, Andilla o Altura. En la mayoría de estos casos subyacía la cuestión fundamental del derecho de los ganados de los diferentes pueblos a abrevar en el río Turia, a pastar en las mejores áreas o simplemente usar el derecho de paso sin pagar ninguna tasa. En otros, como el que enfrentó en el año 1366 a Benaguasil, Llíria, Benisanó y la Pobla de Vallbona, se dilucidaba el uso del agua de las acequias; mientras que en 1382 se enfrentaron Llíria y la Pobla de Vallbona por la pretensión de este último municipio de que los edetanos pasaran por el camino que atravesaba la Pobla para ir a Valencia. En todos estos casos, Llíria, por su centralidad política –capital de una bailía- y económica y, por lo tanto, con mayor capacidad de negociación con la administración real, tuvo más posibilidades de ser la beneficiada en las resoluciones judiciales. Y eso es lo que efectivamente ocurrió a lo largo de los siglos XIV y XV.

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ACA, Cancillería, Registros de Jaime I. Recogidas en MARTÍ, L. (1986), Historia de la Muy Ilustre ciudad de Liria, cit. 23 En los registros de Cancillería conservados en el Archivo de la Corona de Aragón aparece de forma reiterada la conflictividad entre ambas poblaciones. Entre otros muchos ejemplos, véase ACA, Cancillería, Registros de Pedro el Ceremonioso, nº 21, f. 126r; e idem, nº 22, ff. 183v-184r. 22

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Figura 5. Los mojones delimitaban los límites del territorio.

No obstante, pese a que Llíria terminó en el siglo XV por configurar y articular un amplio hinterland –formado por el resto de poblaciones del Camp de Túria y de otras poblaciones vecinas- al cual acabó casi dirigiendo una organización de la producción y de los intercambios, terminó chocando con la ciudad de Valencia. Desde el siglo XIII la monarquía había concedido una serie de privilegios que consolidaban de manera paulatina la preeminencia de la ciudad de Valencia sobre el resto del reino. Primero, concediéndole un extenso territorio bajo su control directo. En segundo lugar, confiriéndole algunas prerrogativas privativas sobre el resto de las poblaciones del reino. Por esa razón, desde casi el mismo momento de la conquista se produjo un proceso de ampliación del territorio controlado por la ciudad de Valencia que se aceleró durante la segunda mitad del siglo XIV a raíz de la guerra con Castilla. La ampliación del término de la ciudad en el año 1364 no sólo se realizó hacia el norte (Sagunt) y hacia el sur (Cullera) sino también hacia el este (Llíria) pese a que en el título de los privilegios sólo se cita a las dos primeras ciudades. A pesar de ello, en los artículos en los que se hace efectiva la concesión se cita expresamente a Llíria como una de las poblaciones que entraban a formar parte del término de la capital del reino: “Item, que 19

vos señor donets per tots temps a la universitat de València e habitants e habitadors en aquella a e dins terme e contribució universal e sots jurisdicció civil e criminal de la dita ciutat les viles e termens de Morvedre, de Cullera, de Líria, e loloch e territori del Puig e habitants en aquells” 24. El control del territorio circundante fue una de las constantes de la política protagonizada por las elites que gobernaban la ciudad de Valencia. Un proceso que culminó con la enajenación por parte de la monarquía de algunas de las poblaciones que comprendían el denominado Antiguo Patrimonio a cambio de substanciosos préstamos de la capital. Por ejemplo, a comienzos del siglo XV algunas de las campañas de Martín el Humano fueron sufragadas por la capital del reino a cambio de las rentas o sirviendo como aval algunas poblaciones como Llíria. Una situación que continuaría unas décadas más tarde. Así, la costosa política exterior de Alfonso el Magnánimo estuvo detrás de la concesión en el año 1430 por parte de la ciudad de Valencia de 25.000 florines consiguiendo a cambio el control de diferentes núcleos del Camp de Túria como eran la Pobla de Vallbona, Benaguasil. Pero el control directo de algunos espacios no fue la única política seguida por Valencia. La existencia de una nutrida correspondencia entre la ciudad de Valencia y Llíria durante la baja edad media permite realizar una aproximación más pormenorizada a la evolución de las relaciones durante ese período. La sección de Lletres Misives del Archivo Municipal de Valencia recoge en varios centenares de volúmenes dicha comunicación epistolar. Las cartas dirigidas por la ciudad de Valencia reflejan de manera fehaciente los intereses de la capital del reino hacia la comarca del Camp de Túria, en general, y hacia Llíria, en particular. En la documentación aparece de manera reiterada una retórica que siempre destaca la función dirigente de la capital, “Aquesta ciutat que segons sabets és maere de tot lo regne e la restauració de la qual és conservació de tots sos membres”. Entre otros muchos temas emerge la preocupación por asegurar el continuo abastecimiento de materias primas, el interés por proteger los privilegios y prerrogativas de la ciudad en materia comercial y judicial y un caudal de agua adecuado a las necesidades de la gran ciudad. Así, a finales del año 1334 las autoridades municipales 24

BORDES GARCÍA, J.-LLIBRER ESCRIG, J.A. (2007), “Valencia y su territorio durante los siglos XIV y XV: la comarca del Camp de Túria”, La ciudad medieval y su influencia territorial, Logroño, pp. 239-253.

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valencianas indicaban a las de Llíria que tenían constancia de que algunos vecinos estaban acaparando el carbón que se dirigía a Valencia y que ello estaba provocando el incremento de los precios en la capital: “…Per persones dignes de fe avem entés que alcuns vehins vostres occupen e compren tot quan carbó fan e passa en aquexes vostres encontrades e aquell poch a poch ab lurs bèsties o altres trameten a la ciutat per tal que major preu ne pusquen haver; e que açó sia ver per experiència e obra o atrobam; axí que quintar de carbó és pujat en la ciutat…”25. Además, los jurados capitalinos no dejaban de señalar que quienes llevasen productos a la ciudad estaban exentos de sufrir confiscaciones o detenciones. El 22 de agosto de 1401 las autoridades municipales valencianas escribieron a las de Llíria señalándoles que no podían embargar ciertas cabezas de ganado a Pere García, vecino de Alpuente, porque se dirigía a la ciudad. Las autoridadesalegaba que los privilegios de la capital impedían que se embargase a quienes aprovisionaran la ciudad “…Et segons sabets per forma de privilegi los portants vitualles a la ciutat o en alcún loch del regne d’aquella, no poden ésser marcats, penyorats, detenguts, convenguts o embargats per alcuns creedors d’aquells…”.

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Archivo Municipal de Valencia (AMV), Lletres Misives, g3-1.

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