Higiene y uso del agua de una familia proletaria de Santiago a inicios del siglo XX

Share Embed


Descripción

UNIVERSIDAD ANDRÉS BELLO DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES MAGÍSTER EN HISTORIA

Higiene y uso del agua de una familia proletaria de Santiago a inicios del siglo XX NOMBRE ALEX GUTIERREZ PROFESOR ENRIQUE FERNANDEZ 15 de diciembre de 2014

El siguiente trabajo, tiene por objetivo mostrar el comportamiento cotidiano en relación a la higiene personal por parte de la población de origen popular de la ciudad de Santiago hacia inicios del siglo XX, a través de un estudio de caso realizado en 1902 por Guillermo Eyzaguirre Rouse y Jorge Errázuriz Tagle titulado: Monografía de una familia obrera de Santiago, se pretende dejar en evidencia

cómo

fue

paulatinamente

influyendo

los

conceptos

e

ideas

modernizadoras acerca de la domesticación y del uso higiénico del agua potable por parte de grupos no pertenecientes a la élite local. Dicho conocimiento, sobre la relación del agua potable con la realidad cotidiana de una familia popular, parece ser un tema de gran importancia, ya que la aplicación de políticas modernizadoras desarrolladas por el Estado, generó una serie de cambios en el modo de actuar y de mejorar no solamente la calidad sanitaria de la ciudad y su población, sino que también generó cambios en aspectos de la presentación personal y de higiene de los sujetos urbanos. Estos cambios de la presentación personal y de higiene de los sujetos populares se deben a una serie de importantes transformaciones culturales iniciadas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La alta sociedad santiaguina se vio inmersa en una serie de modificaciones culturales que se pudieron plasmar a través de la transformación física de la ciudad de Santiago, lo que determinó un sinnúmero de cambios cotidianos en el modo de vivir de la población. Estas obras de transformación de la ciudad se pudieron ver posibilitadas gracias a una continua expansión económica, la que generó una serie de metamorfosis internas que terminarían por influenciar a una parte importante de sus habitantes. Algunas de estas obras fueron la construcción del ferrocarril de Santiago a Valparaíso en 1862 por Henry Meiggs, y el tren que salía de la Capital hacia el sur. Además, en la ciudad de Santiago se comenzó a desarrollar una novedosa actividad fabril, los instrumentos para la minería y la fundición, los molinos, arados o repuestos para las maquinarias comenzaron a ser fabricados en la Capital y muchos talleres artesanales se convirtieron en pequeñas manufacturas de camisas o zapatos1. El avance continuó, y hacia principios del siglo XX, en la Ciudad estaban 1

Romero, Luis Alberto (1997). ¿Qué hacer con los pobres?. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana. p 25.

establecidas alrededor de 220 fábricas, de las cuales la mayor parte eran medianas o pequeñas. Entre ellas se destacaban las fábricas de tejidos de lana, de conservas, de productos químicos, de cerveza, de elaboración de grasas y de ladrillos de composición2. Estas transformaciones urbanas, también se expresaron en el plano del transporte, donde convivían tranvías de tracción eléctrica y de animales conocidos como carros de sangre, además de los carruajes y unas cinco vías ferroviarias. Conjuntamente existían varias carreteras que conectaban a la ciudad con el exterior. Según los datos de Guillermo Eyzaguirre Rouse y Jorge Errázurriz Tagle, la capital chilena hacia inicios del siglo XX contaba con unas veinte plazas y siete parques, ubicándose ninguno de ellos en las zonas periféricas de la ciudad. Con estas referencias queda claro que la Capital muestra un claro perfil segregador dentro de su política de modernización urbana3. Por lo tanto, procesos de modernización llevados a cabo por el intendente Benjamín Vicuña Mackenna y proyectos posteriores solo se pueden comprender bajo un perfil de bienestar de la élite y un traslado hacia sectores periféricos del sur y poniente de Santiago de los sectores populares4, siendo receptáculos transitorios o definitivos de los gañanes que venían de estas zonas rurales5. Asimismo ambos autores destacaban que las aguas de limpieza o regadío iban por acequias que atravesaban la ciudad, siendo limpiadas cada 3 meses. También mencionan que la basura se retiraba de las casas con regularidad en carretones especiales dos veces a la semana. Por otra parte, se menciona que el aseo de las calles dejaba bastante que desear6, generándose inevitablemente un choque de clases, entre los que tenían un modo de vida, a la vieja usanza hispano-mestiza con la elite impregnada de nuevos conceptos modernizadores, influenciados claramente por la cultura europea y norteamericana industrializada, 2

Eyzaguirre, Guillermo y Errazurriz Jorge (1903). Monografía de una familia obrera de Santiago. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona. p. 12. 3 Ibíd. p. 12. 4 De Ramón. Armando. (1978). Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Latina. p. 123. 5 Romero, Luis Alberto. Op. Cit. p. 30. 6 Eyzaguirre, Guillermo y Errazurriz, Jorge. Op. Cit. p. 12.

generándose, un conflicto cultural que caracterizó a una parte importante de la América Latina de finales del siglo XIX y comienzos del XX, donde las elites controlaron las instituciones gubernamentales, así como el comercio, la banca, la agricultura y las artes. De esta forma, los grupos dirigentes tendieron a tomar o a influir en la toma de importantes decisiones económicas y políticas en sus respectivas regiones o naciones7. Así, la élite adoptó con entusiasmo las formas de vida europea, practicadas para el caso chileno en cafés, restaurantes, en el Club La Unión o en los palcos del Teatro Municipal8. Además, estas élites, creían que el “progresar” significaba volver a crear naciones, apegándose tanto como fuera posible a los modelos europeos y norteamericanos. La intensificación de los contactos con Europa durante todo el siglo XIX reafirmó la conclusión a que había llegado muchos integrantes de las élites y que ya era familiar por las filosofías de la Ilustración en el sentido de que los europeos, en particular ingleses y franceses, había creado una civilización deseable y digna de ser emulada9. Además, creían que sacarían algún beneficio de esta reconstitución y por extensión, suponían que sus naciones se beneficiarían también, confundiendo el bienestar de una clase con el bienestar nacional10. De esta forma se fueron generando las transformaciones de las ciudades latinoamericanas con una clara imagen o fachada de ciudad europea. Así, con la implantación de esta nueva cosmovisión por parte de la alta sociedad santiaguina se terminó por manifestar un abandono de las viejas formas de convivencia, de habitas y modos de pensar tradicionales. Por otra parte y de forma contraria, estos rasgos tradicionales aún se mantenían con firmeza en los sectores populares que, además, soportaban durísimas condiciones de existencia11. Estos sectores populares urbanos de la ciudad de Santiago, habían surgido producto de las constantes migraciones campo-ciudad desarrolladas a través de la 7

Brad Ford Burns, E (1999). La Pobreza del progreso: América Latina en el siglo XIX. México: Siglo XXI Editores. p. 14. 8 Romero, Luis Alberto. Op. Cit. p.30 9 Brad Ford Burns, E. Op. Cit. p. 31. 10 Ibíd. p. 19. 11 Romero, Luis Alberto. Op. Cit. 26

historia colonial y republicana santiaguina. Tal como había ocurrido en el siglo XVII, la necesidad de mano de obra había hecho que las autoridades y particulares trasladaran a la ciudad un gran número de indígenas desde zonas de guerra y otros lugares, proceso que dio origen a las primeras zonas periféricas de Santiago. Este fenómeno se agudizó a mediados del siglo XIX, pero a consecuencia de la saturación que se había producido en los sectores rurales del Valle Central, arrojando fuera de las haciendas y fundos una gran cantidad de campesinos, que ahora podían trasladarse a la Capital con mayor facilidad debido a las mejoras tecnológicas y logísticas en el transporte. De esta manera, se pasó de una población de 60.000 habitantes12 hacia 1813 a 256.000 hacia la última década del siglo XIX13. Debido a este explosivo aumento de la población, se hizo imposible evitar la aparición de importantes epidemias hacia la segunda parte del siglo XIX, siendo importante los focos infecciosos de 1868 y 1872. En parte, se pueden explicar estas elevadas tasas de mortalidad epidémica debido a la falta de acceso al agua potable y desagües, de hecho en 1864, se instaló como método paleativo un servicio de agua potable, que traía las aguas de las vertientes de Ramón y Vitacura a la ciudad, pero su acceso era muy limitado y la mayoría de los habitantes de Santiago, continuaban abasteciéndose gracias a las pilas públicas con las aguas del Mapocho o hasta del canal San Miguel14. De esta forma, la idea de una ciudad higiénica está bastante alejada de la realidad de la mayor parte de los habitantes de la ciudad, pero sus primeros indicios, en cambios conductuales en materia higiénica se pueden constatar a través de someras actitudes de algunos sujetos populares, debido en parte a que las políticas higienistas fueron adquiriendo un mayor alcance y grado de propagación y una formalización cada vez más sistemática. De esta forma, saldrían boletines acerca de cómo evitar el contagio de algunas enfermedades producto del consumo de aguas no tratadas. Una de ellas 12

De Ramón, Armando. Op. Cit. p. 123. Ibíd. 14 Romero, Luis Alberto. Op. Cit. 29 13

va a ser realizada por Federico Puga Bourne, el que pública a través del Boletín de Medicina: Cómo se evita el Cólera, estudio de higiene popular en 1886. En dichas páginas se destaca el carácter preventivo y de cambios en los hábitos higiénicos de la población, donde el aseo de las personas, de las habitaciones, la respiración de una atmósfera seca, pura y el alejamiento de los sitios húmedos, inundados y pantanosos en donde se manifiesta el agua en forma putrefacta es una regla esencial para evitar el contagio de ésta enfermedad15. También se destaca, que el aseo de las personas tiene una importancia capital en cuanto se refiere al aseo de las manos, el cual debe emplearse también con aguas recién hervidas16. En cuanto al consumo de agua por parte de la población, Puga Bourne es claro en señalar que no deben beberse las aguas naturales sin someterlas previamente a una ebullición prolongada, y si no se bebe esta agua antes de las 24 horas de hervida, se deberá repetir la ebullición17. Por otra parte, el doctor Pugar Bourne es claro en validar el consumo de agua potable distribuido gracias a la red de alcantarillado, ya que señala que éstas podrán beberse al natural con confianza, después de someterles a procesos de filtraciones privan al agua de todo organismos por pequeño que sea. Demás está decir, que la relación entre el agua y el ser humano no se baja solo en el consumo, sino también en el uso de lavado de productos alimenticios como los vegetales por ser propagador de enfermedades18. Una vez mencionado el contexto histórico-cultural en el cual se desenvuelve esta familia popular santiaguina, es preciso señalar que este presente estudio se basa en una monografía de una familia obrera. En ella se contempló la realización de un estudio acabado, donde se analizan todas las fases de su existencia y que contemplaba hasta la más mínima circunstancia de su estado a través de la observación, revelando un retrato fiel del estado material y espiritual del hogar 19.

15

Puga Borne, F (1886). Cómo se evita el Cólera. Boletín de Medicina. Santiago: Imprenta Nacional. p. 25. Ibíd. p. 26. 17 Ibíd. p. 27. 18 Ibíd. pp. 27-28. 19 Eyzaguirre, Guillermo y Errazurriz Jorge. Op Cit. p. 2 16

20

La familia analizada, habitó en la novena comuna de San Lázaro, ubicada al Sur-Oeste de la ciudad. Dicha comuna contaba en 1902 con 26.000 habitantes y sus límites eran por el Norte la Alameda; por el Sur el Camino de Cintura; por el Este la calle Duarte; y al Oeste la calle Molina. A su vez, esta familia moraba en la subdelegación de Padura, que comprendía las avenidas República, entre las calles Gay y Domeyko. Su vivienda, se encontraba a unos 200 metros del Club Hípico y a otros 400 metros del Parque Cousiño. Además, la subdelegación de Padura estaba conectada con el resto de la ciudad gracias al paso de tres tranvías eléctricos y dentro de las principales características del barrio estaba el paso de la Acequia Grande en dirección este-oeste21.

20 21

Ibíd. p. 12. Ibíd. p. 14.

Comuna de San Lázaro22

22

Plano de Santiago de 1900. Modificado por Alex Gutiérrez Espinoza.

La familia estudiada, estaba compuesta por nueve personas, Rafael el jefe de familia, oriundo de Talagante, de 42 años; su esposa Tránsito, nacida en Malloa, de 44 años; y sus hijos vivos y todos nacidos en Santiago: Andrés (2°) de 19 años; Rafael (3°) de 17 años; Juan (7°) de 13 años; Pedro (8°) de 12 años; Ester (9°) de 10 años; Tulio (10°) de 9 años; y Elena (12°) de un año23. La totalidad de esta familia, habitaba en una sola habitación de cinco metros de ancho por ocho metros de largo. La techumbre del hogar variaba desde los dos metros y medio en una parte a los cuatro metros en la otra, debido a la inclinación de la techumbre. De esta manera, en ésta habitación, todos los miembros de la familia dormían, la madre lavaba y planchaba, se hacía desayuno y la cena, y por si fuera poco, en un rincón de la casa existió un pequeño corral con aves24, el cual era administrado por el hijo vivo mayor, Andrés, quien poseía algunas gallinas y gallos de pelea. Además, éste sujeto parece ser el que tiene mayor acceso y redes de amistades, ya que pertenece a la Sociedad de San Alfonso y a la Archicofradía de la Santa Familia25. En materia de cuidado médico, el jefe de hogar, Rafael, presenta serios problemas de salud, desatados por una lenta pero progresiva tuberculosis no tratada. Por otra parte, su esposa, ha tenido acceso médico por parte de la Hermandad de Dolores debido a un aborto y una pulmonía contraída. La familia destaca que por tal atención médica se le proporcionó para su cuidado alimentos y dinero. Además, sus hijos han sufrido diversas enfermedades respiratorias, en especial en los meses de invierno. Finalmente Ester y Elena han tenido oftalmia purulenta, la que se fue tratada en el Hospital de San Juan de Dios26. Llama la atención lo que se señala en relación a la higiene familiar y el uso del agua por parte de éste grupo familiar, se menciona que Andrés es aseado y se lava y prima con regularidad por las mañanas; pero los niños no guardan limpieza en sus personas. Beben agua sin escrúpulos en cacharros sucios y juegan sobre 23

Ibíd. p. 14. Ibíd. p. 17. 25 Ibíd. p. 15. 26 Ibíd. p. 18. 24

el barro infecto27. Es probable que para el lavado personal de Andrés, éste utilice una de las dos artesas que tiene en su hogar 28. El comportamiento especial de Andrés en relación al resto de la familia, se explica en parte a que los niños más pequeños y sus padres carecían de materiales de limpieza personal. En la casa solo existía una peineta y un cepillo de dientes, los cuales eran utilizados muy probablemente por Andrés29. Sobre el consumo de alimentos, podemos destacar claramente que entra en juego el agua en la manipulación, lavado y tratamiento de los alimentos. Se señala que la base alimenticia de la familia son las legumbres y cereales como el poroto y el trigo, y bebidas calientes como el té y el café, los que se distribuyen a lo largo de las tres comidas diarias. En la mañana la familia consumía café con leche cuando había, acompañado de una marraqueta para cada uno. Al medio día tocaba el turno del almuerzo, el cual iba acompañado de dos platos, siendo el primero, por lo general, una carbonada, charquicán o puchero; mientras que el segundo plato se componía de porotos, chuchoca, frangollo, mote o zapallo asado. Siempre estos platos fueron acompañados de pan y de té o café con leche, los cuales eran calentados y cocinados en un improvisado bracero-móvil hecho de ladrillos. Luego hacia la tarde, la familia se alimentaba de manera bastante similar al desayuno y en casos excepcionales la madre hacía un causeo30. La mayoría de estos alimentos eran consumidos en una media-agua anexa y apegada a la habitación principal, que poseía una medida de dos por dos metros. También existía otra habitación similar, que cumplía la función de lavadero31. Asimismo, se hace mención especial al consumo de bebidas, donde se menciona que la familia, generalmente no consumía más bebida que el agua potable y sólo en contadas ocasiones el padre bebía vino32. Por ende, el consumo

27

Ibíd. p. 18. Ibíd. p. 20 29 Ibíd. p. 30. 30 Ibíd. p. 25. 31 Ibíd. p. 29 32 Ibíd. p. 21. 28

de agua limpia se ve sujeto a la categoría de bebida, el que al parecer por su carácter puro y se le puede clasificar de bebida al igual que el vino. De esta forma, constatamos que el acceso al agua presenta una serie de variables en una familia popular urbana de Santiago. Por una parte, su utilización para el consumo alimenticio, se da por lo general de forma hervida. Así se explicaría una serie de comportamientos preventivos en la manipulación de este elemento. Se utilizaba para el cocimiento de los alimentos o para ser bebido mediante la combinación de té o café. Por otra parte, queda más que demostrado, que existe un esfuerzo por establecer espacios para el consumo de alimentos y para la realización de otras actividades domésticas. Por ejemplo, la creación de un pequeño espacio para la alimentación y otro para el lavado de prendas, demuestra la implementación de divisiones de espacios dentro de una morada, con la cual se buscaría la creación de áreas determinadas para funciones específicas en el ámbito doméstico. En materia de aseo personal, se puede constatar el inicio de una etapa factual donde se da a conocer un proceso de transición producto del acceso a nuevas formas de asearse y de desenvolverse socialmente. El caso de Andrés está más que claro en este punto. Él es quien posee la mayor cantidad de relaciones sociales en el plano formal, el haber sido miembro de la Sociedad de San Alfonso y de la Archicofradía de la Santa Familia lo llevó a tener que presentarse de la manera más ordenada posible ante sus similares. Este tipo de circunstancias quizás demuestra, que como forma de validarse socialmente, se haya visto en la obligación de realizar rutinarios aseos personales, demostrándose a través de la adquisición de material para el aseo personal, como fue una peineta y un cepillo de dientes. Por otra parte, los sujetos que no se veían en la obligación de establecer este tipo de relaciones sociales, no se veían obligados a realizar labores de aseo personales diarias. Esto queda demostrado en el caso de los niños menores, que no asistían a la escuela, la madre que era dueña de casa y el padre quien trabaja en un taller de carretas implementado en su propio hogar. De esta forma, se

determina que ante la no necesidad de relacionarse con otros, simplemente se deja de lado la aplicación de medidas higiénicas adicionales. De hecho, el no asistir con frecuencia a la Iglesia también refuerza esta idea de no mejorar el aseo personal. De esta forma, se puede constatar que a través de este análisis monográfico sobre la vida cotidiana de ésta familia, podemos sacar algunas conclusiones. El Estado a través de sus políticas de modernización comenzó lentamente a influir en el desarrollo y cambios de nuevos hábitos de higiene y de presentación personal de los individuos. Tal como menciona Ruose y Tagle, en los hogares de los obreros de Santiago que han sido buenos soldados sobresalen en sus casas por el aseo y el orden dentro de la casa. Los analfabetos, gracias a la ley de Reclutas y Reemplazos, según esta misma fuente, han dejado de serlo, los desaseados buscan limpieza, quizás influenciados por la enseñanza en el Ejército33. De esta manera podemos concluir que la falta de desarrollo económico, de acceso a la información y la falta de instrucción higiénica heredada por costumbres familiares llevaron a la ignorancia de la higiene personal en ámbitos del cuidado de su propia salud y de presentación personal, dejándose dicho cuidado físico, solo para relaciones formales o que ameriten una presentación personal más completa o cuidada.

33

Ibíd. p. 70

BIBLIOGRAFÍA 

Brad Ford Burns, E (1999). La Pobreza del progreso: América Latina en el siglo XIX. México: Siglo XXI Editores. p. 14.



De Ramón. Armando. (1978). Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Latina.



Eyzaguirre, Guillermo y Errázurriz Jorge (1903). Monografía de una familia obrera de Santiago. Santiago de Chile: Imprenta Barcelona.



Pérez Oyarzún,

Fernando

(2005). Las

aguas

del

Centenario.

Disponible

en:

. ISSN 0717-6996. http://dx.doi.org/10.4067/S0717-69962005006000014. 

Puga Borne, F (1886). Cómo se evita el Cólera. Boletín de Medicina. Santiago: Imprenta Nacional.



Romero, Luis Alberto (1997). ¿Qué hacer con los pobres?. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.