Herencias: ¿y la liquidez? José Chalco Salgado
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La herencia y sus impuestos en debate. Mucho se dirá respecto a que es un
tributo que no afecta a la generalidad de los ecuatorianos; que afligirá estrictamente a los fuertes grupos económicos que guardan razones cuantiosas para oponerse; que se hace justicia al fin; que se democratiza la propiedad; y que al final, el impuesto “existía mismo ya”.
Primera verdad: la economía de un estado que carece de moneda propia,
necesita seguridad económica y jurídica que asfalte el camino hacia la inversión en el territorio nacional, esto a su vez, porque genera: empleo, circulación de capitales y pago de una serie de impuestos que van a las arcas estatales para el cumplimiento de sus tareas prestacionales a los ciudadanos. El impuesto ataca a la inversión y seguridad.
Segunda verdad: en esta dinámica económica, son las personas naturales
que laboran directa e indirectamente con emprendedores e inversionistas quienes se benefician, pues, hay trabajo, estabilidad y entonces paralelamente, posibilidad adquisitiva y condiciones suficientes para acceder a vivienda, salud, educación y otros. Si se va la inversión se desconfigura esta estructura.
Tercera verdad: si por un momento nos abstraemos del entusiasta y
apasionante discurso de la democratización de la propiedad, veremos, que en realidad la afección impositiva de este tributo no es exclusiva hacia la clase económica más pudiente del país, sino en su defecto, a la clase media, pues la cantidad propuesta para que se inicie la repartición de la herencia al Estado, o mejor dicho, la base imponible para gravar con este tributo es $35.400 dólares, es decir, rubro muy por debajo de la mitad del valor de una vivienda básica en las que cómodamente pueda vivir una familia constituida por tres personas, si se duda, revisar el valor comercial de bienes inmuebles en el Ecuador a la fecha. Para ejemplificar mejor veamos un segundo caso, en la tabla propuesta por el Ejecutivo se establece un impuesto del 17.5% a herencias o legados que tengan un monto de $141.600, ¿acaso no es este el valor promedio de una vivienda en la actualidad?. Entonces, parece que la clase social media tendrá dificultades.
Cuarta verdad: en el discurso, se habla de las preocupadas familias
empresarias que puedan suceder montos cuantiosos, urge entonces que por ese mismo hecho, se deba estimular a que exista inversión directa y capitales circulando en nuestro país y no en otro, ciertamente es ello lo que amerita la dolarización. Con estas medidas podría surgir una fuga de capitales al extranjero, capaz de anclarnos en el temido peligro de la falta de liquidez y subsiguiente eliminación de la dolarización. Luego, si a un inversionista no se le entrega estabilidad, seguridad y condiciones económicamente interesantes para su negocio, los dineros se van del país, pagando un ahora atractivo 5% a la salida de divisas, frente a un confiscador 17.5%, 32.5%, 52.5% o 77.5% impuesto a la herencia en el Ecuador.
Entonces todos hablan de las fortalezas emocionales de la propuesta,
algunos sin empacho y otros con aprendida lección, pero ¿y qué pasa con la liquidez del país si el dinero se va?.