Hegemonía en el plano de las Relaciones Internacionales: Un abordaje Gramsciano acerca de la constitución de la relación centro-periferia.

Share Embed


Descripción





Teivainen, Teivo (2003) "Pedagogía del poder mundial: Relaciones Internacionales y lecciones del desarrollo en América Latina. Lima. Cedep.
Ibíd. Pág. 5.
Ibíd. Pág. 6.
Ibíd. Pág. 8.
Ibíd. Pág. 5.
Cox, Robert W. (2014) "Fuerzas sociales, estados y ordenes mundiales: mas allá de la teoría de las Relaciones Internacionales" en "Relaciones Internacionales número 24". Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI). Universidad Autónoma de Madrid.
Teivainen (2003). Op. Cit. Pág. 5.
Ibíd. Pág. 5.
Ibíd. Pág. 6.
Ibíd. Pág. 6
Gramsci, Antonio (2012) "Los intelectuales y la organización de la cultura". Buenos Aires. Nueva Visión. Pág. 9
Teivainen (2003) Op. Cit. Pág. 6.
Gramsci, Antonio (2011) "Antología". Buenos Aires. Siglo XXI Editores. Pág. 34.
Palma, Gabriel (1987) "Dependencia y desarrollo: una visión crítica". Seers.
Ibíd. Pág. 26
Teivainen (2003). Op. Cit. Pág. 7
Ibíd. Pág. 8.
Gramsci (2011). Op. Cit. Pág. 371
Teivainen (2003). Op. Cit. Pág. 29
Ibíd. Pág. 29
Ibid. Pág. 29
Ibid. Pág. 30
Michel Foucault (2012). "Vigilar y Castigar". Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
Ibíd. Pág. 199
Ibíd. Pág. 213
Ibíd. Pág. 215
Ibíd. Pág. 31
Gramsci, Antonio (2011) "Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado Moderno". Buenos Aires. Nueva Visión. Págs. 125 y 126.
Ibíd. Pág. 155
Teivainen (2003). Op. Cit. Pág. 31
Ibíd. Págs. 31 y 32
Ibíd. Pág. 33
Ibíd. Pág. 36
Gramsci (2011). Op. Cit. Págs. 40 y 41
Ibíd. Pág. 41
Cox (2012). Op. Cit. Pág. 142
Ibíd. Pág. 143
Gramsci (2011). Op. Cit. Pág. 29
Cox (2012). Op. Cit. Pág. 148
Gramsci (2011) Op. Cit. Pág. 139.
Ibíd. Pág. 139
Villareal, René (1979). "Economía Internacional II. Teorías del Imperialismo, la dependencia y su evidencia histórica". México. Fondo de Cultura Economía.
Ibíd. Págs. 79 y 80
Gramsci (2012). Op. Cit. Pág. 79
Cox (2012). Op. Cit. Pág. 156
Teivainen (2003). Op Cit. Pág. 42
Ibíd. Pág. 43
Ibíd. Pág. 43
Ibíd. Pág. 44
Ibíd. Pág. 48
Ibíd. Págs. 74 y 75
Cox (2012). Op. Cit. Pág. 160
Gramsci (2011). Op Cit. Pág.367
Ibíd. Pág. 373
Ibíd. Pág. 384
Ibíd. Pág. 372
Seminario "Teoría y Praxis política en el pensamiento de Antonio Gramsci: su pertinencia para el análisis de la realidad latinoamericana contemporánea"


Trabajo final.


Primer Cuatrimestre 2015.


Matías Ian Lastra.
Hegemonía en el plano de las Relaciones Internacionales: Un abordaje Gramsciano acerca de la constitución de la relación centro-periferia.

La idea del siguiente trabajo es la de analizar la pertinencia del concepto de hegemonía gramsciano al estudiar el plano de las relaciones internacionales, más específicamente, el análisis se hará en torno al estudio que realiza Teivo Teivainen en su obra "Pedagogía del poder mundial", en la cual el autor se encarga de estudiar las relaciones de poder entre diferentes partes del mundo, entendidas en términos de prácticas pedagógicas, las cuales, según su lectura de Antonio Gramsci, son propias de toda relación hegemónica.
En su trabajo, Teivainen afirma que las relaciones de poder a nivel internacional implican una serie de prácticas pedagógicas; mediante dichas prácticas se reproduce principalmente la idea de que los países catalogados como subdesarrollados son menores de edad y, por ende, objetos legítimos de prácticas pedagógicas de discriminación. "La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro" (Kant; 2010: 21)
Ante dicha situación, el autor propone una pedagogía cosmopolita y liberadora, producto de una crítica deconstructiva de los paradigmas tradicionales de desarrollo, encarnada en la idea de aprendizaje mutuo entre las culturas dominantes y dominadas.
El autor afirma que dicho desarrollo teórico retoma la idea de Antonio Gramsci según la cual, cada relación hegemónica es una relación educativa, una relación que excede los límites estatales y se da también en el campo internacional y mundial, entre civilizaciones nacionales y continentales.
Nuestra tarea consiste en la de cotejar los desarrollos teóricos y conceptuales de Antonio Gramsci con respecto a los conceptos de hegemonía, específicamente en su dimensión pedagógica, a fin de explorar su potencia explicativa al abordar las relaciones internacionales mediante el análisis crítico de la hipótesis de Teivainen, remitiéndonos al desarrollo de los mencionados conceptos al interior de los cuadernos de la cárcel redactados por Antonio Gramsci.
Asimismo, indagaremos sobre el trabajo de Robert Cox "Fuerzas sociales, Estados y ordenes mundiales", con respecto a su análisis de las relaciones internacionales basado en la noción de hegemonía gramsciana, haciendo énfasis en la relación entre institucionalización y hegemonía, evidenciada en la conexión con las instituciones globales que ejercen su dominación por medio de una pedagogía, las cuales también son objeto de análisis por parte de Teivainen, entendidas como una expresión de hegemonía a nivel mundial.
Mediante el análisis comparativo de los mencionados textos, trataremos de explorar la capacidad explicativa del concepto de hegemonía gramsciano al pensar las relaciones internacionales.

"Minoría de edad, subdesarrollo y atraso"
El punto de partida de Teivainen, será la investigación de procesos en los cuales los poderosos enseñan, educan, adoctrinan y disciplinan a los menos poderosos, viéndose reflejada este tipo de situación en la relación protagonizada por los países "desarrollados" al enseñar las opciones del futuro de los países "menos desarrollados", a entender del autor, dichas prácticas educativas juegan un papel fundamental en las relaciones de poder.
Es aquí cuando el autor señala a Antonio Gramsci como una de sus fuentes de inspiración, cuando el mismo afirma que cada relación de hegemonía es una relación educativa, y, a su vez, dicha relación no ocurre sólo al interior de los estados, sino que incluso se da en el campo internacional y mundial.
Habida cuenta de la hipótesis presentada por Teivainen, la atención se dirige hacia América Latina; la misma suele formar parte de lo que se llama "mundo en desarrollo", el cual todavía no ha alcanzado los niveles de aquella parte ya desarrollada; en otras palabras, y retomando la terminología del autor, todavía sigue siendo menor de edad, y como tal, objeto de prácticas educativas de instituciones controladas por los llamados países desarrollados.
Al pensar el mundo en términos pedagógicos, tal como si fuese una especie de escuela, observamos como los profesores-adultos (es decir, los países ya "desarrollados"), principalmente los gobiernos de los países ricos y las elites capitalistas, han creado especies de programas de estudio llamados ajustes estructurales; dichos ajustes son propuestos y diseñados por una serie de organizaciones internacionales, entre las cuales encontramos los directorios del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, los cuales, en la presentación del mundo como escuela propuesta por el autor, representarían las salas de profesores de la institución educativa mundial.
Aquí es importante retomar la noción gramsciana acerca de los intelectuales, su origen, así como su función específica: según Gramsci, cada grupo social, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no solo en el campo económico sino también en el social y el político, asimismo, dichos intelectuales tienen una función directiva y organizativa, es decir, educativa al interior de la sociedad y, como señalamos anteriormente, en nuestro caso, en el plano de las relaciones de hegemonía internacionales, operando los mismos, a través de diversas organizaciones internacionales que actúan a modo de educadores de los países sobre los que se ejerce dicha hegemonía. "Los intelectuales de un país influyen en la cultura de otro país y la dirigen" (Gramsci; 2012: 67).
Al pensar las relaciones de poder entre países tradicionalmente considerados adultos y aquellos países considerados niños, podemos pensar en el ejemplo que representan las relaciones entre América Latina y Europa. El abordaje de dichas relaciones suele presentarse desde el enfoque tradicional del desarrollo: cuando uno ya se ha desarrollado, el otro todavía está en proceso de desarrollo; dicha noción implica que uno puede ver en el otro, imágenes de su futuro posible, y de esta manera, aprender de aquello que observa. La cuestión se plantea, entonces, en términos bastante simples: en el caso latinoamericano, los países "subdesarrollados" o "en vías de desarrollo" se encuentran ahora en niveles de desarrollo equivalentes a los de gran parte de los países europeos en el pasado. En otras palabras, la percepción que subyace dicha visión del llamado "tercer mundo" contiene la idea de un atraso general asociada a dicha parte del mundo.
Ya incluso en los que podemos llamar escritos juveniles de Gramsci, el autor advierte sobre esta concepción lineal y determinista del desarrollo histórico contaminada con incrustaciones positivistas y naturalistas en la cual el mismo Marx cayó preso. Tal como señala Gabriel Palma en "Dependencia y desarrollo: una visión crítica", Marx afirmaba con toda claridad que el socialismo solamente se puede alcanzar por medio del desarrollo capitalista: "Una vez implantado en una sociedad, el capitalismo se desarrollaría de una manera similar, cualquiera que fuese el lugar en que se encuentre" (Palma; 1987: 28)
En la "Revolución contra El Capital", Gramsci señala que, en la Rusia de principios de siglo XX, El Capital, era el libro de los burgueses más que el de los proletarios, era la demostración crítica de la fatal necesidad de que en Rusia se formara una burguesía, empezara una Era capitalista, y de que se instaurase una civilización de tipo occidental antes de que el proletariado pudiese siquiera concebir su ofensiva y sus reivindicaciones de clase. Sin embargo: "Los hechos han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico" (Gramsci; 2011: 34).
La idea de un "atraso general", que concibe a los países desarrollados como la imagen futura de aquellos aun no desarrollados, ya es abiertamente criticada por Gramsci desde el año de la triunfante revolución proletaria en Rusia.
La mencionada dicotomía entre países desarrollados y subdesarrollados es un elemento fundamental en las relaciones de dominación mundiales, ya que, como instrumento ideológico, forma parte de la realidad estudiada por el autor; sin embargo, el mismo afirma que como marco conceptual para entender el mundo, dicha dicotomía es falsa, ya que tanto en el pasado como en el presente de los países llamados subdesarrollados, hay elementos que pueden revelar a los países "desarrollados" imágenes de sus propios futuros posibles.
En base a estos desarrollos, la propuesta que presenta Teivainen es aquella que decide llamar "pedagogía cosmopolita", en la que la idea lineal de desarrollo debe ser deconstruida de manera radical, superando las concepciones basadas en la analogía entre el desarrollo del ser humano y el desarrollo de un país, que llevan a considerar a los países "subdesarrollados" como meros reflejos de situaciones pasados de aquellos ya "desarrollados".
Como señala Gramsci: una filosofía de la práctica tiene inevitablemente que presentarse al principio con actitud polémica y critica, como superación del anterior modo de pensar y del concreto pensamiento existente (es decir, del mundo cultural existente). Por tanto, y ante todo, como crítica del sentido común.
"Hay que hablar de lucha por una nueva cultura, o sea, por una nueva vida moral, que por fuerza estará íntimamente vinculada con una nueva intuición de la vida, hasta que esta llegue a ser un nuevo modo de sentir y de ver la realidad" (Gramsci; 2011: 485)

Naturaleza bifronte de la hegemonía
Teivanen afirma que, para poder comprender la globalización capitalista y su dimensión pedagógica, es necesario remontarse a procesos que comenzaron a partir del "descubrimiento" del Nuevo Mundo por parte de los europeos. La expansión europea que dicho descubrimiento acarreo, ha implicado una serie de encuentros con otras culturas, encuentros en los cuales los europeos han tendido a ser el lado dominante; incluso podemos ubicar las primeras expresiones del eurocentrismo moderno en las actitudes de los conquistadores europeos hacia las culturas prehispánicas de las Américas.
El encuentro de los europeos con los pueblos originarios de las Américas presentó dos problemas de identidad que exigían una resolución: en primer lugar, la cuestión de, hasta qué punto los aborígenes eran diferentes de los europeos y, en segundo lugar, hasta que punto estos eran inferiores a los europeos; de las respuestas ofrecidas a estos interrogantes han surgido las orientaciones de las actitudes pedagógicas del poder mundial durante los posteriores siglos.
A fin de ejemplificar dichos debates, el autor retoma las respuestas dadas a las mencionadas preguntas en el debate llevado a cabo en la ciudad de Valladolid hacia el año 1550, en el cual tomaron parte el filosofo aristotélico Juan Gines de Sepúlveda y el padre dominico Bartolomé de Las Casas; las posiciones de ambos, afirmara Teivainen, pueden ser consideradas como polos opuestos de las actitudes europeas del siglo XVI sobre el otro.
Según Sepúlveda, la jerarquía era el estado natural de la humanidad, lo cual implicaba una necesaria diferenciación entre los llamados indígenas y los europeos, mientras que, a los ojos de De Las Casas, era la igualdad mas bien, la que debería ser la base de toda interacción humana; para Sepúlveda las diferencias naturales implicaban posiciones diferentes en una escala universal de inferioridad y superioridad: los "indígenas" eran tanto diferentes como inferiores a los europeos. Por su parte, De Las Casas presentó una defensa elocuente de los derechos de los "indígenas", según él, los mismos tenían tanta gentileza y decencia que estaban mucho más preparados que otros pueblos del mundo a abandonar el culto de sus ídolos y aceptar la palabra de Dios y la enseñanza de la Verdad: al no ser en esencia diferentes a los europeos, tampoco podía considerárselos inferiores a ellos.
A pesar de las diferencias en sus puntos de vista, podemos encontrar un punto en común entre ambos: la existencia de una única escala universal de valores, donde las diferencias implican inferioridad o superioridad, bajo ningún punto de vista se vislumbro la posibilidad de que se pueda ser diferente e igual. "La Verdad de los europeos era universal, y los indios tenían que ser convertidos a ella" (Teivainen; 2003: 30).
Tal como señala Michel Foucault, en su obra "Vigilar y Castigar", el poder disciplinario, es un poder que, en lugar de sacar y retirar, tiene como función principal el de enderezar conductas; no es un poder "triunfante" que a partir de su propio exceso pueda fiarse de su superpotencia, sino que es un poder modesto y suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente. El mismo, no tiende ni a la expiación, ni tampoco a la represión, sino que el objetivo es medir en términos cuantitativos y jerarquizar en términos de valor, las capacidades, el nivel, la "naturaleza" de los individuos-objeto de dicho poder (en nuestro caso, los diversos países); hacer que entre en juego, a través de dicha medida valorizante, la coacción de una uniformidad que realizar, y, por último, trazar el límite que habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la frontera exterior de lo anormal.
"La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquizas, homogeneíza, excluye. En una palabra, normaliza" (Foucault; 2012: 213)
En un sentido, el poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero también individualiza. Se comprende que el poder de la norma funcione fácilmente en el interior de un sistema de igualdad formal, ya que en el interior de una homogeneidad, que es la regla, introduce, como un imperativo útil y el resultado de una medida, toda una gradación de diferencias individuales. Es decir, el poder disciplinario homogeneíza en función de un discurso universalizante que subsume las diferencias en una única escala valorativa, y jerárquica, pero, a su vez, individualiza al determinar el lugar diferenciado que cada uno de los países ocupa en dicha escala; ciertos países son mayores de edad en contraposición a otros menores, algunos son desarrollados en oposición a otros subdesarrollados, etc..
"Hay que dejar de describir siempre los efectos de poder en términos negativos: "excluye", "reprime", "rechaza", "censura", "abstrae", "disimula", "oculta". De hecho, el poder produce; produce realidad; produce ámbitos de objetos y rituales de verdad" (Foucault; 2012: 225)
Dicho poder disciplinante no irrumpe ad-hoc para velar una determinada realidad, sino que el mismo contribuye a producir (en su dimensión pedagógica), un ordenamiento especifico: en nuestro caso, las nociones dicotómicas de desarrollo y subdesarrollo, centro y periferia, que, designan el lugar que ocupa cada país en el sistema internacional mediante la universalización de una determinada escala valorativa.
"Un caso concreto nos los ofrece la "Doctrina del Desarrollo" que encierra una especie de Filosofía de la historia según la cual los países ascendemos en la vía del progreso por una misma escala y nuestra diferencia se encuentra únicamente en que unos estamos algunos peldaños más abajo que los otros, con lo que se encubría la realidad funcional de la desigualdad" (Roig; 2008: 112)
Al analizar las actitudes de ambos pensadores, el autor reconoce en cada una de ellas, una forma diferente de poder: el punto de vista de Sepúlveda, se corresponde con una noción de poder como instrumento de prohibición y represión, poder que está basado en los medios de violencia; mientras que el enfoque de De Las Casas, se corresponde con lo que llama poder productivo o educativo retomando la noción gramsciana de hegemonía, donde señala que este tipo de relación necesariamente es de carácter educacional; dicha forma de poder, trabaja a través de la constitución de discursos y conocimientos dominantes, la desviación de la verdad constituida, implica la necesidad de un disciplinamiento, la conversión de los desviados. La ideología universalista de De Las Casas, permitió homogeneizar contradicciones, disonancias y heterogeneidades entre los españoles y los "indios".
Es interesante retomar aquí ciertas nociones y desarrollos que Gramsci realiza con respecto al concepto de hegemonía: en primer lugar, nos recuerda que el ejercicio normal de la hegemonía se caracteriza por la combinación de la fuerza y el consenso, los cuales se equilibran de formas variadas, tratando de que la fuerza aparezca apoyada sobre el consenso de la "mayoría", y, a su vez, la idea de que el consenso es obtenido mediante la "educación", es decir, el consenso mismo debe ser organizado mediante una acción educativa llevada a cabo por aquel que ejerce la hegemonía. Estas nociones nos permiten entender que, tanto el enfoque de Sepúlveda como el de De Las Casas hacen referencia a dimensiones constitutivas de toda relación de hegemonía: el elemento del poder como violencia, represión o prohibición siempre está presente, pero el mismo necesariamente debe estar apoyado en un consenso organizado mediante una tarea "educativa", mediante discursos y conocimientos dominantes que organicen dicho consenso, universalizando determinado punto de vista.
"Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es "dirigente", sino solo "dominante", detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc." (Gramsci; 2011: 313)
La estrategia pedagógica de la universalización del discurso
Continuando con su desarrollo teórico, Teivainen afirma que, un rasgo cultural importante del sistema-mundo constituido luego de la conquista de América, fue el proceso de secularización, es decir, la conversión de los universalismos escolásticos de la época pre moderna en universalismos seculares. Y, señala que, uno de los campos más importantes del conocimiento científico (el conocimiento económico) fue constituido durante el siglo XVIII. La expansión de dichas demandas universalistas, se ha producido de manera paralela a la expansión y globalización del sistema-mundo capitalista: las demandas universalistas de la teoría económica se han expandido extensivamente cuando se ha declarado que las culturas no-occidentales actúan de acuerdo con la teoría económica.
Dicha pretensión universalista puede verse ejemplificada en determinados organismos internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional: el discurso del FMI, puede verse como un ejemplo paradigmático de la ortodoxia economicista; el mismo está basado en la teoría del valor de preferencias subjetivas y la suposición de que los átomos básicos del conocimiento económico son individuos racionales que quieren maximizar utilidades. Haciendo un paralelismo con la visión de De Las Casas, donde las diferencias entre los españoles y los "indios" fueron consideradas irrelevantes ante la unidad de todos ante Dios: "la ortodoxia económica constata que las diferencias entre los actores del mercado son intrascendentes ante la igualdad de todo en el reino de la mano invisible" (Teivainen; 2003: 35).
Dicha noción de "igualdad" del FMI, es análoga a la concepción de De Las Casas, en la medida en que ambas dan varios derechos a los miembros periféricos de la comunidad, pero los excluyen casi por completo de la formulación de los derechos; en ambas relaciones, está implícita la idea de que los que viven en la periferia no son mayores de edad. "El derecho (casi obligatorio) de ser buenos cristianos fue otorgado a los indios, pero no se les permitió intervenir en la formulación de los principios sagrados del cristianismo" (Teivainen; 2003: 36) Igualmente, el derecho a participar en el sistema-mundo capitalista es otorgado a los miembros periféricos del FMI, pero ellos son excluidos de la toma de decisiones del sistema.
Una vez más, la profundización del entendimiento gramsciano de la noción de hegemonía nos permite comprender la dinámica anteriormente desarrollada: el hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forma cierto equilibrio de compromiso, sin embargo, también es indudable que tales compromisos no pueden concernir a lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica. En otras palabras, se permite a aquellos sobre los cuales se ejerce la hegemonía "participar", en el sentido de formar parte como miembros de los organismos desde los cuales se formulan los lineamientos de la política económica mundial, pero, bajo ningún punto de vista es admisible otorgarles a los mismos un rol dirigente al interior de estos organismos, ya que eso implicaría una concesión de aquello que es "esencial", es decir, la dirección del proceso económico, la dimensión económica de la relación de hegemonía, decisiva como señala Gramsci para el sostenimiento de dicha relación.
Instituciones transnacionales: marcas de la hegemonía global
Habiendo reconocido con el ejemplo del FMI, el accionar de las organizaciones internacionales como medio de ejercer la hegemonía a nivel internacional, es conveniente detenernos en la relación que Robert Cox desarrolla en su escrito "Fuerzas Sociales, estados y ordenes mundiales" con respecto a la hegemonía y la institucionalización.
Según el mencionado autor, la institucionalización es una forma de estabilizar y perpetuar un orden particular. Las instituciones reflejan las relaciones de poder dominantes y tienden a, al menos inicialmente, promover imágenes colectivas consistentes con esas relaciones de poder, las mismas son amalgamas singulares de ideas y poder material y, a su vez, influyen en el desarrollo de esas ideas y de esas capacidades materiales, es por ello mismo que el autor reconoce una estrecha conexión entre la institucionalización y el concepto gramsciano de hegemonía: las instituciones proporcionan vías de gestión de los conflictos internos para minimizar el uso de la fuerza, por supuesto que existe un potencial de imposición por la fuerza en las relaciones de poder material subyacentes a cualquier estructura, sin embargo, la fuerza no debería ser usada con el propósito de asegurar la dominación, en la medida en que aquellos sobre los cuales se ejerce la hegemonía acepten las relaciones de poder imperantes como legitimas. Una vez más, la naturaleza bifronte de la relación de hegemonía se hace presente.
Retomando a Gramsci, "La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como "dominio" y como "dirección intelectual y moral"" (Gramsci; 2011: 486).
A dicho fin, es necesario que el grupo de naciones hegemónicas (en este caso), pueda expresar su liderazgo en términos universales o generales y no en términos de sus propios intereses: el rol de las instituciones sería el de convertirse en el ancla para dicho tipo de estrategia hegemónica, ya que las mismas permiten la representación de intereses diversos y la universalización de políticas. En otras palabras, las instituciones son una expresión de la hegemonía.
A los ojos de Gramsci, el grupo dirigente, debe ejercer la función de equilibrio y arbitraje entre los intereses del propio grupo y los de los demás grupos procurando que el desarrollo del grupo representado se produzca con el consentimiento y con ayuda de los grupos aliados.
Al reflexionar sobre la utilidad de conceptos como el de hegemonía al pensar las relaciones internacionales, Robert Cox señala que las fuerzas sociales (es decir, aquellas que podemos reconocer al interior de un estado), no pueden pensarse como algo existente exclusivamente dentro de los estados. Las fuerzas sociales particulares son factibles de desbordar los límites del estado, asimismo, las estructuras mundiales pueden describirse como configuraciones del poder estatal, de esta manera, el mundo puede ser representado como un patrón de fuerzas sociales que interactúan, en la cual los estados juegan un papel intermedio, entre la estructura global de las fuerzas sociales y sus configuración locales dentro de países particulares.
"¿Las relaciones internacionales preceden o siguen (lógicamente) a las relaciones sociales fundamentales? Indudablemente las siguen. Toda renovación orgánica en la estructura modifica también orgánicamente las relaciones absolutas y relativas en el campo internacional (...) Por otro lado, las relaciones internacionales inciden en forma pasiva o activa sobre las relaciones políticas (de hegemonía de los partidos)" (Gramsci; 2011: 52).
Los ámbitos nacional e internacional deben ser comprendidos dialécticamente, ambos inciden sobre el otro modificándose mutuamente, es mediante dicha comprensión dialéctica que podemos valernos del concepto de hegemonía para comprender situaciones en el plano internacional.
Ahora bien, al aplicar el concepto de hegemonía al plano internacional es necesario el reconocimiento de los actores implicados en dicha relación, actores que, necesariamente deben exceder los límites nacionales; a dicho fin, se introduce el concepto de clase internacional, en el llamado escrito "Internacionalismo y política nacional", Gramsci, teoriza sobre el rol que debe corresponderle a una clase internacional, la misma debe estudiar la combinación de fuerzas nacionales que dicha clase deberá dirigir y desarrollar según las perspectivas y directivas internacionales, solo puede ser considerada una clase dirigente a nivel internacional aquella que sea capaz de dar al movimiento una cierta orientación y determinadas perspectivas en base a dicha interpretación.
Paul Baran y Paul Sweezy, en sus "Notas sobre la teoría del imperialismo", señalan que los actores importantes del escenario imperialista son clases y sus subdivisiones, hasta llegar a sus miembros individuales, lo que significa que, en primera instancia, son las clases dominantes de los países capitalistas mas "avanzados" (es decir, aquellos reconocidos como "desarrollados") frente a los cuales se encuentran en diversas relaciones de subordinación el resto de los países, llamados "subdesarrollados". En términos del sistema total, son estas las clases dotadas de poder de iniciativa, siendo el comportamiento de otras clases primordialmente reactivo, incluidas las clases subordinadas de los países dominantes al igual que las clases dominantes y subordinadas de los países dominados.
"Aquellos conceptos suponen un dualismo según el cual hay países cuya capacidad de crecimiento es endógena y países en los que esa capacidad es principalmente inducida, es decir, heterónoma y por eso mismo orientada hacia el crecimiento de los países que ejercen el poder económico y político mundial" (Roig; 2008: 111)
Una vez más vemos como los ámbitos nacional e internacional fuera de la dinámica de clases al interior de los Estados, sino que debemos entender que dicha clase (si es dominante) está compuesta por los estratos superiores de las clases dominantes de aquellos países que se encuentran en similar posición con respecto al sistema internacional, influyendo, tal como señalábamos anteriormente con Gramsci, sobre las clases de los países subordinados, incluyendo, las clases dominantes de dichos países.
"Las grandes corporaciones monopólicas, formadas y controladas en sus primeros años por los banqueros, resultaron enormemente rentables, y a su debido tiempo, mediante el pago de sus deudas y la reinversión de sus ganancias, alcanzaron la independencia financiera y en muchos casos adquirieron incluso un control considerable sobre los bancos y otras instituciones financieras. Estas corporaciones gigantescas son las unidades básicas del capitalismo monopólico en la etapa actual: sus (grandes) propietarios y funcionarios constituyen el estrato superior de la clase gobernante" (Baran y Sweezy; 1979: 81)
Retomando dicho concepto de clase internacional, Robert Cox, al analizar las instituciones que reflejan la hegemonía a nivel internacional, entiende que en la cima de una estructura de clase global se encuentra la clase directiva transnacional. Dicha clase, tiene su propia ideología, estrategia e instituciones de acción colectiva; sus puntos nodales de organización serian la Comisión Trilateral, el Banco Mundial, el FMI y la OCDE, en las cuales se desarrolla tanto un marco de pensamiento como directrices para políticas.
"Desde estos puntos, la acción de clase se adentra en los países a través del proceso de internacionalización del estado (...) los miembros de esta clase transnacional no se limitan a aquellos que llevan a cabo funciones en el nivel global, sino que incluyen a aquellos que dirigen los sectores con vocación internacional dentro de los países" (Cox; 1981: 156).
La condicionalidad como medio de disciplinamiento
A fin de ejemplificar el accionar de dichas instituciones que reflejan una relación de hegemonía a nivel mundial, analizaremos, siguiendo a Teivainen, las políticas llevadas a cabo por el FMI con respecto a los países sobre los cuales se ejerce la hegemonía a nivel internacional.
El autor afirma que el poder disciplinario del FMI aumento a fines de los años 50', dicho poder, se ejerció principalmente bajo la forma de la promoción de préstamos condicionados, es decir, el otorgamiento de préstamos solo bajo el cumplimientos de determinadas condiciones por parte del solicitante. Es así como, en 1955, el concepto de condicionalidad fue aceptado casi por unanimidad bajo la forma del préstamo stand-by; bajo esta modalidad, el grado de condicionalidad dependía del monto prestado, en otras palabras, a mayor monto prestado, mayor "justificación" era requerida por parte del solicitante para recibir el mismo.
Sumado a esto, la doctrina de neutralidad del FMI lo ayudo a establecer normas y demandas que, en teoría, no atentaban contra la soberanía de los estados deudores, dichas demandas fueron, generalmente, secretas y sus detalles, en muchos casos, nunca fueron publicados.
"Los directores del FMI querrían que los países receptores sintieran como "propias" las condiciones incluidas en sus programas. Sin embargo, un autentico sentido de propiedad solo puede lograrse si esos mismos países participan en la elaboración de las medidas, y este en general no es el caso, porque el FMI las impone, con frecuencia contra la voluntad de los gobiernos o los pueblos" (Khor; 2002: 1)
En términos de recursos materiales, el poder disciplinario del FMI no solo se apoyaba en los recursos propios, sino que su fundamento es, principalmente, su control indirecto sobre otros flujos de capitales, es decir que, sin la luz verde del FMI, era muy difícil para un país periférico obtener financiamiento de los bancos privados, gobiernos u otras instituciones financieras internacionales.
El punto principal que se quiere destacar es que, a pesar de la pretensión de neutralidad del FMI, la relación entre dicho organismo y un gobierno deudor pobre, no constituye un encuentro de dos agentes actuando libremente en un mercado privado, sino que más bien, es una relación política en la cual las opciones del gobierno deudor están claramente limitadas por su posición en dicha relación. De acuerdo con la condicionalidad exigida, no se trata solamente de garantizar el pago de las deudas contraídas, sino que constituye un proyecto de normalización y disciplinamiento de los gobiernos deudores.
"Aunque los gobiernos de los países receptores son los que firman las cartas de intención, es sabido que en la mayoría de los casos las condiciones son establecidas principalmente por el Fondo, mientras los países receptores no tienen libertad ni espacio suficientes para negociar con éxito o para eliminar o modificar la mayoría de las condiciones" (Khor; 2002: 4)
Teivainen traza un interesante paralelismo entre el comportamiento del FMI para con los países deudores y el de los curas de la época de la conquista con respecto a los pueblos originarios: ambas imposiciones, son manifestaciones de una relación desigual que tiene una dimensión pedagógica importante.
"El indio del siglo XVI y el país periférico del siglo XXI han sido constituidos como objetos de prácticas pedagógicas de dominación. Son considerados menores en una escala de desarrollo que legitima el derecho de los "ya desarrollados" para actuar como maestros frente a sus alumnos" (Teivainen; 2003: 48)
Conclusión
En el fondo del análisis de Teivainen se encuentra la propuesta para una deconstrucción de la mencionada noción de los países llamados periféricos como menores de edad, subdesarrollados, etc. A sus ojos, la idea de un atraso general en países principalmente del Sur, es uno de los mitos principales que reproducen las desigualdades mundiales, es entonces que el autor sostiene que, cuando se empieza a pensar que los "no-desarrollados" tienen en algunos aspectos más experiencia que los "desarrollados", la dicotomía entre profesores y estudiantes puede ser deconstruida.
Ahora bien, habida cuenta de los múltiples mecanismos de normalización y disciplinamiento que sostienen dicha concepción del mundo, el proceso de deconstrucción de la misma exige una serie de condiciones que la hagan posible y, unida a la formación de una nueva concepción o cosmovisión que jerarquice las experiencias de los países considerados "menores de edad".
Según Robert Cox, es necesario el desarrollo de una contra hegemonía basada en una coalición del Tercer Mundo en contra de la dominación de los países del centro, coalición que pretenda un desarrollo autónomo de los países periféricos y el fin de la relación centro-periferia. Dicha contra hegemonía consistiría en una visión coherente de un orden mundial alternativo, sostenido por una concentración de poder suficiente para mantener este desafío a los países del centro.
Encontramos ecos de muchos de los desarrollos teóricos de Gramsci en las anteriores palabras: en primer lugar, la situación se plantea de la siguiente manera, el principal problema, a nivel pedagógico, es que un grupo social (o grupo de países en este caso), manifiesta en la acción una concepción del mundo no-propia, por razones de sumisión y subordinación intelectuales, concepción tomada en préstamo de otro grupo, concepción que incluso el grupo subordinada cree seguir. Es entonces imperativa la comprensión critica por medio de una lucha de hegemonías políticas, hasta llegar a una concepción propia de los "países periféricos" de su realidad, a dicho fin, se plantea la exigencia de la creación de un terreno cultural común, y modos comunes de razonar: la conformación de una voluntad popular demanda la exigencia del contacto entre los intelectuales y los "sencillos", a fin de construir un bloque moral-intelectual que haga políticamente posible un progreso intelectual de masa.
El punto de partida para la transformación de nociones y sentidos comunes propios de un discurso hegemónico constituido debe ser nacional pero siempre con miras al objetivo internacional: "Es cierto que el punto de partida es "nacional" y de aquí es necesario partir. Pero la perspectiva es internacional y no puede menos que ser así. (Gramsci; 2011: 139)
"Movimientos sociales y organizaciones políticas requieren de una base nacional. Pero son verdaderamente democráticos solo cuando logran desarrollar conexiones internacionales de cooperación, que contrarrestan los mecanismos nacionales-estatales de dominación y opresión, es decir, creando estructuras políticas que sean a la vez democráticas y realmente transnacionales" (Hirsch en Thwaites Rey; 2005: 61)
Sin olvidar que al interior del Estado existen una serie de diferencias y contradicciones sociales, económicas y políticas que deben ser encaradas al abordar las mencionadas contradicciones a nivel internacional, contradicciones tales como las de centro-periferia y desarrollo-subdesarrollo que constituyen continuaciones lógicas de aquellas contradicciones al interior de los Estados-nación, tal como mencionamos previamente en acuerdo con Gramsci.
"La contradicción centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo, nacionalismo-imperialismo es el basamento de buena parte de las perspectivas llamadas progresistas, nacional-populares y de izquierda, en distintas versiones y según el momento histórico. En muchas de ellas suelen mezclarse visiones que unifica el espacio nacional y que eliminan las diferencias sociales, económicas y políticas que existen al interior del Estado-nación, para oponer ese conjunto a las determinaciones del centro" (Thwaites Rey; 2005: 22)
Siguiendo a Gramsci, la dimensión pedagógica del poder es fundamental para poder empezar a concebir una transformación de las relaciones internacionales signadas por la dicotomía centro-periferia y dicha dimensión pedagógica no puede desentenderse de las masas, no puede ser obra de una "vanguardia iluminada" sino que requiere un interacción, una relación orgánica entre intelectuales profesionales y no-profesionales, "Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales" (Gramsci; 2012: 13), a fin de construir una nueva cosmovisión que deconstruya los sentidos comunes que suponen la desigualdad ilustrada en los conceptos de atraso, subdesarrollo o minoría de edad.
"La filosofía de la practica no tiene a mantener a los "sencillos" en su filosofía primitiva del sentido común, sino, por el contrario, a llevarlos a una superior concepción de la vida. Afirma la exigencia del contacto entre los intelectuales y los sencillos, pero no para limitar la actividad científica y mantener una unidad al bajo nivel de las masas, sino precisamente para construir un bloque moral-intelectual de masa, y no solo de reducidos grupos intelectuales" (Gramsci; 2011: 372).
"Sin duda, el arma de la crítica no puede reemplazar a la crítica de las armas, y la fuerza material debe ser derrocada por una fuerza material; no obstante, también la teoría se convierte en una fuerza material ni bien prende en las masas. La teoría es capaz de conmover a las masas una vez que ella demuestra ad hominem, y ella demuestra ad hominem una vez que deviene radical" (Marx; 2004: 61 y 62)


Bibliografía.
Baran, Paul A. y Sweezy Paul M. (1972) "Notas sobre la teoría del imperialismo" en Villareal René (1979), "Economía internacional II. Teorías del imperialismo, la dependencia y su evidencia histórica". México. Fondo de Cultura Económica.
Cox, Robert W. (2014) "Fuerzas sociales, estados y ordenes mundiales: mas allá de la teoría de las Relaciones Internacionales" en "Relaciones Internacionales número 24". Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI). Universidad Autónoma de Madrid.
Foucault, Michel (2012) "Vigilar y Castigar". Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
Gramsci, Antonio (2011) "Antología". Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
Gramsci, Antonio (2011) "Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno". Buenos Aires. Nueva Visión.
Gramsci, Antonio (2012) "Los intelectuales y la organización de la cultura". Buenos Aires. Nueva Visión.
Kant, Immanuel (2010) "¿Qué es la ilustración? Buenos Aires. Prometeo Libros.
Khor, Martin (2002) "Una crítica a la política de condicionalidad del FMI" Consulta 26/08/2015 www.redtercermundo.org.uy/articulos_categoria.php?area=219
Marx, Karl (2004) "Critica de la filosofía del derecho de Hegel". Buenos Aires. Ediciones Del Signo.
Palma, Gabriel (1987) "Dependencia y desarrollo: una visión crítica". Seers.
Roig, Arturo Andrés (2008) "Nuestro dialogo con Europa" en "El pensamiento latinoamericano y su aventura" Buenos Aires. Ediciones El Andariego.
Teivainen, Teivo (2003) "Pedagogía del poder mundial: Relaciones Internacionales y lecciones del desarrollo en América Latina". Lima. Cedep
Thwaites Rey, Mabel (2005) "Estado ¿Qué Estado?". En Mabel y López, Andrea (2005) "Entre tecnócratas globalizados y políticos clientelistas. Derrotero del ajuste neoliberal en el Estado argentino". Buenos Aires. Prometeo.
Thwaites Rey, Mabel (2005) "El Estado como contradicción". En Mabel y López, Andrea (2005) "Entre tecnócratas globalizados y políticos clientelistas. Derrotero del ajuste neoliberal en el Estado argentino". Buenos Aires. Prometeo.






Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.