Hacia una ética civil intercultural y mundial desde la iniciativa del dialogo interreligioso (Ponencia III Congreso Nacional de Filosofía – Noviembre 2014 – Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile).

Desde la década de los 80, la filósofa española Adela Cortina viene proponiendo una ética cívica a base de una ética mínima útil para Estados liberales, es decir, a partir de ciertos mínimos morales o valores que son compartidos por las personas (religiosas o no), tales como la justicia, la libertad, la igualdad, el respeto, la tolerancia e incluso el diálogo. Pero además, existen máximas morales a los que ciertas comunidades ideológicas y religiosas pueden invitar sin tener que imponer, siendo la felicidad el máximo moral por excelencia. Una ética mínima que es posible conseguir por medio de una ética discursiva o dialógica, con presupuestos habermasianos y apelianos. Para Cortina en una ciudadanía multicultural tiene que existir necesariamente un diálogo intercultural garantizado por el Estado, en el que no solamente tiene que ser partícipes personas no creyentes, sino que también aquellos que tengan una creencia religiosa en particular. Ciudadanía multicultural que por esencia está compuesta de diversidades, de pluralidades, siendo de suma importancia, la pluralidad religiosa, desde la cual el teólogo y filósofo alemán Hans Küng propuso en la Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo en Chicago,1993, un proyecto ético mundial, donde lo religioso en su pluralidad es valorado de tal manera que Küng elabora a partir de ello un principio o axioma: No habrá paz en el mundo sin paz entre las religiones; del cual se sigue que: no habrá paz entre las religiones sin un diálogo entre ellas (lo que se ha llamado diálogo interreligioso inserto en uno de los paradigmas esenciales de la teología de las religiones: el pluralismo religioso), y que no habrá diálogo entre las religiones sin un estándar ético global. Cortina y Küng coinciden en ser herederos de una tradición kanteana y de elaborar sus propuestas considerando la ética discursiva, con lo cual es posible encontrar puntos de encuentro y de complementación más que diferencias radicales. Además, ambos son esperanzadores y mantienen la convicción de que es posible un mundo mejor, donde el diálogo de la praxis cotidiana es fundamental.