Henao, Juan Carlos. El Derecho del Arte

September 5, 2017 | Autor: Juan C Henao | Categoría: Literatura Latinoamericana, Literatura, Poesía, Poética, Arte y literatura, Literatura y estética
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Descripción

El derecho del arte Juan C. Henao Incansables, prometemos el silencio. La próxima línea, tal vez. O ese libro en el que, pródigos, renunciamos a toda claridad. La vida sin embargo quiere ser dicha y aun para la Nada tenemos esa bella palabra. Orlando Gallo, La próxima línea, tal vez1

Todavía uno puede ser de la idea que sostiene que el arte, sin que oficialmente se le atribuya una utilidad dentro de las concepciones actuales de “sociedad”, desempeña un papel fundamental en el desarrollo de todas ellas, incluso a pesar de que al interior de algunas de ellas se le excluya o se la intente meter en camisa de fuerza. Casi con toda seguridad puede uno asegurar que imprevistas, y hasta imperceptibles, por muchas de las líneas que se encargan de estudiar su historia, sus tendencias, sus posibles definiciones, hay formas de arte que, sin proponérselo, siguen generando las realidades que los seres humanos asumimos a diario. Y esto sucede sin la necesidad de adoptar o aceptar una definición de arte. Se han expuesto a lo largo de la historia relaciones del arte con lo bello, el gusto, la comunicación, la emoción, etc. Se han discutido y procurado establecer direcciones y modos correctos en que el arte debe ser realizado. Igualmente se han procurado desmontar tanto aquellas relaciones como esas direcciones y modos correctos. El arte resulta ser objeto de una interminable discusión. Me uno a la idea que plantea que esto sucede a causa de que en todos los tiempos habrá nuevos modos en que tengamos experiencia de la vida y esos modos de experiencia producen algo en nosotros que nos fuerza a generar unos discursos, símbolos, sentidos y significados, entre otras cosas, mediante los cuales comprendernos (que no sólo entraña la reflexión sino también sus productos), tanto a nosotros mismos como a los otros y la experiencia misma de la vida2 , incluso comprender la realidad que en la mayoría de los casos se asume como objetiva. Es decir, una realidad que se experimenta como si fuese previa a la vida. Me uno a la idea que considera este tema como un posible origen de la experiencia artística, debido a que reconozco que muchas de las situaciones en las que tiene emergencia eso que se suele llamar gran arte son aquellas en las que, justamente, los discursos, símbolos y lo mentado arriba, han alcanzado un punto muerto, se han agotado o, en el mejor de los casos, han sido refutados o superados. Son sólo ya como la plegaria que se dice sin fe, la lección o fórmula que se repite sin entendimiento, el rito que ha que perdido su valor, o la creencia que ha sido develada como una farsa. Quedando entonces vacíos, preguntas nuevas. No sólo me refiero a situaciones neurálgicas para la humanidad, también a las que le competen al ser humano en singular. Es probable que con más razón a éstas, dado que es éste quien crea o no la obra de arte.

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Gallo Orlando. Siendo en las cosas. Medellín, Área Publicaciones SEDUCA. 1996. Pág. 105. Elijo la expresión experiencia de la vida en lugar de “experiencia vital”, “experiencia de vida” o “vivencia” porque parece sugerir con más precisión la idea de elementalidad a la que intento referirme. 2

Cuando nos dedicamos a pensar exclusivamente en qué es el arte, en su utilidad, funciones o deber, en su ortodoxia, componentes, en fin, perdemos de vista muy seguramente la pregunta por aquello que hace. Dice Jean Cohen en El lenguaje de la poesía: “La finalidad del texto poético no es dar una enseñanza, así sea metafísica, sobre el mundo. Sino revelar a través de las palabras una equivalencia de la experiencia misma”, y más adelante: “La poesía no es nada más que esto: una exaltación del mundo, una celebración de las cosas, devueltas por la conciencia totalizante a su poder emocional originario”. En la oscuridad producida por el agotamiento de las realidades es donde mejor comienza a trabajar la creación. En la necesidad de volver a plantearse la relación entre nuestro modo de percibir, comprender, sentir, hacerle cara, en fin, y la experiencia de la vida. Ahora bien, ese agotamiento o crisis no proviene sólo del desgaste que podríamos llamar natural de las ideas, sino también de las ciencias y, por supuesto, del arte mismo, en la medida en que desempeña su papel en la des-significación del mundo, en el devolverle una suerte de ingenuidad al ser humano. Cohen se referiría a la poesía, al arte, como una habilidad espiritual, como una actitud ante el mundo. Las obras serían los resultados que se fijan de modos diferentes, nuevos modos de ver, decir, manifestar la experiencia de la vida, que comienzan su trayecto hacia el agotamiento desde el mismo instante en que se fijan y se divulgan. En ese sentido sólo existiría arte, poesía, mientras no se establezcan vínculos definitivos entre la experiencia y el sentido, mientras se conserve el estado de crisis en el que todo regresa a estar vinculado con todo 3 . Pero también llamamos arte a la totalidad de las obras que los artistas han realizado tras el ejercicio de esa actitud. Así pensado el asunto y tomando la idea que expone Gombrich: “No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas. Éstos eran en otros tiempos hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva; hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro”, no sería extraño pensar la humanidad le debe al arte, como actitud, la imagen, el sentido, hasta el lenguaje mismo, incluso ese que llamamos ordinario por el hecho de que lo usamos para referirnos a estados de cosas que parecen ya no tener más que ofrecer. Sin embargo, el hecho de que este papel del arte en la experiencia de la vida sea reconocido, traído a la consciencia, no significa que se lo haya descubierto y pueda conducirse o manipularse. Hay que ver con qué tenacidad la actitud artística siempre consigue deshacerse de las funciones que a lo largo de la historia de la humanidad se le han atribuido, hasta la de ser revolucionaria. Que deleita, que construye el mundo, que conforta. Incluso se deshace con facilidad de la función de no tener función. Cuando comienzo diciendo que todavía puede uno ser de la idea que el arte desempeña un papel fundamental en el desarrollo de todas las concepciones posibles de sociedad –querría que los términos “desarrollo” y “sociedad” estuvieran despojados de los significados vinculados con lo ordinario o que hubiera términos más precisos con los que expresarla–, no quiero decir que sea posible delimitarlo. Ese papel sólo puede ser sugerido o pensado, pero no canonizado, para conservar intacta la potencia del arte de devolverle al ser humano cierta pureza con que lidiar con la experiencia de la vida, para que siga siendo como el daimon de la mitología griega que influencia misteriosamente al espíritu humano.

“A la luz del día, cada objeto se percibe sobre un fondo de otros objetos. Por la noche, la cosa destaca sobre un fondo de tinieblas que se oponen a la claridad, pero no a la cosa misma. El objeto queda libre de toda oposición neutralizante. Ya no está limitado a sus fronteras, sino que se proyecta alrededor de ellas y parece invadir el campo total”. Cohen, Jean. El lenguaje de la poesía (fragmentos). Editorial Gredos, 1982. En Clave Revista de Poesía (http://www.revistadepoesiaclave.com/no%201/jean%20cohen.htm). 3

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