Historia de la Arqueología del Mundo Clásico

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Descripción

ÍNDICE 1. La Arqueología clásica desde la Antigüedad hasta el Barroco - Pablo Calvo.

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 1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad.

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 1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media.

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 1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco.

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 Bibliografía.

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2. La Arqueología clásica en el siglo XVIII - Álvaro Escudero.

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 2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias.

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 2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour.

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 2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya.

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 2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti.

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 Bibliografía.

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3. La Arqueología clásica en el siglo XIX - Diego Latorre.

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 Independencia griega

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 Escuela Francesa en Atenas

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 Instituto di Correspondenza Archeologica en Roma

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 Asia Menor

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 Heinrich Schliemann

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 Bibliografía.

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4. La Arqueología clásica en el siglo XX - Javier Gómez.  4.1. Creta y la cultura minoica.  4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon.  4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma.  4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología.  Bibliografía.

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1. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL BARROCO Pablo Calvo Greciano. 1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad. 1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media. 1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco. 1.1. La Arqueología clásica en la Antigüedad La Arqueología no nace hasta la segunda mitad del siglo XIX, antes no existía. Aún así, tenemos bien atestiguado que en la Antigüedad hubo interés por lo arcano, comenzando en Grecia el camino hacia la aparición de la Arqueología. Desde el período áureo Grecia había quedado salpicada de ruinas, objetos, y obras artísticas y literarias, y también fortificaciones, palacios y enterramientos de la antigua civilización micénica, que entró en decadencia a finales de la Edad de Bronce (hacia los siglos XIII-XII aC). Bajo la idea de que todo tiempo anterior fue mejor, pequeñas comunidades se establecieron en las ruinas de las acrópolis aqueas de Micenas, Atenas… tratando de conservar esas edificaciones con una historia legendaria y remota que, reclamando así unos antepasados privativos, consolidaba la identidad de la comunidad, su legitimidad sobre un territorio. Los objetos antiguos cuanto más arcanos fueran más cercanos estaban del contexto legendario de una cultura, lo que le dotaba de poderes mágicos, que se transmitían a su portador, el cual los lucía conociendo la distinción que estos le daban frente a los demás. Así lucían reliquias y huesos de semidioses, que se trataba de huesos de mamuts y otros animales prehistóricos, que debido a sus enormes dimensiones concordaba con el tamaño que pensaban tenían los de los héroes, cíclopes o gigantes, ya que, por ejemplo, el cuerpo de Aquiles medía casi cinco metros y un dedo de Hércules tuvo que ser sepultado en un túmulo. Los santuarios helenos eran receptores de distintos tipos de objetos, que asociaban con lo sagrado y con el pasado y la identidad de la ciudad. Los hechos fortuitos llevaban a los más sorprendentes hallazgos. Los romanos protegieron con leyes su patrimonio monumental, como con la Lex Sepulcri, que castigaba a quienes quitasen los paramentos de los monumentos funerarios con el fin de su reaprovechamiento para otras construcciones públicas o privadas, ya que la depredación deliberada de objetos y edificios del pasado estaba a la orden del día en la Antigüedad. Así, el coleccionismo hizo que se produjese la búsqueda de objetos del pasado entre los escombros de antiguas ciudades muertas. Los romanos, que destacaron por su coleccionismo, atesoraron cientos y cientos de obras de arte griegas de todas las cronologías provenientes del pillaje 2

fomentado por los generales de Roma. Así empezó a crecer la preocupación porque los cada vez más usuales expolios patrimoniales borrasen el pasado histórico de los pueblos, y aparecieron los cronistas viajeros, interesados en las civilizaciones, gentes y costumbres del pasado, investigando y escribiendo sobre ellas a través del trabajo de campo, como Pausanias en el siglo II dC, quien describió lugares, obras de arte y monumentos de Grecia condenados a desaparecer. Aún así esto no dio impulso a la aparición de una disciplina arqueológica. Los romanos buscaban la localización ya no sólo de personajes míticos y heroicos, como pasaba en Grecia, sino que localizaban las tumbas de personajes históricos relativamente modernos , movidos por la nostalgia y el respeto intelectual. A partir del siglo IV dC las invasiones de los pueblos germánicos fueron la calamidad que se abatió contra la cultura, ideales y patrimonio del mundo clásico, originándose pillajes a gran escala del caudal patrimonial del Imperio Romano. A esto se le sumó la oficialización del cristianismo como religión oficial del Estado, prohibiéndose la realización de los rituales y sacrificios de los adoradores de los dioses olímpicos, orientales, los fenómenos naturales, los astros… y la consiguiente destrucción de las obras de arte, imágenes, templos y exvotos relacionadas con ellas. También tenemos bien atestiguada la cristianización de monumentos prehistóricos en las regiones romanas. Otro golpe que sufrió el contexto helénico lo llevó a cabo el emperador bizantino Justiniano en el año 529 dC cuando mandó la disolución de la Academia Neoplatónica de Atenas, y sus libros, además de cientos de pinturas, y esculturas de dioses se quemaron públicamente en el anfiteatro de Constantinopla. 1.2. La Arqueología clásica en la Edad Media. En la Edad Media se encontraban por doquier en toda la geografía europea los templos, arcos honoríficos, basílicas, mosaicos, estatuas… En torno a las edificaciones romanas se fue creando una esfera de misterio, que distorsionó su realidad histórica. La gente del vulgo europeo tenía la visión de Roma como un gran cementerio plagado de tesoros ocultos. Las distintas facciones nobiliarias luchaban en la ciudad medieval de Roma por prevalecer unas sobre otras, por lo que las edificaciones clásicas con dimensiones apropiadas se reformaron, fortificaron, alteraron y amurallaron con fines defensivos. Esto debió salvar muchas construcciones romanas de ser destruidas y despojadas de sus piedras y mármoles. A parte de esto, en el año 376, los emperadores Graciano, Valente y Valentiniano, prohibieron a los constructores que los materiales con los que edificasen las casas provinieran de monumentos y Teodorico, rey de Italia entre el año 494 y 526, promulgó leyes que abogasen por la inmutabilidad de las construcciones arquitectónicas antiguas. Resulta curiosa también 3

la aparición de un “anticuariado” oficial al dar libertades de excavación a los individuos que conociesen la ubicación de tesoros ocultos, siempre y cuando lo hicieran acompañados de testigos y entregando el oro y la plata encontrado a las arcas. A parte de todo esto los propios dirigentes y mandatarios llevaban a cabo también depredaciones sobre el patrimonio del pasado. Las basílicas cristianas eran grandes escaparates del arte y cultura material de la Antigüedad clásica (los muros se recubrían de coloridos mosaicos y mármoles, en los sarcófagos labrados con gran maestría se enterraban miembros de la aristocracia y la realeza, las bañeras termales y urnas funerarias se reutilizaron como pilas bautismales y pilas de agua bendita, los relicarios y cálices se enjoyaban con camafeos y gemas de factura romana… Las estatuas clásicas, sin embargo, corrieron una peor suerte, ya que se pensaba que fueron realizadas por demonios y por ellos poseían poderes sobrenaturales y mágicos, y así fueron destruidas para realizar cal, armas, monedas… La búsqueda y recuperación de reliquias de mártires y santos constituyó también una destrucción del patrimonio arqueológico donde se encontraban, asemejándose éstas a las de los héroes y semidioses en la Antigüedad. En esta época el método de interpretación arqueológica retrocedió respecto al de los estudiosos de la Antigüedad, como Tucídides. Lo que distinguió la Edad Media fue la visión de que el apropiarse de acontecimientos históricos lejanos, traía grandes beneficios políticos, religiosos y sociales, para lo cual eran necesarios los estudios anticuarios. Entre los siglos IX y XV Europa retornó a la romanidad en diversos campos, por ejemplo, en el ámbito político, en la creación de gran reino, el franco, que reclamó la reinstauración del Imperio Romano de Occidente, la Renovatio Romani Imperii. Carlomagno excavará en la Ciudad Eterna y Rávena en busca de capiteles, columnas y otros elementos de mármol con los que engalanar Aquisgrán, la capital, y otros puntos como la abadía de Aix la Chapelle. Los artistas carolingios tomaron aspectos del arte romano en su producción, como la fabricación de esculturas en bronce o la producción de mosaicos. Al morir el emperador fue enterrado en un sarcófago clásico, y además de ser tratado como santo, reliquia y curiosidad anticuaria, se le usó como símbolo justificante del poder de reyes y emperadores en Occidente. Habrá que esperar hasta los siglos XVIII y XIX para extirpar los aspectos fantásticos de la historia y de la arqueología, aún así los escriptorios monásticos de la época altomedieval iniciaron el trabajo de recopilación, de traducción y de copia de manuscritos y códices latinos y griegos, inauguradores de los estudios filológicos aún por venir. Así los eclesiásticos y otros sabios medievales fueron activos difusores de la cultura grecorromana, traduciendo asimismo los epígrafes ubicados en las iglesias. A parte de esto, a lo largo del siglo XII se dieron los 4

primeros pasos del coleccionismo de antigüedades clásicas. Tan al orden del día estaba el amor por el pasado clásico, que Federico II, fallecido en el año 1250, no sólo se había aficionado por la compra y coleccionismo de antigüedades y había tomado del mundo romano la moneda, arquitectura y la iconografía, sino que realizó excavaciones para sustraer más piezas para su colección. Se desarrolló así también una corriente de poetas que con su lírica ensalzaban la gloria del pasado, como Petrarca (1304-1374), humanistas incipientes que se diferenciaron de los sabios que les precedieron, y tomaron como método de aproximación crítica el viaje de estudios para observar relieves narrativos, inscripciones… 1.3. La Arqueología clásica en el Renacimiento y Barroco. El Renacimiento se entiende por la llegada de intelectuales griegos a Italia en 1453, que huían de la conquista de Constantinopla, quienes detonaron el sentimiento generalizado de fervor por la civilización grecorromana. En el siglo XV a los esfuerzos de filósofos por recuperar aspectos de la Antigüedad clásica como la lengua, su literatura, su retórica… se le sumó el interés por la escultura, la arquitectura, las monedas y la epigrafía. Aún así esta Arqueología primitiva que empezó a desarrollarse tenía un carácter marcadamente destructivo. Roma a comienzos de este siglo no se la podía llamar ciudad (barrios abandonados, pobreza, ausencia de leyes…). Una de sus causas fue que perdió la capitalidad de la cristiandad a favor de Aviñón, y que con su regreso, comenzaron las obras de revitalización del entramado medieval para dar mejor aspecto a la ciudad. Para levantar nuevos palacios e iglesias eran precisos los materiales, y para ello era preciso, o bien reutilizar estructuras preexistentes, o bien tirarlas para reaprovechar su piedra. Los papas daban permiso a los constructores para derribar edificios a cambio de material, y el papa Paolo III dio permiso de excavaciones en el lugar que quisieran para la extracción de materiales y así agilizar la construcción de la basílica vaticana. A pesar de ello 1a capital cristiana se convirtió en el foco del movimiento renacentista de amor a la Antigüedad, el gusto por el coleccionismo y la disciplina anticuaria. Los estudiosos de las ruinas de esta ciudad, fueron artistas que buscaban el sentido utilitario de cada una de las edificaciones, de lo que derivó la arqueología renacentista, que se interesó por los estilos decorativos, los sistemas de proporciones, las reglas que guardaban sus estructuras, el cuestionamiento del pasado, e incluso la búsqueda de nuevos métodos para conseguir antigüedades. El nombre de anticuario se le aplicaba tanto a los humanistas de cierta celebridad, estudiosos al cargo de grandes colecciones, y a aquellos inmersos en la compraventa exitosa 5

de antigüedades. Esta doble polaridad de significados mezcla a los estudiosos de la Antigüedad por conocimiento, de los que lo hacían para saber a qué precio comerciar las antigüedades. En el mercado de éstas también se encontraban escultores, artesanos, orfebres… que convirtieron sus talleres en tiendas de curiosidades, ya que conocían la búsqueda de las casas aristocráticas de hacerse con tesoros artísticos. A pesar de que existían anticuarios con mayor rigor científico, no podemos ensalzar su forma de hacer arqueología, al poner todas las ruinas en relación con las fuentes clásicas escritas, y por no documentar las estructuras arquitectónicas. Con todo ello podemos destacar a un cronista de la época, Pirro Ligorio (1513-1583), que fue un pintor, arquitecto y anticuario profesional que realizó numerosos esfuerzos para que el anticuariado adoptase una metodología científica, redactando cincuenta volúmenes sobre las antigüedades romanas. En esta época se descubrieron muchas de las estatuas más famosas de los museos italianos, como el Apolo de Belvedere o el Hércules de bronce dorado procedente del Foro Boario. El esplendor de la ciudad antigua de Roma fue menguando de manera uniforme, lo que hizo que los pontífices pusieran coto al expolio sistemático del patrimonio cultural romano, siendo el primer edificio protegido el Coliseo (1439), y extendiéndose al conjunto del patrimonio edilicio en 1462. La renovación urbanística de los papas, emulaba la labor de los emperadores, y más que nunca, la Roma del Cinquecento recreó la urbe clásica (se repararon los antiguos acueductos, se levantaron antiguos obeliscos caídos, se plagaron las construcciones de estatuas e inscripciones conmemorativas…). En 1515 se crea el puesto de commissario delle antichità, ocupado en la salvaguarda del patrimonio histórico y artístico para reforzar las leyes del momento, puesto que recayó sobre Rafael Sancio. Las leyes también condenaron la extracción clandestina de antigüedades y codificaron la mecánica de las excavaciones, y en 1624, se prohíbe la extracción terrestre, marítima y fluvial de los Estados Pontificios de figuras, metales, ornamentos y mármoles sin previa licencia. En el siglo XVI, el pensamiento humanístico defendió un coleccionismo a medida del individuo, definido por desplegar la mayor cantidad de piezas valiosas, raras y chocantes en el espacio reducido de la Wunderkammer, centros de experimentación y divulgación del saber, donde se desplegaban fósiles, minerales, piezas arqueológicas… a modo de enciclopedia visual del conocimiento universal. Con el descubrimiento de América en 1492 estos espacios se plagaron de objetos traídos del Nuevo Mundo. Las cámaras de las maravillas, típicas del Barroco, se eclipsaron con la llegada de la Ilustración, aunque ni siquiera los papas tenían en mente un sistema para exponer las piezas en sus colecciones, desatención programática que no las clasificaba por cronología, por temática, por lenguaje iconográfico… 6

La inspiración del arte y las letras renacentistas fue casi en exclusiva la antigua Roma, quedando Grecia relegada a un segundo puesto, por la hostilidad política y la división religiosa (Gran Cisma de la Cristiandad en 1504). Además de una corriente cultural e intelectual, el Renacimiento Italiano fue un movimiento de marcado carácter nacionalista, ya que el Imperio Romano es el que dotó al Mediterráneo de su ciencia, filosofía, religión común, y arte. Antes de la caída de Constantinopla, por las tropas mandadas por Mehmed II, aventureros y anticuarios italianos amantes del legado del mundo clásico, se embarcaron en búsqueda de antigüedades helenas, entre los que destaca el monje florentino Cristoforo Buondelmonti (1386-1430) y Ciriaco de Pizzicolli (1391-1455). Este último encontró en Atenas, corazón del clasicismo griego, su paraíso para la contemplación de antigüedades, llegando a la ciudad en 1436 y quedando asombrado e sus templos, casas, estatuas, murallas… que plasmó en sus cuadernos. La desaparición del Imperio Bizantino restringió los viajes de europeos en la zona, las rutas griegas se habían convertido en inseguras y muy pocos se arriesgaban a extraer piezas del suelo heleno. La situación cambiará en el siglo XII, cuando las relaciones diplomáticas se retomaron. A pesar de esto, entre la nobleza en Europa crecía la moda de atesorar antigüedades clásicas en colecciones sobre todo de estatuas de mármol, desarrollándose una verdadera competición entre los distintos reinos por apoderarse de las mejores antigüedades, circulando por toda Europa infinidad de mármoles. El Marqués de Nointel (1635-1685), el embajador de Luis XIV en Atenas, se diferenció del resto de coleccionistas en no buscar el mero coleccionismo abusivo, sino en poner a salvo las obras clásicas atenienses de los turcos a los que clasificaba de bárbaros. Así, muchos autores empezaron a abogar por la idea de la superioridad de Grecia sobre Roma, como Jacob Spon y George Wheler, quienes también defendieron la necesidad de reestructurar los estudios de las culturas clásicas a través del estudio del legado material del pasado, y no sólo de los textos analíticos de antiguos filólogos. Aún así este método más que arqueológico se podría definir como arqueográfico.

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Bibliografía: ⋆

García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,

2014.

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2. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XVIII Álvaro Escudero Rodríguez. 2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias. 2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour. 2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya. 2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti. 2.1. Panorama arqueológico en el Siglo de las Luces: Ilustración y academias. La Ilustración, movimiento que caracteriza al siglo XVIII, en sus principales postulados aspira a conseguir el progreso económico, social y cultural de las naciones. Estas ideas de progreso se dejarán sentir en la Arqueología, que avanzará durante este siglo cada vez más firmemente hacia su consolidación entre las ciencias modernas con la creación de las academias y el desarrollo de nuevas metodologías. Continuará el coleccionismo, en especial el coleccionismo real de las cortes europeas, iniciado en los siglos anteriores. Reyes y Papas se erigirán como promotores del Arte y de las excavaciones arqueológicas, además de impulsar las Antigüedades como elemento de propaganda del poder real para legitimar y consolidar nuevas dinastías1. La renovación de la Arqueología durante el siglo XVIII estará promovida por las academias que, al calor de las ideas de la Ilustración, se fundarán por toda Europa. Estas academias serán las impulsoras del desarrollo de la estética y del concepto de "buen gusto" 2. Algunas de las academias arqueológicas más importantes son la Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres (fundada en 1701), la Society of Antiquaires de Londres (1707), la Accademia etrusca di Cortona (1727), la Society of Dilettanti (1732), la Real Academia de la Historia (1738), la Pontifica Accademia Romana di Archaeologia (1740) o la Accademia Ercolanese (1755). Estas academias, cuyo foco de interés se centra en las civilizaciones mediterráneas de la Antigüedad, organizan los viajes arqueológicos 3. Comienza a surgir durante el Siglo de las Luces una nueva metodología arqueológica más rigurosa, impulsada por las academias, con un trabajo en equipo bien organizado en torno a un proyecto común exacto y preciso, muy bien documentado, financiado por la Corona, que actúa como 1Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574. 2Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 75 y 81-85. 3Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 97.

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benefactora de la Arqueología. Además, las obras artísticas comienzan en este momento a considerarse como verdaderas fuentes históricas, de tal modo que a los objetos arqueológicos que tradicionalmente habían estado más valorados (epígrafes y monedas) se suman ahora las estructuras arquitectónicas, ya sean públicas o privadas, y sus principales elementos decorativos, tales como mosaicos, pinturas y esculturas4. También fue un factor favorable para la Arqueología el desarrollo de nuevas técnicas de dibujo para documentar gráficamente con mayor objetividad los monumentos y objetos excavados 5. Buena muestra de ello son los grabados de antiguos monumentos romanos realizados por el arquitecto italiano Giambattista Piranesi, representaciones fidedignas y exactas de las ruinas halladas y sus reconstrucciones, que también influyeron en el desarrollo del Neoclasicismo6. El Neoclasicismo influyó favorablemente a la Arqueología clásica, ya que promovió una conciencia histórica y un interés por recuperar la tradición renacentista y las civilizaciones clásicas. Este interés de los anticuarios del siglo XVIII por la Antigüedad se refleja por ejemplo en los intentos de recuperar durante esta época las obras manuscritas e impresas de los anticuarios renacentistas7. En el siglo XVIII cabe mencionar a dos anticuarios que destacaron por diferenciarse de la mayoría en sus métodos y objetivos: el conde de Caylus y Winkelmann, quienes quisieron remediar el problema de la descontextualización de los objetos expuestos en las galerías de arte. El conde de Caylus (1692-1765), de origen francés y miembro de la Académie Royale des Inscriptions et Belles-Lettres (1692-1765), fue un noble instruido en el Grand Tour, viaje arqueológico del que hablaremos más adelante, y entre sus hallazgos arqueológicos más importantes está el descubrimiento de las ruinas de Colofón. Lo más destacable en su trayectoria es que no coleccionó para acumular objetos valiosos, sino para investigar y educar8. Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), de origen alemán y considerado como el padre de la Historia del Arte, investigó sobre la escultura clásica, los templos de Paestum, la pintura mural romana y los objetos hallados en Pompeya y Herculano. 4Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 78. 5Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), p. 100. 6Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), pp. 159-174. 7Jorge Maier Allende: "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología hispanorromana", Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (2011-2012), pp. 76 y 99. 8Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 101-103.

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En 1764 publica Historia del arte de la Antigüedad, obra de grandísima importancia sobre el arte clásico. En su obra cumbre Winckelmann presenta el objeto artístico como un instrumento para identificar y explicar una cultura determinada, lo cual era algo revolucionario hasta la fecha, y dividía el arte clásico en cuatro estilos (arcaico, sublime, bello y de la decadencia)9. Durante la primera mitad del siglo XVIII las excavaciones arqueológicas sobre el mundo clásico se seguirán desarrollando principalmente en Italia, centrándose en la civilización romana. Grecia era mucho más inaccesible porque continuaba bajo el dominio del Imperio Turco, y no será hasta finales de siglo cuando comiencen a realizarse excavaciones importantes allí, promovidas por la Society of Dilettanti, de la que hablaremos más adelante. Los objetivos de la arqueología durante el siglo XVIII generalmente

se centraban en

desenterrar obras de arte, no en obtener conocimiento histórico a partir de la pieza material, por este motivo la mayoría de los objetos están descontextualizados, como mucho se apuntaba el lugar donde había sido encontrado el objeto, aún no se sigue un método arqueológico. Una excepción a este fenómeno generalizado, como veremos, serán las excavaciones de Herculano y Pompeya. No obstante, a la mayoría de aristócratas, anticuarios y mercaderes de obras de arte no les importaban las cuestiones metodológicas ni la reconstrucción histórica de las culturas, tan solo estaban interesados por la pieza, entendida exclusivamente como obra de arte, para ser vendida, atesorada o, en el mejor de los casos, expuesta al público10. 2.2. Viajes en busca de la cultura grecolatina: el Grand Tour. Durante el siglo XVIII el aprendizaje en Europa sigue a los autores clásicos, debido a las corrientes de pensamiento anteriormente mencionadas que propugnan una vuelta a la cultura clásica. Los miembros de la aristocracia y de las familias más adineradas de Europa, los únicos que se pueden permitir unos estudios, tienen interés por conocer de primera mano los lugares que aparecen en las obras clásicas, así como conocer de primera mano estos espacios geográficos que constituyen la cuna de la civilización europea, según el pensamiento del momento. De esta forma surge el Grand Tour, un viaje educativo que realizan fundamentalmente jóvenes de la aristocracia europea por los países que en este momento ofrecen innovaciones artísticas, arqueológicas y culturales, especialmente Italia, aunque también Alemania, Suiza, Holanda o Francia. Los nuevos hallazgos arqueológicos sin duda contribuyeron a atraer a estos aristócratas a las excavaciones y museos de Italia y en menor 9Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 103-105. 10Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 114.

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medida a Grecia, ya que era menos accesible porque estaba bajo el dominio del Imperio Turco11. Roma, la Ciudad Eterna, especialmente era una estación clave de los itinerarios del Grand Tour, debido a su pasado histórico, su prestigio, su situación cultural y la gran cantidad de obras clásicas que se hallaban allí, en sus museos12. La mayoría de los viajeros que emprendían el Grand Tour eran ingleses y muchos de ellos acabarían formando parte de la Society of Dilletanti, de la que hablaremos más adelante. A finales de siglo destacarán personajes importantes vinculados al Grand Tour: el pintor neoclasicista Gavin Hamilton, el arquitecto y dibujante Giovanni Battista Piranesi, el escultor Bartolomeo Cavaceppi, el arquitecto James Byres y el banquero marchante Thomas Jenkins. Si bien es cierto que todos ellos se sentían atraídos por los objetos arqueológicos hallados en las excavaciones y compraban antigüedades de todo tipo (mosaicos, camafeos, joyas, estatuillas de bronce o terracota...), Thomas Jenkins fue más allá y exportó a Gran Bretaña toneladas de mármoles clásicos, contribuyendo en mayor medida al expolio del patrimonio arqueológico13. Este expolio se vio favorecido por el hecho de que los monarcas italianos se desprendieran de colecciones por falta de dinero, lo cual provocó la masiva exportación del patrimonio romano a las cortes extranjeras. Ante esta situación, la corte papal vaticana intensificó los esfuerzos para proteger el patrimonio italiano promulgando edictos que regulaban la extracción de objetos arqueológicos y las excavaciones. Estos edictos, que suponen las primeras medidas de protección del patrimonio arqueológico, prohibían las prácticas dañinas para los objetos y las excavaciones sin licencia concedida. La exportación clandestina de objetos arqueológicos se penalizada con multas, incautación de las piezas e incluso la tortura. Al menos un tercio de los objetos encontrados debían ir a parar a las colecciones del Papa, el resto se repartía entre el propietario de las tierras y el excavador de las piezas. En este sentido se crea la figura del Commissario delle Antichitá, al que se debía informar de cualquier objeto extraído y que podía entrar en cualquier excavación o taller de restauración para examinar las piezas arqueológicas. El Papa Clemente XII crea además el Museo Capitolino, una galería cívica para exponer estas obras al público, que se convirtió en parada obligatoria del Grand Tour14. 11Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158. 12Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 161. 13Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 108-110. 14Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp.111-113.

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2.3. Las excavaciones de Herculano y Pompeya. En el año 79 d.C. el volcán Vesubio, cercano a las costas del Golfo de Nápoles entró en erupción, sepultando las poblaciones de la zona, principalmente las ciudades de Pompeya, Herculano y Estabia15. Quedaron de esta forma sepultadas por una capa de material volcánico que las preservó exactamente tal como estaban en el momento de la erupción, como si se tratasen de cápsulas del tiempo, hasta que fueran descubiertas y desenterradas diecisiete siglos después. A principios del siglo XVIII el príncipe de Elbeuf extrajo del pozo Nocerino en Portici unas esculturas romanas que trasladó a Austria. Sin embargo, no continuó las excavaciones en este lugar, debido a la dificultad y el coste que suponían. Años después, el rey Carlos de Borbón (Carlos VII de Nápoles, que posteriormente será el rey Carlos III de España), compró la finca de Portici que había pertenecido a Elbeuf como lugar de recreo 16. A partir de entonces se llevan a cabo las primeras obras de acondicionamiento y se realizan los primeros sondeos, dirigidos por el ingeniero militar Roque Joaquín de Alcubierre, y al poco tiempo se halla una inscripción que pertenece al teatro de Herculano 17. En 1735 se descubrió la ciudad de Pompeya, aunque en un primer momento se pensaba que era Estabia. Siglos de erosión provocada por lluvias, riegos y viento hizo que quedaran al descubierto las partes altas de algunos edificios y estatuas. El propio Alcubierre pensaba que las excavaciones allí serían más fáciles que las de Herculano y por ello en el año 1748 solicitó el permiso necesario para comenzar las excavaciones, que fue inmediatamente concedido y se trasladaron algunos obreros desde Herculano para comenzar los primeros sondeos18. En 1749 se descubren nuevas poblaciones también sepultadas por el Vesubio en el Golfo de Nápoles, tales como Estabia, Sorrento, Pozzuoli y Cumas, que igualmente son excavadas19. Carlos de Borbón apoyará desde el principio estas excavaciones arqueológicas, consciente de la importancia y singularidad que tenía desenterrar ciudades enteras, que

15Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), p. 9. 16Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), p. 25. 17María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207. 18Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), pp. 75-78. 19Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), pp. 88 y 101.

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además se habían conservado perfectamente. Durante todo su reinado en Nápoles, Carlos de Borbón financió las excavaciones, la restauración de las piezas, el estudio y publicación de los resultados para el conocimiento de anticuarios, eruditos e interesados por el arte clásico y su exposición al público en un museo creado específicamente para estos yacimientos. Llegó incluso a implicarse personalmente, manteniéndose muy atento al avance de todos los trabajos realizados en torno a estos yacimientos. Debido a este apoyo dado a las antigüedades, práctica común en este momento en las cortes europeas para usarlas como elemento de propaganda del poder real, Carlos VII de Nápoles llegó a ser conocido como "el rey arqueólogo"20. La metodología que se siguió en las excavaciones de Herculano consistía en excavar túneles que se reforzaban y después se rellenaban cuando los trabajos avanzaban. Las galerías subterráneas se excavaban por una cuadrilla de obreros que procuraban avanzar sin dañar los edificios y extrayendo los objetos que se encontraban 21. Estas excavaciones estaban dirigidas por ingenieros militares que topografiaban tanto las galerías como el exterior, realizando planos y acompañándolos de informes que documentaban el curso de los trabajos y que se remitían semanalmente al rey Carlos de Borbón a través de sus ministros, lo cual supone uno de los primeros ejemplos de la recogida de datos de campo de forma sistemática y ordenada en los estudios arqueológicos22. En palabras de María del Carmen Alonso, "puede considerarse como el primer intento de excavación organizada y metódica que se conoce. En ningún lugar de la Europa ilustrada se emprendieron los trabajos con tantos medios y tanta voluntad de servir a la Ciencia y al conocimiento de la Antigüedad como en el caso de estas ciudades"23. La importancia dada a las excavaciones fue tal que si aparecían objetos de significativa calidad e importancia se ordenaba suspender los trabajos por mandato real, cosa que ocurrió en frecuentes ocasiones24. Asimismo, los directores de las excavaciones llevaron a 20Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1574. 21María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 207. 22María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208. 23María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 212. 24Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1578.

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cabo severas medidas disciplinarias para que ningún obrero se llevara ninguna pieza de los yacimientos25. Las excavaciones estuvieron en todo momento dirigidas por ingenieros militares. El primero de ellos fue Joaquín de Alcubierre, desde 1735 hasta su fallecimiento en 1780. En este tiempo hay un lapso de cuatro años entre 1741 y 1745 en el que se aparta por motivos de salud, periodo en el que es sustituido por Francisco Rorro y Pedro Bardet. En 1750 se incorpora como ayudante Carlos Weber. Cuando Weber fallece en 1764 le sustituye Francisco de la Vega, quien será en un primer momento ayudante de Alcubierre y después reemplazará a éste como director de las excavaciones26. El objetivo de estos ingenieros militares era subir a la superficie las piezas arqueológicas halladas e informar de las características de los edificios que se estaban estudiando, velando en todo momento por la seguridad de las galerías subterráneas y de todos los trabajos que se realizaban27. En 1750 se crea el Museo Ercolanese (Museo Herculanense), con el objetivo de conservar y exponer las piezas arqueológicas procedentes de Herculano, Pompeya y Estabia, para que puedan ser visitadas. El museo cuenta también con un taller de restauración. Este tipo de institución especializada en el estudio y conservación de las antigüedades supone un nuevo modelo a seguir en otros países de Europa 28. En 1747 se encargó al monsignor Ottavio Antonio Bayardi el estudio y publicación de los hallazgos de Herculano, pero se demoró excesivamente y sólo publicó un simple inventario de los objetos titulado Catalogo degli antichi monumenti dissotterrati dalla discoperta città di Ercolano (1755). Debido a la incompetencia de Bayardi y a propuesta de su secretario de Estado el marqués Bernardo Tanucci, el rey fundó en 1755 la Regale Accademia Ercolanese (Real Academia Herculanense), cuyo objetivo era, de nuevo, estudiar y publicar los hallazgos de Herculano, Pompeya y Estabia29. Esta institución, presidida por Tanucci, publicará entre 1757 y 1792 en 25Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), pp. 39-41. 26Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), p. 20 27María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 208. 28Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), pp. 126-130. 29Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), p. 1582.

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ocho volúmenes Le Antichitá di Ercolano esposte. Teniendo en cuenta que la ciudad de Herculano fue descubierta en 1736 hubo que esperar casi veinte años para que se publicara el primer tomo y treinta y cinco años más para ver la colección completa, lo cual fue considerado como una espera excesiva por parte de muchos intelectuales, anticuarios y demás interesados en el arte clásico30. Cuando el rey Carlos VII de Nápoles se convirtió en Carlos III de España devolvió un anillo romano hallado en las excavaciones , justo antes de embarcar hacia España el 7 de octubre de 1759, como declaración pública de que todo lo hallado en las excavaciones pertenecía al pueblo de Nápoles y no al rey. Este gesto fue muy elogiado y contribuyó a reforzar la imagen de Carlos de Borbón como rey protector del patrimonio, aunque no estaba haciendo otra cosa que cumplir sus propias leyes, ya que desde 1755 había promulgado decretos y leyes prohibiendo la exportación de objetos hallados en las excavaciones. Incluso en la corte española se seguirá interesando por el avance de las excavaciones y los trabajos de divulgación sobre Herculano y Pompeya, que desde ese momento quedan bajo responsabilidad de Tanucci durante la regencia. El gesto del anillo en realidad sólo fue simbólico y propagandístico, ya que se han constatado envíos de antigüedades desde Nápoles a la corte de Madrid en la segunda mitad del XVIII y el siglo XIX. Algunas piezas incluso se perdieron en naufragios o en ataques de piratas durante los viajes por mar31. La metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya no estuvo exenta de críticas por parte de algunos anticuarios y viajeros, especialmente duras fueron las de Winckelmann, el considerado como padre de la Historia del arte, de quien ya hemos hablado en el apartado 2.1 y que visitó las excavaciones hasta en cuatro ocasiones 32. La falta de experiencia previa en la excavación de una ciudad entera sepultada y la ausencia de un plan de trabajo definido dañaron la imagen de estas excavaciones. A pesar de ello, no debemos olvidar que la metodología empleada en las excavaciones de Herculano y Pompeya se contaba entre la más metódica y organizada hasta la fecha. Estas excavaciones, llevadas a cabo desde planteamientos más racionalizados, supusieron el precedente de la posterior 30María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 211. 31Gloria Mora Rodríguez: "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado" en La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, ed. José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante (Madrid: Polifemo, 2013), pp. 1590-1591. 32Félix Fernández Murga: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989), pp.136-137.

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arqueología científica del siglo XVIII33. Hasta el descubrimiento de Herculano y Pompeya los restos arqueológicos del mundo clásico eran fundamentalmente los edificios públicos que habían sobrevivido desde la época romana, pero a partir de este momento se empieza a tener una gran cantidad de información sobre las pinturas murales, principal novedad de estos yacimientos, y sobre la ciudad romana, de gran utilidad para reconstruir y comprender mejor el pasado a través de la Arqueología. Todos estos factores y la repercusión de estos yacimientos hacen que Nápoles se convierta desde este momento en una ciudad de grandísima importancia artística e histórica, por lo que se erige como la segunda gran parada obligatoria del Grand Tour, después de Roma34. 2.4. Las primeras excavaciones en Grecia por la Society of Dilettanti. A mediados del siglo XVIII se extendió por Europa un gran gusto por el helenismo. Los pensadores de la Ilustración consideraban a la Grecia antigua como un paraíso de libertades, arte y filosofía, la cuna de la cultura europea, ideas muy propias de la Ilustración y el Neoclasicismo. En este contexto cultural nació en 1732 la Society of Dilettanti, formada por aristócratas ingleses que habían realizado el Gran Tour, coleccionistas y amantes del arte Antiguo. La Society of Dilettanti dio comienzo a la arqueología helénica llevada a cabo con un enfoque científico, lo cual no fue continuado por las excavaciones del siglo posterior 35. El objetivo primordial de esta sociedad arqueológica era encontrar las ciudades mencionadas en las fuentes escritas griegas, como los poemas homéricos. Pretendían recuperar los restos arqueológicos de la civilización griega basándose en la Ilíada y la Odisea, un siglo antes de que lo hiciera Schliemann36. Robert Wood y James Dawkins emprendieron una primera expedición en las costas e islas de Grecia y Oriente Próximo. Los trabajos de Robert Wood siguieron una línea de investigación con metodología científica y bien documentada. Por su parte, el pintor James Stuart y el arquitecto Nicholas Revett se encontraban en un recorrido de estudios por Atenas y la región ática. De nuevo, el interés estaba más allá del mero acopio de objetos, se intentaban contextualizar los hallazgos arqueológicos y extraer información histórica a partir de ellos, mediante un trabajo serio y objetivo, muy bien documentado, aportando mediciones exactas e 33Diego Suárez Quevedo: "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones", Anales de historia del arte, ISSN 0214-6452, Nº 23 (2013), p. 158. 34María del Carmen Alonso Rodríguez: "Las excavaciones arqueológicas en el siglo XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia", Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), p. 206. 35Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 125-126. 36Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), p. 127.

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ilustrando su trabajo con imágenes originales, dando como resultado The Antiquities of Athens and other Monuments of Greece37. En 1764 la Society of Dilettanti, que ya se había convertido en un organismo prestigioso y de referencia en las excavaciones en Grecia, organizó segundo viaje, esta vez a las costas de Asia Menor, para excavar los monumentos jónicos. Nicholas Revett, esta vez acompañado por el pintor William Pars y el filólogo Richard Chandler llevaron a cabo esta expedición pasando por Mileto, Éfeso, Marathon, Corinto, Delfos, Epidauro, Quíos, Olimpia y otras ciudades, de nuevo con cuidada metodología científica, recogiendo sus hallazgos en The Antiquities of Ionia. A su regreso, los arqueólogos se llevaron dos fragmentos de los frisos del Partenón, que fueron legados posteriormente al British Museum. La consideración etnocentrista europea de la época, que continuará en el siglo XIX, se basaba en que los monumentos griegos estaban en manos de los "bárbaros" turcos, incapaces de apreciar las artes, el buen gusto y el valor histórico de estos restos arqueológicos, por lo que había que exportar las obras atenienses a los museos europeos para "salvarlas". De esta forma el expolio al que fueron sometidos los restos arqueológicos hallados en Grecia quedaba justificado para la bienpensante sociedad europea38.

37Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 128-130. 38Jorge García Sánchez: Breve Historia de la arqueología (Madrid: Nowtilus, 2014), pp. 133-135.

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Bibliografía citada: ⋆

Alonso Rodríguez, María del Carmen. "Las excavaciones arqueológicas en el siglo

XVIII: El descubrimiento de las ciudades de Herculano, Pompeya y Estabia". Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 1132-8304, Nº 3 (1992), pp. 205-214. ⋆

Fernández Murga, Félix. Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y

Estabia. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1989. ⋆

García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Madrid: Ediciones Nowtilus,

2014. ⋆

Maier Allende, Jorge. "Academicismo y Buen gusto en el origen de la arqueología

hispanorromana". Cuadernos de prehistoria y arqueología, ISSN 0211-1608, Nº 37-38 (20112012), pp. 75-104. ⋆

Mora Rodríguez, Gloria. "El descubrimiento de Pompeya y Herculano y la

construcción de la imagen clásica de un rey ilustrado". En La corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Volumen III, editado por José Martínez Millán, Concepción Camarero Bullón y Marcelo Luzzi Traficante, pp. 1573-1597. Madrid: Polifemo, 2013. ⋆

Suárez Quevedo, Diego. "Roma fragmentada, fragmentos de Roma. Giambattista

Piranesi y sus vedute de la urbs y tibur, reflexiones". Anales de historia del arte, ISSN 02146452, Nº 23 (2013), pp. 147-175.

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3. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XIX Diego Latorre Manglano.

El siglo XIX comenzó directamente con el saqueo de gran parte de la Acrópolis de Atenas por el noble escocés lord Elgin (1766 – 1841). En estos años, Grecia todavía estaba bajo el dominio del Imperio otomano, que no se esforzaba por mantener el patrimonio cultural de los territorios bajo su dominio. Esto, unido a la situación europea de auge de los nacionalismos, permitieron a Elgin y a su equipo despojar al Partenón de medio centenar de bloques del friso, de veinte metopas y de unas veinte figuras escultóricas de los frontones. Pero no se detuvo en eso y siguió con las estatuas del Teatro de Dioniso, la decoración del Templo de Atenea Niké y los fragmentos arquitectónicos de los propileos, del Erecteion y del Templo de Hefestos. Además todo esto sin ningún tipo de metodología ni mucho menos siguiendo un método arqueológico cuidadoso. Aunque Elgin intentó justificar su expolio alegando que su objetivo era salvar las obras maestras de Fidias, fueron muchos los intelectuales de la época que arremetieron contra sus actividades, como el poeta lord Byron, que moriría en 1824 luchando por la independencia griega. Pero estas fuerte críticas desde amplios sectores culturales no impidieron que, entre 1803 y 1811, los mármoles del Partenón se llevaran a Gran Bretaña, donde cantidad de expertos pensaron en un principio que no eran más que obras romanas del periodo de Adriano. Pero finalmente se estableció la autoría de Fidias. Cuando lord Elgin se vio arruinado planteó la venta de su colección al Museo Británico, transacción que fue aprobada en la Cámara de los Comunes y que abrió la veda para los continuos expolios y posteriores ventas a instituciones nacionales. Muestra de ello es la subasta que se celebró en Malta de la representación marmórea de los héroes eginetas que participaron en la guerra de Toya. A esta subasta pujaron Gran Bretaña, Francia y el Reino de Baviera. Pero con la independencia griega del Imperio otomano, a consecuencia de una guerra que duraría entre el 1821 y el 1829 y en la que prestarían ayuda tanto Gran Bretaña como Francia a los independentistas, el nuevo Estado independiente buscó ligarse cultural e históricamente al glorioso pasada de la Grecia clásica y decretó la prohibición de exportar las antigüedades griegas en 1827, aunque no consiguieron acabar por completo con el contrabando. 20

En 1833 se fundó, bajo el patronazgo del rey Otón I, el Servicio Arqueológico estatal, dirigido por el alemán Ludwig Ross. Este instituto se encargó de explorar el patrimonio cultural de la Grecia clásica para exaltar esta etapa y relacionarla con la Grecia de mediados del siglo XIX, con el objetivo de fortalecer la idea de nación consolidada bajo una historia común, clara

y fuerte. Algunos de los grandes logros de esta institución fueron las

excavaciones en Atenas, entre 1839 y 1841, que permitieron conocer mejor construcciones como la Torre de los Vientos, los Propileos de la Acrópolis, el Erecteion y el Teatro de Dioniso. Además, se fundaron grandes museos que en 1889 acabarían uníendose en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En 1840, en Francia despierta un interés enorme por la civilización y cultura de la Grecia clásica. Esto llevará a que Théobald Piscatory, ministro de Francia en Atenas presente el proyecto de una Escuela Francesa en Atenas. Las reuniones entre las autoridades de los dos países dan sus frutos y en octubre de 1844 se funda la Sociedad de Bellas Artes en Atenas y, unos meses más tarde, la Academia de Bellas Artes en París autoriza a los arquitectos de la Academia de Francia en Roma a trasladarse durante cuatro meses a Atenas. Además, serán franceses quienes financien las restauraciones del pórtico de las Cariátides del Erecteion y del Partenón. Estas actividades se verán recompensadas cuando Picastory anuncia, el 3 de marzo de 1846, que la Escuela de Atenas ya está instalada, seis meses antes de que se ordenase su fundación. Con esto espera acelerar el proceso de fundación, consiguíéndolo cuando el rey Luis Felipe I de Francia firma la ordenanza, en septiembre de 1846, de crear "una escuela de perfeccionamiento para el estudio de la lengua, la historia y las antigüedades griegas" 39, bajo la autoridad del ministro francés en Grecia, es decir, Picastory. A la Academia se unieron alumnos de la Escuela Normal Superior, profesores de las asignaturas de humanidades historia o filología, que acuden a Atenas durante dos años con la opción de que se ampliasen a tres. Pero la Escuela de Atenas, que estaba formada para llevar a cabo una enseñanza primaria, secundaria y superior y para aumentar la influencia francesa en la zona, se llena de problemas cuando la exclusión de los profesores de gramática hace que se rechace la filología y se dejan de lado las bellas artes, la arquitectura y la arqueología, ramas principales en las que se apoyaba el proyecto inicial de Piscatory. Además, la nueva institución no conseguía desligarse de la Academia de Francia en Roma. 39 Ève Grand-Aymerich, El nacimiento de la arqueología moderna 1798 – 1945 (Zaragoza: Prensas universitarias de Zaragoza, 2001), 158.

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Esta institución seguirá actuando como un centro de educación destinado a promover la enseñanza de la cultura francesa en Grecia hasta 1850, cuando se sitúa bajo el patrocinio de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, centrada en el estudio de la lingüística y la arqueología, y se encamina hacia la investigación erudita y científica. En el año 1829, nace el Instituto di Corrispondenza Archeologica en Roma. Este proyecto se levantaba sobre dos pilares principales, la cooperación internacional para abordar el estudio de la antigüedad, para lo que trabajaron sobre todo alemanes pero también franceses, italianos y un español; y el avance del anticuarismo grecorromano a la posición de ciencia que se definiría por el estudio y análisis de los monumentos del arte clásico. A lo largo de casi medio siglo todos estos especialistas internacionales trabajaron conjuntamente y publicaron sus excavaciones, hallazgos y avances hechos en Italia y en el Mediterráneo. Pero en 1870 estalló la guerra franco – prusiana y, el 18 de enero de 1871, Guillermo I se nombra káiser en París, tras su victoria en dicha guerra, y se completa la unificación alemana surgiendo el Imperio alemán. El interés político del Imperio llevó a que en 1874 el Instituto di Corrispondenza Archeologica se transformase en el Imperial Instituto Arqueológico Germánico, una institución que emplearía en conocimiento histórico y la arqueología como un arma más a manos de las potencias imperialistas. Este modelo de instituto en manos del poder surgió en todas las potencias europeas, formándose en Italia l'École français de Rome (1875), que a finales de siglo puso la atención principal sobre Cartago; el Istituto Storico Austriaco (1881); la American School of Rome (1901); el Istituto Storico Olandese (1904) o la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (1911). Cada nación buscaba hacerse con la influencia en distintas zonas y yacimientos de Grecia. Los franceses estaban en Delfos, Delos y Thasos; los alemanes en Olimpia, Pérgamo, Tebas, Samos y en el barrio del Cerámico de Atenas; los austriacos en Samotracia; los estadounidenses en el Ática, Beocia, Argos y Corinto; los italianos y ingleses Creta y el Peloponeso y estos últimos estaban en solitario en los sitios más emblemáticos de Esparta y Micenas. De todas estas excavaciones habría que destacar las de Delos, Delfos y Olimpia por su gran importancia arqueológica. Las excavaciones francesas de Delos comenzaron en 1877 de la mano de Théopile Homolle, que se lanzó a descubrir el Santuario de Apolo, pues estaba seguro que en el complejo religioso se concentrarían los monumentos, las inscripciones y las 22

estatuas. Todos los expertos estaban atentos a los descubrimientos que podían hacerse en Delos, pues era un enclave que abarcaba la época arcaica, clásica y helenística y que podía mostrar a la perfección la vida privada griega y el activo comercio si se encontraban viviendas, almacenes y puertos. Pero cuando se observó que el método arqueológico de Homolle consistía en picar profundas trincheras sin ningún tipo de referencia y sin atender a la estratigrafía y removía miles de metros cúbicos con vagonetas tiradas por caballos, los arqueólogos alemanes fueron extremadamente críticos con el encargado de las excavaciones. Aun así, Homolle siguió y en 1881 se halló la Terraza de los Dioses Extranjeros, complejo con múltiples templos dedicados a divinidades orientales en respuesta a los deseos de los comerciantes extranjeros; entre 1882 y 1883 el teatro y el barrio adyacente; en 1886 uno de los gimnasios, sede de identidad del hombre griego antiguo; en 1894 el distrito portuario; y antes de 1914 el estadio y las moradas que lo rodeaban, las palestras, la Terraza de los Leones, el Templo de los Doce Dioses y la Sala Hipóstila. En 1882 y 1887, Francia y Grecia firmaron dos convenios que permitirían la entrada de la Escuela Francesa de Atenas en el yacimiento de Delfos, pero aunque se cancelaron rápidamente, poco después se logró un acuerdo definitivo por el cual se cedía la explotación del lugar a los franceses. Estos, antes de iniciar las excavaciones, tuvieron que derribar la ciudad moderna de Kastri y levantarla un poco más lejos, todo esto sin prácticamente ningún apoyo económico por parte del Estado griego. En 1893 empezaron las excavaciones y muy pronto se encontró el tesoro de los atenienses, donde se hallaron unas notas musicales grabadas en piedra que permitieron a los expertos acercarse un poco más al conomiento sobre la música de la época. Pero igual que en el yacimiento anterior, los arqueólogos alemanes criticaban la metodología de las excavaciones, causada por la falta de arquitectos especializados, que hacía que se perdiese gran cantidad de información topográfica y arquitectónica además de la rápida y poco detallada marcha de las expediciones, el retraso en publicar los resultados y el destrozo continuo de los restos arqueológicos. Incluso la prensa griega llegó a comparar al equipo de especialistas franceses con los bárbaros galos que había invadido el país en el siglo III a.C. porque ambos destruían la civilización a su paso. Por suerte, esto cambió en la primera década del siglo siguiente cuando se puso al mando a Maurice Holleaux, historiador, arqueólogo y epigrafista especializado en la Grecia antigua. Holleaux se encargó de formar un amplio equipo interdisciplinar de arquitectos, ingenieros, geógrafos, geólogos y dibujantes que documentasen los restos, levantasen planimetrías y que registrasen la arquitectura 23

habitacional. Los expertos austriacos y alemanes fueron más cuidadosos e introdujeron la base de la arqueología clásica contemporánea de base científica en excavaciones como las de Olimpia, dirigidas por Ernest Curtius, en las que se salvaron, entre 1875 y 1881, cuatrocientas inscripciones, miles de monedas, mil trescientos fragmentos de oro y multitud de figurillas en barro y bronce, cerámicas y utensilios. Además, ninguno de estos objetos abandonó Grecia. Pero lo que más interesaba a Ernest Curtius y a su equipo era conocer las imágenes de los atletas vencedores de los que se hablaban en los textos y monumentos como el Templo de Zeus, el Heraion, las palestras, estadios, stoas, tesoros, el Prytaneion, el Bouleuterion, etc. Para esto los arquitectos más expertos guiaron con constancia las excavaciones, con el objetivo de descubrir el complejo entero, comprobar y estudiar su planta y entender su disposición. El Instituto Arqueológico Alemán permitió la realización de dos campañas de excavación en Samotracia, en manos del Imperio otomano en aquella época. La primera campaña fue en 1873 y la segunda en 1875, y estuvieron dirigidas por Alexandre Conze, siendo de destacar porque marcan en Grecia el principio de las excavaciones modernas y es donde la fotografía interviene por primera vez en la publicación completa del informe de las excavaciones. Pero por desgracia para los arqueólogos alemanes la famosa escultura de la Victoria de Samotracia había sido descubierta diez años antes de las primeras excavaciones alemanas por el arqueólogo aficionado francés Charles Champoiseau, por lo que actualmente esta estatua se encuentra en el Louvre. De esta obra de arte del siglo II aC, el poeta futurista Marinetti escribió, en el manifiesto futurista de 1909 publicado en Le Figaro, que un automóvil de carreras era más bello, en un ataque directo al arte clásico y tradicional, en beneficio de un nuevo arte basado en la tecnología y los avance técnicos. En Asia Menor tampoco fueron escasas las excavaciones ni los estudios sobre la civilización griega en este siglo. Abundaron sobre todo las expediciones privadas de empresas o expertos británicos que buscarían conseguir influencia en esta zona ya que los franceses estaban en constante desarrollo arqueológico. A pesar del carácter privado de las expediciones la mayoría de los objetos encontrados acabarían en el Museo Británico, que compraría todas las posibles. Entre 1838 y 1843, Fellows desarrolló un laborioso trabajo por Licia, en el sudoeste turco, centrándose en la población de Xantos. En estos cinco años consiguió encontrar 24

numerosos hallazgos, pero esto dañó muchas piezas, pues su impaciencia hacía que no fuese todo lo cuidadoso que debía a la hora de excavar. Descubrió el monumento mortuorio de las nereidas, tumba de un príncipe lacio del siglo V aC con morfología de templete jónico; y los relieves de la Tumba de las Harpías, relieves de simbología funeraria que representaban el paso del fallecido, convertido en héroe, al inframundo del Hades. Ambos hallazgos acabaron en el Museo Británico. Charles Thomas Newton, arqueólogo británico, se propusó descubrir que tenían de verdad las narraciones de Herodoto, Antípatro de Sidón, Plinio el Viejo o Vitruvio de las siete maravillas del mundo. En 1857 anunció el descubrimiento del Mausoleo de Halicarnaso, una tumba monumental donde se enterró el rey Mausolo, que da nombre a la tipología del mausoleo, con su consorte Artemisia hacia el 350 aC. Con este descubrimiento se recuperaron decenas de esculturas de bulto redondo y de relieves, aún con fragmentos visibles de su pigmentación,

que

reflejaban

historias

mitológicas

como

amazonomaquias

o

centauromaquias, escenas heroicas y cortesanas y retratos de los soberanos y de altos funcionarios de Halicarnaso. Igual que pasó con los descubrimientos de Fellows, estos hallazgos acabarían vendiéndose también al Museo Británico. A causa de estos expolios, el sultán otomano, Abdulaziz I, se encargó de evitar la salida de su patrimonio arqueológico y monumental a partir de 1869. Delegó en el Ministerio de Instrucción Pública la responsabilidad de conceder y vigilar las excavaciones arqueológicas, detuvo la exportación de antigüedades al extranjero y apoyó y trabajó por la creación del Museo Imperial de Constantinopla, que abriría sus puertas a finales de siglo. Pero aun así se hicieron algunas excepciones, como a las excavaciones alemanas de Pérgamo dirigidas por el arquitecto y arqueólogo Carl Humann e iniciadas en 1876. En estas excavaciones se permitió que los frisos helenísticos del altar de Pérgamo, decorados con una gigantomaquia y la historia de Télefo, hijo de Heracles y rey de Misia; fueran llevados a Alemania y expuesto en el Museo de Pérgamo. Esto se consiguió por las negociaciones entre los dos países, que tuvieron muy en cuenta la buena metodología de los alemanes en la excavaciones y que una excavación que no pudiese sacar los objetos encontrados del país era poco rentable. El último cuarto de siglo se podría decir que fueron los años de Heinrich Sliemann, que tras amasar una enorme fortuna con el comercio pudo dedicarse a su gran pasión, la arqueología. Este comerciante y arqueólogo aficionado llevó a cabo una actividad muy 25

intensa a partir de 1871. Entre 1871 y 1873, excava en Hissarlik, colina donde se asentaba la antigua ciudad de Troya; entre 1874 y 1876 Micenas; de nuevo en Hissarlik en 1879; en 1880, en Orcómeno, antigua polis griega al oeste de Beocia; entre 1884 y 1885 en Tirinto, asentamiento micénico en la península del Peloponeso; y de nuevo en Hissarlik de 1882 a 1883, primero, y de 1889 a 1890, después. Por esta gran actividad, Schliemann es considerado el fundador de la arqueología prehistórica helénica, el primero que reveló la civilización micénica de Grecia y la civilización premicénica de Anatolia. Aunque es su época sufrió fuerte críticas por su metodología arqueológica y por relacionar a los pueblo micénicos con los griegos clásico, pues para muchos arqueólogos clásicos fue difícil admitir la relación entre los salvajes del mar Egeo y la civilizada Grecia clásica. Además, en esa época Homero era considerado como un escritor de leyendas, lo que ofendía profundamente a Schliemann, que no paró hasta demostrar que los textos homéricos tenían una base histórica. El crecimiento de la arqueología científica no cesa a finales de siglo. Estado Unidos cada vez está más cerca de las potencias europeas en todos los aspectos, por lo que en 1882, crea la American School of Classical Studies sobre el modelo francés y alemán; y en Gran Bretaña se funda, en 1885, la British School en Atenas, siendo la cuarta institución de este país en la zona. Pero si el siglo XIX había sido un siglo de constante desarrollo arqueológico, tanto en excavaciones como en metodología, el siglo XX no será menos y, además de numerosos hallazgos y avances tecnológicos y científicos, será el siglo que verá nacer la arqueología de género, la arqueología antropológica, la arqueología crítica, etc.

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Ludwig, Emil. Schliemann: el descubridor de Troya. Barcelona: Editorial Juventud,

1958.

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4. LA ARQUEOLOGÍA CLÁSICA EN EL SIGLO XX Javier Gómez Barroso. 4.1. Creta y la cultura minoica. 4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon. 4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. 4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología. A finales del siglo XIX, la Arqueología es ya una disciplina científica: la investigación ha dejado de constituir una actividad romántica de aficionados y comenzará una fase que se caracterizará por la profesionalización del arqueólogo. De hecho, como recoge el profesor Víctor M. Fernández Martínez del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid en su resumen de la obra El futuro de la arqueología en España, “la arqueología o es investigación o no es nada” 40. De hecho – explica- “lo que quita el sueño a los arqueólogos “investigadores” es la inmensa cantidad de información recogida durante todos estos años, que duerme el sueño de los justos en atomizados archivos administrativos de donde resulta muy difícil extraerla para su análisis y aprovechamiento por la sociedad en su conjunto”. 4.1. Creta y la cultura minoica. Como explica la profesora y académica francesa Ève Gran–Aymerich en su obra El nacimiento de la arqueología moderna (1798-1945), “a principios de siglo Creta se convierte en objeto de una intensa actividad arqueológica ejercida, como en Grecia, por los arqueólogos que representan a las naciones europeas más poderosas, a las que se une Estados Unidos”41. Los arqueólogos iban tras las huellas del legendario rey Minos, quien, según el mito, encargó a Dédalo la construcción del Laberinto donde se ocultaba el monstruoso Minotauro – mitad hombre, mitad toro–, al que el príncipe ateniense Teseo dio muerte con ayuda de la hija del rey, Ariadna. Como explica Mar Llinares García en su libro Los lenguajes del silencio: Arqueologías de la religión, “el descubrimiento de la civilización minoica estuvo 40Fernández Martínez, Víctor M. «Reseña de “Jaime Almansa Sánchez (ed.): El futuro de la Arqueología en España. Charlas de café - 1. 45 profesionales hablan sobre el futuro de la arqueología JAS Arqueología, Madrid, 2011. ISBN 978-84-938146-8-7.”» Complutum, Noticias y Recensiones, 23 (2012): 232-34.

41Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2001. p. 364

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condicionado por una serie de datos provenientes de la historiografía antigua y por toda clase de esquemas históricos, sociológicos e histórico-religiosos vigentes en Europa en la primera mitad del siglo XX”42. Este interés universal por la prehistoria de la isla a través de los trabajos que ya había iniciado H. Schliemann unos años antes (recordemos que en 1870 logró dar con los restos de Troya y localizó numerosos tesoros que le dieron fama a pesar de el poco prestigio que tenía ante los arqueólogos) se vio considerablemente avivado con los excavaciones del arqueólogo inglés A. Evans en Knossos. Frente al perfil de Schliemann, presentado en la obra de Mar Llinares como “un comerciante obsesionado con los poemas homéricos y aficionado a la arqueología que había descubierto la cultura micénica y abierto una nueva etapa en los estudios de la historia griega”43, Evans era un arqueólogo profesional, con formación académica y con gran su interés por abordar el mundo minoico. Sin embargo, la forma de afrontar este reto por ambos ha sido muy discutida, ya que parece que el objetivo de Schliemann era demostrar que la mitología griega era totalmente verdadera, con lo que sus lecturas, como explica la profesora Llinares, “iban a estar fuertemente condicionadas”, y el de Evans, por su parte era encontrar un palacio “antes incluso de comenzar la excavación” Así, En el año 1900, Arthur Evans excavaba el palacio de Knossos de la isla de Creta y descubría, como explica Ève Gran–Aymerich en su libro “El nacimiento de la arqueología moderna 1798-1945”, una civilización desconocida, más antigua que la micénica revelada por Schliemann, a la que le puso el nombre de minoica por el mítico rey de la isla, Minos44. El palacio, según podemos leer en uno de los artículos de la Revista de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Cataluña, escrito por la Doctora en Arqueología por la Universidad de Barcelona María Teresa Magadán Olives, “era una construcción edificada alrededor de un patio central, con multitud de habitaciones conectadas entre sí por pasillos, recovecos y escaleras, que dan la sensación de no tener salida”45. 42Llinares García, Mar. Los Lenguajes Del Silencio. Edición: 1. Madrid: Akal, 2012. pp. 89-90 43Íbidem. p. 90

44Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2001. p. 366.

45Magadán Olives, María Teresa, y Irene Rodríguez Manero. «Una mirada retrospectiva a las restauraciones 29

“Evans –afirma la profesora catalana- pensó que había encontrado el famoso Laberinto y decidió que era necesario reconstruirlo para que el público pudiese entender la complejidad del edificio”. Sin embargo, el criterio estético que utilizó ha sido muy criticado puesto que para muchos autores responde más al ideal del momento – el Modernismo- que a la realidad arqueológica. Así, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Jorge García Sánchez, afirma que más que rehabilitarlo, el palacio de Minos se restituyó “dotándolo de su artificialidad actual: alzaron columnas y paredes, rehicieron los frescos, enyesaron las estancias y los adornos arquitectónicos, elevaron gigantescas escalinatas, suplantaron la madera por el cemento recubierto de colores y vigas de acero con la proyección siempre en mente, de la mansión ideal de Minos”46 E incluso hay quien no duda en expresar claramente que “se le fue un poco la mano al inglés”47, o como la profesora catalana María Teresa Madagán en el artículo de la revista comentada, crea “una realidad nueva -el palacio reconstruido- que tiene existencia propia y que se impone al original, modelando la percepción de la cultura minoica a través de una entidad ficticia.” “La manipulación de los restos -afirma- aunque le guiase la necesidad de hacer comprender la complejidad de la estructura y quisiese transmitir el entusiasmo por los logros de aquella cultura, lastra la obra de Evans y dificulta la tarea actual de los conservadores y restauradores, debido a la fuerza visual de las imágenes creadas (de hecho un cliché imposible de desmontar) se ven obligados a mantenerlas aunque el sentido común aconsejaría derribarlas y partir de cero”. Otro de las interpretaciones de Evans que ya no es admitida en la actualidad es el carácter pacífico y comercial de la cultura minoica y que en función de este comercio habría extendido su talasocracia a través del Mediterráneo Oriental y el Egeo, algo que, como se explica en el volumen de las Memorias de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo, autores como Chester G. Starr, se encargaron de contradecir “demostrando cómo los autores que han defendido esta hipótesis suplieron la escasez de los datos que permiten formularla antiguas II: El Palacio de Cnosos | Unicum». Accedido 3 de mayo de 2015. http://unicum.cat/es/2012/10/unamirada-retrospectiva-a-les-restauracions-antigues-ii-el-palau-de-cnossos/.

46García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014. 47Bassegoda Nonell, Juan. Historia de arquitectura. Reverte, 1984. p. 72.

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con el trasvase de un modelo económico actual, el del Imperio Británico, a la Antigüedad”48. El legado de Evans por lo tanto, podría considerarse, en palabras de María Teresa Madagán “una manzana envenenada”, ya que “Sin él, no existirían los minoicos. Lo malo es que se extralimitó en todos los sentidos”. Además de las arquitectónicas, Evans descubrió otras evidencias de la cultura minoica, como miles de tablillas de arcillas con símbolos grabados que hacían pensar en la existencia de dos tipos de escrituras conocidas como lineal A, y lineal B, que desaparecerían de forma abrupta. “después de la destrucción de Knossos, alrededor de 1380 a. C. Y el incendio del palacio de Pilos alrededor de 1200, la escritura desaparecer completamente del territorio griego”49. 4.2. El descubrimiento de la tumba de Tutankhamon. En 1922, el arqueólogo y egiptólogo Howard Carter se convertiría en una celebridad mundial al descubrir junto con Lord Carnarvon, la tumba del faraón Tutankhamon, situada en el Valle de los Reyes. El descubrimiento sirvió para esclarecer numerosos aspectos de la tradición funeraria egipcia desconocidos hasta el momento. La tumba se encontraba intacta y contenía un espléndido tesoro que actualmente se exhibe el Museo Egipcio de El Cairo. Documentar todo lo hallado en la tumba necesitaría de varios años. Horacio Ramírez de Alba, en su libro Egipto, memoria de un viaje fantástico, habla incluso de “casi ocho años en restaurar, catalogar y extraer los más de dos mil objetos encontrados” 50, o como nos explica Toby Wilkinson en su obra Auge y caída del antiguo Egipto, “el proceso completo, desde el alzamiento de la tapa del sarcófago hasta la apertura del tercer ataúd, requirió de más de dieciocho meses”51. 4.3. Fundación de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. En los albores del siglo XX, la arqueología española se organiza y adquiere una dimensión internacional no sólo por el prestigio de sus eruditos, sino también por la creación 48Bermejo Barrera, Xosé Carlos. «Sobre la función del comercio en la estructura económica micénica». En Memorias de Historia Antigua, Vol. 3. Universidad de Oviedo, 1982.

49Senner, Wayne M. Los orígenes de la escritura. Siglo XXI, 1992. 50Ramírez de Alba, Horacio. Egipto, memoria de un viaje fantástico. UAEM, 2005. p. 168. 51Wilkinson, Toby. Auge y caída del antiguo Egipto. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011.

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en 1910 de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. Manuel Espada Burgos hace constar en su obra sobre dicha Escuela el éxito que obtuvo su segunda etapa “con la concesión por parte de los organismos competentes italianos de excavaciones en Gabii”52. La primera campaña de excavaciones se hizo en 1956, y de la misma procede la pieza más valiosa de las aportadas en la excavación, la estatua de un Eros, copia romana del siglo II de un original en bronce de Lisipo. Tras unos años difíciles para la Escuela, en los años ochenta comenzará una nueva etapa que tuvo en 1989 su gran hito. “Era la primera vez que se concedía a un equipo español una intervención en pleno centro de la Roma Antigua”53. La investigación se iba a centrar en el monumento próximo al Arco de Tito, identificado aunque con dudas, con el Templo de Júpiter Stator En este sentido me ha parecido muy interesante la lectura de Excavación y Estudio del entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de Roma (Excavaciones españolas 198992), de la Univeritat Rovira i Virgili y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica54. “Nuestro programa de investigación – explican- comenzaba en un momento particular del debate científico en la arqueología de Roma. Apenas hacía unos años que Filippo Coarelli había publicado una nueva interpretación del trazado de una de las más importantes vías de la antigua Roma: la Sacra via”. “Al cambiar su trazado se estaban proponiendo nuevas ubicaciones para los edificios que las fuentes clásicas citan en dicha vía, entre ellos el templo de Júpiter Stator.” “Más allá de los argumentos utilizados en la discusión del trazado de la Sacra via, se ha abierto un proceso crítico dispuesto a cuestionar premisas de la interpretación arqueológica hasta ahora unánimemente aceptadas.” El estudio del equipo español se centró en la franja de terreno que se extiende hoy en día entre el arco de Tito y el arco de Constantino. “Desde el punto de vista científico, el aporte más notable han sido los datos nuevos que ayudan a comprender la compleja dialéctica que se 52Espadas Burgos, Manuel. La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma: un Guadiana junto al Tíber. Editorial CSIC - CSIC Press, 2000. 53Íbidem. p. 128

54Mar, Ricardo. «Annex 1: Excavación y estudio del entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de Roma (Excavaciones españolas 1989-92)». En La formació dels palaus imperials a Roma, 243-92. Universitat Rovira i Virgili, 2005.

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produjo en Roma durante los siglos I -V d. C., entre transformación urbana, ideología y proyección del poder imperial. Se trata, en definitiva, del modo en que se fue formando el tejido urbano de una sociedad caracterizada por un aparato estatal centralizado, pero con una gran conciencia de su memoria colectiva”. 4.4. Nuevas tecnologías aplicadas a la Arqueología. Como explica el profesor Jorge García Sánchez, “La arqueología que incorpora los avances científicos, en especial desde mediados del XX poco o nada tiene que ver con la curiosidad de los humanistas del Renacimiento y de los anticuarios del Siglo de las Luces”55. Así, a lo largo de los últimos veinte años, se ha desarrollado toda una serie de métodos no invasivos de reconocimiento de superficie y de prospección del subsuelo. Estos incluyen, por un lado, la exploración desde plataformas situadas en el espacio (imágenes satélite, datos radar e infrarrojo) o en el aire (fotografía aérea vertical y oblicua, análisis multiespectral) con aplicaciones en la arqueología del paisaje y en la identificación de yacimientos hasta ahora desconocidos. Entre las nuevas técnicas de imagen, no podemos olvidarnos tampoco de las imágenes tridimensionales, con las que se facilita en gran medida el trabajo de los arqueólogos. Antes cada muro y cada estrato había que dibujarlo a mano, ahora, en unos pocos minutos se obtiene una fotografía que podrá tratarse y transformarse en una imagen tridimensional. Y tampoco podemos olvidarnos de las posibilidades de reconstrucción virtual, un avance tecnológico que nos permite acercarnos con facilidad al conocimiento. Está claro que no es lo mismo, por ejemplo, visitar en persona las famosas cuevas de Altamira situadas en Cantabria y experimentar en la visita un cúmulo de sensaciones mientras se recorren las cuevas, que acceder su réplica virtual, pero al menos, ante el peligro de su deterioro, contamos con alternativas que intentan acercarnos a su realidad.

55García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.

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Bibliografía:  Bassegoda Nonell, Juan. Historia de arquitectura. Reverte, 1984.  Bermejo Barrera, Xosé Carlos. «Sobre la función del comercio en la estructura económica micénica». En Memorias de Historia Antigua, Vol. 3. Universidad de Oviedo, 1982.  Espadas Burgos, Manuel. La Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma: un Guadiana junto al Tíber. Editorial CSIC - CSIC Press, 2000.  Fernández Martínez, Víctor M. «Reseña de “Jaime Almansa Sánchez (ed.): El futuro de la Arqueología en España. Charlas de café - 1. 45 profesionales hablan sobre el futuro de la arqueología JAS Arqueología, Madrid, 2011. ISBN 978-84-938146-8-7.”» Complutum, Noticias y Recensiones, 23 (2012): 232-34.  García Sánchez, Jorge. Breve historia de la arqueología. Ediciones Nowtilus S.L., 2014.  Gran-Aymerich, Ève. El nacimiento de la arqueología moderna. 1798-1945. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2001.  Llinares García, Mar. Los Lenguajes Del Silencio. Edición: 1. Madrid: Akal, 2012.  Magadán Olives, María Teresa, y Irene Rodríguez Manero. «Una mirada retrospectiva a las restauraciones antiguas II: El Palacio de Cnosos | Unicum». Accedido 5 de mayo de 2015. http://unicum.cat/es/2012/10/una-mirada-retrospectiva-a-les-restauracionsantigues-ii-el-palau-de-cnossos/.  Mar, Ricardo. «Annex 1: Excavación y estudio del entorno del Templo de Júpiter Stator en el Palatino de Roma (Excavaciones españolas 1989-92)». En La formació dels palaus imperials a Roma, 243-92. Universitat Rovira i Virgili, 2005.  Ramírez de Alba, Horacio. Egipto, memoria de un viaje fantástico. UAEM, 2005.  Senner, Wayne M. Los orígenes de la escritura. Siglo XXI, 1992.  Wilkinson, Toby. Auge y caída del antiguo Egipto. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2011.

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