GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS (2014)

Share Embed


Descripción

Anuario de Estudios Bolivianos, Archivísticos y Bibliográficos n°20, 377-394, Sucre, 2014 ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS GUARAYOS, OR THE NAMES OF THE ROSE Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus

Isabelle COMBÈS Instituto Francés de Estudios Andinos, Santa Cruz Santa Cruz, Bolivia

RESUMEN: Hoy etnónimo propio y reivindicado de un grupo indígena identificado de las tierras bajas de Bolivia, el término de guarayo tuvo antes un valor genérico y fue aplicado a diversas sociedades. El artículo rastrea la historia y los diversos significados de este nombre en el tiempo y el espacio. Propone al final unas reflexiones sobre el valor que atribuimos a los etnónimos, y a las trampas que surgen a la hora de querer identificar a los “grupos étnicos” en las fuentes históricas. PALABRAS CLAVE: Guarayos; Etnónimos; Guaraní; Nombres genéricos. ABSTRACT: A current ethnonym vindicated by an indigenous group of the Bolivian lowlands, the term “Guarayo” formerly had a generic meaning and was used in several ways by different societies. The paper tracks the history and the meanings of the name, and discusses the meanings of ethnonyms as well as the implicit dilemmas in the identification of “ethnic groups” in the historical record. KEYWORDS: Guarayos; Ethnonyms; Guaraní; Generic labels.

 Bernard de Morlaix: De contempu mundi (s. XII); frase final del Nombre de la Rosa, de Umberto Eco (1980).  Esta investigación se desarrolla en el marco del TEIAA (2009SGR1400), grupo de investigación consolidado por la Secretaria d'Universitats i Recerca del Departament d'Economia i Coneixement de la Generalitat de Catalunya. Agradezco a Lorena Córdoba y Diego Villar por sus comentarios a una primera versión de este artículo. Comentarios: [email protected].  (UMIFRE 17 MAEDI/CNRS USR 3337 Amérique Latine).

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

ISABELLE COMBÈS

378 “SOY GUARAYO”

El 19 de diciembre de 1831, Alcide d’Orbigny partió de San Javier, ex misión jesuita de Chiquitos en el departamento boliviano de Santa Cruz, rumbo al nortenoroeste. Quería marchar “hasta el territorio de los salvajes guarayos, que […] existía a 40 o 50 leguas” (2002 [1833] t. 3: 1340). Llegado a la aldea de la Ascensión, el viajero entabló buenas relaciones con los guarayos, destacando su soltura, su libertad y su orgullo de ser como eran, en contraste con los indígenas comarcanos que fueron reducidos en las misiones jesuitas de Chiquitos. Para d’Orbigny, el guarayo es “el más orgulloso de todos los salvajes”. Tal vez sin saberlo, el francés se hace ahí el eco de antiguos cronistas que hacían de los guaraius del siglo XVI la “nación la más soberbia que jamás se ha visto” y se admiraban de “la estima que ellos tienen de sí”1. En consonancia con esta “soberbia”, para los antiguos guarayos no pocos de sus vecinos indígenas eran “los esclavos”, tapii, o “los pequeños esclavos”, tapii miri, nombre que fue traducido casi literalmente al español por “chiquitos”2. La situación no parece haber cambiado en el inicio de la era republicana: Por la libertad de que goza, [el guarayo] se cree el primero de los hombres, al punto que se enfada cuando lo tratan de indio, sosteniendo con altanería: ‘sólo los chiquitos son indios, pues son esclavos. Yo soy libre y no indio. Soy guarayo’ (d’Orbigny, 2002 [1833] t. 3: 1345; subrayado de origen).

Difícilmente podría encontrarse muestra más clara de un etnónimo propio, asumido y reivindicado con el mayor orgullo por los mismos indígenas. “No fue pequeña [la] sorpresa” de d’Orbigny cuando descubrió que los guarayos, muy poco conocidos en aquel entonces, hablaban una lengua guaraní. El francés “volvía a encontrar con vivo placer en su estado primitivo los restos de una de las antiguas migraciones guaraníes” (2002 [1833] t. 3: 1342). De hecho, como está bien documentado tanto en las fuentes como en las investigaciones históricas y antropológicas, los guarayos actuales son “los restos” de los antiguos itatines, así llamados porque provenían de la región de Itatín, en la orilla oriental del río Paraguay (en el actual estado brasileño de Mato Grosso do Sul). Las migraciones de estos grupos hacia la actual Chiquitania están bien atestadas, tanto para la época

Suárez de Figueroa, 1965 [1586]: 402; Samaniego en Crónica anónima, 1944 [c. 1600]: 485. Samaniego en Crónica anónima, 1944 [c. 1600]: 488. El Tesoro de Ruiz de Montoya explica de la siguiente manera el nombre de tapyy’i o tapy’i: “de tapi, cosa comprada y teiî, generación, esclavo; y así llama el guaraní a las demás naciones” (2011 [1639]: 529). En cuanto a miri, se trata de la palabra guaraní para “pequeño, chico”. 1 2

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

379

precolonial como, luego, como acompañantes de los exploradores españoles de Asunción en sus viajes hacia el oeste3. Ya en el siglo XVI una etimología fue propuesta para explicar el nombre de los guarayos. Se basaba evidentemente sobre el idioma guaraní de los mismos indígenas. Para el gobernador de Santa Cruz, Lorenzo Suárez de Figueroa, estos indígenas “se llaman también guaranís o guarayus, que quiere decir ‘gente de guerra’” (1965 [1586]: 404). Dos siglos y medio después, d’Orbigny dice lo mismo: “guarayo, como guaraní […] quiere decir guerrero”. Y agrega: “el P. Lacueva cree que esta palabra, pronunciada guarayu por los indios, viene de guara, nación y yu, amarillo, porque son más blancos que los demás. Pero los guarayos no lo explican así” (2002 [1833] t. 3: 1345 n. 12). Sin embargo es esta segunda etimología la que retoma el francés en otra obra: “el nombre de Guarayos, que los indios pronuncian guarayu, viene de guara, tribu, y de yú, amarillo (tribu amarilla), o al menos más pálida que los demás guaraníes, lo que en efecto es muy cierto” (d’Orbigny, 1839: 338 n. 1). Poco después, equivocándose en el adjetivo, el padre franciscano Cors traduce “guarayo” por “parcialidad blanca” (2008 [1875]: 32). Curiosamente, aunque d’Orbigny afirmaba primero lo contrario, la traducción de “tribu amarilla” es la que hoy prevalece entre los mismos indígenas (Nostas coord., 2006: 12). “QUE ASÍ LLAMAN POR OTRO NOMBRE A LOS CHIRIGUANAES”

Desde el siglo XVI hasta nuestros días, entonces, un mismo nombre existe para designar a un mismo grupo étnico guaraní-hablante de los llanos orientales: guarayo. Claro que este nombre coexiste, en las primeras fuentes, con otros como el de los “itatines”; claro también que existen ciertas dudas sobre su etimología, que no parece ser tan clara para los mismos interesados. Estas dudas podrían ser un mero detalle sin mucha importancia, si no sumaran a otras “extrañezas” relativas al nombre de los guarayos. En efecto, ya en 1956 Gunnar Mendoza lo advirtió: “bajo la denominación guarayo se han comprendido cuando menos cuatro realidades, diferentes siquiera por estar espacialmente separadas entre sí” (1956: 6). Entre estas realidades, Mendoza ubica primero a dos:  Los guarayos de los ríos San Miguel y Zapocó en el departamento de Santa Cruz (actual provincia Guarayos), de habla guaraní. Son los guarayos de d’Orbigny, los “guaraius” de Suárez de Figueroa. 3

Sobre el tema remito a Nordenskiöld, 1917; Métraux, 1927, 1929; Combès, 2011, entre otros.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

380

ISABELLE COMBÈS

 Los guarayos del río Iténez, también de habla guaraní, “pero para quienes no ha prevalecido el nombre de guarayos sino el de pausernas”. (Mendoza, 1956: 6). Lo que no menciona Mendoza es que los pausernas también están conocidos por el nombre de guarasug’we (Riester, 1977). Este nombre significaría, en guarayo, los “que dejaron de ser guarayos”4. Hasta este punto la situación no es tan complicada y el rompecabezas relativamente fácil de resolver pues, aunque guarayo sea el nombre de dos grupos diferentes, ambos son de habla guaraní, y no alejados el uno del otro. Incluso, como lo sugiere la traducción de guarasug’we, ambos grupos pudieron haber estado históricamente ligados. Más allá de esta posibilidad o del caso de estos dos grupos, lo que muestran las fuentes quinientistas es que el término guarayo pudo ser utilizado en la región oriental como un sinónimo más general de “guaraní-hablante”. Guaraiu, varai y variantes son nombres que designan, en todos los casos, a indígenas de habla guaraní o a su lengua. Los guarayos son, a veces, distinguidos de sus vecinos y parientes lingüísticos itatines (Anua Perú-1589, 1929); otras veces ambos nombres son sinónimos, y guarayo aparece como un sinónimo de guaraní o chiriguanaes: “los guaraius: que así llaman por otro nombre a los chiriguanaes”5; “se llaman también guaranís y guarayus […] También les llaman chiriguanaes” (Suárez de Figueroa, 1965 [1586]: 404). El significado del nombre chiriguanaes hizo correr mucha tinta. Castellanizado a partir del siglo XVIII en “chiriguano”, pasó a designar, en la época colonial y buena parte de la República, a un solo grupo étnico guaraní-hablante: el que estaba asentado en el piedemonte andino, en la llamada “Cordillera Chiriguana”, y que es conocido en la actualidad como “guaraní”. Sin embargo, en la Colonia temprana, el término chiriguanaes revestía un sentido más amplio, y designaba, en boca de los españoles de Asunción y de Santa Cruz de la Sierra, a cualquier indígena de habla guaraní. Los españoles de Asunción no utilizaron este nombre antes de 1557, cuando figura, aparentemente por primera vez, en una petición de Jaime Rasquín6. Y lo utilizaron, primero, como un sinónimo de guaraní. El mismo texto de Rasquín habla de “indios que en la provincia del Perú los llaman chiliguanaes y en nuestra

4 Nostas coord., 2006: 64. En este libro se emplea la grafía “gwarayo”, que transcribo aquí como “guarayo” para no multiplicar las confusiones. 5 Samaniego en Crónica anónima, 1944 [c. 1600]: 485. 6 Rasquín, 2008a [c. 1557]: 43; ver Julien, 2008: 41.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

381

provincia [Paraguay] los llaman guaranis”, y sigue hablando de estos “chiliguanaes, que por otro nombre se dicen guaranis”. De la misma manera, una relación de servicios de Ñuflo de Chaves, escrita en 1561, habla de los guaranís de Asunción del Paraguay “que por otro nombre se llaman chiriguanaes”7, y otro documento del mismo tipo indica que hacia 1554, Chaves fue a “pacificar” a los “chirigoanas” sublevados por la parte del río Paraná8. En consonancia con este sentido genérico del término, los documentos indican que la primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra estaba situada “en frontera de dos provincias de chiriguanaes”9, a saber: “por la parte de levante los chiriguanaes de la provincia de ytatin y por esta de poniente estos de la cordillera”10. Más importante, las mismas fuentes confirman lo que decía Rasquín: es “en el Perú” donde se conocía el nombre de los chiriguanaes, y los españoles de Asunción sólo empezaron a utilizarlo después del primer viaje de los asuncenos al Guapay, y de Ñuflo de Chaves hasta Lima en 1548. Más allá de su etimología o sentido exacto, se trata de una palabra andina, probablemente quechua. Muy lejos de los llanos orientales, las crónicas andinas hablan de la expedición de Diego de Almagro a “Chile o Chiriguana”; en la Amazonía hoy boliviana, un grupo de habla tacana fue llamado chirigua (cf. Combès, 2010: 131). Todo parece indicar que el primer sentido del término fue más bien genérico y que fue utilizado por los quechuahablantes para designar a “los salvajes” de ciertas regiones. En las palabras de Nordenskiöld: “el significado de Chiriguano correspondió probablemente al de Chunchos en el distrito de Cusco, donde designaba a cualquier tribu bárbara del este de los Andes” (Nordenskiöld 1920: XIII). En la zona de los llanos orientales, la palabra fue adoptada por los asuncenos y, luego, por los cruceños, en un sentido algo más específico, como sinónimo de “guaraní-hablante”… y, entonces, un sinónimo también de guarayo. Documentos posteriores confirman el uso de guarayo como un término más general que reviste un significado más lingüístico que “étnico”. En 1676, el padre José del Castillo señala a “guarayos” por el río Yapacani, en cercanías de los indígenas yuracarés (1906 [1676]: 296): más que de los guarayos actuales, se trataba muy probablemente en este caso de grupos yuquis o sirionós, efectivamente guaraní-hablantes; de la misma manera, un documento jesuita señala en 1717 la presencia de “pueblos de guarayos o guaranís” en el Chaco11: sólo puede tratarse de grupos chiriguanos stricto sensu (del piedemonte andino) o de tapietes de habla 7 8 9

Relación de los casos, 2008 [1561]: 66. Información de servicios de Ñuflo de Chaves, 2008 [1561]: 71.

Suárez de Figueroa, 1965 [1586]: 404. Interrogatorio llevado a cabo por Gonzalo Solís de Holguín, 1585, en Mujía 1914, t. 2: 655. 11 Adiciones, 2011 [1717-18]: 131. 10

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

382

ISABELLE COMBÈS

guaraní, y no de “los guarayos” de Santa Cruz. Todavía hoy, los guaraní-hablantes del Chaco paraguayo, instalados en esta región desde la guerra del Chaco, son llamados guarayos —aunque su procedencia sea más “chiriguana”, pues llegaron desde el piedemonte andino. “EL NOMBRE DE GUARAYOS NO ES EL PROPIO DE AQUELLAS TRIBUS”

Este breve recorrido nos permite establecer en una primera instancia que, antes de pasar a designar como hoy a un solo grupo étnico bien definido, el término de guarayo tuvo, como el de chiriguanaes, un sentido más general. Pero esta primera conclusión —guarayo como sinónimo de “guaraní-hablante”— sólo puede ser parcial, y no llega a dar cuenta de todos los usos del término en las fuentes históricas. Eran, pues, “al menos cuatro realidades” diferentes las que llevaron el nombre de guarayos. A los pausernas y a los guarayos actuales, Gunnar Mendoza agrega:  Los guarayos del río Blanco en el Beni, también llamados chapacuras o tapacuras, que no hablaban guaraní.  Los guarayos de los ríos Beni y Madre de Dios, en el norte del departamento de La Paz, también llamados “chunchos”, y que tampoco hablan guaraní. (Mendoza, 1956: 6). A estos dos conjuntos “guarayos” podrían agregarse los “guarañoca” del Chaco boreal, de habla zamuca. En efecto, es muy probable que este nombre, que aparece en el siglo XIX para designar a grupos conocidos hoy como ayoreos, sea una deformación del término guarayo con la agregación del sufijo plural –ca del chiquitano (Combès, 2009: 94). Hoy, en la ciudad de Santa Cruz, los ayoreos que suelen deambular por el centro urbano son a menudo llamados guarayos por los criollos. Los indígenas de la misión de “Carmen de Guarayos”, sobre el río Blanco, eran indígenas de lengua chapacura. En cuanto a los del río Beni y del Madre de Dios, la situación no está nada clara. Los guarayos de esta región son generalmente identificados con grupos de habla tacana, y particularmente con los actuales eseejja que, de hecho, siguen siendo llamados huarayos en el vecino Perú. Sin embargo, esta identificación no siempre es válida, y el nombre de guarayo pudo ser aplicado también a otros grupos de habla mashco o harakmbut como los arazas, huachipayris, etc. Es así que un mismo cacique, Panagua, es calificado de “arasairi” por Juan Manuel Ontaneda, y de “jefe de la tribu guarayos” por Abraham A. de Rivero (Junta de vías fluviales, 1904: 132, 164). Esto sin contar con otro nombre más que ronda en toda esta región y no contribuye precisamente a aclarar Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

383

el panorama: el término “chuncho”, de origen aymara o quechua12, aplicado a cualquier “salvaje” en un sentido totalmente genérico. De “chunchos” fueron tachados grupos tacanas como mashcos y pues, nuestro jefe arasairi y guarayo Panagua es también, para José M. Olivera, un jefe “chuncho” (Junta de vías fluviales, 1904: 116). Sea lo que fuere y así como, del lado cruceño, se propusieron al menos dos etimologías diferentes para explicar el nombre de guarayo a partir del idioma guaraní, las tentativas de explicaciones tampoco faltan del lado tacana. Según el diccionario tacana del padre Armentia, “guarayo” significa “oso hormiguero” (1902: 60). Pero otros proponen un significado diferente: según Balzan, “guarayo significa ‘enemigo’ en tacana” (2008 [1885-93]: 331). En la misma época, un autor indicaba que “guarayo significa asesino en lengua tacana o araona”13. El general Pando explica finalmente que guarayo significa algo como “guerrero” en dialectos araonas (tacanas) y agrega: “los Araonas dicen que la frase hacer guarayo, es equivalente al verbo matar”. Sin embargo, el general también observa: “de cualquier manera, el nombre de Guarayos no es el propio de aquellas tribus” (Pando 1897: 96-97). De hecho, en el diccionario “huarayo” (ese-ejja) del padre José Álvarez (2008 [1932]), no existe el término. Nuestro rompecabezas se complica de manera singular con estas referencias. ¿Puede imputarse a una inmensa casualidad la atribución de un mismo nombre a grupos tan diferentes y tan alejados entre sí? ¿Pueden existir “verdaderos” guarayos al lado de otros “falsos”? Como se puede imaginar, la coincidencia de nombres dio pie a un sinfín de complicadas explicaciones y no pocas migrañas entre los investigadores, e incluso entre los cronistas más antiguos. Porque se llamaban guarayos como los de Santa Cruz para Recio de León y el padre Gregorio de Bolívar, los indígenas del norte paceño eran “advenedizos del Brasil”14, es decir guaraníes; porque se llaman huarayos, el idioma tacana de los ese-ejja fue clasificado en 1922 por el lingüista Farabee como un idioma tupí-guaraní (Chavarría, 2008: 8). Como si todos estos grupos hubieran llegado hasta donde estuvieron registrados en el siglo XVI desde lejanas regiones guaraníes, perdiendo todo en el camino: su lengua original, sus costumbres, sus mitos… todo, menos un nombre que sin embargo “no es propio”. Recientemente, Henri Ramírez propuso una explicación completamente diferente al término guarayo. Para él, esta palabra tendría un origen quechua y 12 El Vocabulario de Ludovico Bertonio reza: “Tukhi, puti, cchuncchu, tarcaca: mal mandado, que no se sujeta a nadie” (2005 [1612]: 723). El término existe en quechua, como sinónimo de “salvaje” (cf. Ferrié 2014). 13 Román Paz, 1894, citado por Mendoza, 1956: 32. 14 Recio de León 1906 [1623-27]: 250; Bolívar 1906 [1621]: 220.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

ISABELLE COMBÈS

384

significaría “el que lleva taparrabo” (2010: 22). En el diccionario quechua de González Holguín, aparece en efecto huara, traducido por “pañetes o zaragüelles estrechos” (2007 [1608]). Dada la distribución del nombre en Bolivia y Perú, y dado su valor evidentemente genérico, me parece que esta etimología es la más acertada. Al igual que chiriguanaes o chuncho, guarayo fue probablemente un mote genérico dado por los quechua-hablantes a los habitantes de los llanos. El criterio no es ahí ni lingüístico ni cultural. Hablen un idioma tacana o mashco en el norte paceño, chapacura en el Beni, zamuco o guaraní en Santa Cruz, los “guarayos” son, primero, los más salvajes de los salvajes: “los únicos verdaderamente rebeldes a la civilización son los Guarayos” (Baldivieso 1896: 61). “A LA OTRA BANDA DEL RÍO PARAGUAY”

Equivalente de “chunchos”, mote genérico empleado por indígenas quechua-hablantes, el nombre de guarayo no fue “originalmente” la auto-denominación de ninguno de los grupos así llamados. Tampoco implica ningún parentesco entre estos grupos así designados, no más que los otros nombres genéricos que tanto abundan en las fuentes históricas. El término tapii por ejemplo, ya mencionado, designaba para los guaraní-hablantes a cualquier grupo de otro idioma y considerado como inferior. Así, existen tapii desde la costa de Brasil hasta el Chaco, sin que los grupos así llamados tengan el más mínimo parentesco entre sí. Lo mismo pasa con la palabra de yanaigua o caaiguá, guaraní también, y que significa “los que viven en el bosque”. Es un término que bien podría traducirse por “salvajes” —salvajes a los ojos de los guaraní-hablantes, se entiende. Es así que, en la región guaraní del Isoso sobre el río Parapetí, dos grupos completamente diferentes fueron llamados así: los tapietes en el siglo XIX, y los ayoreos más tarde (Combès, 2004). Estos nombres revelan más los criterios o prejuicios de quien los emplea, que a los grupos así calificados. El único punto común entre los diversos guarayos, yanaiguas o salvajes, es una mirada ajena —andina, guaraní, española, según el caso. En todos los casos examinados, el nombre de guarayo coexiste con otros más para designar a los mismos grupos: chunchos, chiriguanaes, itatines, ayoreos, chapacuras, tiatinagua (nombre probablemente dado por los panos a los “huarayos” del Madre de Dios15), tacanas, zamucos, etc. Algunos de ellos siguen vigentes, otros desaparecieron; algunos fueron asumidos como propios (como tacana, o “guarayo” en Santa Cruz), mientras otros fueron virulentamente rechazados, como chiriguano (o el mismo huarayo entre los ese-ejja). 15

Villar et al. 2009; Chavarría, 2008:13.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

385

En la región de Santa Cruz, el nombre de guarayo fue adoptado, como vimos, con un valor algo más restringido que le dio el significado de “guaraní-hablante” —aunque su sentido más genérico de “salvaje” no desapareció totalmente, como lo muestra el caso de los ayoreos. Sin embargo, se cristalizó luego, y hasta hoy, en un etnónimo particular y reivindicado por los propios indígenas, los actuales guarayos de la provincia homónima del departamento de Santa Cruz. En la primera ciudad de Santa Cruz de la Sierra, el término de “guarayo” empieza a aparecer en las crónicas a finales del siglo XVI. No se trata de un término muy empleado, y los españoles prefieren hablar de chiriguanaes (en el sentido de “guaraní-hablante”) o bien de itatines, en referencia a la región de origen de estos grupos indígenas. Sin embargo, los españoles se encontraron con diversos grupos de habla guaraní en la actual Chiquitania, no todos oriundos del Itatín, y llamados por diversos nombres (además de ser considerados como chiriguanaes): bambaguasu, pitaguari, moqueringuasú, moperecoçi, etc. (Combès, 2010). Posiblemente entre ellos figuraba el grupo llamado “guarayo” en las fuentes. En el siglo XVII, con el traslado de la ciudad hacia el río Guapay, las noticias son sumamente escasas sobre la región. En esta época es cuando el nombre de los “chiriguanaes” comienza a aplicarse exclusivamente a aquellos que viven en el piedemonte andino, al sur de la nueva ciudad. En los llanos orientales, el nombre de los itatines suele volver a aparecer, por ejemplo en las actas del cabildo de Santa Cruz, en el año 1637 (Actas capitulares, 1977 [1634-40]: 193). Se ve sin embargo suplantado por el de “guarayo” poco después. La adopción masiva de este último término por parte, primero, de los españoles, refleja una nueva realidad histórica. En efecto, el nombre de “itatines” era conocido en ambas orillas del río Paraguay: designaba, al oeste, a aquellos guaraníes de Itatín que migraron; al este, era el nombre dado a sus parientes que continuaban viviendo en la región del Itatín. En las primeras fuentes sobre el Itatín oriental, en particular los escritos de los primeros jesuitas que trabajaron en la región a partir de inicios del siglo XVII, el nombre de guarayos no aparece —lo que parece constituir, de paso, un argumento más para su probable origen quechua. Es más tarde cuando los jesuitas y colonos paraguayos empiezan a utilizar este nombre, y lo hacen, siempre, para designar a los núcleos guaraníes que viven al otro lado del río Paraguay, al oeste. Se señalan por ejemplo guarayos junto con los “tapy-minis” (chiquitos) al oeste del río, o “guarayos o guaranis” en el Pantanal, etc.16. Por así decirlo, se diferencian, con dos nombres, a los dos conjuntos itatines de cada lado del río. A partir de 1633, las misiones jesuitas entre los itatines orientales empiezan

16

Diario de un viaje 1955 [1703]: 17, 19; Ximénez 1955 [1703]: 47.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

386

ISABELLE COMBÈS

a ser atacadas, en varias oportunidades, por los temidos bandeirantes o mamelucos, cazadores de esclavos que, desde São Paulo, asolaban los territorios de las misiones en busca de cautivos. Y los itatines huyen, en masa. Los testimonios no dejan lugar a dudas: “muchas [familias] han pasado a la otra banda del río Paraguay” para escapar de los cazadores de esclavos (Bonilla, 1952 [1652]: 105). Se reanudan, de alguna manera, las antiguas migraciones itatines hacia el oeste, esta vez para huir de un peligro apremiante. Sánchez Labrador escribe: Quedó mucha gente escondida en los bosques: pasó a la orilla occidental del río Paraguay: se internó hasta el famoso Lago de los Jareyes [sic], o cosa semejante; y éstos son Guarayos

descendientes de los Ytatines y hermanos de los del pueblo de Nuestra Señora de Fe recogidos por nuestros misioneros de Chiquitos17.

Interrogado por el jesuita, uno de estos “guarayos” dice: Respondió que sus padres les decían: que su pueblo había estado a la otra orilla del río Paraguay entre dos Ríos; que habían sido cristianos; que su pueblo tubo el nombre de la Virgen [Nuestra Señora de Fe de Taré], […] se habían pasado a la orilla occidental del río, y después venido a vivir con los Chiquitos. Añadió que sus padres se consolaban mucho cuando decían que algún día habían de volver a sus tierras naturales. No pueden darse señas más determinativas del origen de los Guarayos (ibíd.).

De la misma manera, las Anuas jesuitas del Paraguay cuentan, en su acápite relativo a las misiones de Chiquitos: Los guarayos tienen su origen en la tierra de los guaraníes, viniendo ellos a su actual domicilio hace unos 100 años a esta parte, huyendo ellos en aquel entonces de las invasiones de los brasileños a tan enorme distancia, devastando aquellos abominables ladrones en aquel entonces toda la comarca, pero en especial nuestras misiones guaraníticas, porque les eran más cercanas, llevándose todos que podían alcanzar, cristianos e infieles, a la esclavitud en el Brasil. Todavía hablan los guarayos la lengua de su antigua nación, pero ya algo viciada. Tienen ellos las mismas costumbres que, como leemos, han tenido los guaraníes antes de hacerse cristianos; así, comen carne humana como antiguamente lo hacían los guaraníes (Anuas de la provincia del Paraguay, 2011 [1730-34]: 167).

No podemos lastimosamente cuantificar estas nuevas migraciones desde el Itatín hacia la Chiquitania. En todo caso, a partir de este momento es cuando se cristaliza el nombre de guarayos en la Chiquitania, al oeste del río Paraguay, como para marcar una vez más la diferencia entre los guaraníes de ambas orillas. Si bien, del 17 José Sánchez Labrador: Diario del viaje a las misiones de Chiquitos desde la Reducción de Nuestra Señora de Belén, de indios guaycurúes (Real Academia de la Historia, Madrid, Mata Linares 56

[9-1711]); subrayado mío. Nuestra Señora de Fe de Taré era una de las misiones jesuíticas del Itatín oriental. Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

387

lado hoy boliviano, guarayo pudo ser utilizado como un sinónimo de “guaraníhablantes”, visto desde el Paraguay este nombre pasó a designar a “los guaraníes del occidente” —y eso hasta prácticamente la actualidad. En una época tan reciente como la guerra del Chaco, los soldados paraguayos que llegaron al río Parapetí llamaban “guarayos” a los isoseños y demás guaranís de la Cordillera. El mismo general Estigarribia habla en sus Memorias de “los guarayos, que son los indios guaraníes del Parapití”, otro militar evoca a “los indios guarayos” del Parapetí, etc.18. Por esta misma razón los guaraníes (“chiriguanos”) que se quedaron viviendo en el Chaco paraguayo después de la guerra son conocidos hasta hoy como “guarayos” en este país. EL “VERDADERO NOMBRE”

Los guarayos que tan orgullosamente reivindicaron su nombre frente a Alcide d’Orbigny habían adoptado ya, probablemente desde las masivas migraciones de los siglos XVII y XVIII, el nombre de guarayo como propio. Sin embargo, en la misma época, existían “otros guarayos” en el Beni, en el norte paceño, y siguen existiendo hoy “otros guarayos” en Perú y en Paraguay. La trayectoria de este nombre, desde un “salvaje” quechua genérico hasta una “auto-denominación” singular, pasando por un sinónimo de “guaraní-hablante” y de “guaraní occidental”, no es ni singular, ni un caso único. Prácticamente la misma historia tiene el nombre de chiriguanaes, con la diferencia de que nunca fue aceptado como propio19. Los nombres cambian de sentido, incluso de idioma. Y el caso de los guarayos encierra una enseñanza para los investigadores, y una advertencia también. ¿Qué es lo que llamamos un “etnónimo”, en qué puede consistir el “verdadero nombre” de un grupo? En la actualidad, por corrección política, para respetar el deseo o los criterios de los mismos interesados, no puede utilizarse la palabra chiriguano para hablar de los “guaraníes” del piedemonte: porque se trata de un “exónimo” (un nombre impuesto por otros), porque es despectivo, porque los mismos indígenas no se “auto-identifican” de esta manera, prefiriendo, desde al menos la creación de la Asamblea del Pueblo Guaraní en 1985, este último nombre. Pero el nombre mismo de guaraní fue difundido, aplicado y prácticamente impuesto por los españoles. En efecto, este nombre aparece primero en las fuentes 18

Estigarribia citado por González, 1977: 37; García Delgado, sf: 156-157. Aunque hasta esta afirmación podría ser matizada: los mismos “guaraníes” que rechazan el nombre de chiriguanos se presentan sin embargo como tales en los encuentros internacionales que se desarrollan en otros países (Graciela Chamorro, com. pers., sobre encuentros desarrollados en Mato Grosso do Sul). 19

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

388

ISABELLE COMBÈS

para referirse a indígenas de las islas del río Paraná, en 1528. Se trata de los “guarenis y por otro nombre chandris” (L. Ramírez, 1941 [1528]: 98). No sabemos de dónde proviene el nombre de “chandris”, y no tenemos tampoco certeza que “guarenis” haya sido una “auto-denominación”. Se lo interpreta generalmente a partir de guarinî: “guerra” (Ruíz de Montoya, 2011 [1639]: 129), aunque el paso de la i central a la a de guaraní no está explicado. Sea lo que fuere, los españoles empezaron a aplicar ese nombre a todos los grupos que hablaban, aun con variaciones, la misma lengua que estos primeros “guarenis”. Es así que los carios de Asunción del Paraguay, por ejemplo, se volvieron “guaraníes”; durante varios años en el siglo XVI, el nombre “cario” compitió incluso con el de “guaraní” para designar a todos los grupos étnicos que hablaban esta lengua y, en un inicio, el término “chiriguana” revistió el mismo significado genérico. Irala habla por ejemplo en Asunción de “los indios guaranys o si quiere caryos” (1941 [1541]), y Rasquín equipara los tres términos mencionando a los “indios guaranis que en la costa de la mar les dicen carios; y estos mismos están poblados en las sierras que están junto a las Charcas, que los llaman en el Perú chiliguanas” (2008b [c. 1566]: 166). Dejo al criterio del lector juzgar cuál de estos múltiples nombres será el más “verdadero”. De la misma manera, “originalmente” guarayo era un sinónimo de “salvaje”, aunque se transformó hoy en un etnónimo propio y reivindicado. Al oriente del río Paraguay, en Mato Grosso do Sul, los lejanos parientes de los “guarayos”, descendientes como ellos de los antiguos itatines, se “auto-denominan” kaiowá, que no es sino el antiguo mote de caaiguá —“los del monte”, los “salvajes” también, en guaraní. Y los ejemplos podrían multiplicarse ad infinitum. Los tapietes chaqueños (que reivindican hoy este nombre en Bolivia y Argentina, pero lo rechazan en Paraguay), son etimológicamente hablando unos tapii-ete, “verdaderos esclavos” a ojos de los chiriguanos (o guaraníes….) del piedemonte. De la misma manera los “chiquitanos” son los ex “chiquitos”, es decir los ex tapii-miri de los guaraníes, los “pequeños esclavos”. En todos estos casos, estamos frente a “exónimos”, a menudo peyorativos, que fueron luego adoptados por los mismos interesados. El caso no es particular a los pueblos indígenas además…baste con recordar la reivindicación actual del nombre “Camba” por los cruceños cuando, hasta hace pocos años, era rechazado por ser un insulto. Algunos de estos “exónimos” acabaron siendo rechazados. Es el caso de “chiriguano” en el piedemonte, o incluso de “chiquitano” al menos en la zona de Lomerío, donde se prefiere hablar hoy de “monkox” (aunque la organización indígena siga llamándose “chiquitana”). Los tapietes, los guarayos o los “cambas” escogieron otra vía: la palabra se adopta en el idioma propio, y se reinterpreta: de

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

389

ahí que los “guarayos” acaben siendo una “parcialidad amarilla” (o unos “guerreros”); que “tapiete” signifique en verdad “gente verdadera”20, o “camba” quiera decir “macho” (kuimbae) en guaraní. Definitivamente, en el caso de los “etnónimos”, el nombre no hace a la rosa. La rosa tampoco es perenne, y los grupos cambian, se reconforman o se mestizan a lo largo del tiempo. El nombre, o el cambio de nombre, traduce a veces estas transformaciones, como pudo ser el caso con “guarayos” que se difundió a partir del momento en que los grupos itatines de ambas orillas del Paraguay se separaron definitivamente. Los nombres viven y cambian, como los grupos que los llevan. No por eso uno puede ser considerado como más real, más “verdadero” que otro. A la vez, y concluiré sobre este punto, la trayectoria de estos nombres encierra una advertencia a los investigadores que pretendemos reconstruir el pasado indígena. Los nombres “genéricos” no suelen ser entendidos como lo que son: categorías de referencia, calificativos más que “nombres” propios. Se les ha considerado como “etnónimos”, y esto ha llevado y sigue llevando a muchas confusiones en los estudios históricos, o en otros ámbitos inclusive. Se hace de los ese-ejja un grupo guaraní-hablante; se señala la existencia de unos misteriosos “yanaiguas” en los bosques bolivianos desde la Amazonía hasta el Chaco, etc. Estos nombres deben ser traducidos y colocados en sus contextos temporales y espaciales de enunciación para poder entenderles en su verdadera dimensión. Buscar a los “guarayos” o a los “yanaiguas” no equivale a otra cosa que partir en busca de unos improbables “salvajes” que, porque se llaman todos “salvajes”, tendrían que tener algo en común. Equivale a pensar que todos los llamados “timbús” (término que significa “los que se horadan la nariz” en guaraní21) son los mismos, o que los “orejones” del Pantanal del siglo XVI, así llamados por los aros que colgaban de sus orejas, eran los mismísimos “orejones” de la realeza incaica22. La búsqueda del “verdadero nombre” y, detrás de él, del “verdadero grupo” o de la verdadera rosa, es un camino sembrado de espinas y trampas para el investigador. Son trampas que, para los siglos más lejanos, son bien difíciles de evitar, pero que sí debemos enfrentar. Nomina nuda tenemus…: de muchos pueblos o antiguas “parcialidades” sólo quedan hoy los nombres en polvorientas crónicas. A nosotros nos toca rescatarlos del olvido, para que del nombre al menos no se pierda la memoria.

Recibido el 2 de junio de 2014 Aceptado el 17 de junio de 2014

20

Carvajal, 1998: 363; Hirsch, 2006: 24. Samaniego en Anua Perú-1596, 1965: 93; iti es “nariz” en guaraní. 22 Es lo que no duda en afirmar la periodista brasileña Rosana Bond, agregando además a los “orejones” chichas de Tarija a la lista… (Bond, 2012: 166 y sig.). 21

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

ISABELLE COMBÈS

390 BIBLIOGRAFÍA

ACTAS CAPITULARES 1977 [1634-1640] Actas capitulares de Santa Cruz de la Sierra, 1634-1640, Santa Cruz: Universidad boliviana Gabriel René Moreno. ADICIONES 2011 [1717-18] “Adiciones a las expediciones anuas de las misiones de Chiquitos”, en Javier Matienzo et al. (eds.): Chiquitos en las Anuas de la Compañía de Jesús (1691-1767), Cochabamba: Itinerarios/Instituto de misionología, pp. 128-135. ÁLVAREZ, José 2008[1932] Diccionario español-huarayo, Lima: Centro cultural José Pío Aza. ANUAS DE LA PROVINCIA DEL PARAGUAY 2011[1730-34] “Anuas de la provincia del Paraguay, 1730-1734. Misión de Chiquitos”, en Javier Matienzo et al. (eds.): Chiquitos en las Anuas de la Compañía de Jesús (1691-1767), Cochabamba: Itinerarios/Instituto de misionología, pp. 159-175. ANUA PERÚ-1589 1929[1589] “Missio in provinciam Santae Crucis – Annuae Litterae Societatis Iesu”, traducción y notas de Alfred Métraux, Anthropos 24, pp. 913-941. ANUA PERÚ- 1596 1965[1596] “Anua de la Compañía de Jesús - Tucumán y Perú”, en Marco Jiménez de la Espada: Relaciones geográficas de Indias II, Madrid: biblioteca de autores españoles t. 184, pp. 86-113. ARMENTIA, Nicolás Tacana. Arte, vocabulario, exhortaciones, frases. La Plata: Biblioteca lin1902 güística del Museo de La Plata (introducción y notas por Samuel Lafone Quevedo). BALDIVIESO, Pastor 1896 Informe que presenta al señor Ministro de Colonización el Intendente de la

Delegación Nacional en el Noroeste, Teniente Coronel Pastor Baldivieso. Bolivia, Riberalta, La Paz: La Paz.

BALZAN, Luigi 2008[1885-93] A carretón y canoa. La obra del naturalista Luigi Balzan en Bolivia y Paraguay (1885-1893), edición Clara López Beltrán, La Paz: IFEA/IRD/Embajada de Italia/Plural Editores. BERTONIO Ludovico 2005[1612] Vocabulario de la lengua aymara, Arequipa: El Lector. BOLÍVAR, Gregorio de 1906[1621] “Relación de la entrada del Padre fray Gregorio de Bolívar, en compañía de Diego Ramírez de Carlos, á las provincias de los indios Chunchos, en 1621”, en Víctor Maurtua, Juicio de límites entre el Perú y Bolivia. Prueba peruana

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

391

presentada al gobierno de la República Argentina por Víctor M. Maurtua, Madrid: Imprenta de los hijos de M. G. Hernández, tomo 8,pp. 205-237. BOND, Rosana História do caminho do Peabiru. Descobertas e segredos da rota indígena 2012 que ligava o Atlântico ao Pacífico. Río de Janeiro: Ed. Aimberê, vol. 2. BONILLA, Barnarbé de 1952[1652] “Testimonio”, en Jaime Cortesão (ed.): Jesuítas e bandeirantes no Itatim (1596-1760), Río de Janeiro: Biblioteca Nacional, pp. 103-105. CARVAJAL, Silvia 1998 “Etnohistoria y ocupación espacial del pueblo tapiete”, Anales de la reunión anual de etnología, La Paz: MUSEF, tomo I, pp. 363-385. CASTILLO, José del 1906[1676] “Relación de la provincia de Moxos”, en Manuel Ballivián: Documentos para la historia geográfica de la República de Bolivia, La Paz: s/e, t. I, pp. 294-395. CHAVARRÍA, María 2008 “Introducción” en José Álvarez: Diccionario español-huarayo, Lima: Centro Cultural José Pío Aza, pp. 5-58. COMBÈS, Isabelle 2004 “Tras la huella de los ñanaigua: de tapii, tapiete y otros salvajes en el Chaco boliviano”, Bulletin de l’Institut Français d’Études Andines 33(2), pp. 255269. Zamucos, Cochabamba: Instituto de Misionología 2009 Diccionario étnico. Santa Cruz la Vieja y su entorno en el siglo XVI, Cocha2010 bamba: Itinerarios/Instituto de Misionología. 2011 “El Paititi, los candires y las migraciones guaraníes”, Suplemento Antropológico XLVI nº 1, Asunción, pp. 7-149. CORS, José 2008[1875] Noticias de Guarayos, Santa Cruz: fundación Nova (estudio preliminar de Elías Caurey y Elio Ortiz). CRÓNICA ANÓNIMA 1944[c. 1600] “Crónica anónima”, en P. Mateos (ed.): Historia General de la Compañía de Jesús en la provincia del Perú, Madrid: s/e, pp. 471-507. DIARIO DE UN VIAJE 1955[1703] “Diario de un viaje emprendido en 1703 para descubrir una comunicación entre las misiones del Paraguay y las de Chiquitos”, en Jaime Cortesão (ed.): Jesuítas e bandeirantes no Paraguai (1703-1751), Río de Janeiro: Biblioteca nacional, pp. 11-22. FERRIÉ, Francis Renaissance des Leco perdus. Ethnohistoire du piémont bolivien d’Apolo2014 bamba à Larecaja, Thèse doctorat en anthropologie, Université de Paris Ouest/Nanterre.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

392

ISABELLE COMBÈS

GARCÍA DELGADO, Jorge s/f “Las migraciones guaraníes y su proyección en la zona del río Parapetí por el R.I. 14 Cerro Corá”, Anales. Publicación oficial del círculo de jefes y oficiales en situación de retiro de las FFAA de la Nación, Asunción, pp. 153157. GONZÁLEZ, Antonio Tríptico del Chaco. La guerra, el hombre, la paz, Asunción: Ediciones Co1977 muneros. GONZÁLEZ HOLGUÍN, Diego 2007[1608] Vocabulario de la Lengua General de todo el Perú llamada Lengua Qquichua, o del Inca (http://www.runasimipi.org). HIRSCH, Silvia El pueblo tapiete de Argentina: historia y cultura, Buenos Aires: Instituto 2006 de Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. INFORMACIÓN DE SERVICIOS DE ÑUFLO DE CHÁVEZ 2008[1561] “Información de servicios de Ñuflo de Chávez”, en Catherine Julien:

Desde el Oriente. Documentos para la historia del Oriente boliviano y Santa Cruz la Vieja (1542-1597), Santa Cruz: fondo editorial municipal, pp. 70-

93. IRALA, Domingo Martínez de 1941[1541] “La relación que dejó Domingo Martínez de Irala en Buenos Aires al tiempo que la despobló”, Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatenses, Buenos Aires: talleres Casa J. Peuser, t. 2, pp. 299-302. JULIEN, Catherine Desde el Oriente. Documentos para la historia del Oriente boliviano y Santa 2008 Cruz la vieja (1542-1597), Santa Cruz: fondo editorial municipal. JUNTA DE VÍAS FLUVIALES Nuevas exploraciones en la hoya del Madre de Dios. Lima: Litografía y Ti1904 pografía Carlos Fabbri. MENDOZA, Gunnar 1956 “Bibliografía guaraya preliminar”, Revista del Instituto de Sociología Boliviana 5, pp. 5-63. MÉTRAUX, Alfred 1927 “Les migrations historiques des Tupi-Guaraní”, Journal de la Société des Américanistes 19, París, pp. 1-45. 1929 “Un ancien document peu connu sur les Guarayu de la Bolivie orientale”, Anthropos 24, pp. 913-941. MUJÍA, Ricardo (comp.) Bolivia-Paraguay y Anexos, La Paz: imprenta del Estado, 9 tomos. 1914

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

GUARAYOS, O LOS NOMBRES DE LAS ROSAS

393

NORDENSKIÖLD, Erland 1917 “The Guarani invasion of the Inca empire in the sixteenth century: an historical Indian migration”, The Geographical Review 4/2, pp. 103-121. The Changes in the Material Culture of Two Indian Tribes under the in1920 fluence of New Surroundings. Comparative Ethnographical Studies, vol. 2. Goteburgo. NOSTAS, Mercedes (coord.) Gwarayu mba’ekwasa. Saberes del pueblo gwarayu, Santa Cruz: Ministerio 2006 de Educación/CIPCA/El País. ORBIGNY, Alcide d' L’Homme Américain (de l’Amérique méridionale), considéré sous ses rap1839 ports physiologiques et moraux, Strasbourg : imprimerie Berger-Levrault. 2002[1833] Viaje a la América meridional (realizado de 1826 a 1833), La Paz: IFEA/Plural (4 tomos). PANDO, José Manuel Viaje al país de la goma elástica. Cochabamba: El Comercio. 1897 RAMÍREZ, Henri 2010 “Etnônimos e topônimos no Madeira (séculos XVI-XX): um sem-número de equívocos”, Revista Brasileira de Linguística Antropológica vol. 2 nº 2, pp. 13-58. RAMÍREZ, Luís 1941[1528] “Carta de Luís Ramírez”, en José Torre Revello (comp.): Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatenses, Buenos Aires: talleres Casa J. Peuser, t. 1, pp. 91-106. RASQUÍN, Jaime 2008a[c. 1557] “Petición de Jaime Rasquín”, en Catherine Julien: Desde el Oriente. Do-

cumentos para la historia del Oriente boliviano y Santa Cruz la Vieja (15421597), Santa Cruz: fondo editorial municipal, pp. 41-44. 2008b[c. 1566] “Memorial de Jaime Rasquín”, en Catherine Julien: Desde el Oriente. Documentos para la historia del Oriente boliviano y Santa Cruz la Vieja (15421597), Santa Cruz: fondo editorial municipal, pp. 164-169.

RECIO DE LEÓN, Juan 1906[1623-27] “Relaciones y memoriales sobre su entrada a las provincias de Tipuani, Chunchos y Paititi”, en Víctor Maurtua (ed.): Juicio de límites entre el Perú y Bolivia. Prueba peruana presentada al gobierno de la república argentina. Barcelona: Imp de Henrich y comp., 1906, t. 6, pp. 212-271. RELACIÓN DE LOS CASOS 2008[1561] “Relación de los casos en que el capitán Ñuflo de Chávez ha servido a Su Majestad desde el año de quinientos y cuarenta”, en Catherine Julien:

Desde el Oriente. Documentos para la historia del Oriente boliviano y Santa Cruz la Vieja (1542-1597), Santa Cruz: fondo editorial municipal, pp. 6669.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

394

ISABELLE COMBÈS

RIESTER, Jürgen Los Guarasug’we. Crónica de sus últimos días, La Paz: Los Amigos del Li1977 bro/MUSEF. RUÍZ DE MONTOYA, Antonio 2011[1639] Tesoro de la lengua guaraní, Asunción: CEPAG. SUÁREZ DE FIGUEROA, Lorenzo 1965[1586] “Relación de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra”, en Marco Jiménez de la Espada: Relaciones geográficas de Indias, Madrid: Biblioteca de autores españoles, t. 1, pp. 402-406. VILLAR, Diego, CÓRDOBA, Lorena y COMBÈS, Isabelle La reducción imposible. Las expediciones del padre Negrete a los pacagua2009 ras (1795–1800), Cochabamba: Instituto de Misionología. XIMÉNEZ, Bartolomé 1955[1703] “Relación del camino y viaje de los padres para los chiquitos y vuelta”, en Jaime Cortesão (ed.): Jesuítas e bandeirantes no Paraguai (1703-1751), Río de Janeiro: Biblioteca Nacional, pp. 35-54.

Anu. estud. bols. archi. biblio., n° 20, 377-394, 2014. ISSN: 1819-7981

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.