HISTORIA DE LA SEXUALIDAD II. MICHEL FOUCAULT.

July 4, 2017 | Autor: María José Méndez | Categoría: Filosofía, Biopoder, Historia de la Sexualidad
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Descripción

iNDICE

I NTRODUCCION

1. Modificaciones, 7; Las formas de problematizaci6n, 16;

7

Moral y pnictica de si, 26

I. LA PROBLEMATIZACION MORAL DE LOS PLACERES

1.

Aphrodisia, 37; 2. Chresis, 51; 3. Enkrateia, 61; 4. Liber-

35

tad y verdad, 76

II. D I ETETICA

1. Del regimen en general, 93; 2. La dieta de los placeres,

92

102; 3. Riesgos y peligros, 110; 4. El acto, el gasto, Ia muerte, 117 III. ECONOMICA

1. La sabiduria del matrimonio, 132; 2. El hogar de Isc6-

132

maco, 140; 3. Tres politicas de Ia templanza, 153

IV. E ROTICA

1. Una relaci6n problematica, 172; 2. El honor de un mu­

172

chacho, 188; 3. El objeto del placer, 198

V. EL VERDADERO AMOR

209

CONCLUSION

226

i N DICE DE TEXTOS CITA DOS

231

INTRODUCCION

1.

MO DIFI CACI ONES

Esta serie de busquedas aparece mas tarde de lo que habia previsto y bajo una forma totalmente distinta. He aqui el porque. No debian ser ni una historia de los com­ portamientos ni una historia de las representaciones, pero si una historia de la "sexualidad": las comillas tienen su impor­ tancia. Mi prop6sito no era reconstruir la historia de las con­ ductas y practicas sexuales, segun sus formas sucesivas, sti evoluci6n y su difusi6n. Tampoco era mi intenci6n analizar las ideas (cientificas, religiosas o filos6ficas) a traves de las cuales nos hemos representado tales comportamientos. En principia, queria detenerme ante esta noci6n, tan cotidiana, tan reciente, de "sexualidad": tomar distancia respecto de ella,

contornear su evidencia familiar, analizar el contexto te6ri­ co y practico al que esta asociada. El propio termino de "se­ xualidad" apareci6 tardiamente, a principios del siglo

XIX.

Se

trata de un hecho que no hay que subestimar ni sobreinter­ pretar. Sefiala algo mas que un cambio de vocabulario, pero evidentementt> no marca el surgimiento subito de aquello con lo que se relaciona. Se ha establecido el uso de la palabra en relaci6n con otros fen6menos: el desarrollo de campos de co­ nacimiento diversos (que cubren tanto los mecanismos bio­ l6gicos de la reproducci6n como las variantes individuales o sociales del comportamiento); el establecimiento de un con­ junto de reglas y normas, en parte tradicionales, en parte nue­ vas, que se apoyan en instituciones religiosas, judiciales, pedag6gicas, medicas; cambios tambien en la manera en que los individuos se ven llevados a dar sentido y valor a su con­ ducta, a sus deberes, a sus placeres, a sus sentimientos y sen­ saciones, a sus suefios Se trataba, en suma, de ver. como, en las sociedades occidentales modernas, se habia ido confor­ mando una "experiencia", porIa que los individuos iban re­ conociendose como sujetos de una "sexualidad", abierta a dominios de conocimiento muy diversos y articulada con un [7 ]

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I NTRODUCCION

sistema de reglas y de restricciones. El proyecto era por lo tanto el de una historia de la sexualidad como experiencia -si entendemos por experiencia la correlaci6n, dentro de una cul­ tura, entre campos del saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad. Hablar asi de la sexualidad impl icaba liberarse de un es­ quema de pensamiento que entonces era muy comun: hacer de la sexualidad una invariable y suponer que, si toma en sus manifestaciones formas hist6ricamente singulares, lo hace gracias a mecanismos diversos de represi6n, a los que se en­ cuentra expuesta sea cual fuere la sociedad; lo cual corres­ ponde a sacar del campo hist6rico al deseo y al suj eto del de­ sea y a pedir que la forma general de lo prohibido de cuenta de lo que pueda haber de hist6rico en la sexualidad. Pero el rechazo de esta hip6tesis no era suficiente por si mismo. Ha­ blar de la " sexualidad" como de una experiencia hist6rica­ mente singular suponia tambien que pudieramos disponer de instrumentos susceptibles de analizar, segun su cankter propio y segun sus correlaciones, los tres ej es que la consti­ tuyen: la formaci6n de los saberes que a ella se refieren, los sistemas de poder que regulan su pnictica y las formas segun las cuales los individuos pueden y deben reconocerse como suj etos de esa sexualidad. Ahora bien, acerca de los dos pri­ meros puntos, el trabajo que emprendi anteriormente -fue­ ra acerca de la medicina y de la psiquiatria, fuera acerca del poder punitivo y de las pnicticas disciplinarias- me habia dado los instrumentos que necesitaba; el amllisis de las pnic­ ticas discursivas permitia seguir la formaci6n de los saberes al evitar el dilema de la ciencia y la ideologia; el amllisis de las relaciones de poder y de sus tecnologias permitia con­ templarlas como estrategias abiertas, al evitar la alternativa de un poder concebido como dominaci6n o denunciado como simulacro. En cambio, el estudio de los modos por los cuales los indi­ viduos son llevados a reconocerse como sujetos sexuales me pl anteaba muchas mas dificultades. La noci6n de deseo o la de sujeto deseante constituia pues, si no una teoria, por lo me­ nos un tema te6rico generalmente aceptado. Esta misma acep­ taci6n era extrafia: se trata del tema en efecto con el que nos encont ramos, con ciertas variantes, en el propio coraz6n de la teoria clasica de la sexualidad, pero tambien en las con-

MODIFICACION E S

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cepciones que buscaban desentenderse de ella; esa mi sma que parecia haber sido el legado, en los siglos XIX y xx, de una larga tradicion cristiana. La experiencia de Ia sexualidad pue­ de realmente dis tingui rse, como figura historica singular, de Ia experiencia cris tiana de la "carne " : ambas parecen domi­ nadas por el principia del "hombre de deseo " . Sea lo que fue­ re, parecia dificil analizar la formacion y la evolucion de la experiencia de la sexualidad a partir del siglo xvm sin hacer, por lo que toea al deseo y al sujeto deseante, un trabajo his­ torico y critico. Sin emprender, pues, una " genealogia " . Par ello no quiero decir hacer una historia de los conceptos suce­ sivos del deseo, de la concupi scencia o de Ia libido, sino ana­ lizar las pr:kticas por las que los individuos se vieron llevados a prestarse atencion a ellos mismos, a descubrirse, a recono­ cerse y a declararse como suj etos de deseo, hacienda j ugar entre unos y otros una determinada relacion que les permita descub rir en el deseo la verdad de su ser, sea natural o caido. En resumen, la idea era, en esta genealogia, buscar como los individuos han sido llevados a ej ercer sab re si mismos, y sa­ bre los demas, una hermeneutica del deseo en la que el com­ portamiento sexual ha sido sin duda la ci rcunstancia, pero ciertamente no el dominio exclusivo. En suma: para compren­ der como el individuo moderno puede hacer la experiencia de si mismo, como sujeto de una " sexualidad" , era indi spen­ sable despejar antes la forma en que, a traves de los siglos, el hombre occidental se vio llevado a reconocerse como suje­ to de deseo. Me parecio nece sario un desplazamiento teorico para ana­ lizar lo que con frecuencia se designaba como el progreso de los conocimientos : me habia llevado a interrogarme por las formas de las practicas di scursivas que articulaban el sa­ ber. Fue igualmente necesario un desplazamiento teorico pa­ ra analizar lo que con frecuencia se describe como las manifestaciones del "poder": me llevo a interrogarme mas bien acerca de las relaciones multiples, las estrategias abier­ tas y las tecnicas racionales que articulan el ej ercicio de los podere s . Parecia que seria necesario emprender ahora un te­ cer desplazamiento, para analizar lo que se ha designado co­ mo "el sujeto"; convenia buscar cuales son las formas y las modali dades de Ia relac ion cons igo mismo por las que el in­ dividuo se consti tuye y se reconoce como sujeto. Despues del

lU

I N TRODUCCIOI\:

estudio de los juegos de verdad unos con otros -sobre el ejem­ plo de un numero determinado de ciencias empiricas en los siglos xvn y xvm- seguido por el de los juegos de verdad en relaci6n con las relaciones de poder -sobre el ej emplo de las practicas punitivas-, parec ia imponerse otro trabajo: estu­ diar los j uegos de verdad en la relaci6n de si consigo y la cons­ tituci6n de si mismo como sujeto, al tomar como dominio de referencia y campo de investigaci6n lo que podriamos Hamar la "historia del hombre de deseo " . Pero estaba visto que emprender esta genealogia m e alej a­ ba mucho de mi proyecto primitivo. Debia escoger: o bien mantener un plan establecido, acompaiiandolo de un rapido examen hist6rico de dicho tema del deseo, o bien reorgani­ zar todo el estudio alrededor de la lenta formaci6n, en la An­ tigiiedad, de una hermeneutica de si. Opte por este ultimo partido, mientras reflexionaba que, despues de todo, aquello a lo que me he sujetado -aq1,1ello a lo que me he querido su­ jetar desde hace muchos aiios- es una empresa que busca desbrozar algunos de los elementos que podian ser utiles a una hi storia de la verdad. Una historia que no seria aquella de lo que puede haber de cierto en los conocimientos, sino un anali s i s de los "j uegos de verdad ", de los juegos de falso y verdadero a traves de los cuales el ser se constituye hist6ri­ camente como experiencia, es decir como poderse y deberse ser pensado.
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