HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA

June 7, 2017 | Autor: Hilario Rodriguez | Categoría: Microhistoria, Biografias
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Descripción

HILARIO RODRÍGUEZ DE GRACIA

Francisco Antonio Lorenzana, un arzobispo viajero

Separata de

El cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo INSTITUTO TEOLÓGICO SAN ILDEFONSO TOLEDO 2004

FRANCISCO ANTONIO LORENZANA: UN ARZOBISPO VIAJERO

HILARLO RODRIGUEZ DE GRACIA

Introducción Hablar del arzobispo Lorenzana y de su paso por la sede de Toledo no resulta dificultoso y hay varias razones que justifican la aserción. Una de ellas es que existe una copiosa bibliografía en torno a sus realizaciones, en unas ocasiones por la generosidad demostrada al poner en funcionamiento las Casas de Caridad de Toledo y Ciudad Real; sobre su ensayo colonizador, el proyecto repoblador de Jumela, de éxito efímero, o por el impulso académico que proyectó, muy en especial las actuaciones constructivas de la Universidad y el Nuncio'. El segundo argumento es que existe una biografía bien documentada, meticulosa en la metodología seguida en su elaboración, aunque con la salvedad de haberse publicado parcialmente2 . Debido a esta última circunstancia, cuando se cumple el segundo centenario de la muerte del purpurado toledano, es imprescindible rellenar de contenido, sino todas si algunas de las lagunas biográficas, tanto en lo que a la actividad diocesana se refiere como a su proyección ilustrada, incluso en lo inherente a sus relaciones diocesanas y familiares. A la hora de conseguir el objetivo propuesto juega un papel excepcional la abundante documentación conservada

A. SANTOS VAQUERO; La Real Casa de Caridad de Toledo. Una institución ilustrada. Toledo, 1994.Para no hacer extensiva la cita, los numerosos proyectos que llevó a cabo están más ampliamente evidenciados en las comunicaciones que componen los dos tomos del Simposio Toledo Ilustrado, Toledo, 1975. Hay uno, sin embargo, del que se conoce muy poco y es la fundación del parador sito en la calle el Carmen, del cuya proyección despejaré algunas evidencias en este artículo. En lo que a la obra repobladora se refiere véase H. RODRÍGUEZ DE GRACIA; «Repoblación en los Montes de Toledo durante el siglo XVIII: el caso de Jumela». Revista Asociación Montes de Toledo, 82 (1983), pp. 22-28. 2 L. SIERRA NAVA-LASA, El cardenal Lorenzana y la Ilustración. Madrid, 1975. Hay que reconocer sin ambages que, hoy por hoy, es el único estudio de conjunto y cimentado en una sólida documentación, aunque, la parte publicada abarque hasta la etapa mejicana. Otra aportación del mismo autor es el artículo: «Una década de política religiosa de Carlos III vista por los ojos de un nuncio y un abate romanos (1776-1785», Cuadernos de Investigación Histórica, 8 (1984), pp. 171-201.

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en el Archivo Diocesano de Toledo, ya que es un fondo de muy diverso contenido y voluminoso, superior los ciento cincuenta legajos.

Montij os, Félix Amat, Felipe Bertrán, José Climent6, Pérez Bayer, Campomanes', Pedro Pablo Abarca de Boleas, Ricardo Wall, Jovellanos, Cabarrus, etc.

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De alguna consulta realizada a dicho material documental —reconozco que imprecisa y a salto de mata-, me llamó la atención el interés que mostró el emérito arzobispo por conocer a las gentes y a los pueblos de su diócesis. No hay por qué dudar de la preferencia ilustrada del personaje, cuya proyección fue más intensa al contactar con un amplio círculo de intelectuales. Aquel enlazamiento espontáneo redundaría en una desmedida afición a la letra impresa, aparte de asumir funciones como la de autor y editor de obras humanísticas, científicas e históricas`. Viajar en el siglo XVIII Una de las primeras premisas que conviene abordar al hilo de la cuestión suscitada sería la siguiente: ¿Tuvo el arzobispo una curiosidad innata por conocer lo recóndito o es que se sintió obligado por su cargo a tener una visión exhaustiva de la realidad? Para dar respuesta al interrogante es conveniente resaltar que Lorenzana vivió en diferentes escenarios y tuvo que relacionarse con individuos muy diversos. Es conveniente reconocer, antes de nada, que durante la segunda mitad del siglo XVIII moverse de un lado a otro con cierta facilidad resultaba muy dificultoso. La gente vivía donde nació, por lo general, y la falta de movilidad condicionaba muchísimo las relaciones personales. Lorenzana, en ese sentido, desde que nació en León el año 1722 hasta que murió en Roma el año 1804, tuvo que conocer y tratar a muchas personas. La galería de personajes, si fuese posible hacer una radiografía de sus relaciones personales, sería de una amplitud excepcional y en ella tendrían cabida figuras como la condesa de

3 En ese sentido, una de las interpretaciones más clara serían los informes que pidió a sus curas y que están guardados en el Archivo Diocesano de Toledo, publicando una gran parte de los testimonios J. PORRES DE MATEO, H. RODRÍGUEZ DE GRACIA, R. SÁNCHEZ, GONZÁLEZ, Las Descripciones del cardenal Lorenzana (Archivo Diocesano de Toledo). Toledo, 1986; Los pueblos de la provincia de Ciudad Real a través de las descripciones del cardenal Lorenzana. Toledo, 1985. Las transcripciones, de unos de los partidos arzobispales con una introducción, las ha completado R. SÁNCHEZ GONZÁLEZ; «El partido de Alcaraz a núm. 28 (junio, 1991), pp.. 17 a 69. través de las relaciones del cardenal Lorenzana». 4 Aparte de una amplia serie de documentos, entre ellos cartas pastorales, impresos en F, A. LORENZANA Y BUITRON; Cartas, edictos y obra' sueltas del Excelentísimo señor don..., Arzobispo de Toledo, Primado de las Espadas, Toledo, 1786, es conveniente la consulta a J. MALAGÓN BARCELÓ, «La obra escrita de Lorenzana como arzobispo de Méjico (17661772)». Simposio Toledo Ilustrado, Toledo (1975) tomo 11, pp. 29-66.

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Un espectro humano numeroso del cual importa resaltar, someramente, unos sucintos perfiles. Hubo individuos anodinos, otros se caracterizaron por su dogmatismo y tenacidad; algunos buscaron la felicidad de los pueblos, otros actuaron como reformistas doctrinarios y los hubo regalistas o dentro del jansenismo9. Otros defendieron un romanismo exacerbado y existieron los que actuaron bajo un regalismo ultramontano. En aquella realidad, y sin desvirtuarla, estuvieron presentes individuos con desacordes virtudes, presuntuosos, vanidosos, algunos adornados de gran astucia y otros sibilinos, redomados hipócritas o carentes de toda benevolencia. También armonizó con quienes representaba la otra cara de la moneda, los infortunados e infelices. ¿Cómo fue Francisco Antonio Lorenzana? La mejor caracterización que se puede hacer es su seguridad en sí mismo y la versatilidad que poseyó. Quizá fue propenso a cierta actitud lisonjera, gozó de una gran sagacidad y hay que calificarlo como enormemente cerebral, aparte de humanitario, magnánimo y de exquisita conversación. Aquellos rasgos le permitieron no dar pasos en 'P. de DERMERSON, María Francisca de Sales Portocarrero, condesa de Moinijo, Una figura de la Ilustración. Madrid, 1975. Véase también el estudio preliminar de C. SECO a M. GODOY; Memorias. Madrid, 1956 y el libro de V.. PALACIO ATARD, Los españoles de la Ilustración. Madrid, 1964. 6 A. MESTRE SANCHIS, «Religión y cultura en el siglo XVIII español» Historia de la Iglesia en España dirigida por R. GARCÍAVILLOSLADA, Madrid, 1979, vol. IV, p. 621, considera que Lorenzana, junto a otro numeroso grupo de prelados, fueron tomistas convencidos y estuvieron bastante alejados del jansenismo de Climent. 7 J. TOWNSEND; Viaje por España en la época de Carlos III (1786-1787). Madrid, 1988, p. 115, afirmó que Campomanes era un súbdito de una inteligencia, sabiduría y benevolencia extraordinaria. Un perfil más extendido a otras actividades del personaje en M. J. GONZÁLEZ; «Campomanes y Jovellanos ante los problemas de modernización del Antiguo Régimen. Carlos III y la Hacienda Publica», Hacienda Pública Española, núm.:. (1990), pp. 13-25. L. RODRÍGUEZ DIAZ; Reforma e Ilustración en la España del siglo XVIII, Pedro Rodríguez Campomanes. Madrid, .1975. M. BUSTOS RODRÍGUEZ; El pensamiento socioeconómico de Campomanes. Oviedo, 1982. 8 R. OLAECHEA y J. A. FERRER BENIMELLI; El conde de Aranda (mito y realidad de un político aragonés). Zaragoza, 1978. También el estudio de ALBIAC BLANCO, M. D.; El conde de Aranda7 los laberintos del poder. Zaragoza, 1998. Nuevas aportaciones en las actas del cougreso dirigido por J. A. FERRER BENIMELL1; El conde de Aranda y su tiempo, Zaragoza, 2000. 9 Resulta Interesante, después del tiempo transcurrido desde su publicación, el libro de M. G. TOMSICH; El jansenismo en España. Estudio sobre la ideas religiosas en la segunda mitad del siglo XVIII. Madrid, 1972, Una breve referencia al movimiento jansenista en A. MESTRE SANCHIS, «Religión y cultura en el siglo XVIII español» Historia de la Iglesia en España dirigida por R. GARCÍAV1LLOSLADA, Madrid, 1979, vol. IV, pp. 639-646.

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falso ni en la Corte española ni en la Curia Vaticana; aún así, partió de Toledo en 1797 y, paradojas de la vida, nunca volvería a la ciudad.

comprensible el porqué una buena parte de los navegantes hicieran testamento antes de embarcar para Indias o Italia.

Detrás de las personas y de las vivencias siempre hay un contexto político y social. De forma metafórica lo denominamos entorno o lo que nos rodea; o a mejor decir, el decorado de una vida. La biografía de Lorenzana estuvo caracterizada por el continuo tránsito de un lugar a otro y por ello pudo conocer y vivir en diferentes entornos, codearse con el mundo cortesano, vivir las angustias de los desamparados en una ciudad con limitadas expectativas de futuro; bregó con un Cabildo capitular siempre vigilante en sus prerrogativas y a la defensiva; congenió con individuos de una sociedad rigurosamente jerarquizada, con títulos, fortunas y funciones muy dispares... El arco de relaciones, amplio, y los ambientes tan diversos donde tuvo que desarrollar su vida serían elementos sustanciales en el devenir biográfico del arzobispo'°.

Cualquier viaje por tierra requería igualmente sortear numerosas adversidades; bien es cierto que con menores incertidumbres. Aun así, aquel lance conllevaba un componente de riesgo bastante alto. Por ejemplo, en la Meseta sur el paisaje que aparecía ante los viajeros se caracterizaba por la escasez de casas en las cercanías del camino y por la parvedad del arbolado. Las zonas yermas abundaban a partir de los tres kilómetros de distancia de cualquier localidad y se convertían en zonas inhóspitas donde cualquier viajero podía ser asaltado y violentado''. En las cercanías de los caminos principales escaseaban las casas. De tarde en tarde aparecían una venta, un mesón y alguna que otra quintería se divisaba en la lejanía. Se componía de un conjunto de casas pequeñas, construidas de adobe y con tejado de jara; en su interior había una cuadra para los animales, la cual también compartían las personas. Aquel reducido habitáculo lo presidía una chimenea. Por cierto, de dimensiones bastante grande, con una amplia campana para la salida del humo y unos poyos de madera a su alrededor'3 . Sobre ellos se echaban unas sacas de paja para descansar, a la vez que servían de asiento si aumentaba la concurrencia 14.

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En calidad de mitrado de la diócesis toledana sus vivencias estuvieron repartidas por tres escenarios paradigmáticos. La ciudad de Toledo representó el lugar del retiro espiritual, donde meditaba y hacía sus oraciones. Madrid, por el contrario, sería el escenario de las maquinaciones cortesanas: mientras que Roma aparecerá como el espacio donde tuvo que desarrollar sus dotes diplomáticas. El escenario italiano también representó el momento de mayor dolor, de la impotencia, al ser testigo de los sufrimientos que pasó el Papa, así corno por la intuitiva angustia del retraso impuesto por el rey para su regreso; algo que, en puridad, no sería otra cosa que sinónimo de destierro. La segunda premisa que conviene destacar son los inconvenientes que comportaba hacer un viaje en el siglo XVIII. De mayor consideración cuando resultaba imprescindible trasladarse por mar, ya que se convertía en la gran aventura de la vida y suscitaba no poca ansiedad, bastante pesadumbre, miedo por doquier y la incertidumbre de no volver al puerto de partida. Frente a las inclemencias y la inseguridad de las embarcaciones debía colocarse el factor suerte, con el fin de alcanzar la tierra firme sin más contratiempos que los implícitos a todo viaje, como el que los alimentos no eran abundantes en los navíos, con facilidad se pudrían en los toneles y un nau Vi-agio podía sobrevenir por muchísimas circunstancias'. Las expectati vas d ibujadas hacen V. RODRIGUEZ CASADO; La politinv e lu.c polltim.ks• en rl Ivinallo dB G'cirlos IIL Madrid, 1962, muestra 111111 panorámica brlSlilnIC 1)1"Geitin :11 11 A, El:,,INÁND11.:Z. COLLADO, /.‹.).s- irrJirrrrrra d,'17.vihr ,hl liarle,, e/e al obispos de Toledo, Cuenca, 20(13, p, 151, En e:1 inl6rme que re•dacló ■;(1 \ ■ i:;iia del año 1788, apuntaba In milicia de que una \iex eniIar2ndo,.. pala ¡limbo tuvieron que demorar la salida 1,, 1,1,,v,,,..11)au unos fuertes vientos, tan del ptiGrio nada iiienoi; 1•1 zunenav.adorw que podian liaeer cunlquh.1 Hay,: iiim;pidamente saliera al mar.

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Los caminos tYno facilitaban el tránsito, en opinión de las personas que viajaban, y resultaba más fácil desplazarse a caballo que en coche. La imagen que nos transmiten aquellos viajeros sobre las deplorables condiciones de las vías de tránsito justificaban las reticencias a cualquier traslado. Aparecían colmados de tierra en verano y las caballerías y los carros levantaban abundante polvo. En gran parte del invierno, mucho más durante la primavera, solían estar enlodados por la lluvia y la nieve. Al no absorbe la tierra el agua, las llantas de madera y de hierro de los carruajes que circulaban por ellos agrandaban los baches, tanto es así que hasta las vías de comunicación más principales tenían grandes trechos intransitables, y lo peor es que nadie los

12 Orientación que quedó resaltada en la obra de R. TWISS, Viaje por Espada en 1773. Edición de M. DELGADO YODI Madrid, 1999, p. 33. 13 La cocina fue la estancia principal de cualquier casa. Tenía un valor ambivalente, ya que servía para comer y trabajar alrededor del fuego, según recoge G. A. FRANCO RUBIO, La vida cotidiana en tiempo de Carlos III. Madrid, 2001, p. 103. 14 Sobre el mobiliario y el menaje, así como de los objetos decorativos hay numerosas referencias en P. MANZANOS ARREAL; «La casa y la vida material en el hogar. Necesidades y niveles de vida en la Vitoria del siglo XVIII», en J. M. IMICOZ BEONZA (dir.); La vida cotidiana en Vitoria en lo edad Moderna y Contemporánea. San Sebastián 1995. El ambiente de los hogares nobles lo reconstruye J. CEPEDA ADÁN, Sociedad, vida y política en la época de Carlos III. Madrid, 1967.

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reparaba, porque mantenerlos en buen estado no era prioritario para las autoridades municipales''. Si era necesario descansar en un trayecto largo surgían numerosas complicaciones. La razón es que tanto posadas como ventas aparecían como oasis y resultaban ser muy inhóspitas en su interior. Los viajeros, entre otros sufrimientos, debían cocinar lo que compraban en el camino y alimentarse con las viandas que llevaban a buen resguardo16. Las habitaciones estaban mal provistas y la cocina no tenía otra cualidad que la de ser vulgar y monótona, hasta el punto de ceñirse a una olla podrida de bacalao salado y el gazpacho'''. Los extranjeros que por entonces visitaban España acertaban al decir que para hacer un viaje con cierta comodidad se requerían tres cualidades: una buena constitución física, dos buenos criados y sólidas cartas de crédito y recomendaciones para las mejores familias de las ciudades principales''. El ya citado Antonio Ponz, que corno es sabido fue buen amigo de Lorenzana, encontró diferencias notabilísimas con otros países. Alababa a los ingleses por el exquisito trato que de ellos recibían los visitantes, la limpieza de sus posadas, la abundancia de alimentos, comodidad de sus camas, los caminos arreglados y lo afables que eran los postillones19.

- R. TWSSIS, Viaje por España....., p. 131, cuando se refiere a la carretera entre Toledo y Madrid, afirma que era buena, aunque arenosa. "transcurre a través de una llanura con campos de cereal intercalados con olivos entre los que volaban numerosas abubillas. Las palabras de Antonio Ponz, cuando escribió su Viaje de España, permite visionar el estado del camino que venía de Madrid a Toledo. Decía: "Dos cosas lo hacen principalmente desagradable. Una, la escasez de árboles que se nota en tan vastas llanuras; y la otra, algunos malos pasos que hay, no solamente en invierno, en cuya estación son, por las aguas, intransitables y peligrosos, sino también en verano. Y en cuanto a lo primero ¿Quién duda que la falta de árboles dé un aspecto hórrido a los campos, y en la imaginación de los pasajeros imprime ideas áridas y destierra el deleite? Los árboles hacen breve y apacible cualquier camino, por largo y fragoso que sea. El camino hasta Toledo, apostillaba, requería la construcción de tres o cuatro puentes para atravesar arroyos peligros, en vez de fabricar y costear algunos pueblos obras extravagantes. A. PONZ, Viaje de España. Madrid, 1988. 16 S. MADRAZO MADRAZO; «Tres arbitristas camineros de mediados del siglo XVIII». Hispania, 126 (1974), pp. 169-193. 17 A. C. GUERRERO, Viajeros britónico.s en las España del siglo XVIII. Madrid, 1990, pp. 100-101, apunta los comentarios que Campomanes hizo sobre las posadas españolas en su Bosquejo de política económica española delineado sobre el estado presente de sus iniere.se,s;., Calificó a los posaderos de ignorantes, aparte de asignarles otras metáforas poco afables, como la de que eran miserables personas, procedían de las heces del pueblo y actuaban como criados de basura y porquería. TOWNSEND: Viaje por España p. 17. 19 R. FORD, Manual para viajeros Por Andalucía s lectores de casa. Madrid, 1980, p. 22, con bastantes referencias en lo relacionado con la provisión de comida para realizar un viaje.

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Primera etapa. A la búsqueda de formación y acomodo Sobre el telón. de fondo dibujado aparecer ahora el personaje principal. Sería bautizado con el nombre de Francisco Antonio en la parroquia leonesa de San Pedro y San Isidro. Fueron sus padres el regidor perpetuo Jacinto Lorenzana y María Josefa Salazar Taranco20 . Aunque su madre quedó pronto viuda, disfrutó de una niñez apacible junto a sus hermanos Pedro Ventura, Micaela y Tomás. Con éste irá a Valladolid a estudiar leyes, allá por el año 1739, una vez obtenido el título de bachiller en humanidades con los benedictinos de Espinareda. Nueve años más tarde fue a Salamanca, en el momento en que Tomás opositaba para una canonjía doctoral en Tuy, la cual ganó con cierta y posteriormente alcanzaba los cargos de penitenciario en la catedral salmantina y deán en Zaragoza y obispo de Gerona' 1. Francisco permaneció en Salamanca algo más de tres años y en ese tiempo residió en el colegio mayor de San Salvador, o de Oviedo, con una beca de las establecidas por el obispo Muros". Se desplazó para estudiar leyes y teología 20 En 1754 se hizo una información de limpieza de sangre al cubrir su plaza de canónigo en Toledo. Aparece en ese documento utilizando, como segundo apellido, Iraurigui. La información que suministra la partida de bautismo, tomada del libro de la iglesia de San Pedro y San Isidro el Real de León dice que era bautizado el 22 de septiembre de 1722. En su filiación constar haberle procreado Jacinto Lorenzana y Barcia, regidor perpetuo, y Josefa Iraurigui Taranco. Como padrinos actuaron sus tíos, el canónigo Anastasio de Lorenzana, y su hermana Micaela. La procedencia de la familia paterna era leonesa, pero la de la materna procedían de Castro Urdiales, en la entonces diócesis de Burgos. Su abuelo paterno, Pedro Lorenzana fue regidor en León, donde nació; su abuela paterna, Beatriz de Barcia, nació en Chantada, diócesis de Burgos. Su abuelo materno procedía de Santa María de Llovera, en la diócesis de Burgos. Su abuela, Felipa Taranco, nacería en Castro Urdiales. Sobre el carácter hidalgo de sus ascendientes, los informantes aducían un detalle tan paradigmático como que "las armas, dadas por el rey Ramiro, eran un león, ocho eslabones sobre campo dorado". Archivo Catedral de Toledo (ACT). Expediente limpieza de sangre, núm 387. 21 SIERRA NAVA-LAZA, El cardenal Lorenzana..., p. 2l y ss. En el Archivo Diocesano de Toledo (ADT) hay una parte de la correspondencia entre ambos hermanos, que sin ser numerosa en documentos resulta bastante enjundiosa en su contenido.. En septiembre de 1780 murió Micaela, que estaba con Francisco, y Tomás le escribió una carta consoladora muy pletórica de esperanza en su otra vida y de cómo va a rogar continuamente por ella. En la despedida le recriminaba su pereza para escribir con estas palabras: "mucho tiempo hace que me niegas el consuelo de tus cartas; todo lo llevo con paciencia..." ADT. Lorenzana, caja, Cartas del obispo, año corriente. "El análisis de los colegiales como grupos de presión lo realizaba L. SALA BALUST; Colegios de Salamanca (1623-1770). Valladolid, 1956. La nómina de las personas que estuvieron en la institución en J. M. FERNÁNDEZ CATÓN; «El colegio mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca. Catálogo de sus colegiales«. Studium Legionense, 1 (1960), pp. 259-329. Cuando en 1794, Carlos IV nombraba a Lorenzana del Consejo de Estado, un honor sólo destinado a altos servidores de la Corona, había tres colegiales de Oviedo en dicha

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para obtener órdenes sagradas, ya que sin el título de teólogo no podía ordenarse. En julio de 1749 se dirigía hasta Ávila para examinarse de la licenciatura en el Estudio General de Santo Tomás, al ser las exigencias académicas menores que en la universidad salmantina23. Rápidamente volvía a la ciudad del Tornes y allí permanecería hasta el año 1751. Desde allí viajó a Sigüenza para opositar a una canonjía doctoral, de la que tomó posesión al siguiente año e hizo llegar unas propinas a los campaneros de la catedral ya que existía la costumbre de avisar con repetidos toques que había nuevo canónigo. Desde el cabildo catedralicio se le encomendaban con premura las tareas de bibliotecario y la de hospitalario de un asilo de ancianos24.

Por la intercesión de su protector el jesuita Rávago obtuvo una canonjía de gracia en la catedral toledana26, momento que marcaba la ya pasada etapa de los fracasos y comenzaba un cursos honorum bastante exitoso gracias a la intercesión de buenos padrinos27 . El 22 de septiembre de 1754 tomaba posesión de su nuevo cargo y al año siguiente sería nombrado vicario por el arzobispo Luis Manuel Fernández, conde de Teba28.

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Lorenzana, con toda certeza, desde el momento que llegó a Sigüenza hizo votos de permanecer poco tiempo en la ciudad. La primera oportunidad de salir se le presentó al quedar vacante la canonjía doctoral de la catedral murciana2'. Al igual que hicieron otros eclesiásticos de buena formación académica, probó suerte en las oposiciones que se publicaban. De una manera peyorativa, a decir de L. Sierra, en su tiempo se denominó a esos trashumantes en busca de acomodo: "clérigos de gaceta y maleta". Fracasaría en su intento, así que no tuvo otro remedio que regresar a Sigüenza en los primeros días del mes noviembre de 1752. Al verano siguiente efectuaba una nueva salida y utilizaba el mal sistema de postas para desplazarse hasta Salamanca, en cuya catedral concursó a una canonjía. En esta ocasión llevaba sólidas recomendaciones para triunfar sobre sus contrincantes. La verdad es que no le sirvieron de mucho, ya que los jueces consideraron bastante insatisfactoria su exposición y puntuaron más a otro opositor. Irremediablemente tuvo que volver a Sigüenza una vez concluido su concurso, aunque esta vez será breve su residencia en la ciudad alcarreña. institución. El estudio más profundo de ella lo realizó F. BARRIOS; El Consejo de Estado de la Monarquía española, 1521-1812. Madrid, 1984. I. ARÍAS DE SAAVEDRA, «Los colegiales en la alta administración española, 1701-1808«, en J. L. CASTELLANO (ed.); Sociedad, administración y Poder en la España del Antiguo Régimen. Granada, 1996, pp. 75-109, incluye los nombramientos que beneficiaron a colegiales del de Oviedo. 23 TOWNSEND; Viaje por España..., pp. 144-5, anunciaba que en el curso 1784-85 se matricularon en la universidad mil doscientos noventa y nueve estudiantes. 24 G. SANCHEZ DONCEL; «Francisco Antonio Lorenzana, canónigo doctoral de Sigüenza», Hispania Sacra, 14 (1961), pp. 323-336. 25 El doctoral solía ser un jurista, con amplio bagaje y formación en derecho canónico, a quien le era confiada la defensa de los bienes, derechos y prerrogativas capitulares, M. TERUEL GREGORIO DE TEJADA. Vocabulario básico de las Historia de la Iglesia. Madrid, 1995, p. 37. Murcia, a decir de TWISS, Viaje por España..., p. 157, presentaba la morfología de ciudad con calles estrechas, cuya población se cercaba a los veinte mil habitantes, estaba dividida por el río Segura en dos mitades, las cuales unía un puente de dos arcos, construido en piedra. Contaba con una agradable alameda que servía de lugar de paseo.

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Tiempo de éxitos: del obispado de Plasencia a Toledo, pasando por Méjico Lorenzana fue designado obispo de Plasencia el año 1775. Tuvo que emprender el viaje a su recién estrenada sede en un momento de hambre y de circunstancias muy dificultosas para el pueblo, desencadenantes de fuerte disturbios contra el ministro Esquilache29. Una recua de arrieros le trasportó hasta Malpartida de Cáceres, donde llegó el 26 de agosto. Su presencia sería muy efímera, ya que iba a ser elegido arzobispo de Méjico en diciembre. Sus biógrafos, con intencionalidad, opinan que la designación se verificó gracias a la recomendación del confesor real fray Joaquín Eleta. La idea de emprender un viaje por mar debió asustar bastante al obispo y en su ánimo pesaron mucho las contingencias que debía afrontar en la travesía oceánica, aunque mantuvo una cierta frialdad y coraje. Sin sobresaltos de consideración llegó a la ciudad de Veracruz, donde tomó posesión de la sede y comenzó un infrincado periplo, por agrestes parajes y no exento de adversidades, hasta llegar a la ciudad de Méjico3°.

J. MARTÍNEZ DE LA ESCALERA, «Francisco de Rávago y Noriega», en O. ALDEA, T. MARÍN y J. VIVES, en Diccionario de Historia Eclesiástica de España. Madrid, 1973, vol. III, pp. 2047-8. 27 Los parentescos ficticios fueron un arma de especial valor en las estrategias de dominación, a decir de F, CHACÓN, «Identidad y parentesco ficticios en la organización española de los siglos XVI y XVII. El ejemplo de Murcia». Historia social de la familia en España. Aproximación a los problemas de ~lila y tierra en Castilla (siglos XV y XIX). Alicante, 1990. 26 Sustituía al obispo en el gobierno de una diócesis, TERUEL GREGORIO DE TEJEDA, Vocabulario..., p. 452. 26 El estudio de C. CORONA BARATECH; «El poder real y los motines de 1766», Homenaje al Dr. Cañellas, Zaragoza, 1969, se complementa con los realizados por P. VILAR; «El motín de Esquilache y la crisis del Antiguo Régimen», Revista de Occidente, 107 (marzo 1974), pp. 199349; L. RODRÍGUEZ; «El motín de Madrid de 1766», Revista de Occidente, 121 (abril 1973), pp. 24-29; T. EGIDO; «Madrid.1766, "Motines de Corte" y oposición al gobierno». Cuadernos de Investigación Histórica 3 (1979), p. 125-153; P. RUIZ TORRES; «Los motines de 1766 y los inicios de la crisis del Antiguo Régimen», Estudios sobre la revolución burguesa en España. Madrid, 1979, pp. 90-104; A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, «Poder real y poderes reales en la época de Carlos III». Actas del Coloquio Internacional Carlos III y su siglo. Madrid, 1988, t. II, p. 1932. 30 SIERRA NAVA LASA, El cardenal Lorenzana..,p. 1 11-2. 26

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Poco tiempo tuvo desembalado el equipaje cuando ya emprendía un nuevo traslado. Volvió a la península al haberle concedido un nuevo destino. Por las facultades que detentaba la monarquía española estaba entre los recomendados para que el Papa le designase arzobispo de Toledo y el nombramiento no se hizo esperar. Los peligros de un viaje por mar estuvieron en el ánimo de todos. Desde la catedral toledana, el deán y los canónigos se aprestaron a interceder para que al purpurado recién elegido no le ocurriese ningún daño. El día cinco de junio de 1772 se celebró una misa de colecta pro naveganlibus. Como al Cabildo le parecía que sus oraciones eran parcas, frente a los muchos accidentes que podían ocurrir en un viaje tan problemático, decidieron comenzar alguna rogativa más amplia31 . Antes, no obstante, optaron por examinar los libros antiguos de protocolo, entre ellos el Juan de Chaves Arcayos, para saber cómo se actuó en ocasiones semejantes32.

pontificado; esto es, los años que correspondieron al reinado de Carlos 11134. Conviene dar una explicación a la abstracción "parada con derecho a fonda" para no desvirtuar la realidad. El arzobispo representó a la máxima dignidad eclesiástica; como tal su papel principal consistirá en dirigir y gestionar la diócesis más extensa y rica de España, aunque realmente pocos prelados asumieron directamente el gobierno. Una razón de peso había para ello y no es otra que el gobierno arzobispal quedaba delegado en un órgano colegiado llamado Consejo de la Gobernación, institución que asumía tanto la administración económica como la doctrinal. Existía una especie de ministerio de Hacienda, la Contaduría Mayor de Rentas Decimales, para la gestión económica, mientras que los aspectos doctrinales quedaban bajo la supervisión de dos vicarios generales, uno con sede en Toledo y el otro en Alcalá, quienes además gozaban de amplios poderes y prerrogativas judiciales3'. En consecuencia, puede colegirse que no fue imprescindible la presencia permanente del prelado en Toledo a la hora de tomar decisiones. Tal vez por ello, Lorenzana no quiso introducir novedades en el organigrama heredado; aceptó de buen grado su papel institucional y dejó al Consejo sus ancestrales atribuciones.

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Uno de los dictámenes analizados serían las formalidades aplicadas cuando Cisneros embarcó para la conquista de Orán y Mazalquivir. En tal ocasión se hizo una procesión que llegó hasta la iglesia de Santiago del Arrabal. La otra rogativa examinada sería la celebrada cuando el archiduque príncipe Alberto partió para hacerse cargo del gobierno de Flandes, cuya petición de buen tránsito se interpeló con un novena rio de misas. A la vista de lo hecho, los canónigos quisieron asegurar el viaje de regreso de Lorenzana mediante una intercesión denominada "colecta pro navigantibus", que ordenaban incluir en todas las misas catedralicias oficiadas durante nueve días. El nuevo prelado desembarcó en Cádiz sin contratiempos el dieciocho de julio y desde allí escribió una carta a sus capitulares agradeciéndoles las beneficiosas oraciones. Igualmente, les expresaba sus expectativas de estar pronto en su sede arzobispal para honrar la protección que le dispensó la Virgen del Sagrario en el trayecto de vuelta33. Toledo: el punto de partida para viajes menores Toledo será para el nuevo arzobispo un lugar de tranquilidad y reposo, frente al ajetreo que vivió en la Corte. Su permanencia puede caracterizarse de parada con derecho a fonda, más en concreto durante los primeros años del ACT. Actas capitulares, 1772-1773, sesión del 12-V1-1772 Una biografía del autor de aquel tratado de protocolo tan consultado por el cabildo catedralicio en H. RODRÍGUEZ DE GRACIA, «El Arcayos: una fuente para historiar el Corpus toledano», en G. FERNÁNDEZ JUÁREZ Y F. M A RTÍ N EZ GIL; La fiesta del Corpus Christi. Cuenca, 2002, pp. 463-487. 33 ACT. Actas capitulares, 1772-1773, sesión del 24-V11-1772: "he llegado, decía Lorenzana, con felicidad a este puerto y los trabajos y dilaciones del viaje me han aumentado el deseo de tributar a nuestra patrona del Sagrario las mas reverentes gracias por haberme librado de todo peligro por las oraciones fervorosas ele ese Santo Coro...

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Por otro lado, comprendió a la perfección que su presencia cerca del rey le permitía ejercer de forma más directa la representación religiosa como primado. El comq.tido cortesano lo ejerció a las mil maravillas en los reinados de Carlos III y en menor medida en el Carlos IV36 . El arzobispo compartió su domicilio oficial de Toledo con un palacio en Madrid, el llamado de Cruzada'', mientras el de Alcalá estaba un poco en desuso desde el anterior pontificado38.

L. SANTOLALLA HEREDERO, «La población de la ciudad de Toledo en el siglo XVII».. Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha. Talavera, 1988, t. VIII, pp. 267-274. 35 El mejor estudio sobre esta institución es el efectuado por M. GUTIERREZ GARCÍABRAZALES, «El Consejo de la Gobernación del Arzobispado», Anales Toledanos, núm. XV y XXV (1983-1988), pp. 63-138 y 108-147. 36 La buena estrella de Lorenzana se eclipsó con Carlos 1V. Al principio el cardenal consiguió estar en el mismo lugar que le había colocado su padre, Carlos III, pero poco a poco se granjeo la enemistad de la reina Maria Luisa y de su favorito Manuel Godoy. A. DOMÍNGUEZ ORTÍZ; Carlos III y la Espolia de la Ilustración. Madrid, 1988, p. 149. 37 Madrid ofrecía buenas oportunidades para el empleo a los inmigrantes en aquellos años, sobre todo en sectores como el comercio o la artesanía, aunque no fuese un centro de redistribución ni siguiera de tránsito, a decir de D. RINGROSE, «Madrid y Castilla, 560-1850. Una capital nacional en una economía regional». Moneda y Crédito, 111 (1969), p. 65-122. A diferencia de lo que ocurrió en otras ciudades mesetefias, Madrid creció en la segunda mitad de la centuria, aunque mantuvo una falta de dinamismo en la vertiente económica y demográfica, a decir de D. RINGROSE; Madrid y la economía española, 1560-1850. Madrid, 1985, p. 378. Sobre la inmigración a la Corte hay dos trabajos elaborados por M. CARBAJO ISLA; «La inmigración a Madrid (1600-1850)». Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 32 (1985), pp. 67-100



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Francisco Antonio Lorenzana: un arzobispo viajero

Volvamos al año 1772, en el preciso momento en que Francisco Antonio llegaba a Toledo, el tres de octubre, e iba directamente a su palacio arzobispal. La entrada del nuevo arzobispo estaba sometida a un protocolo de actos oficiales, dentro de los cuales también había lugar para el regocijo de las fiestas populares durante algunos días. El reglamento de recepción presentaba dos tipos de ceremonias; por un lado, estaban las pautas que debían realizarse si el arzobispo iba directamente a su palacio; por otro se hallaban las que debían hacerse si decidía entrar, antes de nada, en la catedral".

comitiva para acompañarles, situándoles en una antesala y en una galería adyacente. Los cargos capitulares y el guión quedaban cerca de la puerta de un cuarto donde estaba el mitrado. AI abrirla, Lorenzana apareció con su guión y recibía efusivamente a sus canónigos, "manifestándoles con particulares muestras de gratitud y cortesía el gusto con que admitía el obsequio de esta demostración y volviéndose a entrar en el quarto, en que había un dosel, y debajo de él una silla, se puso, arrimado a ella, en pie y sin bonete..." A partir de ese momento, el deán Aurelio Beneito y Aznar, "habiendo hecho humillación a S. E. y otro a su guión" le manifestó con expresiones de veneración la satisfacción que sentían de tenerle como arzobispo en la ciudad. Enseguida cada uno de los canónigos pasó a besar la mano al mitrado. Concluido el acatamiento, salieron de la sala y fueron hasta la puerta de salón acompañados por el mitrado. Después sus familiares se ocuparon de llevar a la comitiva hasta la salida del palacio.

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Lorenzana decidió llegar directamente a su residencia y los canónigos no tuvieron más remedio que acudir al palacio para el besamanos de recibimiento, acto que se acordó realizar el inmediato día cuatro4°. ¿En que consistió? El desarrollo de la ceremonia mantuvo unas pautas muy precisas. Los canónigos se reunieron una vez concluido el coro y esperaron la presencia del guión del cardenal Mendoza en el recinto frente al altar mayor. Salió de la capilla llamada del Sagrario portado por el capellán más antiguo. A partir de ahí, se organizaba una especie de desfile procesional, iniciado por los canónigos y complementado por los racioneros y capellanes de la Greda, quienes iban con sobrepellices y mangas altas. Salieron del recinto catedralicio por la puerta del Perdón, atravesaron la plaza del Ayuntamiento y entraron por la puerta principal del Palacio. Varios familiares del nuevo arzobispo esperaban a la y La población de la villa de Madrid desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX. Madrid, 1987, pp. 227. 38 A. PONZ, Viaje..., t. I, pp. 259, describía el palacio sin uso, descuidado y con sólo la atención de una persona, que tenía las llaves y enseñaba el inmueble. De entre la abundante documentación que se conserva de este pontificado, hay una relación de instrucciones, con fecha 1775, para el guardamuebles del palacio de Alcalá Eugenio Martín Ventas..En ella se dice que su principal función consistía en mantenerlo con el mayor decoro posible. Debía vivir en él, cuidando del mobiliario y del resto de los enseres, incluso debía tener a punto los acueductos de agua y las fuentes de los jardines. Existe también un inventario de muebles, donde figuran un total de veinticuatro camas, aunque lo más curioso son los ochenta mapas, con sus medias canas verdes y su perfil dorado. La pasión por el coleccionismo de mapas es otro aspecto de la formación científica de Lorenzana que todavía no ha sido investigado. En enero de 1775 se llevaron para adorno dos cuadros bastante grandes, uno representaba al símbolo de la Fe y el otro a la once mil vírgenes. ADT. Fondo cardenal Lorenzana, caja especial. 39 Biblioteca Castilla-La Mancha, Fondo Borbón-Lorenzana, PS. VS. 225, num, 7 y 8. El primer documento aparece bajo el título: "Razón de lo que se observa en esta Santa Iglesia Primada por el Ilustrísimo Cabildo guando va a dar la bienvenida al Excmo. Sr. Arzobispo a su palacio, la primera vez que viene a Toledo". El segundo ritual lleva la siguiente referencia: "Lo que se observa en la entrada en público que hace el Ecmo. Sr. Arzobispo la primera vez que viene a su Santa Iglesia de Toledo, Primada de las Españas". 40 ACT. Actas capitulares, año 1772-73, sesión 28-IX-72. El cabildo remitió a su nuevo arzobispo, a Madrid donde había llegado desde Cádiz, una carta con el ceremonial de los actos que se hacía cuando el prelado iba derecho a la Catedral, indicándole, de la misma manera, cuales eran los que efectuaba la institución si el prelado optaba por entrar primero en su palacio.

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Con mucha solemnidad sería recibido el nuevo mitrado en el recinto catedralicio por la tarde. El deán hizo de anfitrión al terminar las oraciones de completas y le recibía en la puerta del Perdón, que se adornó con tres paños de "tanto monta", una alfombra y un altar pequeño, sobre el cual fueron colocados cuatro candeleros y un lignus crucis. Los canónigos y racioneros iban vestidos con capas pluviales blancas y estaban acompañados por la cruz grande catedralicia y las de todas las parroquias de la ciudad. La procesión partió del coro, pasó por la nave de la capilla de San Pedro, dobló por la capilla de la Torre, entró por la nave de la Virgen de la Estrella, hasta quedar a la cabecera de la comitiva frente a la puerta del Perdón. Lorenzana esperó en la puerta de su palacio hasta que tocaron las campanas en señal de aviso de que todo estaba dispuesto. Salió del recinto a pie, acompañado de sus familiares y su guión delante, encaminándose derecho al atrio de la puerta catedralicia, donde fue recibido por los canónigos. El arzobispo se puso de rodillas en ese ámbito, frente al altar, y adoró un Texte; un preste le entregó un hisopo para que bendijese a la concurrencia y, a continuación, el secretario del cabildo llevó las constituciones para que el nuevo arzobispo hiciese el juramento acostumbrado. Una vez realizado, se situó en medio de los canónigos y avanzaron hacia el interior al unísono que tocaban los órganos. Un grupo de músicos entonaban la antífona ecce sacerdos magnus y acto seguido comenzó un tedeum laudamus, que siguió hasta entrar la cabeza de la comitiva en la capilla mayor. Lorenzana se quedó en las gradas del presbiterio, en un sitial, mientras un preste y un diácono subieron al altar. La música volvió a sonar para entonar le ergo que slunia, mientras todos los asistentes permanecían de rodillas. Después se levantaron los canónigos y todos los demás asistentes, incluso Lorenzana, permanecieron hincados de rodillas hasta que el preste acabó las preces y la oración del pontifical. A partir de ahí empezaron a sonar

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Francisco Antonio Lorenzana: un arzobispo viajero

la chirimías, mientras los capitulares se despojaban de los ornamentos sagrados. A continuación, el prelado se sentó en una silla, colocada ex profeso al lado del Evangelio, y una almohada a los pies, que puso un capellán. En ese momento, el deán se acercó el primero; hizo una genuflexión al Santísimo y pasó a besar la mano al nuevo arzobispo, acto que repitieron el resto de los capitulares. La capilla dirigida por Juan Rosell, durante esta parte del ritual, cantó y entonó salmos. Al finalizar, la música cantó la antífona beatus maten y los seises entonaron el verso difusa est gratia. Lorenzana se colocó al lado de la epístola, donde había colocado un misal, y dijo la oración concede ,faniulos tilos y los presentes respondía: amén. A partir de ahí volvía a constituirse una procesión para acompañar al prelado a la salida del templo, por la puerta del Perdón, donde volvió a dar de nuevo la bendición antes de partir para su palacio41 . De esa manera concluía un acto de extraordinaria grandiosidad.

diocesano. El deán no se desalentó, dentro de lo que es previsible, y respondió al emisario que la propuesta del arzobispo era irrealizable en ese momento, principalmente porque pretendía introducir una novedad no recogida en el protocolo. Aun así, Aurelio Beneito se excuso de no seguir la orden al pie de la letra y alegó que debía consultar el deseo del mitrado con el resto del cabildo. Para quitar tirantez al asunto argumentaría que no podía encontrar al campanero a esas horas y le resultaba dificultoso convocar con tanta rapidez a los canónigos. El obrero mayor catedralicio, Andrés Cano de Mucientes, debió estar presente en los requerimientos. El emisario llevó la respuesta con gran prontitud al arzobispo y volvió con un nuevo requerimiento, conminando al deán a tocar las campanas cuando el arzobispo regresara de San Pedro. ¿Qué ocurrió? Algo tan sencillo como que las campanas catedralicias no tocaron44.

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Aquel año fue excesivamente corta su estancia en la ciudad del Tajo, ya que apenas pasaban tres meses cuando salía rumbo al Escorial en busca de la Corte. Una posta enviada por el ministro Grimaldi le alcanzó cuando todavía no llegaba a su destino, para darle la grata noticia de haberle nombrado el rey prelado de la Orden de Carlos 11142. No regresaría al palacio toledano hasta mediados de noviembre. Sin apenas tiempo para deshacer las maletas, el día uno de diciembre partirá nuevamente para Madrid a ejercer su papel de cortesano. Después de casi tres meses de ausencia regresó a Toledo el 22 de abri143. El año de 1773 mantuvo con su cabildo catedralicio un desplante de dificultoso olvido. Sucedió a primeros de un caluroso mes de agosto, cuyas circunstancias se desarrollaban así: el cardenal salió de su palacio, acompañado por su guión, para una función religiosa, al convento dominico de San Pedro Mártir. Aquella visita debía tener un carácter diocesano, aunque inexplicablemente no fue comunicada como tal al deán, sino que, a última hora, con uno de sus servidores —los llamados familiares-, se le ordenaba tocasen las campanas catedralicias para anunciar la salida procesional del Actas capitulares, año 1772-73, sesión del 4-X-1772. Los rituales de determinadas ceremonias ha sido bastante ignorados por los historiadores toledanos, si bien presentaron un significado propagandístico del poder, con una significativa proyección sociológica e ideológica. 42 Aparece esta referencia en ACT. Actas capitulares, sesión del 3-XI-1772. La ausencia tuvo que ser muy breve, pues el uno de diciembre volvía a marcharse y esta vez la salida si le fue comunicaba al deán. 43 El prelado estaba en Alcalá durante el mes de marzo de 1773. Desde allí dirigía una misiva a su cabildo catedralicio para que se diesen por enterados que la consagración de los óleos de la próxima Pascua la iba a realizar el obispo de Constacia.

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El arzobispo dispondría una nueva salida para Madrid en diciembre de 1773. Pretendía solucionar en la capital algunos asuntos pendientes y en estrecha relación con problemas jurisdiccionales surgidos entre la Dignidad y la poderosa Orden de Calatrava45. Estaba de vuelta en Toledo el día veinte de enero 46 . De forma inmediata comenzó a ocuparse de un asunto tan trascendental como el ritual de la procesión del Corpus, así como de las modificaciones que pensaba introducir en la forma de portar la Custodia`'. Entretanto qul diseñaba el plan de actuación para quitar acritud a la tensión de las campanas, Lorenzana decidió asistir al cabildo general que celebraban los canónigos el 16 de febrero de 1774. El deán tuvo ahora el acierto de dignificar su presencia y para no errar en las pautas del ceremonial ordenó consultar el contenido del libro redactado por Juan de Chaves y Arcayos48. ACT. Actas capitulares, 1772-73, sesión del 4-V111-1773. ACT. Actas capitulares citadas, sesión 29-XI1-1773. Lorenzana pretendía, ante los "muchos recursos pendientes y los muchos años que son necesarios para leer tantos libros, papeles y compulsas corno se han presentado desde tiempo inmemorial, celebrar una concordia con la Orden Militar. 46 E l prelado estaba de nuevo en Toledo el 22 de enero de 1774. Llegaba la noche anterior y los Ei capitulares trataron en cabildo elegir a cuatro de sus componentes para que fuesen a darle la bienvenida. ACT. Actas capitulares, 1773-75, sesión 22-1-1774. 47 H. RODRÍGUEZ DE GRACIA. El Corpus de Toledo. Fiesta religiosa y profana en los siglos XVI y XVII. Toledo, 2001, p. 46. 48 Existen otros libros de ceremonias en ligados a los rituales que se celebraban en el ámbito catedralicio. Uno es el de racionero Rincón, escrito en latín, y otro es el de deán Carvajal. Del libro de Arcayos se hizo una copia en el siglo XVIII, cuya probable autoría hay que asignar al padre Burriel. La ceremonia a la que me refiero se enmarcó en los siguientes pasos. Un colegial de Infantes dijo la oración, en latín, nada más empezar la reunión. Posteriormente, el secretario, sentado en una mesa pequeña, revestido de sobrepelliz, mangas bajas y bonete puesto, leyó la constitución del oficio del Coro. Cuando acabó, el prelado hizo una platica, y concluida se fue. Le acompañaron todos los asistentes y los beneficiados del Coro que estaban presentes. ACT. 44 4

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La preocupación arzobispal por la manera de portar las andas donde iba la Custodia era evidente desde el año 1773. Solían trasladarla un grupo de doce individuos, preferiblemente clérigos, en su recorrido procesional por las calles, aunque desde años atrás, con anterioridad al pontificado de Lorenzana, los portadores eran seglares, adornados, eso sí, con vestiduras eclesiales. El arzobispo estaba dispuesto a cortar con el remedo. Tanto es así que entró en contacto con Eugenio Gálvez, a quien iba a encargar el diseño de un carro para evitar que la representación del cuerpo de Cristo dejase de ir a hombros de sacerdotes fingidos. La máquina diseñada por aquel individuo no debió de ser de su completo agrado. Pidió una segunda opinión y se puso, por medio de un tal Pablo Lorenzo García, en contacto con Bernardo Minguelez, residente en León. A este inventor le había encomendado el cabildo leonés el trabajo de hacer un carro muy artificioso para portar la joya de Arfe. Puestos de acuerdo sobre la traza que debía tener el carro, su constructor actuó con gran meticulosidad para evitar que hubiera el más mínimo fallo, según queda patente en la correspondencia que se conserva. En una de las cartas, fechada en León el 29 de abril de 1774, escribía al arzobispo estas palabras:

zaragozano Tomás Lorenzana, y al canónigo salmantino, Domingo Fernández de Angulo, nombrado obispo de Tuy. En el cabildo se discutió una petición efectuada por el arzobispo, muy interesado porque tal ceremonia se celebrase en Toledo y estando presente, sobre si debía ejercerse corporativamente el padrinazgo o debía hacerlo mejor a título personal. Al final, después de examinar lo que se hizo en ocasiones semejantes, optaron por designar a seis padrinos, todos canónigos, al igual que en las consagraciones del obispo Sandoval, en la del arzobispo de México y del obispo de Tortosa, esta última realizada el año 160151.

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"Para no vernos burlados en esa ciudad con el carro triunfal, hice ayer la última (prueba). Saqué de la S. I. (León) hasta el palacio episcopal, cargado con 52 arrobas de peso y con tres personas lo subieron asta ponerle en el patio, advirtiendo que para salir de esta Santa Iglesia hay cuatro gradas, bastante altas, y parte de otra. Y a la subida que hay desde el citado palacio episcopal para volver a entrar en la iglesia es un repecho que no tiene peor esa ciudad. Y, sin embargo, no ubo necesidad de añadir hombre alguno, que solo los tres hicieron el efecto..."49

Al llegar la Cuaresma del año 1774, Lorenzana ya se hallaba en su palacio toledano y quiso bendecir las palmas y los óleos en la festividad del Domingo de Ramos. Aquel año no salió de la ciudad hasta el mes de agosto; un retraso ya previsto desde hacia tiempo atrás, motivado por la visita del futuro Carlos IV y de su mujer50 . Se iba para asistir a una sesión del Consejo, por su condición de Canciller de Castilla, En abril de 1775. Tuvo que ser su ausencia muy corta, ya que el día 24 los canónigos trataban en su reuniones ordinarias la posibilidad de consagrar en Toledo a los obispos de Gerona, el deán Libro de actas, 1772-73, sesión del 16-11-1773. Los capitulares aceptaban que la ceremonia de dar agua bendita al primado nada más entrar en el templo le correspondía al abad de Santa Leocadia. 49 El canónigo Pérez Sedano tuvo en todo este asunto una considerable influencia. ADT. Fondo Lorenzana. Catedral, 1772-1800. 5° ACT. Libro de actas, 1772-73, 21-VI-1773. Los príncipes vinieron desde Aranjuez, oyeron misa mozárabe, tomaron un ligero desayuno con el arzobispo y sc volvieron al Real Sitio. En la Biblioteca Borbón Lorenzana hay un documento, 4-23200(4), donde fueron recogidos los actos de la llegada a la ciudad del príncipe de Asturias.

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En su palacio arzobispal sería recibido, en julio de 1775, otro invitado importante, el secretario de Estado Ricardo Wall, por lo cual el primado retrasaba ese año su traslado a la Corte hasta el 2 de octubres. Permaneció esta vez al lado de la corte hasta el 5 de marzo de 1776 y regresó al decidir Carlos III pasar una corta estancia en Toledo. El rey entró por el puente del Alcántara el 20 de abril, al volver de una batida de caza del Castañar53, pernoctado dos noches en las casas arzobispales. La presencia del arzobispo resultaba inexcusable en esta ocasión, ya que Carlos III hizo una visita a la Catedral y el prelado tenía que encabezar, sin pretexto, la comitiva de recepción.54. Yendo más allá de lo que dicen los documentos, al no existir referencia documental sobre ello, es posible que el rey contemplase las pinturas del claustro, de cuya realización se encargaban Francisco Bayeu y Mariano Maella, ya que Lorenzana le había pedido consejo para escoger a uno de los dos pintores. La decisión real, comunicada por el ministro Grimaldi, se concretó en una resolución tan salomónica como que ambos artistas realizasen los frescos55. 51

ACT. Actas capitulares, 1774-75, sesión del 24-IV-1775. A modo de curiosidad, el prelado asistió en 1775 a la fiesta religiosa llamada de la batalla de Orán, celebraba en el recinto catedralicio. 52 ACT. Libro de actas, 1775-77, sesión del 2-VII-1775. 53 C. SECO SERRANO; «Semblanza de un rey ilustrado», Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CLXXXV (sep-dic, 1988), pp. 425-445. Analiza la regularidad con que Carlos III efectuaba sus viajes a los sitios de caza y descanso durante el transcurso del año. Era poco deportista y no solía cabalgar horas y horas, sino que se instalaba en puestos cómodos, bien provistos de munición y esperando que los ojeadores le llevasen las piezas. Sin desvirtuar la realidad, aquello era una carnicería con pocas emociones. 54 Para comprobar el ceremonial que debía utilizarse en el recibimiento, el Cabildo recomendó la consulta del acta correspondiente en la que quedó escrita la recepción dispensada a Carlos II y Mariana de Neoburgo, el 21-X-1697. En esa ocasión, los reyes entraban por la puerta del patio del tesorero y el arzobispo los saludaba en esa parte del recinto, vestido con roquete, manteleta y muceta, mientras que los canónigos llevarían sobrepelliz y bonete. La llegada del rey Carlos se produjo a la doce y media. 55 Una amplia descripción de las pinturas en S. RAMÓN PARRO, Toledo en la mano. Toledo, 1857 (ed. fac.), p. 662-676. Maella pintó la bóveda del Ochavo a instancias de Lorenzana. Ramón Parro considera que con anterioridad existieron pinturas de Ricci y Can-eño. Roque Martín Merino escribió a Lorenzana una carta, con fecha 23-XI-1775, en la que le comunicaba

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Las idas y venidas de Lorenzana entre Toledo a Madrid continuaron de forma invariable. Con cierto mimetismo abandonaba su sede diocesana en diciembre y regresaba a finales de febrero y como mucho lo alargaba basta abril

dando de comer cada día a un buen número de pobres. En unas ocasiones recibían harina y las más veces el cabildo les repartía carne, pan y vino6°.

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No obstante, el año 1777 estuvo mucho menos tiempo con la Corte, al querer desplazarse hasta Ciudad Real entre los días 15 de febrero y el 21 de marzo, para poner en funcionamiento la Real Casa de Caridad, levantada a sus expensas en la ciudad manchega". Había otro asunto, esta vez de un carácter más solapado, y que necesita de una mayor aclaración a la luz de futuras investigaciones y es que quiso dirimir las enquistadas diferencias que por cuestión de beneficios mantenía el arzobispo toledano con los calatravos. No hay que desvirtuar, sin embargo, la otra realidad; esto es, la fundación de la casa de Caridad, una solución benéfica al problema de la pobreza, como lo había sido la erección del hospicio toledano en 177458. La provincia de la Mancha generaba mucha pobreza a causa de la concentración de tierras en poder nobiliario y manos muertas. Numerosos mendigos manchegos recalaban en Ciudad Real y Toledo buscando la caritativa asistencia de los prelados y de las clases más pudientes'9. Tanto el cabildo como la dignidad arzobispal mantuvieron una caridad instrumentalizada llamada la limosna del Mandato,

la aceptación del encargo por el pintor y el rechazo de éste a efectuar un ajuste, asegurando "que siempre lo haría bien, según su modo, y que aun avía pensado, en obsequio y por devoción a Nuestra Señora del Sagrario, no llevar mas interés que la mitad de lo que el creería mereciese su trabajo". ADT. Fondo Lorenzana, Catedral, 1772-1800. 56 Hay alguna excepcionalidad como la ocurrida, por ejemplo, en agosto de 1790. El primado estaba en Madrid y posiblemente ese viaje a la Corte lo emprendió durante el junio. ACT. Actas capitulares, 1790-1792, sesión de 5-VIII-1790. 57 Al prelado de origen leonés no le preocuparon exclusivamente los pobres mendigos, sino todas las personas que tuviesen necesidad, vergonzantes, expósitos, enfermos, etc. En este sentido es bastante desconocido el interés que mostró por los presos, en especial por las mujeres. Para conocer sus necesidades, solicitó informes detallados al penal de San Fernando y aportó limosnas para las encarceladas. Otra de las preocupaciones de Lorenzana, en pro de la contribución a la felicidad pública propugnada por los ilustrados, se encaminó a la ayuda de las viudas y huérfanos y ese respaldo social queda patente en la aprobación de hermandades y cofradías de socorro o en iniciativas como la fundación de montepíos gremiales. 58 La dirección de la Casa toledana corrió durante varios años a cargo del canónigo Alfonso Aguado Xaraba. Hubo allí una escuela de dibujo de cuyas enseñanzas conocemos pocos detalles. A. PONZ, Viaje..., t. I, p. 164. Otras acciones caritativas están todavía sin aclarar y entre ellas cabe destacar la ayuda económica que aportaba al mantenimiento en Madrid de escuelas para niñas. Un tal Antonio Rodríguez, escribía en mayo de 1775, que sufragaba el mitrado toledano las escuelas de la calle del Barquillo, con 160 niños/as; una en las Capuchinas, con 170; otra en el Ave María, con igual número de escolares y otra más en el Puente de Moros, con 160 colegiales. ADT. Lorenzana, Caja especial. 59 Algunos detalles de la situación manchega en A. DOMÍNGUEZ ORTIZ; Sociedad y estado en el siglo XVIII. Espulgues, 1976, pp. 196-197.

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La otra cara de la moneda plantea una imagen menos caritativa debido a que las autoridades consideraban que los pordioseros eran delincuentes en potencia. Hay que aceptar como sustancial que la definición del vago tenía un significado bastante impreciso y eran objeto de múltiples arbitrariedades. Pordiosera podía considerarse a una prostituta, pero también a cualquier persona que vagase por la calle en hora de trabajo o simplemente alguien que por su vestimenta infundiese sospechas. Como las autoridades consideraban primordial erradicarlos para disminuir la inseguridad, les expulsaban de las poblaciones mediante bandos y establecían castigos para los rezagados61. Cabe argumentar a lo dicho que los ilustrados no pretendieron eliminar la generosidad para con el prójimo, sino que buscaron su institucionalización con el fin de aumentar el número de súbditos productivos. En ese sentido, el ideario proyectista del siglo XVIII se centró en la apología del trabajo como una de las opciones para solucionar los problemas de la pobreza. El pensamiento ilustrado mantendría como acción de urgencia la de promocionar un sistema de beneficencia y asistencia social basada en prototipos tan paradigmáticos como fueron las casas de expósitos, los albergues para niños huérfanos y los thospicios de pobres. Hay que tener en cuenta, para evitar confusiones, que los hospicios no fueron lugares de protección sino más bien de castigo, al utilizarlos corno centros de internamientos para las mujeres, menores o de los hombres no aptos para el servicio militar62. Dos de las cuestiones más destacables de la acción que realizó el arzobispo a partir de 1779 y hasta 1786 serían la fundación de la fonda parador y la modificación del desarrollo procesional en la festividad del Corpus. La fonda o parador del Carmen, por seguir el orden establecido y no el de las prioridades, 60

Lorenzana asignó a la casa de Caridad una dotación de 600 fanegas de trigo, la misma cifra que componía la limosna del Mandato. S. RAMÓN PARRO; Toledo en la mano, Toledo, 1857, t. 1, p. 656, describe lo que quedaba de esa antigua práctica: "Los sábados venían los pobres de la Casa de Caridad y se formaban dos filas desde la capilla de San Ildefonso hasta el Transparente, y traían alguna cesta con pan y otras viandas desde el establecimiento para que el preste viniese, después de la misa mayor, a echar la bendición al pan y comida que traían en la cesta". 61 El número de vagos en la ciudad y en el campo toledano, para los años 1759 y 1764, en M. R. PÉREZ ESTEVEZ, El problema de los vagos en la España del siglo XVIII. Madrid, 1976, p. 125. La legislación referente a los vagos en pp. 193-5. 62 Puede verse al respecto M. VELÁZQUEZ MARTÍNEZ; Las cinco clases de pobres de Pedro Rodríguez Canwomane.s. Desigualdad, indigencia y marginación social en la España ilustrada. Murcia, 1991

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se levantó en la calle de su mismo nombre, dando los primeros pasos en 1783. El edificio tuvo la función de servir de hospedería, evidentemente no gratuita, a quienes llegasen a la ciudad y fue proyectada como un complemento al espectro de hospedajes existente. Un año antes, el conde de Floridablanca requería información al con-egidor toledano, sin duda a instancia del arzobispo, sobre las posadas y mesones que existían en Toledo para conocer la viabilidad del proyecto. De aquella propuesta remitida al ministro existe una copia y en ella se detalla el panorama hospedero en la ciudad del Tajo. Las posadas y mesones existentes fueron examinadas una a una, sobre todo los antecedentes en la propiedad de esos establecimientos, el valor de su arrendamiento y los servicios que ofrecían. La información permite sintetizar algunas peculiaridades, como que una buena parte de las posadas solían tenían camas en sus cuartos, posiblemente más de una, y que ofrecían servicios complementarios para los animales, venta de paja y cebada al por menor63. Las constituciones para el funcionamiento estuvieron redactadas en el mes de abril de 1783 y conviene hacer hincapié en las que hacían referencia al comportamiento de los pasajeros y el valor de la penalización por su incumplimiento, al quedar detallada la obligatoriedad de pagar los daños y quebrantos ocasionados al mobiliario o a los enseres de la posada, así como las multas —indemnización- que podían establecerse como complemento. Los que pintasen con carbón o lápiz las paredes de los cuartos, por ejemplo, debían hacerse cargo del coste de eliminar la imperfección y además aportar dos ducados de multa. Lo mismo sucedía si cuando las mesas quedaban rayadas con cuchillos o navajas, o si ensuciaban las colchas, cobertores, sábanas o almohadas. Los conectivos se ampliaban a las personas que dejasen en las cuadras una caballería con algún problema infeccioso sin avisar al arrendador o a lo pasajeros que llevasen a un desconocido, que entrase con ellos por haberse hecho el coincidente en el camino. En fin, un reglamento de diez capítulos, remitidos al ministro para que, con su beneplácito, los refrendase el Consejo sin problemas.

63

Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPT), Sección Hacienda, leg. 1947.

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Hospedería

Situación

De la Fruta

S. Nicolás

Santa Clara

Magdalena

De los Paños

Magdalena

Sillería

S. Nicolás

Lino Aduana Sangre de Cristo

S. Nicolás Magdalena

Herradura

Magdalena

De Duro

San Nicolás

Miradero

1,,

Mesón Hondo

,,

Magdalena

Salgado

, Santo Tomé

San Agustín

San Martín

Propietario Herederos Pedro Aguado Convento Santa Clara Santo Domingo o el Real Memorias en S. Bartolomé Catedral Catedral Pedro Pérez Valenzuela Marqués de Marq Navahermosa Capellanía en Cap la Puebla Mont Capilla Reina Catalina Convento del Carmen calzado José Téllez, vec. Madrid Convento de S: Agustín _

Arriendo Iris

199

Alcabala /Os

1.400 1,261 1.400 1.420 1.200 800

400

1.625

525

500

80

660

190

480

90

1.380

150

850

186

550

100

En lo que concierne a la fiesta del Corpus, el pensamiento ilustrado fraguaba importantes modificaciones, teniendo en cuenta, eso sí, que los preceptos religiosos formaban parte de la vida cotidiana del pueblo. El cumplimiento de las obligaciones religiosas seguía estando fiscalizado de forma escrupulosa, aunque ya se percibían algunas fisuras, bien fuese la asistencia a misa, la recepción de los sacramentos, el seguimiento de las festividades más denotativas del calendario litúrgico o el pago de los diezmos sin la amenaza de excomunión. Esa religiosidad externa, palpable en los oficios religiosos, llegaba a su punto culminante en la veneración a ciertas vírgenes y santos. Poco a poco la integridad fue perdiendo cohesión e hicieron su aparición formas heterodoxas, en las que cada vez había mayores aditamentos supersticiosos. En este sentido, el Corpus fue un caso especial a resaltar. La fiesta de Pentecostés había alcanzado su momento álgido, el de más esplendoroso espectáculo barroco, en el siglo XVII. Su prestigio perduró sin

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menoscabo durante el trascurso del siguiente siglo y no fue modificado ninguno de los ceremoniales. El desarrollo litúrgico, eso sí, presentó un mayor esplendor representativo, con abundancia de las apariencias visuales y cada vez con menor recogimiento en la procesión callejera, a cuyo tránsito callejero asistía un numeroso público deseoso de contemplar un desfile con múltiples representaciones, como eran los gremios, las cofradías, el clero regular y secular, además de las autoridades urbanas. El punto neurálgico de la comitiva se concretaba en la custodia, un símbolo que salía triunfal sobre la idea protestante. En la procesión perduraron bastantes manifestaciones de tipo alegórico mediante una serie de figuras profanas, muy en especial la tarasca, el símbolo de la bestia del Apocalipsis —con una mujer encima que popularmente sería conocida como la puta de Babilonia-, o lo llamados mojigones, individuos con una peculiar indumentaria que de forma grotesca danzaba e iban repartiendo golpes con vejigas infladas.

procesiones o iban precediendo a las imágenes. Una vez establecida la medida, sería la justicia civil la que impediría, en el caso de que no se respetase la prohibición, esas celebraciones. Hubo ciudades, como fue el caso concreto de Atienza y Madrid, que recurrieron la puesta en marcha de tal medida política.

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El cortejo alcanzaba su mayor grado de espectacularidad durante los siglos XVI y XVII, al integrarse en el desfilar por las calles un espectro amplio de componentes. Había músicos, danzantes, actores, que iban representando autos a los que sacramentales, gigantes, vestidos con pelucas y espadas, acompañaban sus bellas compañeras las gigantillas, con sombreros y enaguas, y que simbolizaban los siete pecados capitales. La hidra era una presencia imprescindible, al representar a la herejía y actuar como guardiana del castillo del Cisma, la cual iba acompañada de una tumultuosa comparsa que armaban un griterío ensordecedor en su deambular por el trayecto procesional64. El complemento bullicioso lo ponían los grupos de danzantes, en especial unos que procedían de Ajofrín, entonces población jurisdiccionalmente dependiente del cabildo catedralicio; más los seises, muchachos de entre días y catorce años que mantenía el cabildo en el colegio de Infantes, y que cantaban y bailaban haciendo una variedad de movimientos hasta quedar formando dos filas, unos enfrente de los otros. Los intelectuales, moralistas y autoridades políticas vertieron numerosas críticas sobre las procesiones, al considerar que esas manifestaciones tenían una fuerte imbricación con una religiosidad muy superficial, incluso irreverente, que debía modificarse o quedar abolidos todos los elementos profanos, ya que entraban en contraposición con el pensamiento ilustrado. Para conseguir el fin se propusieron diferentes medidas desde arriba. Por ejemplo, la Real Cédula de 1777 prohibía los bailes en el atrio de las iglesias, si bien no mencionaba cuál iba a ser el destino de las danzas que acompañaban a las

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Para evitar situaciones azarosa, el cabildo toledano quiso saber si la presencia de los seises en la procesión les llevaba a incurrir en la medida sancionadora. Preguntaban al corregidor Pedro León García Ximénez su opinión al respecto. La respuesta iba a ser satisfactoria porque permitía mantener la presencia de los niños. A la par, el cabildo escribía a Lorenzana para que plantease el asunto al monarca, defendiendo que la mayor parte de los rituales que se celebraban en el interior y exterior del templo formaban parte de unas ceremonias piadosas y de un enorme sentido dogmático6). Destacaban en su misiva que las representaciones simbólicas que acompañaban a la procesión tenía un significado doctrinal. La tarasca representaba el veneno de la herejía abatida; los gigantes simbolizaban la derrota de David al gigante Goliat; uno de esos gigantes, el español, venía a representar la devoción del pueblo español a Santísimo; el crecimiento de la doctrina católica por las naciones estaba visualizado por los gigantones que representaban a las cuatro partes del mundo. Los cánticos aludían a los que dedicaba el rey David en señal de agradecimiento y el acompañamiento de todo tipo de instrumentos era necesario "para dar una idea de que Dios habitaba y tenía en el Arca su trono..."66. La respuesta de Lorenzana a ese entramado, considerada por él corno de poca espiritualidad y mucho festejo, fue precisa y concluyente. Prohibió que danzantes y gigantes ejecutasen bailes y cambió las efectuadas dentro de la catedral para preservar que los fieles perdieran la reverencia que debían observar ante el Santísimo, al levantar un inusitado escándalo en el recinto religioso. Tampoco acompañarían a al desfile procesional por las calles los colegiales de Infantes, por qué sus bailes resultaban profanos y eran inadecuados para una celebración que debía auspiciar el recogimiento. Lo mismo pasó con la danza que venía de Ajofrín. Incluso más: la supresión de

65

ACT. Actas capitulares, 1777-79, sesión del 27-V-1777. N. DIXIM1RIE DE LA BRICARIE,

Lettes sur l "Espagne, ou essoi sur le moeurs, les usage et la literatura de ce Roycuune, París, 64

Un testimonio preciso en RODRÍGUEZ DE GRACIA, El Corpus toledano..., 36-50, detallándose las ceremonias ejecutadas tanto dentro como fuera del recinto catedralicio.

1810, p. 246, fue testigo y publicó su experiencia en el periódico L'Espagne Littéraire. ACT. Actas capitulares, 1777-79, sesión 21-1-1776,

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los gigantes también será tajante, "aun siendo una práctica antigua, pero que no nació ni se crió con la Iglesia y es impropia de la observancia religiosa...6".

Camacho. Pretendía poner punto y final a la pretensión del vicario de Mazalquiviii°, que desde algún tiempo antes insistía en depender del patronato real y eludir la jurisdicción toledana.

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La proscripción de sacar danzas y gigantes en las procesiones y otras funciones religiosas quedaba establecida en 1780 mediante una cédula real que, al igual que ocurría en otras catedrales, en la toledana sería leído el decreto por su deán, y recién nombrado obispo de Badajoz, Santiago Palmero. No resultaba, ciertamente, nada fácil hacer frente a la medida, y menos cambiar con tanta radicalidad el sentido de una conmemoración festiva callejera tan vetusta; aun así, el cabildo trató en varias de sus sesiones la disposición y optó por acatarla. El largo viaje hasta Orán y su vuelta por el Adelantamiento de Cazorla El año 1786 tendría lugar un viaje arzobispal que, en esta ocasión, cubrió varios cientos de leguas, dado que el destino fue la ciudad africana de Orán. Gregorio Sánchez Doncel hizo un exhaustivo análisis de aquella visita, aunque pasaba por alto el itinerario que realizaba la comitiva hasta llegar a Cartagena, puerto en el que embarcaban68. A la fortaleza de Orán llegaban el 12 de mayo y regresarían a la península el 22 del mismo mes. Las plazas fuertes de Orán y Mazalquivir, conviene recordar, fueron conquistadas por el cardenal Cisneros en 1509, pero se perdían en 1708, siendo recuperadas de nuevo ambas fortalezas en 1732 y evacuadas definitivamente el año 179269. ¿El cardenal-arzobispo se trasladó al norte de África sólo para efectuar una visita pastoral? Creo que ese objetivo no fue el más importante, sino que hubo otro de menor entidad diocesana y, con toda certidumbre, hay que pensar en una razón política a la hora de situar los hechos. Vistas así las cosas, una primera finalidad de Lorenzana sería la de conocer de primera mano si habían aminorado las transgresiones denunciadas años atrás por el visitador Alonso 67 Antes de despedirse, pidió a sus canónigos que reflexionasen sobre los argumentos que les ofrecía. No deseaba ser inflexible en sus órdenes, pero deseaba que se eliminasen su presencia dentro del templo, "a la vista de los fieles, exponiéndonos a muchas irreverencias..." 68 G. SANCHEZ DONCEL; Visita Pastoral del Cardenal Lorenzana..., p. 392. A. FERNÁNDEZ COLLADO, Los informes de la 'Visita cid limina"—, pp. 151-2 y 357, incluye el informe de 1788 donde queda contenida la noticia de la visita a Orán y la pesadumbres que provocó aquel viaje en el ánimo de los miembros de la comitiva arzobispal. Las necesidades que tenía la ciudad fortaleza impactaron en el ánimo del prelado toledano, hasta tal punto que el año 1790, a modo de socorro, envió la cantidad de 120.000 reales. ACT. Actas capitulares, 17901792, sesión 23-X-1790. 69 Sobre el aspecto concreto de la conquista J. GARCÍA ORO, La Cruzada de Cisneros, Madrid, 1992, p: 677 y ss. El ámbito demográfico y social de aquel enclave ha sido objeto de estudio por B. ALONSO ACERO; Orón y Mazalquivir, 1589-1639 una sociedad española en la frontera de Berbería. Madrid, 2000.

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Por aquel entonces, Orán tenía la categoría de guarnición militar y asentaba a cerca de seis mil soldados a los que mayoritariamente no acompañaban sus mujeres. Tuvo funciones de presidio en paralelo y acogía a más tres millares de desterrados. Esas circunstancias hacían de campo abonado para que los delitos y vicios alcanzasen niveles sorprendentes. Los robos eran numerosos, los latrocinios representaban cifras exorbitantes, idéntico era el número de muertes violentas y prevalecían las tropelías sacrílegas cometidas en las iglesias. Igual de extraño resultaba el número de recién nacidos abandonados a su suerte. Camacho llegó antes de 1773 e iba revestido de la jurisdicción de visitador y juez eclesiástico con el fin de acabar con los desmanes, pero su severa justicia levantó un sinfín de animadversiones, tanto es así que estuvo a punto de derivar en motín'''. Otro de los móviles del viaje, aparte de las situaciones descritas, hay que ponerlo en relación con la hostilidad del rey de Marruecos contra las plazas españolas', una situación bastante empeorada desde 177573. Entra dentro de lo 70 Aquel paraje, situado a una legua de distancia, se le conocía con el nombre de la Almarza. El principal reducto lo constituía un fuerte, inexpugnable sin un excesivo contingente. F. JIMÉNEZ DE GREGORIO, «Relación de Orán, por el Vicario Pedro Cantera Vaca (1631-1636)», Hispania, 85 (1962), pp. 81-117,, G. SÁNCHEZ DONCEL; La presencia de España en Orón (1509-1792), Toledo, 1991, pp. 757-763, trata sobre aquella visita eclesiástica, cuya documentación está depositada en ADT. Orán, 1780-1790, "Relación de la visita realizada por D. Alfonso Camacho, 7-VIII-1774". En diciembre de 1773 se recibió en Toledo una delación contra Camacho, que Francisco Pérez Sedano tomó en consideración. En ella describía la ciudad de Orán como "muladar de España y arrabal del infierno", palabras metafóricas pero con una gran carga de encono. Pérez Sedano reprendía el comportamiento del visitador y de esas acusaciones se defendió describiendo las características humanas de quién el consideraba había sido su enemigo, un tal Julián de Diego. Un hombre, en opinión de Camacho, a quien siendo de edad de catorce años, su padre destino a presidio, Desde aquella universidad de la maldad, apostillaba, logró salir excelente estudiante. ADT. Orán 1780-1790. 72 V: RODRÍGUEZ CASADO; Política marroquí de Carlos III. Madrid, 1946, realizó una aportación interesante sobre aquellos años. 73 V. RODRÍGUEZ CASADO, «Primeras relaciones entre España y Marruecos en 1765». Hispania, 11 (1965), pp. 658-678. R. LOURIDO DIAZ; Relaciones políticas anglo-marroquíes en la segunda mitad del siglo XVIII. «Base militares españolas en Tánger durante el bloqueo de Gibraltar por Carlos III»„. Hispania, 118 (1971), pp. 337-384. En julio de 1775 hubo un intento de conquistar Argel, cuya acción llevó a cabo el general O'Reilly, con bastante desatino e impericia, hasta el punto de que la derrota provocaba la caída del ministro Grimaldi. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Carlos III y la España de la Ilustración.„, 112„ Véase también T. EGIDO «La oposición y el poder: el desastre de Argel (1775) y la sátira política», Actas del Congreso Internacional sobre Carlos 111 y la Ilusiración: Madrid, 1989, pp.. 423-449.

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posible que, por mandato real, el arzobispo acudiese a revitalizar el orgullo de los soldados e insuflarles valentía'''. El carácter complementario de la visita doctrinal puede intuirse al leer entre regiones algunos comentarios. ¿Qué explicación tiene que el arzobispo reconociera los castillos y las fortalezas todas las tardes? ¿Que sentido hay que dar a la revista que pasaba a los soldados y estar presente en las maniobras militares? La presencia del dignatario sería festejada con luminarias y bombas por la noche, un espectáculo con cierto poder intimidatorio para el enemigo. Una hipótesis, quizá la más plausible, atendiendo a la lógica de los hechos.

Contaba la localidad, según una descripción realizada pocos años antes, con una población de 500 vecinos. Trescientos de ellos estaban viviendo en el recinto y los restantes habitaban en las aldeas de Peal de Becerro, Santo Tomé, Toya y Hornos. La población tenía para su gestión política a dos alcaldes ordinarios, con jurisdicción ordinaria y mero mixto imperio. Aparte había dos regidores, dos jurados, un síndico general, un alguacil mayor, y un escribano de cabildo, dos diputados de abastos, el síndico y dos alcaldes de la Santa Hermandad, todos ellos nombrados por el arzobispo de Toledo. La descripción resaltaba otros elementos de interés. En la casa consistorial, por ejemplo, existía un oratorio bajo la invocación María Santísima de los Remedios, cuya colación pertenecía al señor arzobispo de Toledo. Existía una escuela pública de primeras letras, cuyo maestro mantenía el arzobispo; un pósito, cuyo fondo rotacional ascendía a 11.000 fanegas de trigo; un rollo para los ajusticiados y un castillo inexpugnable por su naturaleza y situación sobre un peñasco. La fortaleza disponía de dos atalayas muy altas, desde las cuales podía cualquier individuo "registrar casi todo el reino de Jaén, en lo que se comprenden tres ciudades, nueve villas y desde la Venta Nueva de Sierra Morena hasta los Montes de Córdova". La iglesia parroquial estaba bajo la advocación de Santo Domingo de Silos, patrón de dicha villa, y existía otra, la Purísima Concepción de Nuestra Señora, que hacía de compatrona. Todos los templos estaban servidos por un cura propio, dos tenientes y dos beneficiados, que se ocupaban de los beneficios servideros existentes. Bajo la advocación del abad san Antonio existía un hospital que estaba anejado a la encomienda que la orden tenía en Ciudad Real. Había, también, seis ermitas que dependían de la parroquia".

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Recomponer documentalmente su vuelta hasta Toledo no es una tarea complicada, ya que quedó constancia documental de que Lorenzana estuvo, a mediados del mes de junio, en el Adelantamiento de Cazorla; un periplo que discurrió, camino de vuelta a Toledo, por Huesear, Almagro y Ciudad Bien es cierto que, hasta el presente, de aquella visita pastoral sólo han aparecido pequeños datos tangenciales, importantes ya que permiten ratificar que el prelado se desvió de la ruta señalada y volvió por el Adelantamiento. El escribano José Ximénez Roque certificaba su presencia, un 18 de julio, en la Iruela, una de las localidades que integraban el señorío temporal y espiritual en la actual provincia de Jaén. Distaba esa población jienense cuarenta leguas de Toledo, seis de la ciudad de Baeza; cinco de Ubeda, y seiscientos pasos de la villa de Cazorla; mientras que la ciudad de Jaén se encontraba a doce leguas76. Las autoridades de la villa quisieron dejar constancia de la presencia del arzobispo, más que nada por la impresión, sorpresiva que les causó tan inesperada visita a un lugar recóndito como era su villa. Por esa circunstancia es posible ahora recomponer los detalles inherentes a esta parte del viaje, la historia de lo que fue un hecho trascendental para los lugareños. Los capitulares, incluido el síndico y el personero del común, suscribieron un acuerdo que enviaban a Toledo como testimonio. Querían que "haya memoria escrita de todas las incidencias en el libro capitular"77.

74

FERNÁNDEZ COLLADO, Los informes de visita..., p. 151 refiere el pacto establecido con el rey de Marruecos para evitar contratiempos al bajel donde viajaba el arzobispo. 75 Las visitas pastorales fueron una manera de entrar en contacto con los diocesanos, aunque tuvo otras finalidades, como observar la disciplina y mantener el control sobre los fieles. A. L. CORTES PEÑA y M, L. LÓPEZ MUÑOZ; «Las visitas "ad limina" y las visitas pastorales como instrumentos de control (La diócesis de Granada en la segunda mitad del siglo XV111)», en J. L. CASTELLANO, Sociedad, administración y poder en la Espaiia del antiguo régimen. Granda, 1996. La dinámica a seguir en las visita a cualquier parroquia del Arzobispado de Toledo, con una abundante bibliografía, la recoge H.. RODRÍGUEZ DE GRACIA; «La Visita Eclesiástica en el Arzobispado de Toledo», Toletana, mitin. 8 (2003), pp. 149-192. 76 ADT. Andalucía. Reparación de templos. Descripción de la Inicia, 1785, expediente 34. 77 ADT. Lorenzana, legajo 87, Señorío Temporal, 1772-1800.

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El viaje hasta la Iruela no estaba previsto en el plan inicial del viaje de vuelta a Toledo. Surgió cuando dos capitulares fueron hasta Cazorla, el día 17 de junio, a prestar sus respetos al señor temporal y espiritual. Convencieron al mitrado para que les visitase. De inmediato comunicaban a la población el feliz acontecimiento y a renglón seguido se pusieron a adecentar la población. Una de las primeras actuaciones consistió en iluminar, la noche del 17 al 18 de junio, las montañas más altas: "en la piedra de los Alcones y alrededor de la 78 El año 1782 se erigió como iglesia parroquial la ermita de Nuestras Señora de la Paz, en el sitio de Chilluevar, como matriz de la parroquia de Santo Domingo de Silos, que era la mayor de la villa. En el denominado desierto de Cazorla, en unas cuevas situadas entre las escarpadas montañas, existió una congregación de eremitas de Monte Sión. En 1750 tenían una ermita y formaban la congregación nueve hermanos, bajo la autoridad de un hermano mayor. Su traje era pardo y se dejaban la barba. Sus constituciones fueron aprobadas el 3 de diciembre de 1750. ADT: Cazorla, 1746-1770, Las ordenanzas de algunas cofradías del Adelantamiento están depositadas en un legajo titulado: "Cofradías, Andalucía". La descripción de los curas a los requerimientos de Lorenzana, cuyos testimonios servirían para elaborar un diccionario históricogeográfico del arzobispado, se incluyen en el apéndice documental.

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risca de la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, así como los demás cerros altos", ya que todos ellos se dominaban desde Cazorla. La mayor parte de los vecinos, según atestigua la referencia documental, dispararon muchos tiros y "gastaron mucha pólvora en señal de regocijo y alegría". Desde el castillo, al frente del cual se hallaba un tal Martín de Almansa, se hizo otro tanto, disparando salvas y abundante tiroteo. La corta distancia, recoge el documento, que separaba Cazorla de la Iruela se adornó, al igual que las calles de entrada hasta la puerta de los Santos. Para el ornamento se utilizaron unas estructuras de madera, recubiertas con ramas de boj, sabinas y álamos, echándose en el suelo juncias'''. Una especie de parador embovedado se colocaba en una calle llamada de la Corredera, el cual estaba recubierto con telas, lienzos, una cornucopia y varios espejos. En la parte superior fueron colocadas varias imágenes. Las colgaduras cubrían puertas, ventanas y balcones y la puerta de la iglesia quedó exuberantemente adornada, sobresaliendo un complemento tan delicado como los tafetanes. He aquí algunos de los párrafos del documento en cuestión. «Siendo como la siete y a las ocho de la mañana del dieciocho, los dos comisionados bajaron a Cazorla y en la casa del Tribunal Eclesiástico, propia de S. E., donde estaba, le acompañaron hasta la Iruela. Estaba convocado todo el pueblo a la salida del pueblo. Llegó con muchos soldados milicianos y cabos al mando de D. Manuel Gabriel de Extremera, teniente capitán del regimiento provincial de Guadix, que por disposición de Cazorla estaba en ella. Nada más llegar, los capitulares besaron a S. E. el anillo pastoral y se encaminó a pie por las calles, acompañado de sus familiares y c-on la asistencia de su secretario de cámara. Llegó a la iglesia mayor de Santo Domingo de Silos, patrón de la villa y le fueron los vecinos disparando muchos tiros y desde el castillo se hicieron varias salvas por un piquete de soldados que allí había. Estaba vestida la frontera de la torre de él de tafetán y puesta la bandera en lo alto. Cuando entró en la iglesia comenzó una fiesta al Señor Sacramentado, por haber sido domingo infraoctavo. Asistió S. E. al lado del Evangelio, en una silla y con solio, Dio la bendición en la misa que celebró D. Joaquín Roque Ximénez, asistiendo dos diáconos de la villa. Predicó S. E. durante una hora y a las doce comenzó la confirmación y se retiró con un acompañamiento hasta la casa de D. Manuel Encabo, prior de la villa. Aquí las autoridades le volvieron a rendir obediencia y estuvo con ellas en audiencia reservada, en la que S. E mostró su magnificencia, integridad, caridad, justificación y deseo de paz, sosiego y tranquilidad en estos sus pueblos y vasallos. Se hicieron prevenciones y se retiraron de su presencia las autoridades. A las 79 Las juncias eran un elemento esencial para construir un piso suntuoso, por el cual discurría la comitiva de personas importantes o algunas visitas reales. La presencia del arzobispo en Cazorla quedó resaltada con numerosos símbolos, todos ellos elementos de propaganda visual y ritual, que recuerdan las virtudes y atributos que adornaban su persona al ser el señor temporal y espiritual de la demarcación.

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cuatro de la tarde volvió a la iglesia acompañado, donde predicó y acabó de. confirmar. A las siete se retiró a Cazorla, acompañado de muchos sujetos, haciéndose salvas en la población y castillo,»''...

Las salidas a Madrid y el viaje para visita la Mancha Carlos III moría en Madrid el día 14 de diciembre de 1789. Como era obligación de los prelados toledanos, Lorenzana se desplazaba a la Villa y Corte para estar presente en la agonía del moribundos '. Tomaba el camino real un día de los de mediados de noviembre. Una vez muerto el rey tuvo que asistir a la coronación de Carlos IV, por su condición de canciller del reino, acontecimiento que se produjo en los primeros días de enero. 'Volvería a Toledo al principio de febrero y entre sus asuntos pendientes quiso comenzar por dar una solución amigable a un tedioso pleito surgido entre el arcediano de Toledo y el Gran Prior de San Juan". En su palacio toledano recibía la noticia de su nombramiento como cardenal'', y a los pocos días, el cuatro de julio de De su permanencia posterior en Cazorla no quedó constancia de ningún comentario, Salió para Madrid o Toledo, dice el informante, desde Peal de. Becerro. La, realidad parece que fue otra, al dirigirse a Almagro y después a Ciudad Real en ese complicado camino de vuelta. ACT. Libro de actas, 1787-1790, sesión 17-XII-1788, Se lleva a Madrid, para reconfortar a un enfermo terminal como era Carlos III, la imagen del niño que porta la Virgen del Sagrario. El arzobispo fue nombrado albacea por el rey, F, AGUILAR PIÑA, «El último viaje de Carlos Congrwo Inteioiacional „s'obre Carlo, III y la Ilustración, Madrid, 1989, vol. L pp. 349365. 12 Aunque las concordias entre ambas dignidades fueron frecuentes, con la misma intensidad surgían las controversias. ADT. Orden Milita], de San Juan, leg. 5. En 1793 se llegó a imprimir una resolución de un auto definitivo sentenciado por el cardenal Acquaviva, nuncio en España, sobre el tercio que le correspondía al arzobispo de algunos productos, entre ellos el azafrán, cominos, avena, barrilla, etc. El pleito estaba pendiente desde 1782.:La postura de Godoy, en calidad de duque de Alcudia, se deja entrever en una carta remitida a Lorenzana, instándole a que corte de raíz los conflictos de competencias, "que han causado tantas desavenencias en perjuicio del culto divino". Lo cierto es que el arzobispo tuvo siempre gran interés en concluir las frecuentes disputas, sin perder nunca sus prerrogativas, desplegando grandes dotes negociadoras.. De las divergencias se hace continua mención en los informes de la visitas ad limina, recogidas por FERNÁNDEZ COLLADO en la revista Hispania Sacra. N3 Este año quiso estar presente en el recinto catedralicio para efectuar la bendición de la ceniza del miércoles de Cuaresma:. Una vez terminada la ceremonia utilizó, para volver a su palacio, el pasadizo que unía la catedral y el recinto arzobispal. Darlo que en los libros de actas nunca aparecen reflejados los asistentes, con nombres y apellidos, los que estuvieron presentes en la imposición del capelo cardenalicio al prelado toledano fueron los siguientes canónigos: Juan Javier Gastón. capiscol; Gregorio Alfonso Villagómez. y Lorenzana, arcediano de Calatrava; Francisco Pérez Sedano, abad de Santa Leocadia; Bartolomé Crespo, vicario del Coro; José Antonio Sáez de. Santa María, arcediano de Madrid; Juan Antonio de Tueros. maestrescuela; José Antonio Blanco, José de Pomar; Francisco Fernández de Madrid; Santiago Rico; Francisco Antonio San Román; Alfonso Aguado Xaraba; Juan, José Castejón; Manuel Bustillo, Martín Álvarez Santallana; Manuel Pérez; Juan de Anchuelo, Antonio Encinas; Felipe Pérez de Santa María; Juan Agapito Ramos; Salvador Biempica; Felipe Antonio Fernández Vallejo; Manuel de la Puerta; José Lorenzana; Diego Cid Dávila; Luis López Soldado; Esteban Jarralde; Tomás

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1789, quizá para festejar su ascenso, partió camino de Aranjuez, donde estaban los reyes, a los cuales acompañaba hasta el once de marzo de 1790.

mañana y pernoctaron todos en la casa de Hilario Peñalver, un eclesiástico que ejercía de capellán de Reyes Nuevos, aparte de ser un ilustrado muy en línea con su cardenal-arzobispo, se ocupaba de la vicedirección de la Sociedad Económica del País. Entre las ideas de reforma agrícola que impulsó, conviene destacar la del extensivo cultivo del olivar en Mora, donde había nacido y vivía largas temporadas".

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En la primavera del año noventa y tres fueron tan escasas las lluvias que parecía que las cosechas no podrían germinar, avecinándose una cabruna de consecuencias incalculables. Desde el cabildo catedralicio, a petición del municipal, se convino implorar el agua con varias rogativas y presidió una de ella el prelados`', permaneciendo en Toledo, por tal circunstancia, algún tiempo más del acostumbrado. Emprendía aquel año, durante el mes de junio, un recorrido pastoral por la Mancha con la compañía de su obispo auxiliar, el titular de Caristo, Miguel González Bobela8'. Compusieron el sequito más de dos docenas de personas y para su transporte utilizaban varias carrozas". La comitiva salió, en la madrugada del día 10, por la puerta exterior del Puente de Alcántara, frente a la Fuente Nueva, avanzó por el paseo de la Rosa hasta llegar a la Fuente de la Teja, tornaba el camino que subía por la Cuesta de la Nieves y se encaminó hasta Mora corno punto de descanso. Llegaban a las ocho y media de la Antonio Fuentes; Pedro Fernández de Molina y José Jacinto Molina. ACT. Actas capitulares, 1787-1790, sesión del 27-IV-1789. 84 Una situación que se hizo insostenible en los primeros días de mayo, al no obtener respuesta divina después de varias rogativas por la lluvia. El corregidor de Toledo se entrevistó con el arcediano de Madrid, a quién dejaba una esquela para que leyese ante el cabildo. Los canónigos acordaron seguir con las rogativas y sacar las reliquias menores de los santos patrones. La asistencia fue masiva. Al cabildo catedralicio se le unieron los curas y beneficiados, la clerecía regular y secular, la cofradía de la Caridad. Entre el día 22 de mayo y el día de Corpus se ordenó hacer una misa mayor en la capilla del Sagrario y cada día se oficiarían más misas por cada comunidad religiosa, cantando letanías mayores y menores, desde las seis de la mañana hasta la ocho de la noche, "Para implorar a la Divina Majestad el beneficio del agua que tanto se desea". El miércoles antes del Corpus llovía copiosamente, ACT. Libro de actas, 1792-1793, sesión del 19-V-1793. 85 FERNANDEZ COLLADO, Los informes ele la visita..., p. 154, recoge una sucintas noticias sobre aquel viaje Hace casi veinte años que localicé este informe en ADT. Fondo Lorenzana y formaba un pequeño expediente titulado: Viaje a la Mancha, 1793, el cual se colocó en el fondo susodicho, coya ubicación es bastante imprecisa ahora con la numeración que figura en los legajos.. 86 El carruaje de referencia precisaba del trabajo de dos hombres para su conducción. Uno se sentaba en el pescante y dirigía las maniobras; el otro solía correr al lado de las mulas e iba fustigándolas; quizá se subiese en el varal de vez en cuando para descansar. Ei'a un buen medio de transporte para un grupo de cuatro o cinco personas que, además, llevasen un voluminoso equipaje. El documento reseña a los acompañantes con estas palabras: "S. Eminencia va servido de su secretario de Cámara; un capellán mayordomo; dos capellanes predicadores; tres capellanes oficiales del Secretaria, que hacen al mismo tiempo de maestro de ceremonias, laudatorio y crucero; de un ayuda de cámara y de las personas de librera y cocina, etc, que se han tenido por precisas. El señor obispo auxiliar se ha servido de su capellán, su paje y su lacayo...

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El séquito salía con destino a Consuegra al amanecer del día 11 y permanecía en esa localidad durante tres días, para ir a pernoctaban, posteriormente, a Madridejostt y Villafranca. El día 17 llegaría la comitiva a Alcázar de San Juan, donde el pueblo les tributó una recepción apoteósica. Aquel ceremonial fue toda una demostración de poder, a la vez que un espectáculo donde quedaban patentes las estructuras sociales y de poder. La imagen y posición simbólica de sus protagonistas iba a ser resaltada en las diferentes ceremonias y en ellas los elementos integrantes configuraban el orden, el sistema social y las relaciones de poder89. En este caso concreto presentaban estas pautas. La comitiva sería recibida por inmensa mayoría de los vecinos a la entrada de la localidad, allí estaban congregadas las cofradías, con sus pendones, el cuerpo de vecinos honrados voluntarios, los prelados de los conventos, los funcionarios diocesanos y el gobernador de la villa, más el regimiento de infantería de Mallorca y un piquete de granaderos. Hubo una ausencia y fue la del infante-prior. A modo de disculpa por no estar en la bienvenida — no sólo por vivir en la corte, sino también por una cuestión de protocolo, al ser infante de España-, envió un espléndido regalo compuesto por carneros, pollos, naranjas, dulces y otras viandas.

87 H. RODRÍGUEZ DE GRACIA, El señorío de Mord. De la Orden e Santiago a los Rojos toledanos. Toledo, p. 276-78. 88 La descripción de la actividad que realizó Lorenzana el día 14 de junio fue como sigue: "A las seis y media de la maña salió de Consuegra S.E., acompañado por el vicario prioi-al, clérigos, dependientes de S. A. y justicia, habiendo pasado esta al fin de su territorio y seguidos todos aquellos hasta Madridejos, donde llegó S. a las siete y media. Se hospedó con el señor Obispo y con algunos de sus familiares en casa de D.: Vicente Castillo, escribano de la villa; única del pueblo que tenía habitación alta. Pasó S.E. con todo el acompañamiento a la parroquial de Santa María, donde fue recibido con solemnidad. Oyó misa, que celebró un presbítero de la villa y acabada hizo S. E. una plática y administró la confirmación por un rato, habiendo continuado el Sr. Obispo. Retirado S.E. a casa recibió los cumplidos del clero, religiosos dominicos, franciscos observantes y gente distinguida. Por la tarde visitó ambas comunidades, habiendo sido recibido por la primera con solemnidad, dado la bendición y reconociendo la mano que está separada del cuerpo del V. P. Melchor Cano, conservándose uno y otro en aquella iglesia. La comunidad de francisco no hizo recibimiento solemne, porque no tuvo noticia de que había de ir S.E. 89 Al arzobispo le colocaron en la iglesia, siguiendo las instrucciones de su maestro de ceremonias, bajo un dosel levantado al lado del Evangelio, en una silla y a los pies una almohada; mientras, en el lado de la Epístola, se situó al obispo auxiliar, en silla y almohada. Los munícipes de la villa fueron situados en el cuerpo de la iglesia.

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La siguiente etapa del viaje finalizaba en la localidad del Campo de Criptana, una villa del priorato de Uclés. La entrada en ella se produjo el 24 y en los días sucesivos llegaba la comitiva a Socuellamos y pasaba, el 27, a establecerse en Villarrobledo. Aquí volvió a repetirse el extraordinario recibimiento de Alcázar. Al camino salieron numerosos vecinos a caballos y en coches para dar la bienvenida al primado. También contó con la escolta de un regimiento de caballería, que le rindió honores con los sables sobre el hombro". Como venía haciendo en los lugares antecedentes, Lorenzana se apeó de su coche en la puerta de la iglesia, asistió a la misa que celebró un cura y pronunció un sermón doctrinal. Por la tarde visitaba a las monjas bernardas y pasaría revista a la tropa congregada a la puerta de la casa donde estaba alojado, la cual hizo una sonora descarga cuando se retiró a descansar. Al día siguiente celebró misa en privado en el convento de las carmelitas, confirmaba a una monja, soltó una plática doctrinal y estuvo en la parroquia para comenzar a impartir la confirrnación91 . Pasó todo el día 2 de julio en El Bonillo92 y el siguiente punto de destino sería la localidad de Alcaraz. Era la cabeza de un partido montañoso, áspero y quebrado, en el que abundaban los pastos y escaseaban los cultivos destinados a alimentación93 . La comitiva permaneció en esa población entre los días 4 y 26 de julio. En aquel periodo temporal de veintidós días, el cardenal apenas se ocupó de otra cosa que visitar los conventos y revisar el correo llegado desde Toledo y Madrid. Entretanto, su obispo auxiliar confirmaba en los doce pueblos que componían la jurisdicción. Dadas las características físicas del • de ceremonias no entra dentro del ámbito cld análisis realizado hasta ahora por los tipo investigadores, aun siendo públicas, al decantarse más por los acontecimientos relacionados con el rey y la monarquía, nacimientos, bodas, fallecimientos, victorias militares, etc. Puede consultarse al respecto: A. GONZÁLEZ ENCISO y J. M. USUNÁR1Z GARAYOA (dirs), Imagen del rey, imagen de los reinos, Ceremonias públicas en la España Moderna (1500-1814). Pamplona, 1999. 91 El sacramento de la confirmación no podía llevarse a un completo cumplimiento sin la existencia de las visitas pastorales. En esta localidad de Villarrobledo, el día 29, administró el arzobispo la confirmación por la mañana. Después asistió, bajo dosel, a la misa que hubo, con sermón, y se vistió, curiosamente, con capa magna, cuando en otras localidades había utilizado sólo capisayos o medio pontifical. El clero le recibió con la cruz arzobispal y estaba presente el vicario de Alcaraz. 92 Salió la comitiva de Lorenzana, para dirigirse al Bonillo, a las cuatro de la mañana y llegó a las nueve. En el camino le recibían el alcalde y cura, mientras que en la iglesia le esperaba la comunidad de agustino calzado. Se celebró una misa, que ofició un presbítero, hizo su sermón el prelado y comenzó a confirmar. Fueron hospedados en la casa del cura, excepto algunos familiares que debieron ir a otras casas. Por la tarde confirmaba el obispo y predicaba el arzobispo. 93 R. SÁNCHEZ GONZALEZ, El partido de Alcaraz en la Relaciones-- p. 40. 70 Este

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partido, pero sobre todo por la abundancia de aguas, existían amplios plantíos de frutales y huertas. La relevancia del sector textil en Alcaraz tuvo un peso considerable en su economía hasta el punto que funcionaban sesenta y dos telares. El terreno montañoso, agreste y las agradables temperaturas diurnas hacían de la localidad un lugar ideal para recreo y descanso veraniego. Tal es así que allí concurrían gentes de numerosos lugares, sobre todo a una fuente y un baño cuyas aguas servían para curar los dolores reumáticos. En el diario del cardenal, sin embargo, no aparece anotada noticia alguna que permita suponer utilizase las salutíferas aguas. La comitiva arzobispal efectuaría la vuelta a Toledo por las poblaciones de Villarrobledo y Pedro Muñoz. En la última fueron recibidos por el prior de Uclés y otras personas de su servicio94. Todos pasaron a Villamayor de Santiago para pernoctar y el día 30 de julio llegaban al convento que la Orden de Santiago tenía en Uclés. En aquel palacio permanecieron durante dos días, un tiempo relativamente corto pero muy beneficioso por las intensas negociaciones que trataron los dos prelados. Acompañados del prior santiaguista salieron a las cuatro y media de la mañana para Santa Cruz de la Zarza. El cardenal invitaba al prior a que le siguiera hasta Ocaña, donde fueron recibidos en el camino por los curas de las cuatro parroquias, en caballos y coches y un regimiento de infantería de Órdenes. A la puerta de la iglesia de Santa María estaba todo el clero y numeroso vecindario. Entraron bajo palio en ella el prior, el cardenal y el obispo auxiliar y se colocaron en un lugar preferente9D. Acabada la misa, Lorenza impartía la bendición, predicaba y daba la confirmación. Hubo una comida en casa de un vecino llamado José Prieto, donde estaban alojados los visitantes, a la que asistieron los oficiales del regimiento y "divirtiendo la mesa, todo el tiempo que duró, la música del regimiento". En Ocaña se separó el sequito; el prior emprendía camino de vuelta a Uclés, el obispo se fue a Madrid y Lorenzana se dirigió a Yepes. Permaneció en la localidad dos días y aprovechaba la visita para entrevistarse con las

94 El testimonio expresaba lo siguiente: "Salió S. E, a las cuatro de la mañana para Pedro Muñoz, del territorio del Priorato de Uclés. En el camino, a distancia del pueblo, esperaban el cura y otro clérigo; poco más allá dos eclesiásticos a caballo; más retirado el señor Prior de Uclés, en coche y más adelante el ayuntamiento. 95 Son elementos medievales que se vinieron utilizando a través del tiempo, a tenor de lo que indica R. STRONG; Arte y poder. Fiestas del Renacimiento, 1450-1650, Madrid, 1988, pp. 2223.

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religiosas bernardas. No faltó el jolgorio y Manuel Martínez Nubla, secretario arzobispal, apuntó en su diario:

España firmó el tratado del San Ildefonso con el Directorio francés el año 1796. Se argumenta por los historiadores que tanto Carlos IV como Godoy esperaban la restauración de la monarquía en Francia, por lo cual consideraron que era muy positivo el acuerdo, aunque tuvo consecuencias bastante negativas para España, entre ellas que la escuadra española quedaba derrotada en la batalla del Cabo de San Vicente.

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"En las dos noches que permaneció su eminencia en la villa de Yepes hubo, en virtud de orden de la justicia, iluminación general. Y en la primera se dispararon muchas docenas e cohetes, lo cual prohibió la justicia para la segunda noche, por lo inconvenientes. Pero en una y otra hubo música por las calles". Conviene incidir, aunque sea de una forma resumida, en las partes básicas que compusieron cada una de las etapas del trayecto descrito. Al llegar a la población serían recibidos de manera multitudinaria por los vecinos, circunstancias que volvían a repetirse cuando la comitiva entraba en la iglesia. En el interior del templo se desarrollaron una serie de celebraciones religiosas, entre ella la eucaristía, sermón del arzobispo exhortando al pueblo y confirmación. Cuando el arzobispo-cardenal abandonaba el templo se dirigía caminando hasta la casa donde estaba hospedado con sus sirvientes. Efectuaba la comida de una forma muy recogida, el documento dice que en familia, excepto en. Ocaña, como ya se ha visto, que fue mucho más concurrida. La tarde estaba dedicada a visitar a las comunidades religiosa de monjas y frailes. Faltan algunos elementos a esas imágenes descritas. Uno es saber cuál fue el motivo del desplazamiento cardenalicio. Hubo un propósito y no sólo tuvo una vertiente pastoral el desplazamiento. Lo ratifica de forma fehaciente un documento tan incuestionable como es la anotación efectuada en las actas del cabildo catedralicio. Quedo escrito este mensaje en el folio correspondiente al 10 de junio: "El señor Deán dio cuenta de que S. Eminencia había salido esta madrugada para la Mancha a evacuar cierta comisión que S. M. le había encargado en el territorio de Ordenes"". Es de suponer que tal comisión no fue otra que la de pedir dinero a los eclesiásticos y órdenes Militares para continuar la costosa guerra que se mantenía con la Francia de la Convención, comenzada en marzo de 1793. Lorenzana cumplió el cometido de manera sobresaliente, aparte de donar una sustanciosa cifra. La catedral no fue menos dadivosa y entregaba un empréstito de nada menos que un millón y medio de reales. Aquel año, para remediar la calamitosa situación de los pobres también prestaría la suma de 180.000 reales al ayuntamiento de Toledo. En 1794 fue nombrado Inquisidor General y cabe hacer la incontestable pregunta si de esta manera le pagaba la monarquía su habilidad a la hora de cumplir los encargos encomendados.

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Era deán catedralicio Juan Antonio López Cabreras y el obrero mayor, Francisco Pérez Sedano.

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Carlos IV designó a Lorenzana como su embajador ante el papa Pío VI en 1797. En el nombramiento intervinieron los nada gratuitos consejos del ministro Godoy97. Salió para embarcarse en Cartagena, junto a otros arzobispos, el 20 de marzo. En Italia, la región de la Romaña estaba ocupada por los franceses desde 1795. Pío VI firmó la paz de Toletino en febrero y se comprometió a pagar al Directorio una indemnización de quince millones de francos, aparte de entregar los territorios de Ferrara y Bolonia. El cardenal Lorenzana llegó a Roma el dos de junio y escribió a su cabildo una misiva en la que les anunciaba haber visto al Santo Padre muy restablecido, aunque añadía que su avanzada edad le iba mermando las pocas fuerzas que poseía98. A principios de octubre volvería a remitir otra carta en la que anunciaba su próximo regreso. El cabildo toledano acordó hacer una rogativa para que su vuelta fuese rápida, aunque no existían problemas pendientes que ,solucionar con celeridad. Sus funciones al frente del arzobispado las venía realizado en su ausencia José Sáenz de Santa María, canónigo-arcediano de Madrid y obispo electo de Segovia99. Godoy quedaría apartado temporalmente de sus funciones de ministro en 1798. En febrero, el papa Pío VI estaba prisionero de los franceses y sería trasladado sin miramiento a Siena, pasando después a Parma. Ante una situación tan afrentosa, es muy posible que el secretario de Estado Urquijo ordenarse al prelado toledano que acompañase al Papa y le sirviera de consuelo. Aparte de proporcionarle ánimos, le facilitaba fondos para

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La orden real estaba firmada el 3 de marzo y le fue comunicada por e] príncipe de la Paz. El encargo que llevaba el prelado era "evacuar los grabes e importantes encargos que su Real Piedad se ha dignado confiamos". El secretario siguió siendo Manuel Martínez Nubla. ACT. Actas capitulares, 1795-1798, sesión 20-3-1797. 98 ACT. Actas capitulares, 1795-1798, sesión de 10-VII-1797. 99 Tomaba posesión el domingo 2 de abril y el ceremonial quedaba recogido en el libro de actas con las siguientes palabras: "Viniendo al coro, entre con hábito de beneficiado y se siente en la silla propia de la dignidad, en la qual se pondría sitial y almohada y se le administrará incienso y paz con ministro particular; y en el cabildo se le pondrá almohada a los pies, respecto a no haber caso idéntico contrario al estado que enuncia el acuerdo de 1596 y con texto el Arcayo, tomo I, fol. 89.

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sobrevivir. A decir del profesor Olaechea 100, Lorenzana presentó al papa sus credenciales de embajador extraordinario y sin sueldo en marzo de 1798, por cuyo motivo durante dos días visitó a Pío VI, a quien no había visto desde su detención en Roma. En esta entrevista expuso al pontífice el encargo que llevaba de la corte española y que no era otra que conseguir una bula para vender los derechos y diezmos de los maestrazgos. Los pocos curiales que había en Siena retardaron dar una respuesta a esa clase de suplicas, pensando que la monarquía española querían vender los bienes, cuando sólo se iban a enajenar los derechos. Lorenzana no consiguió, o no quiso sacar adelante de inmediato la petición gubernamental, tanto es así que volvió a elevar una nueva solicitud en enero de 1799.

Carlos IV cambió sus deseos. Le nombró embajador extraordinario ante un Papa al que los franceses, sin reconocer su alta dignidad, llevaban prisionero a Parma, Piacenza, Turín, Briancon, Grenoble y Valence. Un angustioso periplo que no terminó hasta morir en esta localidad francesa el 29 de agosto de 1799102. El ministro Mariano Luis de Urquijo consideró que Lorenzana no instó al pontífice en el exilio para conseguir que otorgase las comisiones jurisdiccionales que le encargó Madrid, excepto el catálogo de 62 facultades. Se le culpó de aceptar de buen grado los muchos pretextos de Pío VI para no firmar los breves para disponer por la hacienda pública de los frutos de las encomiendas103. Lorenzana volvía a Roma y allí permaneció hasta octubre de 1799. Entonces viajó a Venecia para la reunión del cónclave del colegio cardenalicio que debería elegir a un nuevo Papa. El ministro Urquijo, quién sabe si por la experiencia, no se fiaba mucho de que el cardenal toledano cumpliese a rajatabla las instrucciones remitidas desde España, tomando prestadas unas palabras de Olaechea, para designar un papa proclive a los intereses españoles. Por cierto, que era el único purpurado español con derecho a voto. Según todos los indicios se desplazó hasta venencia, para asegurar que cumpliese las órdenes enviadas desde Madrid, al cardenal Despuig. El gobierno español consideró importante ganar la partida diplomática a los austriacos y para lograrlo resultaba imprescindible la labor de captación realizada por Lorenzana, quienbno obstante hizo un relativo caso a las presiones políticas. Tanto es así que decidió alinearse con los denominados volanti. Ese grupo estaba constituido por los cardenales de reserva, que por ser una minoría no eran considerados importantes; si bien, en un momento determinado, podían inclinar la balanza a favor de un candidato. Bloquearon la elección durante algún tiempo, de tal manera que la candidatura de cardenal Chiaramonti, propuesta por ese círculo, llegó a ser la única capaz de ofrecer una salida y llegar a la elección definitiva de un papa. Un objetivo que, al final, lograron104 .

La insurrección contra los franceses de varias ciudades ocupadas, entre ellas Roma, Perugia, Viterbo, sería respondida con la deportación y alejamiento de Pío VI a la región de Toscana. Ante los acontecimientos, Madrid aceptaba la solución de trasladar al decrépito Pío VI hasta España, proyecto que fracasaba y prolongaba la estancia del papa en Florencia durante nueve meses, sobreviviendo durante ese tiempo gracias a las ayudas económicas de Lorenzana, Despuig y los hermanos Bardají. El arzobispo escribió varias cartas a sus capitulares durante los años que duró su ausencia, las cuales intensificaba a partir de 1800; posiblemente angustiado, y hastiado del papel que estaba representando, ante el patético cuadro que presenciaba. En la correspondencia enfatizaba su deseo de volver a España y justificaba que su misión en Italia había concluido sin éxito. Estando en Florencia remitió a sus capitulares una misiva en donde les participó su resolución de regresar, como muy tarde, en los meses de abril o mayo un .

OLAECHEA, Las relaciones hispano-romanas en la segunda mitad del siglo XVIII. La Agencia de Preces. Zaragoza, 2000, ed. fac, p. 515 y ss. OLAECHEA; Las relaciones...., p. 569, apunta que desde abril de 1779, el embajador Pedro Gómez Labrador comunicaba al Papa, entonces en Parma, que el rey de España había resuelto la vuelta a España del primado toledano. El Cabildo catedralicio creyó a pie juntillas las noticias que enviaba el prelado; tanto es así que ordenaban comenzar una serie de rogativas y una colecta en la capilla del Sagrario, entre los meses de octubre y noviembre de 1797. Cuando llegó diciembre, quejándose de su salud por la humedad de Roma y otoño lluvioso que había soportado, envió a sus canónigos unas letras afirmando que volvería a España nada más pasar el invierno. El 23 de abril de 1798, era leída una carta del prelado desde Florencia, donde les decía que volvería en abril o mayo. El 13 de mayo, ruega las oraciones de sus canónigos porque ha quedo frustrado su intento de regreso, al nombrarle embajador extraordinario y tener la obligación de estar al lado de Pío VI. Son aquellos días cuando estableció un mayor contacto con el cardenal Zelada, donante de diversos códices manuscritos que enviaría el mitrado para la biblioteca capitular. El fallecimiento del Papa lo comunicaba el 29 de agosto de 1799. ACT. Actas capitulares, 1798-1800, 8 de septiembre de 1799.

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10° R:

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Lorenzana afrontó los gastos de la permanencia en Italia con las rentas arzobispales y algunos historiadores consideran que llegó a pagar el funeral del papa Pío VI. La documentación consultada no contiene ninguna referencia en ese sentido. Si hay un decreto reservado, expedido en Roma el 22 de mayo de 1799, en donde ordenó Lorenzana a su mayordomo toledano diera las instrucciones al banquero genovés Juan Lucas Garelli, para que transfiriese al mayordomo papal, José Spina, la cantidad de 3.000 pesos duros mensuales, corriendo el ordenante con el gasto de los cambios hasta situar la cifra en Marsella. La banca de los hermanos Garelli cobraba una prima del doce por ciento por situar el dinero en Francia o en Italia. ADT. Fondo Lorenzana, caja especial. Cartas de Roma, fechadas el 8 de septiembre de 1802 y 6 de junio de 1803. 103 OLAECHEA, Las relaciones... p. 533. 104 Todas las apreciaciones que sobre este asunto se mencionan en el texto proceden del estudio realizado por R. OLAECHEA: «El cardenal Lorenzana en el conclave de Venecia», Simposio Toledo Ilustrado. Toledo, 1975, t. II, pp. 91-184, en especial la p. 142 y ss.

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Conviene poner el punto y final mediante una breve reflexión. La actitud de independencia que demostraba el prelado toledano no agradó a Godoy. Una postura que hizo acelerar los planes establecidos para designar como mitrado toledano al "señorito" Luis de Borbón, recién estrenado arzobispo sevillano. Poner objeciones era lo más diplomático y correcto; así que la corte de Madrid retardó la licencia para la vuelta de Lorenzana al finalizar el cónclave 1°5. El dolor en su amor propio, porque no era un ingenuo, tuvo que ser muy intenso; callado porque no hay ninguna reacción en contra de las órdenes. Un silencio tan contenido, probablemente, actuó como determinante del ataque de apoplejía que le causaba la muerte el 15 de abril de 1804106. Su cadáver sería embalsamado y expuesto a unas exequias muy solemnes, las cuales fueron realizadas en la iglesia romana de los Doce Apóstoles. De manera muy privada, el cuerpo sería traslado el día 21 a la basílica de Santa Cruz de Jerusalén para recibir sepultura107. En la catedral toledana se celebrarían unas exequias fúnebres el 9 de junio, de las cuales queda una amplia constancia por imprimirse la oración que pronunció el licenciado Mateo Díaz de Rávago. Una curiosidad más: en el siglo XX, todavía de forma más subrepticia, los restos del arzobispo toledano fueron trasladados a la catedral mejicana. Han pasado dos siglos y quisiera proponer una acción de futuro. Este recordatorio que hacemos en el segundo centenario de la muerte de Lorenzana debería servir para algo más que reconstruir su vasta biografía; convendría que fuera el prolegómeno para que sus cenizas, como se hizo con el primado Carranza, también estuvieran en Toledo. Algo simbólico, pero que no dejaría de ser un acto de reconocimiento y el remache acogedor a un largo e inmerecido destierro.

105 La pensión que recibía todos los años Lorenzana se fijó en seiscientos mil pesos duros. De esa cantidad, se deducían las cantidades que el mitrado destinaba a ayudar a la Casa de Caridad de Toledo, que algunos años ascendía a la cifra de 330.000 rls. En Roma contaba con los servicios de Sebastián Pascual, secretario; Faustino Arévalo, mayordomo, más cinco criados. ADT. Lorenzana, caja especial, 26-1-1805, carta de Rafael Antonio. 106 La noticia de la defunción de Lorenzana fue comunicada al cabildo al celebrar las completas del 23 de mayo. La misiva estaba firmada por Juan Ignacio Barranquero, apoderado en Roma, confirmando que había fallecido el día 15 "de un accidente apoplcjico". Sobre la losa de la sepultura había mandado colocar la inscripción siguiente: "Francisco Antonius de Lorenzana, presbiter, cardenales, obid._ lo que a la letra se ha ejecutado", anunciaba el apoderado Barranquero. ACT. Actas capitulares, 1700-1800-, sesión del 23 de mayo 1804. 107 M. GUTIERREZ GARCÍA-BRAZALES; «Francisco Antonio Lorenzana. El cardenal ilustrado de Toledo». Simposio Toledo Ilustrado. Toledo, 1975, t. II, pp. 7-26, incluye noticias sobre su testamento en la p. 21 y ss. Los sufragios por su alma efectuados en Toledo fueron de la misma categoría que los realizados por el archiduque de Austria o el infante Luis Antonio de Borbón. Hubo nueve responsos con la presencia de la capilla de música.

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