Hera y Atenea, la representación de la mujer griega en la Ilíada

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Descripción

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HERA Y ATENEA EN LA ILÍADA
LA REPRESENTACIÓN DE LA MUJER EN EL MITO


Por Raquel Anchel Chiner








EL MITO
"In nova fert animus mutatas dicere formas
corpora; di, coeptis (nam vos mutastis et illas)
adspirate meis primaque ab origine mundi
ad mea perpetuum deducite tempora carmen"
(Ov. Met., I, 1-4. Cátedra, 2012)

Todas las culturas, pasadas o actuales, tienen o han tenido una red de mitos y leyendas, que involucraban a héroes, criaturas fantásticas y a dioses en la vida cotidiana. Se suele decir que estos mitos son fruto del intento de dejar constancia de un hecho histórico, de explicar un fenómeno natural, o de introducir en la sociedad una doctrina filosófica o moral de manera didáctica. Así pues, son, en definitiva, el reflejo de un modo de ver el mundo y al hombre.
De hecho, los griegos, al igual que otras religiones politeístas, crearon sus dioses a imagen y semejanza del hombre, no solo en lo físico, sino que les atribuyeron deseos, hábitos y defectos humanos. Este tipo de imagen divina está unida a la ausencia de una "salvación eterna" en la religión griega y romana, que se centra en mejorar la vida terrenal y finita mediante los favores que los dioses pueden otorgar a cambio de ofrendas. Los dioses, por tanto, no han de ser el ejemplo último de las bondades que debe practicar el hombre.
Por otra parte, las instituciones sociales, como el matrimonio, también se ven reflejadas en los mitos. En ocasiones lo hacen de la manera más realista posible, y en otras son simplemente la proyección de cómo le gustaría a la sociedad que fueran. Y en ello radica la importancia del mito, pues este moldea las actitudes, y aunque no está enfocado a un descanso eterno y una conducta ejemplar, sí que ayuda a mantener el orden establecido por medio de la ejemplificación.
En definitiva, los dioses, aunque ficticios, son una realidad histórica, en tanto que los seres humanos reales actuaron creyendo que existían. Es por ello que son una fuente rica para el estudio de las sociedades que los crearon.




ATENEA
"Παλλάδ᾽ Ἀθηναίην ἐρυσίπτολιν ἄρχομ᾽ ἀείδειν,
δεινήν, ᾗ σὺν Ἄρηι μέλει πολεμήια ἔργα
περθόμεναί τε πόληες ἀϋτή τε πτόλεμοί τε,
καί τ᾽ ἐρρύσατο λαὸν ἰόντα τε νισσόμενόν τε.
Χαῖρε, θεά, δὸς δ᾽ ἄμμι τύχην εὐδαιμονίην τε"
(Hom. Himn. XI)

Al igual que con muchos otros de los 12 Olímpicos, podemos vislumbrar los orígenes de Atenea en la Edad de los Metales. Si bien esto último podría parecer una simple especulación, lo cierto es que se ha encontrado una mención a la diosa en una tablilla micénica procedente de Knossos. Conscientes de la existencia de una serie de divinidades militares y protectoras en palacio de Micenas, algunos autores han querido ver en la imagen micénica de una diosa armada cubierta totalmente por su escudo a Atenea, aunque es una afirmación difícilmente comprobable. Así pues podemos identificar en las raíces de Atenea a aquellas divinidades femeninas tan comunes en los primeros tiempos de lo que después sería la Hélade.
Comenzamos a observar ya la dicotomía de su carácter al estudiar sus atributos y algunas formas de culto, que combinan lo masculino y lo femenino sin ningún tipo de problemas. Por una parte, un buen número de sus atributos están asociados, no solo al mundo masculino, sino al de la guerra, del que la mujer estaba totalmente vetada. Son estos la lanza, el casco, y la égida, compartida con su padre, Zeus. Sin embargo, en esa ambigüedad que la caracteriza, observamos como en el transcurso del culto público, las arréforas, jóvenes de buena familia, tejen un peplos como ofrenda a la diosa. Este es un objeto totalmente femenino, no solo por ser parte de la vestimenta de la mujer, sino por estar relacionado con la actividad femenina por excelencia, el tejido, en la que Atenea destaca sobre cualquier otra criatura.
Además, según algunos autores, el termino γλαυκώπις, utilizado habitualmente por Homero en la Ilíada, esconde tras él un atributo con el que ningún autor griego habría descrito jamás a una mujer corriente. El adjetivo, en esa misma forma, se aplicó a la luna y las estrella, en ocasiones; por ello, en relación con los ojos de Atenea adquirió el sentido de brillantes y centelleantes, cualidad que denota inteligencia y una mente viva y despierta.
La Guerra
"Y él, de su cabeza, dio a luz a Atenea de ojos glaucos, terrible, belicosa, conductora de ejércitos, invencible y augusta, a la que encantan los tumultos, guerras y batallas"
(Hes. Th. 924-927)
Así describe Hesíodo a la diosa Atenea en su Teogonía, y si el lector a ojeado el resto de la obra, resulta chocante que lo haga de este modo, pues el autor se nos muestra como un hombre de su tiempo, es decir, cauteloso con las mujeres y seguro de que estas deben permanecer en el lugar que les corresponde, el hogar y bajo la tutela de sus maridos. Más adelante intentaremos discernir el porqué de este trato particular a la diosa, pero ahora nos centraremos en aquellos aspectos que nos hacen pensar más en el prototipo ideal de hombre griego, que en una divinidad femenina.
Homero, en su Ilíada, no se queda corto en su escarnio a las mujeres, como prueba el uso del adjetivo άναλκις, indicativo de debilidad, para describirlas. Es, por tanto, algo sorprendente, que el adjetivo más usado en la obra para describir a Atenea sea ἀγελείης, relacionado siempre con el ímpetu guerrero en sus diferentes usos y significados. Encontramos la plasmación de esta oposición de adjetivos y de géneros en el Canto V, "Diómedes arremetió contra Cipris con el despiadado bronce, sabedor de que era una diosa sin fuerza y no una de aquellas diosas que imperan en la batalla de los guerreros: no, no era ni Atenea ni Enio" (Hom. Il. V, 330-333)
Además, Homero nos habla de cómo da fuerza y vigor, dos cualidades intrínsecamente masculinas, a los grandes héroes en la batalla, como a Diomedes. Es menester apuntar, también que, en relación a su excelente trabajo de consejera, los héroes a los que ayuda son prudentes, sabios y valientes, alejados, por tanto también, del caos femenino.
Pero las mayores diferencias con el comportamiento y deberes femeninos las encontramos en dos acontecimientos concretos. En uno, Homero describe detalladamente como Atenea se deshace del peplos, uno de los símbolos de su feminidad, y se equipa con las armas de su padre Zeus, incluida la égida, artilugio de gran valor pues fue usada por él en la Titanomaquia. Podríamos incluso interpretar este pasaje como la prueba definitiva de las dos caras de la diosa, que en este caso se desprende de su lado femenino, para adoptar la actitud de un hijo que toma las armas de su padre para ir a la guerra. No cabe decir que ningún padre griego de a pie prestaría sus armas a su hija. En el segundo suceso, Atenea no solo vence a su rival masculino, Ares, en una actividad propia de dicho género, sino que se jacta de hacerlo siempre y de ser más fuerte, "¡Necio! ¡Todavía no te has dado cuenta de que me precio de ser mucho más fuerte que tú, ya que insistes en competir en furia conmigo!" (Hom. Il. XXI, 410-411)
Cabe destacar que, con el paso del tiempo, y sobre todo con la adaptación de las divinidades griegas al mundo romano, el carácter más belicoso de Atenea pasó a un segundo plano, en favor de Ares, centrándose más en los tejemanejes de las asambleas y el Estado.
El Hogar y la Artesanía
"A la hija del Atrida Agamenón no desposaré, ni aunque rivalizara en belleza con la dorada Afrodita e igualara en labores a Atenea, de ojos de lechuza"
(Hom. Il. IX, 388-390)
Otra de las cualidades de Atenea es la de ser una excelente artesana, relacionada con la invención y las labores más delicadas, y no con el trabajo rudo del metal, como Hefesto. Su artesanía es de carácter mágico y diverso, siempre es el maestro, nunca una simple obrera. Esta faceta no es extraña si tenemos en cuenta que la representación religiosa del artesano siempre va acompañada de la métis, esa inteligencia especial que recibe el nombre de la diosa, madre de Atenea, Metis. De hecho, entre los epítetos usados para describir a la diosa, en relación con sus habilidades manuales, está πολυμῆτις.
En su faceta más femenina, Atenea domina a la perfección el arte de tejer, lo que bien se demuestra en el famoso mito de Aracne. De hecho, para los griegos era tan importante que una mujer supiera tejer, que Penélope, esposa de Ulises, y el ideal de la mujer griega casada, exhibía su destreza en el telar, junto a su fidelidad, como sus mejores cualidades. Podemos, incluso, ir más allá, pues para el hombre griego, el arte de tejer estaba relacionado con el enigmático y confuso comportamiento femenino.
Sin embargo, tampoco aquí se libra Atenea de aplicar su métis a actividades más masculinas. Su actitud belicosa, unida a su ingenio, lleva a que se le atribuya la domesticación del caballo, la invención de la cuadriga y la dirección de la construcción de la nave más grande jamás construida, Argos. Al respecto dice Homero en la Ilíada, "[…] como el cordel que nivela la quilla de un barco en manos de un experimentado carpintero que aprendió a fondo su oficio por inspiración de Atenea […]" (Hom. Il. 410-412)
El Carácter
Atenea, como todas las otras diosas, en su faceta más femenina es vengativa y vanidosa, y no nos faltan ejemplos para demostrarlo, el episodio de Aracne, el de Marsias. Sin embargo, la Guerra de Troya sigue siendo el mayor exponente de la vanidad de las divinidades femeninas, pues es consecuencia de la venganza de Hera y Atenea por no haber sido elegidas como la "más hermosa" por Paris. De hecho, los ataques de Diomedes, guiado por Atenea, contra Afrodita y Ares, no son más que el "merecido" castigo, a una por haberle robado el título, y al otro por haber seguido a su amante en el apoyo a los troyanos cuando había prometido lo contrario. El hombre griego cree que esta vanidad y afán de venganza, es una cualidad innata, como tantas otras, del sexo femenino. No pueden evitar actuar así, y por ello son seres inferiores.
En un polo diametralmente opuesto, Atenea es calificada como sabia, prudente y en Atenas, concretamente, como diosa de la Razón. Estas son cualidades masculinas, que le abren paso a la actividad del hombre por excelencia, después de la guerra, la política. Atenea, al contrario que el caótico Ares, es la protectora del orden, del Estado y sus instituciones, y mira por su prosperidad. Sobre todo en Atenas, se la considera una diosa justa, protectora de las asambleas y juicios, e incluso se le atribuye la creación del Consejo del Areópago. Nada en ella podría ser menos femenino, pues en el imaginario colectivo del hombre griego, la mujer es caótica, le cuesta mantener el orden y necesita la ayuda del hombre para ello; no conoce la justicia, pues siempre busca su propio interés. Y lo más importante, la diosa femenina Atenea, es la creadora y la protectora de unos órganos políticos en los que, bajo ningún concepto, se dejaría participar a una mujer.
¿Cuál es la razón de tal contradicción? La procedencia de la metis, de la sabiduría de Atenea. Zeus, al haber engullido a Metis, lleva esa inteligencia dentro de sí, por lo que al dar a luz a la diosa, le transmite su "misma voluntad de planificar con acierto" (Hes. Th. 897). ¿Por qué ha de ser este hijo, de tan buenas cualidades, una mujer? Atenea forma parte de la función ejemplificadora de los mitos, pues esa inteligencia esta, salvo contadas excepciones, siempre al servicio y bajo el control de su padre, fuente de la misma al ser hija parterogénica. El saber femenino en el mundo griego es enigmático, usado para el mal, y fuente de temor, sin embargo, en este caso, se muestra bajo el poder del hombre, quien controla su peligro. De hecho, cuando Atenea está dispuesta a usar su inteligencia para sus fines vengativos en la Ilíada, es siempre en contra de los deseos de Zeus.
Podemos concluir, por tanto, que en su habitual ambigüedad, el carácter de Atenea se balance entre el caos femenino, y la σωφροσύνη masculina.
Relación paterno-filial
"Puede haber padre sin que haya madre. Cerca hay un ejemplo: la hija de Zeus olímpico. No se crio en las tinieblas de un vientre, pero es un retoño cual ninguna diosa podría parir" (A. Eu. 658-661)
La relación e interacciones entre Zeus y Atenea, son fundamentales para entender más profundamente su carácter y el porqué de esa faceta más masculina.
Una de las ventajas de la diosa, nada más nacer, a ojos de los griegos, es haber sido engendrada exclusivamente por su padre. La partenogénesis masculina era el sistema reproductor ideal para el hombre griego, pues así se ahorrarían los pesares a los que debían hacer frente para conseguir el "recipiente" de sus hijos. En realidad, la mujer, para ellos, no era más que eso, la verdadera fuerza engendradora era la del hombre, siendo Esquilo uno de los mayores defensores de esta teoría.
Se podría decir que Atenea es el ideal de hija perfecta, estrechamente unida a su padre, obediente, nacida exclusivamente de él, y virgen.
Si pasamos a fijarnos en la Ilíada, podemos observar aspectos fundamentales de su relación. En diferentes ocasiones se nos muestra que Atenea es la hija predilecta de Zeus, sobre todos los demás, su carácter andrógino y especial hace que pase por alto su sexo. De ello, después de sus propios intereses, el rey de los dioses busque satisfacer los de su hija "¡Cálmate, Tritogenia, hija querida! ¡[…] deseo ser complaciente contigo!" (Hom. Il. VIII, 38-40). Otra muestra de este cariño, es que, no solo le presta sus armas, sino también la égida, un objeto de inestimable valor, creado por los Cíclopes durante la Titanomaquia. Demasiado poder en manos de cualquier otra mujer.
A cambio, ella sirve de fiel consejera, y habitualmente Zeus confía en ella como defensora de su poder ante los mortales. Como hemos dicho en el apartado anterior, su poder es excepcional entre las mujeres, en tanto está sometido al de un hombre, su padre, por lo que en la Ilíada, mientras Hera se enfrenta a él, Atenea acaba sometiéndose, "Atenea guardó silencio y no dijo nada, aunque estaba furiosa con Zeus padre y una cólera salvaje se había adueñado de ella" (Hom, Il. IV, 22-23).
Por último, al igual que pasa con Hera, Atenea aparece gran cantidad de veces con el epíteto "hija de Zeus", pues el simple hecho de serlo es motivo de prestigio.

















HERA
Ἥρην ἀείδω χρυσόθρονον, ἣν τέκε Ῥείη,
ἀθανάτων βασίλειαν, ὑπείροχον εἶδος ἔχουσαν,
Ζηνὸς ἐριγδούποιο κασιγνήτην ἄλοχόν τε,
κυδρήν, ἣν πάντες μάκαρες κατὰ μακρὸν Ὄλυμπον
ἁζόμενοι τίουσιν ὁμῶς Διὶ τερπικεραύνῳ"
(Hom. Himn. XII)

El nombre de Hera aparece ya en las tablillas micénicas como Era. Algunos autores han querido ver una conexión con el término ἥρως, que la relacionaría ya desde sus orígenes con el poder, significando señora o mujer noble. Es cierto que, como demuestra el mito del juicio de Paris, se le otorgaban poderes como protectora de los reyes, la ciudad o el conjunto de la comunidad. Por otro lado, según Harrauer (Harrauer, 2008), la vinculación entre Hera y Zeus se observa ya en las tablillas del Lineal B de Pilos y Tebas.
En un ámbito más doméstico, está unida al destino y recorrido de la mujer a lo largo de su vida, sobre todo al periodo del matrimonio, aunque en ocasiones también al de la virginidad. Sin embargo, tal y como apunta Bermejo (Bermejo, 1996), dentro de su defensa de los interés de la mujer casada, no se integra casi en el ámbito maternal, estando alejada de la tradicional figura de la diosa de la fertilidad. Eso sí, según este autor, es la representación del paradigma de la esposa amante, de la sexualidad legitima en el seno del matrimonio, que para los griegos es un componente esencial en este.
En cuanto al culto, se han hallado figuras de terracota de bóvidos en los santuarios de la diosa, pues era común ofrecerle como víctima una vaca, quizás en relación con uno de sus epítetos, impuesto por el propio Zeus, "la de los ojos de vaca". Posee un festival quinquenal en su honor, la Hêraia, y su culto estuvo muy extendido por la Hélade, aunque las sedes más antiguas fueron Corinto, Samos, Olimpia y Esparta.
Algunos de sus templos son compartidos con Zeus, como matrimonio. El más importante está en Argos, pues es protectora de la ciudad, el Dôma Heras, que fue descrito por Esquilo. En sus representaciones aparece con actitud severa y madura, que incita a la reverencia y con la corona, la granada, el cetro y el cuco como atributos, todos en relación con su ámbito de acción y con episodios de su vida. En los mitos se presta especial atención a una cualidad femenina muy apreciada entre los griegos, la blancura de la piel, llegando a portar el epíteto de "la de blancos brazos".

El Carácter
"[…] no en vano, Hera, una mujer tan solo, lo engañó con sus ardides […]"
(Hom. Il. XIX, 96-97)
Si Atenea era el ejemplo de hija perfecta y de mujer sometida y obediente, Hera es lo diametralmente opuesto. Posee todas las características que harían a cualquier hombre griego rechazar un matrimonio con tal mujer. Podemos decir, pues, que es la plasmación del carácter de la mujer, no como debería ser, sino como es, según el hombre griego.
Como podemos ver en numerosos pasajes de la Ilíada, es celosa, violenta, vengativa, irritable y caprichosa, todos ellos adjetivos comunes para describir el carácter innato de la mujer de a pie. Eso sí, según los autores griegos, hay una posibilidad de domar ese carácter si se es el marido y se escoge a una novia lo suficientemente joven como para modelarla al gusto. El problema de Hera es que es desobediente y obstinada, salvo excepciones, no se deja domar por Zeus. Es contestataria, usa su carácter sibilino para engañarle con tretas, siempre sospecha y espía lo que hace, y no duda en defender sus intereses de manera firme.
Uno de los rasgos más alejados de la mujer ideal son sus celos. Visto desde una perspectiva actual, cualquiera tendría derecho a enfadarse con una pareja infiel, y de hecho, sería lo normal. Sin embargo, en la Grecia antigua, estaba completamente permitido que el marido tuviera todo tipo de amantes, y era muy habitual. En este contexto, una mujer que reprocha a su marido sus infidelidades, y aún más, castiga a sus amantes y a sus hijos ilegítimos, por no poder castigarlo a él, se está comportando de manera totalmente incorrecta. El objetivo de este comportamiento de Hera en los mitos será, probablemente, ejemplificante para la mujer común, pues sus celos siempre acaban en castigo o fracaso.
El Poder
"¿Cómo es entonces que yo, que me precio de ser la mejor de las diosas tanto por nacimiento como por ser llamada esposa tuya, tu que imperas entre todos los inmortales, no habría de tramar desgracias contra los troyanos?" (Hom. Il. XVIII, 361-367)
Se podría decir que el poder de Hera no ha sido siempre el mismo, a pesar de tener potestad sobre el matrimonio, una de las instituciones más importantes en la Antigüedad, no siempre ha sido considerada del mismo modo en comparación con su esposo o con lo demás dioses. En este caso, su papel ha ido evolucionando junto con el de la mujer, desde el de simple consorte del dios supremo, en un principio; a compartir el mando con Zeus, en las obras de Teócrito, de época helenística; hasta ser la reina de los cielos, ya en época romana. Son de estas últimas dos épocas, las representaciones en las que la diosa sostiene el cetro, al igual que Zeus, símbolo de poder.
La descripción de ella en la Ilíada coincidiría con la primera etapa, aunque con ciertos matices. En la obra, Hera no está en igualdad de condiciones frente a Zeus, es una simple consorte. Podemos deducirlo por su actitud ante él, pues aunque desafiante, reconoce que su esposo la supera en poder. Por otra parte, la reverencia que recibe de los otros dioses es en tanto esposa de Zeus, como vemos en este pasaje "Y a esta dijo en respuesta Afrodita, amante de la sonrisa: " (Hom. Il. XI, 211-213)
Sin embargo, por otra parte, posee poder y debe ser reverenciada por su linaje, y así se expresa en la Ilíada, de hecho ella misma lo exige. "[…] mi esfuerzo no debe quedarse sin alcanzar su fin, porque yo también soy una diosa y mi linaje toma origen donde el tuyo: Crono, de tortuosos designios, me engendró como la más digna de honores por una doble razón, por ser mayor que tú y ser llamada esposa tuya […]" (Hom. Il. IV, 64-67). Esto nos habla de una realidad social en la que no solo el estatus del esposo se transmite a la mujer, sino que la edad y el linaje son, también, motivos de reverencia. Aun así, no debemos pensar que son signos de auto-determinación, pues el linaje sigue siendo el estatus de un hombre, en este caso el padre, a una mujer.
El Matrimonio
A pesar de lo que pueda parecer, entre el matrimonio más famoso de la mitología griega, hay un claro desequilibrio, pues Zeus es un personaje de salidas inagotables, que puede ser explotado en cualquier ocasión; sin embargo, Hera no va mucho más allá de esposa y consorte del rey de los dioses. Dentro del contexto en el que se escribe la Ilíada, pues ya hemos dicho que la situación cambia con el paso del tiempo, Zeus desempeña el papel del pater familias, con total poder sobre los habitantes de su casa; Hera, por el contrario, quedaría relegada a "señora de la casa".
El culto a la diosa es más variado que sus apariciones en la mitología escrita, sin embargo, la mayoría de él se centra en su papel de diosa protectora del matrimonio, y como tal se le aplicaba el epíteto Téleia, "la que da cumplimiento" o "consumación". Como tal era invocada junto a Zeús Téleios.
Dentro de los aspectos más inusuales de su matrimonio, destaca que, a pesar de que Zeus tuvo dos esposas antes que ella, ya antes de la Titanomaquia, según algunas fuentes, Hera mantuvo relaciones extramatrimoniales con el dios. Es evidente que cuando hablamos de inusual nos referimos a la parte femenina, pues no era nada extraño que el marido griego tuviera relaciones con otras mujeres mientras estaba casado. Sin embargo, a la joven griega se le inculcaba lo importante de conservar su virginidad hasta el matrimonio, y, de hecho, esa virtud se plasmó en las diosas vírgenes, entre ellas Atenea, la hija perfecta. A este respecto, debemos destacar, que durante el episodio del "cuco", Hera no se deja convencer tan fácilmente, y Zeus ha de entrar en su habitación mediante una artimaña. Esta historia serviría a las jóvenes como ejemplo de la resistencia que debían mostrar ante sus pretendientes y, seguramente, de los métodos que utilizarían algunos para entrar en sus alcobas.
Por otro lado, a pesar de que actualmente se destaca el carácter sagrado del matrimonio olímpico, en la obra de Homero, este no tiene nada de especial o diferente a los otros del dios. Al igual que con su papel como reina, con el paso del tiempo el matrimonio de Hera y Zeus irá adquiriendo el carácter de Hièros Gámos que se le atribuye ahora.
Ya sea como reflejo directo o indirecto de una realidad cotidiana, este matrimonio es especialmente violento y combativo. Zeus, constantemente, insulta y maltrata físicamente a su esposa, humillándola ante los demás dioses. En la Ilíada, Zeus recuerda a Hera un episodio anterior de maltrato como advertencia para que desista en su desobediencia: "¿Es que no recuerdas cuando estuviste suspendida en lo alto y te colgué dos yunques de los pies y te puse entorno a los brazos una irrompible cadena de oro?" (Hom. Il. XV, 18-21). Evidentemente, la plasmación de estas acciones no significa que en lo cotidiano estuviera a la orden del día el maltrato físico a las esposas, pero sí que desde un punto de vista social no era una acción reprochable, podía, incluso, estar justificada.
Al final, Hera no es, quizás, el prototipo de esposa humana, pero si hay en su personaje aspectos que la estereotipan como la esposa agobiante de la que se quejan diversos poetas. Sin embargo, esta faceta poco atractiva, no es el reflejo de una concepción negativa de la naturaleza femenina, sino de un comportamiento concreto, que va en contra del orden social deseable en el mundo griego. Hera es poco atractiva como esposa cuando se niega a someterse a los designios de Zeus, y de adoptar la actitud que socialmente se espera de ellas, pues pretende rivalizar con él y tener independencia de criterio. Por el contrario, cuando se muestra sumisa y reconoce el poder superior de su esposo, este la llama "querida esposa" y la trata con afecto.
Parte de este estereotipo irá dirigido al carácter sensual de la mujer, que encandila a los hombres sin que estos puedan evitarlo, lo que las hace peligrosas. Hera, en la Ilíada, se engalana de manera provocativa para distraer a su esposo y lograr sus propios fines. Es por ello que el carácter sensual de la mujer ha de ser reprimido, para así evitar que lo usen contra los hombres, indefensos, en su propio beneficio.










CONCLUSIONES
La consideración de la mujer en la mitología griega es ambigua, "se la desprecia y se la respeta, se la somete porque se la teme" dice Bermejo (Bermejo, 1996). Por otra parte, el mito y el culto se presentan divididos en cuanto a las diosas, pues aunque estas, en el mito, realicen actividades ajenas a la mujer mortal o posean poderes imposibles, su culto se centra en los aspectos estrictamente femeninos de su ámbito de acción.
En el mito, tradicionalmente, se nos presenta una polaridad como forma de argumentación patriarcal. Se cogen dos nociones opuestas pero relacionadas entre sí, como calmado e histérico, una de connotación positiva socialmente y la otra negativa. Así, en una pareja mitológica hombre-mujer, la noción de carácter positivo es atribuida al hombre, y la de carácter negativo a la mujer.
Los griegos, por tanto, han desarrollado un prototipo de mujer ideal, sin embargo, en el mito, las características deseables son repartidas entre diferentes diosas y mujeres, en vez de ser concentradas en una sola. Cada una de estas mujeres míticas representa un papel en la vida de la mujer humana ideal. La razón para esto sería el mantenimiento de estas mujeres en un papel inferior al de los hombres, pues si los poderes de las diosas hubieran sido combinados en una, esta habría sido el equivalente en carácter, poder y movilidad, a Zeus.
El mito griego es, en definitiva, una constante lucha de sexos, de la que la mujer jamás sale victoriosa, reafirmándose así su impotencia e inferioridad. Por ello, no hay que suponer que el poder de las diosas en la mitología o su culto llevara a un trato especial para la mujer de la antigüedad, pues esta estaba igualmente sometida.








BIBLIOGRAFÍA

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