Historia de América: Comentario de libro \"Los siete mitos de la conquista española\" de Matthew Restall

June 15, 2017 | Autor: Juan Clavijo Lopez | Categoría: American Literature, Conquista de América, Historia De La Conquista, Comentario De Textp
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Historia de América Comentario del libro: Los siete mitos de la conquista española de Matthew Restall 1er Cuatrimestre Juan Clavijo López

HISTORIA DE AMÉRICA 1er cuatrimestre Comentario del libro: Los siete mitos de la conquista española de Matthew Restall

Juan Clavijo López Barcelona

Historia de América Comentario del libro: Los siete mitos de la conquista española de Matthew Restall 1er Cuatrimestre Juan Clavijo López

El libro Los siete mitos de la conquista española de Matthew Restall data como primera edición noviembre del 2004. Se estructura entorno a siete capítulos donde el autor analiza los mitos de la conquista española de América, los disecciona y los sitúa en el contexto de otras fuentes alternativas. El libro compara descripciones largo tiempo entendidas por correctas con otras que según el autor son más exactas, objetivas y fuera de toda duda. El autor se advierte así mismo de estar ineludiblemente influido por los conceptos y el lenguaje de su propia cultura, por tanto su análisis reconoce que los mitos pueden ser reales para sus creadores y una supuesta realidad construida a través de la investigación de las fuentes, también puede generar mitos propios o antimitos. El autor con su texto tiene como objetivo comparar dos formas de relatar lo que sucedió: una forma es la resultante de la época y el momento histórico contemporáneo a los hechos y la otra germina en los archivos, cuando los historiadores escribieron sus propias descripciones históricas sujetas a la subjetividad del individuo y de la época en que se escribió. Para completar el resto de capítulos el autor comienza el libro con los agradecimientos y una breve introducción. Posteriormente ataca un mito por capítulo y finaliza con un epílogo donde explica la traición de Cuauhtémoc cerrando con los créditos, notas, bibliografía e índice analítico de nombres el libro. El autor apunta que el proyecto de elaborar este libro se inició en su labor como docente a raíz de un comentario suspicaz de un alumno una tarde de primavera en un aula de Pensilvania. A partir de aquí el autor inició una intensa búsqueda para documentarse y acometer la empresa. El libro recoge las conclusiones y las aportaciones de los asistentes al seminario de postgrado del Departamento de Historia de la Pennsylvania State University, titulado “Los siete mitos de la conquista española” en primavera del año 2001. Con dicha información el autor redactó el libro final en la primavera siguiente.

Primer mito. Un puñado de aventureros: el mito de los hombres excepcionales El autor sostiene en este capítulo que se puede contemplar más claramente la conquista a través de las pautas definidas por las biografías de muchos españoles, en lugar de las vidas de esos seres supuestamente excepcionales. Los españoles que invadieron América siguieron procedimientos desarrollados y estandarizados por generaciones de colonos, cuyo destino no estaba determinado por el talante audaz “de un puñado de aventureros” (frase original de William Prescott). El mito de los hombres excepcionales se centra en tres figuras eminentes que todavía disfrutan de extraordinario reconocimiento en la actualidad, casi medio milenio después de su muerte. En cierto sentido la celebridad de Colón, Cortés y Pizarro es justificada. El primero descubrió América para los europeos a principios de la Edad Moderna, mientras que los otros dos lideraron las primeras expediciones que descubrieron, y en parte destruyeron, los dos principales imperios que había en América en esa época; el méxica o azteca y el inca. El imperio español en América fue posible gracias a las proezas de estos tres hombres sólo en el aspecto más superficial. Fue preciso explorar América y sus principales centros de población para construir aquel imperio.

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El autor analiza el papel en la conquista de las tres figuras importantes de la conquista, y afirma que el enfoque de los “grandes hombres” no reconoce la relevancia del contexto ni las circunstancias ante las cuales se vieron obligados a reaccionar: acontecimientos, fuerzas militares y muchos otros seres humanos. La atención prestada a unos pocos hombres eminentes relega a un segundo plano a muchos otros individuos de trayectorias similares, así mismo oculta casi por completo a los indígenas americanos y africanos que desempañaron funciones cruciales en aquellos acontecimientos, un factor clave que complica y a la vez ayuda a explicar mejor la historia de la conquista. A diferencia de Colón, descubridor, del que se forjó en realidad su mito con motivo del tricentenario de su llegada a América en EEUU, donde se produjo la rehabilitación y reconstrucción del navegante y cuyo interés académico y popular fue acrecentándose tanto en Norte América como en Europa, cuando se aproximaban las efemérides centenarias; Cortés y Pizarro, iconos de la conquista, sus mitos se forjaron a partir de un nuevo discurso histórico basado en un documento desarrollado por los ibéricos antes de llegar al Nuevo Mundo. Se trata del informe que enviaban los conquistadores a la corona tras concluir sus misiones de exploración, conquista y colonización. Su doble propósito era tanto informar al monarca de los acontecimientos y las nuevas tierras adquiridas como la petición de recompensas en forma de cargos, títulos y estipendios. El termino español que designa dicho genero de documento es “probanza de mérito”. La propia naturaleza de estos documentos obligaba a sus autores a engrandecer sus propias hazañas e infravalorar o ignorar las de los demás, eliminando a su favor los procesos o pautas ajenos. Estos informes reflejan ya lo que posteriormente forjaría la mitología de la conquista: los españoles como seres superiores bendecidos por la divina providencia, la invisibilidad de los africanos y aliados indígenas, la premura por concluir cuanto antes la conquista y sobretodo la interpretación de la conquista como el logro de individuos audaces y sacrificados. En realidad, Cortés siguió los procedimientos de conquista de origen ibérico, que eran anteriores al descubrimiento (durante la expansión por el mediterráneo y las Islas Canarias) y se consolidaron durante la fase de conquista caribeña (1492-1521). Estas rutinas se desarrollaron en los siglos XVI y XVII porque a los españoles les interesaba justificar sus acciones y dotarlas de un barniz legalista. El modelo de conquista fue un procedimiento seguido por muchos hombres, no un conjunto de acciones excepcionales de unos pocos. El primer aspecto del procedimiento de conquista era el uso de medidas legalistas para dotar la expedición de una aparente validez, tales como la lectura de el “requerimiento” usado a modo de licencia de conquista y donde constaba la petición de sumisión a los indígenas antes del inicio de las hostilidades. El segundo aspecto del procedimiento de conquista era el recurso a una autoridad superior, por lo general el propio rey. El autor también aclara que toda esta veladura de fama histórica que tiñe el proceso de descubrimiento y conquista se ha convertido en una barrera que impide comprender en toda su magnitud el mayor descubrimiento de la historia. A mi entender y tras analizar los escritos de diversos autores especialistas sobre el tema, como John Lynch o Carlos Malamud, este mito es real y Restall lo interpreta correctamente, aunque echo de menos algún tipo de reconocimiento hacia Cortés o Pizarro, ya que aventurarse a lo desconocido con un “puñado de hombres” y sobrevivir y derrotar las dificultades de un continente exótico y peligroso, estando ellos al mando,

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como hicieron, algo de audacia debieron demostrar, máxime cuando podían ser destituidos en cualquier momento por los integrantes de su propia horda. Creo que fue todo lo contrario, que existió cierto reconocimiento por parte de sus hombres. Precisamente este es un punto donde creo que el autor comete una incongruencia, describe las “probanzas de mérito” dejando claro que intentaban por un lado alabar las acciones individuales del conquistador que las escribía y por el otro desprestigiar a otros conquistadores rivales, sin embargo se observa cierto corporativismo y encubrimiento por parte de los compañeros de armas de Cortés en el suceso que se relata en el epílogo, donde explica la traición de Cuauhtémoc

Segundo mito. Ni sueldo ni obligación: el mito del ejército del rey El autor apunta el testimonio presencial de Francisco de Jerez en los acontecimientos de 1532 en Cajamarca donde sucedió el enfrentamiento entre Pizarro y Atahualpa y la consecuente masacre de los andinos. Francisco de Jerez recuerda a sus lectores que los españoles no constituían ningún ejército. El punto de referencia de Jerez no era el ejercito español de su época, puesto que tal concepto todavía no estaba bien definido, sino el antiguo ejército romano. Como el propio Jerez afirma “la conquista del Perú” fue una empresa aún más extraordinaria e impresionante, porque no fue el logro de “capitanes y ejércitos remunerados”. Las versiones de otros españoles que participaron en las campañas de conquista confirman las afirmaciones de Jerez. La palabra “soldado” que consta en las cartas escritas por el propio Cortés fueron introducidas por historiadores o traductores ingleses de Cortés. Cortés habla de “300 peones”, con ello no solo evitaba la palabra “soldado” sino que en sus cartas al rey, a pesar de sus esfuerzos por demostrar su firme control de la situación revela que sus hombres son un grupo de individuos tan variopinto como los compatriotas de Jerez en Cajamarca. El origen del mito viene del desarrollo militar español de mediados y finales del siglo XVI, así como en los cambios terminológicos que conllevó dicho proceso. Los ejércitos profesionales permanentes como los que relacionamos en la actualidad con el término “ejército”, no se crearon hasta el siglo XVII. Evolucionaron a medida que se desarrollaron los estado-nación y el concepto de ciudadanía. Así pues, mucho tiempo después del apogeo de los conquistadores, los estados europeos, incluido el español, alcanzaron el nivel de centralización e institucionalización necesario para organizar fuerzas de soldados permanentes, asalariados y formados con uniformes y armas reglamentarias. Según el autor la perpetuación del mito viene dada porque en la actualidad todos estamos influidos por nuestra propia concepción de los ejércitos modernos. El autor concluye que la conquista española no fue obra de soldados enviados por el rey, como bien sabían los conquistadores. Pero la revolución militar que se desarrolló en Europa en los siglos XVI y XVII alteró la percepción de las primeras conquistas españolas. Los historiadores modernos se guiaron por esta interpretación tergiversada influidos también por otras presuposiciones relativas a la naturaleza de los militares. Así pues en la conciencia popular se asoció a los conquistadores, mucho después de su muerte, con la imagen de soldados modernos.

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Por último el autor describe la figura del auténtico conquistador: sería un hombre joven de entre 25 y 30 años, semi analfabeto procedente del sur de España, formado en una profesión u oficio concreto, que busca una oportunidad de enriquecerse a través de las redes de vasallaje basadas en vínculos familiares y locales de la ciudad de origen. Armado en función de sus posibilidades, y con cierta experiencia en la exploración y conquista de América, estaba dispuesto a invertir todos sus bienes y a arriesgar su vida, en caso necesario, con el fin de ser miembro de la primera compañía encaminada a conquistar alguna región rica y bien poblada, que ofreciera un cuantioso botín. Aunque comparto con el autor gran parte de su discurso, discrepo profundamente en su acusación de que el mito comentado se extiende por el mundo académico actual. Probablemente esté en lo cierto de que popularmente el estereotipo de conquistador sea una concepción de “militar moderno”, también creo que ha sido así durante mucho tiempo en el ámbito académico, sin embargo rechazo de pleno que lo sea en la actualidad, puede que una muestra de ello sean los autores en los que baso habitualmente mis estudios: Carlos Malamud define a los conquistadores como “hueste”. Por su parte John Lynch, aunque ambiguo (utiliza en exceso los términos tropa y caballería, dando pie en ocasiones a pensar que se trata de un ejército regular, aunque cuida mucho no utilizar la palabra “ejército”), describe perfectamente el cometido conquistador como “empresa privada” y alude al esfuerzo y la forma de reclutar integrantes, a la vez que describe el ambiente y el carácter no oficial de dichas empresas. Cuando emplea la palabra “soldado”, en mi opinión lo hace pensando en la función real del conquistador, que fue la de luchar, mas que en el origen social de la persona. Por otro lado, la descripción de Malamud que hace del auténtico conquistador discrepa ligeramente de la que apunta Restall, dirigiéndolo hacia una mezcla de hidalgos desfavorecidos con una turba de individuos de oficio o artesanos sumados con sustratos mas básicos, pero todos ellos con gran afán de mejorar su expectativa de vida.

Tercer mito. Guerreros invisibles: el mito del conquistador blanco Según el autor no cabe duda que los españoles siempre eran menos numerosos que los enemigos indígenas en el campo de batalla, pero lo que se ha olvidado o ignorado a menudo es que, por lo general, el número de españoles también era inferior al de sus propios aliados indígenas. Además, los “guerreros invisibles” de este mito se encarnaban también en otra figura importante, la de los africanos, libres y esclavos, que acompañaban a los invasores españoles y que, en posteriores campañas, los igualaban o superaban en número. La guerra civil inca es el ejemplo más evidente del modo en que los españoles buscaban aliados indígenas, propiciaban las divisiones entre grupos indígenas y se beneficiaban de ellas. El traslado de aliados indígenas de unas zonas a otras de conquista era una práctica común desde el comienzo de la actividad española en América. Los isleños del Caribe eran trasladados sistemáticamente de unas islas a otras, como personal de apoyo en las expediciones de conquista, y después fueron conducidos al continente para que tomaran parte en las campañas de Panamá y México. Los indígenas solían sobrepasar en número a los africanos puesto que estos últimos eran muy caros al ser adquiridos a los negreros provenientes del otro lado del Atlántico. Aunque los hombres se encargaban de combatir y de trasportar los suministros, también había mujeres indígenas que cocinaban, servían de compañía femenina o eran amantes

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de los españoles, tenían hijos con los europeos y se establecían con ellos como sirvientes en sus nuevas residencias coloniales. Los africanos estuvieron presentes en todas las campañas españolas de invasión y colonización de América. Debido a que la mayoría de los africanos llegaba como mano de obra esclava, y a que se les atribuía un estatus subordinado en la visión del mundo castellana, cada vez más etnocéntrica, el papel central de los negros era sistemáticamente ignorado por los españoles que escribían sobre la conquista. Así pues los indicios de la presencia negra son escasos y amenudo confusos, pero cuando se unen todas las piezas, resulta incontrovertible. Uno de los indicios es la trayectoria vital de los conquistadores negros Juan Valiente y Juan Garrido entre otros. La finalidad del tráfico de esclavos por el Atlántico era satisfacer la necesidad de mano de obra en las plantaciones. Si bien es cierto que los españoles establecieron plantaciones de azúcar con mano de obra esclava, sus colonias se construían principalmente en zonas de alta densidad de población indígena, utilizándola como mano de obra. Por lo tanto, los esclavos negros en las colonias solían servir como ayudantes personales, al igual que en los tiempos de la conquista como siervos armados; y en los combates, si lograban sobrevivir solían ganarse la libertad y convertirse en conquistadores de pleno derecho. El autor describe numerosos testimonios que avalan con sus escritos contemporáneos a la conquista toda la argumentación anterior. Comparto en gran medida su valoración aunque me reservo algunas dudas respecto de que los esclavos fueran tan habituales como para no merecer la pena mencionarlos en los escritos. Por otro lado parece que pasa por alto la mejor evidencia de los “soldados invisibles”: su herencia, los millones de afroamericanos que son actualmente ciudadanos de todo el continente americano.

Cuarto mito. Bajo el dominio de su majestad el rey: el mito de la completitud Bajo la óptica del autor, la imagen de la conquista tiene su origen en los propios conquistadores y perdura más o menos intacta hasta la actualidad. Los españoles del siglo XVI presentaban sistemáticamente sus hazañas, y las de sus compatriotas, en términos que anticipaban de modo prematura la completitud de las campañas de conquista y envolvían las crónicas de ésta en el aura de lo inevitable. La frase “conquista española”, así como todo lo que comporta, a perdurado a lo largo de la historia porque a los españoles les interesaba describir sus campañas como conquistas y pacificaciones, como contratos cumplidos, como un designio providencial y como hechos consumados. El autor afirma que tales descripciones dieron lugar al mito que él ha denominado como “el mito de la completitud”. Uno de los motivos que el autor afirma que explica el mito es el sistema español de vasallaje, contrato y recompensa, iniciado por Colón al defender obstinadamente, hasta el fin de sus días, que había cumplido su contrato con el descubrimiento de una ruta hacia Asía. Otro de los motivos era la ideología de justificación imperial, desarrollada en el siglo XVI, que presentaba la conquista como un designio divino y a los españoles

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como agentes de la providencia. A pesar de estas afirmaciones, la conquista no se completó hasta varios siglos después de las invasiones españolas iniciales. A partir de aquí el autor presenta siete aspectos de esta incompletitud para respaldar su argumentación. La primera dimensión es la supuesta rapidez de la conquista en las principales áreas de asentamiento indígena y posteriormente colonial. A parte del endeble control español en México central en 1521, el dominio de Perú era casi nulo en 1532, a pesar de la captura y ejecución de Atahualpa, y muy escaso 1536, tras la apropiación de la sede inca de Cuzco. Persistió un estado inca independiente hasta que su cacique Tupac Amaru fue ejecutado por los españoles en 1572. existían todavía regímenes mayas, yucatecas independientes en 1541. la segunda dimensión guarda relación con la prolongada conquista militar en las regiones periféricas de lo que paulatinamente se definió como la América española. Los españoles buscaban asentamientos indígenas sobre los que pudieran construir sus colonias. Pero al margen de Mesoamérica y los Andes solo hallaron poblaciones dispersas de indígenas. En tales regiones tardaron décadas en establecer núcleos de asentamiento, inestables y pobres. El tercer aspecto es el de la pax colonial, la paz entre los indígenas y entre estos y los colonos españoles que supuestamente se asentaron después de la conquista. Cabe destacar que Hispanoamérica sufrió numerosas revueltas indígenas contra el dominio colonial. La negación de la omnipresencia de diversas formas cotidianas de resistencia sería la cuarta dimensión de la incompletitud. La resistencia cotidiana se manifestaba de modos diversos, desde actos de violencia individual contra los españoles hasta estratagemas en el entorno de trabajo. La quinta dimensión era el grado de autonomía que conservaban los pueblos indígenas dentro del imperio español. Permitida y sancionada por los funcionarios españoles y fomentada por los líderes indígenas a través de medios ilegales y negociaciones legales. Los españoles procuraban conservar las comunidades indígenas como fuentes autónomas de mano de obra y producción agrícola. La sexta dimensión es la de la conquista espiritual. El mito de la cristianización sostenía que a pesar de que los indígenas seguían siendo supersticiosos y tendentes a la reincidencia, en lo esencial habían sido convertidos en las primeras fases de evangelización. La última dimensión guarda relación con la persistencia de las culturas indígenas. Al margen de los aspectos culturales que tenían implicaciones religiosas, los españoles no se preocuparon por llevar a cabo una hispanización total de los pueblos indígenas, al menos hasta que en el siglo XIX tales asuntos de convirtieron en preocupaciones de gobierno. El autor aporta muchos datos y ejemplos en sus argumentaciones, a mi entender comparto en gran medida su valoración aunque me cuestiono hasta qué punto se trata de un mito universalmente asumido e identificado tradicionalmente con la conquista. Quinto mito. Las palabras perdidas de la Malinche: el mito de la comunicación y el fallo comunicativo Al parecer del autor, el mito de la comunicación, creado ya por los conquistadores, perduró durante la conquista y el periodo colonial. El mito resultaba conveniente para los españoles en el sentido de que la comunicación con los indígenas contribuía a reafirmar la idea de que estos estaban ya sometidos, integrados y convertidos. El cuestionamiento de dicho mito por parte de los historiadores modernos, se ha vuelto tan común, que ha pasado a constituir un antimito. Se ha abusado de ambos temas, la comunicación y el fallo comunicativo, en la explicación de la conquista. De ahí que se ayan convertido en mitos, a pesar de que ninguno de ellos explica la evolución histórica

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de la conquista. El autor describe cómo generaron los conquistadores el mito de la comunicación, examina los argumentos del antimito del fallo comunicativo, y por último analiza varios momentos de la conquista que indican la existencia de un punto medio entre los dos extremos, que ayuda a entender mejor como se interpretaban las intenciones del contrario en la comunicación entre españoles e indígenas. Sin embargo después de leer este capítulo no dejo de preguntarme porqué no existen sendos mitos derivados de todas las conquistas que ha habido a lo largo de la historia de la humanidad donde dos civilizaciones con distintos idiomas y culturas se han enfrentado. Y si estos mitos existen ¿porqué no han trascendido?. Quizás por la capacidad inherente al ser humano del don de la comunicación, que relega este mito al rápido olvido. Si los humanos quieren comunicarse, las culturas no tienen porqué ser barreras, es posible que sólo uno de los dos bandos quisiera comunicarse, el otro, como en la gran mayoría de los conflictos de la historia universal de la humanidad se dedica a la acción, a sacar partido de la situación, a guerrear y dejar las palabras para después de vencer. Como bien dice el dicho “dos no se entienden si uno no quiere”.

Sexto mito. El exterminio de los indios: el mito de la devastación indígena El autor explica que a lo largo de los siglos la tendencia crítica de aquellos que denunciaron las prácticas coloniales y el impacto de la conquista sobre los pueblos indígenas americanos dieron lugar a un mito sobre la naturaleza de las civilizaciones indígenas anteriores a la conquista, así como sobre la repercusión a largo plazo de la colonización sobre las sociedades locales. Durante siglos los europeos han imaginado e inventado la desintegración cultural y social de las sociedades Americanas indígenas. Esta perspectiva no solo enfatiza la destrucción y la despoblación, sino que percibe una forma más profunda que equivale a un estado de anomia. Cuando una sociedad se halla en dicho estado sus individuos padecen una confusión por la desintegración de sus anteriores sistemas de valores. Este es supuestamente el estado mental en el que estaban sumidas las comunidades indígenas. El autor rastrea el desarrollo de este mito de la devastación indígena a partir de Colón. Primero analiza la concepción colonial de las culturas indígenas precolombinas en las primeras fases de la conquista, y después la percepción europea de las relaciones indígenas ante la invasión y la colonización. El autor defiende la tesis de que las culturas indígenas no eran ni bárbaras ni idílicas, sino tan civilizadas e imperfectas como las culturas europeas de la época. Las respuestas indígenas a la invasión se basaron en juicios interesados y sus reacciones fueran diversas. Las culturas indígenas demostraron gran resistencia y capacidad de adaptación, y muchos indígenas, sobre todo las élites, hallaron nuevas oportunidades en la transición hacia el periodo de la conquista. El mito del apoteosis, parte del mito general de la devastación indígena, es un elemento central de la imagen de los europeos sobre la reacción indígena sobre la conquista. Como sucede en gran parte de la mitología de la conquista, la apoteosis de los conquistadores puede tener su origen en los voluminosos textos de Colón.

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El mito de la devastación se adecuaba bien a la percepción de los pueblos indígenas por parte de los europeos del siglo XVIII. Servía para explicar la conquista e indicaba la existencia de una relación de desigualdad y veneración que se reflejaba en la estructura de la sociedad colonial. El autor defiende que el brusco declive de la población americana indígena, que se inició en 1492 y continuó hasta bien entrado el siglo XVII, ha sido descrito como un holocausto. Pero la reducción no fue producto de una campaña genocida o de un intento deliberado de exterminar a la población. Los colonos españoles dependían de las comunidades indígenas para construir y sostener sus colonias con tributos, productos y manos de obra. Los funcionarios coloniales estaban sumamente preocupados por la tragedia demográfica de la colonización del Caribe donde la mayoría de los pueblos indígenas de las islas se extinguieron en pocas décadas. Lo que no comprendían los españoles era hasta qué punto la enfermedad era responsable de este desastre. La combinación del declive demográfico y la dependencia colonial española respecto de una población indígena en recesión, brindó nuevas oportunidades a los supervivientes. Algunas de tipo político. El declive demográfico no supuso la decadencia de la cultura indígena en ningún sentido. Las culturas autóctonas evolucionaron de forma más rápido y radical durante el periodo colonial, como consecuencia del contacto con la cultura española y la necesidad de adaptarse a las nuevas tecnologías, exigencias y métodos. El Autor trata de sostener que la masiva muerte de los indígenas no repercutió negativamente en su cultura, sino que fueron ellos mismos quienes eligieron libremente evolucionar y adoptar otro sistema. Discrepo abiertamente respecto este último argumento del autor, considero que la desaparición de pueblos enteros por culpa de las enfermedades que los europeos llevaron consigo merma muchísimo a la cultura de un pueblo. Desaparecieron idiomas completos, folklores, formas de entender el mundo y rasgos particulares de aquellas gentes, me pregunto cuántos de los idiomas conservados de los indígenas a los que hace referencia el autor se hablan en la actualidad, y si es comparable a la cantidad de lenguas que hablaban antes de la llegada de Colón. El mito de la devastación yo lo entiendo como un interés particular de presentar a la práctica extinción de los amerindios como una matanza premeditada y buscada como último objetivo y no como fue en realidad: una explotación sistemática de las personas unida a un factor epidemiológico muy desfavorable por una alimentación e higiene deficientes y un sistema inmunológico indígena endémico no operativo frente las nuevas enfermedades del Viejo Mundo, punto de vista que también comparten respetados estudiosos del tema.

Séptimo mito. Monos y hombres: el mito de la superioridad Según el autor, los cronistas coloniales y los historiadores modernos se basaban en el mito de la superioridad para explicar la conquista de los imperios indígenas. La inferioridad indígena se expresaba en términos que les negaban su humanidad.

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Esta oposición entre hombres e indígenas, entre civilización y barbarie, entre el desarrollo y el mundo primitivo se manifiesta en muchos otros textos hasta hace relativamente poco tiempo. El autor revisa las cinco explicaciones mitológicas mediante las cuales el historicismo ha intentado justificar la superioridad de la civilización europea frente la barbarie indígena: los europeos cristianos fueron ayudados por Dios, los indígenas creían que los españoles eran dioses, la cultura de los indígenas era incapaz de hacer frente a la invasión española, la superioridad española en el lenguaje, la escritura y la lectura y por último el armamento español explica en sí la conquista. En su revisión, Restall desacredita todas estas explicaciones con argumentos contundentes y una multitud de ejemplos. El último mito de Restall supone que tanto europeos como mesoamericanos estaban bien integrados en su entorno y por lo tanto no hay la tan mencionada superioridad de una civilización frente a la otra, aunque si bien es cierto que ambas civilizaciones estaban bien acomodadas en su medio, no es menos cierto lo que apunta por ejemplo John Lynch, que resalta de modo especial los avances tecnológicos de los que disponían los europeos frente los amerindios como parte de la explicación de la conquista, el uso de la rueda, animales de carga domesticados y utilizados en la guerra, metales duros, artillería y armas de fuego, ballestas y defensas como petos de cuero y algodón, todos ellos debieron marcar mas o menos diferencias, según las circunstancias y el campo de batalla, pero lo que sin lugar a dudas fue la ventaja determinante de los europeos fue su concepto de “guerra total”, pensamiento desarrollado para eliminar por todos los medios al enemigo y parte de la evolución tecnológica y social de la Europa de la conquista. Por su parte, los indígenas tenían un concepto de la guerra diferente, para ellos era un recurso para conseguir cautivos y ofrecerlos en sacrificio a los dioses, su organización en combate era la adecuada para este fin y apreciaban la vida en gran medida aunque fuese solo para practicar rituales y sacrificios tras la captura. Finalmente el autor a modo de conclusión en este capítulo incluye la explicación en cinco puntos del desenlace de la conquista. Argumento al que en gran medida me sumo, aunque con los peros que ya he explicado: Los conquistadores tenían dos grandes aliados, sin los cuales la conquista no habría sido posible. Uno era la enfermedad, favorecida dado el aislacionismo de los indígenas Americanos con respecto del mundo, provocando un sistema inmunológico deficiente frente las enfermedades que llegaron al Nuevo Mundo. Durante el siglo y medio siguiente al primer viaje de Colón, la población indígena Americana se redujo en un 90%. Las enfermedades avanzaron por el continente americano más rápido que los europeos y africanos portadores de los gérmenes. El segundo gran aliado de los conquistadores era la desunión indígena; los pueblos indígenas se consideraban miembros de comunidades concretas o ciudades-estado, y raras veces se identificaban como miembros de grupos étnicos más amplios. Esta identidad originó una desunión propiciada también por los invasores. El tercer factor es el armamento, y el arma de eficacia incuestionable era la espada de acero, más larga y menos frágil que las armas de obsidiana de los guerreros mesoamericanos y también más larga y afilada que las macanas y hachas de punta de cobre andinas. La cultura de la guerra es el cuarto factor. Los métodos bélicos méxicas enfatizaban las ceremonias previas a la batalla que eliminaban la posibilidad del ataque por sorpresa, así como la captura de los españoles

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para su ejecución ritual, en lugar de la muerte instantánea. Por último la conquista española solo puede entenderse situándola en el contexto general de expansión europea. Se trata de un proceso histórico complejo que trasciende los detalles concretos de la conquista española en América.

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