Gobierno y Desacuerdo. Diálogos interrumpidos entre Foucault y Rancière

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Descripción

GOBIERNO Y DESACUERDO DIÁLOGOS INTERRUMPIDOS ENTRE FOUCAULT Y RANCIÈRE

APROPIACIONES * 01

GOBIER NO Y DESACUER DO DI Á LOG OS I N T E R RU M PI DOS E N T R E FOUCAU LT Y R A NCI È R E

asociación communes Edición: Andrés Maximiliano Tello Diseño y diagramación: Aracelli Salinas Vargas ISBN: 978-956-9830-03-7

Permitimos la reproducción completa o parcial de este libro sin fines de lucro, para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, con el debido reconocimiento de la autoría y fuente de los textos, y sin alterarlos. Este permiso corresponde a la licencia de Creative Commons BY-NC-ND. Viña del Mar, diciembre de 2016

GOBIERNO Y DESACUERDO DIÁLOGOS INTERRUMPIDOS ENTRE FOUCAULT Y RANCIÈRE Jacques RancièRe aleJandRo MadRid Zan GeRt Biesta todd May saMuel chaMBeRs MaRia Muhle isaBell loRey FedeRico Galende MauRiZio laZZaRato aleJandRa castillo

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APROPIACIONES * 01

Índice

LA IZQUIERDA COMO MODOS DE SUBJETIVACIÓN (PREÁMBULO)

9

Andrés Maximiliano Tello

LA DIFÍCIL HERENCIA DE FOUCAULT Jacques Rancière

RAZÓN, IGUALDAD Y DESCLASIFICACIÓN Alejandro Madrid Zan

HACIA UNA NUEVA LÓGICA DE LA EMANCIPACIÓN Gert Biesta

ANARQUISMO DE FOUCAULT A RANCIÈRE Todd May

UNA LECCIÓN EN LA RECEPCIÓN/TRADUCCIÓN: SOBRE LA SUBJETIVACIÓN EN FOUCAULT Y RANCIÈRE

23 33 53 75 93

Samuel Chambers

DESDE LA PLEBE HACIA EL DEMOS. DOS NOCIONES DE SUBJETIVACIÓN POLÍTICA Maria Muhle

123

TENTATIVA DE PENSAR LO PLEBEYO. ÉXODO Y CONSTITUCIÓN COMO CRÍTICA

155

Isabell Lorey

RANCIÈRE, ARTE, PERFORMANCE Y TEORÍA Federico Galende

ENUNCIACIÓN Y POLÍTICA. UNA LECTURA PARALELA DE LA DEMOCRACIA

173 195

Maurizio Lazzarato

DISPOSITIVO CORPORAL Alejandra Castillo

LA LECCIÓN DE RANCIÈRE Slavoj Žižek

SOBRE LOS AUTORES

231 249 269

La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) Andrés Maximiliano Tello

“Mi proyecto… es multiplicar por todas partes, o bien en todos los lugares donde sea posible, las ocasiones de sublevarse con respecto a lo dado”. MICHEL FOUCAULT

“La política existe cuando el orden natural de la dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte” JACQUES RANCIÈRE

or qué Foucault y Rancière? ¿Por qué desde aquí, tan al Sur? Dos breves historias bastarían para esbozar una respuesta. En Chile, durante septiembre del 2011 –aquel año de multitudinarias revueltas políticas alrededor del mundo–, el alcalde de una pudiente comuna capitalina amenaza con cerrar todos los colegios de su municipio y expulsar a la mayoría de sus estudiantes, para sofocar de esa forma el despliegue y la multiplicidad del movimiento estudiantil. La máxima autoridad municipal era nada menos que un ex-agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de la dictadura cívico-militar de Pinochet que, también en septiembre, pero del año 1973, había golpeado La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 9

fatalmente el porvenir democrático del país. Para justificar la implementación de sus actuales medidas represivas contra los estudiantes secundarios, y respondiendo a quienes lo cuestionaban, el alcalde vociferaba que la “izquierda marxista” era el “principal motor” de los “desordenes vividos últimamente” y que, además, esto podía comprobarse en la “preocupante” influencia de las ideas de uno de sus teóricos fundamentales: Jacques Rancière.1 El filósofo francés se inscribía así, en el debate público, como una amenaza para el orden institucional de la post-dictadura. Otro significativo episodio ocurre el año 2015. A propósito de la discusión sobre una posible reforma al sistema chileno de salud, un ex-ministro del Presidente Sebastián Piñera (aquel a quien se enfrentara el movimiento estudiantil del 2011 tras sostener que la educación era “un bien de consumo”), publica una carta en diversos medios nacionales con un curioso título: “La biopolítica y sus riesgos”. Para sorpresa de muchos, el otrora ministro no sólo se refería aquí directamente al concepto de Michel Foucault, realizaba además una desventurada interpretación, celebrando los beneficios obtenidos gracias al desarrollo histórico de las tecnologías de poder sobre la vida de la población, cuyo hito sería “la gran victoria contra las enfermedades infecciosas”.2 Por lo tanto, según él, los “riesgos” de la biopolítica residirían únicamente en la negligencia administrativa y no en la transformación de la vida misma en el objeto privilegiado de la gestión económica. De ese modo, las lógicas gubernamentales que 1 Carta al director, El Mercurio, 27 de Septiembre de 2011. 2 Carta al director, El Mostrador, 14 de Enero de 2015. 10 · Gobierno y desacuerdo

la obra foucaultiana buscaba descomponer, se intentan presentar aquí de forma naturalizada. Ambos episodios demuestran, de una manera u otra, la inédita relevancia que ha cobrado en Chile el pensamiento de Foucault y Rancière, más allá incluso de los espacios académicos, desbordando las aulas universitarias. La resonancia de sus ideas atraviesa nuestra coyuntura política, implícita o explícitamente, como un espectro que se busca conjurar, como una lectura que se espera atenuar. Y es que parece difícil separar la creciente influencia de ambos pensadores, del devenir político de un pueblo sobre el que se ha instalado el más crudo de los dispositivos del neoliberalismo, sin conseguir, no obstante, sofocar la proliferación heterogénea de sus resistencias. Son justamente aquellas irreductibles manifestaciones de indocilidad y desobediencia las que parecen prefigurar una alternativa política de la izquierda de nuestros tiempos, que tanto Foucault como Rancière, en cierto modo, han contribuido a visualizar a través de sus trabajos.

Diálogos interrumpidos Durante los años setenta, Michel Foucault se había consagrado ya como una de las figuras más relevantes de la filosofía occidental. Dictaba entonces un curso anual en el College de France, siempre con un gran número de oyentes. Pero muy pronto, entre su público, destacaría un asistente en particular. Un joven filósofo llamado Jacques Rancière. Era el mismo que había participado poco tiempo atrás en el seminario de Louis Althusser impartido en la École La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 11

Normale, a partir del cual se publicaría en 1965 una de las piezas claves de la teoría marxista del siglo XX: Para leer El Capital.3 De ese modo, el desplazamiento que el joven filósofo hace, desde un seminario hacia el otro, parece ser también el síntoma de un giro en su propio pensamiento político. Luego de las grandes movilizaciones y luchas sociales impulsadas desde el frente obrero y estudiantil a fines de la década del sesenta, Rancière toma una clara distancia de las doctrinas de su antiguo maestro. Manifestando sus diferencias, publica en 1974 un libro titulado La lección de Althusser, donde elabora una crítica radical al “marxismo científico”, describiendo su soterrada “impotencia” política y rechazando su protagonismo en la “reproducción del poder de los especialistas”.4 La distinción entre ciencia e ideología que establece la escuela de Althusser –cuyo gesto se replica aún hoy desde ciertas tribunas universitarias y partidistas–, no hace sino posicionar a la “intelectualidad” de izquierda en un lugar sustraído de las relaciones de poder que atraviesan su discurso, presumiendo el supuesto privilegio de una conciencia crítica de la cual carecerían las masas, al ignorar sus propias prácticas y su reproducción de la ideología dominante. Contrariando esto último, Rancière subraya que toda política emancipadora ha de pasar 3 De hecho, en la primera edición del célebre libro colectivo aparece también una contribución de Rancière. Sin embargo, la reedición de 1968 conserva sólo las contribuciones del Althusser y de Étienne Balibar. Lo mismo ocurrirá con las traducciones que se hacen del texto y las sucesivas ediciones del libro. 4 Jacques Rancière, La lección de Althusser, trad. Agustina Blanco (Santiago de Chile: LOM, 2013), 130. 12 · Gobierno y desacuerdo

necesariamente por el reconocimiento de la capacidad de los dominados para hacerse cargo de su destino. Es justamente en ese punto donde surge el encuentro entre Rancière y Foucault. En 1971, el reputado profesor del College de France funda el “Grupo de Información sobre las Prisiones” (GIP), un movimiento de activistas y académicos cuyo propósito es dar a conocer las brutales condiciones de las instituciones penitenciarias, rescatando especialmente las palabras de sus reclusos. El objetivo del GIP no era entonces “hablar por” lo presos, sino abrir un espacio para sus propias voces, promoviendo así la expansión de sus resistencias. Acciones como estas son las que acercan a Rancière al pensamiento de Foucault, pues “con él, la filosofía salía por completo de los libros de filosofía, de la institución filosófica”, para “ocuparse del pensamiento allí donde de verdad está operando”.5 Cuando Foucault publica en 1975 Vigilar y castigar, su ya célebre genealogía del nacimiento de la prisión, remece las concepciones doctrinarias sobre los discursos científicos (incluyendo los dogmatismos marxistas), al demostrar que la producción de la verdad opera inevitablemente de la mano con las relaciones de poder y el despliegue de sus diversas tecnologías. Sin embargo, la recepción algo desafortunada de esta obra, leída por muchos como el suministro de una teoría asfixiante de la dominación, demandaba entonces más de alguna aclaración. Esto es lo que impulsa al joven Rancière, como miembro de un colectivo agrupado alrededor de la 5 Jaques Rancière, El método de la igualdad. Conversaciones con Laurent Jeanpierre y Dork Zabunyan, trad. Pablo Betesh (Buenos Aires: Nueva Visión, 2014), 58. La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 13

revista Las revueltas lógicas, a realizar una entrevista clave a Foucault, que se publicará más tarde, en 1977, bajo el título “Poderes y estrategias”.6 Las cuestiones allí planteadas giran, precisamente, en torno a la posibilidad de traducir la genealogía de las relaciones de poder en una resistencia, o mejor aún, en una estrategia política. Sin embargo, dicha entrevista se convierte en un diálogo interrumpido, pues marca al mismo tiempo una importante zona de influencias y el alejamiento entre ambos filósofos. Con motivo de esa entrevista, es la última vez que se reúnen.

Modos de subjetivación Hace poco más de una década, en una entrevista publicada en la revista Multitudes, Jacques Rancière afirmaba que a Michel Foucault nunca le había interesado la “subjetivación política”, “al menos no a un nivel teórico. Foucault se ocupa del poder”.7 Desde luego, tal retrato de Foucault, que lo pinta como un filósofo preocupado exclusivamente por las tecnologías o las relaciones de poder, no es nuevo y, en este caso, tampoco es casual. Se trata de una apreciación sobre la que Rancière insiste en varias ocasiones y que, de 6 Michel Foucault, “Poder y estrategias. Entrevista con Michel Foucault,” en Microfísica del poder, trad. Julia Varela y Fernando Alvarez-Uría (Madrid: Ediciones de la Piqueta, 1980), 163-174. 7 Jacques Rancière, “Biopolítica o política”, en El tiempo de la igualdad. Diálogos sobre política y estética, trad. Javier Bassas Vila (Barcelona: Herder, 2011), 123-124. 14 · Gobierno y desacuerdo

algún modo, va de la mano con la intención de trazar una diferencia entre su propio pensamiento y el legado de la filosofía foucaultiana. Pese a ello, lo cierto es que la noción de subjetivación (subjectivation) aparece como un eje palpable de las últimas investigaciones de Foucault, desarrolladas entre 1978 y 1984, y desde donde emerge con mayor claridad su reflexión política. Por lo tanto, en torno al concepto de subjetivación no sólo pueden volver a tejerse los vínculos entre ambos autores sino que, además, es posible encontrar las claves para reformular aquello que entendemos hoy por “la política”. De ahí la importancia, para nosotros, del diálogo interrumpido entre Foucault y Rancière. Contra lo que se declara habitualmente, la política no es el ámbito de acción de las instituciones gubernamentales, de los procedimientos administrativos o de una clase en particular. Apoyado en las investigaciones genealógicas de Foucault, Rancière propone acabar con esta confusión, definiendo la distribución social de lugares y funciones, de los cuerpos y sus roles, así como su correspondiente sistema de legitimaciones, con el término de policía. Una noción general que, en vez de reducirse a los aparatos represivos del Estado, pretende abarcar el conjunto de dispositivos sociales que aseguran el ordenamiento de lo sensible. En otras palabras, el orden policial establece y resguarda los modos de ser, del hacer y del decir, de acuerdo a las posiciones y ocupaciones que han sido fijadas para cada cual, esto es, en base a las particiones establecidas de la comunidad. El dictamen y la defensa del orden de esta división de lo sensible, del reparto en partes exclusivas de un espacio común, es lo que Rancière llama policía.

La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 15

Frente a este concepto, y de modo antagónico, Rancière propone entender la política exclusivamente como la actividad “que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte. Esta ruptura se manifiesta por una serie de actos que vuelven a representar el espacio donde se definían las partes, sus partes y las ausencias de partes”.8 Por lo tanto, la política implica siempre un desplazamiento de los lugares fijados para los cuerpos, pues su actividad trastorna la distribución de los puestos y funciones asignadas a los miembros de una comunidad, así como las propiedades que legitiman dicho orden. La política no es entonces, como ha querido plantearse generalmente desde las tribunas institucionales, un asunto de consensos sino de disensos. Hay política en el desacuerdo respecto al orden aparentemente consensuado de la repartición de lo sensible, esto es, en la torsión del cuerpo social orgánicamente dispuesto una vez que irrumpe la parte de quienes han sido dañados en el reparto mismo, es decir, hay política en la irrupción de la parte de aquellos que no tienen parte.9 Rancière afirma de ese modo que la política aparece allí cuando quienes no tenían voz se hacen escuchar, 8 Jacques Rancière, El desacuerdo. Política y filosofía, trad. Horacio Pons (Buenos Aires: Nueva visión, 2012), 45. 9 En la traducción al español de El desacuerdo, realizada por Horacio Pons, el término francés tort, que resulta clave en la obra de Rancière, se traduce como “distorsión” y “daño”, dependiendo del contexto. En este libro hemos mantenido también ambas acepciones en las traducciones de los textos. 16 · Gobierno y desacuerdo

cuando quienes estaban invisibilizados en las fábricas o en las periferias se hacen visibles, cuando el espacio público se transforma a partir de las luchas feministas o en las reivindicaciones de las minorías sexuales. Y esto ha sido así desde la irrupción del demos de los antiguos griegos hasta la más recientes movilizaciones de los “indignados”. En ese sentido, la actividad política no sólo interrumpe el reparto de lo sensible sino que además reconfigura la distribución de las posiciones y las ocupaciones, a partir del cuestionamiento de las jerarquías establecidas. Lejos de generalizar entonces la política a toda práctica social, Rancière propone un espacio específico para su aparición: aquel momento en que las personas que aparecían como desiguales reafirman el principio de su igualdad demostrando al mismo tiempo la arbitrariedad del orden policial. Tal presuposición igualitaria es el corazón de la política, el motor de su movimiento permanente y, como tal, es menos un objetivo a alcanzar que un supuesto a replantear sin cesar en la propia actividad política. Así entendida, la política emerge siempre junto a nuevos modos de subjetivación. Esto quiere decir que no hay política sin “la producción de una serie de actos de una instancia y una capacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuya identificación, por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de la experiencia”.10 La producción de ese nuevo campo de experiencia indica, al mismo tiempo, que el sujeto resultante de este proceso no pre-existe, ni agota, al conjunto de operaciones involucradas en los modos de subjetivación. Más bien, dichos procesos generan una multiplicidad, plasmada 10 Rancière, El desacuerdo, 52. La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 17

en nuevos campos de experiencias posibles para los sujetos que toman la palabra, rechazando y trastornando el reparto de lo sensible, la arbitrariedad del orden policial. Por lo tanto, la subjetivación política es también una desidentificación de los lugares y ocupaciones comúnmente fijados para cada cual. Una secreta complicidad con esta nueva forma de entender la política puede hallarse entonces en el análisis de los modos de subjetivación que Foucault había desarrollado en sus últimos trabajos. De hecho, las directrices del pensamiento foucaultiano apuntaban finalmente al proyecto inacabado de una historia crítica de los “juegos de verdad”, es decir, de los procesos discontinuos de objetivación de los discursos (médicos, económicos, jurídicos, etc.), las prácticas de sujeción y la emergencia heterogénea de formas de subjetivación. Foucault pretendía explorar así los espacios en que una verdad se aplica, el dominio de objetos que esta hace aparecer en un momento histórico específico, esto es, las reciprocidades entre las formas del saber y las relaciones de poder, que pueden escindirse a partir de distintos modos de subjetivación, es decir, por las múltiples maneras en las que el sí mismo logra construirse a partir de lo que uno toma por verdad. De esa manera, el análisis de los modos de subjetivación no buscaba aislar una esencia de la subjetividad sino más bien destacar los procesos generados a partir del despliegue de distintas prácticas de sí, que conjugan tanto una dimensión ética como política. Si bien es cierto que Foucault se concentra en la emergencia de esas diversas prácticas de sí en la cultura greco-romana, paralelamente rastrea sus huellas en los modos de subjetivación modernos, que surgen de forma antagónica al proceso de gubernamentalización de nuestras sociedades. Los modos de subjetivación asoman aquí como prácticas 18 · Gobierno y desacuerdo

singulares de “un arte de no ser de tal modo gobernado”, que Foucault define como prácticas críticas.11 En otras palabras, si los dispositivos gubernamentales procuran sujetar a los individuos mediante tecnologías de poder que suscitan formas específicas de saber, las prácticas críticas, por el contrario, impulsan una desujeción (désassujettisement) de los regímenes de verdad y sus mecanismos de poder. La radicalidad de este gesto de desujeción a los regímenes de verdad conlleva un doble efecto: expone la contingencia y la mutabilidad del campo de inteligibilidad en el que nos movemos, ese entramado de discursos y relaciones de poder que hace ver y hace decir de cierta manera y, al mismo tiempo, transforma por lo tanto las condiciones de la experiencia misma, al convertirse en una experiencia posible de lo imposible. No hay pues subjetivación sin esa desujeción, sin un procedimiento crítico que conlleva a desprenderse de uno mismo, o como diría Rancière, sin una desidentificación de la posición y la función asignada en el reparto de las partes. Tales prácticas se manifiestan precisamente en quienes objetan ser gobernados de una forma y no de otra, en nombre de ciertos principios o a tal precio. Al igual que en el vínculo entre las prácticas del “cuidado de sí” y la “parresía” durante la Antigüedad clásica, acá se conjuga nuevamente una actitud tanto ética como política, es decir, el gobierno de uno mismo y de los otros como modo de producción de lo común.12 11 Michel Foucault, “¿Qué es la crítica? (Crítica y Aufklarüng),” en Sobre la Ilustración, trad. Javier de la Higuera (Madrid: Tecnos, 2006), 7-8. 12 Michel Foucault, El gobierno de sí y de los otros, trad. Horacio Pons (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009), 307-310. La izquierda como modos de subjetivación (Preámbulo) · 19

Una nueva política de izquierda Si los generalizados diagnósticos sobre la crisis actual de legitimidad de las instituciones gubernamentales yerran en un punto, ese es precisamente en el de concebir a esta última como una crisis de la política. Foucault y Rancière nos advierten, frente a esas lecturas reactivas del presente, que la política no reside donde se la ha intentado delimitar: en el orden policial del reparto de lo sensible y en la gestión económica de los individuos y las poblaciones. Al contrario, la política surge de la mano con procesos de subjetivación colectivos capaces de provocar un desplazamiento de los lugares desiguales fijados para los cuerpos y sus funciones en la sociedad, es decir, la política conlleva modos de subjetivación que trastocan los regímenes de verdad, la distribución jerárquica de los puestos y los roles asignados a los miembros de una comunidad, así como las propiedades que legitiman dicho orden. En términos más simples: la política no radica en el gobierno de las personas sino en los modos en que las personas dejan de ser lo que hasta hace poco eran, para transformar así las condiciones en que pueden gobernarse. Esto demanda algo más que una nueva jerga académica, supone un cambio en una de las lógicas centrales que, desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días, ha guiado la doctrina y la estrategia militante de la izquierda: la suposición de una pre-existencia del sujeto político. Esto quiere decir que no hay un sujeto privilegiado para la izquierda, un Sujeto histórico o un Partido revolucionario destinado a convertirse en su vanguardia. La política irrumpe en los bordes de las facciones instituidas, gracias a modos colectivos de subjetivación que pueden gatillar no sólo los 20 · Gobierno y desacuerdo

“trabajadores” sino también las “mujeres”, los “estudiantes”, los “pensionados”, los “precarios”, en suma, todas aquellas personas que han sido perjudicadas en el reparto desigual de las partes y que despliegan procesos de desujeción que apuntan a cambiar las formas en que estaban siendo gobernadas. Al carecer entonces de un sujeto político predeterminado, la estrategia de la izquierda ya no puede apuntar al adoctrinamiento y la expansión de sus bases partidistas. Una nueva noción de la política ha de implicar entonces nuevas estrategias de multiplicación de aquello que llamamos izquierda y de sus formas de militancia. Gobierno y desacuerdo. Diálogos interrumpidos entre Foucault y Rancière es un texto que se propone contribuir, desde diferentes perspectivas, a dicha reflexión mayor. Por lo tanto, los textos que encontrarán a continuación no ofrecen únicamente la mirada experta de intelectuales que buscan reconstruir los posibles lazos y tensiones entre dos de las figuras más importantes de la filosofía contemporánea. Estos textos abren además, con distintos énfasis y acentos, un necesario debate sobre nuevos modos de pensar la cuestión política a partir de Foucault y Rancière, es decir, ensayan estrategias de pensamiento y acción que pretenden desabastecer las formas naturalizadas de la sujeción y el orden social actual.

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