“Grietas en la razón melodramática de Manuel Payno”.

June 28, 2017 | Autor: J. Ruisánchez Serra | Categoría: Mexican Literature, Female body, Manuel Payno
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Descripción

GRIETAS EN LA RAZÓN MELODRAMÁTICA: EL CONTROL DE LAS MUJERES EN LOS BANDIDOS DE RÍO FRÍO

JOSÉ RAMÓN RUISÁNCHEZ SERRA

Margo Glantz es prácticamente la única crítica que se ha ocupado de los personajes femeninos en la gran novela final de Manuel Payno Los bandidos de Río Frío (1892). Pero su contribución se limita a señalar, de manera acertada que: "El cuerpo de las mujeres del pueblo es visible, manejable —casi manoseable—, pero de forma fetichizada... Las mujeres de la clase alta, en cambio, las mujeres decentes, tienen ojos, pelo, ropas suntuosas y joyas. Su cuerpo es suntuario, el de las otras erótico" (225). Sin embargo, este análisis de la mirada masculina, tan común en la generación de Payno, parecería implicar una inmovilidad que merece ser pensada con más detalle. Muchas de las mujeres en Los bandidos escapan constantemente de ese reposo que permite simultáneamente su contemplación como objetos eróticos y suntuarios, así como su clasificación en una matriz tipológica. Un ejemplo que aparece al principio mismo de la novela son las dos herbolarias María Matiana y María Jipila que viven "en las orillas de la gran capital" (16) en un "estrecho cuartito" (18). Sin embargo, esta localización puntual se desdibuja casi de inmediato: Se les veía, ya a una, ya a la otra, por las lomas de los Remedios, por la hacienda de los Morales, por el Cabrío de San Ángel y por las huertas de Coyoacán. Matiana hizo una vez una excursión a Cuernavaca y volvió con verdaderas maravillas. María Jipila a su vez se aventuró por el rumbo de Ameca, de Tenango, hasta Cuautla, y regresó al cabo de un mes con

 

2   preciosidades, dejando, además, corresponsales en la montaña y en el bosque de Tierra Caliente. (18)

En un solo párrafo aparece el movimiento fuera del espacio doméstico y que abarca buena parte de la geografía del centro del país. Hay que subrayar, además, la creación de redes solidarias, mediante las cuales se crean intercambios y se preservan saberes tradicionales. Además, conforme avanza la novela, sus movilidades también entroncan en la economía financiera: Jipila le presta sus ahorros a otra mujer, doña Pascuala, lo que le permite a ésta pagar sus deudas y salvar su rancho. A su vez, Pascuala es digna de la misma atención. A pensar de estar casada y tener un hijo propio, uno adoptivo y un muchacho entenado, es ella la principal administradora del rancho. A estas tres mujeres se tiene que sumar la inolvidable frutera Cecilia: "una mujerona grande, hermosota, de buenos colores, nariz chata y resuelta; ojo negro y maligno y grandes y abultados pechos que, como si estuviesen inquietos por salir a la calle se movían dentro de una camisa de tela fina" (133). Es por supuesto el tipo de descripción a la que se refiere Glantz. Pero Cecilia, deja de ser pronto un puro cuerpo mirado. Pocas páginas más adelante se sabe que cuando muere su madre: A Cecilia le tocaron dos trajineras y doscientos pesos en dinero. Como durante la vida de la madre aprendió el oficio, es decir, intervenía en la carga y descarga de las canoas, cobraba los fletes, ajustaba y pagaba a los remeros y hacía frecuentes viajes a México, cuando se encontró sola y huérfana... se halló en disposición de manejar sus escasos bienes y mantenerse por sí sola. Vendió una de las trajineras y se quedó la otra para su servicio; hacía sus viajes a Chalco y las lagunas cuando era necesario y arrendó un buen local en

 

3   la Plaza del Volador. Construyó un buen tejado, que podía cerrarse de noche y que dedicó al comercio de frutas. (138-39)

Cecilia ya no sólo es "hermosota" sino soberanamente capaz de una vida económica independiente y, elogio grande viniendo de uno de los máximos expertos en finanzas de su siglo (Tenembaum), un preciso control de sus cuentas y una capacidad de realizar sólidas inversiones, como una casa en el centro de la Ciudad de México y otra en Chalco. Finalmente doña Viviana, corredora de joyas para la aristocracia y también para los menos ricos, comparte características con las mujeres anteriormente mencionadas: En la calle de Ortega hacía su comercio con la gente rica y pudiente de la capital; recibía a las amas de llaves y lacayos y aun a las mismas señoras y duques y marqueses que necesitaban hablarle a solas y comunicarle sus asuntos con la mayor reserva. En el barrio de Santa Cruz recibía a los pobrecitos, envueltos a veces en una simple frazada y otras con buenas calzoneras con botonadura de plata, que también vendían y compraban joyas de valor. En la Casa de Novenas era conocida como doña Mónica. En la calle de Ortega, donde no se sospechaba la existencia de doña Mónica, ya hemos dicho que se hacía llamar Viviana, y que pasaba por un modelo de actividad y honradez; sobre todo, como mujer a quien se le podía fiar un secreto. Esto la hacía muy estimable, y por esto y por todo lo demás gozaba de mucho crédito. (634-35) Doña Viviana no es ni siquiera idéntica a sí misma, se llama como se tenga que llamar. En vez de domicilio parece poseer sucursales. Entre los compartimientos estancos de las rígidas clases sociales, se filtran sus artes y su hospitalidad.

 

4   Además, hay que señalar que estos nombres no agotan la lista de mujeres con

un considerable poder en la novela: la Moreliana y Lucecilla eligen y seducen a los hombres que les gustan; Casilda y Juliana resisten los avances no sólo sexuales sino incluso matrimoniales de sus patrones; Agustina y Domina de Arratia son mujeres capaces de administrar enormes cantidades de dinero. Payno crea una economía femenina perfectamente funcional y eficiente —que incluye mujeres de todas las razas y clases sociales— que contrasta con el modelo hegemónico del "ángel del hogar", que es la idealización de las presiones que asedian sus posibilidades de independencia desde la letra de la ley, limitando sus opciones de trabajo; desde lo educativo, limitando las líneas de estudio; desde el chantaje moral ejercido en foros eclesiásticos, y desde la racionalidad del "científico" positivista (LaGreca 34-50). Se vuelve necesario pensar en el procedimiento que Payno utiliza para domar esta amenaza, y que de hecho puede leerse en alianza metonímica con todo lo que podría significar el desastre de la apuesta literaria de Los bandidos. La potencia del libro y lo que lo ha llevado a reimprimirse de manera ininterrumpida por doce décadas, proviene de sus capacidades de proliferación que llevan, más allá de la posibilidad de comprender el siglo XIX, a la de experimentarlo, en el sentido que plantea esta presencia Hans Ulrich Gumbrecht en tanto Stimmung (219). Sin embargo, la abundancia de subtramas, la suma de las peripecias, el nutridísimo censo de personajes, el recorrido por todas las clases sociales y por lo tanto por todos los paisajes, acaban por resultar tan alarmantes como la posibilidad de economías no sancionadas por el Estado: la de los bandidos,1 y la de las mujeres. Como buen hombre de la generación nacida durante los años de la revolución de independencia, sus trabajos políticos tienen en común su índole cohesiva, el intento de impedir el desastre de la nación o, mejor, de lograr que la nación sobreviva a sus

 

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desastres.2 La fidelidad histórica al caso del coronel Yáñez, no bastaría para sustentar el cierre de la novela. Pues, como Andrés Lira ha probado, es imposible fijar una fecha en que coincida el hecho de que la frontera con los Estados Unidos sea el estado de Chihuahua, mientras al mismo tiempo sobreviven las instituciones anteriores a la Guerra de Reforma y esto enmarque la carrera criminal de Yáñez (123). Por lo tanto, lo que le permite a Payno disciplinar el enjambre de virtualidades subversivas que ha despertado y organizado se puede resumir en una sola palabra: el melodrama. En contraste con la opulencia sensorial de la novela y la riqueza imaginativa de sus tramas, el final del libro resulta esquemático, maniqueo: los bandidos son ahorcados, mientras que en rigurosa simetría a los honrados les tocan los premios con los premios del conservadurismo: propiedades en forma de bienes raíces, amor rigurosamente sancionado por el matrimonio y el calmado reposo de la cotidianidad. Apenas queda la tristeza marginal del abogado Pedro Martín de Olañeta, quien es acaso demasiado mundano, demasiado sabio, demasiado próximo a Payno para lograr ser feliz.3 Como piensa Peter Brooks: Melodrama is indeed, typically, not only a moralistic drama but a drama of morality: it strives to find, to articulate, to demonstrate, to "prove" the existence of a moral universe which, though put into question, masked by villainy and perversions of judgment, does exist and can be made to assert its presence and its categorical force among men. (20) En los penúltimos capítulos de Los bandidos se puede ver a Payno siendo implacablemente melodramático, colocando cada uno de sus elementos en una matriz clasificatoria que cristaliza a la totalidad de los personajes en una sumatoria moral de suma cero.4 Además hay un correlato espacial, las personas no sólo se ponen en su lugar en el sentido moral, sino espacial: las mujeres virtuosas —Cecilia, Matiana y

 

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doña Pascuala— son "premiadas" impidiéndoles su movilidad anterior. Doña Viviana, la mujer criminal es castigada para impedir esa transversalidad que atravesaba las clases sociales. Y a su vez, el final de estas tribulaciones marca el final de la adolescencia dolorosa del país vista desde la madurez de la "pax porfiriana". Hay mucha nostalgia en la enunciación de Payno, pero aquello por suerte ya ocurrió. La moral que triunfa no es sólo la privada sino también la pública. Pero ¿es verdaderamente de este modo? ¿No quedan grietas? Para pensar verdaderamente la índole de la razón melodramática en tanto razón de estado es necesario leer con cuidado el último capítulo de Los bandidos de Río Frío. En él, Payno, ya no como narrador extradiegético, sino en un espacio de autodiégesis, dice que, agotado después de haber completado las "más de dosmil páginas" (985) del libro, recibe una larga carta acerca de la novela. Casi no quiere leerla "pues los bandidos, y particularmente los de Río Frío, me salen ya por los ojos" (986). Desde luego, la renuencia es mera coquetería y finalmente se da a la tarea. Su corresponsal ha leído la novela con los ojos del coetáneo que reconoce los referentes que subyacen a la ficción y siente placer al comentarlos. Poco a poco la carta va cumpliendo la labor de un epílogo, contando lo que sucede con los personajes después de su reterritorialización mediante el final feliz. Ya el gesto merece tomarse en cuenta, pues cualquier agregado después de la apoteosis entraña un peligro para el orden establecido. Por decirlo de otra manera, implica el paso del melodrama a la novela realista centrada no en el cortejo y en el matrimonio como punto de llegada, sino en el estudio de la monotonía matrimonial y los laberintos del adulterio. Una de las mujeres que no he podido tratar en detalle, la Moreliana, es internada sin necesidad en un manicomio. Pero en estas páginas no sólo se revela que finalmente logra probar su cordura sino que además: "se quedó expedita sin perder su

 

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fortuna, para casarse con el doctor alienista que era quince años menor; pero él y ella no tenían malos bigotes y llamaban la atención en el paseo de Bucareli, adonde no dejaban de ir todas las tardes aunque lloviera o tronara" (988). El tratamiento científico del tema de la locura, la enfermedad y el deseo es parte de las temáticas cruciales de las novelas del cambio de siglo. Acaso el ejemplo imprescindible en esta discusión sea el pasaje de la carta dedicada a la mujer más fuerte de todo el libro y a su perpetuo enamorado, quien finalmente logra casarse con ella. Por su importancia me permito citarlo completo: La guapa Cecilia no cambió de maneras ni de lenguaje ni de honradez, pues ha sido fiel y buena mujer hasta lo último; pero Lamparila no pudo darle (pues ya era tarde) ni las maneras, ni la instrucción, ni la dulzura de una señorita educada en los colegios de México y al lado de una familia fina y de modales cortesanos. Tarde reflexionó Lamparilla en esto; mientras pasó la luna de miel en la soledad y las comodidades del rancho, no notó estos defectos, pero pasados dos años, se arrepintió de haberse casado con una frutera; pero todavía, con una trajinera que había tenido amores con un bandido que había acabado en la horca. A los dos años se le ocurrió acordarse de ciertas escenas, de comentarlas a su modo y de convertirse en un fingido Otelo. Se encelaba del mozo que servía la comida, de los peones del campo, de su sombra misma, y todo esto para concluir en una reconciliación que daba por resultado el que Cecilia, llorando como una niña, le abandonase sus alhajas o una parte del dinero en oro que tenía escondido. Lamparilla había dado en beber y, lo que es peor, en jugar. En el curso del tiempo fue perdiendo, perdiendo; hipotecó el

 

8   rancho, quizá en más de lo que valía, para pagar las cajas y dio en seguida tras de lo que Cecilia había llevado de su lado, que no era poco. (989)

La alianza entre clases sociales, la posibilidad del amor entre una mujer fuerte y un hombre débil y posiblemente de menos fortuna pero mejor educación que ella, que parecía hasta la penúltima parte de Los bandidos sellar, finalmente, el pacto de la nación, se agria y por lo tanto se agrieta. La carta, al crear un pliegue de supuesta objetividad referencial crea un espacio desde donde la eficiencia de la razón melodramática al interior de la novela, se cuestiona desde la verdad de la justicia que propone y regresa lo temporalmente reprimido para crear la armonía: la diferencia de clase, el poder del dinero, la opresión de género. Esta tensión entre lógicas escriturales denota lo que en su libro clásico sobre el XIX brasileño, Roberto Schwarz llama as ideáis fora do lugar. Con sutileza, el crítico propone que: as idéias liberais não se podiam praticar, sendo ao mesmo tempo indescartáveis. Foram postas numa constelação especial, uma constelação prática, a qual formou sistema e não deixaria de afetá-las. Por isso, pouco ajuda insistir na sua clara falsidade. Mais interessante é acompanhar-lhes o movimento, de que ela, a falsidade, é parte verdadeira. (Schwartz 26) Las ideas liberales, tanto en el Brasil esclavócrata del Imperio como en el México racista de Santa Anna, y en el "progresismo" del Porfiriato poseen precisamente una inaccesibilidad insobornable. Se trata de conceptos cuya característica es el hecho de resultar postulables pero no por ello realizables. Sólo que esta imposibilidad —y aquí la iluminación kantiana que produce el texto de Schwarz— no permite de modo alguno abandonarlos. La ficción es el vehículo insuperable para experimentar la

 

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permanente tensión entre lo liberal importado y las frustraciones de su implementación local. También lo es entre las formas literarias que plantean una superación armoniosa de las diferencias en la nación. Y por lo tanto se debe prestar atención a los rastros que dejan en las obras literarias estas diferencias. En este contexto preciso, el movimiento de relectura al que invita el capítulo final de Los bandidos lleva de la imposición categórica de la moral, a una realidad soberana, demasiado rica para permanecer dentro de la matriz del maniqueísmo. Es entonces necesario releer a las mujeres poderosas de la novela como partes una economía que, si bien existe sólo temporalmente y acaba siendo relevada por la economía política general dominada por los hombres, es la figura (en tanto hecho que sólo se comprenderá cuando lo complete un hecho ulterior) de lo que el melodrama intenta domar infructuosamente. Al final subvierte su dominio y al final regresa, amenazando la felicidad propuesta no sólo durante el medio siglo sino también la felicidad del porfiriato.

University of Houston

 

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OBRAS CITADAS Brooks, Peter. The Melodramatic Imagination. New Haven: Yale UP, 1996. Carrera, Magali M.. Travelling from New Spain to Mexico: Mapping Practices of Nineteenth Century Mexico. Duham: Duke UP, 2011. Córdoba Ramírez, Diana Irina. Manuel Payno: Los derroteros de un liberal moderado. Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2006. Dabove, Juan Pablo. Nightmares of the Lettered City. Pittsburgh: U of Pittsburgh P, 2007. Duclas, Robert. Les bandits de Río Frío: Politique et littérature au Mexique à travers l’oeuvre de Manuel Payno. México: IFAL, 1979. Garrigan, Shelley E.. Collecting Mexico: Museums, Monuments and the Creation of National Identity. Minneapolis: U of Minnesota P, 2012. Giron, Nicole. “Manuel Payno: un liberal en tono menor.” Historia Mexicana 173 (1994): 5-35. Glantz, Margo “Huérfanos y bandidos”. Margo Glantz (coord.) Del fistol a la linterna. México: UNAM, 1997: 221-40. Guerrero, Julio. La génesis del crimen en México. México: CNCA, 1996. Gumbrecht, Hans Ulricht. "Reading for the Stimmung ? About the Ontology of Literature Today." boundary 2 (2008), pp. 213-21. LaGreca, Nancy. Rewiting Womanhood: Feminism, Subjectivity, and the Angel of the House in the Latin American Novel, 1887-1903. University Park: The Pennsylvania State UP, 2009. Lira, Andrés. “Propiedad e interpretación histórica en la obra de Manuel Payno” Ed. Margo Glantz. Del fistol a la linterna. México: UNAM, 1997: 123-34.

 

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Monsiváis, Carlos. Las herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX. México: Debolsillo, 2009. Payno, Manuel. Los bandidos de Río Frío. Prol. Antonio Castro Leal. México: Porrúa, 2003. Perez Gay, Rafael. “Avanzaba el siglo por su vida: Manuel Payno”. Ed. Margo Glantz. Del fistol a la linterna. México: UNAM, 1997: 177-86. Rosa, Richard. "Finance and Literature in Nineteenth-Century Spanish America." PMLA 127.1 (2011): 137-44. Schwarz, Roberto. Ao venzedor as batatas. São Paulo: Duas Cidades-34, 2008. Tenembaum, Barbara. “Los bandidos del erario mexicano 1848-1873”. Historia Mexicana 173 (1994): 73-106.

 

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NOTAS                                                                                                                 1

Sobre la amenaza de los bandidos y su relación con el Estado, ver Dabove (199-214)

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Sobre la generación liberal, ver el notable libro de Carlos Monsiváis Las herencias

ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX. Sobre la vida de Payno ver los trabajos de Córdoba Ramírez, Duclas, Girón. Sobre la relación entre su obra sobre economía y su ficción ver el artículo de Rosa. 3

En su importante artículo Richard Rosa privilegia a Olañeta como el "detective"

capaz de desentrañar la maraña de rumores, causas amañadas, confesiones arrancadas violentamente, hojas volantes de la nota roja, a la manera en que Payno mismo tuvo que hacerlo con la "deuda inglesa". 4

En cuanto a este cierre del melodrama, no basta pensarlo como un rasgo residual que

proviene del auge del folletón en el medio siglo. Hay que relacionarlo con las clasificaciones sociales "científicas" como la que propone en 1901 Julio Guerrero en su Génesis del crimen en México (132-47), así como en el auge de la estadística como se puede ver en Carrera (109-83) y Garrigan (153-75).

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