Haití: La Tragedia de Vivir en un Estado Fallido

August 19, 2017 | Autor: F. Álvarez Simán | Categoría: ONU
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Descripción

Haití: La Tragedia de Vivir en un Estado Fallido

"La vida no vale nada si escucho un grito mortal y no es capaz de tocar mi
corazón que se apaga"
Canción La Vida No Vale Nada. Pablo Milanés

Fernando Álvarez Simán*
http://mx.geocities.com/feralvarezsiman/

El 12 de enero, un fuerte sismo de 7.3 grados magnitud en la escala de
Richter sacudió la isla Hispaniola o de Santo Domingo, que comparten los
países de Haití y República Dominicana, el epicentro tuvo lugar a solo 16
kilómetros de Puerto Príncipe la capital de Haití. Desde el primer momento,
la comunidad internacional supo los alcances destructivos del terremoto
puesto que se combinaron la debilidad del aparato gubernamental, la nula
planeación urbana, la falta de cultura de protección civil, la fragilidad
de las construcciones urbanas y de vivienda, la degradación del medio
ambiente y sobre todo, la pobreza endémica.

El sismo destruyó el palacio de gobierno, las oficinas de diversos
ministerios de gobierno, el edificio de la delegación de cascos azules de
la ONU, diversas escuelas, hospitales, la catedral, la poca infraestructura
urbana y el centro de la capital Puerto Príncipe. De acuerdo con el
Instituto Geológico de Estados Unidos, las réplicas del sismo sumaron 44
con una intensidad promedio de entre los 4.4 y 5.9 grados, apenas el
miércoles pasado se incremento el pánico con una nueva réplica de 6 grados.
Las cifras preliminares hablan de 110 mil fallecidos y tres millones de
afectados, pero sobran las palabras y los datos estadísticos que describan
las proporciones de esta tragedia, puesto que las escenas que han mostrado
los medios de comunicación escritos y electrónicos de todo el mundo nos
hablan de un panorama profundamente conmovedor y de caos total.

Por eso, más que referirnos la tragedia, en este artículo intentaremos
condensar la historia de Haití, pues conocer su pasado es fundamental para
no caer en los mismos errores de antes. ¿Porqué sus efectos fueron tan
devastadores en Haití, pero no en la República Dominicana? y ¿Cuáles fueron
las razones del vació de poder que existe en esta ex colonia francesa?

Lo primero es tener en cuenta que los geólogos y expertos en sismología
pronosticaban un sismo de gran magnitud en la Hispaniola, debido a que la
isla se encuentra asentada entre las placas tectónicas del Caribe y la de
Norteamérica y la recorren dos grandes fallas geológicas, la Septentrional
en el norte y la de Enriquillo en el sur, esta última fue la que provocó el
desastre, adicionalmente a ello; no existe en Haití una cultura preventiva
ante este tipo de eventos porque no hay una memoria histórica, el último
sismo fue en 1842 y hoy nadie está vivo para recordarlo, más aún; los
anteriores eventos registrados sucedieron en 1701, 1751 y 1770. Estas
placas no liberan energía continuamente como si lo hacen placas en otras
partes del mundo (por ejemplo, el Servicio Sismológico Nacional reportó que
el año pasado hubo en nuestro país 2,190 sismos; seis por día sin ningún
daño estructural en la infraestructura), por lo que se dice que la esta
energía se multiplicó exponencialmente por más de un siglo de presión
contenida y falta de actividad sísmica.

Lo que explica los menores daños en la infraestructura de la vecina
República Dominicana es la solidez de sus construcciones en comparación con
el país vecino; la información disponible plantea que los habitantes de
Haití debido a la precariedad de su situación económica, carecían de acceso
a materiales adecuados para la construcción, por lo que la combinación
arena, cemento y agua para edificar una vivienda contenían poco cemento y
arena, esto magnificó la tragedia. En realidad en todos los países del
mundo suceden desastres naturales, nada ni nadie está exento de sufrirlos,
sin embargo; estos solamente dejan su estela de muerte, desamparo y
destrucción entre los habitantes de los países pobres. En Estados Unidos
existe un promedio anual de 17 desastres naturales, entre huracanes,
incendios forestales, tornados y sismos; se desaloja a la población y
también hay damnificados, pero no se ve la cantidad de víctimas mortales
que existen en los países pobres, China tiene diez desastres en promedio,
la India doce, en Japón; la segunda economía mundial los terremotos son un
fenómeno cotidiano, a pesar de tener una gran densidad demográfica, los
saldos mortales no son grandes. La diferencia estriba en el grado de
desarrollo económico y la cultura de prevención y de reacción inmediata.
Dos elementos de los que desafortunadamente carece Haití. Para entender
porqué esto es así es necesario conocer su historia.

Esta comienza con la llegada de Cristóbal Colón al continente americano, en
su primer viaje desembarca el cinco de diciembre y nombra esta isla como La
Hispaniola y con los restos de la Nao Santa María construye el 25 de
diciembre el Fuerte Navidad en la costa noroccidental de Haití. Pronto los
españoles, a consecuencia de los Tratados de Rijswijk primero y de Basilea
después, abandonan la isla. Perdiendo así España, una posición geográfica
privilegiada para el comercio internacional. Situación que fue aprovechada
por otras naciones emergentes como Inglaterra, Holanda y Francia.

Hasta que como consecuencia de los ecos de la Revolución Francesa en La
Hispaniola y de la mano de François Dominique Toussaint-Louverture, Haití
consigue independizarse de su metrópoli (1804), con la correspondiente
cuota de sangre y revuelta, siendo el segundo país del continente americano
en lograrlo, solo detrás de los Estados Unidos de América (1776), además
abolieron la esclavitud, hecho que tuvo numerosas repercusiones mundiales.


Sin embargo, este hecho histórico a pesar del ejemplo mundial que
significó, también marcó para siempre el destino de esta naciente nación,
Francia y las demás naciones colonialistas aíslan internacionalmente al
gobierno libre y soberano. Finalmente, la metrópoli reconoce la
independencia de este país hasta 1838, a cambio de 90 millones de francos
en indemnizaciones a los dueños de plantaciones franceses afectados por la
abolición de la esclavitud y la guerra de independencia, cifra que los
haitianos pagaron puntualmente hasta 1897, a pesar de experimentar muchos
periodos políticos compulsivos y llenos de revueltas civiles por el poder.

Es en los albores del siglo XX que la presencia Norteamérica comienza a
sentirse para comenzar el cultivo de plátano y de azúcar, culminando la
aventura americana en una invasión de marines, dejando de nueva cuenta
devastado el país al retiro de las tropas en 1934. Pero los norteamericanos
pronto impulsan la llegada al poder en 1957 del médico descendiente de
inmigrantes de la isla de Martinica, François Duvalier (Papa Doc), quien
rápidamente busca afianzarse en el poder tejiendo una alianza de protección
mutua contra futuras rebeliones con el dictador de la vecina República
Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo. Inaugurando con ello una autonombrada
presidencia vitalicia pero sobre todo, una época de dominación política
caracterizada por la aparición de un grupo policíaco de represión
denominado Tonton Macoutes, a cuyo accionar se le achacan la desaparición
de casi 150,000 personas opositoras al régimen de Papa Doc y posteriormente
de su hijo y heredero de la presidencia vitalicia Jean-Claude Duvalier
(Baby Doc), quien es ungido como máxima autoridad contando con solo 19
años.

A la muerte en 1971 de Papa Doc, su heredero inaugura una nueva era
compulsiva, las luchas internas entre los miembros de su familia por el
poder, la influencia de su madre, los excesos de su esposa, la corrupción
endémica y la brutal represión a la disidencia, hicieron colapsar la
precaria estabilidad económica muy pronto. Es hasta la aparición en la
escena política del sacerdote simpatizante de la teología de la liberación
Jean-Bertrand Aristide, que en Haití se experimentó por primera vez una
presidencia elegida democráticamente, pero fue al final de cuentas
derrocado por los militares. A la salida de Aristide del poder se refugia
en Sudáfrica, pero deja un país en revueltas constantes, lo que generó una
petición a las Naciones Unidas de intervenir en el país con una fuerza
multinacional de paz, esta lleva por nombre Misión de Naciones Unidas para
la Estabilización de Haití (Minustah).

Hasta antes del sismo, Haití era un país de poco más de 10 millones de
habitantes cuya lengua oficial es el francés, El 95% de los haitianos son
principalmente de ascendencia africana y el restante 5% está compuesto por
blancos y mestizos, con una esperanza de vida de solo 57 años, tiene el 98%
de sus bosques destruidos y deforestados. Además, Haití se encuentra en la
posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
Esto porque el 70% de la población vive en la pobreza. Mismo porcentaje de
la población que depende de la agricultura, que consiste principalmente en
la producción para la subsistencia.

En fin, la historia del Haití independiente no tiene tranquilidad ni le ha
traído beneficios sociales y económicos a su población, las potencias
mundiales la han saqueado, sus gobernantes también y la comunidad
internacional entera la han olvidado, pronto se relegó la transformación
social que significó la abolición de la esclavitud, pronto se olvidó
también que Francisco Miranda el precursor de la emancipación de los
pueblos de América, concibió sus ideas de libertad precisamente desde
Haití. Pero también la lucha por la libertad del pueblo Haitiano inspiró y
apoyó al latinoamericano más universal, Simón Bolívar, con la única
condición de que al ganar la guerra de emancipación aboliera la esclavitud
en los territorios liberados. Por estas y muchas más razones de índole
moral y de solidaridad con nuestros semejantes, es necesario solidarizarnos
en la medida de nuestras posibilidades con las víctimas de esta catástrofe
natural, es la oportunidad de devolverle a este país y sus habitantes la
esperanza de comenzar de nuevo sobre bases sólidas de desarrollo, y esto
solo puede hacerlo la comunidad internacional unida.

Tal vez esa sea la única buena lección de estos lamentables hechos. No
permitamos que ocurra lo que expresó un funcionario del gobierno de Haití,
"no vayamos a sumar al enorme desastre del terremoto uno más, el del
fracaso de la ayuda internacional". Hoy como nunca cobran sentido las
palabras del más universal de los cubanos, José Martí: "Únanse los hombres
para socorrer a los hombres". Esperemos que la comunidad internacional no
le falle a este país. No se merecen lo que les pasó, nadie en este mundo
merece sufrir tanto, mientras otros puedan remediarlo.

*Profesor-Investigador. Universidad Autónoma de Chiapas
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