Herederos de Alfonso Reyes

June 14, 2017 | Autor: S. Pineda Buitrago | Categoría: Alfonso Reyes, Ensayo Mexicano, Rafael Gutiérrez Girardot
Share Embed


Descripción

ROMANICA GANDENSIA XLV

Ensayo hispánico y sociedad: Diálogos de un género en movimiento

Diana CASTILLEJA Eugenia HOUVENAGHEL Dagmar VANDEBOSCH

Librairie DROZ S.A. Genève ________________ 2014

Publicado con la subvención del Fonds voor Wetenschappelijk Onderzoek Vlaanderen (FWO)

3

Índice EL ENSAYO, GÉNERO EN MOVIMIENTO: NOTA INTRODUCTORIA .............................................................................................. 5  Diana CASTILLEJA, Eugenia HOUVENAGHEL, DAGMAR VANDEBOSCH I. HISPANOAMÉRICA: IDENTIDAD LITERARIA Y CULTURAL  1. Diálogos con la tradición literaria  Un balance de la trayectoria poética de Jorge Luis Borges a través de dos ensayos en la revista El Hogar ................................ 25  Daniel ZAVALA MEDINA Borges ensayista: la paradoja como sustento de su reflexión crítica ............................................................................................ 35  Berenice ROMANO HURTADO Herederos de Alfonso Reyes. Rafael Gutiérrez Girardot y Adolfo Castañón: críticos de la cultura hispánica ......................... 43  Sebastián PINEDA BUITRAGO La trampa pantanosa – las crónicas de conquista en El río sin orillas, de Juan José Saer ................................................... 53  Cristiane CHECCHIA El mandato del amor divino: el sermón de Padre Antonio Vieira en la Carta Atenagórica de Sor Juana Inés de la Cruz ............ 65  Maria Cândida FERREIRA DE ALMEIDA 2. Construcción de nuevos espacios identitarios  La escritura de la ciudad: La Habana en el ensayo cubano........ 79  Stefano TEDESCHI Senderos hacia el otro: una aproximación a la obra ensayística de José Carlos Mariátegui, Ángel Rama y Walter Mignolo .... 91  Diego ARÉVALO, Javier GONZÁLEZ BLANDINO, Catalina LOAIZA Los discursos del exilio: El dialogismo en los ensayos de Roberto Bolaño ............................................................................... 103  Silvana MANDOLESSI

4

Ensayo hispánico y sociedad

Cruzando las fronteras culturales: El discurso identitario en el ensayismo periodístico de Jordi Soler .............................. 115  Emmy POPPE II. ESPAÑA: INTELECTUAL, SOCIEDAD Y ENSAYO  1. El ensayo en la esfera pública  Cataluña ante España: el discurso de Joan Estelrich y Ernesto Giménez Caballero y la politización del escritor ............. 129  Diana SANZ ROIG “Esos

ridículos intelectuales, henchidos de pedantería”. Antiintelectualismo y ensayo bajo el régimen de Franco . 145  Mario MARTÍN GIJÓN

Encontrarse unos a otros en la escena europea. Tensiones, enfrentamientos y resonancias en Bosquejo de Europa de Salvador de Madariaga .................................................... 155  Marc DELBARGE Armas híbridas. La evolución del ensayo y el nuevo intelectual español de izquierdas........................................................ 169  Sebastiaan FABER El compromiso revisionista o cómo volver a contar (Réplica a Sebastiaan Faber) ............................................................. 189 Jordi GRACIA Debate ......................................................................................... 203 Preguntas del público ................................................................. 209  III. FICHAS BIOBIBLIOGRÁFICAS DE LOS COLABORADORES .. 219  IV. ÍNDICE ONOMÁSTICO .......................................................... 233 

43

Herederos de Alfonso Reyes. Rafael Gutiérrez Girardot y Adolfo Castañón: críticos de la cultura hispánica Sebastián PINEDA BUITRAGO El Colegio de México

Sinopsis.- ¿Por qué Alfonso Reyes no es parte del canon académico y no es enseñado formalmente en gran parte de los departamentos de humanidades de las universidades latinoamericanas? El ensayista mexicano Adolfo Castañón (1951) culpa de ello a una crisis filológica en nuestras sociedades. El ensayista colombiano Rafael Gutiérrez Girardot (1928–2005) ve falta de rigor y cierto esnobismo de la academia iberoamericana. Aquí analizaremos el aporte que estos dos ensayistas han hecho para vindicar el papel de Alfonso Reyes al tiempo que evidencian fallas estructurales de la cultura hispánica a través de la crítica literaria. I Como la correspondencia intelectual sigue siendo algo con lo que no contamos mucho en Hispanoamérica, resulta una fortuna tener a la mano las cartas que un estudiante de filosofía de origen colombiano, Rafael Gutiérrez Girardot, comenzó a cruzarse en 1952 con el gran pensador mexicano Alfonso Reyes. El colombiano tenía veinticinco años y había venido becado a Madrid para asistir a los cursos de filosofía de Xavier Zubiri. Al cabo advirtió el resquemor en la práctica de la libertad de cátedra, un temor por lo demás extendido a los cafés y las calles de Madrid. Y se preguntó dónde había quedado el legado de la generación del 98 y del 27: ese ciclo de modernidad segura y firme que, según Jordi Gracia, “arranca del último tercio del siglo XIX y se expande sin vergüenza o incluso de manera altiva hasta quedar aplastado –o suspendido o desviado– por la derrota de la Guerra Civil” (Gracia y Ródenas 2009: 5). El colombiano sintió entonces la imperiosa necesidad de ponerse en contacto con Alfonso Reyes porque comprendió que el librepensamiento español ya no estaba en

44

Sebastián PINEDA

Madrid sino, en buena parte y gracias a sus auspicios, en la ciudad de México. Gutiérrez Girardot había ojeado El deslinde en Bogotá, pero realmente empezó a leer a Reyes cuando compró en la librería Ínsula de Madrid sus libros Visión de Anáhuac y Ultima Tule. Ambos lo dejaron maravillado al punto de escribir de inmediato una pequeña nota para una revista que sacaba en Madrid con otros jóvenes, una revista que más tarde vendría a convertirse en Cuadernos Hispanoamericanos. Se la envió a México al propio Reyes, y al hallar acuse de recibo, el joven colombiano se animó a escribirle con más confianza. Y le confesó: La nota tiene pocas o ningunas pretensiones. Quería yo que con ella, los muchos que no saben que América existe como problema, acudieran a sus libros en busca de orientación y consejo. Hubiera querido hacer algo más completo, más detallado, más reunido, pero no me fue posible. Porque precisamente yo fui uno de esos que no saben que existe América. Solo cuando llegué a España me di cuenta de la cuestión y fue entonces cuando “descubrí” un buen número de autores que ya desde hace muchísimo tiempo se habían ocupado del asunto. Es terrible. Porque yo en Colombia no me ocupaba ni siquiera de comprar libros hispanoamericanos sobre cuestiones nuestras, pues ni miraba los libros. Esta sería una muestra de nuestra incomunicación. Y como esta hay miles y miles. Cuando hablo con Mejía Sánchez, es cuando puedo apreciar la labor que desarrolla el Colegio de México en este sentido. Cuanto lamento no haber escogido como objetivo de mi viaje a México. Pero en España me atraía Xavier Zubiri. De todos modos tengo pensado viajar a México en cuanto termine mi trabajo aquí. Debo hacer mi tesis doctoral de Derecho y de Filosofía, o sea que estaré acá unos cuatro años (enero 17 de 1952) (Caicedo 2009: 387)1.

Nunca viajó a México en tiempos en que Reyes vivía ahí. Partió a Alemania antes de terminar en España sus estudios, con el deseo de ejercer la crítica literaria con el rigor de la academia alemana. Pero jamás pretendió escapar de su tradición hispánica porque comprendió que más valía retomar el camino que un viejo maestro como Alfonso Reyes había abierto, antes de aventurarse sin guía alguna2. Después de su pequeña nota de 1952, en 1955 Gutiérrez 1

2

La correspondencia de Alfonso Reyes con Rafael Gutiérrez Girardot ha sido recientemente recogida por Adolfo Caicedo Palacios. Ver bibliografía. Al mismo tiempo que publicaba en España su nota sobre Reyes, Gutiérrez Girardot mandaba a Colombia sus nuevos hallazgos. En la revista Bolívar

Herederos de Alfonso Reyes

45

Girardot dio a la luz su ensayo Imagen de América en Alfonso Reyes, que el mexicano recibió con un agrado impresionante casi un año después. En efecto, el 30 de octubre de 1956 le respondió al joven colombiano, entonces asistente en el consulado de Colombia en Bonn: Cuando se tiene la suerte de haber interesado a un espíritu como el suyo, ya no se puede ni dar las gracias. Sobreviene algo como un anonadamiento. El calor que Ud. sabe comunicar a mis ideas, al explicarlas y completarlas, asume temperatura casi religiosa. Me veo reflejado –y aumentado y mejorado– mil veces. Sea Ud. feliz y continúe con paso firme su hermosa jornada (Caicedo 2009: 392).

A lo que Gutiérrez le contestó el 7 de noviembre de 1956 unos párrafos que explican muy bien por qué fue siempre Alfonso Reyes el tema sobre el cual escribió con más amor. Hoy he recibido su amable y generosísima carta, con un agradecimiento realmente superior a lo que merezco. En realidad, todo mi mérito se puede reducir a entusiasmo y a pasión, dos virtudes, si es que lo son, muy propias de la juventud y que en mí son, cuando se trata de cosas suyas, el acompañamiento natural. Mi entusiasmo y el calor que he puesto al saquearlo a Ud. para hacer mi confesión personal sobre “nuestra América”, son solo signos de un agradecimiento profundísimo que siento para con Ud. ¡Cuánto nos ha enseñado Ud. a los jóvenes, cuánto nos sigue Ud. enseñando y cuanto seguirá Ud. enseñando a las generaciones de muchachos ilusionados, como yo, con la literatura, con la poesía, con el pensamiento, con las letras, en fin, con la simpatía que buscamos, en todo cuanto nos rodea, en cuanto cae a nuestras manos! Mi ensayo sobre Ud. es, en mi vida, algo fundamental –y eso, y el que le haya dado a Ud. satisfacción me basta y me premia–. Cuando llegué a Madrid ya era algo viejo antes de haber pasado mi juventud. De pronto, en la librería Ínsula tropecé con su Última Tule. En Bogotá El deslinde me pareció imposible de digerir, y lo dejé en el escaparate como diciendo, algún día lo leeré. Yo sabía de Ud. muy poco. Al hojear su Ultima Tule vi el capítulo sobre la inteligencia americana, y lo compré, lo leí, leí (núm. 15, 1953) publicó sus “Notas e informaciones sobre la imagen de Alfonso Reyes”, donde citó textos claves y una excelente bibliografía.

46

Sebastián PINEDA más cosas suyas, lo que había en Madrid, y fui haciendo notas, y salió de esas notas el ensayo. Es el ensayo por antonomasia, pues me ha acompañado siempre y en todas partes, junto con las notas y Ultima Tule, hasta que se me quedó en algunas manos ajenas, sembrando su fruto. Después de escribir el ensayo, y ya publicado, esas ideas, la prosa, Ud. mismo entero en cada letra, fueron madurando, y un día cualquiera sentí la transformación. Para qué decirle en qué, ¡si fue en todo! Ernesto Mejía, que me ayudó a descubrirlo a Ud. pudo sin duda percibir el cambio. Qué maravilla es la literatura bella que, como la suya, convierte, centra y purifica. Yo percibí que no hay en Ud. una sola letra que no esté escrita, con gozo, y ese gozo contagia y mueve (Caicedo 2009: 396).

En sus sucesivos ensayos sobre Reyes, el colombiano nunca dejó de lamentar el gesto pretencioso o irritante de la academia de Iberoamérica para trabajar un pensamiento que no cuadre con ninguna escuela, con ningún paradigma de los existentes sino que, como el de Reyes, brote de la propia tradición del idioma. Insistía en que el ensayo había sido desde siempre la forma principal de la expresión americana, por usar un término de Pedro Henríquez Ureña –otra de las grandes figuras siempre ensalzadas por Gutiérrez–. Y apuntaba: El ensayo hispanoamericano o su protoforma no surgió, como el de Montaigne y Bacon, para un público cortesano, para una élite dirigente, sino contra el equivalente colonial y, más tarde, engañosamente republicano, de esa élite, contra los antecedentes en el siglo XIX de lo que se ha llamado ‘neocolonialismo’, más exactamente: ‘intracolonialismo’. Las suscitaciones españolas del ensayo hispanoamericano son crítica social y política, orientación y asimilación de la cultura europea. No reflexión moral y dilucidación de la subjetividad, como en Montaigne y en Bacon, sino interpretación social-histórica de las nuevas Repúblicas independientes y prolegómenos a un programa de acción (Gutiérrez Girardot 2006: 201).

En Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana (1989), Gutiérrez Girardot demostraba cómo Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento, dos de los principales ensayistas del siglo XIX, formularon su pensamiento en contravía a la pésima política con que se pretendía gobernar a Latinoamérica. Bello, por ejemplo, frente a la anarquía dejada por

Herederos de Alfonso Reyes

47

el inmenso ejército de Bolívar desparramado por media Suramérica opuso el orden del lenguaje y de la ley, a través de su Gramática y del Código Civil de la República de Chile. Sarmiento, por su parte, frente al orden depravado del dictador Rosas, opuso la civilidad liberal. Y en ese sentido, frente al fárrago, la grandilocuencia y el dogmatismo por tantos años de Inquisición, Reyes buscó un lenguaje de soberana serenidad. “Renovó la prosa castellana”, como dijo Borges en su poema. Y Gutiérrez Girardot se dio cuenta con ello, en parte gracias a sus estudios sobre el Modernismo, que sin una reflexión lingüística nada podía hacerse, es decir, sin un gusto o goce por el idioma y la palabra bien dicha. Detrás del erotismo de Rubén Darío, que estaba nutrido por la mitología griega, o del regocijo de Reyes por el helenismo, vio toda una revelación. Alfonso Reyes, dijo Gutiérrez Girardot: interpretó la tragedia y destacó el otro Eros, esto es, la pasión por el Logos, y puso de relieve la fuerza de ese pasado para la configuración de una ética personal, siempre arraigada en el mundo nativo de nuestra América (Gutiérrez Girardot 2005: 276).

El logos helénico, que somete todo a un razonamiento lógico, sigue siendo irresistiblemente convincente. De ahí que Reyes haya esbozado una teoría literaria en El deslinde, una obra publicada en 1944 cuando la filología de lengua española no se había planteado ningún problema teórico de sus conceptos fundamentales; aún hoy, los filólogos hispánicos no han elaborado una teoría de la literatura –con excepción de las antologías y comentarios a otras teorías literarias–. Gutiérrez Girardot tuvo muy claro que cuando Reyes profundizó en el Logos fue en busca de la cultura occidental para poner a un lado el fanatismo de la Contrarreforma y para decirnos que sin capacidad creadora, el individuo queda privado de la conciencia de sí. Pero hasta tanto no cale Alfonso Reyes en los programas académicos de las universidades iberoamericanas, estas nunca dejarán de ser colonia. II El día en que su padre se encontró con Alfonso Reyes en los pabellones de alguna feria del libro de 1958, Adolfo Castañón, que tenía seis años, habría de constatar mucho después que esa vez vio

48

Sebastián PINEDA

juntos a los dos hombres que más influencias han ejercido tanto en su obra como en su vida3. La filiación entre su padre y Reyes llegó a más allá de un encuentro casual. Del 7 de enero al 11 de febrero de 1941, Castañón-padre asistió a los cursos de invierno que en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de México dictó el helenista mexicano sobre La crítica en la edad ateniense. Reyes, allí, comenzó por decirnos que lo más expresivo sobre la figura de la mente humana y griega es el observar “cómo la palabra se enfrenta con la palabra y le pide cuentas y la juzga”, cómo, en suma, la crítica se convierte en una herejía que no se resigna a tragar por entero y nunca pone “en duda el alcance de los instrumentos humanos para todo aquello que nació con el hombre” (1997: 39), esto es, los países, los gobiernos, las constituciones, los libros y la cultura. Si no hay crítica, decía, corremos el riesgo de que esas instituciones se enquisten como tumores, constriñan nuestro dinamismo y amenacen dejar tullida a una sociedad. Los problemas de los países latinoamericanos, fundados en constituciones, deberían ser entendidos como crisis jurídicas y en un sentido más amplio, según Castañón, como crisis del lenguaje, crisis filológicas. ¿No es el español una lengua atrasada (…) de un ex imperio y de una serie de pueblos cuya única coartada parece ser la extravagancia –la lengua de una subespecie cultural que muy probablemente esté en extinción–? (Castañón 2005: 167).

Más adelante, sin embargo, Castañón serena tal interrogación. La buena noticia de la cantidad de hispanohablantes en el mundo debe templarse con el diagnóstico crítico de la enseñanza de las humanidades hispánicas y aun portuguesas en los países hispanoamericanos (Castañón 2005: 180).

Claro: si nuestra imagen del mundo está determinada por la lengua materna, el papel de Hispanoamérica y España en el ámbito de la 3

La obra de Castañón abarca, en desorden, Arbitrario de literatura mexicana (Paseos I, 1993), La gruta tiene dos entradas (Paseos II, 1994), Los mitos del editor (Paseos III, 1994), Lugares que pasan (Paseos IV, 1998), América sintaxis (V, 2000), De Babel a papel (Paseos VI, 2006), Lluvia de letras (Paseos VII, 2007), Alfonso Reyes, el caballero de la voz errante (Paseos VIII, 2007), y aun la condensación de belleza y verdad de sus aforismos, La belleza es lo esencial (2006) y de sus poemas, La campana y el tiempo (1973-2003). Así intentemos leerlos por orden, al resumirlos o comentarlos se entrelazarán uno a otro en nuestra mirada.

Herederos de Alfonso Reyes

49

ciencia y de la cultura solo será fuerte en la medida en que se nutra de sus propios pensadores-prosistas. Poco efecto tienen los estudios latinoamericanos, tan famosos en universidades de Estados Unidos y de Europa, si abandonan la filología en donde se apoya toda reflexión. Si antes el crítico no robustece su idioma con técnicas, con palabras y términos brotados de su propio caletre, si antes no conoce su propia tradición filológica, poco avanzará. Enfrentar la palabra con otra palabra más precisa, entender la crítica como formación espiritual y “la filología como empresa creadora”, he ahí la exactitud, la riqueza de los ensayos de Adolfo Castañón. Uno de sus primeros libros de ensayos es una lanza en ristre contra la excesiva institucionalidad de la cultura: Cheque y Carnaval. Glosas sobre el cultivo, el trabajo y la cultura en México (1978, compilado en Los mitos del editor). A ratos, observó, “la cultura la deciden quienes no saben hacerla” (Castañón 2005: 137). No es que las instituciones culturales sean malas en sí mismas; los malos son los dirigentes o funcionarios que se entregan demasiado al mundillo social (léase cocteles, lanzamientos, lobbies, cabildeos o intrigas) olvidando cultivarse a sí mismos. Lo supo bien pronto Castañón cuando entró a trabajar al Fondo de Cultura Económica en 1974. De hecho, uno de los secretos de su éxito ha consistido en colaborar en ese ámbito institucional (un deber de ciudadano heredado de su padre y de Reyes, y “creencia nada anacrónica que hoy coincide con los planteamientos de Jürgen Habermas” (Castañón 2005: 12)), pero sin descuidar nunca el cultivo de su jardín interior: sus investigaciones personales y su preocupación por el lenguaje y por adquirir un estilo, esto es, criterio. Sus largos años en el Fondo de Cultura Económica alimentaron sus criterios en Los mitos del editor, conjunto de ensayos cuyo efecto me atrevo a comparar con el polvorín que levantó Don Quijote (y que todavía no se ha asentado) entre los editores y escritores vanidosos. Castañón ha puesto al descubierto que toda esa solemnidad del mundillo editorial y cultural es puro fingimiento y nada de verdad. ¿No parece gozar el editor del privilegio que en el antiguo Egipto tenía el embalsamador: garantizar el paso al otro mundo de simples mortales? Hasta cita del mismo Cervantes el episodio en que el Quijote vio su libro en Barcelona y conversó con cierto editor, quien le respondió tajante:

50

Sebastián PINEDA

“Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo, que ya en él soy conocido por mis obras; provecho quiero; que sin él no vale un cuatrín la buena fama” (Cervantes 2005: 843). Y a continuación se pregunta Castañón: ¿No parece sugerir Cervantes que los editores, no contentos con la comedia de vender inmortalidad, que juegan en sus horas hábiles, son dados a buscar esparcimiento en simulacros y falsas profecías…? (…) los editores solían ser hombres poco ilustrados, por más que quisiesen hacerse caballeros de la cultura y montarse sobre los libros publicados (Castañón 2005: 33).

Escritores-editores o cultura-poder nunca ha sido un matrimonio feliz, puesto que el público al que ambos pretenden dirigirse a menudo es indiferente a sus intrigas y rencillas. Desde del Imperio Romano a la gente le basta pan y circo, y ahora ya tiene bastante con impuestos, vacaciones, televisión, revistas de farándula y cantidad de cosas innecesarias. Dijimos que la libertad en sociedad se pierde o se gana en el lenguaje. Ahora bien, ¿no depende la libertad de expresión de la edición de buenos libros, de periódicos con criterio, de dinámicas páginas web? Si la edición se corrompe, pensémoslo, se degrada la libertad de expresión. No lo ignora Castañón. Sin embargo, él mismo nos propone primero apaciguar tanto trascendentalismo y preocupación. ¿No es también un mito el término publicar? ¿Acaso todo lo que se publica va realmente a ese público invocado? Castañón desconfía de los universalismos vagos, esto es, del mito platónico de pensar que los intelectuales o filósofos deben manejar la República. Prefiere lo particular, lo concreto, lo aristotélico. Por eso reprocha cuando ciertos intelectuales o académicos (sobre todo los franceses, ‘narcisistas hasta las uñas’) invocan al gran público para enarbolar ideas abstractas sobre la sociedad y la cultura con su lenguaje pseudofilosófico. El formalismo, el fetichismo del texto, la nostálgica omnipresencia de tópicos (el sexo, el deseo, lo sagrado, el poder) que solo se reiteran para conjurar el vacío del discurso, la devoción de la estadística como un sustituto del acontecimiento, la supersticiosa creencia en la lingüística y la fonética como modelos universales de explicación en las ciencias humanas, la evacuación del empirismo, la negación hipócrita de la historia pública o privada, la necesidad de sustituir la mirada por la teoría y la experiencia por los modelos, la falta definitiva de humor, el

Herederos de Alfonso Reyes

51

amor por los simulacros son algunos de los rasgos funcionales de esta nueva barbarie frígida que es la de Los Modernos y que, de Bataille a Lacan, de Lévi-Strauss a Robbe-Grillet, domina el discurso intelectual francés del último cuarto de siglo (Castañón 2005: 209).

José María Valverde (también traductor como Castañón) llamó la atención de cómo el pensamiento abstracto ha querido atacar la condición parlante del ser humano, el lenguaje coloquial, yendo en busca de un modelo de lenguaje ‘mejor’, apelando a las computadoras que trabajan con un supralenguaje de formalizaciones y símbolos, cuando el hombre sigue siendo humano por su condición parlante, por el fenómeno narrativo que es un ir ajustado el marasmo verbal a las imprecisiones de la vida que desbordan por todos los lados la intelectualidad. Mejor dicho, todo lo que ataque el lenguaje sencillo es enemigo del humanismo.

BIBLIOGRAFÍA CAICEDO, Adolfo. 2009. Alfonso Reyes y los intelectuales colombianos: diálogo epistolar. Bogotá: Uniandes-Siglo del Hombre Editores. CASTAÑÓN, Adolfo. 2002. La gruta tiene dos entradas. Paseos II. México D.F.: Aldus. —. 2005. Los mitos del editor. México D.F.: Lectorum. —. 2007. Alfonso Reyes, caballero de la voz errante. Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de. 2005. Don Quijote de la Mancha. Martín Alonso (ed.) Madrid: Edaf. GRACIA, Jordi y Domingo Ródenas (eds) 2009. El ensayo español siglo XX. Madrid: Crítica. GUTIÉRREZ GIRARDOT, Rafael. 1955. Imagen de América en Alfonso Reyes. Madrid: Ínsula. —. 1989. Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana. Bogotá: Ediciones Cave Canem. —. 2005. Heterodoxias. (Edición preparada al cuidado de R. H Moreno-Durán). Bogotá: Taurus. —. 2006. Tradición y ruptura. Bogotá: Mondadori. VALVERDE, José María. 1990. Vida y muerte de las ideas. Barcelona: Editorial Ariel.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.