Hacia la constitución de una Federación Obrera Nacional: La Primera Convención Nacional de Mancomunales, Santiago 1904

October 12, 2017 | Autor: Pablo Artaza | Categoría: Social History, Movimientos sociales, Movimiento obrero
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H acia la constitución de una ... Experiencias de historia regional

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Chile.

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Pablo Artaza B. 299-324. Valparaíso -Chile . 2009

HACIA LA CONSTITUCIÓN DE UNA FEDERACIÓN OBRERA NACIONAL: LA PRIMERA CONVENCIÓN NACIONAL DE MANCOMUNALES, SANTIAGO 1904* Pablo Artaza Barrios.**

La constitución de instancias de articulación de alcance nacional del proletariado, tendería a marcar la mayoría de edad en el proceso de formación del movimiento obrero chileno. Tradicionalmente –y con razones sobradas para ello– este proceso se ha visto estrechamente vinculado a la labor de organización desplegada por los gremios ferroviarios de Santiago, quienes el 18 de septiembre de 1909 habrían constituido la Gran Federación Obrera de Chile, generando con ello una estructura que en lo sucesivo habría experimentado un importante proceso de ampliación. Sobre todo, a partir de la labor de agitación y organización desplegada por el Partido Obrero Socialista desde 1912 en adelante, y –más aún– de Luis Emilio Recabarren, en torno a la constitución de una organización que lograra la unión federativa del elemento obrero nacional, situación que se habría conseguido paulatinamente desde la Convención de 1917 y logrado imponerse en la de Concepción, en diciembre de 1919, consiguiendo con ello la reorientación de la Federación Obrera de Chile (FOCh)1. * Este artículo es producto del proyecto de investigación en “Memoria y movi mientos sociales”, el que forma parte del Programa de Investigación Domeyko Sociedad y Equidad, Subprograma “Memorias, historia y derechos humanos”, de la Universidad de Chile. ** Académico del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chi le. E-mail: [email protected] 1 Respecto a la FOCh la bibliografía es abundante y para reforzar esta indicación bastaría considerar a Julio Cesar Jobet, Recabarren y los orígenes del movimiento obrero y el socialismo chileno, Santiago, 1973, pp. 169 a 201; Jorge Barría Serón, “Los movimientos sociales de principios del siglo XX, (1900 – 1910)” en Memoria de título, Universidad de Chile, 1953, pp. 109 a 112; Jorge Barría Serón, El movimiento obrero en Chile. Síntesis histórico–social, Santiago, 1971, pp. 50 a 52; Hernán Ramírez Necochea, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Moscú, 1984, p. 47 y 81 a 100; Fernando Ortiz Letelier, El movimiento obrero en Chile, 1891–1919, Madrid, 1985, pp. 217 a 222; y Mario Garcés y Pedro Milos, FOCH, CTCH, CUT. Las centrales unitarias en la historia del sindicalismo chileno, Eco, Santiago, 1988, pp. 18 a 45. Para versiones distintas ver Moisés Poblete, quien señala que sólo a partir de la Confederación de Trabajadores de Chile podría plantearse la unión sindical en el país y, especialmente, Peter DeShazo, quien critica por “sobreestimado” tanto el papel de la FOCh como del POS en la constitución del Movimiento Obrero Chileno. Ver en Moisés Poblete Troncoso, El movimiento obrero latinoamericano, México, 1946, pp. 128 a 146 y Peter DeShazo, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile:

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Sin negar la efectividad de lo anterior, en este artículo queremos dimensionar uno de los primeros y más desconocidos esfuerzos desplegados en torno a este objetivo, como el que se materializara por parte del movimiento mancomunal, el que ya a mediados de 1903 desplegaba acciones tendientes a lograr la articulación federativa nacional de los trabajadores del país, las que se concretizaron un año más tarde, en la Primera Convención de Mancomunales de mayo de 1904. Sin embargo, ésta no constituyó ni la única, ni menos la primera iniciativa destinada a congregar organizativamente a los trabajadores chilenos, los que desde hacía algunos años –bajo distintas instancias organizativas– venían desplegando esfuerzos de unión y coordinación popular de alcance nacional. Esta necesidad de articulación y “unificación del movimiento” constituía –de hecho– una de las conclusiones del Congreso Obrero realizado en la capital en septiembre de 1885, al alero de la sociedad de Artesanos “La Unión” de Santiago, y que convocó al grueso del movimiento mutualista2. Solo por mencionar las más significativas, Hernán Ramírez nos da cuenta como “entre los esfuerzos encaminados a vincular diversas organizaciones de trabajadores”3 destacan la Liga de Sociedades Obreras, en 1888, la que bajo la coordinación de la Unión de Carpinteros logró cohesionar a una docena de sociedades del puerto de Valparaíso4. Nuevamente en Valparaíso, y producto del rechazo popular generado ante la iniciativa gubernamental de dictar una ley prohibiendo las huelgas, a fines de 1892 se formó –en base a las uniones de protección al trabajo existentes– la que se conocería como Federación de Uniones de Protección al Trabajo, o Federación Obrera, la que constituiría –a juicio de Ramírez– “el primer esfuerzo hecho en el país con el fin de estructurar una central sindical”5. En Santiago, en 1894, casi una veintena de sociedades dio pie a la generación de la Confederación Obrera de Sociedades Unidas, la que intentó desarrollar un Congreso 1902–1927, Santiago, 2007, pp. 193 a 213. 2 El Congreso Obrero, así como las principales instancias de coordinación obrera durante la década de 1880 han sido trabajados por Sergio Grez en De la “Regeneración del Pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810–1890), Santiago, 1997, pp. 588 a 591 y 614 a 620. Asimismo, la conformación de redes mutualistas ha sido destacada por Nicolás Holloway en “Identidad, sociabilidad y política en el movimiento mutualista: La Sociedad de Artesanos “La Unión” de Santiago, 1862 – 1888”, Seminario de Grado de Licenciatura en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 2007, pp. 58 a 60. 3 Hernán Ramírez Necochea, Historia del Movimiento Obrero en Chile, Siglo XIX, Antecedentes, Concepción, 1986, p. 257. 4 Ibidem, pp. 257 y siguiente. 5 Ibidem, pp. 164 y siguiente.

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Nacional6. Dos años después, en el extremo norte del país, se registran esfuerzos encaminados a formar, en Iquique, una Confederación de Sociedades Obreras de la provincia de Tarapacá7. Nuevamente en Iquique, y “marcando la etapa inicial del moderno sindicalismo chileno”, al despuntar el nuevo siglo se constituiría “la entidad precursora inmediata de las organizaciones sindicales que van a actuar en época posterior”8, ya que surgiría la Combinación Mancomunal de Obreros de Iquique9. La sociedad combinación mancomunal de obreros de Iquique. La Mancomunal, fundada oficialmente –luego de un año de activos preparativos– el 21 de enero de 1901 por Abdón Díaz Galleguillos, quien fuera permanentemente su presidente, se formó bajo la apariencia de una mutual, pero convocando como potencial mancomunado a quien reuniera como condición prioritaria y excluyente el “pertenecer a la clase obrera ...(lo que) implica formar parte del elemento activo y ser integrante de la vida comercial e industrial”10, lo que llegaba a constituirse en el primero de los deberes de los miembros de la institución11, formándose con ello una de las primeras instituciones excluyentemente clasistas del país. El nacimiento exacto de esta importante institución popular tiende a ser confuso, imprecisión que llega a ser fomentada por los propios responsables de la Mancomunal. Si bien aparece oficialmente instalada en la fecha indicada, como las gestiones para su establecimiento demoraron prácticamente más de un año, sus fundadores tendieron a retrotraer el nacimiento al surgimiento de la iniciativa. El mismo Díaz en su respuesta a la conocida carta enviada desde Valparaíso por Luis Emilio Recabarren –como Secretario General del Partido Democrático– en febrero de 1902, al agradecerle los elogiosos términos en que se

Ibidem, pp. 266 a 268. Ibidem, pp. 268 y siguiente. Esta confederación o “Liga de Sociedades Obreras de Iquique” ha sido trabajada por Julio Pinto Vallejos, quien –por sus similitudes– la ha destacado como un esfuerzo precursor de la Mancomunal iquiqueña, ver en Julio Pinto Vallejos, Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera, Santiago, 1998, pp. 223 y siguiente. 8 Ibidem, pp. 269 a 271. 9 Para la Mancomunal, ver tanto el texto como bibliografía en Pablo Artaza Ba rrios, Movimiento social y politización popular en Tarapacá, 1900–1912, Concepción, 2006, donde se le presta una atención preferencial a esta institución. 10 Ximena Cruzat, El movimiento Mancomunal en el norte salitrero: 1901–1907, Tomo I, Santiago, 1981, mimeo, p. 27. 11 “Deberes de los Combinados para con la institución” en El Trabajo, Iquique, 20 de julio de 1901. 6 7

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plantea respecto de su institución, le indica que ésta nació “el 21 de enero de 1900”12. Es sólo hacia abril de 1901 que efectivamente podemos confirmar su existencia, ya que hacia esa fecha comienza a aparecer constantemente en la prensa local, llegando a ser felicitada su instalación y “dando sus votos por la prosperidad de esta institución” de parte del Intendente de Tarapacá en una nota del 10 de mayo13. Siendo sus mismos organizadores quienes llegan a reconocer las dificultades de su establecimiento, al señalar que “la inspiración es netamente nacida de obreros que, después de un año y medio de estudio, se han penetrado profundamente de las verdaderas necesidades de la clase trabajadora: se han convencidos que toda ella es una y cualesquiera que sea la categoría del obrero, uno mismo es también su interés. Unidos, será fácil tarea echar los cimientos del templo que bajo su cariñosa sombra nos brindará luz y saber”14. Refiriéndose a su fundador, según Floreal Recabarren, Abdón Díaz “es el caso típico de los trasplantados. Había nacido en Coquimbo…y se trasladó al norte buscando fortuna. Su profesión fue la de lanchero. Se asegura que esta actividad fue la que le proporcionó un nivel intelectual nada despreciable. Figuró como uno de los presidentes de la Gran Unión Marítima en las postrimerías del siglo XIX”15. Por su parte, Cruzat y Devés indican que su primera actividad fue de minero, para luego pasar a trabajar en la Empresa de Ferrocarriles de Carrizal Bajo, desempeñándose posteriormente como gruísta, fogonero, cargador, obrero industrial y, por último, por 12 años lanchero16. Éste, junto a “otros numerosos obreros de larga trayectoria sindical” como Valentín Sánchez y Manuel Rojas, desde principios de 1900 habrían comenzado la ardua labor organizativa que habría dado origen –un año después– a la Sociedad Combinación Mancomunal de Obreros17. 12 “Contestación” en El Trabajo, Iquique, 23 de febrero de 1902. Esta situación se reitera por el propio Abdón Díaz, al conmemora su segundo aniversario oficial, ya que para él esta ocasión marcaba el tercer aniversario de la institución, señalando que “este aniversario se cumplió el 21 del presente”. Ver en “La Sociedad Mancomunal de Obreros. La fiesta de su aniversario” en El Nacional, Iquique, 27 de enero de 1903. 13 La alusión al saludo y felicitación en la respuesta de Abdón Díaz al Intendente, en “Nota contestación” en El Nacional, Iquique, 16 de mayo de 1901. 14 “Fines primordiales de la Combinación Mancomunal de Obreros” en El Pueblo, Iquique, 25 de abril de 1901. 15 Ver en Floreal Recabarren, Historia del proletariado de Tarapacá y Antofagasta, (1884-1913), Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Chile, Santiago, 1954, p. 228. 16 Ximena Cruzat, op. cit., Tomo III, p. 162 17 Hernán Ramírez Necochea, “Historia del movimiento..., op. cit., p. 269. Para Ra mírez la fecha de fundación de esta organización corresponde a abril de 1901.

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La que a poco andar habría sido la iniciadora de un movimiento nacional de vastas proporciones, para Floreal Recabarren, la Mancomunal está revestida de una gran relevancia, ya que “abrirá una nueva etapa en la historia del proletariado nortino y chileno”18. A partir de su fundación –según la mayoría de los autores que se han referido a ella– la Mancomunal se definió como una institución que conjugaba la necesidad de enfrentar colectivamente las carencias sociales inmediatas, propias de las asociaciones de socorros mutuos y del mutualismo en general, con la acción política de defensa del trabajo que hacía poco estrenaran en el país las sociedades de resistencia19. Para Fernando Ortiz, las mancomunales representan “un feliz intento por armonizar la tradición mutual que imperaba hasta esa fecha y las nuevas necesidades mediatas e inmediatas del movimiento proletario”20, y en opinión de Garcés, “la Mancomunal...buscó articular en su seno tareas mutualistas, sindicales y de partidos políticos populares (y) en ello quizás estriba su mayor originalidad. En el grado de vinculación de las tareas sociales con las tareas políticas”21. Situación que la misma institución se esforzó en aclarar desde sus inicios, ya que desde su instalación definitiva había indicado que “El combinado, con el solo hecho de cumplir con los preceptos de la organización, será protegido en el trabajo y amparado en sus derechos conforme a las leyes del país”22. Por ello es que podemos destacar como una de sus primeras características organizativas, el que la Mancomunal buscaba constituir una superación del mutualismo. El movimiento Mancomunal: hacia la unión de la República obrera Federal. Claramente expresado en sus propios planteamientos, la excesiva fragmentación organizativa del mundo popular y el predominio de las dinámicas mutualistas contribuían a reforzar la debilidad del trabajo frente al capital. Y es así como desde su instalación en Iquique, la Mancomunal demostró plantearse como una institución destinada a lograr la superación del mutualismo, al incluir entre sus tareas prio Floreal Recabarren, op. cit., p. 182. Para una descripción de las características y obras de la Mancomunal desde su fundación, ver también en pp. 182 a 191. Ver, por ejemplo, en Ximena Cruzat, op.cit., Tomo I, passim. 20 Fernando Ortiz, op. cit., p. 191. 21 Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, Santiago, 1991, p. 252. 22 “Fines primordiales de la Combinación Mancomunal de Obreros” en El Pueblo, Iquique, 25 de abril de 1901. El destacado es nuestro. 18



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ritarias áreas diferentes como la defensa del trabajo; y más puntualmente al señalar que no buscaba entrar en competencia con las demás sociedades obreras de la provincia, ya que la Mancomunal se orientaba a constituirse por encima de ellas: “El ser miembro de otra institución, no es un obstáculo para pertenecer á está, cuyos fines van dirigidos a conseguir el mejoramiento económico de sus combinados, recursos que son la base de la existencia de las hoy establecidas”, reconociendo así que por sus características especiales, “Esta institución en su forma y por su clase, es la primera que se funda en el país y aún en Sudamérica”. Estas afirmaciones eran reforzadas al señalar que “La Combinación Mancomunal de Obreros, a fin de poder tratar el interés de todos los que nos encontramos ligados sobre un mismo vínculo, cual es el del trabajo, es extensiva a todos los gremios obreros”23. Haciendo aún más clara esta intención y explicando los alcances del sentido institucional de la Mancomunal frente a las formas predominantes existentes hasta el momento en el movimiento popular, el mismo Abdón Díaz argumentaría respecto a la necesidad de enfrentar los nuevos desafíos con instrumentos igualmente novedosos, logrando constituir una herramienta más poderosa que las sociedades de corte mutual. Según sus palabras: “En Iquique especialmente y en toda la República existen, como en Santiago, numerosas asociaciones de socorro mutuo, cuyo espíritu general es colectar dinero para procurar medicinas al socio enfermo que las solicita y sepultar honrosa y decentemente a los socios que fallecen”, lo que pese a continuar siendo importante, ya “no bastaba a satisfacer nuestras necesidades, en una época en que veíamos declinar seriamente nuestra situación económica, y por ende, la representación social se desvanecía para nosotros. Notábamos en cambio, que una densa oscuridad nos rodeaba a paso de gigante”. Según sus palabras, era la excesiva pauperización en las condiciones de vida de los sectores populares lo que obligaba a generar un nuevo referente. “Era preciso –continuaba Díaz– detener esas sombras, que consistían en la eliminación del hombre honrado de los centros sociales; la pérdida irreparable del derecho a la libertad de accionar; la renuncia imperdonable a la facultad de adquirir, apreciar y manifestar los deseos y aspiraciones; en fin, la renuncia a la vida misma, puesto que prevalecía sobre nosotros el imperio absoluto del hambre”. Ante situación tan extrema, el mutualismo no resultaba herramienta suficiente, y “hubi Idem.

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mos de rebelarnos; pero en términos racionales, como cumple a hombres de y jefes de familia. Rebelarnos en contra de la absorción de la libertad individual, absorción buscada por medio del sitio brutal del hambre”. Era necesario, por tanto, generar mecanismos que permitieran afrontar estas circunstancias, ya no solamente supliendo algunas de las principales necesidades populares –como lo hacía el socorro mutuo– sino que generando un tipo de asociación que posibilitara enfrentar la más profunda de todas las desigualdades, la existente en torno al enfrentamiento entre el trabajo y el capital; sobre todo al resultar tan fácil “apreciar el grado de justicia que asiste a los obreros para constituirse en defensa del pan propio y de sus hijos”24. Es la centralidad asociativa en torno a la defensa del trabajo lo que más significativamente diferenciaba al movimiento mancomunal del mutualista, y lo que a juicio de la propia organización representaba una forma más directa y exitosa de afrontar los desafíos del presente. Llegando incluso a manifestar cierta superioridad frente a las estrategias –a su juicio parciales– adoptadas por las sociedades de socorros mutuos, afirmando tempranamente que “lo que no han podido hacer las Sociedades de Socorros Mutuos en cuarenta años que llevan de lucha, lo han hecho las Mancomunales en menos de cuatro años que tienen de existencia”25. Por otra parte, junto a las particularidades ya descritas de esta asociación, una dimensión fundamental de este nuevo estilo organizativo popular instaurado en Iquique, vino a quedar en evidencia en sus esfuerzos orientados a lograr la articulación nacional del elemento obrero, por medio de la constitución de un movimiento de alcance nacional. Un año después de su fundación, Gregorio Trincado formaba la Mancomunal de Tocopilla y el propio Abdón Díaz participaba en la formación de una delegación en Pisagua. En esa oportunidad, una comisión compuesta por Díaz, Amador Rojas y Clodomiro Guajardo –todos de la directiva de la Mancomunal de Iquique– se dirigieron a Pisagua, para dictar una serie de tres “largas y bien inspiradas conferencias en el salón de sesiones de la Gran Unión Marítima” orientadas a formar una delegación y “uniendo así a todos los trabajadores de la provincia”, ocasión en que lograron “la inscripción en los registros sociales de un crecido número de adeptos”26. Ese mismo año, a instancias de La declaración de Abdón Díaz en “Las Mancomunales de Obreros” en Las Ultimas Noticias de El Mercurio, Santiago, 24 de mayo de 1904. 25 “La Convención Mancomunal de Obreros de la República” en El Alba, Lota–Co ronel, 1° de junio de 1904. 26 “De Pisagua. Delegados obreros” en El Nacional, Iquique, 20 de julio de 1902. 24



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lo ocurrido en Tarapacá y siguiendo su modelo, se instauraba la sociedad en Coquimbo, en Lota, Coronel y Lebu27. Para inicios del año siguiente, también se creaba esta institución en Antofagasta y Chañaral, entre otros lugares28. Especial mención requiere lo ocurrido en la zona carbonífera, ya que es ahí donde queda más claramente evidenciado el alcance nacional que buscaba dársele a la Mancomunal. En la zona de Arauco no solamente se siguen los lineamientos de su par nortina para moldear la nueva institución, sino que por medio de contactos epistolares, como había ya ocurrido en otras zonas del país, se avanza en la homogenización organizativa. A principios de agosto, la directiva de la Mancomunal iquiqueña le escribe a su par del sur una nota en lo siguientes términos:



“Muy señor mío: He recibido su atenta nota en que me anuncia la formación en Sociedad del elemento trabajador de mar de ese puerto y celebro la organización. Me sería muy grato tener su estatuto, y si no lo hicieran aún, creo que habría conveniencia general para los compañeros del país que se sirvieran Uds. imponerse de los Estatutos de esta Mancomunal para que los aplicaran en lo que fuera adaptable a la forma de trabajos allí. Ya tenemos Combinaciones en toda la provincia de Tarapacá, en Tocopilla, Antofagasta, Taltal, Chañaral, Copiapó y Coquimbo; en Valparaíso se dan ya los pasos necesarios para formarla, lo mismo en Santiago, de manera que los compañeros de Lota y Coronel vendrían ha unir los extremos del nudo obrero que opondremos al Capital para impedirle sus especulaciones. Por lo que tenemos estudiado, vemos que hay conveniencia absoluta en regirnos por una sola carta fundamental para formar la República Obrera Federal. Esto, desde luego, tiene la ventaja de que un obrero que venga del sur o vaya de aquí encontrará su Combinación, en donde tiene reservado su puesto y la protección en el trabajo, librándose así de caer en manos de los usureros y especuladores. Espero pues que Ud. pondrá su empeño en estudiar el asunto para seguir por el mismo camino que llevamos todas las provincias del norte”29.

Prueba de su éxito se evidenció en el efectivo es-

27 El papel de ejemplo jugado por la Mancomunal de Iquique en las tierras del car bón ha sido tratado por Michael Reynolds, Movimiento Mancomunal y conciencia de clase en la frontera carbonífera, 1903–1907, Seminario de Grado, Universidad ARCIS, Santiago, 2006. 28 Julio César Jobet, op. cit., 145 y siguiente. 29 “Correspondencia. Combinación Mancomunal de Obreros” en El Alba, Lota Coronel, 1º de septiembre de 1903.

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fuerzo desplegado por lograr congregar tempranamente una actividad federativa, la que un periódico iquiqueño interpretaba en los siguientes términos: “La Sociedad Mancomunal de Obreros es, puede decirse, la refundación de todas las sociedades obreras en una sola, subsistiendo aquellas y organizándolas para tratar de mejorar la situación pecuniaria de la clase obrera, obteniendo del capitalista…la remuneración que merece el concurso del obrero”30, orientación que posteriormente adquirirá alcance nacional, ya que en los años siguientes surgirían mancomunales en áreas como La Serena, Tongoy, Ovalle, Quillota, Valdivia y Santiago31. Sólo así ccomo veremos– podía realizarse una acción más eficiente en la defensa del trabajo, ya que las nuevas circunstancias por las que atravesaba el mundo popular exigían de una respuesta consistente y coordinada. Las bases de la Unión: la primera reunión de Mancomunales. Parte fundamental de la unificación nacional de los trabajadores pasaba por la necesidad de generar instancias de coordinación efectiva de la actividad asociativa popular, la que quedó de manifiesto con la celebración de la Primera Convención Nacional de Mancomunales, en Santiago entre el 15 y el 24 de mayo de 1904, y que reunió a un importante número de agrupaciones, encabezados por veintisiete delegados, que representaban una cifra que –según diversos comentaristas– fluctuaba entre veinte y cuarenta mil afiliados de todo el país32. La que concluyó con la entrega de un petitorio al presidente Riesco, el que condensaba las demandas específicas de los diversos trabajadores del país33. La necesidad de esta Convención se fundaba, además, en los deseos expresados desde hacía un año antes por diversas organizaciones, las que veían en la unión nacional de los obreros una garantía de mejor satisfacción de sus intereses.

“De Pisagua. Delegados obreros” en El Nacional, Iquique, 20 de julio de 1902. Jorge Barría, op. cit., p. 29. Respecto a la Convención, esta ha sido escasamente atendida por la historio grafía, salvo por Jorge Barría Serón, “Los movimientos sociales… op. cit., pp. 93 a 100, y en menor medida en El movimiento obrero..., op. cit., pp. 27 a 29, y Floreal Recabarren, op. cit., p. 228; los demás historiadores casi no la mencionan, ver por ejemplo en Julio César Jobet, Recabarren y el origen..., op. cit., pp. 146 y siguiente. 33 “Delegación de Mancomunales conferencia con el Presidente de la República. Interesante memorial” en La Ley, Santiago, 25 de mayo de 1904. 30 31 32

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Imagen 1 Algunos de los participantes de la convención de Mancomunales34

Desde la zona carbonífera, en mayo de 1903 se señalaba que “Hace algunos años que este género de asociaciones vienen luchando por entre las múltiples opiniones (respecto a) la metralla justiciera que se prepara a arrancar de una vez por todas el pesado yugo del capital, insaciable (enemigo) de todas las edades. Aún todavía no se ha dado en el quid de la cuestión definitivamente, manifestando la potencia del poder mancomunado: seremos entonces nosotros los primeros en dar la voz de iniciativa”.

Lo que respondía al propio diagnóstico del movimiento mancomunal, según el cual se indicaba que “Ha habido grandes huelgas, asesinatos y revueltas con pequeños triunfos, que a la comparación bien poco práctico ha sido el resultado, salvo una que otra región que han tenido de por sí asomos de triunfos aunque siempre podríamos llamarlos superficiales, en atención que el capital mismo se asocia y se mancomuna para contrarrestar la acción Federal”

insistiendo en la debilidad de los trabajadores al actuar descoordinadamente, al preguntarse “¿qué ha sucedido con los movimientos de trabajadores?, hay una huelga en Iquique, ¿qué hacen los de Lota?, nada propiamente dicho, porque no La fotografía corresponde a La Vida Ilustrada. Revista de Variedades, Santiago, 4 de junio de 1904, Nº 119.

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lo han sabido a tiempo ya porque el gobierno mismo confunde la correspondencia a fin que los del sur no sepan lo que hacen los del norte como sucedió con la huelga de Valparaíso que Lota y Coronel lo supieron cuando todo había pasado”. Por lo que resultaba indispensable actuar con uniformidad, ya que “los intereses económicos del trabajador son iguales en todas partes, si exigen los del norte, también los del sur a un tiempo y unidas todas las fuerzas mayor será entonces la influencia que se ejerce”. Reforzando lo anterior, destacaba que: “Se ha visto que las reclamaciones aisladas no producen efecto y que ya es tiempo de preparar un reclamo general, luego hay que estudiarlo, y ese estudio debe ser en común a fin de armonizar la divisa en toda la línea, pensando iguales e iguales también ir a la huelga a morir o vencer”. Para continuar luego enfatizando en la necesidad de un encuentro nacional: “Para esto venga el Congreso de Federaciones y Combinaciones Mancomunadas donde se pueda levantar el edificio descansado sobre un solo principio”. Oportunidad que sería aprovechada para unificar “nuestro modo de obrar”; para coordinar “la propaganda futura para atraer a los gremios que aún permanecen indiferentes”, esperando que “tal vez en tres años de labor, podremos ya sintetizar nuestras potencias”; logrando obtener “la organización completa en la República”35. Bajo esta inspiración es que, luego de una ardua organización, durante la segunda semana de mayo comienzan a llegar a Santiago los delegados de las diversas agrupaciones que –mediante validación de sus respectivos poderes– participarían de la Convención, los que fueron recibidos en la Estación por sus compañeros de Santiago36. Por acuerdo de los involucrados, participarían de la actividad los presidentes y vice-presidentes o secretarios de cada sociedad, quienes debían estar respaldados por la mayor cantidad de firmas de sus respectivos socios37. Desde la primera sesión, celebrada el domingo 15 de mayo en el local de la Sociedad de Carpinteros Fermín Vivaceta, se trabajó afanosamente en torno a la validación de poderes, fijación de horarios de trabajo y elección de la directiva, la que quedó presidida por Abdón Díaz –de la Mancomunal de Iquique– y dos secretarios: Luis Morales –por Lota–Coronel– y Eduardo Gentoso, en representación de los trabajadores de Valparaíso38. Aprobándose también el “Las Federaciones o Combinaciones. Necesidad de un Congreso” en El Alba, Lota–Coronel, 26 de julio de 1903. 36 “Convención obrera” en El Chileno, Santiago, 13 de mayo de 1904. 37 “Convención Mancomunal de Trabajadores” en El Chileno, Santiago, 20 de ma yo de 1904. 38 “Convención de Mancomunales. Elección de mesa directiva” en La Ley, San35



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Acta, que en cinco puntos, definía los propósitos y los objetivos de la reunión: “1° Presentar al Supremo Gobierno el manifiesto de los obreros de Tarapacá, acompañado de las firmas de los trabajadores en general, exponiendo por separado las necesidades de cada Mancomunal; 2° Reconocer los estatutos ya aprobados por las Combinaciones de Tarapacá, Confederación de Valparaíso y Federación de Coronel y Lota; 3° Unificar el nombre general, conservando el primitivo con solo el agregado de Mancomunales; 4° Perseguir en todo lo posible la unificación Mancomunal en todo el país; y 5° Trabajar por conseguir se lleve a efecto una Convención Obrera Industrial como medio de garantir los intereses de patrones y obreros”39. Imagen 2 Directiva de la Convención de Mancomunales y algunos delegados. (Al centro en la mesa Abdón Díaz G., acompañado por Luis Morales y Eduardo Gentoso)40

En cuanto a su composición, se rechazaron los poderes de cinco representantes, aprobándose la participación de veintidós delegados que debían desempeñar una activa la tiago, 17 de mayo de 1904; y “Convención Mancomunal de Trabajadores” en El Chileno, Santiago, 20 de mayo de 1904. 39 “Acta de los compromisos y acuerdos celebrados en la Convención de Mancomu nales” en El Alba, Lota–Coronel, 1º de junio de 1904; comentada también en “La Convención Mancomunal de Obreros” en El Chileno, Santiago, 2º de mayo de 1904; y reproducidos por Jorge Barría, “Los movimientos sociales…”, op. cit., p. 95. 40 La fotografía corresponde a La Vida Ilustrada. Revista de Variedades, Santiago, 4 de junio de 1904, Nº 119.

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bor en el desarrollo de la sesiones de la Convención. Respecto a la exclusión de participantes, éstos fueron rechazados por anarquistas, debido principalmente a dos razones, tanto porque sus organizaciones no propendían a buscar la conciliación de intereses entre trabajadores y capitalistas, como porque no aprobaban el que las conclusiones de la reunión fueran presentadas como memorial al Presidente de la República. Según palabras de un comentarista de la reunión, quienes resultaron rechazados lo fueron en razón de “estar sus ideas en completo desacuerdo con los fines perseguidos por la Convención y sustentar además doctrinas anarquistas”41, opiniones que reforzaría casi un mes después al aclarar que “la comisión calificadora de poderes acordó no aceptar a los delegados de grupos anarquistas, sindicados de empedernidos revoltosos y de no estar constituidos sobre bases serias y dignas de respeto”42. La marginación de los representantes anarquistas generó un gran revuelo, desatándose con ello una de las mayores polémicas que rodeó a la Convención y que llegó a suscitar el conocido intercambio epistolar referido a conducta y propaganda entre Alejandro Escobar y Carvallo y Luis Emilio Recabarren, quien a la razón se encontraba preso en la cárcel de Tocopilla43. Una vez finalizada la discusión, un grupo de anarcos –principalmente capitalinos y de Valparaíso– envió cartas y telegramas a variados medios de prensa tanto populares como oligarcas, en que criticaban abiertamente el comportamiento mancomunal por acudir al Presidente con sus peticiones y caer en el juego de intereses políticos, vertiendo duros calificativos a sus principales promotores, los que según un diario capitalino, los hacía ponerse de oro y azul, y que era firmado por los santiaguinos José M. Cifuentes, J. M. Cardíz, Avelino González G. y David Núñez –por la Sociedad Internacional de Zapateros y Aparadores– los panaderos Adrián Campos, Luis Ugarte, Ricardo Vilches y Laureano Carvajal, 41 “Convención de Mancomunales. Elección de mesa directiva” en La Ley, Santia go, 17 de mayo de 1904. Esta opinión era compartida por otros medios ya que se señalaba, por ejemplo, que en general se habían aceptado los poderes presentados por los diversos participantes “a excepción de algunas colectividades fundadas recientemente en Santiago y Valparaíso, con propósitos que, a juicio de los mancomunales, no corresponden a los fines que la convención persigue”. Ver en “La Convención Mancomunal de Trabajadores” en El Mercurio, Santiago, 18 de mayo de 1904. 42 “Ecos de la Convención de Mancomunales” en La Ley, Santiago, 14 de junio de 1904. 43 La polémica entre Escobar y Carvallo con Recabarren ha sido recientemente re producida y ampliada por Sergio Grez, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “La Idea” en Chile, 1893–1925, Santiago, 2007, pp. 293 a 323.

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y los carpinteros de Valparaíso representados por Clodomiro Maturana y Alberto Guerra”44. Lo que obligó a los participantes de la Convención a explicar –ante la opinión obrera– las razones de su exclusión, al plantear que: “Las Mancomunales, son sociedades de orden y todos nuestros acuerdos y peticiones teníamos que forzosamente presentarlas al Supremo Gobierno, porque en realidad, los habitantes, constituida como está la sociedad, son como hijos de familia que hay primeramente que dirigirse al jefe de la casa antes de dirigirse a los criados. Pues bien, eso fue lo que a los compañeros que figuran en ese grupo, les ha parecido mal, porque íbamos a dirigirnos al gobierno con nuestras peticiones. Somos todavía muy pequeños para pretender exigir por la fuerza, tampoco lo haríamos, y lo que esos compañeros quieren es hacer comprender matemática a un niño antes de haber aprendido las primeras letras. También dice el mismo telegrama, que íbamos influenciados por los políticos, nada de eso se trató dentro de nuestra Convención, pero en ninguna forma tampoco habíamos de ser sus enemigos, como no lo queremos ser con nadie, sean cuales sean sus ideas. La obra de las Mancomunales, es buscar el mejoramiento para los obreros, por todos los medios que estén a su alcance y no buscar rencillas con nadie, mucho menos con nuestros mismos hermanos de infortunio. Queda pues, esclarecida ante la opinión obrera, la verdad de las cosas”45.

Sin duda, la actitud de la Convención, enmarcada dentro de una tradición altamente peticionista, se vio influida por la favorable impresión que causó en algunos círculos populares y, especialmente, entre los dirigentes mancomunales, la iniciativa gubernativa constituida por la denominada Comisión Consultiva del Norte, la que –creada en febrero de ese mismo año y encabezada por el Ministro del Interior– se había concentrado en el estudio y formulación de propuestas de solución frente a los principales problemas administrativos, sociales y laborales de las provincias salitreras46. De ello “Ecos de la Convención de Mancomunales” en La Ley, Santiago, 14 de junio de 1904. “Una aclaración” en El Alba, Lota – Coronel, 1º de julio de 1904. 46 La labor de esta Comisión, que durante los primeros meses de 1904 recorrió las provincias salitreras, fue profusamente cubierta tanto por la prensa regional como capitalina y los antecedentes por ella reunidos se encuentran recopilados en la edición que, años más tarde, realizara uno de sus miembros, ver en Manuel de Salas Lavaqui (rec.), Trabajos y antecedentes presentados al Supremo Gobierno de Chile por la Comisión Consultiva del Norte, Imprenta Cervantes, Santiago, 1908. Respecto 44



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deja constancia el mismo Abdón Díaz, quien al ser entrevistado por un periódico capitalino, ante la consulta sobre la opinión que le merecían los proyectos surgidos como resultado del trabajo de la Comisión Consultiva, respondió con un categórico “excelente”, argumentando que “hasta aquí las soluciones propuestas nos satisfacen plenamente”. Para Díaz, sus formulaciones “van aún más lejos que nosotros”, debido a que –en su opinión– “en el memorial que nosotros le elevamos (al Presidente) no se consigna soluciones tan radicales como las que insinúa la comisión”. Asimismo, para el máximo dirigente de la Mancomunal tarapaqueña, el resultado de la labor de esta misión se trasformaba en “la mejor vindicación de las Mancomunales del norte”, ya que “lo que ellas han pedido incansablemente es lo que está consagrando la Comisión Consultiva”47. Por otra parte, el segundo planteamiento presente en la denuncia anarquista, respecto del papel que sectores políticos vinculados al Partido Demócrata habrían jugado tras la realización de la Primera Convención de Mancomunales, al parecer también contaría con elementos de validación. Sabida es ya la tensa relación existente entre las mancomunales y el partido de Concha y Contardo en torno al control de la organización popular, la que oscilaba entre la autonomía –sobre todo en el caso de la Mancomunal tarapaqueña– y la vinculación estrecha, como ocurría en el área carbonífera48; por lo que la realización misma de la Convención podría aparecer como una buena oportunidad para resolver esta situación. Sin duda, si bien la vinculación entre mancomunales y el PD no estaba en ningún lugar de la tabla, debe haber sido un tema que rondó persistentemente a los delegados de la Convención, constituyendo una suerte de agenda oculta de la reunión. Tanto es así que, entre las numerosas celebraciones con que los delegados mancomunales fueron agasajados por distintas sociedades populares santiaguinas –como mutuales y filarmónicas– una vez finalizada la actividad, el Partido Demócrata ofreció un banquete a los convencionales, el que se efectuó la noche de 25 a la labor de la Comisión ver en Pablo Artaza B., Movimiento social y politización…, op cit., pp. 38 a 40. 47 “El Presidente de la Mancomunal de Iquique y la Comisión Consultiva. Intere santes declaraciones” en El Chileno, Santiago, domingo 22 de mayo de 1904. 48 La relación entre el Partido Demócrata y el movimiento mancomunal puede rastrearse para el caso de Tarapacá en Pablo Artaza B., Movimiento popular y politización…, op. cit., y en Francisco Sepúlveda G., Trayectoria y proyección histórica del Partido Demócrata en Tarapacá, 1899-1909, Tesis para optar al grado de Licenciado en Educación en Historia y Geografía, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, 2003; para la zona de carbón resulta interesante el trabajo de Michael Reynolds, “Movimiento Mancomunal y…”, op. cit.

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de mayo “en el restaurant Peñafiel”49. En esa oportunidad, se hicieron presentes un amplio grupo de connotados demócratas, entre los que contaba Juan Rafael Allende, además de los diputados del partido Artemio Gutiérrez y Malaquías Concha; ocasión que fue aprovechada por este último para explicitar su posición. A la hora de los discursos, el parlamentario demócrata “disertó largamente analizando la cuestión social, y llegó a la conclusión de que el partido demócrata y las ideas de las mancomunales estaban íntimamente ligadas y que éstas debían confundirse con el partido”. Declaración que fue respondida por el delegado de la Mancomunal de Copiapó, Gabriel Ocampo Toro, a través de un “enérgico discurso”, en el que declaró el pensamiento de la sociedad obrera al respecto, en el que reforzaba su independencia señalando: “que las ideas de las colectividades mancomunales se basaban en aspiraciones concretas y que su anhelo era convertir en hechos esos ideales”, agregando luego “que si el partido demócrata presentaba hechos y no palabras como hasta ahora, no había dificultad en que se llegara a confundir con las mancomunales; pero que, mientras tanto, ellos seguirían su labor, cual era la de conseguir la realización de hechos prácticos y no de proyectos para el porvenir”. Declaración que finalizó reforzada, ya que una vez terminadas sus palabras, concluyó “exhibiendo la bandera que había servido de enseña a los trabajadores mancomunados del norte”50. Al margen de la controversia causada por la exclusión de los anarquistas y de las discusiones estratégicas y políticas que de ella derivaban, la Convención –a juicio de los delegados finalmente participantes– logró satisfacer ampliamente sus expectativas, ya que no sólo se afinaron las bases y características que debían regir la unión de las sociedades, sino que se acordó un programa de acción común, el que en lo sucesivo debía guiar el comportamiento de todas las agrupaciones obreras federalmente constituidas. En este texto programático, que tenía por objetivo colaborar en el “mejoramiento de la condición social, económica e intelectual del trabajador” se establecieron ocho puntos, los que debían quedar considerados como parte integrante de los estatutos de cada Mancomunal adscrita. En su primer artículo, de carácter normativo, se reconocían como oficialmente válidos los estatutos de las Mancomunales de Tarapacá, Valparaíso “Banquete a los delegados de las sociedades mancomunales” en El Chileno, Santiago, jueves 26 de mayo de 1904. 50 “La manifestación en honor de las mancomunales” en El Mercurio, Santiago, jueves 26 de mayo de 1904. 49



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y Coronel, mientras que en el segundo ya se avanzaba en la homogenización de la estructura de la organización, al establecer una orgánica equivalente a la existente en la Mancomunal Tarapaqueña, tendiente a garantizar la representación gremial sobre la base de la Cámara del Trabajo, pues en este artículo se afirmaba: “2° El compromiso de trabajar por la mancomunidad de todos los gremios de cada provincia con el propósito de que mediante la diputación de cada gremio, se forme la Cámara del Trabajo dentro de ella, como único medio de que prevalezca la opinión autorizada del interés de cada gremio y que se establezca la genuina representación del trabajo”. Manteniendo esta tónica, en su tercer artículo se fijaba la constitución de un “Consejo Directivo Provincial” que debía implementar los acuerdos de su respectiva Cámara y ejercer la coordinación local de la asociación, ya que la nacional correspondía a la realización periódica de Convenciones, las que según su artículo sexto, debían realizarse ordinariamente cada tres años y extraordinariamente “cuando lo suscriban cinco o más instituciones mancomunales, siempre que sea con el objeto de mejorar la condición del trabajo”. Luego, en cuanto a las labores específicas y dinámicas de su funcionamiento contemplaba que: “Para la propaganda de los ideales mantendrá órganos propios de publicidad, difundirán el socorro mutuo y la protección a las familias”, lo que se reforzaba en el quinto artículo al establecer “el compromiso de la ayuda mutua y económica” y en el séptimo, ya que insistía en su carácter de colaboración común al indicar que “Los mancomunales prestarán auxilios mutuos a todos los miembros de mancomunales que ingresen procedentes de otras, después de tres meses, antes de este tiempo, se cargará en cuenta a la Mancomunal de donde proceda”. Por último, en el artículo octavo se insistía en el sentido unitario de la organización, ya que una vez aceptado este programa, las instituciones “forman una sola asociación desde un extremo a otro de la República, y no reconocen otra autoridad social colectiva que la emanada de esta Convención”. Texto que fue suscrito por las Mancomunales de Tarapacá, representadas por Abdón Díaz y J. M. Varela; de Antofagasta, por Antonio Cornejo y Arturo Laborda; Chañaral, por Luis Gorigoitía; Taltal, por Eulogio Lazo; Copiapó, por Gabriel Ocampo Toro y José López Luna; Lota y Coronel, por Luis Morales y José A. Muñoz; junto a otras organizaciones de Valparaíso como la Confederación General de Trabajadores, representada por Román Miranda, Eduardo Gentoso y Clotilde Ibaceta; la Confederación de Obreros del Barón, por Juan Francisco Bruna; la Unión de Zapateros, por José Félix 315

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Hernández y Luis Fuentealba; el Gremio de Panaderos, por Luis Gómez, Guillermo Ortega y Abdón Dentejo (o Destejo); la Unión de Tripulantes de Vapores, por Manuel A. Guerra; y de Santiago, como el Centro de Tapiceros, representado por Tomás Vásquez M. y Enrique Urrea; la Sección San Pablo del Gremio de Panaderos, por José del Carmen Ibarra y Julio Oliva; junto a la Federación Marítima de Coronel, representada por Samuel Alarcón; y la Federación de Lebu, por Atilio Fernández51. Junto a los avances –en términos de acuerdo y programa– logrados en torno a la unificación federativa del movimiento mancomunal, lo que constituyó, sin duda, el aspecto más significativo de la Convención, parte importante de su actividad se volcó a la generación de unas conclusiones, las que adoptaron la forma de un memorial obrero. Este documento, si bien expresaba una práctica recurrente, a diferencia de las múltiples iniciativas similares desplegadas desde años atrás por el movimiento mutualista, e incluso Mancomunal, tenía la particularidad de sintetizar las demandas del conjunto de los trabajadores del país, o a lo menos de los obreros desde Tarapacá a Valdivia. Por esta razón, la Convención generó una comisión especial, la que compuesta por Abdón Díaz, Maximiliano A. Varela, Antonio Cornejo, Luis E. Gorigoitía, Gabriel Ocampo Toro y Eduardo Gentoso, se encargó de entregar al Presidente de la República –en entrevista especial realizada la tarde del 24 de mayo– el original del documento, acompañado de diez mil firmas de adherentes al movimiento mancomunal, y en el que se reflejaba cual era “la actitud (que) los obreros desde Tarapacá a Valdivia asumían ante el Supremo Gobierno”52. En efecto, tal cual se proponían los representantes del movimiento mancomunal en su alcance nacional, el memorial obrero conteniendo las conclusiones de la Convención integraba las demandas específicas de los distintos tipos de trabajadores, dependiendo de la naturaleza de las labores desarrolladas, e igualmente de las características con que en sus respetivas faenas se presentaba la defensa contra el capital. 51 El texto completo del programa y de sus suscriptores se encuentra reproducido en “La Convención Mancomunal” en El Chileno, Santiago, 23 de mayo de 1904; “Delegación de Mancomunales conferencia con el Presidente de la República. Interesante memorial” en La Ley, Santiago, 25 de mayo de 1904; “Acta de los compromisos y acuerdos celebrados en la Convención de Mancomunales” en El Alba, Lota–Coronel, 1º de junio de 1904, y “La Convención de Mancomunales. Exposición al Presidente de la República” en Las Ultimas Noticias, Santiago, 24 de mayo de 1904. 52 “Delegación de Mancomunales conferencia con el Presidente de la República. Interesante memorial” en La Ley, Santiago, 25 de mayo de 1904.

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Así, en torno a una serie de doce demandas, lograban condensar las principales exigencias y aspiraciones –tanto puntuales como generales– de los obreros del país, contribuyendo de paso a generar una plataforma reivindicativa común que sintetizara la demanda obrera, consiguiendo así, en la práctica, facilitar la coordinación y el alcance nacional de su acción colectiva; lo que –como recordaremos– constituía uno de los desafíos asumidos desde su etapa fundacional por el movimiento mancomunal, en lo que se planteaba como la necesidad popular de superar el mutualismo. Con ello, por medio de su documento final, la Convención buscó aunar y sintetizar las diversas especificidades de la demanda popular; la que en términos amplios, recogía lo central de las exigencias que se habían acumulado por la experiencia popular desde larga data y que, en lo medular, tendía en una doble direccionalidad: de una parte, a presionar a los propietarios por un mejoramiento de las condiciones laborales, en sentido amplio; y, por otra, a asignar un nuevo rol y función al Estado en materias específicamente laborales y más ampliamente sociales. En este último registro, el documento buscaba la participación del Estado como árbitro y mediador en torno a las relaciones laborales, mientras que en términos sociales, le exigía nuevas funciones educativas y habitacionales. En concreto, el memorial obrero planteaba: - “La abolición de la pena de azotes en el Ejército y Armada. - La adquisición por cuenta del Estado o de las Municipalidades de las instituciones de uso público, como ser: agua potable, alumbrado, ferrocarriles urbanos, compañía de vapores, desagües, etc. etc. como único medio de mejorar estos servicios en beneficio general del los habitantes del país. - Instrucción primaria forzosa, gratuita y laica, debiendo el Estado proporcionar vestuario y alimentos a los alumnos que lo necesiten. - Que las habitaciones de los trabajadores en los centros industriales o faenas estén sujetas a las mismas disposiciones reglamentarias civiles que lo están las habitaciones de los ciudadanos en los pueblos y ciudades; y que no exista para el trabajador mas compromiso que el de cumplir su contrato de trabajo. En consecuencia, los caseríos de los centros industriales y faenas de trabajo serán declarados pueblos para los efectos del tráfico y comercio libres, a fin de que imperen en toda su fuerza los derechos de la libertad consagrados por las leyes de la República. - Indemnización por los patrones a los trabajadores que se inutilicen o malogren en el trabajo, investigándose de oficio la responsabilidad. - Establecer sanción penal para aquellos individuos que se 317

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permitan comerciar con el traslado de gente trabajadora de un punto a otro de la República. - Establecer la obligación de los industriales, en las faenas en que los operarios pasen de cincuenta, de sostener una escuela para la enseñanza de los hijos de dichos operarios ocupados en el servicio de esos industriales. - Que se abran en la Gobernación Marítima, registros de inscripción de gente de mar apta para los trabajos, por gremios, expidiendo certificados de competencia para el desempeño de su trabajo. Las inscripciones podrán ser anuales ante comisiones de los mismos gremios. - Fundación de escuelas nocturnas para adultos de ambos sexo, una por cada subdelegación. - Fundación de barrios y construcción de habitaciones higiénicas para obreros, para ser adquiridas por estos mediante cuotas mensuales en forma de arriendo, como medio de implantar la salubridad e higiene pública y el adelanto moral y material de la clase menesterosa. - En orden a la inmigración de elemento obrero al país, y con el objeto de hacer eficaz este medio de fomentar el progreso de las industrias, que se disponga la condición especial de que el inmigrante ha de saber leer y escribir y que hable por lo menos un idioma europeo. - El nombramiento a propuesta de los obreros, de un inspector de trabajo para el Cantón del norte y otro para el sur, cuya misión sería la de vigilar el cumplimiento de las disposiciones relacionadas con la explotación de la industria y para informar sobre las quejas de los obreros”53.

De la lectura del memorial, resulta fácil reconocer la representación de una serie de elementos de larga presencia en la reivindicación popular –incluso de naturaleza mutualista– como la encarnada en la demanda por una amplia educación estatal; a la que se incorporaría la aspiración propiamente mancomunal, más centrada en la necesidad de nivelar los desequilibrios existentes en torno a las relaciones entre el trabajo y el capital. Tal vez por esta razón, es que el documento final presentado al Presidente Riesco fue –al menos formalmente– bien recibido, ya que no formulaba exigencias apreciadas como sorprendentes o demasiado novedosas. Según un periódico capitalino, Riesco “recibió afablemente a los señores delegados que le hicieron entrega del manifiesto autógrafo, …y les manifestó, después de las frases de costumbre, que prestaría especial interés al estudio de este asunto 53 Idem. Además, el Memorial obrero se encuentra reproducido en “La Conven ción de Mancomunales. Exposición al Presidente de la República” en Las ultimas Noticias, Santiago, 24 de mayo de 1904 y en Jorge Barría, “Los movimientos sociales…”, op. cit., pp. 97 y siguiente.

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obrero, que actualmente preocupa al país, y que después de conocerlo con el Ministro del ramo, pediría informe a la Comisión Consultiva, que se preocupa de este problema”54. Lo que había sido corroborado por otro periódico al indicar que, en la entrevista sostenida entre los dirigentes mancomunales y el Presidente, “el excelentísimo señor Riesco prometió a los miembros de la mesa directiva de la convención, estudiar en los consejos de gobierno las peticiones contenidas en el memorial, previo informe de la comisión consultiva de Tarapacá y Antofagasta”55. La buena recepción oficial del pliego popular, al menos en su aspecto formal, no corrió solo por parte del Presidente de la República. Tanto el memorial mismo como –sobre todo– la actitud manifestada por los convencionales y de los obreros mancomunales que representaban, tendió a ser auspiciosamente recibida, más aún cuando para algunos círculos se destacaba el que, del adecuado estudio y solución de los problemas sociales y laborales por ellos expresados, “dentro de poco dependerá el orden y progreso de la República”56. Corroborando esta lógica, otra publicación destaca positivamente tanto el papel que venían a jugar el movimiento mancomunal, en general, como más específicamente las presentaciones referidas en el memorial obrero. Para este periódico, el movimiento mancomunal está “lejos de ser asociaciones destinadas a atacar a los capitalistas en una guerra sorda, persistente, tenaz y a veces desatinada” ya que ante todo “tratan de buscar la armonía entre los intereses del capital y el trabajo”; para insistir luego en que “lejos de ser un peligro, las mancomunales nos parece que son organizaciones de orden y conciliación”. Reforzando lo planteado, en este mismo artículo se preguntaba: “¿Puede ser amenaza para el orden una asociación que trata de reglamentar el trabajo y de hacer reposar las relaciones entre trabajadores y patrones sobre bases claras y sólidas? Es decir, que se anticipa a proponer los que todos buscamos”. Ante lo que finaliza su artículo felicitando el memorial de la Convención, pues por su intermedio “las mancomunales vienen a llenar las deficiencias de la legislación”, lo que fortalecía al indicar que uno de los gérmenes más significativos de nuestros reiterados problemas sociales se encontraba en que “aquí “Delegación de Mancomunales conferencia con el Presidente de la República. Interesante memorial”en La Ley, Santiago, 25 de mayo de 1904. 55 “La Convención de Mancomunales. Término de sus trabajos” en Las Ultimas Noticias, Santiago, 25 de mayo de 1904. 56 “Delegación de Mancomunales conferencia con el Presidente de la República. Interesante memorial” en La Ley, Santiago, 25 de mayo de 1904. 54



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no hemos legislado ni un ápice sobre el trabajo, a pesar de la conveniencias, de la urgencia de hacerlo”, frente a lo que “la iniciativa obrera quiere llenar este vacío”. Una vez dadas estas razones, para este medio de comunicación no existía justificación alguna para reprimir –como en la práctica se estaba haciendo– a este movimiento social, debido a “que si se realiza el pensamiento de sus gestores, serán estas asociaciones de un poder formidable, no lo podemos negar. Pero para combatirlas por este motivo, habría que empezar por negar el derecho que tienen los obreros para congregarse en instituciones de su agrado, que responden a sus aspiraciones y que no están prohibidas por las leyes del país”57. Pero no todos pensaban igual, ya que aún en el marco de la aceptación, comenzaron a aparecer voces más cautelosas. Así fue como algunos días después, otra publicación tiende igualmente a demostrar la buena disposición existente hacia este tipo de organización, sobre todo por la corrección en el comportamiento colectivo demostrado, ya que pese a insinuar que opera sobre una base de relativa desconfianza respecto al movimiento popular, es enfática al señalar que para ellos es “digna de aplauso en general, la actitud que han sabido guardar en esta ocasión los mancomunales de Chile”, quienes “abandonando los medios violentos, tan recomendados por los agitadores de oficio; dejando á un lado el sistema de meetings y de manifestaciones callejeras, tan comunes entre los que se llaman demócratas, los mancomunales, después de estudiar en una convención especial los problemas que interesan a sus obreros, se presentan al Primer Magistrado de la Nación, pidiendo, en forma respetuosa y tranquila, lo que estiman conveniente a sus representados”.

Frente a lo que destacan que “no se puede negar que esta actitud es honrosa y que es un ejemplo que deben imitar las colectividades obreras, tanto en la vida pública como en las relaciones privadas del trabajo”. Lo que los llevaba no sólo a aplaudir la forma de trabajo de los mancomunales reunidos en Convención, sino que a señalar que “aceptamos muchas de sus peticiones, que son justas y aceptables, y nos preparamos para secundar desde nuestras columnas esas aspiraciones que son legítimas y bien inspiradas”. Como podemos apreciar, no 57 “Las Mancomunales de obreros. Garantías en vez de amenazas” en El Chileno, Santiago, 25 de mayo de 1904. Respecto a la temprana actitud represiva asumida hacia el Movimiento Mancomunal, al menos en Tarapacá, ver Pablo Artaza B., Movimiento social y politización…, op. cit., pp. 74 a 76.

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sólo felicitaban la actitud demostrada por la Convención y se comprometían a apoyar algunas de sus reivindicaciones, sino que se permitieron recomendarla como la más conveniente a los intereses populares, tanto en su relación con el Estado como con los mismos propietarios. En sus palabras: “Los poderes públicos acogen con más interés las peticiones de los ciudadanos cuando éstas van prestigiadas por una forma de respeto y de armonía; así también cuando se presentan los obreros ante sus patrones, para tratar, como hombres de buena voluntad, sus propios asuntos y para solicitar lo que crean conveniente a sus necesidades, siempre se obtiene más y se evitan los rompimientos de la paz del taller, que tanto perjudica a los que viven del trabajo de sus brazos”.

Con todo –aplauso y apoyo mediante– a esta publicación no se le escapó el punto más novedoso y radical contenido en el memorial obrero, precisamente aquel –como el punto segundo– que implicaba superar el marco amplio de la necesidad de regulación laboral o del papel del estado en ámbitos como la educación, al proponer transformaciones en lo relativo a la estructura de la propiedad. Efectivamente, la segunda de las doce demandas populares implicaba la estatización, o en su defecto la municipalización, de las principales empresas de servicios públicos, las que sobre todo en provincias acusaban un alto nivel de concentración; aspecto todavía sobre el cual, el horno no estaba para bollos. Frente a la presencia de esta demanda, el periódico fue enfático en descalificarla, identificándola como un “error grave de fondo”, sobre todo porque resultaría “funesto para el verdadero interés de los obreros”. Al respecto argumentó: “Solicitan los mancomunales la adquisición sistemática por el Estado, o sea por el poder central o local, de los establecimientos de uso público, ferrocarriles urbanos, compañías de vapores, alumbrado, etc.; la nacionalización, como dicen los socialistas, de esas grandes empresas industriales. ¿Qué se pretende al formular esa aspiración? ¿Qué fines prácticos se cree deducir para los obreros de ese acaparamiento de tantas industrias? No solamente no lo vemos, si no que, pensando las cosas con criterio tranquilo, afirmamos que esa tendencia, si llegara a realizarse, sería fecunda en perjuicios para el pueblo. El monopolio legal del Estado, además de violar los principios de la libertad de comercio y de industria, vendría a restringir, a reducir enormemente el campo industrial, y a disminuir el trabajo disponible, y por consiguiente, a producir un aumento de la pobreza social y de miseria en las familias de escasos recursos. 321

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La adquisición por el Estado de tantas empresas, destruyendo por completo la competencia en negocios análogos, dejaría al puro arbitrio del nuevo empresario la fijación del precio de los fletes de transporte, objetos y mercaderías, lo cual pesaría directamente sobre las personas pobres; sin la concurrencia de otros establecimientos, los servicios acaparados dejarían mucho que desear y no habría empeño ni interés de parte del privilegiado para mejorarlos. (…) La idea de la nacionalización de las industrias es una planta exótica importada por los teóricos; los que la solicitan no hacen más que imitar a tantos que se llenan la boca con peticiones rimbombantes, sin darse cuenta de lo que piden y sin fijarse en los males que pueden acarrear esos espíritus que sueñan con reivindicaciones de Karl Marx y de Lafargue”58.

Pero no sólo había quienes, dentro de un marco de aprobación y tolerancia general, sugerirían mesurar los postulados de la demanda obrera, sino que aparecieron también orientaciones marcadas por el profundo rechazo a la iniciativa y actividad popular. Así, ya antes de la realización de la Convención Mancomunal y, por lo tanto, previamente a que se conociera su actitud y comportamiento, otro periódico capitalino, en tono de advertencia respecto a las mancomunales señalaba que “cualquiera que no conociera los fines de esta sociedad y los medios que pone en juego para realizarlos … podría pensar que se trataba de una sociedad con propósitos serios y de verdadero interés popular”, situación que a juicio de esta publicación no podía estar más lejos de la realidad, ya que en su opinión “basta ver a la Mancomunal, no ya en su nefasta tarea de perturbación para las buenas relaciones entre patrones y obreros, sino en cualquiera de los detalles de su acción social, para persuadirse del propósito disolvente, anárquico, contrario a toda autoridad y a todo respeto que envuelven todos y cada uno de sus actos”59.

Aún así, la percepción de las autoridades y de gran parte de la opinión pública, tendió a mirar con respeto tanto la forma en que se efectuó como el resultado del trabajo realizado por la Convención de Mancomunales. Por otra parte, para los sectores populares, la realización de este evento permitía dar pasos importantes en torno a uno de los objetivos más per “El Memorial de los Mancomunales” en El Diario Popular, Santiago, 31 de mayo de 1904. “La Mancomunal juzgada en sus actos” en El Porvenir, Santiago, miércoles 18 de mayo de 1904. 58



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sistentes del movimiento popular, como era el lograr coordinarse en una instancia asociativa de alcance nacional, del cual salió robustecido, al lograr vertebrar una organización federativa que incluía a amplios sectores de los trabajadores del país, dando pie a la articulación del movimiento mancomunal. Lo anterior, a pesar de que tal como ocurriera con similares iniciativas anteriores, el esfuerzo del movimiento mancomunal por lograr unir a todos los obreros del país fue relativamente fugaz, ya que no alcanzó a realizar ni siquiera una segunda Convención. Probablemente, y como suele ocurrir, lo parcial de sus resultados se debió a una combinación de múltiples factores, entre los que destacan a lo menos dos. Por una parte, el exceso de confianza puesto en la recepción efectiva que el memorial obrero pudiera tener en el Presidente Riesco y –por su intermedio– en el gobierno. Actitud que debe haberse visto fortalecida entre los dirigentes mancomunales, especialmente los nortinos, por la buena apreciación que manifestaron frente a la labor recientemente efectuada por la Comisión Consultiva del Norte, la que exhibía –al menos aparentemente– una orientación más decidida de parte de las autoridades en torno a enfrentar los más urgentes problemas sociales y laborales en las provincias salitreras. Asimismo y complementario a ello, la insistencia en presentar un discurso de orden y conciliación, que reforzara la estrategia peticionista implementada, llevó a la Convención a adoptar dinámicas que fomentaban el fraccionamiento y tensionaban al propio campo popular, ya que la exclusión decidida de los delegados anarquistas constituía una práctica que en la cotidianidad de la actividad mancomunal no se implementaba con la misma radicalidad, lo que implicaba el riesgo de que esta instancia de coordinación obrera apareciera bajo una excesiva influencia del Partido Demócrata. Con todo, a pesar de sus carencias y debilidades, la Primera Convención de Mancomunales –además de fortalecer su propio movimiento– genera un gran aporte, que consiste en sintetizar los aspectos más relevantes de la demanda mutualista junto a los nuevos desafíos mancomunales, muchos de los cuales serían posteriormente recogidos por la Federación Obrera de Chile. Por eso, queríamos concluir destacando lo que esta instancia significó para las esperanzas de sus propios convocantes, ya que para ellos, a partir de la Convención: “Asoma una aurora de porvenir, poco a poco el proletariado va llegando a la cima de sus aspiraciones. Las mancomuna323

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Experiencias de Historia...



(Tendencias

historiográficas actuales)

les, el terror de los capitalistas, se han podido combinar para defender unidas los desmanes de los agentes del capital, [y] de esos juececillos que obedecen al capricho de sus patrones que les pagan el sueldo. Las cosas tomarán otro giro, con perseverancia y precaución, llegaremos a hacernos respetar. (…) advirtiendo a nuestros compañeros que somos ya una sola institución. (…) La Unión esta sellada con letras de oro”60.

“La Convención General de Mancomunales” en El Alba, Lota–Coronel, martes 1º de junio de 1904.

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