Ginzburg y White, dos miradas distintas sobre el discurso histórico

November 29, 2017 | Autor: Gianni Fraioli | Categoría: Hayden White, Filosofía De La Historia, Carlo Ginzburg
Share Embed


Descripción



Para hacer esta aseveración Ginzburg se apoya en lo escrito por Stefano Levi della Torre en su obra "Zone di turbolenza: intrecci, somiglianze, conflitti", en la que el académico italiano dice "Il probelam reale della tolleranza non si pone sul versante dell' abnegazione di se ne dello scetticismo, ma. Al contrario. Sul versante della affermazione di se e delle convizioni. Il soggetto "abilitato" alla tolleranza, e ad affrontare il paradosso, é il soggetto forte, in grado di affremare la propia identita e le propie convinzioni, e ció malgrado capace di riconoscere nell' altro un ugual diritto di affermazione."
Hayden White, "El contenido de la forma" cap. 1 pg. 2 (hablando de los maestros de la historiografía moderna) ""Y su ejemplo nos permite distinguir entre un discurso histórico que narra y un discurso que narrativiza, entre un discurso que adopta abiertamente una perspectiva que mira al mundo y lo relata y un discurso que finge hablar al propio mundo y hablar como relato".
Ginzburg y White, dos miradas distintas sobre el discurso histórico
La razón por la que elegí abordar este tema es bastante simple. Durante el transcurso de la cursada me pareció que falto la perspectiva de un historiador en todos los debates que se sostuvieron durante el cuatrimestre. Se incurría en una de las mismas críticas que le hacia Ginzburg a White, y es que este último postulaba un divorcio entre disciplinas: aquel que separa habitualmente la reflexión teórica sobre la historia, por un lado, y la práctica concreta de la investigación, por otro. La primer tarea es asumida por los filósofos, quienes pueblan las páginas de la revista que dirige White "History and Theory" y entre las cuales no suelen aparecer las opiniones de los historiadores, al menos en los primeros tiempos de su publicación.
White comparte la idea expresada tan elocuentemente por Barthes quien dijo "La narrativa es un fenómeno internacional, transhistórico, transcultural: está simplemente ahí, como la vida misma" (Barthes, 1977). El impulso por narrar acontecimientos hace parte de la naturaleza humana, es fruto de un deseo de coherencia que en la vida no se encuentra. Los acontecimientos en la realidad simplemente son, no sostienen la capacidad de hablar por sí mismos, y tampoco se presentan ellos mismos como relatos. White plantea trasladar el enfoque desde el plano de los contenidos al de las formas, sosteniendo que entre los dos planos del lenguaje no existe separación alguna. Como sostiene en el prefacio de "El contenido de la forma", proponer una separación entre discursos realistas y ficcionales es un anacronismo, que presupone una diferencia ontológica entre sus respectivos diferentes, cuando en realidad ambos tipos de discurso son aparatos semiológicos que producen significados "mediante la sustitución sistemática de objetos significativos por las entidades extradiscursivas que les sirven de referente". El autor considera a toda obra histórica en su calidad de discurso, como la elaboración de una narrativa, que respetando su sucesión cronológica, ordena acontecimientos que se han dado de forma diacrónica, permitiendo relacionarlos de una manera sincrónica. El historiador antes de escribir su obra se encuentra con un registro evidencial que no se maneja por reglas lógicas, que lo obligan a narrativizarlo, a imponerle una forma discursiva a los acontecimientos, tan verdadera como puede serlo cualquier otra, no habiendo una sola manera de representar realísticamente al pasado ya que no hay una instancia externa que legitime un discurso sobre otro.
De lo que se trata entonces es de analizar los discursos históricos no por su contenido, sino que por lo recursos lingüísticos que intervienen en su producción. White limita su investigación en este texto a analizar los recursos artísticos presentes en la historiografía realista. En su obra "El hilo y las huellas" Ginzburg expone una de las falencias más relevantes de la obra de White, su rechazo a discutir las pretensiones de verdad de los distintos relatos, considerándolos como meros documentos ideológicos. De hecho en toda la obra de White es difícil encontrar menciones a los procedimientos históricos concretos, a las técnicas de investigación, a los problemas ligados a las fuentes. "Si se soslayan estos elementos, como hace White, la historiografía se configura como un puro y simple documento ideológico". A la hora de hacer estas críticas Ginzburg se sostiene en la obra "La retorica della Storia e la storia de la retorica: sui tropi di Hayden White" de Arnaldo Momigliano, quien sostiene que el filósofo estadounidense en toda su obra ha eliminado la búsqueda por la verdad, identificando a los historiadores con los retóricos, ignorando que "what has come to distinguish historical writing from any other type of literature is its being submitted as a whole to the control of evidence". Hasta cuando en "Metahistoria" analiza la obra de Ranke, soslaya el hecho de que toda la obra del último estuviera preocupada por la cuestión de la evidencia histórica. Otro aspecto que problematiza es la insistencia de White en que toda narración está comprometida con las practicas ideológicas. Según Momigliano todo trabajo historiográfico tiene que tratar de mantener todo pensamiento privado separado de la evidencia histórica, "whatever ideological consideration guide my research, I shall be judged by my use of the evidence". La pregunta que debe ponerse todo análisis de cualquier obra historiográfica es acerca de la fidelidad del autor a los hechos históricos registrados, si el uso que hizo de aquellos han sido satisfactorios. Toda pregunta que el historiador hace sobre algo que ha pasado, implica la posibilidad de que lo que él piensa que haya pasado no haya sido realmente así, todo historiador tiene que comportarse como un detective o como un juez, "has to make sense of the event and sure that it was an event".
Ginzburg retoma las críticas de Momigliano, pero las actualiza. Le parece que peca de ingenuo en su crítica de White cuando postula al historiador como un investigador inmune a cuestiones ideológicas a la hora de realizar su trabajo. El mismo Momigliano en obras posteriores admite que principio de realidad e ideología se entrelazan constantemente, todo el proceso de investigación y de control filológico se constantemente afectado por la proyección de problemas que afectan al historiador en el presente y que inevitablemente proyecta hacia el pasado. "La reducción unilateral de tan complejo entramado a la acción inmune frente a roces del imaginario historiográfico, propuesta por White y Hartog, parece reductora y a fin de cuentas improductiva".
El mundo externo, o principio de realidad, es el encargado de corregir las imaginaciones del historiador, llevándolo hasta a corregir los esquemas cognitivos que habían estado al inicio de su investigación. Ginzburg lleva al extremo esta crítica a White, arguyendo que fueron estas mismas indicaciones del mundo exterior, las que llevaron a la especie homo Sapiens a adaptarse al mundo, a dejar de lado prejuicios incorrectos, modificándolos y adaptándolos al ambiente que lo rodea y a modificarlo. El mismo principio de realidad que llevo a los historiadores de la antigüedad a apropiarse en parte de ese gran "otro" que es el conocimiento histórico, es el mismo que evito que nuestra especie se extinguiera.
Lo que más le preocupa a Ginzburg, es que borrando la distinción entre literatura de ficción y literatura histórica, se termina enfatizando la dimensión narrativa de la historiografía, y se termina ignorando que "una mayor conciencia de la dimensión narrativa no implica una mengua en las posibilidades cognitivas de la historiografía sino, por el contrario, una intensificación de ellas".
Ginzburg aun tras estas críticas nunca llega a negarle un componente retorico al estudio histórico. Todo lo contrario, lleva a postular a la retórica como pieza fundamental del desarrollo de esta disciplina, que se encuentra en su mismo origen. Si a nivel formal una afirmación verdadera, una falsa y una inventada, no presentan alguna diferencia, "por que percibimos como reales los acontecimientos narrados en un libro de historia?". Ginzburg toma prestada una expresión de Barthes, quien habla de "effet du réel" pero en un contexto en el que identifica realidad y lenguaje, mientras que el historiador italiano sitúa la raíz de este efecto en las propiedades extralingüísticas a las que hace referencia el texto histórico. La antigüedad griega, empezando desde Polibio, hacía notar que los discursos históricos, a causa del deber que tenían de comunicar la verdad, tenían que lograr comunicar sus experiencias directas o indirectas de los acontecimientos relatados a sus lectores, y lo lograban gracias a su tendencia a un relato vivido, que garantizaba la veracidad de los expuesto. Los historiadores griegos le prestaban especial atención al hecho de que sus relatos debían conmover y convencer a los lectores, lograr que experimentaran los acontecimientos de los que no tuvieron experiencia de una manera lo más vivida posible, como si hubieran estado ahí de testigos de los hechos. La verdad se volvía una cuestión de persuasión, su tarea era la de volver casi palpable objetos que por su distancia temporal resultaban invisibles.
El elemento retorico se una al origen histórico de la palabra "historia" que procede del lenguaje médico. En el capítulo "indicios" de su obra "Mitos, Emblemas, Indicios" Ginzburg contrapone al modelo científico galileano que empleaba matemática y método experimental teniendo como supuesto la cuantificación y la reiterabilidad de lo fenomenal, las disciplinas indiciales, que son eminentemente cualitativas y tienen por objeto casos individuales en cuanto individuales. La medicina hipocrática se dedicaba a observar y registrar síntomas, para después poder elaborar "historias" precisas de enfermedades individuales. La disciplina histórica nunca logro erigirse en una disciplina con método galileano porque según Ginzburg
La historia no ha dejado de ser una ciencia social sui generis, irremediablemente vinculada con lo concreto. Si bien el historiador no puede referirse, ni explicita ni implícitamente, a serie de fenómenos comparables, su estrategia cognoscitiva, así como sus códigos expresivos, permanecen intrínsecamente individualizantes (aunque el "individuo sea, dado el caso, un grupo social o toda una sociedad).
A los elementos médicos y retóricos se le suman los judiciales. También White sostiene que la práctica historiográfica se asemeja a los procedimientos usados por detectives y jueces. Esto se debe a que en el siglo XVII al método histórico se le incorporo el método anticuario, el estudio de los indicios, la producción y valoración de pruebas, que a los antiguos historiadores no interesaban en lo absoluto. El historiador empezó a comprarse con un juez imparcial que valoraba pruebas y dictaminaban sentencias. Pero esta noción de prueba se empezó a cuestionar a principios del siglo XX.
Para White el problema de las "pruebas", se remite al hecho de que toda la información que poseemos sobre el pasado, todo nuestro conocimiento histórico llega al presente de forma procesada. White dice que
no tengo dudas de que el discurso, y especialmente el discurso histórico, refiere a objetos y acontecimientos en un mundo real- pero añadiría que dado que esos objetos y acontecimientos ya no son perceptibles, tienen que ser construidos como objetos de una posible percepción más que tratados como objetos reales de percepciones reales.
Esta misma definición la podrían haber dado los historiadores griegos antiguos, quienes tampoco estaban preocupados por la cuestión de las pruebas. White sostiene esta postura ya que para el cuándo se trata de contraponer relatos históricos, no se trata de juzgar el uso que hacen de las fuentes, que las respeten o menos, ni siquiera se basan en el proceso de investigación histórica, más bien se trata de distintas representaciones cuyo asidero en la realidad no pareciera ser relevante. De lo que se trataría entonces es de contraponer distintos estilos, distintos modos de tramar, y el análisis de toda obra histórica se limitaría a la evidenciarían de los recursos estilísticos implicados. Ginzburg en cambio sostiene, valiéndose de la filosofía de la historia de Benjamin que hay que leer los testimonios históricos a contrapelo, hay que ir en contra de las intenciones de quien los produjo y no limitarse a evidenciar los recursos estilísticos delos que hizo gala, ya que hay que suponer siempre que hay elementos no controlados en el texto, "zonas opacas (…) huellas que todo texto deja detrás de sí".
White pone en duda la capacidad de los historiadores para decir la verdad. Por más que el pasado como tal haya existido, los indicios que poseemos de él no nos dicen nada sobre las relaciones causales que los originaron, sino que se mantienen en el presente como una serie de efectos que pertenecen a otro orden, a uno presente. El ejemplo que usa es la del mantenimiento de un monumento histórico, que les debe menos a sus constructores originales que a los entes que se encargan hoy en ida de mantenerlos en pies.
White mismo dice que "la narrativa no añade nada de contenido a la representación; más bien es un simulacro de la estructura y procesos de los acontecimientos reales." White considera al discurso histórico como una máquina de producción de significados, y no la ve como un posible vehículo de información.
Es esta postura la que Ginzburg le echa en cara cuando en su obra "El juez y el historiador", cuando hablando de lo pasado de moda que esta hablar de pruebas o de verdad histórica dice que el gran problema que presentan los narrativistas es que analizan las fuentes históricas no por lo que hablan sino por el modo en el que han sido construidas, en tanto fuentes de sí misma.
Se analizan las fuentes (escritas, en imágenes, etc.) en tanto que testimonios de representaciones sociales: pero al mismo tiempo se rechaza, como una imperdonable ingenuidad positivista, la posibilidad de analizar las relaciones existentes entre estos testimonios y la realidad por ellos designada o representada.
Ginzburg admite que todo testimonio histórico está construido según un código determinado y sabe que alcanzar un conocimiento de la realidad de manera directa, ya sea histórica o no es por definición imposible. Pero este hecho no debe derivar en una posición escéptica que postule la incognoscibilidad de la realidad. No se puede prescindir del principio de realidad a la hora de analizar las representaciones.

"Hay que afrontar el hecho de que cuando se trata de aprehender el registro histórico, en el propio registro histórico no pueden hallarse razones para preferir una forma de construir su sentido por encima de otra". No existiría entonces una interpretación verdadera enfrentada con una basada en una mentira, ya que el registro histórico no dispone de etiquetas de ese tipo a la hora de archivar acontecimientos. La postura de White según Ginzburg pareciera entonces derivar en un criterio basado en la efectividad de determinado relato histórico de poder ser apropiado y después ligado a un determinado programa político especifico.
En su ensayo titulado "Solo un testigo", Ginzburg en lugar de atacar los supuestos sobre los que se basa la teoría narrativista de White, busca explicitar sus influencias fascistas.
Lo que Ginzburg trata de rescatar es esa irreductible realidad de la que habla Vidal Nauquet, la suya es una batalla para trata de rescatar un ápice de objetivismo en un panorama de reflexiones históricas que parecieran justificar cualquier reapropiación histórica por el solo hecho de ser efectivas. El mismo White admite que sus posición es generalmente identificada con las ideologías totalitarias de la primera mitad del siglo europeo, aquel aspecto de la historia como sublimación de la realidad, transformando lo que aparece como hechos inconexos y anárquicos, en un relato que pueda darle cierta dignidad y sentido a la vida del hombre.
Vidal Nauquet hace una distinción tajante entre la interpretación sionista de los hechos ocurridos durante el nazismo, que propone ver a los campos de exterminio como el resultado inevitable de la diáspora judía, como una situación necesaria para poder finalmente convertir a los sobrevivientes en ciudadanos de Israel. Esta interpretación dejaría intacta la realidad, no sería tanto una mentira cuanto "falta de verdad", ya que dejaría intacto los hechos ocurridos, en oposición a la tesis revisionista que desrealiza la realidad. White en cambio sostiene que la visión sionista de los hechos es una verdad sin más.
"De hecho, su verdad, como interpretación histórica, está precisamente en su efectividad para justificar una amplia gama de políticas israelíes actuales que, desde el punto de vista de los que las ejecutaban, son cruciales para la seguridad y para la misma existencia del pueblo judío."
Ginzburg señala la influencia neo idealista italiana de Benedetto Croce y Giovanni Gentile en el pensamiento de White. Del primero habría retomado la distinción entre "investigación histórica positiva" e "historia auténtica", que equivale a la narrativa. Tanto para Gentile como para White es el mismo discurso el que crea su propio objeto, solo que en el caso de Gentile, su idealismo radical lo llevo a postular un rechazo a toda verdad basada en los hechos. También el como Croce distinguía historia e historiografía, ya que para él la historia no debía ser un presupuesto para la historiografía, lo que lo llevaba a criticar duramente a los historiadores positivistas, que se enorgullecían de los hechos viviendo en un mundo de ilusiones y fantasías, cuyas teoría no tenían validez objetiva. Porque Gentile no era un relativista, consideraba que la tarea de dotar a la realidad de sentido dependía de un sujeto trascendental, era partidario del concepto que postulaba la identidad entre sujeto y objeto. Nunca fue relativista, y nunca predico tolerancia, el suyo era un compromiso con las facetas más violentas del fascismo, apoyándose en su teoría monista, en la que no había sitio para distinguir entre hechos y valores.
White sin embargo se aleja del fundamentalismo de Gentile y dice que "En mi opinión, e relativismo es el equivalente moral del escepticismo epistemológico; además, pienso que el relativismo es la base de la tolerancia social, y no una autorización para "hacer lo que se quiera". Ginzburg impugna esta defensa por parte de White a los que le echaban en cara que su relativismo necesariamente desembocaba en un nihilismo destructivo, que incita a la violencia revolucionaria, considerándola falta de un fundamento sólido. Para el historiador italiano nada hay de más insostenible que esta pretensión de tolerancia, desde el punto de vista histórico y también lógico. "Históricamente, porque la tolerancia ha sido pensada por gente con fuertes convicciones teóricas y morales (…). Y lógicamente, porque el escepticismo absoluto se contradiría si no se extendiera hasta adoptar la tolerancia por principio regulativo". Es así que Ginzburg vuelve a reprocharle a White su criterio efectivita de matriz ideológicamente afín al fascismo italiano, ya que si entre las distintas posturas morales y teóricas no hay pretensión de verdad que puedan hacerlas distinguibles y preferibles, se cae en un vacío moral ya que no hay anda que tolerar en última instancia cuando no hay verdad de fondo a lo que uno dice, no hay posición que defender en base a criterios más o menos objetivos, y se cae en un relativismo que desemboca necesariamente en la imposición de una teoría sobre otra en base a la fuerza y a la violencia. Por más que White considere que sea mera convención el hecho de que su teoría se asocie a las ideologías de derecha, el hecho de que nombre a Gentile y a Heidegger en su "Política de la interpretación" nos revela que no se trata de mera convención.
La crítica que le hace a White me pareció en un primer momento desmedida, jamás se me hubiese ocurrido asociar el nombre de White al de una personalidad tan nefasta como la de Gentiles, pero leyendo una crítica que le hace Perry Anderson a su obra "El hilo y las huellas", me di cuenta de que lo que apremia a Ginzburg en su condición de historiador judío es la sombra del escepticismo invocada por los revisionistas, el peligro de la negación del holocausto. Desconfía también de la posición de White en cuanto tendiente a constituir a la efectividad como criterio, aduciendo que de haber ganado los nazis la guerra, y ya que los hechos en si son susceptibles de portar distintos tipos de entramado, podría convertirse el exterminio judío en una narración con trama de tipo pastoril o cómico? Tal reconstrucción de los hechos sería la más efectiva para los nazis, consecuentemente eso la haría preferible y más verdadera que otra trágica? Es el mismo White quien en su obra reconoce que una de las actitudes que nos ofrece el posmodernismo a la hora de encarar el pasado es de lo más saludable, porque "nos invita a evaluar al pasado desde el punto de vista de su utilidad para el presente". Como declara en el capitulo 6 de "Ficción histórica".
White sostiene que el pasado ya no existe como tal, ni siquiera en las huellas que deja detrás de él. Los restos que dejo tras el son meros indicios del pasado, pero ya no funcionan como efectos de las fuerzas causales (pasadas) que originalmente los produjeron.
En el mismo capítulo del que se vale Ginzburg para hacer su mordaz critica a White, el filósofo estadounidense presenta un segundo criterio para calificar las distintas interpretaciones posibles de determinados acontecimientos, diciendo que "la pureza de cualquier interpretación puede medirse en la medida en que consigue reprimir el impulso a apelar a la autoridad política en el curso de obtener su comprensión o explicación de su objeto de interés". White está lejos de ser partidario de relatos históricos que tienden a legitimar el poder establecido, el mismo considera que uno de los grandes avances que impulso el pensamiento posmodernista es el de resaltar que todo intento de objetivismo hace parte el mismo de una ideología, el supuesto "fin de las ideologías" de Fukuyama no era más que un intento de imponer la ideología del objetivismo en todo tipo de estudio académico. El posmodernismo según el mismo autor en "Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica" logra hacer ver que la distinción importante que hay que hacer no es entre ideología y objetividad, sino que es una distinción entre distintas construcciones ideológicas de la historia más o menos dispuestas a la explicitación de su ser construido de su versión de la historia. Va a haber versiones que van a estar más abiertas a revelar los mecanismos que se esconden detrás de su formulación. Por más que los nazis ganaran la guerra e impusieron un tipo de relato épico, o cómico, White lo habría rechazado de lleno por ser no una narración, sino una narrativización.
White sin embargo, por más que reconozca que los hechos no portan en sí mismo determinados estilos de trama prefigurados, no concluye que todo el conjunto de acontecimiento que compone el Shoah pueda ser susceptible de ser convertido en relato cómico, con tintes optimistas o hasta humorísticos. White sostiene una visión de la realidad como un conjunto de acontecimientos privos de ordenamiento lógico a priori, un caos que es ordenado por la narrativa. Pero estas narrativas, si pretenden ser representaciones literales de los hechos, se ven obligadas a respetar el registro histórico, debe haber una fidelidad al registro factico. "Porque, a menos que un relato histórico fuera presentado como una representación literal de los acontecimientos reales, n podríamos criticarlo como si fuera verdadero o no con respecto a los hechos en cuestión".
Es por esta misma razón que para White podría darse un relato de lo acontecido que no sea positivamente fiel al registro histórico, un tramado pastoral o cómico, pero que sea a su vez negativamente fiel, de un modo netamente irónico, con el fin de hacer un comentario meta crítico. No sería fiel a los hechos, pero resaltaría la inconsistencia de un relato del tipo cómico. Ya en "Metahistoria" White explicitaba su preferencia por el estilo irónico, lo elevaba al rango de metatropo:
Inmediatamente puede verse que la ironía es en cierto sentido meta tropológica, porque se despliega en la conciencia autoconsciente del posible mal uso del lenguaje figurativo. La ironía presupone la ocupación de un punto de vista "realista" sobre la realidad, desde el cual es posible ofrecer una representación no figurativa del mundo de la experiencia
White se pregunta si un tema serio requiere necesariamente de una trama seria a la vez. Eso es lo que sugiere Saul Friedlander en "En torno a los limites de la representación", quien considera a toda representación glamourosa inaceptable. Para el historiador israelí el gran problema que presentan las representaciones posmodernistas del nazismo pecan de estetizantes, maquillan el horror de los hechos, "la dimensión estética inevitablemente domina y apabulla al espectador que carece del conocimiento necesario sobre los hechos". Pero para White todo hecho es susceptible de más narraciones, es el tipo de relato el que le impone a los acontecimientos una cierta estructura y los dota de significado. Por esta misma razón uno de sus modelos ideales de entramado para este tipo de acontecimientos es el de Maus, una historieta que al mezclar un género bastardeado y considerado menor con uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia de la humanidad, logra exponer los límites de toda representación.
White sostiene que el siglo XX debido a la creciente industrialización, a la velocidad con la que se expanden las noticias en un mundo globalizado, el ocultamiento que está detrás de la sobredocumentación, las nuevas tecnologías que ponen en jaque las ideas tradicionales de representación, todo esto llevo a que nuestra conciencia histórica se viera despojada de sus categorías tradicionales de representación y explicación histórica, que se vieron insuficientes para dar cuenta de los acontecimientos contemporáneos. El realismo histórico, la identificación que hace entre realidad e historia se revela un criterio inadecuado para la representación de acontecimientos históricos que en este siglo adquirieron nuevas magnitudes, inimaginables, en palabras de Habermas "Allí (en Auschwitz) sucedió algo que hasta ahora nadie había pensado siquiera que era posible".
White entonces se empeña en buscar una voz adecuada para representar el horror del nazimos, y cree encontrarla en el uso de la "voz media" del griego antiguo. Ya Barthes se había preguntado por la distinción entre voz activa y voz pasiva del lenguaje, en la que ambas enfocan los distintos tipos de relación con que puede representarse un agente respecto de una acción, pero siempre manteniendo al sujeto en una posición externa respecto de la acción y encontró que existía una recrea posibilidad. En la voz media el sujeto es interior a la acción, y considera que las características de esta voz son las mismas que se pueden aplicar al verbo escribir del modernismo literario, "en el escribir medio de la modernidad, el sujeto se constituye como inmediatamente contemporáneo de la escritura, efectuándose y afectándose por medio de ella". Las catástrofes modernas obligan a buscar un nuevo tipo de voz para repsentarlarlas.
En cuanto al debate de fondo con el historiador italiano, White pocas veces lo nombra en su obra, y la única vez que hace referencia explícita a sus criticas es en una entrevista hecha a la revista "Storia della Storiografia" en la que dice
"Ginzburg, for example, hates Metahistory. He thinks I am a fascist. He is also kind of naive in many respects. He thinks that my conception of history is like that of Croce, that is subjectivist, and that I think you can manipulate the facts for an aesthetic effect. I think that one can do so, and although Ginzburg thinks you ought not do that, in my view, he himself does it quite often".
Pero Ginzburg mismo admite en su ensayo "Microhistoria: dos o tres cosas que se de ella" que en su obra más celebra había usado recursos estéticos, estrategias narrativas sin que por eso se altere el principio incontrovertible que guía todo su trabajo, que es la del registro de verdad.
Las diferencias entre los dos autores son como casi todas las discusiones entre grandes personalidades inconcluyentes y teñidas de prejuicios. White nunca rechaza la idea de que lo que guía el trabajo del historiador es la búsqueda de la verdad, pero el mismo ve que el siglo XX, el modernismo, ha trastocado todas las viejas oposiciones entre ficción y literalidad, entre sujeto y objeto, entre verdad e interpretación. "La escritura modernista disuelve el acontecimiento, hace estallar la trama, hace ambiguo el punto de vista, revisando de esa manera las bases para tratar la narrativa como adecuada para la representación de series de acontecimientos en un modo de presentación específicamente histórico".
























BIBLIOGRAFIA
Ginzburg Carlo:
El Juez y El Historiador", Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1993
"El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio", Buenos Aires, FCE, 2010
"Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia", Barcelona, Gedisa, 1999
"El queso y los gusanos" Barcelona, Muchnik editores, 1999
Momigliano Arnaldo
" The rethoric of history and the history of rethoric: On Hayden White's tropes" en Comparative Criticism: Volume 3: A Yearbook, Volume 4, edited by E. S. Shaffer
Stefano Levi Della Torre
"Zone di turbolenza: intrecci, somiglianze, conflitti", Milano, Feltrinelli, 2004
Hayden White
"Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX", Mexico, FCE, 1992
"Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica", Buenos Aires, Prometeo
"El texto histórico como artefacto literario y otros escritos", Barcelona, Paidos
"El contenido de la forma", Barcelona, Paidos, Barcelona, 1992
Compilaciones
"En torno a los límites de la representación. El nazimos y la solución final" Saul Friedlander (compilador), Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2007




















Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.