GRABADORES Y COLGANTES DE LOS NIVELES SOLUTRENSES DE LA CUEVA DE LA LLUERA I

July 1, 2017 | Autor: Jose Manuel Barrera | Categoría: Rock Art (Archaeology)
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Descripción

INTERNATIONAL ROCK ART CONFERENCE

CÁCERES (EXTREMADURA, SPAIN)

Symbols in the Landscape: Rock Art and its Context Proceedings of the XIX International Rock Art Conference IFRAO 2015 (Cáceres, Spain, 31 August - 4 September 2015)

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Grabadores y colgantes de los niveles solutrenses de la cueva de La Lluera I JOSÉ ADOLFO RODRÍGUEZ ASENSIO JOSÉ MANUEL BARRERA LOGARES

RESUMEN: Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la cuevas de La Lluera I han aportado una estratigrafía en la que se aprecian diferentes momentos de inundación y de ocupación humana. Tras los estudios geológicos, sedimentológicos y arqueológicos de los materiales rescatados hemos propuesto una secuencia que empieza durante el Solutrense medio para seguir durante el Solutrense superior, época de mayor riqueza arqueológica y durante cuyos momentos se realizó el arte parietal de la cueva. PALABRAS CLAVE: Cueva de La Lluera I, Solutrense medio, grabado parietal, grabadores, colgantes.

ABSTRACT: Archaeological excavations in the cave of La Lluera I have made a stratigraphy in which different times of flooding and human occupation are appreciated. After geological, sedimentological and archaeological studies of the rescue de materials we have proposed a sequence beginning in the middle Solutrean to continue during the upper Solutrean period of greatest archaeological wealth and during which time the parietal cave art was done. KEYWORDS: Cave of La Lluera I, Middle Solutrean, engraved parietal, engravers, pendants.

Introducción La cueva de La Lluera I, situada en San Juan de Priorio (Oviedo. Asturias) y descubierta científicamente en 1979 (Fig. 1) es conocida en la bibliografía prehistórica por sus excavaciones arqueológicas (Rodríguez Asensio 1990), por su arte rupestre (Fortea 1990, Rodríguez Asensio y Barrera Logares 2014) y por su análisis estratigráfico (Rodríguez Asensio y Barrera Logares 2013) que ha dejado constancia de la existencia de niveles solutrenses, magdalenienses y azilienses y que, gracias a su particular medio geológico, ha permitido establecer una hipótesis sobre la cronología del arte parietal presente que ha sido asignado al estadio medio del solutrense. La cavidad (Fig. 2), de reducidas dimensiones, está formada por dos galerías de entrada independientes y casi paralelas que se unen en la parte más profunda por una tercera, dando así una forma cercana al triángulo

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FIG. 1. Localización de las cuevas y abrigos con arte y/o yacimiento paleolítico de la cuenca media del río Nalón (Asturias, España). En rojo se destacan las cuevas de La Lluera.

FIG. 2. Planta de la cueva de La Lluera I con indicación de las zonas excavadas. El eje AA’ (en rojo) corresponde al corte sobre el que se describe la estratigrafía de la Galería oriental o “de la Excavación”. En el recuadro, localización de la cueva respecto al curso actual de río Nalón.

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isosceles. Las dos primeras, occidental o “de los Grabados” y oriental o “de la Excavación”, tienen una longitud entre 16 y 18 m, siendo de unos 10 m solamente la galería de unión de ambas, transversal, de la cual salen tres galerías más estrechas y pequeñas. Dos de ellas, en la actualidad se encuentran cegadas por sedimentos, mientras que de la tercera, la más angosta y larga, sale una surgencia estacional de agua, producto fundamentalmente de las lluvias que en la zona de dolinas superior a la cueva van filtrando hacia ésta, por la que desagua al río Nalón. Los sedimentos de la cueva, tanto los aportados por el río en sucesivas inundaciones como los de aportación antrópica configuran una topografía interna que muestra su zona más elevada en la galería transversal, unión de las dos galerías de entrada, presentando la de los Grabados un desnivel poco acusado hacia la boca, mientras que la galería de la Excavación muestra un desnivel de 3 m, desde la cota + 98,50 m.s.n.m. de la entrada hasta la cota + 101,50 m.s.n.m. del fondo. La cota + 92,75 m.s.n.m. corresponde al cauce actual del río Nalón. Durante todo el Tardiglaciar la cueva de La Lluera I estuvo sometida a un fuerte sistema de inundaciones y vaciados de la cavidad que ha modelado la estratigrafía antrópica de una manera muy importante, llegando, a veces, a hacer desaparecer niveles, a minimizarlos o a mezclarlos en alguna medida. Por ello, su estratigrafía ha de interpretarse desde el análisis sedimentológico y morfológico del río Nalón (Hoyos 1994, 1995), a cuya actividad han de unirse, también, las aguas provenientes de la surgencia de desagüe de la ladera en cuya base se localiza la cavidad y que desde cuyo interior arrastra hacia el exterior los materiales depositados en ella. Los niveles inferiores de la serie estratigráfica de la Galería oriental o “de la Excavación” abarcan una horquilla cultural que va del Solutrense medio al Solutrense superior terminal, registrándose así mismo el Solutrense medio final y el superior, que se constituye como el momento de máxima intensidad en la ocupación de esta cultura en la cueva (Fig. 3). La serie in-

FIG. 3. Corte estratigráfico de la Galería oriental o de “la Excavación” de La Lluera I.

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dustrial se inscribe dentro de los parámetros tecnotipológicos y materiales reconocidos para el Solutrense cantábrico (Rasilla 1994) y que se enmarca sedimentológicamente entre los momentos finales del Würm III-IV (Laugerie) en que tras el desmantelamiento de la terraza de +5m, lo cual también se constata en la base estratigráfica de la cueva de La Lluera II (Rodríguez Asensio 1992; Rodríguez Asensio y Barrera Logares 2012; Hoyos 1994, 1995), la cueva comienza a registrar ocupaciones antrópicas y los inicios del Cantábrico II (Lascaux) en que los niveles solutrenses quedan sellados por los aportes fluviales estériles del Estrato V. Esto es, una serie cultural que se verifica durante el Cantábrico I (Dryas antiguo) coincidiendo en su desarrollo con las fases húmeda fría, menos húmeda de frío intenso y húmeda fría definidas por Hoyos (1994, 1995). Variaciones climáticas que también pueden observarse en el registro macrofaunístico (Altuna1994a, 1994b, 1995, 2002. Yravedra 2002) en el que el ciervo (Cervus elaphus) cede su papel predominante, 62,1% frente a un 8,4% de cabra (Capra pyrenaica) y un 28,3% de rebeco (Rupicapra rupicapra) entre la fauna cazada registrada durante la primera fase húmeda fría del Cantábrico I, en beneficio de la cabra (Capra pyrenaica) y el rebeco (Rupicapra rupicapra) que alcanzan un 20,7% y un 29,2% respectivamente frente a un 47,5% de ciervo (Cervus elaphus) durante la segunda fase menos húmeda de frío intenso, para volver a recuperar ligeramente su predominancia, un 53,3% de ciervo (Cervus elaphus) frente a un 37,7% de rebeco (Rupicapra rupicapra) especie que continúa su progresivo aumento en el registro y un 7,7% de cabra (Capra pyrenaica) en marcado retroceso ya durante la fase húmeda fría final. La dinámica de las ocupaciones antrópicas documentadas en la cueva para este registro Solutrense viene expresada por un momento inicial que inscribimos dentro del Solutrense medio por afinidad sedimentológica con la cueva de Las Caldas (Hoyos 1994, 1995), justo en el momento en que se verifica el desmantelamiento de la terraza +5 m y la cueva se ve libre de los sedimentos de ésta, nivel X, que la taponaban, durante el final del Würm III/IV (Laugerie). Es una primera ocupación exigua y puntual que apenas deja huella; descartando, en este sentido, encontrarnos ante los restos del registro de una ocupación más intensa que fue arrasada por las inundaciones posteriores, por la circunstancia de que la industria conserva elementos tanto de mediano (1 núcleo y 4 restos de núcleo) como de pequeño formato (23 lascas y hojitas), que lógicamente habrían de ser los primeros en ser arrastrados, con las aristas frescas y sin signo alguno de desgastes por rodado. Tras ella da comienzo un largo ciclo de intrusiones sucesivas que da lugar a una gruesa secuencia de limos de inundación que formarán el nivel IXa. Durante ese proceso y en un momento no intrusivo, casi a techo del nivel, se verifica una segunda ocupación antrópica de idénticas características culturales y de duración en el tiempo que la anterior. Este ciclo se desarrollará durante gran parte de la primera fase del Cantábrico I cambiando radicalmente en los momentos finales de ésta, en que el ciclo de transgresiones del río da paso a otro en el que la sedimentación obedece ya a procesos de gelivación, aportes detríticos del interior de la cueva y antrópicos, con una duración que abarcará todo el resto del Cantábrico I (Dryas antiguo) hasta su final (Hoyos 1994, 1995). Será durante este segundo ciclo cuando las ocupaciones antrópicas vayan desarrollándose de una forma más nítida y gradualmente intensa. Así, | ARKEOS 37 | 674 | XIX INTERNATIONAL ROCK ART CONFERENCE - IFRAO 2015 |

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durante los momentos finales de la primera fase del Cantábrico I se asiste a la formación del nivel VIII, en el que se registran industrias que inscribimos en el Solutrense medio final, acompañadas de restos faunísticos con marcas de descarnado, claro indicador de la cueva como asentamiento (62 útiles y 3.400 restos de talla). No obstante, se trata de una muestra bastante reducida que nos hace interpretar esta ocupación como de baja intensidad, probablemente como refugio ocasional durante las partidas de caza o de breve parada durante los desplazamientos de los grupos humanos. Esta misma interpretación podemos extrapolarla sin otras salvedades al siguiente nivel, VII, aunque matizando un uso de mayor intensidad ante la evidencia del notable aumento del registro conservado (212 útiles y 5.761 restos de talla); ocupaciones estas que ya inscribimos dentro del Solutrense superior. Y así podríamos seguir interpretando la presencia humana en esta cueva en lo que respecta al nivel VI subsiguiente (825 útiles y 17.681 restos de talla), con clara continuación cultural dentro del Solutrense superior y un posible Solutrense superior final a techo (Fig. 4). Sin embargo, en este nivel VI se verifican circunstancias que rarifican esta interpretación continuista del uso y nos empujan, sin descartarla completamente como una de las posibles, a formular otras que con todas las prudencias se presentan como más acertadas.

FIG. 4. Secuencia estratigráfica completa del cuadro H-9 (Galería oriental o “de la Excavación”) correlacionada con la cronología sedimentoclimática elaborada para el Tardiglaciar cantábrico por M. Hoyos (1994. 1995). La línea roja discontinua marca el techo de las ocupaciones solutrenses.

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El arcano laberinto gráfico de La Lluera I La primera impresión que produce la visión de conjunto de los paneles gráficos de La Lluera I, a excepción de los paneles denominados “Porche” y “Gran hornacina”, es la de una borrachera de líneas trazadas en todas sus formas y direcciones, entremezclándose entre si (Fig. 5). Complejísimos grabados que, en laberíntica composición, conforman los grandes paneles que tatúan las paredes izquierda y derecha de entrada a la Galería occidental y que se constituyen en la verdadera singularidad artística de esta cueva. Un abigarrado universo abstracto de trazos superpuestos, marcadamente profundos, dispuestos en una especie de huida al horror vacui, donde apenas pueden distinguirse con dificultad algunas figuras zoomorfas (Fig. 6) y unos pocos signos (Rodríguez Asensio y Barrera Logares 2013). FIG. 5. Zona de abigarramiento de grabados en la pared derecha de la entrada de la cueva

FIG. 6. Conjunto de grabados. Entre las varias líneas que se entrecruzan se pueden leer varias figuras zoomorfas entre las que destacan un carpido y un caballo.

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Este mundo gráfico ha ido leyéndose paulatinamente desde su descubrimiento a finales de los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad, ofreciendo a los largo de estos años una visión cada vez más completa y compleja del arte representado en este santuario. Hemos de recordar aquí que uno de los principales objetivos fijados para la excavación arqueológica de la cueva era la de encontrar la posible conexión entre el excepcional arte desarrollado en los paneles grabados de la Galería occidental y los suelos de ocupación humana localizados en el yacimiento. Dicho esto, hemos de observar la absoluta imposibilidad de que tales grabados sean anteriores al final del Würm III/IV (Laugerie), momento en que, como muestra la serie estratigráfica (Fig. 7), se produce el desmantelamiento de la terraza +5 m y por tanto el destaponamiento de la oquedad que marca el terminus post quem del hecho artístico, del mismo modo que el nivel V marcará su terminus ante quem, ya que el siguiente momento de ocupación nos llevaría hasta los tiempos del Magdaleniense superior, verificado en este yacimiento durante el Cantábrico VII. Con ello queda de manifiesto que la realización de los grabados ha de incluirse necesariamente dentro del citado paréntesis temporal. Ahora bien, ¿podemos interpretar como refugio o parada ocasional de un grupo nómada un lugar dotado de la exuberancia artística presente en La Lluera I, o hemos de buscar otras interpretaciones?

FIG. 7. Evolución de los niveles de terraza en la zona del río Nalón donde se encuentran las cuevas de La Lluera según la cronología sedimentoclimática establecida por M. Hoyos (1994, 1995) para los yacimientos cantábricos durante el Tardiglaciar. Cuadro inferior: Proceso de encajamiento progresivo de la red fluvial, constatado a partir de la terraza de + 8 m y verificado desde los últimos momentos del Würm III, que mantiene los desagües kársticos que conforman las cuevas de La Lluera a nivel del río hasta su definitivo destaponamiento en los momentos f inales del Würm III-IV, con el desmantelamiento de la terraza + 5 m en el caso de La Lluera I y ligeramente anterior en el de La Lluera II. Cuadro medio: Período de estabilidad en el régimen fluvial durante el Cantábrico I. Cuadro superior: Intrusión fluvial que conforma el estrato V de La Lluera I al cambiar el régimen fluvial durante los inicios del Cantábrico II y que cierra el ciclo de ocupaciones solutrenses en ambas cavidades.

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Evidentemente nos ratificamos en la primera interpretación para explicar los niveles XIa, VIII y VII, sin descartar que durante estas ocupaciones pudieran haberse realizado algunos de los grabados y por tanto que no nos encontremos ante un único horizonte artístico. Hemos de notar, llegados a este punto, que los estudios sobre el arte desarrollado en la Galería occidental de esta cueva se centraron en los paneles donde las figuras son marcadamente visibles y de relativamente fácil lectura, como es el caso del caballo del panel de entrada, de las representaciones de ciervas, uros y caballos presentes en la llamada Gran Hornacina (Fig. 8) o de algunas otras pocas figuras zoomorfas aisladas, quedando siempre de lado en estos estudios los complejísimos grabados que, en laberíntica composición, conforman los grandes paneles que tatúan las paredes izquierda y derecha de entrada a la galería y que constituyen la verdadera singularidad artística de esta cueva. Un abigarrado universo abstracto de trazos superpuestos, marcadamente profundos, y dispuestos en una especie de huída al horror vacui, donde apenas puede distinguirse con dificultad algunas figuras zoomorfas y unos pocos signos. Universo que precisó para su realización de una ocupación intensa y duradera en el tiempo, y que ahora podemos emparejar con la ocupación registrada arqueológicamente durante el proceso que conformó el nivel VI. Esto es, durante la tercera fase del Cantábrico I.

FIG. 8. Gran Hornacina en la que se ha grabado un importante conjunto de ciervas, uros y caballos. Las figuras perfectamente individualizadas forman un conjunto limpio del abigarramiento característico de otras zonas de la cueva.

Esta correlación grabados/momentos de ocupación del nivel VI, marcaría ya por sí misma la interpretación que hemos de plantear para el uso antrópico de la cueva durante este período, pues difícilmente podemos hacerla encajar en su explicación como refugio fugaz o lugar de parada ocasional. También debemos descartar aquí su posible uso como lugar de habitación permanente, al menos como lugar de habitación de un grupo humano de mediana o gran entidad, debido a lo reducido de sus dimensio| ARKEOS 37 | 678 | XIX INTERNATIONAL ROCK ART CONFERENCE - IFRAO 2015 |

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nes que apenas dan cabida a una decena de personas. Con ello la interpretación más plausible teniendo en cuenta estos aspectos, a los que tenemos que sumar su ubicación centrada respecto al resto de yacimientos paleolíticos de la cuenca media del Nalón, sería la de santuario al que se desplazarían los grupos o, mejor, algunos miembros de estos grupos de un modo frecuente a formalizar aspectos que obviamente habrán de estar íntimamente relacionados con sus costumbres, ritos o creencias.

El nivel VI Llegados a este punto, hemos de notar que La Lluera I se encuentra en relación directa con otra oquedad próxima, La Lluera II, en la que durante las excavaciones de la primera se localizaron restos arqueológicos y también grabados parietales. La pregunta fue si ambas cuevas podrían ponerse en relación y definirían un marco cronológico más ajustado para la confección de los grabados. La primera relación, geomorfológica, viene dada intrínsecamente por su génesis paralela. Circunstancia compartida con numerosas oquedades presentes en ambas orillas de esta zona del río Nalón. A saber, pequeñas cuevas y sumideros formados a partir de la disolución de los carbonatos cálcicos por fenómenos de las aguas de filtración y escorrentía provenientes de las vertientes de las laderas circundantes. A estos mecanismos de desagüe vienen a sumarse los producidos por el progresivo encajamiento de la red fluvial, constatados a partir de la terraza de + 8 m y verificados desde los últimos momentos del Würm III, que mantienen estos desagües kársticos a nivel del río hasta su definitivo destaponamiento en los momentos finales del Würm III-IV, con el desmantelamiento de la terraza + 5 m en el caso de La Lluera I y ligeramente anterior en el de La Lluera II. Aunque este hecho no implica que necesariamente ya fueran operativas en esas épocas para el asentamiento humano, dada su proximidad al río, y que con las debidas matizaciones y prudencia retrotraigamos esta circunstancia como muy pronto a las pulsaciones iniciales del Cantábrico I, en que el progresivo rigor climático va regularizando y minimizando paulatinamente los procesos de inundación fluvial. A estos momentos, posteriores al desmantelamiento de la terraza + 5 m, atribuimos pues los primeros y escasos restos antrópicos registrados en el nivel IXa de La Lluera I, adscritos por nosotros por afinidad tecno-estratigráfica con la cercana cueva de Las Caldas como pertenecientes al período Solutrense medio. Sedimentológicamente, la relación de ambas cavidades se centra en la presencia de estos restos de terraza, terminus post quem, base de la serie estratigráfica registrada en ambas cuevas; pues a partir de ella la historia sedimentaria de las cuevas de La Lluera será básicamente distinta. Mientras que La Lluera I continuará viéndose afectada por la mecánica fluvial con sucesivos procesos de inundación y vaciado, La Lluera II gracias a su ubicación en una cota ligeramente superior únicamente sufrirá las alteraciones producidas por los fenómenos de escorrentía y, evidentemente, por las manifestaciones de la acción antrópica. La Lluera II, con un único momento de ocupación Solutrense en general, Estrato II; como los de la Galería oriental o “de la Excavación” de La Lluera I que registra una hor| ARKEOS 37 | 679 | XIX INTERNATIONAL ROCK ART CONFERENCE - IFRAO 2015 |

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quilla cultural desde Solutrense medio al Solutrense superior terminal, documentándose así mismo el Solutrense medio final, y el superior que se constituye como momento de máxima intensidad en la ocupación de esta cultura en la cueva. Serie industrial inscrita dentro de los parámetros tecnotipológicos y materiales reconocidos para el Solutrense cantábrico, hasta los primeros momentos del Cantábrico II (Lascaux) en que los niveles solutrenses de La Lluera I quedan sellados por los aportes fluviales estériles del estrato V y el de La Lluera II por los aportes de las aguas de escorrentía, terminus ante quem. Esto es, una serie cultural que se verifica durante el Cantábrico I (Dryas antiguo) coincidiendo en su desarrollo con las fases húmeda fría, menos húmeda de frío intenso y húmeda fría definidas por M. Hoyos. La relación industrial entre ambas cuevas viene dada, en principio, por la presencia del tipo de las puntas de cara plana, lo que enmarcaría el suelo de ocupación registrado en La Lluera II en alguno de los momentos documentados entre los estratos VIII a VI de La Lluera I, esto es durante un momento Solutrense en general. Sin embargo, la presencia en la colección de La Lluera II de un pequeño grupo de hojas en cuarcita de idénticas características a otro grupo localizado exclusivamente en el segundo subnivel del estrato VI de La Lluera I y la presencia en este mismo subnivel de los anteriormente citados buriles de goethita, asociados a la realización de los grabados, hace que la correlación de las colecciones sea más precisa, pudiéndose ubicar ambas durante la tercera fase del Cantábrico I. Coincidiendo además esta circunstancia con lo que se ha definido como el momento de ocupación máxima para el período Solutrense de La Lluera I, y por ello el más verosímil para la realización de los grabados. La relación artística queda claramente definida técnica, estilística e iconográficamente por medio de la figura de la cierva como elemento común, motivo iconográfico también recurrente en todas las cuevas con arte grabado de la cuenca media del río Nalón, configurándose de este modo los paneles de ambas cuevas como un todo indisociable. La diferencia vendría dada por el diferente desarrollo iconográfico, que en el caso de La Lluera II se manifiesta en el monotema de los triángulos interpretados como púbicos, monotema que, hemos de notar, se ve repetido en la plaquita de ocre triangular dotada de perforación localizada también en el segundo subnivel del estrato VI de La Lluera I y que por formar conjunto, desde el punto de vista de localización espacial, con seis caninos de cérvido, también perforados, hemos interpretado como objeto de adorno personal y configurado como collar. En este sentido, tanto las mínimas dimensiones que ofrece La Lluera II, que hacen totalmente imposible su habitabilidad, como la presencia del monotema artístico triangular indicarían para esta cavidad un uso cultual más puntual y, evidentemente, complementario al que los grupos del Solutrense superior de la cuenca media del Nalón desarrollaban en La Lluera I, por lo que ambas cuevas han de contemplarse en este aspecto como formando parte de un todo, único e indivisible. Presentamos aquí unas piezas de diferentes materias (Fig. 9) del nivel VI y que hemos interpretado como grabadores y que relacionamos directamente con los grabados rupestres existentes en la cueva. Tal es el caso de una pieza (buril) de goethita de forma piramidal y con un apuntamiento triangular que permite su utilización para la función mencionada de grabar | ARKEOS 37 | 680 | XIX INTERNATIONAL ROCK ART CONFERENCE - IFRAO 2015 |

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la pared. La dureza de su materia prima, goethita, le da un plus añadido a esa hipótesis de su función como grabador del arte parietal de la cueva. Además, presenta una perforación bidireccional en la parte opuesta a la punta para ser colgada y evitar su pérdida, lo que nos induce a otorgarle una función notable de instrumento para realizar labores de extraordinaria importancia como es el grabar, retocar, repasar o regrabar las figuras y signos existentes en las paredes de la cueva. Otros grabadores de diferente material, aunque no tan notables, han aparecido en el mismo contexto (Fig. 10), destacando un buril de cuarcita de tamaño grande y totalmente impregnado de ocre lo que nos lleva a una relación directa del arte grabado en las paredes de la cueva con su repintado de ocre, al menos en algunas figuras, quizás las más representativas del bestiario de la cueva. Diferentes lápices de ocre, algunos de ellos apuntados y de forma triangular fortalecen esta interpretación del repintado interior selectivo de algunos grabados parietales, posiblemente para hacerlos destacar entre la maraña de líneas grabadas.

FIG. 9. Buril de goethita, FIG. 10. Buril de cuarcita impregnado de ocre

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¿Herramienta artística reutilizada como adorno o Adorno-herramienta? Por ultimo, presentamos bajo este epígrafe un conjunto excepcional compuesto por una serie de seis caninos de cérvido perforados y una plaquita triangular de ocre que presenta una perforación bidireccional en su centro y que sirvió plausiblemente para que ésta pudiera ser colgada (Fig.11). Esta plaquita fue utilizada para pintar o remarcar el interior de los grabados parietales tal como indica el pulido y desgaste diferencial de sus tres vértices. Lo que implica que nos encontramos ante una herramienta empleada durante el proceso artístico de los grabados parietales, marcado de las líneas a grabar, o durante el proceso ritual-espiritual para el remarcado de las figuras y que por su importancia o para evitar su pérdida fue objeto de perforación. Estas características y el que la pieza haya aparecido en agrupación espacial directa con los seis caninos de ciervo perforados, conformados en dos series simétricas, de tres y tres, a ambos lados de la plaqueta nos ha llevado a interpretarlo como conjunto. Un colgante o collar cuya pieza singular sería la plaquita triangular de ocre con los seis caninos como piezas adicionales. Una herramienta artística en relación directa con los grabados parietales que además es considerada objeto de adorno. Y con dos posibles implicaciones ya que podría tratarse de una herramienta que tras su uso fue reutilizada para realzar un objeto de adorno o podría tratarse de un objeto de adorno predeterminado. Un útil-adorno de marcada importancia dentro del mundo artístico-espiritual de los grabados parietales de La Lluera y creado para dicha función (Fig. 12).

FIG. 11. “Collar” o colgante de La Lluera I. La disposición espacial “en conjunto” en que fueron localizadas estas piezas, dotadas de perforación, sugiere su interpretación como objeto de adorno. Su característica más destacable es la utilización del triángulo de ocre, directamente relacionado con la actividad artística parietal, como adorno personal.

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FIG. 12. Localización espacial de las piezas directamente relacionadas con la actividad artística parietal en el Nivel VI de la cueva de La Lluera I. A la izquierda se destaca la posición del buril impregnado en ocre. En el centro se localizan el buril perforado de goethita y los ocres triangulares, y a la derecha de estos el conjunto del “collar” o colgante.

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