Historia de la Psicoterapia sistémica cibernética: una forma de entenderla. Ana María Zlachevsky: co-autora

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Descripción

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Historia de la Psicoterapia sistémica cibernética: una forma de entenderla Ana María Zlachevsky Ojeda Hablar de psicoterapia no es fácil, en tanto, a mis ojos “la” psicoterapia no existe sino que existimos terapeutas que desde nuestro bien entender hacemos terapia, por lo tanto este artículo no es, rigurosamente hablando, sobre psicoterapia sistémica cibernética, sino sobre mi forma de entenderla. Me formé en la Universidad de Chile bajo el influjo de una generación que enseñaba la ciencia como uno de los caminos – o, tal vez, el camino – hacia el conocimiento del ser humano. Si bien la psicología constituyó originariamente un retoño de la filosofía, ello había quedado en el pasado. Como sostienen Efran y Libretto “la así llamada ´envidia de la ciencia` incitó a los trabajadores en ese campo a distanciarse de sus raíces filosóficas y a adoptar en lo posible el mandato de las ciencias”1. Los estudiantes de psicología no éramos distintos; teníamos en aquella época pretensiones de hacer de nuestra disciplina un hacer científico. Nuestro objeto de estudio era el ser humano; y la posibilidad de operacionalizar su comportamiento, una meta a alcanzar. Las reflexiones ontológicas sobre el ser de lo humano no tenían cabida, nosotros daríamos que hablar a partir de nuestras investigaciones científicas. Relata Descouvières que desde fines del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, la Universidad de Chile vivió una cientificidad del saber. Refiriéndose específicamente a la psicología en cuanto ciencia, sostiene: “tiene alta significación la estrategia que asume la Universidad de Chile al fin de siglo y en la primera década del siglo veinte, con la contratación de expertos de alto nivel, venidos de Europa. En el caso de la psicología, la traída del profesor Wilhelm Mann es esencial. Ese hombre vinculado desde temprano a la cuna de la

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Packman, Marcelo; (1997), Construcciones de la Experiencia Humana, Vol. II Edit. Gedisa, Barcelona, p. 66

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psicología científica en el laboratorio de Wundt, en Leipzig, abre de manera generosa las vertientes para el pensamiento experimental”2. Me parece interesante señalar que en el año 1964 (época en la que cursaba primer año de la carrera) se crea un centro de investigaciones de Parapsicología y en la Crónica Universitaria de ese año aparece escrito: “el interés cada vez mayor por el estudio de los fenómenos del dominio de la parapsicología, enmarcados en los más rigurosos métodos de la ciencia positiva3 determinó al H. Consejo Universitario crear, dependiente de la cátedra de Psiquiatría del Dr. Ignacio Matte Blanco un Centro de Investigaciones de Parapsicología”4. En una Universidad con esas características era esperable que quienes ahí nos formamos volcáramos nuestro interés a la búsqueda de regularidades, de leyes, que permitieran observar, describir, explicar, predecir y controlar el comportamiento humano. Mirado desde hoy, después de 37 años ejerciendo psicoterapia, puedo decir que ese interés científico nos dejó sin dar respuesta a cuestiones fundamentales relativas a cómo entendemos el ser del ser humano y seguimos durante décadas avanzando como si ello no fuera importante. La pregunta por una comprensión acabada de qué es la psiquis o de cómo entender el ser del ser humano no ameritaban reflexión. Ello era resorte de la filosofía y de un pensar “no científico”. No obstante, hoy, enfrentada a haber trabajado y enseñado sobre dolores humanos me pregunto: ¿Podemos decirnos psico-terapeutas sin tener una respuesta ─o una meditación seria─, a la pregunta “qué es el fenómeno psíquico”? Siguiendo a Heidegger, pienso que hemos pecado ─tal vez sin darnos cuenta─, del intrínsico escapismo que hay en la comprensión de lo humano característico de la época técnica. En nuestro afán por el control no nos hemos 2

Descouvières Carlos; Lo psicológico en los Anales de la Universidad de Chile. Estudio descriptivo. Documentos Anexos de los Anales de la Universidad de Chile. Sexta Serie, Nº 2, Julio de 1999, p. 114 3 Las cursivas son mías. 4 Descouvières Carlos; Lo psicológico en los Anales de la Universidad de Chile. Estudio descriptivo. op. cit., pp. 88 s.

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detenido a escuchar y rescatar el significado originario de los conceptos5, de quienes nos antecedieron en la reflexión. Tal vez ahí encontremos más de alguna pista que nos permita dar cuenta de una meditación personal y no un mero repetir lo que otros han dicho sobre el fenómeno psíquico y así contestar y contestarnos qué es aquello con lo que trabajamos en el día a día, “la psiquis”.

La supremacía de la subjetividad en la comprensión de “lo psíquico” Moreno, tratando de describir donde está la psiquis, nos remite a la segunda mitad del siglo diecinueve y sostiene: “Griesinger, en 1861, ubica a las enfermedades mentales dentro del cerebro, y las clasifica con tal rigurosidad como para fundar la psiquiatría. Lo psíquico queda subordinado a las funciones de un órgano: el cerebro. La psiquiatría encuentra su piedra basal y el método de la ciencia empírica su objeto de estudio”6. Desde entonces la psiquis se ha entendido estando en el cerebro y hasta nuestros días no ha sido fácil mirarla de otra manera. Desde el interior del cerebro, el hombre sale al encuentro del mundo. Aprende a diferenciar fantasía de realidad y es capaz de representarse el mundo. La idea de sujeto pensante no es cuestionada ni menos puesta en duda. La base idealista que sustenta esas posiciones queda sin cuestionar. Acevedo hace notar: “hace casi cuarenta años caí en la cuenta que estudiosos de la filosofía y de las ciencias humanas aún están inmersos en los planteamientos del idealismo”7 ¿Será que los planteamientos idealistas están a la base de una gran cantidad de escuelas psicológicas de hoy? ¿Tendría eso algo de malo?

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Heidegger M., Heidegger Martin, Ser y Tiempo, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2002 Moreno Daniel; “¿Podríamos no hablar de salud mental?” Revista Sistemas Familiares, Año 13, Nº 2, Buenos Aires, 1997, p.94 7 Acevedo Jorge (2005) La recepción de la obra de Jean-Paul Sartre en Chile. En “d ‘emprinte Sartre”; suplemento de Liberation, del 11 de marzo, de 2005, París, p. 53 6

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El idealismo dividió el mundo en dos vertientes “o fuera de mí o dentro de mí”8, escribe Ortega. Los contenidos de conciencia son las imágenes representadas que yo formo sobre el mundo (indudablemente, estarían dentro de mí); y en tanto vienen del mundo exterior, lo que me represento estaría fuera de mí. Dreyfus siguiendo esa línea de pensamiento afirma: “desde Descartes, los filósofos han intentado demostrar la existencia de un mundo de objetos fuera de la mente. Kant consideraba escandaloso que tal demostración jamás hubiera tenido éxito”9. El mundo externo se representaba en la mente de cada quien a modo de objeto. Sujeto y objeto eran dos entidades separadas una de otra. Leámoslo en palabras de Keeney: “la idea de que el ser humano está separado de su ambiente es una distinción epistemológica que subyace en la mayoría de nuestros pensamientos vinculados con la interacción humana. Esta particular indicación cobra múltiples formas, incluidas las de observador y observado, terapeuta, cliente, individuo y familia, teórico y clínico, subversivo y patrón, hombre y naturaleza”10. Esta separación del hombre respecto de su entorno hace ver al ser humano como un sujeto encerrado en sí mismo, que sale al encuentro del mundo, un sí mismo delimitado y separado de un ambiente que sólo le sirve de telón de fondo. El ambiente es lo otro, una entidad aislada con la cual el sí mismo interactúa. Keeney escribe: “esta relación se describe luego como un intercambio de acciones unilaterales: el hombre actúa sobre el ambiente, el ambiente actúa sobre el hombre.”11. Esta separación entre ambiente y ser humano ―que separa al hombre de su medio―, al trasladarse al campo de la terapia, necesariamente lleva a mirar al paciente como lo otro. Ese otro, debe ser visto de una manera especial, cumpliendo ciertas condiciones de validez. ¿Cuáles son esas condiciones? Que sea posible de ser visto bajo el prisma de la objetivad y que dicha objetivad cumpla con el rigor de la razón y de la ciencia. 8

Ortega y Gasset; ¿Que es filosofía?, Editorial Porrúa, México, p. 90 Dreyfus Hubert L.; Ser-en-el-Mundo, Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile, p. 271 10 Keeney Bradford; Estética del cambio, Editorial Paidós, Barcelona, 1991, p. 128 11 Keeney Bradford; Estética del cambio, Editorial Paidós, Barcelona, 1991, p. 129 9

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Que el pensamiento requiera ser racional para ser considerado serio y válido, no se pone en duda. Heidegger sostiene: “el pensar que no mide, que no calcula técnicamente es echado a un lado y hostilizado; no se le considera genuino pensar ni, por consiguiente, se le toma en serio; se le llama mera poesía o misticismo lleno de vaguedades”12. (Para mayor información ver la obra de Heidegger La proposición del fundamento o El principio de razón)13 Maturana, siguiendo otro camino explicativo pero en la misma línea de análisis, plantea: “cada vez que queremos convencer a alguien para que concuerde con nuestros deseos, y no podemos o no queremos usar la fuerza bruta, ofrecemos lo que llamamos un argumento objetivo racional. […] Lo hacemos así bajo el supuesto implícito o explícito de que lo real o la realidad es universal y objetivamente válido, porque es independiente de lo que hacemos, y una vez que es indicado no puede ser negado”14. En ese camino explicativo, la realidad universal ―que debe responder a la racionalidad―, sigue siendo la base sobre la que se crea o debería crear el conocimiento. Vivimos en la actitud de entender el mundo como un universo a descubrir por un sujeto, el hombre, capaz

de

objetivar los hechos y aplicarles a ellos el pensamiento racional La primacía de la subjetividad sustentada en el idealismo ha sido tan fuerte en el pensamiento occidental moderno que no “podemos hacernos la ilusión de superarla fácilmente”15. ¿Estamos los terapeutas sustentados en la idea implícita de subjetividad? ¿Nos damos cuento del riesgo que implica esa idea? ¿Cuántas veces vemos a alguien recién cesante diagnosticado de depresión? ¿Nos hemos detenido a reflexionar seriamente en ello?16

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Jorge Acevedo.; en: Heidegger M. Filosofía Ciencia y Técnica Prólogos de Francisco Soler y Jorge Acevedo. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2003, p. 96 13 Heidegger Martin La proposición del fundamento, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1991 14 Maturana Humberto; La objetividad. Un argumento para obligar; Editorial Dolmen, Santiago Chile 1997, p. 13 15 Ortega y Gasset José; ¿Qué es filosofía? Editorial Porrúa, México, 1997, p. 68 16 Ver, Zlachevsky A.M. (2004) La teoría de la vida humana en Ortega: fundamento de una visión no subjetivista de la psicoterapia. Tesis para optar al título de Magíster en filosofía. En Internet: Cybertesis. Universidad de Chile. Facultad de Filosofía y Humanidades

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El discurso modernista de la ciencia sustentado en el idealismo no sólo promueve la idea dualista sino, también, una idea jerárquica de un cliente que no sabe y un terapeuta que sabe. Cliente y terapeuta son vistos como entidades separadas, no como participantes que interactúan en conjunto en un espacio relacional. Leamos lo que escribe Anderson: “el aspecto relacional de la noción del individuo–en–relación pasa a segundo plano. El cliente, en tanto sujeto de indagación que no sabe, es liberado del problema”17 por el terapeuta, que sí sabe lo que le pasa, y lo sabe porque su intelección racional, su conocimiento de manuales-diagnósticos, posibilitan su saber. No obstante los años que llevamos tratando de que la psicología clínica sea científica no hemos llegado a lograr entender a cabalidad lo que es la psiquis. Hillman y Ventura, citados por Packman en el año 1992, escribieron: “We´ve had a hundred years of psychotherapy-and the world´s getting worse”18. ¿Qué tenemos que decir al respecto los viejos terapeutas? Opazo, parafraseando al epistemólogo Thomas Kuhn, se pregunta: “¿Cómo es posible que los científicos sociales tengan la misma cualidad intelectual, la misma viveza, creatividad y aptitud lógica que un físico, un químico o un biólogo contemporáneo, y su ciencia sin embargo no haya sido capaz de logros semejantes? La respuesta a la interrogante de Kuhn se desprende casi directamente: nuestro objeto de estudio es más difícil de conocer”19. ¿Será sólo eso? ¿Es posible en psicoterapia hablar de objeto de estudio? ¿En una sesión terapéutica el terapeuta es el sujeto que puede describir a cabalidad al paciente como objeto de estudio? Pienso que son preguntas difíciles que los terapeutas no hemos sido capaces de responder seriamente.

De la mónada a la interacción: una forma de entender diferente

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Anderson Harlene; Conversaciones, lenguaje y posibilidades, Editorial Amorrortu, Buenos Aires, p 66 Hemos vivido 100 años de psicoterapia y el mundo cada vez es peor Pag 64 19 Cecidep; Integraciones en psicoterapia, Ediciones Roberto Opazo,. Santiago de Chile, 1992, p. 43 18

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Anderson hace notar que “un puñado de teóricos y clínicos, se han ido sintiendo cada vez más desilusionados (aunque por diferentes motivos) con las limitaciones de la teoría, la práctica y la investigación modernista en el área de la psicoterapia”20. Pareciera que estemos frente al surgimiento de una forma de entender distinta que aquella que pretende explicar lo que le ocurre a las personas aferrados al paradigma idealista. En el ámbito de la psicoterapia el individuo requiere protagonismo, un protagonismo que no permite someterlo a leyes ni a aplicársele etiquetas al estilo del pensamiento paradigmático entendido como lo expone Brunner21. ¿Cómo podemos objetivar a quien mirándome a los ojos nos cuenta que su forma de vivirse la vida hoy le duele? El cuestionamiento del discurso terapéutico dual, centrado en un adentro y un afuera lleva décadas. Podríamos decir que se remonta a la época en que Von Bertalanffy, en un seminario de Filosofía en Chicago, que tuvo lugar en el año 1937, enuncia su teoría en forma orgánica. Invita a la comunidad investigadora científica a formular una teoría lógico-matemático integradora: la famosa Teoría General de Sistemas22. Esta invitación es recogida por algunos terapeutas básicamente psicoanalistas quienes, separándose de la ortodoxia comienzan a desarrollar sesiones de terapia con la familia, con los sistemas escolares, con lo que llamaron consultoría matrimonial y muchos más. Entre otros, es posible recordar al psiquiatra Murray Bowen23, quién, en la década de los 50, plantea la importancia que tiene la familia en la producción de los síntomas de alguno de sus miembros. La familia pasa a ser vista como un sistema compuesto de subsistemas e inserto en sistemas más amplios. Cualquier síntoma, ya sea físico o emocional, sería una prueba de una “disfunción familiar”, de esta manera, la patología del paciente 20

Anderson Harlene; Conversaciones, lenguaje y posibilidades. Un enfoque postmoderno de la terapia. op. cit. p. 69 21 Bruner, Jerome; (1998) pensamiento paradigmático y narrativo, en su obra Realidad mental y mundos posibles, Editorial Gedisa, Barcelona, p 23. 22 Ver Zlachevsky Ana María (1994) Teoría General de Sistemas, Apuntes UNIACC, Santiago de Chile 23 Zlachevsky O AM, Pena G. Lucía (1996) Murray Bowen, Apunte para el curso de Psicoterapia Sistémica, Universidad Central, Santiago de Chile

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podría comprenderse sólo en relación al sistema emocional del que, quien sufre, forma parte.

El concepto boweniano de masa yoica indiferenciada familiar

(oneness), si bien tiene un sustento psicoanalítico, permitió pensar en que la unidad de análisis para el terapeuta debería de dejar de ser el individuo para pasar a ser “el sistema emocional” del que forma parte quien consulta. De esta manera por primera vez se pone en duda la idea de que es el sujeto separado del ambiente quien enferma y se propone ver al individuo formando parte de un sistema mayor, la familia. Nace entonces rudimentariamente el movimiento llamado “terapia familiar”. Por esa misma época ―Ferreira elabora la idea de― mitos familiares y sugiere que en las interacciones entre los miembros de un sistema familiar está presente un intercambio de mensajes comunicacionales. Estos intercambios comunicacionales van dando lugar a secuencias de comportamientos de tal manera que la forma como los actores puntúan lo que está sucediendo en la interacción los ubica en distintos roles al interior del puzzle relacional de la comunicación familiar24. Las secuencias repetitivas de intercambios comunicacionales según Ferrerira, se perpetuarían en el tiempo, y aparece la idea de que la familia es un sistema gobernado por reglas. Si bien las reglas son metáforas acuñadas por el observador para describir las redundancias que observa en las transacciones comunicacionales o pautas repetitivas de conducta de la familia, ya la idea de linealidad del comportamiento pasa a no dar respuesta a lo que ocurre en un sistema familiar y emerge la idea de circularidad. Se requiere describir secuencias, por ejemplo: cuando la madre habla, el padre baja la vista, el hijo mira al padre y la madre habla más fuerte. La idea de circularidad empieza a reemplazar a la de relaciones causales.

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Zlachevsky O AM, Pena G. Lucía Mitos Familiares (1995) Apunte para el curso de Psicoterapia Sistémica, Universidad Central, Santiago de Chile

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Boszormenyi Nagy entra en escena y su idea de lealtades invisibles, sistema de deudas y méritos familiares, no deja a nadie indiferente, quedando sistematizadas en el modelo sistémico contextual que explicita en su libro Lealtadaes Invisibles editado junto a Spark, en 197325 . El grupo de terapia familiar más conocido en el Chile de entonces fue el de Palo Alto, uno de los centros donde el estudio de los sistemas tuvo mucho que decir. En realidad este grupo abarcó en la práctica a dos entidades diferentes pero íntimamente relacionadas. Una de ellas corresponde al equipo que formara el antropólogo y epistemólogo Gregory Bateson, llamado "Proyecto Bateson" (1952-1962). Dicho proyecto estaba orientado a investigar la naturaleza de la comunicación en términos de los distintos niveles de abstracción presentes en un proceso comunicacional. A ese proyecto llegaron a trabajar John Weakland, Jay Haley y Don Jackson. Este último es quien, en 1959, crea el Mental Research Institute (M.R.I.) de Palo Alto, ampliando al área clínica los trabajos específicamente referidos a la comunicación esquizofrénica planteados por Bateson. En 1960 se integrará a este grupo de trabajo Paul Watzlawick. Posteriormente, en 1967, el M.R.I. funda el Brief Therapy Center (B.T.C.), centro psicoterapéutico y docente, donde se desarrolla lo que hoy se conoce como el modelo de terapia breve sistémica. Jay Haley perteneció al M.R.I, pero luego de un tiempo se retiró a trabajar con Minuchin en Filadelfia para, finalmente, desarrollar su propia labor clínica en Washington junto a quien era entonces su esposa, Cloé Madanes. Desarrolló un modelo con métodos propios orientado a perturbar las estructuras familiares “anormales”, utilizando la metáfora cibernética para ello y haciéndose cargo de la importancia del poder en psicoterapia 26

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Boszormenyi Nagy (1994) Lealtades Invisibles, Editorial Paidós, Buenos Aires Ver Dell, Paul F. (1989) Violencia y la Visión Sistémica: el Problema del Poder, Family Process, Marzo de 1989. Vol 28, Número 1. Traducción de Zlachevsky Ana María; Pena Lucía, Apuntes de Clase.

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La cibernética también influyó en el enfoque estructural desarrollado en Filadelfia representado principalmente por los escritos de Salvador Minuchin, si bien también investigaban en esa línea Braulio Montalvo, Mauricio Andolfi y Harry Aponte. Minuchin y Fishman, acuñan el concepto de holón familiar en lugar de sistema. Ello en la medida que el término “holón” hace referencia a la noción de totalidad (holos), que al agregarle la partícula “on” (como protón o neutrón) da la idea de que esta totalidad está en constante movimiento. Proponen que la familia es un holón gobernado por reglas, con una gran capacidad para adaptarse e ir cambiando a través de las distintas etapas por las que atraviesa la familia. Esta adaptación les permite ser capaz de ir manteniendo su organización familiar. Para explicar como se produce este hecho utilizan la metáfora cibernética, siendo el concepto de feedback positivo y feedback negativo elaborado por Wiener el que les permite mostrar la tendencia a la estabilidad y el cambio. Para los estructuralistas un síntoma de algún miembro del holón familiar podría explicarse a través del concepto de feedback negativo. El síntoma es visto como un movimiento del holón para reorganizarse de tal manera de disminuir las diferencias y poder mantenerse siendo los mismos. Por supuesto, ello no sería producto de la voluntad individual de cada miembro del holón, sino producto de las reglas organizacionales que permiten la adaptación del sistema a los cambios, manteniendo su organización (totalidad, límites, jerarquía). Considerando que cada miembro del sistema no puede verse en acción en tanto es parte de un sistema mayor del que forma parte (así como el ojo no puede mirarse a sí mismo), quienes podrían describir lo que ocurre al holón familiar serían los terapeutas que por estar fuera del sistema tendrían acceso a entender las reglas de regulación de la organización familiar en términos de feedback positivo y negativo. Se podría decir que a esa altura del trabajo terapéutico la unidad de análisis cambió: del individuo pasó a la relación, pero la idea de control siguió estando presente. La modernidad no había abandonado el campo de la terapia

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familiar. Tanto es así que Jay Haley (1991), plantea que la terapia denominada “estratégica” no se refiere a un solo enfoque, sino que abarca a todos aquellos enfoques en los que el terapeuta es activo en influir directamente en el sistema consultante27. La metáfora cibernética permitió seguir pensando que el ser humano es susceptible de ser controlado. Si bien se abandona la idea de individuo como unidad de análisis, la idea de control no abandona la psicoterapia en su hacer. Digo en su hacer, dado que los trabajos de Bateson ya habían sido traducidos a distintos idiomas y sus investigaciones eran conocidas en el mundo de la terapia, pero la descripción de técnicas terapéuticas de los distintos enfoques lleva implícita la metáfora cibernética. La psicoterapia no quedó fuera de los adelantos de la ciencia, por lo que es posible decir, con Heidegger, que, el mundo científico se convirtió “en un mundo cibernético. El proyecto cibernético del mundo supone anticipadamente que el rasgo fundamental de todos los procesos mundiales calculables es el control [o comando] [Steuerung]”28. La diferencia con el paradigma científico lineal es que el control pasa a estar mediatizado por la transmisión de la información que le proveen los sistemas u holones al terapeuta. La regulación de los procesos, que va de ida y de vuelta, del sistema al terapeuta y viceversa en su relación recíproca, se produce como un movimiento circular. Este movimiento circular pasa a ser entendido como un círculo regulador de intercambio de información entre sistema consultante y terapeuta que permite la autoregulación, la automatización de un sistema que está en constante movimiento. En el mundo representado por la metáfora cibernética desaparece la diferencia entre la máquina automática y los seres vivos. Aún cuando Pask citado

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Para mayor información ver Haley, J. (1984) Terapia de Ordalía. Argentina: Edit. Amorrortu o Haley, J. (1990) Terapia para Resolver Problemas. Argentina: Amorrortu, 4ª reimpresión. 28

Heidegger Martin Conferencia de Atenas, Publicada en Interent, sitio Heidegger en castellano, Traducción de Bremo Onetto, p 6

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por Keeney29 distinga entre sistemas taciturnos (el de las máquinas) y sistemas orientados por el lenguaje (humanos), el lenguaje era entendido como un intercambio comunicacional o de información. El lenguaje, como dice Hidegger, fue expulsado de su comprensión fundamental y entendido sólo como medio de comunicación por lo que, como escribe el pensador de Friburgo, la información “es neutralizada en el proceso indiferenciado de la información. El proyecto cibernético del mundo, ´el triunfo del método sobre la ciencia`, hace posible una calculabilidad general y uniforme y, en ese sentido, universal, es decir: la dominación del mundo inanimado y animado”30. Esta idea permite afirmar que la ilusión de control no había abandonado la escena de la terapia familiar, por lo que es posible decir que todos aquellos enfoques que utilizan la Teoría General de Sistemas o la llamada Cibernética de Primer Orden están con fuerza arraigados en la modernidad.

Hacia una nueva epistemología William H. O’Hanlon y Steve De Shazer, junto a otros colegas, crean en Milwaukee, en 1978, el Centro de Terapia Familiar Breve (BFTC), conocido también como el modelo estratégico “centrado en las soluciones”. Este equipo comenzó su trabajo centrado en los problemas para ir derivando poco a poco hacia plantear la idea de que es necesario en terapia centrarse en las soluciones, acentuando los recursos de los pacientes. En lugar de identificar patrones de interacción en torno a la queja a fin de interrumpir la secuencia de comportamiento en el que el problema se alojaba (como lo propone el MRI), se orientaron a

identificar lo que funciona en el sistema y amplificar estas

secuencias de solución. (De Shazer, 1991). Por otra parte, en el año 1981 retornan a Chile los terapeutas Fernando Coddou y Carmen Luz Méndez, quienes fundan el Instituto de Terapia Familiar 29

Keeney, Bradford (1991) Estética del cambioEstética del cambio, Editorial Paidós, Barcelona Heidegger Martin (1967) Conferencia de Atenas, traducido por Onetto Breno en el sitio electrónico Heidegger en Castellano, p 6

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de Santiago, siendo uno de sus directores Humberto Maturana. Elaboran un modelo de terapia llamado sistémico en realidades consensuales que no sólo fue conocido en Chile, sino que trasciende los confines de nuestro país para ser reconocido incluso en lugares como Italia31. En esos confines europeos donde el “Modelo de Milán” también estaba dando un vuelco en su forma de concebir los sistemas familiares, haciendo realidad la epistemología batesoniana. De hecho, no es menos significativo el cisma, que por ese entonces, vive el grupo de Milán. En 1980 se separan Boscoso y Cecchin de Selvini Palazzoli y Prata, para trabajar con los sistemas observantes (conocido también como cibernética de segundo orden)32, creando un modelo donde “la terapia reconvierte en una creación común, entre terapeutas y clientes, de ‹‹historias›› alternativas y atribuciones de nuevos significados a la realidad compartida”33 . Las ideas de objetividad entre paréntesis, de sistemas autopoyéticos, de multiverso, empiezan a invadir la escena del movimiento de la terapia familiar. El terapeuta empieza a ser entendido como formando parte del sistema consultante. En Chile, las cosas evolucionan relativamente poco en este periodo, fueron tiempos de controlados cambios. La terapia familiar no fue una excepción y apareció por entonces ligada a vertientes normalizadoras y muy centrada en la idea del poder del terapeuta. Las bibliografías y las visitas de connotados terapeutas fueron todas en la misma línea estratégico-estructural y la formación de post título en este sentido no escapaba a esta realidad. A fines del año 1992 visita Chile O´Hanlon quien dictó una conferencia organizada por la Universidad de Chile. En esa conferencia planteó que la terapia orientada a las soluciones se basaba en dos principios que alejaban a la psicoterapia del paradigma científico y cibernético, el Principio de Incertidumbre de Heisenberg y el Principio de Pigmalión. 31

Bertrando, P Toffanetti (2004) Historia de la terapia Familiar, Editorial Paidós, Buenos Aires, p 237, 367 32 Bertrando, P Toffanetti (2004) Historia de la terapia Familiar, Editorial Paidós, Buenos Aires 33 Bertrando, P Toffanetti (2004) Historia de la terapia Familiar, Editorial Paidós, Buenos Aires,p. 256

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Tanto el proyecto del ITF como la venida de O`Hanlon a Chile permiten empezar a discutir seriamente el hecho de que en el hacer clínico el terapeuta tiene algo que ver y, por lo tanto, las operaciones de distinción que realiza requieren ser tomadas en serio. Se inicia un camino distinto en la reflexión de la llamada terapia familiar. Ya no sólo la unidad de análisis cambia desde el individuo al sistema relacional sino que se empieza a incluir los ojos del observador en las distinciones que el terapeuta realiza, lo que trajo aparejado una nueva concepción epistemológica, que fue bautizada con distintos nombres entre los

que

vale

la

pena

mencionar,

constructivismo,

construccionismo,

bringforthismo,34 objetividad entre paréntesis En el ámbito de la terapia familiar chilena se empieza a cuestionar en forma más generalizada la metáfora del poder y del control. Autores como Varela, Maturana, Von Glasserfeld, Von Foester entre otros pasan a ser lectura obligatoria de los distintos cursos de formación de psicoterapeutas. Por otra parte la psicoterapia empieza a acercarse a otros campos del conocimiento como la literatura, el construccionismo social, el constructivismo, la teoría biológica del conocimiento, la politología y la sociología, entre muchos otros. Con estas nuevas formas de entender, la ciencia –en el sentido de la ciencia o razón naturalista35 –, va quedando atrás, e ingresan con fuerza estas nuevas aproximaciones a la psicología clínica. Se comienza a hablar del polémico movimiento que François Lyotard en el año 1979 había bautizado como postmoderno. Para Anderson, la postmodernidad “significa una crítica, no una época, […] designa una ruptura de una orientación filosófica que se aparta de la tradición moderna. [...]. Si bien sus raíces pueden encontrarse en el pensamiento existencialista tardío, el posmodernismo no logró reconocimiento hasta la década de 1970. No está representado por un autor en particular ni por un concepto 34 35

Tomm Carl (1988) “Intending to ask lineal, circular or reflexive question?” Family Process, vol 27 Véase, de Ortega, Historia como sistema, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pp. 73 ss.

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unificado; es un coro polifónico de sonidos interrelacionados y cambiantes, de los que cada uno expresa una crítica del modernismo y una ruptura con éste. El pensamiento postmoderno, a menudo ligado al postestructuralismo, y usualmente asociado con los escritos de los filósofos Jacques Derrida (1978), Michel Foucault, (1972), Lyotard (1984), Richard Rorty (1979) y Wittgenstein (1961), representa ante todo un cuestionamiento y alejamiento de las meta-narrativas fijas, los discursos privilegiados, las verdades universales, la realidad objetiva, el lenguaje de las representaciones y el criterio científico del conocimiento como algo objetivo y fijo. En suma, el postmodernismo rechaza el dualismo fundamental (un mundo real externo y un mundo mental interno) del modernismo, y se caracteriza por la incertidumbre, la impredecibilidad y lo desconocido”36. Por otra parte las obras de Heidegger (Ser y Tiempo, 1927) y Ortega y Gasset (Meditaciones del Quijote, 1914) si bien llevaban tiempo siendo discutidas en el ámbito de la filosofía ingresan al escenario de la psicoterapia, básicamente producto del doctorado en psicología que imparte la Universidad de Chile donde se desempeñan como docentes filósofos especialistas en esos autores que los dan a conocer. Hoffman, reflexionando sobre la situación actual de la psicoterapia, sostiene: “como consecuencia, la disciplina se encuentra al borde de una división filosófica. Por un lado tenemos la postura tradicional o ‘moderna’, basada en las pretensiones de objetividad de la ciencia moderna. Por el otro, tenemos una postura ´postmoderna`, según la cual la realidad, en cualquiera de los sentidos complejos que le dan los seres humanos, nunca se encuentra ahí afuera de un mundo inmutable, independiente de nuestra forma de conocer”37. Para Anderson, el paisaje postmoderno en psicoterapia se apoya en dos perspectivas interpretativas: la hermenéutica filosófica contemporánea y el 36

Anderson Harlene; Conversaciones, lenguaje y posibilidades. Un enfoque postmoderno de la terapia, op. cit. p. 69 37 Hoffman Lynn; “Postmodernismos y Terapia Familiar”, revista Sistemas Familiares. Año 14, Nº 1, Buenos Aires, 1998, p. 35

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construccionismo social. Como sostiene dicha autora “si bien ambas perspectivas evidentemente no cubren todo el espectro del saber psicológico actual, permiten reflexionar en torno a lo planteado. Una y otra perspectiva cuestiona la aplicación de las explicaciones tradicionales de las ciencias físicas y naturales al análisis de los sistemas humanos y consideran que la «precomprensión» inherente a tales explicaciones no permite apreciar la complejidad de lo humano. Ni la una ni el otro ofrecen un «marco teórico sistemático, con su correspondiente metodología». (Semian, 1990, pág.151); en cambio los dos presentan un marco para la crítica de los conceptos modernistas, y una alternativa”38. El Construccionismo social, según la misma autora, implica la idea de que: “el contexto es conceptualizado como un dominio multirrelacional y lingüístico, donde las conductas, los sentimientos, las emociones y las comprensiones son comunales. Ocurre dentro de una pluralidad compleja y en constante cambio de redes de relaciones y procesos sociales, y dentro de dominios, prácticas y discursos locales más amplios”39. El construccionismo social pone el acento en la organización de significados compartidos que configura una red de conversaciones que está a la vez inserta en una red mayor de significados, la que puede ir ampliándose hasta llegar a la macro red de significaciones que conforma la que la propuesta social nos impone, la de las verdades normalizadoras (sistema de creencias y sistema de usos sociales, podríamos decir, en la terminología de Ortega). El construccionismo social y la hermenéutica tienen ciertas similitudes. Ambos examinan los supuestos que mueven a las creencias y prácticas cotidianas: cómo producimos y comprendemos a los individuos y las instituciones sociales; cómo participamos en lo que creemos, vivenciamos y

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Hoffman Lynn; “Postmodernismos y Terapia Familiar”, op. cit., p. 35. Anderson Harlene; Conversaciones, lenguaje y posibilidades:, Un enfoque postmoderno de la terapia, op. cit., p. 80

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describimos (Giddens, 1984). Ambos comparten una perspectiva comprensiva que acentúa el sentido ―sentido construido, no impuesto―”40. Pero sin lugar a dudas ambas perspectivas tienen en común otra idea que a mis ojos es central, la idea de que el “self” o identidad personal, como una entidad estable, como un núcleo preexistente y coherente en el tiempo, no existe. El individuo siempre emerge en interacción. Se desplaza la visión de considerar la morada del problema en el individuo, hacia una visión centrada en la descripción de las redes de significados compartidos por los individuos. Esta forma de entender lo humano ubica “lo psicológico” en el espacio de las relaciones, poniendo el acento en lo contextual. El rol del otro pasa a ser central, en la medida que lo que yo soy surge en la interacción del otro conmigo y de yo con el otro. Indudablemente, este tipo de pensamiento ha desplazado la visión de que lo que el individuo es, o cómo se comporta, está al interior de la persona. Lo que el psicólogo observa no es lo que le ocurre al individuo en su interior, sino lo que ocurre “entre las personas”, en esa danza conjunta en la que se entrelazan los distintos comportamientos en forma consensual, dando origen a conversaciones compartidas por los sistemas involucrados. Moreno se pregunta ¿Puede un cerebro pensar?, citando a Bateson se responde “no, lo que puede pensar es un cerebro que está dentro de un hombre que es parte de un entorno”41. En otras palabras sin entorno, sin otros con quienes interactuar no sería posible lo psicológico. En el contexto internacional, específicamente en el ámbito europeo, el cuestionamiento de lo monádico (y lo cientificista) es bastante fuerte y agrupa a grandes pensadores, en Chile continua existiendo una imperante idea del sujeto como constructor de realidad. Los modelos sistémicos, aún cuando, en lo teórico 40

Anderson Harlene; Conversaciones, lenguaje y posibilidades:, Un enfoque postmoderno de la terapia, Editorial Amorrortu, Buenos Aires op. cit, p. 72 41 Moreno Daniel; (1997) “¿Podríamos no hablar de salud mental?” op. cit., p. 95

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o en la bibliografía, tienden hacia una epistemología no realista ello no se traduce en las intervenciones a nivel de los consultorios públicos. En dichos consultorios la gran mayoría de terapeutas continúa interviniendo desde lo normativo, manteniendo la relación de poder sobre el consultante, centrando su hacer en una psicoterapia centrada en la reparación, en la homogeneización y en la higiene social vista desde la producción. Un ejemplo que a mis ojos es bastante clarificador es el modelo de intervención para la depresión impuesto por el plan Auge, que es ampliamente criticado en las conversaciones de pasillo pero sigue siendo una buena forma de completar las estadísticas de salud mental.

Hacia una ontología de lo psíquico: el lenguaje como morada del ser Si llevamos esa lógica al extremo podríamos decir que los intercambios comunicacionales con los otros y con el entorno y que dan origen a las distinciones que cada uno hace, se hacen siempre desde y a través del lenguaje. De esta manera, el lenguaje cobra su rol protagónico para entender “lo psìquico” Echeverría, nos recuerda que los signos, los objetos, los eventos y las acciones son constituidas como tales en el lenguaje. En cuanto tales, no existen por sí mismos. Lo que una cosa sea en sí misma jamás se sabrá, lo que sea para una persona determinada depende de la distinción lingüística que la persona realice. Esa distinción lingüística se hace siempre en y desde el lenguaje42. El lenguaje como fenómeno biológico, en el decir de Maturana, es un proceso que no tiene lugar en el cuerpo (sistema nervioso) de los participantes, sino que ocurre en el espacio de coordinaciones conductuales consensuales que se constituye en el fluir de los encuentros corporales recurrentes que acontecen con otros43. La concepción de lenguaje que se utiliza no se relaciona con un lenguaje que “describe” el mundo interno de la persona sino que es producto de las 42

Echeverría Rafael (1995) La 0ntología del lenguaje, Editorial Dolmen, Santiago de Chile, p. 49 y ss Maturana Humberto; (1997) La objetividad. Un argumento para obligar, Editorial Dolmen, Santiago de Chile.

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acciones entre las personas, “las coordinaciones relacionales” entre los individuos que comparten significados,

los que han sido de alguna forma

construidos en conjunto por aquellos que conforman un sistema social. Incluye tanto la palabra como los gestos, las posturas corporales, las miradas, es decir, todas las acciones consensuadas, siendo parte de ello lo “no dicho”. Los seres humanos vivimos y nos construimos en un mundo lingüístico con esas características. Como planteaba Heidegger, “habitamos en el lenguaje”44 Podemos citar distintos autores que refieren a lo mismo y decir con Nietzsche, “el lenguaje es una prisión de la cual no se puede escapar”,45 o, con Gadamer, “no hay nada fuera del lenguaje o, si lo hay, no es posible conocerlo”46. Esta idea de hacernos cargo del lenguaje de esta manera permite pensar que la ontología de los psíquico está en el lenguaje. Leámoslo en palabras de Echeverría: “no sabemos como las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos”47. Una rosa es una rosa en el “decir rosa”, lo que sea en sí, independiente del lenguaje, no lo sabemos. (Echeverría) En síntesis, hoy podríamos afirmar que la Psicoterapia sistémico cibernética ha evolucionado a otra forma de comprensión, una que se hace cargo del problema ontológico de lo psíquico, afirmando que el ser del ser humano no es el de un animal racional sino que lo que hace la diferencia de lo humano es, en palabras de Heidegger, que “el lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre”48 Si aceptamos que la ontología de lo psíquico mora en el lenguaje, podemos decir que está emergiendo una nueva comprensión en el ámbito 44

Heidegger Martin: Carta sobre el humanismo. En Martin Heidegger, Hitos; Alianza Editorial, 1ª reimpresión, Madrid, 2001, p. 259 45 Nietzsche Friedrich Obras Completas, Editorial Aguilar, Buenos Aires 46 Gadamer Hans-Georg 1977 Verdad y Método Ediciones Sígueme, Salamanca, Traducción de Ana Aguad Aparicio y Rafael de Agapito, p 567 47 Echeverría Rafael (1995) La 0ntología del lenguaje, op. cit., p. 39 48 Heidegger Martin: Carta sobre el humanismo. En Martin Heidegger, Hitos; Alianza Editorial, 1ª reimpresión, Madrid, 2001, p. 259-

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terapéutico, la de los enfoques narrativos, en el sentido lato del término. Lo que a mis ojos, estos enfoques tienen en común son las ideas que a continuación señalo: 1.

Los seres humanos somos y existimos en el lenguaje. No tenemos el

lenguaje en nosotros sino que estamos en el lenguaje “como un pez está en el agua” (Anderson, 1996). Las palabras van formando nuestras formas de significar que va dando lugar a nuestra manera de vivir. Los significados compartidos van configurando organizaciones de significados compartidas, las que a su vez van dando lugar a narrativas. Una narrativa es un sistema de significados compartidos constituido por actores o personajes, que incluye un guión, un escenario y un sentido. “El foco de atención de la terapia son las historias alojadas en el espacio virtual de la conversación entre los personajes” (Sluzki, 1996). 2.

Todo sistema terapéutico se distingue por el desarrollo de un significado

co-creado, “el problema”, que no es otra cosa sino la forma como las personas significaron y definieron los hechos. Aquello que hace sufrir y tiene atrapado al sistema consultante involucra a todos los actores que comparten los significados en el dominio de existencia en el que el dolor está alojado. De tal manera que el problema tiene sentido en el dominio de existencia que el sistema consultante defina como tal. La relación terapéutica es una co-construcción que se da en la danza de la interacción entre terapeuta y sistema consultante. 3.

En la medida que los sistemas humanos son sistemas lingüísticos, es decir

generadores de lenguaje y generadores de significado, quienes mejor pueden describir lo que les ocurre son aquéllos que participan en la co-construcción de esos significados. En el caso de quienes consultan, son ellos quienes definen lo que los trae a consultar, es decir son ellos, desde ellos, los que deciden qué quieren cambiar y qué quieren mantener. El terapeuta jamás sabrá más que el sistema consultante respecto de cómo le o les pasa la vida. 4.

El rol del terapeuta es el de un artista convencional, cuya pericia radica en

hacer preguntas. Preguntas que gatillen en el sistema consultante reflexiones

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alternativas, congruentes con las creencias y modo de ver el mundo de ellos. Es decir, congruente con su sistema de significados. Estas explicaciones alternativas, permiten ver lo que les está ocurriendo desde una óptica diferente; una óptica que no incluya en su explicación “el dolor” o molestia que los motivó a consultar. Las explicaciones alternativas llevan a la co-construcción de nuevas narrativas y, por lo tanto, de narrativas más “felices”, en el mejor sentido de la palabra. 5.

El poder de transformación de esta nueva forma de ver, de esta nueva

narrativa reside en la posibilidad de “re-relatar”, de deconstruir los hechos de sus vidas, en el contexto de un significado nuevo y distinto. No se quiere decir con lo expuesto que es simple cambiar una explicación, ya que la obligatoriedad de la propuesta social se impone y no tenemos un número ilimitado de posibilidades o de alternativas para nuestras creencias, pero a lo menos tenemos acceso a más de una forma de ver e interpretar los acontecimientos existenciales que nos toca vivir o nuestra propias creencias sobre lo que necesitamos para estar bien. 6.

El terapeuta no es un experto que sabe lo que le ocurre al sistema

consultante, sino que es un experto en hacer preguntas desde una perspectiva de “no saber”, de curiosidad por el mundo del otro. No sabiendo dónde, cómo y cuándo le duele, lo que le duele al sistema consultante, lo único que puede hacer es preguntar, no dar nada por supuesto y tratar de no caer en la trampa de adivinar los significados de quienes vienen a consultar. “No acusa a nadie de no ser como debiera ser según nosotros.

Primero, porque nadie ´debe ser` de

ninguna manera, ya que como sea dependerá de cómo y con quien viva y de las circunstancias de ese vivir”49. No se comporta como experto que sabe “lo que” le ocurre al otro, ni menos aún diagnostica. La ideas anteriormente expuestas permiten afirmar que el relato de cada persona es único y los significados que le atribuye a los acontecimientos van a depender de la forma particular en que cada persona signifique los 49

Maturana 1992 El Sentido de lo Humano. Ed. Hachette. Santiago de Chile.

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acontecimientos que está relatando. Esta forma particular de significar los acontecimientos depende, en gran medida, del sistema u organización de significados que fue adquiriendo a lo largo de la vida, en el convivir con otros, en los espacios de encuentros y desencuentros distinguidos en el lenguaje que tuvo o tiene con otros (lo que se dice, no se dice, cómo se dice, a quien se le dice, cuando se le dice o no, que proxémica es aceptable, etc. ,,, ). Para poder contar nuestra vida, dándole sentido al relato y para que otros nos entiendan, inevitablemente se requiere un razonar sistémico en el sentido de que se requiere poder mostrar las relaciones entre los personajes como el protagonista la entiende y cómo formaban parte de la historia a contar. Quién es quien, qué rol juega en la historia, dónde transcurren los acontecimientos que se están relatando, qué hizo el o ella cuando yo hice, qué hice yo cuando él o ella hizo esto o aquello. Como en una pieza de teatro, cada personaje ejecuta su papel y sigue un guión del que no es consciente pero que sabe interpretar a la perfección. Los acontecimientos que van transcurriendo, van teniendo sentido o significación en el argumento total de la historia. Una historia que aparece ahora con un sentido temporal con protagonistas centrales y secundarios, según lo entienda quien relata los acontecimientos. El sistema u organización de significados, que va "emergiendo" en la convivencia conjunta con otros, permite, al relatar los hechos, ordenarlos, incluirles secuencias temporales, organizadas sobre la base de una coherencia hilvanada lógicamente. Ello configura la trama invisible de la narrativa sobre la cuál cada personaje significa sus acciones y de la de los demás en cada dominio de existencia. Cuando alguien viene a consultar como sostienen Gergen K., y Kaye J.: “casi siempre es la historia difícil, desconcertante, dolorosa o iracunda de una vida o de una relación ya arruinadas. Para muchos se trata de una historia de hechos calamitosos que conspiran contra su sensación de bienestar, de autosatisfacción, de eficacia. Para otros, la historia suele aludir a fuerzas

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invisibles y misteriosas que se introducen en las organizadas secuencias de la vida para perturbar y destruir. Y para algunos es como si, en su ilusión de saber cómo es, cómo debería ser el mundo, hubieran tropezado con dificultades para las que su relato preferido no los había preparado”50. La historia tiene que ver con otros, se aloja en alguno de los distintos dominios de existencia en el que nos desenvolvemos y, por lo tanto, tiene con esos otros una organización de significados co-construida en y desde el lenguaje a lo largo de la vida que es para él, ella o ellos “su realidad”. La persona que consulta viene con un cuento de cómo ve y distingue lo que le o les pasa y con una idea de: Cómo debería

Quién o quiénes

hacerse algo en

son los personajes se hace o

un dominio de existencia.

que deberían hacerlo

Dónde piensa que

debería hacerse

Para qué se hace lo que se hace, cuál es la finalidad que tiene el hecho que se está relatando.

La labor del terapeuta, a mis ojos, pasa ahora a ser una labor de coconstrucción de la historia que trae el consultante, tratando de entender cómo la o las personas significan los acontecimientos que nos relatan, cuál es la historia que se cuentan. Cómo es que esa historia se destaca de las demás. Sabiendo que los significados que se escoge relatar son fragmentos específicos que están insertos en un sistema de significación mayor y que la vida del consultante es mucho más que la que escoge contarnos.

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Gergen Kenneth, Kaye John (1996) La Terapia como Construcción Social, Editorial Paidós, Buenos Aires, p. 199

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Lo expuesto no pretende ser un relato acabado que lleva una secuencia temporal exacta de las ideas sistémico cibernéticas. Probablemente quedaron fuera una gran cantidad de escuelas y de modelos intermedios. Lo que se pretendió es mostrar cómo el enfoque que un día se llamó sistémico, hoy está siendo bautizado como narrativo y cómo este entendimiento se hace cargo de entender la ontología de lo psíquico en el espacio relacional del lenguaje, en el que el individuo, no sólo es una construcción lingüística, sino “también una construcción social”51. La psiquis que un día estuvo vista dentro de la cabeza hoy empieza a verse “entre” las personas, personas que conversan de una cierta manera, que se cuentan la vida de una cierta forma y que pertenecen a una comunidad interpretativa que el terapeuta debe respetar. Si bien creo que la terapia, como el arte, desde el ángulo que se le mire, no es enseñable, sí se puede facilitar que quienes quieran aprender este difícil y apasionante oficio, aprendan a pensar por ellos mismos, en especial su propia concepción de “lo psíquico”. El espacio terapéutico a mis ojos es un encuentro único entre el terapeuta que hará todo lo posible por ayudar a quien consulta y el consultante, que por alguna explicación que sólo él o ella conoce, nos eligió. Estando en ese espacio único elegimos la mejor herramienta que desde nuestro buen entender tengamos a la mano para ofrecérsela a quienes nos consulten de modo que su propio sistema reflexivo de creencias les permita una nueva explicación, y así puedan dejar de sufrir a la brevedad. En palabras de Gergen y Warhuus, “se invita al terapeuta a enriquecerse con el dominio total de la inteligibilidad terapéutica, a hacer uso de todo lo que le sirva en su contexto inmediato. En ese sentido, no existe un solo método de hacer terapia sino tantos como terapeutas existan52. 51

Echeverría R. (1995) La ontología del lenguaje, op. cit. p. 54 Gergen Kenneth, Warhuus Lisa (2001) “La terapia como construcción social. Dimensiones, deliberaciones y divergencias.” Rev. Sistemas Familiares Año 17 Nº 1. Buenos Aires p., 13

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