Hacia un liderazgo ético; Adolf Hitler desde la perspectiva del Liderazgo Adaptativo

Share Embed


Descripción

LA ÉTICA DE LA MOVILIZACIÓN SOCIAL DESDE LA MIRADA DEL LIDERAZGO ADAPTATIVO Héctor Lira1 Septiembre, 2017 ISBN: 978-956-358-790-6 Para citar este artículo / To reference this articule: Lira, H. (2017). La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo. Departamento de Liderazgo Universidad Adolfo Ibáñez. RESUMEN El propósito del presente ensayo es inferir la relación que existe entre el ejercicio de liderazgo, la ética y la moral dentro de un sistema social. Para ello se realiza un examen crítico de un caso emblemático y complejo de movilización social, como lo fue el de Adolf Hitler en el contexto de la Alemania Nazi. Con ese objetivo se utilizará el marco conceptual que brinda el modelo de Liderazgo Adaptativo desarrollado por Ronald A. Heifetz. PALABRAS CLAVE Liderazgo; Ética; Moral; Adaptación; Transformación; Capacidad Adaptativa; Progreso; Bien Común; Movilización; Adolf Hitler. ABSTRACT The purpose of this essay is to infer the relationship that exists between the exercise of leadership, ethics and morals within a social system. This requires a critical examination of an emblematic and complex social mobilization case, such as Adolf Hitler’s in the Nazi German context. With that into consideration it will be used the Adaptive Leadership framework developed by Ronald A. Heifetz. KEYWORDS Leadership; Ethics; Moral; Adaptation; Transformation; Adaptive Capacity; Progress; Common good; Mobilization, Adolf Hitler.

1

Departamento de Liderazgo Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, [email protected]

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

Es un lugar común el reconocer a Adolf Hitler como uno de los arquetipos de “liderazgo negativo” en la historia contemporánea. Por lo mismo, el comprender cómo ejerció su poder dado el contexto de la Alemania Nazi nos puede ayudar a extraer aprendizajes significativos que eviten un gran costo para la humanidad. En esa línea, el ofrecer una descripción de liderazgo que se sustente en la ética más que en enfoques que promueven la influencia como valor orientador es un deber al momento de realizar un análisis responsable de las dinámicas de poder, influencia y causalidad histórica que ocurrieron en la época que Adolf Hitler se desenvolvió. En efecto, un análisis acabado de la movilización de Hitler implica primero el revisar la definición que se utiliza cotidianamente de liderazgo, y a su vez, dilucidar su conexión con la ética y moral de la sociedad en la cual un sujeto se encuentra inmerso. Para esto, utilizaré el marco conceptual del Liderazgo Adaptativo desarrollado extensamente por Ronald A. Heiftez y sus colaboradores a lo largo de su bibliografía, el cual nace y ha evolucionado en el seno de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Con todo, lo que se busca inferir es que un ejercicio de liderazgo que no se encuentra sustentado en un proceso iterativo de reflexión ética es inefectivo en términos del progreso y sobrevivencia de los individuos y sociedades – sistemas sociales2 – que se encuentran en un proceso de transformación3 social y/o cultural.

El concepto de liderazgo Tradicionalmente han existido a lo menos cuatro grandes corrientes o grupos de teorías de liderazgo. La primera pone énfasis en las características personales del líder, donde las cualidades y características de las personas definen su capacidad de influenciar las circunstancias y, por lo tanto, su condición de líderes4. La segunda, delimita el liderazgo a la época en el cual se encuentra el líder, bajo la hipótesis que el contexto crea y determina las condiciones para que una persona en específico pueda influenciar a otros, o, dicho de otro modo, es la historia la que genera al líder que necesita en ese momento, el líder como producto de la historia5. La tercera son las corrientes sintetizadoras, la cual sostiene que distintas situaciones exigen diferentes personalidades, un ejemplo específico de estas corrientes es la Teoría de la Contingencia6 que sintetiza los estilos de liderazgo en autocráticos/controladores y participativos/democráticos según la circunstancia. La cuarta son

2 Un

sistema social es un conjunto de relaciones donde si uno interactúa sobre una de las partes, entonces actúa sobre todo el sistema. Con el propósito de facilitar el análisis, para efectos del presente ensayo utilizaremos indistintamente el concepto de “sistema social”, “sistema”, “organización” o “comunidad”. 3 En relación con este punto, no es lo mismo hablar de “cambio” que de “transformación”. Según autores como Humberto Maturana, el cambio se entiende como un proceso donde no existe conservación, y la transformación como un cambio en torno a algo que se conserva. 4 Ejemplos de autores y trabajos académicos de esta corriente incluyen a Thomas Carlyle, Heroes, Hero Worship and the Heroic in History, 1841. 5 Ejemplos de esta corriente incluyen a autores como Herbert Spencer, The Man Versus the State, 1884. 6 Ejemplos de esta corriente incluyen a autores como Fred Fiedler, A Theory of Leadership Effectiveness, 1967.

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

las corrientes transaccionales, que sitúan el análisis en las dinámicas que ocurren entre “líderes” y “seguidores” con el fin de comprender cómo un individuo puede ganar influencia y mantenerla a lo largo del tiempo. Dicho proceso se basa en la reciprocidad, donde la influencia es bidireccional entre el “líder” y sus “seguidores”, y, por lo tanto, se genera una dinámica donde el “líder” gana poder a partir de ajustarse a las expectativas de sus seguidores o, en su defecto, por medio de la persuasión sustentada en el profundo entendimiento de las necesidades de los “seguidores”. Hasta aquí, se torna evidente que el concepto de liderazgo tiene culturalmente una enorme carga valórica en cuanto representa un conjunto de valores asociados al poder y la influencia, en muchos casos como fines en sí mismo. El riesgo de esto es promover una visión grandilocuente de la movilización de personas e incentivar aspiraciones de mayor poder sin conexión con la ética de lo que se hace con ello. Es justamente debido a lo anterior que el análisis se desarrollará desde la mirada del Liderazgo Adaptativo, y la razón detrás de la elección de este marco conceptual radica en lo beneficioso que resulta para la sociedad el entender el liderazgo como una actividad en vez de una condición (biológica, social o cultural) de un individuo cualquiera dado su contexto. Dicho esto, cabe ahora comprender a qué se refiere Heifetz y sus colaboradores cuando hablan de liderazgo. A partir de un análisis de su extensa bibliografía (Heifetz, 1997; Heifetz & Linsky, 2003; Heifetz, Linsky & Grashow, 2012), éste se podría definir como: 1) el proceso de desafiar

a un grupo de personas para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y comportamientos, 2) realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas capacidades que les posibiliten el progreso. En efecto, en la primera parte de esta definición se hace referencia a que el liderazgo no es una condición dada y permanente en el tiempo, sino más bien una actividad. Esto implica que la efectividad no pasa por el “líder” al cual comúnmente señalamos cuando hay problemas, sino más bien a la eficacia del proceso de intervención desde un rol cualquiera. Del mismo modo, en ninguna parte se hace mención a la palabra “poder” o “influencia”, recursos que, si bien pueden ayudar o limitar el ejercicio del liderazgo, no son imprescindibles. En ese sentido, para ilustrar este punto es suficiente imaginar a Mahatma Gandhi cuando recién comenzaba a intervenir en India, sin poseer ninguna legitimidad o autoridad, y consciente de las limitaciones que implicaba el ostentar un cargo, durante toda su vida jamás buscó ejercer ningún tipo de autoridad formal7, pese a que informalmente sus seguidores le llamaban Bāpu, que en idioma Guyaratí significa “Padre”. En esa misma línea, es posible notar cómo en la primera parte de la definición se expresa abiertamente algo que a priori podría parecer un tanto paradojal. Se hace mención al “proceso de desafiar a un grupo para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y comportamiento” ¿Por qué una definición de liderazgo invita a poner a las personas en un

7

Poder conferido explícitamente a cambio de los servicios de dirección, protección y orden.

3

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

estado de incomodidad, sobre todo cuando eso implica arriesgar la popularidad e influencia que se posee? La respuesta está basada en un análisis del funcionamiento de los sistemas sociales. Por un lado, existe cierta concepción de propósito que es inherente al enunciado, en cuanto que hay un “para qué” en asumir dicho riesgo, pero también hay un supuesto implícito contenido en esta definición que se deriva de la biología evolutiva: para prosperar se deben experimentar ciertos aprendizajes complejos que son obtenidos cuando se pierde algo que se valora. Para esclarecer esto último, las palabras de Heifetz pueden ser útiles: Las nuevas adaptaciones desplazan, vuelven a regular y reorganizar parte del ADN antiguo. Por analogía, el liderazgo para superar desafíos adaptativos genera pérdidas. El aprendizaje suele ser doloroso. Que una persona sea capaz de innovar puede hacer que otra persona se sienta incompetente, traicionada o insignificante. No hay muchas personas a las que les guste que las “reorganicen”. Por lo tanto, el liderazgo requiere de la capacidad diagnóstica de identificar estas pérdidas y las pautas de respuesta defensiva predecibles tanto a nivel individual como a nivel sistémico. (Heifetz, Linsky, & Grashow, 2012, pág. 39) En ese sentido, es importante retomar la pregunta que se esboza en el párrafo anterior: ¿desafiarlos para qué? Si bien a todos nos puede hacer sentido el hecho de que el aprendizaje muchas veces puede ser doloroso, la pregunta es porqué una persona debería perder o renunciar a algo para poder prosperar Para responder esto, entramos a analizar la segunda parte del enunciado: “realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas capacidades que les posibiliten el progreso”. El concepto de trabajo adaptativo deriva de la antropología y psicología social, en palabras del propio Heiftez: Durante casi cuatro millones de años, nuestros primeros antepasados vivieron en pequeñas tribus que cazaban y recolectaban alimentos. Progresivamente, fueron sofisticando el diseño de las herramientas y de las técnicas de caza y de transporte. Su capacidad física fue aumentando a medida que desarrollaban sistemas, mediante el cambio evolutivo, para ampliar su ámbito de actuación. Gracias a lo que antropólogos y psicólogos han identificado como la capacidad de aprender de nuestros mayores, los primeros seres humanos empezaron a formar culturas con normas que se sostenían por sí mismas y que requerían una mínima intervención de las autoridades para su cumplimiento. Las normas culturales otorgaron a los seres humanos una capacidad de adaptación y de expansión extraordinarias cuando, hace relativamente poco, unos doce mil años aproximadamente, aprendieron a domesticar animales y a cultivar plantas; la nueva capacidad de almacenar alimentos permitió, y exigió, asentamientos más permanentes. Ahora, grandes grupos vivían juntos, lo que trajo una nueva necesidad: gobernar organizaciones y comunidades amplias (…) El proceso de adaptación de nuestros primeros antepasados a las nuevas posibilidades y desafíos continuó durante el curso de la historia escrita, con el crecimiento y la variación en el alcance, la estructura, el gobierno, la estrategia y la coordinación de la empresa política y comercial. La manera de entender la gestión de estos procesos ha seguido una

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

evolución similar, hasta llegar a nuestros tiempos y a lo que llamamos liderazgo adaptativo. (Heifetz, Linsky, & Grashow, 2012, pág. 36) Por tanto, cuando hacemos mención a un proceso de adaptación, hacemos referencia a la evolución que deben experimentar los grupos e individuos en sus formas de interactuar, como también respecto de los niveles de conciencia que les permitan organizarse y desarrollarse de modo que, al momento de enfrentarse a un desafío desconocido y complejo, sean capaces de asegurar su supervivencia. Del mismo modo, la noción de progreso que está comprendida en la segunda parte de la definición sostiene una estrecha relación con la biología evolutiva, en cuanto se relaciona con cuánta capacidad posee un sistema para poder experimentar cambios sin perder lo que más valoran como conjunto. De ahí que definamos el progreso como el “desarrollo de una capacidad nueva que permite que el sistema social crezca en entornos nuevos y hostiles (mediante un) proceso de aprendizaje social y político que conduce a la mejora de la situación del grupo, la comunidad, la organización, el país o el mundo” (Heifetz, Linsky, & Grashow, 2012, pág. 372). Sin embargo, este último aspecto es particularmente complejo, dado que, al hablar de una “mejora en la condición del grupo”, se deja espacio para entrar en el terreno ético de qué se entiende por esa mejora, quién o quiénes la definen, y finalmente, cuál concepción de mejora que prevalece cuando compiten múltiples interpretaciones al respecto. Para efectos de este análisis existe un desafío no menor. El desprenderse de la carga arquetípica que posee la imagen de Hitler en la historia de la humanidad no es sencillo, y el caricaturizarlo y deshumanizarlo es una forma fácil y seductora de evadir un fenómeno que es mucho más frecuente y complejo de lo que pensamos. En efecto, la tendencia humana a personificar los conflictos disminuye nuestra capacidad de realizar un examen realista ante un problema doloroso y complejo. Por lo mismo, en lo que concierne a este análisis, el examinar el contexto histórico en el cual se desenvolvió Adolf Hitler es sumamente relevante al momento de entablar distinciones desde una perspectiva más objetiva, sobre todo cuando el personaje en cuestión tiene todavía - a 72 años de su muerte- un peso histórico y simbólico gigantesco en la historia de la humanidad.

Diagnóstico de la Alemania Nazi Tras declararse el fin oficial de la Primera Guerra Mundial el 28 de junio de 1919, Alemania quedó derrotada política, económica y moralmente. Esto derivó en un frustrado intento por implementar una democracia liberal (República de Weimar) que reemplazara las anteriores monarquías. Las razones del fracaso pueden encontrarse en gran medida en la dificultad que tenían los grupos tradicionalistas, herederos de la aristocracia prusiana, para validar y adaptarse a la nueva situación política. En palabras de Alexander “como no podían aceptar la legítima autoridad del establishment legal “modernista”, el sistema de control social no tenía modo de adjudicar, o aun reprimir, los conflictos cada vez más agresivos de la sociedad alemana” (Jeffrey, 1992). De este modo, esto sentó una base para que emergiera un conflicto respecto

5

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

de cómo se iba a construir la narrativa e identidad de la Alemania post Primera Guerra Mundial. Adicionalmente, al empezar el siglo se comenzó a gestar una nueva ideología que años más tarde se transformó en lo que conocemos como Nacionalsocialismo. Esta corriente se fundaba en gran medida en la idea de la superioridad de la raza aria, inspirando un profundo antisemitismo, un fuerte apoyo a la violencia como mecanismo de “limpieza” social y a la validación de los regímenes totalitaristas como forma legítima de gobierno. Partidario de estas teorías, surgió desde el anonimato un personaje singular, Adolf Hitler, un aspirante a artista austriaco que decidió unirse al Partido Obrero Alemán tras concluir la Primera Guerra Mundial. En 1920, este partido fundado en Münich adoptó el nombre de Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo y, al año siguiente, Hitler se convirtió en su líder. En ese sentido, Adolf Hitler en su libro Mein Kampf8 logra transmitir con bastante claridad el programa del movimiento y, como bien se puede apreciar en el siguiente extracto, su formulación tiene un asidero conceptual que proponía una visión particular sobre el humanismo, el pacifismo, la superioridad de la raza aria y el antisemitismo: Lo que nadie podrá dudar es que la Tierra estará expuesta a las más duras luchas por la existencia de la Humanidad. Al final, vence siempre el instinto de conservación. Bajo la presión de éste, desaparece lo que llamamos espíritu humanitario como expresión de una mezcla de locura, cobardía y pretendida sabiduría. Si la Humanidad se hizo grande en la lucha eterna, en la paz eterna desaparecerá. Para nosotros, los alemanes, el signo de la colonización interna es funesto, pues inmediatamente refuerza la opinión de haber encontrado un medio que, de acuerdo con el espíritu pacifista, permite situarnos en una vida de entorpecimiento, en un “ganar” la existencia (…) En tanto y en cuanto el alemán medio se haya convencido de poder garantizarse por ese medio la vida y el futuro, cualquier intento de una interpretación activa, y por tanto fructífera de las necesidades vitales de Alemania, estará condenada al fracaso (...) Teniendo presente esas consecuencias, se debe convenir que no es por azar que, en primer lugar, son siempre los judíos los que procuran y saben inocular en el espíritu del pueblo ideas tan mortalmente peligrosas. (Hitler, 1993, pág. 84) Y fue precisamente sobre esa visión que, con insospechada rapidez, este movimiento comenzó a crecer y a ganar adeptos9, debido en gran medida a la inteligente utilización propagandista del sueño de una patria recuperada, libre de las enormes limitaciones impuestas por el

8 El primer volumen de Mi lucha, de 400

páginas, fue publicado en el otoño de 1925. La impresión de este libro es considerada, por las leyes de varios países, un crimen federal, al que pueden aplicarse penas que van desde el pago de una pequeña multa hasta varios meses de cárcel, a diferencia de otros libros con ideologías extremistas. En relación a este punto, Antoine Vitkine sostiene: “La ausencia de reacción (mundial) ante Mein Kampf no deriva tanto del desconocimiento del texto como de la falta de una verdadera voluntad política. En efecto, hoy se sabe que, antes de la guerra, el libro era más leído y mejor comprendido de lo que se ha pensado durante mucho tiempo.” (2011, págs. 244 - 245) 9

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

Tratado de Versalles de la Primera Guerra Mundial10, como también por el temor al comunismo y las tensiones sociales originadas por la depresión económica y el desempleo. En ese contexto, Hitler asumió el poder legítimamente tras ser nombrado canciller del III Reich, con lo cual comenzó la dictadura del partido. Históricamente, se ha explicado esto debido en gran medida a un efectivo manejo de la propaganda y de las intervenciones realizadas frente al pueblo alemán. No obstante, todo este montaje buscaba principalmente neutralizar la verdadera realidad de Alemania en esa época que era la de una sociedad alicaída y castigada por la comunidad internacional. De este modo, el nazismo ocultó su naturaleza antidemocrática tras una confusa filosofía en la que se mezclaban las evocaciones a la tradición romántica de una Alemania "bárbara" y vital, el culto y la exaltación de la fuerza, el desprecio por los ideales democráticos - vistos como señal evidente de debilidad y de escasa virilidad-, la exaltación racista de un pueblo alemán “destinado” a destruir y sustituir a las otras razas inferiores y decadentes, y otros temas políticos más concretos como la polémica en torno al Tratado de Versalles, la creciente militarización de la economía y de toda la vida nacional mediante la introducción en todos los niveles del Führerprinzip11, y la necesidad de una inmensa expansión industrial como única solución ante la crisis económica. Sin embargo, un análisis más sistémico de la Alemania pre-nazi da cuenta de un fraccionamiento nacional mucho más delicado y profundo que lo mencionado hasta el momento. Jeffrey lo deja muy claro en su libro donde realiza un diagnóstico bastante más acabado del problema, identificando certeramente algunas de las facciones12 que se encontraban en conflicto. En sus palabras: (Talcott Parsons13) cree que en Alemania se desarrolló una versión más extrema de lo que ocurrió en todo Occidente: la sociedad quedó dividida en un sector “moderno” que estaba profundamente involucrado en estructuras recientes, impersonales y racionalizadas, y un sector “tradicional” que se oponía a ellas. Los grupos tradicionalistas experimentaban gran angustia por la disolución de las viejas pautas, y 10 De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que Alemania

y sus aliados aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y, por lo tanto, deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos. 11 Führerprinzip es un término alemán traducible como “principio de autoridad”. Se refiere a un sistema jerárquico de líderes (similar al sistema militar) que tienen una absoluta responsabilidad en el área de su competencia y que deben responder sólo a una autoridad superior pretendiendo obediencia absoluta de sus subalternos. El Führerprinzip fue un concepto político y propagandístico en el Nacionalsocialismo alemán. 12 Para efectos del presente ensayo, entenderemos por facción o facciones los diferentes grupos de interés que se articulan en base a una brecha, la cual denota un conflicto de valores. Es importante destacar esto puesto que estas surgen (o las articulamos) según los valores y supuestos que se deben cuestionar dada la brecha definida entre realidad y expectativa, es decir, el desafío adaptativo. 13 Talcott Parsons, a quien se hace referencia en la cita, fue un sociólogo estadounidense y uno de los grandes representantes del funcionalismo estructuralista. Para él, el funcionalismo estructural supone que las sociedades tienden a la autorregulación, así también como a la interrelación constante de todos sus elementos (valores, metas, funciones, etc.).

7

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

enfatizaban el fin de la certidumbre religiosa, la destrucción de la simplicidad rural y la pérdida de la estabilidad económica. El sector modernista experimentaba angustia a causa de su posición vulnerable en el filo cortante de la racionalización (...) Un grupo nuevo como la clase obrera industrial alemana entendía que aún no había recibido su parte; un grupo más viejo como los pequeños granjeros entendía, por el contrario, que estaba perdiendo prestigio y seguridad económica en comparación con el grupo obrero (...) Los miembros de la clase industrial, por otra parte, experimentaban un aumento del control sobre las disponibilidades pero se sentían privados de un acceso igualitario a los símbolos del prestigio. Ningún grupo de la sociedad alemana estaba satisfecho con su suerte. Estas tensiones inusitadamente grandes entre los sectores modernizadores y tradicionales facilitaron la creación de chivos expiatorios. Cada grupo estaba frustrado, y cada cual externalizaba su frustración como agresión contra los que definía como “criminales”. Para la izquierda modernizante —obreros, intelectuales, científicos, comunistas— los chivos expiatorios eran los grupos de la vieja Alemania, la aristocracia, la clase media baja, los líderes religiosos, y segmentos de la nueva clase alta que se había aliado con ellos. Para la derecha tradicionalista, los chivos expiatorios eran los socialistas, los intelectuales, los científicos y los judíos. Estaba montado el escenario para una batalla a muerte. (Jeffrey, 1992, pág. 45) En ese contexto, no ha de sorprender que el pueblo alemán viera en Adolf Hitler a “uno de los suyos”, en el sentido que funcionaba como un repositorio inmejorable de los anhelos y dolores de una sociedad que necesitaba un símbolo que diera cierta esperanza. Con todo, independiente de la situación que existía antes de que Adolf Hitler ejerciera el poder, y considerando la barbaridad asociada a su rol durante ese siglo, con un saldo de cerca de 6 millones de muertos en los campos de concentración y los cerca de 60 millones de personas fallecidas por efecto de la Segunda Guerra Mundial14, muchos utilizan su imagen como un caso ejemplar de enorme liderazgo negativo, personificando en él todo el fenómeno social que se desplegó en esa época.

Examen del liderazgo de Adolf Hitler Cabe preguntarse cuánto desafió Hitler al pueblo alemán respecto de los valores, normas, creencias y comportamientos que los habían llevado a estar en las condiciones que se encontraban. Si bien Hitler movilizó efectivamente a todo un país hacia su visión de lo que consideraba que era necesario para que el pueblo alemán saliera adelante, debemos recordar que el liderazgo no se define únicamente por el nivel de influencia que se tiene sobre los seguidores. En efecto, Heifetz lo interpreta del siguiente modo:

Por supuesto que de ningún modo se responsabiliza de manera única y exclusiva a Hitler o la Alemania Nazi de estas cifras, hacerlo sería una fuerte evasión de la responsabilidad que tuvieron otros actores involucrado antes y durante la Segunda Guerra Mundial. 14

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

Si el liderazgo se define exclusivamente por la influencia, Hitler puede considerarse un líder auténtico y exitoso: movilizó a todo un país para que siguieran su visión. Fue capaz de convencer a millones de personas para que organizaran sus vidas en torno a sus ideas. Incluso añadiendo el criterio de que las metas tienen que satisfacer las necesidades de los seguidores, además de las del líder, podríamos decir que Hitler lideró. Sus muchos seguidores de Alemania compartían sus metas (…) Llegó a su posición, en parte, expresando las penurias y esperanza de muchas personas. Además, según las normas de la efectividad organizacional, Hitler ejerció un liderazgo formidable. En cientos de casos específicos de toma de decisiones, Hitler logró desarrollar la efectividad de las organizaciones alemanas. Estableció el objetivo de restaurar la economía de su país, y consiguió hacerlo dentro de un lapsus de tiempo.” (1997, pág. 52) Por otro lado, si suponemos que el liderazgo no sólo debe satisfacer las necesidades de los seguidores sino también elevarlos y lograr en ellos una profunda reflexión y análisis del problema, entonces Hitler tampoco ejerció liderazgo, sino que más bien impuso –a veces a través de la seducción de sus discursos y otras mediante la coerción- una visión que no se hizo cargo de los conflictos de valores que existían entre las distintas facciones que estaban involucradas en el desafío de reconstruir la moral, la economía y la configuración política de un pueblo fuertemente castigado por la comunidad internacional en el Tratado de Versalles de 1919. No obstante, el rol del pueblo alemán durante la Alemania Nazi es un fenómeno mucho más complejo. Aunque superficialmente parezca un pensamiento antagónico, un segundo análisis más profundo apunta a que Hitler también fue manipulado por el sistema social para evadir las transformaciones que existían en relación al entorno. En este aspecto, hay distintos enfoques históricos que han examinado el efecto de Hitler en Alemania, y existe una fuerte dicotomía en los análisis que se realizan respecto de su responsabilidad histórica en la sociedad nazi. Por un lado, están los análisis de los historiadores “hitlercéntricos”, que adjudican toda la responsabilidad a Hitler, responsabilizándolo como el gran arquitecto del genocidio y Segunda Guerra Mundial. Y, de manera contraria, existen también las interpretaciones de autores más “estructuralistas”, que no focalizan el estudio únicamente en las intenciones y los actos del Führer, sino que consideran la fuerza de las circunstancias históricas en el momento de creación y funcionamiento del régimen nazi como uno de los factores decisivos al momento de evitar el análisis, por parte del pueblo alemán, respecto de cuál era el trabajo adaptativo que realmente debían realizar para superar los problemas que enfrentaban como nación. En esa línea, es desde la concepción estructuralista y sistémico que abordaremos el presente ensayo, entendiendo la “sociedad nazi” como un sistema complejo con distintas facciones relacionadas entre sí, donde Adolf Hitler como fenómeno tuvo un rol protagónico y fundamental, pero que por sí mismo no es capaz de explicar y sustentar el devenir de esa época.

9

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

Sumado a lo anterior, es importante considerar cuánta capacidad adaptativa15 logró desarrollar Hitler en el pueblo alemán para hacer frente a los distintos desafíos que debían enfrentar. En ese sentido, según el criterio del trabajo adaptativo, tampoco ejerció liderazgo, dado que, si bien en un inicio movilizó efectivamente a la sociedad, tanto en términos sociales como económicos, lo hizo en dirección de evadir la realidad. Evocó visiones románticas de Alemania y, a su vez, victimizó al pueblo alemán como recurso para convencerlo. Por lo tanto, no solo erró en el diagnóstico de las causas de los problemas de Alemania, sino que también fortaleció la dependencia de los sistemas jerárquicos al momento de tomar decisiones, lo que se tradujo en un sistema de gobierno dictatorial, que no permitía mecanismos democráticos que incorporaran a las distintas facciones de la sociedad alemana. En efecto, toda esa distorsión de la realidad quedó claramente reflejada en las diversas formas de propaganda que el régimen nazista desarrolló. Los soldados, pese a que estaban perdiendo desde hace tiempo, se convencían de que la única solución al problema de Alemania era la que promovía el régimen Nazi; y no solo ellos, sino también las personas comunes y corrientes que de manera voluntaria denunciaban a los judíos ante las autoridades. Lo anterior queda claramente ejemplificado en un artículo de Vega (Propaganda Nazi: el arma más poderosa del Tercer Reich, 2005) que analiza la propaganda Nazi: A pesar de los intensos bombardeos aliados y de las ciudades convertidas en ruinas, la propaganda invitó al pueblo alemán a no cejar, a no perder el espíritu e, incluso, a reforzar la confianza en Hitler. Para esto, "inventó" armas secretas y fortalezas impenetrables para que la gente, aun con una bayoneta entre pecho y espalda, siguiera creyendo en la esvástica. Finalmente, cabe el cuestionarse dos aspectos fundamentales respecto de la forma en que el Tercer Reich movilizó a la sociedad alemana de la época. Primero, ¿quién definió el progreso en torno al cual el pueblo alemán se encaminó? Y segundo, ¿cuánta revisión y adecuación de esa concepción de progreso lograba sostener la sociedad Nazi? Si bien Hitler inspiró a las personas con el bien común de Alemania, éste era el de una sociedad fragmentada y excluyente, cuya única forma de sobrevivir era eliminando otros valores y formas de pensar (inclusive, formas de existencia). Del mismo modo, jamás dejó el espacio para que la sociedad construyera por sí misma una visión esperanzadora del futuro, ni mucho menos instaló mecanismos de revisión del estado de bienestar que anhelaban.

15 Es importante clarificar

a qué nos referimos con el concepto de Capacidad Adaptativa. Para Eichholz implica “tener cierto grado de sensibilidad (capacidad de respuesta frente a un estímulo externo) a la tensión” dado que cuando es más alta “permite a una organización responder a un cambio que representa una amenaza al equilibrio actual, haciendo que la tensión resultante se sienta en lugar de ser ignorada o evadida”. Sin embargo “La sensibilidad no es el único elemento vital para el proceso adaptativo. El concepto de ambiente contenedor también resulta clave” dado que sin él la tensión “puede resultar siendo destructiva. En otras palabras, cuando hay desequilibrio es esencial que también exista un ambiente contenedor que lo haga productivo. “Así, podemos concluir que un ambiente contenedor más fuerte y una sensibilidad más alta dan paso a una capacidad adaptativa más grande”. (Capacidad Adaptativa, 2015, págs. 55 - 58)

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

Lo anterior deja entrever una premisa fundamental de la metodología de formulación del bien común en una sociedad: el progreso es una construcción-conversación permanente del sistema social entre sus diferentes facciones, mas no producto de una imposición o seducción de un individuo o grupo específico. Cuando una facción progresa a costa de eliminar los intereses y anhelos de otros, ya sea socavándolos moralmente o eliminándolos físicamente, sin incluirlos en lo que entienden como el bien común, entonces no se está ejerciendo liderazgo. Es imposible que un grupo progrese si antes no revisa y adapta los valores, normas, creencias y comportamientos que se encuentran en conflicto, para lo cual es necesario que la diversidad del sistema florezca y sea orquestada, en vez de ser suprimida y marginada. Visto más concretamente desde la mirada del liderazgo adaptativo, es posible dividir el análisis del ejercicio del poder de Hitler desde tres perspectivas que, por supuesto, también son complementarias entre sí, cuando no copulativas: I.Ofrecer exámenes realistas antes, durante y después de una intervención ocurrida en el sistema social16. El ejercicio de abstraerse iterativamente17 de una situación determinada con la cual tenemos un enorme compromiso emocional, para observar y generar múltiples interpretaciones18 del comportamiento de las diferentes facciones, la nuestra entre ellas, es un proceso fundamental en el ejercicio del liderazgo. El protegernos de nuestro propio autoengaño y el de nuestros aliados es una responsabilidad vinculada a un ejercicio de movilización. Por lo mismo, es necesario generar la capacidad de poder intervenir y “estar en el balcón” simultáneamente, analizando en tiempo real lo que ocurre en el sistema tras cada estímulo. En ese sentido, la única manera de producir un examen realista de lo que está pasando es precisamente a través de un ejercicio de abstracción, intentando identificar patrones de respuesta de los distintos grupos de interés que interactúan dentro del sistema. No se trata sólo de entender la importancia y configuración de los elementos que existen dentro de cada facción de un sistema social como, por ejemplo, las historias personales y grupales, las normas implícitas y explícitas, las autoridades formales e informales, las expectativas, los roles, el nivel de desequilibrio19 que es capaz de soportar y la fortaleza del ambiente contenedor20, entre otros, sino también de la influencia que tendrán estos componentes al momento de interactuar entre distintas facciones. II.Promover que el sistema social se haga cargo de su propio progreso. El no desafiar continuamente las interpretaciones y supuestos que tienen los actores involucrados, partiendo de los propios, impide que cuestionarse si se está realizando el trabajo adaptativo adecuado 16 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “Subir al balcón” o “Subir

al palco”. 17 No es suficiente realizar un único diagnóstico en todo el proceso, sacar una única “foto” de lo que ocurre es estático y no incorpora los cambios que ocurren tras cada intervención. 18 Es importante enfatizar la palabra “múltiple”, tener una única interpretación de lo que sucede es equivalente a no tener ninguna. 19 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “tensión” o “temperatura”. 20 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “entorno de contención”.

11

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

para solucionar el problema. Esto no implica que quien esté movilizando al grupo no tenga una visión de futuro, es inevitable que tenga un fuerte propósito si llegó a estar en la posición de ejercer liderazgo. No obstante, sin la humildad de comprender que el bien común trasciende cualquier propósito personal, independiente de las legítimas aspiraciones que se posean, se pone en riesgo la libertad del pensamiento crítico de los sistemas sociales. En ese sentido, una interpretación o visión de futuro que nunca es desafiada por las personas es síntoma de que vamos en el rumbo equivocado. De ahí que lo más complejo sea determinar cuándo el propósito individual de quien ejerce liderazgo es trascendido por la visión de futuro del sistema social. Probablemente, en la medida que exista un diagnóstico realista que fue construido, cuestionado y madurado por todos los involucrados, y a su vez, la existencia de ciertas libertades y capacidades relacionadas con la contención y sensibilización con relación a los desafíos que poseen como organización-sociedad, el sistema social estará en mejores condiciones de hacerse cargo de construir una visión de futuro que sea esperanzadora21, sin necesidad de contar con “héroe” que los salve de la situación en la cual se encuentran. III.Promover y proteger la diversidad del sistema social. Eliminar todas aquellas facciones y personas que no están dentro de espectro valórico o social -como en este caso eran los judíos, comunistas, entre otros- es errar en el trabajo adaptativo, dado que no se clarifican los valores y visiones de los demás. En particular, una posible forma de explicar esto es usando una de las propiedades de los sistemas complejos llamada “propiedad emergente” (Gharajedaghi, 2011). Este concepto sostiene que es a través de la interacción de todos los componentes de un sistema que surgen ciertos atributos o propiedades que serían imposibles de manifestarse o generarse en la singularidad de una de sus partes. Lo anterior implica una valorización de la heterogeneidad dentro de los sistemas sociales dada las posibilidades que ofrece al interactuar distintas concepciones entre sí. En ese sentido, el efecto social que se puede producir dependiendo de cómo se gestiona la diversidad es variado; por un lado, la combinación puede conllevar una gran “bomba atómica” que termine por violentar a las personas, o bien una nueva fuente de energía para seguir subsistiendo como grupo. De similar modo, y desde una perspectiva más ecosistémica, los sistemas naturales y sociales con mayor capacidad y éxito de adaptación son aquellos que poseen y valoran la diversidad, pues les permite sobrevivir e innovar en ambientes hostiles y cambiantes. Dicho de otro modo, el pool de “ADN” natural y cultural es más amplio y permite desarrollar las capacidades nuevas que el sistema necesita. En este sentido, la heterogeneidad gatilla procesos resilientes que generan experiencias y aprendizajes propios de la interacción y relación entre sujetos diversos, lo cual coopera con la sobrevivencia del sistema a largo plazo, tanto biológica como culturalmente. A consecuencia de lo anterior, es fácil caer en cuenta que Hitler no cumplió ninguno de los tres criterios. Si bien generó una enorme influencia sobre los demás, logrando persuadir a

En general, cuando las personas piden “más liderazgo”, lo que realmente están diciendo es que anhelan progreso y un estado de bienestar mayor, pero no alguien que les imponga una visión que los lleve a destruir los fundamentos de su ética y moral. 21

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

millones de personas para que adaptaran sus valores en torno a su visión personal de “progreso” – que queda claramente expresada en su obra Mein Kampf -, y también se hizo cargo de las expectativas de sus seguidores de manera formidable, logrando, por ejemplo, restaurar la economía de Alemania durante un lapsus de tiempo, no ejerció liderazgo. Primero, no hizo un examen realista de los problemas de Alemania, y por lo mismo, no realizó el ejercicio de subirse y bajar del balcón para ver qué era lo que ocurría con el pueblo conforme avanzaba con su estrategia. De haberlo hecho, entonces habría comprendido rápidamente que el desafío no tenía que ver con el exterminio de un “enemigo interno”, que eran todos quienes tenían una forma de pensar y sentir distinta al nazismo, y cuya máxima expresión fue el Holocausto, sino que por el contrario, que la solución del problema tenía que ver con la inclusión e involucramiento de éstos en el desarrollo de una nueva nación que soportara el proceso de reconstrucción moral y económico de Alemania post Primera Guerra Mundial. En cambio, construyó un relato en dirección contraria a afrontar los problemas reales que tenían como nación, ofreciendo más una fantasía y retórica romántica que un examen objetivo de la situación que se encontraba. Tampoco se hizo cargo de las limitaciones inherentes al proceso de adaptación que supuestamente debió experimentar el pueblo alemán para prosperar en el contexto que se encontraban. Era inevitable que frente al alto nivel de desequilibrio existente tras el fin de la Primera Guerra Mundial el sistema social tuviera menos recursos para “rearmarse” y, por ende, buscaran con desesperación que una figura de autoridad que solucionara el problema.22 Segundo, no permitió desafiar el concepto de bien común que él tenía de Alemania. Jamás generó el espacio para que se cuestionara si los supuestos sobre los cuales se había fundamentado el nazismo eran los correctos. En ese sentido, no existió ningún ejercicio de validación de si las ideas y valores que promovía Hitler eran los más aptos para el progreso de la nación, muy por el contrario, los asesores más cercanos de Hitler, ya fuese por la ceguera de la devoción o por el temor a ser eliminados, no sostenían una actitud socrática respecto las definiciones que él tomaba y las acciones que cometía. Por lo mismo, el hecho de haberse rodeado y aconsejado de sus seguidores más devotos hacía imposible desarrollar una cultura interna dentro de su círculo de hierro que entendiera los cuestionamientos como una herramienta útil para el ejercicio del liderazgo. Finalmente, no promovió ni protegió la diversidad del sistema social. En primer lugar, dentro de su grupo de asesores, pero también dentro de la nación. En ese sentido, no existían mecanismos democráticos ni ningún tipo de institucionalidad que protegiera y promoviera que facciones con una visión distinta a la del nazismo pudiera manifestarse, por lo cual la supresión de la diversidad realizada por Hitler atentó desde un principio contra la supervivencia de Alemania en el largo plazo, por cuanto era insostenible en términos culturales y económicos el aislamiento, como también el suponer que no emergerían más Esto es posible observarlo en muchos otros casos, como por ejemplo lo acontecido con Augusto Pinochet, Donald Trump, Hugo Chávez, por mencionar algunos. 22

13

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

pronto que tarde grupos disidentes dentro del propio nazismo23. Hitler erró al confundir el “pueblo alemán” con los alemanes “pura sangre” propiamente tal, esto dado que la diversidad del ecosistema que existía en Alemania estaba compuesta por diferentes grupos étnicos, religiosos, económicos y políticos, los cuales podrían haber sido grandes aliados al momento de reconstruir la economía y moral de un país castigado por la comunidad internacional.

De hecho, el coronel nazi alemán Claus Von Stauffenberg, junto a otros militares y políticos de la época, protagonizaron un intento de atentado para acabar con la vida de Hitler el 20 de julio de 1944, con el propósito de tomar el control del país. 23

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

Implicancias éticas del liderazgo24 Tras analizar el caso de Adolf Hitler surgen ciertas preguntas que a esta altura son inevitables: ¿Cuándo el liderazgo se vuelve algo moral? ¿Cómo se relaciona el ejercicio del liderazgo con la ética? Para Marshall Ganz (2010) el liderazgo se vuelve moral cuando se acepta la responsabilidad de hacer que otros alcancen un bien común bajo condiciones de incertidumbre. En ese sentido, en la medida que nuestros valores y emociones motivan, infunden y energizan las acciones de un grupo de personas que se encuentran en un escenario de desequilibrio, entonces adquieren una dimensión moral que conlleva una reflexión ética. En esa línea, es también relevante distinguir entre lo que se considera moralmente correcto versus las preocupaciones éticas propias de un individuo, en cuanto ambos conceptos pueden entrar en conflicto en algunas ocasiones. Desde la perspectiva de Maturana (¿Moral o Ética?, 2006): Cuando lo que nos importa son las normas o reglas en el quehacer de la comunidad a la que pertenecemos nos comportamos como moralistas, cuando lo que nos importa es el bien-estar y el respeto por las personas, tenemos preocupaciones éticas. Si somos moralistas muchas veces justificamos nuestras conductas no éticas conscientes protegiéndonos con el argumento de que hemos cumplido con las normas o reglas que la comunidad tiene para ese quehacer. Si lo que de hecho nos importa es el bienestar de los otros miembros de la comunidad podemos escoger no cumplir con las reglas o normas y tener una conducta inmoral bajo el argumento que su aplicación constituiría una conducta no ética. Dicho esto, una posible interpretación del liderazgo es entenderlo como la manifestación de una preocupación ética en relación con uno o más aspectos de la moral de una comunidad, que son interpretados como una amenaza para el bienestar de algunos de sus miembros, y que busca generar un cuestionamiento y eventual transformación de ciertas costumbres, conductas, normas o valores que son considerados como válidos, pero que atentan contra el bien-estar de la comunidad como un todo. Ahora bien, descompongamos la definición anterior en sus tres principales componentes; primero, el rol del sujeto que provoca a la comunidad por medio de un cuestionamiento ético; segundo, la importancia de la comunidad como sistema social con su respectiva moral; y tercero; el sentido de urgencia que deriva de la percepción de amenaza o pérdida que implica esa moral para uno o más de sus miembros. Una forma alternativa de presentar el mismo El uso de las palabras “ética” y “moral” está sujeto a diversos convencionalismos y que cada autor, época o corriente filosófica las utilizan de diversas maneras. Etimológicamente, “ética” y “moral”, aunque de orígenes distintos, tienen el mismo significado. Sin embargo, en la actualidad han pasado a significar cosas distintas y hacen referencia a ámbitos o niveles diferentes. Para efectos del presente ensayo, entenderemos por moral “el conjunto de comportamientos, costumbres, valores y normas, implícitas y explícitas, que un grupo de personas suele aceptar como válidos”, y por ética “la reflexión acerca de los fundamentos que hacen considerar como válidos aquel conjunto de comportamientos y normas que un grupo acepta como tales, y su respectiva comparación con otras morales de otros grupos”. 24

15

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

análisis es por medio de las tres preguntas que formuló el erudito Hillel, un par de décadas antes de Cristo: “Si yo no estoy para mí, ¿quién lo estará? Pero si solo me preocupo de mí, ¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?”25 La primera interrogante “Si yo no estoy para mí, ¿quién lo estará?” pone el énfasis en el autoconocimiento y autocuidado de quien asume el rol de ejercer liderazgo. El tener conciencia de las lealtades, muchas veces inconscientes, que se tienen para con la comunidad, antepasados, símbolos y con uno mismo, permiten comprender las fuerzas psicológicas que empujan a pensar y actuar de un modo determinado. En ese sentido, la identidad26 no es una cosa fija e inmutable, dado que no puede separarse de la sociedad y de las circunstancias es la que está inmersa, pues éstas son las condiciones que hasta cierto punto hacen posible su definición y uso social. El solo hecho de reflexionar respecto de qué o quién otorga la autorización de poner a un grupo de personas en un estado de incomodidad, gatilla un ejercicio de introspección que ayuda a revisar los apegos y apetitos que se tienen. Para Heifetz (2003, págs. 168 - 180) es posible categorizar estos anhelos o apetitos en tres diferentes tipos (no excluyentes entre sí); el primero, Poder, que nace de la necesidad desproporcionada de control y del anhelo de ser quien poner orden frente al caos; el segundo, Importancia, que nace de la necesidad de ser querido y reconocido, es decir, permitir y reforzar una visión grandiosa de sí mismo; y la tercera, Intimidad, que es la necesidad de sentirse correspondido y realizado emocional y físicamente, lo que conlleva eventualmente a la distorsión de las relaciones de poder que se tiene sobre otros. Una pregunta más práctica para gatillar la reflexión individual podría ser: ¿Cuán consciente soy de mis propias capacidades, limitaciones

y necesidades en el ejercicio del liderazgo? La segunda interrogante “Pero si solo me preocupo de mí, ¿qué soy?” explicita el riesgo de cosificación del individuo que solo vela por sí mismo y no por el otro, poniendo acento en el efecto que tienen los otros en el individuo, y viceversa. En ese sentido, si hablamos de comenzar a considerar al otro Maturana (2002) afirma que "sin aceptación y respeto por sí mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social". Sin respeto no se pueden orquestar los conflictos entre las distintas facciones y, por consiguiente, el sistema se vuelve incapaz de dialogar y prosperar. Mientras menos respeto exista entre los actores de una comunidad, mayor será la probabilidad de que el conflicto social implique una pérdida en términos de la representatividad y participación de las diferentes facciones dentro del sistema. Por otro lado, también pone foco en la responsabilidad individual de respetarse a sí mismo y su efecto en la convivencia con otros. En esa línea, Maturana (2015, pág. 538) sostiene que:

25 Hillel, Pirke Avot 1.14, traducido por Héctor Lira. En inglés: "If I am not for myself who is for me? And being

for my own self, what am 'I'? And if not now, when?". 26 Una reflexión que viene al caso, Humberto Maturana habla de la “unidad ecológica organismo-nicho” y la define como una dinámica molecular que ocurre en las circunstancias que lo ha hecho posible, por lo tanto, la identidad del ser humano es biológica – cultural; su organismo tiene cierta estructura biológica que le permite ser humano, y a su vez, todo lo que hace y reflexiona constituye parte de su nicho ecológico.

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

Una transformación cultural ocurre como una transformación individual que, dado el carácter sistémico de nuestro vivir social, lleva a la transformación de los mundos que generamos en nuestros convivir” y refuerza “si estamos conscientes que de que depende de nosotros recuperar la salud de la Humanidad, es un acto ético el que nos comprometamos a hacerlo. Con relación a este punto, una interrogante más aplicada al quehacer diario podría ser:

¿Cuánto respeto y aceptación existe entre los actores de la comunidad que les permita construir por sí mismos una visión de futuro sustentada en el bien común? Finalmente, la tercera pregunta “Y si no es ahora, ¿cuándo?” hace mención al llamado a la acción y sentido de urgencia, de modo tal que la comunidad se comprometa con dar forma al futuro de manera coherente con los valores que posee. Este emplazamiento tiene ciertas implicancias para las personas y el sistema social. En esta línea, Ganz (2010) sostiene que: Los líderes pueden involucrar a las personas mediante la movilización de los sentimientos que animan a la acción y desafiando los sentimientos que inhiben la acción. De hecho, la mayoría de nosotros tenemos sentimientos encontrados, algunos de los cuales son más relevantes en un momento que en otro. Al movilizar un conjunto de sentimientos para desafiar a otros sentimientos se puede producir una disonancia emocional, una tensión que sólo puede resolverse mediante la acción. El cuestionarnos respecto de cómo experimentamos en términos anímicos-emocionales la incertidumbre en un proceso de transformación nos sitúa directamente en las reflexiones y acciones que realizamos a lo largo de un proceso adaptativo. Cada reflexión y acción que se genera cuando un sistema se enfrenta a un dilema gatilla una respuesta emocional, biológica y cultural27 en sus individuos y, por consiguiente, en el sistema. En ese sentido, la incertidumbre tiene dos interpretaciones que compiten entre sí; la primera, donde puede simbolizar una enorme posibilidad de adaptación al entorno por parte del sistema social; y la segunda, donde puede representar una enorme fuente de angustia 28 para los miembros que se resisten a vivir un proceso de adaptación, implicando – de no ser efectivamente orquestada esa angustia- a una potencial destrucción de la comunidad. En efecto, es necesario considerar la importancia de los sentimientos y emociones, entendiéndolos ya no como fenómenos intrascendentes o “residuos” propios de un proceso de transformación, sino que como elementos constitutivos esenciales cuando se trata de

27 Para ilustrar, Maturana sostiene que todo dolor, 28 Es importante comprender la diferencia entre

en su origen, es cultural. angustia y miedo. En palabras de Heidegger: “Angustia es radicalmente distinto de miedo. Tenemos miedo siempre de tal o cual ente determinado que nos amenaza en un determinado respecto. El miedo de algo es siempre miedo a algo determinado (…) La angustia no permite que sobrevenga semejante confusión. Lejos de ello, háyase penetrada por una especial tranquilidad. Es verdad que la angustia es siempre angustia de…, pero no de tal o cual cosa. La angustia de… es siempre angustia por…, pero no por esto o lo otro. Sin embargo, esta indeterminación de aquello de qué y por qué nos angustiamos no es una mera ausencia de determinación, sino la imposibilidad esencial de ser determinado.” (Heidegger, 1974, pág. 50)

17

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

comprender al sujeto en sus circunstancias, es decir, en el ahora. La necesidad incesante de los seres humanos de acumular seguridad para su autocuidado, de construir estabilidades y regularidades, cuya máxima expresión de esta superestructura de autoprotección es la moral y cultura de una comunidad, es una de las principales razones por las cuales se debe desarrollar la capacidad de construir y sostener un futuro esperanzador por parte de la comunidad, sobre todo considerando la angustia que provoca la incertidumbre de lo desconocido. Esto último solo es posible por medio de la “movilización de los sentimientos” a los cuales hace referencia Marshall Ganz. Una forma de articular lo anterior como pregunta podría ser: ¿Cuánta capacidad tiene el sistema de crear y sostener una visión esperanzadora de futuro debido y pese a la angustia que les provoca la incertidumbre?

Reflexiones finales Es temible quien ejerce liderazgo por parecer arbitrario y, por ende, injusto, pero también el liderazgo en sí mismo, como fenómeno, por amenazar y hacer desaparecer la codificación de ciertas normas, principios y conductas que nos entregan estabilidad. Sin embargo, quizás tan fundamental como los cuestionamientos éticos inherentes a la decisión de movilizar un grupo en un contexto de incertidumbre, es también importante el cuestionarse respecto de humanas y sociales que implica el no hacer nada. En ese sentido, si bien a lo largo de todo el análisis se ha puesto un mayor énfasis en los dilemas éticos asociados al ejercicio de liderazgo, es también igual de importante sopesar lo que implica evadir la responsabilidad. Para ilustrar este último punto, si Nelson Mandela hubiese decidido no actuar, debido al peso de la responsabilidad de la ética de su liderazgo, quizás no se hubiera avanzado en la superación del apartheid. Por lo mismo, dada la gran cantidad de puntos ciegos que inevitablemente tenemos al momento de observar y actuar, se vuelve lógico la existencia de un valor inalienable al ejercicio del liderazgo: humildad. Pero no en su acepción de sumisión o bajeza, sino más bien como la “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”29. Hay algo que claramente se deja entrever detrás de todo este análisis, y es que ejercicio del liderazgo, cuando no conlleva una reflexión ética de por medio, es inefectivo en términos del progreso del sistema social. Y, en ese sentido, la necesidad de mirar y mirarnos a nosotros mismos se vuelve fundamental si pretendemos que los sistemas prosperen. El formular las preguntas correctas nos puede ayudar, tanto individual como grupalmente, a no caer en los errores clásicos de todo proceso de movilización, los cuales en su peor versión han tomado formas de dictaduras, genocidios y guerras. La revisión profunda e individual de las acciones e inacciones que cometemos cotidianamente cuando asumimos el rol del liderazgo es el único resguardo que podemos tener de obrar en pro del bien común. El cómo una comunidad experimenta la combinación de tensión y

29 "Humildad".

En el Diccionario de la Lengua Española. Fuente electrónica [en línea, consultado el 23-04-13]. Madrid, España: Real Academia Española.

Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo

contención tiene una incidencia directa en el ritmo de desarrollo de su capacidad de adaptación frente a un desafío difícil. De ahí que, el plantearnos ciertos cuestionamientos30durante el ejercicio de liderazgo puede prevenir que no terminemos ensimismados y convertidos en el gran obstáculo del progreso del sistema al cual intentamos movilizar. Quizás si Hitler o el pueblo alemán se hubiesen realizado las preguntas correctas, o hubiesen comprendido parte de las reflexiones que se han desarrollado, habría existido una remota posibilidad de un escenario diferente al ocurrido. Por consiguiente, si tal posibilidad existe, por muy insignificante que esta sea, entonces vale la pena iniciar una conversación como comunidad académica respecto de cuál es la concepción de liderazgo que buscamos promover. Hasta cierto punto, nunca se sabe cuándo puede aparecer un nuevo pequeño gran dictador en nuestras familias, aulas, organizaciones y sociedades o, inclusive, frente al espejo que vemos cada mañana. Probablemente, mientras más pasión y ganas siente alguien por cambiar el mundo, mientras más llamado se siente a cambiar una realidad, entonces sin dolo y sin saberlo, más peligroso puede resultar para otros y para sí mismo. Y, sin embargo, emerge nuevamente el dilema: ninguno de esos riesgos debiera paralizar a nadie. Es ese el espíritu detrás de este ensayo, un llamado a que todos se sientan “autorizados” a ejercer liderazgo, pero sin jamás sacrificar la libertad y capacidad reflexiva de los individuos y sistemas sociales.

30 Por ejemplo: ¿Es esta la dinámica que le va a permitir al grupo

prosperar? ¿Para qué quiero ejercer liderazgo? ¿Cuánta dependencia he generado en el grupo para que resuelvan por sí mismos los problemas? ¿Es esta forma de generar desequilibrio la más ética? ¿Es la más efectiva? ¿Cuánto me he dejado seducir por mi propia necesidad de controlar, ser admirado y/o sentirme querido a lo largo del proceso? ¿Estoy dispuestos a renunciar a lo que más valoro y necesito como individuo en beneficio de los demás? ¿De quién aprendí a actuar de esta determinada manera? ¿Cuánto daño estoy dispuesto a infligir en nombre de mis creencias más profundas? ¿Quién o qué me autoriza a hacer esto?

19

Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez

Referencias Eichholz, J. (2015). Capacidad Adaptativa. Bogotá: LID Editorial Colombia. Ganz, M. (2010). Leading Change: Leadership, Organization, and Social Movements. En N. Nohria, & R. Khurana, Handbook of Leadership Theory and Practice [Manual de Teoría y Práctica de Liderazgo] (págs. 527-568). Boston: Harvard Business School Press. Gharajedaghi, J. (2011). Systems thinking. Burlington: Elsevier. Heidegger, M. (1974). ¿Qué es la metafísica? En J. Bergamín, Antología de Cruz y Raya (págs. 45-59). Madrid: Ediciones Turner. Heifetz, R. A. (1997). Liderazgo sin respuestas fáciles. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. Heifetz, R. A., & Linsky, M. (2003). Liderazgo sin límites. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. Heifetz, R. A., Linsky, M., & Grashow, A. (2012). La práctica del liderazgo adaptativo. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica. Hitler, A. (1993). Mi lucha. Barcelona: Editors S.A. Jeffrey, A. C. (1992). Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Editorial Gedisa. Maturana Romesín, H., & Dávila Yáñez, X. (2015). El árbol del vivir. Santiago: MVP Editores. Maturana, H. (2002). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago: Dolmen Ediciones. Maturana, H. (8 de agosto de 2006). Autopiesis. Recuperado el 21 de septiembre de 2017, de www.autopoiesis.cl: https://autopoiesis.cl/?a=19 Vega, G. (23 de Abril de 2005). Propaganda Nazi: el arma más poderosa del Tercer Reich. El Mercurio. Vitkine, A. (2011). Mein Kampf. Historia de un libro. Barcelona: Editorial Anagrama.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.